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Poesía como testimonio de la barbarie.

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DÍAS ACIAGOS

Julio César Correa

Manizales, 2007-20

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Dos en cada mesa. Hombres y mujeres en cruz. Cerca, desnudos, y, pese a ello, sin dolor. El cráneo abierto. El pecho partido en la mitad. Los cuerpos engendran ahora por última vez. Gottfried Benn (Morgue y otros poemas, 1912)

La muerte es fascinante para los verdugos y para los espectadores. La estética del mal responde al Otro eliminándolo, torturándolo. La destrucción del Otro se ritualiza. No es suficiente que muera de forma rápida. Foucault lo ha mostrado perfectamente al inicio de Vigilar y Castigar.

Joan-Carles Mèlich, (Totalitarismo y Fecundidad)

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A todos aquellos que se niegan vivir bajo el signo de la barbarie.

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PLEGARIA

Sembrado de piedrasy de saucesel senderoaguarda en silencioeste día que canta

las voces crecen con la frutay el tiempo

en las hojas verdes

una lluvia tiernacubre el campoy refresca la tierrapero las floresy las vocesreclaman luzsobre los cuerpos

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MORADA

Inclinado sobre la tierraque araen surcos cada vez más profundosel hombrereconoceel lecho últimola moradaque habrá de habitarcobijado quizáspor una o dos estrellasy la luna inciertaque ahora baña su rostroen luces tenuesen sombras dispersas

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LA NOCHE CIERTA

Entre estacas y piedrasalguien ha dejadoexpuestoel cuerpo los ojos abiertoslos brazos extendidosmientras el sol

deja caer sus buitres

puñalessobre la carne

y las heridasentre la salhasta que la memoriaabra zanjasy crezca el árboly la frutaen tiempos secos

áridossin más verdadque las piedrasy la noche cierta

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ELEGÍAS

Van llegandoen camionesy se arremolinan en el parquebajo los árbolesy aguardanla noche con sus toldosbeben el café negro bajo el humode sus cigarrosmientras escuchan el gallo que cantael día que despunta a la horaen que las mujeresabren sus fogonesentre rezos y elegías

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OTROS PAISAJES

Con golpes de obsidianase descuajan los árbolesse lanzan a los ríosy su agua bendice los cuerposhabitados ahora por los pecesen las riberasjunto a las avesque recelan otros cuerposotros paisajes

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MEMORIA

A esta horaun avión cruza y escribe contra el azul de esta tardeque se derrite líquidasobre las tumbasdonde las rodillas y las manos cruzadassobre el pechoimploran quizás la memoria de la florel secreto de la lenguala palabracálida como el abrazoo como el besoque nace en su gesto más sincero

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CLAMOR

Mientras los gallinazos ocultanel azul inmensode este díalos ojos aún abiertosreconocen el paisaje que se diluyesobre el rostrocomo una fina lluviasin padre nuestrosni plegariasapenas el clamor de las manos extendidas

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HUELLAS

Deja sus huellas en los cuerposeste sol que caeaciagosobre las montañas

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SURCOS

Sobre la tierra removidael día

la sombrase proyecta y señalael tamaño de la zanjala altura de los cuerpos

palas blandidas en el aire

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CUERPOS

Llegan vadeando el ríocon las vacas muertasy troncos arrancadoscon pájaros todavíasilbando ajenos a la tempestady las orillas donde se mecen las barcazas

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MIEDO

Este miedoque abre la casacon su justa llaveme impide ver

la tardeque tiende sus ropasel avión que cruzaeste otro cielo

inmensoentrando por la ventana

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CONTEMPLACIÓN

El paisajeque ahora se disuelveen el ojoes un incendio

un veranoque calcinaigualel huesoque la palabrapero el paisaje

prolongaciónde la mirada

también huyede las tentacionesde la bellezatal vez por esolas avescelebrenel inicio de la nochey el final de la palabra

