carl marx y federico engels - sobre el anarquismo

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SOBRE EL ANARQUISMOC. Marx y F. Engels

Esta Edicin: Proyecto Espartaco (http://www.proyectoespartaco.com)

C. MARX Y F. ENGELS ________________________________________________________________________________

EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS MOSC 1941 Printed in the Union of Soviet Socialist Republics

Entre corchetes [] se encuentra la paginacin original de la edicin impresa

SOBRE EL ANARQUISMO

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NDICE

NDICE................................................................................................................................................... PROLOGO DEL EDITOR................................................................................................................... F. ENGELS LOS BAKUNINISTAS EN ACCION............................................................................. ADVERTENCIA PRELIMINAR....................................................................................................... I............................................................................................................................................................ II.......................................................................................................................................................... III......................................................................................................................................................... IV......................................................................................................................................................... . MARX LAS PRETENDIDAS ESCISIONES EN LA INTERNACIONAL............ I............................................................................................................................................................ II.......................................................................................................................................................... III......................................................................................................................................................... IV......................................................................................................................................................... V.......................................................................................................................................................... VI......................................................................................................................................................... VII........................................................................................................................................................ F. ENGELS DE LA AUTORIDAD..................................................................................................... C. MARX APOLITICISMO................................................................................................................ . MARX ACOTACIONES AL LIBRO DE BAKUNIN EL ESTADO LA ANARQUA..................................................................................................

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PROLOGO DEL EDITOR

Los artculos recogidos en este folleto constituyen documentos de excepcional importancia y son actuales para todo el movimiento obrero latino-americano. En los pases latino-americanos, el desarrollo tardo del capitalismo y su dependencia del imperialismo extranjero han motivado el que an hoy conserven en el terreno social y econmico numerosas supervivencias del sistema feudal, condiciones econmicas que facilitan la existencia de un ambiente propicio para el medro de las ideas anarquistas. De otro lado, el hecho de que despus de la derrota del pueblo espaol la lite de la FAI. haya trasladado sus tiendas de campaa hacia el Nuevo Continente, intentando crearse en el seno de la clase obrera del mismo un nuevo bastin para su actividad provocadora y contrarrevolucionaria, realza con renovado valor los implacables anlisis de Marx y Engels desenmascarando la teora y la prctica anarquistas, cuyo radicalismo consistente en grandes frases, sirve de la mejor manera a los fines de la reaccin. (Marx, Las pretendidas escisiones en la Internacional). Marx y Engels luchaban contra todas las diversas corrientes del socialismo, existentes en su poca, y con el anarquismo, para desbrozar el camino a la clase obrera, para ayudarla a situarse en el nico terreno revolucionario: en el terreno de la lucha de clases; con el objetivo final de la conquista violenta del poder poltico por el proletariado. Marx y Engels combatan implacablemente al anarquismo por su enemiga a la lucha poltica de la clase obrera, a su partido, a la dictadura del proletariado, haciendo con ello luz sobre las tareas, la tctica y acerca de la misin histrico-mundial del proletariado como enterrador del capitalismo y edificador de la sociedad comunista. A travs de esa lucha terica y prctica, Marx y Engels evidenciaron toda la entraa ruinosa y nociva de la ideologa anarquista, descubrieron el origen pequeoburgus de su tctica de arrebatos y explosiones demenciales, de su rebelin contra la unidad y la disciplina en las filas del proletariado, y demostraron, con la lgica irrefutable de los hechos, cmo ya en los albores de la organizacin poltica de la [3] clase obrera, los anarquista bakuninistas se haban situado en el terreno de la Colaboracin directa con la polica internacional. Marx y Engels no eran solamente los grandes tericos del socialismo cientfico, sino a la vez jefes y dirigentes del movimiento revolucionario. Ellos fueron los organizadores de la Primera Internacional y, en su lucha de cada hora por la formacin de un partido capaz de conducir a las masas a la toma del Poder y a la instauracin de la dictadura del proletariado, lucharon en el seno de la misma contra la obra catica y de doblez de los bakuninistas a los que hubieron de expulsar por disgregadores y provocadores. Ya entonces merecieron de Marx esta acertada y mordaz caracterstica: La Alianza, a remolque de un Mahoma sin Koran, slo representa un

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amasijo de ideas de ultratumba, disfrazadas con frases sonoras que slo pueden asustar a burgueses idiotas o servir como piezas de conviccin contra los internacionalistas a los fiscales de Bonaparte u otros... (Marx, Las pretendidas escisiones en la Internacional). De entonces a hoy han transcurrido varias decenas de aos. En este tiempo se han producido profundos cambios sociales. El capitalismo monopolista ha llevado al extremo la concentracin y la centralizacin de los medios de produccin. Delante del movimiento obrero se han planteado nuevas tareas. Ante el proletariado moderno se presentan nuevas perspectivas de lucha con el empleo tambin de nuevas formas de organizacin. Se aproximaba la etapa de las revoluciones proletarias. Los anarquistas continuaban, como antes, imperturbablemente, repitiendo en todos los tiempos sus viejos sofismas utpicos y disparatados, que no son en realidad otra cosa que una expresin del radicalismo pequeoburgus, ciego, sordo y reaccionario, que quiere hacer girar la rueda de la historia hacia atrs y que., en el insensato empeo, cae de bruces en el campo de la contrarrevolucin. Sus concepciones dice Lenin, refirindose a los anarquistas reflejan no el porvenir del rgimen burgus empujado por una fuerza inexorable hacia la colectivizacin del trabajo, sino su presente y an su pasado, la dominacin de la casualidad ciega sobre el pequeo productor aislado. (Lenin, Socialismo y Anarquismo. Pginas escogidas, t. II.) El bakuninismo representaba en el movimiento obrero la proyeccin del revolucionarismo pequeoburgus el reflejo ideolgico de la contradiccin econmica de esta clase, de sus dudas y de su desesperacin, a propsito de la cual Engels deca que [4] se agita sin cesar... entre la esperanza de elevarse hasta la clase ms rica y el miedo a ser reducida al estado de proletarios, incluso de pordioseros. (F. Engels, Revolucin y contrarrevolucin en Alemania.) Muchas gentes se dirn: Cmo es posible hablar tanto del carcter pequeoburgus del movimiento anarquista, cuando ste es un movimiento que vive y acta en los medios proletarios? Cierto, pero eso no cambia la justeza de la sentencia sobre el carcter de clase del anarquismo. El proletariado se nutre constantemente de la pequea burguesa y de los campesinos y vive en estrecha relacin y vecindad con ella, especialmente en pases como Espaa y Amrica Latina. Este es uno de los vehculos de penetracin de las influencias pequeoburguesas en las filas del proletariado. El anarquismo tiene otra particularidad que mueve tambin a confusin: la facilidad con que se lanza a movimientos revolucionarios y realiza actos de violencia. Los anarquistas siempre han hecho ostentacin de una fraseologa aventurera, alejada de toda realidad. Ello produce en las capas ms atrasadas de la clase obrera, especialmente de los campesinos, una gran impresin y lleva, a simple vista, a la estimacin errnea del anarquismo como una corriente revolucionaria. Nada ms lejos de la verdad. Lenin nos ha dejado esta justa y excelente opinin a este respecto: ... El pequeo propietario, el pequeo patrn (tipo social que en muchos pases

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europeos est muy difundido), que sufre bajo el capitalismo una presin continua y muy a menudo un empeoramiento brusco y rpido de sus condiciones de existencia que le lleva a la ruina, adquiere fcilmente una mentalidad ultrarrevolucionaria, pero que es incapaz de manifestar serenidad, espritu de organizacin, disciplina, firmeza. El pequeo burgus enfurecido por los horrores del capitalismo, es un fenmeno social propio, como el anarquismo, de todos los pases capitalistas, (Lenin, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, pg. 18, ed. espaola, 1941). En esto estriba la esencia y la mdula ideolgica del anarquismo. Con la mayor precisin, el camarada Stalin desentraaba hasta la raz la poltica sectaria y aventurera de desprecio a las masas que practica el anarquismo, cuando, al analizar las diferencias de principio, existentes entre el anarquismo y el marxismo, deca: [5] El marxismo y el anarquismo estn construidos sobre principios completamente distintos, a pesar de que ambos salen a la palestra bajo-la bandera socialista. La piedra angular del anarquismo es la personalidad, cuya liberacin, en opinin de los anarquistas, es la condicin principal para la liberacin de la masa; es decir: en opinin de los anarquistas, la liberacin de la masa es imposible hasta que no se libera el individuo, en vista de lo cual su consigna es: Todo para el individuo, mientras que la piedra angular del marxismo es la masa, cuya liberacin es la condicin principal para la liberacin del individuo, es decir que para el marxismo es imposible la liberacin del individuo en tanto no se libere a las masas, y de ah su consigna: ; Todo para las masas. (Stalin, Anarquismo y socialismo. 1906.)

***Las viejas polmicas de Marx y Engels y ms larde de Lenin y de Stalin contra los anarquistas, acerca de la necesidad histrica del Estado proletario, de la dictadura del proletariado, etc., son hoy, a la luz de la experiencia de la revolucin socialista triunfante, verdades incontrovertibles. Lo que ayer era un anhelo, un sueo, de los explotados y oprimidos, hoy es una verdad viva y tangible. En la sexta parte del mundo la clase obrera a enterrado al capitalismo y edifica victoriosamente la nueva sociedad humana: el socialismo. Esta irrefutable prueba de la justeza de la teora marxista-leninista ha determinado que en todos los campos del movimiento obrero, los elementos revolucionarios se hayan alistado bajo las banderas del marxismo-leninismo. Los anarquistas contemporneos, petrificados ideolgicamente unos y corrompidos polticamente otros, han degenerado hasta convertirse en una banda vulgar de contrarrevolucionarios, en los perros ms rabiosos que la burguesa azuza contra el Pas del Socialismo y contra el movimiento revolucionario internacional Durante la guerra nacional-revolucionaria del pueblo espaol, los anarquistas que influenciaban a grandes masas de la CNT, no solamente pusieron de relieve el fracaso

