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Desafortunadamente, al recibir por su intercesión un beneficio o milagro, en lugar de cumplir con su promesa de ponerse el hábito del santo invoca- do, optaron por una solución más fácil: vestir la imagen del Niño Dios con el atuendo del santo. Así, se “liberaban” irresponsablemente de la “manda” o promesa y hacían que fuera la imagen del Niño quien cumpliera con ella. Esta manera de actuar dio origen a una desviación en la forma de vestir al Niño Dios.…”. Sin embargo, es fácil ver que es un desano ponerle a Jesús (Dios hijo, el verbo eterno), los ropajes de algún santo, por más grande que sea. Si pudiéra- mos preguntarles a ellos (los santos), estarían avergonzados de semejante comparación. “Aunque la tradición popular tiene muchos elementos positivos, tam- bién suele imaginar situaciones que rayan en la idolatría (y que muchas veces son las que critican los hermanos separados, y tal vez con justa razón). A veces se oye en las charlas: “Mi niño Dios ya cumple tres años con los mismos pa- drinos, así que ya lo podemos sentar”, o “No, comadre, no se puede cambiar de padrino hasta el tercer año”, o “los padrinos son los que escogen y pagan el trajecito”, etc. Como se ve con claridad, ¡no podemos reducir a Jesucristo a un ídolo de contenllo, de carácter más bien neuróco, que se enoja si no le gusta la ropa que le ofrendan, o el trono que le ponen si cumple tres años! Como dice el profeta Isaías, quienes se fabrican ídolos, quedarán en ridículo ( Is. 44, 9 y ss.). Por tanto, no fabriquemos ídolos ni parcipemos del negocio en torno a las imágenes de Jesús niño. Más bien, busquemos encontrarnos con Cristo a par- r de su imagen infanl, y tratemos de imitar sus virtudes, más que preocu- parnos desmedidamente por su apariencia. Conclusión: No vistas la imagen del Niño Dios de ángel. ¡Jesús es más que un ángel o arcángel! (Hb 1,3-4) No vistas la imagen del Niño Dios con las ropas de los santos o de los papas u obispos ¡Jesús es el camino para todos ellos, su modelo de vida e inspiración, a quien adoran en el Cielo! (Ap 14,12) No vistas la imagen del Niño Dios con artículos supersticiosos ¡Jesús no es un amuleto! (Dt 18,11) No lo disfraces ¡Jesús no es un Juguete! (Gal 6,7) ¡Viste la imagen de Jesús como un Niño pequeño! Secretariado de Pastoral Litúrgica, Vicaría de Pastoral, Arquidiócesis Primada de México. Otras fuentes Bendicional Romano, Orientaciones generales, nn. 1 y ss. Cf. hp://www.vacunadefe.com/ Pages/2defebrero.aspx Autor: Lic. Manuel Mondragón, tomando textos del Pbro. José de Jesús Aguilar Valdés. Catequesis del Día de la Candelaria (2 de febrero) …Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones. Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cum- plir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo: “Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías pro- metido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”… Lc 2, 22-32 1. La Presentación del Señor en el templo La fiesta de la Presentación del Señor se celebra cuarenta días después del 25 de diciembre, Nacimiento del Señor, conforme a la ley judía, que pedía que las mujeres que habían dado a luz, presentaran en el templo una ofrenda para su purificación. Es la gran fiesta del ingreso de Jesús en el templo, de su ofre- cimiento como Primogénito, de su subida a Jerusalén, de su revelación como Luz de las gentes y también signo de contradicción. El lucernario inicial de la fiesta con la monición y la procesión con las velas encendidas, ritualiza las palabras del anciano Simeón. María ene un papel específico en esta fiesta como Madre Virgen oferente, a quien se le anuncia la espada de dolor. Idealmente esta fiesta se coloca al final del ciclo navideño y es ya una profecía de la pasión del primogénito, en estrecha relación, por tan- to, con el misterio pascual en la doble expresión de inmolación y glorificación de Cristo. De este modo, Navidad se enlaza teológica y espiritualmente con la Pascua del Señor que es raíz y fundamento de todo el año litúrgico. Se pueden buscar alternavas para recuperar plenamente el sendo de la fiesta de la luz (de las candelas = Candelaria). Si la celebración de la Eucarisa se desarrolla en la mañana o al atardecer, se podría entrar con un lucernario en el momento del rito inicial, encendiendo la luz de una lámpara que brilla delante de la Virgen, Madre de la luz, que ofrece a la adoración a Cristo, Luz de las gentes. Por ello, las imágenes de Jesús se acompañan de velas, que también se bendicen durante la celebración litúrgica ese día. 2. Imagen del niño Dios Sobre el culto a las imágenes, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC): “Todos los signos de la celebración litúrgica hacen referencia a Cristo: también las imágenes sagradas de la Santísima Madre de Dios y de los santos. Significan, en efecto, a Cristo que es glorificado en ellos. Manifiestan “la nube de testigos” (Hb 12,1) que continúan participando en la salvación del mundo y a los que estamos uni- dos, sobre todo en la celebración sacramental. A través de sus iconos, es el hombre

