carlos alfredo marín. . caracas, celarg, 2013

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Acción Democrática / Movimiento de Izquierda Revolucionaria / Rómulo Betancourt / Marcos Pérez Jiménez / Partidos Políticos / Historia política / Democracia / Clandestinidad / Venezuela / Revolución Cubana / Pacto de Punto Fijo

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  • Dos islas, un abismoAD a MIR (1948-1960)

    Caracas-Venezuela

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  • Dos islas, un abismoAD a MIR (1948-1960)

    Carlos Marn

    Fundacin Celarg

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  • Consejo de publicacionesRoberto Hernndez MontoyaLeonardo BracamonteBoris CaballeroPedro Sanz

    Responsable de esta edicinBoris CaballeroCorreccinDenisse MessutiEzioly SerranoDiseo de la coleccinRayl RangelDiagramacin y edicin electrnicaDavid MoreyImpresinGrficas TaoImagen de portadaRoberto Mosquera, Stubbornness, 1994Acrlico sobre tela, 71 x 110,5 cmColeccin Celarg

    Carlos Marn, 2011Fundacin Centro de Estudios Latinoamericanos Rmulo Gallegos, 2011Hecho el Depsito de LeyDepsito Legal: lf1632013900411ISBN 978-980-399-042-8

    Casa de Rmulo GallegosAv. Luis Roche, cruce con Tercera Transversal,Altamira. Caracas 1062/ VenezuelaTelfonos: (0212) 285-2990/ 285-2644Fax: (0212) 286-9940Pgina web: http://www.celarg.gob.veCorreo electrnico: [email protected]

    Impreso en Venezuela

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  • Sobre esta coleccinLa coleccin Nuestra Amrica es una nueva colec-cin que la Fundacin Celarg ofrece al pblico lectorvenezolano, latinoamericano y caribeo. Surge enun ambiente de cambios como una necesidad delCelarg, en su carcter de centro de estudios latino -americanos y caribeos, de institucionalizar un espa-cio para la publicacin de investigaciones, trabajosde reflexin, ensayos y memorias que contribuyana entender y comprender mejor nuestra realidad pol-tica, econmica y social en torno al estudio deNuestra Amrica, a la usanza del Apstol de la liber-tad, Jos Mart. Su propsito es brindar un espacioslido para la difusin y publicacin de los textos queaborden de manera crtica, filosfica o terica, desdelas herramientas de las distintas disciplinas socialesy polticas, los dilemas de nuestro particular conti-nente: un crisol editorial desde el cual nos observar-nos a nosotros mismos, que nos permita reflexionaralrededor de nuestros problemas y, de este modo,contar con bases cada vez ms claras para posiblesescenarios de solucin inclusiva y creadora. He allque el ttulo rinda homenaje a la enorme obra latino-americanista del escritor cubano, Apstol de nues-tra definitiva independencia. La coleccin Nuestra Amrica se enmarca, al

    igual que las dems del Celarg, en el reimpulso quenuestra institucin lleva a cabo en las reas de lacreacin y difusin de la cultura y del conocimientosocial, y constituye un paso hacia la consolidacin

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  • de nuestra lnea editorial, cnsona con el proceso decambios por el que atravesamos, a travs de un nece-sario diseo que apunta a una imagen ms concreta,fresca y comprometida con el creciente espacio edito-rial venezolano. En este sentido, la coleccin de ArtesVisuales de Celarg ha servido como inspiracin denuestras portadas, al considerarla una valiosa fuentede insumos estticos que no slo aaden potenciavisual al diseo, sino que integran a nuestros librosun arraigo institucional que consideramos indispen-sable. Nuestra Amrica es, de esta manera, la segun-da coleccin de nuestro catlogo en abrazar estaorientacin grfica que caracteriza nuestra nuevaera editorial. Confiamos en que esta coleccin contribuya a

    conocernos mucho mejor en nuestros problemas,capacidades y potencialidades, y que transmita elespritu que nos anima: brindar un material quebrille por su calidad, tanto en contenido como enatractivo editorial.

    El Comit Editorial

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  • Agradecimientos

    El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien,dira el escritor espaol Francisco de Quevedo. Nada ms cierto eneste milenio que apenas comienza, en el que las virtudes y las bon-dades del hombre de bien suelen estar en extincin. Me valgo deesta sentencia del literato espaol para hacer pblicas mis palabrasde agradecimiento a las personas que no slo me formaron comohistoriador en la Escuela de Historia de la Universidad Central deVenezuela, sino tambin a aquellas que me brindaron su apoyo fiel,sugerencias interesantes y datos estimables en toda la ruta de estaobra que aqu presento.Agradezco, en primer trmino, al profesor y amigo Rafael

    Strauss K., maestro que me present a las letras y a la investigacinhistrica, sobrepasando por mucho los lmites fros del academicis-mo, siempre guindome y dndome esperanzas en los ocanos dif -ciles del humanismo.Al profesor Enrique Nbrega y sus clases problematizadoras de

    Historia contempornea de Venezuela siglo XX; ya que, staslograron despertar mi curiosidad por nuestra historia actual. Alprofesor Leonel Muoz por aceptar tutorearme metodolgica-mente y brindarme la paciencia que necesit en momentos dif ci-les. Reconocer tambin a los profesores Pedro Calzadilla, AntonietaMeneses, Alexander Torres, Herminia Mndez, Leonardo Braca-monte y Zalena Salazar por ofrecerme, en el momento oportuno,observaciones interesantes acerca del tema planteado.A mis amigos entraables, Miguel Felipe Dorta y Consuelo

    Andara, por acompaarme pacientemente a lo largo de todo esterecorrido, por leerme y corregirme sin descanso desde el primer

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  • esquema hasta el manuscrito final. Tambin agradezco, especial-mente, a mis amigos Mireya Dvila, Freisy Gonzlez, Cristel Romeroy Alejandro Lpez por asistirme puntualmente en distintas etapasde este trabajo.Doy tambin gracias al personal de la Hemeroteca y Biblioteca

    de la Academia Nacional de la Historia, y su Sala de Libros y Folle-tos. Asimismo, a la Hemeroteca y al Archivo Audiovisual de la Biblio-teca Nacional; en este ltimo, gracias particularmente, a la seoraNahir Garca por su calificada atencin respecto al fondo fotogr-fico que custodia; a la Biblioteca Central de la UCV y al ArchivoHistrico de la Asamblea Nacional y en ste a Eva Moreno por suamable atencin. Agradezco a mi familia por todo el acompaamiento prestado,

    por la confianza y el respaldo espiritual del da a da.A todos ellos est dedicado este trabajo, ya que sin su ayuda no

    hubiese sido posible.Gracias totales.

    10 AGRADECIMIENTOS

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  • En las crceles, en el exilio, en la lucha candestina, hay dos AD: la que aprueba las declaraciones de

    Betancourt y la que insiste en las aventuras militares y la que las repudia; la que se niega a cualquier contacto con el PCV y la que hace

    la resistencia con l; la que vive en las crceles en un nivel mejor porque recibe de sus familiares y se niega a cooperativizar la comida alegando que esas son prcticas comunistas y la que reparte

    el magro alimento de acuerdo a principios equitativos; la que estudia y lee, trata de comprender qu ocurre,

    y la que se niega a ello.

    Moiss MoleiroEl Partido del Pueblo. Crnica de un fraude

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  • Introduccin

    Entonces parece como si los viejos lderes debieran consentir en compartir

    su poder con los recin llegados, a menos que quieran ceder a la opinin de la masa,y renunciar (...) La sumisin de los viejos

    lderes es ostensiblemente un acto de homenaje a la multitud,

    pero en intencin es un medio de profilaxis contra el peligro que los amenaza: la formacin

    de una nueva lite

    Robert MichelsLos partidos polticos 1

    Nuestro acercamiento al Movimiento de Izquierda Revolucionaria(MIR), partido poltico venezolano fundado en julio de 1960, hacumplido en nosotros una ruta interesante. Como sabemos, todapesquisa nos conduce, a cada instante, a otros predios fluctuantes;o en otras palabras, el mapa de nuestras inquietudes nos va sea-lando nuevas luces que al comienzo no imaginbamos. Debajo de lasverdades aparentes se van tejiendo otros discursos y la curiosidadcrtica se sumerge tras sus pistas. Al final, las fuentes van deci-diendo el destino de nuestra disertacin: se concentra en unaparcela que pareca escondida en lo ms profundo del proceso enestudio. Este trabajo que presentamos cumple, en toda su exten-sin, con esta dinmica que por interesante no deja de ser asertiva.Este prembulo no es gratuito. Afanados desde un principio en

    comprender histricamente la trayectoria poltico-ideolgica delMIR, en el perodo que se extiende desde 1960 hasta 1963, vislum-bramos que no bastaba con partir del ao fundacional para cumplircon aquella meta. Frente a esto, nos encontramos con una prerro-gativa interesante: los propios fundadores del partido concuerdan,en trminos generales, que si se quiere comprender al MIR en susamplias significaciones, es obligatorio escudriar la lucha por el 13

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  • 14 INTRODUCCIN

    poder poltico en el seno del partido Accin Democrtica (AD)vientre materno del mirismo1 en el perodo que va desde 1948hasta 1960.Nos dimos cuenta de que esta perspectiva de doce aos dentro

    de AD, rica en fuentes y en atisbos cruciales, nos podra ofrecerciertamente una comprensin ms abarcante del partido mirista noslo como idea y como malestar doctrinal, sino como proyectoorganizacional y como vanguardia que fue crindose lentamente encondiciones especiales. Con ella podamos sortear las ideas impre-cisas que campean en nuestra historiograf a contempornea res-pecto a la aparicin en Venezuela del MIR: una, que fue el resultadode la primera divisin de AD en abril de 1960; y la otra, que signi-fic solamente una explosin de una vanguardia juvenil alumbradapor la Revolucin Cubana. Algo nos dijo que haba razones ms poderosas y an ms nutri-

    tivas en el amplio espectro testimonial y documental que a la fechareposa sobre el tema. El riesgo lo asumimos con entereza: iniciar unestudio por dems contemporneo y, todava, de irascible cercana;sin embargo, contbamos con la confianza de brindar un aportehumilde no slo a la historiograf a poltica del siglo XX, sino a lacomprensin de uno de los partidos que marc de por vida el des-tino de la izquierda venezolana hasta el presente: el Movimiento deIzquierda Revolucionaria.Preguntas como estas fueron atizando nuestra curiosidad: cu-

    les fueron las razones profundas, aparte de las que ya se conocen,de la fractura de AD en abril de 1960? El mirismo que se inaugu-raba en julio de 1960 de qu se alimentaba? Era el partido miristanicamente representado por la vanguardia juvenil radicalizada?De dnde provena su carcter radical y profundamente volunta-rista? Estas interrogantes nos fueron llevando a una medular: culhaba sido el teatro existencial en el que el MIR se haba criado,

    1 De ahora en adelante, definiremos con el sustantivo mirismo a la doctrinapoltica-ideolgica desarrollada por el MIR a partir de julio de 1960 y algrupo de individuos afectos a sus consignas y banderas filosficas. Vamos aentender al mirismo, en efecto, bajo estas posibilidades: 1) al nucleamientode un nmero limitado de individuos de ocupacin y vocacin polticas,asociados voluntariamente en pos de alcanzar una(s) meta(s) poltica(s) yvinculados por una comunidad de valores y creencias polticas ms o menosdefinidos y 2) como a un grupo que decide acciones polticas.

