capÍtulo 5 rendimientos físicos de la tierra y ... · nece constante, siendo aquélla la de la...

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CAPÍTULO 5 Rendimientos físicos de la tierra y productividad del trabajo 5.1. La productividad de la tierra Vamos a realizar una aproximación a la productividad de la tie- rra, éxpresándola como un cociente entre el valor de la producción agraria total y la superficie cultivada. Los cambios que tuvieron lu- gar en dicha productividad estuvieron directamente influidos por las propias variaciones de los rendimientos físicos de la tierra y tam- bién por los que acaecieron en la composición del producto agrario. De esta forma, para comprender dichos cambios en la productivi- dad de la tierra, es necesario no sólo el análisis de los factores producti- vos y su combinación, que se expresaría formalmente en una función agregada de producción agraria, sino también el del mercado y la co- yuntuta económica y agraria, en la medida en que las variaciones de los precios agrarios con respecto al índice general de precios y las propias variaciones relativas de los precios de los productos que forman el pro- ducto agrario intervienen en los resultados obtenidos. Sin embargo el objetivo de este capítulo no es realizar este último análisis, que queda para el próximo, sino estudiar exclusivamente las variaciones del pro- ducto en términos físicos por hectárea y por activo. Para calcular la evolución de los rendimientos físicos de la tierra en el conjunto de la agricultura realizaremos la agregación entre las cantidades físicas de los diversos productos a través del estudio del 249

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Page 1: CAPÍTULO 5 Rendimientos físicos de la tierra y ... · nece constante, siendo aquélla la de la estructura de precios de 1910. ... La distribución de la propiedad de la tierrra,

CAPÍTULO 5

Rendimientos físicos de la tierra y productividad

del trabajo

5.1. La productividad de la tierra

Vamos a realizar una aproximación a la productividad de la tie-rra, éxpresándola como un cociente entre el valor de la producciónagraria total y la superficie cultivada. Los cambios que tuvieron lu-gar en dicha productividad estuvieron directamente influidos porlas propias variaciones de los rendimientos físicos de la tierra y tam-bién por los que acaecieron en la composición del producto agrario.

De esta forma, para comprender dichos cambios en la productivi-dad de la tierra, es necesario no sólo el análisis de los factores producti-vos y su combinación, que se expresaría formalmente en una funciónagregada de producción agraria, sino también el del mercado y la co-yuntuta económica y agraria, en la medida en que las variaciones de losprecios agrarios con respecto al índice general de precios y las propias

variaciones relativas de los precios de los productos que forman el pro-ducto agrario intervienen en los resultados obtenidos. Sin embargo elobjetivo de este capítulo no es realizar este último análisis, que quedapara el próximo, sino estudiar exclusivamente las variaciones del pro-

ducto en términos físicos por hectárea y por activo.

Para calcular la evolución de los rendimientos físicos de la tierra

en el conjunto de la agricultura realizaremos la agregación entre lascantidades físicas de los diversos productos a través del estudio del

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valor del producto agrícola por hectárea calculado a precios fijos, losdel año 1910, lo que garantiza que los cambios en los precios relati-vos de los discintos productos y de estos respecto al índice generalde precios no afectan al cálculo que nos interesa.En consecuencia a

través de la evolución del producto agrícola a precios de 1910 esta-mos detectando exclusivamente cambios en las cantidades físicas delos diversos productos agrícolas. Ahora bien existe el problema deque la ponderación de los diversos productos en el conjunto, perma-nece constante, siendo aquélla la de la estructura de precios de1910.

Los rendimientos físicos de la tierra dependen lógicamente de lacantidad y calidad de los factores productivos empleados, y muy es-pecialmente de la propia tierra, su calidad y características; del capi-tal disponible por trabajador y por hectárea; de las técnicas de cul-tivo utilizadas; del capital humano; y de los sistemas de propiedad yteneñcia de la tierra^.

Excepto este último, todos los demás aspectos han sido aborda-dos con mayor o menor fortuna en los capítulos anteriores. Ha que-

dado por lo tanto marginado de nuestro análisis el aspecto institu-cional que pudo influir sobre los resultados físicos de la agriculturaaragonesa en la medida en que el uso de los factores productivos pu-diera estar condicionado por el tamaño de las explotaciones, la capa-cidad de inversión del agricultor, la actitud de éste ante las nuevastécnicas e inputs según el régimen de tenencia de la tierra, etc. Lainexistencia de un trabajo serio sobre este tema en Aragón y la com-plejidad de su realización nos ha obligado a obviarlo, aun cuando

somos conscientes de que no sólo tuvo influencia en la distribucióndel producto, como es evidente, sino también en las propias opcio-

nes productivas tomadas, con sus claras consecuencias en los resulta-dos físicos y económicos.

En el sentido aludido O'Brien y Keyder han señalado en su tra-bajo comparativo sobre el crecimiento económico en Francia y GranBretaña entre 1780 y 1914 cómo el sistema de propiedad de la tie-

1. Z. Griliches (1963:1979) ; P. O'Brien y C. Keider (1978), pp. 102-104. A cortoplazo también hay que tener en cuenta un factor de la máxima importancia como es el clima.

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rra francés jugó un papel desfavorable para el crecimiento agrario altender las pequeñas explotaciones campesinas no sólo a retener tra-bajadores, lo que influyó en una menor productividad del trabajo,

sino también a influir en la productividad de la tierra por la menor

capacidad de inversión de los pequeños agricultoresz.

La distribución de la propiedad de la tierrra, su evolución hacia

una mayor concentración o no -asociada a la existencia o inexisten-cia de economías de escala3-, los sistemas de tenencia y el tamañode las explotaciones, son por lo tanto temas relevantes a la hora de

analizar la productividad de los diversos factores.

Es importante en todo caso no olvidar cuando se estudia los ren-

dimientos físicos de la tierra en perspectiva histórica, que un incre-mento de éstos no es necesariamente la prueba de encontrarnos ante

una agricultura en progreso y viceversa4.

Comenzando ya nuestro análisis por lo más general, es decir laevolución del producto agrícola por hectárea, se observa (ver cuadro5. 1) que éste descendió entre 1900 y 1935 tanto en Huesca comoen Teruel, mientras que en Zaragoza se mantuvo prácticamenteconstante, expetimentando un ligerísima pérdida. En Huesca y Te-ruel se vió cómo el impacto del cambio técnico en lo relativo a inno-vaciones biológicas o químicas que mejorasen los rendimientos dela tierra fue relativamente pequeño, en contraste con el caso de Za-ragoza, donde por el contrario se realizaron esfuerzos en varios cam-

pos en este sentido. La razón de que dichos cambios no Ilevaran a unfuerte incremento de los rendimientos físicos es esta última provin-cia en este período residiría en la expansión paralela de la superficiecultivada que actuó finalmente como contrapeso de aquellas mejo-ras, si bien en los años anteriores se habían conseguido importantes

incrementos en los rendimientos físicos por hectárea.

2. P. O'Bríen y C. Keyder (1978), pp. 127-137.3. Ia existencia de economías de escala significativas en la producción agraria se limita-

ría a países de renca alta, mienttas en los países de renta baja los rendimientos constantes a es-cala serían la norma. Vid. Z. Griliches (1963:1979) y T. Kawagce, Y. Hayami y V. W. Ruttan

(1985).4. M. K. Bennect (1937-1938), p. 86.

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Cuadro 5.1. Rendimientos de la Agricultura

(Valor del producto agrícola a precios de 1910/Supe^cie agrícola y números índice)

188G-90 1.900 1.910 1917-2t 1930-35

Huesca 247 260 249 273 229Teruel 157 175 175 165 149Zaragoza 284 281 331 310 277Aragón 231 237 246 249 220Huesca 95 100 96 105 88Teruel 90 100 100 94 85Zaragoza 101 100 118 110 99Aragón 98 100 104 105 93

Cuadro 5.2. Promedios quinquenales de los rendimientos de los cereales

(en Qm. por Ha.)

TRIGO CEBADA AVENA

HUESCA Scno RRd Media Scno RRdo Media ScnoCTNO. MAIZ TOT.

Rgdo Media Media Media CER.

