charla feminidad 26 mayo 2015

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La feminidad, cómo cuidarla por Sonia Lorente Parroquia de San Félix Barcelona 27 abril 2015

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La feminidad,

cómo cuidarla

por

Sonia Lorente

Parroquia de San Félix

Barcelona

27 abril 2015

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LA MUJER Y LA TIERRA

La feminidad no solo está en la mujer sino también en el hombre.

Los dos tenemos una parte femenina y una parte masculina.

¿Dónde encontrar una referencia grande y hermosa sobre lo que

significa ser mujer? Utilicemos la imaginación y pensemos en la

Madre Tierra. ¿Por qué a la tierra se la llama madre? Porque está

llena de vida y gracias a ella tenemos una vida que se multiplica

constantemente y se reafirma.

La diversidad y la armonía de la vida se manifiestan en la célula. En

el ser humano, quien tiene capacidad de transmitir la vida es la

mujer. Su útero tiene la capacidad de albergar una nueva vida. Por

eso la sensibilidad femenina debe estar muy sana y fuerte, porque

los hábitos de vida nos llevan a perder mucha energía y a no

cuidarnos lo suficiente. A través del útero la mujer recoge y ofrece

la vida. Lo más natural sería parir agachadas, mirando a la tierra,

como lo hacen en las tribus, y arrojar hacia la tierra la energía. Hoy

se está volviendo hacia esa inclinación natural y se están

recuperando formas de parto más respetuosas, que contemplan la

respiración y la sintonía con el ritmo de la mujer.

EN LA PLENITUD, EL DOLOR

Hoy está ocurriendo algo curioso en las mujeres. Nacen, crecen, se

desarrollan y cuando llegamos a una edad que debería ser de

plenitud, a partir de los cuarenta años, aparecen una serie de

enfermedades, la mayoría inflamatorias. La fibromialgia, la fatiga

crónica, dolencias neuromusculares, artritis…, todo esto acompaña a

la mujer en la época en que debería llegar a la plena conciencia de

sí misma. Y en cambio vemos a muchas mujeres tomando grandes

dosis de medicinas que aplacan los síntomas pero las inflaman,

quitándoles la agilidad y la movilidad que deberían tener, y sin una

mente positiva, pues están centradas en el dolor. Creen que si les

falta el soporte químico ya no son nadie.

¿Por qué surgen estas inflamaciones tan graves que impiden la

movilidad, cuando la vida es energía y movimiento? ¿Qué le está

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pasando a la mujer que cuando tiene que estar en plenitud se

encoje y se inflama? Y aún peor, a menudo tiene que afrontar esa

palabra terrible: el cáncer. Vemos a muchas mujeres de 40 años o

más jóvenes aquejadas de cáncer de pecho o de útero. Todo esto,

en realidad, son inflamaciones celulares. ¿Qué está pasando?

¿Estamos hechos para vivir desarrollándonos y caer justo cuando

llegamos a la plenitud? El cuerpo tiene un potencial de crecimiento

y desarrollo inmenso. ¿Con qué palabras nos estamos etiquetando?

¿Qué ideas nos impone la sociedad para provocarnos tanto dolor y

bloqueo que nos dejan sin vida, viviendo como zombis?

LA QUÍMICA DE NUESTRO CUERPO

Vamos a utilizar la imaginación y vamos a escuchar nuestras

sensaciones para descubrir por qué nos aquejan estas

enfermedades que a los hombres les afectan muchísimo menos.

¿Cuántos hombres conocéis con fibromialgia o dolores articulares

invalidantes? Seguramente muy pocos.

El hombre pasa de la madurez a la vejez con más ánimo. En cambio,

la mujer pasa de la edad media a la vejez sola y hecha polvo.

¿Dónde está la diferencia? La diferencia está en cómo se vive, cómo

se siente y cómo se piensa. Todas las enfermedades del cuerpo

surgen en el pensamiento. Antes que en el cuerpo físico, se forman

en la mente.

