chapter 1: retribuciÒn y comienzo. · ya vestido, bajaba las escaleras junto a su madre. ambos...

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CHAPTER 1: RETRIBUCIÒN Y COMIENZO.

«COMIENZO DE UN SUEÑO.»

«Padre… que es aquello que no comprendo y me causa tanto temor.»

La profunda voz inundaba la oscura sala, el inestable tono se mezclaba con la nostalgia,

la valentía y el recelo.

Más, levemente volvía a darse frente aquel hombre, llevaba su mirar hacia arriba,

donde flotando, se hallaba un fenómeno extraordinario, una neblina llena de terribles

truenos y mortal ráfaga, tan fuerte, que aturdía la confundida alma del observador,

este mismo, que notaba que la niebla no era estática, esta tenía una dulce voz, cuya

amenaza y seducción, se acercó rápido, casi imperceptible para quién abría sus ojos,

asombrado y asustado.

Jamás había sucedido algo parecido dentro de su mundo...

Sin embargo, él se encontraba solo, más no débil. Por ello, unió todo su valor para

vencer a la bruma que de inmediato tomó una forma feminoide, esta cuya belleza era

anhelada por cualquier mortal, del encanto del mismo Dios y la maldad del mismo

Diablo. El hombre no retrocedía, aun cuando aquella asentaba de sus pies sobre la

tierra, escondiéndose entre sus propia oscuridad y avanzando a la velocidad del rayo. Él

estaba atento al fenómeno extraordinario…

No obstante… triste fue lo que sucedido; pues él, al ver de sus ojos, decayó.

«Padre… que se haga tu voluntad, mas no la mía.»

Y los delicados dedos de tal venenosa mujer acariciaron el rostro del hombre. Ella,

ansiosa, bajaba hacia su corazón agitado, besaba sus labios y danzaba, cual serpiente

blasfema, deleitosa de conseguir la vida del Dios que impotentemente se rendía.

«FIN DEL SUEÑO.»

……………………………………………………………………………………………………………………..

Más esta, era una de las varias visiones, misma, que se disipaba lentamente, transfigurándose con el viento, con la luminosidad de la incipiente mañana, cuál levantaba, al igual que con todos, a Leowel, aquel joven de cabello gris y ojos celestes. ―Otra vez ese sueño... Murmuró el blanquinoso que no quería levantarse. ―No entiendo,

¿Qué significa este ciclo de pesadillas?. Pensó al asomar su rostro tras la sabana y chocarse con

el brillo de la resplandeciente luz, esa que daba paso a la silueta de su joven madre.

―Jovencito… en Londres te podías levantar tarde, ahora estamos en Rumania... Además,

no entiendo por qué en estas semanas haz trasnochado terriblemente… empero, te levanto

porque Viorel vendrá a verte, me ha llamado para avisarte. …Según él, su encuentro es un

acuerdo de ambos. ¿Tareas?. Interrogó la fémina llamada Christina, esa de cabellera cobriza,

mieles ojos y —normalmente—dulce sonrisa.

―No me he fijado de la hora. Excusó Leowel, quién obviando las preocupaciones, se dio

camino para ir al baño y alistarse.

La mujer le miraba fijo, no dejaba de lado su intriga; pues su hijo, había empezado a guardar

secretos y a tener una vida desordenada, aspecto que no era propio de tal integrante de la

prestigiosa familia <Lutelfus>. Christina simplemente temía porque Leowel deje de ser un

quién era. « Lutelfus, es una de las familias heráldicas inglesas residentes en la gran Rumania,

donde se había establecido la “Winter Rose” una ciudadela campestre que estaba a unos

kilómetros de Buzâu.»

―Leowel, no te tardarás con Viorel, recuerda que has prometido a tu prima, acompañarla

a la residencia Malckövich, a asistir a sus prácticas con su tutor de canto. Cornellia, se ve alegre

de ser parte del evento. Exclama Christina, lo suficientemente alto, como para avisar a su hijo,

cuál rápidamente salía del baño.

―¿Alegre o presionada? Como tal evento es internacional, los docentes nos explotan. Así

como lo hace la profesora de Cornell, también lo hace Armander conmigo. Comentó Leowel de

una manera exhausto. Christina entrecierra sus ojos, inquisitiva.

―De igual manera, esta vez no pondrás impedimentos, irás con Cornellia a Sinaia.

Leowel rasca su cabeza con intolerancia.

―No es por Cornell… —tuerce los labios. —¿Cómo podría negarme ante mi amada prima?

…es su tutor, no me agrada, tiene algo diferente a los demás… Murmuró Leowel a la vez que,

ya vestido, bajaba las escaleras junto a su madre.

Ambos hacia el comedor, donde se sentaban a comer del desayuno ya servido.

Un soleado, pero frío primaveral adornaba la Winter Rose, con la tranquilidad de un fin de

semana, ese cuál se pintaba de soledad a las primeras horas de la mañana.

―¿Qué es todo esto? Por qué no hallo una respuesta, lo suficientemente lógica como para

calmar mis ansias... ¿Qué significa lo que estoy viviendo y sintiendo ahora? Estoy en la nada...

Los pensamientos de Leowel llegaban nuevamente a su mente, más aquel intentaba obviarlos

con perspicacia, no deseaba que su madre lo note.

Más, Christina era inteligente —Y como toda madre, tenía su sexto sentido— ella ya sabía todo

lo que pasaba por el interior de su hijo… entonces, ¿Para qué preguntar por sus estudios o por

la comida?. —No valía la pena— Leowel estaba ausente, clavado de manera abstraída al

enorme ventanal, cuál le avisaría el avecinamiento de su amigo Viorel, el castaño entretenido

que avanzaba con el móvil plantado sobre su oído, mismo que no intuía de la impaciencia de

Leowel, quién al verlo, se parase dejando sorpresivamente a su madre, corriendo a recibirle.

La mente de Leowel era repleta de imágenes, de las ideas sobre esos sueños inexplicables que

cada noche se daban, causando no más que sus profundas tribulaciones diarias. Leowel, era un

chico problemático, no porque sea adusto y peleón, sino porque siempre se enredaba

mentalmente con algún enigma, así como su Tío Dragonell, quién para él, era un misterio

andante. Solo el hecho de su existencia, mantenía a Leowel intranquilo.

―Estoy seguro que él ha hecho algo para conmigo… Él es tan igual a ese Aleksandar, el

tutor de Cornell, ambos siempre logran despistarme. Refunfuñó Leowel mientras se acercaba a

Viorel, aquel que aún de espaldas, se concentraba en cortar con su efusiva conversación

telefónica.

