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Proyecto “En la órbita de los libros”. Programa ARCE

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Relatos ganadores del concurso de relatos cortos del programa ARCE

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Page 1: Concurso relatos cortos ARCE

Proyecto “En la órbita de los libros”. Programa ARCE

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Proyecto “En la órbita de los libros”. Programa ARCE

PRIMER CICLO DE E.S.OPRIMER CICLO DE E.S.O

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Primer Premio

¡VAYA HERMANO! Ana Rodríguez Domínguez

¡Hola! Me llamo María, tengo once años y os voy a contar una historia queme ha ocurrido.Empezaré por el principio, hace dos días. Era un día lluvioso. Estaba yomirando por la ventana, esperando a que parara de llover. Me desesperaba.Tenía pensado dar una vuelta por el parque. Pero eso se supera, lo peorde la situación es que estoy sola, con mi hermanito Jesús de cinco años.Pensaréis que tiene de malo tener un hermano al que echarle la culpa de loque tú hagas, pero él es siniestro, con todas sus letras y, para colmo, sabeecharme a mí las culpas.Mientras miraba por la ventana, mi hermano ya estaba tumbado en el sofá,armado con el mando, con palomitas en mano. Y, sinceramente, ni me habíadado cuenta de que había entrado. Encendió la tele y puso Caillou. No sé quéve de bonito en esa serie, pero yo, me la sé de memoria, gracias a que mimadre colocó el ordenador junto al televisor. Los inventores de la serie noson normales. Pobre, un chico de cuatro años y está calvo. Algunoscompañeros de mi clase dicen que tiene cáncer, ¿quién sabe? Cuando Jesús ve

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compañeros de mi clase dicen que tiene cáncer, ¿quién sabe? Cuando Jesús vela serie, se va a Chupilandia: está en cuerpo pero no en mente ni en alma.Para que no viera al calvo Caillou le pregunté qué tal en preescolar y si legustaba su profe. Giró su cabeza como la niña del exorcista y me dirigió unamirada asesina que, si se pudiera matar a alguien con la mirada, hoy habríafuneral. Me di cuenta de que eso era un no, aunque en sus notas ponía elfamoso Progresa adecuadamente. En realidad el PA que aparecía en el boletín,no es auténtico. Su profesora ese año había roto con su novio y cada dos portres iba a llorar al baño. Y para que los niños no la odiaran aprobó a todos,incluido a mi hermano, que dibuja a Caillou y hace televisores de barro.De nuevo, volví a intentar mantener una conversación. Le dije si quería jugar alos camiones. Esta vez ni me miró. Pero como a la tercera va la vencida, lepregunté si no tenía que hacer deberes. ¿Para qué hablaría? Acabé de decir lapalabra deberes y justo, se acaba Caillou. Me volvió a mirar y os aseguro queesta vez fue peor, y no, no le salieron rayos láser por sus ojos, yo no vivo enChupilandia, pero se le acercaba. El blanco de los ojos se volvió rojo y doscataratas como las del Niágara le salieron por ellos causando un horribleterremoto con puñetazos y patadas.Lo tranquilicé con un caramelo. Le gustó mi idea y fuimos a su habitación. Sesentó y sacó una ficha de cinco sumas. No le salían y le dije que contara conlos dedos. Realmente funcionó. El problema fue que en la última suma elresultado era veintiuno y solo tenemos veinte dedos.

