carta a los sacerdotes del paraguay

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CARTA A LOS SACERDOTES DEL PARAGUAY Nos dirigimos a ustedes, queridos hermanos sacerdotes, para compartir sobre nuestra vida y misión, y en especial el llamado a la santidad que tenemos juntos en la Iglesia, con motivo de los 50 años de la creación de la Conferencia Episcopal Paraguaya. Nuestra realidad actual Como Pastores del Pueblo de Dios, les agradecemos su generosa entrega de vida sacerdotal coherente y sacrificada. Sabemos que juntos podemos superar las grandes dificultades que se nos presentan. Existe en nuestra vida una cierta separación entre consagración y misión, tenemos problemas, somos débiles. Allí muchas veces los Obispos y sacerdotes necesitamos acompañarnos y alentarnos mutuamente. Nos damos cuenta que dentro de la vida eclesial puede haber distancias que no favorecen el diálogo y el acercamiento a los múltiples sufrimientos que soportamos diariamente. También nos ha tocado más de cerca el impacto del debilitamiento espiritual. Muchos de nosotros hemos abandonado los poderosos medios espirituales y nos encerramos en nuestra rutina pastoral. A veces resulta más fácil convertirnos en sólo funcionarios de servicios, perdiendo nuestra identidad sacerdotal y misionera. Las redes ocultas de la mentalidad relativista y hedonista nos llevan inconscientemente a buscar amistades que sean sustitutivas y exclusivas. Por otra parte, vemos el volumen de trabajo, sin mucha compensación. Algunos emplean su tiempo en exceso a la docencia o en otras actividades remunerativas poniendo en peligro su ministerio sacerdotal. La pobreza, la falta de

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CARTA A LOS SACERDOTES DEL PARAGUAY

Nos dirigimos a ustedes, queridos hermanos sacerdotes, para compartir sobre nuestra vida y misión, y en especial el llamado a la santidad que tenemos juntos en la Iglesia, con motivo de los 50 años de la creación de la Conferencia Episcopal Paraguaya.

Nuestra realidad actual

Como Pastores del Pueblo de Dios, les agradecemos su generosa entrega de vida sacerdotal coherente y sacrificada. Sabemos que juntos podemos superar las grandes dificultades que se nos presentan.

Existe en nuestra vida una cierta separación entre consagración y misión, tenemos problemas, somos débiles. Allí muchas veces los Obispos y sacerdotes necesitamos acompañarnos y alentarnos mutuamente.

Nos damos cuenta que dentro de la vida eclesial puede haber distancias que no favorecen el diálogo y el acercamiento a los múltiples sufrimientos que soportamos diariamente. También nos ha tocado más de cerca el impacto del debilitamiento espiritual. Muchos de nosotros hemos abandonado los poderosos medios espirituales y nos encerramos en nuestra rutina pastoral.

A veces resulta más fácil convertirnos en sólo funcionarios de servicios, perdiendo nuestra identidad sacerdotal y misionera. Las redes ocultas de la mentalidad relativista y hedonista nos llevan inconscientemente a buscar amistades que sean sustitutivas y exclusivas.

Por otra parte, vemos el volumen de trabajo, sin mucha compensación. Algunos emplean su tiempo en exceso a la docencia o en otras actividades remunerativas poniendo en peligro su ministerio sacerdotal. La pobreza, la falta de medios de subsistencia, el poco apoyo económico de nuestros feligreses, la falta de una organización interna nuestra para una vida más digna sacerdotal son desafíos que todos tenemos que afrontar.

Nuestro sacerdocio

El sacerdote está marcado con el sello del Sacerdocio de Cristo, Buen Pastor, para participar en su función de único Mediador y Redentor. De aquí surge nuestra tarea espiritual de santificar al pueblo de Dios y de dejarnos santificar, por la gracia del Espíritu de Cristo.

Recordamos con gratitud a Roque González de Santa Cruz, sacerdote paraguayo hoy día canonizado. Mencionamos igualmente al Padre Julio César Duarte

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Ortellado, quien fuera Cura Párroco rural en Ybycuí, y de quien se está introduciendo la causa de beatificación; al P. Ernesto Pérez, capellán de la Guerra del Chaco, al Padre Juan Ayala Solís, de Caacupé, celoso por las vocaciones sacerdotales, amante de pobres y enfermos; nos referimos igualmente a los Padres Vicente Arzamendia y Agustín Blujaki, incansables promotores de las vocaciones sacerdotales y religiosas; al P.Vicente Valenzuela en San Pedro, gran impulsor de las CEB´s, y otros tantos, cuya lista, cada uno en su Diócesis podrá ir completando.

Todos ellos, nos han mostrado el camino de la fe en el servicio a Dios y a la Iglesia en el Paraguay, con gran celo apostólico como hombres de profunda espiritualidad sacerdotal, porque supieron unir consagración y misión.

El llamado de vivir hoy la santidad de nuestro sacerdocio

Ellos son testigos vivientes para nuestro sacerdocio. La riqueza espiritual de nuestro pueblo debe suscitar en nosotros un dinamismo nuevo, empujándonos a emplear el entusiasmo experimentado en iniciativas concretas. Jesús mismo nos lo advierte: « Quien pone su mano en el arado y vuelve su vista atrás, no sirve para el Reino de Dios » (Lc 9,62). En la causa del Reino no hay tiempo para mirar para atrás, y menos para dejarse llevar por la pereza. Es mucho lo que nos espera y por eso tenemos que emprender el camino de nuestra propia santificación y de renovación pastoral.