Y Viorel alzaba la voz…

―…Ross, ¡ya tranquilízate!, todo está en perfectas condiciones… no debiste comunicarme

de tal manera, me causarás problemas… necesito de tu paciencia, todo nos saldrá de acuerdo

al viejo plan. Exclamaba el castaño por cuyos lentes asomaban sus verdes ojos, cuales no se

reflejaban pacíficos —como de costumbre—sino que contrario a ello, preocupado. Y Leowel,

sin prestar atención, alzó su mano y dio una palmada en la espalda de su amigo, este que

sobresaltó ante su cercanía, y que de inmediato, cortó bruscamente con la llamada.

Leowel se admiró de su actuar, más Viorel, dando una nerviosa sonrisa, le saludó.

Ambos entraron a la casa y luego de la cortesía como al igual que la plática, se retiraron hacia

la librería, el lugar preferido para tales ratones de biblioteca.

―Yo no lo he olvidado.―Y dejando los libros a un lado, Viorel se adelantó.―Dime, ¿sigues

disgustado con Dragonell?. Expresa Viorel, abriendo del típico canto psicológico. Leowel quedó

estático, más intentaría no dar especulaciones. —No es enojo, se llama investigación. Dijo

Leowel indiferente, a la vez, que sacaba una pequeña libreta de apuntes, ahí era donde este

guardaba sus notas de rango personal, mismas que a menudo compartía con su amigo.

Viorel asienta sus codos en la mesa, lanza su quijada sobre sus manos, todo al tiempo que su

otro amigo, da un seco suspiro.

―Más importante que Dragonell, es aquello que me está pasando… los sueños y las cosas

que estoy empezando a descubrir. Viorel, las dudas me asesinan, tanto, que mi psicología

existencial se ha apoderado de mi cabeza… pienso que mi alrededor es una pesadilla… Ya nada

llama mi atención, todo me parece tonto, fantasioso. Expresó Leowel confesando, por fin, sus

inconvenientes a Viorel, aquel que con ojos brillantes, se mantenía atento al otro.

―Es ese mismo sueño, el mismo hombre, la misma mujer, el mismo mundo desconocido y

distante, pero a la vez, cercano e íntimo. Es como otra realidad alterna, un mundo paralelo que

veo dentro de mis sueños. Acota Leowel, Viorel aprieta su barbilla.

―¿Como una vida o mundo espiritual?. Interrumpió Viorel, aun cuando sabría que Leowel

no compartiría de sus opiniones. ―!Vamos, Leowel!... ¿Crees aún que Dragonell y Aleksandar

tienen que ver contigo? Sabes… lo he estado pensando… recuerdo de la curiosa charla que me

contaste, esa en donde esos dos se cruzan palabra en medio de Cornellia… —Viorel, el otro

cerebrito, saca su pluma —…Sugiriendo que se conocen, esta conversación es fría e informal…

Me ha llamado la atención. Expresa Viorel con algo de interés, este que también se unía a

Leowel y sus eternas dudas hacia su enigmático tío y el misterioso tutor de Cornellia.

Sin embargo, sus interrogantes tendrían que quedar para otro día; pues, la puerta se abría y no

solo con Christina, sino también, con aquella bella jovencita pelinegra, Cornellia, la de grandes

ojos grises y alargada sonrisa. Esta, que con su eufórica personalidad, levantó a sus amigos con

un gran abrazo, esta les apuraba, no quería llegar tarde a su reunión.

―!Qué bien!... esta vez no has puesto obstáculos para acompañarme, Loe. Dijo Cornellia,

abrazando a su primo con fuerza. Leowel se zafaba con dificultad, afirmaba que no lo hacía de

mal, él tenía muchas cosas que hacer, igual que ella.

―Yo sé mucho de ti, así no me cuentes… ―Cornellia fijaba su caprichosa mirada en él.―Sé

que le debes una enorme pintura a Armander y que aún no la terminas, te matará, Loe.

―Tú no sabes todo de mí, Cornell… —Contesta el enojón Leowel —Además, escuché que

mi tío ha salido a la capital y que no regresará en días… ¿Quién te dio permiso para que salgas

de la ciudad?. Interroga Leowel, Viorel mira a la despreocupada Cornellia, esta que sin presión

alguna, expresa. —Mi padre se lleva bien con Aleksandar… y Augusto nos llevará, es decir, no

pasará nada. Cornellia se engancha del brazo de Viorel, este que pretencioso, golpeaba de la

espalda de Leowel, llevándolo hacía la puerta.

―Loe, no estés celoso de Aleksandar, Cornell siempre será tu prima. Criticó el castaño,

quién abrazando de la pelinegra, armaba una pequeña discusión de la cual —siempre—

Leowel, salía avergonzado.

―!Pero quién ha dicho que no iré!… ¡Igual iban a obligarme si me negaba!… Grita el

molesto, este que sin más retrasos, se despidió de su madre y subió al carro junto a los demás.

Eran dos horas y media hasta llegar a Prahova - Sinaia, donde se encontraba la residencia de la

antigua familia, originaria de Rumania, Malckövich.

Y todos, ante el viaje se llenaban de la lluvia de palabras y preguntas. ¿Cómo has estado? ¿Qué

ha pasado con tal? ¿Por qué pasó esto o aquello?. En fin, esas conversaciones que abrumaban

a Leowel y le hacían abstenerse de compartir. Leowel, solo se aferraba a la ventana y a ver de

sus sin número de colores, esos que conformaban del paisaje.

―Leena es tan simpática… —Interviene la voz de Cornellia. —Me da pena que ya no

trabaje junto a ti en la presidencia… no es que no le tenga paciencia a Andrei, pero, él no es

como Leena. Hablaba Cornellia a Viorel, este que le seguía detenidamente con cada frase.

―Sí, pero se determinó, además aunque nos llevábamos bien con Leena, muchos creían

que teníamos ideas diferentes... Contó Viorel, confesando sus arduos problemas estudiantiles.

Cornellia sonreía algo resignada, Leena era su mejor amiga.

Y los dos jóvenes se reían, parecían estar distraídos, empero, estos no quitaban ojo encima de

Leowel, quién entre el silencio, pretendió que dormía plácidamente.

―Christina me dijo que no ha dormido bien durante un mes… ¿Qué clase de sueños tendrá

mi primo, para que se enferme de tal manera?. Murmuró Cornellia para sí.

Pero, Leowel seguía en su charla interior.

―Si Dios es diferente a uno, por qué lo apretarían cosas tan humanas… me pregunto, tal

vez por el sueño que tuve… qué es lo que une al hombre con Dios… pienso que aquel que vi no

era tan diferente a mí... Pensó repitiendo en su mente la escena ilusoria varias veces, mil

preguntas similares abundaban, unas más difíciles que las anteriores.

Más, en aquel momento de abstracciones, el auto se dio un sacudón, tras tropezar con una

piedra que estaba en el camino. Los jóvenes junto al anciano veían el escabroso ambiente que

estaba por detrás de la avenida principal, ahí donde había más árboles que casas, donde la

tarde, ante la sombra de las ramas, estaba ausente.

