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Cómo aprendimos a volar

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Cómo aprendimos a volar

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Cómo aprendimos a volar

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Coordinación generalGabriela Ávila Paredes

Diseño y diagramaciónEmilio Brito LópezJulián Estrella López

Edición y FotografíaSandra López AstudilloAdriana González RodasJulián Estrella López

Investigación de campoSandra López Astudillo

Coordinación trabajo de campoGrupo Chaskiwarmikuna

Testimonios y Obras de artesaníaGrupo Chaskiwarmikuna

ImpresiónCentro Gráfico Salesiano

Producción GeneralGrupo de Apoyo al Movimiento de Mujeres del Azuay - GAMMACentro de Encuentro con la Naturaleza y Terapia Social - CEN Garupamba

Octubre, 2017

Esta publicación, de distribución gratuita, fue auspiciada por la Fundación Rosa Luxemburg con fondos del Ministerio Alemán para la Cooperación Económica y el Desarrollo (BMZ)

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Presentación

La Agenda de Desarrollo Sostenible 2015-2030 (Agenda 2030), planteada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y que constituye el mapa estratégico y eje rector que todos los países se han planteado seguir durante este periodo, contempla la igualdad de género como su Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) Nº5, y como una de sus metas específicas “eliminar todas las formas de violencia contra todas las mujeres y las niñas en los ámbitos público y privado” (Meta 5.2, Agenda 2030).

La Agenda indica que existen diferentes formas de violencia, en fun-ción de cómo se manifiesta, pudiendo ser física, sexual, económica, psicológica o política. A su vez, los indicadores de desigualdad mues-tran que la violencia de género es un problema transversal a todas las sociedades humanas. En efecto, 7 de cada 10 mujeres han sufrido vio-lencia física o sexual en el mundo (Solidaridad Internacional, 2013), y en Latinoamérica, se calcula que cada día ocurren 12 femicidios, ase-sinatos por motivos de género (BBC, 2016). En Ecuador, según el INEC (2013), 6 de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo de violencia, y han ocurrido 132 femicidios entre enero y octubre de 2017 (CEDHU, 2017).

En este marco, en alineación con la Agenda 2030 y los diferentes convenios y tratados suscritos en el tema, en Ecuador se ha apro-bado en este año, por parte de la Asamblea Nacional, la primera Ley Integral sobre Violencia contra las Mujeres, con la finalidad de “pre-venir y erradicar la violencia ejercida contra las mujeres, mediante la transformación de los patrones socioculturales y estereotipos que naturalizan, reproducen, perpetúan y sostienen la desigualdad entre hombres y mujeres, así como atender, proteger y reparar a las víctimas de violencia” (Art. 2)*.

De igual forma, y buscando aportar en esta transformación de patro-nes que sostienen la desigualdad y la violencia, desde el año 2010, el grupo Chaski Warmikuna y la Fundación GAMMA, con el apoyo de la

* La Ley Integral para Prevenir y Erradicar la Violencia de Género contra las Mujeres, a diciembre de 2018 se encuentra en trámite de Aprobación o Veto Presidencial para su posterior promulgación.

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Fundación Rosa Luxemburg, hemos venido trabajando en un proceso de empoderamiento como mujeres, fundamentado en la construc-ción de una vida libre de violencia, la recontrucción de las relaciones humanas y el cuidado del agua y la Naturaleza, que a su vez contri-buya al fortalecimiento y autodeterminación del pueblo Saraguro.

Como parte de este proceso, desde el año 2011, hemos publicado cinco libros: “Nuestras semillas, nuestra vida”, “Nuestras recetas: un aporte para la soberanía alimentaria”, “Buen vivir y soberanía alimentaria”, “Buscando nuestro lugar en la tierra”; “Tecnología ancestral”. Hoy se presenta ésta, nuestra sexta publicación: “Cómo aprendimos a volar: testimonios de mujeres indígenas que han caminado hacia una vida libre de violencia”.

En la historia de la humanidad y de los pueblos existen muchas historias no escritas ni registradas; muchos testimonios que permiti-rían entender los procesos y los entramados sociales. Generalmente la vida de las mujeres forma parte de esas historias, en las cuales se encuentran las claves para analizar los cambios sociales y los grandes saltos que ha dado la humanidad. Recordar una historia de violencia no es fácil, los duelos y heridas están todavía grabados en nuestro cuerpo, recordar es volver a vivir; sin embargo, hemos que-rido recordar para entender esos elementos, personas o momentos que nos ayudaron a salir de la violencia o por lo menos para abrir un camino hacia nuestra liberación y con ello, apoyar a que otras muje-res lo hagan. La violencia es un mecanismo de poder de los hombres sobre las mujeres y mientras persista en nuestras comunidades, será una barrera para el ejercicio pleno de nuestros derechos indi-viduales y colectivos pues no se puede hablar de dualidad o comple-mentariedad cuando existe violencia y abuso contra las mujeres.

Dejamos aquí nuestras historias, nuestros testimonios de vida, nombrándonos como aves que buscan de manera permanente levantar el vuelo. Esperamos que esta recopilación sea un aporte para otras mujeres, porque necesitamos testimonios para saber que no estamos solas y que no somos las únicas que hemos vivido situa-ciones duras. De igual forma, esperamos que nuestros testimonios sirvan de apoyo e inspiración para todas las mujeres, para juntas, caminar hacia esa vida libre de violencia, y volar.

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Índice

Testimonio 1. Una oruguita que quiso convertirse en mariposa 7

Testimonio 2. Una lechuza que quiso cambiar de cielo 15

Testimonio 3. Una cóndor que tenía miedo de volar, pero con el tiempo aprendió a volar muy alto y muy lejos 21

Testimonio 4. Una quillillica rompedora de ciclos 27

Testimonio 5. Una laurel de cera que quería ser más fuerte 33

Testimonio 6. Una quinde ñuta que buscaba el arcoíris 37

Testimonio 7. Una pequeña jilguera a la que todas las aves cuidaban, y que quería entender 45

Testimonio 8. Una lorita que había olvidado las palabras 49

Testimonio 9. Una quillillica que rompió sus cadenas 57

Testimonio 10. Una tórtola que decidió dejar de sufrir 63

Testimonio 11. Una joven cóndor que no dejó que le corten las alas 71

Testimonio 12. Una joven colibrí que aprendió a quererse y hacerse valer 81

Testimonio 13. Una golondrina que buscó su primavera 89

Testimonio 14. Una mujer que sostuvo el hilo de su cometa hasta verla volar 95

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Testimonio 1. Una oruguita que quiso convertirse en mariposa

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tenía que cuidarles, estudiaba en la noche, tenía que correr más todavía. Así acabé la edu-cación básica, como se llamaba antes. Estaba feliz por eso, y quería seguir estudiando, pero no pude porque llegaron más wawas, aunque fueron una ben-dición, fueron 6 años más en que no pude seguir.

Todavía tenía que trabajar para mante-ner la casa, entonces con unas compañe-ras comenzamos un proyecto de guarde-ría. Pero de nuevo, los problemas: que no estábamos prepa-

radas, que teníamos que estu-diar, que teníamos que tener un título para que nos paguen bien y poder continuar trabajando.

Con mis compañeras tuve otro tipo de aprendizaje, com-partíamos nuestros problemas en las casas, nos dábamos abra-zos fuertes, nos confiábamos muchas cosas. Con una de ellas, decidimos entrar al colegio para sacar nuestro título por fin. Las otras nos dieron muchos ánimos.

Primera parte. Corriendo, corriendo, queriendo aprender

Siempre corriendo, siem-pre corriendo. Así ha sido

mi vida. De aquí para allá, de allá para acá, yendo y viniendo, viniendo y volviendo a ir. Ay, ¡si hubiera sabido volar como mari-posa desde antes!

Yo ya tenía wawas*

cuando en una de esas idas decidí volver a mis estudios, que había tenido que dejar cuando en mi casa ya no me pudieron apoyar. Mi pareja no estaba de acuerdo, además de que tam-bién me discutía por asuntos de dinero. “Tú no tienes”, “tú no trabajas”, “solo yo mantengo la casa”, y cosas así me decía.

Pero todo eso me motivó todavía más. Para poder tener dinero propio, tenía que estu-diar, tenía que terminar lo que comencé. Así que con wawas y todo, volví a estudiar. En el día

* Kichwa: niñas/niños o hijas/hijos.

“Para poder tener dinero propio,

tenía que estudiar, tenía que terminar

lo que comencé”

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Segunda parte. Llenándome de experiencia y valor

Para poder acabar mis estudios y a la vez man-

tener a mis wawas, había tenido que ser creativa, aprender dife-rentes cosas, emprender dife-rentes actividades. Creo que llegaron juntos mi título acadé-mico y mi título de criar wawas.

En ese tiempo, el Refugio para Aves* fue un gran apoyo. Aparte de que nos ayudó a fortalecer

nuestros proyectos de las guarderías, yo también aprendí algunas artesanías y otras cuestiones cul-turales y de artes.

Entonces fue cuando murió mi esposo. “¿Qué harás

ahora?”, me decía mi mamá. “Seguir”, pensé yo. Ella también nos dejó al poco tiempo. Busqué trabajo, una familia me acogió, trabajaba en su casa y me daba para que comamos.

* Fundación Warmipak Wasi Casa de la Mujer, Saraguro: desde 1999 hasta 2015 brindaba servicio de asesoría y acompañamiento a mujeres en situación de violencia. Era apoyada por la Comunidad de Padres Escolapios.

Volví a estudiar, a pesar de que no me apoyaban ni mi pareja, ni mi madre ni mis hermanas. Pero yo tenía a mis wawas, varones y mujeres bellas, que sí me apoya-ban, además de que me decía a mí misma que tenía que cuidar-les y darles lo que estuviera en mis manos. Entonces volví a las correderas. Nunca creo que he dejado. De aquí para allá, entre la guardería, la casa y el cole-gio. El colegio era mi refugio de aprendizaje, de compañerismo, de amistad, de soli-daridad, porque me apoyaban con los tra-bajos, me compren-dían y sabían que yo quería seguir ade-lante. Todo el grupo nos llevábamos bien.

Entre tanto correr, ni me di cuenta que había ter-minado mis estudios, pero sí, ahí estaba. Ese día fue muy especial para mí, porque sabía todo lo que me costó, lo valiente que tuve que ser para enfren-tar tantos obstáculos. No había perdido los valores que había aprendido de ternura, inocencia, sensibilidad, pero ahora tam-bién tenía sabiduría. Estaba lista para aprender a volar.

“El colegio era mi refugio de

aprendizaje, de compañerismo, de amistad, de

solidaridad”

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taytas**, yo participaba y valoraba la medicina ancestral que nos dejaron nuestras abuelas. Los rituales son un compromiso de seguir, de seguir cuando sen-timos la energía de nuestras abuelas que están con nosotras.

La vida todavía me dio otro regalo, mi wawa menor. Aunque a todas y todos mis wawas les doy todo mi amor, esta última expe-riencia era diferente, porque yo había deseado tener, no era como antes, que tenía porque

como mujer eso nos marcaba la socie-dad. Yo quería tener un último regalo, y la vida me lo dio. En un ritual que tuvi-mos en una lagunita, le ofrecí a mi wawa, le pedí que le cuide,

que en ella confiaba. Por eso también digo que no por tener wawas nos tenemos que quedar ahí, nos tenemos que estancar. Lo que sí es que tenemos que aprender a planificar cuándo tenemos wawas, no tener solo porque nos toca. Así me llené de experiencia y de valor. Ya solo me quedaba levantar el vuelo.

mayores y sabias.** Kichwa: padres, hombres mayores y sabios.

La pérdida de seres queridos es una experiencia muy dura, pero no imposible. Tenía que seguir, eso me decía. Lloraba mucho. Pero creo que tenía que llorar, sacar eso, limpiarme, curarme. La gente que conocía que yo trabajaba bien, me ayudó a conseguir trabajo en una escuelita, con un sueldo fijo. Esa fue otra medicina, mis compa-ñeras y compañeros de trabajo me ayudaban a sanar. Aun así, el sueldo no me alcanzaba, ni el tiempo, pero seguí haciendo mis artesa-nías y blusas.

En medio de todo eso, me invitaron a ser parte de una organización de turismo comunitario, yo no sabía de eso, pero apoyé con mi experiencia, a la vez que me apoyaban también a mí.

Otra cosa que encontré fue la medicina ancestral. Tuvimos algunos talleres en la escuela, participábamos en baños y rituales. Las mujeres que traba-jábamos en la escuela hacíamos música, éramos cantoras para los rituales. Formé parte de un grupo de sanación de mamas* y

* Kichwa: madres, mujeres

“Tenemos que aprender a

planificar cuándo tenemos wawas,

no tener solo porque nos toca”

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compañeras, ofrecerles nuestra agüita, nuestra fuerza, nuestras alas. Conectábamos nuestras energías, nuestros cuatro ele-mentos que nos unen a la vida. Nos comprometíamos a querer-nos, a valoraros, a respetarnos, a seguir adelante aún con todos los problemas que teníamos. En todos estos procesos, yo he podido viajar, conocer mucha gente, hacer muchas amista-des, conocer otras mujeres en las grandes ciudades de nuestro

país.Por eso yo estoy

agradecida con mis amigas que vivimos cerca de las lagunas, mi amiga lechuza, mi amiga rosa, mi amiga lorita, que es como mi ñaña. Agradecida

con todas las Chaskis** que nos hemos formado juntas, mis amigas de más lejitos, cometa, colibrí, cóndor, abeja y torcaza. Juntas nos hemos podido equi-librar, para poder volar juntas. Ahora podemos seguir adelante, luchando.