Depende de cómo pensemos vamos a generar una química en el

cuerpo que nos provocará un envejecimiento más o menos rápido,

o que nos llevará a una enfermedad.

Hagamos un experimento. Si os digo: imaginaos chupando un

limón. ¿Qué ocurre en vuestra boca? Y si insisto: chupadlo un poco

más, ¿qué pasa? Como sabéis que el limón es ácido, vuestra boca

instantáneamente segregará saliva. El cuerpo genera una reacción

química a la velocidad del rayo.

Nuestro cuerpo está gobernado por la química. Somos

resultantes de procesos químicos cerebrales que se mantienen

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gracias a una alimentación sana, que nos da vigor, y que decaen

cuando llevamos una alimentación basada en tóxicos o carente de

los nutrientes que necesitamos.

Nuestro cuerpo necesita aminoácidos esenciales, azúcares y otros

nutrientes que debemos tomar y asimilar. El cerebro,

especialmente, necesita estos aminoácidos esenciales que vienen

de la alimentación. Los utiliza para generar las reacciones del

sistema nervioso: las conexiones entre neuronas ―sinapsis― y todo

su funcionamiento.

LAS EMOCIONES Y LA QUÍMICA DEL CUERPO

La mujer, cuando se levanta y piensa en algo que la preocupa, está

generando una excitación constante en su cuerpo. Vive en un gran

estrés porque le gusta controlar las emociones. Y la emoción puede

ser plena y abierta o puede ser frustrante cuando lo que espera no

sucede tal como quiere.

Tenemos adicción a ciertas emociones que conllevan una

secreción de hormonas. Si por la mañana esperamos que nuestro

marido se fije en nosotras, o que nuestro jefe nos salude con

amabilidad, y luego pasan de largo sin vernos, acumularemos unas

hormonas que nos genera la expectación y que luego se bloquean,

haciéndonos sentir la negatividad. Si preparamos una comida con

cariño y nadie nos da las gracias, hemos fabricado unos deseos de

contento y de reconocimiento que luego no se ven satisfechos. Esto

provoca unas reacciones químicas constantes en el cuerpo. En el

cerebro, el hipotálamo recoge la memoria más amplia y se conecta

con otra glándula, la pituitaria, que lo dirige todo. El hipotálamo

puede recordar muchas cosas de nuestra vida, ya que almacena

recuerdos desde la infancia. Si recordamos haber sido besados y

acariciados cuando éramos pequeños y luego, cuando crecemos, ya

no recibimos afecto, esas sensaciones del pasado que no se tienen

en el presente producirán unas reacciones químicas. El cerebro

ordenará liberar unas hormonas a la sangre para relajar la sensación

de ansiedad y el deseo no cumplido de aquello que ya no existe.

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Pero estas sustancias también bloquean la parte suprarrenal del

cuerpo, la que dirige el proceso digestivo. Calman el cuerpo, pero

bloquean la digestión. Aquello que desinflama produce una barrera

a la hora de asimilar lo que comemos. Por tanto, lo que te alivia el

dolor a largo plazo impide que te nutras bien, y de ahí derivan una

serie de problemas y dolores crónicos, porque el sistema nervioso

está decaído y mal nutrido.

GLÁNDULAS ACTIVADAS Y DESEQUILIBRIOS

La pituitaria activa la secreción de esteroides, que bloquean el

páncreas. Los esteroides se recetan mucho para calmar dolores. El

cuerpo ya los segrega de forma natural, pero si nos pasamos el día

pensando cómo deberían ser las cosas, y chocando con la realidad,

nos ponemos en un estado de constante excitación; es como estar

chupando el limón. Imagino una cosa que no es; esta sensación de

malestar y malhumor hará trabajar constantemente una serie de

glándulas que, con el tiempo, impedirán funcionar correctamente

otro tipo de glándulas. Por eso muchas mujeres, a partir de los

cuarenta, se encharcan.