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ALEGORÍA

Las manos se abreny son el árbolque en sus copas aguardael vino que escancia

el tiempo añejo líquido agua tempranaservidajunto al pan de la guerra

La luz que baña los camposabrasa también

la nocheque se diluye inmensasobre los cuerpos

Las manos se abreny son avesy flores

silencio y espinasbajo el azul del cielo

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GOLPES SECOS

Frutos de hojas que se abrenagradecidashacia el solseñalan acasoel díaque hundesus puñalesy derrama viscosala vidaen forma de lechey de agua

de brazos extendidosaguardapájarosy la lluvia de abrily la caricia del viento

desde aquí se oyenlos golpes de la siembrael cayadolos bueyes que arrastran solesy veranosel tiempo arracimado en las hojasy en los frutos

los golpes secosel cantoque se repitecomo el filo que corta

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el troncoel tallo

la vida

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OFRENDA

Muda la palabrael gestolas manos abiertas

implorantesel mismo cielo azulel sonidode la noche y sus baresinciertosel agua del ríoy las plegariasde las mujereshincadasante la imagen de Cristoy sus manos heridasy su corazón refulgentesostenido

apenaspor los hilos de la palabray la lenguaque musitaque susurraque imploraun cielo menos oscurounas manos

estiradasescudillas

que aguardanel pan y el perdóneste día

que pasacomo pájaroque entra por la ventana

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y se queda mudo

sin alas sin árbol

sin paisaje

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NADA BORRA EL GESTO

Nada borra el gestola miradadonde cien pájarosse agolpany oscurecen el cielomientras el sol atizasus brasasy quema la piella espaldasobre la tierra seca

A borbotones llegan las horaslas palabras que cubren la frentela ceniza frescael barro la cruz que se desliza entre los dedoslos labios que musitan

plegariasel rostro el gesto ciertocicatriz que cava hondo

la vidapuñal que se aferra a la manogesto que se adhiere a la miradaal rostroa la vida

para siempre

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PIEDAD

De sonidos de campanaestá hecho el díade labios que susurrande rodillas que se hincande mujeres que clamanpor el paisajey sus orillaspor este silencio que caecomo una lluvia dulcesobre los cuerposque ahora yacentendidossosteniendo apenascon la miradael cielo extenso

el mar de la eternidad

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GOLPES EN LA PUERTA

Llevan los cuerposen volquetasdejando una huellalarga sinuosaa veces oscurao verdelos trajes manchadossin guantescon gorras blancashaciendo de la ciudady sus callesel mapade las prohibicionesel lugar de los asaltosde los permisospara quebrantar la fey la razónpara gritaren el tumultoen medio de la algarabíade pitos de insultosde asfaltocon los rostros hinchadoscon el sol en los ojos con la niebla en el paisajecon las manos en la espalday los días quebrados como huesos y vidrios de ventanas cerradasy de golpes en la puerta

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ORACIÓN

En el nombrede las pequeñas cosasde los días y nochesque suceden y pasancomo hojasde un cuaderno ya amarilloajado y borroso permítanme el recurso de la metáforapara decirque la tierra se abrey recoge en su senoestos cuerposestos brazosestas piernasy los reintegra y los bendicey los cuiday los abrigapara volverlos barroagua y pensamientorecuerdo en la oración presencia en la palabraimagen en la lenguaestos cuerposque se aferran a la tierray al aguaahora son el árbol y la frutay la hoja verde

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TODAS LAS HISTORIAS

En medio del silencioal albacuando nadie pone un pie en la callecuando el sueño es todavíauna fiestallegan

irrumpen devastan

asedian entre la nieblay rasgan el vientoy suena entoncesel metal contra los huesosla carne se deslíese abrese entregala tierra se abre generosay recibe la semillay el canto de los gallosy la luz primera

del díaque narra que cuentaésta y todas las historias

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DIAS DE NÁUFRAGO

Al amanecerlos aviones rompenel silencioy dibujan una estela

de humolarga

que pronto se diluye

El ruido de los astrosque caeny estallanen medio de la algazaraderriten la maniguay los cuerposson arrastrados por el ríojunto a las resesde vientre hinchado

Desde aquípuedo ver el ríoy más allá el puertoy la refineríacomo un barco enormeque yace sumergido

El sol pintaen cambiocon el ocre y el sienaeste díaque se reflejaen las aguas que corren tranquilas

