cuando el perro cambió al mundo
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Cuando el perro cambió al mundo
Extraído del libro de Jagüel publicado en Kindle Publisher de Amazón en la siguiente dirección:
https://www.amazon.es/Cuando-perro-cambi%C3%B3-Jaguel-Medina-ebook/dp/B074G1T7GN/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1502343010&sr=8-1&keywords=Cuando+el+perro+cambi%C3%B3+al+mundo
¿Cómo recorrió el camino para llegar hasta aquí?
¿Quién o qué, promueve esto?: ¿Un gran sistema comercial por las desorbitadas ganancias que proporciona todo lo relacionado alrededor del mundo del perro? ¿Los gobiernos, para darle un contenido pernicioso a la vida del pueblo y tenerlo ocupado en una controversia de defensores y detractores? ¿O una enfermedad ha generado una afición maligna para la humanidad?
Familia humano-perruna
Los nuevos inquilinos llegaron pausadamente y de forma paulatina fueron ocupando viviendas del interior de los
pueblos y ciudades. Aleatoriamente, en un edificio tras otro, con los derechos del que nace en el seno de la
familia humana, tomaron posesión de hijos naturales, a pesar de la clara diferencia que por su aspecto físico tenía
la nueva especie.
Al principio, los ineptos humanos, pensaron que los sufridores de las molestia causadas por estos invasores,
afectaba únicamente a sus propietarios, incluso, cuando alguien sufría determinadas molestias y se quejaba, lo
consideraban una intolerancia injusta contra los simpáticos vecinos.
Fueron considerados ángeles que bajaron del cielo en forma de perros para salvar a la humanidad y muchas parejas los adoptaron como a hijos naturales
introduciéndolos en sus hogares .
Era corriente que fueran abordados, quienes paseaban los elegantes canes, por simpatizantes que
elogiaban su belleza y les hacían mimos, como si de niños se trataran:
•¡Qué cosa tan bonita!, ¡qué elegancia!
•Es de raza pura —respondía el dueño y a continuación largaba el pedigrí del animal, algo asícomo su árbol genealógico.
•¡Hola chiquitín! —le decía el transeúnte cotilla y el perro, que por el tono gilipolla de voz,
comprendía que eran mimos hacia él, movía el rabito en agradecimiento.
Pero, si se encontraba con un conocido o familiar, la cosa tomaba el encanto de quienes se
encuentran con un sobrinito:
•¡Qué guapo te ha puesto tu papá!
Y el aprendiz de niño respondía, estremeciendo todo su cuerpo e invadiendo el espacio del
familiar.
•¡Mira cómo conoce a su tita! —decía el dueño.
¡Oh, qué encanto!, dale un besito a tu tita —respondía la agraciada de las atenciones caninas,
dejando claro que el bicho disponía de abuelos y padres, en la línea recta y de hermanos tíos y
primos en la colateral.
Y fueron aceptados por la sociedad como habitante de las zonas urbanas
Pero, para entonces, ya estaban acostumbrados a cambiar el significado y el
valor de las palabras y así, las esposas cambiaron el contenido sagrado de los
títulos familiares, que el ser humano utiliza desde sus orígenes y que se
encuentra grabado en cada célula de su cuerpo, llamando papá a sus maridos
y ellos correspondieron de la misma manera, llamando mamá a sus esposas.
En un mundo, donde se consideraba familia a todo grupo de personas, que ocupaban una vivienda, fueran homosexuales o lesbianas.
¿Cómo considerar a una persona que cede tiempo de su vida a un animal? Vacaciones, tiempo de estudiar para promocionar en el trabajo, de ocio, cine, deporte y un sin fin de cosas donde, para asistir, no se puede ir acompañado de un perro. Y a todo esto, sumarle que debe sacarlo a efectuar sus necesidades a cualquier hora del día y, en muchas ocasiones, cuando se encuentran cómodos en la casa y no le apetece salir a la calle. Y, ni que decir tiene, debe recoger los excrementos y depositarlo en una papelera.Esta rutina termina por trasmitir a la persona la idea de que el esclavo, que lleva amarrado de una correa, no es sólo el perro, que no tiene vida propia, sino también ella.
Y muchos humanos se hicieron esclavos de los nuevos inquilinos
Pensó qué parte de su personalidad había sido influida por la convivencia
continuada en el tiempo, día tras día en el mismo hogar con los perros, respirando
la misma atmosfera, hablando con animales que no respondieron nunca a sus
pensamientos ni discutieron con argumentos sus imposiciones; parecía como si
ese contacto con seres inferiores, no le hubiera producido ningún bien, sino que
redujo sus cualidades de persona, animalizándolo.
