dar de leer johan andrés marín londoño

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Biografía JOHAN ANDRES MARÍN LONDOÑO Nací en Cali el 13 de marzo de 1984. Me gradué de Licenciado en Literatura en la Universidad del Valle. Hice estudios de sociología en la misma universidad. He trabajado como docente en el Colegio de adultos Confandí San Nicolás, el Liceo Quial, Vernot School y actualmente soy docente del Colegio Claretiano Santa Dorotea en los niveles tercero, cuarto y sexto. También he hecho promoción de lectura con la Fundación Casa de la lectura. Mis campos de interés académico son las ciencias de la educación, la literatura, la teoría crítica y los estudios culturales. Como docente he tenido la oportunidad de trabajar pedagogías por proyectos de integración curricular, evaluación por competencias y práctica textual. Obtuve el grado Summa Cum Laude por mi tesis “Escritura autobiográfica en „El olvido que seremos‟ de Héctor Abad Faciolince”. Además de leer y enseñar, me gusta montar en bicicleta, escuchar música y ver cine.

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Biografía

JOHAN ANDRES MARÍN LONDOÑO

Nací en Cali el 13 de marzo de 1984. Me gradué de Licenciado en Literatura en la

Universidad del Valle. Hice estudios de sociología en la misma universidad. He

trabajado como docente en el Colegio de adultos Confandí San Nicolás, el Liceo

Quial, Vernot School y actualmente soy docente del Colegio Claretiano Santa

Dorotea en los niveles tercero, cuarto y sexto. También he hecho promoción de

lectura con la Fundación Casa de la lectura. Mis campos de interés académico son

las ciencias de la educación, la literatura, la teoría crítica y los estudios culturales.

Como docente he tenido la oportunidad de trabajar pedagogías por proyectos de

integración curricular, evaluación por competencias y práctica textual. Obtuve el

grado Summa Cum Laude por mi tesis “Escritura autobiográfica en „El olvido que

seremos‟ de Héctor Abad Faciolince”. Además de leer y enseñar, me gusta montar

en bicicleta, escuchar música y ver cine.

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Dar de leer. Cuatro píldoras para alimentar el espíritu literario de nuestros

estudiantes

Soy lector porque un día alguien me dio de leer, y esta historia elemental quizás

sea la misma de todas las personas que han adoptado el hábito de la lectura como

una práctica vital de su actividad humana y espiritual. Hay que recordar que ser

lector es algo muy distinto a saber leer; es decir, que conocer el funcionamiento

del código lingüístico no es suficiente para pertenecer a una cultura letrada, para

ingresar en esa gran comunidad de seres humanos que hacen uso de la lectura

con fines recreativos, informativos o de aprendizaje, o, en palabras del poeta

alemán Friedrich Hölderlin, que habitan el mundo poéticamente. Es por esto que

para un docente el dar de leer a sus estudiantes es no solo un deber sino una gran

responsabilidad, ya que este pequeño acto cotidiano puede determinar que un

lector se forme o se malogre.

Hay dos cosas fundamentales en el acto de dar de leer: el cómo y el qué. En este

texto nos ocupará fundamentalmente el qué, pero sin duda nos asomaremos

tangencialmente al cómo, ya que estos dos aspectos no se pueden desligar. Si

¿Qué leer? es de por sí una pregunta compleja que toca aspectos profundos de

nuestra identidad, carencias y deseos, el ¿Qué dar de leer? lo es más, pues trae a

consideración una relación con el otro, o más específicamente con los otros: con

esa pequeña multitud heterogénea y problemática que es un grupo de estudiantes,

de cualquier nivel. En suma, el propósito de este texto es poner a consideración

algunos criterios que nos puedan orientar en el momento de escoger qué dar de

leer a nuestros estudiantes.

Píldora 1: solo doy de leer aquello que me gusta leer

Mejor aún: solo doy de leer aquello que adoro leer. No recomendaría nunca a

nadie, ni a mis enemigos, que comieran ullucos: el que come ullucos, para mí,

está a un paso de comer tierra. De la misma manera, no podemos pedir a

nuestros estudiantes que lean aquello que no disfrutamos. Nuestro gusto y nuestro

placer es lo que contagia.

