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DIRECTORIO FRANCISCANO

ENCICLOPEDIA FRANCISCANA

MARA DE JESS DE GREDA, O. I. C. 1602 - 1665Sor Mara de Jess naci en greda (Soria) en 1602, y muri all mismo en 1665. Clebre religiosa, confidente y consejera de Felipe IV, fundadora y escritora. Se llamaba en el mundo Mara Coronel y Arana y en religin Mara de Jess, pero fue conocida por el nombre de su ciudad natal. Perteneci a una familia hidalga y de extremada religiosidad, hasta tal punto que, cuando Mara tena diecisis aos, padres e hijos abandonan el mundo y abrazan la vida religiosa; su propia casa qued convertida en convento y en ella contina con su madre y su hermana. Fue adquiriendo fama de santidad y de ser favorecida con revelaciones sobrenaturales y, antes de cumplir los veinticinco aos, era elegida abadesa, dispensndole el Papa la falta de edad. Con recursos de la caridad fund en las afueras de la villa el monasterio de la Inmaculada Concepcin, al que se traslada la comunidad en 1633. La fama de sus virtudes y sabidura movieron a Felipe IV a visitarla cuando en 1643 pasaba hacia Aragn con motivo de la guerra de Catalua. La situacin de Espaa era crtica y el rey debi encontrar consuelo en la conversacin de la abadesa, solicitando una amistad epistolar que con gran sigilo y puntualidad haba de durar hasta la muerte de la monja. En esta correspondencia, de la que hizo copia por mandato de su confesor, no slo levanta el espritu apocado del rey y le da consuelos de perfeccin espiritual, sino que trata de los asuntos ms arduos de la . gobernacin del reino. Trabaja en pro y en contra de validos, aconseja campaas y provoca medidas pblicas. Abarca resueltamente la cuestin del gobierno del Conde-Duque de Olivares, al que censura con energa como perturbador de la paz del Estado, y recuerda al rey la obligacin que tena de hacerlo todo por s mismo sin privados ni favoritos. Cuando durante la guerra de Catalua estuvo el monarca a punto de indisponerse con Aragn, por la jurisdiccin del Tribunal de la Fe, le aconseja con buen criterio que aplazase a toda costa el negocio de la Inquisicin por ser de mucho peso y preciso resolverle con tiento y tomando medios y arbitrios para ajustarse a todos. En poltica exterior es partidaria de la paz. Durante las negociaciones en Mnster y Osnabruck, que haban de culminar en la paz de Westfalia, trat de inclinar a Felipe IV a terminar la guerra con Francia, para ocuparse con todas sus fuerzas en el problema de Portugal, y hasta escribi al Papa Alejandro VII solicitando su mediacin en favor de la concordia entre los prncipes cristianos. A pesar de que el rey, segn sus propias palabras, sigue siempre que puede los consejos de Sor Mara, no conviene suponer demasiado grande el alcance efectivo de su influencia, ya que sus consejos, cuando no brotan del buen sentido popular, son lugares comunes polticos, teolgicos y morales que el rey hubiera podido recibir de otra persona cualquiera capaz de captar el ambiente. En el orden mstico sus ideas fueron elevadas y dentro de la ms firme ortodoxia, pero se vio envuelta por la Inquisicin en un proceso, del que sali absuelta con las ms favorables censuras, en 1650, y la Sorbona de Pars lleg a condenar varias proposiciones de sus libros. El ms notable de sus escritos religiosos es La Mstica Ciudad de Dios, una historia de la Virgen en la que estn resumidas las ms importantes de sus tesis teolgicas, el dogma de la Inmaculada y la infalibilidad pontificia. Acerca de esta obra se entabl

.

apasionada controversia que dur ms de un siglo. Desde el punto de vista histrico, es de sumo inters su correspondencia con el rey, publicada por Francisco Silvela, precedida de un bosquejo histrico, en el que va encajando la actuacin de Sor Mara (Cartas de la Venerable Madre Sor Mara de greda y del rey don Felipe IV, Madrid, 1885). En ellas no slo se alcanzan pormenores de la mayor importancia sobre personajes y sucesos de aquel tiempo, sino que se descubre tambin en sus ms ntimos repliegues el carcter moral del monarca, completndose con nuevas perspectivas el cuadro de la corte y de la sociedad espaola en el siglo XVII (Snchez Toca, Felipe IV y Sor Mara de greda, Madrid, 1887, pg. 201). [Justa de la Villa, en AA. VV., Diccionario de Historia de Espaa. Madrid, Revista de Occidente, 1952, Tomo I, pp. 54-55]. ***** VENERABLE MARA DE JESS DE GREDA Abadesa, franciscana concepcionista por Jos A. Martnez Puche, op Naci en greda (Soria, Espaa), el 2 de abril de 1602, y muri as mismo en greda el 24 de mayo de 1665. Mara Coronel y Arana -ste era su nombre original- naci en la histrica ciudad soriana de greda, en el seno de una familia de rancio abolengo poltico y no menos cristiano. Sus padres, Francisco y Catalina, eran profundamente cristianos, de honda religiosidad franciscana. Tuvieron dos hijos y dos hijas. Y los seis miembros de la familia abandonaron el mundo y sus comodidades y abrazaron la vida religiosa en la familia franciscana. Francisco, el padre, con sus dos hijos, Francisco y Jos, profesaron en el convento de San Antonio de Nalda (La Rioja), en la provincia franciscana de Burgos. La madre, Catalina, con sus dos hijas -Mara tena slo diecisis aosabrazaron la vida monstica en el monasterio que construyeron en su propia casa-palacio, bajo la regla de la Orden de Concepcionistas Franciscanas, en 1620. Este gesto de las mujeres de la familia Coronel y Arana evoca el origen de la misma orden: Santa Beatriz de Silva, cuando abandon el monasterio de Santo Domingo de Toledo, donde haca vida retirada con las dominicas, en 1484, y fund el primer monasterio concepcionista en los palacios de Galiana, que le haba cedido la reina Isabel la Catlica. A los seis aos de iniciar la vida monstica, Mara Coronel y Arana -sor Mara de Jess de greda- fue elegida abadesa. Excepto el trienio 1652-1655, desde 1627 hasta su muerte, Mara de Jess fue la abadesa del monasterio, lo que indica que el Seor le concedi dotes de gobierno. Simultaneaba la direccin de la comunidad con la redaccin de libros, que tanta importancia, y tantos problemas, daran a la abadesa de greda. La fama de la docta abadesa sor Mara de Jess lleg al rey de Espaa, Felipe IV (1606-1665), un monarca mecenas de grandes artistas, pero de escasa voluntad y dbil temperamento, que dej las mximas responsabilidades del gobierno en manos del ambicioso Gaspar de Guzmn, conde-duque de Olivares. En uno de sus momentos de incertidumbre y abatimiento no slo poltico, sino tambin religioso, el rey acudi al monasterio de greda, el 10 de julio de 1627, a solicitar los consejos de sor Mara de Jess. Y, a partir de entonces, hubo una interesante correspondencia epistolar, que en 1885-1886 se publicara en Madrid, con el ttulo de Cartas de la Venerable Madre Sor Mara de Jess de greda y del Seor Rey Don Felipe IV (2 volmenes). El temario de las cartas abarca todo el espectro poltico al que haba de hacer frente el rey, ya con la ayuda