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    alimentado, ejercitado y extendido como idea, como proyecto, comomalestar, como visin de la realidad venezolana?Luego de dos aos de acercamiento a la fuente, y teniendo en

    cuenta estas interrogantes sobre el proceso planteado, decidimos,pues, nuestro objetivo: comprender la gestacin, la trayectoria, ladinmica y la lucha por el poder dentro de AD entre 1948 y 1960,partiendo de la relacin entre los viejos y nuevos lderes del parti-do, agentes que en doce aos irn produciendo los sntomas queculminaran con el parto final del mirismo. En rigor, desde la luchapor el poder, analizaremos a AD y, una especie de bisagra funda-mental, captaremos desde ella los orgenes y el sustrato existencialdel MIR: partido poltico sin cuyo anlisis no podramos com-prender cabalmente el proceso de la lucha armada venezolana de lasegunda mitad del siglo XX.Nuestro trabajo va a estar enmarcado en los linderos de lo que

    Manuel Caballero llama la historia poltica total (1998, p. 22),entendida sta no como una historia meramente descriptiva, narrati-va y falsamente imparcial, sino ms bien como una ciencia-encruci-jada (d.)2, donde lo poltico abarca todas las aristas de las cienciassociales modernas y de la realidad colectiva. Bajo esta concepcin delo poltico como amplio objeto de estudio, nos proponemos desen-traar la relacin o dinmica del poder que va a mani festarse enAccin Democrtica desde 1948 hasta 1960, incubadora fundacionaldel mirismo. Nuestro estudio es, intrnsecamente, un circuito dondeel conflicto, la pugnacidad y el enfren tamiento son sus principalescaractersticas: el perfil nato de la lucha por el poder3.Para nadie es un secreto que todo espacio pblico-estatal es,

    irremediablemente, la fuente que genera poder. Hannah Arendt,influyente politloga alemana del siglo XX, as lo destaca: que alldonde los hombres actan conjuntamente se genera poder y puestoque el actuar conjuntamente sucede esencialmente en el espacio pol-tico el poder potencial inherente a todos los asuntos humanos se hatraducido en un espacio dominado por la violencia (1997, p. 89).

    2 Esa ciencia encrucijada se hace as pluridisciplinaria, con la cara vueltahacia la politologa, la sociologa, el derecho pblico, la lingstica o la psi-cologa social, y usando por su parte el tratamiento estadstico de los datos,el anlisis cuantitativo, la cartograf a, la historia oral.

    3 Nos basamos en el ensayo de Foucault titulado Nietzsche, la genealoga,la historia (en Foucault 1995, pp. 16-17).

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  • 16 INTRODUCCIN

    Poder y violencia, hegemona y control son los puntos elementalesde toda lucha poltica. AD, durante el perodo en estudio, nos refle-jar este drama en todas sus implicaciones.Pero este trazado en el cual introducimos al lector va mucho ms

    all: presenciaremos cmo la accin y el debate de ese poder vaminando y sulfurando al llamado partido del pueblo, apuntaladopor Rmulo Betancourt. Cuando los lderes fundadores de los par-tidos asumen las riendas del poder partidista, las nuevas promocio-nes intentarn arrebatrselo con distintos fines. El socilogo RobertMichels (1991), en su ya clsico trabajo Los partidos polticos 1. Unestudio de las tendencias oligarquas de la democracia moderna4,anuncia la serie de factores que responden a esta pugna tpica entreviejos y jvenes dirigentes: primero, por diferencias objetivas enprincipios filosficos e ideolgicos respecto a cmo concebir la evo-lucin social inmediata y las divergencias de opinin respecto a lastcticas ms deseables; y segundo, por factores personales, ya seapor antipata, envidia, celos, intentos audaces por apoderarse de losprimeros puestos de la organizacin y por la demagogia.Entre las sospechas y las rencillas, el testigo del poder se va pasean-

    do en una geograf a para nada sosegada. La lucha por heredarlo,inevitablemente, nos pone en evidencia toda una parafernalia desituaciones que hacen dif cil la comunin, la discusin, el debate yel acuerdo. Se nos revelarn las ms atrevidas artimaas de presinen esta ruta que presentamos: los viejos lderes, valindose de suautoridad fundacional, endilgarn a las nuevas promociones lasetiquetas de utpicos (ibd., pp. 202-203), charlatanes (d.),demagogos (d.) y farsantes (d.); los jvenes lderes, frente a losdesafueros de la vieja guardia (d.), impondrn su esfuerzo ennombre de la masa y de la democracia (d.), y como voceros dela voluntad colectiva (d.) y principios universalistas.Al final, cuando ya la cuerda no soporta ms tensiones, se mani-

    fiesta lo temido: la ruptura o la divisin del partido. Dos minoras uoligarquas, como las llama Michels (1991), ven en la separacinla va ms adecuada para salvaguardar sus propios derroteros pol-ticos, sus propios fines ideolgicos y sus propias estrategias deaccin. Ya sea por la decidida fe que tengan ambos bandos en susideas, sazonada por el fanatismo tctico e irreconciliabilidad te-rica; o bien, porque algunos de los dos violen la dignidad y suscep-

    4 Vase Michels 1991, p. 199.

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    tibilidad del otro haciendo imposible no slo la convivencia psico-lgica entre ambos, sino la sintona afectiva y organizacional con lasmasas5, llega la divisin. Fragmentado en dos mitades el partido,una de las dos saltar hacia la otra orilla: el vrtigo de un nuevonacimiento.En rigor, ste ser explcitamente el marco donde nuestro tra-

    bajo se desarrollar: de la lucha por el poder entre viejos y jveneslderes, la ruptura definitiva y la separacin de dos lites polticas yla conformacin de un nuevo partido poltico: de la clandestinidadaccindemocratista a la izquierda revolucionaria. Itinerario quedibujar una disputa, una correlacin de fuerzas, una divisin y elnacimiento de uno de los partidos de izquierda venezolanos msimportantes del siglo XX.Para la realizacin de nuestro trabajo, utilizamos un valioso

    compendio de fuentes primarias y secundarias. Entre las primarias,tenemos los tres volmenes antolgicos publicados por la Funda-cin Rmulo Betancourt: Volumen quinto (1948-1952), Volumensexto (1953-1958) y Volumen sptimo (1959-1963). En stos encon-tramos correspondencias, telegramas, oficios y otras importantesfuentes testimoniales de primera mano, teniendo como protagonis-tas a los lderes de Accin Democrtica y todo el contexto polticoque les toc vivir, ora en la larga resistencia, ora en la recin estre-nada democracia puntofijista.Tambin consultamos los diarios oficiales de los partidos tanto

    de Accin Democrtica, titulado AD, como del Movimiento deIzquierda Revolucionaria titulado Izquierda; desfilan de igualmanera El Nacional, La Esfera y El Mundo. Otro foco importantede testimonios directos entrevistas, memorias y autobiograf aslo tenemos en los trabajos de Agustn Blanco Muoz, DomingoAlberto Rangel, Moiss Moleiro, Simn Sez Mrida, Pedro FelipeLedezma, Guido Acua, Jos Vicente Abreu, Rene Hartman deBetancourt, Alfredo Gonzlez Navas, Jorge Dger, Guillermo Gar-ca Ponce, Nicols Hurtado Barrios, Pompeyo Mrquez, AlfredoManeiro, Alfredo Pea, Lucila Velzquez y Hctor Prez Marcano.Respecto a las fuentes secundarias, revisamos la bibliograf a

    conocida acerca del perodo en estudio, trtase de Accin Demo-crtica y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria entre 1948-1960. No agotamos toda la gama de trabajos, sino que hicimos

    5 Vase ibd., p. 207.

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  • una seleccin de lo que, a nuestro juicio, pareci ms significativo.Al final, se ofrecen los detalles en la Bibliograf a.Hemos dividido nuestro trabajo en cinco partes, buscando que

    se perciban como conjuntos temticos y como parte de una lneacontinua que busque dibujar, concretamente, la ruta trazada desde1948 hasta 1960. En la primera parte, Accin Democrtica en laclandestinidad: Del sectarismo partidista a los fraccionalismos disi-dentes (1948-1952), exponemos cmo el sectarismo accindemo-cratista el putchismo militar y las innumerables disposiciones dela cuestin especial va corrompiendo las poleas del mando den-tro del partido tanto en el comit interno como en el externo; ascomo, las circunstancias en que fueron apareciendo las primerasfracciones y liderazgos emergentes, las primeras voces que fueroncuestionando las directrices de la Vieja Guardia en el exilio: el ini-cio de la pugna generacional. En la segunda parte, Accin Democrtica en la clandestinidad:

    De la insurgencia doctrinaria a la izquierda revolucionaria (1953-1958), estudiamos los trminos de la insurgencia doctrinaria en lacual el partido blanco estuvo sumida en este perodo, etapa dif cilpor el valor beligerante de las fracciones antes germinadas y queahora consumiran la organizacin. En ltima instancia, observare-mos el deslinde interno de una tendencia de izquierda, en el propioseno de AD, que va ganando sus propios espacios, sus propios derro-teros hasta el final de la dictadura perezjimenista.En la tercera parte, La correlacin de fuerzas en el seno de

    Accin Democrtica (1958-1959), se describe el proceso aceleradoy de alta tensin entre los dos grupos deslindados en el marco de laprovisionalidad democrtica iniciada el 23 de enero de 1958. Unidasslo por un hilo fino, ambas tendencias patentizarn en esos dos aoslos sntomas de una divisin inminente. La deseada meta: accedera las posiciones ms altas de la organizacin.En la cuarta parte, De la primera divisin de Accin Democr-

    tica al nacimiento del Movimiento de Izquierda Revolucionaria(1960), se analizan detalladamente los ecos de la divisin: sus cau-sas y sus consecuencias. La fractura partira en dos la historia deAccin Democrtica, por ser una de las ms profundas y decisivasen su trayectoria en el sistema de partidos venezolano. Seguida-mente, se analizar el proceso transitorio que vivir Accin Demo-crtica de Izquierda al Movimiento de Izquierda Revolucionaria: lostrminos organizativos, los fundamentos ideolgicos y filosficos,

    18 INTRODUCCIN

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  • los planteamientos para la accin poltica, sus limitaciones y pers-pectivas inmediatas.En la quinta y ltima parte, La Revolucin Cubana: la rampa

    decisiva para la insurreccin mirista, medimos el influjo certero quepropin el faro cubano al Movimiento de Izquierda Revolucionariaen su radical trnsito desde julio de 1960, un mes despus de sepa-rarse de su vientre materno. Nuestro anlisis en este apartado ir msall, comprobaremos el caldo de cultivo que hara del mirismo unapresa fcil para la insurreccin armada, y cmo su beligerancia y suapetito vanguardista actitudes que fueron asumiendo desde 1948lo alejara rpidamente de las masas populares hasta que cayeravctima de su propios afanes: la etapa de la autodefensa armada.

