cuentos para el andén nº36

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En este número 36 de Cuentos para el andén leeremos relatos de Alfonso Fernández Burgos, Ángel Olgoso y Manuel Vilas, junto con nuevas promesas de 6 a 10 años (de edad) que nos visitan en CursoConcurso. Veremos el fútbol en Saturno, buscaremos los rincones de la Nevera. Y más cosas. No te quitamos más tiempo, esperamos que lo disfrutes.

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metroligero [34]

brevemente [26]

Relatos en cadena

dindondin [29]

entrecocheyandén [31]

La rana, Lydia Monreal

andéndos [8]

La muerte desordena, Ángel Olgoso

elmuro [3]

decamino [30]

cuentoscomochurros [12]

lapuertadelanevera [17]

IImicroconcurso [18]

abril2015nº36

andénuno [5]

Madera de boj, Alfonso Fernández Burgos

Publicamos el relato de tres lectores, ganadores del II Microconcurso: textos de

100 palabras, 5 preseleccionados por jurado, de los cuales 3 fueron elegidos por

los lectores en votación abierta en Facebook.

diccionariodesaturno [20]

IIcursoconcurso [22]

Edita: Grupo Andén C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid | [email protected] | www.grupoanden.com

Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Editora: Natalia Muñoz.

Asesores de contenidos: Sergi Bellver, Juan Carlos Márquez, Kike Cherta, Juan Martini (Buenos Aires, Argentina)

y Mónica Pano (Argentina)

Publicidad: [email protected] | Diseño: www.jastenfrojen.com

Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com

Ilustración portada e interior: © Nadia Campanotta | http://nadiacampanottaillustrator.blogspot.it/

nove

dade

s

Con la colaboración de:

andéntres [10]

Barro, Manuel Vilas

Page 3: Cuentos para el andén Nº36

3

En este número 36 de Cuentos para el andénleeremos relatos de Alfonso Fernández Burgos,

Ángel Olgoso y Manuel Vilas, junto con nuevas

promesas de 6 a 10 años (de edad) que nos visi-

tan en CursoConcurso. También hablamos de

un espacio nacido para el arte urbano de la

mano de siete jóvenes. Veremos el fútbol en

Saturno, buscaremos los rincones de la Nevera.

Y más cosas. No te quitamos más tiempo,

esperamos que lo disfrutes.

Cuentos para el andén

@cuentosanden

[email protected]

www.grupoanden.com

Te escuchamos:

Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a [email protected] las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.comTema del próximo concurso: Fauna autóctona

elmuro

Finalistas:

Olvido. Lautaro Vincon

Avellaneda (Argentina)

Picaporte en desuso. María del Carmen

Allonca, Buenos Aires (Argentina)

Si título. Carlos Rivero

Badajoz (España)

Tema: El paso del tiempo Ganadora: Hombre frente al tiempo. Paula Pérez, Madrid (España)

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Page 5: Cuentos para el andén Nº36

andénuno

5

EL boj es un arbusto que si se tiene la paciencia nece-

saria y se le dan los cuidados que requiere puede llegar a

convertirse en un árbol frondoso. Un árbol cuya madera

es durísima, de la misma naturaleza de las piedras. El boj

ornamental necesita de una maceta grande, tiene un

tronco firme y unas hojas verdes y lustrosas.

Yo sé todo esto porque mi madre tenía uno y aunque

era indudable que le gustaba el aspecto de aquel arbus-

to -como le gustaban los cigarrillos de marihuana- lo que

más le fascinaba era su nombre. Hay pocas palabras tan

cortas, sonoras y exóticas. Al decir "boj" caía en un trance

estético, se le llenaba la boca de la "j" final y la dejaba ahí,

en el aire, como algo vaporoso e ingrávido. "Bojjj", decía

con miedo de que alguien no comprendiese tanta belle-

za si la acortaba. Cuando venía alguien a casa, ella habla-

ba a las visitas mientras su mano -como distraída- señala-

ba la copa casi esférica del arbusto. No sé si era conscien-

te de lo que hacía, no sé si los demás eran conscientes de

la prestidigitación soberbia de mi madre, pero en un

momento de la charla dejaban de fumar porros y empe-

zaban a interesarse por el boj.

Era entonces cuando mamá se acercaba a él y lo aca-

riciaba con la palabra. "Es un bojjjj", decía, y aunque no se

oyeran las exclamaciones de sorpresa, yo estoy convenci-

do de que sus amigos también en su interior estiraban el

tiempo y decían "bojjjj".

Madera de bojAlfonso Fernández Burgos

Page 6: Cuentos para el andén Nº36

6

andénuno

También yo empecé a contagiarme de aquel amor

por el arbusto. Ella lo regaba y le limpiaba las hojas con un

paño humedecido con aceite de oliva. Cuando volvía del

colegio, mi madre seguía en su negocio macrobiótico,

entonces yo aprovechaba su ausencia para mostrarle mi

amor al boj y decir su nombre con muchas, muchas más

jotas finales que las que usaba mamá.

