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Cicloturismo por La Sierra de Francia, Las Batuecas y las Huerdes altas PRIMERA ETAPA: CAMINOMORISCO – LA ALBERCA Lunes, 2 de Enero de 2012 Distancia = 51,20 km - Tiempo = 3:38:30 - Media = 14,09 km/h - Máxima = 57,7 km/h. La tarde anterior nos habíamos desplazados Alejandro y yo desde Zalamea a Caminomorisco, y lo mismo hizo Ángel, aunque él lo hizo desde Madrid, y saliendo algo más tarde que nosotros por razones laborales. El cuarto integrante del grupo, Edu, ya estaba en Pinofranqueado, así que quedamos en empezar en Caminomorisco, sobre las 9:30, para desayunar y comenzar la ruta. Después de los dos últimos años en los que a la hora de realizar nuestra ruta particular navideña, nos encontrábamos con mal tiempo, sobre todo con mucha lluvia, este año todo parecía indicar que íbamos a disfrutar de buen tiempo, nada de lluvia, sol y buena temperatura, aunque para el primer día de ruta, se esperaban nubes para la zona de norte de Extremadura y sur de Salamanca, incluso algo de nieve por le Portillo de las Batuecas, y lo cierto es que durante la noche, en un par de veces que me desperté, creí escuchar caer la lluvia, pero no hice mucho caso, ¡no podía ser que otro año más comenzáramos con lluvia!... pero al levantarme ya escuchaba el ruido característico de los coches al pasar por los charcos de agua de la carretera, y al asomarme a la calle, pude ver que efectivamente, durante la noche estuvo lloviendo, aunque ahora no lo hacía, incluso se estaban abriendo algunos claros, otra cosa sería si al meternos más en la sierra, las nubes estarían agarradas a ella o irían desapareciendo. Sobre las 9:30, con puntualidad, se presenta Edu, que finalmente hizo los 4 o 5 km que separan Pinofranqueado de Caminomorisco en coche, en lugar de en bici, por como estaba la carretera, así que finalmente todos partiríamos de cero, desde Caminomorisco. Desayunamos, preparamos las alforjas, bajamos a la calle con las burras, y una vez pertrechadas éstas y hecha la foto de rigor que marca el inicio de la ruta, emprendemos la marcha, con nuestro primero objetivo fijado en Vegas de Coria, a 13,5 km, donde pararíamos en el Hostal-Restaurante “Los Ángeles”, que regente un mujer de nuestro pueblo, y que ya es conocido por todos nosotros, excepto para Ángel, para el que toda esta zona es totalmente desconocida. Pero había que afrontar este primer trayecto, que serviría para ir calentando piernas ante de la larga subida que nos esperaría después, al pasar la alquería de la Rebollosa. Este primer tramo es corto, pero nada insustancial para las piernas, porque es una montaña rusa, un auténtico rompe-piernas, un buen sube y baja. Nada más empezar a pedalear, ya comienza un primer repecho de casi dos kilómetros hasta llegar a la ermita, que dejamos a la derecha, aunque lo que es el recorrido hasta poco más de salir del pueblo se hace cómodo. Es precisamente en estos kilómetros iniciales cuando hacemos las primeras paradas por lo de siempre: uno que si no le cambia bien la bici, otro que si el transportín y otro, como mi caso, en el que exceptuando un determinado desarrollo, en todos los demás cuando cambiaba sonaba un ruido, como si estuviera rozando la cadena en algo, y eso que el día anterior estuve probándola... al final era el cable del desviador que se había doblado un poco al montar la bici en el coche de Alejandro, y en función de en qué plato estuviera la cadena, rozaba o no; por 1 ©er_cucu'12

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Diario de un viaje cicloturista por las Hurdes Altas (Norte de Extremadura) y el Parque Natural de la Sierra de Francia y las Batuecas (Sur de Salamanca).

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Cicloturismo por La Sierra de Francia, Las Batuecas y las Huerdes altas

PRIMERA ETAPA: CAMINOMORISCO – LA ALBERCA

Lunes, 2 de Enero de 2012Distancia = 51,20 km - Tiempo = 3:38:30 - Media = 14,09 km/h - Máxima = 57,7 km/h.

La tarde anterior nos habíamos desplazados Alejandro y yo desde Zalamea a Caminomorisco, y lo mismo hizo Ángel, aunque él lo hizo desde Madrid, y saliendo algo más tarde que nosotros por razones laborales. El cuarto integrante del grupo, Edu, ya estaba en Pinofranqueado, así que quedamos en empezar en Caminomorisco, sobre las 9:30, para desayunar y comenzar la ruta.

Después de los dos últimos años en los que a la hora de realizar nuestra ruta particular navideña, nos encontrábamos con mal tiempo, sobre todo con mucha lluvia, este año todo parecía indicar que íbamos a disfrutar de buen tiempo, nada de lluvia, sol y buena temperatura, aunque para el primer día de ruta, se esperaban nubes para la zona de norte de Extremadura y sur de Salamanca, incluso algo de nieve por le Portillo de las Batuecas, y lo cierto es que durante la noche, en un par de veces que me desperté, creí escuchar caer la lluvia, pero no hice mucho caso, ¡no podía ser que otro año más comenzáramos con lluvia!... pero al levantarme ya escuchaba el ruido característico de los coches al pasar por los charcos de agua de la carretera, y al asomarme a la calle, pude ver que efectivamente, durante la noche estuvo lloviendo, aunque ahora no lo hacía, incluso se estaban abriendo algunos claros, otra cosa sería si al meternos más en la sierra, las nubes estarían agarradas a ella o irían desapareciendo.

Sobre las 9:30, con puntualidad, se presenta Edu, que finalmente hizo los 4 o 5 km que separan Pinofranqueado de Caminomorisco en coche, en lugar de en bici, por como estaba la carretera, así que finalmente todos partiríamos de cero, desde Caminomorisco.

Desayunamos, preparamos las alforjas, bajamos a la calle con las burras, y una vez pertrechadas éstas y hecha la foto de rigor que marca el inicio de la ruta, emprendemos la marcha, con nuestro primero objetivo fijado en Vegas de Coria, a 13,5 km, donde pararíamos en el Hostal-Restaurante “Los Ángeles”, que regente un mujer de nuestro pueblo, y que ya es conocido por todos nosotros, excepto para Ángel, para el que toda esta zona es totalmente desconocida. Pero había que afrontar este primer trayecto, que serviría para ir calentando piernas ante de la larga subida que nos esperaría después, al pasar la alquería de la Rebollosa.

Este primer tramo es corto, pero nada insustancial para las piernas, porque es una montaña rusa, un auténtico rompe-piernas, un buen sube y baja. Nada más empezar a pedalear, ya comienza un primer repecho de casi dos kilómetros hasta llegar a la ermita, que dejamos a la derecha, aunque lo que es el recorrido hasta poco más de salir del pueblo se hace cómodo.

Es precisamente en estos kilómetros iniciales cuando hacemos las primeras paradas por lo de siempre: uno que si no le cambia bien la bici, otro que si el transportín y otro, como mi caso, en el que exceptuando un determinado desarrollo, en todos los demás cuando cambiaba sonaba un ruido, como si estuviera rozando la cadena en algo, y eso que el día anterior estuve probándola... al final era el cable del desviador que se había doblado un poco al montar la bici en el coche de Alejandro, y en función de en qué plato estuviera la cadena, rozaba o no; por

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suerte era una tontería, simplemente doblar el cable hacia atrás y listo.

Desde la ermita viene una buena bajada, hasta la alquería de Cambroncino, con el tramo inicial de mayor pendiente y por supuesto, tanto ahora como durante todo este primer tramo hasta Vegas de Coria, transitando la carretera por una enorme masa de pinos, a uno y a otro lado de la carretera, y con multitud de pistas que salen a ambos lados, aprovechadas muchas de ellas como recorridos senderistas de pequeño o corto recorrido (PR o SL), aunque también se pueden utilizar para montar en bici.

Entre pinares, casi siempre por zonas de umbrías, y con un cielo que parecía ir abriendo poco a poco y en donde sólo van quedando algunas nubes, llegamos a Vegas de Coria, después de este primer tramo de precalentamiento, todo en completo sube y baja, rematado con una bajada final de cerca de 4 km.

Llegamos al hostal, que nos coge a nuestra izquierda, en la dirección que llevamos, sin tener que desviarnos de nuestro itinerario. La idea era tomar un café pero al final acabamos desayunando otra vez, y es que al final acabará pasando lo de siempre, que vamos a regresar de hacer la ruta con más kilos en el cuerpo que con los que empezamos.

Mientras estamos en la terraza del hostal-restaurante, tomando café unos, y otros desayunando de nuevo, con una temperatura agradable, aparece el repartidor de pan, así que aprovechamos para comprar de paso un par de barras para los bocatas de hoy, porque seguramente en los pueblos o alquerías por los que pasemos no venderán pan y puede que cuando lleguemos a La Alberca las tiendas estén cerradas o tengamos que estar esperando.