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  • Accin Democrtica en la clandestinidad:del sectarismo partidista a los fraccionalismos disidentes (1948-1952)

    Parece que despunta en Venezuelacierta corriente juvenil que niega

    a la vieja guardia, incluyendo a uds., los de la generacin del 36. Esos sarampiones juveniles no son para alarmar, y la mejor

    respuesta que le podemos dar a ellas es la de seguir nosotros ocupando

    siempre posiciones de pelea y responsabilidad.

    Rmulo Betancourt2 de marzo de 1953

    Separacin de las islas: el comit centrista/comit exteriorEl 24 de noviembre de 1948 Accin Democrtica iniciara el largotrance de la clandestinidad6. En las primeras de cambio, muchos diri-gentes del partido ubicados en las instancias del Ejecutivo y del Con-greso Nacional fueron detenidos y otros tomaron el camino delexilio. Poco despus, la Junta Militar de Gobierno, que tom intem-pestivamente el poder, ilegalizara a AD el 7 de diciembre de 1948.Para tener una idea del descalabro de esta medida: de los catorcepuestos centrales del Comit Ejecutivo Nacional del partido (CEN),cinco se asilaron en embajadas, seis fueron detenidos y slo uno tuvola oportunidad de enconcharse7. Rmulo Betancourt, presidente

    6 Vase el trabajo de Manuel Vicente Magallanes (1973) y el de Alfredo AnguloRibas, (1993, pp. 37-58).

    7 El nico que pudo evadir la crcel fue Luis Augusto Dubuc, para entoncesSecretario General del Partido, pero sera detenido luego el 18 de enerode 1949. Las embajadas que recibiran a los cinco miembros seran la deColombia, Chile y Guatemala. Vase al detalle Anexos en Rmulo Betan-court (2003, p. 776). 21

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  • 22 ACCIN DEMOCRTICA EN LA CLANDESTINIDAD: DEL SECTARISMO PARTIDISTA A LOS FRACCIONALISMOS DISIDENTES (1948-1952)

    del partido, se asilara el 30 de noviembre de 1948 en la Emba -jada de Colombia en Venezuela en condiciones que an se siguendiscutiendo8. Valmore Rodrguez y Luis Lander caeran tras lasrejas luego de que su intento de conformar un gobierno en Mara-cay, con la plana militar leal al gobierno depuesto, fallara9.Dentro de aquel desbarajuste sin precedentes, la lnea jefatural

    del partido estaba prcticamente acfala, desperdigada en el miedomomentneo y en el desconcierto. El 8 de diciembre, un da des-pus de haberse decretado la ilegalizacin de AD, se hace circular anivel nacional un breve manifiesto que iniciara, frontalmente, laresistencia en aquellas aguas turbulentas:

    Nuestro partido declara ante la nacin que desde esta misma fecha ini-cia su labor poltica de carcter clandestina, encaminada a organizarla vanguardia combativa del pueblo, para recuperar las libertadespblicas y el rgimen de soberana poltica hoy usurpado. En esta luchaque hoy iniciamos nuestro partido se batir con las armas de com-bate que le son caractersticas. Vamos a organizar la opinin pblicaen escala nacional como fuerza de accin permanente. Vamos a movi-lizar todos los recursos de la agitacin y orientacin al servicio de la libe-racin nacional. Vamos a desencadenar la accin permanente en todoslos frentes de lucha, hasta lograr que la crisis poltica de la nacindesquicie el precario rgimen de dictadura asentado sobre bases tam-baleantes (Catal s.a., pp.63-64)10.

    ste ser el prembulo de la lucha: el primer grito formal. Sinembargo, aquel empeo en reconstruir el partido en la resistencianaca de una semilla imprescindible: la beligerancia voluntarista.Ser sta la nica guarida existencial en la que los militantes podrnresponder sobre la marcha, pensando y accionando en la inme-diata realidad. As lo observa el Secretario General del CEN, Octavio

    8 Rmulo Betancourt escribe una carta al Comit Ejecutivo Nacional de AD,para que le ordenasen asilarse, aunque l mismo deba saber que eseCEN, si no estaba en la crcel, le resultaba cuesta arriba reunirse. Estacarta es, pues, como l mismo lo dijo de la Carta de Cartagena uno de losms tristes documentos de su vida pblica y sus enemigos, tanto en elgobierno como en la izquierda, no dejaron de emplearlo contra l, dejandocorrer la sospecha de cobarda f sica, apunta Manuel Caballero (2004,p. 274).

    9 Vase Moiss Moleiro (1978, p. 144).10 Las cursivas son nuestras.

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    Lepage, en febrero de 1949, al referirse a la tal beligerancia como elpecado original. Veamos con ms detalles la cita:

    En una reunin parcial realizada en Antioquia [se refieren en clave aCaracas], se design un Centro de tres para que supliera la falta abso-luta de direccin provocada por la inhabilitacin forzosa de Leopoldo.Este Centro fue nombrado a mediados de enero [en realidad fue enfebrero] es decir dos meses y medio de la cada. Durante ese lapso laorganizacin estuvo prcticamente sin direccin () El Centro sigueteniendo su pecado original, es decir, haber sido escogido en forma queno consult la opinin nacional de la organizacin. Hemos insistido enque tiene carcter provisional y estamos dispuestos a realizar con lamayor prontitud esa consulta (en Betancourt 2003, p. 777)11.

    El pecado ednico del que habla Lepage ser como un dictamenque, tarde o temprano, producira sus consecuencias. El grano de labeligerancia, pues, sera sembrado. Las races, el tallo, el tronco, lasramas y luego los frutos de aquella germinacin sern el dibujo cen-tral de la disputa que comprenderemos, no slo para entender elcontexto de la primera divisin de AD, sino tambin los frutosdel radicalismo que ms tarde dara forma al MIR.Desde entonces, Accin Democrtica se dividir bajo la presin

    militarista en dos islas: el aparato interno o centrista, encarnadopor el Comit Ejecutivo Nacional (CEN), y el externo, formado porel Comit Coordinador de las Actividades de AD (CC). En aquellasdos dimensiones se van a dictar los mecanismos de accin: laprimera ser constantemente golpeada por razzias irrefutables, yasumida por nuevas generaciones de lderes; la segunda ir formn-dose en pequeos crculos en distintos pases latinoamericanos conlas viejas figuras fundadoras. Si en una primera instancia todo elpeso y el inters de la resistencia recaa en el comit centrista porsobre el externo, veremos cmo esta distincin se ir erosionandoconforme pasen los aos.

    El Centro sigue teniendo su pecado originalCentrmonos ahora en un punto interesante. Se tiene la versingeneralizada de que una de las razones de la primera divisin de

    11 Carta citada en el Anexo. Las cursivas son nuestras.

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    AD y, en su defecto, del origen del MIR en 1960 tiene su raz en lasdesviaciones doctrinarias que un sector de la militancia fue perfi-lando a lo largo de diez aos de resistencia. Sin embargo, diremosde entrada que en la disputa interna del partido estar el eje inelu-dible de estos extravos. Ser en la lucha y en la pugna de la espiralcentral donde aquellas empezarn a ventilarse a lo largo y anchodel partido o, dicho de otra manera, ser la lucha por el poder ladinmica que ir llevando a AD a terrenos polmicos y dif ciles(Caballero 1998, pp. 23-25).Ya en 1949 esta disputa de la que hablamos comienza a dibujar

    sus primeros bocetos. As lo vemos en la carta que Domingo Alber-to Rangel le dirige a Rmulo Betancourt el 16 de marzo, all explicaque:

    Es absurdo, pero ahora en la clandestinidad vivimos en una situacinde permanente y soterrado cabildo abierto. Las direcciones en el inte-rior del pas son como veletas sopladas por los vientos de las opinio-nes ms antojadizas () Dentro de esta zarabanda prospera como esnatural, las desviaciones doctrinarias y los desaciertos polticos () Yatenemos nihilistas que cifran en las bombas su nica voluntad (enBetancourt 2003, p. 35)12.

    Segn el juicio de Rangel, para resolver aquel desbarajuste en lalnea de mando del comit interno, era necesaria la presencia enVenezuela de una gran voluntad, templada en largas experiencias(d.). El militante adeco culmina diciendo que: Esto sera ms efi-caz que todos los consejos y exhortaciones que se enviaran desde elextranjero (ibd., p. 43)13. Un CEN sin cohesin, sin bases slidas,sin certezas es lo que Rangel nos pinta categricamente; en elfondo, lo que ms se teme es que el aparato clandestino en Vene-zuela se ahogue en su misma desesperacin.Sin embargo, cuando aparece en el escenario la figura de Leonar-

    do Ruiz Pineda la marea organizacional tomara aires renovadores.En efecto, Ruiz Pineda asumira la Secretara General del CEN el 27de noviembre de 1949, luego de una reunin del Comando que

    12 Carta de Carlos Robles a Roca. Doc. 3, 16 de marzo de 1949.13 Carta de Carlos Robles y Alberto Creto a Compaero (Rmulo Betan-court). Doc. 4, 14 de abril de 1949.

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    dur ms de ocho horas (ibd., p. 781)14. Ante la necesidad de im -primirle un nuevo ritmo de trabajo organizacional y tctico al par-tido, Ruiz Pineda comienza su tarea como dirigente clandestino,labor que ya desde mayo haba iniciado en el puesto de SecretarioOrganizacional. Ruiz Pineda observa, ntidamente, que en el pas se ha alzado esa pequea marea de bajo mar partidista y sobreel cual se ha querido hacer crticas de sentido acadmico y de jerar-qua (ibd., p. 126)15. Pero va mucho ms all: Las friccionesinternas, tienden a desaparecer a medida que reincorporamos nue-vos compaeros al cumplimiento del trabajo y les evitamos tiempolibre para sus especulaciones filosficas (d.).Observa el dirigente tachirense en el mismo documento que,

    evidentemente, exista una base radicalizada (d.). La impacienciay la angustia eran los elementos inflamables para que este ncleolocalizado en el sector bajo y medio intentasen revelarse efusiva-mente ante las lneas del partido; sin embargo, la chispa que provo-caba an ms la posible explosin estaba en las metas sectariasinsufladas en las operaciones putchistas que AD va a enarbolardesde aquellos primeros meses.Y es que el sectarismo germinado en breve tiempo bajo el

    gobierno del presidente Gallegos jugar inevitablemente en con-tra para AD. Ahora la base de la militancia estar dirigida emocio-nalmente, y gracias al atosigo de la represin, a confiar en el golpismocomo la nica salida16. La base radicalizada empieza a revelarse comoun conjunto impaciente, escptico, ganada a la conspiracin y alinmediatismo. Los asuntos doctrinarios seran, a nuestro entender,

    14 Ruiz Pineda aceptara la Secretara General del CEN a pesar de que seopuso expresamente a aceptarla con la condicin expresa de entregarlacuando Luis Augusto Dubuc (Ras) retornara al pas en marzo de 1950.

