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CRITICA DE LIBROS La crisis del Estado Ed. a cargo de Nicos POULANTZAS (Editorial Fontanella. Barcelona, 1977, 400 páginas) La crisis del Estado capitalista, es- tudiada desde todos los ángulos ima- ginables, se ha constituido en un tema típico —que amenaza traducirse en tópico— de la literatura marxista ac- tual. Concretamente los estructuralis- tas franceses —Althusser, Balibar, Godelier, Poulantzas...— han produ- cido una obra tan vasta como densa que ha creado una corriente de pen- samiento, doctrinalmente identificada, cuya influencia en las investigaciones sobre la teoría del Estado es inne- gable. Si bien la modelación de un cuerpo teórico coherente, a propósito de rea- lizar una teoría marxista de la socie- dad y el Estado, no ha tenido dema- siado éxito, la metodología subsecuen- te sí ha producido elementos de análi- sis suficientes para realizar una crítica profunda de la estructura del Estado capitalista actual. En estas líneas debemos reconocer que el esfuerzo del equipo dirigido por Poutlanzas es notable y el con- junto de la obra contribuye bastante al conocimiento de un enfoque teóri- co-crítico importante para el estudio de las recientes investigaciones en el campo de la teoría del Estado. Como advierte Sergio Vilar en la introducción del colectivo —matizan- do el caso de la crisis del Estado espa- ñol—, la crisis del Estado es un he- cho tan evidente como universal. La internacionalización —generaliza- ción— de los fenómenos políticos que socavan las bases mismas del Estado —poder, representación, burocracia— y de sus elementos doctrinales —le- gitimidad y legalidad de los actos del poder— resultan indicadores efectivos de la universalidad del fenómeno y de su importancia real. Sin embargo, sería erróneo identi- ficar esta etapa histórica como la des- tinada a conocer la destrucción del Es- tado capitalista y la construcción de otra estructura social sustancialmente distinta. La quiebra de las institucio- nes —de los elementos— supone la crisis del Estado —de la estructura global—, pero no determina el hun- dimiento del exponente máximo de las formas de organización política con- temporáneas. El Estado se adapta y pervive más allá de las crisis y de los cambios —por profundos que sean— de la estructura. Su capacidad de transformación es tan amplia como lo RIS 1/78 pp. 295-326

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CRITICA DE LIBROS

La crisis del Estado

Ed. a cargo de Nicos POULANTZAS

(Editorial Fontanella. Barcelona, 1977, 400 páginas)

La crisis del Estado capitalista, es-tudiada desde todos los ángulos ima-ginables, se ha constituido en un tematípico —que amenaza traducirse entópico— de la literatura marxista ac-tual. Concretamente los estructuralis-tas franceses —Althusser, Balibar,Godelier, Poulantzas...— han produ-cido una obra tan vasta como densaque ha creado una corriente de pen-samiento, doctrinalmente identificada,cuya influencia en las investigacionessobre la teoría del Estado es inne-gable.

Si bien la modelación de un cuerpoteórico coherente, a propósito de rea-lizar una teoría marxista de la socie-dad y el Estado, no ha tenido dema-siado éxito, la metodología subsecuen-te sí ha producido elementos de análi-sis suficientes para realizar una críticaprofunda de la estructura del Estadocapitalista actual.

En estas líneas debemos reconocerque el esfuerzo del equipo dirigidopor Poutlanzas es notable y el con-junto de la obra contribuye bastanteal conocimiento de un enfoque teóri-co-crítico importante para el estudiode las recientes investigaciones en elcampo de la teoría del Estado.

Como advierte Sergio Vilar en laintroducción del colectivo —matizan-do el caso de la crisis del Estado espa-ñol—, la crisis del Estado es un he-cho tan evidente como universal.La internacionalización —generaliza-ción— de los fenómenos políticos quesocavan las bases mismas del Estado—poder, representación, burocracia—y de sus elementos doctrinales —le-gitimidad y legalidad de los actos delpoder— resultan indicadores efectivosde la universalidad del fenómeno y desu importancia real.

Sin embargo, sería erróneo identi-ficar esta etapa histórica como la des-tinada a conocer la destrucción del Es-tado capitalista y la construcción deotra estructura social sustancialmentedistinta. La quiebra de las institucio-nes —de los elementos— supone lacrisis del Estado —de la estructuraglobal—, pero no determina el hun-dimiento del exponente máximo de lasformas de organización política con-temporáneas. El Estado se adapta ypervive más allá de las crisis y de loscambios —por profundos que sean—de la estructura. Su capacidad detransformación es tan amplia como lo

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es la voluntad y el poder de la/s cla-se/s dominante/s.

Por ello, el análisis del fenómenoreferido desde un punto de vista doc-trinal clásico —el del derecho políti-co—, resultaría básicamente insufi-ciente y sólo produciría malabarismosteóricos sin fundamento ni posibili-dades reales de explicar las causas ylos momentos de la crisis.

El valor global del libro de referen-cia reside en las cualidades de su aná-lisis, por cuanto que arranca de unestudio dinámico de las estructuraspara contemplar no sólo su estado ac-tual y los elementos que producen lacrisis, sino también para seguir y ana-lizar los momentos de la misma entanto que proceso dialéctico. Este úl-timo extremo permite conocer cómose realizan las transformaciones de loselementos del Estado y de qué mane-ra se consolidan, o tienden a conso-lidarse, los procesos de cambio.

Por tanto, la justificación que Pou-lantzas da a estos trabajos es triple,aduciendo las siguientes razones:

— Políticas; respecto del carácterde la lucha de clases y de loscambios de la estructura delpoder.

— De coyuntura ideológica; ata-cando al irracionalismo de lasteorías políticas actuales.

— Teóricas; cuyo objeto es am-pliar el campo de las investiga-ciones marxistas sobre el Es-tado.

Visto lo anterior y considerando elcarácter colectivo del trabajo, utiliza-remos para la presente recensión elsiguiente esquema, que desarrolla elcontenido teórico de la obra, signifi-cando la paternidad de las diferentesaportaciones:

CRISIS DEL ESTADO

A) TEORÍA GENERAL.

I. Transformación de las estruc-turas y crisis del Estado.

— Poulantzas: transforma-ciones del Estado y cri-sis.

— Christine Buci - Gluck-smann: historia y concep-to de crisis.

— Jean-Marie Vincent: teo-ría de la crisis.

— Joachim Hirsch: crisis delEstado burgués.

— Sergio Vilar: crisis delEstado español.

B) ELEMENTOS DE LA CRISIS.

I. Crisis económica.

— Suzanne de Brunhoff: so-bre la crisis capitalista.

— Jean-Pierre Deliez: facto-res internacionales de lacrisis del Estado.

II. Crisis social.

— Manuel Castells: consu-mo colectivo o crisis ur-bana.

— Renaud Dulong: políticaregional y crisis estruc-tural.

— Jacques Sallois y MichelCretin: sobre la burocra-cia especializada.

— Dominique Charvet: cri-sis del poder judicial.

III . Crisis de las relaciones inter-nacionales.

— Alain Joxe: crisis mili-tar. La lucha por la hege-monía atlántica.

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CRITICA DE LIBROS

La división no es caprichosa; obe-dece a la necesidad de englobar ladiversidad de las aportaciones en surazón objetiva y de acuerdo con suscontenidos esenciales.

Así, la parte que engloba los traba-jos sobre las transformaciones de lasestructuras constituye un fondo doc-trinal básico para el estudio de losfenómenos más concretos sobre losque se centran el resto de los traba-jos, dedicados a la investigación delos elementos de la crisis.

El Estado, aun determinado por sucarácter de clase, se convierte en «ex-plotador colectivo» —Buci - Gluck-smann— y la crisis de su estructurarefleja el estado y clase de las contra-dicciones sociales que se producen ensu seno. Consiguientemente, las crisis,tanto políticas como económicas, sonelementos de un mismo fenómeno ge-neral que no se detiene en los límitesestrictos de una nación determinada,sino que alcanza, condiciona e influ-ye a todo el área occidental.

La elección de un determinado sis-tema de organización política no seplantea como decisión entre dos op-ciones distintas. Los autores partici-pan en una determinada realidad yson los fenómenos que se producenen ésta los que se someten a análisis.Por ello, el estudio se circunscribe ala crisis del Estado capitalista actualy a las interrelaciones que existen en-tre las diferentes áreas políticas suje-tos u objetos del imperialismo transna-cional. Dentro de esta estructura com-pleja se encuentran todos los elemen-tos que caracterizan la crisis, así comolas condiciones que la producen. Elanálisis, tomado desde esta óptica,puede estudiar, igualmente, objetosgenerales, parciales e incluso elemen-tos aislados de ambos o de uno deellos. Una vez asumida la necesidad

de someter la organización de las es-tructuras globales a la determinaciónde su influencia recíproca, el estudiono cae en errores de abstracción, pues-to que todo límite está consideradode antemano. A grandes rasgos, la me-todología del libro se inscribe en estalínea y se adapta al esquema que he-mos desarrollado más arriba.

La distinción entre la fase de re-producción del capitalismo y la cri-sis del capitalismo, así como la dis-tinción consecutiva entre las transfor-maciones del Estado, propias de estafase, y las que tocan a la crisis delEstado, exigen —dice Poulantzas—una definición precisa y clara del con-cepto de crisis.

Este problema puede resolverse par-cialmente limitando el concepto de cri-sis y designándolo a un nivel con-creto. Así podemos hablar de crisiseconómicas y de crisis políticas, peroteniendo muy en cuenta que ambostérminos se hallan en perpetua inter-acción y que, normalmente, tendránuna relación causal, si bien existiráun factor determinante o más carac-terístico que permita definir, de ma-nera específica, el carácter de la crisis.

Por otra parte, como indica Buci-Glucksmann, no sólo se trata de es-tudiar la crisis del Estado a nivel dequiebra del aparato del poder de unaclase, sino también de analizar lascondiciones de crisis revolucionariaque actualmente inciden en casi todoslos países del área occidental. Si lamáquina estatal, como lugar de orga-nización de un bloque en el poderque se reestructura en la crisis, nopuede ser homogénea, es decir, nodeja de estar atravesada de sus propiascontradicciones, la crisis del Estado,en cuanto que crisis revolucionaria,no suele penetrar a este aparato: sim-plemente lo destruye.

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CRITICA DE LIBROS

Es evidente que la relación de fuer-zas sociales, políticas y económicas,ideológicas y culturales, se expresa entodos los niveles de la sociedad y secondensa en el aparato del Estado,mostrando su estructura por mediodel sistema de contradicciones inter-nas que se desarrollan en el interiordel propio aparato. Por consiguiente,la tendencia de los Estados actuales aintegrar dentro de un aparato los ele-mentos que condicionan su propia he-gemonía implica una crisis inequívo-ca de los conceptos tradicionales —po-líticos— que definían su estructura.

Las relaciones de fuerza que sedesarrollan en la estructura social glo-bal definen con bastante claridad cuáles el estado de las instituciones y per-miten conocer, al estudiar las reac-ciones de éstas frente a las presionesa las que se ve sometida, la situaciónpor la que atraviesa un aparato esta-tal determinado.

En esta línea, Jean-Marie Vincentafirma que la crisis proviene de lacreciente intervención del Estado y dela extensión de sus aparatos, en tantoque a este fenómeno no acompañaninguna profundización de la partici-pa^ínn política democrática. Por elcontrario, el poder legitima estas in-tervenciones mediante medidas que notratan de los problemas esenciales yque ocultan el carácter real de las me-didas de «socialización», enfrentándo-se al deseo de las masas de controlarlos procesos de cambio social y lascondiciones del mismo. El problemase agudiza por cuanto que transcurreen medio de una profunda crisis delas relaciones de producción y de lasrelaciones de trabajo. Así, la crisisde legitimación, al decir de Habermasy Offe, se traduce en crisis de direc-ción del poder.

Para Joachim Hirsch, al analizar

las condiciones de la crisis del Estadoburgués, es la reproducción de las re-laciones de clase, dominadas por laley del valor, lo que implica la crisisde las instituciones, ya que el proce-so anterior determina una instanciafísica de represión formalmente exte-rior al proceso de reproducción y alas clases que actúan en él. Esto sig-nifica que la reproducción de las cla-ses, en el proceso de valorización delcapital y en la reproducción de la do-minación política, no se realiza de ma-nera idéntica. Así, la lucha por la he-gemonía política en el seno mismode la clase dirigente significa un dete-rioro notable de la capacidad legiti-madora de sus actos.

