deborah hale - la bella y el baron (l)

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La bella y el barón Deborah Hale Uno Northamptonshire, Inglaterra, 1818 - ¿A quién se le ha ocurrido echar las cortinas haciendo un día tan precioso? - exclamó Angela Lacewood al entrar como un torbellino en el salón de Netherstowe con el sombrero colgando a la espalda y un par de gruesos guantes en una mano-. ¡Esto parece una tumba! Estaba trabajando en el jardín, disfrutando del maravilloso sol de últimos de mayo, cuando el mayordomo había salido a avisarla de que tenía una visita inesperada. Era difícil imaginarse por qué alguien vendría a visitarla estando el resto de la familia de viaje por el extranjero, aunque a decir verdad, tampoco le importaba demasiado. Acabaría cuanto antes para volver a su intimidad. Al atravesar la habitación para descorrer las cortinas, con los ojos aún incapaces de ver en aquella oscuridad, una voz profunda y masculina surgió de las sombras como si fuese un pie queriendo ponerle la zancadilla. - ¡Deje esas cortinas como están! Las he corrido yo y quiero que se queden así hasta que me vaya. La brusquedad de la orden le hizo soltar los guantes y acercarse demasiado al escabel favorito de su tía, de modo que el pie le quedó enganchado en una pata y cayó al suelo. O así habría ocurrido si unos brazos fuertes que se desplegaron en la oscuridad no la hubieran sujetado. - Le ruego me perdone. No pretendía asustarla.

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La bella y el Baron

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  • La bella y el barn

    Deborah Hale

    Uno

    Northamptonshire, Inglaterra, 1818

    - A quin se le ha ocurrido echar las cortinas haciendo un da tan precioso? -exclam Angela Lacewood al entrar como un torbellino en el saln de Netherstowe con el sombrero colgando a la espalda y un par de gruesos guantes en una mano-. Esto parece una tumba!

    Estaba trabajando en el jardn, disfrutando del maravilloso sol de ltimos de mayo, cuando el mayordomo haba salido a avisarla de que tena una visita inesperada.

    Era difcil imaginarse por qu alguien vendra a visitarla estando el resto de la familia de viaje por el extranjero, aunque a decir verdad, tampoco le importaba demasiado. Acabara cuanto antes para volver a su intimidad.

    Al atravesar la habitacin para descorrer las cortinas, con los ojos an incapaces de ver en aquella oscuridad, una voz profunda y masculina surgi de las sombras como si fuese un pie queriendo ponerle la zancadilla.

    - Deje esas cortinas como estn! Las he corrido yo y quiero que se queden as hasta que me vaya.

    La brusquedad de la orden le hizo soltar los guantes y acercarse demasiado al escabel favorito de su ta, de modo que el pie le qued enganchado en una pata y cay al suelo.

    O as habra ocurrido si unos brazos fuertes que se desplegaron en la oscuridad no la hubieran sujetado.

    - Le ruego me perdone. No pretenda asustarla.

  • Era evidente que la voz perteneca al dueo de aquellos brazos, ya que le lleg al odo izquierdo desde una distancia tan ntima que bien podra haber sido un beso. Pero cmo poda ser aquella voz, suave y rica en matices, la misma que con su aspereza la haba asustado tanto que haba terminado haciendo el ridculo?

    Aunque, bien pensado, quizs tuviesen algo en comn. Las dos hacan palpitar ms rpido el corazn y le aceleraban la respiracin, aunque por motivos totalmente distintos.

    - Quin... quin es usted, y por qu ha venido a Netherstowe?

    Apenas haba formulado las preguntas cuando crey tener respuesta para la primera. El pulso se le aceler an ms, aunque no podra decir si era por miedo o por otro motivo distinto.

    El desconocido la solt, pero Angela tuvo tiempo de sentir su clida respiracin en el cuello y cierta desgana a la hora de soltarla. O sera ella la que no quera desprenderse del primer abrazo que reciba de un hombre?

    Aunque ese hombre pudiera ser el diablo en persona.

    - Lord Lucius Daventry, seorita Lacewood -se present con una leve inclinacin-. A sus pies.

    Puede que no fuese el mismo diablo, pero lo ms parecido a l que una se poda encontrar en el aburrido Northamptonshire. Aun estando tan aislada de la buena sociedad de Londres, Angela saba que a su visitante se le conoca por el sobrenombre de lord Lucifer. Y ltimamente, incluso la gente del condado se refera a l por su sobrenombre, aunque nunca en su presencia, por supuesto.

    - Le ruego me disculpe por haberla asustado y por tomarme la libertad de disponer de su saln -seal a la ventana-. Mis ojos son muy sensibles a la luz.

    Sera esa la razn por la que apenas sala durante el da? Desde luego, los rumores daban cuenta de razones mucho ms siniestras.

    Los ojos de Angela ya se haban acostumbrado lo suficiente a la oscuridad como para poder distinguir a su invitado y la mscara que le confera a Lucius Daventry el aspecto diablico que encajaba con su apodo: un gran parche de cuero negro ocultaba la parte superior de su rostro, desde el pmulo hasta la sien, y en su centro una abertura para permitir la visin del ojo izquierdo.

    Seran solo sus ojos los que no le permitieran salir a la luz del da, o tendra su orgullo algo que ver? Antes de la batalla de Waterloo, aquel hombre era considerado uno de los solteros ms guapos de toda Bretaa, y aunque ella tena

  • muy poca experiencia para poder comparar, estaba convencida de que esa reputacin no le haca justicia.

    - A qu debo el honor de su visita, seor? Lord y lady Bulwick y mis primos se marcharon ayer de viaje al continente y pasarn varios meses fuera.

    Aunque haba intentado que su voz demostrase satisfaccin, no lo haba conseguido del todo. Semanas y semanas de primavera y verano la esperaban con la casa para ella sola y sin que nadie la criticara o la mangoneara. Lo ms parecido al paraso de que iba a disfrutar en aos.

    - Y mi hermano est fuera en sus estudios -aadi.

    Normalmente llevaba siempre a Miles en el pensamiento, pero aquella maana haba llevado sus reflexiones deliberadamente a otros asuntos. No tena sentido preocuparse constantemente por el futuro de su hermano careciendo de medios para ayudarlo.

    Lord Daventry neg con la cabeza.

    - Es a usted a quien he venido a ver, seorita Lacewood.

    -A m? Para qu?

    Era ya demasiado tarde cuando Angela se dio cuenta de lo poco correcta que haba sido su respuesta.

    - Podemos sentamos? -pregunt, en lugar de contestar.

    - Por supuesto -Angela se sent en la silla favorita de su ta y por fin consigui recuperar sus modales-. Le apetece un refresco, milord? Le ruego que me disculpe por no ser una anfitriona demasiado correcta. Nunca antes haba tenido que recibir una visita dirigida a mi persona.

    - No, nada, gracias -l escogi un asiento a cierta distancia, ms sumido en la sombra-. Mi visita no es exactamente de cumplido.

    Aquel hombre estaba empezando a irritarla. Primero haba interrumpido su maravillosa tarde en el jardn, luego le haba dado un buen susto y por ltimo despertaba en ella sensaciones que no deseaba experimentar.

    - Si no se trata de una visita de cumplido, entonces, de qu se trata exactamente, seor?

    A su ta le habra dado un desmayo si la hubiese odo dirigirse a un caballero de fortuna y ttulo de aquella manera, pero lord Daventry no perdi un pice de su

  • aplomo, lo cual la hizo preguntarse si alguna vez lo perdera.

    - Cada cosa a su tiempo, seorita Lacewood; le ruego que tenga paciencia conmigo, por el bien de mi abuelo -aadi, en un tono que contena una emocin que no haba mostrado por el momento, a excepcin de cuando le haba pedido que mantuviera cerradas las cortinas.

    - Su abuelo? -Angela se levant-. Le ocurre algo al conde?

    Su invitado le pidi que volviera a tomar asiento con un gesto del brazo.

    - Se han hecho ustedes dos muy buenos amigos, no es cierto?

    Alguna vez contestara aquel hombre a una pregunta?

    - No puedo hablar por su abuelo, pero yo le tengo ms cario que a nadie... a excepcin de mi hermano.

    El conde de Welland tena el don de hacerla sentir inteligente, capaz, llena de encanto... cosas que ella haba dejado de pretender ser haca ya mucho.

    - Le aseguro, seorita Lacewood, que mi abuelo la tiene a usted en gran estima. Ha sido usted muy amable al visitarlo tan a menudo mientras yo estaba... ausente.

    En el continente, al servicio del duque de Wellington. Sera consciente de lo mucho que saba ella de su servicio en el cuerpo de caballera? Le haba ledo todas sus cartas al conde, gracias a lo cual se haba enterado de todas las aventuras que haba corrido con gran riesgo y desprecio de su vida.

    - No me gustaba pensar que estaba solo en ese casern, con la nica compaa de la servidumbre.

    - Mi abuelo es uno de sus protegidos, verdad? Seguro que tiene unas cuantas personas ms bajo sus alas en los contornos.

    Aunque su voz no se elev ni su tono se hizo ms spero, Angela not cierta acritud. Creera que lo criticaba por haber antepuesto el servicio a su pas y a su rey a sus obligaciones familiares para con el abuelo que lo haba criado?

    - Hay unas cuantas personas ms, aparte de su abuelo, necesitadas de un poco de alegra, seor, la cual yo intento proporcionarles, ya que carezco de posibilidades de dispensarles otros consuelos ms prcticos -una carencia que haba lamentado en tantas ocasiones...-. La soledad no entiende rangos o de riquezas -aadi en un tono ms cortante, a pesar de intentar evitarlo-. Pero si por proyecto pretende insinuar que soy condescendiente con mis amigos, o que pienso bien de m misma por el servicio que pueda prestarles, se equivoca.

  • Por qu se molestaba en justificarse ante un hombre tan arrogante? Su familia llevaba aos haciendo chistes sobre esa inclinacin suya tan particular. Ni siquiera ella comprenda del todo qu la impulsaba a preocuparse por personas por las que nadie ms lo haca. Sera quizs porque nadie se haba preocupado por ella?

    La sombra de una sonrisa se dibuj en los labios de aquel hombre.

    - Vamos, seorita Lacewood. No tiene por que ser tan suspicaz, ya que yo no pretendo criticar su amabilidad. Adems, tiene usted ms derecho de pensar bien sobre s misma que muchos otros que se enorgullecen del accidente que es en verdad la cuna o la belleza, algo que no les ha costado ningn esfuerzo poseen.

    Aquello era una especie de cumplido por el que Angela se sinti complacida. De haber sido algo ms extravagante, habra tenido la impresin de que se burlaba de ella.

    - Si me muestro suspicaz, seor, es porque me siento un poco desconcertada -dijo, e intent deshacerse la lazada que le sujetaba el sombrero-. Se presenta usted aqu de buenas a primeras para verme a m, que nunca recibo visitas. Luego me dice que no se trata de una visita de cumplido, pero en lugar de revelar su propsito, cuestiona usted mi amistad con su abuelo. Tengo la impresin de estar jugando a la gallinita ciega.

    Lord Daventry entrelaz las manos y las coloc bajo la barbilla.

    - Hay quien considera el juego de la gallinita ciega como un divertido pasatiempo, seorita Lacewood.

    - Mientras que no les toque hacer siempre de gallina ciega.

    Para sorpresa suya, lord Daventry se ech a rer.

    En una ocasin, Angela haba acariciado el abrigo de piel que su prima Clemmie haba recibido como regalo de Navidad y nunca haba podido olvidar aquella textura. La risa de lord Daventry le record el contacto con aquella piel... rica, honda y oscura.

