desdichas de la burocracia

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Desdichas de la burocracia Las elecciones locales y europeas inmediatas son, nuevamente, un reto para la desdichada burocracia española, que se enfrenta a esa aventura sin la experiencia de la necesaria reforma administrativa siempre prometida y jamás cumplida. El autor, catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad de Alcalá de Henares, cree que la enfermedad no es irremediable. El profesor Nieto ha publicado numerosos textos sobre la función pública, entre ellos los libros La burocracia: el pensamiento burocrático y La organización del desgobierno, cuya tercera edición es de este mismo año. Hablar de la burocracia es abrir el cajón de las desdichas: el ciudadano se siente mal atendido y peor servido; los funcionarios se consideran injustamente tratados y escasamente retribuidos, y el Gobierno imputa el fracaso de sus buenas intenciones a la resistencia de los burócratas. Hablar de la burocracia es participar en una ceremonia de catarsis social, de la que se sale con el convencimiento de que el Estado es un desastre por culpa de un espíritu maléfico e inaprensible, que no hay modo de espantar y que hostiga a los españoles por pura perversidad, tan irremediable como la sequía. Para no repetir lo de siempre conviene levantar la vista de las miserias cotidianas -no por intrascendentes, sino por harto conocidas- y hacer un esfuerzo en la indagación de las causas profundas del fenómeno: porque ni la enfermedad es irremediable ni nada se consigue contando, una vez más, las dolorosas experiencias que todos hemos padecido. Demos por bueno, en definitiva, que todo va mal, que así ha sido siempre y que las cosas están aún peor que antes, para adoptar una actitud analítica, relativamente esperanzadora, aunque pueda parecer ingenua y, desde luego, no resulte tan cómoda ni tan fácil como sumarse al coro de las lamentaciones. LABOR DE DERRIBO En las alturas del Gobierno son tiempos de calma, en lo que a este punto se refiere. El ministerio anterior hizo una labor

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Page 1: Desdichas de La Burocracia

Desdichas de la burocraciaLas elecciones locales y europeas inmediatas son, nuevamente, un reto para la desdichada burocracia española, que se enfrenta a esa aventura sin la experiencia de la necesaria reforma administrativa siempre prometida y jamás cumplida. El autor, catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad de Alcalá de Henares, cree que la enfermedad no es irremediable. El profesor Nieto ha publicado numerosos textos sobre la función pública, entre ellos los libros La burocracia: el pensamiento burocrático y La organización del desgobierno, cuya tercera edición es de este mismo año.

Hablar de la burocracia es abrir el cajón de las desdichas: el ciudadano se siente mal atendido y peor servido; los funcionarios se consideran injustamente tratados y escasamente retribuidos, y el Gobierno imputa el fracaso de sus buenas intenciones a la resistencia de los burócratas. Hablar de la burocracia es participar en una ceremonia de catarsis social, de la que se sale con el convencimiento de que el Estado es un desastre por culpa de un espíritu maléfico e inaprensible, que no hay modo de espantar y que hostiga a los españoles por pura perversidad, tan irremediable como la sequía. Para no repetir lo de siempre conviene levantar la vista de las miserias cotidianas -no por intrascendentes, sino por harto conocidas- y hacer un esfuerzo en la indagación de las causas profundas del fenómeno: porque ni la enfermedad es irremediable ni nada se consigue contando, una vez más, las dolorosas experiencias que todos hemos padecido. Demos por bueno, en definitiva, que todo va mal, que así ha sido siempre y que las cosas están aún peor que antes, para adoptar una actitud analítica, relativamente esperanzadora, aunque pueda parecer ingenua y, desde luego, no resulte tan cómoda ni tan fácil como sumarse al coro de las lamentaciones.

