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Diálogo ecuménico y experiencias de inculturación: hacia una cultura del encuentro Vol. XLIII No. 169 Septiembre - Diciembre de 2017 Bogotá - Colombia ISSN: 0121-4977 medellín Biblia, Teología y Pastoral para América Latina y El Caribe

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  • Diálogo ecuménico y experiencias de inculturación:

    hacia una cultura del encuentro

    Vol. XLIII No. 169 Septiembre - Diciembre de 2017 Bogotá - Colombia ISSN: 0121-4977

    medellínBiblia, Teología y Pastoral para América Latina y El Caribe

  • Consejo Episcopal Latinoamericano - CELAMCentro Bíblico, Teológico y Pastoral para América Latina y El Caribe

    CEBITEPAL

    medellínBiblia, Teología y Pastoral para América Latina y El Caribe

    Revista Fundada en 1975

    © Centro Bíblico, Teológico y Pastoral para América Latina y El Caribe - CEBITEPALDirección: Avenida Boyacá No. 169D-75 Tel.: (57-1) 587 97 10 (Ext. 307)

    Fax: (57-1) 587 9715 Bogotá, ColombiaE-mail: [email protected]

    Impreso en Colombia - Printed in Colombia

    La revista Medellín, fundada en 1975, es una publicación cuatrimestral del CEBITEPAL, especializada en temas bíblicos, teológicos, sociales y pastorales. Busca ser una expresión profética y sapiencial del continuo redescu-brimiento que la Iglesia Latinoamericana y Caribeña hace de sí misma, iluminando nuestra realidad desde la fe.

    Está dirigida a: estudiosos, investigadores, docentes de biblia, teología, doctrina social de la Iglesia y pastoral, agentes pastorales en general, así como a alumnos y exalumnos del Centro de formación del CELAM.

    Director

    Mons. Juan Espinoza JiménezRector del CEBITEPAL

    Editor responsable

    Dr. Patricio Merino BeasVicerrector Académico del CEBITEPAL

    Secretario

    Sr. Julio César Monroy

    Consejo editorialMons. Juan Espinoza JiménezObispo Secretario General del CELAM

    Mons. Alfredo ZeccaArzobispo de Tucumán - Argentina

    Mons. Luis Fernando Rodríguez V.Obispo Aux. de Cali - Colombia

    Mons. Gonzalo de VillaObispo de Sololá - Chimaltenango, Guatemala

    Mons. Christopher John GlancyObispo Aux. de Belice - Antillas

    P. Damián NanniniDirector Escuela Bíblica

    Dr. Patricio Merino BeasDirector Escuela Teológica

    P. Francisco NiñoDirector Escuela Social

    Consultores internacionalesPbro. Carlos María Galli (Argentina)Dra. Virginia Raquel Azcuy (Argentina)P. Roberto Tomichá (Bolivia)Pbro. Agenor Brighenti (Brasil)Dra. Maria Clara Bingemer (Brasil)P. Luis Guillermo Sarasa G. (Colombia)Mons. Jaime Alberto Mancera (Colombia)Pbro. Manuel José Jiménez (Colombia)Peter Casarella (Estados Unidos)Dr. Rodrigo Guerra (México)Pbro. Mario Ángel Flores (México)Pbro. Alberto Anguiano García (México)Rafael Luciani (Venezuela)

    TraducciónP. Arturo Purcaro, osa

    Distribución y suscripciones Editorial [email protected]

    Suscripción edición virtual Ing. Cristina [email protected]

    Pagos on-lineEnviar solicitud a [email protected]

  • Contenido

    Editorial 601

    Sección Artículos

    • La renovación de la Iglesia y la unidad de los cristianos. Desafíos y perspectivas ecuménicas para la Iglesia Católica de cara al futuro 607

    Jorge A. Scampini

    • El Papa Francisco y el ecumenismo del camino 631 Rodrigo Polanco

    • “Há diversidade de dons, mas o Espírito é o mesmo” (1Cor 12,4) 675

    Marcial Maçaneiro

    • San Cristóbal de las Casas - Una experiencia de inculturación 703

    Gonzalo Guzmán K.

    • El Papa Francisco y la cultura del encuentro 721 Alexandre Awi Mello

    Sección Notas

    • Nota: Congreso Internacional “Recuperando la historia del ecumenismo en América Latina y El Caribe” 753

    Rodrigo Polanco

    • Discurso del Santo Padre en Encuentro con el Comité Directivo del CELAM 761

    Nunciatura apostólica, Bogotá

  • • Reunión General de Coordinación “Conversión Pastoral” Palabras introductorias del Presidente del CELAM 773 Cardenal Rubén Salazar Gómez

    • Concurso anteproyecto arquitectónico para el diseño de la sede del Consejo Episcopal Latinoamericano 780

    Sección Experiencias pastorales y de evangelización

    • Experiencias de inculturación en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas 785

    Felipe Arizmendi Esquivel

    • Experiencia de inculturación en la población afropanameña 815

    Efraín De León Valdés

    • Experiencias de unidad y reflexión teológica posconciliar. La nueva sensibilidad ecuménica de la Iglesia católica en Córdoba 831

    Alejandro Mingo / Guillermo Rosolino

    Sección Reseñas bibliográficas

    • La cultura del encuentro Desafío e interpelación para Europa 855

    Carlos Sánchez de la Cruz

    • Católicos y Pentecostales Caminos para la fraternidad cristiana y el testimonio común del Evangelio 861

    Moisés Pérez

  • ed

    itorial

    Esta entrega número 169 de la revista Medellín lleva por título: “Diálogo ecuménico y experiencias de inculturación: hacia una cul-tura del encuentro”. Desarrolla, por tanto, tres temas que nos pare-cen profundamente interpeladores para la evangelización y que guardan una raíz común: el respeto y la acogida del otro entendido como prójimo. Una Iglesia en salida no puede soslayar su relación y la responsabilidad de testimoniar el Evangelio en conjunto con los hermanos cristianos que no son católicos. Tampoco, puede olvi-dar que la evangelización requiere un constante diálogo y fecunda-ción mutua con las ricas culturas que componen la patria grande de América Latina y El Caribe. Ni la propuesta cristiana de que el Evangelio es una riqueza para toda la sociedad, tendría credibilidad sino tiende puentes para construir, con quienes no piensan como nosotros, una cultura del encuentro que incluya a todos y no deje rezagados ni excluidos.

    En este sentido, somos conscientes de que pese a tantos her-mosos esfuerzos que se hacen, la pastoral latinoamericana man-tiene todavía una deuda con la diversidad cristiana, con el proceso de inculturación del Evangelio y con la propuesta que nos hace el Papa Francisco de que los cristianos contribuyamos al bien común siendo catalizadores de una cultura del encuentro.

    En el aporte que hacemos para la temática del diálogo ecumé-nico Jorge Escampini nos entrega el artículo: “La renovación de la Iglesia y la unidad de los cristianos. Desafíos y perspectivas ecuméni-cas para la Iglesia católica de cara al futuro”. Invitándonos a recor-dar que el diálogo ecuménico no es un apéndice en el proceso de evangelización, sino parte integral de él. Y nos insiste en la contri-

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    bución que el mismo diálogo ecuménico se realiza en la renovación y purificación constante de la Iglesia. Rodrigo Polanco nos ofrece el artículo: “El Papa Francisco y el ecumenismo del camino”. Los distin-tos gestos que el Papa Francisco ha realizado por avanzar en la visi-bilidad de la unidad de los cristianos, no sólo lo ubica en sintonía con sus antecesores en el Ministerio Petrino, sino que tiene unos acentos propios, que se caracterizan, entre otros, por recordarnos que el ecumenismo se trata de un caminar juntos, de un ejercicio de la fraternidad donde todos los cristianos tenemos una responsabi-lidad compartida en la evangelización. Marcial Maçaneiro escribe el artículo: “Há diversidade de dons, mas o Espírito é o mesmo” (1Cor 12,4). Relatório da 6ª fase do Diálogo Internacional Católico-Pente-costal: tópicos fundamentais”. Los cristianos pentecostales consti-tuyen la inmensa mayoría de los cristianos que no son católicos, por lo tanto, un diálogo ecuménico que los excluya, pese a las difi-cultades, no estaría dando respuesta a la realidad de la diversidad cristiana de América Latina y El Caribe. Y para quienes no están familiarizados con estas cuestiones, nos recuerda que la Iglesia católica mantiene un diálogo oficial con algunos representantes y líderes de comunidades eclesiales pentecostales que van poco a poco abriendo caminos hacia un mayor encuentro y colaboración mutua. Por otra parte, Alejandro Mingo y Guillermo Rosolino, nos ofrecen una sistematización de: “Experiencias de unidad y reflexión teológica posconciliar. La nueva sensibilidad ecuménica de la Iglesia católica de Córdoba”. Finalmente, este número de la revista nos pre-senta una nota acerca del Congreso Internacional de Ecumenismo que se desarrolló en Santiago de Chile (2017), titulado: “Recupe-rando la historia del ecumenismo en América Latina y El Caribe” y una reseña del libro escrito por Patricio Merino Beas (2017) que lleva por título: “Católicos y Pentecostales. Caminos para la fraterni-dad cristiana y el testimonio común del Evangelio”.

    En este número de la revista, más que ofrecer una teoría acerca de los procesos de inculturación del Evangelio, ofrecemos de manera sistematizada algunas experiencias de este proceso. Gon-zalo Guzmán nos presenta: “San Cristóbal de las Casas. Una expe-riencia de inculturación”. Este artículo recoge algunas de las con-clusiones a las que se llegó en el encuentro realizado en Chiapas -

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    México sobre la relación entre la Liturgia y la Inculturación, orga-nizado por el CELAM. Monseñor Felipe Arizmendi, nos ofrece de primera mano: “Experiencias de inculturación en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas”, de la cual fue Obispo, hasta el 3 de noviem-bre pasado. Y finalmente, Efraín De León presenta su texto: “Expe-riencia de inculturación en la población afropanameña”. Con estos ejemplos, presentamos los procesos de inculturación del Evangelio que se realizan, tanto en culturas de tradición indígena, como de afrodescendientes.

