barroso gutiérrez, félix. indumentaria tradicional en las hurdes (1)

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  N.º 269 El Canónigo Félix Barroso Gutiérrez Rafael Beltrán  Jos é Manu el Fr aile Gil  Jos é Luis Garr osa G ude Miguel Ángel Picó Pascual Amparo Rico

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BARROSO GUTIÉRREZ, Félix. INDUMENTARIA TRADICIONAL EN LAS HURDES.

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  • N. 269

    El Cannigo

    Flix Barroso Gutirrez n Rafael BeltrnJos Manuel Fraile Gil n Jos Luis Garrosa Gude

    Miguel ngel Pic Pascual n Amparo Rico

  • Entre los cientos de ismos que podran caracterizar odar nombre al arte del siglo XX -todava es pronto parahablar del XXI- habra que incluir y considerar el que tie-ne como origen la instantaneidad. El individuo de nues-tra poca ha sido capaz de convertir el instante -eso queAristteles llamaba el "simple accidente del tiempo"- enun vislumbre de su propia y diversa actividad; el instantedeja de ser as el fin del pasado y el comienzo del futuropara penetrar, por derecho propio, dentro del universo delo artstico, ese mbito que resiste el transcurso de la his-toria e invita a la admiracin o a la reflexin. La fotogra-fa ha entrado ya en los museos de arte contemporneodesplazando a otras formas y tcnicas con facilidad y ra-pidez. Sin embargo el enemigo ms cruel de la instant-nea, por extrao que parezca, es la propia prisa: el ojonecesita precisin y la mente serenidad para concretarcon talento y oportunidad un momento abstracto... Elaliado mayor, la tecnologa y el abaratamiento de los cos-tes, que permiten luego seleccionar entre muchos instan-tes y desechar todos aquellos que no respondan a nuestraintencin. Esta capacidad de seleccionar lo mejor o mstrascendente del pasado y convertirlo en testimonio parael futuro es una cualidad del siglo que acabamos de dejary al mismo tiempo su atestacin ms fiel con todo lo queeso significa. Porque la palabra suceso, que solemos apli-car a los especiales momentos retratados, significa tantola cosa que acontece como el mismo transcurso del tiem-po. Hay por tanto en la intencin de reflejarlo en imge-nes un quehacer fedatario y una aceptacin "condiciona-da del panta rei: en efecto, todo pasa pero nosotros, fot-grafos, notarios de ste o de aquel acontecimiento, deja-mos nuestra visin nica e irrepetible de los hechos paraque la historia los analice, los estudie o los interprete. Yno slo dejamos esos hechos reflejados sino que al hacerloles damos trascendencia.

  • S U M A R I OPg.

    EDITA: Obra Social y Cultural de Caja Espaa.Plaza Fuente Dorada, 6 y 7 - Valladolid, 2003.

    DIRIGE la revista de Folklore: Joaqun Daz.DEPOSITO LEGAL: VA. 338 - 1980 - ISSN 0211-1810.IMPRIME: Imprenta Casares, S. A. - Vzquez de Menchaca, 64 - 47008 Valladolid

    Una desconocida inscripcin al fresco delAD MORTEM FESTINAMUS . . . . . . . . . . . . . . . . 147

    Miguel ngel Pic Pascual

    Notas para un catlogo tipolgico de los cuen-tos tradicionales valencianos, VI: Cuentosde la Serrana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149

    Rafael Beltrn (Universitat de Valncia)Amparo Rico (Escola Universitria Edetnia)

    El pandero cuadrado en la villa y corte. . . . . . . . . . . . . . . . . 155Jos Manuel Fraile Gil

    Un sondeo en la tradicin oral de un instituto deParla. Cuatro cuentos folklricos deMadrigalejo (Cceres). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162

    Jos Luis Garrosa Gude

    Indumentaria tradicional en las Hurdes (I) . . . . . . . . . . . 166Flix Barroso Gutirrez

  • UNA DESCONOCIDA INSCRIPCIN AL FRESCO DEL ADMORTEM FESTINAMUS

    Una de las paredes del convento de San Fran-cisco de Morella, espectacular municipio situado enlas tierras altas del Noroeste de la provincia deCastelln, lindando ya con tierras aragonesas, con-serva un peculiar documento sonoro que contieneuna inscripcin en tetragramas de una de las melo-das que aparecen en el Llibre Vermell de Montse-rrat. Se trata del Ad mortem festinamus, una com-posicin bailada en la que se vislumbran claras ra-ces folklricas, ya no solo en la propia meloda, si-no tambin en el ritmo y en la propia estructuraconstructiva. A diferencia del antedicho manuscritocataln copiado hacia 1400, el texto que encontra-mos en el templo morellano se halla escrito en va-lenciano.

    El convento de San Francisco es un destacadomonumento del municipio que fue construido en elsiglo XIII. A l se accede por un gradero semicircu-lar sobre el que hay tres gticas arcadas. El claus-tro es de estilo gtico primitivo y la sala capitularfue construida posteriormente, en el siglo XV, con-teniendo unas interesantes pinturas al fresco. La

    interesante inscripcin musical aludida se hallaconcretamente en la sala denominada antiguamen-te de profundis, debajo del fresco que representala danza de la muerte. Su ubicacin, por tanto, noes casual, siendo un claro testimonio de una prcti-ca extralitrgica de carcter popular, fruto del climamoral que se respiraba, que era con toda probabili-dad practicada a finales de la Edad Media en la po-blacin, incluso dentro de la propia iglesia. No cabela menor duda de que se tratara de una pieza am-pliamente difundida en un rea geogrfica bastanteextensa y no vinculada nicamente al monasteriode Montserrat. El estado de conservacin de la re-presentacin musical est bastante deteriorado,sobre todo en su parte derecha, que no llega a dis-tinguirse claramente. La msica aparece distribuidaen dos tetragramas, encabezado el primero por laclave de fa y el segundo por la clave de do. Este vi-rolai a diferencia del cdice montserratino, queaparece escrito con la grafa mensural -brevis mni-ma-, lo encontramos aqu escrito con notacin cua-drada.

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    Miguel ngel Pic Pascual

  • BIBLIOGRAFA

    ANGLS, H.: El de Montserrat y los cantos y la

    danza sacra de los peregrinos durante el siglo XV, Scripta

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    y danzas s. XIV, Barcelona, Los libros de la Frontera, 1990.

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  • NOTAS PARA UN CATLOGO TIPOLGICO DE LOS CUENTOSTRADICIONALES VALENCIANOS, VI: CUENTOS DE LA SERRANA.

    La publicacin de un libro que recoge docu-mentos de tradicin oral de una determinada zo-na geogrfica siempre es una buena noticia, quemuchas veces pasa, sin embargo, desapercibidadurante largo tiempo. La lectura de una serie detextos, procedentes en este caso de una comarcadel interior de la provincia de Valencia, La Serra-na, recogidos y adaptados por Vicente Corts(1),nos ha movido a redactar unas notas, a modo deartculo-resea, como parte de un proyecto msamplio de catalogacin tipolgica de los cuentosvalencianos conocidos hasta hoy.(2)

    El To Paragero. Tradicin oral de la Serra-na I, recopila una serie de cuentos, adivinanzas,trabalenguas y romances recogidos a diferentesinformantes de la comarca. Los documentos msnumerosos los constituyen los cuentos. La obrita,adems de estar cuidadosamente editada, congraciosos dibujos que ilustran cada uno de lostextos, incluye un disco compacto en el que sepueden escuchar, engarzadas por un ficticio nexonarrativo (la voz del propio Vicente Corts, simu-lando la del "to paragero", una especie de buho-nero, personaje histrico ligado a la tradicin oralde la zona), las grabaciones realizadas a las mis-mas informantes contando su cuento (al final hayfotografa y brevsima biografa de cada una deellas).

    Nuestro comentario se centrar bsicamenteen la identificacin y catalogacin de los nuevecuentos recogidos, puesto que varios de ellos re-visten un singular inters. Pero previamentealudiremos tambin al trabalenguas que recoge ytranscribe Corts.

    Es curioso que tengamos atestiguadas encataln, en vez de en castellano, las versionesms antiguas del trabalenguas, "Una MadreGodable", que se presenta al principio del li-bro:

    Os voy a contar, que era una madre goda-ble, ciripicotable y tarantantable que tena hi-jo godijo, ciripicotijo y tarantantijo que fue acazar, gozar, ciripicotar y tarantantar una lie-bre godiebre, ciripicoliebre y tarantanliebre.

    La caz, goz, ciripicot y tarantant, y sela dio a su madre godable, ciripicotable y ta-rantantable para que la metiera en la potera,gotera, ciripicotera y tarantantera. Pero fue el

    gato, godato, ciripicotato y tarantantato, secomi la liebre, godiebre, ciripicotiebre y ta-rantantiebre y se quedaron sin comer.

    Posiblemente se trate de un trabalenguas quepasara desde Aragn a zonas catalano-hablantes(y a comarcas valencianas de castellano con in-fluencia aragonesa, como La Serrana), aunqueno es descartable la posibilidad contraria. Lostestimonios antiguos catalanes proceden de tex-tos originalmente publicados en 1888, y compila-dos en El rondallari catal (1909) por Pau Ber-tran i Bros, una de las obras de recopilacin fol-klrica ms importantes del siglo XIX espaol:

    Eren tres germans culans bufans entram-polifans, que van caar una llebreta culeta bu-feta entrampolifeta, i la van enviar a sa ger-mana culana bufana entrampolifana, que lafes amb un suc culut bufut entrampolifut.

    Qu va fer la germana culana bufana en-trampolifana? Pensant-se agafar la llebretaculeta bufeta entrampolifeta, va agafar el sen-yor gat culat bufat entrampolifat, i el va feramb un suc culut bufut entrampolifut; i elstres germans culans bufans entrampolifans,pensant-se menjar la llebreta culeta bufetaentrampolifeta, es varen menjar el senyor gatculat bufat entrampolifat" (Bertran 1996,nm. 40: 132-33).

    Se puede comparar tambin con el trabalen-guas anterior, el nm. 39, de la misma obra:

    Eren capotins pimpoladins.

    Van per un cam digod de la sala capotpimpolad.

    Troben una llebre digodera de la sala capo-tera pimpoladera... [etc.]

    (Bertran 1996, nm. 39: 131-32).

    Pero el trabalenguas no es desconocido enAragn (como probablemente tampoco lo sea en

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    Rafael Beltrn (Universitat de Valncia)Amparo Rico (Escola Universitria Edetnia)

  • otras reas peninsulares o latinoamericanas). V-ase, si no, el ejemplo de Loporzano (Huesca):

    Una abuela teca, meca, chibirigorda, gorday vieja, / tena los hijos tecos, mecos, chiribi-gordos, gordos y viejos. / Como la abuela erateca, meca, chiribigorda, gorda y vieja / poreso tena los hijos tecos, mecos, chribigordos,gordos y viejos (Gonzlez, Gracia y Lacasta1998: 444).

    Vayamos a la breve, pero jugosa coleccin decuentos que presenta la antologa.

    1. El medio pollo (Aa-Th, 715)

    Contado por Amparo Solaz, corresponde alcuento-tipo clasificado por los folkloristas AnttiAarne y Stith Thompson (1961) con el nm. 715(tambin por Boggs [1930], 715), y reconocido in-ternacionalmente por su denominacin francesa,Demi-coq. El resumen del prototipo que dan losfolkloristas coincide casi exactamente con el ar-gumento de esta versin valenciana (que simpli-fica un poco el final):

    Demi-coq sets out to recover borrowed mo-ney. Under his wings he takes with him somerobbers [aqu, una maza], two foxes [aqu, unazorra y un toro], and a stream of water [un rode tijeras y un ro de agujas]. He goes to a cas-tle and asks for money. He is imprisoned withthe hens: the foxes eat them up. Likewise inthe stable the robbers steal the horses [los to-ros pinchan a los caballos]. When he is to beburned the stream puts out the fire...