Entrando ya en la cuestión de lacrisis económica del capitalismo ac-tual, Jean-Pierre Deliez mantiene latesis de que la internacionalización delos elementos de la crisis determinaun retorno en la fuerza de ésta al ni-vel de la sociedad nacional, lo que asu vez revela la importancia primor-dial del cambio de contenido del Es-tado como tal. Consecuentemente, sila internacionalización participa de lascausas esenciales de la crisis del Esta-do, son, de hecho, las transformacio-nes sociales y políticas internas las quepermitirán a esta crisis encontrar supunto final.

El binomio crisis de la sociedad-crisis del Estado se analiza desde cua-tro ángulos: consumo colectivo y ur-banismo, regionalismo, burocracia yjusticia. Aquí se trata de estudiar losfactores sociales que determinan unacierta crisis de las instituciones y node la crisis en sí, como tal.

Este último aspecto tiene una enor-me importancia para entender y ana-lizar el desarrollo de la crisis del Es-tado-institución. Tanto las relacionesde producción urbana como el tipo

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de consumo a que da lugar la aglome-ración metropolitana implican unanueva dimensión en las relaciones dedominio-explotación típicas del capita-lismo. Por otra parte, la eclosión delas ciudades significa la destrucciónparcial de los controles sociales clási-cos y el desarrollo de nuevas formasde alienación. A la vez, la contesta-ción del proletariado urbano y la quie-bra de los modelos de integraciónusuales implican que se produzca unserio desequilibrio en la estructurasocial.

De igual manera, la crisis de la re-lación Estado-sociedad local —regio-nal— se produce a raíz de las medi-das pseudodescentralizadoras que pre-tenden mantener la dependencia delas unidades territoriales periféricasrespecto del centro de decisión políti-ca. Este fenómeno, en los Estados uni-tarios sobre todo, se manifiesta en laforma de tensiones estructurales en elseno de la estructura política globalque no pueden resolverse fácilmentecon medidas de poder dictadas unila-teralmente, sino que precisan de untratamiento especial. Normalmente,

las contradicciones entre los poderesperiféricos y los intereses de claseque representan y sus correspondien-tes centrales no suelen tener una solu-ción fácil ni inmediata, lo que impli-ca una crisis de importancia conside-rable.

Tanto lo que respecta a la alta bu-rocracia como a la crisis del poder ju-dicial se centra en el deterioro cons-tante de las superestructuras y se re-fiere a la inconcreción de los rolessociales institucionalizados y, como yase dijo, al creciente poder del Estadoy a sus tendencias monopolistas res-pecto de los aparatos de la hegemoníapolítica.

Por último, Alain Joxe, estudian-do la crisis del Estado y las relacionesinternacionales, ve en la crisis de losEstados nacionales los elementos quedeterminaron la quiebra de las alian-zas imperialistas. Por un lado hay queconsiderar la cuestión de la soberaníadel Estado, y por otro, consecuente-mente, el cambio de estrategias alian-cistas y el fin de la importancia estra-tégica de los territorios.

JUAN CARLOS GONZÁLEZ HERNÁNDEZ

Les Sommets de l'Etat

PlERRE BlRNBAUM

Essai sur Pélite du pouvoir en France(Eds. du Seuil. París, 1977, 188 páginas)

El estudio de las élites político-ad-ministrativas, y en un sentido ampliode la naturaleza del Estado francés,no es una cuestión que pueda aprehen-derse fácilmente. El objeto de Birn-baum se centra, por tanto, en el aná-lisis de conjunto sobre las transfor-maciones sufridas por la clase política

francesa, es decir, tanto el personalpolítico especializado como los parla-mentarios, los miembros del Gabinete,los altos funcionarios y, en suma, to-dos aquellos que, situados en lugaresdiferentes, pero relevantes, de la es-tructura político-administrativa, tie-nen capacidad para influir o participar

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tanto en las decisiones como en lasrealizaciones de Estado.

Definida de esta manera, la élite delpoder se manifiesta, aparentemente,como un aglomerado heterogéneo. Poruna parte, profesionales de la políti-ca, en sentido clásico; de otra, funcio-narios de alta categoría con compe-tencias estrictamente definidas y denaturaleza diferente. A lo largo de lahistoria de Francia, estos dos sujetospolítico-administrativo han mantenidotoda suerte de relaciones, pasando dela franca hostilidad a la cooperaciónmás estrecha. Sin embargo, el proble-ma que subyace es el de la autonomíafuncional del Estado.

Con frecuencia, y sobre todo en lasconcepciones estructuralistas del Es-tado, se olvida que las élites referidasdeterminan en gran parte la cohesióndel Estado; éste puede estar dirigido,efectivamente, por un personal hete-rogciieo, con intereses opuestos y sir-viendo de portavoces a grupos socia-les que incluyan categorías socio-económicas muy diversas. Los autorescontemporáneos que estudian la natu-raleza del Estado no suelen ocuparseen profundidad de esta cuestión, yaquellos que la consideran procuraneliminar la importancia real de lascrisis estructurales que se producenen el seno del Estado.

Unos son partidarios de utilizar co-mo argumento, para demostrar unaunidad que no existe, los mecanismosde manipulación ideológica de los quedispone el aparato de Estado, en elque reconocen como ciertos los con-flictos de intereses internos que plan-tean las crisis. Otros autores eliminantodo el sentido de la crisis manifes-tando que ésta no expresa más queuna contradicción secundaria y no seocupan precisamente del monolitismo

característico de esta institución tan« con tradic toria ».

Birnbaum piensa que, más que ter-ciar en la polémica en torno a lasdemostraciones metafísicas respecto delas cuales se intenta demostrar la fu-sión de las clases sociales, o, por elcontrario, su lucha por apoderarse delEstado, es más importante y enrique-cedor para el conocimiento de la es-tructura política analizar la trans-formación del personal que ocupa lascimas del aparato del Estado, exami-nar su fusión o su enfrentamiento yver el carácter de sus relaciones concada una de las clases o categorías so-ciales que estructuran la sociedadglobal.

Recorriendo en sus aspectos esen-ciales la historia reciente del sistemapolítico francés —lo que constituye eldesarrollo de la obra de Birnbaum—,es evidente que el análisis de los su-jetos que ocupan, en cada momentodeterminado, las cimas del aparato delEstado, contribuye notablemente aesclarecer el papel del mismo Estado.En ciertas épocas, una clase socialllega a ejercer un control tan estrechosobre la estructura social, que llega adominar desde dentro al aparato delEstado, que, entonces, se encuentradirigido por sus representantes direc-tos: caso de la monarquía de julio. Sinembargo, en los tiempos de la fusióncasi completa de poderes, que se pro-duce en la III y IV Repúblicas, elfenómeno es inverso: una fuerte di-sociación entre los poderes políticos,administrativos y económicos, provo-cada por el acceso al poder de unpersonal político profesionalizado, ex-traído de las clases medias y profesio-nes liberales por la mediación de losgrandes partidos que consiguieron unconsiderable prestigio electoral. Si es-tos sujetos llegaron a poseer el poder

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ejecutivo y la mayoría del legislativo,por supuesto no despreciaron el mo-nopolio de la alta administración. Estaestructura de Estado, aparentementeequilibrada, difícilmente pudo mante-ner su posición en los continuos en-frentamientos con las élites que de-tentaban el poder económico.

Como dice Birnbaum, si el Estadono es sólo el instrumento de una claseeconómica dominante, capaz de produ-cir su propia representación, los fun-damentos de su autonomía son pococonsistentes, por cuanto el personalpolítico profesional que dirige en rea-lidad todo el aparato no cuenta conun instrumento funcional en el quepueda apoyarse sin reservas.

El fenómeno inverso se da cuandola institucionalización de las estructu-ras estatales parecen haber alcanzadola perfección, es decir, cuando la má-quina del Estado toma la forma deuna burocracia homogénea y funcio-nal, que se provee por sistemas meri-tocráticos, entonces el Estado se supo-ne independiente y disociado del con-junto del sistema social. En la medidaen la que puede disponer de recursosespecíficos —ejército, funcionarios—,asume la responsabilidad de hacersecargo de la sociedad, de conducirla ydeterminar su carácter general. Delbonapartismo al gaullismo, la efímerapretensión de la independencia delEstado ha sido una constante en lahistoria política francesa.

Así, por ejemplo, durante la V Re-pública, el poder ejecutivo queda enmanos de los altos funcionarios, queabandonan a los políticos profesiona-les el Parlamento. Este órgano tende-rá, entonces, a expresar más los inte-reses locales que la voluntad generalde la nación. Por consiguiente, el po-der ejecutivo se hará cargo directa-mente de la regulación del sistema

social. Es de la fusión poder ejecutivo-alta administración y de su alejamien-to del poder político profesionalizado,que representa intereses parciales ycontradictorios, de donde nace la ten-dencia del Estado a independizarse.Sin embargo, por esta misma preten-sión, el Estado puede justificar su in-tervención, más o menos autoritaria,que tiende a favorecer, finalmente, aJas fuerzas económicas dominantes.

Por el contrario, si el Estado escapaz de cumplir su misión de moder-nización estructural, la manía inde-pendentista no tiene objeto. Así, cuan-do acepta dentro de su aparato a losrepresentantes del poder económico,no permaneciendo cerrado en sí mis-mo, la coherencia de la estructura depoder se acentúa y el equilibrio delsistema es más estable. Así, al gau-llismo le ha sucedido el giscardismo;esto da lugar a una fusión nueva ymás amplia de los poderes político-administrativo y económico. Sin em-bargo, esta nueva fusión cuasi comple-ta de poderes puede provocar el co-nocido fenómeno de inducir un Es-tado frágil y difícilmente capaz desuperar las contradicciones creadas en-tre la independencia residual del Es-tado y las necesidades insoslayablesque actualmente manifiesta la estruc-tura política francesa.

El libro de Birnbaum demuestratodo el complejo espectro de inter-relaciones que existen dentro de laestructura del poder ejecutivo, cuyainfluencia en la determinación de lapolítica de los actuales Estados pareceevidente. Las élites del poder no cons-tituyen una clase, ni siquiera un grupodeterminado, se forman a instancia deestrategias políticas concretas que, sibien poseen un fuerte contenido eco-nómico, tienden esencialmente a laproducción —reproducción— de un

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sistema de organización —control so-̂cial— definido en términos abstractoscuya última ratio es la resolución in-mediata de los problemas planteadospor el propio desarrollo de la estruc-tura social.

La obra se estructura en siete capí-tulos que siguen un orden cronológi-co, de acuerdo con la evolución dela historia política francesa, pero queintroducen elementos comparativos afin de no aislar el fenómeno de susposteriores reproducciones.

El primero se ocupa plenamente dela pretensión independentista del Es-tado y tiende a construir un modelode análisis lógico que sirva para ma-nipular convenientemente los factoresque se analizan. En Francia, país fuer-temente centralizado, la estructuraglobal de la sociedad se ha constitui-do bajo la acción uniformadora delEstado. Este no ha cesado de reforzarsu posición, bien subvencionando ins-tituciones, a fin de crear dependen-cias, o bien eliminando los poderesparciales que pudiesen mermar su ca-pacidad de decisión.

Dos ejemplos concretos, el bona-partismo y el gaullismo, ayudan a en-tender la naturaleza de este primerpaso para acercarnos a la esencia delEstado francés. El primer fenómeno,de acuerdo con las observaciones deMarx, se produce por la cesión delpoder político de la burguesía a cam-bio de conservar sus privilegios eco-nómicos. Sin embargo, esta espada deDamocles, posteriormente, resultarámás peligrosa que útil, ya que, graciasa esta delegación de poder, el Estado,factor determinante en el control delos movimientos proletarios del 48,tenderá a una independencia cuasiglobal.

El fenómeno del gaullismo, anali-zado fundamentalmente desde una óp-

tica comunista —véanse las aportacio-nes al respecto de M. Thorez—, poseecaracteres específicos, aunque, en lí-neas generales, puede asimilarse al an-terior descrito.

De acuerdo con el autor, el análi-sis empírico del personal que detentalos altos cargos estatales da sus fru-tos. Esta variable se demuestra par-ticularmente eficaz cuando se trata dedistinguir las diferentes situacioneshistóricas. Así, es curioso constatarlas similitudes que existen entre el Se-gundo Imperio y el gaullismo. Enambos casos, el Estado proclama suindependencia y se responsabiliza dela organización de la sociedad global.

