cap 3 sector movilidad
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Informe de la Comision de Seguimiento a la Contratacion. En este capitulo se analiza el sector de la movilidad. En dos secciones se estudia la contratacion de las obras de infraestructura y de la operacion del SITPTRANSCRIPT
Capítulo 3
EL SECTOR MOVILIDAD3
I. INFRAESTRUCTURA PARA LA MOVILIDAD
Desde 2008, el Distrito Capital viene desarrollando a través del Instituto de Desarrollo
Urbano, IDU, obras de infraestructura vial en tres grandes frentes, muy entrelazados: la
fase III de Transmilenio, TM (Carrera 10ª., Calle 26 y Carrera 7ª.), los seis distritos de
conservación vial en que está dividida la ciudad, y la fase I de las obras de valorización
previstas en el Acuerdo 180 de 2005. Además de esos frentes, se viene adelantando una
serie de obras menores (andenes, puentes peatonales, alamedas…). El conjunto de esos
frentes y obras –incluyendo los contratos y sus adiciones– vale $ 3,05 billones.
Aunque ese paquete está distribuido en varios centenares de contratistas, más del 60%
del mismo ha estado desde el comienzo en manos de cinco o seis grupos familiares o
empresariales –grupos de firmas sometidas a un control conjunto–.4
La situación original varió en la medida en que los contratos fueron sometidos a cesiones,
adiciones y reajustes de su valor, pero la concentración en vez de atenuarse se acentuó,
como lo muestra el siguiente cuadro:
Cuadro 3.1
Concentración contractual IDU 2008 – septiembre 2010
(millones de $ 2009)
Grupo familiar/
empresarial
Valor contratos
antes de cesiones /
adiciones /ajustes
%
sobre
total
Valor contratos
después de cesiones
/ adiciones /ajustes
%
sobre
total
Valor obtenido
por cesiones /
adiciones/ ajustes
CONALVÍAS (Jaramillo) 266.558,0 10% 781.841,6 26% 515.283,6
Solarte 313.225,1 12% 416.874,2 14% 103.649,1
ODINSA (Vélez-
Greindinger-Correa) 319.798,3 12% 384.660,2 13% 64.861,9
Gómez-Tapia 151.808,6 6% 172.688,9 6% 20.880,3
SAINC (Saa-Angulo) 163.135,4 6% 168.862,2 6% 5.726,7
Nule 398.850,8 16% - o - 0% - o -
Total 1.613.376,2 63% 1.924.927.1 65% 710.401,7
Fuente: elaboración propia a partir de datos del IDU y del portal Contratación a la Vista.
3 Los valores que se mencionan en este capítulo están expresados en precios constantes de 2009, a menos
que se indique algo distinto. 4 Para definir el valor de la contratación que le corresponde a cada grupo familiar o empresarial, se procedió
así: 1) se tomó el valor de los contratos celebrados por los consorcios o uniones temporales en los que participa el grupo; y, 2) se estableció lo que le corresponde al grupo en dicho valor, aplicando el porcentaje de participación del mismo en el capital del consorcio o unión temporal.
Como se ve, a través de cesiones de contratos, adiciones y ajustes, más de $700 mil
millones fueron asignados a grandes contratistas por trámites expeditos, sin procesos
licitatorios. Este es un rasgo particular de la concentración contractual bajo la actual
administración, que implica riesgos más altos para las entidades contratantes –en realidad
las operaciones de reasignación de recursos fueron más grandes: ascendieron a $846.380
millones; aquí se habla de $700.000 porque ese es el valor que le correspondió a las cinco
firmas que forman el top de los contratistas del IDU, que son objeto de especial examen
en este informe–.
Lo más evidente del cambio de situación fue el salto de la participación de CONALVÍAS del
10 al 26% de la contratación, en un par de años. Este grupo, originario de Cali y liderado
por Andrés, César y Édgar Jaramillo (con cédulas de la capital del Valle), se ha consolidado
bajo la administración Moreno como el principal contratista de Bogotá.
Al segundo grupo lo integran las firmas de los hermanos Luis Héctor y Carlos Solarte
Solarte (provenientes de Pasto). En ODINSA S. A. tienen una significativa participación los
hermanos William y Francisco Vélez Sierra (de Medellín) así como las familias Greindinger
(que actúa a través de su firma MINCIVIL S. A.) y Correa (originaria de la capital
antioqueña y dueña de Constructora El Cóndor S. A.). Uno de los tramos de la Calle 26 fue
contratado por ODINSA en asocio con VALORCÓN, sociedad controlada por Julio Gerlein
Echeverría, de Barranquilla.
El siguiente grupo empresarial está dirigido por Héctor Julio Gómez González y Emilio José
Tapia Aldana (de Sahagún, Córdoba), que contratan consorciados –asociados en
consorcios o uniones temporales– en la infraestructura de la movilidad. El último grupo,
SAINC S. A., pertenece a las familias Saa Navia y Angulo (de Valle y Cauca).
Esta nómina de grupos –que incluyó, en su momento, a los Nule– coincide en gran medida
con la de los megacontratistas de infraestructura del gobierno del presidente Uribe. Así,
por ejemplo, en la Ruta del Sol están los Solarte y CONALVÍAS; en la Ruta de las Américas,
ODINSA, Construcciones El Cóndor y VALORCÓN S. A. –Constructora Norberto Odebrecht,
que participa en la primera de esas autopistas, es gran contratista del Acueducto de
Bogotá–.
Contratación sin licitación: cesiones, reajustes y adiciones controvertidos
Los mega contratos de infraestructura fueron objeto de modificaciones que, como se dijo,
aumentaron los niveles de concentración y los riesgos de corrupción. Antes de examinar
esas operaciones, conviene repasar el contexto en que se produjeron.
El alcalde Garzón se había resistido a emprender las obras de la fase III de Transmilenio
pero al final de su mandato tomó la decisión de dejarlas contratadas, con la excepción de
la troncal de la Carrera 7ª. El valor original de esa contratación fue de $1,2 billones –con
adiciones y ajustes subiría, en el gobierno de Moreno, a $1,8 billones–.
La decisión sobre la Calle 26 (Avenida Eldorado) fue muy discutible. Mientras la Avenida
Caracas está moviendo 45.000 pasajeros hora-sentido en hora pico, por la Calle 26
transitarán 9.000, demanda que no requiere de buses de carril exclusivo. El costo de la
Caracas fue de $12.800 millones por kilómetro y el de la Avenida Eldorado ascenderá a
$72.800 millones. En otras palabras, la 26 costará seis veces más y moverá la quinta parte
de los pasajeros.
La construcción de esa troncal sólo se explica por criterios ajenos a las prioridades de la
movilidad, como la promoción internacional de la imagen de la ciudad y del propio
Transmilenio (la 26 conecta el centro con el aeropuerto).
Los estudios y diseños que tenía el IDU al momento de contratar estaban incompletos. No
se contaba con las licencias necesarias (ambientales, de las empresas de servicios
públicos…). El proceso de compra de predios no se había iniciado (se requirieron 118 sólo
para el intercambiador de la Estación Central, en la 26 con 10ª).
En algún momento, con posterioridad a la celebración de los contratos, fue necesario
establecer mediante otrosís (cláusulas adicionales) que los encargados de la obra de la
fase III actualizarían los estudios y diseños y harían otros que no alcanzaron a realizar los
diseñadores iniciales (Estación Museo Nacional, intersección de Calle 6ª con NQS).
Para complicar las cosas, los diseñadores han presentado reclamaciones contra el IDU
porque no les habría entregado los insumos necesarios para hacer su trabajo y les habría
exigido más labor de la contratada. El IDU les pidió concepto sobre esas reclamaciones a
los interventores de los contratos de diseño, lo que es riesgoso porque los ingresos de
éstos dependen de la magnitud de la tarea que se le apruebe y pague al contratista –los
interventores se vuelven juez y parte–.
Como es obvio, la falta de diseños, licencias y predios retrasó mucho las obras, generó
sobrecostos y conflictos entre las partes, y demandó reajustes permanentes en los
cronogramas, el flujo de caja y las metas físicas exigibles. Lo más grave de todo: por tener
rabo de paja, el IDU se volvió permisivo con los contratistas.
