cuento colonial

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Cuento montevideo colonial

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Es la hora de la siesta. La ciudad de San Felipe y Santiago duerme bajo los cálidos rayos del sol veraniego.

Mientras sus padres descansan, Francisco y Mercedes juegan en el patio alrededor del aljibe. ¡Qué fresca está el agua!

Desde la cocina llega el canto de Joaquín que ayuda a su madre en la limpieza de la vajilla.

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-Joaquín, ven a jugar con nosotros.

-¿A qué jugamos? Yo me escondo y ustedes me buscan -dice Francisco.

-Bueno, vamos, escóndete rápido. Nosotros tapamos.

-¿Ya está? ¿Dónde se habrá escondido?

-¡Huy! Aquí, dentro de este baúl no me van a encontrar.

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Así pasaron un largo rato jugando, hasta que ya fatigados decidieron sentarse en un banco del patio.

En cierto momento Joaquín dijo como hablando para sí:

-A esta hora deben estar preparándose...

-¿Quiénes se están preparando?-preguntaron los otros niños.

-Mis amigos- respondió Joaquín.

-Esta tardecita van a tener una gran fiesta con pasteles y ricas tortas.

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-¿Podríamos ir allí? - dijo Mercedes.

-Claro. ¡Qué lindo sería! - exclamó Joaquín.

-¿Y si nos vamos ahora? - Mamá y papá todavía duermen. Volveríamos muy pronto y ellos no se molestarían.

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La calle estaba desierta, los niños corrieron para llegar más pronto al lugar donde se desarrollaba la fiesta.

En una callecita, cerca de la muralla, los esclavos danzan al son de sus tambores luciendo coloridos vestidos.

-Allí están; ¿los ves? - dice Joaquín-. Los podemos ver mejor si nos subimos a estas piedras - dijo Mercedes.

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-¡Mira esos trajes, Francisco! ¡Cuántos colores y qué linda música! No lejos de allí se estira el arco de arena blanca, de una playa.

-¡Qué verde está el agua! Debe estar muy fresquita, ¿vamos a mojarnos los pies?

-No Joaquín, se nos hace tarde y debemos volver.

-Voy a buscar caracoles -gritó Mercedes.

Jugando, corriendo, se alejaron por la playa, sin darse cuenta que iban dejando muy atrás las murallas teñidas por el sol del atardecer.

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Distraídos en sus juegos, correteando, los niños llegan a la orilla de un monte.

-Aquí sí, sería divertido esconderse, ¿a que no me encuentran? -gritó Francisco.

Y diciendo así se internó por los senderos del monte hasta perder de vista a los otros niños. Y de pronto, no supo encontrar el camino de retorno, porque la tarde se vistió de violeta oscuro y el cielo se hizo más apagado y las sombras del atardecer estuvieron allí con su calma y su silencio.

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Buscando ansiosamente la salida del monte, Francisco ve una senda más ancha que las demás y caminando por ella se dirige hacia el resplandor de lo que a lo lejos, parece ser una hoguera.-¡Qué suerte, es una tropa de carretas!

Cuando se acerca, los carreteros lo miran asombrados y le preguntan:

-Pero niño, ¿qué haces tú por aquí?

-Estoy perdido, estábamos jugando en la playa y me perdí al internarme en el monte. Tengo que llegar a casa, porque mis padres deben estar muy afligidos.

-Nosotros te llevaremos en nuestras carretas. Vamos a Montevideo, y tenemos que llegar antes que caiga la noche.

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Francisco estaba muy asustado, pero se sintió más tranquilo cuando oyó aquellas palabras.

-Antes de irnos, ¿te gustaría comer un trozo de carne asada? ... Debes tener hambre y el asado está muy rico.

-Bueno, ¿pero ya nos vamos verdad?

-Sí, estamos arreglando la rueda de una de las carretas, y luego salimos.

Francisco observó cómo se reparaba la misma, el ajuste a su eje y el trabajo de los carreteros. El delicado proceso lo fascinó y en un momento pensó qué sería de la ciudad sin esas caravanas de carretas que todos los días traían tantas cosas útiles...

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Mercedes y Joaquín, entretanto, al no poder encontrar a Francisco corrieron de regreso para avisar a sus padres.

¡Qué revuelo en esa casa! ¡Con todos los peligros que hay en las afueras de las murallas!

-...quizás se ha lastimado ... - decía su padre.

Ya en el cielo aparecían las primeras estrellas, mientas los últimos rayos del sol pintan en rojo y negro la silueta del cerro.

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Los faroles están encendidos, todos van a salir a buscar a Francisco. Empiezan a caminar por la calle cuando al final de la misma aparece avanzado hacia ellos una tropa de carretas. En la primera junto al caporal viene ... ¡Francisco!

¡Qué alegría! ¡Todos se abrazan!, la mamá llora, el papá todavía algo enojado y un poco asustado, rezonga a Francisco y lo abraza fuerte.

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Más tarde la familia se reúne en el comedor.

-Niños - dice su padre- .No vuelvan a hacer una travesura como ésta. Ya has visto Francisco lo peligroso que es alejarse de la ciudad.

Mercedes mira por la ventana, pasa por la calle el farolero encendiendo los faroles; la niña piensa que esa tarde han vivido una aventura que les enseñó a medir los peligros, pero también les dejó nuevos amigos: los carreteros, que al irse prometieron volver muy pronto para llevarlos a pasear a las chacras cercanas.

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¿Quiénes son los personajes?

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¿En qué momento ocurre la historia?

Resp:

¿Cómo se llamaba la ciudad en esa época?

¿Qué pasaba si los niños no volvían a tiempo?

Resp:

Resp:

Page 26: Cuento colonial

¿Qué transportes existían?

¿Cómo te imaginas a Montevideo?

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Resp: