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CuPAUAM 33, 2007, pp. 7-30 Cuestiones sobre el Poblamiento y los modos de vida en el Neolítico interior de la Península Ibérica 1 Sofía Sanz González de Lema Resumen En estos momentos los estudios sobre el Neolítico de la Meseta están siendo numerosos y productivos, pero esta avalancha de datos nos obliga a reflexionar en torno a dos hechos: en qué medida las viejas interpretaciones sobre el Neolítico están afectando a la visión actual del interior peninsular y cómo se desenvuelve la información que mane- jamos en el presente. No obstante, en este artículo tan sólo tratamos la problemática del asentamiento y de la eco- nomía, quedando para otra ocasión la controversia de la neolitización, el mundo simbólico y la humanización del espacio. Palabras clave: Neolítico, Cultura Central, Neolítico Interior, solapamiento, continuidad, epipaleolítico, asentamien- to, economía. Abstract At this moments the Neolithic Meseta studies are being larges and productives, but this avalanche of information for- ces us to reflect on two actions: how do the olds interpretations about Neolithic affect the present view of the penin- sular interior? And how does the current information develop? However, in this article only we treat the settlement and the economy problems, at other ocassion we are going to examine the neolithization, symbolic world and humaniza- tion controversy. Keywords: Neolithic, Central Culture, Neolítico Interior, overlapping, continuity, epipaleolithic, settlement, economy. Todo amante del bel canto sabe que los primeros movimientos que se escuchan en ciertas obras son el leitmotiv, éste recoge el motivo central y el eje de la Opera que se irá desarrollando a lo largo de las notas. En el caso que hoy nos compete, el Leitmotiv de este artículo responde a una pregunta: ¿por qué pensamos lo que pensamos sobre el Neolítico del Interior de la Península Ibérica?. Es cierto que tal cuestión es amplia e intentar enhebrar toda visión sobre el Neolítico meseteño en un espacio reducido como es un artículo no es fácil, sino imposible. De este modo, tan sólo trataremos hoy una única parce- la del Neolítico de la Meseta, a saber: asentamientos y economía; dejando la problemática de la neolitiza- ción, el mundo simbólico y el de las creencias, ade- más de la domesticación y la humanización del entorno para otra ocasión. 1. RECUERDO DE UN PASADO Es conocido que la investigación de esta última década ha ofrecido gran cantidad de información sobre el Neolítico del interior peninsular, sin embar- go, a pesar de la unidad geográfica del territorio, los avances llegan de forma fragmentada y con diversa intensidad debido en su mayor parte a la política de 1 Este artículo es parte del Trabajo de Investigación Tutelado (2003-2004) dirigido por Dr. Dña. Isabel Rubio de Miguel profesora titular de la Universidad Autónoma de Madrid, y realizado gracias a la Beca de Tercer Ciclo concedida por el Rectorado de la misma universidad. 01.qxd 6/5/08 06:28 Página 7

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CuPAUAM 33, 2007, pp. 7-30

Cuestiones sobre el Poblamiento y los modos de vida en elNeolítico interior de la Península Ibérica

1

Sofía Sanz González de Lema

ResumenEn estos momentos los estudios sobre el Neolítico de la Meseta están siendo numerosos y productivos, pero estaavalancha de datos nos obliga a reflexionar en torno a dos hechos: en qué medida las viejas interpretaciones sobreel Neolítico están afectando a la visión actual del interior peninsular y cómo se desenvuelve la información que mane-jamos en el presente. No obstante, en este artículo tan sólo tratamos la problemática del asentamiento y de la eco-nomía, quedando para otra ocasión la controversia de la neolitización, el mundo simbólico y la humanización delespacio.

Palabras clave: Neolítico, Cultura Central, Neolítico Interior, solapamiento, continuidad, epipaleolítico, asentamien-to, economía.

AbstractAt this moments the Neolithic Meseta studies are being larges and productives, but this avalanche of information for-ces us to reflect on two actions: how do the olds interpretations about Neolithic affect the present view of the penin-sular interior? And how does the current information develop? However, in this article only we treat the settlement andthe economy problems, at other ocassion we are going to examine the neolithization, symbolic world and humaniza-tion controversy.

Keywords: Neolithic, Central Culture, Neolítico Interior, overlapping, continuity, epipaleolithic, settlement, economy.

Todo amante del bel canto sabe que los primerosmovimientos que se escuchan en ciertas obras son elleitmotiv, éste recoge el motivo central y el eje de laOpera que se irá desarrollando a lo largo de lasnotas. En el caso que hoy nos compete, el Leitmotivde este artículo responde a una pregunta: ¿por quépensamos lo que pensamos sobre el Neolítico delInterior de la Península Ibérica?. Es cierto que talcuestión es amplia e intentar enhebrar toda visiónsobre el Neolítico meseteño en un espacio reducidocomo es un artículo no es fácil, sino imposible. Deeste modo, tan sólo trataremos hoy una única parce-la del Neolítico de la Meseta, a saber: asentamientos

y economía; dejando la problemática de la neolitiza-ción, el mundo simbólico y el de las creencias, ade-más de la domesticación y la humanización delentorno para otra ocasión.

1. RECUERDO DE UN PASADOEs conocido que la investigación de esta última

década ha ofrecido gran cantidad de informaciónsobre el Neolítico del interior peninsular, sin embar-go, a pesar de la unidad geográfica del territorio, losavances llegan de forma fragmentada y con diversaintensidad debido en su mayor parte a la política de

1 Este artículo es parte del Trabajo de Investigación Tutelado(2003-2004) dirigido por Dr. Dña. Isabel Rubio de Miguelprofesora titular de la Universidad Autónoma de Madrid, y

realizado gracias a la Beca de Tercer Ciclo concedida por elRectorado de la misma universidad.

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cada autonomía; situación que dificulta la visióngeneral y global del Neolítico en la Meseta. Asípues, hoy día se diferencian: el Neolítico de Castillay León (Submeseta Norte), el Neolítico de CastillaLa Mancha (Submeseta Sur) y el Neolítico deMadrid (zona Central); aunque en estos últimosaños el Neolítico de Cáceres es propuesto dentro dela dinámica del Neolítico Interior (Cerrillo Cuenca yGonzález Cordero, 2006). En resumen, la investiga-ción actual se posiciona contra los tiempos pretéri-tos, en los cuales la Meseta era entendida como unamasa informe y homogénea en cualidades: margi-nal, dependiente, de carácter retardatario, de hábitaten cueva, con cerámica incisa y ‘a la almagra’ perocon pobre material lítico, y escasamente poblada porcomunidades ganaderas itinerantes –cuestión que asu vez explicaba la exigüidad de los datos existentessobre el Neolítico meseteño-.

La parquedad de la información extraída de losyacimientos hizo que poco a poco se radicalizasenlas posturas hasta consolidar la hipótesis del desier-to meseteño que abarcaba desde el PaleolíticoSuperior hasta el Calcolítico. Este Neolítico mesete-ño tan ‘uniforme’ era comprendido bajo el nombrede Cultura de las Cuevas o Central, término acuña-do por Pedro Bosch Gimpera en los años veinte y enuso hasta la década de los ochenta; momento en elque tomó el relevo la denominación del NeolíticoInterior, como consecuencia del cúmulo de nuevosdatos sobre la Meseta y, especialmente, por los des-cubrimientos de la Abrigo de Verdelpino (FernándezMiranda y Moure Romanillo, 1975), la Cueva de LaVaquera (Zamora, 1975) y la Cueva del Aire(Fernández-Possé y Arnáiz, 1980). Aunque, si bienes verdad que esta expresión otorgaba al Neolíticomeseteño una mayor personalidad y rompía con latesis del desierto meseteño, se mantenía dentro delas directrices generales dictadas por BoschGimpera.

Para comprender la tesis de la Cultura de lasCuevas hay que hacer el esfuerzo de mirar tras de sí,ya que está presente el evolucionismo darviniano(Darwin, 2000), el progreso cultural decimonónico2

y el degeneracionismo propio del difusionismo:(1) En primer lugar, del evolucionismo tomó las

nociones de selección natural, colonización y movi-

miento migratorio como medios de supervivenciaante la presión geográfica y demográfica. No obs-tante, recordando el discurso evolucionista tomadopor los prehistoriadores españoles, este evolucionis-mo era más cercano al lamarckiano, en el cual la‘voluntad’ es fundamental en el devenir y desarrollode las especies, que al evolucionismo de Darwindonde el azar es principio de cambio.

(2) En segundo lugar, del progreso culturaltomó la idea finalística y unilineal de humanidad. Esdecir, el fin último era la civilización, por lo que lasuperación de los diferentes estadios: salvajismo ybarbarie, tienen como objetivo final llegar a la civi-lización.

Sven Nilsson (1868) menciona que toda nacióndebe pasar por cuatro etapas antes de lograr ‘su másalto desarrollo social’: salvaje, pastor, agricultor ycivilización. La fase salvaje se identificaba con loshombres cavernícolas e itinerantes del Paleolíticoque se dedicaban a la caza y recolección, a la tallade piedra y que vivían en cueva. Por otro lado, laganadería haría su aparición durante el tránsito a labarbarie y que, a diferencia de la agricultura, estaactividad se relacionaba con el nomadismo. La bar-barie se vinculaba con el comienzo de la agricultu-ra, la sedentarización del hombre, las primeras alde-as, los primeros utensilios de cerámica y piedra puli-mentada. Por último, la civilización comienza conlas culturas residentes en urbes que tienen escritura,moneda y división del trabajo.

Así pues, se relacionaban los diferentes estadiosde progreso con el modelo de economía, el grado desedentarización, el carácter de hábitat –ya sea encueva, aldea o ciudad- y el tipo de artefacto. Ahorabien, además, en estos primeros tiempos de la“Ciencia del Hombre” se acepta la posibilidad deestancamientos en el desenvolver de las culturas,generando culturas con diferente nivel de desarrolloy creando supervivencias de elementos de periodosanteriores (Tylor, 1977).

(3) En último lugar, se encuentra el concepto dedegeneración que se desprende del difusionismo yla colonización. Resumiéndose en que las socieda-des receptoras de nuevas influencias tendrían siem-pre un grado menor de desarrollo que las comunida-des emisoras de cultura.