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estrepitoso de todas sus teoras y tctica anarquista, su falsedad y su impotencia, sino que evidenciaron que no eran otra cosa que una banda en descomposicin de aventureros y provocadores al servicio de la reaccin internacional. En el curso de la guerra del pueblo espaol, ya no se entablaban polmicas con los anarquistas en lo concerniente a la necesidad del Estado y del gobierno, porque bajo la presin de las masas hubieron [6] de mandar al diablo todos sus sacrosantos principios y postulados, y no solamente fueron ministros, sino que pelearon furiosamente por cada puesto de representacin estatal; no se discuta sobre la Autoridad, no se discuta, pasado el perodo miliciano, sobre el ejrcito, porque los anarquistas en sus desorbitados afanes de poder peleaban por cada puesto de mando; no se discuta sobre el intercambio de productos y la abolicin de la moneda, porque los anarquistas se convirtieron en los mas codiciosos expropiadores del dinero ... de todos los dems; no se discuta sobre la necesidad de la dictadura, porque ellos ejercan la ms brutal... naturalmente, contra los obreros y campesinos. Es decir, durante la guerra nacional-revolucionaria del pueblo espaol, la Espaa revolucionaria luchaba contra la obra de provocacin, pillaje, sabotaje y espionaje de los anarquistas. Durante la guerra del pueblo espaol contra Franco y los invasores, el anarquismo constituy el elemento principal de desorganizacin y de traicin. Bajo la mscara de socializacin y colectivizacin, robaban y atropellaban los intereses de los campesinos, de los artesanos, de los modestos comerciantes, a los que trataban de enfrentar con la clase obrera. Asesinaban a los obreros y a los campesinos que se oponan a sus fechoras y bandidismo, asesinaban a los dirigentes revolucionarios como Trillas, como Duran, Ses y otros. Con su obra disgregadora buscaban desmoralizar las fuerzas, desorganizaban los frentes y entregaban las posiciones sin lucha al enemigo. Se sublevaban, de acuerdo con los bandidos trotskistas, contra el gobierno del Frente Popular, como en mayo de 1937 en Barcelona; luchaban contra la unidad del ejrcito, de la clase obrera y del Frente Popular. Y finalmente, fueron el brazo armado principal de los traidores de la Junta casadista, participaron en ella, como Mera, Marn y Del Val, y dirigieron los asesinatos de los comunistas durante este perodo. Los anarquistas apualaron por la espalda al heroico pueblo espaol, lo entregaron a los verdugos de la contrarrevolucin espaola: a Franco y a los invasores. Despus de la derrota de la revolucin espaola, los jefes anarquistas han buscado en el interior del pas hacerse tiles a Falange, y, en el extranjero, la militancia de la FAI, se ha convertido definitivamente en una agencia de provocacin y espionaje al servicio de potencias imperialistas. Hablan de la monstruosidad de haber fusilado a Jos Antonio Primo de Rivera, de la torpeza de no haberse aliado con l antes de la guerra (Abad de Santilln). Al comienzo de la segunda guerra imperialista, ofrecieron, por medio de Jouhaux, al gobierno Daladier, sus servicios para luchar contra los comunistas. [7] Al servicio del Intelligence Service, escriben que la reconquista de la Repblica en Espaa es posible slo mediante la victoria del imperialismo ingls en esta guerra. El anarquismo, pues, no representa ya hoy otra cosa que una variante del bandidsmo trotskista con el cual marcha estrechamente ligado. Y si Engels, como conclusin de su crtica a la actuacin de los bakuninistas en la revolucin de 1873, escriba que los bakuninistas nos dieron un modelo inimitable de cmo no debe hacerse una

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revolucin, hoy, despus de la ltima gran experiencia del anarquismo en la guerra nacional-revolucionaria del pueblo espaol, podemos afirmar que los anarquistas contemporneos nos han dado la prueba ms acabada y definitiva de cmo se traiciona una revolucin.

El editor[8]

F. ENGELS LOS BAKUNINISTAS EN ACCION1

MEMORIA SOBRE LA INSURRECCIN DE ESPAA (VERANO DE 1873)

ADVERTENCIA PRELIMINAR

Para facilitar la comprensin de la siguiente memoria, consignaremos aqu unos cuantos datos cronolgicos. El 9 de febrero de 1873, el rey Amadeo se hart ya de la corona de Espaa; fue el primer rey huelguista y abdic. El 12 fue proclamada la Repblica. Inmediatamente, estall en las Provincias Vascongadas un nuevo levantamiento carlista. El 10 de abril fue elegida una Asamblea Constituyente, que se reuni a comienzos de junio, y el 8 de este mes fue proclamada la Repblica federal. El 11 se constituy un nuevo Ministerio bajo la presidencia de Pi y Margall. Al mismo tiempo, se eligi una comisin encargada de redactar el proyecto de la nueva Constitucin, pero fueron excluidos de ella los republicanos extremistas, los llamados intransigentes. Cuando, el 3 de julio, se proclam la nueva Constitucin, sta no iba tan lejos como los intransigentes pretendan en cuanto a la divisin de Espaa en cantones independientes; as pues, los intransigentes organizaron al punto alzamientos en provincias; en los das 5 a 11 de julio, los intransigentes triunfaron en Sevilla, Crdoba, Granada, Mlaga, Cdiz, Alcoy, Murcia, Cartagena, Valencia, etc., e instauraron en cada una de estas ciudades un gobierno cantonal independiente. El 18 de julio dimiti Pi y Margall y fue sustituido por Salmern, quien inmediatamente lanz a las tropas contra los insurrectos. Estos fueron vencidos a los pocos das, tras ligera resistencia; [9] ya el 26 de julio, con la cada de Cdiz, qued restaurado el poder del gobierno en toda Andaluca y, casi al mismo tiempo, fueron sometidas Murcia y Valencia; nicamente Valencia luch con alguna energa. Y slo Cartagena resisti. Este puerto militar, el mayor de Espaa, que haba cado en poder de los insurrectos junto con la marina de guerra, estaba defendido por tierra, adems de por la muralla, por trece fortines destacados y no era, por tanto, fcil de tomar.1 Esta serie de artculos de Engels titulada Los bakuninistas en accin fue publicada en tres nmeros del peridico Volksstaat [El Estado del Pueblo] a fines de octubre y comienzos de noviembre de 1873. La advertencia preliminar fue escrita en 1894. (N. de la Red.)

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Y, como el gobierno se guardaba muy mucho de destruir su propia base naval, el Cantn independiente de Cartagena vivi hasta el 11 de enero de 1874, da en que por fin capitul, porque en realidad no tena en el mundo nada mejor que hacer. De esta ignominiosa insurreccin, lo nico que nos interesa son las hazaas todava ms ignominiosas de los anarquistas bakuninianos; nicas que relatamos aqu con cierto detalle, para prevenir con este ejemplo al mundo contemporneo.

I

El informe que acaba de publicar la Comisin de La Haya sobre la Alianza secreta de Bakunin ha puesto de manifiesto ante el mundo obrero los manejos ocultos, las granujadas y la huera fraseologa con que se pretenda poner el movimiento proletario al servicio de la presuntuosa ambicin y los designios egostas de unos cuantos genios incomprendidos. Entretanto, estos megalmanos nos han dado ocasin en Espaa de conocer tambin su actuacin revolucionaria prctica. Veamos cmo llevan a los hechos sus frases ultrarrevolucionarias sobre la anarqua y la autonoma individual, sobre la abolicin de toda autoridad, especialmente de la del Estado, sobre la emancipacin inmediata y completa de los obreros. Por fin podemos hacerlo ya, pues ahora, adems de la informacin de los peridicos sobre los acontecimientos de Espaa, tenemos a la vista el informe enviado al Congreso de Ginebra por la Nueva Federacin madrilea de la Internacional. Es sabido que, en Espaa, al producirse la escisin de la Internacional, sacaron ventaja los miembros de la Alianza secreta; la gran mayora de los obreros espaoles se adhiri a ellos. Al ser proclamada la Repblica, en febrero de 1873, los aliancistas espaoles se vieron en un trance muy difcil. Espaa es un pas muy atrasado industrialmente y, por lo tanto, no puede hablarse an de una emancipacin inmediata y completa de la clase obrera. Antes de esto, Espaa tiene que pasar por varias etapas previas de desarrollo y quitar de en medio toda una serie de obstculos. La Repblica brindaba la ocasin para acortar en lo po-[10]sible estas etapas y para barrer rpidamente estos obstculos. Pero esta ocasin slo poda aprovecharse mediante la intervencin poltica activa de la clase obrera espaola. La masa obrera lo senta as; en todas partes presionaba para que se interviniese en los acontecimientos, para que se aprovechase la ocasin de actuar, en vez de dejar, como hasta entonces, a las clases poseedoras el campo libre para la accin y para las intrigas. El gobierno convoc elecciones a las Cortes Constituyentes; qu posicin deba adoptar la Internacional? Los jefes bakuninistas estaban sumidos en la mayor perplejidad. La prolongacin de la inactividad poltica hacase cada da ms ridcula y mas insostenible; los obreros queran hechos. Y por otra parte, los aliancistas llevaban aos predicando que no se deba intervenir en ninguna revolucin que no fuese encaminada a la emancipacin inmediata y completa de la clase obrera; que el emprender cualquier

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accin poltica implicaba el reconocimiento del Estado, el gran principio del mal; y que, por lo tanto, y muy especialmente, la participacin en cualquier clase de elecciones era un crimen que mereca la muerte. El citado informe de Madrid nos dice cmo salieron del aprieto: Los mismos que haban repudiado los acuerdos de La Haya sobre la actitud poltica de la clase obrera y que haban pisoteado los Estatutos de la Asociacin, llevando con ello la escisin, la discordia y el desorden a la Internacional en Espaa; los mismos que tenan la desvergenza de presentarnos a los ojos de los obreros como unos arrivistas ambiciosos, que, bajo el pretexto de llevar al Poder a la clase obrera, queran entronizarse en el Poder; los mismos que se llaman autnomos, anarquistas revolucionarios, etc., se han lanzado en esta ocasin, con el mayor celo, a hacer poltica, pero la peor de todas las polticas: la poltica burguesa. No laboraron para conquistar el Poder poltico para la clase obrera por el contrario, aborrecen esta idea, sino por agenciar el Poder a una parte de la burguesa, formada por aventureros, ambiciosos y arrivistas que se llaman a s mismos republicanos intransigentes. Ya en vsperas de las elecciones generales a las Corles Constituyentes, los obreros de Barcelona, Alcoy y otros sitios pidieron que se les dijese qu poltica haban de seguir los trabajadores? tanto en el terreno de la lucha parlamentaria como en los dems. Con este motivo, se celebraron dos grandes mtines, uno en Barcelona y otro en Alcoy; los aliancistas lucharon en ambos con todas sus fuerzas por impedir que se definiese la actitud poltica que haba de adoptar la Internacional (la suya, entindase bien!). Se acord, en vista de esto, que la Internacional, como tal asociacin, no deba desplegar ninguna acti[11]vidad poltica, pero que los internacionalistas, personalmente, podran obrar como creyeran conveniente y adherirse al partido que mejor les pareciera, en virtud de su famosa autonoma individual! Cul fue el resultado de la aplicacin de tan absurda doctrina? Que la gran masa de los internacionalistas, incluso los anarquistas, tom parte en las elecciones sin programa, sin bandera, sin candidatos propios, contribuyendo de este modo a que saliesen triunfantes casi exclusivamente los candidatos republicanos burgueses. Slo se sentaron en los escaos dos o tres obreros, hombres sin representacin alguna, que no alzaron la voz ni una sola vez en defensa de los intereses de nuestra clase y que votaban tranquilamente todas las proposiciones reaccionarias de la mayora. A esto conduce el abstencionismo poltico bakuninista. En tiempos pacficos, en que el proletariado sabe de antemano que a lo sumo conseguir llevar al parlamento unos cuantos diputados y que la obtencin de una mayora parlamentaria le est por completo vedada, se conseguir acaso convencer a los obreros en algn sitio que otro de que es toda una actuacin revolucionaria quedarse en casa cuando haya elecciones y, en vez de atacar al Estado concreto en el que vivimos y que nos oprime, atacar al Estado en abstracto, que no existe en ninguna parte y, por lo tanto, no puede defenderse. Es ste un procedimiento magnfico de hacerse el revolucionario, caracterstico de gentes a quienes se les cae fcilmente el alma a los pies; y hasta qu punto los jefes de los aliancistas espaoles se cuentan entre esta casta de gentes lo demuestra con todo detalle el escrito sobre la Alianza que citbamos al principio. Pero, tan pronto como los mismos acontecimientos empujan al proletariado y lo

