cómo es que algo surgió de la nada

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¿Cómo es que algo surgió de la nada? (las fluctuaciones cuánticas vs Dios) DILUCIDANDO EL ORIGEN DEL UNIVERSO SURGE UNA SERIE DE PARADOJAS: POR UN LADO, DESDE LA PERSPECTIVA DE LA FÍSICA, LA NADA DEJA DE EXISTIR Y SE REFORMULA COMO UNA POTENCIA CUÁNTICA, Y POR OTRO LADO EL ACTO DIVINO DE LA CREACIÓN SE DISTRIBUYE EN EL UNIVERSO MISMO, COMO UNA PROPIEDAD FUNDAMENTAL DEL VACÍO QUE PERMEA TODO LO QUE EXISTE. POR: ALEJANDRO MARTINEZ GALLARDO - 08/08/2011 A LAS 11:08:18 4K Share 3K Facebook 0 LinkedIn CIENCIA-Y-TECNOLOGIA / QUANTUM-DAYS

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Cómo Es Que Algo Surgió de La Nada

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¿Cómo es que algo surgió de la nada? (las fluctuaciones cuánticas vs Dios) DILUCIDANDO EL ORIGEN DEL UNIVERSO SURGE UNA SERIE DE PARADOJAS: POR UN LADO, DESDE LA PERSPECTIVA DE LA FÍSICA, LA NADA DEJA DE EXISTIR Y SE REFORMULA COMO UNA POTENCIA CUÁNTICA, Y POR OTRO LADO EL ACTO DIVINO DE LA CREACIÓN SE DISTRIBUYE EN EL UNIVERSO MISMO, COMO UNA PROPIEDAD FUNDAMENTAL DEL VACÍO QUE PERMEA TODO LO QUE EXISTE.

POR: ALEJANDRO MARTINEZ GALLARDO - 08/08/2011 A LAS 11:08:18

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CIENCIA-Y-TECNOLOGIA / QUANTUM-DAYS

Or say that the end precedes the beginning,

And the end and the beginning were always there

Before the beginning and after the end.

And all is always now.

-T.S. Elliot

El tema de hoy es el tema de siempre. La vieja pregunta que atraviesa la historia del

hombre y más allá y que genera todo tipo de paradojas, fascinaciones y frustraciones…

la pregunta sobre el origen del universo (que es en el fondo la misma pregunta que

¿quién soy?). Evidentemente una respuesta cabal a esta pregunta trasciende los

alcances de nuestra comprensión actual, y aunque la ciencia o la religión crean que ya

han obtenido verdades objetivas y hasta absolutas, estas “verdades” son sobre todo

reflejos, más o menos claros, de su propia mente: el aparato con el cual el hombre

ausculta la profundidad del cosmos —un aparato cuyo potencial no conocemos del todo

y que podría no tener límites. Estamos, como el pez que busca conocer la naturaleza

del océano, en un planeta dentro del universo, nadando en la inmensidad,

preguntándonos sobre algo de lo cual somos (juez y) parte indivisible. Estar dentro del

universo puede hacer más difícil las cosas —ya que no tenemos una perspectiva

externa, un ojo arquimídeo de las cosas— o más fáciles —ya que toda la historia del

universo y en cierta medida la decantación de sus secretos están enraizados en

nosotros. Y, entonces, tal vez sea posible ver todo el bosque en un solo árbol.

Saber que no sabemos no significa no querer saber y no maravillarse ante el misterio:

salir a jugar en la noche a aprender a ver en la oscuridad. En este espíritu lúdico cuya

piedra de toque filosofal es la capacidad de asombro (tomada del niño interior cuya

primera infancia se remonta a la formación de las estrellas), retomamos la ancestral

pregunta, aprovechando la sincronía de que tanto el sitio New Scientist como el canal

Discovery acaban de lanzar ediciones especiales abordando esta temática.

