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CUENTOS JUAN DAVID RAMIREZ INSTITUCION EDUCATIVA INEM “FELIPE PEREZ” ESPAÑOL SISTEMAS DE INFORMACION PEREIRA 2010 CUENTOS

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libro de cuentos pa que los lean

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CUENTOS

JUAN DAVID RAMIREZ

INSTITUCION EDUCATIVA INEM “FELIPE PEREZ”

ESPAÑOL

SISTEMAS DE INFORMACION

PEREIRA

2010

CUENTOS

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JUAN DAVID RAMIREZ

TRABAJO PRESENTADO EN LA

ASIGNATURA DE ESPAÑOL

INSTITUCION EDUCATIVA INEM “FELIPE PEREZ”

AREA DE SISTEMAS DE INFORMACION

PEREIRA

2010

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El ser humano, en su crecimiento y desarrollo, va conociendo distintos aspectos del miedo como son, temor a la falta de satisfacción de sus necesidades primarias, temor a la pérdida del amor, temor a ser abandonado……….

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PROLOGO

Al tomar entre mis manos esta obra, la cual puedo ver que es una gran colección de cuentos de diversa índole. Puedo advertir en ellos la inclinación de nuestro joven escritor por el género de suspenso, rayando en terror.Su inclinación literaria puede verse influenciada por obras de los grandes escritores de este género: Edgar Allan Poe, Stephen King. Maestros en hacer que el lector se transporte y viva las más terroríficas situaciones.Actualmente son pocos los escritores que cultivan este género, pero nuestro autor si logra que cada uno de sus cuentos nos transporte, nos haga vivir lo que los protagonistas sienten o padecen….Con su magistral pluma en cada uno de estos cuentos, quedamos nosotros con la sensación de que la vida nos depara muchas sorpresas, que a veces las cosas más insignificantes pueden influir tanto en el destino de una persona.

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INTRODUCCION

Cuentos…… esta palabra al leerla lo primero que puede aparecer en nuestra mente es que son relatos fantasiosos, ideados por alguien que está un poco alejado de nuestra realidad. Pero toda fantasía tiene así sea en un pequeño porcentaje una enseñanza, un retrato de una vivencia real ocurrida a cualquier ser humano.El tema de este escrito es una recopilación de varios cuentos, muchos de ellos, con personajes que bien pueden ser gente conocida nuestra, con sus temores, sueños, desgracias. Que viven situaciones a veces fantasiosas, o no tanto.Los cuentos en sí tienen un predomino de misterio, suspenso. Género poco cultivado hoy en día por los escritores jóvenes. Se empleo el formato de cuentos cortos, porque a veces los escritos de larga duración tienden a cansar a muchos lectores, Y sobre todo los cuentos cortos nos dejan una muy extraña sensación que es la de comprender en sí lo que se nos quiere decir al narrarlo.Puede haber muchas limitaciones en cuento la armada de la historia, empleo de palabras, seguir las grandes normas que los escritores consagrados manejan tan bien, pero como dije anteriormente son ensayos de nuestra mente en cultivar un género en esta profesión que es la de ser escritor.

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ESTACIONES

PRIMAVERA

En un claro día… en un polvoriento pueblo del Oeste Norteamericano John abordó la diligencia que dos días atrás tomara en su pueblo natal. Debía dirigirse a la capital del estado, el viaje duraría por lo menos 5 días. Al fijarse en sus compañeros de viaje noto extrañado una cara que no había visto en el coche la tarde anterior, preguntó a sus compañeros:

-¿Quién es?..... Es bella.

Creo que es la hija de un extraño medico venido del oriente. Llegó ayer me parece…

John se fijó entonces en los ojos de la hermosa mujer con un color azul y una tersa piel blanca como la nieve. Y al sentir su mirada y quedar detenidos un momento en los suyos quedó deslumbrado.

-Que encanto…. Se repetía pensando en aquella criatura que había llegado hasta él desde el carruaje. Se reconocía real y profundamente deslumbrado y enamorado…. Y al hacer el viaje juntos, y durante el John llegó al más alto grado de pasión. La madre de la joven acogió este idilio con complacencia, mas no su padre un hombre taciturno, de una mirada extraña que inquietó a John en más de una ocasión. Su despedida al llegar a la ciudad fue breve, pero con la promesa de volver a reunirse en cuanto fuera posible.

Con la mirada los vio alejarse y ella se volvía a cada momento hasta que n o fueron más que un pequeño punto negro en la aridez del paisaje.

VERANO

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Al pasar los días sentía curiosidad de verla. Fue allá hasta la dirección que le habían dado, un instante después la madre le abría la puerta y acogió con viva complacencia la visita del muchacho y dijo:Luna… ven un momento hay aquí una persona que conoces.

Luna llegó cuando él estaba ya de pie, avanzando con los ojos llenos de dicha.

Durante los dos meses que John la veía, en todas las horas, que los separaban se adoraron, ya no pensó en otra cosa que no fuera la de poder casarse con ella, pero había días que notaba a Luna con ojos ausentes como si le pasara algo y que el pasaba por alto al volver al día siguiente y encontrarla radiante y despreocupada.

Otra de las cosas que percibió fue que al padre de Luna solo lo vio 1 o 2 veces a lo mucho y siempre con esa mirada extraña y cuando le preguntó sobre él ella dijo que trabajaba mucho y hasta altas horas de la noche. John no le dio importancia al asunto.

Cuando le comunicó a su padre que quería casarse, este no estuvo de acuerdo y le dijo que jamás estaría de acuerdo con esa boda y si lo hacía no contara con su apoyo.

Cierta noche al llegar a la casa de Luna, toco cierto tiempo hasta que una sirvienta le entreabrió una ventana y le dijo que la familia se había ido a otra ciudad.Una vez solo en la calle oscura, John dejó caer los brazos con mortal desaliento….se acabo todo….. Su felicidad, su dicha…….Los más oscuros presentimientos se apoderaron de él…….

Al llegar a su casa lo esperaba una tarjeta de Luna:Perdóname John, si me caso contigo me esperan grandes dolores, es mejor separarnos……………Luna.

OTOÑO

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Una fría tarde el coche se detuvo a la entrada de la casa, por la ventana John saco su cabeza y miró con detenimiento la estructura que tenia ante sí. Una gran construcción con cierto aire sombrío pensó……

Se apeo y con paso firme se dirigió a la entrada de la casa y tocó.Una mujer con lento y difícil paso avanzó y abrió.-ya me parecía que era usted exclamó……De ella-cuando John la conoció- sólo quedaban los ojos, aunque más hundidos y ya apagados. El cutis amarillo, con tonos verdosos en las sombras.-sí, estoy muy envejecida.., y enferma…..John no podía dar crédito a lo que veía…-¿Cómo es posible que envejeciera en tan poco tiempo?..

El corazón de John se contraía cada vez más, y Luna entró.Ella estaba también muy cambiada, parecía que el encanto y el candor de una frescura juvenil se hubiesen evaporado, ahora se veía como si fuera una mujer ya mayor aunque conservara su belleza.Su confusión fue en aumento al no poder dar crédito a lo que veía y su razonamiento no encontraba salida para aquello.

-¿Qué desgracia…es decir--- añadió abriendo los brazos con lágrimas en los ojos la madre de ella, a usted le puedo contar, estamos enfermas………..

Cuando John estuvo más recuperado de su impresión preguntó de que estaban enfermas, ambas callaron y bajaron la vista. También le pareció extraño que el padre de Luna no estuviese allí y al preguntarlo ambas mujeres se miraron y en sus ojos se vio planear una angustia y zozobra que rallaba en temor……… solo la madre de Luna contestó que su marido estaba trabajando en su despacho y que estaba muy ocupado.

INVIERNO

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John estuvo ausente de esta casa un par de días mientras asimilaba la impresión que esta situación le había producido, pero ya más sereno y por un lado su pasión por Luna y por el otro el misterio de por qué ambas mujeres habían envejecido tanto le ayudaron a que regresase a esta casa.

Al llegar nuevamente notó que la señora y su adorada Luna decaían vertiginosamente.

Es que están mucho peor de lo que imaginé, Luna se puso pálida y ahogo un sollozo…al verlas así John corrió donde supuestamente el padre de Luna trabajaba y al ingresar al cuarto quedó mudo de la sorpresa……….

Allí no había nadie…….. Solo un escritorio y una silla pero nada más……..----¿Que `es esto?....... no entiendo.Corrió donde las mujeres, estas al verlo pidieron que se sentara y explicaron:

Mi querido John mi madre y yo tenemos una rara enfermedad la cual se manifiesta de acuerdo a la estación reinante estamos muy bien en primavera, y verano pero cuando llega otoño e invierno nuestra salud decae y nuestros cuerpos registran envejecimiento…así ha sido durante estos años, pero ya nuestro cuerpo no responde más y esta va a ser nuestra última estación…… mi padre enloqueció buscando una cura para nosotras y fue tal su decepción de no poder ayudarnos que una noche se suicido no sin antes decirnos que lo sentía mucho……….. Su voz se quebró………

Le pidieron que no volviera a buscarlas, que siguiera adelante sin mirar atrás, que ellas esperarían juntas lo inevitable..Salió de la casa y volteo a mirar la ventana …..

Pero Luna no se asomó………

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EL BRILLANTE

Alí era un reconocido tallador de piedras preciosas, los grandes almacenes le encargaban los montajes de sus más preciosas gemas. Tenía una mujer hermosa y fuertemente apasionada. La joven de origen

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callejero había aspirado a un alto enlace, pero sus sueños de lujo desaparecieron.

Cuanto ganaba Alí, no obstante era para ella. Trabajaba los domingos a fin de poderle ofrecerle más. Y cuando ella deseaba algo él trabajaba de noche. Una tarde al guardar sus joyas Alí notó la falta de un prendedor—valioso encargo de un rico cliente-Buscó en sus cajones…..-¿No has visto el prendedor, María? Lo dejé aquí.-Sí, lo he visto.-¡Dónde está? ---se volvió extrañado.-Aquí¡.