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Y aunque, como ya dije mi hermanito tiene menos luces que el Portal deBelén, para esto, no se dio el caso. Le llevó su tiempo, pero se le volvió aactivar su cerebro. Se puso en pie, se bajó los pantalones, los calzoncillos y...¡Bingo! Encontró su vigésimo primer dedo. Roja como un tomate, le subí laropa.¡Avergonzada, me fijé que mi hermano me estaba mirando como esperandootra actividad. Lo llevé a la cocina y le preparé un bocadillo. Le pregunté si sehabía lavado las manos después de descubrir el dedo intermedio. Movió lacabeza de izquierda a derecha. Lo mandé al baño rápidamente. Mientras seaseaba le puse Fanta en un vaso de Pocoyó. Llegó contento y se sentó. Miró elcontenido de su vaso favorito y me volvió, de nuevo, a matar con los ojos. Mepreguntó porqué había manchado a Pocoyó de pis. Le entendí porque laFanta era de naranja y, tiene razón, se parece.Ya os habréis fijado en que Jesús no habla mucho. Se debe a que vio Phineas yFerb. Ferb solo dice una o dos frases por capítulo y mi hermano lo imita. No sémuy bien porqué, no me lo dice. Lo único que suele decir es hola, yo y mira,mamá, mira lo que está haciendo María. Es un niño de pocas palabras, pero sesabe chivar.Me giré para preguntarle si quería jugar a algo pero me di cuentade que no estaba. Lo busqué por toda la casa, solo quedaba mi habitación.Entré pero me caí debido a que resbalé por culpa del agua que había en elsuelo. La puerta del cuarto de baño estaba cerrada y se oían risas. Salía agua

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suelo. La puerta del cuarto de baño estaba cerrada y se oían risas. Salía aguapor debajo. La abrí y vi a mi hermano en la bañera. En vez de lavarse lasmanos en el lavabo, abrió el grifo de la bañera y puso el tapón. De repente oíel coche de mamá. Tenía que actuar, ¡pero ya! Saqué a mi hermano de labañera, le cambié la ropa normal por el pijama. Quité el tapón y cogí lafregona para secar el agua.Entró mi madre y me preguntó qué había pasado y porqué estaba tanservicial. Mi hermano se adelantó y felizmente le dijo a nuestra madre que lehabía preparado la merienda y que había jugado con él al escondite, ademásde bañarlo. Me sorprendió su amable respuesta superando el récord depalabras dichas en una oración con sentido. Pero aún no había acabado.Jesusín abrió su gran bocaza y le dijo a nuestra madre que yo le habíaenseñado su vigésimo primer dedo. Se bajó su ropa y dejó libre al pajarito. Ypara seguir dejándome bien, terminó su historia preguntándole a nuestramadre donde tenía ella su otro dedo. Mi madre levantó su dedo, el índice, yseñaló mi habitación. Con vergüenza, agaché la cabeza esperando escuchar labronca de mamá. Pero en lugar de eso, escuché una risa. Alcé los ojos y vi queera mi madre quien se reía.

Ana Rodríguez DomínguezIES SANXENXO (Sanxenxo – A Coruña)

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Segundo Premio

CINE Jan Hernández Marsol

Cine: Local o sala donde como espectáculo se exhiben las películascinematográficas.-Suena bien ¿verdad?-Pues no tiene nada que ver con la realidad, si al ir al cine esperas relax ydisfrutar viendo una película.-Para empezar, para ir al cine, tienes que estar concienciado de que vas aperder la tarde del domingo.-Seguidamente, al llegar, se tiene que buscar un aparcamiento(preferiblemente en la primera planta, o sea, la más cercana a la sala) en elque quepa tu coche procurando que el de al lado, no esté muy abollado, yaque es señal de mal conductor. (10 minutos de buscar aparcamiento más 2minutos de aparcarlo =12 minutos)-Una vez aparcado el coche, tienes que ir hacia la taquilla para comprar laentrada de la película ya decidida (si quedan entradas) o la de una película dehumor tonto. (10 minutos de cola más 5 minutos de la pareja indecisa quetienes delante=15 minutos)

