CUENTOS CON VIDA.

Autor: Evelyn Villegas Zúñiga.

Los secretos de la cordillera.

Hace muchos años nació una imponente presencia, la cordillera. Día a día fue creciendo. Sobre ella alberga a Abetos, Boldos, Cipreses, Coigües, Tepas, entre muchas otras especies y arbustos. Pasan los días y su vida era tranquila, veía pasar un sin fin de aves, conversaba con su amigo el sol por el día y con la bella luna por las noches. Se bañaba con la frondosa lluvia que recorría todos sus lugares. Disfrutaba de la vista, todo estaba bajo su supervisión. Era felíz.

De pronto, un día despertó muy temprano con un gran alboroto, sorprendida miró y miró buscando que provocaba eso, pasó un zorro y le preguntó si sabía que pasaba pero él no sabía nada, luego pasó un halcón, muy veloz, pero al escuchar a su amiga se devolvió inmediatamente. Ansiosa le preguntó lo mismo que al zorro, y el halcón muy asustado le dijo subían humanos, muchos de ellos subiendo por sus brazos y en un dos por tres el ave se echó a volar. La cordillera asustada no sabía lo que pasaba, asi es que decidió calmarse y

esperar a ver que sucedía. Cada vez las voces eran más claras, entonces vió que las personas se acercaban muy rápidamente a su cima, sin saber que hacer cerró los ojos y esperó. Cuando por fin ya no sentía a nadie sobre ella con mucho cuidado los abrió, una sensación extraña la invadió, como si estuviese enojada y sin pensarlo gruño. Un estruendoso ruido bajó y recorrió todo su ser, al mismo tiempo todo se movía producto del enojo de la cordillera por esa abrupta invasión de los humanos sin su permiso. Los humanos asustados no sabían qué sucedía, corrieron para llegar pronto a un lugar seguro, al reunirse se dieron cuenta que uno de ellos no estaba allí y angustiados buscaron y buscaron pero su compañero jamás volvió.

Luego de este evento la majestuosa olvidó lo que había ocurrido, hasta que volvió a sentir presencias sobre ella, angustiada y enojada gruñó nuevamente cobrando una nueva vida. Esta situación no cambió durante unos años y cientos de personas desaparecían cada día.

Finalmente hubo una persona que pensó en ella e ideó una forma para que ambos pudieran convivir en paz. Así el humano se decidió a llegar a la cima. Entonces, aquella persona, al pie de la cordillera le pidió permiso para subir, en ese mismo instante la Dama blanca

escucho lo que aquel hombre estaba haciendo y con orgullo por ser tomada en cuenta, le dijo que si, ese día fue diferente tanto para la Dama como para el hombre, ambos pudieron disfrutar uno del otro, al irse el montañista le dejó de recuerdo una prenda de vestir y muy agradecido se despidió de la bella majestuosidad. Desde aquel día antes de subir a la cordillera cualquier persona sabe que debe pedir permiso, disfrutar, dejar un recuerdo y decir gracias.

Una navidad diferente.

Había una vez una niña que se llamaba Mía, ella era muy alegre y respetuosa de la vida.

Era época de navidad. Todo marchaba bien en la casa de Mía con los preparativos navideños. El pavo estaba en el horno, las papas dorando, los panecillos horneados, la mesa perfectamente puestas y la casa adornada, de principio a fin. Todo estaba perfecto pero, para Mía había algo que no le permitía completar su felicidad.

De pronto, a través de su ventana vio a un anciano sentado en la vereda, estaba solo y triste. Mía se da cuenta que a su alrededor viven muchas personas que estaban así, solas, abandonadas, que no compartían con sus familias, como ella, y por sobre todo que estaban tristes. Entonces Mía dirige su mirada a la mesa, donde ya todos estaban compartiendo en completa armonía y felicidad. Todos, menos ella, que no entendía por qué ellos eran felices y los demás no.

Entonces, decidió llevar cada cosa que tenía en su hogar para compartirla con aquellas personas que se sentían tristes y así convertir esa noche en una navidad diferente. Lo primero que entregó fue paz, amor y mucha alegría. Luego, con su dulce voz entonó villancicos para armonizar la noche buena. Y así todos los niños del barrio, al escuchar la armoniosa voz de la muchacha, comenzaron a salir de sus casas y cantaron con ella.

Los padres de la niña, por su parte, decidieron compartir el pavo con todas esas personas desamparadas.

Aquella noche Mía jugó y rió con aquellos niños sin hogar por mucho rato, ella por fin se sentía feliz.Y fue así como Mía pudo encontrarle un sentido a su navidad. Una navidad diferente.

Una navidad diferente