LABOR DE DERRIBO

En las alturas del Gobierno son tiempos de calma, en lo que a este punto se refiere. El ministerio anterior hizo una labor concienzuda de derribo para no dejar piedra sobre piedra del sistema precedente. La burocracia española es hoy un montón de escombros (cayeron lo malo y lo bueno juntamente), pero nadie se ha preocupado de perfilar la planta del nuevo edificio. En este solar inhóspito, invadido además por intrusos venidos de la política y de la ignorancia, cada cual se está edificando como puede una chabola de acomodo, sin orden ni concierto ni otra preocupación que la de sobrevivir individual o corporativamente, cobijándose del paro y sin atender los intereses públicos, cada vez más deteriorados.

El actual ministerio parece un poco asustado de lo que se ha hecho y está frenando deliberadamente las que en su día se llamaron "medidas para la reforma", con el propósito, ya que no de dar marcha atrás (puesto que nada queda por demoler y sería políticamente impresentable), de planear algo nuevo, y esta vez sin precipitaciones, revanchismos ni afán depredador.

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Ignoro si en esta etapa de reflexión ministerial va a propiciarse una reflexión colectiva, dado que parece útil que los ciudadanos, los partidos políticos, los técnicos y hasta los mismos funcionarios y sus asociaciones dieran su opinión; pero, en cualquier caso, bueno será aportar alguna idea, empezando por las más elementales, a ese hipotético debate nacional, que algún día (o alguna década) se desarrollará en torno a la burocracia y a su reforma. Porque lo que a todos afecta -y la cuestión afecta a todos los ciudadanos- debe ser estudiado en presencia de todos.

El laberinto burocrático1. Los funcionarios trabajan poco (entre otras razones) porque cobran poco. La Administración paga poco a sus funcioniarios porque (entre otras razones) es poco lo que trabajan. Con todas las "¿excepciones que se quiera, este Círculo vicioso es un o de los problemas más graves que tiene planteada la función pública española, y mientras no se rompa de alguna, manera, resulta difícil imaginar un progreso en nuestra Administración. Pero como aún es más difícil romper el círculo, la solución a la que, se ha llegado, por parte de una y de otros, es dejar las cosas como están.Los funcionarios han terminado acomodándose a esta situación y van sobreviviendo a base del pluriempleo y otros, ardides.. Y la Administración, por su parte, también se acomoda, tolerando, un rendimiento mínimo. (y en el fondo, muy costoso),de los servicios, al que los ciudadanos se han resignado: Sólo alguna vez muy de tarde. en tarde cuando estalla escándalos como el de Ia colza, repara la opinión pública en las, deficiencias habituales de los servicios públicos, siendo así que lo único sorprendente es que no pasen cosas de éstas cada, día (que, en realidad, pasan, aunqtie sin muertes).

¿Cómo romper entonces el círculo? Desde el punto de vista, de los funcionarios, la solución es sencilla: que pague la.Administración y, trabajaremos más. Pero la Administración duda de la sinceridad de la promesa y además entiende que el endeudamiento provocado; por la operación sería irresistible.: En definitiva, considera que los ciudadanos prefieren pagar. menos impuestos y no ser servidos, a lo contrario. El consumido está más contento pagando ochenta, pesetas por un kilo de pan de ochocientos gramos, que cien pesetas por un kilo de pan de mil gramos. Misterios de la psicología y de la resignación.

Lo único, que cabe entonces es dejar las cosas como están, esperando algún acontecimiento traumático o milagros que resuelva el problema no sabemos cómo. Y mientras tanto -es decir, hasta el final de, nuestros días- ir tirando, que es la consigna.

2. Existen personas, sin embargo , que no se resignan tan fácilmente, por considerar que no vale la pena gobernar con el único objetivo de administrar la rutina. Veamos entonces, como ejemplo, lo que puede hacer en este punto un organismo cómo, el Consejo Superior, de, Investigaciones Científicas, que dispone de más de 10.000 millones de pesetas y de más ,de 6.000 funcionarios. Puede, por lo pronto, solicitar un aumento de sueldo, que naturalmente le es denegado por el Ministerio de Hacienda por mil razones económicas, presupuestarias y legales.

