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David Copperfield Parte 1 Por Charles Dickens

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Page 1: David Copperfield I

DavidCopperfieldParte1

Por

CharlesDickens

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Capítulo1

Nazco

Sisoyyoelhéroedemipropiavidaosiotrocualquieramereemplazará,lodiránestaspáginas.Paradarcomienzoamihistoriadesdeelprincipio,diréquenací(segúnmehandichoyyolocreo)unviernesalasdoceenpuntodela noche. Y, cosa curiosa, el reloj empezó a sonar y yo a gritarsimultáneamente.

Teniendoencuentaeldíaylahoradenacimiento,laenfermerayalgunascomadronasdelbarrio(queteníanpuestouninterésvitalenmívariosmesesantesdequepudiéramosconocernospersonalmente)declararon:primero,queestabapredestinadoaserdesgraciadoenestavida,ysegundo,quegozaríadelprivilegio de ver fantasmas y espíritus. Según ellas, estos dones eraninevitablementeotorgados a todoniño (deun sexoodeotro) que tuviera ladesgraciadenacerenviernesyamedianoche.

No hablaré ahora de la primera de las predicciones, pues esta historiademostrarásiesciertaofalsa.

Respectoalasegunda,sóloharéconstarque,anoserquetuvieraestedonenmiprimerainfancia,todavíaloestoyesperando.Ynoesquemequejeporhabersidodefraudado,puessialguienestádisfrutandodeélporequivocación,leagradeceréqueloconserveasulado.

Nacíenvueltoenunamembranaque se tratódevender, anunciándolaenlosperiódicos,almódicopreciodequinceguineas.Nosésilosmarinerosenaquellaépocatendríanpocodineroosi loqueteníanerapocafeypreferíancinturones de corcho; lo que sí sé es que sólo se presentó un comprador,comerciante, que ofrecía por ella dos libras en plata y el resto en jerez,negándoseapagarniuncéntimomásporlaseguridaddenomorirahogado.Como la adquisición de los vinos no interesaba a mi pobre madre, puesacababa de vender los suyos, desistió de la venta, después de retirar losanuncios,quetuvoquepagar.Diezañosmástardemimembranafuesacadaasorteo en nuestra aldea, al precio de media corona la papeleta y con lacondición de que el agraciado con ella pagaría además cinco chelines. Yoestuvepresenteenelsorteo,yrecuerdoquemesentíahumilladoyconfusodeque dispusieran así de una parte de mi persona. Le tocó a una señora quellevabaungranbolsodemano,delquesacódemuymalaganalosestipuladoscincochelines,todosenmediospeniques,yademásdiounpeniquedemenos,no sirviendo de nada el tiempo que se perdió en explicaciones ydemostraciones aritméticas, pues no lograron convencerla de ello. Y es unhecho, que todos recuerdan como sorprendente, que la señora no murió

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ahogada,sinotriunfalmenteensulechoalosnoventaydosañosdeedad.

Tengo entendido que dicha señora, mientras tomaba el té, que era suocupación favorita, solía vanagloriarse de no haber estado encima del aguamas que una vez en su vida, y eso pasando un puente, y que se indignabamucho contra los marinos y demás personas que tienen el atrevimiento devagabundearpor esosmundos.Envano se le demostrabaquemuchas cosasbuenas(eltéentreellas)sedisfrutabangraciasaaquellasaficionesrefutables.Ella replicaba cada vez con mayor energía y confianza en la fuerza de surazonamiento:

—No,no;nadadevagabundear.

Parano«vagabundear»yotampoco,volveréalpuntodeminacimiento.

NacíenBloonderstone,enSooffolk,o«porahí»,comodicenenEscocia,yfuiunniñopóstumo.Losojosdemipadresecerraronalaluzdeestemundoseismesesantesdequeseabrieranlosmíos.Aúnahorasuponealgoextrañoparamíelhechodequenuncamellegaraaver;ytodavíamásextrañoeseloscurorecuerdoqueconservodemiprimerencuentro,siendounniño,conlapiedra blanca de su tumba en el cementerio; la indefinible compasión quesentía al recordarle allí tendido y solo en la noche oscura,mientras nuestrasalitaestabacalienteeiluminadaporelfuegoylasvelas,ylaspuertasdelacasaestabancuidadosaycruelmente(meparecíaentonces)cerradas.

Unatíademipadrey,porconsiguiente, tíaabuelamía,dequienhablarémás adelante, era el magnate de nuestra familia: miss Trotwood, o missBetsey,comomipobremadrelallamabasiemprecuandoseatrevíaanombrara aquel formidable personaje (lo queocurríamuy rara vez).Mi tía se habíacasado conunhombremás jovenque ella ymuy elegante, aunqueno en elsentidodel dicho«es elegante lo que el elegante hace», pues se sospechabaque pegaba a sumujer, y hasta llegó a contarse que una vez, discutiendo apropósitodecuestioneseconómicas,estuvoapuntode tirarlapor laventanadeunsegundopiso.EstaspruebasevidentesdeincompatibilidaddecaracteresindujeronamissBetseyadarledineroparaquesemarcharayconsintieraenunaseparaciónamistosa.ÉlsemarchóalaIndiaconsucapital,yallí,segúnunaleyendadefamilia,seleviomontadoenunelefanteyacompañadodeunBaboon,aunqueyocreoquemásbienseríadeunBabooodeunBegum.Seacomofuere,diezañosdespués,desdelaIndiallegóasucasalanoticiadesumuerte.Elefectoqueestanoticiacausóenmitíanadielosupo.Araízdelaseparaciónhabíavueltoausarsunombredesolteray,comprandounacasitamuy alejada en la costa, se había establecido allí con su criada, como unasolterona,viviendosiemprerecluidaenunaislamientoinflexible.

Segúncreo,mipadrehabíasidoelsobrinofavoritodemissBetsey;peromitíaseofendiómortalmenteconsuboda,bajoelpretextodequemimadre

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era«unamuñeca»,pues, aunqueno lahabíavistonunca, sabíaqueno teníatodavíaveinteaños.MissBetseynoquisovolveraverasusobrino.Mipadreteníaeldobledeedadquemimadrecuandosecasaron,yeradeconstitucióndelicada.Unañodespuésdesuboda,y,comoyahedicho,seismesesantesdeminacimiento,murió.

Tal era el estado de las cosas en la tarde de aquel memorable (puedeexcusársemeelllamarloasí)eimportanteviernes.Nopuedovanagloriarmedehabersabidoenaquellaépocaloqueestoycontando,nideconservarningúnrecuerdo(fundadoenlaevidenciademispropiossentidos)deloquesigue.

Mimadreestabasentadajuntoalachimenea,maldesaludymuyabatida,ymirabaelfuegoatravésdesuslágrimas,pensandocontristezaensupropiavidayenelhuerfanitoaquiensóloesperabaunmundonomuycontentodesullegadayalgunosproféticospaquetesdealfilerespreparadosdeantemanoenelcajóndeunacómodadelprimerpiso.Mimadre, repito,estabasentadaalladodelfuego,enunatardeclarayfríademarzo,muytristeydeprimida,ytemerosadenosalirconvidadelapruebaqueleesperaba,cuando,levantandosus ojos para enjugarlos, vio por la ventana a una señora desconocida queentrabaeneljardín.

LasegundavezquelamirómimadretuvolacertezadequeaquellaseñoraeramissBetsey.Losrayosdelsolponienteiluminabanaladesconocidajuntoalaverja,yéstateníaunpasotanfirme,unairetandecidido,quenopodíaserotra.

Cuandoestuvodelantede lacasadiootrapruebamayordesu identidad.Mi padre había contado a menudo que la conducta de mi tía nunca erasemejantealadelrestodelosmortales;y,enefecto,aquellaseñora,enlugarde dirigirse a la puerta y llamar a la campanilla, se detuvo delante de laventanaysepusoamirarporella,apretandotantolanarizcontraelcristalquemimadresolíadecirmequeselehabíapuestoenunmomentocompletamenteblancayaplastada.

Esta aparición impresionó de tal modo a mi madre que yo siempre heestado convencido de que es amiss Betsey a quien tengo que agradecer elhabernacidoenviernes.

Mi madre se levantó precipitadamente y fue a esconderse en un rincóndetrás de una silla. Miss Betsey recorrió lentamente la habitación con sumirada,deunmodoinquisitivoymoviendolosojoscomolosdelascabezasdesarracenosquehayenlosrelojesdeDutch.Porfinencontróamimadreyentonces,frunciendolascejascomoquienestáacostumbradaaserobedecida,lehizoseñasparaquesalieraaabrirlapuerta.Mimadreobedeció.

—¿La viuda de David Copperfield, supongo? —dijo miss Betsey con

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énfasis,apoyándoseenlaúltimapalabra,sindudaparahacercomprenderquelosuponíaalveramimadredelutorigurosoyenaquelestado.

—Sí,señora—respondiódébilmentemimadre.

—Miss Trotwood —dijo la visitante. ¿Supongo que habrá oído ustedhablardeella?

Mimadre contestó que había tenido ese gusto, pero tuvo consciencia deque,apesarsuyo,demostrabaqueelgustonohabíasidomuygrande.

—Puesaquílatieneusted—dijomissBetsey.

Mi madre, con una inclinación de cabeza, le rogó que pasara, y sedirigieronalahabitaciónqueacababadedejar.Desdelamuertedemipadrenohabíanvueltoaencenderfuegoenlasala.

Sesentaron.MissBetseyguardabasilencio,ymimadre,despuésdevanosesfuerzosparacontenerse,prorrumpióenllanto.

—¡Vamos, vamos! —dijo mi tía precipitadamente—. Nada de llorar;¡venga!,¡venga!

Mimadresiguiósollozandohastaquedarsesinlágrimas.

—Vamos, niña, quítese usted la cofia—dijo miss Betsey—, que quieroverlabien.

Mi madre estaba demasiado asustada para negarse a la extravagantepeticiónaunquenoteníaningunagana.Contodo,hizoloqueledecían;perosus manos temblaban de tal modo que se enredaron en sus cabellos(abundantesymagníficos),esparciéndosealrededordesurostro.

—Pero¡Diosmío!—exclamómissBetsey—.¡Siesustedunaniña!

Indudablemente,mimadreparecía todavíamás jovende loqueera,y lapobrebajólacabezacomosifueraculpasuyaymurmuróentresuslágrimasque lo que de verdad temía era ser demasiado niña para verse ya viuda ymadre,siesquevivía.

Hubo una corta pausa, durante la cual amimadre le pareció sentir quemissBetseyacariciabasuscabelloscondulzura;pero,allevantarlacabezaymirarlaconaquellatímidaesperanza,vioquecontinuabasentadayrígidaantelaestufa, con la faldaunpoco remangada, lospiesenelguardafuegosy lasmanoscruzadassobrelasrodillas.

—En nombre de Dios —dijo de pronto mi tía—, ¿por qué llamarlaRookery?

—¿Serefiereustedalacasa?—preguntómimadre.

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—¿Por quéRookery?—insistiómissBetsey—.Si cualquiera de los doshubieraistenidounpocodesentidoprácticolahabríaisllamadoCookery.

—Es el nombre que eligiómíster Copperfield—respondiómimadre—.Cuando compró la casa le gustaba pensar que habría cuervos en susalrededores.

Enesemomento,elvientodelatardecerempezóa silbarentre losolmosviejosyaltosdeljardíncontalruidoquetantomimadrecomomissBetseynopudieronpormenosquemirarcon inquietudhacia laventana.Losolmosseinclinabanunosenotroscomogigantesquequisieranconfiarsealgúnterriblesecreto, y después de permanecer inclinados unos segundos se erguíanviolentamente,sacudiendosusenormesbrazos,comosiaquellasconfidencias,intranquilizando a su conciencia, les hubieran arrebatado para siempre elreposo.

Algunosnidosbastanteviejosdecuervossebamboleabandestrozadosporlaintemperieensusramasmásaltas,comonáufragosenunmartormentoso.

—¿Ydóndeestánlospájaros?—preguntómissBetsey.

—¿Losque…?

Mimadreestabapensandoenotracosa.

—Loscuervos.¿Quéhasidodeellos?—preguntómitía.

—Desde que vivimos aquí no hemos visto ninguno—dijomimadre—.Pensábamos…MísterCopperfieldcreía…queestoeraunagranrookery;perolos nidos son ya muy antiguos y deben de estar abandonados hace muchotiempo.

—¡Las cosas de David Copperfield! —exclamó miss Betsey—. ¡DavidCopperfielddelacabezaalospies!LlamaalacasaRookery,nohabiendounsolocuervoen losalrededores,ycreequehadehaber forzosamentepájarosporquevenidos.

—Míster Copperfield ha muerto—contestó mi madre—, y si se atreveustedahablarmemaldeél…

Sospecho que mi pobre madre tuvo por un momento la intención dearrojarse sobremi tía; pero ni aun estando enmejor estado de salud y consuficienteentrenamientohubierapodidohacer frenteasemejanteadversario;así es que después de levantarse se volvió a sentar humildemente y cayódesvanecida.

Cuando volvió en sí, o quizá cuando miss Betsey la hizo volver en sí,encontróamitíadepieantelaventana.Laluzdelatardecerseibaapagandoyanoserporelresplandordelfuegonohubieranpodidodistinguirseunaaotra.

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—¡Bueno!—dijomissBetseyvolviéndoseasentar,comosisólohubieraestadomirandoporcasualidadelpaisaje—.¿Ycuándoesperausted…?

—Estoytemblando—balbuciómimadre—.Noséquémepasa;peroestoyseguradequememuero.

—No,no,no—dijomissBetsey—.Tomeustedunpocodeté.

—¡OhDiosmío,Diosmío!¿Perocreeustedqueesomealiviaráalgo?—exclamómimadredesesperadamente.

—Naturalmente que lo creo. Todo eso es nervioso… Pero ¿cómo llamaustedalachica?

—Todavíanosésiserániña—dijomimadreconinocencia.

—¡Diosbendigaaestacriatura!—exclamómitía,ignorandoquerepetíalasegunda frase inscrita con alfileres en el acerico de la cómoda, peroaplicándoselaamimadreenlugardeamí—.Nosetratabadeeso.Mereferíaasucriada.

—Peggotty—dijomimadre.

—¡Peggotty! —repitió miss Betsey, casi indignada—. ¿Querrá ustedhacerme creer que un ser humano ha recibido en una iglesia cristiana elnombredePeggotty?

—Es su apellido—dijomimadre con timidez—.Míster Copperfield lallamabaasíporquecomotieneelmismonombredepilaqueyo…

—¡Aquí,Peggotty!—gritómissBetseyabriendolapuerta—.Traigaustedté;suseñoranoseencuentrabien;conque¡anoperdertiempo!

Habiendodadoestaordencontantaenergíacomosisuautoridadestuviesereconocida en la casa desde toda la eternidad, volvió a cerrar la puerta y asentarse,nosinanteshabersecercioradodequeacudíaPeggottyconunavela,todadesorientada,alsonidodeaquellavozextraña.

—¿Decíaustedquequizá serániña?—dijocuandoestuvodenuevoconlos pies sobre el guardafuego, la falda un poco remangada y las manoscruzadas encima de las rodillas—. No hay duda, será una niña; tengo elpresentimientodequehadeserio.Ahorabien,hijamía:desdeelmomentoenquenazcaesaniña…

—Quizáseaunniño—setomólalibertaddeinterrumpirmimadre.

—¡Cuandoledigoquetengoelpresentimientodequeserániña!—insistiómissBetsey—.Nomecontradiga.Desdeelmomentoenquenazcaesaniñaquiero ser su amiga.Cuento con ser sumadrinay le ruegoque lepongadenombreBetseyTrotwoodCopperfield.Yen lavidadeesaBetseyTrotwood

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nohabráequivocaciones.Pondremostodoslosmediosparaquenadieseburlede los afectos de la pobre niña. La educaremos muy bien, evitandocuidadosamentequedepositesuingenuaconfianzaenquiennolomerezca.Yocuidarédeello.

Al final de cada frasemi tía bajaba la cabeza, como si los recuerdos lapersiguieran y el no explayarse sobre ellos le costara grandes esfuerzos.Almenos así le pareció a mi madre, que la observaba al débil resplandor delfuego,aunqueenrealidadestabademasiadoasustada,demasiadointimidadayconfusaparapoderobservarnadaconclaridadnisaberquédecir.

—Y David, ¿era bueno con usted, hija mía? —preguntó miss Betseydespués de un rato de silencio, cuando susmovimientos de cabeza cesarongradualmente—.¿Eraisfelices?

—Éramosmuydichosos—dijomimadre.Era tanbuenoconmigomísterCopperfield.

—Supongoquelahabrádestrozado—insistiómissBetsey.

—Considerando que ahora tengo que verme sola y abandonada en estemundo,metemoquesí—sollozómimadre.

—¡Bien!Peronolloremás—dijomitía—.Noestabaiscompensados,hijamía. ¿Habrá alguna pareja que lo esté? Por eso se lo preguntaba.Usted erahuérfana,¿noesasí?

—Sí.

—¿Yerainstitutriz?

—Estaba al cuidado de los niños en una familia quemíster Copperfieldvisitaba.YeramuybuenoconmigomísterCopperfield:sepreocupabamuchodemíymedemostrabaungraninterés.Porúltimo,mepidióenmatrimonio;yoacepté,ynoscasamos—dijomimadreconsencillez.

—¡Pobreniña!—murmurómissBetsey,quecontinuabamirandofijamenteelfuego—.¿Ysabeustedhaceralgo?

—Nosé…señora—balbuciómimadre.

—¿Gobernarunacasa,porejemplo?—dijomissBetsey.

—Nomucho,metemo—respondiómimadre—.Muchomenosdeloquedesearía.PeromísterCopperfieldmeestabaenseñando…

—¡Paraloqueélsabía!—dijomitíaenunparéntesis.

—Yestoyseguradequehubieraadelantadomucho,puesestabaansiosadeaprender, y él era un maestro tan paciente… Sin la gran desgracia de sumuerte…

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Aquímimadreempezóasollozardenuevoynopudoseguir.

—Bien,bien—dijomissBetsey.

—Yollevabamilibrodecuentas,ytodaslasnocheshacíamoselbalancejuntos…—continuómimadre,sollozandodesesperadamente.

—Bien,bien—exclamómitía—.Nolloreustedmás.

—Ynuncatuvimoslamenordiscusión,exceptocuandoleparecíaquemistreses ymis cincos se confundían o que alargaba demasiado el rabo de lossietesylosnueves—terminómimadreenunanuevaexplosióndellanto.

—Se pondrá usted enferma —dijo miss Betsey—, lo que no será muybeneficiosoparaustedniparamiahijada.¡Vamos,novuelvaaempezar!

Esteargumentocontribuyóbastantea tranquilizaramimadre,aunquesumalestar era creciente. Hubo un silencio, interrumpido sólo por algunasexclamaciones sordas demi tía, que continuaba calentándose los pies en elguardafuegos.

—DavidsehabíaaseguradounarentaanualcomprandopapeldelEstado,losé—dijopocoapoco—.Almorir¿hahechoalgoporusted?

—MísterCopperfield—contestómimadre titubeando fue tancariñosoytanbuenoconmigoqueasegurópartedeesarentaaminombre.

—¿Cuánto?—preguntómissBetsey.

—Cientocincuentalibrasalaño—dijomimadre.

—¡Podíahaberlohechopeor!—dijomitía.

Lapalabranopodíasermásapropiadaparaelmomento,puesmimadreseencontrabacadavezpeor,tantoquePeggotty,queentrabaconeltéylasvelas,se dio cuenta de ello al instante (como se hubiera dado cuentami tía de noestar a oscuras) y la condujo apresuradamente a su habitación del piso dearriba.

Inmediatamente envió a Ham Peggotty—un sobrino suyo a quien teníaescondidoenlacasahacíaunosdíasparautilizarlecomomensajeroespecialencasodeurgencia—abuscaralmédicoyalacomadrona.

Aquellasdospotenciasaliadassesorprendieronsobremaneracuandoasullegada (pocosminutos después unode otro) se encontraron conuna señoradesconocida y de aspecto imponente, sentada ante el fuego, con la tocacolgandodelbrazoizquierdoytaponándoselosoídosconalgodón.Peggottyno sabía quién era y mi madre tampoco decía nada; por lo tanto, era unverdaderomisterio;y,cosacuriosa,elhechodeestarsacandoaquellacantidaddealgodóndesubolsoymetiéndoseloenlosoídosnohacíadisminuirennada

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loimponentedesuaspecto.

El doctor, después de subir al cuarto de mi madre y volver a bajar,pensandosindudaquehabíagrandesprobabilidadesdequeaquellaseñorayéltuvieran que permanecer sentados frente a frente durante varias horas, sepropusoestaramableycariñosoconella.Estehombreeraelsermásafabledesu sexo, el más pequeño y dulce. Se deslizaba de medio lado por lashabitacionesparaocuparelmenorsitioposible,yandabacontantasuavidadcomoelfantasmadeHamlet,yquizámásdespacio.Llevabasiemprelacabezainclinadahaciaunlado,enparteporunmodestosentimientodesuhumildadyenparteporeldeseodeagradaratodos.Nonecesitodecirqueeraincapazdedirigirunpalabraduraanadie,niaunperro,niaunaunperrorabioso.Todolomás le murmuraría dulcemente una palabra, o media, o una sílaba, pueshablabaconlamismasuavidadqueandabaynosabíaserrígidoniimpaciente.

Porlotanto,místerChillip,mirandoamablementeamitía,conlacabezasiempreinclinadayhaciéndoleunligerosaludo,dijo,aludiendoalalgodónytocándoselaorejaizquierda:

—¿Algunamolestia,señora?

—¿Qué?—replicómitía,sacándoseelalgodóndeloídocomosifuerauncorcho.

A míster Chillip le alarmó bastante aquella brusquedad (según contódespuésamimadre),tantoquefuemilagrosoqueconservarasupresenciadeánimo.Insistiódulcemente.

—¿Algunamolestia,señora?

—¡Quénecedad!—replicómitía,volviéndoseataponareloído.

Después de esto, míster Chillip nada podía hacer y se sentó, y estuvocontemplandotímidamenteamitía,mientrasellamirabaelfuego,hastaquevolvieronallamarlealdormitoriodemimadre.Despuésdeuncuartodehoradeausenciavolvió.

—¿Y bien?—dijomi tía, sacándose el algodón del ladomás cercano amísterChillip.

—Muy bien, señora —respondió el doctor—. Vamos… . vamos…avanzando…despacito,señora.

—¡Bah!,¡bah!,¡bah!—dijomitía,interrumpiéndolecondesprecio.

Yvolvióataponarseeloído.

Verdaderamente (según contaba después míster Chillip) era paraindignarse,yélestabacasiindignado;claroquesólohablandodesdeunpuntode vista profesional, pero estaba casi indignado. Sin embargo, volvió a

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sentarse y la estuvo mirando cerca de dos horas, mientras ella continuabacontemplandoelfuego.Porfinlollamarondenuevo.Cuandodespuésdeestaausenciaapareció:

—¿Ybien?—dijomitía,quitándoseelalgodóndelmismolado.

—Muy bien, señora —respondió míster Chillip—. Vamos… , vamosavanzandodespacito,señora.

—¡Bah!,¡bah!,¡bah!—interrumpiómitíacontaldespreciohaciaelpobremísterChillip,queésteyanopudosoportarlo.

Aquelloeraparahacerleperderlacabeza,segúndijodespués,yprefirióirasentarsesoloenlaoscuridaddelaescalerayenunafuertecorrientedeairehastaquelellamasendenuevo.

HamPeggotty,aquiensepuedeconsiderarcomotestigodignodefe,puesibaalaescuelanacionalyeraunaverdaderafieraparaelcatecismo,contóaldía siguiente que, habiendo tenido la desgracia de entreabrir la puerta delgabineteunahoradespuésdeaquello,missBetsey,querecorríalahabitaciónagitadísima, le descubrió al momento y se lanzó sobre él, sin dejarle yaescapar.Yapesardetodoelalgodónquehabíametidoensusoídosnodebíadeestaraisladaporcompletodelosruidos,puescuandolospasosylasvocesaumentabanenelpisodearribahacíarecaersobresuvíctimaelexcesodesuintranquilidad. Le tenía agarrado por el cuello y le obligaba a andarconstantementedearribaabajo(sacudiéndolecomosielchicohubieratomadoalgún narcótico), enmarañándole los cabellos, arrugándole el cuello de lacamisay taponándoleconalgodónlosoídos,confundiéndolos,sinduda,conlossuyospropios.Enfin,lediotodaclasedetormentosymalostratos.Todoestofueenparteconfirmadoporsutía,quelovioalasdoceymedia,cuandoacababa de soltarle, y afirmó que estaba tan rojo como yo en aquelmismomomento.

ElapaciblemísterChillipnopodíaguardarrencormuchotiempoanadie,ymenos en aquellas circunstancias. Por lo tanto, en cuanto tuvo unmomentolibresedeslizóalgabineteyledijoamitíaconsuamablesonrisa:

—Ybien,señora;soymuyfelizalpoderdarlelaenhorabuena.

—¿Porqué?—dijosecamentemitía.

MísterChillipseturbódenuevoanteaquellaextremadaseveridad,perolehizounligerosaludoytratódesonreírleparaapaciguarla.

—¡Dios santo! Pero ¿qué le pasa a este hombre? —gritó mi tía conimpaciencia—.¿Esquenopuedehablar?

—Tranquilícese usted, mí querida señora —dijo el doctor con su vozmelosa—.Nohayyaelmenormotivodeinquietud,tranquilíceseusted.

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Siempre he considerado como unmilagro el que mi tía no le sacudierahasta hacerlo soltar lo que tenía que decir. Se limitó a escucharle; peromoviendolacabezadeunamaneraqueleestremeció.

—Pues bien, señora —resumió míster Chillip tan pronto como pudorecobrar el valor—. Estoy contento de poder felicitarla. Ahora todo haterminado,señora,todohaterminado.

Duranteloscincominutos,pocomásomenos,quemísterChillipempleóenpronunciarestafrase,mitíalocontemplabaconcuriosidad.

—Y ella ¿cómo está? —dijo cruzándose de brazos, con el sombrerosiemprecolgandodeunodeellos.

—Bien,señora,yesperoqueprontoestarácompletamenterestablecida—respondió míster Chillip—.Está todo lo bien que puede esperarse de unamadre tan jovenyqueseencuentraenunascircunstancias tan tristes.Ahoranohayinconvenienteenqueustedlavea,señora;puedequelehagabien.

—Pero¿yella?¿Cómoestáella?—dijobruscamentemitía.

MísterChillipinclinótodavíamáslacabezaaunladoymiróamitíacomounpajarilloasustado.

—¿Laniña,quecómoestá?—insistiómissBetsey.

—Señora—respondió míster Chillip—, creía que lo sabía usted: es unniño.

Mi tía no dijo nada; pero cogiendo su cofia por las cintas la lanzó a lacabezademísterChillip;despuésselaencasquetóenlasuyadescuidadamenteysemarchóparasiempre.Sedesvaneciócomounhadadescontenta,ocomouno de esos seres sobrenaturales que la superstición popular aseguraba quetendríanqueaparecérseme.Ynuncamásvolvió.

No.Yo estaba enmi cunita;mimadre, en su lecho, y Betsey TrotwoodCopperfieldhabíavueltoparasiemprea la regióndesueñosysombras,a laterrible región de donde yo acababa de llegar.Y la luna que entraba por laventanadenuestrahabitaciónsereflejabatambiénsobrelamoradaterrestredetodoslosquenacíanysobrelasepulturaenquereposabanlosrestosmortalesdelquefuemipadreysinelcualyonuncahubieraexistido.

Capítulo2

Observo

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Loprimeroqueveodeformaclaracuandoquierorecordarlalejaníademiprimerainfanciaesamimadre,consuslargoscabellosysuaspectojuvenil,yaPeggotty,sinedaddefinida,conunosojostannegrosqueparecenoscurecertodo su rostro, y con unasmejillas y unos brazos tan duros y rojos quemesorprendequelospájarosnolosprefirieranalasmanzanas.

Ysiempremeparecerecordarlasarrodilladasantemí,frenteafrenteenelsuelo,mientrasyovoyconpasoinsegurodeunaaotra.Tengounrecuerdoenmimente,quesemezclaconlosrecuerdosactuales,delcontactodeldedoquePeggottymetendíaparaayudarmeaandar:undedoacribilladoporlaagujayásperocomounrallador.

Esto tal vez sea sólo imaginación, pero yo creo que la memoria de lamayorpartedeloshombrespuedeconservarunaimpresióndelainfanciamásampliade loquegeneralmente se supone; tambiéncreoque lacapacidaddeobservaciónestáexageradamentedesarrolladaenmuchosniñosyademásesmuy exacta. Esto me hace pensar que los hombres que destacan por dichafacultades,contodaseguridad,porquenolahanperdidomásqueporquelahayan adquirido. La mejor prueba es que, por lo general, esos hombresconservan cierta frescura y espontaneidad y una gran capacidad de agradar,quetambiénesherenciaprocedentedelainfancia.

Podrátachársemededivagadorpordetenermeadecirestascosas,peroellomeobligaahacerconstarquetodasestasconclusioneslassacoenpartedemipropia experiencia.Así, si alguienpiensaqueenestanarraciónmepresentocomo un niño de observación aguda, o como un hombre que conserva unintenso recuerdo de su infancia, puede estar seguro de que tengo derecho aambascaracterísticas.

Como ibadiciendo,almirarhacia lavaguedaddemisaños infantiles, loprimeroquerecuerdo,emergiendoporsímismodelaconfusióndelascosas,esamimadreyaPeggotty.¿,Quémásrecuerdo?

Veamos.

Tambiénsaledelabrumanuestracasa,tanunidaamisprimerosrecuerdos.Enelpisobajo,lacocinadePeggotty,abiertaalpatio,dondeenelcentrohayunpalomarvacíoyenunrincónunagrancasetadeperrosinperro,ydondepululanunagrancantidaddepollos,queamímeparecengigantescosyquecorreteanpor allí de unamanera feroz y amenazadora.Hayungallo que sesube a un palo y que cuando yo le observo desde la ventana de la cocinaparecemirarmecontantaatenciónquemehaceestremecer:¡estanarrogante!Haytambiénunasocasquesedirigenamíasomandosuslargoscuellosporlareja cuandomeacerco.Por lanoche sueñoconellas, comopodría soñarunhombreque,rodeadodefieras,seduermepensandoenlosleones.

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Unlargopasillo(¡quéenormeperspectivaconservodeél!)conducedesdelacocinadePeggottyhastalapuertadeentrada.Unaoscuradespensaabresupuertaalpasillo,yeseesunsitioporelquedenochehayquepasarcorriendo,porque¿quién sabe loquepuede suceder entre todas aquellasollas, tarrosycajasdetécuandonohaynadieallí,ysólounquinquéloalumbradébilmente,dejando salir por la puerta entreabierta olor a jabón, a velas y a café, todomezclado?Después hay otras dos habitaciones: el gabinete, donde pasamostodas las tardes mi madre, yo y Peggotty (pues Peggotty está siempre connosotroscuandonohayvisitayhaterminadosusquehaceres),ylasala,dondeúnicamenteestamoslosdomingos. La sala esmuchomejor que el gabinete,peronoseestáenellatanagusto.Paramíhastatieneunaspectodetristeza,puesPeggottymecontó(nosécuándo,peromeparecequehacesiglos)queallíhabíansidolosfuneralesdemipadre,rodeadodelosparientesyamigos,cubiertos todos con mantos negros. Además, un domingo por la noche mimadrenosleyótambiénallí,aPeggottyyamí,laresurreccióndeLázarodeentrelosmuertos.Aquellomesobrecogiódetalmodoquedespués,cuandoyaestaba acostado, tuvieron que sacarme de la cama y enseñarme desde laventanademialcobaelcementerio,completamentetranquilo,consusmuertosdurmiendoenlastumbasbajolapálidasolemnidaddelaluna.

No hay nada tan verde en ninguna parte como el musgo de aquelcementerio,nadatanfrondosocomosusárboles,nadatantranquilocomosustumbas. Cuando por la mañana temprano me arrodillo en mi cuna, en micuartito,alladodelahabitacióndemimadre,ymiroporlaventanayveoaloscorderosqueestánallípaciendo,yveolaluzrojareflejándoseenelrelojdesol,pienso:«¡Quéalegreeselrelojdesol!»,ymemaravillaquetambiénhoysigamarcandoeltiempo.

Yaquíestánuestrobancodelaiglesia,consualtorespaldoalladodeunaventana,porlaquepodemosvernuestracasita.Peggottynodejademirarlaniunmomento:seconocequelegustacerciorarsedequenolahandesvalijadoni hay fuego en ella. Pero aunque los ojos de Peggotty vagabundean de unladoaotro,seofendemuchosiyohagolomismo,ymehaceseñasdequemeestéquietoydequemirebienalsacerdote.Peroyonopuedoestarlemirandosiempre.Cuandono tienepuestaesacosablancasíesmuyamigomío,peroallítemoquelechoquesilemirotanfijo,ypiensoquealomejorinterrumpiráeloficioparapreguntarmelacausadeello¿Quéharé,Diosmío?

Bostezaresmuyfeo,pero¿quévoyahacer?Miroamimadreynotoquehace como que no me ve.Miro a otro chico que tengo cerca y empieza ahacermemuecas.Mirounrayodesolqueentraporlapuertaentreabiertadelpórtico, pero allí también veo una oveja extraviada (y no quiero decir unpecador, sino un cordero) que está a punto de colarse en la iglesia. Ycomprendoquesisigomirándolaterminaréporgritarlequesemarche,y¿qué

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sería demí entonces?Miro lasmonumentales inscripcionesde las tumbasytratodepensareneldifuntomísterBodgers,miembrodeestaparroquia,yenlapenaquehabrátenidomistressBodgersalamuertedesumarido,despuésde una larga enfermedad, para la cual la ciencia de los médicos ha sidoineficaz,ymepreguntosihabránconsultadotambiénamísterChillipenvano;yenesecaso,¿cómopodráveniryestarlo recordandounavezporsemana?MiroamísterChillip, que está con su corbatadedomingo;despuésmiro alpúlpito y pienso en lo bien que se podría jugar allí. El púlpito sería lafortaleza;otrochicosubiríapor laescaleraalataque,pero learrojaríamoselalmohadónde terciopelo,consusborlasy todo,a lacabeza.Pocoapocosemecierran losojos.Todavíaoigocantaralclérigo;hacemuchocalor.Yanooigo nada, hasta el momento en que me caigo del banco con estrépito yPeggottymesacadelaiglesiamásmuertoquevivo.Yahoraveolafachadadenuestracasa,conlasventanasdelosdormitoriosabiertas,porlasquepenetraunaireembalsamado,ylosviejosnidosdecuervosquesebalanceantodavíaenloaltodelasramas.Yahoraestoyeneljardín,porlapartedeatrás,delantedel patio donde está el palomar y la caseta del perro. Es un sitio lleno demariposas, y lo recuerdocercadoconuna altabarreraque se cierra conunacadena:allílosfrutosmaduranenlosárbolesmásricosyabundantesqueenningunaotraparte;ymientrasmimadrelosrecogeensucesta,yo,detrásdeella,cojofurtivamentealgunasgrosellas,haciendocomoquenomemuevo.Selevantaungranvientoyelveranohuyedenosotros.Enlastardesdeinviernojugamosenelgabinete.Cuandomimadreestácansadasesientaensubutaca,seenroscaenlosdedossuslargosbuclesocontemplasutalle,ynadiesabetanbiencomoyoloquelegustamirarseylocontentaqueestádesertanbella.

Esaesunademisimpresionesmasremotas;esaylasensacióndequelosdos (mi madre y yo) teníamos un poco de miedo de Peggotty, y nossometíamos en casi todo a sus órdenes; de aquí dimanaban siempre lasprimerasopiniones(sisepuedenllamarasí),aloqueyoveía.

Una noche estábamos Peggotty y yo solos sentados junto al fuego. YohabíaestadoleyéndoleaPeggottyunlibroacercadeloscocodrilos;perodebíde leer muy mal o a la pobre mujer le interesaba muy poco aquello, puesrecuerdoquelavagaimpresiónquelequedódemilecturafuequesetratabadeunaespeciede legumbres.Mehabíacansadode leerymecaíadesueño;pero como tenía permiso (como una gran cosa) para permanecer levantadohastaquevolvieramimadre(quepasaba laveladaencasadeunosvecinos)como es natural, hubiera preferido morir en mi puesto antes que irme a lacama.

Había llegado a ese estado de sueño en quemeparecía quePeggotty seinflaba y crecía de un modo gigantesco. Me sostenía con los dedos lospárpadosparaquenosemecerrasenylamirabaconinsistencia,mientrasella

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seguía trabajando; tambiénmiraba el pedacitode ceraque teníapara el hilo(¡quéviejoestabayquéarrugadopor todos lados!y lacasitadondevivíaelmetro,ylacajadelabor,consutapadecorrederaqueteníapintadaunavistadelacatedraldeSaintPaúl,conlacúpulacolorderosa,yeldedaldecobrepuestoensudedo,yaellamisma,querealmentemeparecíaencantadora.

Tenía tanto sueño que estaba convencido de que en elmomento en queperdieradevistacualquieradeaquellascosasyanotendríaremedio.

—Peggotty—dijederepente—.¿Hasestadocasadaalgunavez?

—¡Dios mío, Davy! —replicó Peggotty—. ¿,Cómo se te ha ocurridopensareneso?

Mecontestótansorprendidaquecasimedespabiló,ydejandodecosermemiróconlaagujatodoloestiradaquelepermitíaelhilo.

—Pero¿túnohasestadonuncacasada,Peggotty?—ledije—.Túeresunamujermuyguapa,¿no?

Laencontrabadeunestilomuydiferentealdemimadre;pero,dentrodeotrogénerodebelleza,meparecíaunejemplarperfecto.

Había en el gabinete un taburete de terciopelo rojo, en el quemimadrehabíapintadoun ramillete;el fondodeaquel tabureteyelcutisdePeggottyeranparamíunamismacosa.ElterciopelodeltabureteerasuaveyelcutisdePeggotty,áspero;peroesoeralodemenos.

—¿Yoguapa,Davy?—contestóPeggotty—.No,porDios,querido.Pero¿quiéntehametidoenlacabezaesascosas?

—No lo sé. Y no puede uno casarse conmás de una persona a la vez,¿verdad,Peggotty?

—Claroqueno—dijoPeggottymuyrotundamente.

—Ysiunosecasaconunapersonayesapersonasemuere,¿entoncessípuedeunocasarseconotra?Di,Peggotty.

—Si se quiere, sí se puede, querido; eso es cuestión de gustos —dijoPeggotty.

—Pero¿cuálestuopinión,Peggotty?

Yolepreguntabaylamirabaconatención,porquemedabacuentadequeellameobservabaconunacuriosidadenorme.

—Mi opinión es —dijo Peggotty, dejando de mirarme y poniéndose acoserdespuésdeunmomentodevacilación—queyonuncaheestadocasada,nipiensoestarlo,Davy.Esoestodoloquesésobreelasunto.

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—Peronotehabrásenfadadoconmigo,¿verdad,Peggotty?—dijedespuésdeunminutodesilencio.

De verdad creía que se había enfadado, me había contestado tanlacónicamente;peromeequivocabaporcompleto,puesdejandoaunladosulabor(queeraunamediasuya)yabriendomucholosbrazoscogiómirizadacabecitaylaestrechóconfuerza.Estoysegurodequefueconfuerza,porque,como estaba tan gordita, en cuanto hacía un movimiento algo brusco losbotones de su traje saltaban arrancados. Y recuerdo que en aquella ocasiónsalierondosdisparadoshastaelotroextremodelahabitación.

—Ahoraléemeotroratoalgosobrelos«crocrodilos»—medijoPeggotty,quetodavíanohabíaconseguidopronunciarbienlapalabra—,puesnomeheenteradonidelamitad.

Yonocomprendíaporquélanotabatanrara,niporquéteníaaquelafánenvolver a ocuparnos de los cocodrilos. Pero volvimos, en efecto, a losmonstruos, con un nuevo interés por mi parte, y tan pronto dejábamos sushuevosenlaarenaaplenosolcomocorríamoshaciaelloshostigándolosconinsistentesvueltasasualrededor,tanrápidas,queellos,acausadesuextrañaforma, no podían seguir. Después los perseguíamos en el agua como losindígenas,ylesintroducíamoslargospinchosporlasfauces.Enresumen,quellegamosa sabernosdememoria todo lo relativo al cocodrilo, por lomenosyo.DePeggottynorespondo,puesestabatandistraída,quenohacíamásquepincharsecon laagujaen lacarayen losbrazos.Habiendoagotado todo loreferentealoscocodrilos,íbamosaempezarconsussemejantes,cuandosonólacampanilladeljardín.Fuimosaabrir;eramimadre.Meparecióqueestabamásbonitaquenunca,yconellallegabauncaballerodehermosaspatillasycabellonegros,aquienyaconocíaporhabernosacompañadoacasadesdelaiglesia el domingo anterior. Cuando mi madre se detuvo en la puerta paracogerme en sus brazos y besarme, el caballero dijo queyo teníamás suertequeunrey(oalgoparecido)puesmetemoquemisreflexionesulterioresmeayudenenesto.

—¿Quéquieredecir?—preguntéporencimadelhombrodemimadre.

Elcaballeromeacariciólacabeza,peronoséporquénomegustabanniélnisuvozprofunda,yteníacomocelosdequesumanotocaralademimadremientrasmeacariciaba.Lerechacélomásfuertequepude.

—¡OhDavy!—mereprochómimadre.

—¡Queridoniño!—dijoelcaballero,¡Nomesorprendesuadoración!

Nuncahabíavistouncolortanhermosoenelrostrodemimadre.

Me regañó dulcemente por mi brusquedad, y estrechándome entre sus

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brazos, daba lasgracias al caballeroporhabersemolestadoen acompañarla.Mientrashablabaletendiólamano,ymientrasselaestrechabamemiraba.

—Dame las buenas noches, hermoso —dijo el caballero, después deinclinarse(¡yolovi!)abesarlamanodemimadre.

—¡Buenasnoches!—dije.

—Ven aquí. Tenemos que ser los mejores amigos del mundo—insistióriendo—;damelamano.

Mimadreteníaentrelassuyasmimanoderechayyoletendílaotra.

—¡Cómo!Éstaeslamanoizquierda,Davy—dijoélriendo.

Mimadreletendiómimanoderecha;peroyohabíaresueltonodársela,ynoseladi.Lealarguélaotra,queélestrechócordialmente,ydiciendoqueeraunbuenchico,semarchó.

Unmomentodespuéslevivolverseenlapuertadeljardínylanzarnosunaúltimamirada(antesdequelapuertasecerrase)consusojososcuros,demalagüero. Peggotty, que no había dicho una palabra nimovidoun dedo, cerróinstantáneamente los cerrojos, y entramos todos en el gabinete. Mi madre,contra su costumbre, en lugar de sentarse en la butaca junto al fuego,permanecióenelotroextremodelahabitacióncanturreandoparasí.

—Espero que haya pasado usted una velada agradable—dijo Peggotty,tiesa como un palo en el centro de la habitación y con un palmatoria en lamano.

—Sí,Peggotty,muchas gracias—respondiómimadre convoz alegre—.Hepasadounaveladamuyagradable.

—Una persona nueva es siempre un cambio muy agradable —insistióPeggotty.

—Naturalmente,esuncambiomuyagradable—contestómimadre.

Peggottycontinuóinmóvilenmediodelahabitación,ymimadrereanudósucanto.Yomedormí,aunquenoconunsueñoprofundo,puesmeparecíaoírsus voces, pero sin entender lo que decían. Cuandome desperté de aquelladesagradablemodorra,meencontréaPeggottyyamamáhablandoyllorando.

—NoesunapersonaasílaquelehubieragustadoamísterCopperfield—decíaPeggotty—;selorepitoyselojuro.

—¡Diosmío!—exclamómimadre—.¿Quieresvolvermeloca?Enmividahevistoanadiesertratadocontantacrueldadporsuscriados.Además,hagounainjusticiasimeconsiderounaniña.¿Noheestadocasada,Peggotty?

—Diossabequesí,señora—respondióPeggotty.

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—¿Ycómoerescapaz,Peggotty—dijomimadre—,cómotienescorazónpara hacerme tan desgraciada, diciéndome cosas tan amargas, sabiendo quefueradeaquínotengoanadiequemeconsuele?

—Razóndemás—repusoPeggotty—paradecirlequeesonoleconviene.No,nopuedeser.Deningunamaneradebeustedhacerlo.¡No!

PenséquePeggottyibaalanzarlapalmatoriaalairedelénfasisconquelamovía.

—¿Cómo puedes ofenderme así y hablar de unamanera tan injusta?—gritómimadrellorandomásqueantes—.¿Porquéteempeñasenconsiderarlocomo cosa decidida, Peggotty, cuando te repito una vez y otra que no hapasadonadadelamáscorrientecortesía?Hablasdeadmiración.¿Yquévoyyoahacerle?Silagenteestanneciaquelasiente,¿tengoyolaculpa?¿Puedohacer yo algo, te pregunto? Tú querrías que me afeitase la cabeza y meennegrecieraelrostro,oquemedesfiguraseconunaquemadura,uncuchillooalgoparecido.Estoyseguradequelodesearías,Peggotty;estoyseguradequete daría una gran alegría.Me pareció que Peggotty tomabamuy a pecho lareprimenda.

—Y mi niño, mi hijito querido—continuó mi madre, acercándose a labutaca en que yo estaba tendido y acariciándome—, ¡mi pequeño Davy!¡Pretender que no quiero amimayor tesoro!Elmejor compañero que hayaexistidojamás.

—Nadiehainsinuadosemejantecosa—dijoPeggotty.

—Sí, Peggotty—replicómimadre—; lo sabesmuy bien. Es lo que hasqueridodecirmecontusmalaspalabras.Noeresbuena,puestoquesabestanbiencomoyoqueúnicamenteporélnomehecompradoelmespasadounasombrillanueva,apesardequelaverdeestácompletamentedestrozadaysevapormomentos.Losabes,Peggotty,¡nopuedesnegarlo!

Yvolviéndosecariñosamentehaciamí,apretandosumejillacontralamía:

—¿Soy unamalamadre para ti,Davy? ¿Soy unamadremala, egoísta ycruel?Diquelosoy,hijomío;diquesí,yPeggottyloquerrá;yelcariñodePeggottyvalemuchomásqueelmío,Davy.Yonotequieronada,¿verdad?

Entoncesnospusimoslostresallorar.Creoqueyoeraelquellorabamásfuerte;peroestoysegurodequetodoslohacíamosconsinceridad.Yoestabaverdaderamente destrozado, y temo que en los primeros arrebatos de miindignadaternurallaméaPeggottybestia.Aquellaexcelentecriaturaestabaenlamásprofundaaflicción,lorecuerdo,yestoycasisegurodequeenaquellaocasiónsuvestidodebiódequedarsesinunsolobotón,puessaltaronporlosaires cuando después de reconciliarse conmimadre se arrodilló al lado del

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sillónparareconciliarseconmigo.

Nos fuimos a la cama muy deprimidos. Mis sollozos me desvelarondurantemuchotiempo;ycuandounsollozomásfuertemehizoincorporarmeenlacama,meencontréamimadresentadaa lospiese inclinadahaciamí.Mearrojéensusbrazosymedormíprofundamente.

Nosésifuealsiguientedomingocuandovolvíaveralcaballeroaquel,osi pasó más tiempo antes de que reapareciese; no puedo recordarlo, y nopretendo determinar fechas; pero sé que volví a verlo en la iglesia y quedespuésnosacompañóacasa.Además,entróparaverunhermosogeranioqueteníamosenlaventanadelgabinete.Nomeparecióquesefijaramuchoenelgeranio; pero antesdemarcharse lepidió amimadreuna flor.Mimadre ledijoquecortaraélmismolaquemáslegustase;peroélsenegó,nocomprendíporqué,yentoncesmimadre,arrancandounaflorecita,seladio.Éldijoquenunca, nunca, se separaría de ella; y yo pensé que debía de sermuy tonto,puestoquenosabíaquealdíasiguienteestaríamarchita.

Por aquella época, Peggotty empezó a estarmenos con nosotros por lasnoches.Mimadrelatratabaconmuchadeferencia(másquedecostumbremeparecíaamí),ylostresestábamosmuyamigos,perohabíaalgodistintoquenoshacía sentir violentos cuandonos reuníamos.Algunasveces yopensabaqueaPeggottyno legustabaquemimadre luciera todosaquellos trajes tanbonitos que tenía guardados, ni que fuera tan amenudo a casade lamismavecina;peronolograbacomprenderporqué.

Poco a poco llegué a acostumbrarme a ver al caballero de las patillasnegras.Seguía singustarmemásquealprincipioy continuaba sintiendo losmismoscelos,aunquesinmásrazónparaelloqueunainstintivaantipatíadeniñoyunvagosentimientodequePeggottyyyodebíamosbastaramimadresin ayuda de nadie; pero seguramente, de haber sido mayor, no hubieraencontradoestasrazones,nisiquieranadasemejante.Podíaobservarpequeñascosas;peroformarconellasuntodoerauntrabajoqueestabaporencimademisfuerzas.

Unamañanadeotoñoestabayoconmimadreeneljardín,cuandomísterMurdstone(entoncesyasabíasunombre)pasóporallíacaballo.Sedetuvounmomentoasaludaramimadre,ydijoqueibaaLowestolf,dondeteníaunosamigos, dueñosdeunyate, ymepropusomuy alegremente llevarme con élmontadoenlasillasimegustabaelpaseo.

Eraundíatanclaroyalegre,yelcaballo,mientraspiafabayrelinchabaalapuertadeljardín,parecíatangozosoalpensarenelpaseo,quesentígrandesdeseos de acompañarlos. Subí corriendo a que Peggotty me vistiera. Entretanto, míster Murdstone desmontó, y con las bridas del caballo debajo delbrazosepusoapasearlentamenteporelotroladodelseto,mientrasmimadre

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leacompañaba,paseandotambiénlentamente,pordentrodeljardín.MereuníconPeggotty y los dos nos pusimos amirar desde la ventana demi cuarto.Recuerdomuy bien lo cerca que parecían examinar el seto que había entreellos mientras andaban; y también que Peggotty, que estaba de muy buenhumor,pasóenunmomentoatodolocontrario,ycomenzóapeinarmedeunmodoviolento.

ProntoestuvimosmísterMurdstoneyyotrotandoalolargodelverdesetoporel ladodelcamino.Mesosteníacómodamenteconunbrazo;peroyonopodía estarme tan quieto comode costumbre, y no dejaba de pensar a cadamomentoenvolverlacabezaparamirarle.MísterMurdstoneteníaunaclasedeojosnegros«vacíos».Noencuentrootrapalabraparadefiniresosojosquenosonprofundos,enlosquenosepuedesumergirlamiradayquecuandoseabstraen parece, por una peculiaridad de luz, que se desfiguran por unmomentocomounamáscara.Variasdelasvecesquelemiréleencontréconaquellaexpresión,ymepreguntabaamímismo,conunaespeciedeterror,enquéestaríapensandotanabstraído.

Vistosasídecerca,supeloysuspatillasmeparecieronmásnegrosymásabundantes;.nuncahubieracreídoquefueranasí.Laparteinferiordesurostroera cuadrada; esto y la sombra de su barba, muy negra, que se afeitabacuidadosamente todos los días,me recordaba una figura de cera que habíanrecibido haría unos seis meses en nuestra vecindad. Sus cejas, muy biendibujadas,yelbrillantecoloridodesucutis(aldiablosucutisyaldiablosumemoria),mehacíanpensar,apesardemissentimientos,queeraunhombremuyguapo.Nomeextrañaquemipobreyqueridamadrepensaralomismo.

Llegamosaunhotelaorilladelmar,dondeencontramosadoscaballerosfumandoenunahabitación.

Cadaunoestabatumbadolomenosencuatrosillas,yteníanpuestasunaschaquetasmuyamplias.Enunrincónhabíaunmontóndeabrigos,capasparaembarcarseyunabandera,todoempaquetadojunto.

Cuandoentramos,losdosselevantaronperezosamenteydijeron:

—¡Hola,Murdstone!¡Creíamosquetehabíasmuerto!

—Todavíano—dijoMurdstone.

—¿Yquiénesestechico?—dijo,cogiéndome,unodeloscaballeros.

—EsDavy—contestóMurdstone.

—Davy,¿qué?—dijoelcaballero—.¿Jones?

—Copperfield—dijoMurdstone.

—¡Ah,vamos!¡ElestorbodelaseductoramistressCopperfield,laviudita

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bonita!—exclamóelcaballero.

—Quinion —dijo Murdstone—, tenga usted cuidado. Hay gente muyavispada.

—¿Quién?—preguntóelotro,riéndose.

Yomiréenseguidahaciaarriba;teníamuchacuriosidadporsaberdequiénhablaban.

—HablodeBrooksdeShefield—dijomísterMurdstone.

MetranquilicéalsaberquesólosetratabadeBrooksdeShefield,porqueenelprimermomentohabíacreídoquehablabandemí.

DebíadehaberalgomuycómicoenlafamademísterBrooksdeShefield,pues los otros dos caballeros se echaron a reír al oírle nombrar, y amísterMurdstonetambiénpareciódivertirlemucho.

Despuésquehubieron reídoun rato, el caballeroaquienhabían llamadoQuiniondijo:

—¿Y cuál es la opinión de Brooks de Shefield en lo que se refiere alasunto?

—No creo que Brooks entienda todavíamucho de ello—replicómísterMurdstone—;peroengeneralnomeparecefavorable.

Denuevohubomásrisas,ymísterQuiniondijoqueibaamandartraerunabotella de sherry para brindar por Brooks. Cuando trajeron el vino me diotambién a mí un poco con un bizcocho, y antes de que me lo bebiera,levantándomeelvaso,dijo:

—¡AlaconfusióndeBrooksdeShefield!

Elbrindisfuerecibidoconaplausosygrandesrisas,loquemehizoreíramí también. Entonces ellos rieron todavíamás. En resumen, nos divertimosmucho.Luegoestuvimospaseando;despuésnosfuimosasentarenlahierba,ymástardeloestuvimosmirandotodoatravésdeuntelescopio.Yonopodíaver nada cuando lo ponían ante mis ojos, pero decía que veía muy bien.Despuésvolvimosalhotelparaalmorzar.TodoeltiempoqueestuvimosenlacallelosamigosdemísterMurdstonefumaronsincesar,loque,ajuzgarporelolordesuropa,debíandeestarhaciendodesdequehabíansalidolostrajesdecasa del sastre.No debo olvidar que fuimos a visitar el yate.Allí ellos tresbajaron a una cabina donde estuvieron mirando unos papeles. Yo los veíacompletamente entregados a su trabajo cuando se me ocurría mirar por laclaraboya entreabierta. Durante aquel tiempo me dejaron con un hombreencantador,conabundantescabellosrojosyunsombreropequeñoybarnizadoencima.Tambiénllevabaunacamisaounjerseyrayado,sobrelaqueseveía

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escrito en letrasmayúsculasAlondra.Yopenséque sería sunombre, y que,comovivíaenunbarcoynoteníapuertadondeponerlo,seloponíaencima;perocuandolellamémísterAlondramedijoqueaquelnoerasunombre,sinoeldelbarco.

DurantetodoeldíapudeobservarquemísterMurdstoneestabamásserioysilencioso que los otros dos caballeros, los cuales parecían muy alegres ydespreocupados,bromeandodecontinuoentreellos,peromuyraravezconél.Tambiénmeparecióqueeramásinteligenteymásfríoyquelomirabanconalgodelmismosentimientoqueyoexperimentaba.Pudeobservarqueunaodos veces, cuando míster Quinion hablaba, miraba de reojo a místerMurdstone,comoparacerciorarsedequenoleestabadesagradando;yenotraocasión,cuandomísterPannidge(elotrocaballero)estabamásentusiasmado,QuinionledioconelpieylehizoseñasconlosojosparaquemiraseamísterMurdstone, que estaba sentado aparte y silencioso. No recuerdo quemísterMurdstone se riera en todo el día, excepto en el momento del brindis porShefeld,yesoporquehabíasidocosasuya.

Volvimostempranoacasa.Hacíaunanochemuyhermosa,ymimadreyélsepasearondenuevoalolargodelseto,mientrasyoibaatomarelté.Cuandomíster Murdstone se marchó, mi madre me estuvo preguntando qué habíahechoduranteeldíayloquehabíandichoyhechoellos.Yolecontéloquehabíancomentadodeella,yella,riendo,medijoqueeranunosimpertinentesyquedecían tonterías;peroyosabíaque legustaba.Losabíacon lamismacerteza que lo sé ahora.Aproveché la ocasión para preguntarle si conocía amíster Brooks de Shefield; perome contestó que no, y que suponía que setrataríadealgúnfabricantedecuchillos.

¿Cómodecirquesurostro(aunsabiendoquehacambiadoyquenoexiste)ha desaparecido para siempre, cuando todavía en este momento le estoyviendo antemí tan claro como el de una persona a quien se reconocería enmediodelamultitud?¿Cómodecirquesuinocenciaydesubellezainfantil,han desaparecido, cuando todavía siento su aliento en mi mejilla, como losentíaquellanoche?¿Esposiblequehayacambiado,cuandomiimaginaciónme la trae todavía viva, y aquel verdadero cariño que sentía y que sigosintiendo,recuerdaaúnloquemásqueríaentonces?

Alreferirmeaellaladescribocomoera:cuandomefuiaquellanochealacamadespuésdecharlarycuandodespuésvinoellaamilechoabesarme,searrodilló alegremente al ladodemi camita y con la barbilla apoyada en susmanosyriendomedijo:

—¿Quéesloquehandicho,Davy?Repítemelo;¡nolopuedocreer!

—Laseductora…—empecé.

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Mimadrepusosusmanossobremislabiosparainterrumpirme.

—No sería seductora —dijo riendo—. No puede haber sido seductora,Davy.¡Estoyseguradequenoeraeso!

—Síera:«laseductoramistressCopperfield»—repetíconfuerza—.Y«labonita».

—No, no; tampoco era bonita; no era bonita —interrumpió mi madre,volviendoaponersusdedossobremislabios.

—Síera,sí:«labonitaviudita».

—¡Qué locos! ¡Qué impertinentes! —exclamó mi madre riendo ycubriéndoseelrostroconlasmanos.

¡Quéhombrestanridículos!Davyquerido…

—¿Qué,mamá?

—NoselodigasaPeggotty;seenfadaríaconellos.Yotambiénestoymuyenfadada;peroprefieroquePeggottynolosepa.

Yo se lo prometí, naturalmente: Nos besamos todavía muchas veces, yprontocaíenunprofundosueño.

Ahora,desdeladistancia,meparececomosihubierasidoaldíasiguientecuandoPeggottymehizolaextravaganteyaventuradaproposiciónquevoyarelatar,aunqueesmuyprobablequefuesedosmesesdespués.

Una noche estábamos (como siempre cuando mi madre había salido)sentados,encompañíadelmetrito,delpedazodecera,delacajaqueteníalacatedral deSaintPaul en la tapaydel librodel cocodrilo, cuandoPeggotty,despuésdemirarmevariasvecesy abrir la boca como si fuera ahablar, sinhacerlo (yo pensé sencillamente que bostezaba; de no ser así me hubieraalarmadomucho),medijocariñosamente:

—Davy, ¿te gustaría venir conmigo a pasar quince días en casa de mihermano,enYarmouth?¿Tedivertiría?

—¿Tu hermano es un hombre simpático, Peggotty? —pregunté conprecaución.

—¡Oh! ¡Ya lo creo que es un hombre simpático! —exclamó Peggottylevantando las manos—. Y además allí tendrás el mar, y los barcos, y losbuquesgrandes,ylospescadores,ylaplaya,yaHamparajugar.

PeggottysereferíaasusobrinoHam,yamencionadoenelprimercapítulo;perohablabadeélcomodeunapartedelagramáticainglesa.

Aquelprogramadedeliciasmecautivó,ycontestéqueyalocreoqueme

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divertiría;pero¿quédiríamimadre?

—Apuestounaguinea—dijoPeggottymirándome intensamente—aquenosdeja.Siquieres,selopreguntoencuantovuelva.¡Ahímismo!

—Pero,¿quéharáellamientrasnoestemos?—dije,apoyandomiscodospequeños en lamesa como para darmás fuerza ami pregunta—. ¡No va aquedarsesola!

Si lo que buscó Peggotty de pronto en la media era el roto que cosía,verdaderamentedebíadesertanpequeñoquenomerecíalapenaderepasarlo.

—Digo,Peggotty,quesabesmuybienquenopodríavivirsola.

—¡Dios te bendiga!—exclamó al fin Peggotty,mirándome de nuevo—.¿No lo sabes? Tu madre va a pasar quince días con mistress Grayper. YmistressGraypervaatenerensucasamuchagente.

¡Oh!Siendoasí, estaba completamentedispuesto a ir.Esperé con lamásvivaimpacienciaaquemimadrevolvieradecasademistressGrayper(puesestabaencasadeaquellamismavecina)paraestarsegurodequenosdejaballevar a cabo la gran idea. Sin ni mucho menos sorprenderse, como yoesperaba, mi madre consintió enseguida en ello; y todo quedó arregladoaquellamismanoche:hastaloquepagaríanpormialojamientoymanutencióndurante lavisita.Eldíadenuestrapartida llegópronto.Lohabíanfijado tancercano, que llegó pronto hasta para mí, que lo esperaba con febrilimpacienciayque temíaqueun temblorde tierra, una erupciónvolcánicaocualquier otra gran convulsión de la naturaleza viniera a interponerseinterrumpiendo la expedición. Debíamos ir en el coche de un carretero quepartía por lamañana después del desayuno.Hubiera dado dinero por haberpodidovestirmelanocheanteriorydormiryaconsombreroybotas.¡Conquéemoción recuerdo ahora, aunque parezca que lo digo como algo sinimportancia,laalegríaconqueabandonémifelizhogar,sinsospecharsiquieraloquedejabaparasiempre!Megustarecordarque,cuandoelcarroestabaalapuertaymimadremebesaba,unagran ternuraporellayporelviejo lugarquenuncahabíaabandonadomehizollorar.Ymegustasaberquemimadretambiénllorabayqueyosentíalatirsucorazóncontraelmío.

Megustarecordarquecuandoelcarroempezóaalejarse,mimadrecorriótras él por el camino,mandándole parar, para darmemásbesos, ymegustasaber la gravedad y el cariño con que apretaba su cara contra lamía, y yotambién. Mi madre se quedó en la carretera, y cuando ya partimos, místerMurdstone apareció a su lado. Me pareció que le reprochaba el estar tanconmovida.Yolosmirabaatravésdelosbarrotesdelcarro,preocupadoconlaideadeporquéeseseñorsemeteríaenaquello.

Peggotty, que también estabamirando, no parecía nada satisfecha; se lo

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notéencuantolemiréalacara.

Durante algún tiempo permanecímirando a Peggotty y pensando que siellaquisieraabandonarme,comoalosniñosenloscuentosdehadas,yoseríacapazdevolveraencontrarelcaminodecasaguiándomesóloporlosbotonesque,seguramente,seleiríancayendo.

Capítulo3

Uncambio

Quierosuponerqueelcaballodelcarreteroeraelmásperezosodelmundo,puescaminabamuydespacioycon lacabezabaja,comosi legustasehaceresperaralagenteaquienllevabalosencargos.Yhastameparecióque,devezencuando,sereíaparasíalpensarenello.Sinembargo,elcarreteromedijoqueeratosporquehabíacogidounconstipado.Tambiénélteníalacostumbrede llevar la cabeza baja, como su caballo, y mientras conducía iba mediodormido,conunbrazoencimadecadarodilla.Ydigo«conducía»aunqueamímeparecióqueelcarrohubierapodidoiraYarmouthexactamenteigualsinél;eraevidentequeelcaballonolonecesitaba;yencuantoadarconversación,noteníaniidea;sólosilbaba.

Peggottyllevabasobresusrodillasunahermosacestadeprovisiones,quehubierapodidodurarnoshastaLondresaunquehubiéramoscontinuadoelviajeconelmismomediodetransporte.Comíamosydormíamos.Peggottysiempresedormíaconlabarbillaapoyadaenelasadelacesta,posturadelaqueniporunmomentosecansaba;yyonuncahubierapodidocreer,denohaberlooídoconmispropiosoídos,queunamujertandébilroncasedeaquelmodo.Dimostantas vueltas por tantos caminos y estuvimos tanto tiempo descargando laarmaduradeunacamaenunaposadayllamandoenotrosmuchossitios,queestaba ya cansadísimo, y me pusemuy contento cuando tuvimos a la vistaYarmouth.

Alpasearmivistaporaquellagranextensiónalolargodelríomeparecióque estaba todo muy esponjoso y empapado, y no acertaba a comprendercómo si el mundo es realmente redondo (segúnmi libro de geografía) unapartedeélpuedeser tansumamenteplana. ImaginandoqueYarmouthpodíaestar situada en uno de los polos, ya era más explicable. Conforme nosacercábamos veíamos extenderse cada vezmás el horizonte como una línearectabajoelcielo.LedijeaPeggottyquealgunacolina,ocosasemejante,devezencuando,mejoraríamuchoelpaisaje,yquesilatierraestuvieraunpocomásseparadadelmary laciudadmenossumergidaenél,comoun trozode

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panenelcaldo,seríamuchomásbonito.PeroPeggottymecontestó,conmásénfasisquedecostumbre,quehabíaquetomarlascosascomoeran,yque,porsuparte,estabaorgullosadepoderdecirqueeraun«arenque»deYarmouth.

Cuando salimos a la calle (que era completamente extraña y nueva paramí);cuandosentíelolordelpescado,delapez,delaestopaydelabrea,yvialos pescadores paseando y las carretas de un lado para otro, comprendí quehabía sido injusto con un pueblo tan industrial; y se lo dije enseguida aPeggotty,queescuchómisexpresionesdeentusiasmocongrancomplacenciaymecontestóqueeracosa reconocida (supongoquepor todosaquellosquehabíantenidolasuertedenacer«arenques»)queYarmouthera,porencimadetodo,elsitiomáshermosodeluniverso.

—AllíveoamiHam.¡Perosiestádesconocidodeloquehacrecido!—gritóPeggotty.

En efecto, Ham estaba esperándonos a la puerta de la posada, y mepreguntó por mi salud como a un antiguo conocido. Al principio me dabacuentadequenoleconocíatantocomoélamí,pueselhaberestadoencasalanochedeminacimientoledaba,comoesnatural,granventaja.Sinembargo,empezamosaintimardesdeelmomentoenquemecogióacaballosobresushombros para llevarme a casa. Ham era entonces un muchacho grandón yfuerte, de seis pies de alto y bien proporcionado, con enormes espaldasredondas; pero con una cara de expresión infantil y unos cabellos rubios yrizados que le daban todo el aspecto de un cordero. Iba vestido con unachaquetadelonayunospantalonestantiesos,quesehubieransostenidosolosincluso sin piernas dentro. Sombrero, en realidad, no se podía decir quellevaba,puesibacubiertoconunaespeciedetejadilloalgoembreadocomounbarcoviejo.

Hammellevabaacaballoencimadesushombros,yconunadenuestrasmaletas debajo del brazo; Peggotty llevaba la otra maleta. Pasamos porsenderoscubiertosconmontonesdevirutaydemontañitasdearena;despuéscerca de una fábrica de gas, por delante de cordelerías, arsenales deconstrucción y de demolición, arsenales de calafateo, de herrerías enmovimiento y de muchos sitios análogos. Y por fin llegamos ante la vagaextensiónqueyahabíavistoalolejos.EntoncesHamdijo:

—Éstaesnuestracasa,señoritoDavy.

Miré en todas direcciones cuanto podía abarcar en aquel desierto, porencimadelmarypor laorilla;peronoconseguídescubrirningunacasa;allíhabíaunabarcazanegraoalgoparecidoaunabarcaviejísima,altaysecaenlaarena,conuntubodehierroasomandocomounachimenea,delquesalíaunhumotranquilo.Peroalrededornadaquepudieraparecerunacasa.

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—¿Noseráeso?—dije—.¿Esoquepareceunabarca?

—Precisamenteeso,señoritoDavy—replicóHam.

SihubierasidoelpalaciodeAladinocontodassusmaravillas,creoquenomehubiera seducidomás la romántica idea de vivir en él.Tenía unapuertabellísima, abierta en un lado, y tenía techo y ventanas pequeñas; pero sumayorencantoconsistíaenqueeraunbarcodeverdad,quenocabíadudaquehabíaestado sobre lasolascientosdevecesyquenohabía sidohechoparaservirdemoradaentierrafirme.Esoeraloquemásmecautivaba.Hechaparavivir en ella, quizá me hubiera parecido pequeña o incómoda o demasiadoaislada; pero no habiendo sido destinada a ese uso, resultaba una moradaperfecta.Pordentroestabalimpiacomoloschorrosdeloroylomásordenadaposible.HabíaunamesayunrelojdeDutchyunacómoda,ysobrelacómodauna bandeja de té, en la que había pintada una señora con una sombrillapaseándose con un niño de aspecto marcial que jugaba al aro. La bandejaestaba sostenida por una Biblia. Si la bandeja se hubiese escurrido habríaarrastrado en su caída gran cantidad de tazas, platillos, y una tetera queestaban agrupados su alrededor. En las paredes había algunas láminas conmarcosycristal:eranimágenesdelaSagradaEscritura.Despuésnohepodidoverlas en manos de los vendedores ambulantes sin contemplar al mismotiempoelinteriorcompletodelacasadelhermanodePeggotty.Abrahán,derojo,disponiéndoseasacrificaraIsaac,deazul,yDaniel,deamarillo,dentrode un foso de leones, verdes, eran losmás notables. Sobre la repisita de lachimeneahabíauncuadrodelalúgubreSharaJane,compradoenSunderland,que tenía unamujercita en relieve: un trabajo de arte, de composición y decarpinteríaqueyoconsiderabacomounadelascosasmásdeseablesquepodíaofrecer elmundo.En lasvigasdel techohabíavariosganchos, cuyousonoadivinéentonces;algunosbaúlesycajonesservíandeasiento,aumentandoasíelnúmerodesillas.

Todo esto lo vi, nadamás franquear la puerta, de un primer vistazo, deacuerdo con mi teoría de observación infantil. Después, Peggotty, abriendouna puertecita,me enseñómi habitación. Era la habitaciónmás completa ydeseable que he visto enmi vida. Estaba en la popa del barco y tenía unaventanita,queeraelsitiopordondeantespasabaneltimón;unespejitoestabacolgado en la pared, precisamente a mi altura, con su marco de conchas;tambiénhabíaunramodeplantasmarinasenuncacharroazul,encimadelamesilla,yunacamitaconelsitiosuficienteparameterseenella.Lasparedeseranblancas como la leche, y la colcha, hechade retales,mecegaba con labrillantez de sus colores. Una cosa que observé con interés en aquelladeliciosa casita fue el olor a pescado; tan penetrante, que cuando sacaba elpañueloparasonarmeolíacomosihubieraservidoparaenvolverunalangosta.Cuando confié este descubrimiento a Peggotty, me dijo que su hermano se

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dedicaba a la venta de cangrejos y langostas, y, en efecto, después encontrégrancantidaddeellosenunmontóninmenso.Nosabíanestarunmomentosinpinchar todo lo que encontraban en un pequeño pilón demadera que habíafueradelacasa,yenelquetambiénsemetíanlospucherosycacerolas.

Fuimosrecibidosporunamujermuybieneducada,que teníaundelantalblancoyaquienyohabíavistodesdeuncuartodemilladedistanciahaciendoreverenciasenlapuertacuandollegabamontadoenHam.Asuladoestabalaniñamásencantadoradelmundo(asímelopareció),conuncollardeperlasazulesalrededordelcuello,peroquenomedejóbesarla,cuandoselopropusese alejó corriendo. Después que hubimos comido de una manera opíparapescadococido,mantequillaypatatas,conunachuletaparamí,unhombredelargos cabellos y cara de buena persona entró en la casa. Como llamó aPeggottychavalaylediounsonorobesoenlamejilla,notuvelamenordudade que era su hermano. En efecto, así me le presentaron: míster Peggotty,señordelacasa.

—Muycontentodeverte—dijomísterPeggotty—;nosencontraráustedmuyrudos,señorito,perosiempredispuestosaservirle.

Yoledilasgraciasyledijequeestabasegurodequeseríafelizenunsitiotandelicioso.

—¿Ycómoestásumamá?—dijomísterPeggotty—.¿Lahadejadoustedenbuenasalud?

Lecontestéque,enefecto,estabatodolobienquepodíadesearse,yañadíquemehabíadadomuchosrecuerdosparaél,loqueeraunamentiraamablepormiparte.

—Leaseguroquese loagradezcomucho—dijomísterPeggotty—.Muybien, señorito; si puedeusted estarsequincedías contento entrenosotros—dijomirando a su hermana, aHam y a la pequeña Emily—, nosotros,muyorgullososdesucompañía.

Despuésdehacermeloshonoresdesucasadelamaneramáshospitalaria,místerPeggottyfuealavarseconaguacaliente,haciendonotarque«elaguafríanoerasuficienteparalimpiarle».Prontovolvióconmuchomejoraspecto,pero tan colorado que no pude por menos que pensar que su rostro erasemejante a las langostas y cangrejos que vendía, que entraban en el aguacalientemuynegrosysalíanrojos.

Después del té, cuando la puerta estuvo ya cerrada y la habitaciónconfortable(lasnocheseranfríasybrumosasentonces),meparecióqueaqueleraelretiromásdeliciosoquelaimaginacióndelhombrepodíaconcebir.Oírel viento sobre el mar, saber que la niebla invadía poco a poco aquelladesolada planicie que nos rodeaba, y mirar al fuego, y pensar que en los

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alrededoresnohabíamás casaqueaquellayque, además, eraunbarco,meparecíacosadeencantamiento.

LapequeñaEmilyyahabíavencidosutimidezyestabasentadaamiladoenelmásbajodeloscajones,queeraprecisamentedelanchosuficienteparanosotrosdosyparecíaestarapropósitoesperándonosenunrincónalladodelfuego.

Mistress Peggotty, con su delantal blanco, hacía media al otro lado delhogar. Peggotty y su labor, con su Saint Paul y su pedazo de cera, seencontrabantancompletamenteasusanchascomosinuncahubieranconocidootracasa.Hamhabíaestadodándomeunaprimeralecciónacuatropatasconunas cartas mugrientas, y ahora trataba de recordar cómo se decía labuenaventura, e iba dejando impresa lamarca de su pulgar en cada una deellas.MísterPeggottyfumabasupipa.Yosentíqueeraunmomentopropicioparalaconversaciónylasconfidencias:

—MísterPeggotty—dije.

—Señorito—dijoél.

—¿HapuestoustedasuhijoelnombredeHamporqueviveustedenunaespeciedearca?

MísterPeggottyparecióconsiderarmipreguntacomouna ideaprofunda;peromecontestó:

—Yonuncalehepuestoningúnnombre.

—¿Quiénse lohapuestoentonces?—dijehaciendoamísterPeggotty lapreguntanúmerodosdelcatecismo.

—Supadrefuequienselopuso—mecontestó.

—¡Yocreíaqueeraustedsupadre!

—MihermanoJoeerasupadre—dijo.

—¿Y ha muerto, míster Peggotty? —insinué, después de una pausarespetuosa.

—Ahogado—dijomísterPeggotty.

Yo estabamuy sorprendidode quemísterPeggotty no fuese el padre deHam,yempecéatemersinoestaríatambiénequivocadosobreelparentescodetodoslosdemás.Teníatantacuriosidadporsaberlo,quemedecidíaseguirpreguntando:

—Pero la pequeñaEmily—dijemirándola—, ¿esa sí es suhija? ¿No esasí,místerPeggotty?

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—No,señorito;micuñadoTomerasupadre.

Nopuderesistirloeinsinué,despuésdeotrosilenciorespetuoso:

—¿Hamuerto,místerPeggotty?

—Ahogado—dijomísterPeggotty.

Sentíladificultaddecontinuarsobreelmismoasunto;peromeinteresaballegaralfondodelasuntoydije:

—Entonces¿notieneustedningúnhijo,místerPeggotty?

—No,señorito—mecontestóconunarisacorta—,soysoltero.

—¡Soltero!—exclaméatónito—.Entonces¿quiénesesa,místerPeggotty?—dijeapuntandoalamujerdeldelantalblanco,queestabahaciendomedia.

—EsaesmistressGudmige—dijomísterPeggotty.

—¿Gudmige,místerPeggotty?

Pero en aquel momento Peggotty (me refiero a mi Peggotty particular)empezó a hacerme gestos tan expresivos para que no siguiera preguntando,quenotuvemásremedioquesentarmeymiraratodalasilenciosacompañía,hastaquellególahoradeacostarnos.Entonces,enlaintimidaddemicuartito,Peggotty me explicó que Ham y Emily eran un sobrino y una sobrinahuérfanosaquienesmihuéspedhabíaadoptadoendiferentesépocas,cuandoquedaronsinrecursos,yquemistressGudmigeeralaviudadeunsociosuyoquehabíamuertomuypobre.

—Él tampoco esmás que un pobre hombre—dijo Peggotty—, pero tanbuenocomoeloroyfuertecomoelacero.

Estoseransussímiles.

Y el único asunto, según me dijo, que le encolerizaba y sacaba de suscasillaseraquesehablasedesugenerosidad;ysicualquieraaludíaaelloenlaconversación daba con su mano derecha un violento puñetazo en la mesa(tantoqueenunaocasiónlarompió)yjurabaconunahorribleblasfemiaquetomaríaelportanteyselanzaríaanadabuenosivolvíanahablardeello.Pormuchaspreguntasquehicenadiepudodarmelamenorexplicacióngramaticalsobreaquellaterriblefrase«tomarelportante»,quetodosellosconsiderabancomosiconstituyeselamássolemneimprecación.

Pensabaconcariñoenlabondaddemihuéspedmientrasoíaalasmujeres,queseacostabanenotracamacomolamíaenelextremoopuestodelbarco,yaélyaHamcolgandodoshamacas,dondedormían,enlosganchosquehabíavisto en el techo; y en el más eufórico estado de ánimo me iba quedandodormido.Conformeelsueñoseapoderabademí,oíaalvientoarrastrándose

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porelmarypor la llanuracon tal fiereza,quesentíuncobarde temorde lagranoscuridadcrecientede lanoche.Peromeconvencí amímismodequedespués de todo estábamos en un barco, y que un hombre como místerPeggottynoeragranodeanísabordo,encasodequeocurrieraalgo.

Sin embargo, nada sucedió hasta que me desperté por la mañana. Encuantoelsolsereflejóenelmarcodeconchasdemiespejo,saltédelacamaycorríconlapequeñaEmilyacogercaracolesenlaplaya.

—¿Túserásyacasiunmarinero,supongo?—dijeaEmily.

No es que supusiera nada; pero sentía que era un deber de galanteríadecirlealgo;yviendoenaquelmomentoreflejarse lablancuradeslumbrantedeunavelaensusojosclaros,semeocurrióaquello.

—No—dijoEmily,sacudiendosucabecita—,medamuchomiedoelmar.

—¡Miedo! —dije con aire suficiente y mirando muy fijo al océanoinmenso—.Amínomedamiedo.

—¡Ah!,peroestanmaloaveces—dijoEmily—.Yolehevistosermuycruel con algunosdenuestros hombres.Yohevisto cómohacía pedazosunbarcotangrandecomonuestracasa.

—Esperoquenofueraelbarcoenque…

—¿Enelquemipadremurióahogado?—dijoEmily.No,noeraaquel.Yonohevistonuncaaquelbarco.

—¿Nitampocoaél?—lepregunté.

Emilysacudiólacabecita.

—Queyorecuerde,no.

¡Quécoincidencia!Inmediatamentemepuseaexplicarcómoyotampocohabía visto nunca ami padre, y cómomamáyyohabíamosvivido siempresolosenelestadodemayorfelicidadimaginable,yasívivíamostodavía,yasíviviríamossiempre.Tambiénlecontéquela tumbademipadreestabaenelcementerio,cercadenuestracasa,alasombradeunárbol,yqueyoibaallíapasearmemuchasmañanasparaoírcantaralospájaros.Sinembargo,pareceser que había algunas diferencias entre la orfandad de Emily y lamía. Ellahabíaperdidoasumadreantesqueasupadre,ynadiesabíadóndeestabalatumbadeesteúltimo,aunqueeradesuponerqueestabaencualquiersitiodelasprofundidadesdelmar.

—Yademás—dijoEmilymientrasbuscabaconchasypiedras—tupadreerauncaballeroytumadreunaseñora;ymipadreerapescadorymimadrehijadeunpescador,ymitíoDantambiénespescador.

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—¿DanesmísterPeggotty?—dijeyo.

—EltíoDan—contestóEmily,señalandoelbarco—casa.

—Sí,aélmerefiero.¿Debedesermuybueno,verdad?

—¿Bueno?—dijoEmily—.Siyofueraseñora,ledaríaunachaquetaazulcielo con botones de diamantes, un pantalón con su espada, un chaleco deterciopelo rojo,unsombrerode trespicos,ungran relojdeoro,unapipadeplatayunacajallenadedinero.

Yo no dudaba de que míster Peggotty fuera digno de todos aquellostesoros;perodeboconfesarquemecostabatrabajoimaginármelocómodoenla indumentariapropuestaporsuagradecidasobrinay,principalmente,de loquemásdudaba era de la utilidaddel sombrero de tres picos.Sin embargo,guardéaquellospensamientosparamí.

La pequeña Emily, mientras enumeraba aquellas maravillas, se habíaparadoymirabaal cielocomosi leparecieraunavisióngloriosa.Denuevonospusimosabuscarguijarrosyconchas.

—¿Tegustaríaserunadama?—ledije.

Emilymemiróyseechóareír,diciéndomequesí.

—Megustaríamucho,porqueentoncestodosseríamosdamasycaballeros:yo, mi tío, Ham y mistress Gudmige. Y entonces no nos preocuparíamoscuando hubiese tormenta. Quiero decir por nosotros mismos, pues estoysegura de que nos preocuparíamos mucho por los pobres pescadores y losayudaríamoscondinerocuandolessucedieraalgúnpercance.

Estecuadromepareciótanhermoso,queloencontrébastanteprobable,yexpresé la alegría que me causaba pensar en ello. La pequeña Emily tuvoentonceselvalordedecirme,tímidamente:

—Yahora¿nocreesquetedamiedoelmar?

En aquel momento el mar estaba lo bastante en calma como para noasustarme; pero no dudo de que si hubiera visto una ola moderadamentegrande avanzar hacia mí hubiese huido ante el pavoroso recuerdo de todosaquellosparientesahogados.Sinembargo, lecontesté:«No»,yañadí:«Y tútampocomeparecequeletemascomodices»,puesenaquelmomentoandabaporelbordedeunaespeciedeantiguorompeolasdemadera,porelquenoshabíamosaventurado,ymedabamiedonosefueraacaer.

—Noes esto lo queme asusta—dijoEmily—.Le temo cuando ruge, ytiemblo pensando en el tío Dan y en Ham, y me parece oír sus gritos desocorro.Poresoesporloquemegustaríaserunadama.

Perodeestonomedanipizcademiedo.¡Mira!

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Y de repente se escapó demi lado y echó a correr por unmadero que,saliendodelsitioenqueestábamos,dominabaelaguaprofundadesdebastantealturaysinlamenorprotección.Elincidenteestátangrabadoenmimemoria,quesifuerapintorpodríadibujarloahoratanclaramentecomosifueseaqueldía:lapequeñaEmilycorriendohaciasumuerte(comoentoncesmepareció),conunamirada, quenoolvidarénunca, dirigida a lo lejos, hacia elmar.Sufigurita,ligera,valienteyágil,volvióprontosanaysalvahaciamí,yyomereídemistemoresydelgritoinútilquehabíadado,puesademásnohabíanadiecerca.Perohahabidoveces,muchasveces,cuandoyaeraunhombre,quehepensado que era posible (entre las posibilidades de las cosas ocultas) quehubieraenlasúbitatemeridaddelaniñayensumiradadedesafíoalalejaníacierto instintivo placer por el peligro, como una atracción hacia su padre,muertoallí,yalaideadequesuvidapodíaterminaresemismodía.

Huboun tiempoenque siempre, cuando lo recordaba, pensabaque si lavidaqueesperabaalaniñamehubierasidoreveladaenunmomento,ydetalmodoquemiinteligenciainfantilhubierapodidocomprenderíaporcompleto,y si su conservación hubiese dependido de un movimiento de mi mano,¿debería haberío hecho?Y durante cierto tiempo (no digo que haya duradomucho, pero sí quehaocurrido) he llegado apreguntarme si nohabría sidomejor para ella que las aguas se hubiesen cerrado sobre su cabeza antemivista,ysiempremehecontestado:«Sí;máshabríavalido».Peroestoesquizáprematuro. Lo he dicho demasiado pronto. Sin embargo, no importa: dichoestá.

Vagamos mucho tiempo cargándonos de cosas que nos parecían muycuriosas,yvolvimosaponercuidadosamenteenelaguaalgunasestrellasdemar(yoenaqueltiemponoconocíalobastantelaespecieparasabersinosloagradeceríanono),ypor fin emprendimosel caminoa lamoradademísterPeggotty.

Nosdetuvimosunmomentodebajodelpilóndelaslangostasparacambiarun inocente beso y entramos a desayunar resplandecientes de salud y dealegría.

—Comodostortolitos—dijomísterPeggotty.

NohayquedecirqueestabaenamoradodelapequeñaEmily.Estoysegurode que la amaba con mucha más sinceridad y ternura, con mucha mayorpurezaydesinterésdelquepuedahaberenelmejoramorduranteeltranscursodelavida.Mifantasíacreabaalrededordeaquellaniñadeojosazulesalgotanetéreoquehacíadeellaunverdaderoángel;tantoesasí,quesienunamañanaradiante la hubiera visto desplegar sus alas y desaparecer volando antemisojos,nomehabríaparecidoextrañoniimposible.

