detrás del sueño m (3)

8/17/2019 Detrás Del Sueño M (3)

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DETRÁS DEL SUEÑO


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Alex Martin / Detrás del sueño / 2

DETRÁS DEL SUEÑOALEX MARTIN


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Para Miriam: Decisiones correctas y decisiones difíciles nos han traído a donde estamos tras

tanto tiempo de distancia. Tu empuje, optimismo y apoyo ante mi deseo de trascender en lo que

más amo hacer me ha ayudado a llegar a éste punto. Éste es mi agradecimiento a ti.


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La diferencia entre la realidad y un sueño depende

de la libertad en la mente humana.

- Alex Martin.


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1

MOMENTO

Inicio de la grabación.

“Está pasando de nuevo.”

“Equipos encendidos.”

“Daniel, despiértalo.”

“No, Sarah. Ya no está soñando. Mira las lecturas. Está cruzando de nuevo, sin necesidad de

equipos.”

“Aun no cruza por completo. Daniel, por favor, detenlo.”

“¡Mira el monitor, Sarah! ¡Ya cruzó! Si lo despiertas…”

“No sabes lo que puede pasar.”

“Ni tú.”

Sonidos indistintos provenientes de la calle entre el silencio.

Respiración agitada.

Sollozos.

“¿John?”

“Sarah, no.”

“John, despierta.”

“¡Sarah!”


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Forcejeo.

“Daniel, ¿qué es eso?”

Dos segundos de silencio.

“Está en su Territorio. Pero no está solo.”

“Daniel, haz algo, por favor. Su nariz… hay sangre.”

“¡No lo toques! Sarah, espera. Todo estará bien, solo espera.”

Tres minutos de sollozos en el silencio.

El sonido de varios autos cruzando la calle.Un grito de angustia en la distancia llena el fondo de la grabación.

“Esa es Clarice.”

“Llámala. Yo vigilaré a John.”

El sonido de las teclas de un viejo teléfono de casa inalámbrico.

Aparatos emitiendo todo tipo de alarmas y pitidos.

“No contesta, Daniel.”

“Intenta de nuevo.”

Pasos firmes y ansiosos sobre la alfombra.

“¿Clarice? Sí, soy Sarah Kast, ¿está usted bien? Creímos escuchar…”

Diálogo intenso e incomprensible en el auricular.

“¿Cómo?”

Diálogo intenso e incomprensible en el auricular.

“L-lo siento. ¿Hay algo que podamos…? ¿Aló? ¿Clarice?”

Tono desconectado en el auricular.


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Sonido del teléfono siendo apagado.

“¿Qué?”

“Danny acaba de fallecer. Mientras dormía.”

“No. John no lo hizo.”

“Ya no está en el otr o plano, Daniel. Mira las lecturas. No podemos reportar esto, querrán

detalles.”

“¿Y qué esperas que hagamos? No podemos ocultar un día entero de información.”

“Podemos usar información antigua. Explicarle a Clarice lo que sucedió y evitar que…” “Soluciones temporales, Sarah. Se nos acabó el tiempo.”

“Daniel, no. No, no, no.”

“Es eso o entregar la información. Lo usarán a él. Podemos hacer que lo dejen fuera del

trato. Pero sabes lo que debemos hacer entonces.”

“No puedo dejarlo, Daniel.”

“Sarah,”

“Mamá… Papá…”

“John. ¿Qué estabas soñando?”

“Yo… estaba soñando con Danny. Pero desapareció. ¿Por qué estás llorando, mami?”

“Daniel,”

“Apagaré los equipos.”

“Tranquilo, John. Todo está bien, solo fue una pesadilla. Es todo. Aquí estamos.”

Fin de la grabación.


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2

La pequeña grabadora de sonido cae de la mano de John. La escucha.

Abre los ojos.

El pavimento húmedo, las decenas de casas de construcción similar a cada lado de la calle

iluminadas por los suaves rayos del sol de la mañana. No debe hacer más de una hora que el

astro rebasó el horizonte y llena de luz el lugar.

John está parado, frente a su casa – como era hace años. La pintura amarilla pastel que su

madre eligió cuando la adquirieron y que su padre pintó con la ayuda torpe del pequeño John.

El pasto que rodea el camino de cemento – que lleva a la entrada – luce un verde radiante,

finamente podado.

John sabe qué significa esta imagen.

Mira a su lado, un auto se acerca hacia él, sin aparentes intenciones de frenar. Cincuenta

metros. Cuarenta metros. Diez metros. Un metro.

“Desaparece.” Murmura John, cerrando los ojos. Inmutable.

El auto se esfuma de la calle a la orden del muchacho. Es un sueño.

John sabe controlarlos. Lo ha hecho desde hace años.

Resopla. Abre los ojos y comienza a caminar pesadamente hacia la casa, sabiendo con

precisión lo que le espera dentro. El pesar es sobrellevado por el gozo de ver a sus padres vivos,

aún si son un simple reflejo de sus recuerdos, John no pierde la oportunidad de encontrarlos una


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vez más, incluso si los pierde al momento que regrese al mundo de la realidad. Al mundo donde

ellos ya no están más.

John abre la puerta. El golpeteo de cubiertos metálicos en tazones de porcelana inunda el

corto pasillo de la puerta hacia el comedor. El ambiente se adorna con una plática

incomprensible a esta distancia – pero que John para éste momento puede recitar mientras

avanza.

Tres figuras desayunan en una pequeña mesa redonda con un mantel blanco. Su madre, Sarah

Kast, la dueña de la suave y dulce voz que escuchó mientras avanzaba entre las paredes del pasillo – pintadas del mismo color que el exterior de la casa – está sentada a la izquierda de la

mesa. Una mujer de treinta años, cabello dorado y piel blanca. Sus ojos, un tono de verde

profundo, como dos esmeraldas oscuras perfectamente redondas.

El hombre de cabello negro, quien está sentado al otro lado de la pequeña mesa, frente a

Sarah, es el padre de John, Daniel Kast, un hombre alto y fornido de treinta y dos años. Su piel es

más bronceada que la de Sarah, y sus ojos son color miel.

Entre ellos, la imagen reflejada de John en su versión miniatura de cinco años. Los ojos

verdes, idénticos a los de su madre. El color de piel, facciones y cabello de su padre.

“Yo no quiero ir.” John adulto murmura a la par de su versión infantil.

Los tres siguen su plática, mientras John se mantiene como un espectador que pasa

inadvertido.

Sabe de memoria cada línea del diálogo esa mañana. Éste no es un simple sueño, es un

recuerdo. Muy recurrente. La última mañana que los vio vivos.

Era un sábado por la mañana y John debía ir con su nuevo grupo de primaria al zoológico de


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John adulto los ignora y camina a través del comedor sin que las tres figuras adviertan su

presencia, como un fantasma buscando algo perdido entre el mundo de los vivos. Irónico.

Llega a la barra de la cocina, donde yacen el maletín de piel de Daniel y el bolso gris de

Sarah. Junto a ellos, una pequeña libreta de pasta dura recubierta en piel café. En la portada está

grabada la imagen de un león en tinta dorada.

Sobre el lomo, la palabra “KAST” en el mismo color de tinta.

John se siente atraído a ésta libreta desde la primera vez que la notó dentro del recuerdo. John

la toma y la abre. Una serie de garabatos en la primera página es todo lo que contiene esa pequeña libreta. Símbolos que sin duda fueron escritos por su madre, Sarah.

John los mira, tratando de encontrar alguna lógica.

El rechinar de las patas de las sillas metálicas contra el suelo de azulejos cobra la atención de

John.

Daniel se levanta de la mesa y acompaña a John niño a subir las escaleras hacia su habitación.

John adulto regresa su mirada hacia la libreta en mano, pero ya ha regresado por sí sola al

lugar de donde la tomó.

Sarah se levanta de la mesa y lleva los platos al fregadero.

“¿Te ayudo?” Dice Daniel, que recién termina de bajar las escaleras.

John recita el siguiente diálogo una vez más, mientras su contraparte infantil se supone está en


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el baño de su habitación, lavándose los dientes y poniéndose sus zapatos. Pero en realidad, está a

un par de metros de la escalera. Observando. Tan curioso como siempre.

“Por favor.” Responde Sarah.

Ella se acerca a la barra de la cocina y guarda su pequeña libreta en su bolsa antes de

levantarla y ponerla sobre la mesa del comedor, junto con el maletín de Daniel.

“¿Tienes idea de qué tratará la reunión de hoy?” Pregunta Daniel.

“No. No me gusta cuando no dan razones. Cosa que ha sido recurrente los últimos meses.”

Responde Sarah, mirando hacia la ventana del comedor.“Tal vez quieran un avance del proyecto. Saber los resultados.” Daniel no parece contento de

mencionar ‘los resultados’.

Sarah suspira y se sienta en la silla de nuevo.

Daniel deja los platos enjabonados y cierra la llave del grifo. Se seca las manos con un trapo

viejo y desteñido – antes rojo, ahora rosa con manchas blancas – y camina hacia Sarah.

Se sienta a su lado y toma sus manos.

Daniel y Sarah hablan muy bajo para poder escuchar lo que dicen.

John adulto, estando parado justo frente a ellos solo ve cómo los labios de sus padres se

mueven, haciendo sonidos incomprensibles.

Sarah sonríe con algo que Daniel dice y ambos se abrazan.

John niño sonríe desde lo alto de las escaleras. Ver a sus padres felices hace que olvide

cualquier cosa que había sonado inusual en la conversación previa.

El chirrido de frenos en el exterior de la casa sobresalta a John niño. Es el camión de la

escuela.


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“¡John! ¡Ya es hora!” Grita Sarah.