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colocan en primer plano, el abstencionismo se convierte en una majadera palpable y la intervencin activa de la clase obrera en una necesidad que es preciso admitir. Y este fue el caso en Espaa. La abdicacin de Amadeo haba desplazado del Poder y de la posibilidad inmediata de recobrarlo a los monrquicos radicales; los alfonsinos estaban, por el momento, ms imposibilitados an; los carlistas preferan, como casi siempre, la guerra civil a la lucha electoral. Todos estos partidos se abstuvieron a la manera espaola; en las elecciones slo tomaron parte los republicanos federales, divididos en dos bandos, y la masa obrera. Dada la enorme fascinacin que el nombre de la Internacional ejerca an por aquel entonces sobre los obreros de Espaa y dada la excelente organizacin que, al menos para los fines prcticos, conservaba an su Seccin espaola, era seguro que en los distritos fabriles de Catalua, en Valencia, en las ciudades [12] de Andaluca, etc., habran triunfado brillantemente todos los candidatos presentados y mantenidos por la Internacional, llevando a las Corles una minora lo bastante fuerte para decidir en las votaciones entre los dos bandos republicanos. Los obreros sentan esto; sentan que haba llegado la hora de poner en juego su potente organizacin, pues por aquel entonces todava lo era. Pero los seores jefes de la escuela bakuninista haban predicado, durante tanto tiempo, el evangelio del abstencionismo incondicional, que no podan dar marcha atrs repentinamente; y as, inventaron aquella lamentable salida consistente en hacer que la Internacional se abstuviese como colectividad, pero dejando a sus miembros en libertad para votar individualmente como se les antojase. La consecuencia de esta declaracin en quiebra poltica, fue que los obreros, como ocurre siempre en tales casos, votaran a la gente que se las daba de ms radical: a los intransigentes. Y que, sintindose con esto ms o menos responsables de los pasos dados posteriormente por sus elegidos, acabaran por verse envueltos en su actuacin.

II

Los aliancistas no podan persistir en la ridcula situacin en que se haban colocado con su astuta poltica electoral, a menos de querer dar al traste con su jefatura sobre la Internacional en Espaa. Tenan que aparentar, por lo menos, que hacan algo. Y su tabla de salvacin fue... la huelga general. En el programa bakuninista, la huelga general es la palanca que se pone en juego para desencadenar la revolucin social. Una buena maana, los obreros de todos los gremios de un pas y hasta del mundo entero dejan el trabajo y, en cuatro semanas a lo sumo, obligan a las clases poseedoras a darse por vencidas o a lanzarse contra los obreros, con lo cual dan a stos el derecho a defenderse y a derribar, aprovechando la ocasin, toda la vieja organizacin social. La idea dista mucho de ser nueva; primero los socialistas franceses y luego los belgas se han hartado, desde 1848, de montar este palafrn, que es, sin embargo, por su origen, un caballo de raza inglesa. Durante el rpido e intenso auge del cartismo entre los obreros britnicos, que sigui a la crisis de 1837, se predic, ya en 1839,

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el mes santo, el paro en escala nacional1; y la idea tuvo tanta resonancia, que los obreros fabriles del norte de Inglaterra intentaron ponerla en prctica en julio de 1842. Tambin en el congreso de los aliancistas celebrado en Ginebra el 1 de [13] septiembre de 1873 desempe gran papel la huelga general, si bien se reconoci por todo el mundo que para esto baca falta una organizacin perfecta de la clase obrera y una caja bien repleta. Y aqu precisamente el quid del asunto. En primer lugar, los gobiernos, sobre todo si se les deja envalentonarse con el abstencionismo poltico, jams permitirn que la organizacin ni las cajas de los obreros lleguen tan lejos; y, por otra parte, los acontecimientos polticos y los abusos de las clases gobernantes facilitarn la emancipacin de los obreros mucho antes de que el proletariado llegue a reunir esa organizacin ideal y ese gigantesco fondo de reserva. Pero, si dispusiese de ambas cosas, no necesitara dar el rodeo de la huelga general para llegar a la meta. Para nadie que conozca un poco el engranaje oculto de la Alianza puede ser dudoso que la propuesta de aplicar este bien experimentado procedimiento parti del centro suizo. Pues bien: los dirigentes espaoles encontraron de este modo una salida para hacer algo sin volverse de una vez polticos; y se lanzaron encantados a ella. Por todas partes se predicaron los efectos milagrosos de la huelga general y en seguida se prepar todo para comenzarla en Barcelona y en Alcoy. Entretanto, la situacin poltica iba acercndose cada vez ms a una crisis. Los viejos tragahombres del republicanismo federal, Castelar y comparsas, se echaron a temblar ante el movimiento, que les rebasaba; no tuvieron ms remedio que ceder el Poder a Pi y Margall, que intentaba una transaccin con los intransigentes. Pi era, de todos los republicanos oficiales, el nico socialista, el nico que comprenda la necesidad de que la Repblica se apoyase en los obreros. As present en seguida un programa de medidas sociales de inmediata ejecucin, que no slo eran directamente ventajosas para los obreros, sino que, adems, por sus efectos, tenan necesariamente que empujar a mayores avances y, de este modo, por lo menos poner en marcha la reforma social. Pero los internacionalistas bakuninianos, que tienen la obligacin de rechazar hasta las medidas ms revolucionarias, cuando stas arrancan del Estado, preferan apoyar a los intransigentes ms extravagantes antes que a un ministro. Las negociaciones de Pi con los intransigentes se dilataban; los intransigentes empezaron a perder la paciencia; los ms fogosos de ellos comenzaron a encender en Andaluca el levantamiento cantonal. Haba llegado la hora de que los jefes de la Alianza actuasen tambin, si no queran seguir marchando a la zaga de los intransigentes burgueses. En vista de esto, ordenaron la huelga general. En Barcelona se peg, entre otros, este cartel: Obreros! Declaramos la huelga general para demostrar la profunda repugnancia que [14] nos causa ver cmo el gobierno echa a la calle el ejrcito para luchar contra nuestros hermanos trabajadores, mientras apenas se preocupa de la guerra contra los carlistas, etc. Es decir, que se invitaba a los obreros de Barcelona el centro fabril ms importante de Espaa, que tiene en su haber histrico ms combates de barricadas que ninguna otra ciudad del mundo, a enfrentarse con el poder pblico armado, no con las armas que ellos tenan tambin en sus manos, sino1 Vase: Engels, Lage de Arbeitender Klasse in England [Situacin de la clase obrera en Inglaterra], 2. edicin, pg. 234.

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con un paro general, con una medida que slo afecta directamente a los burgueses individuales, pero que no va contra su representacin colectiva, contra el poder del Estado. Los obreros barceloneses haban podido escuchar en la inactividad de los tiempos de paz las frases violentas de hombres tan mansos como Alerini, Farga Pellicer y Vias; pero cuando lleg la hora de actuar, cuando Alerini, Farga y Vias lanzaron, primero, su famoso programa electoral, luego se dedicaron constantemente a calmar los nimos, y por fin, en vez de llamar a las armas, declararon la huelga general, acabaron por provocar el desprecio de los obreros. El ms dbil de los intransigentes revelaba, con todo, ms energa que el ms enrgico de los aliancistas. La Alianza y la Internacional mangoneada por ella perdieron toda su influencia y, cuando estos caballeros proclamaron la huelga general, bajo el pretexto de paralizar con ello la accin del gobierno, los obreros se echaron sencillamente a rer. Pero la actividad de la falsa Internacional haba conseguido, por lo menos, que Barcelona se mantuviese al margen del alzamiento cantonal. Dentro de l, la representacin de la clase obrera era, en todas partes, un elemento muy fuerte; y Barcelona era la nica ciudad cuya incorporacin poda respaldar de un modo firme a este elemento obrero y darle la perspectiva de hacerse dueo, en fin de cuentas, de todo el movimiento. Adems, la incorporacin de Barcelona puede decirse que habra decidido el triunfo. Pero Barcelona no movi un dedo; los obreros barceloneses, que saban a qu atenerse respecto a los intransigentes y haban sido engaados por los aliancistas, se cruzaron de brazos y dieron con ello el triunfo final al gobierno de Madrid. Todo lo cual no impidi a los aliancistas Alerini y Brousse (acerca de cuyas personas da ms detalles el informe sobre la Alianza) declarar en su peridico Solidaridad Revolucionaria: El movimiento revolucionario se extiende como un reguero de plvora por toda la pennsula... En Barcelona todava no ha pasado nada, pero en la plaza pblica est la revolucin siempre en su puesto! Pero era la revolucin de los aliancistas, que consiste en mantener torneos oratorios y, precisamente por esto, se est siempre en su puesto, sin salir de la plaza. [15] La huelga general se haba puesto a la orden del da al mismo tiempo en Alcoy. Alcoy es un centro fabril de reciente creacin que cuenta actualmente unos 30.000 habitantes y en el que la Internacional, en forma bakuniniana, slo logr penetrar hace un ao, desarrollndose luego con gran rapidez. El socialismo, bajo cualquier forma, era bien recibido por estos obreros, que hasta entonces haban permanecido completamente al margen del movimiento, hecho que se repite en algunos lugares rezagados de Alemania, donde repentinamente la Asociacin General de Obreros alemanes ha encontrado, por el momento, gran nmero de adeptos. Alcoy fue elegido, por tanto, para sede de la Comisin federal bakuninista espaola; y esta Comisin federal es precisamente la que vamos a ver aqu actuar. El 7 de julio, una asamblea obrera toma el acuerdo de huelga general; y al da siguiente enva una comisin a entrevistarse con el alcalde, requirindole para que rena en el trmino de veinticuatro horas a los patronos y les presente las reivindicaciones de los obreros. El alcalde, Albors, un republicano burgus, entretiene a los obreros, pide tropas a Alicante y aconseja a los patronos que no cedan, sino que se parapeten en sus casas. En cuanto a l, estar en su puesto. Despus de celebrar una entrevista con los patronos