1891-1895 9,39 t t,57 8,43 13,97 30,58 l0, U189G-t900 t0,24 t6,98 9,54 10,36 20,76 10,36 9,27 8,00 9,41 26,8t 9,96t901-1905 7,68 t4,20 8,24 t0,8G t7,18 11,35 7,28 7,28 13,79 25,22 9,2419oG-1910 9,95 t5,25 t0,32 13,G4 2t,93 t4,23 9,32 9,32 1t,88 24,96 11,24

1911-1915 9,t6 t4,Ot 9,96 11,70 t9,o8 12,88 8,U t3,99 8,49 1t,t2 26,16 10,57

t9t6-1920 1t,20 15,58 12,t6 12,95 t6,85 13,75 i1,30 14,51 1t,70 10,70 30,88 12,57

1921-1925 8,98 12,60 9,74 11,52 t7,44 12,67 t0,65 t4,62 tl,l6 9,93 30,69 10,57

t92G-1930 8,55 14,57 9,89 t2,ot t8,65 13,34 t0,35 t5,54 tt,t3 9,34 30,02 t0,8tt931-t935 9,53 13,40 10,30 t2,7G t8,24 13,89 it,46 tG,82 12,29 7,99 24,20 11,15

TR[GO CEBADA AV.

TERUEL Scno RRdo Media Scno Rgdo Media Media

CTNO. MAIZ TRON TOT.

Media Media Media CER.1891-t895 8,05 9,86 5,91 5,29 I7,98 7,58t896-1900 6,35 21,67 7,94 7,38 24,41 8,09 4,44 4,49 19,51 7,251901-1905 6,13 t8,89 7,8t 6,70 29,33 8,43 5,63 5,77 21,56 6,44 7,55t9oG-1910 7,O1 21,70 8,96 9,54 26,98 t0,92 4,96 6,61 26,02 7,t8 S,St19tt-19t5 5,83 16,39 7,40 7,23 25,23 9,13 5,40 6,53 23,59 6,21 7,501916-t920 7,02 t7,44 8,40 8,00 27,54 9,72 4,98 7,13 25,59 6,95 8,331921-1925 5,65 16,G7 7,05 6,15 26,84 7,73 4,90 6,3t 26,09 5,61 6,921926-t930 5,96 t7,65 6,S1 7,58 26,98 9,05 5,83 6,6t 28,90 6,30 7,20193t-1935 7,30 23,40 9,49 8,16 25,90 9,67 5,32 5,30 21,32 5,74 7,97

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Cuadro 5.2. Promedios quinquenales de los rendimiencos de los cereales

(en Qm. por Ha.)

TRIGO CEBADA AVENA CTNO. MAIZ TOT.ZARAGOZA Scno Rgd Media Scno R^do Media Scno Rgdo Media Media Media CER

t891-1895 9,69 9,29 6,36 5,34 2t,39 9,581896-1900 9,94 15,64 10,69 8,14 13,76 8,92 6,35 tt,ob 6,34 6,09 19,69 9,83t90t-1905 8,53 17,29 tt,18 7,49 t6,84 10,04 7,45 16,36 8,43 tt,40 20,77 10,901906-1910 13,24 16,97 14,33 t6,o6 19,38 t6,99 13,36 13,48 13,82 23,01 15,511911-1915 u,3o zt,z7 13,34 14,36 26,82 v,z4 tt,69 z6,t7 13,z3 s,38 27,59 t4,4119t6-1920 It,55 21,45 12,87 t2,78 28,06 11,46 t0,53 24,71 9,16 8,85 24,81 13,491921-1925 7,40 19,69 8,75 8,84 21,75 10,30 6,97 22,11 7,74 9,07 25,30 9,411926-1930 9,09 19,80 10,09 9,44 27,43 1t,52 8,18 23,20 8,91 7,52 23,48 10,491931-1935 8,66 18,75 9,69 9,67 21,60 11,37 9,40 20,86 t0,18 7,28 2t,25 10,21

Fueute: ver Fuentes, sec. 1.1.

Gr^co 5.1. Huesca. Rendimientos del sistema cereal sobre superficie sembrada

(R') (en Qm./Ha.)

á011

^.00

2.00

0.00

íc 3 S - - - -

R' Med.Mw.R'

Fuente: Fuentes, sec. 1.1

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Como se ha dicho antes, la estabilidad de los rendimientos físi-

cos no es necesariamente un signo de un comportamiento poco in-

novador o retardatario. Muy al contrario creo que la opción elegida

fue muy razonable. Frente a la posibilidad de lograr importantes in-

crementos de la producción por hectárea con una superficie estabili-

zada y haciendo en consecuencia mucho más intensiva la agricul-

tura, se impuso la de incrementar la producción mediante el recurso

a la propia expansión de la superficie, aun a costa de unos rendi-

mientos medios inferiores. La coherencia de aquella opción tadicó

en que el medio físico aragonés presentaba importantes limitaciones

para una amplia variedad de cultivos de cara a una fuerte intensifi-

cación. Por el contrario sumar más tierra pareció la opción lógica,

aunque a medio plazo tuviera lugar un descenso de los rendimien-

tos. Este comportamiento, generalizado para el secano, vino sin em-

bargo acompañado por un proceso fuertemente intensificador en el

regadío.

Es necesario destacar también las diferencias en los niveles de

producción por hectárea en las tres provincias, con importantes dis-

tancias iniciales entre los más alcos de Zaragoza frente a los más bajos

de Teruel, ocupando Huesca un lugar intermedio. Estas diferencias se

habían incrementado considerablemente en la década de los treinta

como consecuencia de las diferentes evoluciones antes señaladas.

Los rendimientos de los cereales

Estudiaremos los rendimientos de los cereales por superficie

sembrada por la mayor fiabilidad de sus cifras sobre las de superficie

cultivada (incluyendo por lo tanto el barbecho) y por la posibilidad

de desagregación que brindan (ver cuadro 5. 2 y gráficos 5. 1, 5. 2 y

5. 3).

Comenzando por los rendimiento del conjunto de los cereales

puede decirse que una característica común a todo Aragón fue el he-

cho de que los máximos rendimientos no se alcanzaron al final del

periodo objeto de nuestro estudio. Realizando un cálculo por quin-

quenios, los tres quinquenios con rendimientos máximos, ordena-

dos de mayor a menor, se alcanzaron en Huesca en 1916-20, 1906-

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10 y 1931-35; en Teruel en 1906-10, 1916-20 y 1931-35; y en Za-ragoza en 1906-10, 1911-15 y 1916-20. Las trayectorias seguidaspor las tres provincias difieren notablemente.

En el caso de Zaragoza los rendimientos se incrementaron sin

interrupción desde 1891-95 hasta 1906-10, siendo en este últimoquinquenio en el que se alcanzaron las cifras más altas. Entre 1910y 1920, se mantuvieron en valores igualmente altos, aunque algoinferiores, y finalmente descendieron bruscamente para estabilizarseen valores sólo ligeramente superiores a los del comienzos del pe-riodo.

En Huesca hasta 1905 los rendimientos son los más bajos detodo el período, luego se incrementaron aunque en muchísima me-nor cuantía que en Zaragoza, alcanzando su punto culminante en1916-20, descendiendo posteriormente para sicuarse en valores le-vemente superiores a los del inicio. La situación de Teruel podríaasimilarse a la de Huesca, aunque en este caso las variaciones toda-

vía fueron menores.

Las conclusiones que se pueden alcanzar tras el examen de losdatos provinciales serían pot un lado las escasas ganancias que tu-vieron lugar en Huesca y Teruel y por otro el importantísimo incre-menco que tuvo lugar en Zaragoza, con muy altos rendimientos en-tre 1906 y 1920, que sin embargo luego experimentaron un bruscodescenso. Lo más destacado del caso zaragozano en relación a lo ocu-

rrido en el conjunto de España es el paralelismo en su incrementoen la primera década del nuevo siglo, aunque con mucha mayor in-tensidad en Zaragoza, semejanza también en el estancamiento pos-terior y divergencia final por cuanto un leve crecimiento en Españacontrasta con la fuerte caída de Zaragozas.

Conviene intentar aclarar cuáles fueron los elementos que expli-can el comportamiento de los rendimientos en esta provincia. Si

partimos de la consideración de que el fuerte crecimiento de los ren-dimientos en la primera década del siglo se debió sobre todo al usointensivo de abonos inorgánicos y también de mejores aperos, espe-

5. Sobre la evolución en el conjunto de España vid. G. E. H. R. (1983 6) y D. Gallego(1986 a), pp. 498-512.

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cialmente arados de vertedera,con los que la tierra recibía mejores

cuidados; pudiera ser que el cese o disminución en el uso de estosúltimos fuera la razón que explicara dicha caída de los rendimientos

después de 1920. Parece claro, sin embargo, a tenor de lo expuestoen el capítulo sobre el cambio técnico, que en este sentido a lo largodel primer tercio del siglo tuvo lugar una situación de mejora conti-

nua, lo que al descartar esta posible influencia nos obliga a fijar la

atención en el uso de abonos.