Todos estos espacios me han dado la oportunidad de participar como una mujer emprendedora,

** Grupo Chaski Warmikuna (en kichwa, mujeres mensajeras).

Tercera parte. Volando, viviendo

El viento que finalmente me hizo levantar el vuelo

fueron unas mujeres mara-villosas, ellas me dieron esa fuerza, esa luz de volar con fir-meza, seguridad y alegría. Una colibrí me invitó a formar parte de un proceso para aprender a volar junto con otras mujeres de nuestro Pueblo. Todas ellas, las que fuimos y el grupo de apoyo a mujeres, me ayu-daron a complemen-tar lo que me faltaba, me ayudaron a deci-dirme a volar.

Nos dieron un espacio, el Centro que está en las nubes*, desde donde podíamos levantar el vuelo. En ese espacio, no solo aprendimos muchas cosas, sino que también pudimos acompañar a otras

* Centro de Encuentro con la Naturaleza y Terapia Social, en Garupamba: es un Proyecto que tiene GAMMA desde el año 2008 y que busca aportar en la construcción de una vida libre de violencia, acompañando y motivando procesos de sanación, principalmente para mujeres.

“Conectábamos nuestras energías,

nuestros cuatro elementos que nos

unen a la vida”

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dejamos llevar por las perso-nas con ideas negativas, pero no debería ser así. Nosotras debemos ver como colectivo de mujeres, porque depende de nosotras que ese colorido siga brillando, que se respeten nuestros saberes ancestrales y a nuestra Pachamama.

Yo invito a las mujeres a par-ticipar en estos espacios colec-tivos, a no esperar que nos invi-ten, sino a buscar esos espacios donde podamos contar nues-tras experiencias y aprender de ellas, donde fortalezcamos nuestras energías y hagamos crecer nuestras alas, juntas.

fuerte y valiente. Son espacios de lucha, de pedir respeto a los derechos que tenemos como mujeres. Gracias a todas que nos hemos dado luz, me siento orgullosa de ser una mujer libre, una mariposa que vuele lejos, que vaya a flores diferen-tes y llenas de colores.

Nosotras como mujeres debemos siempre pensar que somos libres y que tenemos el derecho de ser libres como mariposas o como aves, que podemos tener diferentes colo-res y conocer muchos más, porque la vida es de colores, es tan hermosa… A veces nos

Consejos para convertirse en mariposaEstudiar, estudiar y estudiar, con o sin apoyo, con el poco tiempo que se tiene.Aprender actividades complementarias, como artesanías y medicina ancestral.Vincularse con diferentes grupos organizativos.Emprender procesos conjuntos con otras mujeres.Ser emprendedora, ser valiente, ser fuerte, no tener miedo.

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Mientras contaba mi historia, mientras recordaba cada parte de mi vida, esto tejí, esto dejo como símbolo de mi transformación.

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Testimonio 2. Una lechuza que quiso cambiar de cielo

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entorno agresivo, yo en cambio de uno respetuoso, yo sabía que él había sufrido mucho. Yo quise ir con él, conocer su cielo y cons-truir ahí la vida juntos en ese maravilloso mundo comunitario del que él provenía. Él al princi-pio no quiso traerme con él, me dijo que para mí iba a ser difí-cil, que habría cosas que yo no

podría superar, y que, de todas formas, en este cielo yo nunca me adaptaría, que los pensamientos y cos-tumbres de mi cielo eran diferentes, y que habría un montón de cosas que yo no iba

a saber hacer y me iba a sentir mal y no iba a poder vivir aquí.

Pero vinimos. Cuando había cosas que no le gustaban, él alzaba la voz y pedía que me calle. Mi mamá me había dicho que cuando un hombre está enojado no hay que decirle nada porque no entiende. Cuando nos casamos nos comprometimos a decirnos la verdad, a respon-der siempre las preguntas del otro, a confiar, a no decir malas

El momento más duro que he vivido de violencia, fue

un ataque sexual, un hombre que me quería forzar. Pero yo le dije que no me iba a dejar, y le dije que piense en su mamá y en sus hijas, en si le gustaría que alguien les haga eso. Le dije que no aceptaba eso, que no merecía eso. Le dije “cómo será tu mamá, qué habrá vivido ella, qué quisieras tú para tus hijas”. El hombre dejó su intento y se alejó. Era alguien que había tenido poder sobre mí, y que dejó de tenerlo.

Otros tipos de vio-lencias se dieron ya dentro del hogar. Jamás pensé encontrar violencia dentro de la vida de pareja. Yo me había casado con la ilusión de ser feliz, de ser feliz cada día y de hacer feliz a mi pareja. Pensaba que casarse era vivir haciendo el amor y tener una gran meta juntos. Entonces me casé con alguien casi descono-cido para mí con quien teníamos un sueño grande en común. Él venía de otro cielo, él venía de un

“Yo me había casado con la

ilusión de ser feliz, de ser feliz cada día y de hacer feliz a mi

pareja”

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poder. Yo había leído la historia de una mujer de un cielo todavía más lejano, mucho más lejano, que quería matar a su suegra y fue donde una curandera que le dio una pócima y le dijo que solo va a funcionar si luego de hacerle beber ella le diera un masaje cada día hasta que surta efecto. Y le dio tantos masajes que al final se hicieron amigas. Fue la nuera desesperada donde la curandera a rogarle que haga algo para que su suegra no muera y ella le dijo

que nunca le dio una pócima para que la suegra se muera y que lo único que hizo fue obligarle a que le de masajes para que sanen la relación. Esta historia me ins-piró y decidí ponerla

en práctica.También me advirtieron

sobre el alcohol en este nuevo cielo. Y sí, él tomaba bastante, pero también teníamos compro-misos. Si él estaba borracho, no teníamos relaciones sexuales. Otra práctica que me funcionó es hacerle saber que él tenía la responsabilidad de cuidar su cuerpo. Que yo no iba a prohi-birle tomar ni que el hecho de que él tome me iba a cambiar de

palabras, a no irnos a dormir con enojo y si por alguna razón eso pasaba, a no iniciar un nuevo día con resentimiento y sin hablar. Pero no nos comprometimos a no gritar.

Yo había aprendido a dar masajes, y le daba. Me convertí en su terapeuta. Me convertí en su compañera incondicio-nal y todas las noches le hacía masajes. Yo le masajeaba sobre todo cuando se ponía bravo, cuando tenía problemas. Le decía: “te alteraste, échate que te voy a dar un masajito”, se sentía mal, no le gustaba, pero acep-taba. Cuando dejé de dárselos, él los extrañaba y me los pedía. Yo nunca perdí la fe de que un ser humano se puede sanar. Yo agradezco al universo de que yo tenía mucho afecto, sonrisas, abrazos, tenía una vida de protección y cuando estaba en mi cielo, no pasé vacíos materiales ni de cariño. Yo crecí con la convicción de que iba a ser feliz.

Yo le daba masaje para todo, si es que estaba bravo, si estaba borracho, si tenía problemas; sabía que los masajes tenían gran

“Cuando estaba en mi cielo, no pasé

vacíos materiales ni de cariño. Yo crecí

con la convicción de que iba a ser feliz”

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problemas respiratorios; acudí al Centro que está en las nubes, cerca de mi nuevo cielo, porque sí, ya era mío también; ahí, luego de algunos talleres acepté que la violencia del hombre hacia la mujer es algo sistemático, acep-tado y reforzado por la sociedad. Cuando lo hice, pedí que me den un masaje de la memoria afec-tiva. Mi propósito de ser feliz me ayudó a ser fuerte, también mi sistema límbico, que era muy robusto. Pero quizá lo que más me ayudó fue mi voluntad para no dejar que me lastimen, ni en este ni en ningún cielo.

humor. Entonces él venía borra-cho y yo le recibía con cariño. Si tenía ganas de ir a buscarlo lo hacía con buen humor y él regresaba a casa conmigo. Supe así manejar el tema del con-sumo de alcohol que disminuyó considerablemente en los años que llevamos compartiendo.

Pero me había cargado demasiado con energías no muy positivas, él me decía que mis ojos no brillaban como antes… Y entonces busqué apoyo para sacar las cosas que tenía guar-dadas y sanar aquello que me había causado alergias y

Consejos para volar en cualquier cieloFuerza para hacerse respetar.Recordar los compromisos asumidos con la pareja.Apoyar a la pareja a superar su enojo a través de masajes.Abordar sin miedo el tema del alcoholismo dentro de la relación.Formar parte de procesos colectivos.

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Mientras recordaba mi historia, esto pinté, esto grabé... aquí mi testimonio.

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Testimonio 3. Una cóndor que tenía miedo de volar,pero con el tiempo aprendió a volar muy alto y muy

lejos

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conseguir. Cuando me fui de mi casa, calladita me fui a trabajar, trabajé como empleada domés-tica, y encontré otro ambiente, otro trato. Trabajaba para una pareja que nunca discutía. A lo mejor discutían en su cuarto, pero nunca delante de mí. Era un trato diferente, me sentí con-tenta. Cuando regresaba a mi

casa y había otra vez maltratos o palabras vulgares, yo no escu-chaba. Me enojaba y les decía que no con-versen de esa forma porque era feo.

Luego, cuando decidí estudiar y pre-pararme, me dije

“me voy a superar para ayudar a otras personas para que no exista ese tipo de maltratos”. Cuando entré a estudiar todavía me daban miedo los profeso-res, porque cuando yo estudiaba en primer grado una profesora maltrataba demasiado cuando una no podía leer; en mi incons-ciente estaban esos recuerdos grabados. Tomaba medicina para los nervios, pero no me

Yo había visto muchos mal-tratos en mi comunidad,

mi papá también había sufrido en ese ambiente y repitió esos maltratos a su familia. Los hom-bres borrachos siempre pelea-ban y eso me daba bastante miedo desde mi infancia. Yo era muy tímida y casi no hablaba, era muy introvertida, aunque mantenía mis obje-tivos en mi mente de poder cambiar mi vida y ayudar a la sociedad en general.

Cuando fui mayor, salí de mi casa esca-pando y estaba muy contenta de que por fin podía decidir lo que yo quería hacer con mi vida y de ya no vivir esos maltratos. Yo pensaba que como niña que siempre había sufrido, no quería que otras personas sufran vio-lencia. Mi papá era bien bravo, decía que, si nos íbamos de la casa, donde sea nos iba a encon-trar y a maltratar.

Yo siempre he sido perse-verante, cuando he querido algo, he luchado y he logrado

“Me dije <me voy a superar para ayudar a otras

personas para que no exista este tipo

de maltratos>”

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personas más en eso. Todas ellas me han agradecido y eso me hace sentir bien. Debemos compartir lo que sabemos, yo quisiera ayudar a que cambien, a que ya no beban más alcohol algunas familias, aunque sea difícil.

En la universidad también sentí discriminación de mis compañeros. Dudé de mi iden-tidad, quería cambiarme de ropa, tenía vergüenza de hablar kichwa. Un profesor me ayudó

a valorar lo que soy. Vi que en todos los lugares hay violen-cia, no importa si son lugares mestizos o indígenas, si hablan kichwa o español, igual hay violen-cia, pero sobre todo

aprendí a perder el miedo.Otros talleres también me

han ayudado, cuando fui al Centro que está en las nubes, me arrepentí de no haber ido más pronto. El baño que me di en agua fría, en la vertiente, me ayudó a sanar mi estrés. Esa fue la primera vez que en tres meses ya no tenía dolor de cabeza y me quedé liviana y feliz. Nosotras tenemos la medicina ancestral y me hizo bastante

aliviaba. Quería entender por qué me pasaba eso, por qué estaba así. Decidí seguir apren-diendo, para entender mejor de dónde vienen las causas de los dolores, cuáles eran las conse-cuencias de los maltratos.

Así, entendí que casi todas las personas que maltratan, tienen su causa. Mi papá, por ejemplo, creció en la violencia, recibió maltratos diariamente y por eso aprendió a maltratar. Mi papá le pegaba duro a mi mamá, le arrastraba del pelo. Yo me acordaba de eso, no salía de mi mente. Con alcohol o sin alcohol igual nos pegaba. Eso nos afectó bastante. Yo no quisiera que pase esta situación a otras familias, especialmente a wawas y personas mayores.

Me preparé y estudié para entenderme a mí misma y para intentar superar eso. Es impor-tante poner en práctica todo lo que se aprende de los talleres, de los conversatorios con otras personas, de todo lo que se lee, además no es de la noche a la mañana el cambio. Ahora he podido orientar a las madres de familia y jóvenes y otras

“Vi que en todos los lugares hay

violencia, no importa si son

lugares mestizos o indígenas”

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bien otras medicinas más que falta por aprender. Regresar a esos conocimientos ha sido bueno para mí, volver aprender los conocimientos de nuestros abuelos.

Creo que otras personas podrían regresar a esa medicina,

Consejos para perder el miedoSalir de la casa pronto cuando se sufre maltrato.Estudiar y capacitarse para apoyar a otras personas.Poner en práctica lo que se aprende en los talleres.Tener paciencia, los cambios no son de la noche a la mañana.Valorar la identidad como mujeres indígenas.Volver y valorar la medicina ancestral.

a esos conocimientos, y seguir estos procesos, para dejar sus miedos, sus tristezas. Todo tiene solución, pero si se persevera. Solo dejando esos miedos, pode-mos ser felices con las demás personas.

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Pensando en mi historia tejí estas manillas de colores, quiero pintar mi vida.

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Testimonio 4. Una quillillicarompedora de ciclos

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Sabrán disculpar por lo que hoy les vengo a contar.

Así mismo es, una tiene que salir adelante en la vida, con las cosas que se tuvo de niña, con las que se ha seguido teniendo.