    - Touch, seorita Lacewood! Empiezo a comprender por qu mi abuelo estima tanto su compaa.

    Estimar. Haba odo pronunciar aquella palabra en otras ocasiones, pero en labios de Lucius Daventry, acariciada por sus labios y su lengua, cobraba una nueva dimensin, la que la naturaleza siempre haba deseado que tuviera.

    Un escalofro, parte de temor, parte de excitacin, le recorri la espalda. De

  • pronto se haba dado cuenta de cul era el motivo de la visita de lord Lucifer. Tal y como el verdadero ngel cado llevaba siglos haciendo, haba ido a proponerle un trato.

    Y a robarle el alma.

    Estaba hacindolo fatal.

    Lucius Daventry haba empezado a ponerse de mal humor, aunque lo ocult a la perfeccin ante la seorita Lacewood, del mismo modo que ocultaba todos los dems sentimientos. Pocas cosas le irritaban ms que no realizar debidamente cualquier tarea que se impusiera, y aquella mucho ms, ya que tantas cosas dependan de que consiguiera lo que se haba propuesto.

    La joven quera saber qu hacia en su casa, y cuanto ms tardase en decrselo, ms improbable contar con su cooperacin.

    Ojal tuviera clara al menos la suya!

    Lucius Daventry no estaba acostumbrado a la indecisin. Llevaba a gala el perseguir con todas sus energas la consecucin de los objetivos que se impusiera, algo que haba hecho siempre... hasta aquel da.

    La seorita Lacewood era el problema. Haba vuelto a Netherstowe esperando encontrar a la muchachuela que recordaba convertida en una matrona anticuada y metida en carnes. Tal criatura habra aceptado su proposicin sin poner su cora-zn en peligro.

    Sin embargo, la crislida que conoci haba dejado en su lugar a una exquisita mariposa. Al tropezar en el saln y caer en sus brazos, le haba recordado cunto tiempo haca que no tena algo tan suave y fragante entre los brazos. Su belleza y su naturaleza caritativa ponan en peligro la tranquilidad que tanto le haba costado conseguir. Aunque lo avergonzase admitirlo, aquella dama lo asustaba ms que la carga de toda una unidad de caballera francesa.

    Por su abuelo estaba dispuesto a enfrentarse a aquel temor, aunque quizs no tuviera que hacerlo...

    - Sin duda habr caballeros ms jvenes que m abuelo que tambin estimen su amistad, seorita Lacewood. Espero que disculpe mi curiosidad al preguntarle si

  • hay alguien en particular que merezca sus atenciones.

    Angela tard un momento en contestar, y Lucius se pregunt si no habra ido demasiado lejos.

    Cuando respondi, no se indign como l haba esperado, sino que le habl en un tono de reproche que se col tras sus defensas.

    - Por qu se burla usted de m, seor?

    - Yo no hago tal cosa! -Lucius se levant de su silla y se repleg a la oscuridad ms profunda del saln, como si fuera una bestia acorralada-. Por qu iba a querer burlarme?

    -Y por qu supone usted que debo tener un admirador?

    Se quit por fin el sombrero y lo dej sobre el escabel con el que haba tropezado. Luego se levant y camin al otro extremo de la habitacin, en el que se colaban unos cuantos rayo de sol. Uno de ellos ilumin su cabeza como si fuese el aura de un hada madrina.

    La respuesta a su pregunta era tan obvia que Lucius solo pudo mirarla boquiabierto.

    Si tuviese que elegir una sola palabra para resumir su fsico, elegira generoso. Ojos grandes y luminosos, del clido pelaje castao de un cervatillo salpicado de dorado sol. Unos labios tan carnosos que parecan suplicar un beso. Facciones con tal dulzura que le hacia pensar en melocotones maduros esperando la recoleccin.

    Su belleza lo hechizaba de tal modo que sus pensamientos ntimos se le escaparon en un susurro.

    - Lo que me pregunto es por qu no tiene cientos.

    Ella lo mir fijamente a los ojos y algo palpit en sus profundidades, algo que le hizo temer por su propio control.

    - Me halaga usted, seor, pero tengo la sensacin de que no es muy dado a los cumplidos. Hay algo que quiera obtener de m?

    - Si, hay algo que deseo obtener de usted.

    Tena que volver a erigir sus defensas. Ni una sola palabra ms, ni un solo gesto o inflexin de la voz deba revelar ms de lo que quisiera. Los pensamientos que cantaban como el acero al empuar la espada, o las emociones que le palpitaban en el corazn no deban salir de su pecho.

  • - Quiero algo, y estoy dispuesto a compensarla generosamente por ello.

    - Ah, s? -pregunt con frialdad-. Y qu es lo que desea?

    Su alarma era evidente, a pesar de que intentase ocultarla tras una fachada de valenta. Le inspiraba temor.

    Y qu mujer no lo temera?

    Mejor que te teman que te compadezcan. Desde Waterloo, aquella era su frase favorita.

    - Hablemos antes de lo que le dar a cambio.

    - Como desee - dio un paso hacia la ventana. A lo mejor haba pensado cegarlo abriendo de par en par las cortinas si la amenazaba-. Pero debo advertirle que, del mismo modo que es modesta mi situacin, lo son mis necesidades. Dudo que tenga usted algo que pueda tentarme.

    Ojal yo pudiera decir lo mismo de ti. Las palabras le escocieron en la lengua como el zumo de un limn, pero con un gran esfuerzo de voluntad, consigui tragrselas. Y luego resultaron tener un sabor dulce.

    - Usted lo juzgar, querida - aquella ltima palabra tambin le supo dulzona. Si no se controlaba, acabara dicindole cosas por el estilo a la menor oportunidad-. Tengo entendido que su hermano querra conseguir un destino en caballera.

    Angela sinti un escalofro, casi igual al que l haba visto experimentar a los soldados cuando el acero les atravesaba el vientre. Pero aun as, le contest con voz firme, algo que Lucius admir.

    - Su informacin es correcta, seor. Desde que era un cro, Miles ha deseado volver a la India como oficial del regimiento de nuestro padre.

    - Esos destinos cuestan mucho conseguirlos -Lucius se recost en el respaldo de su silla-. Lo mismo que el equipo necesario para un oficial con un destino en India.

    - Eso tengo entendido.

    - Lord Bulwick no est dispuesto a apoyar las ambiciones de su hermano? -le pregunt, a pesar de conocer perfectamente la respuesta.

    - Milord es pariente nuestro solo por matrimonio -era evidente que repeta la respuesta que en alguna ocasin deba de haberle dado su ta-, y piensa que ya ha cumplido ms que de sobra con sus obligaciones al admitirnos en su casa a mi

  • hermano y a mi tras la muerte de sus padres. Quiere que Miles solicite un destino en la ciudad.

    Lucius asinti. No esperaba ms del odioso lord Bulwick.

    - Yo estara dispuesto a comprar ese destino para su hermano y de proporcionarle el equipo necesario.

    - Y qu esperara de m a cambio? -le pregunt, respirando hondo.

    - Solo le pedira un favor -contest, y emergiendo desde detrs de la fortaleza de muebles, el barn se acerc a ella con paso lento y decidido-. Una fruslera, en realidad.

    Un cambio en su postura y una rpida mirada hacia otro rincn de la habitacin le confirm que la joven no se senta cmoda con su avance, pero aun as, no se movi.

    - La fruslera de un hombre puede ser el tesoro de otro.

    - As es.

    Lucius detuvo su avance.

    No haba mucha distancia entre ellos. Es ms: si extenda un brazo y ella el suyo, se podran tocar.

    - Sus palabras son muy adecuadas para el caso -contest-. Lo que voy a pedirle requerir de usted algo de tiempo y muy poco esfuerzo, pero ser todo un tesoro para otra persona.

    - Para usted?

    - No.

    Hubo un tiempo en que podra haber sido as, pero eso formaba ya parte del pasado.

    - Para quin entonces?

    - Puede que se lo imagine cuando le diga lo que deseo.

    - Estar encantada de saberlo al fin.

    Muy despacio, Lucius clav una rodilla en el suelo. Era un ritual ridculo e innecesario, pero que se sinti obligado a ejecutar.

  • - Seorita Lacewood, quiero pedirle que sea mi prometida.

    Ella no se movi, ni dijo nada, ni siquiera parpade, sino que se qued all, como una estatua dorada, mirndolo.

    Pero sus ojos s tenan vida. Mostraban desconfianza, aversin y otras cosas que el barn no pudo identificar con tanta facilidad. Le cost un enorme esfuerzo de voluntad no apartar la mirada, dejarla clavada en sus ojos como un desafo.

    Al final ella respir hondo y se humedeci los labios con la lengua, un gesto que en Lucius despert sensaciones que no deseaba experimentar.

    - Me doy perfecta cuenta del honor que me hace con esta proposicin - le dijo-, pero no puedo casarme con usted.

    Lucius se ri por segunda vez en media hora. Todo un rcord. Incluso las cargas que llevaba sobre los hombros perdieron parte de su peso.

    - Lo comprendo, seorita Lacewood -tan despacio como se haba arrodillado, se levant y la mir a los ojos-, pero ver... eso no es lo que yo le pido.

  • Dos

    Angela no poda decidir si senta alivio o lstima por haberse dejado los guantes junto con el sombrero sobre el taburete, porque de haberlos tenido en la mano cuando lord Daventry le haba contestado con otro acertijo, de seguro que lo habra abofeteado con ellos.

    Estaba jugando a la gallinita ciega con ella! Le ocultaba deliberadamente sus intenciones y sus sentimientos, jugando con una informacin que deba despertar su inters para luego volver a quedar fuera de su alcance.

    - Ya. As que esta maana se ha levantado y se ha dicho: hace un da maravilloso para ir a molestar a mi vecina, no?

    l volvi a rer, ajeno al riesgo creciente que corra de acabar estrangulado.

    - De haber pensado algo as, seorita Lacewood, le aseguro que no estara usted en la lista de vctimas potenciales. Perdneme por no ser ms claro, pero es que los aos que he pasado entre la alta sociedad no han fomentado precisamente esa virtud.

    Pareca arrepentido de verdad. Sus ojos verdes, antes duros, fros e impenetrables como el jade, se haban suavizado hasta atraerla como el verdor de un jardn en verano al amanecer

    Y en contra de su voluntad, sinti que ceda.

    - Debera haberme imaginado que no poda estar pidiendo en matrimonio a alguien como yo, milord.

    - Al contrario -contest-. Alguien como yo no podra soar con pedir en matrimonio a alguien como usted, seorita Lacewood.

    - Pero si acaba de decirme que...

    - Le he pedido que sea mi prometida, no mi esposa. Y antes de que vuelva a acusarme de que me burlo de usted, djeme decirle que lo segundo no tiene por qu seguir a lo primero necesariamente.

    Aunque en noventa y nueve ocasiones de cada cien fuera as, a menos que una pareja deseara provocar el escndalo para ellos y para su familia.

  • Mucho tiempo atrs, Angela haba soado con casarse con un hombre como Lucius Daventry: un caballero con ttulo; rico y guapo. Una especie de prncipe azul que la sacara de Netherstowe, donde la consideracin que se le prestaba era poco mayor que la de una fregona.

    Pero la experiencia en el mundo le haba demostrado lo poco probable que era que un hombre de esas caractersticas pudiera interesarse por una joven sin dote y sin cultura que ni siquiera haba sido presentada en sociedad. Tambin haba comprendido con el paso del tiempo que el matrimonio no era siempre el refugio con el que ella soaba, as que se haba resignado a llevar una vida de plcida soltera, buscando ser til para sus parientes de modo que no pudieran negarle al menos cama y comida.

