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  • Del texto: Jordi Sierra i Fabra, 2000 www.sierraifabra.com

    De las ilustraciones: Pablo Nez, 2000 De esta edicin: Grupo Anaya, S. A., 2000 Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid

    1." edicin, octubre 2000 2.a edicin, septiembre 2001

    Diseo: Taller Universo

    ISBN: 84-207-1286-8 Depsito legal: M. 28.898/2001

    Impreso en Varoprinter, S. A. Artesana, 17

    Polgono Industrial de Coslada 28820 Coslada (Madrid)

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    http://www.sierraifabra.com

  • Suspendes las mates? Se te atraviesan los problemas? Ms an (aunque suene fuerte), ODIAS las mates?

    Vale, no contestes, no es necesario. Yo, a tu edad, tambin lo pasaba francamente mal con eso del 2 y 2. Porque, a ver, son 4 22, eh?

    Lo que pasa es que ahora entiendo que todo, todo, hasta las mates, puede ser un juego si te lo tomas como tal, sin el agobio de los aprobados y la necesidad de pasar curso y tener contentos a tus padres. Lstima que no lo descubriera antes, a tu edad! Asesinar al profe de mates no sirve de nada. Ponen a otro en su lugar y ya est.

    Pero este libro es un juego, un divertimento, est hecho para que te rias (y sufras un poquito con el misterio) y de paso puede que te haga mirar con mejores ojos las mates. Si aceptas

  • un consejo, trata de resolver los problemas a medida que los vayas leyendo, no pases las pginas sin ms. Te encantar ser el cuarto elemento junto a los tres protagonistas de la historia.

    Y cuando acabes, dselo a tu profesor de matemticas. Si tiene sentido del humor, tanto dar que sea un duro o un blando, seguro que se reir y, a lo mejor, adopta los mtodos del inslito profe de esta novela.

    Salud, camarada.

    www.sierraifabra.com

    http://www.sierraifabra.com

  • NADA ms orse el timbre que daba por finalizada la clase, l les dijo:

    Adela, Luc, Nico, quedaos un momento, por favor. Los tres aludidos abrieron primero los ojos y des-

    pus se miraron entre s. El que menos, se aplast en el asiento como si acabasen de pegarlo con cola de impacto. El resto de los alumnos se evapor en cues-tin de segundos. Algunos les lanzaron miradas de ni-mo y solidaridad, otros de socarrona burla.

    A pringar susurr uno de los ms cargantes. Adela, Luc y Nico se quedaron solos. Solos con Fe-

    lipe Romero, el profesor de matemticas. El Fepe para los amigos, adems del profe o el de mates, que era como se le llamaba comnmente.

    El maestro no se puso en pie de inmediato ni empe-z a hablarles en seguida. Continu sentado estudiando algo con atencin. El silencio se hizo omnipresente a medida que transcurra el tiempo. Ms all de ellos, tras las ventanas, la algarada que hacan los que ya estaban en el patio suba en espiral hasta donde se encontraban.

  • Adela se removi inquieta. Su silla gimi de forma leve.

    Era una chica alta y espigada, de ojos vivos, cabello largo hasta la mitad de la espalda, ropa informal como la de la mayora de los chicos y chicas. Su preocupa-cin no era menor que la de los otros dos. Volvieron a mirarse. Luc arque las cejas. Nico puso cara de cir-cunstancias. El primero era el ms alto de los tres, ros-tro lleno de pecas, sonrisa muy expresiva, delgado como un sarmiento. El segundo era todo lo contrario: bajo y un poco redondo, cabello bastante largo, mira-da penetrante. Curiosamente, los tres eran amigos. Siempre andaban metidos juntos en todos los los, buenos y malos.

    Felipe Romero por fin dej la hoja de papel que es-taba leyendo y los atraves con su mirada ms pene-trante.

    Bueno suspir. Eso fue todo. Sigui la mirada. Primero en direc-

    cin a Adela. Luego en direccin a Luc. Por ltimo en direccin a Nico. No era mal profe. Lstima que die-ra... matemticas. El Fepe era el nico que les llamaba por sus nombres de pila, no por el apellido. Y el nico que aceptaba lo de Luc en lugar de Lucas en atencin a que Lucas era un fan de Star Wars. Otros preferan apodarle el Skywalker, pero en plan burln.

    Qu voy a hacer con vosotros? pregunt en voz alta.

    Qu tal dejarnos ir al patio? propuso Nico.

  • El profesor ignor el comentario. Sabis por qu os he hecho quedaros, verdad? Tenemos una vaga idea reconoci Adela. Sois los tres nicos de la clase que vais a suspen-

    der la asignatura. Pues vaya noticia baj la cabeza Luc. Y no os da rabia? Rabia s, claro. No lo hacemos aposta. Qu quiere que hagamos? Los tres hablaron al mismo tiempo. Y os resignis? se extra Felipe Romero. No dijo Adela. Pero si no nos entra..., no nos entra manifest

    Nico. Ya lo intentamos, ya asegur Luc. Vamos, chicos, vamos el profesor acab ponin-

    dose en pie. No puedo creerlo. Si fuerais tontos o no dierais ms de s, lo entendera, pero vosotros tres... He visto vuestras otras notas, y todas son bastante buenas por lo general! Qu os pasa con las matem-ticas? Que no os entran? Tonteras! Les habis cogi-do mana y ya est. Las odiis! De acuerdo, odiadlas si queris, pero no me digis que no las entendis. Es una cuestin mental. Os negis a entenderlas, que no es lo mismo!