Yo sufría maltrato de mis pro-fesores, me pegaban con la veta del cuero del ganado, con la vara del capulí. Pasé tres años en la escuela, en el segundo me quedé sin papá. Pataleando* pasé al tercer año, pero ya después mi mamita no tenía para los cuadernos. Cuando empezó la escuela, el profesor me pegó y me dijo que no podía aprender así, que en dónde pen-saba escribir. Me retiré de la escuela. Andaba con mi mamá, con los animales, cargando la leña, la hierba. Mi mamá tam-bién me pegaba diciendo que no podía hilar el huango**.

Yo salí y le dejé abandonando

* Coloquial: con dificultad, con lo justo.** Hilado de lana realizado mediante una rueca o huso.

a mi mamá, tal vez por orgullo. Salí a vivir afuera, empecé a tra-bajar. Viví con otra familia, que me enseñó a trabajar. Salí por mí, salí sola. Pero sentí que fra-casé; cuando tuve a mis wawas, tuve que acercarme de nuevo a mi mamá, a pedirle favores.

Yo también a mis wawas les crié con esa violencia. Pensaba

que tenía que criarles así como me criaron a mí. Ellos entraron a estudiar, y a mí me pusieron de tesorera de la escuela. Como yo sabía el arte de la cocina me ponían para hacer el desa-

yuno y el almuerzo, yo cocinaba, y cuando había cursos y talleres, hacían que vaya.

En uno de esos talleres, me fui a una ciudad grande. Ahí abrí mis ojos, mi mente. Ahí aprendí cómo debe ser una madre con sus wawas, cómo debe ser el trato, el cariño. Aprendí que no tenemos que criarles con violen-cia, que no debe haber violencia en la familia. Me gustaba estar en esos talleres, participar.

“Aprendí cómo debe ser una

madre con sus wawas, cómo debe

ser el trato, el cariño”

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A una de mis hijas, le cuento lo que yo he vivido. Yo he tenido mis parejas. Le digo que es como que nos van a llenar de flores, pero que eso es un engaño. Cuando uno me maltrataba, yo pensaba que el siguiente sí me iba a querer, pero tampoco. El

hombre, cuando quiere de verdad, nunca le pega a una mujer. Yo le cuento eso a ella, le digo que no debe ser así. Ella está disfru-tando la juventud.

En los talleres hemos aprendido y hemos com-partido con las compañeras, participando y haciendo medi-cinas y terapia juntas. Me siento mejor, estoy saliendo adelante.

Una quinde* ñuta** me invitó a otro proceso de talleres, como a mí me gusta eso, comencé a ir, a participar. Así poco a poco he salido adelante, en verdad que sí se ha sufrido bastante y ahora con las hijas e hijos también estamos sufriendo. Maltratan a sus wawas, pero yo les digo que no debe ser así, que me perdonen por haberles criado con golpes. Ahora ya no debe ser así, tenemos que dejar la violencia.

He llevado a mis wawas a los talleres, les digo que debemos salir de la vio-lencia, que no nos trae buenas cosas. Andando en las reunio-nes, me han agradecido por las palabras que les doy, dicen que es verdad, que debemos salir de la violencia.

* Kichwa: colibrí.** Kichwa: pequeña, pequeño.

Consejos para romper ciclosAsistir a espacios de diálogo de saberes, aprender sobre las consecuencias de la violencia.Aprender de la experiencia de nuestras madres y padres, y no seguir sus prácticas cuando han sido violentas.

“El hombre, cuando quiere

de verdad, nunca le pega a una mujer”

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Mientras recordaba, esto tejí. Me siento mejor, salí adelante.

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Testimonio 5. Una laurel de cera que quería ser más fuerte

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no valiéramos nada. Estábamos saliendo adelante.

En la casa, tenía dificultades con mi esposo, pero seguí par-ticipando en las organizaciones, quería estar ahí, aunque a él no le gustaba, era mi espacio. También fui a un centro de alco-holismo, eso también me ayudó. Escuchaba y participaba de los

dolores que tenían otras personas.

Aparte de eso, participaba en un grupo de mujeres. Teníamos un libro de vida, cada día teníamos que leer una parte y actuar

de una forma diferente. Hasta hoy mismo lo hago. Tal vez no lo hago como debe ser o como se indica, pero sigo haciendo.

Ahora tengo un poco de logros. Mi esposo antes me vio-lentaba cuando tomaba, pero ahora, por lo menos, se ha detenido.

Cuando una cambia de acti-tud, creo que se logra cambios. Tengo ahora sufrimiento por mis hijas e hijos, pero hay que seguir

En mi niñez no tuve dificul-tades ni sufrimientos. Mi

papá y mi mamá no me pega-ban, ni en la escuela tampoco. Las profesoras me querían, decían que hago quedar bien a la escuela. Me sentía bien.

En mi juventud, no sé por qué, fui madre soltera, ahí empeza-ron mis sufrimientos. Ahí conocí la violencia. Algunos hombres no quie-ren sino destruirnos. Lastimosamente me casé con otro joven y también sufrí la violencia. Él me maltrataba.

He vencido las dificultades. Yo decía que nadie sufre como yo sufría, que no ha de ser igual. Yo no sabía que vivía en violencia, creía que violen-cia era cuando se mataba. Pero asistía a grupos, ahí aprendía.

En nuestra comunidad comenzamos una organiza-ción. Eso me ayudó a salir, a quitarme el miedo. También me daba valor y fortaleza que como indígenas empezábamos a sobresalir, antes era como si

“Yo no sabía que vivía en violencia,

creía que violencia era cuando se

mataban”

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Voy viendo cómo mismo estoy, pero sigo buscando la for-taleza. Quizás todavía me estoy escondiendo, pero eso es lo que puedo decir.

luchando. El esposo ya no bebe tanto, pero los hijos siguen. Por mis hijas también sufro.

Hay dolor también con la pareja, violencia psicológica, eso todavía existe.

Consejos para ser más fuertesAsistir a espacios de diálogo.Escuchar las experiencias de otras mujeres.Cambiar de actitud, para que el entorno cambie.Buscar la fortaleza dentro de mí misma.

Aquí mi obra de arte, mi vida, mi aprendizaje.

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Testimonio 6. Una quinde ñuta que buscaba el arcoíris

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que me lleven. Yo creo que era como una muñeca viviente. En la escuela siempre destacaba por mis habilidades de escri-tura, lectura, declamación y mis calificaciones. Siempre me gustó estudiar, aunque nos fal-taba mucho material, como cua-dernos, compartíamos los que había en la casa.

Una experien-cia muy bonita fue cuando pude viajar en avión para decla-mar ante el presi-dente Jaime Roldós Aguilera y su esposa en la ciudad más grande de todas. En

aquel tiempo era increíble que una niña pequeñita indígena, como yo, llegara al palacio pre-sidencial. Tengo recuerdos muy claros de ese día: comí cosas ricas que nunca había comido en mi casa y recibí juguetes que mi mamá y papá nunca me hubieran comprado, porque priorizaban el dinero para com-prar tierras o animales. Pero al juguete le colgaron junto a un altar para adornar una imagen

Mi historia es una historia de mil colores. Diversos

matices, colores y tenden-cias por tantas cosas que han pasado. Ya no son lágrimas de tristeza como era antes, ahora son de alegría, compromiso y gratitud.

Primero quiero contarles que soy la sexta de varias her-manas y hermanos, tengo dos hermanos maravillosos a los que amo mucho, al uno porque está y al otro porque no está, se fue al país donde se buscan sueños. Mi madre cuenta que he nacido a los siete meses porque tuvo un accidente, por eso tam-poco pudo estar conmigo ni darme de lactar; fueron mis hermanas mayores quienes me cuidaron.

Tengo recuerdos de cuando fui a la escuela por primera vez, a los cuatro años, de la mano de mis hermanas mayores, recuerdo que el padre direc-tor de ese entonces les decía que yo era muy chiquita para

“Siempre me gustó estudiar,

aunque nos faltaba mucho material, compartíamos lo que había en la

casa”

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a sobrinas y sobrinos, nos dicen que estamos exagerando, y mi mamá y tías dicen que exagera-mos, que somos locas, pero qué ironías de la vida, hoy delante de las personas mayores, no pode-mos ni tocar a las menores, peor insultarles o gritarles.

Cuando terminé la escuela me fui a Loja con una familia muy buena donde pasé casi 7 años. No estudié el colegio cuando terminé la escuela, pero cuando tuve 15 años esta linda familia

me ayudó a matricu-larme en un colegio vespertino. Por las mañanas cuidaba a un niño, aseaba la casa, hacía la comida y por las noches hacía los deberes. Pero no pude ir al colegio

vestida de india saragura, tuve que ponerme la ropa que lleva-ban mis compañeras mestizas, y tenía vergüenza de ir así ya que en ese colegio había muchas saraguras que sí podían vestir y relucir nuestro precioso traje. Pero todo tiene su recompensa, hoy el niño a quien cuidaba es un gran profesional, catedrá-tico, siempre pendiente de mí y mis cosas, para mí es un hijo de corazón, y el amor es mutuo.

en vez de dejarnos jugar a mí y a mi hermana. Hay momentos que dejan señales fuertes para toda la vida, y es por esa razón que cuando pude regalar juguetes en Saraguro, les decía a las y los wawas que jueguen con ellos, que no importaba si se rompían, porque cada vez que pudiera les iba a regalar más y más.

Volviendo a mi historia, a los 12 años terminé la escuela, fue entonces cuando por primera vez me compraron zapatos, yo estaba feliz, muy feliz, aunque mis tobillos no dejaban de sangrar. En aquel tiempo, no sé por qué, pero todo funcio-naba a golpes, todo se hacía con la veta, con chicote*, con un palo, y metiendo de por medio a “dios”, diciendo que si éramos malas él no nos iba a querer. Se hacía lo que los curas les decían a nuestras y nuestros mayores, y todo era maltrato físico o psi-cológico. Yo recibí mucho mal-trato por parte de mi papá y mi mamá. Ahora cuando nos reuni-mos en familia y contamos eso

* Chicote: látigo hecho de cuero utilizado para azuzar animales, especialmente caballos.

“En aquel tiempo, no sé por

qué, pero todo funcionaba a

golpes”

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Cuando egresé de la Universidad, el Padre Pepe, un cura que dejó grandes cosas para la gente con más necesi-dades en Saraguro, me invitó a ser parte de un proyecto para mujeres. Así se creó el Refugio para Aves en 1999, desde enton-ces aquel lugar ha sido la casa de muchísimas mujeres que han llegado por distintos problemas.

Este caminar como muje-res nos va dejando huellas, no solo de dolor y sufrimiento, sino

también de apoyo y alegría. Nos hemos podido apoyar entre mujeres, para apoyar a más mujeres. En este camino tengo muchos agradeci-mientos: agradezco a la CEPAM, a la

Corporación Mujer a Mujer, a la Coordinadora Política de Mujeres.

A la fundación GAMMA y a la Fundación Rosa Luxemburg, que, desde el 2011 en un encuen-tro de mujeres donde pudimos aliarnos, han llegado a ser un apoyo y un pilar fundamental para mí y para mi pueblo, a quien también agradezco mucho. A través de varias publicaciones hemos contribuido a visibilizar la

A los 18 años volví a Saraguro, ya mis hermanas mayores se habían ido de casa, unas bien casadas, otras escapándose, antes no se podía llegar a la casa con sus novios como ahora, en ese tiempo te caía una gran paliza. Muchas veces pienso que fui la más cobarde de mis her-manas, que me faltó valor para salir de casa y escaparme, pero por eso creo que estoy libre aún.

Cuando terminé el colegio no pude ingresar en seguida a la uni-versidad, por la parte económica. Después decidí arriesgarme y salir a una ciudad a buscar algún modo de estudiar: primero buscar una carrera en la que tenga tiempo para estudiar y trabajar, luego encontrar una familia con quien vivir. Así pude matricularme, estudiaba y traba-jaba y cuando podía regresaba a Saraguro donde mi familia. Para ese entonces las cosas ya eran muy diferentes, cada vez que podía, mi mamá me apoyaba con lo que podía; mi vida era como un día de arcoíris, era feliz, aunque tenía algunas nubes, pero la luz era más resplandeciente que ninguna otra cosa.

“Este caminar como mujeres nos

va dejando huellas, no solo de dolor y sufrimiento, sino

también de apoyo y alegría”

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esta vida de colores entendí que somos aves de paso, nada es tuyo, el mañana no existe, la verdadera alegría está en ti, y tienes que vivir plenamente el hoy.

A través del grupo de muje-res Chaski Warmikuna hemos ido dejando huellas en cada momento de nuestras vidas, como mensajeras de cambio para vivir, hombres y mujeres, libres de violencia, y hoy, aunque ya no exista el espacio físico de

la casa de la mujer, sigo dispuesta a ser la voz, el oído y el cuerpo de todas las mujeres de Saraguro y del mundo entero, para decir que, de la vida de las muje-res, depende la vida

de los hombres, y que debemos estar juntas y juntos para ser el cambio. Ojalá que mañana Koya, Kamari, María del Cisne, Samay, Alexander, Juan Pablo y muchas más mujeres y hombres cami-nen hombro con hombro, sin estar ni adelante ni atrás, sino juntas y juntos mirando el arcoí-ris que nos cobija a todas y todos por igual, ya que cuando éste sale, sale sin distinción de nada ni nadie.

violencia de género en Saraguro y a fortalecer la riqueza cultural de nuestro pueblo, como nues-tras semillas ancestrales, nues-tras plantas medicinales, nues-tra gastronomía, las prácticas y tecnologías que nuestros taytas y mamas practicaban para sem-brar nuestros productos, pero también las historias de vida de grandes mamas como Dolores Cacuango, que es una de las más grandes de nuestro país, y las historias de nosotras mismas, que sin llegar a ser tan fuertes, son las historias de nuestras vidas, de mi vida.

