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    DE QU VIDA NACECOMUNIN Y LIBERACIN

    ENTREVISTA A LUIGI GIUSSANI

    a cargo de Giorgio Sarco, mayo de 1979

    Edita: Asociacin Cultural Huellas

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    DE QU VIDA NACECOMUNIN Y LIBERACIN

    ENTREVISTA A LUIGI GIUSSANIa cargo de Giorgio Sarco, mayo de 1979

    HUELLAS

    Esta entrevista a don Giussani se realiz en mayo de 1979 para el

    semanal Il Sabato, que la public en el n. 20 del 19/05/1979, omi-tiendo, por razones de espacio, algunos pasajes. El texto integralen italiano se public como suplemento a Litterae CommunionisCL n. 7-8 (1979) y, luego, en el libro Un avvenimento di vita, ciouna storia (Edit - Il Sabato, Roma 1993, pp. 347-371).Publicamos ahora la entrevista integral en espaol.

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    LA INTUICINORIGINARIA

    Qu es Comunin y Liberacin, propiamente, un proyecto social, unacultura, una estrategia educativa, o qu otras cosas adems?Comunin y Liberacin es slo una intuicin del cristianismo comoacontecimiento en la vida y, por tanto, como historia. Desde los pri-meros momentos siempre subrayamos entre nosotros que una idea,un valor intuido, se traduce en un mtodo para afrontar la realidad,lo que a su vez opera un cambio de todas las relaciones que se viven.

    De la misma manera la intuicin cristiana se traduce en un modo dejuzgar y vivir.Yo creo que la historia y el desarrollo que ha tenido el movimiento

    dependen ante todo de la centrada autenticidad de la intuicin ori-ginaria, es decir, del punto de vista del que partimos para compro-meternos con el hecho cristiano. Recordar cmo naci esta intuicinen m significa reavivar en la memoria uno de los momentos ms be-llos de mi vida. Cierto que la primera intuicin de que el horizonte de

    la existencia es el amor de Dios se encendi en una situacin espiri-tual preparada por la educacin familiar y profundizada despus porla vida del seminario; pero slo llegu a ser consciente de ella, pro-piamente hablando, cuando le y comprend por primera vez con in-teligencia verdadera el comienzo del evangelio de Juan: El Verbo sehizo carne. Recuerdo cmo mi profesor del seminario, don GaetanoCorti (actualmente creo que ensea Historia del cristianismo en la Uni-versidad de Trieste), nos explicaba este pasaje a los muchachos diciendoque la clave de la realidad y el centro de la vida personal y del mun-do se haba hecho presencia posible de encontrarpara cada uno de nos-otros en Cristo.

    Por aquellos tiempos lea a Leopardi apasionadamente. Me gustabamucho. Especialmente repasaba el Canto alla sua donna, que Levi, unode sus mejores comentaristas, considera la clave de toda la trayecto-ria espiritual del poeta. Hasta entonces Leopardi se haba enamora-

    do de varias mujeres, una detrs de otra; pero comprenda que era otracosa lo que buscaba en el rostro de cada mujer: la Belleza, a la que nin-guna figura de mujer renda total justicia. Brot entonces en l ese tex-to que se puede justamente llamar oracin, la oracin de un ateo: Sedelle eterne idee / Luna sei tu, cui di sensibil forma / Sdegni leterno

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    senno esser vestita / E fra caduche foglie / Provar gli affanni di fun-rea vita / ... / Di qua dove son gli anni infausti e brevi / Questo di ig-noto amante inno ricevi1. Empec a comprender el comienzo del evan-gelio de Juan, el Verbo se hizo carne, confrontndolo con esta lricaque expresa, en cierto sentido, el nivel ms profundo de la bsquedahumana. El hombre es, a menudo inconscientemente, mendigo de laBelleza, la Verdad o la Justicia, sin poderlas encontrar en ningn lu-gar. Y resulta que la Belleza hecha carne, la Verdad hecha carne y la Jus-ticia hecha carne estn entre nosotros, son el Verbo de Dios, son Je-

    sucristo.De aquel mismo periodo recuerdo tambin, y en el mismo sentido, lamanera en que el rector del seminario, luego cardenal de Miln, GiovanniColombo, explicaba y comentaba La Divina Comedia, obra del genio quemejor plasma un pueblo formado en la experiencia de la Iglesia.

    Desde entonces, la primera vez que he odo repetir, con sobresalto, laintuicin originaria esclarecida por la experiencia de aquellos aos, y conel mismo acento, ha sido en la encclica de Juan Pablo II: Cristo es el

    centro del cosmos y de la historia. Efectivamente, sta es la intuicin quellev dentro durante mi vida en el seminario; es la que constituy el mo-tivo exclusivo por el que march a ensear religin en los institutos: pre-cisamente para comunicar a los jvenes aquella verdad que me haba sor-prendido y la necesidad de cambiar la vida a la luz de ella.

    Otro elemento que ha contribuido al crecimiento del movimiento,a hacer de l lo que ahora es, ha sido el tipo humano al que se dirigiesta intuicin: los jvenes, que aportaron en aquellos aos la frescu-ra de su sencillez y de su generosidad, y que la fueron comunicandomediante el sencillo camino de la amistad, por toda Italia.

    ELMTODODELAEXPERIENCIA

    Ha dicho que en el comienzo de la historia de Comunin y Liberacinhubo una intuicin, traducida en un mtodo de vida y de presencia, y

    nos ha hablado de esa intuicin. Podra aclararnos ahora en qu con-siste el mtodo mediante el cual creci todo esto?

    1 Si una de las ideas/eternas eres t a la que de sensible forma/no visti la sabidura eterna/ni en caducosdespojos, lgubre/prob los afanes de funrea vida/.../de aqu, donde el vivir es triste y breve, /de ignotoamante este himno recibe. / (Leopardi, A su dama, en Obras completas T.I. Barcelona 1978.)