    Mientras que pudiera seguir disfrutando libremente del sol, el aire libre, la msica y la amistad, estara satisfecha. Ojal lord Daventry no hubiera avivado con su proposicin tan poco ortodoxa las ascuas que quedaban en su interior de lo que aquella joven estpida dese con tanta vehemencia.

    - Deliberadamente o no, me temo que vuelve a confundirme, seor.

    Y no solo con las palabras. Era la primera vez que se senta tan irritada con una persona y tan atrada al mismo tiempo. Aquella sensacin la estaba sacando de quicio! Ojal pudiera calmarse con un buen trozo de pastel, tan cargado de choco-late que resultara casi indigesto...

    - Sea lo que sea lo que quiere usted de m, lord Daventry, me siento incapaz de comprenderlo -de tal modo se le haba llenado de saliva la boca al pensar en el pastel que haba tenido que tragar antes de hablar-. Estoy convencida de que muchas otras jvenes estaran encantadas de complacerlo.

    Su invitado file a contestar, pero ella lo interrumpi.

    - Que tenga un buen da, milord. Dele recuerdos de mi parte a su abuelo.

    Y dando media vuelta, iba a echar a andar cuando l la sujet por una mano. Una sensacin muy curiosa le subi por el brazo: de calor y fro al mismo tiempo, bastante parecida a la reaccin que el mismo barn provocaba en ella.

    - Por favor, seorita Lacewood -le pidi, antes de que tuviera la oportunidad de soltarse-, qudese y esccheme. Necesito su ayuda. Mi abuelo se muere.

    Sus palabras fueron un duro golpe para Angela, y sinti que las rodillas se le debilitaban. De no ser por la fuerza con la que el barn le sujetaba la mano, habra cado al suelo.

  • Se... muere? No puede ser. Ayer fui a visitarlo y lo encontr mejor que nunca -pero el conde no era joven, y llevaba ya mucho tiempo enfermizo-. Debo ir a verlo ahora mismo!

    Pero otro pensamiento se distingui de entre la confusin en que se haba sumido.

    - Por qu no me lo ha dicho desde el principio? -le pregunt, soltndose de su mano-. Ha sido muy desconsiderado el que se haya dedicado a decirme toda una sarta de insensateces y a ocultarme lo verdaderamente importante!

    El barn apret los dientes y Angela comprendi que su reproche le haba hecho dao, y se dio la vuelta. Tena que salir inmediatamente para Helmhurst, y acudir al lado de su buen amigo.

    Apenas haba dado un paso hacia la puerta cuando lord Daventry se plant delante de ella.

    - No puedo dejarla ir, seorita Lacewood.

    - Aprtese - dijo, e intent esquivarlo, pero l la sujet por los brazos-. Sulteme ahora mismo! - grit, ignorando un absurdo deseo de seguir en sus brazos.

    - No podr hacerlo hasta que no se haya calmado. Mi abuelo no corre peligro inminente, y no quiero que pueda llegar a imaginar lo que me han dicho los mdicos.

    Angela dej de pelear por soltarse.

    - Cmo puede decirme de pronto que su abuelo se muerte, y luego que no corre peligro?

    - Peligro inminente -la corrigi-. Debera prestar ms atencin a mis palabras, seorita Lacewood. Aunque en apariencia mi abuelo est como siempre, los mdicos me han asegurado que solo le quedan tres meses de vida como mximo.

    Un banco de nubes oscureci el verano que a punto estaba de llegar y que tanto deseaba Angela un instante antes.

    Lord Daventry afloj las manos.

    - No quiero que el tiempo que le quede de vida se malgaste al enterarse de la gravedad de su estado. Si quiere volver a verlo, ha de darme su palabra de que respetar mis deseos.

  • Hubiera querido mostrar algo de compasin por el barn, pero l mismo se lo impeda. Empujando con las dos manos la pechera de su chaqueta, Angela se apart de l.

    - Si el conde no sabe nada de esto, puede estar tranquilo. Yo no le hablara de ello aunque usted no me lo hubiese pedido.

    - No se trata solo de que pueda decrselo o no con palabras, seorita Lacewood. Su rostro es un libro abierto para cualquiera que sienta la curiosidad suficiente para leer en l; y no digamos nada de sus ojos.

    Angela sinti una tremenda angustia. Estara dicindole la verdad, o habra vuelto a rerse de ella? Y si era lo primero, se habra dado cuenta de la intensidad de los sentimientos que despertaba en su interior?

    Las emociones de Lucius Daventry haban sido como un estofado hirviendo en una cacerola bien tapada. Angela Lacewood haba apartado esa tapa en ms de una ocasin durante su encuentro, y en cada una de ellas haba dejado escapar un chorro de vapor ardiente. A pesar de que Lucius detestaba perder la compostura, tena que reconocer que esos escapes de vapor haban impedido que terminase explotando.

    Ojal el recuerdo de haberla tenido entre los brazos no le inflamase todo el cuerpo!

    Ella baj la mirada, quizs para defenderse de su penetrante escrutinio.

    - Soy capaz de poner al mal tiempo buena cara cuando es necesario, seor, y la visin de su abuelo no es ya la de antes. Jams hara nada que pudiera causarle sufrimiento.

    - La creo, querida.

    Aquella ltima palabra volvi a escaprsele de los labios, aunque si consegua convencerla para que lo ayudase, lo cual pareca bastante poco probable en aquel momento, tendra que acostumbrarse a pronunciarla.

    - Lo que necesito saber es hasta qu punto estara dispuesta a comprometerse para conseguir la felicidad de mi abuelo en sus ltimos meses de vida.

    Aquellas palabras le escocieron en la garganta. Haba tenido que pasar varias largas noches bajo la belleza fra y oscura de las estrellas para conseguir el

  • estoicismo con que haba llegado a aceptar la situacin. Quizs las sensaciones que despertaba en l aquella mujer le serviran de distraccin durante las semanas venideras.

    Si es que consegua convencerla para que lo ayudase.

    Volvi a mirarlo, y al ver el brillo de la profundidad dorada de sus ojos comprendi que por fin haba sumado todas las contradicciones de su propuesta.

    - Quiere que finjamos que vamos a casarnos para complacer al conde?

    - Exacto. Mi abuelo no ha sido precisamente sutil en sus intentos por reunirnos.

    La sombra de una sonrisa brill en sus labios un instante. Era obvio que el conde tambin haba utilizado sus escasas dotes de casamentero con ella.

    - No hay nada que desee tanto en esta vida continu Lucius-. Hasta ahora, yo haba hecho odos sordos a la letana constante en la que alababa sus virtudes, ya que no tengo intencin de casarme, ni siquiera por el bien de mi abuelo.

    - Sin embargo, est dispuesto a comprometerse conmigo?

    Lucius asinti.

    - Con la promesa de que sea usted quien rompa nuestro compromiso una vez... haya servido a su propsito. A cambio de su cooperacin, ayudar a su hermano a conseguir el destino que desea.

    Ella se qued mirndolo en silencio un instante.

    - No necesito tal incentivo, milord -contest al fin-. Si decido hacer lo que me pide, ser porque yo tambin deseo hacer feliz al conde.

    - Aunque as fuera, insisto, seorita Lacewood.

    No iba a insultarla dicindole que su acuerdo sera una especie de seguro por el que garantizar que rompera el compromiso una vez hubiese concluido su utilidad.

    Al fin y al cabo, era prerrogativa de las mujeres cambiar de opinin en tales asuntos. De su ruptura surgira un pequeo escndalo local, y poco ms. Pero cuando era un caballero el que dejaba plantada a una mujer, el asunto llegaba a ser la comidilla de la alta sociedad durante meses, e incluso poda llegar a los tribunales, o an peor: a los peridicos.

    Y si lo que deca su abuelo sobre Angela Lacewood era cierto, resultaba poco probable que fuera a traicionarlo insistiendo en que siguieran adelante con un

  • matrimonio que l no deseaba. Aun as, un noble con holgada fortuna deba extremar sus precauciones.

    - Ahora que ha comprendido mis intenciones, seorita Lacewood, ser posible que acepte mi propuesta?

    Mientras esperaba a que hablase, Lucius tuvo la sensacin de que todos sus rganos internos s contraan hasta hacerse una tensa y pesada bola como las que salan por la boca de un can. Las palmas de las manos empezaron a sudarle, de modo que las ocult en la espalda.

    - Es... posible, milord -contest al fin.

    Lucius solt el aire que haba estado conteniendo sin darse cuenta.

    - Pero necesito ms informacin -aadi ella-. Hasta qu punto llegara exactamente ese compromiso?

    - Y cmo voy a saberlo yo? -espet. Ya no poda seguir manteniendo la compostura-. Pues lo necesario para que mi abuelo crea que de verdad vamos a casarnos, supongo.

    Estaba irritado consigo mismo por no haber hecho planes para lo que iba a ocurrir tras aquel encuentro, que no haba salido ni mucho menos como l se esperaba.

    - Tendramos que presentarnos juntos en pblico? Me refiero a lo poco que se puede salir en un rincn apartado del mundo como este - aadi, haciendo girar un pequeo anillo que llevaba en el dedo.

    Como no estaba seguro de qu respuesta poda preferir, se decidi por la que a l ms le gustaba.

    - No veo por qu bamos a tener que hacerlo. A m no suelen invitarme a esa clase de cosas ltimamente, y si lo hacen suelo declinar las invitaciones. Y el hecho de que tenga prometida no veo por qu tendra que alterarlo todo.

    Tuvo la sensacin de que pareca aliviada. A lo mejor le pareca bien su actitud. Incluso podran llegar a llevarse bien.

    - Podra ir de visita a Helmhurst incluso ms a menudo de lo que lo hago ahora mismo?

    Aquella respuesta s que estaba clara.

    - Tanto como desee -contest, aunque pasar los ltimos das en compaa de su

  • abuelo y con otra persona no le hiciera demasiada gracia.

    Ella no ocult la satisfaccin que le produjo su respuesta.

    Tena la impresin de que poda tener xito en aquella empresa, y la posibilidad le produjo cierta excitacin.

    - Algo ms? -le pregunt, sonriendo sin poder evitarlo.

    Ella enrojeci de tal modo que Lucius pudo ver el color de sus mejillas incluso en la oscuridad de la habitacin.

    - Besarse?

    Una sola palabra que fue como un golpe en el vientre, y Lucius se orden no mirar su boca. Bajo ninguna circunstancia deba imaginar lo que poda ser besarla. O especular sobre si habra sido besada por algn otro hombre.

    - No debera haber venido - dijo de pronto, y recogi a toda prisa su capa y su sombrero-. Ha sido una idea absurda... imposible. Siento haberla molestado, seorita Lacewood. No es necesario que me acompae hasta la puerta.

    Y sali al vestbulo echndose la capa sobre los hombros y calndose el sombrero de modo que el ala ancha le ensombreciera el rostro.

    A su espalda oy un ruido de pasos que se le acercaban.

    - Por favor, lord Daventry, espere un momento.

    Lucius no afloj el paso, a pesar de que le pareci or la voz del Duque de Hierro gritarle: La chica te tiene en un puo, eh? Da la vuelta y hazle frente como un hombre!

    Cuando lleg a la puerta principal, gir sobre los talones.

    Ella no deba imaginarse que iba a hacer tal cosa, porque no pudo detenerse en su persecucin y fue a estrellarse contra l. De no haber tenido la puerta a su espalda, habran cado al suelo hechos un revoltijo. Pero lo que ocurri fue que Lucius la sujet entre sus brazos por tercera vez.

