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12 ConCordis DEL PAPA BENEDICTO AL PAPA FRANCISCO Un mes para el recuerdo Es difícil resumir en unas breves páginas las viven- cias de estos días tan intensos para la Iglesia. Trataré, como se me ha pedido, de ofrecer mi testimonio y mi reflexión sobre el tránsito en el ministerio petrino del papa Benedicto XVI al papa Francisco, durante este mes largo que permanecerá imborrable en la memoria y en la historia de la Iglesia. 1. La renuncia del papa Benedicto XVI Era lunes, 11 de febrero. La vida transcurría tran- quila aquí en Roma. En general, habíamos prestado poca intención al anuncio de que el papa presidiría un consistorio ordinario público para tratar algunas causas de canonización, entre ellas la de los 800 mártires de Otranto, asesinados por los turcos en el siglo XV. A eso de las 11,30-11,40 estalló la noticia, que se difundió como la pólvora: el papa Benedicto XVI había comunicado su intención de renunciar, alegando falta de fuerzas para desempeñar su minis- terio. La renuncia (que no dimisión ni abdicación) se haría efectiva el 28 de febrero a las 8 de la tarde, hora a la que el papa solía terminar habitualmente su jornada de trabajo. En la Plaza de San Pedro la gente comentaba en hecho, predominando claramente la sorpresa y la incredulidad. A mí algunos me pregun- taron si un papa podía renunciar y por qué lo hacía Benedicto XVI. A la primera pregunta les respondí que la posibilidad existía tanto jurídica como históricamente: está expresa- mente contemplada en el Código de Derecho Canónico (canon 332) y han sido varios, si bien no muchos, los papas que han renunciado: Ponciano (235), Silverio (537), Martín I (654), Benedicto IX (1045), Gregorio VI (1046), Celestino V (1294) y Gregorio XII (1415). Algunos añaden también al papa Clemente I, tercer sucesor de san Pedro, pero está poco documentado y es improbable. También es cierto que varias de es- tas renuncias como las de Silverio y Martín I, fueron deposiciones o, en todo caso renuncias forzadas. No así la de Benedicto XVI, como él mismo ha señalado: “siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma”. En cuanto al por qué de la renuncia, creo que el propio Benedicto XVI lo ha expresado claramente: “por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”. Todos hemos El 28 de febrero el papa Benedicto XVI abandona el Vaticano en helicóptero rumbo a Castelgandolfo Multitud de gente espera en la Plaza de San Pedro al nuevo papa

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ConCordisDEL PAPA BENEDICTOAL PAPA FRANCISCO

Un mes para el recuerdo

Es difícil resumir en unas breves páginas las viven-cias de estos días tan intensos para la Iglesia. Trataré, como se me ha pedido, de ofrecer mi testimonio y mi reflexión sobre el tránsito en el ministerio petrino del papa Benedicto XVI al papa Francisco, durante este mes largo que permanecerá imborrable en la memoria y en la historia de la Iglesia.

1. La renuncia del papa Benedicto XVI

Era lunes, 11 de febrero. La vida transcurría tran-quila aquí en Roma. En general, habíamos prestado poca intención al anuncio de que el papa presidiría un consistorio ordinario público para tratar algunas causas de canonización, entre ellas la de los 800 mártires de Otranto, asesinados por los turcos en el siglo XV. A eso de las 11,30-11,40 estalló la noticia, que se difundió como la pólvora: el papa Benedicto XVI había comunicado su intención de renunciar, alegando falta de fuerzas para desempeñar su minis-terio. La renuncia (que no dimisión ni abdicación) se haría efectiva el 28 de febrero a las 8 de la tarde, hora a la que el papa solía terminar habitualmente su

jornada de trabajo. En la Plaza de San Pedro la gente comentaba en hecho, predominando claramente la sorpresa y la incredulidad. A mí algunos me pregun-taron si un papa podía renunciar y por qué lo hacía Benedicto XVI.

A la primera pregunta les respondí que la posibilidad existía tanto jurídica como históricamente: está expresa-mente contemplada en el Código de Derecho Canónico (canon 332) y han sido varios, si bien no muchos, los papas que han renunciado: Ponciano (235), Silverio (537), Martín I (654), Benedicto IX (1045), Gregorio VI (1046), Celestino V (1294) y Gregorio XII (1415). Algunos añaden también al papa Clemente I, tercer sucesor de san Pedro, pero está poco documentado y es improbable. También es cierto que varias de es-tas renuncias como las de Silverio y Martín I, fueron deposiciones o, en todo caso renuncias forzadas. No así la de Benedicto XVI, como él mismo ha señalado: “siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma”.