Aunque la calidad de los datos disponibles para 1918-19 nopermite resolver el problema de forma cuantitativa, los datos cuali-

tativos manejados en el capítulo cuarto, indican como muy poco

probable que hubiera un descenso en el abonado en la década de losveinte, siendo más seguro que éste creciera ininterrumpidamente,

aunque desconozcamos su ritmo cronológico.

Queda también la posibilidad de que la caída de los rendimien-tos fuera consecuencia de la roturación de tierras de calidad inferiorque si bien en los primeros años, gracias a la adición de abonos, die-ron muy altos rendimientos, posteriormente tendiéron a agotarse,descendiendo aquéllos. Algunos testimonios expresados en este sen-tido fueron expuestos en el capítulo sobre uso del suelo. A partir del

examen de la superficie sembrada de cereales en la provincia, se ob-serva que desde los años de la crisis finisecular hasta 1913 tendió

aquélla a descender, sin que tenga lugar una recuperación.

A partir de 1914 la superficie creció de forma bastante regularhasta 1935. Puede apreciarse la coincidencia entre la disminución

de los rendimientos y el aumento de la superficie sembrada, espe-cialmente desde 1919, año a partir del cual la superEicie sembradaalcanzó la cifra de 243. 000 has., oscilando a partir de aquel año en-tre las 230. 000 y las 260. 000 aproximadamente. Se puede afirmar

por lo tanto que el incremento de los rendimientos coincidió tam-bién con los años en que menos superficie se sembró. Aquél se debiópor lo tanto esencialmente al cambio técnico, coincidiendo con unmomento en el que probablemente algunas de las tierras menos ap-

tas o menos rentables habian dejado de ser cultivadas. El descensoen los rendimientos coincide no sólo con una recuperación de tierras

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dedicadas a los cereales, sino también con la roturacion de otrasnuevas hasta alcanzarse cifras muy superiores a las anteriores a lacrisis finiseculár.

Parece claro por lo tanto que la incorporación de tierras margi-nales fue la causa principal del descenso de los rendimientos desdelos valores más altos que se alcanzaron.

El descenso general de los rendimientos también pudo estar in-fluido por el progresivo desplazamiento de los cereales del regadío,donde a partir de la segunda década del siglo perdieron unas 20.000has. Esta progresiva pérdida de importancia de los cereales cultiva-dos en regadío frente a los de secano, contribuyó también en parte ala caída de los rendimientos conjuntos de aquéllos.

En resumen la evolución de los rendimientos de los cereales enZaragoza atravesó dos períodos diferenciados: una primera etapa decrecimiento de los rendimientos correspondería a las dos primerasdécadas del siglo XX. Si al comienzo este crecimiento coincidió conuna superficie que no se había recuperado tras el descenso produ-cido en la crisis finisecular, en la segunda década comenzó a crecerde Forma importante la superficie sembrada, a la vez que los cerealesperdían extensión en el regadío, de donde eran desplazados por laremolacha azucarera y otras plantas intensivas. Este periodo coinci-dió con un fuerte incremento de la producción de cereales en Ara-gón y España, que tendía ptogresivamente a autoabastecer el mer-cado interior en un contexto proteccionista pero no tanto quepermitiera continuar con las viejas técnicas y sistemas de cultivo.

La segunda etapa correspondió a los años veinte y treinta y se ini-ció con una brusca caída de los rendimientos, y una mayor expansiónde la supe^cie sembrada, continuando la pérdida de importancia delcereal en regadío que en los años treinta experimentó una leve recupe-

ración, probablemente como consecuencia de los problemas de super-producción de la remolacha azucarera. Los problemas de exceso deoferta en el mercado interior se comenzaron a manifestar con claridad,lo que llevaría a un teforzamiento del proteccionismo.

En ambas fases jugó por lo tanto el cambio técnico un papel re-levante. Primero incrementando los rendimientos de las tierras que

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tras la crisis se habían seguido cultivando, y posteriormente ha-

ciendo posible que a éstas se sumaran otras que de otra manera nohubieran podido ser cultivadas o hubieran rendido un producto in-suficiente. Mi interpretación resaltaría por lo tanto la importanciadel cambio técnico en el crecimiento de los rendimientos en la pri-

mera fase. Ahora bien finalmente otros elementos condujeron a sucaída. En este descenso la mayor importancia cabe atribuirla a la ro-turación de tierras de inferior calidad, que si bien sólo pudieron serrotas gracias a los nuevos elementos técnicos como arados de verte-

dera y abonos inorgánicos, condujeron a un descenso del rendi-miento medio de los cereales. Además el desplazamiento de buenaparte de los cereales del regadío influyó también en la caída de losrendimientos.

En cualquier caso el modelo cerealista competitivo en el mer-cado mundial en aquellos años se caracterizaba por el uso de grandescantidades de tierra, con rendimientos por hectárea bajos y una altamecanización. En este sentido el comportamiento zaragozano tendíaa orientarse en aquella dirección por lo que en ningún caso puedeser contemplado desde una óptica de agricultura retardataria. Por elcontrario, este modelo exigió la incorporación de nuevos elementos

técnicos ausentes en la agricultura del siglo XIX.

A este respecto, los rendimientos del trigo se mantuvieron esta-bles a largo plazo en el conjunto de las principales zonas producto-

ras del mundo entre 1885 y 1940. Ello era consecuencia lógica-mente de comportamientos muy diferentes según de que regionesgeográficas se tratara. Así, las grandes zonas productoras de Nortea-mérica tendieron hacia una reducción importante de dichos rendi-

mientos, mientras que los países importadores europeos experimen-taron en conjunto un crecimiento de ellos en el mismo período,sobre todo hasta 1914. En estos últimos dicho incremento fue con-secuencia sobre todo de un uso intensivo de nuevos equipos mecáni-

cos y fertilizantes, así como de rotaciones más intensivas de la tie-rra^. En el área definida por Bennett en su estudio sobre la evoluciónhistórica de los rendimientos del trigo desde 1885 hasta los treinta,

6. W. Malenbaum (1953), p• 101 y ss.

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como Mediterráneo Occidental, que incluía a la Península Ibérica yvarios países del Magreb, el incremento del los rendimientos fuemenor compatativamente al de países como Italia o Francia^.

En opinión de Malenbaum existió, en general, un traslado delcultivo del trigo hacia suelos generalmente más secos y de menorproducción que implicaron menores rendimientos. Esto era el resul-tado de un esfueno consciente de los agricultores por conseguir unareducción en los costes de producción del trigo, y estaba motivadodicho propósito por la competencia en los suelos más ricos de plantasmás intensivas. De esta forma nuevos incrementos en la producciónexigían expansiones de la superficie, lo que generalmente era másrentable que intensificar la producción en las tierras ya cultivadasa.

Los casos de Huesca y Teruel han merecido comparativamente

un espacio muy pequeño. Creo que ello se justifica por los escasoscambios que se perciben en sus rendimientos, muy especialmenteen Teruel, mientras que la leve variación alcista de Huesca al menos

en parte debió de estar conectada con la progresiva importancia delcereal en regadío, donde triplicó su superficie. En estas dos provin-cias creo que el cambio técnico no jugó un papel tan relevante comoen el caso zaragozano; como indicativo sirvan las cifras que se vieronen el consumo de abonos que contrastaban con las de Zaragoza porser tremendamente inferiores. En todo caso, y al existir en ambasprovincias un incremento de la superficie sembrada de cereales, esposible que el cambio técnico tuviera el mérito de conseguir elmantenimiento de los rendimientos en sus niveles anteriores, posi-bilitando así también la puesta en cultivo de tierras marginales.

Si entramos a analizar a continuación el comportamiento de losdistintos cultivos del sistema cereal, distinguiendo además los ren-

dimientos en el secano y el regadío, observamos diferencias signifi-cativas entre ellos (ver cuadro 5. 2). Comenzando por Huesca y Te-ruel, es difícil encontrat allí una pauta general de comportamiento.Así, en Huesca tendieron a crecer más los rendimientos de la cebaday la avena, mientras el del maíz siguió una trayectoria bastante errá-

7. M. K. Bennett (1937-1938).8. W. Malenbaum (1953), p. 9G.

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tica. Los del trigo fueron relativamente estables, siempre con una li-gera tendencia al incremento, mientras que en el centeno no hicie-

ron sino disminuir sus rendimientos, lo que hace sospechar su pro-gresivo desplazamiento hacia tierras cada vez más marginales comocorrobora la importante disminución de su superficie sembrada, que

finalmente ocupó una parte insignificante del conjunto de los cerea-les. Si diferenciamos ahora los rendimientos en secano y regadío, latendencia se muestra más favorable en el caso del secano, lo queprobablemente haya que interpretar en el sentido de que la amplia-

ción del área de regadío se hizo fundamentalmente teniendo éste ca-rácter de eventual, lo que disminuyó la proporción que el regadíopermanente representaba, no favoreciendo ello lógicamente una me-jora sustancial de los rendimientos.