    Su melena de bucles dorados le roz la nariz. Su pelo ola a aire fresco y a flores del jardn. Si los rayos del sol pudieran tener sustancia y textura, seran como aquellas trenzas doradas.

    Ella levant la cara para mirarlo, y por un instante Lucius sinti la tentacin de darle el beso del que haba hablado, el beso para el que estaba hecha.

  • Pero antes de que pudiera rendirse, ella exclam:

    - Lo siento! Siento mucho haberme tropezado con usted - se disculp, azorada-. Y lo siento si le he hecho sentir incmodo con mi pregunta.

    Alz un brazo y roz con las yemas de los dedos su cara. Lucius se encogi.

    - Lo siento -repiti otra vez casi sin voz, y su mano se acerc a la mscara, haciendo que la carne que ocultaba debajo ardiera.

    Aunque dese apartarla de s con un empujn, consigui separarla con suavidad.

    - Ese, querida, es precisamente el problema.

    Que lo senta? Angela frunci el ceo mientras vea a lord Daventry alejarse, el sombrero calado hasta las cejas y la capa oscura flotando a su espalda. Vaya si lo senta.

    Senta que aquel hombre insufrible se hubiera presentado en su casa con aquella noticia, con su increble proposicin y su forma de marcharse despus! Sin embargo, no pudo dejar de mirarlo hasta que se perdi de vista.

    Por primera vez en su vida, Angela cerr de un portazo. Siempre haba procurado evitar mostrar sus sentimientos, as como las emociones fuertes. No servan para nada, aparte de generar un abanico de sensaciones fsicas bastante desagradables: palpitaciones, respiracin agitada, estmago revuelto y dolor de cabeza.

    Y en aquella ltima hora, lord Daventry haba revuelto sus sentimientos hasta tal punto que no saba cmo no se haba dado la vuelta de dentro afuera.

    Desde el stano le lleg el reconfortante aroma a pan de jengibre recin hecho y respir hondo. La agitacin comenz a ceder, as que, decidida a quitarse cuanto antes de la cabeza a lord Daventry, sigui el rastro de aquel delicioso aroma hasta la cocina.

    All, tal y como le sugera su olfato, descubri dos grandes panes enfrindose sobre el mostrador. La cocinera, una mujer muy menuda, estaba pelendose con una fuente de barro que quera meter en el horno.

  • - Djeme ayudarla, Tibby -se apresur Angela, y le quit de las manos el considerable peso de la fuente-. Qu hay para comer?

    - Asado de cordero y pudding de mantequilla - contest la seora Tibbs al cerrar la puerta del horno-. An tardar un rato en estar listo - aadi, colocndose un par de mechones de cabello gris que se le haban escapado de la cofia-. Te apetece un poco de pan de jengibre y un t para entretener mientras el estmago, nia?

    Angela asinti, imaginndose a lord Daventry enterrado bajo una montaa de panes de jengibre, pasteles de miel y tartas de limn. Sac de la alacena platos y tazas mientras Tibby le cortaba un trocito de pan caliente que habra bastado para alimentar a un trabajador del campo.

    - He odo decir que lord Lucifer se ha aventurado a salir a plena luz del da para venir a verte -coment Tibby unos minutos despus mientras serva el t -. Le dije a Hoskins que debera haber montado guardia en la puerta para asegurarse de que no te ocurra nada, y ese condenado viejo se ha echado a rer. No consiente que nadie hable mal del barn.

    -Pues no s si alguna vez se podr hablar bien de l -replic sin poder evitarlo. Mejor intentar un cambio de tema-. Cmo est este pan, Tibby! Nada mejor para calmar mi apetito despus de trabajar en el jardn.

    Jams admitira, y mucho menos ante una chismosa como Tibby, que no haba sido el trabajo en el jardn sino aquella inesperada visita lo que la haba empujado a bajar a la cocina.

    - Y qu quera de ti lord Lucifer? -pregunt la cocinera por encima del borde de su raza, sus ojillos marrones brillantes de curiosidad.

    - No me gusta que lo llames as -protest. Debera haberse imaginado que Tibby no iba a renunciar tan alegremente a su curiosidad. En Northamptonshire no solan tener asuntos muy interesantes sobre los que chismorrear-. Ese hombre result herido sirviendo a su pas, y todos deberamos compadecerlo, en lugar de prestar odos a esas sandeces sobre demonios.

    Nunca haba podido reconciliar la imagen de nieto afectuoso del conde, o del oficial valiente e irnico que se mostraba en sus cartas con la siniestra reputacin que lord Daventry haba adquirido desde su retiro en Helmhurst.

    Y su encuentro de aquella tarde solo haba servido para dejarla an ms perpleja.

    - No te pareceran sandeces si te lo hubieras encontrado de noche en un

  • callejn - se estremeci la cocinera-. La seora Hackenley jura que les ha echado una maldicin en su pozo y a los Babit les han desaparecido dos cerdos sin dejar rastro.

    Angela a punto estuvo de atragantarse con el t.

    - Tibby! No estars acusando al heredero de un ttulo nobiliario de robar cerdos como un vulgar ladrn... para no hablar de todo lo dems, claro.

    Ella se encogi de hombros.

    - Yo no digo ni que s ni que no -dijo, y entornando los ojos aadi susurrando-: pero tengo entendido que se usa la sangre y las entraas de los cerdos para sacrificios.

    Angela sinti un escalofro, pero aun as, espet:

    - Tonteras! Milord no sale de da, pero es porque la luz fuerte le molesta mucho en los ojos.

    Tibby tard un momento en contestar.

    - An no me has dicho qu quera de ti.

    Si no le deca algo, en menos de veinticuatro horas correra por todo el vecindario la noticia de que lord Daventry haba ido a reclutarla para sus rituales o algo por el estilo. Aunque ella tambin haba tenido la sensacin de que aquel hombre posea un lado oscuro, estaba convencida de que no poda ser tan malo como lo pintaban aquellos ignorantes cuchicheos.

    - Ah, no te lo he dicho? -fingi sorprenderse-. Milord ha venido a pedir mi mano.

    Tibby la mir con la boca abierta y los ojos a punto de salirse de sus rbitas y caer rodando sobre la mesa.

    Angela intent no rerse y tom otro bocado. El suave dulzor del pastel estaba surtiendo el efecto habitual. O quizs haban sido las excesivas sospechas de Tibby sobre lord Daventry lo que haba hecho perder importancia a las suyas propias.

    Fuera como fuese, Angela se encontr mejor predispuesta hacia l.

    - Dios bendito! -exclam la cocinera-. Y qu dijo cuando le contestaste que no? O que daba un portazo al, salir. No habr maldecido Netherstowe, verdad?

  • - Tranquilzate, Tibby -contest antes de tomar el ltimo bocado del dulce-. Nada de maldiciones.

    Tibby respir hondo.

    - Y cmo ests tan segura de que lo he rechazado? -pregunt Angela, dejndose llevar por un impulso perverso.

    - Cmo ibas a casarte t con un hombre as?

    - Y se puede saber por qu no? -estaba intentando convencer a Tibby... o a s misma?-. No tengo tantos pretendientes como para poder elegir; no tengo un penique, y no soy ni muy lista, ni muy guapa. Esta podra ser mi nica oportunidad.

    Por qu hablaba como si lord Daventry pretendiera de verdad casarse con ella?

    33

    - Que no eres guapa? Pero alguna vez te has mirado en el espejo, criatura? Eres lo bastante inteligente para cualquier hombre, y tienes el corazn ms grande del mundo. Si milady te hubiese llevado alguna vez a Londres o a Brighton, que es lo que debera hacer, tendras toda una corte de caballeros tras de ti.

    - Eres demasiado parcial, Tibby. Conozco perfectamente mis limitaciones - su ta y sus primas no haban dejado de repetrselas durante anos-. Estoy segura de que hay montones de jvenes dispuestas a tolerar las excentricidades de lord Daventry con tal de llegar a Helmhurst.

    - Estarn locas.

    - Pues yo creo que podra ser un marido casi ideal, con eso de que duerme la mayor parte del da y que se va de casa por las noches.

    Pero mejor no tomarle el pelo a Tibby, que era lo ms parecido a una madre que haba tenido en su vida, mucho ms que su ta. Sin embargo, siempre haba sentido un impulso irrefrenable de defender a quien estuviera siendo atacado, aunque probablemente un poco de maledicencia no poda considerarse un ataque al poderoso lord Daventry.

    - No te asustes, Tibby, que no lo he aceptado. De todos modos, no creo que le siga interesando. He debido ofenderlo al rechazarlo.

    Es ms: qu sera lo que le haba ofendido de tal modo para que se marchase

  • as? Pero si solo le haba preguntado si tendran que besarse... tan desagradable le parecera la posibilidad?

    - Bueno, pues ya est -concluy Tibby con un gesto de la mano. - Ni lo has aceptado, ni hay maldicin. Cuntamelo todo, anda.

    Angela casi no la oy, perdida como estaba en sus propios pensamientos. Quizs lord Daventry se haba imaginado que era desagradable para ella besarlo, bien por su reputacin o por sus heridas.

    - Tengo que hablar con l inmediatamente -dijo, ponindose en pie.

    - De eso nada! -exclam Tibby-. No querrs volver a ofenderlo, verdad?

    - Volver para la cena -le dijo cuando ya se alejaba.

    - No cometas locuras porque te d lstima! -le grit Tibby escaleras arriba-. Eres demasiado blanda!

    Demasiado blanda?, se preguntaba Angela mientras recoga el sombrero y los guantes del saln. Desde luego, aquella tarde no haba sido precisamente blanda con lord Daventry.

    Que ocultase sus heridas tras una fachada de fra irona no significaba que fueran menos dolorosas ni que merecieran menos compasin que otros que las llevaban al descubierto. Ella, mejor que nadie, deba saberlo.

    Solo le quedaba conseguir que lord Daventry le diera una segunda oportunidad.

  • Tres

    Maldito fuera su orgullo!, se deca Lucius al ver la esperanza brillar en los ojos de su abuelo.

    - Carruthers me ha dicho que has salido a montar esta tarde -dijo el conde, levantando la mirada del libro que estaba leyendo-. En direccin a Netherstowe.

    Lucius mir al viejo mayordomo que aguardaba de pie detrs del silln de su abuelo.

    - Muchos otros sitios quedan hacia el este, aparte de Netherstowe.

    - Cierto -el espectro de una sonrisa pas por los labios del anciano-. Pero es all donde has ido, no?

    - Y qu? -pregunt Lucius, volvindose hacia uno de los ventanales de la biblioteca. Un grueso banco de nubes haba avanzado desde el oeste, empaando el anterior brillo del sol-. Puede que sintiera curiosidad por saber si la seorita Lacewood tena algn parecido con el ideal con el que tanto me has dado la lata.

    Y lo que haba descubierto era que Angela Lacewood se pareca demasiado al sol del que l se ocultaba... demasiado clido y brillante para una criatura de la noche como l.

    - Y cul es tu veredicto, muchacho?

    Tras el aparente desinters de la pregunta, detect una nota de ansiedad. Su intencin era hacer algn comentario sin importancia sobre la joven, pero no pudo evitar murmurar:

    - No le hacas justicia.

    - Cmo dices? -pregunt su abuelo, aunque Lucius sospechaba que lo haba odo perfectamente.

    Volvindose hacia l y hablando en voz alta y exagerando la vocalizacin, contest:

    - No esta mal, supongo, si es que tus gustos se inclinan hacia esa clase de mujeres.

  • - Y es que no es ese tu gusto? -pregunt el conde, cerrando el libro.