de quien lo tuvo dominado hasta caer en desgracia en 1643 (Gaspar de Guzmn), ya con la del sucesor del conde-duque, Luis de Haro. Al pobre monarca, que haba iniciado su reinado a los diecisis aos, no le faltaron problemas de toda ndole: desde su propia debilidad moral hasta su falta de dotes de gobierno, que con el aislado triunfo en la rendicin de Breda que inmortalizara Velzquez en su famoso cuadro de las lanzas- fueron sumndole desastre tras desastre y prdidas progresivas de territorios, en la pennsula y en Europa. Los consejos de sor Mara de Jess, que desde su celda segua los avatares de su poca, no fueron suficientes para orientar ni la vida ni los matrimonios del rey, que cay en una gran impopularidad, ni sus funciones de gobierno, que terminaron en el ms lamentable fracaso histrico. No tuvo mayor fortuna sor Mara de Jess con sus obras, algunas de ellas inditas (Meditaciones sobre la pasin de Nuestro Seor y ejercicios quotidianos y doctrina para hacer las obras con mayor perfeccin, Las Sabatinas, Plticas del cumplimiento de la voluntad de Dios...), y la ms famosa, pstuma y condenada: Mstica Ciudad de Dios, milagro de su omnipotencia y abismo de la gracia. Historia divina y vida de la Virgen Madre de Dios, editada en Madrid en 1670, en cuatro volmenes. Esta obra, traducida a los principales idiomas modernos, e incluso al griego, al rabe, al croata y otros, hizo que la abadesa de greda fuera pronto conocida fuera de Espaa. Pero el carcter sobrenatural que daba a su escrito hizo que los guardianes de la ortodoxia se pusieran en guardia y analizaran con lupa sus afirmaciones. Primero, la Inquisicin Espaola (1672), luego la condenacin por parte del Santo Oficio (1681) y hasta de la Universidad de Pars (1696), para terminar incluida en el ndice de libros prohibidos en 1713. Pero afortunadamente de todo este calvario la libr el Seor. Sor Mara de Jess mora santamente en su monasterio de greda el 24 de mayo de 1665. La gran obra mariana de sor Mara de Jess, as como las de ndole asctica y mstica, reflejan la personalidad espiritual de una monja que tom muy en serio su vida de consagracin a Dios, su deber de orientar la espiritualidad de la comunidad que el Seor le confi, y su discernimiento de las cosas del mundo desde la perspectiva del Evangelio. Para los que la conocieron y para las gentes de su tiempo, Mara de Jess era una santa, un ejemplo de vida cristiana llevada a sus ltimas consecuencias. Por eso, el 28 de enero de 1673, el papa Clemente X introduca la causa de canonizacin. Pas un siglo, en el que la obra de sor Mara de Jess fue objeto de las mximas condenas, lo cual no fue obstculo para que en 1774 Benedicto XIV aprobara el proceso cannico de las virtudes en general de la Sierva de Dios, y el 31 de marzo de 1756 las virtudes en especial, que declaraban Venerable a sor Mara de Jess de greda. Pero el proceso no sigui su curso. Ah queda el testimonio de una vida ejemplar y los buenos consejos y consideraciones de una escritora espiritual, para quien la Virgen Inmaculada era el centro de su vida, consagrada plenamente a su esposo, Jesucristo. [En Nuevo Ao Cristiano. 5. Mayo. Madrid, Edibesa, 2001, pp. 456-459]. ***** SOR MARA DE JESS DE GREDA por Isaac Vzquez, ofm Naci en greda (Soria) el 2 de abril de 1602, y muri tambin en greda el 24 de mayo de 1665. Monja concepcionista, escritora, venerable. En el siglo Mara Coronel y Arana, naci en el seno de una hidalga y religiossima familia; su padre, Francisco, y sus dos hermanos, Francisco y Jos, entraron en el convento franciscano de San Antonio de Nalda (La Rioja), de la provincia franciscana de Burgos; ella, en edad de diecisis aos, junto con su madre Catalina y la nica hermana que le quedaba, profesaron la regla de las franciscanas concepcionistas en el monasterio construido en su misma casa. Elegida abadesa (1627), desempe el cargo, con intervalo de un trienio (1652-55), hasta su muerte. Ms que a sus dotes de gobierno y a sus elevadas virtudes debe su fama a su obra pstuma Mstica Ciudad Dios

(MCD) y a sus relaciones con Felipe IV, relaciones que se inician con la visita que el monarca hizo personalmente a greda (10-VII-1643) y duran hasta la muerte. Desde la celda de su monasterio y a travs de un interesantsimo epistolario, la religiosa orienta y aconseja al apocado monarca sobre los asuntos ms variados del reino: guerras de Catalua, conducta y poltica de los validos, sobre todo del Conde-Duque, paz con Francia, emancipacin de Portugal, etc. A los ocho aos de su muerte, en 28-I-1673, bajo Clemente X fue introducido en Roma el proceso de su beatificacin; Benedicto XIV aprob el proceso de sus virtudes in genere (20-V-1744) y tambin in specie (31-III-1756). El proceso, sin embargo, qued paralizado a causa de las dificultades surgidas en torno a sus escritos, no obstante las reiteradas y potentes instancias que se han cursado a Roma en diversas ocasiones hasta nuestros das. OBRAS: Mstica Ciudad de Dios, milagro de su omnipotencia y abismo de la gracia. Historia divina y vida de la Virgen Madre de Dios, 4 vols., Madrid 1670. Ediciones y traducciones incluso en griego, rabe, croata, flamenco, polaco. La ndole sobrenatural que la autora atribua a su doctrina y los temas candentes como el de la Inmaculada Concepcin- que trataba, suscitaron inmensas dificultades a dicha obra, la cual cay en la Inquisicin espaola (1672), fue condenada por el Santo Oficio de Roma (1681), por la Sorbona (1696), e incluida en el Indice (1713). Los reyes de Espaa obtuvieron varias veces la suspensin de los decretos romanos. Otras obras: Escala para subir a la perfeccin; Plticas del cumplimiento de la voluntad de Dios; Las Sabatinas; Cartas a Felipe IV; Meditaciones sobre la pasin Nuestro Seor y ejercicios quotidianos y doctrina para hacer las obras con mayor perfeccin; las cinco ltimas, y otras varias, inditas. Autobiografa, lt. ed. por S. Ozcoidi y Udave, vol. 5 de MCD, Barcelona 1914, 18-101. Cartas de la ven. Madre Sor... y del Seor Rey Don Felipe IV, 2 vols., Madrid 1885-86. Tirasonen. Beatificationis et canonizationis Ven. ancillae Dei Sororis Maria a Iesu de Agreda, Roma 1730. [Cf. Diccionario de Historia Eclesistica de Espaa, Q. Aldea (dir), I, Madrid 1972, 14]. ***** MARA DE JESS DE GREDA por Baldomero Jimnez Duque VIDA. Mara Coronel y Arana (en religin, Mara de Jess) nace en greda (Soria) el 2 de abril de 1602. Vive siempre en su pueblo natal. Y all, en el monasterio de concepcionistas franciscanas fundado por su familia, es religiosa y abadesa, y en l muere asistida por Alonso de Salizanes, general de los franciscanos, el 24 de mayo de 1665, da de Pentecosts, hora de tercia; sus ltimas palabras: Ven, ven.... Su marco externo de accin no pudo ser ms cerrado. Su formacin y su clima espiritual le fue proporcionado por los franciscanos que all tenan el convento de San Julin. Ellos la atendieron siempre en vida y la defendieron calurosamente despus de muerta. Mara de Jess de greda, es, indiscutiblemente, la figura espiritual ms interesante de la Espaa del siglo XVII. Es el gran exponente de la espiritualidad del barroco, entonces en todo su furor. Sus valores humanos fueron extraordinarios. De ascendencia juda por va paterna, fue de voluntad generosa, inteligente, imaginacin creadora, gran capacidad de asimilacin y facilidad para escribir. Su virtud ha sido reconocida por todos: oracin intensa, penitencias, pobreza, caridad y celo apasionado por los dems, etc. Los fenmenos externos (por ejemplo, xtasis) la hicieron pronto clebre. Sobre todo sus apariciones en Nuevo Mxico y Texas, en donde evangelizaba y enviaba a los indios a pedir el bautismo a los misioneros franciscanos (La dama azul de los llanos). La Inquisicin tom cartas en el asunto (1635), e hizo un proceso formal sobre el mismo (1649-50) con resultado favorable para la monja. La explicacin no deja de ser complicada, pero los datos son serios e impresionantes.