Sin embargo, la ambición del gau-llismo siempre fue la de construir unEstado independiente de las diver-sas fuerzas sociales, y desde este án-gulo se identifica con los objetivosdel Estado absoluto o los del Estadobonapartista. Pero el proceso por elcual se pretende este propósito no esigual en todos los casos. En la Cons-titución de 1958 se proclama la ideadel Estado arbitral, por encima de lospartidos y de las contingencias políti-cas. Lógicamente, estas mismas con-tingencias supusieron el fracaso par-cial del proyecto.

En el segundo capítulo, el análisisse centra en el estudio del tránsito dela fusión a la disociación de los pode-res. Bajo la monarquía de julio se pro-duce la fusión del poder económico yel administrativo, dominando, en suconjunto, el Parlamento. En esta épo-ca, la fusión de poderes aparece casicompleta; el Estado no pretende apa-recer como un ente independiente, entanto que su personal político-admi-nistrativo y la representación del capi-tal mantienen relaciones no disonan-tes. Por el contrario, a partir de laII I República, la fusión de poderes

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desaparece. En la nueva situación, esel personal político profesional quien,dominando tanto el ejecutivo como ellegislativo, provoca, de hecho, unacompleta disociación entre los poderespolítico, administrativo y económico.La clase política, dotada de caracteresmuy específicos, conduce a la disocia-ción permanente entre ella y la altaadministración, disociación que se per-petuará hasta el fin de la IV Repú-blica.

En efecto, todo el lapso de tiempoque dura esta disociación implica unafuerte diferenciación entre las élitesdel poder —políticos y alta adminis-tración— que controlan las funcionesesenciales de los órganos del Estado.Tanto su origen social, como su tipode formación cultural y sus interesesespecíficos, contribuyen a la produc-ción de este fenómeno. Así, en laIV República, se produce una tripledeterminación de las élites: la profe-sionalización del personal parlamenta-rio, la profesionalización de los minis-tros y la tendencia de la alta adminis-tración hacia la tecnocracia.

El fenómeno inverso se producedurante la V República. Así, en loscapítulos quinto y sexto, se estudia lacreciente autonomización del aparatopolítico administrativo y el carácterde las relaciones entre el aparato delEstado y la economía.

Con la V República desaparece elpersonal político tradicional y profe-sionalizado, cuyo caldo de cultivo loconstituía el juego político de los gran-des partidos y su tendencia a delegarel poder en los dirigentes tradiciona-les. El nuevo sistema político se ma-nifiesta contra el régimen de Asam-blea. Como ya dijimos, la Constitu-ción de 1958 asegura la preeminenciadel ejecutivo y acaba con la depen-dencia del Gobierno respecto del Par-

lamento. El presidente de la Repúbli-ca se constituye en el agente principaldel sistema político, conduciendo sugestión con la ayuda de un Gobiernoque está capacitado para revocar in-cluso si cuenta con la confianza de laAsamblea. Más aún, la nueva Consti-tución hace incompatibles las funcio-nes ministeriales y parlamentarias.Por último, a partir de 1962, la elec-ción del presidente de la Repúblicase efectuará por sufragio directo, pri-vando de esta competencia a la Asam-blea. Si nos remitimos a los hechos,la sucesión en la Presidencia de laRepública, al sustituir De Gaulle aRene Coty, significa, por el mismo he-cho, la profunda transformación quesufrirá el sistema político y que setraduce en el inevitable declive delpersonal político tradicional.

Bajo este régimen, parece que laesfera gubernamental se encuentra enrelación más estrecha con la alta ad-ministración que con las esferas polí-ticas y los partidos. Sin embargo, siconsideramos que la movilidad de losantiguos miembros de las élites polí-ticas se orienta hacia los altos cargosdel mundo empresarial, puede verseque se crean unas líneas de relacióncrecientes entre los nuevos altos car-gos de la Administración y las altasesferas de la economía.

Como afirma Birnbaum, el nuevoaparato del Estado, cuya homogenei-dad se ha logrado gracias a la nuevafusión de poderes, tiende a una ex-tensión de su gestión hacia sectoresvitales de la sociedad global con ob-jeto de reforzar el peso y la indepen-dencia de su propia acción.

El lugar donde se produjo la fusióna la que antes aludíamos fueron lasempresas públicas —cuya importan-cia va en proporción con el grado deintervención estatal en la economía

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privada o con la absorción por partedel Estado de ciertas empresas—. Es-tas instituciones fueron un lugar idó-neo para los contactos entre los tresgrupos que dominan el Estado —po-lítico, económico y administrativo—,en tanto que dominan un lugar estra-tégico para el conjunto del sector eco-nómico de que se trate. Así, se laspuede considerar como el núcleo delas relaciones entre el Estado y elmundo de los negocios. Durante laV República, la fusión de poderesllegó a tener gran intensidad, reali-zándose fundamentalmente, como yahemos dicho, gracias a la movilidadde los altos funcionarios, que reco-rrieron prácticamente todas las altasesferas de cada poder particular.

Por último, concluye Birnbaum, eltránsito hacia «República abierta»,que significa la elección de Giscard,determina, dentro del modelo de aná-lisis que el autor ha utilizado, el de-clive de la autonomía del Estado enfunción a la imposible fusión de po-deres heterogéneos y a menudo con-tradictorios. Tras estudiar el giscar-dismo y las transformaciones sufridaspor los republicanos independientes,así como los conflictivos Gabinetes deChirac, se analiza el intento de crearuna nueva élite tecnocrática —los«Clubs Perspectiva y Realidad»—adicta al ideal giscardiano del progre-so por el desarrollo, con objeto deprocurar un crecimiento económicoque beneficie a la sociedad globalfrancesa.

Careciendo de un apoyo electoralclaro y congruente, el actual sistema

francés, aun impregnado de ciertasideas gaullistas, ha debido cambiar, almenos en apariencia, su rostro. Así,las élites de nuevo cuño, por el con-trario de las que ocuparon el poderdurante la época gaullista, están amenudo ligadas con el mundo de laindustria. No son raros los individuosque han ocupado altos cargos empre-sariales antes de llegar a ejercer fun-ciones ministeriales. La composiciónde los últimos Gabinetes, por ejem-plo, es una prueba suficiente. La Re-pública de los funcionarios ha venci-do en tanto mantiene lazos consan-guíneos con la gran empresa.

Pero se trata de una victoria rela-tiva. La situación de privilegio quesuponía para el personal político tra-dicional y profesionalizado el cuasi-monopolio del aparato del Estado nose mantiene, en tanto que la estabi-lidad política necesaria para desarro-llar la función de gobierno, dentrodel actual marco de la política fran-cesa, se produce en tanto aumentanlas competencias y la capacidad degestión directa de los altos funciona-rios, los industriales y los cuadros su-periores de la nueva tecnocracia.

Es evidente que el análisis de Birn-baum se ocupa preferentemente deun sector muy especial y represen-tativo: los individuos que componenla sociedad oficial, cuyos actos no sereducen a meras funciones represen-tativas, sino que tienen una enormetrascendencia en la vida política glo-bal de la sociedad.

JUAN CARLOS GONZÁLEZ HERNÁNDEZ

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Las mensajeras

EVELYNE LE GARREC

(Ed. Debate. Madrid, 1977, 190 páginas)

De las sufragistas a nuestros díasha llovido y se ha secado, pero, ade-más, varias veces y, sin embargo, aun-que las mujeres hayamos conseguidoel voto, la discriminación de la mujersigue siendo un problema de las mis-mas características.

Dando por descontada la necesidaddel derecho al voto, habría que ana-lizar qué ventajas reporta a la socie-dad el que las mujeres voten teniendoen cuenta que se las sigue educandoen el conservadurismo.

Porque el problema de la discri-minación de la mujer empieza desdeel momento en que se la comienza aeducar de forma diferente. En la mu-jer el conocimiento es un adorno,incluso entre los más altos niveles so-ciales, mientras que para los hijosvarones siempre se aspira a que sepanmás para que puedan defenderse enla vida o para que puedan «elevarse».A las hijas no les hace falta. Si sonlistas saldrán adelante por medio delmatrimonio.

El problema legal, el tema de laconceptuación de la mujer en los có-digos, es sólo un trasunto de lo quese respira, y lo que se respira huelea desprecio. El desprecio trae consigola explotación, y éste es el resultado.

Envuelta en papel de celofán, pin-tada de rosa y endulzada con las me-jores sacarinas cancerígenas, la situa-ción de la mujer actual sigue siendola de un individuo que tiene que ha-cerse perdonar el error de haber na-cido hembra y para ello trabaja más

y en peores condiciones que cualquiermacho de su misma categoría.

Si trabaja fuera del hogar, porquea su vuelta a casa se encontrará conuna serie de tareas que, en la mayorparte de los casos, le están exclusi-vamente reservadas; y si sólo se de-dica a «sus labores», porque todo suesfuerzo se irá en la repetición de unaserie de movimientos destinados alservicio de quienes la rodean.

Se nos puede ofrecer el modelo dela «mujer ideal», se nos puede dedi-car internacionalmente un año, o des-tinársenos un banco (¿qué hubiera pa-sado si en los EE. UU. se hubieraabierto el «Banco del Negro»?), todoello tendrá carácter de homenaje yservirá para continuar convenciéndo-nos de que somos distintas y es mejorque permanezcamos como hasta ahora.

Por otra parte, todo intento de ac-ceso al mundo del trabajo, al mundode los hombres, es duro para la mu-jer, le exige mayor esfuerzo del quesupone para un macho de sus mismascircunstancias, hay determinadas áreasque le están prácticamente prohibi-das..., pero si, a pesar de todo, unamujer «llega», se la considerará un«marimacho».

El problema está en que la únicaforma de luchar contra la explotaciónes la unión, y para las mujeres estoes, diríamos, casi imposible.

Si se llega a tener conciencia de lapropia situación, el descubrimiento sehace a tientas y de forma individual.El menosprecio se siente como algo

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que le afecta sólo a una misma, por locual se busca la solución inmediatapara el problema personal y se em-pieza a caer en la trampa.

En la trampa de una sociedad quete hace creer que vas a liberarte pormedio de la independencia económi-ca y para ello te esclaviza mediante eltrabajo remunerado.

Pero para aquellas otras que eli-gen el dedicarse a su casa, su maridoy sus hijos, el problema sigue plan-teándose individualmente porque es-tán totalmente aisladas. Su mundo sereduce a la vida familiar y, en todocaso, a los esporádicos encuentros conotras parejas o amigos del matrimonio.

Si, en ocasiones, las mujeres hablande problemas domésticos o, ¡incluso!,de partos (dar la vida es algo tan na-tural que no tiene importancia), loshombres dirán: «Cosas de mujeres.»Pero el menosprecio hacia esas tareasque le están destinadas a la hembrano parte sólo del macho. Las madresno enseñan a sus hijos varones algotan útil como hacer punto. Son lasmismas mujeres quienes se encargande ridiculizar al hombre que se metaa guisar o a tender la ropa y le des-precian por rebajarse a desarrollar ta-les menesteres.

El problema va más lejos. La en-trada de las mujeres en el mundo la-boral se realizó a través de las fábri-cas para servir de mano de obra ba-rata en los trabajos de menor cate-goría; pero cuando las mujeres de laclase media decidieron dejar de pasarhambre, aprendieron a escribir a má-quina. Hasta entonces lo habían he-cho los hombres, desde aquel día sehabla de mecanógrafas.

Es decir, no sólo se destinan a lamujer los trabajos que se desprecian,sino, que se desprecian los trabajosque realiza la mujer.

Este es el tema de entrada de laobra que, bajo el título Las mensaje-ras y con motivo del Año Internacio-nal de la Mujer, escribió Evelyne leGarree.

Evelyne le Garree es periodista yLas mensajeras está escrito de unaforma rápida para relatar los inten-tos que, en distintos lugares de Fran-cia, están llevando a cabo diversosgrupos de mujeres para enfrentar susituación.

La obra está dividida en 10 capí-tulos. Tras una breve introducción enla que la autora contempla cómo eltérmino «la mujer» es sólo una abs-tracción que no deja ver a las mu-jeres, y en la que nos explica el por-qué de su interés por tomar contactocon los movimientos de mujeres quemás adelante nos presenta, la autoradedica un primer capítulo, que deno-mina «Mujeres malabaristas», a con-templar los problemas que a una ma-dre de familia puede plantearle el tra-bajar fuera de su hogar.

