circasia es otro cuento 2013

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CIRCASIA ES OTRO CUENTO Cuentos Ganadores 2013

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Acá podrán encontrar los mejores cuentos del Primer Concurso Intercolegiado Municipal de Cuento "Circasia es otro cuento" publicado por la editorial Cuadernos Negros, en agosto del 2014. Circasia es otro cuento, es un proyecto de escritura creativa realizado desde el 2013 en el municipio de Circasia Quindío para todos los colegios del municipio.

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CIRCASIAES OTRO CUENTOCuentos Ganadores 2013

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CIRCASIA ES OTRO CUENTO1er Concurso Intercolegiado Municipal de Cuento

- Cuentos Ganadores -2013

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AlcaldeJemay Adolfo Arias Mora.

Secretaria de GobiernoAlexandra Zuluaga.

Coordinador GeneralEdward Fernando Bedoya Galvis.

IlustracionesAixa Michelle Díaz Mendoza, Alexander Sánchez García, Alejandro Salgado, Alejandro Bedoya, Carlos Alberto Jimenez, Juan Carlos Ocampo, Juan Diego Chica Yara, Ger-man Dario Duque.

Comité EditorialBeyddy Muñoz Loaiza, Diego Alberto Pineda, Juan David Zambrano.

Diseño de carátula y páginas interioresEduardo Chávez Duque.

Circasia, Colombia, 2013.

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- 1 1 -ESTIMADOS LECTORES

- 1 5 -CIRCASIA PARA LEER

CATEGORIA 1 ESTUDIANTES DE GRADO 1° A 3°

- 2 1 -El Zorro desesperado

Diego Alejandro Aguirre Manrique - 2 5 -

El Gran viaje de simónNicolás Vargas Grisales

- 3 1 -Al fin soy Feliz

Yuly Alexandra Benjumea Villada- 3 7 -

La ciudad prohibidaDaniel Stiwar Nieto López

ÍNDICE

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CATEGORIA 2 ESTUDIANTES DE GRADO 4° A 5°

- 4 3 -El perro y el gato que Colombia sueña

Jean Carlo Álzate Ríos - 5 1 -

El deber cumplido Leszly Larolina Bernal Pechené

- 5 7 -El tomate gigante

Maicol Duvan Lengua Garcia- 6 3 -

La casa con frioRobinson Amaya Panchi

CATEGORIA 3 ESTUDIANTES DE GRADO 6° A 8°

- 7 1 -Lluvia de leche

María Camila Tabares Herrera - 7 9 -

Una familia con suerteJorge Iván Soto García

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- 8 7 -El pescador y el pez

Esthefanny Estaiza Montoya - 9 3 -

El viejito y su nietoSantiago Andrés Gómez Alzate

CATEGORIA 4 ESTUDIANTES DE GRADO 9° A 11°

- 1 0 1 -Sólo tenía que hacer un cuento

Viviana Piedrahita González - 1 1 1 -

La mente VehementeValentina Rivera Aguirre

- 1 1 9 -Doña María y sus dos bolsas negras

Juan Daniel Hernández Agudelo - 1 2 5 -

La caída del tiempoAndrés Felipe Hurtado Garcés

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ESTIMADOS LECTORES

Jemay Adolfo Arias Mora Alcalde

Qué bien es ver a los niños y jóvenes imaginando y jugando con letras, transformando el entorno al que es-tán acostumbrados con palabras sencillas y casuales, evo-lucionando y desplegando los temas que les gustan a algo soñado, tomando una postura ya sea analítica o crítica.

Esta aventura juvenil se logra gracias a la iniciativa que se tuvo en Circasia a través del concurso, en el cual, los niños y jóvenes de las instituciones educativas participan de lo que hoy es uno de los eventos más importantes para la cultura en nuestro municipio “CIRCASIA ES OTRO CUENTO”. Concurso que motiva, incentiva y estimula la lectura y la escritura en nuestra población que necesita de espacios y eventos como éste, para ocupar su tiempo libre y

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ayudarlos a desarrollar habilidades y dinamizar procesos que conllevan a complementar la educación en el municipio.

El concurso se desarrolla en todo el territorio de Circasia en la zona urbana y rural, complementando y ar-ticulando con el sector educativo la manera de fomentar en los niños y jóvenes mejores hábitos en bien de la cul-tura y la educación en nuestro municipio, lo que obliga una responsabilidad y compromiso no sólo del municipio sino, también de los rectores y profesores de castellano y la población estudiantil del municipio.

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CIRCASIA PARA LEER

Edward Fernando Bedoya GalvisCoordinador General

Apreciados lectores, este es el resultado del primer llamado que hemos hecho a través de la Biblioteca Pública Municipal, y el apoyo de la Alcaldía Municipal, un llama-do a la creación literaria, a rescatar las historias que circun-dan en los salones de clase de los colegios de nuestro libre municipio.

He aquí las mejores historias seleccionadas de las 126 que acudieron a ese llamado y que ocuparan la memoria en la literatura colombiana. Por ello, creemos que en cada de uno de los niños, niñas y jóvenes de nuestro municipio hay mucha imaginación, creatividad e historias que necesitan ocupar todos los espacios de la hoja en blanco y ser mostra-das a la mirada atrevida de los inadvertidos habitantes.

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Circasia es otro cuento, se hace pensando en la posibilidad de crear otros mundos posibles a través de la escritura creativa, dando vida a la libertad que nos carac-terizada y nos hace reconocer en todo el territorio nacio-nal y hoy día a través de las historias contadas que escriben nuestros estudiantes.

Historias que nacen en los barrios, veredas, calles, salones de clase, historias que han hecho que Circasia sea otro cuento. Es por eso, que a través de estas 16 historias queremos entregarles a todos los lectores en donde sea posible llegar, un pedazo de nuestros niños, un trozo de nuestros dibujantes, gran muestra del talento para contar y dibujar historias.

Preparen su imaginación y sean cómplices de estas 16 voces en diferentes cuentos, 16 cuentos en diferentes ilustraciones sean ustedes bienvenidos a un recorrido por la ficción, la fantasía y la magia de las palabras hechas his-torias.

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CATEGORÍA 1

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El zorro deseperado•

Diego Alejandro Aguirre ManrriqueGrado segundo

Institución Educativa Rural Hojas Anchas

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Había una vez un pobre zorro dormido que no te-nía nada qué comer, de pronto despertó y cayó a un lago y se mojó todo y salió bravo, se sacudió y fue a cazar ense-guida; cazó una gallina y comió tanto que se indigestó. El zorro era muy perezoso, no le gustaba levantarse y mucho menos bañarse ni cepillarse. Un día vio pasar un avión, aúllo para que lo llevaran a pasear y fue lo contrario, lo maltrataron y le mocharon la cola; se desangró y murió con mucha hambre.

FIN...

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El gran viaje de Simón•

Nicolás Vargas GrisalesGrado segundo

Institución Educativa Luis Eduardo Calvo Cano - IMET

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Érase una vez un hámster llamado Simón, quien es muy juguetón de manos pequeñas y con unos bigotes muy bonitos. Él es muy audaz e inquieto, le gusta hacer amistades muy fácilmente.

Simón vive en Saturno, un planeta muy lejano de la Tierra, y él quería viajar a esta para conocer a los huma-nos y hacerse a un buen amigo.