2 Es clarificador como Francisco María Tubino (historiador,arqueólogo, filósofo y sociólogo español del último cuartodel siglo XIX) en su trabajo Historia y progreso de laPrehistoria Arqueológica (1872) recomienda una ampliabibliografía donde figuran entre otros títulos: Descent ofman de C.Darwin, 1871 (Darwin, 2002), Les habitants pri-mitifs de la Scandinavie esaie d’ethographie comaparée.Primière Partie: l’age de la pierre de Sven Nilsson (Nilsson,

1868), de John Lubbock cita The Prehistoric Man que contoda certeza se refiere a The Prehistoric Times publicado en1865 (Lubbock, 1876) y The Origin of Civilization and theSocial Condition Primitive Condition of Man: Mental andSocial Condition of Savages en 1870 (Lubbock, 1987), obrasque influyeron a la hora de abordar la prehistoria de princi-pios del siglo XX en España.

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Cuando abordamos la Prehistoria de la PenínsulaIbérica de finales del siglo XIX y principios delsiglo XX, observamos dos hechos: (1) la evidenteprofusión y equívoco de terminología –eneolítico,neolítico final, neo-eneolítico...- y (2) la confusiónentre los límites de la etapa neolítica y metalúrgica(Rubio de Miguel, 1995). Por lo que no es extrañoescuchar al propio Bosch Gimpera indicar en Elpoblamiento antiguo y la formación de los pueblosde España3: “los grupos de cerámica cardial parecencontemporáneos de las primeras etapas del vasocampaniforme” (Bosch Gimpera, 1974: 91) para seña-lar más adelante que “el vaso campaniforme represen-ta el apogeo de la cultura eneolítica y un periodo muylargo de relaciones comerciales y de desarrollo de lametalurgia” (Bosch Gimpera, 1974: 93).

También, queremos apuntar un último detallerespecto a la lectura del Neolítico de aquellos días,según Hugo Obermaier (1932) el Neolítico alcanzasu apogeo en su fase final. Esta tesis propone que enel Calcolítico se desarrollaron los avances quedurante el Neolítico se habían logrado, quedando laetapa neolítica relegada a un plano secundario ytransitorio en la formación de los legendarios pue-blos prerromanos.

1.1. LA CULTURA CENTRAL

Basándose en la unificación de etnia-cultura-período histórico del modelo de los Círculos deCulturas de la escuela Histórico-Cultural de Viena–a principios del siglo XX-, Bosch Gimpera identi-ficó cuatro círculos culturales en la PenínsulaIbérica, estos eran: Cultura de Almería, CulturaPirenaica, Cultura Megalítica portuguesa y Culturade las Cuevas, que a su vez se subdividía en dosregiones, la meridional (Andalucía y Extremadura)y septentrional (región central) llamada CulturaCentral.

La Cultura Central fue el primer intento de sis-tematización del interior peninsular, este primeracercamiento describía la Meseta como retardataria,marginal y de influencia meridional. Se considerabaque la Cultura Central era consecuencia de lamigración de grupos capsienses provenientes denorte de África, que tenían su paralelo en la Culturade las Cavernas norteafricanas o Cultura delSahara, ya que ambas compartían el hábitat encueva, la cerámica incisa y una lítica pobre. No obs-tante, la región central no se descubría tan sencillaen su formación puesto que amalgamaba diversospueblos: paleolíticos y mesolíticos capsienses, juntoa restos de grupos del este, del centro y del sur

peninsular. Además, a tenor de los yacimientos des-cubiertos en la Meseta, la densidad demográficasería baja y desigual.

Por otra parte, la expansión de los grupos agri-cultores propició el movimiento migratorio mesolí-tico hacia el interior a través del Sistema Central.Durante este éxodo los pueblos cazadores fueronconvirtiéndose paulatinamente en pastores –habi-tando las cuevas y llevando una vida nómada- hastaque avanzado el Neolítico adoptan la agricultura y“colonizan las llanuras del centro de España y elvalle del Guadalquivir” (Bosch Gimpera, 1974: 90).

Concluyendo, la naturaleza pastoril de los pueblosmeseteños les obligaba a llevar una vida itinerante ynómada –aspecto que explicaba la escasez de asenta-mientos-, y a identificarse con el hábitat en cueva, lalítica pobre y la cerámica incisa. Además, contandocon el paralelo de la Cultura del Sahara, la expansiónde los pueblos ganaderos a través de las montañas serelacionaba con la localización del Arte Esquemático.Esta formulación supuso una barrera casi infranquea-ble a las siguientes hipótesis de trabajo del interiorpeninsular, ya que influyó a que los posteriores frutosde la investigación se amoldasen a un determinadomarco teórico preestablecido.

Los deficitarios hallazgos en cueva y el olvido delos fondos de cabaña descubiertos por José Pérez deBarradas (1926) y Hugo Obermaier (1917), llevaronpaulatinamente a la teoría del desierto meseteño yquedó el interior representado únicamente por cincoyacimientos: Criptana, El Conejar, Solana de laAngostura, Cabecera de Encinas y Atapuerca (SanValero, 1954). Asimismo, dentro de la lógica dege-neracionista de la difusión se defendía la marginali-dad de la Meseta con respecto a las novedades dadasen el resto de la península y, como corresponde, eraposible la coetaneidad entre los yacimientos coste-ros del Bronce I, el Neolítico II de las montañas lito-rales, el Neolítico I de los valles del Sistema Centraly el Mesolítico en las zonas más anfractuosas (SanValero, 1954). Finalmente, José Maluquer de Motes(1958, 1968), quien trabajó con interés en la Meseta,continuó la estela de las tesis clásica.

1.2. EL NEOLÍTICO INTERIOR. EL CAMBIO.En la década de los ochenta llegaron aires de

renovación que permitieron una política de autono-mías y un relevo generacional en la investigación.Pero con el cambio no llegó el fin de la confronta-ción entre hábitat en cueva versus hábitat al airelibre, o entre ganadería versus agricultura; ya IsabelRubio de Miguel intuía que “ambos tipos de hábitat

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3 Este artículo fue publicado en 1945 y posteriormente recopi-lado en la obra Paletnología (1974), donde se recogen los

escritos completos de Bosch Gimpera, y que nosotros hemosconsultado.

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se encuentran desde los inicios del neolítico (y aúnantes), en perfecta sincronía en diversas áreas penin-sulares, incluso en la problemática región meseteña”(Rubio de Miguel, 1984-85:155). A los descubri-mientos anteriormente citados de Verdelpino, LaVaquera y El Aire, se suman las revisiones de ‘fon-dos de cabaña’ que hiciese Mª.I. Martínez Navarretey los nuevos asentamientos en superficie descubier-tos: Km. 3,5 de la Carr. de la Vega, Madrid (Méndezy Gálvez, 1984; Mercader Florín, Cortés Busto yGarcía de Benito, 1989 b), el Arenero de Arganda,Madrid (Mercader Florín, Cortés Busto y García deBenito, 1989 a), Vega de los Morales, Ciudad Real(Vallespín et alii; 1985) y sobre todo el paradigmá-tico yacimiento en alto del Altotero, Burgos (ArnáizAlonso y Esparza Arroyo, 1985). La interpretaciónde este conjunto de yacimientos vino a confirmar lastesis clásicas en la que se reconocía: un primer perí-odo ganadero en cueva relacionado con una primeracolonización, y un segundo momento agrícola conla bajada al llano que motivó la transformación de lacueva como vivienda en un recinto funerario.

Además, como señalaron Víctor Antona del Val(1986) y Luciano Municio (1988), la búsquedaselectiva en cuevas y en altos de cerros estaba dandouna visión parcial del Neolítico meseteño. Sendosautores impulsaron el estudio del Neolítico en laMeseta, Municio por su parte realizó el primer‘Estado de la Cuestión’ de la Meseta Central dondese mantenían los principios clásicos: asentamientosen cueva y en alto, la distancia temporal entreambos, y la relación entre la ausencia de asenta-mientos significativos con la vida itinerante decarácter estacional vinculada a una economía deamplio espectro con mayor peso en la ganadería.

Finalmente, bajo el prisma evolucionista uniline-al de los materiales se pensó que la presencia signi-ficativa de cerámica lisa apoyaba la modernidad delhábitat de superficie, ya que durante el períodoCalcolítico abundaban las cerámicas sin decoración.No obstante, las pastas clasificadas como lisaspodrían ser fragmentos libres de ornamento de unrecipiente decorado, de hecho actualmente se estácomprobando que tanto la cerámica como la estruc-tura habitacional no variaron significativamentedurante más de 1500 años, v.g.: los asentamientos alaire libre de La Lámpara y La Revilla, Soria (Kunsty Rojo Guerra, 1999). El problema de aquellos díasera, una vez más, la ausencia de estudios químicos ypetrológicos de las pastas cerámicas de la Meseta yla continuidad en la datación de los yacimientosmediante la clasificación tipológica de un único tipomaterial, ya fuese lítico o cerámico.

1.3. HACIA EL FUTURO.Con la inauguración de los noventa comienzan la

lluvia incesante de nuevos hallazgos que revelaronun panorama meseteño muy diferente al defendidohasta aquella fecha. Además se unió el interés de losprehistoriadores por obtener dataciones absolutas delos nuevos yacimientos. El resultado se puede resu-mir en cinco puntos:

1) Los hallazgos de asentamientos al aire libre semultiplicaron, doblando en número al hábitat en cueva.

2) Los asentamientos en alto de cerros comienzana ser cuestionados como neolíticos, ya que respondentanto a prospecciones superficiales como a excavacio-nes no metodológicas, y los materiales recuperadosson más cercanos a fechas metalúrgicas.

3) Se identificó un nuevo patrón de asentamiento:a media ladera, orientado al sur, cercano a fuentes yafluentes de grandes ríos, con control visual del terri-torio y de los pasos tradicionales, con rápido y fácilacceso a los recursos agrícolas, pecuarios y caza –esdecir, a campos de labor, dehesas y bosques, respecti-vamente-, y siempre aprovechando las ventajas oro-gráficas y climáticas de la región (Iglesias Martínez,Rojo Guerra y Álvarez Periañez, 1995). Estos asenta-mientos recuerdan a los ‘fondos de cabaña’ madrile-ños de carácter efímero y estacional, que posiblemen-te estuvieron relacionados con una economía de plu-riactividad (Díaz-del-Río Español, 1998) o con unmodelo habitacional estacional recurrente (JiménezGuijarro, 1998), concepto cercano al ejemplo de asen-tamiento “aldeano” o village farming economies de J.Juan Manuel Vicent García.

