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concepto clave de toda controversia económica y política, sino que la "necesidad de desarrollo" se presenta de una manera dramática y avasalladora como algo obvio y sin alternativas (1). El desarro- llo conforma el fundamento de las teorías susten- tadas por las fuerzas de izquierda, para las cuales la historia universal se mueve hacia etapas superiores de progreso social, pero aparece igualmente en las estrategias de la derecha, como consolidación y ampliación del propio sistema y también como an- tídoto contra una revolución popular. La concepción del progreso histórico linear, se- gún la cual la humanidad avanza continuamente de niveles inferiores a superiores, no es, probable- mente, una idea central que pertenece al corpus de las suposiciones y creencias autóctonas de las so- ciedades periféricas. Su aceptación, como algo ob- vio por parte de los intelectuales del Tercer Mun- do, contribuye eficazmente a tender un velo sobre sus orígenes y sus implicaciones. A juzgar por la investigación comparativa, el concepto progresivo- linear del proceso histórico ha sido una creación cultural de Europa Occidental, el cual puede se- guirse hasta el núcleo de la tradición judeo-cristia- na constituyendo a su vez una de las diferencias fundamentales en la esfera conceptual-teológica entre estas religiones y todas las otras (2). La Anti- güedad clásica y las civilizaciones no-occidentales han tenido una noción circular del proceso histó- rico, de acuerdo a la cual todos los períodos histó- ricos transcurren en forma de ciclos recurrentes, y cada uno de ellos está igualmente cercano (o leja- no) a la divinidad, es decir, al criterio de bondad y justicia. Toda división del tiempo histórico tendría entonces una función meramente informativa y clasificatoria, pues las diversas épocas poseerían H.C.F. Mansilla CONCEPCIONES HISTORICAS EN OCCIDENTE E IDEOLOGIAS DEL PROGRESO ILIMITADO EN AMERICA LATINA Summary: The conception of an eternal, lineal historical progress, according to which humanity advances continuously from inferior to superior evolution levels, is building today the compulsory creed of very different political ideologies in the Third World and even the central aspect of their social identities. The ideal about material progress, shared by both liberals and marxists, is based on a historical conception, which claims to be "scienti- fically" proofed and valid for all societies. This theory is, however, not an autochthonous product of Latin America, but a creation of Westem Euro- pe and properly the secularization of [ewish- Christian theology. Resumen: La concepción de un progreso histó- rico perenne, )ínea, según la cual la humanidad avanza continuamente de niveles inferiores de evo- lución a etapas superiores, constituye hoy en día el credo obligatorio de las más distintas ideologías políticas y sociales en los países del Tercer Mundo y una parte constitutiva de su identidad. El ideal del progreso material, que comparten liberales y marxistas, deriva su fundamentación de una con- cepción histórica de desarrollo progresivo, "cientí- ficamente" comprobado y pretendidamente válido para todas las naciones. Sin embargo, esta concep- ción no es un producto autóctono de las socieda- des latinoamericanas, sino una creación de Europa Occidental y, en el fondo, la secularización del nú- cleo de la teología judeo-cristiana. Como Jorge Graciarena ha señalado, "desarro- llo" no era, en la mayoría de las sociedades lati- noamericanas, un problema intensamente discuti- do antes de 1930. Ahora, en cambio, no es sólo un Rev. Fil. Univ. Costa Rica, XXV (62), 177-183, 1987

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concepto clave de toda controversia económica ypolítica, sino que la "necesidad de desarrollo" sepresenta de una manera dramática y avasalladoracomo algo obvio y sin alternativas (1). El desarro-llo conforma el fundamento de las teorías susten-tadas por las fuerzas de izquierda, para las cuales lahistoria universal se mueve hacia etapas superioresde progreso social, pero aparece igualmente en lasestrategias de la derecha, como consolidación yampliación del propio sistema y también como an-tídoto contra una revolución popular.

La concepción del progreso histórico linear, se-gún la cual la humanidad avanza continuamente deniveles inferiores a superiores, no es, probable-mente, una idea central que pertenece al corpus delas suposiciones y creencias autóctonas de las so-ciedades periféricas. Su aceptación, como algo ob-vio por parte de los intelectuales del Tercer Mun-do, contribuye eficazmente a tender un velo sobresus orígenes y sus implicaciones. A juzgar por lainvestigación comparativa, el concepto progresivo-linear del proceso histórico ha sido una creacióncultural de Europa Occidental, el cual puede se-guirse hasta el núcleo de la tradición judeo-cristia-na constituyendo a su vez una de las diferenciasfundamentales en la esfera conceptual-teológicaentre estas religiones y todas las otras (2). La Anti-güedad clásica y las civilizaciones no-occidentaleshan tenido una noción circular del proceso histó-rico, de acuerdo a la cual todos los períodos histó-ricos transcurren en forma de ciclos recurrentes, ycada uno de ellos está igualmente cercano (o leja-no) a la divinidad, es decir, al criterio de bondad yjusticia. Toda división del tiempo histórico tendríaentonces una función meramente informativa yclasificatoria, pues las diversas épocas poseerían

