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B OLETÍN Nº11, O CTUBRE 2011 Encuentros AEPES Contenido: Encuentros AEPES 1 Adios, Urane 2 AEPES en la Feria de Caza de Tárrega 2 Campeonato del mundo de rastro de sangre de la WUT 3 Sección mensual de AEPES en “Caza Mayor” 3 Nuestro foro 4 Nuestros socios 4 Lectura recomendada 4 Las fotos de nuestros socios 4 Artículo de fondo 5 Actividades para los próximos meses 3 Rastreando Boletín de la Asociación Española del Perro de Sangre Página 1 Boletín nº11, Octubre 2011 Cada vez se están celebrando con más frecuencia encuentros de socios más o menos próximos geográficamente, que acuden con sus perros para compartir una jornada de campo. Los más experimentados trazan rastros artificiales para los demás, y les aconsejan en el camino más adecuado para preparar sus jóvenes perros de sangre. A estas reuniones en el campo las hemos denominado “Encuentros AEPES”. A la celebrada en el mes de abril por nuestros socios catalanes (de la que dimos cumplida información en el boletín anterior), se han sumado en estos últimos meses otras dos convocatorias, con gran éxito de asistencia. Los días 9 y 10 de julio se reunieron en Fajao (Portugal) socios de ambos lados de la frontera hispano-lusa, por iniciativa de nuestro delegado en Portugal Luis Barata. No solo se trazaron y ejecutaron con los perros algunos rastros artificiales trazados por Luis y Carlos Cayuela, también hubo ocasión de rastrear un jabalí herido la noche anterior. En otro punto de la geografía ibérica, en Valdés (Asturias), nuestro vicepresidente Gerardo Pajares y los conductores acreditados Óscar López-Cancio y Rubén Rubio organizaban el día 11 de octubre otro de estos encuentros, que contó con una nutrida asistencia de socios y simpatizantes de AEPES. Asistieron a esta convocatoria 17 personas acompañadas de 15 perros de varias edades, en su gran mayoría teckel de pelo duro. Se trabajó sobre rastros de sangre artificial, demostrando tanto perros como conductores una gran afición y buenas condiciones, que auguran un nutrido grupo de conductores de perros de sangre en Asturias en muy poco tiempo. Es intención de la dirección de AEPES promover este tipo de encuentros, a través de sus delegados territoriales. Constituyen la mejor manera de promover la formación de nuevos equipos de rastreo. Para el mes de noviembre hay convocado un nuevo encuentro, esta vez en Burgos, organizado por nuestro delegado en Castilla y León Federico Sáez-Royuela, del que informaremos en el próximo boletín.

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Page 1: Asociación Española del Perro de Sangre - Rastreando · premio Nóbel de Medicina Konrad Lorenz, escribió en 1950 “Cuando el hombre encontró al perro”, un ensayo plagado de

BOLETÍN Nº11, OCTUBRE 2011

Encuentros AEPES Contenido:

Encuentros AEPES 1

Adios, Urane 2

AEPES en la Feria de Caza de Tárrega 2

Campeonato del mundo de rastro de sangre de la WUT 3

Sección mensual de AEPES en “Caza Mayor” 3

Nuestro foro 4

Nuestros socios 4

Lectura recomendada 4

Las fotos de nuestros socios 4

Artículo de fondo 5

Actividades para los próximos meses 3

Rastreando

Boletín de la Asociación Española del Perro de Sangre

Página 1 Boletín nº11, Octubre 2011

Cada vez se están celebrando con más frecuencia encuentros de socios más o menos próximos geográficamente, que acuden con sus perros para compartir una jornada de campo. Los más experimentados trazan rastros artificiales para los demás, y les aconsejan en el camino más adecuado para preparar sus jóvenes perros de sangre. A estas reuniones en el campo las hemos denominado “Encuentros AEPES”.

A la celebrada en el mes de abril por nuestros socios catalanes (de la que dimos cumplida información en el boletín anterior), se han sumado en estos últimos meses otras dos convocatorias, con gran éxito de asistencia.

Los días 9 y 10 de julio se reunieron en Fajao (Portugal) socios de ambos lados de la frontera hispano-lusa, por iniciativa de nuestro delegado en Portugal Luis Barata. No solo se trazaron y ejecutaron con los perros algunos rastros artificiales trazados por Luis y Carlos Cayuela, también hubo ocasión de rastrear un jabalí herido la noche anterior.

En otro punto de la geografía ibérica, en Valdés (Asturias), nuestro vicepresidente Gerardo Pajares y los conductores acreditados Óscar López-Cancio y Rubén Rubio organizaban el día 11 de octubre otro de estos encuentros, que contó con una nutrida asistencia de socios y simpatizantes de AEPES.

Asistieron a esta convocatoria 17 personas acompañadas de 15 perros de varias edades, en su gran mayoría teckel de pelo duro.

Se trabajó sobre rastros de sangre artificial, demostrando tanto perros como conductores una gran afición y buenas condiciones, que auguran un nutrido grupo de conductores de perros de sangre en Asturias en muy poco tiempo.

