diario cicloturista costa atlantica francesa

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DIARIO DE UN VIAJE CICLOTURISTA POR LA COSTA ATLÁNTICA FRANCESA. Podéis acceder a “La Guía de este Viaje Cicloturista” pinchando AQUÍ . Podéis acceder a una selección de las fotos de este viaje pinchando AQUÍ .

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Diario de un viaje cicloturista a lo largo de 21 dias por la Costa Atlántica Francesa, desde la alta Normandía hasta San Sebastián.

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Page 1: Diario cicloturista costa atlantica francesa

DIARIO DE UN VIAJE CICLOTURISTA POR LA COSTA ATLÁNTICA FRANCESA.

Podéis acceder a “La Guía de este Viaje Cicloturista” pinchando AQUÍ.

Podéis acceder a una selección de las fotos de este viaje pinchando AQUÍ.

Page 2: Diario cicloturista costa atlantica francesa

"Viajar en bici es hacer más grande el Mundo. Es aprender lo esencial de la vida. Es vivir el presente sobre todas las cosas. El placer del cicloturismo está mucho más en el camino que en el destino, son los medios los que justifican el fin. Durante días, semanas o meses, no necesitas más que lo que llevas a cuestas" (del artículo: "Con la casa a cuestas", revista: Bike Rutas, Nº 4, 1999)

“... El viajero se mueve, como en la vida, en medio de una mezcla de programación y azar, mitad prefijadas y mitad imprevistas digresiones que le llevan a otra parte. Se equivoca de camino, vuelve atrás, cruza ríos y riachuelos, duda sobre qué cosas visitar y qué cosas dejar de visitar porque también viajar, como escribir y como vivir, es ante todo dejar cosas sin hacer, optar. Se detiene ante monumentos gloriosos, grandes personajes y obras maestras del arte, pero también ante los rostros de las personas que encuentra o vislumbra un solo instante, en los que se lee una historia individual y, al mismo tiempo, colectiva...”.

Claudio Magris, en el prólogo del libro: “Viaje a Portugal”, de Saramago

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ÍNDICE

Viaje de Ida: Zalamea – San Sebastián – Ruan. Etapa 1: Ruán – Héricourt en Caux.Etapa 2: Héricourt en Caux – Montivilliers.Etapa 3: Montivilliers – Honfleur.Etapa 4: Honfleur – Caen.Etapa 5: Caen - Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha).Etapa 6: Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha) – Granville.Etapa 7: Granville – Mont Saint Michel.Etapa 8: Mont Saint Michel – Saint Malo.Etapa 9: Saint Malo – Saint Méen le Grand.Etapa 10: Saint Méen le Grand – Vannes.Etapa 11: Vannes - Saint Brevin les Pins.Etapa 12: Saint Brevin les Pins – Nantes.Etapa 13: Nantes – Nesmy.Etapa 14: Nesmy – La Rochelle.Etapa 15: La Rochelle – Royan.Etapa 16: Royan – Lacanau Océan.Etapa 17: Lacanau Océan – Burdeos.Etapa 18: Burdeos - La Test de Buch (Duna de Pyla).Etapa 19: La Test de Buch (Duna de Pyla) – Mimizan.Etapa 20: Mimizan - Vieux Boucau.Etapa 21: Vieux Boucau – Hendaya.Fin de Viaje – San Sebastián (I).Fin de Viaje – San Sebastián (II).Fin de Viaje (III) - Viaje de vuelta a casa.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Viaje de ida: San Sebastian – Hendaya – Paris – Ruan

VIAJE DE IDA: SAN SEBASTIÁN – HENDAYA – PARÍS - RUAN

Viernes, 29 de Julio de 2011

A las 8:15 cogí el Euskotren, una especie de tren de cercanías que permite que se pueda llevar la bici tal cual, sin empaquetar ni nada,es más, yo la llevé con todas las alforjas y resto de equipaje, la subí al vagón y ¡ea!, de San Sebastián a Hendaya, en unos 45 minutos... A la salida del Euskotren, está la estación de SNCF francesa, y allí en la terraza de un bar, me estaban esperando Gorka y Rafa, así que como hasta las 22:15 no salía nuestro tren hasta París, estuvimos tomando unas cervezas y el bocata antes de partir y de paso para ir conociéndonos y hablábamos sobre la ruta.

El tren nocturno de Lunae, tiene habilitado una parte del vagón para bicis, el único problema, a diferencia del Euskotren, es que las puertas son estrechas, y hay que pasar por más de una, así que antes de subir a nuestras burras, tuvimos que quitarles todo el equipaje, para poderlas subir al vagón, amarrarlas, y después subir el equipaje a nuestro 'cuarto', de cuatro literas, aunque durante todo el trayecto sólo estuvimos nosotros tres.

Después de un buen rato de tertulia, sobre las 12 nos acostamos en nuestras estrechas literas, y al menos yo, dormí del tirón, estaba cansado después de haber estado todo el día anterior pateando por San Sebastián, en cambio ellos creo que no durmieron tanto... Poco más de las 7 estábamos en pie, acercándonos a París, a la gran ciudad; vuelven los recuerdos de hace ahora justo un año, cuando llegué en bici aquí partiendo desde mi pueblo, los momentos de incertidumbre del primer y largo día buscando una forma de poder transportar la bici de regreso a casa, mis largos 'pateos' por la ciudad...

Llegamos a la estación de Autetlitz, desde allí la idea era coger el metro hasta la estación de Saint Lazare, donde cogeríamos el cercanías hasta Rouan, aunque ya aquello me parecía extraño, que nos pudieran dejar entrar las bicis en el metro de Paris, y sobre todo que pudiéramos entrarlas tal cual, porque no iban a caber por los accesos de entrada, tendríamos en todo caso, que desmontarlas, pasar las bicis primero, después el equipaje, volverlas a montar, y repetir el proceso contrario en el destino... a mi aquello me parecía raro, pero como vi a Gorka muy decidido pues nada, hacia delante, a buscar la boca de metro más cercana...

Pero acabó pasando lo que me temía, que no se podía ir con las bicis, y menos como las teníamos montadas... no había problemas de tiempo para coger el cercanías porque el mismo billete valía para todo el día, así que tuvimos que hacer el trayecto desde prácticamente la estación de Auztelitz, hasta la estación de Saint Lazare (cercana a la Madelaine) en bici, por suerte, hay carriles bici, la gente está ya de vacaciones, y es sábado y a una hora temprana, con lo que apenas hay tráfico y además, después de los días que estuve en París el año pasado, me orientaba bastante, así que recorrido hasta la zona del Hotel de la Ville, los Palacios de Justicia, las Torres de Notre Dame, la Bastilla al fondo, la pirámide del Louvre, la plaza de la Concordia por la Torre Eifel y el arco del triunfo al fondo, y finalmente, paso y rodeo la Madeline, para llegara después de estos 7 km de cicloturismo, de un minitour por París, a la estación de Saint Lazare, a las 9:15 y el tren no salía hasta las 10:20, así que aprovechamos el tiempo de espera para tomar un café con napolitanas.

La subida al tren fue una auténtica odisea, cosa de locos, muchísima gente, no conseguíamos buscar un vagón que no estuviera repleto y donde pudiéramos entrar con los bicis, cada vez caminábamos más, nos acercábamos al final del tren y comenzaban los nervios y la incertidumbre, al final nos metimos en un vagón, y cada uno colocó la bici donde pudo; Rafa y yo la pusimos, amarradas en una zona habilitada para minusválidos y bicis, aunque previamente tuvimos que retirar un carrito de nichos, y después nos fuimos a sentar donde pudimos, porque estaba todo lleno de gente; Gorka, puso su bici sobre el pasillo y se 'instaló' a varios metros de donde nosotros estábamos....¡uf!, al menos, hemos conseguido subir con las bicis....

De camino, varias paradas y gente que va saliendo, y el vagón comienza a liberarse de gente y a estar más tranquilos...

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Viaje de ida: San Sebastian – Hendaya – Paris – Ruan

Por fin llegamos a Rouan, después de hora y media de viaje, a las 11:50, en un día gris, con el cielo cubierto y con temperatura fresca, sobre todo comparados con los más de 35 grados que estábamos aguantando en el sur, por mi tierra...

A la salida de la estación de tren, montamos las burras, entramos en los servicios, y nos cambiamos para ponernos la ropa para montar en bici, y dirigirnos sin perder más tiempo, al centro de la ciudad.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 1: Ruán – Héricourt en Caux

ETAPA 1: RUÁN – HÉRICOURT EN CAUX

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 1: Ruán – Héricourt en Caux

ETAPA 1: RUÁN – HÉRICOURT EN CAUX

Sábado, 30 de Julio de 2011

Distancia = 55,66 km - Tiempo = 3:41:27 - Media = 15,11 km/h

Una vez en la zona céntrica e histórica de Ruán, bajamos de nuestras burras para seguir andando por las calles peatonales; pasamos bajo el arco de la torre del Gran Reloj, entrando en una calle recta rodeada de edificios bonitos con entramados de madera, bien conservados y restaurados, aunque a los ojos le cuesta trabajo desviar la mirada a otro sitio que no sea al frente, puesto que allí, al fondo de la calle, se yergue inmensa, la catedral, con sus dos enormes torres asimétricas, y hacia allí nos dirigimos para hacer la visita de rigor. Dentro hay una exposición de fotos de cómo quedó tras el asedio de la segunda guerra mundial y cómo fue restaurada. Su fachada es célebremente conocida por aparecer en una serie de cuadros de Monet, aunque ahora está algo afeada porque hay andamios por temas de restauración (como curiosidad, decir que una de las dos torres se construyó con los impuestos sobre el consumo de la mantequilla, de ahí que se la conozca como torre Beurre)

Frente a la catedral está la oficina de turismo, y allí fuimos para que nos dieran un plano de la ciudad y poder buscar la salida hacia nuestro siguiente hito en la etapa de hoy, además de ayudarnos con el recorrido de los

sitios más emblemáticos de esta ciudad, aunque antes de seguir con la visita, una parada en la calle peatonal para tomar unos 'paninis' calientes, porque la temperatura la verdad es que era más bien fresca, además de que ya iba siendo hora, así que entraron bien. Seguimos con el paseo por la ciudad, visitando el Palacio de Justicia, antiguo Parlamento de Normandía, el Ayuntamiento, la plaza del viejo mercado, donde se encuentra la iglesia de Juana de Arco y una placa indicando que allí fue donde la quemaron en la hoguera, en 1431. Terminamos la visita turística con un breve paseo por algunas de las calles céntricas, de aspecto medieval, viendo otro lugares históricos, hasta que finalmente decidimos que ya era hora de ponerse en marcha, de buscar la salida de la ciudad y de encaminarnos a nuestro objetivo en el día de hoy, un pequeño pueblecito que ni siquiera aparece en el mapa que llevamos, aunque al menos, la etapa estaba diseñada para hacer pocos kilómetros, debido a que iniciaríamos el recorrido tarde, por la hora de llegada y la visita a la ciudad, y de paso, para que las piernas fueran acostumbrándose poco a poco al peso de las alforjas.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 1: Ruán – Héricourt en Caux

La salida la iniciamos siguiendo a otro grupo de cicloturistas de 6 ó 7 personas, que llevaban petos reflectantes, aunque pronto nos separaríamos, puesto que ellos cruzarían el puente sobre el río Sena mientras nosotros giraríamos hacia la derecha, buscando rumbo noroeste, por una avenida con tráfico, aunque fuimos utilizando las aceras.

Como suele ocurrir con las grandes ciudades, la salida es algo complicado debido al tráfico, hasta que se comienzan a coger los diferentes desvíos a las carreteras principales o autovías; nosotros seguimos nuestro rumbo por una carretera en subida, que no está nada mal para empezar la ruta, y que transcurre entre pinares dentro de lo que es un parque regional, aunque sigue habiendo tráfico, hasta que finalmente, al llegar a una pequeña localidad, giramos a la derecha, cogemos ya carreteras secundarias y el tráfico desaparece, coincidiendo con el fin de la subida.

A partir de aquí ya vamos más relajados, pedaleando por una zona llana, al principio ente campos de cereales que están siendo cosechados, y es que ésta será una tónica durante los siguientes días, me refiero a lo de ver cosechadoras recogiendo el cereal; y a este tramo, le sigue otro, paralelo al río Sena, que queda a nuestra izquierda, y que nos conduce hasta la localidad de Duclair.

Desde aquí un giro brusco a la derecha, en un cruce, dejando el río a nuestra espalda y comenzando otra pequeña subida, por carretera estrecha y entre una densa arboleda que termina justo cuando acaba la cuesta, desembocando en un extenso espacio abierto, llano, donde de nuevo aparecen los campos de cereales.

Sigue habiendo nubes pero el sol ha hecho acto de presencia, aunque la temperatura deberá de andar por los 20 grados, ideal para pedalear en bici, temperatura agradable y recorrido llano, aunque antes de llegar a Yvetot, tuvimos que afrontar otra pequeña subida de un par de kilómetros, de nuevo dentro de un túnel formado por una densa arboleda que hace que pedaleamos entre sombras.

Llegamos a Yvetot, con buen ritmo y mucha ilusión, así que hacemos nuestra primera parada para tomar una cerveza y de paso, los compañeros tendrán que comprar comida, porque mañana es domingo, aunque yo ya llevo mis provisiones para los primeros días, de ahí que vaya mucho más cargado que ellos.

Seguimos nuestro recorrido, sólo quedan 13 km para el destino en el día de hoy, por otra carretera secundaria y estrecha, con recorrido de nuevo totalmente llano, con los rayos de sol del atardecer acariciando el trigo aún sin cosechar por estas zonas, y sin nada de tráfico.

Llegamos al fin de esta primera etapa, Héricourt en Caux, un pequeño pueblo, más bien aldea, que ahora en vacaciones parece un pueblo fantasma, apenas una calle principal y una gran iglesia, demasiado templo para tampoco pueblo. Poco antes de llegar al final de la calle giramos a la izquierda, pasando por un canal, junto a la noria de algún antiguo molino, y al poco, el camping municipal, austero, pero no necesitamos más, con parcelas de césped que más bien parecen una alfombra y donde instalamos nuestras tiendas de campaña. En el camping, tan sólo otras dos tiendas y una autocaravana. Así que en esta primera noche, en el interior de alta Normandía, vamos a tener paz y plena tranquilidad.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 1: Ruán – Héricourt en Caux

Después de la rutina de todos los días a la llegada: montar las tiendas, ducha, colada, y paseo, intentamos buscar un sitio para tomar una cerveza, pero es una misión casi imposible, porque el único bar que vimos abierto estaba cerrado y un restaurante que había estaba con el cartel de “Se vende”. Seguimos el paseo por la carretera y vemos una especie de hostal-rural, no muy grande, pero con spa y un pequeño bar, con terraza fuera, sobre el césped y con un pequeño canal al lado, todo muy bucólico, ¡uf!, se presentía que allí nos iban a meter la estocada con el precio de las cervezas, y así fue, porque se pagaron a precio de oro, aunque no me coge por sorpresa después de mis anteriores visitas a Francia.

La verdad es que estuvimos muy a gusto allí sentados, junto a otra mesa donde había un matrimonio cenando con sus dos hijos, aunque el sol comenzaba a ponerse y la temperatura comenzó a bajar escandalosamente.

Regresamos al camping con bastante frío, y lo primero fue abrigarnos para disponernos a cenar fuera de las tiendas, en plan picnic, aunque el tiempo de la cena se redujo considerablemente, no apetecía para nada estar fuera, así que mejor irse para dentro, abrigarse y aprovechar a escribir unas notas antes de dormir...

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 2: Héricourt en Caux - Montivilliers

ETAPA 2: HÉRICOURT EN CAUX - MONTIVILLIERS

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 2: Héricourt en Caux - Montivilliers

ETAPA 2: HÉRICOURT EN CAUX - MONTIVILLIERS

Domingo, 31 de Julio de 2011

Distancia = 84,08 km - Tiempo = 5:06:58 - Media = 16,49 km/h

Ha sido la primera noche de camping , una noche fría, por debajo de los 10 grados; pero a pesar de esto, yo he dormido bastante bien, en cambio, mis compañeros creo que no han dormido tanto.

Nos levantamos, y lo primero ponernos a desayunar mientras hacemos algo de tiempo para que se seque la tienda que está muy mojada del relente de la noche, aprovechando los primeros rayos de sol, así que por lo menos empezaremos a pedalear con buen tiempo.

A las 9:30, después de recoger todo, partimos continuando nuestro itinerario por carreteras locales o secundarias, comenzando con un ligera y corta subida que nos conduce a un rosario de pueblos pequeñitos, diseminados como las semillas de los campos de trigo que los rodean. Pueblos y aldeas de casas bonitas, con parcelas rodeándolas, aunque más que parcelas se podría decir que son auténticos jardines floridos, y es que en general, y durante todo el recorrido que nos esperaría por la alta Normandía, esta será la tónica dominante, o sea, casas de bonita arquitectura, casas normandas, con un no menos bonito jardín que las precede. Bien parece una competición de unas cosas con otras, dentro de una sana rivalidad, por llevarse algún tipo de galardón a la mejor casa y mejor ornamentación floral, y es que esto será así tanto en sitios turísticos como en pueblos pequeños del interior, alejados de la playa y del turismo masivo.

El sol sigue luciendo y las temperatura fresca de primera hora de la mañana comienza a recuperarse al tiempo que nosotros seguimos pedaleando, unas veces zigzagueando entre los pequeños pueblos, otras por zonas arboladas y sombreadas, otras por extensos campos de cereales o de pastos, y todo dentro de un día ideal para la práctica del cicloturismo, tanto por el recorrido como por la temperatura.

Pero no todo es ideal, y antes de llegar a nuestra primera parada programada, Fecamp, ya en la costa, tendremos que afrontar un tramo de 11 km de carretera con bastante tráfico, así que intentamos recorrerlo lo antes posible para alejarnos y librarnos cuanto antes, de las garras del maligno, o sea, del tráfico.

Fecamp, ya en la costa, nos recibe con sus abadías, iglesias y palacio ducal, y junto a una de sus iglesias hacemos la primera parada para comer un bocata y algo de fruta.

Desde Fecamp, cogemos el carril bici o pista ciclable ('vélorute', en francés), y en concreto, la del “Litoral

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 2: Héricourt en Caux - Montivilliers

en Sena Marítimo” (departamento de la alta Normandía) que viene desde más al norte, y que va por la zona de los acantilados, aunque un poquito más al interior, con lo que durante bastante tiempo perderemos la perspectiva de la costa, aunque sabemos que está ahí, a tiro de piedra, y que pedaleamos paralelos a ella.

La pista ciclable del “Litoral del Sena Martítimo”, la empezamos a coger justo a la salida de la localidad de Fecamp, en dirección el sur, aunque antes hay que subir una buena cuesta, de 1 ó 1,5 km aproximadamente, con bastante pendiente, con bastantes curvas, que transcurre por medio de un camping donde podemos ver las tiendas alojadas en los bancales entre las curvas. Esta corta subida, sería el mayor desnivel que tendríamos que superar en toda la ruta.

Por esta carril bici, también llamado “camino de los acantilados”, llegamos pronto y relajadamente a Etretat, y después de darnos una vuelta por su calle peatonal-principal, con mucha gente, entre otras cosas porque ya va el personal dirigiéndose a las terrazas de los diferentes bares y restaurantes para comer, llegamos junto a la playa, desde donde se divisan los típicos acantilados que aparecen en las fotos, y que se encuentran en los dos extremos del pueblo, y un reguero de gente subiendo por ellos, cual hormiguitas, para ver las vistas panorámicas desde arriba.

Playa de Etretat y acantilados.

Tiempo de tomar una cerveza y seguir carril bici o pista ciclable, con recorrido agradable y lejos de cualquier altercado con el maligno, pedaleando relajadamente, aunque aparecen algunos sube-baja nada relevante en un recorrido llano y con una temperatura que a esta hora ya había subido.

La etapa de hoy estaba prevista terminarla en Le Havre, pero como allí no había campings ni albergue, teníamos que empezar a buscar alojamiento antes de llegar y a ser posible lo más cercano, para que al día siguiente no tuviéramos que aumentar en mucho el kilometraje previsto.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 2: Héricourt en Caux - Montivilliers

Veloroute del Siena Marítimo (tramo del camino de los acantilados).

Después de algunos intentos fallidos por no disponer de plazas libres, finalmente nos decidimos por un hotel de carretera, en Montivilliers, donde pudimos conseguir una habitación para tres, y a unos 7 u 8 km (en bicicleta) de Le Havre, nuestro en teoría fin de etapa, así que mañana tendríamos que hacer unos kilómetros extras.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 3: Montivilliers - Honfleur

ETAPA 3: MONTIVILLIERS – HONFLEUR

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 3: Montivilliers - Honfleur

ETAPA 3: MONTIVILLIERS - HONFLEUR

Lunes, 1 de Agosto de 2011

Distancia = 79,39 km - Tiempo = 4:38:47 - Media = 17,13 km/h

En la salida nos hicimos un poco de lío, y apunto estuvimos de meternos en la boca del lobo, o sea, en plena autovía. Por suerte pudimos salir y tomar la decisión de hacer unos kilómetros extras, a cambio de coger la pista ciclable que vimos ayer tarde poco antes de entrar en la localidad donde buscamos el alojamiento, de forma que pudiéramos llegar a Le Havre, una ciudad grande con los típicos escalestris formados por las autovías de la periferia, de forma cómoda y sin los agobios del tráfico, evitando las carreteras y autovías.

Sin duda, mereció la pena hacer 4 o 5 km extras, porque esta pista ciclable nos llevó de forma cómoda y relajada, hasta el extraradio de Le Havre, salvando la autopista de la periferia e internándonos en la ciudad después de a travesar varios parques y zonas verdes.

Por fin llegamos a los muelles, teniendo cerca también, a la vista, la catedral, pero aquí de nuevo metimos la pata.

Antes de la salida, estuvimos hablando de cambiar el recorrido de la etapa de hoy, intentando pasar por el puente de Normandía, lo que nos evitaría dar el rodeo de más de 30 km que estaba propuesto, para cruzar por el puente de Tancarville, de esta forma podríamos llegar al punto de destino de hoy con tiempo suficiente y poder ir y disfrutar más distendidamente, pero como se suele decir, el hombre propone y Dios dispone, y así, por más que intentamos llegar al puente de Normandía, que ya habíamos divisado, y del que estuvimos bastante cerca, nos fue imposible, unas veces porque siguiendo la “Ruta Industrial” paralela al canal, acabábamos llegando a las zonas de las industrias o empresas que había por allí y no podíamos continuar porque el acceso era privado y otras veces porque la carretera nos acababa llevando a una autovía, y si ya estábamos perdiendo bastante tiempo, a la hora de volver hacia atrás y tomar otra alternativa, al volver a cruzar el canal por el puente de hierro, nos vimos obligado a esperar cerca de un cuarto de hora a que pasara un barco y el puente levadizo volviera a su sitio; en el último intento por llegar en bici al puente de Normandía, después de dar un rodeo por el otro margen del canal, y cuando teníamos a tiro de piedra, a prácticamente 2 km este enorme e impresionante puente (previamente nos habíamos informado que se podía pasar en bici, tanto éste como el de Tancarville, ya que realmente son autovías las que pasan por ellos y además hay que pagar un peaje por pasarlos, aunque para bicis es gratis), resulta que de nuevo había que meterse en la autovía, o sea, tendríamos que realizar esos 2 km aproximadamente que nos quedaban hasta

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 3: Montivilliers - Honfleur

el puente por autovía, algo que además de ser altamente peligroso, está prohibido, y si nos pillaban los gendarmes nos podía caer un buen 'puro'.

Después de haber hecho casi 20 km dando vueltas para intentar llegar a este puente (supongo que si hubiéramos llegado a esta ciudad por la “pista ciclable del litoral”, la que traíamos ayer y de la que nos salimos para buscar alojamiento, quizás podríamos haber llegado al puente sin tanto problemas, accediendo por la parte del puerto), al final decidimos que ya habíamos perdido bastante tiempo y hecho muchos kilómetros extras dando vueltas, así que seguiríamos con el recorrido de la etapa que estaba originalmente prevista.

La carretera que llevamos dirección al otro puente, el de Tancarville, es cómoda porque va paralela a una autovía, aunque finalmente esta carretera acaba desembocando en la autovía que lleva al puente, pero tenemos la suerte de encontrarnos con una pista ciclable, que realmente es una antigua carretera local en desuso, que nos llevaría hasta el mismo puente sin tener que estar pendiente del tráfico, o de meternos en la autovía, o de dar un buen rodeo para evitar ésta.

Junto al puente nos hacemos unas fotos, porque si bien es cierto que es más viejo, más corto y menos glamuroso que su vecino, el de Normandía, también es cierto que este puente colgante, que se empezó a construir en 1955, en su día fue el puente europeo de mayor envergadura y una de las primeras obras de esta importancia cuya construcción se desarrolló sin ningún accidente mortal.

Cruzamos el puente, para salvar el río Sena, y giramos a a derecha, ahora paralelos a la orilla contraria por la que habíamos llegado al puente, de nuevo en dirección a la costa, hacia el oeste, pero ahora nos quedarían unos 20 km por carretera catalogada como departamental pero con el tráfico de una nacional, un tramo de los denominados “pestosos”, no tanto por el perfil, sino por el tráfico, y porque el paisaje tampoco es que acompañara, en fin, un tramo que era para salvarlo cuanto antes y olvidarlo, sin más.

Cuando arrancamos este tramo, ya era más de la una, y desde que salimos no habíamos parado para tomar nada y ya iba siendo hora de parar para comer algo o de ir buscando algún pueblo de los de paso en este tramo para hacer la compra, porque aunque yo tenía reservas en mis alforjas, Rafa y Gorka no tenían nada.

Por desgracia, los pueblos por los que íbamos pasando eran muy pequeñitos y no había ni supermercados, ni tiendas pequeñas, ni siquiera algún bar donde poder comer algo, así que tuvimos que hacer el tramo “pestoso” lo más rápido que pudimos, y después, al coger el desvío a la derecha, en el primer pueblo que vimos paramos, había una tienda junto a una piscina climatizada que habría a las 14:30, y como faltaba un cuarto de hora, decidimos esperar, tirados al césped, mientras yo daba cuenta de unas manzanas que había cogido antes en un manzano que vi junto a la carretera.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 3: Montivilliers - Honfleur

A unos 10 km de donde estábamos, y en la dirección que llevábamos, nos comentaron que había supermercados tipo: E.Leclerc, Carrefur, InterMarché, Super-U o por el estilo, pero no había ganas de seguir, y el personal después de hacer todo este tramo del tirón y de los kilómetros de rodeo y el tiempo extra empleado en Le Havre, tenía ganas de parar, comer un poco, descansar algo y seguir después.

Por fin abre la tienda, había gente esperando, pero por desgracia, no hay nada que nos interese para poder comer, así que veo salir a Rafa y Gorka tan sólo con pan y un par de botellas de agua litro y medio, pero cómo yo tenía mis reservas, nos las repartiríamos entre los tres y después, más descansados, ya entraríamos en el super que nos cogía de paso a hacer la compra.

Terminado el picnic en el césped, y después de una pequeña siesta bajo la sombra, porque a esta hora si hacía un poco de calor, sobre las cuatro y media nos ponemos en marcha de nuevo, ahora por carretera secundaria.

Previamente, cuando llegamos al puente, ya les propuse una alternativa a la etapa de hoy, puesto que al elegir finalmente la opción del puente de Tancarville, y al haber hecho kilómetros extras intentando llegar en bici al otro puente, más los 6 ó 7 km extras que hicimos para poder salir en el día de hoy por la pista ciclable, el kilometraje final se podría ir por encima de los 100 km y habíamos ya perdido mucho tiempo, así que como la etapa del día siguiente era corta, les propuse terminar hoy en Honfleur, a unos 20 km del final previsto, en Deauville; así conseguiríamos por un lado, terminar en un sitio bonito para visitar, como era Honfleur, y por otro lado, reducir los kilómetros y llegar a una buena hora, y mañana recuperaríamos los kilómetros que no haríamos hoy, puesto que la etapa como he dicho era corta.

A los compañeros les pareció buena idea, así que los 20 km que nos quedarían para Honfleur los haríamos más relajadamente, y así, cuando paramos en un supermercado que vimos, para hacer la compra de los próximos dos días, de paso compramos unas cervezas que nos estuvimos tomando en la misma puerta, y nos sentaron de escándalo. A partir de ahora, se instalaría la costumbre de comprar una cerveza en el super cuando tocara hacer la compra, y de paso recortar el presupuesto de la cerveza, porque en los bares la clavada era de aupa.

Por fin llegamos a Honfleur, a buena hora. Paramos en la oficina de turismo, para que nos indicaran dónde estaban los campings que teníamos anotados en nuestra guía. Allí coincidimos con una pareja que venían de Amsterdan, también en bici, y también siguiendo la costa atlántica, aunque ellos seguían el trazado a rejatabla, mientras nosotros haríamos algunas incursiones hacia el interior, como por ejemplo, la de mañana, donde nos desplazaríamos a Caen.

En el camping, situado prácticamente en el mismo pueblo, a la salida de éste, tuvimos suerte, ya que para mañana estaba todo ocupado, pero para esta noche podríamos quedarnos sin problemas. Mientras Rafa y Gorka estaban en recepción, yo me quedé fuera para controlar las bicis, y en ese momento aparecen la pareja holandesa, que también se quedarían en el camping.

-Bucéfalo-, en el camping de Honfleur.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 3: Montivilliers - Honfleur

La rutina de siempre, montar las tiendas, ducha, colada y a dar una vuelta por esta bonita localidad, sin lugar a dudas lo mejor del día de hoy, donde el recorrido ha sido en general de los que podríamos decir: “pestoso”, con mucho tramo de nacional, mucho tráfico y paisajes sin pena ni gloria, tan sólo se salvan los kilómetros iniciales de pista ciclable hasta llegar a Le Havre, y ésta bonito pueblo de Honfleur, en la costa florida, con su puerto viejo repleto de turismo.

Honfleur

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 4: Honfleur - Caen

ETAPA 4: HONFLEUR – CAEN

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 4: Honfleur - Caen

ETAPA 4: HONFLEUR - CAEN

Martes, 2 de Agosto de 2011

Distancia = 65,22 km - Tiempo = 4:13:22 - Media = 15,47 km/h

A las 9:30 de la mañana, después de desayunar y recoger el campamento, nos ponemos en marcha, en un día gris, con el cielo totalmente cubierto, ni rastro del señor “Lorenzo”, con temperatura fresca y un poco de humedad.

Hoy no había problemas para salir, sólo teníamos que salir del camping y girar a la izquierda, y ya seguiríamos la carretera secundaría paralela a la costa, aunque al ser la más próxima a ésta, en ocasiones nos encontramos con algo de tráfico, pero al ser una carretera más estrecha, con más curvas y con muchos pueblos, los coches por suerte no cogen grandes velocidades y nos respetan bastante.

A diferencia del día de ayer, hoy el recorrido se hace mucho más agradable, pedaleando entre enormes túneles de vegetación, entre grandes extensiones de prados o zonas frondosas con exuberantes helechos, en ocasiones, la pared que se levanta a nuestra derecha, entre árboles y vegetación, nos deja ver el mar y la costa y disfrutar de las vistas.

Durante el día de hoy pasaremos por numerosos pueblos costeros, a muy poca distancia unos de otros, zona de playas y de mucho dinero, a juzgar por las enormes, bonitas y armoniosas casas que se ven, y que si bien es cierto que aquí puede ser normal por el hecho de haber más dinero, más turismo, de ser una zona visitada por la gente adinerada, también es cierto que durante todo nuestro recorrido por la alta Normandía, incluso en los pueblos del interior, alejados de la playa, y del bullicio del turismo, en general, hemos visto un gusto exquisito tanto por las casas como por los jardines.

En nuestro recorrido por toda esta costa, llamada la Côte Fleurie (costa florida), es fácil que desde la carretera podamos divisar y admirar grandes mansiones con enormes jardines. Es ésta una zona que también llamó la atención de escritores como Gustav Flaubert o el mismísimo Alejandro Dumas.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 4: Honfleur - Caen

Es curioso, pero hasta hace poco más de siglo y medio, ésta era una zona de dunas de arena y tierras pantanosas (zonas de Deauville y Trouville), pero con las visitas de Napoleón III aparecieron los “espabilados de turno”, y comenzaron a desarrollar las infraestructuras necesarias para alojar a los integrantes de la corte y resto de burguesía parisina. Así se empezaron a construir las casas, palacios, hoteles y casinos, estos últimos para atraer la llegada de turistas ricachones.

En una de las bajadas comenzamos a tener una buena panorámica de la localidad de Trouville, y como nos gustó, en lugar de ir rodeándola, lo que hicimos fue introducirnos en ella, hasta llegar a la calle que da al río Touques, cuya desembocadura al mar se produce entre dos faros coronados por cúpulas de color rojo uno, y verde otro, y paralelo al cual se levanta una especie de paseo-muelle de madera, donde se encuentra un exposición de fotos de gran tamaño, en blanco y negro, que reflejan la vida cotidiana de esta localidad a principios del XIX, todas relacionadas con la pesca.

Esta calle esta llena de grandes hoteles, restaurantes, cafeterías, con una arquitectura bonita y bien conservada, al menos para mi gusto, y con un enorme casino que se levanta frente a ellos y que hará las delicias de los amantes al juego.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 4: Honfleur - Caen

Desde el río, desde la orilla, desde el paseo que existe, también se divisan bonitas vistas de la orilla opuesta.

Cuando creíamos que teníamos de nuevo que subir para enlazar con la carretera que traíamos, resulta que al cruzar un puente sobre el río Touques, vemos el cartel de Deauville, o sea, que estas dos localidades están prácticamente pegadas, así que lo único que nos limitamos a hacer es seguir los carteles de “Centre Ville”, y así llegamos a una amplia plaza donde había bastante revuelo, y es que había mercado, y como suelo ocurrir en estos, había de todo: pescado, frutas, ropa, manualidades, antigüedades, fuagrás de todo tipo, etc... Aquí teníamos planificada nuestra primera parada para comer nuestra fruta y una barrita energética.

Deauville era en teoría, el punto de destino de la etapa de ayer, así que ya habíamos recuperado los cerca de 20 km extras que teníamos que hacer de más hoy, si bien hoy era un recorrido corto y llano totalmente.

Antes de ponerme en marcha de nuevo, cuando mis compañeros ya habían arrancado, aparece una chavala española, y me comenta que antes, en la carretera, nos había estado haciendo señas desde el coche, al ver la bandera de España, pero que no nos habíamos dado cuenta, y me pregunta que de donde venimos, que qué estamos haciendo, que cuantos días vamos a estar... en fin, las preguntas típicas; ella también está aquí por esta zona de vacaciones, con otras compañeras; un poco apurado me despido de ella, ya que casi he perdido a mis compañeros de vista, aunque al poco me los encuentro parados en una rotonda, antes de salir de la ciudad, y es que los veo que están colocando los plásticos en las alforjas y colocándose los chubasqueros, ¡comienzan a caer unas gotas de agua!... mal rollito.

Continuamos viaje, pasando de pueblo en pueblo por la costa, utilizando los carriles bici junto a las playas y a la costa, rumbo a nuestra siguiente parada planificada: Cabourg, aunque antes, en Houlgate, paramos a comprar pan, en una bonita bulangerie, una gran casa con entramado de maderada en su fachada.

“Rotonda jurásica”, en Villers sur Mer.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 4: Honfleur - Caen

En Caborug, en un banco de un parque, hacemos la parada para comer, que ya iba siendo hora, y aunque el tiempo nos estaba respetando, tan sólo algunas gotas aisladas, lo cierto es que en cualquier momento podía comenzar a llover, y había muchas papeletas para que fuera así, aunque finalmente, y por suerte, hoy al menos, nos libramos de la lluvia, aunque el día siguió igual de gris y triste que cuando nos levantamos esta mañana.

Desde este punto, había que elegir una de las tres posibilidades que teníamos previstas para llegar a Caen, y finalmente elegimos la de ir por la vía verde, aunque hubiera que hacer algunos kilómetros extras, pero estaríamos a salvo del maligno, del tráfico.

A la salida de Cabourg, enganchamos un carril bici, paralelo a la costa, que acabó convirtiéndose en una pista de tierra. Pronto comenzamos a ver, a nuestra derecha, los primeros bunkers y nidos de ametralladoras, a ras de suelo, en plena marisma, dentro de la línea defensiva alemana de la segunda guerra mundial, para controlar cualquier desembarco en esta zona desde el mar.

Seguimos alegres y contentos por nuestro carril de tierra, hasta que de pronto nos topamos con el río, el mismo que conduce hasta Caen, así que un giro de 90 grados hacia la izquierda, hacia el sur, y continuamos paralelos al río, teniendo a éste a nuestra derecha, mientras nosotros continuamos por la vía verde, en un bonito recorrido donde nos encontramos con bastante gente en bici, muchos también con alforjas. En muchos tramos, al igual que pasaba al principio con la carretera, nos adentramos en auténticos túneles de vegetación, donde ni vemos el río que tenemos a nuestra derecha ni tampoco el cielo, debido a la espesa vegetación que rodea este estrecho carril.

Vía verde en dirección a Caen.

Llega un momento que tenemos que cruzar el río por un puente para continuar rumbo a Caen por la otra orilla, pero al cruzar el puente nosotros por error, continuamos por una carretera secundaria en obras, paralela a la orilla, cuando deberíamos haber seguido en línea recta hasta llegar a un canal que tendríamos que cruzar y después seguir también por su margen hasta Caen, y que es realmente por donde va la Vía Verde entre Ouistrehan y Caen de 17 km de longitud.

Al final y por suerte, acabamos saliendo de nuevo a la vía verde, aunque para ello tuvimos que pasar de nuevo un puente para salvar el canal (éste va paralelo al río), con la anécdota de que el puente lo estaba arreglando, estaban soldando, y justo en el momento en que estábamos hablando con los técnicos, el puente que giraba sobre un punto central, estaba a punto de hacerlo para dejar paso a un barco, y mientras nosotros intentando hacerle entender a los técnicos, que parecían astronautas con esos trajes, cascos y tubos, que queríamos pasar al otro lado, ellos insistían dale que te dale, con que nos fuéramos hacia atrás y esperáramos, hasta que nos dimos cuenta justo a tiempo de que el puente iba a girar, así que salimos del puente y pusimos pie en la otra orilla. No hubiera pasado nada, tan sólo que nos hubiéramos columpiado en el mismo puente, ¡vamos, una especie de atracción de feria!.

Después de esperar unos 10 minutos, el barco pasó y el punte volvió a girar, llegó a su sitio y pudimos pasar por él entre los operarios que estaban con las obras.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 4: Honfleur - Caen

Ya en la otra orilla, continuamos por la vía verde, con el canal a la izquierda, y con el carril asfaltado con un firme muy bueno y con mucha, muchísima gente, durante los 5 km aproximadamente que quedaban hasta Caen. Un auténtico gustazo pedalear por aquí, mucho ambiente: gente en bici, sobre patines en línea, paseando, corriendo, sentadas en los bancos, leyendo, etc. y eso que la tarde no era soleada precisamente.

En un visto y no visto, y sin darnos cuenta, ya estábamos prácticamente en el centro de Caen. Una gozada esto de entrar de esta forma tan sencilla, cómoda y elegante en una gran ciudad, sin agobios de tráfico, sin equivocaciones, sin temor a meternos en una autovía.

Llegamos a la oficina de información y turismo, al lado de gran iglesia de San Pedro y con las vistas del castillo ducal que estaba a tiro de piedra. Nos dieron el mapa de la ciudad y la dirección a seguir para dar con el albergue juvenil, aunque viendo donde estaba situado, la verdad es que nos resultó bastante lejos, como pudimos comprobar después, al llegar a él en bici, aunque antes, en una parada para consultar el mapa y ver por donde teníamos que ir, un coche nos comienza a pitar y para un poco más adelante; el dueño se baja y comienza a hablarnos en español por si necesitamos ayuda. Se trata de un español, cuyos padres emigraron a Francia cuando él era pequeño y que aunque hacía tiempo que no iba a España seguía manteniendo contacto con su familia en León y actualmente, por circunstancias de trabajo, él residía en Caen, y nos estuvo señalando sobre el mapa por donde deberíamos seguir para dar con el albergue.

Por fin damos con la calle del albergue, pero esta era kilométrica, y como suele pasar, éste estaba prácticamente al final de ella. Cuando llegamos tuvimos que esperar 20 minutos, porque hasta las cinco de la tarde no atendían al público. Mientras esperábamos, comentamos que para ir después la centro y hacer nuestra visita cultural, tendríamos que coger el bus, porque andando estaba muy lejos.

Cuando estábamos desmontando los bártulos de las burras, comienzan de nuevo a caer unas gotas de agua, pero todo queda en eso.

La habitación era para cuatro, con ducha y lavabos interiores y hasta una pequeña cocina, así que allí haríamos la cena a nuestro regreso.

Después de la ducha, cogemos el bus hacia el centro, para dar la vueltecita turística de rigor: iglesia de San Pedro, Castillo Ducal, barrio antiguo lleno de restaurantes con sus terrazas fuera y repletos de gente cenando ya a esta hora; la Abbaye aux Dames y la enorme e impresionante Abbaye aux Hommes, así como una iglesia que frente a ésta y que está medio derruida debido a los bombardeos sufridos en la segunda guerra mundial. Nos damos también un paseo por sus calles céntricas y peatonales y dejamos para mañana, quizás, la visita al Memorial de Caen, museo dedicado a la paz y que sitúa los acontecimientos del día D, en el contexto de la II Guerra Mundial con técnicas interactivas y audiovisuales.

De regreso de nuevo al albergue tuvimos suerte, ya que sin saberlo, pudimos pillar el último autobús, de lo contrario nos hubiera costado dar un buen paseo de unos 4 km para llegar al albergue desde donde estábamos, y con el la posibilidad de lluvia puesto que el cielo estaba completamente cubierto y los pronósticos no eran muy favorables para mañana.

Ya en el albergue, tiempo para la cena, escribir unas notas y a la cama, que mañana será otro día

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 4: Honfleur - Caen

Caen, Iglesia de San Pedro vista desde una puerta de entrada al Castillo ducal.

Caen, iglesia destruida por los bombardeos en la II Guerra Mundial.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 5: Caen - Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha)

ETAPA 5: CAEN – ST LAURENT SUR MER (Playa de Omaha)

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 5: Caen - Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha)

ETAPA 5: CAEN – ST LAURENT SUR MER (Playa de Omaha)

Miércoles, 3 de Agosto de 2011

Distancia = 78 km - Tiempo = 4:58:00 - Media = 15,7 km/h

En principio decidimos que los días que nos quedáramos en albergue desayunaríamos allí, porque muchas veces el desayuno está ya incluido en el precio y porque al ser libre se desayuna bastante bien en general, algo que nosotros necesitamos, puesto que es el combustible para nuestro motor, al menos, durante las primeras horas.

Nos levantamos a las 8, y salimos de la habitación sigilosamente para no despertar a nuestro compañero de habitación, un inglés que trabajaba por internet y que estaba por aquí practicando surf, como pudimos comprobar ayer tarde cuando estábamos a punto de salir y se presentó con su tabla de surf bajo el brazo; cuando se dio cuenta que éramos españoles nos comentó que también había estado en Tarifa practicando surf.

A pesar de levantarnos a una hora aceptable, no sé muy bien cómo, pero siempre acabamos saliendo entre las 9:30, en el caso más temprano, y las 10:15, algo impensable para mi en otras rutas, en las que para las 7:30 ya estaba dando pedales, pero esta ruta es menos exigente, es muy llana y hacemos menos kilometraje.

En el plano que nos dieron ayer de la localidad, aparecen también los carriles bicis y la dirección del primer pueblo por el que tenemos que pasar, y hasta llegar al desvío para dirigirnos a él, vemos que podemos utilizar los carriles bici, a costa de dar mucho rodeo, bordeando todo Caen, pero evitando cualquier problema de orientación por el centro, o con el tráfico.

Así lo hacemos, después de 9 ó 10 km de carril bici, que se hacen sin darnos cuenta, pasando por algún que otro parque donde la gente está ya a esta hora haciendo deporte o paseando, llegamos al desvío en el que nosotros tendríamos que girar a la izquierda, para Saint Contest. Justo en este punto, pero a nuestra derecha, a escasos 500 metros, está el Memorial de Caen, pero entre que era de pago (como nos informaron en la oficina de turismo ayer) y que era muy tarde, decidimos seguir hacia delante, porque de lo contrario no íbamos a empezar a salir de Caen hasta las doce de la mañana o incluso más.

A escasos 4 km está el pueblo de Saint Contest, a partir de aquí ya sólo sería seguir la ruta que teníamos prevista, por carreteras locales, y lo peor (salir de Caen) ya había pasado, y además lo habíamos hecho de forma muy cómoda y sin problemas de orientación ni de tráfico, utilizando los carriles bici, pero todo no es como uno espera y así, al llegar a una rotonda empezamos a buscar alguna indicación de algunos de los pueblos por los que deberíamos pasar, pero nada de nada.

Gorka pregunta un par de veces, pero o no saben, o dudan mucho, así que rehacemos sobre la marcha la ruta, seguiríamos recto, por la carretera D22, dirección a Arromanches, y según el mapa, deberíamos llegara a la localidad de Creully, donde la carretera se acaba bifurcando en dos, una hacia Arromanches, y otra hacia Bayeux, que era nuestra siguiente parada programada, tanto para la comida como para una visita cultural.

Es una carretera secundaria, y al menos hoy, con apenas tráfico, y en el primer tramo entre pueblos, carril bici, por donde nos adelantan un grupo de ciclistas ya entrados en años, que nos saludan efusivamente.

El recorrido es muy agradable, llano, sin tráfico, con zonas de prados, campos de trigo que ya están siendo cosechados, maizales y también zonas de arboles frutales, sobre todo manzanos, y es que también empezamos a ver los carteles de venta de sidra, de ahí lo de los manzanos. Además, para acompañar el día, y tras las gotas de agua que empezaron a caer a la salida del albergue, el cielo fue abriéndose a lo largo de la mañana, el sol hizo acto de presencia e incluso llegó a calentar tímidamente, sobre todo comparada con la temperatura de ayer por la tarde o con la de esta mañana.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 5: Caen - Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha)

Campos en dirección a Creully, con Gorka subiendo al puerto más duro de toda la jornada...

En los alrededores de Bayeux, paramos en un supermercado para hacer la compra, y después, a la entrada, antes de llegar al centro, justo cuando se pasa un pequeño puente de piedra sobre un río, donde hay buenas vistas (con una noria movida por el agua del río y as torres de la catedral al fondo), además de una zona de sombra, es cuando hacemos la parada para comer. Buen sitio, aunque no fuimos los únicos que nos habíamos percatado de esto, y en el otro lado del puente, cuando fui a hacer algunas fotos, vi que también había gente comiendo y tomando unas cervezas.

Junto a unas escaleras, a la sombra y a la vera del río, tocó llenar el depósito, sobre las dos de la tarde. El menú de hoy era: ensalada de pasta, acompañada de una cerveza, bocata de fiambre, fruta, y de postre alguna que otra galleta de chocolate, ¡no está nada mal!.

Sobre las tres nos ponemos de nuevo en marcha, aunque vamos andando hasta la calle principal, situada a escasos 400 metros y que a esta hora todavía se encontraba repleta de puestos y de gente, de hecho la calle esta cortada, es como si fuera un gran mercadillo, aunque no estoy seguro de si esto es así todos los días. Es casi imposible andar por allí con bici, y eso que ya comenzaban a recoger algunos puestos.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 5: Caen - Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha)

En esta misma calle de Saint Jean, se encuentra la oficina de turismo, así que Gorka entra a pedir el plano de la localidad, para preguntar sobre él, la salida en la dirección que nosotros llevábamos, y que ahora sería rumbo norte, en dirección a la costa, y de paso, el recorrido típico con las hitos importantes a visitar, que este caso se centraban en: la catedral, la tapicería (donde se encuentra el famoso “Tapiz de Bayeux”), el casco histórico, el museo dedicado a la II Guerra Mundial, y ¡cómo no!, el cementerio donde descansan los soldados ingleses y canadienses que participaron en el desembarco de Normandía y en operaciones posteriores, etc.

En la visita a la catedral y sus alrededores, por que es bastante grande, fue donde más tiempo empleamos, al menos yo, porque Rafa se quedó vigilando las burras, no estaba muy interesado, y Gorka y yo fuimos a hacer la visita 'cada uno a su bola', y a pesar de la hora que era, estaba abierta y con mucha gente por dentro y por los alrededores.

Gárgolas de la catedral de Bayeux.

Junto al museo dedicado a la II Guerra Mundial, hay dos tanques, uno inglés y otro americano, así que allí también nos hicimos las fotos de rigor, antes de visitar el cementerio, en el que impresiona ver lápidas del mismo tamaño y corte, de un blanco inmaculado, perfectamente alineadas sobre un césped impecable que más bien parece una alfombra; zona de paz, silencio y reflexión, donde uno piensa que a pesar de aquella guerra, de tantas muertes, seguimos igual, sin aprender nada, las grandes potencias siguen haciendo las guerras a su antojo, según sus intereses, bajo el paraguas protector de la ONU, mientras los países subdesarrollados se desangran, se mueren de hambre y se matan entre ellos en cruentas guerras civiles... pasan los años, siguen las guerras, y todo sigue igual... por desgracia.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 5: Caen - Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha)

Después de la visita al museo dedicado a la II Guerra Mundial, nos fuimos al cementerio de Bayeux, donde se encuentran sepultados 4.648 cuerpos de soldados y combatientes de la Segunda Guerra Mundial. Las nacionalidades más presentes son los británicos con casi 4.000 soldados, y los canadienses. Delante del cementerio hay un monumento en memoria de los 2.092 soldados de la Commonwealth muertos durante la batalla del desembarco de Normandía pero que nunca tuvieron un entierro.

Ya iba siendo hora de continuar viaje, así que miramos el plano y vemos que podemos llegar a la salida para la dirección a seguir, al norte, hacia Longues sur Mer, en la costa, circunvalando Bayeux, en lugar de callejear por el centro y perder posiblemente más tiempo aunque quizás haciendo menos kilómetros.

Llegamos pronto, sin problemas, a la carretera que tenemos que coger, dejando Bayeux a nuestra espalda. Este tramo, hasta llegar a Longues sur Mer, es también por carretera secundaria y sin tráfico, al igual que todo el trayecto recorrido hoy hasta este punto.

Al llegar a Longues sur Mer, vemos justo donde la carretera por la que pedaleamos se cruza perpendicularmente con la carretera de la costa, a la pareja de holandeses con la que coincidimos en el camping de Honfleur, y que iban siguiendo más estrictamente el recorrido por la costa, aunque no pensaban llegar a España.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 5: Caen - Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha)

En este punto, en lugar de girar nosotros a la izquierda y seguir la carretera de la costa, detrás de la pareja holandesa, decidimos seguir hacia delante un par de kilómetros más, en dirección a la costa, y allí nos encontramos con lo que se denomina “La Batería de Longues”, o lo que es lo mismo, dos líneas defensivas alemanas que controlaban la costa, llenas de búnquers, enormes mazacotes de hormigón, camuflados entre pequeñas colinas, sobre todo los de la línea más alejada de la costa.

A la entrada al recinto totalmente abierto, había un chiringuito, una oficina de turismo y una tienda de souvenirs y aquello estaba a rebosar de gente, y en la explanada de las líneas defensivas, también se veía muchísimo personal andando y curioseando, la verdad es que no me esperaba ni por asomo, que todo este tema de la segunda guerra mundial y en concreto lo referente al desembarco de Normandía que es lo que atañe más de lleno a esta zona, tuviera tanto turismo.

Aprovechamos el chiringuito para tomar un helado y después dirigirnos andando, con nuestras bicis al lado, a la línea defensiva exterior, la más alejada de la costa, desde donde supongo se disparaban a los barcos con los cañones que se pueden aún ver, unos mejor conservados que otros, dentro de estos nidos de hormigón, camuflados como he dicho antes, entre suaves colinas, y donde dentro de los cuales hay toda una estructura de pasillos y habitaciones; ésta línea sería para el ataque a los barcos, mientras que la primera línea defensiva, más cercana a la costa, era para ametralladoras, para la defensa ante desembarcos.

Desde algunos de los puntos defensivos de la primera línea, la más cercana a la costa, se puede ver que aquí prácticamente no hay playa y que para poder avanzar habría que subir por los acantilados, pero también se puede observar, hacia el este, en la playas de Arromanches, los restos de los puertos Mulberrys, o sea, los puertos artificiales creados a partir de a unión de diversos bloques de hormigón preformados, que fueron transportados a través del Canal de la Mancha a flote, y hundidos aquí, utilizados para el desembarco de toda la logística que conllevaba una operación de esta magnitud como fue la del Desembarco de Normandía.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 5: Caen - Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha)

La verdad es que en esta zona nos entretuvimos bastante tiempo, se estaba a gusto allí, en una tarde que había quedado muy agradable, y estábamos algo relajados porque ya habíamos hecho el grueso de los kilómetros de la etapa de hoy, pero si queríamos, aunque no estaba previsto para hoy, visitar la playa de Omaha (la zona donde desembarcaron los estadounidenses), para ganar tiempo mañana porque era una etapa más larga, y ya de paso, visitar también el cementerio de los americanos, no podíamos entretenernos mucho, porque además había que buscar un camping.

Salimos de aquella zona por una carretera local, y después de callejear y salir de un pequeño pueblo, acabamos en la carretera de la costa, y a partir de aquí es donde comienzan los agobios y la toma de precauciones debido al incesante tráfico, consecuencia del turismo que tiene esta zona, aunque no es una carretera en la que se pueda correr, así que los coches no van muy rápido y por suerte nos respetan bastante, de hecho en algunas ocasión tuvimos que salirnos de la carretera y dejar paso a la cola de coches que estábamos provocando detrás de nosotros.

Llegamos a una rotonda donde está la indicación del cementerio de los americanos, a la derecha, entre la carretera de la costa y el mar. Vemos un cartel que ante nuestra sorpresa y decepción informa que el recinto cierra a las 6 de la tarde, o sea, prácticamente dentro de un cuarto de hora. Dudamos si acercarnos o no, porque cuando llegáramos estarían a punto de cerrar.

Decidimos intentarlo, así que un kilómetro y medio después, y en ligera bajada, ya estábamos en la enorme explanada donde están los aparcamientos, todo lleno de coches y autobuses y gente intentando salir. Un guardia nos dice cuando nos ve entrar, que sólo nos quedan 3 minutos., seguimos hacia dentro, incluso hay un tramo de carril bici.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 5: Caen - Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha)

Aquello es bestial, por lo grande que es, parece un enorme jardín, un gran parque, más que un cementerio, incluso tiene un centro de interpretación y guardia de seguridad y de protección. Intentamos entrar con las bicis hasta dentro para ahorrar tiempo, pero en seguida nos dicen que con bici no se puede entrar y menos subidos en ella, a parte de que están cerrando. Yo me hago el disimulado, mientras Gorka y Rafa se quedan atrás, desmonto de Bucéfalo y me encamino hacia dentro, voy a contra corriente, la marabunta de gente sale al tiempo que yo intento entrar para echar un vistazo general, pero en seguida dos guardias comienzan a llamarme la atención, me paran y me dicen que no puedo seguir, así que para atrás, ¡mi gozo en un pozo!.

En fin, una lástima no poder visitarlo después de llegar hasta aquí, pero todo no se puede ver y menos si se va en bicicleta, aunque si hubiéramos sabido este horario, nos hubiéramos entretenido menos en la zona de la “Batería de Longues”.

Seguimos rumbo, dejando a la derecha el camping de Colleville sur Mer, el cual era nuestro punto final previsto cuando iniciamos la etapa de hoy, pero decidimos seguir un poco más adelante, y parar en el más cercano a la playa de Omaha, con el fin de ver esta zona hoy y no perder tiempo mañana, que teníamos etapa larga, como he dicho antes.

Llegamos a un cruce, giramos a la derecha, en dirección a la playa de Omaha tal y como estaba indicado, vamos en ligero descenso, y de nuevo nos encontramos con otro museo dedicado al tema del desembarco en estas playas, y de nuevo con más cañones, carros, ametralladoras, etc, en la entrada, en el exterior. Durante el recorrido por la carretera de la costa ya nos habíamos encontrado con otros pequeños museos de este tipo y es en esta zona parece un denominador común.

Por fin llegamos a la playa, y a excepción de un monumento no hay nada especial, tan sólo pensar e imaginar que fue aquí donde se produjo el desembarco americano, y a los tres, por lo comentarios que hacemos, nos vienen las imágenes de las películas que tratan de este tema, como la de “Salvar al soldado Rayan”, en la que se recrea el desembarco con bastante crudeza.

Es una playa enorme, de 7 u 8 kilómetros de larga, pero también es muy profunda, al menos en ese momento, que había marea baja, en la que hay tanto tramo de arena, de playa, para llegar al mar, que casi hay que coger un taxi para poder darte un baño.... bueno un poco exagerado, pero la verdad es que mucha profundidad.

No habíamos visto ningún camping, así que cuando llegamos a la playa, giramos hacia nuestra izquierda, rumbo oeste, para recorrerla y de paso probar haber si teníamos suerte y dábamos con alguno, porque ya iba siendo tarde.

Llegamos al final del tramo de carretera paralelo a la playa, y toca girar a la izquierda e ir de nuevo hacia la carretera de la costa, pero ahora en ligera subida, que no sienta muy bien, al tiempo que vemos a nuestra derecha un tramo de los puertos artificiales que se construyeron para el desembarco y un cartel informa de la cantidad de coches, hombres, kilos de material, etc... que pasaron por él.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 5: Caen - Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha)

Por fin vemos un cartel del camping, está prácticamente en la carretera de la costa, y al coger el desvió a la derecha, de nuevo aparece otro museo con cantidad de chatarra en el exterior, más carros de combates, ametralladoras, y material militar de lo más diverso, así que dentro no sé qué es lo que abría.

Llegamos al camping, con la recepción a apenas 200 metros del museo y de la carretera de la costa. El camping es de tres estrellas, al igual que el que teníamos previsto, aunque nosotros sólo necesitábamos una parcelita para montar nuestro campamento, porque comienza a hacer fresco y no está la cosa como para pegarse un baño en la piscina, pero sí para comprar unas latas de cervezas que tomaríamos acompañadas de unos frutos secos, mientras montábamos las tiendas.

Después de la ducha, salimos del camping por la parte de atrás, hasta llegar a una valla y a una puerta con código de seguridad, que nos dieron en recepción, y desde aquí, un estrecho camino de cemento que en bajada vertiginosa conduce a la misma playa de Omaha, por la que damos un paseo al tiempo que intentamos ver algún sitio para cenar, porque hoy es el cumpleaños de Rafa, y paga él la cena y las cervezas, así que un pequeño homenaje, aunque por desgracia no había mucha oferta de restaurantes o chiringuitos, al menos por este lado de la playa.

La temperatura era fresca, al principio nos sentamos fuera pero después nos pusimos al resguardo de la fría brisa que corría y tuvimos que echar mano de algo de abrigo. Desde el mediodía de hoy, habíamos disfrutado de un día de sol y de buena temperatura, quizás el mejor de todos, aunque con la puesta de sol ya comienzan a verse algunas nubes, pero nada que hiciera pensar el cambio de tiempo que nos esperaba mañana.

De vuelta al camping, ya completamente de noche, tuvimos que hacer uso de los frontales, y después de la ruta de hoy, del relax de la cena y de las cervecitas, la cuesta de subida por el sendero de cemento hasta llegar a la puerta de entrada al camping, donde había que introducir el código de seguridad, hizo cosquillas en las piernas.

Y en el camping, cada uno a su tienda, aunque yo escribo unas notas antes de irme a dormir....

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 6: Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha) - Granville

ETAPA 6: ST LAURENT SUR MER (Playa de Omaha) – GRANVILLE

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 6: Saint Laurent sur Mer (Playa de Omaha) - Granville

ETAPA 6: ST LAURENT SUR MER (Playa de Omaha) - GRANVILLE

Jueves, 4 de Agosto de 2011

Distancia = 97,57 km - Tiempo = 5:36:00 - Media = 17,42 km/h

Deberían ser son las tres de la noche cuando oí que uno de los compañeros salía de su tienda. Era Rafa que había escuchado ruido y pensó en que podían estar robando las bicis que habíamos dejado amarradas junto a las tiendas, pero tan sólo se trataba del fuerte aire que estaba soplando. Poco después comienza a llover, ¡ea!, ¡lo que nos faltaba!, hoy que precisamente teníamos pensado salir antes para cubrir la etapa con el mayor margen posible de tiempo, porque eran más kilómetros que los que habíamos hecho en los días anteriores, y ahora resulta que la climatología nos puede jugar una mala faena...

Había que ver el lado positivo, todavía faltaban unas cuantas horas antes de ponernos en marcha, así que esperaba que para entonces la lluvia parara, pero lo cierto es que hasta las 7 de la mañana, se fueron intercalando en el tiempo los momentos de lluvia y los de viento. ¡Noche de perros!, de las que a uno le apetece acurrucarse en el saco dentro del “confort” de la pequeña tienda (al menos la mía, porque la tienda de Rafa y Gorka era enorme, incluso la llegaron a bautizar como “el Pabellón”).

A las 7 parece que el agua cesa, porque llevaba ya un buen rato sin oír la lluvia caer sobre la tienda, aunque sí continuaba el aire. ¡Mucho mejor!, pensaba en voz alta, así podemos tener la suerte todavía, de que al levantarnos nos encontremos con que el aire haya secado la tienda de campaña, pero no fue así, y sobre las 8 de la mañana, comienza de nuevo a llover.

No hace falta ser un lince para entender, después de leer esto, que esta noche he dormido más bien poco.

Saco la cabeza desde la tienda y el paisaje no es nada agradable; el cielo está completamente cubierto por todos lados y una densa cortina de lluvia difumina el entorno; la calma y el silencio, tan sólo rotos por el estruendo del agua al caer al suelo, invaden el camping, y a diferencia de otros días, en los que la gente ya está en movimiento o se ve un ir y venir de personas al servicio, hoy no se mueve nada ni nadie, ni gente ni coches saliendo, nada de nada, sólo la lluvia constante cayendo; aquello no tenía pinta de que llegara a parar de un momento a otro; es como esos días de invierno en los que comienza a llover y no se sabe cuando va a parar. En fin, resignación... lo que estaba claro es que una vez más, los planes están para no cumplirse, que el hombre propone y Dios dispone, y de pasar hoy a ser el día en el que antes teníamos pensado salir, pasaría a ser el día que más tarde lo íbamos a hacer.

Las 9, las 9:30, la 10, y todo sigue igual, así que para ir haciendo tiempo, decidimos desayunar dentro de las tiendas, calentando el café en el “hall” y apañándose cada uno con lo que tuviera, que no estaba la mañana como para salir de la tienda e ir a la casa del vecino para pedir lo que le apeteciera, así que como teníamos repartido el tema de la comida, unos se apañarían con la bollería y otros, o sea, yo, con el pan a modo de tostada, pero en frío.

Hablamos desde la tiendas, y nos pusimos las 11 de la mañana como hora tope para levantar el campamento, aunque todo siguiera igual.

Llegó la hora y todo seguía igual, pero al poco parece que el agua nos da un respiro, tan sólo caen unas chispas, poca cosa, así que aprovechamos para ir al servicio y desmontar las tiendas, y aunque intentamos secarlas con trapos lo cierto es que tanto la mía como la de los compañeros, se guardaron húmedas.

Cuando nos dispusimos a salir del camping eran las 12 de la mañana. No teníamos claro donde llegaríamos hoy, porque estaban previstos 95 km, así que simplemente empezaríamos y ya iríamos viendo como se iba desarrollando el día, y si se acababan haciendo menos kilómetros pues ya iríamos recuperándolos en las próximas etapas, porque en esta primera mitad de la ruta, y en la medida de lo posible, no podíamos fallar, no podíamos tomarnos ningún día extra de descanso, porque habíamos quedado con Tomás, otro compañero de la “web de

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rodadas”, que se incorporaría en Vannes, al finalizar la etapa 10, para empezar a pedalear al día siguiente, y ya tenía sacado los billetes de tren para ese día, porque fue Gorka quien se lo sacó, al igual que a mi.

Salimos del camping y seguimos un breve trayecto por la carretera de la costa, deshaciendo parte de lo andado ayer, hasta coger el desvío a la derecha, hacia Tréviéres, dirección sur, a unos 8 km.

Vamos pertrechados con los chubasqueros y los chalecos reflectantes, y ellos además, con sus bolsas cubre-alforjas, ya que las suyas no son impermeables, por suerte las mías lo son, así que para el resto de días, no tengo que estar perdiendo el tiempo colocándolas a media mañana o a media tarde, cuando comenzara a llover. Pero es curiosamente en este corto tramo, cuando el agua da un respiro, ni siquiera caen unas gotas, aunque la carretera está encharcada y el propio agua que sueltan las ruedas hacen que las zapatillas y los calcetines vayan empapándose.

En Tréviéres hablamos de un cambio de planes, en lugar de seguir por carreteras locales y buscando pueblecitos o aldeas, y tener que estar preguntando por la dirección a seguir en cada uno de ellos, a riesgo de perder más tiempo o perdernos y acabar haciendo más kilómetros, decidimos seguir por la carretera D29, en dirección a Briquerville primero y después a Saint Clair sur l'Elle, donde haríamos una pequeña parada para comer algo y además, tomar otra decisión, o bien seguir hasta Saint Lo, prácticamente mitad del recorrido previsto y donde queríamos parar para comer, haciendo 10 km por carretera nacional o bien por una alternativa paralela a ella por la derecha, aunque a costa de hacer más kilómetros.

En Tréviéres tuvimos que preguntar al ver unos carteles con información sobre desvíos, al parecer por obras, y desde una plaza en el centro, nos dan las indicaciones correctas y salimos sin problemas. A penas seguimos unos minutos y de nuevo comienza a llover, y por si fuera poco, al coger ahora dirección suroeste, el aire aumenta en intensidad y comienza a castigarnos de lo lindo.

El recorrido por esta zona de la Baja Normandía en otras condiciones meteorológicas sería muy agradable, con terreno prácticamente llano, todo verde, con muchas zonas de arboleda y en general con un paisaje como muy bucólico. Intentamos disfrutar en la medida que el temporal nos lo permite, incluso lo vamos comentando entre nosotros, pero lo cierto es que las zapatillas y los calcetines parecen ya una esponja que han absorbido todo el agua posible; el chubasquero nos evita que nos mojemos por fuera, pero por dentro ya empezamos también a estar calado, debido a que no transpira.

No es la mejor mañana precisamente para pedalear, después de una noche de viento y agua, ahora montados sobre las bicis, más agua y viento, no disfruta uno por estos sitios lo que querría, pero siempre podría ser peor, porque si a estas condiciones le sumamos el frío la situación sería más complicada, sin embargo, la temperatura estaría entorno a los 18 o 20 grados, y con mucha humedad, o sea, nada de frío.

Un par de kilómetros antes de llegar a Saint Clair sur l'Elle, paramos después de un cruce de carretera para “evacuar líquidos” y ya de paso, en lugar de parar en este pequeño pueblo, aprovechamos para comer un barrita energética y algo de fruta. Decidimos aquí que cuando llegáramos al cruce con la carretera nacional, en función del tráfico que observáramos, seguiríamos por ella los 10 últimos km hasta Saint Lo, o en caso de ver mucho riesgo, continuar por la alternativa haciendo algunos kilómetros extras.

Después de esta pequeña parada de un cuarto de hora seguimos hacia delante. Poco después estábamos en el cruce de la Nacional, paramos un rato y no vemos un tráfico excesivo, suponemos que es porque los franceses ya estaban comiendo a esta hora, alrededor de las 13:30, así que continuamos el último tramo a Saint Lo, por la carretera Nacional.

Este tramo intentamos quitárnoslo del medio cuanto antes, lo más rápido que podemos. Se trata de rectas largas con muchos cambios de rasantes, y aunque no hay mucho tráfico, sí es bastante en comparación con las carreteras secundarias por la que hemos venido en las que apenas nos hemos encontrado coches, pero lo peor es a la velocidad a la que van en estas largas rectas. Lo único positivo en esas circunstancias, es que había parado de llover, ¡por fin!, aunque ahora, al girar rumbo sur, que es el que ya llevaríamos hasta final de etapa, nos enfrentamos al aire de costado.

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Sobre las 14:30 llegamos al centro de Saint Lo, tras una buena bajada que nos viene bien para llegar relajados, después de 40 km en las piernas, con agua y rachas de viento. Allí paramos a comprar pan en un panadería que vimos abierta, y bajo un túnel entre edificios, para estar protegido del agua en caso de que de nuevo se pusiera a llover, y resguardados del aire, nos pusimos a comer, un bocata, fruta, unas galletas de chocolates y unos frutos secos... tocaba comida rápida para no perder mucho tiempo y avanzar lo más que pudiéramos, porque para llegar al fin de etapa como estaba previsto, aún nos quedaba más de la mitad, así que pasito a pasito, pedalada a pedalada, y ya veremos hasta donde llegamos, aunque todo dependerá de como siga el tiempo, si sigue la lluvia y el viento o por el contrario nos da un poco de tregua esta tarde.

Antes de salir nos quitamos las zapatillas y los calcetines para poder escurrirlos porque estaban como una esponja del agua que habían absorbido, y fue algo de agradecer, no tiene uno la sensación de llevar los pies dentro del agua, al menos mientras no siguiera lloviendo.

La parada para comer, que si bien fue corta, de unos 40 minutos, sirvió para el cuerpo se quedara frío, cortado, la verdad es que no teníamos ni puñetera gana de montar en bici.

Atravesamos Saint Lo, en ligera bajada, dejando a nuestra derecha un tramo de murallas, y en una de las explanadas, junto a estas murallas, hay una exposición de fotos a gran tamaño, e incluso podemos permitirnos el lujo de verla desde nuestras bicis mientras seguimos recorrido; el título de la exposición era: “Sahara, oasis verde”, con fotos muy bonitas, me gustaron bastante, al menos por lo que puede ver.

Desde Saint Lo seguiríamos a rejatabla el rutómetro que teníamos marcado para la etapa de hoy, al menos hasta llegar a Saint Denit le Gast, ya que en el caso de que llegáramos allí, prácticamente podríamos terminar la etapa según lo previsto, aunque debido a que en el final de hoy, Saint Pierre Langers, no había alojamiento anotado, tendríamos que tomar una decisión, o bien seguir unos cinco kilómetros más hacia delante, hacia Julloville, en la playa, donde teníamos anotado hasta once camping, o bien ir hacia Granville, también en la playa pero un poco más al oeste, a unos 6 u 8 km de Julloville, y al día siguiente tendríamos que hacer estos kilómetros extras puesto que teníamos que pasar por Julloville, aunque tampoco suponía mucho, puesto que en principio, la etapa del día siguiente era corta.

En este tramo que hacemos después de parar a comer, de nuevo aparece intermitentemente la lluvia, acompañada del viento, aunque es una lluvia ligera, más bien sirimiri, nada que ver con el agua que caía esta mañana cuando estábamos en el camping. Además de esto, en comparación con los primeros 40 km que prácticamente fueron llanos, aquí aparece el terrero sube y baja, zona rompepiernas, y aunque vamos a un ritmo aceptable, todas estas circunstancias adversas hacen que tengamos la sensación de que cuesta avanzar.

De nuestro recorrido en el día de hoy, atravesando de norte a sur la baja Normandía (descartando por problemas de días de vacaciones el recorrido por la costa, por la península de Contentin) sí vemos una clara diferencia en relación a las primeras etapas de esta ruta por la alta Normandía, o por la zona de la costa florida, y es que toda esta zona es mucho más rural, más interior, más alejada del lujo y la ostentación, con casas sencillas, normales, nada que ver con las bonitas y espectaculares casas que veíamos en las primeras etapas, que además en los pequeños pueblos iban acompañadas de jardines ornamentales, con mucho colorido debido a lo florido que lo tenían, donde parece que la gente vive para mantener esas casas y jardines, mientras que por aquí parece que el personal sólo vive en las casas, sin más.

Llegamos Saint Denit le Gast, sobre las cinco y media, y en principio, lo peor parece que ha pasado, había dejado de llover y teníamos hecho el grueso de los kilómetros de hoy, así que en principio parece que podríamos llegar al final de etapa, a pesar de que habíamos salido a las 12 de la mañana y que la climatología no había sido nuestra aliada, pero también es cierto que en la etapa de hoy no teníamos planificada ninguna parada para visita cultural, con lo que íbamos a ahorrarnos ese tiempo; hoy tan sólo deberíamos disfrutar con el recorrido, aunque el agua y el aire lo han deslucido.

Hacemos una parada. Habíamos hecho todo este tramo, desde Saint Lo hasta aquí, sin parar nada, unos 35 km del tirón. Aprovechamos para comer alguna pieza de fruta y para llamar al albergue de Granville y reservar plaza, porque antes de llegar a Saint Denit, mientras pedaleábamos, estuvimos comentado que después del día de

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agua que llevábamos y tal y como estaba el tiempo, lo mejor sería que esta noche nos quedáramos en un albergue en lugar de un camping, siempre y cuando hubiera plazas.

Desde el albergue nos dijeron que en principio no había problemas para quedarnos allí, siempre que llegáramos a una hora prudencial. La opción de Granville suponía unos 6 km más que la de Julloville, además de otros tantos kilómetros que tendríamos que hacer mañana para ir de Granville a Julloville, pero como he dicho antes, mañana la etapa, al menos sobre el papel, era más corta, y en cuanto a esta tarde, nos encontrábamos aún bien como para afrontar los 25 km que nos quedaban, lo que suponía que en circunstancias normales, pedaleando sin excesivas prisas, y aún siendo el perfil rompepiernas como el del último tramo, podríamos estar en el albergue sobre las 7:30 o poco más.

Rafa venía algo renqueante con una de sus rodillas desde que salimos de Saint Lo. Creo que fue al estirar, antes de salir, donde notó algo en la rodilla. Le dejé un gel antiinflamatorio que llevaba y nos pusimos de nuevo en marcha, ahora algo más tranquilos, teníamos tiempo de sobra siempre que las circunstancias ajenas a nosotros no fueran a peor.

El cielo sigue igual de gris y de cerrado, al menos sobre nuestras cabezas, pero ha dejado de llover, y por esta zona parece que hace rato que no lo hace, puesto que la carretea está prácticamente seca, aunque en los alrededores se ven los charcos. ¡Menos mal!, parece que vamos a poder terminar algo más tranquilos y secos, y más cuando al mirar frente a nosotros, al fondo, en la zona de la costa que es a donde nos dirigíamos, la “boina negra y gris” que teníamos encima parece que va desapareciendo. Pero todo no es perfecto, y el perfil del recorrido, aunque sigue siendo rompepiernas, en estos 20 km hasta llegar a un cruce con una nueva carretera nacional, es mucho más acuciante, es decir, los repechos son más duros y las subidas y bajadas cortas se van encadenando una tras otra.

En el cruce con la nacional toca darnos un respiro, aquí si que hay que andar con cuidado porque hay tráfico, nada que ver con el tramo de 10 km hasta Saint Lo. Lo único positivo es que son sólo cinco kilómetros.

A la una, a las dos y a las tres.... giramos a la izquierda, nos metemos en la nacional y nos ponemos en fila india, intentando como siempre en estos casos, quitarnos lo más rápido posible este tramo “pestoso”. En el primer desvió que vemos a Granville nos metemos, girando a la derecha, sin pensarlo dos veces saliendo de las garras del enemigo, del maligno, o sea, del p*t* tráfico (siguiendo por la nacional también hubiéramos llegado, de forma más recta y en menos tiempo, pero demasiada tensión por culpa del maligno, del “lado oscuro de la fuerza”),

Pasamos por un par de pueblos que están prácticamente pegados, es más, nos metemos en una laaaarrrrgaaaa calle que prácticamente une pueblos, y cuando pensaba que habíamos salido de uno de ellos y nos habíamos metido ya en Granville, resulta que estaba equivocado, que todavía quedaban dos o tres km para llegar, y supongo que serían ya las ganas de terminar, de ducharme y de ponerme ropa seca, porque se me hizo un poco largo, y eso que desde que salimos de la nacional era todo en ligero descenso.

Llegamos a Granville, al centro, a una de sus calles llenas de tiendas y preguntamos por el albergue. Nos dicen que está más abajo, en la playa, que no hay pérdida, que tiene vistas al mar y forma de barco.

Con estas indicaciones no debería haber pérdida y así damos pronto con él, o mejor dicho, con el recinto donde está, porque no acabábamos de ver ningún cartel de albergue juvenil, y es que el albergue está un poco más en el interior de este recinto, integrando dentro de una especie de club náutico.

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Frente a la recepción, justo al pasar un pequeño pasadizo, hay muchos catamaranes, y en los carteles que están pegados en los cristales y en las paredes, por los que voy curioseando mientras Gorka y Rafa se dirigen hacia el interior, por la puerta de entrada del personal (por que recepción esta cerrada), para buscar al encargado, voy viendo la lista de monitores para las diferentes actividades de este año, como windsurf o catamaran; también estuve curioseando entre los catamaranes porque los tenía allí mismo mientras echaba un vistazo de vez en cuando a las bicis.

Gorka y Rafa tardaron un poco en salir, arreglando el papeleo, así que además de curiosear aproveché también para ir estirando, que hoy habían salido 95 km, más o menos lo planeado, y eso que habíamos hecho al final unos 6 km más de lo previsto, pero como en el primer tramo de la etapa, optamos por seguir por carreteras secundarias, de forma más directa, que por carreteras locales o vecinales, ahorramos también bastante.

Una vez solucionado el tema de la estancia, quitamos el equipaje de las burras, subimos éstas al bar y las amarramos en un rincón, junto a una mesa de billar. Después subimos a la primera planta por las escaleras, y al final de una especie de balcón corrido de 30 o 40 metros de largo, estaba nuestra habitación. Desde el balcón había vistas al mar y a la playa, tal y como nos habían dicho.

La habitación era para cuatro, pero sólo estuvimos nosotros tres, algo que se agradecía. Era nueva, amplia, cómoda, con dos duchas y cuarto de baño interior, todo un lujo. Mientras se duchaban los compañeros, aproveché para sacar la tienda de campaña y destenderla bajo la litera, para que “respirara” un poco, que se secara algo, porque después de todo el día de hoy, y el de mañana también, al encerrarla húmeda, tenía mis serias dudas de si después olería bastante a humedad.

Después de la ducha, de la colada y con el gustazo de sentir la ropa seca, salimos fuera, a tomar unas cervezas en un bar cercano, no había muchas ganas de subir al centro a dar una vuelta, a parte de que se echaría la noche encima, y hoy teníamos ganas de cenar pronto y bien, de estar algo distendidos en la habitación escuchando algo de música o escribiendo unas notas de cómo habían ido las cosas en el día de hoy y de irnos pronto a dormir, porque no fui el único que anoche no pegó ojo entre unas cosas y otras, además del cansancio acumulado, no sólo por los kilómetros sino también por las circunstancias climatológicas y porque tampoco hemos parado mucho al salir hoy muy tarde.

De regreso a la habitación, recogemos la ropa que habíamos colgado en este largo balcón, al igual que habían hecho los de otras habitaciones, aunque apenas se había secado, había mucha humedad, tan sólo esperábamos que con el calor de la habitación se secara bastante para mañana no tener que guardarla húmeda en caso de que el tiempo siguiera igual.

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Hoy para cenar había buena ración de pasta, nos la habíamos merecido, aunque yo antes me metí un buen tazón de sopa caliente y me sentó de escándalo.

Después de cenar escribo unas notas mientras escuchaba música que me había descargado en el móvil, con los auriculares puestos, para no despertar a Gorka que ya estaba en un sueño profundo y reparador.

Me voy a la cama, cuento ovejitas: una, dos, tres... ¡y ya estoy drogui!.....zzzzzzzzz

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 7: Granville – Mont Saint Michel

ETAPA 7: GRANVILLE – MONT SAINT MICHEL

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 7: Granville – Mont Saint Michel

ETAPA 7: GRANVILLE – MONT SAINT MICHEL

Viernes, 5 de Agosto de 2011

Distancia = 77 km - Tiempo = 4:32:00 - Media = 17 km/h

Esta noche hemos dormido los tres del tirón, hemos recargado las baterías, aunque para terminar de cargarlas, a las 8:30 bajamos al salón donde daban los desayunos, y la verdad es que estuvo bastante bien, mejor que el del albergue de Caen.

Bajamos el equipaje y las bicis a la calle, para montar de forma más cómoda las alforjas y resto del material, bajo el resguardo de esa especie de pasadizo que había junto a recepción, mientras a nuestro lado, ya estaban con las clases de catamaran los monitores, al aire libre y dispuestos a meterse en el mar, aunque de nuevo el día estaba feo, incluso esta noche ha debido de llover porque está todo el suelo mojado y con algunos charcos, y aunque ellos llevaban los trajes de neopreno, no es tirarse al mar lo que más apetecía en ese momento.

A las 10, otra vez tarde, nos ponemos en marcha, pero apenas recorremos 50 metros y lo que creíamos que simplemente era una densa niebla, se convierte en sirimiri, así que vuelta atrás, nos ponemos de nuevo a cubierto, mientras nos ponemos los chubasqueros, petos reflectantes, y guardamos de nuevo la ropa que llevábamos sobre las alforjas para que terminara de secarse a lo largo del día. Rafa y Gorka aprovechan también para cubrir sus alforjas y protegerlas del agua, y yo aprovecho para hacer una foto de la playa y del contraste del colorido de las velas de los catamaranes con el cielo gris y un mar azul difuminado por la espesa niebla.

Segundo intento, ahora si salimos definitivamente, y segundo día que lo hacemos con lluvia, aunque realmente lo de hoy no tiene nada que ver con lo de ayer, hoy es un sirimiri, un “engañabobos”, el tipo de agua que parece que no cae pero cuando te das cuenta estás empapado, mientras que ayer llovía con todas la de ley.

En principio, la etapa de hoy era corta, al menos según lo planeado utilizando carreteras secundarias, pero esto era simplemente una referencia, porque sabíamos que a la altura de Pontaubault salía una “veloroute” hacia Mont Saint Michel, de 26 km de distancia, así que nuestra idea en un principio sería seguir el recorrido que teníamos marcado en el rutómetro, por carreteras secundarias, y después coger este tramo de “veloroute” o pista ciclable, despreocupándonos en ese tramo del tráfico, haciendo una parada breve en Avranches para comer alguna barrita y fruta, y después hacer el resto del tirón, hasta el camping de Mont Saint Michel, donde ya haríamos la comida, porque pensábamos que para las tres de la tarde podíamos estar allí de sobra. Pero como pasa en ocasiones, de nuevo los planes están para no cumplirse...

Para empezar, tendríamos que hacer unos kilómetros extras hasta llegar a Julloville, que era nuestra segunda opción el día de ayer para el tema del alojamiento. Al final fueron unos 8 kilómetros por carretera paralela a la costa, con continuos sube-y-baja desde la salida, algo que no le gusta para nada a nuestras piernas, que arrancan en frío, con agua y sin coger el ritmo aún.

Los alrededores son verdes y frondosos, algo que no me extraña ¿por qué será?. Desde la carretera, cuando la niebla y el agua nos lo permiten, se puede ver a nuestra derecha, la bahía, las playas y los acantilados, difuminados entre los jirones de nieblina que le dan un encanto especial, al menos para mi gusto.

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Seguimos nuestro itinerario por esta carreta que según los carteles está etiquetada como la “Ruta de la Bahía”, y que llega hasta el mismo Mont Saint Michel, y que tiene pinta de ser muy transitada, y así es en algunos tramos, aunque en otros, los menos, podemos ir relativamente cómodos.

Cuando llegamos a Saint Jean le Thomas, vemos indicaciones de una “veloroute” de la que no teníamos información: “La veloroute de la Bahía”, y parecía que iba en la misma dirección que llevábamos nosotros, entre la carretera y la costa, así que decidimos cogerla para evitar el tráfico e ir más cómodos y relajados. ¡Fue nuestro primer error en el día de hoy!.

La “veloroute”, bien señalizada, transitaba por una carretera local, sin tráfico, que pasaba por un par de pueblos pequeñitos y que daba la vuelta por la bahía, pero cuando nosotros llegamos al extremo nos encontramos al fondo, en la lejanía, perdido entre la niebla, el Mont Saint Michel, pero el problema es que en medio teníamos el mar, otro tramo de bahía, y ni siquiera podíamos bordearla para ahorrar camino y tiempo, la única opción era dar la vuelta y seguir por la carretera que llevábamos, por que el carril bici iba de nuevo por la costa pero en sentido contrario hacia atrás.

Damos la vuelta, ¡qué remedio!. Esto supone unos 8 km extras entre la ida y la vuelta, hasta que de nuevo retomamos la carretera, “la ruta de la bahía”, y seguimos por ella.

Un par de kilómetros antes de llegar a Avranches, donde teníamos pensado hacer una breve parada para comer algo, vemos a nuestra derecha un nuevo indicativo de pista ciclable y éste indica hacia el Mont Saint Michel. Lo cogemos, aunque está antes del que realmente tenemos nosotros anotado y que sale desde Pontaubault, pero el indicativo de carril para bicis y con la dirección a nuestra meta en el día de hoy, es claro, no parece que haya pérdidas, así que por lo menos evitamos la carretera, eso es lo que pensábamos.

Una ligera subida por este carril estrecho y cruzamos el río por un pequeño puente, para salir a una carretera, donde no hay ninguna señalización de la pista ciclable, tan sólo señales de un GR (Rutas de Gran Recorrido marcadas con rayas horizontales roja y blanca, al igual en que en España).

Según mi orientación e instinto deberíamos seguir hacia la izquierda, en la misma dirección que lleva la carretera, estaba prácticamente convencido de que era así, y además podíamos orientarnos por las señales del GR, así que aprovechamos este momento de parada por dudas, para comer algo, y justo entonces, aparece una pareja también en bici, cruzando el puente. Son belgas, y él lleva los mapas del recorrido de esta pista ciclable sobre el manillar.

Como siempre, Gorka es nuestro relaciones públicas, así que le pregunta ante la escasa señalización que había sobre el recorrido, por la dirección a seguir, y sorprendentemente nos dice que la ruta sigue hacia la derecha, o sea, justo lo contrario de lo que pensaba o intuía, y la verdad es que no daba crédito a lo que decía, incluso me tuve que acercar y ver de cerca sus mapas y comprobar que efectivamente la ruta seguía por la derecha, buscando una vía de tren que estaba a unos 500 metros más adelante, cogiendo a la derecha.

Lo estaba viendo pero no me lo acababa de creer, no me cuadraba, pero en el mapa estaba claro la dirección a seguir, así que la pareja siguió hacia delante, y nosotros salimos prácticamente detrás, sin perderlos de vistas, porque la verdad es que la señalización por aquí desaparece, no vemos ningún cartel y a mi esto me mosquea, porque cuando hemos cogido pistas ciclables, de las que nosotros teníamos anotadas en nuestra guía,

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siempre han estado muy bien marcadas, como la del “Litoral del Sena Marítimo”. De todas formas, vamos detrás de ellos que son los que llevan el mapa con esta ruta, y menos mal, porque hay varios cruces donde no sabríamos por donde seguir.

Llega un momento en que ellos paran para ver algo, cerca de una especie de aeródromo, y nosotros los pasamos y seguimos hacia delante, y vamos viendo que lo que estamos haciendo es una especie de círculo, sobre todo cuando llega un momento en que cogemos una carretera local justo en dirección contraria a la que llevábamos, o sea, otra vez en dirección hacia la zona donde habíamos parado y estuvimos preguntado a esta pareja belga. ¡Si ya decía yo que a mi esto no me cuadraba!...

Lo que pensábamos es que sin duda, esta sería una de las muchas rutas que hay para hacer en bici, en los alrededores de la zona de Mont Saint Michel, y aparentemente es una ruta circular, así que como ya estábamos perdiendo mucho tiempo cogiendo pistas ciclables que no nos llevan a buen puerto, y haciendo kilómetros extras, decidimos intentar coger de nuevo la “ruta de la bahía” lo más pronto posible, o sea, la carretera que traíamos desde que salimos de Granville y que no deberíamos haber abandonado a menos que lo tuviéramos realmente claro, aunque la señalización antes de llegar a Avranches parecía clara y evidente, sin embargo no fue así.

Una vez que retomamos de nuevo la “Ruta de la Bahía”, en apenas 4 ó 5 km llegamos a Pontabault, pasando el río sobre un puente al final del cual está ya el indicativo de la “Veloroute a Mont Saint Michel”, y la distancia que tenía, o sea, los 26 km que teníamos en nuestras anotaciones sobre esta pista ciclable. En este caso no había pérdida, ésta era la que teníamos que coger, y estaba justo donde había que cogerla y marcando la distancia del recorrido.

Eran 26 kilómetros, y con tanto rodeo y tiempo perdido se nos había hecho tarde, más de lo que estimábamos, así que para evitar comer a las tantas en el camping, preferimos comer aquí, que este tipo de motores que llevamos ya iban necesitando combustible.

Entramos en el pueblo para comprar pan y nos encontramos con otros dos cicloturistas, uno con carrito como el que se usa para llevar a los nenes.

Junto al río, pasado el puente y en la dirección que teníamos que seguir, había una zona verde, con mesas y bancos, como en los merenderos, así que el sitio ideal.

El cielo estaba cubierto, pero hacía rato que ya no lloviznaba, así que me quito el chubasquero y el peto reflectante y saco la ropa que lavé ayer y que aún está húmeda, para ponerla sobre las alforjas, lo mismo que hace Rafa, por lo menos para que le de el aire y no huela a humedad.

Mientras estábamos con nuestro banquete particular, pasa un grupo de cinco españoles en bici, también en dirección a Mont Saint Michel, dos chicos y tres chicas. Nos saludan al ver la bandera española de mi bici ondeando al aire, y correspondemos con el saludo, aunque no paran, siguen hacia delante.

Por momentos parece o da la impresión de bochorno, de humedad, de calor y esperemos que siga así, y que tengamos el resto de la tarde tranquila y podamos disfrutar.

La pista ciclable tiene unos 9 o 10 kilómetros más que el recorrido por carretera, pero siempre es mucho más cómodo, porque no tiene tráfico o si lo tiene éste es mínimo. Esta pista ciclable no es siempre un carril bici, sino que en muchos casos se trata de carreteras locales poco transitadas, pero siempre con la ruta bien señalizada y con los kilómetros que restan entre puntos.

El inconveniente, por llamarlo de alguna manera, es el rodeo que da esta “veloroute”, aunque no me sorprende, porque por eso es por lo que tiene varios kilómetros de más. Hay ocasiones en que vemos el Mont Saint Michel frente a nosotros, casi a tiro de piedra, ¡ya estamos ahí!, pensamos, y en ese momento nos topamos con una señal que indica tomar en otra dirección, dando un rodeo por pueblos o haciéndonos meter en ellos

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para después volver al mismo sitio, lo que hace que en alguna ocasión nos acordemos del celebérrimo “Camino de Santiago”, donde las flechas siempre te llevan a meterte en todos los pueblos y atravesarlos, aunque haya que subir, y aunque haya otro recorrido alternativo.

Llega un momento que Rafa empieza a impacientarse, no entiende como teniendo nuestro objetivo tan cerca desde hace tiempo estemos dando tanto rodeo, pero claro, el rodeo es para evitar una carretera directa que posiblemente tenga más tráfico.

De cualquier modo, este tramo se hace bastante bien, con buena temperatura, sin lluvia, sin tráfico, y con algún que otro cambio de rasante o repechito.

En la parte final, por fin ponemos rumbo fijo, sin dar tantos rodeos. Llegamos a un pueblo con camping, pero el problema es que está a cuatro kilómetros de nuestro objetivo, mucha distancia para hacer después la visita turística, así que preguntamos y nos comentan que a kilómetro y medio antes de llegar a Mont Saint Michel hay otro camping.

Salimos del pueblo, siempre con el Mont Saint Michel frente a nosotros, con esa forma piramidal. Toca ahora pedalear unos 3 km con tráfico intenso, en ocasiones hasta con retenciones, y todo debido al enorme turismo que acarrea esta zona y a que hay algunos tramos de la carretera que están en obras.

A la altura donde nos dijeron que debería estar el camping, lo único que vemos es una zona de restaurantes y supermercados, a ambos lados de la carretera, no acabábamos de verlo, incluso llegamos a pasarlo de largo. Veíamos que nos estábamos alejando de la distancia que nos habían dicho, damos macha atrás, de nuevo hasta la zona de los restaurantes, y ahora sí damos con él, estaba al fondo, detrás de uno de los restaurantes y de un supermercado, accediendo a él por una especie de plaza, pero con escasa o nula señalización, y eso que era un camping de tres estrellas.

Nuestro primero objetivo resuelto, no había problemas de alojamiento, y además tenían secadora para la ropa. En el tramo final de la etapa, veníamos comentando que si había secadora en el camping, tendríamos que utilizarla, porque la ropa de ayer aún estaba algo húmeda, y si hacíamos colada hoy, tampoco se iba a secar, porque aunque ahora no llovía y hacía buena temperatura, el cielo estaba lleno de nubes y había bastante humedad, y si se deja la ropa tendida por la noche, acaba por la mañana mucho peor, que bien parecería que la han metido en un cubo de agua, del relente que cae, y eso si es que no llueve...

Nos vamos al interior del camping, a buscar nuestra parcela y montar nuestro campamento particular, pero hoy hay sorpresa, y es que el número de parcela que nos han dado ya está ocupado, hay una tienda grande y otro espacio que es para el coche, que vino justo cuando andábamos nosotros con las dudas de si era ese o no nuestro sitio. Se trataba de una pareja, no me acuerdo de que nacionalidad eran, pero al final les hicimos ver que se habían equivocado de sitio, pero como ellos ya tenían todo montado, nos tocó a nosotros cambiarnos de sitio, así que a Gorka, nuestro “relaciones públicas”, le tocó de nuevo ir a recepción para que nos asignaran otro lugar.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 7: Granville – Mont Saint Michel

Montamos el campamento y colocamos los pulpos entre árboles y los setos para después tender la ropa sobre ellos, aunque yo aprovecho y pongo la que lavé ayer, que estaba ya prácticamente seca, porque desde que paramos a comer y dejó el sirimiri, la había sacado y puesto sobre las alforjas, y porque al igual que Rafa, no me arriesgaba a lavar las dos mudas y que después la secadora no funcionara bien.

Las duchas, servicios y la zona para hacer la colada estaban en en edificio al que se accedía con una especie de llave-tarjeta, y la zona de lavadora-secadora estaba frente a recepción, así que mientras esperábamos a que terminara la secadora, unos 45 minutos, (la ropa la lavamos a mano para perder menos tiempo), aprovechamos para tomarnos una cerveza y unos frutos secos sentados en un banco, en una especie de plaza que precede al camping, como ya he comentado antes, entre un restaurante y un supermercado (que es en donde Rafa compró las cervezas).

Pasados los tres cuartos de hora vamos a recoger la ropa y ¡sorpresa!, sigue estando húmeda, no está seca del todo, y Gorka había lavado las dos mudas, así que a él no le importaba volver a poner de nuevo la secadora, pero yo no tenía ganas de estar otros 45 minutos de espera, perdiendo el tiempo.

Antes de llegar al camping, les estuve comentando que ya que íbamos a llegar más tarde de lo previsto, lo mejor sería que montáramos las tiendas, nos ducháramos, laváramos la ropa y si hubiera secadora pues ponerla, y después, relajadamente, fuéramos dando un paseo (casi dos kilómetros) hacia Mont Saint Michel y visitáramos todo lo que fuera de acceso libre, mientras que la parte de la visita de pago, la dejaríamos para mañana, bien temprano, en cuanto abrieran, porque yo tenía anotado que cerraban a las 7 de la tarde y para esa hora íbamos a andar muy justos de tiempo.

Después de colgar la ropa, cogemos las cámaras de fotos y ¡ea!, un paseito hasta nuestro objetivo, a donde se puede llegar andando por unos carriles-caminos paralelos a la carretera. Intenso trasiego de gente y de coches, y más en estos momentos, que debe ser hora punta de salida, porque hay atasco en la carretera, justo en la zona de salida de los aparcamientos, la cual es enorme, bestial, y aún está repleta de coches y autocaravanas intentando salir.