H.C.F. Mansilla

CONCEPCIONES HISTORICAS EN OCCIDENTEE IDEOLOGIAS DEL PROGRESO ILIMITADO EN AMERICA LATINA

Summary: The conception of an eternal, linealhistorical progress, according to which humanityadvances continuously from inferior to superiorevolution levels, is building today the compulsorycreed of very different political ideologies in theThird World and even the central aspect of theirsocial identities. The ideal about material progress,shared by both liberals and marxists, is based on ahistorical conception, which claims to be "scienti-fically" proofed and valid for all societies. Thistheory is, however, not an autochthonous productof Latin America, but a creation of Westem Euro-pe and properly the secularization of [ewish-Christian theology.

Resumen: La concepción de un progreso histó-rico perenne, )ínea, según la cual la humanidadavanza continuamente de niveles inferiores de evo-lución a etapas superiores, constituye hoy en día elcredo obligatorio de las más distintas ideologíaspolíticas y sociales en los países del Tercer Mundoy una parte constitutiva de su identidad. El idealdel progreso material, que comparten liberales ymarxistas, deriva su fundamentación de una con-cepción histórica de desarrollo progresivo, "cientí-ficamente" comprobado y pretendidamente válidopara todas las naciones. Sin embargo, esta concep-ción no es un producto autóctono de las socieda-des latinoamericanas, sino una creación de EuropaOccidental y, en el fondo, la secularización del nú-cleo de la teología judeo-cristiana.

Como Jorge Graciarena ha señalado, "desarro-llo" no era, en la mayoría de las sociedades lati-noamericanas, un problema intensamente discuti-do antes de 1930. Ahora, en cambio, no es sólo un

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momentos positivos y negativos en proporción tal,que se equilibrarían mutuamente: la historia cono-cería sucesos, pero no progreso, y podría ser defi-nida como el eterno retorno de lo similar. La ideade progreso fue concebida originalmente como unacercarse a la divinidad; fue el Judaísmo la fe quecreó las primeras imágenes para una representaciónde la historia en la que no hay lugar para el eternoretorno de lo similar sino, más bien, para etapassucesorias que conducen paulatinamente hacia elJuicio Final. La esperanza mesiánica fue uno de losfactores determinantes en esta nueva visión deltranscurso del tiempo. El Cristianismo, a su vez,contribuyó poderosamente a la noción de una dife-renciación liminar entre los diferentes períodos acausa de su valor intrínseco; unos períodos esta-rían caracterizados por rasgos positivos que fal-tarían en otros. El advenimiento de Cristo sería elacontecimiento que separaría dos eras históricasfundamentalmente distintas, y la era precristianadebería ser vista como un modo deficiente en lacrónica de la humanidad.

Es innegable que el concepto grecorromano decosmos ha sufrido una notable transformación enla Biblia, especialmente detectable en las escriturasde San Pablo y San Juan; San Agustín se dedicó afundamentarla exhaustivamente con medios filosó-ficos. La belleza visible del cosmos fue sacrificadaal invisible logos divino, que sólo podía ser escucha-do. El mundo fue reducido al mundo del hombre:el universo, que existe por derecho propio, quesurge y desaparece y renace por sí mismo, fue in-sertado en un proceso sacro y reducido a una crea-ción temporal y perecedora que sucede por y parael hombre y no por naturaleza propia. El universopor lo tanto, sería la base material para el progresolinear de la historia humana; con el tiempo, estaconcepción ha sido secularizada, y el progreso eco-nómico-tecnológico ha pasado a ser la religión delmundo contemporáneo y el eje de casi todas lasteorías históricas modernas. La redención mesiáni-ca se ha convertido de igual modo en una dimen-sión profana: el "Reino de la Necesidad" concluiráinvariablemente dando paso a un período esencial-mente mejor: el "Reino de la Libertad" (3).

