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175 FÉLIX MARTÍ DECADENCIA O RENACIMIENTO DEL CATOLICISMO El artículo que ofrecemos al lector es una lúcida mirada sobre las oportunidades que tiene la vivencia de la fe en nuestra sociedad, cada vez más alejada del mundo de la creencia, y de las posibilidades que tiene la actividad evangelizadora de la Iglesia en esta coyuntura. Es necesario hacer un examen de conciencia que nos haga ver las posi- bilidades que abrió el Vaticano II y que fueron frustradas en el poscon- cilio, para poder soñar con los futuros deseables y posibles que se le ofrecen a nuestra Iglesia en esta sociedad. Decadència o renaixement del catolicisme, Qüestions de vida cris- tiana, nº 207 (2002) 14-34 LA EXPRESIÓN DE LA DECADENCIA Dios no interesa Una de las características de nuestra época es el desinterés por la religión y la insignificancia de las referencias a Dios. La literatura y el cine no plantean en términos religiosos las preocupaciones de nuestro tiempo. No necesitan la invocación a Dios para interpre- tar la vida personal y social. Las explicaciones antropológicas ofre- cen claves para entender las con- ductas humanas. Las ciencias so- ciales permiten leer los hechos históricos dejando poco espacio al misterio, al destino o a la provi- dencia. Para orientarse en la vida, nuestros contemporáneos dispo- nen de fuentes de inspiración. Desde el punto de vista ético, la moral religiosa les parece anclada en modelos de vida precientíficos, pretecnológicos y preurbanos. Las éticas posreligiosas les parecen suficientes para velar por la digni- dad humana, la responsabilidad social y la solidaridad. La seculari- zación de la vida (prescindir de la hipótesis de Dios) no les crea nin- guna sensación de vacío.Todo fun- ciona como en el contexto de las creencias religiosas. Molestan las imágenes más habituales de Dios.Al valorarse la libertad personal, no se admite ni la autoridad eclesiástica ni cual- quier dios que recorte la autono- mía personal. Si hay que atribuir a la tradición cristiana la confianza en la libertad personal, el postcris- tianismo sería una consecuencia lógica de la evolución de las viven- cias cristianas. Dios se percibe como una coartada ideológica o mítica al servicio de intereses eco- nómicos o políticos, comprome- tido con el orden impuesto por los vencedores. Se acusa a los monoteísmos de generadores de intolerancia, de imperialismo y de violencia. Las verdades religiosas son autosuficientes y sus defen- sores menosprecian las razones

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FÉLIX MARTÍ

DECADENCIA O RENACIMIENTODEL CATOLICISMO

El artículo que ofrecemos al lector es una lúcida mirada sobre lasoportunidades que tiene la vivencia de la fe en nuestra sociedad, cadavez más alejada del mundo de la creencia, y de las posibilidades quetiene la actividad evangelizadora de la Iglesia en esta coyuntura. Esnecesario hacer un examen de conciencia que nos haga ver las posi-bilidades que abrió el Vaticano II y que fueron frustradas en el poscon-cilio, para poder soñar con los futuros deseables y posibles que se leofrecen a nuestra Iglesia en esta sociedad.

Decadència o renaixement del catolicisme, Qüestions de vida cris-tiana, nº 207 (2002) 14-34

LA EXPRESIÓN DE LA DECADENCIA

Dios no interesa

Una de las características denuestra época es el desinterés porla religión y la insignificancia de lasreferencias a Dios. La literatura yel cine no plantean en términosreligiosos las preocupaciones denuestro tiempo. No necesitan lainvocación a Dios para interpre-tar la vida personal y social. Lasexplicaciones antropológicas ofre-cen claves para entender las con-ductas humanas. Las ciencias so-ciales permiten leer los hechoshistóricos dejando poco espacioal misterio, al destino o a la provi-dencia. Para orientarse en la vida,nuestros contemporáneos dispo-nen de fuentes de inspiración.Desde el punto de vista ético, lamoral religiosa les parece ancladaen modelos de vida precientíficos,pretecnológicos y preurbanos. Laséticas posreligiosas les parecensuficientes para velar por la digni-dad humana, la responsabilidad

social y la solidaridad. La seculari-zación de la vida (prescindir de lahipótesis de Dios) no les crea nin-guna sensación de vacío. Todo fun-ciona como en el contexto de lascreencias religiosas.

