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2. Entre la ocupación ilegal y la seguridad. Tensiones en la construcción de la identidad barrial [1] Por las Lic. Mariana Caram [2] Soledad Pérez [3] Martes, 01 de Junio de 2004 15:47 administrador "El corazón de la problemática de la exclusión no está donde encontramos a los excluidos." (Castel, 2001:108) RESUMEN Las ocupaciones ilegales de tierras han sido una estrategia repetida, aunque no la única, de resolución habitacional por parte de los sectores populares ante la necesidad de habitar el espacio urbano. Debido a la lucha y la gestión de los mismos pobladores, así como a la implementación de programas estatales, muchos ocupantes han ido modificando esta situación de "ilegalidad". En la actualidad, sin embargo, el problema de la ocupación persiste y se agrava debido a la falta de respuestas estatales y a la situación de exclusión de sectores de población cada vez más numerosos. Nuestro análisis aborda el problema de la ocupación “ilegal” de tierra en el marco de los procesos de exclusión social y espacial que están teniendo lugar en las ciudades. Con este objetivo describimos el caso de un asentamiento de la ciudad de San Carlos de Bariloche ubicada en la cordillera norte de la Patagonia Argentina, analizando los significados de ser ocupante ilegal, y el modo en que se constituyen identidades barriales a partir de esta situación. INTRODUCCIÓN La imposición del modelo económico neoliberal que se instaló en la Argentina en los últimos años con una fuerte concentración de la riqueza, aumento en las tasas de desempleo y políticas de reducción del Estado social provocaron la profundización y la aparición de nuevas formas de exclusión social. Estos complejos procesos económicos y sociales tienen su correlato en las formas que adquieren las configuraciones urbanas, entre ellas las residenciales (Veiga, 1991; Pradilla Cobos, 1996; Ciccolella, 1998). Por un lado, la concentración de riqueza se manifiesta en la aparición de barrios cerrados y countries orientados a los exclusivos sectores de mayores recursos; por otro lado, se visualiza el aumento de población habitando formas de ocupación irregulares, villas, asentamientos, e inquilinatos. En este contexto, la problemática en torno a la tierra y su acceso diferencial resurgen con intensidad (Clichevsky, 1989). La cuestión de la tierra urbana así como las diferenciaciones sociales de los espacios residenciales no son fenómenos nuevos, pero sí son novedosas las formas que éstas toman. Resulta importante indagar la forma particular que adquieren estos procesos urbanos en sus dimensiones territoriales y socioculturales en contextos locales específicos. En este trabajo nos ocuparemos del problema de la adquisición de la tierra para residir en la ciudad enfatizando en las estrategias habitacionales de los pobres urbanos. Dentro del magro espectro de alternativas de los sectores populares en la resolución habitacional se destacan los asentamientos, definidos por la ocupación de tierras de un modo considerado "ilegal" y protagonizados por aquellos habitantes que quedaron al margen del mercado de tierras y de toda política social[4] . Los asentamientos constituyen estrategias de ocupación de los espacios urbanos. La iniciativa de construir el propio hábitat que los caracteriza, conspira contra la tendencia a naturalizar el proceso de urbanización, y de ahí deriva nuestro particular interés, ya que se trata del modo de acceder a una parte de la ciudad de la que estaban inhibidos quienes se instalan en ella. Para el análisis seleccionamos un asentamiento de la ciudad de San Carlos de Bariloche[5] , denominado INTA, en primer lugar porque presenta irregularidades en la tenencia de la tierra, en segundo lugar porque se trata de un barrio poco visualizado en donde no aparece una presencia importante de agentes del estado. Por último, nos preguntamos cómo es posible que este asentamiento pudiera permanecer en un sitio donde el valor potencial de la tierra es altísimo y donde no se localizan otros asentamientos ni sectores de bajos ingresos. A fin de responder a estos interrogantes, recurrimos a las personas que habitan cotidianamente en este lugar, dado que nuestra intención primordial es captar los significados implícitos en el habitar la ilegalidad, partiendo del discurso de los propios actores. Esto nos lleva a reflexionar acerca de la construcción de las identidades en función de las respuestas de los sujetos involucrados en este proceso. Estas inquietudes orientaron el trabajo de campo, que consistió en entrevistas en profundidad a habitantes del barrio, especialmente mujeres, y técnicos municipales de catastro y acción social. EL ASENTAMIENTO: “ESTE ES EL BARRIO MÁS OLVIDADO DE BARILOCHE...” El barrio INTA, está localizado al este del casco urbano sobre la costa del lago Nahuel Huapi. Ocupa una franja angosta de tierras bordeando la ruta 237 - principal acceso a la ciudad -, y las vías del ferrocarril. El barrio tiene límites claros dados por la playa y el lago hacia el norte; las vías del ferrocarril y la ruta hacia el sur; el establecimiento de la empresa Pepsi y la Planta depuradora de residuos cloacales al este; una calle y seguidamente algunas propiedades residenciales y empresariales al oeste. Esta zona en la última década adquirió otra fisonomía a partir de la localización de importantes barrios residenciales orientados a los sectores medios y altos. Históricamente estos grupos elegían la Zona Oeste del casco urbano para residir pero, dentro de las nuevas formas de hábitat que están teniendo lugar, el Este se comercializa como un sitio tranquilo, con una vista panorámica privilegiada, a pocos minutos del centro de la ciudad, y en algunos de estos emprendimientos se promete un futuro "cerramiento". Frente a estas nuevas configuraciones, se esconde el INTA contrastando con sus casillas precarias, construidas con maderas, chapas y desechos. Las tierras ocupadas son en parte públicas y en parte privadas.

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2. Entre la ocupación ilegal y la seguridad.

Tensiones en la construcción de la identidad barrial [1] Por las Lic. Mariana Caram [2] Soledad Pérez [3]

Martes, 01 de Junio de 2004 15:47 administrador

"El corazón de la problemática de la exclusión no está donde encontramos a los excluidos." (Castel, 2001:108) RESUMEN

Las ocupaciones ilegales de tierras han sido una estrategia repetida, aunque no la única, de resolución habitacional por parte de los sectores populares ante la necesidad de habitar el espacio urbano. Debido a la lucha y la gestión de los mismos pobladores, así como a la implementación de programas estatales, muchos ocupantes han ido modificando esta situación de "ilegalidad". En la actualidad, sin embargo, el problema de la ocupación persiste y se agrava debido a la falta de respuestas estatales y a la situación de exclusión de sectores de población cada vez más numerosos.