Su mujer, los ojos encendidos y la boca burlona, se mostraba con el prendedor puesto.-Te queda muy bien—dijo Ali al rato----, guardémoslo.María se rió….-¡OH, no¡ Es mío.-¿Broma?...-Sí, es broma, es broma. Sí ¡Como te duele pensar que podría ser mío…… mañana te lo devuelvo. Hoy voy al teatro con él.Haces mal… podrían verte perderían toda confianza en mí.-OH ¡-cerró ella con rabioso fastidio, golpeando violentamente la puerta.Vuelta del teatro, colocó la joya sobre el cofre, Alí fue y la guardó, cuando regresó su mujer estaba sentada en el lecho.-¡Es decir, que temes que te la robe¡-No mires así… has sido imprudente, nada más.Tiempo después entregaron a Alí el brillante más admirable que hubiera pasado por sus manos-Mira, María, que piedra. No he visto otra igual.Su mujer no dijo nada; pero Alí la sintió respirar hondamente sobre la piedra preciosa.-Una joya admirable….-prosiguió él. Debe valer una fortuna.-Un anillo…. –murmuró María al fin.-No, es de hombre…… un alfiler.

Al tiempo que Alí trabajaba en la joya, recibía sobre su espalda trabajadora cuanto ardía de rencor y coraje frustrado de su mujer.Varias veces por día interrumpía a su marido para ir con el brillante ante el espejo. Después se lo probaba con diferentes vestidos.

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-Si quieres hacerlo después…. – se atrevió Alí un día a decirle---- es un trabajo urgente.Esperó respuesta en vano; su mujer abría el balcón.-María, te pueden ver ¡¡Toma¡ ahí está tu piedra.El brillante, violentamente arrancado del cuello de la mujer rodó por el piso.Alí sudoroso y tembloroso, lo recogió examinándolo, alzó la mirada desde el suelo hacia su mujer.-Y bueno: ¿Por qué me miras así?¿Se hizo algo tu preciosa piedra?-No –repuso Alí. Y reanudo en seguida su tarea, aunque las manos le temblaban de rabia, Tuvo que levantarse al fin a ver a su mujer en el dormitorio, presa de los nervios. Sus cabellos estaban sueltos y los ojos querían salirse de sus orbitas.-¡Dame el brillante¡ -exclamó-- ¡nos escaparemos¡ ¡Para mí¡¡Dámelo¡.-María…. –dijo Alí, tratando de calmarla.-Ah¡ -gritó su mujer enloquecida--- ¡Tu eres el ladrón miserable, me has robado mi vida, ladrón…..Cuando Alí iba a salir de la habitación su mujer saltó de la cama y cayendo de pecho lo tomo por un zapato……Alí la ayudo a incorporarse angustiado por su proceder.-Estas enferma María --- después hablaremos. Ahora acuéstate y descansa.-Mi brillante gimió aun su mujer.-Dámelo……….-Bueno, veremos si es posible ahora acuéstate

La crisis de nervios retornó.Alí volvió a trabajar en el brillante, faltaban pocas horas para llegar a su terminación.María se levantó a comer. Al final de la comida su mujer lo miró de frente.-Es mentira, Alí –le dijo.-OH- repuso Alí sonriendo--. No es nada.-Te juro que es mentira ¡--insistió ella.Alí sonrió de nuevo, tocando con su mano la mejilla de la mujer, esta con las mejillas entre las manos lo siguió con la vista.-Y no me dices más que eso… -murmuró, y con una honda náusea y un profundo odio por aquella cosa detestable que era su marido.

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Se fue a su cuarto.Con su alma vacía……..

No durmió bien. Despertó, tarde ya y vio luz en el taller, su marido continuaba trabajando. Una hora después Alí oyó un grito.-Dámelo ¡-Si, es para ti; falta poco, María –repuso presuroso, levantándose.Pero su mujer, tras ese grito de pesadilla dormía de nuevo.

A las 2 de la madrugada Alí pudo dar por terminada su tarea, el fabuloso brillante resplandecía en su engarce. Con paso silencioso fue al dormitorio y encendió una vela. María dormía de espaldas.

Fue al taller y volvió de nuevo. Contempló un rato la cara de su mujer y con una descolorida sonrisa apartó parte del camisón que dejaba entrever parte del seno izquierdo.

Su mujer no lo sintió.

No había mucha luz. El rostro de Alì adquirió de pronto una dureza de piedra, y suspendiendo un instante la joya a flor del seno desnudo, hundió firme y perpendicular como un clavo el alfiler entero en el corazón de la mujer.

Hubo una brusca abertura de ojos, seguida de una lenta caída de parpados. Los dedos se arquearon, y nada mas……

La joya sacudida por los estertores de la mujer, tembló un momento. Alì esperó un momento; Y cuando el brillante quedó perfectamente inmóvil, se retiró cerrando tras de sí la puerta sin hacer ruido.

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LOS HERMANOS

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La pareja de esposos conformada por Luis de 28 años con su boyante profesión de abogado y su joven esposa Teresa de 20 años, disfrutaban todavía las mieles de su recién empezada vida marital.Así lo sintieron cuando el hijo llegó, a los catorce mese de feliz matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creció bella y radiante, hasta que cumplió el año y medio. Pero al mes siguiente una noche lo sacudieron terribles convulsiones y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico lo examinó pero con la convicción de que la raíz del mal está en los padres.

Después de algunos días los miembros paralizados del niño recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, y aún el instinto se habían ido del todo. Sus padres sollozaban aquella espantosa tragedia de su hijo.Luis acompaño al médico quien le dio a entender que era cuestión hereditaria. Con el alma destrozada de remordimiento, redobló el amor a su hijo, aquella criatura que pagaba las maldiciones de su familia; también tuvo que consolar y sostener sin tregua a Teresa, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.

Y como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo….Nació éste y su salud y alegría volvieron a encender el porvenir de la joven pareja. Pero a los 18 meses las convulsiones del primogénito se repetían y al día siguiente amanecía idiota.

Esta vez los jóvenes esposos cayeron en una honda desesperación. Estaban malditos ¡su pasión y ternura no avanzaba para crear vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en el primogénito; pero si un hijo, un hijo como todos¡.Más, por encima de su inmensa amargura, quedaba a Luis y Teresa gran compasión por sus dos hijos.

Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra todo, por no darse cuenta de los obstáculos. Solo se animaban al comer o cuando oían truenos, sacando la lengua y babeando..Tenían en cambio cierta facultad imitativa, pero no se pudo obtener más de ellos.Con los dos hijos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres años. Luis y Teresa desearon de nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado la fatalidad reinante en ellos.

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No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se incrementara por su infructuosidad, los esposos se agriaron. Echaron afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros….Cierta noche la tensión llegó al límite:-Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, ¿no?-¡Ah, no¡ --se sonrío Teresa, muy pálida--, ¡Pero yo tampoco, supongo…¡ ¡No faltaba más…¡ --murmuró.-¿Qué, no faltaba más?--¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien¡Eso es lo que te quiero decir.Su marido la miró con un infinito deseo de insultarla.

Ese fue el primer choque y le sucedieron otros más. Pero en las inevitables reconciliaciones, sus deseos se unían en un arrebato y ansia de otro hijo.Nació así una niña. Luis y Teresa vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre. Nada sucedió, sin embargo los padres pusieron en su hija toda la complacencia, que la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la mala crianza.Si en los últimos tiempos Teresa cuidaba siempre de sus hijos, al nacer la niña olvidase casi del todo de los otros dos. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubiera obligado a cometer. A su marido, le ocurría lo mismo.

No hubo ya para los dos hijos mayores afecto posible. La sirvienta les daba de comer, los acostaba, con una grosera brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban casi todo el día sentados con la mirada extraviada, abandonados de todo afecto.Cierto día decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina.

El día radiante había influido para que los dos muchachos se levantaran de su banco. De modo que mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrándolo con lentitud, aquella creyó sentir algo como respiración tras ella. VolvieseY vio a los dos hijos mayores de la pareja, con los hombros pegados uno a otro, mirando sorprendidos la acción realizada por esta.-Rojo…, rojo… balbuceaban.-¡Señora¡ Los niños están aquí, en la cocina.

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Teresa como tenía su amor por su marido e hija, su humor se ponía irritable con los dos niños.-Que salgan, María¡ ¡Échelos¡ ¡Échelos¡, le digo.Los dos pobres muchachos, sacudidos, brutalmente empujados fueron a dar nuevamente a su banco.

Después de almorzar, salieron todos. La sirvienta fue al centro de la ciudad y el matrimonio, a pasear por el parque. Al regresar Teresa quiso saludar a una de sus vecinas de enfrente, su hija se escapó enseguida a casa. Entretanto los dos muchachos no se habían movido en todo el día del banco. El sol empezó a ocultarse y ellos continuaban con su mirada extraviada. De pronto algo se interpuso en sus miradas.

Era su hermana que cansada de la vigilancia materna, quería observar por cuenta de ella. Para ello tenía que trepar la cerca, recurrió a un cajón. Los dos muchachos, la mirada indiferente, vieron como su hermana lograba su objetivo. Pero sus miradas se habían animado, una luz misteriosa planeo en sus pupilas, ya no apartaban los ojos de ella, mientras una creciente sensación de gula bestial iba cambiando la línea de sus rostros.

Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado subir más, iba ya a montar sobre la cerca para caer al otro lado, sintiose cogida de una pierna. Debajo de ella, los cuatro ojos clavados en ella le dieron miedo.

-¡Suéltenme¡ déjenme¡ --gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.-Mamá, ¡ay¡ ma… -no pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando sus cabellos como si fueran plumas. La arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo a segundo.

Su padre en la casa de enfrente creyó oír la voz de su hija.Comenzaron a llamarla, nada…. Solo un silencio sepulcral. Corrieron buscándola, pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó la puerta y lanzó un grito de horror, Teresa se precipitó a la cocina, pero Luis se interpuso.-No entres¡….. ¡No entres¡.

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DEMASIADO TARDE

En cierta ocasión fui al teatro a ver la representación de una famosa obra de teatro, la cual había sido anunciada durante toda la semana anterior. Al concluir el primer acto, y las luces fueron prendidas, me quedé en mi butaca. Volví la cabeza a la sala, y detuve enseguida los ojos en la parte baja del palco.Allí pude observar a un matrimonio. El, un personaje de apariencia vulgar al cual se le observaba su gran diferencia de edad con su mujer. Ella joven, pálida, con una belleza que armonizaba con todo su ser. La miré largo rato por que la veía muy bien.

