colombia internacional no. 66

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Universidad de los Andes, Colombia Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Ciencia Política Revista de libre acceso Consúltela y descárguela http://colombiainternacional.uniandes.edu.co/

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Page 1: Colombia Internacional No. 66

Luis Javier Orjuela E.

La compleja y ambigua repolitización de América LatinaLuis Javier Orjuela E. / Universidad de los Andes, Colombia.

Ciudadanía y civilidad: acerca del derecho a tener derechosSusana Villavicencio / Instituto Gino Germani, UBA, Buenos Aires.

El socialismo del siglo XXI y los límites de las utopías en la racionalidad yla motivación humanasLuz Marina Barreto / Universidad Central de Venezuela,Venezuela.

As mutações da mundialização ou quando o capitalismo financeirodireciona o capitalismo cognitivo: desafios para a América Latina Marcos Costa Lima / Universidad Federal de Pernambuco, Brasil.

Luchas hegemónicas y cambio político: el avance de la izquierda suramericanaen perspectiva comparada Jorge Lazo Cividanes / Universidades de Québec y Ottawa, Canadá.

La integración regional como instrumento de desarrollo para América LatinaArturo Cancino Cadena / Universidades Nacional de Colombia y Central, Colombia.Carolina Albornoz Herrán / Universidad Javeriana, Colombia.

Del rigor en la Ciencia Política: algunas reflexiones sobre metodología de lainvestigaciónSantiago Olivella / Universidad de los Andes, Colombia y Washington University, EE. UU.

Anotaciones sobre “Del rigor en la Ciencia Política”Rodolfo Masías / Universidad de los Andes, Colombia.

Derechización ‘a la colombiana’ en tiempos confusos: un ensayo especulativoCarlo Nasi / Universidad de los Andes, Colombia.

Izquierdas y derechas en Colombia. Una mirada rápida a los rasgos sociodemográficos del espectro ideológico del paísJuan Carlos Rodríguez / Universidad de los Andes, Colombia.

Siete tesis sobre el relevo de las élites políticasFrancisco Leal Buitrago / Universidad de los Andes y Universidad Nacional, Colombia.

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ANÁLISIS

NUEVAS PERSPECTIVAS

COYUNTURA

DOCUMENTOS

EDITORIAL

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Luis Javier Orjuela E.

La compleja y ambigua repolitización de América LatinaLuis Javier Orjuela E. / Universidad de los Andes, Colombia.

Ciudadanía y civilidad: acerca del derecho a tener derechosSusana Villavicencio / Instituto Gino Germani, UBA, Buenos Aires.

El socialismo del siglo XXI y los límites de las utopías en la racionalidad yla motivación humanasLuz Marina Barreto / Universidad Central de Venezuela,Venezuela.

As mutações da mundialização ou quando o capitalismo financeirodireciona o capitalismo cognitivo: desafios para a América LatinaMarcos Costa Lima / Universidad Federal de Pernambuco, Brasil.

Luchas hegemónicas y cambio político: el avance de la izquierda suramericanaen perspectiva comparadaJorge Lazo Cividanes / Universidades de Québec y Ottawa, Canadá.

La integración regional como instrumento de desarrollo para América LatinaArturo Cancino Cadena / Universidades Nacional de Colombia y Central, Colombia.Carolina Albornoz Herrán / Universidad Javeriana, Colombia.

Del rigor en la Ciencia Política: algunas reflexiones sobre metodología de lainvestigaciónSantiago Olivella / Universidad de los Andes, Colombia y Washington University, EE. UU.

Anotaciones sobre “Del rigor en la Ciencia Política”Rodolfo Masías / Universidad de los Andes, Colombia.

Derechización ‘a la colombiana’ en tiempos confusos: un ensayo especulativoCarlo Nasi / Universidad de los Andes, Colombia.

Izquierdas y derechas en Colombia. Una mirada rápida a los rasgos sociode-mográficos del espectro ideológico del paísJuan Carlos Rodríguez / Universidad de los Andes, Colombia.

Siete tesis sobre el relevo de las élites políticasFrancisco Leal Buitrago / Universidad de los Andes y Universidad Nacional, Colombia.

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EDITORIAL

Contenido

ANÁLISIS

NUEVAS PERSPECTIVAS

COYUNTURA

DOCUMENTOS

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184 - 193

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EDITORIAL

Contents

ANALYSIS

NEW PERSPECTIVES

CURRENT SITUATION

DOCUMENTS

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Luis Javier Orjuela E

The Complex and Ambiguous Repolitization of Latin America Luis Javier Orjuela E. / Universidad de los Andes, Colombia.

Citizenship and Civility:About the Right to Have RightsSusana Villavicencio / Instituto Gino Germani, UBA, Buenos Aires.

XXI Century Socialism and Utopias that Limit Human Rationality andMotivationLuz Marina Barreto / Universidad Central de Venezuela,Venezuela.

The Mutations of Globalization or When Financial Capitalism SteersCognitive Capitalism: Challenges for Latin AmericaMarcos Costa Lima / Universidad Federal de Pernambuco, Brasil.

Hegemonic Struggles and Political Change:The Advance of the SouthAmerican Left in Comparative PerspectiveJorge Lazo Cividanes / Universidades de Québec y Ottawa, Canadá.

Regional Integration as a Development Alternative for Latin AmericaArturo Cancino Cadena / Universidades Nacional de Colombia y Central, Colombia.Carolina Albornoz Herrán / Universidad Javeriana, Colombia.

On the Rigor of Political Science: Some Reflections About ResearchMethodologySantiago Olivella / Universidad de los Andes, Colombia y Washington University, EE. UU.

A Critique of “On the Rigor of Political Science”Rodolfo Masías / Universidad de los Andes, Colombia.

Colombia’s Right Turn During Puzzling Times:A Speculative Essay Carlo Nasi / Universidad de los Andes, Colombia.

Left and Right in Colombia.A Quick Look at the Socio-demographic Features of the Country’s Ideological SpectrumJuan Carlos Rodríguez / Universidad de los Andes, Colombia.

Seven Theses on the Replacement of Political ElitesFrancisco Leal Buitrago / Universidad de los Andes y Universidad Nacional, Colombia.

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La crisis de esta doble transiciónde América Latina obedece a variosfactores. En primer lugar, a su impactosocialmente nocivo que es el saldo netomás evidente de dos décadas de refor-mas neoliberales, y el malestar socialque es su consecuencia. Las evidenciasde estos efectos nocivos son innumera-bles. Entre 1980 y 2004 en la región elsalario mínimo cayó en promedio el25%, el desempleo abierto pasó del7,2% a 11%, la informalidad laboral seincrementó del 36% al 46%, el 10%más rico de la población percibió el48% del ingreso mientras el 10% máspobre recibió el 1,6%

En segundo lugar, a la unidi-mensionalidad de las democracias demercado, reducidas al aspecto formal-institucional de la representación ciu-dadana con sus correspondienteslimitaciones severas a las exigenciassociales y económicas de las demandasque originan y superan dicha repre-sentación.Y en tercer lugar, al surgi-miento “desde abajo” de nuevasdimensiones de la ciudadanía, en ellímite, en las crisis y en las diferencias,y nuevos reclamos sociales relaciona-dos con problemáticas y fenómenosde carácter étnico, de género, ambien-tal, de usuarios y consumidores, dederechos humanos, de comunidadesautonómicas y regionales, etc.Al igualque la mayoría de las demandas polí-ticas, sociales y económicas, las nuevasreivindicaciones han encontrado pocareceptividad en las políticas guberna-mentales.

Muchos de los análisis tradiciona-les sobre la democratización en AméricaLatina partieron de una concepción

EDITORIALLuis Javier Orjuela E.*

Se ha reunido en este número deColombia Internacional una serie de artí-culos que reflexionan sobre la situaciónde América Latina en la década de losaños 2000. La región ha entrado en unanueva etapa de su desarrollo que podrí-amos llamar posneoliberal, caracterizadapor el lento agotamiento del neolibera-lismo, en combinación con una oposi-ción social creciente a dicho modelo;por el surgimiento de gobiernos de cen-tro-izquierda, que intentan introducirun modelo económico más redistributi-vo y más centrado en lo social; por lacrisis de los mecanismos democráticosformales y por el fortalecimiento de lasociedad civil y de propuestas alternati-vas de democracia.

Durante las décadas de los añosochenta y noventa, América Latinaexperimentó una doble transición:hacia la democracia y hacia el mode-lo económico neoliberal. Dichos pro-cesos se debieron, entre otros factores,a las exigencias del proceso de globa-lización y a un proceso de democrati-zación que se originó en la crisis delos Estados burocrático-autoritariosque imperaron en la región durante lamayor parte del siglo XX. Dichastransiciones han sido difíciles y con-flictivas, y aunque se han producidoprocesos mínimos de democratiza-ción, prevalecen aún, en la región,fuertes tendencias autoritarias yexcluyentes.

* Ph.D.en Ciencia Política de la Universidad Internacional de la Florida.Profesor asociado del Departamento de Ciencia Polí-tica de la Universidad de los Andes. Correo electrónico: [email protected]

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Editorial • Luis Javier Orjuela E

Parece ser que hoy en AméricaLatina, la búsqueda de una más autén-tica y amplia democracia es una utopíaque está jalonando las luchas sociales delos sectores excluidos de la sociedad.Dichas luchas democráticas surgen deuna sociedad civil cada vez más autó-noma y diferenciada, que se ve a símisma como el espacio público porexcelencia y la fuente de la retroali-mentación de las decisiones para elEstado y las instituciones político-administrativas.

Por todo lo anterior, se está pro-duciendo en América Latina un girohacia la izquierda o, al menos, hacia laizquierda moderada y hacia el populis-mo, así en Colombia y en México losgobiernos elegidos sean de derecha. Setrata de una nueva izquierda gradua-lista y pragmática, sin definiciones ide-ológicas fuertes. En lugar de unaconfrontación en bloque contra elcapitalismo global y neoliberal, o in-cluso un drástico cambio de modelomacroeconómico, postulan un socia-lismo latinoamericano o por lo menosun capitalismo más balanceado decorte socialdemócrata, en búsqueda delbienestar social de la población, laampliación de las instituciones demo-cráticas y el desarrollo de los derechoshumanos no sólo políticos y civiles,sino también socioeconómicos.

Un elemento constitutivo de losproyectos de esta izquierda moderadaes el énfasis en el fortalecimiento de lasociedad civil, a través de la descentra-lización y la promoción del asociativis-mo y el desarrollo local. El Partido delos Trabajadores (PT) Brasileño, el Par-tido de la Revolución Democrática(PRD) mexicano, el Frente Amplio enUruguay, la Convergencia DemocráticaChilena, el Polo Democrátivo Alterna-

minimalista de democracia, desde la cualésta se entiende exclusivamente comoun régimen político, con lo cual lademocracia se reduce a un mero ejerci-cio electoral para la selección de repre-sentantes. Las soluciones que surgen deestos análisis casi siempre apuntan aincrementar la “gobernabilidad”, esdecir, la eficiencia de las institucionespúblicas. En estas visiones no hay lugarpara la sociedad civil, y lo social siemprees visto en términos de su contribucióna la estabilidad y la eficacia del sistemapolítico. La tensión entre la concepcióny la praxis de la democracia formal, y lasnuevas aspiraciones sociales y ciudada-nas, en un escenario de excesiva desi-gualdad y vulnerabilidad social, está,entonces, dando lugar a un nuevo ciclopolítico de cambio con sentido de alter-natividad y movilización social, envarios países de la región.

Todas esas movilizaciones po-pulares permiten vislumbrar que unapraxis y una concepción alternativas dedemocracia se estarían abriendo cami-no en América Latina. Por ello, un con-cepto de democracia que aspire a darcuenta de lo que está ocurriendo en laregión deberá tomar en serio las mani-festaciones políticas de las sociedadeslatinoamericanas en la actual coyuntu-ra, como el conjunto de expresiones deprotestas ciudadanas, los movimientossociales, las organizaciones no guberna-mentales, y las acciones de resistenciacivil, inclusive cuando éstas no puedanmanifestarse sino violentamente. Estasexpresiones políticas “desde abajo” noshablan de una vigorización, sin prece-dentes, de la sociedad civil y de un des-bordamiento de las institucionespúblicas tradicionales, lo cual pareceestar dando nuevos contenidos y sim-bología a la política en la región.

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tivo de Colombia e incluso el chavismovenezolano, se ubican en este tipo deizquierda, a la que algunos de ellosincorporan fuertes rasgos populistas.

La moderación de los progra-mas políticos de esta nueva izquierdaobedece a varios factores: en primerlugar, y principalmente, a que losprocesos globales de carácter econó-mico, social y cultural diluyeron otransformaron las referencias socialescolectivas, las clases, las relacioneslaborales, la tierra, la identidad nacio-nal, y su lugar fue progresivamenteocupado por actores de transforma-ción social “multidimensionales”, conpluralidad de expresiones simbólicasemanadas de su condición ética, reli-giosa, étnica, de género o sexual,entre otras. A ello hay que agregarotros factores como los múltiplesacotamientos de los escenarios en losque estos nuevos actores realizan suacción, la globalización de las estruc-turas de regulación económica y dedecisión política que limitan las capa-cidades nacionales de elección, avan-zados procesos de anomia, etc.

En síntesis, de todo lo anterior-mente dicho, se concluye que las prácti-cas y señales que están emitiendograndes sectores de las sociedades latino-americanas indican que la política “ins-titucional formal” está dejando dearticular a la sociedad, y el Estado estásiendo rebasado por las iniciativas ciuda-danas autónomas. La importancia deestas señales es subestimada o ignorada

por las concepciones del realismo políti-co y las visiones tradicionales de lademocracia. Por ello, los artículos queaquí se presentan se proponen desarro-llar una serie de análisis sobre las diver-sas dimensiones y facetas de esta nuevasituación posneoliberal de las sociedadeslatinoamericanas y aportar elementospara una concepción alternativa dedemocracia que exprese lo que se estámoviendo en nuestras sociedades; unaconcepción que proporcione una baseteórica a la utopía, al conjunto de inicia-tivas ciudadanas, a los movimientossociales y las demás acciones que estánllenando de nuevos contenidos simbóli-cos la política contemporánea.

Esa nueva concepción de lademocracia deberá considerar a lasociedad civil autónoma y fuertemen-te diferenciada como el espacio públi-co por excelencia, el lugar donde lasciudadanas y ciudadanos, en condicio-nes mínimas de igualdad y libertad,cuestionen con su poder comunicati-vo cualquier decisión que no hayatenido su origen o rectificación enellos mismos; una concepción dedemocracia donde ésta se inventadesde el conflicto y el debate público;una nueva concepción que, en conse-cuencia, considere a la esfera públicapolítica como el espacio de retroali-mentación del aparato administrativode toma de decisiones societales, y seoponga a cualquier intento de reducirla política al estrecho ámbito de lasinstituciones estatales.

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recibido 08/09/2007, aprobado 11/10/2007

Luis Javier Orjuela E.*

LA COMPLEJA Y AMBIGUA repolitización de América Latina

THE COMPLEX AND AMBIGUOUS Repolitization of Latin America

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La compleja y ambigua repolitización de América Latina • Luis Javier Orjuela E

ResumenEn oposición a algunos analistas que sostienen que analizar la actual situaciónpolítica de América Latina a partir de los conceptos de izquierda y derecha esinadecuado, el autor sostiene que dichos conceptos no sólo son pertinentes parainterpretar la situación de la región, sino que, además, son expresión de su actualrepolitización, en tanto que dicha dicotomía conceptual expresa el carácter agonalde la política. Dicho carácter se habría perdido o, al menos, opacado, en la décadade los ochenta y de los noventa, debido a tres factores: los regímenes autoritarios,la adopción del neoliberalismo, y la actitud ambigua de la izquierda frente a suparticipación en las elecciones y el juego político democrático. La repolitizaciónactual se expresa en la revalorización que de la democracia ha hecho la izquierda,en su rechazo al neoliberalismo y en el anticapitalismo de algunos de sus sectores.Por otro lado, la ambigüedad y la complejidad de dicha repolitización se expresanen la hibridación de izquierda radical, izquierda moderada, populismo yetnicismo, que se ha presentado en algunos de los actuales regímenes políticos dela región.

Palabras clave: América Latina, izquierda, derecha, democracia, dictadura, hegemonía,neoliberalismo.

AbstractIn opposition to some scholars who maintain that analyzing Latin America’s currentpolitical situation using the concepts of left and right is inadequate, the author afirmsthat such concepts are not only pertinent for interpreting the region’s situation, butalso represent the region’s current repolitization since that conceptual dichotomyexpresses the confrontational character of politics. Such confrontational characterdisappeared in the 80’s and 90’s due to three factors: authoritarian regimes,neoliberalism, and the left’s ambiguous attitude towards its participation in thepolitical democratic game and in elections.The current repolitization expresses itself inthe left’s revalorization of democracy, its rejection of neoliberal reforms and theanticapitalism of some of its sectors. On the other side, the ambiguity and complexityof such repolitization expresses itself in the hibridation of leftist politics into a radical,moderate, populist, and ethnic left, which characterizes some of the region’s currentpolitical regimes.

Key words: Latin America, left, right, democracy, dictatorship, hegemony.

* Ph.D.en Ciencia Política de la Universidad Internacional de la Florida.Profesor asociado del Departamento de Ciencia Polí-tica de la Universidad de los Andes. Correo electrónico: [email protected]

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Introducción

A fuerza de repetirla, se haido convirtiendo en unlugar común, la afirma-

ción de que América Latina ha giradohacia la izquierda. ¿Pero qué significaese giro? En estas páginas desarrollo latesis de que la situación actual de laregión se puede interpretar como unaverdadera repolitización, si la compara-mos con la situación de las décadas delos ochenta y noventa. Dichas décadaslas podemos considerar como una des-politización, generada por tres factores:a) la existencia de regímenes militaresque inhibieron la vida y la confronta-ción políticas; b) la liberalización de laeconomía y el intento de sustituir lalógica de la política por la del mercadoen la asignación de los recursos públi-cos, y c) la ambigua posición de lospartidos de izquierda frente a las elec-ciones y la acción política democráti-ca. En cambio, en la primera década delos años 2000, la transición a la demo-cracia, la lenta pérdida de terreno delneoliberalismo, la reacción de los sec-tores populares en su contra y la deci-sión de la izquierda de apostarle, másseriamente, a la acción política demo-crática y electoral han significado unarepolitización de la región. Por otrolado, la complejidad y ambigüedad dedicha repolitización se expresan en lahibridación de izquierda radical,izquierda moderada, populismo y etni-cismo, que se ha presentado en algunosde los actuales regímenes políticos dela región.

El autoritarismo y la despolitizaciónde América Latina

Como es sabido, la moderniza-ción e industrialización de AméricaLatina se realizó bajo condiciones de

autoritarismo (O’Donnell 1972). Eldesarrollo capitalista transformó laestructura de clases y la articulación his-tórica específica de los antagonismossocioeconómicos, los cuales cristaliza-ron en nuevas formas de organización yexpresión política.Así, las clases obrera ymedia desempeñaron un rol decisivo enel proceso político y económico. Ellorequería del Estado el suficiente margende maniobra respecto de las clasesdominantes, como para permitir laexpresión de los intereses de los secto-res subordinados, necesarios para el pro-ceso de modernización, lo cual entrabaen conflicto con las más exigentes con-diciones de la acumulación de capital,de la segunda fase de la industrializa-ción. Según O‘Donnell, en esas condi-ciones era muy difícil que semantuviera un régimen democrático,pues ante las presiones participativas yredistributivas provenientes de los nue-vos actores sociales, los sectores empre-sariales y tecnocráticos demandaronuna solución autoritaria. Dicha situa-ción, apoyada por las fuerzas armadas, seexplicaba por dos razones: en primerlugar, por el convencimiento de las éli-tes de que el autoritarismo era necesa-rio para contener las demandas departicipación y redistribución de las cla-ses obrera y media, y en segundo lugar,por la percepción de que la continuamovilización política popular represen-taba una amenaza para el orden socialdominante.

El autoritarismo se puede inter-pretar, entonces, como una despolitiza-ción de las sociedades latinoamericanas,al impedir los procesos democráticos detoma de decisiones, la discusión y elcontrol públicos, las libertades ciudada-nas y la igualdad general de oportunida-des políticas, económicas y sociales. La

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violación sistemática de los derechoshumanos y la imposición de un clima deexclusión, silencio y terror empujaron alos partidarios del cambio, a los intelec-tuales progresistas y a la izquierda, al exi-lio, a la moderación o a la acción armaday clandestina. Ello significó una despoli-tización de la sociedad y una pérdida dereferentes políticos, precisamente en elmomento en que se estaba conforman-do su identidad política democrática,como en el caso de la izquierda chilena.Como afirma Hannah Arendt,“el aisla-miento y la impotencia, es decir, la inca-pacidad fundamental para actuar, sonsiempre característicos de las tiranías.Loscontactos políticos entre los hombresson cortados en el gobierno tiránico yfrustradas las capacidades humanas parala acción y para el poder […] El aisla-miento es ese callejón sin salida al queson empujados los hombres cuando sedestruye la esfera pública de sus vidas,donde actúan conjuntamente en la pro-secución de un interés común” (Arendt1987: 701).

El derrocamiento de Allende en1973 y la supresión de movimientosguerrilleros durante la década de lossetenta y ochenta, especialmente enArgentina, Brasil y Uruguay, y amediados de los noventa, en Perú,tuvieron un impacto entre los intelec-tuales, los partidos y movimientos deizquierda, pues esos acontecimientosafectaron a aquellos movimientos queperseguían un camino pacífico haciael socialismo. Aunque la derrota deesos grupos guerrilleros no significócompletamente el abandono de la víaarmada, especialmente en los casos deNicaragua, Guatemala y El Salvador, laizquierda empezó a moverse hacia unadiversidad de perspectivas, y los enfo-ques marxistas, que durante largo

tiempo dominaron el panorama de laizquierda, cedieron el paso al surgi-miento de una mayor diversidad deperspectivas progresistas más hetero-doxas, que articulaban distintas ideo-logías y visiones del mundo. Dichocambio se debió, entre otros, a dos fac-tores principales. En primer lugar, alhecho de que hoy la política no es unacategoría residual reflejo de relacioneseconómicas ni exclusivamente unconflicto entre intereses económicosde dos clases enfrentadas, como laconcibieron algunas corrientes mar-xista más ortodoxas, lo cual hacía más“simple” el análisis del conflicto social,en la medida en que se suponía que,dentro de cada campo antagónico, losactores compartían unos intereses y unmarco valorativo común. En la actua-lidad, la política se concibe, cada vezmás, como un conflicto entre valores yformas culturales de vida diversas(Offe 1988: 168), del cual el marxismode orientación ortodoxa no puede darcuenta, a menos que asuma a fondo losnexos de la lucha de clases con lasmúltiples dimensiones de la condiciónhumana. Al respecto, algunos analistashan señalado que ser de izquierda hoyen día “significa luchar o estar com-prometido con un proyecto societalque se opone a la lógica capitalista dela acumulación de ganancias y persi-gue construir una sociedad con unalógica humanística” (Harnecker 2002:4), y que las influencias intelectualesde la izquierda actual “consisten enuna mezcla entre el marxismo clásicoy, según los contextos, principiosextraídos de las ideología étnicas, eco-lógicas o de género. En Paraguay y,particularmente, en Bolivia, la lucharural y la liberación social se mezclancon las reivindicaciones étnicas, lin-

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güísticas, culturales y nacionales”(Petras 2000: 32). En segundo lugar, elefecto causado por las dictaduras y lasexperiencias del exilio generó en lospolíticos e intelectuales de izquierda yprogresistas la necesidad de: a) asumircríticamente sus anteriores formas dehacer y pensar la política, b) elaboraralternativas a la simple consideraciónde la política como elemento táctico(la vieja idea de “la combinación detodas las formas de lucha”), c) la bús-queda del cambio social mediante elempleo de la violencia y d) desechar laidea de que democracia es simple-mente la expresión política de la bur-guesía. Esta “autocrítica” culminó enuna concepción de la política que pri-vilegió sus dimensiones normativas,institucionales y representativas, laredefinición del concepto de cambiosocial como algo gradual que tiene supropio ritmo y tiempo histórico, y labúsqueda de una relación entre losconceptos de socialismo y democracia(Lesgart 2003).

El neoliberalismo como despolitización de la sociedad

Desde mediados de la década delos ochenta y durante la de los noven-ta, los Estados burocrático-autoritariosque imperaron en la región durante lamayor parte del siglo XX experimen-taron una doble transición: hacia lademocracia y hacia el modelo econó-mico neoliberal. Dichos procesos segeneraron no sólo por la crisis de lasdictaduras, debido a sus propios exce-sos, sino también, entre otros factores,por las exigencias del proceso de globa-lización. En este período, la izquierdaparticipó activamente en alianzas polí-ticas con los partidos tradicionales, paralograr una transición más rápida, efecti-

va e incluyente hacia el régimen demo-crático. Pero cuando la democraciaempezaba a ser revalorizada, los gobier-nos de la región adoptaron políticas deliberalización de los mercados y laseconomías, que dio lugar a la radicali-zación de algunos sectores de laizquierda, los cuales redefinieron lalucha contra el capitalismo en términosde su oposición al neoliberalismo.

El neoliberalismo, como factorde despolitización, está asociado a laintroducción de la lógica de mercadoen la asignación de los recursos socia-les, lo cual excluye la decisión o laregulación política respecto de dichoproceso. Para los neoliberales, las deci-siones a través de las instituciones polí-ticas son menos democráticas que lasdecisiones a través de los mercados. Enpalabras de uno de sus más representa-tivos ideólogos, “lo que el mercadohace es reducir, significativamente, elrango de cuestiones que deben serdecididas políticamente, y en conse-cuencia, minimizar la necesidad delgobierno de participar directamente enel juego. Un rasgo característico de laacción a través de los canales políticos,es que ésta tiende a requerir o exigirun acuerdo sustancial. La gran ventajadel mercado es que éste permite unaamplia diversidad. Éste es, en términospolíticos, un sistema de representaciónproporcional” (Friedman 1982: 15.Tra-ducción mía). La propuesta neoliberalestuvo antecedida de un diagnóstico dela crisis política, económica y social delos países de capitalismo altamentedesarrollado, realizado, a mediados de ladécada de los años setenta del siglopasado, por la famosa Comisión Trila-teral, en el cual se concluía que dichacrisis se originaba, entre otros factores,por el uso “intensivo” y “extensivo” de

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las instituciones democráticas (Dubiel1993: 48), que producía la “sobrecarga”del sistema político, debido al excesode demandas, lo cual generaba su“ingobernabilidad” (Crozier, Hunting-ton y Watanuki 1975). De allí que laasignación de recursos por parte delmercado se consideró como unamanera eficaz para reducir los mecanis-mos democráticos de resolución deconflictos sociales. Es desde esta pers-pectiva que considero al neoliberalis-mo como factor de despolitización:porque abogó por un sistema político-económico autorreferencial, autolegi-timado (si ello fuera posible), quederivara las bases de su funcionamien-to no de la aceptación social sino desus propios mecanismos de mercado,de la racionalidad de la economía y dela formalidad burocrática.

La redemocratización de Amé-rica Latina, a partir de mediados de losaños ochenta, coincidió con el des-monte del modelo de industrializaciónmediante la sustitución de importacio-nes (ISI) del raquítico Estado de bie-nestar y del pacto político que lohabían sustentado. El régimen políticoy el régimen de acumulación de capi-tal se condicionan mutuamente; porello, la forma de organización de laeconomía no es neutral respecto delrégimen democrático y del tipo departicipación de los actores políticos yeconómicos. Un modelo de desarrolloposee, en sí mismo, características quegeneran procesos incluyentes o exclu-yentes (Orjuela 2005). La ISI fue unmodelo con posibilidades incluyentes,puesto que requería de unas clasesmedia y obrera idóneas, no sólo con lasnecesarias habilidades técnicas sinotambién con una creciente capacidadadquisitiva de su salario. Por esta razón,

la expresión institucional de dichomodelo fue el Estado de bienestar, elcual actuaba a través de una serie depolíticas redistributivas, como el siste-ma público de salud, la seguridad con-tra el desempleo, la provisión desubsidios a familias de bajos ingresoscon niños menores a su cargo y la pro-moción gubernamental de las organi-zaciones de trabajadores, entre otras. Sepuede decir que éstas y otras medidasrelacionadas constituyeron un verda-dero “contrato social” entre el Estado,el capital y el trabajo, en torno a lossalarios, las condiciones de trabajo, laparticipación de los trabajadores en losbeneficios de las empresas y la amplia-ción de la participación política. Por elcontrario, el modelo neoliberal tiendea despolitizar y excluir, puesto quehace más difícil elaborar y poner enmarcha políticas distributivas, debido asu énfasis en la no intervención políti-ca en la asignación de los recursossociales y las presiones para la reduc-ción del gasto público. Dichas tenden-cias restringen la participación de lostrabajadores y otros sectores popularesen la distribución de los recursossociales, y contribuyen a que su acciónpierda legitimidad.

Por lo tanto, el cambio demodelo económico hizo inoperanteslos viejos acuerdos entre las élites y lasclases sociales que sustentaban y ha-cían posible el funcionamiento delanterior modelo de industrializaciónmediante la sustitución de importa-ciones, e impuso la necesidad de ge-nerar unos nuevos acuerdos queexpresaran la nueva correlación defuerzas sociales. Sin embargo, elmodelo neoliberal limitó y obstaculi-zó la posibilidad de lograr estos nue-vos acuerdos entre los distintos actores

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sociales y establecer el liderazgo de lasélites económicas y políticas. Estadinámica contradictoria entre la dis-funcionalidad de los viejos acuerdos yla imposibilidad estructural de lograrunos nuevos agudizó las tendencias dela sociedad a la fragmentación.

Muchos de los análisis sobre lademocratización en América Latinapartieron de un concepto reducido dedemocracia, en donde ésta se entendió,exclusivamente, como un régimenpolítico, con lo cual la democracia sereduce a un mero ejercicio electoralpara la selección de representantes. Lassoluciones que surgieron de estos diag-nósticos casi siempre apuntaron aincrementar la “gobernabilidad”, esdecir, la eficiencia de las institucionespúblicas. En estos diagnósticos no hubolugar para la sociedad civil, y lo socialfue visto en términos de su contribu-ción a la estabilidad y la eficacia del sis-tema político. Muchas expectativas yesperanzas de los sectores más vulnera-bles de la sociedad, desautorizadas porlos acontecimientos de los últimosaños, se debieron a la creencia de que laingeniería política, los meros cambiosinstitucionales y la instauración de unaeconomía de libre mercado bastabanpara generar democracias duraderas ybienestar colectivo.

La crisis de esta doble transiciónde América Latina obedeció a tres fac-tores principales. En primer lugar, a losefectos socialmente nocivos de lareformas neoliberales de los añosochenta y noventa, y a las protestassociales que ellas generaron. Las evi-dencias de estos efectos negativos soninnumerables. Entre 1980 y 2004, en laregión, el salario mínimo cayó en pro-medio el 25%, el desempleo abiertopasó del 7,2% al 11%, la informalidad

laboral se incrementó del 36% al 46%,el 10% más rico de la población perci-bió el 48% del ingreso, mientras que el10% más pobre recibió el 1,6% (DeFerranti et al. 2005: 17).

En segundo lugar, a la instru-mentalización que los gobiernoshicieron de la democracia, en busca dela aprobación y legitimación de lareformas económicas, y su reducción alos aspectos meramente formales derepresentación, con su consecuenteincapacidad para responder a las exi-gencias sociales y económicas de lossectores más vulnerables de la pobla-ción.Y en tercer lugar, al surgimientode nuevas manifestaciones de la ciuda-danía con sus correspondientes exi-gencias sociales y políticas, expresiónde cambio de valores y de formas cul-turales de vida diversas.Al igual que lamayoría de las demandas sociales yeconómicas de los sectores populares,las nuevas reivindicaciones hanencontrado poca receptividad en lasinstituciones representativas y las polí-ticas gubernamentales.

La tensión entre la concepción yla praxis de la democracia formal, y lasnuevas aspiraciones sociales, culturalesy ciudadanas, en un escenario de exce-siva desigualdad y vulnerabilidad social,está, entonces, dando lugar a un nuevociclo político, caracterizado por la pri-macía de la izquierda en varios paísesde la región.

La profundización y estabilidadde la democracia requieren la construc-ción de mecanismos de cohesión social,reconocimiento de la heterogeneidadcultural y equidad en la distribución delos recursos y las oportunidades sociales.Sin embargo, la adopción de políticaseconómicas neoliberales ha agudizado lafragmentación social, la cual se manifies-

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ta en la existencia de amplios sectores dela población excluidos del mercado ydel desarrollo socioeconómico, o que sehan insertado precariamente en ellos.Dichas políticas exigen el desmantela-miento de instituciones de protecciónsocial de carácter público y su sustitu-ción por mecanismos de individualiza-ción de riesgos y de la pobreza. Loslatinoamericanos son, por tanto, regíme-nes políticos sin mecanismos de promo-ción de la equidad y de la cohesiónsocial. Como señala Atilio Borón, ellegado del neoliberalismo “es una socie-dad cuya integración social ha sidodebilitada por el trastornante impactode la desencadenante dinámica del mer-cado; este debilitamiento ha cristalizadoen las tremendas fragmentaciones ydesigualdades que caracterizan nuestro‘capitalismo realmente existente’ [...]Una ‘sociedad’ de este tipo es una merayuxtaposición de universos sociales y lassociedades latinoamericanas se estánaproximando rápidamente a ello. Lasclases y los grupos sociales pueden sercasi completamente desarticulados y [...]escasamente adecuados para el sosteni-miento de un orden democrático”(Borón 1998: 57-58). México seencuentra dividido en dos sociedades: lamoderna y próspera del NAFTA y lapremoderna, indígena y pobre delMovimiento Zapatista; Venezuela seencuentra política y socialmente polari-zada en torno a la figura de Chávez,cuya existencia como fenómeno políti-co requiere de la misma polarización.En ese país, la confrontación socialadquiere, además, connotaciones explo-sivas, por estar articulada al desarrollo deun conflicto antiimperialista; Ecuadorenfrentó una profunda desestabilizaciónpolítica, con insurrecciones indígenas,campesinas y urbanas, que llevó al

derrocamiento de varios presidentes y,finalmente, a la elección de un mandata-rio de izquierda. Perú, igualmente,derrocó a un presidente, no logra supe-rar los altos niveles de pobreza de supoblación y eligió a un mandatariosocialdemócrata.Colombia se encuentraafectada por el aumento de la desigual-dad social, la confrontación armada y lasviolaciones de los derechos humanos, locual ha incidido en que las preferenciaselectorales giren a la derecha.Argentinay Bolivia han sido los últimos países dela región en estallar social y económi-camente, generando una agudafragmentación y confrontación social,especialmente en este último país,donde también podríamos hablar de leexistencia de dos Bolivias: la indígena,campesina y pobre de La Paz, y la indus-trial, próspera y neoliberal de SantaCruz. La rebelión que sacudió a Argen-tina no alcanzó las dimensiones insu-rreccionales de Bolivia, pero constituyóuna excepcional irrupción que articulóa la clase obrera, la clase media y losdesempleados en el movimiento socialde los “Piqueteros”, con un reclamocomún contra el régimen: que se vayantodos los políticos; reclamo que condu-jo, en 2001, a la caída del gobierno deFernando de la Rúa

La repolitización de América Latina en la primeradécada de los años 2000

Por todo lo anterior, se está pro-duciendo en América Latina una repo-litización de la sociedad, entendidacomo una reacción contra el neolibera-lismo (Rodríguez, Barrett y Chávez2005), un giro hacia la izquierda o, almenos, hacia la izquierda moderada yhacia el populismo, excepto en Colom-bia, donde la comparativamente más

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moderada introducción de políticasneoliberales y la persistencia de la con-frontación armada entre el Estado, laguerrilla y los paramilitares han produ-cido un giro hacia la derecha.

Una expresión de la repolitiza-ción de las sociedades latinoamericanases la revitalización de la “dicotomíaconceptual” izquierda y derecha, que,en su conocido libro, analizó NorbertoBobbio. Pero según Alain Touraine,caracterizar la situación de AméricaLatina como un giro hacia la izquierdaes inadecuado, desde el punto de vistainstitucional, porque los conceptos deizquierda y derecha surgieron en con-textos geográficos, culturales y políticosdistintos, como los de los regímenesparlamentarios europeos, los cuales nose conjugan con los regímenes presi-denciales o semipresidenciales del con-tinente americano; y desde el punto devista sustantivo, porque, según afirma,curiosamente, el autor, “el continenteen su conjunto se aparta cada vez másde un modelo sino parlamentario, almenos apoyado en mecanismos deoposición entre grupos de intereses yde ideologías diferentes” (Touraine2006: 47), como si la polarización y laconfrontación ideológica que ha expe-rimentado la región en los últimos añospudieran ignorarse fácilmente. Por suparte, Francisco Rojas Aravena sostieneque la diversidad de los liderazgos polí-ticos que están surgiendo en la regiónno es susceptible de expresarse a travésde una sola identidad ideológica comola de izquierda (2006: 115).

No obstante, la distinción entrederecha e izquierda, lejos de ser inútil,expresa el carácter agonal de la política.En efecto, como afirma Bobbio, “queen un universo como el político, cons-tituido eminentemente por relaciones

de antagonismo entre partes contra-puestas (partidos, grupos de interés,facciones, y en las relaciones interna-cionales, pueblos, gentes, naciones), lamanera más natural, simple e inclusocomún, de representarlos sea una díadao una dicotomía, no debe sorprender-nos” (Bobbio 1995: 92). La función dela díada izquierda y derecha es “la dedar un nombre a la persistente, y persis-tente por esencial, composición dico-tómica del universo político. Elnombre puede cambiar. La estructuraesencial y originariamente dicotómicade universo político permanece” (Bob-bio 1995: 94).

Dimensiones de la actividadpolítica, como progreso, cambio oemancipación, están asociadas con laizquierda, pero para Bobbio la diferen-cia fundamental entre la izquierda y laderecha radica en la “contraposiciónentre visión horizontal o igualitaria dela sociedad y visión vertical o no igua-litaria” (Bobbio 1995: 131) y en “ladiferente actitud que asumen los hom-bres que viven en sociedad frente alideal de la igualdad” (Bobbio 1995:135). La asociación que hace Bobbioentre la izquierda y la búsqueda de laigualdad adquiere un significado espe-cial en América Latina, consideradacomo una de las regiones del mundocon mayor desigualdad social y econó-mica. Con razón, la izquierda le atribu-ye al neoliberalismo la generación deesa desigualdad. ¿Pero cómo superarla,cómo lograr la igualdad en las socieda-des latinoamericanas? La repuesta aesta interrogante nos lleva, necesaria-mente, a la repolitización de la región,que no sólo se expresa en la revitaliza-ción de la derecha y la izquierda, comocontraposición de Estado y mercado,sino también entre la izquierda misma,

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pues hay, al menos, dos izquierdas enAmérica Latina (Castañeda 2004; Pet-koff 2005), y ellas se enfrentan respec-to del camino a seguir para lograr esaigualdad. Como siempre, desde que laizquierda existe, hay en ella dos ten-dencias, la radical y la moderada; hoy sehabla de la nueva y la vieja izquierda,lo cual no es más que la reedición dela vieja confrontación entre fraccionesde izquierda: ¿reforma o revolución?Esta confrontación en el interior de laizquierda se expresa hoy entre los quesostienen la posición anticapitalista,que el capitalismo debe ser superado,los que consideran que debe ser refor-mado o “mejorado”, en términos deequidad, y los que sostienen, comoBorón, que la reforma es una estrategiatemporal, mientras se dan menorescondiciones de lucha anticapitalista:“En la actual coyuntura nacional einternacional el reformismo aparececomo la única oportunidad de avanzar,mientras se modifican las condicionesobjetivas y subjetivas necesarias paraensayar alternativas más prometedoras.El error de muchos reformistas, noobstante, ha sido el de confundir nece-sidad con virtud” (2005: 420).

Por otro lado, el derrumbe de lossocialismos “realmente existentes” haplanteado la discusión sobre si es viableo no una alternativa radical al capitalis-mo o, dicho de otra manera, si es posi-ble un modelo de sociedad igualitaria yjusta que, al mismo tiempo, no desem-boque en un autoritarismo burocráti-co. De allí que, para algunos sectores dela izquierda, la lucha contra el capitalis-mo haya adoptado la forma, más prag-mática y realizable en el corto ymediano plazo, de lucha contra el neo-liberalismo. Pero, al mismo tiempo,otros sectores de la izquierda han tran-

sado, estratégicamente, con políticasneoliberales, lo cual ha sido considera-do por los más radicales como conce-siones al capitalismo (Petras 2000:19-20). Por su parte, estos sectores máspragmáticos responden que la adop-ción de ciertas medidas neoliberales sedebe a factores constriñentes externosy no significan un compromiso ideoló-gico con dicha tendencia.

Se trata de una izquierda refor-mista y pragmática, sin perfiles ideoló-gicos fuertes. En lugar de unaconfrontación total contra el capitalis-mo global y neoliberal o, incluso, undrástico cambio de modelo macroeco-nómico, postulan un capitalismomoderado, de corte socialdemócrata,que intenta articular las exigencias dela acumulación de capital con laampliación del acceso de los sectoresexcluidos a la ciudadanía, el mercado yel consumo, y en general, las aspiracio-nes de bienestar social de la población.Un elemento constitutivo de los pro-yectos de esta izquierda moderada es elénfasis en el fortalecimiento de lasociedad civil, mediante la descentrali-zación, la participación directa en losprocesos de toma de decisiones y elfomento de las formas asociativas autó-nomas. El Partido de los Trabajadores(PT) Brasileño, el Partido de la Revo-lución Democrática (PRD) mexicano,el Frente Amplio en Uruguay, la Con-vergencia Democrática Chilena, elPolo Democrático Alternativo deColombia e, incluso, el chavismo vene-zolano, se ubican en este tipo deizquierda, aunque algunos de ellos,como veremos más adelante, incorpo-ren tintes populistas.

La moderación política e ideoló-gica de esta nueva izquierda obedece avarios factores: en primer lugar, a que

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los procesos globales de carácter eco-nómico, social y cultural transformarono redefinieron los referentes de la con-frontación y la lucha políticas, como lasclases, las relaciones de trabajo, las iden-tidades nacional, colectiva y personal, ysu lugar fue progresivamente ocupadopor actores de transformación social yformas de organización “multidimen-sionales”, con una diversidad de expre-siones simbólicas emanadas de sucondición ética, religiosa, de género osexual, entre otras. En segundo lugar, yderivado de los anterior, a un nuevoclima intelectual, en el que las concep-ciones posmodernas de la sociedad seoponen a las marxistas, respecto a susreducidos y unidimensionales concep-tos de sujeto e identidad (la condiciónproletaria o laboral) y a su idea de for-zar la subjetividad e individualidad ysus distintas dimensiones, en nombrede una transformación social orientadapor las fuerzas impersonales de la histo-ria (Touraine 2000). En tercer lugar, alsurgimiento de una nueva sensibilidadmoral globalizada en contra del uso dela violencia, fruto de la globalización dela justicia, que se expresa, entre otrosaspectos, en la creación del delito delesa humanidad, el tribunal penal inter-nacional y el desarrollo del “derechointernacional de los derechos huma-nos” (Orozco 2005). Dicha sensibilidadmoral contribuye a desestimular, desle-gitimar y someter al escrutinio y lacondena de las sociedades nacionales yglobal, el uso de la violencia, por partede la izquierda armada, como instru-mento de transformación social. Final-mente, a todo ello hay que agregarotros factores, como los múltiples aco-tamientos de los escenarios en los queestos nuevos actores realizan su acción,y la globalización de las estructuras de

regulación económica y de decisiónpolítica, que limitan las capacidadesnacionales de actuación y decisión.

La complejidad y ambigüedad de la izquierda latinoamericana

La complejidad y ambigüedadde la resistencia al neoliberalismo serefieren a la hibridación de izquierdis-mo y populismo, y a la heterogeneidadideológica de las fuerzas que la compo-nen. Éstas se generan debido a las alian-zas electorales que dicha resistenciadebe hacer para llegar al poder y con-vertirse en alternativa frente a los parti-dos tradicionales, y a la redefiniciónque el concepto mismo de izquierdaexperimenta en una época de transfor-maciones en todos los ámbitos de lavida social.Así, en Venezuela, el chavis-mo se va conformando a partir delPolo Patriótico, constituido por ungrupo de ex militares que impulsaronel llamado “Proyecto Bolivariano”; des-pués se vinculan partidos de izquierdaradical y fracciones reformistas de lospartidos de centro, además de diversossectores “antipolíticos”. En los prime-ros años, la base ideológica del gobier-no de Chávez es una amalgamacontradictoria de militarismo, naciona-lismo, marxismo, antipartidismo yantielitismo. En busca de símbolos paraconstruir una identidad y una simbolo-gía, a fin de enfrentar al neoliberalismo,el chavismo recurre no a ideas másacordes con la diversidad de las identi-dades de los actores contemporáneos,sino al ideario nacionalista del sigloXIX, como el de Simón Bolívar y Eze-quiel Zamora. Sin embargo, a partir de2005, el proyecto político adquiere unamayor definición como socialismo delsiglo XXI, en un sentido explícitamen-te anticapitalista (Arenas y Gómez

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2006: 5-6). Por otra parte, es necesariodecir que no toda la izquierda venezo-lana apoya al chavismo, pues en la opo-sición se encuentran marxistas radicalescomo Bandera Roja y socialdemócra-tas como el MAS.Finalmente, el propiopartido de Chávez, el MovimientoQuinta República,“tiende a ser más unseguidor de la palabra presidencial queun generador de doctrina” (Arenas yGómez 2006: 6).

En Bolivia, el gobierno del MAScombina, por un lado, elementos denacionalismo estatista y, por el otro,multiculturalismo indigenista, con con-cepciones enfrentadas de lo indígenaentre las distintas etnias. Dicho indige-nismo es confrontado por lo que sepodría llamar “separatismo blanco”.

Por ello, es Bolivia el caso para-digmático de fragmentación social deAmérica Latina. Los indígenas bolivia-nos no sólo han logrado representaciónparlamentaria y elegir un presidente delos suyos, sino que quieren algo más: unnuevo orden sociocultural, la existenciade una nación aymara; y el más radicalen este sentido es el Movimiento Indí-gena Pachakuti, encabezado por FelipeQuispe, que se opone al modelo desociedad más pluralista de Evo Moralesy su Movimiento al Socialismo. Elmovimiento Pachakuti representa laregión de economía campesina tradi-cional, más pobre y de menor capaci-dad productiva, que se correspondecon sus ancestrales formas culturales, degobierno y de cohesión social de carác-ter comunal, los llamados ayllus (Calde-rón 2007: 35).

Por su parte, el departamento deSanta Cruz, el más grande y rico delpaís, que comprende el 70% del terri-torio boliviano, la tercera parte de lapoblación nacional y los hidrocarburos,

quiere la independencia para formaruna nación predominantementemoderna, capitalista, blanca y mestiza.Para impulsar este proyecto separatistasurgió la organización de derecha“Movimiento Nación Camba de Libe-ración”. Según éste, las etnias aymara yquechua dominan un país “atrasado ymiserable, donde prevalece la culturadel conflicto, comunalista, pre-republi-cana, iliberal, sindicalista, cuyo centroburocrático (La Paz) practica un exe-crable centralismo colonial deEstado, que explota sus ‘coloniasinternas’, se apropia de nuestros exce-dentes económicos y nos impone lacultura del subdesarrollo, su cultura”(Nación Camba. Quiénes somos? Sinfecha. Énfasis en el original).

Existe, entonces, en Bolivia, unaconfrontación entre dos proyectos desociedad:el de capitalismo neoliberal y elde “etno-nacionalismo”, que podríanllegar a ser irreconciliables, hasta desem-bocar en una lucha entre indígenaspobres,y blancos y mestizos ricos o entreindependentistas y poder central. ¿Podrála Asamblea Constituyente bolivianalograr un mínimo de cohesión social?Una cosa es cierta: la vieja articulaciónentre la política, la economía, la sociedady la cultura, sobre la cual se desarrolló elproyecto nacional homogeneizante quecaracterizó a Bolivia desde la indepen-dencia, parece haberse agotado bajo laégida neoliberal,que tampoco resolvió elproblema de la pobreza y agudizó losconflictos sociales, hasta el punto de unaaguda fragmentación social. El reto de laAsamblea Constituyente es, entonces,lograr un adecuado balance entre nacio-nalismo estatista y multiculturalismo(Mayorga 2006) mediante el reconoci-miento de las diversas identidades socia-les, especialmente, las indígenas.

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Por su parte, el nacionalismo seexpresa en la reversión de la privatiza-ción de los servicios de agua potable yen la afirmación de la soberanía nacio-nal, mediante la puesta en marcha deun proceso de nacionalización de loshidrocarburos, cuya propiedad y ges-tión estaba en manos de empresasextranjeras. Este aspecto, “es funda-mental para explicar el apoyo electoralal MAS y su actual capacidad política,puesto que el nacionalismo es una delas ideologías con mayor capacidad deinterpelación y opera como un fuertesentido común que se expresa en laantinomia nación versus antinación”(Mayorga 2006: 60). Pero en el nacio-nalismo desplegado por el gobierno“el sujeto de la ‘revolución democráti-ca y cultural’ no es ‘el pueblo’ comoalianza de clases y sectores sociales [locual permitiría incluir a los blancos ycambas de Santa Cruz] sino un con-glomerado de identidades y movi-mientos sociales con predominio de loétnico -‘los pueblos indígenas’- queson interpelados como sujetos de unproyecto de reconfiguración de la co-munidad política que ya no es conce-bido como ‘una nación’ sino unaarticulación de ‘naciones originarias’”(Mayorga 2006: 60). Por ello, en el dis-curso gubernamental, las ideas demayor inclusión social, reconocimien-to del carácter intercultural de Boliviay necesidad de mayor autonomíaterritorial están en tensión con el pre-dominio político de los pueblos indí-genas y las comunidades campesinas.

Estas hibridaciones y ambigüe-dades políticas como las de Venezuela yBolivia surgen, entre otras razones, porla erosión de los sistemas partidistas tra-dicionales y la ausencia de partidos deizquierda democrática y, en general, por

la crisis de la forma organizativa parti-do, puesto que el vacío dejado por laorganización es llenado por el lídercarismático.Al respecto, son ilustrativoslos casos de Colombia y Venezuela,donde la crisis del bipartidismo tradi-cional dio paso al surgimiento de sen-dos líderes mesiánicos. El contraste sonlos casos de la alianza entre los socialis-tas y la democracia cristiana, para latransición a la democracia en Chile, yel arribo del PT al poder del Estado enBrasil, partidos que se caracterizan porun largo y sólido arraigo en los secto-res populares, lo cual ha cerrado el pasoa fuertes liderazgos personales.

La crisis general de la formaorganizativa partido se debe a que enun mundo cada vez más globalizado yheterogéneo, las sociedades son cadavez más multiculturales, lo cual hacedifícil que las fuerzas sociales se expre-sen a través de los partidos políticos,inspirados históricamente en grandesideologías universalistas y conformadoscon miras a la representación de gran-des intereses nacionales o, al menos, deintereses relativamente amplios de unapoblación considerada homogénea. Elmulticulturalismo, el surgimiento deuna política más socio-céntrica queEstado-céntrica y la segmentación delos intereses y las formas de vida, seexpresan hoy mejor en los movimien-tos sociales que en los partidos políti-cos, de tal manera que tanto laizquierda como la derecha tienen difi-cultades para aglutinar sus fuerzas a tra-vés de ellos.

Pero la izquierda cuenta con unadificultad adicional que enfrentar, lacual, como ya se mencionó, tiene quever con la crisis de los socialismos auto-ritarios y burocráticos, y la necesidadde superar la tendencia a la jerarquiza-

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ción y el autoritarismo inherentes a laforma leninista de partido, elitista entérminos intelectuales y centralizado yburocrático en términos organizativos(Harnecker 2000).

Por todas estas razones, el popu-lismo aparece hoy como la forma másadecuada para aglutinar políticamentelas fuerzas sociales progresistas y deizquierda. Pero si, como hemos dicho,la repolitización de América Latina seexpresa en la revitalización de la dico-tomía izquierda y derecha, también esnecesario decir que la ambigüedad dedicho proceso surge porque, comodice Germani, el populismo no admi-te una fácil clasificación dentro de ladicotomía izquierda/derecha, pues setrata de un movimiento multiclasistaque mezcla elementos contrapuestos,“generalmente unidos a cierta formade autoritarismo, a menudo bajo unliderazgo carismático.También incluyedemandas socialistas (o, al menos, lademanda de justicia social), una defen-sa vigorosa de la pequeña propiedad,fuertes componentes nacionalistas y lanegación de la importancia de laclase” (citado por Laclau 2005: 15-16).En este punto coincido con Germaniy disiento de Laclau, quien consideraque la identificación del movimientocon el líder no es de carácter autorita-rio sino afectivo.

Laclau sostiene la tesis de que losenfoques tradicionales del populismoreproducen, con mayor o menor sofis-ticación, viejos prejuicios científicossobre las masas, es decir, el populismoes entendido como el sometimiento deun grupo indiferenciado, de una masaamorfa y manipulable, por parte de unlíder carismático. Las dificultades paradefinirlo, la carencia de acuerdos míni-mos entre especialistas sobre su conte-

nido constitutivo y los infructuososintentos de conceptualización de losque escapa la fluida y variable realidadempírica dan cuenta de un problemamayor de los paradigmas dominantesen las ciencias sociales. Dicho proble-ma, según Laclau, reside en la dificultadpara incorporar en el análisis social ypolítico lo no racional, pasional y afec-tivo, que es constitutivo de la política.

En contra de las concepcionestradicionales, Laclau redefine la cate-goría de populismo en dos sentidos: enprimer lugar, con base en el Freud dePsicología de las masas y análisis del yo,llega a la conclusión de que existe unaidentificación, incluso afectiva, entreel pueblo y el líder basada en rasgospositivamente comunes entre ambos.Para Laclau, el proceso fundamentalde formación de identidades colecti-vas es el de identificación. Más preci-samente, se trata de una variedad deprocesos diferentes: distintas “alterna-tivas sociopolíticas” de identificación yque tienen en común la contribucióna la construcción del lazo emocionalque une socialmente a los miembrosde un grupo entre ellos y con el líder(2005: 75-88).

En segundo lugar, el pueblodebe entenderse como una articulaciónde demandas sociales que, a partir deun proceso equivalencial, permiten laconstrucción de una identidad colecti-va. La unidad de análisis de Laclau son,entonces, las demandas populares, lascuales considera como el único mediopara dar contenido material al concep-to de pueblo. En este sentido, sigue a S.Zizek, al afirmar que la unidad delobjeto, pueblo, es un efecto retroactivodel acto de nombrarlo. Aquí encontra-mos un giro conceptual de Laclau: lacondición social de dicho nombra-

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miento, que convierte al concepto depopulismo en un significante vacío,capaz de dar unidad a la articulación dedemandas diferenciadas. De este modo,el pueblo existe en la medida en queese nombre se vacía de contenido, y seconvierte en catalizador de demandasque, si antes eran heterogéneas, ahora sereúnen y establecen entre sí una rela-ción equivalencial. De este modo, elpopulismo no designa, según Laclau,una especie de ‘esencia’ o de contenidosocial, sino un modo específico de arti-culación de demandas; en este sentido,afirma que el populismo no es un tipode movimiento social sino, más bien,una lógica política. La diferencia entreambos términos radica en que,mientrasel primero se funda en el seguimientode reglas, la segunda constituye la diná-mica de institución de lo social.

Esta concepción del populismorepresenta, según Laclau, una verdaderainnovación en la interpretación políti-ca de los fenómenos, porque niega larelación intrínseca entre populismo yautoritarismo. De hecho, esta lógicaequivalencial entre demandas hetero-géneas es concebida como constitutivade la representación democrática.

Aunque algún elemento deafectividad hay en la política, creo queésta surge no en la dimensión subjeti-va, sino, más bien, en aquello que ocu-rre en la dimensión de exterioridad uobjetividad de la relaciones sociales,constituida por la necesidad de expre-sar las oposiciones, los conflictos y losacuerdos, o en la necesidad de concer-tar acciones. La subjetividad puede lle-var a anular el carácter agonal de lapolítica y reemplazarla por el afecto oel paternalismo, que, a su vez, puedellevar a reemplazar un sujeto por otro,o por el autoritarismo de un sujeto

sobre otro. Aunque concedo que elafecto y la identificación, es decir, elelemento catexial de las relacioneshumanas, facilitan una dimensión de lapolítica que es el poder, entendido a lamanera de Hannah Arendt, es decir,como aquella capacidad que surge deestar y actuar juntos. Según esta defi-nición, el poder no es propiedad oatributo de un individuo sino quepertenece al grupo en su conjunto(1999: 146). Cuando estamos en pre-sencia de la imposición o sustituciónde una voluntad por otra, nos encon-tramos, según Arendt, no frente alpoder sino frente a la violencia. Elpoder es siempre no violento, nocoercitivo, no manipulativo, no susti-tutivo. Poder y violencia son opuestos:el poder requiere del número, la vio-lencia puede prescindir de él. Por ello,la democracia se disminuye allí dondese suplanta el poder, así definido, por lamediación de líderes, especialistas,burocracias, sistemas de partidos úni-cos o partidos fuertemente jerarquiza-dos y, en general, por todas lasmediaciones que tiendan a eliminar ladiscusión pública.