    Lucius conoca demasiado bien al conde como para que la desilusin que ocultaba casi a la perfeccin tras sus patricias facciones le pasara desapercibida.

    - En el pasado, quizs s -respondi, y al acercarse a su abuelo mir a Carruthers para indicarle que quera que los dejase solos.

    - Llmeme si necesita algo, milord - murmur, y sali de la biblioteca.

    Lucius se sent en el escabel que haba junto a la butaca favorita de su abuelo. Cuntas horas de su juventud haba pasado en aquel escabel, escuchando a su abuelo, mientras le lea en voz alta?

    Aquel pensamiento le provoc una punzada en el corazn. Pronto su abuelo habra desaparecido y l se quedara solo en el mundo. Por eleccin propia, eso s, pero solo.

    - Supongo que no vas a dejar de hacerme preguntas hasta que te lo cuente todo - suspir -. La verdad es que he ido a Netherstowe para pedir la mano de tu encantadora seorita Lacewood.

    Quizs, si le contaba lo ocurrido, purgndolo de algunas partes, conseguira que su abuelo dejase de hacer de casamentera de una vez por todas y podra dedicarse a hacer todo lo que s estuviera en sus manos para proporcionarle al conde los ltimos meses de felicidad.

    - Bien hecho, muchacho! Nunca te arrepentirs de la eleccin. Mi joven amiga es una rara joya.

    Lucius no le dijo a su abuelo que ya se arrepenta de haber ido a hablar con ella, ya que su entrevista le haba dejado un sabor agridulce, una sensacin que l no se poda permitir.

    - Sin duda ha mejorado desde la ltima vez que la vi -saba que deba aclararle a su abuelo la situacin y que supiera que no lo haba aceptado, pero no consigui hacerlo abiertamente-. Antes se pareca a un conejo, con la cara tan redonda y aquellos dientes tan largos.

    - Unas criaturas encantadoras los conejos. Suaves y tmidos.

    - Pero no tan indefensos como parecen -Lucius haba tenido uno cuando era pequeo-. Saben araar bien con las patas traseras si no los sujetas debidamente.

    El conde sonri.

  • - Incluso las criaturas ms dbiles saben defenderse cuando se sienten acorraladas -tom la mano de su nieto y le dio unas palmadas-. Te ha rechazado, eh? Bueno, no te preocupes, que yo tuve que pedrselo cuatro veces a tu abuela antes de que se cansara de decirme que no. Menos mal que los hombres de la familia Daventry somos muy pacientes.

    Lucius mir el retrato de su abuela que colgaba sobre la chimenea. Aunque no era lo que se dice una mujer hermosa, tena una especie de aura que el artista haba sabido capturar bien.

    - Pasaste tan poco tiempo con ella -murmur Lucius-. Has deseado alguna vez haberte casado con una mujer de constitucin ms fuerte?

    No saba si su abuelo iba a contestar a una pregunta tan ntima. Nunca haban hablado de cosas as, y Lucius se sinti vagamente agradecido a Angela Lacewood por haber abierto una puerta que antes estaba cerrada entre ellos dos.

    - Al principio - admiti el conde-, pero cada vez menos a medida que fueron pasando los aos. Algunas personas se te cuelan en el corazn y su marcha deja un enorme vaco, pero siempre es preferible un corazn con agujeros que uno intacto... sin tocar.

    Su abuelo lo haca parecer muy sencillo, pero l saba que no lo era.

    Cundo el corazn de un hombre corra el peligro de llegar a ser slo un montn de agujeros, no se vea en la obligacin de proteger lo poco que quedase sano?

    - En cuanto a la seorita Lacewood, abuelo...

    Mejor decrselo sin ms: admitir que haba salido huyendo como un cobarde antes que darle a Angela Lacewood la oportunidad de que lo rechazara una segunda vez.

    Pero antes de que pudiese continuar, alguien llam discretamente a la puerta de la biblioteca.

    - La seorita Lacewood viene a verlos, milores.

    El conde dej a un lado el libro y se levant algo tembloroso.

    - Hgala pasar inmediatamente, Carruthers. No es necesaria tanta ceremonia con esa joven despus de todos estos aos.

    Angela Lacewood entr en la biblioteca con el cabello algo revuelto por el viento, algo que le confera ms atractivo en lugar de robrselo.

  • - Espero que no le moleste que me presente de improviso, milord, pero es que el da de hoy parece estar lleno de visitas imprevistas.

    Le tendi la mano y el conde se la acerc a los labios.

    - Lo nico que ms me complace aparte de recibir una visita anunciada de ti, querida Angela, es recibirla por sorpresa.

    Despus de dedicarle al conde una deslumbrante sonrisa, la seorita Lacewood mir a Lucius brevemente. As que saba ocultar sus sentimientos, tal y como haba dicho, ya que en sus ojos percibi el brillo de la compasin.

    Carruthers acerc una silla a la butaca del conde, y cuando ella le dio afablemente las gracias, el acartonado mayordomo sonri de oreja a oreja antes de salir dc la biblioteca.

    Para sorpresa suya, Lucius sinti una especie de punzada en el estmago. No poda ser algo tan absurdo como envidia, no?

    - Sintate, querida -dijo el conde, sealando la silla que le haba llevado el mayordomo-.

    Pareces un poco cansada.

    Angela haba hecho casi la mayor parte del camino desde Netherstowe corriendo, aunque haba sido volver a ver a Lucius Daventry lo que le haba acelerado el ritmo de la respiracin.

    - Gracias, milord -contest al tiempo que el conde volva a sentarse-. Usted siempre tan atento.

    Pero lord Daventry no volvi a sentarse en el escabel del que tan abruptamente se haba levantado al verla entrar, sino que se distanci un poco con las manos entrelazadas a la espalda, mirndola con una desconfianza que a duras penas consegua disimular.

    Estaba claro que su inesperada llegada lo haba puesto en guardia, lo mismo que le haba pasado a ella al verlo llegar a su casa, y olvidndose por un momento de su intencin inicial de mostrarse compasiva, se pregunt qu tal le sentara una dosis de su propia medicina.

  • Quizs temiera que se viniese abajo y le revelara al conde su estado de salud. Pues si era as, la haba subestimado.

    Pero lo que dijo a continuacin la sac de su error:

    - Os dejo solos?

    - No... no se vaya, milord, por favor -contest ella. Era evidente que su llegada haba interrumpido un momento de intimidad con su abuelo. Cuntos momentos ms podran tener as?

    - Claro que no -insisti el conde-. No pensars que la seorita Lacewood ha venido a cortejarme a m, verdad? Debera ser yo quien se retirara y os dejase un momento a solas -dijo, y se ri suavemente-. Pero no pienso hacerlo.

    Angela intent controlar el rubor que le ti las mejillas, pero no lo consigui, y al mismo tiempo sinti una especie de vaco, preludio del que iba a sentir cuando su mejor amigo desapareciera.

    - La sutileza es para los jvenes -continu el conde-. Vosotros tenis tiempo, pero a mi edad uno debe ser franco si pretende conseguir sus fines -y sealando a Angela con un dedo, le advirti-. As que nada de andarte por las ramas con lo que te ha trado a Helmhurst, querida. Espero que no te molestes con mi nieto si te digo que me ha contado que ha ido a pedir tu mano.

    - Abuelo! -bram lord Daventry.

    El conde desestim la protesta de su nieto con un gesto de la mano.

    - Carruthers y yo le hemos arrancado la confesin a base de torturas, eso he de confesarlo.

    Por alguna razn, la broma le llen los ojos de lgrimas a Angela.

    Quizs lord Daventry percibi su inquietud, porque acudi en su ayuda.

    - Por favor, abuelo, que ests avergonzando a la seorita Lacewood.

    - Es eso cierto, querida? -el conde pareca sorprendido y arrepentido-. Si es as, perdname como el viejo amigo que soy y lo tonto que estoy. Ya sabes que nunca hara nada que pudiera incomodarte.

    Angela tom su mano. No estaba dispuesta a ensombrecer los ltimos meses de su amigo en lo que estuviera al alcance de su mano.

    - Nunca he dudado de su bondad para conmigo, seor. Lo que pasa es que todo

  • esto me ha pillado por sorpresa. No tena ni idea de que lord Daventry supiera de mi existencia, y mucho menos que albergase algn... sentimiento hacia m.

    Mir a hurtadillas al barn y descubri que l miraba hacia otro lado. Su aspecto pareca tan imperturbable como siempre, pero le record a Angela la superficie del agua antes de empezar a hervir.

    - Confieso que de tu existencia he dado yo debida cuenta a mi nieto, querida -declar el conde, que tambin pareca encantado de pinchar a su nieto.

    - Espero que no me haya alabado tanto que ahora lord Daventry descubra que ha colocado el listn demasiado alto.

    - Al contrario -declar el conde, encantado- Me ha dicho que no te haba hecho justicia.

    - Vamos, abuelo! -exclam de nuevo lord Daventry-. Como sigas as, alguien tendr que marcharse de esta habitacin.

    -Tonteras. Qu tiene de malo alabar a una joven que tanto lo merece? No me extraa que lo hayas rechazado, hija -aadi-. Estoy seguro de que su peticin ha tenido el romanticismo de una escritura de compraventa.

    - Ya basta - dijo su nieto, yndose a la puerta-. Os dejo para que podis despellejarme a gusto.

    Angela se levant de su silla para interponerse entre Lucius Daventry y su va de escape.

    - No se vaya, milord, por favor. Lo siento. No pretendamos atormentarlo, de verdad.

    - Habla por ti, jovencita - intervino el conde, recostndose en su butaca-. Llevo tomndole el pelo a mi nieto desde que era un comino, y nunca se lo haba tomado a pecho hasta hoy, lo cual debe tener que ver con lo que sienta por ti.

    Angela mir al conde fingiendo severidad.

    - Creo que ser mejor que lo deje si no quiere que cambie de opinin sobre m -y se volvi a lord Daventry para preguntar-: Cree que debemos castigar a su abuelo yndonos a hablar en privado?

    El barn esboz una sonrisa.

    - Le estara bien empleado.

  • - Por m, podis iros -contest el conde, recuperando un libro de la mesita que tena al lado- Pero os advierto que puedo enfadarme.

    Estaba de broma, pero puesto que todo aquello se haca por su bien, Angela no quera privarlo de un solo momento de la representacin.

    - En ese caso -dijo, dirigindose a lord Daventry-, he venido para decirle que espero que no haya tomado mi indecisin por rechazo. Y a juzgar por lo que ha dicho su abuelo, ha sido as.

    -Y no puedo culparla por ello -respondi el barn-. Mi abuelo tiene razn: lo he hecho mal y con demasiada precipitacin. Le ruego... me disculpe.

    - Significa eso que quiere retirar su ofrecimiento? -pregunt, sin saber a ciencia cierta qu prefera que contestase.

    Pero antes de que lord Daventry pudiera hacerlo intervino el conde:

    - No, a menos que quiera que le tire este libro a la cabeza.

    Quizs fueran las palabras de su abuelo las que empujaron al barn a mirarla fijamente con sus ojos verdes, como si quisiera preguntarle si iba a ser capaz de soportarlos as a los dos durante... el tiempo que fuese necesario.

    Haba dicho que su rostro era un libro abierto, y Angela confi en que en aquella ocasin pudiese leer en l la respuesta, porque de pronto supo sin dudar cul quera que fuese su respuesta.

    - Mi ofrecimiento sigue en pie, seorita Lacewood -dijo, tendindole una mano-. Y no solo por temor a que mi abuelo me abra la cabeza con su novela.