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estamos siguiendo el informe oficial de la Comisin federal aliancista, que lleva la fecha de 14 de julio de 1873, el alcalde, que en un principio haba prometido a los obreros mantenerse neutral, lanza una proclama en la que injuria y calumnia a los obreros y toma partido por los patronos, anulando as el derecho y la libertad de los huelguistas y retndolos a luchar. Cmo los piadosos deseos de un alcalde podan anular el derecho y la libertad de los huelguistas, es cosa que no se aclara en el informe. El caso es que los obreros, dirigidos por la Alianza, hicieron saber al concejo, por medio de una comisin, que, si no estaba dispuesto a mantener en la huelga la neutralidad prometida, lo mejor que poda hacer era dimitir para evitar un conflicto. La propuesta fue rechazada y, cuando la comisin sala del ayuntamiento, la fuerza pblica dispar contra el pueblo, congregado en la plaza en actitud pacfica y sin armas. As comenz la lucha, segn el informe aliancista. El pueblo se arm, y comenz la batalla, que haba de durar veinte horas. De una parte, los obreros, que Solidaridad Revolucionaria cifra en 5.000, de otra parte 32 guardias civiles concentrados en el ayuntamiento y algunas gentes armadas parapetadas en cuatro o cinco casas junto al mercado, casas a las que el pueblo peg fuego a la buena manera prusiana. Por fin, a los guardias se les agotaron las municiones y tuvieron que capitular. No habra habido que [16] lamentar tantas desgracias dice el informe de la Comisin aliancista si el alcalde Albors no hubiera engaado al pueblo simulando rendirse y haciendo luego asesinar alevosamente a los que entraron en el ayuntamiento findose de su palabra; y el mismo alcalde no habra perecido, como pereci justicieramente a manos de la poblacin indignada, si no hubiese disparado su revlver a quemarropa contra los que iban a detenerle. Cuntas bajas caus esta batalla? Si bien no es posible calcular con exactitud el nmero de muertos y heridos (de parte del pueblo), s podemos decir que no habrn bajado seguramente de... diez. De parte de los provocadores, no bajan de quince los muertos y los heridos. Esta fue la primera batalla callejera de la Alianza. Al frente de 5.000 hombres, se bati durante 20 horas contra 32 guardias y algunos burgueses armados; los venci, despus que ellos hubieron agotado las municiones y perdi, en total, diez hombres. Se conoce que la Alianza inculca a sus iniciados aquella sabia sentencia de Falstaff de que la prudencia es la mejor parte de la valenta. Huelga decir que todas las noticias terrorficas de los peridicos burgueses, que hablan de fbricas incendiadas sin objeto alguno, de guardias fusilados en masa, de personas rociadas con petrleo y luego quemadas, son puras invenciones. Los obreros vencedores, aunque estn dirigidos por aliancistas cuyo lema es: no hay que reparar ante nada, son siempre demasiado generosos con el enemigo vencido para obrar as, y ste se limita a imputarles todas las atrocidades que l no deja de cometer nunca cuando vence. Eran, pues, vencedores. En Alcoy dice llena de jbilo Solidaridad Revolucionaria nuestros amigos, en nmero de 5.000, son dueos de la situacin. Veamos qu hicieron de su situacin los tales dueos. Al llegar aqu, el informe de la Alianza y el peridico aliancista nos dejan en la estacada; tenemos que contentarnos con la informacin general de la prensa. Por sta, nos

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enteramos de que en Alcoy se constituy inmediatamente un Comit de Salud Pblica, es decir, un gobierno revolucionario. Es cierto que en el congreso celebrado por ellos en Saint Imier (Suiza) el 15 de septiembre de 1872, los aliancistas haban acordado que toda organizacin de un poder poltico con el nombre de provisional o revolucionario slo poda ser una nueva aagaza y tan peligrosa para el proletariado como todos los gobiernos que actualmente existen. Adems, los miembros de la Comisin federal de Espaa residente en Alcoy haban hecho lo indecible para con-[17]seguir que el congreso de la seccin espaola de la Internacional hiciese suyo este acuerdo. Pero, a pesar de todo esto, nos encontramos que Severino Albarracn, miembro de aquella Comisin y, segn nuestros informes, tambin Francisco Toms, su secretario, forman parte de ese gobierno provisional y revolucionario que era el Comit de Salud Pblica de Alcoy. Y qu hizo este Comit de Salud Pblica? Cules fueron sus medidas para lograr la inmediata y completa emancipacin de los obreros? Prohibir que ningn hombre saliese de la villa, autorizando en cambio para hacerlo a las mujeres, siempre y cuando que... tuviesen pase! Los enemigos de la autoridad restableciendo el rgimen de pases! Por lo dems, la ms completa perplejidad, la ms completa inactividad, el ms completo desamparo. Entretanto, el general Velarde avanzaba con sus tropas desde Alicante. El gobierno tena sus razones para ir apaciguando silenciosamente las insurrecciones locales de las provincias. Y los dueos de la situacin de Alcoy tenan tambin las suyas para zafarse de un estado de cosas con el que no saban qu hacer. Por eso el diputado Cervera, que actuaba de mediador, encontr el camino llano. El Comit de Salud Pblica resign, sus poderes, las tropas entraron en la villa el da 12 sin encontrar la menor resistencia y la nica promesa que se hizo a cambio al Comit de Salud Pblica fue... dar una amnista general. Los aliancistas dueos de la situacin haban salido realmente del aprieto una vez ms. Y con esto termin la aventura de Alcoy. En Sanlcar de Barrameda, junto a Cdiz, el alcalde relata el informe aliancista clausura el local de la Internacional y, con sus amenazas y sus incesantes ataques contra los derechos personales de los ciudadanos, provoca la clera de los obreros. Una comisin reclama del ministro el reconocimiento de su derecho y la reapertura del local, arbitrariamente clausurado. El seor Pi accede a ello en principio... pero denegndolo en la prctica; los obreros ven que el gobierno trata de colocar a su Asociacin sistemticamente fuera de la ley; destituyen a las autoridades locales y ponen en su lugar a otras, que ordenan la reapertura del local de la Asociacin. En Sanlcar... el pueblo es dueo de la situacin!, exclama! triunfalmente Solidaridad Revolucionaria. Los aliancistas, que tambin aqu, en completa contradiccin con sus principios anarquistas, instituyeron un gobierno revolucionario, no supieron por dnde empezar a servirse del Poder. Perdieron el tiempo en debates vacuos y acuerdos sobre el papel, y el 5 de agosto, despus de ocupar las ciuda-[18]des de Sevilla y Cdiz, el general Pava destac a unas cuantas compaas de la brigada Soria para tomar Sanlcar y... no encontr la menor resistencia. Esas son las hazaas heroicas llevadas a cabo por la Alianza donde nadie le haca la

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competencia.

III

Inmediatamente despus de la batalla librada en las calles de Alcoy, se levantaron los intransigentes en Andaluca. Pi y Margall estaba todava en el Poder y en continuas negociaciones con los jefes de este grupo poltico, para sacar de ellos un nuevo ministerio. Por qu, pues, echarse a la calle, sin esperar a que fracasaran las negociaciones? La razn de estas prisas no ha llegado a ponerse nunca totalmente en claro. Lo nico que puede asegurarse es que los seores intransigentes trataban ante todo de que se llevase a la prctica cuanto antes la Repblica federal para de este modo poder escalar el Poder y los muchos cargos nuevos que habran de crearse en los distintos cantones. En Madrid, las Cortes tardaban mucho en descuartizar a Espaa; haba que tomar cartas en el asunto y proclamar en todas partes cantones soberanos. La actitud que haba venido manteniendo hasta entonces la Internacional (la bakuninista), envuelta de lleno, desde las elecciones, en los manejos de los intransigentes, permita contar con su colaboracin; adems, precisamente se haba apoderado de Alcoy por la violencia y estaba por lo tanto, en lucha abierta con el gobierno. A esto se aada el que los bakuninistas haban predicado siempre que toda accin revolucionaria de arriba abajo era perniciosa y que todo deba organizarse y llevarse a cabo de abajo arriba. Y he aqu que ahora se les deparaba la ocasin de implantar de abajo arriba, al menos en unas cuantas ciudades, el famoso principio de la autonoma. Ni que decir tiene que los obreros bakuninistas se tragaron el anzuelo y sacaron las castaas del fuego a los intransigentes, para luego verse recompensados por sus aliados, como siempre, con puntapis y balas de fusil. Veamos cul fue la posicin de los internacionalistas bakuninistas en todo este movimiento. Ayudaron a imprimirle el sello de la atomizacin federalista y realizaron su ideal de la anarqua en la medida de lo posible. Los mismos bakuninistas que, pocos meses antes, en Crdoba, haban anatematizado como una traicin y una aagaza contra los obreros la instauracin de gobiernos revolucionarios, formaban ahora parte de todos los gobiernos municipales revolucionarios de [19] Andaluca, pero siempre en minora, de modo que los intransigentes podan hacer cuanto les viniera en gana. Mientras stos monopolizaban la direccin poltica y militar del movimiento, a los obreros se les despachaba con unos cuantos tpicos brillantes o con unos supuestos acuerdos sobre reformas sociales del carcter ms tosco y absurdo y que, adems, slo existan sobre el papel. En cuanto los lderes bakuninistas pedan alguna concesin real y positiva se les rechazaba desdeosamente. Lo ms importante que tenan siempre que declarar los intransigentes directores del movimiento a los corresponsales de los peridicos ingleses, era que ellos no tenan nada que ver con estos llamados internacionalistas y que declinaban toda responsabilidad por sus actos, aclarando bien que tenan estrictamente vigilados por la