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Cuando comenzó el segundo acto. Volví la cabeza al palco, y nuestras miradas se cruzaron. Al sentirla directamente apoyada en mí, viví en un segundo el más adorable sueño de amor que haya tenido nunca. Fue aquello muy rápido.Sus ojos volvieron otra vez, pero en ese instante sentí que mi vecino miraba hacía allá y después de un momento se saludaron. Mi vecino no volvió a quitar los ojos del palco, a su vez ella lo miraba también-se conocen-me dije.Sus miradas quedaban fijamente aisladas del mundo que los rodeaba. Durante el tercer acto mi vecino no volvió un instante la cabeza. Pero antes de concluir aquel, salió. Miré el palco, y ella también se había retirado.Ella no volvió más, y el palco quedó vacío.Mi querido amigo a usted debía hablarle de esto. Pero no juzgue mal lo que vio aquella vez. Escúcheme mi barco sale dentro de un momento y no vuelvo más.La conocí hace 10 años y durante los 6 mese que fui su novio hice todo lo posible para que fuera mía. Ella cedió un día, y desde ese instante mi amor, se enfrío. Nuestro ambiente social era distinto pero llegó el día en que la pretendí seriamente, pero para mi desgracia mi fortuna no alcanzaba a prometerle el tren necesario y me lo dio a entender claramente.Pensé en el modo de romper con ella, continué viéndola.Una noche fui allá dispuesto a romper, con visible malhumor. Nos sentamos y pasó el tiempo y no decía nada.-Es evidente ¡… -murmuró.Pasó un rato aún. La injusticia de mi actitud acrecentaba el profundo disgusto que sentía.-Pero que te he hecho ¡¿Qué te he hecho?!-Nada ¡- le respondí-. Pero yo tampoco te he hecho nada a ti. Creo que estamos en el mismo caso. ¡Estoy harto de estas cosas!Mi voz era seguramente más dura que mis palabras.Como quieras. Me respondió heladamente.-Perfectamente… me voy. Que seas más feliz…, otra vez.Comprendió más mi sonrisa que mis palabras, y mientras yo salía, su cuerpo y alma entera se desplomaban en la sala.Entonces, en ese instante en que crucé la galería, sentí intensamente lo que acababa de hacer. Aspiración de lujo, matrimonios de alta cumbre, todo me resultó como una llaga en mi alma.

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Y concluido ¡No me era ya posible volver a tomar lo que acababa de ultrajar de esa manera!-Inés ¡-dije!Mi voz ya no era la de antes. Y ella debió notarlo bien.-No, no... –me respondió-. ¡Es demasiado tarde!Mi amigo se detuvo. Pocas veces he visto amargura más seca y tranquila que la de sus ojos cuando concluyó.Salí a viajar por el mundo…. Volví al cabo de diez años y supe entonces que se había casado a los seis meses de haberme ido yo.Hace un mes regresé, bien tranquilo. No había vuelto a verla. Hasta que una noche tropecé con ella. Si, esa misma noche en el teatro…Comprendí al ver el vulgar esposo, que se había precipitado en el matrimonio. Pero al verla otra vez, mirándome, sentí que en mi alma dormida en paz, surgía sangrando la desolación de haberla perdido. Como si no hubiese pasado un solo día de esos diez años.Hice lo humanamente posible para olvidar. Trate de concentrar mi pensamiento en la obra…. No pude más y volví la cabeza.

Ella también lo hizo y me miraba. Durante medio minuto toda ella estuvo en mí, sus ojos, sus manos, su boca…. Ella concentró en su palidez la sensación de esa dicha muerta hacía diez años.Me levanté entonces, atravesé las butacas como un sonámbulo, y avancé por el pasillo aproximándome a ella sin verla, sin que me viera, como si durante diez años no hubiera sido yo un miserable…Pasé, la puerta del palco estaba abierta y me detuve enloquecido. Como diez años antes sobre el sofá, ella, tendida ahora en el diván del palco, sollozaba su felicidad desecha.¡Inés!… Sentí que el destino me colocaba en un momento decisivo…

Y como entonces, al ver su cuerpo…. Todo amor, sacudido por los sollozos, la llamé.-¡Inés!Y, como diez años antes, los sollozos redoblaron y como entonces me respondió bajo sus brazos:-No, no… ¡Es demasiado tarde!…

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LA ALMOHADA

La joven pareja, que ahora se veía caminar por la angosta callejuela tenuemente iluminada iban con la felicidad reflejada en sus rostros, pues no hacía más de tres meses que se habían casado. Ella rubia con una cara angelical, lo quería mucho. El, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.La casa en que Vivian influía no poco en sus estremecimientos. El silencio que allí reinaba junto con la blancura de mármol que poseían las estatuas y columnas, le producían a Alicia angustia y no pocas veces zozobra.

En ese extraño nido de amor pasó todo el otoño. Echando un velo sobre sus antiguos sueños. Se pasaba todo el día sin querer ni pensar en nada hasta que con las primeras horas de la noche llegaba su marido. No fue

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raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de gripe, el cual duró por días. Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir a respirar aire al jardín en compañía de su marido. Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico al examinarla le ordenó descanso y reposo absoluto-No sé—le dijo el médico al esposo, no me explico tiene una gran debilidad….Al día siguiente Alicia amanecía peor. Se le diagnosticó una agudísima anemia, completamente inexplicable.Todo el día estaba el dormitorio con las luces encendidas y un sepulcral silencio.Pasaban las horas sin que se oyese un ruido. Alicia dormitaba, su marido vivía casi en la sala, a ratos entraba a la habitación y paseaba por ella, deteniéndose a cada instante a mirar el cuerpo desfallecido de Alicia.

Días después Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas al principio, pero con los días… más claras. La joven con los ojos desorbitados, no hacia si no mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche quedó con los ojos fijos. Al rato abrió la boca para gritar y su cara se perló de sudor.

-Ernesto ¡¡Ernesto¡ --clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.Su marido corrió al dormitorio y al verlo aparecer Alicia lanzó un alarido de horror.-¡Soy yo, Alicia, soy yo¡Alicia lo miró con extravío, miró la alfombra, volvió a mirarlo y después de largo rato de horrorizada confrontación, volvió en sí. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola por largo rato, mientras temblaba.

Entre las alucinaciones que tenía hubo una en la cual vio a los pies de su cama una especie de mono terrorífico, el cual apoyado en la alfombra sobre los dedos en forma de garras, tenía los ojos sanguinolentos fijos en ella.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí una vida que delante de ellos se extinguía poco a poco, desangrándose día a día, hora a hora, sin

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saber a ciencia cierta el motivo de ello. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la examinaban y tomaban la muñeca inerte.La observaron largamente en silencio y salieron de la habitación.Con un gesto el médico se encogió de hombros desalentado: -Es un caso inexplicable…. Poco hay que hacer……

-¡Sólo eso me faltaba¡ -respondió el esposo y comenzó aTamborilear los dedos en el escritorio fuertemente.

Alicia se fue extinguiendo en su delirio de anemia agravado en la tarde. Pero que cesaba siempre en las primeras horas del día. Durante éste la enfermedad no avanzaba, pero cada mañana amanecía lívida, desencajada casi en coma. Parecía que solo en las noches se le fuera la vida.Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con miles de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aun que le arreglaran el almohadón.Sus terrores nocturnos se presentaban ahora en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha

Perdió el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en la habitación y en la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama y el sordo retumbar de los eternos pasos de su esposo.

Alicia murió, por fin. La sirvienta, cuando entró después deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón. – ¡Señor¡ --llamó al esposo en voz baja--. En el almohadón hay manchas que parecen sangre.Se acercó rápidamente y se dobló sobre aquél. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.-Parecen picaduras –murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.-Levántelo a la luz –le dijo su patrón.La sirvienta lo levantó; pero en seguida lo dejó caer y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando.Sin saber por qué, el esposo sintió que los cabellos se le erizaban.

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-¿Qué hay? --murmuró con voz ronca.

-Pesa mucho—articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

El esposo lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor cortó la funda y envoltorio de un tajo. Las plumas superiores volaron y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a su rostro.Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las velludas patas, había un monstruoso animal, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas si se le distinguía su monstruosa boca.

Noche a noche desde que Alicia había caído en cama, éste engendro había aplicado sigilosamente su terrorífica boca,-trompa, mejor dicho- a las sienes de aquella, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diariaDel almohadón sin duda había impedido al principio su desarrollo; pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa.

En cinco días, en cinco noches, había el monstruo vaciado a Alicia.

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EL PASAJERO

Por aquel tiempo me ganaba la vida transportando a las personas de un lugar a otro en mi pequeño vehículo.

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No era algo que me fascinara, sin embargo no tenía más alternativa; tenía 52 años y hacia 2 que me habían pensionado de mi trabajo en una compañía que fabricaba muebles. Me había desempeñado como empleado de la empresa algún tiempo antes de la fatal decisión que tomaron en mi contra. Poco después decidí empezar con esta poca fructífera manera de mantener a mi familia. Era un servicio sacrificado, sin duda, el hecho de pasarte casi todo el día sentado frente al volante, con el ensordecedor ruido del tráfico, los excéntricos pasajeros, en fin aquella no era mi vida.Cierto día abordaron a mi auto una pareja de avanzada edad, me pidieron que los llevase a una hacienda que se hallaba unos 30km fuera de la ciudad, era un lugar bastante alejado. Eran casi las 7:00 PM, en otras circunstancias no hubiera aceptado la carrera, pero el día no había sido bueno, así que acepte llevarlos por un alto precio.

Llegamos a la hacienda a las 11:00pm.Me di cuenta, que de no ser por las pequeñísimas casitas que se divisaban, hubiera creído que el lugar estaba totalmente deshabitado.Luego del pago de la cuantiosa suma de dinero, me dispuse a regresar a la civilización.

Algo que me tomaría unas 2 horas teniendo en cuenta que a esas horas aquellos territorios se hallaban libres de tránsito vehicular. Si tenía suerte probablemente me encontraría en el camino con algún cliente desesperado por llegar a la ciudad, aunque yo no creía en la suerte.

