de la imitación del sagrado corazón de jesús

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270De la Imitacindel S. Corazn de Jess

Biblioteca del Apostolado de la Prensa

DE LA IMITACINDELSAGRADO CORAZN DE JESS

OBRA ESCRITA EN LATINPOR ELR.P.J. ARNOLDODE LA COMPAA DE JESS

Nueva traduccin al castellanoPORUN SOCIO DEL APOSTOLADO DE LA PRENSAMADRIDADMINISTRACION DEL APOSTOLADO DE LA PRENSA7- San Bernardo -71913

CON LAS LICENCIAS NECESARIAS

PRLOGOI. La particular devocin al Corazn sacratsimo de Jess, Hijo de Dios, es la ms antigua entr los cristianos. Antes que los Santos Sacramentos y otros objetos de devocin existiesen, ya la bienaventurada Virgen Mara reverenciaba al dulcsimo Corazn de su amantsimo Hijo; ya San Jos lo estrechaba contra el suyo; ya los pastores y los Magos, Simen y Ana, los Apstoles y discpulos, por l y hacia l se vean atrados, El amaban y trataban de imitar.Pero desde el momento en que Jesucristo llam a todos los hombres para que supieran cmo El era manso y humilde de corazn; desde que sac de los tesoros de su Corazn el Sacramento de la Eucarista, el ms precioso de sus dones; desde que quiso le abriesen en la cruz su sagrado pecho, y permaneciese abierto, como refugio para todos, desde entonces se acrecent maravillosamente la devocin al Corazn divino. Ya los Apstoles extendieron por todo el mundo esta particular devocin, y de aqu que los Padres de la Iglesia la sustentaran con gran afecto y ternura y la recomendaran con gran cuidado. Finalmente, los Santos de todos los siglos fueron discpulos devotsimos del Corazn de Jess. Mas cuando lleg la plenitud de los tiempos, que el Seor escogi para franquear todas las riquezas de su Corazn, entonces fu cuando apareci la benignidad del Salvador, y l mismo revel cmo era voluntad suya que en adelante fuese especialsima la devocin a su Corazn Sacratsimo prometiendo y asegurando que derramara sus gracias sobre cuantos se consagrasen de un modo especial al culto de su Corazn Sacratsimo.2. El objeto de este culto es el Corazn mismo de Jess. Mas como hay en Jesucristo dos naturalezas, una divina y otra humana, pero una sola persona, y en esa divina, el Corazn de Jesucristo es el Corazn de la Persona divina, es el corazn del Verbo encarnado. Y como quiera que esta Persona divina debe ser honrada con suprema adoracin, la adoracin que se tribute al Corazn Sacratsimo de Jess, puesto que ste no puede separarse de la Persona divina, hade ser tambin suprema. Esta es una verdad catlica que ha pulverizado los errores en contrario.3. El fin de esta devocin es triple. Primero, corresponder con nuestro amor por todos modos y maneras al amor inmenso de Jess, cuyo smbolo es su Corazn, aquel Corazn que tantas y tan grandes cosas hizo y padeci por nosotros, y que nos fue donado en el preciossimo y dulcsimo Sacramento de la Eucarista. Segundo, compensar en lo posible, con nuestro fervor y piedad, todas las injurias con que fue siempre y es en el da ultrajado este Sacratsimo Corazn, que el mismo Seor nos ha mostrado como el asiento y morada de todos sus afectos. Tercero, imitando lo que veneramos, revestirnos de los mismos afectos y sentimientos que animaron al Corazn de Jess en su vida activa y paciente, y que an hoy le animan en su vida sacramental y bienaventurada.4. De la antigedad de esta devocin, de su objeto y mltiple fin, se infiere que es la mejor, la ms slida, la ms provechosa y la ms consoladora de todas las devociones. Pero como el principal fin de la religin es imitar lo que veneramos, y los dems fines estn comprendidos en la verdadera imitacin, para estimular, y en lo que nos sea permitido para dirigir esta imitacin, ofrecemos a todos esta obrita.5. Este opsculo, compendio de la teologa asctica, que abraza as la doctrina como la prctica de la vida espiritual e interior, dar a todos amplsima materia de meditacin diaria para todo el ao. Podrse repetir y escudriar, ahondando en ella ms y ms con la mente y grabndola con ms fijeza en el corazn. Podrs tambin, si mejor te pareciere, proceder por una de estas maneras: o bien partiendo desde el principio seguir sin interrupcin hasta el final de la obra, o interrumpir alguna vez esta marcha regular cuando alguna necesidad o conveniencia propia nos pidiere otro lugar o captulo de meditacin que mejor satisfaga la tal necesidad o conveniencia, como cuando la devocin te invitase a leer el ltimo libro los das que recibas la Sagrada Comunin.6. No se propone aqu, como se suele en los libros de meditacin, lo comn y lo general, sino lo particular y especial, tanto para evitar el mal como para practicar el bien; y esto, a la verdad, por gravsimas razones. Primeramente, para que nadie camine a tientas y gaste el tiempo en balde, cerrando sin tiento y acometiendo sin tino contra cuanto se le presente, sin resultado ni provecho; adems para que, teniendo constantemente a la vista un asunto determinado, toda la fuerza y empeo de la meditacin y oracin, del examen y de las buenas obras, los dirija a vencer lo que deba vencer y a alcanzar lo que deba alcanzar. Y finalmente, para que destruyendo una a una cuantas cosas son como causas y races de los otros males, las aniquile todas con ms facilidad y mayor eficacia, y para que, aprendiendo y adquiriendo aquellas virtudes capitales las cuales Jesucristo nos dio en la humildad y caridad de su Corazn ejemplo esclarecido, con ms libre expedicin y mayor seguridad alcance todas las dems.7. Cuanto al modo de escribir, aunque es enteramente cierto que las verdades de Cristo no se han de anunciar con pomposidad de lenguaje y aparato de ciencia, pues el reino de Dios no se persuade con palabras, sino con uncin, todava me ha parecido cuidar de dos cosas con cl mayor esmero: que el estilo guarde correspondencia y armona con el asunto de que se trata, y que el decir sea castizo.8. Y por ltimo, debo advertir que la ndole de este libro no es para ser ledo en pblico, sino para que cada uno lo lea a solas. Porque tal es su forma y tal es el giro de su lenguaje, que para saborearle es preciso quedar a solas con Jesucristo, conversar con l, como dicen, cara a cara y corazn con corazn.