Un buen día se dio cuenta que iban a viajar otros amigos en una nave para otros planetas y pasarían por la Tierra, cosa que le interesaba, pues deseaba llegar lo más rápido posible.

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Muchos de sus amigos le decían que estaba loco por querer conocer a los humanos, pues decían que no querían a los hámsteres y que le iría muy mal en la tierra con esas personas tan malas a su alrededor; pero Simón, a pesar de todo, no se desanimó y se unió al viaje con sus amigos a costa de lo que fuera.

En el viaje tuvieron unos inconvenientes y les tocó aterrizar en otros planetas antes de llegar a la Tierra, como en el planeta Júpiter, donde la nave se chocó y se le dañó la punta, y no pudieron despegar hasta que encontraron la forma de arreglarla, lo cual demoró muchísimo porque no conocían este planeta ni sus habitantes y se les hizo muy difícil encontrar lo necesario para arreglar la nave. Tam-bién tuvieron que parar en Marte para conocerlo, ya que al pasar por ahí les llamó mucho la atención el color rojo tan hermoso de este planeta. Pero al llegar allí debieron tratar de salvarlo de los malos que ahí habitaban, porque estaban acabando con el planeta, pero al final llegaron a su destino, Simón estaba fascinado con la belleza de la natu-raleza de la Tierra, con sus montañas, ríos, nevados, valles, volcanes y mares. Los humanos también eran diferentes a como se los habían pintado, todo era bonito, todo le lla-maba la atención.

A Simón la nave lo dejó en un parque que estaba con mucha gente. Simón se sentía aterrorizado, no sabía qué hacer, para dónde coger y se escondió debajo de un árbol muy grande, desde donde veía a la gente pasar, a los

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niños jugar. Uno de ellos le llamó mucho la atención, pues estaba jugando solo a un lado del árbol con una pelota y mientras los demás compartían con los otros niños él no lo hacía. Simón estaba con mucho miedo de hablarle al niño humano porque pensaba que podía asustarlo, pero al final se decidió y le dijo: - ¡niño!, ¡niño!. El niño miraba por todo lado y no lo veía pero escuchaba que lo llamaban, por eso Simón decidió gritarle: - ¡mira hacia abajo por fa-vor!, el niño le hizo caso y miró hacia el suelo, vio al ani-malito solo y lo saludó muy amistosamente con la mano.

El niño se agachó y lo subió a su mano, le pregun-tó de dónde venía que tenía ese traje tan bonito, Simón le contesto: Vengo del planeta Saturno. Desde ese momento fueron amigos inseparables y nunca más volvieron a estar solos.

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Al fin soy feliz•

Yuly Alexandra Benjumea VilladaGrado tercero

Institución Educativa Rural Hojas AnchasSede Enrique Olaya Herrera

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Había una vez, en un pueblo muy lejano, una fa-milia muy prestigiosa y con mucho dinero. La familia era conformada por el padre, la madre y dos hijas; el padre anhelaba tener un varón, pues el hijo hombre que naciera sería el único dueño y señor de todo, pero no fue posible. La mujer, por su ambición, consiguió un empleado joven y lo convirtió en su amante, de esa relación nació un her-moso niño al cual llamaron Juan, la señora de la casa se dio cuenta que la empleada estaba esperando un hijo del jefe, por eso no dudó ni un segundo en golpearla para hacerle perder el bebé, pero ella logró escapar y se escondió.

Al poco tiempo nació Juan, era un niño muy bue-no, estudioso y responsable, aunque pasaba muchas nece-

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sidades era un niño feliz, pero la felicidad no le duró mu-cho, pues la señora de la casa, que también había dado a luz un niño aunque no era hijo del jefe sino del amante, no dejaría que Juan ocupara el lugar que le pertenecía por derecho y mandó a un hombre para que se llevará lejos a su madre y a Juan, amordazaron a su madre y se la llevaron en un carro, el niño corrió tanto que logró escapar y sufrió mucho. Durante 14 años vagó por el pueblo pero nadie le dio razón de su madre, la cual había escapado del hombre y se había escondido en casa de una vieja amiga. El joven sufrió mucho y trabajó bastante para poder sobrevivir todo el tiempo.

Conoció a un anciano que lo acogió en su casa y le dio cariño, pero ese cariño no llenaba el vacío que tenía por falta de su madre, que también lo buscaba como loca y quien se preguntaba qué sería de su hijo, al cual amaba con todo el corazón.

Cierto día Juan estaba caminando por la calle, pensando en su madre y sintió que alguien lo miraba con ternura, buscó y buscó por todos lados y se encontró con la mirada de una mujer, al verla a los ojos recordó los ojos de su madre y corrió a su lado, comenzaron a charlar y se dieron cuenta que eran madre e hijo y comenzaron a llo-rar de felicidad, compartieron toda la tarde, se abrazaron y besaron y prometieron ayudarse y nunca más volverse a separar.

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La ciudad prohibida•

Daniel Stiwar Nieto LópezGrado tercero

Institución Educativa Rural Hojas AnchasSede Enrique Olaya Herrera

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En un departamento hay una ciudad, en ella hay: un banco, un hotel, un restaurante, un supermercado, una dro-guería, una librería y una escuela de inglés. Se llamaba Ciudad prohibida porque mataban muchas personas; y el que llega-ba tenía que pagar mensualmente por su familia. Para retirar plata del banco tenía que ir con policías y si iba sin policías debía pagar para que lo cuidaran o si no lo mataban.

Con tanta matanza las familias denunciaron a los asesinos, la policía y el ejército buscaron a los asesinos por agua, tierra y aire. Abatieron mucha gente y los detuvieron. Y después ya era todo normal y ya no tenía que ir escoltado por los policías para retirar plata del banco; ya no había tanta matanza porque capturaron a los ladrones.

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CATEGORÍA 2

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El perro y el gato que Colombia sueña

•Jean Carlo Alzate Rios

Grado quintoCiudadela Educativa Henry Marín Granados

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En el barrio llamado Villa Italia, vivían un perro y un gato, los cuales a toda hora que se encontraban se aga-rraban a pelear, a veces hasta sin justificación, pero a la vez existía entre ellos una gran necesidad de amistad, ya que, en ocasiones el uno o el otro, al estar en apuros, de inme-diato se ayudaban mutuamente para salir del problema o enredo en que a diario se metían. Normalmente, el que más se metía en inconvenientes en la casa era el gato, dado a que estos siempre son más traviesos. Sin embargo, el pe-rro para evitar que castigaran al gato, le ayudaba, así, sus amos creían que habían sido otros animales los que habían hecho daños.

Pasaron los años ambos se fueron volviendo vie-

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jos, hasta el punto de llegar a convertirse en un estorbo para sus amos. Los dueños consideraron que ya no presta-ban la seguridad de antes. Consideraron que los dos ani-males dedicarse a pelear y jugar, aparte de una impertinen-cia constante, ya no servían para nada.

Cierto día entraron los ladrones y casi se llevan todo, la suerte fue que los dueños los sorprendieron y die-ron aviso a la policía. El asunto en ese momento se puso difícil para el pobre perro y se ganó una muenda durísima. Lo sacaron a dormir a la intemperie, siendo el peor cas-tigo, pues siempre había vivido como un rey dentro de la casa, y nunca le había tocado chupar frío, y para colmo de males, ese día cayó un tremendo aguacero, el pobre perrito se mojó. ¡Uy! que frío, hasta creo sentirlo.

