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 Estudios Públicos,  70 (otoño 1998). CONFERENCIA WITTGENSTEIN Y LOS SENTIDOS DEL SILENCIO * Carla Cordua CARLA CORDUA. Ph. D. en Filosofía en la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras. Autora de numerosas publicaciones en revistas especializadas y de varios libros; entre ellos cabe mencionar:  Idea y figura: El concepto hegeliano de arte (Río Piedras, Puerto Rico, 1979), El mundo ético: Ensayos sobre la esfera del hombre en la filosofía de Hegel (Barcelo- na, 1989), Explicación sucinta de la “Filosofía del Derecho” de Hegel  (Santa Fe de Bogotá, 1992), en colaboración con Roberto Torreti, Variedad en la razón: Ensayos sobre Kant (Río Piedras, 1992), y Wittgenstein: Reorientación de la filosofía  (Edit. Dolmen, 1977). * Conferencia pronunciada el 10 de junio de 1997 en el ciclo para estudiantes univer- sitarios “Pensamiento y silencio”, organizado por el Centro de Estudios Públicos. En el Nº 69 de Estudios Públicos  apareció la conferencia “El silencio originario en el pensar de Heidegger”, dictada por Jorge E. Rivera en el marco de ese mismo ciclo. El imperativo del silencio enunciado en el Prólogo y el parágrafo final del Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenst ein tiene tres sentidos —lógico, ético y místico— cuyas diferencias y conexiones mutuas se dilucidan aquí. Se analiza el lugar del silencio en el lenguaje y se examina hasta qué punto el imperativo del silencio persiste en la obra tardía de Wittgenstein. En particular se conecta la toma de posición del Tractatus con la conferencia sobre ética del año 1929, en la que el filósofo busca demostrar que los lenguajes de la moral y de la religión violan los límites del lenguaje significati vo.  n el Tractatus Logico-Philosophicus no hay sino dos brevísimos pasajes que se refieren ex presamente al silenci o (T, Vorwort, p. 9 y Nº 7). Como ésta es la única obra de Wittgenstein que gira entera, según su autor, E

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  • Estudios Pblicos, 70 (otoo 1998).

    CONFERENCIA

    WITTGENSTEIN Y LOS SENTIDOSDEL SILENCIO*

    Carla Cordua

    CARLA CORDUA. Ph. D. en Filosofa en la Universidad de Puerto Rico, Ro Piedras.Autora de numerosas publicaciones en revistas especializadas y de varios libros; entre elloscabe mencionar: Idea y figura: El concepto hegeliano de arte (Ro Piedras, Puerto Rico,1979), El mundo tico: Ensayos sobre la esfera del hombre en la filosofa de Hegel (Barcelo-na, 1989), Explicacin sucinta de la Filosofa del Derecho de Hegel (Santa Fe de Bogot,1992), en colaboracin con Roberto Torreti, Variedad en la razn: Ensayos sobre Kant (RoPiedras, 1992), y Wittgenstein: Reorientacin de la filosofa (Edit. Dolmen, 1977).

    * Conferencia pronunciada el 10 de junio de 1997 en el ciclo para estudiantes univer-sitarios Pensamiento y silencio, organizado por el Centro de Estudios Pblicos. En el N 69 deEstudios Pblicos apareci la conferencia El silencio originario en el pensar de Heidegger,dictada por Jorge E. Rivera en el marco de ese mismo ciclo.

    El imperativo del silencio enunciado en el Prlogo y el pargrafofinal del Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein tiene tressentidos lgico, tico y mstico cuyas diferencias y conexionesmutuas se dilucidan aqu. Se analiza el lugar del silencio en ellenguaje y se examina hasta qu punto el imperativo del silenciopersiste en la obra tarda de Wittgenstein. En particular se conecta latoma de posicin del Tractatus con la conferencia sobre tica delao 1929, en la que el filsofo busca demostrar que los lenguajes dela moral y de la religin violan los lmites del lenguaje significativo.

    n el Tractatus Logico-Philosophicus no hay sino dos brevsimospasajes que se refieren expresamente al silencio (T, Vorwort, p. 9 y N 7).Como sta es la nica obra de Wittgenstein que gira entera, segn su autor,

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    1 El N 7 del Tractatus puede traducirse: Sobre lo que no se puede hablar, hay quecallar. La fuerza del hay que (muss) admite diversas lecturas:

    (A) Para todo x y todo y si no es posible que x hable sobre y, es necesario que x nohable sobre y.

    Como la negacin de la posibilidad equivale lgicamente a la necesidad de la nega-cin, (A) es una verdad lgica trivial.

    (B) Para todo x y todo y, si no es posible que x hable con sentido sobre y, esnecesario que x no hable sobre y de ninguna manera (ni con, ni sin sentido).

    (B) no es una verdad lgica, pero puede drsele este carcter insertando la condicinSi x no ha de hablar sin sentido.

    (C) Para todo x y todo y, si x no ha de hablar sin sentido sobre y y no es posible quex hable con sentido sobre y, es necesario que x no hable sobre y de ninguna manera, ni consentido (porque no puede), ni sin sentido (porque ira contra la condicin prescrita).