John niño corre a su cuarto – que está tapizado de papel con imágenes de dinosaurios

caricaturescos. Entra a su baño y se mete más enjuague bucal de lo que debería – esperando

compensar así por no haberse lavado los dientes – y se pone sus zapatos de suela de goma

mientras sostiene el enjuague en su boca.

El ardor es demasiado, lo que obliga a John a correr al baño, tropezando con un tiranosaurio

de hule en el suelo, haciendo que una porción del enjuague se vaya a su garganta. Escupe el resto

en el lavabo.Ese sabor amargo y desagradable es algo que John hasta la fecha no puede olvidar. Como una

premonición de lo que su boca volvería a sentir horas más adelante. Lo que su mente sentiría,

una amargura que penetra cada poro y se queda ahí. Y que se quedaría ahí, provocando que éste

sueño se repita una y otra vez.

John baja corriendo, aun tosiendo por haber ingerido el abrasivo líquido.

Toma una cajita de jugo y una lonchera verde con figuras de dinosaurios y la mete en su

pequeña mochila roja estampada con – adivinaron bien – más figuras de dinosaurios.

John adulto sigue a su contraparte hasta donde Sarah y la muy agradable maestra Kara lo

esperan. Ambas hablan, sonrientes.

La maestra recibe a John con un abrazo.

“¿Listo?” Le pregunta la maestra a John.

“Sí.” Responde con una mezcla de felicidad e inquietud.

No quiere ir, pero sus padres prometieron que lo compensarían más tarde. Eso es suficiente

para mantener una buena cara el resto del día.


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En la casa de al lado, donde Dan vive, su madre, la señora Owen está barriendo la calle,

vestida completamente de negro.

John niño no presta demasiada atención a ello. Solo espera ver a Danny pronto.

John adulto ahora sabe bien por qué la señora Owen vestía así. Hubiera deseado que sus

padres le dijeran antes sobre la muerte de Dan. Hubiera querido – pese a ser un pequeño niño –

decirle a la señora lo mucho que lo sentía y que él extrañaría tanto a Danny como ella. Ideas de

niños. Inocencia.

John no recuerda el sueño. Su primer cruce al Otro Plano. El día que – sin saberlo – provocóla muerte de su mejor amigo de la infancia.

Ahora desearía disculparse por haberle quitado a Clarice su único hijo. Pero tras años de vivir

con ella, no podría hacerlo. Siempre pensó que había sido sólo un sueño y que la muerte de

Danny había sido una enorme coincidencia. Hasta que recibió su parte de la herencia a los

dieciocho años.

John no entiende cómo la señora Owen pudo soportar criar al culpable de la muerte de su hijo,

aún si no sabía lo que hacía. ¿Cómo lograba verlo a los ojos cada mañana con esa sonrisa y no

pensar ‘tú lo mataste’?

John no lo entiende. Pero lo acepta. Clarice Owen lo quiso tanto como a su propio hijo, aun

cuando fuera algo doloroso.

John niño se separa de su maestra y abraza a Sarah.

“Diviértete, John. Te veremos más tarde.” Dice Sarah y le besa la frente.

Daniel sale de la casa y corre hacia John. Le entrega un llavero con una figura de plástico de

un dinosaurio volador.


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“Considéralo un anticipo de esta tarde.” Dice , guiñando el ojo.

John sonríe y lo abraza.

“Gracias.” John niño abraza a su madre de nuevo y se da media vuelta hacia la puerta del

camión.

La maestra Kara lo ayuda a subir y lo dirige a su asiento. Son asientos más pequeños que los

de un camión normal. Hechos precisamente para niños de su edad, con cinturones que no solo

sostienen su cintura, sino otro par que bajan como tirantes hasta unirse con el broche al frente.

John adulto mira todo desde la mitad del camino de cemento entre la acera y la puerta deentrada, conteniendo el sentimiento que lo invade. El recuerdo/sueño está a punto de terminar.

El camión enciende motores y comienza a avanzar lentamente.

John niño agita el brazo, al igual que varios de sus amigos que conocen bien a sus padres.

John adulto recuerda como la imagen de sus padres se va perdiendo entre las ventanas

rayoneadas y los árboles que inundan la calle. Los ve por última vez cuando el camión gira a la

derecha en la esquina. Sarah y Daniel siguen mirando al camión.

John adulto se queda parado en el camino de cemento, con la garganta hecha un nudo.

Cierra los ojos.

Los abre. El sueño/recuerdo sigue ahí. Sus padres están parados inmóviles en la acera. Esto

jamás había ocurrido antes.

Mira hacia atrás. Su casa ha regresado a ser del azul marino que él mismo usó para pintarla

hace un par de meses.

Regresa la mirada al frente. Daniel ya no está, solo Sarah, que parece buscar algo en su bolso.

“¿Dónde la dejé?” Murmura.


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John se siente confundido. Esto es completamente nuevo. El sueño normalmente terminaba al

instante que el camión de la escuela daba vuelta en la esquina, dando paso a un sueño distinto.

“¿John?” Dice Sarah, dirigiendo su mirada a John adulto.

John no responde. Frunce el espacio entre cejas y da un paso hacia atrás cuando Sarah se le

acerca.

“John, te estoy hablando, ¿qué te ocurre?” Dice Sarah, pasando su mano frente a la cara de

John, tratando de llamar su atención.

“¿Mamá?” Murmura John con voz temblorosa.“Claro que sí, ¿quién más sería?” Pregunta con el mismo tono sarcástico que su madre lo

hacía cuando era niño.

John se queda mudo de nuevo.

“John, ayúdame a buscar mi libreta, la de piel café, no la puedo encontrar.” Le ordena

mientras camina de regreso al interior de la casa.

“¿De qué hablas?” John la sigue.

“La pequeña libreta que siempre traigo, no la puedo encontrar. Tu padre y yo la necesitamos.”

“No sé dónde está, mamá.” Dice John, manteniendo la frente arrugada, tratando de encontrar

sentido a esta nueva continuación de su sueño. “Tú… tú te la llevaste. Ese día.” Responde John.

Sarah lo observa con atención.

John no se mueve ni habla. Casi ni respira.

Fuertes campanadas hacen vibrar la casa. Después, comienzan violines y guitarras eléctricas.

“Lo siento, mamá.” Dice John. “Debo despertar.”

John abre los ojos. Su teléfono está sonando a pocos centímetros de su cabeza, dejando


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escuchar una pista de música que combina una orquesta con música rock.

Se toma la cara y frota sus ojos.

“Eso fue nuevo.”


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VOCES

“¿Qué noticias?”

“El NOC entró en su mente por mera suerte. Pero no consiguió nada.”

“¿Nada?”

“Dijo que sabe de la libreta. Pero incluso menos que nosotros. Parece no tener idea de dónde

está.”

“Eso es deprimente.”

“¿Por qué no lo matamos ya? Si no sabe dónde está la libreta no nos sirve de nada. Hemos

perdido años en experimentos fallidos, esperando entrar en su mente y encontrar la respuesta a

todas esas fallas, para que resulte que no sabe nada.”

“Pero ahora ya encontramos un camino gracias al NOC. Si lo matamos, la otra chica

desaparece para siempre. Ambos tienen el mismo pasado y probablemente la misma información

oculta. Demos tiempo, no debe estar demasiado lejos.”

“Mmmm.”

“¿Qué? ¿No te parece?”

“No, no, no. Es tu plan. Arr uínalo a tu manera. Solo te advierto, estoy perdiendo la paciencia,

al igual que nuestros Clientes.”

“Calma. Contacta al NOC de nuevo. Envíalo a que investigue una vez más si le es posible .”


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“¿Tú que piensas hacer?”

“Les daré un incentivo para que se conozcan. Si la chica está tan motivada como John, saldrá

de su escondite y ambos se encontrarán sin duda cuando se sepa abiertamente sobre su

proyecto.”

“Más vale que sea así.”

“Te entendí la primera vez.”

“No parece.”

“Silencio y haz lo que te pido. Las libretas llegarán a nosotros si todo sale bien.” “¿Y si se une a los blancos?”

“Sabes que eso incluso sería benéfico para nosotros. ¿Te parece?”

“…”

“Consideraré eso como un sí.”


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4

“Eres completamente inútil. Tal como quien te regaló.” Dice John mirando el viejo

atrapasueños sobre su cama. Un aro de madera de unos diez centímetros de diámetro con un

patrón de telaraña en el centro y adornado con plumas blancas y negras.

Un regalo de Rick. ‘Para que me dejes en paz con tus sueños y pesadillas.’ Le dijo cu ando se

lo dio.

John mira la alfombra al pie de su cama. Entre el tejido negro de la tela resalta el color

plateado de la delgada grabadora de sonido que John escuchaba la noche anterior antes de

dormir.

Aunque el contenido de esa grabación no es en lo más mínimo placentera, John la escucha

antes de dormir cada vez que desea soñar con sus padres. No siempre lo logra, pero en ocasiones

llega más allá de soñar con ellos, alcanzando ese recuerdo que vivió ésta noche.

Levanta el aparato, recordando el nuevo final al recuerdo de sus padres.

Los números azules en el reloj del escritorio cobran su atención. Nueve de la mañana con un

minuto.

Una pequeña luz en su teléfono parpadea. Una llamada perdida.

Lo enciende.

No una llamada perdida, sino tres. Además tiene un mensaje de voz.

“ Hey, hey, hermano. Llevo ya casi una hora tratando de despertarte y nada.” Dice una voz


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“Entendido.”

John sale de la ducha con la toalla sostenida en su cintura. Camina hasta su clóset, buscando

algo qué ponerse. No es alguien que tenga una amplia gama de ropa para ocasiones diversas,

mucho menos para ocasiones importantes como hoy.

De un cajón de madera saca el pantalón de mezclilla más nuevo que tiene, uno azul profundo

sin grandes detalles. Simple pero aparentemente decente.

