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cuadernos formativos mayo 13 maiatza José Luis Pérez Álvarez, licenciado en filosofía y teología y doctor en música sacra. Fundador de las comunidades Adsis. Kristau elkartea gazteen artean: bizitza-bideak gazteekin La comunidad cristiana entre los jóvenes: sendas de vida con los jóvenes

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José Luis Pérez Álvarez, licenciado en filosofía y teología y doctor en música sacra. Fundador de las comunidades Adsis.

Kristau elkartea gazteen artean:bizitza-bideak gazteekin

La comunidad cristiana entre los jóvenes:sendas de vida con los jóvenes

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Kristau elkarteek, justizia eta errukiaren legami eta profe-zia bezala agertu behar dute gazteengan, hola aurkitukobaitute bertan iragartzen zaien Ebanjelioa, eta bizitza-bidebilakatuko dira gazteekin eta gazteentzat.

Las comunidades cristianas han de mostrarse a los jóve-nes como fermento y profecía de justicia y de misericordia,porque de este modo descubrirán en ellas el Evangelioque se les anuncia y se convertirán en sendas de vida cony para los jóvenes.

También tengo otras ovejas que no son de este redil. Aestas las tengo que conducir y escucharán mi voz yhabrá un solo rebaño y un solo pastor (Jn 10,16).

Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrásobre vosotros, y seréis mis testigos… hasta los con-fines de la tierra (Hch 1,8).

Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes… y ense-ñadles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y heaquí que yo estoy con vosotros todos los días hastael fin del mundo (Mt 28,19).

Kristau elkarteak gazteentzako, izaeraz, egiteaz bainolehen, bere bizitzako egitasmo askatzaile izango direnbaloreen eredu izango den subjektu-bizi izan behar du.

La comunidad cristiana, antes que por su actividad, debeser en sí misma un “sujeto” vivo cuyo testimonio puedasignificar para los jóvenes unos valores capaces de consti-tuirse en proyecto liberador de vida.

Bidearen, egiaren eta bizitzaren lekuko…Kristau elkartea gazteen arteanTestigo del camino, la verdad y la vida...

La comunidad cristiana entre los jóvenes

José Luis Pérez Álvarez (Salamanca, 1934), es licenciado en filo-sofía y teología y doctor en música sacra. Es el fundador de lascomunidades Adsis, movimiento de comunidades cristianas, for-mado por hombres y mujeres que quieren vivir el Evangelio deJesús a través de una presencia fraterna y solidaria entre los jóve-nes y los pobres. Este cuaderno formativo es un capítulo del libroJosé Luis PÉREZ ÁLVAREZ, Sendas de vida con los jóvenes, PPC,Madrid, 2012, 37-55.

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El Evangelio de Jesús es en la comunidad una buena noticia quese manifiesta en las relaciones y en los servicios, pero queesconde ante todo el misterio activo del amor de Dios, que con-voca, salva, une en comunión y envía.

La comunidad no es simplemente fruto de la iniciativa y delesfuerzo humano. Es, ante todo, iniciativa y obra del Padre enJesús por el Espíritu.

Por ello, toda acción pastoral debe fundamentarse ante todo enla vida de la comunidad, en su carácter significativo sacramen-tal, en el proyecto del que es portadora. Solo de esta manera lacomunidad podrá asumir la tarea pastoral.

I. Komunitatea, pastoralaren subjektu, esparrueta xedeLa Comunidad, sujeto, ámbito y objetivo de lapastoral

1. Jaunak iragarritako elkarteaLa comunidad convocada por el Señor

La vocación cristiana es una llamada de Dios al ser humano yuna respuesta progresiva de este a esa llamada. Llamada y res-puesta van configurando una historia creciente de conocimien-to y amor en libertad liberadora y en alianza permanente.

El Señor nos llama a través de otras personas, con otras perso-nas y para otros. Por ello, la vocación es convocatoria. Una con-vocatoria que ha de hacerse proyecto de vida comunitaria a tra-vés de múltiples formas, relaciones y servicios.

1.1. El seguimiento de Jesús en comunidad de hijos y hermanosLa convocatoria que constituye la comunidad se orienta alseguimiento de Jesús. Todo cristiano está llamado a arraigar suvoluntad y su corazón en el Evangelio de Jesús, y desde él, conla gracia del Espíritu y el discernimiento comunitario, a asumiren su vida planteamientos, actitudes y opciones fundamentales.

La comunidad ha de constituirse, pues, por personas que asu-men ser discípulos del único Maestro. Abiertos al Espíritu,podremos discernir los caminos del Reino, asumiendo el pro-yecto de las bienaventuranzas desde el mandamiento del amor.

Vivir como discípulo de Jesús es condición fundamental parapoder vivir y construir una comunidad. La comunidad, lejos deconstituirse como tal en función de las actividades que realiza,es ante todo el grupo de los discípulos. Desde esta condiciónhan de valorarse el resto de las diferencias, ministerios, estadosde vida, profesiones y actividades. Solo una comunidad de dis-cípulos puede ser sujeto pastoral que posibilite que los jóvenesencuentren al Maestro de la vida y de la libertad verdaderas.

Ser discípulo es vivir la experiencia nueva de Jesús. Una expe-riencia viva, nueva, global, liberadora, misionera, solidaria y ser-vicial. La experiencia del discipulado va configurando nuestraidentidad personal y comunitaria: ser hijos, hermanos y siervos.

Ezin daiteke, gazteentzat deigarri izango den elkartebat osatu, benetako anaiarteko solidaritza eta kide-tasun lotura erlaziorik ez badu. Aitaren eta anaienberreskuratzea da, giza eta kristau bilaketaren zere-gin nagusia. Gazteek, holako elkarte baten aurki-kuntzarekin, erlazio berri hauetan aurkitzen dutenbizitzara erakarriak sentitzen dira.

A esto somos convocados. Desde la oración apren-demos a ser hijos y desde el servicio solidario nosvamos haciendo hermanos.

Para ir creciendo en ello, los discípulos vamos des-cubriendo en comunidad la urgencia viva de laBuena Noticia del Señor: el inagotable manantial delas parábolas, la radical opción de las bienaventu-ranzas, los criterios de la misericordia como justiciadel Padre, la preferencia y primacía de los humil-des, pequeños y perdidos, el don de la salvación,las exigencias del amor nuevo, la fecundidad de lacruz, la experiencia luminosa y esperanzada de laresurrección...

Vivir en comunidad como hijos del mismo Padreimplica vivir como hermanos. La fraternidad y susauténticas relaciones se convierten en el sacramentode la filiación.

La fraternidad como proyecto fecundo y transforma-dor es criterio y meta de todo proyecto pastoral quela comunidad ofrece y al que convoca.

El seguimiento implica unas relaciones fraternastales que posibiliten y, a la vez, signifiquen la comúnvinculación de todos y cada uno al Padre de Jesús, ala búsqueda de su voluntad, a la apertura a su mise-ricordia... Al mismo tiempo, las relaciones fraternasse abren a la solidaridad humilde y audaz al serviciode los pobres y con los pobres.

No puede constituirse una comunidad, como sujetode convocatoria pastoral entre los jóvenes, si no esportadora de este tipo de relaciones significativas dela filiación y la solidaridad fraterna. Recuperar alPadre y a los hermanos es la gran tarea de la bús-queda humana y cristiana. Cuando los jóvenesencuentran una comunidad donde descubren talhallazgo se sienten estimulados a la vida manifesta-da en esas nuevas relaciones.

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1.3. Experiencia compartida, celebrada y transmitidaLa comunidad que desea ser sujeto de acción pastoraldebe tener en cuenta que solo transmite lo que vive, com-parte y celebra en el seno de sí misma.

El proyecto de una comunidad está todo centrado en pro-mover la experiencia creyente y en compartirla mediantela palabra, el servicio, las celebraciones litúrgicas, losencuentros comunitarios de comunicación y de discerni-miento, el acompañamiento espiritual...