Todo lo que me pasó me marcó y me hizo ser la per-sona que soy. Ahora yo decido quién está conmigo y en qué condiciones estar, aunque suene a liberal, a loca o bruja, el amor me hizo así y espero que nunca más el amor seque el corazón de las mujeres. Hoy soy una emprendedora de la vida. He tenido varios tropie-zos, decepciones, traiciones de amistades, de gente a las cuales amo todavía, pero nada de ello me hace sentir incapaz o infe-liz. Me falta aprender muchas cosas, pero en mi trajinar de

“De la vida de las mujeres, depende

la vida de los hombres; debemos

estar juntas y juntos para ser el

cambio”

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Consejos para llegar al arcoírisEstudiar y nunca dejar de formarse.Construir redes de apoyo entre personas y fundaciones.Valorar la herencia de nuestro pueblo.Juntarse con otras mujeres para dejar huellas y volar juntas.

Aquí mi arcoiris, mi tejido, mi compromiso, mi vida.

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Testimonio 7. Una pequeña jilguera a la que todas las aves cuidaban, y que quería entender

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muchas cosas, mis salidas, la danza y amigos, no me arre-piento ya que es una alegría tenerle a mi wawa, ya son dos años que he compartido con él, dos años de alegría y doy gra-cias como siempre a mi mamá, a las mujeres del Centro que está en las nubes, a todas las mujeres que a veces están aquí

y que siempre han estado dándome fuerza para poder seguir adelante.

Todavía estoy en un espacio que necesito conocer más, necesito apren-der y ver más. Hay

cosas que no quiero entender y que debería hacerlo. Tengo que seguir caminando, quizás sigamos caminando juntas y yo pueda seguir apoyándome en ellas para lograr entender lo que a veces no quiero entender y hacer bien las cosas que tengo que hacer.

Quiero que me den más fuerzas para seguir adelante y poder lograr muchas cosas que tengo en mente todavía como

Yo quisiera acordarme de mi niñez, pero no me

acuerdo nada. Cuando murió mi papá, no pude verle la cara, no me acuerdo. En mi niñez no sentí el vacío que dejó con su partida, pero con el pasar del tiempo fue haciendo falta. Con el apoyo, entusiasmo, alegría y fuerzas de mi mami y mis her-manos hemos tra-tado de salir adelante y llenar ese vacío inmenso. Acabé la escuela, el colegio.

Tuve problemas, pero siempre con el apoyo de mi mami, ñañas, ñaños y amis-tades, salí adelante. Ella nos daba las fuerzas para seguir, para que así por lo menos ter-mine de estudiar siquiera el colegio.

Durante este tiempo tuve muchas oportunidades de salir, con el grupo de danza, ya que me gustaba mucho danzar y compartir conocimientos, viajar e ir a diferentes lugares.

Hasta que me quedé embara-zada y desde allí se me limitaron

“Una caída no es para quedarse

ahí sino para salir adelante con más

fuerzas”

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felicidad es inmensa por tener a mi mami a mi lado, a mi wawa, a mis ñañas y ñaños, y a mujeres fuertes que siempre están pen-dientes de mi dándome cada día mucha fuerza.

continuar con mis estudios, seguir danzando y salir adelante con mi vida, porque una caída no es para quedarse ahí sino para salir adelante con más fuerzas luchando por lo que se quiere. Mi

Deseos para poder volarNo dejar de estudiar.Danzar, hacer lo que nos gusta.Apoyarnos en otras mujeres.

Esta es mi creación, las flores de mi vida. Queda mucho por caminar.

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Testimonio 8. Una lorita que había olvidado las palabras

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conversaba con mis compañeras aves, con mi joven amiga ardilla, con la venada y otras compañe-ras; eso me ayudó a ir saliendo poquito a poquito, paso a paso, diciéndome que sí podía, que iba a salir de eso y que, si la vida decidía llevársela, por algo sería.

El tratamiento de su enferme-dad fue lo más duro, su dolor era

terrible, ella lloraba, llorábamos juntas. Yo sentía impotencia. También sentía culpa por haberle dejado, porque con mi marido nos habíamos ido a otra tierra, dejándole a cargo de mis demás

wawas. El tratamiento siguió un año, hasta eso regresó el papá, pero a él lo que más le importaba era lo material, no pensaba en sacar adelante a mi wawita, sólo pensaba en su comodidad, eso también me dolió mucho. Pero mi hija fue recuperándose, recu-perándose. Mi alegría era ver cómo se empeñaba en salir ade-lante, en estudiar. Se quedaba descolorida por el tratamiento, pero así se iba al colegio, ella se

Primera parte. La enfermedad en el nido

Mi hija tenía 14 años cuando le diagnosticaron

una enfermedad de esas graves, que a veces son mortales, y eso era lo más triste para mí y más triste todavía porque no con-taba con el apoyo al cien por ciento de su padre. Cuando le conté a mi amiga lechuza lo que sucedía, ella me dijo “vamos para el Centro que está en las nubes, tú no tienes por qué llorar, porque las cosas pasan y todo es por algo”. Entonces fui, conocí a una venada que le gus-taba compartir con nosotras las aves y a una ardilla bien bonita que venía de la ciudad y que tenía más o menos la edad de mi hija, ella me decía que no sufra, que las cosas pasan y que mi hija se iba a recuperar, que no llore. Ella me abrazaba, conversaba conmigo y era como si estuviera con mi hija.

Paso a paso, en los talleres,

“Yo agradezco el apoyo, que

da fuerza para una misma salir

adelante, para no dejarse caer”

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me dejaba. Ahora las cosas las decido yo, qué hago, qué quiero o cómo lo vivo. Con mi persona, con mi cuerpo, con mi vida, yo decido qué tengo que hacer.

Ahora, yo pienso, la gente dice que cuando uno tiene pareja hay que informarle qué se hace, a dónde se va, todas esas cosas, pero, si él no hace lo mismo, por qué yo sí. Entonces cuando quiero salir, salgo, no tengo que pedir permiso, salgo y hago lo que me nazca hacer, porque una

no hace cosas malas; una como mujer debe andar con la concien-cia super tranquila de que no está haciendo nada malo. Hay que dejar el miedo de lo que dirá la gente, muchas personas

nos enfermamos de solo pensar en eso; vivimos de lo que dice la gente. Podemos apoyarnos en otras personas, pero aun así nosotras debemos decidir. Esa es mi manera de pensar ahora. Cada una de nosotras debe decir “yo soy libre, yo puedo hacer con mi vida lo que quiera”, y enseñar eso a las wawas y los wawas, les he enseñado que no deben agachar la cabeza ante nada ni nadie. Como seres humanos,

aferraba, no tenía vergüenza, yo le decía que saldríamos juntas de eso.

En todo ese proceso, mis compañeras me escucha-ban, me apoyaban, me daban ánimos. Si no hubiera sido por ellas, de pronto me hubiera dejado hundir, y nos hubiéramos hundido juntas con mi wawa que estaba enfermita. Y por fin, ella salió; el tratamiento había sido a tiempo.

Ya son 5 años de eso, y ella está bien. Tiene una wawa ahora, que es la alegría de la casa. Yo agradezco el apoyo, que da fuerza para una misma salir adelante, para no dejarse caer.

Segunda parte. Aprendiendo a ser libre

En todo el proceso, mi esposo, como todo hombre

machista, decía “aquí las cosas las decido yo”. Maltratos físicos no hubo, pero psicológicos había siempre. Pero en esos talleres conocí cuáles eran los derechos, a qué instancias podía acudir en caso de llegar al maltrato físico. Conocí, y a partir de eso, yo no

“Con mi persona, con mi cuerpo, con mi vida, yo decido

qué tengo que hacer”

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a pesar de que yo me sentía mal, de que todo me cargaba yo. Sirviendo a su familia, y yo tuve que dejar a un lado a mi mamá, a mi familia. Ya de eso son varios años, porque dije ¡basta! Como dije anteriormente, me siento bien ahora, si decido irme a un baile, me voy, y si él no me da permiso, salado él o si él no quiere irse me voy yo.

Tercera parte. Volando por mi cuenta

Gracias a esa nueva mentalidad logré

tener trabajo, traba-jando me siento más libre todavía, tengo mi propio dinerito, mi propio trabajo, con eso yo no debo

a nadie, y mucho menos a la pareja.Muchas personas dicen que no, que no hay como separarse, algunas compañeras dicen que no puedo, que él es quien man-tiene la casa. Yo les he dicho que eso no es así. Si nosotras tenemos nuestro propio trabajo, podemos decidir hacer las cosas que nos gustan sin que nadie nos prohíba o nos limite. Hay muchas personas que hacen

somos muy importantes. Eso sí, debemos respetar las opiniones de otras personas, y también pedirles apoyo cuando nos sen-timos mal.

A mí lo que más me ha ayu-dado es que las compañeras en el Centro siempre me recibie-ron con los brazos abiertos, me escuchaban lo que les contaba, siempre me prestaban atención y me daban fuerza para salir todas juntas, y así fue. Mi pareja me sabe decir que porque fui al Centro ahora hago lo que me da la gana, yo digo “sí pues, ahí conocí mis derechos, ahí sé a dónde debo acudir en caso de me alces la mano”. También me ha dicho que al Centro van puras mujeres que no tienen marido, que todas las que van no tienen marido. Eso no es cierto, algunas sí están casadas, pero sus maridos sí entienden. No es que toda la vida nosotras íbamos a vivir sirviéndoles. Yo corría de acá, corría de allá, de un lado a otro lado para hacer que él se sienta bien, cocinando, plan-chando, lavando la ropa rápido, porque era estúpida, yo hacía todo para que él se sienta bien

“Si nosotras tenemos nuestro

propio trabajo, podemos decidir hacer las cosas que nos gustan”

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los talleres también he apren-dido que no hay que hacer todo, porque una se cansa y porque cuando tengan su familia tam-bién tienen que saber hacer las cosas, que no por ser hombres crean que alguien les va a servir, o lavar, o cocinar. Yo le he ense-ñado a mi wawa que también tiene que cocinar, que no tiene que ser servido. Incluso una vez le dije que, si un día tiene pareja, y yo me entero de que él le está maltratando, seré yo misma

quien haga la denun-cia y le meta preso.

Cuarta parte. Recordando las palabras

Yo antes no hablaba mucho, cuando

había que hablar, quería que me trague la tierra, si me hacían una pregunta quería escon-derme. Si iba a ser mi turno de hablar, me iba al baño para que no me toque. No quería que nadie conociera lo que yo sentía.

Pero fui perdiendo el miedo, ahora que trabajo, me ha tocado salir en medios de comunica-ción. A veces digo barbaridades, pero las digo. Mis compañeras siempre me animan. Estoy a

eso, quizá yo en algún momento hacía eso. Y eso te marca la vida, en muchas ocasiones él decía que no tenía nada, que éramos una familia chira*, y me humi-llaba porque no podía valerme por mí misma. Una vez que salí, emprendí, trabajé. Ya no le pido favores a él, y mucho menos ahora que gracias a mis habili-dades puedo salir adelante.

A más de mis artesanías, tuve la oportunidad de entrar a una escuela de agroecología, donde también me apoyaron para los huertos, para tener una alimentación sana. Es bueno salir a los talleres, porque se está con las amigas, nos acon-sejamos entre noso-tras. Ahora cuando salgo es pura risa, ya ninguna cosa que me hagan me causa malestar o tristeza. Ahora yo pienso que está bien que digan lo que digan las personas, que hagan lo que hagan, lo que hago yo es lo que cuenta y vivo feliz de la vida que tengo, de mis wawas.

Lo que sí creo es que no les enseñé a trabajar a tiempo, por darles haciendo todo. En

* Coloquial: sin dinero.

“Si yo he cambiado, si soy

diferente, es porque soy más

fuerte”

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vaya puedo alzar la cabeza y hablar y decir las cosas que son. Ya no me escondo cuando me preguntan, ya no me da miedo. Hasta una vez que hablé delante del alcalde, me felicitaron, y luego me dijeron que él utilizó frases que yo había dicho, eso fue lindo.

Lucho para no volver a ser la que era antes. Esa mujer ya murió. Ahora soy diferente, ahora me valgo por mí misma, no dependo de nadie. Por todo eso yo agradezco a las compa-ñeras del Centro, y de mi pueblo, con ellas estoy ahora, siem-pre nos apoyamos. Hay que ser valientes. Si nos tratan por las buenas, así respondemos. Pero si nos agreden, tenemos que saber defendernos. Eso enseño yo también a mis wawas.

Estamos contentas, al menos yo me siento contenta de la vida que tengo ahora.

cargo de una coordinación de una organización, yo dirijo eso, entonces tengo que estar infor-mando lo que se está haciendo, cómo se está haciendo y todo eso. Esa timidez perdí por salir, por estar en los talleres; fui dejando el miedo de pensar que mi marido me iba a maltratar.

No hay que tener miedo de que los maridos no nos manden a los talleres, que nos digan que no, que no nos dan permiso. Mi esposo sabe decir que por esos talleres yo he cambiado, que es culpa de las compañeras del centro. Yo le digo que no, que la culpa es de él, y que, si yo he cambiado, si soy diferente es porque soy más fuerte y a mí no me van a volver a escuchar que esté llorando, que me humille más, ya no.

Yo pienso que estoy bien ahora. Estoy segura de las cosas que hago, tengo la conciencia tranquila. A donde quiera que

Consejos para recordar las palabrasNo dejarse limitar por la pareja. Ser libre para tomar decisiones.Buscar tener autonomía económica.Ser valientes y crear redes de apoyo.Asistir a espacios colectivos, escucharnos y darnos fuerza mutuamente.