Pero la historia aún no termina, porque el pobre perro aprendió la lección y, a pesar de estar tan viejo, se dedicó a hacer mejor su trabajo a ladrar y a cuidar mejor la casa. Lo más importante es que ya rara vez peleaba con el gato, a quien le tocó otra historia. El gato siempre burla-ba de los castigos que le habían impuesto al pobre y viejo perro, se dedicó a la locha, solo comía y dormía como un pachá, entonces sus amos se dieron cuenta de que la casa se estaba llenando de ratas cucarachas hormigas y cuanto insecto se imaginen ustedes amiguitos.

Cierto día, estaban en el comedor los señores de la casa y

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-¡ay!- Dice la señora. -Un ratón - ¿dónde? ¿dónde?-. Pregunta el señor-¡acaba de pasar por debajo de mis pies!- Respon-

de ella subida sobre una silla. -Tenemos que tomar una de-cisión.

-¿a qué te refieres mujer? Preguntó el señor- A pesar de que el gato lleva muchos años con

nosotros y nos ha servido, en estos momentos ya no nos sirve para nada, esta viejo y lo único que hace es comer y dormir. Mira como esta nuestra casa de invadida de roe-dores y plagas.

-Entonces,¿qué quieres que haga?- pregunto el se-ñor.

-Tendremos que cambiarlo por otro gato más jo-ven o al menos uno que nos saque de este problema. Con-testo la mujer.

-Ya no podemos tener dos gatos en casa -dijo la señora- así que lo abandonaremos o lo llevaremos para un asilo de animales, da pesar pero no nos queda otra opción.

Los amos no se percataron que el perro los esta-ba escuchando, y sintiéndose muy triste por lo que había oído de lo que iban a hacer con el gato. Se propuso la tarea de pensar en algo que solucionara este problemón

- Lo único que puedes hacer es ponerte a cazar ra-tones e insectos, y que cuando los amos de casa lleguen te vean-. Le dijo el perro

-¡ay! pero mírame, estoy muy gordo y pesado ya no soy capaz de correr, y fuera de eso me duelen todos los huesos-.

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- ¡Claro! como lo único que haces es burlarte de mí, comer y dormir-,

Guardaron silencio un rato y al perro se le ocurrió una brillante idea.

-Yo tengo un olfato muy desarrollado y bue-no, buscaremos un nido de ratones pequeños, y tú con tu mano que es más pequeña los sacarás y los esconderemos hasta que calculemos que vayan a llegar nuestros amos Apenas ellos estén abriendo la puerta tú los llevarás abajo del comedor, te estarás allí y cuando se sienten a comer, yo empezaré a ladrarte para que ellos te vean, pero en ese momento debes de tener uno en la boca.

Y así sucedió, se dispusieron a llevar a cabo el plan, y efectivamente el perro con su olfato logró encon-trar un gran nido de ratas con cinco ratoncitos y, tan de malas la rata grande, que se dejó coger del perro y este la logró matar para que así el gato quedara como un rey. Al poco rato sintieron que sus amos llegaban de la calle y de una se sentaron en el comedor ¡y cómo ladraba el perro bajo el comedor!, el amo miró y cual sorpresa se llevó al ver al gato viejo comiéndose a mamá ratona y a los peque-ños ratoncitos.

-¡Mira, mira mujer! El viejo gato está cum-pliendo con tus deseos, ya no tendremos necesidad de cambiar al viejo gato.

Y así lo hicieron; tanto el perro como el gato vivie-ron felices por siempre con sus amos, ya sin pelear y ayu-dándose mutuamente, sin que sus amos supieran el pacto entre ellos, se sintieron admirados por el cambio de sus

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mascotas, aun, con los muchos años que ya tenían. Hasta los vecinos se sorprendían cada vez más, cuando veían que el perro permitía que su amigo, el viejo gato, se durmiera encima del viejo perrongo, y soñaban dulcemente casi to-dos los días.

¿Si ven la moraleja?

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El deber cumplido•

Leszly Carolina Bernal PechenéGrado quinto

Colegio San José

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En un lugar no muy distante del patio de una casa existía un hermoso hormiguero, que tenía una reina muy bonita pero a la vez era vanidosa y egoísta con su colonia de hormigas.

Las hormigas murmuraban mucho de ella y entre si decían “qué reina tan hermosa tenemos pero lástima que es tan vanidosa y egoísta con nosotras”.

Sucedió que en cierto día llegaron sobre el lomo de un escarabajo dos hormigas de tierras extrañas. La reina mandó a sus subalternos de confianza para que conversa-ran con las recién llegadas; las cuales pronto entablaron amistad con ellas, luego las invitaron a pasar y a entrevis-

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tarse con su reina, quien las condujo a una sala en la que se realizaban muchas actividades y labores, ellas deberían decidir el tipo de trabajo que realizarían: la primera hor-miga escogió la exploración, es decir, que tendría que salir de la colonia y explorar en sitios lejanos para buscar nuevos recursos. La segunda hormiga escogió el traer ho-jas y semillas.

Las dos hormigas pronto marcharon a realizar las labores recién encomendadas; la primera exploró lugares muy distantes y a su retorno le manifestó a la reina que existían lugares muy hermosos que pronto buscarían. La segunda hormiga le trajo a su nueva reina una dulce y jugo-sa uva de castilla, la cual le agradó mucho cuando la probó.

En los siguientes días las dos hormigas le dieron a su reina muchas ofrendas y agasajos, lo cual hizo que pronto cambiara su forma de ser, pero a la primavera si-guiente en una mañana las dos hormigas sin manifestar nada se marcharon sobre una radiante mariposa que por allí pasaba; dichosas de una labor cumplida.

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El tomate gigante•

Maicol Duvan Lengua GarciaGrado quinto

Institución Educativa Rural Hojas AnchasSede José Antonio Páez

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Érase una vez un niño que estaba cultivando to-mates en el solar de su finca, pero uno de estos crecía y crecía todos los días, cerca del tomate se encontraba un gusano que se lo quería comer, así que decidió buscar ayu-da en el pueblo, cuando iba llegando vio una feria y con curiosidad entro en una zona donde estaban las verduras más grandes que había visto, todos sus dueños se sentían orgullosos y estaban compitiendo por un premio de un millón de pesos, pero el niño no y decía:

–Yo puedo participar en esta feria con mi tomate, así que lo cuidaré y lo abonaré mucho para que sea el más grande y sano de la región y poder ganar ese dinero que tanto necesito.