Acostumbrábamosapasearcariñosamentehorasyhorasporlamonótona

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llanura de Yarmouth. Y los días discurrían por nosotros como si el tiempotampocopasaray,convertidoenniño,estuvierasiempredispuestoajugarconnosotros. Yo le decía a Emily que la adoraba, y que si ella no confesabaadorarmetambiénmeveríaobligadoaatravesarmeconunaespada.Yellamerespondíaquesíconcariño,yestoysegurodequeeraasí.

Encuantoapensarenladesigualdaddenuestrascondiciones,oennuestrajuventud, o en cualquier otra dificultad, no se nos ocurría nunca. No nospreocupábamos, porque no se nos ocurría pensar en el futuro; no nosinteresaba lo que pudiéramos hacer más adelante, como tampoco lo quehabíamoshechoanteriormente.

MistressGudmigeyPeggottynocesabandeadmirarnos,ycuchicheabanporlanoche,cuandoestábamostiernamentesentadosunoalladodelotroennuestrocajoncito:«Diosmío,¿peronoesunencanto?».MísterPeggottynossonreía fumando su pipa, y Ham se pasaba la noche haciendo gestos desatisfacción,sindecirnada.YosupongoqueencontrabanennosotroslamismasatisfacciónqueencontraríanenunjuguetebonitooenunmodelodebolsillodelColiseo.

ProntomeparecióquemistressGudmigenoerasiempretodoloagradablequepodíaesperarse,dadaslascircunstanciasdesuresidenciaenaquellacasa.MistressGudmigeestabacasisiempredemalhumorysequejabamásdelodebido,paranoincomodaralosdemásenunsitiotanchico.Losentímuchoporella;perohabíamomentosenquehabríasidomásagradable(yocreo)simistressGudmigehubieratenidounahabitaciónparaellasola,donderetirarseaesperaraquerenacierasubuenhumor.

Míster Peggotty iba en algunas ocasiones a una taberna llamada «LaAfición».Lodescubríporque lasegundao terceranochedespuésdenuestrallegada,antesdequeélvolviera,mistressGudmigemirabael relojentre lasochoylasnueve,diciendoquemísterPeggottyestabaenlatabernay,loqueesmás,quedesdeporlamañanasabíaqueiría.

Habíaestadotodoeldíamuyabatida,yporlatardesehabíadeshechoenllantoporquesalíahumodelalumbre.

—Soy una criatura sola y sin recursos—fueron las palabras demistressGudmigecuandoocurrióaquelladesgracia—,todovacontramí.

—Eso pasa pronto —dijo Peggotty (me refiero de nuevo a nuestraPeggotty)—, y además, como usted puede comprender, no es menosdesagradableparanosotrosqueparausted.

—¡Yolosientomás!—exclamómistressGudmige.

Eraundíamuycrudoyelvientocortabadefrío.MistressGudmigeestaba

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en su rincón de costumbre al lado del fuego, que a mí me parecía el máscalentitoyconfortable,ysusillaerasindudalamáscómodadetodas.Peroaqueldíanada leparecíabien.Sequejabaconstantementedel frío, diciendoqueleproducíaundolorenlaespalda,quellamaba«hormiguillo».Porúltimo,empezódenuevoallorar,repitiendoque«eraunacriaturasolaysinrecursos,yquetodoibacontraella».

—Es verdad que hace mucho frío —dijo Peggotty—; pero todos losentimosigual.

—¡Yolosientomásquenadie!—dijomistressGudmige.

Y lo mismo sucedió en la comida, aunque a ella se la servíainmediatamentedespuésqueamí,quesemedabapreferenciacomosifueraun invitado de distinción. El pescado le pareció pequeño y las patatas sehabíanquemadounpoco.Todosreconocimosqueaquellonosdecepcionaba;pero ella dijo que lo sentía más que nadie; y se puso a llorar de nuevo,haciendoaquellaformaldeclaracióncongranamargura.

Así, cuando míster Peggotty volvió a casa, a eso de las nueve, ladesgraciadamistressGudmigehacíamedia en su rincón con el aspectomásmiserabledelmundo.Peggottytrabajabaalegremente;Hamestabaarreglandoun gran par de botas de agua, y yo y Emily, sentados uno al lado del otro,leíamos en voz alta.MistressGudmige, desde que tomamos el té, no habíahechomásobservaciónquelanzarunsuspirodesolado,ydespuésnovolvióalevantarlosojos.

—Bien,compañeros—dijomísterPeggottysentándose—:¿cómovamos?

Todos le dijimos algo y le miramos, dándole la bienvenida, exceptomistressGudmige,queúnicamenteinclinómássucabezasobrelalabor.

—¿Quéhasucedido?—dijomísterPeggottyconunapalmada—.¡Vamos,valor,viejacomadre!

MistressGudmigenoparecíamuydispuesta a tenervalor.Sacóunviejopañuelo negro de seda para enjugarse los ojos, no lo guardó, volvió aenjugárselosydenuevovolvióadejarlofuerapreparadoparaotraocasión.

—¿Quépasa,mujer?—repitiómísterPeggotty.

—Nada—respondiómistressGudmige—.¿Vieneustedde«LaAfición»,Dan?

—Sí;estanochelehehechounavisita—dijomísterPeggotty.

—Meapenamuchoelobligarleairallí—dijomistressGudmige.

—¡Obligarme! Si no necesito que me obliguen —respondió místerPeggottyconunarisafranca—.

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Estoysiempredispuestoair.

—Muy dispuesto —dijo mistress Gudmige, sacudiendo la cabeza yenjugándose los ojos de nuevo—. Sí, sí,muy dispuesto; es precisamente loquemeentristece,queseapormiculpaporloqueestáustedtandispuesto.

—¡Porsuculpa!Noesporsuculpa—dijomísterPeggotty—,nolocrea.

—Sí,síloes—exclamóella—.Yoséloquemedigo.Yoséquesoyunacriaturasolaysinrecursos,yquenosolamentetodovacontramí,sinoqueyocontraríoatodoelmundo.Sí,sí,yosientomásquelosdemásylodemuestromás,¡esaesmidesgracia!

Yo no podía por menos de pensar, mientras le oía todo aquello, que ladesgraciaseextendíaaalgunosotrosmiembrosdelafamiliaademásdeaella.Pero a míster Peggotty no se le ocurrió hacer semejante observación,limitándoseacontestarlaconotroruegoparaquetuvieravalor.

—Yomismanoséloquedesearíaser;peroséloquesoy.Misdesgraciasmehanagriado.Lassiento,yveoquemevuelvenagria.Desearíanosentir,perosiento.Quisierapoderserduradecorazón;peronopuedo.Hagolacasainsoportable,ynomesorprende.HoymismoheestadotodoeldíamolestandoasuhermanayalseñoritoDavy.

Aloírestomesentíconmovidoygritécongranturbación:

—¡No,nonoshahechoustednada,mistressGudmige!

—Comprendoquenodebíadecirlo;peropreferiríairalasiloymorirallí.Soy una criatura sola y sin recursos, y es mucho mejor que no siga aquífastidiando. Sí, las cosas van contra mí, y yo también voy contra todo.Déjenmequevayaa llevar lacontrariaenelasilo.Dan, lomejoresquemevayaallíylelibredeestapejiguera.

Mistress Gudmige se retiró con estas palabras y se metió en la cama.Cuando se hubo marchado, míster Peggotty, que sólo había demostrado unsentimiento de profunda simpatía, nos miró a todos, y moviendo la cabezatodavía con una marcada expresión del mismo sentimiento, dijo en unmurmullo:

—Esquehaestadopensandoenel«viejo».

Yo no comprendía bien quién era el viejo en quien suponían que teníapuesto el pensamientomistress Gudmige, hasta que Peggotty, al acostarme,me explicó que se trataba del difunto míster Gudmige, y que su hermanosiempre la compadecía muy sinceramente en aquellas ocasiones y hasta seconmovía.Unratodespués,cuandoyasehabíaacostadoensuhamaca,leoírepetirleaHam:«Pobrecilla,haestadopensandoenelviejo».YsiemprequemistressGudmigeestuvodeaquelhumor,durantenuestraestanciaallí(loque

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sucedía muy a menudo), él repetía la misma disculpa, siempre con igualconmiseración.

Asípasaronlosquincedías,sinmásvariaciónquelasdelasmareas,quealterabanlashorasdeiryvenirdemísterPeggotty,ytambiénlasocupacionesdeHam.Esteúltimo,cuandonoteníatrabajo,seveníadepaseoconnosotrosynosenseñabalosbarcosylosbuques,yunaodosvecesnosembarcóconél.Noséporquéavecesunaligeraimpresiónseasociamásparticularmenteconun sitioqueotras, aunquecreoque esto le sucedea lamayoríade lagente;sobretodomerefieroalasasociacionesdelainfancia.Nuncaheoídooleídoel nombre de Yarmouth sin recordar al momento cierto domingo por lamañanaenlaplaya:lascampanassonabanenlaiglesia;lapequeñaEmilyseapoyabaenmihombro;Hamlanzabaperezosamentepiedrasalagua;yelsol,alolejos,enelmar,salíadelanieblacomosupropioespectro.

Por último llegó el día de volver a casa. Tenía valor para separarme demísterPeggottyydemistressGudmige;perolaangustiademiespíritualdejara la pequeñaEmily era agudísima. Fuimos del brazo hasta la posada dondeparaba el carretero. Yo, en el camino, le prometí escribirle (más adelantecumplí mi promesa con letras más grandes que las de los anuncios que seponenenlospisosparaalquilar).Alpartir,nuestraemociónfueenorme,ysialgunavezenmividahesentidohacerseelvacíoenmicorazón,fueaqueldía.

Duranteeltiempodemivisitamehabíadespreocupadodemicasa,yhabíapensado poco o nada en ella. Pero tan pronto como estuve en camino, miinfantilconcienciaparecíareprochármelo,señalándomelarutaconeldedo,ycuantomásabatidoestabamiespíritu,mássentíaqueaquéleramirefugioymimadrelaamigaquemásmeconsolaba.

Estesentimientoseapoderabademícadavezconmayorfuerzaamedidaqueavanzábamosyquelascosasfamiliaressalíananuestroencuentro,ymesentía cada vez más excitado por el deseo de encontrarme en sus brazos.Peggotty, en lugar de unirse ami alegría, trataba de calmarla (aunquemuytiernamente) y parecía confusa y descontenta. A pesar suyo, BlooderstoneRookerysaldríaanuestroencuentroencuantoquisieraelcaballodelcarretero.Y ¡qué bien recuerdo cómo lo vi en aquella tarde fría y gris, con el cielonubladoamenazandolluvia!Lapuertaseabrióyyomiré,mitadriendo,mitadllorando,con laagitacióndemialegría.Pero ¡noeramamá!;eraunacriadaextraña.

—¡Cómo, Peggotty!—dije tristemente—. ¿Será quemamá no ha vueltotodavíaacasa?

—Sí, sí,Davy—dijoPeggotty—; ha vuelto.Espera unmomento y te…diréunacosa.

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Entre su nerviosismo y su natural torpeza al bajarse del carro, Peggottyestabahaciendolascontorsionesmásextravagantes;peroyoestabademasiadodesconcertado para decirle nada. Cuando bajóme cogió de la mano y, congransorpresaparamí,memetióenlacocinaycerrólapuerta.

—¡Peggotty!—dijecompletamenteasustado—.¿Quésucede?

—No ocurre nada. ¡Dios lo bendiga, mi querido Davy! —contestófingiendoalegría.

—Haocurridoalgo,estoyseguro.¿Dóndeestámamá?

—¿Dóndeestámamá,señoritoDavy?—meimitóPeggotty.

—Sí.¿Porquénoestabaenlapuerta?¿Porquéhemosentradoaquí?¡OhPeggotty!

Semellenabanlosojosdelágrimas,ysentícomosifueraacaerme.

—¡Dios tebendiga,niñoquerido!—exclamóPeggottysosteniéndome—.Pero¿quétepasa?¡Habla,pequeño!

—¿Sehamuertotambién?¡Oh!¿Sehamuerto,Peggotty?

—No—gritóPeggottyconunaenergíadevozatronadora.

Y se sentó y empezó a jadear, diciendo que aquello había sido un golpetremendo.

Lediunabrazoparadisminuirelgolpe,oparadarleotromásdirecto,ydespuéspermanecíenpieanteella,mirándolaansiosamente.

—¿Sabes, querido?Debía habértelo dicho antes—dijo Peggotty—; peronoheencontradooportunidad.Debíahaberlohecho;peronopodíadecidirme.

Estasfueron,exactamente,laspalabrasdePeggotty.

—Sigue,Peggotty—dije,todavíamásasustadoqueantes.

—SeñoritoDavy—dijoPeggottydesanudandosucofiadeunmanotazoyhablandodeunamaneraentrecortada—.Pero¿quétepasa?Essencillamentequetienesdenuevounpapá.

Tembléymepusepálido.Algo(noséquénicómo)unidoconlatumbadelcementerioylaresurreccióndelosmuertospareciórozarmecomounvientomortal.

—Otronuevo—añadióPeggotty.

—¿Otronuevo?—repetíyo.

Peggottytosióunpoco,comosisehubieratragadoalgodemasiadoduro,yagarrándomedelamangadijo:

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—Venaverle.

—Noloquierover.

—Yatumamá—dijoPeggotty.

Yanoretrocedí,yfuimosdirectamentealsalón,dondeellamedejó.

A un lado de la chimenea estaba sentada mi madre; al otro, místerMurdstone.Mimadredejócaersu laboryse levantóprecipitadamente;peromeparecióquecontimidez.

—Ahora,mi queridaClara—dijomísterMurdstone—, ¡acuérdate! ¡Hayquedominarsesiempre!¡Dominarse!¡Hola,muchacho!¿Cómoestás?

Ledilamano.Despuésdeunmomentodedudafuiybeséamimadre;ellamebesóymeacariciódulcementeenelhombro.Despuéssevolvióasentarcon su labor. Yo no podía mirarla; tampoco podía mirarle a él. Estabaconvencido de que nos observaba, y me volví hacia la ventana y miré losarbustos,mojadosenelfrío.Tanprontocomopudeescaparmesubíalpisodearriba.Miantiguayqueridaalcobanoexistía; teníaquehabitarmuchomáslejos.Volví a bajar las escaleras, con la esperanza de encontrar algoquenohubiera cambiado. Todo estaba distinto. Entré en el patio; pero almomentotuvequesalirhuyendo,puesdelacasetadeperro,antesabandonada,salióunperrazo (de profundas fauces y pelo negro como él) que se lanzó con furiahaciamí,comoparamorderme.

Capítulo4

Caigoendesgracia

Si, incluso hoy, pudiera llamar como testigo a la habitación donde mehabían trasladado (¿quién dormirá allí ahora? Me gustaría saberlo), podríadecirconqué tristezaenelcorazónentréenella.Subí laescaleraoyendoalperro,queseguíaladrándomedesdeelpatio.Lahabitaciónmepareciótristeyextraña, tan triste como lo estaba yo. Sentado con las manos cruzadaspensaba…,pensabaenlascosasmásraras:enlaformadelahabitación,enlasgrietasdeltecho,enelpapeldelasparedes,enlosdefectosdeloscristalesdelaventana,quehacíanarrugasyjoroba!enelpaisaje;enellavaboconsustrespatas,quedebíadeteneraspectodedescontentooalgoasí,porquenosépor qué me recordaba a mistress Gudmige los días en que estaba bajo lainfluencia del recuerdo del «viejo» . No dejaba de llorar; pero, aparte deporquemesentíamuydesgraciadoymuertodefrío,nosabíaporquélloraba.Por último, en mi desolación, empecé a darme cuenta de que estaba

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apasionadamente enamorado de la pequeña Emily y de que me habíanseparadodeellaparatraermeaquí,dondenadieparecíanecesitarme.

Estoeraloquemásmeentristecía,ydándolovueltas,terminéporhacermeunovillodebajodelasmantasydormirmellorando.

Alguienmedespertódiciendo:«Aquíestá»,yalmismotiempodestapabanmicabezaardiente.MimadreyPeggottymebuscaban,yeraunadeellaslaquehabíahablado.

—Davy—dijomimadre—,¿quétepasa?

Penséqueeramuyextrañoquemepreguntaraaquello,ycontesté:

—Nada.

Yrecuerdoquevolví lacabeza,puesel temblordemis labios lehubieracontestadoconmayorclaridad.

—¡Davy—repitiómimadre—,Davy!¡Hijomío!

Nohubierapodidopronunciarotraspalabrasquemeemocionaranmásenaquelmomentoquedecirme«hijomío».Ocultémislágrimasenlaalmohada,ylarechacéconlamanocuandoquisoatraermeaella.

—Ésta es la obra de tu crueldad, Peggotty —dijo mi madre—. Estoysegura de que tienes la culpa, y me sorprende que tengas conciencia paraponer a mi hijo contra mí o contra cualquiera de los que yo quiero. ¿Quéquieredeciresto,Peggotty?

LapobrePeggotty,alzandosusojosysusmanosalcielo,contestóconunaespeciedeoracióndegraciasqueyosolíarepetirdespuésdecomer:

—QueDios laperdone,mistressCopperfield,por loquehadicho,yquenuncatengaquearrepentirsedeello.

—Espara volverse loca—exclamómimadre—. ¡Yenmi lunademiel,cuandomimáscruelenemigonoseríacapazdearrebatarmeniunpedacitodepazydefelicidad!Davy,eresunniñomuymalo.

Peggotty, eres un criatura salvaje. ¡Oh Dios mío! —gritaba mi madre,volviéndose de uno a otro de nosotros en su irritación caprichosa—. ¡Quétristees lavidahastacuandounosecreeconelmayorderechoparaesperarquesealomásagradableposible!Sentíqueunamanometocaba,yconocíquenoeralasuyaniladePeggotty,ymedeslicéalsuelo,alladodelacama.EramísterMurdstone,quemecogíadeunbrazo,diciendo:

—¿Quésucede?Clara,amormío,¿lohasolvidado?Firmeza,querida.

—Estoymuy triste,Edward—dijomimadre—;meproponía ser buena;pero¡estoytandesesperada…!

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—Verdaderamente—contestóél—,nomegustaoírtedeciresotanpronto,Clara.

—Digoqueesmuyduroquemehagansufrirahora—insistiómimadreapuntodellorar—.¿Noteparecequeescruel?

Él la atrajo hacia sí, lemurmuró algo al oído y la besó.Yyo supe parasiempre,cuandovilacabezademimadreapoyadaensuhombroysubrazorodeándole el cuello, supe perfectamente que la naturaleza flexible de mimadresedoblegaríacomoélquisiera.Losupedesdeentonces,yasífue.

—Vete, amor mío —dijo míster Murdstone—. David y yo bajaremosjuntos.Amigamía—dijo,volviéndosehaciaPeggottyconcaraamenazadoracuandosaliómimadre,despidiéndosedeellaconunasonrisa—.¿Sabeustedelnombredesuseñora?

—Hace mucho tiempo que la sirvo, señor—contestó Peggotty—; debosaberlo.

—Es verdad —contestó él—; pero me parece que cuando subía lasescalerasleoíausteddirigirseaellaporunnombrequenoeselsuyo.Yasabeustedquehatomadoelmío.¡Acuérdese!

Peggotty, lanzándomemiradas inquietas, hizo una reverencia y salió sinreplicar,dándosecuentadequeeraloqueélesperabaydequenoteníaexcusaparacontinuarallí.

Cuandonosquedamossolos,místerMurdstonecerrólapuertaysesentóen una silla ante mí, mirándome fijamente a los ojos. Yo sentía los míosclavadosnomenosintensamenteenlossuyos.¡Cómolorecuerdo!Ysóloalrecordar cómo estábamos así, cara a cara, me parece oír de nuevo latir micorazón.

—David—me dijo con sus labios (delgados de apretarse tanto uno conotro)—:si tengoquedomarauncaballooaunperroobstinado,¿quécreesquehago?

—Nolosé.

—Loazoto.

Le había contestado débilmente, casi en un susurro; pero ahora en misilenciosentíaquelarespiraciónmefaltabaporcompleto.

—Lehagocederypedirgracia.Piensoquehededominarlo,yaunquelehaga derramar toda la sangre de sus venas lo conseguiré. ¿Qué es eso quetienesenlacara?

—Barro—dije.

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Élsabía tanbiencomoyoqueera laseñaldemis lágrimas;peroaunquemehubierahecholapreguntaveinteveces,conveintegolpescadavez,creoquemicorazóndeniñosehubieserotoantesqueconfesárselo.

—Parasertanpequeñotienesmuchainteligencia—medijoconsugravesonrisahabitual—,yveoquemehasentendido.Lávatelacara,caballerito,ybajaconmigo.

Meseñalabael lavaboqueamímerecordabaamistressGudmige,ymehacía gestos de que le obedeciera inmediatamente. Entonces lo dudaba unpoco;ahoranotengolamenordudadequemehabríadadounapalizasinelmenorescrúpulosinolehubieraobedecido.

—Clara, queridamía—dijo cuando, después de haber hecho lo quemeordenaba, me condujo al gabinete sin soltarme del brazo—; espero que novuelvanaatormentarte.Prontocorregiremosestejovencarácter.

Diosestestigodequepodíanhabermecorregidoparatodalavida,yhastaquizáhabríasidootrapersonadistintasienaquellaocasiónmehubierandichounapalabradecariño:unapalabradeánimo,deexplicación,depiedad,parami infantil ignorancia, de bienvenida a la casa; tranquilizándome,convenciéndome de que aquella sería siempremi casa; así podían habermehechoobedecerde corazónen lugarde asegurarseunaobedienciahipócrita;podíanhaberseganadomirespetoenlugardemiodio.Creoqueamimadrelaentristecióvermedepieenmediodelahabitación,tantímidoyextraño,yquecuandofuiasentarmemeseguíaconlosojosmástristestodavía,prefiriendoquizáelantiguoatrevimientodemiscamerasinfantiles.Perolapalabranofuedicha,yeltiempooportunoparaellopasó.Comimoslostresjuntos.Élparecíamuyenamoradodemimadre;peronoporesole juzguémejor,yellaestabaenamoradísimadeél.Comprendí,porloquedecían,queunahermanamayordemísterMurdstone iba a venir a vivir con ellos y llegaría aquellamismanoche. No estoy seguro de si fue entonces o después cuando supe que, sinestaractivamenteenningúnnegocio,teníaparte,ocobrabaunarentaanual,enelbeneficiodeunacasacomercialdevinosdeLondres,conlaquesufamiliacontabasiempredesdelostiemposdesuabueloyenlaquesuhermanateníauninterésigualalsuyo;perolomencionóporcasualidad.

Después de comer, cuando estábamos sentados ante la chimenea y yomeditabaelmododeescaparmeparaveraPeggotty,sinatrevermeahacerlopor temoraofenderaldueñode lacasa,seoyóel ruidodeuncochequeseparabadelantedelaverja,ymísterMurdstonesalióarecibiralvisitante.Mimadrelesiguió.Yotambiénfuidetrás,tímidamente.Alllegaralapuertadelsalón, que estaba a oscuras, mamá se volvió, y cogiéndome en sus brazos,comoacostumbrabaahacerloantes,memurmuróqueamaraaminuevopadreyleobedeciera.Hizoestoapresuradayfurtivamente,comosifueraunpecado,

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peroconmuchaternura,ydespués,dejandocolgarunbrazo,conservóensumano la mía hasta que llegamos cerca de donde él estaba esperando. Allímamásoltómimanoyseagarróasubrazo.

MissMurdstonehabíallegado.Eraunaseñoradeaspectosombrío,morenacomosuhermano,aquienseparecíamucho,tantoenelrostrocomoenlavoz;conlascejasmuyespesasycasijuntassobreunagrannariz,comosi,alserleimposibleasusexoel llevarpatillasa los lados,se lashubieracambiadodelugar. Traía consigo dos baúles negros y duros como ella, con sus inicialesdibujadasen la tapapormediodeclavosdecobre.Cuandopagóal cocherosacóeldinerodeunportamonedasdeacero,queluegometióenunsacoqueera una verdadera prisión, que colgaba de su brazo con una cadena, ychasqueaba al cerrarse. Enmi vida he visto una persona tanmetálica comomissMurdstone.

La llevaron al salón con muchos aspavientos de bienvenida, y ella,solemnemente, saludó a mi madre como a una nueva y cercana parienta.Después,mirándome,dijo:

—¿Eséstesuhijo,cuñadamía?

Mimadremepresentó.

—Porlogeneral,nomegustanlosniños—dijomissMurdstone—.¿Cómoestás,muchacho?

Bajoaquellaspalabrasacogedoras,lecontestéqueestabamuybien,yqueesperabaqueaellalesucedieraigual;perocontalindiferenciaypocagracia,quemissMurdstonemejuzgóentrespalabras:

—¡Quémaleducado!

Despuésdedecirestoconmuchaclaridad,pidióquehicieranel favordeenseñarlesucuarto,queseconvirtiódesdeentoncesparamíenlugardetemory de odio, donde nunca se veían abiertos los dos baúles negros, ni amediocerrar(puesasomélacabezaunaodosvecescuandoellanoestaba)ydondeuna serie de cadenas con cuentas de acero, con las quemissMurdstone seembellecía, estabanpor lo general colgadas alrededor del espejo conmuchoesmero.

Según pude observar, había venido para siempre y no tenía la menorintencióndemarcharse.

Alamañanasiguienteempezóa«ayudar»amimadreysepasótodoeldíaponiendolascosasen«orden»ycambiandotodaslasantiguascostumbres.Laprimera cosa rara que observé en ella fue que estaba constantementepreocupadaconlasospechadequelascriadasteníanescondidounhombreenlacasa.Bajolainfluenciadeaquellaconviccióninspeccionabalacarboneraa

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lashorasmásintempestivas,ycasinuncaabríalapuertadeunroperoodeunaalacenaoscurasinvolverlaacerrarprecipitadamente,enlacreenciadequelehabíaencontrado.

AunquemissMurdstonenoteníanadadeaéreo,eraunaverdaderaalondratratándosedemadrugar.

Se levantaba (yyocreoquedesdeesahorayabuscabaalhombre)antesquenadiehubiesedadoseñalesdevidaenlacasa.Peggottyopinabaquedebíadedormirconunojoabierto;peroyonolocreía,pueshabíaintentadohacerloymeconvencídequeeraimposible.

La primeramañana después de su llegada llamó antes de que cantara elgallo,ycuandomimadrebajóparaeldesayunoysepusoahacerelté,missMurdstone, dándole un cariñoso picotazo en la mejilla (era su manera debesar),ledijo:

—Ahora,Clara,queridamía,yohevenidoaquí,comosabes,paraevitartetodas las preocupaciones que pueda.Tú eres demasiado bonita y demasiadoniña (mi madre enrojeció, sonriendo, y no parecieron disgustarle aquellosadjetivos) para tener sobre ti tantos deberes penosos que puedo resolver yo.Porlotanto,siteparecebien,damelasllaves,queridamía,yenlosucesivoyomeocuparédetodasesascosas.

DesdeaquelmomentomissMurdstonenoseseparódelasllaves;duranteeldíalasllevabaensusaquitodeacero,yporlanochelasmetíadebajodelaalmohada,ymimadrenotuvoquevolveraocuparsedeellasmásqueyolohacia.Sinembargo,noabandonósuautoridadsinunasombradeprotesta.Unanoche en que miss Murdstone había estado explicando ciertos proyectosdomésticosa suhermano,que losaprobaba,mimadre,depronto,empezóallorarydijoqueporlomenospodíanhaberleconsultado.

—¡Clara!—dijomísterMurdstoneseveramente—¡Clara!¡Mesorprendes!

—¡Oh! Es muy cómodo decir que te sorprende, Edward—exclamó mimadre—, y está muy bien hablar de firmeza; pero a ti tampoco te hubieragustado.

«Firmeza»,segúnpudeobservar,eralagrancualidaddequeloshermanosMurdstonepresumían.Nosé si enaquellaépocahabría sabidoexpresarquéentendíayosimehubieranobligadoahacerlo;perodesdeluegocomprendíaclaramente que aquella palabra quería decir tiranía, y expresaba el terco,arroganteydiabólicocarácterdelosdos.Sucredo,comopuedoestablecerloahora,eraéste:místerMurdstoneteníagranfirmeza;nadieasualrededoreratanfirmecomomísterMurdstone;nadiedelosquelerodeabandebíaserfirmeen absoluto, pues todos debían doblegarse ante su firmeza.MissMurdstoneera una excepción; podía ser firme, pero sólo relativamente y en un grado

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inferior y tributario. Mi madre era otra excepción; podía ser firme y debíaserlo,perosolamentesometiéndoseasufirmezaycreyendofirmementequenohabíaotrafirmezasobrelatierra.

—Esmuyduro—decíamimadre—queenmipropiacasa…

—¿Mipropiacasa?—repitiómísterMurdstone—.¡Clara!

—Nuestra propia casa quiero decir —balbució mi madre con miedoevidente—.Esperoquesepas loquequierodecir,Edward.Esmuyduroqueentupropiacasayonopuedadecirunapalabrasobrelosasuntosdomésticos.Yantesdecasarmelohacíabien,estoysegura.Hayquienpuedeatestiguarlo—dijo mi madre sollozando—. Pregúntale a Peggotty si no lo hacía biencuandonadiesemetíaenello.

—Edward—dijomissMurdstone—,déjameponerfinaesto.Memarchomañana.

—Jane —dijo su hermano—, cállate. ¿Es que no conoces mi caráctermejordeloquetuspalabrasindican?

—Puedes estar segura—dijomimadre, que perdía terreno, deshecha enlágrimas—queno quiero que semarche nadie. Seríamuydesgraciada si tefueses. No pido mucho. Soy bastante razonable. Sólo quiero que se meconsultedevezencuando.Estoymuyagradecidaatodoslosquemeayudan,ysólodeseoquesemeconsulte,aunquenoseamásqueporcortesía,devezencuando.Yoantescreíaquemequeríasprecisamenteporserunachiquillasin experiencia,Edward,me lo asegurabas; pero ahora parece quemeodiasporello.¡Erestansevero!

—Edward—dijomissMurdstonedenuevo—,tepidoquemedejesponerfinatodoesto.Mevoymañana.

—Jane—tronósuhermano—,¿tequierescallar?¿Cómoteatreves?

MissMurdstonesacódesuprisióndeaceroelpañueloylopusodelantedesusojos.

—¡Clara! —continuo él mirando a mamá—. Me sorprendes, me dejasatónito.Enefecto;paramíeraunasatisfacciónelpensarquemecasabaconuna persona sencilla y sin experiencia, y que yo formaría su carácterinfundiéndolealgodeesafirmezaydecisióndelacualestabatannecesitada.Pero cuando a Jane, que ha sido tan buena que por cariño a mí quiereayudarmeenestaempresayparaelloestácasihaciendoeloficiodeunamadellaves; cuando veo que, en lugar de agradecérselo, le correspondes de unamaneratanbaja…

—Edward,teloruego,telosuplico—exclamómimadre—;nomeacusesdeingrata.Estoyseguradequenolosoy.Nadiehadichonuncaquelofuera.

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Tengomuchosdefectos,peroeseno.¡Oh,no!Teloaseguro,querido.

—CuandoJaneencuentra,comodigo—prosiguiócuandomimadredejódehablar—,unarecompensatanbaja,aquellossentimientosmíosseentibianyalteran.

—¡Nodigaseso,amormío!—implorómimadre—.¡Oh,no,Edward!Nopuedosoportareloírtelo.

Apesardetodo,soycariñosa,séquesoycariñosa.Sinoestuvieraseguradequelosoy,nolodiría.

PregúntaleaPeggotty.Estoyseguraquetediráquesoymuycariñosa.

—No hay ninguna debilidad, Clara—dijomísterMurdstone amodo deréplica—,porgrandequesea,queresulteimportanteparamí.Tranquilízate.

—Teloruego,seamosamigos—dijomimadre—.Yonopodríavivirentrelafrialdadoladureza.

¡Estoy tan triste! Tengomuchos defectos, lo sé, y es mucha tu bondad,Edward, que con tu entereza trates de corregirme. Jane, no volveré a hacerobjecionesanada,medesesperaríaquequisierasdejarnos…

Aquelloerayademasiado.

—Jane—dijomísterMurdstone a su hermana—, esmuy raro que entrenosotrossecrucenpalabrasdurascomoestas,yesperoqueasísigasiendo;ynohasidoculpamíasipor raracasualidadhasucedidoestanoche.Hesidoarrastradoaellopor losdemás.Tampocohasidotuculpa,pues tambiénhassidoarrastradaporlosdemás.Tratemoslosdosdeolvidarlo.Ycomoesto—añadió después de aquellas magnánimas palabras— no es una escenaedificanteparaunniño,David,vetealacama.

Difícilmente pude encontrar la puerta a través de las lágrimas que mecegaban. ¡Estaba tan triste por la pena de mi madre! Por fin encontré elcaminoy subí amihabitación aoscuras, puesno tuvevalor ni paradar lasbuenasnochesaPeggottyalpedirleunavela.Cuandoellasubió,buscándome,una hora después, me despertó y me dijo que mi madre se había acostadobastanteindispuestayquemísterMurdstoneysuhermanaseguíansentadosenelgabinete.

A la mañana siguiente, cuando bajaba, algo más temprano que decostumbre,lavozdemimadremedetuvoenlapuertadelcomedor.Graveyhumildemente pedía perdón a miss Murdstone, que se lo concedió, y lareconciliación fue perfecta. Desde aquel día no he visto a mi madre darningunaopiniónsobrenadasinconsultarprimeroconmissMurdstone,oporlomenossintantearpormediosseguroscuálerasuopinión.YnuncahevistoamissMurdstone,cuandoseencolerizaba(teníaesadebilidad),hacerademán

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desacarlasllavesparadevolvérselasamimadresinver,almismotiempo,amamáatemorizada.ElmatizsombríoquehabíaenlasangredelosMurdstoneennegrecíatambiénsureligión,queeraausterayterrible.DespuéshepensadoqueaquelloresumíasucarácteryeraunaconsecuencianecesariadelafirmezademísterMurdstone,quenopodíaconsentirquenadieselibrasedelosmásseveroscastigosimaginables.Seacomosea,recuerdomuybienlostremendosrostrosconquesolíaniralaiglesiaycómohabíacambiadotambiénaquello.De nuevo llega a mi memoria el terrible domingo. Yo entro el primero ennuestro antiguo banco, como un cautivo a quien condujesen al oficio decondenados.

Miss Murdstone me sigue con su traje de terciopelo negro, que parecehecho de un paño mortuorio; después entra mi madre; después su marido.Ahora Peggotty no está con nosotros, como en los buenos tiempos. MissMurdstonemurmura las respuestas y acentúa todas la palabras terribles conunacrueldevoción.Ycuandodice«miserablespecadores» susojososcurosrecorrenlaiglesiacomosiserefirieraatodoslospresentes.Mimadremuevetímidamenteloslabiosentrelosdoshermanos,cuyasoracionessuenanensusoídoscomountruenolejano.Yomepreguntocontemorsinoseráposiblequenuestro anciano clérigo esté equivocado y si no tendrán razón místerMurdstone y su hermana, y todos los ángeles del cielo serán ángelesdestructores. Si muevo un dedo o el menor músculo de la cara, missMurdstonemedatalgolpeconsulibrodeoraciones,quemehacedañoenelcostado. Sí; me parece ver todo de nuevo. Nuestro regreso a casa, en queobservoquealgunosvecinosnosmiranamimadreyamícuchicheando.Ymientras ellos tres van delante, sigo aquellas miradas y pienso si serárealmenteverdadqueelpasodemimadreesmenosligeroyquelaalegríadesu belleza ha desaparecido.Tambiénmepregunto si los vecinos recordarán,como yo, los tiempos en que veníamos los dos juntos de la iglesia… ypensandoestúpidamenteenestascosasmepasotristetodoeldía.

En varias ocasiones se había hablado de enviarme a un colegio.MísterMurdstone y su hermana lo habían propuesto y, como es natural,mimadrehabía estado de acuerdo. Sin embargo, no habían decidido nada todavía, yentre tantomehacíanestudiarencasa.¿Llegaréaolvidaralgúndíaaquellaslecciones?Nominalmente eramimadre quien las presidía, pero en realidaderan míster Murdstone y su hermana, quienes estaban siempre presentes yencontraban en ello ocasión favorable para dar a mi madre lecciones deaquellamal llamadafirmeza,queerael tormentodenuestrasexistencias.Yocreoquemereteníanencasasóloconeseobjeto.Antesdequevinieranellosyo tenía bastante facilidad para aprender y me gustaba hacerlo. Recuerdovagamentecómoaprendíaleersentadoenlasrodillasdemamá.Todavíahoy,cuandomirolasgrandesletrasnegrasdelacartilla,lanovedadcomplicadadesusformas,elfácilrecuerdodelaO,delaQydelaS,parecepresentarseante

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mí como entonces, y ese recuerdo no suscita en mí ningún sentimiento derepugnancianitristeza.Porelcontrario,meparecehaberpaseadoalolargodeunsenderodefloreshastallegarallibrodelcocodrilo,yhabersidoayudadotodo el camino por el cariño y la dulce voz de mi madre. Pero aquellassolemnes leccionesquesiguieron las recuerdocomoungolpemortaldadoamitranquilidad,comounatareadiaria,penosaymiserable.Aquellasleccioneseran muy largas, muy numerosas, muy difíciles (algunas perfectamenteininteligiblesparamí),yademásmeteníansiempreasustado,meparecequecasitantocomoamipobremadre.

Voyaver si recuerdo loque solía sucederpor lasmañanas.Despuésdeldesayunomedirijoalgabineteconmislibros,miscuadernosymipizarra.Mimadre está esperándome sentada en su escritorio; sin embargo, no está tanpreparadaaoírmecomosumarido,sentadoenlabutacaalladodelaventanay fingiendo que lee un libro, o como miss Murdstone, sentada a su ladoengarzando sus eternas cuentas de acero. La vista de estos dos personajesejerce tal influencia sobre mí, que empiezo a sentir que se me escapan laspalabras, después de que me había costado tanto trabajo metérmelas en lacabeza;seescapantodasparairnosédónde.Megustaríasaberdóndevanunaauna.

Le doy el primer libro a mi madre; quizá es una gramática, quizá unahistoria o una geografía. Al ponerlo en sus manos lanzo una última ydesesperadamiradaa lapágina,yme lanzocomounaludparaversimedatiempoarecitarlomientrastodavíalorecuerdofresco.Alpocoratomesaltouna palabra. Míster Murdstone levanta la vista de su libro. Me salto otrapalabra.MissMurdstonelalevantatambién.

Enrojezco yme salto lomenos doce palabras; despuésme quedomudo.Me doy cuenta de quemimadre querría enseñarme el libro si se atreviera;peroquenoseatreve,ymedicecondulzura:

—¡OhDavy,Davy!

—Ahora, Clara, hay que tener firmeza con el chico —dice místerMurdstone—.Nodigas«Davy,

Davy»;esunaniñería.¿Sesabelalecciónonoselasabe?

—¡Noselasabe!—interrumpemissMurdstoneconvozterrible.

—Realmente,metemoquenolasabebien—dicemimadre.

—Entonces,Clara—insistemissMurdstone—,lomejorquepuedeshaceresobligarleaquevuelvaaestudiarla.

—Eso es lo que iba a hacer, querida Jane—dice mi madre—. Vamos,Davy;empiézalaotravezynoseastorpe.

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Obedezcoalaprimeracláusuladelmandatoyempiezodenuevo;peronoconsigo obedecer la segunda, pues estoy cada vez más torpe. Me detengomuchoantesde llegardonde lavezanterior,enunpuntoquesabíanohacíadosminutos,ymeparoapensar.Peronopuedopensarenlalección.Piensoen el número de metros de tul que habrá empleado en su cofia missMurdstone,oenloquehabrácostadoelbatíndesuhermano,oenalgúnotroproblema igual de ridículo, que nome importa nada y del que nada puedosacar.MísterMurdstonehaceunmovimientodeimpaciencia,queyoesperabadesdehacíabastante rato.MissMurdstone lo repite.Mimadre losmira consumisión,cierraellibroylodejaaunlado,comotareaatrasadaquehabráquerepetircuandohayaterminadolasdemás.

Loslibrosquehayquerepetirvanaumentandocomounaboladenieve,ycuantomásaumentanmástorpemevuelvo.Elcasoestandesesperado,ymeparece que quieren llenarme la cabeza de tantas tonterías, que pierdo laesperanzadesalirbiendeelloymedejollevarporlasuerte.Ladesesperaciónconquemamáyyonosmiramosacadaequivocaciónmíaesprofundamentemelancólica.Perolomáshorribledeesasdesgraciadasleccionesescuandomimadre,creyendoquenadielave,tratadeorientarmeconelmovimientodesuslabios.AlmomentomissMurdstone, que está espiando para no dejar pasarnada,diceconvozdeprofundaagresividad:

—¡Clara!

Mimadreseestremece,sesonrojaysonríedébilmente.MísterMurdstoneselevantadesusilla,cogeellibroymelotiraalacabezaomepegaconélenlasorejas;despuésmesacadelahabitaciónagarrándomeporloshombros.

Si,porcasualidad,lasleccionesnohanestadotanmaltodavíamefaltalopeor,bajo la formadeunproblemaferoz.ElmismomísterMurdstone lohainventadoparamíy loexponeoralmente.Empieza:«Sivoyauna tiendadequesosycomprocincomilquesosdeGloucesteracuatropeniquesymediocadauno…».EntretantoyoveolasecretaalegríademissMurdstoneymeditosobrelosquesossinelmenorresultado,sinelmenorrayodeluzhastalahorade almorzar, en que ya estoy como un mulato a fuerza de restregar en lapizarra. Entonces miss Murdstone me da un pedazo de pan seco paraayudarme a resolver el problema, y seme considera castigado para toda latarde. Desde la distancia que da el tiempo, me parece que mis leccionesterminabanporlogeneraldeestamanera…Yyohabríasabidohacerlosinohubieran estado ellos delante; pero su influencia sobre mí era como lafascinación de dos serpientes sobre un pajarillo. Y aun cuando pasara lamañana conun crédito tolerable, sóloganaba con ello la comida;puesmissMurdstonenopodíasoportarelvermesin tareay,encuantosepercatabadeque no hacía nada, llamaba la atención de su hermano sobre mí diciendo:«Clara, queridamía, no hay nada como el trabajo; pon algún ejercicio a tu

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hijo», lo quemeproporcionaba nueva tarea.En cuanto a jugar y divertirmecomolosdemásniños,nomeloconsentían;susombríocarácterleshacíaveratodosloschiquilloscomounarazadepequeñasvíboras(apesardequehabíahabidounniñoentrelosdiscípulos)ydecíanquesecorrompíanunosaotros.

Elresultadonaturaldeuntratamientosemejanteycontinuadoduranteunosseis meses o más fue el de hacerme gruñón, sombrío y taciturno. Muchoinfluíaenelloelquecadaveztratabandesepararmemásymásdemimadre.Estoysegurodequemehubieraembrutecidoporcompletodenoserporunacircunstancia.

Voy a contarla. En una habitación pequeña del último piso, a la que yotenía acceso por estar justo al lado de la mía, había dejado mi padre unapequeñacoleccióndelibrosdelosquenadiesehabíapreocupado.Deaquellabendita habitación salieron, como gloriosa hueste, a hacerme compañía,Roderich Ramdom, Peregrine Pickle, Humphrey Clinker, Tom Jones, Elvicario deWakefield, Don Quijote, Gil Blas y Robinson Crusoe. Gracias aellosseconservódespiertamiimaginaciónymiesperanzaenalgomejorqueaquellavidamía.Niellos,niLasmilyunanoches,ni loscuentosdehadas,podíanhacermedaño,puesloquehubieranpodidotenerdenocivoparamíyonolocomprendía.Ahoramesorprendecómoencontrabatiempo,enmediodemis sombrías preocupaciones, para leer aquello. Y es curioso cómo meconsolabansiempreenmispequeñaspruebas(queamímeparecíanenormes)al identificarme con los caracteres favoritos de ellas y al poner a místerMurdstoneyasuhermanaentretodoslospersonajesmalos.

Lo menos durante una semana fui Tom Jones, un infantil Tom Jonesinocente o ingenuo. Durante un mes y pico estuve convencido de que eraRoderich Ramdom; lo creía, por completo. También me entusiasmaron losrelatosdeviajesyaventuras(norecuerdoahoracuáles)quehabíaenaquellabiblioteca,ydurantedíasydíasrecuerdohaberrecorridomisregionesarmadoconuntrozodehormadezapatosycreyéndomelamásperfectaencarnacióndelcapitánFulano,delamarinarealinglesa,enpeligrodeseratacadoporlossalvajesyresueltoavendercarasuvida.Elcapitánnuncaperdíasudignidadaunque recibierabofetonespor culpade lagramática latina.Yo sí la perdía;peroelcapitánerauncapitányunhéroeapesardetodaslasgramáticasydetodas las lenguas, fueran muertas o vivas. Éste era mi único y constanteconsuelo. Cuando pienso en ello veo siempre antemi espíritu una tarde deverano: los chicos jugabanenel cementerio,yyo, sentadoenmicama, leíacomo si en ellome fuera la vida. Todas las casas de la vecindad, todas laspiedras de la iglesia y todos los rincones del cementerio, en mi espíritu seasociaban con aquellos libros y representaban alguno de los sitios hechoscélebresenellos.YohevistoaTomPipesescalaralcampanariodelaiglesia,yhevistoaStrapconsumochilaalhombrodescansandosentadoencimadela

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tapia,ysabíaqueelcomodoroTrunnionpresidíaunclubconmísterPickleenlasalitadelatabernadenuestraaldea.

Ellectorsabeahoratanbiencomoyotodoloqueeraalllegaraestepuntodemiinfantilhistoria.

Voyareanudarla.

Aquellamañana,cuando lleguéalgabineteconmis libros,encontréamimadreconrostropreocupado,amissMurdstoneconsuairedefirmezayasuhermano trenzando algo alrededor de la contera de su bastón, un bastónflexibledejunco,quecuandoyoentréempezóacimbrearenelaire.

—Cuandotedigo,Clara,queamímehanazotadomuchasveces.

—Eslapuraverdad—dijomissMurdstone.

—Ciertamente,miqueridaJane—balbuciócontimidezmimadre—;pero¿creesqueesolehahechoaEdwardmuchobien?

—¿Y tú crees que le ha hecho aEdwardmuchomal,Clara?—preguntómísterMurdstonegravemente.

—Esaeslacuestión—dijosuhermana.

Aestomimadrecontestó:«Ciertamente,miqueridaJane»,ynodijomás.

Sentí que estaba interesado personalmente en aquel diálogo, y traté deindagarenlosojosdemísterMurdstone,enelmomentoenquesefijabanenlosmíos.

—Ahora,Davy—medijo,yvidenuevosumiradahipócrita—,tienesqueprestarmásatenciónquenunca.

Hizo de nuevo vibrar el junco, y después, habiendo terminado suspreparativos,locolocóasuladoconunaexpresivamiradaycogióunlibro.

Eraunabuenamaneradedarmepresenciadeánimoparaempezar.Sentíque las palabras demi lección huían, no una por una, como otras veces, nilíneapor línea,sinoporpáginasenteras.Tratédeatraparlas;peroparecía,sipuedo expresarlo así, que se habían puesto patines y se deslizaban a unavelocidad vertiginosa. Empezamos mal y seguimos peor. Aquel día habíallegadocasiconlaseguridaddequeibaadestacarconvencidodequeestabamuy bien preparado; pero resultó que era una equivocaciónmía. Libro traslibrofuerondesfilandotodoshaciaelcontingentedelosquehabíaquevolveraestudiar.MissMurdstonenonosquitabaojo,ycuando,porfin,llegamosaloscincomilquesos(recuerdoqueaqueldíamehicieroncontaragolpes),mimadreseechóallorar.

—¡Clara!—dijomissMurdstoneconsuvozdereproche.

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—Creoquenomeencuentrobien,queridaJane—dijomimadre.

Le vi mirar solemnemente a su hermana, mientras se levantaba y decíacogiendosubastón:

—Es imposible, Jane, pedir a Clara que soporte con perfecta firmeza lapenayel tormentoqueDavy lehaocasionadohoy.Esoseríayaestoicismo.Claravasiendocadavezmásfuerte;peroesoseríapedirledemasiado.David,vamosarribajuntos.

Cuando ya estábamos fuera de la habitación mi madre corrió tras denosotros.MissMurdstone,dijo:«¡Clara!¿Tehasvuelto loca?»,y ladetuvo.Yolavidetenersetapándoselosoídosyescuchésussollozos.Murdstonemeacompañó a mi habitación despacio y gravemente (estoy seguro de que ledeleitaba toda aquella formalidad de justicia ejecutiva), y cuando llegamoscogiódeprontomicabezadebajodesubrazo.

—¡MísterMurdstone,Diosmío!—legrité—.Selosuplico,¡nomepegue!Le aseguro que hago lo posible por aprender; pero con usted y su hermanadelantenopuedorecitar.¡Verdaderamenteesquenopuedo!

—¿Verdaderamentenopuedes,David?Bien,¡loveremos!

Tenía mi cabeza sujeta como en un tubo; pero yo me retorcía a sualrededorrogándolequenomepegase.Sedetuvounmomento,perosólounmomento, pues un instante despuésmepegaba delmodomás odioso.En elmomento en que empezó a azotarme yo acerqué la boca a lamano quemesujetabaylamordíconfuerza.Todavíasientorechinarmisdientesalpensarlo.

Entoncesélmepegócomosihubieraqueridomatarmeagolpes.Apesardelruidoquehacíamos,oícorrerenlasescalerasyllorar.Sí;oílloraramamáyaPeggotty.Despuéssemarchó,cerrándomelapuertaporfueraydejándometirado en el suelo, ardiendo de fiebre, desgarrado y furioso. ¡Qué bienrecuerdo, cuando empecé a tranquilizarme, la extraña quietud que parecíareinarenlacasa!¡Québienrecuerdolomaloqueempezabaasentirmecuandolacólerayeldolorfueronpasando!Estuveescuchandolargorato;peronoseoía nada.Me levanté con trabajo del suelo ymemiré al espejo. Estaba tanrojo, hinchadoy horrible, que casime asusté.Medolían los huesos, y cadamovimiento me hacía llorar; pero aquello no era nada al lado de misentimientodeculpa.Estoysegurodequemesentíamásculpablequeelmástemible criminal. Empezaba a oscurecer y cerré la ventana. Durantemuchoratohabíaestadoconlacabezaapoyadaenloscristales,llorando,durmiendo,escuchandoymirandohacia fuera.Deprontooí el ruidode la llaveyentrómissMurdstoneconunpocodepanycarneyunatazadeleche.Lopusotodoencima de la mesa, sin decir nada, y mirándome con ejemplar firmeza.Despuéssemarchó,volviendoacerrarlapuertatrasdesí.

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Era ya de noche, y yo continuaba sentado en el mismo sitio, con laesperanzadequevinieraalgunaotrapersona.Cuandomeconvencídequeyaaquellanochenovolveríanadie,meacosté, y en la camaempecéameditarcon temoren loqueseríademíen losucesivo.¿Loquehabíahechoerauncrimen?

¿Memeteríanenlacárcel?¿Nohabríapeligrodequemeahorcasen?

Noolvidarénuncamidespertar a lamañana siguiente: el sentimientodealegría y descanso en el primer momento, y después la opresión de losrecuerdos.MissMurdstone reapareció antesdequemehubiera levantado,ymedijoenpocaspalabrasquesiqueríapodíapasearmeporeljardíndurantemediahora,peronadamás.Despuésseretiró,dejandolapuertaabiertaparaquedisfrutara,siquería,delpermiso.

Asícontinuaronlascosasduranteloscincodíasquedurómicautiverio.Sihubierapodidoveramimadresola,mehabríaarrojadoderodillasanteellapidiéndole perdón; pero sólo veía amissMurdstone, pues, aunque para lasoracionesde la tardemesacabandelcuarto, ibaescoltadoporellay llegabacuando ya todos estaban colocados. Despuésme dejaban solo al lado de lapuerta, como si fuera un criminal; y en cuanto terminaban,mi carceleramedevolvía al encierro antesdequenadie sehubiera levantado.Pudeobservarquemimadreestabalomáslejosposibledemíyqueademásvolvíalacabezahacia otro lado. Así es que nunca pude verla.MísterMurdstone llevaba lamanoenvueltaenunpañuelodehilo.

Delolargosquesemehicieronaquelloscincodíasnosénidaridea.Enmisrecuerdosloscuentocomoaños.Losratosquepasabaescuchandotodoslos incidentes de la casa que podían llegar a mis oídos; el sonido de lascampanillas,elabrirycerrardelaspuertas,elmurmullodevoces, lospasosenlaescalera;lasrisas,lossilbidos,lagentecantandofuera,ytodomeparecíahorriblemente tristeenmediodemisoledadymidesgracia.El inciertopasodelashoras,principalmenteporlanoche,cuandomedespertabacreyendoqueyaeralamañanaymepercatabadequetodavíanosehabíanacostadoencasa.

Lossueñosypesadillasdeprimentes.Porlasmañanas,amediodíayenlahoradelasiesta,cuandoloschicosjugabanenelcementerio,losmirabadesdemuy dentro de la habitación, avergonzado de que pudieran verme en laventana y supieran que estaba prisionero.La extraña sensación de no oírmenuncahablar.Losligerosintervalosdealgocomoalegríaquellegabaconlashoras de la comida y se iba con ellas. Y una tarde recuerdo la caída de lalluvia, con su olor a tierra fresca; caía entre la iglesia y yo, cada vez másdeprisa,hastaquellególanocheymeparecióquemeenvolvíaensussombrasconmisremordimientos.Todoestoseconservatangrabadoenmisrecuerdos,que juraría que habría durado años. La última noche de mi encierro me

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desperté al oírmi nombre pronunciado en un soplo.Me senté en la camayextendílosbrazosenlaoscuridad,diciendo:

—¿Erestú,Peggotty?

Noobtuvecontestación inmediata;peroenseguidavolvíaoírminombreenuntonotanmisterioso,quesinosemehubieraocurridoquelavozsalíadelacerraduramehabríadadounataque.

Saltéalapuertaypusemislabiosenlacerradura,murmurando:

—¿Erestú,Peggotty?

—Sí,Davyquerido—contestóella—;perotratadehacermenosruidoqueunratón,porquesinoelgatolooirá.

ComprendíquesereferíaamissMurdstoneymedicuentadelaurgenciadelcaso,puessuhabitaciónestabaparedpormediodelamía.

—¿Cómoestámamá,queridaPeggotty?¿Sehaenfadadomuchoconmigo?

PudeoírquePeggottyllorabadulcementeporsulado,comoyoporelmío;despuésmecontestó:

—No;nomucho.

—¿Yquévanahacerconmigo,Peggotty?¿Losabestú?

—Uncolegio,cercadeLondres—fuelacontestacióndePeggotty.

Tuvequehacérselo repetir,puesmehabíaolvidadodequitar labocadelojodelallave,ysuspalabrasmecosquillearon,peronoentendínada.

—¿Cuándo,Peggotty?

—Mañana.

—¡Ah!¿EsporesoporloquemissMurdstonehasacadotodalaropademiscajones?(Pueslohabíahecho,aunqueyoheolvidadomencionarlo.)

—Sí—dijoPeggotty—.Lamaleta.

—¿Ynoveréamamá?

—Sí—dijoPeggotty—,porlamañana.

Y entonces Peggotty pegó su boca contra la cerradura y pronunció lassiguientespalabras,contalemociónygravedad,quenuncaningunacerraduraenelmundohabráoídootrassemejantes.Ydejabaescaparcadafragmentodefrasecomounaconvulsivaexplosióndesímisma:

—Davyquerido:yasabesquesiúltimamentenoheestado tanunidaa ticomodecostumbrenoesquehayadejadodequerertesinotodolocontrario.Esquemeparecíalomejorparatiyparaotrapersona.

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Davyquerido,¿meoyes?¿Quieresoírme?

—Sí,sí,sí,sí,Peggotty—sollocé.

—¡Hijo mío! —dijo Peggotty con infinita compasión—. Lo que quierodecirte es que no debes olvidarme nunca, pues yo nunca te olvidaré a ti ycuidarémucho de tumadre, Davy, como nunca te he cuidado a ti, y no laabandonaré.PuedellegarundíaenquelegusteapoyarsupobrecabecitaenelbrazodelaestúpidaylocaPeggotty.Yteescribiré,queridomío,aunquenolohagabien.Yyo,yo,yo.

Peggottysepusoabesarlacerradura,comonopodíabesarmeamí.

—¡Gracias, querida Peggotty, gracias, gracias! ¿Quieres prometermetambiénotracosa,Peggotty?

¿Quieres escribir a míster Peggotty, a la pequeña Emily y a mistressGudmigeyaHam,diciéndolesquenosoytanmalocomopodríansuponer,yquelesenvíotodomicariño,sobretodoaEmily?¿Quiereshacerlo,porfavor,Peggotty?

Me lo prometió con toda su alma, y ambos besamos la cerradura conmucho cariño. Yo además la acaricié con la mano (lo recuerdo) como sihubierasidosurostrohonrado.DesdeaquellanochesientoporPeggottyalgoquenosabríadefinir.Noeraquereemplazaseamimadre,esonadiehubierapodidohacerlo;pero llenabaunvacíoenmicorazónque secerródejándoladentro,algoquenohevueltoasentirnuncapornadie;unafectoquepodríasercómico,peroquepiensoquesisehubieramuertonoséloquehabríasidodemí, ni cómo hubiera salido de aquella tragedia. Por la mañana, missMurdstoneapareciócomodecostumbreymediolanoticiademipartida,loquenomesorprendió,comoellasuponía.Tambiénmeinformódequecuandoestuvieravestidobajaseal comedora tomareldesayuno.Allí encontréamimadre,muy pálida y con los ojos rojos.Corrí a su brazos y le pedí perdóndesdeelfondodemialma.

—¡OhDavy!—exclamó ella—. ¿Cómo has sido capaz de hacer daño auna persona a la que yo quiero? Trata de ser mejor. Ruega a Dios que tecambie. Te perdono; pero soy desgraciada, Davy, cuando pienso que tienesesasmalaspasiones.

Lahabíanconvencidodequeyoeramuymalo,yesolaentristecíamásquemipartida.Losentívivamente.Tratédetomareldesayuno;peromislágrimascaíanenelpanconmantecayrociabanelté.

Vi que mi madre me miraba y después lanzaba una ojeada a missMurdstone,queestabaallídeplantónanuestrolado;despuésmirabaalsuelooalolejos.

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—¡Lamaletadelseñorito,aquí!—dijomissMurdstonecuandoseoyóelrodardelcarroantelaverja.

Miré, buscando a Peggotty; pero no estaba. Tampoco apareció místerMurdstone.Miantiguoamigoelcocheromeesperabaenlapuerta.Metieronlamaletaenelcarro.

—¡Clara!—dijomissMurdstoneensutonodereproche.

—Estoydispuesta,Janemía—contestómimadre—.Adiós,Davy;sivas,esportubien.¡Adiós,hijomío!Volverásparalasvacaciones.Teloruego,sébueno.

—¡Clara!—repitiómissMurdstone.

—Vale,miqueridaJane—dijomimadre,quemeteníaensusbrazos—.Teperdono,hijomío,y¡queDiostebendiga!

—¡Clara!—repitiómissMurdstone,yfuetanbuena,quemeacompañóalcarro.

Porelcaminomedijoqueesperabaquemearrepentiríaantesdetenerunmalfin.

Subíalcoche,yelperezosocaballoloarrastró.

Capítulo5

Mealejandelhogar

Habíamos andado como una media milla y mi pañuelo estabacompletamenteempapadocuandoelcarroseparóbruscamente.

Miréparaverloquepasaba,ycongranasombroviaPeggottysurgiendode un arbusto y encaramándose en el carro.Me cogió en sus brazos y meestrechócontraelcorsécontalfuerza,quecasimedeshizolanariz,aunqueyonomedicuentadeellohastadespuésdeunrato,alverquemedolía.

Peggottynopronunciópalabra.Soltándomeconunode losbrazos, se lohundióenelbolsillohastaelcodoysacóunospaquetesllenosdedulces,queintrodujoen losmíos,ypusoentremismanosunabolsa, todosindesplegarlos labios.Después, dándome otro abrazo de despedida, bajó del carro y semarchócorriendo;estoysegurodequesefuesinunsolobotónenlablusa.Yocogí uno, entre varios quehabían caído ami alrededor, y lo guardédurantemuchotiempocomountesoro.

El carreteromemiró, como preguntándome si ya no volvería. Sacudí la

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cabezayledijequecreíaqueno.

—Entonces¡enmarcha!—ledijoasucaballo.

Y,efectivamente,éstesepusoenmarcha.

Después de llorar cuanto me fue posible empecé a comprender que noconducíaanadael llorardeaquelmodo,principalmenteporqueniRoderichRamdomnielcapitándelamarinareal inglesahabíanlloradonunca,niaunenlassituacionesmáscríticas.Elcarretero,viéndomeconaquellaresolución,me propuso poner a secar el pañuelo en el lomo de su caballo. Le di lasgracias, consintiendo, y el pañuelo me parecía ridículamente pequeñocolocadoallí.

Notardéenexaminarlabolsa.Eraunportamonedasfuertedecuero,quecontenía tres chelinesmuybrillantes, evidentementepulidosconesmeroporPeggotty paramimayor satisfacción; pero, sumás precioso tesoro eran dosmediascoronas,queencontréenvueltas enunpapelito, enelque se leía,deletrademimadre:«ParaDavy,conmicariño».

Estomeconmoviódetalmanera,quepedíaBarkis(elcocherosellamabaasí)quetuvieralabondaddedevolvermemipañuelo;peromecontestóqueleparecíamásprudentequesiguierasinél,ycomprendiendoqueteníarazón,mesequélosojosconlamangaydejédellorar.

Había dejado de llorar del todo; pero a consecuencia demis emociones,todavíamesacudíadevezencuandounprofundosollozo.

Después de haber viajado así durante un rato pregunté aBarkis si iba allevarmeéltodoelcamino.

—¿Todoelcaminoadónde?—mepreguntó.

—Allí—dije.

—¿Ydóndeesallí?—insistióelhombre.

—CercadeLondres—dije.

—Pero este caballo —me contestó, sacudiendo las riendas para que lemirase— estaríamásmuerto que un cochinillo asado antes de lamitad delcamino.

—¿EntoncesnovaustedmásqueaYarmouth?—pregunté.

—Eso es —dijo Barkis—. Allí tendrás que tomar la diligencia, y ladiligenciatellevaráhasta…dondevas.

Como esto era mucho hablar para él, pues ya observé en un capítuloprecedentequeerahombreflemáticoynadacharlatán, leofrecíunbizcochoenagradecimiento,yselozampódeunbocado,exactamentecomolohubiera

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hechounelefante, y en su rostrono seobservómás impresiónde laque sehubieraobservadoeneldelelefante.

—¿Esellaquienloshahecho?—preguntó,inclinado,comosiempre,haciadelanteyconunbrazosobrecadarodilla.

—¿SerefiereustedaPeggotty?

—Sí—contestóBarkis.

—Sí;encasaesellaquienhacelospastelesytodalacocina.

—Segúneso,¿lohaceella?

YBarkispuso labocacomosi fueraa silbar,peronosilbó.Se inclinóamirarlasorejasdesucaballo,comosivieraenellasalgonuevo,yasícontinuódurantemuchotiempo.

—¿Yamorcillosnohabrá,supongo?

—¿Serefiereusteda losamorcillosdedulce,místerBarkis?—pregunté,creyendoqueleapetecían.

—Novios—dijoBarkis—.Noviazgos.¿Nohablanadieconella?

—¿ConPeggotty?

—Sí.

—¡Oh,no!Nuncahatenidonovio.

—¿Nuncalohatenido?

YdenuevoBarkispusolabocacomosifueraasilbarynosilbó,yvolvióalacontemplacióndelasorejasdesucaballo.

—Segúneso—dijodespuésdeunlargoratodereflexión—¿ellaesquienhacetodaslastartasdemanzanaytodalacocina?

Respondíqueasíera.

—Bien, pues voy a decirte una cosa —me dijo Barkis—. ¿Tú piensasescribirle?

—Síquepienso—respondí.

—¡Ah!—dijo,volviéndoseamirarmelentamente—.¡Bien!Sileescribes,¿teimportaríadecirleque

Barkisestádispuesto?

—¿QueBarkisestádispuesto?—repetíconinocencia—.¿Nadamás?

—Sí—dijolentamente—.Sí:«Barkisestádispuesto».

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—PeroustedvolverámañanaaBloonderstone,místerBarkis—dije algoemocionado, al pensar que yo, en cambio, estaríamuy lejos—. ¿No podríadecírseloustedmismo?

Rechazóaquellasugerenciaconunmovimientodecabezaeinsistióensuencargo,diciendoconprofundagravedad:«Barkisestádispuesto».Eseeraelmensaje.Yoestabadecididoatransmitírselo;yaquellamismatarde,mientrasesperabaaladiligenciaenelhoteldeYarmouthpedípapelyplumayescribíaPeggotty:

MiqueridaPeggotty:He llegadoaquíbien.«Barkis estádispuesto.»Miscariñosamamá.Tuafectuoso,DAVY.

P. D. Dice que quiere que sepas muy particularmente que «Barkis estádispuesto».

Cuandoleprometícumplirsusugerencia,Barkisvolvióacaerenprofundosilencio,yyo,sintiéndomeagotadoportodolosucedidoenlosúltimosdías,caíencimadeunsacoymequedédormido.

DurómisueñohastallegaraYarmouth,queporciertoenelhotelenquenosdetuvimosmeparecióunYarmouthtandistintoalqueyorecordaba,queperdí la esperanza que había acariciado de encontrarme con alguien de lafamiliaPeggotty.¡Quiénsabe!¡QuizáhastaconEmily!

Ladiligenciaestabayaenelpatio,muy limpiay reluciente,pero sin loscaballos, y al verla así parecía increíble que pudiera llegar nunca hastaLondres. Pensaba en esto yme preocupaba lo que sería demimaleta (queBarkishabíadejadoenelsuelodelpatio,marchándosedespuésconsucarro),y también meditaba en mi suerte futura cuando por una ventana en la quehabíacolgadasavesyalgunosembutidosseasomóunaseñoraydijo:

—¿EseseelviajeroprocedentedeBloonderstone?

—Sí,señora—ledije.

—¿Cómosellamausted?—insistiólaseñora.

—Copperfield.

—No, no es eso—replicó la señora—; la comida está encargada a otronombre.

—¿SeráanombredeMurdstone?—lepregunté.

—Sise llamaustedMurdstone,¿porquéhadichootronombreprimero?—preguntólamujer.

Leexpliquéloqueera,yellaentoncestocóunacampanillayordenó:

—William,conduceaestecaballeroalcomedor.

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Aloíresto,uncamareroquesalíacorriendodelladoopuestodelpatiomemiróypareciómuysorprendidoalverquesólosetratabademí.

Elcomedoreraunahabitaciónenorme, rodeadademapas.Dudoquemehubiera sentido más confuso si los mapas hubieran sido verdaderos paísesextranjeros donde hubiera caído de improviso. Me parecía que era unatrevimientoenormeeldesentarmeallí,conlagorraenlamano,enelbordedelasillamáscercanaalapuerta.Ycuandoelcamareroextendióunmantelparamíypusoelsaleroencima,sentíquemeponíarojodevergüenza.

Después trajo unas fuentes con chuletas y legumbres. Pero colocaba lascosasdeunmodotanbrusco,queyoestabaasustadoycontemordehaberleofendido.Metranquilicémuchocuando,poniendounasillaparamídelantedelamesa,medijocordialmente:

—Vamos,gigante,siéntate.

Le di las gracias y me senté; pero me parecía dificilísimo manejar elcuchilloyeltenedorconalgodesolturaynomancharmeconlasalsamientrasél continuara enfrente sin dejar de mirarme y haciéndome ruborizar de lamanera más horrible cada vez que mis ojos se encontraban con los suyos.Cuandomevioempezarlasegundachuletamedijo:

—Letraigomediapintadecerveza;¿laquiereustedahora?

Ledilasgraciasyledijequesí.

Entoncesme la sirvió enunvasoy la acercó a la luzpara enseñarmeelhermosocolorquetenía.

—¡Pardiez!—dijo—,esbuenacantidad.

—Sí es buena cantidad —le contesté con una sonrisa, pues estabaencantadodeverletanamable.

Tenía los ojosmuy brillantes, lasmejillas muy coloradas y los cabellostiesos.Yenaquelmomento, conunpuñoen la caderayen laotramanoelvasollenodecerveza,teníaunaspectodelomáscampechano.

—Ayerllegóaquíuncaballero—dijo—,uncaballeromuygrueso,quesellamabaTopsawyer;quizáleconoceusted.

—No,nocreo…

—Llevaba pantalones cortos, polainas y sombrero de ala ancha, un trajegrisytapabocas—dijoelcamarero.

—No—dijeconfuso—,notengoesegusto…

—Puesvinoaquí—continuóelmozomirandolaluzatravésdelvaso—ypidióunvasodeestamismacervezayseempeñóenbeberla.Yoledijequeno

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debía hacerlo; pero se la bebió y cayó muerto instantáneamente. Erademasiadofuerteparaél.Nodebíanvolveraservirla.

Me impresionó muchísimo aquel triste accidente, y dije que en vez decervezapensabatomarunpocodeagua.

—Pero lo malo—dijo el camarero, mirando todavía la luz a través dellíquidoyguiñándomeunojo—esquelosamossedisgustansisedejanlascosasdespuésdepedidas.Seofenden.Loquesísepuedehacer,si leparecebien,esqueyomelabeba;estoyacostumbrado,y lacostumbrees todo.Nocreoquepuedahacermedaño,sobretodosiechobienlacabezahaciaatrásylabebodeprisa.¿Quiereusted?

Lecontestéqueloagradecería;perosóloenelcasodequepudierahacerlosinelmenorpeligro;denoserasí,deningunamanera.Cuandoleviecharlacabezahaciaatrásybeberladeprisa,confiesoquesentíunmiedohorribledeverlo caer muerto como a míster Topsawyer. Pero no le hizo daño; por elcontrario,hastameparecióquelesentababien.

—¿,Quéestábamoscomiendo?—dijodespués,metiendountenedorenmiplato—.¡Ah!¿Chuletas?

—Sí,chuletas—dije.

—¡Dios me bendiga! —exclamó—. No sabía que fueran chuletas.Precisamenteesloúnicoparaevitarlosmalosefectosdeestacerveza.¡Cuántasuertetenemos!

Conunamanomecogióunachuleta,con laotra,unapatata,y locomiócon elmayor apetito.Yo estaba radiante.Después cogió otra chuleta y otrapatata; después otra patata y otra chuleta. Cuando terminó, me trajo unpudding, y sentándose enfrente de mí rumió algo entre dientes, como siestuvierapensandoenotracosaduranteunosminutos.

—Qué,¿cómoestáesebizcocho?—dijodepronto.

—Esunpudding—lecontesté.

—¡Pudding! —exclamó—. ¡Dios me bendiga! ¿De verdad es pudding?¡Cómo!—dijomirándolomásdecerca—.¿Peronoseráunpuddingdefrutas?

—Sí,precisamente.

—Esqueelpuddingde frutas—dijocogiendounagrancuchara—es loquemásmegusta.¿Noesunasuerte?Vamos,pequeño,¡avercuáldelosdoslocomemásdeprisa!

Comoes natural, él era quien comíamásdeprisa.Devez en cuandomeanimaba para que intentara adelantarle; pero no había competencia posibleentresucucharóndeservirymicucharilladecafé,entresuagilidadylamía,

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entresuapetitoyelmío;tantoesasí,quedesdeelprimermomentoperdílasesperanzasdeganarle.Piensoquenuncahevistoanadiesaborearunpuddingde aquelmodo, y después de terminar, todavía se reía como si lo estuvierasaboreando.

Leencontré tanamablequemeatrevíapedirlepluma, tintaypapelparaescribiraPeggotty.Nosólomelotrajoalmomento,sinoqueestuvomirandoporencimademihombromientrasescribíalacarta.

Cuandoterminémepreguntóqueaquéescuelamemandaban.Yodije:

—AunacercadeLondres—queeraloquesabía.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó mirándome con compasión—. ¡Cuánto losiento!

—¿Porqué?—lepregunté.

—Porque—dijomoviendolacabeza—esaeslaescueladondehanrotoaunmuchachodoscostillas,aunniño.Tendría,vamosaver…¿Cuántosañostienes?

Ledijequeochoymedio.

—¡Precisamentesuedad!—dijo—.Ochoañosyseismesesteníacuandole rompieron la primera costilla, y ocho años y ocho meses cuando lerompieronlasegunda,ymurióaconsecuenciadeello.

Nopudedisimularantemímismonianteelcamarerolaimpresiónquemehacía aquelladesgraciadacoincidencia,ypregunté cómohabía sucedido.Sucontestaciónnofueparaanimarme,puesconsistióenestasterriblespalabras:

—Deunapaliza.

Elruidodeladiligenciaenelpatiofueunadistracciónoportuna,quemehizo preguntar algo confuso y en un tono entre orgulloso y desafiante, si ledebíaalgo.

—Unpliegodepapel—mecontestó—.¿Hascompradoalgunavezpapeldecartas?

Norecordabahaberlocompradonunca.

—Esraro—dijo—acausadelosderechos.Trespeniques.Eslatarifaenestaregión.Ynocreoquelotenganadie,exceptoelcamarero.Latintanosecuenta;soyyoquienpierdeenello.

—¿Yquésería….cuántosería…,cuántodaré…,cuántoserárazonableparapagaralcamarero?Dígame—balbucíenrojeciendo.

—Sino tuvierauna familiayesta familianoestuvieraahoraenferma—

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dijoelcamarero—noaceptaríaseispeniques.Sinotuvieraquesosteneraunamadre anciana y a una encantadora hermanita (al llegar aquí pareció muyconmovido),noaceptaríaniuncuartodepenique.Situvieraunbuensueldoyme trataran bien, sería yo el que de buena gana ofrecería algo en lugar deaceptarlo.Perovivodelosdesperdiciosyduermoenlacarbonera…(Alllegaraestoelcamarerosedeshizoenlágrimas.)

Meconmovieronmuchosusdesgraciasysentíqueunapropinamenordenuevepeniquesdemostraríauncorazónmuyduro.Asíesquelediunodemisrelucientes chelines. Lo recibió con muchas bendiciones, y un momentodespuéslohacíasonarconlauña,paraestarsegurodequenoeramalo.

Loquemedesconcertóbastantealirasubirmealcochefueobservarquetodos suponían que me había comido el almuerzo sin ayuda de nadie. Lodescubríporqueoíalaseñoradelaventana,queledecíaalcochero:«George,cuidabiendeeseniño,novayaa reventar».Y tambiénalverque todas lascriadasdelacasaseacercabanacontemplarmecomoaunfenómeno.

Mi desgraciado amigo el camarero, que había recobrado todo su buenhumor,noparecíaturbadolomásmínimo,yseuníaalaadmiracióngeneralsin la menor vergüenza. Aun no teniendo la menor duda de él, esto podíahabermehechodudar;perocreoque,conlasencillaconfianzadelosniñosyelnatural respetoquese tieneaesaedadpor losquesonmayores (cualidadquemeentristecemuchoverquelosniñospierdentanprematuramente),nosemeocurriósospechardeélniaunentonces.

Sinembargo,deboconfesarquememolestabamuchoserelobjetodelasbromasentreelcocheroyelconductor,yestaroyéndoles,sinpoderprotestar,decircosascomoqueelcocheseinclinabaporelpesohaciadondeyoestaba,yqueseríamuchomejorparamíviajarenfurgón.Lahistoriademisupuestoapetitoseextendióprontoentrelosviajeros,alosquetambiéndivirtiómucho,ymepreguntabansienlaescuelaibaapagarcomosifuésemosdoshermanosotres,yquesielcontratolohabíanhechoenlasmismascondicionesqueparalos demás, y otras muchas cosas semejantes. Pero lo peor de todo era queestaba convencido de que no me atrevería a comer nada cuando llegara lahora,yque,despuésdehabercomidopoco,tendríaqueaguantartodalanocheelhambre,puesenmiprisahabíadejadoolvidadoslospastelesdePeggottyenelhotel.Enefecto,mis temoresseconfirmaron;puescuandonosdetuvimosparacenar,notuvevalorparatomarnada,aunqueteníahambre,ymesentéalladodelachimenea,diciendoquenoqueríanada.Estonomelibródenuevasbromas, pues un caballero de voz ronca y rostro rojizo, que había estadocomiendosandwichestodoelcamino,exceptocuandobebíavino,dijoqueyodebíadesercomolasboas,queenunacomidatornanlosuficienteparaunoscuantosdías;despuésdelocualsesirvióuntrozoenormedecarnecocida.

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Habíamos salido deYarmouth a las tres de la tarde y debíamos llegar aLondresaesodelasochodelamañanasi:Terminabaelveranoylanocheerahermosa.

Cuando atravesábamos una aldea, yo trataba de figurarme cómo sería elinterior de sus casas y los que las habitaban; y cuando los chicos seencaramaban en el estribo de la diligencia, pensaba si tendrían padres y siserían felices en sus casas. Como se ve, no dejaba de pensar unmomento,aunque lo que más me preocupaba era el sitio donde me dirigía, horriblemotivodereflexión.AvecesrecuerdoquemeponíaapensarenmicasayenPeggotty,ytratabaconfusamentederecordarcómosentíayquéclasedeniñoera antes de haber mordido a místerMurdstone; pero no lo conseguía.Meparecíaqueaquellodatabadelamásremotaantigüedad.

La noche fue menos alegre que la tarde, porque hacía frío. A mí mecolocaronentredoscaballeros(eldelacararojayotro),porprecauciónnomefueraacaer.Yaquellosdosseñores,acadacabezadaquedabanaldormircasime despachurraban. Algunas veces me oprimían tanto, que no podía pormenosdegritar:«¡Oh,porfavor»!,loquelesmolestabaextraordinariamente.

Enfrentellevabaaunaseñoravieja,envueltaenunacapadepiel,yqueenla oscuridad más parecía un almiar que una señora, de tal modo ibaempaquetada. Dicha señora llevaba consigo una cesta que durante muchotiempoestuvosinsaberdóndeponerla,hastaqueseleocurriómeterladebajodemispiernas,queeranlasmáscortitas.Aquelloeraunhorribletormentoyme hacía desgraciado, pues no dejaba de rozarme un instante. Al menormovimiento la lozaquecontenía lacestachocabacontraalgunaotracosa,yentonceslaseñoramedabaungolpeterribleconelpieymedecía:

—¿Quieresestartequieto?¡Tanchicoytaninquieto!

Por último, empezó a amanecer, y entonces me pareció que miscompañerosdormíanmástranquilos,desapareciendolasdificultadesconqueluchaban durante la noche y que habían encontrado expresión en los máshorriblesronquidosyresoplidosconcebibles.Conformeelsolsubía,susueñoera más ligero, y poco a poco se iban despertando. Recuerdo cómo mesorprendiómuchísimolacomediadetodosasegurandoquenohabíandormidoenabsoluto,ylaextrañaindignaciónconqueloaseguraban.Todavíapersisteen mí el sentimiento de asombro de aquel día, pues he observadoinvariablemente que, de todas las debilidades humanas, la que menosdispuestoseestáareconoceresladehaberdormidoyendoencoche.

Lo extraño que me pareció Londres cuando lo vi a distancia, elconvencimientoqueteníadequetodaslasaventurasdemishéroesfavoritosserenovabanallí,ycómomeparecíaquelaciudadaquellaestabamásllenademaravillas y de crímenes que todas las ciudades, no terminaría nunca de

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contarlo.Fuimosacercándonospoco a poco, y por fin llegamos al barrio deWhitechapel, donde paraba la diligencia.He olvidado si aquello se llamaba«El toro azul» o «El jabalí azul»; pero era algo azul, y lo que fuese estabapintadoenlaportezueladelcoche.

Elconductormemirófijamentemientrasbajabaypreguntóasomándosealapuertadelasoficinas:

—SihayalguienquepregunteporunmuchachollamadoMurdstone,quevienedeBloonderstoneSooffolk,queseacerqueareclamarle.

Nadiecontestó.

—Intente usted diciendo Copperfield, ¿quiere hacer el favor? —dijebajandocontemorlosojos.

—Si hay alguien que busque a unmuchacho inscrito con el nombre deMurdstone, procedente de Bloonderstone Sooffolk, pero que responde alnombredeCopperfield,yquedebeesperaraquíaque le reclamen—dijoelconductor—,quevenga.¿Nohaynadie?

No,nohabíanadie.Miréansiosamenteamialrededor;perolapreguntanohabíaimpresionadoaningunodelospresentes;sólounhombreconpolainasytuertosugiriólaideadequelomejorseríaponermeuncollaryatarmeenelestablocomoaunperrosindueño.

Pusieronunaescalaybajédetrásdelaseñoraqueparecíaunalmiar,puesnomehabíaatrevidoamovermehastaquehuboquitadosucesta.Entretanto,los viajeros ya habían desocupado el coche; también habían sacado losequipajes, desenganchado los caballos, y hasta la diligencia había sidoconducida entre varios empleados fuera del camino, cuando todavía no sehabía presentado nadie a reclamar al polvoriento niño que venía deBloonderstone.

MássolitarioqueRobinsonCrusoe,puesaquel,por lomenos,no teníaanadie que le mirase mientras estaba solitario, entré en las oficinas de ladiligencia, y por invitación de un empleado pasé a sentarme detrás delmostrador,enlabásculadepesar losequipajes.Mientrasestabaallímirandolosmontonesdemaletasylibrosypercibiendoelolordelascuadras(queparasiempreestaráasociadoenmimemoriaconaquellamañana),unaprocesióndelosmásterriblespensamientosempezóadesfilarpormicerebro.

Suponiendo que nadie se presentase a buscarme, ¿cuánto tiempo mepermitirían estar allí? ¿Podría estar hasta que se me terminaran los sietechelines?¿Dormiríaporlanocheenunodeaquellosdepartamentosdemaderaconlosequipajes?Yporlasmañanas,¿tendríaquelavarmeenlabombadelpatio?¿Otendríaquemarcharmetodaslasnochesyesperaraquefuesededía

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y abrieran la oficina para entrar, por si acaso me habían reclamado? ¿Y siaquellosólohubierasidounainvencióndemísterMurdstoneparadeshacersedemí?¿Quémeocurriría?Sialmenosmedejaranpermanecerallíhastaquesemeterminaranloschelines;loquenopodíaesperarniremotamenteeraqueme dejasen continuar cuando empezase a morirme de hambre. Sería muymolestopara los empleados, y además se exponía «El yono sé qué azul» atener que pagarme el entierro. Si intentara volver a mi casa, ¿conseguiríaencontrarelcamino?¿Seríaposiblequepudierairandandohastatanlejos?Yademás, ¿estaba seguro de que en casa quisieran recibirme si volvía? Sóloestaba seguro de Peggotty. ¿Y si fuera a buscar a las autoridades y meofreciera como soldado o marino? Era un niño tan chico, que seguro noquerríantomarme.Estospensamientosyotrosmilsemejantesmeteníanfebrilde miedo y emoción. Y estaba en lo más fuerte de mi fiebre cuando sepresentóunhombre,cuchicheóconelempleado,yéste, levantándomede labáscula,mepresentócomosifueraunpaquetevendido,pagadoypesado.

Mientrassalíadelaoficinaconmimanoenladeaquelseñor,lelancéunamirada.Eraunjovenpálidoydelgado,demejillashundidasybarbillanegracomo lademísterMurdstone.Peroesaera laúnicasemejanza,pues llevabalaspatillasafeitadasy suscabelloserandurosyásperos. Ibavestidoconuntrajenegro,tambiénviejoyraídoyqueleestabacorto,yllevabaunpañueloblancoquenoestabamuylimpio.Nohesupuestonunca,niquierosuponerlo,queaquelpañuelofueselaúnicaprendaderopablancaquellevaseeljoven;perodesdeluegoeraloúnicoqueseveíadeella.

—¿Esustedelnuevoalumno?—mepreguntó.

—Sí,señor—dije.

Suponíaqueloera,aunquenolosabía.

—YosoyunprofesordeSalemHouse—medijo.

Lesaludéconmiedo.Meavergonzabaaludiraunacosatanvulgarcomomi maleta ante aquel profesor de Salem House; tanto, que hasta que noestuvimos a alguna distancia no me atreví a decirlo. Ante mi humildeinsinuacióndequequizádespuéspodríasermeútil,volvimosatrás,ydijoalempleadoqueteníayaelmozoinstruccionespararecogerlaamediodía.

—Sihicieraustedelfavor—dijecuandoestuvimos,pocomásomenos,aladistanciadeantes—.¿,Esmuylejos?

—PorBlackheath—medijo.

—¿Yesoestámuylejos,caballero?—preguntétímido.

—Sí;esbuenatirada;peroiremosenladiligencia.Habráunasseismillas.

Estaba tan débil y cansado, que la idea de hacer otras seis millas sin

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restaurarmisfuerzasmeparecióimposible,ymeatrevíadecirquenohabíacenado aquella noche y que si me permitía comprar algo de comer se loagradecería. Se sorprendió bastante (le veo todavía detenerse amirarme), ydespués de unos segundos me dijo que sí; que él tenía que visitar a unaancianaquevivíaallícerca,yquelomejorseríaquecomprasealgodepanycualquierotracosaquemegustaseyfuesesanayqueencasadelaancianamelocomería.Además,allípodríandarmeleche.