Por el contrario en Teruel los rendimientos con una tendenciamás favorable fueron los del trigo y maíz, mientras cebada, avena ytranquillón experimentaron un cierto retroceso. En este caso la me-jora fue algo superior en el regadío para todas las plantas, debiendotenerse en cuenta la importante transformación que en esta provin-cia tuvo lugar de regadío eventual a permanente.

Zaragoza es de nuevo la provincia cuyo estudio ofrece un mayorinterés en la evolución de sus rendimientos. Dentro de las tenden-cias que se explicaron anteriormente para el conjunto de los cereales

en la provincia, que en líneas generales siguen bastante fielmentecada uno de ellos, contrasta el menor crecimiento de los del trigo ymaíz frente a los de la cebada, avena y centeno. Para España ha sidoseñalada por pomingo Gallego una mejora superior del rendi-

miento de los cereales-pienso frente a los cereales-alimento comoconsecuencia de los mayores esfuerzos que se habían dedicado a lamejora de su cultivo^. Paralelamente la superficie de los cereales-pienso también se había ampliado en mayor proporción. En el casode Zaragoza por el contrario la superficie ocupada por el conjuntode los cereales-pienso se mantuvo relativamente estable, siendo en

consecuencia el trigo el gran protagonista de la expansión cerealista,lo que explicaría la peor evolución de sus rendimientos.

9. D. Gallego (1986 a), p. 506 y ss.

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Gráfico 5.2. Teruel. Rendimientos del sistema cereal sobre superficie sembrada

(R') (en Qm./Ha.)

'a ^ -

R'

Fumte: Fuentes, sec. L 1

Mcd.Mw.R'

Gr^co 5.3. Zaragoza. Rendimientos del sistema cereal sobre superficiesembrada (R') (en Qm./Ha.)

Famtr. Fuentes, sec. 1.1

R' Med.Mw.R'

261

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EI comportamiento diferenciado en Zaragoza de los rendimien-

tos en secano y regadío de los cereales, creo que refuerza y corroborala argumentación que anteriormente se ha realizado sobre el com-

portamiento general de aquéllos (ver cuadro 5. 3). Las diferenciasson fundamentalmente dos: por un lado, crecieron más los rendi-

mientos en regadío en la fase alcista en los tres cereales cultivadosen ambos sistemas; por otro lado, disminuyeron bastante menoscuando se produjo la tendencia contraria. Puede añadirse que su

crecimiento se prolongó además hasta fines de la segunda década,alcanzándose por lo tanto los valores más altos algunos años mástarde que en el secano. Todo ello creo que refuerza la idea expuesta

anteriormente de que la atípica evolución de los rendimientos de loscereales en Zaragoza se debió a una serie compleja de fenómenos yno a una única causa. Así en regadío, donde la ocupación de nuevastierras no jugó un papel similar al secano, la disminución fue muyinferior, aunque es posible que aquí la competencia con las plantasintensivas desplazara los cereales no sólo del regadío como de hecho

ocurrió, sino también del regadío permanente al eventual y hacia las

tierras regadas de peor calidad.

Los rendimientos del viñedo

Del examen del promedio anual de rendimientos agrícolas del

viñedo en cada quinquenio, podemos deducir un comportamientorelativamente similar en las tres provincias aragonesas y entre éstasy España. En este sentido se aprecia una caída relativamente suavede los rendimientos coincidiendo con la filoxera y el inicio del pro-ceso de reconstitución, una posterior alza y un nuevo descenso desde

mediados de los años veinte que se prolonga hasta los treinta (ver

cuadro 5. 4).

Para aclarar las causas de este comportamiento es convenienteanalizar también los rendimientos totales del viñedo, es decir los

hectolitros de mosto producido por cada hectárea de viñedo cuyofruto fue destinado a la vinificación. Lógicamente los rendimientos

totales serán consecuencia no sólo de los rendimientos agrícolas,sino cambién de los industriales, es decir del mosto producido por

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la cantidad de uva destinada a la vinificación. Estos rendimientosindustriales tuvieron una pequeña influencia én la variación de lostotales ya que tendieron a permanecer en un nivel estable y sin quesufrieran ni siquiera variaciones de año en año de importancia.

El examen de los rendimientos totales no muestra una evolu-

ción distinta a la de los rendimientos agrícolas dado lo expuesto an-teriormente. Los datos de la década de los ochenta del siglo pasadomuestran rendimiencos superiores a los de los años de la crisis filo-xérica, excepto en el caso de Teruel.

Las razones de la evolución de los rendimientos son complejaspor cuanto no tenemos datos suficientes que nos permitan llegar aconclusiones claras. En cualquier caso pueden sugerirse algunas hi-pótesis al respecto. La caída, aunque insisto no muy importante, delos rendimentos en los primeros años del siglo XX que tiende a to-car suelo en el momento de máxima reducción de la superficie deviñedo, hacia 1915 en Huesca y Teruel, y 1910 en Zaragoza, pudoestar asociada a las consecuencias de la plaga filoxérica y al hecho deque superficies atacadas por el insecto pero no totalmente destrui-das, fueran contabilizadas como en producción, lo que tendería abajar los rendimientos. Además, en sus primeros años el viñedo re-constituido tendía a dat cosechas todavía pequeñas. Posteriormentetuvo lugar un alza importante de los rendimientos. Ello pudo de-berse al hecho de entrar en plena producción el viñedo reconstituidoy, sobre todo, a los cuidados que aquél recibió, en forma de mejoreslabores, abonado y protección frente a las enfermedades criptogámi-cas, como hemos visto en el capítulo referente al cambio técnico.

El descenso final puede atribuirse justamente a lo contrario, es

decir a que los agricultores como consecuencia de la mala coyunturaque atravesó el vino, descuidaran las labores y tendieran de estaforma a compensar la caída en la remuneración obtenida por la cose-cha, con una disminución de los costes de producción^^.

Vista la evolución de los rendimientos y las razones que la ex-plican, sólo queda, realizar una valoración de dicha trayectoria. AI

10. Así ha sido sugerido para Espña por D. Gallego (1986 a), p. 530 y S. Zapata (1986),pp. 1138-1139, y para Cacuña por J. Pujol (1988), pp. 525-526.

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hablar del viñedo es necesario tener en cuenta en primer lugar lasdificultades que las enfermedades criptogámicas plantearon a la vi-ticultura desde mediados del siglo XIX. El problema al que se en-frentó el viticultor no fue tanto conseguir un incremento de los ren-

dimientos como asegurar el mancenimiento de sus cosechas. Sioidium y mildew fueron combatidas con eficacia con medios pura-mente químicos de forma generalizada desde finales del siglo XIX^^

o mediante el cambio a variedades de viña más resistentes, la lle-gada de la filoxera exigió la renovación completa de los viñedos. Lareconstitución llevó aparejados unos mejores cuidados a las vides, lautilización de arados de vertedera y la adición de abonos inorgáni-cos. En este sentido creo que el éxito del cambio técnico en la viti-

vinicultura debe medirse no tanto en términos cuantitativos comocualitativos. A ellos nos hemos referido anteriormente cuando vi-mos cómo la reconstitución tuvo sólo verdadera importancia en Za-ragoza,.mientras en Huesca y Teruel su dimensión fue menor, aun-que no despreciable. En cualquier caso las tremendas diferencias encuanto a la intensidad de dicha reconstitución entre Huesca y Te-ruel por un lado, y Zaragoza por otro, fueron evidentes y profundas.

Los rendimientos del olivar

La evolución de los rendimientos agrícolas del olivar no siguióya una pauta tan similar en las tres provincias como ocurría en el vi-

ñedo (ver cuadro 5. 5). En el caso de Huesca se percibe una situa-ción de estancamiento de aquéllos hasta los inicios de la primeraguerra mundial, momento en el cual los rendimientos experimenta-ron una fuerte alza, para luego descender de nuevo, recuperarse mástarde y finalmente sufrir una fuerte caída en la década los treinta.

En Teruel hasta el inicio de los veinte se suceden alzas y bajas de losrendimientos dentro de una banda de oscilación no demasiadofuerte, para a partir de dicha fecha caer fuertemente hasta valoresmuy bajos. EL caso de Zatagoza se caracteriza por pattirse de valores

11. Lo que no consiguió eliminar completamente estas p(agaz, así hay que citar el hundi-miento en la producción viricola en todo Aragón en 1915 como consecuencia de una impor-tantísima invazión de mildew, vid. J. C. Iapazarán (1916), p. 99.