    Cuando ella puso su mano en la de l, lord Daventry se inclin para rozarla con los labios, y aquel casto gesto la hizo sentirse como si fuera una cacerola con el dulce syllabub: espumoso y embriagador.

    - En ese caso, lord Daventry, acepto.

    Y antes de que pudiera darse cuenta de lo que haca, se llev a los labios la mano del barn para sellar su acuerdo.

    - Maravilloso! -exclam aplaudiendo la encandilada audiencia.

    Porque eso era todo: una representacin para una audiencia muy especial.

    Durante las semanas que siguieran, deba tener mucho cuidado para no caer en la peligrosa ilusin de que lord Lucifer era capaz de sentir algo por ella.

  • O ella por l.

    La sensacin que los labios de Angela Lacewood haba provocado al rozar con ellos el dorso de su mano haba despertado en Lucius toda clase de provocativos y poco gratos recuerdos. En sus aos de juventud, cuando su fsico provocaba desmayos a las mujeres, se haba dado todo un banquete de placeres que le franqueaba su riqueza, su ttulo y su atractivo.

    Pero desde la guerra y la desfiguracin que tambin consegua que las mujeres se desmayasen pero por motivos totalmente opuestos, se haba impuesto la ms absoluta castidad y con el mismo fervor que en otra poca se dedicaba al libertinaje. Y hasta aquel instante, Lucius Daventry no se haba dado cuenta de lo poco que echaba de menos los vacos divertimentos de su juventud.

    Pero aquella encantadora prometida suya amenazaba con despertar aquella necesidad aletargada en su interior. Demonio de mujer!

    El conde extendi sus brazos hacia ellos.

    - Esto se merece un brindis!

    Lucius intent no soltar la mano de la seorita Lacewood con demasiada presteza.

    - Dile a Carruthers que nos traiga una botella del mejor champaa que haya en la bodega le orden su abuelo-. O mejor aun: que suba dos o tres para que el servicio tambin pueda brindar por vuestra felicidad.

    El evidente deleite de su abuelo acab con las reservas que atacaban a Lucius. Tres meses pasaran demasiado rpido. Adems, qu valor tena un regalo sin un poco de sacrificio?

    - No querrs que la cocinera se nos emborrache y eche a perder la cena, no? - dijo al disponerse a cumplir el deseo del conde.

    - Si brindas media docena de veces, no te dars ni cuenta -contest, y llam a su lado a Angela.

    Lucius dud an en la puerta de la biblioteca y la oy preguntar a su abuelo:

  • - Puedo llamarlo abuelo a partir de ahora?

    El anciano la abraz.

    - Ninguna otra cosa podra hacerme tan feliz, nia querida!

    Y al verlos as, una punzante ansiedad se apoder de su estmago y tuvo que hacer un esfuerzo para ir en busca del champaa.

    Volvi a la biblioteca unos minutos ms tarde para or preguntar a su abuelo:

    - Cundo vamos a fijar la fecha? Junio es siempre un buen mes para bodas.

    Fijar una fecha? Lucius tuvo la sensacin de que el suelo de madera se abra bajo sus pies, pero antes de que pudiera contestar cualquier cosa que habra dejado al descubierto su engao, la seorita Lacewood acudi en su rescate.

    - Ser mejor que no hagamos planes hasta que mi to vuelva del continente. Es ms, ni siquiera debera haber aceptado la proposicin de lord Daventry sin su permiso.

    Lucius aplaudi en silencio su talento.

    - El viejo Bulwick? -protest el conde, que era mayor que su vecino al menos dos dcadas-. Tonteras!

    - S que no tendrn nada que objetar a que me case con su nieto, pero puede que prefieran... conservar sus privilegios.

    - S, ya -mascull el conde-. En fin, como de todos modos vas a quedarte en el vecindario, ser mejor que no ofendamos a tus parientes casndote en su ausencia.

    Carruthers apareci entonces con una bandeja en la que llevaba tres copas altas de cristal y una botella de champaa. Lucius le dio las gracias y la descorch.

    El conde levant su copa hacia la seorita Lacewood.

    - Bebamos a la salud de la adquisicin ms hermosa que ha hecho la familia Daventry desde hace aos: mi querida Angela. Espero que no te importe que te llame por tu nombre, puesto que t vas a llamarme abuelo.

    Ella asinti con una sonrisa.

    - Por Angela -Lucius alz la copa, y su nombre le pic en la lengua como el mejor champaa.

  • El conde tom un sorbo y asinti.

    - Aunque estoy deseoso de veros casados, puede que no est mal que pasis cierto tiempo comprometidos. Necesitis algo de tiempo para conoceros antes de casaros.

    Antes de que Lucius pudiera asentir, aadi el conde:

    - A pesar de que s perfectamente por qu os habis comprometido.

    Lucius sinti que la mandbula se le caa al mismo tiempo que su prometida se atragantaba con el champn.

  • Cuatro

    Sentir cmo el champn bajaba bailando por su garganta fue uno de los lujos ms dulces que haba experimentado Angela en su vida, pero sentirlo subir, sentir el roce de sus inocentes burbujas garganta arriba hasta llegar a la nariz era harina de otro costal. Los ojos se le llenaron de lgrimas y tuvo que esforzarse por respirar entre toses.

    Consigui no dejar caer la copa de champn hasta que una mano ms firme se la arrebat. Un momento despus, sinti unas suaves palmadas de lord Daventry en la espalda.

    - Ests bien, Angela? Quieres que te traiga algo?

    De haber podido contestar, le habra dicho que no tena sentido hacerle preguntas a alguien que tosa de aquella manera, pero aun as, la preocupacin manifiesta en su voz la tranquiliz lo suficiente para respirar de nuevo con normalidad.

    - Pobrecita! se compadeci el conde- Espero que no hayas pensado que me refera a que vuestro compromiso tenga races ocultas o siniestras. Lo que quera decir es que se que los dos lo hacis para complacerme a m, algo que por cierto habis conseguido, os lo aseguro.

    Angela se sinti doblemente estpida. Debera haberse imaginado que el conde no se refera a las tristes predicciones del mdico. Una reaccin as poda haberle hecho sospechar.

    Afortunadamente, toda una vida de prctica en subsanar meteduras de pata acudi en su rescate.

    - No ha tenido nada que ver con lo que usted ha dicho, milord. Es que es la primera vez que bebo champn y las burbujas me han hecho cosquillas en la garganta.

    - La primera vez? -el conde movi la cabeza-. Y Bulwick presumiendo de ser un caballero!

    La mano con que lord Daventry le haba estado dando suaves palmadas qued

  • apoyada en su espalda un momento en lo que poda ser un gesto de felicitacin por su ocurrente respuesta, pero la reaccin que ella experiment no tuvo nada de inocente. Una energa potente y oscura se despert en su interior y se extendi por todo su cuerpo, y sus pensamientos vagaron empujados por la curiosidad hacia los misteriosos rituales del amor.

    Menos mal que esos pensamientos no se le vieron en la cara...

    - Tmalo a sorbos pequeos, querida -le aconsej el conde.

    Lord Daventry fue a llenar de nuevo su copa y cuando volvi a llevrsela, Angela roz deliberadamente su mano. Sera posible que l sintiera tambin algo de aquella extraa fuerza que su contacto haba desencadenado en ella?, se pregunt mirndolo a los ojos un instante.

    La voz del conde rompi el instante de intimidad.

    - Debera avergonzarme por haberme metido as en vuestras vidas -dijo, mirndolos a ambos con evidente satisfaccin-, pero no me avergenzo de nada. Esa idea moderna de que las parejas se elijan me parece una locura. Estoy de acuerdo en que un joven pueda escoger pareja, pero siempre con la gua de sus mayores.

    - No necesitas predicar conmigo en ese sentido, abuelo. Estoy totalmente de acuerdo contigo.

    Lord Daventry fue a apoyarse en el frontal de la chimenea e hizo su comentario con tal desenfado que Angela se pregunt si no habra sido cosa de su imaginacin aquella energa que haba palpitado entre ellos.

    - Chico listo -coment el conde-. Pienso que ya que voy a tener que posponer la placentera ocupacin de preparar la boda, al menos podemos celebrar debidamente vuestro compromiso.

    - Eso crea yo que era lo que estamos haciendo -contest lord Daventry, alzando su copa casi intacta.

    Bien el conde no oy su respuesta, bien decidi ignorarla.

    - Un baile! -exclam, y tom un sorbo a la salud de su idea. Estos ltimos aos los he pasado casi recluido, rechazando invitaciones y sin salir a ninguna parte. Ya es ms que hora dc rectificar.

    Un baile? Por ella? En circunstancias ms normales, la idea la hubiese atemorizado, pero en aquel momento le pareci perfecta. Quizs se debiera a la copa de champn que haba vaciado con demasiada prisa, pero no le import.

  • Un baile. La palabra en s conjuraba imgenes de cuento, puesto que careca de experiencia de primera mano con que contrastar.

    Las invitaciones a sus primas Clemence y Camilla nunca la haban incluido a ella. La ta Hester consideraba el baile en los salones locales muy por debajo de su posicin social, as que no le permita asistir. A veces se celebraban fiestas en casa de sus tos en las que se bailaba un poco, pero nada que ver con un baile de verdad celebrado en una maravillosa residencia cmo Helmhurst.

    Y siendo ella la invitada de honor.

    - Un baile? -repiti lord Daventry y su tono de voz revent la burbuja de sus ilusiones-. Es que has perdido la cabeza, abuelo?

    Vaya por Dios! As que no se iba a divertir nada con aquella historia del compromiso...

    Antes de que el conde pudiera contestar, intervino ella.

    - Dnde estn tus modales, Lucius Daventry? Ese no es modo de hablarle a tu abuelo. Y qu tiene de malo un baile, si me permites que te lo pregunte? Cualquiera dira que estamos hablando de una bacanal.

    Pero se guard de llamarlo por su apodo, o de sugerir que por su reputacin deba haber asistido a ms de una.

    Y si Tibby estaba en lo cierto sobre lord Lucifer?, se pregunt al mirarlo a los ojos. Y si de verdad era capaz de maldecir a la gente?

    Dios bendito! Una copa de champn haba bastado para que se emborrachara.

    - Angela tiene razn, hijo -contest el conde-. En primer lugar, los modales que yo te he enseado no son esos, y en segundo lugar, creo que este compromiso es la excusa perfecta para un poco de alegra.

    Todos sus amigos... y enemigos invadiendo su santuario, mirndolo a la cara, murmurando sobre la desgracia que ocultaba su mscara. Pobre Daventry. Qu pena. Con lo guapo que era... la estrella de la alta sociedad.

    Y por qu no se le haba ocurrido amputarle una pierna a modo de diversin?

  • Incluso su solcita prometida podra proporcionarle la sierra!

    Angela se levant de la silla y se acerc a l con un gracioso pero peligroso balanceo.

    - Si celebrar nuestro compromiso con un baile puede hacer feliz a tu abuelo, qu ms razn necesitas? -sus enormes ojos y su sonrisa lo hipnotizaban de un modo imposible de resistir-. Al fin y al cabo, no era ese el objetivo de...

    Tena que hacerla callar antes de que lo descubriera todo. Quizs fuese porque haba pensado ms en besar a una mujer en aquellas ltimas tres horas que en los ltimos tres aos, Lucius encontr un modo de hacer callar a su prometida que no despertara las sospechas de su abuelo: tom la mano de Angela, la rode con los brazos y la bes como si de verdad lo sintiera. As aprendera a morderse la lengua!

    Pues no se le haba olvidado cmo se besaba a una mujer, descubri aliviado. Lo que haba olvidado, o haba intentado olvidar, era qu se senta, aunque aquel caso era un poco especial.