Píldora 2: doy de leer obras literarias, no valores

La literatura no sirve para cambiar ni volverse una mejor persona en el sentido en

que lo proponen esos géneros pervertidos como la autoayuda y el esoterismo, o

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esas obras literarias repletas de cursilería moral y de moralina que más que

alimentar el espíritu del lector lo que hacen es llenar las arcas de las editoriales. Si

mi propósito al escoger una obra literaria para compartir con mis estudiantes es

que conozcan mejor el valor de la caridad, de la tolerancia o del éxito, es probable

que termine escogiendo un libro que los aburra inmensamente o que los engañe

ofreciendo fórmulas mágicas para alcanzar la felicidad o la riqueza. Este criterio

suele malograr gustos literarios antes que formar lectores de literatura porque esta

clase de libros, con demasiada frecuencia, están pobremente escritos para ser

fáciles de leer y ofrecer felicidades cómodas, al alcance de cualquier mortal y sin

mucho esfuerzo.

El único valor que debemos atender para escoger una obra literaria es el de su

calidad estética, y este criterio sólo se forma haciéndose a sí mismo lector de

literatura. Es la visión profunda del alma humana que logra una buena

representación literaria, llámese lírica o narrativa, la que logra conectar con el

lector y producirle una transformación profunda: la que logra hablarle al magma

interno de sus carencias, miedos y deseos en el lenguaje codificado de los

símbolos. Un buen cuento de horror sobrenatural nos podría permitir conjurar

nuestro temor a la muerte y a lo desconocido, así como una historia fantástica,

como la de La Sirenita de Hans Christian Anderson, nos puede enseñar que la

realización del amor exige una transformación, y que esta transformación suele

ser dolorosa, con el plus del placer que produce leer algo bellamente escrito.

Como podemos apreciar, no estoy diciendo que la buena literatura no modele el

carácter humano, sino que lo hace de una manera más honda y real.

Píldora 3: dar de leer es gratis

¿Serían capaces nuestros padres de cobrarnos los alimentos que nos dieron

cuando fuimos infantes, niños, adolescentes? Del mismo modo, la lectura que

forma lectores suele estar alejada de las prácticas académicas y escolares. No se

lee para resolver una ficha o para ganar un examen; la lectura que se hace en

este marco académico tradicional suele castrarle al lector su viaje imaginario y

ubicarlo en el universo de lo contingente, del estímulo-respuesta, del leo para

ganar un examen y obtener un premio. El único premio que nos puede dar la

literatura es la literatura misma, que es el mejor de todos, y este premio solo se

logra leyendo de gratis. El placer y el gusto no se obligan.

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Píldora 4: dar de leer es un acto de amor

Así como no podemos obligar a nuestros estudiantes a que lean, tampoco es

pedagógicamente correcto darles de leer por obligación. Les leemos porque

amamos leer y porque les amamos un poco también. Si en nosotros no se dan

estas condiciones sería más honesto cambiar de profesión. Algunas teorías

relacionadas con un concepto que está muy de moda llamado “inteligencia

emocional” nos proponen que gran parte de los procesos del aprendizaje están

determinados por la relación emotiva que establece el sujeto con el objeto de

aprendizaje, pero olvidan mirar la otra cara de la moneda: los procesos de

enseñanza también pueden ser más efectivos cuando hay un vínculo afectivo

entre el docente-mediador y el objeto del conocimiento. Se enseña con el amor

por lo que se enseña, y en el caso de formación de lectores esto suele ser más

cierto que en cualquier otro.

Colofón

Aunque por momentos este escrito tiene el tono desagradable del que pontifica y

da máximas como predicador sin freno, la intención era más bien ofrecer algunos

criterios que nos permitan ejercer con mayor responsabilidad el acto de la lectura y

la formación de lectores de literatura, que es el propósito mayor que hay detrás de

todas mis cátedras. Lamento mucho que la premura y el cansancio me hayan

impedido escribir algo mucho mejor, más reflexionado y menos apurado, pero

espero que les pueda suscitar a los lectores (estudiantes normalistas, según

entiendo) algunas reflexiones y curiosidades al respecto. También hay que decir

que las ideas expresadas acá no son necesariamente de mi autoría, sino que las

he ido acumulando y decantando en el corto tiempo que llevo estudiando literatura

y aprendiendo a ser docente, así que soy plenamente susceptible de estar

equivocado y soy consciente de ello. Agradezco a Yesica Jiménez el haberme

solicitado esta tarea de escritura que me ha divertido tanto en medio de la

agitación de esta época laboral (cierre de periodo).