Entre citas de diversas opinionessobre el tema, va analizando la tram-pa que para las mujeres puede repre-sentar el aceptar las propuestas deltrabajo remunerado como única for-ma de liberación y estudiando a quiénpuede beneficiar el que las mujerestrabajen de forma masiva. Habla dela promoción femenina para plantearla forma individualizada en que éstase lleva a cabo casi siempre, con loque la mujer se está distanciando delas reivindicaciones puramente feme-ninas. «Promoción femenina y femi-nismo no son lo mismo... Las muje-res que luchan por su propia promo-ción no luchan por la liberación detodas las mujeres.»

El segundo capítulo se titula «Elderecho a la diferencia». Este derechoes una nueva exigencia de distintos

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grupos feministas que, en palabras dela autora, «supone el rechazo a lucharpor cualquier reivindicación a un ni-vel de igualdad con los otros dere-chos». Pero la autora se pregunta¿dónde está la diferencia? Piensa quepartir, de una diferencia que nos esimpuesta por una cultura edificadapor los hombres puede servir, en todocaso, de trampolín para construirnuestra propia identidad, pero nuncapara perpetuar esa diferencia.

«Las mujeres saldrán de la nada sitodas ellas participan en la creaciónde su identidad.» Esta frase, inclui-da en el tercer capítulo, puede daridea de la importancia que la autorada a los movimientos en los que lasmujeres, agrupadas, enfrentan su si-tuación. Este tercer capítulo, «La fá-brica social», empieza ya a presentaralgunos grupos de mujeres que se hanido creando en Francia para la dis-cusión de problemas concretos y dequé forma estos grupos se iban ago-tando al caer en la trampa de conver-tirse en meros grupos de charloteo.Es necesaria la acción, ¿pero cuál?

En el capítulo siguiente nos expli-ca cómo las mujeres de los obrerosde Dunkerke, donde no se ha pensa-do en crear puestos de trabajo paralas mujeres, empezaron a plantearseesta acción como apoyo a sus mari-dos en huelga, y cómo este movimien-to de apoyo a sus maridos les planteódificultades y más tarde las ayudó aunirse para estudiar sus propios pro-blemas y las posibilidades de so-lución.

Las campesinas de Larzac apare-cen para Evelyne le Garree como elprimer caso en que en las relacioneshombre-mujer no plantean situacionesde dominio. El capítulo quinto, «Lostractores al poder», nos narra cómose han desarrollado las luchas en

Larzac y cómo, mientras dentro delmovimiento campesino las mujereseran aceptadas como uno más, deja-ron de serlo cuando el movimientoentró en contacto con las autoridades,que sólo consideraban la posibilidadde que los responsables fueran hom-bres y si tenían que tratar con algunamujer lo hacían desde una actitud pa-ternalista o, en todo caso, estudiandolas posibilidades de flirteo.

Como continuación al tema esbo-zado en el capítulo anterior, «¿Mu-jeres de agricultores o agriculturas?»,explica los problemas de las mujeresde la región de Villeneuve-sur-Lot.Allí las mujeres no sólo se habían or-ganizado en grupos, sino que se plan-teaban objetivos muy precisos; entreellos destacaban: la exigencia de lasmujeres de ser reconocidas como pro-ductoras y la necesidad de una colec-tivización de las tareas domésticas yfamiliares, para que el reparto deltrabajo doméstico deje de perteneceral ámbito de la «vida privada» paraadquirir una dimensión política.

En el capítulo siguiente se anali-za el folleto que las trabajadoras dela fábrica LIP lanzaron a raíz del con-flicto que mantuvieron los obreros dela fábrica en 1973.

El folleto, «Lip en femenino», esel fruto de la reflexión conjunta delas obreras de la fábrica sobre las ac-titudes que habían tenido en el con-flicto y las dificultades que se les ha-bían planteado a la hora de compagi-nar su «vida privada» con la luchaen el lugar de trabajo.

Sin embargo, en el período del con-flicto las relaciones con los hombresfueron sencillas. Las mujeres dejaronaparte sus problemas domésticos, queresolvieron de forma individualizada,y se entregaron a la lucha por la con-servación del puesto de trabajo. La

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convivencia en «armonía universal»sólo duró lo mismo que el conflicto.Al reanudarse la vida del trabajo co-tidiano empezaron de nuevo las dife-rencias. Por ejemplo, cuando las mu-jeres plantearon la necesidad de crea-ción de una guardería. Esas son histo-rias de mujeres, los movimientossindicales están para cosas más serias,porque, de hecho, hasta en los movi-mientos sindicales las mujeres estánconsideradas como militantes de se-gunda categoría y sus problemas noson nunca suficientemente «políticos».

El problema lo analiza Evelyne leGarree en el capítulo siguiente, «Seraceptada como mujer». El folleto«Lip en femenino» no está escritosólo por las trabajadoras de la fábri-ca, sino que también participaron ensu elaboración las mujeres de los tra-bajadores, que únicamente se dedicana atender a las tareas domésticas.A estas mujeres que miraban a las tra-bajadoras como miembros del mundode los hombres, el participar en laelaboración del folleto les sirvió paradarse cuenta de que las mujeres tra-bajadoras tenían sus mismos proble-mas como mujeres y que no bastabaluchar al lado de los hombres paratener acceso a los privilegios mascu-linos.

El problema que se ler, presenta alas mujeres trabajadoras es el de te-ner que entrar en un juego de hom-bres teniendo que seguir las normastrazadas por ellos. Las trabajadorasde Lip se preguntan qué hay quehacer para participar y ser aceptadacomo mujer sin que se considere quesu lucha es una lucha aparte, y es-criben: «¿Acaso me distancio de ti,

camarada, por decir únicamente queestoy más explotada que tú?»

Este es el tema de los cuatro últi-mos capítulos, en los que la autoraestudia las soluciones que diversosgrupos de mujeres, de distintos secto-res, han ido buscando para superarlas dificultades con las que se encuen-tran para salir de esa superexplota-ción a la que están sometidas por elhecho de ser mujeres, y que no en-cuentra eco en los movimientos sindi-cales, quizá porque los hombres quegobiernan estos movimientos v e namenazada su situación al tener queenfrentar problemas que no sientencomo suyos o que les van a obligar areplantearse sus propias vidas.

El libro, que es más una suma detestimonios que una obra teórica so-bre la mujer, pretende dar una ideade lo que, en opinión de la autora,ha avanzado el movimiento para la li-beración de la mujer, ya que las mu-jeres que participan en los diversosgrupos que se reflejan en la obra noson mujeres «feministas», ni enrola-das en movimientos organizados, sino,simplemente, mujeres que se han dadocuenta de que su problema no es ex-clusivamente suyo y que intentan bus-carle soluciones comunes para todaslas afectadas. La obra quizá peca dedesorden en la exposición, pero estefallo puede justificarse si se atiendea lo amplio del problema, que afectaa la vida toda de la mujer, y, además,el libro tiene la virtud de demostrarque las mujeres no sólo tienen con-ciencia de su explotación, sino que in-tentan salir de ella.

ANAMARÍA CARRASCÓN

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La dictatura du prolétariat et le dépérissement de l'état de Marxá Lénine

KAZEM RADJAVI

(Prefacio de Frangois Chatelet. Ediciones Anthropos.París, 1975, XIII + 438 páginas)

La dictadura del proletariado y sutema anejo, la extinción del Estado,son dos de los problemas que todavíadespiertan mayores polémicas entrelos teóricos políticos. La idea de laextinción del Estado tiene ya rancioabolengo. Cabe rastrear sus orígenesen Ja esperanza humana en el adve-nimiento del milenio, cuando han dedesaparecer las relaciones viciadas en-tre los hombres y ha de instaurarseun orden basado en la fraternidad uni-versal y en la ausencia de todos losmedios coactivos. Este tema de ladesaparición del Estado (o de su abo-lición, que ambas actitudes se adop-taron) alcanzó una importancia espe-cial en los debates políticos del siglopasado. Marx lo recoge de sus lectu-ras del socialismo francés, especial-mente de Saint Simón, quien fue elprimero en acuñar la famosa fórmulasegún la cual el gobierno de los hom-bres pasará a ser sustituido por la ad-ministración de las cosas.

Para los revolucionarios del si-glo xix, la desaparición del Estadoera condición necesaria de la emanci-pación de la sociedad humana. Proba-blemente, esta actitud extrema, man-tenida por marxistas (o socialistas au-toritarios) y anarquistas, es consecuen-cia de la evolución política de lossiglos anteriores (xvi, xvn y xvm), enlos cuales la organización de la socie-dad fue posible precisamente graciasal Estado. La culminación de este pe-

ríodo aparece en la elaboración hege-liana, que hace del Estado la suma dela moralidad objetiva. Al propio tiem-po comienza a dibujarse, también, unpensamiento burgués que pretendefijar los límites a la acción del Estado.Se trata del liberalismo, tanto econó-mico como político, para el cual, porparadójico que resulte, después de casitres siglos de evolución social gra-cias al Estado, la sociedad civil y lapolítica son dos esferas autónomas eindependientes; la política garantizala subsistencia de la sociedad civil,pero ésta es autónoma. Tras haberpuesto el poder político al serviciode sus intereses de clase, la burguesíalo desprecia. El Estado liberal es, así,un Estado abstencionista. Lo que noquiere decir, como ha señalado FranzNeumann, que sea un Estado débil;por el contrario, pocos Estados tanfuertes han existido como el liberal.La prosecución de esta repugnanciaburguesa de buen tono frente al Es-tado, que es hipócrita por ampararseen lo que desdeña, es la actitud re-volucionaria que exige la desapariciónde la sociedad política. En esta des-aparición están de acuerdo marxistasy anarquistas. Pero el acuerdo acabaen este punto. Todos los demás sonde divergencia: cómo, cuándo, paraqué y por medio de qué desapareceráel Estado es tema de argumentacionesy contraargumentaciones infinitas deunos y otros.

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El marxismo pretende destruir elEstado capitalista existente y erigir,sobre sus ruinas, un Estado de transi-ción, un Estado que, de modo dialéc-tico, comience a dejar de ser Estadosin dejar de ser Estado, o sea, la dic-tadura del proletariado. Como todoslos conceptos dialécticos, que buscanincorporar en el enunciado semánticoel flujo de su propia aventura, el dela dictadura del proletariado resultasugestivo y enriquecedor mientras seemplea en el terreno de la formulaciónteórica; se hace ambiguo, inaprensi-ble e irritante en cuanto se pretendereducirlo a alguna definición operati-va para justificar un acontecer político-real, es decir, cuando se busca unacomprensión «eficaz» del mismo, deltipo de «límites y funciones de la dic-tadura del proletariado», o cosa pare-cida. Desde este punto de vista esclaro que la dictadura del proletaria-do presentará problemas infinitos alir a ponerla en contacto con lo realde la historia. En este caso nos en-contraremos con infidelidades, malosentendidos y, poniéndolo en términosético-políticos, traiciones.

Este es el tema del libro de KaremRadjavi.

Conviene decir, al comienzo de lasobservaciones que, a pesar de su apa-riencia imponente, de lo vasto de susdimensiones y la perentoriedad de sudiscurso, la obra es deficiente en casitodos sus aspectos; es deficiente porel contenido, por la elaboración y ar-gumentación y hasta es deficiente enel título. El contenido no es lo bas-tante amplio b minucioso para tratarel problema con acierto; la elabora-ción es, en gran medida, convencionaly superficial y la argumentación resul-ta poco convincente en la mayoría delos casos cuando no falta de toda fuer-za de convicción. La tesis general de

la obra es que Lenin ha deformado elmarxismo originario en lo relativo alEstado, la dictadura del proletariadoy la desaparición de aquél, de modotal que todo cuanto se critica en Sta-lin, en realidad ha de reprocharse aLenin. Como se verá más abajo, estatesis resulta inválida por el hecho deque el autor no aclara suficientementela concepción de la dictadura del pro-letariado en Marx, limitándose a darpor válida una idea recibida. Sobreesto, más adelante. Finalmente, laobra es insatisfactoria hasta en el pro-pio título que, en lugar de De Marxa Lénine, habida cuenta de la prácticainexistencia de reflexión acerca de losteóricos intermedios, debiera ser, másbien Entre Marx et Lénine.

