comentario literario becquer selectividad 2006 2007
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COMENTARIO DE TEXTO
Como se arranca el hierro de una herida,
su amor de las entrañas me arranqué;
aunque sentí al hacerlo que la vida
¡me arrancaba con él!
Del altar que le alcé en el alma mía,
la voluntad su imagen arrojó;
y la luz de la fe que en ella ardía
ante el ara desierta se apagó.
Aún, para combatir mi firme empeño
viene a mi mente su visión tenaz...
¡Cuándo podré dormir con ese sueño
en que acaba el soñar!
Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas
Nos encontramos ante un texto de G. A. Bécquer, máximo representante, del
Postromanticismo o Romanticismo rezagado (2ª mitad del siglo XIX), gracias a sus
“Leyendas”, y a las “Rimas”, poemario del que procede esta composición.
La estética del Postromanticismo se caracteriza por una atenuación de los
excesos verbales y la adopción de un tono intimista y confesional, contrario a la actitud
declamatoria característica de los primeros románticos. Dichas peculiaridades se
encuentran en el poema que, genéricamente, se puede considerar canción de tono
elegiaco. Desde el punto de vista de la métrica, resulta llamativa su manifiesta
irregularidad. Son estrofas de cuatro versos endecasílabos, que presentan un pie
quebrado, la rima cruzada (ABAb) sigue el esquema del serventesio y alternan asonante
en los pares y consonante en los impares. Esta irregularidad es deliberada y típica de la
poesía y la estética romántica, en las que la libertad del genio creador está por encima
de toda convención. Estilísticamente, y también en conexión con el ideario romántico,
dichas irregularidades redundan en una menor perfección formal del poema; pero
también en una intensificación del tono altamente emotivo que lo caracteriza.
Atendiendo al contenido, el tema es el amor abordado desde la perspectiva del
desengaño. Un desengaño al que viene aparejada la incapacidad para olvidar y, en una
actitud típicamente romántica, la invocación de la muerte.
Este contenido se articula en una estructura compuesta por dos partes
claramente diferenciadas. Una 1ª parte (las dos primeras estrofas) que, tal y como
indican los tiempos verbales (arranqué, arrojé), nos remite al pasado; y una 2ª parte
(última estrofa) centrada en el presente, momento de la enunciación lírica. En esa 1ª
parte, el autor rememora el amor y el desengaño recurriendo de forma implícita a los
tópicos clásicos de militia amoris (primera estrofa) y religio amoris (segunda estrofa).
En la 2ª parte, tras hacer referencia a la imposibilidad de olvidar, nos encontramos con
la citada invocación de la muerte, a través de otro conocidísimo tópico; el tópico de la
vida como sueño. Vemos, además, que la muerte aparece, precisamente, al principio y al
final del texto, sirviendo como elemento de enlace entre las dos partes, contribuyendo al
cierre de la estructura.
Como en todo texto literario, nos encontramos con una serie de recursos
estilísticos, relacionados con los diversos planos del lenguaje, que desencadenan
determinados efectos estéticos y sentimentales.
En el nivel fónico, cabe señalar, junto a la rima y demás aspectos métricos, las
recurrencias, que se resuelven en casos evidentes de aliteración de los fonemas /r/ (toda
la primera estrofa) y /l/ (versos 1 y 3 de la segunda estrofa). Dichas reiteraciones,
además de influir de modo evidente en el ritmo del poema —un ritmo vivo y muy
marcado por las abundantes recurrencias y las rimas agudas—, desencadenan
significados simbólicos por su propia sonoridad y el contexto en que aparecen; así la /r/,
sonido brusco, aparece asociada al desgarro que supone “arrancarse” el amor. Es
también significativo como en la segunda estrofa la /r/ se reitera en los versos 2 y 4 (de
connotaciones negativas); y la /l/, un fonema mucho más suave, en los versos 1 y 3 (de
connotaciones positivas).
En el nivel morfosintáctico, lo primero que llama la atención del texto es la
escasez de adjetivos, frente a la abundancia de sustantivos y verbos; la resultante es un
poema de considerable densidad conceptual. También resulta muy interesante, en este
plano, analizar el uso del hipérbaton, un recurso muy presente en las dos primeras
estrofas. Este “desorden” sintáctico además de subrayar el desequilibrio emocional del
poeta, preserva la rima constituida estratégicamente por todos esos verbos que indican
privación (arranqué, arrojó, apagó). En esa posición, y realzadas por la rotundidad de la
rima aguda, esas palabras no pasan desapercibidas a ningún lector. Existen, además,
otros recursos en este plano, que contribuyen a intensificar el tono desgarrado y
sentimental del poema. Mecanismos como el poliptoton con arrancar, en la primera
estrofa; el quiasmo, en los dos primeros versos; las antítesis utilizadas casi
sistemáticamente (en todas las estrofas aparece alguna) como elemento de tensión.
Por lo que se refiere al plano léxico-semántico, distinguimos dos grupos de
recursos orientados a fines estilísticos diversos. Así, por un lado, el símil (como se
arranca el hierro…), las metáforas (del altar que le alce…) y la personificación (la
voluntad…arrojó), enriquecen con múltiples significados el texto; y convierten
realidades abstractas (el amor, la fe, el desengaño) en realidades concretas, físicas
(hierro, fuego, herida) mucho más accesibles para la sensibilidad del lector. Mediante
estos procedimientos, el poeta hace patente, “re-crea”, en el poema, su dolor. De otro
lado, y sin abandonar este plano, estarían una serie de recursos como son la hipérbole,
constante a lo largo del texto; la reticencia (en el verso 2 de la última estrofa) y las
exclamaciones, cuya principal finalidad es, una vez más, intensificar el tono
atormentado de la composición. En este sentido, resultan muy significativos los dos
últimos versos. Precisamente, en el final del poema, Bécquer invoca a la muerte y lo
hace mediante unos versos en los que se condensan una paradoja y una interrogación
retórica. Este último es uno de los recursos más conocidos y utilizados desde la
Antigüedad, para apelar a los sentimientos del auditorio, no conforme con ello, Bécquer
sustituye los signos de interrogación por los de exclamación. Una anomalía muy
representativa de la libertad creativa y el apasionamiento románticos.