4) También se documentan asentamientos bajotúmulo que comparte las características de los hábi-tats de superficie a media ladera. Este patrón res-ponde al abandono del recinto doméstico y a lasiguiente construcción del monumento funerario. Elhábitat bajo túmulo ha sido localizado tanto en laSubmeseta Norte como en la Submeseta Sur (Fig. 1),aunque habría que hacer una diferenciación entreaquellos que pudieron ser anteriores, coetáneos ysincrónicos a los monumentos funerarios a los queacompañan. Para Rojo Guerra, Kunst y PalominoLázaro (2002) los únicos yacimientos con un clarohorizonte premegalítico en la Submeseta Norte sonLa Velilla de Osorno, Palencia (MagdalenoZapatero, 1991, Delibes de Castro y ZapateroMagdaleno, 1995), el Teso del Oro de San Martín deValderaduey, Zamora (Palomino Lázaro y RojoGuerra, 1997) y el complejo de La Lámpara y LaPeña de la Abuela, Soria (Rojo Guerra y Kunst,1999). Este fenómeno, como ya hemos adelantado,igualmente se documenta en el sur de la Meseta conlos dólmenes de Azután y Castillejos, Toledo(Bueno Ramírez et alii; 2002).

Tal vez, lo más extraordinario de estos descubri-

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mientos es que se sitúan en zonas donde tradicional-mente existían sepulturas monumentales (megalitos,túmulos...), pero donde se ausentaban los asenta-mientos. Para dar explicación a este hecho se pro-ponía que los poblados de los constructores megalí-ticos serían poco significativos debido al carácterganadero e itinerante de estas comunidades(Maluquer de Motes, 1958). Sin embargo, hoy díalas comunidades constructoras muestran mayorcomplejidad en sus actividades económicas y dejande ser clasificadas como únicamente ganaderas.

Finalmente, la lectura de estos asentamientospuede ser variada: continuidad megalítica de losasentamientos neolíticos traduciendo que “lasestructuras previas al túmulo y éste muy probable-mente fueron manifestaciones del mismo gruposocial, y que las importantes diferencias apreciadasen cuanto a cultura material en uno y otro ambientedebieron responder a un fenómeno de especializa-ción funcional” (cursiva del autor. ZapateroMagdaleno, 1991: 60). También pueden responder aritos fundacionales previos a la erección del monu-mento, de tal suerte participarían de la misma cro-nología (Zapatero Magdaleno, 1991, 1993). Inclusopueden atender a la correlación entre yacimientofunerario y restos episódicos de ocupación bajoéstos o en su periferia “como resultados de episo-dios de agregación social que implica el asenta-miento periódico en torno a los túmulos, la cons-trucción de monumentos en unos casos y la realiza-ción de prácticas rituales y acontecimientos festivosen otros y, simultáneamente, el uso y explotacióndel entorno” (Criado Boado et alii, 2000: 297).

5) Respecto a la ocupación en cueva, ésta hasufrido un giro importante en su interpretacióndurante los últimos años. Los trabajos de BadalGarcía (2002) en el Levante peninsular sobre la uti-lización de las oquedades como establos, tambiénhan influido en otras áreas como en la AltaExtremadura (González Cordero, 1999) e incluso enAlbacete, donde el abrigo de Molino del Vadico enYeste aporta datos arqueozoológicos y paleobotáni-cos que señalan su uso como aprisco (RodríguezGonzález, 2006). Actualmente, habría que afrontarque las oquedades deberían ser clasificadas partien-do de la morfología: covachas, abrigos y cuevas;además de la funcionalidad que desempeñaron:vivienda, refugio, santuario y cementerio. La mayo-ría de las oquedades no pueden albergar a un gruponumeroso y el aumento de descubrimientos de asen-tamientos al aire libre dejan en clara minoría a las

estaciones cubiertas. La suma de estos hechos nosobliga a pensar en otras posibilidades de uso e inte-rés, bien sea refugio temporal, establo o almacén,bien sea santuario, enterramiento, etc...-.

En cuanto a la cronología absoluta todavía sonescasos los yacimientos datados, pero se puedehacer cierta valoración, como la contemporaneidadde hábitat en cueva y al aire libre, o la práctica de laagricultura en un momento temprano, o bien lasimultaneidad del cultivo y la ganadería por unamisma comunidad (Fig. 2).

Por último, mencionar la existencia de dos carac-terísticas que se encuentran, tanto en conjunto comopor separado, en la distribución de los asentamien-tos al aire libre y en cueva, estas son: solapamientoterritorial y continuidad.

Se está documentando el solapamiento territo-rial asimismo entre estaciones epipaleolíticas y neo-líticas, como entre los propios asentamientos neolí-ticos. La prospección del valle de Atapuerca, Burgos(Navarro Ruiz, 2002) y del valle del Sorbe,Guadalajara (Pastor Muñoz, 2000) está demostran-do que existe el solapamiento entre ambos tipos deestaciones4. Por el contrario, en el valle de Ambrona,Soria (Kunst y Rojo Guerra, 1999), en el cañón delDuratón, Segovia –La Nogaleda y El Espino (LucasPellicer et alii, 2001)- o en la región madrileña laCueva del Aire y la covacha de La Higuera (BarrioMartín y Rubio de Miguel, 2002) constatan el sola-pamiento tan sólo entre yacimientos neolíticos.Estos datos pueden responder a una coetaneidad o auna continuidad en el tiempo, ya sea de las diversascomunidades descritas ya sea de un mismo grupohumano, que condicionado por un medio de vidabasado en la movilidad se ve obligado a la ocupa-ción estacional del territorio.

Respecto a la continuidad de estratos epipaleolí-ticos y neolíticos en ciertos yacimientos comoVerdelpino (Fernández Miranda y MoureRomanillo, 1975) y La Higuera (Jiménez Guijarro,1998), son la evidencia más firme de la directa rela-ción entre poblamiento el Epipaleolítico y elNeolítico. El descubrimiento cada vez más comúnde yacimientos epipaleolíticos en el interior penin-sular –v.g.: El Parral, Segovia (Jiménez Guijarro,2001 a), valle del Sorbe y Atapuerca- contrasta conel vacío descrito por Juan-Cabanilles (2002) quiense esfuerza en interpretar los datos a través delmarco teórico difusionista y el modelo dual; pese aque, a la luz de los nuevos hallazgos, parte de lainvestigación actual aboga por la continuidad entre

4 Nos vemos en la necesidad de apuntar el hecho de que enambos casos el estudio tipológico de un único material, el

lítico, ha guiado la determinación crono-cultural de los yaci-mientos.

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el substrato epipaleolítico y el poblamiento neolíti-co (Jiménez Guijarro, 1998, 1999, 2001 a;Hernando, 1999).

Finalmente, el solapamiento, la continuidad y loefímero de los poblados podría estar desvelando unmodo de vida basado en la movilidad y la pluriacti-vidad de carácter estacional, en la que la agriculturade roza, la ganadería transterminante, la caza y reco-lección, y el intercambio de bienes tienen cabida.

2. LA COSTUMBRE DE LA CASA.Cuando abordamos la espinosa cuestión de los

modos de vida corremos el riesgo de dejarnos llevarpor el torrente de descripciones y anotaciones fuga-ces, tal vez un buen comenzar sería preguntarse porlo más elemental del ser humano: su naturaleza.Ernst Cassirer5 (2000), propone la doble naturalezadel hombre: la naturaleza animal, base biológica yorgánica, y la naturaleza simbólica mediante la cualel ser humano percibe la realidad de forma másamplia que el resto de los seres vivos, ya que supo-ne sobrepasar los límites de la vida orgánica paradar paso a un mundo simbólico donde: mito y reli-gión, lenguaje y arte, historia y ciencia, son parte deeste universo. En pocas palabras, el hombre se defi-niría como animal symbolicum.

He aquí el problema que se desprende cuandodeseamos comprender la economía de tiempos pre-téritos ¿a qué naturaleza damos más peso? La natu-raleza animal reclama el agua y el alimento necesa-rio para la subsistencia, esta situación hizo pensarque el hombre prehistórico se asemejaba a un “estó-mago bípedo”, como indicó Denell (1999); tan sólola lucha por los recursos alimenticios era el paráme-tro en el cual se podía entender los actos humanos,dejando de lado las motivaciones ideológicas y

sociales. Denell puso de relieve la necesidad de con-templar tanto el medio físico y medioambientalcomo el medio social en el que se desarrollaron losgrupos humanos, para poder interpretar aquello quequeda inscrito en los yacimientos. En pocas palabraspara comprender la economía en un sentido amplioy, tal vez, más arcaico del término (oìkídiov: casa,vóuoc: costumbre, norma, ley); es decir para poderacercarnos a la costumbre de la casa, es necesariocomprender la naturaleza simbólica del hombre.Tampoco Gordon Childe era ajeno a la importanciadel medio social e ideológico, consideraba al hom-bre un ser natural unido a la técnica –respuesta deadaptación al medio-, diferenciando además entre elequipo material (herramientas) y el equipo espiri-tual (lenguaje, ideas, creencias, religión e ideolo-gía). La cultura, por otro lado, sería la convenciónpor parte de la comunidad tanto de la abstracción delequipo espiritual como de la función y ciencia delequipo material.

Según Gordon Childe (1997, 2002) mediante lacultura material se puede reconstruir parte de losmedios de producción y las relaciones de produc-ción, a partir de la cual se accedería a la estructuraeconómica de la sociedad y mediante ésta se llega-ría a conocer la ideología. La propuesta de GordonChilde es tentadora pero caeríamos en el materialis-mo histórico, auque sí anotamos la propuesta delarqueólogo australiano en la que asume la influenciamutua entre economía e ideología, “por lo tanto,podemos decir que las relaciones de produccióndeben ser lubricadas con el sentimiento” (Childe,1971: 124). Posiblemente estemos ante uno de lospuntos más dolorosos de la historiografía actual: elplanteamiento de la identidad en las comunidades6.Así pues parece resumirse que la propuesta sobre laidentidad es dependiente en gran medida de la eco-

5 Ernst Cassirer (1874-1945) filósofo neokantiano sometió lasciencias a un análisis filosófico y estudió las formas funda-mentales de la compresión del mundo, siendo estas formasfundamentales ‘formaciones simbólicas’.