Este trasvase permanente de experiencia creyente escomo la savia, que aporta vida a las relaciones comunita-rias; ahonda en la vivencia de la pertenencia y capacitapara la comunicación pastoral.

La acción salvadora y misericordiosa del Señor en la pro-pia vida es la experiencia que hay que compartir. Desdeella hacemos lectura de los acontecimientos iluminadospor la Palabra y asumidos en la oración. La experiencia cre-yente para compartir es la que cada uno vive en la oración,en la apertura personal a la Palabra, en el tejido de tareasy relaciones cotidianas, en el trabajo, en los servicios, enlos propios afectos, anhelos y limitaciones.

Esta experiencia creyente compartida ha de ser tambiéncelebrada. En la Palabra y en la eucaristía se inserta per-sonal y comunitariamente la propia historia para que laPascua de Jesús la asuma y dé sentido pleno. Es precisoque la comunidad incorpore su historia a la celebraciónsacramental, y que cada uno de sus miembros, en ade-cuadas participaciones, aporte el propio acontecer en laPalabra y en el pan. Compete a la comunidad lograr supe-rar el mero rito para vivir la celebración como aconteci-miento en novedad histórica.

Transmitir a otros la experiencia de fe, compartida y cele-brada, es la tarea pastoral básica. De ahí se parte parapoder posteriormente invitar a asumir el proceso y la expe-riencia catecumenal. Es más importante la calidad de laexperiencia, que se transmite personal y comunitariamen-te, que la perfección pedagógica de los procesos educati-vos. Si bien estos son a su vez necesarios. El educador enla fe se educa a sí mismo en la experiencia compartida ycelebrada en la comunidad.

Es importante advertir la relación que la propia palabratiene respecto a la experiencia compartida. La palabraintenta objetivar a los otros la propia vivencia; sin embar-go, la palabra restringe la riqueza de la experiencia vivida.

Todo grupo corre el peligro de acuñar un lenguaje quefácilmente se asume por parte de sus miembros, sin quecon frecuencia las palabras correspondan, en cada sujeto,al nivel de su experiencia vivida. De ahí la necesidad deeducarse y educar para una experiencia compartida y cele-brada en referencia a los hechos, servicios y situacionesque dan referencia real a la palabra. Si así somos forma-dos en la comunidad, del mismo modo transmitiremospastoralmente nuestra oferta de fe.

1.2. ...en el Espíritu del ResucitadoPero estamos sometidos a la tentación de asentar lacomunidad en ideologías unificadoras, en actividadesexternas socialmente reconocidas, en estructuras propiasy consolidadas que ofrezcan garantías de subsistencia yde eficacia.

Las mismas tentaciones que afectan a la institución ecle-sial anidan en el seno de nuestras comunidades. ¿Cómodiscernir el trigo de la cizaña? ¿Cómo poder purificar lasraíces de nuestra pertenencia sin dejar de vivir insertos enlas mediaciones humanas? ¿Cómo poder ofrecer significa-tivamente la vivencia del Reino sufriendo al mismo tiempolas tentaciones y pecados de la mediocridad humana y delas rémoras de la historia?

La pastoral de juventud es un reto de audacia, creatividady conversión permanentes. Solo una comunidad que seafiel a la profecía del Reino puede pretender ser sujeto pas-toral entre los jóvenes. Y esto solo se puede pretender vol-viendo una y otra vez a las fuentes del Espíritu.

Pero, ¿qué supone en concreto para una comunidad en laactualidad vivir en apertura al Espíritu como condiciónpara ser sujeto pastoral? Ante todo, asumir los caminosdel Espíritu para revivir los impulsos del Espíritu de losque nace el doble movimiento de la comunión (koinonía)y del servicio (diakonía).

En el Espíritu alcanzamos la comunión con Jesucristo,nuestro Señor (1 Cor 1,9). El Espíritu nos hace caminar ensu señorío, transformados por el amor fraterno y solidario(2 Cor 3, 17ss; 1 Cor 15,45).

El Espíritu instaura la trama de comunión en la comunidadmediante la Palabra, el pan y la misión. Todo ello se ha detraducir en un proyecto concreto que dé identidad e histo-ricidad a cada una de nuestras comunidades.

El ejercicio de la solidaridad y la evangelización avalan lafidelidad a la verdadera comunión.

Desde estas consideraciones podemos inducir los pará-metros que debe asumir la comunidad para vivir como taly poder ser sujeto pastoral.

El permanente problema de la presencia y de las relacio-nes de la Iglesia con el mundo está en la base de todaposibilidad pastoral, especialmente entre los jóvenes. Espreciso llegar a percibir que este problema solo puede serabordado desde y por comunidades cristianas que real-mente vivan configuradas significativamente desde lascoordenadas de su identidad profunda.

¿Será quizá inútil advertir que en la pastoral eclesial exis-te una enorme desproporción negativa entre los esfuerzosentregados a tantas actividades y la apuesta seria porconstruir comunidades que puedan ser fermento proféticopara los jóvenes y sujetos de acción pastoral con ellos?

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2. Anaien batasuneanEn comunión de hermanos

Si el mandamiento del amor es el signo de identidad quedejó Jesús a la comunidad cristiana, esta ha de vivirlo ysignificarlo principalmente en la vivencia de la comunión.

La unidad deseada y pedida por Jesús a su Padre (Jn 17) nonace de vínculos psicológicos o sociológicos, sino de laconfluencia de todos los hermanos en el proyecto cristia-no, que se centra en la Palabra y en el Espíritu del Señor.

La búsqueda de la voluntad de Dios es tarea permanentey creciente en una comunidad que encarna la Palabra en lahistoria. La búsqueda y realización de esta voluntad es eleje de la comunión comunitaria. Encontramos en la euca-ristía el sacramento de esta comunión, que es realidad,promesa y tarea al mismo tiempo.

La comunión es el diseño primario de Dios dentro del cualemergen los creyentes y su fe adquiere figura y sentidosconcretos.

De este principio tan fundamental se puede percibir cómola atención a la comunión es primordial tarea pastoral. Enla medida en que una comunidad vive la comunión ecle-sial, así se convierte en sujeto válido de la acción pastoral.La comunidad debe vivir la comunión eclesial en tresdimensiones: la comunión como don, la comunión comotarea, la comunión como destino a otros.

2.1. La comunión como donLa comunión eclesial es ante todo un don del Padre enJesús por el Espíritu. Jesús nos convoca, nos congrega ynos une en comunión con él para hacemos hijos de Diosy hermanos entre nosotros. Así instaura el Reino delPadre. La comunión es signo y anticipo del Reino queJesús proclama.

Por eso, la propuesta del Reino va acompañada de imáge-nes que nos hablan de convocatoria, congregación ycomunión. El rebaño disperso se convierte en rebañounido (Jn 10,16; Mt 12,30; Lc 11,23). Los invitados a lasbodas son congregados en el banquete (Mc 2,19). Los sar-mientos han de estar unidos a la vid (Jn 15). Los perdidoshan de ser recuperados (Lc 15).

A esta fraternidad están llamados todos, pero especial-mente han de ser llamados a su comunión los que estánfuera, los perdidos, los que padecen persecución y necesi-dad. Por eso, quien da de comer o beber al hambriento ysediento, ese entra en comunión definitiva con el Señor(Mt 25,27ss).

La familia de Jesús tiene un Padre, una casa, una mesa,una palabra, una oración propia y un pan especial.Alrededor de esa mesa, en la Palabra y en el pan, se haceoración y se recibe el don de la comunión. Así reunidossomos un solo cuerpo y nos atrevemos a orar con la ora-ción que el Señor nos enseñó.