DIRECTORIO PARA EL LIBRO PRIMERO

1. Quien quisiere sacar entero fruto de esta obra, debe comprender perfectamente cl objeto de cada libro, emplear con acierto los medios propuestos para llegar a dicho objeto, y superar con diligencia los obstculos que a su consecucin se opusieren. Razn por la cual antes de cada libro trataremos breve y claramente de estas tres cosas, para que sea ms segura la direccin.2. El objeto del libro primero es limpiar el alma, en primer lugar, de toda mancha de pecado; despus, del amor del malvado mundo, y finalmente, del amor desordenado de s mismo. Lo cual puede entenderse de tres maneras, y alcanzarse por otros tantos grados, que son: Primero: Que limpies tu alma de todo pecado mortal, y hasta tal punto del amor mundano y desordenado afecto hacia ti mismo, que de hecho prefieras a Dios, tu Creador y Salvador, sobre todas las cosas; de tal manera, que por ninguna, cualquiera que sea, quieras ofender mortalmente a su divina Majestad.Segundo: Que purifiques tu corazn de todo pecado venial deliberado, y hasta tal punto del amor mundano y desordenado amor hacia ti mismo, que ni por todo lo criado ni por tu propia vida consientas en cometer deliberadamente pecado venial.Tercero: Que te vayas librando de aquellas imperfecciones que siendo muy fiel a la gracia divina, puedes evitar, llegando por esta va a detestar el mundo y aborrecerte con odio santo a ti mismo.Infirese de todo esto que, as los que principian, aquellos que van ya adelante, y hasta los perfectos pueden usar y repetir continuamente con mucho la lectura de este libro. Porque creedme - dice San Bernardo:lo que se ha podado, retoa; lo ahuyentado, vuelve; lo extinguido, se enciende; lo adormecido, despierta otra vez. Poco es, pues, podar una vez sola; es necesario podar muchas veces, continuamente, si es posible; porque, si bien te examinas, siempre hallars alguna cosa que podar.Po eso te ruego que jams se te caiga de la memoria que limpiar perfectamente el corazn es negocio de suma importancia, puesto que de ello depende ludo lo dems en la vida espiritual. La razn principal por qu se encuentran tan pocos que hallen fcil y amena la senda de la virtud, tan pocos que perseveren adelantando con holgura y constancia, tan pocos que lleguen a la unin con Dios, y tan pocos por ltimo, que disfruten aun en esta vida los regalos por Dios ofrecidos a los limpios de corazn, la razn, digo, de todo esto es que hay muy pocos que purifiquen perfectamente su interior. Muchos trabajan en grande, pero aprovechan poco; con frecuencia se ven obligados a empezar de nuevo; apenas gustan, y aun sin apenas, la suavidad de la virtud; llevan la cruz, pero no experimentan su uncin divina, y aun cuando lleguen a salvarse, se privan a s mismos por toda la eternidad de dicha inmensa, y a Dios de aquella gloria que fcilmente hubieran merecido con la pureza perfecta del corazn. Razn por la cual el demonio a nada tira tanto como a impedir la completa limpieza de corazn. Tolera enemigo en cierta manera que nos demos con sosiego a las virtudes y aun a la perfeccin, con tal descuidemos esa pureza del alma. Sabe que por aqu nos enredaremos en mil ilusiones y nunca llegaremos a tener slidas virtudes, y mucho menos la perfeccin verdadera. Es engao frecuente, del cual mucho se han de guardar aquellas almas que no estn perfectamente purificadas, querer, con solo haber purificado superficialmente el corazn, llegar inmediatamente al trato ntimo con Jesucristo, y con toda familiaridad recrearse con El entre las flores de la virtud, gozar con El de sus suavsimos frutos, o lo que es ms arriesgado todava, descuidados de purificar el alma, querer entrarse a la ntima unin con Jesucristo y a gozar de la dulzura beatfica de su Corazn. Otras ilusiones hay a que estn muy expuestas las personas que comienzan la vida espiritual, a saber: practicar hasta el exceso la mortificacin exterior, y querer conseguir, hasta con pertinacia y tenacidad de nimo y como a la fuerza, bien el verse libres de lo que molesta, bien alcanzar el logro de los deseos propios, bien fomentar el temor hasta el desfallecimiento del nimo. Pero estas ilusiones, si bien peligrosas, no son ni tan comunes ni tan fatales como aquella que arrastra a la criatura al abandono de la purificacin interior.3. A esto, pues, debes consagrar en los principios todos tus desvelos, procurando: 1, una vez convencido de que tu destino es la eterna bienaventuranza, conocer perfectamente toda la malicia y miseria del pecado, y hondamente sentir la deformidad que el pecado causa en ti; 2, adquirir un conocimiento acabado de la vanidad y depravacin del mundo, y penetrarte ntimamente de la misrrima suerte que estn aguantando en la otra vida los que se perdieron por el mundo; 3, conocerte a ti mismo, cul te han parado las culpas, cuan miserable seas por naturaleza y adonde te lleva tu propensin.Para conseguir todo esto no es bastante leer atropelladamente el libro; es necesario meditar con sosiego y atencin cuanto en l se dice, y ponerlo por obra. En este libro no tanto se explican cmo se indican las cosas, y esto con el intento de que, recogindote al interior, te las expliques y apliques a ti mismo y de que excites los afectos del corazn y pidas a Dios lo que necesitare el estado de tu alma, y, por ltimo, encuentres dulzor interno y fruto ms abundante. Meditando de este modo, con piadosos deseos y fervorosas splicas, se entender mejor la materia y se trabajar con fruto ms copioso, y al mismo tiempo, el Seor premiar estos desvelos con la generosidad de su Corazn y con su bendita gracia los llenar de bendiciones. Todo lo cual se ha de entender, no solamente del libro primero, sino de todos los dems.4. De dos modos principalmente puedes valerte de este libro, ambos segursimos, ambos facilsimos, como consta por la experiencia de muchos, aun de los poco ilustrados, que consagraron a la meditacin del mismo, horas enteras sin hasto y con muy sealado provecho.El primero es muy apropiado para los principiantes, que, no muy acostumbrados todava a la oracin mental, no pueden ejercitarse en largos y continuos razonamientos. No hay inconveniente en que mediten tambin de esta suerte los ms adelantados, particularmente en situaciones de nimo que no permitan ms hondas meditaciones.Lo primero, pues, que debe hacerse, es rezar la oracin preparatoria, que ser siempre la misma, y que puede ser la siguiente: Recoge, Seor, y reconcentra en Ti todos mis pensamientos y afectos; ilumina mi entendimiento, inflama mi corazn para que digna, atenta y devotamente pueda en esta oracin consagrar mis sentidos y potencias a tu gloria y mi salvacin y merezca ser odo en la presencia de tu divina Majestad, por tu sacratsimo Corazn. Amen. Jess mo y Seor mo: en unin de aquella intencin divina de tu Corazn con que t alabaste a Dios en la tierra, te ofrezco yo esta oracin.Dicho esto, ponte algunos momentos en la presencia de Dios, presentndotelo, bien en algn misterio a propsito, bien manifiesto en el Tabernculo Sagrado. Pide, por ltimo, con el mayor fervor el fruto de la meditacin en que vas a ocuparte. Estas tres cosas constituyen el principio o entrada de la meditacin, cualquiera que sea el modo con que la hagas. Si te vales del primer modo de meditacin: 1, lee despacio y con atencin uno o varios versculos, segn lo pida tu necesidad o utilidad; 2, considera cuan verdadero es lo que acabas de leer, por cuan verdadero lo han tenido los Santos y todos aquellos que trabajaron con empeo por librar del fuego eterno sus almas, y por cuan verdadero lo has de tener t tambin a la hora de la muerte; 3, examnate a ti mismo, reflexionando con seriedad cmo en esta materia te has conducido hasta el presente en tus costumbres y hbitos: si hallas gran bien, da gracias a Dios, y atribyele la gloria y pdele que te ayuda a continuar, cada da mejor el camino de la perfeccin; pero si mal, arrepintete, haz actos de contricin y pide al Seor perdn; 4, forma un propsito firme de la enmienda o de mayor aprovechamiento para en adelante, eligiendo los medios al efecto ms conducentes, e implorando la gracia para llevar a cabo tu resolucin. Esto terminado, si no ha concluido an el tiempo de la meditacin, pasa a otros versculos, y contina as hasta llenar todo el tiempo destinado para este santo ejercicio.Ahora, si te vales del segundo modo de meditar, despus de haber comenzado de la manera arriba dicha: 1, ejercita la memoria, leyendo o recordando la materia de la meditacin; 2, ejercita el entendimiento, raciocinando, en primer lugar, sobre el asunto de la meditacin, discurriendo por sus causas y efectos; luego mira qu has de sacar de all para la prctica, pondera despus los motivos que a ello te inciten, reflexiona cmo te has conducido hasta el presente, qu hars en lo sucesivo, qu obstculos hayas de vencer, y, por ltimo, qu medios has de elegir; 3, ejercita la voluntad, excitndola con piadosos afectos y haciendo actos interiores; forma buenos propsitos, acomodados al estado presente de tu alma, y pide constantemente la gracia de Dios para ti y para los dems.Por ltimo, entabla un coloquio con Jess con efusin del corazn; reza despus una oracin para concluir, como sta, poco ms o menos: Seor mo Jesucristo, que por un nuevo beneficio te dignaste abrir a la Iglesia los tesoros inefables de t Corazn, te suplico me concedas que pueda yo corresponder al amor de este Sacratsimo Corazn y compensar con los dignos homenajes las injurias inferidas por los hombre ingratos a ese atribulado Corazn, y revestirme de sus sentimientos; T que vives y reinas con Dios en unidad del Espritu Santo, por los siglos de los siglos. Amn. Por fin, cerrars la oracin encomendndote a la Bienaventurada Virgen Mara, al ngel de tu Guarda y a tus Santos protectores y abogados. Y con estas tres cosas se ha de rematar cualquier meditacin.Como la experiencia ensea que los ejemplos de los Santos obran con una fuerza maravillosa, as sobre los pecadores como sobre los justos, adcense con frecuencia los ejemplos de los Santos. Mas a fin de que los consideres con ms sealado fruto, hace mucho al caso, o que pares mientes en algn Santo particular, o que elijas algunos Santos por tus patronos, aquellos a quienes profesas particular devocin.Hay quienes se edifican y conmueven con los ejemplos de unos, y otros con los de otros Santos: el religioso suele, naturalmente, conocer mejor y estudiar con ms frecuencia y esfuerzo la vida de los Santos de su Orden; los hombres que, engolfados en el trabajo y batahola del mundo, forman empeo especial servir a Dios, fcilmente toman la costumbre de mular a aquellos Santos que ms y mejor cuadran a mi ndole y condicin, y a quienes por esto les une un afecto ms vehemente.Cuando se diga, pues, en el libro que los Santos practicaron alguna obra a ejemplo del Corazn de Jess, o que especialmente se distinguieron en alguna virtud, es de mucha utilidad elegir mentalmente algn bienaventurado, ver en particular cmo y en qu obr as, implorar su patrocinio y encomendarse a l. Y si por acaso no viniese a las mientes ningn Santo, proponte como ejemplar acabado y dechado perfectsimo de todo linaje de virtudes a la Santsima Virgen, cuya proteccin y poderoso valimiento siempre puedes solicitar.5. Finalmente, para que tomes tus precauciones contra los obstculos que te han de oponer tus enemigos, principalmente en lo que atae a la conciencia, conviene que entiendas rectamente qu sea conciencia. Conciencia es el dictamen de la razn, que interiormente nos advierte y ensea lo que debemos hacer ir omitir en cada caso particular, ya bajo pena de pecado, por tratarse de cosas de precepto, ya para aumento de mritos y mayor beneplcito de Dios, por ser cosa tan slo de consejo. Dcese dictamen de la razn, porque la conciencia es una conclusin prctica de principios conocidos, ya por la luz natural, ya por la de la gracia o de la fe. Ejemplo: Hoy, domingo, la conciencia me avisa que debo or Misa. He llegado a este conocimiento sacndolo de estas premisas tcitas: Hay obligacin de or Misa todos los domingos; hoy es domingo, luego hay obligacin de or Misa. Y es muy digno de tenerse en cuenta que nos vemos obligados por las leyes del entendimiento a sacar estas consecuencias o verdades derivadas aun contra toda nuestra voluntad, como se ve en aquellos que, no queriendo or ni escuchar la voz de la conciencia por no apartarse de lo ilcito que viven entregados, ni padecer turbacin en ello, ms de su agrado oyen la voz de la conciencia que les prohbe y condena. De esto se deduce que la conciencia, si es verdadera conciencia, es algo independiente y superior al hombre.Advierta aqu con mucho cuidado y aprenda bien el tmido y escrupuloso, que la conciencia no es ni la exaltacin de los nervios, ni las ilusiones de la imaginacin, ni unos vagos temores, ni, finalmente, la posibilidad de las cosas. Advierta mucho, y observe con no menos cuidado, quien propenda demasiado a ancha y temeraria conciencia, que la conciencia no es ni el deseo de la voluntad, ni la inclinacin o aversin de la naturaleza, ni pasin alguna desordenada, ni tampoco los artificios y engaifas de la sutileza. Tanto el escrupuloso como el despreocupado fijen bien en la memoria que conciencia es el dictamen presentado por la razn, o sase la voz del Espritu de Dios que nos habla interiormente, valindose de nuestra razn como de rgano interno, y que nos manifiesta en casos particulares, ya su voluntad que manda, ya su beneplcito que aconseja.Hay una conciencia verdadera o recta, y es aqulla que manifiesta las cosas como verdaderamente son: las mandadas y de obligacin, como cosas de obligacin; las peligrosas, como tales, y las de consejo y perfeccin, como mejores y ms perfectas. Esta recibe el nombre de conciencia timorata cuando por temor a Dios, nosotros, como buenos, hijos, huimos de todo pecado que destruya su amistad y benevolencia. Ahora, si nuestra fidelidad al Seor es tan sealada que evitamos todo defecto voluntario y nos conformamos con la conciencia en toda cosa, entonces se le da el nombre de conciencia delicada. Hay otra conciencia falsa y errnea, y es cuando presenta las cosas diferentes de cmo son en realidad. Sucede esto en la mayora de los casos por culpa del hombre, que vicia la razn (rgano de que se vale el espritu de Dios) de tal manera, que no transmite fielmente la voz divina. La ignorancia, el hbito de pecar, cualquiera pasin desordenada la deprava ms o menos, y, para decirlo ms claro, la ignorancia, la costumbre pecaminosa, cualquiera pasin, desordenada, hacen cada una de por s que tomemos, una cosa falsa y ftil como principio luminoso del que se deriva caso de conciencia. Y claro es que esta conciencia no es la voz de Dios, sino del otro espritu que se vale de la pasin y de otras circunstancias para hablar interiormente.Si la conciencia yerra por culpa nuestra voluntaria, se llama entonces conciencia venciblemente errnea: en este caso somos responsables de nuestros errores. Es culpa nuestra voluntaria, venciblemente errnea, si al poner el acto o la causa del acto, el entendimiento conoce, o al menos duda del error, y de algn modo se entera de la obligacin de evitar el error y no pone la debida diligencia para conocer la verdad. Pero si la conciencia se equivoca sin culpa por nuestra parte, entonces recibe el hombre de conciencia invenciblemente errnea, y no daa a nuestra inocencia delante de Dios.A la conciencia errnea se refieren la escrupulosa y la laxa, que se derivan de principios opuestos. Escrupulosa es aquella que cree ver, y aun corregida, se empea en ver pecado en donde no le hay; yerra las ms veces, porque el alma condesciende con la imaginacin, con la pertinacia del propio parecer, o con alguna pasin que esclaviza el alma, con lo que agitada sta interiormente, o confusa, ve los objetos distintos de cmo son verdaderamente, confunde y mezcla cosas con cosas, preceptos con consejos, lo probable con lo posible, el peligro y el pecado con los fantasmas y simulacros del peligro y el pecado.Laxa es aquella conciencia que se persuade de que no ve, y aun advertida contina en persuadirse de que no ve pecado ni peligro donde realmente los hay; y suele caerse en este error por influencia de la ignorancia culpable, por costumbre de pecar, o por pasiones que nos atraen desordenadamente a algn objeto. Quien por tal conciencia anda dominado, es culpable porque puede evitar los errores evitando las causas, como conozca bastantemente la obligacin que tiene de evitarlas.Necesario es estar muy prevenido contra la conciencia escrupulosa y la laxa. Una y otra son peligrosas, y hasta perniciosas; una y otra impiden la perfeccin, y lo que es ms temible, una y otra nos exponen a los peligros de caer en el infierno. A todo trance hay que procurarse la conciencia recta.Para que haya pecado formal, o sea pecado con el cual se ofenda a Dios es menester: primero, que el acto interno o externo, pecaminoso por comisin u omisin, sea reputado por la conciencia como malo o ilcito; segundo, que el entendimiento, en el momento mismo de realizar el acto o su causa, advierta su malicia moral; tercero, que la voluntad, sabido que el acto es malo ilcito, consienta libremente en l, toda vez que tiene libertad interna de elegir entre el consentimiento y el disentimiento. Pero si un acto, bien interno, bien externo, se ejecutase sin conocimiento de su malicia moral en el momento mismo del acto o cuando se pone la causa, ciertamente que puede uno querer el acto, pero no le quiere como moralmente malo, puesto que el entendimiento no lo ha visto como ilcito. Nada puede quererse sin que antes se conozca; obrando sin este conocimiento, el pecado ser puramente material; pecado que no es otra cosa sino un error de la conciencia invenciblemente errnea, con el cual error ni se ofendea Dios, ni el hombre se hace culpable.Para que haya pecado mortal se requiere y precisa, segn ensean telogos y santos: primero, que el acto interno o externo sea gravemente malo, o juzgado tal por la conciencia; segundo, que el entendimiento, al poner el acto o su causa, advierta plenamente su malicia, y tercero, que la voluntad, a sabiendas y con entera libertad, d su pleno consentimiento. Si falta cualquiera, de estos tres requisitos, el pecado descender de clase y se quedar en venial.Sin consentimiento de la voluntad no puede haber pecado formal: el hombre no puede pecar formalmente de otra suerte que por su propia voluntad. Por el abuso de su libre albedro podr el hombre pensar lo malo, lo ilcito, proponrselo, representrselo, consentir en ello, pecar. Adems, puede el demonio, permitindolo Dios, y aun suele sugerirle pensamientos y representaciones malas para impelerle al consentimiento de la voluntad; pero nunca puede obligarle a que consienta. Finalmente, el mismo Dios, y los espritus buenos y bienaventurados le ofrecen pensamientos y le representan objetos que le inducen al bien y ayudan su voluntad; pero tampoco pueden hacerle violencia.Lo dicho demuestra que hay en el hombre tres clases de pensamientos o emociones: una, que procede de la libre voluntad del hombre mismo; otra, extrnseca, que es sugestin del demonio, espritu malo; la tercera, extrnseca tambin, pero que viene del espritu bueno. Ciertamente -dice San Bernardo, - por sus mismas palabras le conoceremos; y la misma mocin, la misma sugestin nos dir cul de los tres espritus es el que habla. Para inteligencia de lo dicho tendremos presentes estas reglas, que los Santos nos dan para discernir los espritus.Primera. - A los que pecan mortalmente con facilidad, el espritu malo suele proponerles de continuo falsas delicias de la carne y delectaciones sensuales con que los esclaviza ms seguramente y los estimula ms a los vicios y pecados.El espritu bueno con estas personas obra de contrario modo: pnzalas y trbalas instantemente la conciencia para hacerles conocer la infelicidad de su alma, y estremecindolas, las aparta del pecado y las convierte.Segunda.- El espritu malo esfurzase con engaos y artificios y malas artes en inspirar a los hombres amor desordenado de riquezas y abundancia de las cosas, para hacerles despus caer ms fcilmente en el pecado.El espritu bueno hblales blandamente, y ensales con dulzura y sosiego que es menester apartar el corazn de afectos desordenados a los bienes terrenales, para que no se hallen cercados de impedimentos.Tercera. El espritu malo solicita, impele, forcejea, porque aspire el hombre a vanos honores.El espritu bueno propone e inculca generosa humildad y gloria verdadera.Cuarta. -A los que conociendo la necesidad de pensar en su eterna salvacin empiezan a dudar de ella seriamente, el espritu malo suele inspirarles cierta vergenza, cierto humano respeto que les impido continuar en el bien comenzado. El espritu bueno los anima y estimula para que, despreciados los respetos humanos, marchen con fortaleza.Quinta.- El espritu malo aflige con molestias, con escrpulos, con tristezas, con engaos y sofismas y otras turbaciones a cuantos procuran de veras purificarse de vicios, abstenerse de pecados y corresponder cada da con ms creces al amor de Dios; y esto lo hace el malvado para dificultar nuestro adelantamiento.Al contrario, el espritu bueno infunde alientos a los que obran rectamente y desean el bien, alumbra su entendimiento, consuela su alma, les da la tranquilidad y paz necesarias para marchar por los caminos del Seor con ms libertad y alegra.Sexta. - Procura con empeo el espritu malo que el alma a quien desea engaar y perder no comunique a nadie sus perversas sugestiones. Pone en aprieto todo su ingenio para impedir que sus maquinaciones diablicas lleguen al director espiritual, porque conoce que as quedar vencido.Al contrario, el espritu bueno ama la luz y el orden, porque obra el bien y estn colmadas de bondad todas sus obras.Sptima.- El espritu malo hace como el general que presenta batalla. A la manera que ste explora la situacin, las fuerzas de una plaza que desea conquistar, y la asalta por el punto ms dbil, as el espritu perverso, antes de sitiarnos, averigua nuestra disposicin, nuestras virtudes teolgicas y morales, y luego emprende el asalto y se esfuerza por atacar el flanco que ms dbil encuentra en nosotros.Octava.- Sin alientos, sin vigor, sin fuerzas se queda el espritu diablico cuando rechazamos las tentaciones con frente serena y corazn intrpido. Pero si advierte que el hombre tiembla y desespera, entonces no hay fiera ms cruel y daina que aquel enemigo hasta conseguir el fin de su malvada y pertinaz porfa.(San Ignacio, Santo Toms, Santa Teresa de Jess.)LIBRO PRIMEROAvisos tiles para purificar el corazn.