Es intención de la dirección de AEPES promover este tipo de encuentros, a través de sus delegados territoriales. Constituyen la mejor manera de promover la formación de nuevos equipos de rastreo.

Para el mes de noviembre hay convocado un nuevo encuentro, esta vez en Burgos, organizado por nuestro delegado en Castilla y León Federico Sáez-Royuela, del que informaremos en el próximo boletín.

Page 2: Asociación Española del Perro de Sangre - Rastreando · premio Nóbel de Medicina Konrad Lorenz, escribió en 1950 “Cuando el hombre encontró al perro”, un ensayo plagado de

Solo unos días antes de publicar este boletín nos llegaba la terrible noticia de

la muerte de Urane, hembra de Sabueso de Baviera propiedad de nuestro

amigo, mentor y conductor honorífico Jean-Guy Gendrás. Un desgraciado

accidente durante el remate de un jabalí, que Urane había rastreado y bloqueado en una zona de espesas zarzas, acababa con unas muy graves heridas producidas por esquirlas de una bala que finalmente condujeron a la muerte de la perra la noche del 16 de octubre.

En sus ocho años de vida Urane había cobrado, conducida por Jean-Guy, nada menos que 213 piezas de caza mayor. Ahora le toca el relevo a Azba, una joven sabuesa que estamos seguros estará a la altura de su maestra fallecida y

de su gran conductor. Recibe un fuerte abrazo, Jean-Guy, y descansa, Urane.

Página 2 Boletín nº11, Octubre 2011

Adios, Urane.

AEPES en la Feria de Caza de Tárrega

Nuestra delegación catalana, sin lugar a dudas las más activa de todas, “echó el resto” en el mes de septiembre y montó un magnífico stand en la Feria de Caza de Tárrega (Lérida). El día 15 de septiembre acudieron a esta feria 15.000 visitantes, muchos de los cuales se acercaron por el stand de AEPES y fueron atendidos por el que ya se está empezando a llamar “Catalunya Team”, un grupo de entusiastas socios catalanes capitaneados por nuestro delegado Félix Peláez y su gran colaborador y conductor acreditado Iñaki Cenizo.

El magnífico stand montado por AEPES en la feria contaba con mucho material gráfico de rastreos y todo el equipo necesario para nuestro trabajo, incluido el ya famoso remolque de nuestros socios Félix e Iñaki, que podéis ver en la foto.

Se realizaron además varias demostraciones de rastro artificial H24, que fueron seguidas con mucho interés por los visitantes.

Sin lugar a dudas otro gran paso adelante de nuestra delegación en Cataluña, y la mejor forma de dar a conocer nuestra filosofía a muchos cazadores, en un solo día.

Gracias a todos los socios que habéis dedicado mucho tiempo y mucha ilusión para que este fuera un día grande para la Asociación.

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Página 3 Boletín nº11, Octubre 2011

El día 28 de agosto se celebraba en Aesch (Suiza) el campeonato del mundo de rastro de sangre sobre pista de 20 y 40 horas, organizado por la Welt Union Teckel (WUT). En representación del Teckel Club de España acudieron al mismo dos conductores acreditados por AEPES: Rubén Rubio y Óscar López Cancio, con sus teckels Anca de Fojanes (H20) y Sol (H40), respectivamente.

Las condiciones previas a la prueba, con una lluvia persistente que borró los rastros, hizo que tan solo dos de los quince equipos que participaron (todos ellos experimentados) superaran la prueba.

Campeonato del mundo de rastro de sangre de la W.U.T.

Actividades para los próximos meses

Desde el mes de septiembre nuestra asociación cuenta con una sección fija en la revista de tirada nacional “Caza Mayor” editada por Grupo V. Esta revista llega a las casas de 25.000 cazadores cada mes, constituyendo sin duda un gran escaparate para promocionar el rastreo con perros de sangre. Está

elaborada por nuestro presidente, Álvaro García Mateu, y el formato es de pregunta-respuesta, tocando en cada número algunos aspectos de interés para cazadores y futuros conductores. Aprovechamos para

agradecer a esta revista, y más concretamente, a su director José María García, todo el apoyo que ha prestado a nuestra asociación desde sus orígenes.

Sección mensual de AEPES en “Caza Mayor”

La dirección, delegados y socios de AEPES siguen trabajando en nuevas actividades para los meses venideros. Los días 24 y 25 de octubre la delegación asturiana impartirá un curso organizado por el Gobierno de Asturias y dirigido a la guardería del Principado. Su título,

“El cobro de piezas heridas mediante el uso de perros de rastreo de sangre”. Gerardo Pajares,

Óscar López-Cancio y Rubén Rubio serán los ponentes de este interesante seminario.

A finales del mes de noviembre o principios de diciembre (estamos decidiendo las fechas en estos días) se celebrará una prueba de acreditación de equipos de rastreo en Cataluña. Probablemente se haga otra en los próximos meses en la zona Norte de España. Anunciaremos las fechas con suficiente antelación para que todos aquellos conductores que quieran acreditarse puedan saberlo con tiempo suficiente.