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El niño regreso a su finca y comenzó a cuidar su tomate abonándolo todos los días, pero su tomate aún no estaba listo, ya que, las otras verduras eran más grandes y si seguía así no podría concursar. Ese mismo día un cam-pesino se le acercó al niño y le dijo que él tenía la fórmula para que el tomate creciera pero que lo tenía que lavar con un agua especial que solo se producía en una cascada muy adentro en el bosque, así que el niño sin mucha malicia emprendió el viaje con su tomate, al llegar a la cascada lo lavo pero no pasaba nada así que lo sumergió, cuando de repente el tomate desapareció, el niño muy preocupado comenzó a buscar su tomate pero no lo, ya cansado deci-dió recostarse entre los matorrales, cundo escucho al cam-pesino que se reía de la broma que le había hecho y llevaba consigo el tomate. El niño muy enojado por el engaño se escondió y esperó a que el campesino se quedara dormido para poder quitarle su tomate. Cuando llegó la noche el niño muy lentamente se acercó al campesino y con cuida-do le quitó el tomate, pero este era tan pesado que no po-día sostenerlo, así que se fue a buscar a alguien que le ayu-dará y encontró a un buen hombre que lo ayudó a rescatar el tomate entreteniendo al campesino, mientras el niño se lo llevaba, cuando ya estaba lejos y sin peligro, el hombre le dijo –Nunca busques el camino fácil, porque cuando más esfuerzo haces para obtener algo más satisfecho que-das, pero si buscas el camino fácil como ahora te pueden engañar y perderlo todo; así que esfuérzate tú mismo por alcanzar tus metas. El niño se fue feliz para su casa porque ahora sí podría concursar en la feria y siguió cuidándolo,

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cuando llego ese día muy orgulloso lo llevo al concurso y para sorpresa de todos su tomate fue el ganador, lo había cuidado con tanto esfuerzo y esmero que esa fue la recom-pensa su dedicación.

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La casa con frío•

Robinson Amaya PanchiGrado quinto

Institución Educativa Rural Hojas AnchasSede San José de la Siria

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Éranse dos amigos llamados Martín y Juan, un día jugaban en la sala de la casa de Juan. Juan era muy mie-doso, miró por la ventana y vio la casa del frente que tem-blaba y sintió mucho miedo. Entonces le dijo a su amigo Martin:

-¡Mira, la casa está temblando! -Vamos a ver qué sucede- dijo Martín.

Entraron y vieron todo oscuro, prendieron una linterna pero no vieron nada ni a nadie. Salieron de la casa y esta volvió a temblar, entonces Martin y Juan fueron y buscaron a un amigo brujo y le contaron lo sucedido. Él les aconsejó que volvieran a la casa que entraran en piyama y chanclas y que llevaran candela y prendieran el fogón para

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que la casa se calentara porque seguramente tenia frío. Así lo hicieron Juan y Martin, entraron a la casa prendieron el fogón y la casa no volvió a temblar de frio.

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CATEGORÍA 3

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Lluvia de leche•

María Camila Tabares HerreraGrado séptimo

Institución Educativa Rural Hojas Anchas

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Esta historia sucedió hace mucho tiempo en una pequeña finca muy colorida cerca de las montañas donde vivían Jacinto y Tomasa, los abuelos de una joven llamada Catalina que vivía en la ciudad.

Catalina era hija única y tenía toda la tecnología que podía adquirir un joven en esa época. Ella vivía su-mergida en su celular pues era la única cosa que le gustaba hacer; no salía ni jugaba, solo le gustaba chatear. Sus pa-dres, muy preocupados, organizaron un paseo a su finca. Catalina no quería ir ya que pensaba que este lugar sería muy aburrido y sin nada interesante para hacer. Al llegar a la finca Catalina se sintió desubicada cuando se percató de que su celular estaba descargado y no había como cargar-

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lo, porque en aquel sitio no llegaba la energía eléctrica, no existía allí la tecnología. Catalina se sintió desmayar pues en su cabeza no cabía tal despropósito, pero no había nada qué hacer, sería el fin de semana más largo y aburrido de su vida. Cuando llegó la noche sus abuelos hicieron una fo-gata y todos se sentaron a su alrededor. Hasta los vecinos fueron a escuchar las historias del abuelo.

-Había una vez una vaca que podía volar…

Catalina comenzó a adentrarse en la historia. De repente se encontró en un sendero lleno de flores, y a mi-tad de camino se encontró con una vaca enorme. La jo-vencita se le acercó y qué sorpresa cuando la vaca le habló.

-Tengo mucha hambre porque donde vivo ya no hay café y es lo que más me gusta comer.

Catalina, asombrada, se la llevó para el jardín de su abuela.

Unos jóvenes vecinos que pasaban por allí se en-contraron para hablar con Catalina, intrigados al ver aque-lla enorme y hermosa vaca. Muy pronto todos se hicieron amigos y decidieron ayudar a la vaca para que no sintiera hambre. Catalina estaba feliz porque gracias a la vaca po-día tener amigos reales, e idearon la forma de conseguirle café, yendo cada uno a sus fincas a traerle un poco. La vaca, como todas las vacas, daba leche y los jóvenes se turnaban

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para ordeñarla ya que esta era tan grande que uno solo no daba abasto. Era tanta la leche que podían alimentar a to-dos los habitantes de la vereda.

Sin embargo, al anochecer, la vaca ya se había co-mido todo el café que había, así que Catalina junto a sus nuevos amigos salieron en busca de más café. Al regresar, la vaca no estaba, la buscaron en todas partes: en las vere-das vecinas, en el rio, en el bosque, en el pueblo, pero nadie sabía de ella. Catalina no entendía cómo era posible que nadie hubiera visto una vaca tan grande. Cansada, Cata-lina se recostó en el jardín a mirar al cielo y qué sorpresa: vio pasar a la vaca convertida en una enorme nube que le guiñó el ojo y le decía y le decía… gracias por ayudarme. De repente comenzó a llover y todos los que estaban allí se asombraron al descubrir que llovía leche; aunque más asombrados quedaron cuando descubrieron que no solo era leche, era café con leche, así que todos los habitantes de aquel lugar despertaron e hicieron una gran fiesta para celebrar aquel acontecimiento.

De pronto un grito despertó a Catalina, quien se dio cuenta que todo había sido un sueño.

-Recojan las cobijas, recojan la leña que se avecina una fuerte tormenta.

Regresó a su habitación un poco triste, mirando por la ventana la lluvia. Observó una sombra que pasaba y

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salió a ver que era. ¡Vaya sorpresa!, era una nube en forma de vaca que se despedía de Catalina. La jovencita pensó: después de todo este fin de semana no fue el más aburri-do, sino el más emocionante y divertido que había tenido. Ahora solo esperaba que las próximas vacaciones llegaran pronto para poder regresar a este lugar tan maravilloso y encontrarse con sus nuevos amigos y, por qué no, con otra vaca voladora que esta vez hiciera llover su bebida favori-ta: leche con chocolate.

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Una familia con suerte•

Jorge Iván Soto GarcíaGrado sexto

Institución Educativa Hojas AnchasSede Rafael Uribe Uribe

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Jorge y su esposo de María tenían 5 hijos: el pri-mero de 12 años, Camilo; el segundo de 9 años, José; el tercero de 5 años, Juan; el cuarto de 1 año, Jonatán; y la última, Carolina, de un mes de nacida.

Jorge vivía muy preocupado porque tenía muchos hijos y no tenía trabajo para poder mantenerlos, pues se le habían vencido la renta y los servicios. Ya le habían lle-gado todos los recibos y no tenían nada de mercado para comer. Jorge desesperado salió de su casa a buscar trabajo, pero a pesar de que estuvo todo un día buscando no pudo encontrar nada.

Muy preocupado, iba devuelta a su casa cuando

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un lotero dejó caer un billete de lotería. Jorge lo recogió y le dijo: mire señor, se le cayó el billete. El hombre le dio las gracias y le preguntó: ¿Cuál es su nombré? Él respondió: Jorge. El lotero, en agradecimiento, le regalo un billete: Tome don Jorge, por ser tan honrado y por lo buena per-sona que parece ser.