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polica a sus jefes y a todos los emigrados de la Comuna de Pars. Finalmente, en Sevilla, como veremos, los intransigentes, durante el combate contra las tropas del gobierno, dispararon tambin contra sus aliados bakuninistas. As sucedi que, en el transcurso de pocos das, toda Andaluca estuvo en manos de los intransigentes armados. Sevilla, Mlaga, Granada, Cdiz, etc., cayeron en su poder casi sin resistencia. Cada ciudad se declar cantn independiente y nombr una Junta revolucionaria de gobierno. Lo mismo hicieron despus Murcia, Cartagena, Valencia. En Salamanca se hizo tambin un ensayo por el estilo, pero de carcter ms pacfico. As estuvieron la mayora de las grandes ciudades de Espaa en poder de los insurrectos, con excepcin de la capital, Madrid simple ciudad de lujo, que casi nunca interviene decisivamente, y de Barcelona. Si Barcelona se hubiese lanzado, el triunfo final habra sido casi seguro y adems se habra asegurado un refuerzo firme al elemento obrero que tomaba parte en el movimiento. Pero ya hemos visto que en Barcelona los intransigentes no tenan apenas fuerza y que los internacionalistas bakuninianos, que por aquel entonces eran an muy fuertes all, tomaron la huelga general como pretexto para calmar los nimos. As pues, esta vez, Barcelona no estuvo en su puesto. No obstante, la insurreccin, aunque iniciada de un modo descabellado, tena todava grandes perspectivas de xito si se la hubiera sabido encauzar con un poco de inteligencia, siquiera hubiese sido al modo de las revueltas militares espaolas, en que la guarnicin de una plaza se subleva, va sobre la plaza ms cercana, arrastra consigo a la guarnicin de sta, preparada de antemano, y, creciendo como un alud, avanza sobre la capital, hasta que una batalla afortunada o el paso a su campo de las tropas enviadas contra ella decide el triunfo. Este mtodo [20] era especialmente aplicable en esta ocasin. Los insurrectos se hallaban organizados en todas partes desde haca mucho tiempo en batallones de voluntarios, cuya disciplina era, a decir verdad, deplorable, pero no ms deplorable seguramente que la de los restos del antiguo ejrcito espaol, que, en su mayor parte, se haba desmoronado. La nica fuerza de confianza con que contaba el gobierno era la Guardia Civil y sta se hallaba desperdigada por todo el pas. Era primordial impedir a todo trance la concentracin de los guardias civiles y, para esto, no haba mas recurso que tomar la ofensiva y aventurarse a campo abierto; la cosa no era muy arriesgada, pues el gobierno slo poda oponer a los voluntarios tropas tan indisciplinadas como las suyas. Y, si se quera vencer, no haba otro camino. Pero, no. El federalismo de los intransigentes y de su apndice bakuninista consista precisamente en dejar que cada ciudad actuase por su cuenta y declaraba esencial, no su cooperacin con las otras ciudades, sino su separacin de ellas, con lo cual cerraba el paso a toda posibilidad de una ofensiva general. Lo que en la guerra de los campesinos alemanes y en las insurrecciones alemanas de mayo de 1849 haba sido un mal inevitable la atomizacin y el aislamiento de las fuerzas revolucionarias, que permiti a las tropas del gobierno ir aplastando un alzamiento tras otro se proclamaba aqu como el principio de la suprema sabidura revolucionaria. Bakunin pudo disfrutar de este desagravio. Ya en septiembre de 1870 (en sus Lettres un Franais) haba declarado que el nico medio para expulsar de Francia a los prusianos con una lucha revolucionaria consista en abolir toda direccin centralizada y dejar que cada ciudad, cada aldea, cada municipio, dirigiese la

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guerra por su cuenta. Si al ejrcito prusiano, con su direccin nica, se opona el desencadenamiento de las pasiones revolucionarias, el triunfo era seguro. Frente a la inteligencia colectiva del pueblo francs, abandonado por fin de nuevo a sus propios designios, la inteligencia individual de Moltke se esfumara. Entonces, los franceses no quisieron concebir esto; pero en Espaa se obsequi a Bakunin, como hemos visto y an hemos de ver, con un triunfo resonante. Entretanto, la pualada trapera de este levantamiento, organizado sin pretexto alguno, imposibilit a Pi y Margall para seguir negociando con los intransigentes. Tuvo que dimitir; le sustituyeron en el Poder los republicanos puros del tipo de Castelar, burgueses sin disfraz, cuyo primer designio era dar al traste con el movimiento obrero, del que antes se haban servido, pero que ahora les estorbaba. A las rdenes del general Pava, se form una divisin para mandarla contra Andaluca y otra a las rdenes del general Martnez Campos para enviarla [21] contra Valencia y Cartagena. El nervio de estas divisiones eran los guardias civiles trados de todas partes de Espaa, todos ellos antiguos soldados cuya disciplina se mantena an inconmovible. Como haba ocurrido con los gendarmes en la marcha del ejrcito versalles sobre Pars, la misin de estos guardias civiles era reforzar las tropas de lnea desmoralizadas e ir siempre a la cabeza de las columnas de ataque, cometido que, en ambos casos, cumplieron en la medida de sus fuerzas. Adems de ellos contenan las divisiones algunos regimientos de lnea refundidos, de modo que cada una de ellas estaba compuesta por unos 3.000 hombres. Era todo lo que el gobierno poda movilizar contra los insurrectos. El general Pava se puso en marcha hacia el 20 de julio. El 24 fue ocupada Crdoba por una columna de guardias civiles y tropas de lnea al mando de Ripoll. El 29, Pava atac las barricadas de Sevilla, la cual cay en sus manos el 30 el 31. (Muchos de los telegramas no permiten fijar con seguridad las fechas). Dej una columna mvil para someter los alrededores y avanz sobre Cdiz, cuyos defensores no se batieron ms que en el acceso a la ciudad, y an aqu con pocos bros; luego, el 4 de agosto se dejaron desarmar sin resistencia. En los das siguientes desarm, tambin sin resistencia, a Sanlcar de Barrameda, San Roque, Tarifa, Algeciras y otra multitud de pequeas ciudades, cada una de las cuales se haba erigido en cantn independiente. Al mismo tiempo, envi columnas contra Mlaga y Granada, que capitularon sin resistencia el 3 y el 8 de agosto respectivamente; y as el 10 de agosto, en menos de 15 das y casi sin lucha, haba quedado sometida toda Andaluca. El 26 de julio inici Martnez Campos el ataque contra Valencia. Aqu, la insurreccin haba partido de los obreros. Al escindirse en Espaa la Internacional, en Valencia obtuvieron la mayora los internacionalistas autnticos y el nuevo Consejo federal espaol fue trasladado a esta ciudad. A poco de proclamarse la Repblica, cuando ya se vislumbraba la inminencia de combates revolucionarios, los obreros bakuninistas de Valencia, desconfiando de los paos calientes que los lderes barceloneses disfrazaban con frases ultrarrevolucionarias, prometieron a los autnticos internacionalistas que haran causa comn con ellos en todos los movimientos locales. Al estallar el movimiento cantonal, inmediatamente ambas fracciones se lanzaron a la calle, utilizando a los intransigentes, y desalojaron a las tropas. No se ha sabido cul era la composicin de la

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Junta revolucionaria de Valencia; sin embargo, de los informes de los corresponsales de la prensa inglesa se desprende que en ella, al igual que entre los voluntarios va-[22]lencianos, tenan los obreros preponderancia decisiva. Estos mismos corresponsales hablaban de los insurrectos de Valencia con un respeto que distaban mucho de dispensar a los otros rebeldes, en su mayora intransigentes; ensalzaban su disciplina y el orden reinante en la ciudad y pronosticaban una larga resistencia y una lucha enconada. No se equivocaron. Valencia, ciudad sin artillar, se sostuvo contra los ataques de la divisin de Martnez Campos desde el 26 de julio hasta el 8 de agosto, es decir, ms tiempo que toda Andaluca junta. En la provincia de Murcia, las tropas ocuparon sin resistencia la capital, del mismo nombre. Despus de tomar Valencia, Martnez Campos march sobre Cartagena, una de las fortalezas mejor defendidas de Espaa, protegida por tierra por una muralla y una serie de fortines destacados en las alturas dominantes. Los 3.000 soldados del gobierno, privados de artillera de sitio, eran, naturalmente, impotentes, con sus caones ligeros, contra la artillera pesada de los fuertes y tuvieron que limitarse a poner cerco a la ciudad por el lado de tierra; pero esto no significaba gran cosa, mientras los cartageneros dominasen el mar con los barcos de guerra apresados por ellos en el puerto. Los sublevados [de Cartagena], que mientras se luchaba en Valencia y Andaluca slo se haban ocupado de ellos mismos, empezaron a pensar en el mundo exterior despus de estar reprimidas las dems sublevaciones, cuando empezaron a escasearles a ellos el dinero y los vveres. Entonces hicieron primero una tentativa de marcha sobre Madrid, que distaba de Cartagena por lo menos 60 millas alemanas, ms del doble que, por ejemplo, Valencia o Granada! La expedicin tuvo un fin lamentable no lejos de Cartagena; y el cerco cort el paso a todo otro intento de salida por tierra. Se lanzaron, pues, a hacer salidas con la flota. Y qu salidas! No poda ni hablarse de volver a sublevar, con los barcos de guerra cartageneros, los puertos de mar que acababan de ser sometidos. Por tanto, la marina de guerra del cantn soberano de Cartagena se limit a amenazar con que bombardeara a las dems ciudades del litoral martimo desde Valencia hasta Mlaga tambin soberanas, segn la teora cartagenera, y en caso necesario a bombardearlas real y efectivamente, si no traan a bordo de sus buques los vveres exigidos y una contribucin de guerra en moneda contante y sonante. Mientras estas ciudades haban estado levantadas en armas contra el gobierno como cantones independientes, en Cartagena rega el principio de cada cual para si! Ahora, que estaban derrotadas, tena que regir el principio de todos para Cartagena! As entendan los intransigentes de Cartagena y sus secuaces bakuninistas el federalismo de los cantones soberanos. [23] Para reforzar las filas de los combatientes de la libertad, el gobierno de Cartagena dio suelta a los 1.800 reclusos del penal de aquella ciudad, los peores ladrones y asesinos de toda Espaa. Que esta medida revolucionaria les fue sugerida por los bakuninistas es cosa que no admite duda despus de las revelaciones del informe sobre la Alianza. En l se demuestra cmo Bakunin se entusiasmaba desvariando sobre el desencadenamiento de todas las malas pasiones y cmo proclamaba al bandolero ruso modelo de verdaderos revolucionarios. Lo que se da a los rusos, debe darse tambin a los espaoles. Por lo tanto,

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el gobierno cartagenero se ajustaba por completo al espritu de Bakunin cuando desencaden las malas pasiones de los 1.800 matones embotellados, llevando con ello hasta el extremo la desmoralizacin entre sus tropas. Y cuando el gobierno espaol, en vez de deshacer a caonazos sus propias fortificaciones, esperaba la sumisin de Cartagena de la descomposicin interior de sus defensores, segua una poltica totalmente acertada.