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Page 1: Desafortunadamente, al recibir por su intercesión un … ·  · 2015-01-30Desafortunadamente, al recibir por su intercesión un beneficio o milagro, en lugar de cumplir con su promesa

Desafortunadamente, al recibir por su intercesión un beneficio o milagro, en lugar de cumplir con su promesa de ponerse el hábito del santo invoca-do, optaron por una solución más fácil: vestir la imagen del Niño Dios con el atuendo del santo. Así, se “liberaban” irresponsablemente de la “manda” o promesa y hacían que fuera la imagen del Niño quien cumpliera con ella. Esta manera de actuar dio origen a una desviación en la forma de vestir al Niño Dios.…”.

Sin embargo, es fácil ver que es un desatino ponerle a Jesús (Dios hijo, el verbo eterno), los ropajes de algún santo, por más grande que sea. Si pudiéra-mos preguntarles a ellos (los santos), estarían avergonzados de semejante comparación.

“Aunque la tradición popular tiene muchos elementos positivos, tam-bién suele imaginar situaciones que rayan en la idolatría (y que muchas veces son las que critican los hermanos separados, y tal vez con justa razón). A veces se oye en las charlas: “Mi niño Dios ya cumple tres años con los mismos pa-drinos, así que ya lo podemos sentar”, o “No, comadre, no se puede cambiar de padrino hasta el tercer año”, o “los padrinos son los que escogen y pagan el trajecito”, etc.

Como se ve con claridad, ¡no podemos reducir a Jesucristo a un ídolo de contentillo, de carácter más bien neurótico, que se enoja si no le gusta la ropa que le ofrendan, o el trono que le ponen si cumple tres años! Como dice el profeta Isaías, quienes se fabrican ídolos, quedarán en ridículo (Is. 44, 9 y ss.). Por tanto, no fabriquemos ídolos ni participemos del negocio en torno a las imágenes de Jesús niño. Más bien, busquemos encontrarnos con Cristo a par-tir de su imagen infantil, y tratemos de imitar sus virtudes, más que preocu-parnos desmedidamente por su apariencia.

Conclusión: • No vistas la imagen del Niño Dios de ángel. ¡Jesús es más que un ángel o arcángel! (Hb 1,3-4)

• No vistas la imagen del Niño Dios con las ropas de los santos o de los papas u obispos ¡Jesús es el

camino para todos ellos, su modelo de vida e inspiración, a quien adoran en el Cielo! (Ap 14,12)

• No vistas la imagen del Niño Dios con artículos supersticiosos ¡Jesús no es un amuleto! (Dt 18,11)

• No lo disfraces ¡Jesús no es un Juguete! (Gal 6,7)

• ¡Viste la imagen de Jesús como un Niño pequeño!

Secretariado de Pastoral Litúrgica, Vicaría de Pastoral, Arquidiócesis Primada de México.

Otras fuentes

Bendicional Romano, Orientaciones generales,

nn. 1 y ss.

Cf. http://www.vacunadefe.com/

Pages/2defebrero.aspx Autor: Lic. Manuel Mondragón, tomando textos del Pbro. José de Jesús Aguilar Valdés.

Catequesis del Dí a de la Candelaria (2 de febrero) …Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés,

ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cum-plir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías pro-metido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”… Lc 2, 22-32

1. La Presentación del Señor en el templo La fiesta de la Presentación del Señor se celebra cuarenta días después del

25 de diciembre, Nacimiento del Señor, conforme a la ley judía, que pedía que las mujeres que habían dado a luz, presentaran en el templo una ofrenda para su purificación. Es la gran fiesta del ingreso de Jesús en el templo, de su ofre-cimiento como Primogénito, de su subida a Jerusalén, de su revelación como Luz de las gentes y también signo de contradicción.