Una tarde mamá no volvió. A partir de entonces me

quedé yo solo para regarlo. Lo hacía a todas horas, cuan-

do llegaba del colegio, en los intervalos que hacía para los

deberes de la escuela, cuando llegaba mi padre, después

de ducharme, cuando mamá llamaba por teléfono sor-

biéndose los mocos, cuando papá venía con mujeres a

casa. Cuando papá no venía y me cuidaba mi vecina

Claudia. Yo tomaba aquella regadera y le echaba agua al

boj, al mantillo aromático, a las hojas cada día menos bri-

llantes, al tronco de la dureza de los pedernales.

Poco a poco fue perdiendo el lustre de todas aque-

llas jotas finales. Mamá al llamar y preguntar cómo me

iba en el colegio o si comía bien, nunca me preguntó

por el boj. Dejaron de venir visitas. Y un olor como a bos-

que de otoño y jotas podridas se fue haciendo el dueño

de la casa.

Ya solo queda el tronco, sin hojas, sin raíces, como una

síntesis, como un ademán esbelto de lo que fue en otro

tiempo. Ahora ha dejado de tener jotas para ser un ama-

sijo de cruces desobedientes de una dureza inusitada,

casi invencible.

tw Del libro: Extinciones. Ed. Gens, 2014.Alfonso Fernández Burgos (1954, Jabugo, Huelva), como escritor de cuentos ha obteni-do distintos galardones y ha participado en varias antologías. Obtuvo el premioFernández Lema 1996, el premio Villa de Murchante 1998 de cuentos, el segundo pre-mio de narrativa Café Bretón en 2004 y en 2007 resultó finalista del XXXIV Hucha de Oroy del XII Premio Mario Vargas Llosa NH de relatos.

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7

andéndos

A Ángeles Encinar

DE niños, estudiábamos juntos, comíamos nueces y

nos reíamos con ganas. Clara era pequeña, asustadiza. Yo

la llamaba Ardilla. En verano íbamos a nadar a la poza. O

nos tendíamos en la hierba y mirábamos hacia lo alto

picoteado de pájaros. Clara tenía el pelo corto y los calce-

tines bien tirantes. Yo, un bozo castaño sobre el labio.

Clara olía a lápices de colores. Yo iba por ahí haciendo

garabatos con su nombre. Lo trazaba con la puntera en la

tierra de la plaza. Lo grababa a navajita en los troncos de

la alameda. Lo dibujaba en el aire con un ascua del brase-

ro sujeta entre dos palitos. Clara dijo que nos casaríamos.

Yo dije que sí con la cabeza. Después de nuestro pacto

secreto llovió afuera. Se levantó viento y saltaron chispas

en los cables de la cuesta. Esas mismas centellas, blancas

de pura maravilla, me calentaron por dentro durante

años. Hice la mili. Solo aplastaba chinches, fregaba platos,

miraba los ollares de los caballos echar vaho como chi-

meneas. Volví al lado de Ardilla. Trabajé en un taller. Luego

en la Planta Azucarera. Un día sentí mucho frío, como si

me hubieran enterrado de golpe la cara en la nieve. O

chapuzado en la poza en invierno. O caído en el tanque

de carbonatación de la fábrica. Pareció una chuscada de

Amador, mi hermano grande. Si pienso en él, lo único

que recuerdo es un abejorreo de risas y coscorrones alre-

dedor mío. Desde el día del frío, el mundo no sabe más a

Clara. Tampoco tuve tiempo de hacer la maleta. Ni de

La muerte desordenaÁngel Olgoso

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andéndos

devolverle la llave del que sería nuestro piso. Algo me

arrojó al otro lado. A un lugar sin polvo en el que nada

sucede. Solo me llegan ecos. Sé que vinieron los vecinos.

Que se inclinaron sobre mis padres, achatados en el

borde de las sillas de anea del comedor. Y estaban las

lágrimas. Gordas como espejos de mano quebrándose

sobre el terrazo. Desde el día del frío no he vuelto a ver a

Clara. Pero sé que un dolor quiere subirse a ella como

quien intenta tomar un tranvía. Un dolor redondo como

una nuez y afilado como un lapicero de colores. Ardilla no

lo deja entrar. Sé que para Clara aún ocupo el mismo

espacio de costumbre. Cree que nadamos juntos, que

nos reímos con ganas, que nos tumbamos en la hierba

boca arriba. Cree que todavía se sube los calcetines blan-

cos y que yo ando por ahí escribiendo su nombre. Me

reclama para partir nueces y besarme tras las tapias del

cementerio. Dice que nada nos separará. Que está unida

a mí, para siempre, como al hormigueo de una extremi-

dad fantasma.

tw Del libro: Breviario negro, Menoscuarto Ediciones, 2015.Ángel Olgoso (Cúllar Vega, Granada) es autor de numerosos libros de relatos, entre los que des-tacan Cuentos de otro mundo (1999), Los demonios del lugar (2007), Astrolabio (2007), La máqui-na de Languidecer (2009) y Las frutas de la luna (Menoscuarto, 2013, XX Premio Andalucía de laCrítica). Se le considera un maestro del microrrelato, que cultiva desde finales de los setenta.