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    UNDESAFO CULTURAL

    Sin embargo Comunin y Liberacin ha sido acusada a menudo deno comprender la importancia de la mediacin cultural y de novalorarlaEsta acusacin nace la mayor parte de las veces, creo yo, de una con-cepcin estrecha y, en ltimo trmino, mezquina de la cultura. En elfondo de toda verdadera y gran cultura humana, igual que en el fon-do de toda verdadera obra de arte o verdadera filosofa, hay siempre

    una intuicin creativa, que se somete al rigor de un mtodo. Un en-foque que olvide la importancia del rigor exigido por cada objeto, essentimental; y una cultura que censure programticamente la intui-cin originaria es abstracta. De cualquier modo el comienzo de la ac-titud cultural de los cristianos viene indicado en la exhortacin de SanPedro a dar razn de la esperanza que hay en vosotros (1 Pt3,15).Esto supone el brote de un interrogante que parte del mundo y alcanzaal cristiano. Para dar razn es necesario antes que nada que la espe-

    ranza sea lo bastante evidente como para llamar la atencin del ob-servador, constituir para l un encuentro e impulsarle a preguntar.

    Si falta este punto de partida no es posible ninguna construccin cul-tural inscrita en la dinmica de la fe. La cultura, en efecto, es la pasinhumana solicitada y potenciada por el encuentro. En la concepcin pau-lina Cristo es la clave que sostiene ontolgicamente a todos los seres(Huby). Existencialmente esto significa que Cristo es el punto de vis-ta unitario capaz de permitir afrontar cualquier aspecto de la existencia.Quien capta esto se encuentra colocado de golpe en el corazn de unaautntica posicin cultural, aunque los instrumentos cognoscitivos deque disponga sean totalmente inadecuados para expresar la profun-didad de esa comprensin que ha recibido. Es exactamente lo que diceel salmo 118: Tengo ms prudencia que todos mis maestros, porqueTu ley, Seor, es el objeto de mi meditacin.

    Esta implicacin global del cristianismo es lo que desde el princi-

    pio engendr en los chavales el gusto y la decisin de afrontar crticay creativamente el ambiente escolar, con todas sus esperanzas y difi-cultades. Recordndolo ahora, me ro por dentro de la buena dosisde inconsistencia, pero mucho ms agradezco a Dios la sencillez decorazn con la que nos enfrentamos a la ideologa dominante en los

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    institutos y universidades, bastante ms preparada que nosotros tc-nicamente, pero tan pobre de propuesta para la vida y por ello deverdadera cultura.

    En la objecin que desde entonces se nos ha venido haciendo con res-pecto a nuestra actitud cultural, me parece que haba cierta mezquin-dad a la hora de comprender el mtodo de toda creacin cultural. Losque nos criticaban carecan de la comprensin del hecho de que un ho-rizonte global y un punto de vista verdaderamente unitario estn siem-pre implicados y son la exigencia ltima de toda verdadera empresa de

    estudio e investigacin. Efectivamente, en su nivel ms profundo, todaposicin cultural se identifica con una pasin global por la vida y porel mundo. En realidad lo que se tena en el punto de mira al atacarnosera la afirmacin de que la realidad de Cristo es la clave de una visinsistemtica y crtica de la totalidad de la experiencia humana.

    En ltima instancia, pues, la posicin cultural coincide con una for-ma nueva del sujeto en cuanto tal. Esto no sustituye a ninguna me-diacin, no habilita a ahorrar ningn esfuerzo ni provoca el saltarse

    a la torera el tiempo que dicho esfuerzo requiere.Algunas crticas que se nos dirigieron nacan de la justa preocupa-

    cin de que nuestra posicin y voluntad cultural se identificasen conalgunas grandes afirmaciones ideales sin ponerlas en juego en el tra-bajo, como si para hacer cultura bastase la intuicin o, incluso, el afir-mar haberla tenido. Por el contrario, la intuicin, si es autntica, se tra-duce en un trabajo. El riesgo, en cualquier caso, no na ca de nuestroprincipio educativo; tanto es as que muchos de los chavales de aque-llos primeros aos estaran entre los ms destacados de sus promocionesy estn haciendo hoy una carrera cientfica prometedora. Tambin eneste plano, debo registrar la sustancial falta de generosidad de muchascrticas en las que intelectuales de profesin se ponan a enjuiciar conpedantera los puntos y comas de los primeros intentos culturales deun grupo de chavales, con una sordera tremenda hacia lo que estos em-pezaban a mendigar.

    Esta opcin de partir ron tanta decisin de la afirmacin de que Jesucristoes el centro del cosmos y de la historia, no llevaba a una cerrazn inte-grista de las comunidades estudiantiles, a un rechazo de vivir la relacincon el mundo moderno y su cultura, que tienen un significado tan distinto?

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    Para nada en absoluto. Me explicar con un ejemplo: desde que era niomi poeta preferido era, como ya he dicho, Leopardi, porque plantea-ba de manera perentoria y clamorosa esa aspiracin de sentido lti-mo y por tanto de felicidad que senta como definitorias de la mismidaddel ser humano. Este nivel de profundidad, la espera de Dios, definea nuestra poca histrica, como a cualquier otra; tanta es su conna-turalidad al ser del hombre como tal. Por eso la apertura a esa actitudes potenciada por la certeza de la fe.

    Le supona algn problema el declarado materialismo de Leopardi?Absolutamente ninguno. Era tan potente el interrogante que lo agi-taba, que la insuficiencia ideolgica de la respuesta tena que resultarinmediatamente evidente.