Nuestro análisis aborda el problema de la ocupación “ilegal” de tierra en el marco de los procesos de exclusión social y espacial que están teniendo lugar en las ciudades. Con este objetivo describimos el caso de un asentamiento de la ciudad de San Carlos de Bariloche ubicada en la cordillera norte de la Patagonia Argentina, analizando los significados de ser ocupante ilegal, y el modo en que se constituyen identidades barriales a partir de esta situación.

INTRODUCCIÓN

La imposición del modelo económico neoliberal que se instaló en la Argentina en los últimos años con una fuerte concentración de la riqueza, aumento en las tasas de desempleo y políticas de reducción del Estado social provocaron la profundización y la aparición de nuevas formas de exclusión social. Estos complejos procesos económicos y sociales tienen su correlato en las formas que adquieren las configuraciones urbanas, entre ellas las residenciales (Veiga, 1991; Pradilla Cobos, 1996; Ciccolella, 1998). Por un lado, la concentración de riqueza se manifiesta en la aparición de barrios cerrados y countries orientados a los exclusivos sectores de mayores recursos; por otro lado, se visualiza el aumento de población habitando formas de ocupación irregulares, villas, asentamientos, e inquilinatos. En este contexto, la problemática en torno a la tierra y su acceso diferencial resurgen con intensidad (Clichevsky, 1989).

La cuestión de la tierra urbana así como las diferenciaciones sociales de los espacios residenciales no son fenómenos nuevos, pero sí son novedosas las formas que éstas toman. Resulta importante indagar la forma particular que adquieren estos procesos urbanos en sus dimensiones territoriales y socioculturales en contextos locales específicos.

En este trabajo nos ocuparemos del problema de la adquisición de la tierra para residir en la ciudad enfatizando en las estrategias habitacionales de los pobres urbanos.

Dentro del magro espectro de alternativas de los sectores populares en la resolución habitacional se destacan los asentamientos, definidos por la ocupación de tierras de un modo considerado "ilegal" y protagonizados por aquellos habitantes que quedaron al margen del mercado de tierras y de toda política social[4].

Los asentamientos constituyen estrategias de ocupación de los espacios urbanos. La iniciativa de construir el propio hábitat que los caracteriza, conspira contra la tendencia a naturalizar el proceso de urbanización, y de ahí deriva nuestro particular interés, ya que se trata del modo de acceder a una parte de la ciudad de la que estaban inhibidos quienes se instalan en ella.

Para el análisis seleccionamos un asentamiento de la ciudad de San Carlos de Bariloche[5], denominado INTA, en primer lugar porque presenta irregularidades en la tenencia de la tierra, en segundo lugar porque se trata de un barrio poco visualizado en donde no aparece una presencia importante de agentes del estado. Por último, nos preguntamos cómo es posible que este asentamiento pudiera permanecer en un sitio donde el valor potencial de la tierra es altísimo y donde no se localizan otros asentamientos ni sectores de bajos ingresos.

A fin de responder a estos interrogantes, recurrimos a las personas que habitan cotidianamente en este lugar, dado que nuestra intención primordial es captar los significados implícitos en el habitar la ilegalidad, partiendo del discurso de los propios actores. Esto nos lleva a reflexionar acerca de la construcción de las identidades en función de las respuestas de los sujetos involucrados en este proceso.

Estas inquietudes orientaron el trabajo de campo, que consistió en entrevistas en profundidad a habitantes del barrio, especialmente mujeres, y técnicos municipales de catastro y acción social.

EL ASENTAMIENTO: “ESTE ES EL BARRIO MÁS OLVIDADO DE BARILOCHE...”

El barrio INTA, está localizado al este del casco urbano sobre la costa del lago Nahuel Huapi. Ocupa una franja angosta de tierras bordeando la ruta 237 - principal acceso a la ciudad -, y las vías del ferrocarril. El barrio tiene límites claros dados por la playa y el lago hacia el norte; las vías del ferrocarril y la ruta hacia el sur; el establecimiento de la empresa Pepsi y la Planta depuradora de residuos cloacales al este; una calle y seguidamente algunas propiedades residenciales y empresariales al oeste.

Esta zona en la última década adquirió otra fisonomía a partir de la localización de importantes barrios residenciales orientados a los sectores medios y altos. Históricamente estos grupos elegían la Zona Oeste del casco urbano para residir pero, dentro de las nuevas formas de hábitat que están teniendo lugar, el Este se comercializa como un sitio tranquilo, con una vista panorámica privilegiada, a pocos minutos del centro de la ciudad, y en algunos de estos emprendimientos se promete un futuro "cerramiento".

Frente a estas nuevas configuraciones, se esconde el INTA contrastando con sus casillas precarias, construidas con maderas, chapas y desechos. Las tierras ocupadas son en parte públicas y en parte privadas.

La denominación del asentamiento viene dada por su ubicación en las proximidades del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria conocido por la sigla INTA.

En la actualidad residen 42 familias distribuidas aleatoriamente en el espacio de un modo asimilable a las villas. Las viviendas se asientan desordenadas o según un orden que es el de la posibilidad de la ocupación que encontraron. Hay entradas compartidas, pasillos, superposiciones, límites poco claros entre unas y otras.

La localización de población en este barrio tiene que ver con los modos en que los hombres y las mujeres actúan a fin de resolver sus condiciones de existencia. En el marco de la reproducción de la vida humana en la ciudad, los grupos domésticos orientan sus prácticas económicas, entendiendo la economía en un sentido amplio, de modo de lograr la reproducción de sus miembros en las mejores condiciones a su alcance (Coraggio, 1996). Esto dependerá de sus recursos, capacidades y conocimientos, pero también de las opciones dadas y las posibilidades objetivas presentes en un contexto sociohistórico particular. Por lo tanto, este concepto de reproducción admite períodos de retroceso o degradación, o al contrario de desarrollo en calidad de las condiciones de vida de una unidad doméstica.

La ocupación en el INTA se viene dando desde hace más de 30 años. Muchas personas, especialmente los más jóvenes han nacido y se han criado en el lugar. Pero los más antiguos han venido de diferentes zonas rurales relativamente cercanas de la Patagonia Argentina como la Línea Sur, El Manso, El Bolsón o de Chile. Como veremos más adelante, la "ruralidad" parece ser una característica que define la identidad del barrio. Sin embargo, no hubo un arribo directo del inmigrante rural a este asentamiento (como si hubiese quedado en el lugar de llegada próximo a la estación del ferrocarril y la entrada del pueblo). Los itinerarios residenciales reconstruidos son más complejos, tocan otros sitios y otros formas de hábitat urbano previamente al INTA, tratándose siempre de situaciones precarias de ocupación, préstamo o alquiler.

"Yo soy de eso que le dicen raza mapuche.

Yo me vine acá, porque yo soy del campo, (...) De Corralito, de Cerro Alto.