    El Papa Francisco, tanto en Evangelii Gaudium, como en dis-tintas catequesis, homilías y discursos pronunciados, nos invita a que propiciemos una cultura del encuentro. Alexandre Awi Mello aborda esta temática en su artículo: “El Papa Francisco y la Cul-tura del Encuentro”. Con este, pretende despertar nuestro interés por esta categoría, mostrando sus orígenes, alcances y posibles perspectivas de desarrollo. También en este número de la revista presentamos la reseña del libro de Julio Martínez (2017), titulado: “La cultura del encuentro. Desafío e interpelación para Europa”. Con estos aportes, esperamos iniciar en nuestro contexto un real análi-sis de la categoría cultura del encuentro y un proceso de reflexión pastoral acerca de sus implicancias.

    Por último, tal y cómo hemos venido haciendo en números anteriores, publicamos la correspondencia que ha mantenido el Papa Francisco con el CELAM.

    Agradecemos a nuestros lectores la atención que nos ofrecen y la difusión que nos hacen. Esperamos siempre contribuir a la for-mación, reflexión y acción pastoral de todos ustedes.

  • La renovación de la Iglesia y la unidad de los cristianos.Desafíos y perspectivas ecuménicas para la Iglesia Católica de cara al futuro

    Jorge A. Scampini

    El Papa Francisco y el ecumenismo del camino Rodrigo Polanco

    “Há diversidade de dons, mas o Espírito é o mesmo” (1Cor 12,4)

    Marcial Maçaneiro

    San Cristóbal de las Casas - Una experiencia de inculturación Gonzalo Guzmán K.

    El Papa Francisco y la cultura del encuentro Alexandre Awi Mello S

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    Med. / vol. XLIII / No. 169 / Septiembre - Diciembre (2017) / pp. 607-630 - ISSN 0121-4977 / Bogotá-Colombia

    La renovación de la Iglesia y la unidad de los cristianos.

    Desafíos y perspectivas ecuménicas para la Iglesia Católica de cara al futuro

    Jorge A. Scampini*

    Resumen:

    Volver a las inspiraciones y aportes del acontecimiento conciliar, como lo afirma el autor, es el propósito de este artículo que muestra el empeño ecuménico del Vaticano II enfocado en una clara renovación de la Iglesia que relaciona una metodología ecuménica, la centralidad del ecumenismo espiritual y el itinerario abierto a las mociones del Espíritu. Estos elementos se enmarcan en una necesaria consideración que la Iglesia Católica se repiense a sí misma y sea realmente signo de unidad y catolicidad, de esta forma el ecumenismo no es una nota marginal de los trabajos y quehaceres de la Iglesia sino una actitud propia que toca la naturaleza misma de la Iglesia además de revelar una centralidad espiritual que proviene del corazón del Señor que clama: Padre que todos sean uno.

    Palabras clave: Concilio Vaticano II; Movimiento Ecuménico; Unidad de los Cristianos; Ecumenismo -Perspectivas.

    * Sacerdote Dominico. Licenciado en Teología de la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Roma). Doctor en Teología de la Université de Fribourg (Suiza). Investigador y Docente del Centro de Estudios de Filosofía y Teología de la Orden de Predicadores Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (Buenos Aires). Profesor de Ecumenismo en la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina. Ha sido miembro de la Comisión de Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias. Correo electrónico: [email protected]

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    The renewal of the Church and the unity of Christians Challenges and ecumenical

    perspectives for the Catholic Church of the future

    Summary:

    The purpose of this article, as stated by the author, is to revisit the inspirations and contributions of the conciliar event; the article demonstrates the ecumenical efforts of Vatican II which focused on a vibrant renewal of the Church that interconnects an ecumenical methodology, the centrality of spiritual ecumenism and an itinerary open to the motions of the Spirit. These elements are framed within the indispensable consideration that the Catholic Church needs to re-image herself in order to really be a sign of unity and catholicity; as such, ecumenism is not seen as something marginal to the work and responsibilities of the Church but rather an essential attitude that touches the very nature of the Church while revealing the spiritual centrality that comes from the heart of the one who cries out: Father, that they all may be one.

    Key words: Vatican II; Ecumenical movement; Christian Unity; Ecumenism - perspectives.

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    Más de cincuenta años después de la conclusión del Concilio Vaticano II, el ecumenismo es con-siderado aún en muchos ámbitos católicos de América Latina como algo marginal en la vida y la pastoral de la Iglesia, al que se hace lugar sólo al tratar ciertos temas ya que, en caso contrario, sería ‘política o eclesiásticamente incorrecto’. Esto puede tener diversas explica-ciones, entre ellas, la historia y la cultura del lugar que han contri-buido a que la Iglesia Católica no alcance siempre a ver cómo supe-rar una cierta actitud hegemónica; la dificultad de distinguir entre los diferentes interlocutores presentes en cada contexto; las ten-siones ideológicas intra-eclesiales vividas en décadas pasadas, que tuvieron correspondencia en movimientos trans-confesionales, y que llevaron muchas veces a un repliegue institucional de la Iglesia Católica. Sin embargo, a pesar de ello, y de acuerdo a la visión del Concilio, lo relativo al ecumenismo sigue siendo un tema central y transversal que se relaciona ni más ni menos con la primera de las propiedades de la Iglesia tal como lo confiesa el Símbolo de la fe: la ‘unidad’. Y, según la misma visión, las divisiones entre cristia-nos impiden que la Iglesia Católica realice plenamente otra de sus propiedades: la ‘catolicidad’1. No estamos, pues, ante un tema mar-ginal, sino ante algo que toca a la naturaleza misma de la Iglesia2.

    Por eso, las relaciones de la Iglesia Católica con los otros cris-tianos, fundadas en el vínculo sacramental del único bautismo, no

    1 Cf. UR 4 §10.2 Cf. UUS 20.

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    Jorge A. Scampini

    pueden considerarse como relaciones ‘exteriores’ y accidentales, sino que ellas se sitúan al interior de la única Iglesia de Cristo. En la medida en que una visión, tan profunda como eclesiológica-mente bien fundada, no sea asumida por todos en la Iglesia Cató-lica, en cada contexto particular, e impregnando todas las dimen-siones de la vida eclesial –incluso aquellas que parecen más inter-nas–, seguirá siendo un desafío la plena recepción del Concilio Vaticano II.

    Es esto lo que explica por qué, más de cincuenta años después de la finalización del acontecimiento conciliar, es importante vol-ver a sus inspiraciones y aportes, ya que ellos siguen ofreciendo el fundamento del empeño ecuménico de la Iglesia Católica. Lo hace-mos, además, al conmemorarse los 500 años de la Reforma, aconte-cimiento histórico que quebró la unidad de la Iglesia de Occidente y que, como una de sus consecuencias, provocó un endurecimiento del perfil de la Iglesia Católica. Atentos a esos dos acontecimien-tos, nuestro propósito en esta presentación es poner de relieve cómo, de acuerdo a la enseñanza conciliar, unidad de los cristianos y reforma de la Iglesia se reclaman mutuamente.

    DOS INSPIRACIONES ÍNTIMAMENTE VINCULADAS Y LOS PASOS CONSECUENTES

    Según la visión de Juan XXIII, los dos motivos que lo lleva-ron a convocar el Concilio se encontraban íntimamente relacio-nados entre sí: el aggiornamento de la Iglesia y la promoción de la unidad de los cristianos3, lo que se tradujo en gestos y deci-siones, que permitieron hablar de una verdadera ‘conversión’ ecuménica. Esto no fue algo coyuntural, sino la expresión de una clara conciencia de que la Iglesia Católica debía repensarse a sí misma, exigida en su fidelidad a Cristo, de cara a los retos de un nuevo contexto, haciendo teológicamente más manifiesta su propia naturaleza.

    3 Cf. JUAN XXIII, Discurso Gaudet Mater Ecclesia, AAS 548 (1962), 786-792.

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    La renovación de la Iglesia y la unidad de los cristianos

    Entre las decisiones de Juan XXIII un hecho no menor fue la creación del Secretariado para la Unidad, cuya misión no se limi-taba a tender puentes hacia los otros cristianos, sino funcionar como una comisión pre-conciliar más. La única de ellas que, por expresa decisión del Papa Roncalli, continuó sus trabajos durante todo el Concilio con la capacidad de elaborar textos y presentarlos en el aula. Esto explica por qué el servicio del Secretariado no se limitó sólo a la elaboración del esquema sobre el ecumenismo sino que representó, además, un papel decisivo en las comisiones mix-tas que orientaron la trabajosa redacción de otros textos, como Dei Verbum y Dignitatis Humanae. Los aportes del Card. Bea y de Mons. Willebrands al respecto fueron decisivos.

    Es necesario reconocer que la ‘conversión’ ecuménica de la Iglesia Católica se producía en el contexto de un verdadero kairós. En efecto, en la primera mitad del siglo XX, en muchas de las iglesias de la Reforma habían madurado movimientos de ‘alta Iglesia’ y se buscaba realizar la ‘catolicidad evangélica’; esto había significado una revaloración de la eclesiología, la vida litúrgica y la restaura-ción de formas de vida comunitaria. Signos valorados positiva-mente en ámbitos católicos. Además, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) había celebrado en 1961 su tercera asamblea, llegando a un momento de afianzamiento institucional, incorporándose entonces las iglesias ortodoxas y orientales casi en su totalidad4, así como al Consejo Misionero Mundial. De este modo se reunían en la estruc-tura del CMI la mayoría de las iglesias cristianas no Católicas y las tres inspiraciones originales del movimiento ecuménico: la misio-nera; el ecumenismo práctico o del servicio (Life and Work); y el ecumenismo doctrinal (Faith and Order). El movimiento ecuménico se había vuelto ‘más ecuménico’. No es de extrañar, pues, que el Concilio haya afirmado que el movimiento hacia la unidad, que se desarrollaba entre los otros cristianos, era realmente una gracia del Espíritu Santo5.