La secularización de concepciones históricas deorigen mítico-religioso ha contribuido entonces, afundamentar en el ámbito de la cultura occidentaluna idea generalizada acerca del progreso perpetuode la humanidad, progreso que manifiesta connota-ciones de positividad, deseabilidad e inevitabilidady que suministra los presupuestos teóricos de co-rrientes tan diferentes como el positivismo y el

marxismo, pero igualmente tan genuinamente en-raizadas en la tradición europea. Las sociedadesno-occidentales han adoptado el concepto históri-co-linear seguramente después de haber entrado encontacto permanente con las potencias europeas apartir del Renacimiento; a ésto ha ayudado, nopoco, el hecho de que la civilización occidentalresultara tan exitosa y superior a todas las otras aescala mundial.

No poseyendo las naciones periféricas una tradi-ción autóctona que culminase en concepciones his-tóricas de carácter linear y en ideas de progresoperpetuo y material, se puede postular la tesis deque las nociones contemporáneas de desarrollo enAmérica Latina no cuentan con un desenvolvi-miento esencialmente autónomo, máxime, si estosterritorios estuvieron vinculados en forma particu-larmente estrecha con Europa Occidental y hanseguido recibiendo toda clase de influencias en laesfera de las pautas de comportamiento de los pa-trones culturales. Paradójicamente, aquellas con-cepciones de origen heterónomo han suministradolos criterios definitivos, de acuerdo a los cuales sejuzga el nivel de desarrollo alcanzado por cadapaís: retraso/progreso, estancamien to/ crecimien to,tradicional/moderno, estática/dinámica. El pará-metro central de todos ellos es: subdesarrollo/de-sarrollo, concretizado en la facultad de crecimien-to económico-tecnológico. A pesar de notables di-ferencias ideológico-políticas, las grandes corrien-tes de opinión en América Latina concuerdan enconceder cualidades positivas y la calificación deviables únicamente a aquellos regímes y países quecrecen económicamente, que incorporan las inno-vaciones tecnológicas a su desarrollo, que exhibendinamismo y que van adoptando ostensiblementelos rasgos de las naciones modernas, es decir, exito-sas, encarnadas hoy en día en los centros metropo-litanos (4).

La idea central de la tradición cristiano-occiden-tal sobre el progreso permanente es complementa-da por una visión de la naturaleza que tampoco hasido un lugar común fuera del ámbito de aquellacultura y que tiene hoy en día una importanciacapital para comprender las posiciones generaliza-das en América Latina con respecto a los proble-mas ecológicos. En contraste con religiones, credospaganos y animistas, la fe judía y las corrientescristianas establecieron un dualismo marcado entreel hombre y la naturaleza, dentro del cual, éstaúltima adquiere un valor claramente secundario ysubordinado. La base para esta construcción teóri-ca está dada por uno de los dogmas principales del

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Judaísmo y del Cristianismo: el hombre ha sidocreado a semejanza de Dios y es el telos el objeti-vo del proceso del universo (5). Esta situaciónprivilegiada de la especie humana, principio explí-cito de la Biblia, corresponde a una dignidad onto-lógica inferior y dependiente atribuida a la natura-leza en su conjunto. El carácter y la función, su-bordinados de la naturaleza, implican que ésta, porsu esencia misma, no tiene otro destino que estaral servicio del hombre; de ahí se deriva el conocidomandato divino a los hombres de crecer, multipli-carse y hacerse dueños y señores de la Tierra. Estamisión de dominio total se traduce en la tarea decontrolar y explotar el mundo natural para cum-plir fines humanos y para mayor gloria del hom-bre, sin que durante esta operación secular, sepiense en la conservación de la naturaleza comouna meta razonable. Por. ello pierde la naturalezatodo aspecto mágico, toda facultad de ser conside-rada como un ente con derechos y fines propios, yse convierte en mero terreno de caza, en campo deactividad para las necesidades y para la codicia ili-mitada del hombre. Hasta el lema socialista de mo-dificar el mundo es impensable sin la seculariza-ción del principio judeo-cristiano de que la natura-leza sólo es el suelo para los designios humanos -un antiguo concepto de origen teológico ha sidosecularizado y transformado en la teoría modernade que el hombre no sólo puede comprender todaslas leyes naturales, sino que debe usar esta capaci-dad para exprimir a la naturaleza el último gramode sus riquezas.

La índole subordinada de la naturaleza ha pasa-do, como credo profano, a conformar el cimientoprelógico de doctrinas muy diferentes -desde el to-mismo hasta el marxismo-, ha posibilitado el me-nosprecio por la problemática ecológica y ha exal-tado el valor de los éxitos materiales . La inclina-ción a ver en la dominación de la naturaleza unmandato divino y una manifestación de los buenosresultados de la "gestión humana" está relacionadacon un aspecto muy importante que distingueigualmente al cristianismo de otras religiones: suconexión y proclividad con el principio de eficien-cia, aspecto que fomenta una actitud tecnocráticacon respecto a los recursos naturales en períodosposteriores cuando la influencia del cristianismo essólo relevante en forma secularizada y como fuerzasubyacente a la conciencia colectiva.