    La intuicin de fondo del movimiento, es ms bien tica, filosfica, opotica?Puestas as las cosas estara tentado de responder que ms bien po-

    tica. Pero dira que es simplemente religiosa. En el mismo acto de co-nocimiento radica la emocin por la unidad del ser que da la poesay la sed de claridad racional propia de la filosofa. As lo dice Baltha-sar: el comienzo de la teologa es una percepcin esttica, y la aven-tura de la forma desarrolla dicha percepcin, haciendo de ella un prin-cipio de comprensin. Por lo dems yo siempre repito a los mucha-chos: Con qu juzgamos nosotros? Mediante esa atraccin que ejer-ce el ser que nos constituye. Por eso tambin dentro de un sistema te-rico estructurado hace falta siempre identificar la intuicin originariade la que pretende dar razn el desarrollo terico. Pero en el fondo estsiempre la atraccin de algo experimentado como verdadero y que con-fiere corporeidad existencial a la afirmacin terica. A esta im-postacin se debe el hecho de que, desde el principio, hayamos teni-do una posicin cultural activa. Cierto que su traducirse, especificar-se y edificarse requerir un tiempo, el uso de todos los instrumentos

    debidos, la humildad, el sacrificio y el riesgo necesarios.

    En este subrayar tan decidido la importancia de la intuicin originaria,no hay quiz un riesgo de irracionalismo, de infravaloracin del momentoracional de la investigacin?

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    Para nada en absoluto. Siempre hemos dicho que la intuicin deque Cristo es el centro del cosmos y de la historia genera inmedia-tamente una bsqueda que la ilustre; nunca es una afirmacin va-ca; siempre tiene un contenido razonable y humano. El objeto de laintuicin es la verdad, el fondo del ser; y todo el espacio de la vida ydel saber es el lugar de la verificacin. Es irracional la posi cin queplantea de entrada una intuicin que luego rehsa desarrollar enconfrontacin crtica con la realidad. Por lo dems, el objeto de laintuicin no es un sentimiento vago, sino ese Ser del que emana la

    racionalidad de la naturaleza y de la historia. Tan poco irracional esnuestra posicin que coincide con la manera en que Santo Toms(que ciertamente no es un irracional) habla, de inteligencia. Enefecto, la inteligencia, para Toms, no es otra cosa que el acto conque el hombre se abre humildemente y sin presuncin a la verdad yse deja llenar por ella. Tan poco contradice esta apertura originaraa la racionalidad que consiste precisamente en su principio y su pre-supuesto inevitable.

    Parece sin embargo que lo que dice usted no lo ha captado casi nadie,pues el ataque ideolgico contra C.L. ha sido masivo...No, no hay que exagerar. Algunos nos han comprendido, tambin he-mos tenido nuestros amigos. Quiero recordar ante todo a La Pira, quequiz fue la primera persona de cuantas hemos conocido que nos com-prendi verdaderamente. Luego querra recordar, entre los profesoresde la Universidad Catlica, a Bontadini, y ms recientemente a Von Bal-thasar. Adems de estos, naturalmente, muchos otros que no puedonombrar ahora y a los que me siento muy agradecido.

    Pero tambin han sido decisivos para nosotros otros encuentrosculturales: los Padres y los Doctores de la Iglesia, y muchos que hanvivido con verdadera profundidad su propio drama humano.

    CONVERTIRLOHUMANO

    A propsito de esto, siempre me ha extraado la acusacin que algunoshacen a C.L. de representar una cultura tradicional (no en el justo sen-tido de la palabra, es decir, de vinculacin a la autntica raz de la vidade la Iglesia), sino en el sentido acadmico, polvoriento...

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    Desde los primersimos momentos hemos subrayado la necesidad departir del hombre, con lo que enseguida nos sentimos acompaadospor escritores como Pguy o Claudel, Dostoyevsky y Thomas Mann,Leopardi o Rilke. Porque una postura cultural correcta no tienemiedo de nada, abraza todo lo humano y extrae lo que considerajusto sin dejarse desviar por la ideologa. Esto est dicho de manerainsuperable en el Evangelio: El verdadero sabio saca de su tesoro co-sas antiguas y nuevas. Y as nuestra gente ha navegado por las pgi-nas de Shakespeare o de Pavese compartiendo a fondo su espesor

    humano y descubriendo en ellas la riqueza de ese interrogante hu-mano cuya nica respuesta adecuada es Cristo. Habra que ver conqu entusiasmo y espritu de compartir leamos nosotros en aquellaspginas la problemtica del hombre! En todas nuestras reuniones seutilizaban cuadernos preparados por los mismos chavales que sea-laban las lecturas que ms les haban impresionado, que ms habansentido en consonancia con su propia experiencia, o como ejemplosde verdades o valores.

    En esos cuadernos se puede encontrar, por ejemplo, la poesaneorromntica o la teologa de los Padres, Newman, Guardini, etc.

    Se puede decir que el mtodo que usted expone parte del hombre, o, msan, del fondo de la cuestin humana, corno aclara bien en El sentidoreligioso; pero al mismo tiempo afirma que no es posible hablar del hom-bre prescindiendo de Cristo, del encuentro con l. En otras palabras, queel hombre es una pregunta, y una pregunta que no puede ser compren-dida si no implicando en ella la respuesta...Slo cuando se encuentra la respuesta es cuando se ilumina la pre-gunta. La conviccin programtica que guio nuestros primeros pa-sos, casi como tema clave de desafo a la cultura dominante, era elgrito con que el rector Victorino anunciaba su conversin al pueblo:Cuando encontr a Cristo descubr al hombre en m. Con qu cri-terio podemos valorar toda la propuesta que emerge de la vida, con

    las innumerables formas en que se fermenta y coagula esa propuesta?O bien este criterio se dibuja como algo original y que constituyenuestro propio yo, como el rostro, la mirada con que la naturalezanos lanza a la relacin con todas las cosas, o bien este criterio nosviene dado y por tanto continuamente impuesto por la mentalidad

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    dominante. El nico caso en que se salva la posibilidad de ser de lapersona, su capacidad crtica, es el primero: un criterio ofrecido porel rostro originario, el que constituye nuestro yo, la estructura denuestra naturaleza. ste es el criterio que se manifiesta en lo que yollamo experiencia elemental: ese conjunto de exigencias y eviden-cias con que la naturaleza nos obliga a comparar todas las cosas. Esteconjunto de exigencias constituye el interrogante que es el hombre.En ltima instancia la persona es sed de verdad, de felicidad, de li-bertad, es decir, sed de ser, de realizacin total, y por tanto sed de ad-

    hesin a todo aquello que la complete y la haga. Nada resulta tanincreble como la respuesta a un problema que no se plantea (R.Niebuhr). Siempre he citado esta frase a los muchachos, porque laprimera condicin para comprender la respuesta que Cristo pre-tende ser para el hombre es la de sentir hasta el sufrimiento el propiointerrogante humano inexpresado. El encuentro con Cristo resaltaeste dolor, como se azuza el hambre a la vista de la comida.

