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    Un iracundo a medio borrar: Saer en pblico, 1964

    Miguel Dalmaroni (UNLP CONICET)

    Nota: Esta ponencia adelanta un fragmento de una investigacin sobre la recepcin

    argentina de la obra de Juan Jos Saer (1937-2005) que se incluir en la edicincrtica de sus novelas El entenado y Glosa en la Coleccin Archivos (ALLCA XX).

    Usted sera capaz de dar la vida por sus ideas?. Fue la primera pregunta con

    que alguien del pblico abri el debate, tras la exposicin de Adolfo Prieto, en una mesa

    redonda sobre un tema de poca, literatura y compromiso, que se desarrollaba en el

    mbito de la carrera de Letras de la ciudad de Rosario, hacia 1964.1 El que preguntaba

    era Juan Jos Saer, un joven de Santa Fe que por esos aos se estaba vinculando con la

    vanguardia literaria rosarina, sobre todo con el grupo de estudiantes y escritores que senucleaban en torno de las clases de literatura argentina de Prieto, a las que Saer asista.

    Es el primer recuerdo ntido que Prieto conserva de Saer; ya haba ledoEn la zona, y

    sera poco despus que el propio Saer pondra en sus manosResponso y Palo y hueso.2

    Al episodio se podra agregar otro, con el que podramos aunarlo en un relato de tpica

    irrupcin juvenilista en la escena literaria: las impugnaciones que Saer haba proferido

    contra Silvina Bullrich, Manuel Mujica Linez y otros notables, en el V Congreso de

    Escritores Argentinos, organizado por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) quetuvo lugar en Paran, Entre Ros, en noviembre de 1964; segn el enviado especial que

    el diario Clarn de Buenos Aires destac en la capital entrerriana a propsito del evento,

    el poeta santafecino Saer se haba convertido en la piedra de toque de todos los

    encontronazos cuando, como espectador de la mesa redonda sobre cuento y novela,

    sus opiniones desfavorables sobre Bullrich hicieron que sta abandonara el estrado y

    que la mesa organizadora se desmantelara, en medio de un extrao desorden3. Segn

    1

    La fecha es aproximativa, ya que no hemos podido hallar documentacin que nos permitiera precisarese recuerdo de Adolfo Prieto.2 Adolfo Prieto (San Juan, 1928) es uno de los nombres ms destacados de la llamada nueva generaciny del grupo que entre 1953 y 1959 public la revista Contorno, en cuyas pginas adhiri a las teoras delcompromiso. Se doctor en la Universidad de Buenos Aires, y desde fines de los aos 50 ense enCrdoba y Cuyo, y en la Universidad Nacional del Litoral, donde fue decano de la Facultad de Filosofa yCiencias del Hombre y entre 1959 y 1966- Director del Instituto de Letras. Como parte de esa labor,dirigi y public en 1963 una encuesta aLa crtica literaria en Argentina (Santa Fe, UNL, 1963). En1968 dirigi para el Centro Editor de Amrica Latina la primera edicin de Captulo. Historia de laliteratura argentina. Ense tambin en Montevideo, y ms tarde en Beanson (Francia) y Florida(USA). Saer, con quien fue entablando una amistad duradera, le dedicLa mayor.3 Congreso de escritores: se trabaja y se discute, en Clarn, Buenos Aires, jueves 26 de noviembre de1964, p. 24; vase tambin en el mismo diario, Escritores: desbande sin pena ni gloria. Finaliz el V

    congreso, sbado 28 de noviembre de 1964, p. 11. Cabe recordar aqu que por esos aos los ttulos deSilvina Bullrich (1915-1989) comenzaban a poblar las listas de best-sellers de los semanarios deactualidad. En un ensayo fechado en 1967, Saer cargara otra vez contra Bullrich (La novela y la crtica