    (C) es un imperativo hipottico o tcnico, pero tiene la fuerza de un imperativo moralsi Evita la chchara! No hables sin sentido! es un imperativo moral absoluto. Obviamente,este imperativo moral no puede derivarse de Tractatus N 7, ni tampoco me parece de losnmeros anteriores.

    alrededor de la importancia absoluta de guardar silencio, puede parecerraro que no encontremos en ella mayores explicaciones del asunto. Sepuede pensar, seguramente, que esta parquedad es discreta, pues hablardemasiado del valor y los alcances del silencio resultara equvoco y sospe-choso. Cmo recomendarles el silencio a otros si el filsofo mismo noest dispuesto a practicarlo en alguna medida? En obras posteriores, Witt-genstein se refiere slo indirectamente a las varias partes que le caben alsilencio en nuestra vida y a las maneras como ninguna de las alternativasde la prctica aprendida de guardar silencio en determinadas circunstanciaslo puede reemplazar o aventajar. En la obra de Wittgenstein las funcionesdel silencio son tres, la lgica, la moral y la que el filsofo llama mstica.

    La verdadera razn por la que Wittgenstein menciona tan pocasveces el deber del silencio, dos veces en el Tractatus y luego nunca ms enforma directa, reside en que este aspecto de la obra pertenece a un sistemafilosfico que su autor critic y abandon parcialmente ms tarde. Ya en suorigen los tres sentidos del silencio, a pesar de ser cada uno peculiar y enbuena medida conceptualmente independiente de los otros, estn entronca-dos en el primer sistema filosfico y referidos a travs suyo los unos a losotros de una manera difcil de seguir. Sistemticamente, el silencio tendraque ser uno solo, pero la exposicin de Wittgenstein lo exhibe de hecho entres dimensiones diversas entre las cuales los nexos son oscuros y no fue-ron explicados por su autor. En el Tractatus era preciso que la frmula quedice la necesidad de guardar silencio fuera muy simple y parca para que,como las sentencias de los sabios antiguos, se pudiera entender de variasmaneras. El imperativo del silencio del Tractatus hace las veces tanto deconclusin trivial de la exposicin lgica del sistema como de verdad re-cndita que expresa los alcances morales y msticos del primer libro deWittgenstein1.

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    Pues la exposicin del Tractatus puede y debe ser leda y compren-dida en varios niveles diferentes. En una primera interpretacin, la frmulaque impone el silencio resulta del sistema lgico contenido en este libro2.En l se sostiene, en efecto, que el lenguaje es un espejo de la realidadmundana, capaz de expresar los hechos y las situaciones de que se compo-ne el mundo, pero no de traspasar los trminos que definen tanto al mundocomo a su representacin pictrica, el lenguaje, como conjuntos limitados.Cuando los usuarios del lenguaje les quieren dar a sus smbolos un uso nofctico, esto es, lo quieren aplicar a tareas diferentes de la de enunciar loque es el caso, las estructuras lingsticas pierden el nico contenido de queson capaces, se tornan carentes de referencia real y, como consecuencia deello, pierden todo significado. El lenguaje, de acuerdo con el Tractatus,tiene los mismos lmites que el mundo: donde se acaba uno se acaba elotro. Tales lmites no pueden ser traspasados sin que lo que se dice caiga enel sinsentido.

    El Tractatus, el nico libro que su autor public en vida, se proponecomo tarea principal trazar un lmite entre lo que se puede decir con senti-do y lo que excede la capacidad de nuestros instrumentos lingsticos. Deesta diferencia lgica entre las oraciones que tienen un contenido significa-tivo porque se refieren a hechos y situaciones mundanas y las formacionesverbales que, aunque a primera vista parecen oraciones, no lo son de ver-dad debido a que les falta el contenido fctico, no quieren decir nada, sacaWittgenstein muchas consecuencias de diversa ndole sobre la filosofa ylas ciencias, sobre el mundo y lo que queda fuera de l, sobre los hechos ylos valores y, tambin, sobre los lenguajes de la moral, del arte y de lareligin.

    Debido a que Wittgenstein presupone que, por lo general, hablamospara hacer patente o expresar un significado, cuando usamos el lenguajepara no decir nada, este abuso resulta de la carencia de claridad sobre elfuncionamiento de nuestro lenguaje. Sabemos hablar pero no comprende-mos las condiciones de que dependen los sentidos formulables lingstica-mente. Cuando hablamos sin sentido es porque estamos enredados en con-

    2 Cf. el anlisis propuesto en la nota N 1. Muchos comentaristas del Tractatus

    sostienen que la frmula que manda el silencio tiene un sentido a la vez lgico y moral. Pero,cmo puede resultar un imperativo moral de un sistema lgico que no reconoce otra necesi-dad que la lgica? Quienes afirman de manera expresa que Wittgenstein propone en la oracinfinal de su libro esta oscura combinacin de la necesidad lgica con la forzosidad moral, nosdeben una explicacin adecuada del origen de la exigencia moral. Es el caso, me parece, deJames C. Edwards, Ethics without Philosophy: Wittgenstein and the Moral Life (1982),pp. 85-86; y de Philip S. Shields, Logic and Sin in the Writings of Ludwig Wittgenstein (1993),pp. 10-30; especialmente p. 11.

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    fusiones conceptuales, porque no entendemos que hemos abandonado laesfera limitada de lo significativo. Si llegamos a comprender, gracias alsistema lgico del Tractatus, que hay ciertos usos del lenguaje que noproducen sino vacuidades y disparates, parece obvio que guardaremos si-lencio en vez de incurrir en el sinsentido. ste es el alcance estrictamentelgico de la frmula que nos hace presente que all donde es imposiblehacer sentido es preciso callarse.