6 Una de las últimas propuestas sobre la identidad en la histo-riografía española es el trabajo de Almudena Hernando(2002), en donde denomina como ‘identidad’, “a la capaci-dad de formar una imagen de nosotros mismos y del mundoque nos provea de suficiente sensación de seguridad y orien-tación como para operar satisfactoriamente en una realidaddefinida por la interacción, a la difícil negociación de alian-zas, identidades y diferenciaciones a través de las cuales lle-gar a descubrir que somos capaces de sobrevivir equilibra-damente en un mundo donde el equilibrio parece difícil deobtener. Creo firmemente en el carácter negociador de laidentidad, en su sustancia cultural y no biológica. Creo quela identidad es una construcción que la sociedad genera ensus parámetros básicos porque constituyen la contrapartecognitiva de su modo material de relación con la realidad.Por todo ello, creo que no hay identidades mejores ni peores,

más inteligentes o menos, más <<progresivas>> que otras.Todo modo de identidad es un modelo de supervivencia, unaforma en extremo lúcida de encarar las condiciones materia-les de las que se parte” (Hernando, 2002: 205).Esta formulación de la “identidad” para su correspondientepuesta en práctica en arqueología tal vez deba ser considera-da con sumo cuidado, especialmente cuando nos confiesaque cree “firmemente en el carácter negociador de la identi-dad, en su sustancia cultural y no biológica” (cursiva nues-tra). Autores como Ernst Cassirer (1874-1945) han insistidoque si bien “en el mundo humano encontramos una caracte-rística nueva que parece constituir la marca distintiva de lavida del hombre [es decir], el sistema <<simbólico>>”(Cassirer, 2000: 47) “es obvio que este mundo [humano] noconstituye una excepción de esas leyes biológicas quegobiernan la vida de todos los demás organismos” (Cassirer,2000: 46). En resumidas cuentas: no podríamos olvidarnos,según esta idea, de la parte biológica de la naturaleza huma-na, naturaleza que no sería -por lo tanto- estrictamente cul-tural (si bien debería serlo principalmente).

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nomía en tanto que los grupos humanos se identifi-can según las actividades a las que se dedican.

Haciendo memoria de lo descrito hasta ahora, seresumen en que las primeras comunidades neolíticasse diferenciaban de las etapas anteriores por la adop-ción de la economía de producción. Incluso, lainvestigación tradicional relacionaba la presencia deciertos tipos de tekné con el Neolítico, de esta mane-ra la presencia de cerámica y piedra pulimentada erael testigo presencial de la primera agricultura y de lasedentarización de las gentes. En el caso del interiorpeninsular, además, se identificaba la agriculturacon los poblados al aire libre y con la vida sedenta-ria, y la ganadería con las cuevas y nomadismo.Según la corriente clásica, la adopción del modeloeconómico de producción fue implacable con losmodos de vida anteriores; no obstante, esta visióntradicional aplicada a la Meseta se vio enturbiadacon el registro arqueológico de Verdelpino.

2.1. MEDIO FÍSICO Y CLIMÁTICO.Respecto al medio físico en el que se desarrolla-

ron estas primeras sociedades productoras, tenemospoca información. Los análisis polínicos y antraco-lógicos son muy escasos pero al menos en su mayo-ría delatan que “la Meseta sería una zona estépica,sin árboles salvo excepciones a nivel local, favore-cida por el suelo y el clima” (Barrio Martín y Rubiode Miguel, 2002: 28). Durante estos últimos 8000años ha habido un clima benigno cuya consecuenciaha sido una cubierta vegetal sin cambios bruscos,siendo a partir del Sub-boreal cuando se detecta laacción del hombre. Sin embargo para que la activi-dad antrópica repercuta en el paisaje debe de haberuna práctica continuada de ganadería o agriculturadurante tan sólo 400 o 500 años, y en el caso de queel lugar sea abandonado con anterioridad los cam-bios apenas son perceptibles (Badal García, 2002:143). Fig. 3.

2.2. EL POBLADO Y SUS ALREDEDORES.Anteriormente hemos visto los diferentes tipos

de asentamientos al aire libre (en alto, media ladera,en llano o bajo túmulo) y en covachas, abrigos ocuevas en zonas de serranía. A pesar de la diversi-dad, todos tienen en común: su localización estraté-gica en la obtención de recursos agrícolas (camposde labor), ganaderos (dehesas) y cinegéticos-reco-lección (bosques), también disfrutan del fácil y rápi-do acceso tanto a pasos naturales como al agua, y,por último, es visible el solapamiento territorial einestabilidad de los asentamientos.

La investigación realizada por Rubio de Miguel

sobre la economía neolítica en la Península Ibéricapropone que la agricultura no es sinónima a pueblossedentarios (Rubio de Miguel, 1989); pues la agri-cultura de rozas, sistema agrícola posiblementepracticado por los agricultores iniciales, implica unagran movilidad. Denell (1999) comparó el desplaza-miento entre animales gregarios, comunidades caza-doras-recolectoras, agricultoras de rozas y pastoras,el resultado fue el alto grado de dinamismo de lospueblos agrícolas cuya táctica de supervivencia, asemejanza de los cazadores recolectores y pastores,seguía siendo la movilidad.

Tal vez, la problemática del hábitat en la Mesetacomience a esclarecerse en el momento en el cualnos preguntemos ante qué tipos de asentamientosestamos: estacional, semipermanente, permanente uocasional. Tradicionalmente se ha relacionado laausencia e inestabilidad de los poblados con unavida itinerante derivada de la actividad ganadera. Deeste modo, los estudios de prehistoria apuntan quelas formas de vida ‘seminómadas’ estuvieron pre-sentes en la mayor parte de las fases culturales de laMeseta, hasta la introducción del hierro, implicandocon ello una ocupación periódica marcada por laactividad estacional. Es decir que nos encontraría-mos frente a una población con economía de amplioespectro (Municio, 1988).

En este punto, Díaz del Río Español discrepa conla historiografía tradicional, según la cual una aldeaestable durante el III y II milenio a.C parece impo-sible. El arqueólogo señala que la existencia de unaeconomía agraria con infraestructura y donde tienecabida la horticultura contradice la postura clásica(Díaz-del-Río Español, 1998).

Por otro lado, la presencia de numerosos silos enlos ‘fondos de cabaña’ calcolíticos madrileños seña-larían que hubo un período embrionario durante elNeolítico. En otras palabras, “frente a la hipótesis deun ‘vacío poblacional’, la existencia de abundantesyacimientos calcolíticos hace previsible suponerque la consolidación del patrón de poblamiento de laprimera edad de los metales cuente con un desarro-llo preliminar en momentos neolíticos” (Díaz-del-Río Español, 1998: 39, Vol I), esta intuición poco apoco parece confirmarse con la suma de nuevos des-cubrimientos y la revisión de los ‘fondos de cabaña’descubiertos durante el siglo pasado.

Los análisis polínicos y antracológicos apenasobservan cambios importantes en la cubierta vegetalque reflejen una actividad agresiva con el medio ouna especialización en la obtención de recursos; o loque es lo mismo, no hay muestras que delaten la talade árboles ni la expansión de pastos y sembrados.Aunque los pólenes recogidos del asentamiento bajo

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túmulo de Azután indican que “el grado de antropi-zación del medio ya seria ligeramente elevado, conun amplio desarrollo de formaciones nitrófilas. Sinembargo en este período no se detecta, al menos enestas muestras, ni el cultivo, ni la presencia del olivoo el cereal en el diagrama polínico” (López Sáez yLópez García, 2005: 232).

De tal suerte, en la Meseta hasta el III milenioBC no se perciben estas actividades productoras;por lo que es presumible que aquellas comunidadesneolíticas conservaran la importancia de la caza y larecolección, y se encuadraran dentro de la pluriacti-vidad campesina7 basada en la diversidad de recur-sos y prácticas productivas. Este modelo favoreceríala fundación de poblados estacionales y viene a apo-yar la localización de los asentamientos en zonasintermedias con sencillo y pronto acceso a áreas depasto, de labor y de bosque.

Otra propuesta a considerar es el modelo habita-cional estacional recurrente defendido por JiménezGuijarro, en el cual se contempla la posibilidad deuna economía mixta o de amplio espectro inspiradaen la tesis de Díaz del Río Español y en el asenta-miento tipo aldeano de Vicent García. Para JiménezGuijarro en la primera etapa de la neolitización seconservaron fórmulas tradicionales de subsistencia,aunque rápidamente la ganadería obtuvo importan-cia con la estabulación del ganado y el movimientode reses. Por el contrario la agricultura sería de ciclocorto y con cultivo de leguminosas, de esta forma laeconomía de amplio espectro permite una explota-ción estacional del territorio, lo que explica el sola-pamiento y la inestabilidad de los asentamientos.Además, Jiménez Guijarro, comprende la existenciade hábitat en cueva y al aire libre dentro de unmismo sistema de biestacionalidad del aprovecha-miento del medio. Finalmente, el prehistoriadorobserva que el modelo habitacional estacional recu-rrente ya estaba presente en el substrato epipaleolí-tico anterior por lo que sería “el marco idóneo parael establecimiento de una economía ‘experimental’de producción” (Jiménez Guijarro, 1999: 496).

Aún existiendo diferencias entre los diversospatrones económicos presentados, todos los autoresque apuestan por una economía de producción basa-da en la movilidad y el amplio espectro confluyenen dos puntos: (1) la movilidad permite el contactocon otras comunidades afines favoreciendo la super-vivencia de la comunidad y (2) una economía fun-damentada en la pluractividad propicia el reparto delas actividades entre los individuos de la tribu,

teniendo tal distribución de labores su origen en elseno de las sociedades mesolíticas.

Por último, es visible la propensión general de lainvestigación por considerar a la ganadería comoactividad esencial en el interior sólo que: ¿hacia quéestrategias productivas tienden los diferentes gruposhumanos que se encontraron en la Meseta Central?¿Necesariamente tiene que ir encauzada a la gana-dería? ¿La presencia de silos y grandes contenedo-res no inducen a pensar que se podría llevar unaactividad agraria, especialmente en lugares de tradi-ción cerealística como en los casos de VelillaOsorno, La Lámpara, La Revilla, El Teso del Oro,La Cañadilla de Peñafiel o Los Barruecos?

2.3. MODOS DE VIDA: ENTRE RESES, TRIGOY PUCHEROS.

Aún con escasos estudios tafonómicos, arqueo-zoológicos y polínicos realizados en los yacimien-tos, junto con la práctica ausencia de análisis quími-cos de las pastas cerámicas, se ha podido intuir, másque reconstruir, los modos de vida de aquellos pri-meros agricultores y ganaderos. Por desgracia, eldeseo natural de cualquier investigador por desen-mascarar los prejuicios y ‘mitos’ históricos se vegravemente comprometido cuando se desconoceneste tipo de datos en los yacimientos, de aquí surgela urgente necesidad de realizar análisis de estecarácter.