Tengo mis hijos nacidos y criados acá (...) soy separada.

Me vine para Bariloche porque no había trabajo, (...) mi papá había fallecido, (...) y no había quien trabajara (...) Se venía mi cuñado, y con mi mamá habíamos quedado solas, entonces dijimos, mejor nos vamos para Bariloche. No teníamos animales, teníamos un solo caballo que nos quedaba, no había quien trabajara la tierra, la chacra también... entonces nos vinimos con él, una noche salimos en camión, no vamos a decir que traje muchas cosas, no me gusta hablar grandezas, me crié pobre y pobre sigo. Trajimos algo para dormir, nada más... nada más. Más no había.

Me fui a la casa de mi cuñado... después nos fuimos a la cordillera, y de la cordillera, cuando el mes de junio, 20 de junio, cuando vino la nieve, bajamos para acá, había más de un metro de nieve. Encontré un trabajo en una chanchería. (...) después me salí de ahí porque... me vine acá directamente sin pedir a nadie, me vine instalé mi casita. Ahí estaba sola (sin el marido), ahí instalé mi casita vieja, donde ahora está mi nieto, empezaron a criarse. Esta cabaña se instaló en el año 1992, la otra casita tenía arriba la gotera, pasaba el frío, el piso lleno de barro, pedía en el municipio ayuda y no me daban... Yo salí adelante y ahora estoy quedando sola porque mis hijos se casaron..." (L)

No hay una historia oficial sobre el origen del INTA sino biografías individuales que tienen como denominador común la necesidad de vivienda y la búsqueda de un lugar para vivir. Los marca la falta de acceso a otras alternativas habitacionales dentro del mercado inmobiliario o de programas del estado. Este asentamiento tampoco ha surgido de una toma masiva de tierras como ocurre frecuentemente en otras partes del país y de Latinoamérica (Merklen, 2000; Benítez, 2000) sino como producto de sucesivas ocupaciones individuales a lo largo del tiempo.

Es difícil definir la configuración barrial que analizamos y quizás la dificultad de conceptualizarla esté ligada a su propia identidad. Nombrar es ejercer un poder, y estar caratulado como tal o cual cosa tiene distintas implicancias. Así, el INTA no sólo logra eludir las miradas, lo cual tiene ventajas y desventajas, como veremos posteriormente, sino que también es esquivo a las definiciones, tornándose inaprensible.

En ciertos aspectos se asemeja a los asentamientos, y en otros a las villas de emergencia. La condición de ilegalidad en la tenencia de la tierra lo une a ambas configuraciones. En cuanto a la organización espacial, el INTA es asimilable a las villas, ya que no se ha respetado el trazado de lotes para la ocupación e instalación de las viviendas.[6]

Las villas se caracterizan por la precariedad de las viviendas, el alto grado de hacinamiento y el hecho de que la construcción se ha realizado con escaso a ningún ordenamiento espacial. Allí las conexiones entre dos puntos se resuelven a través de pasadizos o calles muy angostas. Los asentamientos tienen distintos mecanismos de apropiación de tierras, otra lógica de la ocupación del espacio y diferentes proyectos y expectativas.

Las demandas de unas y otros también varían, en las villas apuntan a la obtención de viviendas, obras de infraestructura y saneamiento ambiental, mientras que en los asentamientos los objetivos prioritarios apuntan a la obtención de legalidad, (muchas veces se logra) y el reconocimiento como barrio. La demanda de seguridad permea los distintos habitats de la pobreza, pero “con menor intensidad en el asentamiento donde parece existir un fuerte control interno” (Lumi, 1992:30). Es en este último sentido y en la intención de ser reconocidos como barrio, y regularizar la situación de tenencia que el INTA se asemeja a los asentamientos.

Por qué decidiste volver acá al barrio?

"Por mi marido, porque el se crió acá también (...) el se crió con su hermana, o sea el también se había criado de chico. Y por ahí no hay mucho qué pensar, o sea si uno tuviera dinero puede decir me voy a tal parte a vivir, pero si no, no. Aparte que acá es tranquilo, es lindo."(A)

El poblamiento se ha dado principalmente a partir de redes familiares, formándose vecindarios donde se concentran grupos de parientes y allegados. Estas redes funcionan de modo que la ocupación de tierras no es tan libre como podría suponerse. Por el contrario, su acceso aparece regulado por los vecinos y depende de los lazos de parentesco o de conocimiento con aquellos que residen desde antes. En los últimos años no se han levantado nuevas viviendas, y los nuevos habitantes han ocupado casillas de algún fallecido o de familiares que se fueron.

“No, acá no dejamos que entre cualquiera, no tenemos lugar...” (N)

Tal como se deriva de estas citas, existe un control sobre el espacio y sus posibilidades de ocupación manifiesto en el reconocimiento minucioso que los vecinos tienen acerca de cada vivienda y de sus sucesivas ocupaciones, en caso que las hubiera. “Acá está mi papá, mi mamá, mi padrastro, mi vecino, acá esta casa nueva, mi vecina, Rodríguez, después está mi hermana, es todo casi todo que no es familia, nada más aquella que no es familia, después 2,3 casas que son familia, después está Salazar que es su casa. No aquéllos son nacidos y criados allá. Después ahí hay dos que no sé quiénes son, no los conozco, después hay otro terreno que lo está limpiando, después ya está dos casitas de Salazar, después la abuela Cayupul, donde está el humo, Luisa, es la presidenta del barrio, abajo más allá está la casa del hijo, después más allá tienen la casa del nieto. Después está doña Rita, después está la hija, después está el tipo este que tienen un taller ahí, está más allá. Todos los conocés.” (N)

Entre todos preservan estable el número de ocupantes. La instalación de una familia debe ser autorizada por una antigua pobladora quien ejerce una especie de presidencia. Al tratarse de un asentamiento "ilegal" el municipio no puede reconocerle estatus administrativo y organizativo de Junta Vecinal, por ello la presidenta carece de respaldo "legal" y jurídico, si bien fue elegida con el consenso de los vecinos. Es visualizada como "la abuela", evidentemente ella es producto de una singular hibridación sociocultural del barrio INTA donde se conjugan aspectos de la cultura mapuche, campesina y urbana.

“Todo el barrio la eligió, nosotros no le decimos Luisa, le decimos abuela.... abuela nomás, abuela Luisa. (...) “Y la presidenta nos ayudó, es muy viejita tiene como 80 años..” (N)

Ella niega el permiso a nuevos ocupantes para no complicar una posible regularización, siguiendo la recomendación que le dio hace unos años un intendente municipal. Otra vecina se opone incluso a alquilar parte de su parcela a nuevos ocupantes. Supone que con el tiempo no podría justificar la existencia de esa renta, prefiriendo conservar su espacio sin compartirlo. De modo que la ocupación está restringida y se la cuida celosamente.