Estamos también ultimando los programas, ponentes y fechas para los Cursos Básicos de Rastreo que venimos realizando todos los años. El primero de ellos será en la zona Centro-Sur (probablemente en Ciudad Real) y el segundo en Navarra, en colaboración con la

Asociación de Cazadores Navarros (ADECANA).

Cena de Navidad Nuestro secretario, Herminio Baldó, está organizando una cena de Navidad para todos aquellos socios que quieran compartir mesa y mantel charlando sobre perros, rastros y lo que se tercie.

La cena tendrá lugar en el restaurante madrileño José Luis (c/.Rafael Salgado, 11) el día 15 de dieciembre y el precio por cubierto será de 25 €.

Los que queráis asistir, dirigid un correo

de confirmación a Herminio en [email protected].

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Boletín nº 10, Julio 2011

Nuestros socios

Con las altas y bajas del tercer trimestre de 2011 somos ya 164 socios, repartidos por Comunidades Autónomas como sigue: Andalucía: 14 Aragón: 7 Asturias: 12 Cantabria: 4 Castilla-La Mancha: 3 Castilla y León: 14 Cataluña: 10

Ceuta y Melilla: 1 Comunidad Valenciana: 8 Extremadura: 12 La Rioja: 1 Madrid: 59 Murcia: 1 Navarra: 2

País Vasco: 7 También seguimos contando con nuestros socios en: Portugal: 5 Francia: 1 Principado de Andorra: 2 Alemania: 1

Nuestro Foro En el tercer trimestre de 2011 se han dado de alta en el foro 25 nuevos usuarios, con lo que ya hay 342 usuarios registrados.

Las fotos de nuestros socios

Este mes no hemos tenido ninguna duda sobre la mejor foto que nos ha llegado de nuestros socios. De n u e v o n u e s t r o c o n d u c t o r acreditado y celador de la Reserva Regional de Caza de Benasque (Huesca), Luis Palacio, nos envía esta espectacular foto de su perra Tuca (cedida por AEPES en 2009). Sobran los comentarios.

Lectura recomendada

Un libro que nos ayudará en la relación con nuestros perros, y nos permitirá dar un paso más en la comprensión del comportamiento animal. El etólogo y premio Nóbel de Medicina Konrad Lorenz, escribió en 1950 “Cuando el hombre encontró al perro”, un ensayo plagado de anécdotas, de fácil e interesante lectura.

El autor acuña frases como “… un buen perro puede

ocasionalmente morder, pero el hombre dispara siempre con

una sonrisa”.

Página 4

Nuestra Asociación

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Artículo de fondo

Mis teckels en la caza Henri Fuster

Fragmento del libro “Le Chien de Sang” (“El Perro de Sangre”) del francés Henri Fuster, traducido hace ya algunos años por Enrique Calvo. Narra algunas anécdotas entretenidas de sus inicios con los teckel y en el mundo de la búsqueda de piezas de caza heridas.

Al  lector  que,  respondiendo  a  la  invitación  hecha  al  principio  de esta obra, me haya seguido en este preludio a  la gran y excitante aventura   de  la busqueda de sangre, que constituyen  las  fases de educación  del  perro  y  la  reglamentación  de  pruebas  que  la consagran,  disfrutará  de  los  relatos  que  le  propongo,  antes  de ponerlo sobre la pista roja real, aquella cuyo trazado no se debe a la esponja o a la botellita. Le haré pues partícipe de las alegrías que me han proporcionado mis teckels en el curso de los últimos quince años. 

Cuando  por  primera  vez  llevé  a  Usa  de  caza  al  bosque,  ambos fuimos  blanco  de  las  risas  de mis  colegas,  habituados  a  utilizar grandes corniauds de fuerte boca pero cuya eficacia normalmente dejaba bastante que desear. Es preciso  reconocer, en defensa de estos  perros,  que  carecen  de  la  indispensable  selección  en  todo perro de caza digno de tal nombre. 

Cuchufletas y bromas clásicas, a veces no muy finas, brotan al ver a mi  compañero,  comparado  con una  salchicha  con patas o  con un pequeño banco.  Sólo Maurice G., nuestro guarda de  caza, al que acompaño  frecuentemente  en  sus  desplazamientos  de observación, no participa en el crítico debate sobre el particular, y hace  gala  de  una  sonrisa  socarrona  mientras  me  lanza  guiños cómplices.  En  efecto,  tres  semanas  antes,  juntos  habíamos constatado  la  intrepidez  de  mi  joven  teckel  con  ocasión  de  un suceso  que  no  habíamos  juzgado  oportuno  divulgar,  por  estar cerrada la veda. Hoy, habiendo prescrito la falta, puedo contároslo sin que ello pueda acarrearme algún problema. 

Llevamos  caminando  ya  tres  horas.  El  día  va  abriendo  y  el  sol empieza  a  brillar,  cuando  llegamos  a  una meseta  en  el  bosque donde  los  jabalíes habían hozado durante  la noche. Usa me sigue, con su nariz pegada a mi bota izquierda. 