    15 Carta de Alonzo a Pedro. Doc. 34, 27 de mayo de 1949.16 La tctica golpista e insurreccional de AD para reconquistar el poderempezar a estipularse desde el mes de noviembre de 1949 Vase Memo-rndum Confidencial. Doc. 14, 30 de noviembre de 1949, Mxico (Betan-court 2003, p.71). All se analizan las alternativas posibles de acometer talesfines: Con todas las diferencias que mantienen con nosotros, han mani-festado estar dispuestos a apoyar un movimiento por el retorno a los pode-res constitucionales constituidos para el momento del golpe militar (d.).An ms, en el Memorandum se expresa la idea de que para estas ini-ciativas subversivas, el Centro tiene para s las responsabilidades y la pla-nificacin total.

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    una razn fundamental; sin embargo, no ser la ms visible a lahora de comprender la naturaleza embrionaria de las acciones tem-pranas de ese ao. Pero no nos adelantemos.

    La cuestin especialPronto se confirmarn y acentuarn, efectivamente, las contradic-ciones direccionales dentro de AD. Betancourt ir asumiendo, pro-gresivamente, su autoridad por encima de las actuaciones delaparato de la resistencia; Ruiz Pineda, aludido directamente, sercuestionado por aquel ocasionando una crisis de liderazgo y, en elmedio, aparecern las primeras fracciones dscolas que desconoce-rn cualquier lnea jefatural. Una bifurcacin tremenda que nocesar de crecer conforme el partido vaya navegando en las aguasde la clandestinidad.Un elemento profundizar en 1950 esta bifurcacin de la que

    hablamos: las actividades de carcter subversivo o, como se le cono-ce en la propia documentacin, la cuestin especial. El ComitCoordinador en el exilio jugar un papel importante en esta tarea;desde sta instancia se dictarn lneas de accin, se conseguirnarmas y ayudar monetariamente. Una intensa red conspirativa irtejindose sobre el escenario con el nico fin de derrocar al gobier-no militar; revelndose las alianzas nacionales y latinoamericanasen la prosecucin de la vuelta al poder de AD.Aprovechando la presencia importante de los cuadros sindicales

    del partido en los campos petroleros del pas, el comit centristaen manos de Luis Augusto Dubuc entre marzo y abril establece-ra los lineamientos de una huelga general desde el primero demarzo. sta, por ms ambiciosa que pareca debido a sus alcances,significara en realidad una gran derrota: el rgimen militar arresta-ra a cientos de militantes a nivel nacional. Los documentos eviden-cian, puertas adentro del CEN, que no faltaron las tensiones demando frente a aquel descalabro17.Nuevamente el partido intentar otra huelga entre el 3 y el 9 de

    mayo de 1951, ahora con un radio de accin ms amplio: Zulia, Fal-cn, Monagas y Anzotegui. Detenido Luis Augusto Dubuc, en la

    17 Vase el Estudio preliminar 1948-1952 de Margarita Lpez Maya (enBetancourt 2003, pp. 10-11).

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    Penitenciara General de Venezuela de San Juan de los Morros, stesera relevado por Leonardo Ruiz Pineda en la Secretara Generaldel CEN, desde abril hasta diciembre de aquel ao, quien heredaraesta crisis palpable donde las actividades especiales, a todas vistas,se manejaban como un brazo paralelo de la organizacin. Rmulo Betancourt (2003) no tarda en criticar encarnizadamen-

    te estas acciones que hundan al partido en la agitacin subversiva yque lo hacan olvidar, por momentos, su verdadero fin tctico:canalizar el descontento social hacia el rgimen militar por mediode las acciones populares. El desarrollo de la huelga, desde elpunto de vista agitativo satur ms el electrizante ambiente polti-co nacional, al extremo de que en muchos lugares del pas la expec-tativa adquiri formas desesperantes (p. 221), subraya en suComunicacin del CEN de Accin Democrtica a los ComitsEjecutivos Seccionales18. El lder guatireo le adjudica a esta lnealas fallas de la organizacin partidista a escala nacional, situacinque proyectaba otra catstrofe: carencias en la propaganda y en lasfinanzas, por ejemplo:

    Aprovechando ese clima y utilizando indebidamente elementos parti-distas algunos compaeros tomaron iniciativas contrarias a la disci-plina de la Organizacin () grupos no controlados por la Organizacintomaron iniciativas que perjudican la vida general del Partido y sustareas especiales. Se hace necesario explicar que ese brote no obedecia instrucciones partidistas ni estuvo orientado por la Organizacin ()Y an cuando ya han sido tomadas medidas disciplinarias para ponercese a las actividades de tipo anarquizante que a veces son cumplidasen ncleos del Partido no informados (d.)19.

    Estos indicios dan muestras de la amplia erosin que empezaba acarcomer la jefatura del CEN en la resistencia: el individualismoanrquico. Luis Troconis Guerrero confirma en la misma lneatoda esta convulsin:

    Ese aventurerismo expresa una gran tendencia: la de que con papelesno se tumba al gobierno, tradicional posicin de los cmodos; y des-viacin intolerable en un partido revolucionario, que fue auspiciada

    18 Doc. 65, mayo de 1950.19 Las cursivas son nuestras.

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    y estimulada desde la misma direc. Nacional () y no vacil en obrarcontra la mayora usando indebidamente los resortes del partido (ibd.,p. 232)20.

    Troconis, luego de analizar al detalle la lucha clandestina que laisla interna vena realizando al lado de los comunistas, seala que elncleo de estas iniciativas dscolas estaba ubicado en la JovenGuardia (d.). Ms all de esto, revela la desconfianza en la trayec-toria direccional aludiendo directamente a Ruiz Pineda21 y queconfiaba ms en su amigo fundador, Rmulo Betancourt, paraque pusiese el orden que tanto se requera: Ante los riesgos inter-nos que confrontamos, de las feas perspectivas que se abren, creoque debes sentirte obligado a intervenir en el partido. El jefe eres ty eso nadie lo discute (ibd., p. 234)22.A finales de noviembre, Ruiz Pineda le informa a Betancourt

    sobre la naturaleza de algunos focos rebeldes pertenecientes al sec-tor estudiantil. El dirigente tachirense conf a que la salida para con-tener estos afanes beligerantes era reorganizar, educar, preparar ycultivar el estudio doctrinario entre la militancia nueva: las gestio-nes de ndole publicitario-orientador, tendidas hacia lo interno de laorganizacin (ibd., p. 251)23. Es decir, especies de programas te-ricos-prcticos que fingiesen como cataplasmas y que dirigieran, deotro modo, las metas polticas del partido. Se trataba, en efecto,

    20 Carta de Caldern a lvarez. Doc. 67, 2 de agosto de 1950.21 Ruiz Pineda asumir estas crticas que muchas veces se les hacan llegar pormedios secundarios. Parece segn lo que he captado por dichos de losCC. Inmigrantes, que todo esto obedece a la ninguna confianza que lemerece lvarez mi actuacin, especialmente por lo que l ha comentadoser posicin equivocada ma ante los comunistas. Me ha alarmado enel sentido personal () se dan a la tarea de decir que los que aqu estamosno merecemos la confianza de la gente de afuera, concretamente la delvarez, por estar bajo la influencia galleguista. Esto ltimo me ha puestofuera de control () Claro que no faltan los CC. que se acercan a lvarezpara insinuarle que aqu estoy capitalizando una maniobra contra l. RuizPineda, siguiendo este patrn conductual, se quejar constantemente delos silencios inexplicables que Betancourt expona. A todas muestras,tenemos en este punto contradicciones no slo personal entre las autorida-des ms visibles de AD (centro-exilio), sino que a travs de ellos irn ali-mentado distintas fracciones contestatarias que pondrn en crisis elaparato general del partido (Vase docs. N 68, N 70 y N 72 en Betancourt2003)

    22 Carta de Caldern a lvarez. Doc. 67, 2 de agosto de 1950.23 Carta de Alfredo a lvarez. Doc. 72, 4 de noviembre de 1950.

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    de rescatar el esfuerzo organizacional que ya desde 1931 especfi-camente desde ARDI el propio Betancourt propondra comometa fundamental: la disciplina y doctrina partidista24. A travs deellos podemos comprender el impacto, verdaderamente, que estossectores juveniles tomaban tempranamente en el accionar polticoclandestino; y que, a juzgar las altas figuras que lo testifican, danuna claridad pasmosa de sus alcances y sus proyecciones a media-no y a largo plazo. Era urgente orientar. Observemos las palabras deRuiz Pineda:

    Por ejemplo, en lo estudiantil, acaba de ser localizado un foco de des-contento y malestar ideolgico, cuyos personeros plantearon la necesi-dad de histrica de propiciar la constitucin de otro Partido, msavanzado que AD. An cuando esto podra ser un problema de losllamados filosficos, en lo prctico forma parte de esta situacin denimo colectivo que conoces a travs de sucesivas correspondencias.No aspiramos a aplastar el problema con simples documentos puessabemos que simultneamente hay que actuar en el frente organizati-vo. Pero damos importancia a esos documentos porque servirn parainiciar la labor de capacitacin orientadora que ha sido descuidada entodo este lapso de la diaria pelea (en d.)25.

    Tenemos, pues, la intencin de Ruiz Pineda de educar doctrinal-mente a la militancia juvenil. Sin embargo, el sectarismo afincado

    24 La disciplina partidista ser una de las bisagras ms importantes en cuan-to a organizacin poltica de masas. Rmulo Betancourt ir formalizandoeste concepto desde los inicios del Plan de Barranquilla en 1929. La disci-plina est, bajo esta concepcin, unida a la doctrina: no puede existir unasin la otra. Esta concepcin fundamental influir no solamente la visinpoltica de la Venezuela del siglo xx; tambin dar forma al surgimiento delos partidos polticos modernos del pas. La disciplina del partido ser elnuevo vnculo que sustituir las solidaridades romnticas por un efectivovnculo de clase. Mariano Picn Salas as lo reconoce en carta a RmuloBetancourt el 4 de abril de 1931: Es indispensable para mantener la disci-plina de un grupo as, que con modestia, vamos reconociendo a un lder. YUd., Betancourt, que es el que ms ha estudiado el problema poltico y eco-nmico base de toda accin debe asumir ese papel que reposa no sloen los mritos de Ud., sino en la confianza y absoluta lealtad que todosles deberamos () Porque slo con disciplina, con un puado de verdadessencillas bien clarificadas, se puede hacer poltica de masas (citado enSosa A. y Lengrand 1993, p. 190).