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... Y mientras recordaba mi vida, esto tejí. Este collar es el símbolo de la fuerza que ahora tengo y que nunca me dejará.

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Testimonio 9. Una quillillica que rompió sus cadenas

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sufriendo bastante violencia. Yo creía que mi esposo ya era bueno, que no estaba sufriendo violencia. Me hicieron abrir los ojos, me di cuenta de todas las humillaciones que seguían, y también de las que había sufrido antes. Él me impedía hacer lo que me gustaba, tampoco me quería dar espacios para que yo

salga a los talleres, pero yo pensaba que era algo que me iba a servir, y que tenía que ir, aunque a él no le guste, y empecé a salir, a desobede-cerle, y a liberarme.

Yo salía a hacer cosas buenas, no hacía nada malo, entonces salía en paz. Me desprendí de esa forma de vio-lencia que era impedirme las cosas que me gustaban. Me di cuenta de eso porque las com-pañeras me explicaban que hay clases de violencia, no solo el pegar o agredir, también el no dejarme libre para que yo haga lo que me gusta.

Entonces yo conversé con él, él se puso molesto. “Ya pues, si

Primera parte. Cadenas que no se ven

Yo voy a compartir cómo superé las humillaciones,

la violencia de mis años pasa-dos, gracias al apoyo de las aves mensajeras (Chaskis), justo cuando estaba en unos momen-tos difíciles.

Estoy casada casi 20 años. Al principio él me agredía físi-camente y verbal-mente. Como 10 años viví con mucha vio-lencia. Tenía miedo de hacer cosas, me sentía muy mal, solo lloraba, lloraba en la casa y no salía para nada, solo le atendía a él. Yo no me sentía bien con nadie, pasaba sola en la casa sufriendo y llorando. Después dejó de pegarme, no sé bien por qué. Y yo creía que ya había terminado la violencia, aunque igual no me sentía bien.

Entonces las Chaskis me invitaron a uno de sus espa-cios de trabajo, y recién ahí me enteré de que todavía estaba

“Hay clases de violencia, no solo

el pegar o agredir, también el no

dejarme libre”

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líder, liderar algún grupo, ese es mi más grande sueño.

Otro sueño que tuve antes fue viajar. He viajado y voy a seguir viajando. He viajado sola, y me he sentido bien, ya no tengo miedo, me siento libre, esa es la ventaja; eso no sentía antes, antes tenía miedo de salir de la casa, y al liberarme de eso me siento bien y se me abren puer-tas por todos lados.

Otra cosa es que antes pen-saba que solo yo era la víc-

tima que vivía todos esos sufrimientos. Cuando se llega a conocer, se llega a ver que hay tantas mujeres que sufren lo mismo. Es un apoyo grande com-partir y ayudarnos,

hablando, escuchando las expe-riencias de otras mujeres, eso también da fuerzas para seguir, una no se siente sola, sino apo-yada. El mensaje que podría dar a las personas que lean esto sería que todo se puede, solo hay que echar ganas y voluntad para superarnos. Hemos salido de esos lugares oscuros, porque nos despertamos y liberamos todo.

quieres hacerte eso, separémo-nos”, decía, “te vas de la casa”. Yo así, desobedeciendo, empecé. Al final me dejó libre. Fueron muchos meses, y ya después creo que él también se sintió mal porque yo ya no hacía caso.

Ya son unos cinco años de que comencé esa liberación. Así me siento ahora, libre, liberada. He conseguido muchas cosas con esta sensación de liber-tad, incluso tengo metas, tengo sueños, y los realizo con facili-dad. Cuando tengo qué hacer, yo me desenvuelvo bien. Me siento libre.

Tengo tres wawas, una ya es adulta, otro es un jovencito y la última todavía es una niña. Me siento bien con ellas y con él, comparto lo que yo he vivido, les explico las formas de violencias que exis-ten, para que se desprendan, para que vuelen y sean libres.

Mi más grande meta ahora sería formar algo para apoyar a la gente, me gusta el tra-bajo social. No sé cómo hacer, pero me gustaría apoyar a más mujeres, a más jóvenes. Ahorita estoy siguiendo talleres, capa-citándome más. Quiero ser una

“El mensaje que podría dar es que

todo se puede, solo hay que echar ganas y voluntad para superarnos”

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porque nosotras no hicimos nada. Estuvimos en la cárcel por 16 días y después salimos con medidas cautelares, pero tenía-mos que estar firmando todos los lunes, incluso teníamos pro-hibición de salida del país. Yo perdí un vuelo por eso.

Ahora estoy libre, casi dos años después recién se alzó la prohibición. Me dejaron libre antes porque no había ninguna prueba, porque soy inocente. Estuve cuatro meses firmando,

ya después me deja-ron tranquila. 14 mujeres y 12 hom-bres estuvimos, de diferentes comuni-dades. Sufrí bastante porque no estaba con mis wawas, que eran menores entonces.

Mi hija se enfermó, le dio un ataque de nervios. A mi casa no entraron (en el allanamiento), pero pasaron por ahí burlán-dose de mis wawas y diciéndo-les que se dediquen a estudiar, que no sean tirapiedras como nosotras. Al lado de mi casa sí correteaban carros de policías y policías a pie. Mis wawas estu-vieron 16 días sin mí, mi esposo además estaba fuera del país. Gracias a dios ya no cargo con

Segunda parte. Cadenas visibles

Lo último que voy a contar es de cuando nos llevaron

a la cárcel. Ahí sufrimos bas-tante violencia, ahí no tienes derechos, no tienes derecho a hablar, tu palabra no tiene poder ni validez, para nada. Te humillan como más pueden, no puedes ni alzarles a ver porque son bien bravos. Ahí si nos humillaron bastante, nos hacían exámenes para ver supuesta-mente que estemos bien, porque había mujeres que habían sufrido bastante vio-lencia física por parte de los policías, pero solo simulaban que estaban atendiendo y no nos daban ni medicamento. Nos insultaban, se burlaban, había bastante maltrato psico-lógico porque insultaban bas-tante, las mismas mujeres que ahí cuidan en la cárcel.

Cuando teníamos las audiencias nos sacaban espo-sadas, no podíamos ni estar hablando ni mirando, fue terri-ble. Simplemente por reclamar nuestros derechos, por eso nos llevaron, éramos inocentes,

“Estoy libre, no me duele. Todo

esto me ha dado más fuerza para

seguir”

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quedó atrás, y aquí es otra cosa.Estoy libre, no me duele. Todo

esto me ha dado más fuerza para seguir.

eso. Con ayuda psicológica, con una terapia que me sirvió para liberarme, superé eso también, me liberé, lo dejé atrás, todo

Consejos para romper cadenasAsistir a los espacios que nos gustan, pelear por esa autonomía.Apoyarnos entre mujeres, ayudarnos, hablar, escucharnos y darnos fuerzas.Viajar, conocer otros lugares, no importa si se viaja sola.Agarrar fuerza de las injusticias que nos pasan.

El collar es mi historia, la historia de muchas mujeres.

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Testimonio 10. Una tórtolaque decidió dejar de sufrir

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no se hacía cargo de los estudios de mi wawa. Cuando se enteró, vino a decir que no le sigamos juicio, que le daba vergüenza que le hagan eso.

La colibrí también me invitó al Centro que está en las nubes, y yendo ahí pude llorar con todas mis compañeras que estuvimos. Ellas oían mis dolo-

res, me ayudaban a sacarlos porque todo era dolor, yo no podía controlarme, tenía que llorar contando lo que me pasaba, lo que me hacía él. Me golpeaba, antes nunca me había gol-

peado, pero cuando se enamoró de otra mujer, a mí me golpeaba, me basureaba, hasta me sacaba de la casa. Pero no me fui, hasta ahora no me he ido.

A mí todavía me duele cuando yo recuerdo las cosas que me hizo, hasta acordándome me da ganas de llorar. Nos gol-peaba a mi wawa y a mí. No nos daba ni la comida, no ayudaba en nada, mis wawas no tenían apoyo y estaban estudiando en

Primera parte. El sufrimiento en el nido

Hace como 10 años yo fui al Refugio para demandar

por lo que me estaba pasando a mí y a mi hija, para denunciar y para saber cómo podía hacer porque mi hija ya no iba a poder estudiar. No teníamos dinero y él no nos ayudaba para nada. Ahí hablando ya conté un poco, lloré. Yo he llorado con todas con las que me he encontrado, contando lo que me pasaba, para mí era cosa de otro mundo toda esa violencia. Hasta que no la vivimos, no sabemos, no entendemos. Todo ese dolor…

Yo agradezco que encontré en el Refugio a una colibrí ñuta que siempre me ayudó, yo siempre le agradezco, ella me escuchó todo, le contamos, mi hija tam-bién lloraba, decía que no iba a poder estudiar. Ella nos dijo lo que teníamos que hacer, y nos dio ánimos. Así iniciamos el juicio a él, por maltrato y porque

“Ellas oían mis dolores, me ayudaban a

sacarlos porque todo era dolor”

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felices; seremos felices”. Y yo lloraba y decía “cómo, dónde vamos a hallar la felicidad si ahorita es todo amargura, no hallo ni dónde”. Así pasó mucho tiempo, dos años, tal vez.

En esa época, una amiga mía falleció por el sufrimiento de lo que le había hecho su marido. Yo le visité cuando estaba ya bien malita en la casa, y me dijo “tú no te vas a morir, no tienes que morir, entiéndeme, solamente perdónales, perdónale a él y a

ella, tú vive por ti, no vivas por él… yo estoy así por no entender, por no buscar ayuda, por no hacer tera-pias, por eso yo estoy muriendo, yo me voy a morir, porque ya no puedo”. Tenía una

enfermedad terminal. Pero fue tanta la fuerza que me dio ella... Decidí quererme, curarme, ali-mentarme, vestirme bien. Tenía que vivir por mí misma, por mis wawas, por mis nietas y nietos.

Así fui saliendo, comencé a vivir por mí mismo, como me dijo ella. Algunas personas se admi-raban de verme bien. Ahora soy feliz. A él mismo le digo, “yo soy feliz, aquí me dejaste, me viste solita llorando, todo, pero ha

la ciudad. Yo llegaba a la casa y no comía, afuera me quedaba sentada llorando. Lloraba bien y entraba, me comía una fru-tita o tomaba un vaso de agua y me iba a dormir. Al recordar, no puedo con ese dolor todavía. Ahora les digo a mis wawas que no sé cómo no me morí con ese dolor, porque tantas personas que se mueren con esta clase de sufrimiento.

Pero contar todo lo que me hizo, los que nos hizo, me ayudó a salir adelante. Por eso agradezco a las personas de buen corazón que saben, entienden y están preparadas para apoyar a las perso-nas que vivimos esta clase de violencia, que saben escucharnos. Tuve espacios de terapia con una venada y con una coneja muy buenas. Luego cuando mi com-pañera cometa iba a la rehabili-tación en la ciudad, los sábados, yo iba con ella. Contaba la vio-lencia que vivía todos los días.

También les contaba y con-versaba con mis wawas, que también me apoyaban, me decían “mamita, si puedes, vamos a salir y vamos a vivir

“Decidí quererme, curarme,

alimentarme, vestirme bien.

Tenía que vivir por mí misma...”

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Segunda parte. La manifesta-ción de 2015

Yo me fui en la mañanita, ese día, el 15 de agosto.

Le dije a mi wawa que tenía que ir porque había una reunión y me habían pedido que ayude a preparar la comida desde tem-prano. Le dejé diciendo que estudie, porque tenía exámenes para defender su tesis, me pre-guntó a qué hora iba a volver, pero yo no sabía.

Cuando estába-mos haciendo el desayuno, nos avisa-ron que venían poli-cías y militares. Los militares llegaron y empezaron a botar bombas. Yo estaba escondida en la casa

de un primo mío y desde la ventana le vi a ella, a mi wawa, que estaba parada viendo qué pasaba, me asusté, le llamaba y no contestaba, quería decirle que se retire porque estaban cogiendo a tanta gente, se les estaban llevando. Y le llevaron a ella también, cogida de las manos y de los pies, casi me aloco también, pero la gente no me dejaba salir, porque me iban a coger a mí también. Me quedé

pasado el tiempo”. Ahora tengo mis wawas, mis nueras, mis nietos, mi sueño era que sean profesionales, y así es.

Yo pude superar todo ese dolor. A muchas les digo, yo sé que no es fácil, pero hay que poner de nuestra parte, hay que aceptar que estamos viviendo lo que no queremos, y hay que ser fuertes. Sí se puede. Les digo de nuevo que yo recordando toda-vía me lleno de lágrimas, no puedo contar todo, así como si nada. Yo aprendí que hay cosas que tene-mos que aceptar y perdonar, y otras de las que tenemos que alejarnos.

Yo no me alejé, todavía pude seguir con él, porque comencé a hablarle, y porque le mandé a rehabilitación porque ya no quería verle borracho. Tres veces tuve que mandarle, la tercera fue la vencida y dejó de tomar. Por eso a otras personas que viven esas cosas yo les digo que hablen con sus parejas, una me dijo una vez “pero cómo, si vive borracho, no como el tuyo”, sí, le digo, pero eso mismo fue lo que yo logré, yo le mandé a la rehabilitación.

“Aprendí que hay cosas que tenemos

que aceptar y perdonar, y otras

de las que tenemos que alejarnos”

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quería esconderme para que no me pegue; ahora era impotencia porque no sabía cómo estaba ella, si estaba comiendo. Es una preocupación terrible.