No nos entretenemos excesivamente en esta primera parada, aunque sí comentamos que el último día se puede hacer durillo el final de etapa, porque después de hacer el recorrido previsto, hay que sumarle este tramo rompe-piernas que acabamos de hacer, aunque a la inversa, pero esto no nos preocupa ahora, acabamos de empezar y la ilusión y las ganas van por delante, y eso que esta zona ya es conocida.

Entre Vegas de Coria y el cruce de Las Mestas, un par de largos repechos y sus bajadas correspondientes, por terrero más desarbolado, más desnudo, en los que el relax y calma con lo que nos lo tomamos antes de afrontar la subida del día, hace que empiece a surgir el típico mercadillo ambulante de todos los años, la compra-venta de material deportivo, el truco-trato (“te vendo esto y lo otro por tanto”, y el otro responde: “vale, pero sólo si en el lote entra esto otro”)... yo no me lo explico, pero todos los años, y ya van seis con este, se acaba cerrando algún trato.

En el cruce de Las Mestas, giramos a la derecha, dirección Riomalo de Abajo, por buena carretera, viendo ya a nuestra izquierda, la zona de las Batuecas, la sierra que tenemos ahora que atravesar para llegar a La Alberca. Un poco más adelante, giramos a la izquierda hacia la alquería de Rebollosa, perteneciente a Herguijuela de la Sierra, si no estoy equivocado, ya en terreno salmantino.

Bajamos unos 500 metros hasta llegar al río Ladrillar y desde aquí ya es todo subir hasta llegar a La Alberca, unos 17 km, aunque sin duda lo más complicado es el tramo de cemento que va bordeando esta alquería por la parte de arriba, subiendo bastante desnivel en pocos metros, haciendo que rápidamente quede ésta bajo nosotros, a nuestra derecha, y más abajo aún, el valle del río Ladrillar.

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Son unos primeros metros con rampas , sobre todo en la primera curva que lleva a la parte alta de la Rebollosa, de las de “agachar el lomo” para que la bici no haga el caballito, y más con el peso extra de las alforjas en la parte trasera.

En este primer tramo de hormigón, de poco menos de un kilómetro y de rampas duras, donde pega más el sol, al estar en la vertiente sur, así que no tardamos en empezar a sudar de lo lindo, sobre todo teniendo en cuenta que aún no habíamos tenido tiempo de desprendernos de la ropa de abrigo con la que habíamos salido esta mañana.

Terminado este primer tramo duro, el cemento-hormigón deja paso a una carreterilla local, estrecha y con firme descarnado, con perfil mucho más suave, y que picando siempre hacia arriba va bordeando la sierra, quedando enormes espacios abiertos a nuestra derecha, donde podemos ver claramente los profundos valles que van forjando con el pasar del tiempo, los cursos de los ríos, abriéndose paso entre los numerosos montes de no excesiva altura, pero sí muy abruptos, al igual que la orografía de Las Hurdes en general.

Es en este punto, donde la subida se hace más suave, con zonas de falsos llanos, cuando aprovechamos para quitarnos algo de ropa de abrigo y hacer más cómodo lo que resta de etapa.

A nuestra izquierda, siempre la falda de la sierra que vamos bordeando y por la que vamos subiendo, a nuestra derecha, y hasta donde alcanza la vista, sierras abruptas y valles encajonados.

Salvando el repecho inicial, la subida en general es suave, se va haciendo bastante cómoda, al menos hasta llegar a Herguijuela de la Sierra, aunque 500 metros antes de entrar en este pequeño pueblo, justo antes de tomar una curva, y de la forma más tonta y absurda se produce un accidente que finalmente quedó en un susto pero que pudo ser mucho más grave.

Íbamos los cuatro juntos, Alejando delante, tras él iba yo, detrás Edu y cerrando la fila, Ángel. Noto un ruido atrás, miro y veo, primero que Edu para en seco, sin saber muy bien por qué, y acto seguido cae “a plomo” hacia la derecha, hacia un barranco por el podía haber ido rodando hacía bajo sino fuera porque hay mucha maleza, mucha zarza y zona de árboles, que amortiguan la caída, quedando él sobre metro y medio por debajo de la carretera, y la bicicleta un poco más abajo, pero el problema es que el pie se le quedó trabado entre el cuadro de la bici y el manillar, tirando el peso de la bici hacia abajo mientras él intenta agarrarse a lo que pueda y no caer más. Pero lo peor de todo es la mala postura con que da el pie y sin posibilidad de destrabarlo.

Entre los gritos de dolor de Edu, Ángel que venía detrás y vio también la secuencia completa de la caída, se lanza rápidamente hacia bajo para aguantar la bici y que no siga tirando del pie, pero es incapaz de poder sacarlo de donde se había quedado aprisionado, y cada vez que intentaba algo Edu gritaba de dolor y que no lo moviera que se lo iba a partir. La solución fue desabrocharle la zapatilla para que pudiera salir el pie, después le ayudamos a salir hasta la carretera donde pudo comprobar que al menos no había roto nada, sólo el golpe y quizás algún esguince, además de las magulladuras.

Ángel que estaba abajo, me dio la bici, la sacamos a la carretera y vimos lo que había pasado. La chaqueta que llevaba Edu y que se había quitado y puesto encima del transportín, se había ido moviendo y al final acabó metiéndose entre la rueda trasera y los hierros del transportín, lo que hizo que la bicicleta frenara en seco y que Edu

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no tuviera tiempo de reacción para desenganchar las calas, y para colmo, la que desenganchó primero y de forma instintiva, fue la del pie contrario del lado donde tuvo la caída.

En fin, que todo quedo en un susto pero pudo ser más grave de lo ocurrido, y de la forma más tonta y simple, aunque eso pasa por bajar la guardia y por ir siempre ”de aquella manera”, porque bien pudo entrar el chaquetón dentro de las alforjas, como hizo después.

Pasado el susto, la pregunta ahora era si iba a poder continuar, ver si al menos en caliente no tenía dolor al pedalear, al hacer fuerza con el pie.

Llegamos a Herguijuela, que como he dicho antes, estaba prácticamente a tiro de piedra de donde se produjo la caída. Pasamos un pequeño y estrecho puente y llegamos hasta su plaza en medio de la cual hay un haya con un tronco enorme, rodeado de edificios con la típica arquitectura serrana de esta zona, con mucho entramado de madera, y bien conservados unos y bien restaurados otros.

Nos hacemos una foto junto al árbol emblemático de esta localidad, frente al cual está el consultorio médico, pero Edu se pone cabezón y no quiere entrar. Nosotros tampoco insistimos, él es fisioterapeuta y el sabrá mejor que nosotros como se encuentra.

Mientras descansa un poco junto al árbol, me voy a merodear por los alrededores de una iglesia cercana a la plaza, y después a a hacer una fotos a una vieja casa con pórtico, bajo el cual están unos abuelos charlando, y junto a ellos se encuentra una fuente y un viejo pilón de cantera, donde se pueden ver algunas carpas bajo un agua cristalina.

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Nos ponemos en marcha de nuevo, saliendo de este pequeño pueblo, que al igual que todos los de esta zona, y sus vecinos de Las Hurdes, están inmersos en un fuerte retroceso de población, de ahí el cartel que aparecía en la puerta del ayuntamiento, invitando a la gente a que se empadronara.

La carretera se empina ahora un poco más, hasta llegar al cruce con la carretera que va desde La Alberca hacia Sotoserrano. Dejamos la carretera estrecha y de firme rugoso y cogemos ahora esta otra carretera, más ancha, con buen firme, a la izquierda, dirección a La Alberca, a unos 10 km.

Alejandro y Edu han tirado hacia delante, mientras que Ángel y yo nos hemos retrasado un poco al parar a la salida de Herguijuela para hacer algunas fotos.

A escasos dos kilómetros desde que cogemos la carretera hacia La Alberca, aparece el cruce a la derecha hacia Madroñal, donde teníamos previsto desviarnos para hacer una pequeña visita, aunque no tuviera ningún atractivo como pudieran tenerlo otros pueblos como: Mogarraz, Monforte o San Martín del Castañar, al margen de La Alberca, pero como hoy no íbamos a hacer muchos kilómetros y el desvío a Madroñal tan sólo implicaba dos kilómetros extras entre la ida y la vuelta, habíamos decidido colocar este desvío a la hora de diseñar el trazado de la ruta.

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En el cruce de Madroñal están Alejando y Edu esperándonos. Edu dice que le duele el pie y que va a seguir hacia delante con Alejandro, entre otras cosas porque si bien es cierto que a Madroñal sólo hay uno o dos kilómetros, también es cierto que hay una fuerte bajada, y a la hora de subirla significaría hacer bastante fuerza con el pie.

Al final, ellos dos se irían hacia La Alberca, y como iban a llegar mucho antes que Ángel y yo, les comenté lo de los distintos hostales que había visto por internet para el tema del alojamiento, para que lo buscaran cuanto antes, se pegaran la duchita y Edu reposara su tobillo y pudiera aplicarse hielo.

Si ellos se iban a encargar de buscar el alojamiento, nosotros podríamos disponer de más tranquilidad, así que no sólo hicimos el desvío hacia Madroñal, donde no había mucho que ver, sino que nos fuimos un par de kilómetros más en bajada, hasta Cepeda, que ya nos comentó Edu que era más curiosa de ver, como efectivamente resulto ser.