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Y puede también apelar a la vocación científica de sus investigadores y, a la conciencia social, de sus trabajadores para que cumplan a despecho, de lo exiguo de sus retribuciones. Así se ha hecho, en efecto, y podría demostrarse que el nivel de rendimiento de este orga -nismo es muy, superior al medio de la Administración pública. ¿Pero qué sucede con los que no colaboran, con los que no trabajan, que también los hay, aunque,sean pocos? Tolerarlo es inadmisible, aunque sólo sea por la desmoralizacion que produciría entre los cumplidores que son cabalmente quienes mas reclaman la disciplinaria tanto por ellos mismos como por la imagen del CSIC, como, y sobre todo, por el deber de servir a la sociedad.

Reacción de funcionarios y sindicatos

Iniciada una política de control de asistencia y puntualidad a las oficinas y laboratorios (un paso pequeño ciertamente,: pero requisito previo, para el Control de, la eficacia, que es lo importante) resulta que algunos funcionarios y algunos sindicatos han reacciónado violen tamente por considerar que: a) No se puede exigir disciplina mientras no se pague mejory por adelantado, b) El trabajo científico no, es mensurable con un reloj de entrada y salida, puesto, que, requiere una condiciones de libertad creadora que nada tienen que ver con la disciplina mecánica. c) En él fondo se trata de medidas de represión contra los trabajadores de las categorías inferiores puesto, que la experiencia demuestra que las sanciones terminan recayendo siempre en los de abajo; y d) Es inútil acometer medidas parciales de reforma mientras no se aborden, al estilo de la justicia social, la democracia, la eficacia de la Administración, la política científica, el equilibrio ecológico, el Estado de las Autonomías, la habilitalidad de las grandes ciudades y tantos otros que aún quedan pendientes. Ni que decir tiene que el argumento b) es esgrimido predominantemente por los científicios más exquisitos, y el c), por los sindicatos más sensibles. Unidos todos en los otros puntos contra el enemigo común.

La fuerza de estos a argumentos es enorme. El primero apunta al círculo vicioso, ya descrito, del, que precisamente, sin embargo, se intenta salir. El segundo invoca. tradiciones muy respetables, y queridas por los españoles, aun pasando por alto, bien es verdad, que los mejores laboratorios del mundo tienen una disciplina flexible, pero rigurosal que, permite saber en cada momento qué es lo que está haciendo cada investigador a lo largo de su jornada laboral El tercero se apoya en la corrupción del pasado, renunciando a los intentos de progreso. Y el cuarto, en fin, aplasta por el peso de su propio enunciado. Sin que tampoco se pueda contar con apoyos externos, puesto que la opinión pública está resignada, la disciplina de los ministerios deja mucho que,desear y las, leyes y reglaméntos, abogados, tribunales, y prácticas administrativas parecen hechas para garantizar el mantenimiento de la situación y para evitar que un exceso. de rigor ponga las cosas peor que están, que bastantes problemas tiene ya, sin ello, el país.

Sea como fuere, en el CSIC se ha iniciado un experimento científico, pequeño, desde luego, pero excitante para un investigador. ¿Qué va a resultar de aquí? Quienes propenden a la dramatización pronostican, un movimiento que terminará derribando al presidente, al guacil alguacilado. Los más sensatos prevén que no pasará nada, que, transcurrido un tiempo cesarán estos afane redentores y que las cosas seguirán como antes, expediente disciplinario

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más menos, comó ha sucedido siempre hasta ahora. Probablemente así sea, en efecto, y todo se quede en una aparatosa tempestad en vaso de agua.

Pero también hay quien piensa que ha llegado el momento de romper por sitio y de empezar alguna vez, aunque sea tan modestamente, a afrontar los problemas, cada uno en la esfera de sus posibilidades, por pequeñas que sean. El tiempo dirá quien tiene razón. Si en un momento de esperanza, democrática, de crisis económica y de llamada de atención a la sociedad sobre la necesidad de la investigación, no se emprenden tareas como éstas ¿para cuándo vamos a dejarlas?