cinco proposicione sobrs cervantee...

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CINCO PROPOSICIONES SOBRE CERVANTES Para Eulalio Ferrer Rodríguez 1. LA FUNCIÓN DEL LIBRO EN DON QUIJOTE En 1618 Rene Descartes abandona el estudio de las letras para aprender en "el gran libro del mundo". Don Quijote, contem- poráneo casi exacto del filósofo, parto de un ingenio que ha lleva- do vida tan azarosa como la de Descartes, no aprende nada en el gran libro del mundo. Todo lo sabe de antemano, todo lo que sabe procede de su biblioteca. Recorriendo los caminos de la Man- cha y de Aragón, el hidalgo cita, explica y glosa sus lecturas. En un primer momento predica esencialmente el evangelio caballe- resco y en tono menor el evangelio pastoril: los Amadises y las Dia- nas nutren el discurso de Don Quijote en la Primera parte de la novela. El discurso del héroe se va diversificando en la Segunda parte, introduciéndose en él, al lado de los universos de ensueño que obsesionan al caballero, un amplio conjunto de problemas muy concretos que apasionan al hidalgo: la guerra, el duelo, la noble- za, el casamiento, las relaciones entre padres e hijos, los precep- tos de la cortesía, las leyes de la ciudad 1 . En esta Segunda parte el discurso sobre la novela retrocede frente al discurso sobre las exigencias morales y la vida social. Estas reflexiones se alimentan de una cultura mucho más variada de lo que dejaría sospechar el inventario de la biblioteca del hidalgo, pero que evidencian sus 1 De puro sabido se nos olvida el hecho. Oportunamente nos recordó AL- BERTO SÁNCHEZ la importancia de las cuestiones políticas en l a Segunda parte de la novela ("Arquitectura y dignidad moral de la Segunda parte del Quijo- te", ACeru, 18, 1979-80, 17-19).

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CINCO PROPOSICIONES SOBRE CERVANTES

Para Eulalio Ferrer Rodríguez

1 . L A FUNCIÓN DEL LIBRO EN DON QUIJOTE

E n 1 6 1 8 Rene Descartes abandona el estudio de las letras para aprender en " e l g r a n l i b r o del m u n d o " . D o n Q u i j o t e , c o n t e m ­poráneo casi exacto del filósofo, p a r t o de u n ingen io que h a l l eva­do v i d a t a n azarosa como la de Descartes, n o aprende nada en el g r a n l i b r o de l m u n d o . T o d o lo sabe de a n t e m a n o , todo lo que sabe procede de su bibl ioteca. Recorr iendo los caminos de la M a n ­cha y de Aragón , el h ida lgo c i ta , expl ica y glosa sus lecturas. E n u n p r i m e r m o m e n t o predica esencialmente el evangelio caballe­resco y en t ono m e n o r el evangelio pas tor i l : los Amadises y las Dia­nas n u t r e n el discurso de D o n Q u i j o t e en la P r i m e r a parte de la nove la . E l discurso del héroe se va d ivers i f i cando en la Segunda p a r t e , introduciéndose en él, a l lado de los universos de ensueño que obsesionan al caballero, u n ampl io conjunto de problemas m u y concretos que apasionan a l h ida lgo : l a g u e r r a , el due lo , l a nob le ­za , el casamiento , las relaciones entre padres e h i jos , los precep­tos de la cortesía, las leyes de la c i u d a d 1 . E n esta Segunda parte el discurso sobre la novela retrocede frente al discurso sobre las exigencias morales y l a v i d a social. Estas reflexiones se a l i m e n t a n de u n a c u l t u r a m u c h o más v a r i a d a de lo que dejaría sospechar el i n v e n t a r i o de la b ib l io teca del h ida lgo , pero que ev idenc ian sus

1 D e p u r o sabido se nos o l v i d a el hecho . O p o r t u n a m e n t e nos recordó A L ­B E R T O S Á N C H E Z l a i m p o r t a n c i a de las cuestiones políticas en l a S e g u n d a parte de l a n o v e l a ( " A r q u i t e c t u r a y d i g n i d a d m o r a l de l a S e g u n d a parte del Quijo­te", ACeru, 1 8 , 1 9 7 9 - 8 0 , 1 7 - 1 9 ) .

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. pláticas. E n cuanto a las letras sagradas, el Evangelio, el Libro de Job, el Libro de los Proverbios, los Salmos. E n cuanto a obras científi­cas, el Dioscórides del doc tor L a g u n a y s in d u d a unas misceláneas erud i tas de las que habrá sacado el h ida lgo sus razonables cono­c imientos en m a t e r i a de cosmografía, lingüística, h i s t o r ia y m i t o ­logía. E n el t e r reno de la ciencia política, la Parénesis de Isócrates, E l perfecto regidor (1586) de J u a n de Cast i l l o y A g u a y o , acaso la Política para corregidores (1597) de Jerón imo Cast i l l o de la B o b a d i -11a y a lguna obra m á s 2 . Por lo que toca a la l i t e r a t u r a didáctica, unas colecciones de fábulas (Esopo, Fedro ) , u n t ra tado de poética p o r lo menos (verosímilmente el de A lonso López P inc iano ) y u n t r a t a d o de u r b a n i d a d , el Galateo español de Lucas Gracián D a n t i s -co. E n cuanto a poesía, los versos de Garci laso y quizás la Eneida, a u n q u e las frases en que r e m i t e A lonso Q u i j a n o al poema v i r g i -l i a n o pueden proceder de u n a miscelánea e r u d i t a . A lonso Q u i j a ­no se nos aparece como u n h ida lgo excepcionalmente cu l to : m u y dudoso resulta que la general idad de los hidalgos del Siglo de O r o mani festaran t a n decidida inclinación a la lectura. Detalle elocuen­te : l a novela sólo en u n a ocasión a p u n t a las aficiones cinegéticas de A l o n s o Q u i j a n o ( I , 1) cuando la caza fue u n a de las ac t iv ida ­des a que más as iduamente se d i e r o n los hidalgos del siglo. A l o n ­so Q u i j a n o es el h o m b r e del l i b r o .