Una glándula que se ve afectada es la tiroides. A muchas mujeres,

por exceso de excitación esta glándula se les acelera

―hipertiroidismo― y a otras, en cambio, les decae y sufren de

hipotiroidismo. Los médicos recetan hormonas para paliar estos

problemas, pero es como intentar acertar a tientas, porque nuestro

sistema hormonas es muy complejo. Cuando tomamos una

hormona no sabemos qué reacción en cadena puede producir en

otras.

Las dos glándulas reinas son la pituitaria y el hipotálamo. ¿Estás

pensando constantemente en el pasado? ¿Estás recordando las

cosas como eran antes? Muchas mujeres hablan de sus hijos y

nietos como perdonándose. No los tienen cerca, se sienten

culpables y hablando de ellos obtienen una sensación de perdón y

bienestar. Pero ¿se puede vivir bien cargando con la culpa? Estamos

fabricando sensaciones de perdón porque nos sentimos siempre

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culpables, imaginando que lo que tendría que ser hoy debería

parecerse al pasado, sobre todo en cuestiones afectivas y familiares.

Las mujeres somos las que cerramos el círculo familiar.

EL PODER DEL PENSAMIENTO

Es importante poner atención en lo que estamos pensando cada

día. La parte frontal del cerebro piensa de tal manera que lo que

está imaginando ya lo vive como una realidad, no distingue entre

el pensamiento y el mundo real. Cuando piensas en una situación

las neuronas crean sinapsis, forman circuitos y activan la secreción

de hormonas por todo el cuerpo. Por eso es importante que

observemos dónde ponemos el pensamiento en nuestro día a día.

Si empezamos la semana diciendo, ¡Jo, es lunes!, ese “¡Jo!” ya nos

está activando las glándulas, provocando secreción de esteroides y

corticoides, bloqueando el páncreas… Cuando comamos, la barriga

se va a hinchar y sentiremos malestar.

Es importantísimo entender cómo funciona el cerebro. Todo lo que

proyectamos en nuestra mente, como en diapositivas, aparece

reflejado en el resto del cuerpo. Si quieres curarte en la vida, cura

primero tu cerebro. Cura tu química cerebral, cuida las

sensaciones que han derivado de pensamientos. Claro que es

bueno tener memoria, la necesitamos para vivir. Pero la memoria

recurrente que vuelve al pasado y nos hace sentirnos incompletas

en el presente, esta es la que nos sobra a las mujeres, nos come la

energía vital y hace que el sistema hormonal se desequilibre.

LAS MUJERES SOMOS CÍCLICAS

¿Por qué esto nos ocurre más a las mujeres? Porque somos

cíclicas. Tenemos trece articulaciones, más trece lunas del año que

se comunican con las trece menstruaciones que tenemos. Las

mujeres tenemos un ciclo glandular hormonal. Cuando estamos

ovulando nos hinchamos, nos crecen los senos, nuestra piel mejora

de aspecto y nos sentimos pletóricas. En esos días podemos hacer

lo que nos dé la gana porque nos sentimos llenas. Pero después,

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con la regla, todo baja. Hemos de vaciar, y de la misma manera que

todo se nos mueve por dentro, sentimos la necesidad de mover

cosas afuera, de ahí el impulso de limpiar y tirar. La energía es de

expulsión. ¿Quién ordena esto? Las glándulas y las hormonas. Por

eso a las mujeres nos llaman lunáticas. No es porque seamos locas,

sino porque somos cíclicas y estamos conectadas a la madre tierra.