“Vienen, tratan de venir, a mí varias veces me han tratado de alquilar, no, no. Claro, no porque yo ya cerré y ahora hago quinta.” (N)

"...COMO INTRUSOS"

La organización espacial del asentamiento presenta diferencias de distinto orden. Existen diferencias de índole jurídica entre los lotes, ya que uno, cuya superficie es de 3800 m2 es fiscal y los restantes, son propiedad de particulares. Desde el aspecto físico, también existen rasgos peculiares en el barrio. Uno de los lotes de particulares fue ocupado según un trazado regular, cercado y parquizado, siguiendo criterios estéticos que predominan en zonas jerarquizadas de la ciudad.

Sin embargo, lo más llamativo es que estando en la misma situación de ilegalidad, una familia sola se ha apropiado de todo un lote, mientras que los restantes predios son ocupados por varias casillas, reproduciendo en el mismo asentamiento las condiciones de desigualdad espacial que se registran en la ciudad.

Y esa casa... que tiene el jardín, la de Salazar, son dueños?

"No, está como nosotros... como intrusos.” (L)

Si bien la usurpación de tierras desafía uno de los pilares de la sociedad capitalista, es decir, la propiedad privada, esta circunstancia aceptada naturalmente expresa que dicha institución está grabada a fuego, habiéndose internalizado que la ciudad no los ha contemplado en su diseño y no son merecedores de un lugar, de modo que el espacio que ocupan debe reducirse al mínimo, aún, en el asentamiento. Esta pasividad evidenciada en el no reclamo del uso común de esta parcela, ocupada por una de las familias, puede leerse como una manifestación de la imposibilidad de que se generen acciones colectivas tendientes a gestionar ante las autoridades municipales la regularización de la tenencia de las tierras. Si el derecho no se le reclama a un par, menos va a reivindicarse ante una autoridad.

Las posibilidades de acceso a la propiedad refuerzan la legitimación de la posición que se tiene en el espacio social. Así, una mejor posición en el espacio social implica un mayor capital de reconocimiento simbólico. La configuración del espacio adquiere especial significación en este sentido. El empeño que los vecinos del INTA en general, y unos en especial, ponen en el cuidado de las quintas, las plantas, los frutales, y los cercos, contribuyen a crear la fisonomía de un barrio, no sólo desde el punto de vista físico, sino social. Enfasis que aparece también en su preocupada insistencia por hacer notar la diferencia entre “ser pobre” pero “limpio y ordenado”. Estas acciones tendientes a mejorar el aspecto del hábitat buscan el reconocimiento simbólico de los otros y pertenecer al orden de la ciudad, pero también echar raíces que ayuden a afianzar su precaria tenencia.

“(Gagliardi[7] dijo) antes que tuviéramos el problema del desalojo y todo eso. Dijo, hagan adelantos, planten árboles, planten álamos o sauces, lo que venga que ustedes trabajen. A mí como me gusta la huerta, las plantas, entonces empecé a traer plantas frutales, ciruelas, manzanas, de todo, grosella, jardín, teníamos una huerta, quinta, repollo, lechuga, hasta choclo tuve. “(L)

Acá está mi papá, mi mamá, mi padrastro, mi vecino, acá esta casa nueva, mi vecina, Rodríguez, después está mi hermana, es todo casi todo que no es familia, nada más aquella que no es familia, después 2,3 casas que son familia, después está Salazar que es su casa. No aquéllos son nacidos y criados allá. Después ahí hay dos que no sé quiénes son, no los conozco, después hay otro terreno que lo está limpiando, después ya está dos casitas de Salazar, después la abuela Cayupul, donde está el humo, Luisa, es la presidenta del barrio, abajo más allá está la casa del hijo, después más allá tienen la casa del nieto. Después está doña Rita, después está la hija, después está el tipo este que tienen un taller ahí, está más allá. Todos los conocés.” (N)

"PORQUE UNO CUANDO NO ES PROPIETARIO ESTÁ CON ESO"

Los ocupantes, también algunos técnicos municipales, dicen desconocer quienes serían los propietarios "legales" de las tierras. Sólo circulan rumores que se las adjudican a dos grandes empresarios de la zona que tratan de no nombrarse como si obviándolos pudieran librarse de ellos, o como una manera de expresar la duda sobre los reales dueños de la tierra, la tensión entre propietario y ocupante. También está presente una asociación directa entre la idea de dueño con personas importantes: "grandes empresarios". Porque si existe efectivamente un propietario debe ser alguien poderoso, diferente a ellos, lo cual evidencia el alto valor que se está adjudicando a la tierra y a la propiedad. Pero estos dueños tienen una presencia difusa, no física. Entonces ¿como alguien puede ser dueño de un lugar si no está en él, si no lo habita? Dentro de esta lógica los habitantes le pertenecen al lugar, tanto como el lugar les pertenece a sus habitantes. Se cuestiona el derecho de los propietarios "legales", al tiempo que se pone de manifiesto su derecho adquirido de permanecer.

Sin embargo, la ocupación no entra en contradicción con la idea de propiedad privada. Los vecinos manifiestan su intención de regularizar su situación comprando los lotes ocupados, mediante un plan de pago acorde a sus posibilidades económicas. En este sentido, legitiman su derecho al hábitat frente a la situación de ilegalidad en que se encuentran, sin llegar a cuestionar el estatuto de la propiedad privada de la tierra (Cravino, 1996).

“No, el municipio decía que ellos no sabían de quién era esto, nosotros estuvimos averiguando también para pagar el impuesto, después que pasó lo del desalojo...” (L)

La propiedad de la tierra, en tanto institución, constituye una relación social en la que intervienen no sólo el propietario y la parcela de tierra, sino también las dimensiones jurídica y económica que definen la posibilidades de acceso a este bien. En este sentido, la ocupación ilegal puede interpretarse también como una relación social, entre el ocupante, la tierra y el propietario, una relación que tiene como telón de fondo el carácter dual de la tierra, ya que para el propietario tiene valor de uso y valor de cambio[8], mientras que para el ocupante solo valor de uso pese a estar impregnada con su trabajo. Como se ve, las relaciones materiales entre personas y las relaciones sociales entre cosas que caracterizan al fetichismo de la mercancía, aparecen en la tensión entre la legalidad de comprar y vender la tierra y la legitimidad de habitar un lugar.