Molestan las imágenes máshabituales de Dios. Al valorarse lalibertad personal, no se admite nila autoridad eclesiástica ni cual-quier dios que recorte la autono-mía personal. Si hay que atribuir ala tradición cristiana la confianzaen la libertad personal, el postcris-tianismo sería una consecuencialógica de la evolución de las viven-cias cristianas. Dios se percibecomo una coartada ideológica omítica al servicio de intereses eco-nómicos o políticos, comprome-tido con el orden impuesto porlos vencedores. Se acusa a losmonoteísmos de generadores deintolerancia, de imperialismo y deviolencia. Las verdades religiosasson autosuficientes y sus defen-sores menosprecian las razones

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de los demás. Los documentos dela jerarquía católica construyen unsistema ideológico cerrado, inca-paz de dialogar con las antropolo-gías y cosmologías contemporáneasy dejar margen para imaginar a Diosmás allá de las ortodoxias habitua-les y las tradiciones convalidadaspor el magisterio eclesiástico. Unaparte de responsabilidad en eldesinterés con respecto a la rea-lidad de Dios se encuentra en laimpresión que tienen del acapa-ramiento de esta realidad por par-te de la administración católica.Dios habría dejado de ser unaaventura. Rechazan al Dios domes-ticado por la tradición católica. Yse muestran distantes de cualquierotra oferta religiosa teísta, que lesparece sospechosa.

El fin del monopolio religio-so

Nuestras sociedades se con-vierten en multiculturales y enmultireligiosas. Antes se reprimíael pluralismo existente. La adap-tación a la pluralidad de ofertasconfesionales se ha producido len-tamente. El factor que más ha de-terminado la evolución de lasmentalidades en relación con ladiversidad religiosa es la presen-cia de nuevos inmigrantes proce-dentes de la comunidad islámica yde comunidades de las tradicio-nes religiosas budistas e hindúes.Los católicos, que hasta ahora sólohabían tenido contactos con lasotras tradiciones cristianas y conlas corrientes de pensamiento noreligioso, viven inmersos en unasituación que liquida una larga his-toria de monopolio religioso ca-

tólico. Hay que renunciar a esce-narios de futuro construidos coninercias de proyección del pasado.

El gran desafío del pluralismoreligioso es la relativización de lapropia tradición. Caen las preten-siones de verdad exclusiva de lasofertas religiosas. Las otras tradi-ciones religiosas son tan legítimascomo la propia. La prudencia in-telectual y existencial puede lle-var a un distanciamiento de todaslas ofertas religiosas, dado su ca-rácter relativo. Los teólogos hanadvertido de los límites del saberreligioso que ofrecen, del itinera-rio espiritual que proponen, de lapercepción de lo sagrado queconstituye el nervio de su tradi-ción. Pero, en el funcionamientohabitual de las religiones, se olvi-dan los límites. Muchos insisten enel carácter relativo de las ofertasreligiosas. Se generaliza el consu-mo religioso a la carta, aceptandoelementos de diversas tradicionesy rechazando adhesiones a la in-tegridad de las doctrinas de unaúnica tradición. Los integrismosparecen poco saludables. Es fre-cuente que se acepte la conviven-cia con preguntas sin respuesta.Crece el grupo de agnósticos. Elmundo de las religiones es con-templado con más o menos sim-patía, pero sin ningún interés enformar parte de las comunidadesconfesionales.

La religión no aporta ningúnvalor añadido

Las utopías ideológicas y polí-ticas del siglo XX acabaron trági-camente. El nazismo fue la co-rriente ideológica más perversa.

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Condujo a la segunda guerra mun-dial y programó los horrores delholocausto. El comunismo, procla-mado como una esperanza de fra-ternidad, se deterioró en totali-tarismos y en asesinatos en granescala. El capitalismo, que parecíaprofundamente aliado a los idea-les de la libertad y del progreso,nos ha llevado a un final de sigloXX caracterizado por una escan-dalosa fractura entre minoríasdemasiado ricas y mayorías pobrí-simas, por una ausencia de diálo-go entre la cultura dominante ylas culturas de matriz no occiden-tal, y por un modelo de desarro-llo insostenible. Muchos creen quela ideología católica se hunde por-que no ha servido para configu-rar un mundo con cuotas más ele-vadas de libertad, de justicia y derespeto a la dignidad de las per-sonas, de los pueblos y de las cul-turas. Parece que la religión cató-lica y sus representantes, cuandono fueron víctimas directas de larepresión, como pasó en los es-tados comunistas, no criticaron alas ideologías esclavizantes y laspolíticas que las ejecutaban. El cris-tianismo ha acompañado, en mu-chos países, la colonización cultu-ral. No queda claro que la propa-gación del cristianismo haya be-neficiado a las poblaciones afec-tadas.

El deseo de progreso no hallauna vía de realización en las prác-ticas cristianas. Las creencias nodan una especial lucidez. La ideo-logía cristiana ha propiciado unasrelaciones entre la especie huma-na y la naturaleza caracterizadaspor la dominación. Ni la sensibili-dad ecológica, ni la defensa de los

derechos humanos ni la mejora delas prácticas democráticas cuen-tan con aportaciones significativasde la jerarquía católica o de lascomunidades cristianas. La doctri-na social de la iglesia parece seruna adaptación tardía a las ideasque ya disfrutan de un amplio con-senso social. La Iglesia administrauna herencia cultural con dificul-tades para actualizarse. No estáacostumbrada a dar respuestasnuevas a situaciones nuevas. Pa-rece condenada a reeditar el pa-sado en una época de cambio deestructuras económicas para pro-mover la justicia, diálogo intercul-tural, nuevas relaciones con la na-turaleza para evolucionar hacia lasostenibilidad, creación de unaautoridad mundial que garanticela paz y la desactivación de las vio-lencias. La Iglesia se limita a serobservadora pasiva.