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andéntres

ESTABA paseando por las afueras un día que me encontra-

ba con muy buen humor, el suficiente humor como para

pasear y salir de casa. Llevaba ya un buen rato de paseo cuan-

do me topé con una finca con las tapias desmoronadas. Unas

viejas y grandes piscinas vacías y llenas de suciedad aparecie-

ron delante de mis ojos: paredes de un verde despintado,

ramas y bichos negros en el fondo, y ni una gota de agua.

Eran dos piscinas: una de adultos, la otra de niños. La de adul-

tos era muy profunda, lo que daba idea de su edad. Como

todo el mundo sabe, las piscinas muy hondas suelen ser de

los años setenta. Las piscinas actuales tienen muy poca pro-

fundidad. Lo justo para que no te rompas el esternón. Pero las

de antes tenían tres metros de hondo y algunas, hasta tres y

medio o incluso cuatro metros. Solían tener hasta trampoli-

nes. Blancos y elásticos trampolines para los viejos acróbatas

del recuerdo. Esta que estaba a mis pies debía de tener cua-

BarroManuel Vilas

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andéntres

tw Del libro: Zeta, Ed. Salto de Página, 2014. Manuel Vilas es narrador y poeta. Como narrador es autor del libro de relatos Zeta(DVD, 2002, Salto de Página 2014) y de las novelas Magia (DVD, 2004), España (DVD,2008), Aire Nuestro (Alfaguara, 2009), Los inmortales (Alfaguara, 2012), El luminosoregalo (Alfaguara 2013) y los textos reunidos en Listen to me (La Bella Varsovia, 2013).

tro metros de hondo. Qué maravilla bañarse en medio de

tanta agua, casi un buen simulacro de la alta mar. Pero allí no

había nadie, y daba la sensación de que esas piscinas escon-

dían treinta años de abandono. Estaban abandonadas a su

suerte. Una piscina es muy fácil de abandonar. Se la deja allí y

ya está. Aquello que simbolizó el día de fiesta y las voluptuo-

sidades acuáticas acaba convirtiéndose en un miserable agu-

jero. Se deterioran las paredes; se resquebraja la pintura espe-

cial; se oxidan las escaleras y crujen si las tocas como un

columpio del siglo XIX; hojarascas oscuras, bajo las cuales se

esconde el esqueleto de algún animal, se adueñan del fondo;

y la tierra de alrededor, junto con sus milenarias piedras,

empujan para derribar los muros de contención de la vieja

estructura arquitectónica de la solitaria piscina abandonada

en mitad de un campo. Di un salto por la parte de menos

altura y me metí dentro y comencé a pasear por el fondo de

la piscina. En ese instante, el cielo se oscureció y comenzó a

llover torrencialmente. No me apetecía irme de allí.

Milagrosamente, el agua empezó a subir de nivel, hasta que

en unas horas, caída ya la noche, sin cesar la lluvia torrencial,

la piscina se llenó, mojándome las ropas, mojándome todo.

Era verano y no me importaba estar allí, bajo los truenos azu-

les y el agua resplandeciente. Muy solo me sentía, eso sí. Pero

tan solo como siempre, si acaso ahora en un lugar extraño.

Cuando la piscina estuvo llena, dejó de llover. Y yo me pude

dar un baño fantástico, bajo la luna del verano último, bajo la

bella y loca, nocturna luz de agosto. Estuve nadando y buce-

ando toda la noche en aquellas aguas, en aquel bendito

estanque, en aquel barro sin nombre.

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cuentoscomochurros

Etern

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cuentoscomochurros

TENGO una buena y una mala noticia. La buena es que hay

vida después de la muerte, la mala es que es muy aburrida.

Por ejemplo, Emilia Monteagudo falleció un lunes cualquie-

ra. La causa fue un ictus que le llegó de puntillas. Emilia se acos-

tó con dolor de cabeza y se despertó fantasma. No somos

nadie.

Ella enseguida se dio cuenta de que estaba muerta.

Comprendió que el cuerpo que abultaba en la cama, tan pare-

cido a un montón de hojas secas, era en realidad el suyo. Emilia

no podía gritar. No podía patalear. Estaba muerta. Su marido

roncaba tan a gusto. Estaba vivo.

Cuando el vivo de su marido despertó, no notó nada extra-

ño. Se levantó en silencio y se fue a poner el café al fuego.

Emilia quiso ir a avisarle, plantarse en la cocina y decirle aquí

estoy, bien muerta, mírame, pero, por más que lo intentó, no

logró alejarse de la carne de su cuerpo. Tomen nota: resulta

que el alma está cosida a los pies y no puede despegarse.

Desde el pasillo, su marido le gritó que se les hacía tarde. Ella

sonrió sin usar su boca. ¿Tarde para qué, a ver? Tarde para todo.

Su marido entró en la habitación y le tocó un hombro, o se lo

tocó, al menos, al montón de hojas secas que antes era Emilia.

Su marido le dijo que no se hiciera la remolona. ¿Será posible,

pensó ella, que no te des cuenta que estoy aquí de cuerpo pre-

nidad

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sente, y de espíritu presente también? Su marido se encogió

de hombros y se marchó al trabajo. Emilia no se lo podía creer.

Se quedó sola en casa. Sola con su cuerpo ya vacío.

Emilia no podía moverse ni tampoco manipular nada.