Como madres, seguimos el ciclo natural de la tierra y la Luna. Si

nos apartamos de ese ciclo natural morimos antes de tiempo. Por

eso cuando viene la primera regla deberíamos bendecirla. Pero

¿qué ocurre? Que ahora, cuando las chicas tienen su primera regla,

al poco tiempo empiezan a anular sus menstruaciones por el miedo

a los embarazos. Para no tener su sangrado comienzan a tomar

hormonas artificiales y así pierden su conexión con la tierra, con la

luna, con los ciclos de la naturaleza. Y pierden su plenitud y su

maestría, su ritmo, ya sea de plenitud y de vaciado. Este ritmo crea

una energía distinta que la ayuda a acogerlo todo: lo joven y lo

viejo, los niños y los ancianos, lo nuevo y lo antiguo. Esta

bipolaridad de la mujer es parte de su esencia.

Pero estamos en un mundo donde esta energía se corta con

hormonas y fármacos. La mujer pasa de la adolescencia a la

madurez unos veinte o veinticinco años con los ovarios intoxicados,

sin producir su sangrado. La pituitaria y la hipófisis no se comunican

con los ovarios, estos no envían órdenes al hígado y este no genera

sangre para enviar al útero. La mujer ¿puede reconocerse así?

¿Cómo pretenderá, luego, a los cuarenta años, estar sana y tener

hijos? ¿Cómo va a conseguirlo si su ciclo natural se ha cerrado por

miedo a quedarse embarazada?

Habría que educar a las jóvenes de otra manera, enseñándoles

otras formas de evitar los embarazos indeseados. Deberían ser

educadas para preguntarse a quién entregan su cuerpo, sus

órganos, su corazón. Las chicas deberían aprender que su útero, su

cuerpo, su alma, todo es sagrado. Que la vida es sagrada y que si

quieren evitar un embarazo quizás hay que tomar otras medidas.

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LA MUJER UNIFICADORA

Las consecuencias de estos tratamientos hormonales son muchas.

Entre ellas, se produce una inflamación constante y las

articulaciones sufren. Si recordamos a las mujeres anteriores a

nuestras madres, nuestras abuelas y bisabuelas, ellas apenas tenían

problemas como la fibromialgia. Sus sistemas hormonales

funcionaban correctamente. Pero hoy ponemos interruptores, y

además pensamos que somos incompletas. Esto nos daña.

Hemos dicho que la madre tierra es la mejor imagen de nuestra

feminidad. Ahora imaginad que vais a un bosque. Cerrad los ojos,

¿qué veis? Quizás encontraréis un roble, un arbusto, césped, una

hiedra, margaritas… Todo está junto, ¿se molestan todas estas

plantas? Si las separamos, ¿se verán igual? Pues la mujer es como la

tierra: lo une todo. Sabe estar pletórica, medio llena y vacía. Sabe

llenarse y vaciarse.

En una familia, ¿quién unifica a todos los miembros? Las mujeres,

las madres. El amor femenino reúne y conecta el círculo familiar. Lo

femenino tiene una conciencia de unificación porque la mujer ha

sentido en su vida más de un corazón. Mientras está embarazada

en su cuerpo laten dos corazones. Ha sentido la vida dentro, ¿cómo

va a entenderla sin dar y sin compartir? Y si no ha sido madre lo

entenderá igualmente, porque sus células vienen de su madre y de

su abuela, que también han compartido el cuerpo. En su interior,

aunque no haya concebido un hijo, sabe lo que significa la unidad y

el compartir.

INTUICIÓN Y CUIDADO

Si la mujer pone sentimiento en unir, compartir y unificar, ante todo

tiene que amarse. Si hace todo esto sin intuición, sin cuidarse, se

morirá lentamente.

La intuición y el cuidarse es observar dónde pones tus

sentimientos y tus pensamientos. ¿Te levantas con la alegría de

comenzar el día o con la preocupación de lo que te toca hacer? Si

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esto es lo primero, cámbialo, porque de lo contrario las hormonas

se van a disparar, te van a inflamar y te van a dañar. El cerebro ya lo

ha creído y el cuerpo ya ha comenzado a producir químicos.

Antes de levantaros de la cama, durante un minuto, respirad hondo

y dad gracias por ser, tomad consciencia de vuestro cuerpo.