En este sentido, corrientes muy divergentes, pe-ro enraizadas firmemente en la tradición occiden-tal, como el protestantismo, el utilitarismo "bur-gués" y el marxismo presentan algunas similitudes

de importancia para la comprensión de las resisten-cias a toda política ecológica seria. Todas ellas pre-mian el éxito, el dinamismo, los procedimientosenérgicos y eficientes como valores en sí mismos, ytienden a ver la historia misma como una batallade la producción. Su concepción sobre la necesi-dad de dominar toda la creación, basada en la pro-fanidad total de la naturaleza, las lleva a realizar la"apertura" completa de la Tierra y la consiguienteexplotación de recursos hasta su agotamiento. La"disponibilidad" del universo está en estrechovínculo con la idea optimista de un futuro brillan-te y de un equilibrio ecológico básicamente conti-nuo, entorpecido de vez en cuando por incidentesque pueden ser "controlados" fácilmente (6).

Si para el utilitarismo la naturaleza es sólo unfactor de cálculo y un objeto de especulación, sepodría pensar que las tendencias que lo combatenhan desarrollado un concepto diferente. Sin em-bargo, el marxismo y todas las corrientes que seremiten a la obra teórica de Marx parten tambiénde un antropocentrismo liminar y dominante (7).Para Marx, la naturaleza es asimismo un ente sinderechos, resultando absurdo hablar de la natura-leza en cuanto tal. Según el marxismo, el hombresólo puede reflexionar adecuadamente sobre aque-llo con lo que tiene relaciones, yel establecervín-culos con la naturaleza significa apropiarse de ellay trabajarla para sus propios fines. Para procurarselos objetos y recursos indispensables, el hombreutiliza a la naturaleza como medio de trabajo ymateria prima, sin entrar en una conexión especu-lativa con ella (8). Los recursos naturales son parael marxismo meras variables históricas, que se mo-difican temporalmente con el nivel de las ~uerzasproductivas. Por lo tanto, los recursos no son unfactor limitan te para el desenvolvimiento de la hu-manidad, aunque en ciertas etapas históricas pue-dan condicionar el marco general de la riqueza hu-mana. Dentro del marco del horizonte históricoactual, los pensadores marxistas exigen el desarro-llo más extenso posible de las fuerzas productivaspor todo el tiempo necesario 'hasta que la carestíay la pobreza dejen de ser las condiciones para eltrabajo humano. A los recursos naturales les quedala categoría de lo obvio y sobrentendido al confor-mar el capital y el trabajo como los parámetrosdeterminantes del análisis económico-históricomarxista; por otra parte, al concebir el adelantocientífico-tecnológico como un proceso primor-dialmente positivo y la evolución de las fuerzasproductivas como principal motor de la historia, lateoría marxista abrió las puertas para interpreta-

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ciones centradas en tomo a criterios de desarrolloy crecimiento como elementos fundamentalmentebenéficos, ejemplares y prioritarios, en detrimentode puntos de vista extra-económicos y ecológicos.Si bien, es verdad que la concepción original deMarx no veía en el desarrollo material el objetivomismo de la lucha 'revolucionaria, sino un mediopara la consecución de la sociedad sin clases delfuturo, algunas líneas centrales de este mismo cor-pus teórico han fomentado una visión de la evolu-ción histórica y de la construcción del socialismomenos humanista y más centrada en tomo a losparámetros de desarrollo y crecimiento, especial-mente a causa de un antropocentrismo riguroso yde la función positiva y directriz atribuida a lasfuerzas productivas como motor de la evoluciónhistórica. La dominación de la naturaleza en la am-plitud más extensa y en la intensidad más estrictarepresenta, por lo tanto, una premisa implícita delpensamiento marxista, el cual clausura así la posi-bilidad de analizar criticamente aspectos regresivosdel adelanto científico-tecnológico y los derivadosde la violación incesante de la naturaleza. El mar-xismo no ha podido excluirse de una postura deadmiración un tanto ingenua por el mundo de latecnología, heredada del siglo XIX, que considerael avance científico-tecnológico como un procesoexclusivamente positivo; el desarrollo histórico ba-sado en este avance, como ha sido la evolución deEuropa Occidental desde la Revolución Industriala más tardar, se convierte entonces en el modeloejemplar de desarrollo histórico para el resto delmundo. En el núcleo de la concepción marxista,como está explicitado en el prólogo del Capital, sehalla el valor normativo del proceso de industriali-zación y modernización, tal como éste se dio en elOccidente europeo y más concretamente en GranBretaña.