Al acercarnos e ir teniendo frente a nosotros este pequeño monte-península, comenzamos a echar fotos, al igual que hace la mayoría de la gente que va andando por aquí.

Cada vez cuesta más que algo me impresione, pero las vistas de Mont Saint Michel son espectaculares, y eso a pesar de que ya lo he visto en multitud de fotos por internet, desde todos los ángulos y posiciones, en todas las épocas del año, de noche y de día, al amanecer y al atardecer, con niebla y con lluvia, con marea baja y alta, fotos tomadas desde arriba, en avión, etc... pero aún así sigue impresionando, sobre todo al verlo ahora, en vivo y en directo, y para mi, me impresionan mucho más las vistas desde el exterior que el recorrido intramuros, aunque las vistas desde la terraza de la iglesia, en la parte más alta son también una pasada, observando el atardecer, con el

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sol ocultándose entre las nubes y algunas personas paseando descalzas por la arena y charcos en los alrededores de la muralla, aprovechando la marea baja. Vistas desde arriba parecen pequeños puntitos, pequeñas hormigas caminando.

Desde fuera, este pequeño monte junto con las construcciones que se han hecho en él, aprovechando su estructura, le confieren una forma piramidal, en cuya base se encuentran las murallas y torres, mientras que la parte alta estaría el monasterio o abadía, rematado con una torre cuyo tejado en pico culmina el vértice alto de la pirámide. Está rodeado de agua, como una península en miniatura, unida a la costa por un pequeño hilo de tierra, la carretera, así que cuando hay marea alta se queda prácticamente aislada, lo que sin duda le confiere otro elemento defensivo más, junto con sus murallas.

Tan sólo una única calle, estrecha, de piedra, tanto el firme como los edificios que la forman, y en subida, con ligera rampa al principio y después escaleras que conducen a la parte alta, al monasterio, aunque antes hay miradores y la iglesia de Saint Pierre.

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Cruzamos la puerta de entrada bajo las murallas y entramos en un recinto algo más ancho que la estrecha calle que sale después de cruzar la siguiente puerta. En este recinto unas empinadas escalaras conducen a las torres redondas de las murallas.

La calle de porte medieval, está repleta de tiendas de souvenirs, cafeterías, restaurantes, etc. Toda la parte baja de los edificios son tiendas, lo que para mi le resta mucho encanto, demasiado comercio, acrecentado por esta oleada masiva de turismo, ¡poderoso caballero, don dinero!.

En algún sitio he leído que Mont Saint Michel es el segundo lugar más visitado de Francia, creo que después de la afamada Torre Eifel en París, y a juzgar por lo que veo y por lo que he visto fuera, no me extraña nada. Tanto en el exterior como en el interior hay mucha gente, pero a pesar de eso, a esta hora, sobre las 7:30 u 8 de la tarde, se puede andar por allí sin mucho problema, pero no quiero ni pensar lo que puede ser esto en las horas centrales, porque viendo la cantidad impresionante de coches que había en el parking y los que estaban saliendo, poder moverse con cierta tranquilidad por la zona intramuros a esas hora puede ser complicado, al menos para poder disfrutar relajadamente de este sitio donde nos encontrábamos, supongo que habrá demasiada aglomeración, así que desde este punto de vista, estoy contento de poder realizar esta visita sin tanta masificación, aunque haya sido por circunstancias ajenas a nuestros planes.

Mientras Rafa y Gorka siguen subiendo, yo aprovecho un descansillo a la izquierda, donde se asienta la pequeña iglesia de Saint Pierre, para hacer una visita a su interior.

Seguimos con la visita, subiendo las escaleras, viendo las paredes verticales de la iglesia del monasterio, que se elevan vertiginosamente hacia el cielo. Llegamos a la zona donde se sacan las entradas para la visita y que también es la zona por donde se sale una vez realizada dicha visita, coincidiendo con la tienda de venta de artículos relacionados con Mont Saint Michel, aunque también venden libros, y aquí, al “inconsciente” de Gorka no se le ocurre otra cosa que comprar en edición de bolsillo del libro de los “Pilares de la Tierra”, aunque en inglés, y lo de “inconsciente” lo digo porque se iba a echar a las alforjas medio kilo extra con el que iba a tener que cargar durante

todo el viaje, cuando el libro supongo que lo puede comprar por internet desde su casa, pero le haría ilusión comprarlo aquí...

Preguntamos por el horario, por si aún se podía entrar, ya que vimos gente sacando entradas, aunque yo pensaba por lo que vi en la guía que cerraban a las 7 y ya era mucho más tarde, las ocho pasadas, pero resulta que ahora, no sé si por ser horario de verano, estaba abierto nada más y nada menos que hasta las 12 de la noche, así que sacamos las entradas. Aquello fue lo mejor que nos podía pasar, porque por un lado no teníamos que dedicar la mañana siguiente a esta visita, con lo que nos

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ahorraríamos ese tiempo y podríamos estar en Saint Malo tranquilamente a la hora de comer, puesto que la etapa de mañana era la más corta de la ruta que estábamos haciendo; pero por otro lado, podíamos realizar la visita sin agobios, sin aglomeraciones.

La visita muy bien, enriquecedora, pero más lo hubiera sido si fuera una visita guiada, y sobre todo, me quedo con la iglesia, el claustro, y la terraza que precede a la iglesia desde donde se tienen unas muy buenas vistas de los alrededores, vistas desde uno de los puntos más altos. En la iglesia además, coincidimos con la hora previa a la misa, y allí, junto al altar, un grupo de monjes y monjas vestidos de blanco, estaban con sus cánticos, en los que cualquiera que se atreviera podía participar porque sobre los bancos tenían las letras de las canciones, que me sonaban a música celestial, armónica, relajante, y más en ese entorno, donde además se respiraba olor a incienso. Estuvimos un rato escuchando, aunque creo que a Gorka y a Rafa estos cánticos no les producían el mismo efecto que a mí, y al poco empezaron a merodear por los alrededores, mientras yo seguí por allí un rato más.

El claustro también muy bonito, tiene en un lateral una abertura, una especie de balcón con vistas al mar. Desde el claustro se entra en otra sala, donde hay una chica toca el violonchelo, y por donde se acaba saliendo de la visita después de bajar una escaleras. Durante todo el recorrido hay muchas actividades a lo largo de las diferentes salas, en otra sala por ejemplo, estaba a punto de empezar otra chica a tocar la guitarra, y en otras había exposiciones multimedia, aunque a algunas de ellas no les veía ningún sentido, eran ridículas, como atracción de circo, y al menos para mi gusto, no estaba de acorde con aquel recinto, con aquel monumento que estábamos visitando, otras en cambio si estaban bien, integradas con el entorno y la arquitectura donde se proyectaban.

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Terminamos la visita y ahora bajamos por otro lado, por una zona de jardines, hasta salir de la zona amurallada por la misma puerta por la que entramos.

Va oscureciendo, y de camino al camping, vamos viendo gente parada al borde camino, con sus trípodes y cámaras de fotos, esperando con paciencia que oscureciera más y que se encendieran las luces en el interior y en las murallas, y hacer unas fotos nocturnas de este entorno.

Nosotros seguimos hacia la zona del camping, donde esta noche toca cena en uno de los restaurantes que estaban al lado, pago yo, que para eso era mi cumpleaños, y sin lugar a dudas, la visita a Mont Saint Michel, había sido un buen regalo, y ya de paso, celebramos nuestra primera semana de viaje, de pedaleo por tierras normandas, porque mañana ya entraremos en la Bretaña, con un recorrido paralelo a la costa.

Haciendo resumen del día de hoy, podría decir que ha sido un día entretenido y completito, en el que hemos acabado haciendo 26 km más de lo anotado en el recorrido de referencia, aunque antes de salir hoy, ya contábamos con hacer kilómetros extras, como los primeros de la etapa de hoy entre Granville y Julloville, o los extras por coger la pista ciclable entre Pontaubault y Mont Saint Michel, pero con lo que no contábamos era con otros recorridos extras realizados al tomar decisiones equivocadas en cuanto a coger pistas ciclables o itinerarios marcados, que no estaban previstos, y todo con el afán de utilizar en la medida de lo posible, estas recorridos para bici y evitar así el tráfico, pero así son las cosas del directo, las cosas no planificadas, en las que a veces nos podemos llevar una grata sorpresa al coger algún camino o carril bici con el que no contabas y que te lleva al destino y otras veces, como hoy, nos sale el tiro por la culata, y es que hasta en dos ocasiones, y casi seguidas, tuvimos que darnos la vuelta y seguir los planes iniciales, con el consiguiente extra de kilómetros y pérdida de tiempo. En definitiva y como he dicho, 26 km más de los que estaban marcados en el recorrido de referencia, pero después de todo, hemos podido disfrutar de un paseo por Mont Saint Michel, e incluso de realizar la visita al interior del monasterio eludiendo las grandes aglomeraciones, ¡y mañana más!.

Entrada para la Abadía de Mont Saint Michel.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 8: Mont Saint Michel – Saint Malo

ETAPA 8: MONT SAINT MICHEL – SAINT MALO

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ETAPA 8: MONT SAINT MICHEL – SAINT MALO

Sábado, 6 de Agosto de 2011

Distancia = 47 km - Tiempo = 2:46:00 - Media = 17 km/h

Un poco antes de las 8 ya estábamos en pie, y aunque no llovía en ese momento, de nuevo el cielo estaba completamente cubierto y en el ambiente se respiraba humedad.

Sobre las 8:15, después de pasar por los aseos y de recoger las alforjas, exceptuando 'los trastos' del desayuno, nos ponemos a desayunar, fuera de las tiendas, que habíamos dejado montadas hasta última hora para ver si podían secarse del relente de la mañana, algo complicado con esta humedad.

Nos sentamos en el césped, empezamos a calentar el café y damos paso a la rutina diaria del desayuno, pero a los diez minutos comienza a llover, no es una lluvia fuerte, es otra vez el típico sirimiri envuelto en una ligera nieblina, pero lo suficiente como para acabar 'jodiéndonos' el desayuno, así que rápidamente, lo antes posible, intentamos desmontar las tiendas para que no se mojen demasiado.

Cuando todo parecía que íbamos a salir hoy un poquito antes de lo normal, debido a que tuvimos que recoger el puesto rápidamente, quedándonos a medio desayunar, resulta que Gorka no encuentra su móvil. Comienza a revisar por la parcela pero nada, así que tuvimos que ponernos bajo el cobijo de unos árboles para protegernos en parte del agua, mientras él comienza a deshacer las alforjas y la bolsa donde tienen la tienda de campaña por si lo ha dejando dentro de la tienda con las prisas... después de un rato, por fin aparece el móvil, creo que al final lo tenía en el neceser, lo metería allí con las prisas por desmontar las tiendas y recoger todo para que no se mojara.

Al final acabamos saliendo del camping prácticamente a la hora de siempre, con los chubasqueros puestos, en un día gris, triste, oscuro, húmedo, con temperatura fresca y otra vez con agua, en fin, un día en lo que menos apetece es ponerse a pedalear. Es como esos días de invierno en los que a uno le gusta estar dentro de casa, calentito, viendo caer el agua por la ventana mientras toma un café y lee un libro, pero aquí toca pedalear, ¡qué le vamos a hacer!, ¡la aventura es la aventura!.. pero lo que más fastidia es que la tarde-noche de ayer estuvo finalmente muy bien, con algo de sol y temperatura agradable, y no hacía presagiar que esta mañana estuviera así.... pero tendremos que ir acostumbrándonos a esto.

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Toca deshacer dos o tres kilómetros de los que hicimos ayer, hasta llegar al pueblo de Beauvoir, que fue donde paramos a preguntar por un camping más cercano a Mont Saint Michel. Hasta aquí llegamos bien, con menos tráfico en este pequeño tramo del que nos encontramos ayer por la tarde.

Pero una vez llegados aquí, no vemos señalizaciones por ninguna parte para ir a los siguientes items que teníamos marcados: Quatre Salines y Cherrueix, y es que esta primera parte estaba prevista hacerla por carreteras locales y estos items serían más bien aldeas o pequeños pueblos, que no venían en el mapa a mayor escala que llevamos y tampoco veíamos indicaciones para llegar a ellos.

Gorka desmonta de su burra y entre en un bar a preguntar. El desvío que teníamos que coger estaba unos metros más atrás, aunque no ponía nada de los pueblos de paso que teníamos marcado en nuestra hoja de ruta. En la dirección que traíamos desde el camping, teníamos que tomar a la derecha, y cruzar un pequeño puente sobre un río o canal que en línea recta parece desembocar, en la lejanía, en las mismas faldas del Mont Saint Michel, el cual aparece al fondo, con su silueta piramidal recortada entre la niebla y el sirimiri, medio difuminada; sólo se observa su forma, ningún detalle de murallas o estructuras. Paro en mitad del puente y hago una foto, aunque pararse hacer fotos con este tiempo es un poco engorroso y la mayoría de las veces acabo por no hacerlas.

Cruzamos el puente y giramos a la izquierda. A varias indicaciones pero ninguna de ellas aparece en nuestro rutómetro. Seguimos rumbo por nuestra propia orientación, o sea, que había que seguir rumbo noroeste hasta llegar a la costa y de nuevo, paralela a ella, llegar a nuestro destino en el día de hoy, en la etapa más corta de toda la ruta.

Pedaleamos por carreteras locales, con largas rectas, sin encontrarnos prácticamente a nadie, tan sólo algún coche de turismo que decide adentrarse por este tipo de carretera buscando algo distinto, adentrándose en la Bretaña más profunda, e incluso alguno era español, porque al pasar por nuestro lado nos pita y saluda efusivamente, y es que la bandera que llevo nos identifica claramente.

Por esta zona por la que pedaleamos ahora, ya hemos dejado la Normandía (prácticamente Mont Saint Michel hace frontera) y nos adentramos en las verdes praderas de Bretaña, pasando por zonas más rurales, alejadas del turismo, y por alguna que otra aldea, pero ninguna de ellas es uno de nuestros objetivos.

En alguna ocasión, en una de estas aldeas, paramos al ver una furgoneta de la oficina de correo, y al preguntar al cartero, que esta caso era una chica, la verdad es que no nos ayuda demasiado, no sabe decirnos en qué dirección están los items que teníamos que seguir. Pues nada, seguiremos rumbo noroeste y ya apareceríamos en algún sitio, aunque no acabábamos de salir de nuestro asombro ¿cómo es posible que esta chica que está repartiendo el correo con la furgoneta por estos pueblos-aldeas, no sepa darnos explicaciones de por donde están los sitios por los que teníamos que pasar y que estaban relativamente cerca de allí?, lo único que se nos ocurre es que ella no fuera de allí, estuviera de sustituciones y esos sitios no estuvieran en su ruta de reparto, en la que pone su GPS y se acabó, no sabe más del entorno donde se mueve; es la única explicación que teníamos para esto.

Vemos un cartel con el número de la carretera, creo que era la D797, y al consultar el mapa vemos que vamos bien, estamos en el buen camino, aunque no era el que realmente teníamos previsto.

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Después de seguir 9 kilómetros por esta carretera, salimos a un cruce, donde ahora ya si marca la dirección a Cherrueix, a nuestra derecha, a 14 kilómetros hacia el norte, y a donde deberíamos haber llegado por otro sitio, pero como se suele decir “todos los caminos conducen a Roma”.

Desde que dejamos Beauvoir y hasta este cruce, prácticamente podemos contar con los dedos de una mano los coches que nos hemos encontrado, pero al coger esta carretera nueva ahora, notamos que hay algo más de tráfico, con la carretera completamente mojada porque aún sigue lloviendo, así que aumenta la tensión, no podemos ir tan relajados como habíamos venido hasta ahora.

Vamos pendientes del tráfico pero tranquilos, sin prisa pero sin pausa, conscientes de que vamos en la dirección correcta; devoramos kilómetros debido a que no tenemos paradas planificadas para visitas culturales, con lo que todo el tiempo lo empleamos en pedalear.

Cuando llegamos a Vivier sur Mer, ya llevábamos un rato en que había dejado de llover, así que aprovechamos para hacer una parada aquí, junto a la playa, ya en la costa, para tomar una fruta y una barrita energética.

Aunque desde aquí ya iremos durante un buen tramo paralelos a la playa, con las vistas del mar a nuestra derecha, las mejores vistas del día, al menos para mi, aunque sin ser nada del otro mundo, estuvieron durante el tramo entre Saint Benoît des Ondes y el descenso al cruce de Cancan.

Seguimos camino, avanzando rápidamente por terreno totalmente llano en un día que sigue igual de gris que al levantarnos esta mañana, y en el que por suerte ya había parado de llover, y así, nos plantamos en los alrededores de Saint Malo, donde paramos en un supermercado para hacer la compra de los dos próximos días.

Con la compra hecha y las alforjas repletas, después de algún que otro despiste en alguna que otra rotonda, nos encaminamos dirección centro, pero antes de llegar a él, nos topamos con el albergue.

Llegamos a las 14:45, pero tenemos el inconveniente de que hasta las cinco de la tarde no podemos entrar en las habitaciones, ¡vaya putada!, para un día que llegamos con tiempo más que de sobra para poder disfrutar a tope de la ciudad, resulta que tenemos que esperar un par de horas, y por si fuera poco, tampoco podíamos quedarnos los tres en la misma habitación, así que Gorka y Rafa irían a una habitación, y yo a otra de 4 camas, aunque hasta la noche no tendría acompañantes por allí.

Por si fuera poco, necesitábamos un carnet de alberguista, no era necesario que lo tuviéramos los tres (al menos en este albergue porque en otros nos lo pedirían a todos) y como yo era el único que lo tenía, Gorka me dijo que se lo dejara para hacer los trámites, y aquí viene la sorpresa, cuando voy a echar mano de él veo que no lo tengo, y es cuando caigo en la cuenta de que me lo he dejado en el albergue de San Sebastian, ¡esto es la leche!, después de haberlo hecho expresamente para este viaje y evitar así cualquier trámite o que costara más caro sacarlo en Francia, resulta que me lo dejo olvidado en España en el primer albergue que me quedo en este viaje (y no era la primera vez que me pasa esto, porque ya en Roma también me lo dejé allí, aunque al menos en ese caso fue ya final de viaje). Al final, es Gorka quien se hace el carnet, porque en principio sólo necesitábamos uno, pero en días posteriores, Rafa y yo nos veríamos obligados también a hacérnoslo, y de nuevo con sorpresa, porque es más barato que en España, siete euros, mientras que a mí me cobraron creo que doce euros.

Para aprovechar las dos horas de espera, nos fuimos a una especie de sala-cocina que tenía el albergue, algo separada de lo que era el edificio pero dentro del mismo recinto. Cerveza (que habíamos comprado un rato antes en el super), comida, fruta, café y galletas de chocolate de postre, y si bien es cierto que desde poco antes de llegar a Vivier sur Mer hasta Saint Malo no nos había llovido, justo ahora, cuando estábamos comiendo, vemos por la ventana como de nuevo comienza a llover.

Para las cuatro ya estábamos listos, pero aún quedaba esperar otra hora, que podíamos haber aprovechado si hubiéramos sido más espabilados, para cambiarnos de ropa en los servicios y poner la lavadora y la secadora con las que contaba el albergue, y así evitar la otra hora y media de espera que tuvimos que aguantar después de dejar las alforjas en las habitaciones y ducharnos; de esta forma hubiéramos tenido más tiempo para visitar el centro, pero las cosas son así, cuando a uno le entra la 'modorra' no piensa...

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A las cinco y cuarto por fin pudimos entrar en las habitaciones. Ellos tenían ya compañía, mientras que la mía de momento estaba libre, aunque supongo que si nos han colocado en habitaciones separadas es porque habrá reservas hechas.

Ducha, cambio de ropa, y a bajar a la primera planta para poner la lavadora con la ropa de los tres, mientras esperamos sentados en un banco del patio. Parecía que por fin había dejado de llover, e incluso de vez en cuando salía una bocanada de sol, mientras dábamos cuenta de unas cervezas y unos frutos secos, y al menos yo, leía en la guía que habíamos preparado, sobre lo que podíamos visitar de esta ciudad en esta tarde, de la que cada vez nos iba quedando menos tiempo, porque después de la lavadora, le tocó el turno a la secadora, y por si fuera poco, cuando regresamos, nos dimos cuenta de que había terminado y que alguien había vuelto a ponerla, colocando su ropa con la nuestra, en lugar de haberla sacado y dejarla por allí, así que de nuevo a esperar otro rato... lo llevo por dentro, pero tengo un buen cabreo. Precisamente hoy que estaba planificada una etapa corta, que habíamos llegado sin problemas, y que podíamos permitirnos el lujo de comer en el lugar de destino y tener toda la tarde para disfrutar de Saint Malo, un lugar que como veríamos después, merece y mucho la pena visitar, nos encontramos con que hemos perdido media tarde sin hacer nada de provecho.

Por fin salimos del recinto del albergue, ¡qué ganas tenía!, siguiendo una larga y recta calle que conduce hacia el centro, en un largo paseo, en el que al principio se disfrutan de unas vistas de los edificios conservados con muy buen gusto en un tipo de arquitectura que intento emparentar con la victoriana, para después abrirse la calle, con edificios a la izquierda y la playa a la derecha, paseando por una especie de paseo marítimo, mientras cae el sol en el atardecer. Mirando al fondo, podemos ver a la izquierda las murallas del castillo, cerca del puerto, mientras a la derecha está la silueta a contraluz, del Fort Nacional (construido en 1689 por Vauban, el famoso arquitecto militar de Luis XIV), al que se puede acceder desde los alrededores de las murallas del castillo por un tramo de tierra que queda al descubierto cuando hay marea baja. En la playa hay gente paseando y corriendo por las arenas húmedas producto de la marea baja.

El sol va cayendo cada vez más y nos regala un rojo atardecer que desata un fervor inusitado por la fotografía entre todos los turistas que se encuentran por el paseo, todos quieren retratarse en el paseo, con el fondo de las murallas del castillo a la izquierda, el Fort Nacional a la derecha, el sol rojizo en el centro, y también alguna que otra gaviota que no quiere perder al oportunidad de posar antes las cámaras.

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Después de este bonito y agradable paseo, vamos bordeando las murallas del castillo a nuestra derecha, mientras que a nuestra izquierda se encuentra el puerto. Nos adentramos en la antigua ciudad pasando por una de sus puertas de entrada bajo las murallas, y es que St. Malo, es una antigua ciudad fortificada que ocupa una situación estratégica en la desembocadura del río Rance, gozando su puerto entre los siglos XVI y XIX de gran influencia y prosperidad. El nombre de la ciudad proviene de un moje galés, Maclou, que desembarcó aquí en el s. VI para difundir el mensaje cristiano.

Intramuros, pequeñas plazas, calles estrechas, alargadas y laberínticas, repletas de tiendas, restaurantes y crêperíes que a esta hora están abarrotados. Damos una vuelta, pasamos junto a la catedral, cerrada a esta hora, y nos entretenemos con algún que otro espectáculo callejero.

Es ya casi de noche y es la hora de la cena, al menos para nosotros, y el olor al paso por las pizzerias, crêperies, o por los locales con los dulces en los mostradores, hacen que vayan entrando en funcionamiento los jugos gástricos... ¡pero si es que a estos sitios hay que venir ya con el estómago lleno, porque sino esto es una locura, una tentación irresistible!, o eso, o me temo que vamos a llegar a casa con kilos de más...

Ya de noche regresamos al albergue, de nuevo otro buen paseo de unos 40 minutos. Después subimos a las habitaciones para coger la mochila con las cosas de la cena y bajamos de nuevo a la sala-cocina donde estuvimos comiendo este mediodía.

Al subir a la habitación ya me percato de que tengo compañeros, aunque ahora no hay nadie, pero sus cosas están encima de las camas, además estás ocupadas las tres que quedaban.

Cuando entramos en la sala-cocina nos comentan que están a punto de cerrarla, así que tenemos que cenar rapiditos, y después, poco más de las 11 de la noche, directos a las habitaciones, no hay otra opción, la sala de ocio está cerrada y el bar también.

Yo aprovecho que en la habitación no están los nuevos compañeros para escribir las notas del día y leer sobre la etapa de mañana, antes de irme a la cama, sobre las doce y media de la noche.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 9: Saint Malo – Saint Méen le Grand

ETAPA 9: SAINT MALO – SAINT MÉEN LE GRAND

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 9: Saint Malo – Saint Méen le Grand

ETAPA 9: SAINT MALO – SAINT MÉEN LE GRAND

Domingo, 7 de Agosto de 2011

Distancia = 93 km - Tiempo = 5:43:15 - Media = 16,27 km/h

¡Esta noche he dormido muy poco!. Me fui a la cama sobre las doce y media, y a las tres, llegaron los otros compañeros de habitación, y aunque intentaron hacer poco ruido lo cierto es que me desvelaron totalmente y para colmo, a las siete empezaron a sonar las alarmas de sus despertadores, y a partir de ahí ya fui imposible dormir algo: el bajar y subir de las literas, los turnos para ducharse (la habitación tenía servicios y ducha), el ir y venir a la habitación de al lado donde estaban las compañeras, el móvil de uno de ellos que se dejó con la puñetera alarma encendida mientras dos de ellos estaban en la habitación de al lado y otro en la ducha (a punto estuve de levantarme, subir a la litera, buscar el puñetero móvil, abrir la puerta del balcón y tirar el teléfono con la alarma sonando a la calle)...

Creo que con los que me ha tocado compartir habitación son del grupo que vimos ayer tarde cuando estábamos sentados en el patio esperando a que acabara la lavadora-secadora; ellos llegaban perfectamente trajeados y ellas con vestidos de fiesta, y creo que lo único que hicieron fue dejar las maletas, porque ya tendrían hecha la reserva, y largarse, no se si algún tipo de fiesta o a una boda, que es de lo que tenía pinta aquello, lo malo es que esta noche me han dado a mi la post-boda, bautizo y comunión todo junto y por el mismo precio.

De camino a la sala del albergue donde sirven los desayunos, les comento a Gorka y a Rafa la noche movidita que he tenido. Ellos en cambio, parece que han tenido mejor suerte.

A las 10 de la mañana, de nuevo a las 10, y parece que éste es nuestro sino, salimos del albergue, después de un copioso desayuno, y por primera vez sin tener las cosas claras, sin saber muy bien qué dirección seguir para salir de Saint Malo.

Decidimos ir hacia el centro histórico, donde estuvimos ayer tarde, recordando de paso aquellas 'bonitas postales' al atardecer, pasando de nuevo entre las murallas y torres del castillo, a nuestra derecha, y el puerto a nuestra izquierda, y siguiendo a partir de aquí los carteles que señalaban “Todas las direcciones”.

Este recorrido lo que hace es ir bordeando la ciudad, así que vamos haciendo varios kilómetros extras, hasta que al fin, vemos un cartel que indica la dirección a Dinard, a la derecha. Cogemos este desvío, pasamos unas cuantas calles más, hasta que terminamos saliendo de Saint Malo por otra larga calle en ligera subida.

Mi idea era seguir dirección Dinard (al noroeste), pero sin llegar allí, o sea, seguir dirección oeste para encontrarnos con la vía verde que iba desde Dinard a Dinan, para después seguir por ella, en dirección sur hacia ésta última localidad.

Como teníamos que seguir al principio la dirección a Dinard, cogemos el primer desvío que nos encontramos con esta dirección, pero al poco vemos que nos hemos metido en la boca del lobo, porque acabamos accediendo a una carretera de doble carril, con mucho tráfico y además a mucha velocidad.

No esperábamos esto, pero viendo el mapa efectivamente aparece un pequeño tramo de doble carril. No hay otra carretera cerca, así que no hay más remedio, hay que jugársela. Con bastante inquietud nos ponemos en marcha, en fila india, para salvar inicialmente unos tres kilómetros en bajada, con alguna que otra curva cerrada, hasta llegar al puente, al término del cual y a la derecha, hay una pequeña oficina de turismo, así que allí nos dirigimos esperando que desde aquí podamos acceder a la zona donde queremos, sin necesidad de seguir por esta misma carretera de doble carril, y durante otros 3 ó 4 kilómetros, hacia Dinard.

En la oficina de información a Gorka le dicen que estamos en el término de Richards, y que el pueblo como tal está a dos kilómetros de allí, aunque tendríamos que seguir un poquito más por esta carretera del diablo y

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 9: Saint Malo – Saint Méen le Grand

coger después el primer desvío a la izquierda. A partir de este pueblo tendríamos que empezar a buscar la vía verde que baja desde Dinard.

Aprovechamos que el tráfico en ese momento estaba cortado porque están levantando el puente para que pasara un barco, y poder hacer este pequeño tramo de carretera chunga, por el tráfico y por la velocidad a la que van los coches, más tranquilos. Son unos 800 metros en subida hasta llegar al desvío, después cogemos a la izquierda una carretera local, estrecha, rodeada de arboleda, tranquila y en ligera bajada, en la que nos vamos liberando de la tensión de este corto tramo de carretera de doble carril que nos hemos visto obligado a coger.

Un par de kilómetros más y ya estamos en Richards, a partir de aquí tenemos que empezar a buscar la vía verde, o en todo caso seguir la dirección que llevamos, hacia el sur, y ya nos toparemos con algún cartel que nos indique donde cogerla. Pero algunas veces uno se deja llevar y después pasa lo que pasa, que acabamos dando unos rodeos de la leche y haciendo kilómetros extras por la cara.

En una pequeña plaza del pueblo, Gorka para a preguntar a un hombre sobre la vía verde de Dinard y dónde cogerla, y más que responder, parece que el hombre se está confesando, porque al igual que Rafa, yo tampoco entiendo cómo se pueden llevar diez o quince minutos para que te digan a la izquierda, o a la derecha o por aquí o por allá. para que te indiquen uno u otro camino, y al final pasa lo que pasa, que si acabas preguntado dónde se coge la vía verde de Dinard, pues te mandan a Dinard, aunque no directamente claro, sino que te dicen por aquí y por allá, y después al llegar a tal polígono giras por tal sitio y cuando veas nosequé entonces vas hacia el otro lado... y la verdad es que muy bien, nos evita coger de nuevo la carretea de doble carril o carreteras transitadas, pero es que no entendía después de lo que nos estaba traduciendo Gorka, dónde nos quería mandar y creo que Gorka tampoco, aunque se quedó con la indicaciones iniciales.

Después de debatir un rato entre nosotros, seguimos las indicaciones que le habían estado dando a Gorka, que era todo lo contrario de lo que yo pensaba, puesto que mi idea era, como he dicho, que en el caso de tener dudas en este punto para acceder a la vía verde, seguir por la carretera que traíamos, que además era con un recorrido bonito y tranquilo, en dirección sur, y ya nos encontraríamos con alguna indicación para poder acceder a la vía verde, pero no, al final acabamos siguiendo dirección norte, en ligera subida, pasando por algún que otro pueblo y por algún que otro polígono, y parando Gorka a preguntar en varias ocasiones, hasta que al final acabamos llegando a Dinard, y entre otras cosas, gracias a un tío que estaba haciendo footing, y que hasta en tres ocasiones nos llegó a coger y en las tres ocasiones nos llegó a rectificar el camino a seguir, y en la última rectificación yo creo que el buen hombre debió de pegar un buen sprint y echar casi hasta el higadillo para hacernos ver que íbamos equivocados en relación a las indicaciones que nos había dado.

Lo único que puedo decir, que sólo por encontrase uno con gente tan cordial, amable y colaborativa como este buen hombre, merece la pena viajar, así que esta etapa hay que dedicársela a él.

Con las últimas indicaciones dadas por el corredor, pronto llegamos al lugar donde se inicia la vía verde en Dinard, que precisamente era lo que quería evitar cuando salimos esta mañana, y adonde hemos llegado después de dar un buen rodeo, pero en fin, esto es lo que hay y ya estamos aquí, así que ahora a disfrutar de este carril sin estar pendiente de los coches, de los cruces e indicaciones, simplemente dejarnos llevar hacia el sur, hacia Dinan.

Justo en la zona donde se inicia la vía verde, un hombre que andaba sentado en uno de los bancos, se dirige hacia nosotros, supongo que al ver la bandera de España, hablando en perfecto español, lo había aprendido cuando estuvo trabajando en Cataluña, ahora ya está jubilado. Nos comenta que hasta Dinan se puede ir en hora y media tomándonoslo con relativa tranquilidad, que él lo hizo el fin de semana pasado y que nosotros posiblemente lo podremos hacer en menos tiempo, aunque le comento, señalando a las alforjas, que no podemos ir muy rápido por el peso que llevamos y que tampoco tenemos excesivas prisas.

Por fin empezamos a rodar por la vía verde, una gozada, firme bueno, aunque de tierra, llano, sin coches ni ruidos externos que no sean los de las propias personas que circulan en bicicleta por esta vía, con muy buena temperatura, un sol radiante y un cielo azul salpicado tan sólo, con algunas pequeñas nubes blancas aquí y allá; pedaleamos completamente rodeados de árboles y vegetación que nos dan la sensación en muchas ocasiones de rodar por medio de un bosque, lo que también conlleva que solamente podamos poner la vista en el horizonte,

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puesto que la arboleda no nos deja ver a nuestros alrededores. Vamos tan relajados que incluso llevamos hasta el hilo musical puesto, y es que Rafa lleva encendido su móvil con la música que ha grabado para el viaje, y es tal la tranquilidad, que se puede escuchar la música bastante bien rodando a su lado.

Todo esto hace que esta vía verde sea un lugar ideal para salir en bici con toda la familia, así que no nos extraña ver en bici a los padres con sus hijos pequeños montando todos en bici, o a gente haciendo footing. Pero no todo es perfecto, y es que con el paso de los kilómetros, en la vía verde se acaba cayendo en la monotonía, debido a las largas rectas, al perfil totalmente llano que permite poner el 'piloto automático', y en esta vía además, porque sólo podemos mirar al frente en la mayoría de los casos, debido a los árboles y vegetación que nos rodea a ambos lados, como ya he comentado antes.

En una de las antiguas estaciones, paramos para comer un plátano, una barrita energética y hacer unas fotos antes de seguir nuestro camino, y ya de paso, y por la hora que era, hablamos que en Dinan, un sitio donde teníamos programada una parada para una visita cultural, un lugar atractivo, podríamos aprovechar también para comer.

La vía verde nos acaba llevando hasta el río Rance. Aquí giramos a la derecha, pedaleando un corto tramo junto al río que sigue su curso a nuestra izquierda. Pedaleamos por una zona muy agradable tanto para montar en bici como para dar un paseo.

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A las 13:30 entramos en Dinan, por una calle paralela al río, con su orilla más próxima a nosotros llena de barcos para el recreo o para fines turísticos; a nuestra derecha las casas de piedra, perfectamente conservadas. Mientras nos vamos adentrando más en la población, las casas de la derecha se transforman en un rosario de restaurantes completamente abarrotados a esta hora, la hora de la comida, algo que nosotros íbamos a hacer también, salvo que nosotros no iríamos de restaurantes, y así, después de unas fotos con el puente, el viaducto, el río y algunas de las casas típicas como fondo, nos dirigimos a un pequeño parque con un par de bancos, junto al río, para 'llenar el depósito', o sea, para comer.

Allí, junto al río, estábamos de escándalo, comiendo al sol, aunque después de un rato y al no haber nada de sombra, empezamos a notar su efecto, pero aguantamos, porque después de nueve días, hoy es el primero en el que realmente podemos disfrutar, al menos hasta ahora, de una temperatura cálida pero agradable y de un sol radiante, de un día estupendo para montar en bici, aunque mirando hacia el norte, por la zona por donde hemos venido, el cielo está gris, prácticamente cubierto, pero lejos estábamos nosotros en ese momento de intuir lo que nos esperaba en el resto de la jornada.

Mientras comíamos, aparece una pareja española, no me acuerdo de donde eran, y con ellos estuvimos charlando un rato.

Después de comer, cruzamos el río por el puente de piedra, para acceder a la otra orilla, donde se encontraba la oficina de turismo, con la esperanza de que nos orientaran a cerca de si se podía seguir por vía verde o pistas ciclables hasta nuestro destino en el día de hoy.

La buena noticia es que sí se podía llegar hasta nuestro destino Sait Méen le Grand, utilizando diferentes tramos de vías verdes y pistas ciclables (mezcla de carriles bici y carreteras locales muy poco transitadas, que en muchos casos parecen más bien pistas asfaltadas), e incluso nos dieron un mapa muy útil donde venían los diferente tramos, pintados con distinto color según fuera vía verde, pista ciclable o pista que aún estuviera en

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trámites, es decir, sin señalización orientativa para las rutas en bici. La mala noticia, aunque esto en un principio fue sólo una observación mía, es que si queríamos llegar al final de etapa utilizando estas vías verdes y pistas ciclables, en lugar de por tramos de carreteras secundarias, nos iba a costar hacer kilómetros extras, y es que en total, hacer este recorrido significaba que aún nos quedarían 52 km por recorrer, y además habría que tener en cuenta que por las vías verdes se avanza menos que por carretera, con lo que hoy nos podría coger la noche. Los kilómetros estaban repartidos en tres tramos, que son los que deberíamos utilizar para llegar a nuestro destino: primero un tramo de vía verde de 9 km, después había que enlazar con otra vía verde, con un tramo de 18 km y finalmente enlazaríamos con un tramo de pista ciclable de 25 km.

Como veía a Rafa y a Gorka que tenían asumido lo de seguir por este tipo de recorrido, sobre todo por lo a gusto que habíamos venido desde Dinard, y la tranquilidad que había y lo bien señalizado que estaba todo, pues no dije nada, nos lanzaríamos a hacer este recorrido, que a mí también me gustaba pero que podrían ser muchos kilómetros y dependería del estado de las vía verdes, para poder llegar al caer la tarde o de noche, o quedarnos a mitad del recorrido.

Pero antes de empezar a pedalear de nuevo, había que disfrutar un poco de Dinan, una localidad que bien merece la pena una visita. Parra ello, desde la parte baja, junto al río, tenemos que hacer una buena subida, aunque no muy larga, pasando por debajo del viaducto y llegando hasta su altura, después de varias curvas de herradura; viendo la altura del viaducto, uno puede hacerse la idea del desnivel a superar, aunque finalmente se acaba haciendo mucho más cómodo y suave de lo que parecía en un primer momento. Una vez arriba, simplemente nos vamos guiando por los letreros de “centro histórico”, para llegar a esta zona por calles adoquinadas y casas de entramado que le dan un aspecto medieval. Visitamos la Basílica de Saint Sauveur, y detrás de ellas, un parque-jardín cuyo límite son las torres y murallas que otrora protegieran a esta localidad encaramada, en parte, sobre una colina.

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Desde las murallas se disfrutan de unas muy buenas vistas: del río Rance, del punte, del viaducto y de la parte del pueblo que se haya en los alrededores del río, etc. Mucha gente por las murallas y las torres, haciendo fotos o simplemente contemplando las vistas.

Nosotros aprovechamos además, para ver desde allí por dónde transita el camino que debemos seguir para enlazar con la vía verde que va paralela al río, según el mapa. Vemos al fondo, allá abajo, gente montando en bici que se apartan de la carretera justo por debajo del viaducto, adentrándose por una zona de senderos, y no recuerdo si fue Rafa o Gorka, el que comentaba que había visto un cartel al pasar por debajo del viaducto, aunque no se había parado a leerlo, por tanto, ahora nos tocaría bajar por la carretera por la que antes habíamos subido, y cuando estuviéramos debajo del viaducto, girar a la derecha para coger un camino. Pero esto sería un poco más tarde, porque hasta antes de esto, seguimos dando un pequeño paseo por las calles de Dinan, aunque tampoco era cuestión de entretenernos en demasía, aún nos quedaban muchos kilómetros que recorrer en esta tarde.

Una vez que enlazamos con la vía verde a la salida de Dinan, nos vemos envuelto en un paisaje ideal para el cicloturismo, para ir relajados contemplando todo el lugar que nos rodea, un recorrido que quizás la palabra que le viene mejor es la de “bucólico”, todo frondosidad, alejados de carreteras, coches, casas, en plena naturaleza, con el río Rance a un metro a nuestra izquierda, casi a ras de superficie, pedaleando paralelos a él, con nenúfares en sus aguas por algunas zonas, y por un camino rodeado de árboles que parecen gigantes, con sus troncos esbeltos, muy altos, cuyas ramas se aglomeran prácticamente en su parte final, en la copa, que acaba tocándose con la de los árboles que la rodean y con los que tienen en frente, lo que da la sensación de ir pedaleando por la nave central del una catedral gótica, con estos enormes árboles a modo de columnas y con sus copas tocándose, allá en las alturas, formando el techo o cúpula de la nave. Un recorrido altamente recomendable, así que no es de extrañar la cantidad de gente que hay por aquí, o bien montando en bici, o bien haciendo footing, o bien paseando, o dando una vuelta con el perro. Este tramo espectacular dura aproximadamente 6 km, de los nueve que tiene en total este primer tramo, terminando en el desvío de Trévron. Cuando llegamos al desvío, abandonamos este camino que sigue recto paralelo al río, mientras nosotros giramos a la derecha, hacia Trévron, unos 3 km por la véloroute, que en este caso es una carretera local, sin tráfico.

Antes de llegar a este desvío, y mientras pedaleábamos por la primera parte de este bucólico recorrido, el tiempo empeora considerablemente. Al pasar por el pueblo de Léhon a unos 3 km de Dinan, comienzan a caer algunas gotas de agua. Las nubes que cubrían el cielo por el norte han llegado rápidamente hasta aquí, empujadas por el viento que ahora comienza a sentirse, aunque es “viento de cola”. En un visto y no visto, el cielo se ha cubierto, y de un sol radiante y un cielo azul, con algunas nubes blancas aquí y allá, hemos pasado a estar bajo un manto de nubes muy oscuras que amenazan con descargar en cualquier momento, todo es cuestión de tiempo.

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Esta mañana nos las prometíamos muy felices, disfrutando como chicos de la serie “verano azul”, por un recorrido agradable y sin tráfico, por vías verdes, paisajes frondosos y bucólicos, y ahora, cuando nos queda todavía un 'porrón' de kilómetros por recorrer, prácticamente la mitad de la etapa, el tiempo empeora. Con las primeras gotas de lluvia, la desaparición del sol y el viento más frío, la temperatura baja considerablemente, aunque mientras pedaleábamos no lo notábamos tanto.

Siguen cayendo gotas de agua, y la borrasca viene hacia nosotros, hacia el sur, eso si es que no la teníamos encima ya. Hacemos una parada para colocarnos los chubasqueros, recoger la ropa que teníamos sobre las alforjas para que no se mojara, y de paso, Gorka y Rafa ponen sus 'cubre-alforjas' para protegerlas de la lluvia en caso de que vaya a más.

Llegamos a Trévron, y no caían gotas de agua, ahora llovía en toda regla. Aquí terminaba el primer tramo de 9 km y teníamos que enlazar con otra vía verde, otro tramo de 18 km entre este pueblo y Plouasne. Desde la llegada a Trévron, y hasta que terminamos la etapa de hoy, la lluvia no nos abandonó, unas veces en forma de sirimiri y otras en forma de diluvio.

Conforme vamos avanzando por este tramo de vía verde, en el que ahora no vamos disfrutando sino que simplemente nos limitamos a pedalear bajo el agua e intentar acabar cuanto antes, todo va a peor. Al principio de este segundo tramo de vía verde se podía rodar bien, el firme estaba húmedo pero sin más, pero con el paso del tiempo y como el agua que no cesaba, pronto el firme de tierra comienza a ponerse blando, las ruedas de las bicis, con el peso extra que llevan, se hunden en la tierra como un cuchillo caliente en la mantequilla, dificultando mucho la marcha, haciéndola penosa, aumentando el esfuerzo, y por si fuera poco, el barro y la arena mojada se van acumulando en las zapatillas, piernas, chubasquero, y hasta en la cara, pero lo peor es que también estaba afectando a los cambios y a la cadena, que empezaban a resentirse.

La única anécdota de este tramo, es que poco antes de terminarlo, en uno de los huecos o espacios que dejan las paredes de vegetación a los lados de la vía verde, vemos que justo al lado pasa una carretera local, y allí, en el arcén prácticamente, hay algunos abuelos sentados, con paraguas en mano, y con las sillas de sus casas, o sea, que no era una parada de bus que es lo primero que le viene uno a la cabeza. ¡Qué raro!, ¡no tendrán otra cosa mejor que hacer estos abuelos que estar en la calle, sentados, al cobijo de un paraguas, mientras ven caer la lluvia!. Por mucho que llueva por aquí, no creo que estén tan acostumbrados a la lluvia como para llegar a esta situación... No le damos más importancia, seguimos avanzando como podemos. Poco después, cuando la vía verde cruza en perpendicular una carretera local, que a su vez da a otro cruce un poco más a nuestra izquierda, nos damos cuenta del por qué de la situación anterior. Aquí, en este cruce, también hay gente parada, y coches, y el motivo es el paso de una vuelta ciclista local o regional, donde van bastantes ciclistas y a toda leche, sobre todo comparado con las velocidades que estamos teniendo nosotros, con las ruedas hundiéndose en la tierra y rezando para que aquel tramo acabara. Claro contraste entre las liebres, que van con sus 'flacas' por las carretera, y los caracoles, o sea, nosotros, que vamos por tierra, con la casa a cuestas y con velocidades que no son de vértigo precisamente.

Seguimos adelante, pero ya es mucho el esfuerzo que hay que hacer y el cansancio aparece. Llegamos a Plouasne, fin del segundo tramo, aunque la vía verde continúa varios kilómetros más, desembocando después en una 'véloroute' que suponemos serán carreteras locales o carriles bici, aunque no sabemos si habrá algún tramo de tierra. Lo que si sabemos es que si queremos seguir este trayecto, debemos seguir varios kilómetros más por la vía verde, y con la que estaba cayendo, se había vuelto impracticable para pedalear por ella.

Decidimos entrar en el pueblo e intentar preguntar por alguna carretera que no fuera nacional o autovía para llegar a nuestro destino, o sea, preguntar si había alguna alternativa, porque al realizar este tramo desde Dinan por vías verdes, ya nos habíamos apartado de las carreteras que teníamos anotadas para seguir el itinerario que teníamos marcado de referencia por carretera, y en los mapas que llevábamos, a gran escala, ni siquiera aparecía el pueblo donde estábamos, tan sólo en el mapa-croquis que nos dieron en Dinan, pero en éste no aparecían las carreteras, sólo vías verdes y las 'véloroutes'.

Sigue lloviendo. Pedaleamos deambulando por las desérticas, tristes, grises y anegadas calles de Plouasene, mientras el agua arrecia aún más. No hay un vivo por las calles, nadie a quien preguntar. Pueblo fantasma.

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Por fin vemos una cafetería abierta, aparcamos las burras fuera y entramos, aunque la verdad, con un poco de 'corte', porque nuestra estampa debería ser un poema, rozando lo patético, con las piernas y caras llenas de barro, las zapatillas, el cullote y el chubasquero totalmente mojados y llenos de barro, y aunque el chubasquero evita la mojada por fuera, la verdad es que por dentro también vamos empapados por el sudor.

Entramos en la cafetería y vamos dejando un rastro de agua tras nosotros, bien parecemos caracoles o babosas dejando un rastro tras de sí. ¡Vamos a dejarlo todo perdido!, pero ¡esto es lo que hay!. Dentro, tan sólo la camarera y un par de tíos que tienen pinta de llevar allí toda la tarde, o sea, que tienen alguna copita de más. Pedimos una café con leche, ¡calentito!, si puede ser.

La idea es esperar allí dentro hasta que el agua cese, o por lo menos que caiga con menos fuerza, y mientras, Gorka aprovecha para preguntar a la camarera por alguna alternativa por carretera local para llegar a nuestro destino o a algún punto intermedio donde hubiera algún hostal, pensión o algo parecido, porque después de lo que llevamos y lo que nos queda, y si sigue la tarde metida en agua, lo que menos apetece es pasar la noche en un camping y tener que montar la tienda de campaña bajo la lluvia. Le comenta que venimos por la vía verde, pero que está impracticable para ir en bici y que por eso lo de buscar una alternativa por carretera.