    Conocemos una magnfica versin valenciana,recogida y reescrita en cataln por Enric Valor,la "Histria d'un mig pollastre", que, gracias a sudifusin en las escuelas, ha popularizado el cuen-to en todo el Pas Valenciano y en otras reas ca-talano-hablantes durante los ltimos aos. Hay,naturalmente, ms versiones hispnicas. Paraconcocer las castellanas -por ejemplo, en Espino-sa, Espaoles, 253 (Cuenca) y 254 (Crdoba)- seha de consultar el catlogo de Camarena y Che-valier (1995: n 715). Para conocer las catalanas-por ejemplo, Bertran, Rondallari, 133, y Ama-des, Rondallstica, 108, 135, de Barcelona, y 352,de Tarragona-, el catlogo de Pujol (Pujol, ndex,

    715). Para las aragonesas, el Catlogo tipolgicode Gonzlez (GS, Aragoneses y GS, Rev. Arag.).Tambin hay versiones portuguesas, y al menosuna vasca, que aportan y traducen Camarena yChevalier, en el mismo Catlogo (Maravillosos).Los dos folkloristas nos dan informacin sobrelas versiones literarias del cuento. Las ms cono-cidas, entre stas, probablemente sean las que seincluyen en La gaviota de Fernn Caballero y enEl mayorazgo de Labraz de Po Baroja (vase elCatlogo de Amores).

    2. La Gloria (Aa-Th, 1476?)

    Se trata de un cuento extrao, sin demasiadosentido, aunque sin duda lo tuvo, y lo continateniendo, obviamente, para la informante. La ex-plicacin ms plausible sobre su origen consisteen emparentarlo con las facecias que burlan lasdesventuras amorosas de los clrigos. As, en elcuento de los ngeles en busca de higos (Aa-Th,1419K*), del que aporta una versin Camarena(Lorenzo Vlez 1997: 106-07), el sacerdote, cuan-do llega el marido, queda colgado de una cuerdadentro de la chimenea, y metido en un canasto,como en este cuento. Se pega el gran batacazo, yresignado dice al caer:

    ngeles somos

    que del cielo venimos,

    con este canasto

    a que me llenis de higos.

    Lo que aceptar el marido de buena gana. Haytoda una serie de cuentos de este estilo, relacio-nados con el motivo K 1315.1 Seduction by po-sing as Angel Gabriel, cuya versin ms conoci-da ofrece Boccaccio en el Decamern, IV, 2.

    Con todo, es mucho ms probable que se tratede una variante -ciertamente confusa- de Aa-Th,1476 (The Prayer for a Husband / Oracin porun marido), con el prototipo definido as por Aar-ne y Thompson: The old maid prays in churchthat she may get a husband [X 761]. The suppo-sed advice of God (the church janitor [K 1971.9]).She must raise her foot to her neck (or other dis-graceful act).

    Encontramos una buena versin (no son muycomunes) nuevamente en El Rondallari de PauBertran, en la rondalla de La vella acaserada(Bertran 1996, nm. 100: 187):

    150

  • Una vegada era una vella que anava moltacaserada, i cada dia, a la iglsia, feia la ma-teixa pregria a la Mare de Du de les Dolors:

    ---Maria santssima de les Dolors,

    pregueu a vostre Fill precis

    que l'hereu de Castellnou

    no tingui punt ni reps

    fins que sigui el meu esps.

    Vet aqu que el rector ho va arribar a saber,i quina te'n fa?: ell que, al darrere de l'altarde les Dolors, hi amaga l'escolanet, b e n adver-tit.

    Hi arriba la vella, i de seguida:

    ---Maria santssima de les Dolors,

    pregueu a vostre Fill precis

    que l'hereu de Castellnou

    no tingui punt ni reps

    fins que sigui el meu esps.

    Respon l'escolanet:

    ---No s hora, no s hora, encara.

    I la vella, enfadada, salta:

    ---Calleu, vs, l'ambaixador,

    deixeu dir la vostra Mare.

    (pensant-se que la veu de l'escolanet era lade Nostre Senyor que responia!)

    3. Los animales viejos (Aa-Th, 130).

    Contado por Amparo Solaz, coincide con el fa-moso cuento de "Los animales msicos" o "Losmsicos de Bremen". Se trata de un cuento fol-klrico antiguo, difundido por todo el mundo, quese ha puesto en relacin con milenarios cuentosasiticos en los cuales los viajeros son objetos: unhuevo, un escorpin, una aguja... (Thompson1972: 298). Tambin en Espaa existen recogidasversiones notables. En castellano, se pueden con-sultar las de Espinosa, Espaoles, 255-256, Ca-marena, CTL, 37, o Agndez, CPS, 18 (vanse,adems, los catalogados por Camarena y Cheva-lier). En cataln, las de Amades, Rondallstica,300, 301, 351 y 354; Alcover, Mallorquines, I, pp.56-60 (vase Pujol, ndex). Del Pas Valenciano,solamente conocemos, adems de esta de La Se-rrana, las versiones en cataln del Alacant, 33(que coincide slo con Amades, 351, frente a la

    tradicin ms extendida, que presenta cuatroanimales) y el Carxe, 66, 67.

    4. Los guisops (GC [1338B])

    Ante la visita prevista del obispo, los habitan-tes de un pueblo construyen un vter (no tenan),colocando un cajn con un agujero en la habita-cin ms alta de una casa. Pero como tampocohay agua corriente, uno de los hombres estardispuesto abajo para limpiarle las partes. El obis-po, curioso por el destino que tendrn sus excre-mentos, asoma la cara por el extrao agujero. En-tonces, le limpiarn la cara con el mismo cepillo(o hisopo) que antes...

    No es un cuento excesivamente difundido, pe-ro algunos testimonios en diversos puntos de laPennsula nos hacen ver que, aunque desconocidoen el resto de Europa (de ah que no se encuentreen el Catlogo de Aarne y Thompson), se conoceal menos en la Pennsula, tanto en la tradicincastellana como en la catalana o la gallega. Esta-ramos, por tanto, ante un nuevo tipo, que podraser catalogado dentro de los nmeros Aa-Th,1800 -1849 (Other Jokes about Clergy or Reli-gious Orders / Otros chistes sobre curas u rde-nes religiosas). Gonzlez Sanz, en su revisin delCatlogo de cuentos aragoneses (Rev. Arag.), pro-pone el tipo 1578A* (The Drinking Cup / La tazapara beber), para un cuento escatolgico muy pa-recido, aunque definitivamente distinto, protago-nizado igualmente por un obispo, previamentecatalogado por el mismo Gonzlez Sanz como1775 (The Hungry Parson / El cura hambriento).Camarena reconoce no haberlo encontrado en losndices habituales, y solamente puede aportar untestimonio de difusin oral en gallego (Len, II:314), mantenindolo, por tanto, sin clasificar nu-mricamente. Gonzlez Sanz, finalmente, a lavista de los diversos testimonios aragoneses, ca-taloga nuestro cuento, introduciendo un nmeronuevo, [1338B] (CG, Rev. Arag.), e indicando conlos corchetes que se trata de un cuento no clasifi-cado previamente. Las versiones que hemos po-dido consultar, adems de esta valenciana quecuenta Miguel Pearrocha, son, en castellano,las dos que recogen Camarena, Len, 283 ("Vterpara el obispo") y Pends Trelles, Cuentos popu-lares, 38, y, en cataln, una valenciana que reco-ge Gascn, Albaida, 29 ("El bisbe sorprs"). En laque transcribi Pends Trelles, recogida hacia1939 en la prisin de Puerto de Santa Maria,donde cumpli condena tras la guerra, el papeldel obispo lo representa un ministro de Fomento.

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  • 5. Una blanca y otra negra (Aa-Th, 32)

    El cuento Aa-Th, 32 es uno de los varios deanimales, relacionados con el tema del rescatedel pozo (Aa-Th, 30-35). Se define como The WolfDescends into the Well in one Bucket and Rescuesthe Fox in the Other [K 651] / El lobo desciendeal pozo dentro de un cubo y rescata a la zorra conel otro.

    C-Ch, Catlogo (Animales) lo catalogan, ofre-ciendo como ejemplo una versin de Valladolid(recogida por Espinosa, Espaoles, 206), y dandocomo referencias otras varias castellanas, de en-tre las cuales hemos podido consultar la recogidapor el propio Camarena (Len, 10). El cuento tie-ne igualmente amplia difusin en cataln (vasePujol, ndex), en Galicia (C-Ch aportan slo unaversin gallega), Portugal e Hispanoamrica.Igualmente, las versiones literarias peninsularesse dan desde antiguo (Disciplina clericalis, Librode los gatos, Snchez de Vercial, etc.).

    6. La Cuca Maula (Aa-Th, 1286 y 1288).

    Uno de los captulos ms caractersticos ytambin ms estereotipados de la cuentsticatradicional, lo componen las historias, chistes oancdotas exageradas de tontos (1200-1349). Mu-chas veces son cuentos encadenados por un mar-co sencillo: un hombre sale de casa pensando quesu mujer es rematadamente estpida, pero lo queve a lo largo de su viaje le hace comprender queno lo es, en comparacin con las barbaridades dealgunos pueblos: en un lugar ver que suben unburro a la torre de la iglesia para comerse unaplanta que la afea y, cuando es evidente que elburro se ahoga estrangulado, creen que saca lalengua para alcanzar la hierba o para rer (Aa-Th, 1210*); en otro ver que acarrean la luz delsol en bolsas o cubos para iluminar una casa sinventanas (1245); en otro apilan cestas a modo detorre para intentar llegar al cielo, y cuando se lesacaban cogen la de ms abajo y se les derriba latorre (1250A); en otro esculpen un santo de cera,que se derrite por el calor (1270); en otro desco-nocen lo que son los pantalones y no saben cmoponrselos, de manera que saltan dentro paraacertar (1286); en otro no encuentran sus piernasy caen formando un tumulto (1288); en otro tra-tan de desplazar la torre de la iglesia tirando deuna soga y creen haber movido la torre al cam-biar alguien de sitio una prenda que habanpuesto como referencia, etc.

    En el cuento de La Serrana, contado por Am-paro Solaz, se encadenan las variantes de loscuentos 1286 (los lugareos saltan desde una to-rre para ponerse los pantalones!), 1288, ms unatercera (1281?) en la que los habitantes de unpueblo tienen terror a un caracol, al que llamanla Cuca Maula. El nexo lo proporciona un esque-ma conocido: un escobero, que sale de su casapensando que su mujer era muy "ligera de cas-cos" y se encuentran con un panorama de mayorestupidez doquiera que va: con su escoba y algode sentido comn va enderezando entuertos y,adems, logra vender su producto. El final es gra-cioso y original.

    7. Garbancito (Aa-Th, 700)

    Se trata del popular cuento de Garbancito oCigronet (Aa-Th, 700, Tom Thumb / Pulgarcito).