Antes de llegar a Cépeda, paramos junto a unos viejos muros derruidos, de entre los que sólo cabe destacar un par de arcos que se levantan sobre las correspondientes entradas al recinto, en lo que en su día fue el Convento de San Marcos, con el pueblo “a tiro de piedra”, del que apenas lo separan unas cuantas huertas.

Ya en Cépeda estuvimos recorriendo sus calles con las típicas construcciones, muchas de ellas casas ya deshabitadas, en completo abandono, pero la verdad es que bien merece una visita este lugar.

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Antes de realizar el recorrido inverso hasta el cruce donde nos separamos de los otros dos compañeros de viaje, estuvimos tomando una cerveza en un pequeño bar, en la misma plaza de Cepeda, en donde también hay un árbol en el centro de la misma, aunque no tan majestuoso como el haya de Herguijuela, y es que parece que esto es una costumbre, porque no es el último que nos encontraríamos en el recorrido por estos pueblo de la Sierra de Francia. Curioso, mientras unos pueblos se gastan un pico en una pequeña estatua o fuente decorativa para ponerla en el centro de una plaza, llevándose comisiones unos y otros, aquí simplemente utilizan un árbol emblemático, singular o simbólico para los vecinos de estos pueblos.

Emprendemos el recorrido inverso, sabiendo que ahora nos toca la subida por la carretera que atraviesa Madroñal y que después conduce hasta la carretera de La Alberca. La temperatura ha cambiado, el sol ha desaparecido, aparece una ligera niebla que inunda el valle, y el sol que tuvimos cuando emprendimos la subida desde la Rebollosa se ha esfumado, la temperatura ha descendido ahora en esta vertiente norte de la sierra.

Con el “lomo agachado”, jurando y perjurando en hebreo y arameo, y entre soplidos y resoplidos, llegamos de nuevo al cruce de la carretera de La Alberca, y seguimos por ésta los 7 km que aún nos restaban, de los cuales, los dos o tres primeros son en constante subida, y no sé si por el añadido de la subida de Madroñal, por los múltiples parones, por seguir sin parar a recuperar o porque sencillamente uno no está para tirar muchos cohetes en estas fechas, pero lo cierto es que me costó encontrar un ritmo de pedaleo.

Antes de llegar a La Alberca, a unos cuatro o cinto kilómetros, paramos en un mirador donde hay un par de paneles indicativos en los que se explica todo lo que se puede ver desde allí, viendo los pueblos en los que acabábamos de estar: Madroñal y Cépeda, allá a bajo, en el fondo del valle.

La subida se suaviza al llegar al cruce de Monforte de la Sierra, que queda a nuestra derecha, y por donde vendremos en el recorrido previsto para mañana. Desde aquí el terreno es un sube y baja hasta el merendero próximo a La Alberca, desde donde se inicia un descenso de apenas un kilómetro hasta la entrada en las calles de esta población, después de pasar un pequeño puente de piedra para salvar las aguas del río.

Siguiendo la calle llegamos a su famosa plaza, para después perder cerca de un cuarto de hora buscando el hostal. Previamente había llamado Alejandro para decirnos que finalmente habían cogido habitación en el hostal“La Balsa”, que era el más económico de los cuatro que tenía apuntados, pero es que uno de ellos, el hostal “La Alberca”, situado al inicio de la calle principal, estaba cerrado, y el otro en el que nos quedamos hace un par de años, estaba algo más retirado, y no era cuestión de dar paseitos largos tal y como se encontraba Edu después de la caída.

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No se por qué, pero tenía metido en la cabeza que el hostal “La Balsa” estaba por encima de la plaza, y al final resulta que estaba a escasos 10 metros de la fuente que hay en la calle principal que conduce hasta la plaza, así que cuando llegamos allí rápidamente sale Alejandro del bar del hostal, porque nos había visto.

Subimos la bicis a un primer piso, a un pequeño salón comunitario, y después de ducharnos, bajaríamos de nuevo a este pequeño salón para dar cuenta de los bocatas que traíamos para el primer día, acompañado de unas cervezas. Los bocatas entraron bien, pero lo malo es que ya era más bien tarde, cerca de las seis y media, así que no creo que hubiera mucha hambre para la hora de la cena.

Salimos a dar una vuelta, mejor dicho, acompaño a Ángel durante un breve recorrido por el pueblo, aunque buscando el hostal ya estuvimos haciendo un poco de turismo con las bicis, y mientras, Alejandro y Edu, que estaba para pocos paseos, porque apenas podía apoyar el pie, entraban en un bar de la plaza para tomar algo y hacer tiempo mientras nosotros callejeábamos.

A las ocho de la tarde-noche, ya se notaba el frío, nada que ver con la temperatura con la que llegamos ayer a Caminomorisco, así que aprovechamos el paso por la tetería para tomarnos un té en este sitio en el que ya he estado en otras ocasiones y que me resulta bastante acogedor y confortable.

Nos vamos después en busca de los otros dos compañeros, tomamos una cervezas y buscamos un bar allí cerca donde pudiéramos cenar algo, nada especial, porque la verdad es que no había mucha hambre después de comer hoy tan tarde, así que picoteamos algo en uno de los bares que están bajo los soportales de la plaza.

Sobre las diez o poco más, nos vamos derechos para las habitaciones del hostal, y mañana a primera hora ya veríamos como planificar la jornada, en función de como estuviera Edu, y la verdad es que no pintaban nada bien las cosas.

Ángel cae redondo en cuanto se echa en la cama, y en cuanto a mí, como no hay nada en la tele que me guste, me pongo los cascos y escucho un poco de música, y mañana será otro día ¡ya veremos qué tal se levanta el amigo Edu!.

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SEGUNDA ETAPA: LA ALBERCA - LA ALBERCA

Martes, 3 de Enero de 2012Distancia = 65 km - Tiempo = 4:15:37 - Media = 15,29 km/h - Máxima = 57,6 km/h.

A las ocho de la mañana suela el despertador del móvil, pero nos hacemos un poco el remolón, no hay excesivas prisas por salir tan temprano, entre otras cosas porque ha tenido que caer una buena helada.

Al abrir de la ventana de la habitación, que da a la calle, se ven los tejados blancos de las casas, y a la izquierda, se divisa la Peña de Francia, ¡no está cubierta!, puede que tengamos suerte con las vistas desde arriba si la acabamos subiendo.

Hacemos la visita a la habitación donde están Alejandro y Edu para ver cómo se encuentra éste último después de la caída de ayer, y nos cuenta que está noche le ha dolido bastante y que definitivamente hoy no va a poder continuar de ruta con nosotros; todo se ha ido al traste por una caída tonta, después de estar tanto tiempo esperando estos días, y más este año, en el que parece que la climatología nos acompaña.

Bajamos todos a desayunar al bar del hostal y ya más tranquilos, con las cosas claras, hablamos de lo que tenemos que hacer. Por un lado, Alejandro tendría que llamar a Patri para pedirle que se acercara por la tarde, cuando saliera del trabajo, para recoger a Edu, su bici y sus alforjas, y por otro lado, habría que hablar con la gente del hostal para decirles que hay un cambio de planes, que hoy dejaríamos una de las dos habitaciones dobles y en la habitación nuestra que es de tres camas, se metería Alejandro,

Con los del hostal no hubo problemas, porque ya eran conscientes de la situación y sabían lo de la caída de Edu, así que después del desayuno, trasladamos las cosas de Alejandro y Edu a nuestra habitación, para dejar libre la suya.

A las 10:30 más o menos, estábamos en la calle, junto a la fuente, rellenando los botes de agua y con las burras preparadas, con la gran diferencia de que hoy iban a ir ligeritas de peso, puesto que la etapa prevista iba a a ser circular, con inicio y fin en La Alberca, recorriendo parte del P.N. de la Sierra de Francia, algunos de sus pueblos, e incluiríamos la subida a la Peña de Francia. Por tanto, hoy no íbamos a llevar alforjas, y tan sólo cogeríamos algo de material de repuesto y algo para comer.

Edu aprovecharía la mañana para ir al médico e intentar dormir algo, puesto que esta noche apenas pegó ojo.

Nos ponemos en marcha tras la foto de rigor en la plaza de La Alberca, y salimos del pueblo en dirección a la Peña de Francia, al principio con temperatura fresca, pero el sol ya había hecho acto de presencia y durante el resto del día la temperatura fue bastante agradable para montar en bici, aunque en la zona que estaba a nuestra derecha, o sea, hacia el este, se veían algunos bancos de niebla, si bien es cierto que la subida a la de Peña, al menos hasta la zona del Paso de los Lobos, que es hasta lo que podíamos ver, estaba despejada.