Pasaron tres audiencias hasta que salgan. Ya han pasado dos años. Ella se ha pasado con esa tensión, y yo también, ella quería salir a hacer su pos-grado, tenía una beca, pero no pudo porque no le dejaban salir del país. Al menos sí pudo gra-duarse, en la Universidad sí le apoyaron, pero fue una injusticia para nosotras como mujeres y como pueblo Saraguro todo lo que pasó.

llorando adentro, parada en la casa. Le llamé al papá a con-tarle, y me echó la culpa, dijo que yo le he de ver ido llevando, le dije que no, que ella se quedó en la casa, pero viendo todo el relajo había salido y le lleva-ron. Entonces se tranquilizó un poco, me dijo que no llore, que ya venía.

Con otras familias conversa-mos y nos fuimos a Loja, donde les habían llevado a la cárcel. Pero no pudimos hacer nada, así tuvimos que volver. Tres semanas estuvo en la cárcel, y entonces comenzaron las audiencias. Sentí otro dolor. No era el del maltrato, cuando yo

Consejos para recordar las palabrasBuscar apoyo de personas que saben de violencia y terapia.Apoyarse en la familia, en las hijas e hijos.Aprender qué situaciones se deben perdonar, y de cuáles es mejor alejarse.

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Tejo esta bufanda mientras recuerdo mi vida, aquí está mi testimonio.

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Testimonio 11. Una joven cóndorque no dejó que le corten las alas

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mis dizque* amigas empezamos a tomar, comenzamos a tener peleas y ya no pude llevarme ni tener confianza con ninguna de ellas. Por esa época tuve mi “primer amor”, fue un joven muy respetuoso que me ayudó en momentos en que me hacía falta abrazos y cariño, por ese motivo yo tenía un gran aprecio

por él. Creo que era un buen amigo, un buen compañero. Me sentía bien, y decidí dejar de tomar para no ser una alcohó-lica más en la fami-lia. Pero luego de un tiempo, tuvimos que

terminar porque yo no era de la religión de su familia, y su mamá no me quería.

Pasó el tiempo y regresé a tomar, tomaba todos los fines de semana con supuestas amista-des, porque pensaba que el alco-hol solucionaría mis problemas. Incluso excluíamos a quien no quería tomar. Yo no pensaba en las consecuencias. En esa etapa yo pensaba que mi mami no me

* Dizque: que se supone.

Tengo 19 años. Quedé huérfana de padre a los

3. Mi padre era un alcohólico, siempre trabajaba, pero nunca por el bienestar nuestro, sino solamente para satisfacer sus ganas de tomar. Era un hombre muy machista. Cuando murió, a mi corta edad no sentí ningún sufrimiento, pero ya cuando crecí era un dolor grande porque él no estaba y era por culpa del alcohol.

Por otro lado, algo que me marcó es que también veía a mi mami tomar cons-tantemente, volvién-dose también una alcohólica. Verla convertida en mi padre era algo que a mí me afectaba mucho. Crecí en ese ambiente de pensar que el alcohol solu-cionaba los problemas. Por suerte, mi madre se repuso, aunque no del todo, pero ya tra-bajaba y estaba más pendiente de nosotras.

Cuando tenía unos 15 años, me llegó “la edad del burro”, como dicen. Con mis ñañas y

“Crecí en ese ambiente de pensar que el alcohol

solucionaba los problemas”

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que dijo el chico. Pasé toda una noche llorando y hasta pensaba en retirarme del colegio porque me sentía débil. Pero recapa-cité y me dije que no tenía que dejar que esa injusticia pese más, tenía que acabar el colegio y demostrarles que yo era una mujer que vale mucho, decidí cambiar, no ser tan ingenua, ver quién realmente eran mis amistades.

Pero no me duró mucho esa mentalidad. Acepté salir con otro

chico, que me quería supuestamente, pero solo quería darme de tomar para luego tener relaciones sexuales, ese era el supuesto amor que me tenía. En una de sus borracheras

me empezó a besar, yo accedí, pero no pensé que iba a llegar más lejos. Pero sí lo hizo, yo le pedía que pare, le decía que me suelte, que me dolía mucho, yo estaba llorando, pero no le importó; al haberse complacido me decía que no estuviera mal, que no me enoje con él porque sí me quería. Todas sus palabras me llenaron de odio, y a la vez sentía odio por mí misma por no haberme podido defender y

apoyaba, que no me quería, y me fui haciendo ideas en mi cabeza, pensando que nadie me quería, me acordaba de la mamá de mi ex novio, que me insultaba y me humillaba, y yo aguantaba todo por él.

Todavía en el colegio, un com-pañero me acosaba, siempre llegaba a sentarse a mi lado y decirme cosas obscenas. Un día, cuando se pasó de la raya, aga-rrándome del mentón, fuimos con una compañera a avisar al inspector. Entonces tuvimos una reu-nión, mi mami y yo, con el rector, los ins-pectores, este chico y su mamá. Él me culpó de todo a mí, diciendo que yo le di la confianza y que yo le molestaba, también contó que sabíamos tomar. Me sentí humi-llada porque todo era mentira, pero el director, como hombre machista, le creyó y le pareció que era una tontería y que yo me lo había buscado, y entonces nos sancionó a mi compañera y a mí. Fue injusto, lloré todo el día en el colegio hasta llegar a la casa, donde mi mami tam-bién me esperaba para rega-ñarme porque prefirió creer lo

“Me dije que (...) tenía que

demostrarles que yo era una mujer que vale mucho”

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luego perdí el conocimiento, y luego ya estaba encima mío, yo apenas podía decir que no, pero él no hacía caso. Había abusado de mí, y todavía se ofreció a irme a dejar, pero yo solo me alejé, aunque me dolía todo, yo solo quería llegar a casa para que no se diera cuenta mi mami.

Ya ese día, cuando me pasó todo, pude reflexionar y decir “mira lo que tuvo que pasarte por no hacer caso a las cosas que te dice tu madre, por no

respetar tu cuerpo”. Perdí la confianza de mi madre, de mis ñaños y mis ñañas, lo único que tenía, lo perdí por el alco-hol. Nadie escar-mienta en cabeza ajena, dice el dicho,

y es cierto. Me alejé de nuevo de mis amistades. Quise dejar el alcohol, pero mi mami no me apoyó, porque yo había perdido su confianza y creía que seguía tomando.

Al no sentir apoyo de nadie, caía en depresión, tenía pesadi-llas. Sufrí casi dos años tratando de olvidar todo, pero había días que no podía controlar mi ira e impotencia de no poder contarle a nadie, y me ponía a llorar. La

por haber aceptado estar con alguien que yo sabía que tomaba mucho. Al día siguiente todo me dolía, no podía ni sentarme en el asiento de clases, estuve una semana sin poder moverme bien y haciendo el esfuerzo para que mi mami no se diera cuenta.

Después de unos días me escribió, me preguntó si seguía enojada. Me pidió disculpas, y yo volví a creer que me quería y le perdoné. A pesar que yo siempre me acordaba lo que él había hecho con-migo, preferí seguir con él para no estar sola. Después me enteré que él estaba saliendo con otras chicas, ahí sí me alejé y preferí no vol-verle a ver.

Seguía tomando con mis amigas porque así yo sentía que me olvidaba del dolor. Luego, en otra fiesta, había un muchacho que me cuidaba y me decía que ya no tome, que ya vayamos a nuestras casas, pero como no le hice caso se fue. Llegó otro chico desconocido, no sé qué pasó, después yo me quería volver donde estaban los demás, pero él no me dejaba, no podía reac-cionar por más que yo quería,

“Aprendí a quererme a mí misma, a

valorarme como mujer, aun

estando sola”

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Mi hermano también cambió, siempre lo que él aprende en la universidad trata de enseñarme para yo poder superarme, siem-pre está pendiente de la familia. Ahora somos una familia más unida y luchadora.

Ahora puedo decir que soy una mujer que quiero y puedo salir adelante, soy una mujer que sufrió al igual que muchas personas, pero ya basta, nin-guna mujer puede sufrir un mal-trato más. Soy una mujer que

valgo mucho porque a pesar de todo ahora soy una mujer libre, dejando todos mis miedos atrás.

Todo lo que cuento hoy, nunca lo he con-tado a nadie. Pero me siento bien al

hacerlo, hoy me armo de valor y escribo para que otras jóvenes como yo, que tal vez han sufrido violaciones o abusos, sepan que se puede salir adelante. No debemos truncarnos, la vida sigue, a pesar de todo podemos decir ¡No más violencia!, tene-mos derecho a ser felices, tene-mos derecho a volver a volar, a conseguir nuestros sueños. No es fácil olvidar todos los trau-mas, pero tampoco es imposible.

depresión era fatal, afectó mi salud, el último año del colegio me pasé mal, me mareaba, bajé en notas, no quería estudiar, me volví una persona que no le importaba nada, que vivía la vida por vivirla, me volví gruñona, impaciente y de mal carácter, era mi forma de protegerme para que no me hicieran daño.

Por fin me gradué y viajé a una ciudad grande, ahí enfrenté mis miedos. Tuve un amigo que me ayudó a reflexionar. Reflexioné mucho, quería cam-biar mi vida, valo-rarla, aprovechar cada día, agradecer porque estoy viva. Aprendí a quererme a mí misma, a valo-rarme como mujer, aun estando sola. Aprendí a querer a mis ñaños y ñañas, a valorarles a pesar de las peleas, porque siempre han estado a mi lado. Perdoné a quienes me hicieron daño, para sanar mi corazón. Aprendí a valorar a mi mamita que siem-pre quiso solo lo mejor para mí, que siempre estuvo conmigo. También perdoné a mi papi, su espíritu estaba a mi lado. Volví a ver a mi mami, agradecida por todo lo que me había dado.

“Soy una mujer que sufrió al igual que muchas personas,

pero ya basta, ninguna mujer puede sufrir un maltrato más”

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querer y de ser amigas fieles; a pesar de que las lastimamos, ellas siempre están a nuestro lado. Tenemos que aprender a escuchar lo que nos dicen, dejar que nos ayuden a cumplir nues-tros sueños. Son como arañas que tejen su tela para proteger-nos, cuidando nuestros sueños siempre para que podamos ser

felices. Hoy puedo decir que estoy muy orgullosa de ser una mujer.

Soy sencilla, pero de gran cora-zón. Cometí errores, tal vez estuvieron a punto de romperme

las alas, pero aun así me recu-peré y podré nuevamente volver a volar, pero esta vez apren-diendo de mis errores, volando mucho más alto hasta conseguir mis sueños. Buscar la libertad, volar libremente, solamente buscando mi libertad podré vivir feliz.

No por hombres que no saben respetar a las mujeres noso-tras vamos a no querer seguir viviendo, no porque ellos tengan baja autoestima o porque crean que tienen poder sobre noso-tras y nos hagan esas cosas, nosotras vamos a agachar la cabeza. No, nosotras podemos, no somos inferiores, somos mujeres aguerridas y luchadoras.

Yo digo que sí se puede salir adelante, no quedarnos trun-cadas, por eso uno de mis anhelos más preciados es un día no muy lejano poder sonreír como antes lo hacía, sólo ahí podré volar, y lo voy a lograr con el apoyo de todas las perso-nas que de verdad me quieren.

La vida nos va enseñando quiénes son verdaderas amista-des. Yo podría decir que no hay mejor amiga que la propia madre de una, ellas tienen su forma de

“Nosotras podemos, no

somos inferiores, somos mujeres

aguerridas y luchadoras”

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Consejos para que no dejarse cortar las alasAprender a tener amistades sanas, que no se basen en el alcohol.No dejar que nuestras malas experiencias nos marquen toda la vida.Apoyarse en las personas que de verdad nos quieren.Ser valientes para superar los dolores.Nunca sentirnos culpables cuando nos violenten.

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El atrapasueños que protege mi vueloEl círculo grande, el que brilla más, es mi ciclo de vida. Cada círculo significa una etapa de mi vida. Ahí están mis metas propuestas y mis compromisos. La perla del centro es la que recibe todos los malos momentos que pasé, mis sufrimientos y las malas energías que me transmiten las personas que quieren hacerme daño, y los convierte en buenos deseos.La borla roja representa a mi madre, que siempre está cuidándome con su sabiduría y me da la fuerza que necesito, y la amarilla al viento y a mi padre, que me cuida desde donde esté. Me ayudan a seguir sonriendo, a ser una persona más paciente. Esas borlas juntas son mi felicidad completa, hacen de mí una mujer valiente, como mi madre, luchadora y aguerrida.

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Testimonio 12. Una joven colibrí que aprendió a quererse y hacerse valer

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ni sabía de qué era el taller. Ya cuando llegamos fue cuando vi la realidad: las mujeres vivimos cosas bien sufridas, y yo con mi mami sí sufrimos bastante.

Mi papi es machista, pero ahora no tanto. Él le golpeaba a mi mami y nosotras tenía-mos que estar viendo o escon-diéndonos, desde ahí crecimos

con miedo, yo hasta ahora tengo ese miedo. A veces nos mandaba sacando de la casa, teníamos que dormir fuera con mi mami, a veces debajo de un árbol o a veces en casas

vecinas. Ya después mis herma-nos crecieron, un día le cogieron a mi papi a que no le pegue a mi mami, desde ahí no le ha vuelto a pegar, aunque sí le insultaba. Mi mami le tenía miedo; para salir, tenía que ir a escondidas porque mi papi no le dejaba. A veces le dejaba salir, pero tenía que avisar a que no se ponga bravo. Cuando tomaba era más feo porque ahí cogía chuchillo o machete y le seguía, ahora no es

En la casa vivíamos el mal-trato en carne propia,

como se dice, de mi papá hacia mi mamá, y a nosotras también. Cuando era más joven y estaba en el colegio, yo pensaba que toda mujer tiene que tener un marido y debe ser buena para que el marido no le pegue. Yo decía “cuando tenga marido voy a hacer todo para que no me mal-trate, para que no me hable*”. Veíamos en la casa que, si mi mami no hacía algo, mi papá le hablaba, le insultaba. Cuando mi mami conver-saba con alguien, él enseguida se ponía bravo porque era bien celoso. Entonces yo decía “no voy a hablar con nadie, no le voy a dar motivos”, así era mi pensamiento.