Jorge se fue para su casa y le mostró el billete a Ma-ría. Además, le habló de aquel hombre. El día siguiente sa-lió a pedirle a la gente algo para poder desayunar y para su familia. Al pasar por una casa chancera miró el resultado de la lotería y se dio cuenta de que era el mismo que aquel buen hombre le había regalado. Jorge, muy feliz, corrió a su casa y le dijo María: ¡me gané el billete de lotería! Su esposa, muy feliz, se arregló para acompañar a su esposo a reclamar el premio. Les entregaron 300 millones de pesos.

Jorge estaba tan feliz y agradecido con aquel hom-bre que de inmediato lo buscó y le regaló 50 millones de pesos. Después compró una casa muy bonita con todas las comodidades y más nunca volvieron a pasar necesidades.

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El pescador y el pez•

Esthefanny Estaiza MontoyaGrado séptimo

Colegio San José

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Una tarde, como siempre, un pescador que no salía con los amigos, no hacía deporte, no participaba en concursos, pero sí le gustaba pescar, cogió su caña y su bote para dirigirse al río Quindío. Luego de esperar un largo rato sintió que la caña se rompía a causa de un fuerte jalón. Entonces, con todas sus fuerzas, sacó el hilo de pes-car porque creyó haber atrapado un enorme pez, pero… ¡oh sorpresa!, al sacar el hilo de pescar, descubrió que se trataba de un pequeño pez de colores brillantes y alegres, de ojos azules, uno grande y otro pequeño, con una boca pequeña y una gran sonrisa; sus aletas medianas y su cola grande y colorida. Cogió al pez y dijo en voz alta:

-¿Este pez tan pequeño era el que me iba a romper la caña?

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-No, lo que pasa es que soy un pez especial, fuer-te, solidario, amigable y hasta tengo una venta de helados -respondió el pequeño pez.

-¿Y por qué no me haces un helado? -preguntó el pescador.

-pues, pues, pues…-¡Pues qué¡ -gritó el pescador.-Lo que pasa es que no pude volver a hacer hela-

dos porque se me derretían en el agua y el carrito se me perdió con la corriente.

-Entonces no vendías helados, me has mentido.-Un momentico señor pescador, yo te dije que tenía

una venta de helados, no que tenía helados conmigo. Pero te quiero hacer una pregunta, ¿por qué me sacaste del agua?

-¡Cómo!, yo soy un pescador con responsabilida-des y debo de pescar para vender en el mercado y cubrir mis necesidades. ¿Entiendes? -dijo el pescador.

-Bueno, ya que me sacaste del río, por qué no me quedó a dormir contigo -propuso el pequeño pez.

-No, no, no, no, no, ¡cómo voy a dormir con un pez!

Cinco días y cinco noches llevaban el pez y el pes-cador viviendo juntos. El pez empezó a molestar haciendo ruidos con una batería que toca con sus aletas y con el rit-mo de su corazón, y escuchando música a todo volumen. El pescador se cansó del pez y le dijo que regresara al mar porque ese era su hábitat.

-Me cansé de tu rumba, te vas.-¿Me puedo quedar un pinchito? -propuso el pe-

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queño pez.-No.-Un mitico.-No.-Un chipico.-No.-Un acapaliacuatamicoleparacaratico.-¡Qué nooo!-Bueno, si no quieres que esté aquí me iré. Chao.

Con el tiempo ambos en la distancia pensaron:

-¿Por qué me sacó de la casa?, no le quería hacer daño a nadie.

-¿Por qué lo saqué de la casa?, no le quería hacer daño a nadie.

El pescador, arrepentido por lo que había hecho, fue nuevamente en busca del pez. Para remediar el error le propuso que montaran una discoteca marina en donde el pequeño pez tocara la batería. El día de la inauguración invitaron pulpos, ballenas, delfines, tiburones, caballitos y estrellas de mar, entre otros animales marinos. Los pulpos llamaron la atención por sus pelucas afro y sus zapatillas brillantes. Las ballenas entraron con piercings y tatuajes que impresionaron a todos los demás. Los delfines llega-ron con trajes de payaso de bolas y rayas; su espectáculo fue sensacional. Los tiburones bailando rap, luciendo ca-denas y pulseras, dieron destellos en el mar. Los caballitos

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y las estrellas lucieron antenas de colores verdes y bufan-das con luces de arcoíris. Cuando la música sonaba todos saltaban y bailaban con alegría.

-¡Qué viva la música, más volumen!-¡Guacheré, guacheré, que nos sirvan más pon-

qué!

La discoteca funcionaba todo el día y toda la noche con mucho volumen, tanto del equipo de sonido como de la batería que tocaba el pequeño pez. Los veci-nos no se aguantaron y llamaron a la policía marina, que cerró la discoteca por el volumen tan alto y porque una discoteca no podía funcionar en esa zona residencial. El cierre de la discoteca ocasionó que el pescador y el peque-ño pez quedaran en la quiebra. De todo lo que tenían solo les quedó un refrigerador con el cual montaron una venta de helados.

Si alguna vez van al mar no olviden pasar por el negocio y comprar sus deliciosos helados marinos, se los recomiendo… ya los probé

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El viejito y su nieto•

Santiago Andrés Gómez AlzateGrado sexto

Institución Educativa Luis Eduardo Clavo Cano - IMET

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Santiago fue a visitar a su abuelo y a escuchar las historias que él le contaba, ya que le parecían muy emocio-nantes. Ese día el viejito le contó la siguiente historia de su vida: Cuando fui joven era piloto. El 14 de mayo de 1824 me mandaron a la guerra. Destruí muchos aviones en va-rias batallas y ganamos. En la siguiente guerra los enemi-gos me dieron; yo caía y gritaba “¡nooooooo!”. Le pedí a Dios que me ayudara. Caí en la selva, entre los árboles, y de chepa no me pasó nada. Caminé y caminé. En mi paso encontré animales desconocidos, flores de hermosos colo-res y aguas cristalinas de las cuales bebí para calmar la sed y refrescarme. Comí las frutas más naturales del mundo. De no haberme topado con más humanos ni verme obligado luchar animales, ese hubiera sido el paraíso perfecto para

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vivir en paz.

Seguí caminando por muchos días y muchas no-ches. No encontraba nada. Esperaba que enviaran un es-cuadrón rescate, pero ellos no lo mandaron, ni se habían dado cuenta que yo estaba vivo. Dormí en medio de los árboles y los animales. Cada día caminé… hasta que llegué a un pueblo llamado El condado de Texas. Allí me brinda-ron ayuda y me llevaron de regreso a mi base militar, pero los de la base no me auxiliaron. Pensaban que me iba a enojar pero estaban equivocados: no me enojé ni un poco. Ellos se llenaron de ira y me gritaron. Caballeros -les dije- uno no debe disgustarse por lo que pasa porque si te dis-gustas lo único que vas a ganar es desprecio. Por eso yo no me disgusté. Por el contrario, venía lleno de paz por haber estado tantos días en contacto con la naturaleza. Los de la base aprendieron una lección. Ojalá les sirva para algo, porque disgustarse no sirve para nada, solo para que le vaya mal a uno.