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sinuosasy se pierden más abajojunto a los troncosy los pecesdonde ya empiezala tormentalos vientos encontradoslas manos que se agitanla orilla que se acercacomo una barca ligerasola

sin remosni manos

ni nada

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MANUAL DE DISECCION

Los dientes sobre la carnelos huesos se rompeny su crujido es también el cielo que se desploma

sobre los campossin que el verde se disuelvao el amarillo se destierreUna heridaque se abre como el lugar de un mapaen un lugar remotoa orillas de un ríoen un país inciertoen medio de nadasin cuerpos ni testigossin la música de siempreapenas ese ruidoque taladra la médula el huesocomo un árbolque se descuajay se lanza al ríodonde la luna y el aguay la piedrajunto a los pecesen silenciocomo letanías y plegarias

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DEBAJO DE UN ÁRBOL

Arriba están los piescolgando de un árbolmeciendo

mecidospaisajes campos bulevares calles

pies y manosdistantes separados

cercenadoscomo troncos de un árbolcomo partes extraviadasde un inventarioen la copa del árbolen lo más alto del árbolsostenido apenas por el canto de un pájaroexpuestos al solal agua al viento a la nadaextraviadosen medio de la espesa sombradonde los cuchillos

blandidosapuestanpor el corte fino rápido indoloropor al tajo ciertopor el golpe justo

sobre el árbol y contra la tardepies y manosbrazos y piernasdesmayados silenciosos

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colgadoscomo frutos como carnecomo hebras de aguamaduros ya ante la viday ante la muerte

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ÁRIDA ES ESTA TIERRA

Un sol que hierve las callesdiseca iguallos cuerpos y los árbolesy deja limpios el díay la pielque cuelga lastimerasobre los alambresdonde alguiense recuestapara contenerdel tiempo su duro sablecontra la gargantahurgando entre las costillaso en el estómagosin preguntasni prólogoscon las manos atadascon la vida expuestayéndose ligeracomo hojas secaspor el viento arrastradaspor el veranoque calcinaque disuelveel gris cementola bermeja tierraaquí donde el paisaje estallaincierto

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dispuesto -a pesar de todo-a alimentar con su savia el díala vida el poema

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A ESTA HORA

A esta horase oye

la nochey su aceite hirviendoel filo de los cuchillosla carne que se abrey se entregasin más defensaque una plegarialas rodillasque se doblany la tierra que recibe

nobleel árbol y la fruta

A esta hora se oyela lenguaque se deshaceen palabrasel humoy el fuego que crepitay subeen alabanzasen círculosque se estiran hasta alcanzar la nubedonde la nochese agazapay es sombra

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A esta horacuando ya nadie eyaculani procreaporque los abrazosson apenasun dueloun parto entre las montañasel silencio afilasus largos y sinuososmetales

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PAISAJE

Contra los vidriosy como moscaspegan los díasque pasany se juntanen la ventanaindiscretoscomo vampirosdonde los rostrosse marchitanlanguidecenmirando a lo mejorla estanciael paisaje dando tumbosbajando por la montañaperseguidoinsultadohecho rebanadas picado con hachuelaslanzado luego al ríodonde los peces comeny el agua lavay murmuray canta esa músicade orquesta que se ahogade piedras que suenande cuchillos afiladosde testigoscuya lengua es ahorala corbataen el traje oscuroque la noche iza

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entre los árbolesa la luz de la lunaen medio del bosqueentre flores y humocomo bestiasque desatan sus demoniosy hunden sus cuchillosfilososen el rostro en los ojosen la tierrahasta borrar el rastrolas huellasde este día que pasa inciertoy golpea las ventanascomo alas de pájarosin árbol sin paisaje

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SARTA DEL DISPENSARIO

En ningún lugar se grita tanto.En ningún lugar se consideran tan pocoel dolor y el sufrimiento,porque aquí siempre hay alguien que solloza.