Ambos momentos: la idea de la índole subordi-nada de la naturaleza y la valoración determinantede las fuerzas productivas como motor de la histo-ria, han motivado que las corrientes marxistas ex-hiban un interés muy limitado por la problemáticaecológica y muy preciso por la construcción delfundamento económico del socialismo. Han influi-do, sobre todo, para reforzar la fe en un modelo deacumulación y de industrialización basado en laexplotación rigurosa de los recursos naturales y enla prioridad irrestricta del adelanto económico-tecnológico dinámico, eficiente y expansivo, ha-ciendo así obsoleta toda preocupación por la natu-raleza en sí, por valores de orientación no prove-nientes del principio de rendimiento y por mode-

los de un orden social fundamentalmente distinto.Los regímenes socialistas en la praxis han llevadoesta tendencia del marxismo primigenio hasta suúltima consecuencia al practicar un economicismosevero, que promociona exclusivamente los avan-ces materiales y tecnológicos y pospone indefinida-mente la edificación del "Reino de la Libertad",libre de todo fenómeno de alienación. Hasta mu-chos de los criterios marxistas más lúcidos que hananalizado los modelos socialistas existentes en larealidad, permanecen dentro de un marco de eco-nomicismo liminar y de culto al dinamismo utili-tarista; L.D. Trockij, por ejemplo, en una impugna-ción inflexible del stalinismo, fundamentó la supe-rioridad del socialismo en sus éxitos materiales:"El socialismo demostró su derecho a la victoriano en la páginas del Capital, sino en una arenaeconómica que constituye la sexta parte de la su-perficie terrestre; no lo demostró en el lenguaje dela dialéctica, sino en el del hierro, del cemento yde la electricidad" (9). Trockij no está ciertamentesolo al afirmar de modo absoluto que no existenfronteras para las posibilidades técnicas y producti-vas, y que la tecnología es el impulsor principal detodo progreso (10). Ningún burgués criticaría aTrockij cuando éste afirma que "en última instan-cia, la fuerza y consistencia de un régimen estándeterminadas por la rentabilidad relativa del traba-jo" (11), máxime si el mismo Trockij postulaba latesis de que la tarea central de la Unión Soviéticaconsistía en alcanzar y superar a los países capita-listas en el plano eco-iómico-tecnológico (12). Elreferirse a su obra sucede únicamente por motivosde contraste: los escritos de Trockij representan unmarxismo crítico y diferenciado, alejado del meca-nicismo y del maniqueísmo que impusieron las or-todoxias respaldadas por el poder y las burocra-cias; la inmensa mayoría de la literatura que sellama marxista tiende aún más abiertamente aadoptar una línea utilitarista y economista. Losresultados de estas posturas para la controversiaecológica no necesitan ser nombrados.

Las sociedades periféricas y particularmente laslatinoamericanas han estado expuestas desde su in-corporación a los imperios coloniales o al mercadomundial a unos principios normativos surgidos ysistematizados originariamente en los centros me-tropolitanos; la fuerza y el éxito seculares de lasnaciones occidentales han dotado a estos princi-pios del nimbo de lo verdadero, imitable y positi-vo. La adaptación de los paradigmas occidentalesfue facilitada por la crisis de identidad histórica ynacional sufrida por las culturas no-occidentales

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después de un contacto prolongado - y casi siern-pre doloroso - con la civilización europea. En laesfera económico-tecnológica se produjo un genui-no vacío de modelos de desarrollo, por lo que lareproducción del proceso metropolitano de modernización apareció como algo obvio e inevitable. Ladefensa de la identidad nacional y el fomento delas tradiciones propias, que no podían dejar deproducirse como reacción contra las influencias ex-tranjeras por más poderosas que éstas fueran, seconcentraron en terrenos de carácter secundario yperiférico con respecto a los elementos centraleseconómico-tecnológicos: las manifestaciones cultu-rales, las formas exteriores de la vida política, elmundo de la familia y la provincia, el campo de laanomía, el no-conformismo y la nostalgia. Es ver-dad que no han faltado conflictos entre ambos pla-nos, y justamente la historia 'contemporánea delTercer Mundo puede ser calificada como la bús-queda de una nueva identidad que combine el pro-greso tecnológico "a la occidental" con fragmentosde autoctonismo cultural y autonomía política. Detodas maneras, la conciencia colectiva en AméricaLatina ha internalizado como propias algunas no-ciones centrales de la tradición metropolitana queson imprescindibles para la comprensión de la con-troversia actual en tomo a problemas ecológicos ydemográficos:

a) La historia como un proceso linear ascenden-te, dentro del cual cada sociedad va pasando a eta-pas consideradas como superiores de la evoluciónhistórica;

b) la naturaleza como base y cantera para losdesignios humanos, sin derechos propios, pero conrecursos casi ilimitados al servicio del hombre; y

e) la actividad humana como sometida al princi-pio de eficiencia y rendimiento, con una tendenciacompulsiva al dinamismo, al crecimiento y al éxi-to.