Desde 1643 hasta la muerte de ambos en 1665, sor Mara de Jess y Felipe IV intercambiaron una larga correspondencia (se conservan ms de 300 cartas de cada uno). El rey, hombre sin voluntad, recurri a la monja buscando un apoyo sobrenatural para tratar de resolver problemas humanamente mal llevados. Aqu es donde la lucidez de sor Mara de Jess aparece magnfica. Insiste, claro est, en los consejos de orden espiritual (fe, oracin, costumbres cristianas, etc.), pero tanto y ms en los de orden temporal, en la debida utilizacin de las causas segundas (prudencia poltica, respeto de los fueros regionales, rapidez en los negocios, prescindir de los validos, atender a los pobres, a la economa, a la paz entre los cristianos, etc.). Parece que algo influyeron estos consejos en el nimo indolente del Rey. En todo caso, la intervencin de Mara de greda, tan delicada y comprometida, es demostrativa de su alta capacidad. ESCRITOS. Mara de Jess fue fecunda escritora. Ya hemos hablado de su correspondencia con Felipe IV, pero adems mantuvo mucha con toda clase de gentes a lo largo de su vida que en parte todava se conserva. Tambin se conservan varios ejercicios piadosos (compuestos para uso de ella misma y de las monjas de su monasterio) y obras doctrinales: Escala para subir a la perfeccin, Leyes de la Esposa, Autobiografa (incompleta), Opsculos y, sobre todo, la Mstica Ciudad de Dios, que ha sido muy discutida. La escribi, al parecer, despus de 1637, pero la destruy en 1649, quiz por temor a la Inquisicin. Despus la rehzo de nuevo, terminndola en 1660. El tema es la historia divina y vida de la Virgen Madre de Dios... dictada y manifestada... por la misma seora a su esclava sor Mara de Jess. (La primera redaccin deca revelada a ...). Por qu tal discusin? Las acusaciones pueden reducirse a las siguientes: marianismo a ultranza; utilizacin e invencin de datos legendarios; pretensiones de dictado o revelado celestial. En seguida volveremos sobre ellas. La historia de los hechos, en resumen, es la siguiente: La obra apareca por primera vez en Madrid en 1670, editada y presentada por J. Jimnez Samaniego, franciscano. Las ediciones y traducciones han sido numerosas; la ltima en cinco volmenes, 1911-14 [con posterioridad, la preparada por C. Solaguren y publicada en Madrid el ao 1970; de ella tomamos el artculo siguiente], es la primera hecha sin retoques y segn los originales del archivo de greda. En 1674 la obra es delatada a la Inquisicin espaola, que da su aprobacin en 1686. Entre tanto tambin se la denuncia en Roma, que la prohbe y pone en el Indice en 1681. Pero esta decisin queda en suspenso el mismo ao por intervencin de Carlos II ante Inocencio XI. Alejandro VII en 1690, e Inocencio XII en 1692 y 1696 contestan favorablemente ante nuevos rumores contrarios, pero en 1696 la Sorbona condena solemnemente la obra. La controversia se exacerba hasta el mximo. Las universidades espaolas contestan aprobando la obra. La gran influencia, en contra, y, ms tarde, la del agustino E. Amort y otros, dan resultados. La causa de beatificacin de la venerable, iniciada inmediatamente despus de su muerte, queda estancada. Antes, en 1771, se haba dado un decreto declarando que la obra era de la Madre greda -se haban suscitado tambin dudas sobre su autenticidad-, y el 27 de abril de 1773 la lectura de un documento de Benedicto XIV para, definitivamente, la causa. Los esfuerzos realizados despus han sido, hasta ahora, vanos. Hoy nos parecen las cosas ms sencillas. El marianismo de sor Mara de Jess es, ciertamente, excesivo. Pero algunas de sus tesis, la principal (estamos en el s. XVII espaol), la de la Inmaculada Concepcin de Mara, es hoy dogma de fe. En cuanto a los datos externos, minuciosos, muchas veces pintorescos, con que cuenta la vida de Mara, as como sus aseveraciones de dictado celestial, no hay que tomarlos con demasiada pasin. El mstico puede recibir toques realmente divinos que l, luego, traduce a su psicologa segn su propio archivo conceptual e imaginativo, mxime cuando ste es muy rico y fcil a la exaltacin y al entusiasmo. Por eso aparecen reminiscencias de plticas, de lecturas, etc., sin que sea todo, ni mucho menos, precisamente divino. Ella misma matiza, con gran penetracin, el cmo de esas manifestaciones ms o menos divinas (cfr. l. I, c. 2, ed. cit. I, 31-40). Segn eso no hay que extraarse por encontrar all influencias escotistas (hasta qu punto la ayudaron los franciscanos F. de la Torre, A. de Fuenmayor, P. Manero, y otros?), ni de leyendas apcrifas, ms o menos inconscientemente amplificadas por su misma imaginacin. Lo interesante y aprovechable es la doctrina mstica (y asctica) segura y ortodoxa, que a propsito de la Virgen y como dicho por ella, nos ofrece la autora sobre la vida espiritual. Y todo ello con un estilo imaginativo y a la vez ordenado, con bastante tecnicismo escolar, un tanto difuso y amanerado, muy distinto de la gracia y abandono de Sta. Teresa de Jess. Su influencia ha sido grande hasta el s. XIX y todava, recientemente, en la vida y escritos de ngeles Sorazu. Hoy es inexistente, pues el estilo de su espiritualidad choca con el de la espiritualidad actual. La obra crtica moderna sobre Mara de Jess de

greda y sus escritos todava est por hacer. OBRAS. Mstica Ciudad de Dios, 5 vol., Barcelona 1911-14; [Mstica Ciudad de Dios, Texto conforme al autgrafo original. Introduccin, notas y edicin por Celestino Solaguren, Madrid 1970, reimpresin 1982; cf., ms abajo, el artculo siguiente]; Escala, Barcelona 1915; Leyes de la Esposa, 2 vol., Barcelona 19161920; Ejercicios de virtudes..., s. a.; Ejercicios espirituales de retiro, Pamplona 1769; Ejercicio cotidiano..., Barcelona 1879. La autobiografa incompleta se public prcticamente como t. V de la ed. barcelonesa de la Mstica Ciudad de Dios, antes citada, 1914. Las Cartas de Sor Mara de greda y Felipe IV, publicadas primero por F. Silvela, 2 vol., Madrid 1885, han sido reeditadas y ampliadas por otras cartas y documentos por C. Seco Serrano, 2 vol., Madrid 1958. ESTUDIOS. J. J. Samaniego, Vida, en la 1 ed. de la Mstica Ciudad de Dios; F. Silvela, Bosquejo histrico, al frente de su ed. de las Cartas; J. Snchez Toca, Felipe IV y Sor Mara de greda, Madrid 1887; C. Seco Serrano, Introduccin, en su ed. de las Cartas; etc. etc. [En Gran Enciclopedia Rialp. Tomo I. Madrid 1971, pgs. 360-361]. ***** SOR MARA DE JESS DE GREDA (1602-1665) por Celestino Solaguren, ofm greda es una vieja villa castellana, perteneciente a la provincia de Soria, que confina con Aragn y se halla asimismo muy cerca del lmite de Navarra. Se encuentra, por tanto, enclavada en el confn de tres reinos histricos de Espaa, en las estribaciones del Moncayo. Hasta los ltimos reajustes de dicesis perteneci a la de Tarazona. Actualmente cuenta con unos 5.000 habitantes. En la Edad Media convivieron dentro de la villa clientes de las tres religiones monotestas. An se sealan en greda los que fueron barrio moro y judo, as como el edificio que sirvi de sinagoga. La Venerable Sor Mara de Jess, llamada muy comnmente la Madre greda, ha hecho clebre en el mundo el nombre de greda. Aqu, en efecto, naci, vivi y muri, sin que jams hubiera salido de los trminos de la villa. INFANCIA Y JUVENTUD Los padres de Sor Mara fueron Francisco Coronel y Catalina de Arana. Esta, nacida tambin en greda, era oriunda de Vizcaya, como nos lo recuerda la misma Venerable.[1] Efectivamente, en el convento de greda se conserva todava el documento de hidalgua de los Arana, de 1540. El matrimonio Francisco-Catalina tuvo once hijos, pero siete murieron en edad temprana. Slo sobrevivieron dos hijos y dos hijas. He aqu los nombres de los cuatro: Francisco, Jos, Mara y Jernima. Sobre sus padres, modo de ser de ellos, costumbres, etc., la misma Venerable nos ha dejado una semblanza. De la madre dice que era ms oficiosa y viva de natural que el padre (RA 41). Ambos, extremadamente religiosos (RA 37ss). La familia Coronel-Arana se relacionaba mucho con los franciscanos de San Julin; as se llamaba el antiguo convento franciscano que estaba situado en las afueras de la villa. La madre tena all su confesor y acuda a diario a or misa a la iglesia del convento. Casi no pasaba da sin que frailes franciscanos visitasen a la familia (RA 46-47).