Dentro de los hallazgos más sobresalientes des-cubiertos en la Meseta, se encuentra el abrigo deVerdelpino, tanta fue la sorpresa de sus depósitosque ha obligado a estudiar la posible filtración demateriales modernos en los estratos inferiores y elresultado ha sido negativo (Rasilla Vives, HoyosGómez y Cañaveral Jiménez, 1997). La peculiaridadde este yacimiento se debe a tres razones: en primerlugar con la presencia de 19 fragmentos cerámicosen el nivel epigravetiense –Corte 2, nivel IV-. Ensegundo lugar, existe una continuidad y equidadentre los porcentajes de fauna doméstica (ovicápri-dos, bóvidos y suidos) y salvaje en todos los nivelesneolíticos I, II y III (Rubio de Miguel, 1988). Enúltimo lugar, las fechas absolutas equiparaban elNeolítico del Interior con el resto de la PenínsulaIbérica. Fernández Miranda (1975) denominó alnivel IV como epipaleolítico/mesolítico con cerámi-ca, ya que la lítica tenía carácter epigravetiense ypredominaba la fauna salvaje.

Respecto a la paridad entre los índices de fauna

7 El término de pluractividad campesina es tomada del mode-lo propuesto por Díaz-del-Río Español (1998) para el III y II

milenio a.C en la campiña madrileña.

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salvaje y doméstica estaba en clara sintonía con loque se descubría en otras regiones europeas y, ade-más, esta situación volvía a recordar el problemáti-co papel del substrato epipaleolítico en la neolitiza-ción. Como indicó Rubio de Miguel, los nuevos des-cubrimientos “revelarían de todos modos una activi-dad que demuestra que estos grupos humanos no selimitaban a recibir pasivamente las ideas venidas delexterior y que el germen de las trasformacionesacaecidas posteriormente se hallaba latente en estassociedades de cazadores-recolectores” (Rubio deMiguel, 1988: 396).

En la Vaquera desde un primer momentos tam-bién se documentó ovicápridos, seguidos de vacunoy porcino; pero el consumo de piezas de caza noperdió peso con respecto al animal doméstico (RojoGuerra y Estremera Portela, 2000). Este dato vienea acompañar las aportaciones de Verdelpino, ya quela fauna salvaje mantiene su alto grado de presenciadurante la etapa neolítica (Fig. 4). En líneas genera-les, la fauna salvajes recuperada más significativason los ciervos, équidos y lagomorfos; en torno a losanimales domésticos la cañada de ovicápridos es lamás temprana y la más abundante, posteriormentese diversifica con bóvidos y –en menor medida– conel cerdo.

En el caso del abrigo de La Ventana(Torrelaguna, Madrid) cuya ocupación neolítica res-ponde al ámbito funerario, la fauna doméstica no seencuentra entre los restos óseos analizados del nivelneolítico (Sánchez et al., 2005), aunque sí hay semi-llas que delata el cultivo de cereal (Jiménez Guijarroy Sánchez Marco, 2005).

Finalmente, entorno a la relación de los abrigosy cuevas con la ganadería, la presencia de cerra-mientos que indican la estabulación de ganado enoquedades del Levante –Cueva de Cendres, Cuevade Santa Maira, La Falaguera, Cova Bolumninia yen algunas ocasiones en la Cova de l’Or (BadalGarcía, 2002)-, ha permitido que Jiménez Guijarro(1998) defienda la misma hipótesis de trabajo paraVerdelpino (Cuenca), Los Enebrales, El Reno ySedan del Batán (Guadalajara). Pero los cerramien-tos de estas cavidades carecen de testimonios clarosque les señalen como neolíticos y, además, tampocotienen dataciones absolutas. No obstante, aunque losejemplos propuestos por Jiménez Guijarro no seanlos más adecuados, los ejemplos levantinos aún pue-den ilustrar sobre lo que pudo ocurrir en algunascovachas y cuevas de la Meseta.

En cambio, cuando nos acercamos a los asenta-mientos al aire libre, recibimos datos que sí conclu-yen la existencia de apriscos. En las cabañas infra-tumulares de Azután y en las chozas situadas alre-

dedor del dolmen de los Castillejos se han descu-bierto esporas fúngicas, las cuales pueden ser consi-deradas como resultado de la estabulación de reses.Estos datos son corroborados por los restos de Bos yOvis recogidos en Azután y los punzones sobrehueso de ovicáprido (Bueno et alii, 2005 a, 2005 b).

También se han encontrado restos de fauna con-sumida –Capra, Ovis y Sus doméstico junto aCervus- en el hogar tipo cubeta de Velilla de Osorno(Delibes de Castro y Zapatero Magdaleno, 1995)que nos señala la práctica de la ganadería y de lacaza.

Para Rubio de Miguel, a medida que avanza elNeolítico y llega el Neolítico Final “la caza parecehaberse convertido en una actividad de apoyo exclu-sivamente y la aportación de carne a la dieta recaesobre las especies domésticas” (Rubio de Miguel,1989: 19). También contamos con evidencias indi-rectas de la actividad cinegética en las puntas de fle-cha halladas en los yacimientos y en las escenas decaza del Arte Rupestre, donde el ciervo tiene granimportancia.

Por otra parte, según sugiere Muñoz López-Astilleros (1998), la leche tuvo un importante papelen la dieta y en tal caso las comunidades tuvieronque contar con una cañada estable de ovicáprido y/ode bóvidos. Los estudios faunísticos de La Vaquera(Rubio de Miguel, 1988 y Estremera Portela, 2003)o de Velilla de Osorno (Delibes de Castro yZapatero Magdaleno, 1995) revelan que el ovicápri-do está presente desde los momentos más antiguos,y que posteriormente rivaliza con el ganado vacunoy porcino, pero siempre con clara superioridad.

En cuanto a las evidencias directas sobre el con-sumo de lácteos en la Meseta, se han constatado enmomentos posteriores con los enterramientos en eldomen de Azután. Según Bueno Ramírez (2005 a)los restos óseos de los difuntos contenían un altogrado de vanadio, elemento que delata una altaingesta de lácteos. No obstante, podemos remitirnosal enterramiento del IV milenio cal.BC de Cal’Oliarie (Barcelona), donde los análisis de una delas cerámicas del ajuar indican que contuvieron pro-ductos lácteos –Martín et alii (2005)-.

Finalmente, dentro de la dinámica descubierta enel Interior encontramos el asentamiento al aire librede Los Barruecos (Cáceres). Aquí se han documen-tado hasta tres ocupaciones neolíticas, que sus exca-vadores identifican con el Neolítico Antiguo, Medioy Final, durante las cuales se practicó una economíaagropastoril desde finales del VI milenio cal.BC yque fue consolidándose hasta el IV milenio. Ahorabien, cuando se han realizado los estudios de faunaéstos no han aportado casi información. En cambio,

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los datos palinológicos y sedimentarios han descu-bierto la presencia de dehesas junto a campos decereal y también ha identificado restos de hongoscoprófilos, propio de una actividad ganadera estabu-lada (Cerrillo Cuenca et alii, 2005).

A pesar de que los estudios sobre los restos defauna no han hecho hincapié en la edad y sexo de lacañada sacrificada, estos análisis podrían indicar enqué medida la economía dependió de una actividadpastoril planificada; práctica que se ha ido defendien-do hasta el momento (Antona del Val, 1986; Municio,1988; Zapatero Magdaleno, 1991,1993; Delibes deCastro y Zapatero Magdaleno, 1995; JiménezGuijarro, 1998; Díaz del Río, 1998; Muñoz López-Astilleros, 1998; Rojo Guerra y Estremera Portela,2000; Bueno Ramírez et alii, 2002). O por el contra-rio, también los análisis faunísticos podrían indicar laausencia de planificación, hallándonos entonces antecomunidades con ganadería cuyo sostén económico serepartiría en otras actividades, ya sea la agricultura, lacaza, la recolección o la reciprocidad –intercambio debienes, favores y trabajo8.

De las estructuras descubiertas en los asenta-mientos contamos con cabañas que podrían indicarunidades familiares de producción –La Lámpara, LaRevilla, Velilla de Osorno, Teso del Oro, PeñaBardal (Ávila)9, Túmulo de los Castillejos, Túmulode Azután y La Deseada- y con silos –La Lámpara,La Revilla, Teso del Oro10, Mesegar del Tajo(Toledo)11, Verona II (Madrid)12, La Deseada y LaVaquera13.

La distribución interna de los poblados y delinterior de las cabañas no manifiesta jerarquizaciónalguna. El espacio doméstico queda constituido porun hogar central, en algunos casos de cubeta–Velilla de Osorno-, y en el único yacimiento dondese ha documentado un pavimento de madera –Teso

del Oro en el nivel III y unidades C y D- tampocohay evidencias de la división en estancias del cubí-culo. Por otra parte, no parece que las cabañas estu-vieran destinadas a una actividad concreta –salvo lade vivienda- y ninguna muestra preeminencia sobreel resto; de tal suerte que es difícil advertir la orga-nización social a través de la ordenación espacial delos asentamientos y de las cabañas.

En relación a los silos localizados dentro de lospoblados, en todos los ejemplos se localizan fuerade las cabañas y sin intención de ocultamiento (Fig.5). Pero además se documenta tanto en La Lámpara(Rojo Guerra y Kunst, 1999) como en ValdiviaOeste14 (Jiménez Guijarro, 2000 b) la reutilizaciónde estas estructuras como fosa funeraria con crono-logía neolítica. También estaría relacionado con elespacio doméstico el enterramiento de Villamayorde Calatrava (Ciudad Real), ya que la tierra de col-matación fue extraída de un área de habitación concoloración diferente a la del resto (Rojas Rodríguez-Malo y Villa González, 1995).

El almacenamiento y la conservación de los pro-ductos cultivados es “la operación que define mejoruna economía de producción de alimentos” (Buxó,1997: 180), ya que indica planificación y organiza-ción de la producción, puesto que una parte delgrano almacenado se conserva para la futura siem-bra y otra parte para el consumo. El grano puede serpreservado en silos, en grandes contenedores cerá-micos, de madera y cestería, y/o en fosas en cueva–lo que quitaría cierto protagonismo a la actividadpecuaria de las oquedades-. Respecto al consumodel cereal suele ser torrefactado y tostado, general-mente esta transformación de la semilla es máscomún en los cereales vestido, aunque durante elNeolítico en la Península Ibérica el tueste del trigodesnudo fue común –sea por una mejor ingestión,

8 Este término es recogido entre otros por E.R. Service (1984)quien identifica tres tipos de reciprocidad: “La reciprocidadgeneralizada es una forma de intercambio basada en la pre-sunción de que la devolución ocurrirá a la larga. [...] La reci-procidad compensada, por el contrario, implica un intercam-bio directo y explícito que es (en el sentido ideal) satisfacto-rio para las dos partes en términos de los bienes o de lasacciones que intercambian.[... y] La reciprocidad negativaimplicaría naturalmente la falta de reciprocidad o lo opuestoa la reciprocidad: el robo o la apropiación violenta de bien-es” (Service, 1984: 24-25).