¿Cómo iba a hacerlo, si ya no tenía dedos ni huesos? Ni siquie-

ra podía encender la radio. Emilia se quedó allí, mirando la

habitación quieta. La luz entraba por la ventana como hacién-

dole cosquillas al suelo. Flotaban motitas de polvo. Sonido de

coches lejanos.

Pasaron los minutos, las horas. La luz cambió. De vez en

cuando, pasaba un camión o sonaba un claxon. Dos años atrás,

se habían mudado a esa casa en las afueras: qué tranquilidad,

había dicho Emilia al dejar las maletas. En la mesilla, había una

foto enmarcada, con Emilia y su marido frente a las Casas

Colgadas de Cuenca. Emilia la miró y la miró hasta que dejó de

reconocerse y de reconocer el recuerdo. Se arrepintió de no

tener más cuadros. Se arrepintió de no haber elegido un papel

de la pared menos monótono. Miraba las flores del único flore-

ro y contaba los pétalos. No había nada más que hacer.

A mediodía, un grupo de escolares pasó cerca de su venta-

na. ¿Qué harían allí, tan lejos del instituto? Risas, voces aflauta-

das, correteos. Emilia se concentró en recoger cada una de esas

palabras adolescentes. Separar los grititos para grabarlos en su

mente y así poder alargarlos luego. Los adolescentes se fueron

y la dejaron sola de nuevo. Emilia comenzaba a ser consciente

de lo que le esperaba.

Miraba el techo y el suelo buscando algún insecto. Ella, que

tanto había presumido de tener siempre la casa impoluta.

Maldito desinfectante, maldita lejía. Lo que habría dado ahora

por encontrarse a una araña alfombrando con su tela un rin-

cón. En cierto momento, la luz del sol cayó sobre el espejo, y de

ahí rebotó a la pared. Un mapamundi de luz temblorosa. El

efecto duró una media hora. Luego se apagó y la noche fue

cuentoscomochurros

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15

cuentoscomochurros

tw Colaboración mensual con Cuentos como Churros: ellos eligen una delas cuatro fotografías seleccionadas de el muro y cocinan con ella un ricochurro que publicamos aquí. La fotografía es de Carlos Rivero, finalista denuestro Concurso de Fotografía de este mes.

cayendo. Durante un rato, se incrementó el sonido de los coches.

Oscuridad. La farola de la esquina se encendió y su luz trazó un

círculo que rozaba la mesilla, iluminaba justo la mitad de la foto

de su visita a Cuenca. Solo se les veían los pies, a ella y a él.

Por fin, después de quinientos años, su marido abrió la puerta

de la casa. Gritó su nombre varias veces. Emilia se concentró en

ubicar cada uno de los sonidos que le llegaban desde el pasillo:

ahora se está quitando las botas, ahora ha ido al baño, ahora

rebusca en la alacena. Emilia oyó a su marido andar descalzo,

cada vez más cerca, aproximándose. Tuvo miedo de que fuera a

descubrirla tan pronto. Porque, por aburrida que fuera la habita-

ción, era mucho mejor que un ataúd, mucho mejor, infinitamen-

te mejor.

Page 16: Cuentos para el andén Nº36
Page 17: Cuentos para el andén Nº36

Rosi García

No es natural

porque esté fuera

de la nevera.M. Caballero-¡Natural, lo que se dice natu-ral, tampoco es, abuelita!...-¿Pero tú has visto qué ojostiene?...¿Qué orejas?...¿Qué dientes?...

SandraLa mayor desdicha

del peregrino es nopoder recorrer todos

los caminos

Marco García

No es natural que

prefiramos a las mas-

cotas en lugar de las

personas... pero es

más razonable.

Miguel Ángel Algarra

Por inventar un rincón

curvo, me quemaron

en el hoguera.

Lucía BerrugaEn el rincón de la neverahe puesto a enfriar la ira;

ya no me lo tomarétodo en caliente.

Rincón

Germán Cornejo

¡Cuidado, Peregrino, al

abrir esta puerta! Saca el

frío al que nada deja, y

pone caliente al que

nada encuentra.

http://sobrevolandolacultura.blogspot.com.es/

http://lavidaenvideoclip.blogspot.com.es/

http://desiertosyjardines.blogspot.com.es/

http://dibujandounpensamiento.blogspot.com.es/

http://www.wattpad.com/user/ManoloCaballero

Déjale una nota al mundo en La puerta de la nevera: www.grupoanden.com

PPeerreeggrriinnoo

NNaattuurraall

17

lapuertadelanevera

Page 18: Cuentos para el andén Nº36

De papel

A cada vuelta del tambor de la lavadora, unas cuantas letras

desaparecen, mientras los trozos de papel flotan caprichosos,

siguiendo una cruel coreografía. Sentada sobre las baldosas

frías, ella observa el devenir de te quieros, besos recónditos,

abrazos borroneados, que giran sin remedio. A su lado, la caja

de madera vacía, presencia la escena, con la boca abierta en

una grotesca mueca. Con el centrifugado, ya sólo quedan

pequeños cúmulos de celulosa, que se unen y separan aleato-

riamente, pero conforman una masa pegajosa una vez escurri-

dos. Entonces, ella, abre la lavadora y rasgándose en pedazos,

va metiéndose en su interior.