G. Benn

Dr. Gottfried Bennginecólogo y buen corazónpermítame decirque aquí vienen las mujeresa parir

sentadascon su cara triste y pálidasobre las frías losassobre la cama pobrecon las cuentas mal hechascon los senos pródigosy abiertos al mundolo mismo que sus piernasy su corazónAquí las mujeresyacen lívidas endeblesmuriendo o musitando en voz bajaplegariasen su rosario de maderarecostadasen su propio sudorViudasllenas de hijos y de huesosperseguidas acosadaslejos de su tierra y de su casa

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sin vacas ni gallinas ni cerdoscon recuerdos apenasde la tierrade la casa del humo que crececomo las altas torresque fraguael cielo azul sin mas ciudad que el día y la nocheenvueltas apenasen el fulgor de la esperanzaen hilos amarillosde trajes grises oscurosmuriendo o pariendoligeros vástagoscomo heridas abiertascomo deudas por cobrarcomo venganzas recién cumplidasAquí las mujeresvienen a parirporque en el campoel silencio afila sus largos cuchillosy rastrilla sus machetesmientras se lava las manosen aguas de ríoen medio de la espumadonde se deslizan las barcas y los cuerposDr. Gottfried Bennginecólogo y buen corazón

Manizales, junio 28 de 2007

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MANUAL DE DISECCIÓN

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I

Laderas por donde vienen bajando el lodo y el agua. Los árboles arrancados de raíz se despedazan contra las piedras; llueve de manera torrencial. El río se mueve, se agita; ruge embravecido. El verde de las montañas es resaltado por el agua que cae. Es enero. No hay cometas en el cielo. Es gris en cambio el silencio que se desparrama como una nube inmensa que atraviesa la ciudad de lado a lado.

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II

Los pies hundidos en el barro. Caminar así se hace lento y difícil. Los pies se disuelven, se funden, se borran. No hay camino y el caminar ya no funda historias ni mundos. Quizás la lluvia demarque otras sendas y entonces los pasos encuentren otras grafías. No hay pasos ni huellas cuando el agua inunda las parcelas y las tierras que labramos; no hay ni ida ni regreso cuando el barro cubre los campos. La tenue luz se abre paso entre las nubes. El tibio sol estira sus alas en lo alto como un gallinazo. El día empieza clavando su pico sobre la incipiente calva de los muertos.

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III

En los charcos se va dibujando el día. Un montón de hojas secas son arrastradas por un viento repentino. Alguien esculpe este día a golpes de hacha. Alguien sabe con certeza que cada golpe sobre el árbol borra sombras; el agua cae sobre la montaña como si fuera sangre y sudor. Los caminos se han ido derritiendo y queda poco espacio para que suban los camiones cargados de ganado o de frutas y legumbres.

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IV

Cuando no llueve, el sol se ensaña con la tierra y con sus moradores. El fuego atiza aún más el estío. La piel se cuartea de puro sol, expuesta por años a las madrugadas y a los atardeceres. Hay algo de sevicia en la forma como el sol golpea con sus fuetes la espalda y los hombros de los labradores. El sombrero apenas protege la frente y permite ver con algo de claridad el horizonte y las vacas que corren juguetonas lejos de los corrales.

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V

En tiempo seco, el aire se detiene, se devuelve. El sol es aún más intenso. La luz abre heridas en la mirada, heridas hechas al tiempo que se derrite como días leves, como gotas de sudor, como el fuego que nos atraganta el miedo. Los cuchillos se desplazan sobre los cuerpos, desgajan partes, cercenan miembros, cruzan carnes, arrancan ojos y lenguas.

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VI

Cuando los cuerpos caen desgonzados y la tierra se apresta a recibirlos, uno sabe de la muda flor y de la dura piedra; cuando el cuerpo pierde la cabeza, nadie se pregunta por Platón. Los ejércitos se retiran en medio de la polvareda; los camiones van cargados de hombres y mujeres que saben, como el gato de Cortázar, que nacieron para morir. Por estos caminos de polvo y desidia, nadie se acuerda de Dios. Una bandera raída, agitada por el viento, se apaga lentamente con la tarde.

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VII

Elegías se van escuchando a lo largo del camino. El campesino que avanza llevando la mula de las riendas, silba y deja que el humo de su tabaco escriba otras canciones. Las nubes de humo se engarzan de manera juguetona a las tonadas que llegan de algún rancho cercano. Espeso el aire apenas agita una que otra hoja seca. Se palpa el silencio envuelto en sus largas sábanas blancas; hay un silencio de fieras enjauladas; la piel desflorada, el ánimo contrito, el filo cierto de las dagas, la herida que se abre y entrega toda resistencia a las aves que oscurecen el cielo. Ya todo estaba escrito. El día era un lienzo donde Goya pintaba el horror y la tragedia: “Saturno devorando a su hijo”.