A t a n apreciable c u l t u r a corresponden u n lenguaje exquis i to y u n vocabular io castigado. Recomienda el h i d a l g o que se apele al eu femismo ( I I , 43) , en lo cual coincide u n a vez más con el l i ­b r o , y más concretamente con u n l i b r o , el Galateo español ( p p . 108 y 167) 3 . Además Alonso Q u i j a n o nó entiende la j e r g a de los ga­leotes ( I , 22) . Sorprende ta l i gnoranc ia en h o m b r e de t a n t a l ec tu ­r a . H a s t a si nos negamos a aceptar la hipótesis ( m u y verosímil) según la cual los Romances de germania reunidos por J u a n H i d a l g o se habrían pub l i cado en fecha anter i o r a 1609, convendrá reco­nocer que no escaseaban las colecciones en que se podían leer las obr i tas de este género: el Cancionero general (a p a r t i r de 1557), la Rosa de1 amores (1573) de J u a n T i m o n e d á , el Romancero (1583) de Pedro de Pad i l l a — y eso sin contar con miles y miles de pliegos. V e r d a d que en 1605 Quevedo todavía no h a compuesto sus m a -

2 Sobre las fuentes del pensamiento político de A l o n s o Q u i j a n o véanse en especia l A M É R I C O C A S T R O , El pensamiento de Cervantes, N o g u e r , B a r c e l o n a , 1972, p p . 353 -355 , y las notas de S c h e v i l l - B o n i l l a y Rodríguez Marín a los caps . 42 y 43 de l a S e g u n d a parte del Quijote.

3 R e m i t o a l a edición del Galateo que debemos a M A R G H E R I T A M O R R E A -L E , C S I C , M a d r i d , 1968.

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ravi l losas jácaras. C o n todo . . . D e aquel vocabu lar io que se h a deslizado en las imitac iones de La Celestina desde 1521 , que Cer ­vantes m a n e j a con t a n t a so l tura , que e n t r a en el teatro de Lope hac ia 1602, ¿no sabría nada A l o n s o Q u i j a n o ? L a hipótesis es i n ­sostenible. L a única solución razonable de este m i s t e r i o consiste en a d m i t i r que el novel ista quiso conscientemente que su honesto h i d a l g o desconociera la j e r g a de los ruf ianes .

Germanía aparte, Alonso Q u i j a n o se expresa con ref inada ele­ganc ia . E m p l e a con discreción y p a r s i m o n i a los modismos p e t r i ­ficados que Francisco de Quevedo acaba de cal i f icar de * ' b o r d o n ­cil los inútiles ' ' : los refranes, como es sabido; los versos de r o m a n ­ces, también. C i e r t o que D o n Q u i j o t e gusta de evocar las bellas h i s to r ias de a m o r y m u e r t e que florecen e n e l R o m a n c e r o , Pero los versos de romances que h a n v e n i d o a ser mule t i l l as de la con­versación, éstos no los emplea A l o n s o Q u i j a n o , los abandona a Sancho Panza. ¿ Y qué d i remos de los cuentecillos? C o m o cual ­q u i e r contemporáneo suyo Alonso Q u i j a n o conoce y refiere cuen­tecil los. Pero dosifica su empleo homeopáticamente: no es él h o m ­b r e p a r a lanzarse a u n a de estas justas de ment i ras que gustosos p r a c t i c a n en aquel entonces caballeros españoles y caballeros franceses 4 . Además son cuentecil los referidos con brevedad , en los que el n a r r a d o r cuidadosamente ahorra los detalles superfluos y se guarda de perderse en u n l a b e r i n t o de c i r cunloquios a b u r r i ­dos. A lonso Q u i j a n o respeta los preceptos del Galateo5.

Por fin el arte de la conversación re f inada ta l como lo pract ica A l o n s o Q u i j a n o excluye las figuras de la agudeza verba l que Cer ­vantes considera ev identemente como vulgares e ind ignas de u n discreto . H e procurado demostrar en o t r a ocasión que el apodo y el equívoco son las figuras fundamentales de los juegos de inge­n i o cortesanos a lo largo del siglo x v i y en las p r imeras décadas de l siglo s iguiente 6 . Estas figuras, según d o c u m e n t a n los viajeros

4 Sobre este punto véase m i artículo " C u e n t o s de m e n t i r a s " , Studia in ho-noremProf. M. de Riquer, Q u a d e r n s C r e m a , B a r c e l o n a , 1986, t. 1, pp. 289-298.