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El recorrido de hoy comienza con cerca de tres kilómetros de bajada, justo hasta el río, y pasado éste comienza una rampa de un kilómetro casi al 7% que me coge con las piernas en frío y me cuesta coger un ritmo de pedaleo. Después de este primer repecho, se sigue en suave subida hasta llegar al Casarito, pasado el cual cogemos el desvío a la izquierda, junto al camping, para subir al santuario de la Peña. Hasta aquí unos 5 o 6 kilómetros recorridos, pedaleando prácticamente desde que salimos, por un auténtico bosque de robles y castaños, aunque en esta época del año están completamente despojados de sus hojas, con un manto de color pardo que cubre todo el suelo; visto así, la verdad es que no impacta tanto visualmente, pero supongo que en pleno otoño, con la explosión de colorido de las hojas antes de caer, deber ser espectacular.

Desde el desvío seguimos por una carretera local más estrecha y con más curvas, prácticamente todo en bajada, y donde no pega tanto el sol, es una zona más de umbría, hasta llegar a un nuevo cruce: hacia la derecha en dirección a el Cabaco, y hacia la izquierda a la Peña de Francia.

Es desde este cruce donde realmente comienza la subida a este puerto, de unos 11 km de ascensión, sin grandes rampas pero muy constante; en una primera parte en la que a nuestra derecha siempre tenemos la ladera de la Peña y a nuestra izquierda, y sobre todo conforme vamos subiendo, unas amplias vistas de todo el este Parque Natural de la Sierra de Francia, y de la ingente masa forestal de robledales y castaños, cuyo manto protector será de agradecer en la subida a este puerto en época estival, aportando sombra a la carretera, al menos en la primera parte de la subida, pero lo cierto es que la amplia panorámica que podemos tener ahora es un tanto triste, melancólica, apagada, fría, con sólo el color gris de los troncos y ramas que se levantan sobre una alfombra ocre-parduzca que cubre el suelo, y más si la niebla, más hacia al este, inunda parte de estas sierras.

En la subida cada uno va a su 'bola', cada uno sube como puede, a su ritmo, aunque Alejandro es el que va más suelto y aprovecha los primeros 5 kilómetros para ir hacia delante y hacia atrás, grabando con su cámara de vídeo... ¡ya veremos a ver que es lo que graba este nuevo Spielber a lo extremeño!.

Durante estos primeros kilómetros veo la fuente de Simón Vela a la derecha y también a derecha e izquierda de la carretera, veo senderos que suben hasta el mismo santuario de la Peña, son parte del GR que atraviesa la zona y que también coincide con parte del Camino de Santiago, a juzgar por las indicaciones que se ven: flechas amarillas y azulejos azules con la típica concha, como se pueden ver en el viacrucis que sale a poco menos de un kilómetro de la cima, a la izquierda de una curva de herradura, aunque desconozco a qué Camino de Santiago corresponde este recorrido; viene del este, pero no sé donde nace, y por lo que vi después, se dirige hacia el oeste, hacia la zona de Ciudad Rodrigo, supongo que enlazará con la Ruta de la Plata, a la altura de Salamanca.

Me gustaría recorrer algún día a pie todo este tramo de GR que atraviesa este P.N. de la Sierra de Francia y las Batuecas, así que tomo nota mental de esto y si llegamos a buena hora a La Alberca, intentaré acercarme a la oficina de información y turismo para pedir información de toda la red de senderos de esta zona, porque a parte de este GR, en nuestro recorrido por toda esta zona y durante los tres días, hemos visto muchos senderos señalizados.

Seguimos avanzado, Ángel se queda a unos metros por detrás, y Alejandro deja ya de filmar su película particular y tira pa'lante, justo en la parte que se me hizo más dura, entre el kilómetro 5 y el 6, con rampas de un 9 y un 11%, aunque el porcentaje medio de este kilómetro está en torno al 7%. Terminado este tramo me voy recuperando y el resto ya lo llevo mejor.

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Alcanzo el famoso Paso de los Lobos en donde se tienen unas vistas impresionantes a los lados de la sierra, hacia el este, que es el que hemos estado viendo durante todo este tramo de la subida, y hacia el oeste, hasta Ciudad Rodrigo, por donde viene otra carretera que en una buena, bonita y larga ascensión, como puedo ver, llega hasta este Paso de los Lobos, y desde aquí el resto de la subida es la misma, independientemente desde donde se venga.

El valle que queda abajo, hacia el oeste, está prácticamente cubierto por las nubes y las cimas de las sierras sobre salen de éstas. Hay buenas vistas y buenas fotos, pero prefiero no parar para no romper mi ritmo de subida, además me encuentro cómodo, así que ya haré fotos de esta zona durante la bajada.

Sigo hacia delante, y desde el Paso de los Lobos se nota un deterioro del firme de la carretera, más rugoso, con algunos baches y en general en peor estado que el tramo de subida que habíamos recorrido.

Veo un cartel que indica 4 km para llegar al santuario de la Peña de Francia, aunque al final acaban pareciendo menos de los que se indican, o quizás sea que se hacen más rápido por que el porcentaje de la pendiente baja, lo que hace que incluso pueda subir desarrollo y avanzar más rápido, por este tramo que con muchas más curvas. Desde el Paso de los Lobos hasta la cima, la carretera da la impresión de ser una escalera de caracol en torno a un núcleo central que es la Peña, con lo que vamos a ir teniendo vistas parciales de toda la zona, que si la superpusiéramos, nos daría una vista panorámica completa.

En este tramo como he dicho, voy más rápido, más cómodo, pero Alejandro también, y así, al kilómetro de dejar el Paso del Lobos, ya lo pierdo de vista, al igual que supongo le ocurre a Ángel con respecto a mí.

Al girar en una curva de herradura, a mi izquierda dejo la Cueva de los Mosquitos, según el cartel indicativo, y con forme voy subiendo las vistas son más espectaculares, debido a las nubes bajas y las cimas de las sierras por encima de ellas, dentro de un día espléndido, con buena temperatura y sol, al menos durante toda esta subida.

En el último kilómetro de subida es donde aparecen de nuevo algunas rampas duras, pero ya tengo frente a mi la hospedería y la iglesia, y un poco más abajo, en una especie de aparcamiento-mirador, está Alejandro grabando la subida de los dos que venimos por detrás.

Llego a la altura de Alejandro, y mientras esperamos a que llegue Ángel, yo aprovecho para ir hacia la otra parte, más escarpada por el tema de rocas. Después de una pequeña trepada obtengo la recompensa de unas bonitas vistas.

Cuando regreso, Ángel ya ha llegado, así que nos encaminamos hacia el mirador situado junto a una pequeña plaza circular en medio de la cual hay un enorme reloj de sol. Desde aquí sale un camino empedrado que en unos 50 metros, siempre hacia arriba, nos conduce por fin a la meta final, una plaza circular desde donde se accede a la hospedería, a la iglesia, a la gruta donde se encontró a la Virgen, o a la zona donde está el pozo verde. El resto del perímetro de esta plaza adoquinada o empedrada, esta formado por soportales, que serviría tanto para proteger a los fieles en caso de lluvia, como a su vez para protegerlos del viento frío que sopla aquí arriba, en la cima. Este perímetro porticado tiene una pequeña abertura en forma de balcón-mirador, un balcón que parece colgado en la propia peña y desde donde se tienen buenas panorámicas.

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En el centro de esta “plaza”, una cruz de granito sobre una escalinata. Allí nos hacemos una foto los tres jinetes que habíamos salido hoy, junto a nuestras burras.

Ya arriba, cada uno a su aire, a unos les gusta una cosa y a otros otra. Alejandro ya estado aquí y prefiere descansar y cargar las pilas al sol, y de paso llamar al cuarto jinete, a Edu, para decirle que ya habíamos subido y para saber cómo se encontraba. Ángel y yo curioseamos por los alrededores, hacemos fotos, la visita a la gruta y a la iglesia, donde se encuentra la virgen, y la verdad es que se estaba mejor fuera que dentro de la iglesia, por el frío que hace en ella, ¡uf, aquí para venir a escuchar misa hay que venir con forro polar, abrigo y estufa incorporada para los pies!...

Un rato al sol para calentarme, sobre todo después de la visita al interior de la iglesia, comer algo, y bajar de nuevo a la otra plaza, más pequeñita, donde está el reloj de sol, y donde también hay un espectacular mirador, desde donde hacemos unas fotos. Curioseando por los alrededores veo que hasta aquí, o sea, hasta este mirador, se llega también por camino, supongo que el mismo que hemos ido viendo en la subida, unas veces a la derecha y otras a la izquierda de carretera.

Estuvimos más de una hora por allí arriba, y teníamos que ponernos de nuevo en marcha, porque nos quedaba mucho por recorrer, si bien es cierto que lo que nos esperaba era una buena y larga bajada, para la que nos habíamos preparado haciendo acopio de revistas y folletos tamaño folio que habíamos cogido de la iglesia, para colocárnoslos entre el pecho y la chaqueta térmica, y reducir más el impacto del viento frío y cortante de la bajada.

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Ángel y Alejandro bajan rápidamente hasta el Paso de los Lobos, en donde Ángel quería hacer unas fotos. Yo bajo más tranquilo, haciendo paradas para hacer algunas panorámicas, ver la colonia de buitres que estaban sobrevolando por la zona (¡ummmm!, ¿vendrán a por alguno de nosotros?), y curiosear por los alrededores del viacrucis que vi en la subida, a un lado de la carretera, y por donde está marcado el Camino de Santiago.