Con el tiempo reconocieron mi honor y mi va-lentía y fue así como al cabo de los años me condecoraron como un héroe.

Bueno nietecito, esa es una de las tantas histo-rias de mi vida que tenía para contarte. Espero que hayas aprendido algo de ella y que algún día cuides y admires la naturaleza como yo lo hago ahora, después de esta gran lección que me dio la vida hace mucho tiempo y que aún

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vive en mi memoria como si fuera ayer. Te confieso que si fuera posible la repetiría, ya que después de esta entendí muchas cosas, entre ellas, que solo cuando se sufre se valo-ra lo que ese tiene. Por eso ahora comprendo mucho a mi familia y la amo más.

Ya me voy abuelo, es tarde. Debo de ir a ayudar a mi mamá y a contarle que hoy contigo aprendí que debe-mos cuidar lo que tenemos. También le ofreceré discul-pas porque algunas veces he sido injusto con ella y no he comprendido todo lo que ella hace para que yo esté bien. Valoraré la naturaleza ya que no hay nada más maravilloso. Luego vuelvo para escuchar tus historias que me encan-tan. Te quiero mucho, hasta luego.

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CATEGORÍA 4

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Solo tenía que hacer un cuento

•Viviana Piedrahita González

Grado onceInstitución Educativa Luis Eduardo Clavo Cano -

IMET

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-¡Despierta!, mira que ya es hora. Me gritaba, -¡arriba Hija!

Mi desanimo fue tal que durante meses me des-pertaba y me ponía en pie dormida hasta ese primer con-tacto con el agua fría y, ahora sí, me despertaba, cual gato que se escabulle entre rincones huyéndole a un mojón a las 5:30 a.m. Otra vez, había que ir a estudiar. ¡Ah! Mamá hacía del primer saludo un sermón. Me regañaba sin falta y yo como ya conocía su predicamento me hacía la de oí-dos sordos, pero ella no dejaba de decir a todo a volumen: -Vea jovencita, ¡usted no se imagina los tiempos que tuve que pasar a su edad! Me despertaba y... bla, bla, bla… El caso es que mi primer afán del día era salir de casa con mi

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maletín, uniformada y con algo de polvito para tapar esas ojeras por quedarme chateando con mis amigas hasta las 11:30, o algo así.

Después mi arribo al colegio, ¡y estaba él! Ese que me encantaba y me hacía poner los bellitos de punta cuan-do me decía “hola”, porque veía en su lengüita el piercing fucsia. Me fascinaba que me picara el ojito todo coqueto, porque esa cicatriz en su ceja izquierda tenía todo de sen-sual. Además era magnífico ver el brillo de sus ojos algo chicos, a medio cerrar y un poco colorados, combinarse con el destello de la luz sobre el arito de piedra en su ore-ja derecha. Mamá no me dejaba ir a fiestas y menos con Bryan: -No puede ir, ese tipo quién sabe a qué antro de vi-ciosos la llevaría. Por supuesto, yo no la desacataba. Pero, del todo, sus palabras ya no me convencían. ¿Qué podría pasar en una fiesta con jóvenes bailando puro “flow” o “electro”, rodeados por luces que brillan como luciérnagas y bebiendo licor? Nada que una adolescente de 16 años no pueda disfrutar y manejar. Aquel día, Bryan me dijo: -¡¿Qué te parece?! Tengo 2 entradas a una fiesta el sábado en la noche, van a ir tres DJs y se promocionará un nuevo sencillo de música urbana. Piénsalo, es viernes, ¡la pasa-ríamos muy bien! Sus palabras se quedaron en mi mente. Momentos después vino el “repartidor”, apodo de Mateo, un muchacho de lentes, que olía y hablaba bien, pero no era lindo, se notaba que su juventud estaba estropeada por la cantidad de granos en formación. El nerdito del grupo. Yo sabía que le gustaba, por intuición femenina. Se me

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acercaba a saludar y nunca olvidaba decir: -Hola, me voy. ¡Qué pases buen día! Ese viernes no pasó nada más impor-tante, solo la invitación de Bryan. Recuerdo que fallamos en ese trabajo de literatura, un cuento fantasioso que me dio tedio escribir, así que el profesor me puso de monitor al “repartidor”, para que me ayudase con la historia que habría de contar. Mateo habló: -Tiene que ser mañana sá-bado, y debe ser después de las 6 de la tarde, porque tengo semillero de química en el día. No dije nada; no quería ser rajada por un tonto cuento.

Mis amigas me aconsejaron volarme; diseñamos un plan que no fallaría. Le pedí a Mateo que llamara a mamá y que le dijera que yo iba a ir con él a su casa a hacer lo del cuento, después de las 8 de la noche del sábado, que no podía en un horario diferente. Recuerdo que le di un besito chiquito, porque me sentí injusta con el pobre. Ma-teo no me preguntó por qué le pedí esas cosas, creo que un besito le alcanzó para satisfacerse.

Resumiendo lo que pudo haber pasado esa tarde y el sábado en el día, diré que fueron horas de no hacer nada, como me gustaba. No madrugaba y me levantaba a eso de las 10 por acción del hambre misma. Desayunaba y me recostaba en la cama mirando los muñequitos del “sá-bado mañanero”; esos que me hicieron pensar que hacer un cuento no era difícil, solo era de empeño. En la tarde, en el chat, había en mi buzón un mensaje que ponía explí-citamente: “Beibi, espero que stes bn mami X la noche,

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xk t voy a pedir algo. Chao bb, picos pues. El Bryan”. Eso terminó de convencerme, me moría de ganas por escuchar cuando me pidiera un beso; es que era un tipazo.

Eran las 7:30 p.m., me retocaba el peinado y el rostro con algo lindo de colores para verme bien mami. Mamá estaba tranquila, sabía quién era Mateo, y no se iba a confundir por un chico tan amable y de buenos padres. Era el muchacho que quería llamar la atención de su hija. Fui a despedirme de mamá: -Má, ya voy para donde Ma-teo, ¿se acuerda? -Claro mija, vaya con Dios. Tenga cui-dado y venga temprano. -¡Ay no!, ¡qué pereza, siempre lo mismo! A mí no me va a pasar nada donde Mateo. Ce-rrando la puerta aún decía: -¡Nos vemos, chao! Después, salí a buscar a mi galán: Bryan.

Esa noche, Bryan era un galán bien peinado y afei-tado. Estuvimos en el lugar. Era un salón amplio, en esen-cia con bastante oscuridad y con lucecitas incandescentes y uno que otro parpadeo de luz destellante. Tal como lo había imaginado. Bryan y yo estuvimos bailando un rato y no tuvo que ser tarde para que el galán comenzara a irse dejándome cada vez más sola. En una de esas idas vino muy extraño, me decía cosas lujuriosas de una manera diz-que alegre Sin duda supe que había ingerido alguna sus-tancia psicoactiva, y eso me puso a pensar. Luego vinieron a mí dos muchachos ¡uff !, ¡qué lindos! Bailé con ambos el nuevo éxito promocional: “mix song con electrónica y algo de house”. Tomamos una soda; el baile estaba bastan-

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te movido… Y empezaron mis problemas. Todo inició con esa libertad corporal que sentí de repente, así como si mi cuerpo flotase por el aire, liviano y más sexy que nunca, demostrando y admirándose a sí mismo envuelto entre el lívido y la tontería. Mi mente no pensaba mucho, mi cara no dejaba de reír, no tenía preocupación alguna, había ol-vidado a mamá y sus palabras. ¡Estaba drogada!