En la primera parte de su libroRadjavi se enfrenta a un problema enla interpretación de Marx, que ya hadejado perplejo a más de un comen-tarista: cómo conciliar el democratis-mo evidente de Marx con su no me-nos evidente afición por la dictaduradel proletariado. Para resolver esteproblema, el autor ensaya una seriede vías que pronto se le cierran porfalta manifiesta de penetración deanálisis. Cierto que reconoce en unpar de ocasiones que Marx jamás re-nunció a las libertades democráticasen la dictadura del proletariado y quesu concepción de dictadura no debeentenderse en el sentido tradicionalde la ciencia política (p. 359); peroesto es todo lo que su análisis puedeaportar. Por lo demás, la interpreta-ción de Marx es convencional y elresultado que se acaba aceptando unaidea tradicional de dictadura del pro-letariado que no está en Marx y es,en cambio, heredada. En efecto, el au-tor no busca aclarar nunca la contra-dicción aparente de que, en Marx, ladictadura del proletariado sea compa-

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tibie con la democracia; y no lo haceporque no ve que en Marx el análisissociológico se mezcla con el político.

En todo caso, lo que el autor bus-ca es dejar establecido un análisis deMarx que ponga de manifiesto luegola desviación leninista. Para ello pasapor encima de la crítica marxista a lateoría hegeliana del Estado (que con-tiene in nuce toda la problemática dela visión marxista del Estado) parainsistir en tres aspectos: la desapari-ción del Estado (como condición dela desalienación, en Marx), la simul-taneidad de la revolución en todo elmundo y el carácter evidente de clasedel Estado. De este modo, el autorpresenta un Marx determinista y sim-ple, pero transparente y hecho de unapieza, que será fácil, luego, contrapo-ner a Lenin, para mostrar lo desviadodel leninismo. Sin que esto sea, nimucho menos, condenar la lecturaleninista de Marx, se debe señalarque, en realidad, el marxismo de Marxes bastante más complejo y ambiguode lo que Radjavi presenta: la des-aparición del Estado no es tan simplecomo el autor supone; la idea de lasimultaneidad de la revolución entodo el mundo aparece contradichapor el propio Marx y, en lo relativoa la dependencia o independencia declase del Estado, Radjavi se hace cul-pable de un error de interpretaciónpor simplificación: que el Estado seade clase no quiere decir que no seauna pura abstracción que flota por en-cima de la sociedad real, una alie-nación.

La ilustración del método seguidopor el autor de la obra se ofrece enel modo que tiene de despachar lasobjeciones en contra de su interpre-tación, esto es, las objeciones que pre-senta, pues hay otras (crítica al pro-grama de Gotha, discurso de La Haya

de 1872, etc.) que pasan ignoradas.Las dos objeciones que Radjavi des-mantela son: una, la relativa al des-arrollo peculiar de Rusia, que Marxparecía dispuesto a conceder. SegúnRadjavi, esto hubiera supuesto unacontradicción (entendiendo por talalgo que no tiene cabida en el mar-xismo de Marx), por lo cual, la razónde mayor peso que apunta —critican-do a M. Rubel, para quien Marx ad-mitiría el azar en la historia (pp. 90-92)— es que Marx razonó la cuestiónrusa muy influido por Chernichevskyy, por tanto, haciendo abstracción, encierto modo, de su propio método (pá-ginas 95-100). Lo inaceptable de estaexplicación puede compararse con laque pretende resolver el segundo mis-terio: las razones de la aparente alian-za de Marx con los blanquistas ha-cia 1850 y la confección de la famosaCircular de 1850. Para Radjavi, estosólo es explicable entendiendo queMarx había perdido "el mundo de vis-ta. Como colofón a un mal método,cita Radjavi aprobatoriamente a SirIsaiah Berlin en el momento en queéste afirma que, de 1847 a 1850,Marx «estaba influido por la propa-ganda de Weitling y de Blanqui» (pá-gina 136). Una ojeada a cualquierbiografía de Marx hubiera convencidoa Radjavi de que la ruptura de Marxcon Weitling data de la primera mi-tad de 1847 en Bruselas; ruptura de-finitiva que pone al descubierto elmesianismo de Weitling y la facultadcrítico-revolucionaria de Marx y queAnnenkov, testigo presencial, relatacon todo lujo de detalles. No cabe,pues, hablar de una influencia deWeitling en Marx a partir de 1847.Tampoco cabe hacerlo de la de Blan-qui, pero éste es ya tema que puederebasar los límites de una crítica. Loque interesa señalar aquí es que Rad-

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javi se deshace impropiamente de lasdos objeciones que pudieran oponer-se a su visión de Marx. Estas dos ob-jeciones son tanto más importantescuanto que constituyen, en principio,el puente que une todavía a Marx conLenin; destruido el puente, Radjavicuida de dejar a Marx a salvo y enseco —sin ofrecer por ello una inter-pretación convincente de su pensa-miento— y permite que Lenin zozo-bre a la deriva. En efecto, si se admiteque al aceptar el desarrollo pecu-liar en Rusia y la validez del terroris-mo (Circular) Marx no era un «ver-dadero Marx», ¿cómo probar queLenin respeta a su maestro? Por des-gracia, estos equilibrios son insatisfac-torios: Marx es todo él y, en princi-pio, el derecho de Lenin a interpre-tarlo de un modo es tan legítimocomo el de Kautsky a interpretarlode otro. Especialmente cuando, comoen el caso del Estado, Marx es sus-ceptible de interpretaciones encon-tradas.

Al llegar a este punto, el libro deRadjavi ha perdido casi todo su inte-rés. Como dice Bottomore, la acusa-ción de revisionismo es inaceptable enel campo de la filosofía; lo que Rad-javi pretende hacer es precisamenteeso: acusar de revisionista (pues queel revisionismo no tiene por qué sernecesariamente un elemento de mode-ración política) a Lenin y hacerlo,además, con el agravante de que nisiquiera puede poner en claro de mo-do propio la teoría marxista que Le-nin estaría modificando. El resto delinterés que pueda tener la obra vienealimentado por la tesis, escasamentenueva, de que todas las críticas que sehan hecho a Stalin: socialismo en unsolo país, destrucción de los soviets,culto a la personalidad, etc., debieranhacerse a Lenin, pues estas teorías se

encuentran ya en germen en él. Nadaque vaya a entusiasmar a un lectormedianamente crítico.

Sostiene Radjavi que el descubri-miento de la ley de desarrollo des-igual de las economías capitalistas—la mayor aportación de Lenin almarxismo— es la base que permiteadaptar el pensamiento de Marx a lascondiciones rusas (pp. 138-141). Lasconsecuencias de ello son rechazo dela crisis socioeconómica generalizada,socialismo en un solo país, socialis-mo = planificación, aislamiento mun-dial del Estado socialista, etc. (pági-nas 152-155).

En el estudio de la teoría leninistadel Estado, Radjavi se ciñe a las con-sideraciones de tipo táctico, por loque distingue tres etapas en el pen-samiento del revolucionario ruso: unaprimera de fidelidad al marxismo enla que no se admite la importanciadel campesinado (p. 188), una segun-da que ya habla de una «dictadurademocrática» de obreros y campesinosde 1905 a 1917 (p. 192) y una ter-cera en que Lenin abandona la segun-da y vuelve a la teoría de la dictaduradel proletariado con apoyo campesi-no (p. 197).

El autor, que insiste repetidas ve-ces en la oposición entre el pensa-miento de Lenin y el de Marx, porreferencia a la Comuna de París (pá-gina 217), así como a las clases socia-les —obreros, campesinos (pp. 239-241)—, a la teoría de la agravaciónde la lucha de clases una vez realizadala revolución, teoría que es crucial enla comprensión de la concepción leni-nista de la dictadura del proletaria-do (pp. 267-268), etc., en cambio re-sulta absolutamente oscuro y trivialen lo referente a las divergencias en-tre Lenin y Marx en cuestiones de lamayor importancia, como son: el

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cambio en la concepción del poder(página 206), el cambio en la concep-ción de la dictadura (pp. 206-207) yla definición del Estado y de la de-mocracia (pp. 208-209). Esta falta declaridad sólo puede atribuirse a lapoca fortuna del autor en la clarifi-cación del pensamiento de Marx.

Los dos últimos capítulos, de lapágina 277 en adelante, el uno titu-lado «Lenin y la práctica del Estadode la dictadura del proletariado» y elotro «Lenin y la práctica de la buro-cracia», son un modo elegante de aña-dir a la obra una especie de resumencomentado de la historia de la revo-lución bolchevique que sólo acciden-talmente ilustra el tema originario dellibro. La explicación que el autor ofre-ce de la disolución de la asambleaconstituyente (pp. 289-291) luegode que las elecciones fueran desfa-vorables a los bolcheviques (pp. 286-287), así como el análisis que hace dela evolución del poder bolchevique(monopolización progresiva, reino delterror, etc. [pp. 302-306]), mues-tran que está contraponiendo la ideade la democracia al poder de hecho delos bolcheviques. Ello no tiene nadade reprochable, si no fuera, porque,de antemano, Radjavi sostiene que es-ta crítica es insuficiente, como se veen la que practica Rosa Luxembur-go (p. 289) y, al mismo tiempo, dejaentrever una solución de carácter es-pontaneísta y autogestionario q u enunca queda explícita a lo largo dela obra. El último capítulo, relativoa la burocracia, parece también apun-tar en esa dirección. Finalmente, laConclusión (pp. 353-393) permite re-componer, en efecto, una actitud «au-togestionaria» y «consejista» de car-rácter tímido. Por ello, Radjavi afir-mará que la teoría del aburguesa-miento de la clase obrera es errónea,

que la reticencia de los obreros antelos sindicatos se debe a la ineficaciade éstos, que hoy se da un verdade-ro movimiento en favor de la demo-cracia directa, la autogestión, etc.,que las masas no son ingénitamenteincapaces de organizar un poder quese extinga y que, en definitiva, hoyexisten condiciones objetivas para unarevolución.

En resumen, el autor está muy ensu derecho al entender que la con-cepción leninista de la dictadura delproletariado encierra, en sí, la ame-naza de la dictadura unipersonal, laviolencia, el terror etc.; asimismo eslícito sostener que las razones aduci-cidas por Lenin para cimentar su ac-titud (agudizamiento de la lucha declases luego de la revolución, etc.) soninválidas y no justifican nada. Donde,sin embargo, el autor yerra es en elempleo del argumento de autoridad,al sostener que Lenin falsea y des-virtúa la concepción marxista, en es-pecial de la dictadura del proletariadoy de la desaparición del Estado. Paraque tal afirmación resultara admisi-ble, hubiera sido necesario que el au-tor clarificara el pensamiento de Marxen ese terreno de modo convincente,en el entendimiento de que unas con-sideraciones generales en torno a ladesalienación de los hombres no pue-den suplir estas lagunas.

Más bien parece hoy que Marxnunca fue explícito en estos temas (yque lo fuera habría resultado pasmo-so), oscilando de un criterio a otroen función de razones múltiples: delEstado de clase al Estado parásito, dela crítica a la democracia a la valo-ración de la misma, etc. Una de lasinterpretaciones posibles del pensa-miento de Marx es la de Lenin; otrasería la reformista. El criterio paradirimir lo acertado de una u otra re-

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side en el propio marxismo: será ver-dadera aquella que más acerque alhombre a su emancipación y que an-tes consiga acabar con las formas po-líticas coactivas. En relación con esto,ambas interpretaciones dejan, comose sabe, mucho que desear. Una alter-nativa «consejista» o autogestionariaque, existiendo desde hace mucho en

el seno del movimiento obrero, apun-ta hoy con vigor renovado permiteesperar soluciones nuevas a estos pro-blemas. Por desgracia, al llegar a estepunto es donde el libro de Radjavi,ya antes nebuloso, se convierte enpuro éter de ideas mal expuestas.

RAMÓN GARCÍA COTARELO

L'acteur et le systéme

M. CROZIER - E. FRIEDBERG

(Ed. du Seuil. París, 1977, 440 páginas)

Dentro del terreno de estudio pro-pio a la Sociología Política, uno delos más inexplorados hasta el momen-to es el que pertenece a todo lo refe-rente a las organizaciones, sus modosde funcionamiento, mecanismos deregulación, tanto interiores como ex-teriores, sus formas de crecimiento,etcétera. Sin descartar las inevitablesambigüedades que este tipo de tra-bajo encierra, debido a que conectaa la fuerza con esferas diversas de es-tudia (sociología formal de las organi-zaciones, psicosociología de los miem-bros, etc.), L'acteur et le systéme seintegra naturalmente en aqudl prime-ro que señalábamos porque mantienecomo criterio privilegiado de análi-sis, sobre el que se fundamenta todoel desarrollo de la obra, el del podery su distribución en cualquier clasede agrupaciones humanas, poder quees considerado como el elemento de-terminante en la atribución de bienes,de cualquier orden que éstos sean. Enlo que se manifiesta una ampliacióndel concepto de «poder político» dela estructura tipificada como tal a lasrelaciones humanas en general.