Patricia CollazoAlcobendas. Españawww.laletradepie.com

Microconcurso es un

certamen internacional

abierto a nuestros lectores.

Con votaciónpopular.

48 horas, 100 palabras.

18

IImicroconcurso

Page 19: Cuentos para el andén Nº36

19

IImicroconcurso

Tuareg

LOS camellos acusaban el cansancio. Hakim, el guía,

nos llevó al oasis donde se hallaba la haima a la que llama-

ban hotel. Jaime se había empeñado en una luna de miel

aventurera. Pese a la crema factor 50, me salieron ampo-

llas hasta en los labios. Hakim se ofreció a curar mis que-

maduras. Conocía remedios para los males del sol. Jaime

aceptó y trepó a una duna para fotografiar el atardecer.

Me quedé con el bereber que descubrió el rostro oculto

bajo el velo y el turbante.

Jaime volvió a España. Yo vivo en un oasis, con aire

acondicionado, eso sí.

Ángeles NavarroMadrid. España

Túnel

YO me como la tierra. El lugar que habito debe conser-

varse impecable y no puedo permitir que nadie vea ni una

pizca de polvo aquí.

El doctor me dijo que tengo cálculos renales. Le conté la

verdad. Me advirtió que si sigo así, en un año me van a

reventar los riñones.

Ese es mi tiempo. Esa es mi apuesta. En un año, mi des-

tino dictará sentencia: libre o muerto.

Leonardo DolengiewichMendoza. Argentinawww.mepodesleeraca.blogspot.com

Page 20: Cuentos para el andén Nº36

FÚTBOL

1. Es la oportu

nidad de hacerse un

genio "ante m

ortem". M

iel

2. Religión con m

ayor número de se

guidores

en el mundo. Iván Pacheco

COMPRAR

1. Acción por la que to

do se re

duce a un precio.

Marco Garcia.

http://e

lpaseodelcancerbero.blogspot.com.es/

2. Acción por la cual u

n ser le

quita un peso de

encima al o

tro. Jo

sé María Iarussi.

http://w

ww.letracero.com.ar/

TIEMPO

1. El ritm

o de los d

eseos. Hugo Passa

s

https://

hugopassas.w

ordpress.com/

2. Un préstamo que no pediste

con cantidad y

vencimiento desconocidos. L

uis San José

http://w

ww.cariciasycarencias.com/

3. Sustancia etérea que vuela cuando se

pretende

detenerla y se

arrastr

a cuando se quiere que vuele.

Juan Carlos Garrid

o

http://n

ovelasombraschinescas.blogspot.com.es/

Una nueva civilización está empezando de cero en

Saturno, aún no tienen claros algunos conceptos,

¿les echas una mano con el diccionario?

Participa en www.grupoanden.com

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3

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diccionariodesaturno

Page 21: Cuentos para el andén Nº36

¿Qué pasa cuando los niños nos cuentan cuentos a los adultos?

Esta vez inspirados en el cuentoHuracán

de Txabi Arnal Gil y Neus Bruguera. Ed. Kalandraka.

Page 22: Cuentos para el andén Nº36

Primer premioLas bailarinas, Sofía Madrid (8 años)

ÉRASE una vez en Villabailarina un grupo de chicas que

naturalmente practicaban el ballet, las chicas se llamaban:

Colette, Violette, Tea, Nicky y Paulina.

Un día, practicando en el Teatro de la Rosa, se presentó un

gran vendaval, ya no podían ensayar. El día del espectáculo no

se sabían los pasos, todos los que venían a verlas habían paga-

do 8.000.000.000 € por cada entrada, el público estaba muy

decepcionado pero Colette se acordó de su tataratataratata-

rabuela Bailonga, ella había inventado una coreografía,

Colette se la dijo a sus amigas. El público asombrado por su

talento las felicitó con rosas y margaritas.

Fin.

Segundo premioEl huracán y el pueblo, Patricia García (8 años)

HABÍA una vez un pueblo muy feliz que tenía muchos

colores. Pero… también había un huracán que no era bueno,

más bien era tan envidioso que quería los colores del pueblo.

El pobrecito huracán era de colores oscuros como negro o

gris oscuro, también era de colores de tristeza como blanco o

azul. Quería ser el más bello de todos los habitantes del pue-

blo y demás, además también quería chincharse de ellos.

Esa noche no durmió nada, se quedó despierto planeando

un plan maléfico que pudiera ayudarle a cogerse los colores

del pueblo. Al final se hizo un mapa para saber qué sitio arra-

sar antes. Este es el mapa:

22

IIcursoconcurso

CATEGORÍA POLLITO (6-8 años)

Page 23: Cuentos para el andén Nº36

Se hizo números decimales para saber dónde, cuándo y en qué sitio

atacar y arrasar el pueblo. Al día siguiente el huracán atacó y se llevó

todos los colores del pueblo. Al final todo se puso al revés, el huracán

parecía un bonito arcoíris, en cambio el pueblo parecía el país de la tris-

teza, la envidia y la desgracia. El huracán se iba a chinchar como había

dicho, pero el pueblo le empezó a tirar piedras y a chillar: ¡Qué has

hecho con los colores, devuélvelos! ¡No somos un país triste, nos obligas

a serlo!