Especialmente en el caso latinoamericano, estoselementos han ido formando durante un procesosecular el substrato para los conceptos y las ilusio-nes de la conciencia colectiva; esta base ha favore-cido durante el siglo xx y más particularmente apartir de la Segunda Guerra Mundial, una recep-ción más intensa de los logros y paradigmas de lacivilización metropolitana. Notables mejoras en elcampo de las comunicaciones, el incremento de loscontactos personales y la actividad diaria de la tele-visión son responsables por la difusión de toda cla-se de datos, imágenes y leyendas sobre aquel mun-do de opulencia, progreso y poderío, que pareceexistir en las sociedades del Norte, y es totalmente

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comprensible que ellas adquieran el carácter demodelos dignos de imitarse a toda costa. Por otraparte, la cultura occidental ha propagado justa-mente el principio de la factibilidad de los desig-nios humanos: el progreso sería algo que se podríaimplementar en la praxis según modalidades so-cial-tecnológicas; si hay una firme voluntad políti-ca de hacerlo. La creencia de que un orden socialmás avanzado y próspero es algo enteramente fac-tible y alcanzable para cualquier país periféricomediante esfuerzos sistemáticos pertinentes se con-juga con aspiraciones cada vez mayores relativas alnivel de vida y al consumo; este fenómeno relativa-mente moderno, la revolución de las expectacionescrecientes, puede ser definido como el anhelo co-lectivo de obtener lo más pronto posible los frutosde la civilización metropolitana en las esferas delconsumo masivo y del desarrollo económico-tecno-lógico, frutos que desde el interior de las socieda-des periféricas son vistos como reivindicacionesjustas y deseables en todos los sistemas sociales.Las divergencias políticas e ideológicas se refierenmayormente a los métodos de modernización y alos regímenes internos correspondientes, destacán-dose uña cierta comunidad de objetivos entre losanhelos colectivos dominantes en el Tercer Mundo.

La revolución de las expectaciones crecientessólo ha sido posible por medio de una difusiónasombrosa de informaciones en los países periféri-cos acerca de la situación general en las metrópolis;difusión que a partir de 1945 ha abarcado estratossociales muy amplios, incluso a las clases medias ya los sectores urbanos de los obreros. En esta rela-ción asimétrica, las sociedades metropolitanas ejer-cen la función totalmente indiscutida de sentar losparámetros de desarrollo, mientras que los paísesmeridionales, por lo menos en las esferas de la eco-nomía y la tecnología, toman una posición esen-cialmente receptiva. La conciencia colectiva está,entonces, abierta y sometida a los efectos de de-mostración de un mode de vida supuestamente su-perior; con mucha razón, Torcuato S. Di Tella (13)se refirió a un genuino "efecto de fascinación" pa-ra calificar las consecuencias que el nivel de vida ylos logros de los sistemas metropolitanos originanen latitudes meridionales. El impacto de los efec-tos de demostración ha sido particularmente fuerteentre los intelectuales y dentro de las élites políti-cas y económicas, quienes ven su deber -y su legi-timidad- en alcanzar para la nación respectiva ungrado comparable de desarrollo. Se puede hablarde fascinación porque los efectos de la demostra-ción de la moderna civilización metropolitana so-

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bre la mentalidad colectiva del Tercer Mundo hansido avasalladores: han conducido a que la activi-dad primordial de estas sociedades esté centrada entomo a los conceptos mágicos de "progreso" y"desarrollo"; a que el crecimiento ininterrumpidosea el criterio principal para juzgar toda evolucióny a que estas metas finales hagan permisible el em-pleo de casi cualquier método. Es un lugar comúnen medios latinoamericanos el mencionar que elcrecimiento por sí solo no lleva al anhelado desa-rroUo integral, pero detrás de esta fórmula bienso-nante se descubre rápidamente que el cimientomismo de todo desarrollo pleno es el incrementosostenido y acelerado de todo aspecto económicoy tecnológico, el que debe también originar ciertosefectos reputados como benéficos en otros cam-pos, especialmente en el social. S¡' bien, no todocrecimiento es igual a desarrollo, todo desarrollorequiere de un potente crecimiento. En todo caso,se puede percibir una cierta comunidad de opinio-nes acerca de la necesidad de forzar el lado econó-mico-tecnológico del proceso histórico contempo-ráneo, como medio más seguro y básico de alcan-zar los logros de los centros metropolitanos.