En cuanto al por qué de la renuncia, creo que el propio Benedicto XVI lo ha expresado claramente: “por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”. Todos hemos

El 28 de febrero el papa Benedicto XVI abandona el Vaticano en helicóptero rumbo a Castelgandolfo

Multitud de gente espera en la Plaza de San Pedro al nuevo papa

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parte alta de los jardines vaticanos. Curiosamente este curso debían haberlo ocupado nuestras herma-nas agustinas contemplativas, dentro del turno de institutos contemplativos femeninos, que rotan cada cinco años. En septiembre les dijeron que debían posponer su llegada “por obras de reforma”. Ahora la presencia de las agustinas ya no será posible y todo queda cancelado. El monasterio tendrá otra utilidad y otra función…

Papa profesor, uno de los más inteligentes de los últimos siglos, reputado teólogo, tímido y esquivo, Benedicto XVI ha destacado por su alto y bellísimo magisterio, por su lucha decidida contra la vergüenza y la plaga de la pederastia en la Iglesia, propugnando la tolerancia cero, y por el gesto magnífico de su re-nuncia al pontificado. Siempre ha puesto de relieve su intenso amor por san Agustín y ha tenido gestos muy significativos para nuestra Orden: la visita a la tumba de san Agustín en Pavía en abril de 2007, la creación en el consistorio de febrero de 2012 del primer car-denal agustino desde 1901, en la persona de nuestro hermano Próspero Grech, y el nombramiento de seis obispos agustinos: Mariano Moreno (2008), Michael Gregory Campbell (2008), John Niyiring (2008), Miguel Olaortua (2011), Próspero Grech (2012) y Alberto Bochatey (2013).

2. El cónclave y la elección del papa Francisco

Yo viví aquí en Roma los días del pre-cónclave. Luego tuve que trasladarme a Burgos para hacerme cargo del curso intensivo que imparto cada año en la Facultad de Teología del Norte de España, ese pequeño oasis que me permite el contacto con el mundo académico, que tanto me agrada. Por eso no estuve en Roma el día de la elección del nuevo papa: lo viví en Burgos, frente al televisor, rodeado de profesores y alumnos, en una experiencia intensa, compartida y, ciertamente, inolvidable. Regresé a Roma un día después.

La magnífica y privilegiada situación de nuestra casa en Roma ha favorecido su aprovechamiento en estas semanas. Tanto la terraza de Santa Mónica como la de la Curia se alquilaron a empresas de televisión, que transmitían desde ellas sus crónicas. La de Santa Mó-nica se alquilo a la APTN (Associated Press Television News) y la de la Curia a la NBC (National Broadcasting

sido testigos de cómo había decaído el santo padre en los últimos meses: aparecía mucho más delgado, con una acentuada fragilidad física, muy cansado. Según parece, dormía mal, padecía crecientes dificultades para caminar, desde hacía tiempo (antes de ser papa) llevaba un marcapasos y casi había perdido la visión del ojo izquierdo. También le costaba recuperarse de los esfuer-zos físicos y los médicos ya le habían desaconsejado claramente los viajes. Junto a esto, debemos añadir los sufrimientos morales: la triste lucha por el poder en ám-bitos eclesiales, la filtración de documentos (mucho más seria que una mera anécdota). Situaciones, en definitiva, que exigían una profunda y urgente renovación. Por úl-timo están también los retos de la nueva evangelización y la respuesta a las necesidades del mundo. Hacía falta alguien con más fuerza para promover iniciativas, unas manos más firmes para tomar las riendas.

Por eso, creo que Benedicto XVI, con su renuncia, ha puesto de relieve tres rasgos:

* Una gran humildad, para saber cuándo es el mo-mento de retirarse.

* Una gran valentía, para llevar a cabo esta decisión.* Un gran amor a las Iglesia, como trasfondo y como

razón última.