¿Cómo nos encontramos? ¿Nos duele algo? Pues estiremos un

poco el cuerpo para que ceda el dolor. ¿Dónde sentimos la

incomodidad? Sentidla y, con la respiración, calmadla. Si lo hacéis,

produciréis las hormonas contrarias a la excitación. Segregaréis

serotonina y endorfina, hormonas naturales que calman sin causar

bloqueos. Antes de empezar el día, imaginad cómo queréis que sea.

Y no penséis en lo que tenéis que hacer a las siete antes de tiempo.

Si pasamos todo el día anticipando lo que haremos a cierta hora,

nuestro cuerpo estará tenso, lleno de contracturas y falto del

oxígeno vital. El pensamiento reiterativo ha disparado nuestra

química.

Cuando tengamos que hacer algo que nos cuesta, dejemos de

pensar en ello hasta que llegue el momento. Entonces sí,

respiremos hondo y volquémonos, soltando la tensión y

entregándonos a la tarea. Pero no antes.

C DE CUIDADO

Hay que recuperar la vida de la mujer, desde el interior de su

cuerpo, desde su útero. Y esto se logra cuidándose. ¿Qué significa

cuidarse?

Hay que vigilar cómo comemos. ¿Eres de las que comen cualquier

sobra, de cualquier manera, de pie y aprisa? Si es así, es imposible

que tus neuronas y tus huesos se nutran bien. Si no masticas bien lo

que entra, no llegará a lo profundo, lo expulsarás y no te nutrirás.

Cuidarse: la mujer solo cuida, pero no se cuida. Hay que incorporar

el “se”, el “te”: te amo, te siento, te cuido.

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A DE ATENCIÓN

La atención hay que ponerla también en una misma: no estés

siempre pensando en los demás ni en los que vienen después.

Porque la familia va creciendo y se va dispersando: hijos, yernos,

nueras, nietos… y las madres a menudo se preocupan de sus hijos

aún cuando son adultos. Queremos llevarles un tupper de comida a

nuestras hijas ¡y a lo mejor ni nos hemos sentado a comer!

Come, respira, ¡que te lo mereces!

N DE “NO”

No significa poner límites. Si tu hija te dice que hoy te traerá al

nieto, tienes que poder decir No. Hoy no me apetece, hoy no

puedo. Pero la reacción inmediata es ¿cómo le voy a decir “no” a mi

hija? ¡Pensará que no la quiero! Y si piensa que no la quiero… ¡no

me va a querer! Te fabricas una película interna y ya no eres tú,

porque no eres honesta contigo misma.

Hay que trabajar el “no”, porque la mujer se pasa toda la vida

mintiéndose. Siente que tiene que hacer algo y lo dice verbalmente,

cuando en realidad no quiere hacerlo.

Hay una frase de Jesús que me gusta mucho: “La verdad os

liberará”. Ya sabemos que no tenemos que mentir, pero tampoco

hemos de mentirnos. Si no sacamos la verdad de nuestro interior

no nos libraremos del dolor. El dolor va con la mentira interior. En la

mujer la voz de la conciencia se aloja en el útero. Cuando alguien

nos pide algo y respondemos “sí… sí, claro” pero no lo creemos,

estamos acallando la voz interior y tapándola con una mentira.

Nuestra química interior se va a rebelar y nos causará dolor y

enfermedad. Si hacéis un repaso a vuestra vida, ¿cuántas veces os

habéis mentido?

¡Cuánto hay que aprender a amarse! Decid no si no queréis. Tú eres

importante, y eso no es ser egoísta. Hay que quererse, porque

somos personas y hemos de mantenernos en la integridad. De lo

contrario vamos a enfermar.