5 Y S a n c h o no. Véase e n p a r t i c u l a r el cuento mal ic ioso que refiere el es­c u d e r o p a r a i lustrar las reglas que r igen l a jerarquía de los asientos a l a m e s a ( I I , 31 ) . E l cuento es sencil lo : podría, y debería, re latarse brevemente . P e r o S a n c h o lo re l lena con tantas digresiones que resulta embrol lado e i n t e r m i n a ­b le . E l relato q u e b r a n t a e n f o r m a tan sistemática los preceptos del Galateo que n o parece dudoso que C e r v a n t e s , a l escr ib ir este capítulo de l a n o v e l a , recor­d a r a el texto de Gracián D a n t i s c o y g u s t a r a de d a r m u e s t r a del estilo de que h a de h u i r c u a l q u i e r n a r r a d o r .

6 " E l arte de m o t e j a r e n l a corte de C a r l o s V " , CuLH, 5 (1983) , 61 -77 ;

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extran jeros , se prac t i can abundante y agudamente en la España de Cervantes . Estas figuras propone Cervantes que se proscr iban . " A p o d e el t r u h á n " , p r o n u n c i a B e r g a n z a 7 . A l onso Q u i j a n o , p o r su p a r t e , no c u l t i v a el apodo. C o n u n a excepción: apoda a l Bar ­bero ( I I , 1) , i n d i c i o evidente de que el cuenteci l lo p icante de éste le h a her ido en lo más v i v o . E n cambio no apoda n u n c a a San­cho , cuya morfología lo predispone a ser b lanco p r i v i l e g i a d o para tales flechas. " L o s gordos —escribe L u i s Z a p a t a — se hacen te ­r r e r o de graciosos y fisgantes, y son m o l d e de dichos , de motes y de a p o d a d u r a s " 8 . E n cuanto al equívoco n o lo m a n e j a n u n c a A l o n s o Q u i j a n o , si he leído correctamente el l i b r o . L o reserva el nove l i s ta p a r a la V e n t e r a ( I , 32 ) , p a r a T o m é Cec ia l ( I I , 13) y p a ­ra el m a y o r d o m o que hace el papel de l a T r i f a l d i ( I I , 40 ) . Y para el d u q u e . C u a n d o pretende Sancho haber j u g a d o con las c a b r i ­llas celestes, salta el d u q u e : " D e c i d m e , Sancho: ¿vistes allá entre estas cabras algún c a b r ó n ? " ( I I , 41) . N o lo dudemos , estas razo­nes le i m p r i m e n al personaje u n sello negat ivo . Pero quédese este aspecto p a r a o t r o l u g a r . L o que i m p o r t a p o r ahora es que el d u ­que se expresa como u n caballero de su época. Y A lonso Q u i j a ­n o , n o . A l o n s o Q u i j a n o obedece a los preceptos de los tratados de u r b a n i d a d , A l onso Q u i j a n o obedece a los preceptos del l i b r o .

L a cortesía y los buenos modales p a r a conc lu i r . Gus ta D o n Q u i j o t e de p r o c l a m a r que adquirió l a v i r t u d de la cortesía el día en que abrazó el of icio de caballero andante ( I , 50) . Af irmación ésta que no hemos de aceptar s in examen . Puede que nos acer­quemos más a la verdad defendiendo el parecer exactamente opues­t o , dado que es el andante m u c h o más que el h ida lgo q u i e n t r a t a m a l de pa labra al cabrero ( I , 52) y a D i e g o de M i r a n d a ( I I , 17). C u a l q u i e r a que sea nuestra convicción sobre el p a r t i c u l a r , es i n ­d u d a b l e m e n t e A lonso Q u i j a n o q u i e n demuestra perfecta u r b a n i ­d a d y elegante so l tura frente a u n g r a n señor como d o n Fernando y más tarde cuando le rec iben en el palacio duca l . Es i n d u d a b l e ­mente Alonso Q u i j a n o q u i e n aparece allí como "escuela de la mis -

" L e g e n t i l h o m m e et le galant . À propos de Q u e v e d o et de L o p e " , BHi, 8 8 ( 1 9 8 6 ) , 5 - 4 6 .

7 Novelas ejemplares, en Obras completas de M I G U E L D E C E R V A N T E S S A A V E D R A , eds . S c h e v i l l - B o n i U a , B . Rodríguez, M a d r i d , 1 9 1 4 - 1 9 4 1 , t. 3 , p. 1 7 3 . Obsér­vese que e n los m i s m o s años en que escribe C e r v a n t e s esta frase florece el apo­do e n las calles de V a l l a d o l i d , según d e m u e s t r a l a Fastiginia de P i n h e i r o d a V e i g a .

8 Luís Z A P A T A , Miscelánea, núm. 4 7 , Clásicos C a s t i l l a , t. 1, p. 1 2 7 .

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m a cor tes ía" , de buenos modales , según h a de observar la p r o p i a duquesa ( I I , 32) .