CAPTULO PRIMEROFundamento1. Voz de Jess. - Aprended de M, que soy manso y humilde de Corazn, y hallaris descanso para vuestras almas.Voz del discpulo - Con estas palabras nos manda Jesucristo estudiar e imitar las virtudes de su Corazn, para que, podamos desembarazar el alma de toda miseria y lograr la verdadera bienaventuranza.Estas sencillas palabras atesoran toda la doctrina de Cristo, los motivos para aprenderla, el fruto y fin de la misma.La excelencia del maestro es el mayor aliciente para aprender su doctrina; y quin ms excelente que el Hijo de Dios, a quien constituy el Eterno Padre nuestro nico Maestro, y en quien residen todos los tesoros de la sabidura y ciencia de Dios?La doctrina de Cristo es la verdad: aventaja a todas las artes y ciencias del mundo, no abre camino para alcanzar riqueza alguna perecedera ni deleites transitorios, ni gloria terrenal, pero nos granjea riquezas sin lmites y perdurables, goce inefable y perpetuo, gloria celestial y sempiterna. Ha compendiado toda su enseanza en este solo documento: Aprended de M, que soy manso y humilde de Corazn; documento que Jess dirigi a todos, grandes y pequeos, por saber que debidamente entendido y practicado encierra todo lo necesario para la salvacin. Toda su vida no fue ms que el ejercicio de esta doctrina, pues para alentarnos, antes que a ensear comenz a practicar.2. Aprendamos, pues, este precepto y saldremos bastante sabios, sabremos cuanto nos es preciso, y no ser menester buscar ms sabidura. El modo de aprender aqu es practicar, y de dos maneras lo haremos: estudiando y ejercitndonos.Pero ante todo, para entender lo que estudiamos y llevar a la prctica lo que entendiremos, es indispensable orar con insistencia.Debemos, despus, meditar con atencin la intensidad, anchura y extensin de tal precepto, poniendo con frecuencia ante los ojos a nuestro Maestro como a divino ejemplar, y para ver qu debemos corregir y desechar, qu debemos adquirir y a qu aspirar.

Mas como no basta saber, sino que es necesario practicar el precepto, que es todo prctico y no se aprende con perfeccin sino a fuerza de ejercicio, al mismo tiempo que principiamos a aprender, debemos comenzar a obrar, mostrndonos ante Dios y ante los hombres, en pensamientos, palabras y obras, mansos y humildes de Corazn. Y adelantando siempre en la inteligencia y en el ejercicio, debemos de tal manera trabajar, que la fuerza del precepto vaya desarrollndose y extendindose cada vez a ms acciones de la vida, a nuestros sentimientos ntimos y a todas y cada una de nuestras palabras y obras.3. Como aprendamos de esta suerte lo que por Dios, nos ha sido propuesto, conseguiremos, el fruto que ha de remunerar nuestro trabajo y que nos prometi Aquel que no puede engaarse ni engaarnos.Y cul es este fruto prometido? Indudablemente el mayor de todos. Encontraris dice descanso. Y qu significa encontrar descanso?Es encontrar aquella posesin con la cual, llenos y regocijados, descansemos, sin trabajar ms para buscarla y sin sobresalto alguno de perderla.Quien encontrare este descanso estar tranquilo de verdad y ser dichoso; ms quien no lo hallare, posea lo que poseyere, siempre andar sobresaltado y sin ventura, porque no se le saciar el corazn y siempre ambicionar ms y correr peligro constante de perder, a su pesar, lo ya adquirido.Es tal nuestra naturaleza, que ansia de suyo una dichosa quietud sin que est en nuestra mano el evitarlo.Sumo favor de Dios fue ponernos este deseo anhelante, esta condicin ansiosa, porque con empeo y de modo natural y suave buscaremos aquello mismo que nos ha de hacer felices.Y aunque por nuestro libre albedro podamos buscar descanso en la variedad de cosas, siempre, sin embargo, aquel nuestro deseo e inclinacin decidida insistir hasta encontrar el objeto en cuya posesin solamente encontraremos la dichaCristo nuestro Seor, autor de tal deseo, y en quien repugna habernos dado una inclinacin invencible sin objeto o sin posibilidad de alcanzarlo, El mismo nos manifiesta dnde hemos de buscar el verdadero objeto de esa inclinacin, y dnde lo encontraremos.Aprended de M, que soy manso y humilde de Corazn, y hallaris descanso. No hace gnero alguno de distincin ni de excepcin. Encontraremos, pues, verdadero descanso y verdadera felicidad.Porque aunque la felicidad, hartura del alma, no pueda ser ahora completa, por la condicin de esta vida mortal, ser, sin embargo, verdadera, como Dios lo ha prometido y lo ha enseado la experiencia de innumerables Santos que fueron mansos y humildes discpulos del manso y humilde Jess.Disfrutaremos de una paz que ningn enemigo le fuera podr turbar; gozaremos de una tranquilidad que no alterar ningn movimiento interno, y, por ltimo, gozaremos de una semejanza y unin con Dios que traer sobre nuestra alma toda suerte de bienes y la mayor felicidad de la vida, sin que nadie nos pueda privar, contra nuestra voluntad, de ella.4. En recogiendo tal fruto, aseguramos nuestro bien, la bienaventuranza eterna de nuestras almas, pues dice Jess: Encontraris el descanso para vuestras almas.Aunque son nuestras, nuestras almas no son tan nuestras como si fusemos hechura de nosotros mismos; pues Dios fue quien nos cri, y no nosotros; pero son nuestras en cuanto l nos las ha dado. El drnoslas fue con un fin digno de l, para que obrando l como debe en su infinita perfeccin, cooperemos con l nosotros, y procuremos feliz y perpetuo descanso a nuestro corazn.Este es nuestro fin: la eterna bienaventuranza del alma ntimamente unida con la gloria del Seor, que le ha sealado fin tan alto y tan sublime.Si, pues, Dios es glorioso en todas sus obras, cuan glorioso ser en obra tan admirable como 1a salvacin de las almas que han de triunfar en la eternidad y alabarle perpetuamente.Para conseguir este soberano fin, te ha provisto y fortalecido el Seor de mil modos y maneras. l va delante de nosotros como buen padre delante de sus hijos, mostrndonos la segura deleitosa senda, alivindonos y confortndonos.5. As las cosas, qu nos resta sino marchar animosos detrs de tan soberano gua?Qu mayor honor para nosotros? Grande gloria es seguir al Seor; y honor sumo ser discpulos animados de su Corazn. Qu honor mundano se puede imaginar que, al compararlo con tanta alteza, no se desvanezca?Ni hay cosa ms provechosa, cuando de ella depende el descanso del alma, que es nuestra bienaventuranza en el tiempo y en la eternidad, negocio tan importante, que es el nico negocio, y ante el cual todos los dems son intiles vanos.Es, por ltimo, obra fcil y suave, porque los mandatos del Seor no son gravosos, pues al drnoslos nos suministra tales ayudas que en l, slo podamos cumplirlos, sino que ningn enemigo de nuestra salvacin ni obstculo alguno pueda impedir el que con perfeccin los cumplamos.Aprendiendo, pues, en el mismo Corazn del Salvador y bebiendo en la fuente dulcsima de amor, no sentiremos, sino que amaremos el trabajo que se ofrezca, y lo encontraremos suave y llevadero.Oh, Jess, manso y humilde de Corazn! Recbeme, te ruego, por discpulo tuyo, por discpulo de tu Corazn, y concdeme que aprenda con esmero de Ti a ser manso y humilde, y encuentre as la paz de mi alma para tu eterna gloria.(Vase la Imitacin de Cristo, lib 1, caps. I y III, nmeros 1 y 2.)