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tienes delante=15 minutos)-Ya compradas las entradas, tienes que ir a comprar un cubo de palomitas yun refresco de litro si quieres aprovechar la “oferta” que tienes de la últimavez que fuiste al cine. (5minutos de cola más 5 minutos de la misma parejaindecisa y finalmente tener que pagar el refresco y las palomitas sin ningúndescuento ya que estaba caducado = 12 minutos)-Más o menos, ya llevamos unos 40 minutos perdidos, pero no os preocupéis,ahora viene lo bueno.-En mi caso, siempre intento buscar un lugar vacío, preferiblemente de lasfilas del medio para atrás. (5 minutos de encontrar un lugar, más 5 minutos dediscutir con una mujer que ha salido de no sé dónde y te dice que el sitio estáocupado, perdemos otros 7 minutos en encontrar un lugar definitivo = 17minutos)-Tras los anuncios con las palomitas ya acabadas, cuando crees que va aempezar la película, pasan por delante de ti la misma pareja indecisa (la mujerprimero abriendo paso y luego el hombre cargando todo el peso depalomitas y refrescos), el hombre que tose resfriado y 4 niños con susrespectivos padres que acaban de entrar en la sala. (6 minutos de anuncios =6 minutos)- Por fin en casa, hemos perdido 3,5 horas de nuestra vida y 15 euros denuestro bolsillo. Afortunadamente la película era buena.

IES JOSEP SUREDA I BLANES (Palma de Mallorca)

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Tercer PremioYeray Gobeil García

Al despertarme, me desperecé y me asomé a la ventana. Era unamañana fría, de esas que, con solo mirar por la ventana, se te ponela piel de gallina. El sol asomaba por lo alto de la montaña, aunquelas nubes pronosticaban que no iba a ser un buen día. La rutinahacía que todos los días fueran casi idénticos, pero, por algunarazón, sentía que ese día iba a ser diferente.Bajé las escaleras sin muchas ganas. Abrí la puerta. Nadie. Nohabía nadie en la calle. Paseé por la larga avenida en busca dealguna señal, algún vestigio de vida humana. Pero nada. Nisiquiera estaba ahí la Sra. García, que solía pasear a su perro todaslas mañanas a esa hora.Todo estaba igual que ayer y cambiado a la vez. Empecé a pensarque estaba soñando cuando oí un ruido proveniente del

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que estaba soñando cuando oí un ruido proveniente delsupermercado de enfrente. Sin darme cuenta, caminé hacia él. Eracomo si mis pies se movieran sin que se lo ordenara mi cerebro.Me asomé a uno de sus ventanales, pero todo estaba oscuro. Mepuse a caminar por la calle, yendo a ningún lado, solo buscabagente, porque la humanidad no puede desaparecer así como así.O, al menos, eso pensé.De repente, un teléfono empezó a sonar muy fuerte. Parecía quese encontraba dentro de una de las casas que había alrededor delsupermercado. Me acerqué a la casa de donde provenía el timbrey vi que la puerta estaba abierta… Y entré. Las luces nofuncionaban, así que me alumbré con la linterna del móvil. Meapresuré a contestar el teléfono y lo único que escuché aldescolgar fue: “No entres al supermercado…” Parecía la voz deun niño. Al colgar el teléfono, me di cuenta de que no estabaconectado a la línea.Decidí hacer caso omiso a la advertencia. Entré en elsupermercado. No sé por qué, pero lo hice. El establecimientoestaba aterradoramente oscuro y frío. Me entraron ganas de salir.

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Demasiado tarde: las puertas no se abrían.−¡Qué remedio −pensé− y me dirigí al interior del establecimiento.Fui a encender la linterna del móvil, cuando un letrero en lapantalla me indicó: sin batería.−Lo que me fal… −me interrumpí, al vislumbrar lejanamente unasombra.−¿Ha…, hay alguien ahí? –dije.La sombra desapareció. Parecía que entraba en el almacén. Meacerqué con cuidado, ya que no quería hacer mucho ruido.Cuando entré, tropecé con algo y me golpeé en la cabeza. Quedéinconsciente.Mucho tiempo después, me desperté sobresaltado y sin sabermuy bien dónde estaba. Era un lugar poco iluminado. Conseguíreincorporarme y me asomé por la sucia ventana. Vi una extrañasilueta que, a la vez, me resultaba sospechosamente familiar.Poseía una larga melena pelirroja y vestía unos pantalones de untono oscuro, aunque no se distinguía bien el color debido a la bajaluminosidad. La figura estaba de espaldas, pero debido a las