El concepto de progreso exhibe así un poderosonúcleo de parámetros materiales con prioridad im-postergable y con afinidad innegable a lo alcanza-do en los países altamente industrializados. El pro-greso resulta ser la acumulación de mejoras mate-riales y de conocimientos técnicos utilizables en laproducción; todos los otros criterios juegan un rolsecundario y periférico. Esta concepción es com-partida por Raúl Prebisch, el inspirador del Cepa-lismo y, en proporción notable, del pensamientoactual sobre temas del desarrollo: la industriali-zación es, según él, el medio más importante paratomar parte en el progreso tecnológico y hacer usode éste último, y para realizar una política de me-joramiento permanente en el nivel de vida de lasmasas (14). (Esta referencia al proceso de indus-trialización no pretende poner en cuestión la nece-sidad ni la intensidad de este proceso, sino mostrarsu relevancia y su posición dentro del pensamientoeconómico actual).

Lo fundamental en esta cuestión parece residiren la insistencia de reproducir los rasgos centralesdel curso de la modernización metropolitana conespecial énfasis en la industrialización, a pesar delreconocimiento generalizado de que este procesosolo no conduce al desarrollo integral. El hecho deque este reconocimiento tenga únicamente un va-lor verbal y la función de un descargo ideológico,está vinculado a la escasez de modelos de desarro-

110 genuinamente autónomos en las sociedades pe-riféricas y a la fuerza normativa que ejerce el para-digma metropolitano. El vacío existente relativo asoluciones originales, diferentes a la industrializa-ción capitalista o a la acumulación socialista, es unmotivo de especulación en las ciencias sociales, queno puede ser analizado dentro del marco del pre-sente estudio. La expansión militar y comercial deOccidente, el sojuzgamiento de civilizaciones toda-vía muy jóvenes y con estándares tecnológicos ba-jos, la falta de una concepción dinámica del propiodesenvolvimiento y, sobre todo, el éxito secular delos países del Norte son factores de esta problemá-tica harto compleja; la imposibilidad o la incapaci-dad de forjar parámetros propios han hecho posi-bles los efectos de fascinación, los esfuerzos porreproducir esos modelos en la realidad de las nacio-nes periféricas y la necesidad de crear ideologíaspara justificar estas tendencias

Los efectos de demostración se concentran enel terreno económico, en el de la tecnología indus-trial y en el de las pautas de consumo. Esta adop-ción de valores exógenos de orientación tiene lu-gar, sin embargo, en medio de un contexto socio-cultural que rebosa de tendencias autonomistas: lanecesidad de un camino propio al desarrollo y alprogreso y el desenvolvimiento de un modelo polí-tico y cultural autóctono son sus dos líneas direc-trices. No es una casualidad que el impacto de losefectos de demostración haya sido particularmentefuerte entre los intelectuales latinoamericanos,quienes, fascinados por los éxitos materiales de loscentros metropolitanos, han creado diversas teo-rías sociales e ideologías revolucionarias para justi-ficar, en términos de progreso social para las masasy de autonomía de desarrollo, la imitación acelera-da de la civilización industrial. El núcleo de la ar-gumentación asevera que el moderno proceso in-dustrial-tecnológico y la expansión de los sectoresproductivos representan aspectos genuinos y pro-pios de todas las culturas y sociedades que logranliberarse de ciertas cadenas políticas y de conoci-dos obstáculos sociales que provienen tanto de lapenetración imperialista como de los anacronismosnacionales. En estos pro¡;l;ramasque combinan mo-mentos nacionalistas con exigencias revoluciona-rias y socialistas, aparece muchas veces la industria-lización como el proceso auténticamente regenera-tivo de la sociedad periférica; bajo el ornamentoideológico de rigor, la regeneración se manifiestaen substancia como un intento de europeización(o americanización) con algunas características es-peciales (15).

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La atracción que ejercen los regímenes socialis-tas, sobre la conciencia intelectual del Tercer Mun-do no se debe tanto a una mejor oportunidad deacabar con el trabajo alienante y de alcanzar unarevolución proletaria, sino al hecho de que estosregímenes parecen garantizar mayor eficacia y ra-pidez en los procesos de modernización e indus-trialización en las periferias mundiales. Mediante lamovilización de todos los recursos, empezando porlos humanos, y con ayuda de la planificación ge-neralizada, los sistemas socialistas logran una rápidaacumulación de capital y reproducen, por ende, losaspectos materiales de la civilización metropolita-na, si bien, este intento ocurre normalmente bajoun centralismo estricto y antidemocrático y conseveras restricciones al consumo de la poblaciónpor un tiempo muy largo. En este sentido todoslos modelos socialistas pueden ser considerados, enel fondo, como variaciones de la Revolución Sovié-tica después de 1917 (16).