Después toma una camisa negra ajustada de manga larga. No está completamente planchada,

pero no tiene tiempo para más. La mira haciendo una mueca de desaprobación frente a lasarrugas que se han formado en la espalda de la camisa.

De cualquier manera se arrugará cuando maneje. Piensa.

La deja sobre la cama, al lado del pantalón y una corbata roja delgada.

Desde ese lugar, puede ver el otro extremo del pasillo del segundo piso. Su puerta apunta

directamente a la puerta cerrada del cuarto que pertenecía a sus padres. El pasillo – que por un

lado cubre una pared, y por el otro la escalera que lleva al primer piso y un barandal de madera –

parece como si se encogiera y alargara mientras fija la vista.

Dentro, la ropa de sus padres está intacta, guardada en bolsas herméticas algunas. John podría

usar algo de ese cuarto, pero la simple idea de entrar le provoca ansiedad.

John agita la cabeza y comienza a vestirse. Toma ropa interior de otro cajón en el closet y

unos zapatos – que más bien son tenis de piel negros.

Se mira en el espejo de cuerpo completo que yace justo frente a las escaleras.

Parece un joven común que va a salir por algunos tragos con amigos, no un estudiante que

pretende presentarse en un auditorio – probablemente – lleno de gente.


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Aunque el tema no es muy ‘popular’, sí atrae el morbo de mucha gente. John ya ha asistido a

uno que otro de estas presentaciones. Navegación de Sueños.

Pero John lo va a llevar más allá. Navegación de ‘El Otro Plano’. No es el título oficial de su

presentación, el director le recomendó que lo mantuviera oculto del resto de la mesa directiva.

De lo contrario, lo rechazarían sin pensarlo. Para ellos, la presentación de John es sobre un

proyecto de análisis de estados de conciencia profunda durante la etapa R.E.M. del sueño.

John mira el reloj en el buró. Las nueve con cuarenta minutos.

Baja a la cocina junto con su mochila y se prepara un cereal con leche y plátano que engullecasi por completo en cuestión de seis minutos. La ansiedad le provoca hambre.

Al otro lado de la cocina hay una pequeña sala, a la que John camina mientras sostiene el

tazón azul con una mano y la cuchara con la otra, masticando la combinación del cereal

suavizado por la leche y el resto que aún mantiene consistencia.

Asoma la cabeza por la ventana de la sala, mirando la casa de la señora Owen, quien está

barriendo las pocas hojas que han caído del ficus en la banqueta.

John sonríe.

Después de la muerte de sus padres, John vivió con la señora Owen hasta haber cumplido

dieciocho, como dictaba una de las secciones del testamento de su madre. El testamento de su

padre decía que concordaba con cualquiera fuera la decisión de su esposa, siempre y cuando su

hijo estuviera de acuerdo y viviera con dicha persona hasta la mayoría de edad.

John deja el tazón vacío en el fregadero y sube a lavarse los dientes.

Se mira en el espejo con detenimiento, asegurándose de haber controlado la maraña de cabello


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negro rebelde sin usar demasiado gel.

Las delgadas bolsas oscuras bajo sus ojos verde profundo no pueden modificarse.

Inhala una gran bocanada de aire y la expulsa lentamente.

“Puedes hacerlo.” Se dice a sí mismo.

Apaga la luz del baño y baja de nuevo. Toma su mochila, las llaves de su auto – junto con las

de la casa – y sale.

La luz de la mañana que cae directamente frente a él lo obliga a entrecerrar los ojos.

Mira a su izquierda, de nuevo hacia la casa de la señora Owen. Ya no está afuera. En cambio,sobre la baqueta que hace unos minutos barría, se encuentra estacionada una motocicleta de

carreras negra con blanco. No la había visto antes. Y no parece concordar con el tipo de personas

que normalmente la visitan. Conocidos de la familia, compañeros del hospital o parte de un

grupo de la iglesia.

John comienza a imaginar todas las posibilidades que pudieran responder a la pregunta de

quién manejaría ese tipo de vehículo y qué relación tiene con la señora Owen.

Llámenlo paranoia creativa. Así es John.

“¿Señor Kast?”, una voz desconocida lo regresa a la realidad, solo para darse cuenta que

caminó hasta el auto – un Mustang negro modelo ‘69 que adquirió con una parte de la herencia

de sus padres – y ya tiene la llave a un par de centímetros de la puerta. A su derecha, un nuevo

cartero, parado a pocos metros frente a John. “S-sí, soy yo”, responde parpadeando

repetidamente, tratando de recuperar conciencia de la situación.

El hombre – que viste el uniforme azul oscuro característico de los carteros de su ciudad –

alarga su musculoso brazo para entregarle algunos recibos y la revista a la que tiene suscripción.


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“Que tenga un buen día.” El hombre arranca su motocicleta y regresa a su ruta. John está

demasiado distraído para poner atención en esa nueva persona. Y cuando lo comprende,

comienza a sentir ansias.

Lo mira mientras se aleja de su casa sin detenerse a entregar algo más en otras casas.

El hecho de portar una gorra y lentes que cubrían su cara casi por completo le causa más

inquietud.

Incluso considera la opción de ir hacia él y preguntarle por el cartero normal.

John agita la cabeza de nuevo y abre la puerta del auto. Lanza la mochila sobre el asiento delcopiloto y sube.

Mira de reojo a la casa de la señora Owen. Después mira al otro lado, buscando al cartero –

que ya ha desaparecido de su vista. Dejándolo con una sensación de vacío en el estómago.

Algo no está bien. Piensa.

Cierra los ojos, apretando los párpados.

“Concéntrate, John.” Dice. “No tienes tiempo para paranoias sin justificación.”

Gira la llave de encendido y saca el auto en reversa hasta la calle.

Llega a la Universidad veinte minutos después.

El estacionamiento de la Universidad está a reventar. Normal para ser las diez y media de la

mañana.

John se las ingenia para encontrar un lugar a pocos metros del camino que lleva al auditorio

central.

Baja del auto – olvidando su mochila por un momento – y camina hacia el imponente edificio


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cúbico de color gris y azul. En la entrada ya hay un cúmulo de alumnos y profesores entrando a

cuentagotas.

Las manos de John comienzan a sudar.

“¡Hey, hey!” John reconoce ese saludo y la voz a quien pertenece. Rick camina hacia él desde

su derecha.

John se da cuenta que Rick está mejor vestido que él.

Rick siempre trata de vestir bien. Para John, la verdadera profesión de Rick es conquistar

mujeres y modelar en la Universidad. Su cabello castaño claro y sus ojos azules lo hacen parecermás un estudiante de modelaje que uno de ingeniería.

Hoy John nota que la tez de Rick parece estar bronceada. Inusual en una piel normalmente

blanca.

“¿No se supone que tenías un examen a las diez?” Pregunta John, mirando su teléfono.

“Claro que sí, mi hermano. Le puse mi nombre, contesté lo que sabía y salí corriendo para

encontrarte aquí. Nada es más importante que tú.” Dice, intentando abrazar a John.

“Rick, aléjate.” Dice empujándolo con ambas manos. “La camisa…”

“John, mi hermano. Créeme, no hay forma humana de que esa camisa pueda arrugarse más.”

“Calla. ¿Cómo me veo?” Dice John dando un paso hacia atrás para dejar que Rick lo vea

mejor.

“John, sabes que te amo no importa cómo te veas.” Dice cruzando los brazos. “Pero hoy

puedo decirte que tienes suerte de ser más inteligente que bien vestido.”

“¿Tan mal?” John se mira a sí mismo.

“Estás fuera de la escala de ‘mal’.”


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“Púdrete.” Gruñe Rick.

Salen de los baños faltando cinco minutos para la presentación. El cúmulo de gente fuera del

auditorio ya ha ingresado casi en su totalidad.

Sobre el hombro de Rick, John nota una imagen que hace que la respuesta de Rick pase a un

segundo plano.

La motocicleta que vio fuera de la casa de la señora Owen ahora está estacionada junto a su

auto.


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5

Desde una puerta entreabierta en la parte más baja del auditorio, John observa cómo los

asientos vacíos comienzan a escasear. Esperaba una buena cantidad de audiencia, pero no tanta.

O su tema es demasiado atractivo, o la mesa directiva se encargó de atraer tanta gente como

fuera posible para atestiguar el rechazo directo a su propuesta.

Pareciera que toda la saliva de su boca se hubiera teletransportado a sus manos. Su lengua y

labios están secos y sus manos se sienten húmedas y frías. Traga saliva casi como reflejo, pero

en realidad solo pasa una o dos gotas de saliva envueltas en aire helado que dejan una sensación

rasposa en su garganta.

Sus pensamientos repasando lo que debe decir de manera convincente dejan en silencio aíslan

el discurso previo a su presentación. El director de la Universidad, Philip Klopp – un imponente

hombre de cuarenta años, con casi dos metros de estatura y una espalda tan ancha que podría

abarcar dos veces la de John – comenzó hablando sobre avances en la construcción de un nuevo

edificio de investigaciones. Ahí fue cuando John dejó de escuchar y se concentró en su propio

tema.

Ahora el director comienza a hablar sobre John. Sus estudios en la facultad de Química y el

tema del que hablará. No menciona ni una palabra sobre el verdadero tema. Cumple su parte del

trato. Además, él seguramente no arriesgará su pellejo por un alumno tomando un riesgo

innecesario. Menos por alguien con la reputación de John.


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“Adelante, John Kast.” Dice Klopp mirando a la puerta entreabierta.

John llena sus pulmones, cerrando los ojos. Relaja sus manos – que estaban empuñadas – y

atraviesa el umbral de la puerta.

El auditorio entero aplaude.

Los inconfundibles silbidos de Rick lo hacen mirar a un asiento cerca de la primera fila.