IV

Escuchemos ahora el informe de la Nueva Federacin de Madrid acerca de todo este movimiento: En Valencia deba celebrarse el segundo domingo de agosto un congreso para definir, entre otras cosas, la posicin que la Federacin espaola de la Internacional haba de adoptar ante los importantes acontecimientos polticos ocurridos en Espaa desde el 11 de febrero, da de la proclamacin de la Repblica. Pero la descabellada insurreccin cantonal, que fracas tan lamentablemente y en la que participaron con entusiasmo los internacionalistas de casi todas las provincias sublevadas, no slo paraliz las actividades del Consejo federal, al diseminar a la mayora de sus miembros, sino que desorganiz tambin casi por completo las Federaciones locales y, lo que es peor, conden a sus componentes a todo el odio y a todas las persecuciones que lleva consigo un alzamiento popular que se inicia de un modo vergonzoso y que fracasa... Cuando estall el levantamiento cantonal, cuando se constituyeron las juntas, es decir, los gobiernos de los cantones, aquellas gentes (los bakuninistas), que con tanta furia clamaban contra el poder poltico y tanto nos acusaban de autoritarismo, se apresuraron a entrar en aquellos gobiernos. En ciudades importantes, como Sevilla, Cdiz, Sanlcar de Barrameda, Granada y Valencia, muchos de los internacionalistas que se llamaban antiautoritarios formaban parte de las Jun-[24]tas cantonales, sin ms programa que la autonoma de la provincia o del cantn. Esto est oficialmente demostrado por las proclamas y otros documentos publicados por las Juntas, al pie de los cuales figuran los nombres de destacados internacionalistas de esta especie. Una contradiccin tan escandalosa entre la teora y la prctica, entre la propaganda y los hechos, significara poco, si de ello se -hubiese derivado alguna ventaja para nuestra Asociacin o algn progreso en la organizacin de nuestras fuerzas, algn acercamiento a la consecucin de nuestro objetivo fundamental: la emancipacin de la clase trabajadora. Pero ha ocurrido precisamente lo contrario, como por fuerza tena que ocurrir. Falt la condicin esencial: la actuacin conjunta de todo el proletariado espaol, que tan fcil hubiera sido conseguir movilizndolo en nombre de la Internacional. No hubo cohesin entre las Federaciones locales; el movimiento qued confiado a la iniciativa individual o local, sin direccin de ninguna clase (fuera de la que poda imponerle, si acaso, la misteriosa Alianza, que, para vergenza nuestra, sigue teniendo el mando de la seccin

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espaola de la Internacional) y sin ningn programa, a no ser el de nuestros enemigos naturales, los republicanos burgueses. Y as, el movimiento cantonal sucumbi del modo ms ignominioso, casi sin resistencia; pero, en su hundimiento, arrastr consigo el prestigio y la organizacin de la Internacional en Espaa. No se comete exceso, crimen o acto de violencia que los republicanos no carguen hoy sobre las espaldas de los internacionalistas; y, en Sevilla, hasta se da el caso, segn nos aseguran, de que durante la lucha los intransigentes disparasen contra sus aliados, los internacionalistas (bakuninistas). La reaccin, explotando hbilmente nuestras torpezas, azuza a los republicanos contra nosotros para que nos persigan, y nos calumnia ante la gran masa indiferente; lo que no pudo conseguir en tiempo de Sagasta, parece que va a lograrlo ahora: desacreditar el nombre de la Internacional ante la gran masa de los obreros espaoles. En Barcelona se han separado de la Internacional multitud de secciones obreras, protestando a gritos contra la gente del peridico La Federacin (rgano principal de los bakuninistas) y su inexplicable posicin. En Jerez, Puerto de Santa Mara y otros lugares, las Federaciones han acordado disolverse. En Loja (provincia de Granada), los pocos internacionalistas que haba, han sido arrojados de la ciudad por la poblacin. En Madrid, donde todava se disfruta de la mayor libertad, la antigua Federacin (bakuninista) no da la menor seal de vida, mientras que la nuestra se ve obligada a permanecer inactiva y en silencio, si no quiere verse cargada con culpas ajenas. En [25] las ciudades del norte, la guerra carlista, cada da ms furiosa, impide todas nuestras actividades. Finalmente, en Valencia, donde el gobierno ha salido vencedor despus de quince das de lucha, los internacionalistas que no han huido tienen que esconderse y el Consejo federal est totalmente disuelto. Hasta aqu, el informe de Madrid. Como vemos, coincide en un todo con el relato histrico hecho en las pginas anteriores. Examinemos, pues, el resultado de toda nuestra investigacin: 1) En cuanto se enfrentaron con una situacin revolucionaria seria, los bakuninistas se vieron obligados a echar por la borda todo el programa que hasta entonces haban mantenido. En primer lugar, sacrificaron su dogma del abstencionismo poltico y, sobre todo, del abstencionismo electoral. Luego le lleg el turno a la anarqua, a la abolicin del Estado; en vez de abolir el Estado, lo que hicieron fue intentar erigir una serie de pequeos Estados nuevos. A continuacin, abandonaron su principio de que los obreros no deban participar en ninguna revolucin que no persiguiese la inmediata y completa emancipacin del proletariado, y participaron en un movimiento cuyo-carcter puramente burgus no se trataba de ocultar. Finalmente, dieron un bofetn a su credo recin proclamado de que la instauracin de un gobierno revolucionario no era ms que un nuevo engao y una nueva traicin contra la clase obrera, instalndose cmodamente en las Juntas gubernamentales de los distintos cantones, y adems casi siempre como una minora impotente, neutralizada y polticamente explotada por los burgueses. 2) Al renegar de los principios que haban venido predicando siempre, lo hicieron de la manera ms cobarde y ms embustera y bajo la presin de una conciencia culpable, sin que ni los propios bakuninistas ni las masas acaudilladas por ellos se lanzasen al

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movimiento con ningn programa ni supiesen ni remotamente lo que queran. Cul fue la consecuencia natural de esto? Que los bakuninistas entorpeciesen todo movimiento, como en Barcelona, o se viesen arrastrados a levantamientos aislados, irreflexivos y estpidos, como en Alcoy y Sanlcar de Barrameda, o bien que la direccin de la insurreccin cayera en manos de los burgueses intransigentes, como ocurri en la mayora de los casos. As, pues, al pasar a los hechos, los gritos ultrarrevolucionarios de los bakuninistas, se tradujeron en medidas para calmar los nimos, en levantamientos condenados de antemano al fracaso o en el encadenamiento a un partido burgus, que, adems de explotar ignominiosamente a los obreros para sus fines polticos, los trataba a patadas. [26] 3) Lo nico que ha quedado en pie de los llamados principios de-la anarqua, de la federacin libre de grupos independientes, etc., ha sido la dispersin sin tasa y sin sentido de los medios revolucionarios de lucha, que permiti al gobierno dominar una ciudad tras otra con un puado de tropas y sin encontrar apenas resistencia. 4) Fin de fiesta: No slo la seccin espaola de la Internacional lo mismo la falsa que la autntica se ha visto envuelta en el derrumbamiento de los intransigentes, y hoy esta seccin numerosa y bien organizada est de hecho disuelta, sino que, adems, se le atribuye todo el cmulo de excesos imaginarios sin el cual los filisteos de todos los pases no pueden concebir un levantamiento obrero; con lo que se ha hecho imposible, acaso por muchos aos, la reorganizacin internacional del proletariado espaol. 5) En una palabra, los bakuninistas espaoles nos han dado un ejemplo insuperable de cmo no debe hacerse una revolucin. [27]

. MARX LAS PRETENDIDAS ESCISIONES EN LA INTERNACIONAL

CIRCULAR RESERVADA DEL CONSEJO GENERAL DE LA ASOCIACIN INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES1 Hasta hoy, el Consejo General se ha impuesto una reserva absoluta respecto a las luchas internas habidas en el seno de la Internacional y no ha respondido jams pblicamente a los ataques pblicos lanzados contra l durante ms de dos aos por miembros de la Asociacin. La persistencia de un puado de intrigantes en fomentar el que se confunda a la Internacional con una sociedad2 hostil a ella desde su origen, podra no ser an motivo para romper el silencio. Pero el apoyo que la reaccin europea encuentra en los escndalos provocados por esta sociedad, en un momento en que la Internacional atraviesa la crisis ms seria que ha conocido desde su fundacin, obliga al Consejo General a hacer la historia de todas estas intrigas.

I

Despus de la cada de la Comuna de Pars, el primer acto del Consejo General fue publicar su Manifiesto sobre La guerra civil en Francia en el que se solidarizaba con toda la actuacin de la Comuna; y lo haca precisamente en el momento en que esta actuacin serva a la burguesa, a la prensa y a los gobiernos de Europa para volcar las calumnias ms infames sobre las espaldas de los vencidos de Pars. Una parte de la propia clase obrera no haba comprendido an que su bandera acababa de ser derrotada. El Consejo pudo comprobar esto, entre otras cosas, por la dimisin que, negndose a solidarizarse con [28] el Manifiesto, presentaron dos de sus miembros: los ciudadanos Odger y Lucraft. Puede1 Expuesto por C. Marx en la reunin del Consejo General, el 5 de marzo de 1872. Editado en forma de folleto suelto, en francs (Ginebra, 1872). (N. de la Red.) 2 Se trata de la organizacin bakuninista Alianza internacional de la democracia socialista. (N. de la Red.)