    Muchas versiones suelen utilizar frmulascantadas del tipo -en cataln- "Patxim, patxim,patxom, aneu amb compte quan camineu!...", o"Estic en la panxa del bou que es mou, on no ne-va ni hi plou". En algunas versiones, Garbancitose esconde detrs de la oreja del buey, o bajo unacol (como en la sevillana, por ejemplo); en otras,como en las que a muchos nos contaron de peque-os, en la barriga del buey o de la vaca. El cuentoes bien conocido en el mbito castellano: Espino-sa, Espaoles, 158 i 159; Camarena, Len, 118 i119; Agndez, Sevillanos, 47 ("Culantrin");Agndez, Valladolid ("Comino" y "Garbancito").Igualmente, dentro del mbito lingistico cata-ln: Valor, 29 ("Nabet"); Roig, Guadalest-L'Algar,pp. 65-70 (3 versiones); Amades, Rondallstica,50, 54, 92, 190 y 232; Alcover, Mallorquines, XV,p. 63, XXIII, pp. 117-22.

    La de La Serrana parece, sin embargo, unaversin poco tradicional, recordada a partir de lalectura o de la audicin radiofnica de algunaversin moderna del cuento (la sintona radiof-nica de la frmula se populariz en los aos 50).

    8. La ta Miseria (Aa-Th, 330D)

    El prototipo del cuento 330D (BonhommeMisre), que es una variante del cuento de enga-o del carpintero al diablo (330: The Smith Out-wits the Devil), dice as: "Magic peer tree onwhich Death is caught. Misre must remain onearth". Se trata de un cuento tradicional bien co-

    152

  • nocido en la Pennsula. Hay versiones castella-nas, con la variante del peral que presenta estecuento, contado por Isabel Sells, catalanas, ga-llegas, portuguesas e hispanoamericanas, querecogen Camarena y Chevalier. Hoy muchos ni-os pueden leer el cuento, en uno de sus libros deLengua, hacia 5 de Primaria.

    Finalmente, no podemos encontrar la filiacinpara La apuesta en verso, que cuenta M. RosaAlmerich, y que, sin embargo, recuerda otros an-tiguos, en concreto de los Siglos de Oro, que clasi-fica y estudia Maxime Chevalier.

    NOTAS:

    (1) E1 to Paragero. Tradicin oral de La Serrana, I, adapta-

    cin de Vicente Corts, El Villar del Arzobispo, Centro de Estu-

    dios "La Serrana", 2000.

    (2) Los primeros trabajos, en prensa o en preparacin son,

    en una primera fase, los siguientes (todos, como se podr com-

    probar, excepto ste, sobre cuentstica en cataln, que es la ms

    abundantemente recopilada): "Notes per a un catleg tipolgic de

    les rondalles valencianes, I: les rondalles d'Enric Valor" (en prepa-

    racin y en colaboracin con Josep Vicent Garca i Raffi); "No-

    tes..., II: rondalles de La Vall d'Albaida i L'Alcoi", Almaig (Estudis

    i documents), XVII, 2001, pp. 124-33; "Notes..., III: rondalles de

    l'Alacant" (en prensa, en el Zeitschrift far Katalanistik / Revista

    d'Estudis Catalans, vol. 16 [2003]); "Notes..., IV: rondalles del Baix

    Vinalop", en prensa, en el Homenaje a Luis Quirante, Valencia,

    Universitat [2003]; "Notes..., V: rondalles de La Costera" (en prepa-

    racin).

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  • EL PANDERO CUADRADO EN LA VILLA Y CORTE

    El pandero cuadrado que a duras penas subsiste hoyen cuatro o cinco rincones de la geografa espaola es,junto con el rabel y la alboka, parte de la preciosa heren-cia cultural que los troveros moros nos dejaron tras de suestancia en estos lares. All donde an pervive, o al me-nos ha dejado memoria histrica reciente, su uso estasociado con ciertos rituales poco permeables a las inno-vaciones; al punto que puede considerrsele un verdade-ro fsil dentro del panorama de la organologa hispana.

    La zona astur-leonesa se ha servido del pandrero noslo para tocar a su aire el son darriba o baile de lascastauelas sino tambin para entonar los ramos que secantan y ofrecen a los Santos Patronos, amn de interve-nir en ciertas canciones epitalmicas bastante ritualiza-das por cierto (1). En la comarca catalana de Urgel toca-ban el pandero cuadrado las mayordomas de ciertas co-fradas religiosas que merced a estos cantos petitoriossufragaban el culto de sus Santos titulares (2). La recons-truccin, ms o menos real, que en Encinasola (Huelva)se ha hecho de cierto baile del pandero, liga esta prcticaa los bailes funerarios que, alrededor de los nios falleci-dos menores de siete aos, se hacan por toda tierra decristianos; no obstante hubo y hay en el foco extremeotestimonios mucho ms elocuentes como el ramo quecantan an en Berzocana (Cceres) con el pandero a susSantos Patronos, San Fulgencio y Santa Florentina. Cier-tas agrupaciones gallegas y amplias reas portuguesas sesirven del pandeiro de peito y del adufe para acompaartodo tipo de manifestaciones musicales un tanto sofisti-cadas ya, no slo en la forma del instrumento sino tam-bin por el carcter de las reelaboraciones folclricas enlas que interviene (3). Por ltimo, hay que mencionar lapresencia del pandero cuadrado en el Rebollar salmanti-no; all el instrumento se golpea ya con la mano izquier-da ya con una porra de tamborilero que empua la manodiestra; y as, con el instrumento puesto de canto sobre larodilla izquierda, tocaban las pandereras a ms y mejorlos cuatro ritmos propios de la zona: ajechao, sorteao,corrido y brincao (4).

    Quin dira hoy que acaso el foco ms vital para es-te instrumento fue la capital de Espaa? A contestar afir-mativamente a esta demanda dedicaremos las lneas quesiguen, si nos acompaas en su lectura. Ya en el SigloXVII encontramos abundantes referencias al uso delpandero claro que sin especificar su forma- en las mu-chas romeras que los madrileos de antao celebrabanpara delicia de Lope y otros bardos cortesanos. De la deSan Marcos, que llamaban El trapillo, nos ha dejado Za-baleta el siguiente testimonio: ...Vuelven a su alegre ymoledora tarea los que bailaban. Toma una mocetona ro-busta entre las manos un pandero, y da en l tan desati-

    nados golpes que le hace quejarse en grande y compasa-do ruido, hacindole est pedazos y l quejndose comosi cantara. Tienen puestas unas castauelas que parecenhechas de cuatro artesones (5). Y en la noche mgica deSan Juan deba bajar a la frescura del ro para cantar ybailar la mocedad madrilea; Pedro de Vargas nos ha de-jado unos versos romanceados que resultan ni pintadospara nuestro intento:

    Qu bien bailan las serranasel da de San Juan verde!

    en el Val del Manzanarescuando el sol claro amanece

    en mil corros divididascon canciones diferentes

    unas al pandero cantany otras responden alegres...

    Pero al releer estos prrafos, nos acecha siempre laduda de cul debi ser la forma que tuvieron esos pande-ros, pues hasta hoy subsiste una cierta confusin entrelos trminos pandero y pandereta; ya que mientras a staltima se le suponen siempre las rodajas de metal quecaractarizan su sonido, con el trmino pandero puedennombrarse cuantos instumentos tengan un parche de pielsusceptible de ser golpeado. Habramos an de esperarcasi cien aos para que la pluma y el despejo de Don Ra-mn de la Cruz echaran un poco de claridad que deshi-ciera esa bruma.

    Naci Don Ramn de la Cruz Cano y Olmedilla en lacapital del reino all por el ao 1731; de familia desaho-gada, merced al cargo que su padre ostentaba en el Ad-ministracin, debi tener una mediana instruccin y aun-que pas una breve temporada en Ceuta por los cambisde destino en la carrera de su padre, estuvo ligado de porvida a la ciudad que le vio nacer. El exiguo sueldo quecomo fucionario tuvo (6) le llev a servir a los ttulosms madrileos que por entonces seoreaban el Prado, yas para la familia del Duque de Alba o de la Duquesa deBenavente escribi piezas teatrales y juguetes que a ve-ces se representaron incluso en teatritos particulares dela aristocracia, como el que por entonces se construy enla Alameda de Osuna. Acab falleciendo el da 5 deMarzo de 1794 en el Madrid que tanto le inspirara y quelleg a conocer como nadie; fue enterrado en la Iglesiade San Sebastin que ostent durante siglos el ttulo deiglesia de los cmicos, pues est enclavada a unas cuan-tas manzanas de las casas que habitaron Cervantes, Lopey Quevedo.

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    Jos Manuel Fraile Gil

  • La produccin fundamental de Don Ramn de laCruz fueron, a ms de zarzuelas, piezas largas, comediasy tragedias, los casi quinientos sainetes que escribi a lolargo de su vida. El primero que inagur la serie se titulLa enferma de mal de boda, que se estren en el teatrode la Cruz en 1753. El tema central de estas piezas cortasen un acto gir casi siempre alrededor de la vida en elMadrid de aquella segunda mitad del Siglo XVIII; hubotambin algunos dedicados al mundo del teatro pero en-focados de tal forma que el espectador encuentraba sobrelas tablas un trasunto de aquella sociedad, haciendo conla propia vida de los cmicos y sus avatares una facetams de aquel universo. La sociedad de los usas, el mun-do de los petimetres y la vida de la majeza son tres gajosde una fruta urbana que aparecen siempre entreveladosen los sainetes de don Ramn; estas clases sociales tanbien diferenciadas por el habla, por la msica, por la in-dumentaria y hasta por el baile, se buscan y se rechazan,se copian y se critican, viven en fin en barrios separadospero no por murallas sino por avenidas en las que seabren callejas y bocacalles, que son vlvulas de escapepara aquella sociedad casi an estamental. Los payos,que sern luego los lugareos y paletos del XIX, repre-sentan en la obra de don Ramn la esencia de los valores

    tradicionales de la vieja sociedad hispnica, vigentes anen el campo frente a las innovaciones afrancesadas delSiglo de las Luces. Sus sainetes, escritos casi siempre enmetro de romance octosilbico, sern fuente de inspira-cin y casi objeto de copia para los costumbristas deci-monnicos que, con Mesonero Romanos a la cabeza, se-guirn reutilizando los argumentos de nuestro autor.Pues bien, en el arca de sus sainetes meta la mano el et-ngrafo y encontrar all revolviendo un arsenal inacaba-ble para documentar minuciosos tratados sobre los pun-tos y adornos en el calzado, sobre el plegado de la manti-llas, sobre el mobiliario y ajuar domstico, sobre los ma-estros y pasos de baile... y hasta sobre los panderos cua-drados que chisperas, majas y manolas tocaron con desa-hogo dede el Rastro al hespital.

    Si no contramos con la documentacin grfica queafortunadamente tenemos, argiran muchos que debie-ron ser panderos redondos con sonajas de azfar u hoja-lata los que tocaron las madrileas de antao; pero elpropio Don Ramn sale en nuestra ayuda para dirimir es-ta cuestin. Entre sus acotaciones escnicas, siempre mi-nuciosas y esclarecedoras, encuentro dos datos al respec-to, pues en ellos menciona claramente a la pandereta,

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    figura 1. Arco de Triunfo levantado en la calle de las Carretas con motivo de la entrada en Madrid de Carlos IIIen 1759. leo atribuido a Lorenzo de Quirs. En el margen inferior derecho aparecen varias mujeres sosteniendo

    sus panderos en forma de rombo. (Museo Municipal de Madrid).