9 Gutiérrez Palacios (1961) identifica a la cabaña con un‘fondo de cabaña’, también se documentan en el yacimientorestos de muretes o paravientos.

10Se documenta un ‘hoyo’ en los niveles IV y III, pero que sedesconoce su funcionalidad (Palomino Lázaro y Rojo

Guerra, 1997). 11 Mesegar del Tajo (Villa González y Rojas Rodríguez Malo,

1995) cuenta con materiales cerámicos neolíticos proceden-tes de tres de los veintisiete ‘fondos de cabaña’ excavados, elresto de los vestigios eran calcolíticos.

12La memoria de la excavación aún no ha sido publicada, noobstante Rubio de Miguel (2000) adelanta la existencia desilos en este poblado al aire libre.

13Se cuentan 10 ‘hoyos’ en niveles los neolíticos (EstremeraPortela, 1999).

14 Yacimiento madrileño excavado por Pérez de Barradas en losaños veinte del siglo pasado. La revisión realizada por JiménezGuijarro (1999 b) sobre la inhumación de Valdivia determinóque era neolítica a raíz de la errónea catalogación de una cerá-mica con forma de botella y con decoración incisa.

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un secado más rápido de la siembre o por higiene-.Finalmente, otra transformación del cereal para elconsumo es la molienda mediante la cual se obtieneharina.

La localización de los silos en los asentamientosal aire libre nos puede estar señalando que el “alma-cenaje subterráneo a largo plazo ordenado sin mues-tras de ocultamiento puede reflejar la ausencia depago de tributo, tensiones intergrupales o intragru-pales. Por el contrario expresarían cierta autoorgani-zación colectiva de la producción” (Díaz del RíoEspañol, 1998: 327). Por otra parte, la presencia desilos u hoyos en cuevas nos recuerda la controverti-da situación en la que actualmente se encuentra elhábitat en cueva y la funcionalidad de caráctersecundario que pudo desempeñar.

Según Germán Delibes de Castro y PedroZapatero Magdaleno (1995) consideran que las pri-meras comunidades productoras de la Meseta tuvie-ron un poblamiento disperso y de vida itinerante; sinembargo, el hecho de que Velilla de Osorno tengahogares, hoyos y silos es consecuencia de una “eco-nomía de almacenamiento” o “stockage”. Una vezmás, es visible la complejidad de los grupos neolíti-cos del interior, la presencia de este tipo de estruc-tura nos previene de la cómoda denominación deaquellas primeras comunidades productoras comopastoras o ganaderas.

Otras evidencias indirectas de la actividad agrí-cola se encuentran tanto en los grandes recipientesglobulares destinados al almacenaje de frutos secos,cereales o leguminosos; como también en los ele-mentos de hoz, hachas, azuelas, molederas y manosde molino –que indicarían la preparación del campode labor, la siega y la transformación de la semillaen harinas para su posterior consumo.

Además se han hallado testimonios directos deagricultura: en La Lámpara y La Revilla, Triticummonococcum –tipo bastante común en la PenínsulaIbérica a partir del IV milenio- (Kunst y RojoGuerra, 1999). De la zona doméstica de Azután seanalizó un molino que ha ofrecido restos de cereal -Triticum aestivum/durum y Triticeae-. Aún así no seconoce si son evidencias del trabajo de descascari-llado del grano o por el contrario son de la molien-da (Tresserras y Matamala, 2005). En los Barruecosde Malpartida (Cáceres) se cuenta con Triticum dic-cocum y Triticum aestivum/durum de tipo compac-tum, tipos relacionados con el Neolítico Antiguo /Antiguo Avanzado (Cerrillo Cuenca et alii, 2002).Respecto a La Vaquera, aquí se han hallado Triticumaestivum/durum como tipo dominante frente a lostrigos vestidos y cebadas (López García et alii,2003), situación que se repite en La Ventana(Jiménez Guijarro y Sánchez Marco, 2004).

No obstante en el desenvolver agrícola de lapenínsula hubo preferencia por la cebada frente altrigo, posiblemente debido a la rusticidad y resisten-cia de ésta (Rubio de Miguel, 1988). Por otro lado,también, se han recuperado muestras de legumino-sas –Vicia y Lens- en la cueva de La Vaquera, pesea que la legumbre tuvo más presencia en el BronceFinal (Rubio de Miguel, 1988).

Por otro lado, la recolección de frutos enmomentos neolíticos ha sido escasamente registraday estudiada. Por fortuna, cada vez son más los estu-dios que atienden a esta actividad, un ejemplo sonlos análisis macroscópicos de los molinos recupera-dos del área habitacional de Azután, los resultadosprueban la molienda de bellota (Tresserras yMatamala, 2005). Este dato no sorprende pues lospólenes de Azután indicaban la existencia de unentorno de dehesa (López Sáez y López García,2005). Además, este hecho no hace mas que coinci-dir con otros hallazgos neolíticos peninsulares (Fig.6) y delata la continuidad de una práctica común enel mesolítico como fue la recolección de bellotas–Font de Ros (Bordas Tissier et alii, 1996), Atxoste(Alday Ruiz, 1997) y Margineda (Guilaine et alii,1995), entre otros-. La pregunta obligada es deter-minar si la recogida de bellota supone su aumentoen los niveles neolíticos – el caso de Margineda- osu descenso en los casos de Font de Ros y Atxoste.

Ahora bien, sobre este último hallazgo, PrimitivaBueno et alii (2005 a) dan un nuevo giro a la inter-pretación y proponen a “la dehesa como un sistemade cultivo de origen neolítico” (idem 2005: 86),siendo además “una explotación más rentable en unmodo de vida de carácter fuertemente mixto” (idem2005: 88).

Finalmente, sin salir del entorno de la recolec-ción, en Azután también se recuperó una vasija conrestos de haber contenido miel o hidromiel(Tresserras y Matamala, 2005) que directamente nosrecuerda las pinturas rupestres de la Araña (Bicorp).

En conclusión, parece evidente que hubo ciertacontinuidad en algunos aspectos de los modos devida mesolíticos como el importante aporte de lacaza y la recolección, junto con la movilidad delgrupo humano; hechos que están acorde al resto deEuropa.

En torno a las formas y tipos cerámicos, la cerá-mica cobra un sentido más amplio en el momento enel que se deja a un lado su papel como vestigio de laneolitización, para convertirse en lo que realmentees: un recipiente donde se elaboran y se contienencomidas y bebidas. La presencia de cerámica con osin decoración ha hecho que se especule sobre losmodos de uso, siendo la cerámica decorada relacio-

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nada con actos rituales y la cerámica lisa relegada alos fogones de los hogares. Las formas globulares,hemisféricas y de botellas, junto a ollas y pequeñoscuencos hemisféricos y globulares de base cóncava,todos nos informan que los alimentos se prepararona modo de caldos y gachas.

Respecto a la cerámica decorada, si bien la vaji-lla del interior peninsular se caracteriza por teneruno o varios motivos decorativos, buena parte de loselementos de sujeción han sido considerados ador-nos (mamelones, perforaciones y asas –tipo orejeta,cinta y asas puente). Las técnicas decorativasempleadas son acanaladura o incisión-acanaladura eimpresión-acanaladura (Fig. 7), la técnica de boqui-que antiguo y el engobe rojo o ‘a la almagra’. Encuanto a la decoración acanalada, inciso-acanalada eimpreso-acanalada cuando los motivos son vertica-les se distribuyen en el borde de la cerámica y cuan-do son horizontales lo hacen en la panza. Tambiénse encuentran motivos de espiga, cordones paralelosa la boca con o sin incisiones o/y digitaciones,mamelones poco salientes, decoración a peine ytriángulos con impresiones –estas dos últimas posi-blemente sea de horizontes calcolíticos-. Además,encontramos la cerámica aguada o ‘a la almagra’ ylas escasas cerámicas con incisiones rellenas depasta blanca15.

Hoy por hoy el estudio tipológico de la cerámicasigue dominando la investigación de la Meseta. Sinembargo, ha llegado el momento en el que se nece-sitan análisis químicos y petrológicos de las pastascerámicas de las vajillas, tanto decoradas comolisas, que indiquen el lugar de origen de las arcillas,las técnicas empleadas para su elaboración y el usoa las que estaban destinadas. Los trabajos de estetipo pueden dar cuantiosa información acerca de losmodos de vida (nivel técnico y productivo de los‘alfares’, número de centros de producción, lugar deextracción de la materia prima, contacto intergrupale intragrupal de las diferentes comunidades, e inclu-so nos pueden indicar la función a la que estabandedicadas: cocina, almacenamiento, ritual...). Pese aque los estudios de técnica y análisis de pastas cerá-micas están presentes en la Península Ibérica desdelos años ochenta con los trabajos de Mª.S. Navarretey J. Capel, en la Meseta son de carácter excepcio-

nal16. Es evidente que uno de los trabajos ineludiblesde la investigación dedicada al Neolítico del Interiores el estudio y análisis químico y petrológico de lascerámicas.

En los asentamientos también se documenta laindustria lítica y ósea, cuyo papel es igualmenteimportante en la interpretación de aquellas comuni-dades neolíticas que habitaron el interior peninsular.Respecto a la lítica encontramos un mal endémicoen la investigación: el escaso interés en las publica-ciones por reflejar estudios porcentuales de la indus-tria lítica, hecho que hace casi imposible la interpre-tación de los datos. Sin embargo, no hay que dejar-se llevar por el desánimo.

La piedra pulimentada queda representada pormolederas, manos de molinos, azuelas y hachas; entorno a la lítica tallada es visible una mayor tenden-cia hacia la industria sobre lasca que sobre lámina–La Deseada, Verdelpino, El Altotero, La Cañadillade la Torre de Peñafiel17 y Teso del Oro-, a excep-ción de asentamientos con predominio de lámina–El Aire, La Vaquera, Los Barruecos de Malpartiday La Cañadilla (Cáceres)-. Los restos de útiles halla-dos son elementos de hoz, raederas, perforadores,buriles y raspadores, en cambio con escasa frecuen-cia se encuentran puntas de flechas y microlitos.Todos estos materiales denotan una actividad deproducción de alimentos: la siega de cereal –ele-mentos de hoz-, transformación del medio parapoder acceder a áreas de labor o preparación de pas-tos –hachas y azuelas-, la conversión del grano enharinas –molederas y manos de molino-, el curtidode pieles para la confección de prendas de vestir–raederas, perforadores y buriles-, elaboración deartefactos de madera y hueso –raspadores, perfora-dores y buriles-.