Y el auto estaba parado en medio de una bifurcación, ninguno, que no sea Leowel, parecía

alertarse, más bien esperaban de la señal anunciada por Aleksandar. “A que el ultimo rayo de

luz, en el horizonte, se apagase”. Más, Leowel volvía a expresar su desconfianza en él.

―Cómo puede citarte en la tarde ¡nos ha tomado la noche!. Porque nos hace esto, siempre

nos pone cosas extrañas… ahora debemos esperar a que unas “raras lucecitas” sean nuestras

guías en la oscuridad. Criticó Leowel molesto, hundiéndose en su asiento, dando un suspiro.

―Parece magia… ¿no verdad Leowel?. Expresó Viorel acercándosele burlón.

―Yo no sé de qué me hablas. Respondió el otro cortante y escéptico.

No obstante, tras las aseveraciones de Leowel, lo dicho por Aleksandar se cumplió y fue dentro

de uno de los dos caminos, que unas pequeñas y azuladas luces se prendieron, parecían flotar

o amarrarse de las ramas. Ellas, eran la señal para continuar y por ello, Augusto encendió el

motor, presto a pasar por la casilla de información y después, por los verdes jardines que tenía

la gran ciudadela, ahí donde una mansión, cuál castillo, era la morada de la tradicional familia

de los Malckövich.

Así, estacionando de a poco el auto, Cornellia respiraba del aura sensacional que circundaba

junto a la armoniosa melodía de una guitarra, esas vibras que viajaba por el área que les dirigía

hacia un parque pequeño, lleno de rosas que adornaban la glorieta de madera, allí estaba

Aleksandar, el joven cantante, que se hamacaba junto a la brisa. —Aleksandar… —Los ojos de

Cornellia brillaban ante este hombre de cabellos platinados, era mucho el tiempo en que no se

habían vuelto a ver, la chica estaba entusiasmada y fue la primera en bajarse a saludarlo; sin

embargo, Leowel no se quedaría ahí, dio media vuelta expresando a su prima que la esperaría

del otro lado.

―Pero… ¡Leowel!. Reprende Cornellia haciendo pucheros. Leowel da un suspiro, le haría

una promesa a su querida prima. —Está bien… ahora no quiero verlo, pero me acercaré a dar

mis saludos y una plática, cuando nos vayamos.. ¿Correcto?. Suelta el grisáceo.

Cornellia no se veía gustosa, más el educado Viorel, sin especulaciones, fue hacía Aleksandar y

tras un corto saludo, dejó a la muchacha y alcanzó a Leowel, en pocas zancadas.

«Dos horas, era aproximadamente el tiempo que solían durar las citas musicales de la joven.»

Leowel y Viorel, avanzaron hasta un grupo de bancas que rodeaban una marmolada escultura,

donde se posaban algunos búhos que se alumbraban con la indefinible cantidad de luces, que

parecidos a las Luciérnagas, se encendían lentamente.

El grisáceo chico alzaba su vista hacía los edificios de al fondo, ahí podía notar de las raras y

herméticas personas que se asomaban curiosas a investigar de los visitantes. Leowel no se

sentía seguro estando dentro de la morada Malckövich, estos cuyo nombre, era precedente

muchas historias ocultas.

Viorel se sentaba con semblante alegre, aquel también había sentido de la vigilancia de los

externos, empero obviándolos, se centra en su amigo y le dice. ―…Tu sabes que los sueños nos

presentan la naturaleza de nuestro interior, la realidad de lo que somos, lo que vivimos o lo que

pensamos constantemente el nuestro físico. Expresaba Viorel hacia el inquieto Leowel, quién

aun viendo de los búhos, escuchaba al serio castaño. ―…Pero, tú me dices que esto no tiene

nada que ver con tu mente ni sentimiento… pero a la vez, que es otra vida en otro mundo…

―Viorel miraba fijo a Leowel.―¿Y qué pasa si es así?. Termina el castaño.

Leowel devolvía su atención hacia Viorel, ambos se conocían muy bien, llevaban una amistad

desde la infancia, esa que les permitió compartir muchas cosas.

―Son solo sueños. Respondió Leowel.

―Los sueños no son solo sueños, tú sabes muy bien que este es una dimensión que Dios

hizo para hablar con el hombre… los sueños son el universo de Hod, el viejo hechicero de los

deseos. Exclamó Viorel molestando en gran manera al insaciable Leowel, quién con sus tanta

lógica negaba sus ponencias una y otra vez.

―Has hablado mucho de ello durante este tiempo… ¿!Qué tratas de decir!? Crees que lo

que me pasa incluye como punto central, ¡De tú magia!. Reclamó interrumpiendo las palabras

de Viorel, quién sin protestar, cambió el tema, este junto con un suspiro, le pedía a Leowel que

le cuente otra vez, de la famosa platica entre Dragonell y Aleksandar. —Tema en el que se

habían quedado antes que llegue Cornellia—

Leowel frunce el ceño, más este no se quedó, abrió su boca y empezó contar; abrió su mente y

empezó a recordar.

«COMIENZO DEL RECUERDO»

Era una noche en la que Aleksandar accedió a acompañarnos a la casa, había tantas estrellas

como en ninguna, el blanquinoso no necesitó anunciarse; ya que en el portón de la puerta,

Dragonell nos esperaba... Sus miradas no demoraron en clavarse el uno al otro, más nadie

habló hasta que Cornellia lo hiciese, justo después de soltar mi mano —Contaba Leowel—

―Padre… he regresado a ti. Mencionó Cornellia llegando en frente de Dragonell, quién al

parecer molesto, pregonó.

―Por qué me las traído, ¡No la quiero!. Exclamó Dragonell hacia Aleksandar, cuál dijo.

―Porque es necesario. No puedes negarle el paso, es tan tuya como mía, recíbela porque

es tu única salida, nunca sabrás cuando puedas despertar. Respondió Aleksandar.»

«FIN DEL RECUERDO»

Leowel entreabría sus ojos, Viorel entrecerraba los de él, ambos se hallaban abstraídos sobre

el tema de conversación.

―Yo estuve en medio de los tres, boquiabierta… nadie me dio explicación. Soltó Leowel

aún absorto de su remembranza, este contaba que desde ahí empezaron sus pesadillas.

―No parece que te hayan jugado una broma. Contestó su amigo.

―Yo ya no creo en la magia, Viorel… Esto fue una etapa de nuestra niñez… pero no estoy

seguro sí es que estoy equivocado… me dirás que sí y yo que no; pues, tu defiendes lo que vives,

pero, creo que me has ganado, ya he revisado todo lo matemático y psicológicamente posible,

esos sueños no se atribuyen a mí, a Leowel… ¿me entiendes?. Habló el grisáceo con algo de

confusión, empero también muy seguro.

