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Steen Eiler Rasmussen Editorial Reverté Documentos de Composición Arquitectónica 3 Departamento de Composición Arquitectónica Escuela Técnica Superior de Arquitectura Universidad Politécnica de Madrid CIUDADES y EDIFICIOS Descritos con dibujos y palabras

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Steen Eiler Rasmussen

EditorialReverté

Documentos deComposiciónArquitectónica

3

Departamento de Composición ArquitectónicaEscuela Técnica Superior de Arquitectura

Universidad Politécnica de Madrid

CIUDADESy EDIFICIOS

Descritos con dibujos y palabras

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Documentos deComposiciónArquitectónica

1 Bernard BevanHistoria de la arquitectura españolaDel Imperio Romano a la Ilustración

2 Leon KrierLa arquitectura de la comunidadLa modernidad tradicional y la ecología del urbanismo

3 Steen Eiler RasmussenCiudades y edificiosDescritos con dibujos y palabras

En preparación

Henry-Russell HitchcockLa arquitectura modernaRomanticismo y reintegración

David WatkinEl pintoresquismo inglésArquitectura, paisaje y diseño de jardines

Julius PosenerLecciones sobre la nueva arquitecturaOtra historia de la modernidad

René PechèreLa gramática de los jardinesSecretos del oficio

Carl Theodor SørensenJardinesPensamientos y obras

DepartamentoComposiciónArquitectónica

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Documentos de Composición Arquitectónica

3

ciudadESy EdificioS

Colección dirigida por Jorge Sainz

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Steen Eiler Rasmussen, axonometría del entorno de la plaza de Amalienborg, Copenhague, 1948.

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Documentos de Composición Arquitectónica

3

Steen Eiler Rasmussen

ciudadES y EdificioSdescritos con dibujos y palabras

Prólogo Manuel Blanco

Epílogo José Antonio Flores Soto

Traducción Muriel de Gracia Wittenberg

Edición Jorge Sainz

Editorial Reverté

Departamento de Composición ArquitectónicaEscuela Técnica Superior de Arquitectura

Universidad Politécnica de Madrid

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Esta edición forma parte de las labores de investigación del Departamento de Composición Arquitectónica de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, que también han colaborado, ambos, en su edición y publicación. Rosario Doménech Gómez, becaria del departamento se encargó de escanear las ilustraciones.

Edición original danesa: Byer og bygninger: skildret i tegninger og ord Copenhague: Fremad, 1949

Ediciones en inglés: Towns and buildings described in drawings and words Liverpool: University Press of Liverpool / Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1951 Cambridge (Massachusetts): The Mit Press, 1969

Traducción: © Muriel de Gracia Wittenberg, 2014

Esta edición: © Editorial Reverté, Barcelona, 2014 Isbn: 978-84-291-2303-6

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede realizarse con la autorización de sus titulares, salvo las excepciones previstas por la Ley 23/2006 de Propiedad Intelectual, y en concreto por su artículo 32, sobre ‘Cita e ilustración de la enseñanza’. Los permisos para fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra pueden obtenerse en Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org).

Editorial Reverté, S. A. Calle Loreto 13-15, local B · 08029 Barcelona Tel: (+34) 93 419 3336 · Fax: (+34) 93 419 5189 Correo E: [email protected] · Internet: www.reverte.com

Impreso en España · Printed in Spain Depósito Legal: B 4082-2014 Impresión: Artes Gráficas Palermo, Madrid # 1404

Registro bibliográfico

Nº depósito legal: B 4082-2014 Isbn: 978-84-291-2303-6 Autor personal: Rasmussen, Steen Eiler (1898-1990) Título uniforme: [Towns and buildings. Español] Título: Ciudades y edificios : descritos con dibujos y palabras /

Steen Eiler Rasmussen ; prólogo, Manuel Blanco ; epílogo, José Antonio Flores Soto ; traducción, Muriel de Gracia Wittenberg ; edición, Jorge Sainz

Publicación: Barcelona : Reverté, 2014 Descripción física: 271 p. : il., plan. ; 24 cm Título de serie: (Documentos de Composición Arquitectónica ; 3) Nota general: Índice Nota al título y menciones: Traducción de Towns and buildings Encabezado materias: Arquitectura Encabezado materias: Urbanismo

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Prólogo El modelo Rasmussen La lectura de la ciudad como análisis de arquitectura 7

Prefacio 33

i La ciudad, un templo 37

ii Ciudades coloniales 44

iii Las ciudades ideales del Renacimiento 56

iv La grandiosa perspectiva 64

v Roma, la ciudad eterna 75

vi El París de los mosqueteros 91

vii La villa 101

viii La contribución holandesa 113

ix Charlottenborg, Copenhague 130

x Historia de dos ciudades 139

xi Intermedio danés 153

xii El Neoclasicismo 169

xiii Las afueras 181

xiv Los bulevares de París 196

xv El suelo y la especulación 208

xvi El Funcionalismo 219

Epílogo Aprender a pensar El dibujo como herramienta de análisis 237

Índice alfabético 263

Índice

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Es imposible que una ciudad no desempeñe algún papel en nuestra vida, no importa mucho que tengamos más cosas buenas o malas que decir de ella: atrae nuestro pensamiento por una ley mental de gra-vitación.

Isak Dinesen, Memorias de África, 1937.1

Esto escribía, en 1937, la escritora danesa Karen Blixen, vecina y ami-ga del arquitecto urbanista Steen Eiler Rasmussen.2

Y realmente las ciudades desempeñaron un gran papel en su vida y Rasmussen tuvo cosas muy buenas, y alguna mala, que decir so-bre ellas; y de esto trata este libro: de lo que él dice sobre las ciuda-des y los elementos que las forman, de las Byer og bygninger: skildret i tegninger og ord (‘Ciudades y edificios descritos con dibujos y pa-labras’), como se titulaba la primera edición danesa de 1949 (figu-ra 1).3 La edición inglesa de 1951, que por fin aquí se traduce, Towns and buildings: described in drawings and words (figura 2),4 corregía capítulos, los acortaba y desarrollaba o añadía alguno nuevo, como el dedicado a Holanda.

El modelo RasmussenLa lectura de la ciudad como análisis de arquitectura

Manuel Blanco

Manuel Blanco es catedrático del Departamento de Composición Arquitectónica de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid (Upm); entre sus últimas publicaciones están Campo Baeza: el Árbol de la Creación (2011), Una ciudad llamada España (2010) y España (f.): nosotras, las ciudades (2006).

1. «It is impossible that a town will not play a part in your life, it does not even make much difference whether you have more good or bad things to say of it, it draws your mind to it, by a mental law of gravitation.» Isak Dinesen, Out of Afri-ca (Londres: Putnam, 1937); versión española: Memorias de África (Barcelona: Círcu-lo de Lectores, 1989).

2. Karen von Blixen-Finecke, de soltera Karen Chris tenze Dinesen, publicó parte de su obra con el nom-bre de pluma de Isak Dine-sen.

En la correspondencia entre 1931 y 1962 publica-da y citada por el Karen Bli-

xen Museet se encuentra su intercambio epistolar con Rasmussen; éste figura en el apartado de amigos como «Steen Eiler Rasmussen (ar-quitecto y vecino)».

Rasmussen intervino en 1960 en la reconstrucción de Rungstedlund, la casa fami-liar de Blixen y sede actual de su fundación; presidió dicha fundación a su muer-te en 1962; fotografió en vi-da de ella su casa y sus arre-glos florales y los publicó, tal y como le había pedido Bli-xen, en el libro Karen Bli xens blomster: natur og kunst paa Rungstedlund / med fotogra-fier af bl. a. Birthe Andrup og Steen Eiler Rasmussen (Co-penhague: Chris tian Eilers

Publishers, 1983) [‘Las flo-res de Karen Blixen: natura-leza y arte en Rungstedlund / con fotografías de Birthe Andrup y Steen Eiler Ras-mussen.’]

3. Steen Eiler Rasmus-sen, Byer og bygninger: skil-dret i tegninger og ord (Co-penhague: Forlaget Fre mad, 1949).

4. Steen Eiler Rasmus-sen, Towns and buildings: des cribed in drawings and words (Liverpool: Universi-ty Press of Liverpool / Cam-bridge, Massachusetts: Har-vard University Press, 1951); edición por reproducción fo-tográfica: Cambridge (Mas-sachusetts): The Mit Press, 1969 en adelante.

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32 ciudades y edificios

citamente de las dos ciudades,36 y él se decanta por la primera en el momento que afirma sobre la Unidad de Vivienda: «Todo se ha pensado para ellos [los habitantes], en el aspecto artístico y en el técnico, excepto cómo los niños se criarán en semejante en-torno.»37 Y sin embargo para él, el Funcionalismo es el alba de una nueva libertad.

* * *

Siendo comisario de la exposición Light is more, sobre la arquitec-tura de Alberto Campo Baeza –que clausuraba con su inauguración el congreso de la Unión Internacional de Arquitectos celebrado en 2005 en Estambul–, una periodista de la televisión turca me pre-guntó, sin esperármelo: «¿Cuál es la tipología de arquitectura que más le interesa?» Y yo le contesté, sin ninguna dilación o duda:

«Las ciudades.»

Habiéndome criado leyendo a Rasmussen, era imposible respon-der otra cosa.

Madrid, enero de 2014.

36. A Rossi le impre-siona esta comparación: «Cuando hablo de modelos fundamentales me refiero a la garden city y a la ville ra-dieuse; esta distinción ha si-do hecha por Rasmussen al afirmar que la “garden city y la ville radieuse representa-ban dos grandes estilos con-temporáneos de la arquitec-tura moderna”. Aunque es-

ta afirmación no se refiera a toda la arquitectura mo-derna, yo la entiendo en un sentido mucho más limi-tado, refiriéndola así a dos planteamientos del proble-ma de la residencia. / Es in-teresante cómo Rasmus-sen, haciendo esta afirma-ción, haya indicado que la cuestión tipológica sea aquí más clara, más explícita, que

la ideológica, porque a tra-vés del tiempo se ha fijado de ella una imagen que pa-rece inalterable. / Esta afir-mación no tiene aquí sola-mente un significado histo-riográfico; sirve para aclarar un problema general (pre-sente).» Aldo Rossi, La ar-quitectura de la ciudad, pá-ginas 125-126.

37. Véase la página 235.

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Una casa poco común en una calle nos llama la atención, pero con ello no nos queda ninguna impresión de la calle en su totalidad. Aunque es fácil descubrir un detalle concreto, es muy difícil com­prender el conjunto, no importa lo sencillo que sea. Este interés en los detalles aislados –que es algo natural en la mayoría de la gente– se ve potenciado además por su interpretación. Existen innume­rables libros sobre estilos históricos, libros que pretenden mostrar cómo las creaciones de los diversos periodos pueden diferenciarse entre sí por pequeños rasgos aparentemente insignificantes. La ver­dad es que puede resultar bastante apasionante ser capaz de decidir, como un anticuario, a qué época de la historia cultural pertenece algo que es hermoso. Esto se puede convertir en una auténtica ma­nía, como lo es para un coleccionista de sellos el estudio de las per­foraciones y los errores de impresión.

La capacidad de identificar y clasificar la arquitectura suele re­sultarnos útil cuando viajamos, y hay guías de viaje que indican los museos que se deberían visitar y todos los objetos que se considera que merece la pena ver en su interior. Estas guías también enume­ran todos los edificios que es de suponer que el turista debería ad­mirar. Tales libros están redactados para ese tipo de viajero que –es de imaginar– pasa por ciudades desconocidas como si también fue­sen museos: tomando nota de los ejemplos que están marcados con tres estrellas. Pero estos viajeros no ven las ciudades propiamente dichas más que como las salas de los museos donde se encuentran las obras de arte.

Hay excelentes guías alemanas y japonesas que dan información detallada sobre cada uno de los palacios y templos de Pekín, pero no contienen una sola alusión al hecho de que toda la ciudad es una de las maravillas del mundo, un monumento único en su simetría y claridad, la culminación de una gran civilización. Eso lo tenemos que descubrir por nosotros mismos. Y Palmanova –esa ciudad de nueve lados que en su forma geométrica es tan bella como los cris­tales de hielo– aparece descrita en la guía Baedeker de Italia simple­mente como una ciudad fortificada.

Prefacio

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34 ciudades y edificios

En el presente libro se ha hecho un esfuerzo para incitar al lec­tor a que mire la ciudad como una entidad que expresa determina­dos ideales. De esta manera, los monumentos individuales (los edi­ficios) se convierten en parte de un todo. Las ciudades no se tratan de un modo idéntico o de acuerdo a un método particular. Los ca­pítulos son tan variados como los temas, pues no hay dos ciuda­des en el mundo que sean idénticas. En algunos casos ha parecido natural empezar dibujando las líneas generales que han determi­nado la ordenación de todo lo demás, y después entrar en los de­talles: los edificios monumentales, las casas corrientes y las calles. En otros casos parecía más adecuado empezar con un monumen­to concreto que había sido un factor determinante en la formación de su entorno: el núcleo a partir del cual se desarrolló todo lo de­más. En algunos casos se puede aprender mucho observando ras­gos comunes en ciudades que nacieron en las mismas condiciones y por los mismos motivos; en otros, es necesario buscar la clave de un desarrollo singular.