Cesiones conflictivas
En mayo de 2010 el retraso de las obras de la Avenida Eldorado era de 17 meses en el
tramo 3 (ODINSA–VALORCÓN) y de 16 meses en el tramo 4 (del grupo Nule, para entonces
recién cedido a CONALVÍAS). Los demás tramos también presentaban retrasos, pero
menores.
Algo similar ocurría con la legalización de los anticipos (la justificación de que se
invirtieron bien). En las obras de Transmilenio éstos ascendieron al 30%, lo que equivalió a
una suma global de $379.200 millones. De ese valor se le giraron a los contratistas, en
diciembre de 2008, $327.800 millones. A mayo de 2010, los consorcios estaban en mora
de legalizar el 62% de esa suma.
La situación más grave era la del grupo Nule: le faltaba legalizar el 85% del anticipo. Lo
seguían, en su orden, ODINSA-VALORCÓN (76%), los hermanos Solarte (56%) y CONALVÍAS
(55%). A COLPATRIA-Pavimentos Colombia sólo le faltaba regularizar el 7%.
Los Nule tenían el contrato más grande de los cinco de la fase III de Trasmilenio
celebrados bajo el gobierno de Garzón. Esos contratos valían, como se dijo, $1.2 billones
(sin reajustes ni adiciones). El de los Nule ascendía a $315.000 millones.
Dada la situación de las obras del grupo Nule, la administración planteó la posibilidad de
declarar la caducidad de sus contratos. Esto los hubiera inhabilitado como contratistas del
Estado en todo el país. Sin embargo, el gobierno distrital se temió una contrademanda de
los Nule porque podían demostrar que los atrasos se debían, en parte, al IDU. En todo
caso, la amenaza de la caducidad le sirvió al gobierno –aunque fue lento y dubitativo en el
proceso– para presionar por que se hiciera la cesión.
Al final se decidió de común acuerdo que los Nule le traspasarían sus contratos a otras
firmas. Una cesión es un negocio entre privados y le corresponde, en principio, al cedente
escoger al cesionario. Ellos presentaron como posibles cesionarios de su tramo de la 26 al
grupo COLPATRIA y a los hermanos Solarte pero finalmente la cesión se le hizo a
CONALVÍAS, por un valor de $270.000 millones. En la negociación los Nule fueron
asesorados por el abogado Álvaro Dávila.
Algo similar ocurrió con el Distrito Sur de conservación vial, uno de los dos distritos que
manejaron en consorcio los Nule con el grupo de Julio Gómez –los primeros aportaban el
50% del capital, el segundo el 45%, a través Costco Ltda.–. En enero de 2010 las obras
presentaban un atraso del 66% y estaban en riesgo $12.500 millones del anticipo
entregado al contratista.
Por esas razones, el contrato, cuyo valor es de $100.400 millones, le fue cedido a una
unión temporal en la que no participan los Nule. Sin embargo, el grupo de Julio Gómez
siguió presente en esa unión, a pesar de la responsabilidad que le cabía en la marcha
deficiente de las obras, e incluso aumentó su participación en el capital de la contratista
del 45% al 60%, a través de la firma Constructora Inca Ltda.
De la unión temporal cesionaria del contrato también forma parte la empresa española
Ortiz Construcciones y Proyectos S. A. que, según La Silla Vacía, está representada en
Colombia por la firma de abogados que encabeza Álvaro Dávila.
Ajuste al valor de la 10ª y la 26
A mediados del primer semestre de 2010 el IDU revisó el valor de los contratos de la
Carrera 10ª. y la Calle 26 y concluyó que debía aumentarse en $500.000 millones. Esto dio
lugar a un enfrentamiento entre el director de ese instituto y el secretario de hacienda. El
secretario objetó la adición por varias razones: falta de claridad sobre el costo real de las
obras, mal manejo de los anticipos por los contratistas, falta de recursos del Distrito.
Posteriores revisiones fijaron en $403.000 millones el incremento de los contratos, que
equivaldrán al 31% de su valor original. El IDU justifica las adiciones por el aumento de las
cantidades de obra (replanteamiento del túnel cercano al Concejo para no afectar un tubo
del Acueducto, taludes de los puentes del extremo oriental de la 26…).
Este reajuste concentró aún más la contratación distrital en el top de los mega contratistas
de Bogotá.
La mayor parte del incremento, $200.900 millones aproximadamente se destinará al
tramo 4 de la Calle 26, el cedido por el grupo Nule a CONALVÍAS (donde está el túnel en
mención).
Adición de obras de valorización a contratos existentes
Otra de las operaciones que contribuyó a acentuar la concentración contractual fue la
adición de ciertas obras nuevas a contratos anteriores. Así ocurrió con varios proyectos
contemplados en el Acuerdo 180 de 2005, que aprobó el cobro de una contribución por
valorización.
Dicho acuerdo estableció que no podían transcurrir más de dos años entre la asignación
de la contribución (la definición de cuánto debía pagar cada predio) y la contratación de
las obras. En caso contrario el IDU tendría que devolver las sumas que hubiera recaudado.
La contribución para financiar los proyectos de la fase I del Acuerdo 180 fue asignada en
noviembre de 2007, de manera que las obras debían estar contratadas, a más tardar, en
noviembre de 2009.
La administración se retrasó respecto a ese plazo y tal vez por eso dejó de licitar alrededor
de la tercera parte de los proyectos de la fase I. El valor de esa parte de los proyectos era
de $95.430 millones. Fueron adicionados a contratos en curso, así:
Cuadro 3.2
Proyectos de valorización adicionados a troncales fase III y a distritos de conservación
Contratos a los que se
adicionan Contratista
No. de proyectos
adicionados
Valor proyectos
(millones de $ 2009)
Troncal TM Calle 26
CONALVÍAS 2 35.100
Nule 1 3.000
ODINSA-VALORCÓN 1 8.000
Troncal TM Carrera 10ª Solarte 2 25.100
Distritos de conservación vial
SAINC-Cóndor 2 11.230
Aguilar Construcciones S. A 2 8.000
Gómez-Nule 1 5.000
Total 11 95.430
Fuente: elaboración propia a partir de datos del IDU.
La administración recurrió a curiosas explicaciones al agregarle las obras de valorización a
contratos en curso. Por ejemplo, las intervenciones sobre la Avenida Sucre (Carreras 19 y
20) y la Avenida Mutis (Avenida Calle 63) fueron adicionadas a contratos de los tramos de
Transmilenio en la 10ª y la 26, con el argumento de que esas avenidas son “vías de desvío
para la adecuación de las troncales de la fase III”.
Esto llama la atención porque en los contratos originales de TM debió quedar incluida la
adecuación de todos los desvíos necesarios, la cual debió ejecutarse antes de iniciar la
construcción de las troncales. Resulta extraño adicionar intervenciones sobre desvíos dos
años después de la contratación de la obra principal.
Por otro lado, las obras de valorización implican intervenciones más severas (redes de
servicios públicos, estructura del pavimento, espacio público…) que las de la adecuación
de desvíos, las cuales consisten básicamente en parcheo en puntos determinados.
En cuanto a la justificación de la adición de obras de valorización a los contratos de los
distritos de conservación vial, el IDU señaló que el objeto de éstos es la intervención
integral de las correspondientes zonas de la ciudad, que incluye desde diseños hasta
construcción de las vías. Según eso, toda obra nueva requerida podría adicionarse a los
contratos de conservación en curso, aunque éstos solo fueron concebidos para poner en
buen estado la malla vial existente.
Las adiciones de las obras de valorización a otros contratos contraviene las normas legales
sobre la selección de los contratistas y en particular la obligación de adelantar procesos
licitatorios. Eso le da juego al favoritismo en la asignación de los negocios.
A causa de esas adiciones contractuales la Personería Distrital les abrió investigación
disciplinaria a varios funcionarios del IDU.