SOBRE EL ANARQUISMO

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decirse que de la publicacin de este documento en todos los pases civilizados data la unidad de opinin de la clase obrera sobre los acontecimientos de Pars. Por otra parte, la Internacional encontr un medio de propaganda de los ms poderosos en la prensa burguesa, y sobre todo en la prensa inglesa de gran circulacin, a la que este Manifiesto oblig a emprender una polmica, sostenida luego por las rplicas del Consejo General. La llegada a Londres de numerosos refugiados de la Comuna oblig al Consejo General a constituirse en Comit de Ayuda y a ejercer, durante ms de 8 meses, esta funcin completamente ajena a sus atribuciones normales. No hay que decir que los vencidos y los desterrados de la Comuna no tenan nada que esperar de la burguesa. Y, en cuanto a la clase obrera, las peticiones llegaban en un momento difcil: Suiza y Blgica haban recibido ya su contingente de refugiados y tenan que mantenerlos o facilitar su traslado a Londres. Las cantidades recogidas en Alemania, en Austria y en Espaa eran enviadas a Suiza. En Inglaterra, la gran lucha por la jornada de 9 horas, cuya batalla decisiva se dio en Newcastle, haba consumido, tanto las contribuciones individuales de los obreros, como los fondos sociales de los sindicatos; fondos que, por otra parte, segn los mismos estatutos, no podan ser destinados ms que a las luchas profesionales. Sin embargo, a fuerza de gestiones y cartas incesantes, el Consejo pudo reunir, cntimo a cntimo, el dinero que distribua cada semana. Los obreros americanos han respondido ms ampliamente a este llamamiento. Ah, si el Consejo hubiera podido recaudar los millones que la imaginacin aterrorizada de la burguesa deposita tan generosamente en la caja de caudales de la Internacional! Despus de mayo de 1871, un cierto nmero de refugiados de la Comuna fueron llamados a reemplazar en el Consejo al elemento francs que, a consecuencia de la guerra, se haba quedado sin representacin en l. Entre los miembros as agregados haba antiguos internacionalistas y una minora de hombres conocidos por su energa revolucionara y cuya designacin fue un homenaje que se renda a la Comuna de Pars. En medio de estas preocupaciones, el Consejo hubo de hacer los trabajos preparatorios para la Conferencia de delegados que acababa de convocar. Las violentas medidas tomadas contra la Internacional por el gobierno bonapartista haban impedido la reunin del Congreso en Pars, tal como estaba prescrita por el Congreso de Basilea. En uso del de-[29]recho que le confera el Artculo 4 de los estatutos, el Consejo General, en su circular del 12 de julio de 1871, convoc el Congreso en Maguncia. En las cartas dirigidas al mismo tiempo a las diferentes federaciones, les propuso trasladar a otro pas la sede del Consejo General domiciliado hasta entonces en Inglaterra y les pidi que dieran a los delegados mandatos imperativos a este respecto. Las federaciones se pronunciaron unnimemente por el mantenimiento de la sede en Londres. La guerra franco-alemana, que estall pocos das despus, imposibilit todo congreso. Y entonces, consultadas las federaciones, nos dieron la potestad de fijar la fecha del prximo Congreso segn lo dictaran los acontecimientos. En cuanto pareci que la situacin poltica lo permita, el Consejo General convoc una conferencia reservada; convocatoria que tena como precedentes la conferencia

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reservada de 1865 y las sesiones administrativas reservadas de cada congreso. En el momento de las mximas orgas de la reaccin europea; cuando Julio Favre peda a todos los gobiernos, incluso al ingls, la extradicin de los refugiados como criminales de derecho comn; cuando Dufaure propona a la asamblea rural una ley poniendo a la Internacional en la ilegalidad, ley de la que luego Malou sirvi a los belgas una imitacin hipcrita; cuando, en Suiza, un refugiado de la Comuna estaba en prisin preventiva, esperando la decisin del gobierno federal sobre la demanda de extradicin; cuando la caza de internacionalistas era la base ostensible de una alianza entre Beust y Bismarck, cuya clusula dirigida contra la Internacional se apresur a adoptar Vctor Manuel; cuando el gobierno espaol, ponindose por completo a disposicin de los verdugos de Versalles, obligaba al Consejo federal de Madrid a refugiarse en Portugal; cuando, en fin, el primer deber de la Internacional era apretar sus filas y recoger el guante arrojado por los gobiernos, un congreso pblico era imposible y no hubiera hecho ms que delatar a los delegados continentales. Todas las secciones que estaban en relaciones normales con el Consejo General fueron, en fecha oportuna, convocadas a la Conferencia, la cual, aun no siendo un Congreso pblico, encontr serias dificultades. No hay que decir que Francia, en la situacin en que se encontraba, no poda elegir delegados. En Italia, la nica seccin entonces organizada era la de Npoles, y, en el momento de nombrar un delegado, fue disuelta por la fuerza armada. En Austria y en Hungra, los miembros ms activos estaban en la crcel. En Alemania, algunos miembros de los ms conocidos estaban perseguidos por alta traicin, otros estaban en la prisin y los fondos del partido estaban absorbidos por la necesidad [30] de ayudar a sus familias. Los americanos dirigieron a la Conferencia una Memoria detallada sobre la situacin de la Internacional en su pas y emplearon los gastos de delegacin en el mantenimiento de refugiados. Por lo dems, todas las federaciones reconocieron la necesidad de sustituir el Congreso pblico por la Conferencia reservada. La Conferencia, despus de haberse reunido en Londres desde el 17 al 23 de septiembre de 1871, dej encargadas al Consejo General una serie de tareas: publicar sus resoluciones; articular los reglamentos administrativos y publicarlos juntamente con los Estatutos generales, revisados y corregidos, en tres idiomas; ejecutar la resolucin de sustituir los carnets de afiliados por sellos; reorganizar la Internacional en Inglaterra y, por ltimo, subvenir a los gastos necesarios para estos diferentes trabajos. Desde la publicacin de los trabajos de la Conferencia, la prensa reaccionaria, de Pars a Mosc y de Londres a Nueva York, denunci la resolucin sobre la poltica de la clase obrera como una cosa preada de tan peligrosos designios (el Times la acus de audacia framente calculada), que era urgente poner a la Internacional fuera de la ley. Por otra parte, la resolucin que condenaba a las secciones sectarias suplantadoras fue para la polica internacional, que estaba al acecho, un pretexto para reivindicar ruidosamente la libertad y autonoma de los obreros sus protegidos frente al despotismo envilecedor del Consejo General y de la Conferencia. La clase obrera se senta tan terriblemente oprimida que el Consejo General recibi de Europa, de Amrica, de Australia y hasta de las Indias Orientales adhesiones y partes de constitucin de secciones nuevas.

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II

Las denuncias de la prensa burguesa, as como las lamentaciones de la polica internacional, encontraban un eco de simpata, incluso dentro de nuestra Asociacin. En su seno se fraguaron intrigas, dirigidas en apariencia contra el Consejo General y, en realidad, contra la Asociacin misma. Buscando la raz de estas intrigas se descubre inevitablemente a la Alianza internacional de la democracia socialista, dada a luz por el ruso Miguel Bakunin. A su vuelta de Siberia, predic en el Klokol de Herzen, como fruto de su larga experiencia, el paneslavismo y la guerra de razas. Ms tarde, durante su estancia en Suiza, fue designado para el Comit directivo de la Liga de la paz y de la libertad, fundada en oposicin a la Internacional. Como los asuntos de esta sociedad burguesa iban de mal en peor, su presidente [31] G. Vogt, por consejo de Bakunin, propuso una alianza al Congreso de la Internacional, reunido en Bruselas en septiembre de 1868. El Congreso declar por unanimidad que, una de dos: o la Liga persegua los mismos fines que la Internacional y, en ese caso, no tena razn de existir, o su objetivo era diferente y entonces la alianza era imposible. En el Congreso de la Liga, celebrado en Berna pocos das despus, Bakunin efectu su conversin. All propuso un programa de segunda mano, cuyo valor cientfico puede juzgarse por esta sola frase: la igualacin econmica y social de las clases. Mantenido por una nfima minora, rompi con la Liga para entrar en la Internacional. Iba decidido a sustituir los Estatutos generales de la Internacional por el programa de ocasin que la Liga le haba rechazado y el Consejo General por su dictadura personal. Y, con estos fines y para su uso particular, cre un instrumento especial: la Alianza internacional de la democracia socialista destinada a convertirse en una Internacional dentro de la Internacional. Bakunin encontr los elementos necesarios para la formacin de esta sociedad en una serie de personas que haba conocido durante su estancia en Italia y en un ncleo de emigrados rusos. Los emple como emisarios y como agentes de reclutamiento entre los miembros de la Internacional en Suiza, en Francia y en Espaa. Hasta que las negativas reiteradas al reconocimiento de la Alianza por parte de los Consejos federales de Blgica y Pars no le obligaron a ello, no se decidi a someter a la aprobacin del Consejo General los Estatutos de su nueva sociedad, que no eran otra cosa que la reproduccin fiel del programa incomprendido de Berna. El Consejo respondi con la siguiente circular fechada en 22 de diciembre de 1868: El Consejo General a la Alianza internacional de la democracia socialista Hace prximamente un mes que un cierto nmero de ciudadanos se ha constituido en Ginebra en comit central iniciador de una nueva sociedad internacional llamada Alianza internacional de la democracia socialista, imponindose como misin especial estudiar las cuestiones polticas y filosficas sobre la base de ese gran principio que es la igualdad, etc....

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El programa y el reglamento impresos de ese comit iniciador no han sido comunicados al Consejo General de la Asociacin Internacional de los Trabajadores hasta el 15 de diciembre de 1868. Segn estos documentos, dicha Alianza est completamente encuadrada dentro de la Internacional, pero, al mismo tiempo, ha sido fundada [32] completamente al margen de la Internacional. Junto al Consejo General de la Internacional, elegido por los Congresos sucesivos de Ginebra, Lausanne y Bruselas, habr en Ginebra, segn el reglamento iniciador, otro Consejo General que se ha nombrado a s mismo. Junto a los grupos locales de la Internacional, habr los grupos de la Alianza que, por mediacin de sus organismos nacionales que funcionarn al margen de los organismos nacionales de la Internacional pedirn al rgano central de la Alianza su admisin en la Internacional; y as, el Comit Central de la Alianza se irroga el derecho a dar ingresos en nuestra Asociacin. Por ltimo, el Congreso General de la Asociacin Internacional de los Trabajadores tendr tambin su doble en el Congreso General de la Alianza, puesto que, como dice el reglamento iniciador, en el Congreso anual de los trabajadores, la delegacin de la Alianza internacional de la democracia socialista, como rama de la Asociacin Internacional de los Trabajadores, tendr sus sesiones pblicas en diferente local. Considerando: que la presencia de un segundo organismo internacional que funcionase dentro y fuera de la Asociacin Internacional de los Trabajadores sera el medio ms infalible para desorganizarla; que cualquier otro grupo de individuos residentes en cualquier localidad tendra derecho a imitar al Grupo iniciador de Ginebra y a introducir, bajo pretextos ms o menos ostensibles, dentro de la Asociacin Internacional de los Trabajadores, otras Asociaciones internacionales con otras misiones especiales; que, de este modo, la Asociacin Internacional de los Trabajadores se convertira muy pronto en el juguete de los intrigantes de todas las nacionalidades y de todos los partidos; que, por otra parte, los Estatutos de la Asociacin Internacional de los Trabajadores no admiten en sus filas ms que ramas locales y ramas nacionales (v. arts. 1 y 6 de los Estatutos)1; que, est prohibido a las secciones de la Asociacin Internacional de los Trabajadores darse a s mismas Estatutos y reglamentos administrativos contrarios a los Estatutos generales y a los reglamentos administrativos de la Asociacin Internacional de los Trabajadores (v. art. 12 de los reglamentos administrativos); que los Estatutos y reglamentos administrativos de la Asociacin Internacional de los Trabajadores pueden ser revisados nicamente por el Congreso General, a condicin de que por tal revisin opten las [33] dos terceras partes de los delegados presentes (v. art. 13 de los Estatutos generales); que el asunto est fallado de antemano por el precedente que suponen las1 Los artculos de los Estatutos y reglamentos administrativos estn citados segn el texto aprobado por la Conferencia de Londres en 1871. (N. de la Red.)