En fin, las cosas se dan cuando uno menos la espera. Ya había pasado cerca de 1:00 desde que comencé el viaje de regreso, los ojos ya me empezaban a pesar debido al cansancio y en eso… OH sorpresa una figura larga y negra, me hacía señas para que me detuviera alzando lo que parecían ser dos brazos, en forma vertical apuntando al cielo estrellado. Dude en acercarme, era realmente extraño que una persona completamente sola se encontrara en medio de la carretera a esas horas.Pero mientras más me acercaba, más me compadecía de aquel pobre ser. Cuando me hallaba a unos 10mtros de distancia el sujeto bajo los brazos y no tuve opción… me detuve. Hubiera sido inhumano el haber pasado de largo; después de todo en el fondo yo era un buen tipo. Era obvio que aquel individuo únicamente tenía un destino; llegar a la ciudad, a si que directamente me estacione de modo que el asiento trasero se ubicara a su altura. El tipo abrió la puerta y abordo el auto. Jamás vi un sujeto que

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hiciera mejor el papel de incógnita como él. Estaba completamente cubierto con un abrigo negro y en la cabeza llevaba un sombrero negro de fieltro de alas anchas y copa regular que me pareció antiguo.Era extraño el hecho de que mientras el sujeto aun no había subido al auto, la temperatura se había mantenido calida; desde el momento en que se sentó al lado de la ventanilla el clima cambio radicalmente, habían bajado por lo menos 10 grados. Me percate de esto al instante. Reinicie el viaje esperando que se acabara cuanto antes.Oía su respiración fuerte y lenta... era escalofriante, me pregunte si estaría mal de salud. Pero no me atreví a hablarle. Disimuladamente moví mi espejo retrovisor para enfocar su rostro haciendo tenebrosas especulaciones, sin embargo su saco cubría parte de su cara con lo que solo alcance a divisar dos ojos desorbitados que miraban directamente los míos. Así nos quedamos casi un segundo, luego de que yo cambiara el rumbo de mi vista. Estaba atemorizado al ver sus ojos.Pude darme cuenta De que estaba grave. Me atreví a hablarle le dije:¿Se encuentra bien?Pero el tipo ni se inmuto. Seguro que no puede hablar me dije. Seguí conduciendo inquieto. Mientras me acercaba mas a la ciudad, ya podía ver las luces nocturnas y eso me tranquilizaba. A la 1:22 llegué. Esperaba algún sonido de mi cliente que me indicara donde dejarlo, pero no dijo nada.Solo aquella respiración profunda que me hacía pensar en su salud.De pronto un sonido de ultratumba que invadió el auto. Instintivamente volteé a mirar, la sorpresa fue enorme al no encontrarlo sentado en el lugar que había ocupado.Detuve el auto. Por un instante pensé que se había esfumado pero luego supuse que se había resbalado del asiento. Gire el torso para mirar su cuerpo caído pero no estaba ahí. Baje del auto, la puerta trasera estaba cerrada.¿Pudo haber bajado del auto en movimiento? lo dude mucho y sobre todo en su estado. Revise el auto por completo, luego mire al frente, me encontraba justamente en la entrada del cementerio de la ciudad.Mi cuerpo tembló; subí al auto y me aleje rápido pensando en lo que había sucedido. Mi mente estaba paralizada. Conducía mi auto sin darme cuenta del recorrido que tomaba. Decididamente se trataba de un hecho paranormal, misterioso. No me atrevía a mirar a la parte trasera del auto por temor a que se apareciera de pronto entre las sombras. Al llegar a mi hogar eran casi las 3:00 AM, mi esposa dormía plácidamente de modo que retuve mis deseos de narrarle mi truculenta experiencia con mi excéntrico

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cliente de ultratumba, así que me desvestí y me acosté, recordando y tratando de dar una explicación lógica a aquella extraña desaparición. Me dormí, aunque no dejaba de estar alerta, en mis sueños.Tuve un resto de noche con sobresaltos y pesadillas. Al amanecer, me sentía más tranquilo y decidí tomarme el día libre.Mi mente me atrajo hacia mi auto, me dirigí hacia él con paso vacilante, abrí la puerta trasera y mi sorpresa fue grande al mirar hacia abajo.No, no era el cuerpo de último pasajero, era su retribución por el favor que le había dado al transportarlo al cementerio.Varias monedas derramadas, algunas en el asiento, todas bastante antiguas, de otros tiempos pasados. Era mi paga.

BARCOS SOLITARIOS

Una de las cosas terribles que cualquier marinero, pasajero o capitán de barco pueda encontrar en alta mar es la de hallar un barco abandonado. A la deriva. Si esto transcurre en el día es menos peligroso, pero si es en una noche y con visibilidad casi nula, el peligro se acrecienta mucho más.Estos barcos recorren el vasto mar a capricho de las corrientes, las cuales los llevan a incontables sitios a lo largo del vasto océano. Son incontables los barcos que al llegar a un puerto dicen haber encontrado en su camino

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uno de estos buques silenciosos que viajan por su cuenta. Siempre existirá la posibilidad de hallasen frente a uno de estos al realizar una travesía.La razón principal del abandono de estos barcos, suele ser las terribles tempestades que se desatan en el océano y también pavorosos incendios originados a bordo de estos, que dejan a la deriva espantosos esqueletos humeantes…. Pero hay otra causa muy singular, o terrorífica si queremos decirle así que es la de encontrarnos en alta mar con un barco de estos, completamente abandonado, sin rastro de vida en él, con la cocina prendida, los alimentos todavía humeando,Como lo sucedido a principios del siglo 20 cuando cierto barco zarpó del puerto de Nueva York. Con 55 pasajeros incluidos los tripulantes todo fue normal, incluso 6 horas después de haber zarpado se comunicó con otra nave. Horas más tarde se cruzó con un barco mercante, el cual al no obtener respuesta en la comunicación, asignó una chalupa con marineros para que investigaran el suceso. Al abordarlo encontraron un silencio sepulcral, la cocina prendida, tazas de café todavía humeando, ropa de los marineros secándose al viento en la popa. Pero nadie a la vista. No había la menor señal de lucha, pánico, todo en perfecto orden. Pero faltaban todos. ¿Qué pasó?Todo esto lo narraba el capitán del barco Libertad que hacía su travesía hacía Europa. La concurrencia femenina, ganada por el oleaje susurrante, oía estremecida. Las chicas nerviosas prestaban sin querer inquieto oído a la narración. Cuando el capitán término de hablar los oyentes estaba en un silencio sepulcral, cada uno de ellos con sus inquietudes muy íntimas, solo se dejaban ver los rostros como suspendidos sin reacción. El capitán se volvió con una sonrisa tranquila y dijo:-Pero bueno, damas y caballeros, en el mar se tejen muchas historias.Dentro de los oyentes, cierto pasajero sabía algo de todas estas historias. La concurrencia lo miró. En el viaje había sido muy cortésPero un poco solitario y poco hablador.-Por qué no nos cuenta, señor. –dijo alguien.No tengo inconveniente, asintió:En los fríos mares del norte, encontramos una vez un barco a vela, nuestro rumbo nos llevó casi a su lado, el singular aire de abandono que poseía llamó nuestra atención. Al fin desprendimos una chalupa. Y al abordarlo no encontramos a nadie, todo estaba enPerfecto orden. La última anotación del diario de abordo databa de cuatro días antes, razón por la cual no sentimos mayor impresión. Ocho hombres quedaron allí para el gobierno de la nave. Al anochecer el barco

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nos tomó la delantera en el camino, al día siguiente lo alcanzamos, pero no vimos a nadie en el puente.Desprendimos nuevamente la chalupa y los que fueron recorrieron en vano el barco…. Todos habían desaparecido. Nada fuera de su lugar…. El mar lucía tranquilo. En la cocina una olla hervía con papas. Como comprenderán el temor se apoderó de la tripulación, pero a la larga seis marineros se animaron a ocupar los puestos en el barco y yo me incluí con ellos.A bordo los marineros se dedicaron a beber para desterrar las preocupaciones. Después del mediodía como a las cuatro un marinero se acercó a la borda y miró el mar, lanzó un largo silbido, se sentó un rato. Después se levanto, se dirigió a la borda y se lanzó al mar. Al sentir el ruido los demás miraron con el ceño fruncido. Pero enseguida parecieron olvidarse del asunto. Al rato otro se incorporó e hizo lo mismo. Siendo casi las seis un marinero más viejo se me acercó y preguntó la hora, con sus manos en los bolsillos. Miró largo rato mi pantalón, distraído. Al fin se tiró al agua.Los tres que quedaban, se acercaron rápidamente y observaron el mar, se sentaron en la borda silbando despacio con la vista perdida, uno bajó al puente. Los otros dos desaparecieron uno tras otro. A las siete, el último de ellos subió a la cubierta, se organizó la ropa, caminó firme y se tiró al agua. Entonces quedé solo, mirando el mar desierto como un idiota.Todos sin saber lo que hacían, se habían arrojado al mar, envueltos en esa atmosfera rara que flotaba en el barco. Cuando uno se tiraba al mar, los otros se volvían preocupados, como si recordaran algo, para olvidarse en seguida. Así habían desaparecido todos. Eso es todo…Nos quedamos mirando al extraño hombre con curiosidad.-¿y usted no sentía nada?- le preguntó alguien.Si, un gran desaliento. No sé porque no sentí nada más. Creo que el motivo fue:En vez de agotarme mentalmente en una defensa angustiosa y a toda costa contra lo que sentía, como deben de haber hecho todos los marineros sin darse cuenta, acepte sencillamente esa muerte hipnótica, como si estuviese muerto ya.Como dicho comentario era bastante complicado, nadie respondió. El caballero se retiró a su camarote, el capitán lo siguió un rato con su mirada.-Es un farsante…. –murmuro.-Al contrario—dijo un pasajero enfermo, que iba a morir a su tierra.

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Si lo fuera no habría dejado de pensar en eso y se hubiera tirado también al agua.

INSOLACION

No había una nube ni soplo de viento. Bajo la calma del cielo plateado, el campo emanaba tónica frescura que traía al alma pensativa, ante la certeza de otro día terriblemente seco. Mike, el padre del cachorro, cruzó a su vez el patio y se sentó al lado de aquél, con perezoso quejido de bienestar. Ambos permanecían inmóviles, pues aún no había moscas.Key, que miraba hacía rato la vera del camino, observó:-La mañana es fresca.Volvieron la vista indiferente a un buey que pasaba y continuaron mirando por costumbre las cosas.