Dos  huellas  de  paso  frescas,  impresas  en  el  suelo  blando  de  un lindazo entre dos parcelas. Maurice y yo nos arrodillamos con el fin de  examinarlas  más  de  cerca,  quedando  impresionados  por  el tamaño  que  debía  tener  el  propietario  de  tal  huella.  El  teckel, considerando  sin  duda  que  no  le  prestábamos  la  más  mínima atención,  se  despide  a  la  francesa,  guiado  por  los  agradables efluvios que emanan del  rastro de huida de  los  jabalíes. A veinte metros de allí  levanta a  los animales, que estaban  tan  tranquilos bajo  el  matorral  cerrado,  y  que  arrancan  con  un  estrépito impresionante.  Casi  inmediatamente  después  sentimos  el  ferme rabioso  y  violento,  que  rápidamente  desemboca  en  pelea...  Sin duda  el  jefe  del  clan,  cuya  huella  admirábamos  antes,  se  está encargando de hacer pagar su audacia al teckel, pues...¡los ladridos llenos de rabia se entrecortan ahora con aullidos de dolor!.  

No  aguanto  más  y,  a  pesar  de  los  consejos  de  prudencia  de Maurice, me deslizo a cuatro patas bajo la abundante vegetación y avanzo hacia el  lugar del agarre para defender a mi perro con  las manos desnudas o casi, porque mi única arma es una varita flexible destinada a apartar alguna víbora de mal humor. Al cabo de unos treinta metros percibo, muy cerca, una imponente masa negra que, 

cerdas erizadas y  jeta al sol, parece buscar alguna cosa,  ¡pero del perro, ni rastro! Temo lo peor cuando, de pronto, el teckel sale de un pequeño espino y  como una bala  se abalanza  sobre el  jabalí  ‐ por lo menos veinte veces mayor que él ‐ salta sobre su jeta y hace presa con  toda  la  fuerza de sus mandíbulas. El enorme  jabalí, con dos  balanceos  de  cabeza,  lanza  a  Usa  por  los  aires,  más exactamente  a  los  resalvos  (arbolitos  que  quedan  tras  una entresaca). Apenas toca el suelo sale de nuevo a la carga, para ser propulsado  de  nuevo.  Intervengo  pues  llamando  al  perro  que, después de muchas reticencias, consiente en abandonar y viene en mi  busca...  seguido  de  su  contrincante  (visita  de  la  cual  yo prescindiría de buena gana, vista  la debilidad de mi armamento). En  cuanto  el  perro  llega  detrás  de mí  retrocedo  suavemente  sin perder  al  jabalí  de  vista,  esperando  contar  con  la  eficaz  ayuda  y protección  de  San  Huberto  en  este  difícil  momento.  Llego  así, reculando,  hasta  el  lugar  en  que  Maurice  –  que  parece  no percatarse de  la  situación  creada  a  raíz de mi  intervención  – me espera.  Me  levanto  suavemente  para  poder  reaccionar  a  una posible  carga  intempestiva,  localizando  sin más  demora  un  árbol con ramas bajas susceptible de ser escalado.  

El  jabalí se para al mismo  tiempo que yo y... nos observamos con cierta    intensidad.  Pese  a  que mi  situación  no  era muy  cómoda, tengo  tiempo de admirar sus defensas...  ¡Qué bello armamento y qué espléndido animal!. ¡Nunca he vuelto a tener un encuentro así con un arma en las manos! Nos miramos durante por lo menos diez minutos, uno y otro como fascinados. Después el adversario recula algunos  metros  y  es  absorbido  por  la  abundante  vegetación, gruñendo su disgusto. Nos acompañará hasta el lindero del bosque, invisible. Allí examino a Usa y descubro que tiene tres buenos tajos que cose con arte y pasión, pues es cazador, un amigo médico (es domingo  y  no  hay  aún  veterinarios  de  guardia  en  esta  época) sacado de la cama prematuramente. 

Desde  aquella  aventura  Usa  ha  mostrado  siempre  odio  por  los jabalíes, que ha cazado con un coraje y una pasión ejemplar. Esto  llevó  a  sus  detractores  iniciales  a  la  admiración,  al  tiempo  que provocó  la  adquisición  de  un  segundo  teckel,  Iván,  que,  aún mostrando menos odio en presencia del  Sus  scrofa, no  alcanzará menos  fama  como  cazador  muy  seguro  sobre  el  rastro.  Sin embargo – y aunque, para esta segunda adquisición me dirigí a un criador especializado – Usa será siempre la jefa del grupo, haciendo gala de mayor pundonor que su compañero. 

Mal  entrenados  para  el  rastreo,  consecuencia  de  la  falta  de diligencia de su conductor, no rindieron nunca en esa faceta de su trabajo  todo  lo  que  su  potencial  les  hubiera  permitido.  Sin embargo, Usa me conduciría en una ocasión hasta un jabalí herido, al que mantuvo parado en una espesa maleza hasta que, gracias al apoyo de otro perro alertado por el tumulto, hizo salir al animal. Lo desagradable fue que lo hizo salir por el arroyo en el que yo estaba apostado, lo que me proporcionó en la rodilla derecha un magistral hocicazo del jabalí, que me dejo cojo durante una semana. El jabalí, al que  logré parar de un balazo a pesar de ese accidente, era una hembra  de  unos  70  kg  que,  hasta  su  último  suspiro,  tenía intenciones de atacarme, intentando morderme en el momento en el que me disponía a desangrarla con el fin de abreviar su agonía. 