    Pero las consideraciones lgicas en el libro de Wittgenstein estnpuestas, en ltimo trmino, al servicio de ciertas doctrinas morales y msti-cas, a cuya exposicin el autor dedica la parte final de su tratado. Unasegunda lectura, que considere principalmente el sentido moral de la obra,como en el Prlogo y en otros comentarios acerca de la intencin deltratado exige su autor que se haga, pone en evidencia que la oracin quemanda guardar silencio formula una obligacin moral incondicional o ab-soluta que el lector contraera despus de comprender la exposicin deWittgenstein. Lo revelado en el Tractatus transformar de una vez parasiempre la vida y la actividad del lector, en particular si es aficionado a lafilosofa. En este efecto moral, que no aparece ms que al trmino de laexposicin y que posee alcances que superan la esfera de los asuntos lgi-cos planteados antes, residira el verdadero sentido del libro, segn reitera-das declaraciones de Wittgenstein.

    Antes de proseguir con los varios sentidos del silencio, debemospreguntar: con qu derecho sostenemos que el Tractatus puede ser enten-dido de diferentes maneras? Pues la posibilidad de hacer ms de una lectu-ra no puede sino tornar ambiguas las frmulas y las doctrinas que en l seproponen. El caso es que el libro mismo no slo autoriza sino que imponetal perspectiva sobre su contenido. Ya que, por una parte, expone un siste-ma filosfico referente a la condicin del mundo, del lenguaje, de la rela-cin entre ellos; un sistema referente, asimismo, a la funcin primordial dela lgica para determinar lo que hay y lo que se dice, para establecer loslmites del lenguaje y del mundo y las diferencias entre realidad e irreali-dad, sentido y sinsentido, posible e imposible. Y, por la otra parte, elTractatus declara que la filosofa, incluida la que en este libro se expone, seocupa de seudoproblemas sobre cuestiones de las que se puede demostrarque no es posible decir nada con sentido pues todo discurso sobre cuestio-nes filosficas contraviene las reglas del lenguaje significativo.

    As es como resulta que, despus de haber ledo este libro y de habersido promovido por su lectura a la comprensin de los lmites del mundo ydel lenguaje que lo expresa, el lector debe, segn Wittgenstein, arrojar lejosde s no slo a la filosofa tradicional, el complicado producto de malenten-

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    der, tambin los filsofos, el funcionamiento del lenguaje, sino debe desha-cerse de igual manera de las seudoproposiciones del propio Tractatus, talcomo uno se deshace, despus de usarla, de la escalera que le hizo posiblesubir al lugar donde quera llegar. El Tractatus, al desautorizar a la filoso-fa, se autocancela expresamente y de esta manera nos abre, despus dehacerlo, una nueva perspectiva sobre lo que se propone y lo que significacomo obra. As es como autoriza ser ledo en varios niveles: antes y des-pus de la cancelacin de toda filosofa que pretenda ser ciencia, antes ydespus de averiguar el significado religioso de que el mundo y el lenguajesean limitados.

    El sentido lgico de la oracin que manda el silencio es diferente desu sentido moral, entre otras cosas, porque es posible leer el sistema filos-fico del Tractatus sin tener en cuenta que propone una filosofa para termi-nar de una vez para siempre con la filosofa como ciencia. Antes de con-vencernos de que la filosofa consta de seudoproposiciones que sloaparentan ser proposiciones, el sistema del Tractatus parece uno que seagrega a los producidos por la filosofa tradicional; luego, enterados porWittgenstein de que ramos vctimas de una ilusin, renunciaremos a losesfuerzos filosficos de una vez por todas, habiendo sido transformadospor la revelacin de que la filosofa no conoce la realidad ni ensea nadasobre ella, sino que es, ms bien, una terapia que cura del hbito de hacerlas preguntas sin solucin con que los filsofos se han torturado por 25siglos. As es como el silencio de que habla el Tractatus adquiere, desdeesta otra perspectiva, una dimensin moral que no estaba en evidencia ensu solo aparato lgico.

    El Tractatus cancela la filosofa como metafsica, como lgica,como moral, como esttica. Para efectuar esta tarea purificativa o de elimi-nacin de un extravo milenario tiene que incurrir en los mismos abusos delenguaje que busca desenmascarar. Desde la perspectiva de la liberacindel filsofo, no se puede decir que el Tractatus derive el imperativo moraldel silencio directamente del sistema lgico-metafsico expuesto por l.Pues, como tratamiento prctico que el pensador se da a s mismo y a otrosque ya han padecido las torturas de tratar de convertir a la filosofa en unaciencia, presupone, adems de los lmites del lenguaje significativo, ciertaforma de vida que Wittgenstein conoce, y una historia del pensar filosficoque da testimonio de la insensatez de vivir de esa manera. La evidencia delsinsentido de la filosofa tradicional conduce pues, al que la ha comprendi-do, a un silencio que es parte de la lucidez de quien se acaba de reponer dela tirana de una quimera. La liberacin del filsofo, la posibilidad de dejar

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    de hacer filosofa voluntariamente3, es una gran conquista, desde el puntode vista de Wittgenstein; antes dedicado a servir una empresa imposible, elfilsofo abandona con clarividencia, y renuncia de manera ilustrada, a deciry a conseguir lo que no se puede.