Para hacer más fáciles de comprender las similitudes y los con­trastes, la mayoría de los planos de las ciudades están reproduci­dos a la misma escala: 1 : 20.000. Es interesante comparar el tama­ño de las ciudades de las antiguas Grecia y Roma con las ciudades medievales y con elementos conocidos como la trama de calles de una ciudad moderna. Desgraciadamente, no ha sido posible aplicar este principio en todos los casos, pues las grandes ciudades de hoy en día son tan irracionalmente vastas que ningún libro, cualquiera que sea su formato, podría contener las comparaciones de éstas con ciudades de tiempos anteriores. Pero empleando medidas de esca­la sencilla y luego, como en el caso de París, reduciendo la escala a la mitad y de nuevo a un quinto, debería ser posible mantener una base de comparación.

Algunos lugares famosos están dibujados a escala 1 : 2.000 para que se pueda hacer una comparación directa entre una plaza de mer­cado de la Grecia antigua y el Capitolio de Roma o la plaza Amalien­borg de Copenhague.

Los edificios descritos en este libro no se tratan como monumen­tos que han de verse solamente desde fuera. La arquitectura crea es­pacios para que la gente viva dentro y se desplace por ellos. Aunque la fachada es, por supuesto, una parte importante del edificio, sólo constituye, sin embargo, la expresión externa de algo muy compli­cado que no puede entenderse antes de que hayamos percibido la relación entre el interior y el exterior, entre la existencia humana en

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prefacio 35

torno a la cual se ha construido el edificio y los recursos técnicos disponibles en el momento de su construcción. Es difícil dar una impresión de todas estas cosas por medio de ilustraciones. Técnica­mente, decimos que un edificio está definido por los dibujos de la planta, las secciones y los alzados, y que todos ellos deben armonizar bien para que sea una buena arquitectura. Pero estas descripciones

–que son bastante claras para los arquitectos– no despiertan la ima­ginación. Por otro lado, ni las fotografías ni otras representaciones gráficas del interior y el exterior de un edificio, con independencia de la riqueza del material, pueden dar una impresión de la relación de los espacios entre sí o entre todos ellos y la masa volumétrica del edificio. Por tanto, en este libro se ha intentado aplicar un nuevo mé­todo de ilustración. En varios casos, el edificio se muestra en lo alto de la página, de frente, en perspectiva, como aparecería ante un ob­servador colocado delante de él; debajo de ese dibujo, y en corres­pondencia con él, vemos el edificio tal como aparecería si, a la ma­nera de una casa de muñecas, el muro frontal pudiese quitarse para dejar ver los espacios situados detrás de la fachada. De este modo descubrimos lo que se esconde detrás de las ventanas y las puertas exteriores. Bajo esta sección perspectiva –que da una mejor idea del interior que el dibujo de una sección convencional a escala–, apre­ciamos cómo se vería la casa si se pudiesen levantar las plantas su­periores, de modo que pudiésemos observar debajo la planta baja y estudiar la disposición de los espacios principales.

Esta representación matemáticamente clara, en toda su sobrie­dad objetiva, está en armonía con un aspecto de la arquitectura que otro tipo de ilustraciones difícilmente podrían mostrar; también tie­ne la ventaja de que es fácil de comprender. Incluso a los niños les gusta; les encanta ver ‘lo que hay dentro’ y pueden imaginarse a sí mismos andando por las habitaciones del edificio. Este método tie­ne además la ventaja de condensar en una sola página una informa­ción que de otra manera ocuparía muchas más; y el propósito con­creto del autor, desde que se planeó el libro, ha sido poner bastante material en una cantidad moderada de espacio. Sin embargo, como las ilustraciones de este tipo exigen una labor de dibujo muy costo­sa, habría sido imposible sacar adelante el libro, con sus numerosos dibujos originales, si la Nueva Fundación Carlsberg de Copenha­gue no hubiese costeado generosamente los gastos tanto del mate­rial gráfico como de las planchas para la edición original danesa.

Sin embargo, los dibujos precisos a escala no pueden dar una imagen completa de la arquitectura. Cuando se preparó la edición

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36 ciudades y edificios

danesa del libro, en 1945, había pocas posibilidades de procurarse un buen papel para reproducciones difíciles; por eso se decidió ilus­trar el trabajo únicamente con dibujos a línea, que exigen poco en cuanto a la calidad del papel. A estos dibujos a escala se les pudie­ron añadir reproducciones de grabados y xilografías, así como mo­destos bocetos y croquis. El resultado es una colección de ilustracio­nes un tanto heterogénea, y algunos de los dibujos pueden parecen bastante accesorios o imprecisos comparados con los dibujos y pla­nos arquitectónicos, que suelen ser muy exactos. Sin embargo, la es­peranza del autor es que el lector los acepte como exquisiteces para alegrar el texto: una nota al margen aquí, un apresurado recuerdo de un viaje allá y, de nuevo, una pequeña viñeta que el autor ha es­tado tentado de colocar en el margen cuando entendía que las pa­labras, por sí solas, no podían expresar las sensaciones y las impre­siones que él quería compartir con el lector.

En muchos casos, unas buenas reproducciones fotográficas que­darían mejor, pero también requerirían mucho más espacio para mostrar lo mismo. Pero como ya se ha dicho, el objetivo ha sido no dilatar el libro, sino llenarlo al máximo con material relativo a ciu­dades y edificios, no con una exposición sistemática de la historia del urbanismo y la arquitectura, sino en una serie informal de capí­tulos sobre temas con los que el autor entiende que ha sido divertido trabajar. Y el autor tiene la esperanza de que el libro proporcione al lector interesado algunas impresiones novedosas, como en un via­je durante el cual descubrimos cosas completamente nuevas, o bien encontramos nuevos significados en cosas antiguas ya conocidas.

La edición inglesa [de la que proviene esta versión española] es diferente de la original danesa. El autor ha tratado de conferir más armonía a la extensión y los contenidos de los capítulos sin cambiar el carácter general del libro. Algunos capítulos se han recortado, y a otros se les ha dado una forma más completa; el que trata sobre la contribución holandesa es nuevo. El autor ha trabajado en estre­cha colaboración con la señora Eve Wendt, que realizó la traduc­ción del danés al inglés y puso mucho esmero en conservar el estilo y el espíritu exactos del libro. El autor también está muy agradeci­do a Flora y Gordon Stephenson por sus valiosos consejos y su mi­nuciosa lectura del manuscrito y las pruebas. El interés y la destreza que han mostrado tanto el grabador como el impresor en una tarea tan exigente han sido un especial placer para...

Steen Eiler Rasmussen

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Pekín, capital de la antigua China. ¿Ha habido alguna vez un ejem-plo más majestuoso y revelador de urbanismo consumado?

Pekín era una ciudad de un millón de habitantes, pero muy dife-rente de nuestra idea de metrópolis. Durante kilómetros y kilóme-tros, los barrios residenciales consistían en casas grises de una planta situadas a lo largo de calles estrechas y polvorientas, detrás de muros por encima de los cuales se alzaban las verdes copas de los árboles. Era como un pueblo, pero fuera de toda proporción (cinco kilóme-tros en una dirección y ocho en la otra). Sin embargo, junto a esta apariencia de pueblo de los distritos residenciales, había una gran-deza en el trazado de toda la ciudad que no se encuentra en ningu-na capital europea. Siguiendo un principio claro, unas calles rectas, más anchas que los bulevares de París, recorrían toda la ciudad.

La ciudad de Pekín está construida según un sistema de reglas que para un europeo parecen tener en parte algo de misticismo y en parte algo de sentido común. Pero ninguno de estos términos resulta realmente adecuado; las ideas y convicciones de una cultu-ra como la china nunca pueden explicarse completamente con pa-labras derivadas de una cultura como la occidental.

Capítulo I La ciudad, un templo

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Una ciudad no sólo se vuelve regular cuando se convierte en un tem-plo. Si un grupo de personas dejan su tierra natal y se enfrentan de pronto con la necesidad de crear una nueva ciudad en un lugar ex-traño, la levantarán de acuerdo con un plan preconcebido, o bien terminará siendo un caos. Y ese plan será, por necesidad, muy sim-ple y estará fácilmente trazado, de tal modo que todos puedan des-cubrir rápidamente lo que tienen que hacer con la menor confusión posible. Los soldados montan sus campamentos levantando las tien-das en filas largas y rectas dentro de una superficie regular, para que la vigilancia de los centinelas y la defensa resulten lo más fácil po-sible. Incluso algunas tribus nómadas organizaban sus tiendas de acuerdo con esquemas sencillos para hacer sus campamentos.

Cuando miramos fijamente a través de la Ciudad Prohibida des-de una de las montañas artificiales de Pekín, sus cubiertas curva-das parecen a una ciudad de carpas petrificadas. El trazado del Pe-kín moderno está basado en un plano de 1268 (cuando Kublai Kan, el gran emperador mongol, fundó su capital simétrica). Como los mongoles siguen siendo un pueblo guerrero y nómada, no es difí-cil de entender por qué los europeos creen ver en el plano de Pekín el resultado de un campamento militar, una ‘ciudad fortaleza’. Pero es dudoso que esto sea correcto; no se puede deducir casi nada del hecho de que los edificios se asemejen a tiendas de campaña; y mu-cho menos a las tiendas mongolas, que se despliegan sobre un ar-mazón (cerco, recinto) para que parezcan convexas y no cóncavas. Cuando Kublai Kan se convirtió en emperador, adoptó gran parte de la cultura china, y los chinos han sido siempre agricultores des-de mucho antes: hasta donde alcanza su historia. En el lugar donde Kublai Kan construyó su ciudad residencial existieron cinco ciuda-des diferentes, una tras otra, durante un periodo de miles de años; todas eran perfectamente rectangulares y estaban orientadas exacta-mente en las direcciones norte-sur y este-oeste. Cuando se es cons-ciente de lo difícil que resulta trazar una ciudad orientada con exac-titud, se sabe que nunca lo es por razones prácticas. Y cuando nos enteramos de por qué las ciudades se cambiaron de un lugar a otro,

Capítulo IICiudades coloniales

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ciudades coloniales 45

justo al lado, está claro que no era con una intención práctica, en ningún sentido formal del término. Marco Polo, el mercader vene-ciano que visitó China entre 1275 y 1292, en la época de Kublai Kan, escribió a su regreso: «En tiempos antiguos había en ese lugar una grande y noble ciudad llamada Cambaluc, que es tanto como de-cir en nuestra lengua ‘la ciudad del emperador’. Pero los astrólogos informaron al Gran Kan que esta ciudad se volvería rebelde y pro-vocaría grandes trastornos a su autoridad imperial. Así que el Gran Kan hizo construir la ciudad actual justo al lado de la antigua con sólo un río entre ellas, e hizo que se desplazasen las personas de la antigua ciudad a la nueva que él había fundado.»

Sin duda, en la Antigüedad hubo ciertos ritos en relación con to-das las grandes operaciones, pero no ha sido posible distinguir cla-ramente entre las formas rituales y las puramente prácticas. Sin em-bargo, probablemente es fácil distinguir entre ciudades como Pekín, que se van convirtiendo poco a poco en ciudades templo, con su trazado determinado por sacerdotes y astrólogos, y, por otro lado, asentamientos más prácticos como las ciudades coloniales o las ciu-dades fortaleza.

La técnica moderna –que facilitó el transporte rápido de mer-cancías a grandes distancias– hizo posible que las ciudades conti-nuasen expandiéndose sin forma ni límites. Pero en la Antigüedad la ciudad sólo podía crecer hasta determinado tamaño, condiciona-do por la capacidad de un terreno agrícola, bastante limitado, para proporcionar la comida. Si la ciudad crecía demasiado, la opción de la población excedente era la hambruna o la emigración (y natural-mente, escogían lo último). Por entonces el mundo resultaba muy extenso y había mucho suelo virgen donde la gente se podía asen-tar y formar nuevas poblaciones. Casi la misma historia se puede contar para describir la expansión de los griegos desde su árida tie-rra natal hasta las islas y costas del Mediterráneo; o también, mucho más adelante, la migración de los alemanes hacia el este en la Edad Media; o más tarde aún, la emigración de europeos a América.