Viorel sonrió con sapiencia, aquel algo pretencioso —como siempre—cruzó sus brazos, achicó

sus ojos y soltó una sonora risa.

―!Pero tú eres tú!... eres Leowel y sí no es con Leowel, pero es contigo dime ¿Quién eres

tú?. Preguntó con la finalidad de cortar la presión de su amigo. Esto, que no consiguió; pues

Viorel solo lograba estresar más con aquel, mismo que con desespero, jalaba de sus cabellos.

Así eran las pláticas de estos dos jovencillos, así siempre continuaban sus conversaciones,

estas podían durar eternidades, ellas se cruzaban del espacio y del tiempo.

Viorel, con cada minuto, aturdía más a Leowel, quién cada vez más, se resignaba a confiar en

su contemporáneo y su involucrada magia.

―Bueno si es magia, ¡Destruye el hechizo que me lanzaron!. Grita Leowel molesto.

El otro sonríe malicioso, pedía calma por parte del esquivo. Empero, Leowel baja su mirar, le

hacía denotar que la situación era dura para él.

―No aguanto, no sé qué quiere decirme… pero ya no son solo sueños, estas pesadillas se

han manifestado en mi alrededor, hay veces que estando despierto, escucho estruendosos

chillidos o veo sombras de animales sobrenaturales, de demonios… —Leowel cubre su rostro

con sus manos, Viorel asienta su mano sobre su espalda. —Calma Leowel… no intentaba de

ninguna manera burlarme. Expresa aquel de ojos verdes.

―Quiero saber por qué… yo dejé la magia hace mucho… y ahora me persigue… —El tipo

de cabellos grises clava su mirada en Viorel. —¿¡Qué has hecho, Viorel!?... ¿No será esto obra

tuya?. Interroga de manera intensa, Viorel retrocede un poco en su asiento, rasca su cabeza y

sonríe nervioso.

―!Para nada, Leowel! Yo respeté tu libre albedrío de hacer lo que quieras. —Responde el

amigo, este que empezaba hallarse meditabundo. —No es la primera vez que me dices esto…

yo ya había soñado con este momento, en él me decías que todo tenía manchas simétricas,

negras y blancas… Como la simbología del bien y del mal.

―¿Habías soñado con este momento?. Interviene Leowel, empero Viorel prosigue sin dar

importancia a su pregunta. ―La Magia no es maldiciones o poderes, la magia es la misma vida

ocultamente vivida, es lo misterioso de instante en instante… Le recuerda Viorel, Leowel

asiente —Viorel siempre tenía razón—Más, el grisáceo aún tenía mucho que contar.

―En mi sueño, el protagonista es un Dios… tú me dices a mí que es una vida alterna, que

Hod —el hechicero—me está mostrando mi vida espiritual, lo que soy interiormente… ¡Pero

Viorel! Puede ser que.. ¿!Yo soy ese Dios!?... ¡Estas son locuras!. Aseveró Leowel y Viorel

quedaba pensativo. ―Después de todo, eso es lo que muchas religiones nos predican… ¿No es

así? Que Dios está en nuestro corazón, tal vez hay que tomarlo más en serio que algo literal.

Pregonó Viorel serenamente.

Leowel bajaba su mirar, da otro suspiro. Lentamente notaba, aun en la distancia, de la fija

mirada de Aleksandar, aquel que ayudando a Cornellia, levantaba sus cristalinos ojos sobre

este confundido. Leowel lo observaba sin pestañar.

―¿No es sospechoso? Tu siempre me has hablado que el destino no es coincidencia… y nos

hemos chocado con los Malckövich, la familia a la que tanto estudiaste… —Susurra Leowel

hacía Viorel, quién prendido del lugar, da un fuerte respiro. —La familia maldita, el primer

blanco de brujería en aquellos tiempos lejanos de la inquisición… Determina Leowel.

Viorel asienta, se emocionaba al denotar que la mente de su amigo guardaba de todo el

compendio de estudio, como si fuese de ayer.

―Aleksandar es la cabeza de la familia Malckövich… tú conoces algo de su oscura historia,

es de seguro por ello que te trae tanta desconfianza. Susurra Viorel, Leowel asienta.

―¿Qué haré si Dragonell y Aleksandar son magos y están contra mí?… ¿Cómo utilizo mi

olvidada magia contra ellos? ¿Cómo les venzo?. Determinó Leowel redirigiendo su mirar hacia

el castaño que se admiraba un poco.

―¿Pero, Leowel… cómo sabes que están a tu contra? Mmm… ¡Esto es un enredo de ideas!

pero te aconsejo algo… —Viorel golpea la cara de Leowel —Habla con Hod, él lo sabe todo y de

su mano la sabiduría fluye… ve y búscalo como en otros tiempos… anda, pero ten cuidado… por

qué sabes, que él nunca aprendió a discernir el bien del mal. Expresa el sabiondo Viorel.

Leowel se disgusta un poco, más antes de dar su queja, el otro intervino nuevamente.

―Yo no te diré nada… sabes que no tienes a nadie… que estás solos y requieres respuestas,

yo puedo confundirte, más vale que tu empieces con este juego. Confesó Viorel decidido.

―¿Este juego?... Leowel estira de su frente, había pasado tanto tiempo en el olvido de la

magia y sus estudios esotéricos, más después de este sufrir, aquel ya no tenía nada que

perder.

Y la luna llena aparecía de entre los nubarrones, ambos guardaron silencio por varios minutos;

pues, intuían que la práctica de Cornellia, había culminado. Y por ello, Leowel sabía que debía

acercarse a Aleksandar, a saludarlo y compartir palabras. Estas que no demoraron mucho,

debido a la cortante personalidad de Leowel. Empero, Aleksandar, amable, les acompañaba

hacia el auto.

―Leowel, deberías venir más a menudo. Aconsejó Aleksandar al ver que este se retrasaba

a recoger las cosas de su prima. Leowel, intentando convencerse de su cordialidad, estiró su

mano para despedirse, él agradecía su invitación, más Aleksandar le detuvo un momento.

―Hoy será una noche distinta… es el comienzo de una nueva estación, hace más frío que

de costumbre… y se dice que cuando eso pasa, las tinieblas vuelan por todos los cielos, debes

tener cuidado de tus actos, aunque destinados son, nunca se debe dejar de ser precavido. Soltó

este con misteriosa voz, Leowel no opinó.

Pero aquel paranoico, estudió todo sobre su semblante.

―Lo tendré en cuenta… joven Malckövich. Y Leowel se le adelantaba, aquel iba hacía el

carro y daba de las cosas al anciano Augusto, quién las guardaba.

Viorel miraba a Aleksandar, este notaba que su amigo entraba al auto y que sin esperas,

cerraba de su puerta.