Por otro lado, la presente obra,fruto de la puesta en común de lasdiversas experiencias y reflexiones deestos dos investigadores del CNRSfrancés, continúa la labor comenzadapor los mismos, principalmente enlas obras de Crozier, Le phénoménebureaucratique y La société blo-quee (1). Profundización que surgea partir del aumento del número deestudios empíricos realizados y a unacorrelativa complejidad en la deter-minación conceptual. Sin embargo, nose trata de un libro exclusivamenteteórico, tal como cabría presuponerpor su título, por ejemplo, sino quese halla más bien a medio camino en-tre la formulación de una teoría, laexplicitación de la misma en una se-rie de trabajos empíricos y un con-junto más o menos coherente de re-flexiones sobre el cambio social ypolítico en sociedades «moderniza-das», como la francesa actual.

De especial importancia es la orien-tación analítica adoptada por los auto-

(1) Publicadas en 1963 y 1970, res-pectivamente.

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res al centrar su objeto en la acciónhumana como acción siempre contin-gente, e irreductible, pues, a cual-quier clase de determinismo, acciónque se construye en todo caso con-cretamente en realidades concretasdonde existen unas más o menos cap-tables relaciones de poder. Se alejan,en consecuencia, de todo modelo otipo ideal/incluso utilizando éste co-mo simple instrumento operativo dediferenciación, limitándose a descri-bir un «modelo» (en realidad, másbien, sólo unas reglas de investiga-ción) que posibilite el explicar la con-figuración del fenómeno organizativoestudiado. Rechazándose así el estu-dio formalista de las organizaciones,principalmente los basados en losanálisis de las reglas que atribuyenunas competencias y establecen for-mas de control, así como los que fijanla importancia de la actividad organi-zativa en función de los objetivos quetengan esas organizaciones y su cum-plimiento (por ej., las finalidades es-pecíficas tal como las plantea R. Ma-yntz) (2).

A estas orientaciones oponen losautores el análisis de la dinámica realde la estructura organizativa, dinámi-ca que es siempre de relaciones depoder que, en el fondo, conformanotra realidad que la simplemente le-gal, finalista o técnica y que es muchomás flexible que cualquiera de éstasal estar sometida a las presiones máso menos constantes y cambiantes delas diversas partes implicadas en laorganización concreta de que se trate.

Según esta perspectiva, los mediosson más importantes que los fines, enel sentido de que aquéllos definen elcampo de posibilidades de* acción real,campo que se impone en un principio

(2) Véase Sociología de la organiza-ción, pág. 56.

arbitrariamente sobre los actores.A efectos de análisis, no se tienen encuenta, pues, ni motivaciones ni fina-lidades, pues se parte de que tantounas como otras han de pasar inevi-tablemente a un plano secundario alimponer su ley de disponibilidades re-ducidas los medios al alcance y usode la organización. Se trata entoncesde describir la acción colectiva encuanto situada en un campo de siste-mas plurales, y por tanto acción ca-racterizada por la existencia de unaserie de posibles entre los que optar,y cuya resolución efectiva, en una uotra dirección, es incierta siempredebido a las incertidumbres que pro-vienen de la imposibilidad práctica decontrolar todos los factores (externose internos) en la que se encuentranlos agentes participantes ( i n c l u s ocuando éstos forman un grupo cohe-sionado y con acceso a las principalesfuentes de información).

Es preciso, por tanto (y así se hacea lo largo de toda la primera parte,denominada «El sistema de acción in-terna», siendo con mucho la más ori-ginal y la más completa), comprenderque Crozier y Friedberg subrayan, sinexagerarla, la parte que correspondeal margen de libertad de acción quetienen los actores dentro de la estruc-tura organizativa, o, como lo vienena llamar ellos, dentro del sistema deacción concreta en el que se insertan.

Este margen de libertad de acciónse fundamenta en el hecho de que lasrelaciones de poder en un determina-do contexto (cualesquiera que sean susorígenes, su naturaleza y sus procesosde transformación) no constituyen unpoder intangible, dado una vez portodas, ni trascendente y mítico, comopretenden hacer creer todas las tesisfundamentalistas; al contrario, tieneun carácter perfectamente contingen-

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te, no se apoya en ninguna «necesi-dad» histórica, produce constante-mente nuevos equilibrios que, a suvez, se reafirman o destruyen cadadía. Y ello por su pertenencia intrín-seca al mundo humano, a la vida so-cial del hombre: el poder «es el he-cho vital, irreductible, a partir delcual debemos de razonar» (3), y liga-do a su vida social en cuanto autono-mía individual expresada en su rela-ción con los otros: el poder no esningún atributo, es una relación. Re-lación que se manifiesta en el juegoque establecen dos o más actores «de-pendientes los unos de los otros enel cumplimiento de un objetivo co-mún que condiciona sus objetivospersonales» (4) (de lo que se deducela sustancial inoperancia de explica-ción que tienen todas aquellas «teo-rías que reducen el papel de la acti-vidad humana a un simple juguete uobjeto indefenso»). Por lo que, encualquier organización concreta, nitodo el poder es uniforme, ni todo elpoder se concentra en las manos deun individuo o grupo; y ello por lasencilla razón de que ninguno de és-tos puede tener en sus manos todaslas «bazas» del juego, haciendo impo-sible la respuesta y las presiones delos demás «jugadores». Acentuandoasí la perspectiva interaccionista talcomo habían hecho Blau y Gould-ner (5).

Partiendo de la necesidad de quese cumplan ciertos requisitos para quese pueda hablar de la existencia deun grupo dentro del entramado orga-nizativo (una misma situación, como,por ejemplo, el grado profesional; elque se le presenten al grupo oportu-

(3) L'acteur et le systéme, pág. 376.(4) L'acteur et le systéme, pág. 56.(5) En The Dynamics of Bureaucracy

y Patterns of Industrial Bureaucracy.

nidades nuevas que le permitan me-jorar su situación, en el sentido espe-cífico que sea; la capacidad internade establecer vías de comunicación yde decisión entre sus miembros), losautores pasan a adoptar la clasi-ficación de grupos elaborada porL. R. Sayles (6) en función del gradode oportunidades de cada grupo, asícomo del carácter más o menos conti-nuado de sus acciones y presiones, dis-tinguiendo, en razón a ello, entre gru-pos denominados «estratégicos» (quet i e n e n oportunidades de ascenso,mantienen prácticas ofensivas y de ac-ción constante), grupos «conservado-res» (que han alcanzado posicionesrelativas de superioridad, de accionesesporádicas y de carácter defensivo)y grupos «erráticos» (constituidos, engeneral, por un mayor número de per-sonas, capaces de acciones reivindica-tivas tensas, pero con un ritmo inter-mitente).

Cualesquiera de estos grupos, peroespecialmente los mencionados como«estratégicos» y «conservadores», pue-de tener lo que Crozier y Fríedbergcaracterizan como comportamiento es-tratégico; éste hace referencia a untipo de comportamiento, normalmen-te activo, que es cambiante en razónde las oportunidades nuevas que sevan ofreciendo, así como de los jue-gos manifestados por los otros gru-pos; comportamiento, también, de ca-rácter racional, pero en relación no alos objetivos y fines de la organiza-ción, sino «racionalidad» limitada quese sitúa y responde según las oportu-nidades y, sobre todo, según las ac-ciones de los otros componentes (ac-tores), y, por último, comportamientoque conlleva una doble línea de ac-ción, una de sentido ofensivo (intento

(6) Véase Behavior of IndustrialWork Groups, 1958.

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de mejora) y otra defensiva (Juchapor mantener las situaciones adqui-ridas).

¿Cuál es la situación y el papel,dentro de este «cuadro», del actorsingular actuando en grupo? Los au-tores consideran aquí cinco factores—sin duda de los más importantes,mas no exhaustivos— que permitiránal actor unas mayores o menores po-sibilidades «objetivas» de asegurarsus fines particulares: 1) el que le désu competencia técnica, en este senti-do puesta en relación con la existen-cia de competidores no-hipotéticos;2) las posibilidades reales que ofrez-ca el juego organizativo de podercelebrar alianzas con otros que se en-cuentren en circunstancias semejan-tes; 3) la capacidad propia del actorpara actuar dentro de ese contexto o,dicho de otro modo, las virtualidadescomunicativas que sea capaz de poneren marcha junto a sus facultades denegociación de cara al establecimientode alianzas; 4) la capacidad de resis-tencia psíquica que ofrezca durante elperíodo en el que las diversas ex-pectativas se enfrentan en busca dearticular un nuevo modus vivendi dela organización, y 5) la posibilidad deque pueda poner en juego otras rela-ciones y otras alternativas personalesde naturaleza exterior que puedanafectar a la situación del conjunto.

La combinación de todos estos fac-tores, y de otros posibles, determinaen cierta manera cuáles son, en prin-cipio, las «bazas» (les «atouts») de lasque el actor va a poder hacer uso ensus relaciones de juego con los res-tantes actores. Pero, lógicamente, nose pueden olvidar las limitaciones ge-nerales que va a imponer el cuadroinstitucional, las limitaciones (con-traintes) que los autores llaman «es-tructurales», y lo hace regularizando

el desarrollo de la interneción entrelos miembros, y de dos maneras: porun lado, restringe el número de «ba-zas» de que cada uno puede disponer(al establecer unas reglas formales queexcluyen determinados tipos de «re-cursos»), afectando de este modo a lacapacidad de los actores; por otro,institucionaliza, por así decir, los lu-gares o centros (les enjeux) dondees posible que se obtengan nuevos re-partos, los puntos de litigio en los quees factible la creación de nuevos equi-librios, y lo hace determinando la can-tidad y calidad de éstos, lo que con-ducirá, con toda seguridad, a limitar

ción de los distintos actores.Considerados conjuntamente estos

dos aspectos, conforman una concre-ta realidad de relaciones de poder, re-lación que viene a ser siempre unaconducta recíprocamente referida enel sentido weberiano, pero que, ade-más, tiene un contenido netamenteinstrumental (aunque no sea conscien-te o se creen efectos «perversos» pormotivaciones afectivas), hallándose laspartes en situación mutua de desequi-librio, de desigualdad. Ahora bien, es-tas relaciones de poder, acabadas deenunciar en forma abstracta, no con-cluyen en la dialéctica de capacidades-de-los-actores y limitaciones-impues-tas-por-el-modo-organizativo, sino quepresentan un tercer aspecto, insepara-ble a los otros dos y en cierta maneraindicado anteriormente. Este aspectoes el que está compuesto por lo que,en la obra, se llaman «fuentes obje-tivas» de poder en el interior de laorganización.

La primera de ellas, banal en suevidencia y explicitación por distintosinvestigadores de distintas escuelas,consiste en la especialización funcio-nal de tareas; de su importancia nos

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da idea el hecho de que, si bien nohay nadie insustituible técnicamente,a la hora de la práctica nos encontra-mos con muchos casos en los que seha logrado conseguir de jacto un mo-nopolio, aunque sea aparentemente,en el propio puesto por haber sabidoguardar algunos conocimientos par-ticulares inaccesibles.

Mayor interés tienen las que sepueden juzgar como «zonas» de granintercambio: por un lado, las ligadasa las relaciones de la organizacióncon sus diversos entornos (tema quees desarrollado con cierto detalle enel segundo capítulo del libro); to-mando la imagen del modelo econó-mico de «entradas» y «salidas» paraexplicar el flujo circulatorio de la or-ganización con el exterior. Y, por otrolado, las ligadas al control de la in-formación y de la comunicación (7).Ambas fuentes de poder son aprecia-das por los autores como autónomasen relación a los estamentos directi-vos, dejando casi exclusivamente enmanos de éstos una cuarta fuente, lafacultad de regular el conjunto me-diante la creación de reglas. Ni quedecir tiene que aparecen claramentesobrevaloradas las posibilidades dejuego y, por tanto, de poder e in-fluencia, de los grupos inferiores, yello puede ser debido a una extrapo-lación a un nivel general de los datosobtenidos en el estudio de la Admi-nistración Pública francesa (pues alexistir en ésta una estructura rígidade cuerpos y servicios que no se co-munican más que verticalmente segúnlas prescripciones formales —provo-cando así que se forme una especiede red paralela de influencia necesa-ria para poder resolver los conflictosy estrangulamientos y, en definitiva,

(7) L'acteur et le systéme, págs. 71y sigs.

poder lograr que funcionen con unacierta eficacia los servicios administra-tivos—, se intenta remediar tales si-tuaciones mediante medidas que re-fuercen la centralización, pero al noconocer los centros decisorios cuálesson los problemas reales por su aleja-miento de los mismos, intentan su-plirlo a través de una mayor minucio-sidad y cantidad de las reglas a cum-plir, lo cual lleva a que se agrave aúnmás la situación anterior).