  • distinguindola as del trmino pandero, que como vere-mos reserva para el instrumento cuadrado que aparecerde forma prolija en sus creaciones. La primera de esasaclaraciones aparece en el sainete titulado Sanar de re-pente (1773); gira la obrita en torno a una madrastra queda mala vida a los hijos de su esposo, y cuando ella en-ferma los hijastros entran en escena alegres y bullangue-ros: Salen con miedo y alegra Feliche, Pacorra, Rositay el nio; ellas tocando panderetas, Feliche tambor y elnio una flauta o un pito. La misma alegra se manifies-ta en otro de sus sainetes, el titulado El regimiento de lalocura (1774), donde en un alocado carnaval van desfi-lando un sinfn de personajes supuestamente cuerdos,pero locos al trasluz de un cierto anlisis: Sale Espejo

    de capitn, vestido caprichosamente, y todos los hom-bres y damas de la compaa, que no se citan con piezaconocida, y a lo menos ocho comparsas en distintos tra-jes unos de otros, trayendo como gorra de arlequn, concascabeles y panderetas en la mano.

    Para ensanchar el camino y quitar hojarasca, De laCruz va a describirnos con todo gnero de detalles elpandero que nos ocupa en dos sainetes de su produccin.En el titulado El deseo de seguidillas (1769) tres usasbajan al Avapis para divertir la tarde con la majeza yahorrar as unos reales disfrutando al tiempo de lo msgenuino que da aquel barrio; y para ello se dirigen a unacasa en la que antes se haba desarrollado esta escena:

    No s si pueden pedirse ms detalles para identificareste pandero con el que an baten en pico las tocadorasastur-leonesas. Y qu decir del tintineante detalle quenos indica cmo en el alma del instrumento escondan uncascabelillo?, al estilo de los que an se colacan en elcentro de los panderos que se tocan en la salmantina Pe-aparda, o como los que sujetos en un reng golpeabanpor el exterior el parche de los que usaron las majoralasdel Roser en la tierra de Urgel. Tanto y tan bien debi to-carse el pandero en los barrios bajos que, no contentocon alusiones espordicas y de ambientacin, don Ra-mn de la Cruz escribi un sainete titulado precisamenteLos panderos (1781). En l se habla de la procesin delCorpus o mejor de la que en su Octava, cuando a puntode atravesar la plazuela de Antn Martn provoca el en-cuentro entre las petimetras de pro y las majas del Ava-pis y el Barquillo que para esa fiesta prepararon sus ins-trumentos:

    Romero: Para nada, qu es pandero?Un buen pellejo estirado

    sobre cuatro palitroquesa la manera de cuadro.

    La trama de esta obrita se desarrolla en un fign delAvapais donde acudir, como manda el da, la parro-quia a tomar el requesn, o mejor leche cuajada, que erael regalo propio de aquellos das (7).

    Sanguijuela: En la vida la cuajadame ha salido como este ao.

    Y es que la costumbre debi estar harto arraigada enesta Villa del Oso y el Madroo, pues cuando casi un si-glo despus Antonio Flores hace un repaso por el calen-dario tradicional madrileo dice: Anuncian a sus hijoscon un mes de anticipacin que el da que salga el diosgrande de su parroquia han de comer leche cuajada (8).Pero volvamos al afn de nuestro artculo para saber silos panderos de los madriles tuvieron gayos adornos o sepalmearon desnudos sin galanura ninguna. No poda donRamn permanecer callado al respecto y en las acotacio-nes que ambientan la segunda escena del ya comentadosainete El deseo de seguidillas (1769) nos apunta: Casapobre y salen como de casa las seoras Joaquina y Ma-yora y por el otro lado La Cortinas con un pandero muyencintado, y an en medio del sainete se encuentra estedilogo:

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    Cortinas: Ta Lorenza: est usted en casa?Joaquina: Qu traes?Cortinas: Vea usted qu pandero

    me feriaron ayer tarde.Joaquina: Valientes ferias, por cierto!Cortinas: Tal cual son, yo las estimo, y me alabar, a lo menos,

    de que me las dio, digamos, un hombre de fundamento.Joaquina: Qu fundamento de hombre ser el de quien da un pellejo

    sobre cuatro palitroques y un cascabelito dentro?

    Chenica: . Do est tu madre?Cortinas: Al ro.Chenica: Me has remendado el cole-to?Cortinas: No, que he estado todo el da encintando mi pandero.

    Doce aos ms tarde, al indicar la puesta en escenadel titulado Los panderos, anota: Casa pobre. En el forohabr dos mesillas con sillas de paja iguales, manteles,

    unos limpios y otros no, varias sillas chicas, viejas, depaja, repartidas, y en dos estarn sentadas Pantaleona ySilveria encintando un pandero. Pero no fueron slo

  • medias colonias las que debieron fruncirse y rizarse enlos cantos de aquellos panderos, al estilo de las que ancrestean los pandeirus del occidente astur-leons cuandose canta el ramo, debi haber tambin ocultos entre

    aquella balumba sonoros cascabelillos que con el del in-

    terior pusieran el metal de su voz en el recio sonido de

    los parches; en Los panderos dicen a pique ya de reir:

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    En este ltimo verso con que responde Romero en-contramos un detalle que no tiene desperdicio; y es queesa pintura que menciona de pasada alude a la decora-cin popular e ingenua que policromaba la cara externade algunos panderos, como los que en la tierra de Urgelse pintaban con la imagen del santo tutelar de la cofra-da, o como los que an pueden sorprenderse, aunquecon escassimos ejemplos, en Extremadura o en el occi-dente astur-leons. De la Cruz nos da cuenta de cmo un

    Velzquez del Avapis est pintando el pandero a su ma-nola y para ello echa mano del sistema solar y sus ele-mentos, que aparecen humanizados como en un cromo.La escena es la primera del tantas veces mencionado sai-nete de Los panderos, y para ambientarla anota su autor:...y Calixto, retirado a un lado, pintando otro (pandero)con dos cazuelas de colorines y brocha. Todos majos deLavapis.

    Pantaleona: Pues hgalo usted mejor. El demontre del maestrazo,el de su moza de usted, es bueno, ni en ocho cuartoslo tomara yo.

    Silveria: Mujer, calla, no ves que es de trapo?Calixto: Vergenza es que entre en concejo con los panderos del barrio.Rafaela: Ves si deca yo bien que quera otro ms guapo.Romero: Y a qu viene la pintura, cascabeles y cintajos?

    Calixto: La caeza me cortaran si en todos los cuatros barriossaliese esta primavera pandero mejor pintado.

    Pantaleona: Como que lo pintas t, oyes, y mira estos lazosque tambin se pintan solos.

    Silveria: Si sois la honra de los majoslos dos.

    Pantaleona: Y t la honra chica de todo lo resalado.Calixto: Pantaleona.Pantaleona: Qu?Calixto: Sabes de qu color son los rayos

    del sol?Pantaleona: Verdes y amarillos.Calixto: Y los ojos?Pantaleona: Azulados.Calixto: Como los tuyos. Benditas las almas que los pintaron!

    Amn para laborintio de todo el gnero humano.Pantaleona: Y para qu lo preguntas?Calixto: Porque aunque yo no he cursao

    la cademia ni jams tom pincel en la mano,en diciendo yo all voy, con cuanto quiero me salgo.Voy a pintar aqu en medio del pandero un sol dorado,que ha de dar ms golpe a todos que el mismo sol y debajovoy a poner una copla.

    Pantaleona: Qu copla?Calixto: La estoy pensando.

    Esta es buena, ya la tengo.Pantaleona y Silveria: Dila!Calixto: Ya se ha olvidado.Pantaleona: Por vida de...

  • Como vemos debi salir la maja hecha un brazo demar enarbolando en pico su pandero con el sol rechilban-do en medio y una nube de cintajos y cascabeles sirvin-dole de cmulos y estratos; y por si ello fuese poco unmote con los cuatro ltimos versos que hemos apuntado.Pero al son de tan primitivo y lindo instrumento, qubailaban las manolas del Avapis y las chisperas del Bar-quillo?; pues a ms y mejor seguidillas, manchegas, queMadrid fue Mancha hasta ayer por la tarde (9), a lo ma-jo, boleras y de todo gnero. En la obra de Ramn de laCruz se mencionan minus y contradanzas cuando bailanlos petimetres, y para la clase llana del pueblo madrileoreserva el fandango, que acompaa siempre con guitarra,violn y bandurria, dejando las seguidillas para el pande-ro. En el sainete titulado Los majos de buen humor(1770) se acota as la decoracin inicial: Al levantar elteln aparece mutacin de calle con tres o cuatro casascon portales, los dos del lado de la mesa abiertos, y al la-do del que est ms al foro habr dos o tres sillas viejas,un banco, etc... y delante estarn bailando de majos ymajas la Portuguesa y Juana con Carretero y Galvn, laPalomera y Callejo sentados, Polonia tocando el panderoy Coronado de tuno acallando un chico de pecho que sefingir llorar de adentro. La puerta de la casa del otro la-do estar cerrada y su balconcillo de encima. Durante lasseguidillas de pandero que bailan sale Eusebio de capamirando la casa cerrada.... Seguidillas bailan tambin alpandero en Las usas y las payas (1772) con aire de pue-blo, pues el argumento central del sainete girar en tornode las difciles relaciones entre la mocedad del lugar ylos usas madrileos; al comenzar el sainete se indica:El teatro representa un bosque a la entrada de una villa.Chenica, Coronado, Callejo, Galvn, Enrique y Quevedojugando a la barra. Las seoras Guzmana y Polonia, Por-tuguesa y Juana, bailando las cuatro seguidillas, y la Je-rezana sentada en el suelo con pandero. Todos de payos.Y Soriano y Merino pasendose de capas y monteras porotro lado. Seguidillas payas bailables a cuatro (10):

    El mayo que a tu puerta puse por Mayose mantuvo florido por todo el ao,

    deje usted que eso sea, por todo el ao.Pero no juzgo,

    como es cosecha ma, que dar fruto.Tambin en el titulado La pradera de San Isidro

    (1766) cuyas indicaciones tampoco tienen desperdicio,las que ambientan la escena segunda en la Pradera sonstas: Se entran y se descubre la ermita de San Isidro enel foro, sirviendo al tablado a la imitacin propia de laPradera con bastidor de selva y algunos rboles reparti-dos a cuyo pie estarn diferentes ranchos de personas deesta suerte: de dos rboles grandes que habr al mediodel tablado, sobre una capa tendida estarn Juan y Lo-renzo, la Nicasia y la Casilda de payas, merendando conun burro en pelo al lado, y un chiquillo de tetas sobre elalbardn sirvindole de cuna, y le mece Juan cuando llo-ra; al pie de otro estarn bailando seguidillas la Manuelay la Isidra con Esteban y Rafael de majos ordinarios detrueno, y la Joaquina... La Joaquina estar con un pande-ro y canta:

    El Seor San Isidro nos ha enviadoporque le celebremos un da claro.

    Bien lo merece,porque es paisano nuestro pese a quien pese.

    Pero don Ramn de la Cruz deja bien claro en todossus sainetes que el pandero es propiedad exclusiva de losbarrios bajos, de los que extendieron su casero por bajode lo que antao fue convento de La Merced, luego plazadel Progreso y hoy de Tirso de Molina. En ellos se aloja-ban las clases menestralas, y por eso un refrn harto co-nocido en toda tierra de garbanzos que dice Del domingopara abajo, cada uno a su trabajo, se adapt a ese Ma-drid de clases segregadas y pronto se dijo Del Progresopara abajo, cada uno a su trabajo (11). Por eso reservsiempre minuetes y cuartetos de cuerda para la sociedadde los salones, y en el sainete titulado La fiesta de plvo-ra (1769) escenifica esta idea cuando dos usas preten-den entablar dilogo con dos majas que van al espectcu-lo nocturno:

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    Calixto: Buena era. Ya me acuerdo. Chis!Pantaleona y Silveria: Oigamos.Calixto: Vyase enoramala este sol que ves

    en comparanza de otro que hay en Lavapis.