La versión más aceptada actualmente es que el universo surgió del Big-Bang y que

antes de esta “gran explosion” no había nada. Lo que evidentemente hace

preguntarnos, ¿cómo algo —el universo todo— pudo haber surgido de la nada? Esto

lógicamente hace pensar que esa “nada” en realidad era algo. Para la religión

necesariamenete debe de existir un ser capaz de crear de la nada, de operar sobre el

vacío e infundir el Ser en el universo. Esto equivale a decir que ese algo que era la nada

es Dios. La causa de que algo sea.

La física en cambio considera que el problema de la nada es en realidad un problema

semántico. Hemos creado el concepto de la nada a partir de nuestra experiencia del

espacio como vacío, pensando que en ese espacio entre la materia nada sucede, nada

se genera. Pero la “nada” como tal no existe. Esto es algo que puede observarse en el

espacio vacío, del cual surgen inevitablemente lo que se conoce como partículas

virtuales, las cuales constantemente se crean y se destruyen y pese a que no son

observables directamente, los efectos que generan sí lo son. En este sentido la física

curiosamente se alinea con la etimología de la palabra nada, la cual proviene de la

palabra nacer (en latín). Esta interesantísma identidad entre la nada y nacer nos sugiere,

en otro plano, que la nada es nacimiento, el proceso de nacer. O, en otras palabras,

una perenne potencia de ser.

“Puedes formar un estado que no tenga quarks y antiquarks en él, y es totalmente

inestable. Espontáneamente empieza a producir pares de antiquarks y quarks”, dice el

físico Frank Wilczek de MIT. Wilczek cree que esto podría aplicarse también al origen

del universo. “No hay barrera entre la nada y un rico universo lleno de materia”. Según

esta perspectiva, el universo es lo que ocurre naturalmente con “la nada”. En cierta

forma tú, yo, esta pantalla, el Sol, la Luna y todo lo demás solo somos fluctuaciones que

emergen del vacío cuántico. Patrones, coherentes por un momento, que regresan al

mar insondable del vacío-nacimiento.

Debido a la extrañeza inherente a la mecánica cuántica, “la nada” se transforma en algo

constantemente. El principio de incertidumbre de Heisenberg señala que un sistema

nunca puede tener exactamente cero energía y como la energía y la masa son

equivalentes —dos caras de la misma moneda—, pares de partículas se pueden formar

espontáneamente siempre y cuando se aniquilen rápidamente.

La incertidumbre cuántica sostiene que hay una compensación entre energía y tiempo:

entre menos energía tiene un sistema, más tiempo puede mantenerse (de la misma

forma las supernovas, con mayor energía, viven menos). Para explicar cómo nuestro

universo ha durado miles de millones de años, el tiempo suficiente para formar a partir

del vacío cuántico galaxias, sistemas solares y formas de vida complejas, su nivel de

energía debe de ser extraordinariamente bajo.

En los primeros instantes del universo se llevó a cabo una breve explosión expansiva,

conocida como inflación, la cual llenó el universo de energía. Pero según la teoría de la

relatividad de Einstein, la expansión del tiempo-espacio también significa más

gravedad. La atracción gravitacional representa energía negativa que cancela la

energía positiva de la inflación —esencialmente construyendo un cosmos de cero. “Uno

puede mostrar que esta energía gravitacional negativa exactamente cancela la energía

positiva representada por la materia. Así que la energía total del universo es cero”, dice

Stephen Hawking.

Alan Guth, el físico que desarrolló la teoría inflacionaria, bromea diciendo que aunque

se cree que no existe tal cosa como un almuerzo gratuito, “el universo es el máximo

almuerzo gratuito”. Y con esta misma ligereza reconforta: “en realidad no es riesgoso

crear un universo en tu sótano, no desplazaría al universo alrededor, aunque sí crecería

enormemente”.

El problema de la creación del universo parece violar la ley de la conservación de la

energía pero, si hay cero energía total que conservar, ese problema desaparece y un

universo que simplemente surgió de la nada —fluctuaciones cuánticas— es algo que

ocurre con cierta probabilidad. “Tal vez una mejor forma de decirlo es que ese

algo es nada”, aclara Guth.