Página 5 Boletín nº11, Octubre 2011

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Boletín nº 11, Octubre 2011 Página 6

Iván  por  su  parte  me  permitió  encontrar  el  emplazamiento,  al borde de un camino, en el que murió un corzo herido... pero que había desaparecido sin duda alguna. 

Ciertamente, estos  resultados más que modestos no me avalan a poner a mis primeros perros por las nubes, cosa que por otra parte no  es mi  intención.  Sin  embargo, me  instruyeron  y me  hicieron conocer al dedillo  todas  las dificultades  inherentes a  la educación del  perro  y  de  su  conductor,  en  la  busca  de  sangre:  coraje, perseverancia,  disponibilidad,  abnegación,  etc.  Y,  sobre  todo, me permitieron prepararme para el futuro, porque…  ¡soy muy tenaz!. 

También  pude  descubrir  con  ellos  que  un  teckel  es  capaz  de grandes hazañas cinegéticas, y tiene además una notable capacidad de adaptación a diversas disciplinas  venatorias. Naturalmente, no pretendí enseñar a Usa ni a Iván a cazar  la becada en un territorio en  el  que  abundaban  liebres  y  corzos,  pero  ¿qué  pasaba  cuando venteaban  una  de  estas  damas  del  pico  largo?  ¿Se  comportaban como  perros  de  muestra,  quedándose  junto  a  la  escopeta independientemente  de  la  intensidad  de  la  emanación  de  su rastro?  ¡Ni mucho menos! Era mejor que  la becada se olvidara de apeonar  y  levantara  urgentemente  el  vuelo,  so  pena  de  ser prendida  por  los  perros.  Esto  me  permitió  en  varias  ocasiones tirarlas a una buena distancia. 

Además,  cuando  empecé  a  frecuentar  las  exposiciones  y pruebas de  trabajo,  fui  descubriendo  que  un  teckel  puede  ser  al mismo tiempo  un  excelente  cazador  y  un  perro muy  bello.  Los míos  no eran  muy  bellos.  Iván  tenía  incluso  un  tinte  de  monstruo...  en referencia al estándar de la raza.  

Usa e  Iván se encuentran ya en  los  territorios de caza de nuestro gran patrono San Huberto, reunidos en el paraíso de  los perros de caza con la imprudente e indómita Feodora, y después con nuestra inolvidable pequeña Manzana, que  fue un verdadero personaje al mismo tiempo que el terror de las perdices y conejos que poblaban aún algunas zonas de la región. 

Con los conocimientos adquiridos en estas primeras experiencias, a finales de 1977 compré a Nickel, que sería el compañero con quien iba a vivir con pasión la aventura embriagadora y maravillosa de la búsqueda de caza mayor herida. 

A veces se necesita un guiño de la suerte. 

En cuanto se adaptó a su nueva condición, Nickel comenzó a recibir su educación. Proveniente de excelentes ancestros, este  cachorro merecía que  su amo – que en este punto estaba un poco menos solicitado por sus quehaceres profesionales – hiciera el esfuerzo de darle una formación de alto nivel. 

No es mi  intención ofreceros un tratado de adiestramiento para  la búsqueda  de  sangre.  Por  otra  parte,  no me  gusta  en  este  caso utilizar  el  término  “adiestramiento”  prefiero  el  término “educación”. Y puesto que  la meta que persigo, más modesta, es intentar  despertar  vocaciones  por  la  búsqueda  de  la  caza mayor herida,  me  contentaré  con  decir  que  entonces  perseguía  el ambicioso proyecto de concurrir con Nickel a todas  las pruebas de trabajo a  las que pudiera  ir un teckel standard de pelo duro, en el plazo de tres años. 

Paralelamente a  la evolución psíquica de Nickel, que a pesar de su corta edad ya dejaba adivinar una condición prometedora, vigilaba también  con  atención  sus  “carrera”  en  exposiciones  de  belleza. Todo ello en persecución de  lograr un perro “bonito y bueno”, no siendo ambas cualidades incompatibles sino complementarias. 

Así, durante tres años  los desplazamientos a grandes distancias en coche, con destino a una exposición de belleza o a una prueba de trabajo  se alternaron –  con un  ritmo particularmente  sostenido – con  entrenamientos  de  toda  naturaleza,  tanto  en  la  planicie  a  la búsqueda de una liebre, como en bosques con maleza enmarañada, sobre  rastros de sangre artificiales o en el aire sobrecalentado de una madriguera artificial. 