El 27 de febrero celebró su última audiencia gene-ral. La Plaza de San Pedro estaba llena. Su discurso fue cercano, íntimo. Merece la pena releerlo. Al día siguiente, a las 17 horas, Benedicto XVI subió al helicóptero para trasladarse a Castelgandolfo. Re-sulta muy significativo que todas los ojos, todas las televisiones, todo los medios del mundo estuvieran fijos en un helicóptero que llevaba a un anciano a su retiro por el cielo de Roma. Benedicto XVI, ya papa emérito, regresará al Vaticano dentro de unos meses para vivir retirado (“escondido al mundo”, como dice él), en el monasterio Mater Ecclesiae, situado en la

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Tormenta en el Vaticano el día en que Benedicto XVI anunció su renuncia

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Company). Es un modo de rentabilizar los recursos, por lo que se dan por muy bien empleadas las molestias y los ruidos causados por la instalación del material, la ocupación de espacios y el movimiento del perso-nal. También hemos tenido varios purpurados como huéspedes: en Santa Mónica estuvieron dos cardena-les electores: Norberto Rivera, arzobispo de México, y Raúl Vela Chiriboga, arzobispo emérito de Quito (Ecuador). En la Curia tuvimos un cardenal no elector: Estanislao Esteban Karlic, arzobispo emérito de Paraná (Argentina), y dos electores: Francisco Javier Errázuriz, arzobispo emérito de Santiago (Chile) y Jaime Lucas Ortega, arzobispo de La Habana (Cuba). Todos ellos afables y cercanos pero, como corresponde, siempre discretos y, en ocasiones, herméticos.

En cuanto a la “presencia” agustiniana en el cónclave, hay que destacar la función desarrollada por el cardenal Grech, a quien se le encomendó que predicara la medi-tación a los cardenales electores reunidos en la Capilla Sixtina, apenas iniciado el cónclave. Fue una muestra de confianza y reconocimiento a nuestro hermano que, si bien no pudo participar en el cónclave por tener más de 80 años (tiene 87), se mantiene lucidísimo y agudo como siempre. Una vez cumplida su misión, abandonó la Capilla Sixtina. También debemos resaltar el trabajo, enorme en este tiempo, realizado por nuestros tres her-manos de la Sacristía Pontificia: los PP. Paolo Benedik, Einer Tocto y Agustín Arbaiza. Han estado incansable-mente activos para preparar celebraciones y ayudar en aspecto litúrgico durante el cónclave. Tuvieron que prestar el juramento de secreto respecto a todo lo que pudieran llegar a saber relacionado con la elección. El cónclave se inició el martes 12 de marzo. Por la mañana tuvo lugar la misa Pro eligendo Pontifice y por la tarde los 115 cardenales electores se dirigieron en procesión desde la Capilla Paulina a la Capilla Sixtina donde, tras prestar juramento, se cerraron las puertas. Extra omnes. Como curiosidad digamos que, de los 115 cardenales electores, 60 eran europeos (52,2%), de los cuales 28 italianos y 5 españoles; los latinoamericanos eran 19 (16,5%), los cardenales procedentes de América del Norte 14 (12,1%); los africanos 11 (9,5%), los asiáticos 10 (8,6%) y había un oceánico de Australia (0,8%). Las naciones representadas eran 49 y los cardenales pertenecientes a institutos religiosos eran 18 (15,6%).

La elección del nuevo papa fue una auténtica sor-presa para todos. El cónclave fue breve. Más de lo esperado. Sólo hicieron falta cinco votaciones y, ya en

la tarde del miércoles 13 de marzo, la fumata blanca anunciaba que había nuevo papa. Merece destacarse la enorme afluencia de gente a la Plaza de San Pedro, totalmente abarrotada, y el gran interés con el que se ha seguido el cónclave. Unos arrastrados por la prensa y otros también por sus propios deseos, to-dos los pronósticos se centraban en uno puñado de nombres. En las previsiones destacaba el arzobispo de Milán, Angelo Scola, a quien la prensa italiana y gran parte de la extranjera presentaban como el gran

Urnas para las votaciones

Los cardenales electores se d

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se dirigen a la Capilla Sixtina

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favorito. También se hablaba del brasileño Scherer y, más en segunda línea, del canadiense Ouellet, del norteamericano O’Malley, del húngaro Erdo y del italiano Ravasi. Cuando se anunció la elección del argentino Jorge Mario Bergoglio, jesuita, arzobispo de Buenos Aires, de 76 años, la primera reacción fue de estupor y, en algunos, de desilusión. Agradó que eligiera el nombre de Francisco, pero no había entusiasmo. Sólo una extraordinaria sorpresa. Poco después salió el nuevo papa, de blanco. Al principio, parecía un tanto rígido y contenido. Pero cuando comenzó a hablar todo cambió. Fue cálido, sencillo, cercano; comenzó dando las buenas tardes; se pre-sentó insistentemente como obispo de Roma; puso a rezar a toda la Plaza por Benedicto XVI; pidió que rogaran al Señor que bendijera al nuevo papa; se inclinó para recibir la oración de los fieles. Luego dio la bendición y se despidió con un sencillo “buenas noches y buen descanso”. Habíamos asistido al inicio de un nuevo pontificado y, probablemente, también al comienzo de una nueva época, con un estilo marcado por la autenticidad evangélica. Todos los testimonios coinciden en que la Plaza de San Pedro estalló en aplausos y en fiesta.