    Wittgenstein se impacienta con los primeros lectores del Tractatusporque, le parece, sobrestiman el inters de los aspectos lgicos de la obray no captan adecuadamente que el conjunto est dominado por una inten-cin moral. La vanguardia que inaugura la historia de los malos lectores delTractatus est formada por Bertrand Russell y Gottlob Frege. El soldadoaustraco Wittgenstein, prisionero en el norte de Italia despus de la Prime-ra Guerra Mundial, les haba enviado sendas copias del manuscrito delTractatus, que sola llevar en su mochila, a sus dos principales mentores ymaestros4. Los comentarios epistolares que ambos le envan al autor des-pus de leer el manuscrito no le gustan nada al filsofo todava indito.Wittgenstein le escribe a Russell5 que Frege no ha entendido ni una solapalabra de su planteamiento. En cuanto a los comentarios del propioRussell, la misma carta dice que: Mucho me temo ahora que no hascomprendido mi aseveracin esencial, de la que toda la cuestin acerca delas proposiciones lgicas no es sino un agregado (Zusatz). Conocemos,adems, otras declaraciones, independientes del texto del Tractatus, comola famosa carta de Wittgenstein a Von Ficker6, que confirman que su autorvea entonces en las ltimas proposiciones morales y msticas de su libro,que se extienden de la proposicin 6.4 hasta el final, el verdadero sentido yla justificacin de su primera obra, tal como lo afirma el Prlogo deltratado.

    Acerqumonos ahora a la manera concreta en que Wittgenstein ha-bla del silencio en el Tractatus. Los dos pasajes que formulan el imperativode guardar silencio enmarcan la obra completa; la primera mencin delasunto se encuentra en el Prlogo, donde el autor explica la intencin de laobra; la segunda est al final de ella. Estos dos pasajes dicen as: Elsentido total de [este] libro se podra expresar mediante las palabras: todo

    3 L. Wittgenstein, Philosophische Untersuchungen, 133.

    4 La carta de Wittgenstein a Russell, fechada el 19 de agosto de 1919, comenta las

    observaciones que le hace el filsofo ingls despus de leer el manuscrito del Tractatus.Wittgenstein se queja en ella de no ser entendido por nadie y cuenta que tambin a Frege leenvi mi manuscrito. Me escribi hace una semana y veo por su carta que no entiende ni unasola palabra de todo [el libro]. L. Wittgenstein, Briefe (1980), p. 88. (En adelante, Cartas,seguido de la pgina).

    5 Cartas, p. 88.

    6 Cartas, p. 96.

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    cuanto puede, en general, ser dicho, puede ser dicho con claridad; y sobreaquello que no se puede hablar hay que guardar silencio7. La oracin finaldel libro es sta: Sobre lo que no se puede hablar hay que guardar silen-cio (T 7).

    El Tractatus no es un libro popular, y, especialmente en castellano,es slo conocido por unos pocos. Igual que ocurre en otros idiomas, entrenosotros tambin ha sido mal entendido a menudo. La obra de Wittgensteinen general es difcil de llegar a conocer bien, pero el Tractatus en particulares un libro oscuro y breve8, como lo llama acertadamente su propio autoren carta a Russell. Aunque los temas abarcados por el Tractatus son demuy diverso tipo: metafsicos y morales, cosmolgicos y religiosos, lgi-cos, estticos y personales, la exposicin del sistema tractariano est lleva-da a cabo principalmente en los trminos metafsicos y lgicos desarrolla-dos antes por otros pensadores y ligados estrechamente a los asuntos en quetrabajaban por aquellos aos pensadores como Frege y Russell. El carcterrelativamente recndito de la orientacin moral y mstica de esta obra deWittgenstein contribuy, sin duda, a dificultar el acceso a lo que su autorconsideraba su verdadero sentido. El libro fue mal entendido literalmentepor todo el mundo por bastante tiempo y ahora parece evidente que no slosu originalidad y profundidad sino tambin el carcter condensado de laprosa y cierta desconsideracin con el lector, fueron en alguna medidaresponsables de la dificultad del conjunto.

    Que tantos lectores filosficos se hayan equivocado sobre el Tracta-tus no demuestra, ciertamente, que la autointerpretacin del autor sea co-rrecta. Conviene recordar, desde luego, que tenemos dos lecturas diversasdel Tractatus debidas al propio Wittgenstein: la que el filsofo profesabaen la poca de la publicacin del libro (1921) y la que sostendra 10 aosms tarde (a partir de 1930), muy diferente de la primera. La interpretacintemprana est dominada por la conviccin, expresada en el Prlogo delTractatus, de que el libro resuelve de una vez para siempre todos losproblemas de la filosofa tradicional9. Diez aos despus, Wittgenstein seha convertido en un crtico de su primera obra; decide volver a la filosofa,que haba abandonado, para restablecerla sobre bases nuevas. Wittgenstein

    7 L. Wittgenstein, Logisch-philosophische Abhandlung, p. 9. (En adelante, T seguido

    del nmero de la proposicin citada). Las traducciones del alemn y del ingls que cito sonmas.

    8 Cartas, p. 252.

    9 T, p. 10. Entindase que la solucin definitiva de los problemas filosficos, como

    Wittgenstein la concibe, es su disolucin crtica definitiva, no la respuesta universalmenteconvincente que buscaron quienes en el pasado plantearon tales problemas.

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    desautoriza, en efecto, tanto al atomismo lgico del Tractatus como lanocin de que el lenguaje es una representacin del mundo que lo reflejaeficazmente.