Problemas de los grandes contratistas
El caso Nule
Manuel y Miguel Nule son oriundos de Tolú, Sucre, y hermanos entre sí. Su primo Guido
Nule es originario de Barranquilla. Desde muy jóvenes iniciaron actividades empresariales
construyendo redes de gas domiciliario en ciudades de la Costa Atlántica, región en la que
su familia cuenta con influencia social y política. Según la Revista Semana el grupo Nule
llegó reunir más de 35 firmas en los sectores de energía, agua y construcción y alcanzó a
participar en más de 86 consorcios para licitaciones públicas, a facturar más de 200
millones de dólares al año y a construir más de 2.000 obras de infraestructura.
El desarrollo del conglomerado se basó en la contratación con el Estado y en el acceso de
los Nule a las altas esferas gubernamentales de la nación y las regiones. Parte de su capital
de trabajo provino de aportes de entes territoriales y nacionales, en operaciones poco
claras. En todo caso, sorprende que el crecimiento de las compañías se haya sostenido en
el tiempo porque presentaron casi desde el comienzo problemas de desorden
administrativo, ineficiencia operativa y baja calidad del producto. Más adelante se les
agregaron los de iliquidez e insolvencia: tapaban los faltantes en unos frentes con los
anticipos que recibían para otros, en una espiral de aumento del déficit.
Según la revista Semana “en privado, algunos competidores […] se atreven a decir que
como los sobornos fueron parte integral de la fórmula de triunfo [de los Nule], implicaban
un sobrecosto adicional que agravaba los problemas de liquidez”.
Al parecer, una práctica a la que recurrieron con frecuencia los empresarios mencionados
consistió en comprar sociedades sin modificar formalmente sus registros para camuflar su
presencia en ellas y eludir normas y condiciones que trataban de evitar la concentración
de los contratos en un solo grupo.
A mediados de 2009 se agudizaron los retrasos de sus obras en la Avenida Eldorado,
relacionados, al parecer, con la distracción del anticipo de $94.200 millones que les había
entregado el IDU. Esto desencadenó el proceso de cesión de su contrato a CONALVÍAS.
Pero antes de eso, cuando su atraso ya era muy evidente, se les habían adicionado dos
proyectos de obras de valorización a sus distritos de conservación vial y a su tramo de la
troncal de la 26.
Las prácticas poco ortodoxas de los Nule se extendieron, a ojos vista de las entidades
contratantes, al control de las interventorías que se les hacían a sus contratos. En varios
casos los Nule adquirieron participación en el capital de las sociedades que les hacían
interventoría.
Véase un ejemplo. El Distrito Suroriente de conservación vial estuvo inicialmente en
manos del Consorcio GTM, conformado, entre otras, por una empresa del grupo Nule.
Ejerció, y ejerce actualmente, la interventoría el Consorcio PRO 3, del que forma parte la
sociedad PROINTEC S. A. Mauricio Galofre Amín ha sido representante legal tanto del
consorcio constructor como del interventor y apoderado en Colombia de la firma
PROINTEC S. A. Galofre Amín hace parte del círculo familiar de los Nule y ha sido
representante legal de las empresas de éstos en licitaciones realizadas en otros lugares del
país.
De la grabación de una conversación telefónica entre Miguel Nule y el representante a la
Cámara Germán Olano, que fue divulgada en junio pasado, se colige lo siguiente:
Germán Olano está cobrando una suma de dinero (“esos 2.300 más o menos”) que los
Nule, Julio Gómez y alguien de apellido Dávila le deberían al propio Olano y al contralor de
Bogotá, Miguel Ángel Moralesrussi. Como medio de presión, Olano amenaza con que el
contralor intervendrá contra los que deben el dinero; sin embargo, afirma que él ha
decidido actuar como intermediario para resolver el problema “pues ambos grupos son
amigos míos” y para eso ofrece compartir la comisión que le corresponde con el contralor.
La conversación es muy comprometedora para los aludidos en ella. Pone en evidencia al
propio Germán Olano, como partícipe en intermediaciones contractuales ilícitas. Miguel
Nule fue cauteloso pero no rechazó las presiones de Olano ni controvirtió sus
afirmaciones sobre circunstancias de hecho, incluyendo la de que Guido Nule se había
reunido en un desayuno con el contralor en septiembre de 2009 –lo que significaría que
los Nule estaban jugándole a contactos non sanctos con la autoridad de control–.
En cuanto a Moralesrussi también queda en una situación complicada. Al reaccionar
frente a la conversación reseñada dijo que Germán Olano estaba utilizando abusivamente
su nombre, y que él todavía no era contralor cuando fueron contratadas la Carrera 10ª y la
Calle 26. Sin embargo, es difícil que un dirigente político avezado como Olano, ex concejal
de Bogotá y miembro del Congreso, se hubiera arriesgado a comprometer de la manera
en que lo hizo a un funcionario con el poder de Moralesrussi, sin contar con asidero en los
hechos –tampoco es probable que hubiera tratado a Nule con familiaridad y le hubiera
hecho revelaciones tan espinosas, si no existiera entre ellos confianza y connivencia–.
En declaraciones a la CSC, Alejandro Botero, subcontratista de empresas de Julio Gómez,
planteó que el diálogo Olano-Miguel Nule no guardaba relación con las obras de la Calle
26 sino sobre los distritos de conservación vial, que fueron contratados en diciembre de
2008, cuando Miguel Ángel Moralesrussi ya era contralor (fue elegido en febrero de ese
año). Botero ha adquirido notoriedad pública por sus denuncias contra Gómez y Emilio
Tapia.
Julio Gómez y Emilio Tapia
Héctor Julio Gómez González comenzó sus actividades empresariales como contratista de
alcaldías locales de Bogotá y más tarde se extendió hacia el sector central distrital. Gómez
tiene buenas relaciones desde tiempo atrás con los hermanos Moreno Rojas y le habría
hecho un aporte económico importante a la campaña de Samuel.
En la construcción de infraestructura Gómez opera a través de empresas como
Constructora Arkgo Ltda., Constructora Inca Ltda., y Costco Ingeniería Ltda. Solo en la
primera de ellas, que fue constituida en 1999, aparece como socio, junto con su esposa,
Jannette Arévalo. Las otras dos son, formalmente, de propiedad de familiares cercanos de
ésta última, como Jhon Jairo y Camilo Andrés Aragón Arévalo, Diana Paola y Sonia Mariela
Arévalo Giraldo y William Arévalo Ramírez. Inca y Costco fueron adquiridas y capitalizadas
por el grupo en 2007.
En las obras de Bogotá Gómez casi siempre participa en consorcio con Emilio José Tapia
Aldana. Éste último, oriundo de Sahagún, Córdoba, es según diversos medios de
comunicación muy cercano a Iván Moreno Rojas, a quien le ayudó a conseguir 3.880 votos
en la población mencionada, en las elecciones para el Senado del pasado 14 de marzo. Es
revelador que Tapia hubiera comenzado a participar en grandes operaciones de
infraestructura en la capital de la república en 2009, cuando apenas tenía una modesta
trayectoria en otras regiones y al parecer ninguna en Bogotá. Hoy por hoy la Revista
Dinero ha podido referirse a él como al “zar de la contratación de Bogotá”.
Según la revista, una de las firmas que forma parte del eje empresarial de Tapia Aldana es
Geos Consulting S. A. S., actualmente Geos Construcciones S. A. S. Fue constituida en
Calarcá en 2001 y trasladó su domicilio a Bogotá posteriormente. En 2009 Tapia Aldana
poseía el 10% del capital social. En ese mismo año, por lo menos tres de los cinco
miembros de la Junta Directiva de la firma tenían cédula de Sahagún. El principal
accionista (70%) es hoy Juan José Durango quien, de acuerdo con Dinero, hace parte de la
escolta de Tapia Aldana.
Julio Gómez le dijo a W Radio que Emilio Tapia le había presentado unos jóvenes de
Sahagún, los de Geos, y que a raíz de eso había comenzado a licitar con ellos. Esa
declaración es reveladora. Un empresario curtido no empieza a hacer negocios con unos
jóvenes que le presentan de buenas a primeras. Parece obvio que se trata de personas a
través de las cuales participa Tapia con Gómez en la construcción de infraestructura vial
en Bogotá.