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luminosidad. La figura estaba de espaldas, pero debido a lasdimensiones que yo podía apreciar, podría parecer la silueta deuna mujer.Me di la vuelta para examinar la habitación y vi un montón desierras, hachas y demás herramientas. Estaban oxidados y llenosde sangre. Al verlos, me dio un escalofrío. Me dispuse a salirsigilosamente de aquel lugar. Después de una larga búsqueda,encontré una puerta. Salí por ella y miré a mi alrededor. Estaba enel supermercado. Me dirigí hacia la puerta, pero recordé que no seabría. Entonces, vi la misma silueta de antes. Sí, la figura de lamujer pelirroja. Se dio la vuelta y me mostró su horrible cara. Notenía ojos ni nariz. Su cara era una enorme boca llena de dientes.Se acercó a mí.Empecé a correr, pensando lo que me pasaría si ese monstruo mepillaba. Corría como nunca lo había hecho en mi vida. Pensaba queno iba a salir vivo de allí. Llegué a una calle sin salida. Me di lavuelta y vi al horrible ente andando a paso lento hacia mí. Vi sucara tan cerca… Era realmente horrorosa. Me preparé para morir.

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Y de pronto…−Inocente –dijo el ser con una voz normal y corriente de mujer.−¿C… cómo? –respondí.Se quitó la máscara. –Mira a la cámara. Allí, a tu derecha. Estássaliendo en directo en el programa Buscando una sonrisa de Canal8.En cuanto terminó de decir eso recordé el día que era: 28 dediciembre.

Yeray Gobeil GarcíaIES TORRE ATALAYA (Málaga)

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SEGUNDO CICLO DE E.S.OSEGUNDO CICLO DE E.S.O

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Primer Premio

LA ÚLTIMA HOJA Bianca Veltri

Todo empezó en el año 1930, en una dura época de invierno. Noa era unaniña de doce años que vivía en una casa muy antigua. Y desde que el fríoempezó, ella notó un dolor en la espalda muy intenso al toser. El médico fue avisitarla a su casa y le descubrió que tenía tuberculosis. Desgraciadamente, enesa época esa enfermedad era casi causa de muerte. Lo único que podíanhacer los médicos era recomendar reposo y mucha fe.

El médico dijo que con esa enfermedad tendría más posibilidades de cura sino dejaba de pelear por su vida; si no, Noa moriría en poco tiempo. Todopasaría cuando el invierno acabara. La madre miró su calendario y contó queaún quedaban dos largos meses de duro invierno.A medida que iba pasando el tiempo, lento, muy lento, la madre de Noa veíacómo ella se comía por dentro, es decir, su cara ya no era la misma desiempre, ya no tenía esa sonrisa deslumbrante, y fue entonces cuando tuvouna idea: con ayuda de Estela, una vecina, movieron todos los muebles haciaotra habitación que tenía una ventana. La madre pensó que, al menos desde