Cuando afirmo que la hibrida-ción de izquierda y populismo es ambi-gua, no estoy considerando alpopulismo peyorativamente, como unamanifestación patológica o irracionalde la política. Considero que el popu-lismo es un fenómeno que hay quetomar en serio y coincido con Laclauen su crítica a los enfoques tradiciona-les de dicho fenómeno. Quiero simple-mente señalar que el populismo llevaaparejado el riesgo de derivar en elautoritarismo. Cuando digo ambigüe-dad, me refiero a las contradiccionesque genera la hibridación entre elpopulismo, la nueva y la vieja izquier-

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da. Entre la izquierda homogeneizantey la izquierda que hace de la defensa dela diversidad, el muticulturalismo y laautonomía, su bandera de lucha. Elpopulismo puede ser fuertementehomogeneizante y paternalista. Para lamuestra, el botón de las palabras deChávez: “yo trato y trataré siempre dehablar no por mí sino por ustedes.Yo lepido a Dios que nunca me aleje de lasintonía con el pueblo de Venezuela...ustedes guiarán el gobierno, que noserá el gobierno de Chávez ¡porqueChávez es el pueblo” (citado por Are-nas y Gómez 2006: 17-18).

A lo anterior hay que agregarotros tres factores de ambigüedad: enprimer lugar, aunque el populismopuede expresar el ideal de igualdad dela izquierda, en el sentido de Bobbio,en la medida en que persigue políticassociales y económicas favorables a lossectores populares, al mismo tiempogenera la fragmentación de la sociedad,en la medida en que la divide, mani-queamente, entre sectores populares yoligárquicos. En segundo lugar, elpopulismo no es completamente favo-rable a la democracia, en la medida enque termina creando “seguidores y nociudadanos” (Paramio 2006: 72). Y entercer lugar, el tiempo es un factor queafecta la relación entre la vieja y lanueva izquierda, entre aquella que pri-vilegia los movimientos sociales y laque privilegia el partido, dado que,“puestos a elegir entre el caráctermesiánico de los líderes populistas y lanecesaria dimensión de largo plazo deun programa partidista de transforma-ción social, los sectores populares pue-den sentirse más atraídos por laspromesas de corto plazo y el discursode confrontación del populismo”(Paramio 2006: 73).

¿Neoliberalismo:agotamiento, recomposición o crisis de hegemonía?

Borón ha afirmado que, en laactualidad, estamos asistiendo a un pro-gresivo agotamiento del neoliberalismoen América Latina (2005: 408). Sinembargo, creo que aún faltan análisismás profundos para poder concluir queel neoliberalismo está siendo reempla-zado por otro esquema de acumulaciónde capital. Lo que se puede afirmar cla-ramente es que su hegemonía en laregión está siendo contestada. Por ello,coincido con Laclau cuando señala quela condición fundamental para que surjael populismo es la “dicotomización delespacio social, que los actores se vean así mismos como partícipes de uno uotro de los dos campos enfrentados”(2006: 56) y que las demandas sociales,en principio individualizadas y resueltaspor mecanismos tecnocráticos, se arti-culen y politicen. En esas condiciones,los canales tradicionales de expresión ytramitación de las demandas socialespierden su eficacia y legitimidad, de talmanera que se presentan las condicio-nes para la confrontación del “viejo blo-que histórico”, para decirlo con laspalabras de Gramsci, y para el posiblesurgimiento de uno nuevo.

Desde esta perspectiva, la resisten-cia al proyecto neoliberal globalizadorpodría interpretarse como una confron-tación hegemónica, entendida como laimposibilidad o la mayor dificultad queencuentra el régimen neoliberal paraseguir afirmando, en los planos político eideológico,su preponderancia en el planoeconómico. Esta tensión ha llevado alneoliberalismo a ensayar dos estrategiaspara asegurar su continuidad mediante surecomposición: la flexibilización y la ter-cera vía, en versión latinoamericana.

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En relación con la primera, lacrisis social y la desigualdad en que seencuentra sumida la mayoría de lospaíses de América Latina han desatadouna ola de críticas contra el FondoMonetario Internacional (FMI) y elBanco Mundial. Ésta proviene no sólode los movimientos transnacionalesantiglobalización sino también delCongreso de Estados Unidos y delpremio Nobel de Economía y antiguovicepresidente de dicho banco, JosephStiglitz. Este último no sólo cuestionala idoneidad técnica del Fondo Mone-tario y su conocimiento de la realidadde los países del Tercer Mundo, sinotambién su papel en el deterioro de lademocracia. Según Stiglitz, “en teoríael Fondo apoya las institucionesdemocráticas en las naciones queatiende. En la práctica, socava el pro-ceso democrático mediante la imposi-ción de políticas” (2001: 2). En lamisma dirección se expresa la Comi-sión Meltzer, que en su informe alCongreso de Estados Unidos señalóque las actuaciones del FMI no sólono generaron un desarrollo económi-co en los países que firmaron acuerdoscon él, sino que sus programas empo-brecieron a las naciones que recibie-ron su ayuda, y su influencia en lapolítica doméstica socavó la soberaníanacional y, con frecuencia, afectónegativamente el desarrollo de las ins-tituciones democráticas en los paísesque aplicaron sus recetas económicas(ANIF 2002: 70).

Además de las anteriores críti-cas, se han alzado algunas voces, inclu-so desde el interior mismo de losorganismos financieros internaciona-les, a favor de una reconsideración dela teoría del desarrollo, de los proble-mas de la pobreza en el Tercer Mundo

y de la inclusión de una mayor preo-cupación por las instituciones políti-cas, los aspectos culturales y lacohesión social (Birdsall y Londoño1997; Naim 1999).

La otra estrategia que ha busca-do la continuidad y legitimación delneoliberalismo es la llamada tercera vía.La tercera vía consiste en una mezclade neoliberalismo y socialdemocracia(Giddens 1999), y, por lo tanto, signifi-có la conservatización de esta última.Esta propuesta mostró sus límites enEuropa, con los mediocres resultadosdel gobierno de Tony Blair en el ReinoUnido. En América Latina, la terceravía fue impulsada por dos académicos:el mexicano Jorge Castañeda y el bra-sileño Roberto Mangabeira. Ya desdeLa utopía desarmada, Castañeda habíahablado de la necesidad de que losregímenes de la región exploraran unavía intermedia entre el Estado y elmercado. Con ese propósito, los dosintelectuales lograron reunir a una seriede políticos latinoamericanos de diver-sas tendencias del espectro político-ideológico, y de allí surgió el llamado“Consenso de Buenos Aires”.

El carácter de “tercería” de dichapropuesta se expresa, en primer lugar, enla necesidad de encontrar una alternati-va al neoliberalismo y el desarrollismolatinoamericano, y en el papel de com-plementariedad que les asigna a las ide-ologías políticas: “La tarea del centro esdarle expresión transformadora a lainconformidad de la clase media; ydefender la generalización de la merito-cracia en la vida social, por su parte, lamisión de la izquierda consiste en con-frontar la desigualdad al combatir eldualismo,mediante la profundización dela democracia” (Consenso de BuenosAires, citado por Modonesi 2000: 2). En

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segundo lugar, en el rechazo a los exce-sos del neoliberalismo y la simultáneadefensa de la economía de mercado y lanecesidad de su democratización.

En relación con la suerte de estapropuesta ‘tercerista’, hay que decir quetuvo muy poca acogida entre políticos eintelectuales. Incluso el PT de Brasil,que es tildado por la izquierda radicalcomo de orientación moderada ysocialdemócrata, criticó la tercera vía, alconsiderarla como la cosmética del neo-liberalismo:“La crisis hizo que surgieranoperaciones de maquillaje del neolibe-ralismo, como la llamada Tercera Vía deBlair y Clinton. Esta postura conformis-ta y conservadora parte de la falsa pre-misa de que ya no es posible impulsarpolíticas de crecimiento con inclusiónsocial y pleno empleo [...] Las izquier-das, inclusive sectores de la socialdemo-cracia, hoy denuncian y rechazan estastesis. En Brasil, donde la exclusión socialfue y es la regla, la Tercera Vía aparececon su cara más grotesca” (citado porModonesi 2000: 2) En síntesis, ningunade las dos estrategias de redefinición yflexibilización del neoliberalismo parecehaber dado resultados, y la ofensivapopular en su contra continúa.

ConclusiónHe sostenido que la revitaliza-

ción de los conceptos de izquierda yderecha es expresión de la actual repo-litización, de América Latina, en tantoque dicha dicotomía conceptualexpresa el carácter agonal de la políti-ca. Dicho carácter se habría perdido o,al menos, opacado en las décadas delos ochenta y de los noventa, debido alos regímenes autoritarios, la adopcióndel neoliberalismo y la actitud ambi-gua de la izquierda frente a su partici-pación en las elecciones y el juego

político democrático. La repolitizaciónactual se expresa en la revalorizaciónque de la política ha hecho la izquier-da, en su rechazo al neoliberalismo, yen el anticapitalismo de algunos de sussectores. Pero dicha repolitización esambigua y compleja, en tanto hibridaizquierda radical, izquierda moderada,populismo y etnicismo. He señalado,también, las limitaciones de las dostendencias contrapuestas: el economi-cismo y el tecnocratismo de la derechaneoliberal y el populismo de la nuevaizquierda.Ambas tendencias despoliti-zan a la sociedad y ponen en riesgo lademocracia, bien sea porque se consi-dere que el mercado puede reemplazara la política, o porque se crea que líderpuede sustituir a las organizacionessociales.

Las nuevas y más agudas movili-zaciones populares permiten vislum-brar que una praxis y una concepciónalternativas de democracia se estaríanabriendo camino en América Latina.Por ello, un concepto de democraciaque aspire a dar cuenta de lo que estáocurriendo en la región debería tomaren serio las manifestaciones políticas delas sociedades latinoamericanas en laactual coyuntura, tales como el conjun-to de expresiones de protestas ciudada-nas, los movimientos sociales, lasorganizaciones no gubernamentales ylas acciones de resistencia civil. Estasexpresiones políticas ‘desde abajo’ noshablan de una vigorización sin prece-dentes de la sociedad civil y de un des-bordamiento de las institucionespúblicas tradicionales, lo cual pareceestar dando nuevos contenidos y sim-bología a la política en la región.

Parece ser que hoy en AméricaLatina, la búsqueda de una más auténti-ca y amplia democracia es una utopía

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que está jalonando las luchas sociales delos sectores excluidos de la sociedad.Dichas luchas democráticas surgen deuna sociedad civil autónoma y fuerte-mente diferenciada, que se ve a sí mismacomo el espacio público por excelenciay la fuente de la retroalimentación de lasdecisiones para el Estado y las institucio-nes político-administrativas.

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recibido 13/09/2007, aprobado 12/10/2007

Susana Villavicencio**

CIUDADANÍA Y CIVILIDAD: acerca del derecho a tener derechos*

CITIZENSHIP AND CIVILITY: About the Right to Have Rights

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Introducción

Q uiero comenzar evo-cando una reflexión deJacques Rancière sobre

la democracia liberal, a la que denomi-na ‘post-democracia’:“Normalmente, lacaída de los ‘mitos’ del pueblo y de la

democracia ‘real’ deberían conducir a larehabilitación de la democracia formal,al refuerzo del ajuste a los dispositivosinstitucionales de la soberanía del pue-blo y, principalmente, a las formas decontrol parlamentario […] Hoy lasituación se encuentra invertida y la

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Ciudadanía y civilidad: acerca del derecho a tener derechos • Susana Villavicencio

ResumenEn un contexto de neoliberalismo y acentuación de la desigualdad socioeconómica en lassociedades latinoamericanas, la autora analiza el concepto de ciudadanía y su articulacióncon el de civilidad. La primera ha sido definida como un status que garantiza a losindividuos iguales derechos y deberes, libertades y restricciones,poderes y responsabilidades.En ese sentido,el concepto de ciudadanía ocupa un lugar central en la política democrática.Pero la exclusión, las desigualdades crecientes y la falta de condiciones para el ejercicio delos derechos muestran su insuficiencia y revelan un vacío a llenar. La necesidad de vinculareste concepto con las expectativas de reconocimiento e inclusión contenidas en la idea decivilidad lleva a la autora a interrogarse por las paradojas de la democracia liberal, y acuestionar la brecha existente entre el derecho ideal y su realización,lo cual indica la medidade la tarea que hay que realizar para desarrollar una verdadera democracia.

Palabras clave: América Latina, neoliberalismo, desigualdad, democracia, ciudadanía,civilidad.

AbstractIn a context of neoliberalism and deepening socioeconomic inequality in LatinAmerica, the author analyzes the concept of citizenship and its articulation with theconcept of civility. Citizenship has been defined as a status that guarantees rights andduties, liberties and restrictions, and powers and responsibilities to equal individuals.This is why the concept of citizenship occupies a central place in democratic politics.But exclusion, growing inequality and the absence of conditions for the exercise ofrights shows that the concept of citizenship is insufficient and reveals a gap to fill.Theneed to link this concept to the expectations of recognition contained in the idea ofcivility leads the author to ask for the paradoxes of liberal democracy, and to questionthe existing gap between ideal rights and their actual exercise, which points to theextent of the task of developing a real democracy.

Key words: Latin America, neoliberalism, inequality, democracy, citizenship, civility.

* Ponencia presentada al Segundo Seminario Internacional del grupo de trabajo de Filosofía Política de Clacso:“Realismos yutopías en América Latina: fragmentación y luchas democráticas”. San José de Costa Rica, febrero 13 al 15 de 2006.

** Doctora en Filosofía de la Universidad de París, profesora de Filosofía y Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Sociales,Universidad de Buenos Aires, investigadora del Instituto Gino Germani, UBA. Correo electrónico: [email protected]

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victoria de la democracia llamada for-mal se acompaña de una sensible desa-fección en relación con sus formas”(Rancière 1995: 139. La traducción esmía).Traer esta frase como inicio de mireflexión tiene el sentido de señalar lacondición paradójica de la democraciaque se ha expandido en las últimasdécadas en los países de Occidente. Enefecto, el discurso político proclama eltriunfo de una democracia consideradaen su dimensión formal e institucional-la democracia representativa, o la ver-sión liberal de la misma- pero que reve-la, paradójicamente, una llamativadesafección en relación con esas mis-mas formas. Bajo el signo del discursoúnico del neoliberalismo, hegemónicoen los años noventa, y bajo el cual sehan llevado a cabo las más profundas einquietantes transformaciones políticasy sociales, la política se identificó conuna acción que, más que prestar aten-ción al afianzamiento de las institucio-nes representativas que garantizan lasoberanía del pueblo, adecuaba su ejer-cicio al modo de ser de la sociedad, seacomodaba a sus ritmos, hasta perderentidad propia. Este proceso ha sidouno de los focos de atención de la refle-xión política de este tiempo puestoque, a pesar de la relevancia del triunfode la democracia, el realineamiento delos gobiernos en torno a sus principiosse ha visto inmediatamente oscurecidopor su sujeción a los dictados del mer-cado y por la expansión de prácticasmodeladas por el proceso de transfor-mación social en la nueva etapa trans-nacional del capitalismo. En laexpresión de Rancière, la política sevuelve police, diríamos política gestiona-ria, formas consensuales de la política,cuya acción consiste en una adecuaciónal modo de ser de la sociedad “a las

fuerzas que la mueven, a las necesida-des, intereses y deseos entrecruzadosque la tensan” (Rancière 1995: 139). Enefecto, la transformación económica aescala global en curso es más que unproceso económico; la llamada globali-zación es, asimismo, un discurso queplantea temas y presupuestos sobre larelación entre la sociedad y la política.En ese discurso, el predominio que hancobrado la dimensión social y econó-mica de la vida colectiva y la lógicaproductivista que privilegia un ideal deconsumo ilimitado, al que quedan sumidaslas restantes dimensiones de la vidasocial, debilita los lazos colectivos yquita a lo político su capacidad de arti-culación y de fuerza convocante de laacción colectiva. Estos procesos, sobrelos que mucho se ha escrito en las últi-mas décadas -legitimación de losgobiernos por la eficacia, más que porla garantía de libertad política de susciudadanos; degradación de la represen-tación parlamentaria, aumento depoder político de instancias no respon-sables, debilitamiento de los liderazgospolíticos-, son semejantes en varios paí-ses con gobiernos democráticos, peroen el contexto latinoamericano acarre-an consecuencias más profundas en elya debilitado sistema institucional.

Si queremos problematizar lasituación social de las democracias lati-noamericanas, la cuestión ineludible esla exclusión de millones de sus poblado-res del sistema de reparto social y polí-tico. Estudios recientes se hacen eco deestas condiciones, poniendo la exclu-sión como eje de la reflexión política(Svampa 2005; Merklen 2005). Si ladifusión de un nuevo orden globaltrajo como consecuencia el trastoca-miento de las pautas de integración yexclusión, el desmantelamiento de las

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anteriores instituciones y marcos regu-latorios del ‘Estado Social-nacional’, ensociedades heterogéneas, desiguales ydependientes, como las latinoamerica-nas, terminó por acentuar las desigual-dades e incrementar el proceso deexclusión de amplios sectores sociales.En estas décadas pasadas, la profundiza-ción de la brecha de la desigualdad hacolocado, en general, a América Latinacomo uno de los lugares de mayordesigualdad social en el mundo. Así, lapobreza -en algunos casos, extrema-azota a un amplio conglomerado deseres humanos -jóvenes y niños, adultosdesempleados, ancianos sin seguridadsocial, trabajadores informales-, convir-tiéndolos en víctimas del drama socialde la exclusión.

Por ello, nos interrogamos: ¿quésignifica en ese contexto ser ciudada-nos? ¿Qué sentido adquiere la ciudada-nía para aquellos que se encuentranbajo la línea de pobreza, aquellos queno pueden, por lo tanto, superar lalucha continua por la supervivencia?Pero también, ¿qué significa la ciudada-nía cuando somos con-ciudadanos deun 50% de pobres? ¿Qué es, entonces,la democracia? ¿Cuáles son sus consen-sos? ¿Cuáles son sus tensiones?

En este marco quiero referirmea la ciudadanía y a su articulación con lacivilidad. La ciudadanía ha sido definidamodernamente como un status quegarantiza a los individuos iguales dere-chos y deberes, libertades y restriccio-nes, poderes y responsabilidades, y enese sentido, ocupa un lugar central en lapolítica democrática. Pero son precisa-mente las situaciones de exclusión, lasdesigualdades crecientes y la falta decondiciones para el ejercicio de losderechos las que no cesan de mostrar suinsuficiencia o de revelar un vacío a lle-

nar. Vincular, entonces, este conceptocon las expectativas de extensión deuna esfera de reconocimiento conteni-das en la idea de civilidad, nos lleva ainterrogar las paradojas de la democra-cia liberal, aun en la esfera de los dere-chos y del Estado de Derecho, acuestionar la brecha existente entre elderecho ideal y su realización, abismoque da la medida de la tarea a cumplirpor una política democrática.

Ciudadanía y civilidadVincular ciudadanía y civilidad

encierra ya un motivo. No se trata dereferirnos a las virtudes cívicas, queconstituyen, en la tradición republica-na, la base ética de la construcción yde la práctica de la ciudadanía, peroque reposan en una determinada ideatrascendental del sujeto de la moral yla política. Tampoco se trata de unretorno a-crítico a la idea de civiliza-ción, ya que este término no puedeeludir su componente asimétrico quedivide a la humanidad en bárbaros ycivilizados, y que ha justificado todotipo de violencia y marginación en lahistoria colonial.

Entendemos por civilidad unapolítica que, en el doble sentido deamabilidad y de acuerdo que encierrael término, supone acciones y palabrasque constituyen un freno a la violen-cia y a las diversas formas de incivilidadque se han vuelto dominantes en unmundo donde la preocupación políti-ca por la esfera común pierde fuerzafrente a los beneficios de la explota-ción económica del planeta. Decíamosque la idea de civilidad contiene laexpectativa de apertura, permanenciay recreación de un espacio públicodonde los agentes puedan reconocersey regular sus conflictos. ¿Es posible

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desarrollar esta idea de civilidad porfuera de la ciudadanía? Etiènne Bali-bar ha mostrado, en un artículoreciente, la necesaria articulaciónentre estas dos categorías. Frente alrecrudecimiento de situaciones deviolencia generadas (o incrementadas)por la globalización, que tanto cruzantransversalmente a los Estados (violen-cia sistémica, que irrumpe en las for-mas de la corrupción, el tráfico dearmas y vidas humanas, las migracio-nes forzadas y formas de no-interven-ción humanitaria en catástrofesnaturales), como provocan situacionesde exclusión al interior de los Estados-nación, sobrepasados por la mismalógica (deslocalización de la produc-ción, desocupación, pérdida de dere-chos civiles y sociales o falta degarantías para su ejercicio), resultaimpensable el ejercicio de la ciudada-nía sin un desarrollo de formas de civi-lidad en las relaciones sociales y, a lainversa, extender la civilidad fuera delmarco institucional de la ciudadanía.Así, dice Balibar, una ciudadaníademocrática y su extensión a nuevosespacios de socialización requierenuna invención colectiva de civilidad,“vías concretas de civilización de lascostumbres y reconocimiento institu-cional de la igualdad de los derechos”(Balibar 2001: 182).

Comencemos, primeramente,por algunas consideraciones sobre elsentido del término. Civilidad tiene lamisma raíz latina civ de civis que signi-fica ciudadano, miembro del Estado,

compatriota; y de civitas: ciudad, reu-nión de ciudadanos; cuerpo político,Estado, patria; derecho de ciudadanía.(Cf. Diccionario de uso del español, MaríaMoliner). Este vocablo, de uso pocofrecuente en la actualidad, significa a lavez civismo y amabilidad. Incorporado alhabla durante el período de la Revolu-ción Francesa, está en la base de unaconcepción del vínculo social fundadoen el contrato, significando un com-portamiento público, la cualidad debuen ciudadano, en coincidencia con lacualidad de “cortés”, “educado”1. Kantha desarrollado de forma paradigmáticaesta relación entre la dimensión socialde la civilidad y la dimensión políticadel civismo en la formación de los Esta-dos modernos, a través de su concep-ción teleológica de la historia. Allímuestra cómo el ingreso del individuoen la esfera de la sociabilidad (movidopor la “insociable sociabilidad”), contodo el refinamiento y cuidado de lascostumbres que comporta, exige laposterior organización de una instanciapolítica que deje sancionados los com-portamientos sociales mediante lavigencia de una ley común a todos,como paso necesario en la realizaciónde la condición racional del génerohumano (Kant, Idea de la historia univer-sal desde el punto de vista cosmopolita,1784). Así, civilidad, civismo y espaciopúblico de crítica constituyen los princi-pios con los que el republicanismomoderno conforma una esfera públicaradicalmente opuesta a las formas dedominio privado.

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1 Es interesante el deslizamiento de sentidos entre civilidad y civismo, puesto que las actitudes cívicas -que se corresponden conlas nuevas relaciones sociales fundadas en el contrato- son, a su vez, formas culturales que corresponden a un sector social,constituyendo un nudo problemático de la construcción republicana del orden político. Respecto de las tensiones entre ladimensión social y política de la civilidad en el momento fundacional de la República en Argentina, remitimos a nuestro tra-bajo Ciudadanía y filosofías de la nación. Sarmiento y la nación cívica,Tesis doctoral Université Paris 8, 2005.

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Lejos de esta visión, TheodorAdorno se refiere asimismo a la civili-dad en un pasaje de su texto MínimaMoralia dedicado al análisis del tacto.Allí dice que la civilidad tiene unmomento histórico único, aquel en elque la burguesía se libera de las trabasdel Ancien Régime, y en el cual las con-venciones que pesaban sobre el indivi-duo estaban debilitadas pero aún nohabían desaparecido. Emerge entoncesuna nueva forma de individualidadque se perderá más tarde bajo el efectodel crecimiento del individualismoburgués. La civilidad se expresaba,entonces, en la dimensión trivial de lasociabilidad cotidiana, por la capacidadde relacionarse con el otro de formaplena y con respeto. Se trata, paraAdorno, de un ‘momento’ de pasaje yde emergencia de un nuevo escenariode contactos sociales aún demarcadospor las convenciones sociales del régi-men anterior pero no subordinados aellas; de jerarquías que sucumben y deconvenciones cuya coherencia es pues-ta a prueba por las nuevas relacionessociales (Adorno 1980: 32).

Es también el escenario de rela-ciones sociales propias del mundoindustrial que corren el riesgo de vol-verse in-humanas. La llamada “dialécti-ca del tacto” o la civilidad es reveladorade una forma de individualidad quepodía actuar modelando su conductarespecto del otro, reteniéndose, aunautolimitándose. Forma de actuar quese asentaba en un juicio de cada cualsobre los límites hasta donde se puedellegar y que era coincidente con eldesarrollo de una individualidad autó-noma, como indicamos, no ya circuns-crita a las maneras sociales del pasado.Esta dialéctica original de la civilidadsucede en un momento y se va desgas-

tando a medida que sus modalidadesespecíficas se van emancipando y pier-den las referencias concretas y se vuel-ven abstractas, remotas (e injustas). Sepierde, entonces, y en un sentido pro-fundo tanto social como subjetivo, lacapacidad consciente del individuo derenunciar a ciertos actos en nombre delrespeto y la dignidad del otro, para darlugar al individualismo más absoluto.

¿Qué significado tiene hoy estadialéctica de la civilidad? Primeramente,señalemos que el análisis de Adorno nosremite a la necesaria y nunca acabadareconciliación de las diferencias dentrodel cuerpo social (diríamos hoy, en len-guaje menos hegeliano, del “reconoci-miento” de las diferencias), y a lasbarreras requeridas por la misma vidasocial en el trato con los otros, en unmomento en que todo podía disolverseen la barbarie. Destacaba así, el mencio-nado autor, el establecimiento de vín-culos, más que de rupturas, en elmomento de formación de la sociedadcivil burguesa.A partir de estas reflexio-nes de Adorno, el filósofo brasileñoGabriel Cohn (2003: 15) vinculaba lacivilidad a la política entendida comoproceso continuo y nunca acabado deconstrucción de un orden público,mar-cado siempre por el conflicto, querequiere de esta dialéctica de la civilidadcomo un recurso frente a un individua-lismo exacerbado y dominante. Conve-nimos con el autor en que elindividualismo extremo que caracterizala atmósfera social actual se distingue desus anteriores expresiones por la pérdi-da de sentido de lo que se puede y loque no se puede, y especialmente, por la“indiferencia”, el vacío y la injusticiahacia el otro y hacia sí mismo. Frente aestas formas de barbarie, acordes con lafragmentación social surgida de la

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misma transformación histórica, la civili-dad da cuenta de otra expresión de laindividualidad cuya relación de respetopor el otro puede ser, a la vez, expresiónde su autonomía y su singularidad. Eluso de este concepto en el contexto defragmentación actual tiene, para elautor, no sólo una función crítica demostrar la pérdida del reconocimientodel otro en la vida social y la denunciade la indiferencia como una nueva bar-barie. La civilidad también aparece posi-tivamente en tanto tarea políticavinculada a la práctica ciudadana.

En segundo lugar, una dimen-sión política de la civilidad surge enrelación con el sentido contemporáneode la emancipación. Digamos sucinta-mente que la emancipación no tienehoy ni el sentido que le imprimió laIlustración -“salida de la minoría deedad”, en la formulación kantiana, ypor lo tanto, de autonomía de la perso-na, que ponía fin a la tutela y al dog-matismo- ni tampoco -perdidas lasesperanzas de la revolución proletaria-el sentido de realización de la libertadsubjetiva al término de la dominaciónde clases. La figura de la emancipación sevincula hoy al sentido y el destino de lapolítica democrática.Volviendo al plan-teo de Etiènne Balibar, él se remite atres conceptos para pensar de modo crí-tico la política democrática. La emanci-pación o la conquista colectiva de losderechos fundamentales, la transforma-ción social de las estructuras de domina-ción y de las relaciones de poder y,finalmente, la civilidad o “la producciónde las condiciones mismas de posibili-dad de la acción política (su espacio y sutiempo) mediante la reducción de for-mas de violencia extrema que impidenel reconocimiento, la comunicación y laregulación de los conflictos entre los

actores” (Balibar 2001: 184). Nos reen-vía, entonces, a una articulación necesa-ria entre ciudadanía y civilidad, dadoque la falta de reconocimiento, la mar-ginación o la ‘desafiliación’ generancondiciones de vida que podríamoscalificar de ‘infra’ humanidad, inhibien-do la acción y el mismo proceso de sub-jetivación política, situación que semantiene más o menos oculta en elmarco de los regímenes democráticos.

Desarrollando brevemente estasfiguras conceptuales, Balibar alude, conemancipación, en primer lugar, a la auto-nomía de lo político, entendido comoun fin en sí mismo y no como forma delo social (es la política la que genera lascondiciones de apertura y de reproduc-ción de la vida social). Sin embargo, porautonomía no debe entenderse la refe-rencia a la separación de la esfera delpoder y de las instituciones, sino alprincipio, declarado o no, que estableceque la comunidad política -el pueblo, lanación, el Estado, o la comunidad inter-nacional- no puede existir como tal nigobernarse mientras esté fundada sobrela sujeción de sus miembros a una auto-ridad natural o trascendente, bajo la ins-titución de la coacción y de ladiscriminación. La política es, para Bali-bar,“el desarrollo de la autodetermina-ción del pueblo, que se constituye por yen el establecimiento de sus derechos”(Balibar 1997: 22). En segundo lugar, elautor alude, con las transformacionesestructurales, al aspecto ‘heterónomo’ dela política. Tema ciertamente marxista,que reenvía a las condiciones que ope-ran sobre la política, determinándola.Sobre este punto, si bien podemosseguir afirmando que los hombreshacen la historia en condiciones deter-minadas, debemos reconocer que esarelación está actualmente plagada de

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tensiones y estrechamente intrincadacon lo político. No podemos, por lotanto, sostener un único modelo depolítica ‘bajo condiciones’. Entre losdeterminantes de la política podemosconsiderar tanto las condiciones mate-riales (con consecuencias prácticasopuestas) como las estructuras cultura-les, simbólicas, o bien, como lo hahecho Foucault con sus ideas de “socie-dad disciplinaria”, de “micropoder” ode “gubernamentalidad”, remitir elcuestionamiento de las relaciones depoder a una acción política inherente atoda existencia social. En todos loscasos, el proceso de transformación de lasestructuras supone tensiones y aporías,puesto que las trasformaciones requierende subjetivación y de “política” (Balibar1997: 30). Por último, con el conceptode civilidad, Balibar alude a la “hetero-nomía de la heteronomía”, con el quese aproxima a la política que toma porobjeto la violencia en sus figuras con-temporáneas, la violencia sistémica (quehace sistema entre diversas accionesdestructivas) con la que se trata a las“poblaciones excedentes” del sistemacapitalista mundializado, por una parte,y las formas de violencia “privadas”,ultrasubjetivas, que rozan la delin-cuencia o expresan un odio socialnaturalizado, que no encaran ningunatrasformación, por la otra. Es, entonces,en el seno de las paradojas de la políticademocrática que cobra un nuevo senti-do el uso de la civilidad, ya que es en estaconjunción que se da la posibilidad oim-posibilidad de la política. “Una talviolencia es, entonces, la materia a lavez de la política y de la historia, ella

deviene tendencialmente una condi-ción permanente de su desarrollo (almenos en el sentido de que no es cues-tión de salirse de ella), y sin embargo,marca el límite de las acciones recípro-cas, del pasaje de la política al campo dela historicidad y de las condiciones his-tóricas al alcance de la política” (Balibar1997: 44). Tanto desde un punto devista ético como desde una lógica, estasformas de la violencia, que representanun límite y bloqueo a las posibilidadesde la emancipación, requieren, asimis-mo, de una política de reconocimientoque se implique en las realidades deestos seres “sin derechos” y en el límitede su poder.

La condición de “sin derechos”está lejos de ser hoy un fenómenoexcepcional; por el contrario, se repro-duce en formas renovadas, poniendo encuestión el carácter de las democraciasy el sistema de derechos.Así, no es sóloel caso dramático de los “migrantesindocumentados” (personas que, esca-pando de guerras y exterminios varios,abandonan masivamente sus naciones,constituyendo la figura más conmove-dora de la desolación) sino también deaquellos que han caído en la pobrezaextrema como efecto de crisis econó-micas sucesivas, en la marginaciónsocial por efecto de la desocupación ode la flexibilización del mundo del tra-bajo, y se constituyen, también, en figu-ras de la nudidad. Podemos poner comoejemplo “la territorialización de lossectores pobres”2, es decir, la definiciónde las poblaciones de riesgo a partir desu localización, que acerca a estos sec-tores sociales a una posición de objeto

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2 Remitimos al ya mencionado estudio de Denis Merklen, aunque el autor mira la cuestión desde el ángulo de las trans-formaciones de la acción colectiva, y, en ese sentido, la “territorialización” es la base de nuevas acciones.

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más que de sujeto, hacia los cuales elgobierno dirige acciones propias de lagestión de las poblaciones y no de dis-tribución de bienes sociales, o de reco-nocimiento de los derechos según losprincipios de justicia.

¿Qué derecho a los derechos?Hannah Arendt, en los capítulos

finales de Los orígenes del totalitarismo(1994: 378), dedicados al imperialismo,ya había puesto en el centro de la refle-xión política las figuras del apátrida,individuo desnacionalizado en Europaentre la Primera y la Segunda GuerraMundial, y del refugiado, aquel que hadebido abandonar su país a causa deguerras o políticas de exterminio. Estoshombres y mujeres sin Estado, en unmundo donde rigen las formas políticasdel Estado-nación, son la encarnaciónde los “sin derechos”. Para Arendt, lapresencia de esta masa de sujetos des-nacionalizados invierte la relación a losderechos contenida en la Declaraciónde los Derechos del Hombre y delCiudadano3. En efecto, la situación delapátrida y del refugiado le permite mos-trar que la condición de sujeto de dere-cho está sustentada en la pertenencia aun Estado y que, por lo mismo, juntocon la pérdida de la identidad política,es la condición humana misma la queestá en riesgo, aunque esos individuossean objeto de políticas humanitarias.La pérdida del entramado social en elque estos seres habían nacido, y laimposibilidad de hallar uno nuevo, lapérdida de la protección de su gobier-no y del status legal en su país, y, conse-

cuentemente, en otros, los conviertenen el hombre desnudo, nueva condiciónparadojal representada por estos sujetosreducidos a una existencia meramentenatural, donde literalmente “no hayderechos”. Para Arendt, esta situaciónilustraba las perplejidades inherentes alconcepto de derechos humanos, pensa-dos precisamente como derechos per-tenecientes a la condición humana:“Elmundo no halló nada sagrado en laabstracta desnudez del ser humano”4.

Dos cosas son importantes derescatar en esta ya consagrada argu-mentación. En primer lugar, Arendtpone en el centro de la reflexión sobrela ciudadanía y el régimen político lasituación de exclusión, tanto de la nacio-nalidad como de la distribución de bie-nes materiales y simbólicos desupervivencia. Recordemos tambiénaquí que, para Michael Walzer (1993:45), la pertenencia a la comunidadpolítica (los Estados–nación modernos)es el primer bien a distribuir, y que lasdemás esferas de la justicia quedancomprendidas en esa lógica primera.Así, cuando se trata de reconocer oasignar la ciudadanía, también se tratade reconocer y asignar las condicionesde posibilidad de la supervivencia dehombres, en tanto seres humanos.Entonces, si teóricamente los derechoshumanos habían constituido un límite,universalmente reconocido, a los exce-sos de la política sobre el derecho, laexperiencia crucial de los totalitarismosy los imperialismos contemporáneosinvierte esa relación, colocando la per-tenencia a la ciudadanía como base del

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3 Arendt, desde 1933 hasta 1951, año en el que finalmente obtuvo la ciudadanía norteamericana, habló de sí misma como“persona sin Estado”.

4 El filósofo italiano Giorgio Agamben ha llevado esta reflexión arendtiana, en la figura del Homo sacer, a cuestionar la posi-bilidad de la comunidad política en el mundo contemporáneo.

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reconocimiento de los derechos huma-nos más elementales. De allí la fuerzade la expresión “derecho a tener dere-chos”. Cuando un grupo se halla des-nacionalizado, su ciudadanía es negada,es colocado en condición de inferiori-dad, minoría o discriminación, sonestos derechos elementales los queestán amenazados por una violenciaextrema, de la que resulta la división ensujetos “humanos e infrahumanos”.Condenados por la pérdida de la subje-tividad política, estos seres humanospasan a engrosar la cuenta de “los queno cuentan”, según la conocida expre-sión de Jacques Rancière.

La segunda reflexión apunta arevelar que los derechos humanos noconstituyen un horizonte humanista dejusticia y de verdad, o, en todo caso, queno es desde la apelación a ese horizon-te universal que se detendrá la violen-cia, sino que sólo la resolución de lassituaciones de exclusión está en el ori-gen de una refundación de la esferapública y de una acción política que sedistinga de una gestión instrumental delos conflictos de las poblaciones. “Elderecho a tener derechos” apunta,entonces, a una transformación activade los procesos de exclusión en procesosde inclusión.Vemos aquí una diferenciaimportante respecto de algunas inter-pretaciones contemporáneas de losderechos humanos, que identifican latransformación social con el avance deesta esfera normativa.Contrariamente aesta posición, la idea del “derecho atener derechos” pone en cuestión lalógica formalista de los derechos ylleva,más bien, a mirar que los reclamosde los “sin derechos” son expresióndirecta de la dinámica de creación dederechos. En este sentido, la experien-cia latinoamericana es distintiva en for-

mas de lucha frente a la exclusión,emprendida por las comunidades indí-genas, los desempleados y las comuni-dades que han visto cerrarse susmundos de vida a causa de las crisiseconómicas. Muy significativamente,las luchas de los organismos de dere-chos humanos en Argentina han sidoparadigmáticas en ese efecto de iniciaruna dinámica de los derechos y deapertura del espacio de la políticademocrática.

Precisamente, la política demo-crática supone acciones que generencondiciones de inclusión de los exclui-dos. Al respecto, dice Rancière: “Lademocracia no es el régimen parlamen-tario o el Estado de Derecho. Ella no estampoco un estado de lo social, o elreino del individualismo, ni aquel de lasmasas. La democracia es, en general, elmodo de subjetivación de la política, sipor política entendemos otra cosa que laorganización de los cuerpos en comuni-dad y la gestión de lugares, poderes yfunciones” (Rancière 1995: 139). Así, lapolítica, entendida en términos deemancipación humana, se conjuga conla civilidad como producción de condi-ciones para la inclusión y el reconoci-miento. Una consecuencia de esto esque no podemos considerar la civilidadcomo una intervención “desde arriba”(se trataría, más bien, de civilización), nipuede ser fruto de una actividad peda-gógica, sino que es la acción misma delpueblo en la lucha por sus derechos, laque da lugar a una invención de formasde convivencia y de igualdad. La ideasería, entonces, recuperar esa dimensiónde los vínculos sociales en la perspectivade una política emancipatoria.Reinscri-bir la civilidad en este contexto nos hacepensar, no tanto en la imagen de unasociedad reconciliada, o en comporta-

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mientos individuales de un sujeto sobresí mismo, imágenes que se correspondencon la naciente sociedad civil burguesa,sino en acciones colectivas, en invencio-nes colectivas a través de las cuales “elpueblo se ‘hace’ a sí mismo, al mismotiempo que los individuos que lo cons-tituyen se confieren mutuamente losderechos fundamentales” (Balibar 1997:22). Si consideramos la política comoemancipación, su forma es el derecho uni-versal a la política, condición que Arendthabía formulado como “derecho a tenerderechos”, y su contenido son los dere-chos de la persona, que se conquistancolectivamente.

Los derechos y la política democrática

Volvemos, entonces, a confron-tarnos con la esfera del derecho y de suvinculación con la política. ¿El “dere-cho a los derechos” puede ser recono-cido de otro modo que como un ideala alcanzar? La consagración de losderechos humanos es, seguramente, elacontecimiento ideológico y políticomayor de los últimos veinte años. Con-sagración que resume el triunfo de lasdemocracias, condensa las transforma-ciones que han acompañado la pene-tración de sus principios y abre nuevosinterrogantes. En efecto, luego de habersido ignorados o criticados por su “abs-tracción” (en este punto, la crítica deMarx a los Derechos del Hombrecomo encubrimiento de las desigualda-des sociales coincide con el discursoconservador de Burke) o simplementedejados de lado como un accesorio depoco uso, la esfera de los derechos hacobrado, en las últimas décadas, unacentralidad y una fuerte identificacióncon el avance de la democracia, confor-mando un elemento distintivo de la

sociedad democrática frente a los diver-sos totalitarismos vividos a lo largo dela historia contemporánea.

Para ubicar un momento clavede este retorno del discurso de losderechos en las décadas precedentes,podemos mencionar el debate en tornoal sentido de la declaración de los Dere-chos del Hombre y del Ciudadano, organi-zado por la revista Esprit, en los años70, en Francia. Motivada por la necesi-dad de dar una respuesta ante las expe-riencias totalitarias de los países de laórbita soviética, la serie de artículos deClaude Lefort, Marcel Gauchet y Pie-rre Thibaud aportó los principales ejesdel debate en aquellos años. Fue, preci-samente, Lefort quien contribuyó consus argumentos -ampliamente difundi-dos, asimismo, en nuestro medio- alegitimar su pretensión democrática, almostrar cómo, contra la lectura realiza-da por Marx en La cuestión judía, laDeclaración de los Derechos del Hom-bre es irreducible al espíritu burgués ycómo, por el contrario, los derechoshumanos pueden reconocerse como“constitutivos del espacio democrático”(Lefort 1990: 29). En el nuevo contex-to mundial, desgajados de la dimensiónideológica a la que habían sido reduci-dos por la lectura marxista, los derechoshumanos recuperaban su juventud yvolvían a ser, como en su momentofundacional, la garantía de las libertadesfrente a los poderes arbitrarios del Esta-do. No tenemos posibilidades aquí desacar todas las consecuencias de esedebate, pero sí digamos que dejó esta-blecida la importancia de la autonomíade la ley frente a cualquier poder socialo político, y de la esfera de los derechoscomo pieza clave de la construccióndemocrática. Hemos señalado anterior-mente que esa centralidad de la esfera

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de los derechos en la sociedad demo-crática quedó refrendada en Argentina,por la acción de los movimientos dedefensa de los derechos humanos y sudefinitiva intervención en la aperturade un espacio público democrático,durante la última dictadura militar. Enlos primeros años del restablecimientode la democracia, los derechos huma-nos conformaron un horizonte de sen-tido que nucleó las fuerzas sociales ypolíticas en la formación del nuevoorden, y constituyeron la base principaldel cuestionamiento de los regímenesno democráticos en América Latina(Cheresky 1992).

¿Pero significa esto que los dere-chos humanos constituyen una políti-ca? O, por el contrario, como fuesostenido por Marcel Gauchet, en suartículo “Los derechos del hombre noson una política” (2004), la defensa delos derechos revela la impotencia de lapolítica para la transformación social,sintetizando en ese título su idea deque los derechos humanos no bastabanpara definir una política y que, aúnmás, su entronización se volvía unadificultad para la política. Este autor(que vuelve sobre el tema en unreciente artículo titulado “Cuando losderechos del hombre devienen unapolítica”, Le Débat, mayo-agosto de2000) muestra algunas ambigüedadesde ese discurso, como su coincidenciacon el realineamiento de los políticos yacadémicos en torno a los valores de lademocracia representativa, o la adecua-ción de este discurso -con su propialógica- como un elemento esencial dela composición de la sociedad de lainformación y de las redes económicas.

Sin restar la importancia quetiene el discurso de los derechoshumanos en las democracias contem-

poráneas, el auge del discurso jurídicoy la inflación de la esfera jurídica y delas apelaciones al Estado de Derechoen las democracias liberales merecen,sin duda, que nos detengamos en elanálisis de sus tensiones. Efectivamen-te, muchas argumentaciones retomanla idea del individuo autónomo pro-pio del liberalismo, al mantener elmismo grado de abstracción y ahisto-ricidad, anteriormente criticado. Sedifunde así un discurso del derechoque convive con el incremento de laszonas fuera del derecho (paraísos fisca-les, por ejemplo), con las figuras de los“sin derechos” (excluidos, ciudadanospobres, marginales), que deberían sersu misma negación. Pero en el discur-so único de una humanidad global,que orienta la política hegemónica,todo queda formando parte de lamisma constelación. Por el contrario,las figuras contemporáneas de los “sinderechos” dan cuenta, no solamentede los límites de todo sistema jurídico,sino también de la difícil negociaciónentre el derecho y los demás órdenesque rigen la vida de los individuos yde la sociedad: el orden económico, eltecnocientífico, el moral, o el político.Entonces, en oposición a lo que en unsistema formal sería un contrasentido-ya que no hay sujetos sin derechos-,ésta es una realidad que deja al desnu-do las tensiones y la mutua crisis deestos órdenes, que repercute sobre lavida de las personas. Aquí residen, anuestro entender, algunas de las limi-taciones de los enfoques de la cienciapolítica que se fundan en la idea de unstatus de derechos, a partir del cual dis-tinguen la esfera formal de los dere-chos de las condiciones de suejercicio. Al respecto, citamos a DavidHeld: “Tratar el dominio de los dere-

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chos es tratar tanto de los derechosque los ciudadanos gozan formalmen-te, como de las condiciones bajo lascuales los derechos se realizan o sehacen valer efectivamente. Este ‘dobleenfoque’ permite captar los grados deautonomía, interdependencia y res-tricciones que afrontan los ciudadanosen su sociedad” (Held 1997: 55). Estadescripción del dominio del derechomantiene la diferencia entre forma ycontenido, que reproduce el horizon-te de los derechos como ideal regula-dor, ante el cual aparecen los déficits deciudadanía.

Por el contrario, podemos inte-rrogarnos si la defensa de los derechosno pasa más bien por los actos quecuestionan la naturalización del repartosocial ya establecido. ¿Ese primordial“derecho a tener derechos” no suponela inclusión de los que están excluidos?¿Y la democracia no es -como quiereRancière- un dispositivo de subjetiva-ción política y, por tanto, de la igual-dad? ¿No se define y redefine en estasacciones el sentido de ser ciudadano?Retomando la argumentación deArendt, la experiencia del totalitaris-mo había dejado al descubierto que laconcepción de los derechos humanos,basada en la existencia del ser huma-no como tal, se había quebrado frentea la realidad de personas que habíanperdido todas las cualidades y relacio-nes específicas (su lugar en el mundo,la protección de su gobierno), con-cluyendo que,“a la vista de las condi-ciones políticas objetivas es difícilseñalar cómo podrían haber halladouna solución al problema los concep-tos del hombre en que se habían basa-do los derechos humanos” (1994:379). Si los derechos humanos reco-nocían un conjunto de características

generales de la condición humanaque ningún tirano podía arrebatar, lacalamidad de ese momento históricofundamental para la historia de lopolítico cobraba el significado dequedar arrojado fuera de la humani-dad. Con sentido premonitorio, seña-la Arendt que el peligro estribaba enque “una civilización global e interre-lacionada universalmente pueda pro-ducir bárbaros en su propio medio,obligando a millones de personas allegar a condiciones que, a pesar detodas las apariencias, son las condicio-nes de los salvajes” (1994: 328).

Volvamos, entonces, a la consi-deración de la ciudadanía, no como unstatus de derechos sino teniendo encuenta el carácter incondicional de lopolítico definido por el “derecho atener derechos”. Quiero hacer unaúltima referencia alrededor del términoegaliberté forjado por Etiènne Balibar(Balibar 1992: 134), para expresar unatesis sobre la imbricación de los princi-pios democráticos de libertad e igual-dad, y aportar una interpretación de laDeclaración de 1789.Vale recordar conel autor que, en la Revolución, las dospalabras vienen del hecho de que losrevolucionarios se batían contra elabsolutismo -negación de la libertad- ycontra los privilegios de una sociedadfundada sobre la desigualdad de susmiembros. No cabría considerar estaunidad de los dos términos como dosesencias cuya identidad de naturalezasbuscamos. En realidad -subraya Bali-bar-, la egalibertad es un descubrimien-to histórico, empírico: “Constatamosque sus extensiones son idénticas o aunque las condiciones, de hecho, de lalibertad son aquellas de la igualdad, yviceversa. Esa identidad de la libertad yla igualdad significa que ambas son

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contradichas juntas” (1992: 136). Demodo que la expresión egalibertad es lanegación de la idea según la cual, lalibertad encarnada en los derechospolíticos podría progresar dejando sub-sistir las desigualdades. Aun cuando losprocesos históricos de progreso o decli-nación de la libertad y de la igualdadno son lineales, sino que, por el contra-rio, tienen un ritmo a veces rápido, aveces lento, no hay ejemplos donde unavaya sin la otra. En una nueva lectura dela Declaración de los Derechos delHombre y del Ciudadano de 1789,Balibar rescata en ella el principio“insurreccional” del derecho universala la política, que es portador de la exi-gencia infinita de su realización en lahistoria. Así, “el derecho a tener dere-chos” abre una esfera indefinida depolitización y de reivindicación de losderechos que reiteran, cada uno a sumodo, la exigencia de una ciudadanía ode una inscripción institucional, públi-ca, de la libertad y la igualdad. La ideade “derecho a tener derechos” es inse-parable de toda construcción constitu-cional de la democracia, y sobre ella sepuede volver para recuperar la fuerzainstituyente de los derechos.“La ciuda-danía moderna, en tanto derecho uni-versal a la política, principio a la vezético y jurídico, procede de la declara-ción insurreccional contenida en ladeclaración de 1789 (a la que le doy elnombre de proposición de egalibertad) ypuede ser reconducida a esa radicalidadinicial, en desmedro de su restricciónburguesa y su imbricación con la pro-piedad” (1992: 136).

Reflexiones finalesPara finalizar, quiero retomar

algunas ideas que constituyen el puntode partida de futuros análisis sobre las

condiciones de posibilidad de nuestrasdemocracias latinoamericanas.

Primeramente, hemos afirmadoque la articulación de ciudadanía ycivilidad no puede comprendersecomo un requerimiento de valorescívicos y de su expansión en la socie-dad civil. Efectivamente, los valorescívicos contribuyen al afianzamientode la vida democrática, pero no bas-tan, puesto que corren con el supues-to de la posibilidad de una vida socialarmoniosa y no eluden la tensiónexistente desde siempre en el pensa-miento republicano entre un puebloideal y el pueblo real, inadecuado a suconcepto. La civilidad implica, másbien, la invención de prácticas dereconocimiento e inclusión de aque-llos que son excluidos en el actualreparto social y político, entendiendoque sólo así es posible la apertura delo político. Por eso, vinculada a unapolítica de emancipación, la civilidades también un freno a la violencia,que muchas veces es el obstáculomayor de la relación del pueblo con-sigo mismo. Si la civilidad significó, enalgún momento, una autolimitacióndel sujeto en su relación con los otros,hoy se trata, más bien, de una accióncolectiva del pueblo sobre sí mismo.En segundo lugar, la esfera del dere-cho, tan valorizada en la actualidad, esuna dimensión clave en las sociedadesdemocráticas, pero es también unazona de conflicto entre diversos órde-nes de lo social. En ese sentido, elderecho tiene un aspecto normativoy, asimismo, uno descriptivo, del quedepende frecuentemente el primero.El estar dentro o fuera del derechosupone interpretaciones en las que elderecho mantiene una relación com-pleja con la fuerza. La esfera del dere-

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cho es un instrumento del reconoci-miento, pero no podemos dejar delado la consideración de aquellasacciones y luchas por la inclusión,aunque éstas generen conflicto dederechos. Se plantea así, sin duda, unescenario de conflicto que no cabríareducir a la incivilidad. No podríamosreducir lo político al consenso y a laarmoniosa y racional toma de deci-siones, porque la política está consti-tuida por esa lucha incesante por laparticipación de los “sin parte”. Lalucha de los “sin derechos” tiene hoyel signo de la subjetivación política(las luchas efectivas emprendidas porla demanda de reconocimiento delderecho a la vida, a la inclusión en elreparto de bienes materiales que per-miten la supervivencia; o a la inclu-sión en los derechos de ciudadanía).

Finalmente, ¿esa exigencia decivilidad puede plantearse de otro modoque como una tarea democrática?Creemos que no. La democracia repre-senta también la tarea continua derefundación de ese espacio de lo políti-co, tanto dentro de los límites de lasoberanía estatal como en el ámbitoque se abre en la relación entre lasnaciones. Responder al derecho detodo hombre de tener un lugar dóndepoder llevar a cabo su vida puede ser,entonces, un sentido de la utopíademocrática, entendida como eu-topía(buen-lugar), más que como u-topía(no-lugar).

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Ciudadanía y civilidad: acerca del derecho a tener derechos • Susana Villavicencio

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recibido 15/07/2007, aprobado 03/08/2007

Luz Marina Barreto**

EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXIY LOS LÍMITES DE LAS UTOPÍASen la racionalidad y la motivación humanas*

XXI CENTURY SOCIALISM AND UTOPIAS THAT LIMIT

Human Rationality and Motivation

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Introducción

E l siguiente ensayo con-siste, básicamente, enuna defensa del modelo

liberal de fundamentación de las insti-tuciones políticas, en una concepciónde la justicia antes que en una concep-ción sustantiva del bienestar, caracte-rística esta última de los programasutópicos. Procederé en tres pasos paradesarrollar esa defensa. En primerlugar, examinaré un ejemplo de críticaal modelo liberal, habitual hoy en día,e intentaré desmontar sus principalesargumentos. En segundo lugar, proce-deré, de modo más constructivo, con

el desarrollo de mi estrategia dedefensa del liberalismo moral, que sebasa en una concepción específica dela racionalidad humana. Finalmente,mostraré, a la luz de un ejemplo con-creto, a saber, el estilo de ejerciciogubernamental del actual mandatariovenezolano Hugo Chávez, que al darla espalda al espíritu liberal, una socie-dad puede caer, fácilmente, en aquelloque se esfuerza por combatir: la injus-ticia, la inequidad social y el totalita-rismo político. En el momento en queescribo estas líneas, acaba de concluirla rueda de prensa en la que TeodoroPetkoff, un político venezolano de

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El socialismo del siglo XXI y los límites de las utopías • Luz Marina Barreto

ResumenLa autora critica el proyecto del llamado socialismo del siglo XXI, desarrollado por elgobierno de Hugo Chávez en Venezuela, desde la perspectiva del pluralismo moral,propia del liberalismo (que no debe confundirse con el neoliberalismo). Encontraposición a dichas ideas, las utopías totalizantes, como el socialismo chavista, aldesconocer la naturaleza de la racionalidad crítica, terminan imponiendo a la sociedad ensu conjunto una idea sustantiva de vida buena, que desconoce la autonomía individual yel pluralismo moral.

Palabras clave:Venezuela, socialismo, liberalismo, moral, pluralismo.

AbstractThe author critiques the political project known as ‘21st century socialism’, developedby Venezuelan president Hugo Chavez, from a Liberal perspective of moral pluralism(which should not be confused with neoliberalism). In opposition to such liberal ideas,totalizing utopias, such as Chavez’s socialism, do not acknowledge the nature of criticalrationality, and therefore end up imposing on society as a whole a substantive idea of thegood life that does not recognize individual autonomy and moral pluralism.

Key words: Venezuela, socialism, liberalism, morality, pluralism.

* Ponencia presentada al Segundo Seminario Internacional del grupo de trabajo de Filosofía Política de Clacso:“Realismos yUtopías en América Latina: fragmentación y luchas democráticas”. San José de Costa Rica, febrero 13 al 15 de 2006.

** Doctora en Filosofía de la Freie Universität, Berlín, Alemania; profesora titular del Área de Filosofía de la Facultad deHumanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela. Directora del Instituto de Filología “Andrés Bello”.Correo electrónico: [email protected]

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larga trayectoria, anuncia su candida-tura opositora a Hugo Chávez para laspróximas elecciones presidenciales. Suprincipal lema de campaña es la deabogar por un país “sin miedo”. Esteeslogan de campaña es notable. Enefecto, bajo el actual gobierno, y porprimera vez en la historia democráticade nuestro país, Venezuela conoce laexistencia de listas que discriminanpara puestos de trabajo, en el gobiernoo en organismos que dependen delmismo, a todos aquellos venezolanosque de manera abierta han revelado suraigambre opositora.

De acuerdo con algunasencuestas, casi el cuarenta por cientode la población pertenece a este sec-tor. Para aquellos de nosotros que cre-cimos en una democracia en la quetodos, cómoda y tranquilamente,podíamos revelar nuestras distintasfiliaciones políticas sin temer represa-lias, este desarrollo de carácter totali-tario es insólito, algo nunca visto ennuestro país. Esta política discrimina-toria alcanzó un hito con el despidomasivo de todos los trabajadores deoposición de la empresa estatal petro-lera del país, PDVSA -que se caracte-riza por ofrecer jugosos sueldos,estabilidad de por vida y beneficiosmuy importantes a sus trabajadores-,para colocar en aquellos puestos detrabajo a individuos leales al actualgobierno, sin importar sus calificacio-nes académicas o su experiencia en laindustria. Ejemplos como éste revelanque el abandono de las intuicionesmorales del modelo de fundamenta-ción liberal comporta un precio, eneste caso, el precio de violar princi-pios elementales de justicia, cuando seaspiraba, por el contrario, a corregir lainequidad. La pregunta interesante es,

pues, por qué sucede esto en ungobierno que fue apoyado por unainmensa mayoría de los venezolanosque anhelaba, precisamente, unamayor justicia social. Como veremos,un proyecto utópico que no reflexio-na sobre sus presupuestos y funda-mentos filosóficos puede, fácilmente,caer en este tipo de errores y, como heseñalado, a un precio muy elevadopara la sociedad en su conjunto.