¿Más animal y menos persona? ¿Quizás los perros tienen algún microorganismo
u otro agente interior, que la ciencia aún no ha detectado y contagia al ser
humano, atacando a su masa cerebral?
Afectando a su salud mental y a sus relaciones sociales.
De manera paulatina se había creado una atmósfera de agresividad entre las personas
que querían vivir igual que siempre, en una sociedad humana pura, donde el perro y
otras mascotas tenían una presencia insignificante en las poblaciones y, los que
abogaban por socavar los fundamentos de la civilización, otorgando al perro el derecho
a deambular por las calles, acompañado de sus dueños, quienes a su vez, podrían portar
el número de animales que ellos consideraran oportuno.
La cosa debió empezar porque un humano sentimental, apiadado de su pobre perro al
que no sacaba mucho de la casa, decidió solucionarle el problema de la soledad y
buscarle compañía, adquiriendo acompañantes para su chucho, pero terminó por
interpretarse, como un símbolo de poder económico: a más perros, más acaudalado
debía ser el andrajoso o acaudalada la andrajosa que portaba la jauría.
Así las cosas, la nueva sociedad humano-perruna pretendía subyugar a la tradicional,
para que se acostumbrara a las cacas, las meadas, las enfermedades y todos los
inconvenientes y molestias, causadas por los canes, aceptándola con toda normalidad.
Pero los ángeles compitieron con los demonios dando origen
a la agresividad.
Y se preguntaron, si las mascotas, esclavas y sumisas ellas, ante la manifiesta
imposibilidad de alcanzar su libertad y vivir sus vidas, voluntaria o involuntariamente,
habrían desarrollado un sistema de defensa contra sus dueños, contagiándoles una
enfermedad mental o los habían idiotizados, logrando, de este modo, que éstos vivan
para ellas y estén a su servicio.
Esta cuestión no tiene una respuesta científica, pero lo cierto es, que la convivencia
continúa con las mascotas, está trastornando a sus dueños y sus efectos son cada vez
más perceptibles para un observador imparcial.
Y en cualquier caso, compartir el hogar con un animal inferior en la escala evolutiva,
cuyo organismo es más imperfecto que el del humano y su esperanza de vida muy
inferior, oscilando entre los diez y los quince años, no puede ser beneficioso para
nosotros y nos expone a involucionar.
Crearon una enfermedad para fomentar la afición maligna
La estupidez colectiva
Una cantidad indeterminada de dueños de perros, pero, muy
grande en cualquier caso, se volvieron sensibleros a la situación
de los animales por su convivencia con el perro. Parecía, como
si un virus que afecta al ánimo, les hubiera atacado el sistema de
defensa de su propia especie y, contra sus propios intereses, les
condujera a defender los de otra, completamente ajena a la suya.
O que tal vez, un poder superior, el agresivo comercio de estas
criaturas, introdujo al perro en las casas de las personas, los
preparó genéticamente para atontar a los humanos,
manteniéndolos ocupados con una actividad aparentemente
inocua, apartándolos de objetivos más elevados, tanto en el
ámbito personal como en el colectivo.
La sociedad sufre callada, esperando que estos enfermos se curen, sin poder expresarse en
contra, porque el que más y el que menos tiene vínculos con algún familiar o amistad con
estos esclavos voluntarios y además, porque existe una prohibición velada, impuesta por
la nueva filosofía, capaz de ridiculizar a los que no imitan su estilo de vida u osen atacarla.
Parecían desconocer que las mascotas invasoras, enviadas por la gran multinacional,
conllevaban un peligro de contagio de enfermedades, algunas de las cuales son mortales y
otras de carácter psíquico como el Alzheimer.
Entonces analizaron el problema y se afirmaron en la convicción de que era
necesario informar de los peligros a los despistados padres, para que, al
menos, hasta que los niños cumplan los cinco años de edad, porque antes su
sistema inmunitario es débil, no les hagan convivir con una mascota en su
propio hogar. También pensaron que era importante reclamar al gobierno que
defendiera el derecho de los bebés a vivir en un hogar humano puro.