    Y sta es tambin, en cierto sentido, la tarea de la comunidad cristianaen tanto que hecho concreto y visible, presente en el ambiente, sobre loque tanto insiste el Movimiento, porque slo el encuentro con una realidadhumana diferente abre a la reconsideracin del problema humanoIndudablemente se debe tambin tener en cuenta que la comunidades una condicin existencial necesaria para el propio yo, para lapersona. Pues si bien, por una parte, supone el primer impacto conel signo de Cristo, por frgil y titubeante que sea, por otra, la comu-nidad es el humus en el que la realidad de la persona puede desarro-llar la percepcin de s misma y por lo tanto hacer brotar el verda-dero interrogante.

    LA BSQUEDA INTELECTUAL

    Esta intuicin es profundamente moderna y, al mismo tiempo, absolu-

    tamente tradicional. Adems, siempre me ha chocado mucho el hechode que en las primeras pginas de El sentido religioso se repitan, conpalabras filtradas por la experiencia moderna, las notas de apertura deesa gran sinfona sobre el hombre que es la Prima Secundae de laSumma theologica de Santo Toms. Quines fueron los maestros

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    que le introdujeron en esta comprensin, tan inusitada en la culturacatlica de aquel momento, del patrimonio tradicional de la Iglesia?Adems de los nombres ya citados, dira que el clima mismo del se-minario de Venegono.

    Porque, aunque quiz no de manera genial como en los casos cita-dos, todos estaban animados all por la intuicin de que la verdad, ypor tanto la novedad que representa para el hombre, se abre lugar ensu conciencia ayudada por el testimonio del largo pasado cristiano, enel que se encuentra la indicacin de la verdadera respuesta.

    Sobre esta base se desarroll despus, sin embargo, su actividad de in-vestigacin y docencia en la universidad. Quiere contarnos algo de estaetapa de su experiencia intelectual?Hice mi tesis de Licenciatura sobre Reinhold Niebuhr. Es un personajesingular que rene agudeza en la indagacin sociolgica, profundidadfilosfica y el espritu religioso de un gran telogo. Representa el re-sultado ms maduro y crtico de la teologa protestante norteameri-

    cana de los aos treinta y cuarenta.La primera guerra mundial y, despus la gran crisis del 29, impon-

    an una profunda reflexin autocrtica del ingenuo optimismo progresistaque haba impregnado hasta entonces al pensamiento religioso ame-ricano, por ejemplo, en la direccin del Social Gospelteorizado por Raus-chenbusch. A partir de esta situacin espiritual Niebuhr redescubre,en cierto sentido, la tragedia inmanente de la existencia humana, des-arrollando as una nueva teologa que suele llamarse existencialista, peroque en sus mejores pginas merece lisa Y llanamente la consideracinde realista, por el extraordinario equilibrio con que sabe describir almismo tiempo la grandeza y la miseria del hombre. Ms tarde tuve laoportunidad de pasar una larga temporada en Amrica, durante la cualllev a cabo los estudios que se recogieron despus en mi libro Teo-loga protestante americana. Perfil histrico.

    Qu es lo que aprendi un catlico como usted de la teologa protestante?Ante todo el sentido del lmite inherente a toda posicin humana.sta es la base de lanzamiento de cualquier espritu sano hacia lapercepcin de la existencia de lo divino. Conectado con aqul est elsentido de la concrecin que, en los mejores casos, no es en absoluto

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    un chato pragmatismo sino un gusto por la realidad vista en la tota-lidad de sus factores. Esto lleva a un realismo en el que el respeto dela libertad va aparejado a un saber valorar todos los aspectos de lascosas. Otra figura que me ha influido mucho es Paul Tillich. Aunquefuera alemn de origen y formacin, Tillich encarn sin embargo elespritu del protestantismo americano de manera perfecta.

    Hay alguna crtica que usted como catlico hara a este planteamientoteolgico, aunque sea tan fascinante?

    Justo. Creo que hay un aspecto -el ms profundo- del pensamiento deNiebuhr o de Tillich que no puede desarrollarse a fondo en el mbi-to protestante si no se quiere repetir el itinerario de Newman, por ejem-plo, hacia la iglesia catlica. Se trata precisamente de la percepcin dellmite. Dice Tillich que la realidad humana es una especie de lnea fron-teriza donde se encuentran la historia y el misterio del hombre. Unalnea fronteriza, no un signo, y mucho menos un signo eficaz, en el queel misterio se hace presente (un sacramento). Por este motivo su re-

    flexin se queda en ltima instancia coma colgando en el vaco.Dentro del apriorismo subjetivista propio del pensamiento protes-

    tante, el lmite acaba casi inevitablemente remitiendo ms que aDios, a la misma profundidad del individuo, o de la humanidadcomo tal; al modo en que ocurre en las diversas teologas de lamuerte de Dios, por ejemplo, en Vahanian. El mensaje bblico de sal-vacin se reduce en ellas a un contexto de intuiciones, en cuyomarco se desarrolla un sencillo anlisis existencial del hombre. En latradicin catlica, en cambio, el lmite asume consistencia ontolgicay sacramental; el Ser se vislumbra en el signo, se anuncia, soste-niendo la misma forma del signo y estableciendo su capacidad de re-clamo, evocacin y sugerencia. En resumen, se trata de la idea to-mista de la esencia de las cosas como signo del que el Sersuperabunda, hacindose posible de encontrar a quien busca la ver-dad. Es este sentimiento de la objetividad del misterio lo que quita al

    gusto por lo concreto, esto es por la experiencia y la verificacin, elriesgo de caer en un pragmatismo desalmado.

    El inters por la teologa protestante americana no fue sin embargo el ni-co inters cultural de su periodo de estudio y enseanza...

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    No. Fueron tres los grandes descubrimientos intelectuales de mis aosde estudio de la teologa: Newman, que me introdujo en la cultura an-glosajona y que ya haba comenzado a interesarme desde los tiemposdel instituto; Mhler y la teologa catlica alemana del siglo XIX; Y des-pus los filsofos y telogos de la Ortodoxia rusa, especialmente loseslavfilos. Es ms, durante algn tiempo he enseado incluso Te-ologa oriental en la Facultad de Teologa. Tambin en esto, aunque laprimera confrontacin fue naturalmente con Dostoyevski, le despusa Chomjakov, quien me revel la belleza y profundidad de la concepcin

    ruso-ortodoxa de la Iglesia. Le mucho de todo lo que se poda encontraren aquellos aos sobre eclesiologa oriental, que era divulgado sobretodo por el instituto Russicum de los jesuitas en Roma.

    En qu consisiti ms precisamente este encuentro con la tradicinoriental?Sobre todo me sorprendieron dos elementos, dos elementos que for-man parte integrante de nuestra misma tradicin catlica pero cuya

    memoria se ha debilitado en Occidente. El primero es el concepto detransfiguracin, que ha quedado como uno de los factores funda-mentales de nuestro planteamiento. Decimos nosotros: quien afrontael mundo en Cristo percibe y maneja las cosas de tal manera (comosigno de Cristo) que stas se presentan como el alba de un nuevoda, es decir, como principio misterioso de la manifestacin deCristo. Este elemento ha sido degradado en Occidente a modo dedecir de una cierta teologa mstica que nos podemos permitir notomar demasiado en serio (como si el mstico fuese un tipo algo cha-lado y no alguien que va ms al fondo del misterio que encierra en sla vida de todos). El uso de las cosas bajo esta luz, es como la albo-rada real de la experiencia de humanidad nueva y de mundo nuevo(nuevos cielos y tierra); es la manifestacin inicial (auroral) de laplenitud de verdad y de belleza a la que remite el signo. Pues, enefecto, el mundo nuevo ya ha comenzado con la resurreccin de

    Cristo y a nosotros nos es dado experimentarlo.El segundo elemento decisivo que he aprendido de los orientales esel concepto de sobornost: el desarrollo de una virtualidad poco su-brayada de la comunin. Esto es, la comunionalidad es un factornecesario del conocimiento, un factor que lo hace posible. Vida de

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    comunin y conocimiento nuevo (es decir, autntico, verdadero) dela realidad estn conectados entre s. Y ciertamente no en el sentidobanal de que los objetos del conocimiento resulten materialmentediferentes, sino en el sentido de que su verdad ltima, su ser-para-la-redencin final, se manifiesta: por ello resulta verdaderamente dis-tinto el rostro de las cosas.

    Es en cierto sentido, lo mismo que uno de los mayores filsofos laicosde nuestro siglo, T. W. Adorno, dice, hablando de su teora crtica de

    la sociedad: Mirar el mundo desde el punto de vista de una posibleredencin. Pero adems Adorno, de origen, era judo, haba crecido enla fe de los profetas y del pueblo de la Biblia. Al mismo concepto desobornost me parece que se puede ligar tambin la idea de la Iglesiacomo pueblo de Dios.Me parece ms preciso decir la idea de la Iglesia como cuerpo deCristo, cuya forma como signo es la de ser un pueblo. Era una ideaque nos haba fascinado ya antes del Concilio y que leamos en la

    Mystici Corporis: la idea de pueblo completa desde el punto de vistaeducativo, por su evidencia, a esa otra ontolgicamente ms pro-funda de cuerpo de Cristo.

    LACOMMUNIO

    Lo dicho anteriormente nos lleva de nuevo a la manera en que haba plan-teado al principio de la entrevista la cuestin de la cultura.S, en efecto. La cultura es la expresin tendencialmente crtica y aca-bada de la conciencia que la persona tiene de la totalidad del propioser. De esta totalidad viviente, la dimensin comunitaria, de pertenenciaa un pueblo, es un elemento esencial. La comunidad es, pues, un fac-tor, una dimensin de la persona, no simplemente una orga-nizacin o una junta, ni mucho menos an un colectivo que sustitu-ya a la persona. ste es, por lo dems, el verdadero sentido del perso-

    nalismo comunitario de Mounier y Maritain, demasiadas veces ter-giversado bien en el sentido de un individualismo deletreo o en el deun subrayado exagerado (y bastante poco cristiano) del colectivo. Porel contrario la communio aparece siempre a partir de la ontologade la persona.

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    Hemos hablado de la cultura protestante y de la ortodoxa. Y usted, quetiene una simpata tan viva por estas tradiciones religiosas, por qu escatlico?Para m es decisiva la respuesta que dio Newman a idntica cuestin:porque sta es la tradicin ininterrumpida que llega desde Cristo y susapstoles hasta nosotros. Adems la Iglesia Catlica es (junto a la or-todoxa) la nica que mantiene a salvo la estructura original que el Pa-dre ha elegido para comunicarse a los hombres, esa estructura sacra-mental que tiene su raz en la presencia de Dios en Cristo. Dicha es-

    tructura del acontecimiento religioso es la nica entera y plenamen-te humana. Pues la verdad atrae como adaequatio entre lo que se nospone delante y la percepcin que tenemos de nosotros mismos. Y, enel sacramento de Cristo, Dios se pone delante del hombre convirtindoseen un encuentro pleno de verdad y fascinacin incluso humana. Noexiste nada que corresponda mejor a la naturaleza del hombre.

    Pero hay tambin otro motivo. Ha sido precisamente el encuentrorespetuoso y lleno de admiracin con el espritu protestante y con el

    genio de la Ortodoxia lo que mejor me ha hecho comprender cmola Iglesia Catlica es el nico lugar en el que pueden conciliarse ar-mnicamente, en una sntesis plenaria, el sentido ortodoxo de la co-munin y el gusto protestante por lo concreto e individual.