    4 De la fundación del CMI (1948) habían participado sólo el Patriarcado ecuménico y la Iglesia de Chipre.

    5 Cf. UR 1 §2.

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    LOS APORTES SIEMPRE VIGENTES DEL CONCILIO VATICANO II AL ECUMENISMO

    Si tuviéramos que señalar sintéticamente algunos de los apor-tes del Concilio Vaticano II al compromiso ecuménico de la Iglesia Católica, que continúan señalando perspectivas y presentando desafíos, señalaríamos cuatro:

    1. Una visión renovada de la Iglesia

    Si la renovación de la eclesiología impulsada por el Concilio estuvo motivada por la preocupación ecuménica, es necesario reco-nocer el valor ecuménico de la eclesiología conciliar en su integri-dad y no sólo algunos textos decisivos para la apertura al diálogo de la Iglesia Católica. En ese sentido, cabe señalar:

    a) La riqueza de la visión mistérica de la Iglesia en su arraigo tri-nitario y su tensión escatológica, que sólo alcanzará su consu-mación en el mismo misterio de la Trinidad, y que ha permi-tido poner de relieve la relatividad de la dimensión visible-ins-titucional de la Iglesia, la cual, como signo, debe transparentar la realidad más profunda;

    b) Una visión que permite, al mismo tiempo, concebir a la Igle-sia a imagen de la Trinidad como una comunión de personas, de carismas y ministerios, y de iglesias locales en la iglesia universal;

    c) La afirmación de la dimensión histórica de la Iglesia, Pue-blo de Dios peregrino, que contrarresta la tentación siempre vigente de sacralizar todos y cada uno de los aspectos de las realizaciones eclesiales, condicionadas por los rasgos propios de una cultura y una determinada época; se deja así un espa-cio, incluso a veces se lo exige, para verdaderas renovaciones y reformas en la Iglesia;

    d) Por último, el reconocimiento de que fuera de la Iglesia Cató-lica no hay un vacío eclesial, ya que el modo en que se concibe

    Jorge A. Scampini

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    la relación entre Iglesia de Cristo e Iglesia Católica permite reconocer que fuera de ésta hay muchos elementos de santi-dad y verdad que estructuran verdaderas iglesias y comunida-des eclesiales6.

    La recepción de estos cuatro aspectos, en la trama compleja de las diversas interpretaciones, representa aún en gran parte el mayor desafío ecuménico de la Iglesia Católica.

    2. Elementos relativos a una metodología ecuménica

    Otro de los aportes del Concilio Vaticano II fue reconocer que el diálogo es el método propio del ecumenismo. Este aporte con-ciliar ha sido independiente en su gestación de la visión plasmada por Pablo VI en Ecclesiam suam, ya que el tema del diálogo había entrado en el esquema De oecumenismo antes de que fuera redac-tada la primera encíclica del Papa Montini7. Si bien es cierto que sólo adquirirá toda su importancia solamente en la versión final de Unitatis redintegratio, presentada en el aula conciliar en octubre de 1964. Diez de los veinticuatro parágrafos del decreto sobre el ecu-menismo se refieren al diálogo8.

    En UR, el diálogo no se reduce a la presentación de las posi-ciones doctrinales, sino que abarca la totalidad de la vida y la expe-

    6 Cf. LG 8, §3; 15; UR 3, § 2.7 La encíclica Ecclesiam suam se publicó el 6 de agosto de 1964, y el decreto sobre el

    ecumenismo se aprobó el 20 de noviembre de ese año. Según señala E. Lanne, el texto aprobado de UR no debería nada a la encíclica, porque el n. 4 del esquema del decreto había llegado a su redacción final el 21 de marzo precedente; cf. E. LANNE, “L’Encyclique Ut unum sint. Une étape en œcuménisme”, Irénikon 68 (1995), 218, nota 4.

    8 Cf. UR 4, 9, 11, 14, 18, 19, 20, 21, 22 y 23. Dos teólogos habrían contribuido a asumir esta visión: G. Thils e Y.-M.J. Congar. G. Thils había publicado La théologie œcuménique, notions, formes, démarches (Louvain, E. Warny, 1960), donde trataba ex profeso del diálogo ecuménico, inspirado en el existencialista E. Mounier y el ecumenista R. Mehl. Más tarde, retomará y desarrollará la idea en la segunda edición de su Histoire doctrinale du mouvement œcuménique (Louvain: E. Warny, 1963, 294ss). Y. Congar había dado una conferencia en Ginebra en septiembre de 1963: Le dialogue, loi du travail œcuménique, structure de l’intelligence humaine, publicada al inicio de su libro Chrétiens en dialogue (París: Cerf, 1964). Congar se remitía a M. Buber, J. Lacroix, N. Berdiaev y C. Lialine.

    La renovación de la Iglesia y la unidad de los cristianos

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    riencia creyente de cada interlocutor, considerados verdaderos sujetos; diálogo que sólo se da en un pie de igualdad entre las par-tes9. Al mismo tiempo, se invita a los peritos católicos, aplicando el principio de la ‘jerarquía de verdades’, a que revisen el modo en que exponen la enseñanza de su propia Iglesia10. Ese diálogo, siempre según UR, contempla dos finalidades, cuya falta de relación puede explicar más de un impasse experimentado en el camino ecuménico posterior:

    a) En UR 4, donde se presenta el movimiento ecuménico como un conjunto de iniciativas “para promover la unidad de los cris-tianos”, se señala que la segunda de ellas es, en el marco de los encuentros entre cristianos de diferentes iglesias o comunida-des (...), el diálogo entre expertos donde cada uno explica más a fondo la doctrina de su comunión, mostrando con claridad sus características. Gracias a ese diálogo se adquiere no sólo un conocimiento más exacto y una apreciación más justa de la doctrina y la vida de cada comunión, sino que lleva a que cada uno examine la propia fidelidad a la voluntad de Cristo sobre la Iglesia, y se vea impulsado a emprender “animosamente la tarea de renovación y de reforma”11. Un aspecto que será reto-mado en UR 6 al hablar de la práctica del ecumenismo.

    Que la renovación de la propia Iglesia Católica debía ser un resultado del encuentro ecuménico era algo ya señalado por los teólogos que estuvieron a la base de la redacción de este texto. En efecto, según G. Thils, la Iglesia Católica debía encon-trar un nuevo equilibrio doctrinal, una fisonomía renovada, la plenitud espiritual de una catolicidad perfectamente dila-tada12. Y, para Y. Congar, el diálogo debía llevar a una profundi-zación y purificación, a plantear mejor algunas cuestiones y a una mejor formulación de la verdad13.

    9 Cf. UR 9.10 Cf. UR 11 § 3.11 UR 4 § 2. 12 Cf. G. THILS, Histoire doctrinale du Mouvement œcuménique, op. cit., 296. 13 Cf. Id., Chrétiens en dialogue, op. cit., 6ss.

    Jorge A. Scampini

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    b) La segunda finalidad aparece en UR 22: la búsqueda conjunta de clarificación y de una eventual superación de las divergen-cias doctrinales que han dividido a los cristianos, en este caso las relativas a la comprensión de la Eucaristía y del ministerio ordenado, ya que en la visión Católica es impensable la plena comunión eclesial sin unidad en la fe. Esta segunda finalidad llevó en los años posteriores al Concilio a establecer progresi-vamente una amplísima red de diálogos bilaterales; los prime-ros de ellos por iniciativa de otras familias confesionales que propusieron a la Iglesia Católica iniciar esos diálogos a nivel internacional. Los dos primeros casos de estos diálogos bila-terales han sido con la Federación Luterana Mundial y el Con-sejo Metodista Mundial; de ambos diálogos celebramos este año los cincuenta años.

    Después del camino recorrido, es posible afirmar que el diá-logo, tal como lo consideraba UR, era más modesto en su nivel –ámbito local–, y en los temas a abordar, que los efectivamente puestos luego en práctica. Algo a tener presente para una justa valoración de la evolución posterior.

    Lo cierto es que la Iglesia Católica, solidaria de los aportes de la filosofía de su tiempo, en especial del existencialismo y el perso-nalismo, asumió para sus relaciones ecuménicas un tipo de acerca-miento conducente a la profundización existencial, que cuestiona a la persona en su relación con el otro. Al mismo tiempo, ese diá-logo, cuyos fundamentos se encuentran en la eclesiología, se rea-liza en el seno de una comunión real, aunque imperfecta, y busca su plenitud en respuesta a una vocación. De este modo, el diálogo adquiere una dimensión teológica y teologal que lo sustrae a la ten-tación de reducirlo a un mero ejercicio humano o a una diplomacia entre iglesias. Como una consecuencia de ello, la vida de las iglesias, incluso de la Iglesia Católica, está llamada a vivir ese proceso como un verdadero examen de conciencia acerca de su fidelidad a Cristo, y a sacar consecuencias prácticas en vista de una necesaria renova-ción y reforma, que un día permitirá llegar a la común celebración eucarística.

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    Más tarde, Juan Pablo II profundizará en esta línea de pen-samiento, convirtiéndose su aporte en la mejor hermenéutica de las afirmaciones conciliares. En efecto, la encíclica Ut unum sint, al hablar del diálogo, lo caracterizará como un ‘diálogo de conversión’, que invita a las comunidades cristianas a vivir verdaderos proce-sos de conversión14. Desde semejante perspectiva, el diálogo no se reduce al intercambio de ideas, sino que está llamado a ser un verdadero ‘intercambio de dones’15; cada iglesia y comunidad cris-tianas está llamada a enriquecerse al confrontar la propia realidad con la de los otros cristianos que quizá, de modo más manifiesto, han conservado ciertos elementos de santidad y verdad propios de la Iglesia de Cristo.