    La crtica de su libro juvenil la dirige Wittgenstein frontalmentecontra las bases lgico-metafsicas del sistema tractariano. Reniega tam-bin de las conclusiones morales y msticas en que el sistema desembocacuando revisa crticamente su primera filosofa? No reniega nunca expresa-mente de ellas; es notorio, sin embargo, que no vuelve a enunciar el impe-rativo del silencio ni en su significado lgico ni en sus alcances morales ymsticos. Tampoco insiste ms tarde en la importancia moral absoluta de nosobrepasar los lmites del lenguaje, pero resulta obvio que l, tanto en suactividad filosfica como en su actitud personal, sigue adhiriendo a laprctica de evitar a toda costa las palabras intiles, los grandes gestos y lapretensin de saber ms de lo que sabe, una tentacin frecuente para losfilsofos, cree. En este sentido, se mantiene fiel a la tica del Tractatus.Pero como la cuestin de la moral del silencio posee un nexo con lo queWittgenstein llama lo mstico, vamos a proceder antes a fijar con claridadlos caracteres del silencio que Wittgenstein califica de moral.

    Cuando el pensador nos conmina a poner en prctica cierta clase desilencio, vemos claramente que no se refiere a los silencios internos dellenguaje, a sus pausas y a los gestos mudos con que los hablantes mezclany precisan lo que dicen. Lo que Wittgenstein se propone es, ms bien,moralizar la entera actitud del hablante frente a su posibilidad de valerse deun lenguaje. Debe aprender, antes que nada, que esta posibilidad dependede ciertas condiciones y que hay una diferencia insalvable entre el usolegtimo y el uso abusivo del lenguaje. El imperativo moral del silencio nole pide nada al lenguaje como tal, que est bien como es, dice el filsofo amenudo, sino slo al hablante.

    No debemos entender que el silencio como obligacin moral, segnWittgenstein, es lo contrario del lenguaje y que implicara una renuncia avalerse de ste. No hay una oposicin simple entre lenguaje y silencio: susrelaciones son ms complicadas. Es verdad que hablar y hacer ruidos nosparecen estrechamente ligados entre s. Sin embargo, es obvio que el solilo-quio y el monlogo, aunque a menudo completamente divorciados delsonido, son partes del lenguaje. Pues, aunque pueden, en ciertos contextos,funcionar como trminos contrastantes, el lenguaje y el silencio tienenmuchos lazos que los unen y el lenguaje sonoro contiene partes suyas queson silenciosas. Buenos ejemplos de tales ingredientes son los signos lumi-nosos del trnsito, por ejemplo, o las seales de humo usadas como mtodode comunicacin entre personas distantes. Tambin los gestos que hacemos

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    en vez de hablar, como sonrer o saludar de lejos con la mano levantada,son elementos del lenguaje que no resuenan, tal como tampoco hace ruidola actividad de sacar cuentas de memoria o de pensar antes de contestar unapregunta. De manera que el silencio, que entendido de cierta manera puedeconstituir una alternativa frente al lenguaje, tambin forma parte de l,tanto en las formas indicadas como en el modo de las breves pausas queseparan a las palabras, a las frases, a los versos, a las estrofas y a losdiscursos.

    Pero la moral de Wittgenstein no se refiere a los silencios internosdel lenguaje sino, ms bien, a aquella otra forma del silencio que se carac-teriza por ser lo contrario de la chchara; se tratara de aprender una con-ducta destinada a contrarrestar ciertas tendencias naturales del hablante,como la inclinacin a la habladura hueca o como aquel impulso que loarrastra a decir cosas sin sentido. El imperativo moral del silencio converti-do en prctica actualizara en nosotros ciertas formas de libertad: podra-mos dejar de hablar de lo que no sabemos, seramos capaces de abstenernosde tratar de explicar lo confuso; nos ahorrara el disgusto de hablar de mssin ninguna necesidad o de parlotear inoportunamente.

    Uno de los sentidos de la oracin con que concluye el Tractatus esmoral, porque se dirige a la accin humana y establece para ella una distin-cin absoluta entre el uso y el abuso de la posibilidad de hablar. Por esoconviene sealar que el filsofo no se vale, en el original de su escrito, delsustantivo silencio sino de la forma verbal guardar silencio o permane-cer callado. Los pasajes sobre el silencio apelan a nosotros como hablantesque tienen, en cuanto tales, la posibilidad de callar en determinadas ocasio-nes o sobre ciertos asuntos. Los animales y las cosas, que no hablan,tampoco y por ello mismo, se pueden quedar callados. El verbo alemnschweigen debiera traducirse, por esta razn, por un verbo y no por unsustantivo10, como ocurre a veces. Pues de lo que se trata aqu es de unaactividad humana exclusiva y de su omisin voluntaria e ilustrada, de algoque slo nosotros y por razones, podemos ya sea hacer, ya sea dejar. Losometido al mandato moral no es una cualidad o propiedad objetiva que sepudiera atribuir tambin a las cosas. El texto de Wittgenstein usa en los dospasajes mencionados un verbo que nombra una actividad, la de callar. Ellibro entero se propone demostrar que callar, guardar silencio es, en deter-minadas circunstancias, un deber nuestro.