El lucernario inicial de la fiesta con la monición y la procesión con las velas encendidas, ritualiza las palabras del anciano Simeón. María tiene un papel específico en esta fiesta como Madre Virgen oferente, a quien se le anuncia la espada de dolor. Idealmente esta fiesta se coloca al final del ciclo navideño y es ya una profecía de la pasión del primogénito, en estrecha relación, por tan-to, con el misterio pascual en la doble expresión de inmolación y glorificación de Cristo. De este modo, Navidad se enlaza teológica y espiritualmente con la Pascua del Señor que es raíz y fundamento de todo el año litúrgico.

Se pueden buscar alternativas para recuperar plenamente el sentido de la fiesta de la luz (de las candelas = Candelaria). Si la celebración de la Eucaristía se desarrolla en la mañana o al atardecer, se podría entrar con un lucernario en el momento del rito inicial, encendiendo la luz de una lámpara que brilla delante de la Virgen, Madre de la luz, que ofrece a la adoración a Cristo, Luz de las gentes. Por ello, las imágenes de Jesús se acompañan de velas, que también se bendicen durante la celebración litúrgica ese día.

2. Imagen del niño Dios Sobre el culto a las imágenes, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC): “Todos los signos de la celebración litúrgica hacen referencia a Cristo: también las imágenes sagradas de la Santísima Madre de Dios y de los santos. Significan, en efecto, a Cristo que es glorificado en ellos. Manifiestan “la nube de testigos” (Hb 12,1) que continúan participando en la salvación del mundo y a los que estamos uni-dos, sobre todo en la celebración sacramental. A través de sus iconos, es el hombre

Page 2: Desafortunadamente, al recibir por su intercesión un … ·  · 2015-01-30Desafortunadamente, al recibir por su intercesión un beneficio o milagro, en lugar de cumplir con su promesa

“a imagen de Dios”, finalmente transfigurado “a su semejanza” (Cf. Rm 8,29; 1 Jn 3,2), quien se revela a nuestra fe, e incluso los ángeles, recapitulados también en Cristo…” (CEC n. 1161).

Durante el tiempo de Navidad, “…muchos cristianos católicos ponen su mirada en la figurilla del niño Jesús del Belén o Nacimiento…”. Ayudan a esto las celebraciones litúrgicas de la vida de Jesús niño (Navidad, Epifanía y La presentación de Jesús en el templo), que nos ayudan a contemplar el misterio del hijo de Dios en su infancia y su sujeción a la sagrada familia.

Con el correr de la tradición, tanto los padrinos que presentan al niño en el templo y lo arrullan el día de Navidad, como los que lo encuentran en la rosca de reyes, adquieren el compromiso de vestir al niño Dios y llevarlo a presentar al templo el día de la Candelaria, la fiesta de la presentación de Jesús en el templo (y de la purificación de la Virgen María); la tradición dice que es hasta esta fecha cuando se levanta el nacimiento de los hogares. En esta fecha, tra-dicionalmente también se bendicen las imágenes del niño Dios, que han sido engalanadas para la presentación en el templo.

Esta tradición, que es única de nuestro país, es una bella oportunidad para encontrarnos con el niño Jesús, a través de su imagen bendita, que nos invita a escucharle, conocerle, amarle y seguirle.

Sobre la bendición de imágenes, dice el Bendicional Romano: Para que los fieles puedan contemplar más profundamente el misterio de la

gloria de Dios, que fue reflejada en la faz de Jesucristo (Cf. 2 Cor, 4, 6; Mt 17, 2) y que resplandece en sus santos, y para que estos mismos fieles sean “luz en el Se-ñor”(Ef 5, 8), la madre Iglesia los invita a venerar piadosamente las imágenes sa-gradas. Éstas, además, han sido realizadas a veces con gran arte y gozan de una religiosa nobleza, con lo que vienen a ser un resplandor de aquella belleza que proce-de de Dios y a Dios conduce. Las imágenes, en efecto, no sólo traen a la memoria de los fieles a Jesucristo y a los santos que representan, sino que en cierta medida los ponen ante sus ojos: “Cuanto mayor es la frecuencia con que se miran las imágenes tanto más los que las contemplan se sienten atraídos hacia el recuerdo y deseo de sus originales” (Cf. Concilio de Nicea II Act. VII, Mansi XIII). Por todo ello, la ve-neración de las sagradas imágenes figura entre las principales formas de veneración debida a Cristo, el Señor, y en modo distinto, a los santos (Cf. SC n. 111), “no por-que se crea que en ellas hay alguna divinidad o poder que sean el motivo del culto que se les da”, sino “porque el honor que se les tributa está referido a los prototipos que representan” (Cf. Concilio de Trento, sesión XXV) (Bendicional, n. 1092.).