Debemos crear el movimiento de la esperanza y de la victoria de Cristo sobre el mal y el pecado. Nuestra gente hoy nos reclama aquel pasaje del Evangelio "queremos ver a Jesús" (cfr. Lc 19, 1-10), "queremos ver al Padre" (Jn 14, 8). Jesús nos afirma, "el que me ha visto a mi, ha visto al Padre" (Jn 14, 9). Nuestra gente verá a Jesús y al Padre a través de nuestro sacerdocio ministerial.

Nos esforzamos por dar respuesta a ese deseo, comenzando por nosotros mismos. Vemos a Jesús diariamente, en la Palabra de Dios que mediante la "Lectio divina" y la Liturgia de las Horas, leemos, meditamos, predicamos y la vivimos como "discípulos", y la profundizamos aún más en los Ejercicios Espirituales anuales.

Lo vemos en la celebración de los Sacramentos, principalmente de la Eucaristía y en la adoración eucarística. Vemos a Jesús, el buen Pastor, que se apiada de nuestras debilidades y pecados cuando nos acercamos frecuentemente al Sacramento de la Reconciliación.

Vemos a Jesús en el rezo del Santo Rosario, que tanto estimulamos para que las familias se mantengan unidas: "familia que reza unida, se mantiene unida".

También se nos revela la imagen de Jesús Crucificado y nos identificamos con su sufrimiento redentor en nuestro servicio misionero, generoso y sacrificado hacia los más pobres, los pecadores y los abandonados.

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La perfección de nuestra vida sacerdotal se expresa en la caridad pastoral. El Papa Benedicto XVI nos recuerda, en su Encíclica, con absoluta certeza de fe: "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8). Es el Amor de Dios que nos hace santos, porque nos lleva a amar al prójimo.

Nuestra propuesta

La Conferencia Episcopal Paraguaya está comprometida con el emprendimiento pastoral "Habla Señor que tu Iglesia escucha", fundamentado en el principio de comunión y participación y en el llamado a la santidad. Por eso, como hermanos y amigos, queremos acompañarnos y ayudarnos en nuestras necesidades económicas, sociales, culturales, y espirituales.

El mismo principio debemos vivir también con los miembros del Pueblo de Dios, en clima de oración, diálogo y colaboración, con los religiosos y religiosas, los agentes de pastoral, los laicos y movimientos eclesiales.

Estamos con ustedes para seguir adelante, sin desanimarnos y juntos deseamos vivir en profundidad nuestro sacerdocio. Necesitamos la dimensión sobrenatural de consagración, de oración. Debemos ser ejemplos de sacerdotes santos para la evangelización de nuestro pueblo.

Para lograr una mayor solidaridad entre nosotros, y del pueblo hacia sus sacerdotes, creemos que se puede reforzar la experiencia ya comenzada del Seguro Sacerdotal Nacional. Debemos mejorar la organización pastoral de la economía y de la corresponsabilidad solidaria en las diócesis y parroquias, de modo a asegurar los recursos necesarios para el sostenimiento de la acción pastoral, de los ministros y servidores de la Iglesia.

Nos comprometemos a estar más próximos a cada uno de ustedes, visitándolos, no sólo como administradores de la Diócesis, sino como Pastores en quienes poder encontrar la puerta abierta del diálogo y la comprensión. Queremos compartir la Eucaristía en sus fiestas de cumpleaños y de aniversarios, en un clima familiar y de amistad sincera. Así mismo deseamosofrecer a todos los sacerdotes, especialmente los enfermos y ancianos, aquella ayuda necesaria para su subsistencia y para su dignidad humana.

Cultivando nuestra propia formación permanente, también queremos ofrecerles experiencias religiosas más profundas que hacemos juntos en los días de los Ejercicios Espirituales, mejorando el clima de oración, de celebraciones de los sacramentos, de fraternidad y amistad sacerdotales.

Ante la propuesta de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, se nos invita a prepararnos para el impulso misionero que se quiere dar a toda América Latina y el Caribe.

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Conclusión

Queridos hermanos sacerdotes, les aseguramos nuestro afecto en Cristo Sacerdote. Ustedes son los ejes de la santificación y misión de nuestras parroquias y diócesis en todo el país. Hemos pensado mucho en ustedes y hemos rezado por ustedes, así como seguiremos rezando con ustedes.

Cristo Jesús, quien nos llamó a ser sus sacerdotes para santificar, enseñar y dirigir a nuestros hermanos feligreses, nos conceda renovarnos en nuestra fe, esperanza y caridad, según el corazón de Cristo, Pastor y Rey que nos enseña a servir a nuestro pueblo.

Al llamado de la Iglesiaque nos pide hoy una nueva evangelización respondemos con generosidad como "discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida" (Tema de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe).

Que la Madre del Salvador, la Virgen de Caacupé, y la intercesión de San Roque González de Santa Cruz hagan fructífera esta carta que les dirigimos con afecto de amigos, de hermanos y de Pastores.

Asunción, 10 de Noviembre de 2006

Los Obispos del Paraguay