Entramosenunapanadería,ydespuésdeproponeryolacompradevariospasteles, que él rechazó una a una, nos decidimos en favor de un apetitosopanecillointegralquecostótrespeniques.Ademáscompramosunhuevoyuntrozodetocinoahumado.Alpagarmedevolvierontantacalderilladelsegundochelín, que Londresme pareció un sitiomuy barato. Con estas provisionesatravesamos,enmediodeunruidoyunmovimientohorribles,unpuentequedebíadeserelpuentedeLondres(hastacreoqueelprofesormelodijo,peroyoibadormido),yllegamosacasadelaanciana,quevivíaenunasilo,comomefiguréporsuaspectoysupeporunainscripciónquehabíasobrelapiedradel dintel, donde decía que había sido fundado para veinticinco ancianaspobres.

ElprofesordeSalemHouseabrióunadeaquellaspuertecitasnegras,queeran todas iguales y que tenía una ventanita de cristales a un lado y otraencima,yentramosenlacasitadeunadeaquellaspobresancianas.Sudueñaestabaatizandoelfuego,sobreelquehabíacolocadounpuchero.Alverentraramiacompañante sedioungolpeconel soplillo en las rodillasydijo algocomo «MiCharles»; pero al verme amí se levantó frotándose lasmanos yhaciendounaconfusareverencia.

—¿Podría usted hacer el favor de preparar el desayunode este niño?—dijoelprofesor.

—¿Quesipuedo?¡Yalocreo!—dijolaanciana.

—¿Y cómo se encuentra hoymistress Fibitson?—dijomi acompañante,mirandoaotraancianaquehabíasentadaenunasilla,muycercadelfuego,yqueparecíaunmontóndeharapos,quetodavíaahora,cuandolorecuerdo,doygraciasaDiosdenohabermesentado,pordistracción,encima.

—Noestámuybienlapobre—dijolaprimeraanciana—.Estáenunodesuspeoresdías.Siseapagaseelfuego,seapagabaconél.

Y como lamiraban, lamiré también yo. Aunque en realidad era un díabastante caluroso, la anciana no parecía poder pensar en nada que no fueseaquel fuego. Sentía celos de la cacerola que había puesta encima, y tengomotivosparasospecharque laodiabaporhervirmihuevoy freírmi tocino,puesviquecuandonadielamirabameamenazabaconelpuño.Elsolentraba

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por la ventanita; pero ella, sentada en su sillón, le volvía la espalda ycontemplaba el fuego como si quisiera conservarlo caliente en lugar decalentarse ella. Cuando los preparativos de mi desayuno acabaron y quedólibreelfuego,lediotalalegría,quesoltóunacarcajada,ydebodecirquesurisanoeramuymelodiosa.Mesentéantemipanecillo,mihuevoymitrozode tocino.Además,mepusieronuna tazade leche;meparecíaundesayunodelicioso.Todavíaestabagozandodeello,cuandoladueñadelacasadijoamiprofesor:

—¿Llevasahílaflauta?

—Sí—contestóél.

—Puesanda,tocaalgo—dijosuplicantelaanciana.

El profesor metió su mano en un bolsillo y sacó las tres piezas de unaflauta,laarmóyempezóatocar.Miimpresiónahora,despuésdetantosaños,esquenopuedehaberenelmundonadieque toquepeor.Sacaba los ruidosmásdisparatadosquepuedanproducirseporningúnmedionaturaloartificial.Noséquétocaría,siesquetocabaalgo,quelodudo;pero la impresiónqueaquella melodía me produjo fue: primero, hacerme pensar en todas misdesdichas, hasta el puntodehacerme llorar; segundo, quitarmeel apetito, y,porúltimo,producirme tal sueño,quenopodía seguir con losojos abiertos.Todavíasemecierransipiensoenelefectoquemecausólamúsicaenaquellaocasión.Aúnmepareceverlahabitaciónaquella,consuarmarioentreabiertoen un rincón y las sillas con los respaldos perpendiculares, y la pequeña yangulosaescaleraqueconducíaaotrahabitacioncita,ylastresplumasdepavorealextendidasencimade lachimenea.Recuerdoqueenelprimermomentome preocupó lo que el pavo pensaría si supiese para lo que servían sushermosasplumas;peroalfintodoseborra,inclinolacabezaymeduermo.Laflautadejadeoírse;encambioseoyenlasruedasdeladiligencia,yestoydeviaje.Ladiligenciasedetiene,medespiertosobresaltado,ylaflautaseoyedenuevoy el profesor deSalemHouse está sentado, con las piernas cruzadas,tocándolatristemente,mientrasladueñadelacasaleescuchadeleitada.Perotambién esto desaparece, todo desaparece; ya no hay flauta, ni profesor, niSalemHouse,niDavidCopperfield;sólohayunprofundosueño.

Y pensé que soñaba cuando, una vez de las que oía aquella horriblemúsica,me pareció ver a la anciana que se acercaba poquito a poco, en suestáticaadmiración,seinclinabasobreelrespaldodelasillaydabaalmúsicoun beso cariñoso, interrumpiendo la música un momento. Estaba en eseestado,entrelavigiliayelsueño,puescuandocontinuó(elqueseinterrumpiólamúsicaesseguro)viyoíalamismaancianapreguntaramistressFibitsonsino le parecía delicioso, refiriéndose a la flauta. A lo que mistress Fibitsonreplicó:«¡Ah,sí!¡Ah,sí!»,yseinclinóhaciaelfuego,alqueestoyseguroque

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atribuíatodoelméritodelamúsica.

MeparecióquehabíapasadomuchotiempocuandoelprofesordeSalemHouse,desmontandosuflauta,seguardólospedazosenelbolsilloypartimos.Encontramosladiligenciamuycercadeallí,ysubimosenlaimperial;peroyoteníaunsueñotanterrible,quecuandonosparamosparacogermásgentememetierondentro,dondenoibanadie,ypudedormirprofundamentehastaqueelcochellegóanteunagranpendiente,quetuvoquesubiralpaso,entredoshilerasdeárboles.Prontosedetuvo.Habíamosllegadoanuestrodestino.

A los pocos pasos el profesor y yo nos encontramos delante de SalemHouse.Eledificioestabarodeadodeunatapiamuyaltadeladrilloyteníaunaspecto muy triste. Encima de una puerta practicada en el muro se leía:«Salem House». Llamamos, y a través de un ventanillo de la puerta noscontempló un rostro antipático, que pertenecía, según vi cuando se abrió lapuerta,aunhombregruesoconcuellodetoro,unapiernadepalo,frentemuyabultadaycabelloscortadosalrape.

—Elnuevoalumno—dijoelprofesor.

Elhombredelapiernadepalomemiródearribaabajo;notardómuchoenello,¡erayo,tanpequeño!

Despuéscerrólapuerta,guardándoselallaveenelbolsillo.Nosdirigíamosalacasa,pasandopordebajodealgunosgrandesysombríosárboles,cuandollamóamiguía:

—¡Eh!

Nosvolvimos.Estabaparado ante suportería, conunpar debotas en lamano.

—¡Oiga!El zapatero ha venido—dijo—cuando usted no estaba,místerMell,ydicequeesasbotasyanosepuedenvolveraremendar;quenoquedaniunátomodelaprimerapiel,yqueleasombraquepuedaustedesperarlo.

Al decir esto, arrojó las botas tras demísterMell, que volvió atrás paracogerlas y las miró muy desconsoladamente mientras se acercaba a mí.Entoncesobservéporprimeravezque lasbotasque llevabadebíandehabertrabajadomucho,yquehastaporunsitioasomabaelcalcetín.SalemHouseera un edificio cuadrado, de ladrillo, con pabellones, de aspecto desnudo ydesolado.Todoasualrededorestabatantranquilo,quepreguntéamiguíasieraquelosniñosestabandepaseo.Pareciósorprendersedequeyonosupieraque era época de vacaciones. Todos los chicos estaban en sus casas.MísterCreakle,eldirector,estabaenunaplayaconmistressCreakleymissCreakle;ysiyoestabaallí,eracomocastigopormimalaconducta.Todoestome loexplicóalolargodelcamino.

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Laclasedondemellevómeparecióellugarmástristequehevistoenmivida. Todavía lo estoy viendo: una habitación larga, con tres hileras depupitresyseisdebancos,ytodoalrededorperchasparasombrerosypizarras.Trozos de cuadernos y de ejercicios ensucian el suelo. Algunas cajas degusanos de seda ruedan por encima de los pupitres. Dos desgraciadas ratasblancas,abandonadasporsudueño,recorrendearribaabajouncastillomuysuciohechodecartónydealambre,ysusojillosrojosbuscanportodaspartesalgoquecomer.Unpajarillo,dentrodeunajaulatanchicacomoél,haceunruidomonótonosaltandodesdeelpalitoalsueloydelsueloalpalito;peronocantanisilba.Enlahabitaciónreinaunolorextrañoeinsanoacueropodrido,a manzanas guardadas y a libros apolillados. Y no podría haber más tintavertida por toda ella si al construir la casa hubieran olvidado poner techo yhubiera estado lloviendo, nevando o granizando tinta durante todas lasestaciones del año. Míster Mell me dejó solo mientras subía sus botasirreparables.

Yo avanzaba despacio por la habitación observándolo todo. De pronto,encimadeunpupitremeencontréconuncartelescritoenletragrandeyquedecía:«¡Cuidadoconél!¡Muerde!».Meencaraméinmediatamenteencimadelpupitre,convencidodequeporlomenoshabíaunperrodebajo.Peropormásquemirabaconojosasustadosentodasdirecciones,noveíanirastro.Estabatodavíaasí,cuandovolviómísterMellymepreguntóquéhacíaallísubido.

—Dispénseme;esqueestababuscandoalperro.

—¿Alperro?—dijoél—.¿Aquéperro?

—¿Noesunperro?

—¿Quesinoesunperro?

—Delquehayquetenercuidadoporquemuerde.

—No,Copperfield—medijogravemente—.Noesunperro;esunniño.Tengoórdenes,Copperfield,deponeresecartelensuespalda.Sientomuchotenerqueempezarconusteddeestemodo;peronotengootroremedio.

Mehizobajaralsueloymecolgóelcartel(queestabahechoapropósitoparaello)enlaespaldacomounamochila,ydesdeentoncestuveelconsuelodellevarloatodaspartesconmigo.Loqueyosufríconaquelletreronadielopuedeimaginar.Tantosieraposiblevérmelocomosino,yosiemprecreíaqueloestaban leyendo,ynometranquilizabaelvolvermeamirar,puessiempreseguíapareciéndomequealguienloestabaviendo.Elhombredelapiernadepalo,consucrueldad,agravabamismales.Eraunaautoridadallí,ysialgunavezmeveíaapoyadoenunárbol,oenlatapia,oenlafachadadelacasa,seasomabaasupuertaymegritabaconvozestentórea:

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—¡Eh!MísterCopperfield, enseñe su letrero si noquiereque se lohagaenseñaryo.

Elpatioderecreoestabaabierto,porlapartedeatrás,alasdependenciasdelacasa,yyosabíaquetodaslascriadasleíanmiletrero,yelpanadero,yelcarbonero;enunapalabra,todoelmundoqueibaporlamañanaalahoraenqueyoteníaordendepasearporallí;todosleíanquehabíaquetenercuidadoconmigo,porquemordía.Yrecuerdoquepositivamenteempecéatenermiedodemímismocomodeunniñosalvajequemordiese.

En aquel patio había una puerta muy vieja, donde los chicosacostumbrabanagrabarsusnombres,yqueestabacubiertaporcompletodeinscripciones. En mi miedo a la llegada de los otros niños, no podía leeraquellos nombres sin pensar en el tono con que leerían: «¡Cuidado con él!¡Muerde!». Había uno, un tal J. Steerforth, que grababa su nombre muy amenudo y muy profundamente y a quien me figuraba leyéndolo a gritos ydespués tirándomedel pelo.Yhabía otro, un talTommyTraddles, dequientemíaqueseacercaracomodistraídoydespuéshicieracomoqueseasustabade encontrarse ami lado.Aotro,GeorgeDemple,me le figuraba leyéndolocantando. Y me pasaba el tiempo mirando aquella puerta (pequeña ytemblorosa criatura) hasta que todos aquellos propietarios de los nombres(eran cincuenta y cuatro, según me dijo míster Mell) quisieran enviarme aCoventryporunanimidad,ygritarancadaunoasumanera:«¡Cuidadoconél!¡Muerde!».

Lomismomeocurríamirandolospupitresylosbancos;lomismoconlascamasdeldormitoriodesierto,alasquemirabacuandoestabaacostado.Todaslasnochessoñaba:unas,queestabaconmimadre,comodecostumbre;otras,que estaba en casa de míster Peggotty, o viajando en la diligencia, oalmorzando con mi desgraciado amigo el camarero, y en todas aquellascircunstancias, la gente terminaba asustándose al darse cuenta de que sólollevabalaligeracamisadedormiryelletrero.

Lamonotoníademividay la constante aprensiónde la reaperturade laescuelameteníanenunainsoportableaflicción.TodoslosdíasteníaquehacermuchosdeberesparamísterMell;perolohacíabien,puesallínoestabanlosdos hermanos Murdstone. Antes y después de mi trabajo, me paseaba,vigilado, como ya he dicho, por el hombre de la pierna de palo. ¡Cómorecuerdolahumedaddelatierraalrededordelacasa,laspiedrascubiertasdemusgo en el patio, una fuente muy vieja y destrozada, y los descoloridostroncos de algunos árboles raquíticos, que parecía que no podía haber en elmundo otros que hubieran recibido más lluvia y menos sol! A la unacomíamosmísterMellyyoenunaesquinadellargocomedor,llenodemesasdesnudas. Después nos poníamos a trabajar hasta la hora triste del té, quemísterMelltomabaenunatazaazulyyoenunadeestaño.Todoeldíayhasta

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las siete o las ocho de la noche míster Mell permanecía en su pupitretrabajandosindescansoconplumas,tinta,papelylibros,haciendolascuentas,segúnsupedespués,delúltimosemestre.Cuando,yaporlanoche,dejabasutrabajo,armabalaflautaylatocabacontantaenergía,queyoteníamiedodequedeunsoplidofueraaentrarporelgranagujerodelinstrumentoydespuéssalieraporalgúnagujerillodelasteclas.

Todavíame parece ver a mi pequeña personilla en la habitación apenasiluminada, sentado, con la cabeza entre lasmanosy escuchando la dolorosamelodíademísterMellyestudiando.Meveotambiénconloslibroscerradosamiladoyoyendoatravésdeaquellamúsicalosruidoshabitualesdemicasa,oel soplardelvientoen la llanuradeYarmouth,ysintiéndomemuy tristeymuy solo. Me veo metiéndome en la cama, entre todos aquellos lechossolitarios,ysentándomeenellaallorardedeseoporunapalabracariñosadePeggotty.Yluego,alamañana,meveobajandolaescaleraymirandoatravésdeuntragaluz,quelailumina,lacampanadelaescuela,suspendidaenloalto,conlaveletaencima,ypiensoencuándosonarállamandoaJ.Steerforthyatodos los demás al trabajo. Y, sin embargo, éste no es mas que un temorsecundario,pues loquemehorrorizaeselmomentoenqueelhombrede lapiernadepaloabralapuertaparadejarpasaralterriblemísterCreakle.

Yaunquecreoquenosoyunchicomalo…comosigollevandoelcartelenla espalda… Míster Mell nunca me hablaba mucho, pero no era maloconmigo. Creo que nos hacíamos mutuamente compañía, aunque no noshabláramos. He olvidado mencionar que él, algunas veces, hablaba solo;entoncesrechinabalosdientes,apretabalospuñosysetirabadelospelosdeunamanera extraña; pero debía de ser costumbre, y aunque al principiomeasustabamucho,prontomehabituéaello.

Capítulo6

Ensanchomicírculodeamistades

Llevabaunmes,pocomásomenos,haciendoestavida,cuandoelhombredelapiernadepaloapareció,limpiándolotodoconunaescobayuncubo,loque deduje eran preparativos para el recibimiento de míster Creakle y susalumnos. No me había equivocado; y por fin llegó la escoba a la sala deestudio, arrojándonos a místerMell y a mí, que tuvimos que vivir duranteaquellos días donde pudimos y como pudimos, encontrándonos por todaspartes con las criadas (que yo antes apenas había visto) constantementeocupadas en hacernos tragar polvo en tal cantidad que yo no dejaba deestornudar,comosiSalemHousefueraunaenormetabaquera.

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UndíamísterMellmeanuncioquemísterCreaklellegabaaquellanoche.Yporlatarde,despuésdelté,leoídecirqueyahabíallegado.Unratoantesdelahoradeacostarme,elhombredelapiernadepalosepresentóabuscarmeparaconducirmeantemísterCreakle.

Lapartedelacasadedicadaaviviendadelseñordirectoreramuchomejoryconfortablequelanuestra,yteníauntrozodejardínqueeracomounedénalladodenuestrohorriblepatioderecreo,puesnuestropatioseparecíadetalmodoaundesiertoenminiatura,queyopensabasiemprequesólouncamelloo un dromedario se sentirían allí como en su casa. Me pareció de unatrevimiento inaudito el darme cuenta de que hasta el pasillo tenía aspectoconfortable, mientras me dirigía, temblando, a su presencia. Estaba tanturbado,quealentrarapenasviamistressCreakleniasuhija,queestabanenlahabitación.Sólovialdirector.MísterCreakleeraunhombremuygrueso,que llevabaunmontóndedilesen lacadenadel reloj.Estabasentadoenunsillón,conunvasoyunabotellaallado.

—Así—dijomísterCreakle—, ¿éste es el caballerito a quien tendremosquelimarlosdientes?¿Aver?Déustedlavuelta.

Elhombredelapiernadepalomehizogirarparaquepudierancontemplarmi letrero, y después de tenerme el tiempo suficiente para que lo leyeran,volvióaponermefrenteamísterCreakle,yélsecolocóasulado.ElrostrodemísterCreakleeraverdaderamenteferoz:losojos,muypequeñosyhundidosen la cabeza; las venas de la frente,muy hinchadas; la nariz, pequeña, y labarbilla,grande.

Estaba calvo; sólo tenía unos cuantos pelitos grises, que peinaba haciaarriba,uniéndolosenloalto.Peroloquemásmeimpresionóentoncesfuequeno tenía voz; hablaba como en un cuchicheo, y no sé si el trabajo que lecostabahablarolaconcienciadesudebilidadlehacíatenermásexpresióndemalocuandohablaba,yquizá tambiéneso fuesecausadeque susabultadasvenassehincharantodavíamás.

Ahora nome extraña que al verlo de primeras fuera esta peculiaridad laquemásmechocase.

—Y bien —dijo míster Creakle—, ¿tiene usted algo que decirme delchico?

—Todavíanohahechonada—dijoelhombredelapiernadepalo—,nohatenidoocasión.

MediolaimpresióndequeamísterCreaklelehabíadefraudado,yque,encambio, no había defraudado a miss y a mistress Creakle (a quienes porprimeravezlanzabaunaojeada).

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—Acérqueseustedmás—medijomísterCreakle.

—Acérqueseustedmás—dijoelhombrede lapiernadepalo, repitiendosugesto.

—Tengoelhonordeconocerbastantea supadrastro—cuchicheómísterCreakleagarrándomedeunaoreja—:esunhombremuydigno,unhombredecarácter.Losdosnosconocemosmucho…Pero túnomeconoces,¿verdad?—repitiómísterCreakle,pellizcándomelaorejaconferozcomplacencia.

—Todavíano,señor—dijeconverdaderopánico.

—¿Todavíano?,¿eh?Peroprontoserá.

—Peroprontoserá—repitióelhombredelapiernadepalo.

Despuéshesabidoque,por logeneral,actuaba,consuvozdetrueno,deintérpretedemísterCreakleparaconsusalumnos.

Estabamuyasustado,y ledijequeasí losuponía.Entre tanto,sentíaquemeardíalaoreja,puesmelapellizcabacadavezconmásfuerza.

—Tevoy a decir quién soy—cuchicheómísterCreakle, soltándomeporfin,aunquenosinantesretorcermeelpellizco,haciendoquesemesaltaranlaslágrimas—.Soyuntártaro.

—Untártaro—dijoelhombredelapiernadepalo.

—Ysidigoqueharéunacosa, lahago,y sidigoquehadehacerseunacosa,tambiénsehace.

—Sidigoquehadehacerseunacosa, sehace—repitió comounecoelintérprete.

—Soyuncarácterdecidido—continuómísterCreakle—;esosoy.Cumploconmideber;esoesloúnicoquehago.Ysimicarneymisangreserevelancontramí(ymiróamistressCreaklealdeciresto),yanosonmicarnenimisangreyreniegodeellos.

Ydirigiéndosealhombredelapiernadepaloañadió:

—Aquelindividuo,¿nohavueltoporaquí?

—No,señor—fuelacontestación.

—No—dijomísterCreakle—,yasabeélquemáslevaleasí.Meconoce,yhacebien.Digoqueesmejorquenovuelva—repitiómísterCreakle,dandounpuñetazoencimadelamesaymirandoasumujer—.Eseyameconoce.Yahoratútambiénvasaconocerme,amiguito;puedesmarcharte.¡Llévatelo!

Estabamuycontentodepodermemarchar,puesmistressCreakleysuhijase secaban los ojos, y yo estaba sufriendo por ellas y pormí. Sin embargo,

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como tenía en el pensamiento una petición que le quería hacer y que meinteresabamuchísimo,nopudepormenosde expresarla, aunque asombradodemipropiaaudacia.

—Señor,siustedquisiera…

MísterCreaklemurmuró:

—¡Cómo!¿Quéquieredeciresto?

Ymelanzóunmiradacomosiquisieraaniquilarmeconella.

—Señor, si ustedquisiera…—balbucí—, si ustedpudieraperdonarme…Estoytanarrepentidodeloquehice.Sipudieranquitarmeesteletreroantesdequelleguenmiscompañeros…

NosésimísterCreakle lohacíaporasustarme;perosaltóde lasillaconcólera.Yo,alverleasí,echéacorrer,sinesperarlaescoltadelhombredelapiernadepalo,ynoparéhastallegaraldormitorio.

Allí,aldarmecuentadequenomeseguían,medesnudéyacurruquéenlacama,dondeestuvetemblandoduranteunpardehoras.

AlamañanasiguientellegómísterSharp.MísterSharperaelprofesordemás categoría, superior a míster Mell. Míster Mell comía con los niños,mientrasquemísterSharpcomíaycenabaenlamesadelseñordirector.Eramenudo, y me pareció de aspecto delicado; tenía un nariz muy grande, yllevaba siempre la cabeza inclinadahacia un lado, como si fuera demasiadopesadaparaél.Teníaelpeloabundanteyrizado;pero,segúnmedijoelprimerniñoquevolvió,aquelloerapeluca(compradadesegundamano,segúndecía);tambiénmedijoquetodoslossábadosporlatardesalíaparaqueselarizaran.

Todos aquellos datos me los dio Tommy Traddles. Fue el primero envolver,ysemepresentódiciendoquesunombrelopodíaencontrargrabadoen el rincón derecho de la puerta, encima del cerrojo; entonces yo le dije:«¿Traddles?»,yélmecontestó:«Elmismo.»Despuésmeestuvopreguntandomuchascosasmásysobremifamilia.

FueunasuertemuygrandeparamíelqueTraddlesregresaraelprimero,puesledivirtiótantomiletrero,quemelibródelproblemadeenseñarloodeocultarlo, presentándome a todos los niños que llegaban, fueran grandes ochicos,enlasiguienteforma:«¡Eh!¡Venidaquíyveréisquécomedia!».

Felizmente también, la mayor parte de los niños volvían tristes y noestabanpropiciosadivertirseacostamía,comoyomeesperaba.

Claro que algunos gesticularon a mi alrededor como salvajes, y que lamayoríanopodíaresistiralatentacióndehacercomosimetomasenporunperro, y me acariciaban y mimaban como si tuvieran miedo, diciendo:

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«¡Abajo,chucho!»,ymellamabanTowser.

Esto,naturalmente,memolestabamuchoymecostaba lágrimas;peroenconjuntofueronmenoscruelesdeloquemeimaginaba.

Asíytodo,nomeconsideraronformalmenteadmitidoenlaescuelahastaquehubollegadoJamesSteerforth.Mecondujeronanteaquelmuchacho(queteníafamadesabermucho,yqueeramuyguapoy,porúltimo,porlomenosseisañosmayorqueyo)comoanteunjuez.Debajodeuncobertizodelpatioderecreoélinquiriólacausaylosdetallesdemicruelcastigo,ydespuéstuvola amabilidad de expresar su opinión diciendo que aquello era una famosainfamia»,loqueleagradecíyaparasiempre.

—¿Cuánto dinero tienes, pequeño Copperfield? —me dijo paseandoconmigodespuésdejuzgarelasuntoenaqueltono.

Ledijequesietechelines.

—Teconvendríamásqueloguardarayo—dijo—.Esositeparecebien.

Meapresuréaentregárselos,vaciandolabolsadePeggottyensumano.

—¿Ynotegustaríagastarennadaahora?—mepreguntó.

—No,gracias—repliqué.

—Siquieres,puedes—insistióSteerforth—;melodicesamí…

—No,gracias—repetí.

—Quizá te gustaría gastarte dos chelines en una botella de licor degrosella;podríamosbeberlapocoapocoeneldormitorio—insistióSteerforth—.Creoqueduermesenelmismoqueyo.

Amínuncasemehubieraocurridounacosasemejante;perodijequesí,quemegustabamucho.

—Muybien—contestóSteerforth—,yestoycasisegurodequetambiéntegustaríagastarotrochelínenbizcochosdealmendra,¿eh?

Tambiéndijequesí,quemegustabamucho.

—Yotrochelín,oasí,endulces,yotroenfrutas,¿quéteparece?¿Quieres,pequeñoCopperfield?

Sonreíporqueéltambiénsonreía;perounpococonfuso.

—Bien—dijoSteerforth—,haremosquedure lomásposible.Para ti, lomejoresqueestéenmipoder,puessalgocuandoquieroypuedopasarbienelcontrabando.Aldecirestoseguardóeldineroymedijoconmuchocariñoquenomepreocupase,queéltendríacuidadodequetodosalieraapedirdeboca.

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Ycumpliósupalabra:todosaliómuybien,sisepuededeciresodeaquelloqueenelfondodemialmameparecíamal.Sentíaquenohabíahechobuenusodelasmediascoronasdemimadre;sinembargo,conservéelpapelitoenque estaban envueltas (¡preciosa economía!). Cuando estuvimos en eldormitorio, Steerforth sacó el producto íntegro de los siete chelines y loextendióencimademicama,diciendo:

—Aquíestá,jovenCopperfield;¡esunbanqueteregio!

SólolaideadetenerquehacerloshonoresdelfestínamiedadyestandoallíSteerforthhacíatemblarmimano.Porlotanto,leroguéquemehicieraelfavordepresidirlamesa,ymipeticiónfuesecundadaporlosotrosmuchachosdelmismodormitorio.

Steerforth accedió, y sentándose encima de mi almohada, repartió losmanjares conperfecta equidad, debo reconocerlo.El licor degrosella lo fuedandounoaunoenunacoparotaqueerapropiedadsuya.Yoestabasentadoasuderecha;losdemás,agrupadosanuestroalrededor,unosenlascamasmáspróximasyotrosenelsuelo.

¡Cómo recuerdo aquella noche!Allí sentados, ¡cómo charlábamos en unsusurro!Mejordicho,charlaban:yoescuchabaensilencio.Lalunaentrabaenla habitación por la ventana, dibujando otra pálida ventana en el suelo, y lamayoría de nosotros estábamos en la oscuridad, excepto cuando Steerforthencendíaunfósforodesucajaparabuscaralgoenlamesa,yerauninstantedeluzazulsobretodosnosotros.Unmisteriososentimiento,consecuenciadelaoscuridad,delsecretodelfestínydelcuchicheardetodosamialrededor,seapodera nuevamente de mí al recordarlo, y escucho lo que dicen con unsentimientovagodesolemnidadytemor,sintiéndomedichosodesentirlosallado y asustándome, aunque finjo reír, cuando Traddles dice que ve a unfantasma.

Lesoílascosasmásdiversassobretodalaescuelaylosquelahabitaban.OídecirquemísterCreakleteníamucharazónalllamarseasímismotártaro;que era elmaestromás cruel y severo, y que todos los días golpeaba a losniñosadiestroysiniestro,lomismoqueaunrebaño,ysincompasión;quenosabíanada,fueradecastigar,siendomásignorante(lodecíaJ.Steerforth)queel chico más obtuso de la escuela; que hacía muchos años había sidocomerciante en vinos en Boroug; que había emprendido el negocio de laescuela después de hacer bancarrota en los vinos, y que si al fin habíaconseguidosaliradelanteeragraciasaldinerodemistressCreakle.Lesoítodoestoymuchascosasmásdeestecalibre,queyonocomprendíacómohabíansabido.

SupetambiénqueelhombredelapiernadepalosellamabaTungay;queerabrutoytozudo—,quehabíatrabajadoconCreakleenelnegociodevinos,

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yquesi luego lehabíaconservadoenesteotronegocioeraporquesehabíarotolapiernaasuservicio,lehabíaayudadoenmuchascosassuciasyestabaenterado de todos sus secretos. Supe también que, exceptuando a Creakle,Tungay consideraba a todos, profesores y discípulos, como sus naturalesenemigos, y que el único goce de su vida era hacer daño. Oí que místerCreakle había tenido un hijo, a quien Tungay no quería; que el muchachohabía ayudado a su padre en la escuela, pero que habiéndole hecho en unaocasiónobservaciones sobre ladisciplinadel colegio, tachándoladecruel,yhabiendoprotestado también, según se suponía, delmal trato que daba a sumadre,místerCreaklelehabíarepudiado,ydesdeentoncessumujerysuhijaestabansiempretristes.

Pero lo quemás estuporme produjo de todo fue saber que existía en laescuelaunmuchachosobreelquemísterCreaklenosehabíaatrevidoaponeraún lamano, y estemuchacho era Steerforth.Élmismo confirmó tal rumorcuandootroslodijeron,asegurandoquelegustaríaqueseatrevieraahacerlo.Yalpreguntarleunchicomuypacífico (noerayo)quéharíasialgúndía lellegara a pegar, Steerforth encendió una cerilla para dar mayor fuerza a surespuestaydijoquecomoprimeraprovidencialetiraríaalacabezaelfrascode tinta que estaba siempre encima de la chimenea.Durante unos segundospermanecimosenlaoscuridadsinatrevemosarespirarsiquiera.

Supequealosdosprofesores,místerSharpymísterMell, lesdabanunapagamiserable;yquecuandohabíacarnecalienteyfríaenlamesademísterCreaklehabíanacordadoquemísterSharp teníaquepreferir siempre la fría.Esto fue también corroborado por Steerforth, que era el único admitido aaquellamesa.MeenterédequelapelucademísterSharpnolesentababien,yquemáslevalieranopresumirtanto,porquesupelorojoasomabapordebajo.

Tambiénoídecirqueaunniño,hijodeuncarbonero,lehabíanadmitidoacambio de la cuenta del carbón, por lo que le apodaban míster Cambio,nombreelegidodellibrodearitméticayalusivoalarreglo.Oíquelacervezaera un robo a los padres, y el pudding, una imposición. Supe que todos losalumnosconsiderabanalahijadeCreaklecomoenamoradadeSteerforth.Ypensando,mientrasestábamosenlaoscuridad,ensudulcevoz,ensuhermosorostro,ensusmodaleselegantesyensuscabellosrizados,estabaconvencidodequeeraverdad.TambiénsupequemísterMellnoeramalapersona;peroqueno tenía dónde caersemuerto, y que su ancianamadre debía de ser tanpobrecomoJob.

Almomentorecordémidesayunoenelasilo,yloquemehabíaparecidooírdeciralaanciana:«MiCharles»;pero,graciasaDios,noselodijeanadieporque estuve más callado que en misa. La mayoría de los compañeros sehabíanmetidoenlacamanadamásterminardecomerybeber;perolacharlaaquelladuróbastantetiempo,ynosotroshabíamospermanecidocuchicheando

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yescuchandosindesnudarnosdeltodo.Porfintambiénnosacostamos.

—Muy buenas noches, pequeño Copperfield —dijo Steerforth—; yocuidarédeti.

—Esustedmuybueno—contestéagradecido—;seloagradezcomucho.

—¿Notienesunahermana?—dijoSteerforthbostezando.

—No—contesté.

—¡Qué lástima! —dijo Steerforth—. Habría sido una linda chiquilla,pequeñaytímida,conlosojosbrillantes.Mehabríagustadoconocerla.Hastamañana,Copperfield.

—Buenasnoches,Steerforth.

Seguípensandoenéldurantemuchorato,y recuerdoquemesentéen lacamaparamirarle.Estabadormidoalaluzdelaluna,consuhermosorostrohaciami lado y la cabeza cómodamente reclinada en el brazo. Era un granpersonajeamisojos,yestoera,comoesnatural, loquemásmeatraía.Lossombríosmisteriosdesuporvenirnoserevelabantodavíaensurostroalaluzde la luna. Ni una sombra iba unida a sus pasos mientras me paseaba ensueñosconélporeljardín.

Capítulo7

MiprimersemestreenSalemHouse

Las clases empezaron en serio al día siguiente. Recuerdo cómo meimpresionóelruidodelasvocesenlasaladeestudio,trocadadeprontoenunsilenciodemuertecuandomísterCreakleentró,despuésdeldesayuno,ydesdelapuertanosmiróatodoscomoelgigantedeloscuentosdehadascontemplaasuscautivos.

Tungayentróconél,yamímeparecióquenohabíamotivoparagritardeaquelmodo:

«¡Silencio!»,puesestábamostodospetrificados,mudoseinmóviles.

—SelevioamísterCreaklemoverloslabiosyseoyóaTungay.

—Muchachos:empezamoselcurso;cuidadoconloquesehace,ytomadconafánvuestrosestudios,osloaconsejo,porqueyotambiénvengodecididoa tomar con afán los castigos. Y no tendré piedad. Y os prometo que pormucho que os restreguéis después no lograréis quitaros las huellas de misgolpes.Ahora¡altrabajotodos!

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CuandoterminóesteterribleexordioyTungaysemarchó,místerCreakleseacercóamipupitreymedijoquesiyoeracélebrepormorder,tambiénéleraunaespecialidadenaquelarte.Yenseñándomesubastón,mepreguntóquéme parecía aquel diente. ¿Era bastante duro? ¿Era fuerte? ¿Tenía las puntasafiladas?¿Mordíabien?¿Mordía?Yacadapreguntamedabatalpalo,quemehacíaretorcerme.AquellafuemiconfirmaciónenSalemHouse,segúndecíaSteerforth;habíasidoconfirmadopronto;igualdeprontoestuvedeshechoenlágrimas.

Ynovayaacreersequeaquellasdemostracionesdeatenciónlasrecibíayosolo.Alcontrario,casitodoslosniños(sobretodolosqueeranpequeños)seveían favorecidos con igual suerte cada vez que míster Creakle recorría laclase.Lamitaddelcolegioyaestabaretorciéndoseantesdequeempezasenlastareasdeldía,y¡cuántosseretorcíanygritabanantesdequeeltrabajodeldíaterminase!Realmente lo recuerdo asustado; pero si contaramás detalles, noquerríancreerme.

PiensoquenohevistoenmividaunhombreaquiengustasemássuoficioquemísterCreakle.Seveíaquegozabapegándonos, como si satisficieraunapetito imperioso. Estoy convencido de que no podía resistir el deseo deazotarnos; sobre todo los que éramos gorditos ejercíamos una especie defascinaciónsobreél,queno ledejabadescansarhastaquenosmarcabaparatodoeldía.Yoeragorditoentonces,yloheexperimentado.Estoysegurodequeahora,cuandopiensoenaquelhombre,lasangrehierveenmisvenasconlamismadesinteresadaindignaciónquesentiríasihubieravistosuscosassinhaberlas sufrido, y me indigna porque estoy convencido de que era unmalvado sin ningún derecho a cuidar del tesoro que se le confiaba, menosderecho que a ese gran mariscal o general en jefe… Es más, quizá encualquieradeesosotrosdoscasoshabríahechoinfinitamentemenosdaño.

Miserables, pequeñas víctimas de un ídolo sin piedad, ¡qué abyectoséramos!¡Quécomienzoenlavida(piensoahora)elaprenderaarrastrarsedeaquel modo ante un hombre así! Todavía me parece estar sentado en mipupitreyespiandosusojos,observándoloshumildemente,mientrasélrayaelcuaderno de otra de sus víctimas a quien acaba de cruzar lasmanos con lareglayquetratadealiviarsusheridasenvolviéndoselasenelpañuelo.Tengomuchoquehacer,ysiobservosusojosnoesporholgazanería:esunaespeciede atracciónmorbosa, un deseo imperioso de saber qué va a hacer, y simetocaráel turnodesufriro le tocaráaotro.Delantedemíhayunafiladelosmáspequeños,que tambiénestápendientedesusojosconelmismointerés.Yocreoqueéllosabe;perofingenoverlo,ygesticuladeunmodoterroríficomientras raya el cuaderno; después nos mira de soslayo, y todos nosinclinamostemblorosossobreloslibros;peroalmomentovolvemosafijarlosojosenél.Undesgraciado,culpabledehaberhechomalunejercicio,seacerca

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a su llamada, balbuciendo excusas y propósitos de hacerlo bien mañana.Míster Creakle hace un chiste cuando le va a pegar. Todos se lo reímos,¡miserablesperrillos!,seloreímos,conlosrostrosmásblancosquelamuerteyelcorazónencogidodemiedo.

Todavíameveosentadoenelpupitreenunacalurosatardedeverano.Unrumor sordo me rodea, como si los chicos fueran moscones. Tengo unadesagradable sensaciónde lo quehemos comido (comimoshace unahora odos)ymesiento lacabezapesada,comosi fueradeplomo.Daríaelmundoenteroporpodermedormir.TengolosojosfijosenmísterCreakleyabiertoscomolosdeunalechuza.Cuandoelsueñomevencedemasiado,sigoviéndoleatravésdeunabruma,siemprerayandoloscuadernos…hastaquesuavementellegadetrásdemíymehacetenerunapercepciónmásclaradesuexistenciadándomeunbastonazoenlaespalda.

Estamos en el patio de recreo, y yo sigo con los ojos fascinados por él,aunque no puedo verle.Allí está la ventana de la habitación donde debe deestar comiendo. Sé que está allí y miro a la ventana. Si pasa por ella susombra,alinstantemicaraadoptaunaexpresiónsumisayresignada.¡Ysinosmiraa travésdelcristal,hasta losmás traviesos(exceptuandoSteerforth),seinterrumpenenmediodesusgritosparatomarunaactitudcontemplativa!Undía,Traddles (elchicomásdesgraciadodelcolegio) rompióaccidentalmenteel cristal con su pelota. Aún hoy me estremezco al recordar la tremendaimpresióndelmomento,cuandopensábamosquelapelotahabríarebotadoenlasagradacabezademísterCreakle.

¡PobreTraddles!Consutrajeazulceleste,queleestabapequeñoyhacíaquesusbrazosypiernasparecieransalchichasalemanas,eraelmásalegreyelmásdesgraciadodelcolegio.Niundíadejabandepegarle,creoqueniunsolodía,exceptuandounlunes,quefuefiesta,ynadamásledioconlareglaenlasmanos.Siempreestabadiciendoqueibaaescribirasutíoquejándosedeello;peronuncalohacía.

Cuandolehabíanpegadoteníalacostumbredeinclinarlacabezaencimadelpupitreduranteunosminutos;despuésseenderezabaalegreyempezabaareírse, cubriendo la pizarra de esqueletos antes de que sus ojos estuvieransecos. Al principio me extrañaba bastante el consuelo que encontrabadibujandoesqueletos,ydurantecierto tiempoleconsiderécomounaespeciedeascetaquetratabaderecordarpormediodeaquelsímbolodemortalidadlolimitado de todas las cosas, consolándole el pensar que tampoco los palospodíandurarsiempre.Despuéssupequesilohacíaasíeraporsermásfácil,puesnoteníaqueponerloscara.

Traddleseraunchicomuybuenoydegrancorazón.Considerabacomoundeber sagrado para todos los niños el sostenerse unos a otros, y sufrió en

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muchas ocasiones por este motivo. Una vez Steerforth se echó a reír en laiglesia,yelbedel,creyendoquehabíasidoTraddles, loarrojóa lacalle.Leveo todavía saliendo custodiado bajo las indignadas miradas de los fieles.Nunca dijo quién había sido el verdadero culpable, aunque le castigaronduramentey lo tuvieronpreso tantashoras,queal salirdel encierro traíauncementerio completo de esqueletos dibujados en su diccionario de latín. Enverdadseadichoquetuvosucompensación.Steerforthdijodeélqueeraunchicovaliente,yanuestrosojosaquelelogiovalíamásquenada.Pormiparte,habríasidocapazdesoportarlotodo(aunquenoeratanbravocomoTraddlesyademásmáspequeño)porunarecompensasemejante.

UnadelasmayoresfelicidadesdemividaeraveraSteerforthdirigirsealaiglesiadelantedenosotrosdandoelbrazoamissCreakle.

MissCreaklenomeparecía tanbonitacomoEmilyniestabaenamoradode ella, no me hubiera atrevido; pero la encontraba extraordinariamenteatractiva,yencuantoagentileza,meparecíaquenadiepodíacomparársela.CuandoSteerforth,consuspantalonesblancos,llevabasusombrilla,mesentíaorgullosodeseramigosuyoypensabaquemissCreaklenopodíapormenosqueadorarle.MísterSharpymísterMellerandospersonajesmuyimportantesamisojos;peroSteerforthloseclipsabacomoelsoleclipsaalasestrellas.

Steerforth continuaba protegiéndome y su amistad me ayudaba mucho,puesnadieseatrevíaameterseconlosqueélprotegía.Nopodía,nilointentósiquiera, defenderme demíster Creakle, que eramuy severo conmigo; perocuandome había tratado con dureza, Steerforthme decía que yo necesitabaalgo de su valor; que él no hubiera consentido nunca que le trataranmal, yaquellomeanimabaymehacíaquererle.Unaventajasaqué,laúnicaqueyosepa,delaseveridadconquemetratabamísterCreakle,puespareciéndolequemi letrero le estorbaba al pasar entre los bancos, cuando tenía ganas depegarme,melomandóquitar,ynolovolvíaver.

UnacircunstanciafortuitaaumentómásaúnlaintimidadentreSteerforthyyo, de una manera que me causó mucho orgullo y satisfacción, aunque nodejabadetenersusinconvenientes.EnunaocasiónenquemehacíaelhonordecharlarconmigoenelpatioderecreomeatrevíahacerleobservarquealgooalguienseparecíaaalgooaalguiendePeregrinePickle.Élnomedijonadaentonces;perocuandonosfuimosalacamamepreguntósiteníaaquellibro.

Lecontestéqueno,yleexpliquécómolohabíaleído,igualquelosdemásdequeyahehablado.

—¿Ylosrecuerdasbien?—mepreguntóSteerforth.

—¡Oh,sí,perfectamente!—repliqué—.Tengobuenamemoria,ycreoquelosrecuerdomuybientodos.

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—Entonces¿quieresquehagamosunacosa,pequeñoCopperfield?Melosvas a contar. Yo no puedo dormirme tan temprano, y por lo general medespiertocasidemadrugada.MeiráscontandounodespuésdeotroyserálomismoqueLasmilyunanoches.

La proposición me halagó de un modo extraordinario, y aquella mismanochelapusimosenpráctica.

¿Quémutilacionescometeríayoconmisautores favoritosenelcursodemi interpretación?Noestoyencondicionesdedecirlo,yademásprefieronosaberlo;peroteníafeprofundaenellos,y,además,lomejorquecreoqueteníaeraelmodosencilloygravedecontarlos.Conesascualidadessevalejos.

Elreversodelamedallaeraquemuchasnochesteníaunsueñohorribleoestaba triste y sin ganas de reanudar la historia. En esas ocasiones era untrabajo duro; pero hubiera sido incapaz de defraudar a Steerforth. Tambiénhabíadíasenqueporlamañanamesentíacansadoymehabríagustadounahora más de sueño, y en aquellos momentos no era muy agradable el serdespabiladoigualquelasultanaSheerezadeyforzadoacontardurantelargoratoantesdequesonaralacampana.PeroSteerforthestabadecidido,ycomoél me explicaba mis problemas y todo aquello de mis deberes que yo noentendía,noperdíaenelcambio.Sinembargo,debohacermejusticia:niporun momento me movió el interés ni el egoísmo, ni tampoco el temor.AdmirabaaSteerforthyleamaba,ysuaprobaciónlocompensabatodo.Yelsentimiento aquel era tan precioso a mis ojos, que aún ahora, al pensar enaquellaschiquilladas,medueleelcorazón.

Steerfortheratambiénmuyconsideradoconmigoymedemostrabamuchointerés; sobre todo en una ocasión lo demostró de un modo inflexible.SospechoqueenaquellaocasióndebiódeserunpocodesupliciodeTántalopara el pobre Traddles y todos los demás. La prometida carta de Peggotty(¡qué carta tan alegre y animadora era!) llegó en las primeras semanas delsemestre,yconellaunbizcochoperfectamenterodeadodenaranjasycondosbotellasdevellorita.Estetesoro,comoesnatural,meapresuréaponerloalospiesdeSteerforth,rogándolequelodistribuyese.

—Bueno; pero has de saber, pequeño Copperfield, que el vino loguardaremospararemojarteelgaznatecuandocuenteshistorias.

Enrojecíanteaquelinterés,y,enmimodestia,lesupliquéquenopensarasemejante cosa. Pero él insistió, diciendo que había observado que algunasvecesmeponía ronco,yque,por lo tanto, aquelvino seemplearíadesde laprimerahastalaúltimagotaenloquehabíadicho.Enconsecuencia,loguardóensucajayechóunpocoenunfrasco,ymeloadministrabagotaagotapormedio de un palito cuando le parecía que lo necesitaba. A veces lo hacíaexprimiendoenelvinojugodenaranjayechándoleginebra.

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No estoy muy seguro de que el sabor mejorase con aquello ni de queresultaraunlicormuyestomacalparatomaralasaltashorasdelanocheydemadrugada;peroyolobebíaconagradecimientoyeramuysensibleaaquellasatenciones.

Me parece que tardé varios meses en contarle la historia de PeregrinePickle,ymástiempotodavíaenlasotrasnovelas.Lainstituciónnuncaflaqueópor falta de una historia, y el vino duró casi tanto como los relatos. ¡PobreTraddles! No puedo pensar en él sin una extraña predisposición a reír y allorar.Porlasnochescoreabalashistoriasyafectabaconvulsionesderisaenlospasajescómicosyunmiedomortalenlosmáspeligrosos.Avecescasimecortabaelhilo.Recuerdoqueunodesusgrandesgestoserahacercomoqueno podía por menos de castañetear los dientes cuando mencionaba a losalguaciles en las aventuras deGil Blas; y recuerdo que cuandoGil Blas seencuentra enMadrid conel capitánde los ladrones, eldesgraciadoTraddleslanzótalesalaridosdeterror,quelooyómísterCreakleylediounasoberanapaliza.

Yoteníayaespontáneamenteunaimaginaciónrománticaysoñadora,yseme acentuaba cada díamás con aquellas historias contadas en la oscuridad,porloquedudodequeaquellaprácticamehayaresultadobeneficiosa;peroelverme mimado por todos, como un juguete, en el dormitorio, y el darmecuentadelaimportanciayelatractivoqueteníaentrelosotrosniños(apesardeseryoelmáspequeño)meestimulabamucho.Enunaescuelaregidaconlacrueldadde aquella, por grandeque sea elmérito del que la presidenohaycuidadodequeseaprendamucho.Nosotros,engeneral,éramosloscolegialesmás ignorantes que pueden existir; estábamos demasiado atormentados ypreocupadosparapoderestudiar,puesnadaseconsiguehacerenunavidadeperpetua intranquilidad y tristeza. Sin embargo, a mí, mi pequeña vanidad,estimulada por Steerforth, me hacía trabajar, y aunque no me salvaba decastigos,evitó,mientrasestuveallí,quemehundieraenlaperezageneralymehizoasimilardeaquíydealláalgunasbriznasdeconocimientos.

EnestomeayudabamuchomísterMell.Meteníacariño,lorecuerdoconagradecimiento. Observaba con pena cómo Steerforth le trataba con undespreciosistemático,ynoperdíaningunaocasióndeherirlenide induciralosdemásahacerlo.Estomepreocupódurantemuchotiempo,porqueyoyalehabíacontado(nohubierapodidodejarlesinparticipardeunsecreto,comodeningunaotraposesiónmaterial)lodelasdosancianasdelhospicioquemísterMellhabíavisitado,ytemíaqueSteerforthseaprovecharadeelloparahacerlesufrir.

¡Qué poco podíamos imaginar míster Mell y yo, cuando estuvedesayunandoydurmiendo,escuchandosuflauta,lasconsecuenciasquetraeríalavisitaalhospiciodemiinsignificantepersonilla!Tuvolasmásinesperadas

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ygravesconsecuencias.

SucedióqueundíamísterCreakleno salióde sushabitacionesporestarindispuesto; esto, naturalmente, nos puso tan contentos, que armamos lamayor algarabía. La enorme satisfacción que experimentábamos nos hacíamuydifícilesdemanejar,yaunqueTungayapareciódoso tresvecesconsupiernadepaloy tomónota con suvoz estentóreade losmás revoltosos, nocausólamenorimpresiónenlosniños.Estabantansegurosdequehicieranloque hicieran al día siguiente los castigaban, que preferían divertirse yaprovechareldía.

Era sábado y, por consiguiente, medio día de fiesta; pero el tiempo noestabaparairdepaseo,yparaqueelruidoenelpationomolestaraamísterCreakle,senosordenócontinuarenclaseporlatardehaciendounosdeberesmás ligeros, que había preparados para estas ocasiones. Era el día de lasemanaenquemísterSharpsalíasiemprearizarsupeluca.Porlotanto,fuemísterMell,aquiensiempre tocaban lascosasmásdifíciles,quien tuvoquequedarseapelearcontodosaqueldía.

Sipudieraasociarselaimagendeuntoro,deunosoodealgosemejantealademísterMell,yolacompararíaconalgunodeaquellosanimalesacosadospor un millar de perros, aquella tarde, cuando el ruido era más fuerte. Lorecuerdo apoyando la cabeza en sus delgadasmanos, sentado en su pupitre,inclinadosobreunlibroyesforzándoseenproseguirsucansadalaboratravésdeaquelruidoquehabríavueltolocohastaalpresidentedelaCámaradelosComunes.Habíachicosquesehabían levantadodesussitiosy jugabana lagallinaciegaenunrincón;loshabíaquesereían,quecantaban,quehablaban,que bailaban, que rugían; los había que patinaban; otros saltaban formandocorroalrededordelmaestroygesticulaban,lehacíanburlapordetrásyhastadelante de sus ojos, parodiando su pobreza, sus botas, su traje, hasta a sumadre;seburlabandetodo,hastadeloquemáshubierandebidorespetar.

—¡Silencio!—gritódeprontomísterMell,levantándoseydandoungolpeenelpupitreconellibro

—¿Qué significa esto? No es posible tolerarlo. ¡Es para volverse loco!¿Porquéseportanasíconmigo,señores?

Ellibroconquehabíadadoenelpupitreeraelmío,ycomoyoestabadepie a su lado, siguiendo su mirada vi a los chicos pararse sorprendidos depronto,quizáalgoasustadosytambiénunpocoarrepentidos.

El pupitre de Steerforth era el mejor de la clase y estaba al final de lahabitación, en el lado opuesto al del maestro. En aquel momento estabaSteerforthrecostadoenlapared,conlasmanosenlosbolsillos,ycadavezquemísterMelllemirabaadelantabaloslabioscomoparasilbar.

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—¡Silencio,místerSteerforth!—dijomísterMell.

—¡Cállese usted primero!—replicó Steerforth, poniéndose muy rojo—.¿Conquiéncreeustedqueestáhablando?

—¡Siénteseusted!—replicómísterMell.

—¡Siénteseustedsiquiere!—dijoSteerforth—,ymétasedondelellamen.

Hubo cuchicheos y hasta algunos aplausos; pero místerMell estaba tanpálido,queelsilencioserestablecióinmediatamente,yunchicoquesehabíapuestodetrás de él a imitar a sumadre cambiódeparecer e hizo comoquehabíaidoapreguntarlealgo.

—Si piensa usted, Steerforth —continuó míster Mell que no sé lainfluenciaque tiene aquí sobre algunos espíritus (sindarse cuenta, supongo,pusolamanosobremicabeza)oquenoleheobservadohacepocosminutosprovocando a los pequeños para que me insultasen de todas las manerasimaginables,seequivoca.

—Nometomolamolestiadepensarenusted—dijoSteerforthfríamente—;porlotanto,nopuedoequivocarme.

—Ycuandoabusausteddesusituacióndefavoritoaquíparainsultarauncaballero…

—¿Aquién?¿Dóndeestá?—dijoSteerforth.

Enestoalguiengritó:

—¡Quévergüenza,Steerforth;esoestámuymal!

EraTraddles,aquienmísterMellordenóinmediatamentesilencio.

—Cuandoinsultaustedasíaalguienqueesdesgraciadoyquenuncalehahechoelmenordaño;aquien tendríaustedmuchasrazonespara respetaryaquetieneustededadsuficiente, tantocomointeligencia,paracomprender—dijo míster Mell con los labios cada vez más temblorosos—; cuando haceustedeso,místerSteerforth, cometeustedunacobardíayunabajeza.Puedeustedsentarseocontinuardepie,comoguste.Copperfield,continúe.

—PequeñoCopperfield—dijoSteerforth,avanzandohaciaelcentrodelahabitación—, espérate unmomento. Tengo que decirle,místerMell, de unavezparasiempre,quecuandosetomaustedlalibertaddellamarmecobardeomiserableoalgosemejante,esustedunmendigodesvergonzado.Ustedsabeque siempre es un mendigo; pero cuando hace eso es un mendigodesvergonzado.

NosésiSteerforthibaapegaramísterMell,osimísterMellibaapegaraSteerforth, ni cuáles eran sus respectivas intenciones; pero de pronto vi que

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unarigidezmortalcaíasobrelaclaseentera,comosisehubieranvueltotodosdepiedra,yencontréamísterCreakleenmediodenosotros,conTungayasulado.Miss ymistressCreakle se asomaban a la puerta con caras asustadas.MísterMell, con los codos encima del pupitre y el rostro entre las manos,continuabaensilencio.

—Míster Mell —dijo míster Creakle, sacudiéndole un brazo, y sucuchicheo era ahora tan claro que Tungay no juzgó necesario repetir suspalabras—.¿Esperoquenosehabráustedolvidado?

—No,señor,no—contestómísterMelllevantandosurostro,sacudiendolacabezayrestregándoselasmanosconmuchaagitación—;no,señor,no;meheacordado…,no,místerCreakle;nomeheolvidado…Yo…herecordado….yo… desearía que ustedme recordase amí un pocomás,míster Creakle…Seríamásgeneroso,másjusto,ymeevitaríaciertasalusiones.

MísterCreakle,mirando duramente amísterMell, apoyó sumano en elhombrodeTungay,subióalestradoysesentóensumesa.DespuésdemirarmuchotiempoamísterMelldesdesutrono,mientrasélseguíasacudiendolacabeza y restregándose las manos, en el mismo estado de agitación, místerCreaklesevolvióhaciaSteerforthydijo:

—Steerforth,puestoquemísterMellnosedignaexplicarse,¿quiereusteddecirmequésucede?

Steerfortheludióduranteunosminutoslapregunta,mirandocondesprecioycóleraasucontrario.

RecuerdoqueenaquelintervalonopudepormenosdepensarenlonobleylohermosodelaspectodeSteerforthcomparadoconmísterMell.

—¡Bien!Veamosquéhaqueridodeciralhablardefavoritos—dijoporfinSteerforth.

—¿Favoritos?—repitiómísterCreakleconlasvenasdelafrenteapuntodeestallar—.¿Quiénsehaatrevidoahablardefavoritos?

—Él—dijoSteerforth.

—¿Y qué entiende usted por eso, caballero? Haga el favor —preguntomísterCreaklevolviéndosefuriosohaciaelprofesor.

—Merefería,místerCreakle—respondióenvozmuybaja—,queríadecirqueningunodelosalumnosteníaderechoaabusardesusituacióndefavoritodegradándome.

—¿Degradándole? —repitió míster Creakle—. ¡Dios mío! Pero bueno,míster no sé cuántos (y aquímíster Creakle cruzó los brazos, con bastón ytodo, sobre el pecho, y frunció tanto las cejas, que sus ojillos eran casi

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invisibles), ¿quiere usted decirme si al hablar de favoritosme demuestra elrespeto quemedebe?Quemedebe—repitiómísterCreakle adelantando lacabeza y retirándola enseguida—, a mí, que soy el director de esteestablecimiento,delqueustednoesmásqueunempleado.

—Enefecto,hicemalendecirlo;estoydispuestoareconocerlo—contestómísterMell—;ynolohabríahechosinomehubieranempujadoaello.

AquíSteerforthintervino.

—Mehallamadocobardeymiserable,yentoncesyolehedichoqueéleraunmendigo.Sinohubieraestadoencolerizadonolehabríallamadomendigo;perolohehecho,yestoydispuestoasoportarlasconsecuenciasdeello.

QuizásindarmecuentadesiaquellopodríateneronoconsecuenciasparaSteerforth,mesentíorgullosodeaquellasnoblespalabras,yentodoslosniñosprodujo lamisma impresión, pues hubounmurmullo; pero nadie pronuncióunapalabra.

—Mesorprende,Steerforth,aunquesuingenuidadlehacehonor,¡lehacehonor, es evidente! Repito que me sorprende, Steerforth, que usted hayapodidocalificarasíaunprofesorempleadoypagadoenSalemHouse.

Steerforthsoltóunacarcajada.

—Esonoescontestaramiobservación,caballero—dijomísterCreakle—;esperomásdeusted,Steerforth.

Si míster Mell me había parecido vulgar al lado de Steerforth, seríaimposibledecirloquemeparecíamísterCreakle.

—Queloniegue—dijoSteerforth.

—¿Quenieguequeesunmendigo,Steerforth?—exclamómísterCreakle—.¿Acasovapidiendoporlascalles?

—Siélnoesunmendigo,loessuparientemáscercana—dijoSteerforth—.Porlotanto,eslomismo.

Melanzóunamirada,ylamanodemísterMellmeacariciócariñosamenteel hombro. Lemiré con rubor enmi rostro y remordimiento en el corazón;pero los ojos de míster Mell estaban fijos en Steerforth. Continuabaacariciándomecondulzuraenelhombro;perolemirabaaél.

—Puestoqueesperausteddemí,místerCreakle,quemejustifique—dijoSteerforth—yquedigaaloquemerefiero,loquetengoquedeciresquesumadrevivedecaridadenunasilo.

MísterMell seguíamirándole y seguía acariciándome con dulzura en elhombro.Meparecióquesedecíaasímismoenunmurmullo:«Sí;esloque

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metemía».

Míster Creakle se volvió hacia el profesor con cara severa y unaamabilidadforzada:

—Ahora,místerMell,yahaoídoustedloquediceestecaballero.¿Quieretenerlabondad,hagaelfavor,derectificarantelaescuelaentera?

—Tiene razón, señor; no hay que rectificar —contestó míster Mell enmediodeunprofundosilencio—;loquehadichoesverdad.

—Entonces tenga la bondad de declarar públicamente, se lo ruego —contestó míster Creakle, poniendo la cabeza de lado y paseando la miradasobre todos nosotros—, si he sabido yo nunca semejante cosa antes de estemomento.

—Directamente,creoqueno—contestómísterMell.

—¡Cómo!¿Nolosabeusted?¿Quéquieredecireso?

—Supongoquenuncasehafiguradoustedquemiposicióneranisiquieraun poquito desahogada—dijo el profesor—, puesto que sabe usted cuál hasidosiempremisituaciónaquí.

—Al oírle hablar de ese modo, temo—contestó míster Creakle con lasvenasmáshinchadasquenunca—quehaestadoustedaquíenunasituaciónfalsa y ha tomado esto por una escuela de caridad o algo semejante.MísterMell,debemossepararnoscuantoantes.

—No habrá mejor momento que ahora mismo —dijo míster Melllevantándose.

—¡Caballero!—exclamómísterCreakle.

—Me despido de usted,místerCreakle, y de todos ustedes—pronunciómíster Mell mirándonos a todos y acariciándome de nuevo el hombro—.JamesSteerforth,lomejorquepuedodesearleesquealgúndíaseavergüencedeloquehahechohoy.Porelmomento,prefieroquenoseamiamigonidenadieporquienyomeinterese.

Una vez más apoyó su mano en mi hombro con dulzura y, después,cogiendolaflautayalgunoslibrosdesupupitreydejandolallaveenélparasusucesor,saliódelaescuela.MísterCreaklehizoentoncesunaalocuciónpormedio deTungay, en que daba las gracias a Steerforth por haber defendido(aunque quizá con demasiado calor) la independencia y respetabilidad deSalemHouse;despuésleestrecholamano,mientrasnosotroslanzábamostresvivas.Yonosupeporqué;perosuponiendoqueeranparaSteerforth,meuníaellos con entusiasmo, aunque en el fondo me sentía triste. Al salir, místerCreakle le pegó un bastonazo aTommyTraddles porque estaba llorando en

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lugar de adherirse a nuestros vivas, y después se volvió a su diván o a sucama;enfin,adondefuera.

Cuando nos quedamos solos estábamos todos muy desconcertados y nosabíamosquédecir.Pormiparte,sentíamuchoymereprochaba,arrepentido,lapartequehabíatenidoenlosucedido;peronohubierasidocapazdedejarver mis lágrimas, por temor a que Steerforth, que me estaba mirando, sepudiera enfadar o le pareciese poco respetuoso, teniendo en cuenta nuestrasrespectivas edades y el sentimiento de admiración con que yo le miraba.SteerforthestabamuyenfadadoconTraddles,ydecíaquehabíanhechomuybienenpegarle.

ElpobreTraddles,pasadoyasuprimermomentodedesesperación,conlacabeza encima del pupitre, se consolaba, como de costumbre, pintando unregimiento de esqueletos, y dijo que le tenía sin cuidado lo que a él lepareciera,yquesehabíanportadomuymalconmísterMell.

—¿Yquiénsehaportadomalconél,señorita?—dijoSteerforth.

—Tú—dijoTraddles.

—¿Puesquélehehecho?—insistióSteerforth.

—¿Cómo que qué le has hecho?—replicó Traddles—. Herir todos sussentimientosyhacerleperderlacolocaciónquetenía.

—¡Sus sentimientos! —repitió Steerforth desdeñosamente—. Sussentimientos se repondrán pronto. ¿O es que crees que son como los tuyos,señoritaTraddles?Encuantoasucolocación,¡eratanestupenda!¿Pensáisquenovoyaescribiramimadrediciéndolequelemandedinero?

TodosadmiramoslasnoblesintencionesdeSteerforth,cuyamadreeraunaviuda rica y dispuesta según decía él, a hacer todo lo que su hijo quisiera.EstábamosencantadosdevercómohabíapuestoaTraddlesensupuesto,yleexaltamos hasta las estrellas, especialmente cuando nos dijo que se habíadecididoahacerloylohabíahechoexclusivamentepornosotrosypornuestracausa,yquenohabíatenidoenellonielmenorpensamientodeegoísmo.

Perodebodecirqueaquellanoche,mientrasestabacontandominovelaenlaoscuridaddeldormitorio,meparecíaoírenmioídotristementelaflautademísterMell;ycuando,porúltimo,Steerforthsedurmióyyomedejécaerenlacama,alpensarquequizáenaquelmomentoaquellaflautaestaríasonandodolorosamente,mesentídesgraciadoporcompleto.

Pronto lo olvidé todo, en mi constante admiración por Steerforth, quecomointeresadoysinabrirunlibro(amímeparecíaquelossabíatodosdememoria) repasabasusclasesmientrasveníaunnuevoprofesor.Elquevinosalíadeunaescuelaelemental,yantesdeentraren funciones fue invitadoa

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comerpormísterCreakleundía,paraserlepresentadoaSteerforth.SteerforthloaprobóynosdijoqueeraunBrick,yaunqueyonoentendíaexactamenteloquequeríadeciraquello,lerespetéalmomento,ynosemeocurriódudardesusaber,aunquenuncasetomópormíelinterésquesehabíatomadomísterMell.

Sólohubootroacontecimientoenaquelsemestredelavidaescolarquemeimpresionaradeunmodopersistente.Fueporvariasrazones.

Una tarde en que estábamos en la mayor confusión, y míster Creaklepegándonos sin descansar, se asomóTungaygritando con su terrible vozdetrueno:

—VisitaparaCopperfield.

CambióunasbrevespalabrasconmísterCreaklesobrelahabitaciónaquelospasaríaydiciéndolequiéneseran.Entretanto,yoestabadepieyapuntodeponermemaloporlasorpresa.Medijeronquesubieraaponermeuncuellolimpioantesdeaparecer enel salón.Obedecí estasórdenesenunestadodeemocióndistinta a todo lo quehabía sentidohasta entonces, y al llegar a lapuerta,pensandoquequizáfuesemimadre(hastaaquelmomentosólohabíapensadoenmissomísterMurdstone),medetuveunmomentosollozando.

Alentrarnovianadie,perosentíqueestabandetrásdelapuerta.Miréycon gran sorpresa me encontré con míster Peggotty y con Ham, que sequitaban antemí el sombrero y se inclinaban para saludarme.No pude pormenos de echarme a reír; pero eramás por la alegría de verlos que por susreverencias.

Nos estrechamos lasmanos congran cordialidad, y yome reía,me reía,hastaquetuvequesacarelpañueloparasecarmislágrimas.

MísterPeggotty(recuerdoquenocerrólabocadurantetodoeltiempoquedurólavisita)parecióconmoversecuandomeviollorar,ylehizoseñasaHamdequedijeraalgo.

—Vamos,másalegría,señoritoDavy—dijoHamensu tonocariñoso—.Pero¡cómohacrecido!

—¿Hecrecido?—dijeenjugándomelosojos.

Noséporquélloraba.Debíadeserlaalegríadeverlos.

—¿QuesihacrecidoelseñoritoDavy?¡Yalocreoquehacrecido!—dijoHam.

—¡Yalocreoquehacrecido!—dijomísterPeggotty.

Empezaronareírsedenuevounoyotro,ylostresterminamosriendohastaqueestuveapuntodevolverallorar.

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—¿Ysabeustedcómoestámamá,místerPeggotty?—dije—.¿YcómomiqueridaPeggotty?

—Estándivinamente—dijomísterPeggotty.

—¿YlapequeñaEmilyymistressGudmige?

—Divinamenteestán—dijomísterPeggotty.

Hubo un silencio. Para romperlo, míster Peggotty sacó dos prodigiosaslangostasyunenormecangrejo;además,unabolsarepletadegambas,ylofueamontonandoenlosbrazosdeHam.

—¿Sabe usted, señorito? Nos hemos tomado la libertad de traerle estaspequeñeces acordándonos de lo que le gustaban cuando estuvo usted enYarmouth. La vieja comadre es quien las ha cocido. Sí, las ha cocido ella,mistress Gudmige —dijo míster Peggotty muy despacio; parecía que seagarrabaaaquelasunto,noencontrandootroamano—.Seloaseguro;lashacocidoella.

Lesdije cómo lo agradecía, ymísterPeggotty, despuésdemirar aHam,quenosabíaquéhacercon loscrustáceos,ysin tener lamenor intencióndeayudarle,añadió:

—Hemosvenido,conelvientoy lamareaanuestrofavor,enunodelosbarcosdesdeYarmouthaGravesen.Mihermanamehabíaescritoelnombrede este sitio, diciéndome que si la casualidad me traía hacia Gravesen nodejara de ver al señorito Davy para darle recuerdos y decirle que toda lafamilia está divinamente.Ve usted.Cuando volvamos, Emily escribirá amihermana contándole que le hemos visto a usted y que le hemos encontradotambiéndivinamente.Resultaráungraciosotiovivo.

Tuvequereflexionarunratoantesdecomprender loquemísterPeggottyqueríadecirconsumetáforaexpresivarespectoalavueltaquedaríanasílasnoticias. Le di las gracias de todo corazón, y dije, consciente de que meruborizaba,quesuponíaquelapequeñaEmilytambiénhabríacrecidodesdelaépocaenquecorríamosjuntosporlaplaya.

—Estáhaciéndoseunamujer;esoesloqueestáhaciéndose—dijomísterPeggotty—.Pregúnteseloaél.

MeseñalabaaHam,quemehizounalegresignodeafirmaciónporencimadelabolsadegambas.

—¡Y qué cara tan bonita tiene! —dijo míster Peggotty con la suyaresplandecientedefelicidad.

—¡Yestanestudiosa!—dijoHam.

—Pues¿ylaescritura?Negracomolatinta,ytangrandequepodráleerse

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desdecualquierdistancia.

Era un espectáculo encantador el entusiasmo de míster Peggotty por supequeñafavorita.

Leveotodavíaantemíconsurostroradiantedecariñoydeorgullo,paraelquenoencuentrodescripción.Sushonradosojosseenciendenyseaniman,lanzandochispas.Suanchopechorespiraconplacer.Susmanosse juntanyestrechanenlaemoción,yelenormebrazoconqueaccionaantemivistadepigmeomepareceelmartillodeunafragua.

Hamestabatanemocionadocomoél.Ycreoquehabríanseguidohablandomucho de Emily si no se hubieran cortado con la inesperada aparición deSteerforth, quien al verme en un rincón hablando con extraños detuvo lacanciónquetarareabaydijo.

—Nosabíaqueestuvierasaquí,pequeñoCopperfield(noestabaenlasaladevisitas),ycruzóantenosotros.

No estoymuy seguro de si era que estaba orgulloso de tener un amigocomo Steerforth, o si sólo deseaba explicarle cómo era que estaba con unamigocomomísterPeggotty, el casoesque le llaméy ledije conmodestia(¡Diosmíoquépresentetengotodoestodespuésdetantotiempo!):

—No te vayas, Steerforth, hazme el favor. Son dos pescadores deYarmouth, muy buenas gentes, parientes de mi niñera, que han venido deGravesenaverme.

—¡Ah,ah!—dijoSteerforthacercándose—.Encantadodeverles.¿Cómoestánustedes?

Teníaunasolturaenlosmodales,unagraciaespontáneayclara,queatraía.Todavíarecuerdosumaneradeandar,sualegría,sudulcevoz,surostroysufigura, y sé que tenía un poder de atracción quemuy pocos poseen, que lehacíadoblegaratodoloqueeramásdébil,yquehabíamuypocosqueseleresistieran.Tambiénaelloslesconquistóalmomento,yestuvierondispuestosaabrirsucorazóndesdeelprimerinstante.

—Hagaustedelfavordedecirenmicasa,místerPeggotty,cuandoescriba,quemísterSteerforthesmuybuenoconmigoyquenoséloquehabríasidodemíaquísinél.

—¡Qué tontería!—dijoSteerforth—. ¡Hagael favordenodecirnadadeeso!

—YsimísterSteerforthvinieraalgunavezaNorfolkoSooffolkmientrasesté yo allí, puede usted estar seguro, míster Peggotty, de que lo llevaré aYarmouthaenseñarlesucasa.Nuncahabrásvistonadasemejante,Steerforth.Estáhechaenunbarco.

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—¿Estáhechaenunbarco?—dijoSteerforth—.Entonceseslacasamásapropósitoparaunmarinodepuraraza.

—Esoes,señorito,esoes—exclamóHamriendo—.Estecaballero tienemucharazón,señoritoDavy.Deunmarinodepuraraza;esoes,esoes.¡Ah!¡Ah!

Míster Peggotty no estaba menos halagado que su sobrino; pero sumodestianolepermitíaaceptaruncumplidopersonaldeunmodotanruidoso.

—Bien,señorito—dijoinclinándoseymetiéndoselaspuntasdelacorbataen el chaleco—; se lo agradezcomucho. Yo nadamás trato de cumplir mideberenmioficio,señorito.

—¿Quémáspuedepedirse,místerPeggotty?—lecontestóSteerforth.(Yasabíasunombre.)

—Estoy seguro de que usted hará lo mismo —dijo míster Peggottymoviendolacabeza—.Yharáustedbien,muybien.Estoymuyagradecidodesuacogida;soyrudo,señorito,perosoyfranco;almenosmecreoquelosoy,¿comprendeusted?Micasanotienenadaquemerezcalapena,señorito;peroestáasudisposiciónsialgunavezseleocurreiraverlaconelseñoritoDavy.¡Bueno!Estoyaquícomouncaracol—dijomísterPeggotty,refiriéndoseaquetardabaenirse,pueslohabíaintentadodespuésdecadafrasesinconseguirlo—.¡Vamos,lesdeseoquesigancontanbuenasaludyqueseanfelices!

Ham se unió a sus votos y nos separamos con mucho cariño. AquellanocheestuvecasiapuntodehablarleaSteerforthdelapequeñaEmily;peroeratantímido,quenomeatrevíanianombrarla;ademástuvemiedodequefueraareírse.Recuerdoquemepreocupabamuchoydeunmodomolestoloquemehabíandichodequeseestabahaciendounamujer;peroalfindecidíqueeraunatontería.

Transportamos aquellas «porquerías», como las había llamadomodestamentemísterPeggotty,aldormitorio,sinquenadieloviera,ytuvimosbanquete aquella noche. Pero Traddles no podía salir felizmente de nada.Tenía la desgracia de no poder soportar ni una comida extraordinaria comootrocualquieraysepusomuymalo,tanmalo,aconsecuenciadelalangosta,quelehicieronbebercosasnegrasytragarunaspíldorasazules,loque,segúnDemple, cuyo padre era médico, habría sido suficiente para matar a uncaballo.Además,recibióunapalizayseiscapítulosdelTestamentogriegopornegarseenrotundoaconfesarlacausa.

Elrestodelsemestreconfundeenmimemorialamonotoníadiariaytristedenuestrasvidas:lahuidadelverano;elfríodelamañanaalsaltardelacamayelfríomásfríotodavíadelanochecuandovolvíamosaella.Porlatardelaclaseestabamalalumbradaypeorcalentada,yporlamañana,igualqueuna

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nevera; la alternativa entre la carne de vaca cocida y asada y del corderococido y del cordero asado; el pan conmantequilla; el jaleo de libros y depizarrasrotas,decuadernosmanchadosdelágrimas,debastonazos,degolpesdados con la regla, del corte de cabellos, de domingos lluviosos y de lospuddingsagrios;eltodorodeadodeunaatmósferasucia,impregnadadetinta.

Recuerdocómolalejaníadelasvacaciones,despuésdeparecerquehabíaestadodetenidadurantetantotiempo,empezabaaacercarseanosotrospocoapoco.Ycómodecontarpormeseseltiempoquefaltaballegamosacontarloporsemanasydespuésyapordías.Elmiedoquepasépensandoquequizánofueran a buscarme, y después, cuando supe por Steerforth que me habíanllamado,el temorderompermealgunapiernaoqueocurrieraalgo.Y¡cómoiba cambiando de sitio el bendito día señalado! Después de ser dentro dequincedías, era a laotra semana;después,ya en estamisma; luego,pasadomañana; luego,mañana, y, por fin, hoy, esta noche, subo a la diligencia deYarmouthyyaestoycaminodemicasa.

Dormí,convariasinterrupciones,enelcochedeYarmouth,ytuvemuchossueñosincoherentessobreaquellosrecuerdos.Medespertabaaintervalos,yelmusgoqueveíaalasomarmenoerayaeldelpatioderecreodeSalemHouse,y losgolpesqueoíanmisoídosnoeran losdemísterCreaklecastigandoalbuenTraddles,sinoloslatigazosqueelcocheroarreabaaloscaballos.

Capítulo8

Misvacaciones,yenespecialunatardedichosa

Alamanecerllegamosalafondaenqueelcocheparaba(noeralamismaenquehabíaalmorzadoa la idaydondevivíamiamigoelcamarero),yallímecondujeronaunaalcobamuy limpia, encuyapuerta se leía:«Dolphin».Tenía mucho frío, a pesar del té caliente que acababan de darme ante lachimenea,ymuycontentomeacostéenlacamadedolphin,mearrebujéenlassábanasymequedédormido.

MísterBarkis,elcocherodeBloonderstone,debíavenirarecogermealasnuevedelamañanasiguiente.Melevantéalasochoalgocansadoporhaberdormido poco, y antes de la hora ya le estaba esperando.Barkisme recibióexactamente como si acabara de verme cinco minutos antes y sólo noshubiéramosseparadoparaentraryoalhotelacambiarunbillete.

Tan pronto como estuvimos instalados en el carro mi maleta y yo, elcaballoechóaandar,asupasodesiempre.

—Tiene usted buen aspecto, míster Barkis —dije, pensando que le

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halagaría.

Barkisserestrególamejillaconlamangaydespuéslamiró,esperandosinduda encontrar algún rastro de su salud en ella; pero esa fue la únicacontestaciónqueobtuvomicumplido.

—Yaejecutésuencargo,místerBarkis—dije—,escribiendoaPeggotty.

—¡Ah!—dijoBarkis.

Estabademalhumoryrespondíasecamente.

—¿Es que no lo hice bien, míster Barkis? —pregunté después de unmomentodeduda.

—¡No!—dijoBarkis.

—¿Noeraaquelsuencargo?

—Quizá usted hizo bien el encargo —contestó Barkis—;, pero no hapasadodeahí.

No comprendiendo a qué se refería, repetí sus palabras, sólo queinterrogando:

—¿Nohapasadodeahí,místerBarkis?

—¡Claro!—explicó,mirándomedelado—.¡Nomehacontestado!

—¡Ah!¿Teníaquehaberlecontestado?—dijeabriendolosojos.

Aquellodabaunaluznuevaalasunto.

—Cuando un hombre le dice a una mujer «que está dispuesto» —dijoBarkis,volviéndosemuydespacioamirarme—escomosi sedijeraqueesehombreesperaunacontestación.

—¿Ybien,místerBarkis?

—Pues bien—dijo, volviéndose a mirar las orejas del caballo—. ¡Estehombreestáesperandounacontestacióndesdeentonces!

—¿Ynolehahabladousted,místerBarkis?

—No —gruñó Barkis mientras reflexionaba—. No tenía por qué ir ahablarle.Nolehedichonuncaseispalabras¿yvoyairacontarleesoahora?

—¿Quiereustedquemeencargueyodeello?—dijetitubeando.

—Puede usted decirle, si quiere —prosiguió Barkis dirigiéndome otramiradalenta—,queBarkisestáesperandounacontestación.¿Diceustedquesellama?

—¿Sunombre?

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—Sí—dijoBarkismoviendolacabeza.

—Peggotty.

—¿Nombredepilaoapellido?—preguntóBarkis.

—¡Oh!,noessunombredepila;sunombreesClara.

—¿Esposible?—preguntóBarkis.

Y pareció encontrar abundante materia de reflexión en ello, puespermanecióinmóvilmeditandodurantemuchotiempo.

—Bien —repuso por último—; le dice usted: «Peggotty: Barkis estáesperandounacontestación».

Ellaquizálediga:«¿Contestaciónaqué?».Yustedlediceentonces:«Aloque ya te he dicho». «¿A qué?», insistirá ella. «A lo de que Barkis estádispuesto»,lediceusted.

Esta extraordinaria y artificiosa sugerencia la acompañó Barkis con uncodazo,quemedolióbastante.

Después siguiómirando a su caballo como siempre, sin hacer la menoralusiónalasuntohastamediahoradespués,que,sacandountrozodetizadesubolsillo,escribióenelinteriordelcarro:«ClaraPeggotty»,supongoqueparanoolvidarlo.

¡Oh, qué extraño sentimiento experimentaba al volver a mi casa,convencidodequeyanoeramicasa,yencontrandoentodoloquemirabaelrecuerdodemi antigua felicidad, quemeparecía comoun sueñoquenuncapodría volver a realizarse! Aquellos días en que mi madre, yo y Peggottyéramosporcompletoyentodoelunoparaelotro,cuandonadiehabíavenidotodavía a ponerse por medio, ¡qué tristes aparecieron ante mí aquellosrecuerdos!Tanto,quenosabíasimealegrabadevolver,yhubierapreferidoseguirviviendolejosparaolvidarlotodoalladodeSteerforth.Peroyaestabaallí, y enseguida llegamos a casa, donde las ramas de los viejos olmosretorcían sus innumerables brazos a los golpes del viento de invierno,columpiandolosrestosdelosantiguosnidosdecuervos.

Barkisdepositólamaletaenelsueloantelaverjadel jardínysefue.Yotorné el sendero de la casa, mirando a las ventanas con el temor de veraparecer en alguna de ellas a míster Murdstone o a su hermana. Nadie seasomó,yal llegara lapuerta,comoyosabíaelmododeabrirladesdefueramientraseradedía,entrésinquemeoyeran,ligeroytímido.

Diossabecómosedespertómiinfantilmemoriaalentrarenelvestíbuloyoíramimadredesdesugabinetecantandoamediavoz.Sentíqueestabaensusbrazoscomodepequeñito.Lacancióneranuevaparamí;sinembargo,me

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llenaba el corazón hasta los bordes, como un amigo que vuelve después delargaausencia.Por el tonopensativoy serioconquemimadre tarareaba sucanción me figuré que estaba sola y entré sin hacer ruido. Estaba sentadadelante de la chimenea, dando demamar a un niño, de quien estrechaba lamanita contra su cuello. Sus ojos estaban fijos en el rostro del nene y lodormíacantándole.

Habíaacertado,puesestabasola.

Lallamé,yellaseestremeció,lanzandoungritollamándomesuDavy,suhijitoquerido,ysaliendoamiencuentrosearrodillóenelsueloparabesarme,estrechandomicabezacontrasupechoalladodelacabecitadormida,ypusolamanitadelnenesobremislabios.Hubieradeseadomorir;hubieradeseadomorirconaquellossentimientosenmicorazón.Enaquellosmomentosestabamáscercadelcielodeloquenuncahevueltoaestarlo.

—Es tu hermanito—dijo mi madre acariciándome—. ¡Davy, niño mío,pobrecito!

Yme besabamás ymás yme estrechaba en sus brazos. Así estábamoscuando llegó Peggotty corriendo, y tirándose al suelo a nuestro lado estuvocomolocaduranteuncuartodehora.

Nomeesperaban tanpronto.Alparecer,Barkishabíaadelantado lahoradecostumbre.MísterMurdstoneysuhermanahabíanidoaunavisitaenlosalrededoresynovolveríanantesdelanoche.

Nunca me hubiera esperado tanta felicidad. Nunca me hubiera parecidoposiblevolvera encontrarnos los tres solos, tranquilos,yenaquelmomentomeparecíahabervueltoalosantiguosdías.

Comimosjuntosantelachimenea.Peggottynosqueríaservir;peromamánoledejóylehizosentarseanuestrolado.Amímepusieronmiantiguoplatoconsufondooscuro,enelquehabíapintadounbarcoconunmarinobogandoa toda vela. Peggotty lo había tenido escondido durante mi ausencia, puesdecíaqueniporcienmillibrashubieraqueridoqueserompiese.Tambiénmepuso el vaso de cuando era pequeño, con mi nombre grabado en él, mitenedorcitoymicuchillo,quenocortabanada.

MientrascomíamospenséqueeralamejorocasiónparahablaraPeggottydeBarkis;peronohabíaterminadodeexplicarlesuencargocuandoempezóareírse,tapándoselacaraconeldelantal.

—Peggotty—dijomimadre—,¿quétepasa?

Peggottysereíacadavezmásfuerte,apretándoseeldelantalcontralacaracuandomimadretratabadequitárselo,yparecíaquehabíametidolacabezaenunsaco.

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—Pero¿quéhaces,tonta?—insistiómimadreriendo.

—¡Oh, el necio del hombre! —exclamó Peggotty—. ¿Pues no quierecasarseconmigo?

—Seríaunbuenpartidoparati,Peggotty—dijomamá.

—¡Oh, no lo sé!—dijo Peggotty—.Nome hable usted de ellos. No leaceptaríaaunquefueradeoro.

Niaélnianingúnotro.

—Entonces¿porquénoselodices,ridícula?—preguntómimadre.

—¿Decírselo?—replicóPeggotty, sacando lacaradeldelantal—.Perosinuncamehadichounapalabradeello.Meconoce,ysabequesiseatrevieseadecirmecualquiercosaledaríaunbofetón.

Estaba roja, como nunca la había visto ni a ella ni a nadie, y volvió ataparselacaraduranteunosmomentos,atacadaotravezporunarisaviolenta.Despuésdedosotresdeaquellosataquescontinuócomiendo.

Observé quemimadre, aunque se sonreía al mirar a Peggotty, se habíaquedadomásseriaypensativa.Desdeelprimermomentoyalahabíanotadomuy cambiada. Su rostro eramuy bello todavía, pero parecía preocupado ydemasiado transparente. Susmanos también, tan delgadas y pálidas, casi seclareaban. Pero sobre todo en lo que ahora me parece que estaba máscambiada era en que parecía que estaba siempre inquieta y asustada. Porúltimo,dijo,acariciandoafectuosamentelamanodesuantiguacriada:

—Peggotty,querida,¿nopensaráscasarte?

—¿Yo,señora?—preguntóPeggottyestupefacta,¡Dioslabendiga!¡No!

—Almenosnomuypronto—dijomimadreconternura.

—¡Nunca!—gritóPeggotty.

Mimadre,cogiéndolelamano,dijo:

—Nomedejes,Peggotty;no teseparesdemí.Quizánoseaparamuchotiempo,y¿quéseríademísinoestuvierastú?

—¿Dejarla yo, hija mía? —exclamó Peggotty—. No. Ni por todos lostesorosdelmundo.Pero¿quiénmeteráesascosasenesacabecita?

Peggottyaveceslehablabaamimadrecomosifueraunniño.