Entonces ve a tal vez la única persona en todo el auditorio que no expresa sensación alguna.

No aplaude, no sonríe ni mueve un músculo. Está ahí sentada, mirando a John fijamente mientras

atraviesa el centro del escenario, como un francotirador con una mira láser, perforando el costadode su cabeza con su mirada.

Es una chica de cabello rubio, casi castaño claro. Los ojos azules eléctricos podrían

catalogarse como hermosos si no fuera por la sensación de estar a punto de disparar un láser.

John toma un delgado apuntador láser en forma de pluma que yace junto a una vieja

computadora en el extremo derecho del escenario.

Las luces bajan su intensidad en cuestión de segundos hasta dejar en oscuridad el auditorio.

Un proyector lanza la imagen de la presentación de John contra una masiva pantalla blanca al

fondo del escenario.

“Mi nombre es John Kast.” Comienza a decir con un pequeño temblor en su voz. El momento

ha llegado.

John mira de reojo al director Klopp, que parece asentir, indicándole que puede continuar con

su plan.

“El tema sobre el que hablaré el día de hoy, es más profundo de lo que originalmente

pretendía que lo fuera. Mi propuesta de proyecto no solo es sobre el estudio del sueño, sino de lo


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que podría haber más allá de él. Algo que mis padres,” John siente algo en su garganta, como

una pastilla atorada, al momento de mencionar a sus padres. Se sobrepone. “Algo que mis padres

llamaron, El Otro Plano.”

El ambiente dentro del auditorio cambia por completo. Muchos se inclinan hacia el frente,

cubriendo sus bocas con sus manos. Otros hacen muecas que van desde el asombro hasta el

estupor.

Muchos de los profesores tienen expresiones que asemejan a que estuvieran frente a un

cadáver en descomposición.John solo logra detectar que dos presencias dentro de la audiencia no mueven ni un músculo.

La chica y Klopp.

John comienza a hablar sobre sueños. Control de sueños. Las personas que pueden

controlarlos, los Onironautas. Y la teoría de las personas que pueden cruzar a un plano en el que

las mentes de todos aquellos que se encuentran soñando pueden convivir e interactuar entre sí. El

Otro Plano.

John entra en un estado de trance, hablando sin parar sobre lo que sabe de los pocos

documentos que sus padres le dejaron en su herencia y las escasas investigaciones al respecto.

Explica la necesidad de expertos en el tema que le ayuden a llegar más lejos.

Cuando sale del trance, la mitad del auditorio ya se ha vaciado, dejando sólo a aquellos

demasiado interesados en el tema o demasiado morbosos que esperan ver la reacción de los

académicos cuando John termine.

Rick se encuentra leyendo algo en su teléfono, en algún lugar a años luz del auditorio.

La chica de cabello rubio en cortos instantes pareciera esbozar una tímida sonrisa,


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especialmente cuando John habla algunos detalles técnicos que apenas comprende, o cuando

utiliza el término Otro Plano.

“…Incluso lograr un colapso neuronal. A través de éste Plano, que podría acabar en una

fatalidad.”

Esa frase deja a todo el auditorio en silencio. Incluso Rick desvía su atención hacia el frente.

John presiona un botón en la vieja computadora y la presentación termina.

Silencio es lo único que le gratifica por varios segundos, hasta que Rick comienza a aplaudir.

Le siguen un puñado de asistentes. Otros simplemente se levantan y se van entre gestos deinconformidad o incredulidad, probablemente lamentando haber perdido una hora de su tiempo,

pensando que debieron haberse ido con la otra mitad del auditorio.

“¿Estás queriendo decir, que la gente puede ingresar a la mente otra persona, a través de un

sueño, así sin más?” Dice un profesor a pocos metros de John, con tono incriminatorio.

“E-es solo una teoría. Pero sería posible. Según la información…”

“Información teórica.” Interrumpe el mismo profesor. “Ni siquiera hay casos debidamente

respaldados por investigación” John ni siquiera pone atención en quién o como es.

John podría decir ‘ya lo he vivido’, pero eso es algo que se llevará a la tumba.

La frustración comienza a nublar su juicio, y cuando eso sucede, John suele tomar muy malas

decisiones.

“Usted…” Dice el profesor, que ahora John observa con detalle – cabello castaño, traje café y

una expresión de superioridad que hace hervir la sangre – , mientras busca algo en el resumen que

John le entregó al director Klopp. “Señor Kast. Solicitó ésta presentación para que se le

concedieran recursos en la rama de neurociencias y medicina, siendo usted un Licenciado en


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Química,” El profesor ríe irónicamente. “¿Cómo espera que le tomemos en serio? ¿Qué dirían

sus padres? Unos investigadores respetados en ésta universidad – hasta antes de meterse en éste

mismo tema cabe aclarar. ¿Cree que estarían orgullosos de usted? No lo creo.”

John ya ha cambiado de color. Su cara se ha vuelto roja con una vena resaltada en su sien

derecha. Su puño derecho tiene completamente aprisionado el apuntador láser, causando que el

endeble metal plateado que lo cubre comience a doblarse.

“Estoy seguro que estarían decepcionados de usted, Señor Kast.”

Las palabras del profesor lo han llevado al límite. Está a punto de reventar. De hacer o deciralgo que no debe. Y por más que su razón le dicte que se detenga, no lo hará.

“Primero. Usted no tiene el más mínimo derecho de meterse con el recuerdo de mis padres.”

Comienza a decir John con una firmeza y profundidad de voz que hacen que el profesor se

recline en su asiento. “Segundo. Estoy intentando seguir su legado. Entender a qué querían

llegar. Ellos fueron los primeros en atreverse a hablar sobre éste tema, algo que el resto de

investigadores cobardes preferían dejar en la oscuridad. Debido a eso, cada una de las

universidades a las que solicité ingreso a neurociencias – siendo ésta la primera – me rechazaron

al instante de mencionar mi proyecto. Y cuando mentía, mi simple nombre era suficiente para

que se me negara el ingreso.” La voz de John se acelera y golpea cada palabra como martillazos

en una puerta de metal. “Y tercero. Al final, Química fue la única área que me aceptó a mí y mis

ideas. Y a lo que veo, creo que es la única área abierta a la capacidad de aceptar que todo es

posible. Sin juzgar ni discriminar en base lo que un montón de viejos anticuados y cobardes

creen.”

Un largo y tenso silencio se apodera de lugar. El ambiente es tan denso que casi se podría


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navegar en él.

Las manos de John tiemblan en ira y ansiedad.

Tras angustiantes segundos, las palabras de John son recibidas entre vítores y aplausos por

parte de la mayor parte de los alumnos más jóvenes que se encuentran en el auditorio, incitados

principalmente por Rick. Por otro lado, las mismas palabras solo lograron dejar a otros con ojos

y bocas tan abiertas, llenas de horror, que parecería que están viendo un monstruo deforme. Entre

ellas, el profesor que acababa de cuestionarlo.

Cuando John regresa en sí y entiende lo que sucede, ya es tarde. Acaba de colocarse un armade alto calibre justo en su cabeza, esperando a que alguno de los profesores o directores se

levante y jale del gatillo. Siente cómo los nervios y la frustración dan paso al arrepentimiento y

nerviosismo. Si tenía alguna oportunidad de convencer a estas personas de permitirle expandir el

legado de sus padres, la demolió con escalofriante precisión en un instante.

El director Klopp se levanta de su asiento, a escasos tres o cuatro metros de John. Ahora

parece que midiera tres metros de alto y la envergadura de sus hombros cubriera la totalidad del

auditorio. Le extiende la mano a John – él duda por un segundo si tomarla o no – pero lo hace, es

obligatorio, de lo contrario, realmente aseguraría ser expulsado de la Universidad.

“Excelente presentación, señor Kast. Y más admirable el valor de haber dicho lo que estaba

en su mente. Pocos alumnos de ésta Universidad presentan tal valor.”

John se queda helado. No sabe si el Director está siendo sincero o solo dice eso como una

cortesía antes de llamarlo a su oficina y eliminarlo de la faz del campus. Para empezar.

La mirada de Klopp es lo único que le hace creer que tal vez está siendo sincero. Parece

admirar a John en este momento.


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“Gr -gracias, señor Klopp.” Se limita a decir John, aun mirando incrédulo al enorme hombre

frente a él.

Klopp rodea a John por la espalda con su largo brazo y extiende el otro, solicitando el

reconocimiento del auditorio hacia John. Los asistentes que aún están en sus asientos – cerca de

la mitad de los que había al inicio – , se paran y aplauden.

“¡Ese es mi hombre! ¡Te amo, hermano!” Exclama un extasiado Rick, entre aplausos y

silbidos.

John no puede evitar el mirar unas filas abajo. La chica ya no está en su asiento, pero laencuentra caminando hacia la salida del auditorio.

Es ahora John quien no le quita la mirada de encima. Tiene efecto. Como John la hubiera

llamado por su nombre entre el tumulto, la chica regresa su mirada hacia John, para después salir

rápidamente del lugar, aparentemente molesta.

El saludo de un extraño hace que John regrese la mirada.

“Hablaremos a detalle en mi oficina mañana, señor Kast. Veré qué tan viable es la

investigación que solicita.” Murmura el Director y se marcha.

Uno tras otro, alumnos de diversas áreas se acercaban a John haciéndole preguntas sobre su

proyecto. Algunos profesores le pedían que, de ser aceptado, les permitiera ser parte del

proyecto. Pero las palabras de Klopp, pese a dar una esperanza, no aseguraban algo. Sentía que

su victoria en el auditorio sería todo lo que lograría. Aún si Klopp estuviera de acuerdo con él, la

mesa directiva podría negarse. Y resulta que, entre los directivos, está el profesor contra el que

John liberó su frustración. Y para aprobar un proyecto, se necesita voto unánime.