Esta cortesía re f inada ¿dónde la habrá aprend ido A lonso Q u i -j a n o ? N o será en la compañía de l c u r a y el barbero de su pueblo . A esta p r e g u n t a conviene u n a sola respuesta: esta cortesía el h i ­da lgo la habrá aprend ido en los l i b r o s . Y no en los l ibros de caba­llerías que son " e n las cortesías m a l m i r a d o s " ( I , 47) . L a a p r e n ­d ió en u n t r a t a d o de u r b a n i d a d : el Galateo español. Sobre los p r e ­ceptos del Galateo a m o l d a su conducta , demuestra en p a r t i c u l a r su a c t i t u d cuando el duque Je m a n d a que tome l a cabecera de l a mesa ( I I , 3 1 ; Galateo, p . 137).

Y en los preceptos del Galateo se i n s p i r a n con frecuencia los consejos que ém A lonso Q u i j a n o a l gobernador de Barataría: c o n ­v iene vest ir según su estado ( I I , 5 1 ; Galateo, p p . 113, 117, 180); el vest ido no h a de i r desceñido ( I I , 43; Galateo, p . 180); conviene c a m i n a r despacio ( I I , 43; Galateo, p p . 180-181); conviene comer y beber t e m p l a d a m e n t e ( I I , 43; Galateo, p . 179); conviene hab lar c on reposo ( I I , 43; Galateo, p . 113).

C ier to que no supone n i n g u n a or ig ina l idad el observar la huella que dejó el Galateo en la novela ce rvant ina : hace t i e m p o que la a p u n t a r o n los erud i tos . Pero no se ha va lorado esta in f luenc ia co­m o lo merece. H e m o s pre fer ido evocar a propósito de Don Quijote el Cortesano de Cast ig l ione cuya estampa en la nove la es indecisa y finalmente i m p a l p a b l e . Se ent iende este esfuerzo e r u d i t o p o r ­que el t ra tado de Cast ig l ione se sitúa m u y p o r e n c i m a del Galateo, p u r o m a n u a l de cortesía, y es incomparab lemente más r ico y be­l l o que él. Pero se t r a t a de u n esfuerzo desesperado. E n t r e los t r a ­tados de la v i d a palaciega y de la u r b a n i d a d es indudab lemente el l i b r o de G i o v a n n i D e l l a Casa, no el de l conde Cast ig l i one , el que i m p r i m e su sello en el Quijote. ¿Habremos de l a m e n t a r el he­cho? D e reaccionar así, desconoceríamos la i m p o r t a n c i a que can­t i d a d de buenos ingenios del Siglo de O r o conceden al aseo del vest ido , a l comer l i m p i a m e n t e , a l a corrección y la pureza del l e n ­gua je , a l a honest idad de los vocablos, a l cu idado que se ha de p o n e r en ev i tar m e n c i o n a r unas realidades nauseabundas o desa­gradables , en u n a p a l a b r a , a los buenos modales. Este código de b u e n a educación parecerá convenc ional y m e z q u i n o a nuestros contemporáneos . Pero ¿acaso no tendrían nuestros antepasados sus mot ivos p a r a o p i n a r como lo hacían? Los preceptos de la cor­tesía eran p a r a ellos la manifestación tang ib le de u n contro l de l a a fec t iv idad y las pulsiones; e ran para ellos, en el siglo v io lento en que vivían, l a condición de u n a v i d a en c o m ú n re la t ivamente

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pacífica y a rmon iosa d e n t r o de lo pos ib le 9 . Para estos efectos el Galeteo b i e n valía el Cortesano. M e n o s ocupado en teor izar y filoso­f a r , enunciaba cien menudas prescripciones cuya observancia p r o ­metía a los h u m a n o s u n a v i d a más sosegada. L a h i s t o r ia había de ra t i f i ca r esta opc ión : el Galateo servirá de m a n u a l de educación d u r a n t e dos siglos mient ras que el Cortesano se h u n d e en el o lv ido .

D o n Q u i j o t e es el h o m b r e del l i b r o , A l onso Q u i j a n o t a m ­b i é n 1 0 . E n las páginas de la novela c e rvant ina se va d i b u j a n d o l e n t a m e n t e u n a doble c u l t u r a : la u n a , que ocupa preferente lugar en las charlas de la P r i m e r a parte , es p u r o entretenimiento ; la otra , que i m p e r a en las pláticas de la Segunda par te , es ilustración y consue lo 1 1 . L e y e n d o l ibros enloqueció el h i d a l g o , y este carácter de alucinación es e l que h a seducido a l a crítica contemporánea, c o m o la de M a r t h e R o b e r t , M i c h e l Foucaul t y algunos más. Pero n o menos c ierto resulta que los l ibros h a n a l imentado las m e d i t a ­ciones de A lonso Q u i j a n o y que al calor de los l ibros brotó aque­l l a cortesía exquis i ta que a d m i r a n tantos personajes de la novela , y sobre todo aquel la sabiduría generosa que m a r a v i l l a a Sancho Panza . E l l i b r o ejerce doble función d e n t r o de la novela , y el po­der maléfico de las novelas caballerescas t iene su contrapeso en los l ibros a cuyo contacto h a ven ido a ser A lonso Q u i j a n o decha­do de hidalgos .