Éticas y estéticas anticuadas

Los códigos morales de la Igle-sia producen la misma impresiónde ambigüedad. Sus dirigentes nose dan cuenta de que vivimos ensociedades que disponen de fuen-tes diversas para el establecimien-to de códigos éticos. Resulta pe-dante proclamarse rectores de lasconductas morales. El discursoeclesiástico debería presentarsecomo material para el debate.Molesta su dimensión autoritaria.Los fundamentos antropológicosde la moral católica parecen de-pender demasiado de conceptosfilosóficos sin acuse de recibo enla crítica filosófica moderna y con-temporánea. El ejemplo más re-presentativo del rechazo que sus-

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cita la moral católica es el distan-ciamiento de buena parte de loscatólicos respecto de la prohibi-ción moral de usar anticoncepti-vos. Las cuestiones relacionadascon la sexualidad y con la condi-ción femenina son tratadas por lasautoridades eclesiásticas con cri-terios antiguos. Incluso la defensade la vida es defendida como sifuera imposible introducir mati-ces. Lo más impertinente es lapretensión de sacralizar normasmorales con fecha de caducidad.Hoy se aprecian más las recomen-daciones morales caracterizadaspor una menor pesadez.

En ciertos sectores ilustradosse rechaza la oferta católica porrazones estéticas. Muchas religio-nes son estéticamente conserva-doras. La sobrevaloración de laarquitectura gótica o de la músi-ca gregoriana ha frenado la crea-tividad estética católica. Las afir-maciones sobre la perennidad dela filosofía y teología católicas sehan extendido a algunas formasestéticas, distanciando al mundocatólico de las sensibilidades es-téticas más evolucionadas. No sepuede atribuir el atraso estéticoa la precariedad de los recursoseconómicos. La Iglesia dispone derecursos suficientes. Hay pocointerés por expresar las intuicio-nes originales en lenguajes nue-vos a través de formas estéticasarriesgadas y más abiertas al fu-turo que al pasado. La experien-cia de la belleza tiene puntos decontacto con la experiencia reli-giosa y es vía de acceso a ella. Unaestética que no corresponde a loscódigos y a la sensibilidad actua-les puede ser un obstáculo para

conectar con los ciudadanos con-temporáneos. Los mensajes reli-giosos tal vez no lleguen a las nue-vas generaciones, convirtiéndoseen piezas de museo.

Maquinaria eclesiástica oxi-dada

La crisis del funcionamientoinstitucional es una manifestaciónde la decadencia católica. Las co-munidades católicas fueron anima-das por curas que presidían lascelebraciones del culto y organi-zaban los demás servicios parro-quiales. Eran unos profesionales dela religión con alto reconocimien-to social, cultura superior y auto-ridad. El relevo de los viejos porlos jóvenes funcionaba sin sorpre-sas. La situación actual es comple-tamente diferente. Esto se debeal fuerte escepticismo sobre elvalor del celibato como ideal devida, a las prácticas no democráti-cas de la estructura eclesiástica, laexcesiva precariedad material ycultural del estatuto de los curasde base, la indefinición de nuevosmodelos de funcionamiento de lacomunidad cristiana y la emergen-cia de un laicado católico.

La crisis es escandalosa si seobservan ciertos aspectos del fun-cionamiento de la jerarquía cató-lica. Los procedimientos de selec-ción de los candidatos están ale-jados de cualquier criterio demo-crático. El problema más grave esla preferencia por candidatos másdóciles al poder romano. En lugarde obispos capaces de respondervalientemente a las necesidadesde sus comunidades cristianas, seprefieren gobernadores eclesiás-

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ticos encargados de mantener unorden teológico y pastoral deter-minado al margen de las comuni-dades. El divorcio entre algunosobispos y el pueblo creyente lle-va a extremos dramáticos. La Igle-sia elige personas con perfil decomisario ideológico o de funcio-nario de partido e impide el ac-ceso al episcopado de las perso-nalidades que gozan de la más altaautoridad moral en el seno de las

comunidades cristianas. Las per-sonas más valiosas no ocupan lospuestos de máxima responsabili-dad. Se agravan las tensiones in-ternas. Los líderes oficiales de lainstitución no están en condicio-nes para el ejercicio de un lide-razgo ad intra ni ad extra. Conpocas excepciones, el episcopadocatólico opta por un discurso yun comportamiento alérgico alestilo profético.