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    Norberto Galasso, la revista Todo del 10 de diciembre de 1964 dio ms detalles: Saer,

    un muchachito exaltado de estentrea voz, haba denunciado las trenzas y la

    falta de seriedad del congreso, protestando airadamente tambin en la mesa redonda

    sobre poesa, un da antes de despacharse contra los novelistas: Los burgueses [de

    Bullrich] no pasa de ser un best-seller yBomarzo [de Mujica Lainez] podra estar

    fechada en 1760, fue la provocacin con que interrumpi el santafecino desde el

    pblico, segn Todo; en la misma revista, una carta de Abelardo Arias, secretario de la

    SADE, aclaraba das ms tarde que en ningn momento se haba limitado la libertad de

    expresin de Saer; hasta Arturo Jauretche intervino poco despus en la polmica,

    acusando a Arias de haber dado una contestacin de contador pblico a un mozo Saer

    que parece alborot el cotorro de un tourist congreso celebrado en Paran.4 Casi tres

    aos despus, una joven crtica de Rosario escribira que la personalidad [de Saer] y,

    ms que nada, su posicin iconoclasta, dieron alas a los chismes de los corrillos en el

    Congreso de Escritores Argentinos de 1964.5 Todava en marzo de 1966, un reseista

    annimo del semanario Confirmado titulaba Realismo. El iracundo que lea a Joyce

    su comentario dePalo y hueso; y preceda sus juicios ms bien elogiosos del libro con

    este relato de los sucesos de Entre Ros:

    Nadie imagin, en el apacible Congreso de Escritores realizado por la

    SADE en Paran, en noviembre de 1964, que el macizo y encorvado muchachode 28 aos que detuvo al orador en medio de un elaborado discurso iba a romperla correccin de esa larga siesta. Despus de la primera frase, entre lahorrorizada indignacin de las damas y caballeros presentes y el divertidoentusiasmo de los estudiantes de la Universidad del Litoral, Juan Jos Saeringresaba explosivamente en la notoriedad: Perdone que lo interrumpa, perousted macanea. En realidad, aqu no se hace ms que macanear, porque mientrasustedes se tiran flores, los escritores de mi generacin, los escritores de cualquieredad, conscientes del pas real, nos sentimos excluidos. Su discurso, fuera de

    programa, fue una diatriba contra la Sociedad Argentina de Escritores, la culturaoficial y el conformismo.6

    La nota termina declarando a Saer decano de los iracundos del interior. El epgrafe de

    la foto del escritor que ilustraba tales proposiciones, insista: Gritar fuerte para que se

    sociolgica, enEl concepto de ficcin, Buenos Aires, Ariel, 1997, p. 240).4 Las citas de las crnicas de Todo y de las cartas de lectores de Arias y Jauretche estn transcriptas en laintroduccin de Galasso al captulo La unidad democrtica de la cultura del libro de textos polmicosde Jauretche que compil (Jauretche, Arturo,Las polmicas de Jauretche, Buenos Aires, Los NacionalesEditores, 1985, 5 reimpresin, introduccin y comentarios de Norberto Galasso, pp. 115-117). Debemosel encuentro con este material a Mara Celia Vzquez.5 Desinano, Norma, j.j. saer: despus de la vuelta completa,setecientosmonos, Rosario, a. IV, n 9,

    junio de 1967, p.10.6 Realismo. El iracundo que lea a Joyce, Confirmado. Revista semanal de noticias, Buenos Aires, a. I,n 38, 10 de marzo de 1966, p. 52.