    3. La centralidad del ecumenismo espiritual

    La práctica del ecumenismo excede el diálogo como inter-cambio teológico, por eso es importante la función que cumple el conjunto de elementos presentes en el segundo capítulo de UR, sobre todo la relación entre los números 6, 7 y 8, donde emerge la íntima correspondencia entre reforma de la Iglesia, conversión del corazón y oración unánime. El Concilio afirma con claridad que “el auténtico ecumenismo no se da sin la conversión interior”16, ya que de allí brotan y maduran los deseos de unidad. Al mismo tiempo, la conversión del corazón y la santidad de vida, junto con la oración por la unidad de los cristianos, se consideran “como alma de todo el movimiento ecuménico” y por eso “pueden llamarse ecumenismo espiritual”17.

    Con esta afirmación, el Concilio hacía suya la visión de P. Cou-turier, inspirador del llamado “ecumenismo espiritual”. Nunca antes en ámbitos ecuménicos oficiales se había afirmado con tanta claridad la dimensión teologal.

    14 Cf. UUS 33-35.15 Cf. UUS 28.16 UR 7.17 UR 8.

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    4. Una hoja de ruta abierta a las mociones del Espíritu

    Por último, cabe señalar que el Concilio no ha dejado una hoja de ruta indicando los pasos a dar, ni una visión de la unidad a realizar, como tampoco ha considerado a la Iglesia Católica como único sujeto que debe señalar esos pasos y marcar los tiempos en el camino hacia la unidad. Ella se ha incorporado al ‘único movimiento ecuménico’, que es una gracia y una vocación común de todos los cristianos. Por eso, en la visión conciliar, los proyectos ecuménicos de los católicos debían avanzar en unión con los proyectos de los otros cristianos. Esto no era óbice para afirmar que

    la acción ecuménica de los católicos tiene que ser plena y sinceramente católica, es decir, fiel a la verdad que reci-bimos de los Apóstoles y de los Padres, y conforme a la fe que siempre ha profesado la Iglesia Católica, y tendiendo al mismo tiempo hacia la plenitud con que el Señor desea que se perfeccione su Cuerpo en el decurso de los tiempos18.

    Bajo la guía del Espíritu, el Concilio deseaba que no se pusie-ran obstáculos “a los caminos de la Providencia” y se evitara prejuz-gar “los futuros impulsos del Espíritu Santo”. Situados en una etapa histórica del pueblo de Dios, los Padres conciliares dejaron abiertos caminos para futuras posibilidades, conscientes de que el “propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de una sola y única Iglesia de Cristo, excede las fuerzas y la capacidad humana”, y depo-sitando por eso toda la esperanza “en la oración de Cristo por la Igle-sia, en el amor que el Padre nos tiene, en la fuerza del Espíritu Santo”.

    LOS DESAFÍOS DEL MOMENTO PRESENTE

    El contexto ecuménico ha cambiado respecto a aquel de los años ’60. Es innegable que se ha transitado un largo camino. Muchas imágenes y gestos de la fraternidad recuperada entre los cristia-nos nos son familiares, sobre todo a las generaciones más jóvenes. Sin embargo, aún no hemos sabido cosechar todos los frutos del

    18 UR 24.

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    camino recorrido. Al mismo tiempo, se han ido haciendo más mani-fiestas otras dificultades, algunas de signo contrario, que impiden hablar hoy de un kairós ecuménico.

    En efecto, mientras que en algunos ámbitos se percibe un endurecimiento sobre la propia identidad confesional, en otros, se percibe un cierto indiferentismo respecto a las cuestiones doctri-nales que aún nos separan, con el consiguiente riesgo de caer en la tentación de detenernos en el statu quo, como si ya hubiéramos alcanzado la meta. Además, en una agenda que no controla la Igle-sia Católica, muchas iglesias de la Reforma, gracias a los resultados alcanzados, han considerado que los procesos han madurado lo suficiente como para reconocerse en una plena comunión de púl-pito y altar, llegando así, de acuerdo a su visión, a la meta del movi-miento ecuménico. Es lo que de hecho ha sucedido con la Comunión de Iglesias Protestantes en Europa (Concordia de Leuenberg). Por otra parte, junto a las cuestiones doctrinales, ampliamente traba-jadas en los diálogos, se han hecho presentes las cuestiones éticas, con un poder de división mayor que las cuestiones doctrinales, con el agravante de que en la mayoría de los casos esas cuestiones han generado líneas de división al interior de cada iglesia o familia con-fesional, incluso al interior de la Iglesia Católica.

    En ese contexto, para desarrollar algunos aspectos de la agenda pendiente del diálogo ecuménico, quizá sea útil retomar como punto de referencia las dos finalidades que UR señalaba para el diálogo: la renovación y reforma de la Iglesia (el desafío del ecumenismo ad intra de la Iglesia Católica); y la superación de las divergencias doctrinales (los desafíos ad extra). Sólo en el juego entre ambas finalidades es posible pensar pasos en vista de una superación de la presente situación. En vista de esta presentación invertiré el orden de las dos finalidades.

    1. Los desafíos en las relaciones ecuménicas

    Desde el diálogo como camino para la superación de las diver-gencias doctrinales habría que señalar al menos dos desafíos: la recepción de los resultados alcanzados; y los temas a abordar:

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    a) La recepción de los resultados de los diálogos se presenta como una tarea inmensa, no sólo por el caudal de textos elabo-rados que han recogido consensos y convergencias en diferen-tes ámbitos de la doctrina, sino por los mecanismos que deben poner en funcionamiento las iglesias en un proceso que sigue siendo inédito en sus propias historias. Ese proceso ha debido enfrentar al menos dos dificultades:

    • La primera de ellas es la utilización por parte de las iglesias, al evaluar los resultados de los diálogos teológicos, de cla-ves de interpretación diferentes de aquellas utilizadas por las comisiones cuando los han elaborado. Así, los primeros resultados de los diálogos fueron juzgados a la luz de los tex-tos confesionales de cada tradición, compuestos la mayoría de las veces en un contexto de controversia, mientras que las comisiones, buscando vías de superación, habían hecho el esfuerzo de evitar todo lenguaje polémico recurriendo a la teología bíblica o a la tradición común previa a las rup-turas. Las expectativas han sido, pues, diferentes, hacién-dose manifiesta en ciertas respuestas oficiales la exigencia de llegar a consensos homogéneos que respondieran no sólo al contenido esencial de la fe sino, además, al modo en que ésta fue formulada en cierta etapa de la historia.

    • La segunda dificultad es metodológica: cómo ‘reducir’ a expresiones concisas y claras el contenido de infinidad de textos, de diverso estilo, elaborados por las diversas comisiones.

    Para sortear esas dificultades, como católicos, tendríamos que prestar mayor atención a los acuerdos que la Iglesia Católica ya ha firmado oficialmente: los acuerdos cristológicos con las iglesias precalcedónicas y la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación con la Federación Luterana Mun-dial (1999), a la que adhirió luego el Consejo Metodista Mun-dial (2006). Estos textos tienen un gran valor simbólico, ya que han zanjado en cada caso ‘la’ cuestión central que fue motivo de las rupturas históricas; en el primer caso la de los siglos

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    V/VI y, en el segundo, la del siglo XVI. Si esto ha sido posible en cuestiones tan fundamentales en la ‘jerarquía de verdades’, debería serlo en otros ámbitos. Por eso habría que prestar mayor atención al método allí utilizado.

    El ‘consenso diferenciado’ de la declaración católico-lute-rano ha sido ya objeto de amplia consideración, señalándose habitualmente cómo, sobre el fundamento de la confesión común de fe, son posibles dos interpretaciones, diversas en su lenguaje, que no se presentan como excluyentes sino complementarias19.

    El método que posibilitó los acuerdos cristológicos, en cam-bio, ha pasado más desapercibido, sin embargo, ha permitido a la Iglesia Católica tender puentes hacia las dos tradiciones precalcedónicas: la ‘miafisita’ (coptos, sirianos y armenios), y la ‘diafisita’ (asirios), siendo la única Iglesia en dar pasos vin-culante hacia dos tradiciones históricamente opuestas entre sí. Ese método, que ha optado por dejar de lado el vocabulario de la controversia (persona, naturaleza), ha intentado poner el acento ante todo en la intencionalidad de los padres de Calcedonia, y señalar cómo en el corazón de la formulación cristológica se encuentra el momento de la teología negativa, expresado en los cuatro adverbios tradicionales (sin cambio, ni confusión, sin separación, ni división) cuya intención fue evitar dos errores, aquel que ponía en riesgo la unidad del sujeto en Cristo, y aquel que, salvando esa unidad, no expli-caba satisfactoriamente la perfección de la divinidad y la humanidad. El método de estos acuerdos parece distinguir así tres niveles: la fe eclesial; el conocimiento especulativo de esa fe; y, por último, su expresión lingüística20. Esta distinción tiene

    19 Me he detenido en este tema en otras oportunidades: J.A. Scampini, “El ‘consenso diferenciado’ católico-luterano sobre la doctrina de la justificación”, Studium. Filosofía y Teología 4 (2001), 223-246; Id., “El estatuto y las implicaciones de la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación. Dando razón de los pasos dados”, Teología 48, Nº 108 (2012), 55-90.

    20 Cf. A. OLMI, Il consenso cristologico tra le chiese calcedonesi e non calcedonesi (1964-1996), Roma: Editrice Pontificia Università Gregoriana, especialmente 706ss.

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    un valor enorme, ya que no han sido pocos los momentos de la historia de la Iglesia en que se ha confundido el conocimiento eclesial de Jesucristo, tal como lo ofrece la fe, con su conoci-miento especulativo, fruto de la reflexión sobre esa misma fe, y con el conocimiento discursivo de Jesucristo, ofrecido por las expresiones lingüísticas que buscan comunicar la reflexión sobre la fe. En ciertas circunstancias, las fórmulas cristológicas habían sido colocadas al mismo nivel de las teorías cristoló-gicas y éstas, a su vez, al nivel de la imagen de Jesucristo que contempla la fe. El resultado fue que la recta fe, la ortodoxia, se confundió con el valor de las teorías utilizadas para pensar la fe y con la mayor o menor adecuación de las palabras que procuraban expresar esas teorías. Ahora bien, a pesar de fór-mulas divergentes, la fe celebrada en la liturgia era la misma, y parecía señalar que la divergencia se daba sólo a nivel de la terminología21.