Entonces el huracán se fue, y el pueblo, decidido a saber por qué lo

hacía se fue a la cueva del huracán, se encontraron el mapa y tuvieron

una idea: le dijeron al huracán que les devolviera los colores, que tenían

una idea. Al huracán lo pintaron con acuarelas y el huracán les tenía que

devolver los colores. Y así fue. Le pintaron con acuarelas y el pueblo vol-

vió a tener sus colores.

El huracán prometió no volverlo hacer, y vivieron felices y comieron

perdices y a mí no me dieron porque no quisieron.

23

IIcursoconcurso

Tercer premioY después el huracán, Daniel Olivar (6 años)

Y después el huracán se llevó el pueblo entero..

Page 24: Cuentos para el andén Nº36

24

CATEGORÍA GORRIÓN (9 años)

Primer premioBrújula huracán, Marina Sanabria (9 años)

HABÍA una vez un pueblo y en ese pueblo había dos niños llamados Carmen y Mario.

Un día estaban paseando por la calle, Carmen tropezó con algo. Era una brújula muy

rara que parecía de otro mundo, enganchada a ella había un papel con las instrucciones

de uso:

Ellos, llenos de curiosidad, pulsaron el botón verde, pasaron unas series de cosas, el

viento cambió de brisa a viento, y de viento a remolino con huracán. El remolino les llevó

a un mundo extraño, las personas eran de viento, aunque se podían tocar.

Un niño viento gritó alarmado:

- ¡Humanos!, ¡humanos en la ciudad!

Unos hombres les llevaron ante el Rey Muchoviento, que dijo:

- ¡Cómo os atrevéis a entrar en Huracán, nuestra preciada ciudad!

- Perdone, Rey Muchoviento, Carmen se encontró esta brújula y nos llevó hasta aquí.

- ¡Aun así, encerradlos en la celda! -chilló el Rey

En la celda en que les habían encerrado había una chica llamada Remolino.

- Me encerraron aquí intentando tener paz en vuestro mundo y el mío.

Entonces Mario tuvo una idea para escapar, cogió un palo y abrió la puerta, pero la

puerta tenía alarma y los guardias les persiguieron. Remolino dijo que se fueran sin ella.

De repente, se encontraron en el lugar donde se había tropezado Carmen. Ellos jamás

olvidaron esa brújula y a Remolino, quienes les habían salvado.

Fin.

Segundo premioEl huracán, Andrea Prieto (9 años)

ÉRASE una vez un huracán que soplaba muy flojo,

pero a medida que iba creciendo, el huracán soplaba

más fuerte. Un día el huracán era muy grande, pero

no tenía amigos. Entonces decidió hacerse un amigo, su

amigo era un niño llamado Víctor. Los dos decidieron bus-

car muchas aventuras juntos.

IIcursoconcurso

Page 25: Cuentos para el andén Nº36

25

Primer premioLa sinceridad de la poesía, Ami Sheikh Durrah (10 años)

LLUVIA, Noche y Día, con ellos se encuentra la

valentía. (1)

Serpientes, escorpiones y tiburones, la gente

tonta los ven como mascotas.(2)

Plantas, animales y libros, sus moléculas no

paran… son como niños.(3)

Tacones de 50 pisos, pendientes de aguja y otras

torturas, quien tenga dignidad no se las pondrá.(4)

Fin.

Segundo premioEl pueblo sin color, Ana Martín (10 años)

HABÍA una vez un pueblo cerca de las montañas donde sus habitantes

siempre tenían una sonrisa en la cara, por eso lo llamaban "Villa sonrisa".

Este pueblo, como su nombre indica, era muy sonriente y además

tenía mucho color.

Una vez en el pueblo "Villa sonrisa" unos magos atacaron el pueblo

(hacía mucho, mucho viento). Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos todo

el pueblo se volvió gris.

Los habitantes y vecinos estaban muy tristes y aunque no os lo creáis,

¡ya no sonreían!, fue muy, muy triste.

La gente estaba muy defraudada y decidieron ir en busca del color.

Estaban muy, muy exhaustos de tanto buscar y resulta que el color

vino él solo.

Fin.

CATEGORÍA JILGUERO (+10 años)

IIcursoconcurso

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Pinturas de guerraSemana 22 de concurso: 16 de marzo de 2015Ganador: Alejandro Vaghetti Jou

Pintando aquellos extraños bisontes, dinosaurios, dragones y

la colección entera de coches de carrera, le sorprendió el estre-

mecedor bombardeo. La guerra había estallado, tal como se lo

explicaron el día anterior; y sabiendo que no era un juego tenía

que salir inmediatamente de la casa.

Una vez a salvo en el refugio, todos lloraban, incluso sus

padres, porque habían tenido que dejarlo todo. Pero él no, a él

no le faltaba nada. Todo estaba dibujado en la pequeña libreta

gris que llevaba en el bolsillo de su pantalón.