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    oiga. Un ao despus, el comienzo de una resea deLa vuelta completa en la revista

    El escarabajo de oro parece confirmar que el ambiente literario de Buenos Aires tom

    nota del nombre nada silencioso de Saer por el suceso de Paran: Primero nos llegaron

    de l su nombre a propsito de un congreso organizado por la SADE y despert la

    curiosidad por ese falso lado del escndalo contenido aparte- [...].7

    Estas y otras ancdotas remotas8 podran sonar incongruentes con la imagen

    posterior del escritor, sobre todo con la que parece ir afianzndose en Buenos Aires

    desde principios de los aos 70; en esa imagen, en efecto, predominan hbitos y

    decisiones ajenos a un impulso regular de intervencin pblica destinada a promocionar

    su obra y su firma. En este sentido, y a la luz de los recuerdos de sus contemporneos

    ms prximos y de los datos y documentos histricos disponibles, resulta necesario

    enfatizar dos circunstancias simultneas que son decisivas para la construccin de ese

    escritor a la vezsecreto y resistente que caracteriza la primera y larga recepcin de

    Saer: entre fines de los aos 50 y 19689, el santafecino se comport en reiteradas

    oportunidades como un provocador y, lejos de la imagen selectiva posterior la del

    silencioso ignorado- que prefirieron hacerse de l algunos de sus lectores, se benefici

    del efecto promocional de esos escndalos: Jorge lvarez (a quien se ha caracterizado

    con insistencia como un oportunista del mercado del libro emergente) se interes en

    Responso y decidi editarla precisamente tras medir los ecos agitados del congreso de

    Paran; de hecho, en el estilo publicitario ingenioso y atrevido con que la editorial

    promocionaba sus libros en los medios de prensa, el 22 de diciembre de 1964 lvarez

    public en el semanarioPrimera Plana un aviso de casi un cuarto de pgina que, en

    tipografa mecanogrfica blanca sobre fondo negro, rezaba:

    Jorge lvarez presenta:

    RESPONSORESPONSOuna novela de

    7 Barros, Oscar O., J. J. Saer,La vuelta completa; ed. C. Vigil,El escarabajo de oro, Buenos Aires, a.VIII, n 35, noviembre de 1967, pp. 28-29.8 En 1959 Saer provoc cierto escndalo local con la publicacin de uno de sus cuentos en el diarioEllitoral, lo que les vali a l y a Hugo Gola ser excluidos del suplemento literario de ese medio; se trata deSolas, luego incluido enEn la zona.No hemos podido datar ni precisar las circunstancias de otroepisodio litoraleo de provocacin pblica, en que Saer se habra enfrentado con David Vias, durante eldebate con el pblico tras una conferencia que el segundo dict hacia mediados de los sesenta en Santa Feo alguna otra de las ciudades universitarias de la zona. Saer habra intervenido para preguntar a Vias porqu la saludable audacia que mostraba en sus juicios crticos e histricos sobre la literatura argentinaestaba ausente de sus textos creativos o de ficcin.9 Saer dej la Argentina en 1968; recin en 1982, luego de la guerra de Malvinas, comenz a visitarregularmente su pas una o dos veces por ao (haba pasado por Buenos Aires en 1976 a raz de unostrabajos cinematogrficos).

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    JUAN JOS SAERel escritor que enjuicia los escritoresen el recienteCongreso de Paran10

    Sin embargo, tambin es cierto que Saer no acompa aquellos desplantes con una

    mnima constancia en los hbitos de sociabilidad literaria que usualmente adoptan los

    escritores para imponer sus obras, mucho menos con la destreza con que suelen hacerlo

    algunos autores estrategas que saben cortejara posibles lectores. En primer lugar, a

    excepcin del ataque contra los figurones de la SADE, Saer protagoniz todas esas

    provocaciones en encuentros de escasa resonancia y en ciudades con una vida cultural

    muy restringida y de baja repercusin exgena como Santa Fe, Rosario, Resistencia oCorrientes, es decir lejos del nico sitio de la Argentina en que una obra literaria puede

    ganar una cierta visibilidad, la ciudad de Buenos Aires. En segundo lugar, aunque desde