LAS REFORMAS FRUSTRADAS

Indeterminación sobre la es-piritualidad

Nuestros contemporáneosbuscan sabidurías y experienciaspara vivir con dignidad, resistir elmal, resurgir en la experienciaamorosa y esperar serenamentea la muerte. La especie humanabusca el sentido de la vida y pre-tende crear estructuras socialesque velen por la justicia y la liber-tad. En las tradiciones religiosas seafirma que estas nobles aspiracio-nes de la persona humana apun-tan hacia la experiencia de lo sa-grado. Las espiritualidades religio-sas despiertan y articulan las ma-ravillosas manifestaciones del es-píritu humano. En los itinerariosespirituales propuestos por el ca-tolicismo y otras tradiciones notodo tiene el mismo valor. Algu-nos consejos espirituales parecenfomentar la alienación, el indivi-dualismo, el miedo y la creaciónde guetos exclusivos.

En el concilio Vaticano II, la Igle-sia proponía una espiritualidad detransformación del mundo en fa-vor de las libertades, la justicia y

los derechos humanos. Se afirma-ba el valor de la creación y suvocación a ser el escenario de larealización del reino de Dios. Seafirmaba también la relevancia dela verdad, de los combates políti-cos y de las utopías libertadoras.La Iglesia reconocía que hacía fal-ta respetar la autonomía de lasmediaciones. Se renunciaba a lacreación de partidos políticos ymovimientos sociales católicos.No se creía en una cultura católi-ca separada de la cultura secular.

Estas propuestas no tuvierondemasiada continuidad. Se volvióal viejo modelo de una espiritua-lidad desencarnada, que recomen-daba huir del mundo y confiar enuna alternativa católica, protago-nizada de forma muy directa porlas actuaciones de la jerarquía yde la cúpula vaticana. Un tristecamino desde las ventanas abier-tas de Juan XXIII hasta propues-tas de espiritualidad que se pare-cen demasiado a las sectarias.Desde el punto de vista de laspropuestas espirituales, muchosno distinguen las ofertas católicasde las sectarias.

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Hermenéutica de baja inten-sidad

Durante el siglo XX, se die-ron progresos espectaculares enla interpretación de la Biblia. LaIglesia optó por aceptar las nove-dades hermenéuticas, liberándo-se de las interpretaciones dema-siado literales del pasado, evolu-cionando más que la mayoría delas tradiciones religiosas, prisione-ras de textos sagrados usados conactitudes fundamentalistas.

En el mundo católico, la reno-vación bíblica ha quedado limita-da a los expertos. Los no creyen-tes piensan que los creyentescreen en historias que en realidadno creen. Las autoridades eclesiás-ticas no quieren divulgar los re-sultados de la investigación her-menéutica para no escandalizar alos creyentes, pero la cultura con-temporánea está familiarizada conlas prácticas de la interpretación.La Iglesia debería hacer un uso yuna pedagogía adecuadas de la in-terpretación para evitar que lacultura hermenéutica se presen-te, desde fuera de la religión, comouna desautorización global de lasafirmaciones creyentes.

El concilio Vaticano II no re-formuló la doctrina cristiana, te-niendo en cuenta los resultadosde la investigación hermenéutica.Los contenidos de la fe deberíanpoder expresarse en lenguajesque tuvieran en cuenta la evolu-ción del pensamiento filosófico yde la investigación bíblica. La cris-tología de consumo es todavíaprecrítica. Se podrían explicar deotra manera la encarnación y lasalvación. Una lectura ilustrada del

NT haría entender mejor los enig-mas de la vida, de la muerte y dela nueva vida de Jesús de Nazaret.Las comunidades creyentes aleja-das de los progresos de la herme-néutica no tienen futuro al nopoder conservar creencias conbases consistentes. Tan convenien-te es el diálogo entre fe y razóncomo cuidar las relaciones entrela fe y los lenguajes míticos y sim-bólicos. Paul Ricoeur nos recuer-da el valor de estos lenguajes parala vida humana, el conocimientoen general y la expresión de la fe.La Biblia utiliza constantementemetáforas y mitos para introduciren la complejidad de la experien-cia religiosa. Hay que saber inter-pretar las metáforas del pasado ycrear otras nuevas adecuadas a losimaginarios de nuestro tiempo.

Represión teológica

El concilio Vaticano II fue elresultado de las aportaciones deteólogos considerado peligrosospor la autoridad romana. Paradó-jicamente, ellos fueron los exper-tos más apreciados por el conci-lio. Cerrado el paréntesis del con-cilio, la autoridad romana ha op-tado por un nuevo control ideo-lógico, provocando la marginacióno condena de teólogos y de co-rrientes teológicas innovadoras.La insolidaridad de la cúpula vati-cana con los obispos, sacerdotesy laicos comprometidos con lateología de la liberación, por ejem-plo, ha contribuido a crear condi-ciones de represión política, inclui-do el asesinato. Los personajesmás emblemáticos de esta repre-sión son Oscar Romero, Helder