Mimadre sólo contestó para darle las gracias, y Peggotty continuó a sumodo:

—¿Yodejarla?¡Malditalaganaquetengodeello!¿MarcharsePeggottyde

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sulado?¡Megustaríaverlo!No,no—dijoPeggotty,sacudiendosucabezaycruzandolosbrazos—,nohaycuidado,hijamía.

Noesquenohayapersonasqueloesténdeseando;peroquesefastidien.Yosigoconustedhastaqueseaunvejestorioinútil.Ycuandoyaestésordaydemasiadoviejaydemasiadociega,yhastaincapazdehablarpornotenerundiente; cuando ya no sirva en absoluto para nada, ni siquiera para que meregañen,entoncesiréabuscaraDavyyledirésiquiererecogerme.

—Yyoterecibirémuycontento,Peggotty:terecibirélomismoqueaunareina.

—¡Dios bendiga tu buen corazón! —exclamó Peggotty—. ¡Estaba tansegura!—Ymebesó,anticipadamenteagradecidaamihospitalidad.DespuésvolvióataparselacaraconeldelantalyareírsedeBarkis;después,cogiendoalniñodelacuna,loestuvoarreglando;luegosellevólascosasdelacomida,yporfinvolvióconotracofiaysucajadelabor,consumetroysupedazodecera,todolomismoqueenlosantiguosdías.

Estábamos sentados alrededor del fuego, y charlábamos alegremente.Yoles contaba la crueldad deMísterCreakle, yme compadecían. Les decía lobueno que era Steerforth, cómome protegía, y Peggotty me dijo que seríacapazdeandarapieunasmillasporverle.Cuandosedespertócogíalniñoenmis brazos y le dormí cantando dulcemente. Despuésme fui al lado demimadre, y pasandomis brazos alrededor de su talle, comome había gustadosiempre tanto hacer, apoyé mi mejilla en su hombro, y una vez mas sushermososcabelloscayeronsobremí,«como lasalasdeunángel»;megustapensarcuandomeacuerdodeello.¡Quéfelizera!

Mientras estábamos sentados asímirando el fuego y viendo las extrañasfigurasqueformabanlasllamas,casimeparecíaquenuncahabíaestadolejos,y que míster Murdstone y su hermana eran figuras como aquellas, que sedesvanecerían al apagar el fuego, y que de todos mis recuerdos los únicosrealeséramosmimadre,Peggottyyyo.

Peggotty, mientras hubo luz, remendaba una media, y después continuóconellametidaenunamano,comosi fueraunguante,y laagujaen laotradispuestaadarunapuntadacuandoelfuegolanzaseunresplandor.Nopuedocomprender de quién eran las medias que Peggotty estaba remendandosiempre, ni de dónde provenía aquella cantidad inagotable de medias quecoser.Desdemimástiernainfanciasiemprelahabíavistoconaquellacostura,yniunavezconotra.

—Pienso —dijo Peggotty, a quien a veces preocupaban las cosas másinesperadas—quéhabrásidodelatíadeDavy.

—¡Diosmío, Peggotty!—contestómimadre saliendo de su ensueño—.

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¡Quétonteríasdices!

—Sí;perorealmentemepreocupa.

—¿Cómose tehaocurridopensar en semejantepersona?—preguntómimadre—.¿Nohayenelmundootrasdequienesocuparse?

—Noséporquéserá—dijoPeggotty—;puedequesóloseaacausademiestupidez; pero mi cabeza nunca puede escoger mis pensamientos. Van yvienenporellacomoquieren,yahorahepensadoquéhabrásidodeella.

—¡Quéabsurdaeres,Peggotty!Sediríaquedeseasotravisitasuya.

—¡Diosnoslibre!—gritóPeggotty.

—Entonces no hables de cosas tristes —dijo mamá—. Miss Betseycontinuará encerrada en su casita a la orilla delmar y no será probable quevengaamolestarnos.

—No—murmuróPeggotty—,noesprobable.PeroloquepensabaerasiencasodemorirsedejaríaalgoaDavy.

—¡Diosmeperdone,Peggotty;peroeresunamujersinsentido!¡Sabiendoloqueleofendióquenacieraelpobrechico!

—Pensaba que quizá estaría dispuesta a perdonarle ahora —murmuróPeggotty.

—¿Porquéibaaestardispuestaaperdonarleahora?—dijomimadrecasicondureza.

—¡Comotieneunhermano!…—dijoPeggotty.

Mimadre inmediatamente empezó a llorar diciendo que parecíamentiraquePeggottyseatrevieraadecirleaquellascosas.

—Comosielpobrecitoinocente,ensucuna,tehubierahechoalgúndañoatinianadie.Eresunaenvidiosa—,muchomejorharíascasándoteconmísterBarkisymarchándotelejos.¿Porquéno?

—PorquemissMurdstonesepondríademasiadocontenta—dijoPeggotty.

—¡Qué mal carácter tienes, Peggotty! —contestó mi madre—. TienescelosdemissMurdstone,unoscelosabsurdos.Querríassertúquienguardaralas llavesymanejara todo,estoysegura.Nomesorprendería.Cuandodebesestar convencida de que si lo hace es sólo por bondad y con las mejoresintencionesdelmundo.¡Losabes,Peggotty,losabesmuybien!

Peggotty murmuró algo como: «Estoy harta de buenas intenciones», ytambiénalgocomo:«Queyaresultabandemasiadasbuenasintenciones».

—Yaséaquéterefieres—dijomimadre—;locomprendoperfectamente,

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Peggotty,ysabesquelosé;nonecesitasponertemásrojaqueelfuego.Peropuntoporpunto.YahoraelpuntoesmissMurdstone,ynotienesescape.Nolehasoídodecirunavezyotravezqueleparecequesoydemasiadoniñaydemasiado…

—Bonita—sugirióPeggotty.

—Bien—contestómimadremedioriendo—;siestanlocaparapensarasí,¿acasotengoyolaculpa?

—Nadielahaacusadoausted—dijoPeggotty.

—Claroqueno—contestómimadre,¿Nolehasoídodecirunavezyotraqueellaloúnicoquedeseaesevitarmetrabajos,paralosqueleparecequenoestoyhecha,yquerealmenteyomismanosésisirvoparaellos?¿Novesqueseestáenpiede lamañanaa lanoche,yendodeun ladoaotro,haciéndolotodo ymirando en todas partes, hasta en la carbonera, todos los sitios nadaagradables?Yviendotodoesto,¿quieresinsinuarquenohayunaespeciedeabnegaciónenello?

—Yonoinsinúonada—dijoPeggotty.

—Sí lo haces, Peggotty—contestómimadre—.Nunca haces otra cosa,exceptotutrabajo.Siempreestásinsinuando.Gozasconello.YcuandohablasdelasbuenasintencionesdemísterMurdstone…

—Nuncahablodeellas—dijoPeggotty.

—No,Peggotty—contestómama—;peroinsinúas,queesloquetedecíaprecisamenteahora.Estuladomalo.Insinúas.Haceunmomentotehedichoquetecomprendía,yyaloves.Cuandoterefieresalasbuenasintencionesdemíster Murdstone, pretendiendo despreciarlas (pues dentro de tu corazónrealmentenolosientes),estástanconvencidacomoyodelobuenasqueson,entodoyparatodo.Ysi teparecequeesalgoseveroconciertapersona(túcomprendes,yDavytambiénquenohablodenadiepresente),esúnicamenteporqueestáconvencidodequeesbeneficiosoparaella.Él,comoesnatural,quieremuchoaesapersonaporcariñoamíyobraúnicamenteporsubien.Élesmáscapazdejuzgarqueyo,puesdemasiadoséquesoyunacriaturajoven,débilydelicada,mientrasqueélesunhombrefirme,serioygrave.Y,además,quese toma—dijomimadre,conel rostro inundadode lágrimasafectuosas—,que se tomamuchos trabajospormí.Yodebo estarlemuyagradecidaysometermeaélaunenmispensamientos;ycuandonolohago,Peggotty,meloreprocho,mecondenoyhastadudodemicorazón,ynoseyaquehacer.

Peggotty,conlabarbaapoyadaenelpiedelamedia,mirabaalfuegoensilencio.

—Vamos, Peggotty —dijo mi madre cambiando de tono—, no nos

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enfademos,nolopodríasoportar.

Eresmi única amiga, ya lo sé; no tengo otra en elmundo.Y cuando tellamocriaturaridículaoinsoportable,ocualquierotracosaporelestilo,sóloquierodecirtequeeresmiverdaderaamiga,quesiemprelohassido,siempre,desdelanocheenquemísterCopperfieldmetrajoporprimeravezaestacasaytúsalistealaverjaarecibirme.

Peggottyno tardóenresponderyratificarel tratadodeamistaddándomesu más fuerte abrazo. Pienso que ya entonces comprendía yo algo delverdaderosentidodeaquellaconversación;peroahoraestoysegurodequeesaexcelentecriaturalahabíaprovocadoysostenidoúnicamenteparadarmotivoamimadredeconsolarsecontradiciéndola.

Sieraesesudesignio,fueeficaz,puesrecuerdoquemimadrepareciómástranquiladuranteelrestodelavelada,yPeggottylamirabamenos.

Despuésdetomarelté,cuandosereanimóelfuegoyseencendiólaluz,leí a Peggotty un capítulo del libro de los cocodrilos, en recuerdo de losantiguos tiempos. Peggotty sacó el libro del bolsillo; no sé si lo tendría allídesdequememarché.DespuésestuvimoshablandootravezdeSalemHouse,lo que me llevó a hablar también de Steerforth de nuevo, tema para míinagotable.Éramosmuydichosos,yaquellanoche, laúltimaensugéneroydestinadaacerrarparasiempreuncapítulodemivida,nuncaseborrarádemimemoria.

Erancasilasdiezcuandooímoselruidodelasruedasdelcoche.Todosnoslevantamosprecipitadamente,ymimadrenosdijoque,comoeramuytardeyamísterymissMurdstonelesgustabaquelosniñosseacostasentemprano,lomejoreraquemefuesealacama.Labeséysubíconlaluzamicuartoantesde que llegaran. Me parecía, en mi infantil imaginación, mientras subía alcuarto en que había estado prisionero, que traían consigo un soplo de airehelado,quesellevabalafelicidadylaintimidaddenuestrocariñolomismoqueunapluma.

A la mañana siguiente estaba muy preocupado con la idea de bajar adesayunar,puesdesdeeldíadelaofensamortalnohabíavueltoaveramísterMurdstone. Sin embargo, no tenía más remedio que hacerlo, y después debajardosotresvecesyvolvermeametercorriendoenmialcoba,medecidíyentréenelcomedor.

MísterMurdstoneestabadepieantelachimeneaydeespaldasaella.MissMurdstoneestabahaciendoel té.Élmemirófijamentealentrar,comosinomeconociera.

Despuésdeunmomentodeconfusiónydudasmeacerquéaéldiciendo:

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—Lepidoaustedperdón;estoymuytristedeloquehice,yesperoquemeperdone.

—Mealegrodequetedisculpes,Davy—medijo.

Lamanoquemetendíaeraladelmordisco,ynopudepormenosdelanzarunamiradaa lamarquita roja;peronoera tan rojacomoyomepusealverdespuéslasiniestraexpresióndesumirada.

—¿Cómoestáusted?—dijeamissMurdstone.

—¡Ah, Dios mío!—suspiró ella, alargándome las pinzas del azúcar enlugardesusdedos—.¿Cuántoduranlasvacaciones?

—Unmes,señora.

—¿Acontardesdecuándo?

—Desdehoymismo,señora.

—¡Ah!—exclamómissMurdstone—,entoncesyaesundíamenos.

Marcóenuncalendarioeltiempoqueduraban,ycadamañanatachabaundíaexactamentedelamismamanera.

Lohacíacontristezahastaquellegaronadiez;desdeentonces,elverdoscifraslehizorecobrarlaesperanza,yalfinalestabacasialegre.

Desde el primer momento tuve la desgracia de ponerla (a ella, que noestaba, por lo general, sujeta a esas debilidades) en un estado de violentaconsternación.La cosa fue que entré en la habitación en que estaba conmimadreyelniño.Elniñosolamenteteníaunassemanas.Mimadreteníaelniñoen sus rodillas, y yo le cogí con cariño en mis brazos. De pronto missMurdstone lanzó tal grito de espanto, que estuve a punto de dejarlo caer alsuelo.

—Jane,¿quétienes?—exclamómimadre.

—¡Diosmío,Clara!¿Peronoloves?—exclamómissMurdstone.

—¿Quéesloqueves,querida?—dijomimadre—.¿Dónde?

—¡Quelohacogido!¡QueDavidtienealniño!

Estaba lívida de horror; pero se reanimó para precipitarse sobre mí yarrancarmealniñodelosbrazos.Despuéssepusomala,tanmalaquetuvoquetomar una copa de brandy de Jerez. Desde aquel momento me fuesolemnementeprohibidoporellaeltocaramihermanobajoningúnpretexto;ymi pobremadre, que yome daba cuenta no era de su opinión, confirmódulcementelaordendiciendo:

—Sindudatienesrazón,Jane.

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Enotraocasión,estandolostresjuntos,tambiénelpobrenene,quemeeratanqueridoacausademimamá, fue la inocentecausade lacólerademissMurdstone.Mimadrehabíaestadomirandolosojosdesuniñoteniéndoleensusbrazos,ydespuésmellamó.

—Ven,Davy—ymemiróalosojos.

ViquemissMurdstonedejabalacuentaqueengarzaba.

—Realmente —dijo mi madre con dulzura—, son exactamente iguales.Deben de ser los míos; creo que son del color de los míos, porque sonexactamenteiguales.

—¿Dequiénestáshablando,Clara?—preguntómissMurdstone.

—Jane—balbuciómimadreunpoco avergonzadade la durezadel tonoconque lepreguntaba—.Encuentroque losojosdelneney losdeDavysonabsolutamenteiguales.

—¡Clara! —dijo miss Murdstone levantándose con cólera—. ¡Algunasvecesparecequeestásloca!

—¡MiqueridaJane!—reprochómimadre.

—Verdaderamenteloca—dijomissMurdstone—.Sino,¿cómoseteibaaocurrirelcompararalniñodemihermanocontuhijo?Noseparecenennada.Son completamente distintos, diferentes en todo, y espero que así seguirásiendosiempre.Mevoydeaquí.Noquieroseguiroyéndotehacersemejantescomparaciones.

Ydiciendoesto,saliómajestuosamente,dandounportazo.

Enunapalabra,amissMurdstonenolecaíaengracia,mejordicho,nolecaía a nadie, ni aun a mí mismo, pues los que me querían no podíandemostrármelo,y losquenomequeríanme lodemostraban tan claramente,que me hacían tener la dolorosa conciencia de que era siempre torpe,antipáticoynecio.Medabacuentadequeellossentíanelmismomalestarqueme hacían sentir. Si entraba en la habitación donde estaban hablando y mimadreparecíacontenta,unvelodetristezacubríasurostroencuantomeveía.SimísterMurdstoneestabadebuenhumor,selecambiaba.SimissMurdstoneestabaenelsuyo,malodecostumbre,seleacrecentaba.

Yomedababastantecuentadequemimadreerasiemprelavíctimaydequenoseatrevíaniahablarmeconcariño,pormiedoaqueellosseofendieranydespués le riñesen.Constantemente lepreocupabaelmiedoaofenderlosodequeyolosofendiera,yencuantomemovíasusmiradasinterrogabancontemor.Envistadeello,resolvísepararmedesucaminoentodoloposible.¡Ycuántashorasdeinviernoheoídosonar lacampanadela iglesia,sentadoenmitristehabitación,envueltoenmibatíndecasa,inclinadosobreunlibro!

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Por lanochealgunasveces ibaasentarmea lacocinaconPeggotty.Allíestabaenmicasa,sinmiedosyriendo;¡allípodíaseryomismo!PeroningunodeestosdosrecursosfueaprobadoporloshermanosMurdstone.Alsombríocarácterquedominabaallílemolestabatodo,yalparecertodavíacreíanqueera yo necesario para la educación de mi pobre madre y, por lo tanto, noquisieronconsentirmiausencia.

—David—medijoundíamísterMurdstonedespuésdelacomida,cuandoyomemarchaba como de costumbre—,me apena el observar que seas tanhuraño.

—Hurañocomounoso—dijomissMurdstone.

Yomedetuveybajélacabeza.

—Y has de saber, David, que esa es una de las peores condiciones quepuedetenernadie.

—Yestechicolatienedelomásacentuadoquehevistonunca—observósuhermana—;estercoyvoluntarioso.Supongo,queridaClara,quetútambiénlohabrásobservado.

—Perdóname, Jane —dijo mi madre—; pero ¿estás segura (y medispensarásloquevoyadecirte),estásseguradequeentiendesaDavy?

—Meavergonzaríademímisma,Clara—repusomiMurdstone—, sinocomprendieraaesteniño,oacualquierotro.Nopresumodeprofundidad;perocreoquetengosentidocomún.

—Sinduda,miqueridaJane;tuinteligenciaesgrande.

—¡Oh no, querida! Te ruego que no digas eso, Clara— dijo missMurdstoneconcólera.

—Pero si estoy segura de ello—repusomimadre—; todo el mundo losabe, y yomismame aprovecho de ella a todas horas; así que nadie puedeestar más convencida, y cuando estás delante sólo hablo con terror, te loaseguro,miqueridaJane.

—Bien; supongamos que yo no entiendo al chico, Clara—repuso missMurdstone,arreglándoselascadenasqueadornabansuspuños—.Deacuerdo,si teparece,enqueno locomprendo.Esdemasiadoprofundoparamí;peroquizá la inteligenciapenetrantedemihermanohaya sidocapazde formarsealgunaideadelcarácterdelniño,ycreoqueestabahablandodeellocuandonosotras,muydescortésmente,lehemosinterrumpido.

—Creo,Clara—dijomísterMurdstoneenvozbajagrave—,queenesteasuntopuedehaberjuecesmejorymásdesapasionadosquetú.

—Edward—replicómimadre tímidamente—, tú en todas las cuestiones

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juzgasmejorqueyo,ytuhermanatambién;solamentedecía…

—Solamente decías algo inútil e irreflexivo—repuso él—. Trata de novolverahacerlo,queridaClara,ydedominartemejor.

Loslabiosdemimadresemovieroncomosicontestaran«Sí,miqueridoEdward»;peronollegaronapronunciarpalabra.

—Meapena,David, elobservar—repitiómísterMurdstone,volviéndosehaciamí—queseastanhuraño.Yonopuedoconsentirqueuncarácterasísedesarrolledelantedemisojossinhacerunesfuerzoparacorregirlo.Trata,porlotanto,decambiar,sinoquieresquetratemosnosotrosdecambiarte.

—Dispénseme usted, míster Murdstone; pero le aseguro que ni por unmomentohetenidolaintencióndeser,desdemillegada,comousteddice.

—No te refugies en la mentira—me contestó tan irritado, que vi a mimadreextender involuntariamentesumanocomointerponiéndose—.Tumalhumortehahechoretirarteatuhabitación,yallítehaspasadohorasenteras,cuando debías haber estado aquí. Ya sabes de una vez para siempre, te loordeno,quetienesqueestaraquí.Además,exijoqueseasobedienteentodo.Yameconoces,David;cuandoquierounacosa,esacosahadehacerse.

MissMurdstonelanzóunsuspirodesatisfacción.

—Yademásexijorespetoyprontitudenobedecerme,ylomismorespectoa mi hermana y respecto a tu madre. No quiero que un chiquillo huya denuestroladocomosihubierapeste.Siéntate.

Mehablabacomoaunperro,yyoleobedecíacomounperro.

—Además, otra cosa —prosiguió—. He observado que te atraen lascompañíasvulgares.Noquieroquetejuntesconlossirvientes.Lacocinanomejoraráennadatusdefectos.Delamujerquetesostieneallínodigonada;hasta tú,Clara—dijodirigiéndoseamimadreenvozmásbaja—,tienesunadebilidadporella,formadaporantiguascostumbreseideasquetodavíanohasabandonado.

—¡Lamásincomprensibledelasaberraciones!—exclamómissJane.

—Solamente digo —resumió él, dirigiéndose a mí de nuevo— quedesapruebotuaficiónalacompañíadePeggottyyquedebesdesistirdeella.Ahora,David,creoquemehascomprendidoyquesabeslasconsecuenciassinomeobedecesalpiedelaletra.

Losabía,¡vayasilosabía!,mejorquizádeloqueélpensaba,sobretodoen lo que se refería amimadre, y le obedecí al pie de la letra.No volví aquedarmesoloenmihabitación,niabuscarconsueloenPeggotty;permanecíasentado tristementeconellosundía trasotro,deseandoque llegara lanoche

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parairmealacama.

¡Quécrueltorturaeraparamíestarallísentadoenlamismaactitudhorasyhoras,sinatrevermeamoverunbrazoniunapierna,paraquemissMurdstonenopudieraquejarse,comolohacíaconcualquierpretexto,demimovilidad,ytampocomeatrevíaalevantarlavista,portemordeencontrarmeconalgunamiradadedesagradooescudriñadoraquebuscaseenmisojosnuevascausasde queja! ¡Qué intolerable aburrimiento era el estar sentado escuchando eltictacdelrelojyviendocómomissMurdstoneengarzabasuscuentasdemetal,pensando en si llegaría a casarse, y en ese caso la suerte de su desdichadomarido;dedicadoacontarlasmoldurasdelachimeneaoapasearlavistaporeltechooporlosdibujosdelpapeldelapared!

¡Qué paseos he dado con la imaginación, solo en medio del frío, porcaminos de barro, llevando sobremis hombros el gabinete entero, conmissMurdstone y todo, monstruosa carga que me obligaban a llevar, horriblepesadilladelaquemeeraimposibledespertar,pesoterriblequeaplastabamiinteligenciaymeembrutecía!

¡Qué de comidas en un silencio embarazoso, siempre sintiendo que allíhabíauncubiertodesobra,queeraelmío;unapetitodemás,queeraelmío;unplatoyunasillademás,queeranlosmíos,yunapersonaqueestorbaba,yqueerayo!

¡Quéveladas,cuandotraíanlucesymeobligabanaquehicieraalgo!Yonome atrevía a coger algún libro divertido, y meditaba sobre algún indigestotratadodearitmética,enelquelastablasdepesosymedidassetransformabanen canciones como Rule Britannia o Away Malancholy, y las lecciones senegabanadejarseestudiar,y todopasabaa travésdemidesdichadacabeza,entrándomeporunoídoysaliéndomeporotro.

¡Qué de bostezos he dejado escapar a pesar de todo mi cuidado! ¡Quéestremecimientos para arrojar el sueño que se apoderaba de mí! Si porcasualidad seme ocurría decir algo, nadieme contestaba. Era un cero a laizquierda, al que nadie hace caso, y que, sin embargo, estorba a todo elmundo.YconquédescansooíaamissMurdstoneenviarmealacamacuandodabanlasnueve.

AsípasaronmisvacacioneshastaquellególamañanademimarchaymissMurdstone me dijo: «Hoy es el último día», y me dio la taza de té dedespedida.

No me entristecía el marcharme. Había caído en un estado deembrutecimiento del que sólo salía pensando en Steerforth, a pesar de quedetrásdeélveíaamísterCreakle.DenuevoBarkisaparecióenlaverja,ydenuevomissMurdstone dijo con voz severa: «¡Clara!», cuandomimadre se

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inclinabaabesarme.

Labeséytambiénamihermanito.Yalbesarlossíquesentítristeza;peronopormarcharme;elabismoabiertoentrenosotroscontinuabaylaseparaciónera diaria.Y lo que todavía vive enmi espíritu como si fuera ayer no es elabrazoquemedio,apesardelofervientequeera,sinoloquesiguióalabrazoaquel.

Estabayaenelcarro,cuandoleoíllamarme.Miréyestabasolaenmediodelcamino,levantandoasuniñoenlosbrazosparaqueyoleviera.Hacíafrío,peroeraunfríohelado,yniunsolocabelloniunplieguedesuropasemovía,mientras quememiraba intensamente, levantando en sus brazos al pequeñoparaqueyoleviera.

¡Y así la perdí! Así la vi después en mis largos ensueños de colegial,silenciosaypresentealladodemilecho,mirándomeconlamismaintensidaddeentonces,levantandoasuneneparaqueyoleviera.

Capítulo9

Uncumpleañosmemorable

Pasoensilencio todo losucedidoen laescueladesdemi llegadahastaeldíademicumpleaños,queeraenmarzo.LoúnicoquerecuerdodeentoncesesqueadmirábamosaSteerforthmásquenunca.

Pensabasaliryadelcolegioafinalesdelsemestreoantes,ycadavezmeparecía más espiritual y más independiente, y también más amable. Peroapartedeesto,nomevienealaimaginaciónotracosa.

El inmenso recuerdo que ha marcado aquella época parece haberloabsorbidotodoparasubsistirúnico.

¡Me cuesta trabajo creer que hubiesen transcurrido dos meses entre mivueltaaSalemHouseyeldíademicumpleaños!Silocreoesporquelosé;deotromodoestaríaconvencidodequenohabíapasadoapenastiempoentreunacosayotra.

Recuerdo perfectamente el día, con la niebla que rodeaba todo y laescarchaquecubríalosárboles,ysientomiscabelloshúmedospegarseamismejillas, y veo la perspectiva de la clase, los faroles opacos alumbrando lamañana brumosa, y el humear del aliento de los niños en el ambiente frío,mientrassoplansusdedosygolpeanelsueloconlospies.

Fuedespuésdeldesayuno.Acabábamosdesubirdelrecreocuandomíster

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Sharpaparecióymedijo:

—DavidCopperfield,leestánesperandoenelsalón.

Pensé en algún regalo de Peggotty, y se me iluminó la cara al oír estaorden. Al salir de la clase, algunos de los chicos me dijeron que no lesolvidaseparalasgolosinas.Ysalídemisitiopresuroso.

—Noseapresure,Davy—medijomísterSharp—.Tienetiempodesobra;nocorrausted,hijomío.

Silohubiesepensadomehabríasorprendidosutonocariñoso.Peronomedicuentahastamuchodespués.Medirigícorriendoalsalón.EncontréamísterCreaklesentadoantesudesayuno,conelbastónyunperiódicoenlamano,yamistressCreakleconunacartaabierta.Perocartadeenvíonohabíaninguna.

—DavidCopperfield—medijomistressCreakle,llevándomeaunsofáysentándoseamilado—:tengoquehablarledealgomuypersonal;hededarleunanoticia,hijomío.

MísterCreakle,aquienmiré,comoeranatural,bajólacabezayahogóunsuspiroconunenormepedazodepanuntadodemanteca.

—Eresdemasiadopequeñopara saber cómocambian las cosas todos losdías,Davy—medijomistressCreakle—ycómoaparecenysevanlosseres.Perotodostenemosqueaprenderlo,hijomío:algunos,demuyjóvenes;otros,cuandosonviejos,yotros,atodashoras.

Lamirégravemente.

—Cuando volviste aquí, después de las vacaciones—continuó mistressCreakle,despuésdeunmomentodesilencio—,¿todoslosdetucasaestabanbien?—ydespuésdeotrapausa—:¿Tumadreestababien?

Sin saber por qué temblé y continué mirándola gravemente, sin fuerzasparacontestarnada.

—Porque—continuó— siento mucho tenerte que decir que he recibidonoticiasenlasquesemeinformaqueahoraestábastantemala.

UnaespeciedenieblaselevantóentremistressCreakleyyo,ysufigurasemovióenellaunmomento.Despuéssentíquelágrimasardientescorríanpormirostro,yvolvíaverlabien.

—Estáenfermademuchagravedad—añadió.

Yalosabíatodo.

—Hamuerto.

No era necesario decírmelo. Ya había lanzado un grito, y me sentía

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huérfanoenelmundovacío.

MistressCreaklefuemuybuenaconmigo.Meretuvoasuladotodoeldíaymedejabasoloalgunosratos;yolloraba,ydespuésmedormíadecansancioymevolvíaadespertarllorando.Cuandoyanopodíallorarempecéameditar;peroelpesodemipenameahogabaynoteníaconsuelo.Yesoquetodavíanomedabacuentatotalmentedeladesgracia.Pensabaennuestracasacerradaysilenciosa.

Pensabaenmihermanito,dequienmistressCreaklemehabíadichoqueiba debilitándose desde hacía ya tiempo y temían que también se muriese.Pensabaenel sepulcrodemipadreyenel cementerio, tancercadecasa,yveía a mi madre tendida allí, debajo de los árboles, que tan bien conocía.Cuandomeencontrésolomesubíenunasillaymemiréalespejo,paravercómoestabandeencarnadosmisojosyde tristemi rostro.Después,cuandohubieronpasadoalgunashoras,pensabasimislágrimassehabríanterminadoparasiempreyyanolloraríacuandovolvieraacasa,puesmellamabanparaasistir al funeral. Al mismo tiempo pensaba que tenía que demostrar ciertadignidadantemiscompañeros,deacuerdoconlaimportanciademipena.

Sialgúnniñohasentidounapenasincera,erayo;sinembargo, recuerdoquelaimportanciademidesgraciamecausabaciertasatisfacciónmientrasmepaseabaporelpatiomientraslosotrosniñoscontinuabanenclase.Cuandolesveía asomarse furtivamente a las ventanas, sentía una especie de orgullo, yandabamásdespacioymástriste,ycuandoterminólaclaseyseacercaronahablarme estaba satisfecho de mí mismo por no ser orgulloso con ellos yacogerlosexactamentecomoantes.

Debíapartiraldíasiguienteporlanoche;peronoenladiligencia,sinoenuncochellamado«ElLabrador»,queestabadestinadoprincipalmenteparaloscampesinosquehacíansólopequeñasdistancias.Aquellanochenocontamoshistorias, y Traddles se empeñó en dejarme su almohada. No sé qué bienpensaríahacermeconaquello,puesyo teníauna;peroera todo loquepodíadarmeelpobre,exceptounpapelllenodeesqueletosquemeentregóalpartircomoconsuelodemispenasyparaquecontribuyeraalapazdemiespíritu.

DejéSalemHousealdíasiguienteporlatarde.¡Quépocomeimaginabaqueeraparanovolvernunca!ViajamosmuydespacioporlanocheyllegamosaYarmouthalasnueveolasdiezdelamañana.

Miré, buscando a Barkis; pero no le encontré. En su lugar estaba unhombrecitogruesoydeaspecto jovial,vestidodenegro,conunos lacitosenlasrodillasdesuspantalonescortos,mediasnegrasysombrerodealaancha.Seacercóalaventanilladelcocheydijo:

—¿MísterCopperfield?

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—Sí,señor.

—¿Quiere usted hacer el favor de venirse conmigo —dijo abriendo laportezuela—ytendréelgustodellevarleasucasa?

Me agarré de su mano preguntándome quién sería, y llegamos por unacalleestrechadelantedeunatiendaencuyafachadaseleía:«Omer,tapicero,sastre,novedades,funeraria,etc.».Eraunatiendaahogadaypequeñita, llenade toda clase de vestidos, hechos y sin hacer, con un escaparate repleto desombrerosycofias.Pasamosaotrahabitaciónquehabíadetrásde la tienda,donde se encontraban tres muchachas cosiendo ropa negra, color del queestaba también cubierta lamesa; asimismo el suelo estaba lleno de trocitospequeños. Había un buen fuego en la habitación y olía mucho a crespóntostado.Yono conocía aquel olor hasta entonces; pero ahora lo reconoceríasiempre.

Las tres muchachas, que parecían trabajadoras y alegres, levantaron lacabezaparamirarmeydespuéssiguieronsutrabajo:cosían,cosían,cosían;almismotiempo,deuntallerquehabíaalotroladodelpatiollegabaunmartillarmonótono:rat-tat-tat,rat-tat-tat,rat-tat-tat.

—Bien —dijo mi guía a una de las tres muchachas—. ¿Cómo va esoMinnie?

—Terminaremosatiempo—replicóalegrementeysinlevantarlavista—;descuide,papá.

MísterOmersequitóelsombrero,sesentóyresopló.Estaba tangrueso,quesevioobligadoaresoplarmuchasvecesantesdepoderdecir:

—Estábien.

—Padre—dijoMinnieriéndose—,¡estáustedengordandocomouncerdo!

—Tienesrazón,querida.Nocomprendoelporqué—dijoreflexionando—;peroesasí.

—Esqueesustedunhombremuytranquilo—dijoMinnie—yquetomalascosasconcalma.

—¿Yparaquétomarlasdeotromodo,querida?—dijomísterOmer.

—No,naturalmente—replicósuhija—.Aquítodossomosalegres,graciasaDios.¿Verdad,papá?

—Asílocreo—dijomísterOmer—.Ahoraquehedescansadovoyatomarmedidaaesteniño.

¿Quierehacerelfavordepasaralatienda,místerCopperfield?

PrecedíamísterOmer,quiendespuésdeenseñarmeunapiezadetela,que

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medijoeraextrafinaydemasiadobuena,nosiendoparalutodeparientesmuycercanos, me tomó medida y lo escribió en un libro. Mientras escribía mehacía observar todos los objetos que llenaban su tienda; fijarme en ciertasmodasqueacababandellegaryenotrasqueacababandepasar.

—Estascosassonlasquenoshacenperderdinero—dijomísterOmer—;pero lasmodassoncomoloshombres, llegannadiesabeporqué,cuándonicómo,ysemarchanlomismo;todoesigualenlavida,segúnmiopinión,sisemiradesdeunpuntodevista.

Estabademasiadotristeparadiscutirlelacuestión;además,esposiblequeen cualquier circunstancia hubiera estado fuera demi alcance.LuegomísterOmer me llevó al gabinete, respirando con dificultad en el camino, yasomándoseaunaescaleritallamó:

—¡Traiganeltéconpanymanteca!

Al cabo de unmomento, durante el cual yo había estadomirando amialrededorypensandoyescuchandoelruidodelasagujasenlahabitaciónyeldelmartilloalotroladodelpatio,aparecióelté,queeraparamí.

—Hace mucho tiempo que le conozco —me dijo Omer, después demirarme unos minutos, durante los cuales yo no había hecho honor aldesayuno, pues los crespones negrosmequitaban el apetito—.Hacemuchotiempoqueteconozco,amiguito.

—¿Deverdad?

—Todalavida,puedodecirlo;antesqueatiyaconocíaatupadre;eraunhombrequemedíacincopiesynuevepulgadas,ysutumbatieneveinticincopiesdelarga.(Rat-tat-tat,rat-tat-tat,rat-tat-tat,seoíaporelpatio.)Su tumbatiene veinticinco pies de terreno, ni una pulgadamenos—dijomísterOmeralegremente—.Heolvidadosifueellaoélquienloquiso.

—¿Sabeustedcómoestámihermanito,caballero?—pregunté.

MísterOmersacudiólacabeza.

Rat-tat-tat,rat-tat-tat,rat-tat-tat.

—Estáenlosbrazosdesumadre—dijo.

—¡Oh!¿Hamuertoelpobrecito?

—Noteentristezcasmásdelodebido.Sí;elniñohamuerto.

Al oír esto, todasmis heridas se abrieron.Dejé el desayuno, que apenashabíatocado,yfuiaocultarmicabezaencimadeunamesaquehabíaenunrincón. Minnie quitó al momento lo que había allí encima, no lo fuera amancharconmislágrimas.Eraunamuchachabuenaybonita,quemeretiróel

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pelo de los ojos con dulzura; pero ¡estaba tan alegre de haber terminado sutrabajoatiempoyyoestabatantriste!

Elruidodelmartillocesó,yunmuchachodeaspectosimpáticoatravesóelpatioyentróenlahabitación.Llevabaunmartilloenlamanoylabocallenadeclavitos,quetuvoquesacarseparapoderhablar.

—Ybien,Joram,¿cómovaeso?—dijomísterOmer.

—Muybien.Yaestáterminado—dijoJoram.

Minnieseruborizóunpocoylasotrasmuchachassesonrieronunaaotra.

—Entonceshastrabajadomucho.Anoche,mientrasyoestabaenelClub,¡hayquever!—dijomísterOmerguiñandounojo.

—Sí—dijoJoram—;comomehabíaprometidoustedquesiloterminabapodríamoshaceresapequeñaexcursiónjuntosMinnieyyo…conusted.

—¡Oh!Creíaqueibaisaolvidarme—dijomísterOmerriendo.

—Como me había prometido eso—contestó el joven he hecho todo loposible.¿Quiereveniraverloydarmesuopinión?

—Sí —dijo míster Omer levantándose—. Querido —dijo volviéndosehaciamí—,¿tegustaríaver…?

—No,padre—interrumpióMinnie.

—Pensabaquepodíagustarle,querida—dijomísterOmer—;peroquizátienesrazón.

Nopuedodecirporqué;perosabíaqueloqueibanavereraelféretrodemi queridamadre. Nunca había oído contar cómo se hacían, ni había vistouno; pero se me ocurrió mientras oía los martillazos, y cuando entró elmuchachoestoysegurodequeyasabíaloqueestabahaciendo.

Cuantoterminaroneltrabajo,lasdosmuchachas,cuyosnombresnohabíaoído,secepillaronyarreglaronunpocoyentraronenlatiendaparaponerlaenorden y esperar a la parroquia. Minnie continuó allí doblando lo hecho ycolocándoloendoscestas.Lohacía arrodillada,murmurandoentretantounacanciónligera.Joram,quesindudaerasuenamorado,entródepuntillasylerobóunbesosinpreocuparsedemipresencia.Después ledijoquesupadrehabíaidoabuscarelcocheyqueélibaaprepararseenunmomento.Sefue;ellaseguardóeldedalylastijerasenelbolsillo,prendiócuidadosamenteensupechounaagujaenhebradaconhilonegroysearreglóconcoqueteríaanteun espejito que había detrás de la puerta, en el que vi reflejarse su rostrosatisfecho.

Yo lo observaba todo sentado en una esquina de lamesa, con la cabeza

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apoyada en mis manos, y mis pensamientos versaban sobre las cosas másdispares.Elcochellegópronto,yloprimeroquecolocaronenélfuelasdoscestas;despuésmemetieronamí,yellostresmesiguieron.Recuerdoqueeraunaespeciedecarrocomolosqueutilizanparallevarpianos.Estabapintadode un color oscuro y lo arrastraba un caballo negro con la colamuy larga.Habíasitiodesobraparatodosnosotros.

Ahorameparecequenuncaheexperimentadounsentimientomásextrañoenmivida(quizáesqueyasoyviejo)queelquesentíaentoncesobservandolocontentaqueestabaaquellagentedespuésdeltrabajoquehabíanterminado.Noestabaenfadadoconellos,peromeproducíanunaespeciedemiedo,comosifueranseresdeotracastaquenotuvierannadaencomúnconmigo.Estabanmuyalegres.Elanciano,sentadodelante,conducía,ylosdosjóvenes,cuandoél les hablaba, se inclinaba cada uno por un lado de su alegre rostroprestándolemuchaatención.Tambiénhubieranqueridohablarconmigo;peroyocontinuabadeespaldasenmirincón;memolestabasualegríaysuamor,aunque no eran demasiado ruidosos, y casi me admiraba de que Dios nocastigarasudurezadecorazón.

Cuando se detuvieron para dar pienso al caballo, también comieron ybebieronalegremente ellos;yonopude tocarnadade loquemeofrecían,ycuandoyaestuvimoscercademicasamebajéapresuradamentedelcochepordetrás,paranollegarensemejantecompañíaanteaquellasventanasqueahorameparecíanciegascomoojo,,,cerradosyantesluminosos.

¿Cómopodíahaberdudadodequemevolvieran las lágrimasalmirar laventana del cuarto de mi madre, y a su lado aquella otra que en mejorestiemposhabíasidomía?

AntesdellegaralapuertayaestabaenbrazosdePeggotty.Supenaestallóalverme,perosedominó.

Hablabaenunsusurro,yandabasuavemente,comositemieramolestaralosmuertos.Nosehabíaacostadohacíamuchotiempo,yaúnseguíaenvelaporlasnoches,puesmientrasestuvierasuniñaqueridaenlacasadecíaquenoeracapazdeabandonarla.

MísterMurdstonenisiquierasepercatódemillegadacuandoentréenlahabitación en la que estaba sentado al lado del fuego, llorando en silencio.MissMurdstone,muyocupadaensuescritorio,queteníacubiertodecartasypapeles,metendiólapuntadesusdedos,preguntándomeentonoglacialsimehabíantomadomedidaparaelluto.

—Sí—ledije.

—Yturopa—dijo—,¿lahastraído?

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—Sí,señora;lohetraídotodo.

Éstefueelúnicoconsueloquesufirmezameadministró.Estoysegurodeque sentía un verdadero placer en exhibir, en aquella ocasión, lo que ellallamaba su presencia de espíritu y su firmeza y su fuerza de voluntad y susentido común y todo el diabólico catálogo de sus antipáticas cualidades.Estabaparticularmenteorgullosadesudisposiciónparalosnegocios,yahoralodemostrabareduciéndolotodoaplumaytinta,ysindejarseconmoverpornada. El resto del día, y desde la mañana a la noche de los que siguieron,estuvoensupupitresindejardeescribirconunaplumadura,hablandoenelmismotonoimperturbableatodoelmundo,ysinqueunsolomúsculodesucaraseinmutara,unasuavidadensutonodevozapareciera,niunátomodesuindumentosedesarreglara.

Su hermano a veces cogía un libro; pero estoy convencido de que no loleía.Loabríaymirabalas letrascomosi lo leyera;peropermanecíadurantehoras enteras sin volver una hoja; después lo dejaba y se paseaba de arribaabajo por la habitación. Yo permanecía sentado con las manos cruzadas,mirándoleycontandosuspasoshoratrashora.

Muy rara vez hablaba a su hermana, y amí nunca. Era lo único que semovía(élyelreloj)enlaabsolutainmovilidaddelacasa.

En aquellos días, antes del funeral, vi muy poco a Peggotty, exceptocuandosubíaalotropiso,quemelaencontrabaenlahabitacióndondemamáysunenereposaban,yporlasnoches,queveníaamicuartoysesentabaallíhastaquemedormía.Undíaodosantesdelfuneral(presumoqueeraundíaodos antes, pero creo que los días se confundían en mi memoria en aquellatristeépoca,cuandonadamarcabaelprogresodeltiempo)mehizoentrarconellaenlahabitaciónenqueestabamimadre,yahorasólorecuerdoquebajoun lienzo blanco que cubría su lecho, de una blancura deslumbrante, comotodo loque le rodeaba,parecía estar allí tendidoypersonificadoel solemnesilencio que reinaba en la casa, y sé que cuando Peggotty quiso levantarsuavementeaquellienzoyogrité:«¡Oh,no,no!»,deteniendosumano.

Sielentierrohubierasidoayer,nolorecordaríamejor.Elaspectosolemnedelsalóncuandoentré;lobrillantedelfuego,elvinoquebrillabaenlasjarras,laformadelosvasos,delosplatos;eldulceperfumedelbizcocho,elolordelaropademissMurdstoneydenuestrostrajesdeluto.

AllíestabamísterChillipyseacercóahablarme.

—¿Cómoestás,Davy?—medijoconbondad.

Yonopodía contestarle quemuybieny le alarguémimano, que retuvoentrelassuyas.

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—¡Pobrecillo!—medijosonriendodulcementeyconlosojoshúmedos—.Nuestrosamiguitoscrecenanuestroalrededor;prontonolosreconoceremos.¿Verdad,señora?—dijodirigiéndoseamissMurdstone,quenolecontestó.

—Yaloquepareceaprovechamoseltiempo,¿noesasí,señora?—insistiómísterChillip.

Miss Murdstone sólo le contestó con un frío saludo, y míster Chillip,desconcertado,sefueaunrincón,llevándomeconsigoysinvolveradesplegarloslabios.

Observoestoporqueloobservotodo;peronomeinteresalomásmínimodesdequehevueltoacasa.

Ahora las campanas empiezan a sonar, y míster Omer, con otrosempleados, empieza a prepararlo todo, todo, como cuando hacía muchotiempo(Peggottymelohabíacontado)sellevaronamipadreaaquellamismatumba,despuésdeprepararleenlamismahabitación.

Somos pocos: nada más míster Murdstone, nuestro vecino Graypper,místerChillipyyo.Cuandollegamosalapuertalosdelafunerariaestányaconsucargaeneljardínyvandelantedenosotrosporelsendero,debajodelosárboles.Pasanlaverjayentranenelcementerio,dondetanamenudoheoídocantaralospájarosenlasmañanasdeverano.

Rodeamoslatumba.Eldíameparecedistintodetodoslosdemásdíasylaluzdeotrocolor,deuncolormástriste,yhayallíunsilenciosolemne,queamímeparecequelohemostraídodecasaconelféretro;ymientrasestamosdepie,descubiertos,oigolavozdelclérigo,resonandoremotaenelairelibre,quediceclaramente:«Yosoy laresurreccióny lavida,diceelSeñor».Oigosollozos,yapartadaentreloscuriososveoalabuenayfielcriada,lapersonaparamímás querida de todos los que quedan en la tierra y a la que enmiinfantilcorazónestoysegurodequeDiosdiráundía:«Hashechobien»

Haymuchosrostrosconocidosentrelagenteaquella,rostrosquerecordabade la iglesia cuando siempre miraba alrededor, rostros que habían sido losprimerosenveramimadrecuandollegóalaaldeaentodoelesplendordesujovenbelleza.Nomeocupodeellos;sólopiensoenmipena,y,sinembargo,veo y reconozco a todos; hasta allá en el fondo, muy lejos, veo a Minnielanzandomiradasasuenamorado,queestácercademí.

Todohaterminado,yvolvemosacasa,quesealzaantenosotrostanbonitacomosiempre,nohacambiado;peroestátanunidaenmipensamientoconlaideadeloqueyanoexiste,quetodamipenanoesnadaencomparaciónaloquesientoahora.MísterChillipmelleva,mehablaymehacebeberunpocodeagua,ycuandolepidopermisopararetirarmesedespidedemícondulzurademujer.

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Todoesto,lorepito,esparamícomosihubierasucedidoayer.Sucesosdefechamásrecientehanhuidodemipensamiento,yheolvidadocosasquemástardequizá reaparecerán;peroestocontinúa inmóvilantemícomounagranrocaenelocéano.

SabíaquePeggottyvendría a buscarme.Laquietuddelmomento (el díadebíadeserdomingo,pero loheolvidado)nosera favorable.Sesentóamilado,encimademicama,ycogiendomimano,quedevezencuandollevabaasuslabiosyavecesacariciabaconlassuyascomohubierapodidohacerparaconsolaramihermanito,mecontóasumaneratodoloqueteníaquecontarmeconcernientealosúltimossucesos.

—Desdehacíamuchotiemponoestabanuncabien—dijoPeggotty—;suespírituestabaatormentadoynoerafeliz.Cuandonaciósuniñopenséqueesole curaría; pero, por el contrario, estaba cada vez más triste. Antes delnacimiento de su hijo le gustaba quedarse sola y llorar; pero después seacostumbróacantarle,ylohacíaconunavoztandulce,quemásdeunavez,al escucharla. pensaba que era como una voz en el aire que subía hacia elcielo.Cadavezsevolvíamástímidaymásasustadiza,yalfinalunapalabraduraeracomoungolpeparaella;peroconmigosiemprefuelamisma.¡NuncacambióconsulocaPeggottyladulceniña!

Aquí Peggotty se detuvo y acarició dulcemente mi mano durante unmomento.

—Laúltimavezquelahevistocomoensusbuenostiemposfuelatardedetullegada,hijomío.Eldíadetupartidamedijo:«Nuncavolveréaveraminiñoquerido;algomeloasegura,yeslaverdad,losé».Hacíaloposibleporsostenerse,yenmuchasocasiones,cuando le reprochabansuaturdimientoysucarácterligero,hacíacomoquelocreía;peroyahacíatiempoqueaquellohabíapasado.Nuncalehabíadichoasumaridoloquemehabíadichoamí;leasustaba hablar de ello; por fin, una noche, una semana antes, le dijo:«Querido,creoquememuero».«Ahoratengoelespírituenreposo,Peggotty—medijoalacostarlaaquellanoche—.Elpobrehombreseiráhaciendoalaideadurantevariosdíasydespuésselepasarápronto.Estoytancansada;siessueño,siéntateamiladomientrasduermo,nomedejes.¡QueDiosbendigaamis dos niños y proteja y conserve ami niño sin padre!»Después ya no laabandonéunmomento—siguióPeggotty—.Ellahablabaamenudoconellosdos, porque los quería: no podía vivir sin amar a los que la rodeaban; perocuando la dejaban sola siempre se volvía haciamí, como si sólo encontrarareposo donde Peggotty estaba, y nunca se dormía de otromodo. La últimanoche, por la tarde, me besó y me dijo: «Si mi nene muriera también,Peggotty,teruegoquelepongasenmisbrazosynosentierrenjuntos».Yesloquesehahecho,porqueelpobreangelitosólovivióundíamásqueella.«Quemi querido Davy nos acompañe al lugar de reposo—dijo—, y dile que su

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madre,enellechodemuerte,lohabendecidoynounavez,milveces.»

Otrosilenciosiguió—aesto,ydenuevoPeggottyacariciódulcementemimano.

—Estabayamuyadelantadalanoche—prosiguiócuandopidiódebeber,ydespuésmedirigióunasonrisatandulce,¡estabatanhermosa!…Amanecía,yelsolselevantabacuandomedijolocariñosoybuenoquemísterCopperfieldhabíasidosiempreparaella,y tupacientequeera,ycómo ledecía,cuandodudabadesímisma,queuncorazónamantevalíamásquelasabiduríayqueéleraelhombremásfelizasulado…«Peggotty,queridamía—dijodespués—,acércatemás(estabamuydébil),pasatubrazopormicuelloyvuélvemehaciati;turostroparecequesealejayquieroverlocerca.»Hiceloquepedía,y, ¡oh Davy!, se cumplía lo que yo había dicho una vez. Apoyó su dulcecabecita en el brazo de esta necia Peggotty. Ymurió como un niño que seduerme.

AsíterminóelrelatodePeggotty.Desdeelmomentoenquesupelamuertede mi madre, la idea de lo que había sido últimamente desapareció porcompletoparamí,ydesdeaquelinstantelarecuerdocomolamadrejovendemisprimerosaños,laqueenrollabasusbuclesenlosdedosybailabaconmigoporlanocheenlasala.LoquePeggottymecontaba,enlugarderecordarmeelúltimo período, confirmaba en mi espíritu la primera imagen; podrá serextraño,peroeslaverdad.Enuninstantehabíavueltoamisojossutranquilajuventud,borrandotodoelresto.

Lamadrequedescansabaenlatumbaeralamadredemisprimerosaños,ylacriaturitaque teníaensusbrazoserayocomoestabaenmi infancia, sóloqueahorameestrechabayaenellosparasiempre.

Capítulo10

Empiezandescuidándome,luegomecolocan

ElprimeractodeautoridaddemissMurdstonecuandopasóeldíasolemneyseabrierondenuevolasventanasfuedecirleaPeggottyqueenelplazodeunmesteníaquemarcharse.PormuchoqueaPeggottylehubieramolestadotenerquesoportarlos,estoysegurodeque lohubierahechoporcariñohaciamí,prefiriendoaquellacasaalamejordelmundo.Ellamelocontó,ylosdosnoslamentamosdetodocorazón.

Respectoamí,nidecíanunapalabranidabanelmenorpaso.Yocreoquesumayor felicidad hubiera sido poderme despedir también con otromes deplazo.UndíameatrevíapreguntaramissMurdstonecuándoibaavolvera

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Salem House; pero me contestó muy secamente que era probable que novolvieranunca.MiporvenirmepreocupabamuchoyaPeggottytambién.

Mi situación había cambiado por completo, y aunque me libraba demuchasmolestias, si hubiera sido capaz de apreciarlo seriamenteme habríapreocupadomuchosobremiporvenir.Latiraníaquehabíanejercidosobremíhabíadesaparecidoporcompleto;loúnicoquedeseabaneranotenermeantesuvista;tanesasí,queenvariasocasiones,cuandoacababadesentarmeconellos, miss Murdstone, frunciendo el ceño, me hacía señas para que memarchase.YanolespreocupabaelqueestuvierasiempreconPeggotty;contaldequenolosmolestaselesimportabapocodóndepudieraestar.AlprincipiomeasustabalaideadequemísterMurdstonevolvieraatomarensumanomisleccionesoquesuhermana,ensuabnegación,sededicaraaello;peroprontomepercatédequeaquellostemoreseranvanosyquetodosereduciríaavermeabandonado.

Norecuerdosiaqueldescubrimientomecausómuchapena.Estabatodavíaeneldolordelamuertedemimadreyenunestadodeánimoenquetodomedaba lo mismo. Lo que sí recuerdo es que algunas veces pensaba en laposibilidaddequenoseocuparandeinstruirme,ypensabaqueentoncesseríaun ser inútil, predestinado a pasarse la vida vagando de una aldea a otra.Tambiénrecuerdoque,pensandoenaquello,mepreguntabasinoseríamejormarcharmecomoelhéroedeunahistoriaparabuscarfortuna;peroestaseranvisionestransitorias,sueñosquehacíadespierto,sombrasqueveíadébilmentedibujadasoescritasenlapareddemihabitaciónyquedespuéssedesvanecíandejandolaparedvacía.

—Peggotty—dijeunanocheentonopensativo,mientrasmecalentabalasmanos en el fuego de la cocina—, míster Murdstone me quiere cada vezmenos; nunca me ha querido mucho, Peggotty; pero ahora, si pudiera, legustaríanovolveraverme.

—Quizá sea a causa de su pena —dijo Peggotty, acariciándome loscabellos.

—No,Peggotty,estoyseguro.Yotambiénestoytriste.Sipudieracreerqueeratristezanopensaríaenello;peronoeseso,no,noeseso.

—¿Ycómosabesquenoeseso?—dijoPeggottydespuésdeunsilencio.

—¡Oh!,latristezaesotracosamuydistinta.Ahora,porejemplo,estátristesentadoantelachimeneaconsuhermana;perosientroyo,Peggotty,cambiacompletamente.

—¿Porqué?—dijoPeggotty.

—Porqueseencoleriza—lecontesté imitando involuntariamentesuceño

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—.Siestuvierasolamente triste,nomemiraríacomomemira.Yo,quesóloestoytriste,tengomásansiaquenuncadecariño.

Peggottynodijonadaenun rato,yyomecalenté lasmanos tambiénensilencio.

—Davy—dijoporúltimo.

—¿Qué,Peggotty?

—He tratado, queridomío, he tratadopor todos losmedios de encontrarcolocaciónaquíenBloonderstone;peronolaheencontrado,hijomío.

—¿Yquépiensashacer,Peggotty?—dijetristemente—.¿Dóndepiensasirabuscarfortuna?

—CreoquemeveréobligadaairmeaYarmouthparavivirallí.

—Podíasirunpocomáslejos—dije,medioenbroma—,yseríaperderteparasiempre.Peroallípodréverteamenudo,miqueridaPeggotty;aquellonoesdeltodoelfindelmundo.

—Alcontrario,graciasaDios.Mientrasestésaquí,queridomío,yovendréporlomenosaverteunavezporsemana.

Esta promesame quitó un gran peso de encima; pero no era todo, puesPeggottycontinuó:

—Loprimero,Davy,voyairacasademihermanoapasarquincedías,eltiempo necesario para tranquilizarme y reponerme un poco, y ahora estoypensando que quizá lo dejaran, como no lo necesitan mucho, venir allíconmigo.

Si algo podía no serme indiferente, exceptuando a Peggotty, y podíacausarmeunaalegríaenaquellosmomentos,eraunproyectoasí.La ideadeverme rodeado, de nuevo, por aquellos rostros honrados, alegres de millegada; de volver a sentir la dulzura y la tranquilidad de las mañanas dedomingo, cuando las campanas suenan, las piedras caen en el agua y losbarcossedibujanenlabruma.ElfigurarmepaseandoenlaplayaconEmily,contándolemis penas y buscando de nuevo conchas y caracoles. Todo estotranquilizabamicorazón.

Unmomentodespuésmepreocupó la ideadequequizámissMurdstoneno lo consintiera; sin embargo, esta preocupación no duró mucho, pues enaquel momento apareció ella misma, haciendo su ronda de noche, en laantecocina donde estábamos hablando, y Peggotty abordó el asunto con unatrevimientoquemesobrecogió.

—Elchicoperderáel tiempoallí—dijomissMurdstonemirandoenunaolladeescabeche—,ylaociosidadeslamadredetodoslosvicios.Peroestoy

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seguradequeaquíloperderátambién;esmiopinión.

Peggottyestuvoapuntodecontestarlemal;perosecontuvoporcariñoamí,ypermaneciósilenciosa.

—¡Hem!—dijomissMurdstone,consusojosfijostodavíaenelescabeche—.Lomásimportantedetodo,delamayorimportancia,esqueamihermanonoselemolesteypuedaestartranquilo.Supongoquelomejorserádecirquesí.

Ledilasgraciassinhacerningunamanifestacióndealegría,nofueraesoainducirlearetirarsuconsentimiento.Nopudepormenosdepensarquehabíaobradoconprudencia,cuandovilamiradaquemelanzóporencimadeltarrode escabeche. Parecía como si sus ojos negros hubieran absorbido todo elvinagre que el escabeche contenía; pero el consentimiento estaba dadoy nofuenegado,puescuandocumplióelmesdePeggottyyaestábamosdispuestosapartir.

BarkisentróencasaporlasmaletasdePeggotty.Yonuncalehabíavistoantesatravesar laverja;peroenaquellaocasiónentróen lacasa,yalcargarconlapesadamaletadePeggottymelanzóunamiradaenlaquemeparecióquemequeríadeciralgo,sieraposiblequepudieseexpresaralgoelrostrodeBarkis.

Peggotty estaba naturalmente triste al dejar la que había sido su casadurantetantosañosydondelosdosgrandescariñosdesuvida,mimadreyyo,sehabíanformado.Sehabíalevantadomuytempranoparairalcementerio,ymontóenelcarroysesentóenélsinquitarseelpañuelodelosojos.

Todoel tiempoquepermanecióenestaactitud,Barkisnodio señalesdevida;sentadocomodecostumbre,parecíaunmuñeco.PerocuandoPeggottymiróasualrededoryempezóahablarme,sacudiólacabezaydejóoírvariasvecesungruñidodesatisfacción.Nopudecomprenderaquéserefería.

—Haceundíamuyhermoso,místerBarkis—dije.

—Noesmalo—contestóBarkis,queporlogeneraleramuyreservadoyraravezsecomprometía.

—Peggottysehatranquilizadoyadeltodo,místerBarkis—ledijeparasusatisfacción.

—¿Deverdad?—dijoBarkis.

Despuésde reflexionar sobreello,dijoconairemalicioso:—¿Estáustedcompletamenteagusto?

Peggottyseechóareír,ycontestóafirmativamente.

—¿Peroverdaderamenteestáustedsegura?—gruñóBarkisacercándosea

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ellaydándoleuncodazo

—. ¿Está usted segura? ¿Verdaderamente a gusto? ¿Está usted segura?¿Eh?

YacadaunadeaquellaspreguntasBarkisseacercabamásaellayledabaotro codazo. Por último, se acercó tanto ya, que estábamos los tresamontonados en un rincón del carro, y yo tan oprimido, que apenas podíarespirar.

Peggottylellamólaatenciónsobremissufrimientos,yBarkisseretiróunpoquito;después,pocoapoco,sefuealejandomás;peronopudepormenosdeobservarqueasusojosaquelloeraunaformamaravillosadeexpresarsussentimientos de una manera clara y agradable sin el inconveniente de laconversación.Noteníadudaqueestabacontentodesuproceder.PocoapocosevolvióotravezhaciaPeggotty,preguntando:

—¿Supongoqueestaráustedverdaderamenteagusto?

Yotravezseacercóanosotros,hastaquemefaltólarespiración.Alpocoratolerepitiósupreguntaconlamismamaniobra,hastaquedecidíponermedepieencuantoleveíaacercarseconelpretextodemirarelpaisaje.Fueunagranidea.

Barkissesintiótanamable,quesedetuvoanteunatabernaexpresamentepor nosotros y nos convidó a cordero asadoy cerveza.YmientrasPeggottybebía él fue presa de un nuevo acceso de galantería, y casi la atragantó delencontronazo. Pero conforme nos acercábamos al fin de nuestro viaje, cadavezteníamásquehacerymenostiempoparagalantear,ycuandopisamoselempedradodeYarmouthnospreocupabandemasiadolassacudidasparapoderpensarenotracosa.

Míster Peggotty y Ham nos esperaban en el sitio de siempre y nosrecibieronconlamayorcordialidad.YoestrechélamanoaBarkis,queteníaelsombrero en la coronilla, la cara avergonzada y una confusión que parecíacomunicarseasuspiernas.

Cada uno de los Peggotty cargó con una de las maletas, y ya nosmarchábamoscuandoBarkismehizoun signomisteriosocon sumanoparaquemeacercase.

—Digo—murmuróBarkis—quetodovabien.

Yolemiréalacaraycontestéenuntonoquequisoserprofundo:

—¡Ah!

—Noesesotodo.Vamuybien.

Denuevolecontesté:

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—¡Ah!

—Ya sabía usted que Barkis desde luego estaba dispuesto. Era Barkis,Barkissolamente.

Hiceunsignodeafirmación.

—Todovabien—dijoBarkisestrechándomelamano—.Soysuamigo;lohahechoustedtodomuybien,ytodovabien.

En su deseo de explicarse con particular lucidez, Barkis se puso tanextraordinariamentemisterioso,quehubierapodidopermanecermirándolealacaraduranteunahora sin sacarmásprovechoquedel cuadrantedeun relojparado.PeroPeggottymellamó,ymealejé.

Mientrasandábamos,mepreguntó loquemehabíadichoBarkis,yyo lecontesté«quetodoibabien».

—¡Quéatrevimiento!—dijoPeggotty—.Perometienesincuidado.Davyquerido,¿quétepareceríasipensaraencasarme?

—¿Me seguirías queriendo igual? —dije después de un momento dereflexión.

Ycongransorpresade losquepasaban,ydesuhermanoysobrino,queibandelante,labuenamujernopudopormenosdeabrazarmeasegurándomequesucariñoerainalterable.

—Pero¿quéteparecería?—insistiócuandoestuvimosotravezencamino.

—¿Sipensarasencasarte…conBarkis,Peggotty?

—Sí—dijoPeggotty.

—Pues me parecería una buena idea; porque, ¿sabes, Peggotty?, asítendríassiempreelcaballoyelcarroparaveniraverme,ypodríasvenirsinquetecostasenada.

—¡Qué inteligencia la de este niño! —exclamó Peggotty—. Eso esprecisamente lo que yo estoy pensando desde hace unmes. Sí, precioso, ytambiénpiensoqueasítendrémáslibertad,yquetrabajarédemejorganaenmicasaqueenladecualquierotro,puesnosésimeacostumbraríaaserviraextraños, y así continuaré cerca de la tumba de mi niña querida —dijoPeggotty amedia voz—, y podré ir a verla cuandome dé la gana, y simemueromepodránenterrarcercadeella.

Despuésdedeciresto,guardamosunmomentosilenciolosdos.

—Pero no quiero ni pensar en ello —dijo Peggotty con cariño— sicontraría en lo más mínimo a mi Davy. Aunque se hubieran publicado lasamonestaciones treinta y tres veces y ya tuviese el anillo de boda en el

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bolsillo…

—Mírame,Peggotty,yverássinoestoyrealmentecontento;esmás,quelodeseodetodocorazón.

—Bien, hijo mío —dijo Peggotty dándome otro abrazo—; no dejo depensarlonocheydía,ycreoquevoyporbuencamino;perotodavíatengoquepensarlo mejor y consultarlo con mi hermano; entre tanto, guardaremos elsecreto,¿eh,Davy?

—Barkisesunbuenhombre—continuóPeggotty—,ysóloconquetratede cumplir con mi deber estoy segura de que será mía la culpa si no nosencontramos «completamente a gusto» —dijo Peggotty riendo de todocorazón.

EstaalusiónalaspalabrasdeBarkiseratanoportunaynosdivirtiótanto,quenodejamosdereíryestuvimosdeunhumorexcelentecuandollegamosantelacasademísterPeggotty.

Todo lo encontré igual, excepto que quizá me pareció un poco máspequeño.MistressGudmigenosestabaesperandoa lapuerta,comosinosehubieramovido de allí nunca. El interior tampoco había cambiado; hasta elcacharroazulconlasplantasmarinasseguíaenmimesita.Diunavueltaalacasa y encontré las mismas langostas y cangrejos amontonados como decostumbre,conelmismodeseodepincharlotodoyenelmismorincón.Peropor más que busqué no encontraba a Emily. Por fin le pregunté a místerPeggottydóndepodríaestar.

—Está en la escuela—dijo enjugándose la frente al soltar la maleta dePeggotty—; pero tiene que volver enseguida —añadió mirando el reloj—;dentrodeveinteminutos,o lomásmediahora.Todos laechamosmuchodemenoscuandonoestá,puedesestarseguro.

MistressGudmigesuspiró.

—¡Alegría,viejacomadre!—gritómísterPeggotty.

—Yolosientomásquenadie—dijomistressGudmige—;soyunapobrecriaturasinrecursos,yellaeslaúnicaquenomecontraría.

MistressGudmige, suspirandoymoviendo lacabeza, sepusoaavivarelfuego.MísterPeggotty,mirándonosmientrasnoleveía,medijoenvozbaja,poniéndomelamanodelantedelaboca:«Eselviejo»;deloquededuje,conrazón, que desde mi última visita el humor de mistress Gudmige no habíamejorado.

El sitio era, o por lomenosdebía serlo, tan encantador comoen aquellaépoca; sin embargo, no me impresionó tanto, y casi estaba desilusionado.QuizáfueraporquenoestabaencasalapequeñaEmily.

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Comome habían enseñado el camino por donde volvería, eché a andarparasalirasuencuentro.

Prontoviapareceradistanciaunafigurita,yalmomentoreconocíenellaaEmily.Habíacrecido,peroeratodavíamuypequeña.Cuandoestuvecercayvisus ojos azules, me parecieron más azules que nunca, y su rostro másresplandeciente,ytodasupersonamásbonitayatractiva,ynoséporquéunsentimientoindefiniblemeobligóahacercomoquenolaconocíaypasarasuladocomosifueramirandoalolejossinverla.Estomehasucedidodespuésmásdeunavezenlavida,sinomeequivoco.

Emilynosepreocupó;mehabíavistomuybien,peroenlugardevolverseyllamarmeechóacorrerriendo.Yotuvequecorrerdetrásdeella;perocorríatanto,quefueyacercadelacasadondelaalcancé.

—¡Ah!¿Erestú?—dijo.

—Yasabíasqueerayo,Emily.

—¿Ytúacasonosabíasqueerayo?

Fuiabesarle;peroellasecubriósuslabiosdecerezaconlasmanosydijoqueyanoeraunaniña,yentrócorriendoenlacasa,riéndosemásfuertequenunca.

Parecíadivertirsehaciéndome rabiar,yestecambiomeextrañabamuchoenella.Lamesaestabapuesta,ynuestroantiguocajóncontinuabaensusitio;peroella,enlugardevenirasentarseamilado,secolocójuntoalagruñonamistressGudmige, y cuandomíster Peggotty le preguntó el porqué, sacudiósuscabellosysólocontestóriendo.

—Esunagatita—dijomísterPeggottyacariciándolaconsumanaza.

—Esoes,esoes—exclamóHam—.Sí,señoritoDavy.

Ysesentómirándolay riéndoseconunaespeciedeadmiraciónydeleitequelehacíaponersecolorado.

AEmilylamirabantodos,ymísterPeggottymásqueninguno.Deélhacíalaniñaloquequeríasolamenteconacercarsucaritaalasfuertespatillasdesutío, almenos ésta erami opinión cuando la veía hacerlo, yme parecía quehacíamuybienmísterPeggottyenello.Eratanafectuosaytandulce,yteníaunamaneradeseralaveztímidayatrevidaquemecautivómásquenunca.

Ademáseramuycompasiva,puescuandoestandosentadosdespuésdeltémíster Peggotty,mientras fumaba su pipa, aludió a la pérdida que yo habíasufrido,asomaron lágrimasasusojosymemirócon tantocariño,quese loagradecícontodaelalma.

—¡Ah!—dijomísterPeggottycogiendolosbuclesdelaniñaydejándolos

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caer uno a uno—. También ella es huérfana, ¿ve usted, señorito?, y éstetambiénloes,aunquenoloparece—dijodandounpuñetazoenelpechodeHam.

—SiyotuvieradetutoramísterPeggotty—dijesacudiendolacabeza—,creoquetampocomesentiríamuyhuérfano.

—Biendicho, señoritoDavy—gritoHamconentusiasmo—;biendicho,¡viva!Ustedtampocolosentiría,biendicho,¡viva!¡viva!¡viva!

YdevolvióelpuñetazoamísterPeggotty.Emilyselevantóybesóasutío.

—¿Ycómoestásuamigo,señorito?—mepreguntómísterPeggotty.

—¿Steerforth?—pregunté.

—Eseeselnombre—exclamómísterPeggottyvolviéndoseaHam—.Yasabíayoqueeraalgoparecido.

—UsteddecíaqueeraRoodderforth—observóHamriendo.

—Bien—replicómísterPeggotty—,puesnoandabamuylejos.¿Yquéhasidodeél?

—Cuandoyolodejéestabamuybien,místerPeggotty.

—¡Esoesunamigo!—dijomísterPeggottysacudiendosupipa—.¡Esoesun amigodel que sepuedehablar!Porque, ¡Dios le bendiga!, el corazón sealegraalmirarle.

—Esmuyguapo,¿verdad?

Meentusiasmabaoyéndolecómoloelogiaba.

—¿Guapo?—exclamómísterPeggotty—.¡Yalocreo!

Se para delante de uno como… como… yo no sé cómo; pero ¡es tandecidido!

—Sí,eseesprecisamentesucarácter.Bravocomounleón,ylafranquezamisma,místerPeggotty.

—Y también supongo —dijo míster Peggotty mirándome a través delhumodesupipa—queenlosestudiosseráelprimero…

—Sí —dije yo con delicia—, lo sabe todo; es extraordinariamenteinteligente.

—¡Esoesunamigo!—murmurómísterPeggottysacudiendogravementelacabeza.

—Nadaparececostarletrabajo;sesabelasleccionesconmirarlas,yenelcricketeselmejor jugadorquehevisto.Ledaausted todos lospeonesque

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quieraeneljuegodedamas,y,sinembargo,leganarásiempre.

MísterPeggotty sacudió de nuevo la cabeza comodiciendo: «Ya lo creoquemeganaría».

—¿Ysuconversación?—proseguí—.Enesonotienerival,yquisieraqueleoyeraustedcantar,místerPeggotty.

MísterPeggottymoviódenuevolacabeza,comosidijera:«Nomecabeduda».

—Y además es unmuchacho noble y generoso—dije arrastrado pormitema favorito—; es imposible expresar todo lo que merece. Nunca leagradeceré bastante la generosidad con queme ha protegido, siendo yo taninferioraélpormiedadymisestudios.

Seguíaentusiasmándomecadavezmás,cuandomisojosseposaronenlacarita deEmily, que estaba inclinada sobre lamesa, escuchando con lamásprofundaatención;conteníaelaliento,teníarojaslasmejillasysusojosazulesbrillaban como joyas. Parecía escuchar con tan extraordinaria atención yestaba tan bonita, que me detuve sorprendido, y al callarme yo todos lamiraronyseecharonareír.

—Emilyescomoyo—dijoPeggotty—;legustaríaverle.

Emily estaba confusa al ver que todos la miraban, y bajó la cabezaruborizada,ydespuésnosmiróatravésdesusrizos,yalverqueseguíamosmirándola(estoysegurodequeyopor lomenos lehubieraseguidomirandodurantehorasenteras),seescapóyestuvoescondidahastaquecasifuelahoradeacostarse.

Me acosté enmi antigua cama, en la popa del barco, y el viento vino aquejarsecomoantaño.Peroahorameparecíaquesequejabaporlosqueyanoestaban,yenvezdepensarqueelmarpodíasubirporlanocheyllevarselabarca,penséqueelmarhabíasubidotantodesdelaúltimavezqueoíaquellosruidos,quehabíasepultadomifelizytranquilohogar.Recuerdoquecuandoelruidodelvientoydelmarfuedisminuyendoañadíunapequeñacláusulaamisrezos,pidiendoaDiosserprontounhombreparacasarmeconEmily,yasímequedédulcementedormido.

Losdíastranscurrieronmuysemejantesalosdehacíaunaño,excepto(yestofueunagrandiferencia)queEmilyyyoraravezvagábamosahoraporlaplaya;ellateníaquehacersusdeberesylaboresyestabaausentecasitodoeldía.Peroyosentíaqueaunsinestasrazonesnohubiéramosvueltoanuestrosantiguospaseos;inclusosiendo,comoera,salvajeyllenadeinfantilidad,eratambiénmasmujercita de lo que yo esperaba. Parecía que se había alejadomuchodemíenpocomásdeunaño.Mequería,peroriéndoseyhaciéndome

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rabiar, y cuando salía a su encuentro, se me escapaba a casa por distintocamino, y después me esperaba en la puerta, riéndose al verme volverdesilusionado.

Losmejores ratos eran losquepasábamoscuando se sentaba a lapuertacon la labor.Yomesentabaasuspies,en losescalonesdemaderay leíaenvozalta.Ahorameparecequenuncahevistobrillarelsolcomoenaquellastardes;quenuncahevistounafiguritamásluminosaquelasuya,sentadaalapuerta de la antigua barca; que nunca he admirado un cielomás azul ni unaguacomoaquella,nigloria semejantea ladeaquellosbarcosqueparecíannavegarenelairedorado.

Laprimera tardedeldíaenque llegamos,Barkisapareciódelmodomasextrañoyconunpaquetedenaranjasatadasenunpañuelo.Comonohizolamenoralusiónaella,supusimosquelashabíadejadoolvidadasalmarcharse,yHamse apresuró a correr tras él para devolvérselas; perovinodiciendoqueeranparaPeggotty.Despuésdeestovolviótodaslastardesalamismahoraysiempreconunpaquetito,alquenuncaaludíaysolíadejardetrásdelapuerta.Estas ofrendas cariñosas eran de lo más extrañas y grotescas. Entre ellasrecuerdodos cochinillos, un acerico enorme,media fanegademanzanas, unpar de pendientes de azabache, algunas cebollas, una caja de dominó, uncanario(pájaroyjaula)yunjamón.

El modo de cortejar de Barkis, tal como lo recuerdo, era de unaoriginalidadespecialísima.Muyraravezhablaba;sesentabajuntoalfuego,enuna actitud muy parecida a la que tenía en su carro, y miraba fijamente aPeggotty, a quien tenía enfrente. Una noche, inspirado por su amor, seabalanzó al pedacito de cera que ella usaba para el hilo, se lo guardó en elbolsillodelchalecoyselollevó.Desdeentonces,sumayordeleiteerahacerloaparecer cuandoPeggotty lo necesitaba, sacándolo del bolsillo en un estadolamentable, pegajoso y medio derretido, y cuando ya lo había utilizado lovolvíaaguardar.Parecíadivertirsemuchísimo,ynosentíaningunanecesidaddehablar.NiauncuandosacabaaPeggottydepaseoporlallanuradebíasentiresa necesidad. Se contentaba con preguntarle de vez en cuando si estabacompletamente a gusto, y recuerdoque algunas veces, después de que él sefuera, Peggotty se echaba el delantal por la cabeza y se reía durantemediahora.Atodosnosdivertíamásomenos,exceptoa ladesgraciada tristezademistressGudmige,cuyonoviazgohabíasidodeunanaturalezatansemejante,quelerecordabaconstantementeal«viejo».

Porúltimo,cuandoyamivisitatocabaasufin,sehablódequePeggottyyBarkis iban a pasar un día de vacaciones juntos y que Emily y yo lesacompañaríamos.

La víspera por la noche apenas pude dormir con la alegría de que iba a

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pasar un día entero con la niña. Por lamañana nos preparamos conmuchaanticipación, y mientras estábamos desayunando, Barkis apareció enlontananza,guiandosucarrohaciaelobjetodesuamor.

Peggotty vestía, como siempre, un luto sencillo y limpio; pero Barkisestabadeslumbranteconsuchaquetaazulnueva,alaqueelsastrehabíadadoproporcionestancumplidas,quelospuñoslehubieranservidodeguanteseneltiempomásfrío;elcuelloeratanalto,queleempujabalospelosdelcogotehacia arriba. También los botones relucientes eran del tamaño mayor, ycompletabansuindumentariaunospantalonesgrisesyunchalecodeante,contodolocualmísterBarkismeparecíaunfenómenoderespetabilidad.

Cuando estábamos fuera alborotando, vi que míster Peggotty habíapreparado un zapato viejo, que nos tenían que arrojar al marchamos, comomascota,yseloofrecióamistressGudmigeconestepropósito.

—Másvalequeloarrojecualquierotro,Dan—dijomistressGudmige—;yosoyunacriaturaabandonadaysinrecursos,ytodoloquemerecuerdaquehaycriaturasquenoestánabandonadasmecontraría.

—¡Vamos,viejacomadre,cójaloytírelo!

—No,Dan—contestóellagimiendo—;sisintieramenoslascosas,podríahacerlo;ustednosientecomoyo,Dan; lascosasno lecontrarían,niustedaellas;esmejorqueloarrojeusted.

PeroaquíPeggotty,quehabíaestadoyendodeunoaotroapresuradamente,besando a todo el mundo, gritó desde el carro, en el que ya nos habíamosinstaladoentretanto(Emilyyyosentadosendossillitasunoalladodelotro),diciendoqueeramistressGudmige laquedebíahacerlo.Porúltimo,sedejóconquistar;peromeentristecetenerquerelatarqueaguóunpocolaalegríadenuestrapartida,puesinmediatamentesedeshizoenlágrimas,ycayendoenlosbrazos deHam, declaró que reconocía que sólo era un estorbo y quemejorharíanmandándolaalasilo,loqueamímeparecióunaideamuyrazonableyqueHamdebíahaberlehechoaquelfavoralmomento.

Pero ya estábamos en camino para nuestra excursión. Lo primero quehicimosfuepararnosdelantedeunaiglesia,dondeBarkissujetóelcaballoalaverjayentróconPeggotty,dejándonosaEmilyyamísolosenelcarro.Yoaproveché la ocasión para pasar el brazo alrededor del talle de Emily yproponerleque,puestoquemeibaamarchartanpronto,debíamosestarmuycariñosos y ser felices durante todo el día. Emily consintió, y hasta mepermitióquelabesara.Estomediovalorparadecirle(lorecuerdo)quenuncaamaríaaotramujeryqueestabadispuestoamataratodoelquepretendierasuamor.

¡Cómo se divirtió Emily ami costa con aquello! ¡Con qué desmesurada

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presuncióndesermuchomayorqueyomerepetía,comounamujercita,queera«untonto»!Perodespuéssepusoareírdetalmodo,quemehizoolvidarlapenaquemehabíacausadosufrasedespectiva,anteelplacerdeverlareírasí.

Barkis y Peggotty estuvieron mucho tiempo en la iglesia; pero por finsalieronyreanudamoslaexcursión.AmitaddelcaminoBarkissevolvióhaciamíymedijo,conunguiñoexpresivo(nuncahubieracreídoqueBarkisfueracapazdehacerunguiñosemejante):

—¿Quénombrehabíaescritoyoenelcarro?

—ClaraPeggotty—contesté.

—¿Yquénombretendríaqueescribirahorasihubieratizaaquí?

—OtravezClaraPeggotty—sugerí.

—Clara Peggotty Barkis —contestó, y soltó una carcajada que hizoestremecerelcarro.

Enunapalabra,sehabíancasado,yconesepropósitohabíanentradoenlaiglesia. Peggotty había decidido que lo haría de un modo discreto, y elsacristánhabíasidoelúnicotestigodelaboda.SequedómuyconfusaaloíraBarkis anunciarnos su unión de aquel modo tan brusco, y no dejaba deabrazarme para que no dudara de que su afecto no había cambiado; peroprontonosdijoqueestabamuycontentadehaberzanjadoyaelasunto.

Nos detuvimos en una taberna del camino, donde nos esperaban, y lacomidafuealegreparatodos.

Aunque Peggotty hubiera llevado casada diez años no creo que pudieseestarmásasusanchasymásigualquesiempre;antesdeltéestuvopaseandocon Emily y conmigo, mientras Barkis se fumaba su pipa filosóficamente,dichoso, supongo, con la contemplación de su felicidad. Aquello debió deabrirle el apetito pues, recuerdo que, a pesar de haber hecho muy bien loshonores a la comida, dando fin a dos pollos y comiendo gran cantidad decerdo, necesitó comer jamón cocido con el té y tomó un buen pedazo sinningunaemoción.

Despuéshepensadoamenudoquefueaquellaunabodainocenteyfuerade lo corriente. En cuanto anocheció volvimos a subir en el carro y nosencaminamoshaciacasa,mirandolasestrellasyhablandodeellas.Yoerael«conferenciante» y abría ante los ojos asombrados de Barkis extrañoshorizontes.Lecontétodoloquesabía,yélmehabríacreídotodoloquesemehubiera ocurrido inventar, pues tenía la más profunda admiración por miinteligencia, y en aquella ocasión dijo a sumujer delante demí que era unjoven«Roeshus»,conloquequeríaexpresarqueeraunprodigio.

Cuando agotamos el tema de las estrellas, o mejor dicho cuando se

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agotaron las facultadescomprensivasdeBarkis,Emilyyyonosenvolvimosenunamanta,yasíjuntoscontinuamoselviaje.¡Ah!

¡Cómo la quería y qué felicidad pensaba que sería estar casados y vivirjuntosenunbosquesincrecernuncamás,sinsabernuncamás,niñossiempre,andandodelamanoatravésdeloscamposylasflores,yporlanocherecostarnuestras cabezas juntas en un dulce sueño de pureza y de paz y siendoenterrados por los pájaros cuando nos muriésemos! Este sueño fantásticobrillabaconlaluzdenuestrainocencia,tanvagocomolasestrellaslejanas,yestabaenmiespíritudurantetodoelcamino.MealegrapensarquePeggottytuviera,eldíade suboda,a su ladodoscorazones tan ingenuoscomoeldeEmilyyelmío;mealegrapensarquelosamoresylasgraciastomarannuestraformaensucortejoalhogar.

Serían las nueve cuando llegamos ante el viejo barco, y allí míster ymistressBarkisnosdijeronadiós,marchándoseasucasa.EntoncessentíporprimeravezquehabíaperdidoaPeggotty,ymehabría idoa lacamaconelcorazóntristesieltechoquemecobijabanohubierasidoelmismoquecubríaalapequeñaEmily.

MísterPeggottyyHam,comprendiendomissentimientos,nosesperabanacenar con sus hospitalarios rostros alegres, para espantar mi tristeza. LapequeñaEmilyvinoasentarseamiladoenelcajón;fuelaúnicavezquelohizoentodamivisita,comocoronacióndeaqueldíadichoso.

Eranochedemarea,yencuantonosfuimosalacama,místerPeggottyyHamsalieronapescar.Yomesentíamuyorgullosodeser,enlacasasolitaria,elúnicoprotectordemistressGudmigeydeEmily,ydeseabaqueunleónounaserpienteocualquierotromonstruoaparecieradecididoaatacarnosparadestruirlo y cubrirme de gloria. Pero a ningún ser de aquella especie se leocurriópasearaquellanocheporlaplayadeYarmouth,ylosuplílomejorquepudesoñandocondragoneshastaporlamañana.

ConlamañanallegótambiénPeggotty,quemellamó,comodecostumbre,porlaventana,comosiBarkisnohubierasidomásqueotrosueño.Despuésdel almuerzo me llevó a ver su casa, que era muy bonita. De todos losmuebles, el que más me gustó fue un antiguo buró de madera oscura queestabaenlasalita(lacocinahacíadecomedor),conunaingeniosatapaqueseabría,convirtiéndoloenunpupitre,dondeestabaunaediciónencuartodeLosMártires, de Fox, este precioso libro del que no recuerdo una palabra; lodescubrí al momento, e inmediatamente me dediqué a leerlo. Y nunca hevisitado después aquella casa sin arrodillarme en una silla, abrir la tapa delburó,apoyarmisbrazosenelpupitreyponermedenuevoadevorarlo.Temoque lo que más me sugestionaba eran los grabados; tenía muchos yrepresentaban todaclasedehorribles tormentos.PeroLosMártiresy lacasa

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dePeggottyhan sido siempre inseparables enmipensamiento, y aún lo sonahora.

MedespedídemísterPeggotty,deHam,demistressGudmigeydeEmilyaquel día, y pasé la noche en casa de Peggotty, en una habitaciónabuhardillada,conellibrodeloscocodrilospuestoenunestantealacabeceradelacama.Aquelcuartoeramíoparasiempre,segúndijoPeggotty,ytodalavidameesperaríaigual.

—Jovenovieja,miqueridoDavy,mientrasvivaymecubraestetecho,laencontrarás igual que si esperásemos tu llegada de un momento a otro. Laarreglarétodoslosdías,comohacíasiemprecontucuartodeBloonderstone,yaunque temarchases a China, puedes estar seguro de que lo esperará igualmientrasestésallí.

Yo sentía la sinceridad y constancia de mi antigua niñera con todo micorazón y le daba las gracias como podía, aunque no muy bien, pues mehablaba con los brazos alrededor de mi cuello. Aquella mañana tenía quevolveracasaconellayBarkisenelcarro.Medejaronenlaverjacontristeza,y se me hacía tan extraño ver que el carro se llevaba a Peggotty lejos,dejándomebajolosviejosolmosmirandohacialacasa,enlaquenoquedabanadiequemequisiera.

Entoncescaíenunestadodeabandonoenelquenopuedopensarsinpena,enunestadodeaislamiento,lejosdelmenorsentimientodeamistad,apartadode losotros chiquillos, apartadode toda compañíaqueno fueranmis tristespensamientos (los que todavíame parece que lanzan una sombra sobre estepapelmientrasescribo).