Que algo pueda ser nada parece un contrasentido, una aberración lógica. Sin embargo,

el universo no tiene que necesariamente ajustarse a nuestra lógica y, según hemos visto

antes, la “nada” es sobre todo un concepto construido bajo la lógica aristotélica que ha

creado la impronta en el cerebro humano de que las cosas son o no son, y al ser algo

no son todo lo demás. ¿Pero puede algo ser y no ser? ¿Ser algo y nada?

La física cuántica, al igual que la filosofía oriental, es profusa en paradojas. Un fotón es

tanto una onda como una partícula y puede estar en estado de superposición —en todos

los lugares (o en ninguno) a la vez— hasta que no se le apliqué una medición. De tal

manera que en muchas ocasiones se ha jugado con la idea de que una partícula no

existe hasta que es observada.

El Tao habla de un nombre que no puede ser nombrado y de un camino que no puede

ser recorrido —y que es, sin embargo, el nombre eterno y el camino eterno.

Diferentes corrientes dentro del

budismo detectan esta identidad entre algo y nada, entre el ser y el no ser. El concepto

de Sunyata sugiere que en el fondo todos los fenómenos —y la misma materia— están

vacíos y no tienen realidad independiente, interpenetrados como están en una dinámica

de flujo, como las nubes en el cielo o como una onda en la superficie de un lago.

En el Sutra del Corazón se dice:

«Escucha, oh Sariputra, la vacuidad es forma; la forma vacuidad. Aparte de la forma, la

vacuidad no es; aparte de la vacuidad, la forma no es. La vacuidad es aquello que es

forma, la forma es aquello que es vacuidad. Justo como son la percepción, la cognición,

la construcción mental y la conciencia».

La materia está compuesta de átomos; más del 99% de un átomo consiste de espacio

vacío. Lo cual, aunque nos cueste trabajo asimilar, significa que nosotros estamos casi

completamente vacíos, somos básicamente nada. Pero, como estamos descubriendo,

esa nada puede ser algo, es más, puede ser lo que sea.

El brillante físico estadounidense David Bohm, influenciado por la filosofía de

Krishnamurti pero sin alejarse del rigor científico, teorizó que el mundo que

experimentamos es una manifestación superficial de un proceso energético profundo,

como una ola que surge de un mar de energía infinita. Y nuestra percepción de un

fenómeno o de nuestro propio ser es algo ilusorio, ya que en el vacío toda la materia es

una misma energía. Esto fue lo que llamó “la totalidad del orden implicado”. Su biógrafo

Will Keepin explica:

«El entendimiento de Bohm de la realidad física trastoca la noción ordinaria de ‘espacio

vacío’. Para Bohm el espacio no es un vacío gigante a través del cual se mueve la

materia; el espacio es tan real como la materia que se mueve a través de él. El espacio

y la materia están íntimamente interconectados. De hecho, cálculos de la cantidad

conocida como energía del punto cero sugieren que un centímetro cúbico de espacio

vacío contiene más energía que toda la materia en el universo conocido».

Aquí se empieza a dibujar sobre la espuma cuántica el que tal vez sea el secreto de la

creación —de algo de la nada—, la potencialidad inherente e ilimitada de ser en todo.

Como hemos visto, incluso en un espacio herméticamente cerrado en el que no haya

“nada”, espontáneamente se generan pares de partículas de energía. Esto sugiere que

la “nada” tiene en ella el n(h)acerembebido. O, en otras palabras, todo tiene la potencia

de crear un universo —ya que una de las posibilidades del arreglo de átomos que surgen

del vacío es ordenarse para formar un universo.

Este universo que puede formarse como resultado de su propia naturaleza está lleno de

vacío y este vacío cuántico está en un proceso de creación y destrucción permanente.

Es decir, en cada parte de su inmensidad se están creando y destruyendo partículas

que podrían ser otros universos (¿y cómo saber que no lo son?). Como si en cada

parcela microinfinita del espacio habitara un Shiva y un Vishnu, llevando a cabo su

batalla fractal cosmogénica.