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superiores a los de las otras dos provincias, que sin embargo caenprimero momentaneamente pero luego ascender fuertemente du-rance la segunda década del siglo, descender de nuevo en la terceradécada y recuperarse levemente al final.

A1 no experimentar los rendimientos industriales fuertes oscila-ciones sino variaciones relativamente pequeñas, los rendimientostotales reptoducen lo dicho anteriormente para los agrícolas.

El contraste con España es claro, ya que allí los rendimientosagrícolas tendieron a crecer a lo largo de todo el primer tercio delsiglo XX, descendiendo sin embargo también en la década de lostreinta. Ahora bien hay que señalar la diferencia en el nivel de losrendimientos entre las provincias aragonesas y España, por ser muysuperiores los de aquéllas. A1 final del período, sin embargo, sólolos rendimientos de Zaragoza superaban, con mucho, a los de Es-paña, miéntras que los de Teruel y Huesca se situaban en valoresclaramente inferiores.

El nivel más alto de los rendimientos en Aragón muy bien pu-diera ser debido al hecho de existir aquí una mayor proporción deárboles de variedades menos veceras, lo que determinaba en generalunos mayores rendimientos medios a lo largo de un periodo. Zara-goza, provincia que muestra el comportamiento más favorable delos rendimientos del olivar, tenía la peculiaridad de haber tenidoque replantar la casi totalidad de su olivar tras las heladas que en

1888 habían arrasado aquél, lo que sin duda pudo influir en el he-cho de que una mayor juventud de los árboles asegurara unos mayo-res rendimientos.

La caída de los rendimientos que tuvo lugar en algunas zonas deAragón y Valencia en los últimos años del periodo examinado esachacada por Francisco Zambrana a la expansión de la superficie delolivar y al hecho de que éste había ocupado tierras progresivamentemarginales1z. La explicación parece ser bastante acertada para Te-ruel, donde la caída de los rendimientos es muy imporcante desde

aproximadamente los años de la primera guerra mundial hasta

12. E Zambrana (1987), p. 106.

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1935. Paralelamente tiene lugar una importantísima expansión dela superficie desde 1914 hasca 1935, duplicándose entre dichas fe-chas aquélla. En consecuencia la hipótesis de que fue el emplaza-

miento de los nuevos olivares en peores tierras, y quizás también elenvejecimiento de los antiguos, la causa de la caída de los rendi-mientos parece bastante probable, dado que no tenemos noticias so-bre un descuido de su cultivo, sino más bien de lo contrario.

EI descenso de los rendimientos en Huesca quizás pudiera de-

berse también a las mismas causas por cuanto la superficie del oli-var también experimentó un fuerte crecimiento. Sólo Zaragoza es-capa a esta tendencia y parece responder más su comportamiento alas pautas que señalamos al hablar de los cereales, ya que coincidende forma bastante notable las coyunturas de ambos. La fuerte su-bida de la segunda década del siglo bien pudiera deberse al uso de

abonos y mejora de las labores en unos años de buenas expectativasoleícolas, mientras que posteriormente hubo un descenso en losrendimientos que pudiera tener que ver con una atenuación de di-cho abonado y cuidados.

En resumen al hablar del olivar llama la atención el estanca-miento de los rendimientos e incluso el retroceso ocurrido en Te-ruel. Creo que es importante señalar como paralelamente, y tal ycómo hemos visto anteriormente, en aquellos mismos años tuvo lu-gar por el contrario una intensa modernización en la elaboración delaceite, mejorándose notablemente su calidad. La coexistencia deuna situación en la que se invirtió en la infraestructura industrial dela producción de aceite, (lo que permitía mejorar notablemente su

calidad), y en la ampliación de la superficie ocupada por olivaresmuestra el carácter dinámico de la agricultura olivarera, a pesar deldescenso de los rendimientos.

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Cuadro 5.3- Zaragoza. Superficie de cereales en regadío y rendimiencos

{1)Rendtos.

{2)Superf.total

Cereales

[3)Super.Cer.

Cereales

[4)% {3)/{4)Regadío

1891-1895 9,58 210.072 s.d.1896-1900 9,83 208.138 s.d.1901-1905 10,90 196.450 54.929 28,01906-1910 15,51 192.076 51.771 27,01911-1915 14,41 187.100 42.030 22,51916-1920 13,49 222.094 34.168 15,41921-1925 9,41 234.227 30.241 12,91926-1930 10,49 236.804 26.696 11,31931-1935 10,21 258.719 31.536 12,2

s.d.= datos

Fuente: Elaboración propia con base en fuences sec. 1.1.

Cuadro 5.4. Promedios quinquenales de los rendimientos agrícolaz (R1)

(en Qm. de uva por Ha.) y totales (R3) (Hls. de mosto por Ha) del Viñedo

Rendimiencos Agrícolas (R1) Rendimiencos totales

Huesca Teruel Zaragoza España Huesca Teruel Zaragoza

1885-1890 13,07 11,43 16,461898-t900 24,23 22,12 23,60 25,35 1891-1900 (1) 15,13 13,22 15,091901-1905 18,50 21,42 t7,80 22,28 1901-1905 11,73 13,47 11,241906-1910 19,89 21,26 19,23 19,75 {906-1910 12,46 12,95 12,40{911-{915 16,70 18,32 18,76 20,49 1911-1915 9,87 11,32 11,88

1916-1920 23,60 18,29 22,33 30,15 1916-1920 13,66 1t,04 14,591921-1925 22,02 19,45 24,45 29,00 192{-1925 12,39 11,80 16,071926-1930 19,48 16,1t 14,91 25,88 1926-1930 11,39 9,16 9,841931-1935 14,81 17,09 {6,49 22,34 1931-1935 9,06 8,62 10,58

(1) EI dato de 1898 no ha sito tenido en cuenta para el cálculo del promedio por

su caráccer anómalo en cuanco

a la uva vinificada con respecco al tocal de uva recogida.

Fuente: Elaboración propia con baze en fuences sec. 1.1.

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Cuadro 5.5. Promedios quinquenales de los rendimientos agrícolas (R1)(en Qm. de aceituna por Ha.) y totales (R3) (Hls. de aceite por Ha.) del Olivar

Rendimientos Agrícolas (RI) Rendimientos cotales

Huesca Teruel Zaragoza España Huesca Teruel Zaragoza

1898-1900 11,81 13,06 16,10 7,04 4,46 2,60 3,621901-1905 8,08 13,99 17,44 8,47 2,32 3,30 4,141906-1910 9,18 10,56 11,00 7,51 2,36 2,01 2,141911-1915 11,38 15,00 16,17 9,61 2,75 2,80 3,261916-1920 15,21 12,70 20,00 10,65 3,73 2,38 4,211921-1925 10,36 6,05 13,88 10,11 2,40 1,15 2,771926-1930 12,94 5,08 14,22 11,05 2,71 0,95 2,711931-1935 7,55 4,57 15,59 9,08 1,68 0,96 3,02

Fuente: elaboración propia con base en Fuentes, sec. 1.1.

5.2. La productividad del trabajo

La productividad del trabajo agrario, medida en términos de pro-ducto agrario a precios constantes de 1910 por activo masculino^;, ex-perimentó un incremento importante en el primer tercio del sigloXX, tanto en el conjunto de Aragón como en cada una de sus tresprovincias. Este incremento cobró especial intensidad a partir de lasegunda década del siglo14. EI mayor crecimiento, con diferencia, co-rrespondió a la provincia de Zaragoza, tratándose en este caso de unaumento de la productividad resultado del crecimiento del productoy disminución paralela del número de activos agrarios masculinos. Enlos casos de Huesca y Teruel, los menores aumentos en la productivi-dad del trabajo, combinaron un estancamiento en la producción conun descenso en el número de activos (ver cuadro 5. 6).

13. Lo correcto sería sustituir en el denominador el número de accivos mazculinos por lashoraz-persona empleadaz en la generación del producto. Sin embargo es imposible disponerde estos datos, por lo que de hecho estamos calculando sólo una aproximación a la productivi-dad del trabajo. Debe cambién tenerse en cuenta que el numerador no es sino el producto co-cal agrario, lo que introduce codavía nuevaz distocsiones. Emplear datos de activos mazculinosen lugar de activos cotales se debe a la mayor corrección de sus cifras.

14. Es necesario recordar laz seriaz dudas que en el capítulo sobre población acciva agra-ria nos merecían las cifraz de Huesca y Teruel de 1930 de población activa. ReAejaban un exa-gerado crecimiento de la población induscrial, lo que quiere decir que el incremento de laproduccividad del trabajo sería inferior en la realidad a lo mostrado por dichos cuadros.