La fiesta dio fin, pero nosotros 3 habíamos segui-do de rumba, y nos fuimos del lugar, no sé para dónde. Para mi desgracia, mi cuerpo era fuerte, y la droga no lo-gró dormirme, pero había perdido el control. Esos tipos se aprovecharon de mí de tal forma que sus cuerpos no tuvie-ron más ganas. Por supuesto yo era virgen, y fue desastro-so. Me sentía una basura contaminada de otra tras el cruel maltrato que me hicieron. Sentía “ligeros” golpes que me hacían sangrar. Bofetadas. Tiraban de mi pelo. Empecé a recordar a mamá, así que lloré. Mis lágrimas no fueron ex-cusa para impedir que más personas se aprovecharan de mí, ultrajándome. Yo estaba inmóvil, llorando, sangrando y pensando en mamá. Recordé de nuevo a ese imbécil, lo odiaba y no debí haber salido nunca con él. Y a Mateo, ¿por qué me hizo caso? Me di a mi desgracia.

Supe que estaba sola, aislada en un basurero. Tiempo después desperté, y las cosas no eran iguales. Sin idea de dónde podía estar y sin conocimiento alguno, re-cuerdo abrir los ojos y ver la cuidad, la noche era clara, no llovía o venteaba. El silencio me invadía los oídos de nada.

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Buscaba alguien que supiera quién soy, algo que recono-ciera. Se agotaban mis oportunidades. Sin respuestas, me dirigía a una avenida, y en medio de un oscuro puente, en-tre ratas y estiércol putrefacto pero aún vivo, reconocí su rostro, era el idiota de Bryan. Vi esa tonta cicatriz en su lugar para asegurarme. ¿Pero cuánto podía haber pasado? Aquel imbécil estaba de cara al suelo, desnutrido, sucio, maloliente y nada cuerdo, desde luego drogado. Parecía más viejo, supuse que podía ser su estado. Entonces llegó el impacto, como un dolor de cabeza, un pálpito intenso que me hizo estremecer cada vertebra, cada porción inexacta de mi piel, entre el escalofrío y el llanto. Llore pensando en mamá: ¿cómo podía haber sido esa la última vez que le ha-blé? Había sido muy inconsciente y justo ahora necesitaba abrazarla y rogarle perdón por irme sin su permiso a un lugar que no conocía y con el menos indicado. La imagen de mamá en mi mente me hizo llorar aún más que el dolor por la violación.

Me lamentaba sollozando y gritaba de ira; recor-daba a Mateo y el hecho de no entender que si hubiera escrito un cuento nada de esto habría pasado. No tendría que llorar por mamá, no tendría que llorar por la viola-ción, no tendría que llorar por el cuento, ni por ese imbé-cil, por el que ahora estoy así, ¡muerta!

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La mente vehemente•

Valentina Rivera AguirreGrado once

Colegio San José

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Ahí estaba, entre la intuición y la percepción de un lugar desconocido, tanto como el origen de la exis-tencia misma. Un sinfín de emociones se cruzaba por mi mente y tenía que afirmar que no era nada coherente; esta-ba perdido en aquel lugar donde estaban los más preciados recuerdos... Claro está que ellos habían perdido la cabeza la noche de navidad... Se habían perdido por los caminos de una realidad taciturna.

Veía en mi mente como se escurrían los relojes bajo el sol, nada tenía sentido, ya Dalí lo había pintado. Tenía miedo de la noche, cada vez me envolvía más y no era fácil aceptar que era dura la soledad. Mi ser y mis pen-samientos se hundían y ahogaban en un abismo sin color

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ni reflejo alguno a la hora de partir. Al encender la luz de la imaginación estaba perdido, no podía concentrarme, estaba aturdido, todo estaba pasmado, el péndulo del reloj se habían detenido. Sólo percibía unos leves respiros, pues mi cuerpo estaba inmóvil y no emitía sonidos. La oscuri-dad me invadía; había llegado la hora más esperada por todos y, como siempre temeroso, yo cerraba los ojos, era un rito especial que nadie se quería perder, pero lo que ig-noraban ellos era que tampoco me podían compadecer.

Ignoraban en su vida lo más importante, vivir lo que les estaba pasando por un simple principiante. Ellos ya habían estado en ese lugar, pero poco era el interés, ya no les solía importar. En mí había sido distinto; me ha-bían capturado y en sus brazos me habían llevado. Aban-donado en la nada, sentía sus voces de aliento, pero ya era tarde, estaba en otro momento. Trataba de buscar aquel hombre divino: Dios era su nombre, pero aquí nadie vino. Pensaba que me llevaría a pagar mis penas, pero ¡cómo no recordarlo, ya era un alma en pena!

Corría por los valles un poco extraviado, pero en cada tiniebla algo había encontrado: las respuestas a las incógnitas que durante mi vida me había planteado. Per-cepciones distintas se podían encontrar, puertas en los es-pacios que tenía que cruzar, pero no era de mi gusto estar desapercibido en aquel lugar con el que estaba agradecido. No era tan malo, en todos podía observar sus cuerpos levi-tar, veía sus caras enfermas de realidad en un mundo per-

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dido. Nada se podía salvar. Mi pregunta era: ¿cómo evita-ban aquel momento crucial en el que se conjugaría el más allá con la realidad? Lo temido y tan placentero, el alma se desprendía por entero de esa cárcel que platón algunas vez nombró. El alma ya se había ligeramente liberado. Ellos ya habían estado aquí pero atados a un mundo falso; solo pa-saron de desliz. Enganchados a emociones sin razón, tan momentáneas y absurdas, se perdieron del objetivo de la vida al encontrar la verdad. Todo tenía sentido a la hora de fenecer.

Un viaje largo o corto, acompañado o solo habría de llegar. Yo realicé las paces con la soledad y a la hora de la muerte no habrían de tener piedad. Un cuerpo solo que vagó por las calles, ahora se iría a recorrer infinidad de va-lles llenos de silencio y penumbras. A caminar alguno de ellos solían aspirar, pues no sabían dónde iría a parar un cuerpo inerte que solía llorar. Había maltratado un cuer-po, pues me drogaba en un mundo enfermo del que no se escapa. Todo era el éxtasis de sentir, en la heroína me había logrado diluir. Un día exhaustivo con todo el poder, había llegado la utopía del placer.

Desvaneciéndome me deje caer; desperté en este

lugar que todos podían cruzar. Busqué a mi madre en el sitio donde decía que me iba a esperar; después de todo ya estaba inerte, creía ansioso en aquel reencuentro de madre e hijo, ambos muertos. Pero mi madre se perdió en la au-rora al cielo, y yo solo habitaba en los temibles sombra y

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viento. Esa era la muerte, bastante vehemente, y aquellos desdichados no lo asumían, pero todos así se consumían en los miedos y silencios que a diario vivían. Crecían en un mundo ficticio que construían con sus miedos y para-noias. Querían sellar lo que ya era una realidad, la muerte los habría de buscar. Ponían resistencia, pues a la muerte pedían clemencia. Cegaban su alma indeleble con otros momentos; era redundante decir que todos ya caminaban muertos.