La vida de un perro es corta, pero suficientemente larga para distraer a una
pareja y, el tiempo de fertilidad de una mujer transcurra, sin que note la
necesidad de rellenar de vida su hogar con hijos. De este modo, atenúan
los instintos maternales de las mujeres que quedan cubierto por su
dedicación a la cría y cuidado de sus perritos y los paternos de los
hombres, tres cuartos de lo mismo; algunos de ellos, dispuestos a defender
los derechos de su animal a cualquier precio, como si se tratara de su
propio hijo.
La dedicación a un animal le robará su vida y le puede
privar de tener descendencia
La sociedad ha concedido al perro, de facto, la condición de persona, humanizándolo para
que viva, según los patrones por los que se mueven los humanos y, como consecuencia, le
otorgaron múltiples derechos que nunca tuvieron los demás animales:
Lo han introducido en los hogares, criado como un hijo, aseado, vestido, pelado, peinado,
comprado juguetes, sentado a la mesa, metidos en la cama, besados en la boca y cualquier
otra cosa que usted pueda saber mejor que yo.
Han cambiado el sentido de las palabras al referirse a él, de modo que a un cachorro le
llaman bebé y a la compra o adquisición de una mascota perruna, adopción. Ambos
términos sólo aplicable, hasta ahora, a los niños.
No se permite sacrificarlo para comer su carne y aprovechar su piel, como si tal acción
fuera canibalismo.
Parejas con perros en sustitución de hijos
Las personas que quieran mantenerse al margen del incremento de la población perruna, les va a ser
imposible, por cuanto, como hemos reiterado, estos animales están invadiendo todas las poblaciones y el
número de individuos que los utilizan como mascota es cada vez mayor.
¿Es culpa de la industria del perro? ¿Del sentimiento creado por ésta para introducirlo en las viviendas? ¿De la
enfermedad contagiada por estos animales de laboratorio, debido a la intensa convivencia con ellos?
Nadie lo sabe, pero, a pesar de los esfuerzos por humanizarlos, seguirán siendo animales con reacciones
imprevisibles y un día:
Atacará a uno de sus hijos, o lo asustará y al huir casi los atropella un vehículo. O atacará a su esposa y ésta
resbalará por su calzado de tacones y caerá al suelo. O lo asustará a usted al encontrárselo al salir del ascensor
de su casa y le ladre o le muerda. O al doblar una esquina o al pasar por un lugar obscuro o por la puerta de
una vivienda.
O la repugnancia que le pueda producir pisar una de sus heces que se adhieran a sus zapatos o verlos
reiteradas veces realizar sus necesidades fisiológicas en público sin el menor pudor, como si nuestras ciudades
fueran sus retretes.
O, aunque usted padezca del corazón u otra enfermedad, le puede sorprender inesperadamente con una de sus
reacciones en defensa de lo que ellos consideran su territorio y producirle una ansiedad.
Y peor aún, cuando un dueño bromeando, lo suelte para que le asuste o porque desea que su animal no esté
siempre atado.
Podríamos estar relatando cosas similares todo el día y no acabaríamos, pero sí, le afectará, con estos u otros
inconvenientes, aunque usted no quiera.
La indiferencia será imposible, más tarde o mas temprano le
afectará a usted
¡Esto es una enfermedad!, ¡una patología colectiva! Y vaya usted a decirles a
millones de personas, contagiadas del espíritu animalista, que están enfermas,
contagiadas de un extraño virus, llamado estupidez. No se puede, pues buscarán los
argumentos que a ellos les satisfagan y seguirán en su mismo derrotero, sin
apartarse un milímetro de él, incluso, tachando de estúpidos a los que se muestren
contrarios a sus ideales.
La mayoría de los ciudadanos limpios de este problema, no manifiestan opinión
en contra ni se oponen a esta invasión, a menos, que se sientan perjudicados por
alguna molestia que les puedan causar, porque uno más que otros están
emparentados con propietarios de mascotas o son vecinos bien avenidos.
Así que nos encontramos con una sociedad que no se inmiscuye en el tema, no
informa desfavorablemente y no ayuda a los propietarios a razonar sobre los
pros y los contras, dejándolos a su criterio y por otro lado, los partidos políticos
animalistas, las asociaciones, los negocios y los profesionales que viven de las
mascotas, manifiestan a bombo y platillo las bondades del producto que
distribuyen o promocionan
Invaden
Son peligrosos
Esclavizan
Ensucian
Infectan
Enloquecen
Perjudica la salud pública
Roban a los niños el derecho a criarse en una familia humana pura
Cuando el perro cambió al mundo
Jagüel