América Latina y el neoliberalismo

Veamos primero, pues, quéforma ha tomado en los últimostiempos, en la región latinoamerica-na, la crítica al liberalismo político yexaminemos entonces la legitimidadde su estilo de argumentación. Estacrítica consiste en la frecuente identi-ficación de la “democracia liberal”con el “sistema económico liberal” oel “neoliberalismo”. En este orden deideas, por ejemplo, escribe mi colegay amigo Carlos Kohn Wacher: “Tam-bién sostengo la hipótesis de que a lapostre la insidiosa transmutación de lademocracia de ‘gobierno del pueblo’a ‘democracia liberal’, entendida éstacomo sociedad regulada por las fuerzas delmercado, ha logrado, no sólo en lapráctica sino también en la teoría,precisamente lo que se ha propuesto,a saber: limitar la esfera de la acciónpolítica de los hombres; lograr laresignación (consenso pasivo) delciudadano ante la idea de que la gestióndel Estado puede ser minimizada única-mente gracias a la acción de ‘la manoinvisible’ y, por ende, de que el ‘fin dela historia’ o ‘Nuevo Orden Mundial’-como también se lo denomina- noimplica otra cosa que la ausencia delibertad y el advenimiento de la

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no significa que la institución mismade la democracia liberal caiga bajo lasmismas críticas que podemos hacer ala economía neoclásica, un modo másriguroso de llamar al neoliberalismoeconómico.

Esto es lo que en lógica se cono-ce como la falacia genética. La falaciagenética concede a los objetos de juicioel mismo valor que tenían en su ori-gen. Ricardo García Damborenea, ensu Diccionario de falacias (que puedeconsultarse por internet), da algunosejemplos buenos para ilustrar este tipode falacia.Verbigracia:

a. Es incomprensible que a Carlos lehayan concedido el Premio Nobelde Física. Fuimos juntos al colegio yera el más tonto de la clase.

b. No es posible que esa computadorafuncione bien. La ha montado unchino en una lonja del rastro.

c. ¿Cómo puede decir Domínguezque es socialista si su padre hizo laguerra con Franco?

Y añade, con apropiado can-dor: “La afirmación sobre cómonacen o cómo eran las cosas en elpasado no tiene absolutamente nadaque ver con el juicio que nos merez-can los méritos del presente. Estábien explicar el origen y desarrollode una persona, idea, o institución,como quien hace historia o analiza laevolución de una enfermedad, peroestá mal basar las valoraciones del

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El socialismo del siglo XXI y los límites de las utopías • Luz Marina Barreto

sociedad totalitaria (Arendt)” (Kohn1999: 133. El subrayado es mío).

Vemos, pues, que la democra-cia liberal es entendida, lo recalca-mos, como sociedad regulada por lasfuerzas del mercado, fuerzas que sonde carácter económico. Es en estesentido que Kohn entiende el pensa-miento de Fukuyama (quien sugiere,en realidad, que las economías libe-rales fomentan el desarrollo del libe-ralismo político), pero lo interpretacomo si afirmase, en realidad, que elmodelo liberal de la democracia esun correlato necesario del sistemacapitalista1. Esto recuerda un poco elenfoque del marxismo estructuralis-ta de Louis Althusser, de acuerdocon el cual, todo lo que sucedía en la“superestructura político-ideoló-gica” era un reflejo de la “inf-raestructura económica”, que sería“determinante en última instancia”,con lo que la esfera política humanaquedaba reducida a un mero reflejode la esfera económica2.

Pero este enfoque, por másgeneralizado que esté y lo repitanlíderes de izquierda de la región, asícomo muchos académicos, es falaz. Sial inicio del modelo político liberal seencuentran históricamente las econo-mías del libre mercado, lo cual es dis-cutible porque niega a la teoríapolítica la propia lógica de sus desa-rrollos, o si históricamente las demo-cracias liberales han estado al serviciode la economía del libre mercado, esto

1 Pero es dudoso que sea esto lo que dice Fukuyama. Lo que dice en realidad, de acuerdo con una cita vertida por elmismo Kohn, pero cuyos alcances no parece reconocer, es que las estructuras político-liberales se apoyan en “la abun-dancia de una economía de libre mercado”, con lo que el liberalismo político y la economía liberal aparecen distin-guidos claramente.

2 Debo mis conocimientos sobre el marxismo estructuralista al filósofo venezolano, ya fallecido, y antiguo profesor mío,el Prof. J. R. Núñez Tenorio, quien llegó a ser, cosas del destino, uno de los principales ideólogos y consejeros del actualpresidente venezolano.

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presente en las del pasado cuandoéstas no son relevantes. Muchas cosasnacen torcidas o son frutos de erro-res, casualidades, traumas infantiles oconflictos de clase sin que el juicioque nos merezca su origen sea trasla-dable a la opinión de hoy. Es unamaniobra cómoda para evitar la lidiacon la idea en sí. Juzgar los méritosde hoy por los defectos de ayer cons-tituye una variedad de la Falacia deEludir la cuestión y, cuando se refierea personas, una Falacia ad hominem.Constituye, además, una flagrantePetición de principio: En efecto, lafalacia genética parte de un supuestofalso que se da por bueno. Por ejem-plo: Quienes no destacan en el cole-gio, no destacarán en la vida. Loshijos de los franquistas son franquis-tas” (García Damborenea 2006).

La falacia genética es un erroren el que incurren no pocos investi-gadores sin adecuado entrenamientológico. Muchos lectores de MichelFoucault (¿pero tal vez acaso Foucaultmismo quería causar esta impresión?)pensaron que lo que él quiso decircuando escribió la famosa Historia de lalocura en la época clásica era que la psi-quiatría era una disciplina inválida tam-bién desde el punto de vista teórico.Similarmente, que el sistema políticoliberal parezca coincidir históricamentecon las economías de libre mercado nosignifica que ambos son equivalentes oque uno resulta inmediatamente delotro. Se trata, pues, de examinar losméritos del modelo de las democra-cias liberales, en tanto que idea inde-pendiente y en su condición deconquista histórica de la humanidad.Pero, ¿arrojan realmente los teóricospolíticos de izquierda, para no hablarde los políticos de izquierda, que, como

todos los políticos profesionales, nosiempre piensan correctamente, unamirada inteligente, densa, sobre suobjeto de estudio?

La otra razón por la que es teó-ricamente incorrecto identificar elmodelo de la democracia liberal conlas economías de libre mercado deriva,sencillamente, de la índole diversa desus categorías básicas y dominios deobjeto. En Venezuela, así como enotros lugares de Latinoamérica, unproyecto político y económico queofrezca una opción alternativa al asíllamado “neoliberalismo”, una manerapoco afortunada de llamar a la nuevaeconomía clásica, impuesta por laizquierda latinoamericana para desig-nar el enemigo a vencer, amenaza conarrastrar consigo el componente liberalque se encontraba implícito en los sis-temas políticos de democracia repre-sentativa. De manera que no sólo lanueva economía clásica sería una des-gracia para la región, sino también, asíparece sugerirlo el programa políticoantineoliberal, toda visión de la políti-ca que reivindica el componente libe-ral de la democracia, en tanto quesistema político orientado por el con-cepto de justicia, entendida ésta comola igualdad de oportunidades en elacceso a los beneficios de las distintasinstituciones públicas y el respeto porlas diferencias.

En mi país, para no andarnospor las ramas, este conflicto toma unaforma concreta: se trata de la luchaentre el neoliberalismo y la visión,utópica como ninguna, de un “socia-lismo del siglo XXI”. Esta lucha, qui-siera sostener aquí, no es simplementeuna pugna entre dos maneras distintasde entender la gestión económica deun país: antes bien, se perfila, cada vez

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más, como un enfrentamiento entreuna concepción liberal de la democra-cia y la promesa de un estado de feli-cidad socialista3.

En un primer nivel, puramenteteórico, es claro que una crítica almodelo de gestión económica “neoli-beral” es necesaria y debe hacerse. En elmodelo neoclásico, en efecto, al contra-rio de aquellos de economía centraliza-da en el Estado, el crecimientoeconómico se lo hace depender de laidea de que los costos de oportunidadse distribuyen de forma más eficiente, sise los hace descansar en las necesidadese intereses, siempre cambiantes, de losagentes económicos y no en una ideatrascendente del bien público. Lo queno funciona en los sistemas políticos deeconomía centralizada es que la crea-ción de valor pasa de ser una atribuciónde todos los agentes racionales, a seruna imposición proveniente de aquel oaquellos que creen saber qué es lo quedebería ser valorado y qué no, con loque la noción misma de valor desapa-rece. El modelo neoclásico intentaenfrentar este problema.

Pero el modelo neoclásico tam-poco está libre de problemas. El mayorde ellos es que la disminución de loscontroles que se ejercen sobre un con-junto de individuos o agentes raciona-les libres puede producir reacomodosque perjudican a un individuo o grupoo, como dice la economía, generarequilibrios que no son óptimos dePareto, de manera que, en una econo-mía libre, el mayor bienestar neto de uncolectivo puede producirse al precio desacrificar a un grupo concreto de indi-

viduos, lo que ofendería nuestra nociónde justicia. Ésta es una de las paradojasde la economía neoclásica: la protec-ción de la diversidad en las preferen-cias, que se garantiza por la vía de laprotección al libre ejercicio de la pro-pia actividad económica, y que debeconducir a una colocación más eficien-te de recursos escasos, termina siempreperjudicando a un grupo. Es, pues, unhecho demostrado que abandonar a losagentes económicos a la dinámica ciegadel mercado puede conducir a dese-quilibrios inapropiados e injustos. Porqué esto sucede así, lo explica fácil-mente la teoría de la elección racional:los movimientos racionales de losagentes individuales que buscan prote-ger sus intereses, y que son irracionalesdesde el punto de vista estratégico, esdecir, que podrían afectar los beneficiosfuturos del mismo agente en tantoafectan el rendimiento futuro quedepende de la cooperación con otrosagentes (Gauthier 1998), pudieranresultar perjudiciales si no se introducealgún elemento coordinador que alivieo resuelva las distorsiones que produ-cen los actores sólo interesados en pro-mover su propio interés.

De esta manera, puede oponérse-les a los herederos contemporáneos delneoclasicismo, de la nueva economíaclásica y de la teoría de las expectativasracionales, un esquema neokeynesianoque controle la economía a través deuna política monetaria y ejerza unmayor control en el interior de la diná-mica económica de una sociedad, res-tringiendo, por ejemplo, el flujo decapitales especulativos entre los países u

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3 De hecho, Hugo Chávez llamó a Cuba en una de sus alocuciones presidenciales, en un giro poético que causó bastan-te gracia, pese a sus connotaciones trágicas, o tal vez justamente debido a ellas, el “mar de la felicidad”.

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obligando a las empresas transnacionalesa transferir tecnología o a mantenerse,durante un tiempo mínimo, en los paí-ses que las acogen, entre otras medidasposibles (Greenwald y Stiglitz 1987;Soros 2002). En un sentido general, unesquema neokeynesiano está mayor-mente interesado en beneficiar al sectorproductivo de una economía, por enci-ma de su sector financiero y especulati-vo, que muchos estragos causó en laseconomías “emergentes” de los añosnoventa.

Con esto, se ve que la crítica alneoliberalismo que prevalece ahora enel continente se puede hacer perfecta-mente desde la perspectiva de una filo-sofía de la economía de corteneokeynesiano, es decir, sin confundirla gimnasia con la magnesia, y si se miracon atención se observará, sobre todoen mi país, que algunos de sus ministrosde Finanzas (pienso, por ejemplo, enFelipe Pérez, José Rojas y TobíasNóbrega, todos muy ortodoxos en loque ha política monetaria se refiere yrespetados profesores universitarios)han privilegiado un enfoque de carác-ter neokeynesiano en la política econó-mica, destinado, básicamente, acontrarrestar los efectos perversos quegeneran, en el crecimiento económicode una sociedad, las actividades desco-ordinadas de individuos racionales,miopes a las consecuencias de susacciones.Así, la “Revolución Bolivaria-na” ha traído una mayor inversión eneducación primaria y básica, en salud,con programas que extienden los bene-ficios médicos a sectores tradicional-mente marginados (como el programa“Barrio Adentro”, por ejemplo), mayorinversión y ayudas estatales en lapequeña y mediana empresa, y engeneral, un esfuerzo continuado por

orientar la política económica hacia elaumento de la demanda agregada y laproductividad del país. Por supuesto,también hay un enorme gasto públicoirresponsable destinado a fines de pro-paganda política y exclusión de aque-llos sectores opuestos al partido degobierno (como el universitario); perodejemos esto de lado, por un momen-to, para concentrarnos en el segundopunto de nuestro itinerario, a saber,cómo debería desarrollarse un argu-mento en defensa del modelo liberal dela democracia y por qué.

En defensa de la democracia liberal

Se trata de no tirar al bebé con elagua de la bañera. El bebé que querríasalvar está constituido por las intuicio-nes de índole ética y moral (ética, por-que se refiere al sentido de una vidabuena o lograda; moral, porque serefiere al sistema de obligaciones recí-procas que mantenemos junto conotros) que alimentan el núcleo del libe-ralismo político. Los filósofos no pode-mos darnos el lujo de la arbitrariedadconceptual que caracteriza a los políti-cos y a algunos científicos sociales, quesacrifican al efecto manipulador y afec-tivo los importantes matices que carac-terizan toda genuina confrontación deideas y todo debate analítico. El debateque se apoya en el efecto emocional, enexpresiones y conceptos cuyo significa-do (su carga semántica) se presuponepero no se analiza ni se profundiza ensu verdad, y en sentimientos cuya vali-dez no se examina con objetividad,sólo puede conducir -esto hay quetenerlo por seguro- a la opresión. Esaclase de debate no está al servicio de lalibertad, que es el más grande valorhumano y la fuente, como bien sabía

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Kant, de toda valoración humana, loque nos distingue, realmente, de nues-tra herencia atávica y nos permitetomar una distancia esperanzadora denuestros impulsos violentos4.

Si dejamos de lado la confusióncon la economía política, podemosahora definir el núcleo del liberalismocomo sistema político. Éste se caracte-riza por evitar toda imposición, coloni-zación en las instituciones públicas ygeneralización de cualquier idea sus-tantiva de la ética. El punto de partidadel sistema liberal es que, en las socie-dades modernas o complejas, existendiversas concepciones, incompatiblesentre sí, de aquellos fines de la acciónque constituirían una vida buena olograda, de manera que se vuelve unproblema creciente satisfacer las deman-das de justicia de individuos con diversasconcepciones de la ética y, por lo tanto,con diferentes sistemas de fines. De estamanera, el liberalismo, que se concretaen una definición de los principios dejusticia, es neutral desde el punto devista axiológico, es decir, se aboca a lacoordinación de las aspiraciones de dis-tintos individuos racionales, sin teneren cuenta si los diversos fines de susacciones coinciden o no, o si intrínseca-mente son válidos o no. Porque si coin-cidieran, no sería necesario ningúnmecanismo de coordinación ni existi-rían demandas de justicia. En efecto, ungrupo de personas con aspiracioneshomogéneas persigue una serie idénti-ca de fines. Ceteris paribus, no hay nadieen ese grupo que demande justicia,

porque todos actuarían de maneracoordinada para satisfacer sus aspiracio-nes. Las demandas de justicia surgenprecisamente cuando hay personas queno se identifican ya con los fines de ungrupo, lo que sucede en sociedadescomplejas o no tradicionales.

Por definición, las utopías decarácter político están constituidas poresta clase de ideales éticos sustantivos ypresuponen que todo el mundo seidentifica con sus fines de acción o suconcepción particular de la vida buena.Para reflexionar sobre el poder de lasutopías en América Latina resulta cru-cial, entonces, asumiendo la perspectivano de un analista político sino la de unfilósofo, examinar si existen y cuálesson los límites absolutos, qué invarian-tes de carácter antropológico impon-drían al ideal utópico, y si una reflexiónde esta índole puede decirnos algo res-pecto de qué tipo de régimen políticodebiera prevalecer en la región, porencima de otras opciones posibles. Deesta manera, hay que preguntarse si loque sabemos sobre la racionalidadhumana impone constricciones o lími-tes a lo que podemos hacer en políticay al peso concreto que una utopía polí-tica pudiera tener en la acción prácticahumana.

La respuesta liberal a este proble-ma de coordinación de la complejidadde planes de vida consiste en privilegiarla justicia por encima de las nociones sustan-tivas del bienestar personal y la vida buena.Aunque parezca mentira, en estemundo imperfecto ambas no siempre

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4 En su Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Kant muestra que la fuente de la valoración humana está en el suje-to que crea o atribuye valor. De esta manera, como lo confirmó después la corriente marginalista en economía (debidaa Jevons, Menger y Walras), en contra de la teoría del valor de Ricardo y Marx, la atribución de valor es relativa a losdeseos y necesidades de los agentes económicos (o racionales). Pero sería un verdadero abuso de los conceptos decir queesto vuelve a Kant un “neoliberal” (Kant 1967; Blaug 1996: 281).

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coinciden. Por ejemplo, algunas muje-res musulmanas, en sociedades muy tra-dicionales, pudieran preferir restringirde forma definitiva su libertad deacción y movimientos para poder gozarde la seguridad que ofrece una socie-dad estrictamente patriarcal. Lo quepara mí, una católica educada en unasociedad secular, sería una pesadilla, espara ellas una bendición, del mismomodo que el tener que ganarme dura-mente la vida sin que ningún hombreme facilite las cosas es para ellas algoenteramente digno de conmiseración.Por esta razón, la filosofía modernainsiste en el carácter subjetivo de lasensación de felicidad, que sólo puedeagotarse en sí misma y no puede gene-ralizarse (Tugendhat 1988).

El liberalismo político parte,pues, de una concepción de la racio-nalidad humana. Su perspectiva sostie-ne que deben privilegiarse lasconcepciones de la justicia por encimade alguna concepción concreta de lafelicidad, porque es un hecho empíricoque la gente pudiera no sentirse atraí-da o motivada por el bien que persi-gue la utopía y no desear esa forma debienestar para sí, del mismo modo queyo, como mujer, no deseo, ni de lejos,el bienestar que se ofrece a las mujeresen los sistemas políticos regidos poruna interpretación rígida de la ley islá-mica, por más que eso me condene auna cierta vulnerabilidad social. Dadoque es imposible coordinar los planesracionales de vida, para decirlo conuna expresión de John Rawls, detodos los individuos de una sociedadcompleja, el sistema liberal, al privile-giar la justicia sobre el bienestar, setransa por un sistema de obligacionesnegativas lo suficientemente neutralcomo para acomodar la diversidad

infinita de planes de vida individuales.De esta manera, una sociedad liberalno me impide a mí convertirme alislam, si es lo que quiero, pero no obli-ga a todas las mujeres a hacerlo. Aco-moda las cosas para que me sea posibleconvivir, sin verme atropellada porotros en mis aspiraciones, junto conotras mujeres que no deseen vivircomo yo. Por esta razón, el sistemaliberal insiste en el carácter negativode sus obligaciones: no nos instruyerespecto del modo como queremosvivir, pero protege a cada uno denosotros para que podamos vivircomo queremos, sin que otros nosentorpezcan en nuestras empresas.

Los críticos del sistema liberal,en particular, los defensores sin com-plejos de utopías políticas de índolesocialista, insisten, sin embargo, en quees preferible privilegiar consideracionesde bienestar por encima de las deman-das de la justicia. Esta defensa se puedehacer de manera más o menos torpe ode manera más o menos inteligente. Lamanera torpe sugiere que una persona,siempre y en cada caso, debe rendirse alas exigencias y demandas del colectivo,aunque esto la destruya como indivi-duo y le produzca mucho sufrimiento.En otras palabras, que lo que un indivi-duo pudiera desear debe plegarse, porprincipio, a las normas concretas queun colectivo, por más tonto que sea(por ejemplo, el colectivo que vitorea-ba a Hitler), llega a concebir como susaspiraciones más profundas.

La manera más o menos inteli-gente sugiere que, precisamente, en lassociedades complejas, privilegiar a lajusticia por encima del bienestar esimposible. Hay, pues, que “normalizar”a las masas en torno a una idea sustan-tiva del bien común. El defensor de las

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consideraciones de bienestar por enci-ma de las demandas de la justicia diráque hay cosas a las que un individuolegítimamente puede aspirar (según él,que rigen lo que es legítimo desear ylo que no), mientras que otros deseos(como el de coleccionar antigüeda-des), en la medida en que no son acce-sibles a todo el mundo -por razones decomplejidad y recursos escasos-, debenser abandonados en una sociedad bienordenada. Por lo tanto, el defensor deesta posición impone un sistema sus-tantivo o concreto de aspiraciones le-gítimas, es decir, una concepción delbienestar humano en desmedro deotro tipo de concepción posible.Todoslos regímenes de tipo totalitario secaracterizan, precisamente, por propo-ner una u otra forma de concepciónsustantiva del bien común. Un ejem-plo reciente, aunque trivial (pero queda, de todos modos, una buena idea delo que digo), es que la autorización,por parte de las autoridades de laRepública Popular de China, para quelos Rolling Stones diesen un concier-to en ese país puso como condiciónque no cantasen durante sus concier-tos, específicamente, cinco temas cuyocontenido sexual explícito podía“corromper” a las juventudes chinas.Seguramente que los chinos puedenvivir sin escuchar esos temas en vivo,pero las cosas se vuelven menos segu-ras cuando se trata de prohibir la lectu-ra y promoción académica de la“ciencia judía”, como intentaron losnazis, o la “genética capitalista”, comointentaron los soviéticos, o, como suce-de en mi país, Venezuela, cuando seniega toda ayuda financiera a proyectosacadémicos que critiquen o pongan encuestión los programas del actualgobierno chavista.

Pero, sin duda alguna, se tratade un problema difícil, dado que lacoordinación de aspiraciones o planesracionales de vida individuales re-quiere, si intenta honrar las demandasde justicia, la satisfacción de ciertascondiciones mínimas de realización.Yesas condiciones mínimas presupo-nen, al menos, una concepción de loque es bueno para el ser humano. Poresta razón, John Rawls insiste en quela realización de los principios de jus-ticia requiere, en primer lugar, la dis-ponibilidad de determinados bienesbásicos o primarios, bienes universalessin los cuales ningún individuo racio-nal puede alcanzar las aspiracionesque conforman su plan racional devida; y Amartya Sen sugiere que algu-na concepción de las capacidadesnecesarias para que alguien pueda lle-var adelante su plan de vida debieraorientar a los hacedores de políticaspúblicas en la dirección de promoverdeterminadas formas de concreciónde lo humano, que estén basadas enuna concepción sustantiva de la vidabuena, de manera que los individuosno debieran gozar simplemente delibertades, sino también de condicio-nes de vida apropiadas, salud, alimen-tación, educación, etc. (Rawls 1971;Sen 1993).

Ahora bien, la razonabilidad deestas ideas no es suficiente para deci-dir el dilema planteado en favor de lasideas sustantivas de bienestar y en des-medro de la intuición liberal que pri-vilegia las demandas de justicia, enuna sociedad que empíricamente secaracteriza por la, en principio, infini-ta y variada pluralidad de planes devida individuales, con el consiguienteproblema de coordinación que estoplantea.

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No lo decide, en efecto, porqueel reconocimiento y la tolerancia antela pluralidad de aspiraciones humanas,en contra de la afirmación impositivade cualquier idea sustantiva de lo éticoy de cualquier utopía política, se apo-yan en una concepción de la naturale-za y la racionalidad humanas que losdefensores del utopismo no siempreson capaces de reconocer. De acuerdocon esta concepción de la razónhumana, la fuente del progreso moral ycientífico de la humanidad no descansa enlos colectivos, sino en el individuo. Nocabe duda de que, a su vez, la síntesisoriginal que un individuo en particu-lar ha realizado (digamos, Albert Eins-tein y su teoría de la relatividadgeneral) no pudo haberse llevado acabo sin el acervo de conocimientoque le permitió dar un paso adelanteen el desarrollo de la física teórica.Ningún científico genial trabaja solo,aunque trabaje solo, porque siemprecrea en diálogo silencioso con lasgeneraciones de pensadores que le pre-cedieron. Pero reflexiona solo, inclusosi pertenece a un círculo académico dediscusión. De este modo, la creación yla innovación científica son el resulta-do, misterioso y nunca predecible ocontrolable, de una síntesis que es siem-pre individual, personal, de aquello queha aprendido en diálogo con otros.Paralelamente, puede reconocerse elmismo proceso para el desarrollomoral. En efecto, el progreso moraldebe entenderse, igualmente, comoacrecentamiento en la capacidad deautonomía de un individuo, es decir, desu capacidad para actuar conforme aprincipios cuya racionalidad es eviden-te para él, y nunca como capacidadpara actuar conforme a normas con-cretas o convencionales. De hecho, la

importante teoría de Lawrence Kohl-berg estableció el desarrollo de sucesi-vas etapas de evolución de laconciencia moral, precisamente, conbase en este criterio de aumento de lacapacidad para la autonomía, la cualdefine, precisamente, las etapas post-convencionales de la conciencia moral(Kohlberg 1984).

De esta manera, ¿por qué esnecesario que una sociedad respeteescrupulosamente las distintas concep-ciones de lo bueno, de la ética, de losustantivamente valioso, que sus indivi-duos puedan tener? Y, en consecuen-cia, ¿por qué es fundamental para unasociedad la independencia de lospoderes públicos, la existencia de insti-tuciones políticas justas, la noción deuna democracia representativa quepermita el acceso a la gestión públicade todos los sectores que hacen la vidapolítica en un país? La unidad de larazón exige que la reflexión racionalde carácter científico y económico nosea separada de la reflexión moral ni deotras consideraciones que afectan losintereses de los miembros de unasociedad. En las democracias liberales,los principios que fundamentan lasnormas concretas de tipo jurídico, porejemplo, son derechos básicos y, engeneral, el derecho que tendría cadauno de los individuos a la igual consi-deración y respeto de sus intereses odemandas particulares; por lo cual pri-man, de este modo, las consideracionesde justicia sobre normas concretas osustantivas. Por esta razón, aquello quelas democracias liberales privilegian noes simplemente el respeto incondicio-nal por el otro per se, como si se trata-se aquí de una concepción sustantivade lo humano, sino que respetan en susciudadanos su autonomía, es decir, el

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decurso de los procesos reflexivos quellevan a cabo cuando toman cualquierdecisión. Lo que se encuentra implíci-to aquí es, pues, nuestra identidadgenérica, como diría Marx, de indivi-duos racionales autónomos. El respetomoral es sobre todo respeto por los deli-cados procesos reflexivos que presidenla toma de decisiones, tanto cognitivascomo prácticas. Una sociedad que aca-lla y reduce al ostracismo a sectoresdisidentes, o cuyos líderes se amargan yse desesperan por la presencia de esareflexividad crítica, que utiliza paráme-tros y criterios de validez diferentes enel debate público, acabará devorándoseella misma, como nos enseña, salutífe-ramente, la caída del bloque soviéticoen la década de los noventa del sigloXX, debida, entre otras cosas, a la cre-ciente incapacidad, que comenzó ahacerse evidente desde finales de ladécada de los setenta, para competircon las innovaciones científicas deOccidente, en particular, con el boomde las computadoras personales, desa-rrollo que debemos a un grupo dejóvenes universitarios desprotegidospor el Estado.

De este modo, podemos pre-guntarnos ahora, ¿cómo es posibleque la paulatina desestimación de lasdemandas de justicia en favor de lasideas sustantivas sobre el bienestar,típica de las sociedades que se esfuer-zan por la concreción de una utopía,desemboque, contra todo deseo y apesar de las mejores intenciones delpolítico idealista, en un sistema totali-tario? ¿Por qué puede suceder algotan trágico? La fundamentación deprincipios de justicia y normas deacción concretas no está separada delrespeto a los individuos frente a loscuales esa forma de justificación se

produce. Dicho de otro modo, sólo elrespeto al individuo puede exigir queuna forma de fundamentación denormas tenga lugar. De acuerdo conello, el rechazo a la conciencia individualautónoma como límite último de todapolítica pública trae consigo, indefectible-mente, el abandono de toda necesidad dejustificar dichas políticas ante una volun-tad general. Así, pues, es mediante unadeliberación que los actores debenponerse de acuerdo respecto de cuálprincipio debiera prevalecer en susacciones y por qué. Por ello, el fun-cionario público está obligado a unatransparencia basada en la presunciónde la racionalidad de los actores. Estáobligado a la justificación discursiva, ala racionalidad comunicativa, que leexigiría explicar por qué toma unadecisión (Dworkin 1999). Se trata deuna teoría de las convicciones comu-nes de una comunidad, porque seconstruye discursivamente. Desgracia-damente, el irrespeto al individuo crí-tico y la intolerancia a la visióndistinta, que convierten en norma yejemplo de multitudes el insulto y ladescalificación moral del contrario,ponen en evidencia el destino últimode todo gran ideal utópico: el ignorare impedir toda posibilidad de quealguien tenga una idea mejor, aldesestimular todo intercambio críticoy disidente de argumentos.

La crítica al liberalismo es,según lo que acabamos de exponer,no simplemente una crítica al indivi-dualismo moderno. En esto no hayque engañarse. Es, ante todo, una crí-tica a la pretensión de que cada unode nosotros tendría la capacidad parauna reconstrucción de las razones quetenemos para hacer lo que hacemos yexigir a los demás explicaciones. Los

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antiliberales se quejan de que el libe-ralismo occidental supone la unifor-mización de voluntades: de lo que sequejan, realmente, es de la necesidadque tiene cada generador de políticaspúblicas de crear las condiciones ins-titucionales para una reconstrucciónracional de una voluntad general. Pre-fieren no tomarse el trabajo de tenerque defender sus concepciones de lavida buena en un foro público, noverse obligados a persuadir racional-mente a los demás de la bondad deuna concepción de la ética y, porsupuesto, prefieren que una sociedadno posea las condiciones mínimas derespeto a los derechos individuales,que permitirían a un individuo negar-se a ser persuadido por la fuerza o acumplir con una norma social con laque no estaría de acuerdo. Y no loquieren ni pueden hacer porque estoimplica un retardo en la imposiciónde la situación política utópica y, endefinitiva, el inevitable descubrimien-to de que el modelo de la democracialiberal, razonable y neutral respectode las ideas sustantivas de la vidabuena de sus ciudadanos, expresamejor las incertidumbres de toda vidahumana que el proyecto, plagado decrueles certezas heroicas, de una uto-pía que persigue la emancipación alprecio que sea.

En conclusión, la naturalezamisma de la racionalidad crítica impo-ne límites a lo que puede hacerse enpolítica y a la realización concreta delos ideales utópicos, que, de acuerdocon esto, sólo pueden funcionar comoideales regulativos, so pena de conver-tirse en opresión real. Lo que acabo dedecir parece obvio, pero lo cierto esque, de vez en cuando, surgen políticosque ignoran estos límites.

Venezuela y la utopía del Socialismo del siglo XXI

Hemos llegado, pues, al últimopunto de nuestro itinerario, aquel endonde quería dar un ejemplo concretode cómo podemos cometer los erroresque la reflexión anterior intenta ilumi-nar. Se trata de la evolución de lo queel primer mandatario de Venezuela hadado en llamar “la Revolución Boliva-riana”, un proceso de transformaciónde la sociedad venezolana que se inicióen 1998, con su elección como presi-dente de la República, y que se radica-lizó en el año 2002, cuando un golpede Estado promovido por un sector dela oposición le permitió estigmatizar,ante la mayoría que lo apoyaba, todavoz disidente, en particular, la de aque-llos que nada tuvieron que ver con elgolpe fallido que intentó deponerlodel poder.

Ese proceso de transformaciónse ha estado haciendo en nombre delideal utópico de un “Socialismo delsiglo XXI”, una entidad inexistente yque, al pertenecer al siglo XXI,supuestamente estaría libre de todoslos defectos que han sufrido todos lossocialismos a lo largo de la historia.Por lo tanto, se trata de un idearioutópico como ningún otro y suscep-tible de ser llenado con cualquiercontenido.

Como todo ideal utópico, el“Socialismo del siglo XXI” nunca fueun programa político ni formó partede la oferta política que llevó al Movi-miento República (MVR), con unamayoría contundente, al poder en1998. El elector nunca tuvo la posibi-lidad de estudiar y analizar los linea-mientos de un hipotético programa desocialismo del siglo XXI, antes de emi-tir su voto. Los venezolanos nos ente-

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ramos de que aquellos que votaron porel MVR lo hicieron por una revo-lución de carácter socialista cuandoHugo Chávez tenía ya varios años enel poder.

El ideal del socialismo del sigloXXI ha ido, pues, tomando forma conlos años. Es claro que no se trata sim-plemente de un programa económico.De hecho, las medidas económicasserias del gobierno del MVR no sonmuy distintas a las que aplican otrosgobiernos de la región y a las que seintentó llevar adelante durante elsegundo gobierno de Carlos AndrésPérez, de la mano del eminente econo-mista venezolano Miguel Rodríguez, yque contemplaban muchos programassociales, para contrarrestar los efectosmás funestos de las reformas al Estadoburocrático y clientelar. Otras medidaseconómicas, de las que pudiera decirseque forman parte de un eventual pro-grama económico socialista, consistensimplemente en la negativa a firmarcualquier tratado de libre comerciocon EE. UU.

Por esta razón, el proyecto desocialismo del siglo XXI amenaza, másbien, con rebasar los fines de una polí-tica económica. La crítica al neolibera-lismo se está usando para atacar lanoción misma de libertades democrá-ticas. Desde las altas esferas del poder ypor los medios de comunicación quepertenecen al Estado venezolano, polí-ticos, e incluso académicos de los cua-les una esperaría cosas mejores, hacenmofa no sólo del neoliberalismo, sinode la democracia liberal, como siambos fueran lo mismo. Esto se haceen nombre de una noción sustantivade vida buena y de solidaridad quelleva el peso del ethos republicano deSimón Bolívar, quien tenía una noción

fuerte de las virtudes republicanas quesólo se puede imponer, hoy en día, ensociedades complejas, caracterizadaspor la diversidad de los motivos y finesde la acción de individuos racionales,al precio de restringir la pluralidaddemocrática. Se trata de un dilema queestá signado por los efectos de lamodernidad en la conciencia ética ymoral de los individuos, que ya nopuede reducirse a una sola, sin forzarlaa un único criterio sustantivo.

En sociedades complejas, todoideal utópico, precisamente por sucarácter idealista, abstracto, requierenecesariamente la anuencia del actorpolítico para su realización. Dado que,sin embargo, la racionalidad humanaestá limitada por condiciones de incer-tidumbre, y dado que un actor políticopudiera no sentirse motivado a actuarde acuerdo con lo que manda o sugie-re el programa utópico, el hacedor depolíticas públicas que quisiera llevaradelante un programa utópico tieneque encontrar la manera, o bien deconvencer o bien de forzar al actorpolítico a actuar conforme a los finesde la utopía, es decir, a amoldar su sis-tema motivacional a los intereses delprograma en cuestión.

Así, pues, el futuro de cualquierutopía y su eficacia política se decideen la tensión entre lo que ella prometey la racionalidad del individuo, que enúltima instancia tomará sus decisionesatendiendo a aquello que cree que leconviene más, aun cuando esto nocoincida con los fines aceptados por lautopía como los únicos “válidos” o losúnicos “éticos”. Lo utópico en las uto-pías alude, pues, a anomalías en la moti-vación de los agentes racionales y en laconcordancia entre los intereses de dis-tintos individuos racionales.

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Negar de este modo la raciona-lidad del individuo que compareceante una urna electoral tiene diversosefectos. Veamos algunos de los que sepueden observar ahora en Venezuela.

a) Podemos llamar al primero la nega-ción de la reflexividad crítica de los acto-res políticos, en favor de las teoríascomunicaciones de impacto directo.Imponer a la fuerza un determinadoideal utópico o ético, una peculiaridea de la vida buena, la que les pare-ce al individuo o a los individuosque detentan el poder que le con-viene a todo el mundo, obliga alpolítico a negar toda forma de ra-cionalidad crítica y, por lo tanto, todaforma de pensamiento. Todo pensa-miento es identificado como unaideología y, por lo tanto, es reducidoa mera falsa conciencia, a un engañoperpetrado por aquellos que domi-nan los medios de comunicación.Dado que una utopía con unanoción fuerte de felicidad políticarequiere la negación de la pluralidadde los fines de las acciones individua-les, así como la negación de la incer-tidumbre que caracteriza a susposibles consecuencias, el primeraspecto del mundo humano quesufre es la reflexividad crítica y, conella, las fuentes del pensamiento ver-daderamente emancipador, el cono-cimiento y la ciencia. Esta negacióndel pensamiento se hace en favor deidentificar toda lucha argumentativa,llanamente, como lucha entre ideo-logías.Ya no hay discusión en la arenapolítica y, con ella, desaparecen losnecesarios compromisos que debenproducirse, cuando resulta imposibleconvencer a todos, en igual medida,de la bondad de nuestros fines de

acción. Lo que hay, de acuerdo conel político idealista, son ideologíasperversas que se transmiten por losmedios de comunicación, y que elciudadano, que, como he dicho, noes percibido ya más como un indivi-duo crítico y racional, asimila sinpoderse defender. Por esta razón, enVenezuela, el origen de todos losmales, aquello que hace al presidenteChávez golpear la mesa, impotente,en sus alocuciones presidenciales, esque haya personas y medios decomunicación que permanecen crí-ticos con el gobierno. Por esta razón,igualmente, las cadenas presidencia-les, es decir, la unificación de todaslas transmisiones televisivas y radio-fónicas durante un determinadoperíodo, son muy frecuentes. Enellas, nuestro presidente da intermi-nables y, la mayoría de las veces, aun-que no siempre, insustancialesdiscursos, llenos de informacionesperfectamente irrelevantes, quetodos los que no tienen televisiónpor cable están obligados a ver y aescuchar, como si el televidente nopudiera defenderse de los contenidosque molestan al poder si no se les“contrarresta” con otros impuestospor la fuerza.Como he señalado, la teoría de laelección racional afirma que lasmotivaciones de un agente racionalpueden ser, o bien opacas para losotros actores o para el individuomismo, o bien pueden ser, por esomismo, refractarias a toda argumen-tación basada en razones. Esteaspecto de la racionalidad humanase conoce en la literatura filosóficacomo ‘internalismo’ de las razonesde la acción. Éste comporta variasconsecuencias importantes para el

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pensamiento utópico: la másimportante, y que engloba a todaslas demás, es la constatación de quesi no queremos imponer a losdemás los motivos de nuestraacción, lo único que queda es tratarde persuadirlos, a través de la refle-xión y la argumentación racionales,de la validez de los fines o motivosde acción que proponemos. Ahorabien, dado que en sociedades com-plejas es materialmente imposibleintentar convencer a todo elmundo de la bondad de un deter-minado plan de vida, y dado queintentar hacerlo, dada la infinitavariedad y complejidad de distintosplanes de vida, será, a lo sumo, unapérdida de tiempo, las sociedadesmodernas han optado por dosopciones diferentes: o bien pro-mueven un sistema político deneutralidad liberal, en donde laslibertades garantizadas son siemprenegativas, de manera que sólo sepromete que nadie será entorpeci-do por otro en la persecución delos fines que presiden su plan devida, o bien se renuncia, lisa y llana-mente, a esa pretensión, y se gestio-na la vida pública o política demodo que no sea necesario con-vencer a nadie de nada. En estecaso, es obligatorio renunciar alpensamiento reflexivo y a la racio-nalidad crítica. Esto es lo que hacenjustamente las dictaduras.La homologación de todo debatepolítico con un debate “ideológico”disminuye los alcances y la relevan-cia de la discusión política misma y,con ella, la necesidad de contar conrepresentantes de todas las corrientespolíticas en todas las institucionespúblicas de un país.

De esta manera, en Venezuela, elsegundo efecto que conllevan losintentos de imponer una ideologíautópica como forma de organiza-ción social preferente es la erosiónde la necesidad de preservar un sis-tema de democracia representativa.

b) En efecto, el actual presidente de laAsamblea Nacional, Nicolás Madu-ro, saludaba con entusiasmo, recien-temente, por televisión la ausenciade cualquier vocero de oposiciónen la conformación parlamentariaactual. A mí me parece eso tanabsurdo como ir a un congreso demedicina con una supuesta curapara el cáncer y sentirse feliz porqueal simposio no comparecieron,digamos porque perdieron el avión,los pares académicos que podíananalizar críticamente el protocoloterapéutico. Los únicos que sufriráncon ello son los mismos enfermosde cáncer. Claro está que la ausenciade cualquier vocero de oposición esculpa de la misma oposición que,perversa y tontamente, renunció acomparecer a las elecciones parla-mentarias, privando a los ciudada-nos de oposición de cualquier vozparlamentaria disidente. De todosmodos, el entusiasmo del presidentede la Asamblea, al afirmar “queahora sí la Asamblea Nacional iría aexpresar la voluntad popular”, reve-la, a todas luces, una visión de lademocracia muy peligrosa para losdefensores de las libertades que elladebiera preservar.El resultado es que ha pasado a for-mar parte de lo que es políticamentecorrecto, admisible, a-problemático,que todas, absolutamente todas, lasinstituciones públicas venezolanasestén copadas por partidarios incon-

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dicionales del actual partido degobierno. De ello sólo se han salvadolas universidades, que por razoneslegales no pueden ser intervenidas ensu libertad académica y de cátedra,colocando a los académicos venezo-lanos en una situación de mucha vul-nerabilidad, con perennes amenazasde intervención, la reducción demuchos subsidios de los que disfrutá-bamos antes sin tener que declararninguna filiación política, y la exclu-sión de los puestos políticos en losque se participaba como asesores parala elaboración de políticas públicas,encontraste con la participación activade la academia venezolana, científica-mente capacitada para tales tareas,quepodía observarse en el pasado.Ahora,la primera credencial de mérito es serun incondicional del hombre fuertedel país y de su partido.

c) El tercer efecto que conlleva laimposición de una ideología comomodelo político preferente es laerosión de la imparcialidad inheren-te a la administración de justicia y eldebilitamiento de un sistema jurídi-co independiente del poder políti-co. De todos los efectos posibles quela imposición de una ideología utó-pica tiene, el peor es un sistema jurí-dico y un Tribunal Supremo deJusticia que son serviles respecto delpoder político. La crítica al liberalis-mo es también crítica a la imparcia-lidad que debe caracterizar a lossistemas de justicia, de manera queel Tribunal Supremo de Justicia evi-tará tomar toda decisión que afectelos intereses del poder político, en lamedida en que ha sido copado pormagistrados afectos al oficialismo.En Venezuela, tenemos ya numero-sos ejemplos de una tal evolución.

ConclusionesLa reprobación y el desmantela-

miento de las instituciones liberalesque sostienen las democracias repre-sentativas de América Latina y, en par-ticular, de Venezuela se estánproduciendo a través de la crítica, quesabemos que es importante y necesa-ria, al modelo neoclásico de la econo-mía. No obstante, sería ingenuo denuestra parte suponer que este des-mantelamiento es producto de unamera confusión conceptual. Este cues-tionamiento sólo puede tener comoobjetivo un mayor control políticosobre los ciudadanos de un país, y con-trarrestar los efectos democratizadoresde la globalización, que posibilitan unamayor variedad de elecciones raciona-les por parte de los consumidores.

Pero aunque es importante pro-teger las industrias y los empleos locales,dado que los bienes globalizados no sonsólo bienes de consumo, sino tambiénbienes inmateriales y culturales, unmayor control político sobre las even-tuales elecciones racionales que los con-sumidores pueden hacer sobre esosbienes trae como consecuencia, inevita-blemente, un empobrecimiento de lasfuentes de la innovación científica, lacreatividad cultural y la autonomíamoral y política de los individuos. Mitesis ha sido, aquí, que los tres ámbitosestán estrechamente relacionados, acausa de la unidad de la razón humana, yque esto explica por qué los países deeconomía centralizada terminaroncolapsando sobre sí mismos. Éste es unprecio demasiado alto a pagar en nombrede cualquier utopía, por más bonita quesea. La crítica a la democracia liberal nospide que ignoremos estos peligros y querenunciemos a estos valores en nombrede la satisfacción de necesidades inme-

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diatas que, si bien son muy importantes,no constituyen, ni mucho menos, todode lo que hay que preocuparse y todo loque hay que desear.

Lo peor es que la derecha latino-americana, así como los ciudadanos quesienten una instintiva y comprensiblerepugnancia a todo proyecto socialista, eincluso un sector muy importante de laoposición venezolana al gobierno deChávez, creen igualmente que la defen-sa del proyecto político liberal pasa porabrazar las desafortunadas políticas eco-nómicas sugeridas por el famoso “Con-senso de Washington”, que ya hemosanalizado y criticado más arriba. Enotras palabras, identifican tambiéndemocracia liberal y economía “neoli-beral”. Con un panorama así, los defen-sores de los sistemas de democracialiberal, en cuanto sistema político, somosuna minoría que trata de pensar con cla-ridad en un mar de políticos profesiona-les, de uno y otro bando, con poca odeficiente formación académica, y ávi-dos de poder y control sobre la riqueza,los recursos y la conciencia de los ciuda-danos de nuestros países.

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recibido 04/09/2007, aprobado 04/10/2007

Marcos Costa Lima**

AS MUTAÇÕES DA MUNDIALIZAÇÃO OU QUANDO O CAPITALISMOFINANCEIRO DIRECIONA O CAPITALISMO COGNITIVO: desafios para a América Latina*

THE MUTATIONS OF GLOBALIZATION OR WHEN

FINANCIAL CAPITALISM STEERS COGNITIVE CAPITALISM:

Challenges for Latin America

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As mutações da mundialização • Marcos Costa Lima

ResumenO artigo Procura estabelecer uma especie de “estado da arte”numa discussao sobre estestemas: o que é e como se constituem o avanço científico e a inovação tecnológica?Como isso se associa às disparidades de acesso, em especial à situação desvantajosa dospaíses periféricos? Como a 'dominância financeira' tem colonizado a inovaçãotecnológica? O autor pretende fazer essa revisão a partir, sobretudo,de um ponto de vistaque vincula à escola evolucionista e regulacionista.

ResumenEl artículo se propone realizar una especie de “estado del arte” de la discusión sobre lossiguientes temas: ¿qué son y cómo se producen el avance científico y la innovacióntecnológica? ¿Cómo se asocia ello a las desigualdades de acceso, en especial, con ladesventajosa situación de los países periféricos? ¿Cómo la dominación financiera hacolonizado la innovación tecnológica? El autor pretende hacer dicha revisión a partir,principalmente, del punto vista de las escuelas evolucionista y regulacionista.

Palabras clave: América Latina, países periféricos, ciencia y tecnología, desigualdad.

Abstract

The article proposes a sort of “state of the art” of the discussion of the following themes:What are scientific advance and technological innovation and how have they beenproduced? How do such advances and innovations relate to access inequalities, especiallyin the disadvantaged situation of peripheral countries? How has financial dominationcolonized technological innovation? The author intends to do this review mainly fromthe point of view of evolucionist and regulationist approaches.

Key words: Latin America, peripheral countries, science and technology, inequality.

* Trabalho apresentado no II Seminário Internacional de Filosofia Política: «Realismos y Utopias en América Latina: Frag-mentación y Luchas Democráticas», que ocorreu em San Juan da Costa Rica 13 a 15 fevereiro 2006. Organizado pelaCLACSO (Argentina), pelo DEI (Costa Rica) e a Pontifícia Universidade Javeriana (Colombia). Agradeço a GianginaOrsini Aarón pela leitura atenta do texto.

** Prof ° e Coordenador do programa de Pós-Graduação em Ciência Política da Universidade Federal de Pernambuco,doutor em Ciências Sociais pelo IFCH/UNICAMP e pós-doutor pela Université Paris XIII – Villetaneuse. E-mail: [email protected]

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O traço especifico —talvez o maisespecífico— das economias industriais do séculoXX é a aplicação sistemática e generalizada dos

conhecimentos e dos métodos científicos aodomínio da produção.

Nathan Rosenberg

Nenhum saber se forma sem um sistemade comunicação, de registro, de acumulação, de

deslocamento, que é em si mesmo uma forma depoder, e que está ligado, em sua existência e em

seu funcionamento, às outras formas de poder.Michel Foucault

Introdução

É cada dia mais freqüenteler e ouvir nos meios decomunicação que passa-

mos a viver numa sociedade do conhecimen-to, evocando os impactos provocadospelas novas tecnologias de comunicaçãoe informação sobre o crescimento eco-nômico, a organização do trabalho, amundialização da produção, do comér-cio e das finanças.

Os avanços técnico-científicos,de fato, têm sido notáveis, inclusive os dedomínio genético que, por certo, intro-duzirão transformações substantivas nasrelações humanas de uma forma maisgeral. Não obstante, se por um lado o“traço mais específico” das economiasindustriais do século XX do qual falaRosenberg (1993: 3-21), foi a aplicaçãosistemática e generalizada dos conheci-mentos e dos métodos científicos, poroutro, tem sido acompanhado de umaumento do número de pobres nomundo, do agravamento das desigualda-des entre países, regiões e grupos sociais.Do ponto de vista do trabalho, seja nospaíses periféricos, seja nos países cen-trais, vêm aumentando a informalização

a precarização, que refletem as políticasde desregulamentação da legislação tra-balhista. Em relação ao meio ambiente,são crescentes a destruição dos ecossiste-mas, a dilapidação dos recursos naturais.O acesso às grandes descobertas,invenções e inovações não tem sidoacessível à maioria da população mun-dial, na agricultura, nos fármacos, e já sefala mesmo em apartheid digital.Amplia-se, portanto, o processo de divergênciacientífica e tecnológica entre países eclasses sociais.

Nesta 3ª Revolução Tecnológicao novo sistema emergiu da conjunçãoentre a desregulamentação estatal e a ins-trumentalização da ciência no interiordo processo produtivo.Mas é a partir dosanos 90 que o sistema financeiro toma adireção do processo, deixando entreverque sobre a tecnologia incide um prin-cípio cumulativo, no qual ela é concebi-da (desenvolvida e difundida) através depesquisas em ciência básica de longoprazo com significativas repercussõeseconômicas (Coriat 2002).

Para fazer avançar o estoque deconhecimento científico de domíniopúblico —que, teoricamente, paraalguns, é acessível a todos— foi necessá-rio financiar atividades de instituições,como universidades e centros de pesqui-sa e laboratórios; estabelecer agências defomento capazes de apoiar a produção ea difusão do saber. Em suma, tornou-seevidente a noção de que a pesquisa éum fator de competitividade e uma ala-vanca para o desenvolvimento. Contu-do, na medida em que nos paísesindustrializados os resultados das pesqui-sas produzidas em instituições públicasterminavam apropriados por firmasindustriais privadas; em que apenas umseleto número de grandes firmas, e depaíses, tinha condições de enfrentar os

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altos níveis de investimentos em conhe-cimento, o mundo da ciência e da tec-nologia passou a enfrentar cincoproblemas-chave:

1. A apropriação do conhecimento, atravésdos direitos de propriedade intelec-tual que, por um lado, restringem oacesso de países1 e classes sociais à ino-vação, e por outro, internacionaliza aP&D, mas a circunscrevendo aos oli-gopólios internacionais, que passam acontrolar, por exemplo, o patrimôniogenético e a farmacologia, privile-giando a propriedade privada ao usocoletivo do conhecimento2.

2. A modificação do papel do Estado naprodução do conhecimento: a pesquisapública, sob a “consigna” de suavalorização (no sentido de uma uti-lização privada com objetivoscomerciais), passa, então a ser sub-metida às regras da rentabilidade: aprincípio nos Estados Unidos eposteriormente em todos os paísesindustriais, os governos puseram emprática, políticas tecnológicas e deinovação baseadas no aperfeiçoa-mento da oferta, resultando naredução do custo dos investimentospara a iniciativa privada e aumen-tando a quantidade de recursos deinovação constituída pela coletivi-dade em benefício dos interessesprivados. O comportamento doEstado passou, em muitos casos, aser confundido com aquele dosgrandes grupos industriais e finan-

ceiros e os laços fortes de interde-pendência que são criados entreestas instituições justificam, muitasvezes sem a menor transparência, atransferência dos recursos públicospara o capital privado.A formulaçãopelo Estado de uma política de ino-vação, tem se fundamentado, mais emais, na socialização dos custos e naprivatização dos benefícios3.

3. O “dirigismo” da pesquisa cientificapara áreas que não necessariamenterespondem a prioridades civilizató-rias, como o são a medicina para ospobres ou as tecnologias ambiental-mente sustentáveis.

4. A“mercantilização” da ciência, buscan-do áreas e pesquisas de retornofinanceiro breve e altamente lucrati-vas que, entre outros aspectos, signi-fica reduzir o papel da educaçãosuperior, da pesquisa e do conheci-mento técnico, direcionando-asmais para o negócio e menos para aformação.

5. A dinâmica da programação da obso-lescência dos produtos, ou o encurta-mento do ciclo do produto, queentre muitos efeitos perversos,implanta um marketing pesado euma cultura de consumo já denun-ciados na obra de Marcuse e dosfrankfurtianos, e ainda incide drama-ticamente sobre os recursos naturaise no meio ambiente, em geral.Nessa dinâmica, aumentaram drasti-camente as desigualdades de acessoà produção científica e tecnológica,

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1 Forte exclusão dos países em desenvolvimento e composição da ‘triadização’do conhecimento,produzindo uma fratura cien-tifica Norte x Sul, aprofundando a divergência entre as principais zonas econômicas.

2 A este respeito ver a rica discussão introduzida por Hugon (2002) da teorização sobre os bens públicos.3 Mas é preciso esclarecer que não estamos combatendo,aqui a formulação de políticas de geração tecnológica industrial (a exem-

plo das infant industries, capazes de produzir em áreas estratégicas) ou políticas regionais de convergência e de redução das dis-paridades, entre outras.A questão está no momento de definição das prioridades: quem as define? É sobre como evoluir noaspecto da transparência dos processos, do acompanhamento e da avaliação dos resultados, de seu retorno para a sociedade.

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sem a qual os países de baixa indus-trialização permanecerão ocupan-do, na divisão internacional dotrabalho, o lugar de produtores decommodities, expressando baixosvalores agregados e submissão aoatraso e à onerosa dependênciadecorrente desta posição. Mas tam-bém crescem as desigualdades derenda e de padrão de consumo nointerior das sociedades afluentes.

A partir da Segunda GuerraMundial, inclusive em decorrência dosinvestimentos em Pesquisa e Desenvol-vimento (P&D) para a tecnologia mili-tar no período do conflito, ocorreu umsubstantivo avanço nas tecnologias detransporte, comunicação e informaçãoe militar, realizados pelos Estados Uni-dos da América, que resultaram em trêscaracterísticas fortes do novo quadrocapitalista: i) ampliou-se o conheci-mento científico e tecnológico atravésdas novas tecnologias de informação ecomunicação (NTIC), que passaram aser entendidas como geradoras de van-tagens competitivas; ii) promoveu-seuma maior integração do espaçoeconômico no âmbito mundial, sejapela queda sistemática das barreirasalfandegárias, seja pela expansão dascorporações multinacionais e pela ins-trumentalização das NTCI; iii) aumen-tou a competição entre as empresasmultinacionais, atuais controladoras dasgrandes fatias do mercado mundial4.

Com a configuração contem-porânea das relações de propriedade edas relações políticas, essa dinâmica

assume como traço essencial a domi-nação financeira, tornando-se, portan-to, necessário aprofundá-la e verificar oseu raio de propagação.

Há mais de trinta anos asfinanças deixaram de ser conduzidaspelos governos, passaram então a serdirigidas pelo mercado, cuja extensãomundial alterava as repercussões dasperturbações econômicas entre os paí-ses e os riscos ligados à instabilidadedos mercados financeiros e a ter grandeimportância, provocando um contágiogeneralizado, com efeitos tão mais dra-máticos naqueles países de baixa indus-trialização e que já acumulavam umelevado endividamento externo. Comoafirma argutamente Michel Aglietta(2003:19),“o risco se tornou um traçomaior das finanças modernas”.

O leitmotiv desse trabalho estána compreensão do processo de con-solidação desse avanço científico asso-ciado à uma imensa disparidade, comtendência à ampliação, da incapacida-de dos países periféricos (late-comers)de terem acesso à mudança, parareproduzir, adaptar e aperfeiçoar astecnologias importadas. Busca aindauma síntese do estado da arte da pro-dução do conhecimento e da tecnolo-gia na OCDE utilizando-nos dosconceitos introduzidos pelas escolasevolucionista e regulacionista paramelhor compreender as teorizações etrajetórias do desenvolvimento nospaíses centrais, como condição pararefletir sobre as alternativas possíveispara a América Latina, na medida emque o processo de mundialização tem

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4 “Cabe destacar que até o final do século XX as mudanças giraram em torno das empresas transnacionais. Em 1985, nãomais que 600 destas empresas, cada uma delas com vendas superiores a 1 bilhão de dólares, geraram a quinta parte dovalor agregado total (exclusive o ex-bloco socialista) dos setores industrial e agrícola”. (Mortimer 1992: 42) (livre tra-dução de Marcos Costa Lima).

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reduzido drasticamente as políticasnacionais, sejam industriais ou deregulação (Oliveira 2004).