La camarera no debería ser de allí porque no tenía mucha idea, así que rápidamente echa una mirada a los otros dos lugareños, los de la copita de más, que estaban ansiosos de entrar al trapo, supongo que muertos de aburrimiento y hartos ya de mirar el culo del vaso. Nos comentan que en Médréac hay un hostal o un hotel, y que nos coge en la dirección al que hasta ahora era nuestro objetivo en la etapa de hoy, y que a partir de ahora ya veríamos, porque si encontrábamos algún sitio donde quedarnos, allí lo haríamos y mañana ya recuperaríamos.

Estos 'nuevos amigos que nos echamos en la cafetería', nos estuvieron dando explicaciones con todo tipo de detalles: al derecho y al revés, por delante y por detrás, por aquí y por allí, rozando un poco la pesadez, pero no teníamos prisa, y además, si echábamos la vista atrás y mirábamos por los cristales veíamos que el agua no cesaba y lo que era peor, había algunos momentos que diluviaba, parecía que el cielo se rajaba y caía todo el agua que tenía... bueno, hay que mirar el lado positivo, ¡que caiga todo el agua ahora que estamos a cubierto, con la esperanza de que después podamos continuar o que al menos mañana no siga igual!.

Gorka sigue dándole cancha a los nuevos amigos, que no se cansan con sus explicaciones, cualquiera que los escuchara les parecería que íbamos al fin del mundo, ¡coño, pero si hasta nos hicieron un croquis!, aquello fue ya la leche, y para el estado en el que estaban hacían bastante bien las líneas rectas... Gorka guardó durante unos días aquel croquis como oro en paño, como un recuerdo de aquel encuentro-anécdota, pero cuando un par de días antes de terminar el viaje le pedí el croquis, para escanearlo y ponerlo después en mi diario, resulta que lo había perdido, por más que lo buscó y rebuscó, no dio con él ¡por qué será que no me extraña viniendo de Gorka!...

Sigue lloviendo, ya llevamos un hora en la cafetería y todo sigue igual, así que Gorka sigue dándole palique a los 'nuevos amigos', sigue tirándoles de la lengua, ¡total, no había otra cosa mejor que hacer!. Uno de ellos ya empieza con las intimidades, y al decirle Gorka que tanto él como Rafa eran vascos, comenta que su mujer también es vasca, pero que estaba divorciado, y tal y tal... en fin, una conversación a la que mi ínfimo conocimiento de francés no me permitía acceder, aunque ya se encargó después Gorka de traducíirnosla.

Por fin el agua amaina, tan sólo es un sirimiri cuando salimos de allí, despidiéndonos de personal, aunque yo antes tendría que volver a entrar a rellenar el bote de agua, porque el que tenía lo había gastado echando el agua en la cadena y la zona del desviador para limpiarle el barro acumulado, echándole un poco de aceite posteriormente a la cadena que con tanto agua se había quedado seca.

Salimos del pueblo y rápidamente vemos los carteles hacia nuestro destino más inminente, Médréac, así que no entiendo la media hora de explicaciones que nos habían dado, que bien parecía que íbamos al fin del mundo, pero con dos copas de más el personal parece que se vuelve excesivamente voluntarioso.

En este trayecto el agua nos da un respiro, algunas veces cae en forma de sirimiri y otras veces parece que cesa. Así llegamos a Médréac, en donde nos habían dicho que había un hostal. Nos relajamos, parece que esta larga tarde por fin va a acabar, ahora una buena ducha caliente, ponernos ropa seca y confortable, y una buena cena y

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mañana será otro día, donde tendríamos que recuperar los 15 km que aún nos quedan para llegar al que era nuestro destino en la etapa de hoy, Saint Méen le Grand.

Con estos pensamientos rondando por la cabeza, llegamos a la plaza del pueblo, y damos con el hostal, pero aquello tiene mala pinta, no se ve a nadie por los alrededores, y parece como si estuviera cerrado. Desmontamos de nuestras burras y echamos un vistazo por los cristales, pero allí adentro no se va a nadie, no hay movimiento, está cerrado.

Si bien es cierto que todos veníamos pensando lo mismo, en dar por terminado aquí la etapa y descansar, la verdad es que Rafa parece que es el que más ansiaba que hoy acabara ya todo, quizás porque es el que estaba más mentalizado de acabar aquí, quizás por el cansancio acumulado o por las molestias en su rodilla que llevaba arrastrando desde la tarde que llegamos a Granville, así que después de ver la única posibilidad de alojamiento cerrada, pilló un buen rebote.

Realmente el hostal estaba abierto, pero al llamar por teléfono al número de contacto que había por allí, nos comentan que los domingos cierran. Gorka intenta por todos los medios que nos admita,n explicándoles nuestra situación, pero no hay nada que hacer.

No hay más opciones, teníamos que seguir adelante, con Rafa ya resignado, son 15 km lo que nos quedaban, pero la consigna era clara, si durante ese trayecto encontrábamos alojamiento, ya fuera pensión, hostal, hotel o chambres d'hôt, allí nos quedaríamos.

Llegamos a otro pueblo, Quillac o algo así se llamaba, y tampoco vimos nada para poder alojarnos. Lo atravesamos y llegamos a la salida, a una rotonda, donde paramos para orientarnos por los carteles hacia nuestra dirección a seguir. En ese momento vemos pasar a un matrimonio con su hija, también van de cicloturismo, con su petos reflectantes, aunque van en otra dirección, así que nos queda el consuelo de no ser los únicos colgados que van montando en bici con la que está cayendo, porque aunque tuvimos un tramo en el que la lluvia cesó, lo cierto es que antes de llegar a este pueblo comenzó a caer de nuevo.

Allí estábamos nosotros, en la rotonda, bajo el sirimiri que caía en ese momento, sin un alma a quién preguntar si había algún tipo de alojamiento por allí cerca, porque lo que era la dirección a seguir ya la teníamos clara, los carteles indicativos no dejaban lugar a dudas.

Por más que mirábamos hacia uno y otro lado, hacia delante y hacia atrás, no veíamos a nadie, pero se nos olvidó mirar hacia arriba, y cuando lo hicimos, vimos a un chaval que nos estaba observando desde la ventana de un segundo piso, no saluda con una sonrisa y Gorka aprovecha para preguntarle por el tema del alojamiento y cuál fue la sorpresa cuando nos dice que podíamos quedarnos allí mismo, en su casa.

El chaval, de veinte y poco años, baja y se dirige a nosotros, nos saluda efusivamente a los tres, y dirigiéndose a Gorka principalmente, que para eso es nuestro intérprete oficial, le comenta que nos podemos quedar en su piso, que lo comparte con otro chaval, y que además, va a hacer una fiesta con los colegas, de hecho, según le cuenta a Gorka, lleva de fiesta desde el viernes, así que ahora entiendo esos saludos tan efusivos, y ese recibimiento, saliendo de casa sin paraguas ni chubasquero ni nada, y la verdad es que se le notaba un poco “cargaete”, o más bien “colocao”, ligeramente “pasado de rosca”... ¡uf!, se agradece el gesto, pero lo que me apetece ahora es una buena ducha, cambiarme de ropa, lavar e intentar que se seque la que llevo puesta, y eso al margen de las zapatillas, una cena caliente y descansar, y no estar de jolgorio, y sobre todo el tipo de jolgorio que se tiene que traer entre manos esta peña. Como los tres creo que pensábamos lo mismo, pusimos cualquier excusa y dándole las gracias nos despedimos de él, siguiendo nuestro rumbo para terminar de afrontar los ocho kilómetros que en teoría nos quedaban para llegar al objetivo de hoy.

En este último tramo, vemos un cartel que indica un hotel más adelante, seguimos y dejamos un cruce a la izquierda donde había otro cartel en el que no parecía que pusiera nada de ningún hotel; continuamos un poco más y paramos a preguntar a un tío que iba en moto, aunque yo me doy la vuelta hasta el cruce anterior para ver mejor el cartel, por si nos habíamos pasado algún desvío para llegar al hotel, pero no, allí no ponía nada de ningún hotel ni de ningún tipo de alojamiento, y cuando me voy a dar la vuelta para ir con mis compañeros, veo que pasa un

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coche, pega un frenazo, se aparta en una orilla de la carretera, abre la puerta y baja una mujer que también se dirige al cruce donde estaba yo. Lo primero que pensé fue ¡ea!, ¡está anda igual de perdida que nosotros!. Llegué a la altura de mis compañeros y seguimos viaje, porque el de la moto parece que les había dicho que el hotel estaba unos kilómetros más hacia delante, aunque antes de arrancar vemos a la mujer en el cruce donde yo acaba de estar, miraba hacia nosotros, pero yo seguía pensando que estaba perdida...

Al poco de reanudar la marcha de nuevo, y otra vez bajo el agua, aparece detrás de mi el coche que se había parado antes en el cruce, se pone a mi altura porque en ese momento iba en la cola, abre la ventanilla del coche y sin pararnos ninguno de los dos me pregunta en buen español que si necesitábamos ayuda, le digo que estamos buscando un hotel o alojamiento similar, y me dice que no conoce mucho esta zona, pero que si no hablamos francés ella está dispuesta a hacernos de intérprete, pero como Gorka controla bien el idioma, le digo que no es necesario, dándole las gracias, así que sigue hacia delante y en el primer sitio que ve se da la vuelta y continua su viaje.

¡Vaya detallazo!. Esta mujer se había percatado de la bandera española y de que teníamos pinta de estar perdidos o desorientados, así que frenó en seco su coche, lo puso en la orilla de la carretera, bajó de él e intento dirigirse andando hacia donde yo estaba, aunque yo ya seguí camino pensando que era ella la que estaba perdida; pero es que por si fuera poco, volvió al coche, dio la vuelta y se fue a buscarnos para prestarnos ayuda en caso de que no habláramos francés, y no es que le cogiera de camino, porque después de saber que podíamos apañarnos, volvió a dar la vuelta para seguir su camino.

A unos tres o cuatro kilómetros antes de llegar al final de la etapa de hoy, es cuando cae el diluvio universal, apenas consigo ver nada delante de mí, no han inventado todavía el 'limpiaparabrisas' para las gafas, y aunque ya estuviera inventado, creo que no daría abasto para evacuar tanta agua, y para colmo o para recochineo, a nuestra derecha está la gran paradoja, el sol luce, abriéndose paso ente las nubes, mientras sobre nuestras cabezas el cielo se raja y deja caer todo el agua que le quedaba.

Los coches al pasar dejan tras de sí una gran cortina de agua con las que nos acaban duchando, pero ¡qué más da!, ¡si total, ya estamos empapados!, ¡es imposible mojarse más!. Creo que los van en coche deben de sentir lástima por nosotros, o eso, o pensarán que estamos locos.

Por fin llegamos al desvío a Saint Méen Le Grand, a la derecha. Paramos porque unos metros antes habíamos visto el cartel de hotel que según decía estaba a la izquierda, pero no lo vemos. Un coche toma el desvío y se para al vernos, es un matrimonio son su hijos; la mujer habla español y nos dice que si necesitamos ayuda. Le preguntamos por el hotel y nos comenta que tenemos que seguir hacia delante un par de kilómetros más, hasta llegar a una rotonda, y allí, a la izquierda, está el hotel. Le damos las gracias por el detalle de pararse sin habérselo pedido nosotros y seguimos, ahora ya no llueve, incluso ha salido el sol, ¡por fin!.

Llegamos a una enorme rotonda, a la derecha otro acceso hacia Saint Méen Le Grand, y a la izquierda, en una gran explanada, el hotel.

Al acercarnos al hotel, saltan las alarmas, en sus alrededores no se ve ni un puñetero coche, y cuando llegamos a su entrada principal vemos que está cerrado, aunque no hay ningún cartel que lo indique, así que llamamos por teléfono y supongo que el personal de guardia coge la llamada, y para nuestra fortuna nos dice que no está cerrado, que él está en el pueblo y que en unos minutos estará allí.

Mientras esperamos, aparece un matrimonio, unos abueletes, y después otros dos tíos, todos nos acabaríamos quedando en el hotel.

Éramos conscientes de que el precio por alojarnos una noche podría ser bastante caro para lo que estamos acostumbrados a pagar, sobre todo por que el hotel no era del tipo de los “Fórmula 1” o de los “Breack & Brefast”, pero unos más que otros, lo que teníamos claro es que después de la tarde que llevábamos y de lo que pudiera depararnos la noche, aunque en ese momento el sol hubiera hecho acto de presencia intentándose abrir paso entre las nubes, que la opción del camping no era la más agradable para pasar la noche, pero tampoco había otras opciones que fueran del tipo: albergue, chambres d'hôt o similares...

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 9: Saint Malo – Saint Méen le Grand

Ya dentro del hotel, en recepción nos comentan que no tienen habitaciones para tres, que era lo que podría salir mejor de precio, pero en cambio, pueden ponernos una doble y una individual al precio de dos habitaciones dobles, para que nos resultara más “económico” , aunque viendo la cantidad que nos cobraba, no sé muy bien a que se refería con aquello de “económico”. Al final fueron 140 euracos, ¡buena tostá!, por las dos habitaciones, de lo que se deduce según lo que he comentado antes, que la habitación doble son 70 euros, así que la habitación individual será aún más cara... ¡cómo para venir sólo!, supongo que si hubiera estado sólo, como en tantas otras circunstancias, hubiera acabado en el camping que hay por allí cerca, aunque no fuera lo que más me apeteciera, pero es que estos precios rompen el presupuesto del viaje.

En fin, que como he dicho, ya estábamos mentalizados, y nos cobraran lo que nos cobraran lo daríamos por bueno. ¡Un día, es un día!, no iba a ser siempre así, y ¡qué puñetas!, que también nos merecíamos un caprichito, y más después del diluvio soportado unos 5 km antes de llegar hasta aquí.

Dejamos nuestras burras en el recinto del hotel, en la parte trasera, y subimos todo el equipaje a la habitaciones: Gorka y Rafa se quedarían en la doble y yo me quedaría en la individual. El hotel es nuevo, así que las habitaciones están muy bien, mucha luz, buen cuarto de baño, y amplias vistas desde las ventanas.

Lo primero y fundamental una buena ducha caliente, para seguir con la colada, incluyendo hoy el chubasquero y las zapatillas, las cuales rellenamos después con papeles de periódicos que recogimos de la zona de recepción, para que absorvieran la humedad. Después le tocó el turno a las alforjas, que al ser las mías impermeables y al estar llenas de barro y arena mojada, les pegué un repaso en la ducha. Al final, más que una habitación aquello parecía un tenderete, y con la buena temperatura que hacía en la habitación en contraste con la del exterior, a lo mejor por la mañana podría estar ya todo casi seco, aunque sino no pasaba nada porque tenía otra muda.

Con una ropa más confortable y de abrigo, bajamos de nuevo a la zona de recepción donde había un pequeño bar. Allí tomas unas cervezas acompañadas de unos frutos secos mientras Gorka charla un poco con el de recepción y Rafa y yo ojeamos los periódicos, echamos un vistazo a la tele o hablamos entre nosotros.

Serían poco más de las nueve cuando subimos a las habitaciones, aunque habíamos quedado en la mía los tres para cenar allí. Esta noche tocaba cena “con fundamento”, que diría el célebre Arguiñano, que fuera consistente y que calentara el cuerpo, así que de menú tendríamos sopa y risoto, seguido de un buen tazón de café con bizcocho, esto ya de postre, y mientras en los fogones de nuestro camping-gas calentamos la comida, damos paso a los entremeses que normalmente suelen ser pan con queso, chorizo, jamón york o paté.

En la habitación estábamos de lujo, y después de la ducha, de ponernos una ropa más confortable y seca, de las cervezas, y de la ingesta de calorías de la cena, prácticamente ya nos habíamos recuperado, ahora tan sólo quedaba descansar y recargar las baterías para mañana, esperando que no fuera otro día de agua, así que después de fregar, de recoger todo y de una breve tertulia, tocaba irse a la cama, aunque yo me quedé un rato más escribiendo unas notas de lo sucedido en este laaaarrrrrrgooooo día.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 10: Saint Méen le Grand - Vannes

ETAPA 10: SAINT MÉEN LE GRAND - VANNES

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 10: Saint Méen le Grand - Vannes

ETAPA 10: SAINT MÉEN LE GRAND - VANNES

Lunes, 8 de Agosto de 2011

Distancia = 94 km - Tiempo = 5:49:00 - Media = 16,16 km/h

Esta noche he dormido como los ángeles, del tirón, supongo que por el largo día que tuvimos ayer y porque la noche anterior no pegué ojo en el albergue.

Creo que todos, aunque estábamos en distintas habitaciones, hicimos instintivamente el mismo gesto al levantarnos esta mañana, correr la cortina de la ventana y ver cómo estaba el cielo, y por suerte, al menos la parte que se veía desde la ventana, estaba despejado con algunas nubes, aunque como veríamos después esto fue un poco engañoso, porque sólo veíamos una parte, de cualquier forma, lo suficiente como para subir el ánimo, al menos empezaríamos el día sin lluvia.

Al igual que en la cena, habíamos quedado en mi habitación para desayunar, y mientras calentábamos el café no quitábamos ojo de los informativos matinales de la televisión, esperando impacientemente las noticias meteorológicas, y según aparecía en los mapas, para hoy el pronóstico era de nubes y claros, tendiendo a mejorar por la tarde, y para los próximos días mejoraría... ¡esperemos que acierten!.

Después de un buen desayuno, tocaba bajar todo el equipaje a la parte trasera del hotel, donde teníamos amarradas las burras. Mientras mis compañeros terminaban de montar su equipaje, yo aprovecho para limpiar la cadena y engrasarla, que después del día de ayer no le vendrá nada mal.

Con todo dispuesto, emprendemos la marcha, hacia Sain Méen le Grand, a 1 km de donde se encontraba el hotel, pasando la rotonda. Tenemos que a travesar esta localidad para buscar la salida hacia Gaël. Durante esta travesía vemos otro hotel dentro del pueblo, no sabemos si está abierto o cerrado o si sería más económico que donde nos quedamos. Lo único cierto es que ¡lo hecho, hecho está!.

La mañana no empieza demasiado bien. El cielo que aparentemente vimos despejado por la ventana del hotel al levantarnos, era sólo un espejismo, porque en el lado contrario, el que no veíamos y que era hacia donde nos encaminábamos hoy, el cielo estaba lleno de nubes, y con el paso del tiempo se fue cubriendo por completo, acabando en un día gris, y con una temperatura fresca, sobre todo a primera hora de la mañana. Además de esto, la carretera tampoco acompañaba, porque aunque muy buena para rodar y llana, tenía el gran inconveniente de soportar bastante tráfico, aunque esto ya más o menos lo intuía, estaba dentro de lo previsto, al menos hasta coger el desvío hacia Loyat, por tanto, tendríamos que aguantar este tramo de carretera D166 y D176 durante algo más de 30 km, aunque en la última parte, coincidiendo con la D176, vamos algo más relajados porque ésta disponía de un arcén de metro y medio.

Unos kilómetros antes de llegar al desvío de Loyat, paramos en la localidad de Néant sur Yvel, primero en una farmacia para que Rafa pudiera comprar unas pastillas y un gel antinflamatorio, después para para comprar pan y por último para que Rafa y Gorka pusieran sus cubre-alforjas, puesto que el cielo estaba completamente cubierto, había bastante humedad y ya habían caído algunas gotas de agua. Esperemos que como decían en las noticias de esta mañana, los nubes y claros vayan desapareciendo para dejar un cielo despejado, o al menos que desaparezca la amenaza del agua, con forme vaya entrando la tarde.

Por fin cogemos el desvío de Loyat, saliendo de 'las garras del maligno', o sea, del tráfico, y llegando a esta pequeño pueblo o aldea por una carretera local, estrecha y sin tráfico, un cambio radical. Aquí, después de unos 35 km, hacemos una parada para comer algo y hacer un breve descanso, y de paso preguntar, porque en el cruce donde estábamos no veíamos ningún tipo de señalización hacia las siguientes localidades (pequeños pueblos) por donde teníamos que pasar, aunque según la lógica, deberíamos de seguir rectos, por la misma carretera que traíamos, dirección sur, pero antes de empezar a pedalear y siempre que se pudiera, convenía preguntar para estar seguros de ir en la dirección correcta, y cuando digo aquello de “siempre que se pudiera”, es porque en muchas

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 10: Saint Méen le Grand - Vannes

ocasiones, como ya veríamos en el siguiente tramo, hasta llegar a Josselin, no es fácil ver por estas aldeas, al menos en esta fecha por la que pasamos nosotros, gente a las que les podamos preguntar.

Mientras estuvimos haciendo el descanso, aprovechábamos para comer algo, no pasó ni un coche por aquél cruce, y tan sólo, cuando ya íbamos a ponernos de nuevo en marcha, es cuando un hombre mayor sale a la puerta de su casa, así que Gorka aprovecha una vez más, para preguntar por la dirección a seguir según nuestro itinerario. El hombre le confirma lo que pensábamos, había que seguir todo recto, no había pérdida, en un francés con un acento bastante cerrado, local, según nos comentaba posteriormente Gorka, hasta el punto de que le costaba trabajo entender lo que decía.

Dejamos atrás este pequeño pueblo y seguimos por una carretera local, estrecha, rodeada de vegetación en unos casos, y en otros, pasando por bosques de pinos. No hay tráfico, apenas vemos coches, podemos ir hasta en paralelo, totalmente relajados y hablando entre notros, ideal para el cicloturismo. En esta parte del recorrido tenemos que hacer frente durante muchos kilómetro, a un perfil totalmente rompepiernas, donde las cambios de rasantes se suceden uno tras otro, a diferencia de los 35 primeros kilómetros, donde predominaban las zonas abiertas, extensas, y con un perfil llano, para rodar, aunque más aburrido, más insulso y siempre con el 'aliento del maligno en la nuca'...

En otro de los pequeños pueblos por los que pasamos tenemos que parar de nuevo a preguntar. No vemos señalizaciones hacia Cruguel. Mientras Gorka pregunta a alguien que en ese momento estaba saliendo de su casa, un coche se detiene ante nosotros, van una madre con su hija, ésta habla español y nos pregunta si necesitamos ayuda, así que le pregunto por la dirección a la siguiente localidad o hito de referencia que tenemos, y nos comenta que vamos bien, que tenemos que seguir de frente, en la misma dirección que llevamos.

Abandonamos ésta última localidad tras subir un repecho, y después seguimos con nuestra colección de pueblos por los que vamos pasando, nuestro rosario particular, y en alguno de ellos tuvimos que equivocarnos, desviarnos, porque al final acabamos saliendo a la localidad de Josselin, cuando realmente tendríamos que haber salido a mitad de camino entre ésta y Ploërmel, cruzando la nacional N24 en perpendicular, es decir, que en alguna de estas aldeas nos desviamos en dirección sureste cuando deberíamos haber seguido rumbo sur directamente.

Un pequeño rodeo extra, no suponía excesivos kilómetros, pero sí algo más de tiempo, y hoy queríamos estar pronto en nuestro destino, porque nos convendría tener todo el tema del alojamiento preparado cuanto antes, ya que hoy tendríamos que ir a buscar a la estación de tren de Vannes a Tomás, que hoy se uniría a nosotros para empezar a pedalear en la etapa de mañana.

En Josselin, un lugar por el que no teníamos pensado pasar, Gorka y Rafa paran a preguntar y buscar información en la oficina de turismo, mientras yo me quedo fuera controlando las burras, observando bastante movimiento en lo que a turismo se refiere, y es que estamos en un pueblo que merece una visita. No estuvimos mucho tiempo por allí, pero si el suficiente como para ver su parte histórica, de calles adoquinadas y casas de piedra, bien conservadas, que le confieren un aspecto medieval, si no fuera por que muchas de ellas se utilizan hoy en día como

restaurantes o cafeterías. El hito de referencia de esta localidad, y en torno al cual gira el pueblo, su mayor atracción turística, es su castillo, del que tenemos una amplia panorámica al cruzar un puente totalmente adornado de flores, antes de tomar un camino de tierra por el que deberíamos continuar nuestro camino.

Paramos en este puente para hacernos las típicas fotos con el castillo al fondo, a los pies del río, además de consultar el mapa que nos habían dado en la oficina de turismo, para buscar el camino de tierra, que paralelo al canal, nos llevaría hasta Guengol, a poco más de 3 km de donde estábamos. Este camino

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 10: Saint Méen le Grand - Vannes

nos lo recomendaron en la oficina de turismo, porque a parte de ahorrarnos kilómetros, nos comentaron que era bonito. Desde Guengol, ya podríamos ir buscando o siguiendo el itinerario que teníamos trazado para esta etapa, después del desvío por despiste que hemos tenido en el día de hoy, aunque ha merecido la pena encontrarnos con este pueblo, Josselin, con su castillo y con este cortito, intenso,y bonito tramo de camino de apenas 2 km, paralelo al canal.

El camino, un auténtico vergel, con el canal a nuestra derecha, un sitio idílico para pasear, no estaba excesivamente embarrado para lo que llovió ayer, aunque las ruedas se hundían en la húmeda tierra dejando tras de sí un claro rastro, las rodadas. Éste había sido uno de los motivos por los que hoy habíamos tomado la decisión de no utilizar vías verdes, porque no sabíamos en que estado se iban a encontrar, y porque tampoco había un recorrido directo hacia Vannes, ya que esta alternativa por vías verdes y pistas ciclables que se iniciaba en Saint Méen le Grand, nuestro punto de partida en esta etapa, podíamos utilizarla en mayor o menor grado hasta Questembert, y según el mapa que nos dieron en la oficina de turismo de Dinan, tenía una distancia de algo más de 70 km, pero es que Questembert está al este de nuestra meta fijada para hoy, con lo que después tendríamos que ir de nuevo hacia el oeste, hacia Vannes, además del recorrido extra por sus calles, puesto que el camping estaba en el otro extremo de la ciudad, con lo que el recorrido total podría llegar a aproximarse a los 100 km; además de esto, habría que tener en cuenta que por la vía verde y con el terrero húmedo o embarrado, se avanzaba más despacio, y si a esto le sumamos que se hacen kilómetros extras y que teníamos que llegar a Vannes para intentar buscar alojamiento antes de pasarnos por la estación de tren para recoger a Tomás, que como he dicho antes, hoy se uniría nuestro grupo, pues no la hacían la opción más aconsejable.

En otras circunstancias, es decir, con buen tiempo y sin tener una meta fijada obligatoriamente, como era el caso de hoy, podríamos haber rediseñado la etapa, y hacer todo el tramo de vía verde y pistas ciclabes hasta Qestembert, y aquí haber puesto punto final a la etapa o haber seguido más hacia el sur, que es hacia donde también nos dirigiríamos mañana, y haber podido así realizar la travesía de la Bretaña por alternativas para bicis, aunque en general, la etapa de hoy ha estado muy bien para la práctica del cicloturismo (exceptuando el primer tramo de unos 35 km, con tráfico y recorrido insulso, al menos si se va por carretera), con un recorrido agradable, carreteras locales sin apenas tráfico, y con terrero quebrado para sacarnos de la rutina del llano.

Finalizado el tramo del camino, tenemos que seguir durante otro kilómetro y medio por carretera local, con un fuerte repecho al comienzo, hasta llegar a Guengol, donde hicimos la parada para comer, en una plaza, junto a una fuente que no echaba agua, y con la facha de una iglesia de corte románico-normando del siglo XII. El día estaba abriendo, y así, al menos pudimos comer bajo un tenue sol, del que agradecíamos su presencia.

A las cuatro de la tarde nos ponemos de nuevo en marcha, pero antes de salir de este pueblo paramos en una tienda a comprar una botella de agua. Las fuentes en las calles o plazas de las localidades por las que pasamos, brillan por su ausencia.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 10: Saint Méen le Grand - Vannes

Seguimos por carreteras locales, sin tráfico, y con continuos repechos, continuación del terreno rompepiernas que comenzamos en Loyat, y que poco a poco nos va desgastando, quemando las fuerzas, aunque con la aparición del sol, que ya nos acompañaría en el resto de la jornada, parece que hay un poquito más de alegría.

A unos 20 km para llegar a Vannes, y tras subir un repecho, hacemos una breve parada de 15 o 20 minutos, junto a una casa de campo, porque tanto las piernas como el trasero se estaban resintiendo. Aprovechamos esta parada para comentar que deberíamos plantearnos intentar comenzar las etapas antes de lo que estábamos haciéndolo hasta ahora, porque casi todos los días empezábamos a las 10 o incluso algo más tarde, y en los días con más kilometraje o que tuviéramos paradas programadas para las visitas culturales, esto podría implicar que llegáramos más bien tarde a los sitios marcados como destino, lo que podría ser un inconveniente a la hora de buscar alojamiento, y no tener tiempo para poder disfrutar relajadamente de la tarde. En principio estábamos los tres de acuerdo, y después habría que comentárselo también a Tomás... pero claro, una cosa son las buenas intenciones, los buenos propósitos, y otra cosa bien distinta son los hechos o las circunstancias del día a día.

Al reemprender de nuevo la marcha noto un pinchazo en mi rodilla izquierda, un dolor agudo, que me molesta bastante al pedalear, aunque a partir de aquí y por suerte, el perfil del recorrido es favorable y avanzamos rápidamente, y así, muy pronto nos vemos pedaleando por las calles de Vannes, y sin buscarla, nos encontramos con la estación de tren, donde tendríamos que recoger a Tomás algo más tarde. En ese momento eran las 17:45, y el tren en el que llegaba nuestro nuevo compañero, en teoría debería llegar a las 18:30, pero al mirar Gorka el teléfono se encuentra con un mensaje de Tomás en el que comenta que el tren llegará con retraso, sobre las 20 horas, así que tenemos tiempo de buscar el camping, alojarnos, y después regresar de nuevo a la estación.

En un cruce nos encontramos con un tío que también va en bici y Gorka no pierde la ocasión de preguntarle por la dirección al camping. Comienza a darle explicaciones, pero parecen demasiado extensas, hasta que el tío decide que o nos lleva él al camping directamente o vamos a estar dos horas para dar con él, y no tardaríamos mucho en saber el por qué de esto.

Nos dice que le sigamos, que él nos llevará hasta allí. Desde ese momento, un auténtico tour por las calles de Vannes, en las que intentaríamos entre los tres estar pendientes del recorrido para poder regresar posteriormente a la estación. Y digo que un tour, porque creo que al final haríamos cerca de cuatro kilómetros desde la estación a la entrada del camping, viendo algunos edificios clásicos que estaban siendo rehabilitados y pasando por toda la zona del puerto deportivo, donde se ven muchos barcos, y no precisamente de pesca; en esta zona del puerto es donde también se encuentra la oficina de turismo, una construcción de madera en medio de un largo parque.

Por fin, después de largas rectas, avenidas, parques, jardines, rotondas, cruces y semáforos, llegamos al camping, a la salida de Vannes, prácticamente en el otro extremo por el que nosotros habíamos entrado. A las puertas de la recepción del camping nos despedimos de este chaval, dándoles las GRACIAS, así, en mayúsculas, porque nos había traído derechitos hasta aquí y sin pérdida alguna. Un auténtico detallazo, porque el tío se había chupado casi cuatro kilómetros y ahora tendría que hacer otros tantos para deshacer el camino y llegar al punto donde nos habíamos topado con él. Viajar y encontrarse con gente así, tan amable y colaborativa, es una de las cosas más reconfortantes que nos pueden pasar.

No tenemos problemas para alojarnos en el camping, así que con el plano de éste en la mano, intentamos buscar nuestra parcela, pero acabamos dando un buen rodeo, en círculo, dándonos cuenta después que la entrada al camping, la recepción, la teníamos allí mismo, cerca de nuestra parcela, sin necesidad de tanto rodeo.

Montamos el campamento mientras nos tomamos unas cervezas que habíamos comprado en el propio bar del camping. Continuamos con la ducha, colada y montando otra vez en bici, para ir a recoger a Tomás en la estación, o sea, otros casi 8 km extras entre la ida y la vuelta (aunque estos no los tengo computados en el total del recorrido de la etapa de hoy, con lo que finalmente haríamos unos 100 km), y por suerte, entre los tres, conseguimos recordar el recorrido, porque a la velocidad que nos traía el chaval no teníamos mucho de tiempo de ir fijándonos, bastante teníamos con seguirlo a él y estar pendientes de los coches y de los semáforos.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 10: Saint Méen le Grand - Vannes

Hoy ha sido el día que peor he acabado, y ahora, mientras escribo esto, después de haber ya realizado el viaje, puedo decir que ha sido el único día en el que me he notado fundido, y lo peor de todo, con la moral un poco tocada por el pinchazo que he notado en la rodilla y las posteriores molestias, y lo curioso es que hasta la última parada que hicimos, a unos 20 km antes de llegar a Vannes, me sentía bien físicamente y sin ninguna molestia. No dije nada a mis compañeros, esperando que con el reposo desaparecieran las molestias, que por otra parte, las achacaba a algún giro de la rodilla al ponerme las calas o al sacarme el pie de ellas, porque como he dicho, hasta la última parada que hicimos no noté nada, y las molestias comenzaron al reanudar la marcha; en fin, ya iría viendo como se desarrollaban las cosas, pero lo curioso es que precisamente esta tarde en el camping, Rafa me devolvió el gel antiinflamatorio (había comprado uno esta mañana en una farmacia) que le había prestado para sus molestias en las rodillas, de la que se encontraba mejor. Así que aproveché para ponérmelo en la rodilla antes de montar de nuevo en la bici, ahora ligera de equipaje, para ir a buscar a Tomás, y también antes de acostarme. Mañana, antes de comenzar, me lo pondría otra vez, y ya vería si las molestias iban desapareciendo.

Llegamos a la estación y allí estaba Tomás, terminando de colocar las alforjas sobre su burra. Nos saludamos y de nuevo al camping, que ya estaba cayendo la tarde.

De nuevo en el camping, mientras Tomás montaba su tienda, nosotros íbamos sacando los preparativos para la cena, y como él venía prácticamente sin nada, tan sólo con un trozo de empanada que le quedaba después del largo viaje en el tren, pues decidimos compartir todas las reservas que teníamos, y mañana ya haríamos la compra para los próximos dos días, y además, deberíamos desayunar en el bar del camping, donde daban desayunos, porque en la cena acabamos con todas las provisiones.

Cuando empezamos a cenar, ya era de noche, el camping ya iba cayendo en el silencio y la “calma chicha”, algo a lo que nos vamos acostumbrado, a pesar de que en España, es aún muy temprano, pero es que aquí el personal cena a partir de las 8 de la tarde, así que a partir de las diez y media de la noche en los campings ya se ve poco movimiento, o al menos, en los que hemos estado hasta ahora, y éste no era una excepción.

Hoy cenamos en una mesa de madera, de las del estilo de los merenderos, cerca de la zona del bar, así que la tenue luz de éste, nos ayuda a no estar en completa oscuridad, aunque de vez en cuando tenemos que echar mano de los frontales. Cena copiosa, y de las que ayudan a calentar el cuerpo.

Después de lavar y recoger todo, nos fuimos directos a nuestras tiendas, aunque antes de meterme en el saco, aproveché como es costumbre, y a pesar del cansancio de hoy y de que no tenía ni puñeteras ganas, para escribir unas notas sobre esta jornada.

Mañana tenemos un nuevo aliciente, rodaremos con un nuevo compañero de aventuras y esperemos que el personal que da la información meteorológica en los informativos matinales de la televisión francesa, no se equivoquen y podamos disfrutar de un buen día.

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ETAPA 11: VANNES – SAINT BREVIN LES PINS

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 11: Vannes - Saint Brevin les Pins

ETAPA 11: VANNES – SAINT BREVIN LES PINS

Martes, 9 de Agosto de 2011

Distancia = 108,29 km - Tiempo = 5:54:17 - Media = 18,35 km/h

La tarde anterior habíamos hecho propósito de enmienda, teníamos que intentar salir a pedalear por las mañanas más temprano, pero no hubo manera. Es cierto que nos lo tomamos en serio, y a las nueve de la mañana ya teníamos el campamento levantado con las burras preparadas, pero la noche anterior nos fundimos todas las provisiones que nos quedaban, así que esta mañana tocaba desayunar en el bar del camping, donde por primera vez desde que salimos de casa, ojeamos un periódico, aunque sea en francés, y es cuando nos enteramos de que Estados Unidos estaba al borde de la banca rota y que las bolsas caen en picado.

A pesar de las buenas intenciones, acabamos saliendo del camping a la hora de todos los días, sobre las diez de la mañana. Antes habíamos estado mirando en el mapa de Vannes que Tomás pidió por internet a la oficina de turismo, uno de los puntos de salida que teníamos marcado en nuestro rutómetro, así como el trazado que teníamos que realizar por las calles para llegar allí y salir de esta ciudad, en dirección a Treffléan y Sulniac.

Recorrimos casi nueve kilómetros para buscar la salida, y eso que no nos confundimos, aunque hubo alguna que otra parada para preguntar o confirmar que estábamos en la dirección correcta. Estos kilómetros extras habría que sumárselos al recorrido de la etapa, además de los kilómetros que haríamos al final de ésta, puesto que ayer decidimos que en lugar de quedarnos en Saint Nazaire, podríamos cruzar el puente sobre el río Loira y quedarnos en el albergue que hay en la otra orilla, con el fin de enlazar directamente en la etapa siguiente, con la véloroute del Loira, que nos llevaría hasta nuestro siguiente objetivo, a Nantes, en un tramo que yo no había hecho pero Rafa sí, y lo tenía reciente. Estábamos de acuerdo que si había que ir a Nantes, mejor usar la archiconocida ruta del Valle del Loira para bicicletas , en lugar de ir por carreteras, aunque fueran secundarias, así que hoy nos iban a caer un buen puñado de kilómetros, pero en esta etapa no teníamos programada ninguna parada cultural, ninguna visita, con lo que podríamos disponer de más tiempo para pedalear.

Desde la salida de Vannes a Questembert, son 30 km por carreteras secundarias y locales, con bonitos paisajes, zonas tranquilas, verdes, agradables para montar en bici y lejos del tráfico agobiante que tuvimos en el último tramo de salida de Vannes. La verdad es que fue un paseo, recorrido llano y con el aire ligeramente a favor, sin apenas problemas de orientación, así que nos plantamos en Questembert a buena hora, y aprovechamos para entrar en un supermercado y hacer la compra para los próximos dos días.

Los encargados de la compra siempre éramos Rafa y yo, mientras Tomás y Gorka se quedaban fuera controlando las burras y el equipaje. La compra de hoy nos salió a once euros por cabeza, bastante económica, teniendo en cuenta que es para dos días y que incluye: desayuno, comida, cena y piscolabis, además de unas cervezas para la hora de la comida, y es que acabamos imponiéndonos la costumbre de comprar latas de cerveza, de

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 11: Vannes - Saint Brevin les Pins

las de medio litro, cada vez que hiciéramos la compra, porque en los bares meten una buena clavada por la cerveza y más en los sitios turísticos, es más, yo creo que la mitad o casi la mitad del dinero que hemos gastado en todo el viaje se ha ido en cerveza, y no es que bebamos como cosacos, es que los precios son bastante caros.

Finalizada la compra y repartida en las alforjas, tomamos una pieza de fruta y una barrita energética, y de nuevo en marcha, hasta nuestro siguiente objetivo, La Roche Bernard, donde teníamos fijada la parada para comer.

En este tramo avanzamos rápidamente, porque la carretera es muy buena, amplia, con buen firme, largas rectas y en ligero descenso, pero lo principal es que apenas hay tráfico, debe ser porque es la hora de la comida para los franceses, o por las vacaciones, porque esta carretera tiene pinta de soportar mucho más tráfico del que lleva ahora, que es prácticamente nulo. El paisaje es menos entretenido, menos vistoso que el de los primeros 30 kilómetros.

Entramos en La Roche Bernard después de cruzar un puente situado a una altura de vértigo, para después seguir los carteles de “Centre Ville”, hasta que vimos otros indicando la dirección hacia un mirador, así que nos encaminamos hacia él, y allí aparcamos las burras. Merodeamos por los alrededores, al igual que el personal que había por allí y hacemos algunas fotos. Buenas vistas del río, del puente de acceso a esta localidad, por donde nosotros hemos entrado, aunque también se ve parte de otro antiguo puente, ahora derruido. Desde este mirador se tiene aún más conciencia de la altura a a la que se encuentra el puente. Pero si hay buenas vistas, sobre todo son del puerto, que queda un poco por debajo de nosotros, plagado de embarcaciones de recreo.

En esta zona del mirador, en uno de los bancos y bajo un agradable sol que intentamos absorber cual lagartos, después de los días de lluvias o los días grises que habíamos tenido, nos dispusimos a comer, hoy y como sería habitual los días de compra, teníamos ensalada de pasta, aunque antes, para ir abriendo boca, tomamos unos piscolabis acompañados de la cerveza de medio litro, después fruta y las galletas de chocolate de postre que nunca faltan.

Un pequeño reposo y de nuevo había que ponerse en marcha, aunque malditas las ganas, se estaba muy a gusto allí, y es que con 55 km ya en las piernas, la barriga llena y el sol pegando, aunque con una buena temperatura, hacía acrecentar la modorra que teníamos, y en esos momentos lo que más apetecía, al menos a mí, era una buena siesta.

Salimos de La Roche Bernard y desde aquí a Saint Nazarie, la verdad es que poco que contar, nos limitamos simplemente a ir hacia delante, a hacer kilómetros por hacerlos, sin nada que destacar, un tramo donde sólo hacemos deporte, nada de turismo, nada de regodearse con buenas vistas o de pasar por sitios atractivos, y para colmo, conforme vamos llegando a nuestro objetivo, el tráfico se intensifica y la carretera es más estrecha, con lo que aumenta el peligro y la tensión, adiós al relax ya la tranquilidad. Acabamos asqueados del puñetero tráfico, sobre todo en la parte final, llegando a Saint Nazaire, y suponíamos que aquello se debía a que era hora punta, que habíamos coincidido con la hora de salida del trabajo.

Por fin llegamos a Saint Nazaire, pero desde la entrada hasta el centro de esta ciudad, se nos hizo un recorrido bastante largo. Ya en el centro, en una de sus calles peatonales, llenas de tiendas, hacemos una parada para telefonear al albergue que estaba en el pueblo que se encontraba en la otra orilla del río, y en caso de que hubiera plazas, preguntar también si ellos sabían si se podía cruzar el puente de Saint Nazaire en bici. La respuesta fue afirmativa en los dos casos.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 11: Vannes - Saint Brevin les Pins

Como era muy buena hora, aún quedaba mucha tarde, y ya estábamos más relajados, hacemos un breve descaso, tras el cual continuamos de nuevo la marcha, hacia la parte más cercana al río, donde están unos enormes mazacotes de hormigón, que al verlos da la impresión de estar viendo el graderío de un estadio de fútbol por fuera; estas estructuras de hormigón se utilizaron durante la segunda guerra mundial para alojar una flota de U-boot (abreviatura del alemán Unterseeboot, «nave submarina», que es la denominación dada a los sumergibles y submarinos alemanes), una de las armas más poderosas con las que contaba un tal A.Hitler. Lo único interesante es el hecho histórico, y para lo que sirvió, porque francamente, ver enormes bloques de hormigón, de bonito o agradable no tiene nada.

En este punto giramos a nuestra izquierda, o lo que es lo mismo, hacia el sureste, paralelos al río, buscando el puerto y el desvío hacia el famoso puente, por donde este año ha pasado el Tour de Francia.

Pero el puerto no estaba a la vuelta de la esquina precisamente, sino a cuatro o cinco kilómetros, así que todo lo que estamos realizando ahora ya son kilómetros extras que hay que ir añadiendo a la hucha.

Desde la zona del puerto ya empezamos a divisar el punte, enorme, que se levanta hacia arriba formando un arco, supongo que con la finalidad de dejar pasar por debajo de él a los barcos, pero lo curioso es que no es un puente en línea recta, es una especie de arco curvado, lo que le da cierto encanto, al menos dependiendo de la perspectiva desde donde se mire.

Pasamos el puerto, con sus zonas de astilleros, y giramos a la derecha buscando la carretera principal, de varios carriles, que pasa por el puente.

Saint Nazaire es una localidad de unos 68.000 habitantes, pero es el primer centro de construcción naval en Francia, y el segundo en construcción aeronáutica, donde se hacen las piezas para los aviones Airbus, por lo que no creo que aquí haya mucho paro, y encima tiene la zona del Loira como recreo, así que es buen sitio para echar currículum, ¡lástima que lo de los idiomas no sea mi fuerte!.

Llegamos al acceso al puente, lo tenemos enfilado frente a nosotros, y hay que hacer una subida corta, de un kilómetro o kilómetro y medio, pero intensa, aunque es en la parte final, en el punto medio del río, cuando más se eleva, supongo que para poder dejar paso a los barcos, como ya he comentado.

Al principio de la subida me paro, al igual que Tomás, para hacer unas fotos, y después nos cuesta trabajo enlazar con Rafa y Gorka que han puesto un ritmo endiablado ¿estarán oliendo ya la cerveza del fin de etapa?. El puente lo cruzamos por un carril bici, y menos mal, porque es mucho el tráfico que hay, y al ser en plan autovía, con dos carriles a cada lado, hacen que los coches vayan muy rápidos, así que mucho tráfico y a gran velocidad, lo que se traduce en peligro y tensión.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 11: Vannes - Saint Brevin les Pins

La bajada, quizás más larga que la subida, tuvo su puntito de riesgo, ya que al coger bastante velocidad y venir el aire de costado, del mar, costaba mantener a raya las burras para que no se salieran del carril bici, porque a la izquierda estaban los dos carriles con los coches a toda leche. Pero es más, en algunas de las rachas de aire incluso llegué a pensar que me tumbaba, así que empecé a tirar de frenos e ir más tranquilo, al tiempo que mirando hacia mi derecha, podía ver la zona del puerto de Saint Nazaire, donde entre otras cosas, estaban construyendo un barco, de los que se utilizan para hacer los cruceros, enorme de largo y de varios pisos de alto, ¡joder, ahí cabe mi pueblo entero y todavía sobra barco!.

Una vez cruzado el puente, giramos a la derecha y ya estamos en Saint Brevin les Pins. Paramos en una rotonda a la entrada, y Gorka aprovecha para preguntar por el albergue, pero ninguna de las dos personas a las que preguntó, primero a una señora y después a unas chavalas, sabían donde se encontraba, así que decidimos seguir dirección centro, pero avanzábamos y avanzábamos y no veíamos nada y todo nos parecía igual, es un pueblo alargado, paralelo a la costa, de calles de casas bajas tipo chalet, parece una especie de zona residencial, porque está muerto, a penas se ve nadie por las calles, y eso que está junto a a la playa. Al fin vemos a un abuelo que va montando en bici. Gorka le pregunta por el albergue, y ¡ea!, ¡otra vez igual que ayer!, el abuelo nos dice que le sigamos, así que los cuatro vamos detrás del abuelo que pedalea como alma que lleva el diablo, parece que le va la vida en ello, no sé si es que tiene prisa o se está quedando con nosotros, pero lo cierto es que nos pone en fila india.

Después de callejear durante un rato, nos saca a la zona de playa, y allí el abuelo, entre resuello y resuello, nos intenta explicar el camino que tenemos que seguir, aunque no se le entendía nada, parecía que le iba a pegar un infarto allí mismo. Básicamente lo que nos dijo fue que teníamos que seguir todo el recorrido por la playa, por una especie de paseo marítimo, hasta llegar al fondo, donde había unos árboles, y allí, a la izquierda, estaba la entrada al albergue. Nos despedimos del abuelo dándole las gracias y rezando para que no se nos muriera allí mismo, y ahora más relajados, toca seguir en plan “verano azul”, un recorrido de dos o tres kilómetros con la playa a nuestra derecha, pero antes, pasamos por un bar, y como ya teníamos los deberes hechos, era muy buena hora, la temperatura era agradable, hacia solecito y ya teníamos reservada plaza en el albergue, pues decidimos hacer una parada para tomar unas cervezas con unos frutos secos, que la verdad es que entraron de escándalo...

Después de 108 kilómetros recorridos en el día de hoy, llegamos al albergue, y supongo que éste habrá tenido su momento de esplendor y gloria en otros tiempos, a juzgar por las pegatinas de recomendaciones de guías viajeras a la entrada, porque lo que es ahora está de capa caída, aunque a nosotros nos da igual, teniendo cama y ducha el resto tampoco nos importa mucho. No había servicio de desayunos porque las máquinas las tenían estropeadas y el tío que regentaba aquello, que hablaba por los cuatro costados, nos las estuvo enseñando cuando fuimos a pedirle las sábanas, lo que no sé es desde cuánto tiempo llevarían estropeadas... Esto nos daba igual, nosotros hoy habíamos hecho la compra y teníamos para el desayuno y de esta forma la estancia nos salia más económica (14 euros por persona) , y como al menos tenía cocina y podíamos utilizarla, pues allí que hicimos la cena y el desayuno.