Tenía una lechuza que era mi profesora desde el jardín. Cuando ya estaba en el cole-gio, me invitó a una reunión, yo acepté más por mi familia,

* En este sentido, “hablar” indica retar, regañar.

“Los hombres están acostumbrados a que les sirvan. Si no les sirven, no

comen”

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Entonces yo le decía que igual ella hacía todo, que no dependía de él, ahí ella cambió un poco, antes no le respondía porque él venía y le callaba de una, ahora un poco sí habla ella también.

Cuando fui al Centro que está en las nubes, me di cuenta que las mujeres no tenemos que vivir así, ni insultadas ni maltratadas, porque somos iguales. Pero nos hace falta bastante para esa igualdad, no tenemos que ser maltratadas. Yo pensaba que las

cosas pueden mejo-rar o que van a cam-biar, pero no es fácil. Aprendí de bastantes temas, por ejem-plo, yo pensaba que nadie tenía derecho a tener ocio, menos todavía las mujeres,

pero ahora sé que es una de las necesidades humanas esencia-les. Mi mami nunca ha tenido ocio. Yo le comenté eso, que necesitábamos también del ocio para poder ser felices. También aprendí que tenemos que hacer todo, hombres y mujeres, que los hombres también tienen que colaborar en la casa, no solo que nosotras hagamos todo. Aprendí tantas cosas que hasta me estoy olvidando algunas. Todo eso me

así, sí es bravo, pero ya nunca para pegarnos, igual nos insulta, pero ya no como antes. Nos insultaba peor, nos decía cual-quier cosa, nos decía perras, nos decía “putas como su madre”, pero ya no, a veces se pone bravo, pero no como antes.

Los hombres están acostum-brados a que les sirvan. Si no les sirven, no comen. Mi mami a veces no comía en las fiestas, para traerle la comida a mi papi, y él se enojaba diciendo que le traía restos. Uno de mis hermanos tam-bién tiene esa cos-tumbre de ser ser-vido, se sienta en la mesa a que le sirvan. El otro no, él se sirve, él mismo lava, y a veces también él cocina conmigo, tenemos casi la misma edad.

Yo a veces le preguntaba a mi mami que por qué no se sepa-raba de mi papi. Ella no quería separarse, sabía decir que ya está hecho, que la unión era hasta que dios les separe, o la muerte. No quería, decía “cómo les voy a criar a ustedes, yo solo por ustedes hago todo”, y hasta ahora ella sigue haciendo todo por mis hermanos y yo.

“Me di cuenta que las mujeres no

tenemos que vivir así, ni insultadas ni maltratadas, porque somos

iguales”

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sin pensar en complacernos a nosotras. Entendí por qué tenía miedo a los hombres o a hablar en público, a contar cosas de mi vida, eso es lo que pasa cuando nos han violentado, nuestros papás o quien sea.

Yo creo que también tenemos que buscar ser independientes desde jóvenes. Cuando yo estaba en el colegio, mi mami traba-jaba, pero todo lo que ganaba tenía que dárselo a mi papi y él hacía malos gastos como com-

prar trago. Entonces yo también hacía mis propias cosas para ayudarle a mi mami pagando mis propias cosas.Después me emba-racé. Es uno de los peores errores que

he tenido. Mi mamá sí me decía que tenga cuidado con embara-zarme, pero no hacemos caso. Cuando me embaracé, tam-poco quería hablar con mi papi ni con mi mami, no tenemos esos espacios de conversación. Acudí a la lechuza, que era con quien yo podía hablar. Me tomé la pastilla del día siguiente, pero no funcionó. Él compró la pastilla, yo ni vi si sí sería esa la que había que tomar. No me

ayudó a separarme con el papá de mi wawa, porque él me quería tener como una empleada.

Entendí que tenemos dere-cho de salir más, de no que-darnos en la casa. Ahora por mi wawa no puedo mucho, pero es bueno salir, compartir con más mujeres, compartir experien-cias, a veces no contamos nues-tras cosas pensando que somos las únicas que viven eso, y nos avergüenza contar y a veces hay casos que son iguales, o que son peores. Creo que la mayoría de las muje-res vivimos violencia. Mi mami vivió violen-cia con mi papi, y mis hermanos y yo sufri-mos por eso tam-bién. La vida no tiene que ser así, tiene que ser igual para todas y todos, no tiene el hombre que maltratar, ni mandar, ni nada.

Tenemos que cambiar esa forma de pensar. A mí me ayudó el Centro y las mujeres que trabajan ahí. Ahí yo aprendí. Hablaban todas las mujeres, nos explicaban cómo era el maltrato. Hay casos en que los maridos no pegan, pero igual tenemos que hacer todas las cosas, estar complaciendo a otras personas,

“Yo creo que también tenemos

que buscar ser independientes desde jóvenes”

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porque ahí también se fue y no volvió. No preguntaba qué me hacía falta ni nada. La demanda sigue hecha, el abogado dijo que son varios procesos, uno en el embarazo, otro cuando le inscriba, y así. La mamá de él, la abuelita de mi wawa, ella sí apoya, o el abuelito. Él no, solo a veces, cuando se acuerda.

Ya con wawa a la fuerza se madura. No hay como ni dormir en paz. El papá no viene a verle, a

veces viene 10 minu-tos, otras veces le trae golosinas o fruta, pero mi wawa no le quiere, ni le reco-noce. A veces llora viéndole, o cuando le quiere amarcar. Él no le demuestra amor, entonces mi wawa

tampoco a él. Si se me hace feo que no esté

el papá. Pero me siento bien de haberme separado, porque si él estuviera, por cómo se portaba él conmigo, yo creo que no esta-ríamos bien. Hubiese estado mal si hubiera sacrificado lo mío para que mi wawa tenga al papá, no hubiera podido rendir, darle cariño, darle amor. Yo sí me siento bien ahora.

Algunos libros también me

arrepiento tampoco, ya está mi wawa grandecita; también de los errores se aprende.

En ese tiempo yo cocía, hacía bolsitos, porque ya desde antes mismo mi papi nos trataba bien mal. A mí me decía que, si lle-gaba a estar panzona, me tenía que largar, que él no me quería ver así. Y cuando pasó, ya pues, me iba a mandar sacando, y yo con miedo. Pero no sabían que estaba embarazada, el chico con el que andaba no les caía bien, entonces más bien yo misma me fui de la casa. Pero ni una semana estuve fuera y mis hermanos me fueron a buscar y me trajeron de nuevo a la casa.

Entonces volví, pero yo tenía que ayudar en la casa, me daba vergüenza pedirle a mi mami porque ya teniendo una wawa es diferente. Mi papi ya no me daba ni un cen-tavo, aunque a veces sí compra comida, y de repente, cuando hay, mi mami me da. A veces compra algo para mi wawa, pero yo tengo que trabajar para mantenernos.

El papá no da nada. Cuando estaba embarazada le demandé

“Me siento bien de haberme

separado, porque si él estuviera,

creo que no estaríamos bien”

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han ayudado. Es bueno leer y estudiar. Yo terminé el colegio, me gradué y después tuve a mi hija y ya no pude estudiar más. Ya cuando crezca quiero estu-diar más. A veces tengo miedo, pero tengo que poder porque yo quiero estudiar. No para ser

Consejos para quererse una misma y hacerse valerAsistir a espacios de aprendizaje y diálogo.Compartir experiencias con otras mujeres.No dejar que nos impongan casarnos, cuando no queremos y no nos sentimos bien con la pareja.

alguien en la vida, porque ya soy alguien en la vida, pero sí para tener algo, alguna posición o algún papel, porque eso quiero. Entonces sí pienso estudiar, pero ya después que crezca un poco mi wawa.

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Mi collar de todos los coloresLos colores representan que somos diferentes pero iguales, todas y todos somos mullos. El tacarimulli también es del mismo tamaño, pero con diferentes colores. Tenemos nuestro grupo de Chaskis, que ya no me voy casi, pero sigo siendo parte. Entonces cada fila es una mujer, cada mullo es una mujer, y se pueden seguir incorporando más mujeres, que todas somos bellas y valemos mucho y mientras más mujeres (mullos) mejor.

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Testimonio 13. Una golondrina que buscó su primavera

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mis amistades, enamorarme. Por todo eso perdí el año, y ya mejor me retiré. Tenía mi ena-morado, pensé que mejor era casarme para ver si mi vida iba a poder ser feliz estando con otra persona. Con él mismo me casé después de un tiempo, no conocía a nadie más, no tenía muchas amistades.

Yo sí vivía bien con mi pareja, pero luego unos tíos alcohóli-cos que vivían cerca, llegaban a la casa a las 12 de la noche, o hasta en la madru-gada, para hacerle tomar a mi marido.

Entonces yo me ponía brava, le decía que no debía tomar tanto, pero él seguía. Dejó de hacer caso a la familia. Ya teníamos cuatro wawas, yo siempre he vivido trabajando, hasta ahora. Yo quise que nos vayamos a otra tierra a trabajar, pero él no quiso.

Conseguí un trabajo en una guardería, trabajé más de 10 años ahí. Con eso mantenía a mis wawas, su comida, sus estudios. Trabajaba de lunes a viernes,

Primera parte. El alcohol marchita todo

Yo era hija única. Mi papá bebía mucho alcohol. No

pegaba, pero sí gritaba e insul-taba, y no me apoyaba para estu-diar, me hacía que me quede en la casa, o con los animales. Por eso no acabé el colegio.

Cuando yo venía de la escuela a la casa, mi papá comía y empezaba a tomar, mi mamá iba a ver las vacas y no había nadie en la casa. Yo llegaba a la casa, a veces me iba a jugar con mis primas. No había quien me espere en la casa, no había quien me de atención y cariño.

Mi mamá me apoyó, me dijo que tenía que estudiar. Pero cuando estaba estudiando mi papá me decía que pasaba ociosa, vaga, y me mandaba de nuevo a ver a los animales. Me daba sentimiento, ya ni quería estudiar. Pero seguí yendo al colegio, no tanto por los estu-dios, sino porque quería hacer

“Le decía que no debía tomar tanto,

pero él seguía. dejó de hacer caso

a la familia”

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Segunda parte. Un nuevo jardín

Mientras mi marido seguía tomando, yo encontré otro

amigo. Conversábamos, com-partíamos. Él también estaba casado, pero decía que no le iba bien en el matrimonio. Dijo que quería hacer otra vida, conmigo. Así seguimos hablando unos 5 años. Luego me dijo que ya sal-gamos a la luz, que hagamos la vida, que seríamos responsables con nuestras familias. Yo pensaba

que igual mi marido no era responsable ni me ayudaba en nada. No me acompañaba, no dejaba de tomar, aunque le rogaba. Yo a veces le esperaba horas con la comida, lista para servirle,

pero él nunca me valoró. Entonces yo salí de la casa,

decidí hacer mi vida, decidí que la vida no debía ser como estaba viviendo. Mis wawas sabían la razón, pero a veces no acep-tan. Dos hijos no me aceptan. La última sí, con ella salimos y andamos, ella entiende. Yo le apoyo para el estudio, a mi otro hijo también.

Mi vida es diferente. A veces, como se dice, los caminos no son

todo el día, los sábados me que-daba arreglando la casa, lavando ropa, haciendo todo porque entre semana no podía. Los domingos también trabajaba, iba a vender en el mercado. Mis wawas estu-diaron y crecieron, mi pareja ya solo tomaba. No me alcanzaba yo sola para ir a las reuniones de madres y padres. Él no colabo-raba en nada. Pero yo seguía con él porque la gente mayor decía que cuando una se casa tiene que estar hasta la muerte. Algunas amigas me decían si no se me hacía feo vivir con un marido borracho todo el tiempo, yo decía que qué más iba a hacer. Por lo menos tenía trabajo y podía man-tener a mis wawas. Todavía quería salir a otro lado, pero no se podía, no había cómo. Uno de mis wawas me decía que iba a trabajar, porque yo sola no me alcanzaba.

Mi marido no quería dejar de tomar. Dicen también que las mujeres debemos poner fuerza, coger y botar en el piso el trago, que ahí dejan de tomar, pero yo no tenía la valentía de hacer eso. Pensaba que si hacía eso me iba a dar duro, a pegar.

“Entonces yo salí de la casa, decidí

hacer mi vida, decidí que la vida no debía ser como estaba viviendo”

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decía “pero eres tú, y yo soy yo, yo no puedo, yo por qué voy a vivir sufriendo, llorando en donde no voy a ser feliz”, además no podía salir a una fiesta o algún acto porque mi marido estaba borra-cho y yo tenía que estar cuidán-dole. Yo no podía vivir así.

Yo he visto que en nuestras comunidades es más difícil aceptar lo de las separaciones. En la ciudad sí hay parejas que se separan cuando no se entien-den. Es mejor separarse cuando

no se entienden, las hijas y los hijos sufren cuando en la casa viven como perro y gato, sufren de ver esas cosas. Claro que también debe haber sufrimiento cuando se separan,

pero hay cosas que no se puede tolerar. Yo he visto familias en que el marido le pegaba mucho a la esposa, así hasta que les reventaban los ojos, y wawas ahí gritando, llorando y sufriendo. Por qué no separarse y ser libre.