Para que a análise econômicanão venha a subsumir a dimensão dapolítica, das particularidades histórico-culturais e possibilidades nacionais, daação dos sujeitos políticos, capazes deproduzirem alternativas ao sistemacapitalista vigente, o aporte teórico-analítico introduzido por FrançoisChesnais (2004, 2003) é fundamental.Aí encontramos uma reflexão maduraque, ao articular ao fenômeno da mun-dialização do capital à dimensão dafinanceirização e à produção do con-hecimento, pode iluminar algumas des-tas questões.

Assim sintetiza François Chesnais:O capitalismo contemporâneobusca, indubitavelmente acentuare exercer diretamente um contro-le sobre os lugares como sobre osatores que detêm conhecimentosou um potencial de criatividadetécnica no domínio da produção,do comércio ou da organização .Mas, pergunta ele: “ – Quemexerce o controle, e em função dequais interesses?” (Chesnais 2003)

Portanto, para se compreender adimensão e as implicações desse con-trole, mas também as resistências, con-tradições e desperdícios que elecomporta é relevante definir a princí-pio a configuração específica dasrelações de produção enquanto relaçãode propriedade. E, uma vez entenden-do que os efeitos da privatização dosaber correspondem a um estágio docapitalismo onde o controle do conhe-cimento detém um papel central (atra-vés, entre outros, dos mecanismos da

propriedade intelectual), uma sínteseentre uma teoria crítica do capital cog-nitivo e a crítica do capital patrimonialpode e deve ser esboçada, na condiçãode que a questão da propriedade priva-da dos meios de pesquisa e de pro-dução seja abordada de frente.

Neoclássicos, neoSchumpeterianos,regulacionistas e marxistas:Teoria e Prática

A literatura sobre os processos detransformação do capitalismo após osanos 80 tem enfatizado o papel da tec-nologia para o crescimento “exuberan-te” do processo de globalização. Acrescente intensidade dos fluxos cientí-ficos e tecnológicos internacionais —levada adiante por empresas multina-cionais, hoje conduzidas pelo sistemafinanceiro internacional e por umpapel indutor dos Estados-nacionais nosetor, tem originado uma literaturaabundante sobre o lugar da ciência, datecnologia e da inovação no processode crescimento econômico.

Joseph Schumpeter construiuuma teoria da inovação, tendo-a subor-dinado à sua teoria do empresário ino-vador e ao seu conceito-chave dedestruição criadora, portanto portadora deinstabilidades ao sistema econômico.Para o economista austríaco, o empre-sário seria o indivíduo responsávelpelas decisões de negócios que leva-riam à introdução de novos produtos,processos e sistemas ou à abertura denovos mercados e novas fontes de for-necimento. A liderança criativa exerci-da por este empresário seria a fonte dedinamismo por excelência numa socie-dade capitalista. Na sua distinção entreinvenção, inovação e difusão ele enfati-za, sobretudo, as inovações mais radicaise tanto a invenção quanto a difusão são

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relegadas a um status inferior. Se bemque hoje se dê muito mais importânciaao aspecto de interdependência queexiste entre as três fases, ou momentos,reforçadas inclusive pelos estudosempíricos, para Schumpeter a distinçãolhe ajudava, pois facilitava distinguirentre o empresário de fato criador eaquele mero gerente de rotinas consa-gradas, e só um ato de um empresárioinovador faria com que a invenção pas-sasse de uma simples curiosidade paravir a se transformar em um artefatocomercial.

Em livro clássico sobre a matéria,Christopher Freeman (1988:1-8), umherdeiro de Schumpeter, à guisa de defi-nir toda uma agenda de pesquisa , escla-rece “porque Schumpeter não é obastante”. Reconhecendo ter sido oaustríaco aquele que colocou a inovaçãocomo o principal dinamismo no desen-volvimento do capitalismo e louvar oseu senso de perspectiva histórica, rela-ciona algumas fragilidades presentes nasua obra, a começar pela pouca atençãoque dedicou às regiões periféricas domundo. E que, embora em sua análisetivesse tratado do papel da competiçãotecnológica, ele não a estendeu para ocomércio internacional ou para a difusãointernacional de tecnologia. Conside-rando que Schumpeter tenha sido pio-neiro no estudo do relacionamento entreas revoluções tecnológicas e os longosciclos de desenvolvimento, ele nãodesenvolvera qualquer teoria satisfatóriasobre os períodos de depressão econô-mica. Mais ainda, disse muito poucosobre as políticas governamentais para aindústria, a tecnologia e a ciência, ouainda sobre o relacionamento entre uni-

versidades, instituições de governo e apesquisa industrial. Todos esses, sãotemas que serão desenvolvidos pelaescola neo-schumpeteriana a qual Free-man se filia.

As primeiras análises que os eco-nomistas fizeram sobre os processos deinovação, repousavam sobre algunspressupostos simples. Um primeiropostulado concebia a Pesquisa e oDesenvolvimento (P&D) como estan-do na origem do processo de inovação,ou seja, a inovação teria lugar pela apli-cação prática dos conhecimentos pro-duzidos pelas atividades de P&D. Aquia inovação corresponde a uma filiaçãodireta à ciência.

Um segundo postulado afirma-va que os conhecimentos produzidospela atividade de P&D eram um “bempúblico”, quer dizer, desde que produ-zidos, estavam a disposição de todos.Uma conseqüência deste postulado éque as indústrias não poderiam con-servar para si os frutos da pesquisa.Encontrou-se aí uma justificativa parao apoio publico à pesquisa industrial,que assim diminuiria a distância entrea rentabilidade social da P&D e suarentabilidade privada, reduzida pelasdificuldades impostas à apropriação doconhecimento.

Para os economistas neoclássicos,como Léon Walras (1834-1910)5, funda-dor da teoria do equilíbrio geral, o equi-líbrio de mercado é automático emteoria, portanto,uma crise é não somen-te um acidente de natureza conjuntural,mas logicamente impossível. Os dese-quilíbrios, como as transformações tec-nológicas ou as crises observadas narealidade, só poderiam decorrer de

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5 Walras escreveu em 1874 sua mais importante obra Elementos da Economia Política Pura.

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fenômenos externos que entravavam olivre jogo do mercado, suposto comoauto-regulável. As disfunções só pode-riam ser causadas por equívocos come-tidos pelas autoridades publicas.

Hoje, está mais do que eviden-te a insustentabilidade desta con-cepção, que não apenas aceita apremissa do puro mercado, mas tam-bém da hiper-racionalidade dos agen-tes econômicos, os quais atuando deforma padronizada, movidos por seusinteresses individuais, realizariam ointeresse geral. Nesse modelo, as dife-renças institucionais e culturais entrenações não teriam influência sobre osprocessos econômicos, e as diferençasestruturais seriam puramente o frutode investimentos passados.

A teoria do crescimento econô-mico, por muitos anos dominada pelomodelo de Solow, entendia que oritmo de crescimento econômico, nolongo prazo, se mantinha em funçãoda intensidade do progresso técnico,que era visto como uma variável inde-pendente, como um fator exógeno.Seus primeiros estudos empíricosconcluíram que a mudança técnica eraresponsável por um pouco mais dametade do ritmo de crescimento. Mas,como pergunta Boyer (1995), se ocrescimento se explicava pelo progres-so técnico, o que explicaria este últi-mo? A resposta, portanto, estava noesforço de pesquisa científica e tecno-lógica, daí o acento posto sobre opapel da P&D, segundo um modelolinear onde a pesquisa gera a invenção.Esta por sua vez gera a inovação quefinalmente, pela difusão, engendranovos produtos. Nesta lógica linear,reforçar a inovação passaria necessaria-mente por um aumento no esforço depesquisa.

Para Solow (1957), portanto, oprogresso técnico evita a paralisação docrescimento e, para ele, como de restopara a maioria dos modelos neoclássicosde crescimento,o aumento da produtivi-dade total dos fatores é uma tendênciaautônoma, exógena, sem a qual o cresci-mento não poderia manter-se, ou durar.Os conhecimentos científicos e tecnoló-gicos para Solow e seus seguidores eramequivalentes a um bem publico puro, oqual poderia ser apropriado livrementepor qualquer empresa ou nação, e não sequestionavam sobre os motivos da alo-cação de recursos para a P&D, suposta-mente dependentes de decisões públicase não privadas.

Como afirmou Boyer, a macroe-conomia do crescimento e as análisesda mudança técnica permaneciamdomínios de pesquisa amplamente des-conectados.

Após os anos 80, um amplogrupo de economistas se declara insatis-feito com as respostas neoclássicas e suasinsuficiências, sendo o caso japonêsexemplar, pois, chega a revolucionar osetor, alcançando a fronteira técnica eorganizacional dos processos produtivossem dispor de um potencial científicoequivalente àquele dos EUA. Para esteseconomistas, que passam a se interessarnovamente pelas relações entre inovação,crescimento e emprego, debruçando-sesobre questões como da gênese e difusãoda inovação, a inovação é fenômenoendógeno, no sentido em que as empre-sas avaliam a rentabilidade esperada dainovação com relação a um determinadoproduto tradicional, e fazem a opçãoentre contratar trabalhadores, de umlado, ou contratar cientistas e engenhei-ros, de outro, para elaboração de novosprocessos e/ou produtos. Esta escolhadependeria, entre outros fatores, da taxa

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de juros, da maior ou menor probabili-dade de obtenção de sucesso com a ino-vação, bem como do tamanho dapopulação e, portanto, do mercadopotencial.

Essas teorias reencontram o pen-samento de Schumpeter e con-trapõem-se ao modelo neoclássico. Asteorias do crescimento endógeno pas-saram a entender o progresso técnicocomo produto da atividade econômicae em uma dimensão que não havia sidolevada em conta pela escola rival. Asinovações tendem a se concentrarsegundo as tecnologias e formas deorganização complementares, de modoque a maior parte das fases longas decrescimento tiveram por origem umainovação radical, por exemplo, o vapor,a eletricidade, ou a computrônica, quese difundem sobre a forma de diversosprodutos.

Interpretam a história econômi-ca como uma dinâmica cíclica comuma sucessão de fases, às quais os siste-mas cientifico-técnico e sócio-institu-cional estão vinculados.A partir de umaanálise dos produtos portadores de inovaçãode Kondratieff, entendem que,mais quea revolução têxtil (1790/1849) é neces-sário reter a mecanização; mais que asestradas de ferro (1850-1896) é a flui-dez de circulação de objetos, de homense de idéias; mais que o petróleo (1897-1945) é a massificação da produção efinalmente, mais que o automóvel é amassificação do consumo.

Três correntes de análise sobre ocrescimento endógeno e o papel damudança técnica neste processo se des-

tacam:uma ligada às teorias heterodoxas dafirma, a segunda é a abordagem neo-evo-lucionista e a terceira, a regulacionista.Quanto à primeira, as transformaçõestécnicas são o produto de uma estratégiade competição entre as firmas. Estas nãosão passivas com relação à pesquisa cien-tifica e técnica. Elas não esperam que asinovações caiam do céu, ou que estejamacessíveis sobre o mercado de patentes ede marcas. As firmas investem, assimcomo os poderes públicos, no setor depesquisa, mas elas também aperfeiçoamseus equipamentos e processos. Elas ino-vam, também transformando os pro-cessos internos de organização. Estasinovações são comandadas pela compe-tição, por mercados e por estratégias demonopólio. Mas elas também, quandopodem, se opõem às inovações: quandosua posição no mercado, sua existênciaestá ameaçada, elas guardam a inovação,ou se utilizam do poder econômico paraevitar ou impedir a inovação em outrasfirmas. Elas selecionam as inovações.

Na maioria dos casos o contex-to econômico e social geral, ograu de competição sobre osmercados e os contextos geo-estratégicos das firmas são deter-minantes muito mais potentesdo ritmo e da natureza das ino-vações que a alocação indiferen-ciada dos recursos no setor depesquisa. (Mounier 2003: 371)

A escola neo-evolucionista6 tem omérito de fazer avançar a compreensãomicroeconômica da mudança técnica. Se

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6 Os modelos evolucionistas admitem uma diversidade de níveis de performance entre firmas, o que em geral não é acei-to pelos neo-clássicos, mas que são corroborados pelos estudos empíricos. O processo de seleção resulta na conservaçãode certas inovações, como a seleção natural aceita certas mudanças genéticas, por isto a denominação de “evolucionista”que esta abordagem se atribuiu; in Guellec (1999: 54).

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as inovações acontecem em “cachos” ouem clusters, como queria Schumpeter, éporque elas têm entre si afinidades e um“ar de família” herdado de sua filiaçãotécnica e cientifica. E estas filiações nãosão frutos do acaso. Os problemas nointerior do campo são sempre pensadose resolvidos no espírito do tempo, dizemrespeito aos contextos científicos e téc-nicos do momento.

As experiências passadas e omimetismo são os princípios da ino-vação. Historicamente, as famílias téc-nicas se organizam ao longo da fonteenergética dominante de uma épocadada. A cada época corresponde um“paradigma tecnológico” que acabapor se impor. Portanto, em determina-do momento da história, o estado datécnica é a sedimentação das geraçõestécnicas anteriores, onde uma predo-mina. Cada novo “paradigma tecnoló-gico” está associado a um processoonde um ciclo econômico longo seexaure, e sua aceitação enquanto novoparadigma vai estruturar a fase deexpansão do próximo ciclo. Assim, adinâmica tecnológica é endógena, poistanto se alimenta dos recursos sociaisquanto dos recursos técnicos e científi-cos existentes, ela acumula e evolui.

Freeman e seu grupo conside-ram que os ciclos longos correspondema uma sucessão de paradigmas técnico-econômicos7, percebidos como elementosessenciais da teoria das ondas longas deSchumpeter.A mudança de paradigma,portanto, significa uma mudança radi-cal do sistema de pensamento que pre-valecia anteriormente em quase todasas indústrias, em matéria de engenharia

e de gestão, no sentido de obter-se gan-hos de produtividade e lucros elevados.O novo paradigma aparece no interiordo antigo, logo demonstrando suamaior eficácia no curso de umadepressão longa. Introduzindo ino-vações radicais e inovações incremen-tais, que produzem verdadeiros novossistemas tecnológicos8, terminando porestabelecer um novo “regime” ou para-digma tecnológico dominante. Noentanto, para que isto ocorra, é neces-sário que ocorra uma crise de ajusteestrutural que implica na substituiçãodos setores dinâmicos da economia,bem como profundas mudanças insti-tucionais e sociais.

Para Carlota Pérez, a depressãolonga é um sintoma de uma imensadesarmonia entre o sub-sistema tecno-econômico e o quadro sócio-institucio-nal, ao mesmo tempo em que a expansãolonga corresponderia a uma interaçãopositiva entre as duas esferas. Ela enten-dia o período de depressão à la Schum-peter, como um processo de destruiçãocriadora, tanto na esfera produtiva quan-to nas esferas sociais e institucionais. Oselementos deste novo regime se consti-tuem progressivamente no interiormesmo do antigo sistema para terminarpor substituí-lo, formando um novoparadigma tecno-econômico a engen-drar um novo regime tecnológico.

Mas deixemos que se expresse aprópria Carlota Pérez (2001: 115-136):

O processo de multiplicação deinovações e sistemas tecnológi-cos, para cima e para baixo dasindústrias que formam o núcleo

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7 A noção de paradigma econômico é atribuída a Giovanni Dosi, a partir da obra de Thomas Kuhn.8 Ver nota de Rosier (2003: 90).

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de cada revolução tecnológica,explica o enorme potencial decrescimento que tem cada umadestas constelações de novas tec-nologias. Se trata da abertura deum novo e vasto território para ainovação, a expansão e o cresci-mento.As inovações iniciais mar-cam o descobrimento, enquantoque a plena ocupação do territó-rio corresponde à fase de matu-ridade e esgotamento.

Carlota Pérez faz do custo relativobaixo e decrescente (i), da oferta não limitada(ii), da potencialidade de uma utilização emdiversos domínios (iii), da capacidade dereduzir os custos da produção (iv), as quatrocondições para se definir um bom para-digma. E Freeman (1987) acrescenta anoção de aceitação social do paradigma,pois para ele, se é a tecnologia quedetermina o campo das possibilidades, éa sociedade que a seleciona. Contudo,entendo que seja excessiva esta per-cepção sobre a seleção feita pela socie-dade, quando em geral o processo se dámuito mais pela imposição que pelocontrário, a exemplo da pesquisa militar,ou da forte determinação do marketing.Portanto, as aspirações sociais se encon-tram desconectadas das possibilidades desua realização (Girard 1997).

No interior de cada novo para-digma existe um fator-chave, que cum-pre três funções maiores: um custorelativo pouco elevado e declinandorapidamente, uma disponibilidade apa-rentemente ilimitada em um longoperíodo e uma capacidade para ser utili-zado em inúmeros processos produtivos.Desta forma, o papel do fator-chaveseria determinado por baixo custo dotrabalho e pelo algodão quando da revo-lução industrial; pelo baixo custo do

carvão e do transporte a vapor em mea-dos do século XIX; pelo baixo custo doaço, na terceira expansão longa e pelopetróleo e a industria química naexpansão do após 2ª Guerra Mundial.Nesta interpretação, desde o choque dopetróleo, as novas tecnologias de infor-mação e comunicação, com base nacomputrônica e nos satélites, seriam ocluster dominante a partir dos anos 90,que se transformam gradualmente emfatores-chave (Rosier 2003; Freeman1992; Freeman & Pérez 1988).

Para entender a articulaçãosociedade-técnica, que se põe naseqüência e emergência de uma novaidéia força (chave), convém traduzi-laem termos de comportamentos e von-tades precisas. Assim, Freeman & Soete(1987) partindo do princípio que osnovos paradigmas tomam forma sob aruína dos antigos, o fordismo (tangibi-lidade, centralização, hierarquia, confli-tualidade controlada, padronização,energia, especialização, planificação)estaria sendo substituído por um novoparadigma (técnicas de informação e detelecomunicação, personalização, espe-cialização, intangibilidade, sistema-tização, rede formação continua,flexibilidade).

Esta escola consolidou umamplo campo de reflexão para a teoriaeconômica, aprofundando a dimensãointerna da tecnologia e sua dinâmica,estabelecendo uma ampla articulaçãoentre os atores envolvidos no processode geração de C&T, a partir do concei-to de sistema nacional de inovação, uminstrumento ainda de grande poderheurístico; aprofundando o conheci-mento sobre os subsistemas integradosde inovação, a partir da firma; do siste-ma de aprendizado e da formulação depolíticas. Contudo, tem o pecado capi-

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tal de ao reduzir os papéis do contextoe dos conflitos sociais, ao sobre-deter-minar o fator técnico, cair em determi-nismo tecnológico.

A Escola Regulacionista operacomo que uma síntese e é um prolon-gamento das duas correntes anterio-res. Nela, a mudança técnica trás amarca das relações sociais onde elanasce. Se ela é, como entre os evolu-cionistas, inteiramente impregnada detrajetórias históricas, se trata mais dehistórias sociais que de histórias téc-nicas. A natureza e o ritmo damudança técnica estão intimamenteligados às configurações históricas darelação salarial. O medo das revo-luções sociais sempre esteve na ori-gem das técnicas de substituição decapital pelo trabalho e de técnicas degestão da mão-de-obra. Para a classetrabalhadora a mudança técnica sem-pre aparece como ampliação dosmecanismos de controle, como“moinho de disciplina”. Por exemplo,como vemos em Coriat no seu “Pen-ser à l’ envers” e a explicitação domodelo Ohnista9 de produção comose contrapondo ao modelo fordista(Alain Mounier 2003: 372).

Para Boyer, a corrente regulacio-nista encontra sua origem em uma crí-tica severa e radical do programaneoclássico que, como vimos, postula ocaráter autoregulador das economias demercado. Ela também invalida a teoriamarxista ortodoxa que atribui umpapel central ao Estado no prolonga-mento do capitalismo monopolistaentre as duas guerras.

A nocão de regulação permiteprecisamente de estudar a dinâ-mica contraditória de transfor-mação e permanência de ummodo de produção (1995: 21).

A segunda característica essencialestá na observação da desregulamentaçãoprogressiva dos processos, que fizeramcrer como automático e garantido umcrescimento rápido. Ali onde os econo-mistas viam apenas turbulências de umaeconomia próspera, os regulacionistasviam a entrada em vigor de uma criseestrutural. Os atores econômicos intera-gem a partir de uma série de instituições,de regras de jogo e de convenções, daí oaporte à esta escola tanto da ciência polí-tica quanto do direito, no sentido emque as formas institucionais exercemuma mediação entre forças, ou seja, elasresultam de conflitos entre grupos sociaisarbitrados por processos políticos segui-dos de processos jurídicos10.

Segundo Boyer, nem a inovaçãonem o crescimento exibem tendênciasfirmes no longo prazo, desde que aslongas ondas de Kondratiev – nasucessão de um longo período e logode estagnação, que duram 50 anos, sãoconsideradas problemáticas para a eco-nomia. Em 50 anos a tecnologia, asestruturas industriais, a composição daforça de trabalho e as instituições dei-xam de ser as mesmas, não são constan-tes. Da mesma forma a tecnologia nãopode ser vista como isolada do restantedo sistema econômico e social. Aquestão maior seria, portanto, buscar acoerência e a compatibilidade de um

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9 Takeshi Ohno é considerado o cérebro por trás do modelo toyota e, assim, fala-se de ohnismo como ultrapassagem doparadigma fordista.

10 Ver a moeda como instituição — Aglietta e Orléan.

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dado sistema técnico com um padrãode acumulação, ele mesmo definidopara um conjunto complexo de regula-ridades econômicas e com mecanismosque afetam a competição, a demanda, omercado de trabalho, o crédito e aintervenção do estado. Para os regulacio-nistas, existem muitos modos diferentesde desenvolvimento e de regulaçãoobservados na história, não existe umúnico modelo universal.

É interessante verificar como osprogramas de pesquisa evolucionista eregulacionista têm pontos em comum,observação elaborada conjuntamentepor dois dos principaís membros destasescolas: para Benjamin Coriat a teoriada regulação se constitui fundamental-mente para responder a uma questãomuito especifica:“fornecer instrumen-tos e representações capazes de darconta de uma forma particular de crise(a estagflação) e da passagem do cresci-mento à crise.A crise seria vista comoendógena e a partir de uma mesmasérie de conceitos de base, relativizan-do os choques externos” (Coriat etDosi 1995:500).

Para Dosi (1998), o programaevolucionista se constituiu com base emuma contestação das hipóteses neoclássi-cas sobre a racionalidade e sobre o equi-líbrio e centra seu esforço noentendimento da dinâmica econômicaproduzida pelo progresso técnico, apro-fundado em seus micro-fundamentos.As complementaridades entre os doisprogramas estão na identificação e nagênese das micro-regularidades do siste-ma econômico, que podem servir debase a novos regimes de acumulação emgestação a partir da debâcle do fordismo.

Onde a Teoria Regulacionist (TR) é forte,na caracterização da firma enquanto ins-tituição que comporta regras que seimpõem aos agentes individuais, na ava-liação, sobretudo, da formação dos salá-rios e dos trabalhadores em geral, dosistema jurídico e de direitos de pro-priedade na qual a firma esta inserida, aTeoria Evolucionista (TE) pouco acres-centa. Mas onde esta é forte, ou seja, noentendimento da firma enquanto orga-nização,quer dizer, em termos evolucio-nistas, seria a apreensão dos processos deaprendizagem e de seleção, em termosde rotinas, do processo de inovação, aí aTeoria da Regulação é frágil. Podería-mos, portanto, tentar estabelecer umasíntese muito nuclear dos dois progra-mas, afirmando que enquanto a TRaprofunda a dimensão institucional a TEse dedica ao cognitivo.

Em trabalho de síntese feito paraexplicar ao público japonês os aportesda teoria da regulação, e no meu enten-der muito mais próximo da herança deMarx do que aqueles de Boyer, Benja-min Coriat (1994: 120) afirma queuma das premissas básicas da escola iacontra os keynesianos e o neo-clássi-cos11, que trabalham sobre um modelode crescimento abstrato e perfeitamen-te atemporal. Os regulacionistas que-riam por em evidência “uma variedadee uma pluralidade de regimes de acu-mulação observáveis historicamente[…] esta abordagem vale sobretudonaquilo em que ela põe no centro dadinâmica, as contradições da repro-dução do conjunto [da economia], […]um regime de acumulação pode serdefinido também a partir das condiçõesnas quais são obtidos, divididos e difun-

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11 Para Arrow, p. ex, o crescimento da produção se mantém pelo fenômeno da aprendizagem.

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didos os ganhos de produtividade. Estamaneira de definir um regime de acu-mulação põe assim no centro da carac-terização a contradição capital/trabalhoe a principio o conflito essencial que oanima, entre salário e lucro”.

Coriat, entendendo que a teoriada regulação não estaria isenta de difi-culdades, considera importante buscaras convergências entre as teorias endó-genas, p. ex, na análise da formação dasmicro-regularidades, na identificaçãodas codificações nos comportamentosdos agentes, mas que isto não implicade forma alguma, a mesma visão erepresentação dos princípios dinâmi-cos do capitalismo e das condições deformação de uma acumulação forte eestável.

Reconhece-se hoje a existênciade uma forte correlação entre o esforçode Pesquisa e Desenvolvimento (P&D),por um lado, que se traduz em substan-tivos investimentos estatais e privadosna qualificação dos recursos humanos,na criação de laboratórios de pesquisa,no sistema de ensino superior, nas per-formances em termos de crescimentoeconômico, da produtividade, de umpadrão de consumo e bem estar quetem se propagado de forma acentuada-mente desigual.

A constatação da profunda desi-gualdade entre países industrializados,que dão o ritmo do crescimento, e ospaíses periféricos, e entre classes sociais,evidentemente não se explica que par-cialmente pelo nível de divergência acu-mulado ao longo dos anos na produçãodo conhecimento, da tecnologia e dainovação entre estes países,mas por certo,estes aspectos têm exercido um papel

destacado neste processo. Em termos degastos mundiais em P&D, os EstadosUnidos realizaram, em 1999, 39,4% dototal, a União Européia 26,2% e o Japão15%, o que quer dizer que a assim cha-mada Tríade realiza mais que 80% dototal,quando não possui sequer um quar-to (1/4) da população do planeta.

Os Estados Unidos mantém suahegemonia, quer no financiamento,quer na geração de inovações, repre-sentando 29,9% da produção mundialde artigos científicos, seguido de muitolonge pelo Japão, 8,9%; pelo ReinoUnido, 8,0%; pela Alemanha, 6,9% epela França, 5,2%. Não obstante, aUnião Européia dos quinze ultrapassa-va amplamente os Estados Unidosenquanto conjunto, com 33,8% daspublicações da ciência mundial.

Se tomarmos outro indicador,como aquele das patentes, e especifica-mente os depósitos realizados no OfícioEuropeu de Patentes (OEB)12, a UniãoEuropéia aí domina plenamente seusconcorrentes, com 42,6% dos depósitos,mas contra 32,3% dos EUA e 14,7% parao Japão. A França detém 6,3% destaspatentes, mais do que aqueles do ReinoUnido, 5,3%, contudo quase três vezesmenos do que a Alemanha, 18,1%.Segundo o OST —Observatoire des Scien-ces et des Techniques,desde 1995 que a Ale-manha se mantém estável no registro depatentes, ao passo que a participaçãofrancesa diminui (OST 2003: 10).

A maior proporção das atividadesde inovação das firmas é realizada nosseus países de origem. As atividades deinovação das firmas japonesas são estru-turalmente as menos mundializadas eaquelas das firmas européias as mais

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12 Office Européen des Brevets (OEB).

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mundializadas. Na Europa, fora o ReinoUnido, os grandes países realizam suasatividades de inovação “em casa”, comoa Alemanha, a Itália e a França. Mas asfirmas dos pequenos países europeus,como a Holanda, a Bélgica, a Suíça,desenvolvem intensas atividades de ino-vação no exterior. Pode-se verificar quedo inicio dos anos 1980 aos meados dosanos 1990 que as grandes firmas aumen-taram a proporção de suas atividades deinovação fora do país de origem, emapenas 2,4%. Para Patel & Pavitt (2000:45), contrariamente a opiniões ampla-mente difundidas, asseguram que o graude internacionalização da P&D não épositivamente associado às atividades deC&T: “Menos de 1% dessas atividadesde inovação das firmas no estrangeirosão localizadas fora dos países da Tríade,o que confirma o fato de que o proces-so de internacionalização das atividadesde inovação é muito mais ligado à Tria-dização do que à Mundialização”.

As políticas científicas e tecnológicas e os sistemasnacionais de inovação

A idéia de uma política específi-ca relativa à organização da ciência anível nacional e a atribuição de recur-sos para a pesquisa é de aplicaçãorecente e vem do pós- 2ª Guerra Mun-dial, muito embora autores como Ber-nal (1939) já desenvolvessem, ao finaldos anos 30, uma reflexão consistentesobre o papel social da ciência (1992).

O Reino Unido cria em 1945 oComitee on Future Scientific Policy e, em1947, o Advisory Council for Social Scien-ce Policy. O Brasil, neste caso, não estatão atrás, pois o Conselho Nacional de

Pequisa (CNPq), órgão nacional para apesquisa e o desenvolvimento da ciên-cia, foi criado em 1951.

Alexander King (1974) afirmouque a OCDE nos inícios dos anos 1960estabelecera o Relatóio Piganiol, a pri-meira apresentação pública do que hojese designa por “política de ciência”.Também para Salomon (1977)13, só apartir da 2ª Guerra Mundial é que asintervenções públicas para a ciência e atecnologia adquiriram uma forma explí-cita, organizada e institucionalizada,dando ao novo campo o reconhecimen-to através de organismos estatais, commecanismos, procedimentos e um corpoburocrático e político especialmentededicado a lidar com a C&T.Tanto Salo-mon como King atribuem as tentativasnorte-americanas e soviéticas antes desseperíodo como de pré-política científica.

No trabalho de Piganiol e Ville-court (1963) (in Ruivo 1998) a políticacientífica deveria corresponder a doisobjetivos maiores: permitir aos cientistasdesenvolverem seus trabalhos de desco-berta de explicações para fenômenosainda incompreendidos e o de permitiràs autoridades públicas e privadas deassegurarem a utilização desses conheci-mentos e de orientar certas investi-gações no interesse do maior número depessoas. Já para Salomon, por políticacientifica ele entende as medidas toma-das por um governo para, por um lado,encorajar o desenvolvimento da investi-gação científica e tecnológica e, poroutro, o de explorar os resultados dapesquisa tendo em vista os objetivos depolíticas gerais (Ruivo, 1998: 65).Vê-seque neste período, a compreensão dapolítica de C&T incorpora sobretudo

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13 Jean-Jacques Salomon (1977).

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uma visão “idílica”da produção do con-hecimento, ainda relegando à sua “apro-priação”, um caráter secundário.

Beatriz Ruivo (1998) nos apre-senta duas definições que nos parecemricas para matizar a questão: aquela daCâmara dos Representantes dos EUA ea segunda por C.Tisdell. A primeira éfortemente vinculada à produção:

o termo política de ciência é emsi sujeito a interpretações dife-rentes, mas é mais usualmenteutilizado para referir as políticasde apoio governamental e deencorajamento à ciência e à tec-nologia, de investigação funda-mental à investigação aplicada,ao desenvolvimento de produ-tos. Quando interpretado nosentido de abarcar um vastoleque de atividades, a políticacientífica inclui questões como apolítica de patentes, a políticaanti-monopólios, a política fiscale a política de inovação indus-trial em geral. (Ruivo 1998: 68)

Já Tidell (citado em Ruivo 1998:68), a associa ao sistema educacional e àprodução de conhecimentos, estabele-cendo uma diferenciação entre políticacientífica e política tecnológica:“Na suavasta aplicação, a política científica dizrespeito à educação, à reserva de conhe-cimentos armazenados, sua disponibili-zação e utilização; e à investigação edesenvolvimento.A política tecnológicadiz respeito à adoção e utilização de téc-nicas e sua substituição […] contudo, afronteira entre as duas políticas não émuito bem definida”.

No início dos anos 60 umaabordagem mais sistemática da ino-vação tecnológica será desenvolvida,

com os trabalhos pioneiros de Nelson,Rosenberg e posteriormente Freeman,Pérez, Dosi, entre outros.

Nelson, falando do “tecno-nacionalismo”, dizia que ganhava forçauma “forte crença” na qual as capacida-des tecnológicas das firmas de umanação seriam uma fonte chave de seupoder competitivo e que estas capaci-dades, em um sentido nacional, pode-riam ser construídas por uma açãonacional. Esse entendimento e mesmoo clima da época gerou grande interes-se nos sistemas nacionais de inovação,entre suas similitudes e diferenças, bemcomo na dimensão e na forma queestas diferenças explicam a variedadede performances econômicas.

O conceito, ainda na expressãode Nelson, representa um conjunto deinstituições cujas interações determinama performance da inovação das firmasnacionais. O sistema não representa aquio fato de que as instituições que o cons-tituem ajam coerentemente e de formatranqüila, mas simplesmente que os ato-res institucionais que dele participam,jogam um papel que influencia a perfor-mance da inovação.

Por outro lado, em muitos cam-pos da tecnologia, por exemplo, nocampo farmacêutico e no campo aero-náutico, um número de instituições éou age de forma transnacional. Istolevanta inclusive um problema sobre apertinência do conceito de sistemanacional de inovação, pois num mundoonde as firmas, os mercados, a tecnolo-gia e os negócios são cada vez maismundializadas, faz sentido ainda hoje,se falar em sistema nacional de inovação?

A definição de sistema nacional deinovação, como inicialmente proposta porFreeman (1987), o considera uma redede instituições nos setores publico e pri-

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vado cujas atividades e interações ini-ciam, importam, modificam e difundemnova tecnologia. A relevância das insti-tuições está diretamente relacionada aoreconhecimento de que uma boa partedo conhecimento incorporado no pro-cesso de inovação é tácito e, portanto, seconfigura em pessoas e instituições. Aestrutura institucional científica e tecno-lógica e a rede (network) de relações decooperação que apóiam a inovação numpaís, provêm de uma instancia onde aquestão ‘quem somos nós?’ -o nós repre-sentando as firmas e instituições imersasem numa rede de relacionamentos ativa-das para a inovação num determinadopaís- é de extrema importância. Firmasestrangeiras têm freqüentemente sidopartes desta rede, na base de Investimen-tos Diretos Externos que datam do perí-odo que antecedeu a liberalização e adesregulamentação. Redes de insti-tuições acumulam conhecimento tecno-lógico ao longo do tempo e quantomaiores são seus conhecimentos, maisfácil é descobrir e absorver conhecimen-to novo.A dimensão cumulativa da ciên-cia e da tecnologia provê as bases paracrescentes retornos na acumulação deconhecimento e mesmo a persistenteaglomeração de atividades tecnológicasparticulares em algumas regiões e luga-res, na medida em que não são destruí-dos por mudanças radicais nosparadigmas tecnológicos (Freeman ePerez 1988: 19) ou por fortes políticasadversas e atitudes estratégicas de corpo-rações.

Para entender um sistema nacionalde inovação é essencial entender como oavanço técnico ocorre no mundomoderno e os processos chaves, bemcomo as instituições envolvidas. Segun-do Nelson (1993), as facilidades deP&D, geridas por cientistas e engenhei-

ros ligados a firmas de negócios, univer-sidades e agências de governo são osprincipais veículos através dos quais oavanço tecnológico se processa, emcampos como a química, a eletrônicaou a aviação. Pode-se dizer que até ofinal do século XIX ainda não se enten-dia enquanto sistêmica, a relação entreciência e tecnologia, que veio a provo-car posteriormente mudanças radicaisna natureza das instituições e das pesso-as envolvidas no avanço técnico.A idéiado cientista isolado, do gênio, não temmais lugar e a maioria das empresaspassa a procurar para seus laboratórios,cientistas oriundos das universidades eque trabalham de forma associada..

Para Patel e Pavitt (2000), doScience Policy Research Unite da Universi-dade de Sussex, pode-se definir um siste-ma nacional de inovação como sendo “amaneira com a qual as instituições sãoimplicadas na produção, na comerciali-zação, e na difusão de novos produtos,processos e serviços mais bem sucedidos(i.e. a mudança técnica), mas tambématravés da forma pela qual as estruturasde incitação e as capacidades destas ins-tituições influenciam a taxa de cresci-mento e a direção de tais mudanças”.

Em boa parte dos trabalhos daescola evolucionista, que dizem respeitoaos diferenciais entre taxas de cresci-mento entre países, identificam-se doiscomponentes essenciais nas atividadesprodutoras de conhecimento: a edu-cação-formação e a P&D. Para Lundvall(1988), a inovação está necessariamentevinculada ao aprendizado interativo,admitindo a incerteza e a racionalidadeilimitada dos agentes econômicos, quefazem com que não seja possível postu-lar regras de comportamentos homogê-neos por parte dos agentes econômicos.O ponto focal para ele não é o cálculo

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ou a tomada de decisão, mas a aprendi-zagem interativa, que é gravementeameaçada quando os agentes econômi-cos agem exclusivamente sobre a basedo cálculo e da otimização. As normassociais que existem, segundo ele, nãoforam escolhidas em razão de sua utili-dade, mas principalmente por razõesextra-econômicas e “irracionais”.A ino-vação, que é a criação de novos objetose de novos saberes qualitativamentediferentes, implica não apenas incerteza,mas também uma ruptura com relação auma racionalidade puramente instru-mental e estratégica. A cultura tem umimpacto poderoso e importante sobre osagentes econômicos e, portanto osdiversos sistemas nacionais são produzi-dos por agentes diferentes.

Patel e Pavitt (2000) em estudoonde procuram estabelecer os elos ins-titucionais entre as atividades de P&Ddas firmas e a pesquisa fundamentalfinanciada pelos fundos públicos nasuniversidades e organismos associados,entendem que os estudos empíricosconfirmam a existência de sistemasnacionais de inovação. É neste contex-to que os autores examinam asincidências da globalização das ativida-des das firmas sobre os elos tão privile-giados entre a base cientifica nacional eas atividades nacionais de inovação.

Os estudos que tratam da interna-cionalização da P&D14 têm se baseadoem duas medidas: i) As atividades domés-ticas de P&D financiadas pelas empresase desenvolvidas por firmas estrangeiras,que seria a parte da P&D financiada porfirmas domésticas desenvolvidas fora doterritório nacional (OCDE 1997) e ii)

As estatísticas de patentes, como umaaproximação (proxy) da medida de loca-lização geográfica das atividades de P&D.

Em uma outra pesquisa, baseadana análise sistemática de 359 maioresgrupos mundiais (entre 500 da lista darevista Fortune), e ativas no plano tecno-lógico nos anos 1990, Patel e Vega(1997) revelam que as firmas continuama executar uma proporção elevada desuas atividades de inovação nos seus paí-ses de origem.As atividades de inovaçãodas firmas japonesas são as menos mun-dializadas e aquelas das firmas européias,as mais mundializadas. Na Europa, aparte das atividades tecnológicas dasempresas levadas a cabo fora de seus paí-ses de origem é mais elevada para as fir-mas originárias dos pequenos países(mais de 50% no caso das grandesempresas belgas, holandesas e suiças),que para aquelas originárias dos grandespaíses (um terço no caso das firmas fran-cesas, alemãs e italianas).

Do início dos anos 1980 à meta-de dos anos 1990, as grandes fir-mas aumentaram a proporção desuas atividades de inovaçãodesenvolvidas fora de seu país deorigem em somente 2,4% (Patel& Pavitt 2000: 45).

Os autores assinalam ainda que amaior parte do incremento das ativida-des tecnológicas no estrangeiro foimuito mais uma atividade decorrentedas aquisições de outras empresasestrangeiras, do que efetivamente deuma reconfiguração internacional dasatividades de P&D15.

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14 Despesas e pessoal envolvido em P&D.15 Patel (1995), em pesquisa onde estudou uma amostra de 600 empresas multinacionais, demonstrou que, no final dos anos

1980, cerca de 60% das firmas não desenvolviam atividades tecnológicas no estrangeiro.

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A conclusão destes autores é deque os sistemas nacionais de inovação naqual uma base científica forte está ligadaàs grandes firmas nacionais inovadoras ecompetitivas, se mostra um caminhodesejável, seja para o governo, seja para asempresas, seja para a sociedade como umtodo, mas é necessário não esquecer queestes sistemas estão cada vez mais subme-tidos a tensões crescentes provocadas

pela mundialização, que tem acarretado:i) liberalização; ii) desigual nível tecnoló-gico entre países e iii) extensão donúmero de competências que as firmasdevem dominar a cada dia. São todas trêsfontes de desequilíbrio ou de adaptaçõesimperfeitas entre a base cientifica sem oapoio dos fundos públicos e aquelas fir-mas – campeãs nacionais que são apoia-das por estes fundos.

A Colonização do tecnológicopela finança mundializada

François Chesnais (2003) estabe-lece uma diferença importante com aescola evolucionista, ao assinalar a hie-rarquia conquistada e a amplitude dos

meios postos em ação pelos EstadosUnidos da América e pelos segmentosmais poderosos do capital, no sentidode preservar as relações de dominaçãopolítica e social e os modos de vida queo acompanham. Portanto, distancia-se

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Nacionalidade % da participação nas patentes % da participação Variação em % da depositadas nos Estados Unidos nas despesas de participação nas patentes

(1992-1996) P&D no estrangeiro dos EUA depois de 1980-84

Doméstica Estrangeiro

Japão 97,4 2,6 2,1 (1993) -0,7

EUA 92,0 8,0 11,9 (1994) 2,2

Europa 77,3 22,7* 3,3

Belgica 33,2 66,8 4,9

Finlandia 71,2 28,8 24,0 (1992) 6,0

França 65,4 34,6 12,9

Alemanha 78,2 21,8 18,0 (1995) 6,4

Italia 77,9 22,1 7,4

Holanda 40,1 59,9 6,6

Suécia 64,0 36,0 21,8 (1995) -5,7

Suiça 42,0 58,0 8,2

Reino Unido 47,6 52,4 7,6

Todas as firmas 87,4 12,6 11,0 (1997) 2,4

Tabela: A Internacionalização das atividades tecnológicas das empresas

Fonte para os dados de P&D: OCDE (1997), UE (1997) Patel &Pavitt (2000), p. 44.* Se trata da proporção localizada fora da Europa do total das atividades de todos os países europeus

repertoriados nesta tabela.

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dos neo-evolucionistas ao colocarcomo central a determinação política esocial do processo de acumulação decapital. A orientação de parte impor-tante do orçamento científico e tecno-lógico dos EUA para fins militares eagora para projetos “totalitários” deapropriação-expropriação do ser vivo“é a manifestação mais evidente, dandoum conteúdo sinistro à sociedade queveria o triunfo do capital cognitivo”.

A reflexão realizada por Orsi eCoriat (2003) ao procurar, na seqüên-cia da crise da bolha sobre a Nasdaq edas inúmeras falências que seguiram aqueda das Bolsas, entender o processode complementaridades construído,principalmente nos EUA, entre umregime de direitos de propriedadeintelectual e um conjunto de regula-mentações inéditas sobre o mercadofinanceiro, que permitiram a pro-moção das chamadas “firmas inovado-ras”, reforça a hipótese de Chesnaissobre o lugar prioritário de análise dofinanceiro e não do tecnológico. Osautores refletem sobre a série demudanças ocorridas nos últimos vinteanos nos direitos de Propriedade Inte-lectual (DPI), promovidas pela Adminis-tração e pela justiça norte-americana.Em primeiro lugar, a abertura dodomínio das patentes para novos ato-res, no caso, as universidades e labora-tórios de pesquisa acadêmicos, queuma nova legislação autorizava odepósito de patentes sobre os produtosde suas pesquisas, quando se tratam deinstituições que são financiadas porfundos públicos.

Para Orsi e Coriat este passo foidado com o voto do Bayh-Dole Act(1980) que introduziu uma série dedisposições novas e complementares. Aprimeira, como já assinalado, foi a auto-

rização para o depósito de patentessobre os resultados de pesquisas finan-ciadas com fundo público. Por outrolado, a possibilidade de cessão dessaspatentes sobre formas de licençasexclusivas a firmas privadas ou de cons-tituir com elas joint ventures, associaçõescujo objetivo será o de tirar partido dosconhecimentos desta forma cedidos,seja para fins de comércio, seja para suaviabilização enquanto produtos comer-cializáveis. O resultado foi a explosãodo número de patentes depositadospelos laboratórios públicos.

O Bayh-Dole Act veio provocaruma mudança fundamental na práticada pesquisa acadêmica, com a formaçãoem todas as grandes universidadesnorte-americanas dos escritórios detransferência de tecnologia (Technologi-cal Transfer Offices), e como conseqüên-cia direta, estas instâncias passam a jogarum papel decisivo na orientação dapesquisa, com uma ação que privilegiaaquelas pesquisas suscetíveis de serempatenteadas no prazo mais curto.Ainda,em numerosos casos, estas açõespoderão incidir no retardamento dapublicação dos resultados científicos,submetendo-se a publicação a depósi-tos de patentes prévios.

Estes novos procedimentospermitidos pela lei alteram completa-mente a natureza do entendimento, dosentido de “bem público” que revestiaaté então a informação científica.

Além dessa medida e também apartir de decisões da Corte de Justiça, odireito de propriedade intelectual elemesmo foi modificado, sendo a alteraçãomais substantiva aquela que consiste emabrir o domínio do patenteamento paraobjetos que até o presente não estavamsujeitos ou mesmo que eram proscritosde qualquer patenteamento. Dois domí-

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nios principais estão em jogo aqui, opatenteamento da vida e aquele dos“programas de computador”.

No domínio dos computadores,a autorização vai incidir sobre o paten-teamento dos algorítmos correspon-dentes à utilização simultânea deequações matemáticas, impactandosobre os elementos de conhecimentogenérico, correntemente utilizados pelacomunidade dos programadores edaqueles que concebem programas decomputadores. Mas é no domínio dasciências da vida onde as implicações sãomais radicais. Como informam Coriat eOrsi, a brecha foi dada pela medida queautorizou a General Electric a patente-ar um micro-organismo, a primeira deuma longa série que conduzirá final-mente ao patenteamento dos genes edas seqüências parciais de genes.

Assim, hoje nos EUA mais de50.000 patentes foram concedi-dos ou solicitados sobre oseqüenciamento ou o seqüen-ciamento parcial de gens […] avia esta aberta para uma verda-deira mercantilização do conhe-cimento cientifico. (Orsi yCoriat 2003: 2)

Um outro aspecto da maior gra-vidade está associado ao fato de que ospatenteamentos atribuídos são de ‘largoespectro’, quer dizer, eles cobrem e pro-tegem não as invenções cuja utilidadeseja confirmada, mas um amplo conjun-to de possíveis aplicações futuras. Destaforma, a Corte de Justiça dos EUA estáautorizando a “brevetagem” do próprio

conhecimento de base (input para futu-ras invenções) , ou seja, protegendo nãoapenas as invenções descritas, mas todasaquelas potencial e virtualmente capazesde derivar da utilização do conhecimen-to patenteado. Estaria então a Corte deJustiça desse país inaugurando uma erade privatização dos fundos comuns dadescoberta cientifica, dessa forma frag-mentadas e apropriadas de forma priva-da pelas firmas.

Outra mudança forte decorren-te da Bayh-Dole Act foi a entrada docapital financeiro no mundo da produçãodo conhecimento, quando em 1984 umaregulamentação da NASD16 permitiu acolocação no mercado e a cotizaçãode firmas deficitárias, sob a condiçãoque estas disponham de um forte“capital intangível”, que se constituibasicamente de direitos de proprieda-de intelectual. Outras alterações dedispositivos legislativos foram realiza-das, como o “prudent man” para per-mitir que os fundos de pensão fossemautorizados a investir uma parte deseus ativos sobre títulos de risco, o queantes era proibido. Com isto, viu-se aentrada no mercado de valores finan-ceiros de um conjunto de firmasnovas, deficitárias, mas julgadas, emrazão de seus ativos intangíveis, comode “alto potencial”.

Foi desta maneira que se criouno mercado norte-americano umacomplementaridade institucional entreos mercados financeiros e os Direitosde Propriedade Intelectual, fazendocom que uma boa parcela da “novaeconomia” encontrasse aqui sua ori-gem. Os resultados nefastos destas

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16 National Association of Securities Dealers, instância que sob a autoridade da SEC (Security Exchange Comissions) está enca-rregada de cuidar da regulamentação e da segurança das transações sobre a Nasdaq.

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medidas estão, em primeiro lugar naapropriação do processo do conheci-mento por firmas privadas e, em segun-do lugar pela condução do mesmo porinteresses imediatistas, voltados para amercantilização, que na pratica já temosvisto, de forma inaceitável, seja no casodos fármacos relacionados a AIDS,onde as populações mais necessitadasnão têm acesso aos medicamentosnecessários, seja pelo abandono de pes-quisas em doenças que atingem os paí-ses pobres, de pouco interesse para osgrandes oligopólios.

É a partir deste novo regime deacumulação, sob o comando do siste-ma financeiro e que faz das empresasreféns às normas de gestão e aos níveisde rentabilidade buscados pelos acio-nistas —a “corporate governance”,que se deve analisar o lugar da técni-ca— da pesquisa, do progresso técni-co, da educação, da circulação deinformações, dos sistemas de inovação,da aprendizagem organizacional e dagerência estratégica das organizações,bem como a orientação do consumopara a técnica . Diz Chesnais (2003: 9)que “sem a aplicação dos novos meiostécnicos para fazer crescer o montantede trabalho não pago, os gerentesteriam permanecido na impossibilida-de de satisfazer, mesmo de forma pas-sageira, as exigências dos investidoresinstitucionais em termos de taxa derentabilidade e de montante de fluxosde juros e dividendos solicitados pelocapital acionário”.

Os grandes conglomerados, por-tanto tiram vantagens das Novas Tecno-logias de Informação e Comunicação(NTIC), seja pela reorganização do tra-balho em torno de novos tipos de mate-riais automatizados; seja pelas redes efluxos entre unidades de produção, pelo

aumento progressivo das compras exter-nas e da sub-contratação, seja pela apro-priação de frações de valor produzidosem firmas menores e mais fracas na suacapacidade de negociação.

No mesmo sentido,Veltz (2000)afirma que a questão mais grave às quaisse deparam as empresas hoje, concerne à“contradição de fundo que subordina osprocessos que repousam sobre a mobili-zação subjetiva das pessoas à lógica friados mercados, reais e financeiros”. Ouseja, as empresas descartam as possibili-dades de cooperação interna, de intera-tividade e os aprendizados longos, comas exigências de uma rentabilidade bur-sátil, o que gera uma contradição para afirma, que em ambiente de concorrên-cia oligopolizada e de crescimentomundial lento, quando não interrompi-do pelas crises financeiras, passam a exi-gir renovação constante dos produtos eprocessos, reduzindo assim o período deestabilidade do trabalho, a capacidade deaprendizado individual e coletiva, quesão requisitos da eficiência. Além deestar constantemente exigido por novosprocessos internos, o trabalhador sedepara com a ameaça do stress dodesemprego.

Esta hegemonia do regime deacumulação à dominância financeira tempermeado a pesquisa cientifica e tecno-lógica, pela implantação de uma pon-tuação dos cientistas, pela multiplicaçãode formas de concorrência pessoal e de“financeirização” das recompensas nointerior dos laboratórios públicos e pri-vados, bem como nas redes cooperativas,criando rivalidades que só amesquinhamo conteúdo e a qualidade do avanço daciência.

A consolidação da chamadasociedade da informação e do conhe-cimento marcam, segundo Chesnais

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(2003a), o ponto de chegada de umaimensa acumulação social de conheci-mentos científicos e saberes técnicos,onde em sentido amplo, para o capi-talismo, o que mais importa é fazercrer que “o caráter socializado do tra-balho não seja reconhecido como tal,de formas a que a propriedade priva-da continue a aparecer enquanto qua-dro indepassável da criação, daapropriação e da utilização dos con-hecimentos. Esta sempre foi a apostamaior”.

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recibido 22/08/2007, aprobado 25/09/2007

Jorge Lazo Cividanes*

LUCHAS HEGEMÓNICAS Y CAMBIO POLÍTICO: el avance de la izquierda suramericana en perspectiva comparada

HEGEMONIC STRUGGLES AND POLITICAL CHANGE:

The Advance of the South American Left in Comparative Perspective

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Introducción

E l panorama político enAmérica Latina ha expe-rimentado en años

recientes cambios profundos e insospe-chados hace una década.Atrás ha queda-do un período marcado por elpredominio de estrategias políticas yeconómicas que muchos pensaban aca-baría con las tradicionales luchas ideoló-gicas y conduciría -según sus críticos- alestablecimiento de una suerte de pensa-miento único. Por aquel entonces, fren-te al fracaso de sus modelos y eldesmoronamiento y descrédito de sus

referentes mundiales, la izquierda en elcontinente lucía políticamente inerme ycondenada al dilema de elegir entre elostracismo o la metamorfosis. Esos díasparecen hoy bastante lejanos: la izquier-da ha vuelto de su destierro transfor-mando el escenario de la políticalatinoamericana, particularmente, al surdel continente.

En América del Sur, gobiernosde izquierda han ido apareciendo, enefecto, progresivamente: Venezuela(1998), Chile (1999), Brasil (2002),Ecuador (2002),Argentina (2003),Uru-guay (2004), Bolivia (2005), Perú

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Luchas hegemónicas y cambio político • Jorge Lazo Cividanes

ResumenEste artículo se ocupa del análisis de un fenómeno reciente: el avance de la izquierda enAmérica del Sur. Además de considerar factores institucionales y estructurales quecontribuyen a la comprensión de las distintas expresiones de la izquierda en el sur delcontinente, el análisis se centra en los aspectos ideológicos y discursivos que otorganunidad al fenómeno. Partiendo de la hipótesis de que el avance de la izquierda en laregión está ligado a un proceso de luchas hegemónicas en sociedades con crisisestructurales, este artículo ofrece evidencias que iluminan posibles factores causales yexplicativos del fenómeno, a partir de los supuestos de la Teoría del Discurso.

Palabras clave: América del Sur, izquierda, discurso, ideología.

AbstractThe object of this article is to analyse the recent phenomenon of the left’s advance inSouth America. Besides considering institutional and structural factors which contributeto the comprehension of the left’s diverse expressions in the south of the continent, theanalysis revolves around ideological and discursive aspects that give unity to thephenomenon. Starting from the hypothesis that the advance of the left in the region islinked to a process of hegemonic fights in societies with structural crisis, this article offersevidence that enlightens possible causal and explanatory factors of such a phenomenonfrom the perspective of discursive theory.

Key words: South America, left, discourse, ideology.

* Doctor en Ciencia Política de la Universidad de Salamanca. Docente de las Universidades de Québec y Ottawa, Canadá.Correo electrónico: [email protected]

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(2006), a lo que habría que agregar lostriunfos de Michelle Bachelet en Chile(2006) y las posibles reelecciones deLuís Inácio “Lula” da Silva en Brasil yHugo Chávez en Venezuela. Este fenó-meno ha suscitado un vivo debate entreacadémicos, políticos y periodistas,cuyas valoraciones son frecuentementeantagónicas y fuentes de nuevas polé-micas. Particularmente vigorosa ha sidola discusión en torno a la existencia ono de un “giro” a la izquierda de lapolítica latinoamericana1. A pesar de lavivacidad de la polémica, curiosamente,ello no se ha traducido hasta elmomento en la aparición de investiga-ciones que aborden el fenómeno demanera sistemática y permitan superarvisiones fragmentarias. Este trabajo pre-tende contribuir a llenar ese vacío. Paraello, analizamos con detenimientoaspectos cognitivos del fenómeno, ade-más de aquellos institucionales y estruc-turales que podrían estar modelando lasdistintas expresiones de una izquierdalatinoamericana que -como veremos-tiene unidad, pero es heterogénea.

En el presente, la heterogeneidadde la izquierda suramericana se expresa,por ejemplo, en aspectos institucionalesque sugieren la existencia de dos subgru-

pos dentro del conjunto de los casos aquíconsiderados (Argentina, Bolivia, Brasil,Chile, Ecuador y Venezuela). Existen, ental sentido, dos grandes patrones: por unaparte,países con niveles altos o medios degobernabilidad, donde el liderazgo y eltipo de coalición en el gobierno son decarácter institucional (izquierda institucio-nal) y, por la otra, países donde las condi-ciones son las opuestas (izquierdaextrainstitucional). En el primero grupo seencuentran Argentina,Brasil y Chile,y enel segundo,Bolivia, Ecuador y Venezuela.En el caso de la izquierda extrainstitucio-nal, la crisis de gobernabilidad y la apari-ción de formas de liderazgo noinstitucionales podrían estar ligadas alcolapso del sistema de partidos (Venezue-la) o a un debilitamiento acentuado deéste (Bolivia y Ecuador).Por el contrario,la izquierda institucional se presenta enpaíses donde, o el sistema de partidos semuestra saludable y las tensiones socialesson comparativamente menores (Chile),o el sistema de partidos es capaz de resis-tirlas y encauzarlas (Brasil y Argentina)2.