La Venerable confiesa que ella, en su primera infancia, pareca un tanto apocada e intil, y con el fin de que espabilara, su madre le trataba con dureza. Con verdad puedo decir que en mi vida les vi [a los padres] el rostro sereno hasta despus de religiosa (RA 98). La explicacin que Sor Mara nos da de este comportamiento suyo en su primera infancia es muy otra de la que sus buenos padres podan alcanzar. Nos dice, en efecto, que en edad que ella no puede precisar, pero que debi de coincidir con el despuntar del uso de razn, sin que precediera informacin exterior ni enseanza de criaturas, porque an no tena edad para ello, recibi una noticia de Dios, del mundo, del estado pecador del hombre, etctera, cuyos efectos le haban de durar toda la vida (RA 82ss). Como efecto de aquella noticia concibi un temor que jams le abandon: temor de ofender a Dios y perder la gracia. Al cesar la enseanza pasiva qued como suspensa. Se vea rodeada de peligros, repleta de miserias, no osaba hablar con las criaturas, a todas reputaba superiores. El conocimiento propio le aterraba, iba a los lugares ocultos. Por todo ello los padres la juzgaban insensata e intil, y le daban el trato spero que hemos dicho. Qu hemos de hacer de esta criatura que no ha de ser para el mundo ni para la religin? (RA 99). A todo ello se agregaron diversas enfermedades, que a los trece aos de edad la pusieron a las puertas de la muerte: Se hizo la cera para mi entierro, dice ella (RA 99). Pero todos los padecimientos los sobrellevaba con gran entereza por el conocimiento que tena de ser hija de una raza pecadora, obligada a satisfacer a Dios por sus pecados. Maravillbanse los mdicos de que pudiese llevar tan crueles males con tan dbiles fuerzas y sin quejarme (RA 100). Aunque al principio la despreciaban y rean por su desaseo y poco alio,[2] pero pronto empezaron a respetarla, pues aprendi a leer con presteza, era obediente, etc. Cuando cumpli los doce aos de edad empez a tratar de ingresar religiosa. La primera idea fue que tomase el hbito en las carmelitas descalzas de Tarazona, y sus padres andaban ya dando los pasos para ello cuando sobrevino una circunstancia totalmente imprevista, que haba de cambiar el rumbo de su vida. La madre de la Venerable, Catalina de Arana, tuvo revelacin, confirmada por su confesor, Fr. Juan de Torrecilla, segn la cual deban transformar la casa en convento e ingresar en l como religiosas la propia madre con sus dos hijas, mientras el padre y los dos hijos entraban de religiosos en la Orden de San Francisco. En realidad los dos hijos varones eran ya religiosos en dicha Orden. Ante esto, Mara dio su conformidad al nuevo plan y desisti de ir a Tarazona. Pero la idea era tan disonante, que choc con la resistencia del padre de familia, y ms todava con la de un hermano de ste, Medel. La oposicin del vecindario en un principio fue tambin general. Decan que era agravio del santo matrimonio (RA 52). As transcurrieron tres aos. No obstante, poco a poco se vencieron las oposiciones y dificultades; el padre cambi de parecer, y en 1618, hechas algunas reformas previas, la casa de Francisco Coronel se transform en convento de monjas. Francisco, a quien sigui despus su hermano Medel, ingres franciscano en calidad de hermano lego en el convento de Nalda (Soria). El tiempo que transcurri hasta que el proyecto de la nueva fundacin se plasm en realidad, Sor Mara lo considera como su poca de disipacin. Los acaloramientos en torno al proyecto, las obras, etc., la distrajeron y disiparon un tanto en su vida espiritual y hasta cedi a la tentacin de vanidad.[3] El nuevo convento haba de ser de la Orden de la Inmaculada Concepcin. Sin duda, el fervor inmaculista, que en Espaa conoca entonces uno de sus mejores momentos, fue la causa de esta preferencia. Pero entre las Concepcionistas haba dos ramas: una de calzadas y otra de descalzas. Madre e hijas se decidieron por el instituto de descalzas. Mas como en el rea de la Provincia franciscana de Burgos, a la que perteneca la fundacin de greda, no haba Concepcionistas descalzas, sino slo calzadas, se cometi la anomala de traer de Burgos tres monjas Concepcionistas de las calzadas en calidad de fundadoras de un convento que haba de ser de la rama descalza. Por esta razn dir Sor Mara que la fundacin no tuvo buen principio, pues las fundadoras venidas de Burgos tenan que ensear un modo de vida que ellas no haban profesado ni practicado.[4]

Diecisis aos tena Sor Mara cuando tom el hbito, juntamente con su madre y hermana. Pronto hubo nuevas vocaciones. En esta primera poca la abadesa era de las venidas de Burgos en calidad de fundadoras. Una vez vestido el hbito, Sor Mara reacciona contra la disipacin anterior y se entrega toda a la vida espiritual. Hecha la profesin en 1620, comienza en su vida un perodo de enfermedades, tentaciones y extraordinarios trabajos, que ser seguido por otro de fenmenos espirituales resonantes. LAS EXTERIORIDADES Cuando Sor Mara tena dieciocho aos, o sea el ao siguiente de su profesin, comienzan a tener lugar en su vida ciertos fenmenos msticos resonantes, a los que se dio indiscreta publicidad, sin ella quererlo ni saberlo. Uno de los confesores que tuvo por este tiempo fue el antedicho Fr. Juan de Torrecilla. De l dice la Venerable que era ms bueno que cauteloso (RA 120). Sor Mara padeca con frecuencia xtasis, arrobos y raptos, fenmenos de levitacin, ingravidez, etc., y acuda mucha gente a verla en este estado. Las monjas por entonces gobernaban la comunidad las venidas de Burgos-, lejos de impedirlo, fomentaban la exhibicin. Y lleg mi desgracia -escribe Sor Mara- a que despus de comulgar me alzaran el velo y me vieran algunos seglares. Y como esto de arrobos hace en el mundo imprudente tanto ruido, extendise y pas adelante la publicidad, y las superioras que tena eran amigusimas de esto de exterioridades, y furonse empeando con unos y otros seglares, y por haberles concedido a unos, no se les negaban a otros. Diome aviso de esto un enfermo, que estaba loco, que vino al convento a verme, y que para m harto cuerdo fue, y fue mi amargura y dolor tal, que hice voto de no ir a recibir a Nuestro Seor sin encerrarme en la comulgatoria. Ped un candado fuera de casa, psele y me encerraba; y lo poda hacer porque comulgaba sola por las muchas enfermedades que tena yo. Otras veces, que me quitaban la llave, beba el jarabe o medicina para que no me obligasen a recibir a Nuestro Seor; juzgando por mejor carecer de este consuelo, que no que se hiciese una imprudencia tan grande, como mostrarme a todos los que concurran, que slo de or el ruido de los que eran me desmayaba; reprendanme speramente y me decan era desobediente, y por obedecer me renda.[5] Ella misma, muchos aos ms tarde, cuando contaba con ms experiencia y conocimiento de los caminos del Seor, se referir con ciertas reservas a los sucesos de aquellos aos. Ante las quejas de la interesada, intervino el Provincial Fr. Juan de Villalacre para poner fin a aquellas exhibiciones. Por orden de dicho Provincial ella misma pidi a Dios le quitara todas las exterioridades, y Dios se lo concedi. Ocurri esto en 1623. El modo que tuve de quitar esta publicidad -dice la Venerable- fue que, armada de fe y de esperanza, fui al Seor y, postrada ante su Ser inmutable, le dije no me haba de levantar hasta que me concediese quitarme todas las exterioridades en pblico, y que los beneficios que me haba de hacer fuesen a solas; y al prelado, que era el Padre Fr. Juan de Villalacre, Provincial, le supliqu pusiese censuras a las religiosas para que, estando recogida, no me manifestasen a los seglares. El prelado lo hizo lindamente, y el Altsimo desde aquella hora me mud el camino y me puso en otro, del cual era menester escribir mucho para declararle. Dilatme grandemente la capacidad del entender y las potencias y sentidos para que, con la grande admiracin del mucho conocimiento, no perdiese los sentidos, y ms conoca en este estado en un instante que en todos los sucesos de los tres aos (RA 120). A partir de esta fecha, la vida mstica de la Venerable, aunque ms elevada, ser oculta, sin estas repercusiones exteriores. La novedad del cese de aquellos fenmenos produjo no pequea impresin en las monjas y dio lugar a varios pareceres. Para muchas el cese de ahora haca sospechoso todo lo de antes. Ella callaba. Slo a su madre natural le habl alguna vez, porque la vea contristada por este motivo.