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resoluciones contra la Liga de la Paz, adoptadas unnimemente en el Congreso General de Bruselas; que, en esas resoluciones, el Congreso declaraba que la Liga de la Paz no tena ninguna razn de ser, puesto que, segn sus recientes declaraciones, su objetivo y sus principios eran idnticos a los de la Asociacin Internacional de los Trabajadores; que varios miembros del Grupo iniciador de la Alianza, en su calidad de delegados al Congreso de Bruselas, han votado esas resoluciones; el Consejo General de la Asociacin Internacional de los Trabajadores, en su sesin del 22 de diciembre de 1868, ha resuelto por unanimidad: 1) Se declaran nulos y sin efecto todos los artculos del Reglamento de la Alianza internacional de la democracia socialista, que definen sus relaciones con la Asociacin Internacional de los Trabajadores; 2) se desecha la admisin de la Alianza internacional de la democracia socialista como rama de la Asociacin Internacional de los Trabajadores. G. Odger, presidente de la sesin. V, Shaw, secretario general. Londres, 22 de diciembre de 1868. Algunos meses despus, la Alianza se dirigi de nuevo al Consejo General y le pregunt si admita sus principios; si o no? En caso afirmativo, la Alianza se declaraba dispuesta a desmembrarse en secciones de la Internacional. En contestacin recibi la siguiente comunicacin del 9 de marzo de 1869: El Consejo General a la Alianza internacional de la democracia socialista Segn el artculo 1 de nuestros Estatutos, la Asociacin admite en su seno a todas las sociedades obreras que aspiren al mismo fin, a saber: la cooperacin, el progreso y la emancipacin completa de la clase obrera. Estando las fracciones de la clase obrera en los diferentes pases colocadas en diversidad de condiciones de desarrollo es natural que sus opiniones tericas, reflejo del movimiento real, sean tambin divergentes. [34] Sin embargo, la comunidad de accin establecida por la Asociacin Internacional de los Trabajadores, el intercambio de ideas facilitado por las publicaciones que, como rganos suyos, editan las diferentes secciones nacionales, y, en fin, las discusiones directas en los Congresos Generales han de engendrar gradualmente un programa terico comn. As, pues, el hacer el examen crtico del programa de la Alianza, es tarea que no cae

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dentro de las funciones del Consejo General. No tenemos que investigar si s o no es una expresin adecuada del movimiento proletario. Para nosotros, la nica cuestin consiste en saber si no contiene nada contrario a la tendencia general de nuestra Asociacin, es decir, a la emancipacin total de la clase obrera. Hay una frase en vuestro programa que falla en este aspecto. En el artculo 2 se lee: Ella (la Alianza) quiere, ante todo, conseguir la igualdad poltica, econmica y social de las clases. Buscar la igualdad de las clases, interpretado literalmente, conduce a la armona entre el Capital y el Trabajo, tan importunadamente predicada por los socialistas burgueses. Lo que constituye el gran objetivo de la Asociacin Internacional de los Trabajadores no es la igualdad de las clases contrasentido lgico de imposible realizacin sino, por el contrario, la abolicin de las clases, verdadero secreto del movimiento proletario. Sin embargo, examinando el contexto donde se encuentra la frase igualdad de las clases se saca la impresin de que se ha deslizado como un error de pluma, simplemente. El Consejo General no duda que accederis a quitar de vuestro programa una frase que se presta a equvocos tan peligrosos. Excepcin hecha de los casos en que exista contradiccin con la tendencia general de nuestra Asociacin, sta, de acuerdo con sus principios, deja a cada seccin en libertad para formular libremente su programa terico. No existe, pues, obstculos para la transformacin de las secciones de la Alianza en secciones de la Asociacin Internacional de los Trabajadores. Si se acuerda definitivamente la disolucin de la Alianza y el ingreso de sus secciones en la Internacional, ser necesario, segn nuestros reglamentos, que se informe al Consejo del lugar donde se encuentra cada seccin y de su fuerza numrica. Sesin del Consejo General de 9 de marzo de 1869. [35] Habiendo aceptado la Alianza estas condiciones, el Consejo General la admiti en la Internacional. Algunas firmas del programa de Bakunin indujeron a error al Consejo, el cual crey que la Alianza estaba reconocida por el Comit federal de Ginebra (Comit de la Suiza francesa), cuando la verdad era que nunca le haba dado beligerancia alguna. Desde este momento, la Alianza haba conseguido su objetivo inmediato: tener representacin en el Congreso de Basilea. A pesar de los procedimientos desleales que sus partidarios emplearon procedimientos empleados en esta ocasin, y slo en esta ocasin, en un congreso de la Internacional, Bakunin sufri una decepcin en su intento de que el Congreso trasladase a Ginebra la sede del Consejo General y sancionase la antigualla saintsimoniana de la abolicin inmediata del derecho de herencia, cosa de la que Bakunin haba hecho el punto de partida prctico del socialismo. Este fue el preludio de la guerra abierta e incesante que la Alianza hizo, no slo al Consejo General, sino tambin a todas las secciones de la Internacional, que se negaron a aceptar el programa de esta camarilla

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sectaria y, sobre todo, la doctrina del abstencionismo poltico absoluto. Ya antes del Congreso de Basilea, habiendo venido Nechyev a Ginebra, Bakunin se puso en relacin con l y fund en Rusia una sociedad secreta en los medios estudiantiles. Escondiendo siempre su persona bajo el nombre de diferentes comits revolucionarios, reivindic poderes autocrticos, recurriendo a todos los ardides y mixtificaciones del tiempo de Cagliostro. El gran medio de propaganda de esta sociedad consista en comprometer ante la polica rusa a personas inocentes, dirigindoles desde Ginebra comunicaciones, en unos sobres amarillos que llevaban por fuera, en ruso, la estampilla del Comit revolucionario secreto. Las informaciones pblicas del proceso Nechyev prueban que se ha abusado de un modo infame del nombre de la Internacional1. Por aquel entonces inici la Alianza una polmica pblica contra el Consejo General, primero en el Progrs de Locle, despus en la galit de Ginebra, peridico oficial de la Federacin de la Suiza francesa, en la que se haban deslizado, detrs de Bakunin, algunos miembros de la Alianza. El Consejo General, que haba desdeado los ataques del Progrs, rgano personal de Bakunin, no poda desentenderse de los de la galit, que haba de creer aprobados por el Comit federal de la Suiza francesa. Entonces public la circular del [36] 1 de enero de 1870, en la cual se dice: En la galit del 11 de diciembre de 1869 leemos: Es indudable que el Consejo General desatiende cosas de la mxima importancia. Le recordamos sus obligaciones basndonos en el primer artculo del reglamento: El Consejo General est obligado a ejecutar las resoluciones del Congreso, etc... Podramos hacer al Consejo General preguntas suficientes para que las respuestas compusiesen un boletn bastante largo. Esto lo haremos ms tarde ... En espera, etc... El Consejo General no conoce ningn artculo, ni en los Estatutos ni en los reglamentos, que le obligue a entrar en correspondencia o en polmica con la galit o a dar respuestas a las preguntas de los peridicos. Ante el Consejo General, slo el Comit federal de Ginebra representa a las ramas de la Suiza francesa. Cuando el Comit federal nos dirija preguntas o reprimendas por la nica va legtima, es decir, por medio de su secretario, el Consejo General estar siempre dispuesto a contestar. Pero el Comit federal de la Suiza francesa no tiene derecho ni a renunciar a sus funciones en favor de los redactores de la galit y del Progrs, ni a dejar que esos peridicos las usurpen. En trminos generales, la correspondencia del Consejo General con los Comits nacionales y locales no podra ser publicada sin acarrear un gran perjuicio a los intereses generales de la Asociacin. Luego, si los otros rganos de la Internacional imitasen al Progrs y a la galit, el Consejo General se encontrara ante este dilema: o desacreditarse ante el pblico, callndose, o faltar a sus deberes, contestando pblicamente. La galit se ha unido al Progrs para invitar al Travail (peridico parisino) a atacar por su parte al Consejo General. Es casi una Liga del bien pblico. Sin embargo, antes de conocer esta circular, el Comit federal de la Suiza francesa haba separado de la redaccin de la galit a los partidarios de la Alianza. La circular del 1 de enero de 1870, como la de 22 de diciembre de 1808 y la de 91 Prximamente se publicar un extracto del proceso Nechyev. All encontrar el lector un botn de muestra de las mximas, tan tontas como infames, cuya responsabilidad han cargado a la Internacional los amigos de Bakunin.

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de marzo de 1860, fueron aprobadas por todas las secciones de la Internacional. * Ni que decir tiene que ninguna de las condiciones aceptadas por la Alianza ha sido cumplida jams. Sus pretendidas secciones siguieron siendo un misterio para el Consejo General. Bakunin trataba de conservar bajo su direccin personal algunos grupos diseminados por Espaa y por Italia y la seccin de Npoles, que l haba hecho salirse de la Internacional. En las otras secciones de Italia se carteaba con pequeos ncleos, compuestos, no de obreros, sino de abogados, periodistas y otros burgueses doctrinarios. En Barcelona, algunos amigos [37] mantenan su influencia. En algunas ciudades del sur de Francia, la Alianza se esforzaba por fundar secciones separatistas bajo la direccin de Albert Richard y de Gaspard Blanc, de Lyon; de ellos volveremos a hablar ms adelante. En una palabra: la sociedad internacional dentro de la Internacional segua agitndose. El gran golpe de la Alianza, la intentona para apoderarse de la direccin en la