―Quiero que arranquen este carro… Susurró, lo suficiente como para ser oído por Viorel,

quién miraba del espléndido cielo de los Malckövich, donde una niebla, a medida de un velo

resplandeciente, circundaba por entre los picos de la mansión, de allí, donde se paraba un

grupo de jóvenes, aquellos que aparecían y desaparecían enigmáticos.

El castaño siente el motor encenderse y ve a Leowel, quién estaba observando de la cercanía

de Aleksandar, este que al verlos irse, señalaba con su dedo del cielo, allí donde una estrella

brillaba más que cualquier otra.

Leowel lo evitaba amable, sacudió su mano y al alejarse, recostó su cabeza sobre el mueble.

Era insólito lo que siempre pasado en tal morada, para Leowel era casi que espeluznante, más

Viorel no hablaría, aquel entrecerrando sus ojos, se hacía el desentendido.

—Ya no había tiempo para conversar— Leowel miraba a Cornellia, ella cansada, se adormitaba

entre el aroma nocturno, ese que de alguna forma, también contagiaba a Leowel, cuál cerraba

de a poco sus ojos.

Más, en sus últimos momentos de vigilia, Leowel afirmó su veredicto, haría caso a su amigo e

intentaría salir del sueño de su sueño para volar hacia el ficticio pero real mundo de Hod.

―Siempre Viorel con sus cosas raras… —Balbuceo Leowel —No entiendo que le hace creer

que yo… —Se dejaba llevar de a poco. —Que yo… podré ver a Hod… qué podré ir a su mundo y

hablarle… que estaré consciente de que es un sueño… Pensó Leowel siendo arrancado del

presente, llevado hacía su interior mundo desconocido.

………………………………………………………………………………………………………………………………………

Y Leowel dormía, sin embargo, nada pasaba entre su lecho fantástico, este se hundía entre sus

memorias e ideas que se mezclaban entre el tiempo y el espacio, en donde hace un rato era

ayer y luego cinco años atrás.

El joven estaba en la nada, flotando entre sus demandas, llevando respuestas de Viorel y de

libros por todo lo ancho de su ser.

―Pero… ¿Quién es Hod?. Se preguntaba y respondía la voz de aquel amigo, de Viorel.

―Es el Rey del mundo de los sueños… Decía el castaño.

―Esto es infantil, ¡Vamos Viorel!… estas son historias que nos contaba mi madre… pero, ya

crecimos Viorel... Balbuceaba dejándose llevar de su cansancio, más Viorel continuaba.

―El humano tiene cuerpos, mundos y sociedades, como la física, esa que llamábamos

Malchutl. Explicaba Viorel entre los sueños de Leowel.

Y la mente de Leowel se estremecía, viajando entre los años y las horas, este parecía escuchar

nuevamente de voz de Viorel, misma que se transformaba a un tono infantil, llevándolo al

pasado, en cuál lejana vez, jugando en el laboratorio, le explicaban las dimensiones existentes

con gotero y cedazos.

Así, ante una torre de siete pisos divididos por coladores, cuyos orificios se cerraban al

acercarse a su base, era expulsada una gota plasmática que contenía en su interior de una diminuta pepita.

«―…El hombre posee Espíritu, Alma y Cuerpo… —Menciona Viorel —El espíritu esta siempre con nosotros, porque es el halito de la vida, el Alma es la que nos permite conocer la verdad y el Cuerpo es el auto de la vitalidad; es el que nos da existencia temporal, para ser el alimento de

lo divinal… Entonces, cada área espiritual en nosotros es un mundo y tiene un Rey que le dirige… La Materia tiene eso que llamamos “la vida”, cuales aunque son diferentes, conviven

simultáneamente…

Malchutl, es el mundo de las formas, de la materia, es donde vivimos… este es necesario para sostener a Dios como expresión humana, más, Malchutl no lo es todo… pues para que este

cuerpo pueda sostenerse, hace falta del trabajo mancomunado de las demás dimensiones… de ese gemelo, de Malchutl llamado Jesod, cuál que es la energía y lo Etérico que mueve a la

materia. —Viorel simbolizaba aquí, que la pepita del experimento, interpretaba al físico, cuál quedaba varada en el cedazo, donde solo pasaba el líquido que expresaban como el Alma, esta

que también tiene sus Reinos.

Los Reinos del Alma son: Primero Hod, el mundo de los deseos, donde los magos vuelan en el tiempo y espacio, donde logran hablar con grandes sabios y personajes… Más también aquí

está la mente y este es Netzah, la dimensión que nos conecta al Cosmos y nos da la inteligencia que está más allá de la carne. —Viorel explicaba a Leowel sobre la proporción de la gota, cuál disminuía y casi un poco de líquido era el que pasa al otro cedazo, esto es casi aire, mismo que

representaba al Espíritu.

El Espíritu tiene sus Reinos, cuales se conocen con el nombre de Tipheret, Geburah Y Chesed, cuales son los paraísos que Dios ha puesto para quién es completamente un humano... un

hombre que ha entrado al juego, que ha liberado lo que lleva dentro»―Contaba Viorel, esta cuya voz, se clavaba en las fibras más sensible del oído de Leowel, aquel que sin más, ya

había caído completamente dormido, hundido en aquellos momentos que compartió con su misterioso amigo, ese que siempre buscaba un instante para enseñarle de sus raras

creencias, esas que siempre pintaban la vida de Leowel de un color más intenso y vivaz. …………………………………………………………………………………………………………………………………………………..

—Démosle espacio a Leowel— (Palabras del narrador)

…………………………………………………………………………………………………………………………………………………..

Y así, el tiempo transcurría y Augusto, ante la cercanía a su destino, empezaba a despertar a

los perezosos jóvenes. Poco a poco, Cornellia y Viorel se reponían y abrían de sus ojos hacía lo

que era la entrada de la Winter Rose, su hogar.

Viorel no se atrasó en despertar de igual manera a Leowel, cuál al ser despojado crucialmente

de su experiencia, se sobresaltó desubicado. Viorel se admira poco, pero Leowel estaba mucho

más que él. Pues, Leowel no podía creer —a medida que remembraba— todo lo oculto de sus

pensares y sus sueños.

Y Viorel decidió ignorarlo, tenían un leve problema y este se lo mencionaría… ―Leowel, al

parecer, Dragonell llamó y Augusto debe irse a… —Leowel interrumpe a Viorel—

―Viorel ¡La magia existe! No he visto a Hod, pero pude ver algo que había olvidado hace

mucho… o quizás —Leowel rasca su cabeza. —…Eso haya sido producto de mi imaginación.

Dijo el grisáceo siendo callado por Viorel, este que suspiraba ante su tanto alardeo de lógica.