CAPITULO IIQue nada del mundo puede dar al alma verdadero descanso.1. Voz de Jess. - Hijo mo, has sido criado para la bienaventuranza, la razn lo prueba, la fe lo ensea, la experiencia lo confirma.Hijo, buscas sin descanso la felicidad, y haces, bien; pero deja de buscarla en las criaturas, porque no la encontrars en ellas.Ninguna cosa de este mundo es capaz de llenar tu corazn, y aunque poseyeras t slo todo lo creado, tu corazn permanecera vaco y sin felicidad.Los bienes de la tierra excitan, pero no satisfacen nuestros deseos; antes, cuanto ms poseyeses, tanto ms los ambicionaras.Piensas t encontrar en las criaturas lo que en ellas no se halla? Nadie da lo que no tiene.2. Por ventura alcanzars t lo que ningn mortal ha conseguido? Ah tienes Salomn, el ms sabio entre los hombres abundaba en toda Clase de bienes, gozaba incesantemente de nuevas delicias, asombr a las naciones con la inmensidad de sus tesoros, y la gloria de su fama lleg hasta los confines del mundo.Ms en la amargura de su corazn se vio forzado a exclamar: Vanidad de vanidades, y todo vanidad!Aunque en el mundo poseyeres cuanto apetezca tu corazn, aunque fueres dueo de la tierra toda, aunque te honren lodos los hombres, aunque de todos goces, al cabo descubrirs que te has encontrado con nada, con vanidad y afliccin de espritu.3. Ni tal te admire, hijo mo, porque no se ha criado tu corazn para el mundo. Todo, pues, cuanto en l se halla es indigno de tu nobilsimo destino y del amor de tu corazn.Para bienes mayores has sido criado: naciste para lo eterno; tu destino es lo infinito; no permanezcas entre miserias, t que naciste para reinar eternamente.Qu te aprovechara ganar el universo, si pierdes tu alma? En verdad que seras dos veces infeliz: aqu en la tierra padeceras angustias de corazn y remordimientos de mala conciencia, y ms all, la eterna, infelicidad.Bienaventurado, pues, quien despreciare cuanto engaa al corazn, quien rechazare generoso todo impedimento de la verdadera felicidad, y, acordndose de su noble fin, buscare sobre todo lo creado la bienaventuranza, en su Creador.4. Voz del discpulo. - Dios mo y Salvador mo! T me criaste para la bienaventuranza, y con no haber cesado de buscarla, todava no la he probado, todava no la encuentro.Mis apetitos gritaban con frecuencia: hela ah, hela ah! Yo, insensato, lo crea, y ciego con mis deseos desenfrenados, vagaba por una parte y por otra; mas en vez de la soada felicidad, hall miseria y sabore amargura.Miserable de m! Creado para buscar en Ti oh Dios mo! la felicidad, me afan buscndola fuera de Ti en las criaturas, y he aqu que, alejado de la felicidad para que fu criado, me encontr con la desdicha, para la cual no fui nacido, y en ella perec.Dios y Salvador mo! Abre mis ojos para que claramente vea todos mis errores, y haz que, libro de ellos, busque eficazmente en Ti la felicidad que me es imposible hallar en las criaturas.(Vase la imitacin de Cristo, lib. I, cap, 1, nms. 3, 4 y 5, y lib, III, cap. XXII.)CAPTULO IIIQue nuestro corazn encontrar en el Corazn de Jess descanso verdadero y verdadera felicidad.1. Voz de Jess. - Si quieres, hijo mo, ser de verdad feliz, dedica tu corazn a la imitacin y trato familiar del mo.En l encontrars una paz y tranquilidad que el mundo no puedo darle ni quitarte.Si una sola vez penetrases totalmente en el seno de mi Corazn, desde all veras claramente cmo son en s las cosas terrenales, no como las juzgan los necios adoradores del mundo.Fcilmente te desprenderas entonces de los superfinos y enojosos cuidados de las criaturas, y nada juzgaras digno de ti sino los verdaderos bienes.2. Tu corazn, esclavo siempre de continuas mudanzas, se muda siete veces cada da; ahora est alegre, luego triste, ahora tranquilo, ms tarde agitado, unas veces abrasado con el amor de las criaturas, otras hastiado de sus vanidades, tan pronto fervoroso como tibio, y siempre inconstante como el mar.Pero si tu corazn estuviera unido con el mo, renacera de pronto en l una tranquilidad dichosa y permanente.Unido a m Corazn permaneceras seguro como en puerto de salvacin, y podras defenderte de las mudanzas y marejadas que levanta el viento de lo prspero y lo adverso.Si te acogieras a mi Corazn, enemigo ninguno podra daarte. Es cierto que el demonio anda en derredor buscando a quin devorar, y arrastra a muchos consigo a la perdicin; pero a ti no se acercara ni podra alterar tu sosiego.3. Si conocieras cunto vale este don de Dios! Si comprendieras cuntos bienes atesora! Verdaderamente, toda tu quietud y felicidad estn en l encerradas.Perpetua paz, imperturbable seguridad, gozo verdadero del alma para cuantos aman y adoran mi Corazn!De qu sirven las riquezas, de qu los honores y todos los placeres, si el corazn no est tranquilo y satisfecho? Y el mundo todo, qu puede darnos ms que inquietud y amargura de corazn?Miserable sers, poseas lo que poseyeres, hasta que no descanses en M, el nico que te basto.4. Voz del discpulo. - As, Seor, lo tengo realmente experimentado. Busqu la paz en todas las cosas y no he hallado sino turbacin y ms turbacin.Por tu bien juntamente y por el nuestro, quisiste que nuestro corazn slo descansara en Ti. Formaste, Seor, nuestro corazn para el tuyo, y se sentir desasosegado e infeliz mientras no descanse en Ti.Oh dulcsimo Corazn de Jess, delicia de la Santsima Trinidad, alegra de los ngeles y Santos, paraso glorioso de las almas! Qu busco fuera de Ti, si slo en Ti se halla cuanto puedo y debo desear?El cielo tiene en Ti su regocijo, en Ti la tierra su encanto, y siendo T la bienaventuranza de todos, por qu no has de ser la ma? S, dulcsimo Corazn de Jess! T sers mi reposo, T mi felicidad para siempre. (Imitacin de Cristo, lib. III, cap. XXXIV.)CAPITULO IVQue para salvarse es necesario imitar al Corazn de Jess.1. Voz de Jess. - Una sola cosa, hijo mo, te es necesaria sobre todas: salvar el alma eternamente; porque si la pierdes, todo est perdido; si la salvas, todo se ha salvado.Pero no conseguirs la salvacin eterna de tu alma si no imitares mi Corazn, porque a los que Dios eligi en su presencia les dio tambin por destino hacerse semejantes a la imagen de su Hijo.Y cul es esta imagen del Hijo de Dios que deben asemejarse todos los predestinados sino mi Corazn?Que no a todos es dado imitar mis obras exteriores, ni tampoco pende de la voluntad del hombre realizar las obras maravillosas que yo hice.Adems, dada la diversidad y gneros de vida, no todos pueden seguirme por el camino de mi vida exterior; pero todos, grandes y pequeos, sabios e ignorantes, sea cualquiera su modo de vivir, pueden imitar los sentimientos de mi Corazn.Si, pues, aspiras a la salvacin eterna, asemjate a mi Corazn, y acomoda los sentimientos de tu Corazn a los del mo.2. Aunque distribuyeres entre los pobres todos tus bienes; aun cuando entregaros tu cuerpo a penitencias extraas; aunque comprendieres todos los misterios y obrares prodigios estupendos, como tu corazn no fuere semejante al mo, nada has hecho y nada te aprovechara todo eso para la vida eterna.Segn la semejanza de tu corazn con el mo, sers juzgado, y conforme a ella eternamente remunerado.Cuntos me dirn en el da del juicio: Seor, por ventura no hemos profetizado en tu nombre y lanzado los demonios y obrado grandes prodigios? Pero yo Jess responder: No os conozco. No veis las heridas que me abristeis? No conocis este costado que rasgasteis y que para vosotros ha permanecido abierto, y en el cual, sin embargo, no habis querido introduciros?Nada, pues, vale cuanto obrares, si no obrares conforme a mi Corazn.3. No las apariencias de piedad, sino un corazn devoto hace al hombre bueno y amado de M.En tanta mayor seguridad pondrs tu salvacin, cuanto ms asemejares tu corazn con el mo.Trabaja por tu salvacin cuanto pudieres, que ninguna diligencia es demasiada cuando se aventura la eternidad. A la hora de la muerte te encontrars con que has perdido todo tu trabajo, si no lo hubiere referido a M y a tu salvacin.Si, pues, de tanta importancia es la salvacin eterna, no olvides que tanto como la salvacin de tu alma vale la imitacin de mi Corazn.4. Voz del discpulo. - Oh salvacin eterna, del alma, el negocio de los negocios para m Para qu estoy en el mundo sino para salvarme? Y para qu fui redimido, provisto de tantas gracias y enriquecido con tantos y tan divinos beneficios, sino para salvar mi alma con ms facilidad y eficacia?Pero ay! que an no he comenzado seriamente la obra para la cual vine al mundo. Redimido, me esclavic otra vez con ms vilipendio y pereca por el abuso de las mismas ayudas y favores, conque fcilmente me hubiera podido hacer feliz y salvarme.Oh Dios mo! Con toda justicia hubieras permitido que yo pereciera eternamente y sufriera tormentos infinitos, que bien lo mereca el abuso que de tus dones hizo mi malicia.Pero ya que por la bondad infinita de tu Corazn no lo has permitido, antes bien, con nuevo y ms sealado beneficio mo has hecho apreciar y desear la eterna salvacin de mi alma, no ser ms en adelante ingrato ni me expondr ms a la perdicin eterna.Resulvome oh Jess mo! y ofrzcome desde ahora a cooperar a los consejos suavsimos de tu Corazn y a trabajar cuanto pueda para conseguir mi eterna salvacin.(Imitacin de Cristo, lib. II, cap. VII.>