3. Los primeros pasos del papa Francisco

Evidentemente no voy escribir sobre la personalidad del nuevo papa. Nuestros hermanos de Argentina le conocen sin duda mucho mejor y pueden glosar con más acierto y precisión su figura y su trabajo pastoral. Algunos de ellos le conocen bien, gracias a la amistad de muchos años. Sólo diré que aquí, en Roma, sus ges-tos y actitudes se han ganado a la gente y que goza de una gran popularidad. Por mi parte, al considerar estas primeras semanas de pontificado, quisiera resaltar siete gestos, aparentemente de poca importancia, pero que a mí me parecen de honda significación:

* Ha usado solo la sotana blanca, sin muceta roja y sin bordes de armiño. Tampoco los zapatos rojos papales. Conserva los suyos. Signo de sencillez.

* Se inclinó ante los fieles tras solicitarles que pidieran la bendición del Señor sobre él. Signo de humildad.

* No ha utilizado la limusina papal: fue a la residencia Santa Marta en el mismo autobús que los cardenales, sentado entre ellos. Y fue a Santa María la Mayor en un coche de la gendarmería vaticana. Signo de austeridad.

* Su primera salida fuera del Vaticano ha sido para rezar a la Virgen y encomendarse a ella. Le hemos vis-

El Papa Francisco pide la oración de los fieles

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to avanzar por la nave de Santa Ma-ría la Mayor con un ramo de flores en las manos para entregarlo a Ma-ría, Salus Populi Romani . Signo de ternura.

* Se detuvo en la Casa Internacio-nal del Clero, don-de se había hos-pedado antes del cónclave, y pagó la cuenta. Signo de ejemplaridad.

* Tras la misa en la parroquia de Santa Ana, salió a la puerta y sa-ludó uno a uno a los fieles que había participado en la Eucaristía. Luego incluso fue a saludar a la multitud que se agolpaba fuera del recinto vaticano. Signo de pastoralidad.

* Mientras recorría en jeep la Plaza de San Pedro, antes de misa de inicio del ministerio petrino, bajo del vehículo, se acercó a un discapacitado parapléjico, lo acarició y lo besó. Signo de prioridad.

Papa Francisco

DEL PAPA BENEDICTO AL PAPA FRANCISCO

El domingo 17 de marzo, primero después de su elección, el papa Francisco celebró la Eucaristía domi-nical en la pequeña parroquia vaticana de Santa Ana, encomendada a nuestra Orden. Concelebraron con él, entre otros, cuatro agustinos: el cardenal Próspero Grech, el prior general, P. Robert Prevost, el párroco, P. Bruno Silvestrini, el P. Gioele Schiavella. Al órgano estuvo el P. Jafet Ortega, miembro de la comunidad de Santa Ana. Y oficiaron como diáconos Fr. Terence Spiteri y Fr. Paolo del Bianco. Hubo otros agustinos presentes. Todos resaltaron la naturalidad y sencillez del santo padre Fran-cisco, un pastor accesible, cercano a su gente. Y que apunta siempre a lo esencial, de lo que da testimonio.

Primer papa latinoamericano, primer papa jesuita, con un nombre nuevo que es todo un programa: Francisco. Sencillamente y evangélicamente Francisco, sin numeral, como explicó con acierto el portavoz, P. Lombardi: sólo será I cuando haya otro papa con el mismo nombre. Y así inicia su andadura este pontificado. Son grandes las expectativas de gobierno que existen sobre el nuevo papa: reforma de la Curia Romana, simplificación de la estructura administrativa, ejemplaridad en los servidores de la Iglesia. Y, sobre todo y en todos, la renovación interior, la transformación en el amor, que nos abra a la esperanza. Consciente de su ministerio, él pide insisten-temente oraciones: “Pregate per me”. “Recen por mí”.

Rezamos por ti, papa Francisco. Dios te bendiga y acompañe.

P. Luis Marín de San Martín, OSA

Escudo y lema del papa Francisco Anillo del Pescador del papa Francisco