Entonces, Viorel terminaba su comentario… Augusto debía retirarse a entregarle a Dragonell

unos paquetes, por eso, ellos se quedarían en el portón de la ciudadela.

―No vuelvas a hablar tan descuidado de algo tan hermético, alguien te podría escuchar.

Murmuró Viorel, Leowel hacía caso omiso. ―Ahora tengo mis ideas más claras, pero a la vez

tengo un camino desconocido… sé que si lo que me abruman son los sueños, en la misma área,

lo averiguaré. Determinó Leowel, Viorel le asintió con sonrisa intrépida.

Más, en ese momento, Cornellia bajó del auto y se enganchó del hombro de su primo, esta le

pedía que le dejase en su casa, ya que era tiempo de que él la consienta.

Leowel, sin más, aceptó.

―Mi primo adorado, ¿No te parece injusto Viorel, verlo solo en clases?. Reclamó Cornellia

a la vez que, zarandeaba a Leowel dándole ligeras vueltas mientras empezaban a caminar.

Viorel sonreía, miraba de reojo al pensativo Leowel, este se sentía dichoso de que su amigo se

vea animado, más, su voz cortó con el instante. Viorel anunciaba que no podría acompañarlos

a la casa; pues, este tenía una reunión a primera hora y debía organizarse.

―Ya me debo de ir… pero de seguro que hablaremos más tarde. Dijo al retirarse.

Entonces, Leowel quedaba con Cornellia, esta que veía con tristeza la lejanía de Viorel.

―¿Qué sucede?. Preguntó Leowel mientras apretaba su mano, regalándole un cariño.

Más, ni con eso, el rostro y el silencio incomodo de Cornellia pasaban.

―Leowel, no te das cuenta de que está sucediendo… ya no somos los tres, se ha roto aquel

enlace de hermandad, me siento sola… Sin embargo, tras los minutos, la voz de Cornellia brotó

y esta, golpeó fuertemente los sentimientos de Leowel, quién no pudo más que abrazarla.

―Siempre seremos los tres, solo que a veces tú no estás y Viorel pasa ocupado como para

atendernos, son obligaciones… pero te queremos mucho Cornellia. Confesó Leowel a la vez que

levantaba la barbilla de la muchacha, era en ese rato que ambos veían el firmamento, era ahí

que la estrella de Aleksandar aun reinaba el cielo. Leowel la miraba fijamente a la vez que

siente de la calidez de su familiar.

―Cornellia —La llama con afecto —Fuimos, somos y seremos los tres… eso te lo juro con

mi vida. Prometió aquel, quién posó un beso sobre la mejilla de aquella, esa que abrazándole

fuerte, le despidió. ―Ok, lo has prometido Loe, la palabra de un hombre es inquebrantable.

Muchas Gracias, mándale un beso a Christina de mi parte. Mencionó ella al entrar a la casa.

Leowel le dio paso y cerró su puerta, aquel sabía que debía regresar hacía la preocupada

Christina, aún tenía un largo camino de unas cuantas cuadras.

Más, Leowel, ante la ausencia de Cornellia, mostró cierta fatiga, no quería ser un peso para sus

amigos. Pero, nunca imaginó que un bizarro sueño cambie a cada segundo su vida y pensar.

―Ella se preocupa más de lo que yo me pueda preocupar por mí mismo... Murmuró a la

vez que caminaba tras el jardín, eran ciertas las palabras de Cornellia y lo sabía. ―Todo cambia

tan rápido, que a veces da temor. Leowel suspiraba fuerte al mismo tiempo, que volvía a ver la

bóveda gobernada por la estrella de Aleksandar.

―¿Es una noche mágica? ¡Que parta un rayo!, dame una respuesta, ¿!Es que nadie me la

puede dar!?. Exclamó el abrumado Leowel, este que estaba a punto de bajar su mirar, cuando

de repente, el lucero que contemplaba empezó a moverse, esto causó en el joven, de un gran

asombro. Sin embargo, la luz se apagó y dejó de vuelta la oscura noche, esta que trajo gran

ventarrón, tan fuerte que botó a Leowel al piso, mas aquella, no andaba sola, esparció consigo

una seca voz, está muy similar a la del serio Dragonell.

Más este al voltear, no encontró a nadie en los alrededores ni en la casa, empero, aquella voz

se había oído lo suficientemente cerca, como para provenir de aquella, así que para corroborar

la suposición, este se agazapó y esperó por unos minutos. Su ritmo cardiaco se aceleraba, no

conseguía explicar cómo el simple sonido del sujeto podía generarle semejante intriga,

pensaba en su dicha ausencia, como también, si fuese errónea su hipótesis, porque se

ocultaría de tal manera misteriosa.

― ¡Arcano, no eluda lo señalado! ―.

Y este clamor, confirmó finalmente el hecho; no había sido solo una impresión, era Dragonell y

con ello, Leowel encontró el preciso lugar del cuál provenía el barullo. Aquellas voces surgían

bajo el suelo, allí entre el césped, había una tapa metálica, cuál tal vez, podría conducirlo a un

sótano. El muchacho había visitado, entrado y recorrido la casa desde que era un niño y jamás

en todo ese tiempo, en la residencia “Dragonell L.”, había existido un subterráneo, ni nada que

se le pareciese.

―…Mi Señor, pero yo y él hemos fallado muchas veces… Llego a pensar que aún no es tiempo;

sin embargo, usted ha aparecido hoy, y me deja ver su flama, cuál me enseña del futuro… de la

Noche Cósmica.― Responde otra voz a medida de dialogo.

Así, robando la atención de Leowel, el verbo de una mujer temerosa, emergía con misticismo.

Aquella conversación abría un hueco en el corazón del joven, este afirmaba la semejanza de un

amo con su sierva, tanta devoción era imposible y el solo pensarlo desubicaba en todo ámbito

al chico, quién aún seguía concentrado.

―… Indecisión, tú lo has dicho, en todos lados se lo sabe. Esta Noche es distinta a cualquiera

que hayan visto, no deben fallar; Pues sí lo hacen… todo se acabará, lo quiero a él aquí, sin el

crio nada podrá Florecer. Así será cueste lo que cueste.―Dice quién se identificaba como

Dragonell, todo a medida que la otra responde.

―! Mi Señor!, su voluntad se hará cueste nuestras vidas. Pues; escrito está, al tercer día de la

luna llena, la ceremonia tendrá su apogeo y a muerta voz, llamaremos a su asistencia.

Señor, su venida al mundo, no será en vano. Usted ganará esta Noche, teniendo al crio y

mediante la ceremonia, a los Catalys de Noc…—Pero antes de completar sus frases, Dragonell,

quién escuchaba a la mujer, tomó palabra y la calló.

Este fue un momento en donde todo se envolvió en el silencio.