Cuando llego al Paso de los Lobos, me están esperando los compañeros de viaje, y como nos hemos entretenido bastante en la cima, no nos entretendremos más a partir de ahora y seguiremos con el descenso, sin hacer más paradas. Ángel comienza bajando a toda leche, mientras Alejandro y yo vamos más tranquilos.

En el cruce del Cabaco, nos espera Ángel. Reagrupamiento y giramos a la derecha, de nuevo en dirección al Casarito, aunque ahora la carretera pica un poco hacia arriba, y después del parón en la cima y de la bajada, las piernas se resienten un poco y Ángel se queda unos metros rezagado.

Desde el Casarito, giramos a la izquierda, en dirección a San Martín del Castañar, por una larga recta, por la que pedaleamos llaneando, aunque después de cuatro o cinco kilómetros, hacemos un breve desvío a la izquierda, para hacer una visita a la Nava de Francia, y al principio de este desvío sorprende ver una zona de pinares rodeados de todo un bosque de robles, que es lo que acostumbra a ver uno por esta zona.

Ya en esta pequeña localidad, poco que ver, así que callejeamos por sus calles y después de una mínima parada en su pequeña plaza, donde se encuentra la iglesia y el ayuntamiento, realizamos el recorrido inverso para retomar de nuevo la carretera que llevábamos, entre el Casarito y San Martín del Castañar.

Un pequeño tramo de llaneo al que sigue una bonita bajada hasta San Martín del Castañar, en la que Ángel como siempre, se lanza a toda leche, mientras yo me voy rezagando, como siempre, al parar para tomar unas fotos desde arriba, de este pequeño y bonito pueblo, como pronto descubriríamos.

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Entramos en el pueblo, callejeamos con las bicis por sus calles, siguiendo el itinerario que nos propuso un lugareño que vimos al salir de uno de los bares-restaurantes de la plaza, quien también, al escucharnos hablar de si parar a comer algo rápido para no perder más tiempo, tapeando o comiendo unas raciones, nos aconseja el bar del que acaba de salir, que calidad-precio es el mejor, y que nos vamos a gastar más comiendo de raciones o de tapeo y vamos a comer peor, que si comemos de menú.

Decidimos dar la vuelta por el pueblo y después comer. Callejeamos por dentro y por fuera del pueblo, subimos hasta su castillo, junto al cual también se levanta una plaza de toros ovalada, dicen que la segunda más antigua de España. En esta zona veo una estampa que me gustó bastante, y es que con el fondo de las fachadas de unas vetustas casas con balcones y entramados de madera, semiderruidas, con un tramo de balcón de madera inclinado que bien parece que va a caer de un momento a otro, son el sol reflejado en estas fachadas, mientras los alrededores permanecen a la sombra, a la umbría, con una cuerda soportando la ropa tendida al sol, una mujer sentada está cosiendo, mientras la pareja de abuelos, también sentados junto a ella, con sus huesos calentándose al sol, mantienen una conversación.

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Dentro del castillo hay un cementerio y también una construcción de madera, más nueva, que está cerrada en ese momento, y no sé si es algún centro de interpretación o de información. Desde el castillo, buenas vistas del pueblo y de toda la zona por la que hemos venido, con la Peña de Francia al fondo, ahora con algunos jirones de niebla que aparecen en su cima.

Volvemos a la plaza y entramos en el bar que nos recomendaron, donde había bastante gente comiendo. Pedimos el menú siempre que nos lo sirvieran rápido. Los tres pedimos lo mismo, porque a esta hora, sobre las 15:10, ya no disponen de algunos platos, así que de primero una ensalada mixta y de segundo carne de carrillada con patatas, más unas cervezas y el café o postre, y como teníamos prisa, habíamos estado preguntando por el tema de las raciones y tampoco queríamos comer en exceso porque después había que seguir pedaleando y aún nos quedaban algo más de 20 km por recorrer, nos hicieron otra propuesta, una fuente grande común para los tres, con la ensalada mixta, y otra fuente grande con la carne y las patatas, y al final optamos por esto último, además de que nos salía más barato.

Nos sirvieron muy rápido, y en media hora habíamos terminado. Se juntaron las prisas, el hambre y un servicio rápido, así que a las 15:45 ya estábamos fuera y dispuesto a enlazar de nuevo con la carretera que llevábamos, ahora en dirección a Casas del Conde.

Lo peor de todo fue volver a montar en bici después de comer, y sobre todo si hay que empezar subiendo, porque es lo que tocaba, una subida suave de un par de kilómetros entre castaños, robles y más robles, a derecha e izquierda de la carretera, que rara vez dejaban entrever el paisaje más allá de ellos.

Al llegar a un cruce, nos reagrupamos, porque ahora deberíamos girar a la derecha, en dirección a Casas del Conde. Desde este punto iniciamos una larga y vertiginosa bajada, y desde la altura en la que nos encontrábamos se podía disfrutar, ahora que no nos lo impedía el bosque, de unas muy buenas panorámicas de los alrededores y hasta donde alcanza la vista; valles escarpados surcados por ríos que atraviesan este parque natural, como es el caso del río Francia, una enrome masa forestal de robledales, en su mayor parte, que cubre toda el terreno, constituyendo un verdadero pulmón que hace que uno se sienta en plena naturaleza, partícipe de ella, disfrutando del momento. Voy tirando de frenos, disfrutando de la bajada, me he negado a seguir el ritmo de Alejandro cada vez que hay una subida y el de Ángel cada vez que hay una bajada, cómo ésta.

No tengo prisas, creo que se puede hacer todo el recorrido previsto, aunque muy justo de tiempo y siempre que no haya averías, pero mejor así que estar toda la tarde sin hacer nada.

Poco antes de llegar a Casas del Conde, se tiene una panorámica de algunas de sus casas encaramadas en un lado de la sierra, como un balcón al aire, bajo el cual está el valle surcado por el río Francia y todo el bosque que lo rodea, así que paro a tomar unas fotos.

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Cuando llego a las primeras casas de este pequeño pueblo de menos de 70 habitantes, están Alejandro y Ángel, esperándome, aunque no se para qué, porque en cuanto empecemos a pedalear ellos van a tirar sin muchos miramientos y yo voy a seguir regodeándome en la bajada, tirando de frenos y disfrutando.

En las cercanías de este pueblo se ven algunos olivos, aunque pronto aparecen de nuevo los robles. A medida que voy bajando, la amplia perspectiva de la sierra que tenía antes, desde lo alto, al comienzo de la bajada, va desapareciendo, y poco a poco el sol va dejando lugar a la sombra y a la umbría, que se hace más intensa en el fondo del valle, al cruzar por un estrecho puente el río Francia. Aquí hago una nueva parada, para tomar unas fotos, y ver los alrededores, que prometen ser un lugar idílico, aunque quizás en otra estación del año, porque ahora todo parece demasiado triste, demasiado gris, demasiado frío...

Aquí, en las entrañas del valle, ni un ruido, y tan sólo el murmullo del agua rompe el completo silencio de esta zona. Creo que desde que salimos de San Martín del Castañar, apenas nos hemos topado con un par de coches y fue en el tramo inicial, porque durante la bajada no me encontrado con nada ni con nadie, a excepción de este grupo de casas que forman este pequeño pueblo de Casas del Conde.

Pensaba que a lo mejor los compañeros esperarían también en el puente, al igual que en la entrada del pueblo anterior, pero han seguido sin parar, así que mejor, menos presión y ya iré más tranquilo pedaleando “a mi manera”, aunque ya dejé caer en Casas del Conde, cuando nos reagrupamos, que a partir de Mogarraz, cada uno fuera “a su bola”, porque veía a Alejandro con prisas por no llegar en penumbras, al anochecer, por el tema de los coches, así que desde allí había una alternativa a la ruta prevista, y ésta era pedalear por una carretera que va directa a La Alberca, en lugar de hacer el recorrido planificado por Monforte de la Sierra, y además, el tráfico en esta carretera iba a ser prácticamente nulo, mientras que por el recorrido previsto, los últimos 4 km coinciden con los últimos kilómetros recorridos ayer, por la carretera entre Sotoserrano y La Alberca, que puede tener algo más de tráfico. Por otro lado, a Ángel supongo que le daba igual, pero como me daba la impresión de que iba a piñón fijo, dependería de como viera el tema y dependiendo de cómo se encontrara.

Lo que estaba claro es que si yo hacía las paradas que tenía programadas íbamos a andar muy justitos de tiempo, como ya he dicho antes, así que cuando llegara a Mogarraz, como suponía que ellos iban a estar esperando en la entrada, les comentaría lo de esta carretera, y en función de la hora, yo también me decantaría por hacer esta alternativa o seguir con el recorrido previsto.