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El sol salió; Poco a poco la pareja aumentó con la llegada de los otros compañeros: Rick, Prince y Sombra. Los cinco, tendidos durmieron. Al cabo de una hora levantaron la cabeza, por el lado opuesto del rancho de dos pisos, habían sentido los pasos de su dueño que bajaba la escalera. Míster Jones, toalla al hombro, se detuvo un momento y miró el sol, alto ya.Tenía aún la mirada muerta y el semblante cadavérico, tras su velada de whisky. Mientras se lavaba, los perros se acercaron y le lamieron las botas, meneando con pereza el rabo. Se alejaron con lentitud para buscar la sombra de los corredores. El día avanzaba con catorce horas de sol a plomo. Míster Jones, fue al plantío, miró el trabajo del día anterior y retornó al rancho. En la mañana no hizo nada, almorzó y subió a dormir la siesta.El calor crecía. En el paisaje silencioso y deslumbrante de sol, el aire vibraba a todos lados, dañando la vista, la tierra removida exhalaba un vaho de horno. Que los peones soportaban envolviéndose sus cabezas con un pañuelo. Los perros cambiaban a cada rato de planta, en procura de más fresca sombra.Reverberaba delante de ellos un pequeño montículo. Allí el cachorro vio de pronto a Míster Jones sentado sobre un tronco que lo miraba fijamente. Key se puso en pié meneando el rabo. Los otros se levantaron también, pero erizados.-Es el patrón –dijo el cachorro, sorprendido de la actitud de aquellos.-No es él -replicó Rick.El cachorro incrédulo fue a avanzar, pero Prince lo detuvo.-No es él, es la Muerte.El cachorro se erizó de miedo y retrocedió.¿Es el patrón muerto? Preguntó ansioso, pero los otros solo se dignaron a ladrar con furia. Míster Jones se desvanecía ya en el aire ondulante. De regreso supo por sus compañeros que cuando una cosa va a morir, aparece antes.-¿Y como saben que ese que vimos no era el patrón vivo?-preguntó.-Por qué no era él –le respondieron.Pasaron el resto de la tarde al lado de su patrón, sombríos y alerta Al menor ruido gruñían, sin saber hacia dónde. Al llegar la noche los perros se echaron alrededor del rancho, mientras Míster Jones iniciaba su velada de whiskey. Estos sintieron más profundo el próximo cambio de dueño. Lloraron en coro su doméstica miseria.A la mañana siguiente, el patrón envió a un peón al pueblo a que comprara unos insumos, recomendándole que cuidara del caballo, que no

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lo galopara. A medio día todo estaba brumoso por las quemazones deslumbrantes del sol que caía a plomo.Los perros miraban al horizonte.-No han aparecido más. –dijo Rick.Y siguieron con su mirada adormilada sobre el corredor del rancho.--¡Viene otra vez! –gritó Prince.Por el norte del patio avanzaba solo el caballo en que había ido el peón. Los perros se arquearon sobre las patas, ladrando con furia a la Muerte que se acercaba. El caballo para volver a esa hora tenía que haber galopado, llegó cerca al pozo. Míster Jones bajó y se acercó al pobre animal que temblando cayó de costado.Pero los perros estaban contentos, la Muerte que buscaba a su patrón, se había conformado con el caballo. Míster Jones decidió ir él mismo al poblado cercano ya que el peón no había vuelto. Resistía el sol como un peón y caminar disiparía su mal humor. Los perros salieron tras él, ya que el temor a la soledad pudo más y con un agobiado trote le siguieron.Al regreso, el patrón para acortar distancia, decidió marchar en línea recta evitando la polvorienta vuelta del camino. El calor era cada vez más intenso. El aire faltaba, con angustia cardiaca que no permitía concluir la respiración. Míster Jones supo que habíaTraspasado su límite de resistencia. Desde hacía rato sentíase como en el aire, como si dentro de la cabeza le empujaran el cráneo hacia arriba… se mareaba mirando el pasto. Apresuró la marcha para llegar lo más rápido posible. De pronto miró hacia atrás y la cabeza se le fue en vértigo.Entre tanto los perros seguían detrás trotando con la lengua afuera. Al fin como la casa estaba cerca, apuraron el paso. Fue en ese momento que Key, que iba adelante, vio tras el alambrado a Míster Jones, vestido de blanco, que caminaba hacia ellos-La Muerte, la muerte…. AullóLos otros lo habían visto también, y ladraban erizados… pasó cerca de ellos y los miró con sus ojos celestes.-Va a tropezar con él. –aullaron todos.Los perros comprendieron que todo concluía, su patrón caminando como un autómata, sin darse cuenta de nada. El otro llegaba ya.Los perros hundieron el rabo y corrieron de costado aullando. Pasó un segundo, y el encuentro se produjo. Míster Jones se detuvo, giró sobre sí mismo y se desplomó.Los peones que lo vieron caer, lo llevaron a prisa al rancho, pero fue inútil toda el agua; murió sin volver en sí.

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Su hermano vino de la capital y en cuatro días liquidó todo, Volviéndose después. Unos granjeros se repartieron los perros, que vivieron en adelante flacos y sarnosos, e iban todas las noches a robar comida a los ranchos vecinos.

CAMBIO CLIMATICO

Todo comenzó con algo tan simple como un proyecto alocado de fin de carrera. Stephen pensó que la mejor manera de sobresalir en una carrera tan marcada como geología era hacer algo que no hiciese mucha gente, por lo que cuando planteo el proyecto para realizar un estudio en la Antártida no esperaba que se lo aceptasen.Ya tenía en mente otro tema cuando le llego el sobre que confirmaba que no solo aceptaban su proyecto sino que se lo financiarían a través de una beca especial. Como el proyecto aceptaba un acompañante decidió que fuese con el su mejor amigo Mark, a pesar de que este era lingüista. Había sopesado los principales inconvenientes del continente helado y el primero era la sensación de soledad por lo que optó por la persona con la que se encontraría más cómodo.

En su proyecto lo que quería conseguir un estudio general de todos los minerales que se estaban generando por el retroceso del hielo. Por lo que su campamento base se instalo en una de esas playas. Durante un par de

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días no se encontró con nada fuera de lo normal pero el tercero tropezó con un mineral extremadamente duro, pero eso no era lo más sorprendente. Era completamente liso, por lo menos en la parte que se entreveía en el barro. Tardo un rato en dejar la pieza completamente limpia y definida sus límites. El tamaño aproximado era de medio metro por medio metro y completamente liso y perfectamente cortado. Una vez analizado descubrió que era titanio y con esas características sería tremendamente difícil que fuese obra de la naturaleza por sí sola. No dudo en explicárselo a su amigo y pedirle que le ayudase a tratar de moverlo. Pudieron poner los dedos por debajo, ya que no era muy grueso, y así levantarlo. Esta chapa ocultaba un agujero que conducía hacia abajo. Lo primero que pensó fue en entrar, pero justo cuando empezaba a bajar escucho a su amigo gritar y saltar.– ¿Qué te pasa Mark?– ¿No te has fijado en la parte de atrás de la chapa?– No, ¿Por qué?– Míralo anda.

Pudo ver que había símbolo y dibujos pequeños enmarcados en un cuadrado en el centro. Su amigo le pidió que esperara a que se lo estudiase bien ya que podía entender alguno de los símbolos. Al final del día cuando se reunieron para cenar Mark le explicó que ya casi lo tenía completo. Había podido traducir la gran mayoría de los símbolos y había llegado a la conclusión de que era una especie de abecedario gráfico donde cada símbolo era una silaba por sí mismo. Le dijo que para mañana ya podrían entrar y que se había algo mas escrito seguramente lo podría entender. Ya no había nada más por lo que esperar mañana sería el día.Se prepararon para bajar y llevaron reservas para varios días. La bajada era corta y daba directamente a un pasillo recto que parecía bajar de manera suave y progresiva. Después de caminar un buen rato comenzaron a notar que la temperatura bajaba al ritmo que ellos lo hacían, hasta llegar a un punto del cual prefirieron no seguir y equiparse mejor. Cuando llegaron a la superficie comentaron lo extraño de la bajada de temperatura y Stephen dijo que justo antes de dar la vuelta le había parecido escuchar como un pitido pero muy lejano. Como al salir ya era de noche lo dejaron para el día siguiente.Esta vez estaban mejor preparados y justo cuando llegaron al mismo punto en que habían dado la vuelta pudieron escuchar perfectamente un pitido. Este ruido venía de una caja que se encontraba al final del pasillo. Esta caja era perfectamente cuadrada y tenía en la parte delantera algo

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escrito con los símbolos que había en la chapa. Mark se puso de inmediato a traducirlo y mientras tanto Stephen miro como se encontraban cortadas las paredes. Solo pudo confirmar que no daban la sensación de haber sido cortadas de lo perfectamente lisa que eran.En un susurro Mark le pidió que se le acercara. Había traducido gran parte del texto y el miedo se le veía en la cara a pesar de la oscuridad. Según el texto aquella máquina tenía una duración aproximada de unos 50.000 años y había sido instalada allí para general el suficiente frío como para bajar la temperatura de un planeta en el que no se podía asentar la vida ya que hacía demasiado calor.Llegado a este punto se miraron sin saber que decir. Mark siguió comentando que además el texto informaba que se generaría una capa de hielo y nieve que protegería la máquina para que la vida nativa no la pudiese alterar y que solo quedaría expuesta en el caso de que comenzara a funcionar de manera defectuosa.Si se estaba leyendo este texto es porque la protección se había retirado y habría comenzado el deterioro de la maquina. Seguramente ya se estaría escuchando un pitido y si a eso se le añade una luz roja en la parte de atrás era debido a que el deterioro era más rápido de lo esperado por lo que seguramente la forma de vida más evolucionada estaría afectado el clima dificultando la función de la misma.En este último caso solo quedaría esperar que esa forma de vida evolucionada este lo suficientemente avanzada como para poder repararla. Llegado aquí Mark ya no quiso decir nada más. Los dos se levantaron a la vez y fueron a la parte de atrás de la maquina donde pudieron ver una luz roja parpadeante.

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LA MIEL

Jorge, habiendo concluido sus estudios de abogacía, sintió fulminantemente deseo de conocer la vida en la selva. No fue arrastrado por su temperamento, pues bien Jorge era un muchacho rechoncho, pacífico y con una rozagante salud. Pero así como el soltero que siempre fue juicioso cree de su deber, la víspera de su boda despedirse de la vida libre con una noche de orgía en compañía de sus amigos, de igual modo Jorge quiso cambiar su vida tranquila por una emoción fuerte.Viajó a las tierras selváticas, allí un tío suyo poseía unos aserraderos, los cuales se encontraban bastante adentro de la jungla, el único camino era surcarlo por río.De este modo llegó al aserradero de su tío, y a la hora tuvo éste que contener el desenfado de su sobrino.-¿A dónde vas ahora? –Le había preguntado sorprendido.