Desde esta perspectiva, un análisiscomparativo de la experiencia reciente enVenezuela sugiere que la estabilidad delsistema de partidos, en cuanto a continui-dad o rupturas, estaría relacionada con su

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1 Uno de los flancos del debate es sobre la distinción entre derecha e izquierda, una discusión clásica en el estudio dela política. La misma, desde luego, va mucho más allá de la oposición entre capitalismo y comunismo. En la esenciade los movimientos de izquierda se encuentra su aspiración recurrente a la igualdad. Esto no quiere decir que la dere-cha esté a favor de la desigualdad, sino que generalmente considera que es imposible eliminarla y que, por el contra-rio, intentarlo puede obstruir una suerte de lucha permanente que mejora a la sociedad en su conjunto. Eligualitarismo que persigue la izquierda no representa la utopía de una sociedad donde los seres humanos serían igua-les en todo, sino una tendencia a subrayar aquello que produce inequidades entre los hombres y a privilegiar las polí-ticas que procuran reducirlas o acabarlas. La izquierda está asociada a valores como la igualdad, la justicia y lasolidaridad. No obstante, como todas las nociones sufren cambios históricos, la naturaleza de la izquierda y los facto-res potencialmente explicativos de su avance o retroceso deben ser estudiados -como pretendemos aquí- de acuerdoal contexto histórico en el que son consideradas expresiones concretas (Bobbio 1996).

2 Las diferencias que establecemos respecto al estado de la gobernabilidad en estos países se basan en: 1) la presencia o node conflictos étnicos que contestan las nociones tradicionales de ciudadanía y el advenimiento de crisis constitucionalesy/o intentos de golpes de Estado y 2) mediciones sobre la estabilidad política y la efectividad de gobierno (Kaufmann,Kraay y Mastruzzi 2003). Asimismo, consideramos como institucional aquella coalición que resulta de negociacionessimétricas entre partidos (y no la suma de adhesiones en torno a un líder cuyo peso es muy superior al resto de inte-grantes del pacto), y no institucional, un tipo de liderazgo outsider, en el cual el líder carece de trayectoria política pro-longada dentro de un partido político. Para detalles, ver Lazo (2006).

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capacidad para absorber o canalizardemandas de sectores desplazados social ypolíticamente en contextos de grandestensiones sociales. Podría afirmarse, por lotanto, que: 1) la incapacidad de los actorespolíticos tradicionales para representaradecuadamente viejas y nuevas demandasy 2) su eventual aislamiento y deslegiti-mación, a consecuencia de lo anterior,podrían estar condicionando -allí dondela izquierda resulta victoriosa- la apariciónde un tipo u otro de izquierda: institucio-nal o extrainstitucional.

Desde el punto de vista econó-mico, los años previos a la llegada de laizquierda al poder revelan desempeñosdesiguales, con países en los que ciertascondiciones económicas (crecimiento,inflación, ingreso, niveles de pobreza,etc.) resultaron muy negativas (Argen-tina, Bolivia, Ecuador y Venezuela) yotros en los que el deterioro fue menor(Brasil) o, por el contrario, hubo pro-gresos (Chile). La aplicación de refor-mas estructurales en la región, por otraparte, no fue menos diversa, con casoscomo los de Argentina, Bolivia y Chile,donde se aplicaron de manera intensa,y otros como Brasil, Ecuador y Vene-zuela, de forma más bien exigua(Correa 2002: 91). Estas divergencias,en sí mismas, no aclaran ni explican elavance de la izquierda en el continen-te, pero iluminan la comprensión delfenómeno: las condiciones económicasseguramente han contribuido a mode-lar el tipo de izquierda que se presenta

en los diversos países.Visto así, diríamosque las condiciones económicas nega-tivas podrían estar incidiendo en eldeterioro de las condiciones institucio-nales, favoreciendo así la emergencia deuna determinada tendencia (moderadao radical) del fenómeno; tendenciasque, como veremos posteriormente, semanifiestan a través de elementos ideo-lógicos en los discursos.

Y es justamente en el plano deldiscurso donde la izquierda surameri-cana encuentra los ejes que la articulany le dan unidad. Los aspectos institu-cionales y estructurales que contribu-yen a comprenderla no son suficientespara dar cuenta de un fenómeno com-plejo, cuyos ángulos cognitivos son cla-ves para explicarlo. En tal sentido,partimos de la hipótesis de que el avan-ce de la izquierda en la región está liga-do a un proceso de luchas hegemónicasen sociedades con crisis estructurales.Para demostrar su plausibilidad, compa-ramos una muestra de discursos de unconjunto de presidentes que hanencarnado el avance de esta corrientepolítica en América del Sur, con elobjeto de que ello nos permita: 1) ubi-car y comparar los elementos funda-mentales que los componen desde elpunto de vista ideológico3 y 2) diluci-dar posibles claves causales y explicati-vas del fenómeno, a partir de lossupuestos de la Teoría del Discurso4.

El trabajo está dividido en cincopartes. A la introducción -en la que ya

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3 Nos referimos a los planos estructurantes de la ideología: representaciones, actitudes y acciones. La ideología está asocia-da al “conjunto de representaciones que acompañan las acciones que, en una sociedad dada, orientan la conquista o laconservación del poder” (Baechler 1976: 60). Para una descripción mayor, ver Lazo (2002).

4 La Teoría del Discurso es un programa de investigación que concibe la sociedad como un orden simbólico en el cuallos antagonismos y las crisis estructurales no pueden ser reducidos ni determinados por relaciones o procesos económi-cos. Inspirada en las ideas de Gramsci y desarrollada alrededor del concepto de Hegemonía, esta teoría estudia la mane-ra en que las prácticas sociales contestan y articulan el discurso que constituye la realidad social (Laclau y Mouffe 2001;Howarth y Stavrakakis 2000; Howarth 2000;Torfing 1999).

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esbozamos rasgos institucionales yestructurales que caracterizan y diferen-cian los casos considerados- le sigue unapartado en el cual describimos la rela-ción que existe entre el lenguaje, el dis-curso y la hegemonía. Posteriormente,presentamos el protocolo y los resultadosdel análisis de los discursos seleccionadosmediante tablas que describen los planosideológicos de los mismos. Seguidamen-te consideramos de modo comparativoestos resultados desde la perspectiva de laTeoría del Discurso, antes de finalizarcon las conclusiones del trabajo.

Lenguaje, discurso y hegemonía: algunas premisas

Como sabemos, el lenguaje seencuentra en el origen de las relacionessociales y, desde luego, políticas. La polí-tica es, en buena medida, acción simbó-lica (Le Bart 1998: 117). Formalmente,el lenguaje es un sistema de posiblesdeclaraciones, un conjunto finito dereglas, que autoriza un número infinitode performances (Foucault 1998: 306). Es,además, una necesaria precondiciónpara el pensamiento, y no sólo nombrael mundo, también le da sentido y loordena5 (Burr 1995: 7; Lecourt 1999:413). Desde el punto de vista de la con-ciencia social, los límites del lenguajeson los límites del mundo (Wittgenstein1971: 149). El lenguaje es, por otraparte, indeterminado, y tal indetermina-

ción tiene importancia política: la luchapolítica involucra la contestación designificados fijados por proyectos políti-cos previos y su rearticulación en nue-vas cadenas de significados (Nash 2000:29). El lenguaje es, de ese modo, unespacio de variabilidad, desacuerdos yconflictos potenciales, por lo que invo-lucra relaciones de poder.

El lenguaje transforma el mundoe incorpora las cosas de éste a través dela significación (Taylor 1995: 107). Sinembargo, los significados son históri-cos, por lo cual, el único modo de teneracceso al significado de una declaraciónes situándola en su contexto de mundo.Una palabra, expresión o proposiciónno tiene, en consecuencia, significadoen sí misma, lo adquiere por la forma-ción discursiva en la que es producida ycambia de significado de acuerdo a laposición sostenida por aquellos que lausan (Pêcheux 1982: 111). El discursoopera, entonces, como una construc-ción social y política que establece unsistema de relaciones entre diferentesobjetos y prácticas y provee posicionescon las cuales los agentes sociales seidentifican (Howarth y Stavrakakis2000: 3).

En tanto práctica articulatoria,todo discurso es construido como unintento de edificar un “centro”, desaturar un determinado espacio social ycognitivo6. Los puntos privilegiados del

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5 Recordemos que el mundo “objetivo” está estructurado en secuencias relacionales que no tienen sentido de finalidad y que norequieren significado alguno. Por el contrario, la conciencia es intencional (Anderson, Hughes y Sharrock 1986: 22). Que unobjeto sea un objeto del discurso no tiene que ver con el hecho de si hay un mundo externo al pensamiento, ni con posicio-nes de realismo o idealismo. Cada estructura discursiva tiene un carácter material: un terremoto es un evento que existe cierta-mente con independencia de nuestros deseos, externamente al pensamiento,pero su especificidad como objeto, sea en términosde fenómeno natural o castigo divino, depende de la estructuración de un campo discursivo (Laclau y Mouffe 2001: 108).

6 Lo social es un espacio no saturado en el que toda positividad es metafórica y subvertible La ausencia de este espacio satu-rado obedece a que lo social carece de esencia (Laclau y Mouffe 2001: 96). No hay vínculo entre objetos y palabras, más quelas convenciones sociales (Nash 2000: 28). No existe algo así como un lenguaje descriptivo neutral (Bernstein 1983: 3). Demodo que la realidad es intangible, pero no inefable, lo que permite una variedad de expresiones simbólicas de la experien-cia (Voegelin 1978: 147). En tal sentido, la proposición es una pintura de la realidad, un modelo de cómo la pensamos. Unaproposición, a fin de cuentas, sólo puede decir cómo es la cosa, no lo que ella es (Wittgenstein 1997: 49, 63).

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discurso son llamados “puntos noda-les”, los cuales son significantes privile-giados en el discurso que atan o juntanun sistema particular de significados ocadena de significantes (Laclau yMouffe 2001: 112).Tomemos un ejem-plo clásico: un número preexistente ydisponible de significantes (democra-cia, Estado, libertad, etc.) adquiere unnuevo significado, al ser articuladosalrededor del significante “comunis-mo” (el punto nodal). Gracias a suintervención, tales elementos son trans-formados en “momentos” del discursocomunista; es decir, su significado esparcialmente fijado por el punto nodal.La democracia adquiere, por ello, el sig-nificado de “democracia real”, opuestaa la “democracia burguesa”7 (Howarthy Stavrakakis 2000: 8).

Este proceso articulatorio es elmismo que, mediante la constituciónde equivalencias y diferencias, constru-ye identidades sociales y sienta las basespara la conformación de visiones demundo (tan precarias e inestables comolas propias identidades). Desde estaperspectiva, un proyecto político, cuan-do deviene hegemónico, opera comoun imaginario social, que configura un

horizonte de inteligibilidad en el quesólo se reconocen la coherencia y legi-timidad de ciertas demandas y posicio-nes autorizadas para los sujetos8.Desconociendo su historicidad y con-tingencia (lo propio de la ideología) ysiguiendo la lógica que impone talhorizonte, el discurso que lo encarna sepresenta como la única manera posiblede pensar lo político.

El proceso de construcciónhegemónica es complejo9. En princi-pio, hay que entender una paradoja: lahegemonía tiene que ver con objetos(de representación) que dentro delámbito social son al mismo tiempoimposibles y necesarios10. La articula-ción hegemónica sólo es posible cuan-do sobre tales objetos opera ladicotomía particularidad-universalidad.En virtud de que lo universal no esrepresentable directamente (no hay unconcepto que corresponda al objeto),cualquier tentativa de representaciónconstituye inevitablemente una distor-sión. La pretensión de que una particu-laridad se transforme en representacióno tome el lugar de lo universal está, jus-tamente, en el centro de las relacioneshegemónicas (Laclau 2000: 56).

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7 Dentro de la Teoría del Discurso, se distinguen dos tipos de significantes,“momentos” y “elementos”. Los primeros corres-ponden a las posiciones diferenciales que aparecen articuladas dentro de un discurso (como “democracia real”). Los segun-dos (democracia, libertad, etc.) son aquellas diferencias que no son articuladas discursivamente en razón del carácter “flotante”que adquieren en un período de crisis social y dislocación. En razón de que todas las formas sociales son contingentes, latransición de “elementos” a “momentos” nunca es completa (Howarth y Stavrakakis 2000: 8).

8 Un imaginario es un horizonte, y un horizonte es limitado y finito, pero esencialmente abierto (Bernstein 1983: 143).9 Aunque utilizado por la socialdemocracia rusa y el leninismo previamente, fue con Antonio Gramsci que el concepto de

hegemonía adquirió mayor importancia. Desde la perspectiva de Gramsci, las crisis económicas producen eventos históricosfundamentales, que crean un terreno favorable para la diseminación de ciertos modos de pensamiento y maneras de formu-lar y responder a los problemas en una sociedad (Gramsci 1999: 208). Estas ideas son retomadas por Laclau y Mouffe, quie-nes definen la hegemonía como una práctica articulatoria en la que puntos nodales fijan parcialmente los significados de losocial en un sistema organizado de diferencias, eliminando los restos de economicismo que permanecían en Gramsci (Laclauy Mouffe 2001: 134-137).

10 Laclau nos propone el caso del cero para ejemplificar su idea:“the zero is always called a one,when the zero is actually name-less, innommable. So we have a situation in which: 1) a systematic totality cannot be constituted without appealing to some-thing radically heterogeneous vis-à-vis what is representable within it; 2) this something has, anyway, to be somehowrepresented if there is to be a system at all; 3) as this will, however, be the representation of something which is not repre-sentable within the system -even more: the representation of the radical impossibility of the representing the latter- thatrepresentation can take place only through tropological substitution” (Laclau 2000: 68).

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Lo que determina en distintas cir-cunstancias que un significante y no otroocupe la función significativa pertenecejustamente al campo de la política. En elpaso de lo particular a lo universal, la rela-ción hegemónica requiere la producciónde “significantes vacíos”. En ese sentido,las operaciones hegemónicas podríamoscomprenderlas como la representaciónde la particularidad de un grupo que seconvierte, mediante la producción de unsignificante vacío, en la encarnación de lanecesidad ausente, del objeto imposible(Laclau 1996: 44). El que cada uno deestos elementos se integre en un procesoarticulatorio hegemónico es posible,dado el carácter incompleto y abierto delo social (Laclau y Mouffe 2001: 93). Sinembargo, no toda articulación suponeuna práctica hegemónica; son necesariasdos condiciones: la presencia de fuerzasantagónicas y la inestabilidad de las fron-teras que las separan.

En consecuencia:1) la articulaciónde un discurso político sólo puede tomarlugar alrededor de un significante vacíoque funcione como un punto nodal, 2)dada la apertura de lo social y la infinituddel campo discursivo, las prácticas de arti-culación consisten precisamente en laconstrucción de puntos nodales, 3) todolo cual nos lleva a que el objetivo de unproyecto hegemónico es construir y esta-blecer puntos nodales (Howarth y Stav-rakakis 2000: 15). El discurso neoliberales un buen ejemplo, en la medida queredefinió los términos del debate políticoy conformó una nueva agenda caracteri-zada por sus ataques al centralismo yburocratismo del Estado, la celebraciónde la iniciativa individual y las virtudes

del mercado como mecanismo de regu-lación. La predominancia de estos“momentos”del discurso neoliberal obli-gó a las fuerzas opositoras a reconsiderarsus concepciones sobre la relación entreel Estado, la economía y la sociedad (Tor-fing 1999: 102).

Las prácticas hegemónicas son, enconsecuencia, una forma de actividadpolítica que envuelve la articulación dediferentes identidades y subjetividades enun proyecto común, y la formaciónhegemónica es, por su parte, el resultadou outcome del proyecto. Esta formaciónhegemónica lo es hasta que se presentauna situación de dislocación que proveelas condiciones para la construcción derelaciones antagónicas entre los agentes.Es decir, la dislocación quiebra identida-des y discursos, hace visible la contin-gencia de la estructura discursiva y creaun vacío de significado que estimulanuevas construcciones discursivas, lascuales intentan saturar (fijar) las estructu-ras dislocadas (Howarth y Stavrakakis2000: 13). La crisis de un discurso políti-co dominante constituye,por ello, la pro-gresiva desarticulación de sus elementosconstitutivos (Laclau 1970: 188). La dis-locación sería, entonces, una situación enla que los elementos en la estructurasocial no están representados adecuada-mente, y ello produce una crisis en laformación hegemónica presente.

La articulación hegemónicasupone, por otra parte, antagonismo, quetiene que ver con los procesos de identi-ficación. Y un antagonismo sobrevienecuando la presencia de un “otro” mepreviene de ser totalmente “yo”, cuandomi identidad fallida se articula11.Esta arti-

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11 La autodeterminación del sujeto, recordemos, es parcial:“as this self-determination is not the expression of what the sub-ject already is but the result of its lack of being instead, self-determination can only proceed through processes of iden-tification” (Laclau 1997: 55).

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Sur. Siguiendo a Miles y Huberman(2003: 58-61), hemos seleccionadocomo muestra cinco discursos de cadauno de los seis presidentes, bajo el cri-terio de “intensidad”: los casos expre-san el fenómeno con intensidad perosin carácter extremo. Los cinco dis-cursos, en cada caso, están integradospor una alocución o entrevista duran-te la campaña electoral, el discurso detoma de posesión, el discurso tradicio-nal ante la Asamblea de NacionesUnidas y dos alocuciones posterioresa las elecciones. No teniendo estamuestra una representatividad de tipoestadístico, sin embargo, expresaampliamente el fenómeno, comohemos corroborado a través de la lec-tura posterior de una decena de dis-cursos de estos mismos líderes ydiversas declaraciones en medios decomunicación. Los detalles de cadauno de los cinco discursos selecciona-dos se encuentran señalados en lasreferencias al final del trabajo (fuentesdocumentales). Igualmente, en el aná-lisis utilizamos tres categorías (repre-sentaciones, actitudes y acciones13), yla unidad de registro utilizada para ladisección del texto fue la frase14. Unavez concluida la aplicación de la téc-nica a la muestra seleccionada, losresultados son los siguientes15:

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Luchas hegemónicas y cambio político • Jorge Lazo Cividanes

culación se realiza en el discursomediante un proceso de construcciónde diferencias y equivalencias entre losagentes sociales, como ocurre en unalucha hegemónica con el paso de loparticular a lo universal: si la lógica de laequivalencia expande un sistema dediferencias e instituye una frontera polí-tica entre dos campos opuestos, la lógi-ca de la diferencia consiste, al contrario,en la expansión de un sistema de dife-rencias mediante la disolución de ca-denas de equivalencias existentes(Howarth y Stavrakakis 2000: 11).Mientras la lógica de la equivalenciapermite dividir el espacio social con-densando significados alrededor de dospolos antagónicos, la lógica de la dife-rencia debilita y dispersa una polaridadde antagonismos12.

El discurso de la izquierda suramericana y sus claves ideológicas

Para llevar a cabo nuestro análi-sis, desde el punto de vista metodoló-gico hemos seguido el siguienteprotocolo. De acuerdo al procedi-miento de análisis cualitativo propues-to por Robert y Bouillaguet (1997),llevamos a cabo un análisis de conte-nido del discurso político de seis pre-sidentes de izquierda en América del

12 Un ejemplo es la Revolución Mexicana, donde el campo político quedó dividido entre los oprimidos (campesinos, obre-ros, pequeños propietarios, etc.) y los opresores (gobierno, Iglesia, empresarios, terratenientes, etc.), a pesar de las diferen-cias existentes entre cada unos de estos sectores (Howarth y Stavrakakis 2000: 11).

13 Estas categorías han sido operacionalizadas como sigue: consideramos que una “representación” es cualquier enun-ciado que comporta una creencia que sirve de principio generador de toma de posición en los procesos simbólicos.Las “actitudes” representan cualquier enunciado que evidencia una determinada predisposición u orientación deespíritu hacia un actor concerniente (positiva-aceptación o negativa-rechazo). Finalmente, las “acciones” serán aquíconsideradas como cualquier enunciado que invoque o guíe una movilización en términos de lucha vinculada a rela-ciones de poder.

14 Ello obedece a que la unidad mínima de significación (y de pensamiento) es la frase, cuyo sentido se revela medianteideas (Pereña 1999: 469).

15 Los enunciados de las distintas tablas son textuales y han sido extraídos del “texto” construido a partir de los cinco dis-cursos seleccionados como muestra. Por limitaciones de espacio, las tablas que aquí se presentan son una síntesis de lasproducidas por un estudio más amplio. Para ver detalles, consultar Lazo (2006).

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Representaciones Actitudes Acciones

• Hubo una primera independencia y hayuna segunda (social) posible y necesaria

• Después de la Independencia, el pueblofue traicionado por la oligarquía

• Son los pueblos, los colectivos, los quehacen la historia

• Los pueblos son la expresión y la voz deDios

• Los poderes públicos no son soberanos,el único soberano es el pueblo

• La revolución es la resurrección moral ysocial del pueblo

• Es necesaria una revolución social, econó-mica, política y ética

• La democracia burguesa-liberal fracasó• Es necesaria una democracia participativa

en la que el pueblo sea protagonista• El mundo necesita una nueva arquitectura• Las insurrecciones y el terrorismo son pro-

ducto de las injusticias sociales• Las FF. AA. deben participar en funciones

productivas para contribuir al desarrollo• La pobreza es la mayor de las plagas• El neoliberalismo salvaje no tiene sensibili-

dad por la gente y es el camino al infierno • Los paquetes estructurales del FMI han

sido veneno para los pueblos y son cau-santes de las convulsiones sociales

• La aplicación del neoliberalismo arrojó alos pueblos de América Latina a lapobreza

• Tanto el capitalismo occidental como elcomunismo fracasaron

• Es urgente un proceso de acumulación decapital nacional

• Los subsidios a la agricultura en el PrimerMundo son inmorales

• La deuda externa es para muchos pueblosimpagable

• Refundar la patria y rele-gitimar la democracia

• Impulsar una revolu-ción y un cambio demodelo político

• Luchar por una demo-cracia verdadera(social, participativa,protagónica)

• Crear un sistema dejusticia social

• Luchar por la dignidadde todas las personas

• Recuperar la identidady la soberanía

• Construir un modeloequitativo de relacio-nes internacionales

• Crear una Confedera-ción de Estados Sura-mericanos

• Transformar el actualmodelo económico poruno humanista

• Diversificar la econo-mía e impulsar el apa-rato productivo

• Refinanciar la deudaexterna

• Crear un Fondo Huma-nitario Internacional

• Recuperar el precio delpetróleo

• Transformar los ingre-sos del Estado en edu-cación y salud

• Reactivar la agricultura

• Positiva/ aceptación:

Pueblo,Indígenas,Militares patriotas,Cuba,Pobres, campesinos ypequeños productores,Empresarios honestos,Países de la OPEP

• Negativa/ rechazo:

Agentes del imperialismo,Gobierno de EE. UU.,Cúpulas políticas,Oligarquía,Medios de comunicación,Neoliberales,Agentes del “capitalismosalvaje”,FMI,Banqueros,Empresarios inescrupulo-sos

Tabla 1. Hugo Chávez

ESTRUCTURA IDEOLÓGICA

EJES

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Luchas hegemónicas y cambio político • Jorge Lazo Cividanes

Representaciones Actitudes Acciones

• La gobernabilidad democrática está vincu-lada con la viabilidad económica y lainclusión social

• La seguridad hemisférica requiere la adop-ción de políticas de inclusión y desarrollo

• La multilateralidad política y la integracióneconómica son las bases de un mundomás seguro

• El terrorismo se alimenta del hambre, de laexclusión y la ignorancia

• La educación es el factor que promuevemás la cohesión, la inclusión y el desarrollo

• La gobernabilidad depende de dar seguri-dad jurídica a todos

• Las FF. AA. deben contribuir al desarrollo ybienestar de la población

• La calidad de la democracia depende dela lucha contra la corrupción

• La democracia debe ser efectiva• El mercado organiza económicamente

pero no articula socialmente• La globalización crea oportunidades y

riesgos sin precedentes• El mundo necesita un nuevo paradigma de

desarrollo (inclusivo y equitativo)• No existe desarrollo sustentable con desi-

gualdad• Los modelos basados en el ajuste perma-

nente y la concentración del ingreso gene-ran exclusión social

• La apertura indiscriminada y la desapari-ción del Estado consolidaron un modelode exclusión y quiebre de la economía

• El éxito o fracaso de las políticas econó-micas se debe medir en crecimiento, equi-dad y niveles de pobreza

• Igualdad de oportunidades se logra coninclusión económica, a través de educa-ción y salud

• La integración debe basarse en la comple-mentación comercial mutua

• Nadie puede honrar sus deudas si nopuede crecer y vender sus productos

• Reconstruir la Patria• Refundar una nueva y

gloriosa nación• Recuperar los valores

de la solidaridad y lajusticia social

• Construir una AméricaLatina próspera,democrática y justa

• Condenar el terrorismo• Defender los derechos

humanos• Transformar los discur-

sos en realidades• Reafirmar la multilate-

ralidad• Hacer que el Estado

iguale donde el merca-do abandona y excluye

• Construir un modelode igualdad, justicia ydignidad

• Distribuir mejor la riqueza • Lograr un crecimiento

sustentable y equitativo• Fomentar un comercio

más justo • Fortalecer el consumo

interno• Favorecer una apertura

simétrica hacia losmercados

• Reestructurar la deudasoberana

• Lograr que la globaliza-ción opere para todos

• Reclamar corresponsa-bilidad de acreedoresen el tema de la deudaexterna

• Reconstruir un capita-lismo nacional que esti-mule la movilidad social

• Cuidar los equilibrios • Diversificar las expor-

taciones

• Positiva/ aceptación:

Pueblo, ONU,Madres de la Plaza deMayo,Patriotas fundadores,InmigrantesPostergados,Trabajadores, Clase media,Empresarios nacionales,Mercosur

• Negativa/ rechazo:

Ménem,De la RúaFMI,Acreedores privados,Sectores financieros,Martínez de la Hoz,Evasores de impuestos

Tabla 2. Néstor Kirchner

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EJES

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Representaciones Actitudes Acciones

• El autoritarismo impide la plenitud de lasoberanía

• La ciudadanía es la expresión concreta dela soberanía y la base del cambio

• La democracia se fortalece al introducirmayores niveles de justicia e igualdad social

• El gobierno tiene la misión de estimular yencauzar las energías del país, no de blo-quearlas

• La cohesión social y la institucionalidaddemocrática requieren un Estado de cali-dad y un sector privado abierto al cambio

• Para crear un mundo más seguro serequiere más y mejor globalización, nomás autarquía ni autoritarismo

• Los conservadores de hoy se llaman neoli-berales

• La verdadera seguridad sólo se puedealcanzar con la cooperación entre los pue-blos y Estados

• La salud es un derecho• La diversidad enriquece a las naciones• El éxito de la globalización depende de

que la gobernemos mejor • En el ámbito público, los ciudadanos son

todos iguales, en el mercado no • El mercado por sí sólo no llega a los sec-

tores más pobres, se necesitan políticaspúblicas

• El neoliberalismo es una ideología degra-dante que consolida la inequidad y laexclusión

• El neoliberalismo es una ideología conser-vadora que considera que la principallibertad es la de comprar

• A la gente le corresponde una participa-ción en los frutos de la estabilización

• El crecimiento con equidad es un temaeconómico, político, social, cultural y ético

• La discriminación y la intolerancia sonparte del problema de la pobreza

• Los flujos financieros incontrolados hacenvulnerables a los ciudadanos

• No podemos competir en el mundo si notenemos un grado mínimo de cohesiónsocial

• Unir el país en torno alfuturo y perder elmiedo a la libertad

• Luchar por un nuevomundo más solidario

• Fortalecer la confianzamutua y cooperaciónen el ámbito de ladefensa

• Preservar los derechoshumanos

• Defender a los gruposo sectores que nuncahan tenido el derechode ser diferentes

• Potenciar la responsa-bilidad individual ycolectiva

• Propiciar que la demo-cracia acabe con lainjusticia social

• Crecer con equidad • Buscar equilibrios

sociales• Luchar contra la injus-

ticia social, el clasismoy la exclusión

• Crear oportunidadesde trabajo y acceso ala educación paratodos

• Superar la discrimina-ción, la intolerancia yel racismo

• Cuidar los equilibriosmacroeconómicos

• Conciliar la internacio-nalización de las econo-mías con la protecciónsocial y la flexibilidadde los mercados

• Desarrollar las habili-dades competitivas delas empresas

• Abrir el proceso deintegración de Américadel Sur

• Positiva/ aceptación:

Ciudadanos,Jóvenes,ONU,Corte Penal InternacionalPostergados,Trabajadores,Empresarios,Mercosur,Comunidad Europea,EE. UU.,ALCA,OMC

• Negativa/ rechazo:

La derecha,Neoliberales,Terroristas

Tabla 3. Ricardo Lagos

ESTRUCTURA IDEOLÓGICA

EJES

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Luchas hegemónicas y cambio político • Jorge Lazo Cividanes

Representaciones Actitudes Acciones

• El Estado ecuatoriano debe ser expresiónde una población plurinacional y multiétnica

• La clase protegida por el Estado debe serel pueblo

• Los recursos del Estado pertenecen alpueblo y deben garantizar educación,salud y dignidad

• Si no pagamos la deuda social no pode-mos hablar de verdadera democracia

• Un buen Congreso es aquel que legislacontra la injusticia, el hambre y la pobreza

• Cuando el pueblo es el protagonista de sudestino consigue lo que se propone

• Sin el consentimiento de los gobernadosno hay democracia

• Las FF. AA. tienen como misión principaldefender al pueblo

• Mientras no logremos derrotar la corrup-ción, jamás saldremos adelante

• El narcotráfico es un problema social yeconómico, no militar

• El Plan Colombia persigue un fin geopolíti-co: neutralizar la protesta en el continente

• Cuba es un ejemplo de resistencia para elmundo

• Sin una sociedad internacional justa yequitativa no habrá paz

• En una auténtica democracia, la economíaestá al servicio del pueblo, no al revés

• La pobreza es la peor violación de losderechos humanos

• Los enemigos de Ecuador son el neolibe-ralismo y el neocolonialismo

• La deuda externa es endémica y acabacon la esperanza de un futuro mejor

• En el tema de la deuda hay corresponsa-bilidad de deudores y prestamistas

• La inflación sin control es el impuesto másperverso y despiadado

• La reducción de la pobreza requiere unaeconomía sana y estable

• Los mayores recursos del Estado deben desti-narse a reducir el abismo entre ricos y pobres

• La globalización no puede ser contrarres-tada con fijaciones de la Guerra Fríamaquilladas de nacionalismo

• En el mundo global la autarquía conduce ala disolución

• Conseguir la segunday definitiva liberación

• Refundar el país yrecuperar la soberanía

• Construir una demo-cracia participativa

• Salvar a Ecuador de ladepredación de lospolíticos de siempre

• Combatir la corrupcióny la impunidad

• Promover relacionesinternacionales basadasen la interculturalidad

• Promover la coexisten-cia pacífica y los dere-chos humanos

• Rechazar el PlanColombia

• Estimular una integra-ción latinoamericanamás allá de lo econó-mico

• Combatir la injusticiasocial

• Pagar la deuda social • No aplicar “paquetazos”• Luchar contra la

corrupción y repatriardineros mal habidos

• Promover programas dedesarrollo sustentable

• Promover la seguridadalimentaria

• Apoyar la competitivi-dad y la inversión pri-vada

• Desarrollar una culturaexportadora

• Lograr una incorpora-ción soberana a lacomunidad mundial

• Buscar una soluciónpara la deuda externa

• Enfrentar el desafío delALCA

• Positiva/ aceptación:

Pueblo,Militares patriotas,Campesinos,Indígenas,Iglesia católica,Cuba,Chávez,Intelectuales,Comunidad Andina,Mercosur,Empresarios honestos,Inversionistas extranjeros,Empresas estatales,Medios de comunicaciónimparciales

• Negativa/ rechazo:

Oligarquía,Derecha,Políticos corruptos,NarcotraficantesBanqueros corruptos

Tabla 4. Lucio Gutiérrez

ESTRUCTURA IDEOLÓGICA

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C olombia Internacional 66, jul - dic 2007, Pp 216, ISSN 0121-5612, Bogotá, Pp 96 - 119

Representaciones Actitudes Acciones

• La paz, la seguridad, el desarrollo y la jus-ticia social son indivisibles

• El camino a la paz es la lucha contra elhambre y la extrema pobreza

• Lo más sagrado es la dignidad humana• El hambre es un desafío y una emergencia

mundial • Con voluntad política es posible erradicar

el hambre en el mundo • La eficiencia en el manejo de los recursos

públicos es una forma de ser honesto• La democratización de las relaciones inter-

nacionales es tan importante para elmundo como la consolidación de lasdemocracias

• La democracia debe también ser social yeconómica

• La herramienta más poderosa para elcambio es el diálogo

• El crecimiento debe estar en función de lacreación de empleos y la distribución deingresos

• El neoliberalismo es un modelo agotadoque no generó crecimiento, sino estanca-miento, desempleo y hambre

• La cultura del individualismo conduce a ladesintegración

• Los acuerdos comerciales no son un fin ensí mismo, sino un medio para impulsar eldesarrollo y luchar contra la pobreza

• Los acuerdos internacionales no debenapuntar sólo a la creación de riqueza, sinotambién a su distribución

• Negociaciones pragmáticas son crucialespara lograr las metas del libre mercado

• La liberalización no debe requerir el aban-dono de políticas industriales, sociales ymedioambientales soberanas

• El proteccionismo de los países ricospenaliza a los productores de los paísesen desarrollo

• Defender la dignidadhumana

• Hacer la guerra a laextrema pobreza

• Pagar la deuda social• Transformar a Brasil en

una nación digna ysoberana

• Construir una Américadel Sur democrática,próspera y unida, conbase en la justicia social

• Edificar un orden inter-nacional más demo-crático que favorezcael multilateralismo

• Crear un fondo globalpara el combate alhambre

• Desarrollar programasde seguridad alimentaria

• Cambiar la cultura delindividualismo y la indi-ferencia

• Incrementar el coope-rativismo y la econo-mía solidaria

• Crear condicionesmacroeconómicaspara un crecimientosustentable

• Impulsar una alianzaentre capital productivoy trabajo

• Incentivar la exporta-ción con valor agregado

• Atraer inversiónextranjera

• Realizar una reformaagraria pacífica quegarantice tierras a losque quieran trabajarla

• Luchar por un comer-cio más justo

• Favorecer la sustitu-ción competitiva deimportaciones

• Positiva/ aceptación:

Trabajadores,Clases populares,Clases medias,Movimientos sociales,ONU,Comunidad negra,Campesinos,Sindicatos,IndígenasPueblo,Excluidos,Trabajadores,Inversionistas,Empresarios,Mercosur,Unión Europea

• Negativa/ rechazo:

OligarquíaNeoliberales,Proteccionistas del PrimerMundo

Tabla 5. Luís Inácio Lula da Silva

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Luchas hegemónicas y cambio político • Jorge Lazo Cividanes

Representaciones Actitudes Acciones

• Antes de la llegada del hombre blanco, lasnaciones indígenas tenían un modelosocial sin pobreza, ni hambre, ni racismo

• Los que fundaron Bolivia fueron oligarcas,por lo que se impone una refundación conla participación de los pueblos excluidos

• Los territorios indígenas han sido usurpados• La oligarquía blanca ha impedido el desa-

rrollo de la lengua, la religión y la culturade los indígenas

• En la raíz del racismo contemporáneo estáel colonialismo histórico

• El colonialismo contemporáneo se llamaglobalización

• Las convulsiones sociales en Bolivia sonproducto del racismo y el hambre

• La lucha de los pueblos indígenas por suautodeterminación debe acompañar la delos explotados contra el capitalismo

• Terroristas son quienes aplican el modeloeconómico del hambre y la miseria

• La seguridad jurídica depende de la segu-ridad social

• La cultura del narcotráfico es importada• En un Estado socialista deben primar la

igualdad y la redistribución de la riqueza • El capitalismo es un sistema inhumano y

salvaje al servicio de la marginación• El neoliberalismo es el principal causante

de los conflictos sociales • El libre mercado y la competitividad están

destrozando el planeta• La pobreza en América Latina tiene su ori-

gen en las normas de la economía mundialimpuestas a nuestras naciones

• Las políticas impuestas por EE. UU. gene-ran mayor pobreza y corrupción

• El problema de Latinoamérica no es laausencia de recursos, sino la distribuciónde la riqueza

• Los recursos naturales pertenecen a lospueblos

• Las minorías se enriquecen a costa de lasriquezas naturales de las naciones periféricas

• El ALCA es la profundización del neocolo-nialismo en favor de las transnacionales

• La deuda externa en los términos vigenteses impagable e inmoral

• Librarnos del colonia-lismo histórico y con-temporáneo

• Fortalecer el pensa-miento antiimperialista

• Reivindicar la historia delos pueblos indígenas

• Recuperar los territorios• Refundar los países lati-

noamericanos medianteasambleas constituyen-tes populares

• Construir nacionessoberanas libres deracismo, opresión ymarginación

• Defender la democracia• Acabar con el narco-

tráfico• Acabar con la desi-

gualdad y la injusticia• Devolver los recursos

naturales a los pueblosde América Latina

• Impedir las privatiza-ciones

• Volver a vivir en elmarco de la reciproci-dad, la solidaridad y lacomplementariedad

• Construir el socialismorespetando a losempresarios honestosy la propiedad privada

• Industrializar la explo-tación de los recursosnaturales

• Fortalecer las coopera-tivas y las pequeñasempresas

• Positiva/ aceptación:

Indígenas,Túpac Katari,Túpac Amaru,Sindicatos,Madres de la Plaza deMayo,Fidel Castro,Hugo Chávez,Intelectuales,Lula,Che Guevara,Subcomandante Marcos,Humildes,Pobres,Cocaleros,

• Negativa/ rechazo:

Élite blanca,Mestizos, Oligarquía,Terratenientes,Clase política, EE. UU.,George Bush,Medios de comunicación,Sectas religiosas,FMI,BM, Empresas transnacionalesALCA,Banqueros

Tabla 6. Evo Morales

ESTRUCTURA IDEOLÓGICA

EJES

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El avance de la izquierda en América del Sur: ¿la expresiónde una nueva hegemonía?

Más allá de la “epidermis” en lacual cada uno de los discursos expresaparticularidades de la dinámica internade cada país o del proyecto específicode cada candidato-presidente, el análisisdetallado de los resultados expuestos enlas tablas revela patrones comunes. Simiramos integralmente las tres catego-rías que componen la estructura ideoló-gica, podríamos subrayar que lasacciones propuestas son cónsonas conlas representaciones y las actitudes des-criben la división del campo políticoque la izquierda pretende establecer.Hay, por otra parte, una convergenciade todos los discursos hacia los temas dela injusticia social, la pobreza, la crisisdel modelo de desarrollo (neoliberalis-mo), la importancia del Estado comoactor económico y los desafíos que paralos países del área significan la globaliza-ción, la deuda externa y la inserción enlos mercados internacionales.

La izquierda pretende, asimis-mo, ser asociada al cambio, ya seamediante metáforas nacionalistas, laadopción de políticas públicas dife-rentes o la superación del pasado. Laizquierda converge en torno a unaserie de críticas alrededor del modelode desarrollo ligado a la economía demercado y de las presuntas secuelasque, sobre el conjunto de la sociedad,dejó su aplicación, tanto en el ámbitosocial como en el económico y polí-tico. La crítica al mercado es unánime,aunque con matices. Desde un recha-zo total de Morales al mercado y lacompetitividad, por ser el origen delos males mundiales, hasta un modera-do Lagos acusando sus iniquidades (yreivindicando, en consecuencia, el

ámbito de lo público); la visión deconjunto sería que el mercado exclu-ye y afecta la cohesión social. Elcomercio y el desarrollo no puedenperseguirse, entonces, a costa de ladesigualdad y la pobreza, frente a lacual hay que actuar con políticaspúblicas. La pobreza constituye, parael conjunto de nuestros casos, underecho humano violado, una actodiscriminatorio, ante el cual el discur-so de la izquierda promete el rescatede la dignidad.

Pero el mercado es un compo-nente del verdadero factor nocivo, elmodelo económico anterior. El neoli-beralismo es, desde la perspectiva detodos los discursos, el verdadero cau-sante de la situación de pobreza yexclusión de grandes sectores sociales.Es, por otra parte, una ideología aso-ciada al “neocolonialismo”, a convul-siones sociales, por la aplicación de los“paquetes” del FMI (Gutiérrez, Chá-vez y Morales); al individualismo y lafalta de solidaridad, que atentan con-tra la justicia social (Lula, Lagos,Kirchner, Chávez). La crisis que atra-viesa la región es, en tal sentido, laconsecuencia de los años de su aplica-ción y requiere, para superarla, laimplementación de un cambio deparadigma: unas veces, un modeloeconómico nacional e inclusivo(Kirchner); otras, un desarrollo nacio-nalista con base en una economíasolidaria (Lula), en ocasiones unsocialismo con reminiscencias indige-nistas (Morales), o una tercera vía quesupere los fracasos del capitalismo y elcomunismo, la cual es llamada “eco-nomía humanista” (Chávez).

En su discurso, la izquierdasuramericana reformula los objetivosque deben ser perseguidos por las

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políticas públicas en el ámbito de laeconomía. El más importante detodos, desde luego, es alcanzar un cre-cimiento sustentable y equitativo.Sobre esa base debe medirse el éxitode tales políticas. Para lograrlo, serequiere diversificar las exportaciones(Kirchner, Gutiérrez y Lula), fortale-cer la acumulación de capital nacional(Chávez), fortalecer el consumointerno (Kirchner), pero siempre cui-dando los equilibrios (todos, exceptoMorales). Tales transformacionesrequieren, obviamente, de un cambiode rol del Estado. Si en los años delliberalismo el mercado corregía lasineficiencias del Estado, ahora se tratade lo contrario: el Estado corrige lostrastornos que produce el mercado,mediante la (re)distribución de lariqueza (todos) y la provisión de edu-cación y salud (Chávez, Lagos, Gutié-rrez, Lula y Kirchner). La buenaejecución del rol del Estado aumentala inclusión y mejora la cohesiónsocial.

Pero en el discurso de laizquierda suramericana, los cambios enel modelo económico representan sólouna parte de las transformacionesnecesarias. La crisis es económica, perotambién política. Los desequilibriossociales afectan la democracia y lagobernabilidad: las instituciones nece-sitan que haya cohesión social (Lagos),los órganos del poder público debenluchar contra la pobreza y las injusti-cias (Gutiérrez), con exclusión no esviable la democracia (Kirchner), lacorrupción afecta su calidad (Chávez,Kirchner, Gutiérrez). La justicia sociales necesaria para la salud de la demo-cracia y se debe, para ello, atender ladeuda social. En el mejor interés desatisfacer estos fines, la democracia, por

otra parte, debe ser “participativa”(Gutiérrez) o “efectiva” (Kirchner), o“protagónica” (Chávez), o “social” y“económica” (Lula). No necesaria-mente la burguesa-liberal que nos haservido de modelo durante décadas(Chávez, Gutiérrez). El verdaderosoberano es el pueblo (Chávez, Lagos,Gutiérrez, Morales) y hay que rescatarla identidad y la soberanía (Lula, Chá-vez, Gutiérrez, Morales).

El discurso, como hemos dicho,divide el campo de la política, y conbase en las actitudes descritas en las dis-tintas tablas, podemos conformar elmapa de actores con el que la izquier-da opera en América del Sur. La cate-goría sobre la cual todos los discursosconvergen en términos reivindicativoses la de desfavorecidos. Ello ocurreacompañado de una revalorización desectores de la sociedad, como campesi-nos, indígenas, comunidad negra,movimientos sociales y pequeños pro-ductores. Cuando se trata, por el con-trario, de sectores ligados al capital, lasituación es ambigua: hay quienes valo-ran positivamente a inversionistas yempresarios (Lagos, Lula); otros quedistinguen entre empresarios honestose inescrupulosos (Gutiérrez, Chávez,Morales), y aquellos que, cuando setrata de empresarios, prefieren que seannacionales (Kirchner). Los banqueros,en general, no son muy populares(Chávez, Kirchner, Gutiérrez, Morales)y los tenedores de deuda, ya sabemos,son villanos en el sur (Kirchner).

Ahora bien, tanto o más impor-tante es la división en términos de loque podríamos llamar metafóricamen-te la dicotomía “aliados”-“enemigos”.Aquí encontramos, nuevamente, lagran convergencia: el enemigo detodos, tanto interno como externo,

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Luchas hegemónicas y cambio político • Jorge Lazo Cividanes

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son los neoliberales. De allí en adelan-te hay matices de distintos tipos. Sihablamos en el plano externo de ladicotomía, entre ellos mismos se pre-sentan empatías: con Chávez (Gutié-rrez, Morales), con Lula (Morales,Chávez), con Fidel Castro (Chávez,Morales). Igualmente, existen antipatí-as o rechazos: George W. Bush (Mora-les, Chávez).Viendo el asunto respectoa los países, las actitudes hacia EE. UU.son algunas veces positivas (Lula,Kirchner), lo mismo que hacia Cuba(Morales, Chávez).Y si de organismosmultilaterales y acuerdos se trata, exis-ten actitudes positivas en los casos dela ONU (Kirchner, Lagos, Lula), Mer-cosur (todos), Comunidad Europea(Lagos, Lula y Morales), ComunidadAndina (Gutiérrez), OMC (Lagos), yALCA (Lagos); y negativas en los deFMI (Chávez, Kirchner, Morales), BM(Morales) y ALCA (Chávez, Morales yGutiérrez).

Respecto al enemigo interno, esidentificado unas veces como la oligar-quía (Chávez, Morales, Lula, Gutié-rrez); otras, como la derecha (Lagos,Gutiérrez); en ocasiones, como lascúpulas políticas (Chávez, Gutiérrez,Morales), o como figuras que algunavez las representaron: Ménem y De laRúa (Kirchner).

El discurso de la izquierda sura-mericana, como hemos visto, pivotaalrededor de la noción de justicia, que,en su caso, además, está articuladacomo un tipo particular de justicia: lajusticia social. Hemos dicho que lasoperaciones hegemónicas requieren latransformación de estos significantesvacíos en puntos nodales, y lo claveaquí es comprender cómo opera estepunto nodal en la dinámica que permi-te el paso de lo particular a lo univer-

sal. Esta dinámica facilita, por ejemplo,que un grupo o parcialidad (y sus inte-reses) encarne el interés colectivo (louniversal). Nuestros casos construyenun discurso en el que la izquierda seautorrepresenta como un proyecto(lucha contra el neoliberalismo) queencarna la alternativa y ofrece la posi-bilidad de satisfacer esa necesidadausente o faltante que aqueja a vastossectores desfavorecidos del continente(la justicia social).

Es evidente que la crisis delmodelo neoliberal a finales de losnoventa significó lo que en la Teoríadel Discurso se conoce como unaetapa de “dislocación”. Ello no es sóloevidente en los discursos que aquí sehan analizado; una simple revisióngeneral del debate sobre el mejormodelo de desarrollo para AméricaLatina desde finales de la década delnoventa hacia acá pondrá en evidenciael agotamiento del neoliberalismo, nosólo en términos de políticas públicas,sino sobre todo como corriente ideo-lógica dominante. No en vano, orga-nismos multilaterales como el BM y elBID, antiguos bastiones de la ortodo-xia económica neoliberal, vienendesde hace tiempo enfatizando laimportancia de factores institucionalesy reivindicando el rol del Estado en laeconomía.

Sin embargo, el simple agota-miento de un modelo económico(entendiendo por ello la incapacidadde éste para producir unos determina-dos resultados en un momento dado)no produce ni significa en sí mismouna situación de dislocación. Una dis-locación, recordemos, produce unquiebre de identidades y hace visiblela contingencia de la estructura dis-cursiva, crea un vacío de significado y

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estimula nuevas construcciones dis-cursivas. Es decir, en un momentodado, los elementos en la estructurasocial no están representados adecua-damente, y se dislocan. Si pensamos enel ocaso de la experiencia neoliberal,en el momento a partir del cual sobre-vino la dislocación de tal discurso, el“Estado”, el “mercado”, la “iniciativaindividual”, etc., se transforman enelementos “flotantes” que demanda-ban una nueva articulación.

Por ello, Lula, Kirchner, Gutié-rrez, hablan de “competencia”, de “eli-minación de barreras arancelarias”, de“condena a los subsidios”, de “defensasde los equilibrios”, etc. Se trata de“momentos” de este discurso, y comotales, no pueden verse en forma aislada:la significación que ellos adquierendentro de la formación discursiva de laque son parte depende de una articula-ción basada en la noción de justicia yno en la de competitividad (como losería en la perspectiva neoliberal). Estoes una clave para su comprensión, paraevitar lecturas aisladas de proposicionesy frases que, fuera de contexto, puedenparecer simples contradicciones, comola “sustitución competitiva de importa-ciones” (Lula). Hay otros ejemplos de laarticulación de “elementos” y su trans-formación en “momentos”: la demo-cracia se transforma en “democraciaefectiva” o “democracia social”; ladeuda, en “deuda social”; el desarrollo,en “desarrollo sustentable”; la ciudada-nía, en “ciudadanía económica”; laseguridad, en “seguridad alimentaria”16.Es decir, todos adquieren su significa-ción en el discurso de la izquierda sura-mericana a partir de un punto nodal: la

justicia (que, siguiendo la lógica, es ellamisma “justicia social”).

Ahora, una articulación hege-mónica debe reunir, para ser tal, la pre-sencia de fuerzas antagónicas y lainestabilidad de las fronteras que lasseparan (dislocación). La lógica de laequivalencia, como indicamos, permitedividir el espacio social condensandosignificados alrededor de dos polosantagónicos. En ese sentido, lo queencontramos en los discursos de nues-tros seis casos es la construcción de unapolaridad muy acusada entre neolibera-les (ellos) y antineoliberales (nosotros).El discurso de la izquierda suramerica-na, a grandes trazos, utiliza una lógicade equivalencias, por la cual se debilitany minimizan las diferencias existentesentre grupos o actores sociales en losdistintos países. Por una parte, pueblo,pobres, trabajadores, comunidades étni-cas, campesinos, etc., quedan todosagrupados bajo la noción de sectores“desfavorecidos” (con fuerte presenciade rasgos nacionalistas, principalmenteen los casos de Gutiérrez, Chávez yMorales). Por la otra, la clase política, laoligarquía, los banqueros, los terrate-nientes, ciertos sectores empresariales(deshonestos y apátridas), los organis-mos multilaterales (BM y FMI) y elgobierno de EE. UU. integrarían lacorriente neoliberal, que es siempreasociada a intereses imperialistas y anti-nacionales.

Conclusiones Este trabajo comienza descri-

biendo someramente algunos elemen-tos institucionales y estructurales queson mencionados con frecuencia

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16 Dentro del discurso de la derecha en Colombia, también es el caso de la política de “Seguridad Democrática”de Álvaro Uribe.

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como factores que en la actualidaddiferencian internamente a la izquier-da en América del Sur. Con base enlos tipos de coalición y liderazgo y lasituación de gobernabilidad que hayen cada uno de los casos considerados,apuntábamos la existencia de dosexpresiones, una institucional y otraextrainstitucional. Señalábamos ade-más que, no obstante su heteroge-neidad, la izquierda suramericanaencuentra -como vimos en el aparta-do anterior- su unidad en el planocognitivo del fenómeno. En los dis-cursos se pone de manifiesto una con-vergencia significativa en la agendapolítica que propone la izquierda y,desde el punto de vista ideológico,éstos siguen un patrón análogo en tér-minos de representaciones, actitudes yacciones políticas. Ello se hace aúnmás evidente cuando se establecencontrastes con discursos pertenecien-tes a otros espacios del espectro ideo-lógico, como en los casos de lospresidentes Vicente Fox y ÁlvaroUribe Vélez (Lazo 2006).

Con base en los elementos ide-ológicos descritos previamente (yreferidos a factores como 1) el mode-lo económico y el tipo de democraciapropugnada, 2) las valoraciones de losagentes económicos ligados al capital

y 3) la división interna y externa delos antagonismos políticos) es posibleestablecer una diferencia entre los dis-cursos que expresan posicionesmoderadas (izquierda reformista) yaquellos que manifiestan tendenciasmás bien antisistema o de ruptura(izquierda radical). Entre los primerosse ubican los discursos de Lula yLagos, y entre los segundos, los dis-cursos de Kirchner, Chávez, Gutiérrezy Morales. Desde esta perspectiva, enel sur del continente tendríamosvarias combinaciones de izquierdasvictoriosas. Por una parte, Argentina,que representa el caso de una izquier-da con un discurso de inclinacionesrelativamente radicales en medio deun entramado institucional que haresistido las crisis recientes del país;luego Brasil y Chile, donde tenden-cias discursivas moderadas se combi-nan con estabilidad institucional; yfinalmente, Bolivia, Ecuador y Vene-zuela, en los que confluyen incli-naciones radicales e inestabilidadpolítica (ver el cuadro 1).

Todo esto sugiere que, dentrodel conjunto de fuerzas que integranla izquierda suramericana, ahí dondelos resultados económicos fueronpeores y donde el sistema de partidosenfrentaba problemas mayores de

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INSTITUCIONAL EXTRAINSTITUCIONAL

RADICAL Argentina Bolivia

Venezuela

Ecuador

REFORMISTA Chile

Brasil __

Cuadro 1.

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gobernabilidad, el tipo de izquierdaque alcanzó el poder tuvo rasgosmenos institucionales y más radicalesen sus posiciones discursivas, que eltipo de izquierda que gobierna paísesdonde las condiciones materiales sedeterioraron menos o transitoriamen-te, y que no confrontan problemas degobernabilidad importantes.

Ahora, visto desde la perspecti-va de la Teoría del Discurso, nuestroanálisis deja en evidencia los compo-nentes mediante los cuales el discur-so de la izquierda latinoamericanaconstituye una formación hegemóni-ca que involucra la construcción deun imaginario social, de un horizon-te que dicta pautas sobre la legitimi-dad de demandas, posiciones yactores de la vida política. Comoseñalamos previamente, las hegemo-nías no son, por cierto, fenómenospermanentes ni que uniformizan, enel sentido de hacer desaparecer losantagonismos. Más bien son coyuntu-

rales y su duración depende del sur-gimiento de situaciones de crisis odislocaciones.

Así como una década atrás elneoliberalismo constituyó un horizon-te cognitivo que organizó la agendapública, redefinió roles y otorgó legiti-midades, el discurso de la izquierdaexpresa actualmente un nuevo hori-zonte que ha logrado desplazar el ima-ginario neoliberal.Tal cambio, además,prefigura una nueva hegemonía basadaya no en nociones como la eficiencia,la competitividad y las virtudes indivi-duales y del mercado, sino en nocionesrelativas a la dignidad, la justicia y lasolidaridad (ver la figura 1). Quienobserva de cerca la política latinoame-ricana sabe que, desde hace algúntiempo, ser etiquetado de “neoliberal”-un término académicamente reduc-tor, pero políticamente muy eficaz- esun sello que descalifica y deslegitima acualquier actor político en esta partedel continente.

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Luchas hegemónicas y cambio político • Jorge Lazo Cividanes

Figura 1. La construcción de una nueva hegemonía

Retroceso Avance

VIEJO HORIZONTE NUEVO HORIZONTE

NEOLIBERALISMO ANTINEOLIBERALISMO

Inclusión Justicia social

SolidaridadDignidad

MercadoCompetencia

Iniciativa individualEficiencia

Ciudadanía económica

Democracia social

IZQUIERDA

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Desde el punto de vista de lo quepodríamos considerar procesos causales,el giro a la izquierda en la región seexplicaría como una respuesta lógica aldesgaste y desplazamiento del horizontehegemónico anterior. La articulación deuna nueva hegemonía, además, otorga ala izquierda una posición privilegiada encuanto a legitimidad, dado que ella sepresenta a sí misma y simboliza la fuerzaantagónica que se opone a los efectosperversos y a los fracasos atribuidos alneoliberalismo y el mercado. Por otraparte, la instauración de este nuevohorizonte es no sólo el producto de untrabajo discursivo, sino que, en términosde coyuntura, el discurso de la izquierdase ha favorecido de un deterioro oestancamiento de las condiciones devida en el continente y se alimenta depercepciones negativas -muchas de ellascarentes de fundamentos o susceptiblesde ser matizadas- sobre los efectos de lasreformas estructurales.

En el contexto político actual dela región, la posibilidad de un avance dela izquierda no está determinada auto-máticamente por el cambio hegemóni-co, también importan las contingenciasnacionales, que en un momento puedenjugar temporalmente a favor o en con-tra de tal avance.Además de las contin-gencias nacionales, hay que tenerpresente que observamos un fenómenoen desarrollo cuyos límites temporalesson igualmente difíciles de precisar. Elnúmero de gobiernos de izquierda enAmérica Latina continúa aumentando,pero ello no quiere decir que la políticaen el continente siga una pauta lineal oexacta. En tal sentido, el cambio dehorizonte cognitivo y la formación deuna nueva hegemonía en la región colo-can a la izquierda en una posición defuerza, pero no la hace invulnerable.

Todo lo expuesto anteriormenterecalca la importancia del discursocomo plano de análisis politológico. Enun mundo donde vemos que antiguosclivajes políticos reaparecen, donde seconstruyen “ejes del mal” y “alianzas decivilizaciones”, las luchas ideológicas noson cosa del pasado. En particular, elfenómeno del cual nos hemos ocupadoen esta investigación nos parece difícilde comprender, explicar y interpretarsin un conocimiento adecuado de losfactores cognitivos que gravitan hoy enla política latinoamericana y, particular-mente, en la parte sur del continente.Teniendo en cuenta que en buenamedida se trata de acontecimientos endesarrollo, las conclusiones de esta inves-tigación vienen a llenar parcialmente unvacío en el estudio de los cambios polí-ticos recientes en el continente.