CAPTULO VQue toda nuestra perfeccin consiste en imitar al Sagrado Corazn de Jess.1. Voz de Jess. - Hijo mo, toda tu perfeccin est en hacerte semejante a mi divino Corazn.Porque mi Corazn, Corazn del Verbo de Dios y dechado de todas las virtudes, es la suma santidad.Cualquiera, pues, que imitare a mi Corazn, imita a Dios su Salvador, la misma santidad.Siendo, pues, mi Corazn modelo de toda santidad y fuente de toda gracia, en l aprenders cuanto necesitas practicar para tu santificacin, y en l tambin hallars tesoros de fortaleza para practicarlo. Si quieres salir perfecto, imita a mi Corazn; cuanto ms te conformares con l, ms perfecto saldrs.2. Mi Corazn es humilde, y la humildad es el fundamento de la santidad verdadera. Si de mi Corazn no aprendieres la humildad, nunca poseers tal virtud ni conocers de ella sino el nombre. Y si intentares levantar el edificio de la perfeccin sobro otro cimiento, no tendr estabilidad, y al menor soplo de viento quedar destruido y convertido en ruinas.Mi Corazn est tambin lleno de mansedumbre y caridad, y la caridad es la perfeccin de la santidad.Jams la llama de la caridad inflamar tu corazn, si el mo no le comunica el fuego de amor en que se abrasa. Desventurado de ti si abrasas tu corazn con otro fuego! Arder, s, mas ser para tu perdicin. 3. Nunca conseguirs virtudes slidas ni logrars la verdadera santidad, como no imites a mi Corazn.Por ms que aparentes seales de virtud, por ms que aparezcas a los dems devoto, como tu corazn no imite al mo, toda tu devocin no pasar de necia compostura del semblante.No hay esperanza alguna de perfeccin mientras no te propusieres a mi Corazn como dechado de ella.4. As sucedi, indudablemente, desde el principio del mundo. Ya en la Ley antigua estaba profetizada con notoriedad la bondad de mi Corazn, y ninguno fue contado entre los escogidos sino el que llevaba grabados en el suyo los caracteres de mi futuro Corazn.Desde la cuna de la Iglesia hasta el presente, mi Corazn ha sido siempre la santificacin de los Apstoles, la fortaleza de los mrtires, la constancia de los confesores, la pureza de las vrgenes, la perseverancia de los justos; en una palabra: la perfeccin de todos los Santos.Animo, pues, hijo mo; sigue a mi corazn por dondequiera (pide, yo te llevare; cuanto ms d cerca le siguieres, tanto ms te aproximas a la perfeccin consumada.De la imitacin de mi Corazn pende el cumplimiento de toda la ley y toda la santidad.El constante cuidado de imitar a mi Corazn es seal segura de predestinacin.5. Voz del discpulo. - Oh dulce Jess, fuente de vida y de gracia! Anmame, aydame a conocerte e imitar a tu Corazn divino, norma de da virtud y dechado de toda santidad.Libra a mi alma de toda ilusin e impedimento; concdeme buscarte con puro y sincero afecto, revestirme de tus sentimientos ntimos y asemejarme enteramente a tu Corazn.Pero ah, Seor, cuan diferente es mi corazn del tuyo! Cun poco he trabajado hasta hoy para que mi vida sea un trasunto de la vida de tu Corazn!Y mucho ser que no me hubiese afanado por apartar mi corazn del tuyo y pervertirlo. Qu ceguedad, qu insensatez la de mi alma!Apidate de m, Seor, apidate de m segn la misericordia infinita de tu Corazn.Cuntos hay que no han vivido tanto tiempo ni dispuesto de tantos auxilios, y, sin embargo, se han santificado, hacindose discpulos fervorosos de tu Corazn! Y yo todava no he comenzado a santificarme! Todava soy pecador!Tiempo es ya, Seor, tiempo es ya de que comience la obra de mi santificacin, hasta ahora tan descuidada.Esta consideracin es la que me anima y estimula: que an puedo santificarme, que puedo todava salir discpulo de tu Corazn, y adornarme todava con esta seal dichosa de los predestinados.Levntate, buen Jess, dame tu mano, dame tu gracia\y valor, que ya comienzo.(Imitacin a Cristo, lib. I, cap. III)

CAPTULO VIQue quien deseare imitar al Corazn de Jess debe purificar su alma.1. Voz de Jess. - Si quieres, hijo mo, entregarle por completo al trato con mi Corazn, y saborear las dulzuras inefables de esta familiaridad, purifica tu corazn de todo mal.Porque Yo, tu Amado, soy puro e inmaculado, y son mis delicias vivir entre azucenas.Ni cmo es posible unin alguna entre tu corazn y el mo, si antes no lo purificas con exquisito cuidado?Porque quin argir de pecado a mi Corazn? Y t, cmo te atrevers a decir mi corazn est limpio cuando t mismo tienes conciencia de lo contrario?Ay, hijo mo, cul est tu pobre corazn! Nacido en el pecado, morada, tanto tiempo de demonios, sucio y desfigurado con tantas manchas, fuertemente propenso al mal y miserablemente alejado del supremo Bien, nutriendo y fomentando tantas afecciones desordenadas, races de todo linaje de imperfecciones, lleno de mundo y de s propio, sin tener otra mira en sus obras ms que a s mismo.2. De extraar es que oses invitarme a venir a tu corazn y a residir en l entre inmundicias.Abominacin es para m un corazn depravado; nuseas me da un corazn inmundo. Cmo me ha de recrear el habitar en l?Un corazn puro busco yo, y tengo todas mis delicias en vivir en l y deleitarme all como entre azucenas.Quien amare, pues, la pureza de corazn, gozara de mi presencia y gozar de las ternuras de mi Corazn y de su divina dulzura.3. No te llames a engao, hijo mo, creyendo que te ira bien con una aparente rectitud, porque Yo miro principalmente al corazn. Y qu te aprovechara agradar con tu exterior a las criaturas todas, si interiormente me desagradaras?Cuando tu corazn estuviere limpio, todo tu estars limpio; pues del interior del corazn proceden los malos pensamientos, las impurezas, los engaos, las blasfemias, en una palabra, todos los delitos.Purifica, pues, tu corazn y nada impedir que llegues suavemente a la unin interior conmigo, y gustes, hasta saciarte, cunta sea la dulzura de mi Corazn.Mas si te apartares del mal slo en apariencia y no desarraigases el pecado de tu alma, nunca quedars libre de vicios, sino que brotarn por dentro diez veces ms de lo que en lo exterior evitares por fuera, y cuando te parezca por fuera estar seguro, te arruinar el peso de los vicios interiores.4. Ea, pues, hijo mo, preprame en tu corazn una morada limpia, y Yo vendr, y ser todo tuyo como t todo mo, y habr entre ambos familiaridad admirable y unin slo conocida a los que han tenido la suerte de probarla.Animo, pues, hijo mo, y principia inmediatamente obra de tanta importancia; no disfrutars alegra verdadera hasta que no la rematares.Lo que a muchos impide la completa purificacin del alma, es el temor de las dificultades.Artificio es ste del demonio. Este antiguo enemigo de la salvacin humana, sabiendo que de la pureza del alma depende tu salvacin y la ajena, y sobre todo mi gloria, no se da punto de reposo para apartarte de ella.No des odos a las sugestiones de un embaucador que para conseguir su intento no repara en verdades o mentiras.T, hijo mo, ora sin cesar, pide la divina gracia, emprende con fortaleza tu obra, y vers cmo todos los obstculos se desvanecen ante tu dedo, y aun en aquello en que pensabas encontrar mayor dificultad hallars, maravillado, extraordinarios consuelos.5. Voz del discpulo.- Te ruego, Seor y Jess mo, y te suplico que formes en m un corazn limpio y renueves en mis entraas el espritu de rectitud.Mi corazn est todo manchado con inmundicias; del corazn se han contagiado las potencias del alma y los sentidos del cuerpo. Qu hay en m que carezca de mancilla y que est todo puro y sin mancha?Envame, te ruego, la luz de tu gracia, e ilumina mi entendimiento para que conozca y llore todo lo malo que obr, todo lo bueno que omit.Oh, y cunto me pesa, dulcsimo Jess, de haber profanado tan indignamente tu morada, de haberte ofendido, de haber afligido a tu divino Corazn! Me pesa, oh sumo bien mo, me pesa, y aborrezco todos mis pecados, confieso mi maldad e ingratitud e imploro la misericordia de tu Corazn.Seor, con slo querer puedes T purificarme; lmpiame, te suplico, de mi iniquidad, y purifcame de mi pecado. De los pecados ocultos y aun de los ajenos, purifica mi corazn.Ven, Jess mo, ven a mi corazn. Haz un ltigo con cuerdas de tu santo temor y acendrada gratitud y pureza de amor, y arroja con l a todos los profanadores de este tu santo templo.Jams dar a ninguno de ellos entrada; tu morada se llamar casa, de oracin; en ella me ocupar sin cesar contigo, en ella te amar, en ella te adorar.(Imitacin de Cristo, lib. III, cap. XXXI.)