Alejandro Botero le relató a la Comisión de Seguimiento que fue subcontratista de la
construcción de los andenes de la Avenida Carrera 19 entres Calles 134 y 161, una de las
obras de valorización del Acuerdo 180 que fue adjudicada mediante licitación, por $10.462
millones. Las obras son ejecutadas por el Consorcio Calle 134, compuesto por
COOPMUNICIPAL, Mauros Food Ltda., y COESPRO Ltda. Ni Julio Gómez ni Emilio Tapia ni
sus empresas aparecen formalmente por ninguna parte pero, según Botero, quien ordena
cancelar las facturas del Consorcio es Costco Ltda. una de las empresas de los sobrinos
políticos de Gómez. De hecho, Marta Julieta Gómez es la representante legal del consorcio
contratista y de Costco Ltda. (Mauros Food Ltda. es una empresa de suministro de
alimentos y tiene un contrato por $10.200 millones con la Secretaría de Educación para
proporcionar almuerzos a estudiantes de colegios distritales).
En otra obra de valorización, la calzada sur de la Avenida Calle 153, licitada por $16.395
millones y adjudicada al Consorcio Calle 153, se presenta una situación parecida. Este
consorcio también está conformado por COOPMUNICIPAL, Mauros Food y COESPRO. El
personal y las facturas de proveedores son pagadas H y H Arquitectura S. A., sociedad
registrada en Barranquilla y manejada por Javier Haddad. De acuerdo con informaciones
publicadas por Dinero, Haddad es del grupo de amigos y socios de Emilio Tapia.
De una conversación cuya grabación hizo pública esa revista, entre el abogado de la
cooperativa COOTECOL y Emilio Tapia, se colige que éste le consiguió a la cooperativa
unos contratos en Boyacá y Caldas. En la ejecución de los contratos participaron unas
firmas subcontratistas de amigos de Tapia, que se habrían quedado con parte de los
anticipos y habrían incumplido las obligaciones con sus trabajadores. COOTECOL iba a
tener que responder por esas obligaciones y le reclamaba a Tapia por eso. Éste se
comprometió a pagar, pero a condición de no aparecer en nada.
La Comisión de Seguimiento escuchó a Jorge Acevedo Ávila, subcontratista de COOTECOL.
Según él, su relación con esta entidad se manejó a través de Emilio Tapia y solo
ocasionalmente se entendió con la representante legal de la misma, María Eugenia
Vanegas. COOTECOL fue contratada por el municipio de Chitaraque, Boyacá, por
$799.500.000, para la construcción de un camino. El alcalde de ese municipio le entregó a
Tapia un anticipo de $400 millones. Acevedo fue subcontratado por la cooperativa para
hacer el trabajo. Ulfran López, cedulado en Sahún, Córdoba, actuaba como ingeniero
residente de obra. El subcontratista empezó a trabajar pero COOTECOL comenzó a
incumplir los compromisos que había adquirido con él: le pagó solo $42 millones y le
quedó debiendo un saldo de $151 millones.
Acevedo buscó a Tapia para cobrarle. Éste lo citaba en Bogotá, en Unicentro pero le
llegaba tarde. En una ocasión se tardó cuatro horas y se excusó diciendo que estaba
jugando tenis con el Samuel Moreno y que éste y su hermano eran socios de él. En otras
oportunidades le decía por teléfono que no se preocupara, que le iba a pagar, que él tenía
mucho poder porque era socio de los Moreno. La última vez que convinieron en
encontrarse en Unicentro no llegó Emilio Tapia pero lo hicieron sus guardaespaldas y le
dijeron a Acevedo que no cobrara más porque lo podían desaparecer, incluso con ayuda
de la Policía, porque Tapia era amigo del alcalde.
La forma de operar Gómez y Tapia parece, en todo caso, caracterizarse por mantener bajo
perfil y manejar sus empresas a través de familiares y amigos.
Tanto Gómez como Tapia desarrollan actividades de obra pública en otras regiones del
país y están dando pasos hacia el exterior. El segundo de ellos aparece formalmente
registrado en el Estado de la Florida, en los Estados Unidos, como agente de una “limited
liability company" llamada Geos Investment LLC. En ese mismo Estado aparece también
registrada una sociedad llamada Arkgo Corporation, cuya presidenta/directora es la
señora Jannett Arévalo, esposa de Julio Gómez.
Gómez y Tapia están creciendo muy aceleradamente en Bogotá gracias, probablemente, a
sus relaciones políticas y personales con la administración. Conforme se vio en el Cuadro
3.1 tienen en sus manos el 6% de la contratación del Instituto de Desarrollo Urbano de
2008 a 2010. Sin embargo, concentraron una proporción mucho mayor, el 19%, de los
contratos celebrados por el IDU en 2009.
Como ya se planteó, una parte de las obras del Acuerdo 180 sobre valorización se adicionó
a contratos previos y otra se sacó a licitación. Gómez y Tapia, se hicieron a la mayor parte
de las que se licitaron. En los consorcios correspondientes el aporte más grande de capital
proviene del grupo de Gómez (alrededor del 80%).
Los dos inversionistas se han visto favorecidos, asimismo, por una política laxa de entrega
de anticipos. Lo acostumbrado en la construcción de infraestructura es que los anticipos
se muevan entre el 20 y el 25%. En el IDU lo frecuente ha sido el 30%.
La presente administración mantuvo la tendencia del 30%, aunque para los distritos de
conservación los bajó al 20% (por las particularidades de esas obras y su ejecución). Sin
embargo, en 2009 se dio un salto: en más de la mitad de los contratos celebrados ese año
–incluyendo todos los suscritos con el grupo de Julio Gómez y Emilio Tapia– se pactaron
anticipos atípicos, del 40%.
Según se le indicó a la CSC, las condiciones de la licitación para los estudios de ingeniería
de detalle del metro exigen que se hagan con equipos de características muy específicas.
Geos Consulting S. A. S. habría importado recientemente equipos de esa clase y sería la
única empresa que los tiene en el país. La Comisión no tuvo tiempo para constatarlo.
Alejandro Botero le planteó a la Comisión de Seguimiento que Gómez y otros grandes
contratistas están trabajando de la siguiente manera: se quedan con todo el AIU
contemplado en el presupuesto de la obra (es decir, lo que se cobra por gastos de
administración, imprevistos y utilidades del contratista), y subcontratan con terceros la
construcción, pagándoles solo lo previsto en el presupuesto como costos directos. Algunos
van más lejos y le cargan al subcontratista parte de los gastos administrativos
(parafiscales, servicios públicos…). Por esa vía los contratistas se convierten en
intermediarios costosos que sobre explotan a los subcontratistas, con menoscabo de las
obras. Esto puede combinarse con un sobredimensionamiento de los costos de referencia
de los insumos en los presupuestos contratados, en cuyo caso se genera un impacto fiscal
gravoso.
El maltrato a los subcontratistas parece causando una alta rotación de éstos, lo que
demora las obras y afecta su calidad.
Botero ha hecho referencia en diversos medios y en declaraciones a la CSC, a encuentros y
reuniones que tuvo con quienes lo contrataron y los colaboradores de éstos. Como
asistentes a esas reuniones ha mencionado a Julio Gómez, Emilio Tapia, Omar Alfonso
Pérez Tejada, Salomón del Valle, Javier Haddad, Jhon Jairo Aragón y Juan José Durango. En
una de ellas se les habría planteado a Botero y a un socio suyo la posibilidad de que
comenzaran a trabajar con sus recursos en las obras de los Nule. También le narraron a
Botero que habían comenzado por ofrecerles a éstos US$3 millones, que después se
habrían bajado a US$2 millones, para que cedieran sus contratos, dinero que iba a serles
pagado por una persona residenciada en Miami, Luis Cárdenas Gerlein. Pero, siempre
según Botero, dijeron haber optado, finalmente, por arrinconar a los Nule sin darles
ninguna suma de dinero, presionándolos en unión con funcionarios del IDU para que
hicieran la cesión.
