disposicion a aprender

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DISPOSICION A APRENDER En un pequeño país situado entre los nevados de la cordillera más alta del mundo, vivía un anciano sabio. Tanta era su sabiduría que su fama corrió por todo el mundo llegando a oídos de un profesional de las Ciencias Económicas y Administrativas, que un día decidió ir a visitarlo. Después de un largo viaje, el profesional llegó una mañana calurosa y lo encontró conversando con sus discípulos. El profesional explico largamente el motivo de su visita, a lo cual el anciano sabio simplemente respondió invitándolo a tomar el té. El profesional se sorprendió cuando una vez llena la taza, el sabio continuo echándole té. Al principio pensó que como era tan anciano no veía bien y entonces le dijo: “Maestro usted está regando el té, mi taza ya está llena”. Pero el sabio no le puso atención y continúo sirviéndole. La sorpresa del profesional se transformó en cólera porque ya le había mojado toda la ropa. “Pare, pare, Maestro”, pero el sabio continuó. Por fin el profesional dejó la taza sobre la mesa y le preguntó entre furioso y desconcertado: “Por qué ha hecho usted eso?” El anciano por fin habló diciéndole: A qué has venido a mi desde tan lejos si tu cabeza al igual que la taza de té se encuentra llena de sabiduría y todo lo que pudiera decirte se derramaría desperdiciándose? Regresa cuando en verdad te encuentres abierto a aprender. Por ahora vuelve a tu país. Sólo hay una condición para aprender: no saber. Sólo hay una condición para crecer: estar pequeño. Aquellos que permanentemente están en éstas condiciones serán los que permanentemente aprenderán y crecerán. Lo primero que se necesita para despertar es saber que se está dormido, que se está soñando, pues lo más peligroso del que duerme es creer que está despierto y confundir los sueños con la

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Reflexión sobre el compromiso que se debe adquirir

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Page 1: Disposicion a aprender

DISPOSICION A APRENDER

En un pequeño país situado entre los nevados de la cordillera más alta del mundo, vivía un anciano sabio. Tanta era su sabiduría que su fama corrió por todo el mundo llegando a oídos de un profesional de las Ciencias Económicas y Administrativas, que un día decidió ir a visitarlo.

Después de un largo viaje, el profesional llegó una mañana calurosa y lo encontró conversando con sus discípulos. El profesional explico largamente el motivo de su visita, a lo cual el anciano sabio simplemente respondió invitándolo a tomar el té. El profesional se sorprendió cuando una vez llena la taza, el sabio continuo echándole té. Al principio pensó que como era tan anciano no veía bien y entonces le dijo: “Maestro usted está regando el té, mi taza ya está llena”.

Pero el sabio no le puso atención y continúo sirviéndole. La sorpresa del profesional se transformó en cólera porque ya le había mojado toda la ropa. “Pare, pare, Maestro”, pero el sabio continuó. Por fin el profesional dejó la taza sobre la mesa y le preguntó entre furioso y desconcertado: “Por qué ha hecho usted eso?”

El anciano por fin habló diciéndole:

A qué has venido a mi desde tan lejos si tu cabeza al igual que la taza de té se encuentra llena de sabiduría y todo lo que pudiera decirte se derramaría desperdiciándose? Regresa cuando en verdad te encuentres abierto a aprender. Por ahora vuelve a tu país.

Sólo hay una condición para aprender: no saber. Sólo hay una condición para crecer: estar pequeño. Aquellos que permanentemente están en éstas condiciones serán los que permanentemente aprenderán y crecerán.

Lo primero que se necesita para despertar es saber que se está dormido, que se está soñando, pues lo más peligroso del que duerme es creer que está despierto y confundir los sueños con la realidad. Para despertar hay que estar dispuesto a escucharlo todo, e ir a la realidad que el otro nos muestra sin calificativos de “buenos” o “malos”, sin prejuicios. Esto no quiere decir credulidad, pues hay que cuestionarlo todo.

Lo que más preocupa a las personas programadas es tener razón. Son las resistencias que pone nuestra programación, los obstáculos que nuestra propia mente crea, la que nos impide crecer.