CAPTULO VIIQue ante todo debemos purificar el corazn de pecado mortal como de la suma desgracia.1. Voz de Jess. - Mira, hijo mo, que no haya en tu corazn pecado que acarree la muerte a tu alma.Cmo te atreves a albergar en el corazn a tu enemigo capital, cuando admitido te convertir sin remedio en esclavo del infierno, en el ms infeliz entre los hombres, ms despreciable an que los seres irracionales?Cuntos dicen: Qu multitud de males devasta la tierra! Pero en realidad el mal es uno slo, el pecado; ni hay otro fuera de l.Evita el pecado, y cuanto te aconteciere ceder en provecho tuyo.2. Es cosa que asombra que una criatura racional cometa voluntariamente un pecado, tan detestable por naturaleza, que cuando no existieran ni el cielo ni el infierno, slo por su fealdad intrnseca y connatural deberamos evitarlo a todo trance.Si consideraras, pues, la infinita dignidad del ofendido y la infinita vileza del ofensor de ver que el pecado es tambin un mal en cierta manera infinito.Quien poca mortalmente al mismo Dios ataca, al mismo Dios aniquilara, si posible le fuera, y ciertamente no queda por el pecador el que el mismo Dios, Creador del cielo y de la tierra, fuera destruido.3. Es mal tan grave el pecado, que para aniquilar este monstruo infernal y satisfacer a la Justicia divina, Yo, Hijo del Altsimo, tuve que descender del solio de mi Majestad y hecho hombre, soportar una vida toda de martirio, y por ltimo, consumido de dolores, expirar en una cruz.Oh hombre miserable! Cmo te empeas en rehacer lo que tanto me cost desbaratar? Cmo te atreves a renovar por un momento de deleite todos mis trabajos y tormentos y mi acerbsima muerte?Si pecas mortalmente, te haces reo de un crimen mucho ms nefando que el de los judos que me crucificaron. Que si aquellos me hubieran reconocido como Rey de eterna gloria, jams me hubieran entregado a la muerte. Pero t me conoces y sabes bien quin soy, por la experiencia de mis beneficios.4. Por ventura no fue obra de m solo amor el crearte y conservarte? No te proteg siempre, no te cuid y auxili como padre cariossimo?Cuanto eres, cuanto posees, todo te lo he dado yo, y lo que ms es de apreciar, me he entregado todo a ti. Y as me pagas tanto como de M has recibido!Echale a un animal, que carece de razn, un pedazo de pan, y se mostrar tan agradecido a ti como pudiere. Ms yo te enriquec con bienes infinitos, y t, en pago, me persigues hasta entregarme a la muerte. Prate a considerar qu debas pensar de tu ingratitud.5. Oh hijo de mi eterno amor, a quien am obre mi vida no quieras pecar ms.Si me amas, o a lo menos, si te amas a ti mismo, huye del pecado ms que de la muerte.Porque cuantas veces cometieres un pecado mortal, mueres espiritualmente, pierdes cuantos mritos habas contrado, te despojas del derecho a la herencia celestial, te constituyes con los demonios heredero del infierno, prefieres la infelicidad a la bienaventuranza, el infierno al cielo, el demonio a tu Creador.Medtalo bien, hijo mo, para que de una vez comprendas, en cuanto es posible al humano entendimiento, cuan grave mal sea el pecado y evites con horror lo nico que puede hacerte eternamente desgraciado.6. Voz del discpulo. Oh alma ma! Mira lo que es pecar! Verdaderamente es el mayor de los males, el que degrada al hombre hasta ponerlo por debajo de los irracionales, el que cierra las puertas del cielo y abre los abismos del infierno. Qu monstruo tan abominable, mucho ms horrendo que el mismo Satans!Oh Dios mo! El confesarlo me sonroja, pero no puedo negar que he sido esclavo vilsimo del pecado, y que, por extremada ingratitud, por extremada insensatez, por extremada maldad, he insultado frecuentemente tu excelsa Majestad, ante la cual tiemblan de veneracin y pavor los mismos ngeles.Me confundo en lo ms ntimo de mi alma de haberme envilecido por debajo de las bestias, cometiendo iniquidades que la razn reprobaba y abusando de todas las potencias de mi alma y sentidos de mi cuerpo.7. Oh Seor y Dios mo! Imprimiste en m tu amabilsima imagen, y yo, desfigurndola, la he sustituido con la horrible fealdad del diablo, y aun muchas veces me he hecho ms horrible que el demonio mismo.Porque l pec soberbio sin tener experiencia de tu venganza, mas yo pequ conociendo y despreciando tu castigo; l fue criado una sola vez en la inocencia, yo he sido a ella restituido muchas veces. El se levant contra quien le cre, yo contra quien me cre y redimi.Yo, pecador miserabilsimo, por nada o por menos que nada rechac gustoso tu amistad, la paz dichosa del alma, el derecho a la bienaventuranza eterna, y me entregu al demonio como esclavo miserable para participar al punto de su infortunio, y participar maana de sus eternos suplicios si en tu Corazn no encuentro arrepentido, la misericordia.8. Verdaderamente, Jess mo, no soy digno de encontrar la misericordia de que tantas veces he abusado; no soy digno de ser esclavo tuyo despus de haber sido esclavo del demonio. Si has de tratarme como merezco, el infierno ser mi morada.Pero oh Dios y Salvador mo! En tu Corazn hay misericordia infinita; bien lo muestran mis pecados mismos, porque si no hubiera sido infinita tu misericordia, nunca hubieras tolerado la ofensa infinita de mis culpas.Oh Jess! Compadcete de m segn la grandeza, de tu misericordia. Te pido humildemente perdn, y confo que perdones a este msero pecador, sinceramente propongo firmemente servirte en lo sucesivo con fidelidad y amarte fervorosamente.(Imitacin de Cristo, lib. III, cap. VIII, nm. 123; cap. XII, nm. 3, y cap XIV, nm. I.)CAPTULO VIIIQue el corazn debe, estar limpio, aun de todo pecado lave.1. Voz de Jess. - Purifica hijo uno, tu corazn de toda culpa aunque te parezca leve, y evita cuidadosamente aun la menor mancha de pecado.No hay razn, ni puede haberla, para cometer el ms ligero pecado.Aun cuando se siguiera la salvacin de todo el universo, no le sera lcito ofenderme en lo ms mnimo, como quiera que Yo valgo infinitamente ms que el mundo todo.Evitan algunos los pecados graves y cometen sin escrpulo los veniales; seal harto evidente de que ms se gobiernan por su amor que por el mo.Infelices! Experimentarn para su dao cmo se han engaado a s mismos.2. Porque quien despreciare las cosas pequeas, poco a poco caer en las grandes; y acostumbrndose insensiblemente a reputarlo todo por pequeo, juzgar que le va bien y llegar a cometer faltas graves sin grave remordimiento de conciencia.Cuando gusta un insensato de marchar por el borde de un precipicio, justo es que, resbalando el pie, se precipite en el abismo.Gurdate, pues, de pecado venial, si no quieres cometer pecado mortal.Mientras fueres indulgente con las faltas pequeas, por todo ese tiempo pones en peligro tu salvacin.3. A muchos corazones parece cosa horrenda renovar mi muerte con el pecado mortal; pero no cesan de amargar y afligir mi Corazn con reiteradas culpas veniales.Ah, hijo mo! Considera una y otra vez y atiende bien qu es lo que haces, pues cuando crees lastimar mi Corazn con una herida pequea, quiz yerres, como acontece a muchos, y me atravieses el Corazn con una herida mortal.Oh estupidez del humano corazn! Muchos temen ms ofender al ltimo de los hombres, que a M, su Dios y Salvador.4. Mientras sigas pecando, aunque no sea gravemente, siempre andars mal sin poseer la verdadera felicidad.Y aun cuando, como es debido, desees la perfeccin, si no evitas toda culpa voluntaria, todo tu trabajo por alcanzarla te resultar vano.Porque el pecado venial disminuye la caridad, infunde tibieza, corrompe los actos de virtud, ciega el manantial de las gracias y auxilios especiales, y, por ltimo, privando al alma poco a poco de todos los bienes, la deja enteramente vaca.5. Por qu la mayor parte de las veces se ve el hombre afligido con tantas y tantas desdichas? Por una vana comodidad o por un pasajero deleite.Considera, pues, cuntos verdaderos inconvenientes se han de seguir, y cuan graves padecimientos sufrirs en el purgatorio.All se han de padecer tormentos que exceden sin comparacin a todos los suplicios del mundo y todas las penalidades de la vida; de all no has de salir hasta pagar el ltimo cuadrante.Con cunta amargura te dolers entonces de aquel pecado levsimo, por cuya causa se te cierra el cielo y duramente se te castiga!No quieras, hijo mo, frustrar los deseos y esfuerzos de mi Corazn por hacerte feliz, ni seas, tan loco que, a mi pesar, prefieras ser desgraciado.6. Voz del discpulo. - Luego no es, Seor, el pecado venial un mal pequeo, cuando tanto ofende a tu Majestad, hiero tu Corazn, priva el alma de favores y auxilios especiales, impide, el suspirado aprovechamiento, vicia las buenas obras, abre camino para la perdicin, compromete la eterna gloria, y excluye al reo del cielo.Y yo he reputado cosa balad males tan graves? Cunta, locura la ma! Y lo que es peor, he cometido tales pecados sin nmero y sin medida: mis faltas exceden a toda, cuenta.Quin podr contar el nmero de estas culpas? Cuantas son las potencias del alma y los sentidos del cuerpo, tantos han sido los gneros de pecados; tantos los abusos e ingratitudes, cuantos, los favores y beneficios; tanta la multitud de culpas, cuantas las especies de ocupaciones. Y en qu obra, aun de religin y piedad, no encontrars, Seor, algn defecto?Ay, alma, ma! No bastaba cometer tantos pecados por inadvertencia, por ignorancia o por fragilidad? Era tambin preciso aadir otros ms graves por negligencia, por deliberacin y malicia?As pagamos al Seor, por cuya bondad vivimos, y a cuyo amor debemos cuanto somos y tenemos!7. Oh, Seor, Dios y Salvador mo! Si con la gravedad y muchedumbre de mis pecados no he perecido, a la benignidad de tu Corazn lo debo. Tu misericordia me ha detenido a la boca del abismo.Heme atollado en el lodo; han desfallecido mis fuerzas, envolvironme las tinieblas, me abandon m mismo corazn. Cada vez desciendo ms a lo profundo, y, extenuado, ya no puedo liberarme. Cunta es, Seor, la miseria ma!Oh, quin dar fuente de lgrimas a mis ojos y aliento a mi corazn para, llorar y moverte, Seor, a que me salves!Apidate, Jess, de m; librtame, purifcame y renuvame del todo.Inflama mi corazn en el amor del tuyo, consume con este fuego divino mis delitos, no me los reserves para el fuego del purgatorio. Arda yo aqu en la tierra y sea purificado con el fuego de tu dulce amor, no all entre las llamas del fuego de tu justicia.Resuelto estoy, dulcsimo Jess, a practicar por tu amor lo que no he hecho hasta ahora ni por temor. Evitar por tu amor aun el pecado ms leve.(Imitacin de Cristo, lib. I, cap. II, num 6 y lib. III, cap. IV, nms. 1, 2, 3 y 4)

CAPTULO IXQue el corazn del pecador to puede gustar sino la amargura de la desdicha.1. Voz de Jess.- Hijo mo amadsimo; si llegares a un estado en que la conciencia de nada te reconviniere, algrate y regocjate y mucho, porque la paz ser para ti como ro de bienaventuranza.La buena conciencia beatifica al alma, alegra a los cielos, espanta a los infiernos; pero la mala llena al pecador de desventura, aflige a los moradores del cielo y alegra a los demonios con cierto regocijo.Figrate todas las calamidades posibles en este mundo, y nunca imaginars tantas cuantas llevan en el corazn los pecadores.Cun penosa y afrentosa es la esclavitud del pecador! Con cuan fuertes ligaduras est sujeto bamos tan viles, como son el demonio y las pasiones desenfrenadas! Lazos de estpida ignorancia le alaban el entendimiento para que no perciba, la Verdad; cadenas de execrable malicia amarran la voluntad, para que no ame el bien.Lazos de concupiscencia le ligan los sentidos para que no busquen la honestidad; cadenas de perversos apetitos le agobian con su peso para que no llegue nunca a la hermosa libertad de la gracia.2. Quin ms insensato que el pecador, que es causa de su propia miseria?Si hay en la tierra infierno anticipado, lo es el corazn del pecador que, abrasado por el fuego de las pasiones, lleva todos los suplicios de la mala conciencia. Cmo puede jams alegrarse de verdad quien sabe que, si se rompe el frgil hilo de la vida, se despear en lo profundo de los infiernos?No entiendo cmo se atreve a entregarse al descanso de la noche quien ignora si despertar condenado en el infierno.3. El corazn del hombre no puede menos de amar la felicidad; pero el pecador, arrebatado ciegamente por la pasin desenfrenada indmita, busca la felicidad donde slo puede encontrar la mayor desdicha.Piensan algunos que satisfarn los apetitos condescendiendo con ellos, y que una vez satisfechos encontrarn la paz. Cun errados andan!Quin, para apagar un incendio, arroja combustible al fuego? Lo aumentara en lugar de apagarlo.Aunque alguno sacrifique a las pasiones la salvacin del alma y la salud del cuerpo, an no satisfechas, seguirn clamando: Tuyas somos danos ms y ms!Si el corazn del pecador pudiera verse a s propio, qu de miserias y abominaciones se mostraran all! Pues para M todo est patente y manifiesto, ni puedes engaarme, aunque engaes a los hombres.4. A veces el corazn, esclavo de una mala costumbre, viene a parar en esto: que nada piensa, nada ama, nada encuentra agradable sino aquello que regala sus apetitos; y aunque conozca que acelera el camino de su perdicin, no para mientes en ello, sino como bestia estpida corre sin freno tras las concupiscencias, pisoteando, no slo los bienes eternos, sino tambin la probidad, el honor, la vida misma.El pecador no necesita enemigo qu le dae y le atormente. l es su mayor enemigo, l su verdugo ms despiadado. En aquello mismo en que piensa encontrar gozo y satisfaccin, all suele hallar mil gneros de tortura.5. Cmo encontrar la paz quien lleva en su seno las causas de la inquietud? Ni cmo respirar una vez con libertad quien arrastra cadenas del demonio?Cun infeliz debe ser quien permite a Satans sentarse y dominar en el trono de su corazn! Feliz aquel pie no haya experimentado jams la esclavitud del demonio! Bienaventurado aquel que nunca gimi agobiado con los grillos de la culpa!Hijo, si an no has probado la desgracia de estar en pecado, regocjate con todo el cielo y nunca pretendas saber qu sea servir a Satans.Mas si desdichadamente eres su siervo, ten compasin de t alma, arroja enardecido ese yugo, rompe las cadenas del infierno y goza de la libertad de los hijos de Dios.6. Voz del discpulo. -Oh, Seor, cunta infelicidad es vivir en pecado! Qu desgraciada el alma que vivo en estado tan miserable! Qu paz, qu gozo podr disfrutar teniendo por enemigo a Ti, Seor, que todo lo puedes y todo lo sabes, estando alejada de tu Corazn, su ltimo y ms seguro asilo, y sabiendo que en el momento menos pensado puedo ser arrojada al fuego del infierno?Cun desventurada, cuando ni puede mirar al cielo sin ver que ha perdido el derecho a su posesin, ni mirar a su alrededor sin verse acusada por todas partes y acometida de terror, ni bajar los ojos sin que le adviertan en silencio que all abajo est el infierno, su morada!Cun desventurado quien, al retirarse a su propio corazn, encuentra all morando a Satans, encuentra all un infierno anticipado, sin nada alegre ni consolador, sino viendo por todas partes horrores y tinieblas, temores y suplicios!Oh alma infelicsima! Cun diferente ahora de cuando, engalanada con la gracia celestial, ennoblecida con la adopcin de hija de Dios, estabas tan hermosa, tan noble, que ponas admiracin a los ngeles y Santos! Y ahora qu desfigurada por el pecado, qu olvidada, qu despreciada! 7. Oh Jess mo! Si pudiera yo deshacer lo que tan miserablemente hice, aun a costa de mi vida! Si yo jams hubiese venido a tanto infortunio, sino que hubiera perdido la vida antes que tu gracia!Dichosos mil veces aquellos que nunca perdieron la inocencia ni experimentaron jams la infelicidad del estado de culpa.Revsteme, te suplico, de mi antigua vestidura; restaura mi inocencia, que estoy dispuesto a ser tuyo con renovacin de vida para custodiarla inmaculada da, por da hasta el fin de mi existencia.(Imitacin de Cristo, lib. I, cap. VI, nms. 1 y 2; lib. II, cap. VI, nm. 1, y lib. III. cap. XII, nmeros 5 y 6.)

