comentario a verdad y estereotipo. maría constanza acuña

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Nombre: María Constanza Acuña. Curso: Historia e Imágenes Visuales Comentario a “La verdad y el estereotipo” El autor de este capítulo nos inserta en la serie de subjetividades que rodean a una imagen, intentando demostrar que la representación puede obedecer, incluso, a la personalidad del artista, a partir de la cual, selecciona qué aspectos retratar. Sin embargo, factores externos como el estilo peculiar de una época, también quedarán plasmados en la obra, cuya representación no debe ser enmarcada en si es verdadera o falsa, sino en qué finalidad cumplía. En relación con lo anterior, la leyenda que rodea a la obra puede determinar la verdad de la imagen, ésta, entendida como el acto de convencer al lector acerca de un propósito. El artista, por tanto, se vale de estereotipos que le permiten adaptar una idea a un momento o deseo determinado, logrando entregar un mensaje. Por tanto, una obra no es inicialmente la expresión de una visualidad, sino la visualidad fruto del concepto del autor. Tal como señala Gombrish, el concepto se erige como un formulario pre existente a la visualidad, el cual otorga cierta información que el retratador cree esencial en su contenido, insertándolo en el diseño que produce. Lo antedicho debe complementarse indicando que el esquema debe estar lo suficientemente descrito como para no caer en la deformación, con el objeto de adaptar lo nuevo a los esquemas que el artista ya maneja. De este modo, Gombrish nos

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Page 1: Comentario a Verdad y Estereotipo. María Constanza Acuña

Nombre: María Constanza Acuña.Curso: Historia e Imágenes Visuales

Comentario a “La verdad y el estereotipo”

El autor de este capítulo nos inserta en la serie de subjetividades que rodean a una imagen,

intentando demostrar que la representación puede obedecer, incluso, a la personalidad del

artista, a partir de la cual, selecciona qué aspectos retratar. Sin embargo, factores externos

como el estilo peculiar de una época, también quedarán plasmados en la obra, cuya

representación no debe ser enmarcada en si es verdadera o falsa, sino en qué finalidad

cumplía.

En relación con lo anterior, la leyenda que rodea a la obra puede determinar la verdad de la

imagen, ésta, entendida como el acto de convencer al lector acerca de un propósito. El

artista, por tanto, se vale de estereotipos que le permiten adaptar una idea a un momento o

deseo determinado, logrando entregar un mensaje. Por tanto, una obra no es inicialmente la

expresión de una visualidad, sino la visualidad fruto del concepto del autor. Tal como

señala Gombrish, el concepto se erige como un formulario pre existente a la visualidad, el

cual otorga cierta información que el retratador cree esencial en su contenido, insertándolo

en el diseño que produce.

Lo antedicho debe complementarse indicando que el esquema debe estar lo suficientemente

descrito como para no caer en la deformación, con el objeto de adaptar lo nuevo a los

esquemas que el artista ya maneja. De este modo, Gombrish nos señala que lo familiar es el

punto de partida para expresar lo inusual, algo que imbuirá a la obra aunque se intente

registrar la verdad.

Ahora bien, la formación o estilo también es capaz de influir en la idea mental del autor,

quien buscará en el escenario elegido, ciertos aspectos que le sean compatibles de descifrar.

Vale decir, el artista retratará aquello para lo que posee más entrenamiento, siendo por

tanto, lo que más le agrada. Esto nos lleva a formular que el arte es la visión del mundo del

autor a partir de las categorías que le dictamine su formación, las cuales pueden ser

modificadas en función de lo que desea comunicar.

En síntesis, la conjunción entre tradición y costumbre nos indica que aquello que

observamos está mediado tanto por nuestras experiencias como nuestras expectativas,

convirtiendo al retrato en un modelo de relaciones que incluyen una finalidad y las

exigencias del contexto marcado en el lenguaje de esa visualidad.