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recibido 15/08/2007, aprobado 18/09/2007

Arturo Cancino Cadena**

Carolina Albornoz Herrán***

LA INTEGRACIÓN REGIONALcomo instrumento de desarrollo para América Latina*

REGIONAL INTEGRATION as a Development

Alternative for Latin America

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Introducción

L as actuales tendencias delcomercio y la economíaglobal se remontan a la

reorganización internacional surgida dela última guerra mundial. En AméricaLatina, los cambios externos resultantesejercieron una poderosa influencia sobresus economías y alteraron el rumbo del

proceso de desarrollo emprendido en laprimera mitad del siglo XX.

Este documento empezará porreferirse a los procesos de formaciónde los Estados nacionales y la modali-dad de difusión del capitalismo enAmérica Latina, para a continuaciónhacer una descripción del desarrolloeconómico de los países de la región

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La integración regional • Arturo Cancino Cadena y Carolina Albornoz Herrán

ResumenEl artículo presenta una visión del proceso de desarrollo de los países de América Latina,en el marco de su relación con las potencias industriales y la evolución del capitalismo aescala mundial. La integración regional surge como una posibilidad para superar ladependencia económica, mediante el fortalecimiento y la diversificación de la industria,en un escenario de mercados compartidos y generación de valor a través de laincorporación de tecnología en las exportaciones. Pero las decisiones nacionales no setoman en el vacío, sino en medio de la confrontación de concepciones opuestas de laintegración y de conflictos entre poderosos intereses, que señalan caminos divergentespara las naciones latinoamericanas.

Palabras clave: América Latina, integración regional,ALCA,TLC.

AbstractThe article offers a view of the development process of Latin American countries in theframework of their relationship with the great industrial powers and the evolution ofcapitalism in a world scale. Regional integration arises as an option to overcomeeconomic dependence by means of industrial strengthening and diversification, in acontext of shared markets and value generation through the incorporation of technologyinto exports. National decisions are not made in a void, but in the middle ofconfrontations about opposite views on integration and in the midst of conflicts betweenpowerful interests that indicate divergent paths to Latin American nations.

Key words: Latin America, regional integration, FTAA, FTA.

* Este documento se basa en la investigación realizada por los autores sobre los procesos de integración y desarrollo en Amé-rica Latina, presentada en el marco de la II Semana Económica de la Universidad Central, en septiembre de 2007.

** Magíster en Estudios Latinoamericanos y profesor de la misma maestría en la Universidad Javeriana. Docente de las univer-sidades Nacional de Colombia y Central. Investigador del Observatorio Andino de la Universidad Javeriana y autor de variosartículos y publicaciones. Correo electrónico: [email protected]

*** Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Javeriana. Docente de la Maestría de Relaciones Internacionalesde la misma universidad y Coordinadora del área de Relaciones Internacionales de la Carrera de Economía de la Universi-dad Central. Correo electrónico: [email protected]

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en el siglo XX y del contexto históri-co mundial en la segunda mitad delmismo. Luego haremos una revisiónde los procesos de integración regio-nal iniciados por estos países desde losaños sesenta, y una evaluación generaldel impacto sobre la región de laestrategia de globalización adoptadadesde mediados de los setenta por elcapital monopolista, con centro polí-tico principal en Washington. El estu-dio concluirá con un análisis de loslogros, límites y oportunidades de losconvenios regionales, los problemasdel desarrollo y la disyuntiva queafrontan hoy los países de AméricaLatina entre los proyectos de librecomercio promovidos por EstadosUnidos en el hemisferio, por un lado,y aquellos de fortalecimiento yampliación de las uniones aduanerasconstruidas por los Estados latinoa-mericanos, por el otro.

Independencia política y desarrollo exportador

La formación de los Estadosnacionales latinoamericanos se iniciaen el siglo XIX, cuando los países de laregión se vieron liberados de la domi-nación colonial impuesta siglos atráspor las metrópolis europeas. Si bienestos procesos de independencia signi-ficaron en lo político el desarrollo deentidades estatales autónomas con rela-ción a los anteriores poderes coloniales,desde el punto de vista del desarrolloeconómico y social, para los nuevospaíses la Independencia no trajo deinmediato cambios profundos en lasestructuras coloniales.

Los Estados-nación latinoameri-canos se consolidaron lentamente, enmedio de serias dificultades, a lo largodel siglo XIX y parte del siglo XX. Lasluchas de independencia llevaron alpoder a las clases de origen criollo for-madas durante la época colonial. Elorden político que estas clases constru-yeron a lo largo del siglo XIX estuvodominado por dos ideologías, la liberaly la conservadora, cuyos intereses yobjetivos eran divergentes y, por tanto,fuente de enconados conflictos. A estose suma la emergencia de los caudillis-mos, personificados por líderes regio-nales que se apoyaban en un sistema delealtades personales.

Los caudillos detentaban unconsiderable poder político y sus ambi-ciones condujeron a numerosas gue-rras, muchas de ellas movidas sólo porun afán de provecho personal (Lambert1970).Aun así, contribuyeron a la uni-ficación de territorios que al final die-ron origen a los Estados centralizados;pero durante su proceso de formación,los países se vieron sometidos a des-tructivas confrontaciones, no sólo consus vecinos por el trazado de las fronte-ras, sino internamente, debido a losantagonismos entre las diferentes fac-ciones del poder político y económico.Algunas de estas disputas fueron exa-cerbadas y aprovechadas por potenciasextrarregionales con intereses econó-micos en la región1.

Según autores como Carlos Araya(1999: 113), el sistema político presenta-ba una situación contradictoria: en loformal, las constituciones políticas esta-blecían sistemas democrático-liberales,

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1 Eso sucedió en casos como los de la guerra de la Triple Alianza y la guerra del Pacífico, en los cuales los ingleses apoya-ron a aquellos países favorables a sus intereses.

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mientras que en la realidad prevalecía laautoridad de los caudillos. Esta contra-dicción entre la teoría jurídica y la reali-dad caudillista condujo a un proceso deinestabilidad política en la región queprovocó múltiples golpes de Estado einsurrecciones militares y la tendencia alcambio continuo de las normas consti-tucionales. Las leyes e instituciones crea-das durante este siglo configuraron unEstado que actuaba en beneficio de lasminorías privilegiadas dueñas del poderpolítico. Así mismo, la integraciónnacional se vio amenazada constante-mente por los localismos y los débileslazos de unidad territorial y política.

Los factores políticos, a su vez,incidieron en el proceso de formaciónde la estructura económica y social delos Estados latinoamericanos. El proce-so de independencia introdujo pocastransformaciones en las relaciones dedependencia frente a Europa. La épocade la Colonia se caracterizó por elmonopolio y la prohibición del comer-cio intrarregional por parte de lasmetrópolis, lo cual repercutió en elescaso desarrollo de la infraestructuravial entre los distintos países latinoame-ricanos, lo mismo que en la ausenciacasi absoluta de un intercambio mutuo.Esta situación no se transformó una vezindependizados los países, ya que per-manecieron muchas trabas y obstáculosa los intercambios entre las regiones,mientras se mantenía la orientaciónunilateral del comercio hacia las poten-cias europeas.

Durante la primera mitad delsiglo XIX fueron comunes el estanca-miento y la crisis económica en los paí-

ses latinoamericanos. Los mercados deexportación no mostraron especial dina-mismo2. Las guerras civiles minaron aúnmás el progreso económico latinoameri-cano al absorber considerables porcionesde los recursos nacionales. Los conflictosinterrumpieron el comercio y las comu-nicaciones, destruyeron las herramientaspara la producción minera, la ganaderíadisminuyó, muchas propiedades fueronconfiscadas, la inflación se incrementó yalgunos países contrajeron costosas deu-das externas (Boersner 2004). Los conti-nuos cambios políticos interrumpieronla construcción de infraestructura, asícomo el progreso de la educación, elcomercio y la inversión.

La situación de estancamientoeconómico experimentó un virajedurante la segunda mitad del sigloXIX, caracterizada por un auge de lasexportaciones. Las condiciones dedesarrollo del capitalismo y la promo-ción por las potencias noratlánticas deun sistema de división internacional deltrabajo originaron un fuerte estímuloque favoreció la expansión en AméricaLatina de las economías de exportaciónde bienes agrícolas y mineros. Lademanda de alimentos y materias pri-mas por parte de los centros industria-les de Europa y Estados Unidos, asícomo su interés de abrir nuevos merca-dos a sus capitales, indujeron a lasnaciones latinoamericanas hacia laespecialización en la exportación debienes primarios y la dependencia de laimportación de los productos manu-facturados y de capitales externos parafinanciar los servicios y medios detransporte modernos.

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La integración regional • Arturo Cancino Cadena y Carolina Albornoz Herrán

2 Fuera de los metales preciosos, el guano, la lana y los cueros, ningún otro producto encontró condiciones favorables enel mercado externo.

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Las economías de exportaciónlatinoamericanas se dividieron envarios grupos. En primer lugar estabanaquellos países exportadores de pro-ductos agrícolas de clima templado,que competían con la producciónagraria interna de los países industria-les. Corresponde a casos como los deArgentina y Uruguay, cuyas tasas decomercio exterior se elevaron sustan-cialmente entre 1850-1914. Otrogrupo de países, como Cuba y los cen-troamericanos, se dedicó a productosagrícolas tropicales. Su incorporación almercado internacional estaba limitadapor la competencia con otras regionescoloniales donde la mano de obra eraabundante y su costo bajo.Y un tercergrupo incluye los países cuyas econo-mías estaban ligadas a la extracción deminerales (Bolivia, Perú), generalmentepor medio de grandes unidades pro-ductivas bajo el control del capitalextranjero y administradas desde elexterior (Furtado 1973). La dinámicadel comercio exterior recibió el impul-so de capital foráneo que llegó atraídopor las vastas riquezas, salarios bajos yoportunidades de mayores rentas. Elgran flujo de inversiones se canalizóhacia la producción para la exportaciónagrícola y minera y hacia los negociosdel transporte y la banca.

De esta forma, la difusión desi-gual del capitalismo configuró en Amé-rica Latina un sector económicomoderno orientado hacia afuera, allado de un amplio sector tradicional yrezagado en el que eran comunes las

relaciones y formas de producción pre-capitalistas. Como indica WilliamGlade (1991: 43), “el capitalismo sehizo con el control de las alturas domi-nantes de la economía, orquestando losnuevos recursos de la región para querespondiesen principalmente a lasnecesidades de las economías nucleariasdel sistema mundial capitalista”. Almismo tiempo, diversos factores políti-cos, económicos y físicos hicieron queentre los países latinoamericanos preva-lecieran la desunión y la fragmenta-ción, a pesar de la existencia deiniciativas orientadas hacia la integra-ción de la región3. El legado colonialfavoreció, así mismo, la concentraciónde la tenencia de la tierra, que impedíael acceso a la misma de grandes secto-res de la población y forzaba la existen-cia de una mano de obra sometida alpoder terrateniente y condenada, engeneral, a la mera subsistencia. La mar-ginación de la mayoría de los habitan-tes de la economía monetaria retrasó laformación de mercados internosamplios que propiciaran la instalaciónde industrias modernas.

Emergencia de la industrialización e intervencionismo de Estado

Aunque el nacimiento de laindustria moderna puede rastrearsehasta las últimas décadas del siglo XIXen algunos países de América Latina,en realidad fue el colapso intermitentedel sistema internacional de comercio—que se inicia en la Primera Guerra

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3 En el siglo XIX surgieron dos visiones sobre la integración americana: de un lado, la visión bolivariana, que planteó lanecesidad de una integración entre los pueblos latinoamericanos no sólo frente a un posible intento de reconquista porparte de las antiguas metrópolis europeas, sino de cara al “coloso del norte”, que a medida que transcurría el siglo XIXiría revelando sus intereses expansionistas y hegemónicos sobre sus vecinos. De otro lado, la visión panamericana pro-movida por Estados Unidos hacia finales del siglo XIX, interesada en una integración comercial de los países america-nos que sirviera a la consolidación de su dominio político y económico en la región.

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Mundial y concluye en la SegundaGuerra Mundial— el que permitió elestablecimiento definitivo de la indus-tria manufacturera moderna en toda laregión. La dinámica exportadora y elcrecimiento demográfico habían favo-recido en muchos países la consolida-ción de varios centros urbanosimportantes y la presencia de unapoblación con una creciente capacidadde consumo, pero la mayor parte deeste mercado fue abastecido por lasimportaciones hasta el inicio del perí-odo de las guerras mundiales y la GranDepresión. En esta forma, al despuntarel siglo XX, en la región operaba aúnla división internacional del trabajoestablecida por Gran Bretaña desde elsiglo anterior.

Obligados por las restriccionesexternas resultantes de los conflictos ycrisis mundiales que se iniciaron en1914, los países entraron en la era de lasustitución de importaciones muchoantes de que se creara la Comisión Eco-nómica para América Latina y el Cari-be, Cepal, y que Raúl Prebisch le dieraun nombre a este modelo de desarrollo.Al mismo tiempo, en algunos países, losfracasos de las exportaciones debilitarona las élites agroexportadoras e interme-diarias que en forma excluyente con-trolaban el Estado, en grado suficientepara hacer posible el acceso al poder denuevas fuerzas políticas modernizado-ras, representantes de los sectores socia-les emergentes excluidos en el régimenanterior. Éstas lograron reorientar partede los recursos de las economías gran-des y medianas hacia la industrializaciónbasada en la ampliación del mercado

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interno. El proceso de desarrollo indus-trial tenía, sin embargo, una grave debi-lidad: dependía de la importación debienes de capital y tecnología de lospaíses del “centro” capitalista, para locual necesitaba las divisas provenientesde las exportaciones tradicionales, úni-cas con acceso disponible a los merca-dos de los países ricos.

Como lo describen los estudiosmás importantes de este período4, losgobiernos de la época, en especial lascoaliciones nacionalistas y populistas,hicieron uso efectivo de los poderes delEstado no sólo para proteger el creci-miento de la industria nacionalmediante los aranceles, la restricción deimportaciones y el control de cambios,sino para canalizar las divisas y el crédi-to hacia el abastecimiento y la amplia-ción de la capacidad productiva de estenuevo sector de la economía, así comopara construir la infraestructura básica yactualizar la legislación laboral a lasnecesidades del desarrollo capitalista.Yala Gran Depresión había puesto alorden del día el intervencionismo y elgasto estatal en los países industrializa-dos, cuyos gobiernos se habían vistoobligados a abandonar las doctrinas dellaissez-faire liberal y acoger el keynesia-nismo para afrontar la crisis económicay el malestar social. Pero lo que allá eraun cambio de estrategia a partir de uncreciente consenso promovido desdearriba, en América Latina implicaba lamovilización desde abajo de las nuevasfuerzas sociales contra los interesesatrincherados de las reducidas élitesligadas al modelo exportador y al capi-tal extranjero. Se trataba de quitarles a

4 La obra de Fernando Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina, constituye un aporte fundamen-tal y una referencia obligada de estos estudios.

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éstas el monopolio del apoyo estatal,reorientando el gasto público, parafavorecer el desarrollo “hacia adentro”;así mismo, despojarlas de una parte desus beneficios -mediante el manejoarancelario, cambiario e impositivo-para transferirlos a los sectores ligados ala economía no exportadora comosubsidios.

Los resultados de esta políticaen términos de desarrollo industrial,urbanización, progreso social y creci-miento económico son bien conoci-dos: a pesar de los frecuentesepisodios de estrangulamiento exter-no, desequilibrios cambiarios y pre-siones inflacionarias, históricamenteéste ha sido el período más dinámicodel desarrollo capitalista en AméricaLatina. Sin embargo, una vez corona-da la “etapa fácil” de la sustitución deimportaciones (bienes de consumo,principalmente no duraderos), losrequerimientos de inversión y tecno-logía se hicieron cada vez más grandesy el tamaño de los mercados internosinsuficiente para las economías deescala requeridas por muchas de lasempresas ligadas a la producciónindustrial de bienes de consumoduradero, bienes intermedios y bienesde capital. Los desequilibrios intersec-toriales, debidos al rezago productivode muchos sectores económicos clave-en especial, la agricultura, atada alpasado por el latifundio y el poderterrateniente-, la insuficiente creaciónde empleo industrial y la persistenciade altos niveles de desigualdad en losingresos, le fueron restando profundi-dad y capacidad transformadora alcrecimiento del mercado interno.Como consecuencia, el desarrolloindustrial comenzó a debilitarse,excepto en los países más grandes,

como Brasil y México. En estos últi-mos se dio, desde finales de los añoscincuenta, una nueva etapa de ex-pansión y diversificación industrialpresidida por la inversión de las trans-nacionales, que establecieron subsi-diarias atraídas por los beneficios delos mercados internos protegidos y elsuministro de insumos subsidiadospor el Estado, dando origen a nuevasramas manufactureras dedicadas a lafabricación de bienes de mayor com-plejidad tecnológica, como maquina-ria eléctrica, productos químicos yequipo de transporte.

Las propuestas y variantes de integración regional

En vista de las innegables difi-cultades que afrontaba el modelo deIndustrialización por Sustitución deImportaciones (ISI) -atribuibles al ca-rácter unilateralmente especializado delas economías latinoamericanas y ladifusión desigual del progreso técnicoque les imprimió el modelo agroex-portador-, la Cepal concibió la pro-puesta de integración regional. Éstaformaba parte de la estrategia de indus-trialización y diversificación de expor-taciones que esta organización veníapromoviendo, con miras a reducir ladependencia de la exportación de bie-nes primarios, cada vez más desventajo-sa para los países de la periferia, por latendencia al deterioro de los términosnetos de intercambio comercial.

Inspirada en el experimentointegracionista europeo, matriz de laactual Unión Europea, la Cepal plan-teó la construcción de uniones adua-neras que permitieran ampliar losmercados para las exportacionesindustriales mediante la desgravaciónrecíproca entre los países miembros y

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la unificación de sus aranceles frente alresto del mundo. Esto último implicael establecimiento de un ArancelExterno Común (AEC) y una políticacomercial compartida. La idea subya-cente es proporcionar a las industriascarentes aún de los capitales, la tecno-logía y la experiencia suficientes paracompetir con las de los países indus-trializados, un mercado de exporta-ción relativamente protegido que lespermita crecer y alcanzar progresiva-mente una mayor capacidad y lograrun acortamiento de la brecha produc-tiva respecto a los competidores mun-diales más fuertes. A cambio deaceptar por esta vía unos precios rela-tivos más altos para sus importacionesindustriales (o ingresos aduaneros másbajos), los países miembros apoyan elfortalecimiento y diversificaciónexportadora de su industria mediantelos mercados ampliados al ámbitoregional, así como el aprendizaje yprogresivo desarrollo tecnológico deésta y el incremento de su potencialcomo generadora de divisas. Con ellose esperaba en el mediano plazo pro-piciar la diferenciación industrial enlas economías periféricas, al tiempoque reorientar sus exportaciones hacialas manufacturas y empezar a eliminaruna de las causas de la tendenciaestructural a las crisis de su balanza depagos: los requerimientos de divisaspara importar insumos industriales y ladependencia para obtenerlas de losinestables mercados mundiales dematerias primas.

El contexto mundial en el quese plantea este esquema es el de unpersistente proteccionismo de los paí-ses desarrollados frente a las exporta-ciones latinoamericanas, incluidas lasde su industria liviana, no obstante las

negociaciones multilaterales sobreliberalización del comercio internacio-nal adelantadas en el marco del Acuer-do General sobre Aranceles y Tarifas(GATT, por su sigla en inglés). Por otrolado, desde comienzos de los añossesenta disminuye la tradicional oposi-ción del gobierno de Estados Unidos alas iniciativas de unión latinoamerica-na (percibida como inconveniente ins-trumento de mayor autonomíaeconómica y política), como conse-cuencia del ajuste de su política exte-rior, a raíz del triunfo de laRevolución Cubana en 1959 y del fra-caso de sus intentos posteriores dederrocar al gobierno de Fidel Castro.

El objetivo del viraje de la estra-tegia norteamericana era prevenir lapropagación del ejemplo cubano, apo-yando una gama de reformas democrá-ticas en América Latina que en elpasado Estados Unidos desestimulómediante su apoyo a gobiernos regresi-vos, o socavó directamente, como en elcaso del derrocamiento del gobiernode Arbenz en Guatemala, en 1954. Dehecho, en la reunión de Punta del Esteen 1961, donde lanza su programa de laAlianza para el Progreso, Washingtonadopta el enfoque cepalino sobre lanecesidad de una reforma agraria paraeliminar el rezago del agro y sentar lasbases para una mejor distribución socialdel ingreso.

El impacto del entorno internacional: las condiciones del mundo de la posguerra

Desde el fin de la Segunda Gue-rra Mundial, la economía estadouni-dense se impone en el mundocapitalista y registra una extraordinariaexpansión durante un cuarto de siglo.Ésta llega a su fin en los años setenta,

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capital mediante un proceso de fusio-nes y absorciones entre los grandesconglomerados7, acompañada del lan-zamiento de una cruzada por la desre-gulación de los mercados de los otrospaíses, la presión para el retiro del Esta-do de la orientación de la economía, laeliminación de los beneficios socialesde los trabajadores y la flexibilización dela contratación de la mano de obra.Para esta estrategia, el capital monopo-lista descarta las ideas de Keynes sobrela inversión pública compensatoria, laregulación estatal de los mercados y elpleno empleo, y adopta las tesis neoclá-sicas y las doctrinas del individualismo,como las de Hayek y Friedman, quesirven de justificación teórica a las polí-ticas neoliberales. Margaret Thatcher,en Inglaterra, y Ronald Reagan, enEstados Unidos, adhieren a sus postula-dos, sobre todo en la retórica de laofensiva neoconservadora contra elsocialismo y el “distributismo” social-demócrata, entonces en la cima de suprestigio.

El reciclaje de “petrodólares” porla banca internacional había originado,desde principios de los setenta, un cre-ciente flujo de capitales hacia el TercerMundo, en busca de mayores rentas.Parte sustancial de ellos se orientóhacia América Latina como préstamos,que originaron un creciente endeuda-miento. El alza desmedida de los tipos

con la recuperación europea y japone-sa, la derrota de Vietnam, la pérdida demercados5 y el rezago tecnológico, queocasiona la disminución de la tasa deganancia de las corporaciones nortea-mericanas. Comienza entonces lamigración masiva de capitales indus-triales hacia la especulación financieray bursátil, y el traslado de parte de lasoperaciones de manufactura a los paísesatrasados. El objeto de este desplaza-miento es la búsqueda de salarios másbajos para restablecer la tasa de ganan-cia corporativa por la vía de la explota-ción intensiva de la inagotable reservade mano de obra del Tercer Mundo.Tales el origen del movimiento globaliza-dor, potenciado por los avances técni-cos y la disminución de costos en lostransportes y las comunicaciones. Ungrupo reducido de países en desarrolloempieza a ser incorporado por lastransnacionales como base de algunasoperaciones manufactureras intensivasen trabajo, formando lo que algunosdenominan semiperiferia6.

Como resultado de esta reorien-tación de sus capitales, en Estados Uni-dos caen el crecimiento económico, laproductividad, los salarios y el empleo,y se producen las primeras recesionesmundiales de la posguerra, detonadaspor sucesivas alzas de los precios delpetróleo en 1973 y 1979. La respuesta ala crisis es una mayor concentración de

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5 Según la OMC, la participación de las exportaciones de Estados Unidos en el mercado mundial cayó continuamentehasta constituir en 2000 sólo el 17% del mismo, contra 44% de Europa y 27% de Asia.

6 Concepto que se refiere al nuevo papel en la división internacional del trabajo que desempeñan ciertos países asiáticos,latinoamericanos y centroeuropeos como plataformas de exportación de bienes fabricados por las transnacionales par-cialmente en su territorio.

7 En Estados unidos, entre 1985 y 1991, la participación de los grandes conglomerados pasó del 80% al 97% en el ramode electrodomésticos, y del 67 al 75% en el sector de transporte, sin hablar del sector financiero y de servicios, donde laconcentración fue aún mayor (Sotelo 1996: 32-33). Por otra parte, a finales de la década pasada, 12 empresas automotri-ces representaban el 78% de la producción mundial; 10 empresas de procesamiento de datos, el 100%; 7 empresas dematerial médico, el 90%; 8 empresas petroquímicas, el 50%; 8 empresas de poliestireno, el 69%; 7 empresas de autopar-tes, el 77%, y 6 empresas de llantas, el 85% (Oliver 1998: 46).

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de interés en Estados Unidos a princi-pios de los ochenta y una nueva desa-celeración de la economía mundial—que originó la contracción de losmercados externos para los productosprimarios de América Latina— ocasio-nan la cesación de pagos de los paísesdeudores, en medio de una nueva ymás prolongada recesión internacional.

La crisis de la deuda latinoame-ricana y la reprogramación de los pagosfue aprovechada por el FMI y el BancoMundial, orquestados por el Departa-mento del Tesoro de Estados Unidos(Plan Baker y Plan Brady, en 1985 y1989, respectivamente), para imponerlas reformas estructurales que forzarona los deudores a abandonar sus regula-ciones de la inversión extranjera,renunciar al control de sectores estraté-gicos por las empresas del Estado y eli-minar la protección del mercadointerno (Stallings 1994). Estas políticas,plasmadas posteriormente en el llama-do Consenso de Washington, en 1989,contribuyen al repunte del crecimientoeconómico de Estados Unidos a partirde los años noventa8.

Al contrario que en la época deoro del libre comercio —durante loscincuenta años anteriores a la PrimeraGuerra Mundial—, la reanudación dela dinámica del intercambio interna-cional en la segunda posguerra se desa-rrolla a través de bloques económicosregionales, estructurados con base enconvenios comerciales, uniones adua-neras, tratados bilaterales y acuerdos decooperación. En otras palabras, a pesarde las negociaciones multilaterales delGATT para promover la adopción

general de la cláusula de Nación másFavorecida (NMF) y la no discrimina-ción en el comercio mundial, la segun-da mitad del siglo XX registró enrealidad un auge del regionalismo y elotorgamiento selectivo de preferenciascomerciales. La actual Unión Europea(UE), cuyo origen se remonta a losaños cincuenta, es el primero y másacabado ejemplo de un bloque regionaly su contribución se considera decisivaen el crecimiento del poderío econó-mico europeo.

Luego del Consenso de Wa-shington, las agrupaciones subregiona-les que al principio se orientaron a laampliación de mercados y a la com-plementación sectorial, bajo la in-fluencia de la Cepal9, sufren en losnoventa un viraje hacia la mayor libe-ralización de los mercados, la desregu-lación económica y la atracción delcapital extranjero, dentro de lo quealgunos han bautizado como “regio-nalismo abierto”. Junto con una revi-talización del intercambio comercial,este nuevo marco de estirpe liberal haacentuado el desarrollo desigual de lasnaciones, al mismo tiempo que alientaun proceso de desnacionalización dela inversión e impulsa el desmantela-miento de las políticas de promociónindustrial, cuya importancia sólorecientemente empieza a ser revaluada(Peres 2006). Factores como la presióndel capital transnacional y los desa-cuerdos entre los gobiernos causaronel abandono prematuro de la planea-ción del desarrollo industrial y larenuncia a las grandes gananciaspotenciales de la misma.

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8 Una buena ilustración de esta fase de bonanza se puede encontrar en Los felices 90. Las semillas de la destrucción, (Stiglitz 2003).9 De este tipo fueron las Políticas Sectoriales de Desarrollo Industrial (PSDI), como las del Grupo Andino.

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La relación de los Estados nacio-nales con el capital transnacional tam-bién se modifica notablemente en estenuevo marco normativo: las transnacio-nales, a las cuales se obsequian condi-ciones óptimas con la desregulacióneconómica y las privatizaciones, con-centran sus inversiones en la adquisi-ción de empresas que les permitenlograr las mayores rentas y rotación delcapital (servicios públicos, bancos, ase-guradoras, plantas de ensamblajes omaquiladoras), sin conexión alguna conlos intereses reales del país anfitrión.Por el contrario, se acentúa su papel enel drenaje de capitales a sus países deorigen10, debilitando la acumulacióninterna, requisito medular del desarro-llo económico. De hecho, una porciónsustancial de los ingresos de capitalextranjero ya no están representados enInversión Extranjera Directa (IED)sino en inversiones “de portafolio”, decarácter especulativo, cuyo comporta-miento impredecible las ha convertidoen nuevas fuentes de volatilidad finan-ciera e inestabilidad económica. Lasvirtudes transformadoras de la inver-sión extranjera cada vez parecen másun espejismo. Como observa EdgarBejarano (1998: 32), “los mercadosfinancieros modernos están menosorganizados para crear riqueza yempleo y mucho más para extraer ren-tas comprando y vendiendo activos desegunda mano”.

Por otra parte, la producciónnacional, empujada a especializarse enla extracción de bienes primarios y laelaboración de productos de consumode escasa complejidad, tiende a despla-

zarse a las actividades de ensamblaje debajo valor agregado. Ello acentúa sudependencia de la importación de bie-nes intermedios y componentes yexplica su propensión a subordinarse a“socios” extranjeros (joint ventures) oentregar la propiedad de las empresas,así como la creciente demanda indus-trial de divisas para las compras en elexterior de insumos. El balance desdeel punto de vista estructural ha sidouna desindustrialización y reprimariza-ción de las economías latinoamerica-nas. Según la Cepal, la participación dela industria de América Latina en elPIB bajó de 17% en los años setenta al13,5% en los noventa. En conjunto, seha producido también un retroceso delos índices de crecimiento, en compa-ración con su comportamiento históri-co durante la mayor parte del siglopasado.

Rasgos de la estrategia integracionista y breve balance de los procesos

Contrariamente a la opinióngeneralizada, la Cepal no esperaba que laintegración regional desplazara alcomercio de los países latinoamericanoscon las potencias industriales, así comonunca consideró excluyentes la produc-ción industrial para el mercado internocon la promoción y diversificación delas exportaciones industriales de estospaíses. Lejos de predicar una supuestaautarquía latinoamericana basada en laintegración regional, la Comisión consi-deraba que el intercambio comercialcon el mundo desarrollado tendía aacentuarse: suponía que las necesidades

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10 Cálculos de Osvaldo Martínez, director del Centro de Investigaciones de Economía Mundial (CIEM), establecen que,entre 1991 y 2000, Estados Unidos sustrajo de América Latina, en forma de intereses, dividendos y transferencia de uti-lidades, US$603.900 millones (2002: 6).

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de importación de bienes de capital ytecnología aumentarían con la ex-pansión y diferenciación industrialinducida por las nuevas oportunidadesgeneradas por la dinámica integracionis-ta. En cambio, concebía los procesos deunión económica como mecanismospara fortalecer la posición negociadorade los países latinoamericanos, quepodría permitirles modificar gradual-mente las condiciones comerciales yfinancieras desventajosas derivadas de ladivisión internacional del trabajo.

Por otro lado, la propuesta deintegración regional no era una solu-ción aislada sino parte de una políticade desarrollo más amplia. Como pun-tualizan los investigadores Tavares yGomes (1998: 3):

Este papel estratégico atribuidoa la integración económica nosignificaba, sin embargo, que ellafuera considerada, en sí misma,como una vía alternativa dedesarrollo. Las posibilidades dereorientación del patrón deespecialización por una serie defactores estructurales internos[…] colocaban a las economíasde la región en condicionesextremadamente desventajosaspara industrializarse y competircon los países desarrollados. Así,en la visión de la Cepal, la inte-gración terminaría por conce-birse también como una políticaintegral de desarrollo nacional,dentro de la cual las reformasestructurales, destinadas a remo-ver los obstáculos internos, ocu-paban una posición clave.

Bajo la influencia de la Cepal,desde finales de los años cincuenta seempezaron a suscribir sucesivamentevarios convenios regionales de integra-ción. En 1959 se creó el MercadoComún Centroamericano, MCCA; en1960, la Asociación Latinoamericanade Libre Comercio, ALALC; en 1969,el Grupo Andino; en 1979, el CARI-COM, comunidad de países del Caribeangloparlante; en 1980, la AsociaciónLatinoamericana de Integración,ALADI, que reemplazó a la ALALC; yen 1991, el Mercado Común del Sur,Mercosur.

En su primera fase, los proyectosde integración regional consiguieron unaumento significativo del comercioentre los países vecinos, aunque no demanera uniforme: la dinámica tuvocomo eje ciertas relaciones bilateralesparticularmente vigorosas (Guatemala-El Salvador, en el caso del MCCA;Colombia-Venezuela, en el caso delGrupo Andino; Brasil-Argentina, queposteriormente fundarían el Mercosur).A partir de un nivel casi inexistente, lasexportaciones intrarregionales se eleva-ron a 12,6% en 1965, subieron a 14% en1970 y alcanzaron cerca del 18% en1975, año en que ya existía la ALALCpero aún no se había creado el Mer-cosur. Pero quizás el aspecto más im-portante es que las exportacionesmanufactureras desplazaron rápida-mente a las tradicionales en el co-mercio regional, y para 1975, yarepresentaban más de la mitad del total(53,9%)11. La fabricación regional debienes de capital aumentó su participa-ción del 4% al 15% en diez años. Dehecho, en la década de los sesenta, en los

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11 Cifras del BID citadas por Victor Bulmer-Thomas (1998: 355).

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comienzos de los procesos regionales deintegración, las exportaciones industria-les latinoamericanas de mayor compleji-dad, como maquinaria y equipo detransporte, tenían casi como único des-tino a los países de la región (Bulmer-Thomas 1998: 354). Sólo a partir de losaños setenta, las ventas al mercado mun-dial igualaron y luego sobrepasaron a lasventas regionales de estos bienes, lo queparece validar la hipótesis de la Cepalacerca del efecto positivo de los merca-dos regionales ampliados en la consoli-dación, aprendizaje tecnológico ymejoramiento del perfil competitivo delas exportaciones industriales, al menosen lo que respecta a algunos países.

A pesar de las dificultades paraponer en marcha una política industrialcoordinada, los acuerdos regionales deintegración provocaron un crecimientoinédito del intercambio intrarregional.En el caso del Grupo Andino, por ejem-plo, las ventas subregionales se multipli-caron por 12 durante la década, encomparación con las exportacionestotales andinas, que sólo crecieron 4veces (Grien 1994: 331). Este dinamis-mo, sin embargo, fue desapareciendodesde finales de los setenta, no sólo porel lento avance de las decisiones de inte-gración sino a raíz de la recesión mun-dial y la crisis de la deuda en losochenta. Con la desaceleración de laeconomía mundial iniciada en los añosprevios a la crisis de la deuda, el comer-cio exterior de América Latina en suconjunto tendió a estancarse como pro-porción del PIB. La iniciación de la“década perdida” se tradujo en una con-

tracción general de las importaciones,como resultado de las medidas de ajustedel sector externo impuestas por elFMI. Al mismo tiempo, las exportacio-nes crecieron poco, y tanto la depresióninducida por las políticas restrictivascomo el drenaje de capitales hacia losbancos acreedores y la caída de la inver-sión debilitaron la dinámica integracio-nista en la mayoría de los paísesdeudores12. Sólo Brasil y Argentina desde1986 respondieron a los efectos de lacrisis de la deuda y el cierre relativo delos mercados externos tradicionales conla iniciación de un importante procesode apertura recíproca de mercados ycooperación intraindustrial, que en1991 (ampliado con Uruguay y Para-guay) daría origen al Mercosur.

La lenta recuperación latinoame-ricana que se inicia a principios de losnoventa con el nuevo ciclo de IED(Inversión Extranjera Directa) y el ingre-so de capitales de corto plazo originauna apreciación de las monedas locales yuna tendencia al aumento desbordadode las importaciones. Favorecidas por lacaída de las tarifas y controles aduanerosy la apertura generalizada de los merca-dos internos, éstas pasan de representar el13% del PIB en 1990 al 28% en 1998.Las exportaciones también crecieron,aunque en menor proporción (del 15%al 23% del PIB en el mismo período).Pero excepto en los casos de México,República Dominicana y Costa Rica(unilateralmente dirigidas al mercadoestadounidense), este crecimiento pro-viene principalmente del impulso de lasexportaciones al mercado regional, favo-

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12 En 1980, los coeficientes promedio de exportación e importación de América Latina eran del 10% y 15%, con relaciónal PIB, respectivamente. Con la crisis de la deuda, las importaciones cayeron estrepitosamente y, a pesar de su recupera-ción en la segunda mitad de los ochenta, para 1990 sólo alcanzaron el 13% del PIB (Benavente 2001: 19).

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recidas por los procesos prácticamentesimultáneos de desgravación subregionalrecíproca dentro de los convenios deintegración. En la composición delintercambio exportador intrarregional semantiene la pauta inicial de estos proce-sos: predominan los productos industria-les sobre los bienes primarios, la mayoríade los primeros con débiles oportunida-des en los otros mercados externos.Ade-más, la parte más dinámica de las ventasindustriales no corresponde a las manu-facturas tradicionales, ligadas a las prime-ras etapas de la industrialización (comotextiles y calzado), sino a nuevas indus-trias “no tradicionales”, surgidas de unamayor diversificación industrial (Bena-vente 2001).

El aumento de los coeficientes delcomercio exterior en América Latina novino acompañado de una recuperaciónde las tasas de crecimiento económico alos niveles previos a la crisis de la deuda.Tras un breve repunte del crecimientoentre 1991 y 1997, la región volvió a caeren una “media década perdida”, comollamó José Antonio Ocampo al período1998-2003. Con la notoria excepción delos cada vez más escasos “fundamentalis-tas del mercado”, hoy generalmente sereconoce que las políticas del Consensode Washington han beneficiado princi-palmente a Estados Unidos y a las empre-sas transnacionales, al tiempo que hanrepresentado para los países en desarrollodesequilibrios recurrentes en la balanzade pagos, tasas de crecimiento mediocrese inestables, tendencia a altos niveles dedesempleo estructural, caída del salarioreal, peor distribución del ingreso yaumento de la pobreza.

Los gobiernos de los países ricosy las burocracias de las institucionesfinancieras internacionales (BancoMundial, FMI, BID) siguen insistiendo

en los supuestos beneficios de las refor-mas de mercado y la apertura de capi-tales, e incluso hablan de una segundageneración de reformas, que incluyeprofundizar la desregulación laboraleliminando “rigideces” como el salariomínimo. La estrategia de desarrollorecomendada se reduce a la atracciónde capitales internacionales, para locual hay que ofrecer a los inversionistasforáneos un ambiente adecuado queconsiste, ya no sólo en estabilidadmacroeconómica, sino apreciaciónmonetaria y altas tasas de retorno, tri-butación mínima, movilidad financierasin restricciones, salarios deprimidos ygarantías de cero interferencia estatal encuanto a imposición de obligaciones,pero otorgamiento de “trato nacional”en cuanto a oportunidades de inver-sión. Sin embargo, como lo reconocenincluso algunos estudios del BancoMundial, la evidencia muestra que elsolo aumento de la inversión no impli-ca necesariamente mayor desarrolloeconómico ni aumento del bienestarsocial, porque puede combinar una tasade rentabilidad privada alta con unatasa de rendimiento social baja o nega-tiva (Shiff y Winters 2004). Otra de lascondiciones de las reformas de merca-do, la promoción ortodoxa del librecomercio, deriva en la exposición de laproducción local a la pérdida del mer-cado interno frente a competidoresextranjeros no necesariamente más efi-cientes, sino mejor apoyados e, incluso,subsidiados por sus gobiernos.

La introducción de la estrategianeoliberal en Chile por la dictadura dePinochet constituyó el ensayo previo delas reformas de mercado a mediados delos setenta. Pero es en los noventa cuan-do se produce la adopción generalizadadel nuevo paradigma, con el ascenso al

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poder de una nueva élite, la tecnocracianeoliberal, que efectúa el relevo en ladirección del Estado de la llamada “clasepolítica” tradicional. Se puede pensarque esta última llegó a representar, enparte, los intereses de la burguesíanacional urbana y rural, así como los delos terratenientes, frente a los cuales losnuevos cuadros dirigentes hacen preva-lecer los intereses exclusivos de las mul-tinacionales, la oligarquía financiera y laburguesía intermediaria. Este proceso secumple en todos los países de la regiónen medio del desprestigio de los parti-dos tradicionales y el auge de persona-jes “modernos”, protagonistas del relevopolítico que cuentan con el aval deWashington (Ahumada 2000).

A pesar de éstas y otras condi-ciones externas adversas al desarrollo yde las tendencias disolventes del llama-do “regionalismo abierto” sobre losprocesos de integración, la aplicaciónde unos pocos instrumentos proteccio-nistas como el arancel externo comúnen convenios como la CAN (Comuni-dad Andina de Naciones) y el Merco-sur permitió preservar segmentos delmercado regional para las industriasinstaladas en los países miembros,defendiéndolas de la competencia desi-gual con las importaciones de EstadosUnidos y otras potencias industriales.Se logró así constituir un mercadoexterno importante para ciertos ren-glones de la producción nacional deestos países suramericanos -con signifi-cativa participación de bienes indus-triales de mediana y alta tecnología-,compensando en parte los efectosdepredadores sobre los mercados loca-les de las políticas de apertura comer-cial unilateral y el lento crecimientorelativo de las exportaciones tradicio-nales, afectadas por la tendencia secular

de beneficios decrecientes. La dinámicade las exportaciones a los mercadosregionales ha introducido, así mismo,un vector de diversificación industrialque tiende a modificar el patrón deespecialización de las exportacioneslatinoamericanas y contribuye a cam-biar la composición de las mismas haciabienes con mayor incorporación devalor agregado y tecnología, en compa-ración con las exportaciones tradicio-nales a los mercados de los paísesindustrializados, que siguen dominadaspor productos agrícolas y mineros.

Exportaciones, distribución,industrialización y desarrollo

Como observa José AntonioOcampo (2006), si se exceptúa elperíodo especial iniciado en 2004 (deincierta duración), en América Latinase ha registrado un débil vínculoentre el crecimiento del PIB y labalanza comercial, tendencia que seha acentuado con la disminución delos encadenamientos de las exporta-ciones con el sector productivo. Dehecho, los niveles históricamente másimportantes de crecimiento y desa-rrollo económico se produjerondurante la edad de oro de la sustitu-ción de importaciones, entre 1950 y1980, al tiempo con la pérdida de par-ticipación de la región en las exporta-ciones mundiales (Tavares y Gomes1998). Este período se caracterizó porun avance extraordinario en la indus-trialización, acompañado de aumen-tos en la inversión pública y laaplicación limitada de algunas políti-cas redistributivas, mediante subsidiossociales e impuestos progresivos alcapital. La participación de la produc-ción industrial en el PIB creció sincesar y se obtuvieron avances impor-

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tantes en los indicadores sociales: laesperanza de vida al nacer subió 12años, la mortalidad infantil descendióa la mitad (Green 1997: 9), la calidadde vida general mejoró en términosde educación, salud y nutrición. Semantuvo, sin embargo, inmodificadala estructura de tenencia de la tierra,fuente originaria de concentración dela riqueza.

El abandono de la sustitución deimportaciones y el desmantelamientodel dirigismo estatal trajeron resultadoscontradictorios. Estimularon el aumen-to de las exportaciones latinoamerica-nas, que crecieron a la tasa destacada del7,9% anual. Eliminaron algunos incen-tivos mal concebidos que promovíanineficiencias en ciertos sectores produc-tivos y atrajeron IED, dueña de ingentesrecursos de capital y tecnología avanza-da. Pero la mayor internacionalizaciónde las economías, inducida por las refor-mas de mercado, no produjo unaumento uniforme de la productividady del ingreso. En su lugar, se configuróun “dualismo” o aumento de la hetero-geneidad estructural característica delsubdesarrollo. Los factores de trabajo,capital y capacidad tecnológica que fue-ron desplazados por la apertura y lasprivatizaciones no fueron reasignados ala producción y se desembocó en unaumento del desempleo, el subempleo yla subutilización de recursos. “Ahorahay más firmas de ‘clase mundial’,muchas de ellas subsidiarias de empresastransnacionales, pero, a la vez, una por-ción cada vez mayor del empleo se con-centra en actividades informales de bajaproductividad”, puntualiza Ocampo(2004: 7). En las diez economías másgrandes de la región, el incremento dela productividad total de los factores poraño entre 1990 y 2002 fue sólo la déci-

ma parte del correspondiente al perío-do 1950-1980. En conjunto, el creci-miento regional por año del PIB delperíodo 1990-2003 (2,6%) no alcanzóni a la mitad del promedio de los trein-ta años anteriores (5,5%).Y el lento cre-cimiento acumulado del PIB per cápita(11% en los trece años) no se reflejó enuna disminución del porcentaje depoblación por debajo de la línea depobreza (40%) (Ocampo 2004: 9), loque indica que la distribución delingreso empeoró proporcionalmente ylos beneficios del crecimiento econó-mico no llegaron a los más pobres. Másaún, como observa Joseph Stiglitz(2003: 7-39), las políticas del Consensode Washington propiciaron un aumentode la inestabilidad económica, por lamayor exposición a los flujos financie-ros especulativos, mientras que se revir-tieron las tendencias a la convergenciaque mostraban las tasas de crecimientoeconómico con respecto a EstadosUnidos en el período anterior (ver elanexo 1), es decir, la brecha con ese paísdejó de reducirse y empezó a ampliar-se. Los resultados no pueden ser másdecepcionantes.

En otra región del mundo endesarrollo, en los países del Sudeste Asiá-tico, el curso de la historia fue distinto.Laindustrialización y el crecimiento econó-mico se reflejaron en un notable mejora-miento de la productividad y una mayordiversificación de las exportacionesindustriales, que sustentó una expansióneconómica firme y prolongada, sólo inte-rrumpida por la crisis de 1997. Paísescomo Corea del Sur y Taiwán (al igualque China e India) partieron de una dis-tribución social del ingreso más equitati-va, resultado de una reforma agrariaeficaz,y —tras la descolonización— con-solidaron esta relativa democratización

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previa de la propiedad con gastos masivosen educación y salud. Como consecuen-cia, la industrialización contó con unmercado interno más amplio, debido a laincorporación a la economía modernade vastos sectores de la población.A estose suma el compromiso del Estado conuna estrategia de desarrollo industrial y labúsqueda consciente de una participa-ción importante de sus manufacturas enlos mercados de los países ricos. Ellosupuso la formación de un fuerte sectorpúblico proveedor de insumos básicospara las industrias exportadoras, así comoel diseño de políticas claras de fomentoindustrial, incluidos crédito subsidiadopara las empresas y exenciones tributarias(Rodrik 2000), además de inversionesestatales en tecnología: la fórmula opues-ta al Consenso de Washington.

La comparación anterior de-muestra que la promoción de cualquiertipo de exportaciones no representagarantía alguna de desarrollo económico.Por otro lado, las simplificaciones sobreuna supuesta equivalencia de incrementodel PIB y mejora del bienestar social (lateoría de la filtración) tampoco tienenuna base sólida. Según el profesor Eduar-do Sarmiento, en primer lugar, no hayuna relación de causalidad entre creci-miento económico y mejor distribucióndel ingreso, como sostiene la teoría neo-clásica. La tendencia hacia la mayor omenor equidad en el ingreso depende delas políticas estatales y, en forma másgeneral, del modelo económico que seadopte.La evidencia histórica reciente nohace más que validar esta conclusión.Como subraya Sarmiento, “así lo corro-boran las experiencias [de las economías]de América Latina y Asia durante los últi-mos cuarenta años: mientras las primerasavanzaron con retrocesos en la distribu-ción del ingreso, las últimas lo hicieron

con mejoría.Lo mismo se puede decir delas economías desarrolladas que antes dela globalización progresaron con estruc-turas equitativas y después con estructu-ras inequitativas” (2002: 294).

En cambio, pocas dudas caben deque la mala distribución del ingresotiene incidencia directa en los altos nive-les de pobreza. La Cepal ha reunido sufi-ciente evidencia para concluir que elimpacto del crecimiento económico enla reducción de la pobreza es mayorcuanto más equitativa sea la distribucióndel ingreso. El mismo Banco Mundialatribuye el escaso éxito de un país comoColombia en la reducción de la pobrezaa una de las peores distribuciones delingreso en el hemisferio: el 20% máspobre de la población sólo percibe el2,5% del ingreso mientras que el 20%más rico se queda con el 61%. Estocorresponde a la alta concentración de lapropiedad.“2.313 propietarios son due-ños del 53% de la tierra rural y unos 300accionistas son dueños del 74% de lasacciones que se transan en Bolsa”, indicael economista Mauricio Cabrera (2007).

El aumento de la inequidad en elingreso está íntimamente asociado con elaumento del desempleo y el subempleo.El sesgo contra la creación de empleoformal que presenta la industria colom-biana (ver el anexo 2) es una consecuen-cia, no sólo de la “flexibilización” laboraly la caída del salario real, sino del virajehacia una nueva estructura productivabasada en el uso intensivo de componen-tes importados y la incorporación demenos valor agregado nacional, resultadode una integración vertical a los circuitosproductivos internacionales, cuya diná-mica está cada vez más separada de la baseeconómica local. Con la tendencia a sus-tituir trabajo e insumos nacionales porbienes semiterminados importados, las

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empresas reconvertidas no sólo rompenlos eslabonamientos productivos internossino que han favorecido una vasta desin-dustrialización13.Por tanto, la reversión deesta tendencia supone una reorientaciónde la estrategia de desarrollo que conduz-ca a promover una industrialización máshomogénea y diversificada, vinculadahorizontalmente con los otros sectoreseconómicos, mediante la cual se propa-guen extensamente el desarrollo econó-mico y el progreso social. Como destacaWilson Peres,

La diversificación de la estructu-ra productiva, mejorando la mez-cla de productos y el vector deespecialización internacional, esun factor determinante de la dis-minución de la brecha de pro-ductividad entre estos países y losde la frontera tecnológica inter-nacional… Tal diversificaciónpermite mejores eslabonamien-tos internos, lo que fortalece elimpacto positivo del crecimientoeconómico sobre la productivi-dad agregada. (2006: 72)

Los economistas neoclásicos con-traponen a esta alternativa la opción dellibre comercio, basada en la teoría ricar-diana de las ventajas comparativas.“Cuando los suministros de un paíssocio -ya exento de aranceles y, por con-siguiente,más baratos- desplazan las ven-tas de los productos nacionales, entran enjuego las dos fuentes de ganancia clásica:por una parte hay un ahorro de recursosreales al cambiar la producción, orien-tándola hacia la fuente de la ventajacomparativa y, por otra, los consumido-

res se benefician de precios más bajos (nodistorsionados). Esta creación de comer-cio mejora, sin duda alguna, el bienestardel país importador”, afirman Shiff yWinters (2004: 34).

De acuerdo con esta teoría, encondiciones de competencia perfecta(inexistente desde el tránsito de la librecompetencia al monopolio a comienzosdel siglo XX), los países y productoresobtienen el mejor resultado al especiali-zarse en la actividad económica que pre-sente las mayores ventajas naturales y allimitarse a importar lo demás. En conse-cuencia, se debe renunciar a fomentardesde el Estado otras actividades en prin-cipio menos eficientes, es decir, abando-nar la idea de una política de desarrolloorientada a crear deliberadamente venta-jas comparativas dinámicas. No obstante,en el mundo actual, regido por los oligo-polios transnacionales, el capital financie-ro y el desequilibrio de poder entre losEstados, es este último tipo de ventajas,creadas por la inversión, las economías deescala, la normativa internacional auspi-ciada por los Estados poderosos y la apro-piación de la tecnología, entre otrosfactores, el que construye las ventajasabsolutas que determinan el control delos mercados y el acceso a las oportuni-dades de desarrollo. Como aduce Dun-can Green (1997: 139), refiriéndose alpapel transformador de la política deinversión en tecnología e innovación:“En años recientes las economías asiáticasen acelerado proceso de industrializa-ción, como Japón o Corea del Sur,cimentaron su éxito en este tipo de ven-taja comparativa dinámica. Si hubiesenseguido el consejo en boga del BancoMundial, aún estarían exportando arroz”.

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13 Del 22,7% de participación en el PIB en la década del setenta, la industria colombiana ha pasado a representar menos del 14%.

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El proyecto de libre comercioFrente al auge del regionalismo y

la fortaleza creciente de sus competido-res en el mercado mundial, Estados Uni-dos terminó aceptando en los noventa lanecesidad de conformar un grupo eco-nómico regional favorable a sus intere-ses. Para el gobierno de ese país, éstos seidentifican con los de sus corporacionestransnacionales, cuya prioridad es laremoción de las barreras nacionales a lalibre movilidad de sus capitales, bienes yservicios, así como el cambio de las regu-laciones estatales por unas normas quegaranticen la protección y acceso a losmercados de sus inversiones, sin impo-nerles contribuciones especiales u obli-gaciones recíprocas.Así nació el proyectohemisférico que la Casa Blanca vieneimpulsando tanto en el terreno multila-teral como en el bilateral, cuyo propósi-to es establecer una zona de librecomercio desde Alaska hasta Tierra delFuego, bajo el nombre de Área de LibreComercio de las Américas,ALCA.

La negociación incluye diversostemas, como acceso a los mercados,comercio de bienes agrícolas, derechosde los inversionistas, compras del sectorpúblico, inversión en servicios, normassobre competencia, salvaguardias y pro-piedad intelectual. El comercio es sólouno de los ingredientes del proyecto y,junto con la apertura de mercados, elinterés se centra en formalizar un con-venio integral de protección y promo-ción de inversiones. Incluso, algunosconsideran estos tratados Norte-Surcomo un instrumento de reforma eco-nómica que responde a la idea deapuntalar las políticas de mercado

implementadas desde los noventa yhacer muy costoso volver atrás (Shiff yWinters 2004: 117).

En 1994 entró en vigencia elNafta, zona de libre comercio entre Esta-dos Unidos, Canadá y México, comouna versión inicial de la integración quese propone para el continente.Aunque seestablecieron plazos para la desgravaciónde algunos sectores “sensibles” de laseconomías, el desmonte de la protecciónarancelaria produjo el cierre de 28.000empresas pequeñas y medianas en Méxi-co y ha golpeado la producción nacionalde cereales, granos y carnes, al multipli-carse las importaciones, generandodependencia alimentaria y un aumentoradical del desempleo y la pobreza rural.Si bien las exportaciones mexicanas setriplicaron, la mitad de ellas correspon-den a las actividades de maquila, queincorporan menos de 3% de insumoslocales.Además, sin incluir el petróleo, elcomercio exterior ha terminado mono-polizado por las multinacionales,particu-larmente norteamericanas14, verdaderasbeneficiarias del auge comercial.

Por otro lado, las importacioneshan crecido con mayor velocidad quelas exportaciones (ver el anexo 3).Y eléxito en la atracción de capital extran-jero, cuyo ingreso ayuda a compensarel déficit externo del comercio, se halogrado a cambio de una marcada des-nacionalización: el capital foráneo seha apropiado de gran parte de laindustria, los negocios financieros y elcomercio. Casi el 90% de los activosdel sistema financiero está en manosextranjeras y el 70% de la industriatextil, por ejemplo, pertenece a accio-

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14 Tres ensambladoras automotrices estadounidenses ocupan el 2°, 3° y 5° lugar entre los mayores exportadores, y otra decomputadores, HP, ocupa el 6° (Arroyo 2003: 26).

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nistas estadounidenses. A esto se sumaque México mantiene una de las deu-das más altas de América Latina. Aunasí, el ingreso masivo de capitales noha generado el impacto positivo anun-ciado por los gobiernos neoliberales.El crecimiento económico ha sidodecepcionante, en comparación con elpasado (en promedio, 1% real, frente a3,4% antes de las reformas), y la desi-gualdad social ha aumentado (Arroyo2003: 23-43). En realidad, como resu-me el investigador mexicano AlbertoArroyo,

Las empresas exportadoras sonpocas y están desconectadas delresto de la economía, no tienenarrastre sobre sus cadenas pro-ductivas ya que prácticamentetodo lo importan, son islas exito-sas en un país estancado. Casi lamitad (45%) de las exportacionesson maquila… Otro 42% de lasexportaciones son manufacturasno maquiladoras, que incluyendola mano de obra tienen aproxi-madamente 30% de contenidonacional. Solo 13% de las expor-taciones tienen alto contenidomexicano (petróleo, metales yagropecuarias). (2003: 17)

Con precedentes como éste, noes raro que los intentos de hacer avan-zar la agenda multilateral de los tratadosNorte-Sur hayan encontrado mucharesistencia. Por esta razón, Estados Uni-dos ha tomado el camino de los trata-dos bilaterales de libre comercio(TLC). Así lo atestiguan la rápida cul-

minación de la negociación del TLCcon Chile, Centroamérica y RepúblicaDominicana (Cafta) y los tratados sus-critos con Panamá, Perú y Colombia.Aparte de sus efectos asimétricos sobreel comercio y la producción, estos tra-tados cumplen el propósito de afianzarla agenda característica de los Tratadosde Inversión Bilaterales (TIB), diseñaday promovida activamente por el capitalmundial: trato nacional a sus inversiones,eliminación de condiciones o requisitosde desempeño para la IED, sistemas desolución de controversias que facilitanla imposición de sanciones privadas alos Estados, prohibición de medidasgubernamentales que afecten los inte-reses de la inversión extranjera (bajo elconcepto de expropiación indirecta) y eli-minación de controles al movimientode capitales, entre otros puntos.

Es claro que los TLC están másdestinados a atraer inversión externa quea promover el libre comercio bidireccio-nal. Lo demuestra el hecho de que seexcluyen de la competencia muchosmercados protegidos por barreras cuan-titativas (ejemplo: cuotas de importaciónde azúcar) o por el mantenimiento desubsidios y ayudas internas (la mayoría dela producción agrícola estadounidense) oa causa de la aceptación de las medidasunilaterales de la ley antidumping nortea-mericana, aplicables a todo el universoarancelario. Lo anterior hace ilusorio elacceso real al mercado de Estados Uni-dos para gran parte de los sectores pro-ductivos de los otros países signatarios,como lo ilustra el desastroso balance delCafta para los centroamericanos, a unaño de iniciarse su aplicación15.