    Responso Saer se haya ocupado de que varios de sus libros se editasen bajo sellos

    conocidos y comercialmente eficaces con sede en Buenos Aires, hay escassimos

    indicios de que haya hecho ms que eso: se trata de un escritor que parece haber

    confiado en que su obra ganara lectores y valoracin crtica noms por su propio peso,

    por su calidad o su inters puramente intrnsecos; conectada con eso, tampoco parece

    infundada la impresin persistente que las espordicas intervenciones pblicas de Saer

    han causado en quienes se han interesado en ellas: la de un personaje que difcilmente

    cautive a su auditorio ni haya podido ganarse, mediante esafalta de habilidad escnica,

    las simpatas de los lectores. Por supuesto, lejos de operar sobre un vaco, el conjunto de

    esos rasgos y disposiciones digamos, ese estilo de subjetividad- retomaba un valor

    disponible en la tradicin literaria, la del escritor interesado exclusivamente en

    mantenerse fiel a un proyecto creador en el que deposita toda su confianza, que

    consume todas las energas de que dispone y del que no deben distraerlo otras

    actividades, ni siquiera las que con frecuencia forman parte de la construccin de una

    carrera de escritor. Resulta inevitable, claro, recordar aqu algunas elecciones de Saer

    que funcionaron como poderosas instrucciones de lectura de sus propios textos dirigidas

    a esos grupos de seguidores inicialmente tan reducidos: la adopcin del poeta Juan L.

    Ortiz en calidad de maestro (y la construccin de la figura de ese maestro como la de un

    10 EnPrimera Plana, Buenos Aires, a. III, n 111, 22 de diciembre de 1964, p. 57.

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    ermitao aislado en el puro trabajo artstico)11; sus rotundos juicios negativos contra

    figuras rutilantes del ltimo tramo del boom como Puig o Guillermo Cabrera Infante,

    a quienes vinculaba con la lgica de los mass-media.12 En este sentido, conviene notar

    que en los episodios de Rosario y Paran que mencionbamos, Saer prefiguraba

    claramente, an mediante la exhibicin pblica disruptiva, algunos rasgos centrales de

    su concepcin de la literatura y de la condicin del escritor en trminos generales, una

    defensa de la autonoma y una oposicin radical a las presiones externas-, que no

    pueden desvincularse de los modos predominantes de difusin y recepcin de su

    literatura: en la primera ancdota, un cuestionamiento de las determinaciones de

    carcter ideolgico y poltico que desde los aos 50 pesaban sobre los escritores (el

    compromisosocialo con las ideas antes que con la mera literatura); en la segunda,

    la protesta contra la institucionalizacin del escritor y la impugnacin de una literatura

    que tanto en sus configuraciones textuales especficas como en sus modos de

    circulacin reproduce las lgicas del mercado y de la figuracin social.13

    Al respecto, es posible advertir entonces que circunstancias como la del

    aprovechamiento publicitario del escndalo de Paran por parte Jorge lvarez, no

    habran hecho ms que subrayar un malentendido semejante al que pudieron generar

    los desplantes pblicos de Saer-, porque buscaban llamar la atencin de los

    consumidores culturales hacia una escritura que los decepcionara, es decir hacia una

    obra que pareca empeada a toda costa en no halagar los gustos del pblico, aun si se

    trataba del pblico modernizado, progresista e iconoclasta que, como el dePrimera

    Plana, poda coincidir con los escritores jvenes en el desprecio por el establishment

    11 Al respecto, es por lo menos curioso notar que Juan L. Ortiz asisti al congreso de la SADE en Paran;ms todava, que su presencia all fue lo que la revistaPrimera Plana rescat como la nicapersonalidad trascendente en el estril evento, en una ditirmbica nota de pgina y media y con foto,