El atributo "ilegal" que adjetiva la ocupación nos obliga ineludiblemente a pensar el significado de la noción de ley, en tanto elemento constitutivo del estado, ya que es la “parte” del estado que proporciona la textura subyacente del orden social existente en un determinado territorio (O'Donnell, 1993). Ahora bien, este orden que el estado establece y garantiza en función de ciertas normas y expectativas, en un determinado territorio es explícitamente igualitario aunque de manera implícita reproduce y naturaliza relaciones de poder asimétricas. Esta naturalización de las desigualdades, se plasma en el discurso de quienes encarnan la ilegalidad, que con timidez, vergüenza y hasta culpa describen su condición. De este proceso dio cuenta el tono de voz de una de nuestras entrevistadas que disminuyó rozando el silencio, al auto-definirse como “intrusa”, la misma persona que en otra ocasión también naturalizando su relación con la tierra y su derecho de habitarla argumentó “si Dios nos trajo acá”. Es esta la tensión que la situación de ocupación pone de manifiesto entre la Ley y el Derecho, donde la primera constituye una situación de ilegalidad, el segundo se cumple parcialmente y en las prácticas, pero no como institución reconocida (Nuñez, 2000).

La ocupación es una estrategia habitacional y como tal contiene una lógica particular. Los ocupantes han seguido trayectorias residenciales diversas, aunque muchos vivieron siempre en esa condición. Frente a otras pocas alternativas algunos han intentado acceder a un plan de vivienda del estado a fin de lograr un horizonte de certidumbre, ya que tal como señala la cita, cuando uno no es propietario siempre está con “eso”. Eso, que ni se nombra es el temor, el miedo, el desamparo, el desconocimiento de qué pasará en un futuro. Es no poder hacer una mejora porque el sacrificio para hacerla es mucho y no se sabe si no habrá que abandonarla.

Nunca se inscribieron en estos planes de departamentos?

"No, yo me cansé de ir. Fui porque uno cuando no es propietario está con eso. No es mío, no puedo hacer ningún adelanto, cosas así. Pero te piden requisitos y cosas que no lo vas a cumplir porque no tenés qué sé yo?! Yo una vez fui al IPPV[9] me hice una enorme cola, estuve todo el día ahí para que te digan no, porque no cumplís, porque te pedían 800$."(A)

"Yo nunca quise un departamento será porque como me crié, así, entonces ahora poco tiempo atrás casi fui a anotarme...Y después dije no! si Dios nos trajo acá." (L)

"Aparte a uno le gusta tener plantas, sembrar." (A) La mayor parte de los que gestionan el acceso a una vivienda estatal no logran cumplir con los requisitos impuestos por los organismos provinciales. Además se tiene la percepción que las adjudicaciones siguen procedimientos irregulares e injustos, lo que disuade aún más sus pretensiones de acceso.

“Uno sabe que por acomodo, o cuando está el tiempo de la política hay gente que capaz ni necesita una casa y la tiene, pero uno va y lo dice ahí y lo primero que le dicen: tráigame quien se los dijo! Pero muchos, muchos acomodados en los departamentos!” (A)

Por otra parte, aquellos que sí accedieron a un departamento encuentran grandes dificultades para afrontar el pago de los servicios y gastos que significan ese mejoramiento habitacional. En este sentido, los ocupantes del INTA no lo ven como una salida viable principalmente porque habitar la irregularidad es la única posibilidad cuando gran parte de su existencia se acota a la informalidad y es "ilegal" en algún sentido: viviendas que contravienen normativas de ordenación territorial, constructivas y sanitarias; el suministro clandestino de electricidad; la obtención de alimentos en mal estado o de desechos; el no cumplimiento de la escolaridad obligatoria; el trabajo infantil; las fuentes de ingresos; y muchos otros aspectos de sus condiciones de vida (Hardoy y Satterthwaite, 1993).

A pesar del esfuerzo cotidiano que significa proveerse por los propios medios de los elementos básicos de subsistencia, manifiestan resistencias a habitar en edificios de departamentos donde no es posible desarrollar actividades que forman parte de sus experiencias y estilo de vida, con lo cual acentúan el aprecio y el valor de lo que sí tienen por oposición de lo que carecen, infraestructura, servicios, etc.

“Porque uno está acostumbrado a trabajar la tierra, porque si en un departamento no puede tener ni una planta, no puede ni tender la ropa afuera, ni tener gallinas, entonces yo digo no, no.” (L)

Esto comentarios nos sugieren el modo en que ellos definen su identidad, y llevan implícito el planteo de hasta qué punto las “soluciones” habitacionales centralizadas[10] poco reparan en los criterios, las prácticas, las necesidades y sus prioridades, vistas desde los propios “necesitados”[11].

ENTRE LA INTERVENCIÓN Y EL OLVIDO[12]

Haciendo un poco de historia, las políticas municipales en la ciudad frente al problema de las ocupaciones han ido variando. Es así que bajo regímenes militares eran más frecuentes los controles y las erradicaciones.

En el caso del INTA, algunos vecinos recuerdan como un acontecimiento significativo en su historia barrial, un período en el que se los trasladó unos cientos de metros más al este. Pero esta relocalización duró sólo algunos años, ellos volvieron con sus casillas al antiguo asentamiento donde hoy se encuentran, evidenciando no sólo el apego al lugar, sino también la ambigüedad de la política estatal y la cosificación a la que los ocupantes se ven sometidos cuando se “los pone” y se “los saca”, como quien cambia de lugar un objeto que estorba.

“Esa vez gendarmería... nos sacaron y nos llevaron donde está ahora la planta depuradora, ahí nos llevaron. Casi todos, a todos. Estuvimos unos años ahí, Después de ahí nos

sacaron...” (R)

Por su parte, durante el transcurso de los distintos gobiernos democráticos han tenido lugar variedad de políticas: reasentamientos, radicación, regularización, o simplemente se ha omitido el problema. En este sentido el INTA resulta particular porque ha visto pasar muchos gobiernos pudiendo permanecer, cosa que no ha ocurrido con otros asentamientos. Es especialmente en períodos electorales cuando los políticos y candidatos visitan el barrio "con promesas que nunca cumplen", respecto de lo cual los vecinos tienen una apreciación muy despectiva, peyorativa y negativa. Pero en términos generales ha sido escasa la presencia del estado en todos los aspectos y no sólo respecto a la situación de la ocupación de la tierra. Esto, por un lado les ha evitado el desalojo, pero por el otro pone de manifiesto su situación de exclusión debido a que, como bien afirma Tenti Fanfani: "los espacios de vida donde reinan la exclusión del mercado de trabajo y la desafiliación social tienden a ser abandonados por el estado." (1996:254)

Esta omisión y este olvido da cuenta de hasta qué punto los Estados son “grandes motores de estratificación por propio derecho” y contribuyen a “determinar quién queda relegado, cómo, dónde y durante cuánto tiempo.” (Wacquant, 2001:175)

En la actualidad, desde el municipio, las intervenciones que se están llevando a cabo responden a la presentación de demandas efectivas por parte de las organizaciones vecinales y se guían por ciertas pautas metodológicas que priorizan el grado de organización comunitaria del barrio. En la práctica esto significa que si no existe un planteo mínimamente institucionalizado desde la comunidad interesada, el municipio no actúa. Paradójicamente, los excluidos difícilmente podrían protagonizar un proyecto o propuesta social debido a la descomposición de los grandes actores colectivos, a la incapacidad de los excluidos para producir su propia representación y también porque carecen de los instrumentos discursivos necesarios para desenvolverse con la intrincada burocracia urbana, de modo que, en ausencia de estas capacidades quedan impedidos de toda negociación con este poder (Tenti Fanfani, 1996)[13], todo lo cual lleva, una vez más, a reforzar su situación de exclusión.