Según Botero, en esos encuentros oyó hablar de Iván Moreno. En una entrevista con El
Espectador precisa que “siempre escuché el nombre de Iván Moreno […] en todos los
contextos”. Y agrega: “por ejemplo, un día íbamos en mi carro a buscar $50 millones y
Ómar Alfonso Pérez Tejada dijo que habló [con] Iván, haciendo referencia a los $50
millones que le iba a prestar”. Botero le aclaró a la CSC que se trataba de un préstamo
solicitado por Emilio Tapia a la empresa del propio Botero, con destino al senador Moreno
y que la operación se habría hecho la semana anterior a las elecciones parlamentarias del
14 de marzo. Pérez Tejada, quien tiene cédula de Sahún, es un estrecho colaborador de
Emilio Tapia. Ha sido representante legal de varios de los consorcios en que participa Geos
Consulting.
Alejandro Botero afirma que Gómez y Tapia le quedaron debiendo $260 millones y no se
los han cancelado. Le denunció el hecho al alcalde, a través de un asesor de éste,
Leonardo Echeverri, y a la por entonces directora del IDU, Liliana Pardo. La única
respuesta que, según él, recibió de esos altos funcionarios y de otros como el subdirector
del instituto, Eduardo Montenegro (cercano a Gómez y Tapia, según Botero) fue la
petición de que no le contara nada a los medios –ex funcionarios del instituto le dijeron,
sin embargo, a la CSC, que Botero había tenido la posibilidad realizar los trámites
formalmente previstos dentro del IDU para hacerle reclamos a los contratistas, pero no la
había utilizado–.
En todo caso, según Botero, quienes lo contrataron y le quedaron debiendo la plata, “[le]
advirtieron: ‘¿usted qué va a decirle al alcalde si el alcalde es hermano de Iván e Iván es
amigo nuestro?’ ”.
Las referencias a Julio Gómez estaban casi en el centro de la conversación telefónica entre
Germán Olano y Miguel Nule que se reseñó más atrás. En ese diálogo, la situación de
Gómez queda muy comprometida, como partícipe en el pago de comisiones en relación
con contratos de infraestructura.
En esa misma conversación, al responder a la pregunta de Nule de “por qué nombran a
ese man en el IDU”, Olano afirma lo siguiente:
Porque Emilio se le metió a Iván… Es que hubo una coincidencia… Emilio es el que
tiene un nexo con Iván en Estados Unidos a nivel personal… Es que hay un
problema, Julio queda allá colgado es a Emilio… la figura que me expresan a mí es
ésta: que aquí está un Emilio, que acá atrás está un Julio y que por encima de ellos
dos hay un turco, ¿si? Y que por eso llegó ese hijueputa allá. Pero que el que está
hablando con el señor Iván es Emilio, y Emilio se hace unos negocios con ellos en
Estados Unidos, entonces a Julio le dice usted no me vuelva a hablar hijueputa,
pero igual Emilio lo lleva… Entonces Julio no es el que tiene el poder, el que tiene el
poder es Emilio, pero es la misma mierda porque Emilio es socio, entonces con
quien está hablando Iván es con Emilio.
Esto describe un escalafón, en el orden que sigue: “Iván”, “el Turco”, “Emilio” y “Julio”.
En declaraciones recientes a los medios de comunicación Miguel Nule identificó a las
personas mencionadas por su nombre de pila, en su orden, como Iván Moreno, Emilio
Tapia y Julio Gómez. Según afirmó, “el Turco” es Andrés Jaramillo, gerente de CONALVÍAS.
Las mismas precisiones le habían sido ya hechas a la Comisión de Seguimiento por
Alejandro Botero, quien agregó que el funcionario nombrado en el IDU al que se alude en
la conversación telefónica reseñada es el actual gerente del instituto, Néstor Eugenio
Ramírez.
De nuevo vale decir que no es probable que un político experimentado como Olano se
lance a hablar de unos terceros influyentes y poderosos sin ningún asidero.
En sus declaraciones a los medios Miguel Nule aseveró también que “en la oficina del
abogado Álvaro Dávila, en presencia de Julio Gómez y Emilio Tapia, me pidieron una
comisión del 6% para el hermano del alcalde y del 2% para el contralor”. Asimismo, afirmó
que conoce a Emilio Tapia porque se lo presentó Álvaro Dávila, que era “nuestro asesor
jurídico” –es de público conocimiento que Dávila asesoró a los Nule en la negociación del
pago de un préstamos de $13.500 millones que les hizo la Dirección Nacional de
Estupefacientes–.
Comoquiera que sea, según la Revista Dinero Emilio Tapia actuó como intermediario de
los Nule para evitar que se declarara la caducidad de sus contratos y pudieran cederlos a
un tercero.
Todos estos elementos dan a entender que Julio Gómez y Emilio Tapia han desempeñado
un papel particular: son contratistas de obra pública en ascenso, con entronques políticos
y relaciones que les habrían permitido obtener condiciones favorables en los negocios,
actuar como intermediarios en la asignación de contratos y el manejo de problemas
derivados del incumplimiento de éstos y aprovechar las crisis de sus socios y
competidores. Sus relaciones incluirían vínculos estrechos con el senador Iván Moreno.
El gran cesionario: CONALVÍAS
En procesos licitatorios de diciembre de 2007 a 2010 las empresas del grupo CONALVÍAS –
unas siete– recibieron contratos del IDU por $266.500 millones. Habría que agregarles los
$42.500 millones que el grupo obtuvo no ya del IDU sino de la Unidad de Mantenimiento
Vial, para vías locales. Gracias a la cesión de las obras de los Nule en la Calle 26, al reajuste
del valor de los contratos de esa troncal y a las adiciones de valorización, hoy CONALVÍAS
está manejando, aproximadamente, $781.800 millones. Los recursos que le llegaron del
IDU sin licitación son casi el doble de lo que se le adjudicó en procesos licitatorios.
Cuando las empresas del grupo recibieron las adiciones de dos proyectos de valorización y
cuando se constituyeron en cesionarias del tramo de los Nule en la 26, no habían
legalizado un importante porcentaje del anticipo que se les había girado, en diciembre de
2008, por el contrato de TM que se habían ganado por licitación. Según la Contraloría en
mayo de 2010 les faltaba por justificar en qué se habían gastado un 55% de ese anticipo.
Las obras de valorización adicionadas (intersección avenida José Celestino Mutis con la
calle 26) tienen ya un atraso considerable, según el diario El Espectador.
La operación misma de cesión de la 26, genera dudas. Según el pliego de condiciones
original, en caso de cesión los nuevos contratistas debían cumplir con todos los requisitos
exigidos al adjudicatario inicial. Uno de ellos era que tuvieran un patrimonio igual o mayor
a dos veces el presupuesto oficial del tramo respectivo. Como éste es de $318.000
millones (de 2010), el patrimonio del cesionario debería ser de $637.000 millones. Sin
embargo, el consorcio cesionario, cuyo socio mayoritario es CONALVÍAS, dispone de un
patrimonio de $484.000 millones. A pesar de la diferencia, el IDU lo calificó como
aceptable.
Por otra parte, con ocasión de la cesión, el IDU aprobó un aumento del AIU (gastos de
administración, imprevistos y utilidades del contratista). El originalmente previsto era del
24,77% del presupuesto del contrato y pasó a ser del 40,97%.
El aumento se justificó diciendo que CONALVÍAS terminaría las obras dentro del plazo
original del contrato, a pesar del atraso en que se encontraban –de hecho se le
concedieron los meses que faltaban para completar ese plazo y tres y medio más–. Se
estimó que 11,37 puntos porcentuales del aumento del AIU corresponderían a mayores
gastos administrativos, y 4,83 puntos a mayores costos de mano de obra (más
trabajadores, en jornadas diurna, nocturna, dominical y de festivos). Pero no hay
evidencias de que el cesionario le esté imprimiendo a las obras la celeridad que
correspondería al aumento del AIU que le concedió el IDU.
En septiembre pasado los trabajadores de las empresas de CONALVÍAS en la 26 hicieron
un paro que frenó la obra por dos días, por falta de cancelación de su remuneración.