Esa tarde, Rick invitó a John la comida, en restaurante bastante famoso. Pese a la insistencia


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de John de pagar parte de la cuenta, Rick simplemente respondía: “El más grande héroe en la

historia de la Universidad no debe pagar hoy. Eres el nuevo modelo a seguir de todo alumno

oprimido – y profesor frustrado – de ésta universidad, viejo. Disfruta.”

Al final John acabó aceptando sin más queja.

“Vas a tener más sexo que nunca antes, te envidio. Quisiera tener tus pelotas.” Sentenció

Rick.

Camino a su casa, manejando su auto, John se detiene en un semáforo. A su derecha, unafigura en chamarra ajustada de cuero negro, jeans azul oscuro y casco negro con un diseño de

llamas, manejando la misma motocicleta que John ha visto un par de veces en éste día.

Una mujer. Del costado del casco sobresale un pequeño mechón de cabello rubio.

Momentáneamente la persona mira a John, para luego regresar la mirada al frente.

¿Será? Piensa John refiriéndose a la chica del auditorio. No hay forma de saberlo a ciencia

cierta. Durante la presentación no pudo poner atención a lo que vestía. Su única pista es el

mechón de cabello, que es del mismo color que la chica del auditorio.

Cuando el semáforo cambia a verde, la chica arranca su motocicleta, dejando detrás de ella

una nube de humo por la llanta quemada. Por momentos John considera seguirla, pero cambia de

parecer. Necesita dormir.


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6

Llega a su casa cuando el sol ya se ha puesto. Levanta un par de sobres que otro cartero dejó a

la entrada de su casa y abre la puerta.

“Llegué.” Murmura.

Se sienta en una silla del comedor y se pone las manos en la cara.

“Lo siento.” Susurra. “Tal vez hoy arruiné todo lo que me quedaba.”

John levanta la cara y mira un portarretratos con la imagen de John y sus padres en el jardín

de juegos un día soleado.

“Pero dentro de lo positivo, me volví famoso en la Universidad. Yey.” Dice con una risa

apagada. “Si me expulsan, todos me recordarán como aquel chico que dejó en silencio a toda la

mesa directiva con su discurso sobre profesores cobardes. Deséenme suerte.”

John siente el miedo a ser expulsado con prejuicios. Si es así, ninguna Universidad de

renombre lo recibirá.

La única esperanza que le queda es el apoyo de Klopp. Es el director, debe contar para algo.

Se levanta y camina a la sala. Enciende la televisión.

Por la noche normalmente busca programas de ciencia. Ésta noche hay un documental sobre

aves, algo de poco interés. Después encuentra un programa sobre ilusiones ópticas. Por dos horas

John se mantiene absorto en ese programa, hasta que siente que comienza a quedarse dormido.

Cambia el canal a uno de noticias. Eso asegura suficiente aburrimiento para provocarle el


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sueño que necesita.

Cabeceando, escucha una noticia sobre un hombre que recién fue aprehendido por el asesinato

de una persona en algún lugar lejano del país. Con los ojos entreabiertos ve la silueta de la

persona.

“Creo que es suficiente.” Balbucea antes de dar un largo bostezo.

Entonces camina hasta su cuarto y se deja caer pesadamente sobre su cama. Apenas tiene

tiempo de quitarse la ropa hasta dejarse solo los interiores. Cae dormido al instante.

“¿Cómo llegue aquí?” se pregunta John.

En su mente no hay respuesta, lo único que recuerda es abrir los ojos en medio de esta noche

sin estrellas ni luna, frente a lo que parece una casa abandonada.

Una casa hecha mayormente de madera. La pintura blanca de las paredes se cae a pedazos.

Faltan muchas de las tejas azules del techo y el jardín que estaría en la entrada es un montón de

maleza repartida a los lados de un camino de cemento cuarteado y deforme que conduce de la

acera a la puerta de la entrada.

Repasa varias veces todas las opciones de cómo habría llegado ahí, pero no hay respuesta. Se

observa a sí mismo. Viste la camisa negra ajustada de manga corta nueva, jeans sencillos y sin

una sola mancha y tenis negros limpios.

“Es un sueño entonces. Hace años que no compro ropa.” Se dice a sí mismo.

Da unos pasos hacia la casa e intenta cambiar algo. Empieza por el pasto, pero esta vez no lo

consigue. Cierra los ojos de nuevo e imagina cambiar la pintura vieja por un reluciente blanco,

sin éxito.


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Desconcertado, decide crear algo fuera de la casa. Regresa a la calle de pavimento y se

detiene a la mitad.

Imagina una podadora eléctrica apareciendo a su espalda. Voltea un instante después y la

podadora está ahí, una moderna maquina negra con amarillo.

“Sí, definitivamente es un sueño. Pero entonces, ¿por qué…?” Mira de nuevo, intrigado, hacia

la casa. Es la primera estructura que no puede manipular en un sueño lúcido.

La curiosidad es demasiada, necesita entrar e investigar ¿Qué hay de especial sobre esa casa?

Caminando cautelosamente por el cemento agrietado en dirección de la puerta principal, Johnsiente como si hubiera entrado a una dimensión distinta en su mismo sueño. Pareciera estar en un

lugar ‘real’. El sonido de sus pasos, la gravedad. Pero sobre todas las cosas, es que puede oler el

pasto seco y la tierra húmeda combinada con un aroma fétido. Es inusual. Incluso el cielo tiene

estrellas y luna.

Intenta abrir la puerta, pero está cerrada con llave.

John imagina que la puerta se abre por si sola, pero nada suceda. Intenta crear una llave que

abra la puerta, pero nada aparece.

No queda opción, necesita explorar para encontrar un lugar por donde entrar.

Camina alrededor de la casa buscando algún otro punto por donde entrar. Intenta por las

ventanas, pero todas están atoradas o demasiado corroídas para moverlas.

Llega a la puerta trasera, sorteando matorrales, maleza y un árbol seco en lo que sería el patio

trasero. Tiene suerte, esta débilmente atrancada. El pasador esta tan viejo y oxidado que cede

ante el primer empujón.

El olor al interior de la casa es de putrefacción, nunca antes él había olido tal cosa. Intenta


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gusanos y un fluido viscoso difícil de identificar.

En el fregadero hay cacerolas a medio llenar de agua con una nata de bacterias en la

superficie. Aun sosteniendo su respiración, un toque de ese olor parece lograr penetrar. Eso o tal

vez el imaginar cómo huele todo eso se está materializando en su cerebro.

Voltea a la izquierda, alejando su mirada de la cocina. Solo hay un sillón reclinable y una

televisión plateada de pantalla plana de unas cuarenta pulgadas colocada sobre un sencillo

mueble de madera rectangular de unos treinta centímetros de alto.

Al lado del sillón, en el suelo, hay varias botellas de cerveza vacías de diferentes marcas ytamaños. Trece es la cuenta.

Mientras camina entre la sala improvisada, comienza a sentir que los pulmones están casi

vacíos.

Necesito aire. Piensa.

Quita el seguro de la puerta del frente y sale corriendo hasta la mitad de la calle. Suelta el aire

que estaba conteniendo y jadea para recuperar el oxígeno perdido. Se recupera al instante.

Estando lejos de la casa, las reglas básicas de sus sueños parecen regresar a la normalidad.

Mientras se repone se da tiempo de observar el resto de la calle. Todas las casas son de una

construcción similar, pero con diversidad de colores y fachadas. No hay una sola alma en el

exterior, solo luces dentro de las casas, el alumbrado público y un silencio tétrico.

El cielo ya no tiene estrellas ni luna.

Mira detrás de él y ve una casa que pareciera un reflejo de la casa misteriosa, pero

perfectamente preservada. Cierra los ojos y se concentra en transformarla en la casa de sus

padres. La que conoce en sus sueños, con la pintura amarilla. Aparece al instante que abre los


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ojos.

“Eso es extraño.” Murmura.

Regresa la mirada a la casa contigua a la que no puede modificar. Se concentra en la pintura

anaranjada y cierra los ojos pensando en cambiar su color a verde. Al abrirlos ve que la casa ha

cambiado al color deseado.

“Así que solo tú te crees muy especial, ¿eh?” Dice volteando su mirada a la casa de la que

acaba de salir.

En un instante tiene una reluciente linterna larga y plateada en su mano.“Veamos si puedo entrar con algo creado fuera de ti.” Murmura tomando otra bocanada de

aire antes caminar de nuevo hacia la casa.

La linterna se mantiene en su mano en todo el transcurso de la acera hasta la puerta.

Entra a la casa y no hay cambios. Al parecer no puede cambiar nada dentro, pero si puede

ingresar con algo creado antes.

Enciende la linterna solo para ver más claramente la horrenda escena en la cocina. No hay

nada más que ver ahí, a menos de que desee vomitar.

Camina hacia el pasillo para echar un vistazo más al cuarto. Lo que ve que le congela cada

molécula de su cuerpo. Hay manchas oscuras que parecen ser de sangre sobre el colchón, la

pared, la puerta y la sabana tirada a un costado.

Ante la luz de la linterna, lo que creía eran almohadas debajo de la sábana parece algo

distinto. John levanta con cuidado la tela. No eran almohadas lo que creyó ver antes, es el cuerpo

hinchado de una persona en boxers rojos y una playera interior de tirantes llena de manchas

cafés.


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De inmediato se da vuelta para salir del cuarto, pero se detiene en seco al ver la silueta de un

hombre en el umbral de la puerta. Deja caer la linterna, que rueda debajo de la cama.

“¿Qué haces aquí?” Le pregunta el hombre, con una voz ronca y apenas coherente.

John no quiere responder. La idea de tener que usar aire para responder y aspirar lo que hay

en ese cuarto le revuelve el estómago.