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C DE CONCIENCIA

Conciencia en los actos básicos. Observad: ¿cómo se ducha una

mujer? ¡Corriendo y en cinco minutos! El hombre se pasa media

hora en el baño, recreándose, disfrutando. Se enjabona, se afeita…

La mujer, en lo básico diario, es un rayo. ¿Eso es quererse con

conciencia? Mientras se ducha, ¿dónde tiene la mente? En que

luego tiene que cocinar lentejas, después tiene que marchar al

consultorio, luego ir a buscar a su hijo… No está viviendo el

momento, sino todo lo que está anticipando. El sistema nervioso se

desgasta porque está en diez cosas distintas a la vez. Todo lo que

come, sin masticar, sin consciencia, no va a nutrir su sistema

nervioso.

La consecuencia es que hoy encontramos a muchas mujeres con

esclerosis múltiple. Al no asimilar los nutrientes, producen menos

mielina, la sustancia que recubre las células nerviosas. Y aparece el

dolor. Esto sucede en mujeres que se han entregado al máximo,

mujeres que son competitivas, que han llegado a explotar su faceta

masculina hasta el extremo.

UN EJEMPLO EXTREMO

Os voy a poner un ejemplo: Jacqueline du Pré, una de las mejores

violoncelistas del mundo. Tocaba el cello como nadie y se casó con

un gran pianista. A los cinco años le regalaron un cello y empezó a

tocar. Fue tanta su pasión con el instrumento que empezó a

estudiar con grandes maestros y a viajar por todo el mundo.

Interpretaba unos solos espectaculares. ¿Cómo lo hacía? Con

vestidos especiales, porque sudaba tanto que necesitaba esa ropa

para poder recoger el agua que transpiraba su cuerpo.

Acompañaba la música con la emoción de sus gestos y fue

rompedora en la estética del cello. Se entregaba muchísimo, pero

como empezó a tocar a edad muy temprana, se separó pronto de

su raíz familiar y no supo vivir el presente. Anhelaba el olor de su

casa, las comidas de su madre… fue tal su añoranza de esos

momentos que llegó a pelearse incluso con su violoncelo. Sabía

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que tenía que cuidarlo mucho, vigilar que no le diera el sol y que no

sufriera cambios bruscos de temperatura para poder conservarlo en

buenas condiciones. Pues bien, cuando se enfadaba con él le

insultaba, lo empujaba y a veces lo sacaba al balcón, en una noche

de nieve, y lo dejaba allí diciendo: “tú eres el causante de mi caos”.

Que era un decir: estoy haciendo lo que quiero, pero no estoy

sintiendo lo que hago. Quería tocar, pero perdió el amor de la

familia. Luego se reconciliaba con su instrumento y lo rescataba.

Llegó a sufrir neurosis y padeció mucho ―una película, Hillary y

Jackie, lo refleja bien―. Una mente tan prodigiosa que podía

emocionar a todo el mundo no podía sostener sus propias

emociones porque vivía del recuerdo. Los esteroides que segregaba

empezaron a bloquear su sistema nervioso y a empobrecer sus

neuronas. Se exigía mucho a sí misma y tocaba sacando toda su

energía hacia afuera. Como se casó con otro músico virtuoso

―pianista que aún hoy vive― esto multiplicó la presión sobre sí

misma. La continua exigencia y el peso de la memoria la fueron

minando. Añoraba el olor y la comida en el hogar materno, hasta el

punto de que, cuando viajaba, mandaba su ropa a casa de su

madre para que ella se la lavara con el jabón que solía usar; y la

madre se la devolvía por correo, limpia, allá donde se encontrara. El

olfato es la memoria de lo más antiguo, que se conserva en el

hipotálamo.

Jacqueline triunfó, era la mejor, pero su exigencia y la nostalgia del

hogar la fueron debilitando hasta que, un día, tocando el cello, se le

cayó de entre las manos. Sus dedos ya no respondían. Empezó a

perder el control de su sistema nervioso. Así decayó. A los 28 años

se le manifestó una esclerosis múltiple, una degeneración medular.

Los médicos le dieron esteroides, que es lo que en principio

produce nuestro organismo. Pero un exceso de esteroides bloquea.