    25 Las cursivas son nuestras.

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    en el trienio 1945-1948 estaba conduciendo anmicamente a la basepor aquellos caminos. Ya a finales de 1950 la visin putchista y sub-versiva estaba llegando a niveles nunca antes vistos. Betancourt,intenta alertar y frenar las polticas especiales (d.) porque el par-tido puede convertirse en una secta de conspiradores obsedida poruna frmula y por una sola salida para la situacin de Venezuela(d.). Camarilla que era integrada, segn el discurso betancourista,por charlatanes e indolentes (d.). La medida perfecta: la purgadisciplinaria sin contemplaciones (d.) para proteger la saludinterna (d.).A la luz de esta urdimbre, Betancourt, adems de establecer cri-

    terios de accin inmediata, ofreca, a pesar de la distancia que loseparaba de la realidad venezolana, balances detallados que a largoplazo van a cumplirse para bien o para mal. Estamos hablando, sintemor a equivocarnos, de la aparicin de la vanguardia juvenil26.Qu sera el MIR de abril de 1960 sino una vanguardia revolucio-

    26 Utilizaremos el trmino de vanguardia juvenil con el sentido de identificarel papel de avanzada que jugar el sector estudiantil no slo en el seno deAccin Democrtica, sino tambin en la dinmica represiva que abrir ladictadura militar en todos los mbitos de la sociedad venezolana desde1948 en adelante. Al revisar los cimientos polticos del partido AccinDemocrtica, encontramos la utilizacin del trmino vanguardia estudian-til o juvenil desde 1928, cuando aquel grupo de infantes caraqueos desa -f an al rgimen gomecista. En el trabajo En las huellas de la pezua de1929, Rmulo Betancourt y Miguel Otero Silva califican al estudiantadocomo el mejor preparado que ninguna otra colectividad social (p. 19)para sacrificarse y despertar la conciencia poltica de las masas oprimidas;l la llamar, en efecto, la vanguardia luchadora (d.). Hugo E. Biagini yArtuto Roig (2008) le da una connotacin interesante y la definen con eltrmino de juvenilismo. Segn los autores, ste sera la creencia o ideolo-ga segn la cual les corresponde a los jvenes asumirse como avanzadahistrica, como redentores sociales y portadores de utopa, al reunir en sla mayor dosis de inconformismo, desinters, creatividad y compromiso(pp. 313-115). Estamos hablando, en este sentido, que en el estudiantadoestar el germen de la voluntad contestataria (d.); en l estar deposi-tado fuerzas potencialmente guiadas por la accin y el pragmatismo, y entrminos generales, revolucionarias. Pero, sabiendo que una vanguardia esun producto de la historia y de la lucha, podemos apuntar las condicionesbsicas para que pueda existir una vanguardia poltica: primero, la energay rebelda que emerge del descontento de las clases explotadas, y en espe-cial de la clase obrera; y segundo, la conciencia de stas de la explotacinque sufren y de la necesidad y objetivos del movimiento social que tiende aliberarlas, y que cristaliza en el socialismo y el comunismo. Vase Clodo-miro Almeyda (julio-agosto 1982, p. 21).

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  • naria? Con lucidez, como todo el anlisis betancourista de estosaos, ya prefiguraba en toda su expresin el pecado original conque ese grupo de avanzada que empezaba a actuar desde los prime-ros meses de la resistencia. Una vanguardia que no estaba inter-pretando satisfactoriamente la realidad y que, en contraposicin,estaba conduciendo al partido unilateralmente a la violencia golpis-ta como la salida ms visible: Creo sinceramente que no est enfo-cando realistamente la situacin de nimo de los venezolanos laDireccin de AD (en ibd., 252), dice el presidente fundador. Vea-mos lo que advierte sobre la vanguardia el propio Betancourt:

    Est interpretando el querer de la vanguardia, el pensamiento de lavanguardia; y olvidando que un ejrcito no es slo vanguardia, sinotambin centro y retaguardia. Reflejar lo que piensa su militancia y loque piensan los sectores independientes radicalizados (individualesindependientes sera ms adecuado decir) no puede ser la brjula queoriente a un comando de un Partido. Ojal que a la distancia se meestn escapando elementos imponderables de apreciacin, pero conlos que tengo he llegado al diagnstico de que ustedes estn atribu-yendo a la mayora de los venezolanos lo que piensa y desea y est dis-puesta hacer una vanguardia organizada del pueblo, pero que todavano es impulso volitivo generalizado en todo el pueblo (d.).

    Betancourt no se cansar de combatir esta vanguardia durantetoda la clandestinidad. Pero aqu nos encontramos con un elementoque debemos adelantar: el discurso de Betancourt, cambiante, muta-ble y siempre en constante movimiento, apoyar a las operacionessubversivas; pero su apoyo, como nos revelan las fuentes, estar con-dicionado respecto al vaivn que ofreciese el juego poltico vene-zolano: Ante esta situacin, creo que nuestra estrategia y nuestratctica tienen que conjugarse, habilidosamente; y tener en las manospara jugarla en el momento decisivo, no una sola, sino todas las car-tas, desde la electoral hasta la insurreccional (d.). Estrategia y tcti-ca: un accionar que pasase por las acciones legales y las clandestinas.Sincronizacin redonda: liderazgo curtido, por dems.

    Est en juego la salud del PartidoContinuemos analizando el comportamiento de las fracciones de labase radicalizada que ya desde hace meses han venido reportando

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    los documentos puestos al trasluz de nuestra crtica. El discursobetancourista, como empezaremos a observar, va mutando su tono ysu acento; si bien se dirige al comit centrista en calidad de mensa-jero de algunas observaciones y sugerencias, rpidamente irdemostrando el peso de su liderazgo: impondr progresivamentetoda su energa tal como lo vena haciendo desde hace veinte aoscuando ya despuntaba su figura en el exilio poltico en 193127.Reparamos en esto para ir asomndonos a la forma como Betan-court fomentar las lneas tangenciales en el orden internacionalque marcarn las decisiones de la organizacin.Desde febrero de 1951, el discurso viejoguardista va a presionar

    al aparato interno para que tome posicin sobre el contexto geopo-ltico internacional: la crtica atmosfera de la Guerra Fra que par-ta el planeta en dos, el Occidente (Estados Unidos) y el Oriente(URSS) (Vase Hobsbawn 1999, pp. 230-245). Betancourt, hbil yastuto estadista, va metiendo el dedo en la llaga y solicita consuma franqueza que el partido en la resistencia d una opininpblica sobre aquel panorama polmico, propio de una posible ter-cera guerra mundial. Escudriemos, paso a paso, esta posicin quetraer consecuencias en los cimientos de AD en corto, mediano ylargo plazo:

    He esperado mucho tiempo que el Partido defina su posicin ante laactual crisis internacional () La gente en nuestro pas sabe, o intuye,que esta crisis internacional nos afecta muy directamente, porquesomos el principal proveedor de materia estratgica para uno de losfrentes de lucha y porque nos proveemos de E.U., hoy en gran parte ysi estalla la guerra, totalmente. Adems, quermoslo o no estamos liga-dos, como Nacin, por compromisos internacionales, a uno de esosfrentes, el occidental. Y ligados por pactos (el de Ro, el de Bogot) quefueron suscritos por nuestro gobierno y aprobados y defendidos por elCongreso por nuestra mayora parlamentaria. Inhibirnos ante una

    27 Germn Carrera Damas (1994) establece las razones o las aspiracionesiniciales con las que despuntar el liderazgo de Rmulo Betancourt: di fe -renciarse en todos los aspectos de la oposicin y de los caudillos tradiciona-les; ubicarse en el marco de las nuevas proposiciones ideolgicas-polticas,convertirse en un vocero de la nueva resistencia, crearse un prestigio en elmbito de la lucha contra las dictaduras y el imperialismo y por la democra-cia en Amrica Latina, y formarse una personalidad de luchador revolucio-nario (p. 15).

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    cuestin de tal magnitud y tan ligada al destino nacional por reservasmentales que puedan haberle surgido a posteriori a algunos dirigentesdel P. (en el exterior a ninguno, dicho sea de paso) o por la creencia deque no deben romperse las ltimas tablitas podridas que nos puedanconducir a acciones conjuntas con los bobitos, es un verdadero suicidiopoltico. O una inslita cobarda poltica (Betancourt 2003, p. 388)28.

    Varias cosas podemos inferir de aqu. Una, la absoluta seguridadde Betancourt de que el CEN estaba envuelto en una crisis internaque le impeda poder tomar una posicin certera al respecto; otra,la confianza manifiesta de que todos los comits en el exilio se ple-gaban a su autoridad indiscutible ante la situacin internacional; yotra ms palpable, la enrgica presin que lanza hacia la gestinruizpinedista, poniendo en discusin la poltica del frente unitariocon los comunistas llevada por el tachirense desde la SecretaraGeneral29. Sin embargo, el discurso betancourista sigue cuestio-nando todo a su paso:

    b) dejamos al P., a nuestra gente de base, desarmada tericamente paraenfrentarse a dos tesis: la pro-rusa a rajatablas de los comunistas y laservilmente pro-yanqui de copeyanos y dems expresiones del colo-nialismo poltico y mental. c) se abre una fisura entre la conducta yposicin de los dirigentes exilados, que tenemos tomada una posicinpblica y beligerante (no caprichosa, por supuesto, sino insertada en lalnea poltica internacional seguida por el partido en la oposicin y enel poder) y la del comando nacional. Fcil es la tarea comunista deinsistir en las dos alas supuestas la betancourista y derechista,

    28 Comunicacin de lvarez para Centro. Doc. 118, 8 de febrero de 1951.Las cursivas son nuestras.

    29 Ya desde 1949, Ruiz Pineda establece las alianzas o frentes unitarios con elPartido Comunista de Venezuela, yendo a la contracorriente de los dict-menes de Rmulo Betancourt. El Partido Comunista de Venezuela estsiendo golpeado igualmente () Personalmente creo que estos acuerdos noestarn sometidos a una lnea rgida, cerrada. O bien celebramos coordina-cin [con los pecevistas] sobre hechos concretos o pactamos una tregua oregularizamos la guerra mutua () No se trata de caer en el menestrn delfrente nico, etc. Las viejas y permanentes actitudes de concepto frente alPCV siguen siendo nuestras normas, la accin a acordar ser una transito-ria actitud tctica para impedir la dispersin de fuerzas dispuestas a com-batir la Junta (en Betancourt 2003, p. 177). Vase, en la obra citada,Comunicacin de Anselmo. Doc. 48. 24 de octubre de 1949. Sobre estetema, tambin pueden verse los documentos N 50, N 51 y N 53.

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    la izquierdista y revolucionaria porque en esta cuestin clave contrastael silencio inexplicable de ustedes con la actitud nuestra (ibd., p. 390).