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Considerando el producco agrícola, en vez del agrario, por ac-tivo masculino, las pautas seguidas fueron similares, duplicandotambién en este caso el crecimiento de la productividad en Zaragozaal de las otras dos provincias.

Con objeto de descomponer la productividad del trabajo, a efectode facilitar su análisis, podemos utilizar una fórmula que nos permiteagrupar por un lado los factores que tienen que ver con los rendi-mientos físicos de la tierra y por otro los referidos a la cantidad de tie-rra que puede trabajar cada activo. De esta forma, si consideramosque Y es el producto agrícola, L el número de activos masculinos y Ala superficie agrícola, la productividad del trabajo Y/L será igual

Y/L = Y/A . A/L

De esta forma la productividad del trabajo será resultado de laproducción por hectárea y de las hectáreas cultivadas por activo. Siexisten variaciones en la productividad del trabajo, éstas podrían ser

consecuencia o bien de cambios en los rendimientos físicos de la tie-rra, o bien deberse al hecho de que a igualdad de rendimientos físi-cos las hectáreas por activo han aumentado. Para que ello fuera posi-ble sería necesario que existieran avances en la mecanización, que seutilizasen nuevas técnicas ahorradoras de trabajo,etc.

Cambios en los cultivos podrían afectar a ambos términos de la

fórmula, ya que además de ser, por ejemplo, más productivos, po-drían exigir una distinta cantidad de trabajo.

De lo visto en epígrafe anterior se deduce que sí hubo un creci-miento de la productividad del trabajo éste tendría su origen en uncambio técnico que hizo posible una disminución de la cantidad detrabajo en la agricultura. '

Si estudiamos ahora conjuntamente la evolución de la poblaciónactiva y del suelo agrícola, dispondremos de una serie de las hectá-reas cultivadas por activo agrario. Esta ratio no indica obviamenteuna mayor eficiencia en aquellas agriculturas en las que un trabaja-

dor cultive un mayor número de hectáreas, por cuanto diferentescultivos implican distintas dotaciones de fuerza de trabajo. En estesentido, es lógico que en Aragón, donde existía una agricultura bá-

sicamente cerealista extensiva, fuera alto el número de hectáreas

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cultivadas por activo. Por ello es preferible estudiar la evolución de

este cociente tomando números índice. Su variación puede venir

causada, tanto por un empleo más intensivo de la mano de obra, por

la mecanización agraria, por cambios en las labores realizadas,varia-

ción de los cultivos o del grado de intensificación del uso del suelo.

En todo caso puede servirnos como una aproximación de la evolu-

ción de la relación entre tierra y mano de obra en agriculturas en las

que la combinación de estos factores era distinta y también tendió a

modificarse en este periodo (ver cuadro 5. 7).

Comenzando por las hectáreas por activo masculino, entre 1888

y 1920 tendió a mantenerse estable la relación, aun cuando hubo

ciertas variaciones coyunturales. De éstas la más importante es la de

Zaragoza, donde en 1910 al coincidir uno de los peores momentos

de la crisis filoxérica y un mínimo de la superficie de cereales culti-

vada, cayeron las hectáreas cultivadas por activo masculino. A partir

de 1910 y sobre todo de 1920, tanto en todas las provincias arago-

nesas como en España, el aumento de la superficie cultivada por ac-

tivo masculino experimentó un fuerte salto en el sentido de un ma-

yor número de hectáreas por cada uno de éstos.

EI aumento de la productividad por activo se debió por lo tanto

a factores que permitían una mayor dotación de tierra por trabaja-

dor. En este sentido un papel básico le cupo a la mecanización de las

faenas agrícolas, la intensificación del trabajo en el campo, la com-

plementariedad en la disposición de mano de obra asociada a la di-

versificación de cultivos, y el aumento en la eficiencia de la mano de

obra en la realización de las faenas agrícolas derivada de mejoras en

la educación, especialmente de tipo agrícola. También es posible

que nuestra deficiente medición de la productividad implique que

al no contabilizar sino activos másculinos fijos de la provincia, se ol-

vide el recurso a trabajadores temporeros de otras provincias en los

momentos de fuerte demanda de mano de obra, lo que si bien en

nuestro cálculo significaría un incremento de aquella productivi-

dad, no sería así necesariamente en la realidad.

Concluimos en otro capítulo que el precio del factor trabajo eta

uno de los determinantes básicos de la mecanización, aunque no el

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único, y en este sentido en el campo aragonés coincidió temporal-mente dicha mecanización con la mayor demanda de trabajadoresdesde el sector industrial y la consecuente emigración desde el

campo. Está claro que fue por lo tanto, la mecanización una fuentede ahorro de mano de obra muy importante, especialmente en elsistema cereal, donde labores como la siega habían pasado en la ma-yor parte del territorio aragonés de ser realizadas por segadores abrazo, a llevarse a cabo con segadoras mecánicas que disminuían lasnecesidades de factor trabajo. Lo mismo puede decirse de la mecani-zación de la trilla y la incipiente entrada de cosechadoras y tracto-res. Los mayores avances en la productividad del trabajo en Zara-goza son muy coherentes con la mayor mecanización de las laboresagrícolas en esta provincia.

Las ventajas que la diversificación de cultivos ofrecía para unautilización más intensiva de la mano de obra son obvias, y lógica-mente fue Zaragoza, la única provincia en la que tuvo lugar un pro-ceso de este tipo, la que mayores ventajas pudo obtener en este sen-tido. La no coincidencia de las labores de la remolacha, los cereales,el viñedo o el olivar, llevaba a la no especialización de los trabajado-res en una única tarea y pot el contrario a su ocupación sucesiva endiversos trabajos15. Así por ejemplo, el que en el regadío de estaprovincia fueran ptogresivamente desplazados los cereales por la re-molacha azucarera, significó que durante la cosecha de éstos en ve-rano se contase con más mano de obra, ya que en ese momento no seprecisaba fuerza de trabajo para la remolacha. De esta forma un cul-tivo tan intensivo en trabajo como la remolacha, permitía una ocu-

pación más completa de la mano de obra, pot su complementarie-dad con el secano, al no coincidir su calendario agtícola con el de losce>;eales^b.

15. J. Rivera (1897), pp. 94-95.1G. En este sentido la recolección de los cereales en Zaragoza, sin duda el trabajo agrícola

que requería el mayor número de ttabajadores, no coincidía con ninguna de las principales fa-enaz de la remolacha azucarera, el viñedo o el olivar. la recogida de la remolacha concentradaen noviembre (30%) y diciembre (60%), coincidía con la siembra de los cereales, sobre todoen el último mes, en el que también se realizaba la recogida de las olivas. Vid. Míniscerio deAgricultura, Pesca y Alimencación (1982 ^.

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Hay que insistir por último, en que la demanda de trabajadores

en momentos puntuales de gran intensidad en las faenas agrícolas,solía cubrirse mediante el recurso a mano de obra temporal emi-grante y también con la utilización de personas normalmente no

ocupadas a tiempo completo en la agricultura, como mujeres y ni-ños. En lo relativo a lo primero ha sido señalado para la provincia deZaragoza cómo estas inmigtaciones de temporada tuvieron su apo-

geo en las dos primeras décadas de este siglo, aun cuando ya existíananteriormente, para luego ir declinando de forma paralela a la intro-ducción de las segadoras y trilladoras^^. La presencia de estos tempo-reros permitía la existencia de un menor número de personas en laprovincia dedicadas a tiempo completo a la agricultura.

Nada hemos dicho sobre la evolución de la productividad deltrabajo en la segunda mitad del siglo XIX. La no existencia de da-tos suficientes y fiables que nos permitan estimar el valor del pro-ducto agrario hasta 1888, imposibilita un cálculo fiable.

Leandro Prados a partir de estimaciones del producto agrariopara España a mediados del siglo XIX, ha manifestado cómo entre1860 y 1910 hubo un importante crecimiento de la productividaddel trabajo, lo que le lleva a concluir que se debió no a un incre-mento de la tierra por trabajador, ni tampoco al cambio técnico,sino a una mejora en la organización de la producción. Además, se-

ñala Prados que el hecho de que la productividad se mida en térmi-nos de producto por activo en vez de producto por hora-hombre,como sería lo más correcto, no permite tener en cuenta una posibleintensificación del trabajo, lo que es muy posible que ocurriera^S.