D O N QUIJOTE Y ALONSO QUIJANO

A l o n s o Q u i j a n o demuestra interés por los conocimientos científi­cos, afición a las buenas letras, apego a los preceptos de la u r b a ­n i d a d y al decoro. Su c u l t u r a mant iene sut i l e q u i l i b r i o entre los valores profanos y los valores devotos. L levados de la desmedida

9 P H I L L I P P E A R I E S , L'enfant et la vie familiale sous VAncien Régime, Éds. d u S e u i l , P a r i s , 1973, p. 277.

1 0 Y C e r v a n t e s el h o m b r e de l a i m p r e n t a . C u a n d o defendí l a idea en u n coloquio sobre hidalgo e hidalguía ( B u r d e o s , octubre de 1987), m e parecía o r i ­g inal l a afirmación. L u e g o m e enteré de que otro cervantista , E U L A L I O F E R R E R R O D R Í G U E Z , había destacado y a el interés del novel ista por l a i m p r e n t a (véa­se "Comunicac ión e n l a c o m u n i c a c i ó n E l Quijote y la comunicación, E d i c i o n e s de Comunicación, México , 1983, esp. p. 84 ) . P o r eso le dedico , con a d m i r a ­ción y afecto, el presente estudio .

1 1 " L a invención de C e r v a n t e s es conforme al carácter de u n hidalgo de h a r t o b u e n j u i c i o que , aviéndole i lustrado c o n l a l e t u r a de los l ibros , le perdió desvelándose e n los de cavallerías [. . . ] " ( G . M A Y A N S , Vida de Miguel de Cer­vantes Saavedra, E s p a s a - C a l p e , M a d r i d , 1972, p. 37) .

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atención que hemos concedido a unas interrogaciones sobre el cris­t i a n i s m o del andante — y el de otros personajes de la n o v e l a 1 2 — , casi estamos por o lv idarnos de t a n exquis i to e q u i l i b r i o . E n lo cual andamos descaminados porque este equi l ibr io es justamente la cla­ve de esta a r q u i t e c t u r a c u l t u r a l , y nos tendría que impres i onar p o r ser el m i s m o que había de b r i l l a r pocos años más tarde en el honnête homme francés. P a u l H a z a r d esbozó u n parale l ismo e n ­tre D o n Q u i j o t e y el honnête homme13. Antes que él el siglo x v n ya había adver t ido el hecho: D o n Q u i j o t e , escribe Pierre P e r r a u l t , es très honnête h o m m e " 1 4 — a falta de traducción exacta p r o ­pongamos u n a equivalenc ia y d igamos que D o n Q u i j o t e es u n d i s c r e t o — , observación a t inada si las hay .

Pero observación que suscita u n reparo : más vale correg i r la frase de P e r r a u l t sust i tuyendo a D o n Q u i j o t e p o r A lonso Q u i j a -n o . Posiblemente v i s l u m b r a r a Perrau l t que el discreto no era D o n Q u i j o t e , sino A lonso Q u i j a n o . Pero su declarado aristotel ismo lo encandiló y no le permitió per c ib i r c laramente la ve rdad que es­t u v o a p u n t o de descubr ir , a saber, que por la novela cervant ina v a n c i r cu lando dos personajes dist intos que l l evan con frecuencia el m i s m o n o m b r e de D o n Q u i j o t e . Porque a la doble c u l t u r a que he p r o c u r a d o d e f i n i r corresponde u n personaje doble . Cervantes l anza a la novela dos personajes: D o n Q u i j o t e el loco y A lonso Q u i j a n o el cuerdo . N o sólo en el p r i m e r capítulo de la P r i m e r a par te y en el último de la Segunda parte in terv iene A lonso Q u i j a ­n o , sino en otros muchos capítulos del l i b r o . C u a n d o la p r i m e r a sal ida del héroe q u i e n hab la y actúa es D o n Q u i j o t e . E n la segun­da salida p r e d o m i n a D o n Q u i j o t e , aunque asoma Alonso Q u i j a ­no . E n la tercera salida prevalece Alonso Q u i j a n o frente a u n D o n Q u i j o t e que se va esfumando. O con otras palabras, apelando al v o c a b u l a r i o de la p i n t u r a barroca , la P r i m e r a parte de la novela

1 2 T i e n e razón E D W A R D C . R I L E Y c u a n d o o p i n a que " i n d u d a b l e m e n t e el p r o b l e m a de las opiniones religiosas y morales de C e r v a n t e s h a sido inflado p o r los críticos, a p a r t i r de 1920, hasta más allá de sus límites r e a l e s " (Teoría de la novela en Cervantes, T a u r u s , M a d r i d , 1966, p. 157). E s t e desequil ibrio de nuestros estudios nos oculta u n a s ev idencias : en especial l a d e c e n c i a del v o c a ­b u l a r i o c e r v a n t i n o se suele a c h a c a r a l a C o n t r a r r e f o r m a c u a n d o se h a de a t r i ­b u i r a u n decoro que es concepto p u r a m e n t e la ico . P u n t o es éste sobre el c u a l volveré en o t r a ocasión.

13 "Don Quichotte" de Cervantes, étude et analyse, Mellottée, P a r i s , 1949, p. 240 .