    Este entramado cultural que nos ha descrito estaba en gran parte cons-truido ya antes del Concilio. Qu impacto tuvo, entonces, el Concilio enel Movimiento? Es cierta la acusacin que se hace a menudo a Comu-nin y Liberacin de permanecer anclada en posiciones preconciliares?Recuerdo todava el entusiasmo que sentimos al ir encontrando or-gnicamente desarrolladas en los documentos del Concilio, a medi-da que iban saliendo, temticas que constituan el contenido ms pro-fundo de nuestra sensibilidad intelectual, de nuestro compromiso yde nuestra praxis de vida. Sentamos el reconocimiento y la confian-za de quien ve reformulado con mayor amplitud y profundidad, con

    autoridad, el ltimo porqu de lo que est viviendo. Recuerdo, porejemplo, la fiesta que celebramos cuando sali la Lumen Gentium, quepone el acento tan magnficamente, en particular en el prrafo octa-vo, sobre la Iglesia como comunidad visible, experimentable, posiblede encontrar: precisamente el alma de nuestro intento. De igual modo

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    la Gaudium et Spes, por el inters y apasionamiento que por el mun-do suscita, y la estima de las tentativas humanas, an percibiendo suinconsistencia ltima. Tambin sta ha sido siempre una caracters-tica nuestra, como puede verse por la pasin con que nuestra gente selanza sedienta a la bsqueda de la verdad presente en todo lo huma-no, donde quiera y como quiera que se encuentre. Se nota, sin embargo,que cuanto ms autntica es esta simpata apasionada por el hombre,tanto ms aguda es la percepcin de una tristeza de fondo por la in-consistencia de lo humano, de manera que slo en la experiencia de

    la compaa de Cristo encuentra la esperanza su realizacin acabada.Una de las frases que yo citaba siempre era sta: No he venido a abo-lir la Ley sino a darle pleno cumplimiento, es decir, a hacerla autn-tica. La Ley es la ms alta expresin del esfuerzo intelectual y mo-ral del hombre, que Dios no desprecia, sino que acoge y completa enel misterio de su Presencia redentora.

    No, ciertamente no se puede sostener, con un mnimo de seriedad,que nosotros no nos encontremos en sintona con el Concilio: adems,

    los telogos con cuyos libros nos hemos formado, no son precisamentelos precursores y expertos del Concilio? Pensemos en De Lubac y VonBalthasar; pero se podran aadir otros. Los motivos de la acusacincontra nosotros son diferentes. Muchos protagonistas del aggiorna-mento conciliar en Italia estaban convencidos de que el Concilio ha-bra abierto la Iglesia catlica a una trama de pensamiento determinadapor ciertas modas filosficas o sociolgicas. Nosotros en cambio, res-petando todas las ciencias humanas, cada una en su propio mbito, es-tbamos convencidos de que el punto de partida al que nos remita elConcilio era la imitacin de la estructura mental, del mtodo que Cris-to haba usado en su vida. Abrirse al mundo no quiere decir aceptar, aveces acrticamente, las ideologas del mundo, sino ms bien ir al en-cuentro del deseo de verdad que anima a los hombres. Por lo dems seha visto ya cmo estaban infundadas, por ejemplo, las posiciones de quie-nes nos acusaban de integrismo blandiendo a cada paso el libro de Ma-

    ritain sobre el Humanismo integral. Creo que no cabe duda alguna deque, si estuviera vivo y se interesase por los asuntos italianos, el granfilsofo francs se reconocera bastante ms en nuestras posiciones queen las de muchos de sus discpulos de entonces (y de ahora: recurdesela acogida que ha tenido Les paysans de la Garonne).

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    AUTORIDADY LIBERTAD

    Siempre ha suscitado muchsimas dificultades el uso que hace Comuniny Liberacin de la palabra y el concepto de autoridad. En esto se ha da-do el choque quizs ms radical, porque el subrayado de la autoridadsiempre ha parecido al mundo algo antimoderno, medieval, que niegala libertad y la independencia del individuo. En cambio usted siempreha afirmado que la autoridad es ocasin para la libertad. Quiere explicarmejor este concepto de autoridad?

    Justamente, como dices, la autoridad es ocasin para que la libertadse manifieste, porque toda potencia entra en accin slo frente a supropio objeto; es frente a un ejemplo de fe ms madura (como clari-dad de ideas, generosidad en la accin y, por tanto, fuerza sugestiva dela propuesta) como la libertad, al entrever mejor su propio objetivoltimo, entra en accin. En el impacto provocado por una presenciaque denota una mayor tensin hacia el ideal es como se hace ms evi-dente lo razonable y sugestivo que es aquello hacia lo que tendemos

    y, por tanto, la posibilidad de alcanzar el propio fin. Por este motivopodemos decir que siempre es por imitacin como se desarrolla la di-nmica de la afirmacin personal equilibrada y sanamente. Traducidaen trminos ms dignamente humanos, esta imitacin se llama se-guimiento. El seguimiento es por tanto la manera, el mtodo, con quela persona cae en la cuenta de los valores que estn en juego. Lejos deser un abandono irracional (como muchos han querido ver en nues-tro mtodo, mixtificndolo), el seguimiento es la actitud que requierems que ninguna otra el ejercicio de la inteligencia: para ver si se re-aliza y cmo se realiza la verificacin de la propuesta de valores quepersonifica la autoridad. Pero, para que brote este ejercicio de la ra-zn, es necesaria una disponibilidad originaria para dar crdito a unanovedad, al principio slo intuida, y seguirla. Lo que hace razonableeste seguir es la emocin que una verdadera presencia con autoridadprovoca en la vida, como consejo imprevisto para salir de uno mismo

    y arriesgarse con ms coraje en la aventura humana. Nosotros hemosidentificado muchas veces esta autoridad como una gracia, comoun don, o, usando una terminologa ms laica, como el emerger deuna hiptesis de trabajo que debe comprobarse. La autoridad es, exis-tencialmente, la gran hiptesis en cuyo marco de referencia uno pone