    Nos preguntamos a esta altura, cunto tiempo tardar toda estasituacin contradictoria y de autntica presin azuzada por el prin-cipal lder de AD en causar una verdadera crisis dentro de las pole-as del CEN. La presin de las lneas del exilio pujaban para que ladireccin clandestina empezara a divisar, aniquilar y execrar aaquellas fracciones afectas al ala izquierdista y revolucionaria(ibd., p. 388) que alimentaban con el silencio la toma de una posi-cin tan sencilla para aquellos. Sin embargo, ms que un silencio,lo que podemos interpretar es que, efectivamente, haba una con-tencin de gran parte de la dirigencia centrista de adelantar cual-quier posicin que comprometiera al partido y a sus bases polticas eideolgicas en el mbito internacional30.En la Circular del CEN de Accin Democrtica para los Comi-

    ts Ejecutivos Seccionales, del 26 de abril de 1951, se vislumbranlos nombres y apellidos de los divisionistas, empeados en sealardefectos y fallas en la vida de la organizacin. Este documentotrascendental pone de relieve una campaa de bajo fondo que bus-caba desconocer la Direccin Nacional, penetrar las organizacio-nes sindicales, constituir una comisin para designar organismoscentrales de direccin, promover reuniones de delegados, y, en sn-tesis crear un partido dentro del partido (en ibd., p. 398)31.

    30 Betancourt solicita, encarecidamente, al CEN que publique una resolucincon estas directrices puntuales; stas no dejan de patentizar toda la manio-bra del lder guatireo en el manejo internacional: 1) A.D. ratifica su repu-dio a toda forma de totalitarismo poltico, y rechaza con igual decisin lasfrmulas del sovietismo ruso y las de la dictadura neo-fascista implantadaactualmente en el pas como soluciones nacionales. Renueva su fe en lademocracia revolucionaria, que no sacrifica las libertades esenciales delindividuo en nombre de la justicia social. 2) Ante la tensa situacin inter-nacional provocada por la agresin comunista en Corea, el partido consi-dera que la Nacin debe ser consecuente con los compromisos de lasolidaridad continental adquiridos en el pacto de Ro Janeiro y de los acuer-dos de la Conferencia Interamericana de Bogot () 4) Le corresponde unaresponsabilidad evidente a los gobiernos del llamado bloque occidental enesa falta de fe que se aprecia en los pueblos latinoamericanos en Venezue-la en primer trmino con respecto a su sinceridad cuando rechazan laagresin comunista en Corea (ibd., p. 390).

    31 Circular del CEN de Accin Democrtica para los Comits EjecutivosSeccionales.Doc. 26 de abril de 1951.

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    Estaba claro: el movimiento fraccional se extenda por todos loscomits seccionales del pas, prendiendo las alarmas en toda laestructura de la organizacin. Pero el tercer inciso de la Circu-lar es ms rico en detalles, es necesario citarlo en su totalidad:

    3. El grupo inspirador est jefaturado por el compaero Jos Marca-no, (circunstancia plenamente comprobada por informaciones proce-dentes de compaeros docilitados por aqul a fin de ser incorporados ala tendencia escisionista), secundado por los compaeros () Albujas,Humberto Crdoba () Rojas y () Trujillo, todos de antecedentescuestionables desde el punto de vista disciplinario () En su campaa deproselitismo estos compaeros han logrado enrolar como firmantesde sus documentos a un grupo de compaeros sobre los cuales estactuado el partido por medios convincentes y explicativos a fin de queconozcan la falsedad de los argumentos utilizados por los promotoresy la intencin fraccionalista que los anima32.

    Seran pasados al Tribunal Disciplinario, efectivamente, todosestos sealados. Un mes despus, Ruiz Pineda nos confirma encarta a Betancourt del 6 de mayo que Jos Marcano y compaa, esdecir, el corazn del brote fraccionalista, responda al llamadoestado de nimo que vive el partido, de impaciencia y ansiedad.Era imposible esconderlo. Testifica, adems, que aquel grupo venaactuando as desde hace meses. Contina el dirigente:

    Localmente ese grupo se mueve y es activo, penetra la base, enrola asu fila valiosos militantes y desorienta a muchos () Ya pues hemoslocalizado el ncleo promotor y ahora nos ocupamos de aplicar dosclases de medida: las profilcticas y las disciplinarias (ibd., p. 413)33.

    Se podra borrar con la persuasin doctrinaria aquel malestar,por un lado, ideolgico y, por otro, estratgico? Podra Betancourtluchar contra aquella marea escptica, cuestionadora? Es necesario,para entender el abismal malestar que cunda en las profundidades

    32 Marcano, Rojas, Albujas y Trujillo, los cuatro identificados en este brotedivisionista se obvian otros nombres a juzgar por la ilegibilidad del docu-mento formarn parte de la primera puesta en escena, en abril de 1960,de la conformacin primaria del MIR.

    33 Carta de Alfredo a lvarez. Doc. 123, 6 de mayo de 1951.

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    de la militancia adeca, analizar al detalle el documento con fecha del16 de noviembre de 1951 titulado Comunicado de Jefes de Zonade AD a compaeros del CER del Distrito Federal.De principio a fin, este Comunicado deja traspirar el senti-

    miento de desconfianza que gran parte de la militancia senta en lasinstancias parroquiales, regionales y centrales del partido. Por otraparte, buscaba reparar sabiendo sus limitantes los fracasos de lasactividades especiales, tal como lo demostr el fulminante mes deoctubre de 1950. Notamos en l, adems, la responsabilidad, el sen-tido crtico y la entrega partidista de los firmantes, porque solicitanencarecidamente que tal comunicado se le haga llegar sin omi-sin alguna de sus partes, al conocimiento del CEN y de nuestroPresidente de partido, compaero Rmulo Betancourt (ibd.,p. 559)34. Veamos el tono con el cual se expresa la base partidista:

    Nosotros, que sentimos de inmediato el calor de la base obrera y tra-bajadora del Partido, que recibimos de esa base su pensamiento y susaspiraciones con el deber de interpretarlos fiel y firmemente, somostestigos, y de ello nos hacemos voceros, de la reaccin justamente escp-tica que ha provocado en nuestra gente de vanguardia, es decir, ennuestro mejor material humano del partido, el peligroso revs sufridopor nuestra Organizacin al tratar de aplicar su tesis de fondo en dossucesivas ocasiones el 12 y el 21 de octubre-, en el sentido de realizaruna accin violenta que derrocara el rgimen militar que hoy detentael poder poltico de la nacin (d.)35.

    Asumindose como vanguardia, los firmantes elaboran un mapaincreblemente detallado de los que ellos llaman el nimo adversode nuestra militancia respecto a la fe y confianza que le merezcanlos organismos de direccin deliberante que actuaban hasta el 21 deoctubre y que parcialmente actan hasta hoy (d.).Geograf a emocional del partido que ventila por partida doble;

    primero, la crisis de autoridad; y segundo, la personalidad militan-te de la base. El comunicado resea toda una protesta a gran esca-la: entre la desconfianza y la disconformidad. En resumidas cuentas,

    34 Comunicado de Jefes de Zona de AD a compaeros del CER del DistritoFederal. Doc. 216, 16 de noviembre de 1951.

    35 Las cursivas son nuestras.

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  • se trata de: falta de fe y propensin a la desconfianza y a la cr-tica frente al orden interno del partido, estados psicolgicos estosque se palpan, que se viven a diario en todos los sectores orgnicosde nuestro movimiento y muy especialmente en el ms vital ynumeroso de ellos: la base popular, los obreros y trabajadores delpartido (ibd., p. 555). La advertencia ahora se lanza desde abajo:Est en juego la salud interna del Partido (d.).Bsicamente, en el comunicado se proponen dos grandes exi-

    gencias: una en el orden estratgico-ideolgico; y la otra, en elcampo de la disciplina partidista. Veamos por parte estas proposi-ciones crticas, intentando exprimir al mximo sus indicios y con-tradicciones. Empecemos con el primer bloque. En forma decidida,enuncian la necesidad de que el aparato central adquiriese unanueva mecnica para el orden interno, con lo que posibilitase elestablecimiento de un rgimen de aprobacin estratgica aprobadapor la mayora de los organismos de base. Plantean tambin lanecesidad de revisar con celosa precisin la tctica a seguir, estoes, que se estudiase, de mejor manera, las limitantes y recursos parapoder cumplir con las acciones especiales. En el campo doctrinal sees ms especfico todava:

    1) Una intensa campaa doctrinaria, mediante la cual se precisen lastesis pedenistas y se elaboren otras nuevas, contemplando siemprelos problemas actuales, con visin radical y revolucionaria de los mis-mos. 2) Radicalizacin en lo nacional e internacional. Anlisis econ-mico y social de los problemas venezolanos y pronunciamientos yconsignas anti-imperialistas que nos definen internacionalmente comoun autntico partido de vanguardia popular. 3) Amplia organizacinde una escuela poltica a la base que nos permitan desarrollar en laprctica las cuestiones concebidas en los dos enunciados anteriores(en ibd., pp. 557-558).

    Aqu empezamos a observar la oposicin radical que la base parti-dista va estableciendo no slo contra la doctrina del partido quedefienden, sino tambin a las figuras fundadoras y, por tanto, las demayor peso dentro de AD. Pero, esta oposicin debemos entenderlaen el marco de las pugnas generacionales luchas de sucesin entreviejos y jvenes que se desenvuelven en determinados espa-cios sociales, bajo caractersticas de produccin y de tiempos tan

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    particulares como el rgimen dictatorial36. En este sentido, y ungi-dos en el nctar de la beligerancia, la base y las escuadras inferioresinterpretaran y daran un sentido distinto al conjunto doctrinalheredado. Y si los hilos ideolgicos haban sido templados por losfundadores en duros trajines desde los aos del Plan de Barran -quilla, el acento beligerante de las nuevas promociones dara suspropias interpretaciones, sus propias caracterizaciones del partidoy del pas.De all que el pedido principal de la base sea precisar las tesis

    pedenistas y se elaboren otras nuevas. Esta crisis de sucesin eraya temida por Rmulo Betancourt entre 1939 y 1940 cuando el Par-tido Democrtico Nacional (PDN) viva en la semilegalidad37. Paraque las directrices doctrinales y las bases programticas se mantuvie-sen en el tiempo y pervivieran en el fragor de las masas, era necesa-ria una efectiva renovacin de las plantillas medias y altas del partido.A la primera falla, la crisis no slo sera sucesoral, sino tambin direc-

    36 Pero la divisin de generaciones tambin es realizada por los propios gru-pos sociales en las luchas polticas por las posiciones y por las apropia-ciones de diversas especies de capital que son siempre, en una de susdimensiones, luchas simblicas por construir los grupos, por trazar lasfronteras entre unos grupos y otros. En el caso de las generaciones, estadelimitacin de fronteras se realizara entre los viejos y jvenes y nosremitira a las luchas por la sucesin en el interior de un campo social. Losatributos conferidos a cada grupo construido dependeran de la posicinen el campo: as, los viejos legitimaran su posicin de poder remitin-dola a los valores de sabidura, madurez, experiencia, cordura, recha-zando as los jvenes a los polos de la locura, del idealismo, de lairresponsabilidad, de la irreflexin. Por su parte, los jvenes trazaran uncuadro inverso: la sabidura, la prudencia, la experiencia de los viejos seconvertiran en conservadurismo, arcasmo, senilidad: no seran serescompletos, sino acabados, estancados frente a las nuevas ideas, a laevolucin, al progreso (Criado s.f.).