    La pregunta es si ese método, puesto en práctica para resol-ver las divergencias del pasado, no es portador de un poten-cial para una reflexión y una expresión de la fe en la Iglesia Católica de cara al futuro, abriendo horizontes de creatividad teológica de cara a un anuncio renovado del misterio de Cristo. Esto aún debe verificarse. Por el momento sólo sabemos que un intento de aplicación del ‘consenso diferenciado’ a la Euca-ristía, en el ámbito del diálogo luterano-católico, aún no ha sido posible22.

    b) Entre los temas a abordar se encuentran no sólo los aspectos pendientes de las cuestiones doctrinales clásicas (eclesiología, ministerios, sacramentos, etc.), sino también las cuestiones relativas a la ética/moral que exigen la búsqueda de presu-puestos comunes. En el ámbito de los diálogos, los intentos han

    21 Una constatación ya hecha, por otra parte, por el mismo Pío XII antes de la apertura oficial de la Iglesia Católica al diálogo ecuménico; cf. Sempiternus Rex (1951), AAS 43 (1951), 636.

    22 Cf. G. WENZ, “Esquisse d’un projet de «Déclaration commune concernant la doctrine du répas du Seigneur», Positions luthériennes 58 (2010), 141-154.

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    sido por el momento pocos y los resultados no siempre plena-mente satisfactorios23. La cuestión es urgente y difícil; urgente, porque está en juego la unidad en el testimonio cristiano y la vida plena del ser humano; difícil, porque el recurso a la ley natural, habitual en la Iglesia Católica, no parece ya evidente para todos. Quizá habría que procurar en esa búsqueda una nueva base común, que permita desarrollar una nueva ‘ética/moral fundamental’. La afirmación de un orden natural en ámbito cristiano ha sido favorecida por el reconocimiento del orden impreso por Dios en su creación. Si la noción de natu-raleza parece a los cristianos protestantes un préstamo de la filosofía, ajeno a la revelación bíblica, la idea de creación, en cambio, reviste un indiscutido carácter bíblico, siendo la crea-ción la primera revelación de Dios y de su proyecto sobre el ser humano en la Sagrada Escritura. Quizá haya que comenzar desde allí, aunque esto se enfrentará con los habituales pro-blemas hermenéuticos. Evidentemente, una tarea semejante debería involucrar a teólogos con una competencia académica diferente a la de aquellos que han estado presentes hasta hoy en las comisiones de diálogo que han abordado las cuestiones doctrinales.

    2. La necesidad que la Iglesia se “repiense a sí misma”

    Hay autores que consideran que el movimiento ecuménico ha llegado a un momento tal de madurez en el camino recorrido que los pasos futuros no dependen ya sólo, ni en primer lugar, de las relaciones intereclesiales. Los pasos dados y los frutos alcanzados han hecho que las cuestiones ecuménicas se planteen hoy como desafíos al interior de cada una de las iglesias; de la superación de esos desafíos dependería el futuro del movimiento ecuménico. Es

    23 Cf. COMITÉ MIXTE CATHOLIQUE-PROTESTANT EN FRANCE, Choix éthiques et communion ecclésiale, Paris: Cerf, 1992; Anglican/Roman Catholic International Dialogue, “Life in Christ: Morals, Communion and the Church”, Information service n. 85 (1994/I), 54-70; Joint Working Group Between the Roman Catholic Church and the World Council of Churches, The Ecumenical Dialogue on Moral Issues: Potential Sources of Common Witness or of Divisions, Information service n. 91 (1996/I-II), 83-90.

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    el momento, pues, de verificar la solidez y coherencia del compro-miso asumido por cada iglesia o comunidad cristiana. Esto señala la importancia de la primera finalidad del diálogo señalada en UR 4: el examen de la propia fidelidad a Cristo y la invitación a la renovación y la reforma de la Iglesia24. Lo que invita a volver a la relectura del texto conciliar hecha en su momento por Juan Pablo II.

    En efecto, el Papa Wojtyla, afirmaba en Ut unum sint que:

    En el magisterio del Concilio hay un nexo claro entre renova-ción, conversión y reforma. Afirma así: «La Iglesia, peregrina en este mundo, es llamada por Cristo a esta reforma per-manente de la que ella, como institución terrena y humana, necesita continuamente; de modo que si algunas cosas, por circunstancias de tiempo y lugar, hubieran sido observadas menos cuidadosamente deben restaurarse en el momento oportuno y debidamente» (UR 6). Ninguna Comunidad cris-tiana puede eludir esta llamada.

    Dialogando con franqueza, las Comunidades se ayudan a mirarse mutuamente unas a otras a la luz de la Tradición apostólica. Esto las lleva a preguntarse si verdaderamente expresan de manera adecuada todo lo que el Espíritu ha transmitido por medio de los Apóstoles (DV 7)25.

    Para agregar luego:

    La comunión creciente en una reforma continua, realizada a la luz de la Tradición apostólica, es sin duda, en la situación actual del pueblo cristiano, una de las características distin-tivas y más importantes del ecumenismo. Por otra parte, es también una garantía esencial para su futuro. Los fieles de la Iglesia Católica deben saber que el impulso ecuménico del Concilio Vaticano II es uno de los resultados de la postura que la Iglesia adoptó entonces para escrutarse a la luz del

    24 Cf. UR 4 §2.25 UUS 16.

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    Evangelio y de la gran Tradición. Mi predecesor, el Papa Juan XXIII, lo había comprendido bien rechazando separar actua-lización y apertura ecuménica al convocar el Concilio26.

    La Iglesia Católica, si es coherente consigo misma, al recono-cer que sólo en ella se da la plenitud de los medios de salvación, y entre ellos el carisma del servicio a la unidad visible, no debe eludir el hecho de llevar sobre sus espaldas la mayor responsabilidad: la de la mano tendida de la comunión (cf. Ga 2,9)27. Parece que tam-bién en lo que se refiere a la búsqueda de la unidad de los cristia-nos la Iglesia Católica se ve llamada a ser hoy una Iglesia ‘en salida’. El Papa Francisco, al ver su servicio de ‘pontífice’ como aquel ‘de tender puentes’, parece ser consciente de esto y, por eso mismo, dispuesto a retomar la propuesta de Juan Pablo II de repensar el ejercicio del ministerio petrino en el marco de la sinodalidad de la Iglesia28. Hay, además, otros temas que se relacionan con este que necesitan ser pensados: la relación entre iglesia universal e iglesias locales; la relación en la iglesia local de los ministerios ordenados y el sacerdocio común de los fieles; el modo de formular el discurso sobre la fe, etc.

    UNA RENOVACIÓN Y UNA REFORMA QUE EXIGEN UN ITINERARIO ESPIRITUAL

    La lista de aspectos de la Iglesia a revisar puede ser larga, tan larga como nuestros gustos y sensibilidades, y toca a todos los nive-les de la vida eclesial. Lo que es claro es que ese proceso, como el mismo movimiento ecuménico, debe ser un itinerario teológico y teologal, guiado por el Espíritu, cuya meta última no la podemos predecir. Hoy, en ámbitos eclesiales y teológicos, es habitual hablar de la renovación de la Iglesia, de una reforma en y de la misma, expresiones a las que se han sumado otras, como la necesidad de una ‘conversión’ pastoral, misionera, del papado, incluso de la

    26 UUS 17.27 Cf. J.M.R. TILLARD, “Préparer l’unité. Pour une pastorale oecuménique”, Nouvelle revue

    théologique 102 (1980), 165.28 Cf. UUS 94-96; EG 32. 246.

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    Iglesia. Esas palabras expresan distintos aspectos de un proceso, pero no son sinónimos. Una cierta clarificación de los mismos es de suma utilidad.

    Un servicio semejante lo ha prestado el Groupe des Dombes, el que, a lo largo de su reflexión teológico-ecuménica, ha señalado reiteradamente la importancia de que las iglesias vivan una verda-dera experiencia de conversión en distintos ámbitos a fin de facili-tar de manera progresiva el camino hacia la unidad. Esa conversión, según el grupo de diálogo francófono, debe ser de actitud, doctrinal y pastoral. En uno de sus últimos textos, el grupo ha señalado la relación y la diferencia que existe entre reforma y conversión:

    La reforma de la Iglesia pasa por su teología, sus institucio-nes, sus maneras de proceder, la objetividad de su lenguaje y de sus prácticas. Compromete decisiones que pueden aportar cambios. Pero sólo tienen posibilidades de éxito si son asumidas por el consenso del pueblo cristiano, per-suadido de que debe aceptar esos cambios, si quiere dar un testimonio más fiel del Evangelio (...). “La conversión es una actitud espiritual, una dinámica que ya hemos amplia-mente descrito29. Es una exigencia respecto de la santidad de la Iglesia. Es de alguna manera la cara interna de toda reforma y su condición de posibilidad. Si es compartida por todos los miembros del pueblo cristiano, crea una emula-ción entre fieles y responsables y permite purificar el ros-tro deformado de nuestras comunidades. Esperamos que los diversos puntos de conversión que proponemos puedan concretizarse en reformas institucionales30.

    Es esto lo que explica que la reforma a la que llama el ecume-nismo está enmarcada en un verdadero itinerario teologal:

    29 Se refiere a su estudio previo: Para la conversión de las Iglesias. Identidad y cambio en la dinámica de comunión, Centro de Estudios orientales y ecuménicos Juan XXIII, Salamanca, 1998.