Según el IDU eso se debió a que la contratista dejó de presentarle los soportes requeridos
para que Instituto pudiera hacerle el pago correspondiente al avance de obra.
CONALVÍAS tiene muchos contratos en otras regiones del país y en el exterior –represa Río
Rancherías, embalse en Bucaramanga (donde fue el único proponente), Hidrosogamoso,
Ruta del Sol (un tramo), vías en Córdoba, doble calzada a Buenaventura, transporte
masivo de Cartagena (TRANSCARIBE), MÍO en Cali, obras en Panamá y Perú–. Su
crecimiento ha sido vertiginoso.
Uno de los contratos que tiene a su cargo en el país es el de la concesión de la doble
calzada Pereira-La Victoria. Es uno de los cuestionados en la Revista Dinero por recibir
adiciones en tiempo récord –adiciones express–, respaldadas en vigencias futuras y sin
suficiente soporte técnico, según la Procuraduría General de la Nación.
La historia de esa licitación es inquietante. En ella se determinó que sería seleccionado el
proponente que ofreciera un precio más bajo. Llama la atención la enorme diferencia
entre la oferta que hizo el grupo CONALVÍAS, que resultó ganador ($68.190 millones) y las
de los demás licitantes; por ejemplo el segundo proponente ofreció hacer la obra por casi
el doble, $119.785 millones.
Las adiciones que recibió posteriormente el contrato de CONALVÍAS alcanzan los $126.000
millones (el doble del precio inicial), financiados en su mayoría con vigencias futuras que
van hasta 2013. Este tipo de concesiones, que se ganan con una oferta económica baja y
reciben cuantiosas adiciones posteriores, fue una práctica común en la administración de
Álvaro Uribe y tendió a favorecer a contratistas cercanos al gobierno.
El siguiente gráfico, tomado de la Revista Dinero, muestra cómo creció el volumen de
negocios del conglomerado durante los dos períodos de Uribe, y cómo se ha disparado en
los años que lleva Samuel Moreno al frente de Bogotá:
Incidentalmente, vale reseñar que empresas del grupo CONALVÍAS construyeron y
comenzaron a operar en concesión por veinte años, por contratos con la administración
Peñalosa, cuatro parqueaderos en la Carrera 15, entre Calles 77 y 97. Los contratos les
garantizaron un ingreso mínimo. Como la demanda del servicio resultó inferior a la
prevista, la ciudad les ha pagado a las concesionarias $73.000 millones entre 1999 y 2010,
según la Personería de Bogotá.
Los otros mega contratistas
Las empresas del grupo Solarte recibieron del IDU, vía adición de obras de valorización y
reajuste de precios de la Carrera 10ª, $103.000 millones más de lo que obtuvieron en
procesos licitatorios.
Son grandes contratistas en el plano nacional. Crecieron mucho durante el período del
presidente Uribe. Entre otros programas, manejan la concesión “Desarrollo Vial del Valle”
y construyen la doble calzada Tunja-Sogamoso –donde han incumplido con la construcción
de las obras complementarias–. En 2009 se ganaron dos tramos de la Ruta del Sol y seis de
los 20 “corredores de competitividad”, que son vías de alto impacto económico en
diferentes lugares del país.
Los Solarte han sido mencionados por los medios de comunicación entre los beneficiarios
de gigantescas adiciones express carentes de justificación clara, por lo menos en relación
con dos contratos.
William Vélez Sierra, vinculado al grupo ODINSA, es un empresario controvertido, cercano
a Álvaro Uribe. Los medios han divulgado denuncias sobre el favorecimiento que habrían
recibido sus empresas en distintos procesos licitatorios.
Según Semana, en solo cinco años Vélez Sierra se convirtió en adjudicatario de varias
mega concesiones viales. Entre ellas están la doble calzada Girardot-Ibagué-Cajamarca, en
la que participó con ODINSA, MINCIVIL y COLPATRIA, y el primer tramo de la Ruta de Las
Américas, donde actúa con ODINSA, El Cóndor y VALORCÓN. Interviene, además, en un
consorcio que le da mantenimiento a vías en el área metropolitana de Cúcuta.
También es un gran empresario del sector eléctrico, los montajes industriales y los
servicios públicos. Sus operaciones en la recolección de residuos sólidos y el manejo de
rellenos sanitarios en varias ciudades han sido cuestionadas.
Los contratos de infraestructura de las empresas de Vélez también han recibido enormes
adiciones de justificación discutible.
La adjudicación de la troncal de TM de la Carrera 7ª al consorcio de SAINC S. A. y El Cóndor
S. A., ha sido objeto de críticas. Según la Revista Semana, a comienzos de 2010 el IDU
pensó adicionarles esa troncal, sin proceso licitatorio, al tramo de ODINSA en la Calle 26
(recuérdese que El Cóndor es socio fuerte de ODINSA) y al distrito de conservación vial
que manejan SAINC y El Cóndor –el cual abarca la zona de la troncal aludida–.Más
adelante, cuando decidió a abrir la licitación de la 7ª, el IDU exigió que los proponentes
tuvieran experiencia en construcción de troncales tipo Transmilenio, un requisito que
jamás se había exigido a los constructores de las vías de ese sistema de transporte. Ante
las críticas que recibió cambió el requisito por la experiencia en la construcción de vías
arterias, lo que tampoco tiene precedentes y sigue obstaculizando la competencia. Solo
tres consorcios se presentaron a la licitación, que se ganaron, como se dijo, las firmas que
el instituto tenía en mente inicialmente para la adición.
Unidad de Mantenimiento Vial
Los contratos a que se ha venido haciendo referencia fueron celebrados por el Instituto de
Desarrollo Urbano. Los que siguen fueron suscritos por la Unidad Administrativa Especial
de Rehabilitación y Mantenimiento Vial, UAERMV, que pertenece al sector de movilidad,
como el IDU, pero es independiente de éste.
Dicha unidad, que surgió de la transformación de la antigua Secretaría de Obras Públicas
de Bogotá, está dedicada a la malla vial local (recuérdese que las vías de la ciudad están
clasificadas en vías arterias, intermedias y locales). Hasta el momento actual ha sido
manejada por el Partido de la U, con cuyo apoyo ha contado su director.
La contratación de la UARMV de 2008 en adelante suma $159.300 millones. Tres
contratistas (un grupo y dos empresas), de aproximadamente 12 que trabajan para la
unidad, manejan las tres cuartas partes de la misma, como lo revela el siguiente cuadro:
Cuadro 3.3
Concentración contractual UARMV
Contratistas Valor contratos
(millones de $ 2009) % sobre total
CONALVÍAS 42.516,9 26,65%
Pavimentos Colombia 40.337,3 25,28%
ICEIN 36.344,1 22,78%
Fuente: elaboración propia a partir de datos de la UARMV.
El contrato con que aparece ICEIN S. A. le fue cedido por Pavimentos Colombia S. A. No se
conocen detalles de esta operación. Ambas sociedades participan también en contratos
con el IDU, la primera por $13.500 millones y la segunda por $39.900 millones. ICEIN S. A.,
de la familia Hernández Páramo, acaba de ganarse la licitación para la construcción de la
troncal de Transmilenio en la Avenida Calle 6ª entre la Avenida Caracas y la NQS, cuyo
valor es de $53.000 millones.
Según informes recibidos por la Comisión de Seguimiento, a los alcaldes locales se les
viene proponiendo que los recursos de los fondos de desarrollo local que se destinarán a
las vías locales en la vigencia de 2010, se manejen como adiciones al contrato de
Pavimentos Colombia con la UARMV.
Un contrato en camino: la construcción del metro
Se estima que el contrato de construcción de la infraestructura de la primera línea del
metro valdrá $4 billones de 2010. El alcalde aspira a dejarlo suscrito antes de que termine
su período.
Hasta ahora se ha celebrado un contrato preparatorio, el de “ingeniería fase I”, que es una
etapa conceptual, de examen de viabilidad del proyecto y de diseño muy general. El
contratista seleccionado fue un consorcio dominado por la firma española SENER. El valor
del contrato fue de $19.600 millones.