“¿QUIÉN ERES Y QUÉ HACES AQUÍ?”

El hombre da un paso hacia John, que retrocede y se tuerce el tobillo cuando tropieza con una

botella. Cae sentado en la cama.Pierde el control de su respiración y suelta el aire que estaba reteniendo. Toma una bocanada

de aire.

“Lo siento… no quise…”

Las incontenibles ganas de vomitar le impiden seguir hablando. Trata de mantener el

contenido de su estómago en su lugar reteniendo el aire una vez más.

El hombre saca una navaja retráctil de su bolsa y se abalanza contra John. Él lo evade con

facilidad. Al parecer el hombre está más borracho de lo que su voz hacía parecer. Sus

movimientos son torpes y fáciles de predecir.

John corre hacia la puerta de la entrada. Puede escuchar como el hombre tambalea detrás de él

intentando alcanzarlo.

Corre lejos de la casa y llega hasta la acera de enfrente. Mira hacia atrás y ve al hombre que

sale tambaleando por las escaleras, sosteniendo una escopeta con ambas manos.

Sin el equilibrio de sus manos, el hombre pierde el equilibrio y cae al suelo justo fuera de los

límites de su casa.


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televisión que tiene en la cocina. Como siempre, justo al inicio del noticiero matutino. Un

método efectivo para levantarse a tiempo en días importantes. Si hay dos cosas que John no

resiste, es escuchar un aparato encendido a lo lejos y los noticieros. Sobre el hecho de encender

la televisión, es una especie de trastorno obsesivo-compulsivo. Simplemente no soporta la idea

de un aparato encendido sin propósito alguno. Y los noticieros, simplemente lo aburren.

“¡Grandioso John! Ahora tendrás que ir a la reunión con Klopp con dos horas de sueño y un

tobillo lastimado.” Se dice a sí mismo, frotando el tobillo lastimado con su mano derecha.

Apaga la alarma y baja las escaleras. El antiinflamatorio parece funcionar, el dolor en el pieya ha disminuido.

Toma un plátano y unta crema de cacahuate en dos rebanadas de pan. Saca del refrigerador un

yogurt de fresa y enciende la televisión del comedor mientras come sobre la barra de la cocina.

El resumen de noticias comienza hablando sobre tormentas en alguna parte de Sudamérica,

los mercados y algo sobre un reo muerto. John no pone demasiada atención, hasta que la última

noticia parece tornarse extraña.

“ La policía está intentando explicar la misteriosa muerte de Karl Johnson, quien fue

encontrado muerto esta mañana en su celda. Según los oficiales de la penitenciaria local, el

cuerpo de Johnson presentaba graves traumas en todo el cuerpo.” Dice la presentadora del

noticiero matutino, una mujer muy atractiva de cabello negro y ojos verde claro. “ Karl Johnson,

como recordarán, era el sospechoso principal por el asesinato de un importante empresario de

la ciudad, cuyo cuerpo fue encontrado en su casa en los suburbios de la ciudad. ”

John deja caer los panes al ver la imagen de la casa de Karl Johnson. Es idéntica a la que vio

en su sueño. Pero esa sorpresa no se compara con la que recibe al ver la fotografía del hombre en


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cuestión.

“No es posible…” Dice.

John siente como si algo hubiera arrebatado toda la calidez de la mañana. Siente un sudor frío

en su nuca y sus manos.

“ Aunque la policía no ha podido determinar la causa especifica de la muerte, si ha

determinado que ocurrió cerca de las cinco de la mañana de este martes, asegura una fuente

dentro de la penitenciaria, basado en el testimonio de su compañero de celda, que asegura

haberlo escuchado gritar y sacudirse alrededor de esa hora hasta que – citando textualmente – ‘escuchó como todos sus huesos se rompían en un segundo’.”

John recuerda la hora que vio en su reloj. Es la misma de cuando despertó.

El mismo hombre. La misma casa. La misma probable consecuencia de un enorme camión

cayéndole encima.

Su tobillo. El olor a putrefacción.

John siente nauseas de nuevo, solo que esta vez no son por algún olor o imagen, sino por

miedo. Todo eso fue real. De alguna manera, su pesadilla se materializó en la realidad.


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7

VOCES

“¿Escuchaste la noticia de ésta mañana?”

“Alguien hizo un desastre.”

“Sí. Y no cualquiera. Los Blancos tal vez entrenaron a alguien nuevo. O un Errante estaba

aburrido.”

“No estamos enterados de eso.”

“Una asesinato tan caótico me suena familiar. Aunque ese no es el problema, se supone que

esa persona estaba bajo la nuestra protección en la frontera.”

“¿El NOC encontró algo?”

“Nada. Ambos Territorios ya habían desaparecido cuando llegó. Estaba vigilando el borde sur

de la Transición.”

“¿Ambos?”

“Sí, el culpable atrajo su territorio al interior del Otro Plano, brincando todas las defensas.”

“Suena como nuestro NOC.”

“No era él, Tarik estaba a su lado cuando todo sucedió.”

“Tendremos que desplegar un vigía más dentro del próximo Territorio. No puede pasar lo

mismo con el siguiente Cliente.”

“Craig ha estado solicitando ser parte de las acciones. Podríamos darle una oportunidad.”


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“No está listo aún.”

“Claro que lo está.”

“No hablo de sus habilidades. Hablo de su estabilidad mental. Recuerda los entrenamientos.”

“Jamás estará listo si no entra en el Otro Plano en misiones oficiales.”

“Te recuerdo que con esa inestabilidad mental los Errantes o Blancos podrían entrar en su

mente sin problemas.”

“Y no queremos eso.”

“No.”


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8

John maneja su auto erráticamente. Su mente está hecha una maraña de nudos y preguntas sin

respuesta. Está tan distraído que no es hasta que llega a la Universidad que nota que no trae su

celular consigo. Normalmente eso lo volvería loco. Hoy apenas le arrebata un suspiro.

Camina a paso rápido, haciendo muecas de dolor a cada paso en dirección del cilindro

plateado que sobresale al centro del campus, donde se encuentra la dirección. Son diez pisos de

acero, concreto y cristal.

John insiste en usar jeans, pero al menos hoy optó por planchar la camisa que pretendía usar

ayer y se quedó con los zapatos de vestir de Rick. La suela lisa no ayuda en lo más mínimo con

el dolor en su tobillo.

Espera que la reunión con el director Klopp lo amerita.

En el lobby del edificio le entregan un gafete y le dan algunas instrucciones de cómo llegar a

la oficina. Ya lo ha hecho antes, por lo que la voz de la recepcionista pasa a un segundo plano

mientras John concentra su atención en una pantalla que cuelga sobre una sala de espera, sentado

en uno de los sillones azul claro.

En la pantalla está la noticia del preso que falleció. El preso al que de alguna manera John

podría haber matado durante la noche. Esto le borra la poca tranquilidad que había intentado

obtener en su camino al edificio.

Respira profundo y trata de contener el sudor frío que de nuevo comienza a formarse en las


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palmas de sus manos y nuca. Es ilógico, pero teme levantar sospechas y ser descubierto.

“¿Cómo pueden descubrirte? Fue en un sueño. Si es que eso realmente pasó. Tal vez es solo

una coincidencia.” Piensa John.

John sabe que hablar de coincidencia es mentirse a sí mismo. Las coincidencias no existen.

No para él. Y la base de su proyecto apoya la teoría de que lo sucedido podría ser posible.

Ahí está su temor. Klopp se lo advirtió. Y es entonces cuando ya no puede controlar el sudor

en todo su cuerpo.

John camina casi por inercia hacia el elevador al centro del edificio. Está vacío. Presiona el botón con el número diez y las puertas se cierran. Entonces se da la oportunidad de temblar. Sus

piernas parecen de gelatina. Sigue tratando de convencerse a sí mismo de que no tuvo algo que

ver con lo ocurrido. Pero su cuerpo insiste en hacerle creer lo contrario.

El número diez se ilumina sobre la puerta del elevador, seguido de un timbre y las puertas del

elevador abriéndose lentamente.

Los nervios por la entrevista se ven completamente opacados por la paranoia y el intento de

entrar en razón. Que no ha funcionado de mucho.

En la recepción, solo puede ver el cabello negro de la asistente de Klopp, perfectamente

recogido en una coleta que sobresale de un mostrador plateado con el logo de la Universidad.

El timbre del elevador obliga a la joven y atractiva asistente a alzar la cabeza y dejar a la vista

unos ojos casi grises, adornados por una piel ligeramente bronceada. Tiene menos de treinta

años. En apariencia.

John camina hacia el mostrador recuperando la compostura. Sabe hacerlo muy bien. Las

circunstancias a través de los años le han enseñado a hacerlo.


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“Buenos días. John Kast, ¿Cierto?” Dice la secretaria con una voz suave y melodiosa.

“Sí.”

“Estuve en tu presentación ayer. Brillante. Si me permites decirlo, creo que si aprendes a

controlar tus impulsos, tendrás más potencial del que crees.”

“Umh, muchas gracias. Creo. Señorita…”

“Tyler, Hannah Tyler.” Responde con una agradable sonrisa que calma a John. “En un

momento te atenderá el Director Klopp. Está atendiendo a otro alumno. Mientras puedes tomar

asiento.” Dice dirigiendo su mirada a un sillón doble de color negro a unos pasos del mostrado r.Hannah enciende un pequeño monitor en la pared contraria al sillón. John no logra evitar una

mueca de exasperación al ver de nuevo la noticia que viene siguiéndolo desde su casa.

“Entre más se investiga el hecho, más inexplicable se vuelve. Algunos apa sionados del tema,

adjudica el suceso a lo que llaman los Navegadores de Sueños…”

Al escuchar eso, John y Hannah súbitamente levantan la cabeza se enfocan en la pantalla. Lo

hacen tan rápido y tan obvio que ambos se miran inmediatamente después.