Al igual que los escandinavos antes de la era vikinga, al princi-pio los griegos dependían de la genialidad comercial de otro pueblo, los fenicios, que traían sus mercancías a Grecia. Pero según pasó el tiempo, los propios griegos formaron una nación marinera y no se contentaron con visitar los puertos de otros. Los doscientos años pa-sados desde mediados del siglo viii hasta mediados del vi a. C. cons-tituyeron un periodo de expansión griega ininterrumpida. Esta tre-menda colonización no fue ni mucho menos fruto de una política

Página anterior:Ciudades existentes en el emplazamiento de Pekín:1. Chi, destruida en 225 a. C.;2. Yen, 70-936;3. Yen-Ching, 936-1125;4. Chung Tu, 1125-1268;5. T’aitu, la ciudad de Kublai Kan, fundada en 1268.

El Pekín actual en esquema (dibujado a la misma escala que las ciudades antiguas de la página anterior, donde aparece con línea discontinua): arriba, la Ciudad Tártara, que rodea la Ciudad Imperial, que a su vez rodea la Ciudad Prohibida; abajo, la ciudad china con los dos grandes recintos, los templos de la Agricultura y el Cielo; las dos ciudades se conectan mediante el eje norte-sur.

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Siglos de enormes migraciones y guerras concedieron una posi-ción dominante a los señores feudales en sus castillos; para llevar una vida razonablemente civilizada en la Edad Media era necesa-ria alguna clase de protección. El señor del castillo no sólo protegía la ciudad de los ataques, sino que también le proporcionaba recur-sos para su existencia.

Es fácil hacerse una idea exagerada de la cantidad de comercio que mantenían las ciudades burguesas y del tamaño de las fortu-nas de los mercaderes en aquellos tiempos. Las ciudades se dedica-ban mucho más a la agricultura y a la artesanía que al comercio tal como lo conocemos en las ciudades modernas. Los hombres con propiedades eran los grandes señores de los feudos, temporales o espirituales, y eran ellos quienes, en general, compraban los produc-tos de las ciudades. Era el señor feudal el que concedía a una ciu-dad el privilegio de tener feria y mercado. Era él quien garantizaba el mantenimiento del orden en los días de mercado. Y podía reunir la suficiente mano de obra para construir castillos y fortificaciones, y proteger la vida de la ciudad.

Gracias a todo esto, el señor feudal tenía el poder de determinar los emplazamientos de las nuevas ciudades. Esto podía ser una sim-ple cuestión de colonización, como la de Nuevo Brandeburgo (véase la página 53), o bien su decisión podía estar motivada por razones militares y políticas. En las poblaciones y castillos construidos por

Capítulo IIILas ciudades ideales del Renacimiento

La pequeña población danesa de Kalundborg en el siglo xviii, dibujada a partir de una ilustración del Atlas de Pontopiddan; la iglesia fortaleza corona la parte alta de la ciudad.

Dinamarca, con las plazas fuertes de la

Edad Media: 1, Sprogø; 2, Havn, ahora

Copenhague; 3, Aarhus; y 4, Kalundborg.

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las ciudades ideales del renacimiento 57

los reyes daneses y sus señores feudales en torno a 1200, se puede apreciar la existencia de un gran plan nacional para la defensa del reino. El propio rey Valdemar I (1157-1182) fortificó la pequeña isla de Sprogø, estratégicamente situada en medio del Storebælt, el ‘gran cinturón’ que separa las islas de Selandia y Fionia. El obispo Absalón, su canciller, construyó una ciudadela en una isleta en el estrecho de Oresund justo al lado del pequeño pueblo pesquero y comercial de Havn, y fortificó esa pequeña ciudad eclesiástica que después pasó a ser la capital del reino: Copenhague. Aún pueden encontrase ves-tigios de la fortaleza de Absalón bajo el palacio de Christiansborg, actualmente sede del gobierno. Durante el reinado del hijo del rey Valdemar, Canuto VI (1182-1202), otro obispo, Peder Vagnssøn, fun-dó la pequeña población de San Clemente, corazón de la actual Aar-hus –la segunda ciudad más grande de Dinamarca– en la penínsu-la de Jutlandia, y probablemente puso los cimientos de la iglesia de San Clemente, que todavía existe. Para proteger el importante es-trecho de Kattegat que comunica con Jutlandia, Esbern Snare –al igual que su hermano el obispo Absalón, amigo y hermano adopti-vo del rey Valdemar I– construyó la población de Kalundborg, con su puerto y su iglesia, en la costa noroeste de Selandia.

La antigua Kalundborg se construyó en una colina, con un cas-tillo –que ya no existe– en un extremo y una iglesia en el otro; una iglesia que, con sus cinco torres y ventanas a modo de troneras, era también una fortaleza. Es bastante evidente que la ciudad estaba pla-nificada, aunque no es esquemática, con su plaza de tres esquinas abierta hacia la iglesia. La parte alta sigue siendo uno de los frag-mentos de ciudad más bonitos de Dinamarca.

En las ciudades medievales el castillo era un factor dominante y la iglesia el otro. La iglesia era rica; era un importante vínculo cul-tural con el mundo exterior, un organismo internacional que nunca ha tenido parangón. Y por último, la iglesia era la consolación y la esperanza de las masas oprimidas que vivían en las casas pequeñas y miserables de las ciudades: la esperanza de una vida futura mejor que la de su presente.

Gradualmente, a medida que el pago en especie fue cediendo el paso a la economía monetaria, la posición de las ciudades cambió. El comerció empezó a prosperar; los plebeyos fueron siendo cada vez más conscientes de su propia fuerza y sintiendo una independencia creciente tanto del poder temporal como del espiritual. Ya no esta-ban dispuestos a seguir aceptando el más allá como el sentido esen-cial de la vida. Las gentes querían vivir aquí y ahora, les interesaban

La ciudad alta de Kalundborg a escala 1 : 20.000, tal como era en la Edad Media: una ciudad en colina rodeada de murallas y protegida al este por un gran castillo; la ciudad propiamente dicha está construida en torno a una plaza que, con forma de embudo, se abre hacia la iglesia de cinco torres.

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Hasta hace poco, la historia se consideraba el testimonio de las vi-das de los reyes y los grandes hombres, transformadas en un drama popular con un pequeño elenco de figuras excepcionales, algo bas-tante parecido a una obra de William Shakespeare. Hoy en día es más habitual considerar a estos individuos como instrumentos de un desarrollo (generalmente un desarrollo económico) que sobre-llevaron las multitudes anónimas; y el curso de este desarrollo es lo que hoy conocemos por historia. En otras palabras: la concepción de causa y efecto ha cambiado.

Antiguamente se habría dicho que Sir Herbord fundó Nuevo Brandeburgo en 1248 (véase la página 53) y, de hecho, esto no sería un mito, puesto que podría documentarse; existe la carta que, de un plumazo, creó esa ciudad. Hoy diríamos que, pese a este hecho, el asunto no es tan sencillo. El gran aumento de la población en el propio Brandeburgo hacía necesaria la emigración. No fue median-te una carta, una especie de ‘ábrete sésamo’, como Sir Herbord creó la ciudad. Él fue tan sólo el instrumento de unas fuerzas más pode-rosas que cualquier hombre, y fueron esas fuerzas las que hicieron efectivo el documento. De la misma manera se puede decir de las ciudades ideales del Renacimiento que su forma exterior venía de-terminada lógicamente por las leyes de la defensa contra las armas de fuego del momento, muy distintas de las que existían antes del descubrimiento de la pólvora. Pero tuvo que haber alguien que fue-se el primero en hacer pólvora, y ese inventor, esa persona concreta, fue el responsable de ese adelanto revolucionario. En la evolución de las plantas y los animales hay mutaciones, cambios repentinos que provocan nuevas formas. De la misma manera hay mutaciones en la historia de la humanidad. Una idea genial, el anticipo de un pensa-miento desconocido hasta entonces, invenciones y descubrimientos: todo ello puede impulsar el desarrollo por nuevos cauces o acelerar su curso dentro de las líneas ya establecidas. La máquina de vapor no creó la industrialización, pero sí le dio un enorme impulso.

Hay otros inventos y descubrimientos que no tienen la más mí-nima influencia directa en el desarrollo económico, en la historia

Capítulo IVLa grandiosa perspectiva

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la grandiosa perspectiva 65

material, pero que pueden cambiar completamente la sensación de cómo deberían formarse las cosas y, de este modo, influir conside-rablemente en la vida cultural, en las formas de expresión. A menu-do es un logro de los artistas imaginar y representar lo que se vuel-ve real mucho más tarde. El arte puede ser como un juego de niños: aparentemente sin intención o valor, pero a la larga de mayor im-portancia que buena parte del llamado trabajo útil.

Versalles se suele señalar como una manifestación lógica de la monarquía absolutista, un magnífico organismo que demuestra vi-siblemente la posición central del soberano, tal como sucedía en Pe-kín. Pero esto no explica las formas que se le dieron. Merece la pena comparar estos dos casos en particular: Versalles y el Palacio Impe-rial de Pekín. En ambos lugares las extensas superficies de terreno disponen de lagos artificiales, pero ¡qué diferentes son! En Versa-lles, el Gran Canal es un inmenso espejo de agua enmarcado simé-tricamente que configura una espléndida vista desde el centro del palacio y que se prolonga por el eje simétrico del château casi hasta el horizonte. En Pekín, los Palacios del Mar no son más pequeños, pero se configuran como lagos pintorescos y caprichosos que se si-túan al lado del eje del palacio simétrico de la Ciudad Prohibida y son bastante independientes de él. Es la vida privada del Empera-dor lo que ha encontrado aquí su expresión: literalmente hablando, al lado de su existencia oficial. Los dos parques son manifestacio-nes de concepciones artísticas tan divergentes como lo eran las pin-turas china y francesa en torno al año 1700.

Parque de Versalles, escala 1 : 40.000,

norte arriba; a la derecha, el palacio; delante de él, a lo largo del gran eje del parque,

el Gran Canal en forma de cruz, rodeado por

árboles recortados.

Pekín, jardines de los Palacios del Mar, escala 1 : 40.000, norte arriba; compárese con la figura de la página 37.

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74 ciudades y edificios

Así pues, los efectos de la grandiosa perspectiva se seguían utili-zando en la arquitectura neoclásica a finales del siglo xviii. En reali-dad, no se olvidaron hasta el año 1900. El arquitecto francés Le Cor-busier –a quien, mejor que ningún otro, se considera acertadamente el representante del Funcionalismo– utilizó en sus primeros pro-yectos urbanísticos grandes ejes simétricos e incluso extraños arcos para enmarcar las vistas de las calles. Pero estos proyectos no serían característicos ni de él ni de los esfuerzos de los tiempos modernos. Es como si el arte de la pintura hubiese agotado todas las posibili-dades ofrecidas por la pintura en perspectiva y entonces intentase ampliar nuestra comprensión por otras vías. Esto no funciona tan bien con cuerpos tridimensionales colocados en espacios bien de-finidos, como con las posibilidades del color en la propia superficie del cuadro, dentro de los límites del marco. De este trabajo surgie-ron ideales totalmente nuevos que también afectaron a la arquitec-tura, que se volvió más espontánea, al trabajar no tanto con las vistas que pueden formar los edificios como con los propios edificios.

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Después de pasar varios días entre el ruido y la suciedad del puer-to marítimo de Nápoles, es un alivio regresar a Roma. Es como vol-ver a casa. Hay algo muy noble en los romanos que, creo yo, sólo se puede encontrar en una ciudad con una gran historia, una ciudad no vive solamente del comercio y la industria. Los romanos se iden-tifican con algo de gran valor, con algo indispensable, que les da dig-nidad y que les hace ser fácilmente afables y comprensivos hacia los demás. Los habitantes de Pekín son muy parecidos; ellos también son representantes de una cultura ancestral.

Hubo un tiempo en la Edad Media en el que los vestigios de la antigua Roma se destruían sencillamente porque eran paganos. Pero

Capítulo V Roma, la ciudad eterna

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90 ciudades y edificios

de modo que se convertía en un enorme estanque en el que se refle-jaban las iglesias y los palacios, mientras la aristocracia se entretenía siguiendo el curso por el espejo del estanque, y los peatones perma-necían de pie en las aceras, sin mojarse, contemplando la diversión. Una calle estrecha lleva desde esta gran plaza hasta otra más pinto-resca, dominada por la iglesia de Santa Maria della Pace.

El mejor de todos los monumentos del Barroco es la basílica de San Pedro y su magnífica plaza. La gran iglesia con cúpula que iba a sustituir a la basílica paleocristiana se proyectó originalmente como un edificio centralizado dispuesto simétricamente sobre dos líneas axiales, pero después el interior se alargó hacia el este, se re-mató con una fachada añadida delante y, más tarde aún, la magnífi-ca plaza de entrada se colocó, una vez más, por delante. También en este caso las obras de la plaza comenzaron con la colocación de un enorme obelisco para marcar el centro. Fue de nuevo Sixto V quien lo hizo erigir ahí en 1586. La plaza no alcanzó su forma actual has-ta 70 años después; la proyectó Gian Lorenzo Bernini y aunque de-fine claramente un espacio arquitectónico, no lo cierra. Las impo-nentes columnatas separan y a la vez unen la ciudad con la plaza.