Creo que estas hipótesis son correctas y permiten entender bas-tante bien lo que pasó, aunque dicho análisis presenta el problemade los límites cronológicos elegidos. Entre 1860 y 1910 tuvo lugarprimero una importante expansión de la agricultuca, una crisis

agropecuaria y finalmente el inicio de un nuevo proceso expansivocaracterizado ya por el cambio técnico. En consecuencia se ha ele-gido un período poco homogéneo y con importantes cambios en el

17. M. Marín Canralapiedra (1973)> pp• 80-81; J. Rivera (1897).18. L. Prados de la Escosura ( 1988), pp. 115-117.

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uso de los factores productivos. En consecuencia se están midiendofenómenos y coyunturas muy diversas, por lo que sería convenienteacotar un período más homogéneo.

Los datos disponibles para el conjunto de España no muestranentre 1860 y 1888 un crecimiento de la tierra por activo, por lo que

cualquier incremento de la productividad del trabajo en el caso deque realmente tuviera lugar sólo pudo deberse a un aumento de losrendimientos físicos de la tierra, difícil de creer en un período defuerte expansión de la supe^cie cultivada y en ausencia de cambiostécnicos importantes. Ahora bien, un incremento de la productivi-dad de la tierra como consecuencia de la expansión de cultivos conmayores rendimientos por hectárea como viñedo u olivar y otrosorientados hacia la exportación si que parece fuera de duda19. Ade-más es muy posible que el proceso de formación del mercado inte-rior con los procesos de especialización regional que tuvieron lugar,y la nueva organización de la producción tras la reforma agraria li-beral implicaran ganancias en la productividad sin cambio técnico.

En el caso de Aragón contrastan los casos de Huesca y Zaragozacon el de Teruel. En los primeros creció fuertemente encre 1860 y1888 el número de hectáreas cultivadas por activo; en el segundo larelación se mantuvo prácticamente estable. Ahora bien las causas delo ocurrido en Teruel y en el resto de España fueron diferentes. En elprimer caso se conjugó un casi nulo crecimiento de los activos agra-rios con un moderado crecimiento del suelo cultivado, mientras queen España hubo un mayor crecimiento de los activos agrarios contambién un mayor crecimiento del suelo cultivado. En definitiva loque contrasta es el caso de Huesca y Zaragoza, en los que un creci-miento importante de la superficie cultivada se realizó con un des-censo de los activos empleados. Podría ser la explicación de estaevolución una diferente contabilización del trabajo de las mujeres

en los distintos censos, lo que invalidaría los datos que hemos utili-zado. En el caso de que no fuera así, del resto de las soluciones posi-

bles que podrían expicar el incremento de la supe^cie cultivada sincrecimiento del número de activos, la más plausible es en mi opi.-

19. L. Prados de !a Escosure(1988), pp. 115-119.

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nión una intensificación en la utilización de la mano de obra dispo-

nible y la consecuente reducción del subempleo agrícola. Esta úl-tima posibilidad me parece la más probable, aunque no dispongo dedatos adicionales que me permitan ratificar esta hipótesis20.

Cuadro 5.6. Productividad en el trabajo

Producto agrícola (a precios de 1910) por activo masculino

188G-1890 t900 1910 1917-1921 t930-t935

Huesca 1.375 1.371 1.364 1.499 1.688Teruel 1.053 1.174 1.151 1.134 1.428Zaragoza 1.27G 1.173 1.114 1.488 1.637Aragón 1.247 1.230 1.195 1.390 1.596

NUMEROS INDICE (BASE 100= 1900)

188G-1890 t900 1910 1917-t921 t930-1935

Huesca 100 100 99 109 123Teruel 90 100 98 97 122Zaragoza 109 100 95 127 140Aragón 101 100 97 113 130

Fuente: Elaboración propia con base de cteditos de producción del apéndice y datos población cotiva defuentes. sec. 1.3.

5. 3. Do.r modelo.r de de.rarrollo agrícola

Podemos concluir este capítulo haciendo una valoración con-junta sobre el comportamiento de los distintos factores y su aporta-ción al crecimiento del producto agrario.

En primer lugar es necesario precisar que aun cuando en las pá-ginas siguientes sé ténderá a remarcar las diferencias más significa-tivas entre Huesca y Teruel por un lado y Zaragoza por otro (ya quenuestros datos son provinciales), en realidad lo que estamos ha-

20. L. Prados de la Escosura ( 1988), p. 130, señala también la reducción del desempleoencubietto en la agricultura como una hipótesis muy razonable. EI trabajo de Clazk sobre elcrecimiento de la productividad en una agricultura sin cambio técnico, muestra la importan-cia que en este sentido podía cener la velacidad con que se realizaran los trabajos y las impor-tantes diferencias atribuibles a esta sola causa que existían entre diversos países en el mismomomento. Vid. G. Clark (1987).

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ciendo es distinguir la evolución de la zona del valle y las zonasmoncañosas del norte y sur de Aragón. Por ello en mayor o menormedida los Ilanos cerealistas del sur oscense o la Tierra Baja y vegadel Jiloca turolense, compattieron muchos rasgos comunes con laprovincia de Zaragoza, de la misma forma que la evolución de algu-nas zonas montañosas de esta última tendió a parecerse más a suscomarcas colindantes de las otras dos provincias.

Cuadro 5.7. Evolución de la superficie agrícola por activo (total y masculino)

Hectáreas de suelo agrícola por activo agrario (Ha.por accivo)

1860 1888 1900 1910 1920 1930

Huesca 3,45 5,39 5,13 5,45 5,32 7,24Teruel 5,82 6,17 6,36 6,51 6,74 9,50Zaragoza 3,12 4,31 4,07 2,64 4,66 5,78Aragón 3,89 5>14 5,03 4,31 5,42 7,14España 3,69 3,82 3,33 3,56 4,20 5,18

Hectáreas de suelo agrícola por accivo masculino (Ha.por activo masculino)

1888 1900 1910 1920 1930

Huesca 5,57 5>28 5,49 5,48 7,36Teruel 6,71 6,71 6,58 6,88 9,60Zaragoza 4,49 4,17 3,36 4,80 5,91Aragón 5,40 5>20 4,85 5,57 7,27España 4,44 3,98 3,93 4,55 5,59

Los datos de población activa corresponden a los censos de 1860, 1887, 1900,

1910, 1920 y 1930.

Los datos sobre suelo agrícola corresponden a los años 1860, 188G-1890, 1900,

1910, 1917-1921 y 1930-1935. Deben encenderse por lo tanto las ratios calcula-

das situadas en torno a los años señalados.

Fuente: Elaboración propia con base en Fuentes, sec. 1.1 y 1.4. Los datos de pobla-

ción activa de España, S. Gil (1979), pp• 311-323 .Los datos sobre superficie

agrícola de España, J.Pujol (1988), pp. 137 y 140.

Interesa matizar por otra patte, que a continuación vamos a ca-racterizar el cambio agrario basándonos en la evolución de la pro-ductividad y en el uso de los factores productivos. Ahora bien, elanálisis de la ptoducción no lo realizaremos sino en el capítulo si-guiente. Es por ello conveniente poner de relieve el hecho de que

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mientras el producco agrario y agrícola de Zaragoza medido a pre-cios de 1910 creció entre 1900 y 1935 un 19% y un 21% respecti-vamente, en Huesca decrecieron respectivamente ambos un 4% yun 6% y en Teruel un 8% y un 7%.

La agricultura aragonesa en conjunto se puede decir que tendióa incrementar su producto por trabajador mientras el producto porhectárea permaneció constante o disminuyó, según de qué área geo-gráfica se trace.

Esta caracterización general exige varias precisiones. La primeraes la necesidad de poner de relieve las diferencias entre el secano y elregadío; la segunda tiene por objeto resaltar las diferencias geográfi-cas provinciales. Ambas serán examinadas a lo largo de la argumen-tación que sigue.

Ahora bien, ^cuáles fueron las razones que explican esta opciónhacia una agricultura de bajos rendimientos físicos de la tierra y deuna productividad del trabajo más alta?

Creo que el medio físico descrito anteriormente, ayuda a enten-der con claridad la opción seguida. En los secanos aragoneses loscondicionantes ecológicos imponían límites claros en la consecuciónde una agricultura de altos rendimientos por hectárea, especial-mente por la aridez del territorio. Pero además de los límites físicos,los límites económicos eran todavía más estrechos, por cuanto elalto coste de la puesta en regadío de las tierras o la no disponibili-dad todavía de semillas de más altos rendimientos en una supe^ciededicada masivamente a los cereales, cuyos precios no evolucionaronde forma demasiado favorable en el primer tercio del siglo XX, con-vertían a aquellas inversiones en poco o nada rentables Ilegado uncierto punto. Como se ha puesto de relieve al estudiar los rendi-mientos físicos de los cereales, el cambio técnico impulsó primeroun fuerte crecimiento de aquellos rendimientos, aunque finalmencela rocuración de nuevas tierras, progresivamente de peor calidad im-puso su caída. Lógicamence a esta caracterización escapaban las tie-rras que disponían de regadío permanente, y de hecho aquí la evolu-ción seguida se apartó claramente del comportamiento del conjuntoque estamos explicando, como más adelante se verá para que sirvade contrapunto a lo ocurrido en el secano.