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    manos a la obra. Si la autoridad es adecuada, es decir, autntica, co-rrespondiente en su propuesta a la verdad objetiva, entonces su com-probacin en la vida verifica con el correr del tiempo la exactitud dela hiptesis. Por ello la gratitud hacia el maestro que nos ha introdu-cido en la verdad de la vida y, por tanto, en la experiencia de la liber-tad, crece paso a paso con el aumento de la libertad que la personaasume en la vida. sta no es una doctrina propia de CL, sino que setrata de la manera en que la Iglesia ha entendido siempre la educacin.La cultura laica ms avisada llega tambin a las mismas conclusiones:

    Qu psiclogo negara hoy que sta es la dinmica mediante la cualel nio, y luego el adolescente, en la relacin con su padre y con su ma-dre, alcanzan la conciencia de su personalidad?

    Hay, sin embargo, una dificultad sealada por muchos: Cmo em-palma esta concepcin absolutamente libre, carismtica, de la autoridad,con la autoridad institucional dentro de la Iglesia, con su estructura je-rrquica donde la autoridad no nace de un libre reconocimiento?

    Siguiendo al Papa, a los obispos y a los sacerdotes que estn en comu-nin con l, no se siguen sus figuras humanas, sino a Cristo a travsde ellos; se sigue el plan del Espritu de Dios en la historia y en nues-tra vida. En efecto, ellos son los instrumentos de que Cristo quiso ser-virse para llegar a todos. El seguimiento se convierte en algo naturalapenas se aprende a entrever en ellos la relacin plena de autoridadcon la figura de Cristo, que es el nico Maestro. Comunin y Libera-cin no es otra cosa que una tentativa de introducir pedaggicamentela estructura objetiva de la autoridad de la Iglesia. Precisamente poresto es una tentativa contingente, que se somete a la verificacin cr-tica de todos aquellos que responsablemente la llevan adelante.

    RESPONSABILIDAD EN LA IGLESIA

    Es verdad que ya desde haca muchos aos las voces de los postores de

    las iglesias del Este, como Wyszinski o Wojtyla, eran escuchadas y me-ditadas en Comunin y Liberacin?S, desde hace muchos aos. Y junto a ellos tambin otras figuras, me-nos conocidas pero igualmente de una grandsima espiritualidad y pro-fundidad religiosa, como, por ejemplo, Zverina.

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    Por lo dems el amor a la Iglesia, desde el principio, es catlico, esdecir, universal. Quien lo siente, advierte la necesidad de comunicara todos la novedad que ha llenado su vida. Por esto, la misin ha sidodesde el comienzo, una dimensin esencial de nuestro Movimiento,incluso cuando poda parecer una dispersin de energas que hubie-ran resultado tiles en nuestro pas. Y todo esto con la nica preten-sin de no hacer otra cosa que expresar la dinmica normal de la vidacristiana. Como dice Pigi Bernareggi, uno de los primeros amigos nues-tros que march a Brasil: El seguimiento hace fcil, casi obvio, lo que

    a los ojos del mundo parece imposible.

    Hay algo que usted quisiera decir a los que participan en Comunin yLiberacin para ayudarles a afrontar las nuevas responsabilidades quereclama del Movimiento el actual momento de gracia de la Iglesia?El problema consiste solamente en centrar an ms clara e intensamente,crtica, cordial y generosamente, todo en torno a la palabra del Papa.Y para esto todo el que tenga autoridad en el Movimiento debe ser ejem-

    plo de autntico seguimiento de la palabra de su Magisterio. La personaque Dios usa para educar en su Iglesia es, desde el punto de vista delcontenido de la verdad, en cierto sentido indiferente. En el actual mo-mento de la Iglesia, sin embargo, el tipo humano de este Papa es, l mis-mo, un hecho altamente significativo desde el punto de vista pedag-gico. Las personas responsables de nuestro Movimiento tienen el in-teligente deber de ensimismarse con el tipo humano mediante el quehoy es guiada la Iglesia, empaparse de la certeza humana, cargada defe, que el Papa vive con la urgencia de hacer que Cristo se convierta enla clave de toda la mirada dirigida al hombre y al mundo. Este Papa nosensea una absoluta apertura al ser humano en su concrecin origi-nal, lo que es totalmente diferente de esa apertura a interpretacionesdel ser humano cada vez ms abstractas, apertura que termina en unaactitud servil hacia los intelectuales de turno. Si se pierde aquel puntode referencia original se acaba traicionando al hombre y corriendo tras

    el propio pensamiento orgulloso, soando, como dice Eliot, sistemastan perfectos que hagan intil al hombre el ser bueno.

    Y qu querra decir, usted que siempre ha dicho querer construir undilogo fraterno y un trabajo comn entre todos los catlicos, a todos

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    aquellos sectores del mundo catlico que hasta ayer mismo han sido ad-versos a CL y que, quiz tambin por efecto del nuevo temple humanoque ha marcado el comienzo de este pontificado, empiezan a confiar?Siempre hemos querido construir la unidad entre los cristianos no poruna razn poltica o de poder, sino porque lo que da gloria a Dios enel mundo es precisamente esa aparente imposible unidad. ste es el mi-lagro: signum elevatum in nationibus, como dice la teologa. Desapa-receremos muy a gusto para crear esa unidad.