La costumbreSemana 23 de concurso: 23 de marzo de 2015Ganador: Ignacio Artacho Lara

Todo estaba dibujado en la pequeña libreta gris que llevaba

en el bolsillo de su pantalón: los primeros garabatos intrascen-

dentes; los avances prometedores que llevarían a laboratorios

de medio mundo a disputarse sus servicios; aquellos insopor-

tables castillos de ecuaciones que le consumieron las noches y

el matrimonio; la hermosísima serie de bocetos de virus y bac-

terias merecedora de figurar en el catálogo de cualquier pina-

coteca. Y, por fin, el hallazgo formidable, la cifra y la fórmula que

-de demostrarse- supondrían el fin de la enfermedad. Todo

estaba en aquella libreta que siempre llevaba en el bolsillo del

pantalón y que ahora golpeaba rítmicamente contra el cristal a

cada vuelta del tambor de la lavadora.

marzo

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brevemente

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brevemente

tw Relatos finalistas de marzo y abril de 2015 del concurso Relatos en Cadena, organizadopor la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes leer todos los seleccionados enwww.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.

El amante arrítmicoSemana 24 de concurso: 6 de abril de 2015Ganador: Francisco Javier Guillén Domínguez

A cada vuelta del tambor de la lavadora descartaba la idea de

volver a intentarlo en la cama y renunciar a aquella bendita ca-

dencia que ahora procuraba no perder sujetándole las nalgas.

AutoconvencimientoSemana 25 de concurso: 13 de abril de 2015Ganador: David Garduño Navarro

Procuraba no perder, sujetándole las nalgas con firmeza, la

intención de seguir siendo sólo amigos.

El paqueteSemana 26 de concurso: 20 de abril de 2015Ganador: David Botija Ibáñez

La intención de seguir siendo sólo amigos; la custodia de los

niños; la domiciliación de las facturas; los turnos de paseo del

perro; el uso de los vehículos familiares; el reparto de los bienes

inmuebles…; todo había sido pactado sin problemas. Tan sólo

les quedaba por acordar qué hacían con el incómodo cadáver

del mediador familiar.

abril

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29

dindondin

Vallecas Calle del LibroHasta el 30 de abril de 2015

Madrid. (España)

http://www.vallecastodocultura.org

La Noche de los Libros 23 de abril de 2015. Madrid. (España)

http://www.madrid.org/

Café con Letras Adolescentes y adultos. Biblioteca infantil de Oaxaca. Entrada gratuita. Oxaca (México)

http://www.mexicoescultura.com

JazzAtlántica 2014Hasta el 17 de junio de 2015Teatro Rosalía de Castro. A Coruña (España)

http://www.guiadelocio.com

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decamino

www.espositivo.es

ESPOSITIVO es un proyecto que hemos ideado 7 jóvenes emprendedores, con

edades comprendidas entre los 25 y los 28 años, que compartimos el interés por

el Arte Urbano y la Cultura. Lejos de ser arrastrados por la idea de pesimismo

generalizada, los de a bordo hemos querido dar forma a un concepto que fuese

positivo desde su esencia, el título.

Nace como un concepto híbrido entre galería de arte y espacio de eventos,

poniendo el foco en el arte urbano. Un local de tres plantas con personalidad que

trata de alejarse de la concepción fría y elitista de las galerías tradicionales de arte.

tw Desde finales de abril y hasta mediados de junio el artista en galería será el pintor An Wei. Quienes yaconocen el espacio pudieron ver una pequeña muestra de su trabajo, pero será entonces cuando puedanapreciar realmente que la superficie sobre la que trabaja es un mero vehículo, mientras que la obra en sírepresenta su alma. También estamos preparando una expo para junio, aún por cerrar, dentro del circuitode Photo España.

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entrecocheyandén

ELEGIMOS para sentarnos parte del último y del penúltimo

pupitre. Como ninguna de nosotras era alta, esbelta o graciosa,

pasamos desapercibidas para el resto de la clase durante varias

semanas hasta que Rosabel preguntó quiénes eran las escuchimi-

zadas del fondo de la clase. Resumiendo, que franqueábamos los

días como tres insignificantes suspiros deambulando por los pasi-

llos, cogidas de la mano y con una mueca por sonrisa en nuestras

bocas.

De la clase recuerdo mi admiración por el cartel, pegado a la

pared, que nos mostraba la ecdisis de una serpiente. La mitad de su

cuerpo estaba cubierto por la vieja piel, la otra mitad brillaba con la

nueva. Cada día acariciaba el mural.

Entre los chicos de la clase los había altos y desgarbados, bajos,

regordetes, con ojos asustadizos y alguno con semblante distraído.

Sólo destacaban dos por simplones.

De las chicas solo evoco a Rosabel. Sentada en la primera fila

conseguía las mejores notas y siempre llevaba unos deberes impe-

cables. Empezó siendo la delegada de clase con nuestro voto en

contra, porque tenía esa estúpida sonrisa que ninguna de nosotras

podía soportar, o tal vez, porque todos los chicos la admiraban, ya

que era rubia, y, para colmo, tenía los ojos azules. Así que después

de esas elecciones, cada vez que nos la tropezábamos por los pasi-

llos era como golpearse con un martillo en un dedo. Ella, con aires

de superioridad, levantaba la cabeza con desdén. Nosotras nos

hacíamos pequeñas, muy pequeñas, casi diminutas. Rosabel, a su

vez, se aseguró de que estuviéramos completamente aisladas

hasta el punto de hacer que prefiriéramos almorzar en clase antes

que salir al patio.