Desde un punto de vista de psicología práctica esto puede llevarse a cada una de las

experiencias que vivimos, recordando que cada fenómeno está esencialmente vacío y

tiene la potencia de ser cualquier cosa, incluyendo quizás la creación de un universo. Si

somos de cierta forma, y nos mantenemos así, esto probablemente se debe a que

constantemente llenamos el potencial de nuestras experiencias del mismo contenido,

nos repetimos, creándonos igual —al contarnos. Bajo esta noción de que todas las

cosas están vacías y por lo tanto están constantemente siendo creadas, naciendo de la

nada, podemos entender por qué nuestra descripción del mundo (“somos lo que

pensamos” dice Buda en el Dhammapada) se convierte en el mundo que

experimentamos.

De alguna forma constantemente estamos reproduciendo aquel acto atribuido a Dios de

separar las tinieblas para hacer la luz con la palabra y hacer surgir al mundo. O lo que

es equivalente, colapsar la función de onda y establecer un estado de coherencia de

entre las fluctuaciones cuánticas.

Al sostener que el universo está

compuesto en su enorme mayoría de vacío, en un estado de energía cinética cercano

al cero (en un estado profundo de no-dualidad), pero de energía potencial casi infinita,

se sientan las bases para que el universo funcione como una incesante máquina de

creación (según Henri Bergson el universo es un máquina de crear dioses). Pero esto

no resuelve el origen de la creatividad del universo. La pregunta tal vez ya no sería qué

o quién creó el universo, ya que la creación es una propiedad fundamental embebida en

el telar del universo, sino ¿cómo surgió esa creatividad o cuál es el origen de lo que

origina?

«Nuestro entendimiento de la creación recae en la validez de las leyes físicas,

particularmente de la incertidumbre cuántica. Pero eso implica que las leyes de la física

de alguna manera fueron codificadas al engranaje de nuestro universo antes de que

existiera. ¿Como pueden existir las leyes físicas por fuera del tiempo y el espacio sin

una causa propia? O poniéndolo de otra forma, ¿por qué existe algo en vez de nada?»,

escribe Amanda Gefter en la edición especial sobre el origen del universo de New

Scientist.

En otras palabras, esto podría reformularse diciendo que aunque al parecer el programa

funciona solo, sin necesidad indispensable de que alguien lo hubiera programado, de

cualquier forma exhibe un programa: una serie de leyes o un código que debe de haber

preexistido al programa.

Descubrir por qué el universo es como es supera ampliamente los alcances de este

artículo. Más que intentar responder a algo así, que sería como intentar hackear la

mente de Dios, más allá de leer el código fuente, decodificar la intención del programa,

lo mejor que podemos hacer es dejar nuevas interrogantes como semillas creativas en

el abismo cuántico.

¿Es satisfactorio pensar que la creación es una propiedad fundamental de todo lo que

es y que como tal simplemente existe, sin causa ni causante, desde siempre para

siempre, el universo es? ¿O acaso esto no nos remite también, ad infinitum, a un nuevo

misterio, inaccesible para nuestro entendimiento actual? Y, por otra parte, ¿acaso la

física al erradicar de la creación a un creador no, inadvertidamente, infunde de las

propiedades creativas generalmente exclusivas de la divinidad a la totalidad del

universo? ¿Flotando entre cada átomo yace latente algo que participa en las cualidades

de lo divino, haciendo del cosmos entero un holograma de dios?

«Una pequeña partícula de la Piedra Filosofal, si se vierte sobre la superficie del agua,

según un apéndice sobre la sal universal de Herr von Welling, inmediatamete empezará

un proceso de recapitulación en miniatura de la historia del universo, ya que

instantáneamente la tintura —como los Espíritus de los Elohim— se agita sobre el

cuerpo del agua. Un universo miniatura se forma, el cual, según afirman los filósofos, en

verdad surge del agua y flota en el aire, en el que pasa por todos los niveles de desarrollo

cósmico y finalmente se desintegra». Manly P. Hall, The Secret Teachings of All Ages.