En la carne y sangre del Resucitado y en el agua delEspíritu (1 Jn 5,5-9), el Padre recupera para su comunión alos hijos disgregados (Jn 12,32). El Espíritu da a la comuni-dad entrañas y capacidad de perdonar (Jn 20,22-23),reconstruyendo la comunión entre los hijos y hermanos, yhaciéndonos vivir con un solo corazón y una sola alma(Hch 2,44).

Los jóvenes que descubren la perla preciosa de la comu-nión desean participar en la comunidad, incorporando aella su proyecto de vida nueva.

El don de la comunión hay que pedirlo cada día, hay queagradecerlo y vivirlo como un talento que ha de fructificar.Este don se convierte para la comunidad en su principaltarea.

2.2. La comunión como tarea.La comunión cristiana es un don que debemos pedir en laoración. La oración es la principal tarea de la comunión.Una comunidad orante es una comunidad en comunióncreciente. Orar es hacer comunión. No se trata tanto dereunimos para hacer oraciones cuanto de hacer una ora-ción que realmente nos reúna en el Señor.

La tarea de la comunión cristiana implica arraigo, encarna-ción y transmisión.

- Tarea de arraigo: No basta que la tierra esté adecuada-mente abonada para que la planta crezca lozana y fecun-da. La semilla sembrada ha de arraigar. La tarea principalde la comunidad, y de cada hermano en ella, es arraigarseen el don recibido (Jn 15,4). Esto implica dos cosas: quecada uno busque al Señor y que esté dispuesto a trabajarpor crear una «trama espiritual» entre los hermanos. Crearuna trama espiritual: desde la comunicación eucarística ala comunicación de la Palabra, a la comunicación de la pro-pia vivencia de fe, a las relaciones de servicio fraterno, a lavida compartida, a la acogida... Todas las dimensiones dela existencia han de arraigarse en el don recibido. Ningunarealidad ha de reducirse a niveles meramente psicológi-cos, sin referencia al don de la comunión.

Esto supone que hemos de crecer en el sentido y en lavivencia de la pertenencia desde las dimensiones de la fey de la vocación concreta. El arraigo en la comunión debeasumir las mediaciones existenciales en las que se expre-sa la comunión.

- Tarea de encarnación. El arraigo en la comunión cristianano puede hacerse ni manifestarse si no se encarna en lapluralidad de las mediaciones humanas. La comunióneclesial es una en la pluralidad de carismas, comunidades,ministerios, estados de vida, estructuras e instituciones.

Esta pluralidad de situaciones abre la comunión a la soli-daridad de la diáspora y del encuentro, que es comuniónmisionera y ministerial.

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mite la experiencia de comunión si no se proyecta en lapantalla de las relaciones fraternas y de los servicios soli-darios y gratuitos. ¿Por qué a la Iglesia le cuesta tantocomunicarse con el mundo de los jóvenes? Tal vez aquíencontremos una de las claves de la respuesta.

2.3. La comunión como destinoLa plenitud de la comunión se realiza en el Reino definiti-vo. Lo definitivo no acontece solo después del tiempo. Yaaquí y ahora acontece lo definitivo sacramentalmente.Definitivo, escatológico, es lo no corruptible, lo que no estásometido a la muerte, lo que ha de permanecer siempre.

Jesús resucitado, por medio de su Espíritu, derrama ennosotros su gracia; nos comunica su vida y nos hace parti-cipar en ella haciéndonos hijos y hermanos. La filiación yla fraternidad, condiciones de la comunión cristiana, per-tenecen a lo definitivo: son realidades escatológicas. Sondesde ahora nuestro destino.

El acontecimiento cristiano incorpora a la historia humanael don definitivo de la salvación y la transformación denuestra condición.

La comunión cristiana es destino no solamente como tér-mino, sino también como sentido del camino: la meta darazón al caminar. Cuando se posee y se desea una meta,de vagabundos nos convertimos en caminantes.

Así, vivir la comunión como destino nos hace caminarhacia la resurrección del Señor, desde ya, en la redenciónde nuestro ser y hacer, por el Espíritu. Vivir la comunióncomo destino es intentar recuperar la creación para la jus-ticia del Reino. Vivir la comunión como destino nos esti-mula a vivir en unas relaciones nuevas, en una nuevasexualidad, en una solidaridad que crea justicia, en unamor matrimonial referido al amor del Señor, en un amorcélibe como anticipo de la condición última del Amor.

La tarea de la encarnación, lejos de ser obstáculo al arrai-go en el don recibido, es necesidad ineludible para queeste don sea asumible y creciente en nosotros. Si la comu-nión no es histórica, no avanza hacia la plenitud.

Las tensiones entre la unidad del don recibido y la plurali-dad de sus encarnaciones son buenas y necesarias. Loimportante es que estas tensiones se resuelvan desde lareferencia al don recibido del Señor. La diversidad de ide-ologías, de culturas, de opciones sociopolíticas, de intere-ses institucionales, de mediaciones científicas, de perte-nencias étnicas e históricas, aporta a las comunidadescondicionamientos muy determinados en la vivencia de lacomunión. No siempre es fácil de asumir, desde ellos, latensión dialéctica que surge entre comunión y misión, y ala vez la íntima e inseparable relación.

Las tensiones nos deben llevar a un discernimiento orantey abierto a la Palabra y a la historia de los más pobres.Discernir allí donde más claramente nos cita el Señor.

La comunión que nos es dada, en Jesús por el Espíritu, nopuede reducirse al valor de las mediaciones. Diluir el donen su mera expresión histórica es traicionar el don y la his-toria. Todos conocemos las crisis y la pérdida de identidadde comunidades que pretendieron vivir y cifrar su identi-dad en opciones ideológicas, culturales o políticas. Frutomás de la coyuntura social que de la fe, estas opcionesfueron insuficientes para vivir y encarnar el don de lacomunión eclesial.

Ningún liderazgo humano puede garantizar en la comuni-dad el crecimiento de la comunión. Es fruto exclusivo delEspíritu. Es preciso recibirlo, buscarlo y vivirlo por loscaminos del mismo Espíritu.

Las leyes podrán garantizar cierta observancia dentro deun orden. La comunión se podrá encarnar en leyes, perono nace de ellas ni en ellas se garantiza. Las normas jurí-dicas suponen la comunión; no la crean. Solo desde la ten-sión Espíritu-historia se supera la mera observancia y larigidez estéril del rito. Es necesario que la mediación sea«mediación» del don recibido. Solo así la comunidadpodrá ser «sacramento».

- Tarea de transmisión. La comunión es don abierto a lamisión. Vivir la comunión, como don para transmitir, supo-ne que la comunidad vive relativizada al servicio de unacomunión más universal. El proyecto del Padre es hacerentrar en su comunión a los hijos alejados y perdidos. Lacomunidad ha de ser un «fermento de congregación» en elmundo. Esta es su principal misión (Jn 15,27; 13,15).

Un don que no se encarna se hace insignificante; un doninsignificante no se transmite. La transmisión es caracte-rística esencial de la vivencia de la comunión cristiana.

Necesitamos discernir si las mediaciones que expresan lacomunión cristiana la hacen transparente u opaca. Unacomunión que no se traduce y expresa en relaciones y ser-vicios adecuados es una comunión desencarnada y opaca.Quizá también inexistente. La palabra no explica ni trans-

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La comunión cristiana es una experiencia y un impulso deconvergencia liberador para toda la realidad creada. Viviren comunión es comprometerse a construir la familia deDios, que es la voluntad del Dios trinitario.

El mejor sujeto pastoral es una comunidad que arraiga sucomunión en el Espíritu, la encarna en la historia de laspersonas y la transmite a los jóvenes y a los pobres.

Todas las comunidades han de trabajar, desde esta pers-pectiva, por una Iglesia en la que lo primero que se mani-fiesta es el don de una comunión hecha fraternidad soli-daria. Una Iglesia en la que la comunión se traduce todaella en misión. Una Iglesia en la que la Palabra es antetodo profecía de liberación y esperanza. Una Iglesia en laque la eucaristía es acontecimiento antes que rito, cele-bración antes que cumplimiento, casa antes que altar. UnaIglesia que busca y adora a Dios en el templo del serhumano, miembro de Cristo.