Qué hubiera dado yo porqueme enviaran a cualquier escuela, por durosque hubieran sido en ella, con tal de aprender algo de cualquier modo, encualquier parte; pero ni esta esperanza tenía; no me querían, y cruelmente,voluntariamente, con perseverancia, me olvidaban. Creo que la fortuna demísterMurdstoneestabacomprometidaenaquellosmomentos;peroesoeralodemenos.Nopodíaaguantarme,ymealejabadeliberadamente,yocreoqueparaalejaralmismotiempolaideadequeteníadeberesquecumplirconmigo.Yasísucedió.

Noeraprecisamentequememaltrataran;nomepegabannimenegabanlacomida;peronocesabanunmomentoensumalprocedersistemático,sinelmenordescanso:eraunabandonofríoysincólera.Día trasdía,semanatrassemana, mes tras mes, seguía abandonado. A veces pensaba, cuandoreflexionabasobreello,quéhabríanhechosihubieraenfermado.¿Mehabríandejadoabandonadoenmihabitual soledad,omehabría tendidoalguienunamanodeayuda?

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CuandomísterMurdstoneysuhermanaestabanencasa,comíaconellos;ensuausencia,comíasolo.

Siempre estaba vagando por la casa o por las cercanías, sin que mehicierancaso;loúnicoquemeprohibíanerahaceramistades,pensandoquizáquepodríaquejarme.Porestarazón,aunquemísterChillipmepedíaamenudoquefueraavisitarle(sehabíaquedadoviudoalgunosañosantesdeunamujerjovenyrubia,aquiensiemprerecuerdoconfundiéndoseenmispensamientosconunagatitagrisdeAngora),casinuncamepermitíanlaalegríadepasarlatardeconélensudespacho, leyendoalgúnlibronuevoparamí,rodeadodelolordefarmaciaquelollenabatodoomachacandodrogasenunmorterobajosudirección.

Porlamismarazón,reforzadasindudaporlaantipatía,muyraravezmepermitíanvisitaraPeggotty.

Fiel a su promesa, ella venía a verme a los alrededores una vez porsemana, y ninguna con las manos vacías; pero muchas y amargas eran lasdecepciones que sufría cuando me negaban el permiso para ir a su casa.Algunas veces, sin embargo, aunque de tarde en tarde, me permitían ir, yentonces observé que Barkis era un poco roñoso, o, según la expresión dePeggotty,unpoquitoagarrado,yguardabaeldinerodebajodelacamaenunacaja,enlaquepretendíanotenermásqueropa.Enaquelcofreguardabasusriquezas con una tenacidad perseverante, y para obtener un poco de dinerohacíanfaltagrandesartificios.

Así, Peggotty tenía que preparar un largo y convincente discurso parasacarleeldinerotodoslossábados.

Todoaquel tiempoera tanconscientedeque,pormuchoqueprometiera,mi inteligencia se atrofiaría a causa de mi abandono, que habría sidocompletamentedesgraciadodenotenermisantiguasnovelas.

Eranmiúnicoconsuelo;noshacíamosmutuamentecompañía,yyonomecansabadereleerlas.

Y ahora llegamos a una época de mi vida de la que nunca perderé lamemoria y cuyo recuerdo ha venido a menudo, a mi pesar, como unapesadilla,aentristecermistiemposmásdichosos.

Había salido una mañana a vagar pensativo, como siempre, en mi vidasolitaria,cuandoalvolverlaesquinadeunsendero,cercadenuestracasa,meencontréamísterMurdstonequepaseabaconotrocaballero.Enmiconfusiónibaapasardelargo,cuandoaquelcaballeromegritó:

—¡Eh!¡Brooks!

—No,DavidCopperfield.

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—Nomedigas.EresBrooks,BrooksdeShefield;eseestunombre.

Aloíraquellaspalabrasmiréaldesconocidoconmayoratención.Surisaacabódeconvencermedequeleconocía:eramísterQuinion,aquienfuiaveraLowestofconmísterMurdstoneantes…(peropocomeimportacuándo:noquierorecordarlo).

—¿Cómoestásydóndeteeducas,Brooks?MedijomísterQuinion.

Habíapuestosumanosobremihombroymehizodarlavueltaparapasearconellos.Yonosabíaquédecir,ymiréconfusohaciamísterMurdstone.

—Ahora está en casa —dijo este último—, y no está educándose enningunaparte.Noséquéhacerconél;esdifícildemanejar.

Aquellaantiguamiradahipócritasedetuvounmomentoenmí,ydespuéssusojososcurossesepararondelosmíosconunfruncimientodeaversión.

—¡Hum!—dijomísterQuinion,mirándonosalosdos—.¡Quétiempotanhermoso!

Siguióunsilencio,yyoestabapensandocómodesprendermihombrodesumanoparamarcharme,cuandodijo:

—Supongoqueseguirássiendounmuchachomuydespierto,¿eh,Brooks?

—Sí,inteligencianolefalta—dijomísterMurdstoneconimpaciencia—;pero harías mejor dejándole marcharse; no te agradece que lo estésmolestando.

Aloíresto,místerQuinionmesoltó,yyomedirigíacasa.Volviéndomeamirarloal entrarenel jardín,vi amísterMurdstoneapoyadoen la tapiadelcementeriohablandoconsuamigo.Losdosmemiraban,ytuvelasensacióndequehablabandemí.

Míster Quinion durmió aquella noche en nuestra casa. A la mañanasiguiente,despuésdeldesayuno,coloquémisilla,eibaairmecuandomísterMurdstonemellamó,sesentógravementedelantedeunamesaysuhermanasepusoensupupitre.MísterQuinion,depie,conlasmanosenlosbolsillos,mirabaporlaventana;yolosmirabaatodos.

—David—medijomísterMurdstone—:cuandoseesjovenseestáenelmundoparatrabajarynoparasoñarniharaganear.

—Comohacestú—añadiósuhermana.

—Jane,déjamehablar,hazelfavor.Digo,David,quelagente jovenestáenelmundoparalaacciónynoparasoñarniparaharaganear.Yconmayormotivo tratándose de un muchacho de tu carácter, que necesita corregirsemucho y al que no se pude hacer mejor servicio que obligarle a que se

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acostumbreatrabajar,queesloúnicoquepuededoblegarle.

—Y que en el trabajo de nada sirve la terquedad; se les doblega lo quehacefalta—interrumpiósuhermana.

Él le dirigió una mirada, mitad de reproche, mitad de aprobación, ycontinuó:

—Supongoquesabes,David,queyonosoyrico,yentodocasolosabesahora.Hasrecibidoyaunaeducacióncostosa.Laspensionessoncaras,yauncuandonolofueran,noteenviaríaaninguna.Piensoquenoseríabeneficiosoparati.Enelmundohasdetenerquelucharconlavida;porlotanto,cuantoantesempieces,mejor.

Yo pensé queme parecía que ya había empezado a luchar enmi pobrecamino,oporlomenossemeocurreahora.

—¿Hasoídohablaralgunavezdenuestracasadecomercio?—dijomísterMurdstone.

—¿Lacasadecomercio?—repetí.

—LacasadeMurdstoneyGrimby,enlaventadevinos—replicó.

Supongoqueparecíadudar,puescontinuóprecipitadamente:

—¿Nohasoídohablardelacasa,odelosnegocios,odelasbodegas,odealgoasí?

—Meparecequesíheoídoalgodenegocios—dije,recordandoquehabíaoídovagamentealgodesusrecursosylosdesuhermana,peroquenosabíacuándo.

—Esoeslodemenos—replicó—.MísterQuinioneseldirectordeella.

Lemiréconrespeto,mientrasélseguíaasomadoalaventana.

—MísterQuiniondicequeallíhayvariosmuchachosempleadosyquenohayrazónparaquetúnopuedasirenlamismascondicionesqueellos.

—Enelcaso—observómísterQuinionenvozbajadandomediavuelta—denotenerotroremedio,Murdstone.

MísterMurdstone,congestodeimpacienciaymalhumorado,continuó,sinhacercasodeloqueledecían:

—Las condiciones sonqueganarás lobastantepara comery tener algúndineroenelbolsillo.Detualojamientoyomeocuparé,igualquedellavadoyplanchadodeturopa.

—Hasta llegar a una cantidad que me pareciese conveniente —dijo suhermana.

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—Tambiénmeocuparédetusvestidos—dijomísterMurdstone—puestoque todavía no eres capaz de valerte por ti mismo. Así es que vas a ir aLondres,David,conmísterQuinion,aempezarunavidaportupropiacuenta.

—En una palabra: estás empleado —observó su hermana—, y trata decumplircontudeber.

Recuerdoquecomprendíaperfectamentequeelobjetodelopropuestoeradesentenderse demí; pero no recuerdo si la ideame gustó ome asustó.Miimpresión es que estaba en un estado de confusión y oscilaba entre los dospuntossintocarninguno.Ademástampocoteníamuchotiempoparatratardeesclarecermispensamientos,puesmísterQuinionpartíaaldíasiguiente.

Vedmealdíasiguiente,conmiviejosombreritoblancorodeadodecrespónnegropormimadre,conunachaquetanegrayunpantalóndecueroquemissMurdstoneconsiderabacomolamejorarmadurapara laspiernasen la luchaconelmundoqueibaacomenzar.¡Vedmeasíataviadocontodoloqueteníamíoenlamaleta,sentado(soloyabandonado,comodiríamistressGudmige)en la silladepostasque llevabaamísterQuinionaYarmouthpara tomar ladiligencia de Londres! ¡Ved cómo nuestra casa y la iglesia se vandesvaneciendo en la distancia! ¡Cómo la tumbaque está bajo los árboles seoculta!¡Cómohastaelcampanariodesaparecealfinyelcieloestávacío!

Capítulo11

Empiezoavivirpormicuenta,ynomegusta

Conozco el mundo lo bastante para haber perdido casi la facultad desorprendermedemasiado;sinembargo,aúnahoraesmotivodesorpresaparamíelpensarcómopudeserabandonadodeaquelmodoasemejanteedad.Unniño de excelentes facultades, observador, ardiente, afectuoso, delicado decuerpoydeespíritu…pareceinverosímilquenohubieranadiequeintervinieraen favor mío. Pero nadie hizo nada, y a los diez años entré de obrero alserviciodelacasaMurdstoneyGrimby.

LosalmacenesdeMurdstoneyGrimbyestabansituadosmuycercadelríoenBlackfriars.Ahorahanmejoradoymodernizadoaquello;peroentonceseralaúltimacasadeunacallejaestrechaqueibaapararalrío,conunosescalonesalfinalqueservíandeembarcadero.Eraunacasavieja,queporunladodabaalaguacuandoestabalamareaaltayalfangocuandobajaba.Materialmente,estaba invadida por las ratas. Las habitaciones cubiertas de moldurasdescoloridasporelhumoyelpolvodemásdecienaños,losescalonesmedioderrengados, los gritos y luchas de las ratas grises en las madrigueras, el

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verdínylasuciedaddetodo,loconservoenmiespíritu,nocomocosadehacemuchosaños,sinodeahoramismo.

TodoloveoigualqueloveíaenlahorafatalenquelleguéaqueldíaconmimanotemblorosaenlademísterQuinion.

LacasaMurdstoneyGrimbysededicabaanegociosmuydistintos;perounadesusramasdemayor importanciaeraelabastecerdevinosy licoresaciertas compañías de barcos. He olvidado ahora cuáles eran, pero creo queteníanvariosqueibanalasIndiasOrientalesyalasOccidentales,yséqueunagrancantidaddebotellasvacíaseran laconsecuenciadeaquel tráfico,yqueciertonúmerodehombresymuchachosestábamosdedicadosaexaminarlasaltrasluz,atirarlasqueestabanagrietadasyalimpiarbienlasotras.Cuandoyano quedaban botellas vacías, había que poner etiquetas a las llenas, cortarcorchosparaellas,cerrarlasymeterlasencajones.Aestetrabajomededicaronconotrosvarioschicos.

Éramostresocuatro,contándomeamí.Mehabíancolocadoenunrincóndelalmacén,dondemísterQuinionpodíadesdesudespachovermeatravésdeuna ventana. Allí, el primer día que debía empezar la vida por mi propiacuentameenviaronalmayordemiscompañerosparaenseñarmeloquedebíahacer.

SellamabaMickWalker;llevabaundelantalrojoyungorrodepapel.Mecontóquesupadreerabarqueroyquesepaseabaconun trajede terciopelonegroalpasodelcortejodellordmayor.Tambiénmedijoqueteníamosotrocompañero,aquienmepresentóconelextrañonombredeFéculadepatata.

Más tarde descubrí que aquel no era su nombre; pero que se lo habíanpuestoacausadelasemejanzadelcolorpálidodesurostroconeldelapatata.El padre de Fécula era aguador, y unía a esta profesión la distinción de serbomberoenunodelosteatrosmásgrandesdelaciudad,dondeotrosparientesdeFécula,creoquesuhermana,hacíadeenanoenlaspantomimas.

Ninguna palabra puede expresar la secreta agonía de mi alma al vermeentreaquelloscompañeros,cuandoloscomparabaconloscompañerosdemidichosa infancia,sincontarconSteerforth,Traddlesyel restode loschicos.Nadapuedeexpresarloquesentíaviendodesvanecidastodasmisesperanzasdeseralgúndíaunhombredistinguidoyculto.Elprofundosentimientodemiabandono,lavergüenzademisituación,ladesesperacióndemijovencorazónalcreerquedía trasdía todo loquehabíaaprendidoypensadoydeseadoytodoloquehabíaexcitadomiimaginaciónymiinteligenciaseborraríapocoapoco para no volver nunca. No puede describirse. Tan pronto como MickWalkerseiba,yomezclabamislágrimasconelaguadefregarlasbotellas,ysollozaba como si también hubiera una grieta en mi pecho y estuviera enpeligrodeestallar.

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Elrelojdelalmacénmarcabalasdoceymediaytodossepreparabanparairseacomer,cuandomísterQuiniondioungolpeenlaventanaymehizoseñade que pasara a verle. Fui, y allíme encontré con un caballero demedianaedad, algogrueso, con americanaoscuraypantalónnegro, sinmás cabellossobresucabeza,queeraenormeypresentabaunasuperficiebrillante,quelosquepuedatenerunhuevo.

Sevolvióhaciamí.Suropaestabamuyraída,peroelcuellodesucamisaera imponente. Llevaba una especie de bastón adornado con dos bellotas yunaslentespendíanfueradesuamericana;peromástardedescubríqueerandecorativas, pues no las utilizaba y no veía nada en absoluto si las poníadelantedesusojos.

—Éstees—dijomísterQuinionseñalándome.

—¿Éste —dijo el desconocido con cierta condescendencia en la voz yciertaindescriptiblepretensióndeestarhaciendoalgomuydistinguido,loquemeimpresionó—esmísterCopperfield?¿Sigueustedbien?

Ledijequeestabamuybienyqueesperabaqueél también loestuviera.Estaba bastante mal e incómodo, Dios lo sabe; pero no era natural en míquejarmeenaquellaépocademivida.Así,dijequemeencontrababienyqueesperabaqueéltambiénloestuviera.

—Muy bien,muchas gracias—dijo el desconocido—.He recibido un acarta de míster Murdstone en la que me dice desearía recibiera en unahabitacióndemicasaqueestáahoradesocupada,enunapalabra,queestáparaalquilar—dijoconunasonrisayenunarranquedeconfianza—comoalcoba,aljovenprincipianteaquientengoahoraelgusto…

Yeldesconocido,levantandolamano,metiólabarbillaenelcuellodesucamisa.

—EsmísterMicawber—medijomísterQuinion.

—Asíes—dijoeldesconocido—;éseesminombre.

—Míster Micawber —dijo míster Quinion—; es conocido de místerMurdstone y recibe comisiones para nosotros cuando puede. Ahora místerMurdstonelehaescritosobretualojamiento,yterecibiráensucasa.

—Midirección—dijomísterMicawber—esWindsorTerrace,CityRoad;enunapalabra—añadióconelmismoairedistinguidoyenotroarranquedeconfianza—,vivoallí.

Lesaludé.

—Bajo la impresión —dijo míster Micawber— de que quizá susperegrinacionesporestametrópolinohansidotodavíamuyextensaydeque

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pueda usted encontrar alguna dificultad para penetrar en el arcano de lamodernaBabilonia;enresumen—dijomísterMicawberenunnuevogestodeconfianza—: como podría usted perderse, tendrémucho gusto en venir estanocheabuscarleparaenseñarleelcaminomáscorto.

Ledi lasgraciasde todocorazónpor la amistosamolestiaque sequeríatomarpormí.

—¿Aquéhora—dijomísterMicawber—podré…?

—Aesodelasocho—dijomísterQuinion.

—Estaréaerahora—dijomísterMicawber—.Ledeseomuybuenosdías,místerQuinion,ynoquieroentretenerlemás.

Sepusoel sombreroy salióconelbastóndebajodelbrazo,muy tiesoycanturreandoencuantoestuvofueradelalmacén.

MísterQuinionmeaconsejóentoncesmuyseriamenteque trabajara todolo más posible en la casa, y me dijo que se me pagarían seis chelines porsemana(noestoysegurodesieranseisosiete;miinseguridadmehacecreerqueprimerodebierondeserseis,ydespuéssiete).Mepagóunasemanaporadelantado (creo que de su bolsillo particular), de lo que di seis peniques aFéculaparaquellevaraaquellamismanochemimaletaaWindsorTerrace;tanpequeñacomoera, pesabademasiadoparamis fuerzas.Tambiéngastéotrosseispeniquesenmialmuerzo,queconsistióenunaempanadadecarneyuntragodeaguaenunabombadelavecindad,ypasélahoraquedejabanlibreparalascomidaspaseandoporlascalles.

Aquellanoche,alahorafijada,apareciómísterMicawber.Melavélacaray las manos para corresponder a su elegancia, y nos fuimos juntos hacianuestra casa, como supongo que la llamaré desde ahora. Míster Micawber,durance el camino, me hacía fijarme en los nombres de las calles, en lasfachadasdelascasasyenlasesquinas,paraquepudieraencontrarfácilmenteelcaminoalamañanasiguiente.

Llegamos a su casa deWindsor Terrace (que me pareció tan mezquinacomoélyconsusmismaspretensiones);mepresentóasuseñora,unamujerdelgada y pálida, nada joven ya, que estaba sentada en una habitación (elprimerpisoestabayasinmueblesyteníanechadoslosestoresparaengañaralosvecinos),dandodemamaraunniño.Esteniñoeraunodelosdosmellizos,ypuedoasegurarquenuncaentodamiintimidadconlafamiliavia losdosmellizos fuera de los brazos de su madre al mismo tiempo. Uno de ellossiempreteníaquemamar.Tambiénteníanotrosdosniños,unodecuatroañosyunaniña,todolomás,detres.Tambiénhabíaenlacasaunamuchachamuymorena que les servía. Tenía costumbre de resoplar, yme informó antes demediahoradequeerahuérfanayhabíasalidodelorfelinatodeSanLucaspara

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ir allí. Mi habitación estaba en el último piso, en la parte de atrás; unahabitaciónpequeña,cubiertadeunpapelqueparecíadeobleasazules,ymuyescasamenteamueblada.

—Nunca hubiera pensado —dijo mistress Micawber, cuando subió conniño y todo a enseñarme mi habitación, y sentándose para tomar aliento—antesdemimatrimonio,cuandovivíaconpapáymamá,quemeveríaen lanecesidad de tomar un huésped. Pero míster Micawber está pasando porcircunstancias tan difíciles, que toda consideración de otro género debe serdesechada.

Yodije:

—Sí,señora.

—Las dificultades de míster Micawber —prosiguió— son casiinsuperablesporahora,ynosésiconseguirásalirdeellas.Cuandoyovivíacon papá y mamá no llegaba a comprender lo que quería decir la palabrapobrezaenelsentidoenqueahoralaempleo;perolaexperienciaesmaestra,comoacostumbrabaadecirmipapá.

Pormásquepiensonoconsigo recordarsimedijoquemísterMicawberhabíasidooficialdeMarina,osiloinventéyo;únicamenteséqueahoraestoyconvencidodequeenalgunaépocahabíapertenecidoalaMarina,peronoséporqué.Enaquellaépocaeraviajantedediferentescasasdecomercio;perometemoqueaquelloledabamuypocoocasinada.

—Si los acreedores de mi marido no quieren esperar —dijo mistressMicawber—,peorparaellos.

Paranosotros,cuantoantesterminenlascosas,mejor.Nosepuedesangraraunapiedra,ynadapodránsacarenlaactualidaddemísterMicawber,apartedelosgastosqueesolesocasionaría.

Nunca he podido comprender del todo si mi precoz independenciaconfundía amistressMicawber respectodemi edad,o si eraque estaba tanpreocupadaporelasuntoquehabríahabladodeélalosmellizosdenohabertenido otra persona a mano. Pero aquella conversación con que empezónuestraamistadfueelasuntodetodaslasquesiguieron.

¡Pobre mistress Micawber! Decía que había intentado ganar dinero portodoslosmedios,ynolodudo.Sinirmáslejos,enlapuertadelacallehabíaunagranplacaenlaqueseleía:«PensióndemistressMicawber,fundadaparaseñoritas»;peronuncallegóaestudiarallíningunaseñorita;ningunapensóenirnilointentó,yenlacasanuncahuboquehacerpreparativospararecibiraninguna. Las únicas visitas que tenían (las he visto y oído) eran las de losacreedores.Veníanatodashoras,yalgunoseranverdaderamenteferoces.Un

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hombreconlacarasucia(creoqueelzapatero)solíaponerseenlaescaleraencuantodabanlassietedelamañana,ydesdeallíincrepabaamísterMicawber.

—Vamos,queahoraestáustedencasa.¿Mepagaráusted?¡Noseesconda,es una cobardía!No haría yo una cosa semejante. Págueme; queme pagueahoramismo,¿meoye?¡Vamos!

No recibiendo contestación a sus insultos, se encolerizaba y llegaba allamarles ladrones y rateros, y viendoque aquello tampocoproducía efecto,salíaalacalleydesdeallígritabahacialasventanasdelsegundopiso,queeradonde sabía que dormían los Micawber. En aquellas ocasiones, místerMicawber, desesperado por la vergüenza, hasta había llegado (segúncomprendíporlosgritosdesumujer)afingirqueintentabamatarseconunanavajadeafeitar;peromediahoradespuésselimpiabalasbotasconcuidadoysalíaalacalletarareandoconmáseleganciaquenunca.

MistressMicawbereratambiéndeuncarácterflexible;lahevistoponerseverdaderamentemalaalastresporquehabíanvenidoacobrarlosimpuestos,ydespuéscomeralascuatrochuletasdecorderoempanadas,conunbuenvasode cerveza, todopagado empeñandodos cucharillas de té.Recuerdoqueundíahabíanvenidoaembargarlacasa,yvolviendoyoporcasualidadalasseis,melaencontréenelsuelodesvanecida(conunodelosmellizosensusbrazos,comoesnatural,yloscabellossueltosalrededordesurostro);peronuncalahe vistomás alegre que aquella noche en la cocina, con sus chuletas en lamano,contándometodaclasedehistoriassobresupapáysumamáylagentequerecibíanensucasa.

Enaquellacasayconaquella familiapasabayo todosmis ratosdeocio.Paraeldesayunocomprabaunpeniquedepanyotrodeleche,ytambiénmeprocurabaotropeniquedepanyunpedazodequeso,quemeservíandecena,cuandovolvíapor lanoche.Estohacíaunabuenabrecha en los seis o sietechelines,yalosé,yhayquetenerencuentaqueestabaenelalmacéntodoeldíayteníaquedurarmeeldinerolasemanacompleta.Desdeeldomingoporlamañanahastaelsábadoporlanochenorecibíaelmenorconsejo,lamenorpalabra de ánimo, el menor consuelo ni lamásmínima ayuda ni cariño denadie,puedodecirloconlaseguridadqueesperoiralcielo.

Eratanpequeñoyteníatanpocaexperiencia(¿cómohubierapodidoserdeotramanera?)para soportar la cargademiexistencia,queamenudo,yendohaciaelalmacénporlasmañanas,nopodíaresistirlatentacióndecomprarenlas pastelerías los dulces de la víspera, que vendían a mitad de precio, ygastabaenaquelloeldineroquellevabaparamicomida,ydespuésteníaquequedarme sin comer a mediodía, o tomar sólo un pedazo de pudding.Recuerdodos tiendasdepuddingque frecuentabaalternativamente, segúnelestadodemibolsillo.UnaestabaenunpasajecerradoporlaiglesiadeSaint

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Martin (al que daba la parte de atrás de la iglesia), que ahora es,completamente distinto. El pudding de aquella tienda, hecho con pasas deCorinto,eradeprimera,peromuycaro:pordospeniquesdabanuntrozomáspequeñoqueporunpeniquecuandoeradeotromásvulgar.UnabuenatiendaparaesteúltimoestabaenelStrand,enunsitioquedespuéshanreconstruido.Eraunpuddingalgopesado,congrandespasasmuyseparadasunasdeotras;peroeraalimenticio,yestabacalientealahoraenqueyoiba,ymuchosdíasésa era toda mi comida. Cuando comía de un modo regular y abundante,comprabaunpanecillodeunpeniquey tomabaunplatode carnede cuatropeniques en cualquier restaurante o un plato de pan y queso y un vaso decervezaenlatabernamiserablequehabíafrentealalmacén,llamadaElLeónoElLeónyalgomásqueheolvidado.Unavezrecuerdoquesaquéelpandecasadesdepor lamañana,y envuelto enunpapel comosi fueraun libro lopaseédebajodelbrazohastaunrestaurantefamosoporsucarneguisada,cercadeDruryLane, y pedímedia ración de aquel famoso plato.Lo extraño quedebióparecerlealcamareromillegada,pobrecriaturitasola,nolosé;peromeparecequeleveotodavíafrenteamí,mientrascomo,yllamandoaotromozotambiénparaquememirara.Ledimediopeniquedepropina,y¡deseabatantoquenomeloaceptara!

Creoqueteníamosmediahoraparatomarelté.Cuandoteníadineroparaellotomabaunatazadecaféconunpanecillountadodemanteca,ycuandonotenía,acostumbrabaairmeamirarelescaparatedeunatiendadondevendíancaza en Fleet Street, o llegaba almercado deCovenGarden yme paraba amirarlaspiñas.TambiéneramuyaficionadoairporelAdelphi,porqueeraunlugarmisterioso,consusoscurosarcos.Meveoalgunanochesaliendodeunodeaquellosarcosparaentrarenalgunatabernadelaorilladelrío.Habíaunaexplanada delante de él donde unos carboneros están bailando;me siento amirarlosenunbanco,yreflexionoenquépensaránesosalverme.Eratanniñoytanpequeño,queconfrecuencia,cuandoentrabaenelbardeunatabernaporprimeraveza tomarunvasodecervezapara refrescarmedespuésdecomer,casinoseatrevíanaservírmelo.Recuerdoqueenunacalurosanocheentréenunatabernaydijealdueño:

—¿Cuántoesunvasodesumejorcerveza,delamejorquetenga?

Era un día señalado, no recuerdo ahora cuál; pero debía de ser micumpleaños.

—Dospeniquesymedio—dijoeldueño—;eselpreciode laverdaderacervezadeprimeracalidad.

—Entonces—dijeyosacandoeldinero—demeunvasodeesacerveza,yquetengamuchaespuma.

El dueñodel barmemiró de arriba abajo conuna extraña sonrisa en su

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rostro,yenlugardedarmelacerveza,volviéndosehaciadentrodijoalgoasumujer, que salió con su labor en la mano y se puso a su lado a mirarme.Todavía no he olvidado el cuadro. El dueño, en mangas de camisa,apoyándose en el mostrador como en una ventana; su mujer mirando porencimadesuhombro,yyo,bastanteconfuso,mirándolesdesdeelotro ladodelmostrador.Mehicieronmuchísimaspreguntasdecómome llamaba,quéedadtenía,dóndevivía,enquétrabajabaycómohabíallegadoallí.Atodoloqueyo,paranocomprometeranadie,metemoquecontestémuchasmentiras.Porfinmesirvieronlacerveza,aunquesospechoquenoeradelabuena;ylamujer,abriendolapuertecitadelmostrador,medevolvióeldineroymediounbesoconexpresiónentreadmiradaycompasiva;perodeunmodofemeninoybueno.Séquenoexagero,niauninconscienteoinvoluntariamente,laescasezdemis recursos y las dificultades demi vida. Sé que simísterQuinionmedaba alguna vez una propina la gastaba en comer o en tomar el té. Sé quetrabajabadesdeporlamañanahastalanocheentrehombresyniñosdelaclasemás baja y hecho un desarrapado. Sé que vagaba por aquellas calles conhambre y mal vestido. Y sé que sin la misericordia de Dios estaba tanabandonado, que podía haberme convertido en un ladrón o hacerme unvagabundo.

A pesar de todo, era de los que mejor estaba en la casa Murdstone yGrimby, puesmíster Quinion hacía lo posible por tratarmemejor que a losdemás, dentro de lo que podía esperarse de un hombre indiferente, ademásmuy ocupado, y tratándose de una criatura tan abandonada. Yo no habíacontadoanadieporquéestabaallí,ni leshabíadejadosospecharmitristezapor aquella vida. Lo que yo sufría en secreto nadie lo supo. Así mi amorpropio sufría menos. Nadie sabía mis penas; por crueles que fueran, mereservabayhacíamitrabajo.Comprendídesdeelprimermomentoquesinotrabajabaigualquelosdemásmeexpondríaasusburlasydesprecio.Yprontofuipor lomenos tanhábily tanactivocomomiscompañeros.Aunque teníacon ellos un trato familiar, mi conducta y modales diferían bastante de lossuyos,reteniéndolosadistancia.Tantoelloscomoloshombres,porlogeneral,hablabandemícomodeunseñoritoymellamabaneljovenSufolker.Unodeellos,Gregory, que era el capatazde los embaladores, yotro, llamadoTipp,queeracarteroyllevabaunachaquetaroja,mellamabanalgunasvecesDavid;perocreoqueeraenlosmomentosdemayorconfianzaycuandoyomehabíaesforzado en serles agradable contándoles, al mismo tiempo que trabajaba,algunas historias sacadas de mis antiguas lecturas, que cada vez se ibanborrandomásdemimemoria.Féculadepatata se rebelóalgunavezporquemedistinguían;peroMickWalkerlehizovolveralorden.

Noteníaningunaesperanzadequemearrancarandeaquellavidahorrible,que a mí me parecía vergonzosa, y me sentía enormemente desgraciado.Nunca, ni por un momento, estuve resignado; pero no se lo contaba ni a

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Peggotty,enparteporcariñoaella,enparteporvergüenza.Nuncaenningunacarta(aunquesecruzabanbastantesentrenosotros)lerevelélaverdad.

LasdificultadeseconómicasdelosMicawberaumentabanladepresióndemiespíritu.Enelabandonoenqueestaba,habíaempezadoaencariñarmeconaquella gente, y acostumbraba a hablar de sus asuntos con la señora,calculandosusmediosyesperanzas,ydespuésmesentíaagobiadoporelpesodesusdeudas.Elsábadopor lanoche,queeramimejordía,principalmenteporqueeraunagrancosavolveracasapaseandoconseisosietechelinesenelbolsillo y mirando los escaparates y pensando lo que podría comprar conaquellasuma,ytambiénporquevolvíamástemprano.

EsosdíasmistressMicawbermehacíalasmásdesgarradorasconfidencias,ytambiéneldomingoporlamañanamientrastomabaeltéoelcaféquehabíacomprado la noche antes y guardaba en un tarro de dulce.No era raro quemíster Micawber sollozara violentamente al empezar una de aquellasconversacionesdel sábadopor lanoche, terminandoconunacanción.Lehevistomuchasvecesvolveracasaacomerllorandoalágrimavivaydeclarandoqueya sólo lequedaba ir a la cárcel, ydespués acostarse calculando loquecostaría poner unmirador a las ventanas del primer piso en el caso de que«surgiera algo», como era su expresión favorita. Y mistress Micawber eraexactamenteigual.

Unacuriosa igualdadennuestraamistad,originadasindudapornuestrasrespectivas situaciones, se estableció entre aquella gente y yo, a pesar de lainverosímildiferenciadenuestrasedades.Sinembargo,noconsentínuncaenaceptar la menor invitación a comer con ellos (sabiendo el trabajo que lescostabapagaralpanaderoyalcarboneroyqueamenudonoteníanbastanteparaellosmismos),hastaquemistressMicawberseconfiódel todoamí.Yestoocurrióunanochecomosigue:

—Copperfield—medijomistressMicawber—,noquierotratarlecomoaun extraño, y por eso no dudo en decirle que las dificultades de místerMicawberseacercanaunacrisis.

Aloíresto,sentímuchapenaymirélosojosrojizosdemistressMicawberconlamayorsimpatía.

—ExceptounpedazodequesodeHolanda,quenoessuficientepara lasnecesidades demi joven familia—dijomistressMicawber—, realmente nohayniunamigadenadaen ladespensa.Estoyacostumbradaahablarde ladespensa de cuando vivía con papá y mamá, y uso la palabrainconscientemente.Ahoraloquequierodeciresquenohaynadaquecomerencasa.

—¡Diosmío!—dijecongranemoción.

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Teníadoso treschelinesdemidinerode lasemanaenelbolsillo,por loque deduzco que debíamos de estar a martes por la noche cuando tuvimosaquellaconversación.Lossaquéprontamente,pidiéndolecontodalaemociónde mi alma que no los rechazara; pero ella, besándome y haciéndomelosguardardenuevoenelbolsillo,medijoquenopensaraenello.

—No, mi querido Copperfield; eso está lejos de mi pensamiento. Perotienesunadiscreciónmuyporencimade tuedadypuedeshacermeungranfavor,siquieres;loaceptaréconreconocimiento.

Leroguéquemedijeradequésetrataba.

—Yomismahe llevado la plata a empeñar—dijomistressMicawber—;seis cucharillas de té, dos saleros y un par de pinzas para el azúcar; endiferentes ocasiones he sacado dinero de ello, en secreto y conmis propiasmanos; pero ahora losmellizosme estorbanmucho, y el hacerlome resultamuy triste cuando recuerdo los tiempos de papá y mamá. Todavía quedanalgunas cosas de las que se puede sacar partido.Los sentimientos demísterMicawbernuncalehanpermitidomezclarseenestascosas,yCliket(ésteeraelnombredelacriada)tieneunespírituvulgaryquizásetomarademasiadaslibertades si se depositase en ella semejante confianza; por lo tanto, si yopudierapedirleausted…

Comprendí a mistress Micawber y me puse a su disposición, y aquellamismanocheempecéporllevarlomásmanejable,ytodaslasmañanashacíauna expedición semejante antes de entrar en el almacén de Murdstone yGrimby.

MísterMicawberteníaunoscuantoslibrosenunarmario,alquellamabalalibrería, y empecé por aquello.Llevé uno tras otro a un puesto de libros deCity Road, cerca de nuestra casa, en un sitio que estaba siempre lleno depuestosdepájarosylibros.Eldueñodeaquelpuestovivíaenunacasuchaallado y solía emborracharse por la noche y tenía violentas disputas con sumujer por la mañana. Más de una vez, cuando iba muy temprano, leencontrabaenlacama,conlafrentepartidaoconunojomorado,resultadodesusexcesosde lavíspera(temoquedebíadesermuyviolentocuandohabíabebido),yconsumano temblona tratabaenvanodebuscarunoporunoentodoslosbolsillosdesuropa,queestabacaídaporelsuelo,mientrassumujer,conunniñoenlosbrazosyloszapatosenchancleta,noledejabaenpaz.Aveces había perdido su dinero yme decía que volviera a otra hora; pero sumujer siempre tenía algo, que le había quitado durante la borrachera, yterminabalacompramientrasbajábamoslasescaleras.

Enlacasadepréstamostambiénempezaronaconocerme,yelcajerometeníamuchasimpatía.

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Recuerdoqueamenudomehacíadeclinarunnombreoadjetivo latinooconjugarunverbomientrasesperabatodaslastransacciones.EntodasaquellasocasionesmistressMicawberhacíadespuéspreparativosparaunacomida,yhabíaunpeculiarencantoenello,lorecuerdomuybien.

Por último llegó la crisis de las dificultades demísterMicawber, y unamañanamuytempranovinieronabuscarleylellevaronalaprisióndeBenchKing's,enelBorough.Cuandolollevabanmedijoqueelangeldelaguardahabíadesaparecidoparaél;yyo,realmente,pensandoquesucorazónestabadestrozado, sentía igual.Perodespuésoí decir que en la cárcel había estadojugandoalegrementealosbolosantesdecomer.

El primer domingo después de su encierro fui a verle y a comer con él.Teníaquepreguntarelcaminoenunsitio,yantesdellegarallídebíaencontrarotrositio,yunpocoantesveríaunpórticoqueteníaqueatravesarycontinuaren línea rectahastaquemeencontraseal carcelero.Lohice todo,ycuando,por último, vi al carcelero, ¡pobre de mí!, recordé que cuando RoderikRamdom estaba en la prisión por deudas veía allí un hombre que sólo ibavestido con un trozo viejo de tapiz; el carcelero se desvaneció ante misinquietosojosymipalpitantecorazón.

Míster Micawber me estaba esperando cerca de la puerta, y una vezllegados a su habitación, que estaba situada en el penúltimopiso, se echó allorar.Meconjurósolemnementeparaquerecordarasudestinoyparaquenoolvidara jamás que si un hombre con veinte libras esterlinas de renta gastadiecinuevelibras,diecinuevechelinesyseispeniques,podráserdichoso;peroquesigastaveintiunalibras,nuncaselibrarádelamiseria.

Despuésdeestomepidióprestadounchelínparacomprarcerveza,ymedio un recibo para que su señora me lo devolviera. Después se guardó elpañueloenelbolsilloyrecobrósualegría.

Estábamossentadosanteunafogata;dosladrillosatravesadosacadaladode le chimenea impedían que se quemara demasiado carbón. Cuando otrodeudor, que compartía la habitación de Micawber, entró con el pedazo decordero que íbamos a comer entre los tres y pagar a escote, entonces meenviaronaotrahabitaciónqueestabaenelpisodearriba,paraquesaludaraalcapitán Hopkins de parte de míster Micawber y le dijera que yo era elamiguitodequienlehabíahabladoyquesiqueríaprestarmeuncuchilloountenedor.

ElcapitánHopkinsmeprestóelcuchilloyel tenedor,encargándomesussaludosparamísterMicawber.Ensuceldahabíaunaseñoramuysuciaydosmuchachas, sus hijas, pálidas, con los cabellos alborotados.Yo no pude pormenosdepensarquemásvalíapedirleaHopkinssucuchilloquesupeine.

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Elcapitánestabaenunestadodeplorable;llevabaungabánmuyviejosinforroyunaspatillasenormes.

Elcolchónestabahechounrolloenunrincón,y¡quéplatos,quévasosyquétazasteníaencimadeunamesa!Adiviné,Diossabecómo,que,aunquelasdosmuchachas desgreñadas eran sus hijas, la señora sucia no estaba casadaconelcapitánHopkins.Enmitímidavisitanopasédelapuertaniestuvemásdedosminutos;sinembargo,bajabatansegurodeloqueacabodedecircomodequellevabauncuchilloyuntenedorenlamano.

Había, después de todo, algo bohemio y agradable en aquella comida.Devolví el tenedor y el cuchillo al capitán Hopkins y regresé a casa paratranquilizar y dar cuenta de mi visita a mistress Micawber. Se desmayó alverme, después de lo cual preparó dos vasos de ponche para consolarnosmientraslecontabalosucedido.

Yo no sé cómo consiguieron vender losmuebles para alimentarse, ni séquiénseencargódeaquellaoperación;entodocaso,yonointervineenella.Todoselollevaronenuncarro,aexcepcióndelascamasydealgunaqueotrasilla y la mesa de cocina. Campábamos con aquellos muebles en doshabitaciones de la casa vacía de Windsor Terrace mistress Micawber, losniños, la huérfana y yo, y de allí no salíamos. No recuerdo cuánto duróaquello;peromeparecequebastante tiempo.Porúltimo,mistressMicawberdecidió trasladarse a la prisión, donde sumarido tenía ahora una habitaciónparaélsolo.Meencargarondellevarlallavedelacasaasudueño,queporciertomeparecióencantadodeello,ylascamasseenviaronaBenchKing's,menoslamía.Alquilamosparamíunahabitacioncitaenlosalrededoresdelaprisión,loquemealegrómucho,puesyamehabíaacostumbradoavivirconellosatravésdenuestrasmutuaspenas.Lahuérfanatambiénfueacomodadaen un baratísimo alojamiento de las cercanías. Mi habitación era un pocoabuhardilladaynadacómoda;peromecreíenelparaísoaltomarposesióndeella,pensandoquelacrisisdelasdificultadesdeMicawberhabíaterminado.

TodoestetiemposeguíatrabajandoparaMurdstoneyGrimbyenlomismode siempre, con los mismos compañeros y con el mismo sentimiento dedegradación inmerecida que al principio. Pero, felizmente, no había hechoningunaamistad,nohablabaconningunodelosniñosaquiendiariamentemeencontrabaaliryveniralalmacénoalvagarporlascallesalahoradecomer.Seguía llevando la misma vida triste y solitaria; pero mi pena continuabasiempreencerradaenmímismo.Elúnicocambiodelquetuveconcienciafuequemi traje estaba cada díamás viejo y usado, y que en parte estaba algotranquilorespectoalosMicawber,quevivíanenlaprisiónmásdesahogadosque hacía mucho tiempo y que habían sido socorridos en su desgracia porparientesoamigos.Desayunabaconellosenvirtuddeunarregloquehicimosydelqueheolvidadolosdetalles.Tambiénheolvidadoaquéhoraseabrían

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laspuertasdelaprisiónparadejarmeentrar;únicamenteséquemelevantabaa lasseisde lamañana,ymientrasesperabaaqueabrieran laspuertas ibaasentarmeenunodelosbancosdelviejopuentedeLondres,dondemedivertíamirandoalagentequepasabaocontemplandoporencimadelabalaustradaelsol reflejado en el agua o iluminando las llamas doradas de lo alto delmonumento.LahuérfanaveníamuchasvecesareunirseallíconmigoparaoírlashistoriasqueyoleinventabadelatorredeLondres,ypuedoasegurarqueyomismomeconvencíadeloquecontaba.Porlatardevolvíaalaprisiónyme paseaba en el patio con míster Micawber o jugaba a las cartas con suseñora,escuchandosusrelatossobrepapáymamá.

IgnorosimísterMurdstonesupocómovivíaentonces;yonohablénuncadeelloenMurdstoneyGrimby.

Los asuntos de míster Micawber seguían, a pesar de la tregua, muyembrollados,acausadeciertodocumentodelqueoíahablar.Ahorasupongoque sería algún arreglo anterior con sus acreedores, aunque entoncescomprendíatanpocodequésetrataba,que,sinomeequivoco,loconfundíaconlospergaminosinfernalesdecontratosconeldemonio,que,segúndecían,existían antiguamente en Alemania. Por fin, aquel documento pareciódesvanecersenosécómo,almenoshabíadejadodeserlapiedradetoque,ymistress Micawber me dijo que su familia había decidido que místerMicawber apelara, para ser puesto en libertad, a la ley de deudoresinsolventes,yquepodríaverselibreantesdeseissemanas.

EntoncesdijomísterMicawber,queestabapresente:

—No hay duda de que con la ayuda de Dios saldremos adelante ypodremos vivir de unamanera completamente diferente, y… , y… , en unapalabra,lascosascambiarán.

Para estar preparado y aprovechar el porvenir, recuerdo que místerMicawbercomponíaunapeticiónalaCámaradelosComunespidiendoquesehicieranmejorasenlaleyqueregíalasprisionespordeudas.

Recojoaquíesterecuerdoporquemehacevercómouníayolashistoriasdemisantiguoslibrosalademividapresente,cogiendoaderechaeizquierdamispersonajes entre lagentequeencontrabaen la calle.Muchos rasgosdelcarácterque trazaré involuntariamenteal escribirmivida se formarondesdeentoncesenmialma.

Enlaprisiónhabíaunclub,ymísterMicawber,ensucalidaddehombrebien educado, era una gran autoridad en él. Míster Micawber habíadesarrolladoanteelclublaideadesupetición,ytodoslahabíanaprobado.Enconsecuencia,comoMicawberestabadotadodeunexcelentecorazónydeunaactividad infatigable, cuando no se trataba de sus propios asuntos,

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completamente feliz de trabajar en una empresa que no le sería de ningunautilidad,pusomanosa laobrayredactó lapetición, lacopióenunahojadepapelqueextendióencimadelamesa,ydespuésconvocóalclubenteroyatodosloshabitantesdelaprisiónporsiqueríanveniradepositarsufirmaenaqueldocumento.

Cuandooíanunciarlaproximidaddeaquellaceremoniasentítalesdeseosdeverentrara todosunodetrásdeotro,aunque losconocíayaacasi todos,queconseguíunpermisodeunahoraenMurdstoneyGrimbyymeinstaléenun rincón para asistir al espectáculo. Los principales miembros del club,aquellos que habían podido entrar en la habitación sin llenarla del todo,estabandelantedelamesaconmísterMicawber.Miantiguoamigo,elcapitánHopkins, que se había lavado la cara en honor del acto, se había instaladosolemnementeal ladodeldocumentopara leérseloa losquenoconocíansucontenido.Lapuertaseabrióporfinycomenzóeldesfile.Entrabauno,ylosotros esperaban en puerta mientras aquel firmaba. El capitán Hopkins lespreguntaba a todos: «¿Lo ha leído usted? No. ¿Quiere usted oírlo?». Si eldesgraciado hacía elmenor signo de asentimiento, el capitánHopkins se loleíatodo,sinsaltarseunaletra,consuvozmássonora.Elcapitánlohubieraleído veinte mil veces seguidas si veinte mil personas hubieran deseadoescucharlo una después de otra. Recuerdo el énfasis con que pronunciabafrases comoesta: «Los representantesdel pueblo, reunidos enParlamento…LosautoresdelapeticiónhacíanverhumildementealahonorableCámara…Los desdichados súbditos de su Graciosa Majestad» . Parecía que aquellaspalabraseranensubocaunabebidadeliciosa.MísterMicawber,entre tanto,contemplabaconexpresióndevanidadsatisfechalosbarrotesdelasventanasdeenfrente.

MientrasdoymipaseodiariodesdeSouthwarkaBlackfriarsyvagoalashorasdecomerporlasoscurascalles,cuyaspiedrasquizáconservantodavíalashuellasdemispasosdeniño,mepreguntosillegaréaolvidarmedealgunodeaquellospersonajesquecruzaban sincesarpormiespíritu,unoauno, alecodelavozdelcapitánHopkins.Ycuandomispensamientos,mirandoatrás,vuelvenaaquellalentaagoníademiinfancia,meadmiracómomuchasdelashistoriasqueyoinventabasobreaquellagenteflotantodavíacomounasombrafantásticasobreloshechosreales,siemprepresentesenmimemoria.Ycuandopaso por el viejo camino no me sorprendo, sólo lo compadezco, si veoandandodelante demí a un niño inocente y soñador que se crea unmundoimaginariodesuextrañaexperienciaysórdidovivir.

Capítulo12

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Cómoelvivirpormicuentanomegustaytomounagranresolución

A su debido tiempo, la petición de míster Micawber fue atendida y serecibió orden de ponerle en libertad, lo que me causo gran alegría. Susacreedoresnoeranmuyimplacables,ymistressMicawbermecontóquehastaelzapaterohabíadeclaradoenpleno tribunalqueno le teníamalavoluntad;peroquecuandoledebíandinerolegustabaqueselopagasen,yañadióquepensabaqueaquelloeraunacosamuyhumana.

Desde el tribunal volvió míster Micawber a Bench King's para ciertasformalidades que había que terminar. El club le recibió con entusiasmo yorganizóaquellanocheunmitinensuhonor;entretanto,mistressMicawberyyo lo celebramos en privado comiendo cordero y rodeados de los niñosdormidos.

—Enestaocasiónlepropongo,Copperfield—dijomistressMicawber—,que tomemos un pocomás de ponche a la salud de papá ymamá; hacía yatiempoquenolotomábamos.

—¿Hanmuerto?—preguntédespuésdebrindar.

—Mamá abandonó la tierra —dijo mistress Micawber— antes de queempezaran lasdificultadesdemiesposo,oalmenosantesdeque lacosasepusiera seria. Mi papá ha vivido lo bastante para rescatar muchas veces amísterMicawber,despuésdelocualhamuerto,siendomuylloradoportodossusamigos.

MistressMicawbersacudiólacabezayvertióunalágrimadepiedadfilialsobreelmellizoqueestabadeturno.

Me pareció que no podría encontrar ocasión más favorable parapreguntarleunacosadelmayorinterésparamí;porlotantoledije:

—Puedo preguntarle, señora, lo que piensan ustedes hacer ahora quemísterMicawberhasalidodesusdificultadesyestáenlibertad.¿Hadecididoustedalgo?

—Mi familia —dijo mistress Micawber, que pronunciaba siempre estasdospalabras conairemajestuoso, sinqueyohayapodidodescubrir jamásaquiénselasaplicaba—,mifamiliapiensaquemísterMicawberdebíasalirdeLondresyejercersutalentoenelcampo.MísterMicawberesunhombredemuchotalento,Copperfield.

Dijequeestabasegurodeello.

—Demuchotalento—repitiómistressMicawber—;ymifamiliamantieneque, con algo de interés, a un hombre de su inteligencia se le podría dar

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cualquiercargoenlaAdministracióndeAduanas.Ycomolainfluenciademifamiliaeslocal,sudeseoesquemísterMicawbersevayaaPlimouth.Creenindispensablequeestésobreelterreno.

—¿Paraestarpreparado?—pregunté.

—Precisamente—contestó ella—,paraque estépreparadoen el casodequesurgieraalgo.

—¿Yustedtambiénseirá?

Lossucesosdeldía,combinadosconlosmellizosoconelponche,teníanamistressMicawbermuynerviosa,ymecontestóconlágrimasenlosojos:

—Yo nunca abandonaré a mi esposo. Míster Micawber ha hecho malocultándomealprincipiosusapuros;perohayquereconocerquesucarácteroptimistalehacíacreersiemprequesaldríadeellossinqueyomeenterase.Elcollardeperlasylaspulserasquehabíaheredadodemamáloshemosvendidoen lamitaddesuvalor; loscoralesquepapámedioalcasarme también loshemosdadopornada.PeronuncaabandonaréaMicawber.¡No—gritócadavez más conmovida—, no lo consentiré jamás! ¡Es inútil que me lopropongan!

Yo estabamuy confuso, pues parecía quemistressMicawber imaginabaqueyoleproponíasemejantecosa,ylamiréalarmado.

—Micawbertienesusdefectos.Noniegoqueesmuypocoprecavido;noniegoquemehaengañadorespectoasus recursosysusdeudas—continuó,mirandofijamentealapared—;peroyonoleabandonarénunca.

MistressMicawberhabíalevantadolavozpocoapoco,ygritódetalmodoaldecirestasúltimaspalabras,quemeasustómuchoycorríalahabitaciónenqueestabaelclubparallamarasumarido,quelopresidíasentadoalfinaldeunamesamuylarga,cantandoavozengritocontodoslosdemás:

Geeup,Dobbin.

Geeho,Dobbin.

Geeup,Dobbin.

Geeup,andgeeho-o-o!

LedijequemistressMicawberestabaenunestadomuyalarmante.Aloírestosedeshizoenllantoysevinoconmigoconelchalecotodavíacubiertodelascabezasycolasdegambasquehabíaestadocomiendo.

—¡Emma,ángelmío!—gritó,entrandoenlahabitación—.¿Quétepasa?

—¡Nuncateabandonaré,Micawber!—exclamóella.

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—¡Mivida!—dijoél, cogiéndolaen susbrazos—.Estoycompletamentesegurodeello.

—Eselpadredemishijos,elpadredemismellizos,elesposodemialma—gritomistress

Micawber—.¡Nunca,nuncaleabandonaré!

MísterMicawberestabatanprofundamenteafectadoporaquellapruebadecariño (como yo, que lloraba a lágrima viva), que la abrazó de un modoapasionado,rogándolequelemiraseysetranquilizara.

Perocuantomáslepedíaquelemirasemássefijabansusojosenelvacío,ycuantomáslepedíaquesetranquilizaramenostranquilaestaba.Porlotanto,prontosecontagióMicawberymezclósuslágrimasconlasdesumujerylasmías.Porúltimomepidióquesalieraconunasillaalaescaleramientraséllaacostaba. Hubiera querido marcharme ya; pero Micawber no lo consintió,porquetodavíanohabíasonadolacampanaparalasalidadelosvisitantes.Porlotantomesentéenlaventanadelaescalerahastaqueélllegóconotrasillaahacermecompañía.

—¿Cómoestásuesposa?—dije.

—Muy abatida —dijo míster Micawber sacudiendo la cabeza—, es lareacción. ¡Ah! ¡Es que ha sido un día terrible!Y ahora estamos solos en elmundoysinelmenorrecurso.

MísterMicawbermeestrechó lamano,gimióydespuésseechóa llorar.Yoestabamuyconmovidoydesconcertado,puesesperabaqueestuvieranmuyalegresenaquellaocasióntanesperada.PeropiensoquelosMicawberestabantan acostumbrados a sus antiguos apuros, que se sentían desconcertados alverselibresdeellos.Todalaflexibilidaddesucarácterhabíadesaparecido,ynuncaleshabíavistotantristescomoaquellatarde.AloírlacampanamísterMicawbermeacompañóhastalaverjaymediosubendiciónaldespedirnos.Yomesentíaverdaderamenteinquietoaldejarlosolo,tanprofundamentetristecomoestaba.

Peroatravésdelaconfusiónyabatimientoquenoshabíaapresadodeunamanera tan inesperada para mí, veía claramente que míster y mistressMicawber iban a abandonar Londres y que la separación entre nosotros erainminente.Yfuealvolveraquellatardeacasa,ydurantelashorassinsueñoquesiguieron,cuandoconcebíporprimeravez,nosécómo,unpensamientoqueprontoseconvirtióenunafirmeresolución.

Me había unido tan íntimamente con losMicawber;me había implicadotantoensusdesgracias,yestabatanabsolutamentedesprovistodeamigos,quela perspectiva de verme obligado de nuevo a buscar alojamiento para vivir

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entre extraños parecía volver a arrojarme contra la corriente de esta vida,demasiadoconocidaahoraparaignorarloquemeesperaba.

Todos los sentimientos delicados que esta existencia hería; toda lavergüenzayelsufrimientoquedespertabaenmísemehicierontandolorosos,que,reflexionando,decidíqueaquellavidameeraintolerable.

Yo no podía esperar otro medio para escapar a ella que por mi propioesfuerzo;losabía.RaravezoíahablardemissMurdstone,ydesuhermano,nunca. Pero dos o tres paquetes de ropa nueva o arreglada habían sidoenviados para mí a míster Quinion, acompañados de un trozo de papelarrugadoquedecía: «M.M. esperaqueD.C. se aplique a cumplir bien susdeberes», sin dejar entrever la menor esperanza de que algún día pudieranllegartiemposmejores.

Al día siguiente me convencí, mientras mi espíritu estaba todavía en lainquietud del plan que había concebido, que mistress Micawber no habíahabladosinmotivodelaprobabilidaddesupartida.Sealojaronenlacasaenque yo vivía durante una semana, y cuando expiró el plazo pensaban partirparaPlimouth.ElmismomísterMicawber fuealalmacénaquella tardeparaanunciar a míster Quinion que su marcha le obligaba a renunciar a micompañíayparadecirledemí,segúncreo,todoelbienquemerecía.

En vista de esto, míster Quinion llamó a Tipp el carretero, que estabacasadoyteníaunahabitaciónparaalquilar,ylatomóparamí.Debiódetenersusrazonesparacreerqueeraconnuestromutuoconsentimiento,aunqueyonodijenada;peromiresoluciónestabatomada.

PasélasveladasconmísterymistressMicawberduranteeltiempoquenosquedaba todavía por vivir bajo elmismo techo, y creo que nuestra amistadaumentabaamedidaqueelmomentodenuestraseparaciónseaproximaba.

El último domingome invitaron a comer y tomamos un trozo de cerdofresco con salsa picante y un pudding. Yo había comprado la víspera uncaballo demadera pintado para regalárselo al pequeñoWilkinsMicawber yunamuñecapara lapequeñaEmma; tambiéndiunchelína lahuérfana,queperdíasucolocación.

Pasamos un día muy agradable, aunque todos estábamos conmovidospensandoenlaseparación.

—Copperfield: nunca podré recordar las dificultades de Micawber sinpensarenusted.Ustedsehaportadosiempreconnosotrosdelamaneramásdelicadaymásdeagradecer.Ustednohasidounhuésped:hasidounamigo.

—Queridamía—dijosumarido—:Copperfieldtieneuncorazónsensiblealasdesgraciasdelosdemás,unacabezacapazderazonaryunasmanos…En

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resumen:untalentoincomparableparasacarprovechodetodoaquellodequesepuedeprescindir.

Expresé mi reconocimiento por aquel cumplido, y dije que estaba muytristeportenerquesepararmedeellos.

—Querido amigo—dijomísterMicawber—: yo soymayor que usted ytengoalgunaexperienciaenlavidayen…Enunapalabra:endificultadesdetodas clases, para hablar de unmodo general. Por elmomento, y hasta quesurja algo (lo que espero siempre) no le puedo ofrecer otra cosa que misconsejos;sinembargo,creoquevalenlapenadeserescuchados,sobretodo…Enunapalabra:porqueyonuncalosheseguido…yque…

AquímísterMicawber,quesonreíaymemirabaconexpresiónradiante,sedetuvofrunciendolascejas,yprosiguió:

—Yustedvelodesgraciadoquesoy.

—MiqueridoMicawber—exclamósumujer.

—Digo —replicó míster Micawber, sin preocuparse de sí mismo ysonriendodenuevo—lodesgraciadoquehesido.Miconsejoeseste:«Nuncadejesparamañanaloquepuedashacerhoy».

Demorarcualquiercosaesunrobohechoaltiempo.¡Hayqueaprenderlo!

—Eralamáximademipobrepapá—dijomistressMicawber.

—Queridamía—dijoél—tupapáeraunhombremuybueno,yDiosmelibredequererrebajarlo;esmás,hastaesprobable…que….enunapalabra,jamásconoceremosaunhombredesuedadquetengalospantalonestanbienpuestos y que sea capaz de leer una letra tan pequeña sin anteojos; pero élaplicóestamáximaanuestromatrimonio,queridamía,con talpremura,quetodavíanomeherepuestodeaquelgastoprecipitado.

MísterMicawberlanzóunaojeadaasuseñorayañadió:

—Noesquemepese,alcontrario,amormío.

Despuésdelocualguardósilencioduranteunmomento.

—Mi segundo consejo, Copperfield, ya lo conoce usted: renta anual deveinte libras, gasto anual dediecinueve; resultado, felicidad.Renta anual deveinte libras, gasto anual de veinte ymedia; resultado,miseria. La flor estámarchita,lahojacae,elángeldelaguardadesaparecey…,enunapalabra,sehahundidoustedparasiempre,comoyo.

Yparahacersuejemplomásimpresionante,místerMicawbersebebióunvaso de ponche con gran alegría y satisfacción y silbó una cancioncilla delcolegio.

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Le aseguré que nunca perdería de vista aquellos preceptos, lo que erabastanteinútil,pueseraevidentequemeafectaba.Alamañanasiguiente,muytemprano,mereuníconlafamiliaenlasoficinasdeladiligenciaylesvicontristezacolocarseenlaimperial.

—Copperfield —dijo mistress Micawber—, ¡Dios le bendiga! Nuncapodréolvidarle,yaunquepudiera,noquerría.

—Copperfield —dijo míster Micawber—, adiós; que la felicidad y laprosperidadleacompañen.Sialcabodelosañospudieracreerquemisuertedesgraciada leha servidode lección,pensaréquenoheocupadoenvanoellugardeotrohombreenlatierra.Ysisurgieraalgo(siemprecuentoconello)sería extraordinariamente dichoso si pudiera ayudarle en sus proyectosrespectodelporvenir.

PiensoquemistressMicawber,queestaba sentadaen la imperial con losniños, mirándome mientras yo permanecía de pie en la carreteracontemplándolos tristemente, sepercatódeprontodequeen realidaderayounniñomuypequeñoymuydébil;locreoporquemehizoseñadequesubieraasuladoconunaexpresióncompletamentenuevaymaternalensurostro,mecogióensusbrazosymebesócomohubierapodidobesarasuhijo.Tuveeltiempo justo de bajar antes de que partiera la diligencia y apenas podíadistinguiramisamigosentrelospañuelosqueagitaban.

Enunminutotododesapareció.Nosquedamosenmediodelacarreteralahuérfana y yo, mirándonos tristemente; luego, después de estrecharnos lamano,ellatomóelcaminodelHospiciodeSanLucasyyofuiaempezarmijornadaenMurdstoneyGrimby.

Pero no tenía intención de continuar aquella vida tan penosa. Estabadecidido a huir, e ir de unmodoo de otro a buscar en el campo a la únicaparientaqueteníaenelmundoyacontarlemihistoria:alatíaBetsey.

Yahehechoobservarquenosabíacómoaquelproyectodesesperadohabíagerminado en mi espíritu; pero una vez en ello, mi determinación fue taninquebrantablecomo todas lasquehepodido tomardespuésenmivida.Noestoysegurodequemisesperanzasfuesenmuyvivas;peroestabadecididoaejecutarlo.Cienvecesdesde lanocheenque lohabíaconcebidohabíadadovueltas en mi espíritu a la historia de mi nacimiento, que tanto me habíagustadohacer contar amipobremadre,yqueme sabíadememoria.Mi tíahacía una aparición rápida y terrible; pero había en todo aquello unaparticularidadquemegustabarecordaryquemedabaalgunasesperanzas.Nopodíaolvidarqueamimadrelehabíaparecidosentirlaacariciarsuavementesuscabellos,yaunqueaquellopodíaserunaideasinningúnfundamento,yome hacía un bonito cuadro del instante en que mi terrible tía se habíaconmovidoanteaquellabelleza infantilqueyo recordaba tanbienyqueme

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eratanquerida,yaquelpequeñoepisodioaclarabadulcementetodoelcuadro.Quizá fuera aquel el germen que después de vivir en mi espíritu habíaengendradogradualmentemideterminación.

ComonisiquierasabíadóndehabitabamissBetsey,escribíunalargacartaaPeggottyenlaquelepreguntabadeunamaneracasualsirecordabaellugardesuresidencia,diciendoquehabíaoídohablardeunaseñoraquevivíaenunsitio,quenombréalazar,yquesentíacuriosidadporsabersinoseríaella.

También en aquella carta le decía que tenía mucha necesidad de mediaguinea,yquesipudieraprestármela se loagradeceríamucho, reservándomeparadecirlemásadelante,aldevolvérsela,loquemehabíaobligadoapedirleaquellasuma.

LacontestacióndePeggottyllegóprontoyfue,comodecostumbre,llenadecariñoyabnegación.

Incluía lamedia guinea (me asusta pensar todo lo que habría tenido quetrabajaryqueingeniarseparaconseguirquesalieradelacajadeBarkis),ymecontabaquemissBetseyvivíacercadeDover;perosieraenDovermismo,oen Hy the Landgate, o en Folkestone, no podía decirlo. Uno de nuestroshombres me informó, cuando le pregunté acerca de aquellos sitios, queestabanmuypróximosunosdeotros.Meparecióqueyasabíabastanteparamiobjetivo,yresolvímarcharmeafinesdesemana.

Siendo una criaturitamuy honrada y no queriendo enturbiar el recuerdoque dejaba en Murdstone y Grimby, consideré como una obligaciónpermanecer hasta el sábado por la noche, y como me habían pagado unasemanaadelantada,mefuitemprano,paranotenerquepresentarmealahorade cobrar en la caja. Por estamisma razón había pedido lamedia guinea aPeggotty, para no encontrarme sin dinero para los gastos del viaje. Por lotanto,cuandollegóelsábadoporlanocheynosreunimostodosparaquenospagasen, Tipp el carretero pasó, como siempre, el primero al despacho. YoestrechélamanodeMickWalker,rogándolequecuandomellamaranentraseyledijeraamísterQuinionquehabíaidoallevarmimaletaacasadeTipp,dijeadiósaFéculadepatataymefui.

Mimaletacontinuabaenmiantiguoalojamientoalotroladodelrío.Habíapreparado,parapegarenella,unadirecciónescritaenelrespaldodeunadelastarjetas de expediciónquepegábamos en las cajas: «MísterDavid enviará abuscarlaalaoficinadeladiligenciadeDover».Teníalatarjetaenelbolsilloypensabapegarlaencuantoestuvierafueradelacasa.Mientrasandabamirabaa mi alrededor, para ver si encontraba a alguien que pudiera ayudarme allevarla.En esto vi a unmuchachodepiernas largas, que llevabaun carritoenganchado a un burro y que estaba cerca del obelisco en el camino deBlackfriars; al pasar me encontré con su mirada y me preguntó si le

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reconoceríabiensi levolvíaaver,aludiendosindudaa la fijezaconque lehabíaexaminado.Meapresuréaasegurarlequenohabíasidopordescortesía,sinoqueestabapensandosinoqueríaencargarsedeuntrabajo.

—¿Quétrabajo?—preguntóelmuchachodelaspiernaslanzas.

—Llevarunamaleta—contesté.

—¿Quémaleta?—insistióeljoven.

Ledijequelamía,queestabaallí,enaquellamismacalle,yquedeseabaqueporseispeniquesmelallevaranaladiligenciadeDover.

—Vayaporlosseispeniques—dijoelmuchacho.

Ysubiendoalinstanteensucarrito,quesecomponíadetrestablaspuestassobrelasruedas,partiótandiligenteenladirecciónindicada,quemecostabatrabajoseguirelpasodesuburro.

Tenía unosmodales desconcertantes aquelmuchacho y unamaneramuymolestademascarunabriznadepajaalhablar;peroeltratoestabahecho.Lehicesubiralahabitaciónquedejaba,cogiólamaleta,labajóylapusoensucarrito.Yonoqueríatodavíaponerladirección,portemoraquealguiendelafamiliademipropietarioadivinaramisdesignios;lerogué,porlotanto,quesedetuvieraalllegaralagranpareddelaprisióndeBenchKing.Apenashubepronunciadoestaspalabrascuandopartiócomosiél,mimaleta,elcarritoyelasnosehubieranvueltolocos.Yoperdíalarespiraciónafuerzadecorrerydellamarle,hastaquelealcancéenelsitioindicado.

Estabarojoyexcitado,yalsacarlatarjetadejécaerdemibolsillolamediaguinea.Me la metí en la boca para mayor seguridad, y aunquemis manostemblaban mucho, conseguí, con gran satisfacción, colocar la tarjeta. Depronto recibí un violento golpe en la barbilla, que me dio el chico de laspiernaslargas,yvimimediaguineapasardemibocaasusmanos.

—Vamos—dijoeljovenagarrándomeporelcuellodelachaquetaconunhorriblegesto—,asuntodepolicía,¿noesverdad?Yquiereshuir,¿noesasí?¡Ven,venalapolicía,granuja!¡Venalacomisaría!

—Démemidinero,hagaelfavor—dijeyo,muyasustado—,ydéjemeenpaz.

—Venalacomisaría,yallídemostrarásqueestuya.

—Deme mi maleta y mi dinero, ¿quiere usted? —grité deshecho enlágrimas.

El joven todavía replicó: «Ven a la comisaría», arrastrándome conviolenciaalladodelasno,comosihubieraalgunarelaciónentreaquelanimalyunmagistrado.

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Después,cambiandodeprontodeopinión,saltóalcarrito,sesentóencimadelamaletay,diciendoqueibaderechoalacomisaría,partiómásdeprisaquenunca.Corrítraséltodoloquepude;peronoteníaalientoparallamarle,nimehubieraatrevidoahacerloaunquehubierapodido.Enuncuartodehoraestuveveintevecesapuntodequemeatropellaran;tanprontoveíaamiladróncomodesaparecíaamisojos;despuésvolvíaaverle;despuésrecibíaunlatigazodecualquier carretero; después me insultaban, caía en el barro, me levantaba,chocaba contra alguien, ome precipitaba contra un poste. Por fin, sofocadoporlacamerayturbadoporelmiedodeverqueLondresenterosepusieraaperseguirme, dejé al joven que se llevase mi maleta y mi dinero dondequisiera. Ahogado y todavía llorando seguí, sin detenerme, el camino deGreenwich, que estaba en el camino de Dover, según había oído decir,llevando hacia el retiro de mi tía Betsey una parte de mis bienes casi tanpequeñacomolaquetraíalanocheenqueminacimientotantoleenfureció.

Capítulo13

Elresultadodemiresolución

Nosénada; pero creoquepensaba seguir corriendohastaDover cuandorenuncié a la persecución del muchacho del carrito y tomé el camino deGreenwich. En todo caso, mis ilusiones se desvanecieron pronto; me viobligado a detenerme en la carretera de Kent, cerca de una terraza queadornaba una fuente con una gran estatua en el centro.Allíme senté en elumbraldeunapuerta,agotadopor losesfuerzosqueacababadehacer,y tansofocado,queapenassiteníafuerzasparallorar,pensandoenmimaletayenmimediaguinea.Sehabíahechodenoche,ymientrasdescansabaoídar lasdiezen los relojes;peroeraveranoyhacíacalor.Cuando recobréalientosyme tranquilicé emprendí de nuevo el camino de Greenwich. Ni por unmomentosemeocurrióvolvermeatrás.Nosésisemehubieraocurridoenelcasodeencontrarmeunprecipicioenmediodelcamino.

Perolaescasezdemisrecursos(teníatresmediospeniquesenelbolsilloymepreguntocómoestaríanallí siendosábado)nodejabadepreocuparme, apesardemiperseverancia.Empezabaafigurarmeunartículoenlosperiódicosanunciando que me habían encontrado muerto bajo un árbol, y andabatristemente,aunquetodolomásdeprisaquepodíanmispiernas,cuandopasépordelantedeunapuertadondeponíaquesecomprabantrajesdehombreydemujeryquepagabanbienloshuesosylostraposviejos.Eldueñodelatiendaestabasentadoalapuertaenmangasdecamisa,conlapipaenlaboca;habíamuchostrajesypantalonessuspendidosdeltecho,ytodoaquellosóloestaba

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alumbrado por dos candiles, demanera que parecía un hombre que hubieracolgadoallíasusenemigosyseregocijaraconsuvenganza.

LaexperienciaquehabíaadquiridoconmistressMicawbermesugirió,alavistadeaquello,unmediodealejaralgoelgolpefatal.Entréenunacallejuela,mequitéelchaleco,lodoblécuidadosamenteymepresentéenlapuertadelatienda.

—¿Haceustedelfavor?—ledije—.Quierovenderestoenloquevalga.

ElseñorDollby(almenosDollbyeraelnombrequeseleíaencimadelapuertadelatienda)cogióelchaleco,pusolapipaenelmontantedelapuerta,porencimadesucabeza,entróenlatiendaseguidopormí,avivóloscandilescon sus dedos, extendió el chaleco sobre el mostrador y lo miró. Despuésacercólaluzparaverlomejor,yporúltimodijo:

—¿Cuántopideustedporestechalequito?

—Mejorsabráustedponerleprecioqueyo—contestéconmodestia.

—Nopuedocompraryvender almismo tiempo—dijomísterDollby—;póngaleustedprecio.

—Dieciochopeniques—insinué,despuésdemuchascavilaciones.

MísterDollbylodoblódenuevoymelodevolvió.

—Seríarobaramifamilia—medijo—elofrecernuevepeniquesporél.

Esto era mirar el asunto desde un punto de vista desagradable, puessuponía en mí, que era un extraño, la antipática pretensión de querer quemísterDollby robara a su familia en provechomío. Sin embargo, como nopodíaesperar,ledijequesiqueríatomaríalosnuevepeniques.MísterDollby,nosingruñirbastante,melosdio.Ledilasbuenasnochesysalídelatiendacon aquella suma de más y el chaleco de menos; pero abrochándome lachaqueta,¡quémásdaba!

En realidad estaba convencido de que la chaqueta tendría que seguir alchalecoymeconsideraríamuydichososillegabaaDoveraunquesólofueracon el pantalón y la camisa. Aquella perspectiva no me preocupaba tantocomo se podría suponer. Salvo una impresión general de que el camino eralargoydequeeldueñodelburrosehabíaportadocruelmenteconmigo,creoque tenía un sentimiento demasiado claro de la dificultad de mi empresacuandovolvíaponermeencaminoconmisnuevepeniquesenelbolsillo.

Semehabíaocurridounaideaparapasarlanoche.Miplaneraacostarmealladodelatapiademiantiguaescuela,enunrincóndondeantessolíahaberunalmiar.Imaginabaquemeseríagratoel teneraloschicosylahabitacióndonde acostumbraba a contar las historias tan cerca demí, aunque ellos no

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supierannadaylahabitaciónnomeprestarasuabrigo.

Había hecho una dura jornada y estabamuy cansado cuando llegué, porfin,alaalturadeBlackhead.

MecostóalgúntrabajoencontrarSalemHouse;peroalfin laencontré,yhallé el almiar en el rincón,ymeacosté en él despuésdedar lavuelta a laescuela ymirar hacia las ventanas. Todo estaba oscuro y silencioso. Nuncaolvidarélasensacióndesoledaddelprimermomentoalacostarmeenelsuelosinuntechosobremicabeza.

Elsueñodescendiósobremícomosobretantasotrascriaturassinhogaraquienesladranlosperros,ysoñéquedormíaenmiantiguolechodelcolegio,hablandoconmiscompañeros,ymedespertéconelnombredeSteerforthenloslabiosymirandoperdidamentelasestrellas,quebrillabansobremicabeza.

Cuando recordédónde estaba a aquellas horas tuvemiedo, sin saber porqué. Me levanté y eché a andar; pero las estrellas palidecían y una débilclaridad en el cielo anunciaba el día; recobré el valor, y como estaba muycansado,meacostéymedormídenuevo,sintiendodurantemisueñounfríopenetrante.Porfin,losrayosdelsolylacampanamatinaldelapensión,quellamabaaloscolegialesasusestudios,medespertaron.SihubieracreídoqueSteerforth podía estar todavía allí habría vagado por los alrededores hastaconseguirverlo;perosabíaquehacíamucho tiempoquesehabíamarchado.Traddles quizá estuviera todavía, pero no estaba muy seguro, y además noconfiaba demasiado en su discreción ni en su habilidad para contarle misituación,apesardelabuenaopiniónqueteníadesussentimientos.Mealejémientrasmisantiguoscompañerosselevantabanyemprendíelcaminoporlalargacarreterapolvorientaquemehabíanindicado,cuandoformabapartedelos alumnos demíster Creakle, como la de Dover en un tiempo en que nopodíanifigurarmequenadiepudieravermeundíaviajandodeesemodoporaquelcamino.

¡Qué distinta esta mañana de domingo de las mañanas de domingo enYarmouth!Cuando llegó suhoraoí sonar las campanasde las iglesiasymeencontrécongentesquesedirigíanaellas;tambiénpasépordelantedeunaodosiglesiasmientrassecelebrabaelculto:loscantosresonabanbajolaluzdelsol,yunsacristánqueestabaalasombradelpórticoenjugándoselafrentememiro con enojo al verme pasar sin detenerme. La paz y el reposo de losdomingosreinabaentodaspartes,exceptoenmicorazón.Meparecíaquemeacusabaydenunciabaa los fielesobservadoresde la leydeldomingoporelpolvo queme cubría y pormis revueltos cabellos. Sin el recuerdo, siemprepresenteamisojos,demimadreen todoelesplendordesubellezaydesujuventud, sentada delante del fuego y llorando, ymi tía enterneciéndose unmomento sobre ella, no sé si habría tenido valor para continuarmi camino.

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Peroaquellafantasíademiimaginaciónandabatodoeltiempoantemisojosyyolaseguía.

Aqueldíaanduveveintitrésmillasporlacarretera,aunquecondificultad,puesnoestabaacostumbradoa ello.Todavíameveo, a la caídade la tarde,atravesandoelpuentedeRochesterycomiéndomeelpanquehabíareservadopara lacena.Unaodoscasitasconelrótulode«Alojamientoparaviajeros»eranparamíunatentación;peronomeatrevíaagastarlospocospeniquesqueme quedaban, y además me asustaban los rostros sospechosos de losvagabundosqueencontrabaenellasypasabadelargo.Porlotanto,comolanocheanterior,sólopedísuabrigoalcielo,ylleguépenosamenteaChathans,que en las tinieblas de la noche era como un sueño de cal, de puenteslevadizos,debarcossinpalosancladosenunríodefango.Medeslicéporunsitiocubiertodemusgoquedabaaunacallejuela,ymeacostéal ladodeuncañón. El centinela que estaba de guardia andaba de arriba abajo, ytranquilizado por su presencia, aunque él ni siquiera suponía la mía, comotampoco la suponían la víspera mis compañeros, me dormí profundamentehastalamañana.

Muycansadoyconlospiesdoloridosmedespertéaturdidoporelsonardelostamboresyporelruidodelospasosdelossoldadosqueparecíanrodearmepor todaspartes.Sentí quenopodía irmás lejos aquel día, si es quequeríatenerfuerzasparallegaralfindemiviaje.Enconsecuenciaechéaandarporunacalleestrecha,decididoahacerdelaventademichaquetaelasuntodeldía.Melaquitéparairmeacostumbrandoairsinella,yponiéndomeladebajodelbrazoempecémirondadeinspecciónportodaslastiendasdereventa.

Elsitioerabienelegidoparaello,pueslascasasdecompraventaeranmuynumerosasysusdueñosestabanalapuertaenesperadelosclientes;perolamayoría de los escaparates ostentaban uno o dos trajes de oficial, con suscharreteras y todo, e intimidado por aquel esplendor dudé mucho antes deatrevermeaofrecerleanadiemichaqueta.

Aquellamodestiaatrajomiatenciónhacialastiendasdondesevendíanlosandrajos de losmarineros y hacia las del estilo de la demísterDollby.Mehabríanparecidodemasiadaspretensionesdirigirmealasdemayorcategoría.Porfindescubríunatiendecitacuyoaspectomepareciópropicio;enelrincóndeunacallejuelaqueterminabaenuncampodeortigas,rodeadadeunavallacargada de trajes demarineromezclados con fusiles viejos, cunas de niños,sombreros de hule y cestos llenos de tal cantidadde llavesmohosas, que lacolecciónparecíalobastantericaparaabrirtodaslaspuertasdelmundo.

Enaquellatienda,queerapequeñaybajayestabacasiaoscuras,puessólola iluminaba una ventanita pequeña, casi tapada por los trapos colgados pordelante, ydondehabíaque entrar bajando algunos escalones, penetré con el

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corazónpalpitante.Mitemoraumentócuandounhorribleviejodebarbagrissalió precipitadamente de su antro yme cogió de los cabellos.Era un viejohorrible,queolíamuchoaronyllevabaunchalecodefranelamuysucio.Sulecho,cubiertoconuntrozodeteladesgarrada,estabacolocadoenelagujeroqueacababadeabandonaryqueiluminabaotraventanita,porlaquetambiénseveíauncampodeortigasdondepastabaunburrocojo.

—¿Quéquieres?—gritó el hombreenun tono ferozymonótono—. ¡Aymis ojos! ¡Ay! ¿Qué quieres? ¡Ay mis piernas! ¿Qué quieres? ¡Ay, goruugoruu!

Me asustaron de tal modo sus palabras, y sobre todo la últimaexclamación, que parecía una especie demugido desconocido, que no pudecontestarnada.Elviejo,quetodavíanohabíasoltadomiscabellos,repuso:

—¡Ay!¿Quéquieres?¡Aymisojos!¡Aymispulmones!¿Quéquieres?¡Ay,goruugoruu!

Y lanzó aquel último grito con tal energía, que parecía que se le iban asaltarlosojos.

—Desearía saber —dije temblando— si querría usted comprarme unachaqueta.

—¡Veamoslachaqueta!—gritóelviejo—.¡Ay,tengofuegoenelcorazón!¡Veamoslachaqueta!¡Aymisojosymispulmones!¡Veamoslachaqueta!

Porfinsoltómiscabellos,yconsusmanostemblorosas,queparecíanlasgarras de un pájaro monstruoso, colocó en su nariz unos lentes que nofavorecíanmuchoasusinflamadosojos.

—¿Cuántopidesporestachaqueta?—gritódespuésdeexaminarla—.¡Ay,goruugoruu!¿Cuántopidesporella?

—Mediacorona—respondí,tranquilizándomeunpoco.

—¡Aymispulmonesymiestómago!No—gritóelviejo—.¡Aymisojos!¡No,no,no!¡Doschelines,goruu,goruu!

Cadavezquelanzabaaquellaexclamaciónparecíaquese le ibanasaltarlosojos,ypronunciabatodaslaspalabrasconelmismosonsoneteycomoelviento, que a veces es suave, a veces escala montañas o a veces vuelve ahacersesuave.Nohayotracomparación.

—Puesbien—dije, encantadodehaber terminado laventa—,acepto losdoschelines.

—¡Aymiestómago!—gritóelviejoarrojandolachaquetaaunestante—.¡Vete! ¡Aymispulmones! ¡Salde la tienda! ¡Aymisojos,goruu,goruu!Nomepidasdinero.Mejorseráquehagamosuncambio.

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En mi vida he pasado tanto miedo; pero le dije humildemente quenecesitabaeldinero,yquecualquierotracosameresultabainútil.únicamentedijequeesperaríafuerasiasílodeseaba,yquenoteníaningunaprisa.Salídelatiendaymesentéalasombra,enunrincón.Eltiempopasaba,elsolllegóhastamí,luegoseretiró,yyoseguíaesperandomidinero.

Porelhonordelaluzdelsolquierosuponerquenuncahahabidootroloconiborrachosemejanteenelnegociodelacompraventa.Aquelviejoeramuyconocidoenlosalrededoresyteníafamadehabervendidosualmaaldiablo.Lo supe pronto por las visitas que recibía de todos los chiquillos de lavecindad, que hacían a cada instante irrupción en su tienda, gritándole ennombredeSatanás que les diera su dinero. «No eres pobre, pormuchoquedigas,demasiadolosabes,Charley.Enséñanostuoro;enséñanoseloroqueeldiablotehadadoacambiodetualma.Anda,veabuscarloaljergón,Charley,notienesmásquedescoserleydárnoslo.»

Estos gritos, acompañados del ofrecimiento de un cuchillo para abrir eljergón,leexasperabanatalpunto,quesepasabaeldíasobreloschicos,queluchabanconélunmomentoydespuésescapabandesusmanos.Aveces,ensu rabia, me tomaba por uno de ellos y se lanzaba contramí, gesticulandocomosifueraadestrozarme;peromereconocíaatiempoyvolvíaameterseenlatiendayaecharseensulecho,loqueintuíaporladireccióndesuvoz.Allí rugía en su tonode costumbre laMuerte deNelson, colocandoun ¡ay!delante de cada verso y sembrándolo de innumerables ¡goruu, goruu! Paracolmo de mis desgracias, los chicos de los alrededores, creyendo quepertenecía al establecimiento, al ver la perseverancia con que permanecía amediovestirsentadodelantedelapuerta,metirabanpiedrasinsultándome.

Todavía hizomuchos esfuerzos aquel hombre para convencerme de quedebíamoshaceruncambio.

Unavezaparecióconunacañadepescar,otraconunviolín;tambiénmeofreciósucesivamenteunsombrerodetrespicosyunaflauta.Peroyoresistíatodas aquellas tentaciones y continué delante de la puerta, desesperado,conjurándole con lágrimas en los ojos para que me diera mi dinero o michaqueta.

Porfinempezóapagarmeenmediospeniquesypasarondoshorasantesdequellegásemosaunchelín.

—¡Aymisojos! ¡Aymispiernas!—empezóagritar entonces, asomandosuhorrible rostro fuerade la tienda,¿Quieresconformartecondospeniquesmás?

—Nopuedo—respondí—;memoriríadehambre.

—¡Aymispulmonesymiestómago!¿Trespeniques?

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—Si pudiera no estaría regateando por unos peniques—le dije—; peronecesitoesedinero.

—¡Ay,goruu,goruu!

Esimposibletranscribirlaexpresiónquedioasuexclamaciónocultotrasdelapuerta,sinasomarmásquesumalignorostro.

—¿Quieresmarcharteconcuatropeniques?

Estaba tan agotado, tan rendido, que acepté, cansadode aquella lucha; ycogiendoeldinerodesusgarras,unpocotembloroso,mealejéunmomentoantesdequeacabaradeponerseelsol,conmáshambreymássedquenunca.Pero prontome repuse por completo gracias a un gasto de tres peniques y,reanudandovalerosamentemicamino,anduvesietemillasaquellatarde.

Me refugié para pasar la noche al lado de otro almiar y dormíprofundamente, después de haber lavado mis pies doloridos en un arroyocercanoydehaberlosenvueltoenhojasfrescas.Cuandovolvíaponermeencamino,aldíasiguienteporlamañana,viextenderseportodaspartesantemisojoscamposenfloryhuertos.Laestaciónestabayalobastanteadelantadaylosárbolesestabancubiertosdemanzanasmadurasylarecolecciónempezabaenalgunossitios.Labellezadelcampomesedujoinfinitamenteydecidíqueaquellanochemeacostaríaenmediodeloscampos,imaginándomequeseríagrata compañía la larga perspectiva de ramas con sus hojas graciosamenteenroscadasasualrededor.