A estos aos de las exterioridades pertenecen tambin los supuestos viajes de la Venerable a evangelizar a los indios de Nuevo Mjico. Cuando muchos aos ms tarde Sor Mara fue sometida a interrogatorio por los calificadores de la Inquisicin, la mayora de las preguntas giraron en torno a esos supuestos viajes de la monja a Amrica, afirmados en un Memorial que se difundi mucho y del que es autor Fr. Alonso de Benavides, Custodio de Nuevo Mjico, que vino a Espaa en 1630 y estuvo en greda. Pero de este proceso diremos algo ms abajo. El mismo ao de 1623 volvieron a Burgos las primitivas fundadoras, y en su lugar se trajeron de Madrid, del convento del Caballero de Gracia, otras tres monjas, tambin en calidad de fundadoras. Estas s eran de las Concepcionistas descalzas. Estas segundas fundadoras gobernaron el convento por cuatro aos. En 1627 pareci a los superiores religiosos que convena nombrar abadesa a la Venerable, y as lo hicieron, aunque an no haba cumplido veinticinco aos. Sor Mara guard siempre muy buen recuerdo de las monjas del Caballero de Gracia por su labor como educadoras de la nueva fundacin. Se conservan cartas de la Venerable a dichas religiosas. En ellas se revelan facetas altamente simpticas de su personalidad: naturalidad, sencillez, carcter humano y afectuoso, etc.[6] ABADESA Durante once aos, o sea hasta que se cumplieron los veinte desde la fundacin del convento, fue Sor Mara abadesa por nombramiento de los superiores religiosos. Despus que se concedi derecho de eleccin a la Comunidad, fue elegida trienio tras trienio, hasta su muerte. Slo una vez consigui la interesada, recurriendo al Nuncio Rospillosi, que no se diese la dispensa para reelegirla nuevamente, y as estuvo un trienio, de 1652 a 1655, sin ser abadesa. El gobierno de la Venerable fue mezcla de prudencia, suavidad y eficacia, un medio entre el nimio celo y la demasiada blandura.[7] Estuvo treinta y cinco aos al frente de la Comunidad. Tambin en lo temporal se conoci la eficacia de su gobierno. En el primer ao de su cargo decidi edificar nuevo convento, fuera de los muros de la villa y cerca del convento de los franciscanos. Lo comenz con tan pocos medios, que slo dispona de cien reales, que le prest un devoto. La construccin tard siete aos. Lo hizo muy capaz, con hermosa iglesia y todas las oficinas necesarias. La traslacin de las monjas al nuevo convento se verific en 1633 y se celebr con gran pompa. Cuando en el interrogatorio inquisitorial se insinu a la Venerable que haba violado el voto de clausura con sus viajes a las Indias, sta respondi con gracia que ella no haba salido de la clausura ms que una sola vez, y ella en procesin, al trasladarse del convento viejo al nuevo. Cuando Sor Mara entr a gobernar, no llegaban las rentas a sustentar doce religiosas. A su muerte qued renta fija para sustentar a treinta y tres. En 1652 el convento concepcionista de greda se convierte a su vez en convento fundador. La Venerable cede cuatro de sus religiosas para una nueva fundacin concepcionista en Borja (Zaragoza). Existen cartas de la Venerable a la nueva Comunidad, que han sido publicadas recientemente.[8] LOS DIRECTORES ESPIRITUALES Dada la parte importante que los confesores y directores espirituales jugaron en la vida espiritual de la Venerable, parece obligado detenerse en este punto. Sor Mara fue un alma poseda durante toda su vida de un excesivo temor (RA 20). Temor de errar, de extraviarse. Por ello se asi firmemente a la obediencia, a la direccin de los representantes de Dios. Jams -dir ella- me he aquietado sin este norte.[9] Al director manifestaba toda su conciencia, las gracias y favores del Seor, y nada obraba sin su aprobacin y consejo. En el monasterio de greda se conservan todava inditas las Sabatinas, o sea las cuentas de conciencia que cada sbado daba por escrito al director. Tena muy metida en el alma la frase del Seor en el evangelio: Quien a vosotros oye, a m oye; quien a vosotros obedece, a m obedece.