Comienzo la subida, toda en umbría hasta llegar a un bonito y amplio mirador que hay a la izquierda de la carrera, con fuente, merenderos con mesas y bancos de piedra, con cercado de madera y con un mirador con escalinatas cubierto por un techo, con vistas a la zona de Miranda del Castañar, rodeado de enormes bosques de robles, ¡cómo no!; y es que en este espacio se encuentran las seis especies de robles (“Quercus”) más representativas de la península, como son: el carvallo (Quercus robur), el albar (Quercus petraea) , el melojo (Quercus pyrenaica), el alcornoque (Quercus suber), el quejigo (Quercus faginea) y la encina (Quercus ilex); compartiendo espacio con estos, están también los castaños, y en las zonas más sombrías y húmedas, como la del río por la que he pasado antes, también podemos encontrar alisos y fresnos, lo que hace que desde este mirador en la época del otoño se pueda contemplar una auténtica explosión de colorido que bien pareciera salir de la paleta de un pintor, ¡quién sabe!, igual algún día vengo por aquí en otoño y así puedo disfrutar de estas vistas...

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Desde este mismo mirador, mirando al fondo, más allá del pueblo que se ve (Miranda del Castañar), están las montañas de las Sierras de Béjar y Candelario cubiertas sus cimas por las nieve.

Creo que los compañeros no han hecho parada en este mirador, o como mucho un pis-pas porque de lo contrario me los hubiera encontrado aquí.

Sigo hacia delante, ahora la subida es más suave y ya estoy próximo a Mogarraz, el segundo de los tres pueblos que tenía previsto visitar y que están declarados como “conjunto histórico artístico”. Ahora, tras dejar la umbría, pedaleo con los últimos rayos de sol, antes de que éste se oculte tras las sierras.

Llego a la entrada de Mogarraz, donde un viacrucis a la izquierda recibe al visitante. Hago unas fotos y leo los paneles indicativos.

A la entrada del pueblo, la carretera se bifurca en dos, por la derecha lo rodea y continúa por el recorrido que tenemos previsto, y por la izquierda, se adentra en él por una larga y típica calle, con fachadas bien conservadas y restauradas, manteniendo la arquitectura tradicional.

Justo al principio de esta calle, cuando estoy parado haciendo algunas fotos, veo pasar una familia haciendo también cicloturismo; el padre delante, los dos hijos pequeños en el medio y la madre cerrando filas, nos saludamos y poco más, porque me parece que llevaban prisas. Después me enteraría que iban en dirección a Miranda del Castañar.

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Esta calle larga desemboca en la plaza del pueblo, con algunos tramos porticados, y allí también está la iglesia, aunque creo que fue justo antes de llegar allí, en el último tramo de la calle antes de llegar a la plaza, cuando aparecen algunas casas a mi izquierda, más deterioradas, deshabitadas, y en venta, cuando me encuentro con un cerdo suelto que está intentando hacerse su cama para pasar la noche, bajo uno de los soportales de estas casas. Puede parecer surrealista, pero supongo que se trata de una tradición, al igual que en La Alberca (salvo que aquí creo que al cerdo en esta época del año lo tienen encerrado), y es que el cerdo divaga por el pueblo y la gente de éste lo alimenta, y al final acaban haciendo una matanza para todos los vecinos. Creo que así es como va esta historia. Yo hago la foto de rigor, mientras el cerdo se pone cómodo para pasar la noche y ni se inmuta ante mi presencia.

Desde la plaza continúo ahora en subida, por calles de cemento y piedras en su tramo inicial y que acaban prolongándose en un tramo final totalmente empedrado e irregular, con más pendiente, que conduce hasta la salida del pueblo, empalmando con la carretera que salía a la derecha en la bifurcación que estaba a la entrada del pueblo.

En esta parte, ya se ven construcciones más viejas, arquitectura tradicional auténtica, sin restaurar, pero en peor estado, con calles estrechas, casas de entramado de madera con largas balconadas, con algunas casas abandonadas, con soportales de poca altura sostenidos por gruesas columnas de granito, y tramos que se van cayendo poco a poco... ¡es una lástima, pero es lo que hay!.

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Cuando llego a la salida del pueblo tampoco veo a los compañeros, aunque no me extraña, porque me he entretenido mucho haciendo fotos y ya es bastante tarde. ¡Quizás me hayan estado llamando por teléfono!, pienso, así que abro el bolso delantero que cuelga del manillar y lo enciendo, pero no tengo llamadas perdidas, así que los llamo para saber donde están.

Me comentan que me han estado esperando, pero como no aparecía han tirado hacia delante, y ya llevan sobre kilómetro y medio o dos kilómetros recorridos, así que les digo que sigan rectos, dirección a La Alberca, que yo ya llegaría después.

Ellos no han entrado en el pueblo, han tirado por la carretera que lo rodea y habrán esperado a la salida o poco antes, y como yo he estado por dentro, no hemos coincidido. De todas formas, ellos tirarán ya hacia el destino, que era lo que quería proponerles, mientras yo me debato entre si hacer lo mismo o seguir con el trazado previsto. La diferencia entre uno y otro recorrido es de unos cuatro kilómetros, pero el sol ya casi se ha ocultado.

Finalmente me decanto por hacer el recorrido que tenía previsto. Se que voy a llegar casi de noche, pero si no tengo ninguna avería o pinchazo podré llegar y aún así todavía habrá tiempo para pasar parte de la tarde-noche en La Alberca.

Poco después de dejar Mogarraz, llego a un cruce, a la derecha o más bien de frente, dirección hacia La Alberca, por donde han tirado los compañeros, y hacia la izquierda, dirección a Monforte de la Sierra, el tercero de los pueblos sobre el que había previsto hacer una visita, y hacia allí me dirijo.

Desde el cruce hasta e pueblo, unos dos kilómetros muy llevaderos, pero poco antes de llegar, ya comienza la carretera a ascender, y la subida continuará hasta el cruce de la carretera que une Sotoserrano con La Alberca, donde tendría que extremar las precauciones por que en esa zona sí que puedo encontrarme con algo más de tráfico.

En el pueblo no puedo entretenerme mucho, así que me limito a atravesarlo con la bici. Apenas hay luz para hacer fotos en las calles estrechas y la batería de la cámara está prácticamente agotada, salgo del pueblo y continuo en subida por la misma carretera estrecha y algo descarnada, lo que hace que el ritmo de pedaleo se ralentice. Al poco veo a la izquierda, en una especie de pradera yuna cruz de granito sobre unas escalinatas , así que paro para echar rápidamente un par de fotos, una con la cruz y las cimas nevadas de la Sierra de Béjar y Candelario al fondo, y la otra hacia el otro lado, con la cruz y un fondo de nubes anaranjadas y rojizas, sobre la sierra, producto de los últimos rayos de un sol del atardecer, de un sol que ya hace un buen rato que no veo. Justo cuando voy a hacer esta última foto me quedo sin batería.

Monto de nuevo sobre Bucéfalo y ya si tengo que ir del tirón. La carretera sigue subiendo durante un par de kilómetros después de dejar Monforte, y después se suaviza dando un respiro, aunque tengo que meter plato en el último tramo, un falso llano, para avanzar lo más rápido posible, al menos hasta llegar al cruce de la carretera que va a La Alberca.

Unos metros antes de llegar al cruce, me llaman por teléfono. Pienso que será Alejandro o Ángel, que habrán llegado y quieren saber cuánto me falta, pero no, es un compañero de los “Dientes de Perros”, del club de Castuera, que quiere ir con otro compañero a ver el belén de mi casa. Le digo que me pilla en mal momento, que se

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me está haciendo de noche, que estoy fuera de casa, de cicloturismo, y le doy unas indicaciones rápidas para llegar a mi casa del pueblo, y de paso, aprovecho la parada para encender la luz trasera de la bici y colocarme el frontal.

Podía haber encendido las luz antes, pero hasta aquí he venido sin problemas, tan sólo me ha adelantado una furgoneta en el tramo desde que salí de Mogarraz y el cruce de la carretera de La Alberca, y ha sido justo antes de que me llamaran por teléfono.

Intento hacer estos cuatro kilómetros lo más rápido que puedo, pero la piernas ya no están para muchas florituras, así que lo llevolo mejor que puedo, y por suerte, hay pocos coches, tan sólo me encuentro con cuatro o cinco.

Ya con las luces de las calles encendidas, entro en La Alberca, cruzo el puente, atravieso una calle empedrada por donde también llegamos ayer, y accedo a la plaza, giro a la derecha y a unos 30 o 40 metros llego al hostal, donde en el bar están esperando Patricia, Alejandro y Edu, mientras Ángel ha subido arriba a ducharse, porque ahora tendremos que ir por turnos para ducharnos al disponer de sólo una habitación.

Cuando baja Ángel, sale con Patricia para hacer unas compras, y Alejandro sube a ducharse, mientras yo espero con Edu y tomo una cerveza.

Hasta este momento los planes seguían igual que esta mañana, o sea, seguíamos manteniendo una habitación de tres camas, y Edu se iría con Patricia esta tarde noche, aunque él dice que después de ir al médico esta mañana, de que le vendaran el pie o la zona del tobillo, de los antiinflamatorios y del reposo, se encuentra bastante mejor, y puede apoyar el pie, incluso se plantea el intentar salir con nosotros mañana, y en el peor de los casos, si le molesta al pedalear, puede parar en Las Mestas o seguir hasta Vegas de Coria, y después que vengan a recogerlo allí. Pero mejor prevenir, no vaya a ser que se ponga peor, y además es un poco lío todo, porque habría que hablar de nuevo con los del hostal para ver si tienen una habitación libre, llamar otra vez a casa para decir al final se queda, y hacer que Patricia que ha venido expresamente para recogerlo a él, se vaya de vuelta sóla.