Recuerdo con nitidez el día en el que se produjo nuestra muda

La RanaLydia Monreal Alumna de Escuela de Escritores

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entrecocheyandén

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de piel. Fue en una clase de historia. Era primavera. Rondaban las

doce de la mañana. Los dorados rayos de sol cruzaban las rendijas

de las cortinillas y chocaban contra la mesa de estudio. Sobre la

misma los libros esperaban estoicamente a ser abiertos.

Esparramadas entre los bancos y el tablero no perdíamos de vista

las copas de las palmeras, que alcanzaban el tercer piso del institu-

to. Hacía calor. En el ambiente sonaba un cansino ronroneo de una

lección que leía Rosabel. La historia de la Grecia antigua no era lo

nuestro. A ratos, como de costumbre, dibujábamos pececitos den-

tro de unos cubos cuadrados que aprendimos a hacer en la clase

de dibujo técnico. Una mosca se desperezaba en el ventanal. Al

fondo de la clase, la pizarra verde sujetaba la pared, y la profesora,

de pie sobre la tarima, poco a poco se volvía difusa. Mi compañera

de pupitre, ajena a todo, mataba el tiempo jugando con un peque-

ño botecito envuelto en papel de aluminio que tenía guardado en

su mochila. El día anterior había encontrado una rana en el jardín

de su casa y se la quedó. Por la mañana dentro de un frasco se la

llevó a clase para enseñárnosla.

Justo en la parte en la que Ulises iba a dar un beso a la sirena

ocurrió. Le pedí a mi amiga que pusiese el bote sobre el pupitre.

Ante lo cual ella, además, decidió destaparlo un poquito. Mis ojos

se abrieron de par en par cuando oí el primer croar de la rana, que

se perdió en el denso ambiente. La profesora, confusa, sólo hizo el

gesto de levantar la cabeza pero no dijo nada. Se hizo un silencio

eterno durante varios minutos. El rumor comenzó de nuevo. Vi en

la mirada de mi compañera la intención de volver a abrir el bote.

Otro croar de la rana rasgó el ambiente, añadiendo esta ocasión la

salida inesperada de la prisionera. Ninguna de las tres dudamos ni

un momento en intentar cazarla. Con un libro quise impedir su

salto y golpeé la mesa con tal ímpetu que el estuche abierto, lleno

de rotuladores salió disparado, y cada uno de ellos voló en direccio-

nes opuestas. A su vez, la que estaba en el banco de atrás, trató de

recuperarlo con tan mala fortuna que se golpeó contra el cristal de

la ventana, cerrada por casualidad. Nosotras, sin pensarlo, salimos

corriendo en busca de la rana. Salto a salto había alcanzado los pri-

meros bancos de la fila. Ella, feliz y contenta, no dejaba de croar.

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entrecocheyandén

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A esas alturas la pequeña visitante era el centro de atención.

Resultaba muy evidente que a los otros treinta y seis adolescentes

no les importaba mucho la clase. Unos la seguían con la vista muy

divertidos. Algunas chicas salieron corriendo y gritando. Rosabel,

pensando que era un ratón, se subió de un salto a la silla y desde

allí empezó a correr por encima de las mesas. Otros, simplemente,

aprovecharon para guardar los libros en la mochila. El borrador

junto con algunas tizas andaba por el aire. Se oían unos gritos por

acá, otros por allá. Un estruendoso ruido rebotó en el ambiente.

Alguien había lanzado un libro contra la tarima. Un sonoro

"¡Silencio!" retumbó en el aire. Todos nos quedamos quietos. La

profesora avanzó despacio hacia nosotras.

- ¡Ya estáis cogiendo esa rana, deprisa!… -nos gritó-… y ¡Tú!

Rosabel ¡Bájate de la mesa de una vez!…

Los demás callaban. La rana apareció en su bote y nos faltaban

manos para empujarla a las profundidades de la cartera.

-Vosotras tres… ¡a Dirección ahora mismo! -añadió furiosa

mientras saltaban centellas de sus ojos y nos señalaba la puerta

con el dedo.

Una detrás de otra, con la cabeza agachada, desfilamos camino

de nuestro castigo. Alguien dio una palmadita y seguido todos

aplaudían a nuestro paso. Fue muy difícil no sonreír.

Pasaron dos semanas antes de volver a clase con nuestras cinco

mil copias de "Nunca más llevaré ranas a clase", pero a partir de ahí,

Rosabel no volvió nunca a hablar sobre nuestra silueta y yo sentí

que mi nueva piel era más colorida que antes.

tw Lydia Monreal Mena (Ibi, Alicante), estoy enamorada de la narrativa breve pese ami corta experiencia en este mundo. Me fascina jugar con pocas palabras para contarmucho. Finalista en un concurso en Alicante con el relato La Noche de antes. En estemomento trabajo en un libro de relatos.

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tw Kokoro es un personaje singular, que se cuela en CpA, para contarte historias en pocas palabras.

© Jasten Fröjen

metroligero - holakokoro

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