La mirada de Hannah ya no es tan apacible como antes, ahora hay algo más. Intriga y

curiosidad. Lo mismo que hay en la mirada de John.

Ambos saben algo, y ambos lo notaron.

Pese al sonido del monitor, se puede sentir un silencio ensordecedor. Un silencio

incriminatorio. Ambos mantienen sus miradas fijas, directamente a los ojos, esperando una

reacción.

La tensión del momento es interrumpida al sonido de la manija dorada rechinar en la lujosa

puerta de madera.


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John y Hannah dan un brinco al escucharlo.

Sus miradas se concentran en la puerta.

La atención de John nuevamente es arrebatada. La chica rubia del auditorio sale de la oficina

de Klopp. Una simple playera blanca de tirantes y un pantalón de mezclilla negro ajustado dejan

ver una figura relativamente esbelta.

Unas botas negras complementan el estilo peculiar de vestimenta de ésta chica. Klopp le dice

algo, pero ella parece ignorarlo mientras sonríe.

Se pone unos lentes oscuros rectangulares.John la mira mientras ella no lo mira a él. O es lo que cree.

La chica inclina su cabeza ligeramente en la dirección de John. Mientras lo hace, la comisura

derecha de sus labios dibuja una sonrisa mientras mastica el chicle sin cerrar la boca. Después

camina al elevador, entra en él y se recarga con su hombro izquierdo, mirando al suelo.

John sigue viendo las puertas ya cerradas del elevador. Es la tercera vez que ve a esa chica en

el transcurso de un día.

“¿Señor Kast?” Una voz lo obliga a voltear y perder de vista a la chica rubia. “Adelante, señor

Kast.” Dice Klopp, que se encuentra en el umbral de la puerta de su oficina.

Mientras se dirige al interior, John y Hannah cruzan miradas de nuevo. Como cómplices de un

mismo crimen, ambos están intrigados por descubrir qué es lo que saben. Pero la puerta de esa

intriga se cierra al instante que Klopp cierra la puerta de su oficina.

“Lamento la actitud de la señorita Blake, señor Kast.” Klopp habla mientras guía a

John hacia su escritorio, uno completamente metálico con un diseño intrincado, como las

ramas de un árbol que sostienen una placa de cristal rectangular. Detrás del escritorio,


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ventanales. Se puede ver la totalidad de la sección norte del campus, junto con parte de la ciudad.

Klopp ofrece una de las dos sillas de cuero frente al escritorio.

“¿Blake?” John no había escuchado su apellido antes.

“Méredith Blake. La señorita del chicle, señor Kast.”

“Oh. Justo me preguntaba cómo podía comportarse de esa manera sin temer alguna sanción o

algo similar.”

“Es complicado. Verá, pese a su actitud, es una de nuestras más brillantes estudiantes. Ya ha

conseguido algunas distinciones para éste campus. Así que,” Klopp libera un suspiro deresignación. “Le permitimos algunas libertades.”

“Entiendo. Creo.”

“Pero ahora, en otros temas.” Klopp se sienta en su lujosa silla de cuero café mientras saca un

puro de una caja de madera fina. “El proyecto que tiene en mente, para mi gusto, tiene

demasiado potencial. No solo como teoría, sino en práctica. Navegar mentes por un puente entre

sueños. Entrar en puntos de la mente desconocidos. Podría ser incluso el primer paso para una

especie de comunicación telepática. ” Su rostro dibuja una sonrisa de oreja a oreja mientras

enciende su puro.

“Lo sé. Pero la aplicación práctica sigue siendo solo un mito. Pese a la teoría estar respaldada

por algunas investigaciones rudimentarias” Dice John, reclinándose en la silla.

Para éste momento, el tema distrae su mente lo suficiente para mantener una cierta calma.

“Hasta donde usted sabe, señor Kast”

“¿Disculpe?”

Klopp sonríe de nuevo. “Hay una investigación en Asia que ha probado las teorías de sus


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padres, descansen en paz.”

“¿Por qué no ha sido publicada?”

“No es, ¿cómo decirlo?... Éticamente correcta. Parte de la mesa directiva lo sabe y es por eso

que no desean que usted profundice en el tema.”

John sabe perfectamente lo que eso significa. Si la mesa directiva no lo acepta, no importa

cuán entusiasmado esté el Director Klopp sobre su investigación, un solo ‘no’ de uno de los

cinco miembros de la mesa es suficiente para colocar una muralla en las esperanzas de John de

seguir con el legado de sus padres.“No podré realizar el proyecto”

“Aún no lo sé, señor Kast. Cuatro de los directivos están a favor gracias a su elocuente

presentación. Pero uno sigue negándose. ¿Puede adivinar quién?”

“Sí. El profesor Campbell. A quien le dediqué mi elocuente discurso.”

Klopp sonríe mientras toma una bocanada de humo de su puro y lo libera como un aro

perfecto.

“Así es, señor Kast. Pero no pierda la esperanza aún. Abogaré por usted con efusividad una

vez más. Intentaré que el resto de la mesa directiva haga lo mismo hasta cambiar la opinión de

Campbell, que, para ser honestos, no es alguien que me tenga muy complacido – ni a la mesa

directiva. No es la primera vez que entorpece un potencial avance por, lo que usted

correctamente designó como ‘cobardía’”

Klopp se para de su silla y deja su puro en un cenicero de cristal.

“En verdad de lo agradezco, señor Klopp. Espero logren hacer que el profesor Campbell

cambie de opinión.” John también se levanta y estrecha la mano de Klopp.


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Para John, Klopp ya no es el gigante atemorizante de ayer, ahora es lo que siempre debe ser,

un enorme Director imparcial.

Buenas noticias. Eso es lo que John necesitaba. Tal vez no le hagan olvidar las astillas que

constantemente le aquejan en su subconsciente – refiriéndose al sueño y el encuentro con

Hannah – pero al menos, le dan una esperanza de que algo bueno pueda salir de todo esto.

“Tenga por seguro que lo hará.” Klopp abre la puerta de su oficina. De inmediato John busca

a Hannah. Ya no está.


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9

El resto de la tarde, John se recluye en su casa.

Fue a casa de la señora Owen, pero no se encontraba. Sobre la mesa del comedor había una

nota donde le decía a John que estaría de guardia hasta la tarde siguiente en el hospital.

Pensó en llamar a Rick, pero un mensaje en su celular informando que estaría con su novia le

deja claro que no será posible.

La noche llega. John sigue hipnotizado frente al televisor de su habitación, esperando más

información sobre la muerte del preso. No hay más. La nota ya ha pasado de interés. Ahora solo

hablan de otros crímenes aislados, deportes y el clima.

Entre la espera por noticias, John repasa la reunión con el Director Klopp. La imagen del

Profesor Campbell – el momento en que lo cuestiona en el auditorio – es el pensamiento que más

le recorre su mente. Recuerda el descontrol que le causó la pregunta de Campbell, el hecho de

haberse metido con el recuerdo de sus padres.

John parpadea varias veces, hasta que despierta acostado en medio de una calle de concreto

humedecido por lluvia. Se levanta y observa su entorno.

Aquí no estaba hace un instante, estaba en mi habitación, mirando el televisor. Piensa y

entiende que ya se ha quedado dormido.

Campos de pasto perfectamente cortado se presentan frente a John. Detrás, casas. No.

Mansiones. La más pequeña tiene dos pisos, pero hay seis ventanas en cada uno. Y eso es lo que


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puede ver en el frente.

Silencio absoluto. Ningún olor.

El alumbrado público se apaga abruptamente. Solo las luces al interior de las mansiones

permanecen encendidas.

“Una linterna.” Murmura. Se da media vuelta y en el suelo hay una linterna como la que dejó

en la casa de Karl Johnson. O la versión de sueños de su casa.

Comienza a explorar cada mansión.

La primera, de tres niveles y diseño similar a un castillo contiene catorce habitaciones y doce baños. En el interior no hay muebles ni personas. Sólo las habitaciones vacías, decoradas con

lujosos papeles tapiz de diseños florales, líneas rectas, hilos de oro y plata, entre otras

extravagancias que sólo los ricos que no tienen idea de en qué gastar su dinero pueden conseguir.

John se toma su tiempo en rellenar cada habitación con cualquier cosa que le viene a la mente.

Camas, sillas, mesas, lámparas, perros, gatos, hasta una alberca en el comedor.

La siguiente mansión, de cuatro pisos, es totalmente opuesta en diseño a la anterior. El

exterior e interior son modernos y minimalistas. Al igual que la anterior, las habitaciones están

vacías. John repite el proceso de rellenar cada espacio vacío, llevando las ideas a límites bizarros

o ridículos: Una alberca de lava en la habitación más amplia. Trampas que liberan flechas por

todo el pasillo principal. Y una sala de cine en el jardín.

La tercera mansión es la más pequeña del complejo. Tiene la fachada de un castillo, pero por

dentro no es diferente al contenido de una casa modesta. Muebles sencillos, una cocina con

equipo económico, televisores de marcas reconocidas, etc.

John intenta darle un toque más acorde a la fachada, solo para descubrir, que no puede


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cambiar las cosas al interior de ésta casa. Recuerda lo ocurrido en la casa de Johnson. Ha entrado

en un lugar al que no debía entrar de nuevo.

Lo comprueba al percibir el olor de tierra y pasto húmedos provenientes de las ventanas.

John da un par de pasos hacia atrás, solo para chocar con la pequeña mesa de comedor y

provocar que un vaso ruede. Se queda congelado mientras ve caer el vaso al suelo y estallar en

mil pedazos.

El estruendo es tan sonoro que hace retumbar todas las moléculas de su cuerpo.