14 Critique du livre de Don Quichotte de la Mancha (1679) , ed . M a u r i c e B a r -d o n , C h a m p i o n , P a r i s , 1930, p. 237.

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es el Triunfo de Don Quijote, l a Segunda parte l a Apoteosis de Alonso Quijano. Por u n j u e g o de manos d i g n o de u n pres t id ig i tador Cer ­vantes h a sust i tu ido u n personaje p o r o t r o . Desde este enfoque resu l ta fácil d e f i n i r el Quijote de Ave l laneda : es nove la en l a que A l o n s o Q u i j a n o no aparece n u n c a .

A l onso Q u i j a n o suscitó u n entusiasmo m u y re la t i vo . E l siglo X V I I , encariñado con la p a r o d i a , prefirió a D o n Q u i j o t e ; el siglo x i x , seducido p o r l a l o c u r a y encapr ichado con los héroes que se s ienten incómodos en la c i u d a d de los hombres , únicamente co­noc i ó a l andante y se o lvidó de l h i d a l g o 1 5 . Nues t ro siglo parece m a n t e n e r l a m i s m a exclusiva. Porque sigue rep i t i endo el parale ­l i s m o entre Don Quijote e Illusionsperdues. A h o r a b i e n , parale l i smo es éste que m> se puede defender , p o r q u e b i f u r c a n los senderos de las dos novelas. C u a n d o encarcelan a L u c i e n de R u b e m p r é , se h u n d e el personaje, que es todo fachada. C u a n d o es d e r r i b a d o D o n Q u i j o t e , queda en pie A lonso Q u i j a n o ; cuando es derrotado el andante , sigue ileso el discreto . Don Quijote será nove la del f r a ­c a s o — h a s t a c ierto p u n t o — , pero en ningún caso de la desespe­ración. Porque si se deshacen las qu imeras del cabal lero , s iguen vigentes los valores que defiende el h ida lgo . Tenemos derecho a considerar estos valores como trasnochados, y podemos leer el l i ­b r o como se nos anto je . E n c a m b i o , si lo queremos estudiar , será p r u d e n t e ev i tar el doble contrasent ido en que cayeron (y caen) los románticos y sus herederos espirituales: el texto no sugiere que la l o cura sea vía de acceso pr iv i l eg iada al saber n i que Alonso Q u i ­j a n o v i v a en d i s con fo rmidad con la sociedad de su t i e m p o .

3. SANCHO PANZA Y su AMO

F r e n t e a D o n Q u i j o t e , ebr io de novela , frente a A lonso Q u i j a n o , n u t r i d o de buenas letras , representa Sancho, Sancho el analfabe­t o , Sancho el de los refranes, el m u n d o de la o r a l i d a d . L a novela y sus exégetas t a n constantemente nos sugieren esta i m a g e n que a t r e v i d a parecerá cua lqu ier t e n t a t i v a de cuest ionarla . S in embar ­go n o parece descaminada la idea de m a t i z a r representación t a n comúnmente rec ib ida . N o fa l tan en efecto en la h i s t o r ia de D o n Q u i j o t e y Sancho las charlas y acciones en que demuestra el escu-

1 5 Recuérdese q u e H e r d e r r e p u t a b a ilegible l a S e g u n d a parte del Quijote y q u e el propio G o e t h e no gustaba de el la ( J . J . A . B E R T R A N D , Cervantes et le romantisme allemand, A l e a n , P a r i s , 1914, p p . 73 y 520) .

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dero poseer conoc imientos de fuente e r u d i t a . E n especial las sen­tencias sanchopancescas, que t a n frecuentemente quis ieron los co­mentar istas de la novela achacar a l b u e n sentido característico de l campesino y acercar a unos paradigmas " p o p u l a r e s " , m u y poco t i e n e n de t r a d i c i o n a l . Posiblemente pertenezca a la tradición o r a l l a h i s t o r i a del sastre y las caperuzas, aunque el hecho no resulta de los más evidentes. Pero son p u r a m e n t e erudi tos los pleitos de l báculo de los escudos, de la m u j e r supuestamente v i o lada y de la carrera del gordo y del flaco. Q u i s o Cervantes que b r i l l a r a la agudeza de Sancho en unas sentencias de tradición escrita, en unos pleitos que m a l podía conocer u n analfabeto . Q u i s o que Sancho p a r t i c i p a r a en c ierta m e d i d a de la c u l t u r a que da o c o n f i r m a el l i b r o , qtMSO q u e a l campesino i l e t rado le tocara u n destello de l a gracia que dispensa la c u l t u r a l ibresca 1 6 . Desemboca esta conduc­t a de l novel ista en unos episodios que podemos legítimamente t a ­c h a r de inverosímiles. T a l i n v e r o s i m i l i t u d tendrá su explicación, y nos toca ac larar sus mot ivos . Pero conviene ante todo adver t i r el f enómeno .