Respecto a las puntas de flechas podrían indicartanto las actividades cinegéticas como guerreras, yaque para ambos casos se utilizan las mismas armas.La guerra puede ser originada por diferentes moti-vos: tierras de caza, mujeres o posición dentro de lajerarquía del grupo; siendo más lejana la causa bellipor razones de propiedad y excedente, debido a queexiste solapamiento y continuidad en la ocupacióndel territorio, no hay dificultad en el acceso a loscampamentos y tampoco se ocultaron los silos. Talvez, una de las consecuencias bélicas que se haya deobservar es la movilización de bienes y enseres,

15La Nogaleda (Municio y Ruiz Gálvez-Priego, 1986), LosVascos y la Cueva del Aire (Rubio de Miguel, 2000) y ElEspino (Lucas Pellicer et alii, 2001).

16Contamos con el análisis de la cerámica neolítica ‘a la alma-gra’ –aguada roja- de la Cueva de La Vaquera, en el estudiose demuestra que hubo doble cochura de las pastas para la

fijación del engobe, esta técnica recuerda, según los autores,a la empleada en la cerámica ‘a la almagra’ de Carigüela,Granada (Estremera Portela y Villa González, 1999).

17 Yacimiento vallisoletano, poblado con tres niveles de ocupa-ción, neolítico, celtibérico y romano (Martín Montes yPérez Rodríguez Aragón, 1997).

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puesto que los vencedores se hacen con las posesio-nes de los vencidos. De este modo, en el momentode interpretar la dispersión de ciertos artículos,habría que sumar al ‘intercambio’ intergrupal lavariable de adquisición de bienes mediante la lucha.

Los objetos de adorno encontrados en los asen-tamientos se reducen a fragmentos de brazaletes –LaCañadilla en Cáceres (González Cordero, 1999),Vega de los Morales en Toledo (Vallespín et alii,1985), en Madrid La Flamenca, Las Esperillas- Sotodel Hinojar, Depósito de Velilla (Muñoz López-Astilleros, 1998) y La Deseada (Díaz del RíoEspañol, 1999)-, cuentas de collar en fase II de LaVaquera (Estremera Portela, 1999) y hachas votivasen La Pinilla y La Cueva en Guadalajara (JiménezSanz et alii, 1997). Por otro lado, de la industriaósea nos han quedado vestigios de agujas, punzonesy espátulas en La Vaquera y en Velilla de Osorno, eincluso anillos y una matriz preparada para obtener-los en la fase I de La Vaquera.

Todos estos fragmentos de historia nos estánilustrando actividades cotidianas como el vestir, eladorno, la comida y la elaboración de útiles. No obs-tante, queda por dilucidar el papel que tuvo el traba-jo de la madera y de la cestería, que a pesar de nohaber quedado restos tangibles, al menos sí testimo-nios indirectos. De la madera contamos con los ras-padores, azuelas, punzones y cuchillos de sierranecesarios para su preparado y transformación. Asemejanza del trabajo del hueso, el uso de la made-ra fue muy superior al que en un primer momento sepuede suponer, ya que si analizamos los hábitos devida de las comunidades meseteñas advertimos queel acceso a la materia prima era mayor que en tiem-pos anteriores: respecto a la madera, en primerlugar, la expansión del bosque mediterráneo duranteel holoceno y el uso de la piedra pulimentada favo-recía la adquisición de este material. En segundolugar, si admitimos que los grupos neolíticos practi-caban el pastoreo y la agricultura de rozas, fue muyposible una mayor tala de árboles para obtener tie-rras de labor y pastos, con la consecuencia deaumentar la cantidad de madera destinada a caba-ñas, cerramientos y herramientas.

Por otro lado, es de esperar que la presencia deanimales domésticos con huesos largos y cornamen-ta, junto con la continuidad del consumo de ciervoproporcionara mayor cantidad de materia prima. Deesta manera parece dudoso que la industria madere-ra y ósea estuviera en declive, la causa de su ausen-

cia en el registro arqueológico posiblemente se debaa la fragilidad de estos materiales ante suelos ácidosy la acción de los animales, especialmente los roe-dores.

Finalmente, pese a que tampoco se han halladorestos de cestería en la Meseta, contamos con para-lelos de cestillos del VI y V milenio a.C. en la cuevade Los Murciélagos de Albuñol, Granada (CachoQuesada et alii, 1996), cuyas decoraciones recuer-dan a los motivos cerámicos. También, aunque sinpresencia de decoración se descubrió la base de uncesto en la cueva Lóbrega, La Rioja (Barrio Gil yCeniceros Herreros, 1991) y esterillas utilizadaspara cubrir el suelo en de La Draga (Bosch Lloret etalii, 2000).

Respecto a la presencia de materiales exóticos encontextos funerarios y en asentamientos encontra-mos: conchas en Villamayor de Calatrava (RojasRodríguez-Malo y Villa González; 1995), en LaVaquera (Estremera Portela, 1999) o en La Ventana(Jiménez Guijarro y Sánchez Marco, 2002), frag-mentos de brazaletes de mármol y pizarra en el surde Madrid –La Flamenca II, La Esperilla- Soto delHinojar, Cerro del Depósito de Velilla18 y LaDeseada19, en Toledo –Vega de los Morales20 y enCáceres –Cañadilla21. O modelos cerámicos afines aotras áreas de la península. Todos estos hallazgosson vestigios directos de reciprocidad y contactocon otras comunidades.

Igualmente, la localización de los asentamientosjunto a vías naturales y zonas de paso de una regióna otra nos indica de forma indirecta el mismo hecho.Todos estos datos nos están proponiendo que ideas yartefactos no necesariamente se movieron mediantela migración de poblaciones, sino a través de con-tactos intergrupales.

En resumen, parece que la conducta económicapudo estar basada en el aprovechamiento de unagran variedad de recursos tanto endógenos comoexógenos, que en última instancia se debería a lacontinuidad de la estrategia de movilidad de loscazadores-recolectores.

3. SIEMBRA Y COSECHA DE IDEASDurante las tres cuartas partes del siglo XX

hemos sido testigo de cómo, bajo los principiosheredados del siglo XIX (evolucionismo, progresocultural y degeneracionismo) la Meseta ha sido con-siderada marginal, dependiente y de carácter retar-

18 Muñoz López-Astillero, K.I. (1998).19 Díaz del Río Español, P. (1999).

20 Vallespín, E. et alii (1985).21 González Cordero, A. (1999).

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datario, y cómo, también, favoreció a la ecuación:pastores-cueva-nomadismo y agricultores-poblado-sedentarización.

En los años veinte, Bosch Gimpera realizó el pri-mer intento por sistematizar el interior identificandola Cultura Central, aunque ciertos hechos propicia-ron que el Neolítico meseteño quedara oscurecido:(1) en primer lugar, la visión unilineal de la Historiahacía ver a aquellos pastores habitantes de cuevascomo una fase necesaria para el posterior desarrollode las civilizaciones prerromanas, quedando así lafase neolítica relegada a una etapa de transición, casianecdótica. (2) Por otro lado, el hecho de que lainvestigación española no delimitara firmemente lasfronteras entre el período neolítico y la etapa meta-lúrgica, unido a que hubo confusión y profusión ter-minológica, propició que numerosos ‘fondos decabaña’ fueran olvidados. (3) En tercer lugar, y nodesligado del punto anterior, la Cultura de lasCuevas o Central quedó reducido a un ‘cajo de sas-tre’, debido a la poca seriedad de investigadores yeruditos locales. (4) Finalmente, la consolidacióndel desierto meseteño fue debido a la radicalizaciónde los anteriores hechos y llevar al extremo la ideade una Meseta habitada por reducidos y desperdiga-dos grupos humanos.

Los primeros atisbos que señalaban la supera-ción de este modelo clásico coincidieron con unaserie de hechos: el descubrimiento de tres yaci-mientos fundamentales (Verdelpino, La Vaquera yEl Aire), el comienzo de la política de autonomíasy el relevo generacional en la investigación. Lostres descubrimientos cuestionaron el desiertomeseteño, pero especialmente fue el abrigo deVerdelpino el que permitió un giro significativo enla interpretación del Neolítico meseteño: aportóun estrato epigravetiense con cerámica y datacio-nes absolutas que equiparaba el Neolítico Interiorcon otras zonas peninsulares, y además proporcio-nó niveles neolíticos con porcentaje de fauna sal-vaje consumida superior a la doméstica; lo queuna vez más planteaba el viejo problema de laimportancia del substrato epipaleolítico en la neo-litización.

Tal fue el efecto que en la década de los ochentase dio comienzo a una nueva denominación delNeolítico meseteño: el Neolítico Interior. Pese a quemantenía el carácter retardatario, dependiente delmeridional y marginal, incluso los asentamientosseguían distinguiéndose en cueva y en alto, con elconsecuente tipo de economía, ganadera y agrícolarespectivamente; al menos esta reciente nomencla-tura otorgó a la Meseta personalidad propia.Posteriormente, hacia la segunda mitad de la décadade los ochenta se publicaron los primeros estudios

recopilatorios sobre poblamiento, por Antona delVal, y el primer estado de la cuestión por Municio.

En los noventa se demostró que los asentamientosde superficie superaban a los de cueva y se distinguióun nuevo tipo de hábitat a media ladera, cuyas venta-jas orográficas y climáticas pueden indicar tambiénotras estrategias en la adquisición de recursos.Asimismo, se localizan asentamientos bajo túmuloque comparten características con el hábitat a medialadera; por otro lado, los asentamientos en alto demonte son denominados neolíticos con serias dudas.Como es visible, la Meseta deja de caracterizase porestar despoblada y por primar la vivienda en cueva, y,además, se cuestionan los poblados en alto.

También se suma otros dos hechos: (1) el sola-pamiento territorial entre las estaciones tanto neo-líticas como entre las epipaleolíticas y neolíticas, delo que se puede desprender varias hipótesis: la coe-taneidad y continuidad de las diferentes comunida-des, o alertarnos de una posible estrategia de super-vivencia basada en la movilidad, de tal modo queJiménez Guijarro ha propuesto el modelo habitacio-nal estacional recurrente. (2) El segundo lugar, lacontinuidad entre el poblamiento epipaleolítico yneolítico se observa de forma directa en el abrigo deVerdelpino o en la covacha de La Higuera, de formaindirecta en los valles de Atapuerca y Sorbe.