    donde se lo menta como el mayor poeta argentino viviente (Presencia. Juan L. Ortiz, El Magnfico,Primera Plana, Buenos Aires, a. III, n 108, 1 de diciembre de 1964, pp. 40-41).12 En 1972 se public el ensayo de Saer La literatura y los nuevos lenguajes, el primero de sus textosprogramticos que lograran alcanzar cierta repercusin, porque se inclua en una compilacin preparadapor Csar Fernndez Moreno para la UNESCO en la que intervenan algunos de los escritores y crticoslatinoamericanos ms reconocidos (Fernndez Moreno, Csar coord.-,Amrica Latina en su literatura,Mxico, UNESCO-Siglo XXI, 1972, Serie Amrica Latina en su cultura, pp. 301-316); Saer analiza allpor qu la cultura de masas, que se ha apropiado de literaturas como la de Puig o Cabrera Infante, esel enemigo mortal de la literatura (p. 316). Tambin insiste en los semanarios mercantiles de actualidadcomoPrimera plana, Confirmado o Anlisis (que promovan figuras como las de Puig o Cabrera Infanteo incluan textos suyos en sus pginas) como ejemplos de la funcin de los media: reproducir la ideologao el mundo y apropiarse de la literatura para detenerla.13 Tambin es relevante tener en cuenta lo que nos asegura Roberto Maurer, uno de los amigos

    santafecinos de Saer con quien mantuvo estrecho y frecuente contacto desde 1961: que, en principio, Saerestaba durante esos das en Paran para encontrarse con Augusto Roa Bastos con motivo de algn trabajocinematogrfico que tenan entre manos, no porque le interesase especialmente el congreso de la SADE.

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    literario oficial; el malentendido resultar confirmado en la dura resea de Responso

    que publicara poco despus ese mismo semanario.14

    Ahora bien, entre esas elecciones saerianas conviene hacer explcita, adems,

    una de las ms evidentes, pues el tpico del silencio no merece una explicacin

    nicamente biogrfica pero la tiene: el traslado a Francia en 1968. Operando tambin en

    este caso contra lo previsible nada menos que contra la expectativa cultural cimentada

    por toda una tradicin que en su vertiente argentina iba del remoto Echeverra al

    inmediato Cortzar- Saer se fue a Pars no para que el ruido con que su escritura

    disonaba en la literatura argentina se amplificase sino, muy por el contrario, para

    asordinarse.15 Para verse ante los otros, digamos, no iluminado sino a medio borrar, si

    hubiese que ponerlo en los trminos con que poco despus Saer trabajara

    ficcionalmente la experiencia de ese viaje en el segundo relato deLa mayor: a Pichn

    Garay, la inminencia de su partida hacia la ciudad luz no le dice ni le hace sentir

    nada.16No importa tanto aqu cules pudieran haber sido los propsitos deliberados de

    ese cambio de residencia que resultara definitivo aunque no es irrelevante que Saer se

    haya ido con una beca para estudiar el noveau roman-, sino sobre todo la concomitancia

    de sus efectos con la sustraccin a los modos eficaces de presencia pblica del escritor a

    la que Saer pareca destinado o que elega. En el discurso de los crticos argentinos de

    fines del siglo XX, la reincidencia del tpico del silencio, entonces, parece bastante

    ms que la traduccin de esa ausencia pblica del escritor desde 1968, aunque tambin

    y en principio lo sea, tanto como de algunas de sus consecuencias materiales: el cese de

    aquellas irrupciones pblicas ms o menos iracundas (que desaparecen, as, de los

    rasgos de la imagen del escritor que retiene la crtica), el abandono de la primera edicin

    de Cicatrices (1969) a su propia suerte, la publicacin en Barcelona deEl limonero real

    (1974) yLa mayor(1976), casi inhallables en Buenos Aires hasta las reediciones del

    Centro Editor varios aos despus, la casi completa desaparicin del nombre de Saer delas pginas de la prensa cultural argentina durante los setenta.-

    14 Demasiado tarde,Primera Plana, Buenos Aires,a. III, n 129, 27 de abril de 1965, p. 60, sin firma.15 Esta proposicin me fue sugerida por Julio Premat.16 Saer, Juan Jos, A medio borrar, en:La mayor, Buenos Aires, CEAL, 1982, pp. 50-51 y 68.