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Cámara, Gustavo Gutiérrez, Leo-nardo Boff e Ignacio Ellacuría. Lalista de teólogos marginados ycondenados no se limita a los re-presentantes de la teología de laliberación. Afecta también a Küng,Schillebeeckx, Häring, Tissa Bala-suriya, Pannikar y Dupuis. El buenclima vivido entorno al concilio noconsiguió normalizar el respetopor el pluralismo teológico. Lasautoridades romanas han impues-to un pensamiento teológico ofi-cial y han sobredimensionado elvalor del “magisterio”. Por unainterpretación maximalista de suresponsabilidad, consideran indis-cutibles muchas afirmaciones nopertenecientes al núcleo del men-saje cristiano. Exigen adhesión atodas las afirmaciones teológicasoficiales sin distinguir entre lasverdades más esenciales y las másrelativas. Si la Iglesia quiere tenerun discurso creíble desde el pun-to de vista intelectual, debería re-cuperar la libertad teológica yaceptar serenamente el pluralis-mo. También debería admitir unacierta relatividad de los lenguajespara dar noticia del Dios trinita-rio, del mensaje y obra de Jesús yde las esperanzas que afectan lacondición humana o la historia.Quizás deberá completar las teo-logías filosóficas con teologíasnarrativas, simbólicas y poéticas.

Tímida reforma litúrgica

La aportación específica deJesús significó el fin de cultos an-tiguos. Jesús explicaba que Diosno quiere sacrificios sino buenasobras, recomendaba rezar en laintimidad, se distanciaba del esta-

mento clerical de su tiempo. Lecondenaron a muerte los repre-sentantes del orden religioso encomplicidad con el poder políti-co. El Dios cristiano ama y perdo-na gratuitamente. El único sacer-docio cristiano es el de Jesucris-to. Los signos de la gracia acom-pañan la vida cotidiana y no seconfunden con rituales mágicos.La salvación es para todos y paratodo el universo. La liturgia cris-tiana celebra lo que ya se ha cum-plido y aún no se ha manifestadototalmente. La confesión de la re-surrección de Jesús es el núcleode la fe cristiana. El culto cristia-no recuerda y celebra la resurrec-ción de Jesús. Los sacramentoscristianos injertan la vida humanaen ella y las comunidades cristia-nas se convierten en sacramentodel cosmos, contribuyendo a lamanifestación del Reino de Diosen el espacio y en el tiempo. Todoesto ha sufrido procesos de re-gresión a lo largo de la historia.Las concepciones paganas del cul-to se han mezclado con las radi-cales innovaciones cristianas y hayque clarificar muchas confusiones.

El concilio promovió una im-portante reforma litúrgica. Cen-tró el culto católico en la cele-bración de la resurrección de Je-sucristo y promovió nuevos ritua-les de sacramentos en coheren-cia con la confesión del núcleo dela fe. Habría que equilibrar la in-sistencia de la contrarreforma enel carácter eficaz de los sacramen-tos con una nueva valoración desu carácter simbólico. El acentounilateral en el primer aspectopuede llevar a una economía dela gracia de tipo comercial que

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vulnera afirmaciones cristianasfundamentales sobre el carácterincondicionado del amor de Dios.No parece que la fuerte vincula-ción de la administración sacra-mental y cultual con los clérigospueda justificarse con razonesteológicas serias. Habrá que re-cordar el carácter sacerdotal detoda la comunidad cristiana y re-distribuir los servicios reservadosexclusivamente a los ministrosordenados. Pensar en reformas deesa envergadura supone repensarel sacramento del ministerio or-denado. Más allá de la revisión dela norma del celibato y de la tra-dición que excluye a las mujeres,habrá que pensar si tienen senti-do la profesionalización de los clé-rigos, el carácter irreversible delos ministerios, la validez de lasactuales distinciones entre sacer-dotes y laicos y las condicionesde legitimidad y de ejercicio delpoder en las comunidades cristia-nas. La Iglesia no ha permitidoabrir estos debates.

Colegialidad ornamental

Se podría tener la impresiónde que la institución se ha dotadode mecanismos de participación,al menos en el ámbito episcopal,pero la realidad es diferente. Lacentralización se ha acentuado enlas últimas décadas. Los sucesivossínodos continentales han tenidocarácter consultivo; sus resolucio-nes han sido sometidas a consul-ta previa del papa quien ha deci-dido los contenidos de los textosfinales. Los mismos procedimien-tos se han establecido para lossínodos y consultas universales. El

poder de la curia romana nuncahabía sido tan fuerte. El prudentereconocimiento de la autonomíade las iglesias locales, que augura-ba el desarrollo de expresionesdiversas de la fe católica a partirde opciones espirituales, litúrgicas,teológicas y culturales diferencia-das, ha quedado desautorizado. Lasconferencias episcopales son ins-trumentos para la aplicación en elámbito local de las orientacionesdecididas por los organismos delgobierno eclesiástico central. Losnuncios aseguran la fidelidad de lasconferencias episcopales a Romacon su control del nombramien-to de obispos. Éstos tienen me-nos autoridad ahora que hace cienaños y los obispos disidentes pue-den ser apartados de su funcióncon procedimientos poco respe-tuosos con los derechos humanos.