    37 El PDN naci del anlisis del fracaso del Partido nico de las Izquierdas,que llev ese mismo nombre en el ao 1936, y del deslinde con las propues-tas frentepopularistas, o de bloques polticos, manejadas por lasizquierdas, especialmente aquellos grupos bajo el influjo directo de laInternacional Comunista. El PDN se conceba como un partido poltico ycomo una especie de frente social, de agregacin de variados intereses pre-sentes en la sociedad, polticamente organizado para liderizar la moderni-zacin de Venezuela simultneamente en los planos poltico, econmico ysocial. Los aspectos centrales de la doctrina pedenista puede resumirseen las siguientes caractersticas: la transformacin del Estado autocrtico enEstado democrtico mediante el sufragio universal; prctica de la ReformaAgraria; la defensa sostenida de las riquezas naturales; el planteamiento de

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    cional. El escepticismo, la desconfianza, la ignorancia, el esnobismo,la falta de mstica y la indisciplina eran los principales sntomas de esaruptura en las poleas direccionales. Betancourt, en 1931, ya venaatisbando con audacia los males de estos arrestos testiculares (enCarrera 1994, p. 18) propios de las nuevas promociones38.Pero estos afanes van ms all, la base buscaba precisar las tesis

    doctrinales de la organizacin, adems de radicalizar las consignasy las posturas ante el contexto internacional. Es inevitable pensarque todo el intento de Betancourt por deslindarse de los comunis-tas en los aos del PDN (vase Prez 1996, pp. 13-15) haba queda-do suspendido en el aire hasta 1951, ao en el que nuevamente saltacomo un peligroso tema: el miedo de que la base adeca perdiera losnortes programticos del partido gracias a la unin con los camara-das rojos en el combate clandestino39.Pasemos a revisar el otro conjunto de propuestas del Comu-

    nicado en estudio. Lo que viene a continuacin es la pruebams determinante de la grave crisis de la organizacin. Aqu ve -remos cmo se cuestiona, frontalmente, a toda la estructura de latolda blanca:

    1) Quedan cuestionados en primer grado, con impedimento de seguiral frente de los cargos que venan desempeando, as como de formarparte de cualquier Organismo de Direccin deliberante, hasta tanto suconducta no sea conocida por la prxima Convencin Nacional que serena, los siguientes compaeros: los titulares de cargos claves en losBurs Polticos Nacional y Regional del D.F.: Secretarios Generales y

    una poltica econmica, bancaria y fiscal en manos del Estado; el mejora -miento de los trabajadores mediante una Ley del Trabajo acorde a las nece-sidades del trabajador; la lucha contra el analfabetismo y reformauniversitaria; la reincorporacin de los indgenas en la poltica estatal. ElPDN se defina como revolucionario, nacionalista y antiimperialista: las cla-ses populares son capaces y deben llevar la accin revolucionaria de des-truccin del feudalismo y el imperialismo (Sosa 1995, p. 227; vase ademsBruni 1980, pp. 26-28).

    38 En carta a Pedro Juliac, Betancourt expresa, el 22 de octubre de 1931, losiguiente: Necesitamos fortalecernos ideolgicamente, prepararnos, capa-citarnos, para una lucha que en las barricadas slo comienza, que se realizaen el poder. Y para realizar desde el poder una poltica programtica se nece-sita algo ms y algo ms dif cil que los arrestos testiculares: preparacincientfica (citado en Carrera 1994, p. 18).

    39 Vase Mirela Quero de Trinca. Estudio Preliminar: El tercer exilio deRmulo Betancourt (en Betancourt 2004, p. 30).

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    Secretarios de Organizacin, y los Presidentes Adjuntos de los ComitsEspeciales o de Vanguardia en lo nacional y regional del D.F. 2) Quedancuestionados en segundo grado, en el sentido de que su conducta ha deser conocida por la prxima Convencin Nacional que se rena, perosin impedimento de desempear funciones de Direccin, los siguientescompaeros: los miembros restantes de los Bur Polticos Nacional yRegional del D. F. (citado en Betancourt 2003, pp. 558-559)40.

    Sin embargo, ms all de este cuestionamiento trascendental, seagregan dos elementos primordiales que nos delatan: primero, lanaturaleza y el cuerpo de esta masa dscola; y segundo, nos proyec-ta, a futuro, que esta misma base vanguardista ser, en gran medi-da, la que insurgir ya amalgamada nueve aos ms tarde comomiembros del movimiento mirista:

    b) El segundo momento de la revisin de los Organismos de Direccindel Partido, lo concebimos en el sentido de que tales organismos seanintegrados con representacin de los cuadros juveniles y de direccinmedia que por estar consubstanciados con la base del Partido, songaranta de fe y de confianza, de sinceridad y de celo partidista, parael cumplimiento de una nueva y decisiva etapa de resistencia contrael rgimen militar (d.)41.

    No son stos los indicios de una fractura latente? Visto desdeesta panormica: no logramos ver, a mediano y largo plazo, cmoel ncleo juvenil y los sectores medios van adquiriendo una fuerzaque logra cuestionar todo a su paso? Vendrn nuevas profundiza-ciones, nuevos cuestionamientos; pero con la condicin ineludiblede que, conforme pasen los aos, se irn agravando y separandocada vez ms.

    Betancourt, Ruiz Pineda y la prdida del rumboAs se expresa Rmulo Betancourt en carta a su amigo y tambinfundador de AD, Ral Leoni, el 15 de enero de 1952 desde la ciudadde La Habana:

    40 Comunicado de Jefes de Zona de AD a compaeros del CER del DistritoFederal. Doc. 216, 16 de noviembre de 1951. El subrayado pertenece aloriginal.

    41 Las cursivas son nuestras.

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    Las divergencias centristas existen y nunca las he ignorado. Pero noson profundas. Y las limo desde aqu, enterado del problema y evitan-do que se ahonde. La verdad es que despus del descalabro octubrianogrietas insalvables debieron abrirse, y si no fueran tan hondas es por-que los adecos somos una extraa gente, soldada por una disciplinapara perros (ibd., p. 670)42.

    Las grietas y las divergencias, en efecto, se abriran, tal comovimos en el apartado anterior. Impresiona aqu la seguridad del dis-curso betancourista en negar la grave situacin de su partido, la cr-tica situacin de su estructura interna. Una situacin que, en estemismo ao, se va profundizando como nunca antes. Clave y trgi-co, violento y mortecino, el ao de 1952 ser para la Organizacinuna de las pruebas ms brutales por la que tendr que pasar43.Volviendo a nuestro anlisis, el Secretario General del CEN,

    Leonardo Ruiz Pineda vuelve a confirmar dos cosas que desde elao anterior ya se venan produciendo: una, la acentuada crisis delaparato interno; dos, la necesidad de apaciguar a ciertos grupos quepedan la renuncia del comando44. Parte de esa acentuada crisis seva a comprobar en el reporte que varios documentos van a dedicar-le: primero, a la incisiva fraccin disidente liderada por GabrielQuintero Luzardo, dirigente con importante influencia en el reasindical en el estado Zulia; y segundo, a los focos de descontento enalgunos comits externos45.Desde principios de enero se expide en un Informe interno, sin

    explicaciones aparentes, que: se sancione a Quintero Luzardo porsu falta de disciplina y se mantenga distanciado de las cuestionesimportantes de la organizacin (ibd., p. 590)46. La desconfianza

    42 Carta [de Rmulo Betancourt a Ral Leoni]. Doc. 276, 15 de enero de1952.

    43 Ramn J. Velazquez (1976) apunta que: Jams Accin Democrtica habasido tan golpeada como el perodo comprendido entre octubre de 1952 yjunio de 1953 (p. 134).

    44 Vase Mensaje de Alfredo. Doc. 229, 19-20 de enero de 1952 (en Betan-court (2003, p. 591).

    45 Alfredo Gonzlez Navas nos brinda su testimonio respecto a las desavenen-cias que los grupos de exilados fueron estableciendo ante las directrices dela lnea betancourista en Costa Rica a mediados de 1952. Vase GonzlezNavas y Bustamante 1990, pp. 91-95.

    46 Informe Interno [de Accin Democrtica]. Doc. 228, s. f.

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    se pone en evidencia de nuevo en cmo, desde la mayor instanciadel CEN, se vislumbra el eje de la fraccin. Los ecos divisionistas,como veremos en seguida, sern capaces de diseminarse y reprodu-cirse con suma fuerza en los comits coordinadores en el exilio.Una crisis organizacional que no respetaba lmites ni fronteras.Alberto Lpez Gallegos patentiza, estando en Mxico, aquel pano-rama discordante y cuestionador. Aqu seala las preocupaciones ylas acciones que el partido debe tomar para que no ocurra lo peor:la fractura definitiva.

    Los sucesos de octubre parece que han dado motivo a una serie deimputaciones de unos contra otros y a esquivar la responsabilidad quecada quien pueda haber tenido en el fracaso. Comprendo muchascosas de esas opiniones que he odo son bastantes apasionadas, comoel caso de Gabriel Quintero Luzardo y de Celia Jimnez, pero de todosmodos abrigo el temor de que la autoridad de Alfredo ha disminuidopor lo menos en los sectores dirigentes y medios del Partido y que elTocayo no ha logrado imponerse (ibd., p. 602)47.

    Sumado a Quintero se nombra a Celia Jimnez una dirigente debase como el origen de estas noticias preocupantes, las cualesLpez Gallegos no duda en notificar a Rmulo Betancourt. Enparalelo, dos cosas salen a la vista: la primera, que se pone en dudanuevamente la gestin Ruiz Pineda como Secretario General delaparato centrista; la segunda, que el espacio donde se concentranlas ideas y el nimo dscolo se ubica en los sectores dirigentes ymedios del Partido. Es decir, se constata una y otra vez la gravedaddel asunto fraccionalista. El testimonio de Lpez Gallegos da muchatela que cortar:

    En Mxico la situacin me alarma. El Comit integrado por GonzlezHerrera, Tula y Celia, se form recin llegada esta ltima, debido a queella vino con una serie de cosas, criticando la inactividad de los gru-pos del exterior; de las dudas de la juventud, etc. (d.).

    Pero hay que examinar la importancia que le da Lpez Gallegosa la desafiante actitud del joven sindicalista Quintero Luzardo.