También dicen que cuando uno no está en la casa aten-diendo, los hijos salen a tomar, las hijas se embarazan. Yo pienso que eso no depende de que estemos en la casa o no,

rectos, tienen curvas, entonces la vida es eso. También, como se dice, una rosa tiene espinas, no es solo flores. Entonces donde vivo ahora, claro que de repente hay algunas cositas, de repente hay choques, pero dialogamos, conversamos, buscamos solu-ción, pensamos cuál fue el pro-blema, qué hicimos, qué error cometimos, conversamos y bus-camos soluciones. En cambio, antes yo no podía, con un borra-cho no se puede hablar, no se puede conversar, yo no podía decir nada, me quedaba muda.

Me preocupaba por mis wawas, pero al mismo tiempo me decía que ya están grandes, además, nunca les abandoné, siempre les cuidé. Ya tenían edad cuando decidí dejarles. Tal vez a veces piensan que yo hice mal, pero qué podía hacer. Cuántas mujeres se separan porque viven sufriendo, cuántas aceptan mal-tratos, que hasta les quieran matar, dicen “tengo que estar ahí”. Yo decidí que no, que yo no. Incluso mi mamá me decía que había soportado todo, que mi papá también tomaba y que ella vivió con él, que le soportó. Yo le

“Yo he visto que en nuestro medio indígena

es más difícil aceptar lo de las

separaciones”

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como que me daba vergüenza de lo que la gente podía decir. Pero en una clínica donde hacían terapias, me ayudaron, me dijeron que estaba bien que haga mi vida, que no tenga ver-güenza. Ya vivimos algunos años en pareja, compartiendo la vida, y estoy bien.

porque hay casas donde están la mamá y el papá e igual pasan los mismos problemas. Tenemos que hacer nuestra vida también, una vida donde podamos com-partir y vivir bien, y claro, sin abandonar a las hijas y los hijos.

Cuando comencé a salir con el esposo que tengo actualmente,

Consejos para buscar la primaveraNo quedarse en lugares donde no se nos valora.Aceptar que, si hay maltrato y no hay entendimiento, hay que separarse.

Esta es mi vida, sincera, libre.

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Testimonio 14. Una mujer que sostuvo el hilo de su cometa hasta verla volar

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engloba, como una peste o una enfermedad contagiosa, a la familia y a la comunidad. Esta enfermedad se quedó formando parte de la normalidad, del tra-bajo, del comportamiento y del trato a la mujer. El comportarse correctamente como mujercita, se convirtió en quedarse con

silencios, sin expli-cación y sin res-puestas, llevando a la desilusión y hasta al rechazo de ser mujer.

La fuerza para mantener sujeto el hilo de mi cometa, como la luz que por una grieta alumbra

la oscuridad, era el deseo infi-nito de estudiar y salir del sis-tema de servidumbre que venía desde mis abuelas y abuelos en las haciendas patronales, sumado a la desmedida pobreza familiar.

Desafiando a las condicio-nes y creencias familiares de que “hay que vivir trabajando en el campo, no hay plata para estudiar” ingresé a un colegio

Si una misma no abre la puerta para respirar, para

encontrarse con más personas, siempre va a estar encerrada y se pierde el verdadero valor de la vida. Abrir esa puerta es disfrutar una nueva forma de vida, es como nacer de nuevo, es como sostener el hilo de una cometa, esperando el momento, a veces hay que esconderse de alguna tormenta, pero nunca aban-donar el deseo de volar.

Cuando era niña, mi cometa siem-pre volaba, cuando corría por las pampas, silbando, jugando con el viento, cantando, gritando, en fin, libre. Eso era vida, total libertad. Pero poco a poco, como el candil sin combustible, se fue disolviendo esa libertad y en algún momento sentí que mi cometa dejó de volar. Creo que es porque mientras crecía tenía que cumplir roles espe-cíficos como niña, al ser parte de una sociedad machista que

“El comportarse correctamente

como mujercita, se convirtió en quedarse

con silencios, sin explicación y sin

respuestas ”

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paradigmas sociales y familia-res nos siguen como fantasmas, sembrando tristeza, desespe-ración, inseguridad, maltrato, celos y humillación a las muje-res, en especial a las de mi rea-lidad. Las creencias culturales, los condicionamientos y concep-tos falsos son muy pesados.

A pesar de todo esto, una voz interna siempre estaba repitién-dome “tú no eres así, no eres esa persona agotada, triste, enferma, culpable”. Era como estar en una

pesadilla, quería des-pertar, pero era muy difícil. Enfrentarme a cambiar esta realidad significaba enfren-tarme a creencias propias y sociales, a falsos conceptos del papel de la mujer, a

diferencias sociales y a la des-igualdad de condiciones. Era enfrentarme conmigo misma, con mi pareja, con la comunidad y con la sociedad misma.

El sueño de prepararme no había quedado de lado; la comu-nidad también es una universi-dad, las mamas y taytas tam-bién son grandes maestros, así como las hijas e hijos.

Creo que la intención y el deseo se cumplen mientras

a distancia. Mi ñaña* mayor ya había salido a buscar trabajo en la ciudad, desafiando tam-bién los paradigmas familiares; ella fue un pilar fundamental en la búsqueda de preparación académica de mis demás ñañas y ñaños. Mi sueño, el hilo que sujetaba mi cometa ahora, era ser profesional.

En ese camino de tanto esfuerzo y valentía, todo se detuvo cuando encontré una pareja. ¡Bellos momentos!, ¡cómo nos apoyaría-mos!, ¡cómo haría-mos la vida juntos!, ¡cómo viviríamos! Solo que tal vez en ese momento no asimi-laba aún todo lo que significaba, y a la res-ponsabilidad que me llevaba. Dejando atrás el sueño académico, regresé a la comu-nidad a cumplir el rol de esposa y mamá. Esta nueva etapa pasó de ser una ilusión a una aluci-nación, no estuve conforme con esta nueva realidad, me sentía fatal, mi sueño se quedó atrás. El nuevo hilo para sujetar mi porve-nir eran mis hijas.

Fue muy difícil encaminar de nuevo mi vida y mis sueños. Los

* Kichwa: hermana.

“Mi sueño, el hilo

que sujetaba mi

cometa ahora, era

ser profesional”

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y me respondió con una parálisis parcial. Las clínicas no me dieron respuesta, pero fue el acompa-ñamiento de una gran mama el que me levantó de nuevo.

Así, sumando los nuevos vien-tos que habían llegado a mi vida y esa motivación de no morir, de seguir viva, decidí continuar el camino, buscando mejores días para mis wawas, porque no quería que vivan mi misma histo-ria. Fue así que me encontré con las Chaskis, de mi pueblo, y con

mujeres de luz de la Fundación GAMMA.

Conocí a muje-res con historias similares, algunas menos fuertes, otras increíblemente fata-les. Entonces me di cuenta que no estaba

sola, que no era solo mi historia la difícil, que, si tantas historias se repiten, no es casualidad, sino que vivimos en un sistema que es injusto con las mujeres. Aun así, creo que todas tapamos nuestras historias, tenemos ver-güenza de salir y decir lo que vivimos y sufrimos, nos cuesta aceptar la realidad como injusta y violenta. No dejamos que nues-tra cometa vuele.

La primera vez que participé

no sueltas lo que quieres. Fue entonces cuando llegó un nuevo viento a mi vida, cuando una mariposa me regaló un ramo de flores en un evento, motiván-dome a formar parte de la direc-tiva de una organización, en ese tiempo no me sentía merece-dora del cargo. Lo recuerdo cla-ramente. Eso significó mucho en mi vida. Agradezco de cora-zón a esa mariposa, porque con ella llegaron más vientos, más personas especiales a mi vida. Estos nuevos vientos refrescaron dolores, tristezas, amargu-ras y desesperacio-nes que me ahoga-ban, y así, como ir rompiendo cadenas, comencé a buscar tener independen-cia económica propia, ¡qué duro todo!, no me alcanzaba el tiempo, pero quería mejorar mi situación como mujer, como persona, como ser humana.

Pasé por enfermedades fuer-tes; en las clínicas decían que no había nada que hacer, que iba a vivir enferma. Lo peor vino cuando una de mis wawas, siendo una niña, se quedó emba-razada: de tanta culpabilidad y sufrimiento mi cuerpo no resistió

“Creo que la intención y el

dese se cumplen mientras no

sueltas lo que quieres”

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Con este grupo me sentía sostenida, pero no podía todavía liderar mi vida, siempre nece-sitaba ayuda. Entonces llegó un nuevo viento, el último impulso que necesitaba, fue el equipo de Terapia Craneosacral, con el que viví un año hermoso de aprendi-zaje, y sentí que volví a nacer.

Fue así que mi cometa por fin volvió a volar, aunque a veces baje a tierra y tome impulso. Tomé fuerza, levanté el vuelo, vi que el universo era más grande que mis problemas, más grande que el hecho de estar guardada en un baúl.

de un encuentro con todas ellas, en el Centro que está en las nubes, llevaba la vida como una carga, y mi cometa arrastrada; culpas, desilusiones, rebeldías, resentimientos, rechazo a la vida, ni siquiera empezaba a contar mi historia y ya lloraba. Pero con los talleres, con los abrazos, sentía que mi cometa volvía a alige-rarse, que volvía a tener vientos, que tal vez sí iba a volver a volar. No sé las historias de todas las compañeras, pero siempre tenían el corazón abierto para dar un abrazo. Yo solo quería sanarme, quería curarme, mi sueño siem-pre fue poder bailar, gritar, silbar, abrir los brazos nuevamente y encontrarme con el viento.

Anotaciones para elaborar una cometa que vueleNo debo cargar mochila ajena (culpas, sentimientos y emociones de otras personas).No debo arrastrar sentimientos y emociones dañinas para mí y para mi entorno; esto solo lleva a enfermarse.Si yo enfermo, enfermo a quienes me rodean; si yo estoy sana, mi entorno también.Si me siento derrotada, siempre que busque ayuda la voy a encontrar en algún lugar y en el hombro de otras mujeres.Mi comportamiento responde a historias que he vivido, yo no soy así, esa no es mi esencia. El camino hay cómo caminarlo mejor, despierta.“Hay una grieta en todo, así es como entra la luz”. (L. Cohen)

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embargo, me complace ser invi-tada a ponencias académicas en universidades y a espacios para compartir mi experiencia de lucha, resistencia, cuidado a la tierra, medicina ancestral y más.

Hacemos talleres de fortale-cimiento de gobiernos comuni-tarios y reorganización comuni-taria, trabajamos juntas desde nuestra cosmovisión, por noso-tras, por nuestra identidad, por nuestra tierra, al mismo tiempo que nos declaramos guardia-

nas de nuestro ser, guardianas de las semillas y del agua. Buscamos que el vín-culo de la mujer con el de la Pachamama esté vigente cada día y en cada una de nosotras, practi-

cando minka* por los derechos de las mujeres, porque como leí una vez, ni los territorios ni las mujeres somos territorio de conquista, ni propiedad.

Por eso animo a las mujeres a sostener el hilo de sus come-tas, hasta verlas volar, hasta volar ellas mismas.

* Kichwa: trabajo en equipo, trabajo comunitario.

Esto no quiere decir que sea el final, es una nueva forma de caminar, despierta y con los ojos abiertos, sabiendo que al tropezarme no me caeré con la misma fuerza que cuando tenía los ojos vendados. Sé que me encontrarán más problemas, pero la forma de manejarlos es diferente, ya no dejo que me ahoguen.

Tengo un compromiso espe-cial y sagrado con las mujeres: mi propósito es que se liberen de cargas ajenas, que aligeren su peso, que se detengan a su propio cuidado como seres huma-nos y seres de luz, y las motivo ahora a no sentirse culpables, solo así no permiti-rán atropellos, injusticias, des-igualdades, maltratos, porque no somos merecedoras de eso, tenemos derecho a disfrutar de la vida en libertad, tenemos derecho a volar. No deseo ser la única cometa volando y dete-niéndome, sino que seamos muchas cometas y aves y mari-posas, sosteniéndonos y volando juntas.

Hasta hoy aun no dispongo de títulos académicos, sin

“Tenemos derecho a disfrutar de la vida en libertad,

tenemos derecho a volar”

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Consejos para hacer volar una cometaCuando notes que tu vida se cae en pedacitos, no sueltes el hilo. Tal vez todavía no sale el sol de tu corazón, deja que el sol nazca de tu corazón y brillará tu día.Cuando la lluvia de lágrimas empañe el cristal de tus ojos y mojen tu cometa, no sueltes el hilo. Deja que el agua limpie tus culpabilidades y tus heridas.Cuando la respiración se corta y parece que el viento sigue su rumbo, olvidando tu cometa, no sueltes el hilo. Cuando tu fuerza no da más y te has quedado dormida bajo la montaña, toma un descanso, saca el coraje y levántate, inicia el camino a la cima, no sueltes tu cometa hasta llegar y verla volar, ofrece a la tierra los temores y sé libre.Mientras tú y tu cometa estén conectadas por el cordón de la vida, no la sueltes, de seguro se está gestando una semilla.Tu vida no es un sueño, es real, así como real eres tú y real es tu cometa. No es algo nuevo, es despertar a nuestra conciencia ancestral de ser libres, de fluir con el agua y con el viento.

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“…quiero ser generosa y fuerte como la tierra, que a los golpes y a las heridas responde con flores y frutos...”

En el camino por construir un mundo de paz, un mundo armónico, es necesario encontrar elementos, individuales y colectivos, que hayan aportado para

salir de situaciones de violencia. Este libro recopila historias de mujeres, mujeres fuertes y valientes, que han decidido compartir sus

testimonios para que esos elementos se transmitan, se difundan y se consideren como factores determinantes en la lucha

contra la violencia. Esas mujeres pueden constituir un ejemplo para otras, pueden compartir su camino, para

que otras puedan encontrar el suyo.