    Las dos breves formulaciones de nuestra obligacin de guardar si-lencio dicen casi lo mismo y ambas cuentan ya con una distincin que

    10 Vase, por ejemplo, la traduccin inglesa de T 7 en James C. Edwards, op. cit. p. 5.

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    Wittgenstein introduce hacia el final de su primer libro, en la parte reserva-da a las conclusiones (T 6.522); all sostiene que: Hay, en efecto, lo queno puede decirse. Es lo que se muestra, lo mstico. La nocin de lomstico posee en el Tractatus varios matices: se dice en general de lo quees inefable, como acabamos de escuchar, de lo que se muestra en contrastecon lo que cabe ser dicho. Pero Wittgenstein llama mstica tambin a laexperiencia del asombro o de la maravilla ante la existencia del mundo.Que haya mundo es lo mstico, no cmo es (T 6.44)11. Se refiere, asimis-mo, a un sentimiento y a un impulso humano, que califica de msticos.El sentimiento del mundo como todo limitado es lo mstico (T 6.45). Eneste ltimo uso, el sentimiento de lo mstico es inspirado por la intuicin deque, siendo el mundo algo limitado, tiene que haber un ms all del mundo,aquello que queda fuera de sus lmites. Finalmente, en sus diarios anterio-res al Tractatus, anota lo siguiente: El impulso hacia lo mstico viene de lainsatisfaccin de nuestros deseos por la ciencia12.

    En cualquier caso, la caracterstica general de lo mstico como loextramundano inefable se mantiene a travs de estas inflexiones del signifi-cado. En una conferencia sobre tica dictada el ao 1929 confirma Witt-genstein que los rasgos esenciales de esta nocin son siempre los mismos:lo mstico no pertenece al mundo, donde todo es relativo y contingente, y,debido a ello, es que resulta inefable. Sostiene que: Si digo: Me maravillala existencia del mundo, estoy abusando del lenguaje. Voy a explicar esto:tiene un sentido perfectamente adecuado y claro decir que me maravillaque algo sea el caso; todos entendemos lo que significa decir que memaravilla el tamao de un perro que es ms grande que ninguno que hevisto antes, o cualquier otra cosa que, en el sentido corriente de la palabra,es extraordinaria. En cada uno de estos ejemplos me maravillo de que algosea el caso que podra concebir que no es el caso. Me maravilla el tamaode este perro porque puedo concebir un perro de otro tamao, esto es, detamao comn y corriente, que no me maravillara. Decir Me maravillaque esto o lo otro sean el caso slo tiene sentido si puedo imaginar queellos no son el caso Pero carece de sentido decir que me maravilla laexistencia del mundo, pues no puedo imaginar que no exista13. Respectode la experiencia religiosa de sentirse absolutamente seguro o a salvo, pase

    11 Cf. A Lecture on Ethics en Ludwig Wittgenstein, Philosophical Occasions,

    1912-1951, editado por J. Klagge y A. Nordmann (1993), pp. 40-42. (En adelante Conf. E ypgina).

    12 Citado por Max Black, A Companion to Wittgensteins Tractatus (1964), p. 376.

    13 Conf. E, pp. 41-42.

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    lo que pasare, un sentimiento que Wittgenstein declara haber tenido14, dice:Todos sabemos lo que significa estar seguro en la vida ordinaria. Estoyseguro en mi habitacin si all no me puede atropellar un autobs. Estoyseguro si he tenido ya tos convulsiva y por eso no me puede dar otra vez.Estar esencialmente seguro significa que es fsicamente imposible que meocurran ciertas cosas y, en consecuencia, carece de sentido decir que estoyseguro pase lo que pasare. Otra vez, este es un abuso de la palabra segurotal como el otro ejemplo presentaba un abuso de las palabras existencia ymaravillarse. Ahora deseo insistir ante Uds. que cierto caracterstico abu-so de nuestro lenguaje afecta a todas las expresiones ticas y religiosas15.

    El lenguaje posee una lgica y una relacin con la realidad que lohacen apto, de acuerdo con la teora temprana de Wittgenstein, para repre-sentar hechos y sus combinaciones; sus proposiciones dan cuenta fielmentede la organizacin de las situaciones fcticas posibles, con las que compar-ten la misma forma lgica. El lenguaje no sirve, en cambio, para reflejar lascondiciones de las que dependen tanto el mundo como su representacinpictrica por el lenguaje16. No hay un metalenguaje que permitiera decircmo es que el lenguaje consigue espejear la realidad. Podemos ver que lohace pero no podemos decir cmo lo consigue. Una proposicin muestra susentido mediante la manera como sus partes estn organizadas; pero nopodemos formular otra proposicin que explique esta caracterstica de lasproposiciones que consiste en exhibir un sentido. Que las proposicionesmuestran est presupuesto por todas las formulaciones posibles que quisie-ran explicarlo. Cualquier intento de decir lo que se muestra, adems deverlo, es intil y circular. Lo que desde s se muestra y tambin lo quepuede ser mostrado por nosotros, no puede, en cambio, ser dicho.

    Esta distincin entre lo que se dice y lo que se muestra introduce enel Tractatus una separacin tajante entre lo mundano y el conjunto de lascondiciones patentes pero inefables del mundo y del lenguaje. Wittgensteinincluye en este campo de lo inefable que, aunque patente no puede serpuesto en palabras, a la lgica, por ejemplo, debido a que ella es, deacuerdo con el Tractatus, una condicin tanto del mundo y del lenguajecomo de la relacin representativa gracias a la cual lo mundano puede serdicho. Muchas otras reas caen, junto con la lgica, ms all de las posibili-dades del lenguaje, que posee una vocacin mundana radicalmente exclu-

    14 Conf. E, p. 41.

    15 Conf. E, p. 42.

    16 Las seudoproposiciones difieren de las proposiciones fcticas en que no dependen

    de cmo son las cosas; se refieren no a los hechos posibles, sino a las precondiciones trascen-dentales de la representacin y del mundo. Cf. T 6.13 y 6.421.

