ceguera y lucidez

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Ceguera y lucidez 'El punto ciego', de Cercas, destaca entre los últimos ensayos literarios de Coetzee y Ozick El extremeño da una interpretación de la tradición novelística desde el 'Quijote' REFLEXIONES DE TRES ESCRITORES SOBRE SU OFICIO DOMINGO RODENAS DE MOYA 27/04/2016 Javier Cercas. - Foto:EL PERIODICO Que Martin Scorsese hable de cine, del suyo o del de otros, es razón suficiente para aguzar el oído. Que Mario Vargas Llosa escriba sobre Victor Hugo o Juan Carlos Onetti o que J. M. Coetzee lo haga sobre Beckett y Faulkner y Philip Roth es una oportunidad para entender desde dentro el sistema orgánico de las novelas. Así, Mecanismos internos , tituló Coetzee hace años una serie de penetrantes lecturas de grandes autores, algunas de las cuales se han recuperado en los dos volúmenes de Las manos de los maestros (Random House). Coinciden en su aparición con otras reflexiones de escritores sobre su oficio, como son los

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Ceguera y lucidez'El punto ciego', de Cercas, destaca entre los últimos ensayos literarios de Coetzee y Ozick El extremeño da una interpretación de la tradición novelística desde el 'Quijote'

REFLEXIONES DE TRES ESCRITORES SOBRE SU OFICIO

DOMINGO RODENAS DE MOYA 27/04/2016

Javier Cercas. - Foto:EL PERIODICO

Que Martin Scorsese hable de cine, del suyo o del de otros, es razón suficiente para aguzar el oído. Que Mario Vargas Llosa escriba sobre Victor Hugo o Juan Carlos Onetti o que J. M. Coetzee lo haga sobre Beckett y Faulkner y Philip Roth es una oportunidad para entender desde dentro el sistema orgánico de las novelas. Así, Mecanismos internos , tituló Coetzee hace años una serie de penetrantes lecturas de grandes autores, algunas de las cuales se han recuperado en los dos volúmenes de Las manos de los maestros (Random House). Coinciden en su aparición con otras reflexiones de escritores sobre su oficio, como son los recomendables ensayos de la novelista norteamericana Cynthia Ozick reunidos en Metáfora y memoria (Mardulce) y, sobre todo, las conferencias Weidenfeld que el extremeño Javier Cercas pronunció en Oxford en 2015 y que ahora se publican bajo el título de El punto ciego (Random House).

No niego que un escritor metido a analista o en funciones de crítico puede ser una tabarra, pero solo porque el tedio, la confusión o la nadería que produzca serán los mismos de su obra plúmbea, repetitiva o inane. Por regla general hay pocas lecturas más fascinantes que las del artífice desvelando el artificio. Para un escritor hay tres caminos por los que discurrir sobre la literatura:

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el que conduce a su propia obra en forma de autocomentario, el que busca iluminar la obra de otros autores y, en fin, el que está trazado por las preguntas generales sobre el escribir ficciones y cómo esa actividad encaja en el abigarrado circo de la producción cultural. Los libros de Cercas, Coetzee y Ozick avanzan, respectivamente, por esas veredas, pero también las entrelazan y demuestran que un creador, ineluctablemente, siempre habla de sí mismo.

Cercas, el más original

De estos libros el más original es El punto ciego , en la medida en que contiene una propuesta de interpretación de toda la tradición novelística desde el Quijote . Según Cercas, Cervantes no solo creó la novela moderna sino un tipo particular de novela, aquella que recusa el dogmatismo y sus verdades monolíticas, al que opone la ambigüedad y las verdades en diálogo y contradicción. Impera la suspensión del juicio de los escépticos y la ironía de quien reconoce que los veredictos categóricos suelen estar viciados. Esas son las novelas que llama "del punto ciego".

La metáfora es afortunada, porque alude al punto en la retina del que arranca el nervio óptico y que, por esa razón, no capta la luz, si bien el vacío de la visión es subsanado por nuestro cerebro. Del mismo modo, la clase de novelas que interesan a Cercas, y a la que se adscriben todas las suyas, encierra una laguna, una omisión o sustracción, un punto de ceguera en forma de pregunta sin respuesta. Soldados de Salamina no responde a la pregunta de por qué un soldado republicano dejó escapar al fascista Rafael Sánchez Mazas, así como El Quijote no resuelve si Don Quijote está o no como una cabra ni El proceso de Franz Kafka esclarece cuál es el delito de Joseph K. Las respuestas, como en el punto ciego retiniano, debe completarlas el cerebro del lector, que así se convierte en activo constructor del sentido de la novela, rellenando con su propia memoria vital, con sus valores y su entendimiento, el espacio de indeterminación que, para él, deja abierto la novela.

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Antes de Cercas, otros escritores tuvieron la intuición de que las mejores narraciones pivotaban sobre un centro oculto y cada uno lo describió a su manera. Un Tolstói anciano, entrevistado en julio de 1900, sostenía que lo más importante en una verdadera obra de arte es que exista un punto focal hacia el que todos los rayos de sentido confluyan o, inversamente, del que partan. Y ese mismo foco es el que un personaje de Borges, el sinólogo Stephen Albert, explica a su futuro asesino que es el secreto de El jardín de senderos que se bifurcan , laberíntica novela de Ts'ui Pên ideada como una "enorme adivinanza" alrededor a una omisión voluntaria.

Más recientemente, el premio Nobel turco Orhan Pamuk, en El novelista ingenuo y el sentimental (2011), se refería a ese mismo fenómeno estructural en estos términos: "Lo que distingue a las novelas de otras narraciones literarias es que tienen un centro secreto", un centro "que deberíamos buscar mientras leemos".

La novedad de Cercas consiste en considerar que ese centro invisible no es característico del género, sino solo de una estirpe de novelas: las que formulan preguntas sin respuestas o cuya respuesta, siempre de naturaleza moral, se lanza al tejado del lector. Frente a estas novelas de punto ciego (o con nervio óptico) existen otras que brindan soluciones inequívocas a los interrogantes que plantean: casi todas las del realismo del siglo XIX y gran parte de las novelas de género.

Efecto cognitivo

La diferencia entre unas y otras no determina la calidad literaria (no siempre, por lo menos), sino el modo en que el lector las procesa mentalmente y, en consecuencia, el efecto cognitivo que la lectura tiene sobre él. La ciudad y los perros , de Vargas Llosa, y Moby Dick , de Melville, son de esa índole porque dejan en suspenso el asesinato del Esclavo o el enigma de la obsesión de Ahab por la ballena. Por el contrario, El Gatopardo , de Lampedusa, carece de punto ciego porque revela al final quién fue el amor de Tancredi, explicando así su conducta.

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El punto ciego de la ambigüedad y la indeterminación (que no de la indefinición) es, de este modo, el auténtico punto G de la novela, su recóndita zona erógena, la que debe estimular el lector para obtener él mismo la máxima recompensa, la de enriquecerse de las verdades complejas y desasosegantes de la ficción literaria.