    El sabor a champn que haba en su boca posea un exquisito bouquet, con una dulzura y un cuerpo muy intensos, tanto que la cabeza comenz a darle vueltas como si se hubiera bebido toda una botella. Al final se separ tan a regaadientes como un alcohlico de su bebida favorita.

    El beso consigui dejar a Angela muda al menos temporalmente. Lo que no se haba imaginado era que tuviese el mismo efecto en l.

    Mientras tanto, el conde sigui sentado de espaldas a ellos, disfrutando de su copa y hacindose el sordo ante las libertades que la pareja pudiera estarse tomando.

    - No... no se te ha ocurrido pensar -pregunt Lucius cuando por fin recuper el don de la palabra-... que podra preferir mantener nuestro compromiso en la intimidad?

    Aunque se diriga a su abuelo, le lanz una mirada a Angela con la que pretenda atravesar su aturdimiento.

    Cuanta ms gente conociera su compromiso, ms difcil resultara romperlo cuando llegase el momento. No es que a l le importase demasiado, pero el escndalo podra dejar a Angela sin la oportunidad de casarse despus.

    - Intimidad es una cosa, hijo, pero esto raya casi en el furtivismo. Y supongo que no querrs desatar las murmuraciones dando a entender que te avergenzas

  • de que te relacionen con Angela.

    - Por supuesto que no!

    Lucius se acerc a la mesa en la que estaba la bandeja. Necesitaba otra copa de champn. Y tena tambin que separarse de Angela todo lo que pudiera.

    - Dudo que alguien pudiera llegar a pensar algo as solo porque no organices un baile. Todo el mundo sabe que vivo retirado.

    - Generando con ello toda clase de murmuraciones que dejarn manchado el nombre de nuestra familia durante generaciones -concluy el conde-. Y yo estoy deseoso de acabar de una vez por todas con tanta maledicencia. La celebracin por todo lo alto de tu compromiso con una preciosa y dulce joven como Angela rehabilitar tu reputacin.

    Para ser un viejo decrpito, su abuelo tena una voluntad de hierro, pens Lucius con una mezcla de admiracin y fastidio. As que no iba a conseguir hacerle cambiar de opinin. Ni siquiera le haca falta la cooperacin de Angela, que desde el otro lado de la estancia lo miraba con la precisin de una pieza de artillera.

    No habra pensado ni por un momento que podra avergonzarse de casarse con una belleza como ella, no?

    Tom un trago de champn. Le quedaba una ltima municin y de un poderoso calibre, particularmente apuntando al tierno corazn de Angela.

    - Ninguno de los dos os dais cuenta de lo que me estis pidiendo? No os dais cuenta de lo que supone para m pasar una velada a la luz de los candelabros?

    El rostro de ambos no necesit de ms explicaciones.

    -Lo siento, hijo -murmur el conde-. No haba pensado en eso.

    Su abuelo pareca tan desilusionado que Lucius dese haberse mordido la lengua. Tal y como Angela quera decir antes de que l se lo impidiera con el beso, el objetivo de aquella mentira era conseguir que los ltimos meses del conde fuesen felices. Comparado con lo que ya haba hecho, qu era un bailecito?

    - Ya s! -exclam Angela-. Y si no lo celebramos en la casa, a la luz de los candelabros? Helmhurst tiene uno de los jardines ms encantadores del condado. Y si lo hiciramos fuera, a la luz de las estrellas?

    Al mirarla, Lucius supo que estaba perdido.

    - Magnfico! -palmote el conde como un chiquillo con un juguete nuevo-. Qu

  • maravillosa idea, querida!

    - Es por el champn -contest Angela-. Y si fuera un baile de disfraces?

    Un baile de disfraces? Cmo oponerse a eso? Su apariencia no despertara la curiosidad de nadie.

    - Si los dos estis tan decididos -dijo, mirndolos-, supongo que tendr que rendirme. Celebraremos ese baile.

    - En serio? -Angela pareca a punto de abrazarlo entusiasmada, pero al final cambi de opinin y se limit a tomar sus manos-. Gracias!

    Sera el champn lo que la estaba volviendo tan osada?, se pregunt Angela al soltar sus manos. Porque si l haba pretendido con aquel inesperado beso castigarla por oponerse a l, o asustarla para que en el futuro se mostrara ms obediente, se haba equivocado, porque desde el momento en que la haba dejado agarrada a la repisa de la chimenea para no desvanecerse, no haba dejado de preguntarse cmo podra provocarlo y conseguir otro.

    - Saba que terminaras cediendo, hijo - se alegr el conde.

    - Si algo aprend durante el servicio con el general Wellington es a reconocer cundo estoy desarmado.

    - Anda y no te quejes tanto, que lo pasars en grande. Todos lo pasaremos bien.

    Alguien llam suavemente a la puerta y el conde hizo pasar a su mayordomo.

    - El servicio quiere agradecerles el champn y felicitar a lord Daventry y a la seorita Lacewood por la feliz noticia de su compromiso -Carruthers pareca haber participado de la invitacin a juzgar solo por el brillo de sus ojos - Cook quiere saber si milady va a quedarse a cenar.

    - Desde luego -contest el conde, y luego la mir a ella-. Te quedars a cenar con nosotros, verdad, querida? As confeccionaremos la lista de invitados al baile.

    Angela sonri a su amigo. Por nada del mundo empaara la felicidad del poco tiempo que le quedaba, pero el champn le haba soltado la lengua y erosionado su discrecin natural. Mejor sera no quedarse y arriesgarse a una metedura de pata de la que lord Daventry no sera capaz de salvarla.

    - Ojal pudiera -contest-, pero le promet a Tibby que estara en casa a la hora de cenar, y se preocupara si no vuelvo. Maana por la noche, quizs? Ahora que voy a ser una de la familia, puedo tomarme la libertad de invitarme yo misma

  • a cenar?

    - A partir de ahora, todas las noches estar dispuesto un lugar en la mesa para ti -le asegur el conde-. Carruthers, ordene que dispongan el carruaje para que lord Daventry pueda llevar a la seorita Lacewood a Netherstowe.

    - No es necesario -contest Angela, que no estaba segura de poder confiar en s misma si se quedaba a solas con Lucius Daventry en el estado en que se encontraba-. Llevo aos yendo y viniendo a pie.

    - Pero nunca tan tarde como hoy. Adems, parece cmo si fuera a llover.

    Conoca lo bastante bien al conde para saber que no iba a conseguir que cambiara su decisin, al igual que tampoco habra renunciado al baile.

    - Est bien. Gracias -contest, mirando brevemente a lord Daventry.

    Aunque no haba objetado nada y pareca simplemente resignado, Angela saba que no poda estar ms complacido de lo que lo estaba ella con aquella disposicin.

    Y el silencio que mantuvo mientras el conde y ella se despedan fue lo bastante elocuente. Con muda cortesa la acompa a la puerta principal, donde los esperaba un carruaje de dos ruedas.

    La distancia entre Helmhurst y Netherstowe era bastante ms grande por carretera que a campo traviesa. Lord Daventry pareca dispuesto a mantenerse en silencio durante todo el camino y apenas haban salido cuando la lluvia comenz a caen. Unas nubes oscuras y cargadas de agua redujeron la luz a una claridad tolerable para el barn, pero angustiosa para ella.

    Su buen humor, animado por el champn, se haba oscurecido tambin, y el rostro de expresin ptrea de lord Daventry junto a su silencio era un reproche ms efectivo que cualquier palabra que pudiera haber pronunciado. En la casa de lord Bulwick, el enfado sola expresarse en silencio.

    Angela sola escapar a esas situaciones visitando la despensa de Tibby en busca de dulces, pero en aquel pequeo coche no haba donde esconderse y mucho menos algo comestible que pudiera consolarla.

    La tempestad fue creciendo en su interior hasta que no pudo contenerla.

    - Vamos, diga de una vez lo que est pensando!

    Su repentino estallido asust al caballo, que piaf agitando la melena.

    Pero Lucius Daventry no apart la mirada del camino.

  • - No tengo la menor idea de a qu se refiere, seorita Lacewood.

    Saba que no deba seguir, pero estaba experimentando tal desahogo que no pudo contenerse.

    - Si espera que me lo crea, es porque debe considerarme insufriblemente estpida, aparte de todo lo dems.

    - Todo lo dems?

    - S... molesta, inestable y... y tan desagradable de besar como ese caballo!

    Su perfil segua vuelto hacia el camino, pero vio que su mejilla se tensaba. Estara conteniendo una sonrisa?

    Lord Daventry tir de las riendas y el carruaje se detuvo al pie de una colina. Luego se volvi hacia ella y a Angela dejaron de parecerle ridculos los temores de Tibby acerca de lord Lucifer

    - Muy bien, seorita Lacewood. Puesto que exige saber lo que estoy pensando y parece decidida a atribuirme determinadas opiniones, estoy dispuesto a poner las cosas en claro entre nosotros.

    Angela se prepar. Lord Daventry pareca tan severo. Quizs pensase peor de ella de lo que se tema. Habra suficientes rollitos de canela en el mundo con que calmar sus magullados sentimientos despus de haber escuchado la verdad de labios de milord?

    - Creo que es tan metomentodo como mi abuelo. Eso s, con su propio estilo. Y temo que entre l y usted os aprovechis de esta situacin para cambiar una reputacin que yo prefiero que contine tal y como est. Eso para no hablar de poner patas arriba una vida que a m me satisface como es.

    Comparado con lo que se esperaba, casi pareca una alabanza. Abri la boca para contestar, pero l levant una mano.

    - Me ha pedido que le diga lo que pienso, as que le ruego que tenga la cortesa de escucharme.

    As que haba ms...

    - Creo que en el futuro sera mejor que evitase el champn, a menos que desee cometer una indiscrecin. Y por ltimo, aunque nunca he rozado mis labios con los de un caballo, puedo decir con cierta autoridad que los suyos son preferibles a los del animal.

  • Tan repentinamente como haba detenido el carruaje, hizo chasquear las riendas y volvi a concentrarse en la conduccin. Angela sigui sentada a su lado, preparada para recibir un golpe que no lleg.

    Pero quizs fuesen sus palabras, o los efectos an del champn los que la empujaron a decir:

    - Ha besado usted a muchas mujeres, verdad?

    - En el pasado -contest l tras un momento -. Est bien: siento haberla besado, pero no porque lo haya encontrado desagradable. Podemos ya hablar de otra cosa?

    Quera decir que lo haba encontrado agradable... tan agradable quizs como ella?

    Tomaron la larga recta que acababa en Netherstowe, y antes de qu a Angela se le ocurriera otro tema de conversacin, llegaban a la puerta principal.

    Lord Daventry descendi del carruaje y acudi a ayudarla. A pesar de la lluvia, los dos se quedaron un instante ms de lo necesario despidindose, las manos unidas.

    Angela mir al barn, intentando penetrar en los misterios de la mirada de sus ojos verdes.

    - Si alguna vez cree necesitar volver a besarme... no me importar.

    Una luz intensa brill en sus pupilas, tan intensa como un rayo que surcase el cielo negro de una tormenta.

    - Esperemos que esa necesidad nunca vuelva a suscitarse.

    Angela no habra podido sentirse ms avergonzada ni aunque la hubiese escupido a la cara, y soltando su mano, entr corriendo a su casa y cerr la puerta de un portazo.

    Haba pensado que le peda algo que l no poda darle? Porque nada ms lejos de su intencin... verdad?

    Ojal pudiera estar segura.