Está en trámite el contrato de la “ingeniería fase II” que abarca los diseños, plasmados en
planos, de las obras civiles (túneles, estaciones, patios, talleres…) y las redes e
instalaciones eléctricas, de comunicación, iluminación, ventilación y similares, así como la
definición del tipo y el número de unidades del material rodante.
Ambos procesos se han adelantado con la metodología del Banco Mundial, que será
cofinanciador del proyecto. El trámite consiste en seleccionar una lista corta de
proponentes, a los que se invita participar, y en escoger, una vez recibidas sus propuestas,
al ganador. Todos los pasos deben recibir una conformidad del Banco Mundial.
Así fue seleccionado SENER. Vale traer a cuento que el producto del trabajo de esta firma
fue cuestionado por la Universidad Nacional y la Universidad de los Andes, entidades
validadoras designadas por el gobierno nacional (que también cofinanciará el metro).
SENER participó, junto con el IDU, las Secretarías de Movilidad y Hacienda y la Gerencia
del Proyecto Metro, en la elaboración de los términos de referencia de la “ingeniería fase
II”. El contratista de esa fase ya fue seleccionado por el IDU. La documentación respectiva
le fue remitida al Banco Mundial para que defina si le da conformidad.
El procedimiento descrito tiene la ventaja de ser supervisado por el banco en mención,
que tiene amplia experiencia en este tipo de proyectos. Bajo esas condiciones, es difícil
que se cuele en el proceso una firma contratista de poca solvencia o trayectoria. Sin
embargo, es un trámite sin visibilidad y publicidad, lo que podría facilitar las maniobras de
los interesados para quedar incluidos en la lista corta y ser seleccionados como
adjudicatarios del contrato.
II. LA OPERACIÓN DE LA MOVILIDAD
El Sistema Integrado de Transporte Público, SITP.
El SITP es el nuevo esquema bajo el que funcionará la movilidad en la ciudad. Ésta se
dividirá en 13 cuencas o zonas, cada una de las cuales será entregada en exclusividad a
una empresa privada, que responderá por la organización y la calidad del servicio. Es un
negocio de 2.6 billones de pesos al año.
Los pliegos de condiciones de la licitación favorecen claramente a dos tipos de empresas:
las operadora de las troncales de Transmilenio (las dueñas de los articulados) y las
afiliadoras de buses del sistema colectivo actual (el de los buses y busetas corrientes). Una
sola firma puede ganarse hasta 3 zonas, con lo que casi la totalidad de ellas podría quedar
en manos de cuatro licitantes.
En principio, se intentó darles participación en el SITP a los pequeños propietarios de
buses. A tal fin se exigió que los licitantes vincularan a determinada cantidad de
propietarios, convirtiendo sus vehículos en acciones o recibiéndoselos en administración a
cambio de una renta del 0.8% mensual sobre el valor de los mismos. Los pequeños
transportadores tenían la opción de crear empresas propias para participar, pero, dadas
las condiciones de la licitación, difícilmente podían competir sin asociarse con los grandes.
Así las cosas, los pequeños propietarios temieron quedar mal ubicados en las operadoras
del SITP, como ya les había ocurrido en Transmilenio, y organizaron una protesta que
paralizó la ciudad por varios días en febrero de 2010.
El paro se levantó a raíz de un acuerdo en que intervinieron el alcalde y el ministro de
transporte. Consistió en que quienes se ganaran las licitaciones les reconocerían a los
pequeños propietarios una remuneración del 1.5% mensual sobre el valor del vehículo,
durante 24 años. Ese costo se trasladaría a la tarifa pagada por los usuarios.
Más adelante se estableció que en vez de involucrar a los pequeños en sus empresas, las
operadoras podían comprarles el bus o emitirles un título representativo del derecho a
percibir la renta del 1.5% mensual.
Este acuerdo dejó contentos a los pequeños transportadores pero los desvinculará de la
actividad y destruirá tejido empresarial y social. También satisfizo a los grandes –que
tienen mucho acceso a los gobiernos nacional y distrital–, porque el manejo del negocio
quedará exclusivamente en sus manos. La gran perjudicada será la ciudad, dado que la
renta mensual sobre el valor de los vehículos se carga a la tarifa y si ésta supera, como se
prevé, la capacidad de pago de los usuarios, el Distrito tendrá que cubrir el faltante. El
correspondiente esfuerzo fiscal será, según se estima, de entre $ 140.000 millones y
$180.000 millones anuales, durante varios años.
Lo preocupante no es que el Distrito subsidie a los usuarios sino que se vea forzado a
hacerlo, sin estudios previos, por el lobby transportador y sus aliados en el alto gobierno
nacional.
Semaforización
A mediados de 2009 la Secretaría Distrital de Movilidad, encabezada por el actual
secretario Fernando Álvarez Morales, abrió una licitación para la modernización de la red
semafórica de la ciudad. El valor de la operación sería de $215.000 millones.
La adecuada operación del sistema exige que haya plena intercomunicabilidad, en tiempo
real, entre sus distintos componentes (semáforos, equipos de control zonal y
metropolitano…), para que se ajusten a las demandas de tráfico existentes en cada
momento. Numerosos protocolos de comunicación cumplen con esos estándares. No
obstante, los pliegos de la licitación exigieron que la tecnología ofrecida por los
proponentes funcionara con un protocolo específico, de diseño norteamericano, llamado
NTCIP que, además, no es el más moderno.
Diversas empresas hubieran podido participar en una licitación restringida al sistema
NTCIP, pero en Colombia habría dos que aventajarían mucho a las demás por la experticia
en su manejo: Eagle America, vinculada a la Siemens, y la española Telvent, adjudicataria
de la semaforización de Ciudad de Panamá. Precisamente, otra de las críticas que recibió
la licitación de Bogotá fue que sus pliegos habían copiado textualmente 37 párrafos de la
de Panamá.
La Secretaría de Movilidad afirmó que había exigido el protocolo NTCIP por
recomendación del Departamento de Planeación Nacional.
Ante las críticas al proceso, que incluían las del Zar Anticorrupción, la Secretaría de
Movilidad decidió aplazarlo en diciembre de 2009. Entre otras consecuencias, con eso se
perdió la aprobación del Concejo Distrital a las vigencias futuras, previstas hasta 2015, que
costearían la operación.
Sistema integrado de recaudo, SIRCI
Como complemento a la del SITP, en julio de este año se abrió la licitación del recaudo de
los pasajes de dicho sistema (la licitación del Sistema Integrado de Recaudo y Control de la
Información, SIRCI). Además de encargarse de recoger el efectivo, el contratista debe
suministrar la tecnología para controlar el movimiento de los vehículos en ruta, y manejar
el sistema de información al usuario.
Dado que el recaudo anual del SITP será de unos $2 billones, los ingresos brutos del
contratista del SIRCI ascenderán a unos $200.000 millones al año, durante 16 años.
La licitación fue estructurada por un consorcio seleccionado por la Secretaría de
Movilidad, pero los productos entregados por éste no permitían llevar a término la
selección del contratista de manera que Transmilenio S. A., la empresa distrital que
manejará el sistema, asumió la tarea de completarlos.
Las firmas que más han contratado con el Distrito actividades como las del SIRCI son
ANGELCOM S. A., recaudadora de los ingresos de Transmilenio, y el Consorcio Servicios
Integrales para la Movilidad, SIM, que maneja los trámites de tránsito.
Los pliegos del nuevo sistema de recaudo exigen que los proponentes demuestren
experiencia en contratos que tengan los siguientes objetos: operación de recaudo,
implementación de software de recaudo, control de flota e integración de plataformas de
recaudo con plataformas de control de flota. Se definen ciertos mínimos en cuanto al
número de personas atendidas diariamente y al número de buses que han sido objeto de
control. Los pliegos se abstienen, en cambio, de hacer exigencias sobre la calidad de los
servicios prestados. También omiten lo referente a la experiencia en información y
servicio al usuario, aunque será una de las actividades incluidas en el contrato. Vale
recordar que en Santiago de Chile casi fracasa la puesta en marcha del sistema integrado
por las fallas en la información a los usuarios.