    Espejo: Djale que todos estosusas de ciudad suelen ser unos grandes mostrencos.

    Campano:En esto, conversacin, o quiere usted que cantemosalgo?

    Merino: (A Mariana) Sois aficionada a la msica?Mariana: De pandero

    que en los saraos del rastro es el primer estrumento.Merino: Los violines hablan ms al alma.Mariana: Yo tengo el cuerpo

    de cal y canto, y as en no sonando muy reciolas voces, jams me hacen en el corazn efecto.

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    Estfana: Chicas, panderos en alto!La voz fuerte y el rabie que se tire dos bocados.

    Las de Lavapis juzgan que son muy majasy al Barquillo le piden la sal prestada.

    dime a qu horapasars por la calle y estar pronta.

    Angustias: Nos da usted para un pandero, seor?Pascasio: Pues no tenis harto

    con los tres?Angustias: Por si se rompe alguno y si no habr cuatro.Pascasio: Permitid que les de un duro.Nicolasa: Dadlas dos pero en cantando.

    Unas cuantas seguidillas de buen aire y a lo majo.Pascasio: Ya lo os, aqu est pronto el premio, vaya con garbo.Estfana: Seor, Y nos dar usted algo ms si las bailamos?Pascasio: Otros dos duros, mirad qu dobln tan bien dorado.

    Y es que en aquel ltimo guio que daba el Siglo delas Luces, la nobleza procuraba ataviarse a lo majo. Nodud por ello la fea reina Mara Luisa en tocarse conmantilla y calzar picudos chapines, y la Duquesa de Albase prenda orgullosa la colorada caramba en la endrina

    cabellera para parecer ms maja. Don Ramn en Lospanderos, describe una incursin de petimetres en el rei-no de la majeza para observar y tomar notas de lo queall se guisaba:

    (Se ponen en el lado derecho a cantar con los pande-ros, los mirones detrs y por el otro lado salen doa Paca

    con Ruano y Galvn de petimetres, ella de mantilla.Otras seguidillas majas)

    Pas el Siglo XVIII y con l aquel Madrid que de laCruz fotografi literalmente para nosotros, aunque en elSiglo XIX an retumbaba el eco de los panderos en laobra de algunos costumbristas. Cuando Prez Galds es-criba sus Episodios Nacionales, gustaba de entrevistar alos ms ancianos de su tiempo y sacar de su palique mily un detalles que tieran de verismo las lneas por l es-critas; no s si como se entrevist con aquel viejecitoque fue grumetillo en Trafalgar, se reunira con las co-madres de Embajadores o el Olivar para que le contasenel aquel de sus bureos juveniles. Lo cierto es que cuandotrata la llegada de Napolen a Madrid en el Episodio ti-

    tulado Napolen en Chamartn pone en boca del tio ma-no de mortero esta alabanza del rey narizotas que anda-ba entonces bordando en Valenay de la Francia: Tam-bin quiero y reverencio a mi querido Rey, pues no pue-do olvidar que me apret la mano el da que entr vi-niendo de Aranjuez, ni que le alab a mi zahinilla el gar-bo para tocar el pandero. Pero los probes somos probes yyo pondra a mi Fernando en siete tronos... (12). Nocreo que don Benito conociese la estampa que ahora pu-blicamos (Fig. 2) y me inclino ms a pensar que el deta-lle est tomado de algn relato que lleg al canario portransmisin oral. Lo cierto es que, an a mediados delSiglo XIX, eran muchos los autores que hablaban delpandero asocindolo con las seguidillas y con la manole-ra madrilea. En 1854 public don Basilio Sebastin deCastellanos sus Discursos histrico-arqueolgicos sobreel origen, progresos y decadencia de la msica y baileespaol, y dice en este libro que: Est este gnero depoesa tan al uso de los espaoles de ambos sexos, quetodos son poetas en l, y con tal ingenio y viveza quecualquier manola, hacindose son con el panderillo ycualquier manolo con la guitarra, pueden estarse das en-teros improvisando seguidillas (13). Por los mismosaos andaba Mesonero Romanos escribiendo una tandade artculos que agrup bajo el nombre de La vida socialen Madrid (1851-1860), pues bien en el titulado Carc-ter de los habitantes, al hablar de los moradores de La-vapis comenta: ...Las seguidillas por la polka, la ban-durria y el pandero por la orquesta militar, o el organilloalemn (14).

    figura 2. Proclamacin de Fernando VII en la Plaza Mayor deMadrid el da 19 de Marzo de 1808. Grabado de Ametller, segndibujo de Zacaras Velzquez. (Archivo Histrico de Barcelona).

  • Hoy nada queda del Madrid de don Ramn. Su Ava-pis es hoy un Lavapis multicultural que ha cambiadoel ltimo tren de los manolos, convertidos ya en los chu-lapos de Arniches, por las reuniones y corrillos que losperuanos, marroques, subsaharianos y rumanos formanalrededor de su plaza. Desapareci la fuente que duranteaos y aos dejaba correr dos caos de agua en los pilo-nes que ostentaban todava las rejas de hierro para des-cansar los cntaros y cubos sedientos; van cayendo lascorralas con su amplio patio interior y sus dos o tres mo-destas alturas para construir en sus solares abigarradascasas de pisos; se fue para siempre aquel cine Olimpiacon su terraza de verano, que fue durante un suspiroCentro Dramtico Nacional y que ahora o sabemos qualbergar en su recinto. Otros tiempos, otras gentes... pe-ro ms de una vez me he preguntado, al pasar junto a losmuros que an rezuman frescura en el verano y al posarla mano en las claveteadas puertas dieciochescas, si enaquellos altillos a teja vana no quedar an el panderoque una manola encint cuidadosa y que ya vieja subicon sus ilusiones a perderse en el desvn de los trastosintiles.

    NOTAS

    1. Sobre el pandero cuadrado en aquella zona vase la obrade: ZAMORA, Eugenio M. Instrumentos Musicales en la TradicinAsturiana. Edicin del autor. Oviedo 1989. Captulo titulado Pan-deiru o Pandero Cuadrado. Pgs. 219 y ss. Y sobre este mismoinstrumento asociado al Son darriba la de: PUENTA HEVIA, Fer-nando de la El baile darriba. El son de la montaa occidental as-tur-leonesa. Edicin del autor. Oviedo 2000. Apartado El pandei-ru. Pgs. 385 y ss.

    2. Sobre el ritual que acompaaba a los cantos de pandero,consltese la obra de: SISTAC I SANVICN, Dolors Les Canonsde Pandero o de Tambor. Estudi i noves aportacions. Ed. InstitutDEstudis Ilerdencs. Fundaci Pblica de la Diputaci de Lleida.Lleida 1997.

    3. Sobre el adufe portugus vase la obra de:VEIGA DE OLI-VEIRA, Ernesto Instrumentos Musicais Populares Portugueses. Ed.Fundaao Caloute Gulbenkian. Lisboa 1982. Apartado PandeirosBimembranofones. Pgs. 393 y ss.

    4. Sobre el pandero de aquella comarca y los bailes romanc-sitcos que an sorprend en ella, habl por lo menudo en la co-municacin titulada: Los bailes romanceados en la Pennsula aldoblar el milenio. Actas del coloquio internacional del Romance-ro. La Gomera 2001. (En prensa).

    5. Cf. en DELEITO Y PIUELA, Jos ...Tambin se divierte elpueblo. Ed. Alianza Editorial. Madrid 1988. Cap. VI. Pgs. 28-30.El trapillo. La obra de Zabaleta mencionada lleva por ttulo El dade fiesta por la tarde.

    6. En 1759 consigui el puesto de Oficial Tercero en una de-pendencia del estado, la Contadura de Penas del Estado y Gastosde Justicia, y all permaneci ms de treinta aos ascendiendo entan largo periodo solamente dos grados. Tanta fama como l ad-quiri en vida su hermano el dibujante Juan de la Cruz Cano y

    Olmedilla, quien realiz entre otras mil facturas un extraordinario

    Mapa de Amrica Meridional (1775) y una interesantsima colec-

    cin de trajes populares de Espaa (1777), que fue copiada con

    mayor o menor acierto por muchos dibujantes posteriores.

    7. Sobre el corpus en Madrid, sus minervas u Octova y la cos-

    tumbre de tomar leche cuajada en esa festividad vase el artculo

    de FRAILE GIL, Jos Manuel "Algunas notas sobre las fiestas del

    esto en Madrid"(I). Revista de Folklore. Ed. Obra Cultural de la

    Caja de Ahorros Popular de Valladolid. N 143. Tomo XII-2. Pgs.

    164-166. Valladolid 1992.

    8. FLORES, Antonio Tipos y Costumbres espaolas. Francisco

    lvarez Editor. Sevila 1887.

    9. El da 29 de Septiembre de 1789 el Ayuntamiento de Ma-

    drid organiz un agasajo para celebrar la proclamacin real de

    Carlos IV y Mara Luisa de Parma y la jura del entonces heredero;

    don Ramn de la Cruz escribi con tal motivo un fin de fiesta ti-

    tulado Las provincias espaolas unidas por el placer. Reunidas en

    la plaza de Atocha, las representaciones de los diferentes reinos

    espaoles, cantan y bailan festejando la circunstancia; como es l-

    gico entran en liza los bailes, instrumentos, atuendos y hasta

    acentos propios de cada zona, lo ms curioso es sin duda que al

    hablar de los majos madrileos acota: Los trajes de majos de las

    damas y hombres no se parezcan en nada a los de Andaluca,

    pues ms tarde habran de aparecer en escena los majos andalu-

    ces. Comienzan las manchegas abriendo el baile y dice de ellas:

    Salen las seoras, Mara Rivera, Teresa Rodrigo y Joaquina Artea-

    ga, la primera con una bandera en la que habr una cifra con

    CYL, en letras grandes de oro o plata Vivan los reyes, nuestros

    seores!; las otras con panderos, y bailarn, claro est, seguidi-

    llas manchegas.

    10. La mayor parte de las seguidillas se bailaron en el Siglo

    XVIII en figuras de a cuatro y de a ocho, y as nos lo indica las

    acotaciones de don Ramn; por si fuera poco, ha llegado hasta

    nosotros esta copla que lo canta por las claras: El bailar seguidi-

    llas / es entre cuatro, / entre dos majas majas, / dos majos majos.

    11. Un siglo despus Mesonero Romanos defina as a estos

    enclaves: ...apellidada la Manolera que tiene su asiento principal

    en el famoso cuartel de Lavapis, aunque rebosando tambin a

    los inmediatos de Embajadores, el Rastro y las Vistillas. Estos son

    los barrios bajos propiamente tales, aunque los de la parte alta

    denominados Maravillas y el Barquillo se hayan tambin com-

    prendidos en una misma categora.

    12. PREZ GALDS, Benito Episodios Nacionales. Obras

    Completas. Napolen en Chamartn. VII de la 1 Serie . Ed. Agui-

    lar. Madrid 1974. Firmado en Enero de 1874.