3. “Llévate al Niño a misa”. El 2 de febrero, es común ver en los templos a muchas personas con ca-

nastas, en cuyo interior van hasta cinco figurillas del Niño Dios —para ser ben-decidas en la misa— que pertenecen a diferentes personas (la tía, la abuelita, la sobrina, la vecina, etc.), pero no ver, a veces, a sus dueños en la misa; sólo va quien “lleva a los niños a escuchar Misa”.

La fiesta de la presentación del niño Jesús en el templo, busca acercar a las personas a los sacramentos. Si alguien te pide “llevar a su niño Dios al Tem-

plo”, que sea acompañándose a Misa, para juntos celebrar la fe en Jesús, el Hijo de Dios.

Sin embargo, cabe aclarar que “la fuente y origen de toda bendición es Dios”. En la bendición, Dios compromete por siempre su ayuda. Esto significa que una vez que Dios ha dado su bendición, esta no tiene fecha de caducidad, o se altera o pierde poder con el paso del tiempo. Por lo tanto, no es necesa-rio llevar a bendecir una imagen que ya está bendita, porque da la impresión de que de un año al otro, la bendición de Dios ya se agotó, ya caducó. Por lo tanto, no es necesario (pero no está Prohibido) llevar imágenes que ya están benditas, ni tampoco llevarlas todas (pareciera que existen varios niños Jesús).

Con las personas es distinto, porque Dios renueva en ellas sus bendiciones. Sin embargo, no se nos bautiza una y otra vez; más bien, en ciertas ocasiones se derrama agua sobre nuestra cabeza, para recordarnos la gracia del compro-miso que Dios tiene con nosotros y nosotros con él, a partir de nuestro bautis-mo.

4. Pero ¿cómo puedo vestir al Niño Dios? La tradición invita a que el 2 de febrero se levante el nacimiento, y se en-

galane al niño Dios para llevarlo a presentar al templo (el texto bíblico puesto al principio no habla de bendecirlo), como lo hicieron San José y la Virgen Ma-ría. Cabe una pregunta: ¿Cómo debo engalanarlo (vestirlo)?

“…¿Cuál sería tu reacción si al entrar en el Templo de tu parroquia vieras que el sacerdote vistió al Cristo del altar, al Crucifijo o al Sagrado Corazón con la in-dumentaria de un azteca, de un ángel, de panadero, de San Judas Tadeo o de San Martín de Porres, o bien con estolas y ropones tipo Walter Mercado; o incluso con la vestimenta que usa el Papa? Seguramente no estarías de acuerdo y pensarías que el sacerdote se volvió loco o está haciendo cosas raras. Pues bien, esto mismo es lo que hacen año tras año —aún sin darse cuenta— muchas personas al vestir la ima-gen del Niño Dios, que es una imagen del mismo Señor Jesucristo. Si todos entende-mos que no es correcto “disfrazar” o “vestir” una imagen de Jesucristo adulto, ¿por qué algunos piensan que esto sí se puede hacer con su imagen de Niño?...”

“Evidentemente que las imágenes de Cristo no pueden ser tratadas como muñe-cos o juguetes. Por eso reciben una bendición especial y se les coloca dentro de un

lugar importante, porque representan, para el creyente, la presencia y el amor que Dios nos tiene…”

Hay que evitar la confusión que existe en torno a la imagen de Jesús niño, de que por ser una imagen infantil, podemos tratarla como un juguete.

Es loable procurar a la imagen de Jesús un ropaje digno y verdaderamente bello, como una expresión del amor que siento por Jesús el Señor. Por tanto, no es necesario cambiarles de vestimenta cada año. Es más, valdría la pena hacer uno solo, de mejor hechura y material, que pueda servir durante varios años.

“…La idea de vestir con el atuendo de un santo a la imagen del Niño Dios proviene de las promesas o “mandas” que hacían algunas personas. Ellas prometían vestirse de tal o cual santo si recibían algún favor especial.