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-Al monte; quiero recorrerlo un poco –repuso Jorge, que acababa de colgarse la escopeta al hombro.-¡Pero infeliz! No vas a poder dar un paso. Sigue la picada si quieres… O mejor, deja esa arma, y mañana te haré acompañar por un peón.Jorge renunció a su paseo. No obstante, fue hasta el borde del bosque y se detuvo. Intentó adentrarse pero se quedó quieto. Se metió las manos en los bolsillos y miró detenidamente aquella inescrutable maraña, observó lado a lado y regresó.Al día siguiente, sin embargo, recorrió una parte de ella por espacio de dos kilómetros, aunque no disparó su escopeta, no deploró el paseo.Llegó la segunda noche, aunque de un carácter singular:Estando dormido fue despertado por su padrino.-¡Eh, dormilón! Levántate que te van a comer vivo.Jorge se sentó bruscamente en la cama, alucinando por la luz de los faroles que se movían al viento de un lado a otro en la pieza. Su tío y dos peones regaban el piso.-¿Qué pasa? –preguntó.Nada… Cuidado con los pies… Hormigas –Jorge sabía ya de las hormigas de estas comarcas, carnívoras y veloces como ríos, avanzan devorando todo a su paso ningún ser, incluido el hombre se les puede resistir. Su entrada en una casa supone la extinción, es apremiante abandonarla, so pena de ser devorado hasta el esqueleto.Permanecen en el lugar uno o dos días, según lo que haya que comer. Una vez devorado todo, se van. Sin embargo no resisten a la creolina (líquido, negruzco de olor penetrante y muy desinfectante). Su tío y los peones limpiaron el piso con esto.Jorge observó una picadura en su pie.-Pican muy fuerte, realmente. –dijo sorprendido, dirigiéndose a su tío. Este para quien ya no tenía ningún valor la observación, se felicitó el haber detenido la invasión a tiempo. Jorge reanudo su sueño, aunque sobresaltado con pesadillas.Al día siguiente fue al bosque, esta vez llevó un machete, pues había comprendido que éste le podría ser más útil en el monte que la escopeta. No era muy dúctil en el manejo, pero le permitía avanzarEl monte enmarañado y silencioso lo cansó pronto. Ni un animal, ni un pájaro ni un ruido casi. Jorge volvía cuando un zumbido sordo le llamó la atención. A diez metros de él en un tronco hueco, diminutas abajas revoloteaban la entrada del agujero, se acercó con cautela, y vio en el fondo de este diez o doce bolitas oscuras.

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-Esto es miel – se dijo, con una inmensa gula-. Deben de estar llenas de miel…También constató que aquellas abejas eran de las que no poseen aguijón, por lo tanto no representaban ningún peligro. Desprendió las bolitas, la mitad estaban llenas de polen, las otras rebosantes de miel. Las saboreó golosamente, aunque le pareció que su sabor era ligeramente distinto, un sabor áspero.-Qué curioso mareo… -pensó el abogado-. Y lo peor es….Al levantarse e intentar dar un paso, se había visto obligado a caer de nuevo. Sentía su cuerpo de plomo, sobre todo las piernas como si estuviesen hinchadas, y los pies y las manos le hormigueaban.Y de pronto la respiración se le corto en seco, de espanto.¡La miel!... ¡Es venenosa, estoy envenado!Trató otra vez de incorporarse, pero no fue capaz. Durante un rato el horror de morir allí, lejos de sus familiares, le cohibió todo medio de defensa.-¡Voy a morir ahora!.. ¡Ya no puedo mover la mano!...Creyó notar que el suelo se volvía negro y se agitaba vertiginosamente. Vino a su memoria el recuerdo de las hormigas y en su pensamiento se fijó como una suprema angustia la posibilidad de que eso negro que invadía el suelo….Tuvo fuerza aún para arrancarse a ese último espanto, y de pronto lanzó un grito, un verdadero alarido de espanto:Por sus piernas trepaba un precipitado río de hormigas negras. Alrededor de él las hormigas oscurecían el suelo, y sintió bajo sus ropas el río de hormigas carnívoras que subían.Su tío halló por fin, dos días después, y sin la menor partícula de carne, el esqueleto cubierto de ropa de Jorge. Las hormigas que merodeaban aún por allí y las bolitas de cera, lo iluminaron suficientemente, para saber lo sucedido.No es común que la miel silvestre tenga esas propiedades narcóticas o paralizantes, pero se halla. Las flores con igual carácter abundan en el trópico, y ya el sabor de la miel denuncia en la mayoría de los casos su condición.Tal el sabor distinto y áspero que creyó sentir Jorge.

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LA PICADURA

El hombre pisó algo blanduzco y enseguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante y al volverse con un juramento vio una serpiente que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque.El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente y sacó el machete de la cintura. La serpiente vio la amenaza y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, separando su cabeza. Se bajo hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre y miró un instante. Un dolor agudo nacía de los puntitos, y comenzaba a invadir todo el pie.El dolor del pie aumentaba, con una sensación de abultamiento. Movía la pierna con dificultad, una gran sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.Llegó por fin al rancho, y se echó de brazos sobre la rueda del trapiche. Los dos puntitos desaparecían ahora en una monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder de lo tensa que estaba. La sed lo devoraba.-¡María! -dijo. -¡Dame caña!Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.-¡Te pedí caña, no agua! –Rugió de nuevo-. ¡Dame caña!-¡Pero es caña, Pablo! –protestó la mujer espantada.-¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!La mujer espantada corrió otra vez, volviendo con la jarra. El hombre tragó uno tras otros dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.-Bueno; esto se pone feo. –murmuró entonces mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.Los dolores fulgurantes se sucedían y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de la garganta aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la cabeza apoyada en sus manos.Pero el hombre no quería morir y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Se sentó en la popa y comenzó a remar hasta el centro del río. Allí, la corriente lo llevaría antes de cinco horas al poblado más cercano.El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar al centro del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer el remo en la canoa y tras

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un nuevo vómito –de sangre esta vez-, dirigió una mirada al sol que ya se ocultaba tras las montañas.La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas y terriblemente dolorosas. Pablo pensó que no podría jamás llegar él solo al poblado y se decidió pedir ayuda a su compadre Luis, que vivía cerca de allí; aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.La corriente se precipitaba hacia la costa, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por el camino, cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.-¡José! –gritó con cuanta fuerza pudo y prestó oído en vano.-¡Compadre! ¡No me niegues este favor! –clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en el poblado.El bien avanzaba y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Mateo Gaona en el poblado? A caso viera también a su ex patrón, míster Douglas, y al capataz de la obra.¿Llegaría pronto?El cielo, al poniente, se abría ahora en un color de oro y el río se había coloreado también.Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio…Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino.El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor y pensaba entretanto en el tiempo que justo que había pasado sin ver a su ex patrón Douglas.¿Tres años? Tal vez no, no tanto.¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho.¿Qué sería? Y la respiración…

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Al capataz de obras de míster Douglas, Lorenzo Toro, lo había conocido en Las Mercedes un viernes santo… ¿viernes? Sí, o jueves…El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.-Un jueves…Y cesó de respirar.

ASESINOS

Dos hombres entraron a la casa, y esperaron en silencio a que los ojos se les acostumbraran a la oscuridad. El viejo Tom dormía al fondo, y afuera una fina lluvia empañaba los cristales. Acariciaban en sus manos revólveres, y al cabo de un rato pudieron caminar por entre los muebles,

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en la penumbra. Oían como un rumor los ronquidos del viejo Tom.

-¿Qué hacemos ahora?-preguntó uno.

-No sé exactamente-respondió el otro.

En las ventanas la lluvia aumentaba, se escuchaban truenos y podían ver las sombras de los árboles al viento, que opacaban la luz de los faroles. Caminaron hacia una habitación que parecía ser una oficina, en la que había una mesita repleta de libros, una máquina de escribir, hojas blancas y una botella de whisky con un vaso a medio usar al lado. Revisaron en las gavetas. No encontraron nada.

Pasaron a un cuarto amplio, acomodado con dos camas, donde también habían libros y colgaderas de animales. Vestían ropas negras apretadas, capuchas que solo dejaban ver sus ojos, y aunque sus estaturas eran diferentes al igual que su complexión física, en medio de la noche parecían hermanos vestidos igual para la misma ocasión.

Uno le extendía al otro de vez en cuando manuscritos corregidos, buscando su aprobación.

-¿Es este? -No, el muy desgraciado lo tiene bien escondido.

-¿Y ahora? -A seguir buscando, vivo.

La tormenta arreciaba, y las luces de afuera amenazaban con quedar completamente apagadas.

De repente oyeron que el ronquido del viejo Tom cesaba, y el susurrar cada vez más cercano de unas pantuflas afelpadas. Se escondieron bajo las camas, y divisaron las piernas del viejo que se dirigían al baño. Oyeron el largo chorro que soltaba Tom, y el sonido de descargar el inodoro. Otra vez se acercaron las pantuflas, que sin sospecha se detuvieron en la puerta del cuarto, y ellos apretaron por instinto los revólveres. Pero Tom siguió camino hasta su habitación, y en breve volvieron a sentir sus ronquidos.

La búsqueda no prosperaba. A la poca luz de los relámpagos solo podían distinguir las cabezas muertas en las paredes, que parecían vigilantes

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silenciosos de ojos cristalinos, y los papeles se les perdían en la oscuridad.

Se movieron por toda la casa, evitando el cuarto del viejo. Abrían libros, levantaban almohadas y sábanas viejas, colchones húmedos, pero no aparecía lo que los había llevado allí. Comenzaron a sudar, a pesar del frío que entraba por las ventanas.

Durante días habían ido a vigilar al escritor, atisbando por entre las ventanas y las veladoras, disfrazados de extranjeros. Verificaron los horarios de apertura y cierre del museo, el movimiento de las personas, la estructura de la casa, sus alrededores, la rutina de Tom y los cambios de guardia de los custodios. Ahora sentían que todo el esfuerzo se podía ir al traste, si no encontraban algo. Empezaron a desesperarse, pero decidieron mantener la calma.

Ya estaban en el interior, sólo tenían que buscar. En sus ojos se dibujaba una impaciencia, un deseo inaudito de no ser sorprendidos.

Los truenos sucedían, llenando de un silencio pavoroso el intervalo entre ellos.

Después de una última mirada confusa, se dirigieron hacia el fondo de la casa, más allá del comedor. Chequearon los revólveres, y en una fracción de segundo pudieron ver en los cristales el rápido desplazamiento de las nubes. Afuera las luces se habían apagado ya definitivamente.

El viejo Tom dormía boca arriba, acurrucado con sobrecamas rojos y bufando el aire de los pulmones. Los hombres lo miraban con terror, y sin decirlo agradecieron que la más plena oscuridad los cobijara. Se miraron sin saber qué hacer.

-Haz algo.

-No sé qué.

-Lo que se te ocurra, vamos.

-No, tengo miedo.

-Bah, parece mentira.

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Con sigilo examinaron el cuarto, abriendo pequeñas gavetas y el escaparate de espejos. Les impresionó ver su propia imagen reflejada con total exactitud.