    Que no es tan fcil, profe dijo Luc con dolor. S lo es, Luc, y lo sabes t como lo sabe Adela y

    lo sabe Nico. Todo est aqu se toc la frente con el

  • dedo ndice de la mano derecha. Si quisierais, po-drais, pero os limitis a decir que no os entran, que no es lo vuestro, que si patatn y que si patatn, y ya est.

    Usted cree que no queremos aprobar como sea? exclam Nico.

    Sabe la bronca que me echarn mis padres? se estremeci Adela.

    Y el verano que me harn pasar los mos, con profes particulares y todo ese rollo? gimi Luc.

    Pues evitadlo! grit Felipe Romero. Pegaron sendos brincos en los asientos. Chicos, chicos, chicos! el maestro se acerc a

    los tres y se sent encima de un pupitre. Las mate-mticas son esenciales. Despus de la lengua, lo ms importante. Y que conste que soy de los pocos profes de mates que reconocen eso, porque la mayora os dir que lo principal son las matemticas. Yo pienso que sin saber leer ni escribir primero decentemente, no hay matemtica que valga. Pero da igual: son esenciales. Os ayudan a pensar, a racionalizar las cosas, a tener disciplina mental. Vosotros leis?

    S dijo Adela. Yo me trago todas las novelas policiacas que pillo, y casi siempre adivino quin es el asesino antes del final.

    Yo soy fan de la ciencia ficcin y la fantasa le re-cord Luc. Me leo todas las historias que encuentro.

    Y lo mo son los cmics quiso dejarlo bien sen-tado Nico. Aunque tambin soy bastante bueno con los videojuegos.

  • Pues las matemticas son como todo eso! insis-ti Felipe Romero. Una buena novela policiaca va dando pistas, como un problema de mates, y llega a un nico final posible: el culpable. Y lo mismo pasa con la ciencia ficcin y no digamos los videojuegos. Si tu men-te es capaz de trabajar a la velocidad necesaria para llegar al final de un videojuego, es que ests capacita-do para resolver cualquier problema de matemticas.

    No es lo mismo neg Nico. Os asesinara! levant las manos al cielo.

    Pero mira que sois tozudos!, eh? Y vuestro orgullo? No dijeron nada. No os importa ser los tres nicos que suspen-

    dis matemticas? sigui el profesor tratando de pro-vocarles.

    Sigui el silencio. Sabis que pueden echarme por eso? solt de

    pronto Felipe Romero. Por qu? Por ser mal profesor. Ande ya. Que s insisti l. Estoy en la cuerda floja. El

    director dice que mis mtodos no son... ortodoxos. Con tres suspensos de dieciocho alumnos me la cargo. Es una sexta parte.

    No es justo. Dselo a Mariano Fernndez. Encima quiere que nos sintamos mal porque pue-

    den echarle? se entristeci Adela.

  • Pues s la pinch. Jo! rezong ella. Maana es el examen les record sin que hi-

    ciera falta. Por favor, estudiad esta noche, tratad de hacerlo slo un poco bien para que pueda justificar un cinco pelado. No me vengis con que no lo entendis, os bloqueis, se os queda la mente en blanco y todos esos rollos. Haced un esfuerzo!

    Era una bronca. Felipe Romero les hablaba con pa-sin y conviccin. Podan entenderle. Lo malo era la realidad.

    Las matemticas no les entraban. Y punto. Qu podan hacer contra eso?

  • BAJARON despacio por las escaleras, con la cabeza doblada hacia adelante y la barbilla literalmente hundi-da en el pecho. Ni siquiera salieron al patio. No que-ran responder a las preguntas de los dems. Bastante mal se sentan. Acabaron sentndose en el ltimo es-caln, con la moral por los suelos.

    No es mal to reconoci Adela. Se enrolla bien, s estuvo de acuerdo Nico. Es el mejor profe del cole, aunque sea el de ma-

    tes dijo Luc. Claro, por eso los dems van a por l asinti

    Adela. Es joven, guaperas, lleva el pelo largo, tiene ideas progres... Ya veis, l mismo lo ha dicho: hasta el director quiere cargrselo.

    T crees que se puede echar a un profe porque tres alumnos la fastidien? vacil Nico.

    Yo, de esos abarc el mundo en general, el de los mayores, aunque se refera estrictamente a los maes-tros del centro, me lo creo todo.

    S, en el fondo debe ser como lo de esas pelcu-

  • las americanas calcul Luc. Si no vendes tanto o si no llegas a unas cifras o si eres el ltimo del cupo y cosas as, a la calle.

    Pues vaya suspir an ms desmoralizada Adela. Y qu quieres que hagamos, que de pronto nos

    volvamos genios de las mates? lo expuso como un imposible Nico.

    A lo mejor si esta noche... Vamos, Adela, no suees. S, seamos realistas, vale? Se sumieron en un nuevo, espeso y denso silencio.

    Pocas veces se haban sentido ms solos. El mundo en-tero contra ellos. Haba alumnos que con slo leer una cosa se la saban, mientras que otros ni estudindola cinco horas y pegndose los prpados a la frente con cinta adhesiva. Haba alumnos que miraban un proble-ma y saban qu hacer exactamen