Así era la Roma del Papa, de la nobleza y del pueblo, la ciudad donde tanto los grandes como los humildes sabían convivir en ar-monía, donde durante el carnaval no había ni rango ni clase, donde los grandes artistas daban forma a la ciudad, y los propios habitan-tes eran lo bastante artistas como para saber cómo vivir en ella.

Iglesia de Santa Maria della Pace, fachada de

Pietro da Cortona, 1656.

Fragmento del plano de Nolli con la basílica y la plaza de San Pedro, ésta con las columnatas de Bernini; compárese con la ilustración de la página 69.

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En la época del cardenal Mazarino y el rey Luis XIV de Francia vi-vió en París un capitán de los mosqueteros llamado D’Artagnan. Su vida estuvo repleta de aventuras románticas, y los escritores no tar-daron mucho en enterarse. Ya a comienzos del siglo xvii se publicó un libro que pretendía contener sus memorias: los recuerdos per-sonales, tanto auténticos como ficticios, eran muy populares en esa época. Fue en ese libro, Les mémoires de M. D’Artagnan, en el que se inspiró Alexandre Dumas para escribir su trilogía inmortal: Los tres mosqueteros, Veinte años después y El vizconde de Bragelonne. Los tres deberían leerse, preferiblemente seguidos. Los dos últimos no son en absoluto el típico intento de recoger los réditos de un super-ventas haciendo un refrito de los mismos ingredientes una y otra vez. Al contrario: los tres varían considerablemente, y el tercero –que era el libro favorito de Robert Louis Stevenson– es probablemente el más ingenioso. En ellos se despliega una serie de episodios asom-brosos que tienen lugar durante tres periodos importantes de la his-

Capítulo VI El París de los mosqueteros

Fragmento de una vista de París en la época de los mosqueteros;

de un grabado de Israel Silvestre; se ve la orilla derecha del

Sena, mirando hacia el Pont Neuf y la Place Dauphine; al fondo se

ven los gabletes y las agujas del París gótico.

Un mosquetero; de un grabado coetáneo de Jacques Callot.

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100 ciudades y edificios

la Fronda, y la idea de vivir en París le repugnaba. Desde la capital francesa, el lector sigue a los mosqueteros hasta Londres, donde está en marcha otra revolución, una revolución que acabaría de mane-ra muy diferente a la de París: con el destronamiento y la ejecución del rey Carlos I. Esto se consideró la victoria final del Parlamento y la City londinense sobre la monarquía, un factor decisivo en el de-sarrollo de Londres como ciudad comercial libre.

En el último de los volúmenes sobre los mosqueteros, diez años después de lo anterior, asistimos al triunfo del absolutismo con Luis XIV. Porthos se traslada a la corte, donde en una comida com-pite con el gran rey, ¡grande también en su apetito! Mientras que el primer volumen trata de las luchas con espadas afiladas, el último describe un sinfín de aventuras amorosas, intrigas y fiestas, en una corte donde los duelos están prohibidos. El absolutismo se puso de manifiesto exteriormente con el traslado de la corte desde la ciu-dad congestionada y bulliciosa al campo abierto de Versalles, don-de, poco a poco, un pequeño château de caza se fue transforman-do en un asombroso palacio de cuatrocientos metros de largo con cientos de habitaciones, todas bajo una sola cubierta de poca altu-ra y con todas las fachadas unidas por una cornisa de coronación. Como una especie de añadido al palacio, se construyó al lado una ciudad con tres largas avenidas que convergían en el mismo punto: el centro del palacio. La ciudad era un apéndice de la corte, tan ne-cesaria como lo son la cocina y la despensa en un comedor. La fa-chada del palacio mira hacia el parque, que es un extenso paisaje tratado de forma arquitectónica con una perspectiva profunda, des-de la terraza hasta el horizonte.

Versalles visto desde el aire; en primer término, el parque con la fachada del palacio, de 400 metros de longitud; detrás del palacio, la ciudad con las tres avenidas principales, bordeadas de árboles, que se orientan hacia la estatua ecuestre de Luis XIV, situada en el patio del palacio.

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La villa italiana del Renacimiento o del Barroco era un tipo de edi-ficio totalmente distinto al que conocemos hoy; representaba un modo de vida concreto y unos elevados ideales que Rafael describió en su famosa pintura La Escuela de Atenas. La imagen no represen-ta en absoluto una escuela, en ningún sentido habitual de la palabra, sino que es más bien una glorificación de la cultura griega. Rafael deseaba ofrecer, en una sola pintura, una idea del grupo de pensa-dores griegos a quienes el Renacimiento admiraba y cultivaba.

Como figuras centrales, alrededor de los cuales se reúnen todos los demás, vemos a Platón y Aristóteles. Platón está representado como un anciano venerable, monumental en su dignidad y su acu-sada verticalidad dentro de la composición. A su lado está Aristó-teles, vuelto hacia él, gesticulando, de modo que su túnica ondea en torno suyo con grandes pliegues. Alrededor de estas figuras centra-les –que por su vivo contraste forman un poderoso foco de atención– hay una multitud de personajes. Cada uno tiene una personalidad diferenciada, pero un movimiento fluido de uno a otro los une en un gran ensemble. A Sócrates se le reconoce fácilmente, y la tradi-ción identifica a algunos otros personajes históricos: Diógenes, He-

Capítulo VII La villa

Platón y Aristóteles, detalle extraído de La Escuela de Atenas, de Rafael.

Rafael, La Escuela de Atenas, pintura al fresco

en el Vaticano, Roma.

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112 ciudades y edificios

pensables. Poco a poco la ermita se fue ampliando; en cada nueva intervención las pendientes se iban despejando para hacer sitio a la siguiente construcción, y al final la última ladera se seccionó para obtener cierta apariencia de vista panorámica, aunque limitada y no muy atractiva.» Saint-Simon sigue describiendo las grandes opera-ciones que se llevaron a cabo, incluyendo edificios, jardines, fuen-tes, estanques y el enorme acueducto llamado ‘la máquina de Mar-ly’, que no sólo abastecía de agua a este conjunto, sino también a las fuentes y cascadas del parque de Versalles. Hacia el final de su vida el rey pasaba la mayor parte de su tiempo allí.

Marly-le-Roi no era una pequeña vivienda corriente de ermitaño. El dibujo de la página 111 muestra el edificio principal, que puede no parecer muy impresionante. Pero todas sus dimensiones eran colosa-les, como se puede verificar fácilmente comparándolo con los otros edificios dibujados a la misma escala. Por ejemplo, las dos plantas del palacete tienen la misma altura que las seis del bloque de vivien-das de Copenhague ilustrado en la página 194. El edificio principal era una construcción rectangular de dos alturas, mucho mayor en planta que la Villa Rotonda. Las salas estaban agrupadas en torno a un salón octogonal con cúpula, que ocupaba ambas plantas. Pero en Francia –donde antes había habido torres y cúpulas en todos los palacios– la tendencia era ahora tan contraria a cualquier construc-ción que sobresaliese por encima de la cornisa de coronación, que la cúpula de Marly-le-Roi quedó embebida en el volumen del edi-ficio. El salón recibía luz de un pasaje oculto construido alrededor de la cúpula. La composición de Marly-le-Roi era admirablemen-te clara y su arquitectura, austera pero muy diferente de la del pa-lacio de Versalles. El edificio principal, rectangular, se encontraba en el extremo más alejado de un estanque alargado rodeado de te-rrazas y laderas. A ambos lados de él se levantaron una serie de ca-sitas en la terraza superior, todas ellas igualmente rectangulares en planta y formando un cubo perfecto, que contenían sencillos aloja-mientos para cada uno de los miembros del séquito [véase la figura 20 del epílogo]. Estos pabellones estaban comunicados entre sí por paseos emparrados, de modo que, aunque estaban separados, for-maban sin embargo una unidad arquitectónica. En el extremo infe-rior del espejo de agua las cascadas caían sobre un nuevo estanque, más abajo, y toda la finca estaba rodeada de bosques y arboledas.

Tras la muerte de Luis XIV, Marly-le-Roi quedó abandonado y más adelante se demolió, de manera que actualmente no queda ni una piedra de aquella ‘ermita’.

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En Italia –como hemos visto– los arquitectos barrocos trabajaban con detalles clásicos, con columnas y pilastras en edificios de ma-sas plásticas, con fusiones e interpenetraciones, con marcados con-trastes de sólidos y vacíos, con esculturas audaces, ondulantes ro-pajes de mármol y contornos amanerados. Sin embargo, a lo largo de todas las épocas los italianos han mostrado un gran amor por la sencillez y por la dignidad clásica. Las magníficas ruinas de la An-tigüedad estaban siempre ante sus ojos. Despojados de todo orna-mento, estos monumentos antiguos probablemente resultaban inclu-so más sublimes que cuando estaban recién construidos. Como un atavismo, el gran barroco de Miguel Ángel en el siglo xvi apareció de nuevo en la obra de Gian Lorenzo Bernini cien años más tarde. Estos dos hombres ilustres eran arquitectos y escultores al mismo tiempo; ambos eran partidarios de un estilo muy vigoroso y expre-sivo, pero también admiraban el volumen sencillo y macizo en los edificios: el gran palazzo rectangular. Desde Roma, este ideal se des-plazó al norte, hasta París, Londres y Copenhague, pero no arraigó en ninguno de estos sitios. Sólo cuando llegó a Estocolmo se hizo realidad esa visión del gran palazzo cúbico.

Los viajeros italianos conocían esta idea por el Palazzo Farnese, en Roma, un edificio que se había llevado a cabo en varias fases y

Capítulo VIII La contribución holandesa

Palazzo Farnese, Roma,

escala 1 : 500.

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La cultura urbana de los Países Bajos se extendió por Inglaterra, Di-namarca y Suecia siguiendo la estela del comercio holandés. Cuan-do los jóvenes de esos países hacían su grand tour, Holanda estaba incluida en sus itinerarios; y todos ellos se quedaban asombrados al descubrir que los mercaderes holandeses tenían dentro de sus casas estrechas con cubiertas a dos aguas en Ámsterdam más co-modidades y más componentes de la parafernalia de la riqueza que muchos de los grandes nobles en los palacios de su país. A finales del siglo xvii y durante las primeras décadas del siglo xviii, la ar-quitectura inglesa se vio intensamente influida por la de Holanda. No sólo los materiales y los detalles arquitectónicos son puramen-te holandeses, sino que hay algo en la disposición de las casas en su relación con la calle que recuerda claramente a Holanda. En Lon-dres apareció una ‘superficie’ delante de cada edificio, con unas es-caleras que subían hasta la primera planta, que corresponde al stoep holandés. Pero en Inglaterra solía haber también un pequeño patio rehundido que daba acceso al sótano, donde se encontraba la coci-na. En Holanda, por supuesto, no se podían hacer sótanos debido al elevado nivel freático del agua.

Capítulo IXCharlottenborg, Copenhague

Charlottenborg, vista desde el jardín, 1693; de un dibujo de Jacob Coning.

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charlottenborg, copenhague 131

En Estocolmo, las tradiciones constructivas holandesas fueron in-troducidas por los nobles acaudalados. Los primeros proyectos para el cuartel general de la nobleza en Estocolmo, la Riddarhuset (‘casa de los caballeros’), habían sido obra de arquitectos franceses. Pero cuando llegó el momento de construir, se le encargó el trabajo a un conocido arquitecto holandés, Justus Vingboons, de Ámsterdam, y la Riddarhuset se convirtió en un edificio de ladrillo rojo con altas pilastras. Cuando se terminó, Vingboons regresó a Áms terdam, don-de construyó una casa doble para los dos hermanos Trip, la Trip-penhuis, de concepción similar pero incluso más espléndida que el edificio de Estocolmo.

Su hermano, Philips Vingboons, fue autor de muchas casas en Ámsterdam y su obra llegó a ser muy conocida gracias a los graba-dos de sus edificios. Éstos son, en su mayoría, espaciosas casas ur-banas, en un incipiente estilo barroco adaptado a las condiciones holandesas. Sin embargo, el mayor de sus proyectos, un nuevo ayun-tamiento en Ámsterdam, nunca se llevó a cabo. (En su lugar, se eli-gió el pesado edificio en piedra de Jacob van Campen, una obra que, con sus grandes pilastras y columnas, aparenta ser como dos edifi-cios, uno encima de otro.

No obstante, este proyecto no realizado tuvo su importancia: lle-gó a ser el modelo para la primera gran residencia real construida en Copenhague después de que el rey danés se convirtiese en mo-narca absolutista en 1660. Hasta entonces, Copenhague había sido una pequeña población con una trama medieval de calles estrechas y tortuosas. Pero ya había planes para una expansión que duplicase su tamaño. Las fortificaciones ya se habían ampliado y se había adop-tado un sistema reticular de calles para la parte nueva de la ciudad.