El concilio deseaba completarlos criterios del gobierno de laIglesia, que funcionaba con esque-mas monárquicos después deldogma de la infalibilidad papal. Seestableció el principio de la cole-gialidad para permitir la participa-ción de los obispos en el gobier-no. Se dignificaba al pueblo cris-tiano, que dejaba de ser el recep-tor de la actividad pastoral y sepodía convertir en coprotagonis-ta de la vida eclesial. La evoluciónde la Iglesia no ha ido en la direc-ción prevista por el concilio. Elmiedo ha frenado las reformas.Desde Roma, y con la complici-dad ideológica de dirigentes de laIglesia, se creyó que la crisis delcatolicismo se precipitaba a cau-sa de las moderadas reformas ini-ciadas después del concilio. Sehizo marcha atrás en todas las

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orientaciones conciliares. Los gru-pos más convencidos del aciertodel concilio no supieron explicarque las reformas eran la vía másadecuada para afrontar la crisis niproponer reformas de más enver-gadura. En el inicio del siglo XXI,la Iglesia aparece como una insti-tución afectada por una cierta

parálisis y por fracturas muy se-rias. Haber frenado las reformasno ha solucionado la crisis sinoque, en muchos aspectos, la haagravado. Lo más doloroso es elsufrimiento de tantas personas nosuficientemente respetadas por lainstitución.

FUTUROS DESEABLES Y POSIBLES

Poner orden en casa

Muchos se apartan de la Igle-sia o no quieren ser miembros deella porque la ven como una casacon problemas de mantenimien-to. Los que viven en ella no se dancuenta del envejecimiento deledificio y temen las molestias quelas reformas provocarán. Pero,cuando las reformas se han he-cho, todos están contentos.

La Iglesia debería decidirse aordenar la casa y dedicar sus ener-gías a la sociedad. Hecho el diag-nóstico de los principales proble-mas que la afectan, se pueden ima-ginar algunas operaciones parauna reforma que posibilitara el re-nacimiento. Quizás se podría ima-ginar un futuro que cierre el pa-réntesis de la era constantinianadurante la cual la Iglesia se ha do-tado de estructuras parecidas a lasde los poderes políticos.

No tiene sentido que los ser-vicios de la Iglesia universal fun-cionen con estructuras estatalesy que el papa sea un jefe de esta-do con una red de diplomáticos asu servicio. La Iglesia, tanto en elámbito local como en el univer-sal, podría optar por estructurasque la diferenciaran de los pode-

res políticos, y su personalidad ju-rídica podría ser similar a la deotras organizaciones no guberna-mentales. Las mejores condicio-nes para poder vivir las encontra-rá en la libertad religiosa y en ladesconfesionalización de los esta-dos. No se trata de reducir la in-cidencia de la vida religiosa a laesfera privada, sino de poder te-ner una incidencia pública compa-tible con el pluralismo religioso yal margen de intereses sectarioso gremiales. Otra reforma podríaorientarse hacia la democratiza-ción de la gestión de las comuni-dades cristianas y del conjunto dela Iglesia. La dignidad teológica detodos los bautizados lo exige. LaIglesia no es una convención hu-mana, como lo son las repúblicas.Es depositaria de dones y de pro-mesas de las cuales no es propie-taria, pero esto no impide, sinoque requiere, un ejercicio compar-tido de la autoridad, con formasde participación. En la misma di-rección se puede imaginar unaIglesia católica desclericalizada. Laprofesionalización de los ministe-rios podría ser substituida porotras formas de servicio ministe-rial más ágiles, menos burocrati-zadas y que cubriesen las necesi-

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dades determinadas desde abajopor las comunidades católicas.

Defender a los pobres

El escándalo más grande denuestro tiempo es la mala distri-bución de la riqueza. Las estadís-ticas de las Naciones Unidas in-forman sobre este proceso, a es-cala estatal y mundial. Vivimos enun mundo completamente condi-cionado por los poderes econó-micos que subordinan la política.La razón del beneficio se imponepor encima del respeto a la digni-dad de las personas y de los pue-blos. Los estados, que hasta el si-glo XX habían ejercido funcionesde regulación y de justicia social,inician el XXI recortando los idea-les de la sociedad del bienestar yson incapaces de asegurar una jus-ticia económica a escala planeta-ria. Los grupos sociales que acu-mulan riqueza no muestran signosde querer otras estructuras regi-das por el principio de la solidari-dad. Quieren defender sus privi-legios con doctrinas y estrategiasde seguridad policial y militar.Dominan los medios de comuni-cación y ahogan las propuestasalternativas. La Iglesia tendría cre-dibilidad si movilizara sus energíaspara ponerse al lado de los po-bres y fuera sensible a las vocesproféticas.