3. Pastoralaren presentzia eta bategitea: eskabideaketa dialektikakComunión y presencia pastoral: exigencias y dialécticas

La fidelidad a la comunión cristiana y a la presencia pasto-ral implica asumir tensiones dialécticas que debemos vivircon equilibrio. La trama de la comunión debe construirsetambién en la apertura al testimonio y al servicio pastoral.

He aquí algunos de los reclamos pastorales que han deestar presentes en el mismo corazón de la comunión:

- La vivencia de la interioridad y la permanente aperturaal Espíritu no pueden vivirse sin que, al mismo tiempo,vivamos arraigados en las instancias concretas de lahistoria de los jóvenes y de los pobres.

- La fraternidad no es una huida ni un refugio. No pode-mos construir relaciones fraternas al margen de la soli-daridad con el sufrimiento.

- Debemos asumir la autonomía de las realidades secu-lares. En ellas procuramos vivir el acontecimiento de laencarnación desde la fidelidad a los más pobres. Todoello implica nuestra negativa a la competencia, a lainsolidaridad, a la prepotencia del poder y a la supre-macía del placer. Sin profecía y sin cruz es imposible lacomunión cristiana.

- La verdadera comunión nos enseña a descubrir quetodo culto cristiano al Dios de Jesús implica compromi-so por la liberación integral de todo ser humano.Verdadero culto en la justicia y en la verdad. Desdeesta convicción trabajamos para que la comunión ecle-sial no involucione hacia el propio intimismo.

- La comunión nos hace «bienaventurados», porque noslibera de criterios falsos y de esclavitudes. Pero la bie-naventuranza de la comunión cristiana pasa por asu-mir la lucha, la incomprensión y hasta la persecución

dentro y fuera de las realidades personales, comunita-rias, eclesiales y sociales. La fidelidad a la presenciapastoral comporta una vivencia de la comunión recu-perada constantemente en la Palabra y en la oración.

- Como Dios convocó a su pueblo al éxodo a partir delclamor de los esclavos de Israel, así toda comuniónque se instaura al margen del «clamor de los jóvenes yde los pobres» se asienta al margen del proyecto delReino de Dios.

- La comunión y la presencia nos impulsan a vivir la ten-sión dialéctica entre contemplación y compromiso. Enla síntesis de ambos vivimos el acontecimiento pascualdel Señor. Desnudos de egoísmos por la comunión y lacontemplación, podemos asumir la realidad histórica yhacernos presentes en ella.

- También debemos asumir la tensión existente entre elempeño por ser comunidad de hermanos y, al mismotiempo, hacernos «pueblo» con los jóvenes y con lospobres. Evitaremos diluir nuestra identidad vocacionaltanto encerrándonos en la comunidad como diluyén-donos en una solidaridad sin referencia comunitaria.

- Trabajaremos para que nuestra Iglesia local sea almismo tiempo comunión de comunidades y servicioprofético y diaconal al mundo. Asumiremos con fe yesperanza las tensiones propias de nuestra pertenen-cia eclesial y de nuestra solidaridad con el mundo.

- El amor al mundo y a su historia se manifiesta en laencarnación de Jesús. Es un amor que implica adhe-sión de comunión solidaria desde el conflicto proféticoy desde la esperanza aún no realizada: una historia porhacer y un mundo por construir y liberar... Esa nuevahistoria hay que hacerla desde esta historia, y esemundo nuevo por construir hay que lograrlo en y desdeeste mundo. No se trata de una tarea lineal y pacífica.Nuestro empeño de comunión transformadora nosaboca a la denuncia, a la lucha contra la injusticia y elpecado en nosotros y en los demás, en las personas,en las relaciones y en las estructuras sociales.

- También nuestra pertenencia a la Iglesia nos hacevivir la comunión desde una fe adulta, corresponsabley comprometida. De la Iglesia recibimos la fe. Ella esel Cuerpo de Cristo que crece. De ella recibimos lavida. Desde nuestra comunidad concreta hacemosIglesia. Este empeño hemos de asumirlo con humil-dad y fidelidad.

- También los aspectos humanos y reformables de lamisma Iglesia han de ser asumidos con discernimientoevangélico. A veces nos puede llevar al conflicto inte-rior. La Iglesia, en su calidad de pueblo, es santa ypecadora a la vez. Nuestro pecado es parte de su peca-do. La experiencia de la comunión conflictiva no debeaminorar nuestra adhesión a la comunión, sino acen-tuarla en el compromiso por construir, desde nuestrarealidad de presencia, una Iglesia más evangélica,comunitaria y comprometida.

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La comunión eclesial y la presencia pastoral nos solici-tan a la conversión al Reino y su justicia. La audacia yla esperanza por el Reino deben llevar nuestro afán decomunión y de presencia más allá de nuestra experien-cia humana y de nuestra eficacia inmediata.

En definitiva, la vivencia de un carisma vocacional ycomunitario nos lleva a vivir en tensión saludable estasy otras dialécticas para evitar reduccionismos esterili-zantes que desfiguren el proyecto de una comunidadpresente, significativa y pastoral.

II. Komunitatea eta gazte pastoralaII. La Comunidad y la pastoral de jóvenesLa comunidad cristiana que vive y se manifiesta comoacontecimiento del amor salvador de Dios, fiel al caris-ma del Espíritu, opta por los jóvenes como parcela prio-ritaria de su acción pastoral.

Descendiendo más a lo concreto, desde las opcionesvocacionales anteriormente expuestas, la comunidadnecesita abrirse a unas opciones prácticas para poderser sujeto pastoral que ofrezca a los jóvenes un pro-yecto que les capacite para incorporar su fe en las ins-tancias del mundo adulto.

1. Komunitatearen hautabideak, gazte-pastorala-ren egitasmoaren baldintzatzaileOpciones comunitarias condicionantes de unproyecto de pastoral de juventud

Cada vez se hace más evidente que la pastoral dejuventud depende en gran medida de la existencia demodelos de referencia creyentes y adultos. Las comu-nidades educativo-pastorales deben ofrecerlos, peroconectados con las exigencias antropológicas impues-tas por la condición sociocultural del mundo joven.

Esta perspectiva nos lleva a reflexionar y desvelar cuá-les han de ser las opciones que ha de asumir la comu-nidad. Opciones que condicionan de hecho la posibili-dad de «encuentro» entre el proyecto adulto y el pro-ceso formativo juvenil.

Nos referimos específicamente al proyecto cristianodel seguimiento de Jesús en comunidad fraterna ysolidaria, en el que se incorporan positiva y crítica-mente las instan cias del mundo adulto. Hablamos ensentido antropológico y no meramente institucional nigeneracional.

Indicamos algunas opciones pastorales prioritarias dela comunidad pastoral.

1.1. Diáspora y fermento: condiciones de nuevas presenciasLa pastoral de juventud no es una tarea uniforme y lineal. Lassituaciones de los adolescentes y de los jóvenes son tanvariadas que la Iglesia debe abordar su labor pastoral enmúltiples direcciones, presencias y proyectos.

Esta multiplicidad tiene unos postulados que rigen esta inte-racción:

- Los adolescentes y jóvenes más alejados y marginados hande ser los preferidos en la diaconía de la comunidad.

- Los jóvenes han de ser los primeros servidores y evangeli-zadores de los jóvenes.

- Los pobres -tanto más si son jóvenes- son aliados referen-tes de los jóvenes que apuestan por un proyecto de frater-nidad solidaria desde Jesús y su Reino.

Desde la lógica de estos postulados, la comunidad pastoralse siente irremediablemente retada a situarse.

a) El mundo de los pobres y de los jóvenes impulsa a sentirla necesidad de encuentro con ellos en sus ambientes y ensu vida. La comunidad debe asumir planteamientos, acti-tudes y opciones de diáspora misionera.