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    yente. La divisin entre lo que puede ser dicho y lo que se muestra coincidecon la que separa lo indiferente, lo que es como es y no puede ser cambia-do, de los valores absolutos, que se muestran pero son inefables, que son loque nos importa pero no podemos expresar lingsticamente. Las oracio-nes no pueden expresar nada que sea superior (T 6.42). Qu son el bien ylo bueno lo han tratado de poner en palabras todos los grandes filsofos,pero la prueba de que han fracasado es que, de lograrlo, habran puesto finde una vez para siempre a la habladura moral.

    Considerando este distingo entre lo que se puede decir y lo inefableparece obvio que el joven Wittgenstein, un ingeniero aficionado a las mate-mticas y la lgica y un asceta en ciernes, lleva cierto tipo de rigor dema-siado lejos. Trazando los lmites del lenguaje y del mundo con el propsitode prohibir los abusos de lenguaje, el sin sentido y los enredos conceptua-les, obtiene de sus planteamientos algo ms de lo que convena. Pues segnel Tractatus todo lo que ms nos interesa y preocupa, las cosas valiosas, lasbuenas y las bellas, Dios y el sentido de la vida y del mundo, la religin, lafelicidad y todas las cosas superiores a los meros hechos indiferentes, soninefables, no se revelan en el mundo ni forman parte l (T 6.41)17. Elmundo del que trata Wittgenstein en su primera obra es exclusivamente latotalidad de lo que es el caso; esto es, se trata del mundo compuesto por losobjetos de las ciencias empricas, las que, como sabemos, se esfuerzan porapartar de su consideracin de la realidad los intereses y valores humanospara conocer cuanto acontece objetivamente, lo que quiere decir, aparte dela existencia o inexistencia del hombre.

    Wittgenstein establece tal angostsima esfera del lenguaje significa-tivo por una obvia necesidad personal de pureza, de limpieza conceptual,de claridad mental. Pero la establece con el rigorismo y la severidad quecaracterizan al Tractatus. Un fuerte deseo de castigarse y de repeler laspretensiones del deseo, de las pasiones y las ambiciones humanas se expre-sa, seguramente sin intencin, en la empresa tractariana. Dice su autor:Aunque ocurriera todo cuanto deseamos, ello no sera, por decir as, msque un regalo del destino pues no hay una conexin lgica entre la vo-luntad y el mundo que lo pudiera justificar (T 6.374). El mundo esindependiente de mi voluntad (T 6.373). De la voluntad como portadorade lo tico no se puede hablar (T 6.423). El sentido del mundo tiene queencontrarse fuera de l. En el mundo todo es como es y todo ocurre comoocurre; en l no hay valores y, si los hubiera, no tendran valor. Si hubiera

    17 Vase una lista sistemtica de los asuntos declarados inefables en el Tractatus en

    H-J. Glock, A Wittgenstein Dictionary (1996), p. 331.

  • CARLA CORDUA 255

    un valor que tiene valor, tendra que estar fuera de todo suceder y de todoser-as. Pues todo suceder y ser-as son casuales (T 6.41).

    Lo que se muestra y no puede ser dicho18 es lo mstico, sostieneWittgenstein; el imperativo de guardar silencio ante lo inefable protege laposibilidad de que lo mstico se revele desde s y de que tal posibilidad nosea arruinada por el hablar de ms y la palabrera que lo invade todo. Estees el tercer sentido de la necesidad de guardar silencio que encontramos enel Tractatus. Aunque el propsito final de este tercer sentido del imperativoes preservar la posibilidad de una revelacin mstica, como imperativo decallar se dirige a los hablantes y los llama a actuar de manera que suconducta favorezca aquella revelacin. Tal punto de vista pone en eviden-cia que la tercera acepcin del silencio consiste de una combinacin tico-mstica. Guardar silencio tenemos que hacerlo nosotros, mostrarse correpor cuenta de lo extramundano en el sentido del Tractatus.

    Muchos pensadores y filsofos de tendencia religiosa y mstica re-comendaron la prctica del silencio. De Buda se cuenta que las explicacio-nes con que responda a las preguntas de sus discpulos consistan en que-darse callado y que, contra lo previsible, estos silencios resolvansatisfactoriamente las dudas de quienes aprendan de l. Teresa de vilaimpuso la prctica del silencio a la orden de las carmelitas descalzas porconsiderar que el silencio guardado antes de orar es indispensable para serla oracin verdadera19, como ella dice. La crtica que Sren Kierkegaarddirigi al hbito de la habladura en la poca entonces actual, que impresio-nara tanto a Heidegger, aunque de inspiracin religiosa, est cerca delsentido moral que Wittgenstein atribuye a cierta clase de silencio. En suDiario (1849-1854), Kierkegaard dice: Que un hombre tenga ese derechode hablar del buen tiempo, eso lo s. Pero el otro asunto me ha ocupadotoda la vida Hay una relacin de silencio mediante la que estamos liga-dos a Dios; ella se rompe si nos ocupamos de otra cosa que de aquella quees para nosotros la cuestin suprema20.

    Cerca de diez aos despus de la publicacin del Tractatus, en1929, redact Wittgenstein en ingls la conferencia sobre tica21 que yamencionamos; estaba destinada a ser leda ante la llamada Sociedad de losHerejes de Cambridge. En este escrito, preparado no para filsofos sino

    18 Wittgenstein dice en 1919 que este distingo constituye la cuestin principal de la

    filosofa. Vase la carta a B. Russell del 19 de agosto, citada aqu en la nota 3. (Cartas, p. 88).19

    Santa Teresa de Jess, Camino de perfeccin, en Obras completas (1951), cap. IV,pp. 283-284.