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15 Las exportaciones conjuntas a Estados Unidos de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua crecieron sólo 1,43%,mientras que las importaciones desde ese país subieron 18%. Fuente: www.eltiempo.com.co, 16 de marzo de 2007.

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La disyuntiva de América LatinaAnte el auge del llamado libre

comercio, muchos se han apresurado aextender un certificado de defunción a laintegración regional latinoamericana.¿Qué cabía esperar de los procesos regio-nales de integración? En el sentido másamplio, no se trata de la aplicación indis-criminada de la libertad de comerciodefendida por las tesis neoliberales, sino deun proceso dirigido por los gobiernos yorientado a propiciar las economías deescala y el progreso técnico de las indus-trias locales, del cual se esperan efectosprogresivos sobre la productividad, eldesarrollo industrial y el nivel de vida dela población. Es decir, el comercio es uninstrumento y no un fin en sí mismo.Aún más, la filosofía de la desgravaciónarancelaria intrarregional, combinada conuna protección uniforme ante la produc-ción de terceros (AEC), puede ser inter-pretada como una forma de sustituciónde importaciones a escala regional.

Convenios como el de la UniónEuropea (UE) constituyen el ejemploconcreto del posible beneficio para susmiembros de los procesos de integra-ción. Sin embargo, la clave de los avan-ces de este proceso no consiste sólo enla mayor dinámica del comercio intra-rregional, favorecido por la desgrava-ción recíproca en el contexto de unarancel externo común, sino en la polí-tica de compensaciones económicasque favorecen la nivelación del desa-rrollo de los países integrantes, median-te el otorgamiento de subsidios aaquellos de menor desarrollo.

Por sus objetivos finales (merca-do común, comunidad económica yunión monetaria), se puede afirmarque los principales procesos de integra-ción latinoamericanos se inspiran másen Bruselas (sede de la UE) que en

Washington. En particular, la CAN y elMercosur representan hoy las posiblesbases de un proceso de integraciónsuramericana. En diversos períodos, laCAN y el Mercosur han mostrado undinamismo extraordinario, como entre1990 y 1997, durante el cual el comer-cio intrarregional creció, respectiva-mente, el 26% y el 23% (Ocampo2004: 39).

Por otro lado, la integraciónregional ha demostrado ser un mecanis-mo idóneo para estimular el desarrollode nuevas manufacturas de exportación,promoviendo en los países latinoameri-canos la diferenciación industrial eincorporación de nuevas tecnologíasque agregan valor a sus ventas externas.En los países suramericanos que hansido parte activa de los procesos de inte-gración subregional, las oportunidadesofrecidas por los mercados ampliadoshan contribuido a modificar gradual-mente el patrón tradicional de especiali-zación exportadora dependiente derecursos naturales o basado en manufac-turas de escasa complejidad (ver elanexo 4). El desarrollo de nuevas capa-cidades productivas, en este escenario derelativa protección, ha permitido que lasempresas no sólo operen en los mer-cados regionales como extensión delmercado local, sino que acumulen expe-riencia para dar el salto hacia los merca-dos más competidos con mercancías notradicionales. Sin duda, la integraciónregional ha beneficiado a subsidiarias dealgunas empresas transnacionales instala-das en la región (por ejemplo, las firmasautomotrices internacionales), perotambién ha favorecido a empresasnacionales tanto privadas como públicaso semipúblicas que han logrado ciertogrado de transferencia tecnológica. Sepuede decir que instrumentos como la

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desgravación arancelaria recíproca y elarancel externo común de los conveniosde integración han contribuido a modi-ficar las ventajas comparativas naturaleso estáticas y a crear nuevas ventajas diná-micas, favoreciendo la evolución desdeestructuras productivas simples, orienta-das a mercados externos, con reducidomargen de ganancia, hacia unas máscomplejas, generadoras de mayores nive-les de beneficios. No se debe subestimarel hecho de que en el marco no excesi-vamente restrictivo de los acuerdosregionales de integración, algunos Esta-dos nacionales han continuado otorgan-do trato preferente a sus empresas en loscontratos públicos y, en muchos casos, seaplican formas de subsidios y ayudasinternas, particularmente las permitidaspor la Organización Mundial delComercio, OMC.

Una experiencia distinta es larelación comercial profundamente asi-métrica de países como México, CostaRica o República Dominicana conEstados Unidos.Ella está regulada por losrespectivos Tratados de Libre Comercio(TLC) que limitan las atribuciones esta-tales para ejecutar políticas públicas yotorgan condiciones especiales a la IED,incluidas normas más severas de protec-ción de la propiedad intelectual.Aquí elpoder económico de las transnacionalesdel norte ha terminado moldeando elintercambio comercial, para convertir alos países periféricos en plataformas deensamblaje y reexportación de bienessemiterminados importados. Con ello serefuerza el patrón de la especializaciónexportadora,basada en la ventaja compa-rativa estática de una mano de obra bara-ta, sin que se excluyan aquellas ventajasequivalentes que se basan en los recursosnaturales y originan las exportacionestradicionales de bienes primarios. Dada

la organización habitual de las transna-cionales, que supone la compartimenta-lización de sus operaciones (dentro de lasllamadas cadenas productivas globales), latransferencia de tecnología a otrasempresas locales es mínima, al igual quelos eslabonamientos productivos con elresto de la economía nacional.

En estos casos, se ha construidoun flujo comercial de altos volúmenespero de escaso valor agregado y muyconcentrado en unas pocas transnacio-nales exportadoras. La expresión másrepresentativa de esta nueva estructuraindustrial son las maquiladoras, muyextendidas en México, Centroamérica yel Caribe.Por otra parte, la apertura de laagricultura nacional frente a las importa-ciones subsidiadas de alimentos proce-dentes de Estados Unidos expulsa delmercado a millones de agricultores einduce en estos países una especializa-ción agroexportadora, no muy distinta ala de la mayoría de países africanos. Conello se acentúa la dependencia de lasimportaciones alimentarias y la reprima-rización general de la oferta exportado-ra. Más que una integración entreeconomías de distinto grado de desarro-llo, el resultado es una incorporaciónsubordinada de estos países a los circuitosde la economía norteamericana.

ConclusionesLa propuesta de Washington para

el resto del hemisferio corresponde almodelo anteriormente descrito. Suatractivo principal consiste en las gran-des dimensiones del mercado estadouni-dense y su relativo dinamismo. Pero si setienen en cuenta las consecuencias eco-nómicas y sociales regresivas que sederivan de las fuertes tendencias anexio-nistas de esa potencia y sus transnaciona-les, la opción que parece más favorable a

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las perspectivas del desarrollo nacional esla de profundizar y extender los acuer-dos latinoamericanos de integraciónregional. Esto no significa desconocer lanecesidad de otros cambios internoshacia una mayor equidad social y forta-lecimiento de la base industrial propia.Tampoco significa desconocer las limi-taciones de tamaño de los mercadosregionales para el logro de más altasescalas productivas y una mayor diversi-ficación exportadora. Cabe concebir elespacio regional como un instrumentopara promover la diferenciación indus-trial y un peldaño hacia los más ampliosy competidos mercados extrarregionalesy no como un medio para desconectar-se del resto del mundo. Además, losbeneficios potenciales son grandes perono son automáticos y requieren el dise-ño y aplicación de políticas industrialesadecuadas.

Para ello convendría tener encuenta las enseñanzas de los países delSudeste Asiático respecto al proceso desustitución de importaciones de bienesde alta tecnología.Allí el gobierno fue almismo tiempo promotor y líder de unconjunto de instituciones, que incluye-ron centros de investigación financiadospor el Estado, el Ministerio de Desarro-llo o su equivalente, en representacióndel gobierno central, y empresas privadasescogidas con rigurosos criterios técni-cos para recibir apoyo económico, con-dicionado por un programa periódicode evaluación de resultados. La inversiónpública en institutos de investigación y lacreación de “parques científicos” dieroncomo resultado varios proyectos orienta-dos hacia productos seleccionados entreaquellos con mercados internacionalesdinámicos, incluidos productos conside-rados “maduros” pero con amplio espa-cio para el progreso técnico. Estos

proyectos se materializaron en fábricasde bienes con aplicación de tecnologíaavanzada, como computadores persona-les y semiconductores.Aunque al princi-pio el proceso implicaba el uso demuchos componentes importados, enuna fase siguiente se desarrollaron prove-edores internos de muchos de estoscomponentes, dando origen a nuevasramas de considerable densidad tecnoló-gica, como la de circuitos integrados. Elcriterio de los responsables de los pro-yectos era generar oportunidades demejoramiento tecnológico en áreaslucrativas para las empresas nacionales(por el costo de los bienes importados),con incorporación de mayor valor agre-gado. La necesidad de recursos humanoscalificados implicó salarios más altos yprogramas de preparación técnica, conefectos multiplicadores sobre el mercadolaboral y el nivel de vida. Este progresobasado en el aumento del capital huma-no, el conocimiento y la productividadse conoce como “desarrollo endógeno”.

Como señala Alice Amsden,quien realizó un conocido estudio sobreeste tema (2004: 75-90), la estrategiaaplicada por los asiáticos no fue otra quela sustitución de importaciones de bienesde alta tecnología por empresas naciona-les fuertemente apalancadas por el Esta-do. Esta estrategia permitió formar unascapacidades empresariales previamenteinexistentes, ganando participación enmercados dinámicos, de altas escalas deproducción, donde la ampliación de losmárgenes de ganancia se apoyó en pro-gramas de reducción de costos basadosen la innovación.Si estos países se hubie-sen conformado con el papel de ensam-bladores de componentes importados,como tantas empresas instaladas a lolargo y ancho de América Latina,habríancedido la mayor parte del valor agregado

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y las ganancias a las transnacionalesextranjeras. Peor aún, habrían desaprove-chado la oportunidad que les brindó la“revolución informática” de alcanzarnuevos niveles de dominio tecnológico yacumular el capital humano que le sirvede soporte16, para generar un desarrolloeconómico consistente.

Aquí hay un ejemplo quepuede inspirar a los gobiernos parti-darios de la integración regional lati-

noamericana y animarlos a potenciarlas oportunidades del mercadoampliado con programas orientados adesarrollar ventajas comparativasdinámicas, con apoyo en la tecnolo-gía. Éstas no saldrán espontáneamentedel mercado. Requieren de la volun-tad de los Estados y la formación delas capacidades técnicas y de gestión,con la aplicación inteligente de recur-sos públicos.

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16 Aunque en forma algo tardía, países como Brasil han empezado a enmendar su pasividad respecto a la adopción de políticaspúblicas que combinen el apoyo a la diversificación industrial y la aplicación intensiva del conocimiento. En 2003, el gobier-no de ese país formuló sus Directrices de Política Industrial,Tecnológica y de Comercio Exterior, con énfasis en cuatro sec-tores que aplican tecnologías de punta: semiconductores, software, medicamentos y bienes de capital (Peres 2006: 78).

América Latina: crecimiento medio anual (% PIB)

1960-1970 1970-1980 1980-1990 1990-2001

PIB 5,32 5,86 1,18 3,05

PIB per cápita 2,54 3,36 -0,80 1,39

Anexo 1

América Latina vs. Estados Unidos: mediciones de inestabilidad

Variabilidad (desviación estándar 1961-1980 1981-2000

tasa de crecimiento)

Estados Unidos 2,26 1,92

América Latina 1,80 2,36

Años de crecimiento negativo

Estados Unidos 3 2

América Latina 0 4

Años de crecimiento < 90% crecimiento promedio 1961-2000

Estados Unidos 8 3

América Latina 6 12

América Latina vs. Estados Unidos: tasa media anual de convergencia (crecimiento América Latina/Estados Unidos)

PIB 1,42 2,58 -1,93 -0,46

PIB per cápita 0,01 1,19 -2,95 -0,90

Fuente: Banco Mundial, indicadores de desarrollo mundial.

Fuente: Banco Mundial, indicadores de desarrollo mundial.

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Colombia. Industria manufacturera: producción y empleo

Unidad 1997 2005 Var. (%)

Valor producción Millones $ 42.079 108.340 157

Empleo asalariado Unidades 545.000 434.000 -20

Anexo 2

México: balanza comercial (millones de dólares)

SALDO (FOB-FOB)

AÑO Total Maquila Otros

1991 -7.279,0 4.050,6 -11.329,7

1992 -15.933,7 4.743,3 -20.677,1

1993 -13.480,6 5.410,1 -18.890,6

1994 -18.463,7 5.803,1 -24.266,8

1995 7.088,5 4.924,5 2.164,0

1996 6.531,0 6.415,6 115,4

1997 623,6 8.833,5 -8.209,9

1998 -7.913,5 10.526,4 -18.439,9

1999 -5.583,7 13.444,3 -19.027,9

2000 -8.003,0 17.758,6 -25.761,6

2001 -9.953,6 19.282,4 -29.236,0

2002 p/ -7.916,2 18.802,1 -26.718,3

Acumulado -80.283,9 119.994,5 -200.278,4

Anexo 3

Fuente: INEGI, Industria maquiladora, p. 10.

Porcentaje sobre las exportaciones totales (%)

Procesamiento Manufacturas Manufacturas Manufacturarecursos naturales Baja tecnología tecnología media alta tecnología

1990 2000 1990 2000 1990 2000 1990 2000

Mercosur 23,6 24,1 14,8 11,0 20,7 21,2 3,2 6,6

Argentina 27,0 21,9 11,9 8,5 12,4 16,2 2,3 2,4

Brasil 23,3 25,5 14,9 11,6 24,9 24,3 3,8 8,9

Comunidad Andina 30,0 24,5 5,6 6,3 4,4 6,4 0,3 0,9

Colombia 14,5 13,2 8,2 10,4 6,8 10,4 0,5 2,0

Venezuela 40,1 30,1 3,4 2,6 4,6 6,2 0,2 0,4

Anexo 4

Fuente: Cepal.

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recibido 07/08/2007, aprobado 05/09/2007

Santiago Olivella**

DEL RIGOR EN LA CIENCIA POLÍTICA:algunas reflexiones sobre metodología de investigación*

ON THE RIGOR OF POLITICAL SCIENCE

Some Reflections About Research Methodology

Page 138: Colombia Internacional No. 66

Con el tiempo, estos mapas desmesu-rados no satisficieron, y los Colegios de Car-tógrafos levantaron un mapa del Imperio quetenía el tamaño del imperio y coincidía pun-

tualmente con él.Jorge Luis Borges,

Del rigor en la ciencia

“L os fenómenos socia-les son complejos”.Como parte del

repertorio cotidiano en las ciencias so-

ciales, esta afirmación cumple las másdiversas funciones: puede ser una queja,una excusa o una mofa, dependiendode las convicciones epistemológicas yontológicas de quien la profiere; creoque ustedes, como yo, se han encontra-do con ella cumpliendo éstas y otraslabores. Sin embargo, quisiera colocarentre paréntesis (si los filósofos me per-miten la expresión) los problemas deorden ontológico que genera aquellaafirmación, para concentrarme en lasdificultades de orden metodológico. En

151

Del rigor en la ciencia política • Santiago Olivella

ResumenEn el primer semestre de 2006, los estudiantes del departamento de Ciencia Políticade la Universidad de los Andes realizaron su segundo simposio. A continuación setranscribe la ponencia de uno de los estudiantes y el correspondiente comentariocrítico, realizado por uno de los profesores del departamento. Mientras el alumnosostiene que en las ciencias sociales se presenta una dicotomía entre la opción por lacomplejización o la simplificación en el análisis de los fenómenos sociales, el profesorargumenta, desde la perspectiva de la comprensión interpretativa, que el problema notiene que ver con aumentar o reducir las variables.

Palabras clave: metodología de la investigación, ciencias sociales, ciencia política.

AbstractDuring the first semester of 2006, political science students from the University of theAndes held their second symposium. One of the papers presented and itscorresponding critique made by one of the department’s professors is heretranscribed. While the student maintains that a dichotomy exists in the choice ofsimplification over complexity in the analysis of social phenomena, the professorargues from an interpretative perspective, that the problem has nothing to do withadding or reducing variables.

Key words: research methodology, social sciences, political science.

* Ponencia presentada en el II Encuentro de Estudiantes de Ciencia Política (Área de Teoría Política/Metodología). Departa-mento de Ciencia Política, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia, marzo de 2006.

** Politólogo de la Universidad de los Andes.Candidato a Ph.D. en Ciencias Políticas de la Washington University en St. Louis,EE. UU. Correo electrónico: [email protected]

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otras palabras, quisiera preguntarme quéconsecuencias para la investigación enciencias sociales se desprenden de supo-ner compleja la realidad social. En par-ticular, quisiera compartir con ustedescuán problemático me resulta conciliardos de los objetivos que solemos acep-tar como propios de nuestras discipli-nas: por un lado, dar cuenta de larealidad que hacemos nuestro objeto deestudio (y esto implica hacerlo en todasu complejidad); y, por el otro, la idea deque el trabajo científico lo es, al menosen parte, porque su objetivo es realizarinferencias sobre los fenómenos inob-servados a partir de las observacioneshechas (salto justificado, en gran parte,por nuestros desarrollos teóricos).

Parte de mis inquietudes conrespecto a la relación entre complejidadsocial y explicación científica nace deaquello que entiendo por “compleji-dad” en este contexto. Cuando se hablade la complejidad en los fenómenossociales (en cualquiera de los contextosmencionados más arriba), creo que sehace referencia al tipo de causalidadpresente en la realidad social: en gene-ral, decir que “la realidad social es com-pleja” equivale a decir que “losfenómenos sociales son el resultado deuna combinación de causas o condicio-nes”, condiciones que actúan conjunta-mente para producir su efecto; algocomo lo que John Stuart Mill, en suSystem of Logic, llamó “causalidad quí-mica”. De acuerdo con Ragin,“la ideabásica es que un fenómeno o cambioemerge de la intersección de precondi-ciones apropiadas -los ingredientescorrectos para el cambio. En la ausen-cia de cualquiera de esos ingredientesesenciales el fenómeno -o el cambio-no emerge” (1987: 25). Esto es impor-tante porque nos aleja de las

discusiones sobre la complejidad de losactores sociales (i. e., de los seres huma-nos): aunque realmente interesante, estaidea no es la que pretendo explorar;por ese camino nos encontramos, porejemplo, con aquella “x” que son lasemociones (para retomar la expresiónde Bourdieu).Así, los dos objetivos quese me dificulta conciliar resultan ser lossiguientes: aquel según el cual las cien-cias sociales deben dar cuenta de lacomplejidad causal de los fenómenossociales, por un lado, y aquel según elcual las conclusiones que generannuestras disciplinas deberían poder sermedianamente generalizables (en elsentido de que sea posible insertarlas enanálisis más globales propios de la lite-ratura especializada).

Ahora que los términos de ladiscusión son, espero, más claros, qui-siera profundizar en el dilema queroba mi paz académica. Si aceptamoscomprender la complejidad como hepropuesto, su existencia en el mundosocial se traduce en una multitud devariables causales actuando conjunta-mente. Por tanto, en la medida en queun modelo explicativo pretenda acer-carse más a la realidad social, que escompleja en este sentido, éste deberáañadir un número mayor de variablesexplicativas que además operen enconstelaciones interdependientes. A-hora bien, el aumento de variables endiferentes combinaciones (las llamadasconstelaciones interdependientes) leañade especificidad al modelo: añadirvariables a la explicación (o, lo que eslo mismo, complejizar esa explicación)irá generando un ámbito más reduci-do al que se pueda aplicar, y cadacombinación posible de variablesapuntará a un fenómeno cada vez másparticular. Un ejemplo aclarará este

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punto: si digo “perro” puedo incluirbajo este concepto un número muyelevado de seres; si, en cambio, digo“perros de color café”, el número deseres que puedo ubicar bajo esta cate-goría será mucho menor. En general, sicontinúo el ejercicio y digo “perrocafé, cojo, de ojos azules, etc.” daré,finalmente, con una descripción de unúnico ser que quepa bajo este concep-to (o más propiamente, descripción), asaber, mi perro Sputnik. Ahora, si deesa definición de Sputnik yo infieroque no podrá comer cierto tipo de ali-mentos, no puedo afirmar lo mismopara todos los perros, precisamenteporque fue en virtud de esas caracterís-ticas, que hacen de ese perro mi perro,que pude sacar esa conclusión. Análo-gamente, si poseo un modelo explica-tivo que dé cuenta exhaustiva de lacomplejidad causal de un fenómeno alincluir todas las variables relevantes,terminaré con un modelo en el que laasignación de valores a esas variablesdé como resultado un caso específicopara cada combinación posible devalores. Si de este modelo concluyoque unas combinaciones específicas devariables son las que generan el fenó-meno estudiado, sólo podré hacerextensiva esta conclusión a los casosespecíficos que dichas combinacionesrepresentan. Por tanto, debo renunciara la validez general que dichas conclu-siones puedan tener. Pareciera enton-ces que una mayor complejidad causalva en detrimento de la validez generalde nuestras conclusiones. Esto es undilema en tanto que, si aceptamos(con, por ejemplo, King, Keohane yVerba) que uno de los objetivos de laCiencia es la inferencia (i. e., sacar con-clusiones acerca de lo inobservado apartir de lo observado), los métodos

de investigación en ciencias socialesno pueden optar por la complejidadcausal sin ir en detrimento de otro desus posibles (¡y deseables!) objetivos, asaber, la inferencia generalizable.

Este aparente dilema entre darcuenta de la complejidad causal y lapretensión de validez (más o menos)general de nuestras explicaciones afec-ta tanto a las tradiciones cualitativascomo a las cuantitativas de la investi-gación social.Aunque algunos arguyanlo baldío de esta distinción entremétodos cualitativos y métodos cuan-titativos, creo que la distinción es útilsiempre que nos permite identificardos maneras diferentes de apropiarse dela realidad social; si bien ninguna delos dos puede ser tomada como “ver-daderamente científica” o más cientí-fica que la otra (como históricamentehan intentado argumentar algunasposiciones ingenuas), es claro que lasherramientas científicas de una y otratradición difieren significativamenteentre sí, y que el uso de esas herra-mientas permite descubrir relacionesexplicativas muy disímiles (aunqueigualmente importantes). Cada una deestas formas de apropiarse del mundosocial genera (a la vez que devela) unacomprensión diferente de lo apropia-do; comprensiones que, siendo dife-rentes, pueden (y el énfasis debe serpuesto en la posibilidad, contraria a lanecesidad) ser contradictorias.

Cada uno de estos campos alinterior del universo de los métodosde investigación parece privilegiaruno de los objetivos del dilema (y loque voy a decir es altamente discuti-ble): los métodos cualitativos parecenprivilegiar el objetivo de dar cuentade la complejidad social, mientras quelos cuantitativos parecen preocuparse

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Del rigor en la ciencia política • Santiago Olivella

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más por el carácter general de susexplicaciones. Esto no significa, sinembargo, que deseche cada uno elobjetivo que le resulta menos cerca-no: privilegiar no significa, claro, con-centrarse exclusivamente; mi punto esque cada tradición prefiere sacrificarun poco de algo a fin de alcanzar unpoco más de lo otro. De hecho, nocreo estar muy lejos de lo intuitivo siexpreso el conflicto entre ambas for-mas de hacer investigación social entérminos del objetivo que privilegian.Esta forma de comprender los méto-dos cualitativos y cuantitativos nospermitiría explicar aquella situación,evidenciada por Ragin, en la cual lagráfica de número de estudios en cienciassociales contra tamaño del N utilizado seasemeja a una “U”: muchos trabajos,específicamente aquellos más preocu-pados con dar cuenta de la compleji-dad causal, utilizan N muy pequeños(N = [3,5]), mientras que aquellosmás interesados en obtener explica-ciones más generales se preocupanporque sus N sean suficientementegrandes (N _ 30).

Este dilema, que me parecepropio del ámbito de la teoría de losmétodos de investigación, tieneimplicaciones que van más allá de laelucubración de marfil y que tocannuestra disciplina en sus lugares mássensibles, como es su relación con elpúblico general. ¿Qué tiene nuestradisciplina para decirles a los poblado-res de Mapiripán, de Trujillo o de ElSalado? Nuestras decisiones metodo-lógicas afectan necesariamente estarespuesta: si optamos por métodosque den mejor cuenta de la compleji-dad que de la generalidad de nuestrasexplicaciones, podemos terminar conconclusiones del tipo “Colombia es

única...”: un caso anómalo, incompa-rablemente violento, etc. Conclusiónque, sorprendentemente, no tienepocos defensores en la ciencia políti-ca de nuestro país. Y esta conclusiónno es peor que aquella que viene deprivilegiar, aun a costa de la compren-sión, la posibilidad de generalizarnuestras conclusiones (y, por tanto, deinsertarlas en las discusiones clásicas yen las internacionales), a saber, aquellaque convierte los fenómenos en datoscarentes de vida, de sentido y, final-mente, del contenido necesario paraconectar nuestras explicaciones conrealidades como la del país. Pienso enlos problemático que resulta en estesentido el estudio de la violencia (conminúscula) en Colombia: como poli-tólogos, no podemos alimentar el sen-timiento de desahucio entre aquellosque han experimentado los rigores dela guerra al caracterizar su vida comoun caso extrañísimo de violencia enmedio de un mundo pacífico (distin-to a uno pacificado): porque tal es elriesgo que corremos cuando hacemosde nuestra disciplina una cartografíarigurosa, a lo Borges. Pero tampocopodemos rechazar aquellos maticesque precisamente hacen que su situa-ción sea su situación, y hacerlos irras-treables en medio de un modelo,generalmente econométrico (o poli-tométrico, como oí decir a alguien nohace mucho) o formal.

Por el momento, no veo una sali-da clara a este dilema. Si mi intuición escorrecta (y espero que no lo sea), entreambos objetivos existe algo así como untrade off, es decir, no podemos perseguiruno sin ir en detrimento del otro. Lapregunta, por tanto, sería: ¿cuál es demayor importancia para la empresa dela ciencia? Una ciencia, claro, que no

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busca sus respuestas en ella misma, yque es puesta al servicio del mundocotidiano (cualquiera sea el carácter deese mundo). Si me piden tomar unaposición, debo aceptar que me atraemenos la complejidad que la generali-zabilidad. La parsimonia en nuestrasexplicaciones abre, según creo, másposibilidades que la prolijidad. Al res-pecto, sólo diré que, como cuenta Bor-ges (en su brevísimo Del rigor en laciencia), es inútil tener un mapa igual degrande al territorio representado: comotal, pierde su razón de ser.

ReferenciasKing, Gary, Robert Keohane y Sid-

ney Verba. 1994. Designing Social Inquiry:Scientific Inference in Qualitative Research.New Jersey: Princeton University Press.

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Ragin, Charles C. 1987. The Com-parative Method: Moving Beyond Qualitativeand Quantitative Strategies. Berkeley: Uni-versity of California Press.

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Del rigor en la ciencia política • Santiago Olivella

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recibido 20/08/2007, aprobado 23/09/2007

Rodolfo Masías Núñez*

ANOTACIONES SOBRE “Del rigor en la Ciencia Política”

A CRITIQUE OF“On the Rigor of Political Science”

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E n el caso de las cienciassociales, toda aportación ala discusión sobre su posi-

ble y contingente identidad epistemoló-gica es siempre valida, por necesaria yvigente. No es un tema zanjado.‘Identi-dad epistemológica’ es una expresiónpara referirse a la manera de entender elconocimiento y la investigación, perono quiere decir exclusión de identidadescomo, tampoco, el arribo a necesariosconsensos. Entre las diversas cuestionesque atañen a la dilucidación de la iden-tidad epistemológica de las cienciassociales está el mismo asunto del ‘rigor’(¿qué es rigor? ¿Qué es conocimientoriguroso, investigación rigurosa, investi-gador riguroso?) y si el dominio de sig-nificado de este término se agota acasoen la opción por alguna operación cog-nitiva en particular (método), sea, porejemplo, la inferencia inductiva, la expli-cación parsimoniosa o la singularizacióncasuística. Son estos problemas los queestán tratados con ingenio y claridad,dentro de una tónica resolutiva, en Delrigor en la ciencia política: algunas reflexionessobre metodología de investigación, de San-tiago Olivella.

Si bien la de Olivella es una refle-xión cabal, hay varios puntos tensos quehubieran merecido mayor tratamiento,pero sobre todo contrapunteo, pues sonmaterias actualmente en discordia. Sonlas varias yuxtaposiciones conflictivasque se deslizan en el texto, casi comofalacias lógicas impensadas (esas proposi-ciones que se conocen como supuestos ypeticiones de principio), las que produ-cen resistencia y animan la polémica.Noes tan inmediato hablar de la manera derepresentar la complejidad de lo social

sin alguna suposición acerca del carácterde la realidad social. Lo ‘complejo’ es unaatribución humana, una forma de pensarlas cosas. Sin embargo, en el texto, seasume este carácter sin poder conocersesu fundamentación.

El ‘rigor’ sólo tendría que vercon captar más o menos la complejidadimputada, pero, peor aún, con someterel conocimiento a generalizar y equi-pararlo a establecer relaciones causales.Causalidad y generalización no siemprevan de la mano. El que se les concibaasociadas tiene que ver con una pro-puesta muy específica de producirconocimiento. Es tan sólo una pro-puesta entre las muchas que hay enciencias sociales. En el texto hay unvacío de consideración de la ya largadisputa (histórica) entre posicionesnomológicas e ideográficas, dejandoentrever que precisar singularidades noformaría parte del rigor académico.

Si se supiese cuán compleja es larealidad, se tendría un parámetro precisopara evaluar las investigaciones, emperono existe nada parecido a ello. De aquíque sea dificultoso pensar que, incluyen-do o excluyendo variables, se atine cer-teramente. Para la hermenéutica,imaginar el mundo como un plexo derelaciones causales es un ejercicio deinterpretación y, para el constructivismo,un ejercicio relativo, siempre provisional,de encajar experimentalmente. La ver-dad no resulta de poner o quitar varia-bles. En este mismo contexto, se resientede la ausencia de la perspectiva de la‘comprensión interpretativa’, esa otramanera de entender la explicación,no yaexclusivamente como el establecimientode relaciones de causalidad.

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Anotaciones sobre el rigor en la Ciencia Política • Rodolfo Masías Núñez

* Doctor en Sociología de El Colegio de México,México.Profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Uni-versidad de los Andes. Correo electrónico: [email protected]

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El problema del número decasos óptimo para investigar no es unasunto que tenga sólo que ver congeneralizar, a menos que esta operaciónsea un mandato, un acuerdo, unanorma establecida como criterio devalidez y, por lo cual, se convierta en elcriterio fundamental en un diseño deinvestigación. El número de casosdepende, en realidad, de eso que sedenomina ‘unidad de análisis’. Puedeser que esta unidad sea el “perro café,cojo, de ojos azules” y que la investiga-

ción consista en observar algún o algu-nos atributos del mismo. Si fuera así, el‘universo’ del estudio se reduce a unúnico caso.Y el objetivo más concor-dante de conocimiento sería aquí lasingularización.

En síntesis, el trabajo de Olive-lla tiene la virtud de proponer bienlos problemas epistemológicos ymetodológicos vigentes en cienciassociales, al tiempo que sugiere susposibles soluciones. Felicito al autorpor este esfuerzo.

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recibido 28/09/2007, aprobado 02/11/2007

Carlo Nasi**

DERECHIZACIÓN ‘A LA COLOMBIANA’ EN TIEMPOS CONFUSOS:un ensayo especulativo*

COLOMBIA’S RIGHT TURNDURING PUZZLING TIMES:

A Speculative Essay

Page 147: Colombia Internacional No. 66

L a crisis de los partidos tra-dicionales, Liberal y Con-servador, se ha visto

acompañada de una reconfiguración delas identidades políticas en Colombia.Desde 2002 se percibe una crecientepolarización en el país, donde el presi-dente Álvaro Uribe aparentementeencarna una derecha emergente y queha logrado un considerable respaldo

popular, a la vez que el Polo Democráti-co (antes Independiente, y ahora Alter-nativo, PDA) se presenta como unproyecto de izquierda renovado, muchomás sólido de los que hubo en el pasado.

Resulta un tanto extraño que,justo ahora, a casi veinte años de la caídadel Muro de Berlín, las alternativas dederecha e izquierda se estén fortalecien-do no solamente en Colombia, sino en

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Derechización ‘a la colombiana’ en tiempos confusos • Carlo Nasi

ResumenColombia es una excepción en el actual contexto político latinoamericano, por habergirado hacia la derecha y no hacia la izquierda, contrario a lo ocurrido en otros países delcontinente. Desde la elección del presidente Álvaro Uribe en el año 2002, se haproducido en el país una creciente polarización política en la que el presidente, con unconsiderable respaldo popular, encarna a una derecha emergente. El presente ensayointenta explicar y caracterizar la derechización ‘a la colombiana,’ teniendo en cuenta susdistintas dimensiones, tales como cierto populismo, la criminalización de la izquierdaarmada y (frecuentemente) legal, y un gasto social un tanto alejado de la ortodoxianeoliberal.

Palabras clave: Colombia, política colombiana, América Latina, derecha, izquierda,uribismo, Polo Democrático Alternativo.

AbstractColombia constitutes an exception in the current Latin American political context:whereas most of the region’s regimes have turned to the left,Colombia has turned to theright. Since Alvaro Uribe’s presidential election in 2002, the country has becomeincreasingly polarized, and in this course Uribe embodies an emerging right withconsiderable popular support.This essay explains and characterizes Colombia’s turn tothe right, a process that reveals different dimensions such as populism, a criminalizationof both the armed and the legal left, and social spending priorities considerably distantfrom the neoliberal orthodoxy.

Key words: Colombia, Colombian politics, Latin America, right, left, uribism, PoloDemocrático Alternativo.

* Agradezco a Luis Bernardo Mejía por compartir su conocimiento sobre temas clave de la política económica y socialdel gobierno colombiano y darme sugerencias para elaborar una sección del artículo, y a Mónica Hurtado, por suscomentarios generales sobre el escrito.

** Ph. D. en Ciencia Política de la Universidad de Notre Dame, EE. UU. Profesor y director de posgrados del Departa-mento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Correo electrónico: [email protected]

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el continente. ¿Pero por qué Colombiase ha derechizado a contramano de loque ha ocurrido en varios países delcontinente, como Venezuela, Ecuador,Argentina, Bolivia, Nicaragua y Brasil?¿O es que acaso, como lo sostiene elpresidente Álvaro Uribe, es inapropiadohoy en día hablar de derecha e izquier-da? ¿Se trata de conceptos obsoletos,carentes de utilidad analítica y de refe-rentes empíricos? Vamos por partes.

El resurgimiento de la izquierda en América Latina

A distintos autores ha llamadopoderosamente la atención el recienteacceso al poder de una serie de partidosgenéricamente agrupados bajo el rótu-lo de ‘izquierda’ en América Latina.Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, losKirchner en Argentina, Morales enBolivia, Correa en Ecuador, TabaréVázquez en Uruguay, Ortega en Nica-ragua, Lagos y Bachelet en Chile, for-man parte de la nueva y variopintacofradía de presidentes latinoamerica-nos ‘de izquierda’, la mayoría de elloselegidos después del año 2002. ¿Porqué fueron elegidos? ¿Y por qué severifica una verdadera tendencia regio-nal hacia la izquierda?

Aunque la configuración parti-dista y trayectoria política particularde cada país explica las condicionesbajo las cuales ciertas organizacionespolíticas de izquierda (y no otras) hanaccedido al poder, algunos autores hanaventurado hipótesis más generales aeste respecto. Castañeda (2006), porejemplo, menciona cuatro factores quehabrían provocado el ‘giro a la izquier-da’ en América Latina: 1) el fin de laGuerra Fría, que hizo que Washingtondejara de estigmatizar a cualquierrégimen de izquierda en la región

como simple ‘cabeza de playa’ de la(ahora ex) Unión Soviética; 2) la cul-minación del proceso de democratiza-ción en América Latina, aparejada conel hecho de que ésta es la región másdesigual del mundo; según Castañeda,dondequiera que coexisten democra-cia y extrema desigualdad, los regíme-nes políticos tienden a gravitar hacia laizquierda, dado que las masas empo-brecidas suelen votar por agrupacionespolíticas que enfatizan la redistribu-ción de la riqueza; 3) las reformasneoliberales implementadas desdemediados de los ochenta, cuyos resul-tados decepcionaron a muchos alrevertir en bajas tasas de crecimientoeconómico, persistencia de la pobreza,creciente desigualdad y altos nivelesde desempleo; 4) finalmente, el mismodesencanto con las democracias ins-tauradas, en lo que se refiere a erradi-car la corrupción, establecer un Estadode Derecho, mejorar la gobernabilidady atacar la concentración del poder enmanos de unos pocos.

Borón (2005: 410-413) secundala idea de que el resurgimiento demovimientos y partidos de izquierdase debe a los efectos nocivos del neo-liberalismo, pero añade otros elemen-tos explicativos. Según él, una serie denuevos actores políticos de izquierdatomó el lugar de los grupos que esta-ban en franco declive (como los sin-dicatos) y explotó el ‘vacío de poder’creado por el descrédito de muchospartidos políticos tradicionales. Ade-más, atribuye Borón el resurgimientode la izquierda a la revitalización deun activismo contestatario interna-cional, al formarse un movimientoglobal en contra del neoliberalismo, yla guerra a partir de las protestas deSeattle, en 1999.

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Aunque las anteriores explica-ciones contienen elementos analíticosvaliosos, dejan algunas preguntas sincontestar. Por ejemplo, ¿por qué lasmasas empobrecidas no se volcaron arespaldar a los partidos de izquierdaantes, en particular, hacia finales de la‘década perdida’ de los ochenta, cuandohubo retrocesos importantes en mate-ria de crecimiento económico, pobre-za, desigualdad e hiperinflación? ¿Porqué los beneficiarios políticos de la cri-sis de los ochenta fueron los partidospolíticos que introdujeron las medidasdel Consenso de Washington, en vez dela izquierda? Y si América Latina hasido por décadas la región con mayoresniveles de desigualdad en el mundo,¿por qué no ganaron los partidos deizquierda inmediatamente después deque se acabaron las dictaduras? ¿Porqué hubo que esperar tantos años paraque ocurriera el ‘giro a la izquierda’?

Esping-Andersen (1990:17) brin-da parte de la respuesta, al recordarnosque es erróneo asumir que los partidosde izquierda (socialistas/comunistas) hansido el ‘canal natural’ de representaciónde los sectores menos privilegiados. His-tóricamente las masas empobrecidas ylos trabajadores han sido movilizados poruna variedad de conductos organizativosdistintos, como la Iglesia y los partidosnacionalistas, y por asuntos que poco tie-nen que ver con la clase social, como esel caso de las reivindicaciones regionales,‘étnicas’ y culturales.

De hecho, al cabo de la décadaperdida, accedieron al poder en Améri-ca Latina varios políticos populistas que

no necesariamente provenían de lospartidos de izquierda. Éste es el caso deMénem1 y Fujimori, quienes en suscampañas electorales lograron movi-lizar a amplios sectores popularesmediante promesas redistributivas yprebendas personales, pero una vezelectos, sorpresivamente, implantaronmedidas de ajuste estructural (ver Sto-kes 2001). Lo que revela lo anterior esque, en ciertas instancias, candidatos dediversas tendencias se valieron de lasplataformas políticas de izquierda paraacceder al poder, sólo para retractarsedespués de sus palabras e implementarel Consenso de Washington.

Otra parte de la explicación esque, especialmente en el Cono Sur delcontinente, los partidos de izquierdasufrieron mucha represión de parte delas dictaduras. De ahí que estuvieranmuy debilitados cuando se produjeronlas transiciones a la democracia. Huboque esperar varios años para que lospartidos de izquierda se recompusieranen lo organizacional y formaran unanueva generación de líderes capaces decompetir en las elecciones.

Yo agregaría que el ejemploeuropeo fue absolutamente decisivo enel resurgimiento de la izquierda latino-americana2. Los partidos de izquierdaeuropeos habían sufrido sucesivasderrotas a manos de partidos conserva-dores en la década de los ochenta, dadala reducción en el tamaño de la clasetrabajadora y el declive en la membre-sía de los sindicatos (Sferza 1999: 102).De ahí que fuesen obligados a repensarsu proyecto político.

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1 En el caso de Ménem, algunos autores han observado que históricamente el peronismo fue hostil a la izquierda, acercándo-se más a los regímenes fascistas europeos.

2 Lo que sigue retoma, en parte, algunas ideas que planteé en el capítulo 5 de mi reciente libro.Ver Nasi (2007).

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Con miras a volver al poder, laizquierda europea optó por reinventar-se: se distanció de sus bases de apoyotradicionales (la clase trabajadora y lossindicatos) y adoptó el formato de ‘par-tidos atrapa todo’; abandonó las me-didas de bienestar social quehistóricamente había apoyado y lascambió por una política económicaortodoxa, y también se distanció de lanoción del Estado centralista (Sferza1999). Estas medidas desdibujaban laidentidad histórica de la izquierdacomo tal y la acercaban peligrosamen-te a sus competidores de derecha.

De ahí que, para diferenciarse, laizquierda adoptó una serie de banderascomplementarias, como la antixenofo-bia, la lucha contra la corrupción, objeti-vos ecológicos y posmaterialistas, labúsqueda de una mayor paridad degénero, así como una mayor y mejorrendición de cuentas por parte de losgobiernos (Sferza 1999; Inglehart 1997).Con este nuevo formato, a finales de losnoventa, la izquierda volvió a ganar elec-ciones en 13 de 15 gobiernos de laUnión Europea (Sferza 1999: 101).

La experiencia europea antece-dió el giro a la izquierda latinoamerica-no y proporcionó dos cosas. De unlado, apoyo moral, en el sentido de quebrindó un efecto demostración de quevolver a ganar era posible. De otro lado,y más importante aún, modelos aseguir, dado que la victoria de laizquierda europea necesariamente con-llevó transformaciones profundas.

Se puede plantear como hipóte-sis que, así como la copia de los ‘viejosmodelos’ de la izquierda europea con-tribuyó al fracaso de la izquierda lati-noamericana, la emulación de los‘nuevos modelos’ explica su recientetriunfo. Durante la Guerra Fría, y adiferencia de sus contrapartes europeas,los partidos latinoamericanos deizquierda casi nunca accedieron alpoder. Esto vale tanto para la izquierdaarmada como para la pacifista. Encuanto a la primera, aunque práctica-mente ningún país latinoamericanoestuvo exento de guerrillas revolucio-narias3, éstas sólo triunfaron en Cuba,en 1959, y (veinte años después) enNicaragua, en 1979. La izquierda paci-fista y legal, por su parte, tampoco tuvomayores éxitos, a excepción de la expe-riencia fallida de Allende en Chile.

En los fracasos incidió no sola-mente la represión a (y el fracciona-miento ideológico de) la izquierda,sino la importación de doctrinas desa-rrolladas para el contexto europeo. Lospartidos de izquierda latinoamericanosadoptaron el credo marxista-leninistasin tener en cuenta que la industrializa-ción fue mucho más precaria en nues-tro continente, y el tamaño de la claseobrera, sustancialmente menor que enEuropa. Incluso en aquellos países deAmérica Latina donde la clase trabaja-dora alcanzó dimensiones considera-bles, el empleo en el sector secundarionunca predominó numéricamente(Dix 1989).

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3 En Argentina operaron los Montoneros, en Uruguay los Tupamaros, en Chile el Frente Patriótico Manuel Rodríguez,en Brasil la Acción Libertadora Nacional, en Ecuador ‘Alfaro Vive Carajo!,’ en Perú Sendero Luminoso y el Movimien-to Revolucionario Túpac Amaru, en Nicaragua el FSLN, en Guatemala la URNG, en El Salvador el FMLN, en Hon-duras los Cinchoneros y las Fuerzas Populares de Liberación ‘Lorenzo Zelaya’ (entre otros), en Colombia el ELN, lasFARC y varios más, en Venezuela el MIR y las Fuerzas Armandas de Liberación Nacional, en México el EZLN fueconsiderado una guerrilla por un tiempo, en Bolivia el Che Guevara también formó unos grupos incipientes.

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Lo que hubo en América Latinafueron migraciones masivas de lo rurala lo urbano, y el grueso de esta pobla-ción terminó en los cinturones demiseria que rodean a las ciudades. Lamayoría de los migrantes fue absorbidapor el sector terciario urbano, el de losservicios, el cual, según Dix (1989: 32),no propicia la solidaridad de clase ni laformación de sindicatos (y menos, deorientación anticapitalista), sino unindividualismo cuyas demandas tien-den a centrarse en asuntos como laobtención de vivienda y mejoras en losservicios públicos.

De ahí que, aunque la clase bajahaya tenido un tamaño considerable enAmérica Latina, los partidos de izquier-da encontraron grandes dificultadespara movilizar a los sectores pobres. Eldesfase, por una parte, entre una doctri-na política que privilegió al sectorsecundario como base política de lospartidos y, por otra, una estructurasocial donde la mayoría de los pobres sevinculó al sector terciario fue la recetadel fracaso.

No es casual que sólo reciente-mente la izquierda latinoamericana hayaempezado a ganar elecciones: tuvo queadoptar una doctrina nueva, más flexi-ble, pragmática y acorde con la estructu-ra social del continente, para llegar alpoder. A semejanza de sus contraparteseuropeas, la izquierda latinoamericana sedistanció de los sindicatos e incorporótemas como la descentralización y parti-cipación de la comunidad en la toma dedecisiones locales, la democratizacióninterna de los partidos, la discriminaciónpositiva hacia las mujeres, la necesidadde pesos y contrapesos en el Estado, laadministración eficiente de los gobier-nos locales y la lucha contra la corrup-ción (Angell 1996: 11).

Además de renovarse temática-mente, Rodríguez y Barrett (2005:31-37) argumentan que la nuevaizquierda latinoamericana adoptócinco rasgos que la diferencian de la‘izquierda histórica’:

1. En cuanto a la estrategia organizati-va, pasó del partido de vanguardia, alos ‘frentes amplios’,‘coordinadoras’ y‘encuentros’ de partidos y movi-mientos sociales. La nueva izquierdaconsta de coaliciones de organiza-ciones relativamente autónomasentre sí, que han unido fuerzas paralograr un objetivo común, sea éste latoma del poder o la reforma demo-crática del Estado, o la autogestión.

2. Las bases sociales de la nueva izquier-da se ampliaron, dado que a la tradi-cional búsqueda de la igualdad, sehan agregado agendas que enfatizanel derecho a la diferencia y el multi-culturalismo. La nueva izquierda seautodefine en términos heterogé-neos y plurales, y sirve como puntode encuentro para todos los que seoponen al neoliberalismo, al impe-rialismo y a otras formas de domina-ción y desigualdad.

3. La nueva izquierda también reivindi-ca a la sociedad civil como espacio deacción política y ámbito de delibera-ción ciudadana, más allá del Estado.

4. La nueva izquierda abandonó lalucha armada y los modelos desocialismo centralizado, con lo quetriunfó el reformismo.

5. Finalmente, la nueva izquierda secaracteriza por un inconformismocon la democracia existente: buscaampliar y profundizar la democra-cia mediante la combinación demecanismos representativos y par-ticipativos.

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Lo principal aquí son dos cosas.De un lado, se redujo el fraccionamien-to que había plagado a las izquierdaslatinoamericanas, no sólo en materiaideológica, donde las peleas entresocialdemócratas, marxistas-leninistas,maoístas, trotskistas y demás crearondistancias insalvables, sino en materiade estrategia de lucha, dado que todasconvergieron en el reformismo (yabandonaron la revolución). Por otraparte, las nuevas izquierdas llegaron alpoder en la medida en que formaronalianzas heterodoxas, en las que aban-donaron la idea de imponer un proyec-to único.

Todo esto deja la impresión deuna identidad muy confusa. En efecto,¿qué es lo que define a la izquierda, másallá de juntar a todas las personas que‘se oponen a algo’ (sea la globalización,y/o el imperialismo y/o las injusticias)?¿Es una identidad planteada esencial-mente en términos adversariales perocarente de un modelo político-econó-mico propio? ¿Oculta la pluralidad deidentidades un falso consenso logradomediante la postergación de definicio-nes programáticas? ¿Es la nuevaizquierda incapaz de generar propuestasconcretas a las que se articulen sus dis-tintos grupos?

¿Cuál Izquierda? y ¿cuál Derecha? ¿Se diferencian?

Una dimensión que histórica-mente ha diferenciado a la izquierdade la derecha tiene que ver con el temade la igualdad. Para todas las izquierdas,tanto viejas como nuevas, la búsquedade la igualdad ha ocupado un lugarcentral en sus agendas (Bobbio 1996).La existencia de desigualdades se hainterpretado como sinónimo de injus-ticia, de ahí que las izquierdas hayan

propugnado una mayor igualdad, nosólo en lo político, sino en lo econó-mico y social.

Este planteamiento, aparente-mente simple y atractivo, se ha vistoplagado de miles de dificultades teóri-cas y prácticas. En lo teórico, el proble-ma es que es inadecuado hablar de‘igualdad’ en singular. Existen distintostipos de igualdades posibles, las cualesno son necesariamente compatiblesentre sí, así como diferentes mediospara alcanzarlas. Por ejemplo, dar lamisma cantidad de un recurso a todos(igual para todos) es muy distinto aasignar recursos según la necesidad(igual para los que tienen las mismasnecesidades), lo que es a su vez muydiferente de asignar recursos según elmérito (igual para todos los que tenganlos mismos méritos). Estas tres apro-ximaciones pueden justificarse ennombre de la igualdad, aunque se con-tradigan entre sí (para una interesantediscusión sobre esto, ver el capítulosobre igualdad en Sartori 1987).

A los problemas teóricos sesuma que, en ocasiones, los plantea-mientos igualitarios de la izquierda hangenerado las mayores injusticias imagi-nables en la práctica. Un caso extremoes el de la guerrilla comunista KhmerRojo en Camboya, la cual, luego detomarse el poder, emprendió un deli-rante intento de convertir a su país enuna enorme comuna agraria igualita-ria. En este proceso, los Khmers asimi-laron la noción de igualdad a lasupresión forzosa de las diferencias, loque los llevó a cometer un genocidioen el que murieron cerca de dos millo-nes de personas (los Khmers ejecuta-ban sumariamente a toda personasospechosa de haberse ‘corrompido’con valores burgueses).

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A pesar de las dificultades rese-ñadas, es posible argumentar que eltema de la igualdad ha ocupado unlugar central en la agenda política de lasizquierdas tanto ‘viejas’ como nuevas’.La derecha, en cambio, suele asumirque las jerarquías sociales son naturales,inevitables e, incluso, deseables paramantener un orden social.

Otro ámbito de diferenciaciónentre derecha e izquierda tiene que vercon ciertas actitudes. Con base en dis-tintos indicadores del Eurobarómetro,Sani y Sartori (1983) observaron que,en los años setenta, la ubicación de unvotante cualquiera en el espectroizquierda-derecha era un factor queayudaba a predecir su posición frente auna variedad de asuntos políticos ysociales4. Las personas que se autodefi-nían como ‘de izquierda’ tenían unmayor interés en reducir las diferenciasde bienestar económico y de género,tenían actitudes favorables hacia laUnión Soviética, los sindicatos, losmovimientos estudiantiles de protestay las organizaciones feministas, mien-tras que quienes se autodefinían como‘de derecha’ solían ser pronorteameri-canos y tener una actitud más favora-ble hacia los grandes empresarios, elclero y la policía.

Varias de estas orientaciones yactitudes siguen teniendo vigencia. Notodas, por supuesto, porque hoy noexiste la opción de ser prosoviético.Pero, por lo demás, la izquierda tiendea mantener un perfil anti-Estados Uni-dos y a valorar positivamente a losmovimientos sociales contestatarios, alfeminismo, a las minorías étnicas, lin-güísticas y de género, así como a apo-

yar el aborto, a diferencia de los gruposde derecha. ¿Pero, entonces, se limita el‘ser de izquierda’ a dar importancia a laigualdad, y a tener un conjunto deactitudes ‘progresistas’ frente a un lista-do de temas? ¿Qué ofrece la ‘nuevaizquierda’ en términos programáticos yde largo plazo?

Aparentemente, muy poco. Dis-tintos analistas y los mismos defensoresde la nueva izquierda admiten las difi-cultades que ésta ha tenido en lo que serefiere a formular propuestas alternati-vas (Angell 1996: 24; Rodríguez yBarrett 2005: 38-47). En lo económico,la nueva izquierda no ha dado con unverdadero modelo que reemplace alneoliberalismo (Rodríguez y Barrett2005: 43). Resucitar el socialismo, elkeynesianismo o los modelos socialde-mócratas de los países nórdicos pareceestar fuera de discusión. Lo que se cita,en lo económico, son pequeños expe-rimentos muy parciales que distintosgobiernos ‘de izquierda’ se han copiadoentre sí. Por ejemplo, el programa“Bogotá sin Hambre” del alcaldeLucho Garzón tomó como modelo unprograma adelantado por el PT de Lulaen Brasil.

Los beneficios de estos progra-mas son incontrovertibles: en Bogotá,por ejemplo, más de setecientas milpersonas pobres han gozado de asis-tencia alimentaria. La pregunta es sise trata de un programa auténtica-mente ‘de izquierda’. Si la memoriasirve de algo, los programas de ajusteestructural también incluían un com-ponente asistencialista, que consistíaen una red de apoyo para los máspobres de los pobres que iban a resul-

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4 Esto también lo retomo de Nasi, 2007.

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tar muy perjudicados por las medidasde libre mercado y la reducción delgasto social del Estado. ¿En qué sediferencia eso del nuevo asistencialis-mo de ‘izquierda’? ¿En que los pro-gramas de ayuda ‘de izquierda’tienden a ser más permanentes? Y,más allá del deber moral de todogobierno de contribuir a que ningúnciudadano padezca hambre, ¿en quécontribuyen estos programas a quelos más pobres mejoren su situación?¿Ofrecen algo para rebasar la depen-dencia de los sectores menos privile-giados de la caridad pública? Dejoestas preguntas abiertas.

Otras banderas de la nuevaizquierda, como luchar contra lacorrupción, enfatizar los pesos y con-trapesos dentro del Estado, favorecerla descentralización o hacer que losgobiernos sean más eficientes y res-ponsivos frente a las peticiones de losciudadanos, también pueden ser (enprincipio) defendibles y loables. ¿Peroson de izquierda? No necesariamente.No hay que olvidar que varios golpesmilitares en América Latina buscaron,entre otros, derrocar a gobiernos ine-ficientes y corruptos, que generarondescontento popular5. Es más: losrecortes del Estado con el fin de redu-cir el despilfarro, la corrupción y lasineficiencias de una burocracia nume-rosa han sido una bandera histórica delos gobiernos de derecha. Difícilmen-te puede la izquierda reclamar queestos temas son sus banderas exclusi-vas o distintivas, aunque quizás laizquierda favorece un Estado másinterventor.

Por supuesto, no todos los nue-vos gobiernos de izquierda en Améri-ca Latina han sido iguales, ni hanimplementado las mismas políticas.Distintos analistas han agrupado a losnuevos gobiernos de izquierda en doscategorías. De un lado estarían losgobiernos de izquierda que se hanceñido más o menos fielmente a laortodoxia neoliberal (Lula en Brasil,Bachelet en Chile, Tabaré Vázquez enUruguay), y de otro, los que hanintentado deshacer los pasos y reversarmuchas medidas del ajuste estructural(Chávez en Venezuela, Kirchner enArgentina, Evo Morales en Bolivia,Correa en Ecuador).

Para algunos sectores de dere-cha, la izquierda de Lula, Tabaré Váz-quez y Bachelet encarna una variantemoderada, responsable y madura, queha aprendido tanto de la teoría econó-mica como de sus pasados errores queprovocaron golpes de Estado. Laizquierda de Chávez, Kirchner, Correay Morales, en cambio, sería unaizquierda radical, vociferante y populis-ta, destinada a fracasar en sus intentos(Castañeda 2006).

Por su parte, ciertos académicosy activistas de izquierda consideran quela ortodoxia económica de Lula consti-tuye nada menos que una traición a losideales de su propio partido y a laizquierda continental. Desde esta pers-pectiva, no se debe tildar a Chávez o aMorales de ‘dementes’, sino a losgobiernos que se cruzaron de brazos yno cambiaron de rumbo frente a losefectos nefastos del neoliberalismo(Borón 2005: 415).

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5 No importa si los regímenes militares subsiguientes fueron aún más corruptos que sus predecesores. Es bastante comúnque los cruzados de la anticorrupción terminen involucrados en prácticas deshonestas.

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Terciar en este debate trasciendelos propósitos del presente escrito. Loque queda en claro es que la izquierdaatraviesa por una crisis de identidadcaracterizada por la dificultad de gene-rar propuestas alternativas.Algunos ana-listas (ver, por ejemplo, Borón 2005)argumentan que ello no debe ser moti-vo de angustia y que se debe asumir unaperspectiva más de largo plazo. Al fin yal cabo, también el neoliberalismo sur-gió gradualmente, como una sumatoriade varios elementos, en el transcurso dedécadas. Si hoy por hoy no existe unprograma acabado de la nueva izquier-da, éste se materializará a su debidotiempo como producto de los variosexperimentos a pequeña escala que sellevan a cabo en el continente (y otraspartes). Por lo pronto, sostienen losdefensores de esta tesis, lo importante esque la nueva izquierda no asuma unaactitud derrotista frente al neoliberalis-mo, e intente caminos que sean nove-dosos y -sobre todo- distintos a los de laderecha. Sólo eso brinda una esperanzaa los desposeídos.