Las esperas bajo fuertes diluvios sucedieron a las largas sesiones de bronceado  involuntario  en  periodo  canicular,  o  a  las  jornadas infernales en una exposición de belleza. Los fracasos se alternaron con  los   éxitos, y el desánimo dejó  sitio a  la esperanza. Recuerdo haber  llegado  al  punto  de  abandonar  las  pruebas  de  trabajo, descorazonado, por culpa de una negra y tenaz mala suerte. Juzgad si no. 

Conociendo  los  importantes porcentajes de fracaso en  las pruebas de rastro de sangre, así como  la causa principal de dichos fracasos (una preparación insuficiente), no inscribí a Nickel sino después de largas sesiones de entrenamiento muy sosegado, en el curso de las cuales  habíamos  sobrepasado  largamente  los  límites  de  1.200 metros de recorrido, con rastros de más de 24 horas. 

Al comienzo de la primavera de 1979 le inscribí en la prueba de Arc‐en‐Barrois. Cuando nos presentamos los siete participantes, llueve. Una  lluvia  que  dura  ya  más  de  24  horas.  El  responsable  de  la organización  de  la  prueba,  desconsolado,  nos  confirma  que  las pistas han  sido  trazadas bajo un diluvio que no ha  cesado desde entonces. 

En  la pista no hay ni un solo  indicio visible,  todo ha desaparecido bajo  el  diluvio.  Por  el  contrario  la  caza,  cuya  densidad  es excepcionalmente alta, no teme el aguacero y se pasea por delante de  los  perros mientras  estos  se  encuentran  “manos  a  la  obra”. Resultado: de siete candidatos, siete fracasos. 

Pero, a pesar del  fracaso, hice de  tripas  corazón  y me  inscribí en una  segunda  prueba  para  el  otoño,  junto  con  otros  dos  de  los compañeros menos descorazonados. Y llegó septiembre. La prueba se  desarrollaba  en  Alsacia,  en  la  región  de  Rouffach,  sobre  un territorio donde abundan  los corzos. Si en  la primavera en Arc‐en‐Barrois  llovía,  esta  vez  hacía  un  insoportable  calor  de  final  de verano. Si es por eso, que no quede. Hemos entrenado bajo todas las  condiciones,  incluso  las menos propicias,  y Nickel está por  fin listo. 

En pista el número 1  todo comienza bien. El  terreno  se parece al que  utilizamos  para  practicar  habitualmente,  la  temperatura ambiente es aún agradable y el perro trabaja con aplicación. 

Llegados a mitad del recorrido, el perro recula de pronto aullando, titubea,  y  parece  encontrarse  mal,  enfermo.  Me  precipito, pensando  en  una  picadura  de  víbora,  aunque  el  organizador me dice que  ‐ no siendo  inverosímil –  le extraña porque este reptil no abunda en  la  región. Uno de nuestros  acompañantes,  forestal de profesión, recomendando la inmovilidad de las personas presentes se aproxima al  lugar del drama y provoca el vuelo de un enjambre de avispas, al posar accidentalmente el pie sobre el nido al borde del  cual  el  perro  había  reconocido  una  mancha  de  sangre desgraciadamente puesta allí.  

Nickel, cuya trufa se hincha a ojos vista, intenta entretanto seguir la pista ‐ tanto por pasión como para complacer a su conductor ‐ pero sufre mucho para  continuar.  Lo paro pues, mientras que nuestro presidente del Club, que había venido como observador, me  invita a  seguirlo  hasta  su  coche  en  el  que  tiene  lo  preciso  para  unos cuidados sanitarios eficaces. 

El  perro,  en  mi  coche,  se  queda  dormido  durante  todo  el  día. Después de media tarde, cuando el sol está ya bajo en el horizonte, el jefe del jurado me propone trabajar la pista de reserva, lo cual no me parece particularmente razonable con un perro estresado. Ante su  insistencia, acepto con reticencia. Acabaremos, bien caída ya  la noche, jueces y seguidores desparramados por el bosque en busca de  las  balizas  de  localización  de  la  pista,  conductor  y  perro avanzando  sin  control  posible.  Inútil  tentativa,  que  el  espíritu deportivo  exigía  sin  embargo,  entendiendo  que  un  resultado positivo en esas condiciones no me dejaría más que medianamente satisfecho, por la excesiva influencia del azar en este caso. 

En efecto, en esta prueba, la busca de la sigla SchwHK era para mí 

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complementaria a  la certeza de que Nickel era capaz de  triunfar en condiciones  difíciles,  para  convertirse  en  un  verdadero  perro  de sangre, operativo en cualquier situación. 

Confieso  haber  hecho  aquella  noche  un  viaje  de  vuelta más  bien triste.  Estaba  descorazonado  por  ese  segundo  fracaso,  imputable también a la mala suerte. En ese momento consideré abandonar todo proyecto de búsqueda de caza mayor herida. 

No  obstante,  tres  días más  tarde  estábamos Nickel  y  yo  sobre  un rastro  de  entrenamiento  donde,  gracias  a  Dios,  ningún  insecto picador ni reptil venenoso alguno (de los cuales en nuestra región no estamos exentos) se manifestó para obstaculizar nuestra preparación a la prueba de la próxima primavera. 