CAPITULO XQue el Corazn de Jess llama a todos, aun a los pecadores.1. Voz de Jess.- Venid a M todos cuantos trabajis y andis fatigados, que yo os aliviar.Venga el justo para justificarse ms; venga el tibio para enfervorizarse; venga el pecador para purificarse y santificarse.Oh fragilidad, humana! Dnde est el hombre que no ha pecado? Quien dijere no haber pecado, l mismo se engaa y no dice verdad.2. Si te sientes, hijo mo, cargado de pecados y molestado por las imperfecciones, acude presuroso a mi Corazn. Aqu rompers las cadenas, aqu respirars.No te arredren ni la gravedad de tus delitos ni la grandeza de mi Majestad: no vine a buscar justos, sino a llamar pecadores a penitencia.Cunto mayores miserias te esclavicen, tanto mayor ser mi compasin. Cuanto ms grave sea tu enfermedad, ms necesitas de mdico.No me espantan tus miserias; conozco el lodo de que se form tu corazn; si no has cado en mayores pecados, a mi gracia lo debes.Pero una cosa, me admira: que ofrecindome a curarte, no quieras sanar, y si lo quieres, parece como que dudas de mi bondad.Hijo mo, no me infieras esa injuria tan acerba; mi Corazn desea perdonar, y no se cansa de perdonar.Mira con cunta benignidad tratara, yo a los pecadores, cuando me llamaban amigo de pecadores.3. Dnde encontrars un corazn que amo como ama el mo? Ningn hombre muestra tanto amor como el que da por sus amigos la vida. Yo, hijo de Dios, lo mostr mayor todava, pues di la vida por mis enemigos.Quin jams me am sin amarle yo antes? Quin me consagr los afectos de su alma, sin que antes hubiera experimentado los efectos de mi ternura?4. Muchos pierden la inocencia antes de saber qu es inocencia y cunto vale. Es grande gloria de mi Corazn triunfar de tales corazones y convertirlos de pecadores en santos.Oh, s conocieses el amor de mi Corazn, entonces comprenderas con cunta ternura amo a las almas fieles y con cunta suavidad atraigo a los pecadores!Quin sufre sin que se compadezca mi Corazn? Quin poca sin que mi Corazn se aflija? Quin enferma sin que mi Corazn le medicine? Quin es miserable sin que mi Corazn no le tenga lstima? Quin hay en el mundo que no haya sido colmado por m de beneficios?5. Yo soy el Buen Padre, que abrazo a los hijos engendrados en la Cruz con amor del Corazn, el cual permanece perpetuamente abierto para que en todo tiempo hallen en l asilo, y no un asilo cualquiera, sino el centro de mis amores.Ellos duermen, y mi Corazn vela para su custodia; ellos velan, y mi Corazn cuida de conservarlos. En tanto amor para con ellos arde mi pecho, que a cada uno de ellos quiero y protejo como si fuera el nico.Si alguno, seducido por el enemigo, se aparta de M, me contristo por ello como de la muerte del unignito; aunque huye, lo sigo amoroso y lo llamo, lo invito, le hago promesas. Y si l no quiere escucharme, aguardo con paciencia, me siento a las puertas de su corazn y llamo frecuentemente.Y cuando al cabo se decide a volver a M, vuelvo a su encuentro, le oprimo contra mi pecho, latindome de gozo el Corazn al ver vivo y salvo junto a M al hijo que lloraba como muerto.De gozo convoco todo el cielo, para que se congratule conmigo y se regocije.6. Luego si quieres recrear mi Corazn, alborozar el cielo todo y aquietar tu alma, convirtete de todo corazn a M.Sean tus pecados graves, sean leves, ven a mi Corazn, y hallars remedio para todos los males.Hijo mo, confa y no temas; yo te llamo, no para reprenderte, sino para borrar tus iniquidades.Ven, hijo mo, ven; aqu me tienes esperndote con los brazos abiertos y el Corazn abrasado en tu amor.7. Voz del discpulo. - Hacia Ti, dulcsimo Jess, corro presuroso, hacia Ti corro alentado y confiado en tanta bondad de tu Corazn.Vengo clamando y suplicando oh Seor! que recibas con clemencia a este hijo prdigo que vuelve de apartadas regiones, esculido, consumido por el pecado y rebosando miserias.No soy digno de ser llamado hijo tuyo despus de abandonarte, tan gravemente deshonrarte, tan despiadadamente afligirte.Pequ contra el cielo y contra Ti; reo soy, y no me atrevo a llegarme a tus brazos. A tus plantas, derrocado beso el polvo, y apelo a tu Corazn paternal implorndote perdn.Cuando hua de Ti, me llamaste; perdido, me buscaste; abusando de tu bondad, me sufriste; con suavidad admirable me inclinaste a volver a Ti, y ahora, cuando vuelvo en condicin tan desdichada, me recibes y me abrazas. Jess, Jess, no hay padre alguno como T!Algrense y regocjense conmigo todos los ngeles y Santos; alaben tambin conmigo y ensalcen por toda la eternidad tu misericordia.Ya soy tuyo para siempre; siempre fielmente te amar, Seor, y por tu amor cumplir en todo tu voluntad santsima.(Imitacin de Cristo, lib. I, cap. XXII, nms. 1 al 5.)

CAPTULO XICmo se ha de emprender la purificacin del corazn,1. Voz del discpulo. - Infinitos motivos, oh Honor! me impulsan a una completa enmienda, los cielos me invitan, los infiernos me amenazan, la tierra, en el momento menos pensado, puede mandarme a la eternidad.Hasta mi propio corazn, agobiado por el pese de tus dones, obligado por las propias miserias, atrado, finalmente, por la infinita bondad de tu Corazn, no cesa de estimularme.Mas cmo realizar obra de tanta trascendencia? Veo la obligacin, pero no hallo manera de limpiarla.Te ruego oh buen Jess! me ensees el modo de enmendarme y reformarme con verdad. Toda gloria que de ello se siguiere ser para Ti y para tu amantsimo Corazn.2. Voz de Jess.- Hijo, si quieres purificar el corazn y arrancar de l todo lo vicioso, emprende la obra con nimo grande y generosos alientos.Ten buena y firme voluntad de corregirte, y no descanses nunca hasta la enmienda perfecta; fomenta al mismo tiempo en ti el sincero y vivo deseo de cooperar a la gracia divina y seguir sus inspiraciones, porque as un xito feliz coronar tus esfuerzos.

Este es el primer y principal medio que has de poner de tu parte; de l depende la eficacia de los dems, que sin l, aunque de suyo poderosos, apenas logran eficacia.Esta voluntad inquebrantable de trabajar con la gracia para purificar el corazn, y conservarle puro, es la primera esperanza de la futura pureza del alma, la primera seal de la futura perfeccin, la primera nota por la cual se conoce a los que llegarn a Santos, el primer distintivo del verdadero discpulo de mi Corazn.3. Provisto ya, con esta, disposicin de nimo, toma fuego, enciende con l tu corazn para que consuma los pecados y los vicios que all brotan.Hijo mo, atiende a lo que te digo: Puesto a limpiar un huerto convertido en spero erial de plantas dainas y espinosas, lo limpiaras, ciertamente, si trabajas con instrumentos a propsito, si arrancas la mala hierba y arrojas fuera todo lo perjudicial, pero no remataras tal obra sino a fuerza, de mucho tiempo y trabajo.Pero si le aplicas fuego, sin trabajo y en corto tiempo tendrs el huerto limpio.Es ms: el huerto quedara con el fuego ms frtil y apto para florecer y fructificar.Hijo, por modo muy parecido, tu corazn, imagen de este huerto, purificaras con ms holgura y facilidad valindote del fuego del amor divino, mejor que de otro instrumento.Con ello hallaras mejor dispuesto el corazn para producir, llores de virtud y frutos de santidad.4. Alcanzaras de mi Corazn este fuego si a El acudes por medio de la oracin, si pides, no slo con los labios, sino con el corazn tambin.Que si despacio ponderas las penas que tantas, veces mereciste del infierno y purgatorio, si atentamente consideras los beneficios divinos y tu negra ingratitud.Si meditas atento mis divinas e infinitas perfecciones, dignas de todo amor y veneracin y tus inicuas ofensas.Si me contemplas consumido de trabajos por tu amor, padeciendo inmensamente por tus pecados, colgado de la cruz con las manos enclavadas, con el pecho rasgado y abierto para ti.Si, finalmente, penetras en lo interior de mi Corazn y consideras hasta qu punto aquel Corazn inocente estuvo dolorido por tus delitos y cmo fue por ellos consumido y acabado.Si entonces, con repetidos afectos y fervorosas oraciones, acercas tu corazn al mo.Sin duda ninguna que en la oracin se encender el fuego y levantara la llama consoladora del amor divino.5. Saca de este amor tu contricin, tanto el dolor de los pecados cometidos como el propsito de no volver a cometerlos.Hijo mo, nadie obtiene el perdn de los pecados como no se doliere de ellos, ni se cura nadie de los vicios como no los aborreciere.Detesta, pues, cuanto pudieres, y odia los pecados y vicios, que exceden a todo odio y detestacin, y jams podrs detestarlos y odiarlos demasiado.Cuanto ms sacares este dolor del amor de Dios, tanto ms perfecta ser tu contricin, aun cuando t la sintieres sensiblemente.Cuanto con ms sana intencin te dolieres y detestares los pecados, tanto ms cierto te encontraras del perdn y tanto ms seguro de la enmienda.6. Una seal cierta de verdadera contricin por los pecados cometidos, es no volver a cometerlos.Ten, pues, propsito firme, y cmplelo fielmente, de evitar cuanto me desagrada, y de padecer primero los males todos de la vida que de cometer voluntariamente pecado.Sin embargo, no te engaes imaginando que es bastante un propsito cualquiera. No basta un deseo vago; no basta el propsito hecho por hbito y mera frmula; no basta un propsito ineficaz, por el cual quieres y no quieres, o imaginandote que no quieres pecar ms, no pones de hecho los medios para evitar los pecados.Es necesario, hijo mo, que el propsito sea verdaderamente sincero, firme y eficaz, y que te mueva a poner los medios para no cometer culpas. Para mantener vivo este propsito, renuvalo muchas veces, ora con frecuencia, fomenta la devocin con ejercicios espirituales, y procrate de esta suerte una gracia especial para ms fcilmente permanecer constante y perseverar.7. Voz del discpulo. - Verdaderamente, Seor, que est mi corazn como tierra desolada, en la cual vegetan sin cuento, dainas y corrompidas plantas.Gran trabajo purificar el corazn del hombre! y yo no me basto para hacer cosa saludable!Pero aydame T, Seor, con eficaz y poderosa gracia, que con ella llevar a feliz trmino tan importante negocio.Con ansias del alma deseo llevar a cabo, bajo tu direccin, obra tan necesaria, tan til, tan santa, y no abandonarla hasta verla cumplidamente terminada.No permitas oh buen Jess! que ande en ella torpe y negligente, pues confieso que soy propenso al decaimiento y que acostumbro, tras los primeros afanes, a caer insensiblemente en abandono.Exctame T, Seor, anmame, guame piedad, y no me dejes descansar hasta llegar tu trono deseado!(Imitacin de Cristo, lib. I, cap. XIX.)