―…Rossana, espera, has hablado de más... ―

El ensordecedor sigilo apagaba con cualquier sonido, todo alrededor de Leowel se embarcaba

en una densa atmosfera, una energía terrible que volaba hacia su cuerpo y lo aplastaba contra

el suelo.

He aquí que el asfixiante Leowel nunca notó que las manecillas de su reloj giraban veloces, a

veces se detenían, otras se retrocedían. Aun cuando tal fenómeno duró segundos, para él, fue

un momento eterno. —Más, luego de esto— levemente volvía el movimiento a su cuerpo, sin

embargo, Leowel no huyo, este con un impulso de sedienta curiosidad, dejó caer su oído sobre

la rejilla, para de vuelta, oír a Dragonell y a la mujer que por más, que rompa su cabeza, no

sacaba parentesco.

Y la conversación, continuó.

―Que así sea, no falles Rossana, demuestra que eres un Arcano de mi Reino. Os bendigo a ti y

al Jerarca… Pronto será la gran lucha, el explicable momento del misterio. La Noche Cósmica ha

sido declarada por los Dioses. … Así, cuando la luz muera a su límite, su invisible espíritu brillará

en soledad, ahí, Fiorel podrá vestirse de mi cuerpo y de mi poder. ―

―Bendito usted señor, por venir a mi llamado… Os prometo que cuando las estrellas se

alineen. Usted escuchará en compañía de Kristevah, los horrorosos estruendos del cielo y la

melodía de angustia del Pentaviratum. Su hermano volverá a usted.― Exclamó la mujer

terminando con la conversación.

Leowel estaba confundido y asombrado —No, estaba pasmado— Pues sus piernas estaban de

hecho temblando. Leowel podía haber dejado las mañas de la magia y sus estudios, pero este

joven, la mente de este chico, reconocía de lo que se hablaba. Pues, muchos de los términos

dichos, eran utilizados en viejos libros esotéricos, de esos con los que estudiaba con Viorel.

―¿Pentaviratum? ¿!Es que realmente existen!?... Murmuró trayendo a su memoria todos

esos episodios infantiles y esas noches en velas. Él siempre soñó con el Pentaviratum. ―Viorel

y yo queríamos ser como ellos… los magos más poderosos de la Tierra… Dragonell ¿Cómo les

conoce? Y peor aún… ¿Piensa derrotarlos?.

(COMIENZO DE LA BREVE DESCRIPCIÓN) «Notis Peun Marlock» -

Notas de un Mago- Capítulo 5 -Quinta sección- Pasaje del 1-10. “…Pentaviratum…”

(1)…Unión física de las poderosas puntas del Pentalfa, Forjado humanamente por el terrible Mago alquimista, Abel Malckövich (1458) Ante la Santa Inquisición, en Europa.

(2)… Fortaleza que protegía a los Magos Arcanos, Regente y Mayores junto con sus discípulos adeptos, llevándolos, por voluntad de los cielos, a otras dimensiones desconocidas por el hombre e

incluso a otros planetas.» (FIN DE LA BREVE DESCRIPCIÓN)

Y Leowel se embarca en un frío terrible.

―De qué habla Dragonell ¿Qué es lo que me ha ocultado?… podría ser esto lo qué siempre

busqué, y es ahora, después de tantos años… —Pensó aquel mientras levemente, ante la

presión, miraba del firmamento lleno de nubes. —¿Un Reino? ¡Desde cuando Dragonell tiene

un “Reino”! …además un ¡Arcano! Es que esto es increíble… Exclamó con sonrisa incrédula.

Sin embargo, cortando de la concentración de Leowel, el sonido de unos pasos junto al portón

de la cerca, se hacía presentes. Ese era Augusto, quién calmado regresaba a casa, después de

hacer sus encomiendas. Leowel, no esperaba la llegada tan pronta del anciano; pues, hasta la

capital eran casi cuatro horas de ida y regreso. —Imposible de creer—Pero Augusto regresaba

con los paquetes y se adentraba a su hogar.

Y Leowel arruga la nariz, lleva sus ojos hacía su reloj y ante la hora, quedó petrificado, pues sí,

misteriosamente había transcurrido todo ese tiempo.

Entonces, con fuerte impulso, Leowel corrió con la velocidad del rayo, este no contó las calles,

su respiración se agitaba y no paró hasta que sus pies lo pidieron, este, cansado se sentó sobre

una de las bancas del parque dorado, el más hermoso de flores amarillas.

―El Pentaviratum existe, la magia existe, ¡los Arcanos existen! Debo estar volviéndome loco… ―Respiraba hondo.―¿!Quién es Dragonell!? Siempre me ha parecido incomprensible, pero nunca pensé algo así… ¿¡Cuál es su fuerza!? Él piensa derribar al Pentaviratum… la gran fortaleza angelical, llena de Arcanos, cuya fuerza va más allá que la de un humano, son Magos celestialmente especiales. Exclamó Leowel hundiéndose en sí mismo. Lentamente, entre las horas, Leowel quedaba en silencio interno, profundizado en su reflexión y en la aparente paz que la madrugada le brindaba. Más, Leowel comprendía que no podía solo, que debía llamar a Viorel y este no demoró en hacerlo. Así, con el pasar de los timbres, el cansado Viorel le contestó, este no podía creerlo —según él— lo que este le estaba contando.