    Y el pluralismo?La verdadera unidad se crea yendo hacia el fondo de la propia postu-ra humana, hasta encontrar lo ms profundo: aquello que nos une. Esen esta profundidad donde unidad y pluralismo se encuentran. La uni-dad entre t y yo nace porque cada uno de nosotros va hasta el fondode la propia experiencia humana y encuentra all el rostro de Jesucristo.Por esto, al tiempo que pido a todos que se comprometan por la uni-dad, pido tambin a cada uno que vaya hasta el fondo de la propia ex-

    periencia de la verdad y que ame verdaderamente la experiencia de losdems. Slo esto nos hace capaces de una autntica correccin. Esa cla-se de correccin, permtaseme decirlo, que nosotros siempre hemos echa-do en falta (fuera de rarsimas excepciones): muchas crticas, pero casinunca alguien que se haya acercado impulsado por el deseo evidentede ayudamos a ir hasta el fondo de la experiencia de verdad que in-tentbamos vivir. Quien ama el ideal nada desea tanto como el ser ayu-dado por la correccin ajena. Pero la correccin le ayuda a uno cuan-do se siente amado por el otro en el propio camino hacia el ideal.

    Querra que comentase una expresin que le he odo repetir incluso re-cientemente: la tarea de la autoridad no es hacer crecer la organizacin,sino hacer que acontezca la verdad de cada uno.La tarea de la autoridad como tal es la de valorar la fe, la esperanza yla caridad que alientan en un individuo o un grupo. La organizacin

    de la comunidad debe existir, pero slo para favorecer eso; de otro modose transforma en un proyecto del puro saber humano que elimina laaccin del Espritu y tiende de hecho a producir uniformidad, inclu-so all donde se alaba continuamente el pluralismo. Y la uniformidadcultural y mental es la tumba de toda genialidad, es decir, del carisma.

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    La autoridad es como un padre que tiene muchos hijos: no puede de-jar de expresarse valorando a cada uno; y es mediante la afirmacinde la fisonoma de cada hijo como la unidad de la familia se asegura.

    Cuando me cas, usted me dijo que rezara a la Virgen. Es algo que estoymeditando desde entonces.El genio del cristianismo radica en la fidelidad con que se percibe lafigura de la Virgen; el mtodo que Dios ha usado para salvar al mun-do se ilumina en ella. La categora ms importante del mtodo usado

    por Dios en la historia frente al hombre es la llamada gratuita, la elec-cin. Desde el punto de vista humano, en ningn otro caso como enel de Mara se manifiesta esa gratuidad en toda su absoluta soberana.El signo de la absoluta libertad de Dios es el hecho de que nosotros he-mos sido elegidos.

    En segundo lugar, Mara es la madre del mundo nuevo, y por ello elmundo nuevo est hecho de su tipo moral, espiritual y fsico, est he-cho de Ella. A la percepcin del milagro de la liberacin del hombre,

    y del sentido del cosmos y de la historia, se accede mediante el fiatdeMara. El plan de Dios se traz pendiente de este s, pronunciado porsu libertad.

    Finalmente Mara es el paradigma total de la vida cristiana. Cristoes todo, pero nace de Ella en el mundo. Igual ocurre con nosotros: todoest dado en la potencia del Verbo hecho hombre, pero es mediantenuestra corporeidad fsica como Cristo se manifiesta en el mundo. Ladisponibilidad total para esta manifestacin depende de una sola pa-labra: memoria. Vivir la memoria del encuentro con l para vivir ladisponibilidad a reconocerle de nuevo todos los das de la vida. Y quinms que Mara viva en el recuerdo de esa Presencia?

    El Papa, cuando ha recibido a CL, le ha acogido a usted como a un vie-jo amigo. Y ha dicho entre otras cosas: Vuestra propuesta ha reunido con-sensos, aun en medio de contrastes y oposiciones, y s que tambin ha-

    bris sufrido. Pero, a pesar de todo, habis visto converger en tomo a vos-otros y unirse a vuestro lado a otros jvenes a quienes vuestro ejemplo haabierto nuevos horizontes de donacin, de autorrealizacin, de alegraEs importante que continuis anunciando con humilde coraje la pala-bra salvadora de Cristo

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    Despus dej a un lado el discurso escrito que haba preparado y se pusoa hablar espontneamente, recordando los numerosos encuentros que des-de hace aos han marcado las etapas de una amistad. Quiere contar-nos cmo naci esta amistad?Realmente ms que amigo personal mo, el Papa ha sido siempre, des-de los tiempos en que era obispo de Cracovia, amigo de muchos de nos-otros. Yo estuve con l una sola vez, en Kroscienko, pero los encuen-tros con muchachos nuestros, de peregrinacin en tierras polacas, hansido innumerables.

    Dir que incluso aquel encuentro, como casi todos los hechos deci-sivos en la vida de CL, fue puramente casual. CL se ha propagado des-de Miln a toda Italia slo porque al irse de vacaciones los chavales yencontrarse junto a sus amigos de otras regiones, les comunicaban elgusto por la experiencia que estaban viviendo: de igual modo ha su-cedido que algunos de nosotros fueron conociendo en Polonia a otraspersonas que estaban viviendo la misma realidad, formulada segn lamisma intencin profunda que nosotros estbamos experimentando

    aqu en Italia. Se trataba del Movimiento del padre Blachnizki, que en-tonces se llamaba Oasisy ahora ha tomado el nombre de Luz y Vida.

    Fue una ocasin que dio feliz y sorprendente respuesta a una nece-sidad inconsciente, a la urgencia y la pasin por el reconocimiento re-cproco en la misma fe, y por ello en la misma valoracin acerca delpropio ser, la vida y todo.

    Pero adems, tambin la constitucin de pequeas o grandes co-munidades entre nosotros responda a esta misma urgencia. Esta dis-ponibilidad activa, esta inquietud benfica de nuestros ojos y nuestrocorazn, atentos a descubrir a quien creyese y quisiese a Cristo comovida del hombre tal como nosotros, no nos poda dejar escapar la oca-sin cuando se daba.

    Y as, de la misma manera, hemos encontrado adems de la realidadpolaca, la de Amrica Latina, y, sobre todo en Brasil, se ha desarrolla-do una intensa experiencia misionera de nuestro Movimiento.

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    Fraternidad de Comunin y LiberacinEn portada: Un encuentro de Giovent Studentesca en los aos Sesenta en Rvena. Foto Archivo CL / G. Cassani

    Edita: Asociacin Cultural Huellas

    Maquetacin: Imn Comunicacin