En efecto, si los autores aciertan al«diagnosticar» la formación de una(estructura paralela de poder en cual-quier clase de organización, estructu-ra donde quedan articulados los jue-gos y donde las apuestas y beneficiosson reales, al no coincidir ésta con lalegal deberían haber precisado el va-lor que pudiera tener el poseer laprerrogativa de dar y anular reglas,pues si se considera a ésta como laúnica fuente de poder perteneciente alos órganos de dirección («respuestade la dirección al problema que plan-tean las otras tres fuentes» [8]), sellega forzosamente al impasse de nopoder explicar cómo y por qué conti-núan siendo órganos de dirección —yen lo que respecta a la posibilidadde amenazar con la desaparición dela organización que tienen éstos, esnecesario señalar que únicamente esoperativa en situaciones de crisis.

Sería, por tanto, conveniente darotra orientación al análisis, en el sen-tido de especificar las interconexionesde la estructura legal-formal con laestructura de poder y, sobre todo, elconcretar la medida en la que los di-versos grupos se apropian de lasfuentes informativas y de las relacio-nes con el exterior.

Por lo que se refiere al último pun-to (las relaciones de la organización

(8) L'acteur et le systéme, pág. 75.

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con su entorno —environnement—),Crozier y Friedberg van sucesivamen-te sometiendo a crítica las teorías quesostienen la dependencia de la estruc-turación interna según la tecnologíapropia, la talla de la organización, suhistoria, la localización, etc. Más tar-de, cuando pasan a definir específica-mente lo que constituye el «entorno»(no se trata de una entidad abstracta,sino de agentes concretos pertene-cientes a otras organizaciones y que,para la organización estudiada, sonexteriores stricto sensu), vuelven a re-caer en la tendencia a sobrevalorar lasposibilidades de autonomía, ahora dela organización en relación al exte-rior, pues únicamente integran en suapreciación aquellas exigencias del en-torno que estén mediatizadas por laorganización e integradas en sus es-trategias, olvidando todas aquellasque no son «mediatizables» y que dehecho pueden provocar el fin de la or-ganización.

Merece destacarse, sin embargo, elanálisis realizado en lo que atañe, poruna parte, a las relaciones del agenteencargado de la tarea de regular elcontacto con los entornos de cara asu organización y a otros agentes(pues éstos, al controlar y servir demedio de control de lo que es para laorganización una fuente de incerti-dumbre, «negociarán siempre su capa-cidad para reducirla» [9]) y, por otra,a la importancia de la situación del«mercado» en relación a las deman-

das que concrete la organización, puesa una mayor abundancia de posibi-lidades de elección corresponde unamayor autonomía y decisiones de es-trategia más complejas (fenómenoque se puede trasladar al caso de lasfuentes informativas, del que los au-tores presentan una ejemplar exposi-ción en el análisis dedicado a la crisisde los misiles de 1962).

Por lo demás, el libro ofrece unacontundente, y a veces repetitiva, crí-tica a todo tipo de determinismo uti-lizado tan frecuentemente al estudiarestos problemas, desde el determinis-mo de las grandes causas (la evolu-ción general de las instituciones, lasclases sociales, etc.) hasta el de las«pequeñas» (relaciones interindivi-duales), pasando por el rechazo haciatodos los modelos «óptimos» cons-truidos artificialmente (modelo de ladecisión, que presupone que los ob-jetivos son claros, los valores de losparticipantes comunes y toda posibleinformación reunida; modelo del cam-bio, que siempre marca una coheren-cia del sentido, una jerarquizaciónen la importancia de los elementosparticipantes y una homogeneidad aalcanzar). Y, a pesar de ello, no nosencontramos con otra gran teoría (10),sino con unos presupuestos de inves-tigación elementales que siguen sien-do innovadores.

Luis ARRI LLAGA

(9) L'acteur et le systéme, pág. 143.

(10) Véanse las aclaraciones que ex-pone N. MÍOUZELIS en Organización y bu-rocracia, pág. 191.

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La República Imperial

RAYMOND ARON

(Alianza Editorial. Madrid, 1976, 388 páginas)

De la importancia que tiene unanálisis del papel ejercido por la ma-yor potencia occidental durante el úl-timo cuarto de siglo para conocer lasposibilidades de un futuro próximo,no es necesario insistir; de la tras-cendencia del factor estratégico en elmundo de los alineamientos políticospara la propia supervivencia del pla-neta, tampoco. Por ello es doblemen-te interesante el trabajo realizado poreste afamado especialista en estudiosde política internacional (1), teoría ysociología políticas, y que, además,presenta la peculiaridad de ser uno delos pocos autores que aún defiendenla posibilidad de la existencia de unaEuropa política alejada de los rígidosplanteamientos que necesariamente hatenido que ofrecer en las décadas másrecientes, mediante su alianza incon-dicional a la «república imperial»;siendo tal vez tal preferencia europeís-ta la que le permite enjuiciar las di-versas teorías más comúnmente ad-mitidas, sobre el papel hegemónico delos Estados Unidos, con un grado deindependencia de criterio realmenteencomiable (2).

La obra no pretende ser, y ya esadvertido en la introducción, una re-copilación exhaustiva de datos sobrelos aspectos políticos, militares y eco-nómi :os del problema; se plantea

(1) Recuérdese Paix et guerre entreles nations, 1962.

(2) Consúltese Plaidoyer pour uneEnroje decadente, 1977.

más bien como ensayo crítico dirigidoa reformular ciertas tesis mediante lademostración de la debilidad deotras; debilidad de la denominada«escuela realista» por considerar queEstados Unidos sigue respondiendo,fundamentalmente, al viejo esquemadel síndrome «wilsoniano» consisten-te en la sucesión de períodos de re-pliegue aislacionista a los de expan-sión en su propio continente o, másallá de éste, mundial.

Debilidad también de las tesis quedefienden el que los USA desarrollanuna actuación de sentido marcada-mente imperialista, tanto los que lajustificarían como los que la atacan.La característica común a ambas con-cepciones estaría en que las dos se-leccionan algunos aspectos llamativos;para desentenderse de aquellos queno concuerden con las variables inte-gradas en el esquema utilizado; lasconclusiones de la escuela realista tie-nen como base de partida los ejemploshistóricos anteriores al fin de la Se-gunda Guerra Mundial, desde el reco-nocimiento de la independencia de lastrece colonias en 1783 por el Tratadode París, la posterior y progresiva am-pliación de los Estados de la Unión,principalmente a expensas de México,hasta la intervención en las dos gue-rras mundiales, y pasando por las di-rectas intromisiones en la AméricaCentral apoyadas en la doctrina deMonroe, como por las ocupaciones deFilipinas y Guam, la política exterior

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estadounidense se repartió efectiva-mente entre el intervencionismo y surechazo (renuncia a firmar el Tratadode Versalles, a integrarse en la So-ciedad de Naciones), evidenciándosela actitud dubitativa de la misma res-pecto a la entrada en conflicto bélicocon las potencias no-democráticas deEuropa. El estado de postración en elque quedará Europa después de lasegunda guerra, junto a la inevitableruptura del consensus sobre la nece-sidad de la no-existencia de ningúnpaís hegemónico al emerger una granpotencia en su seno que es, además,también asiática, van a obligar a losEstados Unidos al abandono del pa-pel de arbitro de todo tipo de con-tiendas que se pudieran producir enterritorio europeo, para adoptar el ac-tivo de asumir el liderazgo de uno delos dos grandes bloques geopolíticosal mismo tiempo que se acababa poraceptar la responsabilidad mundialque la posición de gran potencia leexigía; precisamente será con mirasa asegurar la estabilidad política glo-bal, uno de cuyos principales instru-mentos habría de ser la creación dela ONU, por lo que en 1944 la diplo-macia de Roosevelt tomará una orien-tación decididamente contemporiza-dora en relación a la soviética; inclusose puede llegar a decir, con el autor,que fue la estrategia defensiva queen tal sentido practicaban los USA,por el motivo dicho así como porasegurarse la alianza con la URSS has-ta la consecución de la rendición in-condicional de las potencias del Eje,la que condujo a que se cumplieranlas previsiones pesimistas que Chur-chill había pronunciado respecto alcomportamiento soviético en lo quese refería al cumplimiento de lo acor-dado entre bastidores en Yalta por

Stalin y Churchill (reparto de la res-pectiva influencia en las proporcionessiguientes: Hungría, 80-20; Ruma-nía, 90-10; Bulgaria, 80-20; Yugos-lavia, 60-40; Grecia, 10-90). En efec-to, parece verosímil el considerar quela actitud neutral, en este terreno, delos EE. UU. favoreció la actitud degran potencia que manifestó la URSSnada más terminada la guerra al im-poner, tanto en Polonia como en suzona alemana de ocupación, Gobier-nos sumisos a su política.

La llamada «estrategia defensiva»de los EE. UU. en Europa acaba conla reacción manifestada en 1947 res-pecto al comportamiento soviético ensu zona, el agravamiento de la cues-tión alemana y la inseguridad conse-cuente respecto a la voluntad sovié-tica de autolimitarse; la aplicación dela fuerza por parte de Stalin en losterritorios ocupados por sus ejércitosy la subsiguiente implantación de re-gímenes políticos similares al suyo im-plica el que no podamos tener unaconcepción simétrica sobre el repartode zonas de influencia, pues los mé-todos aplicados en una y en otra va-riaron radicalmente. Estos hechosconstituyen el origen inmediato de la«guerra fría» y él estructural delcambio de la posición asumida porEstados Unidos hasta aquel entonces;la ruptura de aquélla en el pequeñoeslabón que suponía Corea determi-nará su intervención y, lo que es mu-cho más significativo, el reunir losmedios necesarios para lograr el man-tenimiento de un enorme aparato mi-litar, por primera vez en tiempos depaz; se inicia al mismo tiempo el apo-yo a la isla de Formosa y comienzanlos envíos a la península de Indochi-na. Paralelamente, se da vía libre alrearme europeo y se intensifican toda

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clase de relaciones entre los EstadosUnidos y Europa.

Mas el hecho determinante de quela política de bloques se consolidarase produce en el momento que seadquiere la certeza de que la URSSdispone de armamento nuclear; ellola conduce al liderazgo indiscutibledel campo socialista, que no será rotosino por la llegada de otra nación,China, al mismo nivel de disposiciónde poder atómico. La médula de la«guerra fría» queda articulada: porun lado, imposibilidad de concilia-ción entre las dos grandes potenciaspor la necesidad de proteger los pro-pios intereses de bloque y, por otro,la imposibilidad de solventar tal an-tagonismo por la fuerza, en conside-ración a la catástrofe generalizada queel uso bélico de lo nuclear tendría.A partir de ahora, la dialéctica ver-bal de las dos potencias hegemónicastenderá a combinar el rechazo formaldel statu quo con la aceptación prác-tica del mismo; y se hará patentemen-te manifiesto con ocasión de las crisissuscitadas por la intervención anglo-francesa en Suez (condena norteame-ricana) y de la soviética en Hungría;los pequeños países europeos tomanconciencia de su propio estado de su-peditación a las líneas generales es-tratégicas que cada una de aquéllasles impone.

Sin embargo, la polarización de larespectiva capacidad global de des-trucción en dos campos era, a la vez,el factor más crucial y más aparente,así como el sistema total generado nosuponía el fin de la proliferación delarmamento atómico, tampoco el equi-librio de gran escala de las dos super-pótencias implicaba la desaparición delos conflictos de menor entidad; la«guerra fría», en cierto modo, va atrasladarse a zonas del Tercer Mun-

do, principalmente hacia aquellas don-de existan mayores focos de inesta-bilidad. Únicamente la crisis de «losmisiles» de Cuba, suscitada por laURSS, pondrá al borde del colapsoel equilibrio del terror, al tiempoque ponía de relieve, para USA yURSS, la conveniencia de impedir olimitar el acceso de nuevas nacionesal «club» nuclear.