  • Cinco

    - Qu quiere usted de m? -pregunt Miles Lacewood intentando distinguir en aquella habitacin tan poco iluminada el rostro del caballero que tena delante-. Y quin es usted?

    No era la misma pregunta que le haba hecho la hermana de aquel muchacho el da anterior en Netherstowe? Sus emociones haban sido vapuleadas de tal modo desde entonces que tena la impresin de que haba pasado mucho ms tiempo.

    - Lord Daventry de Helmhurst -se present-, un vecino de tu to.

    El chico abri los ojos de par en par. Era un muchacho de buena figura, alto para su edad y con el mismo cabello rubio que su hermana.

    - Qu le trae a mi escuela, seor? No le habr ocurrido nada malo a Angela, verdad?

    No pareca la clase de calamidad que el joven Lacewood se esperaba, quizs.

    - Tu hermana est perfectamente bien, pero ha ocurrido algo en beneficio de ella y tambin en el tuyo, espero - como siempre, Lucius escoga con cuidado sus palabras. No quera hablar de matrimonio cuando en realidad no era su intencin que llegase a celebrarse- Angela y yo nos prometimos ayer.

    - Debe estar de broma...

    Era evidente que el joven no pretenda dar voz a sus pensamientos, pero la sorpresa de la noticia lo haba desconcertado. Tena que aprender a controlar su lengua si quera llegar a alguna parte en el ejrcito.

    - Y qu te hace pensar tal cosa?

    - Yo... es que... -el pobre intentaba remediar su metedura de pata-. No saba que Angela y usted se conocieran tan... bien.

    - Tu hermana lleva aos visitando a mi abuelo.

    El chico se encogi de hombros.

    - Nunca me ha comentado que se encontrara con usted en Helmhurst.

  • - Es que tu hermana te habla de todos sus conocidos? -espet.

    El joven consider un momento la pregunta.

    - Es evidente que no.

    - Bien. El caso es que tu hermana y yo estamos prometidos. Puedes confirmarlo con ella cuando gustes.

    El joven volvi la cabeza, como si algo en el estudio abarrotado de libros de su casero le hubiese llamado la atencin. La verdad era que su mirada directa haba incomodado a Lucius, y haba intentado desviarla del mismo modo que protega su ojo daado de la luz directa del sol.

    - Este trimestre ser el ltimo que pases aqu -continu-. Tengo entendido que quieres unirte al regimiento de tu padre.

    - El Vigsimo segundo Regimiento Ligero de Dragones, seor. Ojal pudiera convencer a mi to de que me consiguiera un destino -continu, y el entusiasmo que le produca el tema le hizo olvidarse del compromiso de su hermana y de la desconfianza que le inspiraba lord Daventry-. Pero me temo que se inclina ms por que me vaya a la ciudad.

    Miles Lacewood arrug la nariz como si estuviese oliendo las cloacas del East End de Londres.

    Ojal no le recordase tanto a s mismo cuando tena su edad.

    - Preferiras estar en India montando a caballo, jugando al polo y tomando copas, no?

    - S que eso no es todo, seor -contest, a pesar de que su rostro irradiaba entusiasmo por la vida castrense-. Mi padre muri en Laswaree cuando yo tena cuatro aos. An recuerdo lo esplndido que estaba con su informe y cmo me suba a la silla de su caballo para que aprendiera a montar.

    Lucius le envidi los recuerdos que guardaba de su padre.

    - Me hago cargo de tus deseos de seguir la huella de tu padre. Cuando yo era joven, deseaba hacer lo mismo. Pero ahora pienso que, de haber vivido nuestros padres, habran deseado que tomsemos otros caminos aadi sin darse cuenta.

    Cuntas viudas de oficiales, desesperadas por santificar su prdida, empujaban a sus hijos varones a enrolarse en el ejrcito? Su madre as lo haba hecho- Quizs la seora Lacewood tambin.

  • - Es igual contest el muchacho-. Nunca he deseado otra cosa ms que ser soldado.

    - En ese caso... - Lucius ahog una punzada de culpabilidad por lo que estaba a punto de hacer-, estoy dispuesto a comprarte un destino, si lo deseas.

    - No!

    Aquel repentino cambio de opinin lo pill desprevenido.

    - Pero no acabas de decir que...

    - He dicho que deseaba unirme al regimiento de mi padre -el deseo palpitaba en los cndidos ojos castaos de Miles Lacewood, tan parecidos a los de su hermana-. Pero no he dicho que estuviera dispuesto a vender a mi hermana para conseguirlo.

    - Vender a... -fue como si hubiera sentido la picazn del cuero de un guante en la cara-Ese comentario muestra una grave carencia de sutileza, joven!

    - Con sutilezas o sin ellas, esa es la razn de que Angela haya accedido a casarse con usted, no? -el muchacho dio un paso hacia l; era obvio que estaba asustado, pero no quera dejarse intimidar-. Para que usted haga esto por m.

    Lucius clav sus ojos en los del joven. Su orgullo se haba desatado ante la sugerencia de que ninguna mujer se casara con l a menos que pudiera ganar fortuna con ello, aunque eso ya se lo haba dicho a s mismo antes. Pero al parecer no haba conseguir endurecerse lo suficiente antes de que llegase el da en que alguien le arrojase ese comentario a la cara.

    - Tu hermana siente una gran preocupacin por tu bienestar, muchacho, pero ests subestimando su buen juicio y su integridad. Fueran cuales fuesen las razones que la movieron a aceptarme, rechaz mi ofrecimiento de comprarte un destino. Fui yo quien insisti. Aunque si lo que prefieres es trabajar como empleado en cualquier tugurio de la ciudad, t decides.

    - No! -volvi a exclamar Miles, aunque en aquella ocasin con menos indignacin y ms desesperacin-. Puede que... que me haya precipitado. No quiero que Angela se sienta obligada a hacer algo por m. Si usted tuviese hermanas, lo comprendera.

    - Y lo comprendo. Esa actitud habla en tu favor.

    Haba conocido a muchos hombres dispuestos a sacrificar la felicidad de sus hermanas o de sus hijas en su propio provecho.

    - Si Angela siente algo por usted y usted por ella, me alegro de que le haya

  • hecho esa honorable proposicin - declar el muchacho con una franca sonrisa, al tiempo que le tenda la mano- Siempre he deseado tener un hermano.

    Y Lucius tambin. Sin embargo, tuvo sus dudas a la hora de estrecharle la mano. No senta nada especial por Angela Lacewood, a pesar de no haber dejado de pensar en ella las ltimas veinticuatro horas. Y ella tampoco senta nada por l, a pesar del caritativo ofrecimiento de recibir sus besos para convencer al conde de su mutua devocin. No le haba hecho a la seorita Lacewood la honorable proposicin que crea su hermano.

    Y, de haberlo hecho; ella nunca lo habra aceptado.

    Pero aquel no era momento para dejarse llevar por los escrpulos de conciencia, de modo que estrech la mano de Miles.

    - Entonces, sentmonos y charlemos de ese destino.

    El chico tard unos segundos en contestar.

    - Supongo que no puede hacer ningn mal hablar de ello.

    Lucius Daventry reconoci el tono de la rendicin. Por el momento, su campaa avanzaba segn lo previsto, a excepcin de un pequeo detalle: la inconveniente fascinacin que empezaba a sentir por Angela Lacewood.

    Si no tena cuidado, su preciosa prometida poda empezar a ejercer una influencia no deseada sobre l.

    Por primera vez en sus frecuentes visitas a Helmhurst, Angela se senta extraamente alerta. Mir a su alrededor, hacia la amplia galera del piso superior intentando ver alguna puerta entreabierta o a alguien escondido tras una estatua. Aguz el odo intentando percibir el ruido de unas pisadas o el chirrido de algn gozne.

    Qu tontera! En pleno da, con un radiante sol de primavera colndose por los altos ventanales no corra peligro de encontrarse con Lucius Daventry.

    Que el da anterior se hubiese aventurado a salir plena luz del da no significaba que fuese a renunciar a sus costumbres. En los tres aos que hacia que haba vuelto de la guerra, solo lo haba visto, y a cierta distancia, en un par de

  • ocasiones.

    Seguramente estara durmiendo. Y mientras caminaba hacia la biblioteca, se entretuvo en imaginar si lord Lucifer dormira con camisa o desnudo bajo las sbanas.

    - Por fin llegas, querida! -exclam el conde a1 verla entrar-. Empezaba a temer que hubieras cambiado de opinin respecto a casarte con mi nieto y que me hubieses dejado abandonado a m.

    - Eso, nunca -protest Angela-. Es que me he dormido, nada ms.

    Como consecuencia de haberse pasado la noche dndole vueltas y ms vueltas a si haca bien o no aceptando la proposicin de lord Daventry. Solo el hecho de que si se echaba atrs tan pronto pudiera percutir en sus visitas a Helmhurst la haba convenido de seguir adelante.

    - Qu hacemos hoy? -pregunt sonriendo-. Leemos? Jugamos al ajedrez? O prefiere que le escriba alguna carta?

    - No, nada de eso -el conde se apoy en los brazos del silln y se levant con esfuerzo-. Es que ya se te ha olvidado? Tenernos un baile que planear.

    - Ah, el baile. Por supuesto.

    Angela le ofreci la muleta que necesitaba para caminar y su brazo para que se apoyara en l mientras intentaba conciliar el entusiasmo que el proyecto del baile le haba suscitado en un principio... quizs influido por el champn.

    El conde ech a andar hacia la biblioteca con el paso ms firme que nunca.

    - Hace una maana estupenda para salir a dar un paseo por los jardines y hablar de nuestros planes.

    El sol, el aire fresco y el ejercicio suave le sentaran bien. Su apetito mejorara y dormira ms profundamente. Y hacer planes para el baile lo mantendra ocupado sin agotarlo.

    El entusiasmo del conde por el emparejamiento de su nieto y ella estaba demostrando ser un magnfico tnico. Podra serlo hasta el punto de extender el negro plazo dado por los mdicos?

    - Lord Daventry no va a unirse a nosotros? -pregunt intentando no darle importancia y mirando brevemente escaleras arriba.

    El mayordomo del conde apareci en la puerta con el anticuado sombrero de

  • tres puntas de su amo en la mano.

    - No -contest el conde, colocndoselo-. Hace tiempo que se ha marchado.

    Marchado? Adnde y por cunto tiempo? Saberlo ausente debera haberla aliviado, pero lo que sinti fue desilusin, y aunque saba que si mostraba inters por conocer su paradero el conde se sentira complacido, no pregunt nada.

    - Se march mucho antes de que yo me levantara - le explic l sin que tuviera que preguntar-. No ha dejado dicho adnde iba, pero puesto que no se ha llevado equipaje, supongo que volver esta noche.

    Tomaron la amplia vereda de piedra rojiza que discurra por los jardines de Helmhurst rodeada de un vvido tapiz de flores.

    - La verdad es que no me importa adnde haya ido, pero lo importante es que lo haya hecho. A m me gusta ser un viejo eremita, pero l es demasiado joven para encerrarse. Necesita alguien o algo que le haga salir -apret cariosamente el brazo de Angela-. Y t ests siendo ese alguien, querida. Tal y como yo esperaba.

    Angela mir hacia otro lado como si quisiera contemplar la belleza de otra parte del jardn aunque en realidad quera ocultar el rubor que las palabras del conde le haban provocado.

    - Ojal pudiera atribuirme el mrito de esa ausencia, abuelo -cunto le gustaba poder llamarlo as-, pero dudo que yo haya tenido algo que ver.

    - Tonteras! Qu otra cosa podra haberlo sacado de casa? Ayer, por primera vez des