Cerraron las puertas asqueados de tanta lluvia y silencio, de no encontrar nada, y con las manos señalaron los revólveres. No había otra solución.

El disparo sonó en medio de la madrugada, disimulado por un trueno que estremeció los cristales.

EL ALMA

El hombre camina sin rumbo bajo una llovizna pertinaz y totalmente ajeno al universo que lo rodea. La oscuridad es total, solo de vez en cuando algún relámpago ilumina los charcos y marca el contorno de los árboles que se mecen al ritmo quejoso del viento.

Entonces la noche parece llenarse de espectros y quien sabe de qué ocultos fantasmas. A lo lejos titila una estrella, luego otra, después otra más y de a poco se van uniendo entre sí como un rosario luminoso en la oscuridad infinita de la noche. Es una ciudad que se asoma lentamente, expectante, con curiosidad.

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La lluvia cae de forma displicente, vacía, sin ganas. La línea de luces se estira cada vez más anunciando la cercanía del pueblo que aparece envuelto en nubes… cada vez más negras.

Camina como un autómata, se siente desconcertado, no percibe nada de su cuerpo, ni frío, ni calor, ni siquiera siente el viento. Ni el piso barroso bajo sus pies, es como si flotara hacia ningún lado. Cuando llegó al primer haz de luz recién pudo ver su propio cuerpo. Al hacerlo se estremece, está descalzo, lleva puesta una túnica blanca y larga hecha jirones. Totalmente embarrada. Es inútil, cuanto más se observa menos se reconoce.

- ¡¡Por Dios!! - murmuró, -¿quién soy?, ¿dónde estoy?

Tal vez perdí la memoria o sufrí un accidente... Cuando llegó a un centro poblado de luces vio acercarse a dos mujeres con paraguas que conversaban animosamente. Se acercó a ellas y les preguntó qué lugar era éste pero no le contestaron. Ni siquiera lo miraron prosiguiendo su camino. Pensó que tal vez se habían asustado por su presencia sucia y harapienta. Intentó hacer lo mismo con un señor que venía de frente pero también lo ignoró.

Desorientado se acercó a un vitrina de exhibición de ropas e intentó mirarse en un espejo que había entre dos maniquíes desnudos, pero... ¡no se reflejaba!, aunque sí lo hacía todo el entorno de la calle... ¡pero él no!

Se detuvo un instante tratando de comprender su situación, le pesaba la cabeza y no podía clarificar sus pensamientos. Aterrado comenzó a... ¿correr?, ¿volar?, ¿flotar?... nunca supo cuán lejos ni cuánto tiempo lo hizo, aunque no sentía cansancio.

Finalmente se detuvo en una plaza, se sentó en un banco solitario debajo de un farol, debía tranquilizarse… tenía que pensar, razonar sobre lo que le estaba sucediendo o se volvería loco, ¡si es que ya no lo estaba!

Se llenó de preguntas sin respuestas: quién soy, de donde vengo, soy un espíritu o tal vez como dicen algunos espiritistas, un alma que dejó su cuerpo terrenal pero que aún no se enteró y vaga resistiéndose a morir definitivamente.

Mientras piensa, baja la vista y mira sus harapos y el alrededor de su cuerpo. Recién entonces se da cuenta de que no da sombra, el banco y los

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otros objetos sí, ¡pero él no! Se acercó más a la luz y comenzó a girar y mover los brazos como aspas, pero nada, ni una sola sombra.

Parecía que la luz del farol lo traspasara ignorando su cuerpo empapado. Estuvo un tiempo perplejo con la mente en blanco, tal vez para escapar de su situación… Lo vuelve a la realidad la lluvia que arrecia nuevamente.

Por el brillo espejado de la calle desierta ve aproximarse a gran velocidad una mancha negra, aunque no alcanza todavía a definir su forma.

De pronto se detiene y recién parece reparar en él. Lo estudia un momento como tratando de reconocerlo, luego comienza a acercarse.

Por un momento el terror lo paraliza al comprender que es su propia sombra que lo está buscando, entonces solo atina a escapar pero es demasiado tarde.

La mancha se le tira encima, lo envuelve como un manto negro y ruedan en un abrazo interminable entre cuerpo y alma, materia y espíritu, luces y sombras.....

Al otro día, el único diario del pueblo, destaca en primera página la noticia que....“anoche, tirado en la plaza encontraron el cuerpo de un desconocido que murió y fue enterrado hace ya más de dos meses en el cementerio local. La policía encontró su tumba abierta y lo que más llamó la atención de los investigadores es que el cadáver a pesar del tiempo que estuvo enterrado aún no estaba en estado de descomposición...”

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EL ÚLTIMO HOMBRE

Siempre me habían gustado las chicas guapas, quizá por eso aun no había logrado conseguirme una novia. La vi en cuanto se subió al bus, increíblemente venía sola –eso me extraño, pues siempre la había visto acompañada. Me extraño más cuando, después de divisar los lugares disponibles en el bus, miro hacia el fondo y camino lenta pero decididamente hacia mí…Era lindísima, morena clara, pelo corto, su rostro hermoso, y siempre esa falda… que permitía ver aquellas magnificas piernas…

-Me das permiso- la escuché decir sacándome de mi embelesamiento. -sí, claro… me escuché decir con voz insegura, al tiempo que me levantaba. Iba yo en un trayecto de una hora y bien sabia que ella iba más lejos. Así a solo unos diez o quince minutos de llegar a mi destino, por fin salió de mi boca un –hola que tal-. -Hola-me contestó con su bella sonrisa.-¿De la escuela?--Si, ¿y tú?-

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-También ¿qué estudias?- -Estoy estudiando Informática… Licenciatura en Informática, ¿y tú?--Bueno, yo estoy estudiando Ingeniería en Bioquímica- contesté mientras veía como me acercaba a mi destino…-¿Cómo te llamas?--Mayra, ¿y tú?- Le dije mi nombre mientras veía como me pasaba de mi parada habitual.-¿Y qué te gusta hacer en tu tiempo libre? A mí me encanta bailar, salir a comer y que me lleven a la playa- me dedicó una gran sonrisa mientras esperaba mi respuesta.-Si, a mí también-, me escuche decir, sabiendo bien que no sabía bailar, ni nadar, no tenía auto y para colmo no me gustaba para nada comer fuera de casa, lo dije con tan poca convicción, que ella lo notó de inmediato.No en serio, a ti que te gusta hacer…Pues la verdad, la naturaleza, pasear, también ir al cine…-Ay chico, que aburrido… yo me bajo en la siguiente parada, chao!Me levanté para dejarla pasar y le dije:-Oye Mayra me gustaría invitarte a salir…--Si claro, algún día-Y cuando se bajaba alcancé a escuchar:Cuando seas el último hombre sobre la Tierra…

Un fuerte ruido me despertó, aunque sobresaltado, logre controlarme y no hice ruido alguno, me acerqué lentamente a la puerta escuchando atentamente, me llegaron rumores de voces al tiempo de intentar abrir la puerta nuevamente, lo cual era muy difícil, pues la había atornillado por dentro –vámonos está sellada, Sí, no creo que haya nadie, se ve oxidada- alcance a distinguir entre el murmullo de voces, al tiempo de escuchar varios pasos alejándose. Espere un momento y de nuevo el silencio, mire el calendario frente de mi, mire mi reloj y me di cuenta que era el momento que esperaba…Ya habían pasado los dos meses planeados de espera desde que me encerré en ese sótano de aquel viejo edificio, -Mayra, estaba soñando otra vez con eso, diez años y todavía lo recordaba claramente: El último hombre sobre la Tierra… - y no pude evitar sonreír.Empecé a quitar los tornillos de la puerta, mientras pensaba lo que me había costado llegar a ese momento. Acabar mi carrera, seguir con maestría, doctorado, especializaciones, diplomados, desde medicina, hasta genética, pero ya estaba hecho.

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Diseñar el virus que solo atacará al gen masculino, estudie tantas enfermedades exclusivas de los hombres, tantas… incluso las más raras. Hasta que encontré la manera de dañar solo al gen masculino.Después, el virus, trabajé con tantos hasta que lo hice mortal, resistente.Y aun encontrar el medio para propagarlo, por el agua, por el aire, Si. Logre hacerlo posible pero era muy lento, hasta que me acorde de la malaria, la enfermedad más difundida del mundo y claro los mosquitos… Fueron poco más de dos años de arduo trabajo con diferentes especies. Todos creían que quería acabar con ellos, cuando solo los estaba haciendo más resistentes.

Empecé a cultivar tanto virus como mosquitos, pronto logré que los mosquitos fueran el transmisor perfecto para el virus, hallé la manera de incubarlos por miles, hasta millones.

Todo salió como lo había planeado, millones de mosquitos manipulados genéticamente para resistir. Quité el último tornillo, desatranqué la puerta y giré la llave, se oyó un clic y quedó abierta. Metí la mano en mi bolsillo, saqué un frasquito y con una jeringa vacíe el frasquito para enseguida inyectarme una vez más el antídoto… si más valía asegurarse…Abrí lentamente, sin el menor ruido, percibí como entraba más aire, volví a cerrar y me prepare para mi salida triunfal. La abrí de un golpe. Espere un momento y no paso nada, subí lentamente las escaleras hasta alcanzar la calle. Me asomé despacio, procurando que nadie me viera, vi a varias personas caminar alejándose de mí. A lo lejos alguien cantaba una canción triste. No pude evitar sonreír y sentirme grandemente emocionado… Ya no importaban mis dudas, ya no me molesto mi conciencia, pues todas y cada una de las personas que se movían… eran mujeres, ¡sólo mujeres! –Cuando seas el último hombre sobre la Tierra…

Recordé… y una gran carcajada salió de mí sin que pudiera contenerme y entonces sucedió…Sucedió algo que no contemplé, pero ya era tarde, primero fueron tres, después seis, no diez, y más , me vi rodeado de un gran grupo de mujeres, pero prácticamente todas eran señoras más bien grandes, algunas niñas, ancianas y hasta atrás distinguí a dos bellas chicas…

Todas me contemplaron como a un fantasma y alcancé a escuchar: –No que ya no había hombres. quizá no es… tal vez gay… no. también esos se murieron… y creció el murmullo hasta que era una algarabía total, pero