Dec lara Sancho haber aprovechado las enseñanzas de su a m o 1 7 . Pero ¿de cuál de los dos?, ¿de D o n Qui jo te? I m p o s i b l e . Sancho no comprende al andante , tampoco c o m p r é n d e l a l i t e r a ­t u r a de los Amadises. D e caballerías únicamente ent iende lo que es preciso para engañar a su señor. Pero no a d m i r a " l a ciencia a n d a n t e s c a " . Sí a d m i r a en cambio la generosidad, l a sabiduría y l a h u m a n i d a d de A lonso Q u i j a n o , u n a generosidad que sabe aprec iar el escudero, u n a sabiduría que puede entender el c a m ­pes ino , u n a h u m a n i d a d que ha de recordar el gobernador de B a ­rataría. R u e g o a los manes de d o n M i g u e l de U n a m u n o que m e perdonen: pienso que Sancho se va qui jan izando , no qui jo t izando .

4. SOBRE LA PLURIVOCALIDAD DE LA NOVELA

C o n g r a n acierto destacó Bajtín la p l u r i v o c a l i d a d como carácter f u n d a m e n t a l del Quijote18. Si se admite lo que se h a procurado de-

1 6 S o b r e estos aspectos véase m i artículo " S a n c h o P a n z a y l a c u l t u r a es­c r i t a " , de próxima publicación en Studies in honor qf Bruce W. Wardropper.

1 7 Véase e n especial el c a p . 12 de l a S e g u n d a parte . 1 8 S o b r e estas tesis de Bajtín véase el agudo comentar io de F E R N A N D O L Á ­

Z A R O C A R R E T E R , " L a prosa del Quijote", en Lecciones cervantinas, C a j a de A h o ­r r o s de Z a r a g o z a , Aragón y R i o j a , Z a r a g o z a , 1985, p p . 113-129.

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m o s t r a r más a r r i b a , convendrá reconocer que esta p l u r i v o c a l i d a d se mani f i es ta en la nove la de m a n e r a más comple ja de la que ob ­servó el p r o p i o crítico ruso. Quienes d ia logan en las páginas del l i b r o no son únicamente D o n Q u i j o t e y Sancho, sino D o n Q u i j o ­te , Alonso Q u i j a n o y Sancho — y sin d u d a , más exactamente, D o n Q u i j o t e , A lonso Q u i j a n o , Sancho el rústico y Sancho el cu l to . E l carácter heterofónico de la novela es m u c h o más acentuado de lo que se ha sospechado. Se entiende que al t r a t a r de heterofonía y d ia log ismo no me refiero a las solas formas del hab lar , sino t a m ­bién y sobre todo a los contenidos que acarrean éstas.

Acer tadamente observó André M a l r a u x que detrás de la j e r ­ga de N u c i n g e n no se percibe n i n g u n a voz . L o m i s m o se podrá dec i r de l sayagués de tantos pastores teatrales. Pero n o de l hab lar de Sancho que siempre refleja u n a visión d e l m u n d o , que s iem­pre expresa u n a c u l t u r a . U n e jemplo entre ciento que se podrían a d u c i r : a la astronomía de A lonso Q u i j a n o , que es astronomía del l i b r o ( I I , 29) , opone Sancho su astronomía, que es astrono­mía de pastor ( I I , 41) . Y a se ve c ó m o , echando por este c a m i n o , nos encontramos o t ra vez con el concepto de personaje, este in-contournable personaje, cuya m u e r t e se apresuraron a p r o c l a m a r , hace unos t r e i n t a años, unos petulantes jóvenes .

Sobre todo tenemos interés en examinar el desdoblamiento del héroe manchego y sus consecuencias, lo cual proyecta nueva luz sobre unos episodios cuya interpretación ha hecho correr m u c h a t i n t a . Pienso en especial en las pláticas que sostienen D o n Q u i j o ­te , el Caba l l e ro del V e r d e Gabán y su h i j o d o n Lorenzo . Los ca­pítulos 16, 17 y 18 de la Segunda parte de la novela presentan unos vaivenes incesantes en los que el i n t e r l o c u t o r de d o n Diego de M i r a n d a y de d o n Lorenzo cambia constantemente. Q u i e n ala­ba la caballería andante , q u i e n se d i r ige en tono áspero y agresi­vo a D iego de M i r a n d a — " V a y a s e vuesa merced , señor h ida lgo , a entender con su perdigón manso y con su hurón a t rev ido , y de­j e a cada u n o hacer su oficio [. . . ] si vuesa merced no quiere ser oyente desta que a su parecer ha de ser t raged ia , p ique la t o r d i l l a y póngase en s a l v o " — , q u i e n se g lor i f i ca de su t r i u n f o sobre el león, qu ien define la ciencia andantesca, qu ien aconseja a don L o ­renzo que abrace la profesión de andante es D o n Q u i j o t e . Q u i e n d iscurre sobre las relaciones entre padres e hi jos , q u i e n elogia elo­cuentemente la poesía, q u i e n recuerda unos versos de Garci laso , q u i e n a d m i r a el maravi l loso silencio que re ina en la m o r a d a m a n -chega, qu ien habla sin ilusión de las justas poéticas es Alonso Q u i ­j a n o . E l texto subraya este juego de luces y sombras al ins is t i r re -

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p e t i d a m e n t e sobre las opiniones fluctuantes de D iego de M i r a n ­da y su h i j o acerca de la salud m e n t a l de su huésped, a l d i s t r i b u i r en f o r m a e q u i t a t i v a los cal i f icativos de 4 ' m e n t e c a t o " , ' ' l o c o " , " c u e r d o " y ' ' d i s c r e t o " , al crear en fin la famosa fórmula sobre el ' ' e n t r e v e r a d o loco, l leno de lúcidos i n t e r v a l o s " 1 9 .