    13. Cf. Historia del Flamenco. Vol. I. Obra dirigida por Jos

    Luis Navarro Garca y Miguel Ropero Nez. Ed. Forunier Artes

    Graficas S.A. 1995. La seguidilla.

    14. MESONERO ROMANOS, Ramn de Escenas Matritenses.

    Ed. Aguilar. 2 Ed. Madrid 1956. Estudio preliminar, bibliografa y

    notas de Federico Carlos Sainz de Robles. En el artculo titulado

    La fonda nueva escrito por Mariano Jos de Larra, recuerdo haber

    anotado alguna cita sobre el pandero en Madrid. Artculos Com-

    pletos de. Col. Joya. Ed. Aguilar S.A. 3 edicin. Madrid 1961.

    161

  • UN SONDEO EN LA TRADICIN ORAL DE UN INSTITUTO DE PARLA.CUATRO CUENTOS FOLKLRICOS DE MADRIGALEJO (CCERES)

    Siempre resulta agradable comprobar que latradicin oral sigue viva. A pesar de los mltiplesproblemas que se plantean para su conservacina largo plazo, an es posible recuperar textos fol-clricos en contextos aparentemente ajenoscuando no opuestos al mundo tradicional en elque siempre se han transmitido. As, durante elcurso escolar 2001-2002 tuvimos la oportunidadde obtener cuatro cuentos tradicionales de unaalumna del primer curso de E.S.O. del I.E.S. LaLaguna de Parla (1). Dicha alumna los haba odode labios de su abuela (2), natural de Madrigalejo(Cceres), y los copi junto con otras muestrasdel repertorio tradicional de ese pueblo extreme-o.

    Debemos sealar que Parla es un municipiodel sur de Madrid con una poblacin compuestaen un alto porcentaje por familias oriundas delsur de Espaa. Adems, en los ltimos aos, seha incorporado un importantsimo contingente deinmigrantes extranjeros. Esta diversidad es apre-ciable en los centros de enseanza que, como he-mos podido apreciar, se han convertido en autn-ticos crisoles culturales, aunque todava no co-nozcamos con exactitud el alcance de su influen-cia en el acervo folclrico hispano.

    La decadencia de ciertos gneros tradicionaleses evidente y ha sido sealada a menudo por di-versos especialistas. Resultan esclarecedoras yaplicables en su totalidad a la localidad de Parlalas siguientes palabras de Jos Manuel Pedrosa:

    Los nios y jvenes que viven hoy ennuestras ciudades tienen un repertorio lite-rario oral articulado esencialmente en tor-no a dos subgneros: el de los juegos infan-tiles y juveniles (con sus canciones, retah-las y rimas asociados); y el de las leyendasllamadas urbanas o contemporneas. Mu-chos de ellos son tambin conocedores deadivinanzas, trabalenguas, o chistes. Sinembargo, los romances, los cuentos, e inclu-so las canciones no especficamente infanti-les ni juveniles, apenas tienen lugar dentrode su repertorio tradicional, como demues-tra el hecho de que la mayora de los nomuy abundantes romances, cuentos y can-ciones recogidos en estas pginas no hayan

    salido de las memorias orales de los pro-pios nios y jvenes, sino en su mayorade sus familiares adultos, y de extraccinpor lo general rural, a los que ellos mismoshan encuestado (3).

    Podemos apuntar que, aunque no se trata decuentos raros en la tradicin hispana, s es inte-resante su aparicin en un entorno urbano y so-metido a un alto grado de aculturacin como Par-la, lo que nos anima a continuar la investigacinen estos mbitos.

    Antes de pasar a los textos, slo nos queda ad-vertir a los lectores que los cuentos han sidotranscritos tal y como fueron entregados, ya queslo se han corregido errores ortogrficos y depuntuacin, mientras que presentamos entre cor-chetes aquellos fragmentos en los que se apreciauna omisin evidente.

    EL ROBO DE PESCADO + MORDIENDO

    LA PATA (Tipo 1 + 5) (4)

    El sardinero y la zorra (5)

    rase una vez unos sardineros que iban depueblo en pueblo vendiendo sardinas. Los cami-nos estaban llenos de lobos y zorras. Y una noche,volviendo de vender, a lo lejos vieron un gran bul-to que no se mova. Cuando llegaron, vieron queera una zorra. Ellos crean que estaba muerta.La cogieron y la echaron encima de las cajas delas sardinas. Cuando ya llevaban bastante cami-no, la zorra, que no estaba muerta, cogi y abriuna de las cajas y se comi las sardinas. Al da si-guiente vieron un lobo y pensaron que estabamuerto. Dijo uno de los vendedores:

    Ayer una zorra y hoy un lobo. ste no se va aescapar.

    Le quitaron la piel y al lobo lo echaron encimade otra de las cajas de las sardinas. El lobo tenabastante dolor pero no estaba muerto. l no tuvo

    162

    Jos Luis Garrosa Gude

  • suerte, no comi sardinas. Como pudo, se baj delcarro. Entonces, en un rbol, la zorra lo esperabay el lobo desde lejos oy una voz que deca:

    El de las botas y el sombrero,

    qu tal has quedao con los sardineros?

    Entonces el lobo la vio, y, como pudo, sali de-trs de ella. La zorra, como saba tanto, se metien un agujero y se qued el rabo por fuera. En-tonces el lobo la cogi el rabo con la boca y la zo-rra, como era ms lista, le deca:

    Tira, tira, que tiras de un palo.

    Y el lobo solt el palo. La zorra le volvi a en-gaar.

    Colorn, colorado, este cuento se ha acabado.

    EL FORTACHN Y SUS COMPAEROS +

    NIMA LIBERADA DEL TORMENTO

    (Tipo 301B + 326A*)

    Juanito el tonto

    rase una vez un chico llamado Juanito, quele llamaban el tonto del pueblo. l no tena pa-dres. Como nadie lo aceptaba, decidi irse delpueblo. Iba por un camino andando y se encontrcon un seor que estaba segando. Le pregunt alseor:

    Cunto gana usted aqu?

    Y contesta el seor:

    Dos reales.

    Juanito le dice al hombre:

    Si te vienes conmigo, te doy una peseta.

    Y el hombre lo acept. Se fueron caminando yse encontraron a un hortelano (6) sembrando pa-tatas y le pregunt:

    Cunto gana usted aqu?

    Y l le dijo:

    Una peseta.

    Y Juanito le dijo:

    Si te vienes conmigo, te doy dos.

    Y lo acept.

    Los tres siguieron el camino. Pronto les cayla noche y muy lejos vieron una luz. Y se acerca-

    ron y vieron que era un castillo grandsimo. Lla-maron y nadie los contest. Y la sorpresa mayorfue cuando abrieron; all haba de todo para co-mer: lomos, jamones, tocino, etc. Entonces deci-dieron comer y descansar.

    Al otro da, al levantarse, dijeron de irse a porlea y pusieron un puchero con cocido a cocer.Uno se qued preparndolo. Cuando el cocido yaestaba hecho, oy una voz que deca:

    Que me caiigo! Que me caiigo!

    Sali corriendo de miedo y esper que volvie-sen de por la lea y cuando entraron vieron quese haban comido el cocido. Al otro da, pusieronla comida en el puchero y otra vez esa misma vozdijo:

    Que me caiigo! Que me caiigo!

    Y entonces le contest Juanito, que tena unaporra en las manos:

    Cete, cete.

    En aquel momento cay un gigante enorme.Entonces con su porra le golpe y rodando cayen un pozo cercano a la casa.

    Entonces decidieron bajar uno por uno paraver lo que haba en el pozo. Entonces el primeroen bajar fue Antonio, y a la mitad de camino ha-ba una plaga de mosquitos. Tocando una campa-nilla que llevaba le subieron y le preguntaron:

    Qu has visto?

    Y l contest:

    Una plaga de mosquitos que no se puede pa-sar.

    Entonces baj Pedro con otra campanilla y pa-s la nube de mosquitos, pero se encontr con unnido de abejas que le obligaron a salir. Y dijo Jua-nito:

    Yo bajar.

    Baj Juanito y lleg al fondo del pozo, y enton-ces vio tres puertas y no saba dnde llamar. Ha-ba una abierta y al entrar vio una princesa quelloraba a mares y le pregunt:

    Qu haces en el pozo?

    Y ella le respondi:

    Nos tiene encantadas el gigante a m y a misdos hermanas.

    Juanito le dijo:

    Dnde estn tus hermanas?

    Ella le respondi:

    163

  • En esa puerta, pero no podemos pasar por-que l nos matara.

    Y Juanito la dijo:

    Llama a la puerta y yo con mi porra le mata-r.

    Y ella as lo hizo.

    Al salir el gigante, Juanito le dio con la porraen la frente, y sus hermanas, contentas de ale-gra, le daban las gracias a Juanito por haberlassalvado la vida. Entonces las iba sacando con lacuerda. Cuando iba a subir Juanito se parti lacuerda y l se qued dentro del pozo. Pero seacord que tena la oreja del gigante en el bolsilloy la peg un muerdo y subi arriba. Cada uno secas con una de las princesas, y vivieron felices ycomieron perdices.

    EL ZURRN CANTARN (Tipo 311B*)

    El zurruquito

    rase una vez unos padres que tenan cuatrohijos y todos ellos amasaban pan. Iban a poragua a una fuente para poder amasar. Entoncesla ms mayor llevaba un anillito de oro y, paraque no se le cayera al pozo, se lo quit y lo pusoen el brocal. Y se march para casa y a la mitaddel camino dijo:

    Me he dejado mi anillito en el brocal, voy avolver a por l.

    Cuando lleg a la fuente haba un mercade[r]con un zurrn muy grande y le dijo:

    No habr visto mi anillito?

    El mercade[r] la dijo:

    S. En el zurrn est metidito.

    La nia fue a buscarle y la encerr dentro.Sus padres la buscaron y nunca la encontraron.Pero un da lleg un mercade[r] de casa en casaque cantaba su zurruquito.

    l le deca:

    Canta, zurruquito, canta,

    que si no te doy con la palanca.

    Y ella cantaba:

    Por un anillito de oro

    que en la fuente me qued,

    adis padre, adis madre,

    cundo te volver a ver.

    Pero un da se le hizo tarde para ir a misa y ledijo a una seora:

    Seora, me puede usted guardar mi zurru-quito?

    La seora le contest:

    Pngale detrs de la puerta.

    La seora estaba amasando y le decan sus hi-jos:

    Mam, hgame una rosca.

    Y otro deca:

    Y a m otra.

    Y yo, que estoy en el zurrn,

    hgame usted un roscn.

    Entonces sus hermanos dijeron:

    Mam, sale una voz del zurrn. Vuelve a de-cir lo del roscn.

    Dice la madre:

    Hija ma, eso no puede ser verdad. Repetirlo.

    Mama, hgame una rosca.

    Dice otro:

    Y a m otra.

    Y yo, que estoy en el zurrn,

    hgame usted un roscn.

    Entonces el padre abri el zurrn en canal yse encontr a su bella hija. La escondi y le llena-ron de agua y le pusieron detrs de la puerta.Lleg el vendedor y le dijo:

    Seora, que cojo el zurrn.

    Y fue a la casa de al lado:

    Seora, me da usted una limosnita y le cantami zurruquito.

    Y el deca:

    Canta zurruquito, canta,

    que te doy con la palanca.

    Y se lo repiti varias veces, pero [el] zurruqui-to no cantaba. Lo cogi al hombro todo enfadadoy se fue a un campo y al abrirlo estaba lleno deagua. Lo haban engaado.