Huelga decir que todos sus directores y confesores, as como sus superiores eclesisticos, fueron de la Orden Franciscana, pues las religiosas estaban sujetas a la jurisdiccin de los superiores religiosos de la Orden a la que pertenecan o a la que estaban adscritas; y la Orden de la Concepcin, casi desde sus mismos inicios, se puso bajo la tutela de la Orden de San Francisco. Durante el noviciado tuvo un confesor que a todas sus peticiones de permiso para hacer penitencias contestaba con un no. Sor Mara ponderaba despus el bien que la hizo.[10] Durante el perodo de las exterioridades tuvo varios confesores, cuyos nombres conocemos por sus respuestas al interrogatorio inquisitorial. Helos aqu: el ya citado Fr. Juan de Torrecilla, Fr. Juan Bautista de Santa Mara y Fr. Toms Gonzalo. Con la intervencin del Provincial Fr. Juan de Villalacre para poner orden en las cosas de la Venerable comienza un largo perodo de veinticuatro aos en que es dirigida por el P. Francisco Andrs de la Torre. Este Padre la dirigi, pues, desde 1623 hasta 1647, ao en que l muri. Durante su mandato, Sor Mara escribi por primera vez la Mstica Ciudad; en alguna ausencia suya, por indicacin de otro confesor accidental, la quem, volvi a rehacerla parcialmente, a la muerte de l la volvi a quemar, etc.[11] Samaniego nos informa que el rey Felipe IV quiso nombrar Obispo a este Padre, pero l renunci por atender mejor a la direccin de la Venerable. En las cartas de Sor Mara al rey hay constancia de rdenes que le daba este Padre respecto a consultar al cielo ciertos asuntos o consignar noticias con visos de sobrenaturales.[12] Tambin en la Mstica Ciudad, como es sabido, hay constancia de consultas que haca a Dios o a la Virgen por orden del confesor. Despus de la muerte de este director estuvo por algn tiempo sola, o sea sin director. Es en este tiempo cuando se queja al rey de que la Orden Franciscana no guarda secreto de sus cosas como debiera.[13] Fue tambin ahora, en este "interregno" de director, cuando fue sometida al interrogatorio inquisitorial. En carta al rey alude al hecho y hace referencia a los sucesos de su juventud sobre los que vers principalmente dicho interrogatorio: En mi negocio no hay novedad ms que lo que escrib a V. M.; cuando me vino aquella visita me hall tan sola y sin consejo, que me pareci forzoso acudir al amparo del Prelado, que es el P. Manero. El Seor me envi este trabajo cuando no hay confesor ni religioso ninguno que sepa mi interior, por haberse muerto los que se le haba comunicado. Por cuenta del Altsimo y de la Reina del cielo he puesto mi defensa; si quieren que padezca, gozossima abrazar la cruz. Por lo que a V. M. amo y estimo, le quiero declarar que, por sola la bondad de Dios, me hallo libre la conciencia y voluntad en las materias espirituales, aunque no sin temor de si he errado, como mujer ignorante y por haber comenzado el camino de la virtud y a sealarse la misericordia de Dios conmigo siendo muy nia.[14] Por fin, el mismo ao de 1650 entra a dirigirla el P. Andrs de Fuenmayor, que la dirigi hasta la hora de la muerte. De ste dice ella que est contenta, porque guarda secreto: Mi confesor parti ya a su jornada; es muy docto y ha tenido dos veces el oficio de Provincial, y lo que me consuela es que guarda grande secreto en mis cosas.[15] Bajo la direccin de este Padre se encontraba Sor Mara cuando, por orden suya, escribi la redaccin definitiva de la Mstica Ciudad. El P. Fuenmayor sobrevivi bastantes aos a su dirigida, escribi una vida de ella y deposiciones testificales, que existen manuscritas. CORRESPONDENCIA EPISTOLAR CON EL REY No hay duda que uno de los episodios ms simpticos de la vida de Sor Mara es el de sus relaciones con el rey Felipe IV, con quien mantuvo correspondencia epistolar por espacio de ms de veinte aos (1643-1665). Desde luego que las relaciones de Sor Mara con el rey de Espaa no son ms que un captulo, el ms

importante si se quiere, en el conjunto de las mltiples relaciones y de la variadsima y dilatada correspondencia epistolar que sostuvo la Venerable con mltiples personajes de su tiempo. Sor Mara escribi cartas a Papas, Reyes, Generales de rdenes religiosas, Obispos, nobles y a toda clase de personas de la Iglesia y de la sociedad. Aun dando por descontado que mucha de esta correspondencia se ha perdido, no puede uno menos de admirarse al considerar el volumen, la extensin, la calidad y variedad de su actividad epistolar y literaria. Bien pudo hablar Sandoval de Un mundo en una celda. Pero vengamos al tema de su correspondencia con Felipe IV. En julio de 1643 Felipe IV se detiene en greda, de paso para Zaragoza. Visita a Sor Mara y le propone su idea de mantener correspondencia con ella. El rey le escribir a media margen, a fin de que la contestacin de la monja vaya en el mismo pliego. Y, segn lo acordado, a los pocos das le escriba el rey desde Zaragoza su primera carta. As se inici esta clebre correspondencia, que no se iba a truncar sino con la muerte de la Venerable. La edicin de Silvela consta de 614 cartas, de las cuales 314 son de la monja, y el resto, del rey.[16] Qu buscaba Felipe IV cuando llam a las puertas de aquel monasterio? Ayuda sobrenatural, sin duda, pues que los medios humanos y naturales le iban faltando por momentos. El panorama de la monarqua espaola era inquietante: Catalua sublevada, guerras y reveses con Francia, Flandes, Italia, Portugal; falta de medios y recursos para atender a tantos "empeos"... El rey acababa de apartar de s al omnipotente valido conde duque de Olivares, a quien la opinin popular culpaba de todos los desastres. Pero solo y sin valido, el ablico Felipe IV qu poda hacer? La conciencia le deca tambin que con su vida desarreglada tena a Dios ofendido. En semejante aprieto acude, pues, a un alma santa, confiando que con sus oraciones, valimiento ante Dios, luces y consejos, le ayudar a salir de aquel laberinto. Sor Mara no defraud las esperanzas que el rey depositara en ella. Con fidelidad y perseverancia ejemplar fue contestando a las cartas reales y desplegando por este medio una verdadera labor de reeducacin cristiana del monarca; al mismo tiempo, no deja de darle consejos atinados en cuestiones de orden poltico o militar que el monarca le expone. As, por ejemplo, en un momento en que el rey se senta tentado a hacer caso omiso de los fueros de Aragn, Sor Mara le advierte que no lo haga por nada del mundo.[17] Cuando el rey quera hacer extensiva a Aragn la jurisdiccin de la Inquisicin, Sor Mara le aconsej aplazase este asunto, por ser inoportuno en aquellos momentos; lo esencial entonces era conseguir la cooperacin aragonesa, para lo cual haba que alejar los puntos de friccin.[18] Despus de reconquistada Barcelona, la monja le aconseja que ponga all ministros que se avengan bien con los naturales, etc.[19] Silvela ha llegado a decir que la monja de greda, con su clarividencia e instinto, salv la unidad de Espaa en aquella hora verdaderamente crtica y decisiva.[20] En el orden internacional, alent al rey a hacer las paces con Francia. Y, efectivamente, tuvo el consuelo de ver logrado este objetivo al firmarse la Paz de los Pirineos. Sor Mara tiene una preocupacin constante y general por aconsejar la paz. No le cabe en la cabeza que por poseer una plaza mueran tantos hombres redimidos por Cristo: Por defender cosas terrenas, plazas o reinos (que viene a importar poco los tengan unos u otros) se derrama tanta sangre de cristianos, mueren millares de millares de hombres, gastan los reyes sus haciendas, tienen a los pobres vasallos oprimidos, llenos de tributos....[21] La preocupacin por los pobres, el transmitir al rey las quejas, vejaciones y trabajos de stos, es otra de las constantes que se advierten en estas cartas. Incluso llega a decir que el estado eclesistico siente poco la necesidad de la paz, porque a l no le alcanzan las consecuencias de la guerra, que tanto afligen a los pobres.[22] Segn parece, ms de una vez se sinti Sor Mara desalentada y tentada de suspender aquella correspondencia, sobre todo viendo la poca enmienda del rey (cosa que a ella no se le ocultaba, pues estaba al corriente de las cosas de la Corte); pero le sostuvo un fuego de amor o ardor, que ella crea infuso, y que le impela a trabajar por aquella monarqua, cuya causa vea identificada con la de Dios y la de su Iglesia. El rey, por su parte, casi constantemente repite en sus cartas el alivio que recibe con la correspondencia de Sor Mara, el gozo con que se toma el trabajo de escribirle, la dicha que supuso para l el haberla conocido,