Detrás de John, unos pasos hacen rechinar la madera. Puede notar por un resquicio de su ojoque una figura sale de una puerta que da a lo que supone es la cocina.

John gira su cabeza lentamente lleno de terror. Si sucede algo similar a la ocasión anterior, tal

vez ésta vez no pueda escapar. Antes tuvo suerte, una suerte que para él no se podría repetir dos

veces.

“¿Señor Kast?” Dice la figura, ahora frente a él.

No hay duda. La voz y el traje café. El Profesor Campbell.

“¿P- profesor?” John da un paso hacia atrás.

“Sabía que mandarían a alguien. Jamás pensé que usted era uno de ellos.” dice Campbell ,

sacando un cuchillo largo y delgado de su pantalón.

“¿Uno de ellos?”

“Por eso necesita ese proyecto. Desean perfeccionar sus técnicas. Malditos terroristas.”

Campbell alza el cuchillo en el aire y camina hacia John, quien da la misma cantidad de pasos

en dirección opuesta.

“Profesor, no sé de qué está hablando. No sé cómo es que estoy aquí. Por favor baje ese


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cuchillo.”

“Trucos. Eso es lo que usan. Pero no conmigo, señor Kast. Lo siento.”

El profesor se lanza contra él, agitando torpemente el cuchillo que lleva en mano. John

esquiva el ataque, haciendo que Campbell encaje el cuchillo en la pequeña mesa de madera. Se

muestra desconcertado. Para este punto esperaría que John lo atacara, pero no lo hace.

“¿Por qué no atacas? ¿No eres un Oscuro?”

“Señor, no solo en verdad no soy uno de lo que quiera que está hablando. Además no tengo

idea de lo que está pasando. No sé por qué estoy aquí o cómo llegué.” “Los Navegadores Oscuros. Ellos,”

El sonido sordo de un arma de fuego interrumpe lo que el profesor intentaba decir.

La bala le ha dado al profesor en el hombro izquierdo. Su procedencia, un arma de color

blanco – con silenciador – en las manos de un niño con gorra blanca y ropas deportivas

igualmente blancas. No mayor a doce o trece años. Sus ojos, inusualmente rojos, están fijos en el

profesor. Pero no por mucho.

“Tú.” Dice con una voz profunda y adulta. Casi pareciera que la fuente de esa voz no es el

niño en sí. No concuerda con lo que John ve.

John corre. El niño no lo sigue. Mientras sale por la puerta de la entrada, escucha tres disparos

más.

Cuando regresa la mirada hacia la mansión, ésta comienza a desaparecer, como una pintura de

acuarela bajo una lluvia torrencial.

En el lugar, solo queda una figura en blanco. El niño.

John cierra los ojos.


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Uniforme y equipamiento S.W.A.T. Piensa

Cuanto John vuelve a abrir los ojos, está vistiendo un uniforme táctico con chaleco antibalas.

En el muslo derecho, una pistola semiautomática de alto calibre. A su espalda, un rifle

automático. Lo toma y apunta al niño.

El niño levanta del suelo un pesado escudo militar.

Los disparos de John rebotan o se atascan en el escudo.

Cuando las municiones de su rifle se acaban, intenta tomar la pistola. El niño ya no está.

John apunta la pistola en todas direcciones, tratando de encontrarlo.Unos pasos cortos y rápidos en el pasto alertan al John. Voltea a su derecha. El niño ya ha

alcanzado a John y lo golpea con un saco de box. Después se abalanza sobre John, lo gira

haciéndolo quedar boca abajo contra el pasto y esposa sus manos y pies.

“Tienes una imaginación fascinante, novato.” El niño se acerca a la oreja izquierda de John.

“¿Sabes? Las reglas dictan que debería llevarte a mi Territorio e interrogarte frente a uno de los

Oscuros. Para luego matarte. ¿Pero quién puede saber que te encontré? Estamos tú y yo solos en

éste lugar. Creo que será más divertido dejarte vivir jugar contigo un poco más. Nunca había

encontrado a otr o NOC. Sería una pena matarte.” El niño voltea a John y apunta su pistola blanca

a su cara. “Confío en que la próxima vez serás un mejor reto y ocultes tu cara. Si es que los

Blanquitos te entrenan como se debe.”

El lejano sonido de los pasos de una tercera persona capta la atención de ambos. Una mujer de

unos treinta años, vestida completamente de negro atrae la atención de John y el niño. Viene

corriendo hacia ellos.

“Debo irme ahora, un Blanquito ya nos encontró. Dile adiós a tu preciada vida normal, John.”


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Jala el percutor. “Despierta”

John despierta con un grito al instante que ve el brillo de la bala llegar a su ojo.

Por todo su cuerpo puede sentir secuelas de lo que acaba de soñar. La sensación de las

esposas. El sonido de las balas. No son reales. No como el dolor de tobillo que aún tiene.

John tiembla. Las paredes de su habitación nunca habían parecido tan pequeñas.

“ Dile adiós a tu preciada vida normal, John”. Es la frase que resuena una y otra y otra y otra

vez dentro de su cabeza.

Su corazón late sin control por la ansiedad y el miedo. Son las dos y media de la madrugada.John sabe que hoy no dormirá más.


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10

Los primeros rayos del sol entran por un resquicio en la ventana. John está sentado en la

esquina de la cama, recargado en el vértice de dos paredes. Sus rodillas tocan su pecho,

aprisionadas con firmeza por sus brazos.

Antes el cuarto le parecía un pequeño cubo de concreto, una celda. Ahora, desde éste rincón,

con cada rayo de sol que ingresa, se siente como un inmenso espacio vacío.

John pierde fuerza en su cuello, dejando su cabeza a la deriva constantemente. La necesidad

de su cuerpo por dormir apenas puede ser sobrepuesta por el miedo de volver a ese mundo, antes

lleno de fascinación y libertad. Ahora desconocido y peligroso.

Su cabeza se balancea una vez más hacia un costado, hasta topar con la pared, obligándolo a

abrir los ojos de nuevo. Una luz roja entra por su ventana e inunda el interior de su casi infinita

celda.

La puerta de su cuarto se abre con angustiante lentitud. Detrás, aparece el niño que acaba de

conocer con pistola blanca en mano y una mirada penetrante que perfora los ojos de John.

“Levántala.” Dice, con voz profunda y ronca.

Frente a los pies de John, una pistola negra, igual a la del niño aparece de la nada. John está

demasiado atemorizado para discernir que lo que está viviendo es un sueño.

“Levántala. O morirás.”

“No.” Un eco resuena en su habitación. John no movió un músculo para hablar, su mente


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respondió por él, materializando su pensamiento en forma de sonido. Entonces lo entiende.

Yo no tengo un arma. Mi voz no puede proyectarse. Ese niño no es real. Estoy soñando.

El niño apunta su pistola hacia John.

“Levántala.” Vuelve a decir el niño.

John no se mueve.

“¡Levántala!”

“No.” El niño carga el arma. John no se mueve, sabe que no necesita hacerlo.

“Cobarde.”La voz del niño se vuelve idéntica a la de John. Entonces, dispara.

John despierta, aún con las piernas sostenidas por sus brazos, pero con tanta fuerza que sus

uñas ya han atravesado su piel, dejando unos delgados caminos de sangre que recorren sus casi

lampiñas piernas hasta llegar a sus pies.

La luz del sol ahora entra con más fuerza que antes.

La pantalla del teléfono de John brilla intermitente al otro lado de la cama. Una llamada.

John no quiere hablar, ni siquiera por el teléfono, pero su subconsciente lo domina y se

arrastra pesadamente por la cama hasta llegar al aparato.

Es Rick.

Duda por un par de segundos antes de contestar. Al final lo hace, solo que demasiado tarde.

Seis llamadas perdidas. Aunque el sueño fue corto, en tiempo real transcurrieron varias horas.

“Grandioso.” Se queja John.

El no haber contestado tantas llamadas, significa que probablemente Rick ya viene en camino

hacia su casa. Ambos tienen un acuerdo en lo que respecta a llamadas perdidas: más de cinco,


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significa que algo malo sucede y no importa donde estén, deben ir a buscarse al último lugar

donde supieron que estaban. Rick sabe que John estaba en casa.

John considera mandar un mensaje, pero recuerda que parte del acuerdo es que solo una

llamada puede cancelarlo, porque los mensajes los puede escribir cualquiera. Un plan envuelto

en paranoia, pero considerando la inseguridad que ha crecido en la ciudad y el destino de los

padres de John, es un plan sensato.

No le queda más opción. Devuelve la llamada.

“¿John?” Contesta un ansioso Rick.En ansiedad, la voz de Rick se vuelve más profunda, esa es su verdadera voz. La voz que usa

todos los días, esa que parece de un preadolescente en crecimiento, es un matiz que usa para

sonar más amigable y elocuente.

“¿Estás bien hermano?”

“Sí. Yo… estaba durmiendo.” Lo dice , sonando totalmente convincente. Rick sabría si

miente, pero después de todo, está diciendo la verdad.

“¿A las once de la mañana? ¿No se supone que deberías estar en la Universidad? ”

John necesita pensar rápido y seguir sonando convincente o Rick no creerá una sola palabra.

Su voz ya suena ronca y temblorosa. Se siente aletargado. Enfermedad. Podría funcionar.

Rick detesta enfermarse, y prefiere mantenerse alejado de todo aquel que pueda contagiarlo de

algo y privarlo de su capacidad de conquista. Pero no debe forzar la mentira, debe fluir por sí

sola.

“No me siento bien.” John mantiene la voz somnolienta y esperando que una respuesta así de

simple desate el pánico de manera espontánea en la mente de Rick.


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8/17/2019 Detrás Del Su

detrás del sueño m (3)

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