    30 Groupe des Dombes, «Un seul Maître». L’autorité doctrinale dans l’Église, Paris: Bayard, 2005, n. 425.

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    (…) una conversión no se decreta. Comporta un elemento inesperado que la distingue de un acto voluntario y delibe-rado. Es más que un simple cambio, incluso si implica una evolución del pensamiento y puede llevar a una reforma de la vida de la Iglesia. No obstante, puede ser preparada. Una tal preparación supone que las iglesias, en todos los niveles, se esfuercen en reconocer sus carencias, sus imperfecciones, sus resistencias en relación con su vocación. Todo llamado a la conversión, se inscribe en una perspectiva semejante, esperando el ‘momento de gracia’ cuando, por la fuerza del Espíritu, dará sus frutos31.

    Por eso, como afirmaba Juan Pablo II, “el auténtico ecume-nismo es una gracia de cara a la verdad”32.

    EL LUGAR SIEMPRE CENTRAL DEL ECUMENISMO ESPIRITUAL

    Hemos señalado el lugar que el Concilio ha reconocido al ecumenismo espiritual al afirmar que la oración es como el alma del movimiento ecuménico. Hoy en ámbitos oficiales se sostiene a menudo la importancia del ecumenismo espiritual. A veces se tiene la impresión de que se lo hace con una cierta resignación, porque se experimenta un impasse en el camino de los diálogos, y no se vive ya un kairós. Es verdad, de acuerdo a lo que acabamos de decir, que la búsqueda de la unidad es un camino a recorrer, pero su realiza-ción depende totalmente de la gracia Dios. Nosotros no manejamos los tiempos, si bien podemos poner obstáculos al cumplimiento de la voluntad divina. Hay dos figuras cercanas para señalar lo que sig-nifica la actitud a asumir.

    El Papa Francisco suele hablar de un ‘camino’ a transitar. El Consejo Mundial de Iglesias ha asumido como programa para estos siete años lo que ha dado en llamar la ‘peregrinación’ hacia la jus-ticia y la paz. Las dos figuras señalan el movimiento, el desplaza-

    31 Ibid., n. 426.32 UUS 38.

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    miento, la desinstalación. Sin embargo, ambas, cada una en su con-texto, dan la impresión de ver humanamente lejana la meta de la unidad visible de los cristianos. De allí la importancia de la oración por la unidad, que es siempre una oración de pobreza, a la espera de que Dios haga misericordia. Ahora bien toda verdadera oración implica sus riesgos; el mayor de ellos es sin duda que esa oración sea escuchada. Porque difícilmente Dios nos concede lo que le pedimos sin hacernos de algún modo instrumentos de su realización. ¡Debe-ríamos ser más conscientes de lo que implica una oración sincera!

    Esto me lleva a pensar, tomando la imagen que S. Heaney apli-caba a las diferentes actitudes asumidas ante los enfrentamien-tos en Irlanda del Norte33, que nuestra oración también puede ser expresión de diferentes actitudes y, por eso, conjugarse en distin-tos modos verbales. En primer lugar, una oración pronunciada en modos optativos, expresión de una identidad endurecida por la his-toria, resignada ante la situación que se vive, y que busca tranquili-zar cada día la propia conciencia, la que, ante lo que todo verdadero cambio puede exigir a nivel personal para su efectiva realización, desea en el fondo que esto no suceda durante la propia vida. Ante esa actitud resignada, se ha levantado muchas veces de manera impetuosa la oración de aquellos que no se resignan, conjugada en modos imperativos, con la intención de apurar los tiempos, y cuyo riesgo es conseguir un cumplimiento de lo buscado a modo humano, demasiado humano. Finalmente, lo admirable y ejemplar es trascender esos modos optativos e imperativos; es esa la ora-ción de aquellos que se expresan siempre en la fuerza del indica-tivo, manifestando su constancia y coherencia cotidiana, porque su vida se encuentra totalmente comprometida con lo que se espera. En este caso la oración es la expresión de una esperanza que se eleva sobre toda desesperanza, no dudando del cumplimiento de la promesa.

    33 Cf. S. HEANEY, “From the Canton of Expectations”, New Selected Poems: 1966-1987, London: Faber & Faber, 1990, 236s. El hecho de reparar en esta imagen de Heaney y aplicarla a los tiempos del movimiento ecuménico se lo debo a A. Falconer, cf. id., “Beyond the Limits of Familiar Landscape”, en A. Falconer (ed.), Faith and Order in Moshi. The 1996 Commission Meeting, Geneva: WCC Publications, 1998, 51s.

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    Y, para finalizar, uniendo el trabajo teológico y la oración, me parece importante volver a una expresión de uno de los pioneros del ecumenismo en la Iglesia Católica, y que fue al mismo tiempo uno de los grandes artesanos de la eclesiología conciliar, Y. Congar. El dominico francés, al inicio de su libro Chrétiens desunis (1937), afirmaba:

    (…) Cristo murió “para reunir en uno todos los hijos de Dios que estaba dispersos” (Jn 11,52). (…) Cristo oró por todos, para que todos sean uno (…). No podemos, por lo tanto, per-manecer indiferentes ante nuestras divisiones. Ciertamente, sólo Dios puede reedificar a Jerusalén y reunir a los dispersos de Israel. Pero, si sólo Dios puede hacer lo que supera toda posibilidad humana, también es cierto que no prescinde de las criaturas en su acción, y que lo que se haga, aun siendo obra de Dios, será hecho por hombres. Tenemos, pues, que hacer algo y, al menos, prepararnos a ser instrumentos de Dios el día en que a Él le plazca hacernos misericordia. (…) El que una vez ha sentido la angustia de la unidad que es preciso reconquistar ha perdido el derecho a no llegar hasta el límite de su lealtad, de sus esfuerzos, de su coraje y del absoluto en la entrega de sí mismo34.

    Ojalá que todos tengamos la visión grande de la Iglesia que nos ha dejado el Concilio, y sin olvidar las dos inspiraciones que lo motivaron, trabajemos en este tiempo, el nuestro, por la unidad de los cristianos, para que la Iglesia Católica realice efectivamente su plena catolicidad. En caso contrario, nos resignaríamos a que ella se limite a ser una confesión más en medio de un cristianismo dividido.

    34 Y. M. CONGAR, Cristianos divididos. Principios de un ‘ecumenismo’ católico, Estella (Navarra): Verbo Divino, 1967, 24s.

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    Artículo recibido: 18 de julio de 2017Artículo aceptado: 13 de agosto de 2017

    Jorge A. Scampini

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    El Papa Francisco y el ecumenismo del camino

    Rodrigo Polanco*

    Resumen:El artículo expone algunas características del Papa Francisco con respecto al ecumenismo. El Papa ha aportado al caminar de la Iglesia en los últimos 50 años con su manera propia de entender el pontificado. Esto ha significado algunas contribuciones que han quedado de manifiesto en sus discursos y en las entrevistas que ha dado a lo largo de sus cinco años de pontificado. El concepto que resume su pensamiento y actuar es “ecumenismo del camino”, que significa caminar juntos en la oración, en las obras de caridad y en el testimonio de fe. El ecumenismo es, además, un camino evangelizador y una ayuda para la unidad del mundo. La segunda parte del texto expone cuatros acontecimientos que caracterizan también el ecumenismo del Papa: su visita a Suecia para conmemorar en conjunto, luteranos y católicos, los 500 años de la Reforma; los fraternos encuentros con los patriarcas ortodoxos; el papel que le concede a la Renovación Carismática en el desarrollo del ecumenismo; y una suerte de poner en segundo plano el diálogo teológico, en comparación con el caminar juntos en la oración y la caridad.

    Palabras clave: Papa Francisco; Ecumenismo; Ecu-menismo del Camino; Unidad; Comunión; Encuentro; Iglesias.

    Med. / vol. XLIII / No. 169 / Septiembre - Diciembre (2017) / pp. 631-674 - ISSN 0121-4977 / Bogotá-Colombia

    * Doctor en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma. Profesor Titular de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su especialidad es Trinidad, Cristología y Eclesiología. Correo electrónico: [email protected].

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    Pope Francis and the ecumenism of the way

    Summary:

    This article explores some characteristics of Pope Francis’ ecumenical approach. In the last 50 years, with his way of understanding the pontificate, the Pope has contributed to the path the Church has walked. This has meant some contributions which have been evidenced in his speeches and in the interviews he has given throughout the five years of his pontificate. The concept that sums up his thought and action is “ecumenism of the way”, which means walking together in prayer, in works of charity, and in the witness to faith. Ecumenism is also, a path of evangelization and an instrument to reach the unity of the world. The second part of this presentation brings forward 4 episodes that enlighten the Pope’s view on ecumenism: his visit to Sweden to commemorate together, luterans and catholics, 500 years of the Reform; the fraternal meetings with the Orthodox Patriarcs; the importance he has given to the Charismatic Renovation in the development of ecumenism; and a special treatment regarding ecumenical theological matters, relegating them to a second place, compared to the importance of walking together in prayer and charity.

    Key words: Pope Francis; Ecumenism; Ecumenism of the Way; Unity; Communion; Encounter; Churches.

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    1. INTRODUCCIÓN: ECUMENISMO DESDE LAS RELACIONES PERSONALES

    El Papa Francisco ha seguido profundizando en el compromiso ecuménico asumido por la Iglesia Católica luego del Concilio Vaticano II. Lo dice explí-citamente en una entrevista concedida al periódico Avvenire: [Sus encuentros y viajes ecuménicos] son todos parte de un camino que viene de lejos. No es una cosa nueva. Son solo unos pasos más, a lo largo de un camino iniciado hace tiempo… Yo continúo siguiendo esos pasos… todos aquellos que han sido dados por mis predecesores1.