El nuevo Copenhague, según un proyecto de

1660 aproximadamente; escala 1 : 20.000;

norte arriba; el rayado más oscuro

indica la ciudad antigua; a la izquierda, el castillo

de Rosenborg, junto a las murallas; más al

noreste, Nyboder, nuevas casitas construidas

por Cristiano IV, para familias de marineros.

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138 ciudades y edificios

su palacio, tal como había hecho su abuelo, Cristiano IV, cuando construyó el suyo.

Pero en Charlottenborg, Copenhague vio los ideales arquitectó-nicos barrocos por primera vez hechos realidad en la agrupación de salas pequeñas y grandes. El gran salón de banquetes, justo en-cima de la entrada central, tiene dos alturas, y esto se ha indicado en la fachada mediante pilastras altas. Estos órdenes gigantes, jun-to con los tamaños variados de las ventanas, no sólo aportan inte-rés a la fachada, sino que indican con claridad la variación rítmica de las salas que hay detrás: de poca altura en la planta baja, muy al-tas en el nivel intermedio, y las más pequeñas en el nivel superior. Las salas varían en planta según un orden similar: las más altas y espaciosas en el centro, con otras más pequeñas a cada lado; un rit-mo de proporciones de gran armonía, con el conjunto integrado en una unidad inquebrantable gracias a las amplias vistas a través de ventanas y puertas.

Charlottenborg se convirtió en el prototipo para los edificios del nuevo sector de Copenhague, situado al otro lado de la línea me-dieval de fortificaciones. No era tanto el estilo holandés o los deta-lles del edificio lo que se copiaba. De hecho, un edificio con tramos salientes en los extremos no podía usarse como casa urbana en hi-lera. Pero la composición del edificio –con su planta intermedia de altos techos a la manera del piano nobile italiano, una planta baja de menor altura, y una planta superior todavía más baja con las depen-dencias de los criados– llegó a ser típica de las viviendas de la clase alta en la capital danesa a lo largo del siglo xviii. Este tipo arraigó tan profundamente que el estilo arquitectónico pudo cambiar del barroco al rococó y del rococó al clasicismo sin modificar esta dis-posición del proyecto. La composición con un gran salón con gale-ría en el centro también se conservó como un tipo. Los cuatro mag-níficos palacios de Amalienborg (véase la página 166) no eran sino una evolución adicional de la composición de Charlottenborg. En este caso, los tramos de los extremos se han convertido el ligeros sa-lientes, pero se conservan las principales subdivisiones.

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París y Londres representan dos tipos de ciudad. París es la ciudad concentrada en la que muchas familias viven en un mismo edificio. Londres es la ciudad dispersa en la que predominan las casas unifa-miliares y donde las distancias son grandes. Podría suponerse, na-turalmente, que cuanto más crece una ciudad mayor es la necesidad de hacinar a la gente. Pero Londres –que en el momento de escribir este libro es la segunda ciudad más grande del mundo– constituye una demostración de todo lo contrario. Por lo general, las ciudades de Inglaterra (pero no de Escocia, que en este sentido es muy simi-lar a la Europa continental) y de los Estados Unidos son de tipo dis-perso. La mayoría de las ciudades de la Europa continental (aunque no todas ellas) son ciudades concentradas. Las razones de esto son muchas y variadas. Aquí sólo tenemos sitio para unas cuantas in-dicaciones que ayudarán a caracterizar los dos tipos de ciudad: Pa-rís y Londres.

Hasta cierto punto, el especial desarrollo de las ciudades ingle-sas puede atribuirse al hecho de que la mejor defensa de Inglaterra siempre ha sido su condición de isla. Desde 1066 el país nunca ha sido invadido. Por tanto, no ha sido necesario rodear las ciudades inglesas con restrictivos anillos de fortificaciones, como tan a me-nudo sucedía en el continente.

Una ciudad como París se ha expandido disponiendo un anillo tras otro y desplazando la línea de defensa cada vez más lejos. En la Edad Media, en 1180, había una muralla alrededor de la isla del Sena (la Île de la Cité) y de pequeñas zonas de las riberas izquierda y derecha. En 1370, la superficie de la ciudad se amplió y se constru-yó una nueva muralla en la ribera derecha. La siguiente expansión se debió no a la superpoblación de la ciudad, sino al trazado de los grandes jardines reales, que rebasaron los límites de la ciudad y for-maron una nueva línea divisoria. Esta línea se desplazó hacia el no-roeste para proteger los jardines de las Tullerías. Más tarde se cons-truyeron nuevos anillos alrededor de París: uno en el siglo xviii y otro en el xix. La forma cerrada siguió considerándose absoluta-mente necesaria para una ciudad. Las restricciones a la edificación

Capítulo X Historia de dos ciudades

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152 ciudades y edificios

gar de describir su propia época, creó una novela histórica, Historia de dos ciudades. Esta historia no tiene el interés documental de mu-chos de sus otros libros y en ella hay, indudablemente, cierta exage-ración en la descripción del París monárquico en comparación con el Londres libre. Pero, con una fuerza sorprendente, Dickens evoca las dos ciudades en unas visiones inolvidables. Como símbolo de París destaca la minuciosa y desgarradora descripción de una esca-lera que va ascendiendo por un alto edificio de casas de alquiler: un pozo vertiginoso y nauseabundo al que se abren las puertas de in-numerables pisos; simbolizaba ese París que estaba rigurosamente constreñido dentro de unos límites cerrados y que tenía que crecer en vertical porque no podía extenderse. En lo más alto de esta esca-lera sinuosa y deprimente estaba la miserable habitación a la que ha-bía sido traído el noble e infeliz doctor Manette después de su miste-riosa liberación de la Bastilla, donde había sido prisionero a cadena perpetua. Más adelante en el libro, Manette es llevado a Londres por unos amigos y allí lo vemos, sentado bajo un plátano en su jardín del Soho, un barrio de squares encantadoras donde muchos emigran-tes encontraron refugio. Es el Londres de los espacios abiertos, con su aire de humanidad y con sus árboles verdes y sus casas negras.

París y Londres, simbolizados.

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El trazado de Versalles –con el inmenso palacio que domina la ciu-dad, que es más pequeña– se convirtió en un modelo para las capi-tales de las cortes de toda Europa. Hasta el más pequeño de los prin-cipados alemanes debía tener su majestuoso palacio barroco. En la fraseología de épocas posteriores, esto se ha explicado como el de-seo de los príncipes despóticos de poner de manifiesto su esplendor e importancia. Y no cabe duda de que muchos de esos reyes, du-ques y obispos eran muy aficionados a ese despliegue de magnifi-cencia. Pero también estaban quienes, aunque menos interesados en el lujo, entendían que su deber era vivir de acuerdo con los idea-les de su tiempo. Un país con pretensiones de adquirir importancia sencillamente debía tener un espléndido palacio que representase el poder y la cultura del estado. En términos monetarios actuales, el coste total del palacio y los parques de Versalles no era superior al de un buque de guerra moderno; y, ¿quién puede negar que Ver-salles ha tenido para la nación francesa un valor más duradero que el que jamás podría tener cualquier acorazado?

En Dinamarca tenemos un ejemplo excelente de construcción palacial en el siglo xviii. Cristiano VI –que era rey de Dinamarca y Noruega, Duque de Slesvig y Holsten, etcétera, y que reinó desde 1730 hasta 1746– fue un hombrecillo muy modesto y tímido, y el más

Capítulo XI Intermedio danés

El palacio de Christiansborg, de Elias

David Häusser, visto desde el puente de

mármol comenzado por Cristiano VI en 1733.

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168 ciudades y edificios

que sobresalían un poco. De hecho, el edificio entero está claramen-te dividido en tramos. El tramo central tiene tres ventanales anchos y altos del mismo tamaño, cada uno entre cada par de columnas. A ambos lados de este cuerpo central, los tramos retranqueados tie-nen dos ventanas más pequeñas, al igual que los tramos salientes de los extremos. Todas estas ventanas se repiten en la fachada tra-sera. En los dos laterales del edificio hay cinco de las ventanas más pequeñas. Si trazásemos líneas desde el centro de cada ventana has-ta la correspondiente situada al otro lado, descubriríamos que todas las puertas y todos los nichos están situados sobre esas líneas. Esto ofrece amplias vistas de un lado al otro del edificio, así como salas de dimensiones sencillas: pueden ser cuadradas o de proporciones 2 : 3 o 1 : 2 en planta. Los cuatro palacios no son absolutamente uni-formes, pero todos están construidos siguiendo las mismas líneas.

No podemos dejar de admirar la capacidad del siglo xviii para levantar todo un nuevo barrio de una vez. El proyecto del distrito de Amalienborg se elaboró originalmente en 1749, y cuando Eigt-ved murió en 1754, todo este extenso barrio, con sus bellos palacios, un espléndido hospital y sus muchas residencias elegantes, ya esta-ba completamente trazado y muchos de sus edificios terminados. Algunos de esos edificios se terminaron. Esto sólo fue posible gra-cias a que Eigtved era un consumado maestro en su oficio. En todos los encargos, trabajaba con dimensiones y formas con las que esta-ba plenamente familiarizado; era capaz de combinarlas para formar composiciones extraordinarias, como el proyecto de la iglesia, real-mente muy extravagante. Pero también sabía utilizarlas para hacer edificios puramente funcionales, como el Hospital Rey Federico, en el que los largos pabellones tienen dimensiones basadas en el tama-ño de las camas y están orientados para tener la mejor iluminación. También tenemos el almacén de la Compañía Asiática, abajo jun-to al puerto, en el que los desvanes con las poleas son el motivo do-minante. En todas sus obras, tanto pequeñas como grandes, Eigt-ved demostró que la labor del arquitecto consiste en combinar los diversos elementos de un edificio de manera clara y convincente, y en agruparlos en unidades inherentes.

El barrio de Amalienborg se convirtió en un distrito de edificios grises en contraste con las partes antiguas de la ciudad, de vivos co-lores. Inmediatamente después de la muerte de Eigtved se produjo una fuerte reacción contra el Rococó. El nuevo lema era «clasicis-mo puro». Pero las calles de Copenhague siguieron hasta bien en-trado el siglo xix el tipo que Eigtved había ofrecido a la capital.

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«Érase una vez un príncipe»: así empieza la historia de Karlsruhe. Se llamaba Karl Wilhelm y era margrave. El país que gobernaba era pe-queño, pero, como todos los príncipes, él era un noble señor, muy querido por todos sus súbditos. Ese país –que se llamaba Baden-Durlach– había quedado devastado por la guerra; su castillo, sa-queado e incendiado; y él sólo anhelaba paz y felicidad.

Cuando terminó la guerra, el príncipe no quiso cargar a su em-pobrecido pueblo con el coste de la reconstrucción del gran casti-llo y las fortificaciones de la ciudad residencial; en su lugar, decidió vivir cerca de la naturaleza, en el bosque vecino, donde construyó una sencilla casa de madera. Allí, la paz sólo se veía perturbada por las alegres notas de las trompas de caza… Y así, donde los caminos del bosque convergían formando una estrella gigante, se constru-yó una torre.

Dos largas alas fueron creciendo gradualmente a partir de esa torre, con salas de audiencias, una capilla y un teatro, todo cons-truido en madera. El príncipe llamó a este lugar ‘Karlsruhe‘, que significa ‘el retiro de Karl’. Toda la corte del pequeño país se trasla-dó a este château de caza sin fortificar, y en medio del bosque sur-

Capítulo XII El Neoclasicismo

Karlsruhe, en un plano del siglo xviii; la torre indica el centro tanto de la estrella formada

por el encuentro de los paseos del bosque, como

de las calles radiales de la ciudad; la torre se alza en conjunción con el bloque

central del palacio de tres alas; delante se ve el jardín con parterres y la ciudad con las dos calles

en ‘anillo’; luego está la Langestrasse y, justo

debajo, en el eje principal, la Iglesia Reformada.

Karlsruhe fue fundada en 1715.

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180 ciudades y edificios

(muy reprimido por su familia) trataba con tanta insistencia de con-ferir a todo su reino. Este clasicismo frágil podía adaptarse sin gran-des cambios para satisfacer el gusto burgués más absoluto, igual que, por ejemplo, el estilo Biedermeier alemán.