La diáspora misionera supone planteamientos bien asu-midos: nosotros somos siervos de la convocatoria delPadre a sus hijos perdidos. Nuestra realidad comunitaria einstitucional es mediación del amor diaconal de Jesús.Nada en nosotros hay de absoluto más que el Reino deDios y la salvación de los perdidos.

La diáspora misionera implica también actitudes profun-das: disponibilidad a perder la propia vida para «ganarlaen el Reino», pobreza como opción de libertad misionerapersonal e institucional, estar dispuestos a reconvertirestructuras y mediaciones, desde las exigencias de uncarisma vivo y renovado al servicio de la comunión y misiónentre los jóvenes, encarnar el amor cristiano como diaco-nía profética en las calles de la ciudad y fuera de las mura-llas de la ciudad, donde no viven los satisfechos (Lc 14,23).

Gero eta nabariago da, gazte-pastoralak, neurri handi bate-an, sinesmendun eta helduen erreferentzia diren ereduenbeharra duela.

Gazteek izan behar dute, gazteen lehen zerbitzari eta ebanje-lizatzaile.

Elkarteak bere gain hartu behar ditu misio-zabalkundearen,jarrerak, hautabideak eta ikuspegiak. Zabalkundeak beretikirtetzea eskatzen dio elkarteari, pertsonengatik hautaketaegitea, eginkizunak, elkartze eta zerbitzuaren arabera anto-latzea. Zabaltzea, samariar komunitatearen ezaugarriareneredua da. Misio-zabalkundea, gazteen historian zeharrekoibilbidea hautatzea da, gure bideak beraien bideekin aldatuz.

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La diáspora misionera no es tal si no se traduce enopciones concretas: en primer lugar no identificar elReino con ninguna tierra santa o con institución alguna,sino con el proyecto de Jesús, que sigue siendo la salva-ción del ser humano perdido. No tener más templo queal pobre, en cuya liberación damos culto al Padre.Discernir la fraternidad por la vivencia de su solidaridad,y esta cimentarla en aquella. Desmitificar las mediacio-nes institucionales y discernirlas y transformarlas deacuerdo a las exigencias de la caridad histórica.

La diáspora supone a la comunidad «salir de sí misma»,optar por las personas y relativizar las mediaciones enfunción del encuentro y del servicio. La diáspora es elparadigma de identidad de la comunidad samaritana.

La diáspora misionera es una opción de «peregrinaje»por la historia de los jóvenes cambiando nuestros cami-nos por sus caminos.

La primera preocupación de la comunidad misioneraentre los jóvenes es precisamente poder llegar a ellos.Existe un creciente problema de presencia física de laIglesia respecto a tantos y tantos jóvenes que, alejadosde todo contacto con la comunidad cristiana, no recibenla convocatoria por ningún conducto... Es entre lajuventud más pobre y marginada donde la presencia delos cristianos, sobre todo de las comunidades, ha derealizarse con más plenitud y radicalidad.

Son precisamente estos jóvenes quienes no tienenoportunidades de «vivir» como personas que puedanaspirar a construirse su presente en libertad y justicia...Esos jóvenes son el gran reto presentado a las alterna-tivas de nuevas presencias comunitarias... Es muy cos-toso, para ciertas instituciones asentadas en proyectosaparentemente más rentables, plantearse esta alterna-tiva sobre la base de un análisis serio y objetivo.

Las situaciones históricas de un mundo nuevo nos obli-gan a reflexionar y a adoptar una actitud valiente conrespecto a nuestra presencia entre los jóvenes máspobres y marginados, sin olvidar que, cuanto más uni-lateralmente se desarrolla una sociedad, la marginaciónde los pobres es mayor, y las opciones que en funciónde ellos hemos de hacer implican mayor radicalidad.

b) La diáspora implica salir de para poder encontrarse, ins-taurar diálogo solidario y poder ser fermento entre ypara los jóvenes.

La Iglesia se redescubrió a sí misma, en la constituciónGaudium et spes, como fermento en el mundo. «Larazón de ser de la Iglesia es actuar como fermento ycomo alma de la sociedad, que debe renovarse enCristo y transformarse en familia de Dios» (GS 40).

La comunidad cristiana entre los jóvenes debe procurarinstaurar aquel tipo de presencia que pueda realizaresta función de fermento cristiano entre ellos. Si ladiáspora misionera procura la presencia como encuen-tro, la inserción como fermento procura la presenciacomo servicio de libertad y amor en Cristo.

Para poder ser fermento entre los jóvenes hoy, la comu-nidad pastoral deberá tener en cuenta las siguientesexigencias:

- Conocer y valorar positiva y críticamente aquello quelos jóvenes valoran y aman, y hacerse solidaria,desde todo ello y en la medida de lo posible, conespíritu dialogal y colaboración sincera.

- Incorporarse y participar especialmente en los ámbi-tos de juventud donde se instaura la iniciativa cultu-ral, social y profesional. También en ámbitos de ini-ciativas deportivas, lúdicas y asociativas.

- Los jóvenes creyentes son quienes mejor puedenejercer este fermento cristiano en determinadosambientes. A ellos corresponde transmitir las instan-cias de la comunidad y aportar a esta las demandas yvivencias de los ambientes jóvenes. Una comunidadcristiana sin convocatoria de juventud difícilmentepodrá ser fermento entre los jóvenes.

- Participar en las instituciones populares donde, conlos jóvenes, podamos colaborar en proyectos e inicia-tivas de promoción humana: asociaciones de vecinos,voluntariados sociales, asociaciones profesionales ylaborales, movimientos en favor de los derechoshumanos, comités de ayuda a refugiados e inmigran-tes, movimientos pacifistas, Cáritas joven, asistenciaa minusválidos, promoción de empleo juvenil, asocia-cionismo sindical y político.

- Abrir cauces de participación de los jóvenes dentrode nuestras estructuras educativas y eclesiales con elfin de que podamos juntos instaurar una mutuainfluencia de aportación y recepción de iniciativas,motivaciones y valores. La comunidad podrá ser fer-mento cristiano en sus propias estructuras si asumecon generosidad la tarea de hacerlas realmente parti-cipativas.

- Cultivar con empeño el encuentro personal, el acom-pañamiento espiritual personal, donde cada miembrode la comunidad pueda aportar instancias, proponercaminos, sugerir opciones y ser personalmente fer-mento en la vida de los jóvenes.

- Favorecer el nacimiento y seguimiento de los gruposde jóvenes de toda índole y hacernos presentes enellos como compañeros que saben escuchar, partici-par, sugerir y apoyar aquellas iniciativas que agluti-nan el grupo, lo abren a la solidaridad, lo transformanen ámbito de comunicación interpersonal y lo incor-poran a relaciones más amplias, sociales y eclesiales.

- Para bien de los jóvenes, la comunidad ha de procu-rar ser fermento también en su relación con las fami-lias y con otros ámbitos institucionales en los quetranscurre su vida y sus relaciones: institucionesmunicipales, hogares de acogida, servicios públicospara la juventud, centros de asistencia social, institu-ciones penitenciarias.

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- Incluso la comunidad ha de crear iniciativas y estruc-turas nuevas donde poder convocar, servir y ser fer-mento entre adolescentes y jóvenes en situación demarginación: talleres de iniciación profesional, cen-tros juveniles de tiempo libre, hogares de acogida,red de servicios de atención a jóvenes inmigrantes,servicios alternativos a la prisión, centros de preven-ción y cura de drogodependencias, grupos y centrosde atención para jóvenes en situación terminal desalud, proyectos de alfabetización.

- También las comunidades cristianas han de ser fer-mento en los ambientes, y grupos intraeclesiales:catequistas y monitores de grupos, formadores deanimadores de juventud, cursos de formación pasto-ral, acogida para la oración, para el acompañamientoespiritual, para la orientación vocacional, etc.