Aún más, la intervención en función de la demanda colectiva podría interpretarse como una prevención ante una organización que resulta amenazante, de modo que la actuación tendría como objetivo el control social. Así el barrio INTA al no ser conflictivo, como destacan sus vecinos: “nosotros somos tranquilos, no molestamos a nadie”, no ha generado peligros que ameritaran la intervención, de ahí que no haya sido priorizada su relocalización, pero tampoco objeto de "focalización" para recibir asistencia de programas sociales[14].

No obstante la desatención municipal para regularizar la situación del asentamiento, en el año 1995 hubo un episodio en el que intervinieron distintos actores. Según las versiones, se había llamado a remate de esos lotes y la empresa que los había adquirido intimó a los ocupantes para que abandonaran el lugar. Desde el municipio la solución ofertada consistía en el traslado al barrio 34 Hectáreas emplazado a seis kilómetros del centro de la ciudad y en el cual habían sido relocalizados 7 asentamientos. Ante esta posibilidad, en conjunto resistieron, no sólo por la distancia y la inseguridad que generaba el compartir el hábitat con esos “otros”, sino también porque esa tierra inhóspita no les permitiría realizar ciertas actividades que caracterizan la cotidianeidad de las mujeres y los hombres del barrio INTA.

“Un día viene un señor acá y dice, ustedes tienen que salir, la primera vez nos dio una semana de plazo, la otra me parece que fue menos, le dije que yo tenía toda mi quintita sembrada porque hice plantaciones de todo tengo, Ud. se cree que todo esto que yo tengo plantado se va a quedar todo tirado así? Qué, me lo van a pagar?

Los que tienen que pagar son ustedes, me dijo.

Porque tenemos que pagar nosotros?, si nosotros no hicimos destrozos en el terreno, todo lo contrario. Limpiamos! Y bueno, se fue .” (L)

“A nosotros nos quisieron llevar a las 34 cuando estaba Chiche Costa[15], nos estuvo hablando. Me llevaron a ver, vi la tierra, le gusta? sí le digo... Agarré una piedra (hace el gesto con la mano) y le digo... cuando yo quiera comer una papa, agarro esto?.” (L)

Como puede apreciarse, para los vecinos del INTA ese lugar no aparecía con ventajas comparativas pese a que accederían a la tenencia de la tierra. Más que una posibilidad de ser propietarios, esta alternativa era vista como un castigo, como una cuestión punitiva, de ahí que surgiera una percepción como la siguiente:

“Y nosotros dos por tres, nos tratan de sacar (...) y es raro, porque nosotros no somos de estar todo el tiempo peleando, jodiendo, tratando de hacer despelote...” (N)

Fueron las mujeres quienes asumieron las actitudes más duras frente a la amenaza concreta de expulsión. La resistencia colectiva - que en esta situación extrema sí aparece - protagonizada principalmente por ellas da cuenta de la importancia que adquiere la tenencia de la vivienda y la tierra como una necesidad práctica pero también estratégica de género[16] (Moser, 1995). Porque aquí se lucha por conservar el techo para criar a los hijos, y en un sentido más amplio por el derecho al espacio urbano.

“Ese día vino un tipo y se fue, porque nosotros estábamos re enojados, ya nos habían dicho que si en un mes nosotros no sacábamos la casilla iban a venir con la máquina, entonces como nosotros dijimos, no, se va uno y se van todos, se queda uno y nos quedamos todos, y así que por eso peleamos.” (N)

“Pero yo dije a mí no me van a sacar! Muerta me van a sacar! Pero yo, yo estaba dispuesta a quedarme acá dentro, cuando nos amenazaron con la máquina.” (A)

“A mí me entierran con casa y todo si me quieren sacar, eso yo ya se lo dije. A mí si me quieren sacar, a mí que me entierren con hijos, con casa y todo.” (N)

LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD: ENTRE LA INCERTIDUMBRE Y LA SEGURIDAD Qué ventajas encuentran de vivir en este lugar?

"Y no sé, yo creo que la seguridad más que nada. Yo pienso que es la seguridad. Porque vivir con sacrificio vivimos. O sea acá no tenemos el agua instalada, hay que buscar la leña, tenemos nuestro sufrimiento, porque es sufrido. Yo pienso ahora para comprar no alcanza, no alcanza ya ni para lo necesario de un hogar." (A)

"No sé, es como que uno tiene miedo a ir a vivir ahí (34Ha.), por las cosas que pasan. Cuando mi hermano se fue a vivir allá yo decía Dios no quiera que a mi hermano le pase algo. Hasta aquí gracias a Dios no. Pero mi hermano no tiene chicos, nada. Pero hay vecinos que dicen que no se puede vivir. Uno porque capaz le tiran un piedrazo. O sea si uno no tiene chicos chiquitos. Acá, nosotros, dentro de todo no tenemos problemas entre vecinos." (A)

Alicia, una de las vecinas con quien conversamos, tiene seis hijos y dos nietos, todos viven con ella. Cuenta que una de sus nueras residía en el barrio Frutillar, ubicado en la periferia sudoeste de la ciudad, pero volvió al INTA por una cuestión de seguridad.

"(...) La mamá de los nenes se habían ido, ella trabajaba en un hotel pero para llegar al Frutillar a la noche se le ponía muy difícil. Las cosas que pasan...por eso se vinieron para acá." (A)

En términos subjetivos, y no sólo dentro de sus condiciones estructurales de existencia, uno de los principales motivos para permanecer en el lugar sosteniendo la condición de ocupantes es la "seguridad" del barrio. Sentirse seguros en la inseguridad, suena contradictorio, más aún, teniendo en cuenta que la inseguridad en el cobijo es una de las peores desventajas de ser ocupante ilegal (Cobbett, 2000; Durand-Lasserve, 2000). Pero, ellos plantean la cuestión de la seguridad no respecto a la tenencia sino en un sentido distinto. Les preocupan situaciones de violencia urbana como robos, asaltos, patotas, peleas entre vecinos.