Aquel día tuve varios encuentros que me inspiraron un terror cuyorecuerdo todavíaestávivoenmi imaginación.Entre lasgentesquevagabanporlacarreteravimuchosdesgraciadosquememirabanferozmenteyquemellamaban cuando les había adelantado diciéndome que me acercara ahablarles, y que cuando empezaba a correr huyendo me tiraban piedras.Recuerdo sobre todo a un joven latonero ambulante lo recuerdo con sumochilay su rejuela; le acompañabaunamujer, ymemiródeunmodo tanterribleymegritódetalmodoquemeacercara,quemedetuveymevolvíamirarle.

—Vencuandosetellama—dijoellatonero—otesacolastripas.

Penséqueeramejoracercarme.Cuandoestuvecerca,mirándoleparatratardeapaciguarlo,observéquelamujerteníaunojoamoratado.

—¿Dónde vas? —me dijo el latonero cogiéndome de la pechera de lacamisaconsumanonegra.

—ADover—dije.

—¿De dónde vienes?—insistió agarrándomemás fuerte para estar biensegurodequenomeescaparía.

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—DeLondres.

—¿Yquépiensashacer?¿Noserásunraterillo?

—No.

—¡Ah!¿Notequieresconfesar?Vuelveadecirquenoyteabrolacabeza.

Hizoconlamanoqueteníalibreademándepegarmey,después,memiródepiesacabeza.

—¿Llevasencimaelpreciodeunvasodecerveza?—preguntóellatonero—.Siesasídámelopronto,antesdequeyoteloquite.

Seguramentehabríacedidosienaquelmomentonomehubieraencontradoconlamiradadelamujer,quemehizounaseñaimperceptibleconlacabezaymovióloslabioscomodiciéndome:«No».

—Soymuypobre—dijetratandodesonreír—ynollevodinero..

—Vamos,¿quésignificaeso?—dijoellatoneromirándometanfuriosoqueporunmomentocreíqueveíamidineroatravésdelbolsillo.

—Señor…—balbucí.

—¿Quéquieredecireso?—repusoél—.¡Llevaslacorbatadesedademihermano!Quítatela,pronto.

Ymequitólacorbatadeuntirónyselaarrojóalamujer.

Ellaseechóareírcomosilotomaraabroma,yarrojándomeladenuevome hizo otra seña con la cabeza, mientras sus labios formaban la palabra«vete».Antesdequepudieraobedecerlaellatoneromearrancólacorbatadelasmanoscontalbrutalidadquemedejótemblandocomounahoja.Laanudóalrededordesucuelloydespués,volviéndosehacialamujeryjurandolatiróalsuelo.

No olvidaré nunca lo que sentí al verla caer sobre las piedras de lacarretera,dondequedótendida.

Sucofiasehabíadesprendidoconlaviolenciadelchoqueysuscabellossemancharondebarro.Cuandoestuveunpocomáslejos,mevolvíamirarlosyvi que estaba sentada a un lado del camino, enjugándose con una punta delmantónlasangrequecorríaporsurostro.Ellatonerocontinuabaandando.

Estaaventurameasustódetalmodoque,desdeaquelmomento.encuantomeparecíaveralolejosacualquiervagabundo,volvíasobremispasosparaescondermeypermanecíaquietohastaperderledevista.Estoserepetíacontalfrecuenciaquemiviajeseretrasóseriamente.Peroenaquelladificultad,comoen todas las demás demi empresa, me sentía sostenido y arrastrado por elcuadroquemehabíatrazadodemimadreensujuventud,antesdemillegada

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aestemundo.Aquellaideameacompañabaenmediodeloscamposcuandome acostaba para dormir y, al despertar, la encontraba delante de mícaminandotodoeldía.Desdeentoncessurecuerdoestásiempreasociadoenmi imaginaciónconelde lacalleanchadeCanterbury,queparecíadormitarbajolosrayosdelsol,yconelespectáculodelascasasantiguas,delacatedraly de los cuervos que volaban por sus torres. Cuando llegué, por fin, a losáridos arenales que rodean Dover, esta imagen querida me devolvió laesperanzaenmediodemi soledadynomeabandonóhastaqueconseguí elprimer objetivo de mi viaje y pisé la ciudad, el sexto día después de mievasión. Pero entonces, cosa extraña, cuando me encontré con mis zapatosrotos, mis ropas destrozadas, la cabeza desgreñada y polvorienta y la tezquemadaporelsol,enellugarhaciaelcualhabíantendidotodosmisdeseos,la visión que me animaba se desvaneció de pronto como un sueño y meencontrésolo,desanimadoyabatido.

Enprimerlugarpreguntéaunosbarquerossialgunodeellosconocíaamitía, pero recibí muchas respuestas contradictorias. Uno me decía que vivíahaciaelsur,cercadel faro,yquesehabíachamuscadolosbigotes;otroquevivía en la parte fangosa demás allá del puerto y que sólo se la podía vercuandoestaba lamareabaja;un terceroqueestabaencerradaen lacárceldeMaidstonepor ladronadeniños;uncuarto,porúltimo,dijoqueen laúltimagalerna la había visto, montada en una escoba, camino de Calais. Loscocheros,aquienesmedirigídespués,nofueronmenoscomplacientesnimásrespetuosos;encuantoaloscomerciantes,pocotranquilospormiaspecto,merespondían, sin escucharme, que no podían darme nada. Entonces me sentímuchomásdesgraciadoymásabandonadoquedurantetodomiviaje.Yanoteníanadadedineroninadaquevender;sentíahambreysed,estabaagotado,ymeveíamáslejosdemifinquecuandoestabaenLondres.

Semefuelamañanaenlaspesquisasyestabasentadoenlosescalonesdeuna tienda desalquilada, en el rincón de una calle, cerca de la plaza delMercado, reflexionandoensidebería tomarelcaminode lospueblosde losalrededores,deloscualesmehabíahabladoPeggotty,cuandodeuncochedealquilerquepasabaselecayólamantaalcaballo.Larecogíylabuenacaradelcocheromeanimóapreguntarle,aldevolvérsela,sisabríaladireccióndemissTrotwood,aunqueyahabíahechotantasvecessinéxitolapreguntaquecasiexpiróenmislabios.

—¿Trotwood?Yoconozcoesenombre.¿Unaseñoravieja?—Sí,casi—respondí.

—¿Muy tiesa?—continuó, enderezándose—. ¿Qué llevaunbolsodondepodíacabertodalacasa…yalgobrusca,algoduraconlagente?

El corazón me dejó de latir al reconocer la exactitud evidente de la

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descripción.

—Puesbien;sisubesporallí—ymeseñalabaconellátigolasalturas—ysigues derecho hasta llegar a las casas que dan al mar, creo que tendrásnoticiassuyas.Peromiopiniónesquenotedarágrancosa.Tomaparatiunpenique.

Aceptéelregaloconagradecimientoycomprépan,quemecomímientrastomabaelcaminoindicado.

Anduvebastantetiempoantesdellegaralascasasquemehabíaseñalado;peroporfinlasvi.Entréenunatiendecitadondevendíantodaclasedecosas,preguntandositendríanlabondaddedecirmedóndevivíamissTrotwood.Medirigí a un hombre que estaba detrás delmostrador pesando arroz para unamuchacha; pero fue lamuchacha quien contestó ami pregunta, volviéndoseconviveza.

—¡Miseñora!—dijo—.¿Paraquélaquieres?

—Necesitohablarle,simehicieranelfavor—dije..

—¿Quieresdecirpedirlelimosna?—replicóella.

—No,deverdad—dije.

Después,dándomecuentadeprontoqueenrealidadno teníaotroobjeto,enrojecíhastalasorejasyguardésilencio.

La criada de mi tía (por lo menos supuse que lo era por sus palabras)guardóelarrozensucestaysaliódelatiendadiciéndomequepodíaseguirlasi quería saber dónde vivía miss Trotwood. No me lo hice repetir, aunquehabíallegadoatalgradodeterrorydeconsternaciónquenomesosteníanlaspiernas. Seguí a la muchacha y pronto llegamos ante una preciosa casitaadornada con miradores y con un pequeño jardín lleno de flores muy biencuidadasqueexhalabanunperfumedelicioso.

—Éstaeslacasa—dijolamuchacha—.Yalosabes,yestodoloquetengoquedecirte.

Ysemetióprecipitadamentecomoparasacudirse toda laresponsabilidaddemivisita.Yomequedédepiealladodelaverjamirandotristementehacialasventanas.Porunadeellasseveíaunacortinillademuselinaentreabierta,ungranbiomboverde,unamesitayunbutacón,quemesugiriólaideadequemitíaquizáenaquelmomentoestabasentadaenélmajestuosamente.

Miszapatoshabíanllegadoalestadomáslamentable.Lasuelasehabíaidoapedazos,ylodeencimaestabatansumamentedestrozado,quenoparecíanhabersidonuncazapatos.Elsombrero,que,entreparéntesis,mehabíaservidode gorro de dormir, estaba tan arrugado y abollado que hasta a una cazuela

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vieja y sin asas de un basurero la habría avergonzado la comparación. Micamisaymipantalón,suciosdesudor,delahierbaylatierraquemehabíanservido de lecho, eran unos pingajos y, mientras permanecía de pie ante lapuerta, pensaba que podía servir de espantapájaros. No me había vuelto apeinardesdemisalidadeLondresymirostro,micuelloymismanos,pocoacostumbrados al aire, estaban abrasados por el sol, y todo yo cubierto depolvodearribaabajo,casitanblancocomosisalieradeunhornodecal.Enaquelestadoyconplenaconcienciadeelloestabaesperandoparapresentarmeamitemibletíaycausarlelaprimeraimpresión.

Nada se movía en aquella ventana, por lo que supuse, al cabo de unmomento,quenoestaríaallí.Levanté lavistahacia lasventanasdelpisodeencima y vi asomado a un caballero de rostro agradable y sonrosado, decabellosgrises,quemeguiñabaunojodeunmodogrotesco,haciéndomedosotresvecesgestoscontradictoriosconlacabeza.Tanprontomedecíaquesícomoqueno,y,porúltimo,echándoseareír,desapareció.

Yoestabamuydesconcertadoperolaconductainesperadadeaquelhombreterminódedesconcertarme,yestabaapuntodeescapar sindecirnada,parareflexionaren loquedebíahacer,cuandode lacasasalióunaseñoraconunpañuelo atado por encima de su cofia. Llevaba guantes de jardinera, undelantalcongrandesbolsillosyuncuchilloenorme.Almomentoreconocíenellaamitía,puessalíadelacasaconelmismopasomajestuosoquellevaba,yquemipobremadremehabíadescrito,cuandolavioentrarennuestrojardíndeBloonderstone.

—¡Vete!—exclamómissBetsey sacudiendo la cabezaygesticulandodelejosconsucuchillo—.¡Vete!¡Noquierochicosaquí!

Yolamirétemblando,conelcorazónenloslabios,mientrassedirigíaconpaso decidido a un rincón del jardín, donde se inclinó a sacar de raíz unaplantita. Entonces, sin la menor esperanza, pero con el valor de ladesesperación,meacerquéconsuavidadaellayla toquéconlapuntadeundedo.

—Señora,¿sihicieraustedelfavor?—empecé.

Ellaseestremecióylevantólosojos.

—Tía,¿sihicieraustedelfavor…?

—¿Eh?—dijomi tía en un tonode sorpresa tal que enmi vida he oídonadasemejante.

—Tía,¿sihicieraustedelfavor?Soysusobrino.

—¡Oh Dios mío! —dijo mi tía, y se dejó caer sentada en el suelo deljardín.

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—Soy David Copperfield, de Bloonderstone, en Sooffolk, donde estuvousted la noche de mi nacimiento y vio a mi querida madre. Soy muydesgraciadodesdequeellahamuerto.Mehanabandonado;nosehanocupadodequeestudie;mehanabandonadoamispropiasfuerzasymehandadountrabajopara el queno estoyhecho.Mehe escapadopara venir a buscarla austed yme han robado en elmomento demi evasión; he caminado todo eltiemposinacostarmeenunacamadesdemipartida.

Aquí el valor me abandonó de pronto y, levantando las manos paraenseñarlemisandrajoytodoloquehabíasufrido,yocreoquevertítodaslaslágrimasqueteníaenelcorazóndesdehacíaochodías.

Hastaaquelmomentolafisonomíademitíasólohabíaexpresadosorpresa.Sentada en la arena memiraba a la cara; pero cuandome eché a llorar selevantó precipitadamente, me agarró del cuello y me llevó a la casa. Loprimeroquehizofueabrirungranarmario,cogervariasbotellasyverterpartedesucontenidoenmiboca.Supongoquelascogióalazarysinelegir,puesmedioanisete,salsadeanchoasyunpreparadoparalaensalada.Despuésdeadministrarme estos remedios, como mi estado nervioso no me dejabacontenerlossollozos,mehizoecharenelsofáconunchaldebajodelacabezayelpañueloqueadornabalasuyabajomispies,paraquenoensuciaralatela.Despuéssesentódetrásdelbiomboverdedelqueyahehablado, loquemeimpedía ver su rostro. A intervalos lanzaba exclamaciones de«¡Misericordia!»,comocañonazosdedesesperación.

Alcabodeunmomentollamó:

—Janet—dijomitíacuandoentrólacriada—,subeasaludardemiparteamísterDickydilequequerríahablarle.

Janetparecióunpocosorprendidadevermeenelsofácomounaestatua,puesnomeatrevíaamovermepor temoradisgustarami tía;perose fueacumplir la orden. Entre tanto mi tía se paseaba de arriba abajo por lahabitación,conlasmanosenlaespalda,hastaqueelseñorquemehabíahechogestosdesdelaventanaentróriéndose.

—MísterDick—ledijomitía—,sobretodonadadetonterías,puesnadiepuedesermássensatoqueustedcuandoledalagana.Todoslosabemos.Porlotanto,nadadetonterías;seloruego.

Elsepusoserioinmediatamenteymemiróconunacaraqueyointerpretécomounruegoparaquenohablaradelincidentedelaventana.

—Míster Dick—continuó mi tía—, usted me ha oído hablar de DavidCopperfield.Novayaahacercomoquenoseacuerda,puessétanbiencomoustedquesí.

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—¿David Copperfield? —dijo míster Dick, que me parecía no tenerrecuerdos muy claros sobre el asunto—. ¿David Copperfield? ¡Ah, sí, sinduda;David,esverdad!

—Puesbien—dijomitía—.Ésteessuhijo,quesepareceríaexactamenteaélsinofueratambiénexactamenteelretratodesumadre.

—¿Suhijo?¿ElhijodeDavid?¿Esposible?

—Sí—dijomitía—.Yacabadedarunbuengolpe;sehaescapado.¡Ah!Nohabríasidosuhermana,BetseyTrotwood,quiensehubieraescapado.

Entretantosacudíalacabeza,convencida,llenadeconfianzaenelcarácterylaconductadiscretadeaquellaniñaquenohabíanacido.

—¡Ah!¿Creeustedqueellanosehubieraescapado?—dijomísterDick.

—¡Diosmío!¿Esposible?—dijomitía—.¿Enquéestáustedpensando?¿Acaso no sé lo que me digo? Habría vivido siempre con su madrina, yhabríamossidomuydichosaslasdos.¿Dóndequiereustedquesuhermanasehubieraescapadoyporqué?

—Nosé—dijomísterDick.

—Puesbien—repusomi tía, dulcificadapor la respuesta—, ¿porqué sehaceustedel tonto,cuandoesagudocomola lancetadeuncirujano?Ahorausted ve al pequeñoDavidCopperfield, y la pregunta que quería hacerle esesta:¿Quédebohacer?

—¿Lo que usted debe hacer? —dijo míster Dick con voz apagada,rascándoselafrente,¿Quédebehacer?

—Sí —dijo mi tía mirándole seriamente y levantando el dedo—.¡Atención,porquenecesitounconsejotrascendental!

—Puesbien;siyoestuvieraensulugar—dijomísterDickreflexionandoylanzándomeunamiradavaga—yo…(aquellamiradaparecióproporcionarleunarepentinainspiración,yañadióvivamente):yoledaríaunbaño.

—Janet—dijomi tía volviéndose con una sonrisa de triunfo que yo nocomprendíatodavía—.MísterDicksiempretienerazón;prepareelbaño.

A pesar de lo que me interesaba la conversación no podía por menos,durante todo el tiempo,observar ami tía y amísterDickyhasta a Janet, yacabarelexamendelahabitaciónenquemeencontraba.

Mi tía era alta; sus rasgos eran pronunciados, sin ser desagradables; surostro,suvoz,suaspectoysumododeandar,todoindicabaunainflexibilidaddecarácterqueerasuficienteparaexplicarseelefectoquehabíacausadosobreuna criatura tan dulce como mi madre. Pero debía de haber sido bastante

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guapaensujuventudapesardesuexpresióndealtaneríayausteridad.Prontoobservéquesusojoseranvivosybrillantes;suscabellosgrisesformabandostrenzascontenidasporunaespeciedecofiamuysencilla,quesellevabamásentoncesqueahora,condoscintasqueseanudabanenlabarbilla;sutrajeeradealgodónymuy limpio,perosusencillez indicabaqueami tía legustabaestarlibreensusmovimientos.Recuerdoqueaqueltrajemehacíaelefectodeunaamazonaalaquehubierancortadolafalda;llevabaunrelojdehombre,ajuzgarporlaformayeltamaño,colgadoalcuelloporunacadena,ylospuñosseparecíanmuchoalosdelascamisasdehombre.

Ya he dicho que míster Dick tenía los cabellos grises y el cutis fresco;llevabalacabezamuyinclinada,ynoeraporlaedad;merecordabalaactituddelosalumnosdemísterCreacklecuandoseacercabaapegarles.Susgrandesojosgriseseranprominentesybrillabanconunaluzhúmedayextraña,loque,unidoasusmodalesdistraídos,susumisiónhaciamitíaysualegríadeniñocuando ella le hacía algún cumplido,me hizo pensar que debía de estar unpocochiflado,aunquemecostabatrabajoexplicarmecómovivía,enesecaso,con mi tía. Iba vestido como todo el mundo, con una chaqueta gris y unpantalónblanco;llevabaunrelojenelbolsillodelchaleco,ydinero,quehastahacíasonaravecescomosiestuvieraorgullosodeello.

Janeteraunalindamuchacha,deunosveinteaños,perfectamentelimpiaybien arreglada. Aunque mis observaciones no se extendieron más alláentonces, ahorapuedodecir loque sólodescubrídespués,yesque formabaparte deuna serie deprotegidas quemi tía había ido tomando a su servicioexpresamente para educarlas en el horror al matrimonio, lo que hacía quegeneralmenteterminasencasándoseconelrepartidordelpan.

La habitación estaba tan bien arreglada comomi tía y Janet.Dejando lapluma un momento para reflexionar, he sentido de nuevo el aire del marmezcladoconelperfumedelasflores;hevueltoaverlosviejosmueblestanprimorosamentecuidados:lasilla,lamesayelbiomboverde,quepertenecíaexclusivamente a mi tía—, la tela que cubría la tapicería, el gato, los doscanarios, la vieja porcelana, la ponchera llena de hojas de rosa secas, elarmario llenodebotellasy, en fin, loquenoestabanadade acuerdoconelresto,misuciapersona,tendidaenelsofáyobservándolotodo.

Janetsehabíamarchadoaprepararelbañocuandomitía,congranterrorpormiparte,cambiódeprontodecaraysepusoagritar indignadísimaconvozahogada:

—Janet,¡losburros!

AloírestoJanetsubiódelacocinacomosihubierafuegoenlacasayseprecipitóaunpequeñopradoquehabíadelantedeljardínyarrojódeallíadosburrosquehabían tenidoelatrevimientodemeterseenélmontadospordos

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señoras,mientras quemi tía, saliendo también apresuradamente y cogiendoporlabridaaunterceranimal,montadoporunniño,loalejódeaquellugarrespetable dando un par de bofetones al desgraciado chico, que era elencargado de conducir los burros y se había atrevido a profanar el lugarconsagrado.

Todavía ahora no sé si mi tía tenía derechos positivos sobre aquellapraderita;peroensuespírituhabíaresueltoquelepertenecía,yerasuficiente.Noselepodíahacermássensibleultrajequedejarqueunburropisaseaquelcésped inmaculado. Por absorta que estuviera en cualquier ocupación; porinteresante que fuera la conversación en que tomara parte, un asno erasuficientepararomperalinstanteelcursodesusideasyseprecipitabasobreélalmomento.

Cubosdeaguayregaderasestabansiemprepreparadosenunrincónparalanzarlossobrelosasaltantes;yhabíapalosescondidosdetrásdelapuertaparadarbatidasdevezencuando.Eraunestadodeguerrapermanente.Hastacreoqueeraunadistracciónagradableparaloschicosqueconducíanlosburros,yhastaquizálosmásinteligentesdeellos,sabiendoloqueocurría,lesgustabamás (por la terquedadque formael fondode loscaracteres)pasarporaquelcamino.únicamenteséquehubotresasaltosmientrassemepreparabaelbaño,yqueenelúltimo,elmástemibledetodos,viamitíaemprenderlaluchaconunchicomuydurodemollera,deunosquinceaños,aquiengolpeólacabezadosotresvecescontralaverjadeljardínantesdequepudieracomprenderdequésetrataba.Estasinterrupcionesmeparecíantantomásabsurdasporqueenaquellos momentos estaba precisamente dándome caldo con una cucharilla,convencidadequememoríadehambreynopodíarecibirelalimentomásqueapequeñasdosisy,devezencuando,enelmomentoenqueyoteníalabocaabierta, dejaba la cuchara en el plato, gritando: «Janet, ¡burros!», y salíacorriendoaresistirelasalto.

Elbañomereconfortómucho.Habíaempezadoasentirdoloresagudosentodos losmiembros a consecuencia de las noches a cielo raso, y estaba tancansado, tanabatido,quemecostaba trabajopermanecerdespierto.Despuésdelbaño,mitíayJanetmevistieronconunacamisayunpantalóndemísterDick y me envolvieron en dos o tres grandes chales. Debía de parecer unenvoltoriogrotesco;en todocaso, teníamuchocalor.Mesentíamuydébilymuyadormilado;metendídenuevoenelsofáymequedédormido.

Quizáseríamisueñoconsecuencianaturaldelaimagenquehabíaocupadotantotiempomiimaginación;peromedespertéconlasensacióndequemitíase había inclinado hacia mí, me había apartado los cabellos de la frente yarreglado la almohada que sostenía mi cabeza; después me estuvocontemplando largo rato. Las palabras «¡pobre niño!» parecieron tambiénresonar enmis oídos; pero nome atrevería a asegurar quemi tía las había

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pronunciado, pues al despertarme estaba sentada al lado de la ventana,mirando al mar, oculta tras su biombo mecánico, que podía volverse haciadondeellaquería.

Nada más despertarme sirvieron la comida, que se componía de unpuddingydeunpollo asado.Me senté a lamesa con las piernas encogidascomounpájaroymoviendo losbrazoscondificultad;perocomohabíasidomitíaquienmehabíaempaquetadodeaquelmodoconsuspropiasmanos,nomeatreví aquejarme.Estabamuypreocupadopor saber loque seríademí;perocomoellacomíaenelmásprofundosilencio,limitándoseamirarmeconfijezadevezencuandoyasuspirar«¡Misericordia!»,nocontribuíademasiadoacalmarmisinquietudes.

Cuando quitaron el mantel trajeron jerez, y mi tía me dio un vasito, ydespués envió a buscar a míster Dick, que llegó enseguida. Cuando ella lerogó que escuchara mi historia, haciéndomela contar gradualmente enrespuestaaunaseriedepreguntas,éllaescuchóconsuexpresiónmásgrave.Durantemi relato tuvo los ojos fijos enmísterDick, que sin ello se habríadormido,ycuandotratabadesonreírmitíalellamabaalordenfrunciendolascejas.

—Nopuedoconcebircómose leocurrióaaquellapobreniñavolverseacasar—dijomitíacuandoterminé.

—Quizásehabíaenamoradodesusegundomarido—sugiriómísterDick.

—¡Amor!—dijomitía—.¿Quéquiereusteddecir?¿Quénecesidadteníadeello?

—Quizá—balbuciómísterDick, después de pensar un poco—, quizá legustaba.

—¡Vayaungusto!—replicómitía—.¡Bonitogustoparalapobreniñaelconfiarse a unamala persona, que no podría pormenos de engañarla de unmodo o de otro! ¿Qué es lo que se proponía? ¡Me gustaría saberlo! Habíatenidounmarido,habíaencontradoenelmundoaDavidCopperfield,aquiensiempre,desdequenació,lehabíanentusiasmadolasmuñecasdecera.Habíatenido un niño. ¡Oh, era una buena pareja de chiquillos!Cuando dio vida aéste que está sentado aquí, aquel viernes por la noche, ¿qué más podríadesear?

MísterDicksacudiómisteriosamentesucabezahaciamí,comosipensaraquenohabíanadaquecontestaraaquello.

—Nisiquierahapodidotenerunaniñacomootrapersonacualquiera.¿Ydónde está la hermana de este niño,BetseyTrotwood? ¡Mira que no nacer!¡Calleusted,porDios!

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MísterDickparecíaasustado.

—Yaquelmediquillo,consucabezademediolado—continuómitía—,Jellysoalgoasíerasunombre,¿quéhacíaallí?Todoloquesabíaeradecirmecomounlila,queesloqueera:«¡Esunniño,unniño!»¡Oh,quéimbecilidadladetodaaquellagente!

LadurezadesuexpresiónturbómuchoamísterDick,yamítambién,paraserfranco.

—Y además, como si eso no fuera bastante, como si no hubieraperjudicadoyabastantealahermanadeesteniño,BetseyTrotwood—añadiómi tía—,sevuelveacasar, secasaconunMurderer,conunhombrequesellamabaalgoasí,paraperjudicarasuhijo.Teníaquesertodoloniñaqueeraparanopreverloquehaocurridoyquesuniñollegaríaundíaenqueseveríaerranteporelmundo,comoCaín,antesdecrecer.

MísterDickmemirófijamenteparaidentificarmebajoaquelaspecto.

—Yademásaquellamujerconnombredepagano—dijomitía—,aquellaPeggotty, que también se casa, como si no hubiera visto claros losinconvenientes del matrimonio. Nada, también a casarse, según cuenta esteniño.Almenostengolaesperanza—dijomitíamoviendolacabeza—dequesumarido seráde laespecieque tanamenudose leeen losperiódicosy ledarábuenaspalizas.

Yo no podía soportar el oír tratar así a mi querida Peggotty, ni que ledesearansemejantescosas,yledijeamitíaqueseequivocaba,yquePeggottyera la mejor amiga del mundo, la criada más fiel y más abnegada, la másconstantequepodíaencontrarse;quemehabíaqueridosiempreconternura,ya mi madre también; que era la que la había sostenido en sus últimosmomentos y que había recibido su último beso. El recuerdo de las dospersonas quemásme habían querido en elmundome cortaba la voz, ymeechéallorar,tratandodedecirquelacasadePeggottysiempreestabaabiertaparamí; que todo lo suyo estaba ami disposición, y que yo hubiera ido arefugiarmeallí si nohubiera temidocausarledificultades insuperables en susituación.Nopudeseguir,yocultéelrostroentrelasmanos.

—¡Bien,bien!—dijomitía—.Elniñotienerazóndefendiendoalosquelehanprotegido.Janet,¡burros!

Creo que sin aquellos malditos asnos habríamos llegado a entendernosentonces. Mi tía había apoyado su mano en mi hombro y, sintiéndomeanimadopor aquellamarca de aprobación, estaba a punto de abrazarle y deimplorar su protección cuando la interrumpieron, y la confusión que leproducía la lucha subsiguientepuso finpor elmomento a todopensamientomásdulce.MissBetseydeclaróconindignación,dirigiéndoseamísterDick,

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que había tomado una gran resolución y estaba decidida a apelar a lostribunales y a llevar ante las autoridades a todos los dueños de burros deDover.Esteaccesodeasnofobialeduróhastalahoradelté.

Despuésdelténosquedamoscercadelaventanaconobjeto(yosupongo,por la expresión resuelta del rostro de mi tía) de ver de lejos a nuevosdelincuentes.Cuando fuedenoche, Janet trajo las luces, echó las cortinasypusoencimadelamesaunjuegodedamas.

—Ahora,místerDick—dijomitíaseriamenteylevantandoeldedocomolaotravez—,tengotodavíaunapreguntaquehacerle.Mireaesteniño…

—¿ElhijodeDavid?—dijomísterDick,confuso,prestandoatención.

—Precisamente—dijomitía—.¿Quéharíaustedahora?

—¿LoqueharíadelhijodeDavid?—repitiómísterDick.

—Sí—replicómitía—,delhijodeDavid.

—¡Oh!—dijomísterDick—.Loqueyoharía…esmeterleenlacama.

—¡Janet!—gritómitía,conlaexpresióndesatisfaccióntriunfantequeyahabía visto antes—. Míster Dick siempre tiene razón. Si la cama estápreparada,vamosaacostarle.

Janetdijoquelacamayaestaba,ymehicieronsubircariñosamente,perocomosifueraunprisionero.Mitíaibaalacabeza,yJanetalaretaguardia.Laúnicacircunstanciaquemedioalgunasesperanzas fueque,a lapreguntademi tía a propósito de un olor a quemado que reinaba en la escalera, Janetcontestóqueacababadequemarmiropaviejaenlacocina.Sinembargoenmihabitaciónnohabíamásropaquelaqueyollevabapuestay,cuandomitíamedejóenmicuarto(nosinprevenirmequelaluzdebíaestarapagadaantesdecincominutos), leoícerrar lapuertacon llavepor fuera.Reflexionando,medije que quizá, como no me conocía, temí a que tuviera la costumbre deescaparmeytomabasusprecaucionesenprevisión.

Mihabitacióneramuybonita.Estabasituadaenloaltodelacasaydabaalmar, que la luna iluminaba entonces. Después de haber rezado y de haberapagadolavelarecuerdoquemequedéasomadoalaventanacontemplandolaluna sobre el agua como si fuera un libro mágico donde pudiera leer midestino,o tambiéncomosifueraaverdescenderdelcielo,a lo largodesusrayosluminosos,amimadreconsuniñoenlosbrazosparamirarmecomoelúltimodíaenquehabíavistosudulcerostro.

Recuerdo también que el sentimiento solemne que llenaba mi corazóncuando quité por fin los ojos de aquel espectáculo cedió enseguida ante lasensación de agradecimiento y de tranquilidad queme inspiraba la vista deaquel lecho rodeado de cortinas blancas. Recuerdo todavía el bienestar con

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queme estiré entre aquellas sábanas,más limpias que la nieve. Pensaba entodos los lugares solitarios en que había dormido y le pedí a Dios quemehicieralagraciadenovolveraencontrarmesinasiloydenoolvidarnuncaalosquenotienenuntechodondecobijarse.Recuerdoqueenseguidacreípocoapocodescenderalmundode lossueñosporaquelhazde luzquereflejabasobreelmarsubrillotanmelancólico.

Capítulo14

Loquemitíadeciderespectoamí

Albajarporlamañanaencontréamitíameditandoprofundamentedelantedeldesayuno.Elaguadesbordabadelateterayamenazabainundarelmantelcuandomi entrada le hizo salir de sus cavilaciones.Estaba seguro de habersido el objeto de ellas, y deseaba más ardientemente que nunca saber susintencionesrespectoamí;sinembargo,nomeatrevíaaexpresarmiinquietudportemoraofenderla.

Pero mis ojos no los podía dominar como mi lengua y se dirigíanconstantementehaciaelladuranteeldesayuno.Nopodíamirarlaunmomentosin que sus miradas vinieran enseguida a encontrarse con las mías; mecontemplabaconairepensativoycomosiestuviéramosmuylejosunodeotroen lugar de estar sentados ante la misma mesa. Cuando terminamos dedesayunar se apoyó con aire decidido en el respaldo de su silla, frunció lascejas,cruzó losbrazosymecontemplóasugustoconunafijezayatenciónque me confundían extraordinariamente. No había terminado todavía dedesayunar y trataba de ocultarmi confusión comiendo; peromi cuchillo seenredabaentrelosdientesdeltenedor,queasuvezchocabanconelcuchillo,ycortabaeljamóndeunamaneratanenérgicaquevolóporelaireenlugardetomarelcaminodemiboca.Meatragantabaalbeberelté,queseempeñabaenahogarme;por fin renunciéa seguiryme sentí enrojecerbajoel examenescrutadordemitía.

—¡Vamos!—dijodespuésdeunsilencio.

Levantélosojosysostuveconrespetosusmiradasvivasypenetrantes.

—Leheescrito—dijomitía.

—¿A…?

—A tu padrastro—dijo—. Le he enviado una carta, la que tendrá queatender,sinlocualtendremosquevernoslascaras;seloprevengo.

—¿Sabedóndeestoy,tíamía?—preguntécontemor.

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—Selohedicho—dijomitíamoviendolacabeza.

—¿Y piensa usted… volver a ponerme en sus manos? —preguntébalbuciendo.

—Nolosé—dijo—;yaveremos.

—¡OhDiosmío!¿Quévaaserdemí—exclamé—sitengoquevolveracasademísterMurdstone?

—Nosénada—dijomitía—,nosénadaenabsoluto;yaveremos.

Estabamuyabatido;teníaapretadoelcorazónyelvalormeabandonaba.Mi tía,sinocuparsedemí,sacódelarmarioundelantaldepeto,se lopuso,limpióellamismalastazas,ydespués,cuandotodoestuvoenordenypuestoen labandeja,doblóelmantel,colocóencima las tazasy llamóaJanetparaqueselollevaratodo.Despuéssepusoguantesparaquitarlasmigasconunaescobita,hastaquenosevioenlaalfombraniunátomodepolvo,despuésdelocuallimpióyarreglólahabitación,queamímeparecíaestabayaenordenperfecto. Cuando terminó todos estos quehaceres a su gusto, se quitó losguantesyeldelantal,losdobló,losguardóenelrincóndelarmariodedondeloshabíasacadoyfueasentarseconsucajadelaboralladodelamesa,cercadelaventanaabierta,ysepusoatrabajardetrásdelbiomboverde,frentealaluz.

—¿Quieressubir—medijomientrasenhebrabalaagujaadarlosbuenosdíasdemiparteamíster

DickydecirlequemegustaríasabersisuMemoriaavanza?

Melevantévivamenteparacumplirsuencargo.

—Supongo—dijomitía,mirándometanatentamentecomoalaagujaqueacababadeenhebrar—,supongoqueelnombredeDicktepareceráalgocorto.

—Esloquepensabaayer:quemeparecealgocorto—respondí.

—Novayasacreerquenotieneotro,quepodríausarsiquisiera—dijomitía con dignidad—. Babley, míster Richard Babley, ese es su verdaderonombre.

Ibaadecir,porunsentimientoderespetoacausademijuventudyporlafamiliaridad,untantocensurable,quemehabíatomado,quequizáseríamejorquelellamaseporsunombreentero;peromitíaprosiguió:

—Peronolellamesenningúncasoasí;nopuedesoportarsunombre;esunapeculiaridadsuya,aunquenosésiaesoselepodrállamarsiquieramanía.Pero ha sufrido bastante por culpa de personas que llevaban ese mismonombre para que le repugne mortalmente, Dios lo sabe. Dick es aquí sunombre,yentodaspartesya;esdecir,sifueraalgunavezaalgunaparte,que

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nova.Así,tencuidado,hijomío,ynolellamesnuncamásquemísterDick.

Prometíobedecerysubíacumplirmimensaje;ypensabaenelcaminoquesi míster Dick trabajaba en su Memoria desde hacía mucho tiempo con laasiduidadqueponíacuandoleviaquellamañanaporlapuertaabiertaalbajara desayunar, la Memoria debía de estar acabándose. Le encontré todavíaabsortoenlamismaocupación,conunalargaplumaenlamanoylacabezacasipegandocontraelpapel.Estabatanabstraídoquetuvetiempodefijarme,antesdequesepercatarademipresencia,enunagrancometaquehabíaenunrincón, en numerosos paquetes de manuscritos en desorden, plumasinnumerables y, por encima de todo, una inmensa provisión de tinta (por lomenosunadocenadebotellasdelitroalineadas).

—¡AhFebo!—dijomísterDickdepositandolapluma—,nosécómovaelmundo; pero te diré una cosa—añadió bajando la voz—:no querría que lorepitieras,pero…

Aquí me hizo signos de que me acercara, y hablándome al oído: «Elmundoestáloco,locodeatar,hijomío»,dijomísterDickcogiendotabacodeunacajaredondaquehabíaencimadelamesayriendodetodocorazón.

Yo cumplí mi menaje sin aventurarme a decir mi parecer sobre aquellacuestión.

—Puesbien—dijomísterDickcomorespuesta—;salúdalademiparteydileque…creoqueestoyenbuencamino;creoverdaderamenteestarenbuencamino —dijo míster Dick pasándose la mano por sus cabellos grises ylanzandounamiradainquietaasumanuscrito—.¿Hasestadoenelcolegio?

—Sí,señor—respondí—;unatemporada.

—¿Y recuerdas la fecha —dijo míster Dick mirándome fijamente ycogiendosupluma—delamuertedelreyCarlosI?

Dijequecreíaqueeraen1649.

—Pues bien —dijo míster Dick rascándose la oreja con la pluma ymirándomeconexpresióndeduda—;esoesloquedicenloslibros;peroyonocomprendocómopuedeser.Sihacetantotiempo,¿cómolasgentesquelerodeaban han podido tener la torpeza demeter enmi cabeza un poco de laconfusiónquehabíaenlasuyacuandoselacortaron?

Yomequedémuysorprendidodelapregunta;peronopudedarleningúndatosobreelasunto.

—Esmuyextraño—dijomísterDicklanzandounamiradadedesalientoasus papeles y volviendo a pasarse las manos por los cabellos—, pero noconsigodesembrollar la cuestión.No lo veo claro. Pero poco importa, pocoimporta—dijo alegremente ymás animado—; tenemos tiempo. Saluda a tu

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tía,yqueestoyenmuybuencamino.

Meiba,cuandollamómiatenciónhacialacometa.

—¿Quétepareceesacometa?

Respondíquemeparecíamuybonita,yquedebíadetenerlomenossietepiesdealta.

—Lahehechoyo.Lalanzaremosunodeestosdíastúyyo—dijomísterDick—.¿Ves?

Ymeenseñabaqueestabahechadeunpapelcubiertodeunaescriturafinay apretada, pero tan clara, que al dirigir mis miradas sobre sus líneas meparecióverdosotresvecesalusionesalacabezadelreyCarlosI.

—Haymuchohilobramante—dijomísterDick—,ycuandosubemuyaltalleva,comoesnatural,loescritomuylejos.Esunamaneradepropagarlo,nosédóndepuedeiraparar;dependedelascircunstanciasdelvientoydemás,yyoloaprovecho.

Tenía un aspecto tan bueno, tan dulce y tan respetable, a pesar de suaparienciadefuerzaydeviveza,quenoestabayomuysegurodequenofuerauna broma para divertirme, y me eché a reír. Él hizo otro tanto, y nosseparamoscomolosmejoresamigosdelmundo.

—Ybien,muchacho—medijomi tíacuandobaje—.¿CómoestámísterDick?

Le respondí que la saludaba, y que la Memoria estaba en muy buencamino.

—¿YquépiensasdemísterDick?—mepreguntómitía.

Teníaganasdeeludirlacuestión,contestandoquemeparecíamuyamable;peromi tíano sedejabadespistar así.Puso su labor sobre las rodillasymedijo,cruzandolasmanos:

—Vamos; tu hermana Betsey Trotwoodme habría dicho almomento loque pensara de cualquier persona. Haz todo lo posible por parecerte a tuhermana,yhabla.

—¿NoestámísterDick,noestá…?Lehagoestapreguntaporquenosé,nosé,tía,sinotendrálacabezaunpocomal—balbucí,dándomecuentadequepisabaenfalso.

—Nadadeeso—dijomitía.

—¡Oh!—repuseconvozdébil.

—Sihayalguienenelmundoquenoestémaldelacabeza,precisamente

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esmísterDick—dijomitíaconmuchadecisiónyenergía.

Yonopodíahacernadamejorquerepetir:

—¡Oh!

—Handichoqueestabaloco—prosiguiómitía—.Tengounplaceregoístaenrecordarquehandichoqueestabaloco,puessinellonuncahubieratenidolasuertedegozardesucompañíaydesusconsejosdesdehacemásdediezaños; a decir verdad, desde que tu hermana Betsey Trotwood me dejódefraudada.

—Hacetantotiempo.

—Ybonitagenteeralaqueteníalaaudaciadellamarleloco—prosiguiómi tía—. Míster Dick era una especie de pariente lejano; pero no tengonecesidaddeexplicarteesto.Sinohubierasidopormí,supropiohermanolehabríaencerradoparatodalavida;esoestodo.

Me asusta pensar la hipocresía que había en mí cuando, viendo laindignacióndemitíasobreaquelpunto,tratédetomarunaireindignadocomoella.

—¡Unorgulloso idiota!—dijomi tía—;porque suhermanoeraunpocoexcéntrico,aunquenoesnilamitaddeexcéntricoquelamayoríadelagente;no quería que le vieran en su casa y pensaba enviarle a una casa de salud,aunquelehabíasidoparticularmenterecomendadoporsudifuntopadre,quienleconsiderabacasi comoun idiota.Y tambiénhabíaquever alhombrequepensabaasí;élsíqueestabaloco,estoysegura.

De nuevo, como mi tía parecía completamente convencida, yo traté deparecerlotambién.

—Entonces yo no lo consentí, y le hice una proposición; le dije: «Suhermanoestácompletamentecuerdoyesinfinitamentemássensatoqueustedesniloseránunca,almenosasíloespero;concédaleunapequeñapensiónyquesevengaaviviramicasa.Amínomeasusta;nosoyvanidosa,yestoydispuestaacuidarle,ynolemaltrataré,comopodríanhacerlo,sobretodo,enunmanicomio».Despuésdeinnumerablesdificultades—continuómitía—loconseguí, y está aquí desde entonces. Y es elmejor amigo, el hombremásamable,lacriaturaconquienmejorsepuedevivirenelmundo.Encuantoalos consejos… . nadie sabe apreciar ni conocer el espíritu de este hombrecomoyo.

Mi tía se sacudió un poco el vestido,moviendo la cabeza, como si conaquellosdosmovimientosdesafiaraalmundoentero.

—Teníaunahermanaqueerasufavorita—continuó—,unacriaturamuybuenaymuycariñosaparaél;perohizocomotodaslasmujeres,ysecasó,y

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el marido hizo lo que hacen todos, y la hizo desgraciada. El efecto de sudesgracia sobre míster Dick (y no es locura), unido con el temor que leinspirabasuhermanoyelsentimientodeladurezaconqueletrataban,fuetalquelediounafiebrecerebral; fueantesdequese instalaraenmicasa;peroaquelrecuerdoleresultapenosotodavía.¿TehahabladodelreyCarlosI?

—Sí,tía.

—¡Ah!—dijo frotándose la nariz, un poco contrariada—; es sumaneraalegóricadeexpresarlo,pueslouneensuespírituconunagranconmoción,loque es bastante natural, y es como una figura de la cual se sirve, unacomparación,y¿porquénolohadehacerasí,sileparecebien?

—Ciertamente,tía—dije.

—Noesasícomoseexpresalagenteporlogeneral,nieseseellenguajequeseempleaennegocios,yalosé;poresoinsistoparaquenolopongaensuMemoria.

—¿Esque…esunaMemoriasobresupropiavidaloqueescribe,tía?

—Sí,pequeño—respondiófrotándosedenuevolanariz—.EstáhaciendounaMemoriaparaasuntossuyos,dirigidaal lordChambelanoal lordnosécuántos;enfin,aunodeesosaquienessepagaparaquerecibanMemorias.Supongoquelaenviaráunodeestosdías;todavíanohaconseguidoredactarlasinmezclarenellalaalegoría;pero¡quémásda!,asíseentretiene.

ElcasoesquedespuésdescubríquemísterDicktratabadesdehacíadiezañosdeimpediralreyCarlosIqueaparecieseensuMemoria,sinconseguirlo.

—Repito—dijomitía—quenadieconoceelespíritudeesehombrecomoyo;eselmáscariñosoyfácildellevar.¿Quelegustalanzarunacometadevezen cuando? ¿Eso qué significa? Franklin también soltaba cometas y eracuáquerooalgoparecido,sinomeequivoco,yuncuáquerosoltandocometasesmuchomásridículoqueotrohombrecualquiera.

Sihubierapodidosuponerquemitíamecontabaaquellosdetallesparamieducaciónpersonalopordarmeunapruebadeconfianza,mehabría sentidomuyhalagadoyhabríasacadopronósticosfavorablesdesemejantefavor.Peronopodíahacermeilusiones;eraevidenteparamíquesisemetíaenaquellasexplicaciones era porque la cuestión se presentaba, a pesar suyo, en suespíritu,yeraasímismaaquiensedirigíaynoamí,aunqueparecieraquemededicabasudiscurso,enausenciademejorinterlocutor.

AlmismotiempodebodecirquelagenerosidadconquedefendíaamísterDicknosolamentemeinspirabamuchasesperanzasegoístas,sinoquetambiéndespertabaenmicorazónciertoafectohaciaella.Creoqueempezabaadarmecuentadeque, apesarde todas sus excentricidadesy extrañas fantasías, era

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una persona que merecía respeto y confianza. Aunque estaba lo mismo deanimada que la víspera contra los burros, y fuese violenta su indignacióncuandoseprecipitabaaljardínparadefenderelcéspedsiveíaqueunjovenalpasarleponíalosojostiernosaJanet,sentadaensuventana(loqueeraunadelasofensasmásgrandesquesepodíahacera ladignidaddemi tía),meeraimposible, sin embargo, no sentir cada vezmás respeto hacia ella ymenostemor.

Esperaba con extraordinaria ansiedad la respuesta de míster Murdstone;perohacíagrandesesfuerzosparadisimularloyporserlessimpáticoamitíayamísterDick.Teníaque salir conesteúltimoa lanzar lagrancometa;perocomonoteníamástrajesqueelindumentounpocoextravaganteconquemehabíaadornadomitíaenelprimermomento,meveíaobligadoapermanecerencasa, exceptounahoradespuésdeoscurecer,quemi tíamehacíadarunpaseoparamisaludpordelantedel jardínantesdemetermeenlacama.Porúltimo llegó la respuestademísterMurdstone.Mi tíame informó, congranterrorpormiparte,queibaavenirahablarleenpersonaaldíasiguiente.Alotro día todavía estaba con mi curioso indumento y contaba las horastembloroso y muy preocupado en lucha con mis esperanzas, que sentídebilitarse, ymis temores, que podían conmigo, esperando a cadamomentosentirmeestremeceralavistadesusombríorostroymuyimpacienteporquenollegaba.

Mitíaestabaunpocomásagresivayseveraquedecostumbre;enningunaotra cosa se le notaba que se preparase a recibir al que tanto temor meinspiraba a mí. Trabajaba delante de la ventana, y yo, sentado a su lado,reflexionaba en los resultados posibles e imposibles de la visita de místerMurdstone.

Latardeavanzabaylacomidahabíasidoretrasadaindefinidamente;peromitía,impacienteya,acababadedecirquelasirvieran,cuandolanzóungritodealarmaalavistadeunburro.¡CuálnoseríamiconsternaciónalveramissMurdstone, montada en él, atravesar con paso decidido el césped sagrado,detenerseenfrentedelacasaymirarasualrededor!

—¡Váyase usted; no tiene nada que hacer aquí! —gritaba mi tíasacudiendo su cabeza y su puño por la ventana—. ¿Cómo se atreve usted?¡Quesemarche!¡Oh,quédescaro!

Mi tía estaba tan exasperada por la frescura con que miss Murdstonemirabaasualrededor,quecreíqueperdíaelmovimientoysequedabaincapazde salir al ataque como de costumbre. Aproveché la oportunidad parainformarledequiéneseranaquellaseñorayaquelcaballeroqueseacercabanaella,pueselcaminoeraunapendienteyelseñorquesehabíaquedadodetráseramísterMurdstoneenpersona.

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—¡Me tiene sin cuidado quiénes sean! —exclamó mi tía sacudiendotodavía la cabeza y gesticulando desde la ventana todo lo contrario de unabienvenida—.¡Quenohubierancontravenidomisórdenes!¡Noloconsentiré!¡Quesemarchen!Janet,¡échalos,échalos!

Yo,ocultodetrásdemi tía,viunaespeciedecombate.Elburro,consuscuatropatasplantadasenelsuelo,resistíaatodoelmundo.Janetletirabadela brida para hacerle dar la vuelta. Míster Murdstone trataba de hacerleavanzar;missMurdstonepegabaaJanetconsusombrilla,ymuchoschiquillosacudíanalruido,gritandocontodassusfuerzas.

De pronto mi tía, reconociendo entre ellos al pequeño malhechorencargado de conducir los asnos, que era uno de sus enemigos másencarnizados, aunque apenas tenía trece años, se precipitó en el teatro delcombate, le cogió y le arrastró al jardín, con la chaqueta por encima de lacabezaylostalonesarañandoelsuelo.DespuésllamóaJanetparaquefueraallamaralapolicíaconelobjetodequelecogieranyjuzgaranallímismo,yloretuvoantesuvista.Peroestaescenadiofinalacomedia,pueselgolfillo,quesabíamuchastretasdelasquemitíanoteníaniidea,encontróprontomediodeescapar,dejandolashuellasdesuszapatonesenlosarriatesymontándoseenelburrotriunfantemente.

MissMurdstonehabíadesmontadocuandoterminóelcombateyesperabacon suhermano, al piede los escalones, aquemi tía pudiera recibirlos.Unpocoagitadatodavíaporlalucha,mitíapasóporsuladocongrandignidadynosepreocupódesupresenciahastaqueJanetlosanunció.

—¿Debomarcharme,tía?—preguntétemblando.

—No,señor;ciertamentequeno.

Ymeempujóhaciaunrincónasulado.Despuéshizounaespeciedevallacon sillas, como si fuera una prisión o una barra de justicia, y continuéocupando esta posición durante toda la entrevista, y desde allí vi entrar amísteryamissMurdstoneenlahabitación.

—¡Oh!—dijomitía—.Enelprimermomentonosabíaaquiénesteníaelgusto de hacer reproches; pero, ¿saben ustedes?, no le permito a nadie quepase con burros por esa praderita, y no hago excepciones; no lo permito anadie.

—Esunareglanadacómodaparalosextraños—dijomissMurdstone.

—Sí,¿eh?—dijomitía.

Míster Murdstone pareció temer que se renovaran las hostilidades, y seinterpuso,empezando:

—¿MissTrotwood?

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—Usteddispense—observómitíaconunamiradapenetrante—.¿Ustedesmíster Murdstone, que se casó con la viuda de mi difunto sobrino DavidCopperfielddeBloonderstoneRookery?Pero,¿porquéRookery?Nolosé.

—Yosoy—dijomísterMurdstone.

—Ustedmedispensarásiledigo,caballero—repusomitía—,quepiensoquehabríasidomuchomejorymásoportunoquenosehubieraustedocupadoparanadadeaquellapobreniña.

—SoydelaopinióndemissTrotwood,—dijomissMurdstoneirguiéndose—yaqueconsidero,enefecto,anuestrapobreClaracomounaniñaentodoslossentidosmásesenciales.

—Es una felicidad para usted y paramí, señora—dijomi tía—, el queavanzamosporlavidasinpeligrodequenoshagandesgraciadaspornuestrosatractivospersonalesyelquenadiepuedadecirdenosotrasotrotanto.

—Sinduda—dijomissMurdstone,aunquepiensoquenomuydispuestaaconvenirenellodebuenagana—.Yciertamentehabríasido,comousteddice,mucho mejor para mi hermano si nunca se hubiera metido en semejantematrimonio.Yosiemprehesidodeesaopinión.

—Nocabeduda—dijomitía—.Janet(llamóalacampanilla):missaludosamísterDick,yqueleruegoquebaje.

Hastaquellegó,mitía,másderechaquenunca,guardósilencio,mirandoalapared, con el ceño fruncido.Cuando llegó, procedió a la ceremoniade lapresentación:

—MísterDick,unantiguoeíntimoamigo,concuyojuiciocuento—dijomitíaconénfasis,ycomoavisandoamísterDick,quesemordíalasuñasconaireatontado.

MísterDicksesacólosdedosdelabocaypermaneciódepieenmediodelgrupoconmuchagravedad,dispuestoademostrar lamásprofundaatención.MitíahizounsignodecabezaamísterMurdstone,quecontinuó:

—MissTrotwood:alrecibirsucarta,considerécomoundeberparamíyunademostraciónderespetohaciausted…

—Gracias—dijomi tía,mirándole a la cara—;perono se preocupepormí.

—El venir a contestarle en persona, por mucha molestia que el viajepudieraocasionarme,mejorqueescribiendo.Eldesgraciadoniñoquehahuidolejosdesusamigosydesusocupaciones…

—Ycuyoaspecto—dijosuhermana, llamando laatencióngeneralsobremivestimenta—,estanchocanteytanescandaloso…

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—Jane —dijo su hermano—, ten la bondad de no interrumpirme. Estedesgraciadoniño,missTrotwood,hasidoennuestracasalacausademuchascontrariedadesydisturbiosdomésticosdurantelavidademiqueridamujer,ytambiéndespués.Tieneuncaráctersombríoyserebelacontratodaautoridad.Enunapalabra,esintratable.Mihermanayyohemostratadodecorregirlesusvicios,perosinresultado,ylosdoshemossentido,puestengoplenaconfianzaen mi hermana, que era justo que recibiera usted de nuestros labios estadeclaraciónsincera,hechasinrabiaysincólera.

—Mi hermano no necesitami testimonio para confirmar el suyo, y sólopido permiso para añadir que entre todos los niños delmundo no creo quehayaotropeor.

—Esfuerte—dijomitíasecamente.

—Noesdemasiadofuertesisetienenencuentaloshechos—insistiómissMurdstone.

—¡Ah!—dijomitía—.¿Ybien,caballero?

—Yo tengomi opinión particular sobre lamanera de educarle—repusomísterMurdstone,cuyafrenteseoscurecíacadavezmásamedidaquemitíalemirabaconmayorfijeza—.Ymisideasestánformadasenparteporloquesédesucarácteryenparteporelconocimientodemisrecursos.Notengoqueresponderanadiemásqueamímismo;heobrado,por lo tanto,deacuerdocon mis ideas, y no tengo nada que añadir. Me bastará decir que habíacolocado al niño, bajo la vigilancia de uno demis amigos, en un comerciohonroso. ¿Que esa situación no le conviene? ¿Quehuye? ¿Queva comounvagabundoporlascarreterasyvieneaquíenandrajosadirigirseausted,missTrotwood? Yo deseo poner ante su vista las consecuencias inevitables delapoyoqueustedpudieradarleenestascircunstancias.

—Empecemospor tratar lacuestiónde lacolocaciónhonrosa.Sihubierasidosupropiohijo,¿lehabríacolocadousteddelamismamanera?

—Si hubiera sido el hijo de mi hermano —dijo miss Murdstone,interviniendo en la discusión—, su carácter habría sido completamentediferente.

—Si aquella pobre niña, su difunta madre, hubiera vivido, ¿le habríancargadotambiénconesashonrosasocupaciones?—insistiómitía.

—Creo —dijo míster Murdstone con un movimiento de cabeza— queClaranohabríapuestonuncaresistenciaaloquemihermanayyohubiéramosdecidido.

MissMurdstoneconfirmóconungruñido loquesuhermanoacababadedecir.

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—¡Hum!—dijomitía—.¡Desgraciadoniño!

MísterDickhacíasonarsudineroenelbolsillodesdehacíamuchorato,seentregaba a aquella ocupación con tal ahínco, que mi tía creyó necesarioimponerlesilencioconunamiradaantesdedecir:

—¿Ylapensióndeaquellapobreniña,seextinguióconella?

—Seextinguióconella—replicómísterMurdstone.

—¿Y su pequeña propiedad, la casita y el jardín, ese yo no sé qué deRookerysincuervos,nohasidolegadoasuhijo?

—Su primermarido se lo dejó sin condiciones—empezó a decirmísterMurdstone,cuandomitíaleinterrumpióconimpacienciaycóleravisibles:

—¡Diosmío,yalosé!¡Lefuedejadosincondiciones!ConocíamuybienaDavidCopperfieldy sé queno era hombrequepreviera lamenordificultadaunque la hubiera tenido ante los ojos. No hay duda que se lo dejó sincondiciones;peroalvolverellaacasarse,cuandotuvoladesgraciadecasarseconusted;enunapalabra—dijomitía,yparahablarfrancamente—,nadiehadichoentoncesunapalabraenfavordeesteniño.

—Mi pobre mujer amaba a su segundo marido, señora, y tenía plenaconfianzaenél—dijomísterMurdstone.

—Su mujer, caballero, era una pobre niña muy desgraciada, que noconocíaelmundo—respondiómi tíasacudiendo lacabeza—.Esoes loqueera.Yahoraveamos:¿quénostieneustedquedecir?

—Únicamente esto, miss Trotwood —repuso él—. Estoy dispuesto allevarmeaDavidsincondiciones,parahacerdeélloquemeconvenga.Nohevenidoparahacerpromesasniparacomprometermeanada.Ustedquizá,missTrotwood, tienealguna intenciónenanimarle en suhuidayenescuchar susquejas.Susmodales(debodecirlo)nomeparecenmuyconciliadores,ymelohacen suponer. Le prevengo, por lo tanto, que si se interpone usted en estaocasiónentreélyyo,esasuntoterminado.Siintervieneusted,missTrotwood,su intervención tiene que ser definitiva. No hablo en broma, y no hay quejugarconmigo.Estoydispuestoallevármeloporprimerayúltimavez.¿Estáéldispuesto a seguirme? Si no lo está, si usted me dice que no lo está, bajocualquierpretextoquesea,pocomeimporta;enesecasomipuertaselecierraparasiempreyconsiderarécomoconvenidoquelasuyalequedaabierta.

Mi tía había escuchado este discurso con lamáxima atención,más tiesaquenunca,conlasmanoscruzadasencimadelasrodillasylosojosfijosensuinterlocutor.Cuandohubo terminado,miróamissMurdstonesincambiardeactitud,ydijo:

—¿Yusted,señorita,tienealgoqueañadir?

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—Verdaderamente,missTrotwood, todo loquepudieradecirha sido tanbienexpresadopormihermano,ytodosloshechosquepudierarecordarhansidoexpuestosporéltanclaramente,quenotengomásquedarlasgraciasporsu amabilidad, o mejor dicho por su excesiva amabilidad —añadió missMurdstone con una ironía que no turbó a mi tía más de lo que hubieradesconcertadoalcañónalladodelcualmehabíayodormidoenChathan.

—Yelniño¿quédice?—repusomitía—.David,¿estásdispuestoapartir?

Contestéqueno,y le roguéquenoconsintiera enqueme llevasen.DijequemísterymissMurdstonenomehabíanqueridonunca;quenuncahabíansidobuenosparamí;quesabíaquehabíanhechomuydesgraciadaamimadre,quemeamabatanto,yquePeggottytambiénlosabía.Dijequehabíasufridomucho,másde loquesepodíasuponeralconsiderar lopequeñoqueera.Yrogabay suplicaba ami tía (no recuerdo las frases, pero sé que estabamuyconmovido)quemeprotegieraydefendieraporamoramipadre.

—MísterDick—dijomi tía—,¿qué lepareceaustedquehagaconesteniño?

MísterDickreflexionó,dudó,ydespués,conexpresiónradiante,dijo:

—Hagaqueletomenmedidacuantoantesparauntrajecompleto.

—Míster Dick—dijo mi tía con expresión de triunfo—, deme usted lamano.Subuensentidoesdeunvalorinapreciable.

Después, habiendo estrechado vivamente la mano de míster Dick, meatrajohaciasí,diciendoamísterMurdstone:

—Puedeustedmarcharse cuandoquiera;mequedo con el niño.Si fueracomo ustedes dicen, siempre estaría a tiempo de hacer lo que ustedes hanhecho;peronocreoniunapalabradeello.

—Miss Trotwood —respondió míster Murdstone—, si fuera usted unhombre…

—¡Bah!,tonterías—dijomitía—;cálleseusted.

—¡Quéexquisitaeducación!—exclamómissMurdstone levantándose—.¡Verdaderamenteesdemasiado!

—¿Creeustedquenosé—dijomitía,haciéndoselasordaaloquedecíalahermanaydirigiéndosealhermanoconexpresióndedesdén—,creeustedqueno sé la vida que ha hecho llevar a aquella pobre niña, tan mal inspirada?¿Creeustedquenoséquédíanefastofueparaladulcecriaturaaquelenqueleconoció, sonriendo y poniéndole los ojos tiernos? ¡Estoy segura! ¡Como sifueraustedcapazdedecirunapalabracariñosaaunniño!

—Nuncaheoídolenguajemáselegante—dijomissMurdstone.

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—¿Cree usted que no comprendo su juego lomismo que si lo viera—continuómi tía—,ahoraque leveoyque leoigo,yque, adecirverdad, estodomenosunplacerparamí?¡Ah!Ciertamentenohabíanadiemásdulcenimás sumiso que usted en aquella época. La pobre inocente no había vistonunca un cordero semejante. ¡Era tan bueno! Adoraba a la madre; teníaverdadera debilidad por el hijo; una verdadera ceguera. Sería para él unsegundopadre,ytodoconsistiríaenvivirjuntosenunparaísoderosas,¿noesasí?¡Vamos,vamos,déjemeenpaz!—dijomitía.

—Enmividahevistounamujersemejante—exclamómissMurdstone.

—Ycuandoyatuvocogidaaaquellapobreinsensata—continuómitía—,yDiosmeperdonepor llamarasíaunacriaturaqueyaestádondeustednotieneprisapor reunirseconella;comosi todavíano leshubierahechoustedbastante daño a ella y a los suyos, se puso usted a educarla, ¿no es así?Empezó el trabajo de educarla y la enjauló como a un pobre pajarillo parahacerleolvidarsuvidapasadayenseñarleacantarlasnotasdeusted.

—Eslocuraoembriaguez—dijomissMurdstone,desesperadadenopoderatraerhaciasíeltorrentedeinvectivasdemitía—,ysospechoquemásbienesembriaguez.

MissBetsey,sinprestaratenciónalainterrupción,continuódirigiéndoseamísterMurdstoneysacudiendoundedo:

—Sí,místerMurdstone.Ustedsehizoeltiranodeaquellainocenteniñaylerompióelcorazón.Teníaunalmatierna,losé,losabíamuchosañosantesdequeusted laconociera,yustedsupoescogersupartedébilparadarle losgolpesporlosquehamuerto.Esaeslaverdad,legusteono,hagaustedloquehagaylehayanservidolosquelehayanservidodeinstrumentos.

—Permítame preguntarle, miss Trotwood —dijo miss Murdstone—, aquién llama usted, con una elección de expresiones a que no estoyacostumbrada,losinstrumentosdemihermano.

Miss Betsey, persistiendo en una sordera inquebrantable, reanudó sudiscurso:

—Estabaalavista,desdemuchosañosantesdequeustedlaconociera(yestáporencimadelarazónhumana)elcomprenderporquéhaentradoenlosplanesmisteriososdelaProvidenciaelqueustedlaconociera;eranaturalqueaquellapobre criaturavolviera a casarseundía;peroyoesperabaqueno lesalieratanmal.Eraenlaépocaenquetrajoalmundoaesteniño,aestepobreniño, de quien usted se ha servido para martirizarla, lo que es ahora unrecuerdo tan desagradable, que le hace aborrecer su presencia. Sí, sí; nonecesita usted estremecerse —continuó mi tía—. Estoy convencida sinnecesidaddeeso.

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MísterMurdstonepermanecía todoel tiempodepieal ladode lapuerta,mirándolafijamenteconlasonrisaenloslabios,peroconlascejasfruncidas.Observé entonces que, aunque continuaba sonriendo, había palidecido deprontoyparecíarespirarcondificultad.

—Queusted lopasebien,caballero—dijomi tía—.Adiós.Buenosdías,señorita—continuóvolviéndosebruscamentehacialahermana—.Sivuelvoaverlaalgunavezpasarenburropormipraderita, leaseguro,comoquetieneustedcabezaencimadeloshombros,quelearrancoelsombreroylopateo.

Seríanecesariounpintor,yunpintordetalentoexcepcional,paradarideadel rostro de mi tía al hacer aquella declaración inesperada, y del de missMurdstonealoírla.Peroelgestonoeramenoselocuentequelaspalabras,envistadelocualmissMurdstonecogiódiscretamenteelbrazodesuhermanoysalió majestuosa de la casa. Mi tía, desde la ventana, los miraba alejarse,dispuestasinningunadudaaponeralinstantesuamenazaenejecuciónenelcasodequeelburroreapareciera.

No habiendo intentado ellos responder al desafío, el rostro demi tía sedulcificópocoapoco,tantoquemeatrevíadarlelasgraciasyaabrazarla,loque hice con todo mi corazón echando mis brazos alrededor de su cuello.DespuésdiunapretóndemanosamísterDick,quequisorepetirlaceremoniamuchasvecesseguidas,yquesaludóelfeliztérminodelasuntoconrepetidascarcajadas.

—Ustedseconsideraráamediasconmigocomotutordeesteniño,místerDick—dijomitía.

—EstaréencantadodesereltutordelhijodeDavid.

—Muybien—dijomi tía—;escosaconvenida.Pensabaenalgo,místerDick:¿PodríallamarleTrotwood?

—Ciertamente, ciertamente; llámele Trotwood —dijo míster Dick—.Trotwood,hijodeDavid.

—¿QuiereusteddecirTrotwoodCopperfield?—preguntómitía.

—Sí,sinduda;TrotwoodCopperfield—dijo,unpocoavergonzado.

Mi tía estaba tan contenta con su idea, que ella mismamarcó con tintaindeleble las camisas queme compraron aquelmismodía, antes de quemepusiera ninguna; y se decidió que el resto demi ropa, que también encargóaquelmismodía,llevaríalamismamarca.

Yasíempezóminuevavida,connombrenuevoytodonuevo.Ahoraquemiincertidumbrehabíapasado,mepareciódurantevariosdíasquevivíaenunsueño.No seme ocurrió pensar ni por unmomento en la curiosa pareja detutores que eranmi tía ymísterDick.Nunca pensaba enmí de unamanera

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clara.LasdosúnicascosasqueveíaconcisasenmiespíritueranmiremotayantiguavidaenBloonderstone,quemeparecíaquecadavezestabamáslejos,ylasensacióndequeunacortinahabíacaídoparasiempresobremividaenlacasaMurdstone yGrimby.Nadie ha levantado después esa cortina; sólo yoahoraunmomentoyconmanotímidaytemblorosa,paraesterelato,ylahevueltoadejarcaerconalegría.

Elrecuerdodeaquellaexistenciaestáunidoenmiespírituataldolor,atalsufrimiento moral y a una desesperanza tan absoluta, que nunca he tenidovalor de examinar cuánto había duradomi suplicio. Si fue un año omás omenos,nolosé.únicamenteséquefueydejódeser,yqueahoraloheescritoparanovolvernuncaarecordarlo.

Capítulo15

Vuelvoaempezar

MísterDickyyofuimospronto losmejoresamigosdelmundo,ymuyamenudo, cuando había terminado su trabajo, salíamos juntos a soltar lacometa.TodoslosdíastrabajabalargoratoenlaMemoria,quenoprogresabalomásmínimoapesardeaqueltrabajoconstante,pueselreyCarlosIsiempreaparecíaenellatardeotempranoyhabíaquevolveraempezar.Lapacienciayel valor con que soportaba aquellos desengaños continuos; la idea vaga quetenía de que el rey Carlos I no tenía nada que ver en aquello; los débilesesfuerzosconqueintentabaarrojarle,ylatenacidadconqueelmonarcaveníaa condenar su memoria al olvido, todo aquello me dejó una impresiónprofunda.NoséloquemísterDickpensaríahacerconlamemoriaenelcasode terminarla (creo que él no lo sabía mejor que yo), ni dónde pensabaenviarla, ni cuáles serían los efectos del envío. Pero, en realidad, no esnecesarioquesepreocupasedemasiado,puessihabíaalgociertobajoelSol,eraqueaquellamemorianoseterminaríanunca.

Eraconmovedorverleconsucometacuandohabíasubidoamuchaaltura.Lo que me había dicho en su habitación de las esperanzas que tenía sobreaquella manera de diseminar los hechos expuestos en los papeles que lacubrían, y que no eran otros que las hojas sacrificadas de alguna memoriafracasada,lepreocupabaalgunavezdentrodecasa;perounavezfuerayanopensaba en ello. Sólo pensaba en ver volar a la cometa y en ir soltando elbramantedelovilloqueteníaenlamano.Nuncateníaelaspectomássereno.Yoavecesmedecía,cuandoestabasentadoasuladoporlastardes,sobreelmusgoyviéndole seguir con losojos losmovimientosde la cometa,que suespíritu salíaentoncesdesuconfusiónparaelevarseconsu juguetealcielo.

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Los progresos que hacía en la amistad e intimidad de míster Dick noperjudicaban en nada a los que hacía con su amiga miss Betsey, que seencariñó tanto conmigo, que en el transcurso de unas semanas acortó minombredeadopción,transformándolodeTrotwoodenTrot;yaúnanimómisesperanzas de que si seguía como había empezado podría igualarme en elrangodesusafectosconmihermanaBetseyTrotwood.

—Trot—dijomitíaunanoche,cuandoeljuegodedamasestuvocolocado,comosiempre,paraellaymísterDick—,nodebemosolvidartueducación.

Ésteeramiúnicomotivodeansiedad,ymesentícompletamentedichosoaloírlehablardeello.

—¿TegustaríairalaescuelaenCanterbury?—,dijomitía.

Lerespondíquemuchísimo,tantomásporqueestabacercadeella.

—Bueno—dijomitía—;¿tegustaríairmañana?

Sin extrañarme ya de la general rapidez de las ideas de mi tía, no mesorprendiósubrusquedadydije:

—Sí.

—Bueno—dijomitíadenuevo—.Janet,pediráselcaballogrisyelcochepequeño paramañana a las diez de la mañana, y prepararás esta noche lascosasdelseñorito.

Estaba lleno de alegría al oír dar aquellas órdenes; perome reprochémiegoísmocuandovielefectoquehabíancausadoenmísterDick.Leentristecíatantolaperspectivadenuestraseparaciónyjugabatanmalaquellanoche,quemi tía,despuésdeadvertirlevariasvecesdandoen sucaja con losnudillos,cerróel juegodeclarandoquenoqueríaseguir jugandoconél;peroalsaberqueyovendríaalgunossábadosyqueélpodríairavermealgunosmiércoles,recobróunpocodevalory jurófabricarparaaquellasocasionesunacometagigantesca,muchomásgrandequeaquellaconquenosdivertíamosahora.Aldía siguiente había vuelto a caer en su abatimiento y trataba de consolarsedándome todo loque teníadeoroyplata;perohabiendo intervenidomi tía,sus liberalidades se redujeronacincochelines;a fuerzade ruegosconsiguiósubirloshastadiez.Nosseparamosdelamaneramáscariñosaalapuertadeljardín,ymísterDicknosemetióencasahastaquenosperdiódevista.

Mi tía, perfectamente indiferente a la opinión pública, conducía conmaestría el caballo gris a través de Dover. Se sostenía derecha como uncochero de ceremonia, y seguía con los ojos los menores movimientos delcaballo,decididaanodejarlohacersuvoluntadbajoningúnpretexto.Cuandoestuvimosenelcampoledejóunpocomásdelibertad,ylanzandounamiradahacia unmontón de almohadones, en los que yo iba hundido a su lado,me

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preguntósierafeliz.

—Mucho,tía,graciasausted—dije.

Me agradeció tanto la contestación que, como tenía las dos manosocupadas,meacariciólacabezaconellátigo.

—¿Yesunaescuelamuyconcurrida,tía?—pregunté.

—Nolosé—dijomitía—.LoprimerovamosacasademísterWickfield.

—¿Esquetienepensión?—dije.

—No,Trot;esunhombredenegocios.

NopedímásinformessobremísterWickfield,ycomotampocomelosdiomi tía, la conversación rodó sobre otros asuntos, hasta el momento en quellegamosaCanterbury.Eradíademercado,yamitíalecostómuchotrabajoconducirelcaballogrisa travésdelascarretas, lascestasylosmontonesdelegumbres.Avecesfaltabaelcantodeunduroparaquenovolcaraunpuesto,loquenosvalíadiscursosmuypocohalagüeñosporpartedelagentequenosrodeaba;peromi tíaguiabasiemprecon la tranquilidadmásperfecta,ycreoquehubieraatravesadoconlamismaseguridadunpaísenemigo.

Por fin nos detuvimos delante de una casa antigua, que sobresalía en laalineacióndelacalle.Lasventanasdelprimerpisoeransalientes,ytambiénlasvigasavanzabansuscabezastalladas,demaneraqueporunmomentomepreguntésilacasaenteranotendríalacuriosidaddeadelantarseasíparaverloque pasaba en la calle. Además, todo esto no le impedía brillar con unalimpiezaexquisita.Laviejaaldabadelapuerta,enmediodelasguirnaldasdeflores y frutos tallados que la rodeaban, brillaba como un estrella. Losescalones de piedra estaban tan limpios como si los acabaran de cubrir conlienzoblanco,ytodoslosángulosyrinconesdelasesculturasyadornos,loscristalitosdelasventanas,todoestabatandeslumbrantecomolanievequecaeenlasmontañas.

Cuandoelcochesedetuvoalapuerta,miréhacialacasayviunafiguracadavéricaqueseasomóunmomentoaunaventanadeunatorrecillaenunode losángulosydespuésdesapareció.Elpequeñoarcode lapuerta seabrióentonces,presentándoseantenosotroselmismorostro.Eracompletamenteuncadáver, como yame había parecido en la ventana, aunque su rostro estabacubiertodeesasmanchasquesevenamenudoenelcutisdelospelirrojosy,en efecto, el personaje era pelirrojo. Debía de tener unos quince años, mepareció; pero aparentaba sermuchomayor.Llevaba los cabellos cortados alrape; no tenía cejas ni pestañas; los ojos eran de un rojo pardo, tandesguarnecidos, tandesnudos,queyonomeexplicabacómopodríandormirtan descubiertos. Era cargado de hombros, huesudo y anguloso. Vestía, con

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decencia, de negro, con una corbata blanca, con el traje abrochado hasta elcuello, y unas manos tan largas y tan delgadas, una verdadera mano deesqueleto, que atraía mi atención, mientras de pie, delante del caballo, seacariciabalabarbillaynosmiraba.

—¿EstáencasamísterWickfield,UriahHeep?—dijomitía.

—Sí; míster Wickfield está en casa, señora. Si quiere usted tomarse lamolestiadepasar—dijo,señalandoconsumanodescarnadalahabitaciónquequeríadesignarnos.

Bajamos del coche, dejando a Uriah Heep cuidando del caballo, yentramosenunsalónunpocobajo,deformaalargada,quedabaalacalle.PorlasventanasviaUriahHeepquesoplabaenlosollaresalcaballoydespuéslecubríaprecipitadamenteconsumano,comosilehubierahechounmaleficio.Frentealaviejachimeneahabíacolocadosdosretratos:uno,eldeunhombrede cabellos grises, pero joven; las cejas eran negras ymiraba unos papelesatados con una cinta roja. El otro era el de una señora; la expresión de surostroeradulceyseria,ymemiraba.

CreoquebuscabaconlosojosunretratodeUriah,cuandoalfondodelahabitación seabrióunapuertayentróuncaballeroquemehizovolvermeamirarelretratoparacerciorarmedequenosehabíasalidodelmarco;perono:seguíaquietoensusitio,ycuandoelcaballeroestuvomáscercadelaluzviqueteníamásedadquecuandolehabíanretratado.

—Miss Betsey Trotwood, haga usted el favor de pasar. Usted medispensará;perocuandohanllegadoestabaocupado.Yaconoceustedmividaysabequesólotengouninterésenelmundo.

—MissBetsey le dio las gracias y entramos en un despacho que estabaamuebladocomoeldeunhombredenegocios;llenodepapeles,delibros,decajasdeestaño.Dabaaljardínyestabaprovistodeunacajadecaudalesfijaenlapared,justoencimadelachimenea.Tantoesasí,quemepreguntabacómoharían los deshollinadores para poder pasar por detrás cuando necesitaranlimpiarla.

—Y bien,miss Trotwood—dijomísterWickfield, pues descubrí prontoqueeraeldueñodelacasa,queeraabogadoyqueadministrabalastierrasdeun rico propietario de los alrededores—. ¿Qué le trae a usted por aquí? Entodocasoesperoquenoseapornadamalo.

—No—replicómitía—;novengoporasuntoslegales.

—Tieneustedrazón—dijomísterWickfield—,másvalequenosveamosporotracosa.

Ahora sus cabellos eran completamente blancos, aunque seguía teniendo

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lascejasnegras.Surostroeramuyagradableyhastadebíadehabersidomuyguapo. Tenía un color excesivo, que yo desde hacía mucho tiempo habíaaprendido, gracias a Peggotty, a atribuir al vino, y a lo mismo atribuía elsonidode su vozy su corpulencia.Estabamuybienvestido, con traje azul,chalecoarayasypantalóndenanquín.

Su camisa y su corbata de batista eran tan blancas y tan finas, que merecordaban,enmierranteimaginación,alcuellodeuncisne.

—Esmisobrino—dijomitía.

—Nosabiaquetuvieraustedunsobrino—dijomísterWickfield.

—Esdecir,misobrinonieto.

—Tampoco sabía que lo tuviera usted; se lo aseguro —añadió místerWickfield.

—Loheadoptado—dijomitíaconungestoqueindicabaqueleimportabamuypocoloquesabíaodejabadesaber—,ylohetraídoparameterloenuncolegiodondeestébiencuidadoyleenseñenbien.

Queríaquemedijerausteddóndepodríaencontraresecolegio,yquemedieratodoslosdatosnecesarios.

—Antesdeaventurarmeaaconsejarla,permítame.Yasabeustedmiviejapreguntaparatodaslascosas:¿Cuálessuverdaderoobjeto?

—¡Eldiablo lleveaestehombre!Siemprequierebuscarmotivosocultoscuandoestána lavista.Loúnicoquequieroeshaceraesteniñofelizyqueaprenda.

—Yo creo que debe haber algún otro motivo —dijo míster Wickfieldmoviendolacabezaysonriendoconincredulidad.

—¿Otromotivo?—replicómitía—.Ustedtienelapretensióndeobrarcontransparenciaentodo.

Supongo que no creerá usted que es la única persona que siguedirectamentesucaminoenelmundo.

—Yo no tengomás que un objeto en la vida,miss Trotwood, ymuchaspersonaslotienenpordocenasyhastaporcientos.Yosólotengouno;esaesladiferencia.Peronoshemosalejadodelacuestión.Ustedmepreguntaporelmejorcolegio.Seacualfueresumotivo,¿ustedquiereelmejor?

Mitíaasintió.

—El mejor que tenemos —dijo míster Wickfield reflexionando—; susobrinonopuedeseradmitidoenélporahoramásquecomoexterno.

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—Peroentretantopodrávivirencualquierotraparte,supongo—dijomitía.

MísterWickfield dijo que sí, y después de unmomento de discusión lepropusovisitarlaescuelaparaquepudierajuzgarellamisma.Alavueltaveríatambiénlascasasdondeleparecíaquepodríadejarme.

Mi tía aceptó la proposición, e íbamos a salir los tres cuando místerWickfieldsedetuvoparadecirme:

—Peroquizáfuesemejorquenuestroamiguitonoviniese.

Mitíaparecíadispuestaanoaceptarlaproposición;pero,parafacilitarlascosas,yodijequeestabadispuestoaesperarlosallísilesconvenía,yvolvíaldespacho, dondemientras los esperaba tomé posesión de la silla que habíaocupadoyaamillegada.

Ysucedióqueaquellasillaestabacolocadafrenteaunpasilloestrechoquedabaa lahabitacioncitaredondaencuyaventanahabíavistoelpálidorostrode Uriah Heep. Después de haber llevado el caballo a una cuadra cercana,UriahHeepsehabíapuestoaescribirenunpupitreycopiabaunpapelfijadoenuncuadrodehierroysuspendidoencimadelpupitre.Aunqueestabavueltohaciamí,alprincipiocreíqueelpapelquecopiabayqueseencontrabaentrelosdosle impedíaverme;peromirandoconmásdetenimientoviprontoquesusojospenetrantesaparecíandevezencuandobajoelmanuscritocomodossoles rojos, y que me miraba furtivamente lo menos durante un minuto,aunque seguía oyéndose su pluma correr a lamisma velocidad de siempre.Tratévariasvecesdeescaparasusmiradas.Mesubíaunasillaparamirarunmapa en el otro extremo de la habitación; me hundí en la lectura de unperiódico,perosusojosmeatraían,ysiemprequelanzabaunamiradasobreaquellosdossolesabrasadosestabasegurodeverloslevantarseobajarseenelmismoinstante.

Por fin, después de esperar mucho tiempo, volvieron mi tía y místerWickfield.Nohabíanobtenidoelresultadoqueesperaban,puessilasventajasdel colegio eran incontestables, mi tía no aprobaba ninguna de las casaspropuestasparaqueyoviviera.

—Esunalata—dijomitía—.Noséquéhacer,Trot.

—Enefecto;esmolesto—dijomísterWickfield—;peroyoséloquepodíaustedhacer.

—¿Qué?—dijomitía.

—Dejeustedaquíasusobrinoporelmomento.Esunniñotranquilo,queno me molestará nada. La casa es buena para estudiar, tranquila como unconvento,ycasitangrande.¡Déjeloaquí!

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Laproposiciónlegustabaamitía;perodudabaenaceptarpordelicadeza,yyolomismo.

—Vamos,missTrotwood—dijomísterWickfield—;nohayotromododesalvarladificultad.Yessolamenteunarreglotemporal.Sinoresultabien,sinos molesta, tanto a unos como a otros, siempre estamos a tiempo desepararnos,yentre tantopodremosencontraralgoqueconvengamás.Porelmomento,lomejoresdejarloaquí.

—Seloagradezcomucho,yveoqueéltambiénloagradece;pero…

—Vamos;ya sé loquequieredecir—exclamómísterWickfield—,ynoquieroforzarlaaqueaceptefavoresdemí;pagaráustedlapensiónsiquiere;nopelearemosporelprecio,perolapagarásiustedquiere.

—Esta condición —dijo mi tía—, sin disminuir en nada mireconocimiento,medejamástranquilayestaréencantadadedejarloaquí.

—Entonces vamos a ver a la pequeña dueña de mi casa —dijo místerWickfield.

Subimos por una vieja escalera, con una balaustrada tan ancha que sehubiera podido andar por ella, y entramos en un viejo salón algo oscuro,iluminado por tres o cuatro de las extrañas ventanas que había observadodesdelacalle.Enloshuecoshabíaasientosdemadera,queparecíanprovenirde losmismos árboles de los que se habían hecho el suelo, encerado, y lasgrandes vigas del techo. La habitación estabamuy bien amueblada, con unpianoyundeslumbrantemuebleverdey rojo;había floresen los florerosyparecíaestar todo llenode rincones,yencadaunohabíaalgo:ounabonitamesa,ouncosturero,ounaestantería,ounasilla,ocualquierotracosa;tantoque yo pensaba a cada instante que no había en la habitación rincón másbonitoqueenelqueyoestaba,yunmomentodespuésdescubríaotro retiromás agradable todavía. El salón tenía el sello de quietud y de exquisitalimpiezaquecaracterizabalacasaexteriormente.

MísterWickfieldllamóaunapuertadecristalesquehabíaenunrincón,yuna niña demi edad apareció almomento y le besó. En su carita reconocíinmediatamente la tranquila y dulce expresión de la señora que había vistoretratadaenelpisodeabajo.Meparecíaqueeraelretratoquienhabíacrecido,haciéndosemujer,mientras que el original continuaba siendo niña. Tenía elaspecto alegre y dichoso, lo que no impedía que su rostro y sus modalesrespirasen una tranquilidad, una serenidad de alma, que no he olvidado niolvidaréjamás.

—Heaquílapequeñadueñademicasa—dijomísterWickfield—,mihijaAgnes.Cuandooí el tono conquepronunciaba aquellaspalabrasy elmodocomoagarrabasumano,comprendíqueaqueleraelmotivodesuvida.

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Llevabaunminúsculocestitoconlasllavesyteníatodoelaspectodeunaamadecasabastanteseriaybastanteentendidaparagobernarlaviejamorada.Escuchóconinterésloquesupadreledecíademí,ycuandoterminópropusoamitíaquefueraconellaavermihabitación.Fuimostodosjuntos;ellanosguió a una habitación verdaderamente magnífica, con sus vigas de nogal,comolasdemás,ysuscuadraditosdecristales,ylahermosabalaustradadelaescalerallegabahastaallí.

No puedo recordar dónde ni cuándo había visto enmi infancia vidrieraspintadas en una iglesia, ni recuerdo los asuntos que representarían. Séúnicamente que cuando vi a la niña llegar a lo alto de la vieja escalera yvolversepara esperamos,bajo aquella luzvelada,pensé en lasvidrierasquehabíavistohacíatiempo,ysubrillodulceypuroseasociódesdeentoncesamiespírituconelrecuerdodeAgnesWickfield.

Mitíaestabatancontentacomoyodelasdecisionesqueacababadetomar,ybajamosjuntosalsalón,muydichososymuyagradecidos.Mitíanoquisooírhablardequedarseacomer,portemordenollegarantesdelanocheasucasa con el famoso caballo gris, y creo que míster Wickfield la conocíademasiadobienpara tratardedisuadirla.De todosmodos, lehicieron tomaralgo.Agnesvolvióasucuartoconsuaya,ymísterWickfieldasudespacho,ynosdejaronsolosparaquepudiéramosdespedirnostranquilos.