Llega mi turno, subo a ducharme y cambiarme. Cuando bajo me encuentro que en menos de 20 minutos, han cambiado de nuevo todos los planes. ¡No doy crédito!. Al final Edu decide que mañana intentaría salir con nosotros, lo que suponía que Patricia se iría de vuelta sola, aunque con el equipaje de Edu, que sólo se quedaría con lo imprescindible, incluso ya habían hablado con los del hostal y le habían dejando una habitación individual, aunque nos saldría todo por el mismo precio que si tuviéramos las dos habitaciones doble, y por último ya había vuelto a llamar a casa para decir que se quedaba y que mañana intentaría continuar con la última etapa de la ruta. Y todo en un abrir y cerrar de ojos, en lo que tardé en ducharme.....

Con el nuevo cambio de planes, salimos a tomar unas cervezas y buscar un sitio para cenar, porque esta noche sí queríamos cenar bien, nada de tapeo o bocatas. Pero en esta época hay pocos bares con cocina abierta y eso que es un sitio turístico. Al final acabamos en el asador que está junto a la fuente y frente al hostal donde nos quedábamos. Parece que éste era el único sitio donde se podía cenar, y donde coincidimos con otra pareja con la que habíamos estado esta mañana en la Peña de Francia, y hacía un rato en otro bar mientras tomábamos unas cervezas.

Terminada la cena nos fuimos al bar del hostal para ver el partido de copa del rey entre el Madrid y el Málaga, y así hacer tiempo para no irnos tan temprano a las habitaciones, aunque el amigo Ángel no aguantó mucho, y al finalizar la primera parte se fue directo al 'sobre'. Al terminar el partido nosotros hicimos lo mismo, esperando que después de tanta movida y cambio de planes, el pie de Edu ya esté más recuperado y aguante mejor para la etapa de mañana.

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Cicloturismo por La Sierra de Francia, Las Batuecas y las Huerdes altas

TERCERA ETAPA: LA ALBERCA - CAMINOMORISCO

Miércoles, 4 de Enero de 2012Distancia = 81,10 km - Tiempo = 4:44:30 - Media = 17,13 km/h - Máxima = 67,2 km/h.

Al rededor de las 9 bajamos a desayunar, después subimos a por las alforjas, las bajamos junto a las bicis, las montamos, rellenamos los botes con el agua de la fuente que está al lado, al igual que ayer, y sobre las diez y cuarto nos ponemos en marcha, en una mañana fría, envuelta en niebla, con algo de humedad.

El tramo desde que salimos de la calle principal y tomamos la carretera de subida al Portillo, hasta que dejamos atrás las últimas casas de esta localidad, corresponde al mayor porcentaje de la subida, son los 600 u 800 metros de más pendiente, después se suaviza hasta llegar a la cima del Portillo de las Batuecas, con un total de unos tres kilómetros aproximadamente. La subida la hacemos cómoda y tranquilamente, aunque empezar el día subiendo, y con la niebla y el frío de la primera hora de la mañana no es lo mejor precisamente para empezar.

En la cima del Portillo hacemos algunas fotos y después directos a la bajada para no quedarnos fríos arriba, aunque al igual que ayer, yo me quedo el último, tirando de frenos, disfrutando de la bajada, porque en esta otra vertiente la nieblina va desapareciendo y se tiene una amplia visión de las Batuecas

En alguna de las nueve curvas de herradura del puerto, me encuentro con Ángel que ha parado para sacar unas fotos, y de paso aprovechamos para hacernos una foto los dos juntos.

Seguimos el descenso, el sigue directo hacia bajo y yo vuelvo a parar en otra curva para hacer alguna que otra foto.

En la última curva, donde está el acceso por tierra al Monasterio, y donde realmente comienza la subida del puerto que nosotros estamos en esta ocasión bajando, es donde hacemos el reagrupamiento. Alejandro aprovecha la parada para solventar un problema con los frenos.

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Desde aquí unos cinco o seis kilómetros en suave descenso, pasando de nuevo junto a los robles y tejos típicos de esta zona, regados con las agua del río Batuecas, porque desde el inicio de la bajada, los robledales de la Sierra de Francia, dando paso a los pinares en esta otra vertiente de las Batuecas, al igual que en Las Hurdes. Es justo al pasar uno de los puentes sobre el río Batuecas, donde hago una nueva parada, al igual que Ángel, porque creo que aquí está una foto que he visto en algún sitio y que me gustó bastante, aunque no logro captar la escena como a mi me gustaría, y después de hacer varias fotos lo doy por imposible, y es que estoy teniendo algún problema con la cámara que de momento no sé como solventarlo... ¡tendré que leer las instrucciones!...

Ahora seguimos Ángel y yo juntos, los otros han tirado hacia delante. Hemos quedado en el primer bar que hay a la entrada de Las Mestas, a la izquierda, junto a la iglesia. En esta ocasión no vamos a ir visitar el bar del tío Cirilo, el del ciripolen.

Este pequeño tramo de dos o tres kilómetros es el que me gusta más, porque el valle se estrecha, hay un punto, de nuevo al pasar otro puente, donde las paredes paredes rocosas y verticales del valle parecen tocarse, al tiempo que ganan altura, mientras la carretera baja paralela al río que nos queda ahora a la derecha. Toda esta zona, desde el desvío al Monasterio hasta Las Mestas, está en completa umbría.

Llegamos a Las Mestas, y vemos las bicis de Edu y Alejandro apoyadas en la pared de este bar, así que desmontamos y nos metemos dentro para tomar un café.

Dentro del bar se estaba de lujo, y más en la mesa donde nos colocamos, porque el sol entraba por unos amplios ventanales y nos calentaba, así que no es de extrañar que tuviéramos un poco de pereza a la hora de salir de allí y volver a montar sobre nuestras burras, si bien es cierto que a esta hora ya no hace tanto frío, y hasta Riomalo de Arriba nos queda un buen tramo por el valle del río Ladrillar, de más de 15 km, por la zona de la solana, con lo que vamos a tener tiempo se desentumirnos después de la bajada del Portillo de las Batuecas, sobre todo porque todo este tramo de recorrido es en ligera subida, con algunos repechos más fuertes, como el que comienza justo en el pueblo de Ladrillar.

Este recorrido ya es conocido por mi, de una ruta que hice en solitario, también por estas fechas y en medio de una auténtica hola de frío, hace ya nueve o diez años... ¡uf!, ¡cómo pasa el tiempo!. Hoy realizaré el mismo recorrido, sin tanto frío y pedaleando por la zona de la solana que es de agradecer, y más en esta época del año, aunque en época estival tampoco se estará nada mal, porque hay muchos árboles que proyectan su sombra sobre la carretera, además de varias fuentes durante el trayecto, así como algunas alquerías en las que siempre se puede aprovisionar uno de agua.

Pedaleamos por una de las vertientes del valle quedando siempre a nuestra izquierda y mucho más abajo, el río Ladrillar, que es quien forma este valle, cubierto completamente de pinos, un enorme y tupido bosque de pinos, y es que en Las Hurdes, a diferencia de lo que ocurre en la Sierra de Francia en donde lo que predominan son los bosques de robledales, aquí son las enormes masas de pinos lo que predomina por completo, al menos desde la década de los 40, en la que Franco mandó repoblar toda esta zona con este tipo de árbol.

El día está de lujo para la práctica del cicloturismo, aunque Alejandro que se encuentra bien, y el amigo Edu, que no lleva equipaje y que parece que está bastante recuperado de su pie, porque hasta ahora no se ha quejado, van más bien rápidos, al menos para mi gusto, porque prefiero ir más tranquilo, más relajado e ir disfrutando de esto.

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Cicloturismo por La Sierra de Francia, Las Batuecas y las Huerdes altas

Pedaleamos agrupados por esta carretera sin apenas tránsito de coches. Pasamos por Cabezo, una de las cuatro alquerías que componen Ladrillar: Las Mestas, Cabezo, Ladrillar y Riomalo de Arriba. En plena travesía por Ladrillar, la carretea se empina más, un fuerte repecho, donde Alejandro y Edu se acaban marchando, y yo aprovecho a la salida del pueblo para hacer una parada y quitarme ropa de abrigo, al tiempo en que también me acaba pasando Ángel y al que posteriormente vería parado en un mirador haciendo algunas fotos, y donde por supuesto, también pararía yo.

Desde aquí ya fuimos los dos juntos haciendo los cinco kilómetros que nos separan de Riomalo de Arriba, de forma más tranquila y relajada, sin presión, haciendo otra parada junto a una fuente para rellenar los botes de agua ante la subida que nos esperaría después de dejar Riomalo.