Nos tocó una habitación de ocho personas, con ducha y lavabo interior, pero al final sólo estuvimos en ella nosotros cuatro, y como digo, por el aspecto de la habitación, no creo que estuviera pasando el albergue por su mejor momento.

Tras la ducha y la colada, el paseo de rigor, en esta ocasión por la playa, viendo el atardecer, con la silueta de los edificios y el puerto de Saint Nazaire, con el fondo de colores rojos y anarajandos del atardecer, bonita estampa, con el puente por el hemos venido algo más a la derecha, viéndolo desde otra perspectiva diferente a la que teníamos cuando empezamos a subir por él. Seguimos el paseo por el pueblo, haciendo un círculo cuyo punto de origen y final estaría en el albergue, y al igual que cuando entramos en el pueblo con las bicis, vemos muy poca gente por las calles, prácticamente vacías. El único movimiento y algarabía está en una camping allí cerca, uno de 3 o 4 estrellas, con servicio de restaurantes y zona de recreo para los críos, que estaban como locos dando saltos en las colchonetas o castillos hinchables.

De regreso al albergue charlamos un rato con un matrimonio español que también se alojaban allí, estaban sentados en la parte de la entrada, y nos habían escuchado hablar, así que un rato de tertulia antes de empezar a hacer la cena, y esta noche le tocaba el turno a la pasta.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 11: Vannes - Saint Brevin les Pins

Después de la cena viene el café, y cuando los compañeros se fueron a la habitación, yo aproveché para escribir una notas, donde habíamos estado cenando, con mi café al lado, como en mis tiempos de lobo estepario, mientras hago un poco de reflexión de la jornada; por suerte, la rodilla ha ido bien, y tras las molestias de los primeros kilómetros, nada comparable con lo de ayer a última hora, no he vuelto a notar nada, ni incluso después de la ducha y el paseo, por lo que espero que esté bien, así que hoy más animado, aunque no habrá que lanzar las campanas al vuelo, habrá que ver si mañana sigo sin molestias, pero de todas formas, seguiré dándome con el gel antiinflamatorio que llevo, que nunca está de más.

Y así termina otro día de ruta, mañana una etapa corta sobre el papel, y además promete ser relajada, porque será toda por la “véloroute del Loira”, hasta llegar a Nantes.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 12: Saint Brevin les Pins - Nantes

ETAPA 12: SAINT BREVIN LES PINS – NANTES

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 12: Saint Brevin les Pins - Nantes

ETAPA 12: SAINT BREVIN LES PINS - NANTES

Miércoles, 10 de Agosto de 2011

Distancia = 70,26 km - Tiempo = 4:26:00 - Media = 15,85 km/h

Esta mañana hemos desayunado por nuestra cuenta en el albergue, porque como ya comenté, no disponían de servicios de desayuno por diversos problemas. Cuando terminamos, sobre las 9:45, bajamos el equipaje de la segunda planta donde nos alojábamos, montamos las burras y nos ponemos en marcha, atravesando este laaaargoooo pueblo, empalmando a continuación con la “véloroute del Loira” (formada por carriles bici y carreteras locales bien acondicionadas y sin tráfico) que nos llevaría hasta el fin de etapa previsto para hoy, Nantes, en un recorrido que ya había hecho Rafa, que además lleva el chuletario sobre el itinerario de la ruta, los pueblos de paso y los kilómetros entre estos, sacado del libro sobre esta véloroute. Fue él quien nos comentó que en medio del recorrido tendríamos que coger un barco para pasar a la otra orilla, aunque yo pensaba que se podía ir del tirón hasta Nantes, pero no es así, llega un momento, al llegar a un pueblo, en el que no se puede continuar hacia delante, y coches, motos, bicis o peatones, tienen que utilizar el barco para pasar a la otra orilla.

Tenemos que hacer un pequeño desvío, señalizado por carteles con fondo amarillo, como los de las obras, de hecho, justo cuando se coge el carril bici, hay un cartel indicativo de las obras de acondicionamiento que se han realizado en este tramo de la véloroute y que había finalizado hacía un mes, en Junio.

Al tomar el carril bici, vemos de nuevo el puente de Saint Nazaire, frente a nosotros, aunque un poco antes lo habíamos visto también desde otra perspectiva en la que se ve casi al completo, resultando realmente largo, y con los efectos de la marea baja en sus extremos, en las orillas del río, con las barcas de pesca en el lodazal, dando un aspecto algo fantasmagórico.

En los primeros metros, el carril bici transcurre entre las traseras de las casa bajas del pueblo, a la derecha, y el río a nuestra izquierda, con el puente de Saint Nazaire que ya vamos dejando a nuestra espalda, y desde la altura a la que estamos, salen cada pocos metros, una serie de hileros, caminitos o puentes de madera, que se adentran hacia el río y que terminan en una casuchas de madera, pequeñitas, vetustas, maltrechas, que parecen sostenidas en el aire a juzgar por la distancia a la que se encuentran del lecho del río, y unido a la marea baja, ofrecen un aspecto desalentador, de deterioro, de abandono.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 12: Saint Brevin les Pins - Nantes

Seguimos camino, hoy totalmente relajados, dispuestos a disfrutar del recorrido y de la bici, vamos durante todo el recorrido en plan “Verano Azul”; pedaleamos en pareja, turnándonos, hablando distendídamente entre nosotros. Un día ideal, con buena temperatura, sol, véloroute durante todo el camino, sin problemas de tráfico o de equívocos, porque está todo señalizado y con un perfil totalmente llano como la palma de la mano, siguiendo el trazado del río.

Hacemos un par de paradas breves, una para que Rafa cogiera una bolsa de moras, además tenía para elegir, así que por supuesto va cogiendo las mejores; y otra cuando yo paré para coger una cuantas manzanas de un árbol junto a la carretera, de las que daría buena cuenta un poco más adelante, cuando paramos a la sombra, con el río a nuestra vera, para comer algo y descansar un rato, después de los primeros 32 km, o lo que es lo mismo, la mitad del recorrido, aunque la verdad es que hoy no hemos quemado nada, venimos muy relajados y el perfil no requiere esfuerzo alguno, por eso esta ruta es bastante transitada por familias enteras, los padres con sus hijos o incluso, como en el día de hoy, donde vemos muchas bicis con carritos detrás donde van los críos pequeños, porque la ruta permite utilizarlos ya que está toda asfaltada y en buen estado, pero por otro lado, para ser tan archiconocida esta ruta, no veo ningún tipo de masificación, hay gente pero tampoco nada fuera de lo normal o algo que te sorprenda, es más, creo que vimos más gente haciendo deporte por las vías verdes y pistas ciclables de la zona de Aquitania que en esta parte, pero como siempre digo, igual esto son sólo apreciaciones mías.

Avanzamos un poco más, y en una especie de explanada a la izquierda, donde hay merenderos y gente comiendo, con un pequeño lago a la derecha, hacemos otra parada, en esta ocasión porque vimos un bar, junto al merendero, una especie de chiringuito de diseño, con la terraza pequeña pero llena de gente que a esta hora está comiendo. Nosotros aprovechamos para tomar una cerveza, sobre la una del mediodía, en una mañana estupenda, donde luce un sol radiante, pero sin abrasar, nada de las temperaturas estratosféricas que están teniendo en el sur de España y de las que por suerte nos estamos librando. No creo que la temperatura supere los 27 o 28 grados.

Allí sentados con una cerveza fresquita y con las vistas de los alrededores, se estaba de lujo, pero tampoco era cuestión de quedarnos allí indefinidamente, así que de nuevo, a montar sobre nuestras burras.

Unos kilómetros más adelante, cuando apenas quedan ya 20 para llegar a Nantes, es cuando la carretera y el carril bici se acaban, a la entrada de un pueblo, y allí es donde hay que coger el barco que nos llevará a la otra orilla. Cuando llegamos estaba a punto de salir, pero como Rafa fue a una tienda para comprar el pan, tuvimos que dejarlo y esperar al siguiente. No había ningún problema, porque salía cada 20 mínutos más o menos, así que cuando Rafa llegó y viendo la distancia que quedaba a Nantes, decidimos comer allí mismo, además había un pequeño parque al lado, desde donde controlábamos las idas y venidas del barco, y un aseo público, donde podíamos coger el agua que necesitáramos.

Manos a la obra, empezamos con el picoteo mientras cada cual se prepara su bocata correspondiente, después algo de fruta, café y galletas de chocolate de postre, para variar...

Mientras comíamos, vimos ir y venir el barco creo que un par de ocasiones, y en la tercera ya lo cogimos definitivamente, era gratis, y fue otra experiencia, aunque bastante corta. Al llegar a la otra orilla, colocan la parrilla junto a la orilla y cual si fuera el desembarco de Normandía, coches y bicis salimos zumbando del barco.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 12: Saint Brevin les Pins - Nantes

A penas desembarcar, y a un kilómetro prácticamente, hay un pueblo en el que nos hacemos un pequeño lío, creo que teníamos que haber girado a la derecha, sin necesidad de entrar en esta localidad y continuar el trazado del río, aunque ahora por la otra orilla, pero seguimos a un matrimonio y a su hijo, que igual iban para otro sitio, y acabamos entrando en el pueblo. No hicimos mucho recorrido extra, un par de kilómetros a lo sumo, hasta que bajamos de nuevo al río y retomamos el carril bici.

Seguimos por este carril, con el río ahora a nuestra derecha, y no tardamos mucho en llegar a lo que son las afueras de Nantes, una ciudad en toda regla, de las que acojonan cuando uno comienza a ver el enorme enjambre

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 12: Saint Brevin les Pins - Nantes

de bloques de edificios, los scalextric, las carreteras de circunvalación, el tráfico, etc... pero por suerte, el mismo carril bici que llevábamos, en cuestión de 6 o 7 kilómetros, nos lleva al corazón de Nantes, al centro, donde rápidamente encontramos la oficina de turismo.

Rafa y Tomás se quedan fuera, entramos Gorka y yo, y como casi siempre, con un doble objetivo, primero que nos informaran del lugar o la zona en la que se encontraba el albergue, sobre uno de los típicos mapas que te dan, así como un trazado para llegar a él en bici; y segundo, que intentaran también dibujarnos en el mapa, el trazado a seguir para salir de Nantes en la dirección que teníamos previsto para mañana, donde se intercalarían los tramos donde hay carril bici o véloroute, con los que no hay. Todo fue rápido y efectivo, salimos con el mapa y nos dirigimos hacia la zona donde se encontraba el albergue, a un buen tirón desde la oficina de turismo que habíamos visitado, y pasando antes de llegar a él, por el castillo de los duques de Bretaña. No paramos en ese momento porque lo primero era el alojamiento, la ducha, la colada y después el paseo cultural, así que seguimos rectos.

Llegamos al albergue, un antiguo y enorme edificio, no se si era una especie de fábrica de tabacos o algo parecido, y parte de este edifico es el que está siendo reutilizado como albergue. Allí llegamos sobre las 16:30, muy buena hora, y no tuvimos ningún tipo de problemas con el alojamiento.

Nos dieron una habitación en la tercera planta, aunque hay ascensor, y las bicis las dejamos amarradas bajo el hueco de unas escaleras, junto a recepción. La habitación era de cuatro personas, y era tipo ático o buhardilla, a juzgar por la estructura de la ventana, la cual nos servía de mirador, porque teníamos buenas vistas de Nantes, incluso llegamos a ver la puesta de sol, con los característicos colores anaranjados sobre el horizonte. En el precio (20,8 euros por persona) estaba incluido la habitación y el desayuno.

Después de la ducha y las rutinas diarias, toca la vuelta turística, pero antes, en el primer bar de paso que vimos, junto a una estación de tren, paramos para tomarnos la cerveza correspondiente.

Un buen día en todos los sentidos, con un sol radiante, buena temperatura, recorrido agradable con perfil llano, pedaleando por véloroutes y despreocupados en todo momento del enemigo, del maligno, del lado oscuro de la fuerza, o sea, del puñetero y odioso tráfico.

Después las típicas visitas, empezando por el castillo de los duques de Bretaña, tanto por el exterior donde estuvimos haciéndonos unas fotos, como por el interior, además de subir a sus murallas, desde donde se tienen también muy buenas vistas. Lo siguiente es irnos al caso histórico de Nantes, aunque realmente tampoco es que tenga mucho casco histórico, digamos que es una ciudad muy nueva, donde predominan los bloques de hormigón. Llegamos a la plaza donde se asienta la catedral, que en ese momento está cerrada, aunque en esta plaza no sólo destaca la catedral, sino todos los edificios que la rodean y forman esta plaza, con arquitectura del XVIII. Seguimos a otra plaza detrás de la catedral, pasamos por alguna que otra iglesia, y devuelta a la avenida principal, Gorka y Rafa dicen que se van al albergue, que están un poco cansados y que les apetece irse a la habitación, mientras Tomás y yo seguimos dando un paseo durante una hora o poco más antes de regresar al albergue, porque cuando se fueron los otros compañeros me parecía aún muy temprano.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 12: Saint Brevin les Pins - Nantes

Cuando estuvimos todos en la habitación nos pusimos a hacer la cena, y después del típico café nocturno, toca escribir unas notas sobre como ha transcurrido este día, sin ningún tipo de sobresaltos ni de contratiempos.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 13: Nantes - Nesmy

ETAPA 13: NANTES – NESMY

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 13: Nantes - Nesmy

ETAPA 13: NANTES - NESMY

Jueves, 11 de Agosto de 2011

Distancia = 89,05 km - Tiempo = 5:09:20 - Media = 17,29 km/h

Nos levantamos a las 8, recogemos todo en las alforjas y bajamos a desayunar, aunque hoy había problemas con la máquina que dispensaba el café y la leche, sobre todo con ésta última, porque cuando fui a añadir la leche al café, lo único que salía era un chorro de agua turbia, supongo que la leche en polvo se acabó y no acababan de reponerla, así que para el bol del cereales que llevaba, utilicé la leche del tetrabrick que tenían en la nevera. Un buen desayuno, como de costumbre en los albergues, aunque el café fue lo peor.

Terminado el desayuno, volvemos de nuevo a la habitación, cogemos el equipaje y bajamos, sacamos las burras a la calle y allí las preparamos, aunque dentro había espacio más que de sobra.

Las primeras pedaladas son para intentar salir de Nantes siguiendo el trazado que habíamos pintando sobre el mapa que nos dieron en la oficina de turismo, siempre en la dirección del primer hito por el que teníamos que pasar, que en este caso era Rezé, aunque antes tuvimos que hacer una parada en una rotonda para preguntar si íbamos en la dirección correcta.

El siguiente punto por el que teníamos que pasar era Soriniéres, y de camino a él, nos encontramos con una tienda de bicis abierta, así que paramos porque Rafa quería comprar una zapatas para los frenos y Gorka un recubre sillín de gel, porque tenía el trasero muy delicaito después del paso de los días y de las horas sobre el sillín.

Seguimos nuestro rumbo, y llegamos a Soriniéres. Aquí había dudas, no vemos ningún indicador hacía nuestro próximo destino, Benetiérs, así que seguimos hacia delante. Llegamos a una rotonda, hay varios carteles pero ninguno hacia Benetiérs o a hacia alguno de los próximos hitos que tenemos en nuestro rutómetro, sin embargo sí que hay un cartel indicando la carretera D178, aunque también hay otros que tienen el mimo nombre de carretera pero con una letra después, no sé si son algún tipo de variante (D178a). Como no vemos aquí a nadie a quien preguntar, decidimos seguir rectos, buscando la carretera D178 que sí aparecía en nuestra hoja de ruta.

Llegamos a otro pueblo Viais, que no lo teníamos anotado como sitio de paso, y hasta aquí y desde aquí hasta Rocheserviére, no pasamos por ninguno de los pueblos por los que teníamos previsto pasar.

Tenemos que cruzar Viais para poder coger el desvío que nos lleva directamente a la carretera D178, y ésta nos conducirá rectos hasta Rocheserviére, sin pasar por ningún otro pueblo, como he dicho, por una carretera muy buena, cómoda, con algo de tráfico en algunos tramos, perfil bastante llano aunque con algunos cambios de rasante y paisaje totalmente verde, frondoso, con algunos campos de maíz aquí y allá.

Supongo que el rutómetro que teníamos anotado pasaría por la variante, que pasa por más pueblos y aldeas, y por carreteras con menos tráfico, pero ya estábamos en la D178, y la dirección a seguir también era buena, y al final, como pudimos ver, el recorrido por uno u otro lado, apenas variaba en cuanto a los kilómetros a recorrer.

Con buena carretera, y el aire soplando ligeramente a favor, vamos haciendo los kilómetros rápidamente, y así llegamos pronto a Rocheserviére, donde hicimos una parada, buscando su centro, para acabar junto a las escaleras de la iglesia. Después de los primeros 35 km recorridos, prácticamente la mitad de lo previsto, siempre según el papel, o sea, lo planificado, porque otra cosa bien distinta son los kilómetros que se acaben haciendo al final, aprovechamos para comer fruta, una barrita energética y unos frutos secos.

Mientras estábamos allí, pasa delante de nosotros un tío en bici y con alforjas, va en solitario, y como Gorka no se está callado ni debajo del agua, pues rápidamente empezó a decirle que si se quería unir a nosotros y de paso hacerle las típicas preguntas, pero el tío decía, según nos comentó Gorka después, que hoy tenía que hacer una burrada de kilómetros, y que llevaba desde las 7 de la mañana pedaleando, aunque no sé muy bien que ruta es la que estaba haciendo.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 13: Nantes - Nesmy

Damos por terminado este pequeño y habitual descanso matutino, y seguimos nuestro rumbo marcado, en dirección a nuestro destino, La Roche sur Yon, aunque aquí en principio, no había camping ni albergue, así que posiblemente tuviéramos que hacer algunos kilómetros extras, en la dirección que llevábamos, dirección sur, para buscar un camping.

Seguimos pedaleando por la carretera D178, sin mucho que destacar, hay un momento en que llega a hacerse algo monótona, y es justo en uno de estos tramos, cuando cada uno va inmerso en sus propios pensamientos, totalmente absortos, relajados, tranquilos, debido en gran parte a que el tráfico había disminuido bastante, cuando de buenas a primeras, de forma brusca, súbitamente, a unos metros delante de nosotros, salta de la cuneta un corzo pequeño, al que cogeríamos comiendo o buscando algo por allí, y de un rápido brinco, salta la carretera y desaparece de nuestra vista. Fueron unos segundos, lo suficientes como para sacarnos del aletargamiento y monotonía en la que habíamos caído.

Al llegar a Les Lucs sur Boulagne, giramos a la derecha, dejando la carretera D178. Podíamos haber seguido por ella, pero el recorrido lo teníamos marcado para ir buscando otras carreteras locales o secundarias, que nos alejen del posible tráfico y de las velocidades a las que van los coches cuando la carretera es buena.

Por este tipo de carreteras, ahora más estrechas y menos transitadas, llegamos a nuestro objetivo, La Roche sur Yon, sobre las 14:45, pero antes de dirigirnos al centro, tenemos que dar un buen rodeo para buscar un supermercado, un 'intermarché' en este caso. Damos prácticamente una vuelta en círculo para posteriormente darnos cuenta que lo teníamos bastante cerca de uno de los puntos por los que llegamos a esta ciudad.

Como siempre, Rafa y yo entramos a hacer la compra, mientras Gorka y Tomás se quedan fuera, a la sombra de unos árboles y en una pequeña zona de césped, donde comeríamos después.

Cuando terminamos de hacer la comprar, nos repartimos la comida entre las alforjas, y nos dispusimos a comer, y al igual que iba a ser costumbre siempre que comprábamos, hoy tocaba una ensalada fría, aunque íbamos variando, acompañada de la típica lata de medio litro de cerveza.

Temperatura agradable, sobre 23 grados, con sol, aunque a la sombra sopla un poco de aire fresco, y al estar parados, incluso apetecía ponerse unos manguitos o algo de manga larga.

Terminada la comida, el café y un pequeño descanso en el césped, sobre las cuatro de la tarde, toca de nuevo ponerse en marcha, aunque malditas las ganas que hay a esta hora, pero el lado positivo es que ya estábamos en el sitio de destino, y como mucho unos kilómetros más para buscar el camping.

Nos dirigimos al centro de la localidad para buscar una oficina de información y turismo, que acabamos encontrando cerca de su plaza central, en una de las calles más transitadas. Allí nos confirman que no hay ningún tipo de alojamiento del tipo camping o albergue; preguntamos si en Nesmy lo hay y nos confirman que sí, así que le pedimos un mapa o plano de la ciudad para que nos marcaran el camino a seguir hasta allí.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 13: Nantes - Nesmy

No nos perdemos absolutamente nada no quedándonos a dormir en La Roche sur Yon. Es una ciudad relativamente nueva, sin encanto, al menos aparentemente. Se construyó sobre una roca granítica que domina el valle del Yon y el valor que tenía era desde el punto de vista estratégico, situada en el centro del departamento de la Vendée (una zona claramente partidaria de la monarquía y donde se fraguó un movimiento antirepublicano que posteriormente fue aplastado, masacrado totalmente), lo que suponía una gran ventaja a la hora de pacificar estar zona tras la Guerra de la Vendée, y fue éste el motivo por el que Napoleón Bonaparte la eligió como sede de la prefectura.

Hay dos carreteras de salida de la Roche sur Yon, en dirección sur, las dos bastantes transitadas, con mucho tráfico en los primeros kilómetros, paralelas y sin estar a excesiva distancia una de otra, unos 12 km aproximadamente, y en medio de estas dos carreteras, es donde se encontraba Nesmy, así que podíamos haber elegido cualquiera de ellas y después girar hacia nuestro destino, pero en la oficina de turismo nos marcaron justo la contraria la que deberíamos haber cogido mañana, siempre y cuando nos hubiéramos quedado en La Roche sur Yon, no sé si es porque por ésta había algún kilómetro de menos o porque daba igual, lo cierto es que ya se encargaron de alertarnos que desde la salida hasta que llegáramos al desvío para Nesmy, la carretera era de doble vía, que había mucho tráfico y era peligrosa, así que teníamos que tener cuidado y extremar las precauciones.

En definitiva, teníamos que salir en dirección a la La Tranche sur Mer, por la carretera D747, dejarla a la altura de Aubigny y desde aquí coger el desvío a la izquierda para Nesmy, cruzando por debajo, la carretera D747 que habíamos traído.

El tramo de unos 3 kilómetros hasta coger el desvío de Aubigny fueron realmente peligrosos, con carretera de doble carril, mucho tráfico y a gran velocidad. Estaba deseando salir de aquel infierno, menos mal que duró poco.

Desde el centro de Aubigny apenas quedan cuatro kilómetros, aunque nosotros hicimos tres más por equivocación, al coger un desvío señalizado por obras, pero finalmente dimos la vuelta y seguimos rectos, haciendo caso omiso al desvío y pedaleando ahora por carretera local sin tráfico.

Un par de kilómetros después de cruzar por debajo la carretera D747, y antes de entrar en el pueblo de Nesmy, vemos a la derecha de la carretera un camping y allí finalmente nos acabamos quedando.

Montamos la tienda y al menos yo, me voy directo a la ducha, aunque Rafa y Gorka se van a la piscina a darse un baño, porque la verdad es que hasta ahora no ha habido ocasión de estrenar el bañador, y el tiempo que nos depararían los siguientes días tampoco sería el más propicio para pegarse un baño en el mar, e incluso esta tarde, que hace sol, a mi por lo menos no me apetece bañarme, porque la temperatura es fresca, y en cuanto se va el sol ésta cae bastante.

Aprovechamos que el camping tiene lavadora para poner una con la ropa de todos, otra cosa bien distinta es que por muy seca que salga, a la hora que terminó ya no quedaba sol en los alrededores de nuestra parcela, e iba a ser prácticamente imposible que se secara, así que mañana habrá que tirar de la segunda muda, y poner la de hoy sobre las alforjas para que se vaya secando durante el recorrido, en caso de que hiciera buen tiempo.

Mientras terminaba la lavadora, aprovechamos para tomar unas cervezas y unos frutos secos en el chiringuito del camping, y revisando los kilómetros de hoy veo que hasta La Roche sur Yon, habíamos realizado unos 72 kilómetros, o sea, prácticamente lo previsto, y es raro, porque normalmente hay un extra. La diferencia de kilómetros de hoy, entre lo previsto y que hemos hecho realmente, ha sido porque hemos avanzado un poco de la etapa siguiente para buscar el camping, aunque al estar éste en medio de las dos carreteras paralelas, mañana tendríamos que hacer unos cuantos kilómetros extras para llegar a la otra, la paralela a la D747, con el fin de seguir con el itinerario marcado en nuestra hoja de ruta.

Cuando volvemos a las tiendas para cenar, ya cae el relente, y la ropa que habíamos colgado en las cuerdas tenemos que quitarla y meterla dentro de las tiendas, porque de lo contrario, mañana podemos encontrarla mucho peor de como salió de la lavadora, como ya le ha pasado a alguno de nosotros más de un día. Al menos, dentro de las tiendas puede secarse algo.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 13: Nantes - Nesmy

Poco antes de las diez de la noche nos ponemos a cenar, queda poca luz, y no habíamos terminado todavía cuando uno de los vecinos sale de su tienda y se dirige hacia nosotros para pedirnos por favor que habláramos más bajo, que su mujer e hijo estaban dormidos y que mañana se iban a levantar temprano para ir de pesca, si no recuerdo mal... Tampoco es que estuviéramos formando ningún tipo de escándalo, tan sólo hablando entre nosotros, fuera de las tiendas, mientras cenábamos, pero es que aquí, a las diez o diez y media, ya no hay ningún tipo de movimiento en el camping, todo el mundo está en sus tiendas, durmiendo unos, viendo la tele otros, o como mucho algún rezagado que pueda estar cenando, cosa rara, porque ellos a partir de las 8 de la tarde ya están comiendo.

Esto nos cortó un poco el rollo, así que terminamos de cenar, y cada uno a su tienda, donde yo, como suele ser habitual, aprovecho para escribir unas notas antes de irme al saco.

La etapa de hoy ha sido tranquila, rápida y también bastante insulsa, con muy poco que comentar, una etapa de transición, dónde lo único fuera de lo normal han sido los tres kilómetros peligrosos de carretera de doble carril con bastante tráfico, al menos en la hora en pasamos nosotros por ella. En fin, esperemos que la etapa de mañana sea más entretenida, o al menos, que permanezca el buen tiempo, que siga prevaleciendo el sol, como en el día de hoy.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 14: Nesmy – La Rochelle

ETAPA 14: NESMY – LA ROCHELLE

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 14: Nesmy – La Rochelle

ETAPA 14: NESMY – LA ROCHELLE

Viernes, 12 de Agosto de 2011

Distancia = 90,62 km - Tiempo = 4:59:00 - Media = 18,25 km/h

A las 7 suena la alarma del móvil, y sorpresa, me da la impresión de que está lloviendo. Abro la cremallera de la tienda y se confirman mis sensaciones, el cielo está completamente cubierto y la niebla junto con la fina lluvia que cae, invaden todo el camping que permanece en calma chicha a esa hora, aletargado, como lo estábamos nosotros.

Nos hacemos los remolones durante un rato en las tiendas, no dábamos crédito, después del pedazo de día que tuvimos ayer, incluso la buena tarde de la que disfrutamos, con sol hasta el final, aunque con algo de fresco al caer éste, y ahora de nuevo, y sin esperarla, ¡vuelve la lluvia!.

Hay que seguir con la rutina, aseo, desayuno, desmontar las tiendas en la primera ocasión en la que el agua nos de un respiro y ponernos en marcha, hoy con los chubasqueros y chalecos reflectantes desde el principio.

Comenzamos a pedalear bajo la fina lluvia sobre las 10 de la mañana, de nuevo las 10, continuando la misma carretera que traíamos ayer, dirección oeste, hasta llegar al cruce con la D746 (la paralela a la D747, la peligrosa carretera de doble carril que cogimos ayer), lo que supone hacer unos ocho o nueve kilómetros por carreteras secundarias o locales, con zonas de arboleda, todo frondoso, verde, húmedo (no me extraña si aquí está cada dos por tres lloviendo, incluso en verano), sin apenas tráfico, pedaleando tranquilos aunque incómodos por el agua, pasando primero por Nesmy, que es el pueblo donde estaba el camping, después por Chaillé-sous-les-Oremaux y finalmente llegamos a Saint Florent del Bois, que es la localidad que atraviesa la D746. Nosotros giraremos hacia la derecha, rumbo sur y a partir de aquí ya intentaremos guiarnos por el rutómetro que llevábamos.

En este cruce, que pasa por Saint Florent del Bois, donde era día de mercadillo y había cierta actividad a pesar del agua (supongo que por aquí estarán acostumbrados) hacemos una parada antes de seguir por la D746. Ahora tendremos que ir con más cuidado, hay un poco de tráfico, aunque nada que ver con la carretera de ayer, la de doble carril, y aprovecho para limpiarme las gafas, porque eso de no llevar limpiaparabrisas es un engorro: si me las quito no veo nítido a más de dos metros a la redonda, y se me las dejo no veo nada porque están llenas de agua, en fin, un engorro.

La idea era clara, hacer lo más rápido posible el siguiente tramo hasta Luçon, donde abandonaríamos esta carretera D746 con algo más de tráfico y quizás más insulsa, y empezaríamos a coger de nuevo carreteras secundarias, más tranquilas y apropiadas para el cicloturismo, sin sentir en cada momento la presión y el aliento del maligno en la nuca.

Desde Saint Florent del Bois hasta Luçon son unos 30 km, bajo el agua, que no es que fuera el diluvio ni mucho menos, pero si una especie de sirimiri constante, que hace que tanto la carretera, como los alrededores, estén empapados de agua, al igual que nuestras zapatillas. Los chubasqueros evitan la mojada exterior, pero la interior no nos la quita nadie porque estos no transpiran, y después de 30 km seguidos pedaleando el maillot está empapado.

Poco antes de llegar a Luçon para la lluvia, al menos por el momento, porque el cielo permanece igual de gris y cubierto y la sensación de humedad es mucha.

Entramos en el centro de esta localidad, donde teníamos prevista una primera parada para comer algo, ahora que ya nos habíamos quitado el tramo más complicado e insulso. Paramos en una pequeña plaza, a continuación de unas de sus calles céntricas y peatonales, llena de tiendas. En la misma plaza, a nuestra espalda, se alza la catedral de esta localidad, aunque la entrada la tiene por el otro extremo, y mientras los compañeros están comiendo, aprovecho para dar la vuelta y entrar en ella al ver que la puerta estaba abierta.

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De regreso a donde teníamos las bicis, veo que Gorka está con una napolitana de chocolate, ¡uf!, ¡no lo resisto!, rápidamente me voy yo también a buscar otra, y seguidamente Tomás hizo lo mismo. Hoy no teníamos barritas energéticas, se nos habían acabado, así que la napolitana iba a entrar bien, y si además la hubiéramos acompañado de un café caliente, nos hubiera ayudado de paso a calentarnos el cuerpo, porque con la parada, el cuerpo se enfría, y como la temperatura es fresca, las zapatillas están mojadas, y con la lluvia y humedad que hemos tenido, la verdad es que la mañana está “pa'sopitas calientes y buen vino”. Mientras estamos comiendo en la pequeña plaza, donde también había una placa haciendo mención al paso del Tour de Francia por allí, no me acuerdo en qué año, comienza de nueva la lluvia, así que retrasamos la salida mientras esperamos bajos los árboles, y yo al menos, con el cuerpo cortado, frío, estaba deseando ponerme en marcha de nuevo para ver si así entraba en calor.

Los carteles indicativos que se veían a un lado de la plaza no indicaban a ninguno de los puntos que teníamos marcado en nuestro rutómetro, así que Gorka estuvo preguntado a varias personas pero ninguna de ellas sabía darle explicación, unas porque no sabían y otras porque no eran de allí. Finalmente, detrás de nosotros aparcó una furgoneta, y Gorka se fue a preguntar. Era un gitano, que había venido con la mujer para tema de papeleos y como además se dedicaba a la venta ambulante, decía que conocía bien la zona, y nos propuso un itinerario alternativo, más apropiado para ir con bici, sin tráfico y más bonito, para llegar a Champagné les Marais. El recorrido que nos propuso era el siguiente: Luçon – Chasnais – Triazís – Champagné les Marais y como los pueblos intermedios no aparecían en nuestro rutómetro ni en nuestro mapa a gran escala, le pedimos que nos lo anotara en un papel, así como la distancia aproximada entre ellos.

Gorka decía que tenía un acento algo peculiar, como los gitanos en España, que le costaba trabajo entenderlo. Le hicimos caso a este personaje y salimos de aquella plaza en una de las paradas de la lluvia, por una larga calle, en línea recta, aunque antes paramos a comprar pan.

El recorrido fue agradable, tranquilo, entretenido, sin ningún problema de tráfico, es más, en muchas ocasiones vamos en grupo, ocupando toda la carretera, otras veces vamos de dos en dos, por zonas llanas llenas de canales y con bastantes vacas, incluso el amigo Rafa llegó a decir que aquello le parecía Holanda, ya que el año pasado estuvo por allí haciendo una ruta en bici durante una semana, y es que estamos en la zona de marismas, las conocidas como “Marais Poitevin”, las marismas de Poitou, que han sido drenadas mediante canales, diques y esclusas a lo largo de mil años; cubren unas 90.000 hectáreas entre Niort y el mar. La zona es ahora un parque nacional, dividido en dos partes: al norte y al sur del estuario del Sévre, queda el fértil Marais Désseché (pantano desecado), donde crecen cultivos de cereales, y es la zona que nosotros estamos cruzando; y por otro lado, está la franja del Marais Mouillé (pantano húmedo), río arriba, hacia Niort, y es la parte más impactante (por lo que he escuchado y visto en fotos), donde muchas zonas sólo pueden ser recorridas en barca.

Llegamos a Champagné les Marais, y desde aquí a Puyravault, damos un buen rodeo para evitar seguir por la carretera nacional, con bastante tráfico. El recorrido sigue siendo por zonas totalmente llanas, llenas de canales y campos de cereales, pero en este tramo aparece un temible enemigo, el viento en contra, que durante un buen tramo nos estuvo azotando sin piedad, incluso dando relevos entre nosotros cuatro, el desgaste fue bastante importante.

Acabamos de nuevo desembocando en un cruce con la carretera nacional, giramos a la izquierda y seguimos por un carril bici paralelo a la carretera, que en cuestión de unos cuatro kilómetros nos lleva hasta la entrada de Charron, justo cuando cruzamos la carretera nacional por debajo, para posteriormente incorporarnos a ella y entrar en esta localidad. A esta hora el tráfico es de consideración, aunque como estamos entrando en esta población los coches no van muy rápidos, pero el tramo de 1,5 km que acabados haciendo desde que dejamos el carril bici hasta que nos desviamos, me resultó bastante peligroso, con mucha tensión.

En Charron, giramos a la derecha, en dirección Esnandes, dejando a nuestras espaldas la puñetera carretera nacional, aunque hoy podemos darnos por contentos, porque la hemos ido evitando dando algún que otro rodeo por la zona de los canales, que además es más curiosa y entretenida.

En este tramo estuvimos comentando que en la siguiente localidad, Esnandes, deberíamos hacer la parada para comer, que ya iba siendo hora, así que justo a la entrada, giramos a la izquierda, buscando un sitio propicio

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para descansar y comer. Casi a la salida del pueblo del pueblo, a la derecha, se encuentra una iglesia-fortaleza, y además está rodeada de una zona de césped, un sitio ideal, así que junto a las paredes de un lateral de esta iglesia, sentados al césped, estuvimos comiendo, aunque antes estuve merodeando un rato por los alrededores, haciendo unas fotos y curioseando por dentro de la iglesia, puesto que la puerta estaba abierta.

Mientras comíamos aparecieron por detrás de la iglesia un grupo de personas haciendo turismo, iban con una chavala que hacía de guía, y pararon prácticamente a nuestra altura, así que la situación era algo curiosa, por decirlos de alguna manera. Nosotros allí tirados en el césped, con ropa de ciclista y de picnic, y ellos a nuestro lado atendiendo a la explicaciones de la guía, mirando a la iglesia, y de vez en cuando que se escapa alguna que otra mirada hacia nosotros.

Hoy de postre tenía melocotones, porque en el tramo entre Charron y Esnandes, junto a la carretera vi un melocotonero, así que paré y rellené los tres bolsillos de la parte trasera del maillot, así como el bolso delantero, un par de kilos en total. Son pequeños y están maduros, pero a mi gusta ese sabor agridulce de estos melocotones, más bien verdes, así que como tengo de sobra, me pego un buen homenaje, y aún me quedarán para la cena y para el día siguiente.

Desde que salimos de Luçon y hasta Esnandes, no ha vuelto a llover, pero el día sigue igual de gris y triste, con el cielo totalmente cubierto y temperatura fresca. La carretera, al igual que nuestras zapatillas, se han ido secando por el efecto del aire.

A las cuatro de la tarde nos ponemos en marcha de nuevo, y cuesta arrancar en frío, después del parón y después de la comida, así que deshacemos el camino andado hasta llegar a la carretera que traíamos.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 14: Nesmy – La Rochelle

Hasta el final de etapa, aún quedan unos 15 kilómetros, de los cuales, los últimos 10 fueron por carretera con mucho tráfico, un tramo pestoso del que acabamos bastante asqueados.

Desde que llegamos a la entrada de La Rochelle y hasta que llegamos al centro, junto al famoso y turístico Puerto Viejo, haríamos unos cuatro kilómetros siguiendo los carteles de “Centre Ville”, un recorrido que se nos hizo muy largo, parecía que nunca íbamos a llegar al centro, tardando más de la cuenta en hacerlo debido a las paradas por los semáforos.

Ya en el centro, tenemos allí mismo la oficina de turismo, bastante grande, junto al puerto, y no hacía falta ser un lince para saber por qué es grande, y es que al entrar dentro junto con Gorka, vemos que está abarrotada, con cuatro colas para solicitar información turística de cualquier tipo, así que tuvimos que esperar un buen rato hasta que nos atendieron. Como siempre, solicitamos un plano de la ciudad, y que nos pintaran en él la dirección a seguir para dar con el albergue juvenil, aunque también nos indicaron un par de camping que se encontraban de camino, por si la opción del albergue fallaba por no disponer de plazas libres. También nos dan un mapa con las pistas ciclabes o véloroutes, sobre todo la que nos interesaba a nosotros para mañana.

Salimos de la oficina, los alrededores están llenos de gente, mucho turismo, y es que éste es el mayor centro de vela de la costa atlántica francesa.

Unos metros más adelante, tenemos que girar a la izquierda, para pasar por un puente levadizo, aunque en ese momento tenemos que esperar, al igual que la fila de coches, bicis y motos que había allí, puesto que el puente estaba levantado para dar paso a un barco. Es un puente similar al de Le Havre, donde también tuvimos que esperar a que pasara un barco, en la zona donde nos confundimos de carretera intentando buscar el acceso al puente de Normandía.

De camino al albergue, pasamos por el camping, que está a la izquierda de la carretera. Paramos a preguntar pero estaba al completo, por lo visto una empresa lo tenía casi reservado por completo, así que seguimos adelante con bastantes dudas, ya veremos donde acabamos durmiendo hoy...

Llegamos al albergue, y hay suerte, podemos quedarnos esta noche, aunque tendríamos que dormir en habitaciones separadas, dos en una y otros dos en otra, y las bicis las podíamos entrar por la parte trasera, dejándolas en un patio interior.

Yo me quedo con Gorka, aunque en la habitación hay otros dos chavales más, uno de ellos es francés y habla algo de español, y es un fanático seguidor del fútbol español, no sólo del Madrid o del Barcelona, sino de la liga en general, como pude comprobar al decirle que era del Betis, y empezar a darme noticias que ni yo sabía después de dos semanas fuera de casa. El otro chaval no me acuerdo de que nacionalidad era, creo que era alemán, y estuvo hablando con Gorka en inglés mientras yo estaba en la ducha, creo que hablaron sobre lo que estaba haciendo cada uno y sobre el albergue de Burdeos, en el que él acabada de estar, sobre que era un poco cutre pero que estaba en el centro, o algo así, en fin, ya lo veríamos próximamente.

Como curiosidad, comentar que éste ya debe ser el tercer o cuarto albergue donde coinciden el edificio reservado al albergue juvenil con otro edificio reservado para personas con deficiencias mentales o con síndrome de Down, juntos pero no revueltos. No sé, igual lo hacen como una forma de integración, porque hay zonas compartidas, como recepción, el patio o la sala donde se sirven los desayunos.

Ducha y paseito, aunque antes tenemos que coger el chubasquero y hacer uso del pantalón largo, porque después de haber estado varias horas sin llover, de nuevo aparece un espeso sirimiri, aunque por suerte dura poco y nos deja disfrutar tranquilamente del resto de la tarde-noche, y por tanto, de nuestro paseo turístico.

Nos hacemos las típicas fotos, de fondo las torres que defendían el antiguo puerto. Paseamos por el puerto viejo rodeado de augustos y sobrios edificios, cuyas partes bajas se utilizan en la mayoría de los casos como restaurantes, bares o negocios orientados completamente al turismo.

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Nos sentamos en una terraza de una de las cafeterías para tomar una cerveza acompañada de los típicos frutos secos que solemos llevar. Después damos un paseo por el centro histórico de esta ciudad, con calles llenas de tiendas, pero vacías a esta hora, porque todo el ambiente se concentra en la zona del puerto.

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Terminado nuestro paseo, buscamos un sitio para cenar, porque hoy toca cena especial, es el cumpleaños de Gorka y estamos invitados, le toca tirar la casa por la ventana. Es curioso, pero los tres que empezamos esta ruta, sin conocernos de nada, cumplimos los años en agosto, y los tres lo hacíamos dentro de los días en los que hacíamos la ruta; después llegaría Tomás para romper las estadísticas.

Terminada de la cena, toca el regreso al albergue, y durante todo el trayecto del puerto viejo, nos vamos parando en cada uno de los espectáculos callejeros que nos vamos encontrando: monociclos, equilibristas, música inca, artistas que pintan cuadros con botes de spray, las típicas estatuas humanas, etc, y es que a diferencia del resto de localidades donde nos hemos alojado hasta ahora, en las que a partir de las diez y media de la noche ya son prácticamente ciudades fantasma, aquí hay mucho ambiente nocturno, es una ciudad más mediterránea, más viva.

En definitiva que este paseo, recorrido, cena y ambiente nocturno de La Rochelle, junto con el paso por la zona de marismas, de canales, las Marais Poitevin, de esta mañana, ha sido lo mejor de la etapa, y lo peor, han sido los últimos diez kilómetros previos a La Rochelle, con mucho tráfico, al igual que el kilómetros y medio hasta la entrada en Charron.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 15: La Rochelle - Royan

ETAPA 15: LA ROCHELLE – ROYAN

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 15: La Rochelle - Royan

ETAPA 15: LA ROCHELLE - ROYAN

Sábado, 13 de Agosto de 2011

Distancia = 91,76 km - Tiempo = 5:31:48 - Media = 16,63 km/h

Empezamos el día con buen pie, al abrir la ventana de la habitación vemos que no llueve y que luce el sol, aunque con algunas nubes blancas.

Nos vamos a desayunar Gorka y yo, y allí coincidimos después con Rafa y Tomás, sobre las 8:15 de la mañana, después volvemos a las habitaciones a por el equipaje y derechos al patio, donde habíamos dejado amarradas las burras, para montar el equipaje y empezar la rutina diaria.

La etapa de hoy, según la referencia del rutómetro que habíamos preparado, era de 92 kilómetros, pero utilizando carreteras, y nuestra idea era intentar aprovechar al máximo cualquier oportunidad de coger una vía verde, pista ciclabe o véloroute. Ayer por la tarde, cuando fuimos a la oficina de información y turismo, nos comentaron que hasta Rochefort podíamos ir por véloroute, la cual se iniciaba cerca del albergue juvenil en el que nos alojábamos, e iba bordeando la costa. Por tanto, iríamos por ésta hasta nuestro primer objetivo, Rochefort, y aquí tendríamos que preguntar de nuevo.

Salimos del albergue y no tardamos mucho en dar con la véloroute, pedaleando unas veces por camino de tierra y otras por carriles bici, siempre paralelos a la costa, al mar, que tenemos a nuestra derecha, a tiro de piedra, y con numerosas embarcaciones de vela que ya se han echado a la mar, para disfrutar, al igual que nosotros, de esta bonita mañana, al menos por el momento.

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Los primeros 20 km transcurren así, agradables, tranquilos, junto al mar, y a pesar de que aún es temprano, lo cierto es que hay muchísima gente haciendo deporte, sobre todo footing, así que es me acuerdo en ese momento del amigo Balbuena, un apasionado del atletismo, al que seguro le hubiera gustado estar por aquí corriendo, porque el recorrido es agradable y porque da gusto ver tanta gente haciendo deporte a esta hora de la mañana.

Vamos muy pero que muy tranquilos, diría que excesivamente relajados, quizás nos dejamos llevar por no estar pendiente del tráfico, por el recorrido con el mar a nuestra vera, por la temperatura agradable, y en definitiva, disfrutando de una bonita mañana, pero lo cierto es que vamos en plan “verano azul”, no sé, parece que estamos totalmente aletargados, inmunes al paso del tiempo.

En los siguientes 20 km, el recorrido a seguir se desplaza algo más hacia el interior, sigue paralelo a la costa pero ya no tenemos a ésta como referencia, no la vemos, y el carril bici y los tramos de camino de tierra dejan paso a carreteras locales que unen un auténtico rosario de pueblos. Estas carreteras locales por donde transcurre la veĺoroute apenas tienen tráfico, y hay ocasiones en las que pasan por zonas arboladas y frondosas.

En este segundo tramo, por detrás de nosotros aparecen dos chicas, son de Londres, también vienen haciendo cicloturismo y al igual que nosotros, se dirigen a Rochefort, aunque mientras para ellas podría ser el final de etapa, para nosotros sólo es un punto intermedio, puesto que nuestra meta para hoy la teníamos fijada en Royan, algo que según ellas, suponía hacer muchos kilómetros. También estaban haciendo la Costa Atlántica Francesa, o parte de ella, porque no me acuerdo bien donde empezaron, lo que si recuerdo, como se encargaría después Gorka de traducirnos, es que ellas también quieren llegar a San Sebastián.

Mientras Gorka y Tomás se quedan con ellas, Rafa y yo intentamos salir del aturdimiento, de la relajación, del estado de aletargamiento en el que nos encontramos, empezamos a ser conscientes de que el tiempo va pasando y parece que siempre estamos en el mismo sitio, y aún nos queda muchísimo recorrido por realizar de esta etapa, así que ponemos un ritmo más adecuado, a 20 km/h, por estas carreteras llanas y sin tráfico; se trataba de poner una velocidad algo mayor pero que a la vez nos permitiera ir disfrutando del recorrido y sin realizar demasiado esfuerzo, y con la música del móvil de Rafa como hilo musical de fondo.

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Rafa y yo vamos avanzando y poco a poco vamos perdiendo de vista a los otros dos y a las londinesas, creo que no han captado le indirecta, o sea, o ponemos un poco más de ritmo o nos vemos durmiendo hoy en Rocherfot, al igual que estas chicas. Por cierto, que una de estas chicas preguntó que si la bandera que llevaba era la de Portugal, o lo que es lo mismo, nos estaban confundiendo con portugueses, que no tiene nada de malo, pero es que la bandera del país vecino se parece a la nuestra como un huevo a una castaña, vamos ¡que estaban más pegás que un sello de correo!...

A la salida de uno de los pueblos por los que pasamos, junto a un banco en una especie de descampado, Rafa y yo hacemos la parada matutina habitual para comer un poco: fruta y frutos secos, no había barritas energéticas hasta que no hiciéramos hoy la compra. Un cuarto de hora después llegan Gorka y Tomás, que por fin parece que se han dado cuenta de que había que ir avanzando, y dejaron a las inglesas, que no tardaron en pasar, aunque ahora no pararon, siguieron adelante.