La política exterior militar de Ken-nedy se orienta, por tanto, a la trans-ferencia de recursos con vistas al re-forzamiento del armamento clásicodentro de la perspectiva de conflictolocalizado y a plantear a sus aliadosla necesidad de un mando único ycentralizado para las fuerzas nuclea-res que pueda controlar y decidir entodo momento acerca de su uso, ob-viamente bajo la dirección de los Es-tados Unidos; con lo primero se pre-tendía el poder hacer frente a cual-quier intento desestabilizador en lazona «sólida», así como el poseer unmargen de actuación más flexible quela polítiqa del todo o nada; y con losegundo; el evitar que la escalada apartir de un enfrentamiento local pu-diera ser impulsada por alguno de losaliados que intervinieran en aquél.Pero esto último provocaría ciertasreacciones, entre las que cabe desta-car la de la Francia de De Gaulle,cuya política independentista la obli-gó a abandonar algunos de los orga-nismos de la OTAN.

Tal vez algunos éxitos parcialesconseguidos por los EE. UU. sean lacausa de la voluntad imperialista de-mostrada en el Sudeste asiático; yaa finales de 1972 el autor juzga estaintervención como un gran error.Pero no solamente puede ser aprecia-do como un enorme contrasentido po-lítico, por el coste moral y económicoque llevaría, tanto como por los efec-

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tos suavizadores que sobre las diver-gencias chino-soviéticas tendría, sinoque es preciso verlo como el resulta-do catastrófico de haberse erigido enel papel de gendarme de aquella re-gión y, en consecuencia, no intentarel cumplimiento de los Acuerdos deGinebra de 1954, apoyando, por elcontrario, distintos golpes de Estadoque ocasionarían una amplia repulsaincluso en su propio país y, a la larga,la creación de las condiciones para laradicalización de los movimientos deliberación nacional de aquella zona;junto a ello, la brutalidad de las in-tervenciones militares desmoralizabaal propio ejército y condenaba el con-flicto a una solución militar, siendola prolongación del mismo, desde elperíodo Johnson hasta el de Nixon,lo que revelaría como acertada la teo-ría del «dominó» desde Vietnam aLaos, al imponerse como central laguerra contra el agresor. Por ellopuede decirse que la guerra de Viet-nam será el gran fracaso de los Es-tados Unidos en su estrategia políticamundial, regida por la doctrina de lacontención del comunismo. Pero aúnmás significativo, si se contempla estaépoca con cierta perspectiva histórica,es el hecho de la ruptura que talfracaso conlleva para la propia con-cepción que de su papel activo en laescena internacional ostentaba estanación.

En ese sentido, es perfectamenteadmisible el considerar todo el pe-ríodo que se extiende desde la guerrade Corea hasta el final de la pesa-dilla de Vietnam, como el del progre-sivo abandono, por parte de los Es-tados Unidos, de aquella posicióndefensora del uso y el respeto a lasreglas del derecho internacional quehabía ostentado durante la etapa decreación de las Naciones Unidas. Las

disposiciones de este organismo, queeliminaban el recurso o la amenazadel recurso a la fuerza, en tanto queinstrumento de la política nacional, yque concedían el monopolio colectivode la fuerza a la misma organizaciónmundial en caso de amenaza a la pazo de comienzo de conflicto (art. 2),serán así manifiestamente olvidadaspor uno de los principales inspirado-res de las mismas; desde la interven-ción relámpago en el Líbano de 1958hasta la firma de la paz en Vietnam,pasando, entre otros acontecimientos,por la invasión de Santo Domingoen 1965, los EE. UU. se afirman co-mo implacables perseguidores de losmovimientos marxista-leninistas quesurgen a lo largo y ancho del plane-ta; el escepticismo respecto al valordel encuadramiento jurídico interna-cional llegará a su más alto gradocuando el secretario de Estado, Ro-gers, declare: «La honestidad nosobliga a decir que, en un futuro in-mediato, ningún orden jurídico inter-nacional, incluso reestructurado, po-dría favorecer la solución de la mayorparte de los conflictos importantesque afecten a la guerra y a la paz» (3).

Si esta declaración de mediadosde 1970 revela una actitud pesimistay cínica respecto a los problemas depolítica internacional (que luego severían también confirmados y agrava-dos por la inmoralidad del presiden-te en el orden interno), no es menoscierto que es, precisamente, el fra-caso, que no la derrota, de los Es-tados Unidos en la península de In-dochina, el hecho decisivo que originala inflexión de la política exterior USAhacia otros derroteros; primeramente,el acercamiento al régimen de Mao vaa permitir a los EE. UU. el aprove-

(3) Cfr. Le monde diplomatique,marzo 1976.

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char en su interés las rivalidades deChina con la URSS; en segundo lu-gar destacarán las ventajas de unapolítica de loto pro file (no ostenta-ción) en las relaciones con otras po-tencias, implicando el reconocimientode las mismas (la de «Europa», la deJapón, la de China), al tiempo que eldedicar una mayor atención a los pe-queños.

Tales cambios llevan a R. Aron apensar que en los últimos años haido poco a poco desapareciendo elmundo bipolar de los veinticinco an-teriores, siendo reemplazado por otrocaracterizado por la multipolaridad.Esta consistiría: 1) en la multiplici-dad de planos en los que se desarro-llan las relaciones entre Estados yentre éstos y sus sociedades (así, porejemplo, en USA, entre el «complejomilitar-industrial» y la AdministraciónCivil); 2) en el fin de un campo so-cialista homogéneo en cuanto a susintereses exteriores; 3) en la relativaautonomía que vienen demostrandolos subsistemas dominados por pe-queños países o neutralizados por laoclusión de varios. Sin embargo, ypor lo que respecta a este último pun-to, no se tiene en cuenta uno de losaspectos probablemente más impor-tantes, como es el de la aparición depotencias intermedias que controlanáreas de gran peso estratégico y que,además, se van constituyendo en fo-cos de atracción económica, comoBrasil o Irán, convirtiéndose realmen-te en centros de poder subcontinen-tales con posibilidades de acción in-crementadas por las condiciones mu-tuamente paralizantes que el equili-brio del terror impone entre lassuperpotencias.

Tampoco creo pueda considerarsecomo excesivamente acertado el aná-

sistemas más en convulsión en las úl-timas décadas, el latinoamericano;así hay, en tal sentido, un intentode explicación de los antagonismos ydiferencias entre Latinoamérica y losEstados Unidos al decir que la causaprincipal de los mismos reside en elresentimiento motivado por el des-igual desarrollo y, por otro lado, enla oposición entre cultura hispanistade los primeros y la anglosajona delos segundos; igualmente poco satis-factorio es apreciar la emigración decerebros desde estos países hacialos USA como lógica, dada la inca-pacidad de absorción de los mismosen sus respectivos países. Y en elplano político, las incongruencias sonde mayor entidad; las intromisionesde la política exterior USA quedaríanreducidas a los países de AméricaCentral, disponiendo de la más abso-luta neutralidad en cuanto a los per-tenecientes al cono sur y, para darnosmayor concreción, ¡se cita el caso deChile en la época de la Unidad Popu-lar! (estando el libro escrito a finalesde 1972), y el papel de los militaresen aquellas Repúblicas no estaría«más determinado por Washingtonque el de los intelectuales por Moscú,Pekín o La Habana» (4); parece comosi R. Aron descendiera en ocasiones,escasas afortunadamente, al terrenode la diatriba política, y no solamentepor el estilo en el cual se expresanciertas afirmaciones.

En la segunda parte de la obra,dedicada a tratar los aspectos econó-micos de la presencia dominante delos EE. UU. en el mundo, el autororienta su discurso hacia la crítica delas concepciones para las que los USAestarían principalmente gobernadospor la defensa de todos los intereses

(4) R. ARON, La República imperial,

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privados pertenecientes a sus ciuda-danos.

En primer término, rebate la tesisde que los EE. UU. basarían su pros-peridad pasada y presente en las re-laciones de explotación que tendríanestablecidas con el Tercer Mundo,pues, en realidad, ya en 1914, cuandotodavía eran exportadores netos deproductos primarios, disponían delproducto per capita más alto delmundo (5), apoyando, en demostra-ción de la misma tesis, con otrosdatos la argumentación ya expuestaen otra anterior obra suya (6); así,en 1970, los beneficios repatriadospor empresas norteamericanas traba-jando en el extranjero habrían su-puesto únicamente el 12 por 100 delos beneficios globales obtenidos porempresas USA tanto en el interiorcomo en el exterior.

En segundo término ataca a la te-sis según la cual las acciones políticasque USA lleva a cabo en el exteriorde sus fronteras las realizaría en ra-zón de la salvaguarda y expansiónde los intereses económicos de lasgrandes empresas de su nacionalidad,para que éstas pudieran invertir, re-patriar beneficios y tener un accesoasegurado a las materias primas («loque es bueno para la General Mo-tors...») o, como dice J. Petras,los USA utilizarían «presiones eco-nómicas, directas e indirectas, paraasegurar la supervivencia tanto de lassociedades multinacionales como delas condiciones necesarias de acumu-lación y reproducción del capital».Aunque exista una diferencia de ma-tiz entre ambas proposiciones, las dosresponden a la teoría de que los Go-biernos, en régimen capitalista, no son

(5) R. ARON, La República imperial,pág. 206.

(6) R. ARON, La lutte de classes.

sino los gestores de más alto nivel delos intereses monopólicos u oligopó-licos de las grandes empresas; parademostrar la futilidad de tal teoríaR. Aron expone multitud de ejem-plos, de los que merece la pena entre-sacar los siguientes: a) USA habríamantenido una postura fuertementeanticolonialista en el proceso de in-dependización de la India del Imperiobritánico, a pesar de que las condicio-nes de inversión para el capital ex-tranjero no varían con la obtenciónde la misma; b) la guerra de Vietnamhabría costado a los EE. UU. canti-dades muy superiores a cualquier po-sible evaluación de las inversiones he-chas allí; c) el mantenimiento de lapostura de apoyo a Israel, aun a costade verse perjudicado respecto a sushipotéticos intereses petrolíferos enlos Estados árabes de aquella región;d) por vía inversa, la manifiesta des-politización de los medios empresaria-les USA al no tener reparos en reali-zar negocios con cualquier tipo derégimen político (de lo que es buenamuestra las inversiones en la URSS ylas recientes negociaciones en Cuba).Por otro lado, las inversiones de lasempresas «made in USA» no se diri-girían fundamentalmente hacia lospaíses de mano de obra barata y es-casa fiscalización impositiva, citandoen tal sentido los datos correspon-dientes a 1970, año en el que aqué-llas se repartirían de este modo: deun volumen global de 78 billones dedólares, estarían 22,8 en Canadá,24,5 en Europa Occidental, 1,5 enJapón y 14,7 en América latina (7).

Por todo ello, y definiendo a los Es-tados Unidos como la potencia econó-mica más dinámica y técnicamentedominante, no se podría hablar, con

(7) Survep of current business, octu-bre 1971.

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una cierta rigurosidad, de encontrar-nos ante un imperialismo económicosino en los casos de actuación descon-trolada del capital en economías in-fradesarrolladas y en sectores básicospara la iniciación del despegue. Laacción económica de los GobiernosUSA, por otra parte, ha estado im-pulsada por imperativos decidida-mente estratégicos: la ayuda a Euro-pa y Japón una vez finalizada laSegunda Guerra Mundial, la ayuda alos países componentes del «cinturónmundial» (Grecia, Turquía, Filipinas)y otros clientes aventajados; reunien-do ambas, de 1945 a 1967, aproxima-damente las tres cuartas partes deltotal.

Tal vez podamos concluir, en con-

secuencia, que, si bien el hecho de seruna gran potencia exige una diploma-cia imperial, no necesariamente com-porta el dictar a los aliados la con-ducta que han de seguir, y menos enlos aspectos internos, ni implica elintervencionismo militar allí donde elequilibrio de fuerzas se encuentreamenazado, ni autoriza a justificar unaumento creciente en los presupues-tos destinados a la defensa, pues esalgo más que simplemente paradójicoel contemplar cómo sobre las leyen-das acerca del progreso y la armoníamundiales de los fundadores de laUnión se ha levantado uno de losmás terroríficos sistemas de destruc-ción hoy existentes.

Luis ARRILLAGA

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