Este conjunto de situaciones de inseguridad que en su barrio, según sus apreciaciones no existen, ellos se las atribuyen a otros barrios populares, especialmente a aquél adonde se ha avanzado una posibilidad cierta de ser trasladados, donde se proyectó alguna vez su relocalización, las 34 Hectáreas. Este barrio concentra todos los estereotipos y prejuicios sociales sobre violencia, desocupación, pobreza. Atributos asignados también por otros pobres. En este espacio se polariza, se localiza, se asigna todo lo negativo que representa una condición social que se comparte pero de la que se quiere e intenta poner distancia. Siguiendo a Elías y Scotson, “Hoy en día, con frecuencia, omitimos distinguir entre estigmatización grupal y prejuicio individual y relacionarlos entre sí. ...Así, pasamos por alto la clave del problema habitualmente discutido bajo encabezamientos como “prejuicio social” si la buscamos exclusivamente en la estructura de personalidad de los individuos. Sólo es posible hallarla si se considera la figuración elaborada por los dos grupos en cuestión o, en otras palabras, en la naturaleza de su interdependencia.” (Tilly, 2000:32)

La tranquilidad y la no violencia que destacan del barrio ayudan a construir la identidad de acuerdo a los criterios dominantes, en oposición a esos otros que ocupan similar posición en el espacio social, esos otros de los que es necesario distinguirse (Bourdieu, 1996).

En el INTA la percepción sobre 34 Hectáreas es muy fuerte y es comprensible que intenten marcar una diferencia con ello. Tal como señaláramos este barrio surgió de erradicaciones de asentamientos (semejantes a ellos), cuyo resultado es un gran fracaso en términos sociales y urbanos[17].

Por otra parte, este rasgo de su identidad que ellos marcan con tanto énfasis, el ser tranquilos y no violentos, parece ser una estrategia (defensiva) para no generar molestias que puedan llevar a cuestionar su ocupación.

En función de la seguridad - inseguridad, hemos visto que ellos construyen gran parte de su identidad. Y este es un rasgo que las mujeres valorizan especialmente. Desde su perspectiva, las relaciones vecinales cordiales, solidarias y de ayuda mutua son las prioridades que establecen para defender su hábitat (contar con vecinos amistosos a los que se puede recurrir en caso de necesidad o apuro como para cuidar los niños, para pedir un poco de harina o yerbamate), también valoran la posibilidad de vivir y transitar por los espacios públicos sin riesgos (que los hijos puedan jugar en las calles o en la playa sin peligro, que las adolescentes encuentren amistades “sanas” y vuelvan por la noche sin correr peligro, etc.).

El rasgo más saliente a la hora de autodefinirse es ser tranquilos y eso les brinda seguridad.

Pero, la seguridad que ofrecen los pares, es decir, los vecinos, amigos o familiares tiene como contracara la incertidumbre generada por el temor al desalojo. Ese miedo se expresa de diversos modos, tales como la duda en el hacer mejoras en la vivienda o en el acatamiento de una recomendación de un ex intendente de no construir con material[18]. Así, después de 30 años, las viviendas son tan provisorias como sus habitantes.

Tuvieron miedo?

"Sí, sí, o sea tuvimos, o sea aparte uno igual no vive tranquilo. Porque sabe que lo que no es de uno no es de uno. O sea uno lo siente así ..." (A)

"Sí, más vale, si yo no tengo adónde irme, si me sacan mi casa me quedo sin nada. Lo que tengo me costó un montón para hacerlo (...) Vos te podés fijar si entrás a mi casa vas a ver todo limpio, pero para comer no tengo." (N)

“Yo averigüé y me dijeron que siguiera trabajando, pero no casa de material, que siguiera trabajando, hacer adelantos...plantas, arreglar...” (L)

En estos años que están acá han podido ir haciendo mejoras en la casa?

"Sí, antes no nos animábamos a nada, a nada de nada, pero bueno, después con el tiempo. (...) Porque nosotros ha habido noches en que no dormimos. Pero yo le digo, uno piensa que lo que no es de uno, no. Porque si yo por ahí miro las Victorias nomás (barrio residencial lindante), ahí era todo campo, nosotros buscábamos la leña ahí, y cuando íbamos a creer que...” (A)

La incertidumbre y la inseguridad esbozan un horizonte de perplejidad e indefinición del que los habitantes son conscientes. Si bien han logrado persistir en el asentamiento, les basta con mirar al otro lado de la ruta para ver que aquel campo en el que ellos recolectaban leña ha pasado a ser una nueva urbanización que los observa con recelo.

CONCLUSIONES Las desigualdades sociales adquieren forma, cuerpo y significado en el espacio. Las categorías de tiempo y espacio son las matrices con las que nos ubicamos en y frente al mundo, son también los conceptos ordenadores con que los otros nos piensan a nosotros en un determinado momento y lugar. Sin estas categorías no podemos comprender los fenómenos que ocurren en el mundo. De ahí la relevancia de reparar en el “lugar” físico y social que ocupan ciertos sectores olvidados en el tiempo y segregados en la ciudad.

Los ocupantes del INTA dan cuenta de las complejas y variadas dimensiones de la exclusión social. Como ya mencionamos, prácticamente todas las formas de su existencia y sus

estrategias de reproducción son irregulares o ilegales en algún sentido, aunque en este trabajo nos limitamos a describir algunos aspectos de la segregación territorial y los significados de habitar la ilegalidad.

A partir de su posición en este tiempo y espacio, encontramos que su identidad barrial es relacional respecto al actor estatal, a otros asentamientos y a la sociedad en general, y que se construye principal y esquemáticamente en torno a una ambivalencia: " inseguridad - seguridad ". Por un lado, como todo ocupante ilegal son víctimas de la inseguridad en la tenencia y sufren las consecuencias de ello. Algunos ejemplos se evidencian en el temor a ser desalojados; en la falta de reconocimiento estatal de su barrio, "legal" y de derecho, privándolos de ayuda social sistemática; en la dificultad para consolidar infraestructuras y viviendas. Así, el énfasis que muchos habitantes del INTA ponen en el mejoramiento de los predios, el cuidado y cultivo de plantas conforma una de las maneras que encuentran para afianzarse, sujetarse a esa porción de suelo (que no les pertenece en términos legales).

Pero su inseguridad involucra no sólo el problema de la tierra, aunque este sea definitorio, también implica sentirse (además de serlo) olvidados y excluidos por el estado y por el resto de la sociedad.