Me dijo que místerWickfield se encargaría de arreglar todo lo que meconcernieseyquenomefaltaríanada,ydespuésañadiólosmejoresconsejosylaspalabrasmásafectuosas.

—Trot—dijomitíaalterminarsudiscurso—,aversitehaceshonoratimismo,amíyamísterDick,y¡quéDiosteacompañe!

Yoestabamuyconmovido,ytodoloquepudehacerfuedarlelasgracias,encargándoletodaclasedecariñosparamísterDick.

—Nohagasnuncaunabajeza;nomientasnunca;noseascruel;evitaestostresvicios,Trot,ysiempretendréesperanzasenti.

Prometí lo mejor que pude que no abusaría de su bondad y que noolvidaríasusrecomendaciones.

—Elcaballoestáalapuerta—dijomitía—;mevoy;quédateaquí.

A estas palabras me abrazó precipitadamente y salió de la habitación,cerrandolapuertatrasdesí.

Alprincipiomesorprendióestabruscapartidaytemíhaberladisgustado;pero cuando la vi por la ventana subir al coche con tristeza y alejarse sinlevantar los ojos comprendí mejor lo que sentía, y no le hice ya aquellainjusticia.

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AlascincosecenabaencasademísterWickfield.Habíarecobradoánimosy sentía apetito. Sólo había dos cubiertos; sin embargo, Agnes, que habíaesperado en el salón a su padre, se sentó frente a él en la mesa; yo meextrañabaqueélhubieracomidosinella.

Despuésdecomervolvimosasubiralsalón,yenel rincónmáscómodoAgnespreparóparasupadreunvasoyunabotelladevinodeOporto.Yocreoquenohabríaencontradoensubebidafavoritasuperfumeacostumbradosiselahubieranservidootrasmanos.

Allí pasó dos horas bebiendo vino en bastante cantidad,mientrasAgnestocaba el piano, trabajaba o charlaba con él y conmigo. Él estaba lamayorpartedel tiempoalegreycharlatáncomonosotros;peroaveces lamirabaycaíaenunsilenciosoñador.Meparecíaqueellasedabacuentaenseguida,ytrataba de arrancarle de sus meditaciones con una pregunta o una caricia;entoncessalíadesuensueñoybebíamásvino.

Agnes hizo los honores del té; después pasó el tiempo hasta la hora deacostarnos.Supadrelaestrechóensusbrazosylabesó,yalmarcharsepidióquellevasenlasvelasasudespacho.Yotambiénsubíaacostarme.

Porlatardehabíasalidounratoparaecharunamiradaalasantiguascasasyalahermosacatedral,preguntándomecómohabríapodidoatravesaraquellaantiguaciudadenmiviajeypasar,sinsaberlo,alladodelacasadondedebíavivir tanpronto.AlvolverviaUriahHeepquecerrabaelbufete.Mesentíabenevolente hacia todo el género humano y le dirigí algunas palabras, y aldespedirmeletendílamano.

Pero¡quémanohúmedayfríatocólamía!Mepareciósentirlamanodelamuerte, y me froté después. La mía con fuerza para calentarla y borrar lahuelladelasuya.

Fuetandesagradablequecuandoentréenmihabitacióntodavíasentíasufrío y humedad en mi memoria. Asomándome a la ventana vi uno de losrostros tallados en las cabezas de las vigas que me miraba de reojo, y meparecióqueeraUriahHeepquehabía subidoallídealgúnmodo,y la cerréconprisa.

Capítulo16

Cambioenmásdeunsentido

Al día siguiente, después del desayuno, entré de nuevo en la vida decolegio.MísterWickfieldmeacompañóalescenariodemisfuturosestudios.

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Eraunedificiodepiedra,enelcentrodeunpatiodondeserespirabaunairecientíficomuyenarmoníacon loscuervosy lascornejasquebajabande lastorres de la catedral para pasearse, con pasomajestuoso, por la hierba.Mepresentaronaminuevomaestro,eldoctorStrong.

EldoctorStrongmepareciócasitanoxidadocomolaverjadehierroquerodeaba la fachada y casi tan pesado como las grandes urnas de piedracolocadas en laverja a intervalos iguales en lo altode suspilares, comounjuegodebolosgigantescospreparadoparaqueelTiempolotirase.Estabaenlabiblioteca;me refieroaldoctorStrong.Llevaba la ropamalcepillada, loscabellos despeinados, largas polainas negras desabrochadas y los zapatosabiertos como dos cavernas sobre la alfombra. Volvió hacia mí sus ojosapagados,quemerecordaronlosdeuncaballociegoalquehabíavistopacerycojear sobre las tumbas del cementerio de Bloonderstone. Me dijo que sealegrabamuchodeverme,ymetendióunamano,conlaqueyonosabíaquéhacer,porqueellatampocohacíanada.

Sentadatrabajandonolejosdeldoctorhabíaunalindamuchacha,aquienllamabaAnnie,ysupusequeseríasuhija.

MesacódemismeditacionescuandosearrodillóenelsueloparaatarloszapatosdeldoctorStrongyabrocharlelaspolainas,loquehizoconprontitudycariño.Cuandoterminóynosdirigimosalaclase,mesorprendiómuchooíramísterWickfielddespedirsedeellabajoelnombredemistressStrong,ymepreguntabasinoseríaporcasualidadlamujerdealgúnhijo,cuandoelmismodoctordisipómisdudas.

—Apropósito,Wickfield—dijo parándose en un pasillo, con unamanoapoyada enmi hombro—, ¿no ha encontrado usted todavía nada que puedaconveniralprimodemimujer?

—No—dijomísterWickfield—,todavíano.

—Desearía que fuera lo más pronto posible,Wickfield—dijo el doctorStrong—,pues JackMaldon es pobre y está ocioso, y sondos cosasmalas,quetraenavecesresultadospeores.YesloquediceeldoctorWats—añadiómirándome y moviendo la cabeza al mismo tiempo que hablaba—, que«Satanásencuentrasiempretrabajoparalasmanosociosas».

—En verdad, doctor —replicó míster Wickfield—, que el doctor Watshabríapodidodecirconlamismarazón«queSatanássiempreencuentraalgoquehacerpara lasmanosocupadas».Laspersonasocupadas también tomanparteenelmaldelmundo,puedeustedestarseguro,ysino,¿quées loquehanhechodesde hace un siglo o dos los quemás han trabajado en adquirirpoderodinero?¿Creeustedquenohanhechotambiénbastantedaño?

—JackMaldonnunca trabajarádemasiadoparaadquirir lounoni lootro

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—dijoeldoctorStrong,restregándoselabarbillaconairepensativo.

—Es posible —dijo míster Wickfield—, y me recuerda usted nuestroasunto, y le pido perdón por haberme alejado de él. No; todavía no heencontradonadaparaJackMaldon.Creo—añadiótitubeando—queadivinosusaspiraciones,yesohacelacosamásdifícil.

—Mis objetivos —dijo el doctor Strong— son colocar de un modoconveniente al primo de Annie, que además es para ella un amigo de lainfancia.

—Sí,yasé—dijomísterWickfield—:enInglaterraoenelextranjero.

—Sí—dijoeldoctor,evidentementesorprendidodelaafectaciónconquepronunciabaaquellaspalabras:«enInglaterraoenelextranjero».

—Sonsuspropiaspalabras—dijomísterWickfield—.«oenelextranjero».

—Sinduda—respondióeldoctor—,sinduda;lounoolootro.

—¿Lounoolootro?¿Leesindiferente?—preguntómísterWickfield.

—Sí—contestóeldoctor.

—¿Sí?—dijoelotroconsorpresa.

—Completamenteindiferente.

—¿NotieneustedningúnmotivoparapreferirenelextranjeromejorqueenInglaterra?

—No—respondióeldoctor.

—Meveoobligadoacreerle,ynohaydudadequelecreo—dijomísterWickfield—.Lamisiónqueustedmehaencargadoesmuchomássencillaenese caso de lo que había creído. Confieso que tenía sobre ello ideas muydistintas.

EldoctorStrong lemiróconuna sorpresaque terminóenuna sonrisa,yaquellasonrisameanimómucho,puesrespirababondadydulzuraque,unidaalasencillezqueseencontrabatambiénentodossusmodalesrompióelhieloformadoporlaedadyloslargosestudios.Aquellasencillezeralomejorparaatraeraunjovendiscípulocomoyo.Eldoctorandabadelantedenosotrosconpaso rápido y desigual, contestando «sí», «no» , «perfectamente» y otrasrespuestas breves sobre el mismo asunto. Mientras nosotros le seguíamosobservéquemísterWickfieldhablabasolomoviendolacabezaconexpresióngrave,creyendoqueyonoleveía.

La clase era una gran sala, en la quietud de un rincón de la casa, desdedondeseveíaporunladomediadocenadelasgrandesurnasyporelotrounjardín retiradoquepertenecía al doctorStrongy enun ladodel cual podían

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verselosmelocotonespuestosamaduraralsol.Tambiénhabíagrandesáloesencajonesencimadelmusgo,porfueradelasventanas,ylashojastiesasdeaquella planta, que parecían hechas de zinc pintado, han quedado asociadasdurante mucho tiempo en mi memoria como símbolo de silencio y retiro.Veinticincoalumnos,pocomásomenos,estabanestudiandoenelmomentodenuestrallegada.TodoelmundoselevantóparadarlosbuenosdíasaldoctorStrong,ydespuéssequedaronenpiealvernosamísterWickfieldyamí.

—Unnuevoalumno,caballeros—dijoeldoctor—:TrotwoodCopperfield.

UnjovenllamadoAdams,queeraelprimerodelaclase,saliódesusitioparadarmelabienvenida.

Sucorbatablancaledabaaspectodejovenministroanglicano,loquenoleimpedíaseramableydecarácteralegre.Meseñalómisitioymepresentóalosdiferentesmaestroscontanbuenavoluntadque,dehabersidoposible,mehubiesequitadotodalatimidez.

Peromeparecíaquehacíatantotiempoquenomeencontrabaentrechicosdemi edad, exceptoMickWalkeryFéculadepatata, queme sentía aisladocomonunca.Teníatalconcienciadehabervividoescenasdelasqueellosnotenían ni idea, y adquirido una experiencia fuera de mi edad, aspecto ycondición, que creo que casi me reprochaba como una impostura elpresentarmeanteelloscomouncolegialcualquiera.Habíaperdidoduranteeltiempo, más o menos largo, de mi estancia en Murdstone y Grimby lacostumbrede los juegosydiversionesde loschicosdemiedad,ysabíaqueme encontraría torpe y novato. Lo poco que había podido aprenderanteriormente se había borrado tan por completo de mi memoria por laspreocupaciones sórdidas que agobiabanmi espíritu día y noche, que cuandomeexaminaronparaverloquesabíaresultóquenosabíanada,ymepusieronen la última clase. Pero por preocupado que estuviera demi torpeza en losejercicios corporales y de mi ignorancia en estudios más serios, estabainfinitamentemásincómodopensandoenelabismomilvecesmayorqueabríaentre nosotros mi experiencia de las cosas que ellos ignoraban y que,desgraciadamente,yonodesconocíaya.

Me preguntaba lo que podrían pensar si llegaran a saber que conocíaíntimamente laprisióndeBenchKing's.Mismodales¿no revelarían todo loquehabíahechoenlasociedaddelosMicawber?¿Aquellasventas,aquellospréstamosyaquellascomidasqueeransuconsecuencia?QuizáalgunodemiscompañerosmehabíavistoatravesarCanterbury,cansadoyandrajoso,yquizáme reconocería. ¿Qué dirían ellos, que daban tan poco valor al dinero, sisupierancómohabíacontadoyomismediospeniquesparacomprartodoslosdías la carne y la cerveza y los trozos de pudding necesarios para misubsistencia?¿,Quéefectoproduciríaaquellosobreniñosquenoconocíanla

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vidadelascallesdeLondres,sillegabanasaberqueyohabíafrecuentadolospeoresbarriosde lagranciudad,poravergonzadoquepudieraestardeello?Miespírituestabatanimpresionadoconaquellasideaselprimerdíaquepaséen la escuela del doctor Strong que estaba pendiente demismiradas ymismovimientos, preocupado de que alguno de mis camaradas pudieraacercárseme. En cuanto se terminó la clase huí a toda prisa, por temor acomprometermesirespondíaasusavancesamistosos.

Pero la influencia que reinaba en la antigua casa de míster Wickfieldempezó a obrar sobremí en elmomento en que llamé a la puerta conmisnuevoslibrosdebajodelbrazo,ysentíquemistemoressedisipaban.Alsubira mi habitación, tan ordenada, la sombra seria y grave de la vieja escaleradisipó mis dudas y mis temores y arrojó sobre mi pasado una oscuridadpropicia.Permanecíenmihabitaciónestudiandoconahíncohasta lahoradecenar(salíamosdelaescuelaalastres)ybajéconlaesperanzadellegaraserunniñocualquiera.

Agnes estaba en el salón esperando a su padre, a quien retenía en sudespachounasunto.Vinohaciamíconsusonrisaencantadoraymepreguntóloquemehabíaparecidolaescuela.Yorespondíquepensabaqueibaaestarmuybienenella,peroquetodavíanomehabíaacostumbrado.

—¿Túnohasidonuncaalaescuela?—ledije.

—Alcontrario;todoslosdíasestoyenella.

—¡Ah!;pero¿quieresdeciraquíentucasa?

—Papánopodríaprescindirdemí—dijosonriendo—,necesitaasuladoalamadecasa.

—Tequieremucho;estoyseguro.

Meindicóquesíyseacercóalapuertaparaescucharsisubía,conobjetodesalirlealencuentroenlaescalera.Perocomonooyónada,volvióhaciamí.

—Mamá murió en el momento de nacer yo—me dijo con su habitualexpresióndulceytranquila—.Sóloconozcodeellasuretrato,queestáabajo.Ayerlovimirarlo.¿,Sabíasquiénera?

—Sí—ledije—;¡seteparecetanto!

—Tambiénesaeslaopinióndepapá—dijosatisfecha—;pero…ahorasíqueespapá.

Sutranquilorostroseiluminódealegríaalsalirlealencuentro,yentraronjuntosdándoselamano.

MerecibióconcordialidadymedijoqueestaríamuybienconeldoctorStrong,queeraelmejordeloshombres.

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—Quizá haya gentes, no lo sé, que abusen de su bondad—dijo místerWickfield—;nolosimitesnunca,Trotwood;eselsermenosdesconfiadoqueexiste, y, sea cualidad o defecto, es una cosa que siempre hay que tener encuentaeneltratoquesetengaconél.

Meparecióquehablabacomohombrecontrariadoodescontentodealgo;peronotuvetiempodedarmemuchacuenta.Anunciaronlacomidaybajamosasentarnosalamesaenlosmismossitiosquelavíspera.ApenasacabábamosdeempezarcuandoUriahHeepasomósucabezarojaysumanodescarnadaporlapuerta.

—MísterMaldonquerríahablarunaspalabrasconelseñor.

—¡Cómo!¡Sinohaceuninstantequenoshemosseparado!—dijo.

—Esverdad,señor;peroacabadevolverparadecirledospalabras.

Almismotiempoqueteníalapuertaentreabierta,UriahmehabíamiradoyhabíamiradoaAgnes,alosplatos,alasfuentesyatodoloquelahabitacióncontenía,aunquenopareciómirarmásqueasuamo,sobreelcualsefijabanrespetuosamentesusojosrojos.

—Dispénseme;esúnicamenteparadecirlequereflexionando…—observóuna voz detrás de Uriah, al mismo tiempo que su cabeza era empujada ysustituida por la del nuevo interlocutor—. Le ruego que me perdone laindiscreción;pero,puestoquenopuedoelegir,cuantoantesmemarche,mejor.MiprimaAnniemehabíadicho,cuandohabíamoshabladodeesteasunto,quepreferíatenerasusamigoslomáscercaposiblemejorqueverlosdesterrados;yelviejodoctor…

—¿EldoctorStrong,quiereusteddecir?—interrumpiógravementemísterWickfield.

—EldoctorStrong,naturalmente—repusoelotro—.Yolellamoelviejodoctor;peroeslomismo,¿sabeusted?

—Nolosé—dijomísterWickfield.

—Puesbien;eldoctorStrong—dijoelotro—,eldoctorStrongparecíadelamismaopinión,creoyo;ahora,segúnloqueustedmepropone,pareceserquehacambiadodeidea.Enesecaso,notengonadaquedecir,exceptoquecuanto antes,mejor.Demanera que, sólo he vuelto para decirle que cuantoantes,mejor.Cuandohayquetirarsealaguadecabeza,denadasirvetitubear.

—Siloquiereustedasí,místerMaldon,puedeustedcontarconello—dijomísterWickfield.

—Gracias—dijo el otromuy agradecido—; a caballo regalado no se lemiraeldiente.Sinofueraporesomeatreveríaadecirquehabríasidomejor

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quemiprimaAnniehubiesearregladolascosasasumodo;Annienohabríatenidomásquedecírseloalviejodoctor…

—¿Se refiere usted a que mistress Strong no habría tenido más quedecírseloasumarido,noesasí?—dijomísterWickfield.

—Exactamente—replicó Maldon—. Con que ella le hubiera dicho quefueranlascosasdeotramanera,lohabríansidocomolacosamásnatural.

—¿Yporquécomolacosamásnatural,místerMaldon?—preguntómísterWickfield,queseguíacomiendotranquilamente.

—¡Ah! PorqueAnnie es una chiquilla encantadora, y el viejo doctor, eldoctor Strong quiero decir, no es precisamente un muchacho —dijo JackMaldon riéndose—. No quiero ofender a nadie, míster Wickfield; quieroúnicamente decir que supongo que alguna compensación es necesaria yrazonableenesaclasedematrimonios.

—¿Compensaciones para la señora, caballero? —preguntó místerWickfieldcongravedad.

—Sí;paralaseñora,caballero—contestóJackMaldonriendo.

PeroobservandoquemísterWickfieldcontinuabasucomidaconlamismatranquilaimpasibilidadyquenohabíaesperanzasdequeseablandaraunsolomúsculodesurostro,añadió:

—Sinembargo,yahedicho todo loque teníaquedecir,ypidiéndoledenuevo perdón por ser inoportuno, me retiro. Naturalmente que seguiré susconsejos, considerando el asunto como cosa tratada entre usted y yosolamente,ynoharéreferenciaaelloencasadeldoctor.

—¿Hacomidousted?—preguntómísterWickfieldseñalándolelamesa.

—Gracias;voyacomerconmiprimaAnnie—dijoMaldon—.Adiós.

MísterWickfield,sinlevantarse,lomirópensativomientrassemarchaba.Maldon era uno de esos muchachos superficiales, guapos, charlatanes y deaspectoconfiadoyatrevido.ÉstafuelaprimeravezqueviaJackMaldon,aquiennoesperabaconocertanprontocuandooíaldoctorhablardeélaquellamañana.

Cuando terminamos de comer subimos al salón, y todo sucedióexactamentecomoeldíaanterior.

AgnespusolosvasosybotellasenelmismorincónymísterWickfieldsesentóabeberybebióbastante.

Agnes tocó el piano para él y trabajó y charló y jugó varias partidas aldominóconmigo.Asuhorahizoel té;ydespués,cuandoyocogímislibros

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pararepasarlos,ellatambiénlosmiróparadecirmeloquesabíadeellos(queeramuchomásdeloqueyocreía)ymeindicólamejormaneradeestudiarydeentenderlos.Laveoconsusmodalesmodestos, tranquilosyordenados,yoigo su hermosa voz serena,mientras escuchaba sus palabras; la influenciabeneficiosaquellegóaejercerentodosobremímásadelanteempezabayaadejarse sentir. Amo a Emily, y no puedo decir que amo a Agnes; escompletamentedistinto: pero sientoquedondeAgnes está, con ella están lapaz,labondadylaverdad,yquelaplácidaluzdevidrieradeiglesiaquehevistohacetiempolailuminasiempre,yamítambiéncuandoestoyasulado,yatodoloquelarodea.

Llegó la hora de acostarse. Acababa de dejarnos, y yo daba la mano amísterWickfieldparadespedirnos,cuandomedetuvodiciendo:

—¿Quétegustamás,Trotwood,estarconnosotrosoiraotrolado?

—Estaraquí—contestépresuroso.

—¿Estásseguro?

—¡Siustedpuede;silegusta!

—Perotemoqueesunpocotristenuestravida,muchacho—dijo.

—¿PorquévaasermástristeparamíqueparaAgnes?Noesnadatriste.

—¿Que Agnes? —repitió acercándose despacio a la gran chimenea yapoyándoseenella—.¿QuéAgnes?

Aquellanochehabíabebido(mepareció)hasta tener losojos inyectados.Ahoranopodíavérselosporqueteníalacabezabajaylostapabaademásconsusmanos;perohacíaunmomentomelohabíaparecido.

—AhoramepreguntosimiAgnesestarácansadademí.Yonuncapodrécansarmedeella;peroestandiferente,tancompletamentediferente…

Hablabaparasísindirigirseamí,asíesquepermanecíinmóvil.

—Es una casa vieja y triste y una vidamonótona. Pero necesito tenerlacercademí,lonecesito.Sí;sólolaideadequepuedomorirydejarla,odequepuedeellamorirydejarme,vienecomounespectroaamargarmishorasmásfelices,ysolamentepuedoahogarloen…

Nopronunció lapalabra;pero seacercó lentamenteal sitioenquehabíaestadosentadoehizoelgestodeservirsevinodelabotellavacía;despuésladejóyvolvióapasearse.

—Ysiesemiserablepensamientoestanpunzanteteniéndolaamilado—prosiguió—,¿queseríasiestuvieralejos?No,no,no;nopuedodecidirme.

Volvió a apoyarse en la chimeneadurante tanto tiempo, queyono sabía

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quédecidir,simarcharme,exponiéndomeainterrumpirle,ocontinuarinmóvilcomoestabahastaquesaliesedesussueños.Porúltimoserehizoybuscóporlahabitaciónhastaquemeencontraronsusojos.

—¿Te quedas con nosotros, verdad, Trotwood? —dijo con su tonohabitual, y como si contestara a algo que yo acabara de decir—.Me alegromucho;nosharáscompañíaa losdos.Seráunbienquetequedes;bienparamí,bienparaAgnes,yquizábienparatodos.

—Paramíestoyseguro—dije—.¡Estoyaquítancontento!

—Eresunbuenchico—dijomísterWickfield—ypuedespermaneceraquítodoeltiempoquequieras.

Meestrechólamanoymedioungolpeafectuosoenelhombro.Despuésme dijo que por la noche, cuando tuviera algo que estudiar después de queAgnes se acostara, o si quería leer por gusto, podía bajar a su estudio si élestabaallíyqueríahacerlo.

Ledilasgraciasporsubondad,ycomoélsebajóenseguidayyonoestabacansado bajé también con un libro en lamano para disfrutar durantemediahoradelpermiso.

Pero viendo luz en la habitación redonda y sintiéndome inmediatamenteatraídoporUriahHeep,queejercíaunaespeciedefascinaciónsobremí,entré.Le encontré leyendo un gran libro con tal atención, que su dedo huesudoseguíaapuntandocadalíneaydejandounahuellaatodololargodelapágina,comoladeuncaracol.

—Trabajaustedhastamuytardeestanoche,Uriah—ledije.

—Sí,místerCopperfield—dijoUriah,mientrasyocogíauntaburetefrenteaélparahablarleconmáscomodidad.

Observéquenosabíasonreír;únicamenteabríalaboca,yselemarcabandosarrugasdurasacadaladodelasmejillas.

—Noestoytrabajandoparaelbufete,místerCopperfield—dijoUriah.

—¿Enquétrabajaentonces?—pregunté.

—EstoyestudiandoDerecho—dijoUriah—.EnestemomentoaprendolaprácticadeTidd.¡QuéescritoresteTidd,místerCopperfield!

Mitabureteeraunbuensitiodeobservación,ylecontemplémientrasleíadenuevodespuésdeaquellacalurosaexclamaciónyseguíaotravezlaslíneascon su dedo.Observé tambiénque las aletas de su nariz, que era delgada ypuntiaguda, tenían un singular poder de contracción y dilatación, y parecíaguiñarconellasenlugardeconlosojos,quenodecíannadaenabsoluto.

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—¿Supongo que será usted un gran abogado?—dije después demirarleduranteunrato.

—¿Yo,místerCopperfield?—dijoUriah—.¡Oh,no!Yosoyunapersonamuyhumilde.

Pensé que no debía ser aprensión mía lo que me había hecho sentir elcontactodesusmanos,puescontinuamentelasrestregabaunaconotracomoparacalentarlas,ylassecabafurtivamenteconsupañuelo.

—Sé muy bien lo humilde de mi condición —dijo Uriah Heep conmodestia—comparándomeconlosdemás.Mimadreestambiénunapersonamuy humilde; vivimos en una casa modestísima, míster Copperfield; perotenemosmuchoqueagradeceraDios.Eloficiodemipadreeramuymodesto:erasepulturero.

—¿Dóndeestáahora?—pregunté.

—Ahora está en la gloria, míster Copperfield —dijo Uriah—. Pero¡cuántasgraciasnohemosrecibido!¿NodebodarmilgraciasaDiosporhaberentradoconmísterWickfield'?

LepreguntéaUriahsiestabadesdehacíamuchotiempoconél.

—Estoy aquí desde hace cuatro años, míster Copperfield —dijo Uriahcerrando el libro, después de señalar cuidadosamente el sitio en que seinterrumpía—.Entréaquíunañodespuésdelamuertedemipadre.Ytambiénqué enorme gracia debo a la bondad de míster Wickfield, que me permiteestudiargratuitamentecosasquehubieranestadoporencimadeloshumildesrecursosdemimadreymíos.

—Entonces, ¿al terminar sus estudios de Derecho se hará ustedprocurador?—dije.

—Con la bendición de la Providencia, míster Copperfield —respondióUriah.

—¡QuiénsabesinollegaráustedaserundíaelsociodemísterWickfield—dije yo para hacerme agradable— y entonces será Wickfield y Heep, oHeep,sucesordeWickfield!

—¡Oh, no, míster Copperfield!—replicó Uriah sacudiendo la cabeza—.Soydemasiadohumildeparaeso.

Verdaderamenteseparecíadeunamaneraasombrosaalacabezatalladaenelextremode lavigacercademiventanamientrasestabaasí sentadoen suhumildad,mirándomedeladoconlabocaabiertaylasarrugasenlasmejillas.

—Míster Wickfield es un hombre excelente, míster Copperfield —dijoUriah;perosiustedleconocedesdehacemuchotiemposabrásobreélmásde

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loqueyopuedadecirle.

Lerepliquéqueestabaconvencido;peroquenohacíamuchotiempoqueleconocía,aunqueeramuyamigodemitía.

—¡Ah!Enverdad,místerCopperfield,sutíaesunamujermuyamable.

Cuandoqueríaexpresarentusiasmoseretorcíadelamaneramásextraña;nuncahevistonadamásfeo.Así,olvidéporunmomentoloscumplidosquehacíademitía,parafijarmeenlassinuosidadesdeserpientequeimprimíaatodosucuerpo.

—Una señora muy amable, míster Copperfield —repuso—, y creo quetieneunagranadmiraciónpormissAgnes.

Respondíquesí,aunquenosabíanada.¡Diosmeperdone!

—Yesperoqueustedpiensacomoella;¿noesasí?

—Todoelmundodebeestardeacuerdoeneso—respondíyo.

—¡Oh!, muchas gracias por esa observación, míster Copperfield —dijoUriahHeep—.Esoquediceustedestancierto;apesardemihumildadséqueestancierto.¡Oh,gracias,místerCopperfield!

Y se retorció en la exaltación de sus sentimientos.Después se levantó yempezóaprepararseparamarchar.

—Mi madre debe estar esperándome —dijo mirando un reloj opaco einsignificantequesacódelbolsillo—,ydebedeempezaraestarinquieta,puesdentro de nuestra humildad nos queremosmucho. Si quisiera usted venir avernos undía y tomar una taza de té en nuestra pobremoradamimadre sesentiríatanorgullosacomoyoderecibirle.

Respondíqueiríaconmuchogusto.

—Gracias,místerCopperfield—dijoUriahponiendosu libroencimadelestante—.¿Supongoqueestaráustedaquíbastantetiempo?

LedijequesuponíaqueviviríaconmísterWickfieldmientrasestuvieraenelcolegio.

—¡Ah!—exclamóUriah—.Entoncespiensoqueterminaráustedentrandoenlosnegocios,místerCopperfield.

Yodijequenoteníalamenorintencióndeelloyqueanadieselehabíaocurridopensarsemejantecosa;peroUriahseempeñabaencontestaratodasmis réplicas: «¡Oh, sí, míster Copperfield; seguramente!», o bien: «¡Oh,naturalmente,místerCopperfield;estoysegurodequeseráasí!».Porúltimo,cuandoterminósuspreparativos,mepreguntósilepermitíaapagarlaluz,yalcontestarlequesí,laapagóalinstante,ydespuésdeestrecharmelamano(que

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enlaoscuridadmeparecióunpez),entreabriólapuertadelacalle,sedeslizófueraylavolvióacerrar,dejándomequebuscaramicaminoatientas,loquehiceconmucho trabajo,despuésde tropezarcontra su taburete.Poresto sindudaestuvesoñandoconéllamitaddelanoche.Entreotrascosas,levilanzaralmarlacasademísterPeggottyparadedicarseaunaexpediciónpiratabajounabanderanegraquellevabacomodivisa«LaprácticadeTidd»yquenosarrastrabatrasdesíbajoaquellaenseñadiabólicaalapequeñaEmilyyamíparaahogarnosenlosmaresespañoles.

Aldíasiguiente,cuandofuialaescuela,mesentímenostímido,ymuchomenosalotro,yasífuiporgradoshastaquemeencontrécompletamenteamisanchasyfelizentremisnuevoscompañeros.

Todavía era torpe en los juegos y estaba atrasado en los estudios; perocontabaconlacostumbreparaconseguirloprimero,ypensabatrabajarmuchoenlosegundo.Enconsecuencia,mepuseconahíncoa lasdoscosas.Enlosjuegosyenloserio.Creoqueaprovechébastante,yenmuypocotiempomivida enMurdstone yGrimbyme pareció tan lejana queme costaba trabajocreerenella,mientrasquemividaactualmeeratanfamiliarquemeparecíaquelallevabahacíamuchotiempo.

LaescueladeldoctorStrongerainmejorableyseparecíatanpocoalademísterCreaklecomoelbienyelmal.Estabadirigidaconunordengraveydecorosoyporunbuensistema.Entodaslascosasseapelabaalhonoryalabuena fe de los alumnos, con la intención confesada de contar con estascualidadesmientrasnosedieramotivoparalocontrario.Estaconfianzadabalosmejoresresultados.

Todos sentíamos que tomábamos parte en la buena marcha delestablecimiento y que a nosotros tocabamantener su reputación y su honor.Así, todos nos encariñábamosvivamente con la casa y, pormi parte, puedoresponderquenohevistoniaunodemiscamaradasquenopensasecomoyo.

Estudiábamoscontodasnuestrasfuerzas,parahacerhonoraldoctor,yenel recreo nos divertíamosmuchoy gozábamos demucha libertad.Recuerdoque con todo aquello hablaban muy bien de nosotros en la ciudad, y quenuestra conducta y modales rara vez perjudicaban la reputación del doctorStrongo ladesusalumnos.Algunosde losmayores,quevivíanencasadeldoctor,meinformarondeciertosdetallesdesuvida.Nohacíatodavíaunañoque sehabía casado con la lindamujer quevi en sudespacho.Por supartehabía sido un matrimonio de amor. La chica no tenía dinero, según decíannuestroscamaradas;pero,encambio,poseíaunacantidadenormedeparientespobres, siempre dispuestos a invadir la casa de sumarido. Se atribuían losmodales distraídos del doctor a las pesquisas constantes a que se entregabasobre las raíces griegas. En mi inocencia, o mejor dicho en mi ignorancia,

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suponíaqueeldoctor teníaunaespeciedemaníabotánica, tantomáscuantosiempreibamirandoalsueloalandar.Fuebastantemástardecuandolleguéasaberquesetratabadelasraícesdelaspalabras,yqueteníaintencióndehacerunnuevodiccionario.Adams,queeraelprimerodelaclaseyqueteníamuchadisposición para las matemáticas, había calculado el tiempo que tardaría eldoctorenhaceraqueldiccionario;teniendoencuentasuplanprimitivoylosresultadosobtenidos,calculabaqueparadarfinaaquellaempresanecesitaríamil seiscientos cuarenta y nueve años a partir del último aniversario deldoctor,quehabíacumplidoentonces los sesentaydos.Peroeldoctoreraelídolo de los alumnos, y, en realidad, hubiese sido necesario que el colegiohubieraestadocompuestoporniñosmuymalosparaquefueradeotromodo,puesverdaderamenteeraelmejordeloshombres,llenodeunafetansencilla,que habría podido conmover hasta los corazones de piedra de las grandesurnas alineadas a lo largo de la verja cuando paseaba de arriba abajo en elpatio, bajo las miradas de los cuervos y de las cornejas, que le seguíanvolviendo lacabezaconexpresiónde lástima, comosi supieranqueestabanmuchomásalcorrientequeéldelosasuntosdeestemundo.Siunvagabundo,atraídoporelcrujirdesuszapatos,lograbaacercárselelobastanteparallamarsu atención con un relato de miseria, podía estar seguro de obtener de sucaridadlosuficienteparavivirbiendosdías.Sabíanestotanbienenlacasa,que losmaestrosy losdiscípulosdemásedadsaltabanmuchasvecespor laventanaparaarrojaralosmendigosantesdequeeldoctorpudierapercatarsedesupresencia,ymuchasveceshastasehabíahechoestoaunospasosdeélsinquesedieracuenta.Unavezfueradesusdominiosydesprovistodetodaprotección era como una oveja para los rateros. De buena gana se habríaquitadolaspolainasparadarlas.Adecirverdad,circulabaentrenosotrosunahistoria que se remontaba a no sé qué época y se fundaba en no sé quéautoridad,peroqueyocreoqueeracierta.Sedecíaqueundíadeinvierno,enquehacíamucho frío, el doctor había dado sus polainas a unapobremujer,queenseguidahabíasuscitadoelescándalodelavecindadpaseandodepuertaen puerta a su nene envuelto en aquellos pañales improvisados, con gransorpresa de todos, pues las polainas del doctor eran tan conocidas en losalrededorescomolacatedral.

La leyenda añadía que el único que no las reconoció fue el doctor, que,viéndolaspocodespuésenelescaparatedeunatiendadecompraventademalafama,donderecibíantodaclasedecosasacambiodeunvasodeginebra,sedetuvoaexaminarlasconairedeaprobación,comosiobservaseenellasalgúnnuevoperfeccionamientoensucortequelesdieraunaventajaseñaladasobrelassuyas.

Loqueeraunencantoeraveraldoctorconsumujercita.Teníaunamaneraafectuosaypaternaldedemostrarlasuternura,quesóloconesoseexpresabala bondad de aquel hombre.Amenudo los veía paseando por el jardín, por

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dondeestaban losmelocotones,y aveces lohabíaobservadodecercaeneldespacho del doctor o en el salón. Ella parecía cuidarle y quererle mucho,aunque su interés por el diccionario nuncame pareció demasiado grande, apesardequelosbolsillosyelsombrerodeldoctorestabansiemprellenosdefragmentosdeaqueltrabajoygeneralmenteparecíaqueseloexplicabaaellamientrassepaseaban.

YoveíamuchoamistressStrong,puessehabíaaficionadoamídesdeeldíaenquemepresentaronaldoctor,ysiemprecontinuóinteresándosepormícon cariño. Quería mucho a Agnes y venía a menudo a nuestra casa. Eracurioso que conmísterWickfield estaba siempre nerviosa, y parecía tenerlemiedo.

Cuandoveníaavernosporlatarde,evitabasiempreaceptarsubrazoparavolver a su casa, y me pedía a mí que la acompañara. A veces, cuandoatravesábamos alegremente el patio de la catedral sin esperar encontrar anadie,veíamosapareceraJackMaldon,quesesorprendíamuchodevernos.

La madre de mistress Strong me entusiasmaba. Se llamaba mistressMackleham;peroloschicossolíanllamarlaelVeterano,porlatácticaconquehacíamaniobrar contra el doctor al numeroso batallón de sus parientes. Erauna mujercita de ojos penetrantes, que llevaba siempre, cuando iba muyvestida, una toca adornada con flores artificiales y dos mariposas, tambiénartificiales,que revoloteabanalrededorde las flores.Sedecía entrenosotrosque aquella toca procedía, seguramente, de Francia y, en efecto, su origendebía de ser de aquella ingeniosa nación; pero lo que sé con certeza es queaparecíaporlasnochesportodaspartespordondemistressMacklehamhacíasu entrada, pues tenía un cestito chino para llevarla de una casa a otra. Lasmariposas tenían el don de revolotear con sus alas temblorosas como lasabejaslaboriosas,aunquealdoctorStrongsóloleocasionabagastos.

Observaba alVeterano, y conste queno adopto el nombrepor faltarle alrespeto, con todacomodidadunanocheque semehizomemorableporotroincidentequetambiénvoyarelatar.EldoctordabaaquellanocheunareunióndedespedidaenhonordeJackMaldon,quesemarchabaalasIndias,dondeibacomocadeteenunregimientooalgoparecido,habiendoterminadoporfinaquelasuntomísterWickfield.Esedíaeratambiénelcumpleañosdeldoctor.Hacíamos una fiesta y le habíamos hecho nuestro regalo por lamañana. Elnúmerounohabíapronunciadoundiscursoennombredetodoslosalumnosyle habíamos vitoreado hasta quedar roncos, lo que le había emocionadohaciéndole llorar. Y ahora, por la noche, míster Wickfield, Agnes y yoveníamosatomareltéensucompañía.

—He olvidado, doctor —dijo la madre de mistress Strong cuando noshubimos sentado—, felicitarle en este día, como es de rigor, aunque enmi

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casoestonoesunafórmula;permítamedesearlemuchasfelicidadesparaesteañoymuchosquelesigan.

—Muchasgracias,señora—contestóeldoctor.

—Muchos, muchos, muchos años de felicidad—dijo el Veterano—, nosolamente por usted, sino también por Annie, por JackMaldon y por otrasmuchaspersonas.

—Meparecequefueayer,Jack—continuó—,cuandoerasunacriaturita.Copperfield sería mayor que tú cuando cortejabas a Annie detrás de lasgrosellasenelfondodeljardín.

—Mamá—dijomistressStrong—,yanotedebeimportaresto.

—Annie,noseasabsurda—repusosumadre—.Siteruborizasaloírestascosasahora,queerestodaunaseñoracasada,¿cuándovasadejardeazorartealoírlas?

—¡Vaya,Annie—exclamóJackMaldon—,vamos!

—Sí, John; de hecho una señoramadura, aunque no lo sea por la edad;porque¿quiénmehaoídodecirqueunamuchachadeveinteañosseamadurapor la edad? Tu prima es lamujer del doctor y como tal la he descrito. Esmejorparati,John,quetuprimasealamujerdeldoctor;hasencontradoenélunbuenamigoconinfluencia,queaúnserámejor,meatrevoapredecírtelo,sitelomereces.Noesfalsavanidad,puesdudoenadmitirfrancamentequehayalgunosmiembrosdenuestrafamiliaquenecesitanunamigo.Túerasunodeellos,antesdequelainfluenciadetuprimatelohubieseprocurado.

Eldoctor,enlabondaddesucorazón,moviósumanocomoparaquitarleimportanciayahorraraJackMaldonquesiguieraninsistiendo.PeromistressMacklehamsecambióaunasillacercadeldoctor,ydándoleconelabanicoenlamangadijo:

—No, realmente, mi querido doctor; debe usted dispensarme que meentrometa, porque lo siento tan intensamente, que casi puede llamarse unamonomanía.Escomounaobsesión.Ustedhasidounabendiciónparanuestrafamilia.Ustedrealmenteesnuestraprovidencia.

—Tonterías,tonterías—dijoeldoctor.

—No, no; dispénseme usted—repuso el Veterano—. Sin nadie presentemásquenuestroqueridoeíntimoamigomísterWickfield,nopuedoconsentirquemeachiquen;voyatenerquereclamarlosprivilegiosdesuegrasisiguenustedes así y reñirles.Soy completamente franca; lo quediga es loquedijecuando me sorprendió usted tanto la primera vez; ¿se acuerda usted quésorprendida estaba cuando pidió la mano de Annie? No porque fuera nadaextraordinarioelhechodelapetición,seríaridículodecirlo,sinoporqueusted

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conocióasupobrepadreyaellacuandoeraunbebédeseismeses.Nomelofigurabaaustedbajoeseaspecto,nicomonovioposibleparanadie.

—¡Ay,ay!—dijoeldoctordebuenhumor—.Esonoimporta.

—Peroamísí—dijoelVeteranodándoleconelabanicoenloslabios—;me importa mucho recordar estas cosas, que se me pueden discutir si meequivoco.Puesbien,entonceshabléaAnnieylecontéloquehabíasucedido:«Queridamía,havenidoeldoctorStrong,quehapedidotumano».¿Hiceyolamenor presión?No; le dije: «Mira, Annie; dime la verdad ahoramismo.¿Estálibretucorazón?».

«Mamá—mecontestóllorando—,soymuyjoven—loerarealmente—ycasinosésitengocorazón.»

«Entonces,queridamía—ledije—,puedesestarseguradequeestálibre.De todos modos, el doctor Strong está en una gran inquietud y se le debecontestar.Noselepuedeteneresperandoeneseestado.»

«Mamá—medijoAnnie,todavíallorando—,¿serádesgraciadosinmí?Sifueraaserlo,lerespetoyleestimotanto,quecreoqueloaceptaré.»Asífuedecidido;yentonces,peronadamásqueentonces,ledijeaAnnie:«EldoctorStrongnosolamenteserátumarido,sinoquerepresentarátambiénatupadre,la cabeza de nuestra familia; representará la sabiduría, el rango, y puededecirse también la fortuna de nuestra familia; en resumen, será nuestraprovidencia».Uséesapalabraenaquellaocasión,yhoylahevueltoarepetir.Sitengoalgúnmérito,eslaconstancia.

Su hija permanecía silenciosa e inmóvil durante aquel discurso, con losojosfijosenelsuelo;suprimo,depieasuladoymirandotambiénalsuelo.Porfindijodulcemente,convoztemblorosa:

—Mamá,esperoquehayasterminado.

—MiqueridaAnnie—repusoelVeterano—,noheterminadoaún.Comomepreguntas,tecontesto,ynoheterminado.Mequejodequerealmenteeresun poco descastada con tu familia, y como es inútil quejarme a ti, quieroquejarmeatumarido.Ahora,miqueridodoctor,mireasutontuelamujer.

Alvolvereldoctorsubondadosorostroconsonrisadesencillezydulzurahaciaella,inclinóaúnmáslacabeza.ObservéquemísterWickfieldlamirabafijamente.

—Cuando el otro día le dije a esta antipática —prosiguió su madremoviendolacabezaysuabanicocoquetonamentehaciaella—quehabíaunanecesidad en la familia que podría contarle a usted;mejor dicho, que debíacontársela,medijoquehablardeelloerapedirunfavor,yquecomoustederademasiadogenerosoparaella,pedireratener,yquenolodiríanunca.

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—Annie,queridamía—dijoeldoctor—,aquelloestuvomal,porque fuerobarmeunaalegría.

—Casiconlasmismaspalabrasqueyoselodije—exclamósumadre—.Desdeahoraenadelante,encuantosepaquehayalgoquenolovaadecirporesarazón,estoycasisegura,miqueridodoctor,dequeselodiréyomisma.

—Mealegraráquelohaga—repusoeldoctor.

—¿Deverdad?

—Ciertamente.

—Bien;entoncesloharé—dijoelVeterano—;tratohecho.

Supongo que por haber conseguido lo que quería golpeó varias veces lamanodeldoctorconsuabanico,quehabíabesadoantes,ysevolviótriunfanteasuprimerasiento.

Después llegó más gente. Entre otros, dos profesores con Adams, y lacharlasehizogeneraly,comoesnatural,versósobreJackMaldon,sobresuviaje,sobreelpaísdondeibaysusdiversosplanesyproyectos.PartíaaquellanochedespuésdelacenaensilladepostasparaGravesen,dondeelbarcoenqueibaahacerelviajeloesperaba,yamenosdequeledieranpermiso,oacausa de la salud, partía para no sé cuántos años. Recuerdo que fuegeneralmentereconocidoquelaIndiaeraunpaíscalumniado,alquenohabíanadaqueobjetarmásqueuntigreodosyunpocodecalorexcesivodurantegran parte del día. Pormi parte,miraba a JackMaldon como a un SimbadmodernoymelofigurabaamigoíntimodetodoslosrajásdelOriente,sentadofumandolargaspipasdeoro,quelomenostendríanunamilladelargassisehubieranpodidodesenvolver.

Yo sabía quemistress Strong cantabamuy bien, porque la había oído amenudocuando estaba sola; pero fueraporque le asustaba cantar delantedegente o porque aquella noche no tenía buena voz, el caso es que no pudocantar. Intentó un dúo con su primoMaldon, pero no pasó del principio, ydespués,cuandointentócantarsola,aunqueempezódulcemente,seapagósuvozdepronto,dejándolaconfusa,conlacabezainclinadaencimadelasteclas.

Elbuendoctordijoqueestabanerviosa,yparaanimarlapropusounjuegogeneraldecartas,deloqueentendíatantocomodetocareltrombón;peroviqueelVeteranoletomóbajosucustodiacomocompañeroyledabalecciones,diciéndolecomoprimerainiciaciónqueleentregaratodoeldineroquellevaseenelbolsillo.

Fueun juegodivertido, no siendo lamenordiversión las equivocacionesdeldoctor,queeraninnumerablesapesardelavigilanciadelasmariposasydesuindignación.MistressStronghabíarenunciadoajugar,bajoelpretexto

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de no encontrarsemuy bien, y su primoMaldon también se excusó porquetodavíateníaalgunospaquetesporhacer.Cuandovolviódehacerlos,sesentóacharlarconellaenelsofá.DevezencuandoAnnieibaamirarlascartasdeldoctor y le aconsejaba una jugada. Estaba muy pálida, estaba muy pálidacuandoseinclinabahaciaél,ymeparecióquesudedotemblabaalseñalarlascartas; pero el doctor era completamente feliz con aquella atención y no sedabacuenta.

La cena no fue tan alegre; todos parecían sentir que una separación deaquella índole era algo embarazoso, y cuantomás se acercaba elmomento,másaumentabalatensión.JackMaldonintentabaestarmuycharlatán,peronoera espontáneo y lo estropeaba todo. Y según me pareció también, loempeorabaelVeteranorecordandocontinuamenteepisodiosdelainfanciadeMaldon.

El doctor, convencido sin embargo (estoy seguro) de que había hechofelicesatodos,estabamuycontentoynoseleocurríasospecharquepudierahaberalguienquenoestuvieraalegre.

—Anniequerida—dijomirandosurelojyllenandosuvaso—,vaaserlahoradepartidadetuprimoJackynodebemosretenerle,puesnieltiemponilamareaesperan.JackMaldon,vaustedaemprenderunlargoviajeaunpaísextranjero;muchoshombreslohanhechoymuchosloharánhastaelfindelostiempos.Losvientosqueustedvaaafrontarhanconducidoacientosymilesdehombresalafortunayhanvueltoatraeramillaresymillaresfelizmenteasupatria.

—Esunacosarealmenteconmovedora—dijomistressMacklheam—,porcualquierladoquesemire,elveraunmuchachoagradable,aquienseconocedesdela infancia,partirparaelotroextremodelmundodejandotodoloqueconocedetrásdesíysinsaberloqueleespera.Unjovenquehaceunesfuerzosemejantemereceunaprotecciónconstante—dijomirandoaldoctor.

—Eltiempocorrerádeprisaparausted,JackMaldon—prosiguióeldoctor— y deprisa para todos nosotros. Algunos difícilmente podemos esperar,siguiendo el curso natural de las cosas, el poder felicitarle a su regreso; sinembargo, lomejor es tener esperanza, y ese esmi caso. No le cansaré conbuenos consejos. Ha tenido usted durante mucho tiempo un buen modelodelanteconsuprimaAnnie.Imítelatodolomásquepueda.

MistressMacklheamseabanicabamoviendolacabeza.

—Quesigaustedbien,Maldon—dijoeldoctorponiéndosedepie,conloquetodosnoslevantamos—.Ledeseounprósperoviaje,unacarrerabrillanteyunfelizregresoasupaís.

Todosbrindamosporélytodosleestrechamoslamano,despuésdelocual

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se despidió de las señoras y se precipitó a la puerta, donde fue recibido, alsubir al coche, por una tremenda descarga de vivas de los alumnos, que sehabíanreunidoallíconaquelobjeto.

Corríparareunirmeconellosylleguémuycercadelcocheenelmomentodearrancar,ymecausóuna impresiónmuyfuerte,enmediodel ruidoydelpolvo,veraJackMaldonconel rostroagitadoyalgocolorcerezaentresusmanos.

Después de vitorear también al doctor y a su señora, los chicos sedispersaron,yyovolvíaentrarenlacasa,dondeencontréatodosformandocorroalrededordeldoctor,discutiendosobrelamarchadeJackMaldon,sobresu valor, sus emociones y todo lo demás. En medio de todas aquellasobservaciones,mistressMacklehamgritó:

—¿DóndeestáAnnie?

Noestabaallí,ycuandolallamaronnocontestó.Entoncestodossalieronauntiempodelsalónparaverquépasaba,ynoslaencontramostendidaenelsuelo del vestíbulo. En el primermomento fuemuy grande la alarma; peroenseguidasedieroncuentadequesóloestabadesmayadaydequeempezabaya a volver en sí con losmedios que en esos casos se emplean. El doctor,levantándole lacabezayapoyándolaensus rodillas, separó losbuclesdesufrenteydijomirandoasualrededor:

—¡PobreAnnie!¡Estancariñosa,quelapartidadesuamigodelainfanciahasidolacausadeesto!¡Cómolosiento!¡Estoymuydisgustado!

CuandoAnnieabriólosojosyviodóndeestabayquetodoslarodeaban,selevantóeinclinólacabezaenelpechodeldoctor,nosésiparaapoyarseoparaocultarla,ytodosentramosdenuevoenelsalón,dejándolaconeldoctoryconsumadre.Pero,alparecer,elladijoqueseencontrabamejordeloquehabíaestadodurantetodoeldíayquisovolverentrenosotros.Latrajeronmuypálidaydébilylasentaronenelsofá.

—Annie, queridamía—dijo sumadre arreglándole el traje—;mira, hasperdidounodetuslazos.¿Quierealguiensertanamabledebuscarlo?Esunacintadecolorcereza.

Era laque llevabaenelpecho.Labuscaron,yyo también labusquéportodaspartes,estoyseguro;peronadieconsiguióencontrarla.

—¿Norecuerdassilateníashaceunmomento,Annie?—dijosumadre.

Me sorprendió cómo, estando tan pálida, pudo ponerse de pronto rojacomo la grana al contestar que sí la tenía hacía un momento; pero que nomerecíalapenabuscarla.

Seguimosbuscándolasinresultadoy,porúltimo, insistió tantoenqueno

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merecíalapena,quelaspesquisasseenfriaron.Cuandodijoqueseencontrabacompletamentebien,todosnoslevantamosydijimosadiós.

Volvíamos muy despacio míster Wickfield, Agnes y yo. Agnes y yoadmirábamoslaluzdelaluna;peromísterWickfieldnolevantabalosojosdelsuelo.Cuandoporfinllegamosdelantedenuestrapuerta,Agnessediocuentadequehabíaolvidadosubolsitadelabor.Encantadodepoderprestarlealgúnservicio,volvícorriendoabuscarla.

Entré en el comedor, que era donde se la había dejado; estaba oscuro ydesierto,perounapuertadecomunicaciónentreaquellahabitaciónyelestudiodeldoctor,dondehabía luz,estabaabierta,ymedirigíallíparadecir loquedeseabaypedirunavela.

Eldoctorestabasentadoensubutacaalladodelachimeneaysumujerenuntabureteasuspies.Eldoctor,conunasonrisacomplaciente,leíaenaltavozunmanuscritoexplicacióndesuteoríasobreaquelinterminablediccionario,yellalemiraba;peroconunaexpresiónquenolehabíavistonunca.Estabatanbella y tan pálida, tan fija en su abstracción, con una expresión tancompletamente salvaje y como sonámbula, en un sueño de horror de no séqué.Susojosestabancompletamenteabiertos,ysuscabelloscastañoscaíanendosespesosbuclessobresushombrosysublancotraje,desaliñadoporlafaltadelacinta.Recuerdoperfectamentesuaspecto,ytodavíahoynopuedodecirloqueexpresaba,ymelopreguntoalrecordarlo,trayéndolodenuevoantemiactualexperiencia.¿Arrepentimiento?,¿humillación?,¿vergüenza?,¿orgullo?,¿amor?,¿confianza?Vitodoaquelloy,dominándolotodo,viaquelhorrordenosabíaqué.

Mientradadiciendoloquedeseabalehizovolverensíytambiéncambióelcursodelasideasdeldoctor,puescuandovolvíaentraradevolverlaluz,que había cogido de la mesa, le acariciaba la cabeza con ternura paternal,diciéndolequeeraunegoísta,queabusabadesubondadleyéndoleaquelloyquedebíamarcharsealacama.

Peroella lepidiócon insistenciaque ladejaraestarconél,que ladejaraconvencersedequeposeíatodasuconfianza(casibalbucióestaspalabras),yvolviéndosehaciaél,despuésdemirarmeamícuandosalíadelahabitación,le vi cruzar lasmanos sobre las rodillas ymirarle con lamisma expresión,aunquealgomástranquila,mientrasélreanudabasulectura.

Aquellome impresionóhondamentey lo recordémucho tiempodespués,comotendréocasiónderelatarcuandoseaoportuno.

Capítulo17

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Alguienquereaparece

No he vuelto a mencionar a Peggotty desde mi huida; pero, como esnatural, le había escrito una carta en cuanto estuve establecido enDover, ydespués otra muy larga, conteniendo todos los detalles relatados aquí, encuantomitíametomóseriamentebajosuprotección.Alingresarenlaescueladel doctor Strong le escribí de nuevo detallándole mi felicidad y misproyectos, y no hubiera tenido ni la mitad de satisfacción gastándome eldinerodemísterDickdelaquetuveenviandoaPeggottysumediaguineadeoro.Hastaentoncesnolehabíacontadoelepisodiodelmuchachodelburro.

A mis cartas contestaba Peggotty con la prontitud aunque no con laconcisióndeuncomerciante.Todasucapacidaddeexpresión(quenoeramuygrandeporescrito)seagotóconlaredaccióndetodoloquesentíarespectoamihuida.Cuatropáginasde incoherentes frases llenasde interjecciones, sinmáspuntuaciónquelosborrones,eraninsuficientesparasuindignación.Peroaquellosborroneseranmásexpresivosamisojosquelamejorliteratura,puesdemostrabanquePeggottyhabíalloradoalescribirme.

¿Quémáspodíadesear?

Medicuentaalmomentodeque lapobremujernopodíasentirningunasimpatía pormissBetsey. Era demasiado pronto, después de tantos años depensardeotromodo.

«Nuncallegamosaconoceranadie—meescribía—,puespensarquemissBetsey pueda ser tan distinta de lo que siempre habíamos supuesto… ¡Quélección!»Eraevidentequetodavíaleasustabamitía,yaunquemeencargabaqueledieralasgracias,lohacíaconbastantetimidez;eraevidentequetemíaquevolvieraaescaparme,ajuzgarporlasrepetidasinstanciasdequenoteníamásquepedirleeldineronecesarioymetermeenladiligenciadeYarmouth.

Ensucartamedabaunanoticiaquemeimpresionómucho.LosmueblesdenuestraantiguacasahabíansidovendidosporloshermanosMurdstone,quesehabíanmarchado,ylacasaestabacerrada,hastaquesevendieraoalquilara.Diossabequeyonohabíatenidositioenellamientraselloshabíanhabitadoallí; pero me entristeció pensar que nuestra querida y vieja casa estabaabandonada, que las malas hierbas crecerían en ella y que las hojas secasinvadirían los senderos. Me imaginaba el viento del invierno silbandoalrededor, la lluvia fría cayendo sobre los cristalesde lasventanasy la lunallenando de fantasmas las paredes vacías y velando ella sola. Pensé en latumba debajo de los árboles yme pareció como si la casa también hubieramuertoytodolorelacionabaconmispadresdesaparecidos.

NohabíamásnoticiasenlacartadePeggottyapartedequeBarkiseraun

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excelentemarido,segúndecía,aunqueseguíaunpoquitoagarrado;perotodostenemos nuestros defectos, y ella también estaba llena de ellos (yo estoysegurodenohaberleconocidoninguno).Barkismesaludabaymedecíaquemi habitacioncita siempre estaba dispuesta. Míster Peggotty estaba bien, yHam también, ymistressGudmige seguía como siempre, y Emily no habíaquerido escribirme mandándome su cariño, pero decía que me lo enviaraPeggottydesuparte.

Todas estas noticias se las comunicabayo ami tía comobuen sobrinito,evitandosólonombraraEmily,puesinstintivamentecomprendíaqueamitíaleharíapocagracia.Alprincipiodemiingresoalaescuela,missBetseyfueen varias ocasiones a Canterbury a verme, siempre a las horas másintempestivas, con la idea, supongo, de sorprenderme en falta. Pero comosiempremeencontrabaestudiandoy conmuybuena fama, oyendo en todasparteshablardemisprogresos,pronto interrumpiósusvisitas.Yo laveíaunsábadocadatresocuatrosemanas,cuandoibaaDoverapasarundomingo,yamísterDickloveíacadaquincedías,losmiércoles.Llegabaenladiligenciaamediodíaparaquedarsehastalamañanasiguiente.

EnaquellasocasionesmísterDicknuncaviajabasinsunecesercompletodeescritorioconteniendobuenaprovisióndepapelysuMemoria,puesselehabíametidoenlacabezaqueapremiabaeltiempoyquerealmentehabíaqueterminarlacuantoantes.

MísterDick eramuy aficionado a las galletas, ymi tía, para hacerle losviajesaúnmásagradables,mehabíadadoinstruccionesparaabrirlecréditoenuna confitería; lo que se hizo estipulando que no se le serviría más de unchelín en el curso de un día. Esto y la referencia de que ella pagaba laspequeñascuentasdelhoteldondepasabalanochemehicieronsospecharquesóloledejabasonareldineroenelbolsillo;perogastarlo,nunca.Másadelantedescubríqueasíera,oporlomenosquehabíaunarregloentreélymitía,aquienteníaquedarcuentadetodoloquegastase,ycomoélnoteníaelmenorinterés en engañarla y siempre estaba deseando complacerla, era muymoderado en sus gastos. En este punto, como en tantos otros, míster Dickestaba convencido de quemi tía era lamás sabia y admirable de todas lasmujeres, yme lo repetía a todashoras en elmayor secretoy siempre enunmurmullo.

—Trotwood—medijomísterDick un día con cierto aire demisterio, ydespuésdehabermehechoaquellaconfidencia—.¿Quiénesesehombrequeseocultacercadenuestracasaparaasustarla?

—¿Paraasustaramitía?

MísterDickasintió.

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—Yo creí que nada podía asustarla —me dijo—, porque ella… (Aquímurmurósuavemente…),noselodigasanadie,peroeslamássabiaylamásadmirabledetodaslasmujeres.

Después de decir esto dio un paso atrás para ver el efecto que aquelladeclaraciónmeproducía.

—Laprimeravezquevino—continuómísterDick—estaba…Veamos…milseiscientoscuarentaynueveeslafechadelaejecucióndelreyCarlosI.Creoquemedijistemilseiscientoscuarentaynueve.

—Sí.

—No comprendo cómo puede ser—insistiómísterDickmuy confuso ymoviendolacabeza—.Nocreoquepuedasertanviejo.

—¿Fueenaquellafechacuandoaparecióelhombre?—pregunté.

—Porque realmente—continuómísterDick—noveocómopudo ser enaquelaño,Trotwood.¿Hasencontradoesafechaenlahistoria?

—Sí,señor.

—¿Ylahistorianomentiránunca?¿Túquécrees?—dijomísterDickconunrayodeesperanzaenlosojos.

—¡Oh,no,no!—repliquédelamaneramásrotunda.

Erajoveneingenuo,ylocreíaasí.

—Entoncesnopuedocreerlo—repitiómísterDick—.Enestohayalgunaconfusión;sinembargo,fuemuypocodespuésdelaequivocación(meteralgode la confusión de la cabeza del rey Carlos en la mía) cuando llegó porprimera vez aquel hombre. Estaba paseándome con tu tía después del té,precisamentecuandoanochecía,yélestabaallí,alladodelacasa.

—¿Sepaseaba?—pregunté.

—¿Quesi sepaseaba?—repitiómísterDick—.Déjameque recuerdeunpoquito.No,no;nopaseaba.

Paraterminarantes,lepregunté:

—Entonces¿quéhacía?

—Nada, porque no estaba allí —contestó míster Dick—. Hasta que seacercóaellapordetrásylemurmuróalgoaloído.Ellasevolvióysesintióindispuesta.Yotambiénmehabíavueltoparamirarle;peroélsemarchó.Perolo más extraño es que ha continuado oculto siempre, no sé si dentro de latierra.

—¿Estáocultodesdeentonces?—pregunté.

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—Esseguroqueloestaba—repusomísterDickmoviendogravementelacabeza—, pues no habíamos vuelto a verle nunca hasta ayer por la noche.Estábamospaseandocuandoseacercóotravezpordetrás.Yoloreconocí.

—¿Ymitíavolvióaasustarse?

—Se estremeció —continuó míster Dick imitando el movimiento yhaciendocastañetearsusdientesyseapoyóen la tapiay lloró—.Peromira,Trotwood—yseacercóparahablarmemásbajo—.¿Porquélediodineroalaluzdelaluna?

—Quizáeraunmendigo.

MísterDick sacudió la cabeza, rechazando la idea, y después de repetirmuchasvecesycongranconvicción:«No;noeraunmendigo»,medijoquedesdesuventanahabíavistoamitía,muytardeya,enlanoche,dandodineroalhombrequeestabaporfuerade laverjaa la luzde la luna.Yentonceselhombre había vuelto a esconderse debajo de la tierra. Después de darle eldinero,mitíavolvióapresuradayfurtivahacialacasa,yalamañanasiguientetodavía la notaba muy distinta de como estaba siempre, lo que confundíamuchoelespíritudemísterDick.

Nuncacreí,almenosalprincipio,queaqueldesconocido fueraotracosaque un fenómeno de la imaginación de míster Dick; una de aquellas cosascomo ladel reyCarlos,que tantaspreocupaciones lecausaba.Perodespués,reflexionando algo, empecé a temer si no habrían tratado, por medio deamenazas,dearrancaralpobremísterDickdelaproteccióndemitía,ysiella,fielalaamabilidadqueyoconocíaenella,sehabríavistoobligadaacomprarcondinerolapazyelreposodesuprotegido.Comoyamehabíaencariñadomucho con míster Dick y me interesaba por su felicidad, durante muchotiempo, cuando llegaba el miércoles, estaba preocupado pensando en si leveríaaparecerenlaimperialdeladiligenciacomodecostumbre;perosiemprellegaba,consuscabellosgrisesysucarasonrientey feliz.Nunca tuvonadamásquedecirmedeaquelhombrequeasustabaamitía.

AquellosmiércoleseranlosdíasmásfelicesenlavidademísterDick,ytampocoeranlosmenosfelicesdelamía.Prontosehizoamigodetodosloschicos de la escuela, y aunque nunca tomaba parte activa en los juegos, notratándosedelacometa,demostrabatantointeréscomonosotrosentodos.

¡Cuántas veces le he visto absorto en una partida de bolos o de peón,mirándonosconinterésprofundoyperdiendolarespiraciónenlosmomentoscríticos!¡Cuántasveceslehevistosubidoenunpicachoparaabarcartodoelcampodeacciónymoviendoelsombreroporencimadesuscabellosgrises,olvidado hasta de la cabeza del reyCarlos! ¡Cuántas horas de verano le hevistopasarpendientedelcriquet!

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¡Cuántos días de invierno le he visto, con la nariz azul por el frío y elviento,mirándonospatinaryaplaudiendoensuentusiasmoconsusguantesdelana!

Era el favorito de todos, y su ingenio para las cosas pequeñas eratrascendental. Sabía pelar naranjas de formas tan distintas, que nosotros noteníamos ni idea. No desechaba nada, convertía en peones de ajedrez loshuesos de chuleta, hacía carros romanos con cartas viejas, ruedas con uncarreteyjaulasdepájarocontrocitosdealambre;perolomásadmirableeranlascasasquehacíaconpajasoconhilos.

Estábamos seguros de que con sus manos sabría hacer todo lo quequisiéramos.

La famademísterDicknoquedó confinada a los pequeños.Al cabodepocosmiércoleseldoctorStrongenpersonamehizoalgunaspreguntassobreél, y yo le contesté todo lo que sabía por mi tía. Al doctor le interesómuchísimoymepidióqueenlapróximavisitase lopresentara.DespuésdecumplidaestaceremoniaeldoctorrogóamísterDickquesiemprequenomeencontraseenlasoficinasdeladiligenciafueraallídirectamenteaesperarlahora de salida, y pronto míster Dick hizo costumbre de ello, y si nosretrasábamos un poco, como sucedía a menudo, se paseaba por el patioesperándome. Allí hizo amistad con la linda mujercita del doctor (pálida ytristedesdehacíatiempo,seleveíamenosqueantesyhabíaperdidomuchadesualegría, peronopor eso estabamenosbonita), y fueporgrados tomandocadavezmásconfianza,hastaqueterminóentrandoaesperarmeenclase.

Se sentaba siempre en un rincón determinado y en un taburetedeterminado, que bautizamos con el nombre de «Dick». Allí permanecíatiempo y tiempo, con la cabeza inclinada, escuchándonos con profundaveneraciónporaquellaculturaqueélnuncahabíapodidoadquirir.

AquellaveneraciónlaextendíamísterDickaldoctor,dequienpensabaqueeraelmássutilfilósofodecualquierépoca.Pasómuchotiempoantesdequese decidiera a hablarle de otro modo que con la cabeza descubierta, y aundespués,cuandoeldoctorsehabíahechomuyamigosuyoypaseabanjuntospor el patio, por el lado que los chicos llamábamos el «paseo del doctor»,místerDicknopodíapormenosquequitarseelsombrerodevezencuando,para demostrar su respeto por tanta sabiduría. ¿Cómo empezó el doctor aleerle fragmentosde su famosodiccionariomientras sepaseaban?No lo sé;quizá al principio pensaba que era lo mismo que leerlo solo. Sin embargo,también se hizo costumbre, y míster Dick lo escuchaba con el rostroresplandecientedeorgulloydefelicidad,yenelfondodesucorazónestabaconvencidodequeeldiccionarioeraellibromásdeliciosodelmundo.

Cuandopiensoenaquellospaseospordelantedelasventanasdelaclase;

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eldoctorleyendoconsusonrisacomplacienteyacompañandoenocasionessulectura de un grave movimiento de cabeza, y míster Dick escuchandoembelesado,mientrassupobrecerebrovagaba,Diossabedónde,enalasdelaspalabrascomplicadas,piensoqueeraunadelascosasmástranquilasydulcesquehevistoenmivida,ycreoquesihubieranpodidopasearasísiempremáshubieravalido.Haymuchascosasquehanhechomuchoruidoenelmundosinvalernilamitadqueaquello,amisojos.

AgnesfueunadelaspersonasqueantessehizoamigademísterDick,ytambiéncuandoíbamosacasahizoamistadconUriahHeep.

LaamistadentremísterDickyyocrecíapormomentos,perodeunmodoextraño, puesmíster Dick, que era nominalmentemi tutor y venía a vermecomomiguardián,eraquienmeconsultabasiempreensuspequeñasdudasydificultades e invariablemente se guiaba por mis consejos, no solamentesintiendoungranrespetoporminaturalinteligencia,sinoconvencidodequehabíasacadomuchodemitía.

Unjuevesporlamañana,cuandovolvíadeacompañaramísterDickdesdeelhotelaladiligencia,antesdeentrarenclasemeencontréaUriahHeepenlacalle;hablamosymerecordómipromesadetomarunatardeeltéconellos,yañadióconmodestia:

—Aunquenoesperoquevayausted,místerCopperfield;¡somosunagentetanhumilde!

Yo,enrealidad, todavíanohabíavistoclarosimegustabaUriahosimerepugnaba;todavíaestabaenesasdudascuandomeloencontrécaraacaraenlacalle.Perosentícomounaafrentaelquemesupusieraorgulloso,yledijequeúnicamentehabíaesperadoaqueellosmeinvitaran.

—¡Oh!,siesasí,místerCopperfield—dijoUriah—;siverdaderamentenoesnuestrahumildadloqueledetiene,¿quiereustedvenirestatarde?Perosifuera nuestra modestia, no le importe decírmelo, míster Copperfield, puesestamostanconvencidosdenuestrasituación…

LerespondíquehablaríadeelloamísterWickfield,yquesiloaprobaba,comoestabaseguro, iríacongusto.Así,a lasseisdela tardeleanunciéquecuandoélquisiera.

—Mimadresesentirámuyorgullosa—dijo—;mejordicho,asísesentiríasinofuerapecado,místerCopperfield.

—Sin embargo, usted esta mañana ha supuesto que yo pecaba de esomismo.

—No,no,queridomísterCopperfield,créame,no.Talpensamientonuncase me ha pasado por la imaginación. Nunca me hubiera parecido usted

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orgullosoporencontrarnosdemasiadohumildes.¡Somostanpocacosa!

—¿Ha estudiado usted mucho Derecho últimamente? —pregunté porcambiarlaconversación.

—¡OhmísterCopperfield!Mislecturasmalpuedenllamarseestudios.PorlanochehepasadoavecesunahoraodosconellibrodeTidd.

—Presumoqueserámuydifícil.

—Avecessímeresultaalgoduro—contestóUriah—,peronosé loquepodráserparaunapersonaenotrascondiciones.

Después de tamborilear en su barbilla con dos dedos de su manoesquelética,añadió:

—Hayexpresiones,¿sabeusted,místerCopperfield?,palabrasytérminoslatinos en el libro de Tidd que confundenmucho a un lector de cultura tanmodestacomolamía.

—¿Le gustaría a usted aprender latín?—le dije vivamente—.Yo podríaenseñárseloamedidaqueyomismoloestudio.

—¡Oh!, graciasmíster Copperfield—respondió sacudiendo la cabeza—.Esustedmuybuenoalofrecerse,peroyosoydemasiadohumildeparaaceptar.

—¡Quétontería,Uriah!

—Perdóneme, míster Copperfield; se lo agradezco infinitamente y seríaparamí un placermuy grande, se lo aseguro; pero soy demasiado humildepara ello.Hayyabastantegentedeseandoagobiarmeconel reprochedemiinferiorsituación;noquieroherir sus ideasestudiando.La instrucciónnohasido hecha paramí. Enmi situación valemás no aspirar a tanto. Si quieroavanzarenlavidatengoquehacerlohumildemente,místerCopperfield.

Nohabíavistonuncasubocatanabiertanilasarrugasdesusmejillastanprofundascomoenelmomentoenqueexpusoaquelprincipiosacudiendolacabezayretorciéndoseconmodestia.

—Creo que está usted equivocado, Uriah; y estoy seguro de poderenseñarlealgunascosassiustedtuvieraganasdeaprenderlas.

—Nolodudo,místerCopperfield—respondió—,estoyseguro;perocomousted no está en una situación humilde quizá no sabe juzgar a los que loestamos.Yonoquieroinsultarconmiinstrucciónalosqueestánporencimademí;soydemasiadomodestoparaello…Perohemosllegadoamihumildemorada,místerCopperfield.

Entramosdirectamentedesdelacalleenunahabitaciónbaja,decoradaalaantigua, donde encontramos amistressHeep, el verdadero retrato deUriah,

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salvoquemásmenudo.Merecibióconlamayorhumildadymepidióperdónporbesarasuhijo.

—Pero,veusted—dijo—,porpobresqueseamos, tenemosunoporotrounafectoqueesmuynaturalynohacedañoanadie.

La habitación, medio gabinete, medio cocina, estaba muy decente. Loscacharrosparaeltéestabanpreparadosencimadelamesa,yelaguahervíaenlalumbre.Noséporquésesentíaqueallífaltabaalgo.Habíaunacómodaconunpupitreencima,dondeUriahleíaoescribíaporlasnoches.Tambiénestabasu carpeta azul, llena de papeles, y una serie de libros, a la cabeza de loscualesreconocíaTidd.

Enun rincónhabía una alacenadonde tenían todo lomás indispensable.Norecuerdoquelosobjetosenparticulardieranlasensacióndemiserianideeconomía;perolahabitaciónenteradabaaquellaimpresión.

QuizáformabapartedelahumildaddemistressHeepsulutocontinuado;apesardeltiempotranscurridodesdelamuertedesumarido,seguíaconsulutodeviuda.Puedequehubieraalgunaligeramodificaciónenlacofia,perotodolodemásseguíatanseverocomoelprimerdíadesuviudez.

—Hoy es un día memorable para nosotros, mi querido Uriah —dijomistress Heep haciendo el té—,por la visita de míster Copperfield. Habríadeseadoque tupadrecontinuaraenelmundoaunquesólohubiera sidopararecibirleestatardeconnosotros.

—Estabasegurodequediríaseso,madre.

Yo estaba algo confuso con aquellos cumplidos; pero en el fondo mehalagaba mucho que me tratasen como a un huésped de importancia, yencontrabaamistressHeepmuyamable.

—Mi Uriah esperaba ese favor desde hace mucho tiempo —continuómistressHeep—,pero temíaque lamodestiadesusituaciónfueraobstáculoparaello.Yotambiénlotemía,puessomos,hemossidoyseremossiempretanmodestos…

—Noveorazónparaello—repuse—,amenosquelesguste.

—Gracias—repusomistressHeep—,peroreconocemosnuestrasituaciónyse loagradecemosmás.MistressHeep fueacercándoseamípocoapoco,mientras Uriah se sentaba enfrente, y empezaron a ofrecerme con muchorespeto los mejores bocados, aunque, a decir verdad, no había nada muydelicado;perotomébiensusbuenasintencionesymesentíamuyconmovidoporsusamabilidades.Laconversaciónrecayóprimerosobrelostíos,yyoleshablé, como es natural, demi tía; después tocó el turno a los padres, y yo,naturalmente,hablédelosmíos;después,mistressHeepsepusoacontarcosas

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depadrastros,yyotambiénempecéadeciralgodelmío;peromeacordédequemi tíameaconsejaba siemprequeguardara silencio sobre aquelloymedetuve.Lomismoqueuntaponcillochiconohabríapodidoresistiraunpardesacacorchos, o un dientecito de leche no habría podido luchar contra dosdentistas,ounapelotaentredosraquetas,asíestabayo,incapazdeescaparalosasaltoscombinadosdeUriahydesumadre.Hacíandemíloquequerían;meobligabanadecircosasdelasquenoteníalamenorintencióndehablar,ymeruborizoalconfesarqueloconsiguieroncontantafacilidadporque,enmiingenuidad infantil, me sentía muy halagado con aquellas conversacionesconfidenciales y me consideraba como el patrón de mis dos huéspedesrespetuosos.

Sequeríanmuchoentresí,esoescierto,ycreoqueaquellotambiéninfluíasobremí.Pero¡habíaqueverlahabilidadconqueelhijoolamadrecogíanelhilo del asunto que el otro había insinuado! Cuando vieron que ya nadapodrían sacarme sobremímismo (pues respecto ami vida enMurdstone yGrimbyymiviajepermanecímudo),dirigieronlaconversaciónsobremísterWickfieldyAgnes.Uriah lanzaba lapelotaasumadre;sumadre lacogíayvolvíaa lanzárselaaUriah;él la reteníaunmomentoyvolvíaa lanzárselaamistressHeep.Aquelmanejoterminóporturbarmetantoqueyanosabíaquédecir. Además, también la pelota cambiaba de naturaleza. Tan pronto setratabademísterWickfieldcomodeAgnes.SealudíaalasvirtudesdemísterWickfield;después,amiadmiraciónporAgnes;sehablabaunmomentodelbufeteyde losnegocioso la fortunademísterWickfield,yun instantemástardede loquehacíamosdespuésde lacomida.LuegotratarondelvinoquemísterWickfieldbebía,delarazónquelehacíabeberydequeeraunalástimaquebebiesetanto.Enfin,tanprontodeunacosa,tanprontodeotra,odetodasa la vez, pareciendo que no hablaban de nada, sin hacer yo otra cosa queanimarlosavecesparaevitarquesesintieranaplastadosporsuhumildadyelhonordemivisita,mepercatédequeacadainstantedejabaescapardetallesquenoteníaningunanecesidaddeconfiarlesyveíaelefectoenlasfinasaletasdelanarizdeUriah,queselevantabancondelicia.

Empezaba a sentirme incómodo y a desear marcharme, cuando uncaballeroquepasabapordelantede lapuertade lacalle (queestabaabierta,pueshacíauncalorpesado impropiode laestación),volviósobresuspasos,miróyentrógritando:

—DavidCopperfield,¿esposible?

¡Era míster Micawber! Míster Micawber, con sus lentes de adorno, subastón, su imponente cuello blanco, su aire de elegancia y su tono decondescendencia:nolefaltabanada.

—MiqueridoCopperfield—dijomísterMicawber tendiéndome lamano

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—,heaquíunencuentroquepodríaservirdeejemploparallenarelespíritudeun sentimiento profundo por la inestabilidad e incertidumbre de las cosashumanas…;enunapalabra,esunencuentroextraordinario.Mepaseabaporlacalle,reflexionandoenlaposibilidaddequesurgieraalgo,puesesunpuntosobre el que tengo algunas esperanzas por el momento, y he aquí queprecisamente surge ante mí un amiguito que me es tan querido y cuyorecuerdoseunealdelaépocamásimportantedemivida;alaépocaquehadecididomiexistencia,puedodecirlo.Copperfield,queridomío,¿cómoestáusted?

Nosé,verdaderamentenolosé,siestabacontentodehabermeencontradoallí a míster Micawber; pero me alegraba verlo y le estreché la mano confuerza,preguntándolecómoestabasuseñoraylosniños.

—Muchasgracias—mecontestóconsupeculiarmovimientodemanoymetiéndose la barbilla en el cuello de la camisa—. Ella está ahorareponiéndose;losmellizosyanosealimentandelasfuentesdelanaturaleza;enresumen—dijomísterMicawberenunodesusarranquesdeconfianza—,los ha destetado, y ahora me acompaña en mis viajes. Estoy seguro,Copperfield,dequeestaráencantadadereanudarlaamistadconunmuchachoquehasidoentodossentidosdignoministrodelaltarsagradodelaamistad.Yotambiénledijequemegustaríamuchoverla.

—Esustedmuybueno—dijomísterMicawber.

Sonrió de nuevo, volvió a meter la barbilla en la corbata y miró a sualrededor.

—PuestoquenoheencontradoamiamigoCopperfielden lasoledad—dijosindirigirseanadieenparticular—,sinoocupadoenrestaurarsusfuerzasencompañíadeunaseñoraviudaydesujovenvástago;enunapalabra,desuhijo (esto fue dicho en un nuevo arranque de confianza), quisiera tener elhonordeserlespresentado.

No podía evadirme de presentarle aUriahHeep y a sumadre, y cumplíaqueldeber.Aconsecuenciadelahumildaddemisamigos,místerMicawberse vio obligado a sentarse e hizo con lamano unmovimiento de lamayorcortesía.

—TodoamigodemiamigoCopperfield—dijo—tienederechossobremí.

—No tenemos la audacia, caballero—dijomistressHeep—depretendertenerlaamistaddemísterCopperfield.únicamenteélhatenidolabondaddeveniratomareltéconnosotros,yleestamosmuyagradecidosdelhonordesuvisita,comotambiénausted,caballero,porsuamabilidad.

—Esusteddemasiadobuena,señora—dijomísterMicawbersaludándola

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—.¿Yquéhaceusted,Copperfield?¿Continúaenelalmacéndevinos?

TeníamuchasganasdellevarmedeallíamísterMicawber,ylerespondí,cogiendomisombreroyenrojeciendomucho(estoyseguro),queeradiscípulodeldoctorStrong.

—¡Discípulo! —dijo míster Micawber levantando las cejas—. Estoyencantado de lo que me dice. Aunque un espíritu como el de mi amigoCopperfield,consuconocimientodeloshombresydelascosas,nonecesitalainstrucciónqueotrocualquieranecesitaría—continuó,dirigiéndoseaUriahyasumadre—,esonoquitaqueprecisamentefueraimposibleencontrarterrenomáspropicioydeunafertilidadoculta;enunapalabra—añadiósonriendoenun nuevo acceso de confianza—, es una inteligencia capaz de adquirir unainstruccióncompletayclásicasinningunarestricción.

Uriah, frotándose lentamente sus largasmanos,hizounmovimientoparaexpresarquecompartíaaquellaopinión.

—¿Quiere usted que vayamos a ver amistressMicawber?—dije con laesperanzadellevármelo.

—Siesustedtanamable,Copperfield—replicólevantándose—.Notengoinconveniente en decir ante nuestros amigos aquí presentes que he luchadodesdehacemuchosañosconlasdificultadespecuniarias(estabasegurodequediríaalgodeaquello,puesnodejabanuncadevanagloriarsedeloquellamabasusdificultades);tanprontohetriunfadosobreellascomomehan…,enunapalabra,me han echado abajo.Ha habidomomentos en que he resistido defrente,yotrosenquehecedidoanteelnúmeroyenquelehedichoamistressMicawber en el lenguajedeCatón: «Platón, razonasmaravillosamente; todohaterminado,nolucharémás».Peroenningunaépocademivida—continuómísterMicawber—hedisfrutadoenmásaltogradodesatisfaccionesíntimascomo cuando he podido vertermis penas (si es que puedo llamar así a lasdificultadesprovenientesdeembargosypréstamos)enelpechodemiamigoCopperfield.

CuandomísterMicawberterminódehonrarmeconaqueldiscurso,añadió:

—Buenasnoches,mistressHeep;soysuservidor.

Ysalióconmigodelmodomáselegante,haciendosonarelempedradobajosustaconesytarareandounacanciónduranteelcamino.

La casa donde paraban los Micawber era pequeña, y la habitación queocupabantampocoeragrande.

Estaba separadade la sala comúnporun tabiqueyolíamuchoa tabaco.Tambiéncreoquedebíadeestarsituadaencimadelacocina,porqueatravésdelasrendijasdelsuelosubíaunhumograsientoymalolientequeimpregnaba

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lasparedes.Tampocodebíadeestarlejosdelbar,puesseoíanruidosdevasosyllegabaelolordelasbebidas.Allí,tendidaenunsofácolocadodebajodeungrabado que representaba un caballo de raza, estaba mistress Micawber, aquiensumaridodijoalentrar.

—Querida mía, permíteme que te presente a un discípulo del doctorStrong.

Observéque,aunquemísterMicawberseconfundíamuchorespectoamiedad y situación, siempre recordaba como una cosa agradable que eradiscípulodeldoctorStrong.

MistressMicawbersesorprendiómucho,peroestabaencantadadeverme.Yo también estaba muy contento, y después de un cambio de cumplidoscariñosos,mesentéenelsofáasulado.

—Querida mía —dijo Micawber—, si quieres contarle a Copperfieldnuestrasituaciónactual,quelegustaráconocer,yoiréentretantoaecharunaojeadaalperiódicoparaversisurgealgoenlosanuncios.

—LescreíaaustedesenPlimouth—dijecuandoMicawbersemarchó.

—MiqueridoCopperfield—replicóella—;enefecto,hemosestadoallí.

—¿Paratomarposesióndeundestino?

—Precisamente—dijo mistressMicawber— para tomar posesión de undestino;perolaverdadesqueenlaAduananoquierenunhombredetalento.La influencia local de mi familia no podía sernos de ninguna utilidad paraproporcionar un empleo en la provincia a un hombre de las facultades demísterMicawber. No quieren un hombre así, pues sólo habría servido parahacermás visible la deficiencia de los demás. Tampoco he de ocultarle,miquerido Copperfield —continuó mistress Micawber—, que la rama de mifamiliaestablecidaenPlimouth,alsaberqueyoacompañabaamimarido,conelpequeñoWilkisysuhermanayconlosdosmellizos,nolerecibieronconlacordialidad que era de esperar en los momentos trágicos por los queatravesábamos.Elcasoes—dijomistressMicawberbajandolavoz—,yestoentrenosotros,quelarecepciónquenoshicieronfueunpocofría.

—¡Diosmío!—dije.

—Sí—continuómistressMicawber—.Estristeconsideraralahumanidadbajo ese aspecto, Copperfield; pero la recepción que nos hicieron fuedecididamenteunpocofría.Nohayquedudarlo.ElhechoesquemifamiliadePlimouth se puso completamente en contra demísterMicawber antes deunasemana.

Yoledije(ylopienso)quedebíanavergonzarsedesuconducta.

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—He aquí lo que ha pasado —continuó mistress Micawber—. Ensemejantes circunstancias, ¿qué podía hacer un hombre del orgullo de mimarido?Nohabíaotro recursoquepediraaquellagenteeldineronecesarioparavolveraLondres;elcasoeravolver,fueracomofuera.

—¿Yentoncessevolvieronustedes?

—Sí; volvimos todos—respondiómistressMicawber—.Desde entonceshe consultado con otrosmiembros demi familia sobre el partido que debíatomar míster Micawber, pues sostengo que hay que tomar una resolución,Copperfield—insistiómistressMicawber,comosiyoledijeralocontrario—.Esevidentequeunafamiliacompuestadeseispersonas,sincontaralacriada,nopuedevivirdelaire.

—Ciertamente,señora—dije.