La probabilidad de una cierta fascinación, el ca-rácter imitativo de las concepciones de desarrollotercermundistas, el contexto de apresuramientoincondicional y obviedad de principio son fenóme-nos, empero, que conllevan las limitaciones y lasconsecuencias del utilitarismo y del economicis-rno: ellos tienden a hacer imposible toda relativiza-ción del progreso tecnológico-económico, a con-centrar todos los esfuerzos en los instrumentos pa-ra construir la sociedad industrializada, a desesti-mar una conciencia crítica y a justificar todos losmedios para alcanzar los objetivos fijados. Y enrelación con la problemática ecológica y demográ-fica, ésto significa que se facilita la trivialización dela contaminación ambiental; se ve con optimismoalgo ingenuo la situación de los recursos naturalesy se considera innecesaria toda reducción de la tasade incremento demográfico.

CITAS

( 1) Jorge Graciarena, Desarrollo y politica; en: F. H.Cardoso/F. Weffort (comp.), América Latina: ensayos deinterpretación sociológico-polt'tica, Santiago: EditorialUniversitaria 1970, p. 298 s.

( 2) Cf. la obra clásica sobre el tema: Karl Lówith,Weltgeschichte und Heilsges chehen. Die theologischen

Voraussetzungen der Geschichtsphilosophie (Historia uni-versal y acontecer redentorio. Las suposiciones teológicasde la filosofía de la historia), Stuttgart: Kohlhammer1957.

( 3) Cf. una crítica dialéctica a esta posición: JürgenHabermas, Karl Lowiths stoischer Rückzug vom histo-rischen Bewusstsein (K. Lówith se retira estoicamente dela conciencia histórica), en: J. Habermas, Theorie undPraxis (Teoría y Praxis), Neuwied/Berlin: Luchterhand1963, pp. 352-370.

Sobre el origen histórico de la idea de progreso cf.Friedrich Wagner, Wege u n d Abwege derNaturwissenschaft (Caminos y desvíos de las ciencias na-turales), München 1970, p. 48 ss;NorbertElias, VeberdenProzess der Zivilisation (Sobre el proceso de la civiliza-ción), Frankfurt: Suhrkamp 1976.

( 4) Cf. el estudio de David E. Apter, Some Concep-tual Approaches to the Study of Modemization, Engle-wood Cliffs: Prentice-IIall1968, p. 334.

( 5) Carl Amery, Das Ende der Vorsehung. Die gna-denlosen Folgen des Christentums (El fin de la providen-cia. Las consecuencias despiadadas delCristianismo), Rein-bek: Row 1972, pp. 16-19.

( 6) Ibid. pp. 122-126 - Como apunta Amery, todasestas líneas de pensamiento suponen, en el fondo, quevivimos sobre un planeta comestible. (Ibid., p. 176).

( 7) Cf. Yves Laulan, Le Tiers Monde et la crise del'environnement, París: P.U.F. 1974, p. 11.

( 8) Cf. Elisabet & Tor Inge Rornóren, Marx und dieOekologie (Marx y la ecología), en: KURSBUCHNr. 33,octubre 1973, pp. 175-186

( 9) L.D. Trockij, Verratene Revolution (La revolu-ción traicionada), Frankfurt: Neue Kritik 1968, p. 12.

(10) Ibid., p. 47(11) Ibid., p. 50(12) Ibid., p. 49.(13) R.S.Di Tella, Populism and Reform in Latin

America, en: Claudio Véliz (comp.), Obstac/es to Otangein Latin America, London, etc.: Oxford University Press1965, p. 48.

(14) Raúl Prebisch, El desarrollo económico de Améri-ca Latina y algunos de sus principales problemas. México:FCE 1950, pp. 19-23.

(15) Uwe Simson, Typische ideologische Reaktionenarabischer Intellektueller auf das Entwicklungsgefiílle(Reacciones típicas de intelectuales árabes ante las dife-rencias en el desarrollo), en: René Kimig (comp.}, As-pekte der Entwicklungssoziologie (Aspectos de la sociolo-gía del desarrollo), entrega especial Nr. 13de KOELNERZEITSCHRIFT FUR SOZIOLOGIE, Vol. 1969, p. 147.

(16) Cf. Darcy Ribeiro, Der zivilisatorische Prozess (Elproceso civilizatorio), Frankfurt: Suhrkamp 1971, p. 168.

A. C. l. MansillaCasilla2049

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