A los 41 años, Jacqueline se quedó totalmente inválida, hasta el

punto de que no podía ni tragar la comida. Antes de morir pasó

diez años oyéndose tocar y sin poder tocar nada.

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Este es un ejemplo extremo de cómo la química nos traiciona. Si

ponemos la mente en algo que no está en el presente, algo que

buscamos y no encontramos, y además vivimos con una entrega y

sacrificio constante, ¿cómo quedará nuestro sistema nervioso?

¿Dónde está nuestra mente? ¿Dónde está la mujer redondeada,

flexible, femenina? Jacqueline du Pre se volvió muy dura, su

autoexigencia la hizo inflexible. Lo más tierno y lo más femenino se

puede endurecer y bloquear. Nuestra parte femenina tiende a

recordar y a experimentar las sensaciones, los olores, lo familiar.

Hoy día, con las nuevas tecnologías, se fomenta la comunicación

virtual. El tacto, los besos y los abrazos son menos y las mujeres

sufren por ello.

Seamos conscientes: si perdemos energía nos cansamos; si estamos

cuidando a nuestros hijos y nietos también nos agotamos y

necesitamos tomarnos unos días de descanso, de vez en cuando, y

saber decir no. Mucha gente mayor está sobrecargada y no puede

ni moverse.

Consciencia en los actos: mira cómo comes, cómo descansas,

cómo duermes. Está bien ser activas, pero también hay que buscar

tiempo para la relajación.

Es importante escucharse y detectar los síntomas: una persona

joven a quien le duele constantemente la cabeza debería

preguntarse por qué este dolor. ¿Qué nos está diciendo el cuerpo?

¿Hay un desequilibrio nervioso, hormonal? ¿Qué estamos

haciendo?

R DE RESPIRAR

Esta es la palabra mágica: respirar. ¡Hay que respirar bien! La mujer

necesita momentos en los que no haga nada. Se ha hecho tan

responsable tanto en el ámbito familiar que parece que, si no hace

nada, no sirve. No la van a querer. Pero no hacer nada no significa

que sea gandula.

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No hacer nada es disfrutar. Igual que podemos elegir la soledad y

disfrutarla podemos elegir un día gandul, o unas horas, para no

hacer nada. La naturaleza tiene un tiempo para reposar, también la

mujer lo necesita. Durante un día puedes ser una flor, o una piedra,

que no hacen nada pero están ahí.

¿Por qué no nos ponemos en concordancia con el deseo? El deseo

de lo bueno, y el deseo en uno mismo.

ESCUCHARSE Y VIVIR EL PRESENTE

Todas las enfermedades degenerativas e inflamatorias vienen de

vivir con este programa mal puesto. Chupamos ideas que nos

producen sensaciones, y como absorbemos muchas ideas negativas

nuestro cuerpo va degenerando.

Si el cuerpo es capaz de regenerarse a sí mismo, sin que le

pidamos permiso, espontáneamente, ¿cómo es posible que genere

tanta incomodidad y dolor en edades tan tempranas? Si el cuerpo

tiene poder para tener armonía, ¿cómo es posible que haya células

enfermas que nos están matando? Esto no sucedía antes.

La gente echa la culpa al medio ambiente, pero esto solo es una

parte del problema. ¿No es más tóxico el pensamiento que no está

viviendo una realidad desde la alegría, contento de estar donde

está? No preguntándose por qué no tengo lo que tengo, o por qué

hago lo que hago.

Al no poner nuestra atención en el presente, el pensamiento se

manifiesta de una forma contraria. El aire, además de oxígeno,

contiene iones cargados eléctricamente que nos mueven por

dentro. En seis meses fabricamos las células de un hígado nuevo en

nuestro cuerpo. En un año hemos renovado todas nuestras células

óseas, lo más profundo. Y el cuerpo no nos pide permiso para

hacerlo. Simplemente, lo hace. Pero si no tenemos consciencia, si

no nos escuchamos, no aprendemos a decir que no y no

respiramos bien, el cerebro, en vez de cuidar de nuestros huesos o

de nuestro hígado, quizás se bloqueará y dejará de hacerlo.