    20 Citado por Jean Wahl, tudes Kierkegaardiennes (Pars: Vrin, 1949), p. 555.

    21 Conf. E, pp. 36-44.

  • 256 ESTUDIOS PBLICOS

    para un pblico general, Wittgenstein, no obstante encontrarse envuelto enuna profunda revisin crtica de su manera anterior de pensar, insiste en laimposibilidad lgica de hablar sobre tica, sobre religin, sobre valores.Para ilustrar tal imposibilidad introduce el distingo entre el uso relativo y eluso absoluto de las palabras22 que usamos para hablar de valores en gene-ral, de moral, de religin. El significado relativo de nuestros trminos estbien ajustado a la indiferencia y trivialidad de las cuestiones fcticas; perolos deberes absolutos, la obediencia absoluta de la voluntad de Dios, porejemplo, o el bien o la belleza absolutos, no pueden ser dichos con lossmbolos de un lenguaje adaptado a la contingencia y la relatividad de todolo mundano. Los trminos absolutos carecen de contexto y de referencias aotros trminos y este aislamiento los priva de sentido pues, de acuerdo conWittgenstein, una palabra tiene significado en la medida en que posee unafuncin especfica entre otras palabras; tiene que pertenecer a un juego delenguaje compuesto de diversas partes que se condicionan mutuamente.

    La conferencia de 1929 defiende la condicin extramundana de losvalores en exactamente los mismos trminos y con los argumentos delprimer libro. Basndose en la divisin tajante de los valores y los hechos,establecida en el Tractatus, la Conferencia sobre tica, sostiene, porejemplo, que: Nuestras palabras, usadas como las usamos en las ciencias,son instrumentos capaces de contener y trasmitir significados y sentidos,pero slo significados y sentidos naturales. La tica, si es algo, es sobrena-tural y nuestras palabras no expresan sino hechos, tal como una taza de tno podr recibir ms que una taza llena de agua aunque vaciara muchoslitros sobre ella. He sostenido que en lo concerniente a hechos y propo-siciones no hay ms que valor relativo y bien y derecho relativo, etc.23

    En general, varios rasgos centrales de su idea de la moral y de lomstico en el Tractatus se conservan intactos en el mencionado escritosobre tica; no slo manifiesta su antiguo asco frente a la chchara sobrelos valores y la moral, a la que el imperativo del silencio tratara de ponerfin. Tambin retorna en esta conferencia la nocin de que los imperativosmorales y religiosos son mandatos incondicionales o absolutos24, que yaencontramos antes, donde la forzosidad de la obligacin de guardar silencioen los sentidos moral y mstico se acerca a la nica necesidad reconocidapor Wittgenstein joven, que es la lgica. De manera que en el primer libro

    22 Conf. E, p. 38.

    23 Conf. E, p. 40.

    24 Conf. E: El sentido tico o absoluto, (p. 38; cf 42). Las tres experiencias que les

    he mencionado [] les parecen a aquellos que las han tenido, me parecen a m, por ejemplo,que poseen en algn sentido un valor intrnseco, absoluto (p. 43).

  • CARLA CORDUA 257

    no slo resulta imposible hablar con sentido de la moral y de lo que quedafuera de los lmites del mundo sino que tambin est prohibido moralmentehacerlo o siquiera intentarlo.

    Pero el final de la conferencia de 1929 no termina con una repeti-cin de la exigencia de guardar silencio. Si bien no se puede hablar consentido de valores, de moral o de religin, tampoco est Wittgenstein dis-puesto ahora a prohibirlo. Al final de la conferencia sobre tica vemos depronto que, a pesar de todo cuanto el pensador conserva de su primerapoca, su actitud ha cambiado durante el perodo en el que, retirndose dela filosofa, se dedic, entre otros oficios, a ejercer de jardinero en unconvento y de profesor primario en algunas aldeas de montaa de Austria.La conferencia, contrastando espectacularmente con las palabras finales delTractatus, que mandan callar sobre lo que no se puede decir con sentido,termina diciendo: Veo ahora que estas expresiones sin sentido [como lasoraciones morales y religiosas] carecan de significado no porque yo nohubiera encontrado todava las expresiones correctas sino porque su faltade sentido es su verdadera esencia. Pues todo lo que yo quera lograr conellas era nada ms que ir ms all del mundo y esto es lo mismo que decirms all del lenguaje significativo. Toda mi tendencia y creo que la tenden-cia de todos los hombres que alguna vez han tratado de escribir o hablar detica o de religin, era chocar contra los lmites del lenguaje. Tal estrellarsecontra los muros de nuestra jaula es absolutamente desesperado. La tica,en cuanto se origina a partir del deseo de decir algo sobre el significadoltimo de la vida, el bien absoluto, lo absolutamente valioso, no puede seruna ciencia. Lo que dice no agrega nada, en ningn respecto, a nuestroconocimiento. Pero deja constancia de una tendencia de la mente humanaque yo no puedo dejar de respetar profundamente y que yo no ridiculizarapor nada del mundo25.

    25 Conf. E, p. 44.

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

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  • 258 ESTUDIOS PBLICOS

    Wahl, Jean. tudes Kierkegaardiennes. Pars: Vrin, 1949.Wittgenstein, Ludwig. Logisch-philosophische Abhandlung [T]. Werkausgabe in 8 Bnden,

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