Continuamos con una bajada agradecida en la que perdemos altura rápidamente, llegando a Riomalo en un visto y no visto pedaleando a ras del río, lo que da idea de lo que hemos bajado. A la entrada de esta alquería fantasma, prácticamente abandonada, porque tan sólo había censadas 16 personas en el 2008, ahora habrá menos aún, hacemos una parada, para comer algo y de paso volver a dar un paseo por las callejuelas estrechas y empinadas de esta alquería, de casas de piedra, puertas de madera, eso en el caso de que las tengan, y tejados de lascas de pizarra. Quizás el lugar donde más y mejor representación hay de la arquitectura hurdana, pero por desgracia la mayor parte de esta alquería se encuentra en un estado ruinoso, lamentable, abandonada a su suerte, donde tan sólo un puñado de abuelos se resisten a irse de aquí.

Durante mi recorrido tan sólo veo de lejos a una abuela subiendo una cuesta, pausadamente, sin prisas, encorvada ligeramente hacia delante y ayudándose de su bastón... ¡que le pregunten a esta abuela por el estrés!... ¿eso qué es lo qué es?, dirá ella, que ya ha vivido, trabajado y sufrido todo lo que le tocaba, y ahora supongo que sólo espera ver pasar los días lo mejor posible, porque cuando esta abuela y el puñado de ancianos que viven aquí dejen de estar entre nosotros, será el fin irremediable de esta alquería, situada en lo profundo del valle, entre sol y

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sombra, junto al río Ladrillar (antes llamado río Malo, de donde toma el nombre) y pasará a englosar la lista de alquerías y pueblos abandonados en Las Hurdes.

Después de este descanso para comer y sacar unas fotos, retomamos nuestro camino, cruzando por última vez el río Ladrillar por un puente a la salida de la alquería y enfilando la subida de 5,5 km hasta el Alto de Cuatro Caminos. La mayor parte de esta subida es por tramos de umbría, y me acuerdo que cuando estuve por aquí la última vez, la carretera estaba completamente blanca, helada, y la rueda llegaba a patinar.

A pesar del frío de la umbría, aquí sobra toda la ropa de abrigo. Los tres primeros kilómetros son muy duros, con rampas del 12 y el 13%, subiendo más de 250 metros de desnivel, después y por suerte, el perfil se suaviza y en prácticamente dos kilómetros y medio hasta la cima se subirán unos 150 metros. En total pasamos de los 730 metros de altitud de Riomalo de Arriba, a los 1.128 metros del Alto de Cuatro Caminos.

En los primeros metros de la subida, ya se empiezan a distanciar Alejandro y Edu, hasta que acabamos por perderlos de vista. Ángel y yo vamos subiendo como podemos, y es que estos tres kilómetros son los más duros de toda la ruta, fuertes pendientes que no dan un respiro. En el tramo más suave, me recupero del esfuerzo y ya puedo avanzar más suelto, aunque Ángel paga un poco el esfuerzo del tramo duro, y al final acabo también por perderlo de vista.

Arriba ya está grabando la llegada Alejandro y después del reagrupamiento, los cuatro subimos al mirador en la parte más alta, desde donde se tienen unas visas espectaculares, por un lado la bajada que nos espera, por una carretera en fuerte descenso hasta Nuñomoral, serpenteando entre un rosario de alquerías, y más al fondo, las sierras abruptas, desarboladas, volcánicas, con aristas muy marcadas; en la otra vertiente, el valle del Ladrillar, con Riomalo que queda en las profundidades; de frente y al fondo, hacia el este, las cimas nevadas de las Sierras de Béjar y Candelario.

En este alto es de donde sale la pista que baja a Nuñomoral en un recorrido de 7 u 8 kilómetros entre pinares y que es la que cogí yo en la otra ocasión que estuve por aquí en solitario. Ahora en cambio, bajaríamos a Nuñomoral por carretera, recorriendo muchas de sus alquerías, por una carretera en fuerte descenso, que en su primer tramo tiene un firme algo descarnado, sobre todo hasta llegar a la primera alquería, Robledo, después mejora pero el fuerte descenso sigue entre curvas y más curvas de herradura, donde los compañeros se adelantan mientras yo voy tirando de frenos.

Pasamos por las alquerías de Robledo, Carabusino, Casar de las Hurdes, las Heras y Asegur, antes de llegar a Nuñomoral, en carretera en fuerte descenso hasta Asegur, y a partir de aquí, el descenso en más suave, con

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un par de repechos cortos que hacen que las piernas comiencen a resentirse.

Al pasar por Asegur paro para hacer una foto del núcleo de casas más viejo, más antiguo de esta alquería, donde se muestra la arquitectura urdana, si bien es cierto que estas casas están abandonadas o como mucho se utiliza para encerrar ganado.

Sigo hacia delante, ahora en solitario, hasta llegar a Nuñomoral donde me esperan los tres mosqueteros. No paramos más, seguimos desde aquí llaneando o en suave descenso. Ya hemos perdido mucha altura y estamos pedaleando junto al río, a nuestra derecha.

Pasamos por Rubiaco y un poco más tarde, por fin llegamos a Vegas de Coria, que era nuestro objetivo para llegar a una hora prudencial y poder comer algo ligero y rápido, antes de afrontar el último tramo de 13,5 km hasta Caminomorisco, un tramo duro, rompe-piernas, y más después de llevar más de 60 km recorridos, en una etapa de largas subidas y bajadas.

Paramos a comer en el hostal “Los Ángeles”, el mismo donde dos días antes habíamos estado desayunando en nuestra primera etapa. No nos comemos mucho la cabeza: cervezas, una fuente grande de ensalada mixta para los cuatro, y huevos con patatas fritas, aunque yo le añado también chorizo frito, y de postre un café.

Es buena hora, pero después del parón y con dos palos tiesos en lugar de piernas, el tramo de sube y baja que nos espera creo que se me va a hacer duro. Al igual que ayer, después de comer comenzamos con una subida, en esta ocasión de casi cuatro kilómetros, después bajadas y subidas.

En la primera subida ya Edu y Alejandro ponen tierra de por medio. Yo llevo las piernas que no las siento, así que me lo tomo con “calma chicha”, plato chico y a sufrir las hemorroides en silencio, o no tanto, porque este año me acompaña Ángel como compañero de fatigas.

Terminada esta primera subida, toca un respiro para después seguir con más de lo mismo, más subir y bajar, hasta llegar a la alquería de Cambrocino, donde de nuevo la carretera se empina en otra buena subida, justo al dejar las últimas casas, y es en el tramo final, hasta llegar a la ermita, que en esta ocasión nos queda a la izquierda, cuando la pendiente es más dura, o por lo menos así me lo parece a mí, aunque ya no sé discernir si es que lo es realmente o es que el cansancio acumulado empieza a pasar factura, porque tengo las piernas al límite, y por suerte, se que al llegar a la ermita todo habrá acabado, porque después es todo bajada hasta el punto donde iniciamos la ruta este año.

Llegamos juntitos Ángel y yo a la ermita, y después simplemente nos limitamos a dejarnos caer, ¡los deberes ya estaban hechos!.

Nos esperaban Patri, y los otros dos jinetes, Alejandro y Edu, que habían llegado hacía un rato y nos comentan su batallitas en un pique sano.

Nosotros subiríamos al piso de Patri para ducharnos y cambiarnos, aunque Edu se fue directamente para Pinofranqueado, así que nos despedimos de él, y ¡hasta la próxima!... aunque espero no tener que esperar un año para volver a vernos...

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Después de la caída del primer día, y de perderse la segunda etapa e incluso pensar en volverse, al final Edu ha podido completar esta tercera jornada con nosotros, y al menos irse con un sabor agridulce, mejor eso que irse amargado. Después de lo de hoy, creo que todos hemos pensado que si hubiera ido al médico en Herguijuela, justo unos minutos después de la caída, y aprovechando que entraba el médico en el consultorio, o si se hubiera tomado por la noche algún nolotil de los que llevaba o el gel antiinflamatorio que uso algunas veces, quizás hubiera podido acompañarnos el segundo día, o al menos podría haber pasado esa noche mejor, sin dolores, pero con eso de que es fisio... pues ya se sabe... ¡en casa de herrero, cuchillo de palo!.

Una vez duchados y cambiados, toca un café antes de coger el coche de vuelta a casa, aunque antes de salir, acompañamos al amigo Ángel a hacer unas compras de productos locales: miel y pólen.

Unos días antes, estaba claro que Alejandro y Edu iban a estar sólo tres días, pero cabía la posibilidad que Ángel y yo pudiéramos aprovechar un día más, bien para hacer alguna ruta senderista, hacer algo de turismo, o algún recorrido suave en bici por alguna otra zona de Las Hurdes, pero finalmente surgieron circunstancias familiares que hicieron replantearnos el último día.

Y así acaba esta ruta cicloturista navideña de este año, que a mi particularmente me sabe a poco, me gustaría haber disfrutado un par de días más por lo menos, pero por otro lado tengo la ventaja de que aunque esté menos días, puedo estar acompañado con los amiguetes.

De momento van seis años consecutivos haciendo una ruta por navidad, para empezar o para despedir el año, unas veces con más suerte que otras, en función de la climatología.... ¡esperemos que próximo año podamos repetir!.

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