La presencia entre los jóvenes nos reta hoy a opcionesde diáspora misionera y de fermento.

1.2. Optar ante todo por ser signo del ReinoLa comunidad cristiana es fermento que aporta el sentidoúltimo a la vida del ser humano mediante la propuesta deJesús en su Evangelio. Desde ahí, la comunidad lucha conlos demás por liberar la libertad para y por el amor, porreconvertir relaciones y posesiones en función de la soli-daridad, por descubrir en el corazón de la persona y en losgrupos humanos los caminos de la liberación verdadera.

La comunidad, además, desea poder suscitar en los jóve-nes aquellas instancias religiosas que les abran a intere-sarse por la persona y el proyecto del Señor. Es esta laaportación específica que ofrece la comunidad cristiana.De ello y para ello desea ser fermento.

Sin embargo, es preciso poner de relieve que el paso de lasolidaridad humana al interés por la fe no ocurre simple-mente porque la comunidad sea fermento solidario enunas u otras iniciativas, sino por la significatividad especí-fica que, como comunidad cristiana, aporta en todo ello.

Llegamos aquí a descubrir una de las opciones fundamen-tales de toda comunidad sujeto de pastoral: optar por con-vertirse en signo del Reino entre los jóvenes.

Pero, ¿qué significa realmente «ser signo»? ¿Qué exigen-cias se imponen al signo desde los diversos polos entre losque se establece? ¿Cómo influye el contexto social en laevolución de la interpretación del signo? ¿Qué dialécticaha de mediar entre la inmanencia propia del fermento y latrascendencia necesaria del signo? Estos y otros muchosinterrogantes nos surgen a la hora de reflexionar sobre lasignificatividad comunitaria.

Ante todo, la comunidad ha de procurar adquirir «visibili-dad» entre los jóvenes de su propio ambiente. Esta visibi-lidad exige diáspora y fermento según las opciones ya des-critas. Además, la comunidad ha de trabajar para que estavisibilidad lograda crezca en significatividad específica. Yello comporta discernimientos, opciones y renuncias. Lapoda adecuada es exigencia de fecundidad.

Toda realidad significativa está constituida por tres dimen-siones: la realidad significada, la realidad de los destina-tarios a quien se dirige el signo y la realidad significante.

a) La realidad significada no es otra que el don de Dios enJesús ven su Reino. La comunidad cristiana no puedereducir la realidad significada a unos valores meramen-te humanos. La comunidad intenta vivir los valores rela-cionales y diaconales de tal forma que suscite la sospe-cha, la interpelación y el interés por la específica expe-riencia cristiana que los motiva y dinamiza.

Esta experiencia es el amor del Padre, el don de Jesús,la presencia activa de su Espíritu, la propuesta de laBuena Noticia hecha proyecto de vida... Todo ello vehi-culado a través de realidades humanas significantes enla vida y en la entrega de la comunidad.

El significado y el significante constituyen una mismarealidad en el signo. Evangelio y liberación del serhumano se unen en el proyecto comunitario, configu-rándose como realidad significativa del amor salvíficode Dios entre las personas.

Cabe aquí preguntamos en una doble dirección. En pri-mer lugar, si lo que la comunidad vive y trasmite es laexperiencia de vida del acontecimiento cristiano o unamera «religión» que adoctrina y recluta a los jóvenes.

Giza-solidaritzatik fedearen jakin-minera igarotzea, ez dasoilik gertatzen, elkartea zenbait ekintzatan solidaritza-legami izan delako, kristau elkarte bezala zentzu berezibat ematen diolako baizik.

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En segundo lugar, si las mediaciones significantes sonadecuadas a la experiencia de vida o más bien velan lavivencia de la misma por inadecuación del «lenguaje»institucional y personal.

b) La realidad de los jóvenes, destinatarios del signo,impone a este unos condicionamientos que le afectanprecisamente en su identidad de signo. Porque la esen-cia del mismo no se define simplemente por la realidadsignificada y significante, sino también por la adecua-ción al destinatario, que ha de poder percibirlo como talsigno. De lo contrario no realiza de hecho su caráctersignificativo.

La cultura joven en su denominador común, presentacaracterísticas y sensibilidades que han de ser tenidasen cuenta por la comunidad si pretende ser significativa.

En la sensibilidad joven existen valores que sintonizancon el Evangelio y otros, sin embargo, que entran encontradicción. Es imprescindible un análisis de la reali-dad de los jóvenes en concreto y estudiar cuáles son losprincipales condicionantes que su situación plantea ala significatividad cristiana de la comunidad. En generalpodemos apuntar algunos desafíos de fondo a los quedebemos adaptar nuestra encarnación, relaciones, sím-bolos y proyecto:

- Significar ante todo gratuidad en la disponibilidad delservicio y de cuanto la comunidad posee en favor delos desfavorecidos.

- Relaciones fraternas alegres, respetuosas del otro,abiertas a la comunicación, en un proyecto comunita-rio de oración, encuentros, acogida y servicio que esfácilmente detectable por los jóvenes que se acercana la comunidad.

- Lucha solidaria por la justicia fuera de los ámbitospropios de la comunidad.

- Capacidad de escucha y de tolerancia sin que, porotra parte, se disimule la propia identidad creyente.

- Cuidar los signos en las celebraciones de la fe, en laoración participada, en el ágape de la vida fraterna ybuscar cauces para que los jóvenes participen enellos.

- Casa abierta, pluralidad de iniciativas convocantes,posibilidad de propuestas relativas a los problemasde los jóvenes del entorno.

- Acercamiento personal al joven en el encuentroespontáneo, interés por «sus cosas» sin pretenderinvadir su intimidad, tener grupos y actividades queofrecerle para abrirse a relaciones propias de sucondición.

- No olvidar que lo que más interpela significativamen-te es aquello que más se echa en falta: relacionesnuevas de libertad, amor solidario y experiencia dealegría verdadera. Todo ello dentro de la «normali-dad» de una vida inserta en la realidad del mundoque con ellos compartimos.

La significatividad de la comunidad, entre los jóvenescristianos, tiene unos parámetros más claramente iden-tificados dentro de la propia vocación y carisma:

- Un proyecto comunitario en el que el amor y la unidadse significan desde los valores evangélicos fuerte-mente encarnados en la historia concreta: «En estoconocerán que sois mis discípulos...».

- Que el amor solidario y la unidad en la comunidad semanifiesten en opciones radicales: renuncia a los pri-vilegios clasistas individuales y de grupo, socializa-ción de los propios bienes en función de los pobres,una cultura popular que proyecta un ser humanonuevo y un pueblo solidario, relaciones universaliza-das en referencia prioritaria a los menos integradossocialmente, denuncia profética ante situaciones ysistemas de injusticia.

- Comunidad que invita a los grupos creyentes a hacercomunidad creyente más amplia, más eclesial, másecuménica.

- Opciones misioneras en zonas marginales tanto en elnivel de las personas como de las comunidad e insti-tuciones.

c) La comunidad significante debe relativizarse en su evo-lución y conversión progresiva a las exigencias de losdos polos anteriormente descritos (exigencias de la rea-lidad significada y de los destinatarios). La comunidaddebe ser como el siervo que media entre el Señor delbanquete y los invitados (Lc 14,17ss). Por ello pone suempeño en los siguientes acentos:

- Evitar aparecer como empresa fundada en el poder ins-titucional, fin de sí misma y objetivo de una clientela.

- Anteponer la relación a la actividad y la actividad a laestructura.

- Estar dispuesta a emprender la «reconversión» necesa-ria de las mediaciones pastorales para que estas pue-dan servir al carisma de comunión y misión en conso-nancia con la condición humana de sus destinatarios.

- Deducir y aceptar para su vida interna las consecuen-cias que se derivan de un proyecto pastoral personali-zado y liberador.