la pena que siente cuando la monja tarda en contestar, etc. Sin duda, lo que confortaba y conmova al rey era sobre todo el ver la ntima compenetracin y el sincero inters con que aquella alma de Dios se afanaba por su bien y por la causa de su monarqua. Vanse algunos pasajes: En todas las cartas que me escribs hallo nuevos motivos de agradecimiento, pues reconozco con claridad el amor que me tenis y los deseos tan vivos de mi mayor bien, as espiritual como temporal. Esto me alienta mucho en medio de los cuidados con que me hallo, que es gran alivio en ellos saber que se tiene quien los desea aminorar y quien lo procura por tan seguro y cierto camino, como el de la oracin.[23] Con mucho gusto he recibido vuestra carta, como me sucede con todas las que me escribs, y en verdad que no encubren el amor que me tenis y lo que deseis mis aciertos, pues todo lo que me refers en ellas lo declara bastantemente. Yo os lo estimo y agradezco mucho, y vuelvo a encargaros continuis esta buena obra que me hacis, lo cual espero me ha de valer mucho; y no os descuidis en trabajar ni os desanime el juzgaros tan humilde instrumento, pues Dios quiere ms a stos que a los soberbios.[24] Harto deseo tuve la semana pasada de responder a vuestra carta, pero no me fue posible por concurrir muchos negocios al tiempo de partir la estafeta; sentlo mucho, porque no hay mejor rato para m que el que hablo con vos, en la forma que es posible. Estmoos y agradzcoos mucho, Sor Mara, cuanto me decs y el afecto y deseo que mostris de mi mayor bien, en que reconozco cun fina y verdadera es la amistad que profesis conmigo, pues cualquier rengln de vuestra carta lo est diciendo a voces y, particularmente, las santas y verdaderas doctrinas que me dais en ellas, encaminado todo a mi salvacin, que es el nico fin a que debemos aspirar.[25] Un rasgo que delata la finura de alma de Sor Mara es el absoluto desinters con que sirvi al rey. Queremos decir que nunca se aprovech de sus relaciones con l para recabar ventajas temporales a favor suyo, de su convento o de sus familiares. A lo que parece, el hermano mayor de la Venerable, Francisco, quiso valerse del influjo de su hermana para llegar a ser Obispo; incluso lleg a tener una audiencia con el rey. Sor Mara, que no pudo hacerle desistir de sus intentos, avisa de antemano al rey de la visita; dcele que le d buenas palabras y le despida, pero sin tomar en serio sus pretensiones.[26] EL EXAMEN DE LA INQUISICIN En las pginas anteriores hemos aludido varias veces al interrogatorio inquisitorial a que fue sometida la Venerable. La Inquisicin espaola abri proceso por primera vez en el asunto de la Venerable en 1635. Pero por entonces parece que se limit a hacer algunas preguntas a diversos testigos e informantes, quedando la cosa en suspenso durante muchos aos. Pero en 1649 se reanuda el examen. Al trinitario P. Antonio Gonzalo del Moral se le manda ir a greda como calificador del Santo Oficio e interrogar a la Venerable ante notario a base de un cuestionario de ochenta preguntas, la mayora de las cuales se refieren a sus supuestos viajes a Indias. Sor Mara reconoce que en aquellos aos de las exterioridades, como haba odo hablar de la evangelizacin de los indios, crea a veces ser llevada all y que les predicaba; pero siempre abrig dudas sobre la realidad de tales hechos. Por otra parte, Benavides y otros Padres respetables dieron el hecho por inconcuso y le hicieron firmar el famoso Memorial. Le amedrentaron dicindole que poda caer en la hereja de Pelagio, atribuyendo a la naturaleza lo que era sobrenatural. Me rend -dice ella- ms a la obediencia que a la razn. En las respuestas de la Venerable vemos el juicio que muchos aos despus tena ella formado sobre el perodo de las exterioridades. Al decir ella a los confesores los favores que le hacan los ngeles, le ordenaban por obediencia que preguntase los nombres de dichos ngeles, y dijo algunos, etc. Por lo que del interrogatorio se deduce, todo esto de los viajes a Indias se origin de una carta del P. Francisco Andrs de la Torre, director de la Venerable, al Arzobispo de Mjico, dan Francisco Manso de Ziga, en la que le deca que averiguase si en Nuevo Mjico saban de una monja que andaba haciendo conversiones. Ms tarde vino de all Fray Alonso de Benavides diciendo que, efectivamente, haba sido vista, y dando detalles. Este redact un Memorial que fue difundido ampliamente. Al preguntarle el calificador a Sor Mara por qu firm el Memorial de Benavides, contest que cuando firm estaba turbada,

que puede afirmar que casi firm lo que no saba, y pensaba que ella erraba y ellos acertaban: al verse ante tantos Padres graves no supo hacer otra cosa. Aadi que los frailes y las monjas dispusieron el cuaderno como quisieron, y de su informacin temerosa hicieron poco caso. Decan que tena temores imprudentes y escrupulosos. En fin, agreg Sor Mara que acerca de esta cuestin de su ida a Indias ms de una vez pens hacer una declaracin verdadera por escrito, viendo cun variamente hablaban, y en algunas cosas abultaban la verdad; pero creyendo que el tiempo lo olvidara puso todo su cuidado en quemar los papeles que haba hecho. El calificador Fr. Antonio Gonzalo del Moral, trinitario, cierra el expediente haciendo una declaracin sobre el alto concepto que se ha formado de la interrogada y excusando el asunto de la ida a Indias por las circunstancias en que todo aquello se escribi. Cabe preguntar qu es lo que movi a la Inquisicin a proseguir ahora una causa que durante muchos aos haba estado semiolvidada. Parece que la ocasin fue la siguiente: el duque de Hjar haba estado procesado por conjuracin contra el rey, y durante el proceso present, a modo de descargo, una carta de la Venerable. Tambin el P. Montern, franciscano, haba sido puesto en prisin porque en sus sermones hablaba de revelaciones que anunciaban desgracias al rey. De hecho, en el interrogatorio se le pregunt a la Venerable sobre sus relaciones con el duque de Hjar y con el P. Montern.[27] LTIMA ENFERMEDAD Y MUERTE La Venerable fue siempre de salud delicada y padeci diversos achaques y enfermedades. Silvela ha contado las sangras de que ella hace mencin en sus cartas, y resultan setenta y una en el espacio de catorce aos. En carta de 19 de noviembre de 1660 habla al rey de que ha padecido una grande enfermedad, ha echado sangre por la boca, etc. En la de 6 de junio de 1661 habla de vahdos de cabeza que le quitan la vista y le dan congojas mortales, etc.[28] La ltima enfermedad, segn el bigrafo,[29] fue ocasionada por una fiebre y una apostema en el pecho. Fueron once das en total los que tuvo que guardar cama. En todos ellos sirvi de edificacin general a las religiosas, a las que, por insinuacin del confesor, y viendo que lloraban amargamente, habl en estos trminos al momento de recibir la extremauncin: "Hermanas, no hagan eso; miren que no hemos tenido otro trabajo y que se deben recibir con igualdad de nimo los que Dios enva; si Su Majestad quiere que nos apartemos, cmplase su santsima voluntad. Lo que yo les ruego es que sirvan al Seor guardando su santa ley, que sean perfectas en la observancia de su regla y fieles esposas de Su Majestad, y procedan como hijas de la Virgen Santsima, pues saben lo que la debemos y es nuestra Madre y Prelada.[30] Tengan paz y concordia entre s y mense unas a otras. Guarden su secreto, abstriganse de criaturas y retrense del mundo: djenlo antes que l las deje. Desengense de las cosas de esta vida y trabajen mientras tienen tiempo; no aguarden a este lance ltimo cuando impide tanto el gravamen de la enfermedad y postracin de la naturaleza. Cumplan con sus obligaciones, que con eso tendr yo menos purgatorio de tantos aos de prelada. Si procedieren as recibirn del Seor la bendicin, y yo se la doy". Entonces, levantando la mano y formando sobre ellas la seal de la cruz, dijo: "La virtud, la virtud, la virtud les encomiendo". Luego fueron llegando sucesivamente una despus de otra a pedirle en particular su bendicin, y a cada una dio la amorosa Madre las advertencias y consejos que en particular le convenan, cuya eficacia y acierto maravilloso cada una, en lo que a s toca, testifica.[31] Fue asistida en los ltimos momentos por el Provincial Samaniego y por el mismo General de la Orden, P. Salizanes, que yendo de camino a Santo Domingo de la Calzada para presidir el captulo que tenan que celebrar las provincias de Burgos y Cantabria, se desvi a greda y as pudo estar presente en la muerte y