Durante el bloqueo continental provocado por las guerras napo-leónicas no había comunicación entre Francia e Inglaterra, pero las diferencias de estilo eran, no obstante, escasas. En Gran Bretaña ha-bía también un clasicismo algo mecánico. Regent Street se inició en 1812 y en ella se construyeron gran número de edificios con colum-nas y ornamentos de estuco tomados de catálogos de detalles clási-cos. John Nash (1752-1835) no era demasiado autocrítico; su fuerte era la financiación de estas impresionantes empresas y la agrupa-ción de masas edificadas formando grandes alineaciones. Pero había quienes que sí ahondaban profundamente en el estudio de la Anti-güedad. La iglesia de St. Pancras, construida por William y Hen-ry William Inwood (padre e hijo) entre 1819 y 1822, está compues-ta con detalles griegos reproducidos con la mayor exactitud; tiene dos pórticos de cariátides, cuando el Erecteión tuvo que conformar-se con tan sólo uno.

Pero cuando los arquitectos se habían convertido en fieles copis-tas que trasponían directamente grandes fragmentos de un antiguo templo griego a una moderna iglesia cristiana, ya no había límite alguno para el modo en que se podía componer un edificio. Había llegado la era del eclecticismo.

Véase John Summerson, Georgian London (Lon-dres, 1945).

The Quadrant, Regent Street, Londres, trazado en 1812; las aceras se cubrieron con pórticos curvos; las fachadas de los edificios se adornaron con ornamentos de estuco y se pintaron al aceite; actualmente la calle es completamente distinta.

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Cuando Berlín era tan sólo una pequeña ciudad colonial en una Pru-sia remota y primitiva, Viena era el centro de la cultura germánica, con unos antecedentes que se remontaban hasta el Imperio Roma-no. Al igual que París y Londres, Viena creció alrededor de lo que originalmente había sido una plaza fuerte romana, que ya había ad-quirido importancia en la Antigüedad. Se cree que Marco Aurelio murió allí en el año 180 d. C.

Cuando los turcos invadieron Europa en el siglo xvi, su avan-ce se detuvo a las puertas de Viena en 1529. La ciudad fue sitiada, pero resistió la presión. Después de tres semanas infructuosas, los turcos se retiraron y Viena se afianzó entre las capitales de Europa como la gran ciudad germánica que había impedido que las hordas asiáticas invadiesen el continente europeo: una ciudad fronteriza y un gran centro cultural al mismo tiempo. Viena era el hogar de los Habsburgo y la capital del Sacro Imperio Romano Germánico, un ente político y cultural de índole completamente distinta al Impe-rio Alemán de finales del siglo xix; era una ciudad cosmopolita con una cultura internacional.

Las murallas de la ciudad se ampliaron una y otra vez hasta que Viena quedó protegida por un poderoso anillo de fortificaciones. Y esto resultó ser necesario, pues la ciudad fue asediada una vez más

Capítulo XIII Las afueras

Viena, la ciudad fortificada del

siglo xvii, rodeada por un extenso cinturón

de espacio abierto.

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Hubo un tiempo en que la Place des Vosges (en origen Place Royale) era el punto de encuentro de todo París. Allí tenían lugar los gran-des torneos y allí paseaban juntos los amigos bajo las arcadas. Pero no pasó mucho tiempo antes de que la plaza de Enrique IV pasase de moda. La ciudad se desarrolló hacía el oeste (como la mayoría de las ciudades, algo bastante curioso). En el lugar donde el cardenal Richelieu había construido su palacio, el Palais Cardinal, se llevó a cabo una gran iniciativa inmobiliaria en el siglo xviii. Se constru-yó una manzana con cuatro alas compuestas de edificios uniformes alrededor del antiguo jardín rectangular, y se le dio el imponente nombre de Palais Royal. En la planta baja los soportales rodeaban todo el edificio. No se podía entrar en carruaje a la plaza: desde las calles adyacentes había que atravesar caminando las arcadas para llegar a ella. La plaza se convirtió en un destino popular, un lugar de encuentro para los ociosos de la ciudad, que deambulaban despreo-

Capítulo XIVLos bulevares de París

Dibujo del Palais Royal, un gran jardín cerrado situado en el centro de París.

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los bulevares de parís 197

cupadamente por los paseos a la sombra de los árboles y merodea-ban por las arcadas. Pronto se conoció como un lugar de pésima re-putación. Incluso antes de la Revolución, el Palais Royal había sido un lugar frecuentado por prostitutas y jugadores. Durante aquella gran revuelta, el lugar se convirtió en un centro de noticias, un foro callejero. Un visitante inglés escribía al volver a su país: «Durante todo el día había un enorme gentío en el Palais Royal. Estaban tan apretados que si desde un balcón se hubiese dejado caer una man-zana sobre aquel pavimento de cabezas, nunca habría llegado al sue-lo.» Sobre las librerías de las arcadas, escribía: «La confusión es in-descriptible. Cada hora aparece un nuevo panfleto.»

Durante la Revolución, la ley de la calle emanaba del Palais Royal. Y tras la caída de Napoleón el lugar siguió desempeñando un papel importante en la vida de la ciudad. En las novelas de Honoré de Bal-zac –que retratan el reinado de Luis Felipe, el ‘rey burgués’–, los hé-roes buscan allí las mesas de juego, para intentar recuperar las for-tunas que han dilapidado.

Pero poco a poco, esta plaza cerrada y arbolada se fue abando-nando en favor de los bulevares abiertos. Anteriormente, éstos ha-bían marcado los límites exteriores de la capital, pero ahora estaban rodeados de nuevos barrios por todos sitios; eran incomparables para pasear y en todo su recorrido prosperaban los cafés y los espa-cios de diversión. Las imágenes de la época muestran escenas ale-gres y amables, con una atmósfera más propia de una ciudad peque-ña. La nueva monarquía sólo creó unas cuantas calles nuevas, pero cambió la fisonomía de los antiguos bulevares. París se convirtió en una ciudad de diversiones burguesas y de especulación inmobiliaria. La lista de teatros, cafés, salas de baile y otras atracciones del París de aquellos tiempos es cuando menos sorprendente; evoca visiones no tanto de simples placeres burgueses sino más bien de una frené-tica vida cosmopolita. Los lectores de las novelas de Balzac quedan fascinados por el torbellino que se desata en sus páginas, horrori-zados por la vida que describe el autor. Balzac nos muestra la otra cara de la moneda: la monarquía burguesa corroída por estafado-res y pícaros, por el despilfarro inmoderado y la pobreza perversa. Era una vida que no podía sino escandalizar y ofender a quienes no enriquecía. Cuanto más se alejaba la era napoleónica, más heroica y gloriosa les parecía a los franceses: olvidando el sufrimiento que había causado, idealizaban el Imperio. Luis Felipe trató de ganarse la opinión pública completando el Arc de Triomphe, trasladando a París los restos mortales de Napoleón, y emprendiendo otras inicia-

El boulevardier parisiense de la época del rey Luis Felipe, con su talle ajustado y su capa elegante y voluminosa con forro de seda carmesí; obsérvese el restaurante

‘turco’ al fondo.

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Desde la Edad Media, las formas de la ciudad han experimentado muchos cambios. En pocas palabras, se puede decir que la configu-ración de las poblaciones medievales solía estar determinada por el anillo de las fortificaciones (las murallas de protección), y más o me-nos igual sucedía con las ciudades del Renacimiento. Pero duran-te el dominio del absolutismo la forma de la ciudad se vio influida por la exigencia de una unidad visible y representativa que simbo-lizase la nueva autoridad centralizada. Por otro lado, en el siglo xix fue el modus operandi de la especulación del suelo lo que dejó su impronta en la mayoría de las ciudades. El principal objetivo de los enormes conjuntos residenciales de ese periodo no era proporcio-nar seguridad o embellecer la ciudad, ni tampoco crear un aloja-miento digno para los inquilinos; su único objetivo era proporcio-nar unos ingresos considerables y seguros a sus promotores. En el siglo xx hemos estado intentando de varios modos liberarnos de esa red de especulación, para hacer de las ciudades un lugar agra-dable y saludable donde vivir.

Capítulo XVEl suelo y la especulación

En la ciudad medieval no existía el ‘valor del suelo’; eran los edificios, y no el suelo, los que tenían un valor tangible; la ciudad, protegida por el castillo (izquierda) y por las empalizadas, comprendía un trozo de terreno que había perdido su valor porque ya no podía cultivarse; sólo la Iglesia, dueña de buena parte de las propiedades urbanas, era capaz de recoger beneficios económicos del suelo urbano al dividirlo en pequeñas parcelas para levantar en ellas los puestos del mercado.

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el suelo y la especulación 209

En la Edad Media era natural dar el suelo por supuesto: estaba ahí y había más que suficiente. Su valor dependía de si era o no cultiva-ble, y cuando dejaba de serlo, volvía a ser algo sin valor. Por tanto, el terreno sobre el que se levantaban los edificios no tenía valor en sí mismo y, en consecuencia, no podía ser objeto de especulación. Sólo los edificios podían comprarse y venderse.

La Iglesia fue la primera en percatarse de que se podía comerciar con los terrenos de la ciudad. Las iglesias poseían grandes superfi-cies de suelo urbano que adquirieron un valor especial como lugares sagrados a los que se peregrinaba desde todo el país. Se podían ob-tener unos lucrativos beneficios troceando las propiedades de cada iglesia en parcelas muy pequeñas y vendiéndolas para levantar en ellas puestos donde podían venderse velas, estampas religiosas e in-cluso artículos más prosaicos. Pronto un grupo de pequeños edifi-cios rodearon la iglesia y la agitada vida desarrollada a su alrededor sirvió para enfatizar el solemne esplendor del edificio sagrado.

Por lo demás, las propiedades urbanas no se vendían. Sin em-bargo, desde los inicios de la Edad Media, los ayuntamientos –que por norma poseían terrenos– habían obtenido ingresos por el alqui-ler de casas y parcelas. Al principio al inquilino se le hacía un con-trato de un año con el derecho implícito de renovarlo año tras año. Poco a poco, esto fue evolucionando en las ciudades, y también en el campo, hacia unos arrendamientos de por vida o por un plazo de cierto número de años. Algo parecido sigue existiendo actualmente en Inglaterra, donde los terrenos se alquilan con contratos muy lar-gos tanto en la ciudad como en el campo. El arrendador se asegura unos ingresos estables y pleno control sobre su propiedad. El dueño puede ser un ayuntamiento, una universidad, un gremio, una igle-sia, una hacienda o cualquier otra institución perpetua que no de-penda de la vida y la muerte de un individuo.

El absolutismo no tenía interés en unas condiciones que hacían posible una gran acumulación de poder ajeno al estado y, por ello, los arrendamientos medievales se fueron cancelando gradualmente en las ciudades de la Europa continental. Ciudades, universidades y escuelas perdieron sus ingresos procedentes de las propiedades ur-banas y, como consecuencia, pasaron a depender más del estado.

Típico de ello es el desarrollo de Copenhague. En su momento los arrendamientos a largo plazo también habían sido la regla allí. Pero ya en el siglo xvi se puso fin a estos arrendamientos fijos. En lugar del antiguo contrato, bien claro, por el cual quienes utilizaban la propiedad eran arrendatarios con unos derechos claramente li-

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218 ciudades y edificios

do en la distribución geográfica de la población industrial de Gran Bretaña en ese momento y en la probable orientación de cualquier cambio de dicha distribución en el futuro; en examinar qué venta-jas sociales, económicas o estratégicas se derivan de la concentra-ción de industrias o de la población industrial en grandes pobla-ciones o en zonas concretas del país; y en informar de las medidas correctivas, en su caso, deberían adoptarse por interés nacional.

La comisión recomendó la formación de un organismo guberna-mental, el Consejo Industrial Nacional, con amplia autoridad para determinar dónde podría edificarse o no en el futuro; y sugirió, en-tre otras cosas, que este nuevo Consejo debía prohibir inmediata-mente la implantación de nuevas instalaciones industriales en Lon-dres. Sir Patrick Abercrombie, miembro de la comisión, escribió en un artículo que acompañaba al informe: «No es posible llevar a cabo un progreso real en el control de la urbanización del suelo has-ta que no quede adecuadamente resuelta la cuestión fundamental de la compensación y la mejora del rendimiento.»

El Comité Scott –que fue nombrado en 1941– recomendó encare-cidamente la planificación nacional en su informe de 1942. Por últi-mo, el informe del Comité Uthwatt del mismo año analizó los difíci-les problemas económicos de la planificación nacional. Este comité se pronunció en contra de la nacionalización del suelo al no ser via-ble como medida inmediata, y recomendó la adquisición por parte del estado de los derechos de explotación.

En la ‘Ley de planificación urbana y rural’ –aprobada por el Par-lamento en 1947– se siguió esta recomendación. Según su artículo 10, a partir de junio de 1948 no podría aplicarse ningún nuevo uso del suelo sin contar con una licencia especial. Se ofrecían ejemplos de cambios de uso que no necesitarían esa licencia especial; y como ejemplo de uno que sí la necesitaría se cita la instalación de varias viviendas en un edificio destinado originalmente a una sola familia. Para compensar la depreciación de una propiedad ‘lista’ para su fu-tura urbanización, la indemnización se pagaría de un fondo de 300 millones de libras. Por otro lado, todo el que recibiese licencia para utilizar su propiedad de un nuevo modo que incrementase su valor, pagaría por el derecho a hacerlo. De esta manera, el gobierno espe-raba recuperar el coste de la indemnización que habría que pagar.