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otra habitación que tenía una ventana. La madre pensó que, al menos desdeahí, vería la gente pasar, edificios y se distraería un poco más.Noa poco a poco se iba animando, al menos veía pasar gente y eso le dabamucho que pensar. Se imaginaba cómo sería la vida de cada una de esaspersonas. Pero Noa, noche tras noche, tosía y vomitaba sangre.Una mañana que María, su madre, llegó de compras, vio que Noa tenía lamirada perdida por la ventana. Su madre se acercó a preguntarle qué leocurría. Noa le contó a su madre lo que tanto observaba: “Mamá, mira laenredadera esa del edificio de enfrente. Tenía muchas hojas, pero poco apoco se van cayendo, y acabo de pensar que cuando caiga la última hoja deesa enredadera mi vida también se irá”.Su madre le dijo que no tenía que pensar eso: “En la primavera las hojasvuelven a salir y tú recuperarás tus fuerzas también”, pero Noa pensó: “Sonhojas… Yo no vuelvo a nacer como ellas…”.Una mañana la madre descubrió que Noa miraba mucho el edificio deenfrente y ya no era solo por las hojas de la enredadera, sino que mirabaconcretamente a una ventana en la que había un joven pintor. Después demucho tiempo, por primera vez ella sonreía.María, sin dudarlo, fue a hablar con el vecino pintor para pedirle un granfavor: ella le preguntó si él podría bajar a visitar a su hija Noa de vez encuando para darle una clases de arte y dibujo. Él se lo pensó, pero casi sindudarlo le dijo que sí.

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Día tras día él bajaba, hablaban, pintaban y se reían mucho juntos. Esaconfianza que tenían llevó a que Noa le contara su secreto sobre laenredadera y sus hojas… Él le dijo que no debía pensar así, que tenía queseguir adelante y que esa idea era una tontería. Aprovechó para contarleque tenía que marcharse durante unos meses. Noa se disgustó mucho y sele saltaron las lágrimas. Él estaba a punto de marcharse y le dio un granabrazo diciéndole: “Nos vemos pronto, Noa”. Ella le contestó que tododependía de la enredadera…Noa contempló por la ventana cómo el pintor cruzaba la calle mientrasalgunas hojas de aquella enredadera caían bruscamente y a algunas otrasse las llevaba el viento. Desde ese día ella controlaba y contaba cuántashojas quedaban en la enredadera… Solo quedaban 3: una en una esquinabien abajo, otra en medio y, por último, una al lado de la ventana delpintor.Después de una noche de tormenta y mucho viento, Noa se despertótemprano y como cada mañana miró por su ventana y vio que soloquedaba una hoja, la que estaba al lado de la ventana del pintor. Noa seabrazó a su madre: “Me voy a morir, mamá, me voy a morir, tengo muchomiedo...”.Pasaron los días con lluvia, viento, truenos, y esa hoja seguía ahíaguantando. Su madre miró el calendario y vio que solo faltaba un día parala primavera y solo quedaba una hoja en la enredadera.

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la primavera y solo quedaba una hoja en la enredadera.Noa se despertó al día siguiente, abrió su ventana y vio cómo un rayo desol iluminaba esa hoja que quedaba junto a la ventana del pintor. Poco apoco se fue recuperando de su enfermedad. El pintor no estaba a su ladopara saber que ella se había recuperado de su enfermedad, pero Estela, lavecina, tenía una carta de él para Noa. Ella con mucha ansia la abrió yempezó a leer: “Cuando leas esta carta, todo habrá pasado. Solo pídele lasllaves de mi casa a Estela, ve y coge mis cosas de pintura. Nos vemospronto”.Noa le pidió las llaves a Estela y con mucha alegría fue a casa del pintor.Entró en la habitación. Desde la ventana se veía su cama, y decidió abrirlapara visitar su hoja, aquella que había aguantado hasta el final. Allí estaba,pero, cuando fue a tocarla, se dio cuenta de que no era una simple hoja.Esa hoja la había pintado su amigo para ella.