    Con ocasión de los 50 años de Unitatis Redintegratio, se alegra “que la enseñanza del Concilio [sobre el ecumenismo] se haya reci-bido ampliamente”, y que “ya forman parte del pasado la hostilidad y la indiferencia”, “al mismo tiempo que ha comenzado un proceso de sanación”; cree que “este cambio de mentalidad, realizado gra-cias a la Unitatis Redintegratio y a la acción ecuménica que derivó de ella, puede y debe penetrar cada vez más a fondo la enseñanza teológica y la praxis pastoral” de la Iglesia. De ese modo da “gra-cias a Dios por los abundantes frutos que se han recogido durante medio siglo” y porque “esto ha permitido profundizar los contactos

    1 Entrevista de Stefania Falasca al Papa Francisco, en el Periódico Avvenire, con ocasión de la vigilia de la clausura de la Puerta Santa, 17 de noviembre de 2016. Traducción del texto italiano.

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    con muchas Iglesias y Comunidades eclesiales y desarrollar nue-vas formas de colaboración”. Pese a que “aún estamos divididos, y que divergencias sobre nuevos temas antropológicos y éticos com-plican más nuestro camino hacia la unidad”, “no podemos ceder –afirma– al desaliento y a la resignación, sino seguir confiando en Dios … para afrontar con renovado impulso los desafíos ecuméni-cos de hoy”. Por eso concluirá esa carta afirmando que “la búsqueda de la plena unidad de los cristianos sigue siendo una prioridad para la Iglesia Católica y, por tanto, para mí una de las principales pre-ocupaciones diarias”2. Lo mismo repetirá a los participantes en la Asamblea Plenaria del PCUC del año 2016: “Deseo reiterar que la unidad de los cristianos es una de mis principales preocupaciones, y ruego para que ella sea siempre más compartida por cada uno de los bautizados”3.

    Su preocupación e interés ecuménicos vienen desde antiguo, desde sus años en Buenos Aires. En una entrevista concedida a Ulf Jonsson, director de la Revista Signum, con motivo de su viaje a Lund, Suecia, con ocasión de la conmemoración de los 500 años del inicio de la reforma4, afirmaba que, en el pasado, tuvo bastante contacto con los luteranos. Y allí cuenta varias anécdotas que ilus-tran esa buena relación5. Hace un especial recuerdo del profesor de Teología espiritual de la Facultad de Teología Luterana, el sueco Anders Ruuth, que –dice– en “un momento de verdad difícil para mi alma”, “yo tenía mucha confianza en él y le abrí mi corazón. Él me ayudó mucho en ese momento”. “Lo recuerdo con mucho afecto

    2 Carta a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos con ocasión del 50 Aniversario del decreto “Unitatis Redintegratio”, Ciudad del Vaticano, 20 de noviembre de 2014. Todos los textos oficiales del Papa Francisco están tomados de la página web de la Santa Sede (www.vatican.va), en su versión española, a no ser que se indique otra cosa. La indicación completa se puede revisar en las Referencias bibliográficas al final de este artículo.

    3 Discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (PCUC), Sala Clementina, Ciudad del Vaticano, 10 de noviembre de 2016. Traducción del texto italiano.

    4 Entrevista de Ulf Jonsson al Papa Francisco con ocasión de su Viaje Apostólico a Suecia, publicada en: La Civiltà Cattolica 3994 (2016), pp. 313-324. Traducción del texto italiano.

    5 También lo hizo en la rueda de prensa durante el vuelo de regreso a Roma con ocasión de su Viaje Apostólico a Egipto, 29 de abril de 2017.

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    y reconocimiento”6. Recuerda también al pastor Albert Andersen, de la Iglesia de Dinamarca, con el que tuvo también “una bella rela-ción”. Cuenta que

    con él tuve una discusión muy fuerte en la distancia, cuando [el pastor] estaba ya en los Estados Unidos. El pastor me reprochó mucho a causa de lo que había dicho sobre una ley relacionada con problemas religiosos en Argentina. Pero debo decir que me reprochó con honestidad y sinceridad, como un verdadero amigo. Cuando volvió a Buenos Aires fui a pedirle perdón porque, en efecto, el modo en el que me expresé en ese momento fue un poco ofensivo7.

    Estas y otras situaciones que menciona en dicha entrevista nos insinúan, ya desde el inicio, una importante característica de Francisco: entiende el ecumenismo, en primer lugar, en y desde las relaciones personales. En la visita al pastor evangélico Giovanni Traettino de la Iglesia pentecostal de la reconciliación, en Caserta, Italia, afirma que “son ellos [los evangélicos] los que vinieron pri-mero a verme a mí a Buenos Aires… Y así comenzó esta amistad, esta cercanía entre los pastores de Buenos Aires, y hoy aquí”8. Para el Papa Francisco, sin duda, el ecumenismo se construye desde las personas individualmente consideradas. “Un verdadero diálogo es siempre un encuentro entre personas con un nombre, un ros-tro, una historia, y no solo un intercambio de ideas… Porque para nosotros la verdad es la persona de Jesucristo”9. De allí que en el camino del ecumenismo, Francisco esté haciendo su aporte desde un modo propio de ser –de gestos, de encuentros– que, como en

    6 Entrevista de Ulf Jonsson, p. 316.7 Entrevista de Ulf Jonsson, p. 316.8 Visita privada al pastor evangélico Giovanni Traettino de la Iglesia pentecostal de la

    reconciliación, Caserta, 28 de julio de 2014. Cf. también Discurso en la Visita al Templo Valdense, Visita Pastoral a Turín, 22 de junio de 2015.

    9 Palabras en la Divina Liturgia en la Iglesia Patriarcal de San Jorge, Estambul, Viaje Apostólico a Turquía, 30 de noviembre de 2014. Cf. también Visita privada al pastor Traettino, en donde retoma las palabras del mismo pastor: “La verdad es un encuentro, un encuentro entre personas. La verdad… se construye en la vida, buscando a Jesús para encontrarlo”.

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    otros campos de su ministerio, a veces sorprenden, pero siempre dejan un aire nuevo que hace sentir la presencia renovadora del Espíritu Santo.

    2. “ECUMENISMO DEL CAMINO”

    Se podría decir que el concepto de camino-caminar juntos es una de las expresiones más características del Papa para dar cuenta de su forma de comprender el ecumenismo. A los participantes en la Conferencia de Secretarios del “Christian World Communions” les dijo:

    Tantas veces pensamos que el trabajo ecuménico es sola-mente aquel de los teólogos…; esto es muy importante. Pero, mientras tanto, el ecumenismo se hace caminando. Y cami-nando con Jesús, no con mi Jesús contra tu Jesús, sino con nuestro Jesús. El camino es simple: se realiza con la oración y con la ayuda a los demás… Este es el ecumenismo. Esta es la unidad. Unidad caminando con Jesús10.

    Y a la Asamblea Plenaria del PCUC:

    La unidad, antes que una línea de meta, es camino… La unidad como camino exige esperas pacientes, tenacidad, esfuerzo y compromiso… La unidad puede ser acogida solo por quien decide ponerse en camino hacia una meta que hoy puede parecer más bien lejana. Sin embargo, aquel que recorre esta vía es confortado por la continua experiencia de una comunión alegremente vislumbrada, aunque no todavía plenamente alcanzada… Por eso, me gusta repetir que la unidad se hace caminando11.

    Esta es una idea que Francisco tiene tan en el corazón y en su propia vivencia, que en varias ruedas de prensa de regreso de

    10 Discurso a los participantes de la conferencia de secretarios del “Christian World Communions”, Aula Pablo VI, Ciudad del Vaticano, 12 de octubre de 2016. Traducción del texto italiano.

    11 Discurso a la PCUC, año 2016.

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    sus viajes y en entrevistas concedidas a diversos medios perio-dísticos –donde normalmente improvisa–, se ha vuelto a referir, de manera natural, a este ecumenismo del camino. En el vuelo de regreso de Tierra Santa, afirmó que “la unidad se construye a lo largo del camino, la unidad es un camino… caminar juntos, rezar juntos, colaborar en tantas cosas que podemos hacer juntos, ayu-darnos mutuamente”12. Lo repitió al regreso de México: “La uni-dad se hace caminando, caminando: que al menos el Señor, cuando venga, nos encuentre caminando”13. En el vuelo de regreso de su peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Fátima, explicó que el “ecumenismo del camino” es “el caminar juntos con la ora-ción, con el martirio y con las obras de caridad, con las obras de misericordia”, colocando el acento en que “nunca debemos parar-nos, ir siempre adelante… hay que recorrer el camino”14. Y cuando Ulf Jonsson, en la ya mencionada entrevista, le pide “una última palabra sobre el viaje a Suecia”, le responde: “lo que me viene a la cabeza de forma espontánea para añadir es, simplemente: ¡ir, caminar juntos! No nos quedemos cerrados en nuestras rigi-deces respectivas, porque en ese caso no habrá posibilidad de reforma”15.

    Para Francisco, el ecumenismo se debe construir caminado juntos, rezando juntos, haciendo cosas juntos (obras de caridad, compromisos sociales) y dando testimonio juntos de Jesucristo. Sin negar otros aspectos más clásicos del ecumenismo, su acento está puesto allí: en el caminar juntos. A los líderes evangélicos presen-tes en Roma para participar en la Vigilia de Pentecostés, les dio un saludo que refleja bien esta actitud fundamental:

    12 Rueda de prensa durante el vuelo de regreso de la Peregrinación a Tierra Santa, con ocasión del 50 Aniversario del encuentro en Jerusalén entre el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, 26 de mayo de 2014.

    13 Palabras a los periodistas durante el vuelo La Habana-México, con ocasión de su Viaje Apostólico a México, 12 de febrero de 2016.

    14 Rueda de prensa durante el vuelo de regreso de la Peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Fátima, con ocasión del Centenario de las apariciones de la Virgen María en la Cova da Iria, 13 de mayo de 2017.

    15 Entrevista de Ulf Jonsson, p. 324.

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    Gracias por lo que hacéis trabajando por la unidad de los cristianos, todos juntos, como el Señor quiere. Caminemos juntos, ayudemos juntos a los pobres, la caridad juntos, la educación juntos… Todos juntos. Y que, por su parte los teólogos trabajen y nos ayuden. Pero nosotros siempre en camino, nunca quietos, nunca quietos… y juntos. Eso es lo que espero16.