Y aquí termina por el momento la exposición de todo este pro-blema. La especulación feroz y desenfrenada del siglo xix debe abo-lirse en el siglo xx, y la comunidad debe asumir los riesgos, las res-ponsabilidades y la planificación técnica.

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Se habla a menudo del Funcionalismo como una especie de con­cepción moral, una creencia de que si las cosas se hiciesen para que cumplieran una función específica, sin ningún otro objetivo en men­te, el resultado sería una nueva clase de belleza. Otros dicen que es tan sólo flor de un día, un estilo que ya está prácticamente pasado de moda. Pero lejos de ser otro capricho de la moda, el Funcionalis­mo es, más bien, el comienzo de un nuevo modo de ver las cosas que, con el tiempo, revelará su verdadera importancia. El Funcionalismo es algo mucho más complicado que un simple principio moral.

No es la primera vez que un cambio en el entramado concep­tual del ser humano va impregnando, poco a poco, todos los cam­pos de la actividad cultural. Ya hemos visto cómo el descubrimien­to de la perspectiva enseñó a los europeos a ver las cosas bajo una nueva luz. Los pintores fueron los primeros en hacerlo, ofreciendo a la gente una impresión de profundidad, haciendo posible que sin­tiesen la fuerza de la gravedad. Los escultores también eran arqui­tectos y realizaron sus edificios como magníficos monumentos fir­memente apoyados en el suelo y compuestos por anchos estratos de terrazas horizontales, una sobre otra, que formaban un espléndido conjunto. Esto era algo diametralmente opuesto a los ideales cons­tructivos del periodo anterior.

Los arquitectos góticos habían admirado lo que se elevaba hacia el cielo; sus edificios parecían desafiar la ley de la gravedad; eran unos

Capítulo XVI El Funcionalismo

Le Corbusier, propuesta para la remodelación

de París con rascacielos; dibujo del arquitecto,

hacia 1925.

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Cuando han pasado muchos años, el fuego de las pasiones se extingue, y con él lo que creíamos que era la luz de la verdad. ¿Quién de noso-tros es todavía capaz de decir si tenía razón Héctor o Aquiles, Aga-menón o Príamo, cuando luchaban por la belleza de una mujer que ahora es ceniza de cenizas?

Umberto Eco, El nombre de la rosa, 1980.

La historia es un relato construido y las certezas contenidas en él se desvanecen con el tiempo. Así que –como dice el anciano Adso de Melk en El nombre de la rosa– resulta difícil saber si son ciertas las razones con que se construyó lo que se cuenta o son sólo leyenda. ¿Cómo discernir qué hubo de realidad –¿quién tendrá razón, al fin y al cabo?– mientras lo que permanece en la incertidumbre del tiem-po es el relato y no sus causas?

Cuenta Steen Eiler Rasmussen en el prefacio de este libro que cuando le plantearon hacerlo, en 1945, al término de la II Guerra Mundial, no estaban en Dinamarca para gastos en papel de cali-dad. Era inviable emplear en el libro un buen papel para acompa-ñar su discurso con fotografías. Así que esta prosaica razón –alega Rasmussen– fue la causa de que decidiese ilustrar su estudio sólo con dibujos.

Sin duda fue éste un gran esfuerzo en tiempos difíciles para la difusión del saber; sobre todo para el autor, que afrontó la labor de dibujarlo todo. Pero ¿qué mejor, después de una guerra, que inten-tar recuperar la normalidad borrando las huellas de la infamia de que el ser humano es capaz? De ahí que el libro viniese a llamarse Ciudades y edificios descritos con dibujos y palabras, pues es un libro lleno de palabras, pero, sobre todo, de dibujos.

Conviene insistir: éste es un libro de arquitectura sin una sola fo-tografía; sólo palabras y dibujos. Dibujos, dibujos y más dibujos. Di-bujos por centenares. Dibujos hasta el paroxismo, que construyen un relato gráfico que acompaña al relato escrito.

Rasmussen –que reconocía haber deseado desde los 9 años ser arquitecto– era consciente de haber llegado antes, sin embargo, a

Aprender a pensar El dibujo como herramienta de análisis

José Antonio Flores Soto

José Antonio Flores Soto es investigador del Departamento de Composición Arquitectónica de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, donde ha realizado su tesis doctoral (2013).

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262 ciudades y edificios

que –como debería ser común para todo arquitecto– Rasmussen piensa dibujando.

Que no hay arquitectura sin idea es algo que últimamente se nos quiere hacer creer erróneo; y también es intencionado ese querer hacer creer que todo es ocurrencia y que no existe el pensamiento como fundamento de las cosas. Que hay pensamiento detrás de la arquitectura y que éste se expresa gráficamente es lo que, sin em-bargo, parece querer demostrar Rasmussen en este libro cuajado de dibujos.

No existe lo que no se pueda pensar ni, en arquitectura, lo que no se pueda dibujar. Por eso a un estudiante de arquitectura le con-viene aprender a dibujar. No es que el pensamiento implique nece-sariamente la existencia material, pues lo que se piensa existe sólo por ser pensado, sin que sea obligada la materia. Pensar es necesa-rio en arquitectura como paso previo para que la idea arquitectóni-ca se haga materia, y así cree los lugares donde habitamos, que nos conmueven, nos aturden o simplemente nos hacen posible la vida.

De modo no está claro si será mejor o peor la arquitectura que se resiste a decir que ha sido pensada con dibujos porque sus auto-res vean quizás en el dibujo –en el mejor de los casos– aquello tan viejo de Platón al referirse a un mundo de conceptos separado de la realidad palpable. Lo que olvidan tales autores, quizás –en el mejor de los casos también–, es que Aristóteles hacía derivar precisamen-te ese mundo de conceptos de la experiencia de la realidad material. Así que la materia y la idea no son realidades independientes entre sí, sino que están vinculadas por el pensamiento.

No está claro, pues, si será mejor o peor la arquitectura que se re-siste a tener tras de sí pensamiento o reivindica no tenerlo. Sí está claro, en cambio, más aún tras estudiar los dibujos de Rasmussen en este libro, que toda la buena arquitectura, hasta ahora, ha sido pensada previamente en todos sus detalles.

Proclamaba José Ortega y Gasset hace ochenta años que la mi-sión de la universidad es enseñar a los estudiantes a pensar. 30 Eso es lo que deben aprender todos los universitarios, aunque se nos quiera convencer ahora de otra cosa. Así que ser un estudiante de arquitectura también requiere aprender a pensar; es decir, apren-der a dibujar. 31

No habla de algo distinto este libro, lleno de dibujos, de un ar-quitecto y profesor de universidad. Conviene, pues, estar atentos.

Madrid, Biblioteca Nacional, septiembre de 2013.

30. José Ortega y Gasset, Misión de la Universidad, Madrid: Revista de Occi-dente, 1930.31. Alfonso Muñoz Cos-me añade tres aprendiza-jes más para el futuro ar-quitecto: aprender a ver, aprender a construir y aprender a aprender: Ini-ciación a la arquitectura: la carrera y el ejercicio de la profesión (Barcelona: Reverté, 2004 y siguien-tes), capítulo i.

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Índice alfabético

Aarhus: 57figuras: 56

Abercrombie, Patrick: 218Absalón, obispo: 57Acqua Felice, Roma: 22, 84Adam, hermanos: 174Adam, James: 174, 176Adam, Robert: 174, 175Alejandro Magno: 119Alphand, Jean-Charles: 205, 230Altona, casa de campo: 175

figuras: 175Altstadt, Viena: 182, 184, 185

figuras: 184, 185Amager, isla: 63Amalienborg: 162, 168

palacio: 73, 138, 165, 176figuras: 166, 176

plaza: 28, 34, 73, 164figuras: 165, 166

Amaliengade, Copenhague: 73, 173, 254, 260figuras: 161, 162, 176

Ámsterdam: 11, 25, 26, 116, 122, 123, 126, 127, 128, 129, 130, 131, 132figuras: 25, 123, 124, 126, 127

Ana de Austria: 99Andersen, Hans Christian: 14, 186Antigüedad: 76, 77, 80, 82, 85, 113,

180, 181, 220Aosta: 49, 251

figuras: 49Arc de Triomphe, París: 179, 197

figuras: 203Arc du Carrousel, París: 179Aristóteles: 46, 101, 102, 244, 262

figuras: 101, 244, 245Arquímedes: 102Art Nouveau: 31, 225

figuras: 225Ashby, Thomas

notas: 86Asociación Médica danesa,

viviendas: 30, 188, 189, 255

figuras: 30, 189Atenas: 183Augusta Taurinorum (Turín): 49

figuras: 50Augusto, emperador: 28, 85, 178BBabilonia: 39Baedeker, guía: 33Balzac, Honoré de: 197Barcelona: 256Barlow, Comisión: 217Barlow, Montague: 217Barnow, Adriaan Jacob: 116Barroco: 22, 24, 27, 28, 81, 85, 90,

101, 122, 151, 160, 171, 172, 174, 175, 179figuras: 160

Bath: 72, 173figuras: 72

Bedford, cuarto conde: 142figuras: 143

Bedford Square, Londres: 26figuras: 27, 147, 151

Begijnhof, Ámsterdam: 25, 122, 126figuras: 123

Berkley Square, Londresfiguras: 147

Berlín: 16, 173, 174, 181, 195, 214Bernini, Gian Lorenzo: 25, 90, 92,

113, 114, 220, 241, 261figuras: 69, 90, 242

Biedermeier: 172, 180Bindesbøll, Michael Gottlieb: 188Birmingham: 230Blixen, Karen: 7, 9, 10Bodei, Remo: 257Bois de Boulogne, París: 205Bois de Vincennes, París: 205Bolonia: 12Bondeska Palatset, Estocolmo: 136Boulevard de Sébastopol, París:

200Boulevard de Strasbourg, París:

198, 200

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Colección Documentos de Composición Arquitectónica

Departamento de Composición Arquitectónica Escuela Técnica Superior de Arquitectura Universidad Politécnica de Madrid

Director

Jorge Sainz Profesor Titular ‘Introducción a la Arquitectura’

Asesores

Miguel Ángel Aníbarro Profesor Titular ‘Paisaje y Jardín’

Ana Esteban Maluenda Profesora Titular Interina ‘Análisis de la Arquitectura’

Rafael García García Profesor Titular ‘Introducción a la Arquitectura’

José Luis García Grinda Vicerrector de Alumnos · Catedrático ‘Análisis de la Arquitectura’

Francisco de Gracia Profesor Titular ‘Composición Arquitectónica’

David Rivera Gámez Profesor Ayudante Doctor ‘Historia de la Arquitectura y el Urbanismo’

Carmen Román Profesora Titular ‘Historia del Arte y la Arquitectura’

Fernando Vela Cossío Profesor Titular ‘Historia de la Arquitectura y el Urbanismo’

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Colección Documentos de Composición Arquitectónica

Bernard Bevan Historia de la arquitectura española Del Imperio Romano a la Ilustración

ISBN 978-84-291-2301-2376 páginas · 261 ilustraciones

1Bernard Bevan

EditorialReverté

Del Imperio Romano a la Ilustración

Historiade la arquitectura

ESPAÑOLA

Documentos deComposiciónArquitectónica

1

Ediciónrefundida

Departamento de Composición ArquitectónicaEscuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid

Universidad Politécnica de Madrid

Leon Krier La arquitectura de la comunidad La modernidad tradicional y la ecología del urbanismo

ISBN 978-84-291-2302-9488 páginas · 661 ilustraciones

2Leon Krier

EditorialReverté

La modernidad tradicional y la ecología del urbanismo

Documentos deComposiciónArquitectónica

2

La ARQUITECTURAde la COMUNIDAD

Departamento de Composición ArquitectónicaEscuela Técnica Superior de Arquitectura

Universidad Politécnica de Madrid

Steen Eiler Rasmussen Ciudades y edificios Descritos con dibujos y palabras

ISBN 978-84-291-2303-6271 páginas · 278 ilustraciones

3Steen Eiler Rasmussen

EditorialReverté

Documentos deComposiciónArquitectónica

3

Departamento de Composición ArquitectónicaEscuela Técnica Superior de Arquitectura

Universidad Politécnica de Madrid

CIUDADESy EDIFICIOS

Descritos con dibujos y palabras

En preparación:

Henry-Russell Hitchcock La arquitectura moderna Romanticismo e integración

David Watkin El pintoresquismo inglés Arquitectura, paisaje y diseño de jardines

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James Strike

EditorialReverté

EstudiosUniversitarios deArquitectura

1

Reimpresión2012

De laCONSTRUCCIÓN

a los proyectos

La influencia de las nuevas técnicasen el diseño arquitectónico, 1700-2000

1

EditorialReverté

EstudiosUniversitarios deArquitectura

2

Edición 2011actualizaday aumentada

Federico García Erviti

Derecho profesional y valoraciones inmobiliarias

Compendio deARQUITECTURA

L E G A L

2

Alfonso Muñoz Cosme

EditorialReverté

EstudiosUniversitarios deArquitectura

4

Edición 2011adaptada a laDeclaración deBolonia

INICIACIÓNa la arquitectura

La carrera y el ejercicio de la profesión

4

Francesco Fariello

EditorialReverté

De la Antigüedad al siglo XX

La arquitecturade los

JARDINES

EstudiosUniversitarios deArquitectura

3

EdicióncorregidaReimpresión2008

3

Colección Estudios Universitarios de Arquitectura

Jorge Sainz

EditorialReverté

EstudiosUniversitarios deArquitectura

6

Edicióncorregida yaumentadaReimpresión2009

El

DIBUJOde arquitectura

Teoría e historia de un lenguaje gráfico

EditorialReverté

EstudiosUniversitarios deArquitectura

5

Steen Eiler Rasmussen

LaEXPERIENCIAde la arquitectura

Sobre la percepción de nuestro entorno

Edición íntegraReimpresión2007

6

5

Christian Norberg-Schulz

EditorialReverté

EstudiosUniversitarios deArquitectura

7

Reimpresión2009

Sobre la nueva tradición del siglo XX

LosPRINCIPIOSde la arquitectura

MODERNA

José Ramón Alonso PereiraEstudiosUniversitarios deArquitectura

8

Edicióncorregida yaumentadaReimpresión2009

Introducción a la

HISTORIAde la arquitectura

De los orígenes al siglo XXIEditorialReverté

7

8

EstudiosUniversitarios deArquitectura

9

Jan Gehl

La vida social entre los edificios

La humanización del

ESPACIOURBANO

Reimpresión2009

EditorialReverté

9

José Miguel Fernández Güell

EditorialReverté

Nuevos instrumentos y procesos

PLANIFICACIÓNestratégica de

CIUDADES

EstudiosUniversitarios deArquitectura

10

Nueva ediciónrevisada yaumentada

10Andrew Charleson

EditorialReverté

Formas, detalles y simbolismo

LaESTRUCTURA

como arquitectura

EstudiosUniversitarios deArquitectura

11

11

Nuria Martín ChiveletIgnacio Fernández Solla

EditorialReverté

Criterios de diseño y aplicaciones

La envolventeFOTOVOLTAICA

en la arquitectura

EstudiosUniversitarios deArquitectura

12

12

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Inmaculada EstebanFernando Valderrama

EditorialReverté

Planos, presentaciones y trabajo en equipo

Curso de

AUTOCADpara arquitectos

EstudiosUniversitarios deArquitectura

13

Reimpresión2009

Inmaculada Esteban · Fernando ValderramaCurso de AutoCAD para arquitectosPlanos, presentaciones y trabajo en equipo

ISBN: 978-84-291-2113-1338 páginas · 406 ilustraciones

Reimpresión 2009

13

Darío Álvarez

EditorialReverté

Naturaleza artificial en la cultura moderna

E l JARDÍNen la arquitectura del

SIGLO XX

EstudiosUniversitarios deArquitectura

14

Darío ÁlvarezEl jardín en la arquitectura del siglo XXNaturaleza artificial en la cultura moderna

ISBN: 978-84-291-2114-8497 páginas · 657 ilustraciones (44 en color)

Disponible en formato electrónico (e-book)ISBN: 978-84-291-9231-5

14

Alain BoriePierre Micheloni

Pierre Pinon

EditorialReverté

De los objetos arquitectónicos y urbanos

Forma yDEFORMACIÓN

EstudiosUniversitarios deArquitectura

15

A. Borie · P. Micheloni · P. PinonForma y deformaciónDe los objetos arquitectónicos y urbanos

ISBN: 978-84-291-2115-5210 páginas · 301 ilustraciones

15

Alfonso Muñoz Cosme

EditorialReverté

Concepto, proceso y representación

ElPROYECTO

de arquitectura

EstudiosUniversitarios deArquitectura

16

Alfonso Muñoz CosmeEl proyecto de arquitecturaConcepto, proceso y representación

ISBN: 978-84-291-2116-2274 páginas · 117 ilustraciones

16

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Colección Estudios Universitarios de Arquitectura

Sigfried Giedion

Origen y desarrollo de una nueva tradición

ESPACIO,TIEMPOy arquitectura

EstudiosUniversitarios deArquitectura

17

Edicióndefinitiva

EditorialReverté

Sigfried GiedionEspacio, tiempo y arquitecturaOrigen y desarrollo de una nueva tradición

Edición definitivaISBN: 978-84-291-2117-9864 páginas · 538 ilustraciones

17

Manuel Herce

EditorialReverté

Propuestas para recuperar un derecho ciudadano

Sobre laMOVILIDAD

en la ciudad

EstudiosUniversitarios deArquitectura

18

Manuel HerceSobre la movilidad en la ciudadPropuestas para recuperar un derecho ciudadano

ISBN: 978-84-291-2118-6328 páginas · 317 ilustraciones

18

Gillian Darley

EditorialReverté

Facetas de la construcción industrial

La

FÁBRICAcomo arquitectura

EstudiosUniversitarios deArquitectura

19

Gillian DarleyLa fábrica como arquitecturaFacetas de la construcción industrial

ISBN: 978-84-291-2119-3272 páginas · 227 ilustraciones (26 en color)

19

María FullaondoFernando Valderrama

EditorialReverté

Modelado, materiales e iluminación

Curso de

3DS MAXpara arquitectos

EstudiosUniversitarios deArquitectura

20

María Fullaondo · Fernando ValderramaCurso 3ds Max para arquitectosModelado, materiales e iluminación

ISBN: 978-84-291-2120-9402 páginas · 1.162 ilustraciones (246 en color)

20

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Peter Blundell Jones

EditorialReverté

EstudiosUniversitarios deArquitectura

21

MODELOSde la arquitectura

MODERNA

Monografías de edificios ejemplares

Volumen I1920-1940

Peter Blundell JonesModelos de la arquitectura modernaMonografías de edificios ejemplares

Volumen I: 1920-1940ISBN: 978-84-291-2121-6332 páginas · 522 ilustraciones (17 en color)

21

Peter Blundell JonesEamonn Canniffe

EditorialReverté

EstudiosUniversitarios deArquitectura

22

MODELOSde la arquitectura

MODERNA

Monografías de edificios ejemplares

Volumen II1945-1990

Peter Blundell Jones · Eamonn CanniffeModelos de la arquitectura modernaMonografías de edificios ejemplares

Volumen II: 1945-1990ISBN: 978-84-291-2122-3461 páginas · 592 ilustraciones (22 en color)

22

EditorialReverté

EstudiosUniversitarios deArquitectura

23

Colin RoweLeon Satkowski

La arquitectura del

S IGLO XVIen ITALIA

Artistas, mecenas y ciudades

Colin Rowe · Leon SatkowskiLa arquitectura del siglo XVI en ItaliaArtistas, mecenas y ciudades

ISBN: 978-84-291-2123-0361 páginas · 216 ilustraciones

23

Manuel Martín Hernández

EditorialReverté

EstudiosUniversitarios deArquitectura

24

La

CASAen la arquitectura

MODERNA

Respuestas a la cuestión de la vivienda

Manuel Martín HernándezLa casa en la arquitectura modernaRespuestas a la cuestión de la vivienda

ISBN: 978-84-291-2124-7

24

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Fernando Valderrama

Para arquitectos e ingenieros de edificación

Mediciones y

PRESUPUESTOS

ManualesUniversitarios deEdificación

1

Edición 2010actualizaday aumentada

Fernando ValderramaMediciones y presupuestosPara arquitectos e ingenieros de edificación

Edición 2010, actualizada y aumentadaISBN: 978-84-291-3201-4 381 páginas · 308 ilustraciones

Colección Manuales Universitarios de Edificación

1

ManualesUniversitarios deEdificación

2

EditorialReverté

Gavin Tunstall

Del croquis a la ejecución

La gestión delPROCESO

de edificaciónAdaptación deFernandoValderrama

Gavin TunstallLa gestión del proceso de edificaciónDel croquis a la ejecución

ISBN: 978-84-291-3102-4482 páginas · 75 ilustraciones

2

ManualesUniversitarios deEdificación

3

EditorialReverté

Ramón Araujo

Sistemas, tipos y estructuras

Construir enALTURA

La arquitecturacomo técnica(2)

Ramón AraujoConstruir en alturaSistemas, tipos y estructuras

ISBN: 978-84-291-3103-1338 páginas · 653 ilustraciones (28 en color)

3

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Este libro, compuesto con tipos digitalesMinion (de Robert Slimbach, 1989) y

Myriad (de Robert Slimbach y Carol Twombly, 1991),se imprimió en Madrid,

el mes de febrero del año 2014, en los talleres de Artes Gráficas Palermo.

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Los Documentos de Composición Arquitectónicaforman una colección dirigida a estudiantes, profe-sores y, en general, a todos los miembros de la co-munidad universitaria; su intención es hacer una im-portante aportación en los campos del estudio, elaprendizaje y la investigación.

La selección de autores y títulos se centra espe-cialmente en los temas de teoría e historia de la ar-quitectura, y pretende dar cabida tanto a obras quefueron influyentes en el pasado como a las aporta-ciones más recientes.

Se ha cuidado especialmente el formato y la tipo-grafía para facilitar así la lectura continua, pero tam-bién la consulta ocasional. La traducción y revisiónde los textos están a cargo de los mejores especia-listas en cada una de las materias, procedentes en sumayoría del ámbito universitario. Como es tradiciónen los mejores libros de arquitectura, la ilustracióngráfica es abundante, práctica y sobria.

Esta nueva colección de Editorial Reverté se pu-blica con la colaboración del Departamento deComposición Arquitectónica de la Escuela TécnicaSuperior de Arquitectura de Madrid, dentro de laUniversidad Politécnica de Madrid.

EditorialReverté

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Ciudades y edificios

Este libro pretende incitar al lector a que mire la ciudad comouna entidad que expresa determinados ideales. De esta manera,cada uno de los monumentos singulares (los edificios) se con-vierten en parte de un todo. Las ciudades no se estuudian aquí deun modo idéntico o de acuerdo a un método particular. Los ca-pítulos son tan variados como los temas, pues no hay dos ciuda-des en el mundo que sean idénticas.

Para comprender mejor las similitudes y los contrastes, la ma-yor parte de los planos están reproducidos a la misma escala:1 : 20.000. Así se puede comparar el tamaño de las ciudades delas antiguas Grecia y Roma con las poblaciones medievales y conelementos conocidos como la trama de calles de una ciudad mo-derna. Desgraciadamente, no es posible aplicar este principio entodos los casos, pues las grandes metrópolis de hoy en día sontan extensas que ningún libro podría contener las comparacio-nes de éstas con ciudades de tiempos anteriores.

Los edificios no se tratan aquí como monumentos que han deverse solamente desde fuera. La arquitectura crea espacios paraque la gente viva dentro y se desplace por ellos. Aunque la facha-da es, por supuesto, una parte importante del edificio, sólo cons-tituye la expresión externa de algo muy complicado que no pue-de entenderse antes de que hayamos percibido la relación entreel interior y el exterior, entre la existencia humana en torno a lacual se ha construido el edificio y los recursos técnicos disponi-bles en el momento de su construcción.

Esta edición incluye un prólogo analítico del profesor ManuelBlanco y un epílogo del investigador José Antonio Flores Soto so-bre los dibujos del autor. Las dos últimas aportaciones formanparte de las labores de investigación del Departamento de Com-posición Arquitectónica de la Etsam, que ha colaborado en laedición y publicación de este libro.

Ilustración de cubierta:Palmanova, 1591, grabadode Braun & Hogenberg.

Steen Eiler Rasmussen(1898-1990) hizo doscursos de arquitecturaen la Real Academia deBellas Artes deDinamarca, pero dejólos estudios. Con todo,tras ganar los tresprimeros concursos a losque se presentó, fuenombrado miembro delConsejo de la propiaAcademia, donde luegoocupó las cátedras deUrbanismo (1924-1938)y de Arquitectura (1938-1968). Trabajó para elAyuntamiento deCopenhague (1932-1938)y en 1948 redactó elllamado ‘Plan de losdedos’. Entre sus obrasdestacan elAyuntamiento deRingsted y las viviendasde Tingbjerg. Sus otrosdos libros más famososson Londres, ciudadúnica (1937) y Laexperiencia de laarquitectura (1957),publicado en estamisma colección.

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