Bianca Veltri

IES LLUIS COMPANYS (Ripollet – Barcelona-)

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Segundo Premio

El abuelo Adrián Melón Gómez

Era de noche, y sin embargo llovía. Pero ni los pajaritos cantabanni las nubes se levantaban. Aquella noche me encontraba en unahabitación color rosa fucsia con estampado de flores,acompañando a mi abuelo en su lecho de muerte. Había llegadoempapado, mi abuelo maldecía su suerte y yo solo pudeacordarme de la familia del chino que me había vendido aquelnefasto paraguas que acabó por abrirse cuando entré.— ¡Idiota! —balbuceó en un susurro apenas audible que fueanotado inmediatamente por el notario allí presente— (nuncaentendí muy bien por qué hay que anotarlo todo en una situaciónasí). Mi abuelo continuó subiendo el tono de voz:— ¿Estáis todos aquí? — preguntó—.Sí, estábamos todos, no faltaba ninguno de los más de cincuenta

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Sí, estábamos todos, no faltaba ninguno de los más de cincuentasobrinos y nietos que tenía (ya os podréis imaginar cómo estabaaquella habitación de diez metros cuadrados), no faltaba nadie.Estaba mi primo Celedonio, el Policía, que había interrumpido suinvestigación a una banda especializada en tráfico de pimientos dePadrón para acompañar a la familia en tan lamentable trance (lapalabra lamentable nunca cobró tanto significado como en estaocasión), tenía más masa muscular en el labio superior que masacerebral, pero apreciaba mucho al abuelo.También estaba mi prima Casimira, una mujer de peso, de muchopeso (en kilogramos, claro), con una forma de caminar especial(como si se tragase el palo de una escoba) y siempre con aire desuperioridad. Se había casado con un señor de ochenta y nueveaños, que poseía la mayor plantación de alcachofas del mundo(estaba forrado) y que murió en la luna de miel (digamos que nopudo soportar la presión del matrimonio). La pasión de Casimirapor las cuentas bancarias voluminosas la había llevado a soltar unalagrimilla traviesa al ver al abuelo en este trance y sus suspirosdejaron sin oxigeno la exigua habitación.

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Y también estaba Rigoberto, el biólogo. Se había marchado aestudiar el comportamiento en libertad de la pulga de Malasia y seacabó perdiendo al abandonarle su fiel perro guía por extrañosmotivos. Pasó allí cuatro años en compañía de sus queridosparásitos, se acabó casando con una orangután por el rito budistae insistía en traerla para pasar su aniversario aquí pero a la pobrele denegaron el visado por exceso de pulgas. Siempre admiré aRigoberto por su inteligencia, supongo que se la dejaría en lajungla.En una esquina estaba mi hermana pequeña, la gótica, decía queera una nueva moda en el instituto. Me pregunto si losadolescentes se podrían considerar mentalmente sanos, deberíanaparecer en los documentales de la National Geographic junto conla zarigüeya de los Cárpatos y el carpincho de cola anillada. La chicafue siempre muy mona con sus coletas y sus pulseras de Barbie, enese momento llevaba una cresta de medio metro color verdefluorescente, un collar hecho con una cadena de moto sierra y ungran colgante que ponía Testa da Fabada 2011w, pulseras declavos (esa obsesión por los clavos había dejado que Cristo

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clavos (esa obsesión por los clavos había dejado que Cristoestuviese pegado con Loctite a la cruz en la capilla de su pueblo),una ropa negra como si hubiese decidido lavarla en el mar cuandoocurrió lo del Prestige, además había usado dos quilos demaquillaje blanco para untárselos por todo el cuerpo como sifuese un calamar a la romana.Y así sucesivamente, una serie de variopintos personajescomprimidos en aquel habitáculo de poco más de diez metroscuadrados, con la cama de dos por dos y mi abuelo moribundotosiendo con los ojos abiertos sin entender nada, como unamerluza confusa por morder el anzuelo. Y entre todo aquel caosahí estaba yo, perdido como una monja en una despedida desoltera. Mi abuelo volvió a preguntar:— ¿Seguro que estáis todos?—Sí.— respondimos casi al unísono—.— ¿Pero, seguro?— reiteró—.— Sí. — volvimos a responder con paciencia —.