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VIII

La niebla sube lenta y envuelve el paisaje. Espirales de humo traen al paisano que emerge fantasmagórico, como quien corre velos y cortinas. Una revelación ocurre al mismo tiempo que los relámpagos quiebran el silencio y la quietud. En el claro del bosque la bestia se relame las heridas. Los hombres caen sobre ella y de un solo tajo cortan su cabeza. Un chorro de sangre salta de repente y mancha el rostro de su victimario. Revelación o no, la escena me recuerda una tarde en Cimitarra, una noche en Landázuri, un amanecer incierto en Puerto Parra, en Araujo o en Campo-seco. Las mujeres que visten de negro, camándula en mano, dicen que por estos lugares todavía se oyen agónicos gemidos. Un rostro surge en medio del paisaje y espantado abre su boca pero nadie escucha su clamor. Edvard Münch narra esta y otras historias.

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IX

Le ataron las manos a la espalda, le cubrieron los ojos y lo sentaron al borde de una carretera polvorienta. El silencio se hizo evidente. Las aves cruzaron el cielo en ese momento. Las hojas de los árboles se mecieron por un breve instante. La sangre corrió intensa y deprisa. Escuchó el crujido de las ramas que se quiebran, los pasos que van dejando huella; pudo percibir la forma de las botas, los dibujos geométricos que se repiten como un fractal; escuchó la respiración agitada de su asesino. Pudo reconocer en el tono de la voz a un hombre que había entregado su alma. Adivinó en todo caso ese brillo en los ojos que le seguían mirando con odio. Al final pudo comprender que la frialdad en sus palabras era similar a la frialdad del cuchillo sobre su cuello.

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X

En la punta del cuchillo los ojos bailan. Las orejas saltan entre las piernas y dejan que la lengua caiga y se extienda sobre la tierra. Las manos aún abiertas parecieran recoger la fina lluvia de esa hora. Uno no sabe qué hacen las piernas y las patas en la cabeza; nadie da cuenta del cuerpo atado al árbol, del cuello atravesado por una estaca de madera. Del vientre abierto, moscas volando, gusanos que se arrastran como el tiempo que cruza estos valles y desiertos. En la distancia, vienen hombres armados vistiendo trajes oscuros; nadie lo sabe, pero dicen que buscan frases altisonantes, imágenes lujuriosas o metáforas sedicentes. Pero como no encuentran nada parecido, disparan sobre todo lo que se mueva. De allí que las reses cuelguen de los árboles, en la penumbra, como en el cuadro de Rembrandt, “El buey desollado”.

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XI

Sobre la cordillera un buitre dibuja la tarde. También los aviones cruzan los aires de Cimitarra. Desde lo alto, las aves otean cuerpos dispersos, tendidos sobre la tierra calcinada. Bajo el sol intenso del mediodía las banderas se desgarran, los cuerpos yacen rígidos, los ojos abiertos, vacías las miradas. Marchito el paisaje, la madre pone flores blancas sobre los cuerpos y eleva plegarias. De rodilla hincada, los dolientes se sumergen en mares de silencio. Uno a uno los cuerpos son bendecidos. Columnas de humo crecen con la desidia y el espanto. Mientras el funcionario toma nota, alguien ahuyenta oscuras aves; mientras el notario calcula cifras y datos, Goya pinta “Los Fusilamientos del tres de mayo”.

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XII

Una carreta tirada por caballos lleva lenta el cadáver de Platón. La luz tenue de las seis envuelve en penumbra el cuerpo y la marcha de los paisanos que le acompañan. Cánticos se oyen, plegarias repetidas como un sonsonete, himnos melancólicos, salmos y ofrendas. El sol abrasador del trópico derrite las horas; hay fuego en la hoguera y la leña crepita en la distancia. Como rebanadas de mantequilla los cuerpos se deshacen, se borran. Se destiñe el paisaje. La lengua reseca escupe palabras, guijarros que estallan contra las puertas y ventanas. La lengua ya no dibuja el paisaje ni lo contiene. La lengua calla bajo la piedra, el mármol o la obsidiana. Sobre la tumba de Platón narcisos y crisantemos, Monterroso muerto de la risa.