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Si una agricultura muy intensiva encontraba límites derivadosde los propios precios de los productos agrícolas -básicamente delos cereales, viñedo y olivar en el secano- y del precio de los factoresproductivos que exigía aquella dirección, ^qué ocurría por el contra-rio con la posibilidad de roturar más tierra? Nada sabemos sobre elprecio de la tierra en este período, ahora bien la expansión agrícolatendió a ocupar tierras cuyo aprovechamiento anterior era exclusiva-mente de tipo ganadero-extensivo, por lo que es lógico pensar quesu precio cuando fueran aquéllas de propiedad particular no debióde ser muy alto, y en otros casos, cuando se roturaron tierras comu-nales o de los ayuntamientos, éste fue muchas veces muy próximo acero. Probablemente el volumen de la inversión necesario para rom-per las tierras fue superior en muchos casos al propio precio de éstas.La opción de incrementar el producto mediante la adición de mástierta parece clata, ahora bien esta expansión no era posible sin cam-bios técnicos importantes. Debe resaltarse el hecho de que el cam-bio técnico por el que se optó fue coherente con la dotación de re-cursos y precio de los factores existente.

En este sentido puede decirse que en Zaragoza el proceso decambio técnico fue una respuesta dinámica a dicha dotación de re-cursos y al entorno económico21. Sin embargo no fue éste el caso deHuesca y Teruel. Si bien hubo un crecimiento en la productividaddel trabajo, el estancamiento del producto pone de relieve la difícilsituación de ambas provincias. Aquí contrasta dicha mejora en la

productividad del trabajo con el descenso de la productividad de latierra. En este sentido el modelo de cambio técnico desarrollado enZaragoza no respondía a las necesidades específicas de gran parte dela superficie de aquellas dos provincias que no supieron o pudieronencontrar su camino de desarrollo.

En Zaragoza se ha descrito la difusión de los arados de verte-dera, el abonado que desde principios de siglo cobró gran importan-cia, étc., y cómo todos estos cambios hicieron posible primero unincremento de los rendimientos de las mejores tierras y también laroturación de nuevas tierras, que debían ser progresivamente de

21. De acuerdo con el planteamiento de Y. Hayami y V. Ruttan (1971), p. 26.

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peor calidad. Sin dichos cambios aquellas modificaciones hubieran

sido imposibles.

^En qué se diferenciaba este modelo de expansión del adoptado

en la segunda mitad del siglo anterior? En aquella ocasión la expan-

sión de la superficie cultivada aún fue más importante que en el pri-

mer tercio del siglo XX, estando separados ambos períodos expansi-

vos por la crisis finisecular. En la segunda mitad del siglo XIX la

principal diferencia fue que la expansión se llevó a cabo sin cambios

técnicos de importancia: los arados de vertedera estaban ausentes, el

abonado se realizaba sólo con abonos orgánicos, la investigación

agraria era inexistente. ... Todo ello implica que las tierras que se

roturaron lo pudieron ser sin los cambios técnicos del siguiente si-

glo, lo que debió ser posible por una mayor calidad de sus tierras y

por la adecuación del viñedo, uno de los protagonistas de aquellas

expansión,a tierras de baja calidad y gran aridez. Se está poniendo

por lo tanto el acento en el tipo de tierras roturadas y también en los

fines a los que fueron dedicadas. En este sentido se insiste en que la

tecnología disponible y los precios del producto y los factores expli-

can las posibilidades agrarias. El proceso de expansión de la segunda

mitad del siglo XIX fue posible por lo tanto sin cambio en los me-

dios técnicos, pero no ocurrió lo mismo cuando a partir de la se-

gunda década del siglo XX la favorable coyuntura de precios de los

cereales empujó hacia la roturación de tierras, muchas de ellas de

propiedad comunal, por cuanto dichas tierras requerían ya labores

más profundas y abonado como única forma de ser rentable su ex-

plotación.

No fue sólo el sistema cereal el que requirió nuevos medios téc-

nicos. La plaga filoxética y la reconstitución del viñedo con pies

americanos también exigió mejores aperos, más cuidados y ciertos

conocimientos técnicos sin los que aquella no hubiera sido posible.

En cuanto a la fuerza de trabajo empleada, se han expuesto las

razones que parecen justificar el hecho de que en la segunda mitad

del siglo XIX una agricultura expansiva coincidiera en Huesca y

Zaragoza con una mano de obra estable en términos absolutos y que

a falta de un proceso de mecanización significativo se ha explicado

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en términos de intensificación del trabajo y consecuente reducción

del subempleo en el sector, así como mejoras en la organización y

ganancias derivadas de la especialización. En el primer tercio del si-

glo XX la coincidenĜia con una situación en la que tenía lugar una

fuerte demanda de mano de obra también desde los centros urbanos

e industriales implicó ciertos cambios en los precios relativos de los

factores que tuvieron una influencia decisiva en la mecanización de

algunas de las labores del campo que exigían un mayor número de

trabajadores, como la siega o la trilla. Ello hizo posible que fuera

Zaragoza la provincia con un mayor incremento del producto agrí-

cola, y también con los mayores incrementos de la productividad

del trabajo. De esta forma se perfilaba, y con ello volvemos al punto

de partida, un modelo agrario que tendía a un incremento de la pro-

ducción por activo mientras la producción por hectárea permanecíaestable o incluso descendía.

Se ha descrito por lo tanto en líneas generales el modelo de la

agricultura de secano, con dos variantes, la dinámica y en creci-

miento de Zaragoza y la de una agricultura estancada en Huesca y

Teruel. En ambos casos hubo un indudable incremento del pro-

ducto por activo, mientras el producto por hectárea se estabilizó en

Zaragoza y descendió en Huesca y Teruel.

La agricultura desarrollada en las tierras regadas no se ajustó en

absoluto al modelo descrito para el secano. En primer lugar hay que

señalar el papel clave jugado por la diversificación de cultivos, que

implicó la sustitución de algunos de los que tradicionalmente ha-

bían ocupado el regadío, cereales y viñedo, por nuevas plantas como

la remolacha azucareta u otras ya conocidos pero hasta entonces

poco difundidas como la alfalfa. En general las plantas intensivas

tendieron a expansionarse en el regadío.

La relevancia del cambio técnico en el regadío fue muy notable.

De entrada fue imprescindible la transformación de muchas hectá-

reas de regadío eventual en permanente, lo que exigió en ocasiones

la realización de obras hidráulicas imporrantes y además otras de

menor dimensión de iniciativa particular. La utilización de abonos

inorgánicos para completat el abonado orgánico que tradicional-

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mente se reservaba para aquellas tierras, el uso de nuevos instru-mentos agrícolas, la participación de centros agrícolas experimenta-

'les en la difusión de los cambios anteriores y también de nuevos cul-tivos, fueron algunos de los aspectos más relevantes.

Consecuencia de todo ello fue un importante incremento de la

productividad de la tierra, no sólo como consecuencia de la difusiónde cultivos más rentables sino también por el propio crecimientoque los rendimientos físicos experimentaron. Así por ejemplo, losrendimientos físicos del trigo en regadío en Zaragoza, crecieron en-

tre 1896-1900 y 1931-35 un 20%, los de la cebada un 57% y losde la avena un 89%.

Por lo tanto frente al modelo del secano de una agricultura bási-camente cerealista con baja productividad de la tierra pero alta portrabajador gracias a la mecanización, convivió y fue complementaria

en el regadío una agricultura intensiva con alta producción por hec-tárea y trabajador. Un puente entre ambas lo constituyó la agricul-tura de los regadíos eventuales, cuyo mejor ejemplo estaba enHuesca, que sí por un lado tenía una producción por hectárea supe-rior al secano, por otro su carácter cerealista no le permitía alcanzatla productividad de la tierra del regadío permanente.

Frente a ambos modelos de desarrollo y crecimiento agrícola,quedaron mucĜas comarcas de Huesca y Teruel, bastante montaño-sas, viviendo una situación difícil. Se trataba de comarcas básica-

mente ganaderas y con una producción agrícola destinada al auto-consumo, en las que la crisis de su ganadería trashumantecradicional, la especialización agrícola con el consiguiente incre-mento de la competencia y la pérdida de población consituían algu-nos de los rasgos más característicos de aquella situación de crisis.

La pérdida de peso en la economía regional, su situación de estanca-miento, su despoblación y escasas perspectivas de futuro fueron lasconsecuencias de dicha crisis.

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