Mientras hacíamos este breve descanso, a unos 12 kilómetros de Rochefort, aparece un grupo de gente mayor montando en bici, son de los alrededores y están haciendo una rutita circular, pero se paran a preguntarnos qué es lo que estábamos haciendo, desde donde veníamos, etc. Uno de ellos va sobre una bicicleta invertida, es decir, esas bicicletas en las que poco más o menos que se va a ras de suelo, tumbado, en horizontal, dice que es bastante cómoda, pero lo será para ir llaneando porque subiendo no creo que sea muy efectiva.

Terminado este pequeño descanso, nos ponemos en marcha de nuevo, y unos kilómetros después, nos encontramos de nuevo a las inglesas, aunque ahora eran ellas las que habían parado, estaban sentadas junto a la carretera, sobre la hierba y untándose de crema, al por mayor, en cantidades industriales, sus blancas pieles; las saludamos de nuevo y ya no las volveríamos a ver más.

A la entrada de Rochefort, siguiendo los indicativos de la véloroute, vemos un “intermarché” a nuestra izquierda, y como hoy era día de compras, nos dirigimos a él y como de costumbre, Rafa y yo entramos a hacer la compra para dos días, mientras Tomás y Gorka se quedaban fuera.

Retomamos el carril bici que traíamos antes del desvío, pero la verdad es que cuesta arrancar la burra con las alforjas repletas, se nota el peso extra.

Entramos hasta el centro de Rochefort, la rival histórica de La Rochelle, aunque con menos glamour, construida enteramente por Colbert en el siglo XVII, llegó a ser el mayor astillero de Francia, con la construcción de 300 navíos al año.

Nos cruzamos con un hombre de unos 50 años que también iba montando en bici y Gorka le pregunta por algún tipo de véloroute o vía verde que nos pueda llevar hasta Royan, pero nos comenta que si seguimos el trazado por véloroute o vía verde, vamos a hacer muchos kilómetros extras, puesto que ésta se dirige desde aquí hacia el este, hacia la costa, y una vez allí es cuando gira hacia el sur (efectivamente, esto es lo que aparecía en el mapa que nos dieron la tarde anterior en La Rochelle, de ahí que lo paráramos para preguntarle), pero nos da una posible alternativa que consiste en seguir dirección sur por la carretea vieja, paralela a la actual, aunque dando un poco más de rodeo; esta carreta está más hacia el interior, hacia el este de la carretera nueva, de doble carril, con mucho tráfico y muy peligrosa, de ahí que quisiéramos evitarla a toda costa.

La alternativa que nos propuso este hombre, es la que teníamos nosotros marcada en nuestro itinerario por carretera, en el rutómetro que habíamos elaborado, y como ya teníamos claro que esta iba a ser la elección, sólo nos faltaba saber como salir de Rochefort, para empezar a coger este itinerario, por la carretera D117, y a partir de ahí ya podríamos orientarnos con las anotaciones de nuestro rutómetro particular.

En el centro de esta ciudad buscamos la oficina de información y turismo, y en esta ocasión entra sólo Gorka a preguntar, aunque para nuestra sorpresa le dicen que no saben nada de ninguna carretera vieja, pero como Gorka les comenta a donde queremos dirigirnos, le dan un mapa de la ciudad, y le dicen como salir de ella, utilizando carril bici, para llegar a la zona que queremos, a partir de la cual podríamos orientarnos.

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La verdad es que esto nos quedó un poco en fuera de juego, no sabíamos si es que los que estaban en la oficina de turismo era gente nueva o no conocía especialmente bien la zona, porque la carretera aparecía en el mapa, y nosotros la teníamos marcada como referencia para nuestra ruta. Lo único positivo es que nos ayudaron a salir de Rochefort por carril bici, aunque tampoco había mucho problema de tráfico y eso que estábamos en el centro; también nos aconsejaron cruzar el río por el antiguo puente-transbordador, en lugar de por el puente actual, de doble carril en los dos sentidos y con mucho tráfico, al fin y al cabo, la carretera de D733, que es la que queremos evitar, pasa por él.

El carril bici nos lleva hasta un parque, lo atravesamos y ya estamos fuera de la ciudad. A partir de aquí unos kilómetros más y ya empezamos a divisar la parte superior del puente, donde están las poleas y el mecanismo que lo hace llevar de una orilla a otra. Cuando tenemos este puente-transbordador frente a nosotros, nos paramos y hacemos fotos.

Va a ser otra pequeña y agradable experiencia. Realmente es como si fuera una barcaza rectangular, unida por unos cables de acero a una estructura superior donde estarán los motores y poleas que hacen que este habitáculo rectangular vaya de orilla a orilla. Es otra forma de cruzar el río, mucho más bonita, pausada y romántica que hacerlo por el puente que se ve al fondo, supongo que hecho de hierro y hormigón, soportando bastante tráfico, pero hasta la construcción de ese puente, éste que vamos a utilizar nosotros ahora, es el que servía para pasar de un sitio a otro. El precio por utilizar este puente es de 1,3 euros por persona.

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Llegamos a la otra orilla, salimos del puente y entramos en otro pequeño pueblo, donde nos desorientamos un poco. Nuestra idea era coger la D117, pero no sabíamos donde, ni tampoco encontrábamos indicadores hacia a alguno de los pueblos de paso que teníamos anotados.

Decidimos seguir rectos, desembocando en una especie de camino o pista asfaltada, paralelo a la carretera principal, la que queríamos evitar. La pregunta era, ¿a dónde nos conduciría esta pista asfaltada o vía de servicio?.

Por fin vemos la luz, llegamos a un pueblo y a partir de aquí nos orientamos. Sólo había dos soluciones, o coger la carretera principal, de doble carril durante unos 20 km, con mucho tráfico, o hacer unos kilómetros extras, dirigiéndonos hacia el oeste, hasta el cruce con la D117, y a partir de ahí, seguirla rumbo sur, que es finalmente por la que nos decidimos.

Hasta llegar a este cruce con la D117 teníamos que pasar por dos pueblos: Champagne y Pont l'abbé d'arnoult, éste último ya lo teníamos anotado en nuestro hoja de ruta. Entre los dos pueblos apenas 3 kilómetros de distancias, pero en el primero por el que pasamos, Champagne, decidimos parar a comer, junto a la iglesia, sobre el césped que la rodeaba, en una especie de pequeño jardín o parque, al solecito.

Comenzamos a sacar las provisiones, y como suele ser habitual, empezamos abriendo boca con un pequeño 'piscolabis', o sea, cerveza, un poco de chorizo, queso, algunos frutos secos, etc., para seguir con el plato fuerte y finalizar con el café y postre, o sea, galletas de chocolate o fruta.

Tumbados al césped, entre sol y sombra, con una temperatura agradable y después de este banquete, lo que menos apetece es volver a montar en bici, la misma situación de todos los días, aunque hoy nos estamos un ratito más.

Toca de nuevo ponerse en marcha, y desde donde estábamos, aún nos quedaban 37 kilómetros para llegar al final de la etapa de hoy.

Llegamos al cruce con la D117, giramos a la derecha y a partir de aquí rumbo sur totalmente, por zonas que al igual que durante todo el día de hoy se caracterizan por un perfil completamente plano, con buena temperatura y con un aliado extra durante la tarde de hoy, ya que el aire comienza a entrar ligeramente de cola, con lo que vamos haciendo los kilómetros prácticamente sin darnos cuenta, muy tranquilos, cicloturismo total, disfrutando de todo este tramo, con las vistas puestas en los campos de girasoles, en definitiva, una tarde y recorrido ideal para la práctica del cilcoturismo, o al menos, hasta que llegamos a Saujón, porque en un rotonda previa a su entrada nos encontramos con dos posibles soluciones: o girar a la derecha y meternos en la carretera principal, aunque ya a esta altura no tiene doble carril y el tráfico es menor, o seguir hacia delante, introduciéndonos en el pueblo y buscar alguna alternativa para llegar a Royan, porque de los sitios que tenía marcado de paso no aparece ningún cartel indicativo.

Llegamos al centro de esta localidad, y en una de sus plazas se encuentra la oficina de información y turismo. Paramos y Gorka es el encargado, una vez más, de preguntar por alguna alternativa para llegar a Royan que no sea la carretera nacional. Nos dicen que sí, que desde la misma plaza sigamos la dirección Royan, calle abajo, y que después tenemos que pasar a la derecha de la SNFC (la estación de tren), y así lo hacemos, pero antes de llegar a la SNFC vemos una placa que indica la dirección a Royán. No estamos seguro que sea esto lo que nos han dicho, porque no habíamos pasado aún por la SNFC, pero probamos suerte, giramos a la derecha y seguimos hacia delante por una larga calle, hasta que al final de ésta nos damos cuenta que ésta nos va a llevar directos a la carretera nacional, así que vuelta hacia atrás, hasta el punto donde hicimos el giro, para ahora seguir rectos.

Poco después vemos la estación de la SNFC, ya a la salida de esta localidad, y un cartel indicando la dirección a Médis, que era nuestro siguiente punto de paso. Ahora sí parece que vamos bien, todo según las indicaciones que nos han dado, pasando por la derecha de esta estación e introduciéndonos en una carretera local, con los alrededores muy frondosos, con mucha arboleda, hasta el punto de no tener ninguna referencia de la carretera nacional, aunque sabemos que está a nuestra derecha, y a poca distancia.

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El trazado de esta estrecha, aunque con buen firme, carretera local, va haciendo una curva hacia la derecha, y después de unos kilómetros vemos ante nuestra decepción, que conduce a una rotonda que da acceso a la carretera nacional.

Paramos en la rotonda, pero no vemos ninguna alternativa, ningún cartel que indique la dirección a algunos de los siguientes puntos de paso: Médis o Les Brandes, y que no sea pedalear por la carretera nacional.

Por mucho que miramos no vemos nada, y la verdad es que ya estamos un poco hartos y cansados de dar vueltas y preguntar, hemos perdido más tiempo en esta zona para buscar una alternativa que no fuera la carretera nacional, que en el trayecto entre Champagne (donde hicimos la parada para comer) y Saujón, así que decidimos que había que seguir hacia delante, aunque fuera por la carretera nacional.

Es curioso, pero hay veces que nos metemos en una carretera nacional sin pestañear y otras veces las vueltas que le damos para intentar evitarla, como estaba ocurriendo en el día de hoy. En el peor de los casos, tendríamos que hacer los cerca de 10 km que suponíamos eran los que nos quedaban para llegar a Royan por esta carretera, pero si en Médis, nos encontrábamos algún desvío para Les Brandes, abandonando la nacional, pues lo cogeríamos.

Por fin nos metemos en la boca del lobo, en la carretera nacional, con mucho tráfico, aunque con buen arcén, lo que nos permite ir con menos tensión, con algo más de seguridad, y al cabo de 3 kilómetros o menos, ya estamos en Médis, pueblo que es atravesado por la carretera, pero en ningún momento, ni mis compañeros ni yo, vimos durante la travesía ningún cartel o indicación hacia Les Brandes, así que había que seguir por la nacional lo que quedaba de etapa.

La sorpresa agradable fue que quedaba menos de lo que esperábamos, puesto que nosotros estábamos haciendo cuentas según el itinerario que llevábamos, que daría más rodeo para poder salvar la nacional, mientras que al ir por ésta, lo estábamos haciendo más directos, aunque eso sí, en este corto tramo hay muchísimo tráfico, llega a ser agobiante, y eso que tenemos nuestra 'parcela', o sea, un buen arcén. Finalmente sólo tuvimos que hacer unos cuatro kilómetros más, y además en descenso, hasta llegar a la altura de un polígono, donde por fin pudimos escapar de las garras del enemigo, del maligno...

Desde esta zona del polígono, vamos callejeando, siguiendo las indicaciones de “Centre Ville”, hasta que por fin llegamos a su zona centro, donde hay mucho movimiento, algo que me sorprende para esta localidad de unos 18.000 habitantes. No tenemos muchos problemas para dar con la oficina de información y turismo, y por suerte está abierta, aunque no creo que tarde mucho en cerrar. Entramos en ella Gorka y yo, y nos sorprende encontrar tanta gente, al igual en por toda la zona centro, porque no es éste un pueblo que sea especialmente bonito, o espectacular, o cargado de historia, etc., pero en lo que no habíamos caído ninguno de nosotros es que tiene playa, y al mirar en la pequeña guía de viajes que habíamos hecho para esta ruta cicloturista, leemos que tiene cinco playas de arena fina, muy cotizadas, a la que por aquí llaman 'conches', y que convierten a esta población en un destino turístico durante los meses de veranos, hasta el punto de estar superpoblada durante esta época, así que en nuestras cabezas aparecen las peores pesadillas.... con tanta masificación ¿podríamos encontrar alojamiento en algún camping?.

Esperamos pacientemente nuestro turno, y cuando nos llega y preguntamos por algún camping cercano para alojarnos, porque albergue no había, nos dicen que no hay nada, que está todo completo, que probemos en el camping de Médis, que es el último pueblo por el que habíamos pasado, pero no estábamos dispuestos a hacer varios kilómetros hacia atrás para volver a tener que deshacerlos mañana otra vez, pero sobre todo y ante todo, por no tener que aguantar de nuevo el maldito tráfico. Le enseño la lista de camping que tengo anotados, hasta cinco, ¡no puede ser que no haya ni siquiera una mísera parcela libre en alguno de ellos para pasar esta noche!. Al menos las personas que están allí son amables, debieron ver nuestras caras de cansancio, de que no dábamos crédito a que estuviera todo absolutamente completo, así que empezaron una ronda de llamadas; en los dos primeros campings a los que llamaron no hubo suerte, pero en el tercero, que no estaba dentro de la lista que yo llevaba, le comentaron que si sólo era para una noche no había problemas.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 15: La Rochelle - Royan

¡Uf, menos mal!, ¡salvados por la campana!, pero por si acaso, y para evitar malos entendidos, la directora del centro nos da una especie de carta de recomendación. De su puño y letra escribe una palabras en una tarjeta que nos entrega en un sobre, como acreditando que somos nosotros a los que se referían en la conversación telefónica que habían mantenido entre ella y el gerente del camping. Lo siguiente era que nos dieran el típico plano de la ciudad y nos indicaran el recorrido a realizar para llegar a él, además, nos comentaron que estaba a unos 300 metros de la playa, muy cerquita...

Carta de acreditación-recomendación de la oficina de turismo de royan para el camping, para que no tengamos problemas...

Aprovechamos también para que nos dijeran dónde teníamos que coger el ferry mañana para llegar a la otra orilla, con qué frecuencia salía, etc.

Algo más relajados, después del apuro por el que habíamos pasado, montamos de nuevo sobre nuestras burras dirección al camping, sin apenas problemas de orientación, aunque estaba a dos o tres kilómetros de la oficina de turismo.

A las 19:15 llegamos al camping y no tuvimos ningún problema para alojarnos al menos esta noche, tampoco necesitábamos otra cosa. Montamos el campamento, ducha, colada, y a dar el paseo de rigor, por la playa, aunque no se cómo miden aquí las distancias, porque de 300 metros nada de nada, más bien cerca del kilómetro, en cualquier caso poca cosa, sobre todo porque después nos dimos un buen paseo, ya cayendo la tarde, con la silueta de la iglesia-faro de Royan, vista desde la playa, recortada sobre el fondo del atardecer.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 15: La Rochelle - Royan

Hay una zona que parece una feria permanente, con chiringuitos, tómbolas, etc. Paramos en una terraza a tomar unas cervezas, con la música de fondo de un grupo que tocaba temas de Pretenders en la terraza de un bar de al lado, y lo hacían muy bien, al menos para mi gusto.

Otro paseo de vuelta al camping, al que llegamos sobre las 22:30, dispuestos para una buena cena. Esta noche utilizamos unas mesas y unas sillas que había por allí, pero al poco nos cortan el rollo, porque apagan la luz del camping, así que tenemos que cenar con los frontales puestos.

A las 12 de la noche nos vamos directos a la tienda, el camping permanece en completo silencio, y yo aprovecho, como de costumbre, para escribir unas notas sobre la etapa de hoy, antes de meterme en el saco.

Y mañana más, con el extra de la motivación del paseo en ferry que tendremos que realizar nada más empezar la jornada.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 16: Royan – Lacanau Océan

ETAPA 16: ROYAN – LACANAU OCÉAN

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 16: Royan – Lacanau Océan

ETAPA 16: ROYAN – LACANAU OCÉAN

Domingo, 14 de Agosto de 2011

Distancia = 88,44 km - Tiempo = 5:05:00 - Media = 15 km/h

Me despierto a las 7 escuchando las gotas de agua caer de forma pausada sobre el techo de la tienda. Me asomo fuera y toda está mojado, el cielo cubierto y el típico sirimiri que nos estamos encontrando durante esta ruta; ¡joder, otro día de agua! ¡con el buen día que hizo ayer!. No es que lloviera fuerte ni mucho menos, es lo de siempre, el sirimiri que parece que no cala pero en cuanto te montas en la bici y llevas un rato te das cuenta que estás empapado hasta los huesos.

Cierro de nuevo la cremallera de la tienda y me acurruco en el saco, hasta que dan las 8 y escucho el despertador del móvil de la tienda de Rafa y Gorka. Creo que todos se han percatado ya de que vamos a tener otra mañana 'chunga', así que todos nos hacemos el remolón en nuestras tiendas, esperando a que cese un poco y podamos recoger. No apetece nada empezar a pedalear a primera hora de la mañana con agua.

Cuando vemos que flojea la lluvia, levantamos y recogemos el campamento, intentado secar como podemos las tiendas para que no huelan después a humedad. Recogido todo y montadas las burras, nos vamos a una zona frente a recepción que está cubierta, con sillas y mesas, lo ideal hoy para poder desayunar tranquilamente sin estar preocupados por el agua.

Finalmente salimos del camping prácticamente a la misma hora que todos los días, sobre las 10 de la mañana, aprovechando que en ese momento no llovía.

Al igual que ayer por la tarde cuando estuvimos dando el paseo, vamos buscando la playa para coger el paseo que hay en ella, con carril bici, y seguir por éste hasta al lugar donde teníamos que coger el ferry, siguiendo el recorrido que la tarde anterior nos dibujaron en el mapa en la oficina de turismo. En total, unos cuatro kilómetros desde el camping hasta llegar al ferry, todo por carril bici, e incluso ya dentro del ferry, todo está señalizado para bicis, igualito que es España....

El coste de coger el ferry para cruzar el río Gironde y llegar a la otra orilla, en un trayecto de unos 20 minutos, fue de 4,30 euros por cada uno de nosotros.

Ya en el ferry, amarro a Bucéfalo para que con el movimiento no se caiga, y después subo al piso de arriba, donde están los compañeros. Nos sentamos en la parte de fuera para contemplar los alrededores durante el viaje, porque de momento seguía sin llover, aunque hacía fresco, humedad y el cielo está completamente cubierto y oscuro, así que no me quité el chubasquero para guardar más el calor y por lo que pudiera pasar... La parte baja del ferry estaba al completo de coches, furgonetas y autocaravanas.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 16: Royan – Lacanau Océan

Esperamos unos minutos y el ferry se pone en marcha. Por el camino nos encontramos con el otro ferry que viene haciendo el recorrido a la inversa.

A las 11 o poco más, llegamos a nuestro destino, a la otra orilla del río, en las cercanías de Le Verdon. Desembarcamos y rápidamente montamos sobre nuestras burras, observando una fila interminable de coches que esperan para poder entrar en el ferry, aunque a algunos le tocará esperar, porque es imposible que quepan todos... y como piensen en ir a la otra orilla, a Royan, para tomar el sol en las playas, ¡mal día van a tener!.

A penas llevamos 500 metros pedaleando, cuando vemos las indicaciones para coger la véloroute, así que giramos a la derecha y enseguida aparece la véloroute o vía verde, paralela a la vía del tren, aunque hay un cartel informativo que advierte, o mejor dicho, “prohibe el paso el Domingo día 14, entre las 10 y las 12 de la mañana”... ¡vaya puñetera casualidad, porque hoy es domingo y para colmo estamos en esa franja horaria!. No pone nada más en el cartel, desconocemos los motivos, y dudamos entre hacernos los locos, esperar una hora o seguir por carretera.

En esas disquisiciones andábamos cuando vemos que hacia nosotros vienen un grupo de cicloturistas, realizando los últimos metros del recorrido de este tramo de véloroute, así que si ellos vienen haciendo este trayecto, nosotros también podemos, y en el caso de que nos pararan, siempre podemos hacernos los despistados, los guiris de turno, con escusas de que no nos hemos dado cuenta, o que no sabemos francés... bueno, esto último es verdad, exceptuando a Gorka.

Desde que salimos del ferry nos hemos sumergido dentro de un bosque de pinos, y el recorrido de la véloroute transcurre precisamente por este bosque, por un carril de metro o metro y medio de ancho, asfaltado, y paralelo a la vía del tren, porque ésta aún se utiliza, aunque sea sólo para trenes turísticos.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 16: Royan – Lacanau Océan

El tramo desde que cogemos esta véloroute, hasta llegar a la primera localidad, Soulac sur mer, es muy bonito, ideal para el cicloturismo, para ir con toda la familia, así que no me extraña que nos crucemos con mucha gente en bici, y eso que la mañana no está agradable precisamente.

Nos tomamos con bastante calma este tramo, disfrutando del recorrido, por un bosque frondoso, casi 'virgen', e incluso llegamos a toparnos con un tren turístico que va en sentido contrario al nuestro, y suponemos que quizás fuera éste el motivo por el que en esta franja horaria estaba prohibido el paso, ya que hay que cruzar en varias ocasiones la vía del tren, y aunque no conlleva peligro en principio, puede haber siempre algún despistado o algún crío rezagado, ya que no hay zonas de paso a nivel.

Al llegar a la altura de Soulac sur mer, nos salimos del trazado de la véloroute con el fin de adentrarnos en el pueblo y comprar el pan. La calle principal estaba completamente abarrotada, un enrome trasiego de gente, incluso tuvimos que ponernos en una cola que salía fuera de la tienda, para poder comprar el pan.

Una vez hecha la compra, nos ponemos de nuevo en marcha, buscando la playa para poder retomar de nuevo el recorrido de la véloroute, pero comienza a llover, al principio débilmente, pero después más fuerte, así que de nuevo nos adentramos en las calles de este pueblo y buscamos un sitio para refugiarnos de la lluvia.

De pie, bajo una especie de soportales, esperamos pacientemente a que cesara la lluvia, con la esperanza que sólo fuera una nube, una ráfaga, pero no fue así. El tiempo pasaba y seguía lloviendo, así que decidimos tomárnoslo lo mejor posible, nos fuimos a la terraza cubierta de una cafetería y estuvimos tomando un café, sin prisas, porque el agua no paraba.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 16: Royan – Lacanau Océan

Soulac sur mer, una parada para comprar pan...

Sobre la una del mediodía nos ponemos de nuevo en marcha. Seguía lloviendo, aunque de forma más débil, pero ya estábamos cansados de esperar. Más de media mañana sin avanzar, entre el recorrido en el ferry y la espera para ver si cesaba o amainaba la lluvia, así que las horas que eran y apenas habíamos hecho 15 o 20 kilómetros, así que hoy teníamos mucho retraso acumulado.

Retomamos de nuevo el trazado de la véloroute, pero cuando creíamos que el la lluvia ya estaba remitiendo, de nuevo reaparece con más fuerza, más intensamente, al tiempo que se levanta una especie de nieblina, o quizás sea la propia cortina que forma el agua, que impide ver nítidamente. Juramos y perjuramos en hebreo, arameo y en to'lo que se menea... ¡vaya mierda de tiempo, y en España con 40 grados!...

Por suerte no dura mucho esta situación, y cuatro o cinco kilómetros más tarde, por fin parece que cesa el agua, aunque el cielo sigue igual de cubierto y negro que esta mañana y así seguirá durante el resto del día.

Seguimos por carril bici, entre pinares y más pinares, pero ahora hemos dejado el trazado de la vía del tren y vamos paralelos a una carretera local, en bastante mal estado, y creo que debe ser de las pocas veces en que los pocos coches que pasan por aquí, sienten envidia del carril por el que vamos pedaleando, en mucho mejor estado que el firme completamente bacheado y descarnado de este tramo de carretera.

Llegamos pronto a Montalivent, y como he comentado, por carril bici en muy buen estado y completamente llano como la palma de la mano, con enormes rectas, kilométricas.

Al llegar a esta localidad, el trazado nos conduce hasta la playa, en cuyas cercanías hay montado un circo, y en los alrededores de éste, en una especie de recinto junto a él, vemos algunos animales fuera de sus jaulas, y aprovechamos para hacer alguna foto.

Hasta ahora, al venir pedaleando siempre entre pinares, no nos habíamos percatado de que soplaba un poco de viento en contra, pero en la zona de playa y en algún que otro claro del bosque de pinos, donde estamos desprotegidos, es cuando se hace notar, siendo el causante de reducir nuestra velocidad de crucero.

Dejamos Montalivent, y de nuevo acabamos inmersos en otro bosque de pinos, y otra vez vuelven las rectas infinitas con un perfil completamente plano, por el que avanzamos con bastante facilidad, al tiempo en que nos encontramos con mucha gente en bici, unos con alforjas y otros sin ellas.

A las tres de la tarde, cuando vemos un merendero cubierto, una especie de kiosco de madera como los que ponen en el centro de algunas plazas, justo cuando comienza otra recta de la que no vemos su fin, es cuando decidimos parar a comer, después de dos horas seguidas pedaleando en las que hemos avanzado bastante, después del retraso que llevábamos acumulado, debido al buen estado del carril bici y a que el recorrido es completamente llano.

Mientras comemos en este merendero, a cubierto de cualquier amenaza de lluvia, seguimos viendo pasar

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 16: Royan – Lacanau Océan

gente y más gente por esta véloroute, en ambos sentidos, un trasiego de cicloturistas, parece mucho más transitada que la del Valle del Loira. Uno de estos cicloturistas abandona el grupo en el que va y se dirige a nosotros al ver la bandera española; es francés, pero habla un poco español y se le ve que tiene ganas de practicar, y así nos comenta que el estuvo haciendo el Camino de Santiago hace unos años, y al vernos comer nos dice que en aquel viaje le resultó todo muy barato, que por nueve euros podía comer de menú, con primer y segundo plato, postre y café, o sea, ¡por lo mismo que te cuesta aquí prácticamente una cerveza de medio litro en un bar!.

Nos ponemos de nuevo en marcha, y otra vez por rectas infinitas y completamente llanas, por las que se avanza con facilidad, pero con el paso del tiempo y los kilómetros, estas llanas y largas rectas se van haciendo monótonas, muy monótonas diría yo, rozando el aburrimiento, sin más paisaje que contemplar que el de pinos y más pinos. Si miras a la derecha: pinos; si miras a la izquierda: pinos, y si miras de frente, más pinos y la larga recta de carril bici paralela ahora a una carretea en buen estado. Tenemos la costa y el mar prácticamente a tiro de piedra, pero no podemos ver ningún tipo de paisaje que no sea este bosque de pinos.

A falta de 17 km para llegar a Carcans Plage, según los carteles indicativos de la véloroute que nos vamos encontrando, el carril bici desaparece y seguimos el recorrido que nos indican las señalizaciones, por una carretera secundaria con buen firme y sin apenas tráfico, por la que se rueda muy bien, aunque con algo de viento en contra, pero a pesar de esto, avanzamos a muy buen ritmo, así que a este paso vamos a recuperar el tiempo que hoy habíamos perdido.

Rodamos durante varios kilómetros por esta carretera, hasta que de nuevo cogemos otro carril bici que nos lleva a un camping rodeado de pinares... ¡qué raro!, junto a la playa, aunque ésta no se ve desde allí. Aquí, a un lado del carril bici, hacemos una parada breve para descansar un poco, beber y observar el enorme trasiego de gente en bici circulando por esta véloroute, es un no parar, con gente de todas las edades, incluso familias enteras con los hijos pequeños... pero también vemos gente que viene de la playa con sus tablas de surf bajo el brazo, camino del camping.

Nos ponemos en marcha de nuevo, y al poco vemos Carcans Plage y unos chiringuitos pegados a la playa. Si lo hubiéramos sabido nos hubiéramos parado aquí para tomar unas cervezas, porque estábamos secos, pero habíamos parado hacía unos minutos y no era cuestión de parar otra vez.

Seguimos pedaleando por este carril bici de la véloroute, y de pronto, sin esperarlo, el carril amplio y de buen firme, se transforma en un estrello sendero de hormigón, de apenas un metro por el que cabe sólo una bici, muy bacheado, con algunos escalones y comido por los lados, rodeado de arena por los laterales, y como siempre en medio de un bosque de pinos.

Tenemos que ir en fila india y sin apartar la vista del sendero de hormigón, para intentar amortiguar lo mejor posible los baches, ya que si cogemos uno de ellos de lleno, y con el peso que lleva la rueda trasera, podemos tener algún que otro problema.

Como he dicho, no hay hueco para dos bicis, así que cada vez que viene alguien de frente, o bien se bajan

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 16: Royan – Lacanau Océan

de la bicicletas ellos y se apartan del camino para dejar paso, o bien nos toca a nosotros hacer lo mismo, aunque la mayoría de las veces, como la gente con la que nos cruzamos van en bici para hacer trayectos cortos, para desplazarse de playa en playa o de camping en camping, y van ligeros de equipaje, son ellos los que se aparta, con gran educación, dejándonos paso a nosotros que vamos cargados con nuestras alforjas y vamos realizando un viaje más largo, y nos cuesta más eso de parar, salirnos a la arena, fuera del carril de hormigón, y volver a arrancar de nuevo.

Son cinco kilómetros por este carril estrecho de hormigón en donde no podemos levantar la vista del suelo, pedaleando incómodos por los baches y el firme irregular, y con bastante tensión acumulada. Finalizado este tramo, sólo nos queda un kilómetro aproximadamente por carretera local hasta llegar al primer camping, de cuatro estrellas, ya en Lacanau-Océan y con mucho movimiento por los alrededores y dentro del camping.

No necesitábamos un camping de tanta categoría (supermercado interior, cajero, puesto de información, guardias de seguridad en la puerta, etc...), pero no teníamos ganas de seguir buscando o haciendo algunos kilómetros extras para encontrar otro, nos daba igual, aunque tuviéramos que pagar más.

Las ganas y los deseos que uno quiere son una cosa y la triste realidad es otra, y así resultó que el camping estaba al completo, ¡hasta la bandera!, así que nuestro gozo en un pozo. Había una competición de surf y por eso había tanto movimiento, además del habitual por estar en plena playa, y lo peor de todo es que los camping de los alrededores podrían estar también igual.

Saco la lista de camping que tenía anotados para el día de hoy, que eran muchos, al ser ésta una zona de playa, y nos recomiendan que probemos suerte en los camping que hay junto al lago, en dirección oeste, dejando un la playa a nuestra espalda y en la dirección a seguir para mañana, hacia Burdeos, así que había que mirar el lado positivo, o sea, los kilómetros que acabáramos haciendo ahora, nos los quitaríamos para mañana.

Nos ponemos en marcha, dirección a la localidad de Lacanau, junto al lago, en una zona donde estaban tres del total de campings que tenía anotados y recorridos cuatro o cinco kilómetros, llegamos a un primer camping, a la izquierda de la véloroute, que desde aquí ya señala la dirección a Burdeos.

De nuevo sorpresa, un cartel en recepción indica que está todo ocupado. ¡No damos crédito!. El camping estaba en medio de un enorme pinar, y con lo grande que era aquello ¿no iban a tener un cachito de hueco para meternos a nosotros y sólo para una noche?. Gorka y Rafa desmontan de sus burras y se van a recepción y finalmente nos acogen ¡uf, menos mal, porque ya se iba haciendo tarde!. De nuevo nos comentan que está todo ocupado por el tema de la competición de surf.

Montamos las tiendas mientras tomamos unas cervezas y unos frutos secos que compramos en el supermercado del camping de Lacanau-Océan, donde no pudimos quedarnos por estar todo ocupado, prácticamente al igual que en éste, aunque una vez dentro del camping, no tenemos sensación de que esté todo a tope, ni mucho menos...

Lo siguiente es la rutina de todos los días, ducha, colada, y en mi caso, hoy también tocaba lavar la bici y engrasarla. No hubo tiempo para más, la noche se nos echó encima, y es que esta mañana apenas hemos pedaleado, entre el trayecto en barco y la espera por la lluvia cuando nos hemos puesto a pedalear en serio eran ya la una del mediodía, así que hemos llegado tarde a muestro destino.

Encienden las luces del camping y cenamos bajo la luz de una farola que está al lado de donde tenemos montadas las tiendas, pero no todo es perfecto, y así, cuando estamos prácticamente terminando de cenar, tomando el típico café con algún dulce, comienzan a caer unas gotas de agua; rápidamente tuvimos que recoger todo y meternos en las tiendas.

En una tregua que da el agua, aprovecho para lavarme los dientes, pero al poco otra vez comienza a caer la lluvia, muy débil, pero otra vez agua, como si no hubiéramos tenido ya bastante esta mañana... en fin, ya veríamos mañana cuando salgamos de la tienda qué es lo que nos depara el día.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 17: Lacanau Océan - Burdeos

ETAPA 17: LACANAU OCÉAN – BURDEOS

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 17: Lacanau Océan - Burdeos

ETAPA 17: LACANAU OCÉAN - BURDEOS

Lunes, 15 de Agosto de 2011

Distancia = 63,91 km - Tiempo = 3:31:13 - Media = 18,17 km/h

Durante prácticamente toda la noche se mantuvo la “lluvia intermitente”, a ratos cesaba, a ratos volvía a aparecer, aunque antes de que amaneciera creo que cesó, o eso, o es que yo me quedé dormido y no escuché nada más.

Cuando salimos de la tienda, todo esta mojado y el agua de los hojas y ramas de los árboles sigue cayendo, goteando. Hay mucha humedad y el cielo esta completamente cubierto, aunque en ese momento no llovía, pero estábamos ante ¡otro día igual!, igual de triste, igual de gris, igual de fresco y húmedo y otro día con muchas papeletas para que nos vuelva a llover por el camino, a juzgar por como estaba el cielo, aunque hoy no nos coge de sorpresa, después de lo que ocurrió anoche a última hora.

Sobre las ocho, a la hora de ponernos en pie todos los días, salimos de las tiendas para el aseo matutino y para desmontar las tiendas previo secado de éstas con trapos, antes de ponernos a desayunar, no vaya a ser que vuelva a caer el sirimiri.

Aprovechamos que no llueve para ponernos con el desayuno, para pasar después a montar las burras e irnos a recepción, en la entrada del camping, para pagar nuestra estancia de esta noche, y hubo sorpresa, porque la “multa” fue más cara de lo esperado, sobre todo porque no hemos visto grandes servicios dentro del camping, y la limpieza de lo servicios no estaba muy cuidada para el precio que nos cobraron, aunque claro, con el tema de la competición de surf todo estaba casi al completo, así que después de todo, todavía podíamos dar gracias porque nos dejaran dormir aquí.

El tío del camping cuando nos entregó nuestros DNI nos gastó una broma, o mas bien hizo un comentario “de aquella manera”, y sobre todo al ver la bandera de España que llevaba en el mástil de mi bici: ¡coño, que hacen dos vacos con dos españoles!... y como allí en la oficina de recepción tenía una ikurriña del mismo tamaño que mi bandera, se la regaló a Gorka, aunque más que regalar yo creo que la incluyó en el precio.

A las 10:10 salimos del camping, y a sus puertas está el carril bici, el mismo que traíamos ayer, y al lado una indicación de que ese es el carril bici que va hacia Burdeos, así que hoy no habría que perder tiempo en callejear para salir de una ciudad o pueblo y buscar la dirección correcta, porque teníamos la véloroute junto a las mismas puertas del camping.

En los primeros kilómetros el carril nos saca a las afueras de Lacanau y hasta aquí sin lluvia, o mejor dicho, sin sirimiri, pero el día seguía igual de gris, triste, húmedo y fresco; cuando parabas, se notaba la humedad y rápidamente se quedaba uno frío, y el día me resultaba un tanto desapacible, de invierno, apetecía estar en casita, sentado en una mesa camilla, leyendo un buen libro mientras se ve y escucha caer el agua sobre los cristales de una ventana, y no aquí, pedaleando bajo la lluvia, algo que en mi casa parecerá inconcebible, porque allí, en aquellas tierras, están atravesando una ola de calor.

Seguimos hacia delante, ahora el carril bici atraviesa grandes llanos a través de rectas infinitas. Uno pone la vista al fondo, y allí, en un punto lejano, convergen los márgenes del carril bici, las líneas de árboles paralelas a dicho carril y el cielo gris de hoy se junta con el verde frondoso de estos llanazos, y por más que uno le da a los pedales, siempre parece que está en el mismo sitio, que no avanza... por suerte o desgracia, la lluvia es la única variante de esta ecuación, la encargada de romper la monotonía de a lo que siempre me ha gustado llamar: “la tiranía de la línea recta”.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 17: Lacanau Océan - Burdeos

Cuando se inicia la sucesión de largas rectas, comienza de nuevo el agua, vuelve el sirimiri, y una ligera niebla inunda todo. Gorka y Rafa paran a poner los cubre-alforjas, y todos aprovechan para ponerse los chubasqueros, aunque yo prefiero esperar un poco, porque el chubasquero no transpira y al final acaba uno empapado por dentro más que por fuera, así que mientras sólo sea este ligero y suave sirimiri, podré aguantarlo, aunque el maillot acabará mojado.

Después de pedalear durante 25 km por estas largas rectas, por terrero totalmente llano, y por paisaje poco variante, aunque muy verde y frondoso, y no hace falta ser un lince para saber por qué, caigo en un estado de abatimiento, desmotivado, tristón, me encuentro como el día... y es que estas zonas de carril bici de rectas interminables, todo llano, me resultan similares a las vías verdes, al principio muy bien, muy cómodas, fácil pedalear por ellas, se avanza rápidamente y sin tener que aguar el tráfico, pero con el paso de los kilómetros y del tiempo acabo un poco aburrido, necesitaba algo más que me sacaría la monotonía, del estado de aletargamiento en que estaba cayendo. Por suerte comenzamos a pedalear por parejas, Rafa y Tomás por delante, y Gorka que se pone a mi lado; mantuvimos una charla animada, lo que hizo que los siguientes kilómetros me resultaran más amenos, más llevaderos.

Llevaríamos unos 35 km desde que salimos del camping, cuando el carril bici deja a la izquierda un pequeño pueblo, pero nosotros decidimos hacer una parada, dejamos el carril bici y nos dirigimos hacia los soportales del colegio de esta pequeña localidad, porque el sirimiri aparecía y desaparecía, así que por si acaso nos ponemos a cubierto, mientras comemos algo: fruta y barritas energéticas.

El día seguía igual, es más, mientras estábamos haciendo esta parada, de nuevo comenzó el sirimiri, aunque ahora más fuerte, así que no me quedó más remedio que ponerme el chubasquero, antes de comenzar a pedalear otra vez.

Al poco de retomar el carril bici, ya no es sirimiri lo que cae, ya es agua en toda regla, y en algunos momentos arrecia con fuerza. Confiaba en que este estado no durara mucho, pero como suelo decir, una cosa son los deseos y otra la realidad, y no nos quedó más remedio que pedalear pasados por agua durante un buen rato.

Hoy era día de compras, no teníamos provisiones, tan sólo teníamos para desayunar y algunos frutos secos y barritas energéticas, así que cuando vimos un desvío a la izquierda donde había señalizaciones hacia diferentes supermercados, dentro de una especie de polígono, lo cogimos, aunque pronto saltan las alarmas, apenas había movimiento de personas o coches, los aparcamientos estaban vacíos, y eso que había varios supermercados; la

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 17: Lacanau Océan - Burdeos

razón de todo esto la encontramos cuando nos acercamos a uno de ellos y ver el cartel: “Cerrado por festividad”, y es que al igual que en España, hoy 15 de Agosto, también es fiesta en Francia. Lo único que abría hoy era el “Intermarché”, y sólo lo hacía hasta las 12:30 y como llegamos algo más tarde resultó que nos quedamos sin compra, así que hoy habría que comer de bares o restaurantes, ¡mala suerte!, pero también ha sido fallo nuestro, porque esto deberíamos haberlo previsto ayer.

Desde aquí, apenas restan unos 15 km para llegar a Burdeos, pero a falta de cinco kilómetros para llegar al centro de esta ciudad, y un poco antes de empezar a adentrarnos en sus calles, el día se pone muy, pero que muy chungo. El cielo completamente cubierto, como durante todo el día, parecía que iba a 'rajarse' de un momento a otro, preveíamos una tromba de agua en cualquier momento, así que cuando comienzan a caer las primeras gotas de agua, decidimos ponernos a cubierto en el primer sitio que encontráramos.

Llegamos a una rotonda, y en el otro lado de la carretera vemos un edificio cuya planta baja es usada como parking, así que rápidamente nos dirigimos hacia allí, bordeamos por detrás el edificio y accedemos a esta planta baja del edificio, refugiándonos del agua.

Estuvimos 30 o 40 minutos allí, aprovechando para comer unos frutos secos, que es lo único que teníamos, mientras veíamos como caía el agua, con fuertes ráfagas, como las típicas descargas de tormentas, ¡uf! ¡menos mal que esta vez nos hemos librado de este chapuzón!, aunque por otro lado, con este parón y con las ropas húmedas, nos hemos quedado con el cuerpo frío.

Por fin para la lluvia, ¡vaya día!, la etapa de hoy era muy cortita y está resultando interminable. Nos ponemos en marcha de nuevo, con la carretera con zonas que parecían auténticas bañeras, y aunque nosotros íbamos por el carril bici, éste pasaba junto a la carretera, así que cuando pasaban los coches había que extremar las precauciones para no recibir una ducha extra.

Después de un rato pedaleando siguiendo los carteles de “Centre Ville”, llegamos al núcleo neurálgico de la ciudad, a la plaza donde se encuentra el Gran Teatro. Buscamos la oficina de información y turismo, también en esta plaza, y allí tuvimos que aguardar cola porque había gente, así que me quedo fuera vigilando las bicis. El cielo se estaba despejando y el sol empezaba a hacer acto de presencia, así que no me importaba estar fuera al sol, que ya habíamos tenido hoy nuestra ración de agua.

Gorka sale con el plano de Burdeos en la mano, y con información sobre el albergue y hoteles. Miramos en el mapa por donde caía el albergue, y como quedaba a un tirón de donde estábamos, lo mejor era llamar para cerciorarnos que tenían habitaciones libres, y resultó que todo estaba completo; después llamamos a un hotel, de los más baratos de entre la lista que nos habían dado y de los que estaban relativamente cerca del centro, y también estaba lleno; finalmente damos con un hotel donde podíamos quedarnos, y después de ver en el mapa por dónde quedaba, nos ponemos en marcha para buscarlo, pero antes de salir de esta plaza, vimos otro hotel allí al lado, en una de las calles que desembocan en esta plaza, a escasos 50 metros, y frente a un lateral del Gran Teatro, ¡umm, demasiado céntrico para que sea económico!, es lo primero que se le pasa a uno por la cabeza. Era el “Hotel Ópera” de tres estrellas. Llamamos al telefonillo, y la recepción resultó estar en uno de los bares-restaurantes que estaban a la vuelta, en la misma plaza, así que Gorka junto con Rafa dan la vuelta mientras Tomás y yo nos quedamos allí controlando las bicis.

Estuvimos esperando un buen rato, mientras veíamos gente entrar y salir, así que con el tráfico de personal que se apreciaba mucho nos temíamos que o bien estuviera todo ocupado o bien no fuera nada de barato al estar tan céntrico.

Cuando regresan Gorja y Rafa lo hacen con una sonrisa en la cara, parece que hemos tenido suerte, dos habitaciones y a un precio bastante bueno, sobre todo comparado con los que nos han cobrado esta mañana por el camping. Para las bicicletas, tendríamos de nuevo que dar la vuelta, pasar por recepción, subir por las escaleras un piso, y en una especie de patio interior, techado, dejarlas; no hacia falta allí amarrarlas, pero nunca está demás, así que hasta nuestras burras dormirían hoy a cubierto, después de tantos días sufriendo el relente y la humedad de las noches, y del día de agua que también han tenido hoy.

Otra vez la vuelta para acceder por el otro lado a las habitaciones del hotel, que estaban en la última planta, aunque podíamos utilizar el ascensor, pero éste era pequeño y tuvimos que dar varios viajes para poder subir todo.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 17: Lacanau Océan - Burdeos

A las 16:30 estábamos ya dentro de las habitaciones y preparados para la ducha sin más preámbulos, para bajar cuanto antes y comer algo, ya que desde que desayunamos esta mañana, sólo hemos comido una pieza de fruta, una barrita energética y frutos secos mientras esperábamos a las afueras de Burdeos a que la tromba de agua amainara.

A la hora que bajamos no íbamos a encontrar ya nada con cocina abierta, así que a la entrada de una de las calles peatonales que arrancan desde la misma plaza, justo de esquina, hay un pequeño local donde venden bocadillos, y una pequeña terraza con apenas tres o cuatro mesas pequeñas, vacías a esta hora, así que tocaba bocadillo, cerveza y helado, sentados tranquilamente, en una tarde que empezaba a tornarse agradable, y con las vistas de la plaza y el Gran Teatro frente a nosotros. Vemos pasar el tranvía a nuestro lado, porque atraviesa también la plaza, y éste tiene la curiosidad de que no lleva catenarias al aire, sino que coge la electricidad directamente de la vía, y no estoy seguro, pero quizás sea éste el único de Europa con este sistema, según nos comenta Gorka, que para eso el experto, y lo cierto es que al margen del coste de mantenimiento que puede llevar, o de la infraestructura para montarlo o de cómo funcione realmente, la verdad es que un centro histórico, lleno de edificios clásicos, gana mucho sin ver esa telaraña de cables desplegados al aire.

Toca ahora un buen paseo disfrutando de esta ciudad, por sus calles peatonales repletas de edificios clásicos, por la plaza donde se levanta la Catedral de St. André y la Torre Pey-Berland, la cual es el campanario de la catedral, aunque fue construido aislado (está un poco separado de la catedral), para que las vibraciones de las campanas no dañaran el edificio principal; esta torre fue edificada a mediados del siglo XV, con un estilo gótico flamígero por el obispo de Burdeos del que toma su nombre.

Seguimos paseando, pasando por algunos de los museos de la ciudad y llegando hasta la plaza donde se levanta la Puerta de Aquitania, una especie de arco del triunfo levantado en el centro de ésta, con un obelisco de mármol junto a ella, una obra posterior, más reciente, inaugurada en junio de 2005, realizada por el escultor checo Ivan Theimer, de 16 metros de altura, con un pedestal sin estatua ni decoración en su cima, y con unas tortugas de bronce en su base. Aquí en esta plaza, hacemos una nueva parada en una de sus terrazas para tomar una cerveza.

Seguimos con la visita, pasando por las típicas puertas que otrora sirvieran para dar acceso a la ciudad, como la Puerta Cailhau (construida a finales del siglo XV, de estilo gótico y que se utilizaba para vigilar el río Garona, marcando la entrada a Burdeos; hoy en día, es la puerta entre los bancos de San Pedro y la calle Sainte Catherine) y pasando por otro arco del triunfo o también llamado puerta de Bourgogne, que nos dará acceso al río Garone y al Pont Pierre (puente de piedra). Esta puerta era la entrada a la antigua ciudad, empezándose a construir en 1751 y como curiosidad comentar que la criticaron mucho en su día porque no tenía nada de decoraciones y esculturas, en una época donde había que enseñar la potencia de la ciudad con la belleza de sus fachadas y detalles urbanísticos

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 17: Lacanau Océan - Burdeos

Por otro lado, desde el Pont Pierre (puente de piedra) sobre el rio Garona, quedando a éste a nuestras espaldas, se pueden contemplar de una de las mejores panorámicas de la ciudad, con toda una larga avenida con fachadas de edificios de bella factura arquitectónicas, con el río frente a ellos, es que el puerto de la luna es patrimonio mundial de la UNESCO.

El “puente de piedra” fue construido por Napoleón alrededor de 1830 y vincula la ribera izquierda de Burdeos con el barrio de Bastide; durante la construcción, tuvieron muchos problemas por culpa de la fuerte corriente del río en este lugar, algo que solventaron gracias a una campana de buceo, con la que se pudo realizar y estabilizar los pilares, y el dato curioso en este caso, es que tiene 17 arcos, que son exactamente el número de letras que hay en Napoleón Bonaparte.