Consecuencia de esta perspectiva es que A lonso Q u i j a n o v ie ­ne a ser personaje clave en la novela . N o sólo a l i m e n t a su presen­cia l a fecunda d u a l i d a d del andante y del h ida lgo , del a luc inado y de l discreto , sino que abre c a m i n o al diálogo entre amo y c r ia ­do que , de no terc iar A lonso Q u i j a n o en el l i b r o , p r o n t o quedaría sofocado. T a n poco ent iende Sancho de caballerías, t a n lejos a n ­da de l universo quimérico de d o n Q u i j o t e que sus conversaciones con el andante p r o n t o se reducirían a unas proposiciones c o n t r a ­puestas, anquilosadas en oposiciones elementales parecidas a las que mani f ies ta la p r i m e r a plática entre caballero y escudero:

[. . . ] bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino, que tuviese otros a él adherentes, que viniesen de molde para coronarte por rey de uno dellos [. . . ]

—De esa manera —respondió Sancho Panza—, si yo fuese rey por algún milagro de los que vuestra merced dice, por lo menos Juana Gutiérrez, m i oíslo, vendría a ser reina [. . . ] ( I , 7).

P r o n t o pararía en seco el diálogo o desembocaría en yuxtapos i ­c ión de monó logos . D o n Q u i j o t e "neces i taba a Sancho —escribe U n a m u n o — , necesitábalo para h a b l a r " 2 0 . Sancho, en cuanto a él, necesitaba para hab lar a A lonso Q u i j a n o , porque con Alonso Q u i j a n o , y no con D o n Q u i j o t e , podía char lar , podía p r e g u n t a r , pod ía cambiar ideas — p o d í a m a n t e n e r auténtico diálogo. L a no ­ve la , por lo que es de el la, necesitaba de Alonso Q u i j a n o para que la p lur ivoca l idad desarrollara plenamente sus virtualidades. Se sue­le considerar que el l i b r o cervant ino viene a ser novela en el m o ­m e n t o en que e n t r a en él Sancho Panza. Pero la intervención de A l o n s o Q u i j a n o es innovación t a n decisiva como la aparición del

1 9 A c a s o c o n v e n g a r e v i s a r a l a l u z de l a m i s m a observación las a p r e c i a ­c iones del m a n c h e g o sobre las imágenes que descubre e n cierto pradi l lo verde . S a n J o r g e cali f icado c o m o " u n o de los mejores a n d a n t e s " , S a n Martín como u n o de " l o s aventureros c r i s t i a n o s " , Santiago c o m o " u n o de los más v a l i e n ­tes santos y c a b a l l e r o s " , S a n P a b l o como " c a b a l l e r o andante por l a v i d a " ( I I , 58 ) , ¿serán informaciones sobre el pensamiento religioso de C e r v a n t e s , ¿o s i m p l e s reflejos de l a manía del andante?

2 0 Vida de don Quijote y Sancho, c a p . 7.

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escudero. T a n t o como la de Sancho, la creación de A l o n s o Q u i -j a n o f u n d a el l i b r o como novela .

5. L A PARADOJA DE DON QjJIJOTE

Es l u g a r c o m ú n observar que el protagonis ta de la Segunda parte es d i s t i n t o del que actúa en la P r i m e r a par te . Únicamente el des­dob lamiento del personaje en D o n Qui jo te y Alonso Q u i j a n o puede j u s t i f i c a r esta alteración. H a b i e n d o c o r r i d o sólo unos pocos m e ­ses desde la p r i m e r a salida del cabal lero , no vale l a hipótesis de que h u b i e r a evo luc ionado o m a d u r a d o el héroe (y la hipótesis r a ­y a en lo absurdo si recordamos que se t r a t a d e u n c incuentón) . Don Quijote n o refiere l a h i s t o r ia de u n a v i d a ; Don Quijote no es n i n g u n a educación sentimental , ningún i t inerar i o intelectual . Esta es l a parado ja de la novela . Nos v a n d ic iendo (y d i cen b ien ) que Don Quijote es l a p r i m e r a novela europea. Los grandes novelistas europeos del siglo x i x son frecuentemente convencidos y decla­rados admiradores del Quijote. Pero entre las novelas dec imonó­nicas y Don Quijote existe u n a di ferencia básica, que n o parece h a ­berse adver t ido . Los personajes de la novela dec imonónica s iem­pre t ienen niñez, siempre t ienen j u v e n t u d , y niñez y j u v e n t u d que d e t e r m i n a n su t rayec tor ia v i t a l , llámense L u c i e n de R u b e m p r é , J u l i e n Sorel , D a v i d Copper f i e ld o G a b r i e l A r a c e l i , E m m a Bovary ( " D o n Q u i j o t e con f a l d a s " , decía O r t e g a ) o A n a Ozores . Todos t i e n e n h i s t o r ia . Y A lonso Q u i j a n o , no . A l onso Q u i j a n o es u n a c u l t u r a , no u n a h i s to r ia .

M A X I M E CHEVALIER Université de B o r d e a u x I I I