    Se trata de un constante moverse, pero que nace de una convic-ción espiritual: que todos juntos caminamos con Jesús, movidos por el Espíritu Santo, lo cual nos invita a una conversión permanente y a la fraternidad cristiana. En la entrevista concedida al periódico Avvenire se explaya sobre este fundamento cristológico:

    La unidad no se realiza porque nos pongamos de acuerdo entre nosotros, sino porque caminamos siguiendo a Jesús. Y caminando, por obra de Aquel al cual seguimos, podremos descubrirnos unidos. El caminar siguiendo a Jesús es lo que nos une17.

    Por eso Francisco insiste en que “el verdadero ecumenismo” “se basa en la conversión común a Jesucristo como nuestro Señor y Redentor. Si nos acercamos juntos a Él, nos acercamos también los unos a los otros”. De allí que tenemos que “invocar más intensa-mente al Espíritu Santo para que suscite en nosotros esta conver-sión, que hace posible la reconciliación”18. A veces ha llamado a este aspecto “ecumenismo espiritual”, el cual

    constituye, en cierto sentido, el alma de nuestro camino hacia la plena comunión, y nos permite pregustar de él ya desde ahora algún fruto, si bien imperfecto: en la medida en que nos acercamos con humildad de espíritu a Nuestro

    16 Audiencia a los líderes evangélicos presentes en Roma para participar en la Vigilia de Pentecostés, Sala del Consistorio, Ciudad del Vaticano, 3 de junio de 2017.

    17 Entrevista de Stefania Falasca.18 Discurso a la Delegación Ecuménica de Finlandia, con ocasión de la Fiesta de San Enrique,

    Ciudad del Vaticano, 19 de enero de 2017. Traducción del texto italiano.

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    Señor Jesucristo, estamos seguros de acercarnos también entre nosotros19.

    La conversión a Jesucristo y el caminar juntos en el segui-miento de Cristo no es un aspecto más del ecumenismo, sino su fundamento irrenunciable y, por lo tanto, a lo que debemos dedicar especiales fuerzas y tiempo: “Tenemos que caminar unidos en las diferencias: no existe otro camino para unirnos. El camino de Jesús es ese”20. “La unidad de los cristianos es una exigencia esencial de nuestra fe. Una exigencia que brota de lo íntimo de nuestro ser cre-yentes en Jesucristo”21. En eso Francisco no tiene dudas ni matices.

    Pero este ecumenismo del caminar junto a Jesús, para Fran-cisco, es explícitamente, y en primer lugar, un don de lo alto. Se lo decía al Patriarca Bartolomé:

    Siento que nuestra alegría es más grande porque la fuente está más allá; no está en nosotros, no en nuestro compro-miso y en nuestros esfuerzos, que también deben hacerse, sino en la común confianza en la fidelidad de Dios, que pone el fundamento para la reconstrucción de su templo que es la Iglesia… Esta esperanza común no defrauda, porque no se funda en nosotros y nuestras pobres fuerzas, sino en la fidelidad de Dios22.

    Es una tarea del Espíritu Santo. “El Espíritu nos quiere en camino”23. “Solo el camino del Espíritu Santo es el correcto, porque él es sorpresa, él nos hará ver dónde está el punto; es creativo”24. “El

    19 Discurso a una Delegación de la Federación Luterana Mundial y a algunos representantes de la Comisión para la Unidad Luterano-Católica, Ciudad del Vaticano, 21 de octubre de 2013.

    20 Entrevista de Antonio Spadaro al Papa Francisco, publicada en: La Civiltà Cattolica 3918 (2013), pp. 449-477, aquí p. 466. Traducción del texto italiano.

    21 Discurso a la PCUC, año 2016. 22 Oración Ecuménica en la Iglesia Patriarcal San Jorge, con ocasión de su Viaje Apostólico

    a Turquía, 29 de noviembre de 2014. 23 Palabras durante la Vigilia de Pentecostés, Circo Máximo, Roma, 3 de junio de 2017. 24 Conferencia de prensa durante el vuelo de regreso a Roma con ocasión de su Viaje

    Apostólico a Turquía, 30 de noviembre de 2014.

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    Espíritu lleva las cosas a cumplimiento, en los tiempos que Él esta-blece”25. Por eso, a los Miembros de la Comisión Internacional Angli-cano-Católica, les dijo que aunque “aún no hemos llegado a este objetivo” [de la unidad en la verdad por la que Cristo oró], “estamos convencidos de que el Espíritu Santo continúa impulsándonos en esa dirección, a pesar de las dificultades y los nuevos desafíos”26.

    Esta convicción de que la unidad es un don de Dios impone a la Iglesia un modo de ser abierto al hermano. Como lo decía en Evangelii Gaudium:

    Tenemos que recordar siempre que somos peregrinos, y peregrinamos juntos. Para eso, hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, y mirar ante todo lo que buscamos: la paz en el rostro del único Dios (244).

    Y si realmente creemos en la libre y generosa acción del Espíritu, ¡cuántas cosas podemos aprender unos de otros!... Recoger lo que el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también para nosotros. A través de un intercambio de dones, el Espíritu puede llevarnos cada vez más a la verdad y al bien (246).

    Al mismo tiempo, el Papa denuncia como uno de los peca-dos contra la unidad precisamente el “perder de vista al hermano que está junto a nosotros” y el ser “incapaces de reconocernos y de alegrarnos de nuestros respectivos dones y de la gracia reci-bida”27. Durante su viaje de regreso de Turquía se extiende sobre este tema:

    25 Entrevista de Stefania Falasca.26 Discurso a los Miembros de la Comisión Internacional Anglicano-Católica, Ciudad del

    Vaticano, 30 de abril de 2015. 27 Celebración de vísperas con la participación de su Gracia, el doctor Justin Welby,

    Arzobispo de Canterbury y Primado de la Comunión Anglicana, con ocasión de la conmemoración del 50 aniversario del encuentro entre Pablo VI y el Arzobispo Michael Ramsey y la Institución del Centro Anglicano de Roma, Iglesia de los Santos Andrea y Gregorio al Celio, 5 de octubre de 2016. Traducción del texto italiano.

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    El problema es que la Iglesia tiene el defecto, el hábito peca-minoso, de mirarse demasiado a sí misma, como si creyera tener su propia luz. Pero mira: la Iglesia no tiene luz pro-pia. Debe mirar a Jesucristo… Y cuando la Iglesia se mira demasiado a sí misma, surgen las divisiones… Y creo que todos estos problemas que surgen entre nosotros, entre los cristianos –hablo al menos de nuestra Iglesia Católica– se producen cuando se mira a sí misma, se convierte en auto-rreferencial… El punto clave es este. Cuando se refleja en sí misma, la Iglesia renuncia a ser Iglesia para convertirse en una ‘ONG teológica’28.

    Estas palabras fuertes reflejan la convicción más íntima del Papa: la Iglesia, y así el ecumenismo, solo son posibles desde una auténtica conversión a Jesucristo, que es una actitud vital y espiri-tual: “El ecumenismo es verdadero cuando se es capaz de apartar la atención de sí mismo, de los propios argumentos y formulaciones, para orientarla hacia la Palabra de Dios que exige ser escuchada, acogida y testimoniada en el mundo”29. Y lamentablemente muchas veces hemos actuado de modo contrario. El Papa lo reconoce y, en algunas ocasiones, pide perdón de modo explícito en sus visitas a otras Iglesias. En el Templo Valdense de Turín afirmó:

    Al reflexionar sobre la historia de nuestras relaciones, no podemos dejar de entristecernos por las disputas y la vio-lencia cometida en nombre de la propia fe, y pido al Señor que nos conceda la gracia de reconocernos todos pecadores y saber perdonarnos unos a otros… Por parte de la Iglesia Católica os pido perdón. Os pido perdón por las actitudes y los comportamientos no cristianos, incluso inhumanos, que en la historia hemos tenido contra vosotros. En nombre del Señor Jesucristo, ¡perdonadnos!30.

    Y en la Iglesia Pentecostal de la Reconciliación (en Caserta, Italia) pidió perdón porque “algunos de los que hicieron esta ley

    28 Conferencia de prensa durante el regreso de Turquía.29 Discurso a la PCUC, año 2016.30 Discurso en la visita al Templo Valdense.

    El Papa Francisco y el ecumenismo del camino

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    [de pureza de la raza] y algunos de los que persiguieron y denun-ciaron a los hermanos pentecostales porque eran ‘entusiastas’, casi ‘locos’, que arruinaban la raza, algunos eran católicos”. Y continuaba diciendo: “Yo soy el pastor de los católicos: os pido perdón por esto. Os pido perdón por esos hermanos y hermanas católicos que no comprendieron y fueron tentados por el diablo…”31. El ecumenismo del camino significa, entonces, caminar juntos, movidos por el Espí-ritu en el seguimiento de Jesús, pero compartiendo la vida y la fe con los hermanos y sabiendo pedir perdón por nuestros pecados contra el hermano, para una siempre mayor fraternidad.

    3. RECORRIENDO EL CAMINO

    Como ya lo hemos mencionado, Francisco quiere recorrer el camino del ecumenismo a través de la oración, la caridad realizada en común y el testimonio de la fe que puede llegar hasta el marti-rio cuando las circunstancias lo exigen. Es una tríada que el Papa no se cansa de repetir: “Pensando en lo que viene por delante en nuestro camino común, me vienen a la cabeza tres palabras: ora-ción, testimonio, misión”32. En la entrevista de Ulf Jonsson, frente a la pregunta acerca de la mejor manera de promover la unidad de los cristianos, afirma:

    Personalmente, creo que el entusiasmo debe moverse hacia la oración conjunta y las obras de misericordia, trabajar de forma conjunta para ayudar a los enfermos, los pobres y los encarcelados. Hacer cosas conjuntas es la forma de diálogo más efectiva… hablar, rezar, trab