Continuamos nuestra visita, con el río a nuestra derecha y la larga avenida con los edificios clásicos antes comentados a la izquierda, pasando por numerosas terrazas, de bares y restaurantes, parándonos de vez en cuando para echar un vistazo e ir seleccionando posibles sitios para cenar, y así llegamos a uno de los puntos más conocidos de esta ciudad, la Place de la Bourse (plaza de la bolsa), elegante y armoniosa plaza flanqueada por dos majestuosos edificios del siglo XVIII: el palacio del Bourse y el Hôtel des Douanes, y diseñada alrededor de un semicírculo por el arquitecto del rey, Jacques Ange Gabriel, entre 1730 y 1775. Esta fue la primera expansión fuera de las murallas medievales de la ciudad.

Giramos ahora hacia el interior de la ciudad, buscando de nuevo el centro y la plaza donde se encuentra el Gran Teatro, ya cayendo la tarde y con las luces de la calle que comienzan a encenderse.

En una de estas calles encontramos un sitio para cenar, céntrico y a buen precio, así que como ya iba siendo la hora y teníamos ganas de recogernos pronto y descansar, entramos sin más miramientos.

En el restaurante, junto a nuestra mesa, se encuentra un matrimonio con su hija, también españoles, y nos ayudan a la hora de decidirnos por una de las opciones del menú.

Yo me decanté de primero, por una especie de ensalada mixta que llevaba además diferentes variedades de queso, cortados en taquitos, servida en un enorme cuenco, y en lo que a mí respecta fue un acierto, porque me gustó bastante; de segundo, una pieza de carne con patatas y salsa, en un plato grande, así que con esto ya quedé

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 17: Lacanau Océan - Burdeos

bastante lleno, pero había que hacer hueco para el postre, unas galletas rellenas de chocolates y bañada con cremas de diferentes colores y sabores. Ya que estábamos en Burdeos, la cena tenía que ir acompañada con un vino de la tierra, así que pedimos una botella de “Chateaux Merlot”. A la hora de elegirlo no tuvimos muchas dudas, simplemente escogimos la botella más barata de la carta de vinos, aún así, 16 euros la botella, lo mismo que pagamos por cabeza por todo el menú, incluida la botella de vino, así que en general estuvo bien este pequeño homenaje que nos hemos permitido hoy y que no estaba en nuestros planes iniciales cuando empezamos la jornada, pero nos habíamos quedado sin provisiones, no teníamos ni para comer ni para cenar, y tampoco podíamos comprar porque los supermercados estaban cerrados al ser hoy festivo.

Termina la cena nos encaminamos en un corto paseo al hotel, porque estábamos cerca, y al contrario del bochorno que están soportando en el sur de España, aquí, a esta hora, ya cerca de la medianoche, se apetece una manga larga.

Llegamos al hotel y hablamos de que si mañana al levantarnos, baja alguno a dar una vuelta y encuentra algún sitio donde vendan pan, entonces podríamos desayunar dentro de las habitaciones y sino tendríamos que desayunar en algún bar, lo que normalmente conlleva a que te cobren una pasta por un desayuno light y poco energético.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 18: Burdeos - La Test de Buch (Duna de Pyla)

ETAPA 18: BURDEOS – LA TEST DE BUCH (Duna de Pyla)

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 18: Burdeos - La Test de Buch (Duna de Pyla)

ETAPA 18: BURDEOS – LA TEST DE BUCH (Duna de Pyla)

Martes, 16 de Agosto de 2011

Distancia = 75,77 km - Tiempo = 4:26:00 - Media = 17,09 km/h

Nos levantamos a las ocho, como de costumbre, y como nos hacía falta pan para desayunar, Gorka bajó para ver si podía encontrar algún sitio abierto donde pudiera comprarlo. Al cabo de veinte o treinta minutos, aparece con baguetes y unos cuantos croissant.

Teníamos dos habitaciones, en una estábamos Tomás y yo, y en la otra Gorka y Rafa, y fue en ésta donde nos juntamos los cuatro para desayunar, así que preparamos el café con su correspondiente chorro de leche condensada, y a dar buena cuenta de los croissant, galletas de chocolate, y de las rebanadas de pan con paté, nutrella, o queso.

Terminado el desayuno toca recoger todo e ir bajando el equipaje desde el quinto y último piso donde estábamos alojados, y al igual que ayer, como el ascensor era pequeño nos cuesta dar varios viajes.

Una vez bajado todo, lo siguiente era ir por el otro lado, por el de la plaza, a por la bicis, pero por turnos, primero unos nos quedaríamos controlando el equipaje mientras los otros iban a por la bici y después, mientras estos montan sus alforjas sobre sus burras, nosotros iríamos a por nuestras respectivas bicis.

Un poco de jaleo para empezar la mañana, entre bajar y subir a por el equipaje, y para ir en busca de las bicis que están en otro sito, pero al final acabamos saliendo poco más o menos a la hora de todos los días, y hoy en concreto sobre las 10:15.

Antes de disponernos a salir de Burdeos a la aventura, habíamos hablado de volver a la oficina de información y turismo, que estaba allí cerca y a esta hora más que de sobra abierta, para preguntar si había algún carril bici que nos llevara hacia Arcachon, y la repuesta fue que sí, e incluso nos señalaron la dirección a seguir para salir de la ciudad, sobre el mapa que obtuvimos ayer.

Deberíamos llegar primero a la plaza donde ayer por la tarde estuvimos tomando unas cervezas, junto a su arco del triunfo o Puerta de Aquitania y el obelisco de mármol al lado de ésta, y desde allí, coger recta una de las calles que salen de esta plaza, claramente en dirección oeste.

Este tramo lo hacemos bastante rápido ya que ayer tarde estuvimos pateando por él, así que no tenemos que estar parando viendo el mapa y los nombres de las calles.

A la salida de Burdeos, no acabamos de ver ningún tipo de señalización o de carril bici, así que al final acabamos dando algún que otro rodeo, y perdiendo bastante tiempo. Finalmente, después de preguntar varias veces, nos dicen que lo mejor para ir en la dirección que queremos es llegar hasta Pessac, y después seguir en dirección Meriagnac, y en es punto coger la carretera antigua, porque eso fue lo que él hizo el domingo pasado en unas tres horas aproximadamente.

Estas indicaciones eran prácticamente las que yo tenía anotadas para ir por carretera, porque por aquí nada de carril bici, al menos durante los primeros tramos. Mirando un poco mejor la documentación de la oficina de información y turismo, creo que el carril bici a los que ellos se referían era el mismo que hicimos nosotros ayer, o sea, ir desde Burdeos a Lacanau y después seguir hacia el sur por el carril o vía verde que baja por toda la Aquitania, pero nosotros queríamos ir hacia el oeste, bajando ligeramente hacia el sur, nada de deshacer el camino ya andado de ayer. Conclusión, la próxima vez hay que estar más atento a los que no dicen, nada de aceptar las cosas a la primera sin ver bien por dónde vamos a ir, como nos ha pasado hoy, que nos han dicho sin pestañear que había carril bici, y efectivamente lo había, pero no era lo que nosotros andábamos buscando, aunque realmente este tramo que queremos hacer hoy nosotros está en proyecto según podemos ver en la guía de vías verdes y pistas

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 18: Burdeos - La Test de Buch (Duna de Pyla)

ciclables de Francia, y es por esto que conforme más nos íbamos acercando a nuestro objetivo en el día de hoy, más tramos de carril bici nos iríamos encontrando.

Una vez que encauzamos por fin la ruta definitivamente, siguiendo la carretera D1250, tal y como teníamos anotado en nuestro roadbook particular, paramos en el primer 'Carrefur' que nos encontramos, para hacer la compra de hoy y mañana.

Hecha la compra y repartida entre nuestras alforjas, aprovechamos la parada para tomarnos la típica pieza de fruta y la barrita energética de todos los días, con el fin de poder seguir un par de horas del tirón, y no parar hasta la hora de la comida, sobre las tres o tres y media, porque cuando nos pusimos en marcha ya eran las 13 horas, lo que da idea del rodeo, de las paradas y del tiempo que hemos perdido hasta llegar hasta aquí.

A partir de Cestas, ya empezamos a enganchar tramos de carril bici, paralelos a la carretera, aunque al principio tuvimos que pedalear por ésta, pero por suerte, hoy contábamos con un arcén ancho y cómodo, que nos permitía rodar a buen ritmo, ayudados por un perfil que seguía siendo llano totalmente como en estos últimos días.

Poco antes de llegar a Biganos, tengo un pinchazo de esos que en un segundo queda la rueda en llantas. Me salgo a un camino para cambiar la cámara y me doy cuenta que he pillado un clavo de centímetro y medio que ha dejado un agujero considerable en la cubierta, así que tengo que pegar por el interior de ésta un trozo de banda antipinchazo. Solucionado el percance, seguimos pedaleando, aunque por poco tiempo, porque vemos junto unas casas una zona de hierba con árboles y un lago detrás, aunque éste estaba vallado y no podíamos acceder a él, pero todos convenimos en que era un buen lugar para descansar y comer, sentados sobre la hierba, a la sombra de los árboles, así que en un visto y no visto, ya estábamos dando buena cuenta de nuestros entremeses particulares junto a una buena cerveza, que previamente habíamos comprado en el supermercado, para seguir con las ensaladas de pasta que teníamos para hoy como comida principal y terminar unos con fruta y otros con café y galletas de chocolate.

Por primera vez desde que empezamos este viaje, al terminar de comer nos echamos una mini siesta, porque el lugar y la temperatura suave ayudaba a ello, así que durante 30 o 40 minutos estuvimos tumbados en aquella alfombra verde, a la sombra de las copas de los árboles.

Nos ponemos en marcha de nuevo después de este pequeño descanso que me ha sentado muy bien, entre otras cosas porque esta mañana me había levantado especialmente cansado. Desde este punto, y hasta nuestro objetivo sobre el papel, que no era otro que la Teste de Bush, donde tenida anotados una buena lista de campings, hay unos 18 kilómetros, todos llanos y por carril bici, así que los hacemos pronto, de forma cómoda y fácil, sin ningún tipo de sobresalto.

Llegamos al centro de esta localidad, y en una plaza a nuestra derecha, se encuentra la oficina de información y turismo. Nos acercamos allí y Gorka entra a preguntar con la lista de campings en la mano. Cuando sale nos comenta que todos los camping se encuentran en los alrededores de la célebre “Duna de Pilat”, dentro del término de esta localidad, pero más hacia el este, hacia la playa, o mejor dicho, pegando a ella, a unos 7 kilómetros de donde estábamos, o sea, unos cuantos kilómetros extras más para terminar la etapa de hoy, aunque como nos coge en la dirección prevista para mañana, serán unos kilómetros menos para la siguiente etapa.

Nos dan un plano de este pueblo y la calle desde donde enganchar con el carril bici que nos llevará hasta allí. Callejeamos un poco siempre con el mapa sobre el manillar, hasta que damos con las indicaciones del carril bici, que a diferencia de lo que hemos tenidos hoy y en la etapa de ayer, tienen un tramo inicial con una buena bajada a la que le siguen tramos de cambio de rasantes, con cortos repechos de subida y bajada, que hacen que las piernas se pongan a tono en este corto tramo, acostumbradas como estaban, a rodar y rodar por el llano.

Conforme avanzamos, nos vamos introduciendo en en un inmenso bosque de pinos, del que no seríamos conscientes de su tamaño hasta que no subiéramos mañana a la cima de la “Duna de Pilat”, que es desde donde realmente se aprecia bien este mar verde de interior, esta inmensa masa forestal de pinos.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 18: Burdeos - La Test de Buch (Duna de Pyla)

Dejamos a un lado algunos campings, algunos de cuatro estrellas, hasta que finalmente damos con uno, durante el recorrido, de 3 estrellas, a la derecha de la carretera (el carril bici va por la izquierda de ésta). Paramos y nos dirigimos hacia la recepción, el problema iba a estar en si iban a tener plazas libres, porque por allí se veía mucha gente y mucho movimiento de coches entrando y saliendo.

Gorka y Rafa se ponen en la cola para ser atendidos, mientras Rafa y yo nos quedamos controlando las burras y curioseando por los alrededores, y así vemos por ejemplo, que a la entrada del camping, hay una tienda que se encarga de alquilar bicis para hacer recorridos por estos carriles y vías verdes, además de encargarse de hacer reparaciones de bicicletas, sobre todo pinchazos; también a la entrada del camping, hay una zona con supermercado y bar con terraza, así como una pista para actuaciones para orquestas, karaoke, pista de baile, etc., en definitiva, para animaciones culturales...

Gorka y Rafa tardan en llegar, lo que da idea de la gente que hay y también de la lentitud en atender al personal. Yo por mi parte, sólo espero que aunque tarden mucho, al final nos comenten que tenemos plaza, porque después de este parón y de lo cansino que andaba hoy desde que me levanté, lo que me apetecía era la ducha, y sentarme en la terraza del bar para tomar una buena cerveza relajadamente, sabiendo que los “deberes de hoy ya estaban hechos”.

Después de casi 40 minutos de espera, llegan Gorka y Rafa y nos comenta que tenemos plaza, y el precio final fue de 51 euros por los cuatro y por las tres tiendas, o sea, menos de 13 euros por cabeza, menos de lo que esperaba, tanto por la categoría del camping como por la zona donde se encuentra, cerca de la playa, dentro de un bosque de pinos recorridos por carriles bici y con el tránsito de coches y personas que se veía, no estoy seguro pero igual estos precios son por la competencia de campings que hay por esta zona, que son muchos y prácticamente pegados unos a otros.

Entramos en el recinto y aquello era enorme, todo llenos de caravanas, autocaravanas, furgonetas con techo que se transforman en pequeñas tiendas de campaña, tiendas de campaña de todos los tamaños y colores, etc.... Incluso con el mapa del camping, nos encontró trabajo dar con nuestra parcela, algo alejada de recepción, pero al menos cerca de una de las zonas de duchas, servicios, y parar lavar los cubiertos y la ropa.

De camino a nuestra parcela, veíamos la “Duna de Pilat”, en las traseras del camping, y a donde se pude acceder por unas escaleras de metal que tienen enclavadas en la arena, para poder ascender mejor los más de cien metros a los que se encuentra la cima de esta duna, donde ahora, al atardecer, se ve mucha gente andando como pequeñas hormiguitas por todo lo largo de la duna, de sur a norte, que en total creo que son unos 3 kilómetros, y desde donde se tienen que tener unas vistas muy bonitas del atardecer y del amanecer. Nosotros optaremos por esto último, o sea, por levantarnos temprano, a las 7 de la mañana, y antes de desayunar, subir relajadamente, sin prisas, y poder ver el amanecer desde allí.

Llegamos a nuestra parcela, y como vecinos tenemos un grupo de chicos veinteañeros, no me acuerdo ahora si eran ingleses o alemanes que como carta de presentación tenían una pila, un pirámide de latas de cerveza, y las bolsas de envasado de fiambres por los alrededores de sus tiendas, todo un poco en plan desastre, además de la música alta.... ¡esperemos que esta noche no tengamos jaleo!, porque ahora, a esta hora de la tarde me da igual, allá ellos...

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 18: Burdeos - La Test de Buch (Duna de Pyla)

Realizamos la rutina de todos los días al llegar a un camping, y mientras colgamos la colada sobre los pulpos de la bici que hemos colocado entre los árboles, vemos que en otra parcela, entre la nuestra y la zona de las duchas, están asentándose otro grupo de tres o cuatro españoles que también vienen en bici. No llevan ningún distintivo, pero hablan español.

Desde nuestra parcela y hasta la zona de recepción donde está la terraza del bar, hay un paseito, y más si vamos en zig-zag curioseando por las inmensidades de este camping.

En la terraza del bar damos buena cuenta de unas cervezas acompañadas de una bolsa de un kilo de frutos secos, que habíamos comprado en el supermercado esta mañana, porque con los frutos secos parecemos como pájaros comiendo alpiste.

Se estaba a gusto allí, en aquella terraza llena por completo, con buena temperatura, una cerveza, buena conversación y animación para los peques por parte del camping, con diferentes actividades para ellos en la pequeña pista de baile.

Llega la hora de regresar de nuevo a la parcela, cenar y cada uno a su tienda, aunque como otras noches, aprovecho antes de meterme en el saco, para escribir unas notas de esta etapa y escuchar música, que siempre relaja.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 19: La Test de Buch (Duna de Pyla) - Mimizan

ETAPA 19: LA TEST DE BUCH (Duna de Pyla) – MIMIZAN

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 19: La Test de Buch (Duna de Pyla) - Mimizan

ETAPA 19: LA TEST DE BUCH (Duna de Pyla) - MIMIZAN

Miércoles, 17 de Agosto de 2011

Distancia = 88 km - Tiempo = 4:58:00 - Media = 17,72 km/h

Esta mañana habíamos fijado la hora de ponerse en pie una hora antes, a las 7 de la mañana, y fuimos puntuales, así que a las 7:15 ya estábamos en busca de la escalera que sube a los 104 metros en los que se encuentra la cima de la “Duna de Pilat”, de 3 kilómetros de largo y 500 metros de ancho.

La escalera no llega hasta la cima, se queda a unos 20 metros más arriba, siendo este tramo el que resulta más complicado porque los pies se hunden en la arena hasta el tobillo y el avance se hace penoso, pero una vez arriba se tiene la recompensa esperada, y más a esta hora de la mañana, cuando el sol con su luz anaranjada comienza tímidamente a bañar con sus rayos la cara este de la duna, mientras la parte oeste queda en penumbras, y por si fuera poco, ahora todo esto es para nosotros sólos y para otros tres o cuatro colgados como nosotros, mientras que ayer por la tarde esto parecía un desfile, aunque también es verdad que tiene que estar bonito ver el atardecer desde aquí.

En la cara oeste había tres personas que estaban acurrucadas en sus sacos de dormir, se habían quedado a dormir esta noche aquí, al igual que una tienda de campaña que está en la cima y que parecía que el viento que azota esta parte alta se la iba a llevar de un momento a otro, sino fuera porque los que están dentro aún no han despertado. Este viento hace levantar la arena que topa contra nuestras piernas desnudas y parecen alfileres que se clavan en ellas.

Muy buenas vistas se disfrutan desde aquí: hacia el este, un inmenso mar de pinares se extiende en una amplia franja de sur a norte, y cerca de la duna, se ven varios campings, como el que hay un poco más al sur, y pegando al nuestro, donde también tienen colocada otra escalera para subir a la duna; hacia el oeste, el océano Atlántico y pequeñas islas-dunas que sobresalen cercanas a la costa, con veleros surcando el mar por los alrededores de éstas. Sólo hay que dejarse rodar duna abajo y ya estaríamos pegándonos un baño en el Atlántico, aunque mejor no, que el agua tiene que estar bastante fría a esta hora.

Entre el mar y el bosque de pinos, se levanta esta franja de arena, una sucesión de dunas de la que ésta es la más grande, así que aprovechamos pare recorrerla de sur a norte por su cima, dando un paseo por ella y haciendo fotos.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 19: La Test de Buch (Duna de Pyla) - Mimizan

Bajamos de la duna y nos vamos directos a la parcela donde tenemos las tiendas para disponernos a desayunar y seguir después con la rutina diaria: desmontar las tiendas y preparar las burras para la salida de hoy.

Cerca de donde estamos, el otro grupo de españoles que llegaron ayer por la tarde, al igual que nosotros, comienzan también a desmontar el campamento. Gorka estuvo un rato hablando con ellos, creo que eran navarros, y estaban haciendo también el mismo recorrido que nosotros, salvo que ellos empezaron mucho más abajo, en Granville, justo donde nosotros acabamos nuestra sexta etapa, y creo que su idea era bajar hasta Pamplona en lugar de hasta San Sebastián como nosotros teníamos previsto.

Antes de comenzar a pedalear teníamos que pasarnos por la oficina de recepción del camping para que Rafa pudiera recoger su DNI, y hoy que curiosamente íbamos a salir más temprano que de costumbre, resulta que hay “traspapeleo” y el DNI de Rafa no aparece. La chica que está por la mañana no es la que estuvo por la tarde y ahora no saben donde tienen el carnet. Después de veinte minutos o media hora buscando, por fin aparece y podemos empezar a pedalear, a las 9:50 de la mañana, o lo que es lo mismo, prácticamente la misma hora de todos los días, y es que cuando no es una cosa es otra, pero parece que estamos abonados a salir en torno a las 10 de la mañana.

Hoy no íbamos a tener complicaciones o despistes como los que tuvimos ayer a la hora de salir de Burdeos, simplemente teníamos que cruzar la carretera y coger el carril bici hacia nuestra derecha, o sea, rumbo sur.

A diferencia de ayer, en que hasta la Teste de Buch el carril bici iba paralelo a la carretera, hoy no tardamos mucho en perder de vista a ésta, mientras el carril bici se adentra entre bosques de pinares, por un recorrido totalmente llano, aunque por suerte, sin las largas, aburridas y monótonas rectas.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 19: La Test de Buch (Duna de Pyla) - Mimizan

El día amaneció radiante, con sol y sin nubes, ya veríamos si se mantenía así durante toda la jornada, porque hasta ese momento era un día ideal, con muy buena temperatura, y por si fuera poco, tampoco notamos directamente el sol sobre nuestras cabezas, puesto que la mayor parte del tiempo pedaleamos entre las sombras de este enorme bosque de pinos.

Una de las mayores satisfacciones es ver la cantidad de gente que hay a esta hora del día haciendo deporte por el carril bici: unos montando en bici, otros haciendo footing, otros sobre patines en línea, otros paseando, etc..., incluso familias enteras con sus peques, a los que hay que ir enseñando a valorar estas cosas: deporte + naturaleza, desde bien chiquititos. Algunas veces da la sensación de estar en la M30 más que en un carril bici, si sustituimos los coches por personas, lo que da idea de la gente que hay por aquí, nada comparable a lo que yo he percibido en otra de las rutas afamadas, como la del Valle de Loira, tanto este año como el año pasado.

Un paseo en bici, agradable y cómodo, hasta llegar a Biscarrosse Plage, cuya zona centro estaba muy animada, mucha gente, para hacer las compras en el mercado, comprar el pan, etc., y después supongo ir a la playa. Nosotros paramos para preguntar en la oficina de información y turismo por el carril bici a seguir, ya que a partir de aquí no parecía tan evidente que siguiera directamente dirección sur, sino que giraba hacia el oeste para bordear un lago también por su parte oeste, similar a la ruta que teníamos anotada para ir usando carreteras poco transitadas.

Tal y como se veía en el mapa, no podíamos seguir dirección sur, nos comentaron que esa era una zona restringida, para uso militar, así que tendríamos que dar un rodeo por el oeste para salvar esta zona y el lago, y después seguir de nuevo hacia la costa y dirección sur.

A la hora de salir de Biscarrosse Plage nos hacemos un pequeño lío y perdemos algo de tiempo, hasta que finalmente conseguimos dar con el carril bici que va hacia Biscarrosse Lac, que como su nombre indica es una localidad cercana al lago mientras la otra está cercana a la playa.

Poco después de coger este carril bici, comienza un tramo de subidas y bajadas, con rampas cortas pero intensas, de hasta un 10%, pedaleando por zonas muy frondosas, pobladas por robles, pinos y morales. Un tramo en el que sin ser nada del otro mundo, se convierte en lo más duro desde hace mucho días, sobre todo porque las piernas están muy, pero que muy mal acostumbradas, después de pedalear tantos días y hacer tantos kilómetros llaneando, así que no es de extrañar que en este tramo sudemos, cosa que no hemos hecho prácticamente en los días anteriores, debido tanto a la climatología como al perfil de las etapas.

Al finalizar el último repecho, hacemos una parada para comer la fruta y la barrita energética de todos los días, aunque Rafa aprovecha para coger una buena bolsa de moras y es que tiene donde elegir y seleccionar las más grandes y en mejor estado.

Retomamos la marcha, y poco más de un kilómetro después, llegamos a un enorme lago, un mar interior, muy turístico ya que toda su costa es prácticamente una playa, y muchísima gente tomando el sol o bañándose. Nosotros seguimos por el carril bici, bordeando el lago y cerca de su orilla, hasta que finalmente lo dejamos atrás y cogemos otro carril bici por el que pedaleamos paralelo a un canal. Entre helechos y vegetación frondosa y muy abundante, hasta que llegamos al pueblo, a Biscarrosse Lac, donde paramos para comprar pan y preguntar por la dirección a seguir.

Nos comentan que tenemos que seguir ahora un tramo de carretera en dirección a Parentis en Born, y que después ya nos encontraremos con el carril bici, y así fue, salvo que ahora este carril bici o pista ciclabe es más insulso, más aburrido, al ir paralelo a la carretera, que nos coge a nuestra izquierda, con algo más de tráfico, mientras a nuestra derecha seguimos con los bosques de pinos.

Llegamos a Parentis en Born, y aquí es cuando volvemos a cambiar de rumbo, dejamos de ir hacia el oeste para de nuevo seguir rumbo sur o sureste. El lago nos queda ahora al oeste, a nuestra derecha, pero bastante

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 19: La Test de Buch (Duna de Pyla) - Mimizan

lejos al principio, para después ir acercándonos poco a poco, aunque no lo llegábamos a ver debido al bosque de pinos que se interponen.

Al salir de Parentis en Born, pedaleamos por un corto tramo de carretera, un tramo de enlace, hasta que volvemos a coger el carril bici, que seguirá paralelo a la carretera hasta llegar a la localidad de Gastes, en un tramo continuación del anterior, algo aburrido, pero en el que vamos con el piloto 'automático puesto', buscando un lugar adecuado donde comer, esperando que pudiéramos hacerlo en los alrededores del lago.

No entramos en Gastes, sino que seguimos el carril que circunvala este pueblo por la derecha, adentrándonos en el bosque para en apenas un par de kilómetros llegar al lago, que al igual que en Biscarrose, está acondicionado como si de una playa se tratara, y unido esto a que hoy por el momento es un día de sol, hace que haya mucha gente, tanto bañándose como en la playa.

Definitivamente éste iba a ser el sitio para descansar y comer, aunque lo primero fue tomamos unas cervezas en la terraza de uno de los chiringuitos, antes de buscar un sitio adecuado, que finalmente acabamos encontrándolo a la sombra de unos árboles, con césped, con el lago frente a nosotros y donde pudimos desplegar nuestro batallón de provisiones y dar cuenta de nuestro banquete particular.

Después del café, tiempo para el relax, que hoy estábamos en danza desde las 7 de la mañana, así que una siestecita reparadora de media hora con una agradable brisa antes de seguir camino, aunque de buena gana me hubiera estado más tiempo allí tumbado, porque se estaba de escándalo.

Al rededor de las 16:30 nos ponemos en marcha de nuevo para salvar los 20 kilómetros que aún nos quedaban por recorrer, en lo que fue un bonito y agradable paseo en bici, nada de ir paralelos a ninguna carretera, sino que pedaleábamos por el interior de bosques o por zonas arboladas y frondosas.

Al llegar a nuestra meta en el día de hoy, a Mimizan Plage, nos vamos directos al primer camping que vemos, bastante grande y cerquita de la playa, pero es precisamente esto lo que para nosotros es un inconveniente, como así fue, porque en recepción nos dicen que no hay plazas, que está al completo; por más que lo intentamos diciéndole que sólo se trata de una noche, que vamos a ocupar poco espacio, no hay manera. Les enseñamos la lista de campings de la zona que llevamos, para que nos orientaran a la hora de elegir otro, y nos sugieren uno que está dentro de la población, no en primera línea de playa, por lo que habría más posibilidades de encontrar plaza allí.

De nuevo montamos sobre las burras, siguiendo las indicaciones que en recepción le dieron a Gorka, y después de seis kilómetros que a estas alturas se acaban haciendo pesados, llegamos por fin al otro camping, también muy grande y con bastantes servicios.

Por suerte podemos pasar la noche en él, así que después de pagar y dar los datos, nos dirigimos a nuestra parcela, con el plano del camping para orientarnos, y pasando al principio por el bar y su terraza, donde podríamos tomar unas cervezas más tarde.

La parcela la tenemos entre pinos, a unos 50 metros de una zona de duchas y aseos, así que montamos las tiendas, nos damos la ducha, hacemos la colada y después de tender ésta entre los árboles utilizando los propios pulpos que llevamos para ajustar las alforjas o el resto del material, nos vamos directos al bar, para tomar unas cervezas, acompañadas de unos frutos secos, para variar.

Mientras estábamos allí sentados, vemos que aparecen dos chicas que también van en bici, y a las que ayer tarde también vimos en la terraza del bar del camping. Creo que eran vascas y parece que estamos haciendo por el momento el mismo recorrido, y ya es una casualidad coincidir dos días seguidos en los mismos campings y en la terraza del bar de estos.

Regresamos de nuevo a la zona donde estaban las tiendas, para cenar, esta noche un poco más temprano que de costumbre, porque había fútbol, jugaban la supercopa de España el Madrid y el Barça y en el bar del camping nos comentaron que en función de la gente que lo solicitara podrían echarlo, porque era de pago.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 19: La Test de Buch (Duna de Pyla) - Mimizan

Terminada la cena y ya de noche, volvemos de nuevo al bar para ver si nos ponían el partido, pero después de esperar un rato, al igual que un grupo de chavales franceses, al final nada, no hubo suerte, no lo pusieron, y el grupo de chavales se acabaron yendo en coche para verlo en algún local dentro del pueblo. Nosotros tomamos algo ya que estábamos allí y después directos a las tiendas, aunque tuvimos que hacerlo 'a toda leche', corriendo, porque empezaron a caer goterones, y es que durante la última hora de la tarde el cielo se fue cubriendo con nubes muy oscuras y ahora teníamos la tormenta encima, pero sobre todo teníamos que aligerar el paso para recoger la ropa que teníamos tendida, que si ya de por si cuesta trabajo que se seque al colgarla tan tarde y con el relente de la noche, si encima se moja entonces ya si que no hay manera.

Muchos relámpagos, fuertes truenos y algunos goterones, pero por suerte todo quedó en mucho ruido y pocas nueces, muchos truenos y poca agua, aunque quizás lo peor era la incertidumbre para mañana y no por la tormenta de esta noche, sino porque en la información meteorológica que tienen puesta en la recepción del camping, para mañana jueves y para el viernes, para las mañanas dan tiempo revuelto, con nubes, aunque después del mediodía irá mejorando abriéndose claros... ¡ya veremos, ojalá se equivoquen y podamos disfrutar de un día de bicis como el de hoy!...

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 20: Mimizan - Vieux Boucau

ETAPA 20: MIMIZAN – VIEUX BOUCAU

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 20: Mimizan - Vieux Boucau

ETAPA 20: MIMIZAN – VIEUX BOUCAU

Jueves, 18 de Agosto de 2011

Distancia = 77,22 km - Tiempo = 4:14:32 - Media = 18,24 km/h

Despierto a la 7:30, y no escucho caer el agua, y durante la noche tampoco, aunque no me extraña, porque esta noche, después que se alejara la tormenta de rayos y truenos, he dormido del tirón. Saco la cabeza por la puerta de la tienda y efectivamente no ha llovido, pero el cielo está totalmente cubierto, así que como ya he descansado bastante, y aunque falta media hora para que suene el despertador, procuro adelantar terrero y comenzar desmontando la tienda ahora que no llueve y está seca, no vaya a ser que empiece a llover y se acabe mojando y después por mucho que se intente secar siempre queda algo húmeda y al llevarse tantas horas en bolsas cerradas acaba oliendo a humedad.

Termino de recoger la tienda, coloco las alforjas y me voy a la zona donde están los servicios. Cuando regreso, ya están los compañeros desmontando sus tiendas, así que para no estar parado, comienzo con los preparativos para el desayuno, como calentar el agua para el café mientras ellos terminan de recoger todo.

A las 9:45 salimos del camping, o lo que es lo mismo, a la misma hora prácticamente que todos los días, no entiendo como nos entretenemos tanto, aunque total, para dos días que nos quedan mejor dejamos las cosas como están o como son...

Lo primero es deshacer los seis últimos kilómetros extras que hicimos ayer, entre los dos camping, porque teníamos que ir hasta el primer camping donde estuvimos ayer y donde no pudimos quedarnos por estar todo al completo.

El cielo sigue igual de cubierto y oscuro, y es que tal y como leímos en el parte meteorológico colgado en la recepción del camping donde nos quedamos, hasta media mañana el tiempo estaría revuelto, y después el día empezaría a mejorar.

En un cuarto de hora estábamos en el camping, y unos metros más adelante estaba la playa, a donde nos encaminaríamos para seguir o continuar con el trazado de la “ véloroute de la costa”, con la única orientación de un mapa-croquis de las “véloroutes o pistas ciclabes” de la zona que obtuvimos en la oficina de información y turismo de la Teste de Buch, con un recorrido que no tenía nada que ver con las alternativas que teníamos planificadas para el caso de ir por carreteras, aunque ésta ha sido realmente y por suerte, la tónica dominante desde que salimos de Royán.

En las cercanías de la playa, enganchamos de nuevo con la “véloroute” que traíamos ayer, dirección a Contis Plage, a 16,7 kilómetros, aunque previamente pasamos por Lespecier Plage, al final del cual, en una especie de urbanización, nos hacemos un lío, no vemos ninguna indicación, quizás porque nos saltáramos alguna previamente, y acabamos en un camino de tierra donde tampoco vemos ninguna señal. Llegamos a preguntar hasta a tres personas distintas, que estaban dando un paseo, y nos decían que sí, que por ese camino se podía ir porque al final acababa desembocando en la “véloroute”.

Una de las personas a las que preguntamos era un italiano que aparentemente se mostraba muy confiado en lo que estaba diciendo, en las indicaciones que nos estaba dando para seguir por este camino y acabar enlazando con la “véloroute”, pero lo cierto es que cuando empezamos a avanzar nos encontramos con la primeras bifurcaciones y nos asaltan las dudas.

Para mi lo mejor era regresar al pueblo, ir al último hito o señal buena que vimos sobre la “pista ciclable” y seguir a partir de ahí, porque aquí ya estábamos perdiendo mucho tiempo y lo peor de todo es que no estábamos seguros de ir en la dirección correcta. Finalmente acabamos por decidirnos por esto, o al menos eso creía, porque Rafa y yo nos fuimos en ligera bajada hacia la localidad pensando que Gorka y Tomás venían detrás, pero ellos se habían parado a preguntar a otra persona.

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Hubo un mal entendido, así que Rafa y yo estuvimos esperando dentro la población a que llegaran los otros dos compañeros, en el primer sitio bueno que vimos para intentar seguir el carril bici desde allí, y por otro lado Gorka y Tomás nos estaban esperando en el camino para seguir por él, porque con la última persona con la que habían hablado le había confirmado que efectivamente siguiendo rectos en la bifurcación donde paramos por dudas, se salía a la “pista ciclable”.

Después de un cuarto de hora o veinte minutos de espera, fueron ellos lo que finalmente dieron la vuelta hasta llegar a donde nos encontrábamos nosotros, y después de aclarar el mal entendido seguimos adelante, aunque no por mucho tiempo, porque Gorka se da cuenta que su rueda delantera está pinchada.

Cambiada la cámara, seguimos ahora en la dirección correcta, y al final de una calle, giramos a la derecha para coger el trazado de la “véloroute de la costa”, con las oportunas señalizaciones en este punto.

La diferencia en el trazado de esta “véloroute”, comparada con el de días anteriores, es que si bien es cierto que seguimos pedaleando entre bosques de pinos, hay zonas que son mucho más frondosas, repletas de helechos de gran tamaño, todo completamente verde, y con el carril de la “véloroute” mucho más estrecho, prácticamente sólo cabe una bici, así que si viene alguien en sentido contrario, uno de los dos tiene que apearse del carril, además de que éste está en mucho peor estado, bacheado y descarnado, nada que ver con todos por los que hemos estado pedaleando en días anteriores, que comparado con éste parecen auténticas autopistas. Por otro lado el perfil también cambia, nada de rectas infinitas y completamente llanas, porque aquí el trazado es más de cambios de rasantes, algo más sinuoso, más ideal para poder hacer deporte y menos apto para ir de paseo en bici con toda la familia, aunque también está para eso.

En estos tramos, a pesar del estado y del trazado de la “véloroute”, Rafa pone un buen ritmo, ayudado en parte por un aliado en el día de hoy, el aire de cola, lo que hace que vayamos recuperando en parte el tiempo perdido por el despiste en el último pueblo por el que pasamos, pedaleando siempre por estos bosques de pinos, fuera de carreteras, coches o demás elementos indeseables...

Llegamos a Contis Plage, junto a la playa, como su nombre indica. Nuestra idea era hacer la compra aquí, pero es un sitio pequeño, tan sólo dos supermercados chicos y caros, como nos comenta una mujer a la que preguntamos, así que decidimos seguir pedaleando por la “véloroute de la costa”, en dirección ahora a Cap L'Hony, a unos 10 kilómetros de donde estábamos, aunque antes tomamos la fruta y barrita energética de todos los días.

Nada más salir de este pequeño pueblo, de nuevo nos vemos inmersos en el bosque de pinos, con un carril cuyo firme sigue la misma tónica, estrecho y deteriorado, aunque por este tramo de ruta, nos encontramos con bastante gente en bici, en sentido contrario.

Llegamos al desvío de Cap L'Hony, pero como suponemos que va a ser un pueblo también pequeño, similar al que habíamos dejado atrás, decidimos seguir hacia delante, en lugar de hacer el desvío y perder tiempo

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para al final no poder hacer la compra, así que continuamos con el ritmo de pedaleo que habíamos cogido, y así llegamos a las 13:10 horas, a la siguiente localidad, Saint Girons Plage, pero aquí más de lo mismo, así que seguimos tranquilamente, sin prisa pero sin pausa, disfrutando de esta “véloroute de la costa”, que a partir de este punto mejora en lo que a su firme se refiere, aunque sigue habiendo algún que otro cambio de rasante, algo que ni si quiera me molestaría en comentar en otras circunstancias, sino fuera porque hemos tenido días de recorridos totalmente llanos y esto nos parece ya hasta una novedad.

Nuestra idea era intentar llegar a Moliets antes que cerraran las tiendas para hacer la compra, pero al pasar por Leon-Lac y ver que eran casi las dos, desistimos. Otra opción era acercarnos a Leon pueblo, que estaba más cerca, pero entre llegar, preguntar y dar con la tienda íbamos a llegar fuera de tiempo, así que finalmente decidimos parar aquí, en Leon-Lac, junto a un lago, y comer en uno de los chiringuitos-bares que hay por allí, porque para hoy no nos quedaba nada de comida y porque desde que desayunamos y salimos del camping y hasta ahora, sólo hemos hecho una parada breve en Contis-Plage para nuestro “tentempié” particular de todos los días, así que ya iba siendo hora de descansar un rato y comer.

Comimos básicamente de platos a los que llaman “fórmula”, que no son otra cosa que lo que nosotros llamamos “platos combinados”, a 12 euros el plato. Cada uno pidió su “fórmula”, además del café, el postre, y un par de cervezas. Por suerte, a la hora de pagar se confundieron y no nos incluyeron ni el café ni una ronda de cervezas, así que dentro de lo que cabe, y para los precios que hay por aquí, sobre todo en lo que se refiere a la bebida, podemos decir que no nos salió mal la jugada, aunque por otro lado, con algo menos de lo que hemos pagado, es con lo que hacemos la compra nosotros (unos 14 euros por cabeza), y con ésta tenemos para desayunar, comer y cenar para dos días... Pero bueno, tampoco está de más darse un pequeño homenaje de tarde en tarde, aunque lo peor fue cuando estábamos disfrutando del postre, porque empezaron a caer algunas gotas de agua, y es que durante todo el día el cielo ha estado cubierto, y en lo que ha mi respecta, mientras estuvimos sentados en la terraza de aquel bar, llegué a quedarme un poco frío, con el cuerpo destemplado, cortado, así que tenía ganas de empezar a darle a los pedales de nuevo para entrar en calor...

Sólo fueron unas gotas de agua, falsa alarma, así que en cuanto terminamos de tomar el café nos pusimos en marcha de nuevo, retomando el carril bici que nos ha traído hasta aquí, y llegando pronto a Leon pueblo, donde perdemos el carril bici, no vemos señalizaciones hacia Moliets, tan sólo vemos pistas o carriles de tierras que van hacia otros pueblos más hacia el interior o hacia el sur de éste, así que seguimos hacia delante por carretera sin arcén y con muchísimo tráfico, un enemigo del que hacía varios días que no sabíamos nada y que ahora vuelve a la carga, de forma súbita, con toda su crudeza, haciéndonos despertar del letargo en el que estábamos inmersos.

Tan sólo fueron cinco kilómetros hasta llegar a Moilets, pero totalmente asqueantes por culpa del maldito tráfico. A la entrada, junto a una rotonda, paramos a preguntar en dónde podíamos coger la “véloroute”, porque si todo lo que nos quedaba iba a ser por carretera, y con este tráfico, lo íbamos a pasar mal.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 20: Mimizan - Vieux Boucau

Por las indicaciones que le estuvieron dando a Gorka, no era obvio dar a las primeras de cambio con el punto donde enganchar con el carril bici, y así tuvimos que callejear un poco hasta dar con él. La verdad es que durante el trayecto por carretera tampoco vimos ninguna señalización a la izquierda de ésta que nos pudiera llevar hasta aquí, o eso, o simplemente la pasamos de largo.

Una vez retomada la “véloroute”, ahora con un carril amplio y un firme en perfecto estado que bien parecía que estaba recién asfaltado, nos relajamos de nuevo, sabiendo que no tenemos que estar pendiente del maligno, o sea, del puñetero tráfico.

Durante este tramo nos encontramos con bastante gente en bici y por otro lado, la tarde parece que va mejorando, y empiezan a salir tímidamente pequeños claros por los que se cuelan algunos rayos de sol.

Llegamos pronto a Vieux Boucau, una localidad que ya conoce Gorka, con lo que no perdemos mucho tiempo parando y preguntando. Nos dirigimos primero al centro, con mucha gente por la calle, con la idea de buscar un supermercado y hacer la compra que no pudimos hacer durante esta mañana.

Hecha la compra, nos dirigimos al camping municipal de tres estrellas, y dentro prácticamente de esta localidad, pero parece ser que está “completo”... ¡uf, que bajada!.... por si acaso entramos a preguntar por si tienen una parcela de sobra para esta noche o un hueco cualquiera, porque nosotros nos podemos adaptar y ¡hay suerte, suena la flauta!, si es sólo para esta noche podemos quedarnos y es todo lo que necesitamos, así que rellenamos papeleo, pagamos y para dentro, en busca de nuestra parcela, que esta al fondo, cerca de una duna de la que nos separa una valla del propio camping. Más allá de la duna, el Atlántico.

Nos disponemos a montar la tiendas y a quitar el equipaje de nuestras bicicletas, mientras nos tomamos unas cervezas que habíamos comprado en el supermercado, acompañada de unos frutos secos, aunque esta tarde hemos tenido más trabajo del habitual a la hora de montar las tiendas, porque en esos momentos comenzó a soplar aire bastante fuerte, así que había que fijarlas bien, no fuera a ser que salieran volando ahora que ya estábamos terminando este viaje.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 20: Mimizan - Vieux Boucau

Después de la ducha salimos del camping para dar un paseo, y antes de ir hacia el centro nos asomamos a una zona de playa que estaba allí cerca, donde la gente práctica surf o al menos lo intenta, en una tarde que estaba rara, con mucho aire y donde los pocos claros que se fueron abriendo han desaparecido y el cielo de nuevo vuelve a estar cubierto.

De camino al centro pasamos por la plaza de toros, donde precisamente hoy se celebra el 'campeonato de Francia de recortadores', aunque de momento no hay mucho ambiente, es temprano aún.

Damos un paseo por los alrededores del lago interior de esta localidad, con bonitas vistas, para regresar de nuevo al camping, después de un buen paseo, pasando por las calles más bulliciosas, peatonales, llenas de tiendas, bares y restaurantes, cuyas terrazas a esta hora están repletas, además de estar amenizadas con los cantautores que se ponen a tocar y cantar en plena calle.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 20: Mimizan - Vieux Boucau

De vuelta al camping, pasamos de nuevo por la plaza de toros, pero ahora hay más ambiente, y algunos de los recortadores que están fuera, con el traje de faena, están hablando con familiares y conocidos.

Ya dentro del camping nos disponemos a cenar, así que fuera de las tiendas montamos nuestro picnic particular, aunque hoy prácticamente en penumbras, puesto que estamos lejos de las farolas que iluminan las calles principales del camping, así que esta noche tenemos que hacer uso de los frontales.

Cuando estamos recogiendo el “chiringuito” que montamos para cenar, comienzan a caer unas gotas de agua, así que debemos darnos prisa en recoger todo y meter en la tienda la ropa que teníamos tendida.

Tomás había dejado, antes de ponernos a cenar, su móvil cargándose en la zona de las duchas y lavaderos, pero cuando regresó para lavar los cubiertos se encontró con la desagradable sorpresa de que éste ya no estaba, se lo habían robado ¡vaya bajón!. ¡Esto es Francia, pero aquí también hay cacos!.

Lo peor de todo es que en el teléfono también estaba la agenda, como es natural, pero no tenía una copia en papel, y el había dejado el coche en casa de un amigo en Hendaya o en Irún, y ahora no se acordaba del teléfono y no podía contactar con él, así que mañana en cuanto llegáramos a Hendaya, final de etapa, tendría que ir buscar la casa de su amigo y cruzar los dedos para que hubiera alguien allí.

Después de cenar, me fui a la zona de las duchas y servicios, para cargar el móvil sin quitarle la vista de encima, sobre todo después de lo que le había pasado a Tomás, y en la espera estuve escribiendo estas notas, mientras veía como caía un buen chaparrón que no duró mucho.

Por la tarde, antes de ducharme, estuve haciendo unas llamadas para planificar el viaje de regreso a casa. Primero llamé al albergue de Donosti, al de Ondarreta, donde ya estuve al comienzo de este viaje, con el fin de intentar reservar plaza para el sábado, ya que la idea era hacer la última etapa de Hendaya a San Sebastián, con lo que llegaríamos por la tarde y cuando llegara al albergue tenía que estar seguro de tener plaza, pero por desgracia me comentan que por teléfono no puedo reservar nada, no es posible, y para mañana sábado iba a estar muy complicado puesto que era el día más importante y de más gente de las fiestas de San Sebastián, de su “Semana Grande”.

A partir del sábado, o sea, el domingo por ejemplo, no iba a tener ningún problema, pero para el sábado sólo había 10 plazas libres, abrían a las 8 de la mañana y conforme fuera llegando el personal se irían dando.

Esto rompía mis planes por completo, porque la idea era hacer la última etapa, llegar por la tarde al albergue y quedarme a dormir allí y el domingo por la mañana coger el bus hasta mi pueblo, porque ya tenía comprado el billete de ida, y sólo tenía que confirmarlo. Para el domingo, por tanto, en principio me daba igual que hubiera o no plazas libres, porque esperaba no estar ya allí.

Por otro lado, llamé también a Alsa para intentar confirmar el billete de ida por teléfono, pero me comentan que sólo puede hacerse por internet o a través de un 902, y por supuesto con el código del localizador en la mano. Como no dispongo de internet, lo intento llamando al 902, pero por más que lo intento no tengo suerte.

Como he dicho, esto suponía un cambio de planes, la última etapa prevista, entre Hendaya y San Sebastián no la haría en bici, por la mañana temprano cogería el tren, el mismo con el que hice el trayecto a la inversa cuando comenzamos este viaje, procurando llegar a Donosti temprano, con el fin de, primero ir a la estación de bus, o mejor dicho, a las oficinas de Alsa que están cerca de la parada de los autobuses, y confirmar el billete de ida para el domingo, y segundo, irme directo al albergue de Ondarreta para reservar cama para la noche del sábado.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 21: Vieux Boucau - Hendaya

ETAPA 21: VIEUX BOUCAU – HENDAYA

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 21: Vieux Boucau - Hendaya

ETAPA 21: VIEUX BOUCAU - HENDAYA

Viernes, 19 de Agosto de 2011

Distancia = 86,54 km - Tiempo = 4:58:00 - Media = 18,03 km/h

La noche estuvo revuelta, mucho aire y tormentas, aunque después del chaparrón que cayó anoche mientras cargaba el teléfono y escribía unas notas, lo único que hubo fueron algunas gotas de lluvia que cayeron intermitentemente, pero al igual que la noche anterior, todo quedó en eso, así que al levantarnos esta mañana la tienda estaba completamente seca, y es que el aire que hizo ha secado completamente las gotas de agua que cayeron por la noche.