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eso no fue lo malo, pues enseguida alguien me tomo del brazo y luego del otro, luego de todos lados, al siguiente momento estaba siendo arrastrado por el asfalto para enseguida elevarme y ya no tocarlo más. A alguien se le ocurrió agarrarme del cabello –es mío, yo lo vi primero, no es mío, esperen, lo van a matar… el griterío era ensordecedor y el dolor se empezó a volver insoportable cuando sentí como se desprendía un gran mechón de mi cabeza, sentí como me proyectaba al suelo a gran velocidad, grite e instintivamente quise meter las manos pero solo se incremento el dolor al sentir que se me rompían y no pude impedir que mi cabeza golpeara con gran fuerza el piso… Se escuchó un golpe seco, fuerte, que paralizó a la muchedumbre como por arte de magia, se empezaron a escuchar reclamos, sollozos y alguien dijo:-Está muerto, era el último, el último hombre que quedaba…-

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EMJAMBRE

Eran las nueve de la tarde. Estábamos a mitad del verano y el escaparate de aquel sitio en el que nos encontrábamos dejaba ver un trozo de calle urbanizada, bañada por los últimos rayos de luz solar. No sé si mi acompañante se fijó en ese detalle; pero lo cierto es que poco después, el anochecer se hizo infinitamente largo.Discutíamos que ingrediente sería más adecuado para afrontar después la película que íbamos a ver, y comparábamos los precios y ofertas existentes. -Lo lamento, pero recientemente hemos eliminado los champiñones de nuestro menú. Le puedo sugerir que pruebe el nuevo ingrediente.Acepté de buena gana. Los champiñones eran mi ingrediente favorito para las pizzas, pero a decir verdad no había probado muchas especies.En ese momento entraron en el establecimiento varios mocosos que a buen seguro venían a celebrar un cumpleaños. Nunca me gustaron los niños, Para colmo de males, iban sin compañía adulta. Pronto me di cuenta de que la madre del cumpleañero estaba sacando del maletero de un gran BMW una bolsa con regalos y un bolso negro. -Tardará unos 15 minutos-

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"Sin duda, serán largos", pensé. No sólo tenía hambre sino que iba a estar presente en una sonora fiesta infantil.Y sinceramente, preferiría que así hubiese transcurrido todo.Nos dirigimos hacia una de las pocas mesas libres de los saltos que los niños completaban sin sentido entre el mobiliario de chillones colores.El escaparate estaba a pocos centímetros de nuestra mesa. Con la algarabía de fondo, centré mi atención en la madre que trataba de cerrar el coche. Era una mujer bella, no sabría decir que edad tendría, pero sería mentir si no digo que estaba de buen ver.Era alta y de cabellos rubios, con unas grandes gafas de sol cubriendo unos ojos que a la postre descubriría azules.La mujer cruzó la estrecha calzada. Ningún coche la impedía cruzar los pocos metros de asfalto que había desde la otra acera. Cuando iba por mitad del recorrido, ocurrió algo extraño. Mi sorpresa era similar a la que ella mostraba. Había tirado el bolso como si éste le hubiese mordido, y ahora miraba cariacontecida el brazo que tenía elevado. Creo que yo era el único que estaba viendo aquello. La jauría de niños seguía sacando de quicio a una camarera que trataba de tomar nota, pero yo los había dejado de oír. Mi cabeza estaba a otra cosa.De repente, vi como sus dedos empezaron a moverse espasmódicamente, soltó la bolsa repleta de regalos y chilló.Me levanté de la silla y pegué mis manos al cristal. La mujer se retorcía sobre su brazo. Por la forma de moverse, lo asocié a la picadura de alguna abeja, comunes en esa época del verano.Los alaridos eran de tal potencia que los niños dejaron inmediatamente su juerga al percatarse de que algo no iba bien.-¡¡¡Mamá!!!-El niño que llevaba una corona de plástico en la cabeza intentaba abrir la pesada puerta entre sollozos y los gritos de los demás niños, asustados por la escena.El que debía ser gerente del local, calvo como una cebolla y con

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una ridícula corbata ilustrada con porciones de pizza; empujó y abrió definitivamente la puerta, con la intención de socorrer a aquella mujer que gritaba fuera de sí.En ese momento, también me dispuse a salir y ayudar en lo que pudiese.-No te muevas-Tenía a Sergio a mi espalda. Intenté darme la vuelta para decirle que si no era consciente de lo que le pasaba a aquella mujer, pero cuando vi lo que él estaba observando; las palabras definitivamente no sólo no salieron, sino que además se me olvidaron por completo.Sergio estaba a cinco centímetros de cristal, observando por encima de sus gafas. Tenía la mirada clavada en algo que había pegado al vidrio por la parte exterior.Sin duda era una avispa. Las avispas no me asustan, salvo que sean tan grandes como el dedo índice, claro.-¡¡¡Dios!!!¿¿¿Que es eso???- pregunté sin esperar tener respuesta. El aguijón era terrible, era similar al punzón de un dardo, pero con un color blanquecino que parecía palpitar.-Es un avispón japonés- dijo Sergio con voz calmada, aunque en su rostro se advertía cierto temor.-¿¿¿Como que un avispón japonés???- pregunté aterrorizado sin quitar el ojo de aquellas patas peludas- Este insecto vive en Japón y es el causante de más de 40 muertos al año en la isla del sol naciente.-¿Y si es de allí?¿¿¿Qué demonios hace acá???¿¿¿Es venenoso???- pregunté totalmente alterado- No sé qué diablos hace este insecto aquí. Sólo viven allí y no hay constancia de que se ubiquen en otra zona del planeta.-¡Quiero saber si son venenosos!

- Por desgracia, son bastante más que venenosos- en ese momento se quitó las gafas. Nunca le vi sudar de esa forma- Recuerdo haber estudiado esta familia en entomología de cuarto. Su glándula segrega siete toxinas muy potentes. Una de ellas facilita una rápida necrosis del tejido afectado.

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-¿Necrosis?La mujer seguía retorciéndose mientras su hijo lloraba a su lado y varias personas trataban de ayudarla. El brazo desnudo comenzaba a coger una tonalidad negra muy desagradable.-La necrosis consiste en la muerte del tejido afectado. Esa mujer de ahí ha perdido el brazo, y si no se la inoculan los antídotos adecuados, morirá en pocos minutos.-¡¡¡Rápido, vayamos a ayudar!!!- me levanté y fui corriendo hasta la puerta.Al mirar atrás, me sorprendí de ver a Sergio aun sentado-No hagas locuras. Cierra esa puerta y vuelve aquí-Hice caso omiso y salí al exterior.Me acerqué mirando con cuidado hacia el corrillo. Varios vehículos estaban parados delante y sus conductores habían bajado a ver qué sucedía.Entonces pude ver los bonitos ojos que tenía aquella mujer, pues las gafas descansaban en el asfalto.Eran de un azul intenso, pero solo reflejaban un dolor infernal. La mujer expectoró sangre a borbotones, manchando a su propio hijo que lloraba histérico, dejó de moverse y los ojos quedaron eternamente abiertos, ya vacíos de todo sufrimiento.Fue entonces cuando se empezaron a oír aullidos de dolor en todas las direcciones. Me asomé a la esquina de la calle y decenas de personas huían aullando de un parque, Otras caían al suelo gritando. Era como una locura generalizada.Muerto de terror, escuché un zumbido similar al que provocaría un mosquito gigantesco batiendo sus alas. Mi adrenalina se disparó y corrí a la velocidad del sonido los diez metros que me separaban de la pizzería. Sólo Sergio continuaba allí dentro, mirando desesperado por el cristal, temiendo por mi futuro… y por el suyo.Llegué sano y salvo al interior, e instintivamente cerré la puerta. Por desgracia no había nadie más que pudiera entrar. Decenas de niños estaban desperdigados por la calle, moviéndose como peces a los que se saca del agua. Todos gritaban, al igual que los

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adultos. Algunos se tocaban la pierna, otros se tapaban el pecho, y otros parecían catatónicos tras haber recibido un picotazo en la cabeza.-¡¡¡El numero 33, dos pizzas medianas!!!La dependienta del mostrador tachaba con un bolígrafo un ticket. Una canción estúpida provenía del interior de la cocina. No parecía haberse percatado de nada. Cuando bordeó el mostrador y nos obsequió con su sonrisa, el gesto cambió lentamente mientras las pizzas caían al suelo.-Tranquila, se nos ha quitado el hambre-Tras entrar en histeria después de ver tan dantesca situación, se arrodilló llorando delante de la puerta.Sergio y yo seguimos observando en silencio a través del cristal. Cientos de insectos tapizaban el gran escaparate. Contemplamos una gran nube de avispones avanzando calle arriba.Casi todos los que estaban fuera ya habían muerto. Pocos minutos después, apenas entraba la luz. Toda la superficie acristalada estaba poblada por enormes abdómenes negros con líneas amarillas.La noche al fin llegó. Sergio puso la radio de su Nokia. Estaban dando un aviso de evacuación total. Estábamos siendo invadidos por una plaga de avispones japoneses que se había desplazado desde el este. Había teorías de que era un atentado terrorista, el primero desde ese estilo. Se habían llevado hasta unas colmenas de abejas abandonadas cientos de insectos de forma clandestina y deliberada, y tras un concienzudo periodo de reproducción, se habían liberado en el medio ambiente, con las consecuencias acaecidas.Los datos de las víctimas eran aún inestimables, pero había miles y miles de muertos y afectados. Incluso hablaban de personas que habían ido al hospital con hasta 30 picaduras.La batería del teléfono se acabó. Fueron dos días hasta que vimos llegar un camión del ejército y varios soldados con lanzallamas.Nos sacaron a los tres. Lo último que vi antes de entrar al

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autobús climatizado con insecticida fue como le pegaban fuego a todos los cadáveres con los que se iban encontrando.El cabello rubio de la mujer ardió con viveza. Su hijo hacía lo mismo pocos segundos después. La corona de plástico aun descansaba sobre la hinchada y negruzca cabeza.La puerta del autobús se cerró, al igual que mis ojos. Dormí durante horas y cuando desperté me levanté aquí.Estoy en una camareta militar, en un segundo piso. Debe de ser un edificio muy viejo, hay muchas telarañas. Incluso se ven en el exterior. No sé donde está Sergio. Pero al salir en su búsqueda, he visto algo que me ha hecho cambiar de opinión. Hay un soldado muerto a un metro de la puerta.Parecía sonreír. Cuando he visto salir de sus fosas nasales una viuda negra, he pensado que lo más inteligente es quedarme aquí. Y como estoy demasiado cansado para seguir escribiendo, me voy a sentar en la cama a mirar a través del cristal de la ventana. Pero para ser sincero, no tengo esperanza.No creo que esta vez venga algún autobús a buscarme.

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