CAPTULO XIISacramento de la Penitencia es medio fcil y eficaz para purificarse de pecados y vicios.1. Voz de Jess.- Hijo mo, sabiendo mi Corazn ser tanta la fragilidad de los mortales que en la tierra no pueden vivir sin pecar, hall un medio saludable, con cuyo buen empleo, no obtuvieran remisin de los pecados, sino acrecentamiento de gracia.Dios es fiel, y segn su palabra, perdonara las culpas a cuantos las confesaren, y dar gracia. A cuantos la pidieren, y vida mejor a cuantos la buscasen (1 San Juan, 1, 9, 5, 14.)Qu sera de la mayor parte de los hombres si no hubiese confesin? Qu pocos se salvaran! (Cuantos que hoy gozan o han de gozar alguna vida del cielo, se hubieran condenado!Mas por eso di Yo a la Iglesia tal potestad, que a quien perdonase los pecados, le quedasen perdonados; y a quien los retuviese, quedasen retenidos. (San Mateo, 18, y San Juan, 20.)Si, pues, en el corazn de alguno hubiera entrado astutamente la envidia, la infidelidad o cualquiera otro pecado, y permaneciese oculto, no se avergence de confesarlo al superior para que le cure con la palabra de Dios y el consejo saludable. (San Clemente Romano. Siglo I). Pero si rehsas la confesin, considera cmo en tu corazn un infierno que slo la confesin puede extinguir. Pues si sabes que contra el infierno, despus del bautismo del Seor, tienes todava un segundo socorro en la confesin, cmo abandonas tu salvacin? Piensa primero en la magnitud del castigo, para que as no vaciles en aceptar el remedio. (Tertuliano. Siglo II). Se consigue, pues, aunque con trabajo, perdn de los pecados por la penitencia, cuando el pecador riega con lgrimas su lecho, cuando no se avergenza de confesarlos al sacerdote del Seor ni de buscar la medicina. (Orgenes. Siglo III.)Esta medicina de la confesin es indispensable para todos, porque mayor peligro corre el alma que el cuerpo, y porque las enfermedades interiores han de curarse cuanto antes. (Lactancio. Siglo IV.)Aqu tienes, hijo mo, cmo desde un principio los fieles de todos los siglos y de todas las partes del mundo han venerado y practicado tan dulce y saludable Sacramento.3. Qu cosa ms provechosa que una buena confesin? Por la confesin se libra el hombre de la culpa, recobra mi gracia, recibe paz en el corazn, y quien antes se senta atormentado por el remordimiento, se encuentra despus sosegado y feliz.El Sacramento de la Penitencia es para el alma medicina que cura los vicios, ahuyenta las tentaciones, desbarata las asechanzas del demonio, infunde nueva gracia, aumenta la piedad, robustece ms y ms la virtud.Por la confesin, el alma recobra los derechos que haba perdido pecando, y recupera la hermosura que la iniquidad, haba afeado.4. Acontece, sin embargo, que despus de acercarse el pecador a este Sacramento de misericordia, movido de vergenza o de temor, se arroja a los abismos del sacrilegio y pasa de pecador a monstruo horrendo de pecado.Pero podrs, criatura abominable, sustraerte de m vista? Por ventura podrs t impedir que te sepulte en el abismo que has abierto por tus propias manos?T sacrlegamente ocultas los pecados al confesor, el cual, por leyes estrechsimas, humanas y divinas, est obligado a perpetuo y absoluto silencio; pero Yo los manifestar en tu misma presencia, no a un hombre slo, ni a una nacin sola, sino al cielo, a la tierra, a todos cuantos hayan existido en todo tiempo y lugar.Entonces, en el exceso de confusin, llamaras a los montes para que, cubrindote, te libren de vergenza; hasta querrs esconderte en el infierno: pero no podrs, porque has de estar a pie firme para aguantar a presencia de todos toda la confusin y vergenza que mereciste.Confisate; salga y corra en la confesin toda tu podredumbre. Lo que quedare, fcilmente sanara. Temes confesar lo que no puede quedar oculto aunque no lo confieses? Dios, que todo lo sabe, exige la confesin para dar libertad al humilde, y condena al inconfeso para castigo de los soberbios. (San Agustn. Siglo V.)Pero confisate de tal manera que no vuelvas a los pecados; porque entonces aprovecha la confesin al pecador, cuando no vuelve a cometer lo que confes. (San Fulgencio. Siglo VI.)Una vez hecha la confesin, hay que renunciar al pecado; la confesin precede y sigue la remisin. (San Isidoro. Siglo VII.)La Iglesia, que tiene en Cristo su fundamento, ha recibido del mismo la potestad para perdonar los pecados. (San. Beda. Siglo VIII.)Si no quieren los pecadores confesarse, al mismo Dios, testigo de sus culpas, tendrn por Juez vengador. (Haymo. Siglo IX.)No se han de confesar pblicamente los pecados; basta manifestar a los sacerdotes en secreto de confesin los delitos de la conciencia. (Luilprando. Siglo X.)As, pues, a que el pecador confiese sus, culpas le aconseja y le obliga Dios. (San Pedro Damaseno. Siglo Xl)La confesin es necesaria al pecador y no menos conveniente para el justo. (San Bernardo. Siglo XII.)De tres maneras se ha de confesar: sin disimulo, sin disculpa, sin dilacin. (San Buenaventura. Siglo XIV.)Acsese el penitente delante del sacerdote con vivo sentimiento de dolor y con propsito firme de la enmienda, y cumpla la penitencia que se le impusiere. (Taulero, Siglo XIV.)La penitencia es un sacramento cuya materia, como si dijramos, son los actos del penitente, (pie se reducen a tres: primero, dolor de corazn, segundo, confesin oral; tercero, satisfaccin de obra. (Concilio Florentino. Siglo XV.)Hombre insensato! No tuviste vergenza de pecar para tu perdicin e ignominia, y has de tenerla de confesarte para tu salvacin y gloria?Mas yeme: Por qu dudas en poner de manifiesto tu conciencia ante aquel hombre que ha sido puesto por M y tiene ante ti mi lugar?Al confesor debes mirar como a M mismo cuando delante de l te presentares como penitente, porque entonces ciertamente hace mis veces y tiene mi misma potestad. Por lo dems, bien l es hombre y tiene sus miserias, y bien l, como t, debe confesarse; precepto de l tanto ms duro, cuanto a ms perfeccin est obligado.Por eso Dios ha dispuesto muy sabia y santamente de que los sacerdotes, como los legos, todos unidos quisieren verse libros de pecados graves, fueron obligados a confesarse; y que los sacerdotes cuyos santos ministerios piden una perfeccin muy elevada, purifiquen tambin la conciencia de culpas leves con la frecuencia de este Sacramento.De esta suerte, los legos se confesaran con ti sacerdote con ms libertad y confianza, y los Sacerdotes aprendern por experiencia propia, a compadecerse de las miserias de aqullos, a enfermar con los enfermos, a llorar con los que lloran.6. Pero hay quienes se confiesan con bastante sinceridad, y no por esto de verdad se enmiendan; y es porque no ponen todo conato en corregirse de corazn.Hay quienes se acercan al Sacramento de la penitencia, unos por necesidad, otros por respetos humanos, aqullos por rutina; ni es de extraar que con tal disposicin recojan poco o ningn fruto.T, hijo mo teniendo ante los ojos tu salvacin y mi contentamiento haz cada confesin como si fuese la ltima de tu vida y de esta suerte cosechars muy dulces y maravillosos frutos.6. Sin embargo concete a ti mismo, hijo mo, y sbete que con harta frecuencia sentirs impulsos de ejecutar aquello de que te has dolido y formado propsito de evitar.No por eso, hijo mo, te desesperes ni contristes demasiado, porque estos impulsos sern efectos ms de fragilidad que de malicia, mas sern faltas indeliberadas que voluntarias.Por aqu puedes comprender cuanta es la benignidad de mi Corazn, siempre dispuesto a perdonarte, y cuanta la miseria del tuyo, siempre propenso a la maldad y con frecuencia cayendo.Pero cuida de que por tanta flaqueza tuya no abandones la confesin; antes cuanto ms dbil te sintieres, recurre a ella con tanta ms frecuencia.7. Algunos temen la confesin, y van temblando a confesarse.Los grandes pecadores, lo mismo que los grandes Santos, encontraron en ella todo consuelo y t la consideras como un martirio?All resucitan los muertos y cobran vida los vivos y t tiemblas como si fueras al patbulo.Yerras, hijo mo, yerras; que no fue constituido este divino Sacramento para tormento, sino para consuelo del hombre.8. Deja, pues, toda agitacin y ansiedad, porque Yo no soy Dios de turbacin, sino de paz, y no me complazco en la confusin del alma, sino con la buena voluntad.Haz lo que puedas y confisate con sinceridad, que esto siempre lo puedes, y qudate luego tranquilo, sin dejarte perturbar ni por las sugestiones del enemigo ni por la inquietud de tu imaginacin.Hijo mo mi Corazn es el refugio de los pecadores. Cuantas veces a l se acogiere alguno con corazn contrito y humillado, no lo rechazar ni le despreciar.Frecuenta, pues, con toda confianza esta Probtica Piscina, en la cual mi Corazn lavara tu alma con su sangre y permanecer lavndola hasta pararla toda limpia y pura. (1)9. Voz del discpulo.- Oh bondad inmensa de Jess! Qu saludable, qu consoladora es esta invencin de tu bondad, este Sacramento de la Penitencia! Qu asombrosa dignacin, qu maravillosa suavidad, el formar con tu divina sangre una divina Probtica donde limpiarnos de pecados!Si tu Corazn no hubiera encontrado este secreto derramador de todo consuelo, quin jams lo hubiera imaginado? Y si no nos lo hubieras propuesto, qu sera de nosotros los pecadores? Qu sera de m?(I) Viene a propsito ilustrar este punto con un hecho en verdad admirable y muy consolador, que se lee en la vida de Santa Mara Magdalena de Pazzis. Cierto da, como esta santa virgen estuviere exhalando su corazn ante Jess Sacramentado, expuesto en el Tabernculo en la iglesia de su monasterio, en ocasin que se estaban oyendo confesiones; y como luego quedase extasiada con las divinas comunicaciones, de repente percibi que se le mostraba un cmo mundo espiritual. Vea cada una de las almas de los penitentes, tales como eran cuando se confesaban. Pero al otorgrseles la absolucin sacramental, en aquel momento vea correr msticamente la sangre de Jess sobre cada uno de los penitentes, y que esta sangre tanto les limpiaba, que se ponan puras, hermosas y resplandecientes, como no puede creerse. Verdaderamente, si tal es el efecto de una sola confesin, qu maravillosos no sern los efectos de la confesin frecuente? Si el alma se para tan pura, tan hermosa, cuando una sola