- Abordar, en consecuencia a todo ello, un adecuado pro-yecto formativo de las nuevas generaciones que seincorporan a las comunidades, con el fin de que la per-sona madure sus opciones en claves de comunión fra-terna y de misión solidaria.

Elkarte adierazle baten ezaugarriak hauek dira: Elkartepobre eta partekatua, elkarte kontenplaziozkoa eta kon-prometitua, elkarte iraunkor eta aldakorra, elkarte batuaeta anitza, elkarte eliztar eta laikoa, elkarte identifikatuaeta irekia, elkarte iragarria eta iragarlea, elkarte lekuko etabarreiatua...

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En breve, resumiría las cualidades de una comunidad signi-ficante de esta forma:

- comunidad pobre y compartida,- comunidad contemplativa y comprometida,- comunidad permanente y cambiante,- comunidad unida y plural,- comunidad eclesial y secular,- comunidad identificada y abierta,- comunidad convocada y convocante,- comunidad presente y «dispersa»...

Desde el propio carisma vocacional y desde las propiascoordenadas históricas, cada comunidad deberá traduciren opciones la relación dialéctica de estas cualidades para-dójicas.

La significatividad exige que la comunidad viva en una salu-dable tensión. Porque, entre la fidelidad al Espíritu y la fide-lidad a los jóvenes, surge necesariamente una tensión, unabúsqueda, un discernimiento y unas decisiones que han deser continuamente revisadas, llevadas a la oración y con-trastadas en la vivencia fraterna y en la praxis pastoral.

Saludables tensiones surgen en no pocas comunidades a lahora de vivir prácticamente las dialécticas entre testimonioevangélico y servicio encarnado y eficaz.

El testimonio de pobreza, la disponibilidad de cara a lasocialización, la apertura a las iniciativas de otros, la prefe-rencia por los pobres desde su propia condición, etc., nosiempre se perciben fácilmente conciliables con la encarna-ción eficaz de los servicios que exige la promoción de losjóvenes.

La posesión de ciertos medios nos puede hacer más efica-ces y, al mismo tiempo, pueden desfigurar la naturalezaevangélica del testimonio comunitario. Las consolidadas yvaliosas estructuras ofrecen servicios garantizados desde elpunto de vista técnico, pero no siempre son fácil vehículo dela significatividad de la vida comunitaria como fraternidadevangélica.

No es fácil «ajustar» a la justicia del Reino estos dilemas oestas dialécticas. Distinguir cuando nos encontramos anteun dilema ante el que debemos optar radicalmente, o cuan-do nos encontramos ante realidades dialécticas, que habráque equilibrar adecuadamente, es tarea ardua de discerni-miento, de oración y de decisiones carismáticas.

1.3. La significatividad implica un nuevo lenguaje pastoral.Los signos interrogan a los jóvenes, suscitan en ellos el inte-rés y la atracción, les ayudan a intuir valores y vivencias. Lossignos hacen surgir preguntas. Las preguntas instan a darrespuestas, y estas necesitan un adecuado lenguaje queexplicite las vivencias y profundice en el origen, contenidose implicaciones de las mismas.

Es cierto que los signos, si son tales, son lenguaje queexpresa vivencias y reclamos. Pero, a su tiempo, es nece-saria la palabra que ayuda a objetivizar. Desde la expe-riencia, que ilumina la conciencia, llegamos a la palabra,que no se reduce a mero concepto, sino que envuelve ycolorea a este desde una vivencia determinada.

La comunidad debe acuñar la experiencia que transmiteen un lenguaje fiel a la objetividad de la fe y a la riquezade la experiencia compartida. De esta forma, los jóvenesirán progresivamente percibiendo el contenido que lacomunidad transmite en palabras como «fraternidad»,«solidaridad», «libertad», «justicia», «misericordia»,«esperanza» y «salvación».

La palabra necesita proyectarse sobre signos vitalespara evitar la ambigüedad y el deterioro a que estásometida. Y esto es especialmente necesario en la trans-misión de la Buena Noticia de Jesús y en los contenidosde la fe. Acertar con el lenguaje adecuado es una exi-gencia de la praxis pastoral.

A través de su presencia significativa, la comunidadtransmite sobre todo que en ella «acontece» algo.Comunicar la fe como acontecimiento es fundamental enel lenguaje de la misma.

Ante el signo, los jóvenes intuyen que en esa comunidad«pasa algo especial...». Realmente, lo que debemosexplicitar es lo que os pasa.

Él Padre nos ha dado a Jesús como su Palabra definitiva.Por el Espíritu vivimos como hijos en un proyecto comu-nitario de fraternidad y de solidaridad que da pleno sen-tido a nuestras vidas... Esto es lo que acontece en lacomunidad. Desde la fraternidad solidaria entendemosla Palabra y la historia, intentamos una y otra vez con-vertir el corazón al Amor primero y vivimos esperanzadosporque Jesús, en su Pascua, ha vencido nuestra muerte ynos incorpora a su nueva Vida.

Este acontecimiento nos impulsa al compromiso delamor cristiano. Esta es otra clave del lenguaje de la feque debe ser convenientemente explicitada en sí mismay como derivada del acontecimiento que la provoca.Evidentemente, los jóvenes comprenderán este lenguajeen la medida en que tengan experiencia de lo que en élse afirma.

La celebración cristiana es otro de los aspectos en losque el lenguaje desvela lo que la comunidad revive yrecibe.

Celebrar es algo muy pertinente a la cultura juvenil.Celebrar y hacer fiesta porque hay algo que celebrar,algo feliz, algo especial, algo que nos afecta a quienesnos reunimos para celebrar el don que recibimos.

En la celebración se actúa y se vive la presencia delSeñor, que nos da su Palabra y su pan y nos hace hijos yhermanos. Constituye así la comunidad como su cuerpo.Nos hace comulgar en él con todos los seres humanos,de quienes nos hace siervos solidarios.

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Celebrar es también ser reconciliados con el Padre ycon los hermanos. Reconciliados es volver a ser conci-liados, es decir, reunidos y hermanados, pacificados ysolidarizados. Reconciliación es volver a casa, a la ale-gría, al encuentro con el calor del abrazo paterno, conla mesa compartida y la fraternidad recuperada...

Desde estas claves de comunidad fraterna viviente en elacontecimiento de Jesús, comprometida en el amor soli-dario y permanentemente renovada en la celebraciónpascual, podrán los jóvenes entender el lenguaje sobreel dogma, la liturgia, la moral y la institución eclesial.Sin la presencia significativa de la comunidad y sin uncorrespondiente y adecuado lenguaje sobre su expe-riencia, difícilmente los jóvenes asumen otros discursoso explicaciones…

Es la experiencia viva de la comunidad la que se hacemensaje.

2. Bakoitzari egokitzeko prozesuaren metodologia

Metodología para un proceso de personalización

La comunidad sujeto de una adecuada actividad pasto-ral debe también optar por una metodología pastoraladecuada a la personalización de la fe en los jóvenes.

Optamos por una metodología pastoral que tengaestas características principales:

2.1. Metodología de grupoLos jóvenes necesitan sentirse convocados en grupo,compartir sus experiencias juntos, entablar relacionesen las que comunicar, actuar, reflexionar y discernirdesde la diversidad de opiniones y sensibilidades, cul-tivar la amistad en objetivos dignos y constructivos. Sila oferta cristiana es un proyecto de vida que implicarelaciones nuevas y compromisos más profundos, esevidente que el proceso de personalización ha dehacerse en grupo.

Tres son los principales elementos que constituyen algrupo y le dotan de la homogeneidad necesaria enorden a facilitar a sus componentes alcanzar los objeti-vos propios del proyecto pastoral:

- identidad explicitada y aceptada del objetivo fun-damental del grupo,

- relaciones intersubjetivas en sus miembros,

- Actividades y ambientes necesarios para los obje-tivos y las relaciones.