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—Yo creo que falta gente, ¿no sois muy pocos?Éramos casi sesenta personas, desde luego la vista del abuelo yano era lo que en sus tiempos mozos. A la prima Casimira se leacaba la paciencia:—Sí, sí estamos todos, ¿quieres decirnos ya, qué parte de laherencia nos toca a cada uno?— ¿Pero, seguro que no falta nadie? —volvió a preguntar—.— ¡No, no falta nadie estoy completamente segura de queestamos todos los cincuenta y nueve! ¿Quieres hablar de unamaldita vez? — gritó la prima presa de un ataque de nervios —. Yporque a ninguno se le ocurrió apagar la luz de la cocina que llevaencendida todo el rato. ¡Imbéciles! —esas fueron sus últimaspalabras —.Entre el llanto y las exclamaciones de asombro elnotario se alzó con aire solemne y extremadamente serio dijo:— ¿ImbéciI se escribe con "b" o con "v"?

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Adrián Melón Gómez

IES SANXENXO (Sanxenxo – A Coruña)

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Tercer Premio

VEO, VEO Raúl Ramírez

Por última vez, ¡no estoy loco! Estoy cansado de decírselo a lagente, nadie me comprende. Desde hace dos años veo cosasrealmente raras en la materia inerte. No me digáis por qué, yotampoco lo sé. Podría haber tenido otro don más útil como volar oparar el tiempo, pero en vez de eso me tengo que conformar conesto. Quizás esto hace más interesante mi vida. Mientras vosotrosveis simples semáforos o mesas, yo veo cíclopes y animales conalas.La gente se aleja de mí, oigo sus voces diciendo: “Ya viene el locootra vez...”. Y es que solo voy en busca de un amigo, en busca deuna sonrisa, en busca de alguien que me comprenda o quesimplemente me trate como a una persona normal. Les es difícilignorar este hecho, ya que dicen que no paro de dar la nota. Sin ir

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ignorar este hecho, ya que dicen que no paro de dar la nota. Sin irmás lejos, hoy a la hora de la comida, me han abierto unexpediente académico por exclamar: “¡Ayuda, ayuda, por favor!”al ver a un veterano de guerra herido derramando mucha cantidadde sangre. Algo no encaja cuando veo el papel que informa delmotivo del expediente y dice lo siguiente: “Queridos padres delalumno, vuestro hijo ha reaccionado con un ataque de locura alver un macarrón con tomate que se le había caído al suelo”. Yentonces es cuando me doy cuenta de la situación, de que ser asíno es tan divertido como hubiera podido imaginar antes.Trato de solucionar el problema yendo al psicólogo que me paganmis padres. No lo veo de gran ayuda, el psicólogo trata deayudarme enseñándome los objetos que hay encima de su mesa ysi cometo un fallo se lo apunta en un caballo que dice ser llamadoTommy. A veces me escaqueo a dar una vuelta, antes de reunirmecon ese señor, huele a licor y el bolígrafo con el que escribe mesusurra palabras en alemán que no entiendo.

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Nunca pasa nada importante en mi instituto, lo más relevante deesta semana ha sido que ha venido un alumno nuevo, no parecemuy simpático, debe de estar asustado. Creo que deboaprovechar esta oportunidad para hacerme amigo de él, mañaname acercaré a hablar con él.No hay nada mejor que unas lágrimas de agua fría para empezar eldía. Hoy no va a ser un día como los demás, estoy dispuesto aganarme la confianza de ese chico y hacerle parecer que soy lomás normal del mundo.Nada más verle, me acerco y le pregunto por el tiempo, pero noparece ser un hombre de muchas palabras. Después de diezsegundos de un silencio incómodo, me dice: “Hay algo que debessaber, no soy un chico como los demás, tengo un problemabastante grave: Veo seres diferentes y monstruosos en todos losseres que tengan vida”. Fue tal mi alegría al oír eso que siguenpasando años y años y seguimos siendo íntimos amigos.

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Raúl Ramírez

IES LLUIS COMPANYS (Ripollet – Barcelona-)