desayuno
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poema de J. PrevertTRANSCRIPT
Desayuno
Desayuno
Ech caf
en la taza.
Ech leche
en la taza de caf.
Ech azcar
en el caf con leche.
Con la cucharilla
lo revolvi.
Bebi el caf con leche.
Dej la taza
sin hablarme.
Encendi un cigarrillo.
Hizo anillos
de humo.
Volc la ceniza
en el cenicero
sin hablarme.
Sin mirarme
se puso de pie.
Se puso
el sombrero.
Se puso
el impermeable
porque llova.
se march
bajo la lluvia.
Sin decir palabra.
Sin mirarme.
Y me cubr
la cara con las manos.
Y llor.La casada infiel
Y que yo me la llev al ro
creyendo que era mozuela,
pero tena marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las ltimas esquinas
toqu sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidn de su enagua
me sonaba en el odo,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los rboles han crecido
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del ro.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quit la corbata.
Ella se quit el vestido.
Yo el cinturn con revlver.
Ella sus cuatro corpios.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de fro.
Aquella noche corr
el mejor de los caminos,
montado en potra de ncar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llev del ro.
Con el aire se batan
las espadas de los lirios.
Me port como quin soy.
Como un gitano legtimo.
La regal un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al ro.
Reyerta.
A Rafael Mndez
En la mitad del barranco las navajas de Albacete, bellas de sangre contraria, relucen como los peces.
Una dura luz de naipe recorta en el agrio verde caballos enfurecidos y perfiles de jinetes.
En la copa de un olivo lloran dos viejas mujeres. El toro de la reyerta su sube por la paredes. Angeles negros traan pauelos y agua de nieve. Angeles con grandes alas de navajas de Albacete.
Juan Antonio el de Montilla rueda muerto la pendiente su cuerpo lleno de lirios y una granada en las sienes. Ahora monta cruz de fuego, carretera de la muerte.
El juez con guardia civil, por los olivares viene. Sangre resbalada gime muda cancin de serpiente. Seores guardias civiles: aqu pas lo de siempre. Han muerto cuatro romanos y cinco cartagineses
La tarde loca de higueras y de rumores calientes cae desmayada en los muslos heridos de los jinetes. Y ngeles negros volaban por el aire del poniente. Angeles de largas trenzas y corazones de aceite. Visita
No estoy.
No la conozco.
No quiero conocerla.
Me repugna lo hueco,
la aficin al misterio,
el culto a la ceniza,
a cuanto se disgrega.
Jams he mantenido contacto con lo inerte.
Si de algo he renegado es de la indiferencia.
No aspiro a transmutarme,
ni me tienta el reposo.
Todava me intrigan el absurdo, la gracia.
No estoy para lo inmvil,
para lo inhabitado.
Cuando venga a buscarme,
dganle:
"se ha mudado".