    47 Carta de Luzardo a lvarez. Doc. 235, 19 de mayo de 1952.

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    Estas declaraciones hay que verlas a futuro porque, en efecto, estejoven activista sera una de las principales figuras del Movimientode Izquierda Revolucionaria en 1960. El mirismo contar, gracias ala influencia de ste, con el apoyo de un amplio sector sindical en elestado Zulia. Veamos:

    Gabriel me ha estado hablando mucho de lo que l llama sus proyec-tos () En sntesis, a mi juicio, lo que plantea es que se autorice al Par-tido en el Zulia para que organice la insurreccin en esa regin y paraello el Partido vuelque sobre el Zulia todos sus esfuerzos () Creo quel te expondr, detalladamente y con vehemencia que ha puesto eneste asunto, todos sus proyectos, como l tiene la impresin de que hasido incomprendido por la Direccin Nacional y hasta por ustedes;debes tratarlo con mucho tacto. La posicin del grupo zuliano, de nollegarla a canalizar puede constituir un serio problema en el futuro(ibd., p. 603)48.

    Los aos, efectivamente, darn prueba contundente de esta lci-da visin de Lpez Gallegos. Quintero Luzardo ser un problema,uno de tantos. Cul ser la respuesta de Betancourt ante estas noti-cias? Muy claras: dice que lo planteado por el joven Quintero es untestimonio exagerado y, ms que un hecho cierto, cae en ser unaserie de tonteras, muchas de ellas relacionadas conmigo (ibd.,p. 614)49. Las palabras de Betancourt reflejan un estado de nimoirascible; no es para menos: se colocaba en tela de juicio su lide-razgo. Es necesario que lo revisemos:

    En relacin a lo primero bien sabes que han sido razones de ndole estric-tamente personal y a mi juicio respetables, las que me han retenido enVenezuela, pues las razones de ndole poltica las he dejado siempre a unlado () No hay un solo acto de mi vida que pueda hacerme aparecercomo afiliado a ninguna faccin poltica dentro del partido y muchomenos como adherido a ninguna ambicin personalista. Yo prefierocumplir tareas tiles para el Partido aqu sin que mi nombre figure porello ni me da ni me quita y as no se ofende a nadie (ibd., p. 616)50.

    48 Las cursivas son nuestras.49 Carta de Luzardo a lvarez. Doc. 239, 22 de junio de 1952.50 Las cursivas son nuestras.

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  • 44 ACCIN DEMOCRTICA EN LA CLANDESTINIDAD: DEL SECTARISMO PARTIDISTA A LOS FRACCIONALISMOS DISIDENTES (1948-1952)

    Los documentos y los testimonios nos dirn, conforme pasenlos aos, que estas actitudes humildes y desinteresadas de Betan-court entrarn en contradicciones evidentes. No debemos juzgarpor adelantado estas apreciaciones; sin embargo, debemos tenerlasen cuenta.Pasemos a otra arista importante a la hora de comprender la evi-

    dente crisis del aparato accindemocratista y sus proyecciones con-secuenciales a mediano y largo plazo. Como vimos anteriormente,en 1951 la raz fundamental del terremoto organizacional se alimen-tara del fracaso insurreccional de octubre: sera la sabia defi nitoriadonde ese movimiento cuestionador a escala nacional argumen-tara sus posturas. Pese a las crticas y a las prdidas humanas, pesea las torturas y a las persecuciones que se produjeron inmediata-mente de la accin insurreccional, la tolda blanca volvera a confiartodas sus fuerzas otra vez en el tema especial: el mtodo putchis-ta51. El fantasma del fracaso estar presente a lo largo de todos lostestimonios revisados; y no ser para ms, deban asegurarse todoslos aspectos y detalles. Una sombra, en fin, que no cesar de carco-mer las poleas de la organizacin, entre el comando centrista y elexterno. Vendrn suposiciones, discusiones, revanchas, choques,todas estas alimentadas por la dificultad de comunicarse y el miedoa que la Seguridad Nacional descubriese cualquier movimientocontra del rgimen dictatorial.No tenemos derecho a embarcar a la organizacin en una aven-

    tura tipo Octubre (ibd., p. 619), dice crudamente Betancourt yaen el mes de julio52. Es una operacin siempre con posibilidad deser conocida, sobre todo porque la forma como se manejaron lascosas pre-octubre determin que eso lo sepan hasta gente de base, y,por supuesto, la S.N. He aqu un elemento valioso a considerar:iguala, en cierto sentido, a la base de AD con brutal equipo de PedroEstrada; una equiparacin sensiblemente reveladora, por dems.Moiss Moleiro analiza estas maniobras betancouristas; el futurolder mirista apunta que para el lder guatireo existan, desde lostiempos del PDN, los tres niveles de verdad: una verdad para las

    51 Desde comienzos de enero de 1952, el Informe interno de la direccinnacional ya asignaba las tareas subversivas y le daba rango prioritario.Tambin se divide el trabajo conspirativo por estados, por dependencia,entre otras tareas fundamentales. Vase el ya citado Informe Interno [DeAccin Democrtica]. Doc. 228, s. f.

    52 Carta de Carlos a Centro. Doc. 242, 2 de julio de 1952.

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    masas (Moleiro 1978, pp. 73-79), una verdad para los cuadros(d.) y una verdad para los empresarios y los medios vinculados conel capital financiero internacional (d.)53. Verdades, todas ellas, diri-gidas en un tono distinto, con un fin particular. Como vemos, en1952, Betancourt vuelve a revelar aquella estructura mental que nodeja de ser astuta y que pone en el tapete sus dones de estratega pol-tico en la cual esconde, a la base del partido, los operativos insurrec-cionales. En fin, desde su postura de jefe, decide cul tctica o culesmedidas, cul operacin o movimiento debe comunicarse. Se varevelando aqu el verdadero sentimiento personalista del futuro pre-sidente de la Repblica en 1959? No juzguemos por adelantado.Retrocedamos nuevamente a las propuestas vehementes que hace

    Betancourt en julio de 1952. Es enrgico en tres sentidos: por unaparte, pide toda la informacin del aparato centrista para tener loselementos previamente estudiados, es decir, para poder apreciar sies algo es distinto de lo de octubre o se sigue trillando la ruta que yauna vez nos condujo al descalabro (Betancourt 2003, p. 620)54; porla otra, solamente cuando tuviera a la mano todos los elementos dejuicio, decidir enviar en representacin del comit exterior, supunto de vista; y finalmente, que mientras no estuviesen listas todasestas solicitudes, la operacin Berta no se realizar, ni deben ade-lantarse planes insurreccionales basados en ella (d.). Sin embargo,el carcter betancourista se pondr en evidencia con ms fuerzaen el final de su informe:

    Debo agregar que en todo momento he pensado que la operacinBerta sincronice con mi traslado a sitio de donde pueda caer a Vene-zuela apenas suenen los primeros disparos. Un sentido de responsabi-lidad que si no fuera por el horror a los aviones calificara de histricame obliga a tan ruda franqueza (d.)55.

    53 Nos basamos en el interesante anlisis que hace Moiss Moleiro sobre laformacin del PDN y de ARDI y la participacin que en ello tuvo RmuloBetancourt en aquellas representaciones. Basndose en las cartas publica-das en el Libro Rojo del General Lpez Contreras, editado por la policapoltica del general andino en los aos treinta. Los partidos, por ms doc-trinarios que sean, por ms de masas que sean, siempre van donde los lle-ven sus lderes (citado en Moleiro 1978, pp. 73-79) dice un fragmento dela Carta N 1.

    54 Carta de Carlos a Centro. Doc. 242, 2 de julio de 1952.55 El subrayado pertenece al original.

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  • 46 ACCIN DEMOCRTICA EN LA CLANDESTINIDAD: DEL SECTARISMO PARTIDISTA A LOS FRACCIONALISMOS DISIDENTES (1948-1952)

    Pese a que Leonardo Ruiz Pineda revisara las fallas, ajustara nue-vos mecanismos estructurales y preparara conjuntamente conAlberto Carnevali, Eligio Anzola Anzola y Ramos Jimnez todos loselementos del aparato especial entre enero56 y julio de ese mismoao57, el fracaso golpeara nuevamente al partido. Subraya RuizPineda:

    Hay escepticismo general en la base en cuanto a la posibilidad de queel aparato militar actu y cumpla las bases del compromiso, por s solo,si no est alentado por la iniciativa del aparato partidista. Y esa inicia-tiva del aparato partidista no podr ser activada sino con base a ele-mentos blicos que nos permitan tomar bajo control alguna zonadonde seamos fuertes (ibd., p. 624).Pues, lo que el Secretario General tema pasara en la realidad:

    los recursos monetarios ofrecidos por Betancourt nunca llegaran58y el aparato militar estuvo siempre desasociado del aparato parti -dista, lo que dificult que la unidad de ataque cayera en la desban-dada y en la tpica aventura.Del 29 de septiembre al 2 de octubre de 1952, explotaran, sin nin-

    gn tipo de sincronizacin, los motines en la Base Area de Boca delRo, en el estado Aragua y en la ciudad de Maturn, este movimientose extendera tmidamente en Turn, estado Portuguesa. Ruiz Pinedaexpondr en un mensaje urgente las primeras impresiones de aqueldesastre en oficio del 2 de octubre. Dice textualmente:

    Suceso Maracay dbese accin prematura nuestro que estaba en ries-go de ser (descubierto) detenidos y que lanzose creyendo que podadominar situacin all. Acciones Portuguesa fueron tomadas impulsi-

    56 Vase el ya citado Informe interno [de Accin Democrtica]. Doc. 228,s. f.

    57 Ruiz Pineda realiza un estupendo anlisis de las condiciones preparativasde la Operacin Berta, estudiando primero, al aparato partidista, y luego,al aparato militar. Hoy, tanto el aparato partidista como el aparato militarestn en condiciones de actuar. Pero la accin no podr ser iniciada si elPartido no cuenta con sus propios recursos blicos, distintos a los explosi-vos de fabricacin rudimentaria. Vase Memorndum [de Alfredo] paraIngenieros. Doc. 245, julio de 1952 (en Betancourt 2003, p. 624).

    58 Vase el detallado informe titulado Mensaje sobre Operacin Berta. Doc.247, s. f., donde se refieren los pases involucrados en el traslado de armas,las personalidades latinoamericanas involucradas en el evento armado,entre otras puntualizaciones (en Betancourt 2003, pp. 630-632).

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    vamente por compaeros del partido quienes pocas horas fueroninformados del plan Maracay. Prisiones y tortura oficiales imponenaccin inmediata () No pretendan preparar todo hasta los menoresdetalles. Objetivo inmediato debe ser controlar un Cuartel Caracas yarmar nuestra gente. Listo a llegar al primer aeropuerto que me indi-quen (ibd., p. 637)59.

    En fin, el aparato accindemocratista quedar, luego de aqueldescalabro brutal, simplemente desquebrajado en su gran mayora.Aquel panorama terrorfico tendra su punto ms trgico el 21

    de octubre del mismo ao: el asesinato del Secretario General delCEN, Leonardo Ruiz Pineda. Indudable es pensar en tres cosas de estevalioso dirigente adeco: una, sera el impulsor ms visible de laestrategia unitari