Esta mañana, al igual que ayer al levantarnos, de nuevo el cielo cubierto, así que procuramos recoger las tiendas como primera tarea, no vaya a ser que caigan una gotas y las mojen y después tengamos que estar secándolas con trapos. Recogidas las tiendas, y después de la rutina diaria, con un desayuno muy distendido, se nota que ya estamos acabando y comienza la relajación, nos disponemos a salir del camping, a las 9:45, aunque antes pasamos por recepción para dar el aviso del robo o desaparición del teléfono móvil de Tomás, más que nada por si alguien se lo encuentra o decide entregarlo al ver que no pueda utilizarlo.

Tenemos que deshacer la última parte del camino realizado ayer para adentrarnos en el centro de Hendaya y después al camping, para poder retomar la pista ciclable, el carril bici por el que veníamos ayer, para seguir por él en dirección a Capbreton, a unos 17 kilómetros, aunque antes había que pasar por Hossegor, y en esta localidad pedaleamos junto a su lago, con unas vistas muy relajantes a esta hora de la mañana, pero pronto volveremos a la triste realidad, sobre todo al pasar por su centro, ya que es día de mercado y sus calles están abarrotadas de gentes y coches, formando un auténtico caos.

Entrando en Hossegor

Desde aquí y hasta la vecina Capbreton seguimos por carretera local. Atravesamos Capbreton tranquilamente, haciendo turismo, y con Gorka preguntando en varias ocasiones por la dirección en donde podíamos coger la pista ciclable o vía verde o carril bici que va en dirección a Bayona.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 21: Vieux Boucau - Hendaya

En la foto de arriba, entrando en Capbreton. En la de abajo, Gorka preguntando por la salida de esta localidad.

Nos costó un poco, pero por fin enganchamos con el el carril bici, y como casi siempre, igual de frondoso y relajante, ente pinos y enormes helechos, y lo que sigue siendo un gustazo es el ver a tanta gente haciendo deporte por este carril bici, ya sea haciendo footing o dando un paseo en bici, pero lo que más me gusta es ver a los peques de cinco o seis años, con sus bicicletas, siguiendo a sus padres, todos pertrechados, con sus cascos e incluso algunos con sus minialforjas en las que yo creo que lo único que cabe es el bocadillo, algún zumo y poco más...

Cuando llegamos al desvío de Odres, decidimos tomarlo, son 2,5 kilómetros hasta allí, hasta la playa, donde paramos para comprar pan y ya puestos, tomar nuestro tentempié habitual, en esta ocasión con vistas al mar, aunque de momento el día no estaba para mucha playa, hace fresco y el cielo sigue cubierto.

Un descanso en las playas de Odres

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 21: Vieux Boucau - Hendaya

Antes de seguir por la pista ciclable, tenemos que deshacer el tramo de 2,5 km para poder retomar la dirección a Bayona.

La pista ciclable transita entre pinares y helechos, como se puede ver en esta imagen.

A cuatro o cinco kilómetros antes de llegar a Bayona, no sé muy bien si nos equivocamos o es que realmente la pista sigue por donde fuimos nosotros, porque perdemos la referencia del carril bici, las señalizaciones, y terminamos por seguir las flechas amarillas del Camino de Santiago, desconozco si aquí coinciden los dos recorridos, pero lo cierto es que pasamos de carril bici o carreteras locales, a pistas de tierra.

Tuvimos alguna que otra duda, pero al final hicimos caso de las flechas amarillas del Camino de Santiago, porque éste debería ir en la dirección en la que nosotros vamos, aunque haga otro recorrido y aunque ahora pedaleamos por caminos y pistas de tierra, el firme no es malo, y tiene mucha pinta de vía verde, así que seguimos adelante sin saber muy bien a dónde íbamos a salir.

Tenemos suerte, el camino sale a una rotonda, y después de un tramo de carretera llegamos a la entrada de Bayona. Cruzamos un puente siempre con la vista puesta en las torres de la catedral, al fondo a nuestra izquierda.

A mi hubiera gustado hacer una parada y un recorrido por el centro, y visitar la catedral y los alrededores, pero al final seguimos hacia delante, y por la hora que era, mejor seguir un poquito más adelante y hacer la parada para comer y para el callejeo turístico en Biarritz, entre otras cosas porque hoy no era cuestión de parar más de lo comentado esta mañana, para no llegar excesivamente tarde, ya que Tomás tendría que hacer sus “gestiones” al llegar hoy al final de etapa, para solventar el tema del coche, ya que después del robo de su móvil ayer se había quedado también sin el número de teléfono del colega en cuyo garaje había dejado el coche, y no tenía otro medio de avisarlo, y pudiera ser que al llegar el fin de semana su colega se fuera y el tuviera que estar esperando a que regresara.

Al cruzar el puente que he mencionado antes, giramos a la derecha, pedaleando ahora por carril bici durante 7 km, hasta llegar a la localidad de Anglet y al poco de cruzar ésta llegamos a nuestro primer objetivo previsto, la playa de Biarritz, sobre las 14:30 y con mucho ambiente. En los alrededores buscamos una zona de césped, junto a una especie de cueva y al lado de un escenario que tienen allí montado; hay algunos árboles que nos dan sombra, y se agradece, porque durante el día el cielo ha ido abriendo y a esta hora luce un sol radiante y por primera vez desde que empezamos este viaje disfrutamos de una temperatura veraniega, alrededor de los 30 grados, así que el lugar nos parece ideal para comer y descansar.

Terminada la comida y el café, nos relajamos un rato tumbados sobre el césped, y a las 16:30 de nuevo nos ponemos a dar pedales, bordeando la playa y subiendo una cuesta de 1,5 km que a esta hora del día, con la comida aún en la boca y después de tantos días en los que las piernas se han acostumbrado meramente a llanear, nos hizo retorcer sobre nuestras monturas, una buena trepada desde la misma playa hasta la calle por la que accedemos a la zona céntrica de Biarritz. Pasamos junto a uno de sus casinos, y por calles céntricas repletas de edificios de bella factura, y es que esta localidad pasó de ser puerto ballenero en su origen, a convertirse en lugar de recreo para los

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 21: Vieux Boucau - Hendaya

ricos de Europa en el siglo XIX, y su popularidad adquirió más auge cuando la emperatriz Eugenia descubrió su suave clima invernal durante el reinado de su esposo Napoleón III, y lo que otrora fuera la antigua residencia de esta emperatriz, hoy se ha convertido en uno de los últimos grandes hoteles de lujo de Francia.

Picnic y descanso en Biarritz.

Hasta aquí, hasta Biarritz, sabíamos que llegaba la pista ciclabe, carril bici o vía verde o como queramos llamarla, por la que hemos venido pedaleando por toda la Aquitania, desde que salimos de Royán, pero a partir de ahora sólo nos podríamos guiar por el roadbook que teníamos previsto para el caso de ir por carreteras, pero por si acaso, mejor parar y preguntar en la oficina de información y turismo por si hubiera algún camino o alguna pista ciclable que fuera reciente y no estuviera en el mapa que teníamos, o en su defecto, la mejor opción para ir en bici hasta Hendaya.

En la oficina nos comentan lo que ya sabíamos, que no hay pista ciclabe, vía verde ni nada por el estilo, y la mejor opción es seguir adelante por la carretera D810 hasta Saint Jean de la Luz, porque la opción de ir por carreteras locales más hacia el este, hacia el interior, para después volver a girar hacia el oeste, hasta Saint Jean, supone dar más rodeo.

En la oficina también nos dieron el teléfono del albergue de Irún, porque en Hendaya no había, tendríamos que buscar camping, o en el caso de llegar muy bien de tiempo, seguir hasta Irún y quedarnos allí en el albergue.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 21: Vieux Boucau - Hendaya

Antes de ponernos en marcha, llamamos al albergue de Irún, porque si tenían plazas libres procuraríamos aligerar la marcha y parar lo menos posible para pasar la noche allí, en lugar de quedarnos en Hendaya, pero nos comentaron que no tenían plazas libres, algo normal en estas fechas, no sólo por el tema de las vacaciones, sino porque además coincide con la “Semana Grande” de San Sebastían y en vísperas de fin de semana, pero al comentarles que íbamos en bici y el viaje que estábamos haciendo, nos dieron la idea de probar suerte en el albergue de peregrinos, dentro de la red de albergues del célebre Camino de Santiago, y amablemente nos dieron el número de teléfono.

Llamamos al albergue de peregrinos de Irún y no me acuerdo muy bien de si tenían o no plazas, pero lo que dejaron claro cuando les preguntamos, es que la hora de cierre del albergue era a las 22 horas, algo muy normal, ya que los peregrinos que van a pie, a parte de que necesiten descansar, se levantan muy temprano, y así a las cinco o a las seis de la mañana ya suelen estar en pie, por lo que es normal que pongan esta hora de cierre, para que el personal no venga a deshora o cuando le venga en gana, molestando a todo el mundo. Quizás otro día nos hubiera dado igual, pero esta noche queríamos darnos un buen homenaje, porque iba ser

nuestra última noche juntos, el fin del viaje, mañana cada uno intentaría buscarse el regreso a casa como más le conviniera, así que esta noche queríamos cenar y tomar unas cervezas sin presión de horarios, por lo que seguiríamos con los planes iniciales, o sea, llegar a Hendaya y buscar camping que o bien fuera céntrico para ir a algún sitio a cenar, o que al menos tuviera bar-restaurante.

Desde que dejamos la zona de la playa y hasta que dejamos atrás Biarritz, adentrándonos en la nacional D810, todo es el recorrido es en subida, primero con fuerte repecho de más de un kilómetro, después pedaleando en ligera subida por las calles del centro de Biarritz, y finalmente saliendo de ésta con otro buen repecho.Y desde aquí, y durante los 15 km que nos esperaban hasta Saint Jean de Luz, el recorrido fue un continuo rompepiernas, con fuertes y cortos repechos de subida con sus bajadas correspondientes, en una tarde calurosa, donde por primera vez sudamos por los cuatro costados, ya que al perfil de sube-y-baja, a la temperatura, y a la hora que era, se suma también que hacemos este tramo a buen ritmo, en parte provocado por que vamos a tirones, y es que en cuanto el que va en cabeza afloja el ritmo, en seguida salto otro que tira para delante y vuelve a imprimirlo, así que entre unas cosas y otras, creo que esta tarde ha sido la única paliza a nivel físico que nos hemos metido, lo que obligó que en una de las localidades por las que pasamos antes de llegar a St Jean, no me acuerdo si en Bidar o en Guéthary, paráramos a comprar un par de botellas de litro y medio de agua fría, para repartírnosla ente los cuatro, puesto que nos habíamos quedado sin agua.

Este tramo ente Biarritz y St Jean, y en general supongo que toda esta zona de costa Vasco-Francesa, tiene mucho tráfico (hasta ahora no lo habíamos notado porque habíamos llegado hasta Biarritz por carril bici) y eso que aparte de la carretera por la que pedaleamos nosotros hay también una autovía, y es que es una zona de recreo, veraniega, con buenas playas y donde además también se practica surf, así que no es de extrañar que además de franceses, encontremos a muchos vacos por aquí, que para eso están a tiro de piedra, a lo que hay que sumar también que hay poblaciones muy próximas (St Jean, Biarritz o Bayona), con lo que el personal se puede desplazar de una a otra para no aburrirse.

Llegamos a St Jean de Luz, accedemos a su centro para hacer una parada y hacer un recorrido turístico, aunque Gorka, y creo que Rafa también, ya conocen toda esta zona, así que para ellos tiene menos interés. La calle central y peatonal estaba completamente abarrotada de gente a esta hora de la tarde, hasta el punto de que es casi imposible avanzar por ella bajados de la bici y llevando a ésta al lado, por lo que decidimos para en una placita pequeña, donde un grupo de música tocaba junto a la calle que estaba de gente hasta rebosar.

En esta pequeña plaza, nos ponemos a la sombra mientras saboreamos un helado, y como Rafa no tenía mucho interés en adentrarse en aquella marabunta de gente, se quedó allí vigilando las bicicletas, mientras nosotros nos fuimos a hacer un poco de turismo, guiados por Gorka que como ya he dicho, ya ha estado por aquí.

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La calle peatonal está plagada de tiendas y de un incesante ir y venir de gente. Llegamos a otra plaza, más grande, abierta, con la iglesia, el puerto y muchos bares y terrazas con sus mesas al completo, todo lleno de gente, y es que por si fuera poco, al coger una calle que sale de esta plaza, es cuestión de 100 metros estábamos ya en la playa, que hoy si, hoy por primera vez desde que empezamos el viaje, vemos completamente llena, con la gente bañándose y tomando el sol, y no será porque no hemos pasado y visto playas y más playas, pero la temperatura y las circunstancias meteorológicas no han sido las mejores, de hecho, ni siquiera nos hemos bañado en el mar, y el par de veces que algunos han hecho uso de los bañadores ha sido sólo para darse un baño en la piscina de algún camping. Hoy en cambio era la tarde ideal para estar de playa, pero tampoco era cuestión de estarnos toda la tarde aquí, aparte de que sinceramente, y al menos en mi caso, me agobia un poco ver tanta aglomeración, supongo que soy más ermitaño, más solitario, ¡qué le vamos a hacer!, cada uno es como es...

Volvemos de nuevo a donde estaba Rafa, callejeando un poco y volviendo a retomar después un pequeño tramo de calle peatonal hasta llegar a la pequeña plaza arbolada donde nos espera Rafa.

Antes de reemprender la marcha, consultamos de nuevo el mapa detallado que teníamos de esta zona y que nos habían dado en Biarritz, y vemos que además de la carretera nacional por la que estamos pedaleando, sale ahora otra carretera secundaria que bordea la costa, con una camino marcado a su derecha, junto a los acantilados, que no sabemos muy bien a qué se corresponde, así que decidimos probar suerte e ir por esta carretera que seguro tendría menos tráfico.

La elección de seguir por esta carretera fue el mejor acierto del día, ya además de que soportaba menos tráfico, iba bordeando toda la costa, con muy buenas vistas del mar y de los acantilados y el camino que veíamos marcado en el mapa era una senda de trazado muy irregular, no apto para bicis con alforjas, y que corresponde al GR10 francés.

Gorka en un tramo de la carretera que bordea la costa entre Saint Jean de Luz y Hendaya.

A pesar de ser un recorrido agradable y bucólico, pedaleando siembre al borde de los acantilados, no es que disfrutáramos mucho precisamente, porque en este tramo fuimos bastantes rápidos, dando todo lo que teníamos, y eso que el perfil era un auténtico rompepiernas, con continuos sube-y-baja como fue todo el recorrido desde que dejamos la playa de Biarritz, y es que éramos conscientes de que estábamos terminando el viaje, que faltaban apenas unos kilómetros después de 21 días de pedaleo por toda la costa oeste de Francia, y parece que nos entraron las prisas...

Al final de un largo repecho, el último, notamos que las piernas ya no respondían igual, más que piernas parece que llevamos dos troncos de madera, pero por suerte, vemos arriba el cartel indicando el término de Hendaya, y el cansancio se mitiga con la alegría de saber que habíamos completado el viaje, así que una foto de grupo con el cartel al fondo, y bajada hasta esta localidad, y antes de adentrarnos en ella vemos algunos carteles de campings, y nos acabamos decantando por uno de tres estrellas que estaba cerca de allí, a unos 500 metros, aunque alejado del centro, pero disponía de restaurante y bar, así que íbamos a poder darnos allí un homenaje esta noche.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Etapa 21: Vieux Boucau - Hendaya

No hubo problemas para alojarnos, entramos dentro, buscamos nuestra parcela y Tomás rápidamente deja todo el equipaje y sin montar la tienda, parte de nuevo con la bici para hacer 6 o 7 kilómetros extras de ida y otros tantos de vuelta, para acercarse a la casa de su colega, en cuyo garaje había dejado el coche y solucionar todo para mañana, puesto que no tenía el móvil para avisarle y su número tampoco lo tenía anotado en otro sitio aparte de en la agenda del teléfono, y como algún capullo de turno se lo robó en el camping donde nos alojamos anoche, así que tuvo que darse una buena paliza y por si fuera poco, sin saber si cuando llegara iba a haber alguien casa.

Mientras Tomás salió para solucionar sus problemas de logística para los próximos días, nosotros nos dedicamos a montar las tiendas, para después Rafa y Gorka irse primero a la piscina a darse un baño, antes de pasar por la ducha, aunque yo me fui a ésta directamente.

Terminado el aseo nos dirigimos al bar para tomar unas merecidas cervezas mientras esperábamos a Tomás, que después la paliza que se pegó al menos pudo solucionar todo.

Sobre las 10 de la noche nos sentamos en una mesa para disponernos a cenar, aunque antes de que llegaran los platos, fuimos dando buena cuenta de una botella de vino que pedimos. La cena fue muy agradable, distendida, relajada, los deberes estaban hechos, la ruta estaba terminada, mañana cada uno irá a su aire, buscando el viaje de retorno de cada uno a su casa.

Se nota claramente que estamos en el sur de Francia, en la frontera con España, porque cuando empezamos esta aventura, en los camping en los que nos quedábamos en el norte, a las 10 o 10:·30 ya estaba todo el mundo en sus tiendas y el camping en completo silencio, en cambio aquí, a las 12 de la noche, el karaoke que había junto al bar-restaurante estaba en pleno auge y cuando íbamos de camino a nuestras tiendas se veía al personal de las tiendas cenando fuera de éstas o tomando ya sus copas, en un “ambiente más nocturno”, con normas del camping menos estrictas.

Cuando nos fuimos a las tiendas, a pesar de estar agotado, decidí escribir un poco sobre la última etapa de este viaje, y aún seguía escuchando a los del karaoke y a la gente charlando fuera de sus tiendas, y eso que cuando me metí en el saco ya eran cerca de la una de la noche, pero estaba completamente rendido, así que no terminé de escribir todo lo que quería y no me enteré de nada más de lo que ocurrió después, porque por la mañana me comentarían que hubo bastante movida, que un gato se subió a un árbol y estuvo “dando por culo”, maullando sin parar, hasta el punto de que creo que tuvieron que llamar a los bomberos para bajar al puñetero gato... ¡mandan cojones!...menos mal que yo de esto ni me enteré, caí totalmente fundido, drogui, muerto, ¡Zzzzzzzzzzzz!....

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Fin de Viaje – San Sebastián (I)

FIN DE VIAJE – San Sebastían (I)

Sábado, 20 de Agosto de 2011

Hoy no teníamos que pedalear, tan sólo el trayecto entre el camping y la estación de tren de Hendaya, y en mi caso particular, mis planes eran coger el euskotren hasta Donosti, ir a la estación de bus para confirmar el billete de regreso a casa, y después ir rápido al albergue para intentar reservar plaza para esta noche, algo complicado por el tema de las fiestas (Semana Grande) y ser además noche de sábado, la más fuerte de las fiestas; y por último, encontrar alguna tienda de bici para conseguir una caja, o en su defecto, una papelería o ferretería que estuviera abierta y pudiera comprar algo para poder embalar la bici.

Nos levantamos a la hora habitual de todos los días, a las 8 de la mañana, y después de desmontar las tiendas y pertrechar nuestras burras, nos vamos a la recepción del camping, llevándonos la grata sorpresa de que nos cobran 30 euros en total, aunque inicialmente eran 39 euros los previstos, pero tuvimos un descuento y no sé muy bien por qué, pero esos 9 euros de ahorro los invertiríamos en el desayuno, puesto que para hoy ya no teníamos provisiones, así que desayunaríamos tranquilamente en los bares que hay frente a la estación de tren.

Desde el camping hasta la estación de tren, la SNCF, hay un buen trecho, 5 ó 6 km, al menos por el recorrido que nosotros hicimos, porque posiblemente se llegue antes por otro sitio; primero salimos en bajada hasta la zona de playa, seguimos bordeando ésta y por último callejeando, en un día que había amanecido con una ligera nieblina, grisáceo.

Desde el camping a la estación de tren de la SNCF, pedaleamos durante un buen tramo, junto a las playas de Hendaya.

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El euskotren se coge al lado de la SNCF francesa, apenas a 50 metros, así que una vez que llegamos allí, como el tren que cogeríamos Rafa y yo, no salía hasta las 10, y Tomás y Gorka no tenían prisas, nos fuimos a uno de los bares que hay allí al lado, donde hacía justamente tres semanas estuvimos comiéndonos unos bocatas y tomando unas cervezas, antes de coger el tres nocturno hacia París, en el inicio de la ruta, cargados hasta los topes de ganas e ilusión, y ahora estamos aquí otra vez, en el fin del viaje, después de haber compartido todo tipo de experiencias en estos días, cerrando el ciclo.

Terminado el desayuno y unos minutos antes de las 10, nos despedimos y ¡ojala volvamos a vernos!. Por un lado, Tomás y Gorka se irían hasta Irún, donde Tomás quedaría con su colega para el tema del coche tal y como ya estuvieron hablando ayer, y Gorka cogería un cercanías hacia Beasain; y por otro lado, Rafa y yo cogeríamos el euskotren hasta Donosti, allí Rafa haría trasbordo para ir a su localidad, a Ermua, mientras yo iría con las prisas para intentar cerrar lo antes posible el viaje de regreso a casa en bus y para intentar reservar plaza en el albergue para esta noche.

A la hora de coger es euskotren vemos dos furgonetas de los gendarmes franceses en la entrada, y están controlando a todos los que van saliendo. Parece ser que con el tema de la fiestas en Donosti, una “cuadrilla” de gamberros y borrachos han estado formando altercados dentro del tren, y metiéndose con la gente, por lo que alguien avisó a la policía y ahora estaban aquí esperándolos, pero según contaba una señora a uno de los gendarmes franceses, se habían bajado en una estación anterior, en territorio español.

Algunos de los que salen van con una “buena mierda” encima y se muestran 'pesados' a más no poder. En cuando nos dan el visto bueno, entramos con nuestras burras y nuestros billetes, montados en el tren y directos a Donosti, llegando a la estación de Amara a las 10:45. Allí me despido de Rafa, y yo salgo pitando hacia la estación de autobuses que está allí cerca, pero no es una estación como las que estoy acostumbrado a ver, está al aire libre, y es más una zona donde los autobuses llegan y se van, no hay oficinas de las empresas que dan sus servicios, así que pregunto en una oficina de información que hay allí mismo y me comenta que las taquilla y oficina de la empresa ALSA están en una calle allí cerca, a menos de cinco minutos, así que me encamino hacia allí, dejo a 'Bucéfalo' candado en la puerta y espero mi turno en la cola.

Cuando me toca, enseño el localizador de mi billete para el viaje de vuelta con la idea de que me lo confirmen para mañana y me llevo la inesperada sorpresa de que los domingos no sale ningún bus para mi destino, le digo que lo vuelva a comprobar y me vuelve a decir lo mismo, así que tendría que esperar al lunes, y estar dos noches, en lugar de una, en San Sebastián.

Lo siguiente es ir en bici hasta el albergue de Ondarreta, a unos 4 km desde donde estaba, en un trayecto ya conocido, primero llegando a la playa de la Concha, bordeando ésta por el carril bici, y seguir después bordeando la playa de Ondarreta.

Vistas del Monte Urgull, a la derecha, la isla Santa Clara, en el centro, y el Monte Igeldo atrás y a la izquierda de la esta isla.

Llego al albergue y tengo suerte, me he librado por los pelos, al menos para esta noche de sábado, porque para la noche del domingo no hay problemas, ya que mucha gente, sobre todo muchos chavales franceses, vienen a pasar las fiestas y mañana dejan el albergue, es más, en mi habitación, los 4 o 5 chicos que estaban eran franceses y

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la tenían hecha una pocilga, aquello parecía una chabola de gitanos, un completo desastre, allí todo tirado por las camas, las sillas, el suelo, en fin, que todo manga por hombro, menos mal que yo sólo iba a estar para darme una ducha y dormir, y además seguro que mañana ya se irían, así que el domingo estaría más tranquilo.

Dejo el equipaje en las taquillas de 'consigna' del albergue, y con 'Bucéfalo' más ligerito, me dirijo a una de las calles que me habían indicado el personal del albergue cuando les pregunté por alguna tienda de bicis, para intentar conseguir una caja para poder transportar la bici en el bus.

Cuando llego a la zona que me habían indicado, las dos tiendas de bicis están cerradas, algo que no me extraña, primero por ser pleno mes de agosto e igual están de vacaciones, segundo porque pudiera ser que los sábados no abrieran y tercero porque seguro que en fiestas, en plena 'Semana Grande', además de ser sábado y en Agosto, lo iba a tener complicado, y efectivamente así fue; entré en un estanco a preguntar y me confirmaron que en estas fechas tenían cerrada la tienda de bicis que estaba al lado, así que el plan B era encontrar una ferretería o papelería para comprar plástico de bolitas, del acolchado, del utilizado para envolver.

Tuve suerte y pude encontrar lo que buscaba en una ferretería por allí cerca, sin tener que andar mucho. Pedí cinco metros de este plástico, los suficientes para poder embalar la bici, y ya con los deberes hechos, me senté en la terraza de un bar para desayunar por segunda vez, a las 12 de la mañana, con toda la calma del mundo, leyendo tranquilamente el periódico después de estar tantos días desconectado del mundo.

Lo siguiente que hice fue irme en bici a la Parte Vieja, a dar una vueltecita, y a tomarme unos vinos antes de ir a comer en uno de los bares en los que ya estuve comiendo cuando emprendí este viaje, hacía ya tres semanas, y donde comí de menú, bastante bien y a buen precio.

A las 15:30 me vuelvo de nuevo en bici al albergue, para ducharme y relajarme un rato con un siesta, aunque antes dejé a 'Bucéfalo' amarrado en el lugar que tienen destinado para ello, puesto que por aquí pasa también el Camino de Santiago, el del Norte, y mucha gente va también en bici por lo que tienen un lugar reservado para las bicis, aunque los peregrinos con los que coincidí en el albergue, iban todos andando.

Dentro de lo que cabe, no se ha dado mal cerrar el viaje de regreso, y la mala suerte inicial al no poder regresar el domingo, se contrarestó con poder coger plaza en el albergue, algo que era bastante complicado, sobre todo para la noche del sábado, ya que de lo contrario hubiera tenido que estar buscando alguna pensión, y en estas fechas y en fiestas, también estarían o llenas o pedirían mucho más dinero del habitual, así que al menos me ahorro algo de pasta, con la que podré estar 'tirado' este día y medio que me quedaba, por las calles de San Sebastian, conociendo más esta ciudad y disfrutando de sus fiestas y del impresionante ambiente que se respira, sobre todo en la Parte Vieja.

Por la tarde, me fui en bus desde el albergue a la Parte Vieja, pasando primero por los alrededores del Ayuntamiento, un edificio monumental, con mezcla de estilos arquitectónicos, que originalmente fue construido en 1882 como un lujo casino, que estuvo funcionando hasta la prohibición del juego a mediados de los años veinte, pasando pocos años después a convertirse en la Casa Consistorial, y así hasta hoy.

Sigo el paseo por la parte trasera del Ayuntamiento, y por el Paseo del Muelle llego hasta la zona donde se encuentra el Museo Naval y el Aquarium.

Sigo mi recorrido con el principal hito que me había marcado para esta tarde, que no era otro que el de subir al monte Urgull (nombre de origen gascón, cuyo significado es 'orgullo'), disfrutando tranquilamente de las bonitas y espectaculares vistas que se disfrutan, no sólo desde arriba, sino durante toda la subida en general: de la Parte Vieja, de las playas de la Concha y de Ondarreta, de la isla Santa Clara, y del monte Igeldo al que tengo pensado subir mañana. Todo el recorrido por bonitos paseos en medio de este parque de espesa vegetación, tanto natural como exótica, y encontrándome diferentes tramos de 'baterías' pertenecientes a las fortificaciones que rodeaban todo este monte, como las baterías de las Damas, de Bardocas, del Mirador, del Príncipe, de la Reina, etc. y construidas para uso militar, y es que este monte fue el ultimo bastión de la resistencia francesa en la ciudad durante el asedio de San Sebastián en 1813, e incluso dentro de este parque urbano, se encuentra el “cementerio de los ingleses”, inaugurado en 1924 como recuerdo y reconocimiento de los soldados ingleses que murieron en la

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batalla de 1813 (se trata de un cementerio militar en el que se encuentran enterrados soldados y oficiales de otras guerras que se libraron en la ciudad).

Atardecer desde el Monte Urgull, con vistas de la isla Santa Clara en el centro, y Monte Igeldo al fondo.

En la parte alta del monte se encuentra el “castillo de la Mota”, con tres capillas, sirviendo una de ellas como base a la emblemática imagen de la ciudad, el Sagrado Corazón de Jesús, una estatua de 12,5 metros de altura. Las primeras obras de fortificación de la cima del monte Urgull testimoniadas datan del siglo XII, época en que el Rey de Navarra, Sancho el Mayor, erige un pequeño castillo roquero en forma de torre cuadrada en el punto más elevado, con la intención de proteger el puerto que navarros y aragonenses usaban para traficar con lana. La fortificación de la villa, realizada por su especial situación marítima, comercial y fronteriza, tiene sus orígenes en el siglo XII.

Durante el paso de los siglos, son muchas las modificaciones y ampliaciones que ha ido sufriendo, en parte para dar cabida a las nuevas necesidades defensivas de la zona, como son las construcciones de distintas baterías de cañones, o la de zonas abaluartadas.

Cuando regreso hacia la Parte Vieja, ya cayendo la tarde, el cielo está completamente oscuro y al fondo se ven los relámpagos y se escuchan los truenos, ya veremos a ver si la tormenta no estropea la noche.

Llego a la Parte Vieja ya con las luces encendidas y con todas sus calles abarrotadas de gente, bebiendo o comiendo en la multitud de bares y tascas que hay por esta zona, que además está completamente amenizada por muchas charangas que van tocando por las calles estrechas y vetustas, además de las cuadrillas que también tocan en un punto dado y van provocando que se vayan formando un buen corro a su alrededor. Tomo unas cervezas mientras me entretengo escuchando y viendo las distintas charangas, así como payasos, mimos, espectáculos de breakdance, etc., antes de irme a cenar.

Después de la cena me voy a la zona de la playa, para coger sitio y ver los fuegos artificiales de los que todo el mundo habla maravillas, pero es casi imposible encontrar un buen sitio donde estar a gusto y poder hacer fotos, porque todo está abarrotado de gente que llevan esperando horas para coger un buen sitio, y algunos, los que están más cercanos a la zona del Ayuntamiento se llevan la desagradable sorpresa de que tienen que abandonar esa

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zona, porque forma parte del perímetro de seguridad y la policía municipal los obliga a irse de allí. La playa también está completamente llena de gente sentada sobre la arena para disfrutar del espectáculo de música y pirotecnia, que en principio estaba previsto para las 22:45 y que fueron una auténtica pasada. Durante unos 20 minutos uno no puede más que quedarse con la boca abierta viendo los fuegos bailando al compás de la música, en dos palabras: im-presionante, y eso que ya he visto fuegos artificiales majestuosos, como los de la isla de la Cartuja en la Expo de Sevilla, pero lo de esta noche no es nada comparable. La empresa que lo organizaba creo que era de Valencia, y también participó en la ceremonia de clausura de los JJOO de Sidney, además de tener ya varios premios en las fiestas de la 'Semana Grande' en San Sebastián.

Después del espectáculo la gente se pone en marcha y cuesta moverse entre la multitud. Mi objetivo ahora es el concierto gratuito de los Celtas Cortos, pero para eso toca darme otra caminata entre la playa de la Concha y un espacio habilitado más allá del Kursal, cuyos alrededores están tomados por chavales “practicando el botellón” El concierto empezaba a las 23:45, cuando llego ya ha empezado, aunque los voy escuchando de camino. Hay gente pero no está abarrotado, porque al igual que yo, el personal comienza a llegar después del espectáculo de música y pirotecnia, además que la noche empezaba a ponerse mala, las tormentas están rondando y ya veremos si no fastidia este espectáculo que es al aire libre.

Disfruto del concierto, con sus canciones de siempre; vuelvo a reencontrarme con ellos después de haberlos vistos ya en otras dos ocasiones, pero de eso hace ya muuuchoooos años, más de quince ¡uf, como pasa el tiempo!. Antes de que terminara el concierto, comienza a llover, no es una lluvia fuerte, pero lo suficiente como para acabar empapado.

Sobre la una y cuarto o poco más, me vuelvo andando al albergue, más de una hora de caminata. Durante este trayecto y por suerte para mi, para de llover, así que para cuando llego, el pantalón corto y la camisa ya están prácticamente secos.

Deberían ser más de las dos de la noche cuando llegué al albergue, que tenía las cuatro de la noche como hora de cierre, así que en la habitación de momento sólo estoy yo, porque los franceses y como se suele decir, ni están ni se les espera, me da a mi que estarán toda la noche de fiesta.

La verdad es que no ha estado nada mal el día para poner la guinda final a este viaje que emprendí 22 días antes.

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FIN DE VIAJE – San Sebastían (II)

Domigo, 21 de Agosto de 2011

Aunque anoche me acosté tarde, me levanto sobre las 8, a la hora que creo comienzan a dar el desayuno en el albergue, así que me voy al comedor y tomo un buen desayuno, porque iba a estar toda la mañana fuera.

Un poco antes de irme al comedor a desayunar, llegaron los chavales franceses, supongo que para cuando abrieron las puertas del albergue por la mañana, después de estar toda la noche de fiesta, así que se fueron a la cama, aunque no por mucho tiempo, porque no se si a las 11 o a las 12 tienen que estar fuera, y es que ya me dijeron en recepción que ellos abandonaban el albergue el domingo, y que a menos que viniera mucha más gente, posiblemente el domingo estuviera sólo.

Después del desayuno me voy hacia la playa y por el paseo de ésta me dirijo hacia la zona del “Peine del Viento” situado al final de dicho paseo. Se trata de tres esculturas de acero realizadas por Chillida, situadas sobre una plataforma elaborada por el arquitecto Luis Peña Ganchegui, incrustadas en la roca y en contacto prácticamente con el mar Cantábrico, cuyas olas llegan a azotarlos, así que no es de extrañar el color óxido que tienen. Sobre la plataforma hay una serie de conductos u orificios de los que sale aire y agua cuando las olas rompen contra las rocas en esta zona de la playa.

Zona del “Peine del Viento”.

Desde aquí, aún temprano, emprendí la subida al Monte Igeldo, por la carretera de acceso. El funicular que sube creo que no empezaba a funcionar hasta las 11 de la mañana, así que decidí subir dando un paseo por esta bonita subida, sobre todo desde la mitad de ella en adelante, cuando se abandonan las últimas casas, porque se disfrutan de buenas vistas y desde distintos puntos, y todo en un recorrido por pleno bosque.

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En la zona del “Peine del Viento”, junto a Bucéfalo.

Lo que no sabía es que poco antes de llegar hay una barrera y una casa al lado, y cobran por acceder a la cima del monte, incluso si no vas en coche, porque cobrar por persona, así que tengo que pagar el impuesto correspondiente.

Ya arriba, hay un parque de atracciones y algunos chiringuitos que están abriendo ahora, aún es temprano, y no hay mucha gente arriba, así que mejor, más tranquilidad. Subo hasta el mirador que hay junto al Torreón, donde esta prácticamente el punto más alto.

El Torreón cumplió las funciones de faro, y fue construido por el Consulado de San Sebastián, a 180 metros sobre el nivel del mar. Era una torre de luz fija destinada a permanecer encendida entre el 14 de septiembre y el 3 de mayo. Se puede entrar y subir hasta arriba donde las vistas pueden ser espectaculares en 360 grados, pero de nuevo hay que pagar para disfrutar de estas vistas. A la entrada de la torre hay una mujer en la taquilla, de momento está ociosa y me da bastante conversación, y así me dice que la crisis se nota, aunque quizás menos en el País Vasco, pero sí que se nota, que otros años en estas fechas ya estaba todo esto plagado de gente, e incluso creo que me dijo que llegaron a estar dos personas aquí para el tema de las entradas y ahora sin embargo está ella sola y muy relajada por lo que veo, al menos hasta ese momento.

En los alrededores del Torreón también hay una terraza-mirador, y bancos, en una especie de jardín, así que paso de subir a la torre, y me siento en uno de las bancos a disfrutar del entorno, y de paso, ya que me encontraba allí a gusto y tranquilo, escribir un poco sobre el último día en bici de este viaje, y las aventuras y desventuras de ayer para organizar el viaje de regreso.

Poco a poco comienza a subir más gente, tanto en coche particular como con el funicular que ya está en marcha. Desde aquí arriba, las vistas de las playas de Ondarreta, de la Concha, de San Sebastián, y del Monte Urgull (donde estuve ayer tarde) con la isla Santa Clara entre éste y el Monte Igeldo, son muy bonitas.

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Vistas de las playas de Ondarreta y de la Concha, de San Sebastián, y del Monte Urgull, con la isla Santa Clara entre éste y el Monte Igeldo.

Sobre las 12:30 me voy de allí, bajo de nuevo a la playa, otra vez caminando y realizado el recorrido inverso. Desde la playa sigo todo el paseo a lo largo de las playas de Ondarretea y de la Concha, para llegar a la Parte Vieja, donde vuelvo a ir al mismo sitio que ayer para comer, que ya iba siendo hora, aunque antes me tomo unos vinitos y un pincho.

Terminada la comida, un paseo de nuevo por las calles de la Parte Vieja, menos abarrotadas de gente que ayer: Plaza de la Constitución (con fachadas de colorido y números pintados en cada balcón, que dan fe que en esta plaza se celebraron espectáculos taurinos), Calle Mayor, Iglesia de Santa María (de estilo barroco, levantada sobre una antigua iglesia románica), Calle 31 de Agosto (la única que quedó en pie después de los incendios producidos durante el asedio de 1813; es esta calle hay una placita con un pequeño frontón para la práctica de la pelota, aunque en estos días sirve para una competición de deportes populares vascos, como los de levantamientos de piedras, y a pesar de cobrar entrada, por lo que se ve desde fuera, se ve a bastante gente dentro, así que estos deportes populares deben estar bien arraigados en la sociedad vasca, al igual que la 'pelota vasca', porque fuera de aquí, en el resto de España, pasan totalmente desapercibidos), Iglesia de San Vicente (la más antigua de la ciudad, s.XVI, gótica y con bóvedas de crucería) y llegando a la plaza de Zuloaga, donde está el Museo de San Telmo, el cual es un antiguo convento dominico del s.XVI,q ue ha sido rehabilitado para tal menester, lo malo de esto, es que ha sido ampliado con otro edificio modernista, de estilo vanguardista, pegado al edificio que fue el antiguo convento, y la mezcla de estilos choca considerablemente, al menos para mi gusto, y es para mi modesta opinión y sin saber ni más ni menos de arte, sino simplemente discernir entre si me gusta o no estética o visualmente, una auténtica cagada, al menos para mi, aunque claro, para gustos los colores...

Iglesia de Santa María, desde la Calle Mayor

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Fin de Viaje – San Sebastián (II)

Plaza Mayor

Sigo mi recorrido por la calle San Juan hasta llegar a la Alemada del Boulevard, allí entro en una cafetería y me siento a tomar un café y un dulce, y como estoy bastante cansado, decido ir al cine que tengo allí mismo, en el centro comercial “La Bretxa”, en plena Parte Vieja, para terminar de matar la tarde, descansar un poco y ver una buena peli.

Cuando salgo del cine, me voy hacia la zona del Palacio de Congresos y Auditorium Kursaal, obra de Rafael Moneo, y otro de los edificios que estéticamente no me gustan nada, dos cubos de cemento que no encajan para nada con los edificios de corte clásico que lo rodean, pero como he dicho antes, esto es sólo una opinión mía. Siguiendo por el paseo, se tienen una buenas vistas de toda la playa de Zurriola, famosa entre los practicantes de surf, y es por eso por lo que hay bastante gente practicándolo a esta hora.

No tengo más ganas de seguir pateando, estoy realmente cansado, así que desde esta zona, justo donde estuve también anoche viendo el concierto, regreso al albergue, sobre las 8:30 de la tarde, aunque de camino compro un bocata para la cena. Hoy quiero acostarme pronto, anoche dormí poco y hoy estoy fundido después de tanto patear, así que me como el bocata en la zona de cafetería-internet del albergue, y a la cama, porque mañana toca también madrugar para coger el bus.

El día previo al inicio de este viaje, cuando tuve que estar también también casi un día en San Sebastián, hasta las 8 de la tarde, cuando cogería el euskotren para Hendaya, estuve haciendo otros recorridos por esta ciudad, como el catalogado en los folletos turísticos como “El área romántica de San Sebastián”, desde el Boulevard hasta el parque de Araba, pasando por la Plaza de Guipuzkoa, la Plaza de Bilbao, los puentes de Santa Catalina y de María Cristina, el Teatro Victoria Eugenia (obra neoplateresca inaugurado en 1912) y el Hotel María Cristina cuyas fachadas dan al río Uromea, y que son dos edificios unidos al pasado más glorioso de esta ciudad (este Teatro fue durante mucho tiempo, la principal sala de proyección del Festival Internacional de Cine).

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Fin de Viaje – San Sebastián (II)

Dentro de este recorrido, se accede también a la Catedral del Buen Pastor (construida a finales del s. XIX y en apenas diez años, es una obra neogótica inspirada en los grandes templos medievales de Alemania y Francia; la afilada aguja que corona su fachada, convierten a este templo en el edificio más alto de toda San Sebastián y su fachada es claramente visible desde la Parte Vieja, y en concreto desde la calle Mayor.

Al fondo la Catedral del Buen Pastor, vista desde la Calle Mayor, en la Parte Vieja

Catedral del Buen Pastor

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Fin de Viaje (III), Viaje de vuelta a casa

FIN DE VIAJE (III) - VIAJE DE VUELTA A CASA

Lunes, 22 de Agosto de 2011

Desde mi pueblo a San Sebastián no es es que haya muy buenas comunicaciones precisamente, pero al menos hay un autobús diario (excepto lo domingos como he podido comprobar) y aunque son muchas horas y muchas paradas, en el viaje de ida no tuve que hacer ningún transbordo, y lo mejor de todo es que sé que puedo transportar la bici en él, pagando un suplemento, con lo que no tengo que calentarme la cabeza por este tema, así que no me importa echar horas de más en autobús si es que me lleva a mi destino y puedo transportar la bici en él, pero lo cierto es que el viaje de regreso se acabó haciendo interminable...

El bus partía desde la misma estación a las 7:40 de la mañana, así que tuve que madrugar, puesto que el albergue está por lo menos a 4 o 5 kilómetros de la estación, utilizando el carril bici. Me levanté a las 6 de la mañana, preparé las alforjas y en recepción pedí la llave para abrir una puerta de corredera que daba acceso a la zona donde tenía amarrada a 'Bucéfalo'.

Saqué la burra a la calle, y allí más tranquilo, fui colocando el equipaje sobre ella, y después, de noche aún, me voy hacia la estación haciendo uso del carril bici que recorre toda la playa y que después va paralelo al río Uromea, hasta llegar prácticamente a la estación de autobuses, que como ya he dicho en otra ocasión, no es una estación al uso, sino que es una zona abierta, donde los autobuses llegan y se van, no hay nada bajo techo, no hay taquillas, no hay información de las empresas, ni de la hora de salida o llegada del los autobuses, no hay cafeterías ni quiosco ni nada de nada, es lo más parecido a una parada de taxis, ¡lástima que una ciudad como ésta no tenga una estación de bus más adecuada!.

Llego al mismo punto donde tres semanas antes estuve desembalando la bici y montándola para dirigirme al albergue, en lo que eran los primeros pasos de este viaje que ahora termina. Allí, bajo la luz de una farola, quito las alforjas delanteras y traseras, las amarro por parejas con los 'pulpos', desmonto la bici, y procedo al proceso de embalaje con los cinco metros de plástico acolchado y el rollo de cinta adhesiva que llevaba.

A las 7:15 ya estaba todo preparado, tres bultos: la bici embalada por un lado, las dos alforjas delanteras y las dos alforjas traseras. Ahora sólo quedaba esperar al bus, del que no sabía en cual de los andenes pararía y tampoco hay información de ningún tipo, así que tenía que estar atento cuando se aproximara la hora.

El viaje de regreso ya empezó a torcerse cuando el sábado, al ir a confirmar el billete de vuelta para el día siguiente, descubrí que los domingos no había bus hacia mi pueblo, con lo que tuve que quedarme un día más en Donosti que he intentando aprovechar para conocer un poco más esta ciudad. Ahora me encontraba en la estación, a las 7:40 y ni rastro de ningún bus de ALSA...

Pasan 10 minutos, las 7:50, y nada de nada. Miro y remiro el billete y veo que la hora de salida es a las 7:40, ¡comienzo a mosquearme!. Llega un bus de esta empresa, aunque parece más de los que hacen trayectos cercanos, de todas formas voy a preguntarle al conductor si sabe algo y me dice que no me preocupe, que llegará detrás de él, que viene con algo de retraso.

Casi veinte minutos después de la hora prevista llega el bus, por fin, así que monto la burra y las alforjas en la parte baja del bus, y subo a él, para comenzar el viaje con más de 20 minutos de retraso, bueno por lo menos ya estoy dentro y en marcha...

Algunas paradas por algunos pueblos de los alrededores, y directos para Burgos, donde al contrario que en el viaje de ida, tengo que hacer transbordo, con todo lo que esto supone para mí, puesto que no puedo llevar a la vez la bici embalada, y los dos grupos de alforjas, y para colmo, toca esperar otros veinte minutos o media hora para coger el otro bus con el que supuestamente ya no tendría que hacer transbordo hasta llegar a mi pueblo.

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Diario de un viaje cicloturista por la Costa Atlántica Francesa Fin de Viaje (III), Viaje de vuelta a casa

Aprovecho la espera para irme a la cafetería y desayunar, porque desde que me levanté esta mañana no había comido nada, así que la bici embalada la dejo fuera, amarrada, y entro con todas las alforjas y el engorro que supone tanto bulto, para tomar un buen desayuno mientras no pierdo ojo de la bici, que controlo por la cristalera de la cafetería, aunque la tengo amarrada, pero es que en las estaciones de bus o tren, nunca se sabe...

Monto en otro bus y de nuevo en marcha y del tirón, o sea, si hacer más transbordos o paradas, hasta entrar en Extremadura, y aquí ya es un calvario, porque hasta aquí he venido prácticamente dormido, pero ahora ya no tengo sueño y el bus comienza su peregrinaje particular, entrando prácticamente en todos los pueblos hasta llegar a Plasencia, dejando un viajero aquí, dos allí, recogiendo a uno en el pueblo de más allá,... Este tramo hasta Plasencia resulta largo, incómodo y aburrido, y para colmo las pelis que ponen en la tele no puedes escuharlas sino tienes auriculares, y los que uso para el teléfono no sirven, con lo que se me hace muy largo este tramo.

Desde Plasencia, un tramo directo hasta Cáceres, que se agradece, y aquí otra parada de 20 minutos, y cuando volvemos a montarnos en el bus, resulta que nos obligan a bajar de nuevo porque tiene problemas y no arranca, ¡lo que faltaba!. Ahora tenemos que esperar a que llegue otro bus de repuesto, que por suerte no tardó mucho puesto que estaba allí mismo, porque si esto llega a pasar en carretera o en otro sitio, hubiéramos tenido que estar esperando a que el bus se desplazara hasta donde estuviéramos, pero 'sólo' tuvimos que esperar otro cuarto de hora o veinte minutos.

De nuevo en marcha y ahora directos hasta la zona de Don Benito – Villanueva, donde de nuevo comienza a ir dejando gente por los pueblos y los 50 últimos kilómetros se hacen ya muy largos. Al final me acabo quedando sólo en el bus, con el conductor, llegando a mi pueblo cerca de las 11 de la noche, después de tanto retraso, transbordo, averías, paradas por los pueblos, etc, etc, etc.

Ahora toca hacer el proceso contrario, o sea, desembalar la bici, montarla, colocarle las alforjas e irme montada en ella a casa, para terminar este viaje de 25 días.

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