De allí la ambivalencia y el énfasis puesto en la seguridad que les brinda habitar un barrio que lograron armar con esfuerzo propio, a partir de redes familiares y vecindades marcadas por relaciones interpersonales de confianza y solidaridad, conformando una comunidad que, más allá de su veracidad, importa en tanto constituye el modo en que ellos se presentan y se definen hacia el afuera. Una comunidad que elabora su propia contención y seguridad ante un estado que los ha abandonado, y se distingue de otros asentamientos que, contrariamente, se perciben como anómicos y peligrosos.

De lo dicho hasta aquí se desprende que esta dicotomía inseguridad - seguridad es por demás paradójica. El flanco que los habitantes consideran su fortaleza, su virtud, es decir, su tranquilidad, es también su debilidad. Pues al no perturbar la gobernabilidad, al no constituir una amenaza ni política, ni social, ni visual para la ciudad, quedan relegados de las prioridades de las políticas públicas que podrían brindarles la posibilidad de cambiar su estatus de intrusos con programas de radicación, legalización o arraigo.

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AGRADECIMIENTO

Nuestro reconocimiento a los y las habitantes del barrio INTA quienes nos abrieron sus puertas reales y metafóricas, y nos dedicaron generosamente parte de su tiempo.

[1] Esta es una versión ampliada de la ponencia "Asentamientos ilegales; procesos de exclusión social y espacial en la ciudad" presentada en VI Encuentro de investigadores de cultura y ciudades contemporáneas. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social en Occidente (CIESAS-Occidente), Instituto de Estudios Superiores (ITESO), Universidad de Guadalajara y el Seminario Permanente de Cultura y Ciudades. Mesa de Exclusión urbana. Guadalajara, México: 9 -11 de septiembre de 2002.

[2] Antropóloga, becaria de formación de posgrado del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - CONICET. Argentina. email: [email protected]

Fundación Bariloche. Programa de Calidad de Vida. Casilla de Correo 138 (8400) San Carlos de Bariloche, Río Negro, ARGENTINA - TE : 54-2944-462500

[3] Socióloga, becaria de formación de posgrado del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - CONICET. Argentina. email: [email protected]

Fundación Bariloche. Programa de Calidad de Vida. Casilla de Correo 138 (8400) San Carlos de Bariloche, Río Negro, ARGENTINA - TE : 54-2944-462500

[4] Cuando hablamos de ocupación "ilegal" nos referimos a las tierras que han sido ocupadas por sectores sociales pobres, omitiendo el circuito de comercialización y el mercado de tierras. La ocupación ilegal se distingue de otras formas de adquisición de tierras que se registran ya dentro de los mercados, es decir dentro de circuitos comerciales, sean estos legales o ilegales. En este último caso existen agentes inmobiliarios que producen loteos y los venden con irregularidades por ejemplo sin aprobación catastral, en sitios ambientalmente ineptos, sin documentación legal, o directamente de forma clandestina (Clichevsky 1989).

[5] Ciudad de cien mil habitantes, cuya base económica es el turismo, inserta dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi caracterizado por su paisaje de montaña, lagos y bosques andino patagónicos. Tiene un clima frío con inviernos prolongados. Su población se compone en gran parte de migrantes venidos de otras ciudades de la Argentina, de desplazados dezonas rurales aledañas y de inmigrantes de Chile; también es importante el aporte de europeos.

[6] Excepto un caso.

[7] Ex intendente municipal.

[8] Aunque el propietario de la tierra ocupada encuentra momentáneamente impedida la posibilidad tanto de uso como de cambio. En este sentido, los programas de regularización son muchas veces la mejor salida que encuentran los propietarios cuando el estado les compra las tierras que de otra manera difícilmente podrían comercializar en el mercado.

[9] Instituto Provincial de Planificación y Promoción de la Vivienda.

[10] No es nuestra intención ni los objetivos del presente trabajo entrar en el debate autónomo - heterónomo para solucionar el problema de vivienda protagonizado entre otros por Turner, Burgess y Pradilla.

[11] Siguiendo nuestro razonamiento, las comillas aluden a poner en cuestión de qué necesidad estamos hablando, es decir, quién , cómo y dónde se la define.

[12] Cabe reconocer que la coyuntura dada durante el otoño de 2002 cuando realizamos el trabajo de campo presentaba un terreno poco propicio para cualquier intervención en materia de hábitat, no sólo porque la prioridad estaba en la nutrición y el hambre, también debido al clima social, económico y político desencadenado en diciembre de 2001 con lacaída del presidente De la Rúa y la consiguiente devaluación de la moneda nacional. Quedaba claro para algunos vecinos que en esos tiempos “nadie se va a meter con nosotros”.

[13] Como sintetiza Tenti Fanfani (1996:263) "...por definición, la condición de excluido supone una carencia de los medios (expresivos, económicos, sociales) necesarios para la constitución de la ciudadanía y la participación organizada en el escenario político."

[14] Cabe aclarar que desde el municipio se han llevado adelante programas de regularización de tenencia que priorizaron el arraigo al lugar de los ocupantes y que resultan antecedentes interesantes en esta materia. Estas acciones demuestran que la resolución de los problemas de tenencia, que si bien no siempre son replicables en contextos distintos, dependen fundamentalmente de las intenciones políticas, las que a su vez son cambiantes y heterogéneas dentro de una misma estructura gubernamental.

[15] Intendente municipal durante el conflicto.

[16] Necesidades prácticas de género son las que las mujeres identifican en virtud de sus roles socialmente aceptados por la sociedad. Son de naturaleza práctica y a menudo están relacionadas con la inadecuación de las condiciones de vida. Las necesidades estratégicas de género son las que las mujeres identifican en virtud de su posición subordinada a loshombres en la sociedad y de ellas se derivan los intereses estratégicos de género para una organización social más igualitaria. Estás necesidades contienen una dimensión política, se trata por ej. de la eliminación de formas institucionalizadas de discriminación, tales como el derecho a la tenencia de la tierra o la propiedad. (en: Moser 1995: 65 - 90)

[17] Este barrio, como ya mencionamos, surgió por iniciativa municipal de la relocalización de 7 asentamientos diferentes. Quienes planificaron el proyecto consideraron a lo territorial como determinante de lo social, presuponiendo que al aglutinar grupos provenientes de distintos asentamientos conformarían un barrio.

[18] Se trata del mismo funcionario que también recomendó hacer adelantos en los predios como plantar árboles y desmalezar. Esto alude a la ambivalencia de las directrices

gubernamentales.

Última actualización el Lunes, 19 de Julio de 2004 00:00