En esa ocasión se desarrollaba de nuevo en Arc‐en‐Barrois – territorio espléndido  para  la  caza  que  alberga  una  excepcional  densidad  de suidos y grandes cérvidos. Finalmente superamos  la prueba, a pesar de  un  fuerte  viento  noroeste  seco    que  desplazaba  las  hojas  secas que  recubrían  el  suelo  sobre  el  que  estaba  trazado  el  rastro. Llegamos  por  fin  a  reencontrar  la  suerte  que,  desde  ese  día,  nos acompaña  con  sus  guiños,  estado  de  gracia  necesario,  cuando  no imprescindible,  para  todo  conductor.  La  prueba  de  ello  ha  tenido lugar, una vez más, el pasado mes de mayo. 

Esperaba,  en  Arc‐en‐Barrois  a  un  joven  conductor  al  que  había ayudado  en  la  preparación  de  su  primera  prueba  de  búsqueda  de sangre sobre rastro artificial. Llegados a pie de obra, nos enteramos que  las  tres  primeras  pistas  han  sido  trazadas  la  víspera,  bajo  una lluvia  incesante  (lo que me  trae ciertos  recuerdos). En el sorteo, mi joven  camarada  saca el número 7,  y es una gran  suerte para él.  El número 1 es asignado a un candidato que se retrasaba, de hecho no llegó a presentarse.  Los dos  candidatos  siguientes  serán eliminados después de media hora de  trabajo, no pudiendo perro ni conductor encontrar el menor indicio útil. 

El candidato número 4 superará con éxito la prueba, mientras que los números5  y 6  suspenderán  al poco de  comenzar por  causa de una preparación  insuficiente.  Mi  pupilo,  beneficiándose  de  una  breve salida del  sol que hace exhalar el olor de  la pista,  supera  la prueba con 100 puntos y un primer premio. 

Que San Huberto acompañe a quienes de entre mis  lectores, estén convencidos de la necesidad de la búsqueda de la caza mayor herida, y  prosigan  la  labor  emprendida  para  la  renovación  de  la  caza  en Francia. 

Por consejo de un amigo, juez de pruebas de trabajo y conductor de perro de sangre, Nickel no ha concursado nunca en la prueba de caza en bosque y adiestramiento (St.), a fin de evitar que adquiera malas costumbres.  Estando  su  palmarés  suficientemente  abultado,  ha participado en los campeonatos de Francia con un cierto éxito y se ha consagrado en la búsqueda de mayor herida, con una pasión que no tiene igual, si exceptuamos la que anima a su maestro. 

Una búsqueda peligrosa. 

Hace  un  tiempo  espléndido  este  lunes  de mitad  de  noviembre  de 1981,    cuando me  dirijo  a  una  masa  forestal  donde  abundan  los ciervos, con el fin de realizar un control de tiro sobre la sangre de un animal no identificado que entra en el territorio de caza de un amigo. Durante  el  trayecto  paro  en  casa  de  C.B.,  agente  forestal,  para prevenirle de mi posible incursión en una reserva del Estado próxima al lugar de mi intervención. 

C.B.  me  recibe  encantado  y  me  dice  inmediatamente:  “Llegas  a tiempo, hace 10 minutos intenté hablar contigo por teléfono. Al final de  la mañana he parado a dos  jóvenes  cazadores que,  fuera de  su territorio,  parecían  buscar  algo.  Ellos  me  han  dicho  que  estaban buscando un jabalí herido la víspera, y ya entonces perseguido hasta caer la noche. He puesto fin a su labor, en espera de poderte llamarte a ti.” 

La situación es un poco embarazosa. En efecto, son las 14 horas y ya tengo dos búsquedas pendientes. Esto  supone una gran  carga, más 

aún dado que el único compañero conductor de perros de sangre de la vecindad está ausente durante quince días. Decido pues hacer en primer  lugar,  rápidamente,  el  control  de  tiro  en  el  territorio  de mi amigo G.T., que me acompaña, y me cito con C.B. a las 16 horas sobre el  terreno, encargándose él de  localizar a  los dos  jóvenes cazadores que nos guiarán hasta el rastro de huida del  jabalí. El control de tiro es negativo sobre unos 2.000 metros, no encontrando ningún nuevo indicio de herida. Así pues, llegamos al lugar de la segunda cita antes de  lo  previsto.  Felizmente,  alrededor  de  las  15.30  horas  los  dos jóvenes cazadores  llegan y me  informan de que el  jabalí, herido con escopeta,  es  enorme  y  que  ellos  lo  han  perseguido  hasta  caer  la noche,  con  más  cazadores,  hasta  la  carretera  en  la  que  nos encontramos. Muy dañado, el  jabalí atravesó  la carretera perdiendo mucha sangre y ha continuado su huida durante la noche. 