En relación con el modo de vida llevado a cabopor las comunidades del interior peninsular hace8000 años es muy difícil realizar afirmaciones. Enprincipio durante el lapso de tiempo en el que elNeolítico nace, se desarrolla y desaparece transcu-rren 3000 años, durante los cuales converge grandiversidad de grupos humanos que tienden a com-portarse de forma diferente. Un segundo aspecto esla heterogeneidad tanto ambiental como geográficaen la Meseta, situación que exige estrategias de sub-sistencia diferentes. En tercer lugar, en el centropeninsular hubo una gran diversidad de comunida-des con peculiaridades culturales propias, que influ-yeron al comportamiento humano quedando impre-so en el registro arqueológico.

Pese a que contamos con datos desprendidos delos asentamientos que permiten aventurar variashipótesis, la escasez de análisis polínicos, faunísticosy tafonómicos dificultan la investigación sobre laeconomía y las diferentes estrategias desarrolladaspor las primeras sociedades productoras de la Meseta.Los estudios paleoclimáticos han podido averiguarque el clima de la Meseta hace 8000 años era estépi-co y de carácter benigno, siendo semejante al actual,y que la cubierta vegetal no sufrió la acción del hom-bre (talas, praderas artificiales y cultivos) lo suficien-temente agresiva como para quedar registrada en losanálisis polínicos hasta el tercer milenio BC.

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En estos último años hemos sido testigos de lamultiplicación de asentamientos neolíticos mesete-ños. Si bien es cierto que se han localizado hábitatsen cueva, en estos momentos el asentamiento carac-terístico del interior sería al aire libre, a media lade-ra, de carácter inestable, junto a pasos naturales,fuentes y afluentes de grandes ríos, cuya ubicaciónles permite un fácil y rápido acceso a los campos delabor, pastos y bosques, además de tener controlvisual del territorio. En torno a la ocupación de cue-vas, covachas y abrigos parece estar relacionada conla serranía y con el acceso directo a pastos y a bos-ques, y a semejanza de lo ocurrido en otras zonaspeninsulares, las oquedades comienzan a ser inter-pretadas bajo la sospecha de protagonizar un usosecundario: refugio, establo, almacén y/o recintosagrado.

La aparente homogeneidad tanto en la seleccióndel lugar del hábitat como en la inestabilidad y elsolapamiento territorial de los asentamientos, nosinduce a pensar que los modos de vida, aún congrandes diferencias entre sí, se basaban en la movi-lidad. Por otro lado, existen ejemplos de reutiliza-ción tanto del espacio como del territorio de lascomunidades mesolíticas, que en última instanciaparticipaban de una economía fundamentada en lamovilidad, este hecho nos puede indicar que posi-blemente hubo la continuidad de ciertas costumbres.

Hemos visto también cómo desde el principio, elestudio del poblamiento de la Meseta estaba acom-pasada en torno a la disputa: ganadería-cueva-noma-dismo versus agricultura-poblado-sedentario. En unprimer tiempo la presencia de yacimientos en cue-vas consolidó la tesis de un interior con vocaciónganadera y de carácter itinerante. Posteriormente losúltimos descubrimientos están demostrando que elhábitat más común es al aire libre y de carácter ines-table, como resultado a la nueva situación se hanpropuesto otros modelos económicos: amplio espec-tro, pluractividad y aldeano biestacional, aunquetodos dan un mayor peso a la ganadería.

Por el contrario la actividad agrícola queda rele-gada a un segundo plano, a pesar de que la agricul-tura de roza proporciona gran movilidad a las comu-nidades y, si es a pequeña escala, no es lo suficien-temente agresiva con el medio como para quedarrepresentada en los análisis polínicos. En la Mesetase han documentado evidencias de laboreo de cere-al –Triticum monococcum, Triticum diccocum yTriticum aestivum/durum- y leguminosas –Vicia yLens-, también se han hallado estructuras de alma-cenamiento –silos y hoyos-, además de grandes con-tenedores cerámicos que igualmente pudieron servirpara la conservación del grano. Estos descubrimien-tos nos están hablando de una economía de almace-

namiento, o de ‘stockage’, y de una planificación dela actividad agraria.

Otra cuestión es la ausencia de ocultación de lossilos, puesto que puede estar indicando que las rela-ciones intergrupales e intragrupales no eran lo sufi-cientemente tensas (robo, saqueo o pago de tributos)como para provocar el escondite del grano. Segúnlos datos extraídos de los asentamientos no hay dife-rencia entre las cabañas ni división del espaciodoméstico, todo parece indicar que estaríamos antefamilias nucleares cuya organización igualitaria seasemeja a las sociedades de bandas. Por el contrario,la presencia de enterramientos nos obliga a pregun-tarnos ¿por qué hubo individuos con el privilegio oagravio de ser enterrados?

Respecto a la ganadería, esta actividad quedarepresentada por los escasos restos de fauna domés-tica hallados. La cañada de ovicápridos se docu-menta desde época temprana, siendo además la másabundante, seguidamente hubo una diversificacióncon el consumo de bóvido y en menor medida decerdo. Por otra parte, la ausencia de estudios arqueo-faunisticos que desvelen la edad y el sexo de los ani-males sacrificados no nos permite asegurar la pre-sencia de una economía eminentemente pastoril, nocontamos con datos que especifiquen tal planifica-ción y en qué medida estas comunidades dependie-ron de la ganadería. Sin embargo, la presencia decerámica con formas globulares, de botella o decuenco, ha sugerido que el preparado de alimentosse basaba en caldos, gachas y/o consumo de leche.

En cambio, la fauna salvaje consumida mantienesu presencia e incluso paridad con la fauna doméstica,aunque la caza parece convertirse poco a poco en unaactividad de apoyo, siendo los animales más consumi-dos: ciervos, équidos y lagomorfos. Estas partidas decaza quedaron ilustradas en el Arte Esquemático,donde el ciervo es el animal más abatido.

En torno a la reciprocidad de bienes, existen evi-dencias directas de este hecho a través de los mate-riales exógenos que han aparecido en los yacimien-tos, como son las conchas marinas de Villamayor deCalatrava o de La Vaquera, o los brazaletes de már-mol en la campiña madrileña y toledana. De formaindirecta la localización de los asentamientos enlugares cercanos a vías de comunicación y la apa-rente estrategia económica basada en la movilidadde estos pueblos, les permitiría el contacto intergru-pal y un posible ‘intercambio’ de en seres, favores ytrabajo.

Finalmente, hemos sido testigos de cómo lavisión tradicional de la Meseta se ha ido transfigu-rando en un espacio heterogéneo, aunque con cier-tos tintes de uniformidad: asentamientos a mediaaltura y una economía basada en la movilidad y

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aprovechamiento de una amplia gama de recursos.Igualmente en estas características se observa ciertacontinuidad con el substrato epipaleolítico, ya quecomparten tanto el gusto por los mismos espacios ycomo por fundamentar su modo de vida en la movi-lidad.

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Fig 1.- Con la inauguración de los noventa los asentamientos neolíticos se multiplicaron, quedado en clara mino-ría el hábitat en cueva frente al de superficie, además frente a la clasificación clásica –en cueva y en alto- surgennuevos modelos de asentamiento a media altura y bajo túmulo, aunque ambos patrones tan sólo se diferencian enel hecho de estar o no relacionados con un recinto funerario (túmulo o megalito). La siguiente ilustración recogela distribución de los yacimientos neolíticos con función de hábitat en la Meseta Central: asentamientos neolíticos

(en cueva y al aire libre) y ó asentamientos bajo túmulo.

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Fig 2.- Tabla de dataciones absolutas recogidas en los yacimientos meseteños. Calibración con OxCal v3.10Bronk Ramsey (2005).

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Fig 3.- Durante el Sub-Boreal el impacto antrópico no es visible hasta el tercer milenio, momento en el que se expandenlas praderas y pastos artificiales y se detectan los primeros cultivos de cereales. En diferentes yacimientos meseteños se

han documentado restos de cereal tipo Triticum monococcum –presente desde el IV milenio en la Península Ibérica-,diccocum y aestivum/ durum compactum –conocido desde el Neolítico Antiguo- y de leguminosas Vicia y Lens, testimo-nios que junto con los silos, hoyos y grandes recipientes cerámicos están indicando una actividad agrícola con una pla-

nificación previa. En la ilustración vemos la evolución paleoambiental de la Meseta desde el Preboreal hasta elSubatlántico.

[Fuente: cuadro basado en materiales de Atienza Ballano (1995), Jiménez Guijarro (1998) y Barrio Martín y Rubio de Miguel (2002)].

Fig 4.- Durante el Neolítico los niveles de fauna doméstica y salvaje mantienen la paridad, tan sólo al final delNeolítico la caza comienza a ser una actividad de apoyo. Dentro de los animales domésticos los ovicápridos tienen unapresencia temprana en el Meseta para posteriormente rivalizar con los bóvidos y en menor medida con el cerdo. En este

histograma se representan los porcentajes de la fauna doméstica y salvaje de los niveles neolíticos en los yacimientosdel Abrigo de Verdelpino y La Vaquera. [Fuente: Rubio de Miguel (1988:394)].

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Fig 5.- Las cabañas conservan un hogar central y los silos se encuentran sin ocultamiento, pudiendo ser interpre-tado como la ausencia de tensiones intragrupales e intergrupales entre la comunidades neolíticas. La ilustraciónrecoge la ubicación y la distribución de la cabaña y del yacimiento de La Deseada (Rivas-Vaciamadrid, Madrid).

[Fuente: Díaz del Río-Español y Consuegra (1999: 252)].

Fig 6.- Yacimientos neolíticos peninsulares con datos sobre el consumo humano de la bellota con prácticas de laagricultura del trigo. [Fuente: Bueno Ramírez et alii, 2005: 88)

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Fig 7.- Muestra del material cerámico decorado de la Cueva de La Vaquera. La pieza 1), 2) y 8) son ejemplos decerámica globular y de gran tamaño con asas, con mamelones aplanados los dos primeros y con asas de orejeta

horizontales el último. También presentan el característico cordón paralelo a la boca de la vasija con incisiones odentados, aunque es más evidente en la figura 3). Los cordones con motivo ‘en espiga’ (5, 10 y 12). Por otro lado,la técnica decorativa impreso-acanalada está presente en todas las cerámicas y los motivos son geométricos con

líneas paralelas e incluso con triángulos invertidos. Finalmente, queda por mencionar las impresiones de loslabios elemento muy común en la cerámica de La Vaquera.

[Fuente: Estremera Portela, 2003: 114].

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