exequias de la Venerable. Muri sta el da de Pentecosts, 24 de mayo de 1665, a la hora de tercia. A sus exequias concurri numeroso gento, pues era generalmente estimada. A los pocos meses, como si la falta de su fiel y sincera amiga le hubiera abatido, mora tambin Felipe IV. El monasterio de la Concepcin de greda, a los tres siglos de estos hechos, mantiene vivo y operante el recuerdo de la Venerable. Dentro de sus muros se conservan religiosamente numerosos objetos relacionados con ella. Desde luego, los ocho libros de la Mstica Ciudad, autgrafos, y profusin de otros escritos y documentos. El cuerpo de la Venerable, depositado en una preciosa urna, y el de su madre, Catalina de Arana. La tribuna adonde se retiraba. La celda que habit, con dos ventanas, una hacia el Moncayo y otra hacia al Norte. El hbito franciscano que llevaba por dentro, adems del de su Orden Concepcionista. Casullas bordadas por ella, etc., etc. Efectivamente, Sor Mara fue de reconocida pericia y habilidad para labores de manos y entenda en achaques de paos y telas, como lo evidencia en la Mstica Ciudad al hablar del vestido que con sus manos hil y teji la Virgen para el Nio Jess (MCD, P. II, n. 686). Sor Mara, como tantos otros casos relevantes de la espiritualidad cristiana, es la realizacin ms cumplida de aquella paradoja evanglica segn la cual de la muerte brota la vida; de la contemplacin, la accin; y la prueba fehaciente de que la vida escondida en Cristo es el resorte ms poderoso del verdadero amor al prjimo. Sobre la Mstica Ciudad de Dios dice su autora en su parte III, cap. 23, n. 791: Esta divina Historia, como en toda ella queda repetido, dejo escrita por la obediencia de mis prelados y confesores que gobiernan mi alma, asegurndome por este medio ser voluntad de Dios que la escribiese y que obedeciese a su beatsima Madre, que por muchos aos me lo ha mandado; y aunque toda la he puesto a la censura y juicio de mis confesores, sin haber palabra que no la hayan visto y conferido conmigo, con todo eso la sujeto de nuevo a su mejor sentir y sobre todo a la enmienda y correccin de la santa Iglesia catlica romana, a cuya censura y enseanza, como hija suya, protesto estar sujeta, para creer y tener slo aquello que la misma santa Iglesia nuestra Madre aprobare y creyere y para reprobar lo que reprobare, porque en esta obediencia quiero vivir y morir. Amn. *** NOTAS [1] Relacin autobiogrfica (incompleta), editada por Eduardo Royo en el tomo V de la Nueva edicin de la Mstica Ciudad de Dios bajo la direccin de Santiago Ozcoidi y Udave (Barcelona, 1914), p. 39. Siempre que citemos la Relacin autobiogrfica nos referiremos a esta edicin. [Y en adelante la citaremos como: RA, aadiendo el nmero de la pgina]. [2] Cf. Vida de la Venerable, escrita por Samaniego, editada por Carlos Seco Serrano en Biblioteca de Autores Espaoles, Epistolario Espaol, t. V, p. 275. [3] Cf. C. Seco Serrano, o. c., Estudio Preliminar, t. IV, p. XXXIV. Samaniego, Vida de la Venerable, t. V, p. 279. [4] Cf. carta de la Venerable a Sor Ana de San Antonio, publicada por Seco Serrano, t. V, apndice III, p. 237. [5] RA 120. Cf. tambin Samaniego, Vida de la Venerable, VIII; en Seco Serrano, t. V, p. 287. [6] Pueden verse en Seco Serrano, o. c., t. V, p. 237ss. [7] En la Mstica Ciudad de Dios hay repetidas alusiones a su carcter blando e inclinado a complacer. La Virgen le advierte del peligro que en ello puede esconderse. Vease, por ejemplo, Parte II, n. 774. [8] J. Campos, Cartas inditas de la Venerable Sor Mara de Jess de greda, en Salmanticensis (1969)

635-666. [9] Carta de Sor Mara, publicada por Seco Serrano, t. V, apndice VII, p. 254. [10] Samaniego, Vida de la Venerable, V, en Seco Serrano, t. V, p. 282. [11] Carta de Sor Mara, publicada por Seco Serrano, t. V, apndice VII, p. 255. [12] Carta de 5-10-1646 (ed. Silvela, t. I, p. 162); carta de 18-1-1647 (ed. Silvela, t. I, p. 181). [13] Carta de 20-8-1649 (ed. Silvela, t. I, p. 404): No hallo a la Religin tan cautelosa en esto, cuanto era menester para ocurrir a los inconvenientes de este siglo. [14] Carta de 11-3-1650 (ed. Silvela, t. II, p. 20). [15] Carta de 9-9-1661 (ed. Silvela, t. II, p. 663-664). [16] Existen dos ediciones completas de esta correspondencia: la de Francisco Silvela y la de Carlos Seco Serrano. La primera, titulada Cartas de la Venerable Madre Sor Mara de greda y del Seor Rey Don Felipe IV, se public en Madrid en 1885 y consta de dos tomos; la segunda es de 1958 y forma parte de la Biblioteca de Autores Espaoles, tomos 108 y 109. [17] Cf. Cartas de 17-7-1645 (ed. Silvela, t. I, p. 48) y de 20-9-1645 (ed. Silvela, t. I, p. 78). [18] Carta de 7-8-1646 (ed. Silvela, t. I, p. 148). [19] Cartas de 5-2-1655 (ed. Silvela, t. II, p. 344) y de 9-11-1657 (ib., p. 502). [20] Cf. el Bosquejo Histrico que precede a la ed. de Silvela, p. 100-101. [21] Carta de la Venerable al Papa Alejandro VII, publicada por Seco Serrano, t. V, apndice X, p. 266. [22] Carta de 11-4-1659 (ed. Silvela, t. II, p. 573-574). [23] Carta de 1-7-1647 (ed. Silvela, t. I, p. 311-312). [24] Carta de 15-7-1648 (ed. Silvela, t. I, p. 315-316). [25] Carta de 28-2-1661 (ed. Silvela, t. II, p. 543-544). [26] Vanse las cartas de 30-7-1654 (ed. Silvela, t. II, p. 313), de 14-8-1654 (ib., t. II, 318) y de 28-8-1654 (ib., p. 323). [27] Acerca de la causa formada por la Inquisicin a Sor Mara, vase Nueva edicin de la Mstica Ciudad de Dios, Barcelona 1914, t. V, p. 416ss, donde pueden leerse muchas de las respuestas de Sor Mara al interrogatorio, aunque no todas. Acerca de la personalidad de Benavides, puede consultarse Oliger, De Fr. Alphonso de Benavides Novi Mexici Missionario ( 1636), en Antonianum (1946) 105-126. Sobre esta especie de la Madre greda evangelizadora, que sin duda fue fuente de inspiracin y de estmulo para legiones de misioneros, vase tambin I. Omaechevarra, La Madre greda entre los indios de Texas, en Celtiberia (1965) 7-22. [28] Silvela, o. c., t. II, p. 608, nota 2; p. 635 y p. 651. [29] Nueva edicin de la MCD, t. V, p. 509.

[30] La Madre greda, al ser nombrada Abadesa por primera vez, protest que ella no quera ser sino Vicaria, y que la Virgen sera la verdadera Abadesa y Prelada de la casa. A esto alude el ttulo de la Virgen Prelada. [31] Nueva edicin de la MCD, t. V, p. 506-507. [De la Introduccin a la Mstica Ciudad de Dios, Texto conforme al autgrafo original, Madrid 1970, reimpresin en 1982, pp. XI-XXII. El P. Solaguren aade una amplia y selecta bibliografa, pp. VC-CIV. Para adquirir esta obra, acudir a: Convento de Religiosas Concepcionistas, 42100 greda (Soria, Espaa), telfono 976 64 70 95]