    PULGARCITO (Tipo 700)

    El buey pinto

    164

  • rase una vez en un pueblito pequeo vivaun matrimonio pobre que slo tuvieron un hijo.Su hijo era muy pequeo, se llamaba Juanito. Supadre no se le quera llevar al campo a trabajarporque tena miedo a que se lo comieran los ani-males. Pero un da le dijo Juanito a su madre:

    Hoy le llevo la comida yo a pap.

    Su madre no quera por[que] tena miedo. Pe-ro tanto insista que lo mont en la oreja del bu-rro para que le llevara a su padre la comida.

    El camino era largusimo, entonces le iba dan-do voces a su padre:

    Padre, padre, soy Juanito! Voy metido en laoreja del borrico!

    Su padre, al orle, dej de arar y se [fue] enbusca de l. Le sac de la oreja del burro y se pu-sieron a merendar. En aquel momento vino unanube de agua, y, para no mojarse, Juanito se me-ti en una de las hojas de una col. Entonces elbuey que tena su padre para arar peg un boca-do a la col y se comi a Juanito. Y Juanito dabavoces y su padre no lo oa. Le buscaron por todoslos sitios y l llora[ndo] deca:

    Padre, mata al buey pinto, que yo te dar pacuatro o pa cinco.

    Entonces el padre llam a todos los vecinospara que le ayudasen a buscar en las tripas delbuey a su hijo. Pero, como era tan chico, el aguase lo llev y no lo encontraron. Como pudo salirsedel agua, se fue andando de noche por un camino.Y a lo lejos vio una luz y eran unos ladrones mon-

    tndose en las alforjas que estaban llenas de di-nero y se dirigi a su casa.

    Cuando lleg a la puerta llamaba pero nadielo escuchaba y le deca a su padre:

    Soy Juanito que te traigo para que compreslos bueyes.

    Y sus padres se pusieron muy contentos.

    NOTAS:

    (1) Libertad Perailes Rodrguez, de 1 D.

    (2) Natalia Manzanedo Felipe, de 55 aos.

    (3) La ciudad oral. Literatura tradicional urbana del sur deMadrid. Teora, mtodos, textos. Edicin y estudio de Jos Manuel

    Pedrosa, edicin y coordinacin de Sebastin Moratalla. (Madrid:Consejera de Educacin, Direccin General de Ordenacin Aca-dmica, Centro de Apoyo al Profesorado de Legans, 2002) p. 87.

    (4) Los cuentos aparecen ordenados de acuerdo con el Cat-logo tipolgico del cuento folklrico espaol. Cuentos maravillosos

    y el Catlogo del cuento folklrico espaol. Cuentos de animalesde Julio Camarena Laucirica y Maxime Chevalier, publicados en laeditorial Gredos en 1995 y 1997, basados a su vez en el catlogoestablecido por Aarne Thompson; en minscula se presenta elttulo con el que los entreg y los conoca la alumna citada.

    (5) El sardinero y la zorra y El buey pinto fueron entrega-dos el da 13 de febrero de 2001; los otros dos, Juanito el tontoy El zurruquito, el da 15 de febrero.

    (6) Primero escribi hortolano, despus lo sustituy por hor-telano.

    165

  • INDUMENTARIA TRADICIONAL EN LAS HURDES (I)

    (A Casto Iglesias Duarte, hurdano, conscuentecon su tierra)

    No presumis de m que os engaara:Pieles de jabal y de ciervos viste,Cual suele el segador el antipara;Con cuerdas las abarcas encordela,Con que por nieve y peas trepa y vuela.

    (Flix Lope de Vega y Carpio: Las Batuecasdel Duque de Alba). (1)

    Nada tiene de extrao que una comarca secu-larmente estigmatizada, como es el caso de LasHurdes, haya estado expuesta a las ms vario-pintas apreciaciones incluso a lo que se refiere asu indumentaria tradicional. Posiblemente, Lopede Vega, que es el primer escritor del que tene-mos noticias que describe -aunque sea en cuatroescasos versos- la indumentaria del hurdano o

    batueco, no ira muy desencaminado en sus intui-ciones. Lope de Vega no pretendi pintarnos elvestuario de un hurdano del siglo XVIII, sinoofrecernos lo que, a su modo de ver, deban ser losropajes de los habitantes de las serranas hurda-nas, novelados en su obra de teatro. Lope viste aese buen salvaje, descubierto por su mecenas elDuque de Alba (2), con lo que l considera comoropajes primitivos, para que cuadrara a la perfec-cin con lo que se propona en su obra.

    Pero presumiblemente las pieles y las abarcasfueran prendas fundamentales de la indumenta-ria hurdana desde tiempos inmemoriales. Hayclara constancia que el pueblo hurdano, al seruna comunidad eminentemente pastoril, fue desiempre un hbil curtidor de pieles. Muchas desus prendas las ha fabricado con las pieles de susganados y de los animales que cazaba en el mon-te. En un artculo aparecido en la revista LasHurdes, de 1907, se nos habla, por ejemplo, deun calzn con forros de pellica de gineta (3).

    La cabra autctona de Las Hurdes, descritapor algunos autores como una cabra enana, hoyprcticamente desaparecida, fue la que, sin lugara dudas, proporcion, hasta no har ms de 50aos, sus pieles y sus pelos para diferentes indu-mentarias. Todava quedan muchos hurdanosque pueden dar detenida cuenta de cmo se fabri-caban zamarras, zahones, monteras, zurrones,polainas... con las pieles de tales cabras. Y re-cuerdan, as mismo, cmo se trasquilaban, en pri-mavera, aquellas cabras, que, por cierto, al decirde ellos, eran mu pelah, fabricando sogas conlos pelos motilados. Esta gente se sigue reafir-mando en que aquellas sogas no haba dios quelas rompiera. Por la cuenta, tambin permaneceen la memoria la confeccin de unas capas plu-viales, realizadas con pelos de cabra, a las quellamaban sguh. En una conversacin manteni-da con la vecina de Cambrn, pero nacida y cria-da en la alquera de La Muela, Flora MartnMontero (4), escuchbamos lo siguiente:

    Yo era chica y estaba con mi padri. Vena unpast con el ganao. Me pareci que aquel past erade pa La Aldigela. Traa una capa vola, con ca-puchn; era abruch adelanti. Segn vena conlas cabras, pareca una cabra ms, na ms quems grandri. Dica mi padri que aquellu era unsagu, que lo jacan teciendu los pelus de las ca-bras y que no entraba ni un gotern de aguacuandu llova

    166

    Flix Barroso Gutirrez

    1.- Tamborilero hurdano ataviado con zajnih (zahones)(Misin pedaggica a Hurdes 1954).

  • Curiosamente, Julio Caro Baroja (5) nos indi-ca que, en la paz firmada con Roma por los nu-mantinos y termestinos, tuvieron que entregarsto, entre otras cosas, lo siguiente:

    9000 sagos o sayos, hechos por lo generalde un tejido negro y spero de lana, parecida ensu aspecto, segn los griegos, a la de las cabrassalvajes.

    Parece ser que, en otras citas, se habla de lomucho que apreciaban los romanos estos sagos osayos, en su calidad de prenda de abrigo e imper-meable. El hecho de que los hurdanos hayan fa-bricado, hasta hace poco, unas capas pluviales se-mejantes, denominadas sguh, es bastante sig-nificativo.

    Aunque Lope de Vega hace calzar a los rsti-cos batuecos con abarcas, habra que hablar mspropiamente de chancas, que, en el fondo, vie-nen siendo una primitiva variedad de tales abar-cas, pese a que los hurdanos distinguen perfecta-mente entre ambas. Gregorio Iglesias Pizarro, se-tentn, tamborilero y zapatero del pueblo deCambrocino (6), que fabric, en sus tiempos, estostipos de calzado, nos refiere lo que sigue:

    Yo, como zapatero que he sidu, he fabricaochancas y arbarcas. Las chancas llevan el piso demadera, que puede ser de madera de peral o deotras maderas. Luego, se le clavetean unas pelli-cas de cabra, curtas, pa que cubran el pie. Esti,sign dicin, es el calzao propiamenti de estas tie-

    rras, que el oficiu de chanqueteru es mu antigu.A vecis, se le ponan a las chancas unos remachisclaveteaos en el piso, pa que no resfalaran, y so-bri todu por las nochis se sinta bien el que venapor la calli, polque iba chanqueandu, chanqui-re-chanqui-chanqui, la calli alanti. Y en lo que se re-fieri a las arbarcas, he jechu menus, polque ya vi-nan de afuera a venderlas, que tenan el pisu cu-mu de goma de las rueas de los cochis

    Cierta similitud tienen las chancas con la pa-labra chanclo, definida en los diccionarios aluso como: especie de sandalia de madera o suelagruesa, que se pone debajo del calzado ordinariopara preservarse de la humedad y del lodo (7).En Hurdes, se utiliza chancu, equivalente azanco; achanca, con el significado de: dar lar-gas y grandes zancadas; y Chancalaera, perso-naje mtico, troglodita y gigantesco, facultado pa-ra trasponer ros y montaas de una sola zanca-da.

    SIGLO XVIIIDon Thoms Lpez, Gegrafo de Su Majestad,

    cuando nos habla de la villa hurdana de Casar dePalomero en su obra La Provincia de Estrema-dura (8), nos cuenta estos pormenores:

    particularmente el da tres de mayo, en quese celevra la invencin de la Santa Cruz, y saleen procesin por el pueblo en onbros de cuatro sa-cerdotes revestidos, es tanta la gente que viene,

    167

    2.- Dulzainero hurdano ataviado con pieles. (Foto: Lole Pomet).

  • que se hace feria, que dura tres o cuatro das, a laque concurren, llamados del mucho gasto y buenaventa que han esperimentado, muchos mercade-res, con grandes y preciosas plateras de Sala-manca, Cordova y Sevilla; ponen gruesas tiendasde paos, telas de seda y otros gneros, no slo delas fvricas de Espaa, sino tanvin de las de Yn-glaterra, Francia, Holanda y otros Reynos, losmercaderes que bienen de Ciudad Rodrigo, Pla-sencia, Bjar, Segovia, Salamanca, Pearanda,Toledo, Barcelona y otras partes.

    Despus de estos prrafos, escritos en 1798por Thoms Lpez, nadie que conozca la malsanaleyenda negra que se ha cernido sobre el territo-rio hurdano, tendr clara nocin que se asiste ala descripcin de la fiesta de la Cruz Bendita,ms conocida por La Feria, en la localidad msmeridional de la comarca de Las Hurdes: Casarde Palomero. Pero la otrora preponderancia deesta villa hurdana, constatada en viejos legajos,estaba muy lejos de la sencilla vida y del transcu-rrir diario -no exente de ahogos- de la gran mayo-ra de las alqueras hurdanas. Sin embargo, tam-poco es conveniente cargar las tintas, como lo ha-ca aquel Lizenciado Dn. Antonio Ortiz Xarero (9)en 1734:

    viven todos con suma miseria, pobreza ydesnudez, manteniendose lo ms de el ao conlas verduras y legumbres de los gertos, cozidascon agua y sal, alguna poca de azeite o miaja detozino el que lo tiene, y las ms vezes sin l, pa-sandose los meses enteros sin probar el pan, yese de zenteno slo, siendo su mejor temporada lade las uvas, fruta y castaas, andando comun-mente, dentro y fuera de el monte, descalzos depie y pierna, con alguna pobre camisa de estopa,calzones y jubn de ferpa o pao basto, en mu-chos casos remendados con pieles; y a este res-pecto, las mugeres, en cuia conformidad an es-tando enfermos se acuestan sin otra cama que elsuelo, a vezes con algunos helechos, o en algunatabla de castao que les suele servir de asiento aque llaman tajuelax, o en el que dizen batn (quees un tronco grueso cavado por dentro, donde pi-san la azeituna, de la qual, metida despus en uncostal, con el beneficio de el agua caliente, y dn-dole garrote sacan el azeite; aunque para estohay tambin algunos molinos, aunque pocos endicha serrana; y algunos pocos usan tambin devaldas de paja para cama.