―Leowel, no dudo de tus palabras… pero ¿un Arcano? Ellos son seres elevados, sagrados, jueces de los mandamientos, son divinos, por eso estos son las cabeceras de los Reinos y del Pentaviratum. Murmura el aun adormitado Viorel, Leowel intensifica su furor. ―Y la Noche Cósmica… ¿es el fin?. Interrumpió a Viorel, quién con un suspiro, asintió. ―¿!Pero cuantas veces nuestro mundo se piensa acabar!?, para cada fecha hay una excusa diferente. ¿Es cierto la Noche Cósmica?… ¡yo no creo! .Aseveró Leowel confundido. ―La Noche Cósmica representa el final de una raza u era… es el apocalipsis ¿entiendes?, claro que no es como lo pinta el mundo, es distinto; pues, este no se guía de la humanidad ni de la Naturaleza, ella aparece por un solo hombre, por alguien en el cual está centrado. Cuenta Viorel logrando despertarse, viendo de su reloj y sacudiendo sus ojos con las manos. Leowel guarda un leve silencio, más rápidamente se lanza con sus palabras. ―Un solo hombre… ¡Claro! !El crio!. Exclama Leowel nuevamente. Viorel le escuchaba, más quedaba quieto tras el móvil, analizaba a Leowel, conocía muy bien de este y temía porque se involucre demasiado. ―La Noche Cósmica es la incesante batalla del bien contra el mal, lo hacen así para construir un nuevo Génesis. Enseñó Viorel. ―Yo comprendo, lo sé… al menos teórico… pero lo entiendo. Yo jamás pensé que esto... ―¿Seria cierto?... —Interrumpe Viorel —El mundo lo piensa así, pero he aquí que un día nos damos cuenta que la realidad, no es la que vivimos, sino la que ignoramos. Viorel sonrió. Él sabría que Leowel haría caso omiso a sus advertencias, por ello, le dio un consejo, no le dejaría solo en tal caso. Y dicho esto, ambos cortaron la llamada. Leowel estaba confundido pero algo si sabía, se iba a enredar en todo esto de alguna manera. Sin embargo, Leowel veía de la hora, era más que seguro que su madre estaría preocupada como también enojada, por ello, se marchó a su casa. ―Hod… tal vez no hables conmigo porque me lo merezco, pero dame una señal… abre mi mente para que pueda entender muchas cosas… yo sé que esto es para mí… todo este misterio me pertenece y no quiero quedarme en la nada. Expresó durante todo su camino. ……………………………………………………………………………………………………………………………………………… Y así, cuando Leowel llegó a su hogar —por suerte— no encontró a su madre en la entrada, esto le admiró, más le confortó; pues, no hallaba una excusa que esta pudiese creer. Así, Leowel entró a su hogar y pasó en sumo silencio hasta su habitación, en la cual, descansaba acostado sobre su cama. Él no creía todo lo que le había pasado durante aquel día, mismo que calificaba como especial, tal vez Aleksandar y Dragonell tenían razón, esa noche era mágica. «La Noche Cósmica ha sido declarada por los Dioses, entonces cuando la luz muera a su límite,

su invisible espíritu brillará en soledad…» —Recordaba Leowel. ―Cuando la luz muera a su límite… Susurraba sobre su cama, a la vez que miraba de su alrededor. Para Leowel era una sorpresa no verse encerrado en la biblioteca, más estaba entre el suspenso de que su sueño se vuelva a repetir. Sin embargo, clausurando sus pensamientos, los rayos del sol, que anunciaban el nuevo día, cruzaron de las cortinas hasta su rostro, estos llamaron su atención y reflexión. —Sí, había pasado algunas horas—

―El sol es la luz, es la estrella matutina. En la noche, sin su rastro en los cielos, las estrellas

cumplen su papel, ellas depositan claridad a las tinieblas… Levemente, Leowel levantaba su

mirar hacia la ventana, sus ojos chocaban con la claridad, estaba decidido a resolver el acertijo

de Dragonell. ―El sol muere en el horizonte; sin embargo en la noche, debe haber un lucero

solitario, cual sea el primero en seguirle al sol. ¿La luna?. Se preguntó a sí mismo, más él era

contradicho por su mente, cuál le pintaba una hipótesis diferente, esta que analizó de fondo,

llegando a una acercada respuesta.

―Debe nacer arriba, diagonal, ¡donde sea! pero debe estar en el área elegida, su casa. Es

imposible que Dragonell sepa la ubicación exacta de cada estrella, ¡Hay miles!. Tiene que ser

una, la cual conozca… Un silencio invadió su rostro, seguido por una brillante idea.

―!Claro! !La enorme lámpara del jardín!. Gritó.

En el jardín trasero de la casa de Dragonell había muchas de estas, mismas que alumbraban las

flores y los arboles; sin embargo, entre todas, había una, era la más alta y deslumbrante, cuál

duplicaba la claridad dada. Esta era la primera en prenderse al caer el día, segundos después

de llegar las seis y media.

―Hoy es el tercer día de Luna llena... ―Abrió sus labios sorprendidos.―La adivinanza fue

para mí, directamente para mi… nadie que no conozca su casa y sus fallas podría llegar a dar

con la respuesta. Leowel se emocionaba a mil, sin embargo, su vitalidad estaba agotada, debía

descansar si es que quería estar bien para mañana. Por ello, antes de dormir, puso la alarma y

se entregó a los brazos de Hod, mismo que le llevaba hacia la inmensidad de su mundo.

Este, que veía su audacia con buenos ojos, por lo cual, a su oído un consejo le dio.

«… Debes callar tus pensamientos, así hallarás, en mí y en ti, las respuestas del Universo; pues todo es tan mío como tuyo, es de ambos, como del Cosmos. Esto es el pasaje del Génesis,

donde todo empieza a germinar y es del Apocalipsis, donde todo muere para dar más vida»

Este es el comienzo de los comienzos, la época en donde el hombre volvió a acoger el

poder de Dios con sus manos, después de la caída de los padres de sus padres.

―Yo os contare el Génesis de Nocturna, porque a mí se me ha destinado tal misión, ver

más allá de mi Reino...―

Mundo de Malchutl

Coordenada Humana

Reino de Constantinopla.

615 D.C

Tras el informe e investigación que acarreaba alrededor de 200 años atrás, los soldados

reales del occidente, escoltaban a entregar, el tesoro más anhelado por la humanidad,

“La lanza de Longinus”, esta, afanadamente era depositada dentro de la iglesia de Santa

Sofía. Se afirmaba entre los Reinos, que aquella lanza, llevaba en su constitución, el

Espíritu de Jesús, mismo que daría protección y poder omnipotente a quién le poseyera.

Un motivo que desemboscaba una tremenda demanda por ser adquirida en Continentes

y Países, tanto humanos como infrahumanos, aquí estaba la opulenta Logia Negra, esa

conformada de poderosos reyes abismales, cuales mandaban a sus súbditos a disfrazar

su poder y aspecto para pasar fácilmente como seres normales.

Por años, propuestas llegaban; sin embargo, ninguna llenaba el interés de Balduino II,

nadie excepto Luis IX de Francia, con quien finalmente entabló la venta. Aquel, se llevó a

Paris la Lanza junto con la corona de espinas. El mundo humano se sentía en la gloria.

«Todas las cosas por Dios fueron hechas; y sin Él nada de lo que es hecho, fue hecho.

En Él está la vida, Y la vida era la luz de los hombres.

La Luz en las tinieblas resplandecía… más las tinieblas no la comprendieron.»

La Logia Negra saboreaba el triunfo de acercarse a obtener el Espíritu de un Crestos, era

la llave para su victoria. Sería tan fácil quitarle a los humanos la Lanza, los príncipes del

inferno lo conocían bien, por ello, ante la revolución del país, la Lanza, desapareció de la

faz terrenal, no había explicación contundente que pudiese aliviar la preocupación de

todos los humanos que anhelaban su poder.

Sin embargo, para asombro de muchos, la Lanza no estaba ni en manos humanas, ni

entre las manos de la Logia Negra. Está se había esfumado.

«La Lanza de Longinus era, para los Magos negros, la llave poderosa y con suficiente luz

para abrir del temible Tartarus y dejar libre a la fuerza más necrófaga del destino.»

Continuará…