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La familia, la sociedad, todo el mundo nos pide cosas. Pero cuando

uno muere, se muere solo. De la misma manera, cuando vivimos,

hemos de aprender a vivir y a respirar para nosotros mismos, con la

consciencia de que existimos.

Todas las mujeres han de saber qué quieren, han de poner límites y

preguntarse cómo quieren vivir, qué harán cada semana, cómo van

a vivir sus relaciones con el entorno. Siendo conscientes de cómo

vivimos, respiramos y nos sentimos, no tendremos que tomar

tantos fármacos y podremos llegar a quitarnos las etiquetas del

“tengo… tengo… tengo…”

Hay que amarse para poder amar.

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COLOQUIO

Una asistente: Gracias, sonia, porque nos has hecho pensar mucho

en lo que significa ser mujer. Amarse para poder amar. Siempre nos

quedamos con el amar, amar… y es cierto que esto da sentido a

nuestra vida. Pero amarse es ser consciente, respirar y darse cuenta

de la maravilla que es existir. Redescubrámonos como mujeres y

como personas capaces de amar. A ver si aprendemos a cuidarnos y

a ser más conscientes.

Sonia: Lo importante es que, al levantarnos, no empecemos

pensando lo que tenemos que hacer, sino cómo nos vamos a

cuidar, qué vamos a comer, a quién podemos pedir ayuda… Si

vivimos solas, pongámonos la mesa bonita, miremos la manera de

mimarnos, de tener detalles. ¿Me puedo duchar con calma? ¿Me

puedo poner una mascarilla con dulzura? Podemos hacer todo esto

por nosotras mismas.

Una asistente: Y las que somos madres podemos enseñar a

nuestras hijas a quererse.

Sonia: Apresurarse y mirar constantemente el reloj nos provoca

excitación y dispara nuestras neuronas. El control no es vida, el

control nos lleva al miedo. Intentad salir un poco del control,

disfrutad en casa. El mundo de por sí ya nos controla, y la vida tiene

que ser un poco más espontánea, más fluida. Cuando estamos

haciendo algo que nos gusta se nos pasa el tiempo volando, como

algo mágico. Busca cada día un ratito así: ¿qué puedes hacer que

sientas que ese ratito ha sido para ti?

Una asistente: Me tendría que levantar una hora o dos antes para

llevar ese orden.

Sonia: ¿Por qué no? ¡Vale la pena! Las personas mayores que ya

estáis jubiladas podéis hacer lo que queréis; no os corresponde

correr ni apuraros. Estáis fuera del tiempo.

Cuando repetimos una actitud, una y otra vez, esto genera en el

cuerpo una química similar a lo que se produciría si fumáramos

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cinco porros. El estrés crea una adicción similar a la del alcohol, las

drogas o los fármacos. El cuerpo, ante el estrés, segrega sustancias

para calmar la excitación. Y como nos gusta esta sensación

terminamos buscando otra idea, otro motivo para volver a sentir

excitación y provocar el aluvión de hormonas calmantes.

De nuevo alteramos nuestra química. Y la química alterada bloquea

la absorción de nutrientes y desequilibra el páncreas. Cuántas

mujeres son diabéticas sin apenas probar el azúcar. Se las han

comido las ideas y los pensamientos.

Somos adictos porque imaginamos que vivimos de otra manera.

Nos enganchamos a la acción-reacción. Y de la adicción leve

pasamos a otra más fuerte, que se llama depresión crónica.

¿Queremos ser adictos a nuestra propia química? ¡No! Relajaos,

disfrutad un poco y cuidaros. Porque de lo contrario, con el tiempo,

el cuerpo dejará de responder.

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de Cuidarse

de Atención

de "no", poner límites

de Consciencia

de Escucha

de Respirar