    Paradgicamente, lneas ms abajo, Ortiz Xa-rero escribe:

    Los moradores de Lo Franqueado en los dasde fiesta concurren a la parrochia vestidos conrazonable dezenzia, hombres y mugeres, algunoscon mediano porte, aunque tambin en todas lasdems parrochias hay alqueras en que muchaspersonas andan bestidos con moderada dezenzia

    segn el pas; y esto subzede especialmente enlas feligresas de Las Mestas y los Casares, en-contrndose en todas partes personas muy capa-ces y de razn natural muy dispierta ()

    Las apreciaciones que, en este siglo XVIII, sehacen sobre los moradores de Las Hurdes, acercade sus indumentarias y estilos de vida, no distanmucho de aquellas otras que se vertebran sobreotros territorios hispanos. Normalmente, son rea-lizadas por personas de mentalidad urbanita,cargadas de muchos prejuicios morales y mate-riales, incapaces de analizar, desde un punto devista antropolgico, aquellas realidades rurales,para las que arbitran soluciones paternalistas yredentorias. Valga como ejemplo comparativo loque nos cuenta D. Juan Loperrez en su Des-cripcin histrica del Obispado de Osma (Ao de1788). Acerca de los habitantes de los arzipres-tazgos de Corua del Conde y Rabanera del Pi-nar, pertenecientes a la serrana burgalesa, nosrelata lo siguiente:

    No gastan sbanas en la cama y muchas per-sonas ni aun camisa; echan muy pocas telas; ape-nas saben coser ni hacer media; echan algunospaos en las lanas del pas y las hilan, en lugarde uso, con un canto y un palo, que le atraviesan,dando a sus extremos para que tuerza; y es pasque necesita mucha educacin

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    3.- Mitra y piel del Graciosu de la danza de San Blas(Foto: F. Barroso).

  • Refirindose a los pueblos de Palacios, Vilvies-tre, Regumiel y Canicosa, todos de esas serranasde Burgos, contina diciendo:

    Visten con tanta desnudez que, por lo comn,las mujeres llevan unos sacos de pao basto quelas coge desde el hombro a los pies y les dan elnombre de jornea, sin ms abrigo ni sayas,guardapi ni otra ropa (10)

    LAS NEGRAS PINTURAS DE PASCUAL MA-DOZ

    El siglo XIX nos va a traer de la mano del ge-grafo Pascual Madoz (11) unas aberrantes y es-quizofrnicas descripciones sobre el pueblo hur-dano. Nunca estuvo, al parecer, este ilustre ge-grafo en Las Hurdes, y lo que l plasma, segnindagaciones, son las lneas de unas cartas que leenvi el cura Vicente Montero, que anduvo porlos aos 40 del siglo XIX como prroco de la loca-lidad hurdana de Pinofranqueado y sus anejos.No es el primer caso de prrocos destinados otro-ra en el territorio hurdano que, por despecho ypor su falta de integracin en la comunidad a laque atenda espiritualmente, realicen escandalo-sas declaraciones sobre el vivir de estos serranosasentados entre las fragosas montaas del nortede Extremadura. En nuestro poder, obran cartasde curas realmente amargados de su estancia enHurdes, pidiendo ansiosamente ser relevados ensu misin y trasladados a otras zonas.

    Curiosamente, algunos escritores y eruditosque hablaron sobre estas tierras, ponen al clerode las parroquias hurdanas de vuelta y media.

    As, el hispanista y hurdanfilo Maurice Legen-dre (12) refiere lo siguiente:

    Naturalmente, lo mismo desde el punto devista moral como tnico, los jurdanos difierenmucho entre s. Las diferencias se manifiestan amenudo entre dos aldeas o dos barriadas, y hansido acentuadas por la influencia de los escasossacerdotes que han residido en el pas. Tierradonde los extremos se tocan, donde el justo medioes desconocido, sus sacerdotes han sido o santos odescarriados: estos ltimos (en otro tiempo, puessemejante rgimen detestable ya no se observa)eran enviados all como medida disciplinaria, re-sultando que se hacan, con el tiempo, peores delo que haban llegado.

    Por su parte, Ramn Carnicer (13) afirma:A aquella tirana civil se agreg durante mu-

    chos aos la sumisin al clero albercano, que ade-ms de cobrar el diezmo a los de Las Hurdes cer-cenaba las dotaciones de los escassimos curas dela zona, nombrados por el prroco de La Albercaentre los menos deseables.

    Centrndonos en la figura de Pascual Madoz ysu negra pintura sobre la vida y artes de los hur-danos, podemos entresacar algunas vomitivas pa-rrafadas que no tienen desperdicio alguno:

    Habitado el pas por una raza degenerada eindoliente, ni an se conocen los oficios ms nece-sarios a la vida. Su ocupacin se reduce a pedirlimosnas por las provincias inmediatas, lo mismolos hombres que las mujeres y nios. Sus alimen-tos son tan escasos como nocivos. En general, se-bo de cabra, la cual comen sin ms preparativo;despus, alguna juda; pero siempre con esta gra-sa; y, por ltimo, hojas frutales cocidas, races ytronchos de hierbas silvestres, castaas, bellotasy alguna berza. Apenas se conoce el pan y el queusan es de centeno o de los mendrugos que reco-gen pordioseando ()

    Sus vestidos slo consisten en un calzn queles cubre de la cadera a la rodilla, una camisa sincuello sujeta delante con un botn y un costal alhombro, sin ms calzado ni abrigo. Las mujeres,menos aseadas que los hombres y ms desidiosas,visten harapos que jams cosen ni remienda; loregular en ellas es no mudarse la prenda que unavez se visten; slo se la quitan a pedazos cuandose caen de viejos o sucios; jams se peinan o la-van; andan descalzas como los hombres, sin cui-darse de cubrir las partes que aconseja hacerlo elpudor natural; rara vez compran vestido nuevo; yslo se surten de los deshechos que les venden loshabitantes de los pueblos comarcanos a cambiode vino y castaa. Esto en cuanto a los ms aco-modados, pero lo general del pas viste de las pe-llicas de cabra que matan o se mueren, haciendode sus pieles un vestido que introducen o cuelgan

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    4.- El Graciosu (Dibujo: Juan Carlos Jimnez Garca).

  • del gaon o pescuezo y les cubre toda la delante-ra hasta los pies, ciendose a la cintura, muslo ypantorrillas con correas; esto en cuanto a loshombres; y las mujeres se hacen un delantal omandil que atan a la cintura ()

    Posiblemente, no haya otro escritor que contanto morbo disfrut refocilndose en sus largasparrafadas sobre Hurdes. Pascual Madoz dio cr-dito a lo que le contaron y all que lo volc en sumarmotrtico diccionario. Muchas ms frases ga-rabate sobre las caractersticas fsicas y moralesde los hurdanos, mil veces ms horribles que lasque hemos trado a estas pginas. Todo ello con-tribuy a mitificar terriblemente a esta zona. Porello, no es nada de extrao que, hoy en da, hayagente que, como turista o viajero, se acerca a esteterritorio y todo se vuelva preguntar por los ena-nos que viven en las zahrdas.

    Resulta trgico e hiriente que Pascual Madozo sus informantes hablen de los hurdanos comode gente degenerada e indolente, cuando estepueblo ha sido capaz de doblegar ariscas monta-as, aterrazndolas con miles de bancales, queconvirti en autnticos jardines y vergeles. Y sibien cierto es que un sector de la poblacin ejer-ci el oficio de pidi (mendigo), era ms la pica-resca la que les impela a andar de plaza en pla-za, echando coplas y contando chascarrillos, queuna verdadera y acuciente necesidad. Se ha pasa-do ms hambre en otras zonas de Extremadura,donde slo existan cuatro terratenientes y losdems eran braceros que no tenan dnde caersemuertos, que en Las Hurdes. Y es que aqu, eneste territorio, todo el mundo se fue y sigue sien-do propietario. Cada familia ha tenido sus olivospara el aceite (aceite que muchas veces se cam-biaba en los pueblos de la provincia de Salaman-ca por harina); sus huertos para sembrar pata-tas, hortalizas, legumbres, parraleras; sus r-zuh en los terrenos comunales para sembrarlosde centeno y amasar este pan moreno; sus casta-os en las zonas altas y umbriosas; sus atajos decabras, pastoreadas bajo el sistema comunal dela da; el monte pardo, tambin comunitario,para aprovechamiento de leas y sacar un dineroextra con la fabricacin del carbn de brezo; suscerdos para la matanza, alimentados con los pro-ductos de los huertos; sus corchos de colmena, cu-ya miel y arrope se vendan por las comarcas li-mtrofes Era una economa de subsistencia,sencilla, donde la moneda corra poco, pero gra-cias a la que, al menos, exista tal tipo de econo-ma, nadie se mora de hambre. De hecho, enHurdes, la emigracin masiva de la poblacin es-paola de los aos 60 no comenz hasta diez aosdespus, en la dcada de los 70, cuando la pre-sin demogrfica sobre el territorio hurdano inci-da negativamente sobre aquella secular econo-

    ma de subsistencia, que, por otro lado, sus par-metros ya devenan en obsoletos, en favor de laeconoma de mercado. Por ello, todos aquellos in-formes mdico-sanitarios emitidos por cronistas ycronicones -cuyo culmen es el tendencioso, ana-crnico y falto de rigor y objetividad cuaderno denotas que el Dr. Maran redact en la SemanaSanta de 1922-, son el fruto de mentes urbanitas,llenas de prejuicios morales y materiales, sin elmnimo anlisis socioantropolgico. Los doctoresMaran, Goyanes y Bardaj realizaron una Me-moria sobre el estado sanitario de Las Hurdes,encargado por el Consejo de Ministros en el sim-blico ao de 1922, cuando el rey Alfonso XIII re-aliz su ya legendaria visita a la comarca de LasHurdes (14). Tales doctores llegaron a esta zonacomo el misionero que descubre una tribu prehis-trica en un pas tercermundista y todos sus des-velos se dirigen a redimirlos de sus roas fsicasy morales, de acuerdo con los patrones burgue-ses y urbanistas de esos redentores, que despre-cian y desechan, por no entenderlos ni compren-derlos, los valores inherentes y seculares de esascomunidades que ellos denominan, despectiva-mente, como primitivas.

    En lo que concierne a la indumentaria hurda-na descrita por Madoz, que es lo que, en el fondo,interesa a nuestro trabajo, vemos que, dejandoaparte su nfasis en pintar miserablemente lavestimenta de estas gentes, nos dice que los hom-bres llevan un calzn que les cubre de la cadera ala rodilla. Pues con toda seguridad se estara refi-

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    5.- Anciana hurdana, hacia 1920. (Archivo: F. Barroso).

  • riendo a ese calzn de pao denominado en la zo-na como bombachu, comn tambin, en aque-llas pocas, a otras comarcas colindantes, tantode Cceres como de Salamanca. Tambin noscuenta Madoz que, por regla general, los hombre