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Doña María y sus dos bolsas negras

•Juan Daniel Hernández Agudelo

Grado onceInstitución Educativa Luis Eduardo Calvo Cano -

IMET

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En las montañas se encuentra un pequeño caserío en el que vive don Lucio con su familia. En una ocasión él se despide de su hijo Fernando diciéndole: te quiero mu-cho hijo, quizás no te vuelva a ver; cuida a tu madre, es una gran mujer.

Fernando, en silencio, se queda sin saber qué ha-cer. Luego de unas pocas horas, se escuchan ráfagas de dis-paros desde la iglesia: la guerrilla se ha tomado el caserío. Unos corren, otros se refugian en sus casas como lo hacen doña María y Fernando. Al caer la noche llega alguien a la puerta con un recado. Doña María da media vuelta, mira a Fernando y le dice que organice algunas cosas porque se van para donde los abuelitos, que viven en el pueblo.

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Salen con prisa en la madrugada. Fernando se sor-prende por el gran puente que atraviesa el río caudaloso y hondo. Al llegar después del mediodía al pueblo, doña María saluda a sus padres, luego les cuenta lo sucedido. Algunos días después Fernando conoce a Mateo, un niño de su misma edad -nueve años. Se convierten en excelentes amigos. Traviesos y alegres, crecen juntos.

En cierta ocasión llega el ejército al pueblo a re-clutar jóvenes. Entre ellos, Mateo y Fernando. Doña Ma-ría ruega a Dios para que proteja a su hijo, quien se aleja en el camión. Transcurren varios meses y los jóvenes llegan a ser muy buenos soldados. Van a combate. Fernando, al pasar por un gran puente, recuerda su infancia. Caminan durante varios días. Una mañana, un superior les informa que están cerca de un campamento enemigo, que se prepa-ren para atacar. Mateo promete proteger a su amigo. Por tanto, decide ir delante de Fernando, y pisa una mina. Fer-nando corre en su auxilio. Mateo grita de dolor y angustia porque no siente sus piernas. El médico llega y le pide a Fernando que los cubra mientras atiende a Mateo.

Regresan al campamento. Fernando no es capaz de dormir debido a que en su mente siguen los gritos de dolor, y en sus manos siente como corre la sangre revuelta con sudor y llanto. Decide escribir: “madre, la experien-cia militar no ha sido muy buena. Venir a combate hace que uno vea y experimente cosas que marcan el alma de cualquier hombre. Estoy muy ansioso porque nos dijeron

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que mañana volvemos al batallón. Lo primero que haré será solicitar la baja para estar contigo. Te quiero mucho”. Sin embargo, a altas horas de la noche, los enemigos los emboscan. Fernando cubre a un compañero; ve como un enemigo se acerca. Se esconde en un roble, y con la cacha del fusil le propina en el pecho un golpe que lo derriba. Le apunta con el fusil. Fernando ve el rostro de su enemigo; de inmediato lo reconoce: es don Lucio, su padre. Se que-da petrificado. Pero este -don Lucio-, quien no lo recono-ce, le dispara al torso. Fernando cae lentamente, igual a la lágrima que recorre su mejilla.

Don Lucio, tratando de escapar, muere a manos de otros soldados.

Días más tarde doña María recibe dos bolsas ne-gras en las que se encuentran los cuerpos de su hijo y su es-poso. En una de sus manos, empuñada, sostiene una nota que estaba dentro de las cosas de Fernando. De repente, cae desgarrada al inflexible y frío suelo. Levantarse de nue-vo es tan difícil como que la guerra le devuelva a los hom-bres que más quiso.

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La caída del tiempo•

Andrés Felipe Hurtado GarcésGrado once

Institución Educativa Luis Eduardo Calvo Cano - IMET

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Todos dormían cuando un extraño y fuerte ruido se produjo en los techos de las casas. Eran las dos de la madrugada, y él, sorprendido, abrió sus párpados; de in-mediato comenzó a buscar una explicación de lo que esta-ba escuchando. Sin embargo, nada de lo que pensó logró calmarlo.

En su asombro, sintió una terrible presión en el pecho, su respiración se tornó dolorosa, la angustia lo ha-bía tomado de la mano. El ruido se intensificaba, se hacía cada vez más fuerte, inexplicablemente perturbador.

Su corazón latía rápidamente. Un sudor frío cu-brió todo su cuerpo, sus sentidos se confundieron y el mie-

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do se apoderó de él. Se levantó de la cama y corrió, ansioso, a la ventana, curioso por saber la causa de lo que le había robado la tranquilidad. Tembloroso miró hacia afuera. Lo que vio lo dejó aterrorizado.

Las ancianas lloraban intensamente, las madres contemplaban desesperadas a sus hijos, gritando que per-manecieran en la habitación. El pueblo fue testigo de la noche más espantosa de todas. El ruido, rompiéndose en las calles, se mezcló con los gritos, los llantos y las plega-rias.

-¿Éste es el fin? ¿Mi último instante de vida? -ex-clamó.

Todo lo que conoció desaparecería. La simple idea le atormentaba. El apocalíptico paisaje lo castigó con una imaginación ilimitada. Temeroso, había pasado sus días esperando mientras sus sueños se escapaban. Como un re-loj, había hecho de su tiempo una canción monótona.

El estridente doblar de las campanas fue desplaza-do por el “tic-tac” que había ahogado los demás sonidos; penetró en su mente, insoportable, recordándole cada momento desperdiciado.

Agotado e infinitamente triste lloró. Trató de eli-minar mediante las lágrimas sus recuerdos, pero el eco en su cabeza no lo dejó en paz. Enloqueció. Salió de su casa y corrió asustado por las calles. Desorientado, en medio

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del pánico, intentó escapar de las horrorosas escenas en las que cientos de relojes caían del cielo.

El tiempo gritaba. Su alma le susurraba al oído frases aterradoras y tristes que lo consumían y evocaban vacío y muerte. A su alrededor las personas caían derrum-badas sobre el suelo. Las agujas que desde un principio se habían dibujado en su mente y lo atormentaban con un incesante “tic-tac”, se congelaron.

El paisaje creaba sensaciones de insufrible melan-colía y el frío prolongaba la agonía de los moribundos que yacían en las calles. El fin parecía inminente.

Envuelto en lágrimas e imágenes del pasado, miró a su alrededor y, mientras escuchaba el silencio, respiró profundamente y cerró los ojos. Al abrirlos se encontró de nuevo en su habitación, acostado sobre su cama.

La luz de la aurora se introdujo por las delgadas cortinas, iluminando su cuarto. Las sensaciones de miedo y tristeza no lo abandonaban; por el contario, se intensifi-caron cuando escuchó el débil gemido de un reloj.

-¿Fue tan solo un sueño? -se preguntó agobiado, pensando en la espantosa idea de morir sin haber vivido.

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“Cansada, Catalina se recostó en el jardín a mirar al cielo y qué sorpresa: vio pasar a la vaca convertida en una enorme nube que le guiñó el ojo y le decía y le decía… gracias por ayudarme. De repen-te comenzó a llover y todos los que estaban allí se asombraron al descubrir que llovía leche; aunque más asombra-dos quedaron cuando descubrieron que no solo era leche, era café con leche ...”(Fragmento del cuento Lluvia de leche)