cuento coeducativo

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Rosa Caramelo Página 1 de 3 ROSA CARAMELO Adela Turín Nella Bosnia Editorial Lumen 1 Había una vez, en el país de los elefantes, una manada en la que los elefantes eran suaves, tenían ojos grandes y brillantes y la piel color rosa caramelo. 2 Todo esto se debía a que, desde el mismo día de su nacimiento, las elefantitas comían solamente anémonas y peonías. No les gustaban las anémonas y todavía peor las peonías, tienen un sabor malo... Pero ¡eso sí!, tenían una piel suave y rizada y unos ojos suaves y brillantes. 3 Los anémonas y los peonías crecían en un jardincito cercado y las elefantitas vivían allí y se pasaban el día jugando y comiendo flores. 4 Niñas, decían sus papas, para ser suaves y rosa y tener hermosos ojos grandes hay que comer todos los días peonías y no dejar ni una sola hoja, sobretodo para que más tarde algún elefante quiera casarse con vosotras. 5 Para ponerse rosa más rápidamente las pequeñas elefantas llevaban zapatitos color rosa, grandes cuellos color rosa y lazos color rosa en la punta del rabo

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Rosa Caramelo

Página 1 de 3

ROSA CARAMELO

Adela Turín Nella Bosnia

Editorial Lumen

1 Había una vez, en el país de los elefantes, una manada en la

que los elefantes eran suaves, tenían ojos grandes y brillantes y

la piel color rosa caramelo. 2 Todo esto se debía a que, desde el mismo día de su

nacimiento, las elefantitas comían solamente anémonas y peonías.

No les gustaban las anémonas y todavía peor las peonías, tienen

un sabor malo... Pero ¡eso sí!, tenían una piel suave y rizada y

unos ojos suaves y brillantes. 3 Los anémonas y los peonías crecían en un jardincito cercado y

las elefantitas vivían allí y se pasaban el día jugando y comiendo

flores. 4 Niñas, decían sus papas, para ser suaves y rosa y tener

hermosos ojos grandes hay que comer todos los días peonías y no

dejar ni una sola hoja, sobretodo para que más tarde algún

elefante quiera casarse con vosotras. 5 Para ponerse rosa más rápidamente las pequeñas elefantas

llevaban zapatitos color rosa, grandes cuellos color rosa y lazos

color rosa en la punta del rabo

Rosa Caramelo

Página 2 de 3

6 Desde el jardincito cercado las elefantitas rosa miraban a sus

hermanos y a sus primos, todos de un hermoso color gris

elefante, jugar en la sabana, comer hierba verde, ducharse en el

río, revolcarse en el fango o hacer la siesta bajo los árboles. 7 Solamente Margarita, por más anémonas y peonías que

comiera, no se ponía ni siquiera un poquito rosa. Este hecho

ponía muy triste a su mamá elefante y hacía enfadar

terriblemente a su papá elefante. 8 ¡Margarita!, le decían, ¿por qué insistes con ese horrible color

gris que queda tan mal a una elefantita?, ¿es que no te

esfuerzas?, ¿eres acaso una rebelde?, ten cuidado Margarita, si

sigues así no serás nunca una hermosa elefanta. 9 Y Margarita, cada vez más gris, mordisqueaba unas cuantas

anémonas y unas pocas peonías para que su papá y mamá

estuvieran contentos. 10 Pero el tiempo pasó y Margarita no se volvió rosa, su papá y

su mamá, que poco a poco habían perdido la esperanza de verla

convertida en una hermosa elefantita de ojos grandes,

decidieron dejarla en paz. 11 Y así fue como un día Margarita, feliz, salió del jardincito

cercado. Se quitó los zapatitos, el gran cuello y el lazo rosa y se

fue a comer de una hierba a otra, vio los árboles cargados de

frutos y los charcos de barro.

Rosa Caramelo

Página 3 de 3

12 Desde el jardín las otras elefantitas la miraban, el primer

día aterradas, el segundo día con desaprobación, el tercer día

perplejas y el cuarto día muertas de envidia. 13 Al quinto día las elefantitas más valientes empezaron a salir

al jardincito una tras otra. 14 Zapatitos, cuellos y lazos rosas quedaron abandonados entre

las anémonas y las peonías. 15 Después de haber jugado en la hierba, de haber probado

riquísimos pastos y de haber dormido a la sombra de grandes

árboles, ni una sola elefantita quiso volver nunca más a entrar a

un jardín cercado ni a llevar zapatitos rosa, ni a comer

anémonas, no hablamos siquiera de las peonías.

16 Desde aquel entonces nunca más el color distingue los

elefantes de las elefantas.