La Iglesia no tiene fórmulaspropias para solucionar el desor-den universal ni tiene que preten-der ningún tipo de protagonismopolítico, pero puede inspirar com-portamientos liberadores y com-partir críticas y propuestas. Lascomunidades cristianas desperta-

das por la teología de la libera-ción en América Latina y en otroscontinentes son un ejemplo. Lalucha por la dignidad de todos losmiembros de la familia humanatiene que proponerse la supera-ción de las actuales estructurasdel poder económico, mediáticoy político. No bastan gestos decompasión en favor de las vícti-mas del sistema actual. Habría queconcentrar energías para conse-guir cambios substanciales en losgobiernos de los estados y en elgobierno mundial. La Iglesia podríacontribuir a todo ello por cohe-rencia con afirmaciones de su teo-logía como son la dignidad de to-dos los hijos de Dios y unas pro-mesas de salvación que atraviesanla historia humana. La Iglesia po-dría ayudar a despertar la concien-cia de los ciudadanos beneficiariosde las actuales estructuras paraque, en lugar de priorizar sus pri-vilegios, estuvieran dispuestos alimitar su bienestar material o sunivel de consumo en favor de nue-vas estructuras de solidaridad.Donde más falta hace el espíritude las teologías de la liberaciónes en el seno de las sociedadesmás ricas. Sólo las tradiciones re-ligiosas, con su autoridad espiri-tual, pueden orientar las opcionesdemocráticas más allá de la de-fensa de los intereses introverti-dos de muchos grupos sociales.Unas democracias convertidas ensólidas fortalezas excluyentes per-vierten sus mismos principios.

Proteger el planeta

El planeta Tierra no soporta elritmo de explotación al que está

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sometido por los modelos de pro-ducción y de consumo y su lógicade crecimiento. Los recursos na-turales son limitados, y su explo-tación, desmesurada. Hay datosfiables sobre la disminución de labiodiversidad y sobre el cambioclimático. La gestión de los resi-duos se ha complicado demasia-do. No se puede exportar el mo-delo de desarrollo occidental a lospaíses pobres porque quedaríanmaltrechos los frágiles equilibriosde la biosfera. Sin cambios subs-tanciales en el funcionamiento delas sociedades industriales, la hu-manidad queda condenada a unafractura permanente entre los quese sirven de la naturaleza y los quequedan excluidos de ella. Con losactuales ritmos de depredacióndel planeta, se condena a las futu-ras generaciones a la precariedad.Los políticos de los países “desa-rrollados” disimulan la gravedadde estos problemas. No les gustatener que proponer medidas im-populares. Pero los países “avan-zados” deberán cambiar mucho ygarantizar una buena calidad devida a través de otros modelos deproducción y de consumo. La Igle-sia, en coherencia con su teologíade la creación, podría contribuira despertar las conciencias sobrela necesidad de cuidar el planetaen el que vivimos y en el que ten-drían que poder vivir las genera-ciones futuras. Se acusa a la tradi-ción bíblica de haber promovidoideologías de dominación de laTierra. Hay que destacar las di-mensiones cósmicas de las pro-mesas de salvación y las tradicio-nes espirituales que, como el fran-ciscanismo, han optado claramen-

te por el amor a todos los seresvivientes y a la naturaleza.

En el contexto de la globaliza-ción tecnológica y económica, laIglesia debería promover la defen-sa de la diversidad. En el mundoactual, todas las realidades huma-nas, culturales y sociales no inte-gradas en las redes de la globali-zación, caen en la pobreza y en lamarginación: los inmigrantes queno forman parte de la economíaglobalizada; los infopobres, en re-lación con las nuevas tecnologíasde la comunicación y de la infor-mación; los hablantes de lenguasminoritarias, y las comunidadeshumanas que cultivan valores di-ferentes de los promovidos porlos poderes globales. Los proce-sos de globalización destruyen ladiversidad de la biosfera y la di-versidad cultural. La Iglesia podríacontribuir a la protección de labiodiversidad y de la diversidadhumana, ser un ejemplo de res-peto hacia la diversidad de lascomunidades católicas y apoyar alos que luchan por una globaliza-ción alternativa compatible con ladiversidad. En esta lucha, las co-munidades católicas podrían darvoz, dignidad y esperanza a los másdébiles. Lo despreciado por losactuales arquitectos de la globali-zación puede ser lugar de mani-festación de la gloria de Dios. Lanaturaleza tiene que cuidarse conactitudes amorosas, especialmen-te en sus ámbitos más vulnerables.Las culturas humanas tienen de-recho a vivir y a tener futuro, aun-que no cuenten mucho a los ojosde la actual globalización. Todo serviviente posee, para muchas tra-diciones religiosas, riquezas enig-

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máticas, cuyo valor sólo se des-cubre en los procesos de ilumi-nación espiritual.

Criticar a los ídolos

Las religiones son peligrosas.La irrupción de lo sagrado en lavida humana puede esclavizar lainteligencia, los comportamientosy el espíritu creador. Todas las tra-diciones religiosas pueden ser usa-das de formas diferentes, suscitarlo mejor y lo peor. Al constatar laambigüedad de las religiones, mu-chos prefieren mantenerse al mar-gen. Religiones que, sin parecerlo,reproducen las dominaciones quese querían evitar sustituyen el lu-gar de la experiencia religiosa con-vencional. Las idolatrías son máspeligrosas que las religiones y loscreyentes están contaminados porlas creencias idolátricas de cadaépoca.

También la Iglesia se ha conta-minado con idolatrías a lo largode los siglos y ha luchado para li-berarse de ellas. El Dios predica-do por Jesús, tanto en su distan-cia como en su proximidad, nofavorece sacralizaciones desmesu-radas. No es un Dios recluido enel espacio cultual, ni parece muyinteresado en crear dependencias.No destruye los aspectos positi-vos de la soledad humana ni elriesgo de la libertad. El cristianointenta hacer una experiencia deDios que le distancia de las idola-trías, incluyendo una cierta relati-vización de la propia creencia puestambién ésta puede convertirseen idolatría.

La Iglesia debería denunciar lasviejas y nuevas idolatrías. Para

muchos, la religión del dinero esla única que da sentido a la vida.La violencia sigue ejerciendo unaenorme fascinación y los promo-tores de la cultura de la paz soncalificados de ingenuos. El ideal deplacer, tan humanizador cuando escomedido, llega a ser tiránicocuando excluye todos los demásvalores.

Los medios de comunicacióninsisten en el consumo como víade acceso a la felicidad. El fomen-to del consumo deportivo fabri-ca ídolos inconscientes y pasio-nes inútiles. Debemos denunciarla excesiva admiración que susci-ta la técnica. El progreso tecnoló-gico posibilita formas mucho másagradables de vida, pero su usopuede también pervertirse. La tec-nología es ciega y no contribuyede forma automática a mejorar lacalidad de vida. En muchos luga-res del mundo las personas hu-manas están supeditadas a lógicasesclavizadoras del progreso tec-nológico. Otra idolatría recientees la de la creencia exclusiva en larealización personal. En muchospaíses occidentales se pierde devista que las personas humanascrecen en comunidades. Es pru-dente no ignorar los límites delindividualismo. En esta línea semitifica con frecuencia el derechoal placer sexual, olvidando el artede amar. La excesiva fragilidad demuchas parejas se explica por ladesmedida atención a los intere-ses personales. La Iglesia podríaacompañar las necesarias desmi-tificaciones, incluso las que debenpurificar la propia experienciacristiana.

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Celebrar la vida

El nihilismo es, probablemen-te, la experiencia que más se alejade la religión cristiana y de la ma-yoría de las tradiciones religiosas.Los escepticismos radicales y losnihilismos se dan cuando se cons-tata que los mitos no iluminansuficientemente los enigmas de laexistencia, ni la excesiva fragilidadde la razón y la inadecuación en-tre el deseo y las ofertas de la vida,ni el peso desmesurado del malni, finalmente, el hecho de que lamuerte parece ser el último po-der.

Frente a la cultura nihilista,emergen los itinerarios de las re-ligiones. Son sabidurías o ilumina-ciones con las mismas constata-ciones, pero no se dejan encarce-lar por ellas. La fe católica procla-ma el designio amoroso de Diosy la liberación de todas las perso-nas de los poderes visibles del maly de la muerte. La resurrecciónde Jesús se celebra como memo-ria y como promesa. Las perso-nas y el universo entero están entránsito hacia un gozo pleno ydefinitivo. La revelación cristianaafirma el carácter no ilusorio dela experiencia amorosa. Los amo-res humanos anuncian y hacenprobar la realidad de Dios. Duran-te los últimos siglos, paradójica-mente, parece que la tradicióncristiana, por su polarización enla conciencia del pecado, podíaconfundirse con las corrientesnihilistas. Se había olvidado que lomás característico de la vida cris-

tiana es la creencia en el amor ysu práctica en su enorme varie-dad de expresiones. Pertenece alcorazón de la fe la afirmación deque el amor nos hace conocedo-res de Dios, libres y capaces devivir más allá de las leyes, y estonos llena de gozo.

Ni la administración, ni el de-recho canónico, ni las ortodoxiasni las ortopraxis son compatiblescon el carácter imprevisible, librey creador del amor. En el catoli-cismo del futuro debería podersefuncionar con normas ligeras, aun-que las sociedades no puedan fun-cionar así; ejercer el poder sin nin-gún tipo de violencia, diferente delque ejercen las autoridades polí-ticas; prescindir de los controlesideológicos y disciplinarios paraensayar nuevos mecanismos dediscernimiento y de autorregula-ción. Como en el mundo de la fi-losofía o de las artes, debería pre-ferirse la creatividad al orden. Elinjerto constantiniano ha condi-cionado demasiado a la Iglesia convalores y prácticas que pertene-cen más al imperio romano que alas características de su mensajeoriginal. Es posible que el creci-miento del catolicismo en el senode las culturas que no derivan delimperio permitan ensayar nuevasformas de vida cristianas libera-das de este modelo. Deberá in-sistirse en el hecho de que la fas-cinación del catolicismo no pro-viene de su orden visible, sino desu capacidad de invitar a la vidacomo una celebración de la vidahumana y cósmica sin rebajas.

Tradujo y condensó: JOSEP Mª BULLICH