Dentro del proceso licitatorio del SIRCI se formularon preguntas sobre los estudios que
sustentaban las exigencias de experiencia a los proponentes (objeto y número de los
contratos previos). La respuesta de Transmilenio S. A. no fue satisfactoria. A la CSC le
queda la impresión de que no se hicieron esos estudios de soporte, y que tampoco se
hicieron los atinentes a los costos de la operación del contratista para darle aplicación al
principio de la utilidad razonable y no sobre remunerarlo.
Curiosamente, en relación con la calidad de las propuestas, el pliego de la licitación solo
prevé calificar un tema: concede 120 puntos (de un total de 300) al proponente que
ofrezca más lugares de venta de pasajes por fuera de las estaciones del sistema –a la
oferta económica más conveniente para la ciudad, ¡se le reconoce casi lo mismo, 150
puntos!–.
La Comisión de Seguimiento fue advertida sobre el hecho de que las condiciones de la
licitación coinciden con las particularidades de uno de los probables licitantes.
Los antecedentes de la contratación distrital en operaciones que incorporan tecnologías
de la información y las comunicaciones para la movilidad, no son muy afortunados. Al
respecto, vale recordar lo ocurrido con las concesiones de los trámites de tránsito.
Al alcalde Mockus le vendieron la idea de que era mejor entregarle a un privado el registro
de los automotores y los conductores, así como la expedición de los pases de conducir y
las tarjetas de operación (para vehículos de servicio público). Esos servicios venían siendo
mal manejados por la Secretaría de Tránsito y le generaban pérdida al distrito. Con el
esquema que le propusieron a Mockus, la ciudad no solo cubriría los costos de los
servicios sino que obtendría un ingreso neto.
Con ese enfoque se sacó a licitación la administración de los registros y licencias y se le
adjudicó a la firma Servicios Especiales de Tránsito y Transporte, SETT. Según el contrato
celebrado, SETT le trasladaría a la ciudad el 10% de lo que se le cobrara a los usuarios de
los servicios.
La empresa contratista estaba compuesta por SERVIENTREGA S. A. y Taborda Vélez & Cía.
S. en C. A su vez, los dueños de Taborda Vélez & Cía. son Héctor Taborda Maya y su
familia. Taborda Maya es antioqueño y tiene buenas relaciones con el ex presidente Uribe
y su ministro de transporte, Andrés Uriel Gallego.
La administración distrital se embarcó en el proceso licitatorio sin realizar previamente
estudios serios de mercado y de costos. Como consecuencia, el contratista se hizo a un
negocio en el que la rentabilidad sobre el capital fue descomunal.
A finales de 2007, bajo Garzón, con ocasión del vencimiento del contrato, se licitó de
nuevo la concesión. Resultó seleccionado el consorcio Servicios Integrales para la
Movilidad, SIM, conformado por Taborda Vélez & Cía., S. en C., y otras tres sociedades,
entre ellas Quipux S. A.
De acuerdo con el nuevo contrato la ciudad recibe el 50% de lo que pagan los usuarios de
los servicios. Sobre esa base, el Distrito ha presupuestado recibir de la concesión en 2010,
$30.400. Aunque es una cifra muy superior a lo percibido bajo la anterior concesión, la
CSC fue informada de que el nuevo contrato sigue siendo muy desequilibrado porque le
reporta al contratista, a costa de la ciudad, una utilidad excesiva.
a sociedad Taborda Vélez & Cía., alcanzó resonancia por haber participado sin éxito en la
licitación del Registro Único Nacional de Tránsito, RUNT, y por haber comprado después,
en asocio con Quipux y otras firmas, el 49.9% de la concesión al consorcio que se la ganó,
sin descartar la adquisición del resto, según informó El Tiempo. De esa manera fue
burlado el resultado del proceso licitatorio. La interventoría del RUNT fue ejercida por la
firma Ponce de León y Asociados Ingenieros consultores, del grupo Nule.
En el plano nacional además del RUNT, que es un mecanismo de registro, existe el Sistema
Integrado de Información de Multas y Sanciones por Infracciones de Tránsito, SIMIT. Éste
es un esquema de recaudo de sanciones causadas por infracciones cometidas en cualquier
lugar del país. Por ejemplo: las que comete en la vía Tunja-Sogamoso un carro matriculado
en Bogotá. En ese caso, el SIMIT le reporta la infracción a Bogotá y el distrito recauda la
multa y le paga al sistema un 10% de comisión.
En 2009, el SIMIT fue entregado en concesión a un consorcio conformado por Taborda
Vélez & Cía. S. en C. y Quipux S. A., entre otros. Detrás de la operación estuvo la
Federación Colombiana de Municipios, FEDEMUNICIPIOS, que por ley, tiene derecho a
participar en el esquema. FEDEMUNICIPIOS es dirigida por Gilberto Toro, quien es oriundo
de Medellín y cercano al ex ministro del interior del ex presidente Uribe, Fabio Valencia
Cossio.
Bogotá y otras ciudades consideran que no tienen por qué reconocer comisiones sobre
multas que el SIMIT no ayuda a recaudar, por ejemplo, las que se causan dentro de Bogotá
por vehículos matriculados en esta ciudad.
Esto ha dado lugar a un conflicto jurídico entre el distrito y FEDEMUNICIPIOS. Dicha
federación reclama una participación del 10% sobre todas las multas cobradas en la
capital desde que ésta se vinculó al sistema. Entre lo que demanda FEDEMUNICIPIOS y lo
que reconoce el distrito, la diferencia es de $80.000 millones.
Al alcalde Moreno le ha faltado firmeza para hacer respetar los intereses de Bogotá en
este conflicto.
Otras operaciones inquietantes
La Secretaría de Movilidad suscribió en julio de 2008 con el consorcio administrador del
SIM, una adición de $5.600 millones al contrato de concesión de los trámites de tránsito.
La adición tenía por objeto realizar el censo de taxis de Bogotá.
Según el Zar Anticorrupción la operación se hizo sin estudios previos sobre su viabilidad y
sus costos, y se basó en un simple concepto de un asesor jurídico externo de la Secretaría.
La entidad se limitó a verificar que la adición no superara el 50% del valor del contrato de
concesión. Por estos hechos, la Personería le abrió pliego de cargos al secretario de
entonces, Bernardo Villegas.
Villegas intentó también abrir a mediados de 2008 una licitación por $2 billones, para la
detección electrónica de infractores. Las condiciones de los pliegos y prepliegos variaron
de manera errática. Al principio, según El Tiempo, se interesaron 30 empresarios pero al
final, por los cambios en las condiciones, solo se presentaron dos grupos. La Contraloría
Distrital observó que las utilidades (la tasa de retorno) del contratista iba a ser excesiva:
62% anual, con riesgos mínimos. A la postre, la Secretaría optó por cancelar la
convocatoria.
Antes de todo eso, Bernardo Villegas Bernardo Villegas había decidido no renovar el
convenio entre la Secretaría y la ETB para el mantenimiento de los semáforos que vencía
en mayo de 2008. Tomó asimismo la determinación de abrir una licitación para entregar la
modernización de la red semafórica y su mantenimiento a un nuevo contratista. Se trata
de una operación anterior y distinta a la que emprendió en 2009 el secretario Fernando
Álvarez. Se alcanzó a elaborar un borrador de pliegos que preveía una tecnología poco
probada –inalámbrica–. Entre tanto, la falta de mantenimiento de la red fue generando
serios problemas de tráfico. La situación de Villegas se hizo insostenible y en noviembre
de 2008 el alcalde le pidió la renuncia.
Villegas tiene relaciones estrechas con el Alcalde Moreno. Cuando llegó al gabinete
distrital venía de ser empresario, entre otras, en el área de la semaforización. Según su
hoja de vida en 2006 estructuró, para Traffic and Transit Technology S. A., empresa creada
en Barranquilla, proyectos de instalación y operación de detectores de infractores en
diversas ciudades del país. Su hermano Darío Villegas Giraldo hacía parte de la junta
directiva de esa firma.