Son ya las 16 horas cuando los dos jóvenes me muestran el rastro de huida atravesando la carretera. La hemorragia es importante, aunque el  animal  hubiera  recorrido  ya  más  de  un  kilómetro  desde  el anschuss. Contrariamente a los principios de la búsqueda, y teniendo en  cuenta  lo  tardío de  la hora, decido  comenzar mi  intervención  a partir de  la carretera, entrando el rastro en una espesa repoblación de hayas,  llena de  zarzas, en  la que bien podría estar encamado  (o muerto) el jabalí.  

Pienso eso porque supuestamente  la persecución del día anterior se detuvo en  la carretera, aunque no estoy absolutamente convencido de ello porque conozco muy bien las costumbres del lugar. Sigo pues el  rastro,  que  tiene  ya  una  antigüedad  de más  de  22  horas,  y  que además  ha  sido  pataleado  evidentemente  por  una  docena  de personas que habrán destruido los indicios. 

Puesto  en  pista,  Nickel  toma  el  rastro  de  sangre,  que  es  lo suficientemente  visible  como  para  que  yo  constate  que  al  cabo  de 100 metros  lo abandona y gira en redondo en el tallar. Le paro para reñirle.  Intrigado,  interrogo  a  los  dos  jóvenes  cazadores,  que finalmente  confiesan  haber  perseguido  al  jabalí  “hasta  la  siguiente armada”. 

A partir de ese momento, el perro sigue  la pista sin dificultad hasta caer  la noche, momento  en  el que  suspendemos  la búsqueda,  tras haber  marcado  convenientemente  nuestro  punto  de  parada.  No tengo  ni  la  más  remota  idea  del  lugar  en  que  nos  encontramos, habiendo avanzado a gatas entre el monte, seguidos de G.T., a quien he  tenido que confiar mi carabina porque me molestaba, y de C.B., que  afortunadamente  conoce muy  bien  estos  pagos. Me  confirma que  hemos  estado  todo  el  tiempo  en  la  misma  parcela  y  que habremos recorrido en dos horas a lo sumo 600 metros. 

Nos retiramos, con C.B. en cabeza, y mientras recorremos el  lindero de la corta que acabamos de dejar, Nickel me para, “apuntando” una traza  de  sangre  que  no  es  otra  que  la  salida  de  nuestro  jabalí. Balizamiento de la “reapertura” y nos citamos para el día siguiente a las 14 horas, pues en esta zona hace ya mucho frío y la helada no se quitará hasta pasado el mediodía. 

Martes  17,  nos  encontramos  tres  personas  en  el  punto  de  cita  y atacamos una pista de 46 horas de antigüedad. Es la primera vez que Nickel trabaja en tales condiciones, aún hiela y el sol ha desaparecido ocultándose tras un cielo plomizo. Estoy un poco inquieto, pero debo reconocer que para ser la primera vez el perro trabaja bien. 

Hemos recorrido alrededor de 2 kilómetros sobre una planicie y nos acercamos a un valle profundo, cuando C.B. me dice: “¿Sabes que nos aproximamos al  campo de  tiro de aviación? Del otro  lado del  valle, estaremos  en  zona  prohibida  de  lunes  a  jueves,  días  de  tiro. Deberíamos abandonar  la búsqueda antes de arriesgarnos a  recibir una  ráfaga.” Propuesta  razonable que apenas escucho, pues Nickel está trabajando bien. Mientras tanto,  los primeros copos comienzan a  caer  y un  velo de bruma  invade  lentamente  las mesetas  vecinas. Doy pues mi parecer a C.B., precisando que con una niebla tan baja ningún piloto se arriesgará a perturbar nuestra acción. Continuamos pues, atravesamos el valle próximo y abordamos la meseta prohibida 

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donde,  enseguida,  Nickel  manifiesta  una  agitación  que habitualmente, indica que no tardaremos en tener éxito. 

De  repente,  un  ruido  estridente  cae  del  cielo mientras  dos Mirage nos  sobrevuelan  a  baja  altitud.  C.B.  grita:  “¡Rápido,  al  valle!  En  la próxima pasada disparan y estamos junto al centro del blanco, a unos 400 metros”. Efectivamente, disparos de ametralladora surcan el aire cuando llegamos a media ladera. Sin perder tiempo ‐ incluso el perro parece haber  comprendido  el peligro  ‐ nos  lanzamos  a un  agujero, mientras la ráfaga siega las copas de unos árboles próximos. Lo cierto es  que  son  obuses  inertes,  pero  tienen  “peso”  y  es  preferible evitarlos. Por ello nos  retiramos desconsolados por haber  fracasado teniendo tan cerca la meta. El jabalí sería encontrado por un leñador, dos semanas más tarde, en descomposición. Un bello animal de unos cien kilos. 

Los  actores de esta  aventura  resultamos  ilesos  y nos  volvimos más prudentes,  aunque  lamentamos  el  desgraciado  final.  Un comportamiento  más  racional  de  los  cazadores  podría  haberlo evitado.  En  efecto,  este  jabalí  huyó  durante  unos  5  kilómetros, mientras que  si no hubiese  sido perseguido  “en  caliente”  se habría encamado probablemente a menos de 1.000 metros del anschuss y habría sido encontrado sin dificultad al día siguiente por el perro de sangre. 

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