La derecha continental, por suparte, no ha afrontado una crisis deidentidad comparable. Ha mantenido sucredo y principios inalterados, y notiene por qué cambiarlos. Con todo y el‘giro a la izquierda’ en el continente, elhecho de que los nuevos gobiernos deizquierda no tengan propuestas alterna-tivas (que sean articuladas, creíbles y/oviables) al neoliberalismo, les ha servidopara afianzar su creencia de que el neo-liberalismo es sinónimo de sensatez.

El problema actual de la derechano es de identidad, sino de identificarestrategias para volver al poder: el neoli-

beralismo no ilusiona a las masas despo-seídas con promesas de redención. Enesto, la izquierda suele hacer promesasmás atractivas.De ahí que los partidos dederecha tengan el dilema de, o bienincurrir en la indulgencia de hacer pro-mesas populistas o, simplemente, esperara que los desatinos de la nueva izquier-da y la creciente inseguridad ciudadana6

empujen de nuevo a la mayoría del elec-torado hacia los toldos derechistas.

Derechización ‘a la colombiana’Con el declive del bipartidismo,

ha surgido en Colombia una identidadmucho más claramente de derecha.Aun-que el contexto reciente corresponde aun fortalecimiento tanto de la derechacomo de la izquierda legal (con la con-solidación del PDA como segunda fuer-za política de Colombia), es apropiadoreferirse en general a una derechizacióndel país. De otra manera no se explica-rían tanto el triunfo de Uribe en 2002como su reelección cuatro años mástarde. Las votaciones son dicientes: enambas elecciones ganó Uribe en la pri-mera vuelta,pero mientras que obtuvo el54% de los votos en las elecciones presi-denciales de 2002, el porcentaje subió a62,2% en 2006. ¿Cómo ha ocurrido estoy de qué tipo de derechización estamoshablando? Se pueden introducir variasconsideraciones a este respecto.

I. Políticas económicasUn primer aspecto que suele dis-

tinguir a los gobiernos de derecha delos de izquierda se refiere a la políticaeconómica y el gasto social. Los gobier-nos de derecha suelen ser abiertamenteneoliberales y (en general) proclives al

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6 Los partidos de derecha suelen ganar con sus agendas de imponer orden ante situaciones caóticas y de creciente inseguridad.

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libre mercado, mientras que los deizquierda tienden a enfatizar las medi-das redistributivas, cierto proteccionis-mo económico y el gasto social (aun acosta de la eficiencia económica).

Parte de lo sui géneris de la dere-chización ‘a la colombiana’ es que, eneste terreno, a Uribe se le ha dificultadoimplementar a fondo una agenda econó-mica propiamente ‘de derecha’.En parti-cular, Uribe ha tenido poco margen demaniobra frente al gasto social, que estádefinido por la Constitución de 1991 yaumenta progresivamente cada año. Nose pueden modificar los montos destina-dos a educación y salud, y como lo afir-ma Alejandro Gaviria (2005: 68-69), lasrigideces en este terreno hacen que cual-quiera que hubiese sido elegido presi-dente no hubiese podido cambiar lascosas en mayor medida.

A esto hay que agregar que Uribesiguió con el programa ‘Familias enacción’, de Pastrana, que ha tenido unimpacto importante y benéfico en cier-tos sectores empobrecidos de Colombia(Gaviria 2005). Aunque este programano hace parte de la política social comotal, al enmarcarse dentro del recetario delFondo Monetario Internacional debrindar un apoyo focalizado (y temporal)a los sectores menos privilegiados, cercade 1.500.000 familias de escasos recursoshan recibido subsidios por este concepto(El Tiempo 2007). Hay que darle créditoa Uribe por haber dado continuidad aeste programa.

Esto no quiere decir que Uribeno haya intentado implementar otrosaspectos más ortodoxos de la agendaneoliberal. La reducción del tamaño delEstado ha sido sustancial, y eso ha afecta-do especialmente al brazo social delEstado. El actual mandatario también hatenido éxito en privatizar, total o parcial-

mente, empresas públicas como Adpos-tal, Ecopetrol, Telecom y Ecogas, entreotras. Y la reforma laboral le valió aUribe la animadversión de los sindicatos.

Pero en otros campos, o bienUribe no ha tenido tanto éxito,o bien nose le puede achacar la culpa. Recuérdeseque no le correspondió a Uribe introdu-cir el neoliberalismo, tarea llevada a cabopor su lejano antecesor César Gaviria.Ypor diversas circunstancias, pese a losesfuerzos del actual gobierno, EstadosUnidos no ha aprobado el Tratado deLibre Comercio con Colombia. Más alláde la discusión sobre su convenienciapara el país, el TLC habría generadoganadores y perdedores, y los últimos sehabrían alinderado en contra de Uribe.

Frente al gasto social, se puedeañadir que le correspondió a Pastrana (yno a Uribe) realizar en 2001 una modi-ficación transitoria a la Constitución, el“ajuste a la descentralización”, conmotivo de la crisis económica que afec-tó a su gobierno. Con el ajuste, se deci-dió dejar de girar más de 17 billones depesos destinados por la Constitución alas transferencias, para el período 2002-2008 (Restrepo 2007). Aparentemente,el gobierno de Uribe está intentandovolver permanente el recorte a los mon-tos destinados a la salud y educaciónpúblicas (Restrepo 2007), lo que lepuede acarrear a futuro una pérdida deapoyo. Pero hasta la fecha, con todo yajuste, los montos para estos rubros hantenido un crecimiento anual permanen-te aunque modesto.

Una cosa es que el gasto social nohaya crecido tanto como lo preveía laConstitución, y otra muy distinta, que sereduzca el gasto social. Lo que ha ocu-rrido es lo primero, lo que explica enparte la continua popularidad de Uribey el apoyo por parte de amplios sectores

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de las clases medias y populares.Además,es fácil adivinar que el programa ‘Fami-lias en acción’ le ha proporcionado unaamplia base social al uribismo. No esque Uribe sea un presidente ‘de dere-cha’ con una política económica ‘deizquierda’, pero lo curioso es que lo queel mandatario no ha logrado en materiade aplicar medidas neoliberales, le hareportado ganancias políticas.

En donde sí se detecta una agen-da económica claramente de derecha delactual gobierno es en el gasto militar.Losgobiernos de derecha, históricamente, sehan caracterizado por privilegiar el gastoen seguridad y defensa, y éste ha crecidoa niveles sin precedentes durante laadministración Uribe. Las circunstanciasde conflicto armado en Colombia justi-fican tener un gasto militar elevado, perose requiere mantener la prudencia fiscaly sopesar la sostenibilidad del gasto mili-tar actual. En cualquier caso, al efectuarsumas y restas, se trata de una políticaeconómica sólo parcialmente ‘de dere-cha’, lo que diferencia a Colombia deotros regímenes ubicados en el mismolado del espectro político.

II. Relación con los grupos armados ilegales

En Colombia, todos los partidospolíticos legales critican abiertamente ala guerrilla por los homicidios, atentados,secuestros y extorsiones que comete adiario. En esto no se detectan mayoresdiferencias entre los partidos uribistas

(principalmente, el Partido de la U yCambio Radical) y el izquierdista PoloDemocrático Alternativo. Donde sí seobserva un talante claramente derechistadel gobierno de Uribe es en la forma enque trata a las guerrillas. No me refierotanto a los frecuentes excesos verbalesdel presidente7, o a las metáforas que uti-liza (afirmaciones como “hay que matarla culebra”), que son producto más de lapersonalidad de Uribe que de otra cosa.

El talante derechista se observamás en la política de criminalizar a laguerrilla8. Antes de Uribe, los gobier-nos (o al menos algunos) aceptaban lanoción de que los actos y la mismaexistencia de la guerrilla tenían unaexplicación política. El origen de lasguerrillas se entendía como productode la exclusión política y económica, ylos actos criminales de los gruposrebeldes frecuentemente se cobijabanbajo la doctrina del ‘delito político’.Únicamente las fuerzas militares sereferían consistentemente a la guerrillacon el epíteto de ‘bandidos’.

Con Uribe, lo que antes era unlenguaje exclusivo del estamento cas-trense se generalizó a todo el gobiernoy a buena parte de la sociedad. Elgobierno considera que los gruposguerrilleros son simples asociacionescriminales que únicamente buscanenriquecerse a sí mismas. Según estainterpretación, si es que los gruposrebeldes alguna vez tuvieron banderaspolíticas, éstas se acabaron con el colap-

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7 Donde se trasluce claramente su rabia contra las guerrillas; rara vez las rabietas del Presidente se han dirigido contra losparamilitares.

8 Partamos de un hecho cierto: todas las guerrillas son grupos criminales, en la medida en que llevan a cabo accionesarmadas al margen de la ley. Sólo desde un imaginario extremadamente ingenuo se puede establecer una clara líneadivisoria entre una supuesta ‘guerrilla idealista’ del pasado y una ‘guerrilla criminal’ del presente. Aunque la guerri-lla colombiana se ha degradado considerablemente en las últimas décadas, incluso las más idealistas de las guerrillasdel pasado cometían (quizás a menor escala) toda suerte de actos criminales, como robos, extorsiones, asesinatosextrajudiciales, secuestros y demás.

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so del comunismo global, así como conel creciente involucramiento de lasguerrillas en el narcotráfico.

La criminalización de las guerri-llas corresponde a un talante de derecha,en el sentido de que es una estrategiacalcada a la que siguió Margaret That-cher en el Reino Unido frente al Ejér-cito Republicano Irlandés, IRA, amediados de los setenta.Thatcher, la asíllamada ‘Dama de Hierro’ del ReinoUnido, fue la principal aliada del repu-blicano Ronald Reagan, en la cruzadaanticomunista internacional que antece-dió el fin de la Guerra Fría.

Los gobiernos británicos poste-riores a Thatcher fueron más pragmáti-cos en esta materia: mientras quepúblicamente siguieron tachando decriminal y terrorista al Ejército Repu-blicano Irlandés, en secreto empezaronconversaciones con el mismo. El reco-nocimiento de facto (aunque en secre-to) del carácter político del IRA facilitóllegar a algunos entendimientos, en unlargo proceso que culminó con losacuerdos de paz del Viernes Santo de1998. Es decir, la criminalización delIRA fue principalmente una táctica dedescrédito, más que una creencia sinceradel gobierno. Si no hubiese sido así, lacriminalización habría impuesto unabarrera infranqueable para construirgradualmente una solución política delconflicto de Irlanda del Norte.

El punto a resaltar es que la crimi-nalización de los grupos armados ilegalesha sido un repertorio típicamente dederecha.Así el rechazo a las guerrillas seaunánime en Colombia, Uribe se destacapor su empeño en asimilar a los grupos

rebeldes a simples bandas delincuencia-les, negándoles cualquier agenda políticade cambio a favor de los sectores oprimi-dos. La carga emocional que se detectaen los discursos de Uribe da a entenderque ésta es una creencia sincera, más quealgo pragmático, al estilo de la “hipocre-sía constructiva” del gobierno inglés.

Ahora bien, si la tesis de la cri-minalización fuese sólo una cuestión deUribe, eso sería entendible, dada suexperiencia familiar traumática con lasFARC. Lo que llama la atención es quemuchos colombianos han aceptado latesis de la criminalización sin mayoresreservas y cuestionamientos. Esto no esalgo natural, sino el producto de laconfluencia de tres factores.

a) La experiencia del Caguán, o el ‘síndromede la novia ingenua y traicionada’

Con el fracaso de las negociacio-nes del Caguán, se impuso en Colom-bia la narrativa de que, mientras que elgobierno cedió en todo y obró siempreingenuamente, de buena fe, las FARCno hicieron otra cosa que engañar ytraicionar a todos.

Que las FARC engañaran en elCaguán es un hecho incontrovertible.No vale la pena detenerse en la larga listade agravios sobre secuestros, narcotráfico,tráfico de armas, extorsiones, planeacióny ejecución de ataques, y reclutamiento,tantas veces repetida. Lo que se tiende aolvidar, sin embargo, es la responsabilidaddel gobierno en el fracaso de las negocia-ciones de paz del Caguán. El gobiernotambién incumplió promesas9, y mostróuna gran incompetencia en el manejo delas negociaciones10.Además de la mala fe

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9 Empezando porque el Plan Colombia inicialmente iba a ser un plan social, y no una iniciativa militar antinarcóticos.10 Como se demuestra en la introducción de 100 temas en la agenda y en el rol puramente político y pro forma de las comi-

siones de paz.

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de las FARC, las fallas del gobierno con-tribuyeron -y no en forma marginal- alfracaso de las negociaciones.

Y tampoco es cierto que elgobierno hubiese cedido ‘en todo’.Hizo apenas una concesión, que fuegrande y equivocada -la desmilitariza-ción de cinco municipios para generarun espacio donde negociar-, pero fueuna, al fin y al cabo. Dicha concesiónse justificó en su momento con elargumento de que mantener conver-saciones de paz en el exterior introdu-cía complicaciones logísticas quedificultaban avanzar en la agenda denegociación (supuestamente, eso con-tribuyó al fracaso de las negociacionesde Caracas y Tlaxcala). Aparte de eso,Pastrana tuvo la iniciativa de ir ahablar con ‘Tirofijo’ en momentos decrisis, organizó la ‘gira europea’ y otrosencuentros, pero éstos fueron gestos,más que concesiones propiamentedichas. No obstante, los gestos de Pas-trana reforzaron la noción de que elgobierno cedió en todo a cambio denada.

En resumidas cuentas, a losojos de la opinión pública, las FARCfueron las únicas responsables del fra-caso de las negociaciones del Caguán,lo que reforzó su imagen de grupoenteramente criminal y sin banderaspolíticas.

b) El establecimiento de un ‘ranking delictivo’ que potenciólas condenas contra las guerrillas

Los delitos no son todos igua-les. De ahí que existan diferenciasentre contravenciones y delitos, y quelas penas se asignen progresivamente,de acuerdo con la gravedad de las vio-laciones a la ley. Lo que no es tan cier-to es que haya un ranking indisputable

en materia de delitos graves y que elsecuestro sea el peor de todos ellos.Nadie discute que el secuestro es undelito absolutamente atroz, y es ridí-culo que la guerrilla acuda a eufemis-mos (palabras como ‘retenciones’) paraescamotear la gravedad del hecho.Pero con todo el dolor y trauma quecausa (a las victimas y a sus familiares),es difícil argumentar que el secuestrosea algo más grave que el asesinato olas masacres. Es más: a menos que elsecuestrado muera en cautiverio, coneste delito se mantiene la esperanza deun reencuentro de los secuestradoscon sus seres queridos, a diferencia delos asesinatos.

A pesar de la dificultad de esta-blecer gradaciones entre delitos gra-ves, en Colombia se ha consolidadoun ranking en el imaginario colecti-vo, donde el secuestro se percibecomo el peor de todos los delitos. Enello ha incidido la eficaz labor deorganizaciones que han tomado lasbanderas contra el secuestro, como‘País Libre’, que ha movilizado senti-das y multitudinarias manifestacionesen favor de la liberación de los cauti-vos. Dichas organizaciones han tenidoun mayor impacto en moldear el ima-ginario colectivo en Colombia quelos mismos avances normativos inter-nacionales, que han reducido conside-rablemente el espectro de los delitospolíticos: lo último ha implicado qui-tar atenuantes a todo un rango dedelitos, y no sólo al secuestro.

En Colombia, el posicionamien-to del secuestro como el peor de todoslos delitos ha facilitado la criminaliza-ción de las guerrillas. Finalmente, segúnlas percepciones mayoritarias, las gue-rrillas quedaron como principales res-ponsables (junto con la delincuencia

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común) del más abominable de losdelitos. Los paramilitares, que hancometido muchos más asesinatos ymasacres, pero menos secuestros que lasguerrillas, quedaron comparativamenteexentos de tanta condena pública.

c) La promesa del “ahora sí vamos a derrotar a la guerrilla”respaldada por cuantiosos recursos

El país también ha querido ‘pen-sar con el deseo’ ante la creciente inje-rencia de la guerrilla. La guerrilla hasido un problema enquistado por másde cuarenta años. Su constante expan-sión en número de hombres y frenteshasta 2002, y su apenas parcial conten-ción desde ese entonces, han significa-do que su impacto se ha multiplicado alo largo y ancho del país. De una gue-rrilla que pasaba casi desapercibida, sepasó a una que desde los años ochenta,con sus acciones, ha causado trauma enmuchos municipios y ha afectado a uncreciente número de habitantes (aun-que su potencial de tomarse el podersea extremadamente bajo).

Para muchos ciudadanos delcomún, frente a una guerrilla que noha hecho más que engañar en las nego-ciaciones, causar un daño creciente ycometer el más abominable de los deli-tos (el secuestro), sólo existe una res-puesta apropiada: derrotarlos completae incondicionalmente. En esto, Uribeha sido hábil en interpretar (y poten-ciar) un deseo colectivo.

Uribe nos ha hecho creer que esposible lograr el mejor de los mundosposibles: acabar con este problema deun solo tajo. Si la mano dura no fueefectiva en el pasado, en particular,durante el gobierno de Turbay, quizáseso se debió a la escasez de legitimidaddel gobierno y a la insuficiencia de

recursos militares. Uribe parece habersubsanado ambos frentes. Su apoyopopular es incomparablemente mayorque el que tuvo el desprestigiado Tur-bay, y además, con el hecho de queColombia se convirtió en el tercer paísreceptor de ayuda militar de EstadosUnidos en el mundo, la promesa de lavictoria militar parece hoy más creíbleque nunca.

Criminalizar al adversario hasido más fácil bajo estas circunstancias:con el viento a favor para derrotar alas guerrillas, ¿a cuenta de qué lasvamos a reconocer? Si hubiese menostriunfalismo, probablemente tendríacabida la noción de que es más prag-mático buscar una salida políticanegociada, incluso a pesar del caráctercriminal de las guerrillas. Es probableque la criminalización ceda, en lamedida en que Uribe sea incapaz decumplir con su promesa de acabar conlas guerrillas en su segundo (¿o ter-cer?) mandato, y vea la necesidad debuscar acercamientos.

III.Relación con otros actores políticos y sociales legales

El talante derechista de Uribetambién se observa en su relación condistintos partidos y grupos políticos.Los contrastes son patentes.

a) Partidos de izquierda, sindicatos,ONGde derechos humanos y ‘el pueblo’

Que el gobierno Uribe crimi-nalice a la guerrilla no es tan grave,especialmente cuando esta última haproporcionado abundantes argumen-tos para hacerlo. Quizás uno podríadecir que la criminalizacion es incon-veniente, a efectos de buscar una paznegociada. Pero, a su vez, referirse alos guerrilleros como criminales es

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adecuado -en el sentido de que la pala-bra denota las prácticas de los gruposrebeldes- y justificable, en el marco deuna política que busca la victoriamilitar.

Lo que, en cambio, sí es gravees que el gobierno criminalice a laoposición legal por medio de señala-mientos infundados. Abundan losejemplos a este respecto. El caso másreciente se dio durante la campaña ala Alcaldía de Bogotá, cuando, ante elinminente triunfo del candidato deizquierda del Polo DemocráticoAlternativo (PDA), Samuel Moreno,el presidente Uribe invitó en repeti-das ocasiones a los habitantes de lacapital a que “no votaran por el can-didato respaldado por grupos terroris-tas” (en clara alusión a Moreno y lasFARC). Pocos días después, tanto elAlto Comisionado de Paz como elMinistro de la Defensa confrontaronen los medios de comunicación almáximo dirigente del PDA, CarlosGaviria, porque una columna suyahabía aparecido en la página de inter-net de ANNCOL, agencia de noticiascercana a las FARC. Se trataba de unacolumna ya publicada en el periódicoEl Tiempo, y que fue utilizada porANNCOL sin el conocimiento ni elconsentimiento de Gaviria.

Anteriormente, Uribe habíatildado a algunas ONG de derechoshumanos de “traficantes de los dere-chos humanos”, como si sus denun-cias sobre violaciones cometidas poragentes del Estado fuesen simples

artimañas promovidas subrepticia-mente por las FARC dentro de unaestrategia de “guerra jurídica” contrael gobierno. E, invariablemente, elgobierno ha reaccionado con discur-sos acalorados cada vez que entidadescomo Human Rights Watch publicaninformes sobre Colombia, dando aentender (contra toda evidencia) quedicha organización sólo critica alEstado y no a las guerrillas. En otrasoportunidades, distintos funcionariosdel alto gobierno han hecho gravesseñalamientos públicos en contra dealgunos sindicatos, e incluso en contrade algunos académicos, sugiriendouna posible cercanía con los gruposterroristas.

Todas estas prácticas intimidato-rias del gobierno en contra de perso-nas y grupos de la oposición legalaproximan a Uribe a ciertos regíme-nes autoritarios de derecha. Nótese,sin embargo, que es inapropiado decirque Uribe implantó una ‘dictadura dederecha’ y (mucho menos) un ‘régi-men fascista’. En los regímenes autori-tarios propiamente dichos, el gobiernodesarticula coercitivamente y prohíbela existencia legal de cualquier organi-zación de oposición (el fascismo llegaal extremo de reconfigurar a toda lasociedad dentro de un único proyectototalitario de Estado).

Lo que ha hecho Uribe es des-calificar a la oposición legal y formu-larle acusaciones graves de ser‘desleal’11 (o de estar ‘aliada con elterrorismo’). Aunque esto no equivale

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11 Parto aquí de la distinción de Linz (1978), quien afirma que la oposición leal tiene un claro compromiso con losmedios legales para llegar al poder y rechaza el uso de la fuerza, mientras que la desleal no. Agrega Linz que la opo-sición desleal suele mandar mensajes ambiguos, en los que afirma ceñirse a los medios legales para acceder al poder,pero a la vez descalifica a los gobiernos como ilegítimos. La oposición desleal dice representar a una supuestas ‘mayo-rías latentes’ y apela a formas plebiscitarias de la democracia.

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a aplicar coerción ni a introducirprohibiciones legales, sí es un pasoclaro hacia la intolerancia de la oposi-ción política legal por parte de las másaltas instancias del gobierno. Dehecho, esto riñe con el espíritu de la“Política de Seguridad Democrática”del propio Uribe, cuya premisa uni-versalista consiste en brindar igualseguridad a todos los colombianos quese mantengan dentro de los cauces dela ley, independientemente de su filia-ción política. Es muy grave que, en unpaís con una historia tan violentacomo Colombia, un presidente tanpopular como Uribe descalifique deesa manera a los grupos de oposiciónlegal (así la oposición resulte en oca-siones bastante irritante). Las memo-rias de lo ocurrido con la UP (partidomucho más cuestionable que el PDA,pero que no merecía ser exterminado)deberían servir como llamado deatención para no repetir la historia aeste respecto.

Por supuesto, a Uribe la tácticade polarizar y dividir a la sociedadentre ‘uribistas’ y ‘terroristas’ le hadado réditos electorales.Y los señala-mientos del gobierno contra la oposi-ción son tan sistemáticos que esinsostenible la tesis de que el Presi-dente simplemente reacciona frente agrupos extremistas que lo tildan de‘paraco’. Incluso, suponiendo que esofuera así, dado el poder y la dignidaddel gobierno, un presidente no debe-ría rebajarse a dar peleas donde losepítetos reemplazan los argumentos.

En síntesis, el talante derechistade Uribe se nota en esto también.Mientras que un gobierno democráti-co de centro cultivaría una estrechaalianza de todos los partidos legales (loque incluye a los partidos de centro,

centro-derecha y centro-izquierda) encontra del terrorismo y los gruposextremistas, Uribe ha privilegiado laformación de una alianza de la dere-cha y centro-derecha, que descalifica ala izquierda legal y en poco la diferen-cia de la ilegal.

Además, las acusaciones en con-tra de la oposición legal han polarizadoal país. En esto, Uribe no ha logradoformar un coro unánime, igual al quecondena por ‘terroristas’ a las guerrillas.Lo que ha producido es una diferencia-ción y crecientes fricciones entre uri-bistas y antiuribistas. Paradójicamente,el Presidente ha contribuido a revitali-zar la identidad de la izquierda legal,dado que más de una persona injusta-mente acusada de ser ‘aliada del terro-rismo’ ha acabado en los brazos de laoposición.

Se observa aquí una cercaníaentre las estrategias populistas de Uribey Chávez: en ambos casos (aunque másen Venezuela), los presidentes hanescindido a los países entre los queestán a su favor y los que están en con-tra. Para muchos colombianos y vene-zolanos, la misma historia se divide enun ‘antes’ y un ‘después’ de un presi-dente que es percibido bien sea comoredentor (por sus seguidores) o demo-nio (por sus opositores).

Otro aspecto relevante se refie-re a la relación de Uribe con lo quepodríamos denominar genéricamenteel ‘pueblo’. Cuando no ha descalifica-do a la oposición legal, Uribe ha ten-dido a obviar a los grupos organizadosde izquierda como instancias de diá-logo y negociación (a menos que setrate de sindicatos patronales). Uribeparece haber reemplazado la interlo-cución con los sindicatos y las organi-zaciones populares por un diálogo

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con sectores desorganizados de lasociedad civil o el ‘pueblo’ en los con-sejos comunitarios.

Con esto, Uribe, de nuevo, hahecho gala de un talante populista muyparecido al de su homólogo en Vene-zuela, Hugo Chávez. Los consejoscomunitarios buscan, ante todo, unefecto mediático. Son eventos en losque el mandatario colombiano damuestras de su empatía con ‘el pueblo’y, supuestamente, soluciona problemasen vivo y en directo, comisionandotareas a sus ministros y a otros funcio-narios del gobierno.

El problema es que la democra-cia directa es en buena parte una ilu-sión en las sociedades de masascontemporáneas. Un simple ejemplonumérico es ilustrativo a este respec-to. Mientras que a la fecha (luego decinco años de gobierno) se han lleva-do a cabo cerca de 147 consejoscomunitarios, a los que habrán asisti-do unos pocos miles de personas (porno mencionar el reducidísimo núme-ro de ciudadanos que han hablado endichos consejos), la población colom-biana rebasa los cuarenta millones dehabitantes. Es decir, los consejoscomunitarios ‘han atendido’ a unaínfima fracción de ciudadanos. Proba-blemente, el mismo gobierno prese-lecciona a quienes pueden (o no)asistir a tales consejos, lo que introdu-ce un fuerte sesgo, y nadie hace unseguimiento para ver si efectivamenteun ministro cumplió con la tareaencomendada por el Presidente de‘solucionarle el problema’ a cualquierfulano.

Los consejos comunitarios nopueden pretender reemplazar ni reba-sar a la democracia representativa, y elgrado en que la complementan es algo

que requiere de investigación empíri-ca. Su utilidad es fundamentalmentepropagandística, porque generan lailusión de la ‘democracia directa’, y deque el poder se puede ejercer enforma transparente, frente a los ojos detodo el mundo. De nuevo, esto reflejanuestros deseos colectivos: todos qui-siéramos que el ejercicio del poderfuese diáfano, honesto y visible. Enrealidad, los consejos no eliminan loque Schedler (1999) denomina la‘opacidad del poder’, con la que milesde decisiones del gobierno -y, espe-cialmente, las más importantes- setoman fuera del radar del escrutiniopúblico. No deja de ser interesante, entodo caso, que Uribe acuda al populis-mo y éste le funcione, elemento suigéneris de la ‘derechización a lacolombiana’.

b) Empresarios, militares,paramilitares y Estados Unidos

Las relaciones de Uribe con elotro lado del espectro político tam-bién pueden ser un indicador útil dela derechización ‘a la colombiana’.Indudablemente, Uribe ha tenidouna clara y estrecha cercanía con losempresarios y los militares. Una pre-gunta que se puede formular es si eltipo de relación de Uribe con losmilitares y empresarios lo hace ‘másde derecha’ que sus antecesores.Al finy al cabo, todo gobierno democráticodepende no sólo de los votos, sino delapoyo del empresariado y la fuerzapública.

Carezco de elementos empíri-cos para emitir un juicio a este respec-to. Los empresarios y militares siemprehan tenido un acceso bastante directoal alto gobierno. Habría que analizar sila interlocución ha sido comparativa-

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mente más fácil con Uribe que consus antecesores. Otra comparaciónposible, que excede los propósitos deeste ensayo, es analizar si estos sectoreshan obtenido más prebendas delgobierno desde que Uribe accedió alpoder. Dejo como hipótesis que Uribesí ha tenido una mayor cercanía con elestamento militar que sus antecesores.Al menos, no recuerdo otros presiden-tes tan cercanos a la fuerza pública,con la excepción de Turbay.

La relación de Uribe con losparamilitares ha sido más compleja. Porun lado, ha logrado que estos grupos sedesmovilicen y desarmen, y los haenjuiciado con la controversial Ley deJusticia y Reparación. Aunque elgobierno ha defendido la ley porcuanto propicia menos impunidad queen el pasado, lo cierto es que los casti-gos son irrisorios frente a la gravedadde los delitos.

Por otro lado, el Presidente hasido acusado por la oposición de tenernexos con los grupos paramilitares,señalamiento que Uribe ha rechazadovehementemente. Suponiendo que elPresidente no haya tenido un vínculodirecto con estos sórdidos personajes,lo que el escándalo de la parapolítica hadejado en claro es que algunos amigosy colaboradores cercanos del Presiden-te sí han sido amigos de los paramilita-res. Si bien nadie es responsable por losamigos de los amigos, este escándalo hafacilitado que algunos asocien al Presi-dente con los grupos ilegales de extre-ma derecha.

Una pregunta que queda abier-ta es en qué medida la supuesta cerca-nía del Presidente con estos grupos (ocon los amigos de estos grupos) expli-ca la impunidad de los paramilitares.¿Habría actuado distinto un gobierno

de izquierda? ¿Es el tratamientobenigno a los grupos paramilitaresproducto de que en Colombia hay ungobierno de derecha? O, dadas las cir-cunstancias, ¿cualquier gobiernohabría actuado igual?

Sospecho que en este terrenoprima el pragmatismo, y que ungobierno de izquierda no habría pro-piciado una dosis sustancialmentemayor de justicia y castigo que Uribe(o, de insistir tanto en el castigo, no sehabría producido la desmovilizaciónde los paramilitares). Probablemente,un gobierno de izquierda habría sidoun poco más receptivo frente a las crí-ticas y sugerencias de las organizacio-nes de derechos humanos pero, enúltimas, habría aceptado pagar el pre-cio de la impunidad, en aras de avan-zar hacia la paz.

Lo que ha ocurrido en esteterreno es que Uribe, un presidente dederecha, hasta ahora tiene como únicologro en materia de paz la desmovili-zación y desarme de los paramilitares,que son grupos armados ilegales dederecha. Esto se ha prestado para quela oposición arrecie contra el Presi-dente y explique la impunidad en fun-ción de que ‘el Presidente es amigo delos paras’. Pero el tratamiento segura-mente habría sido igual de benigno sise hubieran desmovilizado las FARCo el ELN. En el marco de la búsquedade una paz negociada, ningún gobier-no, sea de derecha o izquierda, puedepretender que caiga todo el peso de laley sobre los perpetradores de delitosni aplicar castigos selectivos, según setrate de grupos armados ilegales dederecha o izquierda.

Finalmente, y para no exten-derme más, Uribe ha sido un claroaliado de Estados Unidos, y el princi-

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pal receptor de ayuda norteamericanaen el continente. Esto lo separa devarias contrapartes latinoamericanasde izquierda, que resucitaron las ban-deras antiimperialistas y ven en lacruzada norteamericana contra elterrorismo un plan para dominar almundo. Bachelet aparece comoexcepción a la regla, en el sentido deque su gobierno ha mantenido unabuena relación con la potencia. Pero,en general, la nueva izquierda latino-americana se ha definido en oposi-ción a Estados Unidos. En contraste,Uribe es un aliado incondicional deese país, a pesar de los ocasionalesroces por temas como la no aproba-ción del TLC.

A modo de conclusiónAunque las distinciones se han

vuelto más complejas, las diferenciasentre derecha e izquierda siguenteniendo vigencia. La izquierda, enparticular, ha enfrentado enormes difi-cultades para definir una nueva identi-dad programática, luego de la caída dela Cortina de Hierro y la crisis de losmodelos socialdemócratas. Lo llamati-vo es que, con todo y confusión, laizquierda ha logrado ganar eleccionesen distintos países latinoamericanosmediante la formación de alianzasheterogéneas de gente inconforme. Lanueva izquierda probablemente nosabe exactamente qué es lo que quie-re ni cómo lograrlo, pero definitiva-mente sabe qué es lo que no quiere, yeso ha sido suficiente para galvanizarun considerable apoyo popular encoyunturas electorales.

Colombia es un caso relativa-mente atípico en la región, porhaberse derechizado. El presenteensayo intentó explicar y caracterizar

la ‘derechización a la colombiana’,teniendo en cuenta una serie de ejestemáticos. La ‘derechización a lacolombiana’ revela distintos grados ymatices, según al área a considerar, loque incluye tintes populistas, crimi-nalización de la izquierda armada y(frecuentemente) legal, y un gastosocial un tanto alejado de la ortodo-xia neoliberal.

A pesar de las ambigüedades delpresente y el tinte sui géneris de la‘derechización a la colombiana’, eserrado argumentar que los conceptosde derecha e izquierda se han vueltoinservibles y anacrónicos. Seguramentese han transformado y las nuevas iden-tidades son difusas, pero dichos con-ceptos siguen (y seguirán) teniendovigencia. Lo que añoro no es el enga-ñoso ‘consenso universal’ producto delsupuesto ‘fin de la ideologías’, sino untrato diferente entre la derecha y laizquierda en Colombia. Nos faltamucho para avanzar en nuestra precariademocracia, sobre todo en volver ana-crónica la intolerancia y la eliminacióndel adversario.

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C olombia Internacional 66, jul - dic 2007, Pp 216, ISSN 0121-5612, Bogotá, Pp 184 - 193

recibido 27/09/2007, aprobado 05/11/2007

Juan Carlos Rodríguez Raga*

IZQUIERDAS Y DERECHAS EN COLOMBIAUna mirada rápida a los rasgos sociodemográficos del espectro ideológico del país

LEFT AND RIGHT IN COLOMBIA A Quick Look

at the Socio-demographic Features of the Country’s Ideological Spectrum

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L os colombianos están mása la derecha en el espec-tro ideológico que la

mayoría de los países del continente. Laronda de 2006 del Proyecto de Opi-nión Pública de América Latina(LAPOP, por su sigla en inglés), queincluyó 19 países, muestra que, en pro-medio, sólo los ciudadanos de Repúbli-ca Dominicana y Honduras tienenposiciones más derechistas que loscolombianos (ver la figura 1)1.

¿Significa esto una ‘derechización’del país? Aunque los resultados de las últi-mas dos elecciones presidenciales parece-rían indicarlo, y si bien el colombianopromedio se ubicaba más cerca de la posi-ción ideológica del presidente Uribe quede la de sus contrincantes en la elección de2006 (ver la figura 2)2,en realidad no cono-cemos la evolución de nuestra ideología,yaque no contamos con series de datos his-tóricas que nos permitan contestar conalgún grado de certeza a esa pregunta.

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Izquierdas y derechas en Colombia • Juan Carlos Rodríguez Raga

ResumenA partir de un panorama comparativo entre las posiciones ideológicas de losciudadanos de Colombia, Venezuela y Uruguay, el autor describe algunos de losrasgos característicos del actual espectro ideológico del país. En éste se observacómo los colombianos están más a la derecha del espectro ideológico que lamayoría de las sociedades latinoamericanas, que han girado a la izquierda. Laencuesta del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP, por su siglaen inglés), realizada en 2006 a 19 países de la región, muestra que, en promedio,sólo los ciudadanos de República Dominicana y Honduras tienen posiciones másderechistas que los colombianos.

Palabras clave: Colombia, opinión pública, América Latina, izquierda, derecha.

AbstractThe author describes some of the characteristics of Colombia’s current politicalspectrum based on a comparative view of the ideological positions of Colombian,Venezuelan and Uruguayan citizens.This shows that Colombians are closer to theright of the ideological spectrum than most Latin Americans, who have turned tothe left.The 2006 Latin American Public Opinion Project survey (LAPOP) showsthat on average, only Dominican and Honduran citizens are more inclined to theright than Colombians.

Key words: Colombia, public opinion, Latin America, left, right.

* Candidato a Ph.D. en Ciencia Política de la Universidad de Pittsburgh, EE. UU. Profesor asistente, Departamento de Cien-cia Política Universidad de los Andes. Correo electrónico: [email protected]

1 La pregunta en la encuesta es la siguiente:“En esta hoja hay una escala de 1 a 10 que va de izquierda a derecha. Hoy endía mucha gente, cuando conversa de tendencias políticas, habla de gente que simpatiza más con la izquierda y de genteque simpatiza más con la derecha. Según el sentido que tengan para usted los términos ‘izquierda’ y ‘derecha’, cuandopiensa sobre su punto de vista político, ¿dónde se colocaría en esta escala?”.

2 En la encuesta de 2006, los encuestados, además de señalar su propia posición en la escala ideológica, debían ubicar a loscandidatos en dicha escala.

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De hecho, si ha existido algúnmovimiento en el espacio ideológicoen años recientes, éste ha sido en senti-do contrario, como lo muestra la figu-ra 3.En 2006, y especialmente en 2007,los colombianos se han ubicado ligerapero significativamente a la izquierdade los promedios de 2004 y 2005.

Entre las regiones del país, losbogotanos han mostrado en los últimoscuatro años una posición más hacia laizquierda, mientras que la RegiónAtlántica ocupa el extremo derecho,como se ve en la figura 4.

En promedio, los colombianos nose contradicen cuando reportan su ubica-

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C olombia Internacional 66, jul - dic 2007, Pp 216, ISSN 0121-5612, Bogotá, Pp 184 - 193

Figura 1. Posición ideológica, por país (2006)

Paí

s

Rep. DominicanaHondurasColombiaJamaicaMéxico

Costa RicaEcuador

BrasilEl Salvador

PerúGuatemala

GuyanaVenezuela

ChileNicaragua

UruguayBolivia

HaitíPanamá

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

5,1

5,2

5,3

5,2

5,2

5,3

5,3

5,4

5,5

5,6

5,7

5,85,9

6,0

6,0

6,2

6,6

7,2

5,8

Figura 2. Posición ideológica del ciudadano promedio y de los candidatos en la elección de 2006

Colombiano promedio

Álvaro Uribe

Horacio Serpa

Carlos Gaviria

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

4,3

4,5

6,2

7,5

Posición ideológica

Posición ideológica

Fuente: LAPOP 2004-2007.

Fuente: LAPOP 2004-2007.

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ción ideológica y su identificación parti-daria, y combinan las respuestas a estasdos preguntas de modos predecibles (verla figura 5). Quienes se consideranmiembros o simpatizantes del PoloDemocrático están claramente a la

izquierda de los demás ciudadanos.Quie-nes se dicen independientes o sin partidoocupan el centro del espectro, mientrasque a la derecha no parece haber diferen-cias entre quienes simpatizan con los par-tidos tradicionales Liberal y Conservador.

187

Izquierdas y derechas en Colombia • Juan Carlos Rodríguez Raga

Figura 3. Posición ideológica (2004-2007)

2004

2005

2006

2007

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

6,1

6,2

6,6

6,7

Año

Figura 4. Posición ideológica, según región (2004-2007)

Reg

ión

Atlántica

Central

Ant. Territorios Nacionales

Pacífica

Oriental

Bogotá

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

5,8

6,3

6,3

6,5

6,5

6,9

Posición ideológica

Posición ideológica

Figura 5. Posición ideológica, según identificación partidista (2004-2007)

Iden

tific

ació

n p

artid

ista

Liberal

Conservador

Independiente / Sin partido

Polo Democrático

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

5,2

5,9

7,0

7,0

Posición ideológica

Fuente: LAPOP 2004-2007.

Fuente: LAPOP 2004-2007.

Fuente: LAPOP 2004-2007.

Page 172: Colombia Internacional No. 66

¿Cómo se caracterizan, en tér-minos sociodemográficos, las preferen-cias ideológicas de los colombianos?Para responder a esta pregunta, puedeser útil establecer una comparacióncon dos países latinoamericanos queactualmente están gobernados por laizquierda pero que parecen represen-tar dos modelos antagónicos, unosocialdemócrata (Uruguay) y otro decorte populista (Venezuela). Se puederealizar esta descripción comparativasi se desglosan las posiciones ideológi-cas de los ciudadanos de estos tres paí-ses, según factores como su edad, eltamaño de la ciudad o pueblo donde

viven, su nivel de ingreso y su nivel deeducación.

Un primer contraste confirma elcolor ideológico de los gobiernos decada uno de estos países. Mientras queen Uruguay y Venezuela quienes seubican hacia la izquierda son los quemejor evalúan el desempeño de TabaréVázquez y Hugo Chávez, respectiva-mente, en Colombia la situación es laopuesta: los izquierdistas son más críti-cos del gobierno del presidente Uribe,mientras que quienes están más a laderecha dicen estar más satisfechos conel desempeño de la actual administra-ción3, como se ve en la figura 6.

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3 Como se indica en la figura, en Venezuela, el 44% opina que el desempeño del gobierno es ‘Bueno’ o ‘Muy bueno’. Estosporcentajes son de 56% en Uruguay y 54% en Colombia, según la ronda 2006 de LAPOP.

Figura 6. Evaluación del gobierno según posición ideológica, en Venezuela, Uruguay y Colombia (2006)

Muy bueno

Bueno

Ni bueno ni malo

Malo

Muy malo Col

omb

ia (5

4,2%

)

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

4,6

5,5

5,9

6,5

7,0

Muy bueno

Bueno

Ni bueno ni malo

Malo

Muy malo

Uru

guay

(56,

8%)

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

6,7

6,7

6,0

4,6

3,9

Eva

luac

ión

del

gob

iern

o

Page 173: Colombia Internacional No. 66

189

Izquierdas y derechas en Colombia • Juan Carlos Rodríguez Raga

El primer factor que se analiza enesta comparación es la edad. La figura 7muestra que en Venezuela las personasmayores tienden a ubicarse a la izquier-da,mientras que los jóvenes se dicen más

hacia la derecha. En Uruguay, el patrónes contrario; la edad está directamenterelacionada con la inclinación hacia laderecha de los ciudadanos. Los colom-bianos reflejan esta última distribución.

Muy bueno

Bueno

Ni bueno ni malo

Malo

Muy malo Vene

zuel

a (4

4,4%

)

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

7,9

6,9

5,5

4,5

4,1

Eva

luac

ión

del

gob

iern

o

Fuente: LAPOP 2004-2007.

Posición ideológica

Figura 7. Posición ideológica según rangos de edad, en Venezuela, Uruguay y Colombia (2006)

66+

56-65

46-55

36-45

26-35

18-25

Col

omb

ia

Ed

ad

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

5,8

6,2

6,4

6,4

6,7

7,1

Posición ideológica

66+

56-65

46-55

36-45

26-35

18-25

Uru

guay

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

4,7

5,0

4,9

5,3

5,2

6,1

Posición ideológica

Page 174: Colombia Internacional No. 66

Por su parte, mientras que laizquierda parece ser un fenómeno másurbano en Uruguay y Colombia, en las

grandes ciudades venezolanas predomi-nan las posiciones más derechistas (verla figura 8).

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C olombia Internacional 66, jul - dic 2007, Pp 216, ISSN 0121-5612, Bogotá, Pp 184 - 193

66+

56-65

46-55

36-45

26-35

18-25

Vene

zuel

a

Ed

ad

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

5,8

5,4

5,2

5,0

4,7

4,7

Posición ideológica

Fuente: LAPOP 2004-2007.

Figura 8. Posición ideológica según tamaño del lugar, en Venezuela, Uruguay y Colombia (2006)

Capital (área metropolitana)

Ciudad grande

Ciudad mediana

Ciudad pequeña y área rural

Col

omb

ia

Tam

año

del

luga

r

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

6,5

6,2

6,2

5,5

Capital (área metropolitana)

Ciudad grande

Ciudad mediana

Ciudad pequeña y área rural

Uru

guay

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

5,9

5,6

4,7

4,7

Page 175: Colombia Internacional No. 66

La figura 9 muestra que enUruguay las personas más acomoda-das se ubican hacia la izquierda dequienes cuentan con niveles medios ybajos de ingresos. En Colombia se dauna relación similar entre ingresos yposición ideológica. Contrariamente

a lo que una teoría de voto económi-co o una teoría estructural predeciría,son los grupos de menores ingresoslos que están más a la derecha. EnVenezuela no parece haber relaciónentre el nivel de ingresos y la posiciónideológica.

191

Izquierdas y derechas en Colombia • Juan Carlos Rodríguez Raga

Fuente: LAPOP 2004-2007.

Tam

año

del

luga

r Capital (área metropolitana)

Ciudad grande

Ciudad mediana

Ciudad pequeñay área rural

Vene

zuel

a

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

4,6

5,0

5,4

5,7

Posición ideológica

Alto

Medio

Bajo Col

omb

ia

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

6,5

6,2

6,2

Alto

Medio

Bajo Uru

guay

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

5,5

5,2

4,8

Niv

el d

e in

gres

o

Figura 9. Posición ideológica, según nivel de ingreso, en Venezuela, Uruguay y Colombia (2006)

Page 176: Colombia Internacional No. 66

Finalmente, mientras que enVenezuela la izquierda parece ocupadapor los ciudadanos con niveles másbajos de educación, la izquierda enUruguay y Colombia corresponde a

ciudadanos mejor educados; en estospaíses, quienes apenas tienen cincoaños o menos de educación primariaestán claramente a la derecha en elespectro ideológico (ver figura 10).

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C olombia Internacional 66, jul - dic 2007, Pp 216, ISSN 0121-5612, Bogotá, Pp 184 - 193

Alto

Medio

Bajo Uru

guay

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

5,3

5,3

5,4

Posición ideológica

Fuente: LAPOP 2004-2007.

Superior

Secundaria

Primaria Col

omb

ia1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

6,9

6,1

5,6

Figura 10. Posición ideológica, según nivel de educación, en Venezuela, Uruguay y Colombia (2006)

Niv

el d

e ed

ucac

ión Superior

Secundaria

Primaria Uru

guay

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

6,1

5,2

4,7

Superior

Secundaria

Primaria Vene

zuel

a

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

4,9

5,4

5,3

Niv

el d

e in

gres

o

Page 177: Colombia Internacional No. 66

Este breve panorama comparati-vo muestra dos caracterizaciones anta-gónicas de las posiciones ideológicas delos ciudadanos. Por una parte, en Vene-zuela las personas más jóvenes, queviven en grandes ciudades, cuentan conmayores niveles de educación y (enmenor medida) con mayores niveles deingreso, se ubican a la derecha. Estemismo tipo de personas, por el contra-rio, se ubica a la izquierda en Uruguay,donde la derecha corresponde más aciudadanos mayores, menos pudientesy menos educados, habitantes de pue-blos pequeños. Colombia se acerca mása este último patrón.

Es posible aventurar al menosdos interpretaciones de los resultadosde esta descripción ideológica de loscolombianos. Por una parte, parececlaro que, en términos sociodemográfi-cos, la base de apoyo del presidenteUribe tiene características similares aaquellas de los seguidores de la retóricapopulista de Chávez en Venezuela. Setrata predominantemente de unapoblación de pocos recursos y bajosniveles de educación, en pueblospequeños o áreas rurales.

Por otra parte, la izquierda enColombia tiene rasgos parecidos a laizquierda uruguaya (ciudadanos jóve-nes, educados y de ingresos medios oaltos que habitan en grandes centrosurbanos). Estas similitudes no dejan deser llamativas si se suman al paralelo,ampliamente discutido en la bibliogra-

fía, que han seguido los sistemas de par-tidos en estos dos países.A diferencia delos demás países del continente, tantoen Colombia como en Uruguay pre-dominaron durante gran parte del sigloXX dos partidos tradicionales hereda-dos de las guerras civiles del XIX. EnUruguay, desde finales de los añosochenta se dio una pérdida de centrali-dad del bipartidismo tradicional y seconsolidó, desde la izquierda, la opcióndel Frente Amplio, que paulatinamenteganó terreno y hoy gobierna indiscuti-blemente ese país.

En Colombia, con el avancereciente del Polo Democrático Alter-nativo, apenas se vislumbra unacorriente de izquierda con opcionesreales de poder. Esta izquierda, almenos al observar las característicasbásicas de los ciudadanos, parece tenerbases demográficas más cercanas a lauruguaya, con rasgos socialdemócratas,que a la venezolana, de corte populista.En Uruguay, la llegada de la izquierdasobrevino luego de un recambio gene-racional, y como producto de factoresinstitucionales y de opciones estratégi-cas por parte del Frente Amplio. EnColombia, la posibilidad de su consoli-dación dependerá de muchos factores.Sin embargo, si el giro a la izquierda seacentúa, el Polo Democrático podríasacar provecho de la composiciónsociodemográfica del espectro ideoló-gico del país, para profundizar unaopción de izquierda democrática.

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Izquierdas y derechas en Colombia • Juan Carlos Rodríguez Raga

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recibido 25/09/2007, aprobado 20/10/2007

Francisco Leal Buitrago**

SIETE TESIS sobre el relevo de las élites políticas*

SEVEN THESIS On the Replacement of Political Elites

Page 179: Colombia Internacional No. 66

1. El relevo de las élites políticas yeconómicas en la historia deColombia ha tenido una constan-te: no obstante los cambios estruc-turales que han ocurrido, sobretodo en el siglo XX, no se hanalterado la alta concentración de lariqueza ni el ingreso. Éste es unindicador fundamental para apre-ciar la ineficacia democrática de lasélites en el país.

2. La debilidad política del Estado hasido otra constante en la historianacional. Por eso, los espacios de ile-galidad han sido siempre amplios ylos relevos de las élites han contadocon prácticas contrarias a la ley. El

corolario de esta debilidad ha sido lainsuficiencia de la tradicionaldemocracia liberal en el país.

3. El último relevo de las élites políti-cas fue en los años 80 del siglo pasa-do: tras la crisis de representacióndel bipartidismo liberal-conserva-dor, estimulada por el régimen delFrente Nacional mediante la frag-mentación partidista y el clientelis-mo, ascendieron al plano nacionallas élites regionales, en detrimentode los ‘jefes naturales’. Por eso, lasllamadas élites políticas tradicionalesson cosa del pasado. La Constitu-ción de 1991 no creó una nuevasituación sino que afirmó la que ya

197

Siete tesis sobre el relevo de las élites políticas • Francisco Leal Buitrago

ResumenDesde la década de los ochenta del siglo pasado, se está desarrollando en Colombiaun proceso de relevo de las élites políticas nacionales por las regionales, el cual estáasociado a los fenómenos de debilidad del Estado, el narcotráfico y el paramilitarismo.Este proceso está ocasionando profundas transformaciones sociales, que afectannegativamente la democracia, la economía y los patrones morales de la sociedadcolombiana.

Palabras clave: Colombia, política colombiana, élites, narcotráfico, paramilitarismo.

AbstractIn a process that dates back to the 1980’s, national elites have been replaced byregional ones.This process is associated with phenomenons such as state weakness,drug trafficking and paramilitarism, which produce deep social transformationsthat have a negative effect on Colombia’s democracy, economy and moral patterns.

Key words: Colombia, Colombian politics, elites, drug trafficking, paramilitarism.

* Publicado en Hechos del Callejón, No. 9, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo,Año 1, Bogotá, noviem-bre de 2005.

** Ph. D. en Sociología de la Universidad de Wisconsin, EE. UU. Profesor honorario de las universidades Nacional y de losAndes. Correo electrónico: [email protected]

Page 180: Colombia Internacional No. 66

se había producido, por ejemplo,con la descentralización y la elec-ción popular de alcaldes.

4. El narcotráfico, de la mano del para-militarismo, se consolidó a la parcon este último relevo, con la mira-da permisiva (y hasta complaciente)de algunas élites y de sectores esta-tales y de la fuerza pública. Surgióluego, en los años 90, un proyectopolítico paramilitar relativamenteautónomo, con el objetivo de com-batir a la subversión, pero sin desli-garse del narcotráfico.

5. Este proyecto fracasó, al inicio delsiglo XXI, en la medida en que lasFARC mantuvieron su fortaleza yel paramilitarismo fue controladopor empresarios ilegales que apro-vecharon la debilidad del Estado, laapertura económica y la globaliza-ción para enriquecerse sobre la basedel narcotráfico, que fue sobrepasa-do sin que se le abandonara. Surgie-ron así redes regionales queimponen, mediante la violencia,ofertas de seguridad y capturanexcedentes económicos, en un pro-ceso que va de la periferia al centrode la economía. Es la transforma-ción de empresarios ilegales enmafias, que son formas sofisticadasde crimen organizado.

6. Nació, entonces, un proyecto políti-co alternativo, destinado a controlarel Estado.Tal proyecto se materiali-zó con: i) la negociación del gobier-no con los paramilitares; ii) ladesmovilización de sus grupos, y iii)los proyectos y normas que culmi-naron en la Ley de Justicia y Paz. Labase de este proyecto político es uninmenso botín económico, produc-to de acciones criminales, desplaza-miento de población, apropiación

de tierras, ‘clientelismo armado’ ysubordinación de élites regionales yemergencia de otras. Es el inicioexitoso de un nuevo relevo de lasélites políticas.

7. Este proyecto político mafioso sesustenta, además, i) en la tendenciamundial de debilitamiento de lademocracia liberal; ii) en la descen-tralización del Estado y las prácticascorruptas; iii) en el vacío funcionalde los partidos; iv) en las distorsio-nes de la representación política; v)en el sistema electoral adecuado alvacío funcional partidista y vi) enlos avances del proyecto en el con-trol de las instituciones políticas.

Existe una real o disimuladaingenuidad (¿conveniencia?) de partede la clase política acerca de este pro-ceso y sus implicaciones. Aunquemuchos dirigentes no están involucra-dos en el proceso, mediante sus accio-nes muestran también ingenuidad. Estenuevo relevo de élites políticas (que,como siempre, no es absoluto) es tras-cendental para la sociedad, por susimplicaciones: está en marcha unatransformación estructural en lo eco-nómico, lo político y lo social. No essólo un fenómeno de movilidad social,como ocurrió con el relevo de los añosochenta, sino de legitimación de la ile-galidad y la criminalidad, que al pro-ducir otra institucionalidad romperíacon los ya debilitados patrones moralesde la sociedad y entronizaría estructu-ras depredadoras. ¿Cómo debilitar, almenos, este proyecto político? Sola-mente con medidas institucionalesdestinadas a fortalecer la democracia.Además de las acciones judiciales con-tra la criminalidad, se presentan cuatroejemplos al respecto.

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C olombia Internacional 66, jul - dic 2007, Pp 216, ISSN 0121-5612, Bogotá, Pp 196 - 199

Page 181: Colombia Internacional No. 66

• Respeto a la tradicional institucio-nalidad del país. La reelección presi-dencial inmediata es su opuesto,debido a que le conviene al proyec-to político mafioso.

• Fortalecimiento de la reforma polí-tica de 2003, con normas y leyesque la desarrollen, la complementeny la refuercen.

• Reforma del sistema electoral, paracorregir el fraude en las elecciones ylas distorsiones en la representación

política, como parte de la inducciónde un sistema de partidos políticosque sea funcional y operativo.

• Búsqueda de un sistema de partidosoperativo, en contraste con la ten-dencia global de sustitución de lafunción de mediación partidista porparte de una opinión pública mani-pulada por actividades mediáticaspropiciadas por la alta concentra-ción del capital, el desarrollo tecno-lógico y la globalización.

199

Siete tesis sobre el relevo de las élites políticas • Francisco Leal Buitrago

Page 182: Colombia Internacional No. 66

Luis Javier Orjuela E.

La compleja y ambigua repolitización de América LatinaLuis Javier Orjuela E. / Universidad de los Andes, Colombia.

Ciudadanía y civilidad: acerca del derecho a tener derechosSusana Villavicencio / Instituto Gino Germani, UBA, Buenos Aires.

El socialismo del siglo XXI y los límites de las utopías en la racionalidad yla motivación humanasLuz Marina Barreto / Universidad Central de Venezuela,Venezuela.

As mutações da mundialização ou quando o capitalismo financeirodireciona o capitalismo cognitivo: desafios para a América Latina Marcos Costa Lima / Universidad Federal de Pernambuco, Brasil.

Luchas hegemónicas y cambio político: el avance de la izquierda suramericanaen perspectiva comparada Jorge Lazo Cividanes / Universidades de Québec y Ottawa, Canadá.

La integración regional como instrumento de desarrollo para América LatinaArturo Cancino Cadena / Universidades Nacional de Colombia y Central, Colombia.Carolina Albornoz Herrán / Universidad Javeriana, Colombia.

Del rigor en la Ciencia Política: algunas reflexiones sobre metodología de lainvestigaciónSantiago Olivella / Universidad de los Andes, Colombia y Washington University, EE. UU.

Anotaciones sobre “Del rigor en la Ciencia Política”Rodolfo Masías / Universidad de los Andes, Colombia.

Derechización ‘a la colombiana’ en tiempos confusos: un ensayo especulativoCarlo Nasi / Universidad de los Andes, Colombia.

Izquierdas y derechas en Colombia. Una mirada rápida a los rasgos sociodemográficos del espectro ideológico del paísJuan Carlos Rodríguez / Universidad de los Andes, Colombia.

Siete tesis sobre el relevo de las élites políticasFrancisco Leal Buitrago / Universidad de los Andes y Universidad Nacional, Colombia.

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196 - 199

ANÁLISIS

NUEVAS PERSPECTIVAS

COYUNTURA

DOCUMENTOS

EDITORIAL