—Laopiniónde lasdiversaspersonasdemi familia—continuómistressMicawber—fuequemimaridodebía inmediatamentededicarsuatenciónalcarbón.

—¿Aqué,señora?

—Aloscarbones—repitiómistressMicawber—.Alcomerciodelcarbón.Micawber,despuésde tomar informesconcienzudos,pensóquequizáhabríaesperanzasdeéxito,paraunhombredecapacidad,enelnegociodecarbonesde Medway y decidió que lo primero que había que hacer era visitar elMedway.Y con ese objeto hemos venido. Digo hemos,míster Copperfield,porqueyonuncaabandonaréaMicawber—añadióconemoción.

Murmuréalgunaspalabrasdeadmiraciónyaprobación.

—Hemos venido —repitió mistress Micawber— y hemos visto elMedway. Mi opinión sobre la explotación del carbón por ese lado es quepuederequerirtalento,peroquesobretodorequierecapital.

Talento, míster Micawber tiene de sobra; pero capital, no. Según creo,hemosvisto lamayorpartedelMedway,yéstahasidomiopiniónpersonal.Después, como ya estábamos tan cerca de aquí, Micawber opinó que seríaestar locos marchamos sin ver la catedral; en primer lugar, porque no lahabíamos visto nunca, y merece la pena, y además, porque había muchasprobabilidades de que surgiera algo en una ciudad que tiene semejantecatedral.Yestamosaquíyahacetresdías,ytodavíanohasurgidonada.

Ustednoseextrañarádemasiado,miqueridoCopperfield,si ledigoque,porelmomento,esperamosdinerodeLondresparapagarnuestrosgastoseneste hotel.Hasta la llegada de esa suma—continuómistressMicawber conmucha emoción—, estoy privada de volver ami casa (me refiero a nuestroalojamientodePentonville)paraveramihijo,amihijayamisdosmellizos.

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Sentía la mayor simpatía por el matrimonio Micawber en aquellascircunstancias difíciles, y así se lo dije a él, que volvía en aquelmomento,añadiendo que sentíamucho no tener bastante dinero para prestarles lo quenecesitaban.LarespuestademísterMicawbermedemostrólainquietuddesuespíritu,puesdijoestrechándomelasmanos:

—Copperfield,esustedunverdaderoamigo;peroaunponiendolascosasenlopeor,ningúnhombrepuededecirsequeestásinunamigomientrastengaunanavajadeafeitar.

Al oír aquella idea terrible, mistress Micawber se abrazó a su maridopidiéndoleque se tranquilizara.Él lloró; perono tardómuchoen reponerse,puesuninstantedespuésllamabaparaencargaralmozounplatoderiñonesypuddingparaeldesayunodelsiguientedía.

Cuandomedespedídeellosme instaron losdos tanvivamenteparaquefueraa comerconellos antesde supartida,queme fue imposiblenegarme.Perocomonosabíasipodríairaldíasiguiente,puesteníamuchotrabajoqueprepararporlanoche,quedamosenquemísterMicawberpasaríaporlatardeporelcolegio(estabaconvencidodequelosfondosqueesperabadeLondreslellegaríanaqueldía)paraenterarsedesipodíairono.Asíesqueelviernespor la tardevinieronabuscarmecuandoestabaenclase,yencontréamísterMicawber en el salón, y quedamos en que me esperasen a comer al díasiguiente.Cuandolepreguntésihabíarecibidoeldinero,meestrechólamanoydesapareció.

Aquella misma noche, estando asomado a mi ventana, me sorprendió ypreocupó bastante el verle pasar del brazo de Uriah Heep, que parecíaagradecer con profunda humildad el honor que le hacían, mientras místerMicawbersedeleitabaextendiendosobreélunamanoprotectora.Perotodavíaquedémássorprendidocuandoalllegaralhotelalotrodíaalahoraindicadame enteré de que míster Micawber había estado en casa de Uriah Heeptomandoponcheconélyconsumadre.

—Ylediréunacosa,miqueridoCopperfield—medijomísterMicawber—;suamigoHeepseráunbuenabogado.Silehubieraconocidoenlaépocaenquemisdificultadesterminaronenaquellacrisis,todoloquepuedodeciresque estoy convencido de que mis negocios con los acreedores habríanterminadomuchomejordeloqueterminaron.

Nocomprendía cómohabríanpodido terminardeotromodo,puestoquemísterMicawbernohabíapagadonada;peronoquisepreguntarlo.Tampocome atreví a decir que esperaba que no se hubiera sentido demasiadocomunicativo con Uriah, ni a preguntarle si habían hablado mucho de mí.Temíaherirle;mejordicho,temíaherirasuseñora,queeramuysusceptible.Peroaquellaideamepreocupómucho,yhastadespuéshepensadoenella.

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Lacomidafuesoberbia.Unplatodepescado,carneasada,salchichas,unaperdizyunpudding.Vino,cerveza,yalfinalmistressMicawbernoshizoconsuspropiasmanosunponchecaliente.

MísterMicawber estabamuy alegre.Muy rara vez le había visto de tanbuen humor. Bebía tanto ponche, que su rostro relucía como si le hubieranbarnizado.Contonoalegrementesentimentalpropusobebera laprosperidadde la ciudaddeCanterbury, declarandoquehabía sidomuydichoso en ella,igualquesuseñora,yquenoolvidaríanuncalashorasagradablesquehabíapasadoaquí.Despuésbrindóamisalud;yluegolostresestuvimosrecordandonuestraantiguaamistady,entreotrascosas,laventadetodocuantoposeían.

Más tardeyopropusebeber a la saluddemistressMicawber, ydije contimidez:«Siustedmelopermite,mistressMicawber,megustaríabeberasusalud ahora», con lo que sumarido se lanzó en un elogio pomposo de ella,declarando que había sido para él un guía, un filósofo y un amigo, yaconsejándomequecuandoestuvieraenedaddecasarmebuscaseunamujercomoaquella,siesqueeraposibleencontrarla.

Amedidaqueelponchedisminuía,místerMicawberseibaponiendomásalegre. También mistressMicawber cedió a su influencia, y nos pusimos acantar Auld Lang Syne. Cuando llegamos a «Aquí está mi mano, hermanoverdadero»,lostresnosagarramoslasmanosalrededordelamesa,ycuandollegamos a lo de «tomar un recto guía», aunque no teníamos idea de a quépodíareferirse,estábamosrealmenteconmovidos.

En una palabra, nunca he visto a nadie tan alegremente jovial como amísterMicawberhastaelúltimomomentoaquellanochecuandomedespedícariñosamentedeélydesuamableesposa.Porlotanto,noestabapreparado,alassietedelamañanasiguiente,pararecibirlasiguientecarta,fechadaalasnuevedelanoche,uncuartodehoradespuésdehaberlosdejadoyo:

Miqueridoyjovenamigo:

La suerte está echada; todo ha terminado. Ocultando las huellas de laspreocupacionesbajounamáscaradealegría,noleheinformadoaustedestanoche de que ya no tenemos esperanzas de recibir el dinero. En estascircunstancias,humillantesdesufrir,humillantesdecontemplaryhumillantesderelatar,hesaldadolasdeudascontraídasenesteestablecimientofirmandouna letra pagadera a quince días fecha en mi residencia de Pentonville, enLondres,ycuandollegueelmomentonosepodrápagar.Resultado,laruina.Lapólvoraestallayelárbolcae.

Dejealdesgraciadoquesedirigeausted,miqueridoCopperfield,serunejemploparatodasuvida.Conestaintenciónleescriboyconestaesperanza.Sipiensoquealmenospuedoserieútildeestemodo,serácomounaluzenla

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sombríaexistenciaquemequeda,aunque,adecirverdad,enestosmomentosla longevidad es extraordinariamente problemática. Estas son las últimasnoticias,miqueridoCopperfield,querecibirádelmiserableproscrito.

WILKINSMICAWBER

Meimpresionótantoelcontenidodeaquellacartadesgarradora,quecorríalmomento hacia el hotel, con intención de entrar, antes de ir al colegio, ytratardecalmaryconsolaramísterMicawber.PeroalamitaddelcaminomeencontréladiligenciadeLondres.ElmatrimonioMicawberibasentadoenlaimperial.Elparecíacompletamentetranquiloydichosoysonreíaescuchandoa su mujer, mientras comía nueces que sacaba de una bolsita de papel.Tambiénseveíaasomarunabotellaporunodelosbolsillos.

Nomeveían,y juzguéque,pensándolobien,eramuchomejornollamarsuatención.Conelespíritulibredeungranpeso,memetíporunacallejuelaquellevabadirectamentealcolegio,yenelfondomesentíbastantesatisfechodesumarcha,loquenomeimpedíaquererloscomosiempre.

Capítulo18

Miradaretrospectiva

¡Misdíasdecolegial!¡Elsilenciosodeslizarsedemiexistencia!¡Elocultoeinsensibleprogresodemivida;delaniñezalajuventud!

Dejadmequepiense,mirandohaciaatrás,enelaguaquecorredeaquelríoque ahora es sólo un cauce seco y con hojas.Quizá a lo largo de su cursopodréencontraraúnhuellasquemerecuerdensucorrerdeantaño.

Y durante un momento volveré a ocupar mi sitio en la catedral, dondeíbamostodoslosdomingosporlamañana,despuésdereunirnoscontalfinenclase.Eloloratierrahúmeda,elairefrío,elsentimientodequelapuertadelaiglesiaestácerradaalmundo,elsonidodelórganobajolosarcosblancosdelanave central, son las alas que me sostienen planeando sobre aquellos díaslejanos,comosisoñaramediodespierto.

Yano soy el últimode la clase.Enpocosmeses he saltado sobrevariascabezas. Pero Adams, el primero, me parece todavía una criaturaextraordinariaylejana,colocadaenalturasinaccesibles.Agnesdicequeno,yyo digo que sí, insistiendo, porque ella no sabe el talento, la sabiduría queposeeAdams,queesquienocupaeselugar,alqueAgnesaspiravermellegaralgún día. Adams no es mi amigo, ni mi protector, como Steerforth, perosientoporélveneraciónyrespeto;sobretodomeinteresapensarloquehará

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cuando salga del colegio, y pienso si habrá en el mundo alguien bastantepresuntuosoqueseatrevaacompetirconél.

Pero…¿aquiénrecuerdoahora?AmissShepherd,aquienamo.

MissShepherdesalumnademissNitingal,yyoadoroamissShepherd.Esunaniñadecaritaredondaybuclesrubios.

LasalumnasdemissNitingalvantambiénalacatedrallosdomingos,yyonopuedomirarami libro,puesapesarmío tengoqueestarmirandoamissShepherd.Cuandoelcorocanta,mepareceoíramissShepherd.IntroduzcoensecretoelnombredemissShepherden losoficios, lopongoenmediode lafamilia real.Yencasa, soloenmihabitación,estoyapuntodegritar:«¡OhmissShepherd,missShepherd!»,enunarrebatodeentusiasmo.

Durante cierto tiempo estoy en la mayor incertidumbre, sin saber lossentimientosdeella;peroporfinlasuertemeespropiciaynosencontramosencasadelprofesordebaile.MissShepherdbailaconmigo.

Tocosuguante,ysientounestremecimientoquemesubedesdeelpuñoala punta de los pelos. No digo nada tierno a miss Shepherd, pero noscomprendemos.MissShepherdyyovivimosenlaesperanzadeestarundíaunidos.

¿Por qué doy a hurtadillas a miss Shepherd doce nueces de Brasil? Noexpresancariño;sondifícilesdeenvolver,formandounpaquetepocoregular;son muy duras y cuesta trabajo cascarlas aun en la rendija de una puerta;además la almendra es aceitosa. Sin embargo, me parece un regaloconveniente para ofrecer a miss Shepherd. También le llevo bizcochoscalientes y naranjas, muchísimas naranjas. Un día doy un beso a missShepherd en el guardarropa. ¡Qué éxtasis! Y cuál es mi indignación al díasiguiente cuando oigo rumores de que miss Nitingal ha castigado a missShepherdportorcerlospieshaciaadentro.

MissShepherdeslapreocupaciónyelsueñodemivida.¿Cómoesposiblequehayarotoconella?

Nolosé.Sinembargo,esunhecho.OigocontarbajitoquemissShepherdsehaatrevidoadecirquelefastidiaquelamiretanto,yquehaconfesadoquelegustamásJones.¡Jones!¡Unmuchachoquenovalelapena!Elabismoseabre entre nosotros. Por último, otro día queme encuentro,mientras paseo,conlasalumnasdemissNitingal,missShepherdhaceungestoalpasaryseríeconsucompañera.Todoha terminado.Lapasióndemivida(comoamíme parece que ha durado una vida es como si así fuera) ha pasado; misShepherddesaparecedelosoficios,lafamiliarealnovuelveasaberdeella.

Obtengounpuestomásadelantadoenclaseynadieturbamireposo.Yano

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soy amable con las alumnas demissNitingal, nime gusta ninguna, aunquefueran dos vecesmás numerosas y veinte vecesmás guapas. Considero laslecciones de baile como unamolestia yme pregunto por qué esas niñas nobailarán solasdejándonosenpaz.Mehago fuerte enversos latinosyolvidoabrocharmelasbotas.EldoctorStronghablademípúblicamentecomodeunmuchachodemuchoporvenir.MísterDickestá locodealegría,ymi tíameenvíaunaguineaenelprimercorreo.

LasombradeunchicodeunacarniceríaapareceantemícomolacabezaarmadaenMacheth.¿Quiénesesemuchacho?EselterrordelajuventuddeCanterbury. Corren rumores de que la médula de buey con que unge suscabellosledaunafuerzasobrenatural,yquepodríalucharcontraunhombre.Esunchicodecaraancha,concuellodetoro,lasmejillasrojas,malespírituypeor lengua. Y el principal empleo que hace de ella es hablar mal de losalumnosdeldoctorStrong.Dijopúblicamentequeconunasolamanoylaotraatadaalaespaldaeracapazdedarunapalizaacualquieraynombróavarios(a mí entre otros). Esperaba en la calle a los más pequeños de nuestroscompañerosy losmachacaba apuñetazos.Undíamedesafió envoz alta alpasarporsulado,aconsecuenciadelocualdecidíquenospegásemos.

En una noche de verano, en una verde hondonada, en el rincón de unatapia,nosencontramos.Meacompañanunoscuantoscompañeroselegidos;miadversario ha llegado con otros dos carniceros, un mozo de café y undeshollinador.Terminadoslospreliminares,elcarniceroyyonosencontramosfrenteafrente.Enuninstantemehaceverlasestrellasasestándomeungolpeenunaceja.Unminutodespuésyanosédóndeestálatapianidóndeestoyyo,niveoanadie.Pierdolanocióndequiéneselcarniceroyquiénsoyyo.Meparecequenosconfundimosunoconotro,luchandocuerpoacuerposobrelahierbaaplastadabajonuestrospies.Avecesveoamienemigoensangrentado,perotranquilo;avecesnoveonadaymeapoyosinalientocontralarodilladeunodemiscompañeros.Otrasvecesmelanzoconfuriacontraelcarniceroymearaño lospuñosconsu rostro, loquenoparece turbarle lomásmínimo.Porfin,medespiertoconlacabezamal,comosisalieradeunprofundosueño,y veo al carnicero que se aleja arreglándose la blusa y recibiendo lasfelicitacionesdesusdoscompañerosydeldeshollinadorydelmozodecafé,deloquededuzco,muyjustamente,quelavictoriaessuya.

Mellevanacasaenunestadodeplorable,meaplicancarnecrudaencimadelosojos,mefrotanconvinagreybrandy.Milabiosuperiorsehinchapocoa poco de unamanera desenfrenada.Durante tres o cuatro días no salgo decasa; no estoy nada guapo con la pantalla verde encima de los ojos, y meaburriríamuchosiAgnesno fueraparamíunahermana.Simpatizaconmisinfortunios, leeparamíenvozalta,ygraciasaellael tiempopasa rápidaydulcemente.Agnesesmiconfidenteylecuentocontododetallemiaventura

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con el carnicero y todas las ofensas queme había hecho; ella opina que nopodía pormenos que pegarme, aunque tiembla y se estremece al pensar enaquelterriblecombate.

Eltiempopasasinqueyomedécuenta,puesAdamsnoestáyaalacabezade la clase.Hace yamucho tiempo que salió del colegio, tanto que cuandovuelve a hacer una visita al doctor Strong soy yo el único que queda de suépoca.VaaentrarenlaAudiencia,ypiensahacerseabogadoyllevarpeluca.Me sorprende que sea tan modesto; además, su aspecto es mucho menosimponentedeloqueyocreíaytodavíanoharevolucionadoelmundo,comoyomeesperaba,puesmeparecequelascosassiguenlomismoqueantesdequeAdamsentraraenunavidaactiva.

Aquíhayunalagunaenlaquelosgrandesguerrerosdelahistoriaydelapoesía desfilan antemí en ejércitos innumerables. Parece que no se acabannunca. ¿Qué viene después? Estoy a la cabeza de la clase ymiro desdemialtura la larga fila de mis camaradas, observando con un interés lleno decondescendenciaalosquemerecuerdanloqueyoeraasuedad.Además,meparecequeyano tengonadaqueverconaquelniño; lorecuerdocomoalgoquesehadejadoenelcaminodelavida,algoalladodeloquesehapasado,yavecespiensoenélcomosifueraunextraño.

¿YlaniñademillegadaacasademísterWickfield,dóndeestá?Tambiénhadesaparecido,y en su lugarunacriaturaquees exactamenteel retratodeabajo y que no es ya una niña dirige la casa; Agnes, mi querida hermana,comoyolallamo,miguía,miamiga,elángelbuenodetodoslosquevivenbajosuinfluenciadepazydevirtudydemodestia;Agnesesahoraunamujer.

¿Quénuevocambiosehaoperadoenmí?Hecrecido,mis rasgossehanacentuado y he adquirido alguna instrucción durante los años transcurridos.Llevo un reloj de oro con cadena, una sortija en el dedo meñique y unachaqueta larga. Abuso del cosmético, lo que, unido con la sortija, es malaseñal. ¿Estaré enamorado de nuevo? Sí; adoro a la mayor de las hermanasLarkins.

Lamayor de las hermanasLarkins no es ninguna niña. Es alta,morena,conlosojosnegros,yunahermosafigurademujer.MissLarkins, lamayor,noesningunachiquilla,puessuhermanapequeñanoloes,ylamayordebedetenertresocuatroañosmás.QuizámissLarkinstengaunostreintaaños.Ymipasiónporellaesdesenfrenada.

MissLarkins,lamayor,conoceamuchosoficiales,yesunacosaquememolestamuchoelverlahablarconellosenlacalle,yverlosaelloscruzardeaceraparasalirlealencuentrocuandovendesdelejossusobrero(legustanlossombrerosdecoloresmuyvivos)alladodelsombrerodesuhermana.Ellaseríe,hablayparecedivertirsemucho.Yopasotodosmisratosdeociopaseando

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conlaesperanzadeencontrarla,ysiconsigoverla(tengoderechoasaludarla,puesconozcoasupadre),¡quéfelicidad!

Verdaderamente merezco al menos un saludo de vez en cuando. Lastorturas que soporto por la noche, en el baile, pensando que miss Larkinsbailará con los oficiales, necesitan compensación, y cuento con ella si hayjusticiaenelmundo.

El amor me quita el apetito y me obliga a llevar constantemente unacorbata nueva; no estoy tranquilo más que cuando me pongo mis mejorestrajesylimpiomiszapatosunayotravez.AsímeparecequesoymásdignodelamayordelasLarkins.Todoloqueleperteneceoserelacionaconellaseme hace precioso. Míster Larkins, un caballero viejo, brusco, con papadadoble y uno de los ojos inmóviles en la cara, me parece el hombre másinteresante.Cuandonopuedoencontrarasuhijavoyalossitiosdondetengoesperanzas de encontrarme con él. Le digo: «¿Cómo está usted, místerLarkins? ¿Y las señoras, siguen bien?». Y mis palabras me parecen tanreveladoras, que me sonrojo. Pienso continuamente en mi edad; tengodiecisieteaños;peroaunqueseanmuypocosparamissLarkins,lamayor,¡quémeimporta!

Notardaréentenerveintiuno.AlatardecermepaseoporlosalrededoresdecasaconmísterLarkins,aunquemedestrozaelcorazónveralosoficialesqueentranenellayoírlesenelsalóndondemissLarkinsestátocandoelarpa.Envariasocasionesmehepaseadoporallítristemente,cuandoyatodosestabanacostados y tratando de adivinar cuál será la habitación de lamayor de lasLarkins (yconfundiéndolade fijo con lade supadre).Avecesdesearíaquehubiera fuego en la casa para atravesarla entre la gente inmóvil de terror yapoyandounaescalaensuventanasalvarlaenmisbrazos.

Después me gustaría volver a buscar algo que ella hubiera olvidado ymorirentrelasllamas.Porlogeneraleramuydesinteresadoenmiamorymeconformaba con expirar ante miss Larkins haciendo un gesto noble. Por logeneral eraasí;perono siempre.Aveces teníapensamientosmásalegres,ymientrasmevisto(ocupacióndedoshoras)paraungranbailequevanadarlos Larkins y por el que suspiro hace semanas, dejo ami espíritu libre, ensueñosagradables,ymefiguroquetengoelvalordehacerunadeclaraciónamiss Larkins y me la represento reclinando su cabeza en mi hombro ydiciendo: «¡OhmísterCopperfield! ¿Puedo dar crédito amis oídos?»; ymefiguro a míster Larkins esperándome a la mañana siguiente y diciéndome:«QueridoCopperfield,mihijamelohacontadotodo,ysuexcesivajuventudno es un inconveniente. ¡Aquí tenéis veinte mil libras y sed felices!». MeimaginoamitíacediendoybendiciéndonosyamísterDickyaldoctorStrongpresenciando la ceremonia de nuestro matrimonio. Creo que no me faltasentido común ni modestia; lo creo pensando en mi pasado; sin embargo,

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hacíaaquellosplanes.

Entro en la casa encantada, donde hay luces, charlas, músicas, flores yoficiales (los veo con pena), y lamayor de lasLarkins, radiante de belleza.Estávestidadeazulyconfloresazulesensuscabellos(nomeolvides),comosiellanecesitara«nomeolvides».Eslaprimerafiestadeimportanciaaquehesidoinvitadoyestoymuycohibido,porquenadieseocupademíniparecequetengan nada que decirme, exceptomísterLarkins, queme pregunta pormiscompañerosdecolegio.Podríahaberevitadoelhacerlo,puesnohe idoasucasaparaquesemeignore.

Después de permanecer en la puerta durante cierto tiempo y recrearmisojos con ladiosademi corazón, ella se acerca amí, ¡ella!, lamayorde lasLarkinsymepreguntaconamabilidadsinobailo.

—Conustedsí,missLarkins.

—¿Connadiemás?—mepreguntaella.

—Notengogustoenbailarconnadiemás.

MissLarkinsríeruborizada(porlomenosamímeloparece)ydice:

—Estebailenopuedo;elpróximolobailarécongusto.

Llegaelmomento.

—Creoqueesunvals—dicemissLarkinstitubeandounpococuandomeacercoaella—.¿Sabeustedbailarelvals?Porquesino,elcapitánBailey…

Peroyobailoelvals(yhastameparecequemuybien)ymellevoamissLarkins,quitándoselaalcapitánBaileyyhaciéndoledesgraciado,nomecabeduda;peronomeimporta.¡Hesufridotanto!EstoybailandoconlamayordelasLarkins…Nosédónde,entrequién,nicuántotiempo;sóloséquevueloenel espacio, con un ángel azul, en estado de delirio, hasta queme encuentrosoloconellasentadoenunsofá.Ellaadmiralaflor(cameliarosadelJapón;precio,mediacorona)quellevoenelojal.Selaentregodiciendo:

—Pidoporellaunprecioinestimable,missLarkins.

—¿Deverdad?¿Quépideusted?—mecontestamissLarkins.

—Unadesusflores,queseráparamímayortesoroqueelorodeunavaro.

—Esustedmuyatrevido—dijomissLarkins—,tome.

Meladioconagrado.Yolaacerquéamislabios,ydespuésmelaguardéenelpecho.MissLarkins,riendo,seagarródemibrazoymedijo:

—AhoravuelvaustedallevarmealladodelcapitánBailey.

Estoyperdidoenelrecuerdodeladeliciosaentrevistaydelvals,cuandola

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veodirigirsehaciamí,delbrazodeuncaballerodeciertaedadquehaestadojugandotodalanochealwhist.Medice:

—¡Oh!Aquí estámi atrevidoamiguito.MísterChestlerdeseaconocerle,místerCopperfield.

Notoenseguidaquedebedeserunamigodemuchaconfianzaymesientohalagado.

—Admiro su buen gusto—dicemísterChestier—, le honra.No sé si leinteresaráaustedelcultivodetierras;peroposeounafincamuygrande,ysialgunavezleapeteceacercarseporallí,porAshford,avisitarnos,tendremosmuchogustoenhospedarleencasatodoeltiempoquequiera.

Doy amíster Chestier las graciasmás efusivas y le estrecho lasmanos.Creoestarenunsueñodefelicidad,bailootrovalsconlamayordelasLarkins—¡dice que bailo tan bien!— y vuelvo a casa en un estado de beatitudindescriptible. Toda la noche estoy bailando el vals en mi imaginación,enlazandoconmibrazoeltapeazuldemidivinidad.Durantevariosdíassigoperdidoenestáticasreflexiones;peronolaveoenlacalleniensucasa.Meconsueladeelloelrecuerdosagradodelaflormarchita.

—Trotwood—me dice Agnes un día después de cenar—, ¿a que no lofigurasquiénsecasamañana?Alguienaquienadmiras.

—¿Supongoquenoserástú,Agnes?

—Yono—contesta levantandosurostrorisueñode lamúsicaqueestabacopiando—.¿Lohasoído,papá?EsmissLarkins,lamayor.

—¿Con…conelcapitánBailey?—tengoapenaslafuerzadepreguntar.

—No,conningúncapitán;conmísterChestler,queesunagricultor.

Duranteunaodossemanasestoyabatido.Mequitolasortija,mepongolaspeores ropas, dejo de usar cosmético y lloro con frecuencia sobre la flormarchitaque fuedemissLarkins.Alcabodeaquel tiempoobservoquemecansaesegénerodevida,yhabiendorecibidootraprovocacióndelcarnicero,tirolaflor,lecito,nospegamosylevenzocongloria.Estoylareaparicióndemi sortija y el uso moderado del cosmético son las últimas huellas queencuentrodemillegadaalosdieciochoaños.

Capítulo19

Miroamialrededoryhagoundescubrimiento

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No sé si estaba alegre o triste cuandomis días de colegio terminaron yllegó elmomento de abandonar la casa del doctor Strong. ¡Había sidomuyfelizallí!Teníaverdaderocariñoaldoctory,además,enaquelpequeñomundosemeconsiderabacomounaeminencia.Estasrazonesmehacíanestartriste;perootrasbastantesmásinsustancialesmealegraban.Vagasesperanzasdeserun hombre independiente; de la importancia que se da a un hombreindependiente;de lascosasmaravillosasquepodíanserejecutadasporaquelmagnífico animal, y de losmágicos efectos queyonopodría pormenosdecausar en sociedad; todo estome seducía. Estas fantásticas consideracionesteníantantafuerzaenmicerebrodechiquilloquemeparece,segúnmiactualmododepensar,quedejéelcolegiosinlapenadebida,yaquellaseparaciónnocausóenmílaimpresiónquesícausaronotras.Tratoenvanoderecordarloquesentíentoncesycuálesfueronlascircunstanciasdemipartida;peronohadejadohuella enmis recuerdos.Supongoqueelporvenir abierto antemíme ofuscaba. Sé que mi experiencia juvenil contaba entonces muy poco onada,yquelavidameparecíaunlargocuentodehadasqueibaaempezaraleer,ynadamás.

Mi tía y yo sosteníamos frecuentes deliberaciones sobre la carrera quedebía seguir.Durante un año omás traté en vano de encontrar contestaciónsatisfactoriaasuinsistentepregunta:

—¿Quétegustaríaser?

Pormásquepensaba,nodescubríaningunaaficiónespecialpornada.Simehubiera sidoposible tenerpor inspiraciónconocimientosdenáuticacreoquemehabríagustadotomarelmandodeunavalienteexpediciónqueenunbuenvelerodieralavueltaalmundoenunviajetriunfantedeexploración;asímehabríasentidosatisfecho.Pero,faltodeaquellainspiraciónmilagrosa,misdeseosselimitabanadedicarmeaalgoquenoleresultaramuycostosoamitíayacumplirmideberenloquefuera.

MísterDick asistía con toda regularidadanuestros conciliábulos, con suexpresiónmásgravey reflexiva.Sóloenunaocasiónse leocurrióproponerunacosa (nosécómose leocurrióaquello);elcasoesquepropusoquemededicaseacalderero.MitíarecibiótanmallaproposiciónquealpobremísterDick se le quitaron las ganas de volver a meterse en la conversación. Selimitabaamiraratentamenteamitía,interesándoseporloqueellaproponíayhaciendosonarsudineroenelbolsillo.

—Trot, voy a decirte una cosa, querido —me dijo una mañana missBetsey. Era por Navidad, y después de salir yo del colegio—. Puesto quetodavía no hemos decidido la cuestión principal y teniendo en cuenta quedebemos hacer lo posible para no equivocamos, creo que lo mejor seríapensarlomásdetenidamente.Así, túpodrías considerarlodesdeunpuntode

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vistanuevo,ynocomouncolegial.

—Loharétía.

—Semehaocurrido—prosiguiómissBetsey—queunligerocambio,unamirada a la vida, podía ayudarte a fijar tus ideas y a formar un juiciomássereno.Supongamosquehicierasunpequeñoviaje;porejemplo,quefuerasatuantiguaaldeayvisitarasaaquella…aaquellamujerextrañaque teníaunnombretansalvaje—dijomitíafrotándoselanariz,puesnohabíaperdonadotodavíaaPeggottyquesellamaraasí.

—Detodoloquehubieraspodidoproponerme,tía,esloquemásmegusta—dije.

—Bien—repusoella—;esunasuerte,porqueyotambiénlodeseomucho.Además,esnaturaly lógicoqueteguste,yestoyconvencidadequetodoloquehagas,Trot,serásiemprenaturalylógico.

—Asíloespero,tía.

—TuhermanaBetseyTrotwood—dijomi tía—habríasido lamuchachamásrazonabledelmundo.

Querrásserdignodeella,¿noesasí?

—Esperoserdignodeusted,tía,yesomebasta.

—Cadavezpiensomásqueesunasuerteparatupobremadre,tanniña,elhaber dejado el mundo— dijo mi tía mirándome con satisfacción—, puesahoraelorgullodetenerunhijoasílehabríatrastornadoeljuiciosilequedaraalgo.(Mitíasiempreseexcusabadesudebilidadpormíachacándoselaamipobremadre.)¡Dioslobendiga,Trot,cómomelarecuerdas!

—¿Esperoqueseadeunmodoagradable,tía?—dije.

—¡Separecetantoaella,Dick!—continuómissBetseyconénfasis—.Esenteramente igual a ella en aquella tarde en que la conocí, antes de quenacieras,Trot. ¡Dios demi corazón, es exactamente igual, cuandomemira;susmismosojos!

—¿Deverdad?—dijomísterDick.

—YtambiénsepareceaDavid—dijomitíacondecisión.

—¿SeparecemuchoaDavid?—dijomísterDick.

—Peroloquedeseosobretodo,Trot,esquelleguesaser(nomerefieroalfísico; de físico estás muy bien) todo un hombre, un hombre enérgico, devoluntad propia, con resolución —dijo mi tía sacudiendo su puño cerradohaciamí—,conenergía,concarácter,Trot;confuerzadevoluntad,quenosedejeinfluenciar(exceptoporlabuenarazón)pornadanipornadie;eseesmi

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deseo; eso es lo que tu padre y tu madre necesitaban, y Dios sabe que sihubieransidoasí,mejorleshabríaido.

Yomanifestéqueesperaballegaraserloqueelladeseaba.

—Paraquetengasocasióndeobrarunpocoportucuenta,voyaenviartesoloaesepequeñoviaje—dijomitía—.EnelprimermomentohabíapensadoquemísterDickfueracontigo;peromeditándolobien,prefieroquesequedeaquícuidándome.

MísterDickparecióporunmomentoalgodesilusionado;peroelhonoryladignidad de tenerse que quedar cuidando de la mujer más admirable delmundohizoquevolvieralaalegríaasurostro.

—Además—dijomitía—,tienequededicarsealaMemoria.

—¡Ah!,escierto—dijomísterDickconprecipitación—.Estoydecidido,Trotwood,aterminarlainmediatamente;tienequeterminarseinmediatamente,para enviarla, ya sabes; y entonces—dijomísterDickdespuésdeuna largapausa—,yentonces,alfreírseráelreír….

Aconsecuenciadeloscariñososproyectosdemitía,prontomeviprovistodedineroytiernamentedespedidoparamiexpedición.Alpartir,mitíamedioalgunos consejos ymuchos besos, yme dijo que como su objetivo era quetuvieseocasióndevermundoydepensarunpoco,merecomendabaquemedetuvieraalgunosdíasenLondres, siquería,al iraSooffolkoalvolver;enuna palabra, era completamente libre de hacer lo que quisiera durante tressemanasounmes,sinotrascondicionesquelasdereflexionar,vermundoyescribirletresvecesporsemanateniéndolaalcorrientedemivida.EnprimerlugarmedirigíaCanterburyparadeciradiósaAgnesyamísterWickfield(miantigua habitación en aquella casa todavía me pertenecía). También queríadespedirmedelbuendoctorStrong.

Agnessepusomuycontentaalvermeymedijoquelacasanoleparecíalamismadesdequeyonoestaba.

—Yotampocomereconozcodesdequemehemarchado—ledije—;meparecequeheperdidomimanoderecha,aunqueesdecirmuypoco,puesenlamanonotengoelcorazónnilacabeza.Todoelqueteconoceteconsultaysedejaguiarporti,Agnes.

—Es porque todos los que me conocen me miman demasiado —mecontestósonriendo.

—No,Agnes; es que tú eres diferente a todos; tan buena, tan dulce, tanacogedora;además,siempretienesrazón.

—Meestáshablando—medijoconalegresonrisa,mientrascontinuabasutrabajo—comosifueralamayordelasLarkins.

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—Vamos; no está bien que abuses de mis confidencias —le respondíenrojeciendoalrecuerdodemiídolodecintasazules—.Peroesquenopodíapormenos de confesarme a ti,Agnes, y no perderé nunca esa costumbre sitengopenas,ysimeenamoro,telodiréenseguida,siesquequieresoírlo,auncuandoseaquemeenamoreenserio.

—Pero si siempre te has enamorado en serio—dijoAgnes echándose areír.

—¡Ah!,entonceseraunniño,uncolegial—dijetambiénriendo,peroalgoconfuso—. Los tiempos han cambiado, y temo que algún día tomaré eseasuntoterriblementeenserio.Loquemeextrañaesquetúnohayasllegadoaeso,Agnes.

Agnes,riendo,sacudiólacabeza.

—Yaséqueno,puesmelohabríasdicho,oporlomenos—dijeviéndolaenrojecer ligeramente— me lo habrías dejado adivinar. Pero no conozco anadiequeseadignodetucariño,Agnes;necesitaríaconoceraunhombredeun carácter más elevado y dotado demásmérito que todos los que lo hanrodeadohastaahoraparadarmiconsentimiento.Deaquíenadelantevigilaréatusadmiradores,yteprevengoqueserémuyexigenteconelelegido.

Habíamos charlado hasta aquel momento en un tono de broma lleno deconfianza,aunquemezcladoconciertaseriedad,resultadodelaamistadíntimaquenoshabíaunidodesdelainfancia;perodeprontoAgneslevantólosojosy,cambiandodetono,medijo:

—Trotwood,quierodecirteunacosa,yquizánovuelvaatener,enmuchotiempo,ocasióndepreguntártela;esalgoquenuncamedecidiríaapreguntaraotro.¿Hasobservadoenpapáuncambioprogresivo?

Lohabíaobservadoymehabíapreguntadoamímismomuchasvecessiella no se daba cuenta.Mi rostro traicionaba sin duda lo que pensaba, puesbajólosojosalmomentoyviqueestabanllenosdelágrimas.

—Dímeloqueves—dijoenvozbaja.

—Temo. ¿Puedohablarte con toda franqueza,Agnes?Ya sabes el cariñoqueletengoatupadre.

—Sí—dijoella.

—Temoqueseperjudiqueconesacostumbre,quehaidoaumentandopordíasdesdemillegadaaestacasa.Sehavueltomuynervioso,oalmenosamímeloparece.

—Ynoteequivocas—dijoAgnesmoviendolacabeza.

—Letiemblanlasmanos,nohablaclaroyavecessusojosnosefijan.He

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observadoqueenesosmomentos,cuandonoestáensuestadonormal,escasisiemprecuandolebuscanparaalgúnasunto.

—Sí,Uriah—dijoAgnes.

—Ylaideadequenoseencuentraenestadodeocuparsedeello,quenoloha comprendido bien o que no ha podido disimular su estado pareceatormentarledetalmodo,quealdíasiguientetodavíaespeor,ypeoralotro;yde eso proviene su agotamiento y su aire asustado. Pero no te preocupesdemasiado,Agnes,porquemuypocasveceslehevistoeneseestado.Elotrodíaleencontréconlacabezaapoyadaensupupitreyllorandocomounniño.

Agnesapoyósuavementesumanosobremislabios,yuninstantedespuéssehabíaunidoasupadreenlapuertadelsalónyseapoyabaensuhombro.Memirabanlosdos,ymeconmovióprofundamentelaexpresióndelrostrodeAgnes. Había en su mirada una ternura tan profunda por su padre, tantoreconocimiento;me pedía de talmodo que fuera indulgente para juzgarle yque no pensaramal; parecía a la vez tan orgullosa de él, tan abnegada, tancompasivaytantriste;meexpresabacontantaclaridadqueestabasegurademisimpatía,quetodaslaspalabrasdelmundonomehabríanpodidodecirmásniconmovermemásprofundamente.Debíamostomareltéencasadeldoctor.Llegamosalahoradecostumbreyloencontramosenelestudio,al ladodelfuego, con suesposay su suegra.Eldoctor,queparecíacreerqueyopartíaparalaChina,merecibiócomoaunhuéspedaquiensequierehacerhonorypidió que pusieran un leño en la chimenea, para ver a la luz de la llama elrostrodesuantiguoalumno.

—YanoverémuchosrostrosnuevosenellugardeTrotwood,miqueridoWickfield—dijoeldoctor calentándose lasmanos—;mevuelvoperezosoyquiero descansar.Dentro de seismeses lo dejaré todo en otrasmanos ymededicaréaunavidatranquila.

—Ya hace diez años que dice usted lo mismo, doctor —dijo místerWickfield.

—Sí;peroahoraestoydecidido—contestóeldoctor—.Elprimerodemisprofesoresmesucederá.

Esta vez es definitivo, y pronto tendrá usted que formalizar un contratoentre nosotros con todas las cláusulas obligatorias que hacen parecer a doshombresdehonorquesecomprometen,dospillosquedesconfíanelunodelotro.

—Ytambiéntendréquetenercuidadoparaquenoleengañenausted—dijo míster Wickfield—, lo que ocurriría infaliblemente si lo hiciera ustedsolo.Puesbien;estoydispuesto,ydesearíaquetodosmistrabajosfuesenasí.

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—Yentonces,yasólomeocuparédeldiccionarioydeotrocontrato…miAnnie.

MísterWickfieldlamiró.EstabasentadaconAgnesalladodelamesadeté y me pareció que evitaba los ojos del anciano con una timidezdesacostumbrada,quesóloconsiguióatraermássobreellasuatención,comosiselehubieraocurridounpensamientosecreto.

—Parece ser que ha llegado un correo de la India—dijo después de unmomentodesilencio.

—Esverdad;loolvidaba.YhastahemosrecibidocartasdeJackMaldon.

—¡Ah!¿Deveras?

—MipobreJack—dijomistressMackleham—.¡Cuandopiensoqueestáen ese clima terrible, donde hay que vivir, según me han dicho, sobre unmontóndearenaabrasadoraybajounsolqueciega!Yélparecíafuerte;perono loera.Elmuchachocontabaconsuvalormásqueconsunaturaleza,miquerido doctor, cuando con tantos ánimos emprendió aquel viaje. Anniequerida,estoyseguradequerecuerdasperfectamentequetuprimonohasidonuncafuerte,loquesellamarobusto—dijomistressMacklehamconénfasisymirándonos a todos—. Lo sé desde los tiempos en que mi hija y él eranpequeñosysepaseabandelbrazotodoeldía.

Annienocontestó.

—LoqueusteddicemehacesuponerquemísterMaldonestáenfermo—dijomísterWickfield.

—¿Enfermo?—replicó el Veterano—.Amigomío, está… toda clase decosas…

—¿Exceptobien?—dijomísterWickfield.

—Exceptobien,naturalmente—repusoelVeterano—,pues estoy segurade que ha cogido insolaciones terribles, fiebres y todo lo que se puedaimaginar;encuantoalhígado—añadióconresignación—,sedespidiódeéldesdeelprimermomentoquesevioallí.

—¿Yesélquienlesdicetodoeso?—preguntómísterWickfield.

—¿Decírnoslo él?Amigomío—repusomistressMackleham sacudiendosucabezaysuabanico—,¡quépocoleconoceustedcuandohaceesapregunta!¿Decirloél?No.Antessedejaríaarrastrarde los talonesporcuatrocaballossalvajesquedecirlo.

—¡Mamá!—dijomistressStrong.

—Annie,queridamía—replicósumadre—.Deunavezportodasteruego

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quenomeinterrumpasmás,anoserparadarmelarazón.Sabestanbiencomoyoque teprimoantessedejaríaarrastrarporunnúmero infinitodecaballossalvajes(noséporquémevoyalimitaracuatro,nodebolimitarmeacuatro),ocho, dieciséis, treinta y dos, antes que pronunciar una palabra que puedadesbaratarlosplanesdeldoctor.

—Los planes de Wickfield —dijo el doctor, restregándose la cara ymirando,arrepentido,asumujer—;esdecir,elplanformadoentrelosdos.Yosólodije:«Cercaolejos».

—Y yo dije: «Lejos»—añadiómísterWickfield gravemente—; y comotuveocasióndeenviarlelejos,míaeslaresponsabilidad.

—¿Quién habla de responsabilidades? —dijo el Veterano—. Todo haestadomuybienhecho,miqueridoWickfield.Además,sabemosquetodohasidocon lasmejores intencionesdelmundo;perosiesepobremuchachonopuede vivir allí, ¡qué se le va a hacer! Si no puede vivir,morirá antes quedesbaratar los proyectos del doctor. Le conozco muy bien —dijo mistressMackleham moviendo el abanico con ademán de tranquila y proféticaresignación—;estoyseguradequemoriráantesquedesbaratarlosplanesdeldoctor.

—Pero, señora —dijo alegremente el doctor Strong—, yo no soy tanfanáticoenmisproyectosquenopuedadestruirlosomodificarlos.SimísterMaldonvuelveaInglaterraacausadesumalasalud,noledejaremosquesevuelva a marchar y trataremos de proporcionarle algo más ventajoso aquí.Mistress Mackleham quedó tan sorprendida de la generosidad de estaspalabras(quenohabíaprevistoniprovocado),quenopudomásquedeciraldoctor que no esperaba menos y que se lo agradecía muhcísimo; y repitiómuchasvecessugestofavoritobesandolapuntadelabanicoantesdeacariciarcon él la mano de su sublime amigo. Después de lo cual regañó a su hijaporque no era más expansiva cuando el doctor colmaba de bondades a unantiguocompañerodeinfancia,yestoúnicamenteporcariñoaella.Mástardeestuvohablandode losméritosdemuchosmiembrosde su familiaque sólonecesitabanaalguienquelespusieraelpieenelestribo.

Todo aquel tiempo su hija Annie no había desplegado los labios nilevantadolosojos.MísterWickfieldnohabíadejadodemirarlayparecíanodarsecuentadequetalatenciónporella,muyevidente,sinembargo,pudieseextrañar a los demás, pues le preocupaba tanto mistress Strong y lospensamientosque le sugería, que estaba completamente absorto.Porúltimo,preguntóquéera,enrealidad,loqueJackMaldonescribíasobresusituaciónyaquiénhabíadirigidosuscartas.

—Heaquí—dijomistressMacklehamcogiendoporencimade lacabezadel doctor una carta de la chimenea—, he aquí lo que ese pobremuchacho

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dicealmismodoctor.¿Dóndeestá?¡Ah,aquí!«Sientomuchovermeobligadoa decirle que mi salud se ha resentido bastante y que temo verme en lanecesidaddevolvera Inglaterraporalgún tiempo;esmiúnicaesperanzadecuración.» Me parece que está bastante claro. ¡Pobre muchacho! Su únicaesperanzadecuración.PerolacartaaAnnieesmásexplícitatodavía.Annie,enséñameotravezesacarta.

—Ahorano,mamá—contestóellaenvozbaja.

—Hija mía, en algunas cosas eres verdaderamente ridícula—replicó sumadre—ydescastadacon tu familia.Ni siquierahubiéramosoídohablardeesa carta si yo no te la pido. ¿Te parece eso tener confianza en el doctor,Annie?Mesorprendes;debíasconocerlemejor.

Mistress Strong sacó la carta de mala gana, y cuando la cogí paraentregárselaasumadreviquelamanodeAnnietemblaba.

—Ahora veamos —dijo mistress Mackleham poniéndose los lentes—.¿Dónde está el párrafo?… «El recuerdo de los tiempos pasados, mi muyqueridaAnnie…»,etc… ;noesaquí.«Elamableyviejocensor…»¿Quiénserá?QueridaAnnie,tuprimoMaldonescribedeunmodoilegible;pero¡quéestúpidasoy!eseldoctor,¡naturalmente!¡Oh!¡Yalocreoqueesamable!

Aquí se detuvo para besar el abanico y dar con él al doctor, quien nosmirabaatodosconunasonrisaplácidaysatisfecha.

—Ahoraloheencontrado:«Notesorprenderásaber,Annie(claroqueno,sabiendo que nunca ha sido realmente fuerte. ¿Qué decía yo hace unmomento?) que he sufrido tanto en este lugar lejano, que he decididoabandonarlo, suceda loque suceda, conunpermisodeenfermo, sipuedo,odimitiendototalmentesinoloconsigo.Todoloquehesufridoysufroaquínoesimaginable».Ysinlaprontitudparaactuardelamejordelascriaturas—dijo mistress Mackleham, repitiendo sus gestos telegráficos al doctor, ydoblandolacarta—meseríaimposiblepensarensuregreso.

MísterWickfieldnodijounapalabra,aunquelaancianalemiróesperandosucomentario;permaneciósentado,severamentesilencioso,conlosojosfijosen el suelo. Mucho después de abandonar aquel asunto para ocuparnos deotros, todavía continuaba así; únicamente, levantado sus ojos de vez encuando,clavabasumiradapensativaeneldoctor,ensumujeroenlosdos.

El doctor era muy aficionado a la música y Agnes cantaba con muchadulzura y expresión. También Annie cantaba. Cantaron juntas, y despuésestuvierontocandoacuatromanos;fueunpequeñoconcierto.

Pero observé dos cosas: en primer lugar, que, aunque Annie se habíarepuesto por completo, era evidente que un abismo la separaba de míster

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Wickfield,yensegundolugar,quelaintimidaddemistressStrongconAgnesdisgustabaamísterWickfield,quienlavigilabaconinquietud.DeboconfesarqueelrecuerdodecómolahabíavistoeldíadelapartidadeJackMaldonmevolvióalaimaginaciónconunsignificadoquenuncalehabíaatribuidoyqueme confundió. La inocente belleza de su rostro no me pareció ya tan puracomo entonces, y desconfiaba de su gracia espontánea y del encanto de susaptitudes.YalcontemplaraAgnessentadaasuladoyalpensarensucandoreinocencia,medecíaquequizáseraaquellaunaamistadmuydesigual.

Sin embargo ellas gozaban tan vivamente, que su alegría hizo pasar lavelada en un instante. En el momento de la partida ocurrió un pequeñoincidente, que recuerdomuy bien. Se despedían una de otra yAgnes iba abesaraAnnie,cuandomísterWickfieldpasóentreellascomoporcasualidadyse llevóbruscamente aAgnes.Entoncesvolví aver en el rostrodemistressStronglaexpresiónquehabíaobservadolanochedelapartidadesuprimo,ymeparecióestartodavíadepieantelapuertadelestudiodeldoctor.Sí,asíeracomolehabíamiradoaquellanoche.

Nopuedodecirlaimpresiónqueaquellamiradameprodujoniporquémeresultóimposibleolvidarla;peronopude,ydespués,cuandopensabaenella,hubiera preferido recordarla adornada, como antes, de inocente belleza. Surecuerdo me perseguía al volver a casa. Me parecía que dejaba una nubesombría suspendida sobre la casadel doctor, y al respetoque sentía por suscabellosgrisesseleuníaunagrancompasiónporaquelcorazóntanconfiadoconlosqueleengañabanyunprofundodespreciocontrasuspérfidosamigos.La sombra inminente de una gran tristeza y de una gran vergüenza, aunqueimprecisatodavía,proyectabaunamanchasobreellugartranquilotestigodeltrabajoyde los juegosdemi infanciay lemarchitabaamisojos.Yanomegustaba pensar en los grandes áloes de largas hojas que florecían cada cienañossolamente,nienelcéspedverdeyunido,nien lasurnasdepiedradelpaseo del doctor, ni en el sonido de las campanas de la catedral, que lodominabantodoconsusarmonías.Meparecíaqueeltranquilosantuariodemiinfanciahabíasidoprofanadoenmipresenciayquehabíanarrojadosupazysuhonoralosvientos.

ConlamañanallegómidespedidadeaquellaviejacasaqueAgneshabíallenado para mí con su influencia, y esta preocupación fue suficiente paraabsorbermiespíritu.Nodudabadequevolveríamuyprontoyquequizámuyamenudoocuparíamihabitacióndesiempre;perohabíadejadodehabitarla;losbuenostiemposhabíanpasado,ysemeapretabaelcorazónalempaquetarlascowsquemequedabanparaenviarlasaDover,ynomepreocupabadequeUriahpudieraverlo,queseapresuraba tantoamiservicio,quemeacusodehaber faltado a la caridad suponiendo que estaba muy satisfecho con mimarcha.

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Me separaba de Agnes y de su padre haciendo vanos esfuerzos parasoportar aquella pena como un hombre cuando subía a la diligencia deLondres. Estaba tan dispuesto a olvidar y a perdonarlo todo mientrasatravesaba la ciudad, que tuve ganas de saludar a mi antiguo enemigo elcarnicero y de echarle cuatro chelines para que bebiera ami salud; pero leencontréconunaspectotandecarnicerorecalcitranteyestabatanfeoconlamella deundiente queyo le había roto ennuestroúltimo combate, quemepareciómásoportunonoocuparmedeél.

Recuerdoquelaprincipalpreocupacióndemiespíritucuandonospusimosenmarchaeraparecerlelomásviejoposiblealconductor,paralocualtratabadesacarunavozronca.Muchotrabajomecostóconseguirlo;peroteníagraninterésenelloporqueeraunmediosegurodenoparecerniño.

—¿,VaustedaLondres?—medijoelconductor.

—Sí,William—dijeen tonocondescendiente (leconocíaalgo)—,voyaLondres,ydespuésaSooflulk.

—¿Vaustedacazar?

Sabía William, tan bien como yo, que en aquella época del año igualpodríairalapescadelaballena;peroyolotoméporuncumplido.

—Nosé—dijeconindecisión—sitiraréalgúntiroqueotro.

—Heoídodecirque lospájarossonmuydifícilesdealcanzarallí—dijoWilliam.

—Sí;esoheoído—respondí.

—¿EsusteddelcondadodeSooffolk?—mepreguntó.

—Sí—contestédándomeimportancia—;deallísoy.

—Sedicequeporesapartelospuddingsdefrutassonunacosaexquisita—dijoWilliam.

Yo no sabía nada; pero comprendí que era necesario apoyar lasinstitucionesdemiregión,ydeningúnmododejarverquelasdesconocía.Asíesquemovílacabezaconmalicia,comodiciendo:«¡Yalocreo!».

—¿Yloscaballos?—dijoWilliam—.¡Ahíesnada!UnajacadeSooffolkvalesupesoenoro.¿NosehadedicadoustednuncaalacríadecaballosenSooffolk?

—No—dije.

—Puesdetrásdemívauncaballeroquesehadedicadoalacríacaballaragranescala.

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Elcaballeroencuestiónmemiródeunmodoterrible.Erabizco, teníalabarbilla prominente; llevabaun sombrero clarode copa alta, unpantalóndeterciopelodealgodón,abrochadoalosladosdesdelascaderashastalassuelasdeloszapatos,yapoyabalabarbillaenelhombrodelconductor,tancercademí, que sentía su aliento en mis cabellos. Cuando me volví para mirarle,lanzabaaloscaballosunaojeadadeentendimiento.

—¿Noesverdad?—dijoWilliam.

—¿Sinoesverdadqué?—dijoelcaballerodedetrás.

—QuesehadedicadoustedalacríacaballarenSooffolkagranescala.

—Yalocreo—dijoelotro—,ynohayclasedeperrosnicaballosdelosquenohayayosacadocrías.Hayhombresquetenemosaficiónalosperrosya los caballos.Yo dejaría de comer y de beber, les sacrificaría con gusto lacasa,lamujer,loshijos,lainstrucción,elfumaryeldormir.

—¿Noleparecequenoeslomáspropioparaunhombreasíelirdetrásdelconductor?—medijoWilliamaloído,mientrasarreglabalasriendas.

Saqué en consecuencia que deseaba que cambiáramos de sitio, y se lopropuseenrojeciendo.

—Bien; si a usted le da lo mismo—dijoWilliam— creo que será máscorrecto.

Siempre he considerado aquella concesión como mi primera falta en lavida.Despuésdehaberelegidomiasientoenlasoficinasydehaberescritoalladodeminombre:«Enelpescante»,ydehaberdadomediacoronaaltenedordelibrosporquemeloreservara;despuésdehabermepuestoungabánnuevoexpresamenteenhonordeaqueleminentelugar;despuésdepresumirmuchodeirenélyparecermequehacíahonoralcoche;despuésdetodoeso,heaquíque a la primera insinuaciónme dejo suplantar por un hombre desarrapado,quenotienemásméritoqueeloleracuadraysercapazdepasarporencimademíconlaligerezadeunamoscamientrasloscaballosvancasialgalope.

Tengo cierta inseguridad en mí mismo que me ha jugado muy malaspasadasenmuchasocasiones,yaquelincidente,delcualfueteatrolaimperialde la diligencia deCanterbury, no eramuy a propósito para disminuírmela.Fue envanoque tratase de refugiarme en la voz cavernosa.Pormuchoquehablaba desde el fondo del estómago, sentía que estaba completamentevencidoyqueeradeplorablementejoven.

Durante el viaje resultó muy interesante verme presumiendo sobre ladiligencia, bien vestido, bien educadoy con la bolsa llena, reconociendo, alpasar,loslugaresenlosquehabíadormidodurantemipenosoviajedeniño.Mis pensamientos encontraban en aquello amplio motivo de reflexión, y

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mirando pasar a los vagabundos y reconociendo aquellas miradas, querecordaba tan bien, me parecía sentir todavía la mano del latoneroestrujándome la camisa. Al bajar por la estrecha calle de Chatham vi lacallejuelaenqueestabalatiendadelviejomonstruoquemehabíacompradolachaqueta,y adelantévivamente la cabezaparamirar el sitio enquehabíaestadoesperandotantotiempomidinero,primeroalasombrayluegoalsol.YyacasienLondres,cuandopasécercadeSalemHouse,dondemísterCreaklenos había azotado tan cruelmente, habría dado cuanto poseía por poderbajarme, darle una buena paliza y poner en libertad a los alumnos, pobrespajarillosenjaulados.

Llegamosalhotelde«LaCruzdeOro»,enCharingCross,situadoenunacalle cerrada.Elmozome introdujoenel comedor,yunacriadameenseñóuna habitación pequeña que olía a establo y que estaba tan herméticamentecerradacomounatumba.Yosentíamigranjuventudsobrelaconcienciaymedabacuentadequeesoeralacausadequenadiemerespetase.Lacriadanohacía caso de lo que le decía, y el mozo se permitía, con insolentefamiliaridad,darmeconsejosparaayudarmeenmiinexperiencia.

—Ahoraveamos—dijo el camarerodemodoconfidencial—;¿quées loquequiereustedcomer?Alosjovencitoscomoustedsuelengustarleslasaves.¿Quiereustedunpollo?

Ledije lomásmajestuosamentequepudequeme tenían sincuidado lospollos.

—¿No lo quiere usted?—dijo el camarero—.Pues los jovencitos por logeneral estánhartosdevacayde cordero. ¿Qué le pareceríauna chuleta decarnero?

Asentíaaquello,porquetampocosemeocurríaotracosa.

—¿Quiere usted patatas? —me preguntó el mozo con una sonrisainsinuanteeinclinandolacabezahaciaunlado—.Engeneral, losjovencitosestánhartosdepatatas.

Leordenéconmivozmásprofundaquemetrajeraunachuletadecarnerocon patatas, y que preguntara en las oficinas si no había alguna carta paraTrotwoodCopperfield.Sabíamuybienquenopodíahaberla;peropenséqueaquellomeharíaparecermuyhombre.Prontovolviódiciendoquenohabíanada(yohicecomoquemesorprendíamucho)yempezóaponermicubiertoenunamesitaalladodelachimenea.Mientrassededicabaaaquellafaenamepreguntóquéqueríabeberyami respuestade«mediabotellade jerez»,metemo,encontróunabuenaocasiónparacomponerlamedidadellicorconlosrestosdevariasbotellas.Losospechéporquemientrasleíaelperiódicolevi,por encima de un tabiquillo muy bajo que formaba en la misma sala un

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departamentoparaél,muyocupadovertiendoelcontenidodemuchasbotellasenunasola,comounfarmacéuticopreparandounapociónsegúnlareceta.

Además,cuandoprobéelvinomeparecióqueestabaalgoinsípidoyquecontenía más migas de pan inglés de lo que podía esperarse en un vinoextranjero.Sinembargo,tuveladebilidaddebeberlosindecirnada.

Despuésdecenar,encontrándomeenunagradableestadodeánimo(deloquesaquéenconsecuenciaquehaymomentosenlosqueelenvenenamientonoestandesagradablecomodicen),decidíiralteatro.

EscogíCovenGarden, y allí, en el fondo de un palco central, asistí a larepresentacióndeJulioCésarydeunapantomimanueva.Cuandoviatodosaquellos nobles romanos entrando y saliendo de escena para que yo medivirtiera,enlugardeser,comoenelcolegio,pretextosodiososdeunatareaingrata,nopuedoexpresarelplacermaravillosoynuevoquesentí.Larealidadylaficciónquesecombinabanenelespectáculo,lainfluenciadelapoesía,delasluces,delamúsica,delamultitud,lasmutacionesdeescena,todo,enfin,dejó en mi espíritu una expresión tan conmovedora y abrió ante mí tanilimitadasregionesdedelicias,quealsaliralacalleamedianoche,conunalluvia torrencial,meparecióquecaíade lasnubesdespuésdehaber llevadodurante más de un siglo la vida más romántica, para encontrarme con unmundomiserable,llenodefango,defaroles,decoches,deparaguas…

Había salido por una puerta diferente a la que había entrado, y por unmomento permanecí indeciso, sin moverme, como si fuera verdaderamenteextrañoaaquellatierra;peroprontomehicieronvolverenmílosempujones,ytoméelcaminodelhoteldandovueltasenmiespírituaaquelhermososueñoque todavía me parecía tener ante los ojos mientras comía ostras y bebíacerveza.

Estaba tan lleno del recuerdo del espectáculo y del pasado, pues lo quehabíavistoenelteatromehacíaelefectodeunapantalladeslumbrantedetrásdelacualveíareflejarsetodamividaanterior,quenoseenquémomentomedi cuenta de la presencia de un guapo muchacho, vestido con ciertanegligenciaelegante,alque teníamuchosmotivospara recordar.Mepercatéque estaba allí sin haberle visto entrar, y continué sentado en mi rincónmeditando.

Porfinmelevantéparairmealacama,congransatisfaccióndelcamarero,queteníaganasdedormirydebíadesentircalambresenlaspiernas,pueslasestiraba,lasencogíayhacíatodaslascontorsionesquelepermitíalaestrechezde su cuchitril.Al ir hacia la puerta pasé al lado del joven que acababa deentrar. Volví la cabeza, y después volví atrás y le miré de nuevo. No mereconocía;peroyoleconocíalinstante.

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Enotraocasiónquizámehabríafaltadoelvalorparasaludarleylohubiesedejadoparaeldíasiguiente,desperdiciandoasílaocasióndehablarle;peroenel estado de ánimo en que me había puesto el teatro me pareció que laprotección que siempre me había prestado merecía toda mi gratitud, y elcariñotanespontáneoquesiemprehabíasentidoporélresurgióalacercarmesintiéndomelatirelcorazón.

—¿Porquénomehablas,Steerforth?

Memirócomomirabaélsiempre;peroviquenomereconocía.

—Temoquenomerecuerdas—dije.

—¡Diosmío!—exclamódepronto—.¡SieselpequeñoCopperfield!

Le cogí las dos manos, y no podía decidirme a soltarlas. Sin la tontavergüenza y el temor de disgustarle habría saltado a su cuello deshecho enlágrimas.

—Nunca,nuncahetenidounaalegríamásgrande,miqueridoSteerforth.

—Yotambiénestoyencantado—dijoestrechándomelasmanosconfuerza—;pero,Copperfield,muchacho,noteemocionestanto.

Sin embargo, creo que le halagaba ver toda la emoción que aquelencuentromeproducía.

Meenjuguéprecipitadamentelas lágrimas,quenohabíapodidoretenerapesardetodosmisesfuerzos,ytratédereír;despuésnossentamosunoalladodeotro.

—¿Yquéhacesporaquí?—medijoSteerforthdándomeenelhombro.

—HellegadohoyenladiligenciadeCanterbury.Mehaadoptadounatíaqueviveallí,yacabodeterminarmieducación.¿Ytú,cómoestásporaquí,Steerforth?

—Verás;esquesoyloquellamanunhombredeOxford;esdecir,quevoyallíaaburrirmedemuerteperiódicamente;peroahoraestoyencaminoacasade mi madre. Estás hecho un guapo muchacho, Copperfield, con tu caritaamable.Yahoraquetemiro,estásigualquesiempre,nohascambiadonada.

—¡Oh!, yo sí que te he reconocido enseguida.Pero es que a ti es difícilolvidarte.

Se echó a reír, pasándose la mano por sus bucles espesos, y dijoalegremente:

—Pues sí; me encuentras en un viaje de obligación. Mi madre vive unpoco alejada deLondres, y allí voy; pero los caminos están tanmalos y seaburre uno tanto en aquella casa, que he interrumpidomi viaje esta noche.

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Sólo hace unas horas que estoy en Londres, y he pasado el tiempo condesagradoodurmiendoenelteatro.

—Yo también vengo del teatro; he estado en Coven Garden. ¡Quémagníficoteatro,Steerforth,yquédeliciosanochehepasadoenél!

Steerforthsereíacontodasualma.

—MiqueridoypequeñoDavy—dijodándomeotravezenelhombro—,eresunaverdaderaflorecilla.Lamargaritadeloscamposalsalirelsolnoestámásfrescanimaspuraquetú.YotambiénheestadoenCovenGardenynohevistoenmividanadamasmezquino.¡Mozo!

Llama,dirigiéndosealcamarero,quehabíaseguidoconmuchaatención,yaciertadistancia,nuestroencuentroyqueahoraseacercabarespetuoso.

—¿DóndehanpuestoamiamigoCopperfield?—lepreguntóSteerforth.

—Perdón,señor.

—Digoquedóndevaadormir,cuálessunúmero.Yamecomprendes—añadióSteerforth.

—Sí,señor—dijoelmozocomodisculpándose—.Porelmomento,místerCopperfieldestáenelnúmerocuarentaycuatro.

—¿Yenquédiablosestáustedpensando—replicóSteerforth—paraponeramísterCopperfieldenunahabitacióntanpequeñayencimadelestablo'?

—Creíamos, señor —contestó el camarero en tono de disculpa—, quemísterCopperfieldnoledabaimportancia.Peropodemosponerleenelsetentaydos,siprefierenustedes;esalladodesuhabitación.

—Naturalmentequelopreferimos.¡Hazelcambioalmomento!

Elcamareroobedecióinmediatamente,ySteerforth,muydivertidoporqueme hubieran dado el cuarenta y cuatro, se reía de nuevo y me daba en elhombro.Despuésme invitó a desayunar con él a lamañana siguiente, a lasdiez.Estuveorgullosode aceptar.Comoerayamuy tarde cogimosnuestroscandelabros y subimos la escalera, despidiéndonos muy cariñosamente. Meencontré con una habitación mucho mejor que la anterior y que no olía aestablo,conunainmensacamadecuatrocolumnassituadaenelcentro,comoun pequeño castillo en medio de sus tierras, y allí, entre una cantidad dealmohadassuficientesparaseispersonas,caíprontodormidobeatíficamenteysoñé con la antigua Roma y con la amistad de Steerforth, hasta que a lamañana siguiente,muy temprano, el rodar de las diligencias bajo el pórticoconvirtiómisueñoenunatempestad.

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Capítulo20

LacasadeSteerforth

Cuando la criada llamó a mi puerta al día siguiente a las ocho de lamañana, diciéndome que allí dejaba el agua caliente para que me afeitara,penséconpenaquenoteníanadaqueafeitarme,yenrojecí.

La sospecha de que se reía bajito al hacerme aquel ofrecimiento mepersiguió mientras me arreglaba y me hizo parecer culpable (estoy seguro)cuandomelaencontréenlaescaleraalbajaraalmorzar.Sentíatanvivamentemijuventudqueduranteunmomentonopudedecidirmeapasarporsulado.Leoía barrer la escalera y yopermanecía al ladodemiventanamirando laestatuadelreyCarlos,quenoteníanadadereal,rodeadacomoestabadeundédalodecochesbajolalluvia,yconunanieblaespesa;elcamareromesacódemiindecisiónadvirtiéndomequeSteerforthmeaguardaba.

Steerforthme esperaba en un gabinete reservado, adornado con cortinasrojas y un tapiz turco. El fuego brillaba, y un abundante desayuno estabaservidoenunamesitacubiertaconunmantelmuyblanco.Lahabitación, elfuego,eldesayunoySteerforth, todosereflejabaalegrementeenunespejitoovalado.Alprincipioestuvecohibido.Steerfortheratanelegante,tansegurodesí,tansuperioramíentodo,hastaenedad,quefuenecesariatodalagraciaprotectoradesusmodalespararehacerme.Loconsiguió,sinembargo,yyonomecansabadeadmirarelcambioquesehabíaoperadoparamíen«LaCruzde Oro», comparando mi triste estado de abandono del día anterior con lacomidayellujoqueahoramerodeaba.

Encuantoalafamiliaridaddelcamarero,parecíanohaberexistidonunca,ynosservíaconlamayorhumildad.

—Ahora,Copperfield—medijoSteerforthcuandonosquedamossolos—,me gustaría saber lo que haces, dónde vas y todo lo que te concierne.Meparecequeeresalgomío.

Rebosante de alegría al ver que aún le interesaba así, le conté cómomehabíapropuestomitíaaquellapequeñaexpedición.

—Comonotienesningunaprisa—dijoSteerforth—,venteconmigoamicasadeHighgateapasarconnosotrosalgúndía.Seguramente tegustarámimadre…estátanorgullosademí,queserepitealgo;peroestoesdisculpable;ytútambiénestoysegurodequelegustarásaella.

—Quisieraestartansegurocomotú,quetieneslaamabilidaddecreerlo—contestésonriendo.

—Sí—dijoSteerforth—,todoaquelquemequierelaconquista;esellala

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primeraenreconocerlo.

—Entoncesmeparecequevoyasersufavorito—dije.

—Muybien—contestóSteerforth—;venypruébanoslo.Ahorapodemosdedicarunpardehorasaqueveas lascuriosidadesdeLondres.Noespocacosatenerunmuchachocomotúaquienenseñárselas,Copperfield,ydespuéstomaremosladiligenciaparaHighgate.

No podía creerlo; me parecía estar soñando, y temía despertar en lahabitaciónnúmerocuarentaycuatro.Despuésdeescribiramitíacontándolemi afortunado encuentro con mi admirado compañero de colegio, y cómohabía aceptado su invitación, tomamos un coche y nos dedicamos acuriosearlotodo.

Dimos una vuelta por elMuseo, donde no pude pormenos de observartodo loquesabíaSteerforthsobreuna infinitavariedaddeasuntosy lapocaimportanciaquedabaasucultura.

—TendráselmayoréxitoenlaUniversidadsiesquetelohasexaminadoyaylohastenido,ytusamigostendremosmucharazónparaestarorgullososdeti.

—¡Yo exámenes brillantes!—exclamóSteerforth—; no, florecilla de loscampos,no;pero¿supongoquenoteimportaráquetellameasí?

—Nadadeeso—ledije.

—Eresmuybuen chico, querida florecilla—dijoSteerforth riendo—.Elcasoesquenotengoelmenordeseonilamenorintencióndedistinguirmedeesemodo.Hehechosuficienteparaloquemepropongo,ysoyyaunhombrebastanteaburridosinnecesidaddeeso.

—Perolafama—empecé.

—Tú eres una florecilla romántica—continuó Steerforth riendo todavíamás fuerte—. Díme: ¿para qué voy a molestarme? ¿Para que unos cuantospedantes se queden con la boca abierta y levanten lasmanos al cielo? Paraotrosesassatisfaccionesdelafama,yquelesaproveche.

Yoestabaavergonzadodehabermeequivocadodeaquelmodoy tratédecambiardeasunto.

Afortunadamente,conSteerfortherafácilhacerlo,puesélpasabasiempredeunasuntoaotroconunagraciaynaturalidadqueleeranpeculiares.

Después del paseo almorzamos y, a causa de lo corto de los días deinvierno, oscurecía ya cuando la diligencia nos dejó delante de una antiguacasonade ladrilloen lacimadeHighgate,yunaseñoradeciertaedad,perotodavíajoven,conorgullosoempaqueyhermosorostro,esperabaalapuerta

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la llegadadeSteerforthy le estrechó en susbrazosdiciéndole: «MiqueridoJames». Steerforth me la presentó: era su madre, que me acogió conamabilidad.

Era una casona a la antigua, agradable, tranquila y ordenada. Desde lasventanasdemihabitaciónseveíatodoLondresextendersealolejoscomoungran mar de niebla, que algunas luces atravesaban. Sólo tuve tiempo, alvestirme, de lanzar una rápida ojeada a los sólidosmuebles y a los cuadrosbordados (supongo que por la madre de Steerforth cuando era muchacha).Tambiénhabíaalgunosretratosapasteldeseñorasconcabellosempolvados,queparecíaniryvenirporlaparedacausadelosreflejosdeluzysombraquesalíanchisporroteandodelfuegoreciénencendido.

Me llamaron para comer. En el comedor encontré otra señora, morena,menudita y delgada, pero de aspecto poco simpático a pesar de que no eranadafea.Aquellaseñoraatrajoenseguidamiatención,quizáporquenomelaesperaba,quizáporquemeencontrésentadofrenteaella,quizáporhallarenella algoquemechocaba.Tenía los cabellosnegrosy losojososcuros, conmuchavida.Eradelgada,yunacicatriz lecortabael labio;debíadeserunacicatrizmuyantigua,másbienuncosturón,pueselcolornosediferenciabadelrestodesucutisydebíadeestarcuradahacíamuchosaños.Aquellaseñalle atravesaba toda la boca, hasta la barbilla; pero desde donde yo estaba seveíamuypoco,sóloselenotabaellabiosuperiorunpocodeformado.

Decidíenmiinteriorquedebíadetenerlomenostreintaañosyquequeríacasarse; estaba algo envejecida, aunque aún de buen ver, como una casadeshabitadadurantemuchotiempoqueconservatodavíaunbuenaspecto.Sudelgadezparecíaserelefectodealgúnfuegointeriorquesereflejabaensusojosardientes.

Me fue presentada comomissDartle, y losSteerforth la llamabanRose.VivíaenlacasayhacíamuchotiempoqueacompañabaamistressSteerforth.Meparecíaquenuncadecíaespontáneamentenadadeloquequeríadecir,sinoqueloinsinuabaconsiguiendoporestemediodaratodomuchaimportancia.

Por ejemplo: Cuando mistress Steerforth dijo, más bien en broma, quetemíaquesuhijohubierahechounavidaalgodisipadaenlaUniversidad,missDartlecontestó:

—¡Ah! ¿De verdad? Ya saben ustedes lo ignorante que soy, y que solopreguntoparainstruirme;pero¿acasonoocurresiempreasí?Yocreíqueesavidaera…¿eh?

—La preparación para una carrera seria, ¿es eso lo que quieres decir,Rose?—preguntómistressSteerforthconfrialdad.

—¡Oh, naturalmente! Esa es la realidad, mistress Steerforth; pero ¿no

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ocurre así?Me gusta que me contradigan si me equivoco; pero yo creía…¿realmentenoesasí?

—¿Realmentequé?—dijomistressSteerforth.

—¡Ah!¿Esoquieredecirqueno?Mealegromucho.Ahorayalosé.Éstaeslaventajadepreguntar.

Y desde estemomento nunca permitiré que delante demí hablen de lasextravaganciasyprodigalidadesdeesavidadeestudiante.

—Y hará ustedmuy bien—dijomistress Steerforth—.Además, en estecasoelpreceptordemihijoesunhombrede tal conciencia,queaunquenotuvieraconfianzaenmihijolatendríaenél.

—¿En serio?—dijomissDartle—.Queridamía, ¿conque es un hombrerealmentedeconciencia?

—Sí;estoyconvencida—dijomistressSteerforth.

—¡Cuántomealegro!—exclamómissDartle—.¡Quétranquilidadquesearealmente un hombre de conciencia! ¿Entonces no es…? Pero naturalmenteque no, puesto que es un hombre de conciencia. ¡Qué alegríame da podertenerdesdeahoraesaopinióndeél!Nopuedeustedfigurarseloquehasubidoenmiconceptodesdequeséqueesrealmenteunhombredeconciencia.

AsíinsinuabamissDartlesuopinionsobretodaslascosasycorregíatodolo que no estaba conforme con sus ideas. A veces (no pude por menos deobservarlo)teníaéxitodeaquelmodo,auncontradiciendoaSteerforth.Antesdeterminarlacomida,mistressSteerforthmehablabademiintencióndeiraSooffolk, y yo dije, al azar, que me gustaría mucho si Steerforth quisieraacompañarme,yleexpliquéqueibaaveramiantiguaniñerayalafamiliademíster Peggotty, recordándole que era elmarinero que había conocido en laescuela.

—¡Oh! ¿Aquel buen hombre—dijo Steerforth—que fue a verte con suhijo?

—No, con su sobrino—repliqué—; es su sobrino, a quien ha adoptadocomohijo,ytambiéntieneunalindasobrinita,alaquetambiénhaadoptadocomohija.Enunapalabra,sucasa,omejordichosubarco,puesvivenenunbarcosobrelaarena,estállenadegentesquesonobjetodesugenerosidadybondad.Teencantaríavereseinterior.

—Sí—dijoSteerforth—;yalocreoquemegustaría.Veremossilopuedoarreglar, puesmerece la pena, aparte del gusto de viajar contigo, florecilla,paraverdecercadeesaclasedegenteysentirmeporunosmomentosunodeellos.

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Micorazónlatíadeesperanzaydealegría.Peroapropósitodeltonoconque Steerforth había dicho: «esa clase de gente», miss Dartle, con suspenetrantesojosfijosenmí,semezclódenuevoenlaconversación.

—Perodígame,¿realmentesonasí?

—¿Sisoncómo?¿Quéquieresdecir?—preguntóSteerforth.

—Esaclasedegente. ¿Si son realmente animales, comobrutos, seresdeotraespecie?Meinteresamuchosaberlo.

—Enefecto;haymuchadistanciaentreellosynosotros—dijoSteerforthcon indiferencia—. No hay que esperar de ellos una sensibilidad como lanuestra; su delicadeza no se hiere con facilidad; pero son personas de granvirtud,así lodicen,yyono tengoporquéponerloenduda.Aunquenosonnaturalezasrefinadas,ydebenestarcontentosdequesussentimientosnoseanmásfácilesdeherirquesupieláspera.

—¿De verdad? —dijo miss Dartle—. No sabes lo que me alegro desaberlo. ¡Es tan consolador, es tan agradable saber que no sienten sussufrimientos! A mí, a veces me había preocupado esa clase de gente; peroahorayanovolveréapensarenellos.Viviryaprender.Teníamisdudas, loconfieso; pero ahora ya han desaparecido. Es que antes no sabía; ésta es laventajadelaspreguntas,¿noesverdad?

PenséqueSteerforthhabíadichoaquelloparahacerhablaramissDartleyesperabaqueme lodijeracuandose fueraynosquedáramos solos sentadosanteelfuego.Peroúnicamentemepreguntóquépensabadeella.

—Mehaparecidoqueesinteligente,¿no?—pregunté.

—¡Inteligente!Atodosacapunta—dijoSteerforth—.Loafilatodocomosehaafiladosurostroysufiguraenestosúltimosaños.Escortante.

—¡Yquécicatriztanextrañatieneenloslabios!—dije.

Steerforthpalidecióynoscallamosunmomento.

—Elcaso—dijo—esquefueculpamía.

—¿Algúnaccidentedesgraciado?

—No; yo era un niño, y un día que me exasperaba le tiré un martillo.Comopuedesver,erayaunangelitoqueprometía.

Sentímuchohabertocadounpuntotanpenoso;peroyanoteníaremedio.

—Yque tiene lamarcapara toda lavida, comoves—dijoSteerforth—,hastaquedescanseenlatumba,siesqueenlatumbapuededescansar,quelodudo. Es la huérfana de un primo lejano demi padre, ymimadre, que eraviudacuandoelpadremurió, se la trajoparaque lehiciesecompañía.Miss

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Dartleposeeunpardemilesdelibras,delasquetodoslosañoseconomizalarentaparaañadirlaalcapital.EsaeslahistoriademissRosaDartle.

—¿Ytúlaquerráscomounhermano?—dije.

—¡Hum!—repusoSteerforthmirandoal fuego—.Hayhermanosquenosequierenmucho;otrossequierenmal…;pero,sírvete,Copperfield;vamosabrindarporlasflorecillasdelcampo,enhonortuyo,yporlosliriosdelvalle,quenotrabajannihilan,enhonormío;mejordicho,paravergüenzamía.

Una sonrisa burlona que erraba por sus labios desapareció al decir estaspalabras,ypareciórecobrartodasufranquezaygraciahabituales.

Cuandovolvimospor la tardea tomarel té,nopudepormenosdemirarconpenosointeréslacicatrizdemissDartle;prontoobservéqueeralapartemássensibledesurostro,yquecuandopalidecíaeraloprimeroquecambiabayseponíadeuncolorplomizo.Entoncesseveíaentodasuextensióncomounarayadetintainvisiblealacercarlaalfuego.Tuvieronunpequeñoaltercadoella y Steerforthmientras jugaban a los dados, y en elmomento en que seencolerizóviaparecer lamarca,comolasmisteriosaspalabrasescritasenunmuro.

Nome extrañaba nada el entusiasmo demistress Steerforth por su hijo.Parecíanosercapazdehablarnidepensarenotracosa.Meenseñóunretratodecuandoeraniño,enunmedallónconunosbuclecitos.

Meenseñóotrodelaépocaenqueyolehabíaconocido,ysobresupechollevabaotroactual.Todaslascartasquelehabíaescritosuhijolasguardabaenunsecretercercanoalsillónenquesesentaba juntoa lachimenea,ymequiso leer algunas de ellas, y a mí me hubiera gustado mucho oírlas; peroSteerforthseinterpusoynoladejóhacerlo.

—EsenelcolegiodemísterCreakledondemihijoyustedseconocieron,¿verdad?—dijomistressSteerforthhablandoconmigo,mientrassuhijoymissDartlejugabanalosdados—.Recuerdo;entoncesmehablabadeunniñomáspequeño que él a quien quería mucho; pero su nombre, como puede ustedsuponer,sehaborradodemimemoria.

—Eramuygenerosoynobleconmigo,seloaseguro—dije—,yyoestabamuynecesitadoentoncesdeunamigoasí.Habría sidomuydesgraciadoallísinél.

—Essiempregenerosoynoble—dijomistressSteerforthconorgullo.

Asentí con todo mi corazón, Dios lo sabe. Ella también lo sabía, y sualtanería se humanizaba para mí, excepto cuando alababa a su hijo, querecobrabatodosuorgullo.

—Aquelnoeraunbuencolegioparamihijo,nimuchomenos;perohabía

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quetenerencuentacircunstanciasdemayorimportanciaaunquelaelecciónde profesores. El espíritu independiente de mi hijo hacía indispensable queestuvieraasuladounhombrequereconocierasusuperioridadysedoblegaraanteél.EnmísterCreakleencontramosalhombrequenoshacíafalta.

Nomedecíanadanuevo,puesconocíabienalindividuo,yademásaquellono me hacía tener peor opinión de él. Encontraba muy disculpable que sehubieradejadodominarporelencantoirresistibledeSteerforth.

—Lagrancapacidaddemihijoaumentóallígraciasaunsentimientodeemulación voluntaria y de orgullo consciente —continuó diciendo conentusiasmolaseñora—.Contralatiraníasehabríarevelado;encambio,comose sentía dueño y señor, quiso ser digno de su situación. Aquello era muysuyo.

Respondícontodamialmaquelereconocíamuybienenaquelrasgo.

—Y así fue, por su propia voluntad, y sin ninguna presión, el primero,como lo será siempre que se proponga destacarse de los demás—prosiguiómistressSteerforth—.Mihijomehadicho,místerCopperfield,queusted lequeríamuchoyqueayer,alencontrarle,sedioustedaconocerconlágrimasdealegría.Seríaafectaciónenmísipretendierasorprendermedequemihijoinspire semejantes emociones; pero no puedo permanecer indiferente antequien reconoce sus méritos, y estoy muy contenta de verle a usted aquí, ypuedoasegurarlequeél tambiénsienteporustedunaamistadnadavulgar,yquepuedecontardesdeluegoconsuprotección.

Miss Dartle jugaba a los dados con el mismo ardor que ponía en todo.Tanto es así, que si la primera vez la hubiera visto jugando, habría pensadoque su delgadez y el brillo de sus ojos eran consecuencia de aquella pasiónmásquedeotracualquiera.Sinembargo,oestoymuyequivocado,onoperdíaunapalabradelaconversación,niunmatizdelaalegríaconqueyoescuchabaamistressSteerforth,sintiéndomehalagadoconsuconfianzaycreyéndomeyamuchomásviejoquecuandosalídeCanterbury.

Hacia el fin de la velada trajeron vasos y licores, y Steerforth, sentadodelantede la chimenea,meprometiópensar seriamente en acompañarmeenmiviaje.

—Nonoscomeprisa—decía—,tenemosunasemanapordelante.

Su madre, también muy hospitalaria, me repitió lo mismo. Mientrashablábamos, Steerforth me llamó varias veces florecilla del campo, lo queatrajodenuevolaspreguntasdemissDartle.

—Pero¿realmente,místerCopperfield—mepreguntó—,esunmote?¿Porquélellamaasí?¿Quizá…porquelepareceustedmuyjoveneinocente?¡Soy

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tantorpeparaestascosas!

Respondí,ruborizado,que,enefecto,debíadeserporeso.

—¡Ah!—dijomissDartle—.¡Cómomealegrodesaberlo!Preguntoparainstruirme,yestoyencantadacuandoséalgonuevo.Steerforthpiensaqueesusteduninocente,ylehacesuamigo.¡Esverdaderamenteencantador!

Despuésdedecirestoseretiróaacostarse,ytambiénmistressSteerforth.Él y yo, después de charlar como unamedia hora de Traddles y los demáscompañeros de Salem House, subimos juntos. La habitación de Steerforthestabacontiguaa lamía,yentréunmomentoaverla.Teníaaspectodegrancomodidad,llenadebutacones,decojinesydetaburetesbordadosporlamanode su madre; no faltaba un detalle de lo que puede hacer a una alcobaagradable.Porúltimo,unhermosoretratodesumadrecolgabadelaparedenun cuadro, ymiraba a su hijo querido como si hasta en su sueñonecesitaraverle.

Enmihabitaciónencontréencendidoelfuego,ylascortinasdellechoydelaventanaechadasmedieronunaimpresiónacogedora.Mesentéenunsillónante la chimenea para pensar en mi felicidad, y estaba hundido en sucontemplacióndesdehacíayaunratocuandomisojosseencontraronconunretratodemissDartlequememirabaconsusagudosojosdesdeencimadelachimenea.

El parecido era extraordinario, tanto de rasgos como de expresión. Elpintorhabíasuprimidolacicatriz;peroyoselaveía;allíestaba,apareciendoydesapareciendo;tanprontoseveíasóloenel labiosuperior,comodurantelacomida, como se presentaba en toda su extensión, como había observadocuandoseapasionaba.

Mepreguntéconimpacienciaporquénohabríanpuestoencualquierotrositio aquel retrato en lugar de ponerlo enmi cuarto. Para dejar de verlamedesnudédeprisa,apaguélaluzymemetíenlacama.

Peromientrasme dormía no podía olvidar que estabamirándome. «¿Esrealmenteasí?Deseosaberlo.»Ycuandomedespertéamedianoche,medicuentadequeestabarendidodetantopreguntaratodoelmundoensueños«sierarealmenteasíono»,sincomprenderaquémerefería.

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