Corresponde a la comunidad posibilitar estos elemen-tos para que el grupo de jóvenes, en vinculación a ella,pueda ir configurándose como grupo en apertura co-munitaria.

2.2. Metodología activo-inductivaA partir de la experiencia se forma la conciencia con la apor-tación de la reflexión comunitaria, que ayuda a «poner pala-bra» a las vivencias habidas. Sin esta dinámica, difícilmentesurgen en las personas y en los grupos las instancias últimas.

La metodología activa implica asumir la encarnación como cri-terio básico de la acción pastoral. Toda realidad humana esámbito de experiencia desde la que poder inducir instanciasen búsqueda de sentido. Toda realidad humana es ámbitodonde ejercer amor liberador y vivir la dialéctica muerte-vida.

Los jóvenes necesitan en su proceso asumir la experiencia delo cotidiano con sentido nuevo, e inducir, desde la vida, lasreflexiones e instancias que emergen, iluminándolas con lapalabra, con la comunicación y revisión en grupo, con la ora-ción y con el compromiso creciente. A ello les debe ayudar elproyecto formativo pastoral. Por consiguiente, la comunidaddebe valorar adecuadamente la vida real de los jóvenes ani-mándoles a insertarse en ella con mirada profunda y amplia,y corazón abierto y solidario.

Pero, por otra parte, los jóvenes necesitan también experien-cias especiales que les ayuden a tener vivencias más estimu-lantes de fraternidad y solidaridad, de convivencia y compa-sión, de trabajo y entrega, de alegría nueva y de paz interior…Estas experiencias programadas, preparadas y adecuada-mente realizadas dan pie a la comunidad para proponer refle-xiones e instancias más profundas y estimular a dar pasosnuevos en el proyecto personal y de grupo.

2.3. Metodología de la interiorizaciónNo basta hacer surgir las instancias adecuadas desde la expe-riencia vivida. Es necesario «interiorizar» esa dinámica deforma que sea profundizada y que los jóvenes la traduzcan enplanteamientos, actitudes y opciones.

La mente y el corazón necesitan volver sobre las vivencias detal forma que las convicciones y los sentimientos nuevos vayanconfigurando las inclinaciones y decisiones de la voluntad.

Gazteek, taldeka deituak sentitzearen beharra dute, bereesperientziak elkarrekin bizi, harremanak sortu, bakoitzakbere iritzi eta sentikortasunetik gogoeta eta bereizketa egin,helburu duin eta eraikigarrietan landu adiskidantza. Kristaueskaintza, erlazio berriak eta konpromiso sakonagoakeskatzen dituen bizitza-proiektu bat bada, bistako da perso-nalizatze prozesua taldean egin behar dela.

Metodologia ekintzaileak, pastoral ekintzaren oinarrizko hel-buru, gizakundea bere gain hartzea eskatzen du. Edozeingiza-errealitate, zentzu bilaketara eramateko esperientziaesparru da.

Pastoral metodoa ez da lan egiteko era bat soilik, baita harre-manak, bizitzaren iritzi zehatza, elkartea eta taldeen artekoelkarlana, egiteko era ere ba da.

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La interiorización se logra a través de cuatro medios queentre sí forman un proceso dialéctico:

- Ante todo es preciso reflexionar sobre la experienciavivida y las instancias surgidas en ella. Reflexionarsupone profundizar en los aspectos tematizados,derivando en sus implicaciones, dificultades, situa-ciones y exigencias concretas. Es conveniente con-trastar la propia reflexión en el grupo y en el acompa-ñamiento personal. Las lecturas, convenientementeelegidas, son una ayuda para aprender a tematizarlas propias experiencias.

- La Palabra ilumina como telón de fondo los plantea-mientos, actitudes y opciones que van surgiendo enla propia reflexión. La Palabra no siempre dice lo quehay que hacer, pero siempre nos dice cómo tenemosque ser, y desde ahí garantiza el sentido de todareflexión. La comunidad ha de introducir adecuada-mente a los grupos en la referencia a la Palabra. Paraeso ella misma ha de ser percibida por los jóvenescomo una comunidad convocada por la Palabra yperegrina entre la historia y la Palabra.

- Llevar a la oración personal y de grupo la reflexiónsurgida desde la vida e iluminada por la Palabra. Laoración es imprescindible en el proceso de interiori-zación creyente. Una tarea fundamental de la comu-nidad pastoral es la educación a la oración personal ycomunitaria. La comunidad misma ha de ser percibi-da por los jóvenes como comunidad orante. Invitar aorar con la comunidad es invitar a auscultar el cora-zón de la comunidad.

- La interiorización culmina y se expresa en sus frutosen la celebración comunitaria y de grupo. Las cele-braciones de la Palabra, de la eucaristía, de la recon-ciliación, con acontecimientos en los que se culminala interiorización de un proceso de conversión, derenovación, de reencuentro. En ellas el corazón reno-vado se expresa en alabanza, acción de gracias,comunión fraterna, solidaridad nueva.

2.4. Metodología de la comunicaciónLa realidad interiorizada ha de ser transmitida para serenriquecida y enriquecedora en el grupo.

La comunicación es otro aspecto de la metodología pasto-ral que debe ser progresivamente introducido en el proce-so. Es necesario educar para la comunicación.

Esto supone descubrir los motivos de la misma, las actitu-des con que realizarla (libertad, sinceridad, progresividad,respeto a la intimidad y confianza en los otros) y los valo-res que aporta de cara a la solidaridad del grupo y a laayuda interpersonal.

La comunidad pastoral que no vive la comunicación comoejercicio permanente y normal de la vivencia compartidade la vocación, difícilmente podrá educar a los jóvenes enesta praxis. La comunicación del catequista, dentro delgrupo de jóvenes, es uno de los elementos fundamentalespara la transmisión de la fe de la comunidad al grupo. Enesta comunicación, el catequista manifiesta cómo élmismo intenta vivir la relación fe-vida, cómo interiorizaesta en la Palabra y en la oración.

2.5. Metodología de la formaciónLa metodología inductiva necesita ser simultáneamentecomplementada por la formación intelectual.

La formación ayuda a progresar en la comprensión de con-tenidos más amplios que los que inmediatamente emer-gen de la experiencia. Sitúa a estos dentro de un contextomás global. Ayuda a descubrir formulaciones objetivas,conexiones y derivaciones entre las diversas dimensionesdel proyecto formativo.

La formación psicológica, social, teológica y espiritualofrecerá a los jóvenes conocimientos que no solo favore-cen la percepción teórica de la realidad, sino que les ayudaa valorar y situar la experiencia.

Para ello es preciso que, en el plan personal y de grupo, sepresenten los temas que conviene estudiar con materialesformativos y dinámicas personales y grupales adecuados.

Es importante acertar con los textos que se proponganpara la formación personal y de grupo, con el fin de lograrestablecer, en sus contenidos y método, una intensa rela-ción entre la fe y la cultura.

De lo dicho hasta aquí sobre la metodología se deducenalgunas consideraciones:

- La comunidad podrá convocar a los jóvenes a partici-par en grupo si sabe crear relaciones entre ellos, sifomenta el contacto y la invitación personal, si tieneun proyecto atrayente que ofrecer, si cada uno de susmiembros se compromete a acompañar a esos jóve-nes en un proceso adecuado, empeñando en ellotiempo, celo y preparación.

- La comunidad podrá suscitar una metodología deexperiencia, interiorización, comunicación y forma-ción si ella misma vive en este dinamismo. Lo quevive lo transmite, y lo transmite invitando a los jóve-nes a recorrer sus mismos caminos, adaptados alnivel y proceso de los jóvenes.

- El método pastoral es un estilo no solo de trabajopastoral, sino también de relaciones, de valoraciónde la vida concreta, de interacción vital entre la comu-nidad y los grupos.

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Delegación Diocesana de Pastoral con Jóvenes

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